A Propósito de La Odisea - Carlos García Gual
A Propósito de La Odisea - Carlos García Gual
A Propósito de La Odisea - Carlos García Gual
lo trajo el mar
Navegando en la Odisea
Editores académicos
Óscar Hincapié Grisales
Juan Fernando García Castro
Participación especial de Carlos García Gual
883.1
H766Zh
© Varios autores
© Editorial Universidad Pontificia Bolivariana
Vigilada Mineducación
Dirección Editorial:
Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2020
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Radicado: 1995-29-05-20
Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito, sin la
autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
A propósito
de la Odisea:
una conversación1
Carlos García Gual
Universidad Complutense
Introducción
E
n un seminario de estudios clásicos y semíticos organizado por la Universi-
dad Pontificia Bolivariana, el helenista Carlos García Gual sostuvo una con-
versación con el profesor Óscar Hincapié Grisales alrededor de la Odisea de
Homero. En la charla se propusieron temas como la estructura de esta epopeya, el
papel de la mujer en la literatura y en la mitología griegas, la influencia de la cultura
egipcia en la producción helénica, la cosmovisión alrededor de la muerte en la anti-
gua Grecia y, por último, la obra homérica en su condición de hipotexto o genotexto.
Cabe resaltar este último punto ya que es el que permite entender por qué una obra
1
Este capítulo es un producto adscrito al proyecto de investigación: Didáctica de las
lenguas clásicas: aprendizaje y enseñanza en la formación universitaria. Radicado ante
el CIDI de la Universidad Pontificia Bolivariana con el número: 137C-05/18-42. Carlos
García Gual participa en este capítulo como investigador de la Universidad Compluten-
se de Madrid y miembro de la Real Academia de la Lengua. Óscar Hincapié Grisales
participa en este capítulo como miembro de la línea de investigación Cultura, Lengua y
Literatura que hace parte del grupo de investigación Lengua y Cultura de la Escuela de
Educación y Pedagogía de la UPB. La transcripción y la edición de este capítulo estuvo
a cargo de Andrés Ramírez Nieto.
145
como la Odisea ha sido una de las fuentes, temática y formal, para la literatura en el
mundo occidental.
Para la edición del siguiente texto se optó por diferenciar las intervenciones me-
diante la siguiente tipografía: cursiva para lo dicho por el profesor Óscar Hincapié
Grisales y script (o redonda) para las palabras del profesor Carlos García Gual. Las
notas a pie de página tienen como objetivo ampliar la información ofrecida dentro
de la conversación. Cabe agregar que esta se llevó a cabo en la emisora radial de
la Universidad Pontificia Bolivariana. Nuestro más sincero agradecimiento a Juan
Carlos Rodas, codirector y corealizador del programa radial Akoustikoi Literario, y a
Henry León Estrada Galeano, director de la Emisora de la UPB.
***
Óscar Hincapié Grisales: Estamos con el profesor Carlos García Gual. Él, en este
momento, se encuentra en la Universidad Pontificia Bolivariana, de la ciudad de Me-
dellín, Colombia, en un seminario dedicado a los estudios clásicos y semíticos. El profe-
sor Carlos García Gual está inscrito en la tradición de los grandes filólogos helenistas,
así como en el estudio de la literatura medieval. En ese ejercicio pone en diálogo las
tradiciones literarias. En la conferencia del día de ayer, usted propuso un diálogo entre
el mundo clásico y las literaturas contemporáneas.
Carlos García Gual: Muchas gracias por la presentación. Yo, más que un gran
filólogo, soy ya un vetusto filólogo. He sido profesor de enseñanza media y llevo ya
casi cuarenta años en la universidad hablando de los griegos, enseñando a leer los
textos griegos y entre ellos la Odisea, que es una obra que tiene muchas resonancias,
uno de los grandes textos de la tradición. Por otra parte, recuerdo que decía Borges2
que la Odisea es como un libro mágico: algo hay distinto cada vez que lo abrimos y
se presta a ser releído. Yo creo que los clásicos son esos libros que pueden volverse
2
En los ensayos de Borges la literatura clásica es un tema recurrente. En “Las versiones
homéricas”, publicado en La Prensa de Buenos Aires el 8 de mayo de 1932, dice Borges:
“La Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librería interna-
cional de obras en prosa y verso, desde los pareados de Chapman hasta la Authorized
Version de Andrew Lang o el drama clásico francés de Bérard o la saga vigorosa de
Morris o la irónica novela burguesa de Samuel Butler. Abundo en la mención de nom-
bres ingleses porque las letras de Inglaterra siempre intimaron con esa epopeya del
mar, y la serie de sus versiones de la Odisea bastaría para ilustrar su curso de siglos”
(Discusión, Buenos Aires, Manuel Gleizer editor, 1932).
En su antología Otras Inquisiciones, en un ensayo dedicado a mostrar el paso de la
oralidad a la escritura, Borges expresa: “En el octavo libro de la Odisea se lee que los
dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar;
la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos
treinta siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males.
Las dos teleologías, sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego corresponde
a la época de la palabra oral, y la del francés, a una época de la palabra escrita” (“Del
culto a los libros” en Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Sur, 1952).
— Pareciera que la noche tuviera una mala prensa, por lo menos en la Odisea de
Homero.
— Efectivamente, en la oscuridad poco se puede hacer y, es verdad, no hay mu-
cho en la noche. Por otra parte, cuando se habla de los dioses en la Teogonía3 de
Hesíodo, sí que hay una gran divinidad que es la Noche de la que surgen personajes
más bien siniestros.
3
Cf. Hesiodo, Teogonía, v. 125.
4
Cf. Homero, Odisea, canto III, v. 105-135.
5
Cf. Homero, Himno a Hermes, v. 10-15. Otros pasajes del himno homérico ponen de
manifiesto la relación del dios con la noche: “Muchos montes umbrosos, valles sonoros
y llanuras florecidas atravesó el ilustre Hermes. Su lóbrega cómplice, la divina noche,
8
Palabras de Antínoo sobre la forma en que Penélope usa el tejido para engañarlos:
“¡Ay, Telémaco altivo en discursos, sin freno en la ira! ¿Qué has osado decir y qué
afrenta has querido infligirnos? Los galanes no son los causantes de tales dolores,
es tu madre más bien, la mujer sin igual en astucias: han pasado tres años y pronto
dará fin el cuarto en que engaña el leal corazón de los hombres aqueos; les va dando
esperanzas a todos, les manda recados y les hace promesas, mas guarda en su mente
otra cosa. Y diré de otro ardid concebido en su pecho. En sus salas suspendió el telar
de una urdimbre bien larga y tejía una tela suave y extensa y a un tiempo nos dijo:
“pretendientes que así me asediáis, pues ha muerto ya Ulises no tengáis tanta prisa en
casar, esperad que yo acabe esta tela que estoy trabajando, no pierda estos hilos […]”
Tal hablaba y logró persuadir nuestro espíritu prócer; ella, en tanto, tejía su gran tela
en las horas del día y volvía a destejerla de noche a la luz de las hachas. Por tres años
mantuvo el ardid y engaño de los argivos” (Homero, Odisea, Canto II, v. 85-110).
— En este mismo contexto, hay un tema que llama la atención de los lectores y que
quisiera compartirlo con usted: En el canto número cuatro, concretamente en el episo-
dio en que aparecen la reina Helena, el rey Menelao, dos príncipes invitados: Pisístrato
y Telémaco, así como otros nobles de la región de Lacedemonia, la narración ubica al
lector en una fiesta. Con payasos haciendo cabriolas y aedos cantando, los personajes
asisten al banquete de una boda doble: Hermíone, la hija de Menelao y Helena, se
casa con el hijo de Aquiles, y Megapentes, hijo de aquél rey y una esclava, se casa a su
vez con una persona cuyo nombre no aparece reseñado en la obra. En medio de esta
celebración, la reina Helena, asistida por tres siervas, Filo, Alcipa y Adrasta, saca la
máquina de hilar, la misma que años atrás le regalara la reina de Tebas de Egipto,
Alcandra. Las tres siervas ayudan a Helena para que, en público (subrayo esta última
palabra), pueda llevar a cabo sus labores de costura. Pareciera que el acto de coser o
tejer o hilar en público, sobre todo ante unos asistentes nobles, tuviera el carácter de
ser una señal de haber alcanzado la virtud. Qué puede compartirnos de este episodio.
— Se aprecia mucho en la mujer el arte de tejer, yo recordaría que Pandora9, que
9
En la Teogonía de Hesíodo se narra el nacimiento de Pandora, quien sería la primera
mujer creada por los dioses y entregada como castigo a los mortales luego que Pro-
meteo les entregara el fuego: “Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le
irritó en su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego.
Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: modeló de la tierra
el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del
Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestidos de res-
plandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado
con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores,
rodeó sus cienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo
cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella ha-
bía artísticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles
cría el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su
arte, cual seres vivos dotados de voz” (Hesíodo, Teogonía, v.v. 570-580).
De igual forma, en su poema Los trabajos y días, Hesíodo hace referencia a la creación
de la primera mujer en el contexto del mito de Prometeo: “Y es que oculto tienen los
dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo fácilmente trabajarías un solo día
y tendrías para un año sin ocuparte en nada. Al punto podrías colocar el timón sobre el
humo del hogar y cesarían las faenas de los bueyes y de los sufridos mulos.
Pero Zeus lo escondió irritado en su corazón por las burlas de que le hizo objeto el
astuto Prometeo; por ello entonces urdió lamentables inquietudes para los hombres y
ocultó el fuego. Mas he aquí que el buen hijo de Jápeto lo robó al proveniente Zeus para
bien de los hombres en el hueco de una cañaheja a escondidas de Zeus que se goza con
el rayo. Y lleno de cólera díjole Zeus amontonador de nubes: «¡Japetónida conocedor
de los designios sobre todas las cosas! Te alegras de que me has robado el fuego y
10
Inicio de la Salutación del optimista de Rubén Darío: <<Inclinas razas ubérrimas, sangre
de Hispania fecunda, / espíritus fraternos, luminosas almas, salve! / Porque llega el
momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. Un vasto rumor
llena los ámbitos; / mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; / retrocede el
olvido, retrocede engañada la muerte, / se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña, / y
en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron / encontramos de súbito, talis-
mánica, pura, riente, / cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino, / la divina reina
luz, la celeste Esperanza!>> Thesaurus. Tomo XXII. Num. 3 (1967). Manuel S. I. Briceño.
Salutación del optimista.
11
Traducción libre de García Gual sobre los primeros versos de la Odisea recitados de
memoria en griego.
— El rey de los feacios, Alcínoo, que es quien brinda a Ulises una nave con la cual
pudo regresar después de veinte años a su amada isla, Ítaca, se fascina escuchándolo, se
extasía oyendo las narraciones del héroe que son, en últimas, la esencia de la epopeya
homérica. Y no solo Ulises es un gran narrador de historias: Telémaco, por ejemplo,
también quedó enganchado al escuchar los relatos de Néstor, rey de Pilos Arenosa. Así
mismo, Pisístrato y el propio Telémaco escucharon con fascinación las narraciones del
rey Menelao de cuando este se extravió en el mar Mediterráneo y en el continente afri-
cano por espacio de unos ocho años.
— El mundo griego antiguo es un mundo en el que la palabra es muy importante
y también la narración de historias. Algo de esto puede sobrevivir ahora. Al pueblo
griego le gusta mucho contar y hablar; nuestra tradición humanística, en parte, está
relacionada con eso. Nosotros vivimos ya en un mundo donde la comunicación, gra-
cias a los medios actuales, se ha vuelto muy poco directa; estamos dominados por la
televisión y algunos medios de comunicación. En cambio, el mundo antiguo era un
mundo de conversación y de historias, porque el ser humano es fundamentalmente
un ser de imaginación y de comunicación con los demás, por eso el mundo de la
Odisea es fundamentalmente el mundo de la memoria, el hombre es su memoria.
Ulises quiere volver a su casa para contar sus aventuras. La Odisea también es un
mundo de hospitalidad y de comunicación con los demás. Una de las bellezas de
esta obra es que esa comunicación está por encima de las barreras sociales, en este
sentido hay un interés por los humildes, por ejemplo, por ese porquerizo Eumeo,
que es mucho más noble que los pretendientes de Ítaca.
— Cuando los personajes Pisístrato y Telémaco llegan al palacio del rey de Esparta,
el primero que se atreve a hablar al rey Menelao es el hijo de Néstor, o sea Pisístrato.
Para ampliar la comprensión de este episodio conviene anotar que el rey de aquel lugar
es, quizás, el más poderoso de la Grecia homérica, título que los lectores de la Odisea
pueden reconocer fácilmente si tienen en cuenta que su hermano mayor, es decir, el rey
Agamenón, caracterizado por ser el máximo monarca de la Hélade, murió asesinado a
manos de su propia esposa, Clitemnestra, y del amante de esta, Egisto. Ante la ausencia
de Agamenón, Menelao pasó a ocupar el lugar de supremo rey. Lo que quiero señalar es
que las palabras que Pisístrato emite a Menelao –demandantes por demás- son una es-
pecie de atrevimiento, ya que provienen de un personaje muy joven, diríamos que es casi
un menor de edad; es, si se permite la expresión, contemporáneo de Telémaco. Aquel, ha-
— Usted hace que recuerde un suceso literario antiguo, denominado por algunos
con el nombre de novela bizantina. Esta, como bien sabemos, aconteció en Grecia unos
seiscientos, setecientos u ochocientos años después de las grandes epopeyas. No obs-
12
Mas Pisístrato, el hijo de Néstor, habló por su parte: «Menelao, retoño de Zeus y jefe de
pueblos, en verdad éste es hijo de aquél como tú lo supones, mas de gran discreción, y
ha sentido vergüenza en su alma de llegar dando suelta la lengua ante ti, que nos dejas
al oírte hechizados, igual que si un dios hablara.» Homero, Odisea, Canto IV, v. 155-160.
13
Homero, Odisea, IV, v.v. 365-385.
— ¿Podríamos recordar algún otro pasaje de la Odisea en ese griego que tiene mu-
cho que ver con el mundo eólico?
— En griego solamente me sé el principio (risas), pero estoy encantado de recor-
dar cualquier otro pasaje. En mi último libro, Encuentros heroicos (2009), he recor-
dado los pasajes en que Ulises llega a la cabaña del porquerizo Eumeo14 y es recibido
allí. Son unas historias excelentes, muy de novela moderna, pero hay muchos más.
Por ejemplo, el viaje al mundo de los muertos, el encuentro con Circe la maga en su
isla y luego sus escenas sangrientas, la matanza de los pretendientes, no recuerdo el
número, casi cien pretendientes, muertos por Ulises con su arco y con la ayuda de
Telémaco y un par de criados fieles. Este pasaje es impresionante por la gran matan-
za. Una escena tremenda para recordar es en la que Ulises se encuentra con el cíclo-
pe Polifemo y lo deja ciego. El cíclope ha matado ya dos compañeros suyos, primero
les ha machacado los cráneos sobre las piedras, luego los ha tragado crudos. Para los
griegos, el comer carne cruda es la marca del salvajismo, comerse a un par de seres
14
Dice García Gual al respecto: “En el esquema típico de un cuento popular, el del rey
que partió a una lejana guerra y regresa a su hogar tras larga ausencia, en el último
momento, para recuperar a su mujer y su trono, suele éste encontrar en primer lugar
un siervo fiel o un humilde personaje que lo acoge con ánimo hospitalario. A veces éste
actúa luego como ayudante oportuno. Así ocurre con Eumeo” García Gual, C. (2009).
Encuentros heroicos, seis escenas griegas. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 44.
— Otro tema interesante que aparece en la Odisea, y que se replica, siglos después,
en un género ático conocido como la tragedia griega (hablo concretamente de Antígona
de Sófocles), se refiere a un acto apremiante y significativo: el enterrar los muertos. En
la Odisea, cuando Ulises va a las bocas del Hades con el objetivo de conversar con Tire-
sias, en lugar de este se encontró con el espectro de Elpénor. ¿Quién era este personaje?
Fue alguien que hizo parte de los hombres de Ulises quienes, después de varias aventu-
ras posteriores a la guerra de Troya, llegaron a la isla de la maga Circe. Luego de pasar
un tiempo en aquel sitio, Elpénor cayó borracho de una terraza, desnucándose. Ulises
y los otros hombres, sin darse cuenta de la muerte de su amigo, tuvieron que partir rá-
pidamente a las bocas del Hades. Una vez allí, el espectro de Elpénor pide a Ulises que
lo entierre, porque no quiere seguir viendo su cuerpo insepulto.
— En el mundo antiguo griego es muy importante que los muertos reciban sepul-
tura, tal vez por la creencia de que su alma emigrará hacia el mundo de los muertos
con tranquilidad; mientras no haya tranquilidad, ese tránsito será imposible. Antígona
llegará a morir por haber intentado enterrar a su hermano, pero hay otro caso histó-
rico: en la Guerra del Peloponeso, en la batalla de las llamadas Islas Arginusas, los
atenienses derrotaron a la flota espartana, pero, como se avecinaba una tempestad, los
generales de la flota ateniense se retiraron sin recoger los cadáveres que flotaban sobre
las aguas; luego, el tribunal de Atenas condenó a muerte a diez generales por no haber
recogido sus muertos. No importa que hubieran ganado la batalla y que hubieran teni-
do que retirarse por razones tácticas (recordemos que venía una tempestad). Fue este
un caso histórico que señala la importante de que los muertos reciban sus honores.
— En buena medida, fue por haber enterrado un muerto que Ulises pudo regresar a
Ítaca. Es decir, si Ulises y sus hombres no hubieran dado sepultura a Elpénor, el camino
a casa no se hubiese abierto. En este pasaje de la Odisea queda claro que enterrar a
Élpenor fue un paso necesario para el regreso a Ítaca.
— Ulises de todas maneras llega a su casa gracias a su propia inteligencia y su
astucia, es el polítropos de muchas vueltas.
15
En el siguiente fragmento del Ulises de Tennyson se trasluce el movimiento interno
del personaje homérico con múltiples referencias a la Odisea: “Nada se gana con que
yo, un ocioso / rey junto al fuego quieto del hogar, / rodeado de estériles peñascos, /
casado con una mujer ya vieja, / sea el encargado de regir y darles / leyes injustas a
este pueblo tosco / que acumula y engorda y que se duerme, / y que no me conoce. Yo
no puedo / dejar ya de viajar, voy a beberme / hasta la última gota de la vida: / he dis-
frutado y he sufrido mucho, / ya sea con aquellos que me amaron / o solo junto al mar,
y también cuando / las consteladas ninfas de la lluvia / con ráfagas violentas agitaban
/ las aguas negras. Yo me hice de un nombre; / de tanto andar con corazón hambriento
/ mucho vi y conocí: muchas ciudades / y costumbres, y climas, gobernantes, / y no fui
despreciado, sino honrado / en todas ellas, y probé el licor / de la feroz batalla, entre
mis pares, / lejos, en las llanuras resonantes / de la ventosa Troya…” Tennyson, A.
(1996). Select poems. Toronto: The Copp, Clark Company, 62-63.
16
Ítaca de Cavafis (1911): “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea
largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los lestrigones ni a
los cíclopes, / o al colérico Posidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu
pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. / Ni a
los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Posidón encontrarás, / si no los llevas
dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti. / Pide que el camino sea largo.
/ Que sean muchas las mañanas de verano / en que llegues - ¡con qué placer y ale-
gría! – / a puertos antes nunca vistos. / Detente en los emporios de Fenicia / y hazte
con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano / y toda suerte de perfumes
voluptuosos, / cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. / Ve a muchas
ciudades egipcias / a aprender, a aprender de sus sabios. / Ten siempre a Ítaca en tu
pensamiento. / Tu llegada allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor
que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. / Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no
habrías emprendido el camino. / pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles
pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, /
entenderás ya qué significan las Ítacas.” Cavafis, C. P. (1983). Poesía completa. Madrid:
Alianza, 50-51.
17
Fragmento de Sobre un verso extranjero de Seferis, una referencia directa al héroe
homérico:
Conclusión
19
En su Cantar I (1934), Pound funde material de los cantos X y XI de la Odisea jun-
to con ciertas analogías con la Divina comedia, en el canto del «Infierno», teniendo
en cuenta que el canto XI del poema homérico se titula «Descensus ad Infernos»: “Y
bajamos de la nave, / Enfilamos quilla a los cachones, nos deslizamos en el mar /
divino, e / Izamos mástil y vela sobre aquella nave oscura, / Ovejas llevábamos a bordo,
y también nuestros cuerpos / Deshechos en llanto, y los vientos soplaban de popa /
impulsándonos con hinchadas velas, / De Circe esta nave, la diosa bien peinada. / Nos
sentamos luego en medio de la nave, mientras el viento hacía saltar la caña del timón,
/ Así con velas reventando, navegamos hasta el fin del día. / El sol a su descanso, las
sombras en el océano todo. / A las cimerias tierras, y ciudades pobladas / Cubiertas
por la niebla de tejido espeso, jamás penetrado / Por luz de los solares rayos / sin toldo
estrellado, ni por los ojos desde el cielo vueltos / La noche más negra envolvió a los
infelices de este suelo. / Y en el reflujo del océano, llegamos después al sitio / Predicho
por Circe” Pound, E. (1994). Cantares completos, Tomo I (I-LI). Madrid: Cátedra, 121.
García Gual, C. (2009). Encuentros heroicos. Seis escenas griegas. Madrid: Fondo de
Cultura Económica .