Leila Ahmed Cap 2 - Medio Oriente Mediterráneo

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992.

Capítulo 2: Medio Oriente


Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

En los siglos V y VI las sociedades del Medio Oriente mediterráneo estaban


fundamentalmente compuestas por poblaciones cristianas y judías. Como las sociedades de la
región mesopotámica, las sociedades del Medio Oriente mediterráneo tienen una larga historia
previa al surgimiento del cristianismo. De hecho, las sociedades cristianas de la región son
herederas de una diversidad de culturas tal que sería imposible analizarlas en su totalidad aquí.
En el siguiente estudio voy a repasar las principales características de las costumbres sólo de
algunas de las culturas de la zona: las de la sociedad bizantina, en tanto poder imperial dominante
en el mediterráneo oriental, y las de Grecia Clásica y el antiguo Egipto, así como otras dos
culturas destacadas de la región. Mi estudio concluye con un análisis de las prácticas y valores de
los primeros cristianos en el Mediterráneo oriental en el período inmediatamente posterior a las
conquistas árabes.

Como he sugerido anteriormente, las ideas fundamentales de la cristiandad –el valor


intrínseco del individuo, la igualdad espiritual de hombres y mujeres, esclavos y amos, y la
superioridad de la virginidad incluso a la obediencia de la esposa- de alguna manera subvirtieron
algunas ideas fundamentales de los patriarcados reinantes del momento. En efecto, la propia
noción de que la virginidad era superior a la reproducción socavó la idea de que los cuerpos de las
mujeres y su capacidad reproductiva definía los límites de sus deberes y aspiraciones propias.

Lo subversivo de estas ideas, sin embargo, en relación a las formulaciones de dominación


masculina tanto cristianas como no cristianas fue mayormente discreto e implícito. Pocas mujeres
podían invocar los ideales cristianos de virginidad y celibato para obtener control sobre sus vidas.
Elaine Pagels y otros han llamado la atención sobre el hecho de que el celibato o “renunciar al
mundo” ofrecía no sólo un beneficio celestial, sino también terrenal. Las mujeres podían usar los
ideales del celibato y renunciación al mundo, según observa Pagels, para “mantener el control de
su propia riqueza, viajar libremente alrededor del mundo como ´peregrinas sagradas´, dedicarse a
actividades intelectuales, y fundar instituciones que podían dirigir personalmente”1. Sin embargo,
para la mayoría de las mujeres, estos caminos no eran viables y a pesar de este elemento
potencialmente liberador en el pensamiento cristiano, las costumbres que determinaban las vidas

1
Eliane Pagels, Adam, Eve, and the Serpent (New York: Random House, 1988), 88-89. Como menciona Peter Brown
“La renunciación [al sexo] y el bautismo en la iglesia declararon el poder del sexo nulo y prohibido”. The Body and
Society: Men, Women and Sexual Renunciation in Early Christianity (New York: Columbia University Press, 1988), 80.

1
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

de las bizantinas y otras mujeres del Mediterráneo oriental en la temprana era cristiana, al menos
en el nivel del ideal normativo, eran profundamente restrictivas.

El estudio de las bizantinas es aún un campo nuevo y en desarrollo. El relato ofrecido por
Grosdidier de Matons, uno de los pocos autores que intenta una descripción, relata costumbres,
estilos de vida y actitudes hacia las mujeres comúnmente asociadas a las sociedades
musulmanas más que a las cristianas. Así, como señala Matos, citando a Michael Psellos (autor y
figura política bizantina), el nacimiento de un niño era celebrado con gritos de alegría, pero no el
de una niña. Las hijas (e incluso los hijos) podían ser prometidas en matrimonio en la niñez, y las
chicas eran casadas generalmente a los doce o trece años. Las niñas de clases media y alta
aprendían a leer, escribir, contar y cantar pero su educación era generalmente rudimentaria
comparada con la de sus hermanos. La conducta apropiada de las niñas implicaba que no fueran
vistas u oídas fuera de su casa. Las mujeres no debían ser vistas en público y estaban tan
“enclaustradas como prisioneros”, aunque las mujeres y chicas podían dejar la casa para asistir a
bodas, nacimientos, eventos religiosos o para ir a los baños públicos. Salvo que ocurriera alguna
catástrofe, las mujeres debían estar siempre veladas, siendo el velo o su ausencia una marca
distintiva entre la mujer “honrada” y la prostituta. Para ejemplificar cuán rígida era la sociedad
bizantina en el uso del velo y la reclusión femenina, de Matos cita una vez más a Psellos, quien
elogia a su madre por quitarse el velo en presencia masculina por primera y única vez en su vida
cuando, en el funeral de su hija, estaba tan angustiada que no le importó hacerlo. Psellos también
elogia a la Cesarisa Irene por su escrupulosa observancia del imperativo de ocultar la carne que
cubría incluso sus manos (como algunas fervorosas musulmanas de hoy que han comenzado a
usar guantes)2. Otro patricio bizantino, del siglo X, defendiendo el hábito de su hija de ir a los
baños públicos, explicaba que él se aseguraba de que saliera únicamente “velada y acompañada
apropiadamente”. Para reforzar la separación de los sexos y resguardar el encerrado mundo de
las mujeres era muy común el empleo de eunucos. Las únicas ocupaciones percibidas como
apropiadas para las mujeres eran aquéllas que podían desarrollar en el ámbito del hogar: coser,
tejer y otras actividades relacionadas a la confección de vestimenta3. Paradójicamente, como un
estudiante de la sociedad bizantina ha señalado, la segregación estricta que las mantenía

2
José Grosdidier de Matons, “La Femme dans l’ empire byzantin” en Histoire mondiale de la femme, 4 vols., ed. Pierre
Grimal (Paris: Nouvelle Libraire de France, 1967), 3: 28 (cita), 28n1, 28-30.
3
Judith Herrin, “In Search of Byzantine Women: Three Avenues of Approach”, en Images of Women in Antiquity, ed.
Averil Cameron and Amelie Kuhrt (London: Croom Helm, 1983), 196 (cita), 171; Angeliki E. Laiou, “The Role of Women
in Byzantine Society”, Jahrbuch der österreichischen Byzantinistik 31, no. 1 (1981): 243.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

alejadas de los hombres que no fueran de su familia también creó oportunidades para las mujeres.
Cada institución para ellas, como el baño público, la necesidad de asistentes femeninas, y la
existencia de parteras y doctoras refleja aún más la creencia social de que era inapropiado que los
hombres atendieran los asuntos corporales de las mujeres4.

Los dos párrafos precedentes sin modificaciones podrían describir los ideales normativos y
las prácticas de las clases medias y altas de las sociedades musulmanas desde el siglo VIII hasta
el XVIII. Un estudio de las bizantinas de Angeliki Laiou señala que el gran énfasis en la
reproducción sin dudas tiene correlación en parte con la elevada tasa de mortalidad infantil; Laiou
señala a su vez que la visión de las bizantinas como aisladas y recluidas ha sido exagerada por el
peso otorgado a los relatos escritos por personas famosas como Psellos. El “activo rol económico
de las mujeres presupone un involucramiento general en la sociedad y una mucho mayor
interacción con los hombres de la que los investigadores han creído” y así la realidad objetiva,
arguye Laiou, difiere del ideal5. Las bizantinas, señala esta autora, eran activas no sólo en tanto
asistentes a los baños públicos, parteras y médicas sino también como artesanas y vendedoras
de comestibles. Las mujeres también se involucraron en la venta minorista, el comercio de larga
distancia así como el préstamo e inversión de dinero. De hecho, los historiadores observan los
mismos hechos en relación a las mujeres en las sociedades musulmanas y señalan que los
ideales de la reclusión y la invisibilidad no eran de ninguna manera completamente efectivos en la
realidad social. Pero los ideales, incluso sesgados por las exigencias económicas y funcionales,
son sin embargo un componente importante e influyente del universo de sentido que determina la
experiencia psicosocial del ser para mujeres y hombres. Además de tener impacto en los dominios
de lo real aunque a menudo intangible de la experiencia psicosocial, constituyen una parte de la
base conceptual en la que la que se basan las leyes relativas al matrimonio, el divorcio, la
propiedad y otros asuntos; y en efecto en materia jurídica así como en el ideal social, hay
paralelismos entre los pensamientos bizantino e islámico. (La ley bizantina que limitaba el derecho
de la mujer a testificar en asuntos directamente relativos a las mujeres como por ejemplo el parto,
que las mujeres eran más tendientes que los hombres a presenciar, tiene su paralelo en la ley
islámica)6.

4
Herrin, “In Search of Byzantine Women”, 169.
5
Laiou, “Role of Women in Byzantine Society”, 249.
6
De Matons, “La Femme dans l’ empire byzantin”, 14.

3
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

Es usual que los estudiosos de la sociedad bizantina atribuyan las costumbres opresivas
hacia las mujeres a las “influencias orientales”7. En efecto, griegos y bizantinos tomaron prestadas
estas costumbres de los persas; por ejemplo, la decisión de Alejandro de mantener un harem del
mismo tamaño que aquél del rey persa que había conquistado. Sin embargo, la sociedad griega,
el antecedente más directo de la bizantina, también tenía un muy desarrollado sistema de
dominación masculina, que era opresivo para las mujeres.

Las sociedades griegas pre-cristianas, y en particular las sociedades griegas clásicas, están
entre las pocas en la región en las que las vidas de las mujeres han sido estudiadas
sistemáticamente. Al esquematizar algunos aspectos destacados, me he centrado en las
costumbres relativas a las mujeres que muestran continuidad con las bizantinas recién descriptas
–que de hecho eran probablemente en algún punto comunes a los grandes centros urbanos del
Mediterráneo oriental en la era cristiana temprana, incluyendo los de Siria y Egipto.

Las mujeres libres de Atenas en el período clásico (500-323 AC), según Sarah Pomeroy
“estaban generalmente recluidas para evitar ser vistas por hombres que no fueran parientes
cercanos. Un orador podía sostener que algunas mujeres incluso eran demasiado recatadas como
para ser vistas por parientes, y que un hombre extraño se inmiscuyera en el espacio femenino en
la casa de otro hombre era equivalente a un acto criminal”. Hombres y mujeres llevaban vidas
separadas; los hombres pasaban la mayor parte del día en áreas públicas, como el mercado y el
gimnasio mientras que las mujeres “respetables” se quedaban en casa. Se esperaba que las
mujeres se confinaran a sus dependencias y se ocuparan de los quehaceres domésticos, los
niños y los sirvientes, supervisaran los tejidos y la preparación de la comida8. En términos
arquitectónicos, los sexos estaban segregados en dependencias separadas y las mujeres
habitaban las habitaciones más alejadas de la calle y del área pública de la casa. Su vestimenta
las ocultaba de los ojos de hombres extraños: se utilizaba un chal que podía ser dispuesto sobre
la cabeza como una capucha. Las cualidades valoradas en una joven eran el silencio y la
sumisión. Los oradores admiraban a las mujeres por su silencio e invisibilidad y evitaban

7
Por ejemplo, de Matons atribuye la reclusión a “influencias orientales”. Ibid., 13-15.
8
Sarah B. Pomeroy, Goddesses, Whores, Wives, and Slaves: Women in Classical Antiquity (New York: Schocken,
1975), 81; Helene P. Foley, “Women in Greece”, en Civilization of the Ancient Mediterranean, 3 vols., ed. Michael Grant
y Rachel Kitzinger (New York: Scribner, 1988), 3: 1302.

4
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

mencionar los nombres de mujeres “respetables” que aún estaban vivas. El infanticidio,
particularmente de niñas, era probablemente practicado en ocasiones9.

Según Aristóteles, el propósito del matrimonio y la función de la mujer era proveer


herederos. Bajo la ley ateniense se solicitaba a una “heredera” que se casara con un familiar de
su familia paterna –incluso si ya estaba casada- para producir un heredero para el oikos (familia,
casa) de su padre10. La ley ateniense veía a la mujer como una “verdadera menor de edad”, al ser
su status legal el de un pariente menor de su marido. Los varones alcanzaban la mayoría de edad
a los 18 años mientras que las mujeres nunca la alcanzaban. No podían comprar ni vender tierras
pero podían adquirir propiedad por regalo o herencia, a pesar de que dicha propiedad era
administrada por tutores varones. Ni siquiera iban al mercado a comprar comida por la creencia de
que “la compra o intercambio era una transacción financiera muy compleja para las mujeres” y por
“el deseo de proteger a las mujeres de los ojos de los extraños”11.

Las teorías de Aristóteles conceptualizaban a las mujeres no sólo como subordinadas por
necesidad social sino también como inferiores innatas y biológicas tanto en sus capacidades
mentales como físicas –y por tanto destinadas a su posición subordinada por “naturaleza”.
Aristóteles relacionaba el dominio masculino sobre las mujeres al control del “alma sobre el
cuerpo, y de la mente y el elemento racional sobre el pasional”. El hombre, decía, “es superior por
naturaleza, y la mujer inferior; uno domina y la otra es dominada”12. La naturaleza del hombre “es
la más completa y acabada”; la mujer es más compasiva pero también “más celosa, más
quejumbrosa, más apta para regañar y atacar…más vacía de vergüenza y autoestima, más
propensa al falso discurso más engañosa”13. Estas diferencias morales y mentales eran análogas
a las biológicas. Así Aristóteles veía a los cuerpos femeninos como defectuosos siendo la mujer
“como si fuera un hombre impotente, ya que es a través de alguna incapacidad que la mujer es
mujer”. La contribución femenina a la concepción era inferior: el hombre aportaba el alma y daba
forma a la secreción de la mujer, que proveía meramente la masa material”14. La influencia de

9
Pomeroy, Goddesses, 83, 69; Foley, “Women in Greece”, 3: 1303.
10
Foley, “Women in Greece”, 3: 1311.
11
Pomeroy, Godesses, 72.
12
Aristotle, Politica, trans. Benjamin Jowett, en The Works of Aristotle, 12 vols., ed. W.D. Ross, vol. 4, ed. J.A. Smith y
W.D. Ross (Oxford: Clarendon Press, 1912), 1.20.728a, 2.4.738b.
13
Aristotele, Historia animalium, trans. Arthur Platt, en Works of Aristotele, ed. Ross, vol. 5, ed. J.A. Smith y W.D. Ross
(Oxford: Clarendon Press, 1910), 9.1.608b.
14
Aristotele, De generatione animalium, trans. Arthur Platt, en Works of Aristotele, ed. Ross, vol. 5, ed. J.A. Smith y
W.D. Ross (Oxford: Clarendon Press, 1912), 1.20.728b.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

Aristóteles fue amplia y duradera. Sus teorías en efecto codificaron y sistematizaron los valores y
prácticas sociales de esa sociedad. Fueron presentadas, sin embargo, como observaciones
científicas objetivas y recibidas tanto en la civilización árabe como la europea (o por
personalidades destacadas de esas sociedades) como la articulación de una filosofía eterna y
verdades científicas.

Durante el subsiguiente Imperio Helénico, la posición de las mujeres en las sociedades


helenísticas fuera de Atenas mejoró. Se cree que esta mejora refleja no sólo la interacción
ateniense con otras sociedades griegas que eran menos restrictivas con las mujeres sino también
por la influencia de otras culturas mediterráneas sobre los griegos15. El ejemplo más estudiado y
mejor documentado de este status mejorado es el de las griegas en Egipto, que era una provincia
del Imperio Helénico en ese momento. Pomeroy, que dedica un trabajo completo a su estudio,
señala muchas maneras en las que estas mujeres eran más libres y tratadas con mayor igualdad
que lo que habían sido en cualquier período anterior en Grecia16. Las griegas no estaban recluidas
en Egipto, aunque la tradición griega “las desalentaría de los negocios y contactos comerciales
con hombres extraños”; en contraste, las tradiciones que afectaban a las egipcias no las inhibía de
asociarse con hombres (154). Señalando diferencias entre las leyes egipcias y griegas –por
ejemplo, la ley griega requería que las mujeres actuar a través de un guardián masculino mientras
que la egipcia las veía capaces de actuar por sí mismas- Pomeroy nota que el status de las
griegas mejoró gradualmente, ya sea porque las leyes griegas cambiaron tomando como modelo
a las egipcias o porque las mujeres griegas eligieron suscribir sus contratos según las leyes
egipcias (119-20). Cambios similares ocurrieron en los contratos matrimoniales, haciéndolos
mucho más favorables para las mujeres. Por ejemplo, los maridos tenían prohibida la poligamia,
ya sea por contrato o entretenimiento; no podían tener amantes, ni concubinas ni niños-amantes
so pena de devolver dotes y pagar multas si se divorciaban de sus esposas sin una causa justa.
Las mujeres disfrutaban de los mismos derechos que los hombres para culminar un matrimonio
(97, 94).

A grandes rasgos, Pomeroy encuentra que “había menos distinciones entre los géneros en
el Egipto ptolemaico de las que había, por ejemplo, en Atenas o en la sociedad griega en general
en un período anterior. Se pueden encontrar paralelismos dispersos en otros lugares, pero

15
Pomeroy, Goddesses, 125.
16
Sarah B. Pomeroy, Women in Hellenistic Egypt: From Alexander to Cleopatra (New York: Schocken, 1984), 171, en
adelante citado en el texto.

6
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

ninguna otra sociedad griega del período helenístico provee una cantidad y variedad comparable
de documentación sobre el aumento de la participación femenina en la economía y del
mejoramiento de su status económico” (173). Mientras la democracia ateniense estaba basada en
el oikos, donde el rol femenino era la producción de herederos, en el Egipto ptolemaico, según
Pomeroy “no existía el concepto político de oikos. Una vida compartida, más que la reproducción,
era el objetivo del matrimonio” (xviii). En cambio, señala, no hay prácticamente abiertas
referencias en el Egipto ptolemaico a la producción de niños como la contribución primaria
femenina a la economía doméstica (72).

Desafortunadamente, Pomeroy compara las costumbres griegas y egipcias sólo de pasada y


no se detiene en el tema más amplio de la influencia de las leyes y costumbres egipcias más
igualitarias en las griegas. Llama la atención su decidida elusión de una discusión directa del
tema, teniendo en cuenta la centralidad de la cuestión en su objeto de estudio y conclusiones. En
otra omisión aborda sólo el estudio de los griegos en Egipto, a pesar de que los trabajos de otros
académicos –como Dorothy Thompson y Naphtali Lewis- demuestran que es muy posible trabajar
solamente a través de fuentes escritas en griego y tomar en cuenta tanto la población griega como
egipcia17. Estas omisiones son particularmente desafortunadas ya que invisibilizan a los no-
europeos y pasan por alto las leyes más humanas e igualitarias de los colonizados no-europeos
comparados con sus señores europeos. Por consiguiente, también contribuyen a avalar la
construcción orientalista del pasado y los orígenes, historia y naturaleza de la civilización europea,
especialmente en relación a las civilizaciones africanas y “orientales”.

Como queda claro incluso de las referencias tangenciales de Pomeroy, las actitudes y leyes
egipcias en relación a las mujeres en los tiempos de la conquista griega y por algún tiempo
posterior eran notablemente liberales e igualitarias. Junto con la Antigua Grecia, la egipcia es una
de las pocas civilizaciones de la región que ha sido observada en relación a las mujeres, aunque
hasta ahora los estudios han sido más descriptivos que analíticos. En un extenso trabajo reciente
sobre las mujeres en el antiguo Egipto, Jean Vercoutter afirma de manera inequívoca que “Está
más allá de toda duda que los egipcios nunca tuvieron prejuicios contra el ´sexo débil´”. Hablando
específicamente del Imperio Medio (260-1785 AC) Vercoutter observa, “El hombre no se
consideraba a sí mismo a priori como en esencia superior. La conciencia de la igualdad de los

17
Dorothy J. Thompson, Memphis under the Ptolemies (Princeton: Princeton University Press, 1988); Naphtali Lewis,
Greeks in Ptolemaic Egypt (Oxford: Clarendon Press, 1986)

7
Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

sexos está profundamente anclada en las creencias egipcias, y sin dudas esto es lo que permitió
la progresiva emancipación femenina en los siglos subsiguientes [del Imperio Nuevo]”18.
Escribiendo sobre un documento del Imperio Nuevo (1570-950 AC) dice: “En este texto, aparece
claramente la igualdad absoluta ante la ley del hombre y la mujer. Sin lugar a dudas esta igualdad
es la fuente de la creencia generalizada en la posición privilegiada de la mujer en Egipto en
comparación con la condición femenina en otras civilizaciones de la Antigüedad, y por ello merece
ser examinado con más detenimiento”19.

La antigua civilización egipcia perduró varios milenios (desde cerca de 3100 AC hasta la
conquista griega de 333 AC), y a través del período el status de las mujeres naturalmente no
permaneció estático. A pesar de que su posición posiblemente declinó durante el Imperio Medio y
estuvo en su auge durante el Imperio Nuevo, la cultura en general otorgaba a las mujeres alta
estima y era notoriamente no misógina. Para el tiempo del Imperio Nuevo, las leyes que
gobernaban sobre el matrimonio y los derechos a heredar, poseer y manejar propiedad eran
pronunciadamente igualitarias. Toda la evidencia sugiere, según Christiane Desroches Noblecourt,
que las mujeres eran jurídicamente iguales a los hombres. Por ejemplo, tenían derecho a poseer,
administrar y disponer propiedades, comprar y vender, heredar y pasar propiedad, testificar en la
corte y actuar en todos los asuntos directamente sin intermediario. El matrimonio era monógamo,
a excepción del faraón. Era un contrato entre las partes concernientes y podía por ello incluir
condiciones, como por ejemplo aquella incluida en un contrato matrimonial conservado entre dos
trabajadores que data del Imperio Nuevo, que estipula que el marido será sujeto a cien latigazos y
la pérdida de su propiedad si golpeaba a su esposa. Las dos partes tenían derecho al divorcio, las
mujeres siendo autorizadas a tomar su propiedad con ellas en tal caso. Tanto el matrimonio como
el divorcio eran acuerdos privados en los que el Estado no tomaba parte, no se necesitaban
ceremonias, o ni siquiera estaban disponibles, para autorizar un matrimonio en la religión o la
ley20. El Estado parece haber regulado la sexualidad sólo para asegurar el orden público, un punto
expuesto por el egiptólogo C.J. Eyre sobre la base de la declaración de Ramsés III de que “la

18
Jean Vercoutter, “La Femme en Egypte ancienne”, en Histoire mondiale de la femme, ed. Grimal, 1: 119.
19
Ibid., 1:143. Otros autores describen la posición de las mujeres positivamente en términos similares. Christiane
Desroches Noblecourt, por ejemplo, escribe: “La mujer egipcia era la ciudadana feliz de un país donde la igualdad social
parece hacer sido, desde el comienzo, considerada como completamente natural y por ello profundamente arraigada en
la idea de que el problema parece nunca si quiera haber sido planteado”. La Femme au temps des pharaons, 2 vols.
(Paris: Stock/Laurdence Pernoud, 1986), 2: 170.
20
Noblecourt, La femme au temps des pharaons, 2: 171, 216; Jacques Pirenne, “Le Statut de la femme dans l’Ancienne
Egypte”, en La Femme, 3 vols.- Recueils de la Societé Jean Bodin pour l’histoire comparative des institutions, vols. 11-
13 (Brussels: Editions de la Libraire Encyclopédique, 1959-62), 1:74

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Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

mujer en Egipto puede ir a cualquier lugar que le plazca sin ser molestada en el camino”. El
Estado también intercedía en el castigo del adulterio, bajo el interés, arguye Eyre de “el orden
público, y la restricción de la vendetta”, porque la evidencia sugiere que el adúltero agarrado en
acto podía ser asesinado de inmediato por el marido furioso21. Noublecourt y Vercoutter informan
que la pena por adulterio recaía igualmente sobre ambos sexos, a pesar de que dan ejemplos de
penalidades que afectan al hombre con la que la mujer comete adulterio y no penas para el
marido adúltero. Eyre sugiere que puede presumirse que la “copulación con una mujer no casada
y dispuesta era implicación relativamente neutral social y legalmente”. Hace también la notable
declaración de que “la evidencia real de la prostitución en el Imperio Nuevo es escasa”22. Las
mujeres no estaban veladas ni recluidas, y podían socializar libremente. Noblecourt y Vercutter
dan numerosos ejemplos de la autonomía, actividad económica, y tratamiento justo en la ley así
como el rol positivo e incluso dominante de las deidades femeninas, en particular Hathor e Isis y
de las sacerdotisas que ganaban gran respeto y altos salarios. De manera similar, ambos autores,
especialmente Noblecourt, brinda informes detallados del prestigio de las reinas e incluso de las
esposas del faraón y sus parientas. Como sugiere el ejemplo del contrato matrimonial, las mujeres
de la clase trabajadora, así como las mujeres de las clases propietarias más privilegiadas se
beneficiaban de las leyes de propiedad y de que la sociedad incluyera esclavos, un grupo que no
se beneficiaba de ninguna de estas leyes.

La situación de las mujeres de las clases propietarias en Egipto parece así haber sido bien
anómala en esta región y período de tiempo. Evidentemente, Egipto era una sociedad dominada
por los hombres, como queda claro de la institución de la realeza, la ausencia de mujeres en las
posiciones administrativas, y la dominación masculina de determinadas profesiones (raramente
las mujeres eran escribas). Las mujeres, a pesar de tener igualdad en algunas áreas, eran
excluidas de otras. Sin embargo, la dominación masculina no parece haber estado acompañada
de misoginia o de leyes que sistemática y absolutamente privilegiaran a los hombres y oprimieran
a las mujeres. O sea que la misoginia y la opresión sistemática de las mujeres no resulta
“naturalmente” de la dominación masculina a partir del desarrollo urbano de las sociedades; a
pesar de que algunos estudios sobre la evolución y el desarrollo de los patriarcados y de patrones
de dominación masculina, incluyendo el estudio de Lerner, implícitamente asume una relación

21
C.J. Eyre, “Crime and Adultery in Ancient Egypt”, Journal of Egyptian Archaeology 70 (1984): 101-2.
22
Ibid., 95, 96. Para la discusión sobre el adulterio ver Vercutter, “La Femme en Egypte ancienne”, 1: 136-37; y
Noblecourt, La Femme au temps des pharaons, 2: 215-16.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

necesaria, e incluso inevitable, entre ellos. Tanto Pomeroy como Noblecourt mencionan detalles
que podrían ser reveladores en términos analíticos; por ejemplo, que el Estado egipcio no tomaba
parte en el casamiento y divorcio ni tampoco regulaba la familia y que contrariamente a la
concepción griega, el objetivo del casamiento entre los egipcios no era aparentemente la
producción de herederos para el patriarca de la casa sino la vida compartida y los placeres y
comodidades que tenía para ofrecer. (Esta observación de Pomeroy es apoyada por un adagio
egipcio citado por Noblecourt, que aconseja a los hombres no divorciarse de las mujeres porque
no han concebido, siendo una mejor solución, aconseja el adagio, considerar la adopción)23. Por
qué la dominación masculina tomó tal aparente curso favorable en Egipto, comparado con el curso
que tomó en Grecia y Mesopotamia, y por qué fue el modelo misógino y opresivo de tratar a las
mujeres el que eventualmente triunfó cultural e intelectualmente en toda la región y no el más
benevolente e igualitario son dos cuestiones que merecen mayor atención.

Las condiciones y derechos igualitarios disfrutados por las egipcias asombraron a los
conquistadores griegos según Vercoutter. Éste observa que a medida que las leyes y costumbres
griegas se fueron extendiendo las egipcias perdieron la mayoría de sus derechos24. Vale la pena
llamar la atención sobre una serie de puntos. Primero, el deterioro en la posición y los derechos de
las mujeres ocurrió bajo la influencia de las leyes y la dominación europea. Segundo, este
deterioro ocurrió mucho antes de que Egipto fuera conquistado por los árabes y sucedió
aparentemente en la era cristiana. Tercero, como veremos, las leyes que tomaron forma bajo el
islam en los siglos inmediatamente posteriores a la conquista musulmana, lejos de traer beneficios
para las mujeres como suele afirmarse comúnmente, constituyó una mucho mayor y lamentable
regresión para las egipcias y para el espíritu del igualitarismo, humanidad y justicia. Pero es
también menester enfatizar que a pesar de que las leyes islámicas marcaron una degradación
diferente, los períodos griego, romano y cristiano ya habían traído las mayores pérdidas para el
estatus y los derechos de las mujeres. De hecho, el Islam tan solo continuó la tendencia restrictiva
que ya habían establecido los sucesivos conquistadores de Egipto y el Mediterráneo oriental. Al
heredar las costumbres para la época de la conquista árabe habían devenido las costumbres de la
población cristiana dominante, el islam aceptó lo que era profundamente congruente con sus
propios patrones de dominación masculina. El islam, entonces, no trajo un cambio radical sino una
continuidad y acentuación de los estilos de vida ya instalados.

23
Noblecourt, La Femme au temps des pharaons, 2: 211.
24
Vercoutter, “La Femme en Egypte ancienne”, 1: 121, 152.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

Evidencia que data de la era cristiana temprana, tales como las representaciones de las
sirias en atuendos que las cubrían de la cabeza a los pies y el gran caudal de literatura misógina
cristiana da cuenta de lo arraigadas que estaban las actitudes negativas hacia las mujeres en la
cristiandad mediterránea temprana. El cristianismo llevó la semilla del igualitarismo sexual y social
y su valoración de la virginidad permitió a algunas mujeres, como fue mencionado anteriormente,
desafiar la autoridad patriarcal de otras religiones, reclamar un valor interno trascendía e incluso
negaba la primacía de su valor biológico como reproductoras, y a ganar algo de autonomía sobre
sus vidas. Sin embargo, no puede darse por sentado que la expansión del cristianismo
necesariamente significó una mejora para las mujeres o que generó un orden más favorable para
ellas del que hubiera tenido de pertenecer a otra de las religiones universalistas populares de la
época en el mundo mediterráneo. Dos de las religiones populares estaban basadas en el culto a la
diosa Isis, y en menor grado a la diosa Ishtarte. De origen egipcio y sirio respectivamente, se
expandieron a lo largo del Mediterráneo, incluyendo Grecia y Roma, pero estaban más
profundamente arraigadas en Egipto y Medio Oriente. Ambas diosas eran servidas por
sacerdotisas y sacerdotes. Algunos estudios sugieren que el cristianismo de Medio Oriente tenía
una visión más positiva y liberal de las mujeres y les permitían roles más activos en la iglesia que
la cristiandad bizantina y romana, posiblemente debido al arraigo del culto a las diosas y el
servicio de las mujeres al templo. Desde el principio, por ejemplo, el cristianismo egipcio y sirio
enfatizó el aspecto femenino de la Deidad (Dios el Padre y la Madre) de maneras que parecían
heréticas al cristianismo imperial dominante y que fueron eventualmente prohibidas por esa
iglesia; de manera similar, el activo rol permitido a las mujeres en la iglesia oriental fue luego
cercenado25.

El cristianismo políticamente dominante trajo con él no sólo un igualitarismo radical implícito


sino también las ideas patriarcales de su judaísmo originario, y con ellos la sanción religiosa de la
subordinación social de las mujeres y la ratificación de su esencial papel secundario –a través, por
ejemplo del relato bíblico de la creación de Eva a partir de una costilla de Adán-. Las ideas y
regulaciones patriarcales judías en relación a las mujeres estaban relacionadas con ideas que se
desarrollaron en la Mesopotamia, donde los hebreos probablemente se originaron. La influencia
cultural de la Mesopotamia era también importante en Palestina, donde los hebreos se instalaron
posteriormente. El judaísmo en el periodo precedente y alrededor del momento del surgimiento del

25
Sobre estos temas véase Susan Ashbrook Harvey, “Women in Early Syrian Christianity” en Images of Women in
Antiquity, ed. Cameron y Kuhrt; y Elaine Pagels, The Gnostic Gospels (New York: Vintage Books, 1981).

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

cristianismo permitía la poligamia, el concubinato, y el divorcio irrestricto para los hombres y no


permitían a las mujeres heredar o jugar un rol en la religión, por mencionar sólo algunos aspectos
destacados26. Algunas de estas costumbres fueron aceptadas por el cristianismo; otras –la
poligamia, por ejemplo- no.

Las feministas judías han argumentado, quizás con aluna justificación, que los cristianos han
tendido a utilizar de chivo expiatorio al judaísmo como la fuente de la misoginia cristiana27. Parece
ser, por ejemplo, que en términos de conceptualizar la inferioridad femenina los griegos, como
demuestra el razonamiento de Aristóteles en el siglo IV AC, no tenían nada que aprender de los
hebreos. Así, es posible que la helenización del Mediterráneo y el dominio militar, cultural y
político de Grecia y Roma fueron por lo menos tan importantes para la asimilación de la misoginia
y las costumbres opresivas por el cristianismo como lo fue el legado judío. Después de todo, el
cristianismo rechazó otras ideas fundamentales del judaísmo, entonces ¿por qué no hizo lo propia
con la misoginia? Al identificar al judaísmo con la única o incluso con la principal fuente de
misoginia entre los cristianos no sólo es se corre el riesgo de ser simplista e inexacto sino que
también evade la cuestión fundamental de por qué tales definiciones negativas de las mujeres ya
eran aceptadas en esta región en esos tiempos.

Cualesquiera que sean las fuentes culturales, una feroz misoginia era el ingrediente
distintivo del pensamiento mediterráneo y luego cristiano en los siglos inmediatamente
precedentes al surgimiento del islam. Una de las formas que tomó en la era pre-cristiana fue el
infanticidio femenino. La práctica del infanticidio, principalmente de las niñas, precede al
cristianismo y fue continuado por los griegos y los romanos. Autores griegos y romanos lo
presentan como una costumbre de sus compatriotas, pero no de extranjeros como los egipcios o
judíos. (En la era cristiana temprana se practicaba también en Arabia, donde fue luego prohibido
por el Islam). Entre los romanos desechar (mediante la exposición) de niñas fue incluso codificado
implícitamente por la ley: los padres eran obligados a criar a todos sus hijos pero sólo a una hija.
Teniendo en cuenta que el infanticidio era común entre la aristocracia romana, evidentemente no
se relacionaba con una necesidad material. El cristianismo vería al aborto, e incluso la

26
Jean Bottero, “Mésopotamie et Israel”, en Histoire mondiale de la femme, ed. Grimal, 1: 238, 242, 243, 247.
27
Véase, por ejemplo, Judith Plaskow, “Blaming the Jews for the Birth of Patriarchy”, en Nice Jewish Girls: A Lesbian
Anthology, ed. Evelyn Torton Beck (Trumansburg, N.Y.: Crossing Press, 1982), 250-54.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

anticoncepción como pecaminosos –en el siglo VI el código Justiniano definió al aborto como
homicidio- desarrollos que podrían haber reducido el infanticidio28.

La actitud de la iglesia sobre el aborto y la anticoncepción, sin embargo, formaba parte de


una más amplia ética negativa respecto al cuerpo y la sexualidad; una sensación de ambos como
pecaminosos y vergonzosos y de la sexualidad como legítima sólo para la procreación29. Las
consecuencias para las mujeres fueron especialmente oprobiosas, evidentemente percibidas
como más implicadas innatamente en lo físico y la sexualidad que los hombres. Lo vergonzoso del
sexo estaba enfocado más intensamente en lo vergonzoso del cuerpo femenino, que debía estar
completamente cubierto (los relieves sirios que muestran a una mujer tan fuertemente cubierta
que ninguna parte de su cuerpo, ni siquiera sus manos o su cara, están descubiertas data de la
era cristiana temprana). Este tipo de ideas significaban que los hombres debían evitar el contacto
con las mujeres, incluso huir de ellas. Tan solo ver a una mujer representaba un peligro y por ello
el velo, la ropa que oculta, y la segregación estricta comenzaron a ser cada vez más
ponderadas30. El repudio fanático de la dimensión física y la sexualidad, y de las mujeres como su
representación por excelencia, encontró su expresión en una literatura patrística que desarrollo las
posibilidades misóginas de la Biblia en su totalidad. Los escritos de padres de la iglesia como
Agustín, Origen y Tertuliano, por ejemplo, reflejan el concepto de lo femenino como inferior,
secundario, definido completamente por su biología e inútil para el hombre; y, peor, como
causante de la tentación sexual, la corrupción y el mal. Agustín, por ejemplo, reflexionando sobre
el misterio de por qué Dios había creado a la mujer, consideraba que la había creado no como la
compañera del hombre, ya que otro hombre hubiera cumplido este rol mejor, tampoco como su
ayudante ya que de nuevo un hombre hubiera sido más apropiado. Concluye “Fracaso en
encontrar qué uso puede tener la mujer para un hombre,…si uno excluye la función de dar a luz
niño”. Dijo también que las mujeres eran fuente de tentación sexual31. Más implacable en su
misoginia, Tertulio escribió sobre la mujer: “Vos sos la puerta de entrada del diablo. Vos sos la que
abrió el árbol prohibido. Vos sos la primera desertora de la ley divina. Vos sos aquella que
persuadió a aquél que el diablo no era lo suficientemente valiente de atacar. Vos destruiste tan

28
Sarah B. Pomeroy, “Infanticide in Hellenistic Greece”, en Images of Women in Antiquity, ed. Cameron y Kuhrt, 207;
Bonie S. Anderson y Judith P. Zinsser, A History of Their Own: Women in Europe from Prehistory to the Present, 2 vols.
(New York; Harper and Row, 1988), 1: 30, 82.
29
Anderson y Zinsser, History of Their Own, 1: 82.
30
Peter Brown, “Late Antiquity”, en From Pagan to Byzantium (originalmente en francés), ed. Phillippe Ariès y Georges
Duby (Cambridge: Harvard University Press, 1987-), 1: 298-99. Véase también Brownm Body and Society, 80-81.
31
James A. Brundage, Law, Sex, and Christian Society in Medieval Europe (Chicago: University of Chicago Press,
1987), 85-86.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

fácilmente la imagen de dios, el hombre. Debido a tu desierto, eso es la muerte, incluso el hijo de
dios tuvo que morir32”.

El islam, surgido en el siglo VII DC, se identificó explícitamente con el monoteísmo en la


tradición del judaísmo y el cristianismo, de hecho como una renovación de estas fes. Teniendo en
cuenta que en el momento de la conquista musulmana la región estaba dominada por una iglesia
cristiana que, en cierta medida, había legitimado y justificado la misoginia por referencia a las
historias bíblicas, historias que el islam ya sea implícita o explícitamente reconoció como
revelaciones divinas, la nueva religión pudo incorporar perfectamente una ya desarrollada
misoginia bíblica en el universo socio religioso en el que se inscribiría.

En la Introducción señalé que disciplinas específicas e historias independientes en relación


a las antiguas civilizaciones, tanto en Medio Oriente como en la región mediterránea, tenían el
efecto de enfatizar sus divisiones y oscurecer o borrar las interconexiones y continuidades.
Algunos elementos mencionados en las páginas precedentes, tales como la tendencia a atribuir la
reclusión bizantina a “influencias orientales” y a distanciar la opresión de las mujeres de las
sociedades europeas para representarla como algo originado entre los no-europeos, sugieren aún
otras barreras a la comprensión. En particular, que la ideología y el nacionalismo continúan
jugando un rol en la escritura de la historia, y dan la pauta de la necesidad de desarrollar un
análisis integrado, libre de sesgos nacionalistas y raciales, en la exploración de este periodo
crucial en la historia de la humanidad.

No sólo el mundo occidental desarrolló constructos históricos al servicio de sus intereses


políticos e ideológicos. La civilización islámica desarrolló un concepto de la historia que denominó
al período pre-islámico la “Era de la Ignorancia”, proyectó al islam como la única fuente de todo lo
que era civilizado y utilizó este concepto de manera tan eficaz en su reescritura de la historia que
los pueblos de Medio Oriente perdieron todo conocimiento de las civilizaciones pasadas de la
región. Obviamente, dicha construcción era útil en términos ideológicos, y logró con éxito ocultar,
entre otras cosas, el hecho de que en algunas de las culturas de Medio Oriente las mujeres
habían tenido condiciones mucho mejores antes del surgimiento del islam que después.

32
Rosemary Ruether, “Misogynism and Virginal Feminism in the Fathers of the Church”, en Religion and Sexism:
Images of Woman in the Jewish and Christian Traditions, ed. Ruether (New York: Simon and Shuster, 1974), 157.

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Leila Ahmed. Mujeres y Género en el Islam. New Haven & London: Yale University Press, 1992. Capítulo 2: Medio Oriente
Mediterráneo, pp. 25-37. Material de Cátedra: Chinchilla-Bracco “Mujeres y lucha anticolonial en Medio Oriente y el Norte
de África”. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Traducción: Carolina Bracco

El conocimiento del pasado fue posteriormente recuperado a través de los esfuerzos de


investigadores occidentales en busca de las raíces, irónicamente no de las civilizaciones
islámicas, sino de la civilización occidental. La construcción occidental de la civilización occidental
como la heredera directa de las civilizaciones del antiguo Medio Oriente –y la concomitante
construcción occidental de la civilización islámica como desheredada de ese pasado, o al menos
no su heredera directa, una construcción que coincide con la creada por la historiografía islámica-
todavía subyace muchas instituciones educativas y textos escolares. Así, frecuentemente
encontramos breves relatos de las antiguas civilizaciones de Medio Oriente en los cursos y libros
de texto occidentales sobre la historia de la civilización occidental –generalmente sin el
reconocimiento de que la civilización islámica tiene los mismos cimientos- pero no figuran en los
cursos y libros de texto de la historia de la civilización islámica. Los trabajos feministas replican
esta perspectiva como lo hace, por ejemplo, Gerda Lerner en La creación del patriarcado33.

33
Gerda Lerner, The Creation of Patriarchy (New York: Oxford University Press, 1986).

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