Comentario Estilístico

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Lengua castellana y Literatura. Oposiciones Secundaria

COMENTARIO RESUELTO (LXXXIV)

Índice
1. Introducción
2. La palabra
3. La frase
4. Significación
4.1. Tropos
4.2. Contenido: tema y tono
5. Designación
6. Corriente literaria
7. Conclusiones
8. Bibliografía

1.Introducción
Nos encontramos ante un texto literario en verso, vinculado por tanto al género
lírico. Se trata de una composición formada por cuatro estrofas que, inicialmente, no se
adscriben a ningún esquema predeterminado y que están formadas por cuatro versos,
salvo la segunda, que cuenta con cinco. Al tratarse de un texto literario, la predominancia
de la función poética viene dada por un uso particular del lenguaje que lleva al lector a
centrar su atención en la propia construcción del mensaje, alejándose de valores
esencialmente comunicativos. Nuestro propósito en esta tarea es precisamente
determinar cuáles son los recursos empleados para ello.
Para nuestro ejercicio, tomamos como referencia los esquemas de comentario
ofrecidos por Domínguez Caparrós, que plantea un análisis de las características del
texto en cuatro grandes bloques (la palabra, la frase, la significación y la designación),
a partir de las cuales se puede inferir la corriente literaria a la que se adscribe el texto.

2. La palabra
En el plano de la palabra, la reiteración del sustantivo ojos, presente en todas
las estrofas, se presenta como un elemento esencial en la construcción del poema, tanto
en lo que a su forma como a su contenido se refiere. Lo hace en las tres primeras en el
verso de arranque, mientras que en las dos últimas aparece en los dos de cierre.
Igualmente significativo resulta que en todos los casos dicho sustantivo se encuentra
precisado por el posesivo de primera persona, bien pospuesto y con su forma plena
(ojos míos, versos 1, 5 y 10), o bien antepuesto, en forma apocopada (mis pequeños
ojos, verso 17 / mis ojos, verso 21).
Fonéticamente, podemos destacar la acumulación de dos grandes tipos de
fonemas que dan pie a sendas aliteraciones distribuidas por toda la composición. El
primer grupo lo constituyen las vibrantes simples y múltiples, especialmente reiteradas
en la primera estrofa (no vieron enterrar a los muertos, verso 2). El segundo gran grupo
de sonidos es el que proporcionan las nasales, en ocasiones combinadas con las
vibrantes, como en el ejemplo anterior o como en el verso octavo (y una luna
incomprensible que iluminaba por los rincones).

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Gráficamente, no observamos ningún elemento especialmente significativo. Solo


los signos de exclamación con los que se cierra el poema rompen en cierto modo la
uniformidad existente en cuanto al tono y modalidad enunciativos.

3. La frase
En el plano sintáctico, la disposición del poema nos permite establecer dos
grandes bloques vinculados también a lo temático. El primero lo forman las cuatro
primeras estrofas, en las que la referencia es el pasado y el recuerdo; el segundo, la
estrofa final, que se ancla en el presente. Esta unidad se consigue igualmente mediante
la recurrencia a las estructuras anafóricas de los versos 1, 5 y 10 (Aquellos ojos míos…),
que se quiebra en la cuarta estrofa. Sin embargo, un nuevo recurso del plano sintáctico,
el paralelismo, permite vincular estos versos a los anteriores mediante la repetición
exacta de la misma estructura en los versos 13 y 16. A ello se une el cierre del verso
17, en el que mediante la reiteración del sustantivo ojos ya comentada consigue
encuadrarse toda la visión de la infancia. De manera general, la expansión se consigue
mediante la coordinación de los complementos directos del verbo ‘ver’, así como a
través del empleo de la subordinación de relativo (la feria de ceniza del que llora…/ el
corazón que tiembla…/ la blanca pared donde orinaban…/ una luna incomprensible que
iluminaba…). Por su parte, los procedimientos de elipsis se concentran en las estrofas
tercera y cuarta, en la que se omite el verbo principal.
Esta división en dos grandes bloques tiene una correspondencia en la métrica
del poema. De forma general, la primera parte de la composición está formada por
versos libres. No se observa un patrón de rima, por lo que el ritmo se consigue mediante
otros procedimientos, como la repetición en los finales de verso de categorías
nominales, principalmente sustantivos (solo en los versos 7, 11 y 15 encontramos
adjetivos). Se trata de versos de arte mayor, a excepción del decimoséptimo, un
octosílabo encargado de cerrar la referencia al pasado. El autor evita el
encabalgamiento versal mediante la coordinación de los elementos, con dos únicas
excepciones: los que podemos observar entre los versos 8 y 9 y entre el 15 y 16. Una
mayor regularidad, aunque no en el plano de la rima, ofrece la última estrofa, formada
por versos alejandrinos.

4. Significación
4.1. Tropos
Los dos bloques de contenido marcados recurren a la metáfora y a los símbolos
para construir el significado del poema. Así, los recuerdos de la infancia se construyen
mediante lo que vieron y lo que no vieron los ojos del niño. En primer lugar, el yo poético
presenta tres sentimientos ajenos a aquella etapa introducidos por las conjunciones
negativas no y ni: la muerte, presentada por metonimia (enterrar a los muertos, verso
2), y el sufrimiento, a través de la metáfora (la feria de ceniza del que llora por la
madrugada, verso 3), y la comparación (el corazón que tiembla arrinconado como un
caballito de mar, verso 4).
A esta ausencia de sentimientos propios de la edad adulta opone lo que sí
conserva en la memoria mediante los mismos tropos. Así, los primeros impulsos
sexuales marcados por la pureza se presentan mediante la metáfora blanca pared
donde orinaban las niñas (verso 6) y los tejados del amor, con gemidos y frescas manos
(verso 12). Cierta pulsión sexual se percibe también en la presencia de la jaca (verso
10), símbolo que nos anuncia también la posible autoría de la composición, así como

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en el seno traspasado de Santa Rosa dormida (verso 11). De la misma forma, también
son testigos los ojos del miedo irracional de la infancia, presente de forma metafórica
en el hocico del toro, la seta venenosa (verso 7), o el jardín donde los gatos se comían
a las ranas (verso 13). Se pasa así del eros al thanatos en un continuo entre los impulsos
freudianos básicos, pero percibidos por la irracionalidad del niño (una luna
incomprensible que iluminaba por los rincones, verso 8 / en el sitio donde el sueño
tropezaba con su realidad, verso 16). La disposición de los elementos nos permite
percibir, además, la cuidada estructura del poema.
La última parte, enunciada desde el presente, cambia la certeza de la percepción
sensorial por la duda. El ‘ver’ se cambia por ‘preguntar’, pero desde la negación. No hay
certeza alguna. El mundo adulto carece de sentido. La antítesis con la primera parte del
poema es total. Frente a la acumulación de objetos y sensaciones de la infancia ahora
solo proporcionan vacío. El dolor, la soledad y el sufrimiento no percibidos como niño
pueblan ahora el mundo del hombre, que recurre a términos que expresan lo vacuo de
la existencia (nada, vacío, huecos, aire), y que se condensan en el oxímoron que cierra
la composición: criaturas vestidas ¡sin desnudo! Es decir, seres desprovistos de la
verdadera esencia, ropajes que no cubren cuerpo alguno.

4.2. Contenido: tema y tono


Desde un punto de vista semántico, el poema se encuentra presidido por dos
grandes campos asociativos enfrentados. Por un lado, la acumulación de objetos y
realidades plenas a los ojos del niño, ya sean observadas (pared, niñas, toro, seta, luna,
limón, botellas, jaca, seno, tejados, manos, jardín, gato, ranas, estatuas, musgos, cajas,
cangrejos). Por otro lado, la ausencia que marca al adulto (nada, cosas, vacío, dolor,
huecos, aire, (sin) gente, criaturas, (sin) desnudo). A partir de ello, podemos señalar
como tema la oposición entre la inocencia de la infancia y la desalentadora visión del
mundo adulto.
La composición recurre a un léxico asequible, pero revestido de un valor
simbólico del que nace su naturaleza poética. Es a través del valor de los símbolos y de
la oposición entre la percepción infantil y la adulta como se construye el tono literario del
poema.

5. Designación
Referencialmente, la oposición niño-adulto y los valores asociados a cada uno
de ellos, tal y como hemos analizado, nos llevan a plantearnos que la nostalgia es el
referente que genera el poema. De todos modos, esta sensación de añoranza no se
presenta de una forma idílica. Desde el yo poético no se percibe un ansia de retorno a
lo vivido, sino una aceptación de la diferencia con el adulto que es. De hecho, entre los
recuerdos de la infancia asoman esas constantes de vida y muerte, de sexo y dolor, que
en la madurez generan el dolor.

6. Corriente literaria
La metáfora como base del poema y la asociación libre que establece en la
construcción de imágenes constituye una característica propia de los textos de la
Generación del 27, y, más concretamente, a su etapa de influencia surrealista. La
angustia que destila la parte final del texto, con un yo poético en crisis adulta, unida a la
presencia de símbolos como el toro o el caballo, nos permiten señalar que el autor del
mismo puede ser Federico García Lorca.

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7. Conclusiones
La aparente libertad formal que presenta el poema que hemos comentado
encierra en realidad un esmerado esfuerzo de composición, con una estructura
sintáctica cuidada y marcada, y el establecimiento de ritmo y significado mediante
elementos ajenos a la rima. El texto constituye un excelente ejemplo de la poesía
surrealista del autor granadino, que sabe integrar las constantes de su poesía en una
corriente compleja.

8. Bibliografía
DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, J. Análisis métrico y comentario estilístico de textos literarios. UNED,
Madrid (2001).
LÁZARO C., F. Y CORREA C., E. Cómo se comenta un texto literario. Madrid, Cátedra (1980).
MILLÁN JIMÉNEZ, M. C., y SUÁREZ MIRAMÓN, A. Introducción a la literatura española. Guía
práctica para el comentario de textos. Madrid, UNED (2001).
RAE. Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid, Espasa (2010).

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