Nicolas Winton

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Nicolas Winton

En 1931, una vez finalizados sus estudios, entró a trabajar como agente de bolsa en su ciudad natal, así hasta
el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En diciembre de 1938 tenía previsto pasar unos días de vacaciones
esquiando en Suiza, cuando recibió una llamada telefónica de su amigo Martin Blake, en la que este le pedía
que cancelara todos los planes que tuviera para esos días y se dirigiera a Praga. "Tengo una propuesta muy
interesante para ti. No te molestes en traer los esquís", le dijo Blake. Al llegar a Praga, Blake le preguntó si
quería echarle una mano y trabajar temporalmente en los campos de refugiados de la zona, donde miles
de seres humanos, muchos de los cuales eran niños de origen hebreo, malvivían en condiciones
infrahumanas. La visión del drama le marcó profundamente. Decidió montar una oficina improvisada en la
habitación del hotel en el que se hospedaba y comenzó a elaborar un plan para sacar del país a tantos niños
judíos como fuera posible para llevarlos a otros países y salvar sus vidas.
En poco tiempo, la comunidad judía de la capital checa se hizo eco de la presencia de Winton en la ciudad y del
motivo que le impulsaba a seguir allí. De ahí que centenares de familias acudieran a visitarle para tratar de
persuadirle de que incluyera a sus hijos en la lista de los niños que iba a intentar salvar. El alud de solicitudes
provocó que se viera obligado a abrir una nueva oficina en la calle Vorsilska para poder atender a tanta gente
como fuera posible. Su amigo Trevor Chadwick se ocupó personalmente de ese despacho. En pocos días
centenares de familias habían acudido a solicitarle ayuda para salvar a sus hijos.
Consciente de la magnitud del problema que tenía ante sí, contactó con los embajadores de las naciones que
consideraba que podrían hacerse cargo de los niños, pero solo el Gobierno sueco accedió a ocuparse de un
grupo de niños. Por su parte, Gran Bretaña prometió aceptar a los que fueran menores de 18 años pero solo si
antes encontraba a familias dispuestas a acogerlos y que además deberían comprometerse a abonar por
anticipado un depósito de 50 libras por cada niño para pagar su futura vuelta a casa.
Finalmente Winton tuvo que volver a Londres para reincorporarse a su puesto de trabajo. Su regreso no le
impidió seguir apuntalando su plan de rescate; así, creó una organización a la que bautizó con el nombre de El
Comité Británico para los Refugiados de Checoslovaquia, Sección para Niños, que en un principio solo contaba
con él mismo, su madre, su secretaria y unos cuantos voluntarios.
Una vez creado el Comité, Winton tuvo que hacer frente a un gran problema: conseguir la financiación
necesaria para pagar los costos del viaje en tren de los niños desde Checoslovaquia hasta el país de acogida y
encontrar a personas que aceptaran hacerse cargo de estos chicos y pagar las 50 libras que reclamaba el
gobierno. Winton comenzó a publicar anuncios en los diarios británicos, en las iglesias y en las sinagogas
solicitando ayuda. La respuesta de los londinenses fue entusiasta. En unas semanas, centenares de
familias aceptaron acoger a los niños y aportaron el dinero necesario para iniciar los transportes desde
Checoslovaquia hasta la capital inglesa.
El primero de ellos se efectuó el 14 de marzo de 1939 en avión. En los siguientes meses se organizaron otros
siete transportes, todos por tren. El último tuvo lugar el 2 de agosto. Los ferrocarriles tenían como destino la
estación de Liverpool Street, en Londres, donde esperaban las familias de acogida.
El octavo tren tenía que salir de Praga el 1 de septiembre de 1939 y en él iban a viajar otros 250 niños, pero
ese mismo día Alemania invadió Polonia y cerró las fronteras. El transporte, literalmente, desapareció. Ninguno
de los menores volvió a ser visto nunca más. Fueron 250 víctimas que se sumaron a los más de 15 000 niños
que perecieron asesinados en Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial.
Winton rescató en total a 669 niños judíos. Su hazaña, que hubiera merecido múltiples condecoraciones y
actos de homenaje, quedó en el olvido durante 50 años, ya que prefirió mantener en secreto lo sucedido. No fue
hasta 1988 cuando Greta, su mujer, encontró un viejo maletín de cuero escondido en el desván de casa y,
rebuscando entre los papeles que contenía, se topó con las fotos de 669 niños, una lista con el nombre de
todos ellos y algunas cartas de sus padres. Tal descubrimiento provocó que Winton no tuviera más remedio que
explicarle a su esposa lo que había acontecido décadas atrás.
Sorprendida por la historia que le acababa de explicar su marido, Greta se puso en contacto con Elisabeth
Maxwell, una historiadora especializada en el Holocausto nazi y esposa del magnate de la comunicación Robert
Maxwell, propietario de periódicos como el Daily Mirror y el Sunday Mirror.

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