Carnaval Tinkuy 2
Carnaval Tinkuy 2
Carnaval Tinkuy 2
EL CARNAVAL TINKUY.
MEMORIA HISTÓRICA DE TAMBOGÁN Y UTAO
Pablo Molina Palomino
Cada mes de febrero, las calles y plazas de los centros poblados de Tambogán y
Utao se convierten en escenarios del Carnaval Tinkuy, tiempo festivo en el que la
reproducción de la memoria histórica y el quiebre de las dinámicas de poder entre
hombres y mujeres se conjugan a través del juego y el ritual. Así, a lo largo de cuatro
días de celebraciones, toda la población residente se divide en dos bandos para
hacer una compleja dramatización de la rebelión indígena ocurrida el 22 de febrero
de 1812 en la ciudad de Huánuco. Las mujeres, lideradas por las autoridades
rituales del carnaval, toman el rol de los indígenas, mientras que los hombres toman
el rol de españoles bajo el liderazgo de las autoridades comunales y se enfrentan en
una batalla ritual en la que se lanzan naranjas y otras frutas. A causa de ello, el
apelativo de «la guerra de las naranjas» ha ganado popularidad para hacer
referencia a esta fiesta, aunque dicho término no refleja todo su valor y significado.
El «Carnaval Tinkuy de Tambogán y Utao» del distrito de Churubamba, en la
provincia de Huánuco, fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación el 10 de
septiembre de 2015 (RVM n.º 125-2015-VMPCIC-MC) tras un proceso participativo
que involucró a las autoridades comunales y políticas de ambas localidades. En su
momento, constituyó la sexta manifestación del patrimonio cultural inmaterial
reconocida de esta manera en el departamento de Huánuco, y fue la primera así
declarada dentro del rubro de fiestas y celebraciones rituales. Posteriormente, entre
febrero y marzo de 2017, un equipo de investigación de la Dirección de Patrimonio
Inmaterial del Ministerio de Cultura visitó ambos centros poblados durante el
desarrollo del carnaval y realizó una labor de registro etnográfico que ha permitido la
redacción de este artículo, así como la edición de un video documental1 .
1. Véase el video El Carnaval Tinkuy. Memoria histórica de Tambogán y Utao en el
Mapa Audiovisual del Patrimonio Cultural Inmaterial Peruano
(http://mapavisual.cultura.pe/).
Entre el material recogido destacan una serie de actas, brindadas por las
autoridades comunales de Tambogán, que describen día por día las entregas de
cargo e inventarios de árbol realizados durante las celebraciones del Carnaval
Tinkuy de 1955, 1956, 1968, 1969, 1974, 1975, 1977 y 1978. Estos documentos,
que habían permanecido guardados por décadas dentro de la iglesia del centro
poblado en condiciones de conservación muy precarias, se encontraban seriamente
deteriorados, lo que motivó la realización de un registro fotográfico a fin de poder
analizar la información sin dañar el material. De esta manera, se pudo acceder a
información privilegiada para entender los cambios por los que la festividad ha ido
atravesando en relación con su práctica actual.
Por otro lado, se buscó rastrear las menciones más tempranas de los centros
poblados de Tambogán y Utao en fuentes históricas relevantes, como la Visitación
de los pueblos de los indios de 1549 a cargo de Juan de Mori y Hernando Alonso
Malpartida, la Visita de la provincia de León de Huánuco en 1562 de Iñigo Ortiz de
Zúñiga (1972), el Compendio y descripción de las Indias Occidentales de Antonio
Vásquez de Espinosa publicada a inicios del siglo XVII (c. 1616), así como la
Descripción de las provincias pertenecientes al Arzobispado de Lima elaborada por
Cosme Bueno en la segunda mitad siglo XVIII (c. 1764-1778). Y, finalmente, La
rebelión de Huánuco de 1812, publicada por el Congreso de la República dentro de
la Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú (2018). A partir de las
fuentes mencionadas, se expondrá la posición de Tambogán y Utao en el trasfondo
histórico de la configuración de la región Huánuco, y el rol que cumplieron en la
rebelión de 1812.
TAMBOGÁN Y UTAO. RECORRIDOS HISTÓRICOS DE LOS
ESCENARIOS DEL CARNAVAL TINKUY
El actual ordenamiento del departamento de Huánuco es resultado de un largo
proceso de fragmentaciones ocurrido entre los siglos XIX y XX, que llevó a la
división de las dos provincias que lo conformaron originalmente en las 11 con las
que cuenta hoy2. Tambogán y Utao se insertaron en
2. En efecto, la Ley s. n. del 24 de enero de 1869 separó las provincias de
Huamalíes y Huánuco del departamento de Junín para crear el «departamento
fluvial» de Huánuco. Sin embargo, la creación de la provincia de Dos de Mayo tan
solo un año después provocó la división de Huamalíes (Ley s. n., 1870).
Posteriormente, en la década de 1910, la provincia de Marañón (Ley n.° 1595, 1912)
se desprendió de Huamalíes, y las
este esquema cuando la Ley Regional n.° 547 de 1921 creó el distrito de
Churubamba3 incluyéndolos dentro de este junto con otros cuatro pueblos4 .
Posteriormente, ambos fueron reconocidos como comunidades campesinas.
Tambogán en 1954, en la segunda fase del «Ochenio» de Manuel A. Odría. Y Utao
en 1976, durante la segunda fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas
Armadas, con el respaldo de la sexta Oficina Regional de Apoyo a la Movilización
Social (Orams VI) (Sistema de Información sobre Comunidades Campesinas del
Perú [Siccam] 2016: 219-220).
No obstante, la existencia de estas localidades se remonta a mucho tiempo atrás.
Un interesante punto de partida para explorar su historia son los relatos de tradición
oral. En el caso de Tambogán, el relato recogido con mayor frecuencia señalaba que
el nombre original del pueblo era «Tambokayán», un vocablo quechua que hacía
referencia a la existencia de un tambo en la zona; mientras que en Utao se
recogieron varios relatos sobre la creación del pueblo y el origen de su actual
nombre.
De acuerdo con estos, Utao se encontraba asentado originalmente en una zona
conocida como Marka Marka, hasta que el cacique local, llamado Mateo Puri,
dispuso el traslado de la población a su actual emplazamiento5 . Se dice que,
después de la llegada de los españoles, el mismo cacique cedió el terreno para la
construcción de la actual iglesia. Por otro lado, se recogieron dos explicaciones
sobre el nombre del pueblo. Primero, que este derivaría de un ave local cuyo canto
sonaba «tau tau». Y segundo, que se asociaría con un periodo de tiempo no
especificado en el que proliferó la enfermedad de la uta.
de Ambo (Ley n.° 1598, 1912) y Pachitea (Ley n.° 2889, 1918) de Huánuco. Esta
última siguió fragmentándose con la creación de la provincia de Tingo María (Ley n.°
11843, 1952), después renombrada como Leoncio Prado (Ley n.° 12671, 1956). Por
último, la formación de las provincias de Puerto Inca (Ley n.° 23994, 1984) y
Huacaybamba (Ley n.° 24340, 1985), y las de Lauricocha (Ley n.° 26458, 1995) y
Yarowilca (Ley n.° 26467, 1995), cerró este proceso. 3. La «Constitución para la
República del Perú», aprobada en 1919 por la Asamblea
Nacional y promulgada en 1920 por Augusto B. Leguía, creó las Legislaturas
Regionales del Norte, Centro y Sur. Esta estructura legislativa se mantuvo vigente
durante todo el periodo de dictadura política conocida como el «Oncenio de Leguía».
4. Los otros cuatro pueblos incorporados al distrito de Churubamba fueron Cascay,
Chullqui, Derrepente y Paccha. Churubamba tomó forma al separarse del distrito de
Santa María del Valle, que aparece como distrito en la provincia de Huánuco del
departamento de Junín en la Ley Transitoria de Municipalidades de 1857. 5. En
algunas versiones, únicamente se mencionaba el nombre Pure o Puri para hacer
referencia a este cacique.
Hacia 1561, tras la formación del Virreinato del Perú y la superposición del sistema
de encomenderos al de caciques, los repartimientos que eran administrados desde
la ciudad de Huánuco se correspondieron con grupos étnicos locales como los
chupachos o chupachus, yaros, yachas, guamalíes y grupos de mitimaes (Hampe
1979: 25-26). El de los chupachos, en particular, estuvo compuesto por cuatro
guarangas mientras estuvo bajo control inca (Ortiz de Zúñiga 1562[1920]: 25). En
este escenario, la Visitación realizada en 1549 por Juan de Mori y Hernando Alonso
Malpartida a este repartimiento registró un pueblo llamado Otao, localizado en la
parcialidad del cacique Marca Pare o Marca Pari6 .
Este mismo día visitamos otro pueblo que se llama Otao tiene seis casas y en ellas
cuatro indios y dos viudas y dos indias por casar están en este pueblo tres indios de
Hernando Alonso mitimaes y una viuda y hay otro mitimae de Tinoco son orejones.
(De Mori y Malpartida 1549[1967]: 303)
Las semejanzas entre Otao y Utao, y entre el cacique Marca Pare de la Visitación y
el cacique Mateo Puri de los relatos de tradición oral, resultan sugerentes. Y aunque
no es posible afirmar que se trate de los mismos lugares y personajes, sí llaman la
atención sobre otro aspecto. Siguiendo a John V. Murra, Marca Pare fue el cacique
principal de la guaranga Cochaguanca de los chupachos, a la que describió como la
más alterada en su composición debido a la «invasión» sucesiva de mitimaes y
españoles (Murra 1967: 398). La visita realizada por Iñigo Ortiz de Zúñiga en 1562
otorga mayor sustento a este tipo de observación.
Resalta en particular su visita del pueblo de Huarapa en el repartimiento de los
yachas y su cacique Francisco Coñapariaguana, al que describe como principal de
un grupo de mitimaes quichuas del Cusco que fueron colocados durante el periodo
de ocupación inca sobre el territorio de los chupachos. Hoy en día, Huarapa está
localizado a menos de 5 y 10 kilómetros de distancia de Utao y Tambogán,
respectivamente.
[...] dijo que sus pasados primeros fueron puestos por el ynga en esta tierra por
guarda de la fortaleza de Colpagua que es hacia los andes y que era tres fortalezas
que se llamaban una Colpagua y otra Cacapaiza
6. En la visita realizada por Iñigo Ortiz de Zúñiga en 1562, se registra el nombre de
este cacique como Fernando Marca Piari. Llama la atención la similitud que el
nombre de este cacique guarda con el nombre del cacique en el relato de tradición
oral recogido en Utao, si bien no existe manera de afirmar que se trata de la misma
persona.
y otra Cachaypagua y otra Angar [...] y que los que tenían en guarda las dichas
fortalezas en ellas no tenían chacaras porque no las podían allí tener sino que les
señaló este pueblo y otros y en ellos puso mitimaes naturales de estos quichuas y
yngas que les hiciesen chacaras y de ellas proveyesen a los que en las dichas
fortalezas quedaron y estaban por guardas [...] y estas tierras antes que ellos
viniesen a ella por mandado del dicho Ynga eran de los chupachos los cuales dichos
chupachos el dicho Ynga Yupanqui había sujetado entonces y porque no se
rebelase hizo fortalezas y puso gente en ellas que fueron los pasados de éstos [...].
(Ortiz de Zúñiga 1562[1972]: 196)
La presencia de este tipo de población desplazada en la zona ha sido materia de
debate y discusión, especialmente en relación con dos aspectos. Primero, que la
diversidad de lugares de procedencia y ocupaciones caracterizó a varias clases de
mitimaes en la zona, incluyendo grupos de quichuas y orejones cusqueños, grupos
venidos desde zonas próximas a Huánuco, y población local flotante en vínculos de
reciprocidad con grupos étnicos vecinos (Murra 1967: 399-403). Segundo, que el
grupo originario del Cusco adoptó un nivel de autosuficiencia que prácticamente lo
equiparó a los demás grupos étnicos presentes en la zona (Anders 1990: 87).
En el transcurso de los siglos venideros, la distribución étnica de la región también
se vería plasmada sobre el ordenamiento territorial eclesiástico. Así, entre finales del
siglo XVI e inicios del siglo XVII, Antonio Vázquez de Espinoza enumeró 21 curatos
dentro del corregimiento de Tarma y Chinchaycocha, adscrito al distrito de la ciudad
de León de Huánuco. Entre estos, listó a cuatro franciscanos en los curatos
respectivos de Chupachus, San Cristoual, Mitimas y Queros (Vázquez de Espinoza
c. 1622-1630[1948]: 438). Posteriormente, en el siglo XVIII, el médico español
Cosme Bueno (c. 1764-1778: 77) contaría tres curatos en la provincia colonial de
Huánuco incluyendo a Santa María del Valle7, integrado por 10 anexos, entre los
que incluyó al pueblo de Churubamba, que luego sería distrito.
7. Los demás anexos de dicho curato eran Llacón, Pachabamba, Pachacoto o
Quera, Pumacucho, Cani, Pillao, Chinchao, Acomayo y Panao, que coinciden en
gran medida con los centros poblados reducidos en el repartimiento de los
Chupachus. Además de Santa María del Valle, los otros dos curatos en la provincia
eran los de la misma ciudad de Huánuco y el de San Francisco de
Huácar.
Será en medio de este escenario, étnicamente diverso y marcado por un ciclo
constante de ocupaciones y conquistas (chupachos–incas–españoles), que tendrá
lugar la rebelión indígena de febrero de 1812.
LA REBELIÓN INDÍGENA DE 1812. CONTEXTOS HISTÓRICOS DE
ORIGEN DEL CARNAVAL TINKUY
Una insurrección discordante: pueblos indios conducidos por sus alcaldes —que
esperan a un Inca que es, en realidad, un porteño jacobino—, clérigos que predican
la rebelión al mismo tiempo que la Cuaresma, criollos que, mal que bien, encabezan
el movimiento. (Chassin 2008: 231)
La rebelión indígena iniciada el 22 de febrero de 1812 durante el tiempo de
carnavales fue un episodio histórico que, puesto en perspectiva, ocurrió en un
periodo particularmente crítico para la Corona española, así como para el manejo de
sus colonias, que generó un ambiente propicio para este tipo de acontecimientos.
Fue un periodo marcado por la implementación de las reformas borbónicas a lo largo
del siglo XVIII, la guerra de independencia desatada a partir de la invasión
napoleónica sobre territorio español a inicios del siglo XIX, y el estallido en 1810 de
la Revolución de Mayo en el Virreinato del Río de la Plata. Como consecuencia, el
equilibro en las relaciones de poder y las redes de clientelismo político entre los
sectores de la sociedad virreinal se vio trastocado.
Y aunque la discusión histórica desarrollada en torno a este episodio de nuestra
historia regional y nacional sigue siendo relativamente reciente y limitada (Bazán
2018a), esta ha empezado a poner mayor atención en la población indígena que la
protagonizó, como actores con roles y agencia antes que como sujetos pasivos
(Chassin 2008, Torres 2016). Asimismo, a poner en entredicho la lectura de los
eventos de 1812 en Huánuco como una consecuencia de lo ocurrido en 1810 en
Argentina, y a explorar las lógicas internas que podrían haber guiado a los actores
indígenas locales (Espinoza 2011, Piel 2012). Y, por último, a resaltar el rol que los
padres agustinos, como Ignacio Villavicencio y Marcos Durán Martel, cumplieron en
dar inicio al movimiento, en especial mediante cartas enviadas a los alcaldes de
indios en las que los incitaban a rechazar los abusos cometidos por los españoles
(Campos 2012).
Según el testimonio escrito de Manuel Bravo de Rueda, vicario de la doctrina de
Chavín de Pariarca que estuvo presente en Huánuco durante los acontecimientos,
un grupo de autoridades indígenas se presentaron el 22 de febrero ante el
subdelegado del partido de la ciudad, Diego García, a quien le informaron que, por
orden suya, se habían reunido los pueblos del curato de Santa María del Valle. Esto
fue negado por el subdelegado, lo que devino en un altercado que terminó con las
referidas autoridades huyendo para reunirse con el contingente indígena en
Huayopampa, en las afueras de la ciudad. Aquí se iniciaría el enfrentamiento con las
fuerzas que el subdelegado logró reunir (Huerto 2018: 193-197).
Entre estas se encontraba el sargento primero José Mirabal del regimiento de
granaderos de la ciudad, quien, en declaraciones escritas dirigidas al gobernador de
la Intendencia de Tarma, indica que participó en la defensa del puente de
Huayopampa hasta las 4 de la madrugada, cuando el subdelegado Diego García lo
envió a pedir refuerzos. El sargento Mirabal reunió a vecinos de Ambo y
Tomayquichua, pero cuando estaba regresando con ellos le fue ordenado
movilizarlos a Huánuco pues los indígenas ya habían alcanzado la ciudad y no se
estaba logrando contenerlos (Huerto 2018: 190-192).
Mientras tanto, el vecino español Pedro Tello se presentó en el puente de
Huayopampa para apoyar en los esfuerzos de defensa de la ciudad. Así, de acuerdo
con lo informado tras el desarrollo de los acontecimientos, pudo observar que los
primeros pueblos que se presentaron fueron los de Santa María del Valle, Malconga,
Acomayo, Pillao, Panao y otros aledaños. Recién por la tarde del mismo día habrían
ingresado a la ciudad los indígenas de los pueblos de Pachabamba, Pomachuco,
Llacón y Churubamba, y el 24 hicieron lo propio los de Cascay, Tambogán, Huarapa,
Guenra, Rondos y otros de las inmediaciones cuyos nombres no logró recordar
(Huerto 2018: 151-152).
Estos testimonios, reunidos en la Nueva Colección Documental de la Independencia
del Perú editada por el Congreso de la República del Perú, resultan de suma
importancia, ya que permiten entender la urgencia de las circunstancias que
ocurrieron en el lapso de apenas dos días; y, además, porque identifican a
Tambogán entre los pueblos que participaron en la denominada rebelión de
Huánuco de 1812.
La rebelión logró la expulsión momentánea de los chapetones o la élite local
española en Huánuco, quienes huyeron a Cerro de Pasco. Asimismo, permitió el
establecimiento de la primera junta de gobierno en el actual territorio peruano, que
se extendió hasta finales de marzo, cuando el intendente de Tarma, José González
Prada, derrotó a los rebeldes en un enfrentamiento ocurrido en Ambo. Sin embargo,
para entonces el levantamiento ya se había extendido hasta diversos pueblos en la
subdelegación de Huamalíes, si bien con niveles distintos de participación por parte
de los habitantes locales.
Marias influyó en Chuquis, quien influyó en Chupán el cual a su vez influyó en
Yanas, mediante gritos hostiles y presencias inquietantes a la entrada del pueblo: se
cometieron violencias contra los indecisos. (Chassin, 2008: 239)
Los relatos sobre el origen de la representación del Carnaval Tinkuy hacen
referencia directa a estos eventos. Se señala, por ejemplo, que los comuneros de
Tambogán y Utao salieron el 22 de febrero con dirección a la ciudad de Huánuco,
convocados junto con grupos de otras localidades aledañas como Pachabamba,
Santa María del Valle, San Sebastián de Quera y Churubamba. Después del
enfrentamiento en Huayopampa, los sobrevivientes regresaron a sus localidades e
hicieron su entrada triunfal en la fecha de «martes carnaval», incorporándose a las
festividades.
A pedido de los familiares y autoridades de las fiestas de carnaval, se empezó a
realizar una demostración del enfrentamiento ocurrido en Huánuco, en la que se
emplearon duraznos para simular piedras y municiones. No obstante, según
habitantes de Tambogán, estos fueron paulatinamente reemplazados por naranjas,
ya que los duraznos no siempre estaban disponibles debido a cambios en sus
temporadas de maduración. Asimismo, la mayor suavidad de las naranjas hizo que
estas empezaran a ser preferidas por los participantes. Actualmente, si bien las
naranjas son las más comunes, todavía puede verse el uso de duraznos y hasta
tunas.
Desde entonces, el Carnaval Tinkuy se representa en las plazas principales de
Tambogán y Utao, y se ha constituido en un mecanismo de memoria colectiva y
afirmación de la identidad local. A continuación, presentaremos una descripción de
los diferentes aspectos involucrados en la celebración del Carnaval Tinkuy.
AUTORIDADES RITUALES Y ORGANIZACIÓN DEL CARNAVAL TINKUY
La organización del Carnaval Tinkuy en Tambogán y Utao se da a través de un
sistema complementario de autoridades rituales. Por un lado, el conjunto de varas
vinculados a la Iglesia (conocidos como miembros, funcionarios o iglesiantes), que
también coordinan las otras fechas del calendario festivo en ambas localidades y
son elegidos por periodos de dos años consecutivos. Y, por otro lado, los
«mayordomos de árbol», que asumen compromisos anuales de forma voluntaria en
el transcurso de las celebraciones del Carnaval Tinkuy.
El primer grupo es encabezado por el tesorero mayor, cargo que conlleva el mayor
nivel de autoridad y prestigio, y que puede ser asumido únicamente por quienes ya
han pasado antes por los cargos de regidor, alguacil, escribano, fiscal, capilla e
inspector8. El acta de una reunión realizada el 8 de diciembre de 1977 en Tambogán
nos permite dar una mirada al proceso de elección de estas autoridades.
El documento llama la atención sobre dos aspectos. Primero, el hecho de que la
autoridad de los varas sea adscrita a la «Santa Madre Yglesia» y legitimada por la
figura divina del «Niño Jesús», lo que da a los cargos una inherente connotación
religiosa. Y segundo, el que estos puedan ser ejercidos en representación o
«garantía» de las personas en quienes recayeron originalmente. Este sistema de
cargos vuelve patente cómo la dimensión de la espiritualidad religiosa estructura la
construcción de la identidad local. No obstante, de acuerdo con lo señalado por los
actuales portadores del Carnaval Tinkuy, los mecanismos de elección de varas en
Tambogán y Utao presentan ciertas diferencias y parecen haber atravesado por
ligeros cambios en relación con lo registrado en 1977.
En ambos centros poblados el tesorero mayor sigue siendo elegido en asamblea con
presencia de los mayores de cada pueblo, en Utao esta se lleva a cabo en fecha fija
(1 de enero). Una vez elegido, se espera que convoque a sus varas, tras lo cual el
escribano nombrado registra los nuevos cargos en el libro de actas de la iglesia. En
Tambogán, la asamblea de nombramiento
8. De acuerdo con lo señalado por los portadores entrevistados, en Tambogán
existía el rezaq, quien era contratado por el capilla en coordinación con el tesorero
mayor. En la actualidad, su función ha sido asumida por el catequista de la iglesia.
En Utao un rol similar es asumido por el qapaq rezo.
En el pueblo de Tambogán a 8 de diciembre de 1977 en el lucal del Cabildo
Municipal fueron reunidos los mayores y menores con el objeto de nombrar a los
varas nuevos de la Santa madre Yglesia con el Entervención del Niño Jesús,
Para el año próximo de 1978
Es como sigue;
El señor Tesorero Mayor de la Santa madre Yglesia que entra, Don Victorio Juaman
Pinadello [¿?].
El Alguacil Mayor del Tesorero mayor, que entra Don Andrés Villanueva Aquino,
El Escribano del Cabildo Municipal que entra, el niño Miguel Nicolás Nazario con su
garantía de su padre don Tiburcio Nicolas Bautista.
El Señor Regidor del Conbento, que entra Don Bruno Consepción Ayala,
El Alguacil del Regidor que entra Don Teodoro Jesús
El Capilla de Carro que entra Don Teodomiro Nicolas
El Sacristán del Parroco, que entra Don Guillermo Serna
El Fiscal de la Santa Madre Yglesia que entra Don Juanito Nazario Ayala,
Con lo que se terminó el presente elección;
Fuermando el T. M. Teobaldo Juaman
y el Escribano del Cabildo Belisario Serna
Transcripción literal del acta de reunión del 8 de diciembre de 1977.
de tesorero mayor no tiene fecha fija, y pueden pasar varias semanas o meses luego
de que culmina el periodo de las anteriores autoridades. Ocurre lo mismo con la
elección de personas de confianza para ocupar los demás cargos, por lo que la
elección es registrada provisionalmente en el libro de actas de la comunidad hasta la
designación de un escribano, quien hace el registro en el libro de actas de la iglesia.
Otro punto que se debe tomar en cuenta es que anteriormente solo se elegía a
varones para estos cargos, lo que se ajustaba con la costumbre de que las mujeres
asumieran la posición de sus padres o esposos como varas para la representación
del Carnaval Tinkuy. Actualmente, como expondremos más adelante, esta inversión
momentánea de la dinámica de
roles entre hombres y mujeres sigue siendo un aspecto central del carnaval en
Tambogán y Utao. Sin embargo, en las últimas décadas, las mujeres han empezado
a ser elegidas en los cargos de varas, lo que refuerza su rol en la organización de
los carnavales, así como su involucramiento en la vida cotidiana de sus respectivas
comunidades.
Sobre los mayordomos de árbol, cada uno de estos asume el compromiso de
proporcionar al año siguiente, y de manera voluntaria, un árbol para la realización de
los cortamontes o yurakuchuy, que se llevan a cabo en diferentes espacios rituales
del Carnaval Tinkuy. Estos pueden incluir desde lugares de cruces hasta la plaza
principal de cada pueblo, en donde se realiza una gran celebración en el último día
de fiesta, que incluye la presencia de bandas o conjuntos de música folclórica
contratados por el mayordomo de árbol respectivo. En el caso de que alguien no
pueda asumir su compromiso, tiene la opción de postergarlo o delegar a alguien
para que lo represente, pero corriendo con los gastos.
La entrega de cargo se realiza en los lugares de cortamonte o yurakuchuy mediante
un acto conocido como «inventario de árbol», en el que el mayordomo de árbol
saliente hace entrega al entrante de una serie de «cambios», consistentes en panes
o wawas y botellas de aguardiente. Por otro lado, el número de mayordomos de
árbol en el Carnaval Tinkuy también funciona como un indicador del nivel de
participación colectiva en la festividad. Así, como señalaron varios residentes de
Tambogán y Utao, la cantidad actual de mayordomos y de yurakuchuy es menor que
lo que solía verse anteriormente. Esto quedó claramente expuesto en el caso de
Tambogán durante la visita al lugar conocido como Misión Cruz, en donde no hubo
ningún yurakuchuy. Debido a ello, uno de los mayores hizo el siguiente comentario
durante la adoración a la cruz en dicho lugar:
Compañeros mayores, autoridades, acá llegamos a Cruz Misión. Aquí el señor
tesorero mayor que está nuevo, entrante, como soy yo que los [no entendible] no
saben las costumbres quizás, ¿no? Aquí el señor, el escribano, somos pasados,
todos estos mayores todo, yo creo que me da gusto que nuestras costumbres de
acá de Tambogán, nuestros antiguos... llegamos acá, aunque no haya árbol,
tenemos que llegar. Acá tuvimos siempre años seis árboles. Y quizás nosotros
también la consciencia tenemos, porque el recurso no tiene nuestra comunidad, no
hemos plantado. Pero de todas maneras nuestra costumbre es llegar acá, y le
vamos a rezar siquiera un padrenuestro, nos vamos a arrodillar, nuestra costumbre.
Las actas recogidas en el mismo pueblo respaldan lo ya mencionado en Misión
Cruz. En 1975 y 1977, por ejemplo, se hicieron cuatro y tres inventarios de árbol,
respectivamente, con los mayordomos adquiriendo un compromiso para el año
siguiente. Sin embargo, las anotaciones en las mismas actas muestran que estos no
siempre se cumplían. Así, los mayordomos de árbol entrantes en 1977 no
cumplieron con sus compromisos, lo que quedó registrado en actas al sobreescribir
el término «Sin cumplir» en los inventarios de entrega de cargo.
Inventario de árbol con anotación «Sin cumplir».
CRUCES Y LINDEROS. LA CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA DEL ESPACIO
EN EL CARNAVAL TINKUY
Antes de realizar una descripción detallada de las actividades que ocurren durante
los días de celebración, es importante detenernos en un elemento simbólico de
particular importancia en el Carnaval Tinkuy: las cruces. Tanto en Tambogán como
en Utao, estas se han incorporado en la representación del enfrentamiento entre
indígenas y españoles, configurando un corpus cultural compartido que une a ambas
localidades. Sin embargo, el número de cruces y las funciones que cumplen son
muy distintos entre uno y otro pueblo.
En Tambogán, se colocan múltiples cruces en diferentes puntos del territorio de la
comunidad, marcando lugares de lindero: San Juan Cruz, Crucerca, Misión Cruz o
Cruz Misión, Aco, Gagamayo y
Limpieza del horno con ramas de marco y yanaqara en casa del escribano.
Preparación de panes que serán repartidos en la fiesta.
Auquillos.
los linderos de Capillapampa, Gagamayo y San Juan Cruz, en donde colocarán las
cruces que han sido veladas toda la noche anterior por sus respectivos
mayordomos.
La presencia de los auquillos llama la atención por tratarse de un personaje
recurrente en múltiples danzas y costumbres en la región Huánuco, y que lleva
siempre el mismo atuendo de pantalón negro, camisa roja y la cabeza envuelta por
una manta blanca y máscara. Por ejemplo, es posible observarlo en las múltiples
versiones de la danza «Mamá Raywana», el «Inca danza», entre otras. Su rol en el
Carnaval Tinkuy es el de un personaje juguetón o bromista, con una voz aguda o
burlona, que es capaz de desafiar la autoridad de los varas, pero que al mismo
tiempo encarna el espíritu de los ancestros que residen o residían en los cerros.
Auquillo significa algo nativo, o sea, algo que vive en el cerro. O sea, auquillo viene
de auqui, o sea de la persona más vieja. Anteriormente nosotros decíamos que en el
cerro vive el auquillo. Viene a ser un símbolo de una divinidad o de una persona que
siempre está ahí haciendo sus bromas, o está interponiéndose entre el bueno y el
malo. (Miguel Carbajal, tesorero mayor, Utao)