La Dictadura Militar

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LA DICTADURA MILITAR (1976-1983)

Terrorismo de Estado:

El terrorismo de Estado consiste en la utilización sistemática de la violencia a través del aparato estatal para intimidar o
eliminar a los disidentes, e involucra en ese terror a la mayoría de la sociedad civil. Se calcula que con cada crimen cometido
por el terrorismo de Estado se silencian 1000 personas. Los crímenes del terrorismo de Estado son de lesa humanidad y por
lo tanto imprescriptibles. La característica de los crímenes de lesa humanidad, según el fallo de diciembre de 2007 de la
Cámara Federal porteña, es que “son cometidos en el marco de una acción masiva o sistemática, dirigida, organizada o
tolerada por el poder político”, o “cometidos por agente estatal en ejecución de acción gubernamental o por un grupo
con capacidad de ejercer un dominio y ejecución análogos al estatal”. La diferencia con los crímenes del terrorismo
ejecutado por organizaciones armadas sin conexión con el gobierno, es que éstos no son crímenes de lesa humanidad
porque no están ejecutados por el Estado o con su apoyo. En el mismo fallo, la Cámara Federal afirmó: “Es equivocado
sostener que los delitos atribuidos [a Montoneros] constituyan crímenes contra la humanidad. Sin duda el error radica en
confundir la pretensión de acceder al poder político, que caracteriza a toda agrupación política (violenta o no) con el ejercicio
del poder político, de dominio sobre una población civil determinada”.

LA DETENCIÓN Y LA DESAPARICIÓN DE PERSONAS

De acuerdo a la Ley 21.264 de Pena de muerte y Consejos de Guerra, la dictadura podría haber procedido a fusilar a quienes
considerara traidores a la Patria o culpables de haber infringido sus comunicados, pero prefirió asesinar clandestinamente,
usando el eufemismo de “Guerra Sucia”. Las tres armas (Ejército, Marina y Aeronáutica) se repartieron zonas, y
planificaron las operaciones desde los más altos mandos. Reclutaron también a “la mano de obra desocupada” de las
bandas ultraderechistas que operaban desde el gobierno anterior, como gente de la Triple A y de la CNU (Concentración
Nacional Universitaria) que brindaría inteligencia y mano de obra para “trabajos sucios” en ciudades como La Plata y Mar
del Plata. Actuaban para la represión clandestina en Grupos de Tareas (GT), constituidos por personal de distintas fuerzas
armadas y policiales. Se comprometió a todo el personal de las Fuerzas Armadas en la “guerra contra la subversión”, y se
le dieron tareas para que todos sintieran que estaban inmersos en esa renovación profunda del país para eliminar al
terrorismo marxista que estaba minando las instituciones y los valores morales y cristianos de la sociedad argentina.

¿A quiénes secuestraban?

A los sospechosos de trabajar por un proyecto de país diferente al que querían los militares. Por ejemplo, en una capilla de la
villa del Bajo Flores secuestraron después de misa a dos sacerdotes jesuitas, Orlando Yorio y Francisco Jalics, y a ocho
catequistas. A estos catequistas, que fueron abandonados en la madrugada siguiente en una autopista, un encapuchado les
dijo: “Yo soy el Verdugo. No vuelvan a pisar la villa o aparecen en un zanjón”. Yorio y Jalics habían sido marginados por el
episcopado debido a su labor con los pobres y a su contacto con militantes políticos, y por eso fueron secuestrados. Gracias a
la presión internacional fueron liberados, tras sufrir encierro y torturas, pero otros de su grupo (como las psicopedagogas
Mónica Mignone y María Marta Vázquez (embarazada), su marido y otra mujer), continúan desaparecidos. El padre de
Mónica, Emilio Mignone, trataba de localizar a su hija, que sabía que debía estar en el centro clandestino de la ESMA
(Escuela Superior de Mecánica de la Armada). Hablando con el almirante Eduardo Fracassi, que defendía los secuestros, las
torturas y las ejecuciones clandestinas, Mignone le replicó que los catequistas del Bajo Flores no usaban armas. Fracassi le
respondió: “Pero son ideólogos. Son los más peligrosos”. No se trataba de justificar a los secuestros clandestinos, torturas y
asesinatos de integrantes de organizaciones político militares: todos los asesinados son inocentes porque no fueron
declarados culpables por la justicia, y no pudieron cumplir la condena que la ley les hubiera dado. Pero para el sentido
común que la derecha y la Triple A impusieron desde 1974, lo lógico es que si se capturaba gente, ésta fuera “subversiva”,
que si detenían a alguien, “por algo sería”. Después de un período de justificar algunos casos como “errores” y “
excesos”, y bastante tiempo después de que finalizara la dictadura, muchos están entendiendo el hecho que se trató de un
plan sistemático de terrorismo de Estado, no sólo para terminar con la acción de la guerrilla sino con toda forma de
organización social desde las bases y de solidaridad entre los habitantes. Sin embargo, hay todavía gente que no acepta esa
lógica del terrorismo de Estado. Es notable, por ejemplo, que un profesional peronista que estuvo en contra de los cambios
introducidos en el Hospital Posadas por los jóvenes trabajadores de la salud en La tortura no era sólo para obtener
información sino también para degradar y deshumanizar al detenido. Al mismo tiempo, en muchos casos se extorsionaba o
se torturaba psicológicamente a la familia de la víctima, llamándola por teléfono, para obtener dinero o bienes, o para evitar
que hicieran denuncias. Incluso llamaban para decir que estaba vivo cuando el secuestrado ya había sido asesinado, como se
vio en democracia, cuando se encontraron los restos mortales de los desaparecidos enterrados como NN (non nominatum,
sin nombre) aunque las fuerzas de seguridad supieran bien de quiénes se trataban. El número de Centros Clandestinos de
Detención (CCD) por donde pasaron decenas de miles de detenidos-desaparecidos hasta su destino final (que en general era
la muerte, aunque hay cifras en las que un tercio de los ex detenidos fueron liberados) fue variando de acuerdo a las
investigaciones. En 1984 se habían logrado reconocer 156; luego según los informes de la Conadep fueron 340; en la
reedición del Nunca Más del año 2006 figuran casi 500 confirmados, y unos 70 más en estudio. Los más conocidos son los
que funcionaron en la ESMA (de la Armada), en Campo de Mayo (del Ejército), y los que fueron llamados el Olimpo, el
Atlético (en Capital Federal), el Vesubio (en La Matanza), la Perla (en Córdoba), la Escuelita de Famaillá (Tucumán), de Bahía
Blanca, de Neuquén; el Pozo de Banfield, la Mansión Seré o Atila (en Castelar/Ituzaingó); también funcionaron en numerosas
dependencias del Ejército, en Brigadas Aéreas, en comisarías... Muchas detenidas embarazadas dieron a luz en esos lugares,
y después las mataron, entregando en general sus bebés a familias represoras o conectadas de algún modo con algún
funcionario del Estado Terrorista.

La cultura del miedo

La desaparición de una persona impactaba emocionalmente en toda su familia, amigos, militantes de su agrupación o
conocidos, quienes rompían vínculos por seguridad. Los que tenían familiares presos legales temían por sus condiciones de
detención si los militares sabían que ellos tenían relación con familiares de detenidos desaparecidos, por lo que se aislaban y
quebraban lazos. El miedo llegaba al punto que en la familia de los hijos de desaparecidos no se hablaba del tema, para que
el estigma del desaparecido (“por algo será”) no involucre a los familiares que se estaban haciendo cargo de los niños.
Para afianzar aún más el terrorismo de Estado, las Fuerzas Armadas afirmaban que luchaban contra el enemigo subversivo,
pero actuaban en forma arbitraria o irracional. Por ejemplo, la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) clasificó a las
editoriales argentinas y extranjeras según la proporción de libros “marxistas” que tenían en su fondo editorial, y halló que
130 editoriales argentinas eran marxistas o tenían más del 50% de obras marxistas. Entre ellas, Aguilar, Abril, El Ateneo,
Paidós, Sudamericana, Seix Barral, Editorial Universitaria de Córdoba y de Mar del Plata... Eudeba no figuraba, porque el
presidente, el filósofo García Venturini, había solicitado a los militares que se llevaran los libros cuya ideología le molestaban.
Pero como no había reglas que permitieran discriminar entre conductas permitidas’ y ‘desviadas’, buena parte de los
ciudadanos pasaron a sentirse víctimas potenciales, situación que también era válida en todos los ámbitos de la cultura.

Actividad:

1) Durante la Dictadura Militar Argentina se realizaron varios secuestros ¿Cuáles eran los objetivos? ¿A qué sectores de la
sociedad secuestraban? ¿Por qué?

2) Leer el siguiente texto “el negacionismo” y realizar las siguientes actividades que se encuentran a continuación:

¿Qué es el “Negacionismo”?

El negacionismo se trata de una corriente de pensamiento que nació en Francia durante la Segunda Guerra Mundial y fue
especialmente activa luego de su finalización, como consecuencia de los acontecimientos ocurridos en ocasión de ese
conflicto. En los países de Europa el negacionismo está, no sólo mal visto por la sociedad, sino que, también está penado por
la ley en Francia, Alemania, Bélgica y Suiza. En esencia, se trata de negar los horrores de la Segunda Guerra Mundial: los
campos de concentración, los delitos contra la humanidad cometidos dentro de ellos y los 6 millones de judíos muertos, con
el objetivo de relativizar los horrores que cometió el nazismo.

a) Buscar en medios gráficos y audiovisuales de nuestro país y del mundo, noticias que describan hechos y relaten
situaciones que puedan vincularse con el concepto de Negacionismo.

b) Preparar una breve fundamentación de la elección de recortes / noticias realizada para compartir en clase, identificando: -
La vinculación entre el concepto de “negacionismo” surgido en la Segunda Guerra Mundial y los hechos y expresiones
seleccionadas; - Qué es lo que se pretende negar u ocultar.

3) En grupo pensar y desarrollar una propaganda antinegacionista en formato gráfico, audiovisual o digital.

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