Primer Teórico Psicopatología
Primer Teórico Psicopatología
Primer Teórico Psicopatología
Psicopatología
Profesora Titular Dra. Inés Sotelo
Teórico 1
Comienzos de la psicopatología
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La psicopatología como ciencia intentará describir, explicar y ahondar en la
causa de la enfermedad mental.
Paradigmas de la psiquiatría
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aquello que se aparta de la norma, aunque en su etimología encierra también
el sufrimiento que esa anormalidad conlleva.
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Primer Paradigma: de la alienación mental
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cotidiana del asilo va a sr ese famoso rito de presentación clínica del enfermos”
(Foucault 1973-1974: 221) El objetivo será obtener la confesión del enfermo o
la actualización de la crisis misma, lo cual está en relación con el saber acerca
de la enfermedad pero no del enfermo.
El médico será amable, paternal, dejara hablar tanto como mirar y deberá ser
flexible y hacer las preguntas con naturalidad pero sin olvidarse de todo
aquello que debe preguntar. Pinel trataba de situar el tratamiento moral en
relación a la causa. En los casos donde la lesión era del orden orgánico no
había posibilidad de tratamiento. El tratamiento moral apunta a corregir las
ideas y pasiones del alienado, apelando a su resto de razón para comunicarse
con el médico (Alcuaz).
En este periodo, fines del siglo XIII el asilo reemplaza al gran encierro donde
los locos eran encerrados con los criminales y mendigos, para proteger a la
sociedad, pero sin considerarlos enfermos a tratar por la ciencia.
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En 1789 la declaración de los derechos del hombre extiende el estatuto de
sujeto de derecho a todos los hombres y no sólo a aquellos que tenían
bienes. El sujeto de derecho implica la capacidad general del hombre de
pertenecerse y de adquirir. Es decir no sólo poseer bienes sino su persona.
Con esto se puede imputar al loco su locura y ya no a otros espíritus (antes se
los llamaba alienados del espíritu) (Alcuaz).
Esta nueva semiología permitirá conjeturar un pronóstico como así también los
modos de tratamiento. Será una época extraordinaria, donde los grandes
maestros de la psiquiatría establecieron las nosografías con las que aun
contamos.
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En la Escuela Alemana, encotraremos Kraepelin (1856-1926), que ha escrito 8
ediciones de su tratado de psiquiatría y será en la quinta edición que cambia
los criterios de clasificación nosológicos , destacando la importancia de la
evolución de la enfermedad en la paranoia y la demencia precoz llegando en su
octava edición a presentar las “enfermedades psicógenas “ y la “histeria”.
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La noción de de estructura que se impuso en los 20 y 40, tiene su origen en la
teoría de la forma (Gestalt), que se opuso a la psicología experimental de
Wundt (1832-1920), maestro de Kraepelin.
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posibilitaran el uso de los mismos, ya que los fármacos resuelven síntomas, no
estructuras clínicas que no son medicables.
Con Lacan
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Es un texto que plantea entonces una ruptura que podríamos pensar con
Godoy (2013) como nuevo paradigma, planteando las relaciones entre “causa”
y “libertad” así como entre “verdad “ y locura”. Dirá Lacan “Hemos de ver que la
cuestión de la verdad condiciona en su esencia el fenómeno de la locura y que
de querer soslayarlo se castra a este fenómeno de la significación con cuyo
auxilio pienso mostrar que aquel tiene que ver con el ser mismo del hombre”
(Lacan 1946: 153).
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con la pasta de la personalidad del sujeto y hecho con su propia
actividad". Dejando aparte las reservas que me inspira el empleo de las
palabras "pasta y actividad", me parece claro, en efecto, que en los
sentimientos de influencia y de automatismo el sujeto no reconoce sus propias
producciones en su calidad de suyas. En esto, todos estamos de acuerdo: un
loco es un loco. ¿Pero lo notable no es más bien que tenga que conocerlo? ¿Y
el problema no consiste acaso en saber qué conoce de éI sin reconocerse allí?
Porque un carácter mucho más decisivo, por la realidad que el sujeto confiere a
tales fenómenos, que la sensorialidad experimentada por éste en ellos o que la
creencia que les asigna, es que todos, sean cuales fueren, alucinaciones,
interpretaciones, intuiciones, y aunque el sujeto los viva con alguna extrañeza,
son fenómenos que le incumben personalmente: lo desdoblan, le responden, le
hacen eco, leen en él, así como él los identifica, los interroga, los provoca y los
descifra. Y cuando llega a no tener medio alguno de expresarlos, su perplejidad
nos manifiesta asimismo en él una hiancia interrogativa: es decir que la locura
es vivida íntegra en el registro del sentido.
El patético interés que así conlleva da una primera respuesta al problema que
acerca del valor humano de su fenómeno hemos planteado. Y su alcance
metafísico se revela en la circunstancia el fenómeno de la locura no es
separable del problema de la significación para el ser en general, es decir, del
lenguaje para el hombre.
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Clerambau, se sirve de las presentaciones de enfermos pero incluyéndose
como psicoanalista lo cual produjo una modificación en la estructura del
dispositivo en cuanto tal ya que le da un estatuto particular los tres
componentes: entrevistado, entrevistador y asistencia.
DSM
Lanteri – Laura (1998) duda de que con este manual se introduzca un nuevo
paradigma, proponiendo aún un tiempo de espera de los progresos de los
conocimientos psiquiátricos y de campos afines.
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basarse solo en la realidad clínica cuando, en verdad, tiene antecedentes en
los trabajos de Jaspers y de Schneider a la vez que sólo sostiene del concepto
de síndrome, la apariencia semiológica y la cohesión.
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obsoleto a través de las siguientes ediciones. Ya el DSM III presenta 500
páginas a diferencia de los anteriores de 150 páginas. El DSM IV en 1994
tendrá 1000 páginas que darán cuenta del proceso de infinitización diagnóstico
y clasificatorio.
Si el DSM III se crea para obtener un lenguaje común entre los investigadores y
los clínicos, sosteniendo un ateorismo etiológico, el DSM IV se presentará
como un manual que podrá servir como instrumento de enseñanza de
psicopatología y como instrumento educativo. Ya no es sólo un libro de
clasificación sino que supone una terapéutica que se desprende del
diagnóstico. Luego de la observación del síntoma, se procede a su clasificación
diagnóstica y a una terapia estandarizada y sintomática que se desprende de la
misma. El fracaso terapéutico se explica por un error, ya sea en la precisión de
la clasificación o en la elección de la medicación. Este enfoque supone
considerar que el comportamiento humano es codificable sin tener en cuenta la
historia personal, los significantes propios de cada sujeto etc...Por otro lado no
se tiene en cuenta la dimensión de sentido y goce propia de muchos síntomas.
Es una clínica ligada únicamente al medicamento y a las terapias cognitivo
conductuales que se encargarían de hacer cumplir el seguimiento de la terapia
medicamentosa por el paciente. El paciente queda de este modo despojado de
toda subjetividad. El DSM va en contra de la clínica psiquiátrica clásica y de los
aportes del psicoanálisis. Se presenta como un manual sobre el cual no se
necesita una formación psiquiátrica especializada para su uso, tanto médicos
como trabajadores sociales, terapeutas, y otros profesionales de la salud
podrían utilizarlo. Los diagnósticos y terapias son estándares y la desregulación
de la prescripción de los medicamentos lleva a un sobreconsumo. Las TCC son
complementarias de esta lógica, pueden ser codificadas, entrar en una lógica
contable rentable y codificada en términos de tiempo. Se basan en una
reeducación del comportamiento desviado, convirtiendo las terapias en meras
pedagogías que corregirían los disfuncionamientos de los pacientes- ya que los
síntomas quedan reducidos al trastorno-.Se pierde así la formación en un saber
especializado que permita sostener una política del uno por uno frente a los
casos subrayando la dimensión subjetiva de los mismos”.
El recorrido que hemos realizado nos permite conjeturar que la línea que divide
salud y enfermedad, normal y patológico es variable y estará condicionada por
factores de variada índole, desde orgánicos a filosóficos, sociológicos,
culturales.
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Autores como Georges Canguilhem (Lo normal y lo patológico) o Michel
Foucault (El nacimiento de la clínica) y Clavreul (El orden médico) nos acercan
a este aspecto apasionante que implica además una posición ética frente al
sufrimiento mental y su tratamiento ya que la consideración del cuerpo para la
medicina, sustancia extensa, se pondrá en tensión con la sustancia gozante,
del discurso psicoanalítico, tal como las llama J. Lacan.
En este sentido Clavreul nos advierte: “…. esta misma ciencia ha producido
unas sustancias tranquilizantes o alucinógenas cuyo uso pone en juego
justamente esta dimensión del cuerpo gozante. El médico, en este caso, se
encuentra netamente introducido, en la administración de esos productos, en
una dimensión no prevista en su formación científica: la de la ética” (Vicens
1983: 20).
En tanto Antoni Vincens asegura que “La demanda del enfermo y el goce del
cuerpo son pues dos referencias que comprometen al médico más allá de sus
puntos de apoyo estrictamente científicos. Es ahí, sigue argumentando Lacan,
donde el psicoanálisis –cuya aparición histórica no es ajena al desarrollo de la
ciencia – puede aportar su teoría de la praxis (Vicens 1983: 20).
Entendemos con Lacan que el goce no es placer, es mas bien del orden de la
tensión, del gasto, del exceso, de ese plus que lleva a mas ; el placer en
cambio es reducción de tensión y nos mantienen a cierta distancia del goce.
“M. Balint establece una trilogía así: The doctor, his Patient, and the Illness,
[“El médico, su enfermo y la enfermedad”]. En efecto, la existencia de un tercer
factor, “la enfermedad”, permite salirse de las consideraciones sobre la
relación médico-enfermo. En efecto, gracias a esta separación, la medicina ha
podido aislar lo que constituye su objeto: la enfermedad, y hacer su estudio
considerándola como semejante en todos los hombres, salvo algunas variantes
que dependen tanto de la enfermedad misma como del hombre sobre el cual
evoluciona. No cabe duda de que es sólo esta distinción lo que ha permitido
que la medicina occidental se desarrollara” (Clavreul 1983: 79).
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médico procede como el escultor que libera de la piedra informe la imagen del
Hombre, del hombre ideal.
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significado” sino del tipo “signo-referente”, se diría que se la quiere mantener
asociada con las categorías lingüísticas, lo cual se precisa cuando se añade
que no por ser “natural” el síntoma médico es menos convencional, y el
ejemplo dado es el siguiente: “No se tose del mismo modo en Francia que en
nueva Zelanda1.”” (Clavreul 1983: 229).
1
T. Todorov v O. Ducrot, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Siglo XXI.
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Freud y la psicopatología de la vida cotidiana
Sobre el final destacaremos las diferencias que Freud señala entre los
neuróticos y los paranoicos o esquizofrénicos; también hablara de normales,
pero no duda en ponerse como ejemplo psicopatológico.
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psicológico del nexo en que se insertaba. El nombre olvidado me era tan
familiar como uno de los nombres sustitutivos —Botticelli—, y muchísimo más
que el otro —Boltraffio—, de cuyo portador apenas sabía indicar otra cosa que
su pertenencia a la escuela de Milán. Y en cuanto al nexo dentro del cual
sucedió el olvido, me parece inocente y no produce un ulterior esclarecimiento:
Viajaba yo en coche con un extraño desde Ragusa, en Dalmacia, hacia una
estación de Herzegovina; durante el viaje dimos en platicar sobre Italia, y yo
pregunté a mi compañero si ya había estado en Orvieto y contemplado allí los
famosos frescos de X.
Estaba por entonces bajo el continuado efecto de una noticia que había
recibido pocas semanas antes, durante una breve residencia en Trafoi. Un
paciente que me importaba mucho había puesto fin a su vida a causa de una
incurable perturbación sexual. Sé con precisión que en todo aquel viaje a
Herzegovina no acudió a mi recuerdo consciente ese triste suceso, ni lo que
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con él se entramaba. Pero la coincidencia Trafoi - Boltraffio me obliga a
suponer que en aquel tiempo la reminiscencia de lo ocurrido con mi paciente,
no obstante el deliberado desvío de mi atención, se procuró una acción
eficiente dentro de mí.
Por tanto, yo quise olvidar algo, había reprimido algo. Es verdad que yo quería
olvidar otra cosa que el nombre del maestro de Orvieto; pero esto otro
consiguió ponerse en conexión asociativa con su nombre, de suerte que mi
acto de voluntad erró la meta, y yo olvidé lo uno contra mi voluntad cuando
quería olvidar lo otro adrede.
Figura 1
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“En otros casos sobreviene una sofocación sin perturbación funcional o, como
podemos decir con acierto, sin síntomas.
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es de frecuentísima ocurrencia. Casi todas s veces que pude observar en mí
mismo este fenómeno, fui capaz de explicármelo también por represión, de la
manera ya consignada” (Freud 1901: 13-14).
He formado aquí dos grupos de casos; a todos aquellos en que el efecto fallido,
o sea, el no cumplimiento de la intención, parece lo esencial, los designo como
«trastrocar las cosas confundido» {«Vergreifen»]; y a aquellos otros en que
más bien la acción toda parece desacorde con el fin, los llamo «acciones
sintomáticas y contingentes». Claro está que esta demarcación no se puede
trazar netamente; bien echamos de ver, en efecto, que todas las clasificaciones
utilizadas en este ensayo sólo poseen un valor descriptivo y contradicen la
unidad interna del campo de fenómenos. Es evidente que no avanzaremos
mucho en la inteligencia psicológica del «trastrocar las cosas confundido» si lo
subsumimos bajo la ataxia y, en especial, la «ataxia cortical». Intentemos,
mejor, reconducir cada ejemplo a las condiciones que le son propias” (Freud
1901: 160).
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lesiones que ellos mismos se infligieron. Hay en permanente acecho una
tendencia a la autopunición, que de ordinario se exterioriza como
autorreproches, o presta su aporte a la formación de síntoma; ella saca hábil
partido de una situación externa que por casualidad se le ofrece, o aun ayuda a
crearla hasta alcanzar el efecto dañino deseado. Tales sucesos no son en
modo alguno raros incluso en casos de relativa gravedad, y denuncian la
participación del propósito inconciente mediante una serie de rasgos
particulares —p. ej., la llamativa versión que los enfermos guardan del
supuesto accidente—“ (Freud 1901: 175-176).
1. Una casada joven tiene una ocurrencia durante Ja sesión; me refiere que
ayer, mientras se cortaba las uñas, «se lastimó la carne, empeñada en quitar
del álveo de la uña la fina cutícula». Esto es tan poco interesante que uno se
pregunta, con asombro, para qué en verdad se lo recuerda y menciona; así,
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uno da en conjeturar que está frente a una acción sintomática. Y, en efecto, fue
el anular el dedo en el cual se cumplió esa pequeña torpeza; el dedo donde se
lleva la alianza matrimonial. Era además su aniversario de boda, lo cual presta
a la vulneración de la fina cutícula un sentido bien preciso, fácil de colegir. Al
mismo tiempo, ella narra un sueño que alude a la torpeza de su marido y a su
anestesia como esposa. Ahora bien, ¿por qué se lastimó el anular de la mano
izquierda, puesto que la alianza matrimonial se lleva en la mano derecha {en el
país de la paciente}? Su marido es jurista, «doctor en derecho», y de
muchacha su inclinación secreta perteneció a un médico (se dice por chanza:
«doctor en izquierdo»). Por otra parte, un matrimonio «de la mano izquierda»
tiene su significado preciso” (Freud 1901: 188-189).
Operaciones fallidas
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Sin embargo, la parte de justificación que concedemos a la paranoia con esta
concepción nuestra de las acciones casuales nos facilitará el entendimiento
psicológico del sentimiento de convicción que, en el paranoico, se anuda a
todas estas interpretaciones” (Freud 1901: 248).
Bibliografia
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Diagnóstico, institución y psicofármaco en la clínica actual. Buenos
Aires: Grama.
• Valcarce, L. (2015): Las presentaciones de enfermos en Lacan. Buenos
Aires: Grama.
• Vicens, A. (1983): Psicoanálisis, medicina. En Clavreul, Jean El orden
médico. Barcelona: Argot.
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