Leila Ahmed Cap 2 - Medio Oriente Mediterráneo
Leila Ahmed Cap 2 - Medio Oriente Mediterráneo
Leila Ahmed Cap 2 - Medio Oriente Mediterráneo
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Eliane Pagels, Adam, Eve, and the Serpent (New York: Random House, 1988), 88-89. Como menciona Peter Brown
“La renunciación [al sexo] y el bautismo en la iglesia declararon el poder del sexo nulo y prohibido”. The Body and
Society: Men, Women and Sexual Renunciation in Early Christianity (New York: Columbia University Press, 1988), 80.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
de las bizantinas y otras mujeres del Mediterráneo oriental en la temprana era cristiana, al menos
en el nivel del ideal normativo, eran profundamente restrictivas.
El estudio de las bizantinas es aún un campo nuevo y en desarrollo. El relato ofrecido por
Grosdidier de Matons, uno de los pocos autores que intenta una descripción, relata costumbres,
estilos de vida y actitudes hacia las mujeres comúnmente asociadas a las sociedades
musulmanas más que a las cristianas. Así, como señala Matos, citando a Michael Psellos (autor y
figura política bizantina), el nacimiento de un niño era celebrado con gritos de alegría, pero no el
de una niña. Las hijas (e incluso los hijos) podían ser prometidas en matrimonio en la niñez, y las
chicas eran casadas generalmente a los doce o trece años. Las niñas de clases media y alta
aprendían a leer, escribir, contar y cantar pero su educación era generalmente rudimentaria
comparada con la de sus hermanos. La conducta apropiada de las niñas implicaba que no fueran
vistas u oídas fuera de su casa. Las mujeres no debían ser vistas en público y estaban tan
“enclaustradas como prisioneros”, aunque las mujeres y chicas podían dejar la casa para asistir a
bodas, nacimientos, eventos religiosos o para ir a los baños públicos. Salvo que ocurriera alguna
catástrofe, las mujeres debían estar siempre veladas, siendo el velo o su ausencia una marca
distintiva entre la mujer “honrada” y la prostituta. Para ejemplificar cuán rígida era la sociedad
bizantina en el uso del velo y la reclusión femenina, de Matos cita una vez más a Psellos, quien
elogia a su madre por quitarse el velo en presencia masculina por primera y única vez en su vida
cuando, en el funeral de su hija, estaba tan angustiada que no le importó hacerlo. Psellos también
elogia a la Cesarisa Irene por su escrupulosa observancia del imperativo de ocultar la carne que
cubría incluso sus manos (como algunas fervorosas musulmanas de hoy que han comenzado a
usar guantes)2. Otro patricio bizantino, del siglo X, defendiendo el hábito de su hija de ir a los
baños públicos, explicaba que él se aseguraba de que saliera únicamente “velada y acompañada
apropiadamente”. Para reforzar la separación de los sexos y resguardar el encerrado mundo de
las mujeres era muy común el empleo de eunucos. Las únicas ocupaciones percibidas como
apropiadas para las mujeres eran aquéllas que podían desarrollar en el ámbito del hogar: coser,
tejer y otras actividades relacionadas a la confección de vestimenta3. Paradójicamente, como un
estudiante de la sociedad bizantina ha señalado, la segregación estricta que las mantenía
2
José Grosdidier de Matons, “La Femme dans l’ empire byzantin” en Histoire mondiale de la femme, 4 vols., ed. Pierre
Grimal (Paris: Nouvelle Libraire de France, 1967), 3: 28 (cita), 28n1, 28-30.
3
Judith Herrin, “In Search of Byzantine Women: Three Avenues of Approach”, en Images of Women in Antiquity, ed.
Averil Cameron and Amelie Kuhrt (London: Croom Helm, 1983), 196 (cita), 171; Angeliki E. Laiou, “The Role of Women
in Byzantine Society”, Jahrbuch der österreichischen Byzantinistik 31, no. 1 (1981): 243.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
alejadas de los hombres que no fueran de su familia también creó oportunidades para las mujeres.
Cada institución para ellas, como el baño público, la necesidad de asistentes femeninas, y la
existencia de parteras y doctoras refleja aún más la creencia social de que era inapropiado que los
hombres atendieran los asuntos corporales de las mujeres4.
Los dos párrafos precedentes sin modificaciones podrían describir los ideales normativos y
las prácticas de las clases medias y altas de las sociedades musulmanas desde el siglo VIII hasta
el XVIII. Un estudio de las bizantinas de Angeliki Laiou señala que el gran énfasis en la
reproducción sin dudas tiene correlación en parte con la elevada tasa de mortalidad infantil; Laiou
señala a su vez que la visión de las bizantinas como aisladas y recluidas ha sido exagerada por el
peso otorgado a los relatos escritos por personas famosas como Psellos. El “activo rol económico
de las mujeres presupone un involucramiento general en la sociedad y una mucho mayor
interacción con los hombres de la que los investigadores han creído” y así la realidad objetiva,
arguye Laiou, difiere del ideal5. Las bizantinas, señala esta autora, eran activas no sólo en tanto
asistentes a los baños públicos, parteras y médicas sino también como artesanas y vendedoras
de comestibles. Las mujeres también se involucraron en la venta minorista, el comercio de larga
distancia así como el préstamo e inversión de dinero. De hecho, los historiadores observan los
mismos hechos en relación a las mujeres en las sociedades musulmanas y señalan que los
ideales de la reclusión y la invisibilidad no eran de ninguna manera completamente efectivos en la
realidad social. Pero los ideales, incluso sesgados por las exigencias económicas y funcionales,
son sin embargo un componente importante e influyente del universo de sentido que determina la
experiencia psicosocial del ser para mujeres y hombres. Además de tener impacto en los dominios
de lo real aunque a menudo intangible de la experiencia psicosocial, constituyen una parte de la
base conceptual en la que la que se basan las leyes relativas al matrimonio, el divorcio, la
propiedad y otros asuntos; y en efecto en materia jurídica así como en el ideal social, hay
paralelismos entre los pensamientos bizantino e islámico. (La ley bizantina que limitaba el derecho
de la mujer a testificar en asuntos directamente relativos a las mujeres como por ejemplo el parto,
que las mujeres eran más tendientes que los hombres a presenciar, tiene su paralelo en la ley
islámica)6.
4
Herrin, “In Search of Byzantine Women”, 169.
5
Laiou, “Role of Women in Byzantine Society”, 249.
6
De Matons, “La Femme dans l’ empire byzantin”, 14.
3
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
Es usual que los estudiosos de la sociedad bizantina atribuyan las costumbres opresivas
hacia las mujeres a las “influencias orientales”7. En efecto, griegos y bizantinos tomaron prestadas
estas costumbres de los persas; por ejemplo, la decisión de Alejandro de mantener un harem del
mismo tamaño que aquél del rey persa que había conquistado. Sin embargo, la sociedad griega,
el antecedente más directo de la bizantina, también tenía un muy desarrollado sistema de
dominación masculina, que era opresivo para las mujeres.
Las sociedades griegas pre-cristianas, y en particular las sociedades griegas clásicas, están
entre las pocas en la región en las que las vidas de las mujeres han sido estudiadas
sistemáticamente. Al esquematizar algunos aspectos destacados, me he centrado en las
costumbres relativas a las mujeres que muestran continuidad con las bizantinas recién descriptas
–que de hecho eran probablemente en algún punto comunes a los grandes centros urbanos del
Mediterráneo oriental en la era cristiana temprana, incluyendo los de Siria y Egipto.
Las mujeres libres de Atenas en el período clásico (500-323 AC), según Sarah Pomeroy
“estaban generalmente recluidas para evitar ser vistas por hombres que no fueran parientes
cercanos. Un orador podía sostener que algunas mujeres incluso eran demasiado recatadas como
para ser vistas por parientes, y que un hombre extraño se inmiscuyera en el espacio femenino en
la casa de otro hombre era equivalente a un acto criminal”. Hombres y mujeres llevaban vidas
separadas; los hombres pasaban la mayor parte del día en áreas públicas, como el mercado y el
gimnasio mientras que las mujeres “respetables” se quedaban en casa. Se esperaba que las
mujeres se confinaran a sus dependencias y se ocuparan de los quehaceres domésticos, los
niños y los sirvientes, supervisaran los tejidos y la preparación de la comida8. En términos
arquitectónicos, los sexos estaban segregados en dependencias separadas y las mujeres
habitaban las habitaciones más alejadas de la calle y del área pública de la casa. Su vestimenta
las ocultaba de los ojos de hombres extraños: se utilizaba un chal que podía ser dispuesto sobre
la cabeza como una capucha. Las cualidades valoradas en una joven eran el silencio y la
sumisión. Los oradores admiraban a las mujeres por su silencio e invisibilidad y evitaban
7
Por ejemplo, de Matons atribuye la reclusión a “influencias orientales”. Ibid., 13-15.
8
Sarah B. Pomeroy, Goddesses, Whores, Wives, and Slaves: Women in Classical Antiquity (New York: Schocken,
1975), 81; Helene P. Foley, “Women in Greece”, en Civilization of the Ancient Mediterranean, 3 vols., ed. Michael Grant
y Rachel Kitzinger (New York: Scribner, 1988), 3: 1302.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
mencionar los nombres de mujeres “respetables” que aún estaban vivas. El infanticidio,
particularmente de niñas, era probablemente practicado en ocasiones9.
Las teorías de Aristóteles conceptualizaban a las mujeres no sólo como subordinadas por
necesidad social sino también como inferiores innatas y biológicas tanto en sus capacidades
mentales como físicas –y por tanto destinadas a su posición subordinada por “naturaleza”.
Aristóteles relacionaba el dominio masculino sobre las mujeres al control del “alma sobre el
cuerpo, y de la mente y el elemento racional sobre el pasional”. El hombre, decía, “es superior por
naturaleza, y la mujer inferior; uno domina y la otra es dominada”12. La naturaleza del hombre “es
la más completa y acabada”; la mujer es más compasiva pero también “más celosa, más
quejumbrosa, más apta para regañar y atacar…más vacía de vergüenza y autoestima, más
propensa al falso discurso más engañosa”13. Estas diferencias morales y mentales eran análogas
a las biológicas. Así Aristóteles veía a los cuerpos femeninos como defectuosos siendo la mujer
“como si fuera un hombre impotente, ya que es a través de alguna incapacidad que la mujer es
mujer”. La contribución femenina a la concepción era inferior: el hombre aportaba el alma y daba
forma a la secreción de la mujer, que proveía meramente la masa material”14. La influencia de
9
Pomeroy, Goddesses, 83, 69; Foley, “Women in Greece”, 3: 1303.
10
Foley, “Women in Greece”, 3: 1311.
11
Pomeroy, Godesses, 72.
12
Aristotle, Politica, trans. Benjamin Jowett, en The Works of Aristotle, 12 vols., ed. W.D. Ross, vol. 4, ed. J.A. Smith y
W.D. Ross (Oxford: Clarendon Press, 1912), 1.20.728a, 2.4.738b.
13
Aristotele, Historia animalium, trans. Arthur Platt, en Works of Aristotele, ed. Ross, vol. 5, ed. J.A. Smith y W.D. Ross
(Oxford: Clarendon Press, 1910), 9.1.608b.
14
Aristotele, De generatione animalium, trans. Arthur Platt, en Works of Aristotele, ed. Ross, vol. 5, ed. J.A. Smith y
W.D. Ross (Oxford: Clarendon Press, 1912), 1.20.728b.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
Aristóteles fue amplia y duradera. Sus teorías en efecto codificaron y sistematizaron los valores y
prácticas sociales de esa sociedad. Fueron presentadas, sin embargo, como observaciones
científicas objetivas y recibidas tanto en la civilización árabe como la europea (o por
personalidades destacadas de esas sociedades) como la articulación de una filosofía eterna y
verdades científicas.
A grandes rasgos, Pomeroy encuentra que “había menos distinciones entre los géneros en
el Egipto ptolemaico de las que había, por ejemplo, en Atenas o en la sociedad griega en general
en un período anterior. Se pueden encontrar paralelismos dispersos en otros lugares, pero
15
Pomeroy, Goddesses, 125.
16
Sarah B. Pomeroy, Women in Hellenistic Egypt: From Alexander to Cleopatra (New York: Schocken, 1984), 171, en
adelante citado en el texto.
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Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
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ninguna otra sociedad griega del período helenístico provee una cantidad y variedad comparable
de documentación sobre el aumento de la participación femenina en la economía y del
mejoramiento de su status económico” (173). Mientras la democracia ateniense estaba basada en
el oikos, donde el rol femenino era la producción de herederos, en el Egipto ptolemaico, según
Pomeroy “no existía el concepto político de oikos. Una vida compartida, más que la reproducción,
era el objetivo del matrimonio” (xviii). En cambio, señala, no hay prácticamente abiertas
referencias en el Egipto ptolemaico a la producción de niños como la contribución primaria
femenina a la economía doméstica (72).
Como queda claro incluso de las referencias tangenciales de Pomeroy, las actitudes y leyes
egipcias en relación a las mujeres en los tiempos de la conquista griega y por algún tiempo
posterior eran notablemente liberales e igualitarias. Junto con la Antigua Grecia, la egipcia es una
de las pocas civilizaciones de la región que ha sido observada en relación a las mujeres, aunque
hasta ahora los estudios han sido más descriptivos que analíticos. En un extenso trabajo reciente
sobre las mujeres en el antiguo Egipto, Jean Vercoutter afirma de manera inequívoca que “Está
más allá de toda duda que los egipcios nunca tuvieron prejuicios contra el ´sexo débil´”. Hablando
específicamente del Imperio Medio (260-1785 AC) Vercoutter observa, “El hombre no se
consideraba a sí mismo a priori como en esencia superior. La conciencia de la igualdad de los
17
Dorothy J. Thompson, Memphis under the Ptolemies (Princeton: Princeton University Press, 1988); Naphtali Lewis,
Greeks in Ptolemaic Egypt (Oxford: Clarendon Press, 1986)
7
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
sexos está profundamente anclada en las creencias egipcias, y sin dudas esto es lo que permitió
la progresiva emancipación femenina en los siglos subsiguientes [del Imperio Nuevo]”18.
Escribiendo sobre un documento del Imperio Nuevo (1570-950 AC) dice: “En este texto, aparece
claramente la igualdad absoluta ante la ley del hombre y la mujer. Sin lugar a dudas esta igualdad
es la fuente de la creencia generalizada en la posición privilegiada de la mujer en Egipto en
comparación con la condición femenina en otras civilizaciones de la Antigüedad, y por ello merece
ser examinado con más detenimiento”19.
La antigua civilización egipcia perduró varios milenios (desde cerca de 3100 AC hasta la
conquista griega de 333 AC), y a través del período el status de las mujeres naturalmente no
permaneció estático. A pesar de que su posición posiblemente declinó durante el Imperio Medio y
estuvo en su auge durante el Imperio Nuevo, la cultura en general otorgaba a las mujeres alta
estima y era notoriamente no misógina. Para el tiempo del Imperio Nuevo, las leyes que
gobernaban sobre el matrimonio y los derechos a heredar, poseer y manejar propiedad eran
pronunciadamente igualitarias. Toda la evidencia sugiere, según Christiane Desroches Noblecourt,
que las mujeres eran jurídicamente iguales a los hombres. Por ejemplo, tenían derecho a poseer,
administrar y disponer propiedades, comprar y vender, heredar y pasar propiedad, testificar en la
corte y actuar en todos los asuntos directamente sin intermediario. El matrimonio era monógamo,
a excepción del faraón. Era un contrato entre las partes concernientes y podía por ello incluir
condiciones, como por ejemplo aquella incluida en un contrato matrimonial conservado entre dos
trabajadores que data del Imperio Nuevo, que estipula que el marido será sujeto a cien latigazos y
la pérdida de su propiedad si golpeaba a su esposa. Las dos partes tenían derecho al divorcio, las
mujeres siendo autorizadas a tomar su propiedad con ellas en tal caso. Tanto el matrimonio como
el divorcio eran acuerdos privados en los que el Estado no tomaba parte, no se necesitaban
ceremonias, o ni siquiera estaban disponibles, para autorizar un matrimonio en la religión o la
ley20. El Estado parece haber regulado la sexualidad sólo para asegurar el orden público, un punto
expuesto por el egiptólogo C.J. Eyre sobre la base de la declaración de Ramsés III de que “la
18
Jean Vercoutter, “La Femme en Egypte ancienne”, en Histoire mondiale de la femme, ed. Grimal, 1: 119.
19
Ibid., 1:143. Otros autores describen la posición de las mujeres positivamente en términos similares. Christiane
Desroches Noblecourt, por ejemplo, escribe: “La mujer egipcia era la ciudadana feliz de un país donde la igualdad social
parece hacer sido, desde el comienzo, considerada como completamente natural y por ello profundamente arraigada en
la idea de que el problema parece nunca si quiera haber sido planteado”. La Femme au temps des pharaons, 2 vols.
(Paris: Stock/Laurdence Pernoud, 1986), 2: 170.
20
Noblecourt, La femme au temps des pharaons, 2: 171, 216; Jacques Pirenne, “Le Statut de la femme dans l’Ancienne
Egypte”, en La Femme, 3 vols.- Recueils de la Societé Jean Bodin pour l’histoire comparative des institutions, vols. 11-
13 (Brussels: Editions de la Libraire Encyclopédique, 1959-62), 1:74
8
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
mujer en Egipto puede ir a cualquier lugar que le plazca sin ser molestada en el camino”. El
Estado también intercedía en el castigo del adulterio, bajo el interés, arguye Eyre de “el orden
público, y la restricción de la vendetta”, porque la evidencia sugiere que el adúltero agarrado en
acto podía ser asesinado de inmediato por el marido furioso21. Noublecourt y Vercoutter informan
que la pena por adulterio recaía igualmente sobre ambos sexos, a pesar de que dan ejemplos de
penalidades que afectan al hombre con la que la mujer comete adulterio y no penas para el
marido adúltero. Eyre sugiere que puede presumirse que la “copulación con una mujer no casada
y dispuesta era implicación relativamente neutral social y legalmente”. Hace también la notable
declaración de que “la evidencia real de la prostitución en el Imperio Nuevo es escasa”22. Las
mujeres no estaban veladas ni recluidas, y podían socializar libremente. Noblecourt y Vercutter
dan numerosos ejemplos de la autonomía, actividad económica, y tratamiento justo en la ley así
como el rol positivo e incluso dominante de las deidades femeninas, en particular Hathor e Isis y
de las sacerdotisas que ganaban gran respeto y altos salarios. De manera similar, ambos autores,
especialmente Noblecourt, brinda informes detallados del prestigio de las reinas e incluso de las
esposas del faraón y sus parientas. Como sugiere el ejemplo del contrato matrimonial, las mujeres
de la clase trabajadora, así como las mujeres de las clases propietarias más privilegiadas se
beneficiaban de las leyes de propiedad y de que la sociedad incluyera esclavos, un grupo que no
se beneficiaba de ninguna de estas leyes.
La situación de las mujeres de las clases propietarias en Egipto parece así haber sido bien
anómala en esta región y período de tiempo. Evidentemente, Egipto era una sociedad dominada
por los hombres, como queda claro de la institución de la realeza, la ausencia de mujeres en las
posiciones administrativas, y la dominación masculina de determinadas profesiones (raramente
las mujeres eran escribas). Las mujeres, a pesar de tener igualdad en algunas áreas, eran
excluidas de otras. Sin embargo, la dominación masculina no parece haber estado acompañada
de misoginia o de leyes que sistemática y absolutamente privilegiaran a los hombres y oprimieran
a las mujeres. O sea que la misoginia y la opresión sistemática de las mujeres no resulta
“naturalmente” de la dominación masculina a partir del desarrollo urbano de las sociedades; a
pesar de que algunos estudios sobre la evolución y el desarrollo de los patriarcados y de patrones
de dominación masculina, incluyendo el estudio de Lerner, implícitamente asume una relación
21
C.J. Eyre, “Crime and Adultery in Ancient Egypt”, Journal of Egyptian Archaeology 70 (1984): 101-2.
22
Ibid., 95, 96. Para la discusión sobre el adulterio ver Vercutter, “La Femme en Egypte ancienne”, 1: 136-37; y
Noblecourt, La Femme au temps des pharaons, 2: 215-16.
9
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
necesaria, e incluso inevitable, entre ellos. Tanto Pomeroy como Noblecourt mencionan detalles
que podrían ser reveladores en términos analíticos; por ejemplo, que el Estado egipcio no tomaba
parte en el casamiento y divorcio ni tampoco regulaba la familia y que contrariamente a la
concepción griega, el objetivo del casamiento entre los egipcios no era aparentemente la
producción de herederos para el patriarca de la casa sino la vida compartida y los placeres y
comodidades que tenía para ofrecer. (Esta observación de Pomeroy es apoyada por un adagio
egipcio citado por Noblecourt, que aconseja a los hombres no divorciarse de las mujeres porque
no han concebido, siendo una mejor solución, aconseja el adagio, considerar la adopción)23. Por
qué la dominación masculina tomó tal aparente curso favorable en Egipto, comparado con el curso
que tomó en Grecia y Mesopotamia, y por qué fue el modelo misógino y opresivo de tratar a las
mujeres el que eventualmente triunfó cultural e intelectualmente en toda la región y no el más
benevolente e igualitario son dos cuestiones que merecen mayor atención.
Las condiciones y derechos igualitarios disfrutados por las egipcias asombraron a los
conquistadores griegos según Vercoutter. Éste observa que a medida que las leyes y costumbres
griegas se fueron extendiendo las egipcias perdieron la mayoría de sus derechos24. Vale la pena
llamar la atención sobre una serie de puntos. Primero, el deterioro en la posición y los derechos de
las mujeres ocurrió bajo la influencia de las leyes y la dominación europea. Segundo, este
deterioro ocurrió mucho antes de que Egipto fuera conquistado por los árabes y sucedió
aparentemente en la era cristiana. Tercero, como veremos, las leyes que tomaron forma bajo el
islam en los siglos inmediatamente posteriores a la conquista musulmana, lejos de traer beneficios
para las mujeres como suele afirmarse comúnmente, constituyó una mucho mayor y lamentable
regresión para las egipcias y para el espíritu del igualitarismo, humanidad y justicia. Pero es
también menester enfatizar que a pesar de que las leyes islámicas marcaron una degradación
diferente, los períodos griego, romano y cristiano ya habían traído las mayores pérdidas para el
estatus y los derechos de las mujeres. De hecho, el Islam tan solo continuó la tendencia restrictiva
que ya habían establecido los sucesivos conquistadores de Egipto y el Mediterráneo oriental. Al
heredar las costumbres para la época de la conquista árabe habían devenido las costumbres de la
población cristiana dominante, el islam aceptó lo que era profundamente congruente con sus
propios patrones de dominación masculina. El islam, entonces, no trajo un cambio radical sino una
continuidad y acentuación de los estilos de vida ya instalados.
23
Noblecourt, La Femme au temps des pharaons, 2: 211.
24
Vercoutter, “La Femme en Egypte ancienne”, 1: 121, 152.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
Evidencia que data de la era cristiana temprana, tales como las representaciones de las
sirias en atuendos que las cubrían de la cabeza a los pies y el gran caudal de literatura misógina
cristiana da cuenta de lo arraigadas que estaban las actitudes negativas hacia las mujeres en la
cristiandad mediterránea temprana. El cristianismo llevó la semilla del igualitarismo sexual y social
y su valoración de la virginidad permitió a algunas mujeres, como fue mencionado anteriormente,
desafiar la autoridad patriarcal de otras religiones, reclamar un valor interno trascendía e incluso
negaba la primacía de su valor biológico como reproductoras, y a ganar algo de autonomía sobre
sus vidas. Sin embargo, no puede darse por sentado que la expansión del cristianismo
necesariamente significó una mejora para las mujeres o que generó un orden más favorable para
ellas del que hubiera tenido de pertenecer a otra de las religiones universalistas populares de la
época en el mundo mediterráneo. Dos de las religiones populares estaban basadas en el culto a la
diosa Isis, y en menor grado a la diosa Ishtarte. De origen egipcio y sirio respectivamente, se
expandieron a lo largo del Mediterráneo, incluyendo Grecia y Roma, pero estaban más
profundamente arraigadas en Egipto y Medio Oriente. Ambas diosas eran servidas por
sacerdotisas y sacerdotes. Algunos estudios sugieren que el cristianismo de Medio Oriente tenía
una visión más positiva y liberal de las mujeres y les permitían roles más activos en la iglesia que
la cristiandad bizantina y romana, posiblemente debido al arraigo del culto a las diosas y el
servicio de las mujeres al templo. Desde el principio, por ejemplo, el cristianismo egipcio y sirio
enfatizó el aspecto femenino de la Deidad (Dios el Padre y la Madre) de maneras que parecían
heréticas al cristianismo imperial dominante y que fueron eventualmente prohibidas por esa
iglesia; de manera similar, el activo rol permitido a las mujeres en la iglesia oriental fue luego
cercenado25.
25
Sobre estos temas véase Susan Ashbrook Harvey, “Women in Early Syrian Christianity” en Images of Women in
Antiquity, ed. Cameron y Kuhrt; y Elaine Pagels, The Gnostic Gospels (New York: Vintage Books, 1981).
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Las feministas judías han argumentado, quizás con aluna justificación, que los cristianos han
tendido a utilizar de chivo expiatorio al judaísmo como la fuente de la misoginia cristiana27. Parece
ser, por ejemplo, que en términos de conceptualizar la inferioridad femenina los griegos, como
demuestra el razonamiento de Aristóteles en el siglo IV AC, no tenían nada que aprender de los
hebreos. Así, es posible que la helenización del Mediterráneo y el dominio militar, cultural y
político de Grecia y Roma fueron por lo menos tan importantes para la asimilación de la misoginia
y las costumbres opresivas por el cristianismo como lo fue el legado judío. Después de todo, el
cristianismo rechazó otras ideas fundamentales del judaísmo, entonces ¿por qué no hizo lo propia
con la misoginia? Al identificar al judaísmo con la única o incluso con la principal fuente de
misoginia entre los cristianos no sólo es se corre el riesgo de ser simplista e inexacto sino que
también evade la cuestión fundamental de por qué tales definiciones negativas de las mujeres ya
eran aceptadas en esta región en esos tiempos.
Cualesquiera que sean las fuentes culturales, una feroz misoginia era el ingrediente
distintivo del pensamiento mediterráneo y luego cristiano en los siglos inmediatamente
precedentes al surgimiento del islam. Una de las formas que tomó en la era pre-cristiana fue el
infanticidio femenino. La práctica del infanticidio, principalmente de las niñas, precede al
cristianismo y fue continuado por los griegos y los romanos. Autores griegos y romanos lo
presentan como una costumbre de sus compatriotas, pero no de extranjeros como los egipcios o
judíos. (En la era cristiana temprana se practicaba también en Arabia, donde fue luego prohibido
por el Islam). Entre los romanos desechar (mediante la exposición) de niñas fue incluso codificado
implícitamente por la ley: los padres eran obligados a criar a todos sus hijos pero sólo a una hija.
Teniendo en cuenta que el infanticidio era común entre la aristocracia romana, evidentemente no
se relacionaba con una necesidad material. El cristianismo vería al aborto, e incluso la
26
Jean Bottero, “Mésopotamie et Israel”, en Histoire mondiale de la femme, ed. Grimal, 1: 238, 242, 243, 247.
27
Véase, por ejemplo, Judith Plaskow, “Blaming the Jews for the Birth of Patriarchy”, en Nice Jewish Girls: A Lesbian
Anthology, ed. Evelyn Torton Beck (Trumansburg, N.Y.: Crossing Press, 1982), 250-54.
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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
anticoncepción como pecaminosos –en el siglo VI el código Justiniano definió al aborto como
homicidio- desarrollos que podrían haber reducido el infanticidio28.
28
Sarah B. Pomeroy, “Infanticide in Hellenistic Greece”, en Images of Women in Antiquity, ed. Cameron y Kuhrt, 207;
Bonie S. Anderson y Judith P. Zinsser, A History of Their Own: Women in Europe from Prehistory to the Present, 2 vols.
(New York; Harper and Row, 1988), 1: 30, 82.
29
Anderson y Zinsser, History of Their Own, 1: 82.
30
Peter Brown, “Late Antiquity”, en From Pagan to Byzantium (originalmente en francés), ed. Phillippe Ariès y Georges
Duby (Cambridge: Harvard University Press, 1987-), 1: 298-99. Véase también Brownm Body and Society, 80-81.
31
James A. Brundage, Law, Sex, and Christian Society in Medieval Europe (Chicago: University of Chicago Press,
1987), 85-86.
13
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
fácilmente la imagen de dios, el hombre. Debido a tu desierto, eso es la muerte, incluso el hijo de
dios tuvo que morir32”.
32
Rosemary Ruether, “Misogynism and Virginal Feminism in the Fathers of the Church”, en Religion and Sexism:
Images of Woman in the Jewish and Christian Traditions, ed. Ruether (New York: Simon and Shuster, 1974), 157.
14
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco
33
Gerda Lerner, The Creation of Patriarchy (New York: Oxford University Press, 1986).
15