La Discusión

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CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 1

La discusión, en relación a si el sistema parlamentario de gobierno es su-


perior o contiene beneficios de los cuales adolece el presidencial, es anti-
gua y ha recorrido los aspectos y énfasis más diversos.
Es increíble la cantidad de libros y ensayos que se han escrito so-
bre si el sistema parlamentario es más apto o idóneo que el presiden-
cial para alcanzar la democracia con estabilidad y gobernabilidad.
La discusión ha adquirido nuevas perspectivas a mediados de la
década de los años ochenta del siglo pasado. El énfasis se coloca en
la estabilidad de los sistemas; se resalta que el presidencial fundamen-
talmente se encuentra en el continente americano; el parlamentario
en Europa, varias ex-colonias británicas y Japón.
Mientras los países de Europa occidental han alcanzado, después
de la Segunda Guerra Mundial, sistemas democráticos con estabilidad
y un desarrollo socioeconómico impresionante, los países de América
Latina han sufrido múltiples fracasos democráticos, debido a golpes
de Estado, gobiernos autocráticos, militares y dictatoriales, aunados a
graves problemas sociales y económicos. Aproximadamente el 43%
de los habitantes de la región viven en la pobreza, son los países con
los niveles de desigualdad social más agudos en el mundo, la concen-
tración de la riqueza es indignante y los rezagos en los sistemas de
salud, educación, vivienda y trabajo son inmensos.1 En algunos Esta-
dos de la región el encono social crece y las sociedades se están divi-
diendo y paralizando. En consecuencia, por contraste con Europa,
todo pareciera indicar que a los países de América Latina podría

convenirles un cambio de sistema de gobierno para implantar el par-


lamentarismo; es decir, imitar a Europa occidental en este aspecto es-
pecífico. Cuando menos así lo proponen distinguidos académicos,
tanto de la propia región latinoamericana como externos a ella.
Ojalá que la resolución de los ingentes problemas en América La-
tina pudieran tener un impulso favorable con el simple cambio de
sistema de gobierno. Por desgracia, considero que no es así, que las
graves dificultades que afectan y han afectado la democracia con es-
tabilidad en dicha región responden a factores sociales y económicos,
como los ya mencionados, que sólo ejemplifiqué porque son numero-
sos y ciertamente complicados, así como el sistema político como un
todo, incluyendo el de partidos y el electoral, los factores reales de
poder internos y externos, sin descuidar aspectos importantes como la
cultura cívica.
Además, la concepción democrática no se encuentra completamen-
te arraigada en América Latina. El Latinobarómetro 2002 contuvo
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entre sus preguntas las dos siguientes: “Si usted tuviera que elegir en-
tre la democracia y el desarrollo económico ¿cuál diría usted que es
más importante?” y, “¿En general, diría usted que está muy satisfe-
cho, más bien satisfecho o nada satisfecho con el funcionamiento de
la democracia en (su país)?”.
A la primera pregunta, el 52% respondió que el desarrollo es lo
más importante, el 25% que la democracia y, el 17% que ambos por
igual. A la segunda pregunta, el 27% contestó que se encontraba sa-
tisfecho con la democracia, el 60 que insatisfecho y el 8 que no sabía
o se calló.
En 2003, a esta última pregunta, el 29% contestó que estaba satis-
fecho con la democracia; en 2004, este porcentaje no varió; en 2005
aumentó a 31% de los ciudadanos entrevistados.
En 2003, el 66% contestó que estaba insatisfecho con la democra-
cia; en 2004, el tanto por ciento disminuyó a 65%; en 2005 a 61%.
A su vez, en 2003, el 6% respondió que no sabía o se calló si estaba
satisfecho o no con la democracia; en 2004, ese porcentaje aumentó
a 7%, y en 2005 a 8%.2

Los datos anteriores son preocupantes, no me agradan, pero los


entiendo. Si no se puede ofrecer un nivel digno de existencia a la fa-
milia, se prefiere desarrollo que democracia. Considero que es claro
que desarrollo socioeconómico y democracia tienen que ir de la ma-
no y viceversa, como ha acontecido en Europa occidental en las últi-
mas seis décadas. Si no ocurre así, ningún sistema democrático tiene
asegurada la estabilidad y la gobernabilidad. Entonces, no puede rea-
lizarse un pronunciamiento sobre el sistema de gobierno que es me-
jor en un país determinado para lograr la democracia, si previamente
no se analizan tiempo, instituciones, cultura y evolución políticas, así
como los sistemas electoral y de partidos.
Únicamente asiento un dato más, contenido en el Latinobarómetro
2005, que ayuda a comprender esta cuestión especialmente compleja.
Ese año, los ciudadanos calificaron, en promedio, con 5.5, en una es-
cala de 1 a 10, a la democracia en la región, calificación que osciló
de 7.6 en Venezuela a 4.2 en Paraguay.
A partir de los últimos años de la década de los ochenta y princi-
pios de la de los noventa del siglo pasado, resurgió el interés —y qué
bueno— por los estudios institucionales. Algunos son excelentes, pero
otros se olvidaron del contexto de la región y de los países en parti-
cular y, en forma generalizada, recomendaron cambiar los sistemas
presidenciales a parlamentarios; los menos, a semipresidenciales o a
alguna otra modalidad.
Los escritores estadounidenses Mainwaring y Shugart han llegado
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a una serie de conclusiones que comparto en gran parte; a saber: es
dudoso que un sistema de gobierno sea claramente superior a otro,
que no existe una forma universal de gobierno que sea la mejor, que
diferentes condiciones de desarrollo social y económico, así como po-
lítico —por ejemplo, el sistema de partidos— hacen que un sistema
de gobierno sea más adecuado en un país que en otro, que los estu-
dios críticos del presidencialismo tienen importancia, que existen di-
versos tipos de presidencialismo y que unos funcionan mejor que
otros, dependiendo de una serie de factores, tales como el menciona-
do sistema de partidos y las facultades legislativas de que goce el pre-
sidente.3 Estas conclusiones tienen trascendencia, porque las alcanza-
ron con base en una serie de importantes estudios empíricos. A pesar
de ello, son conclusiones provisionales que necesitan seguir profundi-
zándose y ponderándose, pero nos estamos acercando a parámetros
que son útiles para lograr la conservación y el perfeccionamiento de
los sistemas democráticos en América Latina.
Desde luego, todas las afirmaciones anteriores, y las que realizo en
el presente ensayo, se encuentran enmarcadas dentro de sistemas de-
mocráticos. Las dictaduras, gobiernos autoritarios o militares no cons-
tituyen sistemas presidenciales sino autocracias. Los sistemas presiden-
ciales únicamente se pueden discutir y analizar en el marco de los
regímenes democráticos. Las autocracias son algo diferente, son la
negación de la libertad y de los derechos humanos; en una palabra,
de la dignidad humana.
Este ensayo se divide en tres partes:
a) La primera, un repaso de varias opiniones doctrinales que consi-
deran que el sistema parlamentario es mejor que el presidencial, al-
gunos pensamientos críticos al presidencialismo en América Latina, y
otros que, admitiendo los problemas y errores, consideran que, en ge-
neral, los sistemas presidenciales de la región latinoamericana han
funcionado adecuadamente.
Debo aclarar: la división anterior no es tajante, porque la misma
puede referirse a dos o a los tres aspectos mencionados. Sin embargo,
he colocado las opiniones donde se encuentra el énfasis; únicamente he
optado por este método con la finalidad de darle algún orden a la
exposición de los pensamientos. Hay autores importantes que cito
con rapidez o no los cito, ya que de muchos, o varios de ellos, me he
ocupado en otros trabajos.
b) La segunda, propongo una definición de democracia, y lo que
este concepto implica y abarca actualmente, así como algunas refle-
xiones sobre la democracia en América Latina.
c) La tercera, con los elementos expuestos, argumento las conclu-
siones a las que llego en el ensayo, cuyo interés centro en América
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Latina. Mi finalidad es contribuir al diagnóstico y solución de las


cuestiones planteadas, que la democracia alcanzada en América Lati-
na no vaya a sufrir retrocesos, sino que continúe su lucha y anhelo
de ir superando problemas políticos, sociales, económicos y culturales
a los que se está enfrentando en varios países en una nueva ola po-
pulista. Únicamente intento afianzar conceptos e ideas que se han ex-
presado, pero que a veces se pierden en la multitud de escritos, dis-
cursos y conceptos imprecisos.

A. Comienzo el repaso doctrinal con aquellos autores que princi-


palmente consideran —aunque después modulen sus tajantes afirma-
ciones—que el sistema parlamentario es mejor y más adecuado para
alcanzar democracia con gobernabilidad.
Examino en este inciso a tratadistas externos a América Latina,
debido a su prestigio intelectual, para comprobar que esta cuestión
preocupa fuera de nuestra región, que varios se refieren expresamen-
te a ella, que no es un planteamiento de los últimos años; que, a ve-
ces, con toda justicia, la preocupación no es sólo teórica, como en el
caso de Bovero, y que el renovado interés por el asunto ha aportado
elementos valiosos como son la realización de estudios empíricos, los
cuales han contribuido a clarificar la situación, y que hoy permiten
tener ideas más precisas y cercanas a la realidad, para que los países
latinoamericanos traten de no cometer errores graves, cuando menos
en lo referente a cambios y modificaciones institucionales, con espe-
ranzas e ilusiones que probablemente van a ser defraudadas, pero lo
grave no es únicamente eso, sino que los “remedios” pueden resultar
peores que los males que se persiguen superar, al pasar por alto reali-
dades políticas, como el sistema de partidos y aspectos de cultura po-
lítica en un determinado Estado.
B. El ilustre jurista Hans Kelsen escribió que el parlamentarismo
es “la única forma posible de democracia”. Catorce años después de
esa aseveración, explicó que en el régimen presidencial el elemento
autocrático es “relativamente fuerte”, en contraste con el sistema par-
lamentario (que en el libro identificó con república con gobierno de
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gabinete y república con gobierno colegiado), en el cual el elemento


democrático “es comparativamente más fuerte”. Es decir, moduló su
primera y rotunda afirmación. El tratadista vienés no profundizó en
su aseveración como hubiera sido deseable. Sin embargo, en la pri-
mera obra, la intención fue refutar la doctrina de Smend sobre las
formas de Estado y su rechazo al parlamentarismo.4
Diego Valadés considera que es imposible que Kelsen, en 1930, no
conociera el sistema presidencial estadounidense; en consecuencia, es
probable que su finalidad fuera la defensa del parlamentarismo al
afirmar que el ataque a éste lo era realmente contra la democracia.
En esta forma refutaba también —asegura Valadés— la crítica de
Carl Schmitt al parlamentarismo y a la Constitución semipresidencial
de Weimar. No obstante, como bien dice el notable autor mexicano,
“una cosa es afirmar el sentido democrático del sistema parlamenta-
rio, y otra que sólo ese sistema es democrático”.5 Tal vez podría de-
cirse que, en este aspecto, el autor de la Teoría pura del derecho antepu-
so la política a su metodología científica, situación que siempre
combatió; o sea, incurrió en el “supuesto error” contra el que deno-
dadamente luchó.
El prestigio intelectual de Kelsen ha servido para que las afirma-
ciones anteriores sirvan de apoyo a los críticos del presidencialismo.6
C. Por ejemplo, Alf Ross retomó el pensamiento de Kelsen y lo
hizo suyo, aunque no lo citó; tampoco profundizó por qué, desde el
punto de vista de la eficacia del control, el parlamentarismo es más
democrático que los sistemas presidencial y de consejo de gobierno,
como el suizo, aunque sí argumentó que la elección directa de jefe de
gobierno por un periodo fijo involucra muchas posibilidades de in-
convenientes imprevisibles, pero no dice cuáles pueden ser algunos de
estos últimos, y afirmó que el contacto más estrecho —¿con quién?,
¿con el pueblo?— se alcanza en el sistema parlamentario, en virtud
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de que el gobierno se encuentra constantemente controlado por el
parlamento, y si pierde el apoyo de éste, debe renunciar; 7 su primera
afirmación no se puede generalizar y, desde luego, es inexacta en los
regímenes que siguen el modelo de Westminster.
D. El debate sobre esta cuestión se benefició, y mucho, con los
trabajos de los distinguidos académicos Juan Linz y Arturo Valenzue-
la, y con la edición que realizaron de dos importantes tomos que
contienen ensayos de diversos autores.8 Su pensamiento lo he exami-
nado con cierto detalle en otro trabajo,9 en el cual gloso los diversos
y variados argumentos de Linz y los contraargumento. En esta oca-
sión baste asentar que el notable politólogo partió del principio de
que puede ser o no una casualidad el que muchos sistemas presiden-
ciales han encontrado serios problemas para establecer democracias
estables; aclaró que una democracia presidencial sí puede ser un sis-
tema estable, aunque sus probabilidades no son realmente favorables.
Asimismo, expresó que los sistemas parlamentarios no siempre garan-
tizan la estabilidad, sino que facilitan la flexibilidad indispensable en
los difíciles pasos hacia la transición democrática.
Linz insistió en que únicamente sostiene que el presidencialismo
parece que supone mayor riesgo para una política democrática estable
que el parlamentarismo de nuestros días, aunque agregó que para al-
canzar conclusiones definitivas aún faltaban estudios empíricos. Este
tratadista muestra su habitual talento a través de su prudencia. En la
actualidad contamos con diversos estudios empíricos al respecto.
Arturo Valenzuela, en interesante estudio, concluyó que Chile de-
bería contar con sistema parlamentario, que si tal hubiera sido el ca-
so, no hubiera acontecido el golpe de Estado de 1973, en virtud de
que el presidente de la república, al no haber contado con mayoría
parlamentaria para sus políticas, la crisis se hubiera resuelto con un
cambio de gobierno o con la formación de una coalición que hubiera
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implicado moderación en las propuestas de los dos partidos principa-


les, lo cual es más factible en un sistema parlamentario. En cambio,
la lógica del presidencialismo en un gobierno minoritario condujo a
una espiral de polarización que dejó pocas alternativas diferentes a la
del golpe de Estado.10
No puede negarse que la seria argumentación de Valenzuela, a
quien académicamente respeto, impresiona. No obstante, la misma
ha sido bien refutada, de lo cual me habré de ocupar con posterio-
ridad.
E. Para Fredd W. Riggs, la separación de poderes —principio al
que aludo en varias ocasiones y del cual hago una breve reflexión in-
fra VIII, E, d— genera cuatro problemas básicos en algunas constitu-
ciones presidencialistas: a) Confrontación del Ejecutivo y el Legislati-
vo, b) Parálisis del Congreso, c) Debilidad del sistema de partidos, y
d) Arbitraje del Poder Judicial. Son precisamente estos problemas los
que han llevado, de acuerdo con su criterio, al colapso democrático a
más de treinta sistemas presidenciales fuera de Estados Unidos, prin-
cipalmente a través de golpes de Estado o la imposición de leyes
marciales. Riggs añadió que esos problemas casi no se presentan en
los sistemas parlamentarios.11
Riggs se refiere a “algunas” constituciones presidencialistas. Así de
genérico. De la misma manera se puede afirmar que muchos de esos
problemas se presentan en “algunas” Constituciones parlamentarias,
y que condujeron o conducen a rupturas democráticas. Recuérdense
dichas rupturas en la Europa de las entreguerras mundiales, y en
múltiples países africanos y asiáticos en décadas recientes y en los úl-
timos años. En 2006, el caso más notorio aconteció en Tailandia.
El problema que ahora suele presentarse en los regímenes presi-
denciales es el contrario del que señala este autor: la parálisis la sufre
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el Poder Ejecutivo en gobiernos divididos, aunque es asunto supera-


ble, y los casos empíricos lo comprueban a través de la negociación y
la concertación políticas.
Los otros dos “problemas” que resalta se presentan en múltiples
sistemas parlamentarios. El tercero, debido a que ello depende de
factores que ocurren en ambos sistemas, tales como multipartidismo
extremo y polarizado, y democracias no consolidadas.
Cada día son más numerosos los países con sistema parlamentario
que cuentan con cortes o tribunales constitucionales. Es decir, en
ellos existe “arbitraje del Poder Judicial”. Más allá de las virtudes o
defectos de dicho “arbitraje”, tema ajeno a este ensayo, el mismo no
es característico de los regímenes presidenciales. A mayor abunda-
miento, en ambos sistemas de gobierno suele aceptarse la jurisdicción
de órganos judiciales regionales e internacionales, constituidos en ins-
tancia última de resolución jurisdiccional.
F. Para Michelangelo Bovero el alegato a favor del parlamentaris-
mo y la crítica al presidencialismo no constituye una cuestión abs-
tracta de derecho comparado o de recetas para otros países, sino es
la defensa de la Constitución italiana de 1947 ante los ataques de
quienes la quieren cambiar para realmente instaurar un sistema presi-
dencial en ese país europeo, lo cual lo alarma.
Para Bovero, la Constitución italiana es una de las mejores y más
democráticas del mundo. En contraste, el sistema presidencial conlle-
va, según él, la posibilidad de constituir un régimen autoritario y an-
tidemocrático, hecho verificable en América Latina. Es probable que
no tuvo presente todos los sistemas presidenciales democráticos y exi-
tosos que existen en la región.
Para el profesor de la Universidad de Turín la cuestión central se
encuentra en conocer cuál es el órgano preeminente y en qué medida
lo es, teniendo presente dos asuntos: la fuente de legitimación y los
poderes atribuidos al parlamento y al gobierno. Es decir, si el jefe de
gobierno, en virtud de su elección directa, no es dependiente del par-
lamento, y si cuenta con poderes para que se apruebe su legislación
en ese órgano.12
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 9

Bovero, para defender el sistema parlamentario en Italia, que para


ese país es probablemente el más adecuado, debió examinar las cir-
cunstancias y los elementos que le son propios, para evitar pronun-
ciar juicios que son muy discutibles en otras latitudes.
G. En América Latina algunos autores han hecho suyos en los últi-
mos lustros, en una forma o en otra, los argumentos de tratadistas
extranjeros,13 reforzándolos con estudios importantes de casos nacio-
nales.
Sin embargo, ante las autocracias en la región, recurrentemente ha
existido una corriente doctrinal y política a favor del sistema parla-
mentario o algo que se le asemeje. A veces, el razonamiento consiste
en que si el sistema presidencial deviene en uno antidemocrático,
auspiciando caudillajes, dictaduras y golpes de Estado, por contraste
hay que ensayar el sistema opuesto: el parlamentario. Entonces, éste
se convierte en una esperanza, en una utopía, y a pesar de serlo, es
tema frecuente en el constitucionalismo de la región latinoamericana.
Néstor P. Sagües sostiene que en esa virtud, en América Latina, el
parlamentarismo tiene algo de mágico, de extraño y de ilusión, por-
que se considera que por “sí solo curaría los excesos del Poder Ejecu-
tivo, la malicia del Congreso, la burocracia administrativa, la lentitud
de la Justicia”.14
H. El ecuatoriano Simón Pachano concluyó que la simpatía que
siente por el sistema parlamentario se debe a dos causas: por los be-
neficios que lleva consigo, tales como estabilidad, gobernabilidad, ca-
pacidad de representación y fortalecimiento del sistema político, y se-
gunda, por negación de la situación política actual de su país; es
decir, por contraposición con un tipo ideal de sistema de gobierno que
podría resolver los problemas que enfrenta la democracia en aquel

13
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 10

Estado. Para llegar a esas conclusiones examinó, según su criterio, los


“elementos negativos del sistema presidencial”, mismos que han sido
muy reiterados por los partidarios del parlamentarismo y adversarios
del presidencialismo.15
I. María de la Paz Sánchez Manzano indica que en Chile y Uru-
guay se han presentado propuestas para implantar sistemas parlamen-
tarios puros, debido, según sus autores, a la ineficacia del régimen
presidencial y con la finalidad de consolidar la democracia.16

En este inciso me refiero a críticas enderezadas directamente al sis-


tema presidencial en América Latina, que son claro ejemplo de esta
fuerte tendencia, y en las cuales se atribuye al presidencialismo el fra-
caso de las democracias en la región.
A. Comienzo con el criterio de un autor extranjero muy interesado
en América Latina y conocedor de la misma, el profesor Scott Main-
waring.
Mainwaring afirmó, entre otros aspectos, que el sistema presiden-
cial es “generalmente menos favorable para la democracia”, porque
está mal provisto para enfrentar las grandes crisis, debido a que no
existen instrumentos claros para deponer a un presidente enorme-
mente impopular o que ha perdido el apoyo del Legislativo, con lo
cual la destitución implica la crisis de todo el sistema; entonces pare-
ciera que la única solución es un golpe de Estado como aconteció en
Chile en 1973; que se propicia la incomunicación entre el Ejecutivo
y el Legislativo, porque son electos en forma separada, incomunica-
ción que se exacerba por el periodo fijo del cargo; que el programa
del Ejecutivo puede ser bloqueado permanentemente por el Legislati-
vo, y que en el sistema presidencial pueden ser electas personas leja-
nas a la política, con poca experiencia en relacionarse con el Congre-
so, como fueron los casos de Brasil en 1989 y de Perú en 1990,
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 11

problemas que se agravan si las relaciones del presidente con su par-


tido son débiles, si el sistema de partidos no posee fortaleza, o si los
órganos principales de los partidos políticos no controlan la selección
de los candidatos presidenciales.17
He citado en este lugar a Mainwaring en virtud de que, pocos
años después, en unión con Shugart, su planteamiento sobre el tema
es completamente distinto, y al cual me he referido en parte en el in-
ciso primero de este ensayo. Lo interesante es que la visión de Main-
waring varió radicalmente después del examen de estudios empíricos
de casos concretos. Estos dos autores escribieron, asimismo, una rese-
ña crítica en la que amplían y precisan ideas que cité en el inciso
primero de este ensayo.18
B. En América Latina, la crítica al sistema presidencial es muy an-
tigua.
El escritor y político brasileño Silvio Romero, en 1883, escribió so-
bre las debilidades de los sistemas presidenciales en la parte latina del
continente americano. Entre algunas de las más importantes de aque-
llas, yo destaco:
a) La vinculación al militarismo.
b) La constitución en una “especie” de dictadura.
c) La pésima comprensión del principio de la división de poderes,
que deviene en rigidez política contraria a la democracia, siendo el
origen de revoluciones armadas.
d) La carencia de fuerza y prestigio del Congreso, y la falta de res-
petabilidad del presidente.
e) La supresión de escenarios para la discusión y la lucha de las
ideas, favoreciéndose a personas mediocres, pero hábiles en alabar al
dictador.
f) La idoneidad para que los gobernantes se mantengan por medio
de la corrupción y contra la voluntad del país.
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 12

g) La falta de simpatía por la democracia como aspiración general


del pueblo.19
C. Manuel Alcántara Sáez y Francisco Sánchez López, catedráti-
cos de la Universidad de Salamanca, coinciden con Giovanni Sartori
en la afirmación de que el problema del presidencialismo en América
Latina se encuentra en la división de poderes, la cual propicia que
los presidentes oscilen, en una continua e inestable situación, entre el
abuso del poder o la falta de aquél.20
D. Mario D. Serrafero resumió diversas críticas al sistema presi-
dencial en América Latina, pero lo más interesante es su estudio de
los diversos intentos en varios países para cambiar el sistema presi-
dencial al parlamentario, al semiparlamentario o al semipresidencial.
Más interesante todavía resulta que aquéllos se realizaron desde el
poder público, y en muchas ocasiones desde el órgano ejecutivo, en
ejercicios que se denominaron reforma integral del Estado en Vene-
zuela o Consejo para la Consolidación de la Democracia en Argenti-
na, a los que se puede agregar la también fallida, cuando menos has-
ta ahora, llamada Reforma del Estado en México.
En Brasil, el Congreso Constituyente, que redactó la Constitución
de 1988, se decidió por el sistema presidencial, pero no en forma de-
finitiva, debido a la inexistencia de un acuerdo claro en ese órgano,
por lo que éste convocó a la celebración de un referendo, que se lle-
vó a cabo en 1993, para que la sociedad política decidiera entre re-
pública o monarquía, y entre sistema presidencial o parlamentario. El
resultado fue a favor de una república presidencial.
De estos intentos reformistas, destaca el argentino, en virtud de
que el proceso democrático reanudó su vigencia a causa del fracaso
del régimen militar en la guerra de las Malvinas, y el presidente
Alfonsín encargó los estudios para el cambio de sistema al menciona-
do Consejo, cuyo responsable fue Carlos Nino, académico de renom-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 13

bre. Dicho intento no prosperó porque el presidente de la República


no logró reunir el consenso político necesario para la reforma.
En síntesis, ese Consejo para la Consolidación de la Democracia
sostuvo que debía sustituirse el sistema presidencial por uno mixto,
porque no existe prueba empírica alguna que confirme que con el
presidencialismo se puede consolidar un régimen democrático dura-
dero y estable —¿y sí lo hay en América Latina con el sistema parla-
mentario o algún otro?—, que Argentina había conocido aquel siste-
ma durante escasos años, pues debido a fraudes electorales, proscrip-
ciones, persecuciones políticas, etcétera, no había regido en la reali-
dad. No deja de extrañar su aseveración de que no existen en el
derecho comparado experiencias presidenciales exitosas que las que
se conocen pertenecen al parlamentarismo o a sistemas mixtos, que el
caso de Estados Unidos no es extrapolable, porque el peso de las ins-
tituciones es muy diverso al de Argentina. Ese Consejo se olvidó de
varias experiencias latinoamericanas que han sido exitosas por más
de veinticinco años continuos, como son los casos de Costa Rica,
Chile, Colombia, Venezuela y Uruguay.
Ese Consejo señaló que principalmente hacía especulaciones teóri-
cas para reflexionar si el sistema presidencial podía asegurar estabili-
dad, continuidad y relativa eficacia de la democracia pluralista. La
respuesta fue que no. Todo parece indicar que ésta ya se encontraba
contestada aun antes de las especulaciones teóricas, y no deja de ex-
trañar que un Consejo presidencial de esa naturaleza se estuviera re-
firiendo a “especulaciones teóricas” que corresponden más al gabine-
te del estudioso.
Dicho Consejo propuso un modelo semipresidencial o semiparla-
mentario para superar los problemas del presidencialismo en ese país,
según su criterio, que eran principalmente cuatro, relativos a: a) La
canalización de tensiones políticas, b) La personalización del poder,
c) Las relaciones entre los órganos del Estado y d) La formación de
coaliciones partidarias.21
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 14

E. El connotado profesor chileno Nogueira Alcalá escribió que el


sistema presidencial no es el adecuado para América Latina, debido a
que muy seguido conduce a bloqueos entre los poderes Ejecutivo y
Legislativo, que cuando el primero no cuenta con mayoría parlamen-
taria, se crean desacuerdos insolubles que conducen a que los presidentes
soliciten mayores facultades a costa del parlamento. A menudo, el je-
fe de gobierno claudica en su programa gubernamental, y se transfor-
ma en un gobierno sin capacidad para resolver los enormes y apre-
miantes problemas socioeconómicos, o se abre la puerta a soluciones
extraconstitucionales para la resolución del conflicto, con el consi-
guiente daño a la democracia y la creación de gobiernos autoritarios
de facto. La experiencia enseña que esos gobiernos generalmente no
sólo no resuelven los problemas socioeconómicos, sino que los agra-
van, lo cual va a tener consecuencias negativas en los nuevos regíme-
nes democráticos.
El distinguido constitucionalista no propone como solución el siste-
ma parlamentario, en virtud de que éste ha fracasado reiteradamente
en América Latina. Para él, la solución se encuentra en aceptar “me-
canismos que temperen el presidencialismo por medio de técnicas del
régimen parlamentario”, las cuales ya han sido introducidas, aunque
tímidamente, en varias leyes fundamentales de la región. Es decir, la
propuesta de Nogueira Alcalá es el régimen semipresidencial de go-
bierno, parecido al que opera en Finlandia.22

Veamos ahora algunos pensamientos que encuentran virtudes al


sistema presidencial, principalmente en la realidad sociopolítica de
América Latina, aun reconociendo que no es la panacea; que es el
que, cuando menos por ahora, se ajusta más a la realidad actual, y
en diversos casos ha operado asegurando libertades con gobernabili-
dad. Insisto que las autocracias no son sistemas presidenciales, sino
precisamente autocracias, aunque se vistan o disfracen de sistema
presidencial.
A. El gran expositor del sistema parlamentario inglés de mediados
del siglo XIX, Walter Bagehot, fue un convencido de las bondades
de aquél aunque expuso sus defectos; admitió que la estructura de
pesos y contrapesos puede funcionar en el sistema presidencial, y que
los constituyentes estadounidenses perseguían evitar la tiranía. No
obstante, el autor inglés no mostró simpatías por este último sistema,
en virtud de que consideró que su división de poderes resultaba fatal,
debido a que no existía una autoridad única para todos los asuntos;
en unos, esa autoridad se encontraba en un órgano de poder; en
otros, en órgano distinto, amén de la fuerza de las entidades federati-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 15
vas, lo cual auspició una ultra-democracia. El problema del sistema
presidencial —aseguró— se encuentra en la dispersión de la sobera-
nía entre varios órganos; entonces, ninguno es soberano y la conse-
cuencia es la carencia de unidad en la acción gubernamental.
Sin embargo, de la anterior explicación se puede deducir, aunque
Bagehot no lo enunció así, que cuando en el sistema parlamentario la
autoridad del gobierno y la mayoría del órgano legislativo coinciden,
se debilita precisamente la función de control.23
Actualmente, la función de control del parlamento se contempla
en forma diversa, la ejerce más que el órgano legislativo como tal, el
o los partidos minoritarios, aunque no logren derribar al gobierno.
B. Jacques Lambert asienta que si el régimen presidencial se aco-
moda mal a las condiciones y necesidades de Latinoamérica, “ésta ha
sabido adaptarlo a sus propias necesidades, deformándolo. El régi-
men de preponderancia presidencialista no funciona, ciertamente, sin
saltos bruscos, pero queda por demostrar que existen otros regímenes
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 16

de carácter más democrático que fueran capaces de funcionar mejor


en unas circunstancias tan difíciles”.24
C. Para Luis Sánchez Agesta, el presidencialismo en América Lati-
na es un instrumento de disciplina y empresa, y si se modera dentro
de ciertos límites, y se renueva periódicamente a través del sufragio,
“puede ordenar y movilizar esos recursos humanos y materiales”.25
D. Mettenheim, al analizar la situación específica de Brasil, des-
pués de su regreso al sistema democrático en la década de los ochen-
ta del siglo pasado, sostiene que no se produjeron el estancamiento,
la polarización, la corrupción y el populismo demagógico profetizado
por los críticos del presidencialismo. Al contrario, se han manifestado
nuevos patrones de cambios políticos, como referendos, alianzas par-
tidistas y movimientos de reforma política.26
E. Luca Mezzetti, profesor de la Universidad de Bolonia, afirma
que el presidencialismo latinoamericano funciona mejor de lo que
sostiene la teoría, aunque algunos sistemas están mejor capacitados
para librar los bloqueos institucionales, y desde luego, el contexto
cambia de acuerdo con el sistema de partidos, las leyes electorales, la
flexibilidad para formar coaliciones y el grado de polarización ideoló-
gica.27
F. Dieter Nohlen, quien conoce a América Latina muy bien y ha
realizado importantes trabajos sobre los sistemas de gobierno, de par-
tido y electorales en la región, destaca que existe sobrevaloración de
los aspectos negativos del presidencialismo, y se considera que si ha
sido perjudicial para la democracia, lo continuará siendo. Frente a
esta concepción, se sobrevalora la expectativa o la esperanza del par-
lamentarismo; afirma que existe confusión en el peso que se otorga al
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 17

sistema presidencial en el fracaso de nuestras democracias, frente a


los efectos positivos que dicho sistema tiene en nuestras realidades,
como es en la reconstrucción y consolidación democráticas, sin olvi-
darse que el pluripartidismo y las raíces ideológicas de los partidos
políticos de la región se acercan más a Europa que a Estados Uni-
dos.28
Por demás interesante resulta, y hay que ponderarlo, la observa-
ción de Mario Fernández en el sentido de que en Chile la inquietud
y la discusión políticas por alcanzar un sistema parlamentario, decli-
nó radicalmente con el regreso a la democracia y el éxito que se ha
obtenido con el sistema presidencial.29
Nohlen apunta que el nuevo hundimiento de las democracias, que
se pronosticó para América Latina, no ha ocurrido. Por el contrario,
las transiciones a la democracia acontecidas en un poco más de vein-
te años “han sido conducidas por sistemas presidenciales, la mayoría
de ellos con el mismo marco constitucional vigente en la época del
desplome preautoritario”. Esta afirmación está fundada en evidencia
empírica, lo cual relativiza la relación causal que se había querido
encontrar en América Latina entre derrumbe de la democracia y
sistema presidencial.
Por otra parte, lo que sí se observa —señala— en la región es
cierta capacidad de adaptación y flexibilidad del presidencialismo, es-
pecialmente, para sortear un contexto internacional complicado y un
panorama económico y social por demás delicado. Este autor es muy
claro al señalar que lo anterior no implica ningún juicio respecto al
desarrollo, permanencia y consolidación de la democracia en Amé-
rica Latina en el futuro.
Advierte que hay que manejar con cuidado las diferencias catego-
riales y las graduales; se debe, por ejemplo, diferenciar entre demo-
cracias con elementos autoritarios y autoritarismo con elementos de-
mocráticos, y que la tendencia teórica actual, en relación con
América Latina, consiste en no realizar diferencia alguna. Para mu-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 18

chos analistas y políticos basta con la celebración de elecciones para


que a un país se le califique de democracia, y que este reduccionismo
tal vez influye en la valoralización de la democracia lo que puede
originar fuertes críticas a la misma y contribuir a su desafección.
El distinguido tratadista alemán indica que parte del éxito y la
permanencia de la democracia en nuestra región no se debe sólo a sí
misma, sino a factores exógenos, como el hecho que los militares han
aprendido la lección,30 y el prestigio actual de la democracia, a pesar
de que en América Latina todavía este concepto no es cercano a
grandes sectores de la población, aunque la situación varía según el
país. Por ejemplo, de acuerdo con el Latinobarómetro 2002, el 77%
de la población en Costa Rica considera que la democracia es prefe-
rible a cualquier otra forma de gobierno, el 57% en Honduras, el
47% en Ecuador, el 40% en El Salvador, el 37% en Brasil.
En 2005, por tercer año consecutivo, la democracia sostiene, en
promedio regional, un apoyo de 53% de los ciudadanos, de acuerdo
con el Latinobarómetro de ese año.
G. Scott Morgenstern y Pilar Domingo sostienen que en América
Latina, incluso en los gobiernos divididos, el bloqueo entre los pode-
res Legislativo y Ejecutivo no es frecuente y que los fracasos demo-
cráticos van siendo excepcionales, que el éxito del régimen presiden-
cial depende del sistema de partidos y de los detalles en la construc-
ción de las instituciones. Estos autores argumentan que: a) Los pode-
res ejecutivos y legislativos activamente tratan de evitar o superar
bloqueos para proteger sus propios intereses, b) Los constituyentes de-
mocráticos generalmente construyen instrumentos que los ejecutivos
pueden emplear para evitar dicho problema, y que c) El bloqueo es
sobre todo una decisión política: se busca o no conservar el statu quo.
Las experiencias recientes de las democracias presidenciales en
América Latina —argumentan— han sido generalmente exitosas,
aunque en algunos países ese éxito es modesto, en virtud de proble-
mas no resueltos. No obstante, debe observarse, y en esto coinciden
con Fernández y Nohlen, que con frecuencia el diseño institucional
—presidencialismo— es el mismo que existía antes de la ruptura de-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 19

mocrática, lo cual permite argumentar que dicha ruptura se debió a


divisiones en la sociedad y a la polarización política cuya solución
probablemente no se encontraba en el marco de ningún arreglo insti-
tucional democrático. Señalan cuatro factores no institucionales que
actualmente favorecen la existencia de sistemas democráticos, ya sean
parlamentarios o presidenciales: a) Un proceso de moderación política
como consecuencia de la desintegración de la Unión Soviética, b) La
mala experiencia de los regímenes militares y el escaso apoyo que
tendrían de sectores que con frecuencia los apoyaron, c) Cambios en
corrientes ideológicas de derecha que ahora se encuentran más com-
prometidos con la democracia, y d) El aliento más decidido de los
Estados Unidos y de la comunidad internacional a la consolidación
de las democracias y el respeto a los derechos humanos, así como los
apoyos de organismos monetarios internacionales para el desarrollo
económico en las sociedades democráticas.31
No obstante, sobre estas últimas aseveraciones de los autores, hay
que tener cuidado, en virtud de que la lucha contra el terrorismo ha
debilitado a varias democracias occidentales que han expedido leyes
que limitan y coartan libertades, como ha acontecido en Estados
Unidos y Gran Bretaña, lo que a su vez tiene consecuencias en otras
naciones, como la indiferencia mundial ante violaciones contra la po-
blación civil en Chechenia o el regreso a la práctica de la tortura en
México durante el periodo del presidente Fox.
Estados Unidos alienta o no a los sistemas democráticos de acuer-
do con sus intereses de potencia imperial; en muchas ocasiones se uti-
liza la causa de los derechos humanos como pretexto para intervenir
en otras naciones. Los organismos internacionales, a menudo, espe-
cialmente los de carácter económico, se rigen por los intereses de los
países poderosos; los ejemplos son incontables, y no les importa si
esos sistemas son democráticos o no.
H. Alonso Lujambio estudió cuatro países latinoamericanos que
contaron con democracias presidenciales exitosas, cuando menos du-
rante veinticinco años: Costa Rica, Venezuela, Chile y Uruguay. Di-
cho estudio le permitió llegar a siete conclusiones. Lujambio persi-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 20

guió con esa investigación precisar las condiciones estabilizadoras que


permitieron sobrevivir con éxito a los mencionados sistemas. Apunto
únicamente una de ellas: la existencia de congresos con poder real y
que ejercen un papel activo.32 Me parece que el pensamiento de Lu-
jambio se puede sintetizar diciendo que en América Latina el sistema
presidencial no es una panacea, pero en varios países ha funcionado
razonablemente bien y por periodos prolongados.
I. Como ya asenté, uno de los ataques más fuertes y certeros al sis-
tema presidencial en América Latina ha sido el golpe de Estado
acontecido en Chile en 1973, y el consecuente alegato de que esa cri-
sis hubiera podido ser evitada si hubiera existido un sistema parla-
mentario y, en consecuencia, no se habría producido dicha ruptura
en un país que se había distinguido en la región, precisamente por su
estabilidad democrática, a pesar de su partidismo extremo.
Por la razón anterior, resulta por demás ilustrativo el análisis que
Julio Faundez realiza de dicha crisis chilena. Su punto de vista es
que fue precisamente el sistema presidencial lo que había salvaguar-
dado la democracia en Chile en las dos décadas anteriores, que el
golpe de Estado de 1973 fue la conclusión de una serie de factores
que se habían venido gestando, y que difícilmente un sistema parla-
mentario hubiera podido evitar la ruptura democrática.
El examen de Faundez merece que me detenga en algunos de sus
argumentos: en los años cincuenta una serie de factores económicos y
sociales adversos dificultaron la política de coaliciones políticas de los
años de las décadas 1930 y 1940. La volatilidad del precio del cobre
—recurso esencial del país— en el mercado internacional y la infla-
ción económica golpearon gravemente a las personas con menores
recursos, lo cual ocasionó gran malestar obrero y un círculo vicioso
de huelgas, a las cuales los gobiernos hicieron frente con medidas re-
presivas de poco calibre y la prohibición del partido comunista.
Lo anterior produjo consecuencias en el sistema de partidos que se
apoyaba grandemente para formar coaliciones de gobierno en el mo-
vimiento obrero organizado. En 1953, se presentaron a las elecciones
legislativas 32 partidos políticos, más del doble que en la década an-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 21

terior. Tanto los partidos tradicionales de izquierda como los de de-


recha perdieron fuerza electoral y se vieron asediados por luchas in-
ternas y la formación de facciones.
Para Faundez, durante esos años, el sistema presidencial fue clave
para revivir el régimen de partidos y asegurar la continuidad del sis-
tema democrático. A pesar del multipartidismo extremo, se logró que
los partidos se agruparan en torno a los candidatos presidenciales, cu-
yo resultado fue que el número de éstos osciló entre 2.0 a 2.5. Poco
a poco, los partidos fueron superando los problemas internos, y los
presidentes se apoyaron una vez más en el sistema de partidos, lo
cual, a su vez, los revivió.
El profesor de la Universidad de Warwick afirma que es probable
que en la descrita y grave crisis del sistema partidista, la democracia
no hubiera subsistido si el régimen hubiera sido el parlamentario.
En esta forma, a mediados de los años cincuenta y durante los se-
senta, la agenda política incluía tres agudos problemas de carácter
económico, que no eran, como ya se expresó, recientes, pero que se
habían agudizado y presentaban matices novedosos: a) La imbatible
inflación y el programa para combatirla, b) La política del cobre y
las relaciones con las compañías americanas, principales inversoras en
el sector, y c) La modernización del ineficaz sector agrícola. Lo ante-
rior, unido a una mayor participación política —el número de los
electores se había triplicado—, y el fortalecimiento de los sindicatos,
trajo consigo la polarización del sistema político, lo cual no se puede
atribuir al sistema presidencial.
Al contrario, al principio de la reforma agraria, el papel desempe-
ñado por el presidente Frei y su facultad de veto desempeñó un pa-
pel moderador entre las fuerzas de derecha y de izquierda. Empero,
la controversia sobre la reforma agraria fue radicalizando las posicio-
nes de los partidos políticos y de los agricultores; estos últimos se per-
cataron de su fuerza política.
La campaña electoral de 1970 radicalizó aun más el discurso polí-
tico con la consecuente agravación de la polarización, ya no sólo res-
pecto a la reforma agraria, sino también a todos los otros temas. A
finales de la década de los años sesenta, las movilizaciones sociales
aumentaron y empezaron a sobrepasar a los partidos políticos. Faun-
dez considera que sin los efectos moderadores de los presidentes, to-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 22

dos los hechos señalados hubieran tenido consecuencias más radicales


en un sistema parlamentario, incluso antes de la elección de Allende.
Este autor examina el argumento de que las reformas constitucio-
nales de 1943, y principalmente las de 1970, erosionaron las faculta-
des del Congreso a favor del presidente y, entonces, el primero fue
dejando de ser el foro para la resolución de intereses contrapuestos;
afirma que incluso si tal argumento fuera cierto, el mismo no signifi-
ca que un sistema parlamentario hubiera podido actuar con más efi-
cacia en la crisis, y analiza mencionadas reformas; la de 1970 cierta-
mente fortaleció las posibilidades legislativas del presidente, y los
congresistas ya no pudieron presentar decretos de pensiones de gracia
—beneficios a individuos— ni promover proyectos beneficiosos para
sus distritos. Los críticos del presidencialismo son especialmente duros
en este aspecto porque aseveran que estas prácticas eran esenciales
para fortalecer o promover el espíritu democrático entre los benefi-
ciados. El problema consistía en que con esas prácticas se impedía
que el gobierno pudiera tener control del gasto público, aspecto
esencial en cualquier país, más en uno con alta inflación.
Julio Faundez asienta que no deja de ser curioso que los partidos
que se opusieron a la reforma de 1970 con el argumento principal
de que se estaba creando una presidencia imperial, fueron sus prin-
cipales beneficiarios, en virtud de que el presidente Allende empleó
las mencionadas facultades para llevar a cabo su programa de go-
bierno.33
Resulta por demás sugestivo el desarrollo que realiza dicho profe-
sor, porque es diametralmente antagónico al de Arturo Valenzuela.
La misma realidad, la de Chile, examinada con óptica diversa. Por
parte de uno de los autores, una crítica demoledora al sistema presi-
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 23

dencial en ese país. Por la otra, una defensa de ese sistema, basado
en el examen de problemas y dificultades que sobrepasan y desbor-
dan el andamiaje institucional.
Lo más interesante es el hecho de que después de la dictadura de
Pinochet, como ya se asentó en este ensayo, se transitó con especial
éxito al régimen democrático dentro de un sistema presidencial muy
parecido al que existía cuando aconteció el golpe de Estado de 1973,
pero el contexto era diferente, además de la experiencia traumática
vivida durante la dictadura, que ha tenido efectos moderadores en los
partidos políticos. Diversos problemas económicos, sociales y políticos
han perdido su gravedad, y el éxito ha acontecido a pesar de la se-
cuela de efectos y actos negativos que la dictadura dejó como
herencia.
No cabe duda alguna, el caso chileno merece especial considera-
ción en este debate.
J. Eduardo A. Gamarra escribió que Bolivia tiene un sistema presi-
dencial híbrido, debido a que es el Congreso quien designa al pre-
sidente entre los dos candidatos con mayor votación, si ninguno ob-
tiene la mayoría absoluta de votos. Este planteamiento de Gamarra
no me parece aceptable, pero lo que me interesa subrayar es su exa-
men de la eficacia del sistema presidencial en Bolivia, a partir de su
última transición en 1982. Los problemas en dicho país son numero-
sos, complejos y de solución difícil. No obstante, cuando menos tres
de esos presidentes fueron encontrando mecanismos para ir avanzan-
do en resolver problemas con base en coaliciones gobernantes que
son, al mismo tiempo, la fortaleza y la debilidad del sistema. Las
coaliciones han permitido a los presidentes tomar medidas para esta-
bilizar la economía. Por otra parte, ellas han excluido a los partidos
opositores de beneficios políticos como la “repartición de cargos” y
del proceso de las decisiones, incluso de la información sobre resolu-
ciones y acuerdos importantes, lo que hace que los partidos de oposi-
ción busquen medios fuera del sistema para influir en aquéllas.
Las coaliciones gobernantes han superado el problema de la con-
frontación entre el Legislativo y el Ejecutivo, pero han debilitado a
las instituciones políticas. Los partidos políticos, de acuerdo con Ga-
marra, se han alejado de la sociedad, y los ciudadanos tienen menos
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 24

confianza en los poderes Legislativo y Judicial, en virtud del papel


predominante del Ejecutivo.34
Con posterioridad a que Eduardo A. Gamarra escribiere su ensa-
yo, dos presidentes de la República se vieron forzados a renunciar
por la presión de la calle. Sin embargo, su sustitución se realizó den-
tro de los marcos constitucionales. La situación política, económica y
social de Bolivia es por demás delicada, pero hasta hoy el sistema
presidencial ha podido canalizar los problemas, mismos que en cual-
quier momento pueden desbordar el sistema. ¿Un régimen parlamen-
tario estaría gobernando a Bolivia mejor en estos años de transición
democrática, que ocurren a partir de 1982? ¿O la inestabilidad políti-
ca se hubiera multiplicado y la gobernabilidad imposibilitado?
K. Ahora bien, este repaso de algunos pensamientos a favor y en
contra del sistema presidencial ¿a dónde nos ha conducido?
a) Confío que en tener una idea más clara del debate sobre las
fortalezas y las debilidades del sistema de gobierno en América La-
tina.
b) En la actualidad, se está mejor provisto de elementos para el es-
tudio de esta cuestión gracias a los trabajos empíricos con que se
cuentan, aunque aún hay que proseguir con su realización.
c) Incluso con los trabajos empíricos hay que tener cuidado en su
interpretación. Por ejemplo, el número de fracasos de sistemas presi-
denciales y parlamentarios durante el siglo XX es muy diferente de
acuerdo con los periodos que se examinan en el propio siglo, o en és-
te como una unidad.
d) No es posible realizar un buen análisis del sistema presidencial
en un país, si no se contempla todo el sistema político y la situación
socioeconómica y cultural. El sistema de gobierno es sólo una pieza
de un inmenso rompecabezas, aunque sea una de importancia.
e) No deja de causar sorpresa que la edición de múltiples libros
colectivos sobre esta cuestión, generalmente, siguen una misma línea:
defensa o crítica de los sistemas presidenciales. Pareciera, bien conoz-
co que no es así, que se intentaran politizar los análisis académicos.
CONCEPTO DE DEMOCRACIA Y SISTEMA DE GOBIERNO 25
f) El examen de la situación chilena en 1973, desde el aspecto científico, es altamente
ilustrativo. Los ensayos son serios, pero anta- gónicos. Es fácil que el lector se pierda con los
argumentos. Este caso muestra que no es fácil el conocimiento profundo de estas cuestiones
que implican la revisión de factores de la más diversa naturaleza. No hay que descuidar
elemento alguno del universo constitucional y sus estrechas relaciones con el ser
socioeconómico.
g) Los cambios institucionales deben ser bien meditados y pondera- dos. Cambiar por
cambiar es un error. Hay que cambiar para mejo- rar y superar problemas, no para
agravarlos o retroceder; no para multiplicar los fracasos democráticos. A veces, da la
impresión de que algunos proponentes de cambios, lo único que persiguen es col- mar su
vanidad, ser los autores de una nueva Constitución o de un proyecto integral de reformas de casi
una nueva ley fundamental.
h) En las rupturas de sistemas presidenciales democráticos no es posible el análisis
únicamente de la ruptura, sino hay que contemplar el contexto en el cual acontece, las causas
que las originan, y desde varios años antes, a veces una década o más.
Es probable que la conclusión sea que un régimen parlamentario tampoco hubiera sido capaz
de preservar el sistema democrático, sino que, dependiendo del país, la crisis se hubiera
producido antes y con mayor gravedad. Soy consciente de que este argumento no es defini- tivo
y no se puede generalizar. No obstante, téngase en cuenta que en el mundo, después de la
Segunda Guerra Mundial, los casos de rupturas democráticas en sistemas parlamentarios, que al
regreso a la democracia conservan dicho sistema, no son frecuentes. Al contrario, la regla
general, con excepciones, es que los sistemas presidenciales han retornado a la democracia
dentro de los marcos de ese sistema de gobierno. No voy a especular en la respuesta.
Únicamente recuerdo el hecho.
El sistema parlamentario suele y ha solido causar inestabilidad. Los ejemplos abundan en
el siglo XX. No voy a ocuparme de esta cuestión que amerita un estudio por sí misma. Me
circunscribo —y es lo que me interesa— a exponer, en el inciso 8, D, del presente ar- tículo, los
peligros más serios que actualmente podría correr América Latina con dicho sistema de
gobierno.

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