A Propósito de La Odisea - Carlos García Gual

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A Homero

lo trajo el mar
Navegando en la Odisea
Editores académicos
Óscar Hincapié Grisales
Juan Fernando García Castro
Participación especial de Carlos García Gual
883.1
H766Zh

Hincapié Grisales, Óscar, editor


A Homero lo trajo el mar. Navegando en la Odisea / Óscar Hincapié
Grisales y Juan Fernando García Castro, editores académicos – 1
edición – Medellín : UPB, 2020.
161 páginas, 17x24 cm.
ISBN: 978-958-764-906-2 (versión digital)

1. Homero - Odisea - Crítica e interpretación -- 2. Poesía épica griega


- Crítica e interpretación -- I. García Castro, Juan Fernándo, editor
– II. Título
CO-MdUPB / spa / rda
SCDD 21 / Cutter-Sanborn

© Varios autores
© Editorial Universidad Pontificia Bolivariana
Vigilada Mineducación

A Homero lo trajo el mar. Navegando en la Odisea


ISBN: 978-958-764-906-2 (versión digital)
DOI: http://doi.org/10.18566/978-958-764-906-2
Primera edición, 2020
Escuela de Educación y Pedagogía
Facultad de Educación
CIDI. Grupo de investigación Lengua y Cultura, y Grupo de investigación Epimeleia. Proyecto: Didáctica
de las lenguas clásicas: aprendizaje y enseñanza en la formación universitaria. Radicado: 137C-05/18-42.

Gran Canciller UPB y Arzobispo de Medellín: Mons. Ricardo Tobón Restrepo


Rector General: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda
Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Fernández
Decano Escuela de Educación y Pedagogía: Guillermo Echeverri Jiménez
Directora de la Facultad de Educación: Sonia Isabel Graciano Jaramillo
Editor: Juan Carlos Rodas Montoya
Gestora Editorial: Kelly Samadi Vásquez Gómez
Coordinación de Producción: Ana Milena Gómez Correa
Diagramación: Editorial UPB
Corrección de Estilo: Editorial UPB
Imagen portada: Vecteezy

Dirección Editorial:
Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2020
Correo electrónico: editorial@upb.edu.co
www.upb.edu.co
Telefax: (57)(4) 354 4565
A.A. 56006 - Medellín - Colombia

Radicado: 1995-29-05-20

Prohibida la reproducción total o parcial, en cualquier medio o para cualquier propósito, sin la
autorización escrita de la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana.
A propósito
de la Odisea:
una conversación1
Carlos García Gual
Universidad Complutense

Óscar Hincapié Grisales


Universidad Pontificia Bolivariana

Introducción

E
n un seminario de estudios clásicos y semíticos organizado por la Universi-
dad Pontificia Bolivariana, el helenista Carlos García Gual sostuvo una con-
versación con el profesor Óscar Hincapié Grisales alrededor de la Odisea de
Homero. En la charla se propusieron temas como la estructura de esta epopeya, el
papel de la mujer en la literatura y en la mitología griegas, la influencia de la cultura
egipcia en la producción helénica, la cosmovisión alrededor de la muerte en la anti-
gua Grecia y, por último, la obra homérica en su condición de hipotexto o genotexto.
Cabe resaltar este último punto ya que es el que permite entender por qué una obra

1
Este capítulo es un producto adscrito al proyecto de investigación: Didáctica de las
lenguas clásicas: aprendizaje y enseñanza en la formación universitaria. Radicado ante
el CIDI de la Universidad Pontificia Bolivariana con el número: 137C-05/18-42. Carlos
García Gual participa en este capítulo como investigador de la Universidad Compluten-
se de Madrid y miembro de la Real Academia de la Lengua. Óscar Hincapié Grisales
participa en este capítulo como miembro de la línea de investigación Cultura, Lengua y
Literatura que hace parte del grupo de investigación Lengua y Cultura de la Escuela de
Educación y Pedagogía de la UPB. La transcripción y la edición de este capítulo estuvo
a cargo de Andrés Ramírez Nieto.

145
como la Odisea ha sido una de las fuentes, temática y formal, para la literatura en el
mundo occidental.

Para la edición del siguiente texto se optó por diferenciar las intervenciones me-
diante la siguiente tipografía: cursiva para lo dicho por el profesor Óscar Hincapié
Grisales y script (o redonda) para las palabras del profesor Carlos García Gual. Las
notas a pie de página tienen como objetivo ampliar la información ofrecida dentro
de la conversación. Cabe agregar que esta se llevó a cabo en la emisora radial de
la Universidad Pontificia Bolivariana. Nuestro más sincero agradecimiento a Juan
Carlos Rodas, codirector y corealizador del programa radial Akoustikoi Literario, y a
Henry León Estrada Galeano, director de la Emisora de la UPB.

***

Óscar Hincapié Grisales: Estamos con el profesor Carlos García Gual. Él, en este
momento, se encuentra en la Universidad Pontificia Bolivariana, de la ciudad de Me-
dellín, Colombia, en un seminario dedicado a los estudios clásicos y semíticos. El profe-
sor Carlos García Gual está inscrito en la tradición de los grandes filólogos helenistas,
así como en el estudio de la literatura medieval. En ese ejercicio pone en diálogo las
tradiciones literarias. En la conferencia del día de ayer, usted propuso un diálogo entre
el mundo clásico y las literaturas contemporáneas.
Carlos García Gual: Muchas gracias por la presentación. Yo, más que un gran
filólogo, soy ya un vetusto filólogo. He sido profesor de enseñanza media y llevo ya
casi cuarenta años en la universidad hablando de los griegos, enseñando a leer los
textos griegos y entre ellos la Odisea, que es una obra que tiene muchas resonancias,
uno de los grandes textos de la tradición. Por otra parte, recuerdo que decía Borges2
que la Odisea es como un libro mágico: algo hay distinto cada vez que lo abrimos y
se presta a ser releído. Yo creo que los clásicos son esos libros que pueden volverse

2
En los ensayos de Borges la literatura clásica es un tema recurrente. En “Las versiones
homéricas”, publicado en La Prensa de Buenos Aires el 8 de mayo de 1932, dice Borges:
“La Odisea, gracias a mi oportuno desconocimiento del griego, es una librería interna-
cional de obras en prosa y verso, desde los pareados de Chapman hasta la Authorized
Version de Andrew Lang o el drama clásico francés de Bérard o la saga vigorosa de
Morris o la irónica novela burguesa de Samuel Butler. Abundo en la mención de nom-
bres ingleses porque las letras de Inglaterra siempre intimaron con esa epopeya del
mar, y la serie de sus versiones de la Odisea bastaría para ilustrar su curso de siglos”
(Discusión, Buenos Aires, Manuel Gleizer editor, 1932).
En su antología Otras Inquisiciones, en un ensayo dedicado a mostrar el paso de la
oralidad a la escritura, Borges expresa: “En el octavo libro de la Odisea se lee que los
dioses tejen desdichas para que a las futuras generaciones no les falte algo que cantar;
la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegar a un libro, parece repetir, unos
treinta siglos después, el mismo concepto de una justificación estética de los males.
Las dos teleologías, sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego corresponde
a la época de la palabra oral, y la del francés, a una época de la palabra escrita” (“Del
culto a los libros” en Otras Inquisiciones, Buenos Aires, Sur, 1952).

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Navegando en la Odisea
a leer una y otra vez, y que siempre nos dicen algo. La Odisea es un libro antiguo,
por una parte, porque tiene unos dos mil ochocientos años y, por otra, moderno a
la manera de una novela de aventuras, en la que su héroe, Odiseo (o Ulises), como
expliqué el otro día, es un personaje humano y profundamente moderno.

O.H.G. Me llamó la atención en la conferencia el énfasis que usted puso en la ne-


cesidad de comprender los distintos episodios de la obra, en tratar de entender todos
sus resquicios, todos sus vacíos narrativos, todas sus elipsis. En este sentido, quisiera
preguntar por un aspecto relevante en la Odisea: ¿Por qué no hay en ella episodios
nocturnos explícitos? ¿Por qué su narración pareciera ser exclusivamente solar, diurna?
C.G.G. Claro, es verdad. En la antigüedad la noche es un mundo diverso, consa-
grado al sueño y, sobre todo, a los ensueños. En la Ilíada y la Odisea los personajes
sueñan. En la literatura griega hay bastantes sueños: sueña Penélope, sueña Ulises,
sueña Agamenón, los dioses envían los sueños. Por otra parte, pensemos en la anti-
güedad, en la que no había electricidad y cómo, con la noche, sobrevenía el mundo
de la oscuridad. Grecia es un mundo de luz donde las aventuras tienen que discurrir
en la claridad del día. Es verdad que no hay grandes aventuras nocturnas. La noche
es el mundo de los sueños.

— Pareciera que la noche tuviera una mala prensa, por lo menos en la Odisea de
Homero.
— Efectivamente, en la oscuridad poco se puede hacer y, es verdad, no hay mu-
cho en la noche. Por otra parte, cuando se habla de los dioses en la Teogonía3 de
Hesíodo, sí que hay una gran divinidad que es la Noche de la que surgen personajes
más bien siniestros.

— En este momento recuerdo un episodio del canto tercero, concretamente cuando


Telémaco llega a Pilos Arenosa a conversar con el rey Néstor. Precisamente allí, en uno
de los relatos proferidos por este monarca, se cuenta cómo fue el regreso de los valientes
aqueos y los argivos una vez terminada la guerra de Troya. También aparece en dicho
relato una de las razones por las que los dioses no permitieron el regreso a casa de al-
gunos de estos héroes. El motivo fue que Agamenón y Menelao, ebrios y descontentos
el uno contra el otro, celebraron una reunión pública (es decir, un ágora) a una hora
nocturna, o sea en un momento inadecuado4.
— Puede ser, es algo que va más allá de las normas, hay que recordar siempre lo
luminoso que es el mundo griego, de ahí una frase que dice: “Ver la luz es equivalen-
te a vivir, dejar de ver la luz es la muerte”, por eso la noche es un espacio vacío y en
todo caso consagrado a los sueños, el único dios que se mueve en la noche es el dios
Hermes5, que es el dios de los ladrones y el dios de los caminos. También discurre

3
Cf. Hesiodo, Teogonía, v. 125.
4
Cf. Homero, Odisea, canto III, v. 105-135.
5
Cf. Homero, Himno a Hermes, v. 10-15. Otros pasajes del himno homérico ponen de
manifiesto la relación del dios con la noche: “Muchos montes umbrosos, valles sonoros
y llanuras florecidas atravesó el ilustre Hermes. Su lóbrega cómplice, la divina noche,

Segunda parte 147


A propósito de la Odisea:
una conversación
en la noche la diosa Hécate, que es una divinidad tenebrosa, de las brujas, de las en-
crucijadas y de los pasos malignos. De manera que la noche tiene poco espectáculo,
poco mundo abierto. Para nosotros, la noche es mucho más clara porque conocemos
la electricidad.

— Creo que la literatura contemporánea, en sus múltiples expresiones, ha intenta-


do llenar esos vacíos nocturnos que, en forma de elipsis, aparecen en la Odisea.
—Sí. De todas maneras, es interesante también en la Odisea el mundo de los
sueños, un mundo muy importante para los griegos; hay que recordar que tenían in-
térpretes de sueños entre los sacerdotes6. Desde el principio de la Ilíada y la Odisea,
es verdad, la noche aparece como un espacio, como una pausa. Los griegos, como los
indios, no peleaban nunca en la noche.

— Otro tema que usted expuso en la conferencia fue el mundo de lo femenino y el


mundo de las mujeres. ¿Podríamos ampliar el tema de los tipos de mujeres que apare-
cen en la Odisea?
— En efecto, me gusta insistir en que, en el mundo de lo imaginario, lo griego,
que abarca los mitos y la literatura, ha sido mucho más generoso con las mujeres
que la realidad. Las mujeres griegas, como prácticamente las de todos los pueblos
hasta el siglo XIX, estaban sometidas al padre primero, al marido después; también
estaban condenadas al silencio y a la sumisión doméstica. En Grecia, el espacio pú-
blico era solo de los hombres. La política, la guerra, la gloria, la palabra era y son de
los hombres; las mujeres, respetadas y libres, estaban en casa, y lo mejor que podían
hacer, como dicen los clásicos, por ejemplo, Tucídides y Sófocles, era no dar de qué
hablar7. Entonces las mujeres, en el mundo de la realidad, pasan silenciosas; apenas
hay mujeres en la historia de Grecia. En cambio, en los mitos hay unas mujeres mag-
níficas, en la Odisea, especialmente, se presentan; también las hay entre las diosas,
por ejemplo, Atenea, Artemis y Hera. Existe una serie de personajes fabulosos, los
hay en la tragedia: Antígona, Medea, Clitemnestra y en la Odisea también, así como
en la Ilíada, que habla de la guerra y tiene algún personaje femenino impresionante
como Helena de Troya. En la Odisea hay muchas más: está Penélope, la esposa fiel

tocaba casi a su fin y sobrevenía de prisa la menestral aurora” v. 90.


6
Cf. Homero, Iliada, Canto V, v. 145: se hace referencia a Euridamante, anciano intérpre-
te de sueños.
7
En su libro Audacias femeninas, Carlos García Gual hace un acercamiento a la condición
de la mujer en la época helenístico–romana. Allí evoca la figura de cinco mujeres (Isme-
nodora, Leucipa, Melita, Tecla y Talestris) que se hicieron cargo de su destino en el mun-
do antiguo, un mundo netamente patriarcal: “En el mundo griego clásico está muy bien
definido el papel asignado a la mujer en la sociedad. En la reclusión del hogar debe servir
a la familia: obedecer al padre y luego al marido, tener hijos y criarlos, y no alborotar […]
En esta servidumbre familiar pasa la vida oscura y resignada de las mujeres, a quienes
están negadas las luces de la política y de la historia, que son asunto de hombres en la
democrática Atenas. No son ciudadanas de pleno derecho; la ciudadanía es solo de los
hombres. Están ausentes de la asamblea, como del campo de batalla; ellas militan en el
lecho matrimonial y en la casa” (1991) Madrid, España: Editorial Nerea, 11.

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Navegando en la Odisea
pero astuta e inteligente, como su marido; está por ejemplo la princesa Nausícaa, que
ampara a Ulises y se enamora de él y a la que luego Ulises deja sin hacerle mucho
caso; está Circe, la maga que transforma los hombres en animales pero que, al final,
se ve desbordada por la astucia de Ulises; y está Calipso, la diosa que se enamora de
Ulises y que quiere hacerlo inmortal y dejarlo a su lado, invitación que el héroe re-
chaza. Está la vieja nodriza Euriclea e incluso una curiosa figura femenina sin nom-
bre, una esclava que está de noche moliendo el trigo y clama a los dioses exigiendo
una especie de justicia social y Zeus le responde con un rayo. Hay en la Odisea un
enorme interés por las mujeres, lo cual sí me ha parecido curioso en el mundo grie-
go. La historia ha sido tan injusta, desde nuestro punto de vista, con ellas, dejándolas
sometidas y calladas. Insisto en que las mujeres han estado así hasta el siglo XIX.
Creo que las mujeres griegas vivían mucho mejor que las mujeres árabes o indias de
la actualidad, me refiero a la India asiática. El mundo de los mitos y el mundo de la
literatura griega están llenos de mujeres como ninguna otra literatura.

— Existe otra característica relevante de la presencia de la mujer en la Odisea. Esta


epopeya las presenta habitualmente tejiendo, bordando o cosiendo.
— En efecto, la mujer teje, incluso las reinas como Penélope tejen, pero es un ras-
go, yo creo, de la cultura occidental, ya que en el mundo árabe también los hombres
tejen. Una cosa curiosa que llama la atención a un viajero es cuando cruza una ciu-
dad árabe que tenga una medina antigua o una casa antigua, lugares en los que hay
cuartos donde están los hombres tejiendo; a lo mejor, en una habitación pequeña
uno encuentra un montón de tejedores. En la cultura árabe los hombres tejen, en la
cultura griega no; en esta son las mujeres, y hay algo también simbólico en ese tejer.

— Precisamente en el canto número II, cuando están celebrando la primera ágora en


Ítaca, al líder de los cien pretendientes, Antínoo, subraya el engaño al que los sometió Pe-
nélope mediante la estrategia de tejer durante el día (un sudario para su suegro Laertes)
y destejerlo durante la noche. Antínoo denuncia públicamente a Penélope por este acto8.
— Es verdad, teje durante el día una tela que va a ser aquella con la que envuelva
el cadáver del padre de Ulises cuando muera, pero de noche la desteje, porque ha

8
Palabras de Antínoo sobre la forma en que Penélope usa el tejido para engañarlos:
“¡Ay, Telémaco altivo en discursos, sin freno en la ira! ¿Qué has osado decir y qué
afrenta has querido infligirnos? Los galanes no son los causantes de tales dolores,
es tu madre más bien, la mujer sin igual en astucias: han pasado tres años y pronto
dará fin el cuarto en que engaña el leal corazón de los hombres aqueos; les va dando
esperanzas a todos, les manda recados y les hace promesas, mas guarda en su mente
otra cosa. Y diré de otro ardid concebido en su pecho. En sus salas suspendió el telar
de una urdimbre bien larga y tejía una tela suave y extensa y a un tiempo nos dijo:
“pretendientes que así me asediáis, pues ha muerto ya Ulises no tengáis tanta prisa en
casar, esperad que yo acabe esta tela que estoy trabajando, no pierda estos hilos […]”
Tal hablaba y logró persuadir nuestro espíritu prócer; ella, en tanto, tejía su gran tela
en las horas del día y volvía a destejerla de noche a la luz de las hachas. Por tres años
mantuvo el ardid y engaño de los argivos” (Homero, Odisea, Canto II, v. 85-110).

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A propósito de la Odisea:
una conversación
prometido a los pretendientes que cuando la acabe de tejer decidirá quién va a ser
su marido. Entonces durante el día teje, durante la noche lo desteje y es una labor
inacabable, de ahí que haya quedado esa frase “la tela de Penélope” para un trabajo
que no se acaba nunca. Pero, al final, los pretendientes la descubren.

— En este mismo contexto, hay un tema que llama la atención de los lectores y que
quisiera compartirlo con usted: En el canto número cuatro, concretamente en el episo-
dio en que aparecen la reina Helena, el rey Menelao, dos príncipes invitados: Pisístrato
y Telémaco, así como otros nobles de la región de Lacedemonia, la narración ubica al
lector en una fiesta. Con payasos haciendo cabriolas y aedos cantando, los personajes
asisten al banquete de una boda doble: Hermíone, la hija de Menelao y Helena, se
casa con el hijo de Aquiles, y Megapentes, hijo de aquél rey y una esclava, se casa a su
vez con una persona cuyo nombre no aparece reseñado en la obra. En medio de esta
celebración, la reina Helena, asistida por tres siervas, Filo, Alcipa y Adrasta, saca la
máquina de hilar, la misma que años atrás le regalara la reina de Tebas de Egipto,
Alcandra. Las tres siervas ayudan a Helena para que, en público (subrayo esta última
palabra), pueda llevar a cabo sus labores de costura. Pareciera que el acto de coser o
tejer o hilar en público, sobre todo ante unos asistentes nobles, tuviera el carácter de
ser una señal de haber alcanzado la virtud. Qué puede compartirnos de este episodio.
— Se aprecia mucho en la mujer el arte de tejer, yo recordaría que Pandora9, que

9
En la Teogonía de Hesíodo se narra el nacimiento de Pandora, quien sería la primera
mujer creada por los dioses y entregada como castigo a los mortales luego que Pro-
meteo les entregara el fuego: “Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le
irritó en su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego.
Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: modeló de la tierra
el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del
Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestidos de res-
plandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado
con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores,
rodeó sus cienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo
cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella ha-
bía artísticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles
cría el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su
arte, cual seres vivos dotados de voz” (Hesíodo, Teogonía, v.v. 570-580).
De igual forma, en su poema Los trabajos y días, Hesíodo hace referencia a la creación
de la primera mujer en el contexto del mito de Prometeo: “Y es que oculto tienen los
dioses el sustento a los hombres; pues de otro modo fácilmente trabajarías un solo día
y tendrías para un año sin ocuparte en nada. Al punto podrías colocar el timón sobre el
humo del hogar y cesarían las faenas de los bueyes y de los sufridos mulos.
Pero Zeus lo escondió irritado en su corazón por las burlas de que le hizo objeto el
astuto Prometeo; por ello entonces urdió lamentables inquietudes para los hombres y
ocultó el fuego. Mas he aquí que el buen hijo de Jápeto lo robó al proveniente Zeus para
bien de los hombres en el hueco de una cañaheja a escondidas de Zeus que se goza con
el rayo. Y lleno de cólera díjole Zeus amontonador de nubes: «¡Japetónida conocedor
de los designios sobre todas las cosas! Te alegras de que me has robado el fuego y

150 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea
es la primera mujer que crean los dioses, viene al mundo de los hombres adornada
por una serie de dones: las gracias le dan la belleza, la coronan de flores; Afrodita le
da el encanto erótico y la diosa Atenea, se dice, le enseñó las artes del tejido. O sea
que, desde el principio, la primera mujer que viene con un regalo de los dioses ya
sabe tejer. Se puede comparar la historia de Pandora con la de la Eva bíblica. Pandora,
en este sentido, era la primera mujer, regalo de los dioses que viene al mundo de los
hombres también trayendo complicaciones: la famosa caja de preocupaciones es muy
refinada. La mujer entra en el mundo refinada y sabia, una de sus artes es el tejido.

— Es característico en la Odisea ese papel de refinamiento de las mujeres, así como


la inteligencia, el poder y la influencia que algunas de estas tienen sobre los hombres.
Por ejemplo, en el episodio en que Ulises despierta entre unos matorrales en la isla de
Isqueria, después de un naufragio de dos días, Nausícaa, princesa de aquel lugar, lo
observa con agrado y luego lo apoya brindándole información privilegiada que servirá
al héroe en la obtención del beneplácito del rey de aquel país, es decir, el rey Alcínoo.
¿Qué dijo Nausícaa a Ulises? Le dijo que, primero, debe llegar a abrazar los pies de su
madre, la reina Areta. Le advierte que no logrará ningún favor del rey si, antes de llegar
a la reina, saluda primero a este u otra persona.
— Esto, en efecto, ha intrigado mucho a los estudiosos modernos porque se pre-
guntan qué poderes tiene esa reina. ¿Es que, acaso, hay restos de matriarcado en ese
mundo mágico de Feacia? Sí. Nausícaa le ha sugerido aquello a Ulises, y concreta-
mente le ha propuesto que abrace, más que los pies de la reina, las rodillas. Tiene que
tocarle las rodillas: un gesto de súplica en el mundo antiguo.

has conseguido engañar mi inteligencia, enorme desgracia para ti en particular y para


todos los hombres futuros. Yo a cambio del fuego les daré un mal con el que todos se
alegren de corazón acariciando con cariño su propia desgracia.»
Así dijo y rompió en carcajadas el padre de hombres y dioses; ordenó al muy ilustre He-
festo mezclar cuanto antes tierra con agua, infundirle voz y vida humana y hacer una
linda y encantadora figura de doncella semejante en rostro a las diosas inmortales.
Luego encargó a Atenea que le enseñara sus labores, a tejer la tela de finos encajes.
A la dorada Afrodita le mandó rodear su cabeza de gracia, irresistible sensualidad y
halagos cautivadores; y a Hermes, el mensajero Argifonte, le encargó dotarle de una
mente cínica y un carácter voluble.
Dio estas órdenes y aquéllos obedecieron al soberano Zeus Crónida. [Inmediatamente
modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella
por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la engalanó.
Las divinas Gracias y la augusta Persuasión colocaron en su cuello dorados collares
y las Horas de hermosos cabellos la coronaron con flores de primavera. Palas Atenea
ajustó a su cuerpo todo tipo de aderezos]; y el mensajero Argifonte configuró en su
pecho mentiras, palabras seductoras y un carácter voluble por voluntad de Zeus gra-
visonante. Le infundió habla el heraldo de los dioses y puso a esta mujer el nombre
de Pandora porque todos los que poseen las mansiones olímpicas le concedieron un
regalo, perdición para los hombres que se alimentan de pan” (Hesíodo, Los trabajos y
días, v.v. 45-80).

Segunda parte 151


A propósito de la Odisea:
una conversación
***

— Profesor Carlos García: algunas ediciones en idioma español de la Odisea, al


menos las que los profesores de aquí proponemos a los estudiantes del pregrado y del
posgrado, están compuestas por estrofas pentasilábicas y estas, a su vez, por versos
alejandrinos. Estas medidas líricas, al parecer, constituyen una de las formas de la
Odisea, entre otras, más aceptadas por algunos traductores y especialistas. Le pregun-
to: ¿Cómo fue escrita originalmente en idioma griego la Odisea?
— En griego fueron escritas la Ilíada y la Odisea. Las dos obras de la épica an-
tigua están compuestas en hexámetros, y se llaman hexámetros dactílicos porque
la medida mínima es el dáctilo y el hexámetro tiene seis pies. Lo recuerda un poco
de forma puntual la famosa salutación de Rubén Darío: «Ínclitas razas ubérrimas,
sangre de Hispania fecunda»10. Es difícil saber cómo sonaba en idioma antiguo, el
acento era musical, eso se perdió hace mucho y nosotros lo pronunciamos a nuestra
manera, pero ya no tenemos la musicalidad. Si recordamos el principio de la Odisea
en griego dice: «Ἄνδρα μοι ἔννεπε, Μοῦσα, πολύτροπον, ὃς μάλα πολλὰ | πλάγχθη,
ἐπεὶ Τροίης ἱερὸν πτολίεθρον ἔπερσεν· | πολλῶν δ’ ἀνθρώπων ἄστεα ἴδεν καὶ νόον
ἔγνω, | πολλὰ δ’ ὅ γ’ ἐν πόντῳ πάθεν ἄλγεα ὃν κατὰ θυμόν, | ἀρνύμενος ἥν τε ψυχὴν
καὶ νόστον ἑταίρων»; es decir: «Háblame, oh Musa, del hombre de múltiples tretas
que anduvo errante largo tiempo tras incendiar el alcázar de Troya y vio las ciudades
y el amago de pensar de muchas gentes intentando salvar la vida de sus compañeros
pero ni así los salvó»11. Es muy distinto a la Ilíada, que es un poema de la guerra y del
coraje, de los héroes y la gloria; la Odisea, en cambio, empieza hablando del hombre
que ha viajado mucho, tiene múltiples tretas y vuelve después de muchos años a su
casa, aunque ha perdido a todos sus compañeros. El mismo tono ya evoca un mundo
distinto y ese es el mundo humano, aventurero, atractivo, de múltiples escenarios.
De ahí nace la novela moderna, la novela de aventura.

— A pesar de no tener hoy en día la sonoridad de antes, no podemos negar el rit-


mo al comienzo del texto griego de la Odisea. En griego suena muy bien aquella parte
en la que el narrador nos dice que Ulises, caracterizado unos versos atrás como un
πολύτροπον (hoy diríamos un trotamundos), es alguien que luchó para salvar de in-

10
Inicio de la Salutación del optimista de Rubén Darío: <<Inclinas razas ubérrimas, sangre
de Hispania fecunda, / espíritus fraternos, luminosas almas, salve! / Porque llega el
momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. Un vasto rumor
llena los ámbitos; / mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; / retrocede el
olvido, retrocede engañada la muerte, / se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña, / y
en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron / encontramos de súbito, talis-
mánica, pura, riente, / cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino, / la divina reina
luz, la celeste Esperanza!>> Thesaurus. Tomo XXII. Num. 3 (1967). Manuel S. I. Briceño.
Salutación del optimista.
11
Traducción libre de García Gual sobre los primeros versos de la Odisea recitados de
memoria en griego.

152 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea
numerables peligros su propia vida y la de sus hombres. Él quería que estos regresaran
vivos a sus hogares, lo cual demuestra el carácter solidario de Ulises.
— Esto hay que llevarlo a la época en que el poema circulaba en Grecia, es decir,
a los siglos VIII y VII a. e. c., justo cuando los griegos colonizaban el Mediterráneo
y se embarcaban en puertos griegos en barcos frágiles de una sola vela grande, cua-
drada, como los de los vikingos. Así recorrían el Mediterráneo y luego trataban de
volver a casa con un botín y con historias que contar, como Ulises. Sin duda hubo
muchos que no volvieron, pero en los puertos la gente, que esperaba el barco y las
historias, debían sentir una especial atracción por Ulises.

— El rey de los feacios, Alcínoo, que es quien brinda a Ulises una nave con la cual
pudo regresar después de veinte años a su amada isla, Ítaca, se fascina escuchándolo, se
extasía oyendo las narraciones del héroe que son, en últimas, la esencia de la epopeya
homérica. Y no solo Ulises es un gran narrador de historias: Telémaco, por ejemplo,
también quedó enganchado al escuchar los relatos de Néstor, rey de Pilos Arenosa. Así
mismo, Pisístrato y el propio Telémaco escucharon con fascinación las narraciones del
rey Menelao de cuando este se extravió en el mar Mediterráneo y en el continente afri-
cano por espacio de unos ocho años.
— El mundo griego antiguo es un mundo en el que la palabra es muy importante
y también la narración de historias. Algo de esto puede sobrevivir ahora. Al pueblo
griego le gusta mucho contar y hablar; nuestra tradición humanística, en parte, está
relacionada con eso. Nosotros vivimos ya en un mundo donde la comunicación, gra-
cias a los medios actuales, se ha vuelto muy poco directa; estamos dominados por la
televisión y algunos medios de comunicación. En cambio, el mundo antiguo era un
mundo de conversación y de historias, porque el ser humano es fundamentalmente
un ser de imaginación y de comunicación con los demás, por eso el mundo de la
Odisea es fundamentalmente el mundo de la memoria, el hombre es su memoria.
Ulises quiere volver a su casa para contar sus aventuras. La Odisea también es un
mundo de hospitalidad y de comunicación con los demás. Una de las bellezas de
esta obra es que esa comunicación está por encima de las barreras sociales, en este
sentido hay un interés por los humildes, por ejemplo, por ese porquerizo Eumeo,
que es mucho más noble que los pretendientes de Ítaca.

— Cuando los personajes Pisístrato y Telémaco llegan al palacio del rey de Esparta,
el primero que se atreve a hablar al rey Menelao es el hijo de Néstor, o sea Pisístrato.
Para ampliar la comprensión de este episodio conviene anotar que el rey de aquel lugar
es, quizás, el más poderoso de la Grecia homérica, título que los lectores de la Odisea
pueden reconocer fácilmente si tienen en cuenta que su hermano mayor, es decir, el rey
Agamenón, caracterizado por ser el máximo monarca de la Hélade, murió asesinado a
manos de su propia esposa, Clitemnestra, y del amante de esta, Egisto. Ante la ausencia
de Agamenón, Menelao pasó a ocupar el lugar de supremo rey. Lo que quiero señalar es
que las palabras que Pisístrato emite a Menelao –demandantes por demás- son una es-
pecie de atrevimiento, ya que provienen de un personaje muy joven, diríamos que es casi
un menor de edad; es, si se permite la expresión, contemporáneo de Telémaco. Aquel, ha-

Segunda parte 153


A propósito de la Odisea:
una conversación
blando a nombre de este, pide al rey de Esparta que escuche al príncipe de Ítaca para que
lo ayude en hechos y palabras. Si mal no recuerdo, la palabra griega utilizada por Pisís-
trato está asociada al término λóγοi, que en este caso se relaciona con hecho y palabra12.
— En ese Palacio, Menelao le cuenta el final de la guerra de Troya a Telémaco,
quien le habla de su padre, un padre que Telémaco aún no ha conocido. Telémaco,
que tendrá unos veinte años, era un niño muy pequeño cuando Ulises se fue a Troya
y por eso no lo conoció, pero el otro, el rey Menelao, le cuenta algo de esta historia.
Al principio de la Odisea no aparece Ulises, pero sí narraciones sobre él. Así se crea
una atmósfera de expectación y de nostalgia, y luego aparece el héroe que se creó a
través de esos relatos.

— Si pensamos en términos de un posible diálogo entre culturas y obras literarias,


ejercicio que, quizás, está emparentado con una herramienta de análisis denominada
literatura comparada, ¿cuál podría ser la influencia de la literatura egipcia en la cons-
trucción de la Odisea? Hago esta pregunta porque, en la obra, el narrador y algunos
personajes, sobre todo los que más han viajado, dicen haber estado en lugares como
Libia, Etiopía, Sidonia (¿tendrá relación con la actual República de Sudán?), Erembia
(¿tendrá relación con la actual Eritrea?) y Egipto. Este último, por ejemplo, se mencio-
na en los viajes del rey Menelao. En uno de los relatos de este monarca, aparece Proteo,
quien en la obra homérica es caracterizado como un viejo (¿antiguo?) dios egipcio.
— No lo sabemos con precisión. Los egipcios ya tenían una cultura muy de-
sarrollada cuando los griegos, después de la Edad Oscura, empezaron a crear su
literatura, y por otra parte había mucha comunicación con Egipto. Ese episodio de
Proteo13 sucede en la Isla de Faro, donde luego se levantará el faro y aparecerá la
gran ciudad griega de Alejandría, en Egipto. Los sabios griegos viajaban a Egipto,
Tales, por ejemplo, el mismo Platón se embarcaba a viajar a Egipto, y se encontraron
con una civilización antigua que admiraban y que, por otra parte, les era extraña. Es
decir, los griegos admiraron mucho a los egipcios, pero no sabemos hasta qué punto
los entendían, ya que los griegos no sabían más que griego y los egipcios eran una
cultura bastante cerrada. Es curioso pensar cómo los griegos se lanzaron enseguida
a conquistar el mar, y los egipcios, que llevaban miles de años en el Mediterráneo, no
hicieron nada. Los egipcios estaban cerrados sobre Egipto construyendo sus tumbas
y sus pirámides, mientras los griegos, un pueblo mucho más pobre, se lanzaban a
explorar el mundo.

— Usted hace que recuerde un suceso literario antiguo, denominado por algunos
con el nombre de novela bizantina. Esta, como bien sabemos, aconteció en Grecia unos
seiscientos, setecientos u ochocientos años después de las grandes epopeyas. No obs-

12
Mas Pisístrato, el hijo de Néstor, habló por su parte: «Menelao, retoño de Zeus y jefe de
pueblos, en verdad éste es hijo de aquél como tú lo supones, mas de gran discreción, y
ha sentido vergüenza en su alma de llegar dando suelta la lengua ante ti, que nos dejas
al oírte hechizados, igual que si un dios hablara.» Homero, Odisea, Canto IV, v. 155-160.
13
Homero, Odisea, IV, v.v. 365-385.

154 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea
tante, en aquellas aún se sigue mencionando a los egipcios. Por ejemplo, en la novela
titulada Quéreas y Calírroe, atribuida a Caritón de Afrodisias, los personajes viajan a
un Egipto esplendoroso, lleno de riquezas y poder.
— Egipto es un país del misterio y atrae ahora a mucha gente. En algunas revistas
de historia, las páginas sobre Egipto tienen mucho éxito popular por sus monu-
mentos magníficos y, al mismo tiempo, misteriosos. ¿Cuántas novelas de aventuras
sobre exploradores egipcios en las tumbas han sido escritas? Los egipcios han sido
enormes creadores de grandes obras; sin embargo, para Occidente sigue siendo un
pueblo misterioso.

— Para continuar en el canto cuarto de la Odisea, Menelao subraya los episodios


en los que, de acuerdo con sus relatos, estuvo en contacto con algunos reyes en Egipto.
Cuando estuvo en el África hubo un lugar que captó su atención, me refiero a Libia.
Allí, dice Menelao, observó una notable producción agropecuaria. Señala que en ese
país ni a los pastores ni a los reyes les falta carne, quesos y leche. Estos insumos pro-
vienen de las cabras, ganado menor cuyas hembras, según su relato, paren tres veces
al año. ¿Quizás los griegos pudieron haber copiado o llevado algún modelo similar de
producción ganadera para la construcción de sus ciudades?
— Dudosamente. Pero sí cabe anotar que ya los griegos iban de mercenarios a
Egipto en la época arcaica, los griegos eran buenos guerreros y los faraones egipcios
tenían mercenarios griegos. Algunos de ellos dejaron inscripciones en el fondo de
Egipto, en sitios muy remotos ya en el siglo VI a. C.

— ¿Podríamos recordar algún otro pasaje de la Odisea en ese griego que tiene mu-
cho que ver con el mundo eólico?
— En griego solamente me sé el principio (risas), pero estoy encantado de recor-
dar cualquier otro pasaje. En mi último libro, Encuentros heroicos (2009), he recor-
dado los pasajes en que Ulises llega a la cabaña del porquerizo Eumeo14 y es recibido
allí. Son unas historias excelentes, muy de novela moderna, pero hay muchos más.
Por ejemplo, el viaje al mundo de los muertos, el encuentro con Circe la maga en su
isla y luego sus escenas sangrientas, la matanza de los pretendientes, no recuerdo el
número, casi cien pretendientes, muertos por Ulises con su arco y con la ayuda de
Telémaco y un par de criados fieles. Este pasaje es impresionante por la gran matan-
za. Una escena tremenda para recordar es en la que Ulises se encuentra con el cíclo-
pe Polifemo y lo deja ciego. El cíclope ha matado ya dos compañeros suyos, primero
les ha machacado los cráneos sobre las piedras, luego los ha tragado crudos. Para los
griegos, el comer carne cruda es la marca del salvajismo, comerse a un par de seres

14
Dice García Gual al respecto: “En el esquema típico de un cuento popular, el del rey
que partió a una lejana guerra y regresa a su hogar tras larga ausencia, en el último
momento, para recuperar a su mujer y su trono, suele éste encontrar en primer lugar
un siervo fiel o un humilde personaje que lo acoge con ánimo hospitalario. A veces éste
actúa luego como ayudante oportuno. Así ocurre con Eumeo” García Gual, C. (2009).
Encuentros heroicos, seis escenas griegas. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 44.

Segunda parte 155


A propósito de la Odisea:
una conversación
humanos lo es mucho más; y luego Ulises le ha ofrecido el vino, marca cultural. El
vino está muy relacionado con el mundo griego, es el vino del dios Dioniso y es el
arma que tiene Ulises para vencer a Polifemo. Cuando el gigante se tumba y se duer-
me, Homero nos dice que está un poco tomado y que eructa, y que de su boca sale
una cosa sanguinolenta con trozos de carne humana. Ulises toma una gran estaca y
calienta al fuego su punta hasta que está rojiza; entonces, cuando el monstruo duer-
me, se la clava en su único ojo redondo en medio de la frente. Es curiosa la forma en
que Homero, o alguien parecido a Homero, narra esta escena, y lo hace utilizando
un símil: dice que igual que un carpintero que con un taladro va metiendo la punta
en la madera y esta cruje y cruje, así Ulises le clava la estaca en el ojo y la revuelve,
y en torno a la estaca –dice– las raíces del ojo humean, y surge la sangre mientras
apoya y apoya; entonces el monstruo se despierta y grita. Esa escena tiene, tal vez,
precedentes en una fuente muy antigua, y está contada con tremendismo.

— Otro tema interesante que aparece en la Odisea, y que se replica, siglos después,
en un género ático conocido como la tragedia griega (hablo concretamente de Antígona
de Sófocles), se refiere a un acto apremiante y significativo: el enterrar los muertos. En
la Odisea, cuando Ulises va a las bocas del Hades con el objetivo de conversar con Tire-
sias, en lugar de este se encontró con el espectro de Elpénor. ¿Quién era este personaje?
Fue alguien que hizo parte de los hombres de Ulises quienes, después de varias aventu-
ras posteriores a la guerra de Troya, llegaron a la isla de la maga Circe. Luego de pasar
un tiempo en aquel sitio, Elpénor cayó borracho de una terraza, desnucándose. Ulises
y los otros hombres, sin darse cuenta de la muerte de su amigo, tuvieron que partir rá-
pidamente a las bocas del Hades. Una vez allí, el espectro de Elpénor pide a Ulises que
lo entierre, porque no quiere seguir viendo su cuerpo insepulto.
— En el mundo antiguo griego es muy importante que los muertos reciban sepul-
tura, tal vez por la creencia de que su alma emigrará hacia el mundo de los muertos
con tranquilidad; mientras no haya tranquilidad, ese tránsito será imposible. Antígona
llegará a morir por haber intentado enterrar a su hermano, pero hay otro caso histó-
rico: en la Guerra del Peloponeso, en la batalla de las llamadas Islas Arginusas, los
atenienses derrotaron a la flota espartana, pero, como se avecinaba una tempestad, los
generales de la flota ateniense se retiraron sin recoger los cadáveres que flotaban sobre
las aguas; luego, el tribunal de Atenas condenó a muerte a diez generales por no haber
recogido sus muertos. No importa que hubieran ganado la batalla y que hubieran teni-
do que retirarse por razones tácticas (recordemos que venía una tempestad). Fue este
un caso histórico que señala la importante de que los muertos reciban sus honores.

— ¿Se podría interpretar, en la obra Antígona, la actitud del personaje Creonte,


gobernante que impide enterrar a Polinices (hermano de Antígona), como una locura,
un desmán, un desatino, o habrá algo más en ese comportamiento de Creonte? ¿Hasta
qué punto Sófocles era consciente de lo que escribía?
—Creonte representa al político moderno que cree que la ciudad está por encima
de la familia. Por eso no atiende los lamentos de Antígona, hermana de Polinices,
quien ha intentado destruir su propia ciudad llevando un ejército enemigo para ma-

156 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea
tar a sus propios conciudadanos. En esta incursión, de hecho, Polinices asesinó a
su propio hermano. Creonte, como un gobernante ilustrado, decide que aquel no
debe ser enterrado. En Atenas esa ley funcionaba en algunos casos, y Antígona, sin
embargo, es quien dice que las leyes de la familia, las leyes de la sangre, están por
encima del Estado.

— En buena medida, fue por haber enterrado un muerto que Ulises pudo regresar a
Ítaca. Es decir, si Ulises y sus hombres no hubieran dado sepultura a Elpénor, el camino
a casa no se hubiese abierto. En este pasaje de la Odisea queda claro que enterrar a
Élpenor fue un paso necesario para el regreso a Ítaca.
— Ulises de todas maneras llega a su casa gracias a su propia inteligencia y su
astucia, es el polítropos de muchas vueltas.

— En esta conversación en torno a la Odisea podríamos considerar que esta es una


obra que algunos han denominado genotextual, esto es, la matriz de la gran literatura
occidental, la fuente de la que han bebido los autores de innumerables literaturas pos-
teriores. En este sentido, usted mencionaba el famoso poema de Cavafis que nos remite
precisamente a las aventuras que vive Ulises. ¿Qué otros autores, poetas, narradores
han llamado su atención en la perspectiva de la Odisea como un genotexto?
— Podríamos hablar, por una parte, de la poesía romántica inglesa. Por ejem-
plo, Tennyson tiene un par de grandes poemas sobre Ulises15. En la poesía griega
también hay muchas menciones de poemas ligados a Ulises, por ejemplo ese de Ca-
vafis16: “Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca ruega que el camino sea muy largo”

15
En el siguiente fragmento del Ulises de Tennyson se trasluce el movimiento interno
del personaje homérico con múltiples referencias a la Odisea: “Nada se gana con que
yo, un ocioso / rey junto al fuego quieto del hogar, / rodeado de estériles peñascos, /
casado con una mujer ya vieja, / sea el encargado de regir y darles / leyes injustas a
este pueblo tosco / que acumula y engorda y que se duerme, / y que no me conoce. Yo
no puedo / dejar ya de viajar, voy a beberme / hasta la última gota de la vida: / he dis-
frutado y he sufrido mucho, / ya sea con aquellos que me amaron / o solo junto al mar,
y también cuando / las consteladas ninfas de la lluvia / con ráfagas violentas agitaban
/ las aguas negras. Yo me hice de un nombre; / de tanto andar con corazón hambriento
/ mucho vi y conocí: muchas ciudades / y costumbres, y climas, gobernantes, / y no fui
despreciado, sino honrado / en todas ellas, y probé el licor / de la feroz batalla, entre
mis pares, / lejos, en las llanuras resonantes / de la ventosa Troya…” Tennyson, A.
(1996). Select poems. Toronto: The Copp, Clark Company, 62-63.
16
Ítaca de Cavafis (1911): “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea
largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los lestrigones ni a
los cíclopes, / o al colérico Posidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu
pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. / Ni a
los lestrigones ni a los cíclopes / ni al salvaje Posidón encontrarás, / si no los llevas
dentro de tu alma, / si no los yergue tu alma ante ti. / Pide que el camino sea largo.
/ Que sean muchas las mañanas de verano / en que llegues - ¡con qué placer y ale-
gría! – / a puertos antes nunca vistos. / Detente en los emporios de Fenicia / y hazte

Segunda parte 157


A propósito de la Odisea:
una conversación
etcétera. Hay un hermoso poema de Seferis17, otro de los grandes poetas griegos. En
realidad está mencionado Ulises en montones y montones de poemas, en la litera-
tura moderna, por ejemplo, una gran obra en verso pero de tipo épico es la Odisea
de Kazantzakis18. En la literatura occidental la novela de James Joyce titulada Ulises

con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano / y toda suerte de perfumes
voluptuosos, / cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas. / Ve a muchas
ciudades egipcias / a aprender, a aprender de sus sabios. / Ten siempre a Ítaca en tu
pensamiento. / Tu llegada allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor
que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca. / Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no
habrías emprendido el camino. / pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles
pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, /
entenderás ya qué significan las Ítacas.” Cavafis, C. P. (1983). Poesía completa. Madrid:
Alianza, 50-51.
17
Fragmento de Sobre un verso extranjero de Seferis, una referencia directa al héroe
homérico:

“¡Feliz quien puso hacer el viaje de Ulises!


Feliz, si, a su partida, sintió que, fuerte, recorría el
bagaje de un amor todo su cuerpo, como las
venas donde hierve la sangre.
De un amor infinito, invencible como la música
y eterno,
porque nació con nosotros y que, al morir, no
sabemos, ni nosotros ni nadie, si a su vez
morirá.
[…] Y aparece ante mí, una y otra vez, la imagen de
Ulises, con los ojos enrojecidos por la sal de las
olas
y la nostalgia por ver de nuevo el humo que sale de la
chimenea de su casa, y el perro que envejeció en
el portal esperándole.” Seferis, Y. (1983). Mithistórima y otros poemas. Bogotá: Obris,
61-62.
18
En su texto Carta al Greco, en el capítulo titulado «La semilla de “la Odisea” germina
en mí» dice Kazantzakis: “Habían llegado los días calmos de enero, bañados de sol,
días que Dios con su gran bondad ha clavado en el corazón del invierno, para que las
pobres aves marinas puedan poner sus huevos en las rocas con seguridad. Una maña-
na de aquellos días, me zambullí en el mar, nadé, entré en calor y salí a secarme al sol.
Pocas veces en mi vida había sentido mi cuerpo tan ligero, mi alma tan feliz. Volví a mi
casa, cogí mi lapicero —es mi única flauta mágica— y me incliné sobre el papel con un
ligero estremecimiento. Escribía, tachaba, no encontraba las palabras convenientes.
A veces eran opacas, sin alma, a veces indecentemente abigarradas, a veces abstrac-
tas, sin cuerpo, sin calor, llenas de viento. Me proponía decir una cosa y las palabras
ariscas, desenfrenadas, me arrastraban a otra. Mi idea inicial había crecido desmedida-
mente, había desbordado el molde en el que la había colocado.” Kazantzakis, N. (1995).
Carta al Greco, recuerdos de mi vida. Buenos Aires: Ediciones Lohlé-Lumen, 386-387.

158 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea
es una especie de parodia de la Odisea: los episodios, que están un poco calcados
de la Odisea, son traídos a un mundo moderno, no es el mundo del Mediterráneo
y de los héroes. En esta novela el personaje central que se llama Leopold Bloom es
de mediana edad, bastante astuto, que recorre el Dublín nocturno y un tanto sór-
dido como Ulises recorre el Mediterráneo, pero es un eco del viejo personaje. Ezra
Pound19 muchas veces ha recordado a Ulises, como en esa hermosa frase: “Ulises es
el nombre de mi familia”.

Conclusión

— Profesor Carlos García Gual, a nombre de la Universidad Pontificia Bolivariana


y de la Escuela de Educación y Pedagogía, casa de estudios que alberga la maestría en
Literatura y la especialización en Literatura, le doy las gracias por habernos permiti-
do este espacio de conversación. Es un verdadero gusto, un privilegio, contar con una
persona de su tenor, de su buena disposición académica, de su conocimiento, de su
experiencia y, sobre todo, de su calidez humana. Gracias por habernos permitido soñar
un rato con la Odisea.
—Muchas gracias por la invitación, y por el amable coloquio. Yo simplemente
soy un viejo admirador de los griegos.

19
En su Cantar I (1934), Pound funde material de los cantos X y XI de la Odisea jun-
to con ciertas analogías con la Divina comedia, en el canto del «Infierno», teniendo
en cuenta que el canto XI del poema homérico se titula «Descensus ad Infernos»: “Y
bajamos de la nave, / Enfilamos quilla a los cachones, nos deslizamos en el mar /
divino, e / Izamos mástil y vela sobre aquella nave oscura, / Ovejas llevábamos a bordo,
y también nuestros cuerpos / Deshechos en llanto, y los vientos soplaban de popa /
impulsándonos con hinchadas velas, / De Circe esta nave, la diosa bien peinada. / Nos
sentamos luego en medio de la nave, mientras el viento hacía saltar la caña del timón,
/ Así con velas reventando, navegamos hasta el fin del día. / El sol a su descanso, las
sombras en el océano todo. / A las cimerias tierras, y ciudades pobladas / Cubiertas
por la niebla de tejido espeso, jamás penetrado / Por luz de los solares rayos / sin toldo
estrellado, ni por los ojos desde el cielo vueltos / La noche más negra envolvió a los
infelices de este suelo. / Y en el reflujo del océano, llegamos después al sitio / Predicho
por Circe” Pound, E. (1994). Cantares completos, Tomo I (I-LI). Madrid: Cátedra, 121.

Segunda parte 159


A propósito de la Odisea:
una conversación
Referencias bibliográficas

Borges, J. L. (1932). Las versiones homéricas. En J. L. Borges, Discusión. Buenos


Aires: Manuel Gleizer.

Cavafis, C. P. (1983). Poesía completa. Madrid: Alianza.

Darío, R. (1967). Salutación del optimista. Thesaurus, 22(3, separata), 478-481.

García Gual, C. (1991). Audacias femeninas. Madrid: Nerea.

García Gual, C. (2009). Encuentros heroicos. Seis escenas griegas. Madrid: Fondo de
Cultura Económica .

Hesíodo. (1978). Obras y fragmentos. Madrid: Gredos.

Homero. (1993). Odisea. Madrid: Gredos.

Kazantzakis, N. (1995). Carta al Greco, recuerdos de mi vida. Buenos Aires: Lohlé-Lumen.

Pound, E. (1994). Cantares completos, Tomo I. Madrid: Cátedra.

Seferis, Y. (1983). Mithistórima y otros poemas. Bogotá: Obris.

Tennyson, A. (1996). Select poems. Toronto: The Copp, Clark Company.

160 A Homero lo trajo el mar


Navegando en la Odisea

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