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BICENTENARIO DE LA CONSTITUCIÓN

ARGENTINA DE 1819

Por el Dr. Carlos Mario D´Agostino


Instituto de Filosofía Política e Historia de las Ideas Políticas
BICENTENARIO DE LA CONSTITUCIÓN
ARGENTINA DE 1819

Por el Dr. CARLOS MARIO D´AGOSTINO

Introducción

A 200 años de la sanción de la Constitución de 1819 nos


parece necesario e imprescindible desde este presente realizar un
análisis y valoración sobre la primera constitución de la República
Argentina. En este sentido decimos que al comenzar sus sesiones el
Congreso de Tucumán el 24 y 25 de abril de 1816 estableció entre
sus objetivos principales declarar la Independencia, acordar la
forma de gobierno y dictar una Constitución. Como conocemos a
solicitud del diputado por la Provincia de Buenos Aires, Dr.
Esteban Agustín Gazcón, se formó una comisión que expidió una
“Nota de las materias de primera y preferente atención para las
discusiones y deliberaciones del Soberano Congreso” compuesto
de 17 artículos. Entre las prioridades, incluía la necesidad de un
manifiesto, el deslinde de las facultades del Congreso, la
declaración de la independencia, pactos provinciales previos a la
Constitución, forma de gobierno y proyecto constitucional. En la
cláusula tercera de la nota de materias se ordenaba al Congreso la

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misión de la “declaración solemne de nuestra independencia”,


disposición que cumplió gloriosamente el día 9 de Julio de 1816 en
“la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán”.
En la cláusula cuarta del plan se determinaba el procedimiento a
seguir, previo a la sanción de la Constitución, mediante la
implementación de un sistema de “pactos generales de las
provincias con el objeto de consolidar la unión de todas ellas”. En
la cláusula quinta se fijaba “qué forma de gobierno sea más
adaptable a nuestro actual estado, y más conveniente para hacer
prosperar las provincias-unidas”. Finalmente, en la cláusula sexta
se establecía que una vez decretada la forma debía elaborarse y
sancionarse un “proyecto de constitución”.
De los tres objetivos propuestos en los puntos 3, 4, 5 y 6 del
plan de materia (declaración de la independencia, forma de
gobierno y constitución), el Congreso sólo dio cumplimiento a dos:
el primero, declarando la Independencia el 9 de julio de 1816; y el
segundo cuando el Congreso trasladado a Buenos Aires aprobó el
texto constitucional el 23 de abril de 1819, pero no resolvió la
adopción de una forma gobierno (monárquica o republicana). No
obstante ello debemos aclarar que en sus inicios el Congreso trató
este tema en la sesión secreta del 6 de Julio y en las sesiones
ordinarias del día 12 y del 15 de Julio 1816.

Debates sobre la forma de gobierno


Consideramos que es importante mencionar y destacar que
en el seno del Congreso existían tres tendencias bien definidas
frente al problema de la forma de gobierno: la monárquica, la
centralista (o republicana unitaria) y la republicana federal. En la
primera, mayoritaria, sus partidarios diferían nominalmente en la
dinastía que debía ceñir la corona. Unos abogaban por un inca,
propuesta que sugirió Manuel Belgrano a su regreso de Europa en
la sesión secreta del 6 de Julio de 1816. En cambio, otros bregaban
por coronar a un príncipe español. También, y por propuesta del
Diputado por Tucumán, Fray Justo Santa María de Oro, se
propiciaba adoptar una monarquía constitucional. Por otra parte,

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algunos propiciaban llevar el Gobierno a Cuzco, Perú,


principalmente el Diputado Manuel Antonio Acevedo. La
tendencia “centralista” pretendía conservar el poder en manos del
centralismo porteño y trataba, por un lado, de volver al sistema de
unidad de régimen, y por otro, establecer la hegemonía de Buenos
Aires sobre el resto de las provincias. Finalmente, éste sería el
sistema que se adoptaría al momento de dictarse la Constitución de
1819 en Buenos Aires. Por último, la postura del Diputado
Anchorena que planteó las diferencias existentes entre los
habitantes de la llanura y la montaña en el vasto virreinato,
concluyendo que ellas sólo podían ser conciliadas “por el único
medio de la Federación de las Provincias”. En la sesión secreta del
6 de julio de 1816 quedó más que claro que el Congreso se
inclinaba por el único sistema posible por esos tiempos: el
monárquico constitucional. Esta decisión se ajustaba a la política
que llevaba adelante desde 1815 la Santa Alianza en el contexto
europeo.
La consigna a seguir era “monarquizarlo todo” frente a la
imperiosa necesidad de unir a los pueblos sudamericanos a través
de la figura de un rey. Las distintas misiones diplomáticas que se
llevaron cabo desde 1814 a 1819 en Gran Bretaña, Francia y
España probaban esa línea de acción .Según Dardo Pérez Guilhou,
en su obra “Las Ideas Monárquicas en el Congreso de Tucumán”,
el diputado porteño Antonio Sáenz le confesaba a la Junta Electoral
de Buenos Aires el 1 de febrero de 1817 lo siguiente: “No fue
difícil reunir, en Tucumán la generalidad de dictámenes a favor de
la monarquía constitucional como la más adecuada a la naturaleza y
necesidad del país, y la más propia para acabar con la anarquía”.
Casi todas las miradas y las preferencias decantaban naturalmente
hacia el mantenimiento del vínculo monárquico que, despojado de
sus consonantes españolas, nada tenía de estrambótico o de
imitativo. No se trataba de copiar experimentos foráneos, aún no
conocidos en el Río de la Plata, sino de continuar una tradición de
siglos”. (Pérez Guilhou, 1966: p. 94)

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Comisión redactora del Proyecto de Constitución


Integraron la comisión redactora del proyecto de
Constitución Diego Estanislao Zavaleta, Teodoro Sánchez de
Bustamante, P. Antonio Sáenz, Juan José Paso y José Mariano
Serrano. Entre los historiadores en reiteradas oportunidades se ha
discutido en torno a quién es el autor de la Constitución de 1819.
En otras palabras, en relación al proyecto de Constitución
presentado ante la asamblea y que luego sancionó el congreso, se
ha planteado el debate acerca de si fue obra de la de la comisión
redactora o fue obra del Deán Funes. En este sentido la gran
mayoría de los historiadores coinciden en que el Deán Funes no
participó de la confección del proyecto de Constitución, sino que
sólo redactó el manifiesto que precede al texto constitucional.
Mariano de Vedia y Mitre en su obra el “Deán Funes en la Historia
Argentina” (1910) nos dice que “con bastante generalidad se
entiende que fue obra del Deán Funes. Nada más erróneo” A
continuación, asegura que “el Deán se incorporó al Congreso en la
sesión del 10 de diciembre de 1818: antes no había tenido
participación directa in indirecta en sus deliberaciones, y sin
embargo, al tiempo de su incorporación el congreso había ya
tratado y sancionado lo más sustancial de la mencionada
constitución, y desde luego, todo los que se refería al régimen del
gobierno y a sus caracteres fundamentales” (De Vedia y Mitre,
1910, pp.134 y135).
Por su parte el historiador Leoncio Gianello sostiene que “el
trabajo fue obra conjunta de los componentes de la comisión y no
la creación individual del Deán Funes como se ha repetido con
frecuencia” (Gianello, 1960 p. 69). Luis R. Longhi, en sintonía con
lo expresado por De Vedia Mitre, afirma que “dicho tratadista se
incorporó al Congreso cuando ya iban muy adelantadas las sesiones
de éste”. El autor citado afirma que por las actas de las sesiones se
puede acreditar que cuando el deán Funes se incorporó al Congreso
en la sesión del 10 de diciembre de 1818, en cuya oportunidad se
promovió una ruidosa incidencia por los términos de sus poderes y
los de su compañero de representación Díaz Vélez, ya se habían
presentado por la Comisión el 25 de mayo de 1818. “El error ha
provenido indudablemente del hecho de que el Congreso confió en
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la sesión del 27 de marzo la tarea de redactar el manifiesto que fue


leído y aprobado en la reunión del 22 de abril” (Longhi, 1965, p.
341, Pereira Pinto, 1982: p. 138).
Después de nueve meses de debates, en mayo de 1818, por
fin el proyecto estaba terminado. La comisión lo presentó ante la
asamblea el 31 de Julio de 1818. Ese día el Presidente del Congreso
ante la Asamblea auguraba: “Hoy debe empezar Vuestra Soberanía
a ocuparse de la gran obra de discutir el Proyecto de Constitución
que la Comisión ha presentado. Es la obra que ha de abrir nuestros
pueblos comitentes, la ruta segura de la felicidad estable, de una
felicidad buscada a costa de tantos y tan innumerables sacrificios”.
Después de ser largamente discutido el texto constitucional
finalmente fue aprobado el 23 de abril de 1819. Al momento de su
aprobación integraban el Congreso, que sesionaba en Buenos Aires,
“25 Diputados: 9 de Buenos Aires y 16 del interior, 8 del Alto
Perú” (Pereira Pinto, p. 136). El Congreso fue presidido por el Dr.
Gregorio Funes (diputado por Tucumán), con la vicepresidente del
Dr. José Mariano Serrano (diputado por Charcas) y como secretario
de actuación, el Dr. José Eugenio de Elías. Finalmente, el 22 de
Abril de 1819 se sancionó la “Constitución de las Provincias
Unidas de Sudamérica”. Con respecto al nombre adoptado Juan
Carlos Pereira Pinto nos dice que “debemos hacer notar que este
nombre es el único no consignado en la lista de designaciones
oficiales de la Nación, que figuran en el actual art.35, agregado en
1860 a la Constitución de 1853” (Pereira Pinto, p. 136). Cabe
mencionar que fueron firmantes de la Constitución de 1819 los
diputados por Buenos Aires: Antonio Sáenz, Vicente López y
Planes, Juan José Viamonte, Luis José de Chorroarín, Juan José
Paso, Miguel de Azcuénaga, y Matías Patrón, los diputados por
Tucumán: Gregorio Funes (presidente) y José Miguel Díaz Vélez,
los diputados por Córdoba: Alejo Villegas y Benito Lascano, el
diputado por Catamarca, Dr. Manuel Antonio Acevedo, el diputado
por la ciudad de Jujuy ,Teodoro Sánchez de Bustamante , el
diputado por Santiago del Estero, Pedro León Díaz Gallo, el
diputado por Mendoza, Tomás Godoy Cruz, el diputado por San
Luis, Dr. Domingo Guzmán, el diputado por La Rioja, Pedro
Ignacio de Castro Barros, el diputado por Santiago del Estero,

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Pedro Francisco Uriarte. También, los diputados por Charcas ,José


Mariano Serrano, (vicepresidente), José Severo Malabia, y Jaime
Zudañez, el diputado por Cochabamba, Pedro Buenaventura
Carrasco, el diputado por Mizque, Pedro Ignacio Rivera, y el
diputado por Chichas, José Andrés Pacheco de Melo. Actuando
como Secretario el Dr. José Eugenio de Elías. Un dato relevante
para mencionar es que del total diputados firmantes de la
Constitución de 1819 sólo once de los que habían firmado la
Declaración de la Independencia firmaron el texto constitucional, a
saber: Paso, Sáenz, Acevedo, Malabia, Serrano, Pacheco de Melo,
Sánchez de Bustamante, Castro Barros, Godoy Cruz Rivera, Gallo
y Uriarte. Entre el 25 de Mayo y el 6 de Junio de 1819 la
Constitución fue jurada en Buenos Aires y en el resto de las
provincias, con excepción de las de Entre Ríos, Santa Fe,
Corrientes y de la Banda Oriental.
También juraron la Constitución los ejércitos de Cuyo, del
Norte y de Observación. El General Manuel Belgrano al mando del
ejército del Norte fue el primero que juró la nueva Constitución.
Dirigiéndose a sus tropas, pronunció las siguientes palabras: “Esta
Constitución y la forma de gobierno adoptada por ella, no es en mi
opinión la que conviene al país; pero habiéndola sancionado el
Soberano Congreso Constituyente, seré el primero en obedecerla y
hacerla obedecer”. Y fijando su vista en el blasón argentino que
tenía delante de sí, expresaba pintorescamente su idea con estas
palabras: “No me gusta ese gorro y esa lanza en nuestro escudo de
armas: quisiera ver un cetro entre esas manos que son el símbolo de
la unión de nuestras provincias’. Sobre estas sentidas palabras
Bartolomé Mitre se refería en los siguientes términos: “estas eran
las ideas candorosas de un hombre que creía como Rousseau,
pensaba como Montesquieu y obraba como Franklin, aspirando a la
libertad y al orden y subordinándolo todo al deber, y eran también
por otros móviles las de los mismos que habían formulado la
Constitución del XIX”. Por último decimos que su reconocimiento
duró muy poco. “Su vigencia iba a ser efímera, pues antes de ocho
meses habrían desaparecido Directorio, Congreso y Constitución”
(Floria y García Belsunce, p. 428). También cabe mencionar, por
un lado, que en Santa Fe el 26 de agosto de 1819 el general

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Estanislao López da su propia Constitución; y por otro, que las


elecciones de los gobernadores y la designación de tenientes
gobernadores que habían quedado en manos del Director, según lo
establecía el Reglamento de 1817, “fueron la chispa que faltaba
para precipitar el hundimiento total del régimen de las Provincias
Unidas” (Ravignani, 1937-1939, Tomo I p.380).

Fuentes de la Constitución de 1819


Con respecto a las fuentes en las que se inspiró la
Constitución de 1819 las clasificamos en internas e externas. Entre
las primeras mencionamos dos proyectos constitucionales de la
Asamblea del año XIII: el de la “Comisión Oficial” y el de la
“Sociedad Patriótica”. Por un lado, el “proyecto de la comisión era
levemente federalista, ya que reservaba importantes facultades a los
ayuntamientos”; y por otro, el de la Sociedad Patriótica, redactado
por Bernardo de Monteagudo, que “organizaba una república
centralizada denominada “Provincias Unidas de la América del
Sud”. (Pereira Pinto, p.121). Por otra parte, mencionamos como
fuentes internas el “Estatuto Provisional de 1815” que incorporó
los derechos personales, la división de poderes y por primera vez el
derecho a elegir a los gobernantes.
También el “Reglamento Provisorio para las Provincias
Unidas de Sudamérica “de 1817, sancionado por el Congreso de
Tucumán y modificatorio del Estatuto de1815, fortaleciendo la
autoridad del Director de Estado la eliminando la facultad de que le
permitía a las provincias designar sus autoridades locales poniendo
en vigencia la Real Ordenanza de Intendencias para cubrir esos
cargos. Entre las segundas destacamos la Constitución de los
EE.UU. de 1776, la Constitución Republicana de Francia de 1971,
y la Constitución de Cádiz de 1812, más conocida como la “Pepa”,
a raíz de que fue promulgada el día de San José, y a la que se le ha
concedido una gran relevancia por ser la primera Constitución
española y además por ser una de las más liberales de su época.

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Estructura de la Constitución de 1819


En cuanto a su estructura la Constitución de 1819 consta de
un manifiesto y 138 artículos, dividiéndose en siete secciones, a
saber: Sección primera. Religión del Estado, Sección II. Poder
Legislativo: Capítulo primero. Cámara de Representantes. Capítulo
II. Senado, Capítulo III. Atribuciones comunes a ambas Cámaras.
Capítulo IV. Atribuciones del Congreso. Capítulo V. Formación y
sanción de las Leyes, Sección III. Poder Ejecutivo: Capítulo
primero. Naturaleza y calidades de este poder. Capítulo II. Forma
de la elección del director del Estado. Capítulo III. Atribuciones del
Poder Ejecutivo, Sección IV. Poder Judicial: Capítulo único. Corte
Suprema de Justicia, Sección V. Declaración de Derechos: Capítulo
primero. Derechos de la Nación. Capítulo II. Derechos Particulares,
Sección VI. Reforma de la Constitución. Como se observa, esta
Constitución por un lado establecía la división de poderes
compuesto por un Poder Ejecutivo unipersonal (Director), un poder
legislativo bicameral (Senado y Cámara de Representantes) y una
Alta Corte de Justicia, y por otro, garantizaba los derechos de la
Nación y de los particulares

Examen de la Constitución de 1819


Manifiesto del Soberano Congreso General
Constituyente: el Deán Funes
En la sesión del 16 de abril de 1819 el Congreso resolvió
dar un manifiesto a los pueblos al publicar la constitución y
encomendó su redacción al Deán Funes. En las primeras páginas
del manifiesto Funes realiza una síntesis magistralmente trazada de
los sucesos ocurridos desde el 25 de Mayo y de las tentativas de
organización constitucional que hasta ese momento se habían
producido. Sobre esta páginas Mariano De Vedia y Mitre afirma
que Funes “estudia con claridad cómo la defensa del orden publico
nos puso en organizar el primer gobierno patrio sin límites en su
poder”… Pero ese estado de cosas no podía ser sino transitorio, y la
reunión del Congreso de todos los pueblos, debía determinar la

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iniciación del gobierno regular” (De Vedia y Mitre, pp.187 y 188).


A renglón seguido el Deán Funes aborda la situación caótica que
atraviesa el país: “¡Y en qué estado tan deplorable se hallaba la
República cuando se instaló el Congreso Nacional! Los ejércitos
enemigos extendiendo la desolación y sus crímenes; una lucha
escandalosa entre el gobierno supremo y muchos pueblos de los de
su obediencia; el espíritu de partido ocupado en combatir una
fracción con otra; una potencia extranjera que nos observa, próxima
á sacar partido de nuestra discordia; ciudadanos inquietos siempre
prontos á sembrar la desconfianza comprimiendo el corazón de los
incautos; el erario público agotado; el estado sin agricultura sin
industria y sin comercio; la secta de españoles europeos
conspirando por la vuelta de la tiranía; en fin, todo el Estado,
caminado de error en error, de calamidad en calamidad á su
disolución política: ved aquí, ciudadanos, las llagas de la patria que
consternaron nuestras almas y nos pusieron en el arduo empeño de
curarlas” (De Vedia y Mitre p.189) Sobre este párrafo del
manifiesto redactado por Funes, Mariano de Vedia y Mitre realiza
el siguiente comentario:”Si el cuadro es sombrío. No por eso deja
de ser verídico y hermosamente trazado”
El autor de esas pinceladas magistrales, no era sólo un
escritor distinguido: era un estadista de nota sin duda, cuyo ojo
avizor había penetrado todos los males por que atravesaba la patria;
y que creyó patrióticamente, que podría remediarse con
instituciones previsoras y fraternales. (De Vedia y Mitre,
1910.pp.130 y 140). Seguidamente el manifiesto aborda la
declaración de la independencia, sin lugar a dudas, la obra más
importante del Congreso. A continuación, el Deán “estudia el
organismo institucional que había creado la Constitución, la forma
de gobierno, su significación, la formación de los poderes etc.,
etc.,” (De Vedia y Mitre, 1910: p. 138).
El manifiesto redactado por el Deán Funes en una de sus
partes afirma: “Cuando presente la historia a las edades venideras
el cuadro de nuestra revolución, no podrán excusarse de confesar,
que hemos andado esta carrera con esta majestuosa simplicidad con
que da sus pasos la naturaleza. Borrascas, tempestades, erupciones
volcánicas, nada perturba el orden de sus leyes, ni impide el
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término a que debe llegar. No menos que en el orden físico hay en


el orden moral otros sacudimientos políticos, que nacen del choque
violento de los intereses y las pasiones. Estos son los que sufrimos
por espacio de nueve años, y los que han concurrido a separamos
de nuestros altos destinos. Con todo, inmóviles en nuestro
propósito, no han podido destruir ese interés que inspira el amor al
bien y a la causa de la libertad”. Más adelante, dice: “Después de
nueve años de revolución llegó por fin el momento, ciudadanos,
que tuviésemos una Constitución. Ella encierra los verdaderos
principios del orden social; y está dispuesta de manera, que
comunicando un solo espíritu, cree el genio de la Nación”.
A continuación, agrega que “seguramente podemos decir
que la presente no es ni la democracia fogosa de Atenas, ni el
régimen monacal de Esparta, no la aristocracia patricia o la
efervescencia plebeya de la Roma, no el gobierno absoluto de
Rusia, ni el despotismo de Turquía ni la federación complicada de
algunos Estados…” En otra parte del extenso manifiesto el Deán
Funes afirma: “Si, es un estatuto que se acerca a la perfección; ved
la obra reputada en política por el último esfuerzo del espíritu
humano, y ved aquí también con lo que ha asegurado el Congreso
vuestra prosperidad”. Finalmente el manifiesto termina con una
exhortación a los habitantes del país: “¡Ciudadanos! O renunciamos
par siempre al derecho á la felicidad, ó demos al mundo el
espectáculo de la unión, de la sabiduría y de las virtudes públicas.
Mirad que el interés de que se trata encierra un largo porvenir. Un
calendario nuevo está formado: el día que cuente en adelante, ha de
ser ó para nuestra ignominia ó nuestra gloria”. (Registro Oficial de
la República Argentina, que comprende los documentos expedidos
desde 1810 hasta 1873) (Peña, 1953: p. 22).

Análisis del texto de la Constitución de 1819


La Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica en
la sección primera, artículo primero proclama como Religión del
Estado la “Religión Católica Apostólica Romana”. Esta misma
norma la encontramos en el capítulo II., De la religión del Estado,

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artículo I del Estatuto de 1815 y del Reglamento Provisorio de


1817. Ambos documentos dicen: “La Religión Católica, Apostólica
Romana es la Religión del Estado”. También, en el apartado
segundo del artículo primero establece que “el Gobierno le debe la
más eficaz y poderosa protección y los habitantes del territorio todo
respeto, cualquiera que sean sus opiniones privadas”. Por otra
parte, el artículo II determina que “la infracción del artículo
anterior será mirada como una violación de las leyes fundamentales
del país”.
La segunda sección determinaba que el Poder legislativo se
integraría por un Congreso Nacional compuesto de dos Cámaras,
una de Representantes y otra de Senadores. (Artículo III). Por un
lado, la “Cámara de Representantes” integrada por diputados,
elegidos uno por cada 25.000 habitantes o fracción no inferior a
16.000., siendo requisito el hecho de tener un mínimo de 26 años
de edad cumplidos, siete años de ciudadanía y una renta de 4.000
pesos. La forma de elección era indirecta, duraban en el cargo
cuatro años, pero la Cámara se renovaba por mitades cada bienio.
Por otro, se encontraba la “Cámara de Senadores”, compuesta por
un representante por cada provincia, tres senadores militares cuya
graduación no baje de Coronel Mayor, un Obispo y tres
eclesiásticos, un senador por cada Universidad, a los que se
agregaba el Director de Estado, una vez concluido su mandato.
Para ser senador se requería 30 años de edad, contar con una nueve
años ciudadanía y una renta de 8.000 pesos. Duraban en sus cargos
doce años, pero la Cámara se renovaba por tercios cada cuatro
años.
De ese modo por primera vez aparecía en un texto
constitucional argentino el sistema bicameral conformado por una
Cámara de Representantes (Capítulo primero) y el Senado
(Capítulo II). Por otra parte, y en cuanto a elección de los
senadores, decimos que los representantes de las Provincias eran
elegidos por el propio Senado, en base a una terna elevada “por dos
electores de cada Municipalidad” (Artículo XIV). Por su parte, el
Director de Estado nombraba a los senadores militares, con grado
no inferior a coronel mayor, el clero a los eclesiásticos -cuatro
religiosos: un obispo y tres eclesiásticos— y el Consejo de
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ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

Profesores a los representantes de la Universidad. En el Capítulo III


de esta sección se determinaban “las atribuciones comunes a ambas
Cámaras”, mientras que en los arts. XXXI a XLV se determinaban
las atribuciones del Poder Legislativo: formar las leyes (XXXI),
decretar la guerra y la paz (XXXII), establecer derechos (XXXIII),
fijar a propuesta del poder Ejecutivo la fuerza de línea de mar y
tierra y determinar por si el número de tropas que haya de existir en
el lugar donde tenga sus sesiones (XXXIV), mandar construir y
equipar una marina nacional (XXXV), recibir empréstitos sobre los
fondos del Estado (XXXVI), reglar las formas de todos los juicios
y establecer tribunales inferiores a la Alta Corte de Justicia
(XXXVII), crear y suprimir empleos de toda clase (XXXVIII),
reglar el comercio interior y exterior (XXXIX), demarcar el
territorio del Estado y fijar los límites de las provincias (XL),
habilitar puertos nuevos en las costas del territorio y elevar las
poblaciones al rango de villas, ciudades o provincias (XLI), formar
planes uniformes de educación pública y proveer de medios para el
sostén de los establecimientos de esta clase (XLII), recibir
anualmente del Poder Ejecutivo a la cuenta general de las rentas
públicas, examinarlas y juzgarlas (XLIII), asegurar a los autores e
inventores de establecimientos útiles privilegios exclusivos por
tiempo determinado (XLIV), y reglar la moneda, los pesos y
medidas (XLV). Varias de estas atribuciones del Poder Legislativo
fueron introducidas más tarde en la Constitución de 1853. A
continuación en el “Capítulo IV” se fijaban la “Atribuciones del
Congreso”, y por fin en el “Capítulo V” se establecía el
“procedimiento de formación y sanción de las Leyes”. La sección
III reglaba el “Poder Ejecutivo” en tres capítulos: Capítulo primero.
Naturaleza y calidades de este poder. Capítulo II. Forma de la
elección del director del Estado. Capítulo III. Atribuciones del
Poder Ejecutivo.
En este sentido se establecía que el “Supremo Poder
Ejecutivo de la Nación recaía en la persona de un “Director del
Estado” designado por ambas Cámaras que integraban el Poder
Legislativo (Artículo LXII). El Congreso al abordar lo referente al
Poder Ejecutivo, votó a favor del sistema unipersonal, de modo que
satisfacía la tendencia monárquica que las elites gobernantes

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pretendían imponer. Así fue que se implementó un ejecutivo


unipersonal bajo el nombre de “Director del Estado”. Entre los
requisitos para ejercer este cargo se necesitaban las “calidades de
ciudadano, ser natural del territorio de las Unión, contar con treinta
y cinco de edad y con seis años de residencia en el país” (Artículo
LVII). La duración en el ejercicio del cargo de Director del Estado
se fijaba por el término de cinco años. (Artículo LX). En caso de
enfermedad, acusación o muerte del Director del Estado,
administrará provisionalmente el Poder Ejecutivo el presidente del
Senado (Artículo LXI). Cabe destacar que en el capítulo II de esta
sección se determinaba en 12 artículos (LXII a LXXIII) una
complicada forma de la elección del Director de Estado. A
continuación, trascribimos completo el Capítulo II, titulado Forma
de la elección del Director del Estado:
“Artículo LXII.- El Director del Estado será elegido por las
dos Cámaras reunidas. Artículo LXIII.- Presidirá la elección el
presidente del Senado y hará en ella de vicepresidente el presidente
de la Cámara de Representantes. Artículo LXIV.- Los votos se
entregarán escritos y firmados por los vocales y se publicarán con
sus nombres. Artículo LXV.- Una mayoría de un voto sobre la
mitad de cada Cámara hará la elección. Artículo LXVI.- Si después
de tres votaciones ninguno obtuviese la mayoría, se publicarán los
tres sujetos que hayan obtenido el mayor número y por ellos sólo se
sufragará en las siguientes votaciones. Artículo LXVII.- Si
reiterada ésta hasta tres veces ninguno de los tres propuestos
reuniese la mayoría que exige el artículo LXV, se excluirá el que
tuviera menor número de votos: en caso de igualdad entre los tres o
dos de ellos, decidirá la suerte el que haya de ser excluido,
quedando solamente dos. Artículo LXVIII.- Por uno de éstos se
votará de nuevo. Artículo LXIX.- Si repetida tres veces la votación
no resultase la Mayoría expresada, se sacará por suerte el Director
de entre los dos. Artículo LXX.- Todo esto deberá verificarse acto
continuo desde que se dé principio a la elección. Artículo LXXI.-
Se procederá a ella treinta días antes de cumplir su término el
Director que concluye; en caso de muerte deberá hacerse la
elección dentro de quince días. Artículo LXXII.- Entre tanto se
posesiona del cargo el nuevamente nombrado, subsistirá en el

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Gobierno el que lo esté ejerciendo; pero al electo se le contarán los


cinco años desde el día en que aquél haya cumplido su término.
Artículo LXXIII.- El Director del Estado sólo podrá ser reelegido
por una vez con un voto sobre las dos terceras partes de cada
Cámara.

La Sección IV denominada del “Poder Judicial”, delimitaba


que el mismo quedaría en manos de una “Alta Corte de Justicia,
compuesta de siete jueces y dos fiscales…” (Artículo XCII). Para
ser miembro de la Corte se requería ser abogado, con un mínimo de
40 años de edad y ocho en el ejercicio de su profesión (Artículo
XCIII). Los jueces y fiscales letrados debían ser designados por el
Director con acuerdo del Senado (Artículo XCIV). Sus atribuciones
eran la siguientes: “Conocer exclusivamente de todas las causas
concernientes a los enviados y cónsules de las naciones extranjeras;
de aquellas en que sea parte una provincia, o que se susciten entre
provincia y provincia, o pueblos de una misma provincia, sobre
límites u otros derechos contenciosos; de las que tengan su origen
en contratos entre el Gobierno Supremo y un particular, y
últimamente, de las de aquellos funcionarios públicos de que
hablan los Artículos XX y XXVIII”. (Artículo XCVII.).
Asimismo, era parte de sus atribuciones “Conocer en último
recurso de todos los casos que descienden de Tratados hechos bajo
la autoridad del Gobierno; de los crímenes cometidos contra el
derecho público de las Naciones, y de todos aquellos en que, según
las leyes, haya lugar a los recursos de segunda suplicación, nulidad
o injusticia notoria” (Artículo XCVIII). José María Rosa dice que
“sus atribuciones eran tomadas de la Suprema Corte de Estados
Unidos” (Rosa, 1970: p. 238). Duraban en el ejercicio del cargo
“por el tiempo de su buen comportamiento” (Artículo CII)
También, mencionamos que entre las atribuciones del Congreso la
Constitución fijaba “reglar las formas de todos los juicios y
establecer Tribunales inferiores a la Alta Corte de Justicia”
(Artículo XXXVII). La Sección V, titulada Declaración de
Derechos, contaba con dos capítulos: el primero establecía los
“Derechos de la Nación” y el segundo los “Derechos Particulares”.
La Sección VI. se ocupa de la Reforma de la Constitución. Por
234
INSTITUTOS 2019 – CARLOS MARIO D´AGOSTINO

último el Capítulo final consta de un apéndice de 12 artículos


concediendo a las provincias el derecho de examinar y reformar esa
Constitución, fijando el tratamiento de los altos poderes y de los
diputados, el ceremonial de asientos y la insignia, un escudo de oro
con el lema Ley, orlado con dos ramos de olivo y laurel, colgada
del cuello con cadena de oro para los senadores y de plata para los
diputados; el escudo de los Jueces llevaba la palabra Justicia.

Características de la Constitución de 1819


La Constitución de 1819 sancionada por el Congreso
presentaba como características principales, por un lado, su carácter
centralista (o unitario) monárquico, corporativista o estamental,
aristocrático y censitario; y por otro, si bien fijaba la división de
poderes, no legislaba sobre los gobiernos provinciales ni establecía
un sistema de gobierno determinado. Centralista porque adoptaba
el centralismo político (características unitarias), y no contemplaba
en su texto una forma de gobierno determinada, ni a los gobiernos
provinciales y su autonomía. Esto último significaba el mal más
grave de esta Constitución que consistió en el desconocimiento de
las autonomías provinciales.
En este sentido, Roberto I. Peña ha escrito lo siguiente:
“Funes creyó en 1819 que la forma política de unidad de régimen
era la más conveniente y la que podría consolidar el orden y la paz
tan anhelados. Explica eso el apoyo que le prestara, y su
participación en la discusión de la constitución del 19. Pero donde
su pensamiento aparece con rasgos más firmes y decididos es en el
manifiesto que redactó para acompañarla. Funes duramente
recuerda al viejo orden español: “Un gobierno que por su debilidad
y sus desastres ya no podía ser el agente titular de nuestra tímida
existencia” (Peña, obra citada, 121).
Finalmente decimos que el redactor que consigna las
discusiones que precedieron, diciendo que la comisión trató de
realizar “la idea de apropiar al sistema gubernativo del país las
principales ventajas de los gobiernos monárquicos, aristocráticos y

235
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

democráticos evitando sus abusos. El gobierno monárquico es


ventajoso por la unidad de planes, por la celeridad de la ejecución,
y por el secreto, de modo que resulta tan respetable a los agitadores
del orden público, como a los enemigos exteriores, con una mano
previene los complots que amenazan interiormente, y con la otra
contiene las invasiones de afuera.
En cambio “el gobierno aristocrático es ventajoso porque
los negocios públicos son manejados por hombres eminentes y
distinguidos que han tenido proporciones para educarse
brillantemente y adquirir los talentos necesarios para desempeñar
sus cargos con acierto y esplendor”. Por, ultimo dice: “El gobierno
democrático es ventajoso por la elevación y seguridad que inspira a
todos los ciudadanos el derecho de tener parte en la formación de
las leyes que han de obedecer, en las elecciones, y demás
transacciones públicas en que se hallan altamente interesados.
Depositando el Poder Ejecutivo en una sola persona, el proyecto
apropia a nuestro gobierno la unidad, esa cualidad importante de
las Monarquías. Llamando al Senado a los ciudadanos distinguidos
ya por pertenecer a la clase militar y a la eclesiástica, ya por sus
riquezas y talentos, aprovecha lo útil de la aristocracia. Reservando
para la cámara de la Representantes a los ciudadanos sin goce de
fuero, o de clase común le da un carácter de democracia”.
El modelo bicameral adoptado por la Constitución de 1819
y las fuentes que inspiraron a los integrantes que redactaron el
proyecto constitucional los precisa el mismo Congreso, diciendo:
“No pudiendo desconocer este mérito en las más celebres
Constituciones que nos han precedido, la de Inglaterra y de Estados
Unidos, modelos verdaderamente dignos de imitarse en todo
pueblo libre, la comisión no ha trepidado en adoptar de una y otra
lo que fue creído mejor y más consistente, con la diferencia de
nuestras circunstancias nacionales”. Una de las particularidades del
sistema bicameral adoptado por la Constitución de 1819, en lo que
refiere a la representación de los diputados y senadores, la
constituyó el hecho de que los diputados representaban a las
provincias y los senadores a la Nación, “aspecto que era
diametralmente opuesto al establecido en 1853, donde los
diputados representan a la Nación y los senadores a las provincias”.
236
INSTITUTOS 2019 – CARLOS MARIO D´AGOSTINO

No obstante la conformación del Senado fue en su momento la


manzana de la discordia y en consecuencia, uno de los temas más
controvertidos de la Constitución. “Lo primero que hay que notar
es su fuerte espíritu conservador y liberal a un mismo tiempo.
Donde más resalta su espíritu conservador es en la forma
casi inglesa que dio al senado. Para ser Senador no bastaba que un
Partido u otro grupo electoral, comicio o cámara lo eligiese, sino
que era menester haber ganado el puesto por servicios públicos
civiles o militares o por categorías científicas que diesen un
carácter social al senador. A primera vista se comprende bien la
elevación, la sensatez, la independencia personal y la competencia
administrativa de un senado constituido por las categorías
históricas y relativas del país, en que ellas figuraban como electos
los unos y como miembros natos los otros” (López, Lección XXXI,
nº 10). En opinión de la mayoría de los historiadores el Senado
Constitución de 1819 fue calificado como el estamental,
aristocrático o corporativo. Según Helio Zarini era aristocrático
porque en la conformación del Senado se notaba el “espíritu
conservador y aristocrático” del texto Constitucional (Zarini, 1977,
p. 63).
Por su parte José María Rosa explica el carácter
aristocrático del senado en los siguientes términos: “La
particularidad de esta Constitución era su ceremonial aristocrático.
Los miembros de los tres poderes reunidos tendrían el tratamiento
de Soberanía y Soberano señor; el Congreso, el de Alteza
Serenísima y de Serenísimo Señor, cada cámara de Alteza a secas.
Se fijaba un orden en las ceremonias públicas, los congresales
usarían como insignia un escudo con la palabra “Ley” orlada de
oliva y laureles, pendiente del cuello por un cordón de oro los
senadores y de plata los representantes; los miembros de la Alta
Corte vestirían toga de ceremonia, y en los actos cotidianos
llevarían un escudo que dijese “justicia” con un cordón de oro y
plata (Rosa, p.1970; p.238 y 239). Para el historiador santafecino,
Rafael López Rosas, “como se pude apreciar, la constitución del
Senado era “estamentaria”, de tipo “aristocratizante”, y por lo tanto
negatoria de los de los principios de Mayo, pues significaba la
restauración de los superados fueros coloniales. Era la expresión de
237
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

las élites, del centralismo prepotente porteño. Esta absurda


composición, reminiscencia de las formas estructurales de la
sociedad colonial, trajo como consecuencia la airada reacción de
las provincias” (López Rosas, p.306). También se ha tildado el
Senado de “corporativista” puesto que incluía en la cámara de
senadores a distintos sectores sociales: 3 senadores militares, cuya
graduación no baje de coronel mayor, un obispo y tres
eclesiásticos, un senador por cada Universidad y el Director
saliente (artículo X).
Por último, decimos que el poder legislativo presentaba
características “censitarias”, ya que exigía para el acceso a los
cargos legislativos poseer determinado patrimonio. Por el ejemplo
para integrar la Cámara de Representantes se requería tener “un
capital de 4000 pesos o una profesión u oficio que significase una
renta equivalente” (Artículo V). En cambio, para integrar el Senado
el candidato debía tener “un fondo de ocho mil pesos, una renta
equivalente o una profesión que lo ponga en estado de ser
ventajoso a la sociedad” (Artículo XI). Era más que evidente que su
carácter elitista surgía de su convocatoria a los ciudadanos
distinguidos, ya sea por pertenecer a la clase miliar y a la
eclesiástica, ya sea por sus riquezas y talentos”. De ese modo, el
Senado convertido en un verdadero cuerpo aristocrático, se
integraría por hombres de las élites sobresalientes de la sociedad,
en forma semejante a la Cámara de los Lores de Inglaterra. En
síntesis, se trataba de una “constitución unitaria y aristocrática”
(Ravignani, 1937, T.I p. 214) En relación al Poder Ejecutivo, en los
debates fue unánime la decisión de “depositarlo en una sola
persona”, teniendo en cuenta que el proyecto apropia a nuestro
gobierno la unidad, esa cualidad importante de las monarquías. De
ese modo la primera constitución del país definía con precisión el
Poder Ejecutivo, el cual iba a estar ejercido por un jefe de estado,
un presidente o un monarca. Calificamos de Monárquica a esta
Constitución porque fue pergeñada, diseñada y proyectada de
manera tal que su texto permitiese adecuarse a un sistema de
monarquía constitucional, el que por aquellos años varios diputados
del Congreso querían implementar en la Provincias Unidas. Prueba
de ello fueron las negociaciones llevadas adelante por los

238
INSTITUTOS 2019 – CARLOS MARIO D´AGOSTINO

congresales y las misiones diplomáticas realizadas desde 1814 ante


las cortes europeas que apuntaban en esa dirección. “Era en verdad
una armazón en el que encajaba perfectamente el sistema
monárquico constitucional que se estaba tratando de establecer con
un rey importado que fracasó completamente cuando las tacuaras
de los caudillos soterraron en Cepeda la corona soñada por la
política territorial” (Gianello, p. 70).
Con relación al Poder Judicial el texto imitando a la
Constitución Norteamericana organizó por primera vez una Alta
corte de Justicia integrada por 7 jueces y dos fiscales. De eso modo
“se introduce por vez primera en la historia patria la institución de
la Justicia (Pereira Pinto, 1982: p.140). Es indudable que la
Suprema Corte de Justicia establecida por la constitución de 1853
en el artículo 91, Sección tercera. Del Poder Judicial, Capítulo I.
“tiene su origen en esta primera creación” (Paesa, 1954; p. 135).
Como conocemos se ha sostenido que la Constitución de 1819 “era
un código tan perfecto” desde el punto de vista doctrinario a punto
tal que el político, historiador, y profesor francés Pierre Daounou,
(1761-1840) la presentaba “como un modelo a seguir” en sus
cátedras en varias universidades de Francia. En este sentido, el
historiador y constitucionalista Luis V. Varela (1845-1911) con
razón afirma que “la Constitución de 1819 demasiado científica y
adelantada para haber sido posible su aplicación en aquellos
tiempos, debía servir a los propósitos de la diplomacia argentina
que entonces hacia gestiones importantísimas en Río de Janeiro por
medio de Don Manuel García, en Francia e Inglaterra por medio de
don Bernardino Rivadavia, y en todas las corte europeas por medio
de José V. Gómez” (Varela, 1910 Tomo III).
Por otra parte, el ilustre político, historiador, filósofo y
jurista argentino Joaquín Víctor González (1863-1923) opina que la
Constitución de 1819 "tiene, para la historia constitucional
argentina, el interés de ser uno de los instrumentos escritos más
perfectos del gobierno representativo republicano que se hayan
ensayado en los países de América. También, Helio Juan Zarini
asegura que “desde el punto vista técnico y científico es innegable
que constituyó un verdadero progreso para la época y un valioso
antecedente para futuras labores constitucionales. En efecto,
239
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

influyó en la Constitución de 1826 y a través de ella en la de 1853,


que recogió muchas de sus disposiciones”. Y agrega: “en el
exterior, la Constitución que nos ocupa tuvo también repercusión.
Su texto fue traducido al francés y al inglés y sirvió en el extranjero
para presentarnos como Nación aparentemente constituida” (Zarini,
1977: 65).
Para Carlos Floria y César García Belsunce “la Constitución
de 1819 tuvo una larga elaboración. Más concisa que las anteriores,
tuvo por objeto proveer una organización que fuera válida tanto
para un régimen republicano como para uno monárquico” (Floria y
García Belsunce, p. 427). Sin embargo, y desde un punto vista
negativo y crítico se ha dicho que “era un traje magnifico, pero
equivocado en las medidas e inepto por consiguiente a quien se lo
destinaba”. El historiador y revisionista José María Rosa, en forma
contundente dispara que la Constitución dictada por el Congreso
“nada tenía que ver con la Argentina” (Rosa, p. 237). En síntesis,
coincidiendo con Emilio Ravignani decimos que se trataba de una
“constitución unitaria y aristocrática” (Ravignani, 1937, T.I p. 214)

Opiniones de la historiografía sobre la Constitución


de 1819
Bartolomé Mitre, en su libro “Historia de San Martín y de
la emancipación Sudamericana” nos dice que “en realidad, la
primera Constitución política que tuvo el pueblo argentino, fue
aquel conjunto de reglas que juraron los miembros de la Primera
Junta de Gobierno el 25 de mayo de 1810, estableciendo la división
de los poderes, la responsabilidad de los funcionarios, la publicidad
de las cuentas, la seguridad individual, el voto de las contribuciones
por el municipio y la inmediata convocatoria del Congreso general
que debía estatuir sobre todo, en nombre del pueblo y determinar
definitivamente la forma de gobierno que se adoptaría. Tal fue la
primera Constitución política que tuvo el pueblo argentino. Hija de
una revolución transcendental y votada por un solo municipio,
fundada sobre la base del derecho colonial, admitiendo como
principio la representación de los Cabildos y haciendo intervenir la
240
INSTITUTOS 2019 – CARLOS MARIO D´AGOSTINO

fuerza para promulgarla. Ella contenía los únicos elementos de


gobierno orgánico que por entonces poseyese la colonia y
entrañaba los dos principios que debían pugnar hasta dar leyes
coherentes apropiadas a su naturaleza, a aquel gigante informe que
se llamaba el Virreinato del Río de la Plata” (Bartolomé Mitre,
Historia de San Martín y de la emancipación Sudamericana p.).
Por otra parte, el máximo exponente de la historiografía
liberal en la obra “Historia de Belgrano” expone su punto de vista
sobre la Constitución de 1819. En este sentido dice que “la
Constitución que el Directorio de Pueyrredón legó como herencia a
sus sucesores, en vez de un pacto de unión, fue una nueva bandera
de discordia que se levantó en el campo de los principios y en el
terreno de los hechos”. A continuación, agrega que la Constitución
de 1819 fue “obra de sofistas bien intencionados, que soñaban con
la monarquía, no pudiendo fundir en sus moldes convencionales los
elementos sociales refractarios, creían eliminarlos no tomándolos
en cuenta, y de aquí su ineficacia”.
Para concluir. Mitre considera que este documento
constitucional se presentó como un “bosquejo de un centralismo
rudimentario, sin órganos apropiados a su funcionamiento, en
presencia de la masa informe de un federalismo rudimentario y
anárquico, que era una negación del ideal y un desconocimiento del
modelo, no satisfacía las exigencias teóricas ni prácticas, y de aquí
que pugnase con los hechos, sin satisfacer las conciencias. Sin
fuerza sólida que la sostuviese ni fuerza moral que la propiciara,
concluye, era una fórmula vacía de sentido que no contenía los
gérmenes de la vida presente ni futura”. Con razón afirma Luis V.
Varela: La Constitución de 1819 demasiado científica y adelantada
para haber sido posible su aplicación en aquellos tiempos, debía
servir a los propósitos de la diplomacia argentina que entonces
hacia gestiones importantísimas en Río de Janeiro por medio de
don Miguel García; en Francia e Inglaterra por medio de don
Bernardino Rivadavia y en todas las cortes europeas por medio de
don José V. Gómez”. (Luis Varela, 1910, p.140).
Por su parte, Emilio Ravignai señala “que se trataba de una
“constitución unitaria y aristocrática” y al dar su juicio crítico,
241
ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

expresa: “El Congreso, a pesar de sus grandes propósitos, sanciona


una Constitución estéril por su índole demasiado centralista y que
la coloca al margen de la vida del país. Al no respetar los
localismos agrega, da pábulo a la guerra civil que está incubándose,
y al no presentir las instituciones provinciales, precipito la crisis en
lugar de aplacarla”. (Ravignani, 1937, T.I p. 214). Otro tanto
afirma Gonzáles Calderón, cuando expresa que “dicha Constitución
era todo y no era nada: era una combinación teórica y arbitraria que
lo mismo podía servir para cualquier cosa. Fue preparada por el
congreso dictatorial o unitario para dar forma a ciertos planes
monarquistas concebidos de nuevo en aquella época difícil”.

Conclusión
La Constitución de 1819 a pesar de ser muy resistida y
criticada por las provincias por su contenido centralista,
monárquico y aristocrático fue la primera Constitución de la
República Argentina. También la primera en establecer un poder
legislativo bicameral imitando los modelos de Gran Bretaña y de
los EE.UU. Asimismo establecía por primera vez en las Provincias
Unidas una Alta Corte de Justicia al estilo norteamericano. No
caben dudas de que los integrantes de la comisión redactora del
proyecto de constitución realizaron un exhaustivo estudio de los
antecedentes de los proyectos constitucionales, reglamentos y
estatutos del derecho patrio y del derecho extranjero. Con respecto
a este último, sus redactores abrevaron particularmente en las
constituciones de los Estados Unidos de 1776, de Francia de 1791 y
en la de Cádiz de 1812. Si bien desde el punto de vista científico
técnico podría ser perfecta para algunos historiadores, los
principios que guiaron a los constituyentes en la estructuración de
su trabajo fueron casi ingenuamente académicos.
También es importante destacar que la Constitución de 1819
influyó en la Constitución de 1826 y ésta a su vez en la
Constitución de 1853. Por otra parte, cabe decir que la Constitución
de 1819 fue sometida a duras y fuertes críticas de sus
contemporáneos, críticas que hasta hoy aún subsisten de parte de

242
INSTITUTOS 2019 – CARLOS MARIO D´AGOSTINO

los historiadores e investigadores de la especialidad. Uno de los


aspectos más censurados por las provincias al momento de su
sanción y posteriormente por los investigadores a lo largo de dos
siglos, lo constituyó el hecho de no adoptar un sistema específico
de gobierno, es decir, monárquico o republicano. De su texto se
desprende la adopción de un sistema de gobierno centralizado o
unitario a través de una orientación monárquica que respondía a la
política imperante en esa época de parte de las elites gobernantes,
particularmente la porteña. El sistema híbrido acogido nada tenía
que ver con el federalismo y las autonomías que reclamaban las
provincias argentinas. Era un traje magnifico, pero equivocado en
las medidas e inepto por consiguiente a quien se lo destinaba. Otro
aspecto controvertido fue la composición del senado, una de las
piedras de la discordia, por su característica estamental,
aristocrática y elitista, así como por su carácter censitario
particularmente en los requisitos exigidos para ser candidato para
acceder a integrar ambas cámaras legislativas.
Al fin de cuentas esta Constitución no encajaba para nada
con la realidad que se vivía en el país y por lo tanto produjo el
rechazo de las provincias argentinas, particularmente las provincias
de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y la Banda Oriental. A los
rechazos iniciales de las provincias lideradas por Artigas se fueron
sumando el resto de las provincias que habían jurado el texto
Constitucional. En esa oportunidad las provincias vieron que la
Constitución, sancionada por su esencia aristocrática y con una
manifiesta y expresa tendencia hacia la centralización del poder,
estaba destinada a priorizar los intereses de Buenos Aires antes que
los de las provincias. Era más que evidente que la Constitución
perfecta tuvo como propósito principal organizar un gobierno
centralizado con la intención de someter a las provincias, no
pudiendo llegar a ser aplicada en un país convulsionado por el
desacuerdo y la disconformidad. Sin lugar a dudas la realidad
imponía que la mayoría de las provincias se sentían impulsadas por
un sentimiento autonomista o federal. Todos estos sucesos,
disensiones y enfrentamientos provocaron el desencadenamiento de
la crisis política de 1820.

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