Misiones

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S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

TRABAJO Y TEMPLANZA

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S C RU T I N I U M
MISSIONIS
1
“La primera motivación para evangelizar
es el amor de Jesús que hemos recibido,
esa experiencia de ser salvados por Él
que nos mueve a amarlo siempre más. “.
(Francisco, EG. 264)

Los Salesianos de Don Bosco (SDB)


formamos una comunidad de bautizados que,
dóciles a la voz del Espíritu, nos proponemos realizar,
en una forma específica de vida religiosa,
el proyecto apostólico del Fundador:
ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a
los jóvenes, especialmente a los más pobres.
En el cumplimiento de esta misión,
encontramos el camino de nuestra santificación..
(C.2)

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S C RU T I N I U M
MISSIONIS

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Primera Parte
NOTAS PARA LA REFLEXIÓN

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1. PALABRA DE DIOS

“Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió


en toda la región. Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como
de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me
ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a
los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos
en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración
por las palabras de gracia que salían de su boca”. (Lc. 4, 14-22)
“Entraron en Cafarnaún, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la
sinagoga y comenzó a enseñar. 22 Todos estaban asombrados de su
enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no
como los escribas. (Mc. 1, 21-22)
“Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud
comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo
para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: “También a las otras
ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque
para eso he sido enviado””. (Lc. 4, 42-43)
“Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos
publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro
come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que había oído, respondió:

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“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los
enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y
no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores””. (Mto. 9, 10-13)
“Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a
toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a
proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: “No
lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero,
ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se
alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa
ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”.
Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y
curando enfermos en todas partes “. (Lc. 9, 1-6)
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El
asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen
las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las
arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las
ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me
conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre–
y doy mi vida por las ovejas”. (Jn. 10, 11-15)
“Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió
de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios
adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los
trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que
envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas
en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se
detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan
primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien
digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a
ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo

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que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa


en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que
les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios
está cerca de ustedes”. (Lc. 10, 1-9)
“Muchos samaritanos de esa ciudad habían creído en él por la palabra
de la mujer, que atestiguaba: “Me ha dicho todo lo que hice”. Por
eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se
quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron
en él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo
que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es
verdaderamente el Salvador del mundo””. (Jn. 4, 39-42)
“Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere,
queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su
vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la
conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme, que me siga,
y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme,
será honrado por mi Padre.”. (Jn. 12, 24-26)
“Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía:
Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley
de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la
inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió:
“Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los
muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre
debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de
los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que
mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean
revestidos con la fuerza que viene de lo alto””. (Lc. 24, 44-49)
“Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando
cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,

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les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró
sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando
vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al
decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y
serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. (Jn. 20, 19-23)
“Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la
Palabra. Felipe descendió a la ciudad de Samaría y allí predicaba
a Cristo. Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían
unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros,
dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen
número de paralíticos y lisiados quedaron curados. Y fue grande la
alegría de aquella ciudad.”. (Hch. 8, 4-8)
“Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: “Verdaderamente,
comprendo que Dios no hace acepción de personas, y que en cualquier
nación, todo el que lo teme y practica la justicia es agradable a él. Él
envió su Palabra a los israelitas, anunciándoles la Buena Noticia de la
paz por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Ustedes ya saben
qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del
bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret
con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y
curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque
Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el
país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo
de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se
manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano
por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su
resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él
fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas

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dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el


perdón de los pecados, en virtud de su Nombre”. (Hch. 10, 34-43)
“Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne
lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo,
que es la Iglesia. En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia,
porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a
su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo
oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus
santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para
los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza
de la gloria. Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los
hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos
alcancen su madurez en Cristo. Por esta razón, me fatigo y lucho con
la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente”. (Col. 1, 24-29)
“Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el
misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de
la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo,
y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil,
temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de
la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran
demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su
fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. Es verdad
que anunciamos una sabiduría entre aquellos que son personas
espiritualmente maduras, pero no la sabiduría de este mundo ni la que
ostentan los dominadores de este mundo, condenados a la destrucción.
Lo que anunciamos es una sabiduría de Dios, misteriosa y secreta, que
él preparó para nuestra gloria antes que existiera el mundo; aquella
que ninguno de los dominadores de este mundo alcanzó a conocer,
porque si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la
gloria. Nosotros anunciamos, como dice la Escritura, lo que nadie vio

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ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los
que lo aman.”. (1Cor. 2, 1-9)
“Después de todo, ¿quién es Apolo, quién es Pablo? Simples servidores,
por medio de los cuales ustedes han creído, y cada uno de ellos lo es
según lo que ha recibido del Señor. Yo planté y Apolo regó, pero el
que ha hecho crecer es Dios. Ni el que planta ni el que riega valen
algo, sino Dios, que hace crecer. No hay ninguna diferencia entre el
que planta y el que riega; sin embargo, cada uno recibirá su salario
de acuerdo con el trabajo que haya realizado. Porque nosotros somos
cooperadores de Dios, y ustedes son el campo de Dios, el edificio de
Dios.”. (1Cor. 3, 5-9)
“Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario,
es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el
Evangelio! Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería
ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que
se me ha confiado una misión. ¿Cuál es entonces mi recompensa?
Predicar gratuitamente la Buena Noticia, renunciando al derecho
que esa Buena Noticia me confiere. En efecto, siendo libre, me hice
esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Me hice judío
con los judíos para ganar a los judíos; me sometí a la Ley, con los que
están sometidos a ella –aunque yo no lo estoy– a fin de ganar a los que
están sometidos a la Ley. Y con los que no están sometidos a la Ley, yo,
que no vivo al margen de la Ley de Dios –porque estoy sometido a la
Ley de Cristo– me hice como uno de ellos, a fin de ganar a los que no
están sometidos a la Ley. Y me hice débil con los débiles, para ganar
a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a
algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia,
a fin de poder participar de sus bienes”. (1Cor. 9, 16-23)
“Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero
como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la

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gloria que va a ser revelada. Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha


sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como
lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no
pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino
siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Jefe de
los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.”. (1Pe. 5, 1-4)
“Que nadie menosprecie tu juventud: por el contrario, trata de ser un
modelo para los que creen, en la conversación, en la conducta, en el
amor, en la fe, en la pureza de vida. Hasta que yo llegue, dedícate a
la proclamación de las Escrituras, a la exhortación y a la enseñanza.
No malogres el don espiritual que hay en ti y que te fue conferido
mediante una intervención profética, por la imposición de las manos
del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas y dedícate enteramente
a ellas, para que todos vean tus progresos. Vigila tu conducta y tu
doctrina, y persevera en esta actitud. Si obras así, te salvarás a ti
mismo y salvarás a los que te escuchen. No reprendas a un anciano,
sino exhórtalo como a un padre. Trata a los jóvenes como a hermanos,
a las ancianas como a madres, y a las jóvenes como a hermanas, con
toda pureza.”. (1Tim. 4, 12-5, 2)
“Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a
los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su
Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella,
arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de
enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán
más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones,
se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos,
y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas. Tú, en
cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu
tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu
ministerio.”. (2Tim. 4, 1-5)

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2. MAGISTERIO DE LA IGLESIA

Concilio Vaticano Ii

Lumen Gentium (21 De Noviembre De 1964).


Carácter misionero de la Iglesia

17. Como el Padre envió al Hijo, así el Hijo envió a los Apóstoles (cf.
Jn., 20,21), diciendo: “Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles
a guardar todo lo que os he mandado. Yo estaré con vosotros
siempre hasta la consumación del mundo” (Mt., 28,19-20). Este
solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la
Iglesia lo recibió de los Apóstoles con la encomienda de llevarla
hasta el fin de la tierra (cf. Act., 1,8). De aquí que haga suyas las
palabras del Apóstol: “ ¡Ay de mí si no evangelizara! “ (1Cor., 9,16),
por lo que se preocupa incansablemente de enviar evangelizadores
hasta que queden plenamente establecidas nuevas Iglesias y éstas
continúen la obra evangelizadora. Por eso se ve impulsada por
el Espíritu Santo a poner todos los medios para que se cumpla
efectivamente el plan de Dios, que puso a Cristo como principio
de salvación para todo el mundo. predicando el Evangelio, mueve
a los oyentes a la fe y a la confesión de la fe, los dispone para el
bautismo, los arranca de la servidumbre del error y de la idolatría
y los incorpora a Cristo, para que crezcan hasta la plenitud por
la caridad hacia El. Con su obra consigue que todo lo bueno que
haya depositado en la mente y en el corazón de estos hombres,
en los ritos y en las culturas de estos pueblos, no solamente no
desaparezca, sino que cobre vigor y se eleve y se perfeccione para
la gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hombre.
Sobre todos los discípulos de Cristo pesa la obligación de propagar
la fe según su propia condición de vida. Pero aunque cualquiera

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puede bautizar a los creyentes, es, no obstante, propio del sacerdote


el consumar la edificación del Cuerpo de Cristo por el sacrificio
eucarístico, realizando las palabras de Dios dichas por el profeta:
“Desde el orto del sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre las
gentes, y en todo lugar se ofrece a mi nombre una oblación pura”
(Mal., 1,11). Así, pues ora y trabaja a un tiempo la Iglesia, para que
la totalidad del mundo se incorpore al Pueblo de Dios, Cuerpo del
Señor y Templo del Espíritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se
rinda todo honor y gloria al Creador y Padre universal.

Ad Gentes (7 De Diciembre De 1965)

Causas y necesidad de la actividad misionera


7. La razón de esta actividad misional se basa en la voluntad de
Dios, que “quiere que todos los hombres sean salvos y vengas al
conocimiento de la verdad. porque uno es Dios, uno también el
mediador entre Dios y los hombres, el Hombre Cristo Jesús, que se
entregó a sí mismo para redención de todos”, “y en ningún otro hay
salvación”. Es, pues, necesario que todos se conviertan a El, una vez
conocido por la predicación del Evangelio, y a El y a la Iglesia, que
es su Cuerpo, se incorporen por el bautismo.

Porque Cristo mismo, “inculcando expresamente por su palabra


la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó, al mismo tiempo,
la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por la
puerta del bautismo. Por lo cual no podrían salvarse aquellos que,
no ignorando que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia
Católica como necesaria, con todo no hayan querido entrar o
perseverar en ella”.

Pues aunque el Señor puede conducir por caminos que El sabe a los
hombres, que ignoran el Evangelio inculpablemente, a la fe, sin la

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cual es imposible agradarle, la Iglesia tiene el deber, a la par que el
derecho sagrado de evangelizar, y, por tanto, la actividad misional
conserva íntegra, hoy como siempre, su eficacia y su necesidad.

Por ella el Cuerpo místico de Cristo reúne y ordena


indefectiblemente sus energías para su propio crecimiento. Los
miembros de la Iglesia son impulsados para su consecución por la
caridad con que aman a Dios, y con la que desean comunicar con
todos los hombres en los bienes espirituales propios, tanto de la
vida presente como de la venidera.

Y por fin, por esta actividad misional se glorifica a Dios plenamente,


al recibir los hombres, deliberada y cumplidamente, su obra de
salvación, que completó en Cristo. Así se realiza por ella el designio
de Dios, al que sirvió Cristo con obediencia y amor para gloria del
Padre que lo envió, para que todo el género humano forme un solo
Pueblo de Dios, se constituya en Cuerpo de Cristo, se estructure
en un templo del Espíritu Santo; lo cual, como expresión de la
concordia fraterna, responde, ciertamente, al anhelo íntimo de
todos los hombres.

Y así por fin, se cumple verdaderamente el designio del Creador,


al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que
participan de la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el
Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan
decir: “Padre nuestro”.

Actividad misionera en la vida y en la historia humana


8. La actividad misional tiene también una conexión íntima con la
misma naturaleza humana y sus aspiraciones. Porque manifestando
a Cristo, la Iglesia descubre a los hombres la verdad genuina de su
condición y de su vocación total, porque Cristo es el principio y
el modelo de esta humanidad renovada, llena de amor fraterno,

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de sinceridad y de espíritu pacífico, a la que todos aspiran. Cristo


y la Iglesia, que da testimonio de El por la predicación evangélica,
trascienden toda particularidad de raza y de nación, y por tanto
nadie y en ninguna parte puede ser tenido como extraño.

El mismo Cristo es la verdad y el camino manifiesto a todos por


la predicción evangélica, cuando hace resonar en todos los oídos
estas palabras del mismo Cristo: “Haced penitencia y creed en el
Evangelio”. Y como el que no cree ya está juzgado, las palabras de
Cristo son, a un tiempo, palabras de condenación y de gracia, de
muerte y de vida. Pues sólo podemos acercarnos a la novedad de
la vida exterminando todo lo antiguo: cosa que en primer lugar se
aplica a las personas, pero también puede decirse de los diversos
bienes de este mundo, marcados a un tiempo con el pecado del
hombre y con la bendición de Dios: “Pues todos pecaron y todos
están privados de la gloria de Dios”.

Nadie por sí y sus propias fuerzas se libra del pecado, ni se eleva


sobre sí mismo; nadie se ve enteramente libre de su debilidad, de
su soledad y de su servidumbre, sino que todos tienen necesidad
de Cristo modelo, maestro, liberador, salvador y vivificador.
En realidad, el Evangelio fue el fermento de la libertad y del
progreso en la historia humana, incluso temporal, y se presenta
constantemente como germen de fraternidad, de unidad y de paz.
No carece, pues, de motivo el que los fieles celebren a Cristo como
esperanza de las gentes y salvador de ellas”.

Evangelii nuntiandi (Pablo VI)


6. “El testimonio que el Señor da de Sí mismo y que San Lucas ha
recogido en su Evangelio “Es preciso que anuncie también el reino
de Dios en otras ciudades”, tiene sin duda un gran alcance, ya
que define en una sola frase toda la misión de Jesús: “porque para

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esto he sido enviado”. Estas palabras alcanzan todo su significado
cuando se las considera a la luz de los versículos anteriores en los
que Cristo se aplica a Sí mismo las palabras del profeta Isaías: “El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar
a los pobres”. Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más
pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso anuncio del
cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por
Dios, tal es la misión para la que Jesús se declara enviado por el
Padre; todos los aspectos de su Misterio —la misma Encarnación,
los milagros, las enseñanzas, la convocación de sus discípulos, el
envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su
presencia en medio de los suyos— forman parte de su actividad
evangelizadora.”.

7. Durante el Sínodo, los obispos han recordado con frecuencia esta


verdad: Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más
grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección,
hasta el sacrificio de su existencia terrena. Evangelizar: ¿Qué
significado ha tenido esta palabra para Cristo? Ciertamente no es
fácil expresar en una síntesis completa el sentido, el contenido, las
formas de evangelización tal como Jesús lo concibió y lo puso en
práctica. Por otra parte, esta síntesis nunca podrá ser concluida.
Bástenos, aquí recordar algunos aspectos esenciales.

8. Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo un reino,


el reino de Dios, tan importante que, en relación a él, todo se
convierte en “lo demás”, que es dado por añadidura. Solamente
el reino es pues absoluto y todo el resto es relativo. El Señor se
complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha de
pertenecer a ese reino, una dicha paradójica hecha de cosas que
el mundo rechaza, las exigencias del reino y su carta magna, los
heraldos del reino, los misterios del mismo, sus hijos, la vigilancia
y fidelidad requeridas a quien espera su llegada definitiva.

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S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

9. Como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la


salvación, ese gran don de Dios que es liberación de todo lo que
oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y
del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido
por El, de verlo, de entregarse a El. Todo esto tiene su arranque
durante la vida de Cristo, y se logra de manea definitiva por su
muerte y resurrección; pero debe ser continuado pacientemente
a través de la historia hasta ser plenamente realizado el día de la
venida final del mismo Cristo, cosa que nadie sabe cuándo tendrá
lugar, a excepción del Padre.

10. Este reino y esta salvación —palabras clave en la evangelización


de Jesucristo— pueden ser recibidos por todo hombre, como gracia
y misericordia; pero a la vez cada uno debe conquistarlos con la
fuerza, “el reino de los cielos está en tensión y los esforzados lo
arrebatan”, dice el Señor, con la fatiga y el sufrimiento, con una vida
conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu
de las bienaventuranzas. Pero, ante todo, cada uno los consigue
mediante un total cambio interior, que el Evangelio designa con el
nombre de metanoia, una conversión radical, una transformación
profunda de la mente y del corazón.

11. Cristo llevó a cabo esta proclamación del reino de Dios, mediante
la predicación infatigable de una palabra, de la que se dirá que no
admite parangón con ninguna otra: “¿Qué es esto? Una doctrina
nueva y revestida de autoridad”; “Todos le aprobaron, maravillados
de las palabras llenas de gracia, que salían de su boca...”; “Jamás
hombre alguno habló como éste”. Sus palabras desvelan el secreto
de Dios, su designio y su promesa, y por eso cambian el corazón del
hombre y su destino.

12. Pero El realiza también esta proclamación de la salvación


por medio de innumerables signos que provocan estupor en las
muchedumbres y que al mismo tiempo las arrastran hacia El para

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verlo, escucharlo y dejarse transformar por El: enfermos curados,
agua convertida en vino, pan multiplicado, muertos que vuelven a
la vida y, sobre todo, su propia resurrección. Y al centro de todo,
el signo al que El atribuye una gran importancia: los pequeños,
los pobres son evangelizados, se convierten en discípulos suyos, se
reúnen “en su nombre” en la gran comunidad de los que creen en
El. Porque el Jesús que declara: “Es preciso que anuncie también el
reino de Dios en otras ciudades, porque para eso he sido enviado”,
es el mismo Jesús de quien Juan el Evangelista decía que había
venido y debía morir “para reunir en uno todos los hijos de Dios,
que están dispersos”. Así termina su revelación, completándola
y confirmándola, con la manifestación hecha de Sí mismo, con
palabras y obras, con señales y milagros, y de manera particular
con su muerte, su resurrección y el envío del Espíritu de Verdad.

13. Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante


tal acogida y la participación en la fe, se reúnen pues en el
nombre de Jesús para buscar juntos el reino, construirlo,
vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que es a la vez
evangelizadora. La orden dada a los Doce: “Id y proclamad
la Buena Nueva”, vale también, aunque de manera diversa,
para todos los cristianos. Por esto Pedro los define “pueblo
adquirido para pregonar las excelencias del que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable”. Estas son las maravillas que cada
uno ha podido escuchar en su propia lengua. Por lo demás,
la Buena Nueva del reino que llega y que ya ha comenzado,
es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que
ya la han recibido y que están reunidos en la comunidad de
salvación, pueden y deben comunicarla y difundirla.

14. La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva conciencia de que las palabras
del Salvador: “Es preciso que anuncie también el reino de Dios en
otras ciudades”, se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su
parte ella añade de buen grado, siguiendo a San Pablo: “Porque, si

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evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone


como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!”. Con gran gozo
y consuelo hemos escuchado Nos, al final de la Asamblea de
octubre de 1974, estas palabras luminosas: “Nosotros queremos
confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de
todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”;
una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de
la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar
constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia,
su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es
decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia,
reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de
Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección
gloriosa.”.

18. Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva


a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo,
transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad:
“He aquí que hago nuevas todas las cosas”. Pero la verdad
es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar
hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida
según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por
consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo
en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza
cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama,
trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y
colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están
comprometidos, su vida y ambiente concretos.

19. Sectores de la humanidad que se transforman: para la


Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en
zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez
más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza
del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes,

19
los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes
inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en
contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación.

20. Posiblemente, podríamos expresar todo esto diciendo: lo que


importa es evangelizar —no de una manera decorativa, como un
barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta
sus mismas raíces— la cultura y las culturas del hombre en el
sentido rico y amplio que tienen sus términos en la Gaudium
et spes, tomando siempre como punto de partida la persona y
teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre
sí y con Dios. El Evangelio y, por consiguiente, la evangelización
no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes
con respecto a todas las culturas. Sin embargo, el reino que
anuncia el Evangelio es vivido por hombres profundamente
vinculados a una cultura, y la construcción del reino no puede
por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas
humanas. Independientes con respecto a las culturas, Evangelio
y evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas,
sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna. La
ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama
de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí
que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa
evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas.
Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva.
Pero este encuentro no se llevará a cabo si la Buena Nueva no es
proclamada.

21. La Buena Nueva debe ser proclamada en primer lugar, mediante


el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos
que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan
su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunión de
vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de
todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que

20
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que


van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que
no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras,
estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida,
interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa
manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con
nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una
proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la
Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización. Son
posiblemente las primeras preguntas que se plantearán muchos
no cristianos, bien se trate de personas a las que Cristo no había
sido nunca anunciado, de bautizados no practicantes, de gentes
que viven en una sociedad cristiana pero según principios no
cristianos, bien se trate de gentes que buscan, no sin sufrimiento,
algo o a Alguien que ellos adivinan pero sin poder darle un
nombre. Surgirán otros interrogantes, más profundos y más
comprometedores, provocados por este testimonio que comporta
presencia, participación, solidaridad y que es un elemento esencial,
en general al primero absolutamente en la evangelización. Todos
los cristianos están llamados a este testimonio y, en este sentido,
pueden ser verdaderos evangelizadores. Se nos ocurre pensar
especialmente en la responsabilidad que recae sobre los emigrantes
en los países que los reciben.

22. Y, sin embargo, esto sigue siendo insuficiente, pues el más


hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es
esclarecido, justificado —lo que Pedro llamaba dar “razón de
vuestra esperanza—, explicitado por un anuncio claro e inequívoco
del Señor Jesús. La Buena Nueva proclamada por el testimonio de
vida deberá ser pues, tarde o temprano, proclamada por la palabra
de vida. No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie
el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de
Jesús de Nazaret Hijo de Dios. La historia de la Iglesia, a partir del

21
discurso de Pedro en la mañana de Pentecostés, se entremezcla y
se confunde con la historia de este anuncio. En cada nueva etapa
de la historia humana, la Iglesia, impulsada continuamente por el
deseo de evangelizar, no tiene más que una preocupación: ¿a quién
enviar para anunciar este misterio? ¿Cómo lograr que resuene y
llegue a todos aquellos que lo deben escuchar? Este anuncio —
kerygma, predicación o catequesis— adquiere un puesto tan
importante en la evangelización que con frecuencia es en realidad
sinónimo. Sin embargo, no pasa de ser un aspecto.

23. Efectivamente, el anuncio no adquiere toda su dimensión más


que cuando es escuchado, aceptado, asimilado y cuando hace
nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón. Adhesión
a las verdades que en su misericordia el Señor ha revelado, es
cierto. Pero, más aún, adhesión al programa de vida —vida en
realidad ya transformada— que él propone. En una palabra,
adhesión al reino, es decir, al “mundo nuevo”, al nuevo estado de
cosas, a la nueva manera de ser, de vivir juntos, que inaugura el
Evangelio. Tal adhesión, que no puede quedarse en algo abstracto y
desencarnado, se revela concretamente por medio de una entrada
visible, en una comunidad de fieles. Así pues, aquellos cuya vida se
ha transformado entran en una comunidad que es en sí misma
signo de la transformación, signo de la novedad de vida: la Iglesia,
sacramento visible de la salvación. Pero a su vez, la entrada en la
comunidad eclesial se expresará a través de muchos otros signos
que prolongan y despliegan el signo de la Iglesia. En el dinamismo
de la evangelización, aquel que acoge el Evangelio como Palabra
que salva, lo traduce normalmente en estos gestos sacramentales:
adhesión a la Iglesia, acogida de los sacramentos que manifiestan
y sostienen esta adhesión, por la gracia que confieren.

24. Finalmente, el que ha sido evangelizado evangeliza a su


vez. He ahí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la
evangelización: es impensable que un hombre haya acogido

22
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

la Palabra y se haya entregado al reino sin convertirse en


alguien que a su vez da testimonio y anuncia. Al terminar estas
consideraciones sobre el sentido de la evangelización, se debe
formular una última observación que creemos esclarecedora para
las reflexiones siguientes.

La evangelización, hemos dicho, es un paso complejo, con


elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio,
anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la
comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado. Estos
elementos pueden parecer contrastantes, incluso exclusivos. En
realidad son complementarios y mutuamente enriquecedores.
Hay que ver siempre cada uno de ellos integrado con los otros.
El mérito del reciente Sínodo ha sido el habernos invitado
constantemente a componer estos elementos, más bien que
oponerlos entre sí, para tener la plena comprensión de la
actividad evangelizadora de la Iglesia.

En esta visión global lo que queremos ahora exponer, examinando


el contenido de la evangelización, los medios de evangelizar,
precisando a quién se dirige el anuncio evangélico y quién tiene
hoy el encargo de hacerlo.”.

44. “A propósito de la evangelización, un medio que no se puede


descuidar es la enseñanza catequética. La inteligencia, sobre todo
tratándose de niños y adolescentes, necesita aprender mediante
una enseñanza religiosa sistemática los datos fundamentales, el
contenido vivo de la verdad que Dios ha querido transmitirnos
y que la Iglesia ha procurado expresar de manera cada vez más
perfecta a lo largo de la historia. A nadie se le ocurrirá poner
en duda que esta enseñanza se ha de impartir con el objeto de
educar las costumbres, no de estacionarse en un plano meramente
intelectual. Con toda seguridad, el esfuerzo de evangelización será
grandemente provechoso, a nivel de la enseñanza catequética

23
dada en la iglesia, en las escuelas donde sea posible o en todo
caso en los hogares cristianos, si los catequistas disponen de
textos apropiados, puestos al día sabia y competentemente, bajo la
autoridad de los obispos. Los métodos deberán ser adaptados a la
edad, a la cultura, a la capacidad de las personas, tratando de fijar
siempre en la memoria, la inteligencia y el corazón las verdades
esenciales que deberán impregnar la vida entera. Ante todo, es
menester preparar buenos catequistas —catequistas parroquiales,
instructores, padres— deseosos de perfeccionarse en este arte
superior, indispensable y exigente que es la enseñanza religiosa.
Por lo demás, sin necesidad de descuidar de ninguna manera la
formación de los niños, se viene observando que las condiciones
actuales hacen cada día más urgente la enseñanza catequética
bajo la modalidad de un catecumenado para un gran número de
jóvenes y adultos que, tocados por la gracia, descubren poco a poco
la figura de Cristo y sienten la necesidad de entregarse a El”.

45. En nuestro siglo influenciado por los medios de


comunicación social, el primer anuncio, la catequesis o el
ulterior ahondamiento de la fe, no pueden prescindir de esos
medios, como hemos dicho antes.

Puestos al servicio del Evangelio, ellos ofrecen la posibilidad de


extender casi sin límites el campo de audición de la Palabra de
Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. La
Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos
medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con
ellos la Iglesia “pregona sobre los terrados” el mensaje del que es
depositaria. En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del
“púlpito”. Gracias a ellos puede hablar a las masas.

Sin embargo, el empleo de los medios de comunicación social en


la evangelización supone casi un desafío: el mensaje evangélico
deberá, sí, llegar, a través de ellos, a las muchedumbres, pero con

24
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

capacidad para penetrar en las conciencias, para posarse en el


corazón de cada hombre en particular, con todo lo que éste tiene
de singular y personal, y con capacidad para suscitar en favor suyo
una adhesión y un compromiso verdaderamente personal.

46. Por estos motivos, además de la proclamación que podríamos


llamar colectiva del Evangelio, conserva toda su validez e
importancia esa otra transmisión de persona a persona. El Señor la
ha practicado frecuentemente —como lo prueban, por ejemplo, las
conversaciones con Nicodemo, Zaqueo, la Samaritana, Simón el
fariseo— y lo mismo han hecho los Apóstoles. En el fondo, ¿hay otra
forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro
la propia experiencia de fe? La urgencia de comunicar la Buena
Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma
de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del
hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente
extraordinaria que recibe de otro hombre. Nunca alabaremos
suficientemente a los sacerdotes que, a través del sacramento de la
penitencia o a través del diálogo pastoral, se muestran dispuestos
a guiar a las personas por el camino del Evangelio, a alentarlas en
sus esfuerzos, a levantarlas si han caído, a asistirlas siempre con
discreción y disponibilidad.

47. Sin embargo, nunca se insistirá bastante en el hecho de que


la evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza
de una doctrina. Porque aquella debe conducir a la vida: a la vida
natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas
evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural, que no es una
negación, sino purificación y elevación de la vida natural. Esta vida
sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos
y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.

La evangelización despliega de este modo toda su riqueza cuando


realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación

25
jamás interrumpida, entre la Palabra y los sacramentos. En un
cierto sentido es un equívoco oponer, como se hace a veces, la
evangelización a la sacramentalización. Porque es seguro que
si los sacramentos se administran sin darles un sólido apoyo de
catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por
quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la evangelización
es precisamente la de educar en la fe, de tal manera, que conduzca
a cada cristiano a vivir —y no a recibir de modo pasivo o apático—
los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe.

48. Con ello estamos tocando un aspecto de la evangelización que


no puede dejarnos insensibles. Queremos referirnos ahora a esa
realidad que suele ser designada en nuestros días con el término
de religiosidad popular.

Tanto en las regiones donde la Iglesia está establecida desde hace


siglos, como en aquellas donde se está implantando, se descubren
en el pueblo expresiones particulares de búsqueda de Dios y de
la fe. Consideradas durante largo tiempo como menos puras, y a
veces despreciadas, estas expresiones constituyen hoy el objeto de
un nuevo descubrimiento casi generalizado. Durante el Sínodo, los
obispos estudiaron a fondo el significado de las mismas, con un
realismo pastoral y un celo admirable.

La religiosidad popular, hay que confesarlo, tiene ciertamente sus


límites. Está expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de
la religión, es decir, a las supersticiones. Se queda frecuentemente
a un nivel de manifestaciones culturales, sin llegar a una verdadera
adhesión de fe. Puede incluso conducir a la formación de sectas y
poner en peligro la verdadera comunidad eclesial.

Pero cuando está bien orientada, sobre todo mediante una


pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja
una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden

26
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo,


cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido
de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia,
la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores
que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes
no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida
cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción. Teniendo
en cuenta esos aspectos, la llamamos gustosamente “piedad
popular”, es decir, religión del pueblo, más bien que religiosidad.

La caridad pastoral debe dictar, a cuantos el Señor ha colocado


como jefes de las comunidades eclesiales, las normas de conducta
con respecto a esta realidad, a la vez tan rica y tan amenazada. Ante
todo, hay que ser sensible a ella, saber percibir sus dimensiones
interiores y sus valores innegables, estar dispuesto a ayudarla a
superar sus riesgos de desviación. Bien orientada, esta religiosidad
popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un
verdadero encuentro con Dios en Jesucristo”.

51. “Revelar a Jesucristo y su Evangelio a los que no los conocen:


he ahí el programa fundamental que la Iglesia, desde la mañana
de Pentecostés, ha asumido, como recibido de su Fundador.
Todo el Nuevo Testamento, y de manera especial los Hechos de
los Apóstoles, testimonian el momento privilegiado, y en cierta
manera ejemplar, de este esfuerzo misionero que jalonará después
toda la historia de la Iglesia.

La Iglesia lleva a efecto este primer anuncio de Jesucristo


mediante una actividad compleja y diversificada, que a veces se
designa con el nombre de “pre-evangelización”, pero que muy bien
podría llamarse evangelización, aunque en un estadio de inicio
y ciertamente incompleto. Cuenta con una gama casi infinita de
medios: la predicación explícita, por supuesto, pero también el
arte, los intentos científicos, la investigación filosófica, el recurso

27
legítimo a los sentimientos del corazón del hombre podrían
colocarse en el ámbito de esta finalidad”.

52. “Aunque este primer anuncio va dirigido de modo específico


a quienes nunca han escuchado la Buena Nueva de Jesús o a los
niños, se está volviendo cada vez más necesario, a causa de las
situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días,
para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero
viven al margen de toda vida cristiana; para las gentes sencillas
que tienen una cierta fe, pero conocen poco los fundamentos de la
misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a
Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en
su infancia, y para otros muchos..”.

71. “En el seno del apostolado evangelizador de los seglares,


es imposible dejar de subrayar la acción evangelizadora de la
familia. Ella ha merecido muy bien, en los diferentes momentos
de la historia y en el Concilio Vaticano II, el hermoso nombre de
“Iglesia doméstica”[106]. Esto significa que en cada familia cristiana
deberían reflejarse los diversos aspectos de la Iglesia entera. Por
otra parte, la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio
donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia.

Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos


los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los
padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que pueden
a su vez recibir de ellos este mismo Evangelio profundamente
vivido. También las familias formadas por un matrimonio mixto
tienen el deber de anunciar a Cristo a los hijos en la plenitud de
las implicaciones del bautismo común; tienen además la no fácil
tarea de hacerse artífices de unidad.

Una familia así se hace evangelizadora de otras muchas familias


y del ambiente en que ella vive”.

28
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

72. “Las circunstancias nos invitan a prestar una atención


especialísima a los jóvenes. Su importancia numérica y su presencia
creciente en la sociedad, los problemas que se les plantean deben
despertar en nosotros el deseo de ofrecerles con celo e inteligencia
el ideal que deben conocer y vivir. Pero, además, es necesario que
los jóvenes bien formados en la fe y arraigados en la oración, se
conviertan cada vez más en los apóstoles de la juventud. La Iglesia
espera mucho de ellos. Por nuestra parte, hemos manifestado con
frecuencia la confianza que depositamos en la juventud.”.

Evangelica Testificatio (Pablo VI – 29 de junio de 1971)

Participación en la misión de la Iglesia


50. Esta participación en la misión de la Iglesia —insiste el
Concilio— no puede lograrse sin una apertura y una colaboración
a sus “iniciativas y a los fines que ella persigue en los varios campos,
como en el bíblico, litúrgico, dogmático, pastoral, ecuménico,
misionero y social”. Preocupados por tomar parte en la pastoral de
conjunto, lo haréis ciertamente, siempre “en él respeto del carácter
propio de cada Instituto”, recordando que la exención atañe sobre
todo a su estructura interna que no os dispensa de someteros a la
jurisdicción de los obispos responsables “en cuanto lo requieran
tanto el cumplimiento del cargo pastoral de estos, como la debida
ordenación de la cura de almas”.

Por lo demás, ¿no debéis vosotros, más que nadie, recordar sin
descanso que la acción de la Iglesia continúa la del Salvador en
beneficio de los hombres sólo cuando entra en el dinamismo de
Cristo mismo que devuelve todo a su Padre: “Todo es vuestro; pero
vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios”?. La llamada de Dios,
en efecto, os orienta, de la manera más directa y más eficaz, en
el sentido del Reino eterno. A través de las tensiones espirituales,

29
inevitables en toda vida que sea verdaderamente religiosa, vosotros
dais testimonio “en forma luminosa y singular, de que el mundo
no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las
Bienaventuranzas”.

Necesidad de testimonio evangélico en el mundo de hoy


52. Una pregunta apremiante nos abruma hoy; ¿cómo hacer
penetrar el mensaje evangélico en la civilización de masas?
¿Cómo actuar a niveles donde se elabora una nueva cultura,
donde se va creando un nuevo tipo de hombre, que cree no
tener ya necesidad de redención? Estando todos llamados a la
contemplación del misterio de la salvación, os dais cuenta del
serio empeño que de tales interrogantes deriva para vuestras
existencias y qué estímulo para vuestro celo apostólico.

Queridos religiosos y religiosa: según las modalidades que la


llamada de Dios pide a vuestras familias espirituales, vosotros
debéis seguir con ojos bien abiertos las necesidades de los
hombres, sus problemas, sus búsquedas, testimoniando en
medio de ellos, con la oración y con la acción, la eficacia de
la Buena Nueva de amor, de justicia y de paz. La aspiración de
la humanidad a una vida más fraterna, a nivel de las personas
y de las naciones, exige ante todo una transformación de las
costumbres, de las mentalidades y de la conciencia. Tal misión,
común a todo el Pueblo de Dios, es vuestra por título particular.
¿Cómo cumplirla si falta ese gusto del absoluto, que es el fruto
de una cierta experiencia de Dios? Esto equivale a subrayar
cómo la autentica renovación de la vida religiosa sea de capital
importancia para la renovación misma de la Iglesia y del mundo.

30
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Catechesi tradendae (Juan Pablo II)


14. “Es evidente, ante todo, que la catequesis ha sido siempre para
la Iglesia un deber sagrado y un derecho imprescriptible. Por una
parte, es sin duda un deber que tiene su origen en un mandato
del Señor e incumbe sobre todo a los que en la Nueva Alianza
reciben la llamada al ministerio de Pastores. Por otra parte,
puede hablarse igualmente de derecho: desde el punto de vista
teológico, todo bautizado por el hecho mismo de su bautismo,
tiene el derecho de recibir de la Iglesia una enseñanza y una
formación que le permitan iniciar una vida verdaderamente
cristiana; en la perspectiva de los derechos del hombre, toda
persona humana tiene derecho a buscar la verdad religiosa y
de adherirse plenamente a ella, libre de «toda coacción por
parte tanto de los individuos como de los grupos sociales y de
cualquier poder humano que sea, de suerte que, en esta materia,
a nadie se fuerce a actuar contra su conciencia o se le impida
actuar ... de acuerdo con ella».

Por ello la actividad catequética debe poder ejercerse en


circunstancias favorables de tiempo y lugar, debe tener
acceso a los medios de comunicación social, a adecuados
instrumentos de trabajo, sin discriminación para con los
padres, los catequizados o los catequistas. Actualmente es
cierto que ese derecho es reconocido cada vez más, al menos a
nivel de grandes principios, como testimonian declaraciones o
convenios internacionales, en los que —cualesquiera que sean
sus límites— se puede reconocer la voz de la conciencia de gran
parte de los hombres de hoy. Pero numerosos Estados violan
este derecho, hasta tal punto que dar, hacer dar la catequesis o
recibirla, llega a ser un delito susceptible de sanción. En unión
con los Padres del Sínodo elevo enérgicamente la voz contra
toda discriminación en el ámbito de la catequesis, a la vez que
dirijo una apremiante llamada a los responsables para que

31
acaben del todo esas constricciones que gravan sobre la libertad
humana en general y sobre la libertad religiosa en particular”.

15. La segunda lección se refiere al lugar mismo de la catequesis


en los proyectos pastorales de la Iglesia. Cuanto más capaz sea,
a escala local o universal, de dar la prioridad a la catequesis —
por encima de otras obras e iniciativas cuyos resultados podrían
ser más espectaculares—, tanto más la Iglesia encontrará en la
catequesis una consolidación de su vida interna como comunidad
de creyentes y de su actividad externa como misionera. En este
final del siglo XX, Dios y los acontecimientos, que son otras tantas
llamadas de su parte, invitan a la Iglesia a renovar su confianza en
la acción catequética como en una tarea absolutamente primordial
de su misión. Es invitada a consagrar a la catequesis sus mejores
recursos en hombres y en energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas
y medios materiales, para organizarla mejor y formar personal
capacitado. En ello no hay un mero cálculo humano, sino una
actitud de fe. Y una actitud de fe se dirige siempre a la fidelidad a
Dios, que nunca deja de responder”.

36. “Un momento con frecuencia destacado es aquel en que el


niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los
primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una
sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual
aprende a dirigir su corazón. Las brevísimas oraciones que el niño
aprenderá a balbucir serán el principio de un diálogo cariñoso
con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después.
Ante los padres cristianos nunca insistiríamos demasiado en esta
iniciación precoz, mediante la cual son integradas las facultades
del niño en una relación vital con Dios: obra capital que exige
gran amor y profundo respeto al niño, el cual tiene derecho a una
presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana”.

32
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

37. “Pronto llegará, en la escuela y en la iglesia, en la parroquia o


en la asistencia espiritual recibida en el colegio católico o en el
instituto estatal, a la vez que la apertura a un círculo social más
amplio, el momento de una catequesis destinada a introducir al
niño de manera orgánica en la vida de la Iglesia, incluida también
una preparación inmediata a la celebración de los sacramentos:
catequesis didáctica, pero encaminada a dar testimonio de la fe;
catequesis inicial, mas no fragmentaria, puesto que deberá revelar,
si bien de manera elemental, todos los principales misterios de la
fe y su repercusión en la vida moral y religiosa del niño; catequesis
que da sentido a los sacramentos, pero a la vez recibe de los
sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse
en meramente doctrinal, y comunica al niño la alegría de ser
testimonio de Cristo en su ambiente de vida”.

38. “Luego vienen la pubertad y la adolescencia, con las grandezas y


los riesgos que presenta esa edad. Es el momento del descubrimiento
de sí mismo y del propio mundo interior, el momento de los
proyectos generosos, momento en que brota el sentimiento del
amor, así como los impulsos biológicos de la sexualidad, del
deseo de estar juntos; momento de una alegría particularmente
intensa, relacionada con el embriagador descubrimiento de
la vida. Pero también es a menudo la edad de los interrogantes
más profundos, de búsquedas angustiosas, incluso frustrantes,
de desconfianza de los demás y de peligrosos repliegues sobre sí
mismo; a veces también la edad de los primeros fracasos y de las
primeras amarguras. La catequesis no puede ignorar esos aspectos
fácilmente cambiantes de un período tan delicado de la vida.
Podrá ser decisiva una catequesis capaz de conducir al adolescente
a una revisión de su propia vida y al diálogo, una catequesis que
no ignore sus grandes temas, —la donación de sí mismo, la fe,
el amor y su mediación que es la sexualidad—. La revelación de
Jesucristo como amigo, como guía y como modelo, admirable y sin

33
embargo imitable; la revelación de su mensaje que da respuesta
a las cuestiones fundamentales; la revelación del Plan de amor
de Cristo Salvador como encarnación del único amor verdadero
y de la única posibilidad de unir a los hombres, todo eso podrá
constituir la base de una auténtica educación en la fe. Y sobre
todo los misterios de la pasión y de la muerte de Jesús, a los que
san Pablo atribuye el mérito de su gloriosa resurrección, podrán
decir muchas cosas a la conciencia y al corazón del adolescente y
arrojar luz sobre sus primeros sufrimientos y los del mundo que va
descubriendo”.

39. “Con la edad de la juventud llega la hora de las primeras


decisiones. Ayudado tal vez por los miembros de su familia y
por los amigos, más a pesar de todo solo consigo mismo y con su
conciencia moral, el joven, cada vez más a menudo y de modo
más determinante, deberá asumir su destino. Bien y mal, gracia y
pecado, vida y muerte, se enfrentarán cada vez más en su interior
como categorías morales, pero también y sobre todo como opciones
fundamentales que habrá de efectuar o rehusar con lucidez y sentido
de responsabilidad. Es evidente que una catequesis que denuncie el
egoísmo en nombre de la generosidad, que exponga sin simplismos
ni esquematismos ilusorios el sentido cristiano del trabajo, del
bien común, de la justicia y de la caridad, una catequesis sobre la
paz entre las naciones, sobre la promoción de la dignidad humana,
del desarrollo, de la liberación tal como las presentan documentos
recientes de la Iglesia, completará felizmente en los espíritus de
los jóvenes una buena catequesis de las realidades propiamente
religiosas, que nunca ha de ser desatendida. La catequesis cobra
entonces una importancia considerable, porque es el momento
en que el evangelio podrá ser presentado, entendido y aceptado
como capaz de dar sentido a la vida y, por consiguiente, de inspirar
actitudes de otro modo inexplicables: renuncia, desprendimiento,
mansedumbre, justicia, compromiso, reconciliación, sentido de lo

34
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Absoluto y de lo invisible, etc., rasgos todos ellos que permitirán


identificar entre sus compañeros a este joven como discípulo de
Jesucristo.

La catequesis prepara así para los grandes compromisos cristianos


de la vida adulta. En lo que se refiere por ejemplo a las vocaciones
para la vida sacerdotal y religiosa, es cosa cierta que muchas de
ellas han nacido en el curso de una catequesis bien llevada a lo
largo de la infancia y de la adolescencia.

Desde la infancia hasta el umbral de la madurez, la catequesis


se convierte, pues, en una escuela permanente de la fe y sigue de
este modo las grandes etapas de la vida como faro que ilumina
la ruta del niño, del adolescente y del joven”.

40. “Es consolador comprobar que, durante la IV Asamblea


general del Sínodo y a lo largo de estos años que lo han seguido,
la Iglesia ha compartido ampliamente esta preocupación:
¿Cómo impartir la catequesis a los niños y a los jóvenes? ¡Quiera
Dios que la atención así despertada perdure mucho tiempo en
la conciencia de la Iglesia! En ese sentido, el Sínodo ha sido
precioso para la Iglesia entera, al esforzarse por delinear con
la mayor precisión posible el rostro complejo de la juventud
actual; al mostrar que esta juventud emplea un lenguaje al
que es preciso saber traducir, con paciencia y buen sentido,
sin traicionarlo, el mensaje de Jesucristo; al demostrar que,
a despecho de las apariencias, esta juventud tiene, aunque
sea confusamente, no sólo la disponibilidad y la apertura, sino
también verdadero deseo de conocer a «Jesús, llamado Cristo»; al
revelar, finalmente, que la obra de la catequesis, si se quiere llevar
a cabo con rigor y seriedad, es hoy día más ardua y fatigosa que
nunca a causa de los obstáculos y dificultades de toda índole con
que topa, pero también es más reconfortante que nunca a causa de
la hondura de las respuestas que recibe por parte de los niños y de

35
los jóvenes. Ahí hay un tesoro con el que la Iglesia puede y debe
contar en los años venideros.

Algunas categorías de jóvenes destinatarios de la catequesis, dada


su situación peculiar, postulan también una atención especial”.

41. “Se trata ante todo de los niños y de los jóvenes física o
mentalmente minusválidos. Estos tienen derecho a conocer
como los demás coetáneos el «misterio de la fe». Al ser mayores
las dificultades que encuentran, son más meritorios los esfuerzos
de ellos y de sus educadores. Es motivo de alegría comprobar que
organizaciones católicas especialmente consagradas a los jóvenes
minusválidos tuvieron a bien aportar al Sínodo su experiencia en la
materia, y sacaron del Sínodo el deseo renovado de afrontar mejor
este importante problema. Merecen ser vivamente alentadas en
esta tarea”.

42. “Mi pensamiento se dirige después a los niños y a los jóvenes,


cada vez más numerosos, nacidos y educados en un hogar no
cristiano, o al menos no practicante, pero deseosos de conocer la
fe cristiana. Se les deberá asegurar una catequesis adecuada para
que puedan creer en la fe y vivirla progresivamente, a pesar de la
falta de apoyo, acaso a pesar de la oposición que encuentren en su
familia y en su ambiente”.

46. “Desde la enseñanza oral de los Apóstoles a las cartas


que circulaban entre las Iglesias y hasta los medios más
modernos, la catequesis no ha cesado de buscar los métodos
y los medios más apropiados a su misión, con la participación
activa de las comunidades, bajo impulso de los Pastores Este
esfuerzo debe continuar.

Me vienen espontáneamente al pensamiento las grandes


posibilidades que ofrecen los medios de comunicación social

36
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y los medios de comunicación de grupos: televisión, radio,


prensa, discos, cintas grabadas, todo lo audio-visual. Los
esfuerzos realizados en estos campos son de tal alcance que
pueden alimentar las más grandes esperanzas. La experiencia
demuestra, por ejemplo, la resonancia de una enseñanza
radiofónica o televisiva, cuando sabe unir una apreciable
expresión estética con una rigurosa fidelidad al Magisterio. La
Iglesia tiene hoy muchas ocasiones de tratar estos problemas —
incluidas las jornadas de los medios de comunicación social—,
sin que sea necesario extenderse aquí sobre ello no obstante su
capital importancia”.

69. Al lado de la familia y en colaboración con ella, la escuela


ofrece a la catequesis posibilidades no desdeñables. En los países,
cada vez más escasos por desgracia, donde es posible dar dentro
del marco escolar una educación en la fe, la Iglesia tiene el deber
de hacerlo lo mejor posible. Esto se refiere, ante todo, a la escuela
católica: ¿Seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando
por su alto nivel de enseñanza en las materias profanas, hubiera
motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en
la educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará
siempre implícitamente o de manera indirecta! El carácter propio
y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual
deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la
calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de
los alumnos. Si es verdad que las instituciones católicas deben
respetar la libertad de conciencia, es decir, evitar cargar sobre
ella desde fuera, por presiones físicas o morales, especialmente
en lo que concierne a los actos religiosos de los adolescentes, no
lo es menos que tienen el grave deber de ofrecer una formación
religiosa adaptada a las situaciones con frecuencia diversas de
los alumnos, y también hacerles comprender que la llamada de
Dios a servirle en espíritu y en verdad, según los mandamientos

37
de Dios y los preceptos de la Iglesia, sin constreñir al hombre, no
lo obliga menos en conciencia.

Pero me refiero también a la escuela no confesional y a la estatal.


Expreso el deseo ardiente de que, respondiendo a un derecho
claro de la persona humana y de las familias y en el respeto de
la libertad religiosa de todos, sea posible a todos los alumnos
católicos el progresar en su formación espiritual con la ayuda
de una enseñanza religiosa que dependa de la Iglesia, pero que,
según los países, pueda ser ofrecida a la escuela o en el ámbito de
la escuela, o más aún en el marco de un acuerdo con los poderes
públicos sobre los programas escolares, si la catequesis tiene
lugar solamente en la parroquia o en otro centro pastoral. En
efecto, donde hay dificultades objetivas, por ejemplo cuando los
alumnos son de religiones distintas, conviene ordenar los horarios
escolares de cara a permitir a los católicos que profundicen su
fe y su experiencia religiosa, con unos educadores cualificados,
sacerdotes o laicos.

Ciertamente, muchos elementos vitales además de la escuela


contribuyen a influenciar la mentalidad de los jóvenes: asuetos,
medio social, medio laboral. Pero los que han realizado estudios
están fuertemente señalados por ellos, iniciados a unos valores
culturales o morales aprendidos en el clima de la institución
de enseñanza, interpelados por múltiples ideas recibidas en la
escuela: conviene que la catequesis tenga muy en cuenta esta
escolarización para alcanzar verdaderamente los demás elementos
del saber y de la educación, a fin de que el Evangelio impregne la
mentalidad de los alumnos en el terreno de su formación y que la
armonización de su cultura se logre a la luz de la fe. Aliento pues
a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares que se ocupan de
ayudar a estos alumnos en el plano de la fe. Por lo demás, es el
momento de declarar aquí mi firme convicción de que el respeto
demostrado a la fe católica de los jóvenes, incluso facilitando

38
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

su educación, arraigo, consolidación, libre profesión y práctica,


honraría ciertamente a todo Gobierno, cualquiera que sea el
sistema en que se basa o la ideología en que se inspira”.

70. Reciban finalmente mi palabra de aliento las asociaciones,


movimientos y agrupaciones de fieles que se dedican a la
práctica de la piedad, al apostolado, a la caridad y a la asistencia,
a la presencia cristiana en las realidades temporales. Todos
ellos alcanzarán tanto mejor sus objetivos propios y servirán
tanto mejor a la Iglesia, cuanto más importante sea el espacio
que dediquen, en su organización interna y en su método de
acción, a una seria formación religiosa de sus miembros. En
este sentido, toda asociación de fieles en la Iglesia debe ser, por
definición, educadora de la fe. Así aparece más ostensiblemente
la parte que corresponde hoy a los seglares en la catequesis,
siempre bajo la dirección pastoral de sus Obispos, como, por
otra parte, han subrayado en varias ocasiones las Proposiciones
formuladas por el Sínodo”.

Redemptoris Missio (Juan Pablo II)


37. La misión ad gentes en virtud del mandato universal de Cristo
no conoce confines. Sin embargo, se pueden delinear varios
ámbitos en los que se realiza, de modo que se pueda tener una
visión real de la situación.

a) Ámbitos territoriales.
La actividad misionera ha sido definida normalmente en relación
con territorios concretos. El Concilio Vaticano II ha reconocido
la dimensión territorial de la misión ad gentes,59 que también
hoy es importante, en orden a determinar responsabilidades,
competencias y límites geográficos de acción. Es verdad que a una
misión universal debe corresponder una perspectiva universal.

39
En efecto, la Iglesia no puede aceptar que límites geográficos o
dificultades de índole política sean obstáculo para su presencia
misionera. Pero también es verdad que la actividad misionera ad
gentes, al ser diferente de la atención pastoral a los fieles y de la
nueva evangelización de los no practicantes, se ejerce en territorios
y entre grupos humanos bien definidos.

El multiplicarse de las jóvenes Iglesias en tiempos recientes no


debe crear ilusiones. En los territorios confiados a estas Iglesias,
especialmente en Asia, pero también en África, América Latina
y Oceanía, hay vastas zonas sin evangelizar; a pueblos enteros y
áreas culturales de gran importancia en no pocas naciones no
ha llegado aún el anuncio evangélico y la presencia de la Iglesia
local.60 Incluso en países tradicionalmente cristianos hay regiones
confiadas al régimen especial de la misión ad gentes grupos y áreas
no evangelizadas. Se impone pues, incluso en estos países, no sólo
una nueva evangelización sino también, en algunos casos, una
primera evangelización.61

Las situaciones, con todo, no son homogéneas. Aun reconociendo


que las afirmaciones sobre la responsabilidad misionera de la
Iglesia no son creíbles, si no están respaldadas por un serio esfuerzo
de nueva evangelización en los países de antigua cristiandad,
no parece justo equiparar la situación de un pueblo que no ha
conocido nunca a Jesucristo con la de otro que lo ha conocido, lo ha
aceptado y después lo ha rechazado, aunque haya seguido viviendo
en una cultura que ha asimilado en gran parte los principios
y valores evangélicos. Con respecto a la fe, son dos situaciones
sustancialmente distintas. De ahí que, el criterio geográfico, aunque
no muy preciso y siempre provisional, sigue siendo válido todavía
para indicar las fronteras hacia las que debe dirigirse la actividad
misionera. Hay países, áreas geográficas y culturales en que faltan
comunidades cristianas autóctonas; en otros lugares éstas son tan
pequeñas, que no son un signo claro de la presencia cristiana; o

40
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

bien estas comunidades carecen de dinamismo para evangelizar


su sociedad o pertenecen a poblaciones minoritarias, no insertadas
en la cultura nacional dominante. En el Continente asiático,
en particular, hacia el que debería orientarse principalmente la
misión ad gentes, los cristianos son una pequeña minoría, por más
que a veces se den movimientos significativos de conversión y
modos ejemplares de presencia cristiana.

b) Mundos y fenómenos sociales nuevos.


Las rápidas y profundas transformaciones que caracterizan el
mundo actual, en particular el Sur, influyen grandemente en el
campo misionero: donde antes existían situaciones humanas y
sociales estables, hoy día todo está cambiado. Piénsese, por ejemplo,
en la urbanización y en el incremento masivo de las ciudades,
sobre todo donde es más fuerte la presión demográfica. Ahora
mismo, en no pocos países, más de la mitad de la población vive
en algunas megalópolis, donde los problemas humanos a menudo
se agravan incluso por el anonimato en que se ven sumergidas las
masas humanas.

En los tiempos modernos la actividad misionera se ha desarrollado


sobre todo en regiones aisladas, distantes de los centros civilizados
e inaccesibles por la dificultades de comunicación, de lengua y de
clima. Hoy la imagen de la misión ad gentes quizá está cambiando:
lugares privilegiados deberían ser las grandes ciudades, donde
surgen nuevas costumbres y modelos de vida, nuevas formas de
cultura, que luego influyen sobre la población. Es verdad que
la « opción por los últimos » debe llevar a no olvidar los grupos
humanos más marginados y aislados, pero también es verdad
que no se pueden evangelizar las personas o los pequeños grupos
descuidando, por así decir, los centros donde nace una humanidad
nueva con nuevos modelos de desarrollo. El futuro de las jóvenes
naciones se está formando en las ciudades.

41
Hablando del futuro no se puede olvidar a los jóvenes, que en
numerosos países representan ya más de la mitad de la población.
¿Cómo hacer llegar el mensaje de Cristo a los jóvenes no cristianos,
que son el futuro de Continentes enteros? Evidentemente ya no
bastan los medios ordinarios de la pastoral; hacen falta asociaciones
e instituciones, grupos y centros apropiados, iniciativas culturales
y sociales para los jóvenes. He ahí un campo en el que los
movimientos eclesiales modernos tienen amplio espacio para
trabajar con empeño.

Entre los grandes cambios del mundo contemporáneo, las


migraciones han producido un fenómeno nuevo: los no cristianos
llegan en gran número a los países de antigua cristiandad, creando
nuevas ocasiones de comunicación e intercambios culturales, lo
cual exige a la Iglesia la acogida, el diálogo, la ayuda y, en una
palabra, la fraternidad. Entre los emigrantes, los refugiados ocupan
un lugar destacado y merecen la máxima atención. Estos son ya
muchos millones en el mundo y no cesan de aumentar; han huido
de condiciones de opresión política y de miseria inhumana, de
carestías y sequías de dimensiones catastróficas. La Iglesia debe
acogerlos en el ámbito de su solicitud apostólica.

Finalmente, se deben recordar las situaciones de pobreza, a


menudo intolerable, que se dan en no pocos países y que, con
frecuencia, son el origen de las migraciones de masa. La comunidad
de los creyentes en Cristo se ve interpelada por estas situaciones
inhumanas: el anuncio de Cristo y del Reino de Dios debe llegar a
ser instrumento de rescate humano para estas poblaciones.

c) Áreas culturales o areópagos modernos.


Pablo, después de haber predicado en numerosos lugares, una
vez llegado a Atenas se dirige al areópago donde anuncia el
Evangelio usando un lenguaje adecuado y comprensible en aquel

42
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

ambiente (cf. Act 17, 22-31). El areópago representaba entonces


el centro de la cultura del docto pueblo ateniense, y hoy puede
ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes donde debe
proclamarse el Evangelio.

El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de


la comunicación, que está unificando a la humanidad y
transformándola —como suele decirse— en una «aldea
global». Los medios de comunicación social han alcanzado tal
importancia que para muchos son el principal instrumento
informativo y formativo, de orientación e inspiración para los
comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas
generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por
estos medios. Quizás se ha descuidado un poco este areópago:
generalmente se privilegian otros instrumentos para el anuncio
evangélico y para la formación cristiana, mientras los medios
de comunicación social se dejan a la iniciativa de individuos o
de pequeños grupos, y entran en la programación pastoral sólo
a nivel secundario. El trabajo en estos medios, sin embargo, no
tiene solamente el objetivo de multiplicar el anuncio. Se trata de
un hecho más profundo, porque la evangelización misma de la
cultura moderna depende en gran parte de su influjo. No basta,
pues, usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio
de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en
esta « nueva cultura » creada por la comunicación moderna. Es
un problema complejo, ya que esta cultura nace, aun antes que
de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos
de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos
comportamientos sicológicos. Mi predecesor Pablo VI decía
que: « la ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna
el drama de nuestro tiempo »;62 y el campo de la comunicación
actual confirma plenamente este juicio.

43
Existen otros muchos areópagos del mundo moderno hacia los
cuales debe orientarse la actividad misionera de la Iglesia. Por
ejemplo, el compromiso por la paz, el desarrollo y la liberación
de los pueblos; los derechos del hombre y de los pueblos, sobre
todo los de las minorías; la promoción de la mujer y del niño; la
salvaguardia de la creación, son otros tantos sectores que han de
ser iluminados con la luz del Evangelio.

Hay que recordar, además, el vastísimo areópago de la cultura,


de la investigación científica, de las relaciones internacionales
que favorecen el diálogo y conducen a nuevos proyectos de vida.
Conviene estar atentos y comprometidos con estas instancias
modernas. Los hombres se sienten como navegantes en el mar
tempestuoso de la vida, llamados siempre a una mayor unidad
y solidaridad: las soluciones a los problemas existenciales deben
ser estudiadas, discutidas y experimentadas con la colaboración
de todos. Por esto los organismos y encuentros internacionales
se demuestran cada vez más importantes en muchos sectores de
la vida humana, desde la cultura a la política, desde la economía
a la investigación. Los cristianos, que viven y trabajan en esta
dimensión internacional, deben recordar siempre su deber de dar
testimonio del Evangelio.

38. Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinador.


Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás
de la prosperidad material y de sumergirse cada vez más en el
materialismo consumístico, por otro, manifiestan la angustiosa
búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad , el deseo de
aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración.
No sólo en las culturas impregnadas de religiosidad, sino también
en las sociedades secularizadas, se busca la dimensión espiritual
de la vida como antídoto a la deshumanización. Este fenómeno
así llamado del « retorno religioso » no carece de ambigüedad,
pero también encierra una invitación. La Iglesia tiene un inmenso

44
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad: en Cristo, que


se proclama « el Camino, la Verdad y la Vida » (Jn 14, 6).Es la vía
cristiana para el encuentro con Dios, para la oración, la ascesis, el
descubrimiento del sentido de la vida. También éste es un areópago
que hay que evangelizar”.

Vita Consecrata (Juan Pablo II – 25 de marzo de 1996)

Para un renovado dinamismo espiritual y apostólico


55. Estos nuevos caminos de comunión y de colaboración merecen
ser alentados por diversos motivos. En efecto, de ello se podrá
derivar ante todo una irradiación activa de la espiritualidad más
allá de las fronteras del Instituto, que contará con nuevas energías,
asegurando así a la Iglesia la continuidad de algunas de sus formas
más típicas de servicio. Otra consecuencia positiva podrá consistir
también en el aunar esfuerzos entre personas consagradas y
laicos en orden a la misión: movidos por el ejemplo de santidad
de las personas consagradas, los laicos serán introducidos en la
experiencia directa del espíritu de los consejos evangélicos y
animados a vivir y testimoniar el espíritu de las Bienaventuranzas
para transformar el mundo según el corazón de Dios[125].

No es raro que la participación de los laicos lleve a descubrir


inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos
del carisma, suscitando una interpretación más espiritual,
e impulsando a encontrar válidas indicaciones para nuevos
dinamismos apostólicos. Cualquiera que sea la actividad o el
ministerio que ejerzan, las personas consagradas recordarán por
tanto su deber de ser ante todo guías expertas de vida espiritual,
y cultivarán en esta perspectiva «el talento más precioso: el
espíritu»[126]. A su vez, los laicos ofrecerán a las familias religiosas
la rica aportación de su secularidad y de su servicio específico.

45
Nuevo impulso de la pastoral vocacional
64. La misión de la vida consagrada y la vitalidad de los Institutos
dependen indudablemente de la fidelidad con la que los
consagrados responden a su vocación, pero tienen futuro en la
medida en que otros hombres y mujeres acogen generosamente
la llamada del Señor. El problema de las vocaciones es un
auténtico desafío que interpela directamente a los Institutos,
pero que concierne a toda la Iglesia. En el campo de la
pastoral vocacional se invierten muchas energías espirituales y
materiales, aunque los resultados no siempre se corresponden
a las expectativas y a los esfuerzos realizados. Sucede que,
mientras las vocaciones a la vida consagrada florecen en las
Iglesias jóvenes y en aquellas que han sufrido persecuciones
por parte de regímenes totalitarios, escasean en otros países
tradicionalmente ricos en vocaciones y en misioneros.

Esta situación de dificultad pone a prueba a las personas


consagradas, que a veces se interrogan sobre su efectiva
capacidad de atraer nuevas vocaciones. Es necesario tener
confianza en el Señor Jesús, que continúa llamando a seguir
sus pasos, y encomendarse al Espíritu Santo, autor e inspirador
de los carismas de la vida consagrada. Así pues, a la vez que nos
alegramos por la acción del Espíritu que rejuvenece a la Esposa
de Cristo haciendo florecer la vida consagrada en muchas
naciones, debemos dirigir una constante plegaria al Dueño de
la mies para que envíe obreros a su Iglesia, para hacer frente
a las exigencias de la nueva evangelización (cf. Mt 9, 37-38).
Además de promover la oración por las vocaciones, es urgente
esforzarse, mediante el anuncio explícito y una catequesis
adecuada, por favorecer en los llamados a la vida consagrada
la respuesta libre, pero pronta y generosa, que hace operante la
gracia de la vocación.

46
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

La invitación de Jesús: « Venid y veréis » (Jn 1, 39) sigue siendo aún


hoy la regla de oro de la pastoral vocacional. Con ella se pretende
presentar, a ejemplo de los fundadores y fundadoras, el atractivo
de la persona del Señor Jesús y la belleza de la entrega total de sí
mismo a la causa del Evangelio. Por tanto, la primera tarea de todos
los consagrados y consagradas consiste en proponer valerosamente,
con la palabra y con el ejemplo, el ideal del seguimiento de Cristo,
alimentando y manteniendo posteriormente en los llamados la
respuesta a los impulsos que el Espíritu inspira en su corazón.

Al entusiasmo del primer encuentro con Cristo debe seguir,


como es obvio, el esfuerzo paciente de saber corresponder cada
día a la gracia recibida, haciendo de la vocación una historia de
amistad con el Señor. Para ello, la pastoral vocacional utilizará los
recursos apropiados, como la dirección espiritual, para alimentar
aquella respuesta de amor personal al Señor que es condición
indispensable para convertirse en discípulos y apóstoles de su
Reino. Por otra parte, si la abundancia vocacional que se manifiesta
en varias partes del mundo justifica el optimismo y la esperanza,
la escasez en otras regiones no debe inducir al desánimo ni a la
tentación de un fácil y precipitado reclutamiento. Es preciso
que la tarea de promover las vocaciones se desarrolle de manera
que aparezca cada vez más como un compromiso coral de toda
la Iglesia[160]. Se requiere, por tanto, la colaboración activa de
pastores, religiosos, familias y educadores, como es propio de un
servicio que forma parte integrante de la pastoral de conjunto
de cada Iglesia particular. Que en cada diócesis exista, pues, este
servicio común, que coordine y multiplique las fuerzas, pero sin
prejuzgar e incluso favoreciendo la actividad vocacional de cada
Instituto[161].

Esta colaboración activa de todo el Pueblo de Dios, sostenida por la


Providencia, suscitará sin duda la abundancia de los dones divinos.
La solidaridad cristiana está llamada a solventar las necesidades

47
de la formación vocacional en los países económicamente más
pobres. La promoción de vocaciones en estos países por parte de
los diversos Institutos ha de hacerse en plena armonía con las
Iglesias del lugar, a partir de una activa y prolongada inserción en
su actividad pastoral[162]. El modo más auténtico para secundar
la acción del Espíritu será el invertir las mejores energías en la
actividad vocacional, especialmente con una adecuada dedicación
a la pastoral juvenil.

Consagrados para la misión


72. A imagen de Jesús, el Hijo predilecto « a quien el Padre ha
santificado y enviado al mundo » (Jn 10, 36), también aquellos a
quienes Dios llama para que le sigan son consagrados y enviados
al mundo para imitar su ejemplo y continuar su misión. Esto vale
fundamentalmente para todo discípulo. Pero es válido en especial
para cuantos son llamados a seguir a Cristo « más de cerca » en
la forma característica de la vida consagrada, haciendo de Él el «
todo » de su existencia. En su llamada está incluida por tanto la
tarea de dedicarse totalmente a la misión; más aún, la misma vida
consagrada, bajo la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de
toda vocación y de todo carisma, se hace misión, como lo ha sido
la vida entera de Jesús. La profesión de los consejos evangélicos,
al hacer a la persona totalmente libre para la causa del Evangelio,
muestra también la trascendencia que tiene para la misión. Se
debe pues afirmar que la misión es esencial para cada Instituto, no
solamente en los de vida apostólica activa, sino también en los de
vida contemplativa.

En efecto, antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo


en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio
personal. ¡Este es el reto, éste es el quehacer principal de la vida
consagrada! Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace
presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres.

48
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Se puede decir por tanto que la persona consagrada está «en misión»
en virtud de su misma consagración, manifestada según el proyecto
del propio Instituto. Es obvio que, cuando el carisma fundacional
contempla actividades pastorales, el testimonio de vida y las obras
de apostolado o de promoción humana son igualmente necesarias:
ambas representan a Cristo, que es al mismo tiempo el consagrado
a la gloria del Padre y el enviado al mundo para la salvación de los
hermanos y hermanas[174].

La vida religiosa, además, participa en la misión de Cristo con otro


elemento particular y propio: la vida fraterna en comunidad para
la misión. La vida religiosa será, pues, tanto más apostólica, cuanto
más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida
comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica
del Instituto.

Al servicio de Dios y del hombre


73. La vida consagrada tiene la misión profética de recordar y
servir el designio de Dios sobre los hombres, tal como ha sido
anunciado por las Escrituras, y como se desprende de una atenta
lectura de los signos de la acción providencial de Dios en la
historia. Es el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada
(cf. Col 2, 20-22). Para realizar adecuadamente este servicio, las
personas consagradas han de poseer una profunda experiencia de
Dios y tomar conciencia de los retos del propio tiempo, captando
su sentido teológico profundo mediante el discernimiento
efectuado con la ayuda del Espíritu Santo. En realidad, tras los
acontecimientos de la historia se esconde frecuentemente la
llamada de Dios a trabajar según sus planes, con una inserción
activa y fecunda en los acontecimientos de nuestro tiempo[175].

El discernimiento de los signos de los tiempos, como dice el


Concilio, ha de hacerse a la luz del Evangelio, de tal modo que

49
se «pueda responder a los perennes interrogantes de los
hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre
la relación mutua entre ambas»[176]. Es necesario, pues, estar
abiertos a la voz interior del Espíritu que invita a acoger en lo
más hondo los designios de la Providencia. Él llama a la vida
consagrada para que elabore nuevas respuestas a los nuevos
problemas del mundo de hoy. Son un reclamo divino del que
sólo las almas habituadas a buscar en todo la voluntad de Dios
saben percibir con nitidez y traducir después con valentía en
opciones coherentes, tanto con el carisma original, como con
las exigencias de la situación histórica concreta.

Ante los numerosos problemas y urgencias que en ocasiones


parecen comprometer y avasallar incluso la vida consagrada,
los llamados sienten la exigencia de llevar en el corazón y en la
oración las muchas necesidades del mundo entero, actuando con
audacia en los campos respectivos del propio carisma fundacional.
Su entrega deberá ser, obviamente, guiada por el discernimiento
sobrenatural, que sabe distinguir entre lo que viene del Espíritu
y lo que le es contrario (cf. Ga 5, 16-17.22; 1 Jn 4, 6). Mediante la
fidelidad a la Regla y a las Constituciones, conservan la plena
comunión con la Iglesia[177].

De este modo la vida consagrada no se limitará a leer los signos


de los tiempos, sino que contribuirá también a elaborar y llevar
a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones
actuales. Todo esto con la certeza, basada en la fe, de que el
Espíritu sabe dar las respuestas más apropiadas incluso a las
más espinosas cuestiones. Será bueno a este respecto recordar
algo que han enseñado siempre los grandes protagonistas del
apostolado: hay que confiar en Dios como si todo dependiese de
Él y, al mismo tiempo, empeñarse con toda generosidad como si
todo dependiera de nosotros.

50
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Colaboración eclesial y espiritualidad apostólica


74. Se ha de hacer todo en comunión y en diálogo con las otras
instancias eclesiales. Los retos de la misión son de tal envergadura
que no pueden ser acometidos eficazmente sin la colaboración,
tanto en el discernimiento como en la acción, de todos los
miembros de la Iglesia. Difícilmente los individuos aislados
tienen una respuesta completa: ésta puede surgir normalmente
de la confrontación y del diálogo. En particular, la comunión
operativa entre los diversos carismas asegurará, además de un
enriquecimiento recíproco, una eficacia más incisiva en la misión.
La experiencia de estos años confirma sobradamente que «el
diálogo es el nuevo nombre de la caridad»[178], especialmente
de la caridad eclesial; el diálogo ayuda a ver los problemas en sus
dimensiones reales y permite abordarlos con mayores esperanzas
de éxito. La vida consagrada, por el hecho de cultivar el valor de la
vida fraterna, representa una privilegiada experiencia de diálogo.
Por eso puede contribuir a crear un clima de aceptación recíproca,
en el que los diversos sujetos eclesiales, al sentirse valorizados por
lo que son, confluyan con mayor convencimiento en la comunión
eclesial, encaminada a la gran misión universal.

Los Institutos comprometidos en una u otra modalidad de servicio


apostólico han de cultivar, en fin, una sólida espiritualidad de la
acción, viendo a Dios en todas las cosas, y todas las cosas en Dios.
En efecto, «se ha de saber que, como el buen orden de la vida
consiste en tender de la vida activa a la contemplativa, también
por lo general el alma vuelve útilmente de la vida contemplativa
a la activa para realizar con mayor perfección la vida activa, por
lo mismo que la vida contemplativa enfervoriza a la activa»[179].
Jesús mismo nos ha dado perfecto ejemplo de cómo se pueden
unir la comunión con el Padre y una vida intensamente activa.
Sin la tensión continua hacia esta unidad, se corre el riesgo de un
colapso interior, de desorientación y de desánimo. La íntima unión

51
entre contemplación y acción permitirá, hoy como ayer, acometer
las misiones más difíciles.

Amar con el corazón de Cristo


75. «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo. Durante la cena [...] se levanta de la mesa [...]
se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla
con que estaba ceñido» (Jn 13, 1-2.4-5).

En el gesto de lavar los pies a sus discípulos, Jesús revela la


profundidad del amor de Dios por el hombre: ¡en Él, Dios mismo se
pone al servicio de los hombres! Él revela al mismo tiempo el sentido
de la vida cristiana y, con mayor motivo, de la vida consagrada, que
es vida de amor oblativo, de concreto y generoso servicio. Siguiendo
los pasos del Hijo del hombre, que «no ha venido a ser servido, sino
a servir» (Mt 20, 28), la vida consagrada, al menos en los mejores
períodos de su larga historia, se ha caracterizado por este « lavar
los pies », es decir, por el servicio, especialmente a los más pobres y
necesitados. Ella, por una parte, contempla el misterio sublime del
Verbo en el seno del Padre (cf. Jn 1, 1), mientras que, por otra, sigue
al mismo Verbo que se hace carne (cf. Jn 1, 14), se abaja, se humilla
para servir a los hombres. Las personas que siguen a Cristo en la
vía de los consejos evangélicos desean, también hoy, ir allá donde
Cristo fue y hacer lo que Él hizo.

Él llama continuamente a nuevos discípulos, hombres y mujeres,


para comunicarles, mediante la efusión del Espíritu (cf. Rm 5, 5), el
ágape divino, su modo de amar, apremiándolos a servir a los demás
en la entrega humilde de sí mismos, lejos de cualquier cálculo
interesado. A Pedro que, extasiado ante la luz de la Transfiguración,
exclama: «Señor, bueno es estarnos aquí» (Mt 17, 4), le invita
a volver a los caminos del mundo para continuar sirviendo el
Reino de Dios: «Desciende, Pedro; tú, que deseabas descansar

52
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

en el monte, desciende y predica la Palabra, insiste a tiempo y a


destiempo, arguye y exhorta, increpa con toda longanimidad y
doctrina. Trabaja, suda, padece algunos tormentos a fin de llegar,
por el brillo y hermosura de las obras hechas en caridad, a poseer
eso que simbolizan los blancos vestidos del Señor»[180]. La mirada
fija en el rostro del Señor no atenúa en el apóstol el compromiso
por el hombre; más bien lo potencia, capacitándole para incidir
mejor en la historia y liberarla de todo lo que la desfigura.

La búsqueda de la belleza divina mueve a las personas consagradas


a velar por la imagen divina deformada en los rostros de tantos
hermanos y hermanas, rostros desfigurados por el hambre,
rostros desilusionados por promesas políticas; rostros humillados
de quien ve despreciada su propia cultura; rostros aterrorizados
por la violencia diaria e indiscriminada; rostros angustiados de
menores; rostros de mujeres ofendidas y humilladas; rostros
cansados de emigrantes que no encuentran digna acogida; rostros
de ancianos sin las mínimas condiciones para una vida digna[181].
La vida consagrada muestra de este modo, con la elocuencia de
las obras, que la caridad divina es fundamento y estímulo del
amor gratuito y operante. Bien convencido de ello estaba san
Vicente de Paúl cuando indicaba como programa de vida a la
Hijas de la Caridad el «entregarse a Dios para amar a Nuestro
Señor y servirlo material y espiritualmente en la persona de los
pobres, en sus casas o en otros sitios, para instruir a las jóvenes
menesterosas, a los niños y, en general, a todos aquellos que os
manda la divina Providencia»[182].

Entre los posibles ámbitos de la caridad, el que sin duda


manifiesta en nuestros días y por un título especial el amor
al mundo «hasta el extremo», es el anuncio apasionado de
Jesucristo a quienes aún no lo conocen, a quienes lo han
olvidado y, de manera preferencial, a los pobres.

53
Aportación específica de la vida consagrada a la
evangelización
76. La aportación específica que los consagrados y consagradas
ofrecen a la evangelización está, ante todo, en el testimonio de una
vida totalmente entregada a Dios y a los hermanos, a imitación del
Salvador que, por amor del hombre, se hizo siervo. En la obra de la
salvación, en efecto, todo proviene de la participación en el ágape
divino. Las personas consagradas hacen visible, en su consagración
y total entrega, la presencia amorosa y salvadora de Cristo, el
consagrado del Padre, enviado en misión[183]. Ellas, dejándose
conquistar por Él (cf. Flp 3, 12), se disponen para convertirse, en
cierto modo, en una prolongación de su humanidad[184].La vida
consagrada es una prueba elocuente de que, cuanto más se vive de
Cristo, tanto mejor se le puede servir en los demás, llegando hasta
las avanzadillas de la misión y aceptando los mayores riesgos[185].

La primera evangelización: anunciar a Cristo a las


gentes
77. Quien ama a Dios, Padre de todos, ama necesariamente a sus
semejantes, en los que reconoce otros tantos hermanos y hermanas.
Precisamente por eso no puede permanecer indiferente ante el
hecho de que muchos de ellos no conocen la plena manifestación
del amor de Dios en Cristo. De aquí nace principalmente,
obedeciendo el mandato de Cristo, el impulso misionero ad gentes,
que todo cristiano consciente comparte con la Iglesia, misionera
por su misma naturaleza. Es un impulso sentido sobre todo por
los miembros de los Institutos, sean de vida contemplativa o
activa[186]. Las personas consagradas, en efecto, tienen la tarea de
hacer presente también entre los no cristianos[187] a Cristo casto,
pobre, obediente, orante y misionero[188]. En virtud de su más
íntima consagración a Dios[189], y permaneciendo dinámicamente
fieles a su carisma, no pueden dejar de sentirse implicadas en una

54
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

singular colaboración con la actividad misionera de la Iglesia.


El deseo tantas veces repetido de Teresa de Lisieux, « amarte y
hacerte amar »; el anhelo ardiente de san Francisco Javier: «Así
como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta de que
Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del talento que
les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y
ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro de sus ánimas la
voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias
afecciones, diciendo: “Aquí estoy, Señor, ¿qué debo hacer? Envíame
a donde quieras”»[190]; así como otros testimonios parecidos de
innumerables almas santas, manifiestan la irrenunciable tensión
misionera que distingue y caracteriza la vida consagrada.

Presentes en todos los rincones de la tierra


78. «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14): los miembros
de cada Instituto deberían repetir estas palabras con el Apóstol,
por ser tarea de la vida consagrada el trabajar en todo el mundo
para consolidar y difundir el Reino de Cristo, llevando el anuncio
del Evangelio a todas partes, hasta las regiones más lejanas[191]. De
hecho, la historia misionera testimonia la gran aportación que han
dado a la evangelización de los pueblos: desde las antiguas Familias
monásticas hasta las más recientes Fundaciones dedicadas de
manera exclusiva a la misión ad gentes, desde los Institutos de vida
activa a los de vida contemplativa[192], innumerables personas
han gastado sus energías en esta «actividad primaria de la Iglesia,
esencial y nunca concluida»[193], puesto que se dirige a la multitud
creciente de aquellos que no conocen a Cristo.

Este deber continúa urgiendo hoy a los Institutos de vida consagrada


y a las Sociedades de vida apostólica: el anuncio del Evangelio de
Cristo espera de ellos la máxima aportación posible. También los
Institutos que surgen y que operan en las Iglesias jóvenes están
invitados a abrirse a la misión entre los no cristianos, dentro y fuera

55
de su patria. A pesar de las comprensibles dificultades que algunos
de ellos puedan atravesar, conviene recordar a todos que, así como
«la fe se fortalece dándola»[194], también la misión refuerza la
vida consagrada, le infunde un renovado entusiasmo y nuevas
motivaciones, y estimula su fidelidad. Por su parte, la actividad
misionera ofrece amplios espacios para acoger las variadas formas
de vida consagrada.

La misión ad gentes ofrece especiales y extraordinarias


oportunidades a las mujeres consagradas, a los religiosos hermanos
y a los miembros de Institutos seculares, para una acción apostólica
particularmente incisiva. Estos últimos, además, con su presencia
en los diversos ámbitos típicos de la vida laical, pueden desarrollar
una preciosa labor de evangelización de los ambientes, de las
estructuras y de las mismas leyes que regulan la convivencia. Ellos
pueden también testimoniar los valores evangélicos estando al
lado de personas que no conocen aún a Jesús, contribuyendo de
este modo específico a la misión.

Se ha de subrayar que en los países donde tienen amplia raigambre


religiones no cristianas, la presencia de la vida consagrada adquiere
una gran importancia, tanto con actividades educativas, caritativas
y culturales, como con el signo de la vida contemplativa. Por esto se
debe alentar de manera especial la fundación en la nuevas Iglesias
de comunidades entregadas a la contemplación, dado que «la
vida contemplativa pertenece a la plenitud de la presencia de la
Iglesia»[195]. Es preciso, además, promover con medios adecuados
una distribución equitativa de la vida consagrada en sus varias
formas, para suscitar un nuevo impulso evangelizador, bien con el
envío de misioneros y misioneras, bien con la debida ayuda de los
Institutos de vida consagrada a las diócesis más pobres[196].

56
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Anuncio de Cristo e inculturación


79. El anuncio de Cristo tiene la prioridad permanente en la misión
de la Iglesia[197] y tiende a la conversión, esto es, a la adhesión plena
y sincera a Cristo y a su Evangelio[198]. Forman parte también de
la actividad misionera el proceso de inculturación y el diálogo
interreligioso. El reto de la inculturación ha de ser asumido por las
personas consagradas como una llamada a colaborar con la gracia
para lograr un acercamiento a las diversas culturas. Esto supone
una seria preparación personal, dotes de maduro discernimiento,
adhesión fiel a los indispensables criterios de ortodoxia doctrinal,
de autenticidad y de comunión eclesial[199]. Apoyados en el carisma
de los fundadores y fundadoras, muchas personas consagradas han
sabido acercarse a las diversas culturas con la actitud de Jesús que
« se despojó de sí mismo tomando condición de siervo » (Flp 2, 7)
y, con un esfuerzo audaz y paciente de diálogo, han establecido
provechosos contactos con las gentes más diversas, anunciando a
todos el camino de la salvación. Cuántas de ellas saben buscar y
son capaces de encontrar en la historia de las personas y de los
pueblos huellas de la presencia de Dios, que guía a la humanidad
entera hacia el discernimiento de los signos de su voluntad
redentora. Tal búsqueda es ventajosa para las mismas personas
consagradas: en efecto, los valores descubiertos en las diversas
civilizaciones pueden animarlas a incrementar su compromiso
de contemplación y de oración, a practicar más intensamente el
compartir comunitario y la hospitalidad, a cultivar con mayor
diligencia el interés por la persona y el respeto por la naturaleza.

Para una auténtica inculturación es necesaria una actitud parecida


a la del Señor, cuando se encarnó y vino con amor y humildad
entre nosotros. En este sentido la vida consagrada prepara a
las personas para hacer frente a la compleja y ardua tarea de la
inculturación, porque las habitúa al desprendimiento de las cosas,
incluidos muchos aspectos de la propia cultura. Aplicándose con

57
estas actitudes al estudio y a la comprensión de las culturas, los
consagrados pueden discernir mejor en ellas los valores auténticos
y el modo en que pueden ser acogidos y perfeccionados, con ayuda
del propio carisma[200]. De todos modos, no se ha de olvidar que
en muchas culturas antiguas la expresión religiosa está de tal modo
integrada en ellas, que la religión representa frecuentemente la
dimensión trascendente de la cultura misma. En este caso, una
verdadera inculturación comporta necesariamente un serio y
abierto diálogo interreligioso, que «no está en contraposición con
la misión ad gentes: y que no dispensa de la evangelización»[201].

Inculturación de la vida consagrada


80. La vida consagrada, por su parte, es de por sí portadora de
valores evangélicos y, consiguientemente, allí donde es vivida con
autenticidad, puede ofrecer una aportación original a los retos
de la inculturación. En efecto, siendo un signo de la primacía de
Dios y del Reino, la vida consagrada es una provocación que, en
el diálogo, puede interpelar la conciencia de los hombres. Si la
vida consagrada mantiene su propia fuerza profética se convierte,
en el entramado de una cultura, en fermento evangélico capaz
de purificarla y hacerla evolucionar. Lo demuestra la historia de
tantos santos y santas que, en épocas diversas, han sabido vivir en
el propio tiempo sin dejarse dominar por él, señalando nuevos
caminos a su generación. El estilo de vida evangélico es una fuente
importante para proponer un nuevo modelo cultural. Cuántos
fundadores y fundadoras, al percatarse de ciertas exigencias
de su tiempo, han sabido dar una respuesta que, aun con las
limitaciones que ellos mismos han reconocido, se ha convertido
en una propuesta cultural innovadora.

Las comunidades de los Institutos religiosos y de las Sociedades de


vida apostólica pueden plantear perspectivas culturales concretas
y significativas cuando testimonian el modo evangélico de vivir la

58
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

acogida recíproca en la diversidad y del ejercicio de la autoridad,


la común participación en los bienes materiales y espirituales,
la internacionalidad, la colaboración intercongregacional y la
escucha de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El modo de
pensar y de actuar por parte de quien sigue a Cristo más de cerca
da origen, en efecto, a una auténtica cultura de referencia, pone al
descubierto lo que hay de inhumano, y testimonia que sólo Dios da
fuerza y plenitud a los valores. A su vez, una auténtica inculturación
ayudará a las personas consagradas a vivir el radicalismo evangélico
según el carisma del propio Instituto y la idiosincrasia del pueblo
con el cual entran en contacto. De esta fecunda relación surgirán
estilos de vida y métodos pastorales que pueden ser una riqueza
para todo el Instituto, si se demuestran coherentes con el carisma
fundacional y con la acción unificadora del Espíritu Santo. En
este proceso, hecho de discernimiento y de audacia, de diálogo
y de provocación evangélica, la Santa Sede es una garantía para
seguir el recto camino, y a ella compete la función de animar la
evangelización de las culturas, de autentificar su desarrollo, y de
sancionar los logros en orden a la inculturación[202], tarea ésta
«difícil y delicada, ya que pone a prueba la fidelidad de la Iglesia al
Evangelio y a la tradición apostólica en la evolución constante de
las culturas»[203].

La nueva evangelización
81. Para hacer frente de manera adecuada a los grandes desafíos
que la historia actual pone a la nueva evangelización, se requiere
que la vida consagrada se deje interpelar continuamente por la
Palabra revelada y por los signos de los tiempos[204]. El recuerdo
de las grandes evangelizadoras y de los grandes evangelizadores,
que fueron antes grandes evangelizados, pone de manifiesto cómo,
para afrontar el mundo de hoy hacen falta personas entregadas
amorosamente al Señor y a su Evangelio. «Las personas consagradas,
en virtud de su vocación específica, están llamadas a manifestar la
59
unidad entre autoevangelización y testimonio, entre renovación
interior y apostólica, entre ser y actuar, poniendo de relieve que el
dinamismo deriva siempre del primer elemento del binomio»[205].
La nueva evangelización, como la de siempre, será eficaz si sabe
proclamar desde los tejados lo que ha vivido en la intimidad con
el Señor. Para ello se requieren personalidades sólidas, animadas
por el fervor de los santos. La nueva evangelización exige de los
consagrados y consagradas una plena conciencia del sentido
teológico de los retos de nuestro tiempo. Estos retos han de ser
examinados con cuidadoso y común discernimiento, para lograr
una renovación de la misión. La audacia con que se anuncia al
Señor Jesús debe estar acompañada de la confianza en la acción
de la Providencia, que actúa en el mundo y que «hace que todas
las cosas, incluso los fracasos del hombre, contribuyan al bien de
la Iglesia»[206].

Para una provechosa inserción de los Institutos en el proceso


de la nueva evangelización es importante la fidelidad al carisma
fundacional, la comunión con todos aquellos que en la Iglesia
están comprometidos en la misma empresa, especialmente con
los Pastores, y la cooperación con todos los hombres de buena
voluntad. Esto exige un serio discernimiento de las llamadas que
el Espíritu dirige a cada Instituto, tanto en aquellas regiones en las
que no se vislumbran grandes progresos inmediatos, como en otras
zonas donde se percibe un rebrote esperanzador. Las personas
consagradas han de ser pregoneras entusiastas del Señor Jesús en
todo tiempo y lugar, y estar dispuestas a responder con sabiduría
evangélica a los interrogantes que hoy brotan de la inquietud del
corazón humano y de sus necesidades más urgentes.

Predilección por los pobres y promoción de la justicia


82. En los comienzos de su ministerio, Jesús proclama, en la
sinagoga de Nazaret, que el Espíritu lo ha consagrado para llevar

60
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los


cautivos, restituir la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos,
y predicar un año de gracia del Señor (cf. Lc 4, 16-19). Haciendo
propia la misión del Señor, la Iglesia anuncia el Evangelio a todos
los hombres y mujeres, para su salvación integral. Pero se dirige
con una atención especial, con una auténtica « opción preferencial
», a quienes se encuentran en una situación de mayor debilidad
y, por tanto, de más grave necesidad. « Pobres », en las múltiples
dimensiones de la pobreza, son los oprimidos, los marginados, los
ancianos, los enfermos, los pequeños y cuantos son considerados y
tratados como los «últimos» en la sociedad.

La opción por los pobres es inherente a la dinámica misma del


amor vivido según Cristo. A ella están pues obligados todos los
discípulos de Cristo; no obstante, aquellos que quieren seguir
al Señor más de cerca, imitando sus actitudes, deben sentirse
implicados en ella de una manera del todo singular. La sinceridad
de su respuesta al amor de Cristo les conduce a vivir como
pobres y abrazar la causa de los pobres. Esto comporta para cada
Instituto, según su carisma específico, la adopción de un estilo de
vida humilde y austero, tanto personal como comunitariamente.
Las personas consagradas, cimentadas en este testimonio de vida,
estarán en condiciones de denunciar, de la manera más adecuada
a su propia opción y permaneciendo libres de ideologías políticas,
las injusticias cometidas contra tantos hijos e hijas de Dios, y de
comprometerse en la promoción de la justicia en el ambiente
social en el que actúan[207]. De este modo, incluso en las actuales
situaciones será renovada, a través del testimonio de innumerables
personas consagradas, la entrega que caracterizó a fundadores y
fundadoras que gastaron su vida para servir al Señor presente
en los pobres. En efecto, Cristo «es indigente aquí en la persona
de sus pobres [...]. En cuanto Dios, rico; en cuanto hombre pobre.
Cierto ese Hombre subió ya rico al cielo donde se halla sentado

61
a la derecha del Padre; mas aquí, entre nosotros, todavía padece
hambre, sed y desnudez»[208].

El Evangelio se hace operante mediante la caridad, que es gloria


de la Iglesia y signo de su fidelidad al Señor. Lo demuestra toda la
historia de la vida consagrada, que se puede considerar como una
exégesis viviente de la palabra de Jesús: « Cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis » (Mt 25,
40). Muchos Institutos, especialmente en la época moderna, han
surgido precisamente para atender a una u otra necesidad de los
pobres. Pero aun en los casos en que ésta no haya sido la finalidad
determinante, la atención y la solicitud por los necesitados,
manifestada a través de la oración, la acogida y la hospitalidad,
han acompañado naturalmente las diversas formas de vida
consagrada, incluidas las de vida contemplativa. ¿Cómo podría ser
de otro modo, desde el momento en que el Cristo descubierto en la
contemplación es el mismo que vive y sufre en los pobres? En este
sentido la historia de la vida consagrada es rica de maravillosos
ejemplos, a veces geniales. San Paulino de Nola, después de haber
distribuido sus bienes para consagrarse enteramente a Dios, hizo
levantar las celdas de su monasterio sobre un hospicio destinado
precisamente a los menesterosos. Él gozaba al pensar en este
singular « intercambio de dones »: los pobres que él socorría
afianzaban con sus plegarias los « fundamentos » mismos de
su casa, entregada totalmente a la alabanza de Dios[209]. A san
Vicente de Paúl, por su parte, le gustaba decir que, cuando se está
obligado a dejar la oración para atender a un pobre en necesidad,
en realidad la oración no se interrumpe, porque «se deja a Dios por
Dios»[210].

Servir a los pobres es un acto de evangelización y, al mismo


tiempo, signo de autenticidad evangélica y estímulo de conversión
permanente para la vida consagrada, puesto que, como dice
san Gregorio Magno, «cuando uno se abaja a lo más bajo de sus

62
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

prójimos, entonces se eleva admirablemente a la más alta caridad,


ya que si con benignidad desciende a lo inferior, valerosamente
retorna a lo superior»[211].

Presencia en el mundo de la educación


96. La Iglesia ha sido siempre consciente de que la educación
es un elemento esencial de su misión. Su Maestro interior es el
Espíritu Santo, que penetra en las profundidades más recónditas
del corazón de cada hombre y conoce el secreto dinamismo de la
historia. Toda la Iglesia está animada por el Espíritu y con Él lleva
a cabo su acción educativa. Dentro de la Iglesia, no obstante, a las
personas consagradas les corresponde una tarea específica en este
campo, pues están llamadas a introducir en el horizonte educativo
el testimonio radical de los bienes del Reino, propuestos a todo
hombre en espera del encuentro definitivo con el Señor de la
historia. Por su especial consagración, por la peculiar experiencia
de los dones del Espíritu, por la escucha asidua de la Palabra y el
ejercicio del discernimiento, por el rico patrimonio de tradiciones
educativas acumuladas a través del tiempo por el propio Instituto,
por el profundo conocimiento de la verdad espiritual (cf. Ef 1, 17),
las personas consagradas están en condiciones de llevar a cabo
una acción educativa particularmente eficaz, contribuyendo
específicamente a las iniciativas de los demás educadores y
educadoras.

Las personas consagradas, con este carisma, pueden dar vida a


ambientes educativos impregnados del espíritu evangélico de
libertad y de caridad, en los que se ayude a los jóvenes a crecer
en humanidad bajo la guía del Espíritu [235].De este modo la
comunidad educativa se convierte en experiencia de comunión
y lugar de gracia, en la que el proyecto pedagógico contribuye a
unir en una síntesis armónica lo divino y lo humano, Evangelio y
cultura, fe y vida.

63
En la historia de la Iglesia, desde la antigüedad hasta nuestros
días, abundan ejemplos admirables de personas consagradas que
han vivido y viven la aspiración a la santidad mediante la labor
pedagógica y que, a su vez, proponen la santidad como meta
educativa. De hecho, muchas de ellas han alcanzado la perfección
de la caridad educando. Este es uno de los dones más preciados
que las personas consagradas pueden ofrecer hoy también a la
juventud, brindándole un servicio pedagógico rico de amor, según
la sabia advertencia de san Juan Bosco: «Los jóvenes no han de ser
únicamente amados, sino que han de saber que son amados»[236].

Necesidad de un renovado compromiso en el campo


educativo
97. Con un delicado respeto, pero con arrojo misionero, los
consagrados y consagradas pongan de manifiesto que la fe en
Jesucristo ilumina todo el campo de la educación sin prejuicios
sobre los valores humanos, sino más bien confirmándolos y
elevándolos. De este modo se convierten en testigos e instrumentos
del poder de la Encarnación y de la fuerza del Espíritu. Esta tarea es
una de las expresiones más significativas de la Iglesia que, a imagen
de María, ejerce su maternidad para con todos sus hijos[237].

Es este el motivo que ha llevado al Sínodo a exhortar insistentemente


a las personas consagradas a que asuman con renovada entrega
la misión educativa, allí donde sea posible, con escuelas de
todo tipo y nivel, con Universidades e Institutos superiores[238].
Haciendo mía la indicación sinodal, invito a todos los miembros
de los Institutos que se dedican a la educación a que sean fieles
a su carisma originario y a sus tradiciones, conscientes de que el
amor preferencial por los pobres tiene una singular aplicación en
la elección de los medios adecuados para liberar a los hombres de
esa grave miseria que es la falta de formación cultural y religiosa.

64
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Dada la importancia que revisten las Universidades y Facultades


católicas y eclesiásticas en el campo de la educación y de la
evangelización, los Institutos que las dirigen han de ser muy
conscientes de su responsabilidad, haciendo que en ellas, a la vez
que se dialoga activamente con la cultura actual, se conserve la
índole católica que les es peculiar, en plena fidelidad al Magisterio
de la Iglesia. Los miembros de estos Institutos y Sociedades además,
y según las circunstancias de cada lugar, han de estar preparados
y dispuestos para entrar en las estructuras educativas estatales.
A este tipo de presencia están especialmente llamados, por su
vocación específica, los miembros de los Institutos seculares.

Evangelizar la cultura
98. Los Institutos de vida consagrada han tenido siempre un
gran influjo en la formación y en la transmisión de la cultura. Así
ocurrió en la Edad Media, cuando los monasterios eran el lugar
en que se conservaba la riqueza cultural del pasado y en los que
se construía una nueva cultura humanista y cristiana. Esto se ha
verificado también siempre que la luz del Evangelio ha llegado a
nuevos pueblos. Son muchas las personas consagradas que han
promovido la cultura, investigando y defendiendo frecuentemente
las culturas autóctonas. La Iglesia es hoy muy consciente de la
necesidad de contribuir a la promoción de la cultura y al diálogo
entre cultura y fe[239].

Los consagrados han de sentirse interpelados ante esta urgencia.


Están llamados también a individuar, en el anuncio de la Palabra
de Dios, los métodos más apropiados a las exigencias de los diversos
grupos humanos y de los múltiples ámbitos profesionales, a fin de
que la luz de Cristo alcance a todos los sectores de la existencia
humana, y el fermento de la salvación transforme desde dentro
la vida social, favoreciendo una cultura impregnada de los valores
evangélicos[240]. En los umbrales del tercer milenio cristiano,

65
la vida consagrada podrá también con este cometido renovar su
respuesta a los deseos de Dios, que viene al encuentro de todos
aquellos que, consciente o inconscientemente, caminan como a
tientas en busca de la Verdad y de la Vida (cf. Hch 17, 27).

Pero más allá del servicio prestado a los otros, la vida consagrada
necesita también en su interior un renovado amor por el empeño
cultural, una dedicación al estudio como medio para la formación
integral y como camino ascético, extraordinariamente actual, ante
la diversidad de las culturas. Una disminución de la preocupación
por el estudio puede tener graves consecuencias también en el
apostolado, generando un sentido de marginación y de inferioridad,
o favoreciendo la superficialidad y ligereza en las iniciativas.

En la diversidad de los carismas y de las posibilidades reales de


cada Instituto, la dedicación al estudio no puede reducirse a la
formación inicial o a la consecución de títulos académicos y de
competencias profesionales. El estudio es más bien manifestación
del insaciable deseo de conocer siempre más profundamente a Dios,
abismo de luz y fuente de toda verdad humana. Por este motivo no
es algo que aísla a la persona consagrada en un intelectualismo
abstracto, ni la aprisiona en las redes de un narcisismo sofocante;
por el contrario, fomenta el diálogo y la participación, educa la
capacidad de juicio, alienta la contemplación y la plegaria en la
búsqueda de Dios y de su actuación en la compleja realidad del
mundo contemporáneo.

La persona consagrada, dejándose transformar por el Espíritu, se


capacita para ampliar el horizonte de los angostos deseos humanos
y para captar, al mismo tiempo, los aspectos más hondos de cada
individuo y de su historia, que van más allá de las apariencias más
vistosas quizás, pero frecuentemente marginales. Los retos que
emergen hoy de las diversas culturas son innumerables. Retos
provenientes de los campos en los que tradicionalmente ha estado

66
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

presente la vida consagrada o de los nuevos ámbitos. Con todos


ellos es urgente mantener fecundas relaciones, con una actitud de
vigilante sentido crítico, pero también de atención confiada hacia
quien se enfrenta a las dificultades típicas del trabajo intelectual,
especialmente cuando, ante la presencia de los problemas inéditos
de nuestro tiempo, es preciso intentar nuevos análisis y nuevas
síntesis[241]. No se puede realizar una seria y válida evangelización
de los nuevos ámbitos en los que se elabora y se transmite la cultura
sin una colaboración activa con los laicos presentes en ellos.

Presencia en el mundo de las comunicaciones sociales


99. De igual manera que en el pasado las personas consagradas
han sabido servir a la evangelización con todos los medios,
afrontando con genialidad los obstáculos, también hoy están
llamadas nuevamente por la exigencia de testimoniar el Evangelio
a través de los medios de comunicación social. Estos medios han
adquirido una capacidad de difusión cósmica mediante poderosas
tecnologías capaces de llegar hasta el último rincón de la tierra.
Las personas consagradas, especialmente cuando por su carisma
institucional trabajan en este campo, han de adquirir un serio
conocimiento del lenguaje propio de estos medios, para hablar
de Cristo de manera eficaz al hombre actual, interpretando sus
gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias[242],y contribuir de
este modo a la construcción de una sociedad en la que todos se
sientan hermanos y hermanas en camino hacia Dios.

No obstante, dado su extraordinario poder de persuasión, es preciso


estar alerta ante el uso inadecuado de tales medios, sin ignorar
los problemas que se pueden derivar para la vida consagrada
misma, que ha de afrontarlos con el debido discernimiento[243].
Sobre este punto, la respuesta de la Iglesia es ante todo educativa:
tiende a promover una actitud de correcta comprensión de
los mecanismos subyacentes y de atenta valoración ética de los

67
programas, y la adopción de sanas costumbres en su uso[244]. En
esta tarea educativa, orientada a formar receptores entendidos y
comunicadores expertos, las personas consagradas están llamadas
a ofrecer su particular testimonio sobre la relatividad de todas las
realidades visibles, ayudando a los hermanos a valorarlas según el
designio de Dios, pero también a liberarse de la influencia obsesiva
de la escena de este mundo que pasa (cf. 1 Co 7, 31).

Todos los esfuerzos en este nuevo e importante campo apostólico


han de ser alentados, con el fin de que el Evangelio de Cristo
se transmita también a través de estos medios modernos. Los
diversos Institutos han de estar disponibles para cooperar en la
realización de proyectos comunes en los varios sectores de la
comunicación social, aportando fuerzas, medios y personas. Que
las personas consagradas, además, y especialmente los miembros
de los Institutos seculares, presten de buen grado sus servicios,
según las oportunidades pastorales, en la formación religiosa de
los responsables de la comunicación social pública o privada,
para que se eviten, de una parte, los daños provocados por un uso
adulterado de los medios y, de otra, se promueva una mejor calidad
de las transmisiones, con mensajes respetuosos de la ley moral y
ricos en valores humanos y cristianos.

Caminar desde Cristo (CIVCSVA 19 de mayo de 2002)

En misión por el Reino


9. A imagen de Jesús, aquellos a quienes Dios llama para que
le sigan son consagrados y enviados al mundo para continuar
su misión. Más aún, la misma vida consagrada, bajo la acción
del Espíritu Santo, se hace misión. Los consagrados, cuanto más
se dejan conformar a Cristo, más lo hacen presente y operante
en la historia para la salvación de los hombres.32 Abiertos a

68
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

las necesidades del mundo en la óptica de Dios, miran a un


futuro con sabor de resurrección, dispuestos a seguir el ejemplo
de Cristo que ha venido entre nosotros «a dar su vida y a darla
en abundancia» (Jn 10, 10).

El celo por la instauración del Reino de Dios y la salvación de los


hermanos viene así a constituir la mejor prueba de una donación
auténticamente vivida por las personas consagradas. He aquí
porqué todo intento de renovación se traduce en un nuevo ímpetu
por la misión evangelizadora.33 Aprenden a elegir con la ayuda
de una formación permanente marcada por intensas experiencias
espirituales que conducen a decisiones valientes.

En las intervenciones de los Padres en la Plenaria, así como en las


relaciones presentadas, ha despertado admiración la multiforme
actividad misionera de los consagrados y de las consagradas. De
modo particular nos damos cuenta del valor del trabajo apostólico
desarrollado con la generosidad y la particular riqueza connatural
del “carácter femenino” de las mujeres consagradas. Se merece el
más grande reconocimiento por parte de todos, pastores y fieles.
Pero el camino iniciado debe profundizarse y extenderse. «Urge
por tanto dar algunos pasos concretos, comenzando por abrir
espacios de participación a las mujeres en diversos sectores y a
todos los niveles, incluidos aquellos procesos en que se elaboran
las decisiones».34

Hay que decir gracias, sobre todo a quien se encuentra en


primera línea. La disponibilidad misionera se ha reafirmado con
una valiente expansión hacia los pueblos que esperan el primer
anuncio del Evangelio. Nunca como en estos años ha habido
tantas fundaciones, precisamente en momentos agravados por
la dificultad numérica que sufren los Institutos. Buscando entre
las señales de la historia una respuesta a las expectativas de la
humanidad, la osadía y la audacia evangélica han empujado a los

69
consagrados y a las consagradas a lugares difíciles hasta el riesgo y
el sacrificio efectivo de la vida.35

Con renovado esmero muchas personas consagradas encuentran


en el ejercicio de las obras de misericordia evangélica enfermos
que curar, necesitados de todo tipo, afligidos por pobrezas antiguas
y nuevas. También otros ministerios, como el de la educación,
reciben de ellas una colaboración indispensable que hace madurar
la fe a través de la catequesis o ejercita un verdadero apostolado
intelectual. No faltan tampoco quienes sostienen con sacrificio y
siempre con más amplias colaboraciones la voz de la Iglesia en
los medios de comunicación que promueven la transformación
social.36 Una opción fuerte y convencida ha llevado a aumentar el
número de religiosos y religiosas que viven entre los excluidos. En
medio de una humanidad en movimiento, cuando tantas gentes
se ven obligadas a emigrar, estos hombres y mujeres del Evangelio
avanzan hacia la frontera por amor de Cristo, haciéndose cercanos
a los últimos.

También es significativa la aportación eminentemente espiritual


que ofrecen las monjas en la evangelización. Es «alma y fermento
de las iniciativas apostólicas, dejando la participación activa en
las mismas a quienes corresponde por vocación».37«De este modo,
su vida se convierte en una misteriosa fuente de fecundidad
apostólica y de bendición para la comunidad cristiana y para el
mundo entero».38

La animación vocacional
16. Uno de los primeros frutos de un camino de formación
permanente es la capacidad diaria de vivir la vocación como
don siempre nuevo, que se acoge con un corazón agradecido. Un
don al que hay que corresponder con una actitud cada vez más
responsable, y que hay que testimoniar con mayor convicción

70
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y capacidad de contagio, para que los demás puedan sentirse


llamados por Dios para aquella vocación particular o por otros
caminos. El consagrado es también por naturaleza animador
vocacional; en efecto, quien ha sido llamado, tiene que llamar.
Existe, pues, una unión natural entre formación permanente y
animación vocacional.

El servicio a las vocaciones es uno de los nuevos y más


comprometidos retos que ha de afrontar hoy la vida consagrada.
Por un lado la globalización de la cultura y la complejidad de las
relaciones sociales hacen difíciles las opciones de vida radicales y
duraderas; por otro, el mundo vive en una creciente experiencia de
sufrimientos materiales y morales que minan la dignidad misma
del ser humano y exigen, con ruego silencioso, que haya quien
anuncie con fuerza el mensaje de paz y de esperanza, que lleve la
salvación de Cristo. Resuenan en nuestras mentes las palabras de
Jesús a sus apóstoles: «La mies es abundante y los obreros pocos.
Rogad al Dueño de la mies que mande obreros a su mies» (Mt 9,
37-38; Lc 10, 2).

El primer compromiso de la pastoral vocacional es siempre la


oración. Sobre todo allí donde son raros los ingresos en la vida
consagrada, se necesita una fe renovada en el Dios que puede hacer
surgir de las piedras hijos de Abrahán (cf. Mt 3, 9) y hacer fecundos
los senos estériles si es invocado con confianza. Todos los fieles, y
sobre todo los jóvenes, están comprometidos en esta manifestación
de fe en Dios, que es el único que puede llamar y enviar obreros a
su mies. Toda la Iglesia local, obispos, presbíteros, laicos, personas
consagradas, está llamada a asumir la responsabilidad ante las
vocaciones de particular consagración.

El camino maestro de la promoción vocacional a la vida consagrada


es el que el mismo Señor inició cuando dijo a los apóstoles Juan
y Andrés: «Venid y veréis» (Jn 1, 39). Este encuentro, acompañado

71
por el compartir la vida, exige a las personas consagradas vivir
profundamente su consagración para ser un signo visible de la
alegría que Dios da a quien escucha su llamada. De ahí la necesidad
de comunidades acogedoras y capaces de compartir su ideal de
vida con los jóvenes, dejándose interpelar por sus exigencias de
autenticidad, dispuestas a caminar con ellos.

Ambiente privilegiado para este anuncio vocacional es la


Iglesia local. Aquí todos los ministerios y carismas expresan su
reciprocidad52 y realizan juntos la comunión en el único Espíritu
de Cristo y la multiplicidad de sus manifestaciones. La presencia
activa de las personas consagradas ayudará a las comunidades
cristianas a ser laboratorios de la fe,53 lugares de búsqueda, de
reflexión y de encuentro, de comunión y de servicio apostólico, en
los que todos se sienten partícipes en la edificación del Reino de
Dios en medio de los hombres. Se crea así el clima característico
de la Iglesia como familia de Dios, un ambiente que facilita el
mutuo conocimiento, el compartir y el contagio de los valores
propios que están al origen de la donación de la propia vida a la
causa del Reino.

17. La atención a las vocaciones es una tarea crucial para el


porvenir de la vida consagrada. La disminución de las vocaciones
particularmente en el mundo occidental y su crecimiento en Asia
y en África está perfilando una nueva geografía de la presencia de
la vida consagrada en la Iglesia y nuevos equilibrios culturales en
la vida de los Institutos. Este estado de vida, que con la profesión
de los consejos evangélicos da a los rasgos característicos de Jesús
una típica y permanente visibilidad en medio del mundo,54
vive hoy un tiempo particular de reflexión y de búsqueda con
modalidades nuevas y en culturas nuevas. Éste es ciertamente un
inicio prometedor para el desarrollo de expresiones inexploradas
de sus múltiples formas carismáticas.

72
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Las transformaciones en marcha piden directamente a cada


uno de los Institutos de vida consagrada y a las Sociedades de
vida apostólica dar un fuerte sentido evangélico a su presencia
en la Iglesia y a su servicio a la humanidad. La pastoral de las
vocaciones exige desarrollar nuevas y más profundas capacidades
de encuentro; ofrecer, con el testimonio de la vida, itinerarios
peculiares de seguimiento de Cristo y de santidad; anunciar, con
fuerza y claridad, la libertad que brota de una vida pobre, que
tiene como único tesoro el Reino de Dios; la profundidad del amor
de una existencia casta, que quiere tener un solo corazón: el de
Cristo; la fuerza de santificación y renovación encerrada en una
vida obediente, que tiene un único horizonte: dar cumplimiento a
la voluntad de Dios para la salvación del mundo.

La promoción de las vocaciones hoy es un deber que no se puede


delegar de manera exclusiva en algunos especialistas ni separarlo
de una verdadera y propia pastoral juvenil que haga sentir
sobre todo el amor concreto de Cristo hacia los jóvenes. Cada
comunidad y todos los miembros del Instituto están llamados
a hacerse cargo del contacto con los jóvenes, de una pedagogía
evangélica del seguimiento de Cristo y de la transmisión del
carisma; los jóvenes esperan que se sepan proponer estilos de
vida auténticamente evangélicos y caminos de iniciación a los
grandes valores espirituales de la vida humana y cristiana. Son,
por tanto, las personas consagradas las que deben descubrir
el arte pedagógico de suscitar y sacar a la luz los profundos
interrogantes, con mucha frecuencia escondidos en el corazón
de la persona, en particular de los jóvenes. Esas personas,
acompañando el camino de discernimiento vocacional,
ayudarán a mostrar la fuente de su identidad. Comunicar la
propia experiencia de vida es siempre hacer memoria y volver a
ver la luz que guió la elección vocacional personal.

73
En la imaginación de la caridad
36. A lo largo de los siglos, la caridad ha sido siempre para los
consagrados el ámbito donde se ha vivido concretamente el
Evangelio. En ella han valorado la fuerza profética de sus carismas
y la riqueza de su espiritualidad en la Iglesia y en el mundo.118
Se reconocían, en efecto, llamados a ser «epifanía del amor de
Dios».119 Es necesario que este dinamismo continúe ejerciéndose
con fidelidad creativa, porque constituye una fuente insustituible
en el trabajo pastoral de la Iglesia. En el momento en que se invoca
una nueva imaginación de la caridad y una auténtica prueba y
confirmación de la caridad de la palabra con la de las obras,120 la
vida consagrada mira con admiración la creatividad apostólica que
ha hecho florecer los mil rostros de la caridad y de la santidad en
formas específicas; aún no deja de sentir la urgencia de continuar,
con la creatividad del Espíritu, sorprendiendo al mundo con
nuevas formas de activo amor evangélico ante las necesidades de
nuestro tiempo.

La vida consagrada quiere reflexionar sobre los propios carismas


y sobre las propias tradiciones, para ponerlos también al servicio
de las nuevas fronteras de la evangelización. Se trata de estar
cerca de los pobres, de los ancianos, de los tóxicodependientes,
de los enfermos de SIDA, de los desterrados, de las personas que
padecen toda clase de sufrimientos por su realidad particular.
Con una atención centrada en el cambio de modelos, porque no
se cree suficiente la asistencia, se busca erradicar las causas en las
que tiene su origen esa necesidad. La pobreza de los pueblos está
causada por la ambición y por la indiferencia de muchos y por las
estructuras de pecado que deben ser eliminadas, también con un
compromiso serio en el campo de la educación.

Muchas antiguas y recientes fundaciones llevan a los consagrados


allí donde habitualmente otros no pueden ir. En estos años,

74
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

consagrados y consagradas han sido capaces de dejar las seguridades


de lo ya conocido para lanzarse hacia ambientes y ocupaciones para
ellos desconocidos. Gracias a su total consagración, en efecto, son
libres para intervenir en cualquier lugar donde se den situaciones
críticas, como muestran las recientes fundaciones en nuevos
Países que presentan desafíos particulares, comprometiendo más
provincias religiosas al mismo tiempo y creando comunidades
internacionales. Con mirada penetrante y un gran corazón121
han recogido la llamada de tantos sufrimientos en una concreta
diaconía de la caridad. Constituyen por todas partes un lazo de
unión entre la Iglesia y grupos marginados que no se contemplan
en la pastoral ordinaria.

Incluso algunos carismas que parecían responder a tiempos ya


pasados, adquieren un renovado vigor en este mundo que conoce la
trata de mujeres o el tráfico de niños esclavos, mientras la infancia,
a menudo víctima de abusos, corre el peligro del abandono en las
calles y del reclutamiento en los ejércitos.

Hoy se encuentra una mayor libertad en el ejercicio del apostolado,


una irradiación más consciente, una solidaridad que se expresa
con el saber estar de parte de la gente, asumiendo los problemas
para responder con una fuerte atención a los signos de los tiempos
y a sus exigencias. Esta multiplicación de iniciativas demuestra
la importancia que la planificación tiene en la misión, cuando se
quiere actuar no de manera improvisada, sino orgánica y eficiente.

Evangelii gaudium (Francisco)


9. “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia
auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y
cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor
sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo,

75
el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con
dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al
otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas
expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co
5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16)”.

10. La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor


intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el
aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de
la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan
en la misión de comunicar vida a los demás». Cuando la Iglesia
convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los
cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal:
«Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida
se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida
a los otros. Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente, un
evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora
alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre
lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con
angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva,
no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o
ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia
el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría
de Cristo».

11. Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios


o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad
evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el
mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto
y resucitado. Él hace a sus fieles siempre nuevos; aunque sean
ancianos, «les renovará el vigor, subirán con alas como de águila,
correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse» (Is 40,31). Cristo
es el «Evangelio eterno» (Ap 14,6), y es «el mismo ayer y hoy y

76
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

para siempre» (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son


inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La
Iglesia no deja de asombrarse por «la profundidad de la riqueza,
de la sabiduría y del conocimiento de Dios» (Rm 11,33). Decía
san Juan de la Cruz: «Esta espesura de sabiduría y ciencia de
Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa
de ella, siempre puede entrar más adentro»[7]. O bien, como
afirmaba san Ireneo: «[Cristo], en su venida, ha traído consigo toda
novedad»[8]. Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra
vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras
y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece.
Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los
cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante
creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente
y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos
caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos
más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el
mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora
es siempre «nueva».

12. Si bien esta misión nos reclama una entrega generosa, sería
un error entenderla como una heroica tarea personal, ya que la
obra es ante todo de Él, más allá de lo que podamos descubrir y
entender. Jesús es «el primero y el más grande evangelizador».
En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de
Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con
la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios
mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que
Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda
la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es
de Dios, que «Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien
hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la
alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma

77
nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos
ofrece todo.

13. Tampoco deberíamos entender la novedad de esta misión


como un desarraigo, como un olvido de la historia viva que nos
acoge y nos lanza hacia adelante. La memoria es una dimensión
de nuestra fe que podríamos llamar «deuteronómica», en analogía
con la memoria de Israel. Jesús nos deja la Eucaristía como
memoria cotidiana de la Iglesia, que nos introduce cada vez más
en la Pascua (cf. Lc 22,19). La alegría evangelizadora siempre brilla
sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que
necesitamos pedir. Los Apóstoles jamás olvidaron el momento en
que Jesús les tocó el corazón: «Era alrededor de las cuatro de la
tarde» (Jn 1,39). Junto con Jesús, la memoria nos hace presente
«una verdadera nube de testigos» (Hb 12,1). Entre ellos, se destacan
algunas personas que incidieron de manera especial para hacer
brotar nuestro gozo creyente: «Acordaos de aquellos dirigentes
que os anunciaron la Palabra de Dios» (Hb 13,7). A veces se trata
de personas sencillas y cercanas que nos iniciaron en la vida de
la fe: «Tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron
tu abuela Loide y tu madre Eunice» (2 Tm 1,5). El creyente es
fundamentalmente «memorioso».

14. En la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer


comunitariamente los signos de los tiempos, del 7 al 28 de
octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria
del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva
evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente
en tres ámbitos. En primer lugar, mencionemos el ámbito de
la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para
encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan
la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse
de su Palabra y del Pan de vida eterna». También se incluyen en

78
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y


sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen
frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento
de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con
toda su vida al amor de Dios.

En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas


bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo», no tienen una
pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo
de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para
que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el
deseo de comprometerse con el Evangelio.

Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente


conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen
a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan
a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en
países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de
recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo
sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación,
sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello,
ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo
sino «por atracción».

15. Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener
viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo,
«porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia». La actividad
misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia»
y «la causa misionera debe ser la primera». ¿Qué sucedería si
nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente
reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda
obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos
afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera
pasiva en nuestros templos» y que hace falta pasar «de una pastoral

79
de mera conservación a una pastoral decididamente misionera».
Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para
la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que
se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse» (Lc 15,7).

20. “En la Palabra de Dios aparece permanentemente este


dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes.
Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn
12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex
3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17).
A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy,
en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos
siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos
somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano
y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le
pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de
la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que
necesitan la luz del Evangelio”.

24. “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros


que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican
y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La
comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la
iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella
sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro,
buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar
a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia,
fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y
su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como
consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus
discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose
de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los
discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad

80
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana


de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación
si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne
sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen
así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad
evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la
humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados
que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La
evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar
límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La
comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos,
porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde
la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la
cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni
alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne
en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque
en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe
dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio
de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino
que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora
y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa
siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria,
cada paso adelante en la evangelización. La evangelización
gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia
diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza
a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es
celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un
renovado impulso donativo”.

27. “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo,


para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda
estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la
evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.

81
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo
puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se
vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas
sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los
agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así
la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca
a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de
Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender
a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de
introversión eclesial»”.

33. “La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo


criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a
ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias
comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada
búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está
condenada a convertirse en mera fantasía. Exhorto a todos a aplicar
con generosidad y valentía las orientaciones de este documento,
sin prohibiciones ni miedos. Lo importante es no caminar solos,
contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de
los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral.”.

43. “En su constante discernimiento, la Iglesia también puede


llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas
al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la
historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y
cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden
ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la
transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del
mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber
sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma
fuerza educativa como cauces de vida. Santo Tomás de Aquino
destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al

82
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Pueblo de Dios «son poquísimos». Citando a san Agustín, advertía


que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben
exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los
fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la
misericordia de Dios quiso que fuera libre». Esta advertencia, hecha
varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad. Debería ser uno
de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la
Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos.”.

62. “En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado


por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial,
lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia. En muchos
países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de
las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes
a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente
debilitadas. Así lo han manifestado en distintos Sínodos los
Obispos de varios continentes. Los Obispos africanos, por
ejemplo, retomando la Encíclica Sollicitudo rei socialis, señalaron
años atrás que muchas veces se quiere convertir a los países de
África en simples «piezas de un mecanismo y de un engranaje
gigantesco. Esto sucede a menudo en el campo de los medios de
comunicación social, los cuales, al estar dirigidos mayormente
por centros de la parte Norte del mundo, no siempre tienen en
la debida consideración las prioridades y los problemas propios
de estos países, ni respetan su fisonomía cultural»[57]. Igualmente,
los Obispos de Asia «subrayaron los influjos que desde el exterior
se ejercen sobre las culturas asiáticas. Están apareciendo
nuevas formas de conducta, que son resultado de una excesiva
exposición a los medios de comunicación social […] Eso tiene como
consecuencia que los aspectos negativos de las industrias de los
medios de comunicación y de entretenimiento ponen en peligro
los valores tradicionales»”.

83
74. “Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos
de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite
los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se
gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra
de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades.
No hay que olvidar que la ciudad es un ámbito multicultural.
En las grandes urbes puede observarse un entramado en el que
grupos de personas comparten las mismas formas de soñar la
vida y similares imaginarios y se constituyen en nuevos sectores
humanos, en territorios culturales, en ciudades invisibles. Variadas
formas culturales conviven de hecho, pero ejercen muchas veces
prácticas de segregación y de violencia. La Iglesia está llamada
a ser servidora de un difícil diálogo. Por otra parte, aunque
hay ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el
desarrollo de la vida personal y familiar, son muchísimos los «no
ciudadanos», los «ciudadanos a medias» o los «sobrantes urbanos».
La ciudad produce una suerte de permanente ambivalencia,
porque, al mismo tiempo que ofrece a sus ciudadanos infinitas
posibilidades, también aparecen numerosas dificultades para
el pleno desarrollo de la vida de muchos. Esta contradicción
provoca sufrimientos lacerantes. En muchos lugares del mundo,
las ciudades son escenarios de protestas masivas donde miles de
habitantes reclaman libertad, participación, justicia y diversas
reivindicaciones que, si no son adecuadamente interpretadas, no
podrán acallarse por la fuerza”.

75. “No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se


desarrollan el tráfico de drogas y de personas, el abuso y la
explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos,
varias formas de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo
que podría ser un precioso espacio de encuentro y solidaridad,
frecuentemente se convierte en el lugar de la huida y de la
desconfianza mutua. Las casas y los barrios se construyen más para

84
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

aislar y proteger que para conectar e integrar. La proclamación


del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida
humana en esos contextos, porque Jesús quiere derramar en las
ciudades vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El sentido unitario
y completo de la vida humana que propone el Evangelio es
el mejor remedio para los males urbanos, aunque debamos
advertir que un programa y un estilo uniforme e inflexible de
evangelización no son aptos para esta realidad. Pero vivir a
fondo lo humano e introducirse en el corazón de los desafíos
como fermento testimonial, en cualquier cultura, en cualquier
ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad.”.

102. “Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo


de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados.
Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la
Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente,
con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el
compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe.
Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que
nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la
misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se
formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros
por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder
expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los
mantiene al margen de las decisiones. Si bien se percibe una
mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este
compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos
en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a
las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación
del Evangelio a la transformación de la sociedad. La formación de
laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales
constituyen un desafío pastoral importante”.

85
103. “La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la
sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades
peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los
varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los
otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo,
en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres
comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes,
contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de
grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero
todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia
femenina más incisiva en la Iglesia. Porque «el genio femenino es
necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha
de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito
laboral» y en los diversos lugares donde se toman las decisiones
importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”.

104. “Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres,


a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la
misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas
que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El
sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo
que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone
en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si
se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder. No
hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal
«nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni
de la santidad»[73]. El sacerdocio ministerial es uno de los medios
que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad
viene del Bautismo, que es accesible a todos. La configuración
del sacerdote con Cristo Cabeza —es decir, como fuente capital
de la gracia— no implica una exaltación que lo coloque por
encima del resto. En la Iglesia las funciones «no dan lugar a la
superioridad de los unos sobre los otros». De hecho, una mujer,

86
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

María, es más importante que los obispos. Aun cuando la función


del sacerdocio ministerial se considere «jerárquica», hay que
tener bien presente que «está ordenada totalmente a la santidad
de los miembros del Cuerpo místico de Cristo». Su clave y su
eje no son el poder entendido como dominio, sino la potestad
de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí deriva su
autoridad, que es siempre un servicio al pueblo. Aquí hay un gran
desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a
reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar
de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los
diversos ámbitos de la Iglesia”.

105. La pastoral juvenil, tal como estábamos acostumbrados


a desarrollarla, ha sufrido el embate de los cambios sociales.
Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar
respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas.
A los adultos nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus
inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje
que ellos comprenden. Por esa misma razón, las propuestas
educativas no producen los frutos esperados. La proliferación y
crecimiento de asociaciones y movimientos predominantemente
juveniles pueden interpretarse como una acción del Espíritu
que abre caminos nuevos acordes a sus expectativas y búsquedas
de espiritualidad profunda y de un sentido de pertenencia
más concreto. Se hace necesario, sin embargo, ahondar en la
participación de éstos en la pastoral de conjunto de la Iglesia”.

106. “Aunque no siempre es fácil abordar a los jóvenes, se creció en


dos aspectos: la conciencia de que toda la comunidad los evangeliza
y educa, y la urgencia de que ellos tengan un protagonismo
mayor. Cabe reconocer que, en el contexto actual de crisis del
compromiso y de los lazos comunitarios, son muchos los jóvenes
que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en
diversas formas de militancia y voluntariado. Algunos participan

87
en la vida de la Iglesia, integran grupos de servicio y diversas
iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares.
¡Qué bueno es que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de
llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de
la tierra!”.

107. “En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y


a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia
en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no
entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de
llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en
parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es
la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el
deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización,
sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las
vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino
de especial consagración. Por otra parte, a pesar de la escasez
vocacional, hoy se tiene más clara conciencia de la necesidad de
una mejor selección de los candidatos al sacerdocio. No se pueden
llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos
si éstas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de
formas de poder, glorias humanas o bienestar económico”.

108. “Como ya dije, no he intentado ofrecer un diagnóstico


completo, pero invito a las comunidades a completar y enriquecer
estas perspectivas a partir de la conciencia de sus desafíos propios
y cercanos. Espero que, cuando lo hagan, tengan en cuenta que,
cada vez que intentamos leer en la realidad actual los signos de
los tiempos, es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos.
Ambos son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la
memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir
tontamente los mismos errores del pasado. Los jóvenes nos llaman
a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas
tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera

88
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y


costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual”.
Del mismo modo, podemos pensar que los distintos pueblos en los
que ha sido inculturado el Evangelio son sujetos colectivos activos,
agentes de la evangelización. Esto es así porque cada pueblo es el
creador de su cultura y el protagonista de su historia. La cultura
es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada
generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante
las distintas situaciones existenciales, que ésta debe reformular
frente a sus propios desafíos. El ser humano «es al mismo tiempo
hijo y padre de la cultura a la que pertenece». Cuando en un pueblo
se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión
cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas;
de aquí la importancia de la evangelización entendida como
inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su
vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe
recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes.
Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí
mismo»[98]. Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera
expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios.
Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el
Espíritu Santo es el agente principal.

124. “En el Documento de Aparecida se describen las riquezas


que el Espíritu Santo despliega en la piedad popular con su
iniciativa gratuita. En ese amado continente, donde gran cantidad
de cristianos expresan su fe a través de la piedad popular, los
Obispos la llaman también «espiritualidad popular» o «mística
popular». Se trata de una verdadera «espiritualidad encarnada
en la cultura de los sencillos». No está vacía de contenidos, sino
que los descubre y expresa más por la vía simbólica que por el
uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa más el
credere in Deum que el credere Deum. Es «una manera legítima

89
de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma
de ser misioneros»; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir
de sí y del peregrinar: «El caminar juntos hacia los santuarios y el
participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también
llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto
evangelizador». ¡No coartemos ni pretendamos controlar esa
fuerza misionera!

125. “Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con
la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo
desde la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar
la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos,
especialmente en sus pobres. Pienso en la fe firme de esas madres
al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario
aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta
carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un
humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de
amor entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Pueblo
fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda
natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal
animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado
en nuestros corazones (cf. Rm 5,5)”.

126. “En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio


inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora
que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra
del Espíritu Santo. Más bien estamos llamados a alentarla y
fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que
es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad
popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe
leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención,
particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”.

90
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

127. “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación


misionera, hay una forma de predicación que nos compete a
todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las
personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los
desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar
en medio de una conversación y también es la que realiza un
misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la
disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso
se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la
plaza, en el trabajo, en un camino”.

128.“En esta predicación, siempre respetuosa y amable, el primer


momento es un diálogo personal, donde la otra persona se expresa
y comparte sus alegrías, sus esperanzas, las inquietudes por sus
seres queridos y tantas cosas que llenan el corazón. Sólo después
de esta conversación es posible presentarle la Palabra, sea con la
lectura de algún versículo o de un modo narrativo, pero siempre
recordando el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que
se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su
salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una
actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender,
con la conciencia de que ese mensaje es tan rico y tan profundo
que siempre nos supera. A veces se expresa de manera más directa,
otras veces a través de un testimonio personal, de un relato, de un
gesto o de la forma que el mismo Espíritu Santo pueda suscitar
en una circunstancia concreta. Si parece prudente y se dan las
condiciones, es bueno que este encuentro fraterno y misionero
termine con una breve oración que se conecte con las inquietudes
que la persona ha manifestado. Así, percibirá mejor que ha sido
escuchada e interpretada, que su situación queda en la presencia
de Dios, y reconocerá que la Palabra de Dios realmente le habla a
su propia existencia”.

91
129. “No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse
siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras
precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. Se
transmite de formas tan diversas que sería imposible describirlas
o catalogarlas, donde el Pueblo de Dios, con sus innumerables
gestos y signos, es sujeto colectivo. Por consiguiente, si el Evangelio
se ha encarnado en una cultura, ya no se comunica sólo a través
del anuncio persona a persona. Esto debe hacernos pensar que, en
aquellos países donde el cristianismo es minoría, además de alentar
a cada bautizado a anunciar el Evangelio, las Iglesias particulares
deben fomentar activamente formas, al menos incipientes, de
inculturación. Lo que debe procurarse, en definitiva, es que la
predicación del Evangelio, expresada con categorías propias de
la cultura donde es anunciado, provoque una nueva síntesis con
esa cultura. Aunque estos procesos son siempre lentos, a veces el
miedo nos paraliza demasiado. Si dejamos que las dudas y temores
sofoquen toda audacia, es posible que, en lugar de ser creativos,
simplemente nos quedemos cómodos y no provoquemos avance
alguno y, en ese caso, no seremos partícipes de procesos históricos
con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un
estancamiento infecundo de la Iglesia”.

130. “El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia


evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar
y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a
un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu
integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es
Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador.
Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad,
su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo
Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Una verdadera novedad
suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre otras
espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma. En la medida

92
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

en que un carisma dirija mejor su mirada al corazón del Evangelio,


más eclesial será su ejercicio. En la comunión, aunque duela, es
donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo.
Si vive este desafío, la Iglesia puede ser un modelo para la paz en
el mundo”.

131. “Las diferencias entre las personas y comunidades a veces


son incómodas, pero el Espíritu Santo, que suscita esa diversidad,
puede sacar de todo algo bueno y convertirlo en un dinamismo
evangelizador que actúa por atracción. La diversidad tiene que
ser siempre reconciliada con la ayuda del Espíritu Santo; sólo
Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y,
al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos
nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en
nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos
la división y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes
queremos construir la unidad con nuestros planes humanos,
terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Esto
no ayuda a la misión de la Iglesia”.

132. “El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las


culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del
encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar
un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que
ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado
por todos. Cuando algunas categorías de la razón y de las ciencias
son acogidas en el anuncio del mensaje, esas mismas categorías
se convierten en instrumentos de evangelización; es el agua
convertida en vino. Es aquello que, asumido, no sólo es redimido
sino que se vuelve instrumento del Espíritu para iluminar y
renovar el mundo”.

133. “Ya que no basta la preocupación del evangelizador por llegar


a cada persona, y el Evangelio también se anuncia a las culturas en

93
su conjunto, la teología —no sólo la teología pastoral— en diálogo
con otras ciencias y experiencias humanas, tiene gran importancia
para pensar cómo hacer llegar la propuesta del Evangelio a la
diversidad de contextos culturales y de destinatarios. La Iglesia,
empeñada en la evangelización, aprecia y alienta el carisma de los
teólogos y su esfuerzo por la investigación teológica, que promueve
el diálogo con el mundo de las culturas y de las ciencias. Convoco
a los teólogos a cumplir este servicio como parte de la misión
salvífica de la Iglesia. Pero es necesario que, para tal propósito,
lleven en el corazón la finalidad evangelizadora de la Iglesia
y también de la teología, y no se contenten con una teología de
escritorio”.

134. “Las Universidades son un ámbito privilegiado para


pensar y desarrollar este empeño evangelizador de un modo
interdisciplinario e integrador. Las escuelas católicas, que intentan
siempre conjugar la tarea educativa con el anuncio explícito del
Evangelio, constituyen un aporte muy valioso a la evangelización
de la cultura, aun en los países y ciudades donde una situación
adversa nos estimule a usar nuestra creatividad para encontrar los
caminos adecuados”.

169. “En una civilización paradójicamente herida de anonimato


y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás,
impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia
necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y
detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo
los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden
hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su
mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —
sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento»,
para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la
tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro
caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada

94
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane,


libere y aliente a madurar en la vida cristiana”.

170. “Aunque suene obvio, el acompañamiento espiritual debe


llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la verdadera
libertad. Algunos se creen libres cuando caminan al margen de
Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos,
desamparados, sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser
peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno
a sí mismos sin llegar a ninguna parte. El acompañamiento sería
contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que
fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de
ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre”.

171. “Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que,


desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos
donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte
de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las
ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el
rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es
más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la
capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual
no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda
a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la
tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha
respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un
genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las
ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de
desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida. Pero
siempre con la paciencia de quien sabe aquello que enseñaba santo
Tomás de Aquino: que alguien puede tener la gracia y la caridad,
pero no ejercitar bien alguna de las virtudes «a causa de algunas
inclinaciones contrarias» que persisten. Es decir, la organicidad de
las virtudes se da siempre y necesariamente «in habitu», aunque

95
los condicionamientos puedan dificultar las operaciones de esos
hábitos virtuosos. De ahí que haga falta «una pedagogía que lleve
a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio».
Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas
sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables,
es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el
beato Pedro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios».

172. “El acompañante sabe reconocer que la situación de cada


sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede
conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone
corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento
de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18,15), pero sin emitir
juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc
6,37). De todos modos, un buen acompañante no consiente los
fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a
cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de
nuevo a anunciar el Evangelio. La propia experiencia de dejarnos
acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad
nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes
y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las
maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición
para crecer”.

173. “El auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se


lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora.
La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este
acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al
mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada ciudad
para «terminar de organizarlo todo» (Tt 1,5; cf. 1 Tm 1,3-5), les da
criterios para la vida personal y para la acción pastoral. Esto se
distingue claramente de todo tipo de acompañamiento intimista,
de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan
a los discípulos misioneros”.

96
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

181. “El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos
recuerda aquel principio de discernimiento que Pablo VI proponía
con relación al verdadero desarrollo: «Todos los hombres y todo el
hombre». Sabemos que «la evangelización no sería completa si no
tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los
tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal
y social del hombre». Se trata del criterio de universalidad, propio
de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los
hombres se salven y su plan de salvación consiste en «recapitular
todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que
es Cristo» (Ef 1,10). El mandato es: «Id por todo el mundo, anunciad
la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16,15), porque «toda la
creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios»
(Rm 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos
de la vida humana, de manera que «la misión del anuncio de la
Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su
mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia,
todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos
los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño». La
verdadera esperanza cristiana, que busca el Reino escatológico,
siempre genera historia.

198. Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría


teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios
les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene
consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a
tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada
en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como
una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad
cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia».
Esta opción —enseñaba Benedicto XVI— «está implícita en la fe
cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros,
para enriquecernos con su pobreza». Por eso quiero una Iglesia

97
pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además
de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al
Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar
por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la
fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino
de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a
prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos,
a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

199. “Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones


o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu
moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención
puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención
amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona,
a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica
valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su
cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es
contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por
vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: «Del
amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le
dé algo gratis». El pobre, cuando es amado, «es estimado como de
alto valor», y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de
cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al
servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía
real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino
de liberación. Únicamente esto hará posible que «los pobres, en
cada comunidad cristiana, se sientan como en su casa. ¿No sería este
estilo la más grande y eficaz presentación de la Buena Nueva del
Reino?». Sin la opción preferencial por los más pobres, «el anuncio
del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser
incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual
sociedad de la comunicación nos somete cada día».

98
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

200. “Puesto que esta Exhortación se dirige a los miembros de la


Iglesia católica quiero expresar con dolor que la peor discriminación
que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. La inmensa
mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe; necesitan
a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición,
su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de
un camino de crecimiento y de maduración en la fe. La opción
preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una
atención religiosa privilegiada y prioritaria”.

201. “Nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres


porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros
asuntos. Ésta es una excusa frecuente en ambientes académicos,
empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede
decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles
laicos es la transformación de las distintas realidades terrenas para
que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio,
nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres
y por la justicia social: «La conversión espiritual, la intensidad del
amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido
evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos».
Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos
comentarios sin una verdadera incidencia práctica. No obstante,
confío en la apertura y las buenas disposiciones de los cristianos,
y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para
acoger esta renovada propuesta”.

210. “Es indispensable prestar atención para estar cerca de


nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados
a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no
nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los
toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los
ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me
plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin

99
fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países
a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la
identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales. ¡Qué
hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza
e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un
nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun
en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan,
relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!

211. “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las


diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el
grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?»
(Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que
estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de
prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel
que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado?
No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La
pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este
crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas
de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.

262. “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores


que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización,
no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso
social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales
sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas
parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no
tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio.
Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido
cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos
de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo
sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos
debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga.
La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me

100
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones


eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante
de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo
tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad
oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias
de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de
que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para
no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo
de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa
espiritualidad”.

264. “La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús


que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que
nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no
siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de
hacerlo conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo,
necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva
a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia
para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y
superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él
nos contemple, reconocemos esa mirada de amor que descubrió
Natanael el día que Jesús se hizo presente y le dijo: «Cuando estabas
debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¡Qué dulce es estar frente a
un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente
ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a
tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!
Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto
y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3). La mejor motivación para
decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es
detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos
de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y
otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos
permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien

101
que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada
mejor para transmitir a los demás”.

265. “Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos,
su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida. Cada
vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo
es lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan: «Lo que
vosotros adoráis sin conocer es lo que os vengo a anunciar» (Hch
17,23). A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar
que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las
personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio
nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se
logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial
del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas
más hondas de los corazones: «El misionero está convencido de
que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del
Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la
verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la
liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar
a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza»”.

El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción.


Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede
engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es
una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que
puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda
porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar.
Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor”.

266. “Pero esa convicción se sostiene con la propia experiencia,


constantemente renovada, de gustar su amistad y su mensaje. No
se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no
sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo

102
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar


con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que
ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo,
descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de
construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la
propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho
más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo.
Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de
ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira
con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la
tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón
mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja
de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una
persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada,
no convence a nadie”.

267. Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él


ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre; vivimos
y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6). Si
queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que ir
más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo,
el más profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo
lo demás. Se trata de la gloria del Padre que Jesús buscó durante
toda su existencia. Él es el Hijo eternamente feliz con todo su ser
«hacia el seno del Padre» (Jn 1,18). Si somos misioneros, es ante todo
porque Jesús nos ha dicho: «La gloria de mi Padre consiste en que
deis fruto abundante» (Jn 15,8). Más allá de que nos convenga o no,
nos interese o no, nos sirva o no, más allá de los límites pequeños
de nuestros deseos, nuestra comprensión y nuestras motivaciones,
evangelizamos para la mayor gloria del Padre que nos ama”.

268. “La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos
pueblo: «Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois
pueblo de Dios» (1 Pe 2,10). Para ser evangelizadores de alma

103
también hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de
la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de
un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante
Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica
y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos
a percibir que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de
cariño y de ardor hacia todo su pueblo. Así redescubrimos que
Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más
cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos
envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende
sin esta pertenencia”.

269. “Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora


que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace
mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos
con una profunda atención amorosa: «Jesús lo miró con cariño»
(Mc 10,21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del
camino (cf. Mc 10,46-52) y cuando come y bebe con los pecadores
(cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho
(cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer
prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche
a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15). La entrega de Jesús en la cruz no es
más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia.
Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en
la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus
inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en
sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos
con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un
mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación,
no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal
que nos llena de alegría y nos otorga identidad”.

104
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

270. “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo


una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere
que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente
de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos
personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a
distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos
de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los
otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos,
la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la
intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a
un pueblo”.

271. “Es verdad que, en nuestra relación con el mundo, se nos invita
a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que
señalan y condenan. Se nos advierte muy claramente: «Hacedlo
con dulzura y respeto» (1 Pe 3,16), y «en lo posible y en cuanto
de vosotros dependa, en paz con todos los hombres» (Rm 12,18).
También se nos exhorta a tratar de vencer «el mal con el bien» (Rm
12,21), sin cansarnos «de hacer el bien» (Ga 6,9) y sin pretender
aparecer como superiores, sino «considerando a los demás como
superiores a uno mismo» (Flp 2,3). De hecho, los Apóstoles del
Señor gozaban de «la simpatía de todo el pueblo» (Hch 2,47;
4,21.33; 5,13). Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes
que miran despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo.
Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras
posibles; son indicaciones de la Palabra de Dios tan claras, directas
y contundentes que no necesitan interpretaciones que les quiten
fuerza interpelante. Vivámoslas «sine glossa», sin comentarios. De
ese modo, experimentaremos el gozo misionero de compartir la
vida con el pueblo fiel a Dios tratando de encender el fuego en el
corazón del mundo”.

272. “El amor a la gente es una fuerza espiritual que facilita el


encuentro pleno con Dios hasta el punto de que quien no ama al

105
hermano «camina en las tinieblas» (1 Jn 2,11), «permanece en la
muerte» (1 Jn 3,14) y «no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8). Benedicto
XVI ha dicho que «cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte
también en ciegos ante Dios»,[209] y que el amor es en el fondo
la única luz que «ilumina constantemente a un mundo oscuro
y nos da la fuerza para vivir y actuar»[210]. Por lo tanto, cuando
vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien,
ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos
del Señor. Cada vez que nos encontramos con un ser humano en
el amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios.
Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se nos
ilumina más la fe para reconocer a Dios. Como consecuencia de
esto, si queremos crecer en la vida espiritual, no podemos dejar de
ser misioneros. La tarea evangelizadora enriquece la mente y el
corazón, nos abre horizontes espirituales, nos hace más sensibles
para reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros
esquemas espirituales limitados. Simultáneamente, un misionero
entregado experimenta el gusto de ser un manantial, que desborda
y refresca a los demás. Sólo puede ser misionero alguien que se
sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad
de los otros. Esa apertura del corazón es fuente de felicidad, porque
«hay más alegría en dar que en recibir» (Hch 20,35). Uno no vive
mejor si escapa de los demás, si se esconde, si se niega a compartir,
si se resiste a dar, si se encierra en la comodidad. Eso no es más que
un lento suicidio”.

273. “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi


vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un
momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar
de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra,
y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo
como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir,
vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma,

106
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a


fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la
tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve
gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o
defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo”.

274. “Para compartir la vida con la gente y entregarnos


generosamente, necesitamos reconocer también que cada
persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico,
por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por
las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios,
criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria.
Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él
mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la
cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es
inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega.
Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya
justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y
alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón
se nos llena de rostros y de nombres!”.

280. “Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una


decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él «viene en ayuda
de nuestra debilidad» (Rm 8,26). Pero esa confianza generosa tiene
que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente.
Él puede sanar todo lo que nos debilita en el empeño misionero.
Es verdad que esta confianza en lo invisible puede producirnos
cierto vértigo: es como sumergirse en un mar donde no sabemos
qué vamos a encontrar. Yo mismo lo experimenté tantas veces.
Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu,
renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos
ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera.
Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento.
¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!”

107
Amoris Laetitia (Francisco)
200. “Los Padres sinodales insistieron en que las familias cristianas,
por la gracia del sacramento nupcial, son los principales sujetos de
la pastoral familiar, sobre todo aportando « el testimonio gozoso
de los cónyuges y de las familias, iglesias domésticas ». Por ello,
remarcaron que « se trata de hacer experimentar que el Evangelio
de la familia es alegría que “llena el corazón y la vida entera”,
porque en Cristo somos “liberados del pecado, de la tristeza, del
vacío interior, del aislamiento” (Evangelii gaudium, 1). A la luz
de la parábola del sembrador (cf. Mt 13,3-9), nuestra tarea es
cooperar en la siembra: lo demás es obra de Dios. Tampoco hay
que olvidar que la Iglesia que predica sobre la familia es signo de
contradicción», pero los matrimonios agradecen que los pastores
les ofrezcan motivaciones para una valiente apuesta por un amor
fuerte, sólido, duradero, capaz de hacer frente a todo lo que se
le cruce por delante. La Iglesia quiere llegar a las familias con
humilde comprensión, y su deseo « es acompañar a cada una y
a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera
de superar las dificultades que se encuentran en su camino». No
basta incorporar una genérica preocupación por la familia en los
grandes proyectos pastorales. Para que las familias puedan ser
cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar, se requiere «
un esfuerzo evangelizador y catequístico dirigido a la familia », que
la oriente en este sentido.

201. “«Esto exige a toda la Iglesia una conversión misionera:


es necesario no quedarse en un anuncio meramente teórico
y desvinculado de los problemas reales de las personas ». La
pastoral familiar « debe hacer experimentar que el Evangelio
de la familia responde a las expectativas más profundas de la
persona humana: a su dignidad y a la realización plena en la
reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad. No se trata
solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores,

108
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

respondiendo a la necesidad que se constata hoy, incluso en


los países más secularizados, de tales valores ». También « se ha
subrayado la necesidad de una evangelización que denuncie con
franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y
económicos, como el espacio excesivo concedido a la lógica de
mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay
que entablar un diálogo y una cooperación con las estructuras
sociales, así como alentar y sostener a los laicos que se comprometen,
como cristianos, en el ámbito cultural y sociopolítico »”

202. “«La principal contribución a la pastoral familiar la ofrece la


parroquia, que es una familia de familias, donde se armonizan los
aportes de las pequeñas comunidades, movimientos y asociaciones
eclesiales ». Junto con una pastoral específicamente orientada
a las familias, se nos plantea la necesidad de « una formación
más adecuada de los presbíteros, los diáconos, los religiosos y
las religiosas, los catequistas y otros agentes pastorales ». En
las respuestas a las consultas enviadas a todo el mundo, se ha
destacado que a los ministros ordenados les suele faltar formación
adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las
familias. En este sentido, también puede ser útil la experiencia de
la larga tradición oriental de los sacerdotes casados”.

204. “Las respuestas a las consultas también expresan con


insistencia la necesidad de la formación de agentes laicos de
pastoral familiar con ayuda de psicopedagogos, médicos de
familia, médicos comunitarios, asistentes sociales, abogados
de minoridad y familia, con apertura a recibir los aportes de la
psicología, la sociología, la sexología, e incluso el counseling.
Los profesionales, en especial quienes tienen experiencia de
acompañamiento, ayudan a encarnar las propuestas pastorales en
las situaciones reales y en las inquietudes concretas de las familias.
« Los caminos y cursos de formación destinados específicamente

109
a los agentes de pastoral podrán hacerles idóneos para inserir el
mismo camino de preparación al matrimonio en la dinámica más
amplia de la vida eclesial ». Una buena capacitación pastoral es
importante « sobre todo a la vista de las situaciones particulares
de emergencia derivadas de los casos de violencia doméstica y el
abuso sexual ».Todo esto de ninguna manera disminuye, sino que
complementa, el valor fundamental de la dirección espiritual,
de los inestimables recursos espirituales de la Iglesia y de la
Reconciliación sacramental”.

229. “Las parroquias, los movimientos, las escuelas y otras


instituciones de la Iglesia pueden desplegar diversas mediaciones
para cuidar y reavivar a las familias. Por ejemplo, a través de recursos
como: reuniones de matrimonios vecinos o amigos, retiros breves
para matrimonios, charlas de especialistas sobre problemáticas
muy concretas de la vida familiar, centros de asesoramiento
matrimonial, agentes misioneros orientados a conversar con los
matrimonios sobre sus dificultades y anhelos, consultorías sobre
diferentes situaciones familiares (adicciones, infidelidad, violencia
familiar), espacios de espiritualidad, talleres de formación
para padres con hijos problemáticos, asambleas familiares. La
secretaría parroquial debería contar con la posibilidad de acoger
con cordialidad y de atender las urgencias familiares, o de derivar
fácilmente hacia quienes puedan ayudarles. También hay un
apoyo pastoral que se da en los grupos de matrimonios, tanto de
servicio o de misión, de oración, de formación, o de apoyo mutuo.
Estos grupos brindan la ocasión de dar, de vivir la apertura de la
familia a los demás, de compartir la fe, pero al mismo tiempo son
un medio para fortalecer al matrimonio y hacerlo crecer”.

246. “La Iglesia, aunque comprende las situaciones conflictivas


que deben atravesar los matrimonios, no puede dejar de ser voz
de los más frágiles, que son los hijos que sufren, muchas veces en
silencio. Hoy, « a pesar de nuestra sensibilidad aparentemente

110
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

evolucionada, y todos nuestros refinados análisis psicológicos,


me pregunto si no nos hemos anestesiado también respecto a
las heridas del alma de los niños […] ¿Sentimos el peso de la
montaña que aplasta el alma de un niño, en las familias donde
se trata mal y se hace el mal, hasta romper el vínculo de la
fidelidad conyugal? ». Estas malas experiencias no ayudan
a que esos niños maduren para ser capaces de compromisos
definitivos. Por esto, las comunidades cristianas no deben dejar
solos a los padres divorciados en nueva unión. Al contrario,
deben incluirlos y acompañarlos en su función educativa.
Porque, « ¿cómo podremos recomendar a estos padres que
hagan todo lo posible para educar a sus hijos en la vida cristiana,
dándoles el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los
tuviésemos alejados de la vida en comunidad, como si estuviesen
excomulgados? Se debe obrar de tal forma que no se sumen
otros pesos además de los que los hijos, en estas situaciones, ya
tienen que cargar ». Ayudar a sanar las heridas de los padres y
ayudarlos espiritualmente, es un bien también para los hijos,
quienes necesitan el rostro familiar de la Iglesia que los apoye
en esta experiencia traumática. El divorcio es un mal, y es muy
preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso,
sin duda, nuestra tarea pastoral más importante con respecto a
las familias, es fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas,
de manera que podamos prevenir el avance de este drama de
nuestra época.

Carta Apostólica del Santo Padre Francisco con ocasión del


año de la Vida Consagrada (21 de noviembre de 2014)
Nuestros fundadores y fundadoras han sentido en sí la compasión
que embargaba a Jesús al ver a la multitud como ovejas extraviadas,
sin pastor. Así como Jesús, movido por esta compasión, ofreció
su palabra, curó a los enfermos, dio pan para comer, entregó su

111
propia vida, así también los fundadores se han puesto al servicio
de la humanidad allá donde el Espíritu les enviaba, y de las más
diversas maneras: la intercesión, la predicación del Evangelio, la
catequesis, la educación, el servicio a los pobres, a los enfermos...
La fantasía de la caridad no ha conocido límites y ha sido capaz de
abrir innumerables sendas para llevar el aliento del Evangelio a las
culturas y a los más diversos ámbitos de la sociedad.

El Año de la Vida Consagrada nos interpela sobre la fidelidad a


la misión que se nos ha confiado. Nuestros ministerios, nuestras
obras, nuestras presencias, ¿responden a lo que el Espíritu ha
pedido a nuestros fundadores, son adecuados para abordar su
finalidad en la sociedad y en la Iglesia de hoy? ¿Hay algo que
hemos de cambiar? ¿Tenemos la misma pasión por nuestro pueblo,
somos cercanos a él hasta compartir sus penas y alegrías, así
como para comprender verdaderamente sus necesidades y poder
ofrecer nuestra contribución para responder a ellas? «La misma
generosidad y abnegación que impulsaron a los fundadores – decía
san Juan Pablo II – deben moveros a vosotros, sus hijos espirituales,
a mantener vivos sus carismas que, con la misma fuerza del Espíritu
que los ha suscitado, siguen enriqueciéndose y adaptándose, sin
perder su carácter genuino, para ponerse al servicio de la Iglesia y
llevar a plenitud la implantación de su Reino».[1]

4. Espero de vosotros, además, lo que pido a todos los miembros


de la Iglesia: salir de sí mismos para ir a las periferias existenciales.
«Id al mundo entero», fue la última palabra que Jesús dirigió a los
suyos, y que sigue dirigiéndonos hoy a todos nosotros (cf. Mc 16,15).
Hay toda una humanidad que espera: personas que han perdido
toda esperanza, familias en dificultad, niños abandonados, jóvenes
sin futuro alguno, enfermos y ancianos abandonados, ricos hartos
de bienes y con el corazón vacío, hombres y mujeres en busca del
sentido de la vida, sedientos de lo divino...

112
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

No os repleguéis en vosotros mismos, no dejéis que las pequeñas


peleas de casa os asfixien, no quedéis prisioneros de vuestros
problemas. Estos se resolverán si vais fuera a ayudar a otros a
resolver sus problemas y anunciar la Buena Nueva. Encontraréis la
vida dando la vida, la esperanza dando esperanza, el amor amando.

Espero de vosotros gestos concretos de acogida a los refugiados, de


cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio
del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. Por tanto,
espero que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes
casas en favor de obras más acordes a las necesidades actuales
de evangelización y de caridad, se adapten las obras a las nuevas
necesidades.

Alegraos (Civcsva 2 De Febrero De 2014)

Llevar el abrazo de Dios


«La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras,
pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de
la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el corazón,
despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar la
consolación de Dios!».

El Papa Francisco nos confía a nosotros consagrados y consagradas


esta misión: encontrar al Señor, que nos consuela como una madre,
y consolar al pueblo de Dios.

De la alegría del encuentro con el Señor y de su llamada brota


el servicio en la Iglesia, la misión: llevar a los hombres y a las
mujeres de nuestro tiempo la consolación de Dios, testimoniar
su misericordia.

113
En la visión de Jesús la consolación es don del Espíritu, el Paráclito,
el Consolador que nos consuela en las pruebas y enciende una
esperanza que no decepciona. La consolación cristiana se convierte
así en consuelo, aliento, esperanza: es presencia operante del
Espíritu (cf. Jn 14, 16-17), fruto del Espíritu y el fruto del Espíritu
es amor, alegría, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, templanza (Ga 5, 22).

En un mundo de desconfianza, desaliento, depresión, en


una cultura en donde hombres y mujeres se dejan llevar por
la fragilidad y la debilidad, el individualismo y los intereses
personales, se nos pide introducir la confianza en la posibilidad
de una felicidad verdadera, de una esperanza posible, que no se
apoye únicamente en los talentos, en las cualidades, en el saber,
sino en Dios. A todos se nos da la posibilidad de encontrarlo,
basta buscarle con corazón sincero.

Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan una palabra


de consolación, de cercanía, de perdón y de alegría verdadera.
Somos llamados a llevar a todos el abrazo de Dios, que se inclina
con ternura de madre hacia nosotros: consagrados, signo de
humanidad plena, facilitadores y no controladores de la gracia,
bajo el signo de la consolación.

La inquietud del amor


Iconos vivientes de la maternidad y de la cercanía de la Iglesia, vamos
hacia quienes esperan la Palabra de consolación inclinándonos
con amor materno y espíritu paterno hacia los pobres y los débiles.

El Papa nos invita a no privatizar el amor y con la inquietud de


quien busca: «Buscar siempre, sin descanso, el bien del otro, de la
persona amada».

114
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

La crisis de sentido del hombre moderno y la crisis económica y


moral de la sociedad occidental y de sus instituciones no son un
acontecimiento pasajero de nuestro tiempo, sino un momento
histórico de excepcional importancia. Estamos llamados como
Iglesia a salir para dirigirnos hacia las periferias geográficas, urbanas y
existenciales —las del misterio del pecado, del dolor, de las injusticias,
de la miseria—, hacia los lugares escondidos del alma dónde cada
persona experimenta la alegría y el sufrimiento de la vida.

«Vivimos en una cultura del desencuentro, una cultura de la


fragmentación, una cultura en la que lo que no me sirve lo tiro, la
cultura del descarte […] hoy, hallar a un vagabundo muerto de frío
no es noticia, sin embargo “la pobreza es una categoría teologal
porque el Hijo de Dios se abajó, se hizo pobre para caminar con
nosotros por el camino […] Una Iglesia pobre para los pobres
empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne
de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta
pobreza, la pobreza del Señor».

Vivir la bienaventuranza de los pobres significa que la angustia de


la soledad y de la limitación ha sido vencida por la alegría de quien
es realmente libre en Cristo y ha aprendido a amar.

Durante su visita pastoral a Asís, el Papa Francisco se preguntaba


de qué debe despojarse la Iglesia. Y respondía: «despojarse de toda
acción que no es por Dios, no es de Dios; del miedo de abrir las
puertas y de salir al encuentro de todos, especialmente de los más
pobres, necesitados, lejanos, sin esperar; cierto, no para perderse en
el naufragio del mundo, sino para llevar con valor la luz de Cristo,
la luz del Evangelio, también en la oscuridad, donde no se ve, donde
puede suceder el tropiezo; despojarse de la tranquilidad aparente
que dan las estructuras, ciertamente necesarias e importantes,
pero que no deben oscurecer jamás la única fuerza verdadera que
lleva en sí: la de Dios. Él es nuestra fuerza».

115
Es para nosotros una invitación a «no tener miedo a dejar caer las
estructuras caducas. La Iglesia es libre. La lleva adelante el Espíritu
Santo. Nos lo enseña Jesús en el evangelio: la libertad necesaria
para encontrar siempre la novedad del evangelio en nuestra vida y
también en las estructuras. La libertad de elegir odres nuevos para
esta novedad».

Estamos invitados a ser hombres y mujeres audaces, de frontera:


«Nuestra fe no es una fe-laboratorio, sino una fe-camino, una fe
histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un compendio
de verdades abstractas. […] No hay que llevarse la frontera a casa,
sino vivir en frontera y ser audaces».

Junto al desafío de la bienaventuranza de los pobres, el Papa


invita a visitar las fronteras del pensamiento y de la cultura,
a favorecer el diálogo, también a nivel intelectual, para dar
razón de la esperanza basada en criterios éticos y espirituales,
interrogándonos sobre lo que es bueno. La fe no reduce jamás
el espacio de la razón, lo abre más bien a una visión integral del
hombre y de la realidad e impide reducir al hombre a «material
humano». La cultura, llamada a servir constantemente a la
humanidad en todas sus condiciones, si es auténtica, abre a
itinerarios inexplorados, pasos de respiro de esperanza que
consolidan el sentido de la vida y custodian el bien común.
Un auténtico proceso cultural «hace crecer la humanización
integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es
la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de
vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa
con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la
ciencia, el trabajo, la literatura». Una verdadera búsqueda
cultural se encuentra con la historia y abre caminos hacia el
rostro de Dios.

Los lugares en los que se elabora y se comunica el saber son

116
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

también lugares en los que se debe crear una cultura de la


cercanía, del encuentro y del diálogo, superando defensas,
abriendo puertas, construyendo puentes.

Escrutad (Civcsva 8 De Septiembre De 2014)


Los consagrados han habitado e interpretado estos nuevos
horizontes. Han anunciado y testimoniado in primis el
Evangelio con la vida, ofreciendo ayuda y solidaridad de
todo tipo, colaborando en las tareas más dispares dejando
huellas de cercanía cristiana, comprometidos en el proceso
histórico actual. Lejos de lamentarse recordando las glorias
pasadas, han intentado revitalizar el tejido social y sus
peticiones, con la viva traditio eclesial, verificada a través de
los siglos en los avatares de la historia, según el habitus de
la fe y de la esperanza cristiana. La vida religiosa se abre a la
renovación no por iniciativa propia, ni por un mero deseo de
novedad, ni siquiera por un repliegue reductivo debido a las
urgencias sociológicas. Sino, principalmente, por obediencia
responsable tanto al Espíritu creador, que “habla por medio
de los profetas”...

La tarea que el horizonte histórico de final del siglo XX


ha puesto delante de la vida consagrada pedía nuevamente
audacia e imaginación valiente. Por eso, es necesario
valorar este cambio de época como abnegación profética
religiosamente motivada: muchos consagrados han vivido con
seria entrega, y a menudo también con gran riesgo personal, la
nueva conciencia evangélica de tomar partido por los pobres
y los últimos, compartiendo con ellos valores y angustias.35 La
carta encíclica Pacem in terris, dirigida a todos los hombres de
buena voluntad, introducía como clave teológica los “signos de
los tiempos”.

117
La mística del encuentro.
«Como “centinelas” que mantienen vivo en el mundo el deseo
de Dios y lo despiertan en el corazón de tantas personas con
sed de infinito», estamos invitados a ser buscadores y testigos de
proyectos de Evangelio visibles y vitales. Hombres y mujeres de
fe fuerte, pero también con capacidad de empatía, de cercanía,
de espíritu creativo y creador, que no pueden limitar ni el
espíritu, ni el carisma en las rígidas estructuras, ni en el miedo a
abandonarlas. El papa Francisco nos invita a vivir la “mística del
encuentro”: «la capacidad de escuchar, de escuchar a las demás
personas. La capacidad de buscar juntos el camino, el método [...] y
significa también no asustarse, no asustarse de las cosas». «Si cada
uno de vosotros es para los demás –continua el Santo Padre–, una
posibilidad preciosa de encuentro con Dios, se trata de redescubrir
la responsabilidad de ser profecía como comunidad, de buscar
juntos, con humildad y con paciencia, una palabra de sentido que
puede ser un don y testimoniarla con sencillez. Vosotros sois como
antenas dispuestas a acoger los brotes de novedad suscitados por
el Espíritu Santo, y podéis ayudar a la comunidad eclesial a asumir
esta mirada de bien y encontrar sendas nuevas y valientes para
llegar a todos».

Un paradigma conciliar ha sido la preocupación por el mundo


y por el hombre. Dado que el hombre –no el hombre abstracto,
sino el hombre concreto– «este hombre es el primer camino que
la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión»98, el
compromiso con los hombres y las mujeres de nuestro tiempo
sigue siendo prioritario para nosotros. Un empeño que es el
de siempre pero con renovada fantasía: en la educación, en la
sanidad, en la catequesis, en el acompañamiento constante del
hombre y sus necesidades, sus aspiraciones y sus extravíos. El
hombre en su corporeidad, en su realidad social, es el camino
de la evangelización. La vida consagrada se ha desplazado a las

118
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

afueras de las ciudades llevando a cabo un auténtico “éxodo”


hacia los pobres, dirigiéndose hacia el mundo de los abandonados.
Debemos reconocer la generosidad ejemplar, pero también que
no han faltado tensiones y riesgos de ideologización, sobre todo
en los primeros años después del Concilio.

«La antigua historia del samaritano –decía Pablo VI en el discurso


de clausura del Concilio– fue el paradigma de la espiritualidad
del Concilio. Un sentimiento de simpatía sin límites lo impregnó
todo. El descubrimiento de las necesidades humanas –y son
tanto mayores cuanto más grande se hace el hijo de la tierra– ha
absorbido la atención de nuestro Sínodo. Vosotros, humanistas
modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas
supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro
nuevo humanismo: también nosotros, y más que nadie, somos
promotores del hombre».

Nuestra misión se sitúa en la perspectiva de esta “simpatía”, en la


perspectiva de la centralidad de la persona que sabe empezar desde
lo humano. Hacer emerger toda la riqueza y verdad de humanidad
que el encuentro con Cristo exige y favorece, nos introduce al
mismo tiempo a comprender que los recursos eclesiales son
importantes en cuanto recursos de verdadera humanidad y
de promoción humana. Pero ¿qué hombre y qué mujer se nos
presentan? ¿Cuáles son los retos y las renovaciones necesarias
para una vida consagrada que quiera vivir con el mismo “estilo”
del Concilio, es decir, en actitud de diálogo y de solidaridad, de
profunda y auténtica “simpatía” con los hombres y las mujeres
de hoy y su cultura, su íntimo “sentir”, su autoconciencia, sus
coordenadas morales?

Movidos por el Espíritu de Cristo estamos llamados a reconocer


lo que es verdaderamente humano. Nuestra acción, si no, se limita
a una identidad social, parecida a una piadosa ONG, como ha

119
repetido en diversas ocasiones el papa Francisco101, dirigida a
construir una sociedad más justa, pero secularizada, cerrada a la
trascendencia, y en definitiva, ni siquiera justa. Los objetivos de la
promoción social debemos situarlos en el horizonte que evidencie
y cuide el testimonio del Reino y la verdad de lo humano.

120
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

3. MAGISTERIO SALESIANO

Don Bosco

Memorias del Oratorio


Las vacaciones suelen ser un gran peligro para los seminaristas,
tanto más entonces que duraban cuatro meses. Por mi parte me
ocupaba en leer y escribir, pero como no sabía aprovechar bien
cada día, perdía muchos días sin sacar fruto alguno de ellos. Me
entretenía con algún trabajo manual haciendo uso de madera,
clavijas y trompos, torneando esferas y bochas, o arreglando
y cortando sotanas y cosiendo zapatos; trabajaba también el
hierro y la madera. Hay todavía en mi casa de Murialdo un
escritorio y una mesa con algunas sillas que recuerdan las obras
maestras que hacía en vacaciones. Me ocupaba también en
segar la hierba del campo, recoger el trigo, quitar los sarmientos
tiernos, limpiar la uva, vendimiar, preparar y sacar el vino y cosas
semejantes. Dedicaba tiempo también para mis muchachos,
pero sólo durante los días festivos. Experimentaba una gran
satisfacción al enseñar el catecismo a muchos amigos míos de
dieciséis o diecisiete años, que ignoraban aún las verdades de la
fe; pero también me dedicaba con buen resultado a enseñarles
a leer y a escribir, porque el deseo, y hasta la pasión por
aprender alguna cosa, que se había despertado por entonces,
hacía que me buscasen muchachos de todas las edades. Las
clases eran gratuitas, pero sí les exigía cumplimiento, atención,
y la confesión mensual. Al principio hubo algunos que, por no
someterse a estas condiciones, desistieron; pero para otros fue
de buen ejemplo y de estímulo.

121
Aquel año (1841, ya sacerdote), como no había párroco en
Castelnuovo, lo suplí durante cinco meses. Experimenté un
gozo indecible en este trabajo. Predicaba todos los domingos,
visitaba a los enfermos, les administraba los sacramentos
a excepción del de la penitencia pues aún no había dado el
examen. Acompañaba los entierros, llevaba al día los libros
parroquiales, daba comprobantes a la gente pobre sobre su
condición y expedía los certificados que se suelen solicitar.
Pero mi delicia era enseñar catecismo a los chicos, entretenerme
y departir con ellos. Me venían a visitar con frecuencia desde
Murialdo, y cuando iba a mi casa, acostumbraban también a
hacer el trayecto conmigo. Así mismo me fui haciendo nuevos
amigos en el pueblo, de manera que al salir de la casa cural me
seguía un montón de muchachos, y no sólo, sino que a donde
quiera que fuera siempre estaba rodeado por ellos y se gozaban
acompañándome.
Don Cafasso, que ya desde hacía seis años me orientaba, fue
ante todo mi director espiritual, y si he hecho algún bien, se
lo debo a este excelente sacerdote, pues desde el comienzo
puse en sus manos todas las decisiones, los problemas y las
realizaciones de mi vida. Lo primero que hizo fue llevarme a
las cárceles, en donde pude conocer qué enorme es la malicia
y la miseria de los hombres. Me sentí horrorizado al ver esa
cantidad de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos,
robustos, inteligentes, que estaban allí ociosos, roídos por los
insectos y faltos en absoluto del alimento espiritual y material.
Estaban personificados en estos infelices la vergüenza de la
patria, el deshonor de la familia y su propio envilecimiento.
Pero qué sorpresa y asombro constatar que muchos de ellos
salían de ese an-tro con el propósito firme de cambiar su vida

122
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y, sin embargo, reincidían fatalmente en los mismos lugares de


reclusión que pocos días antes habían abandonado!
Constaté, así mismo, en esas ocasiones, que las recaídas de
muchos se debían a que estaban completamente abandonados.
Fue cuando me pregunté: y si estos chicos allá afuera tuvieran
un amigo que se interesara por su bien, los acompañara y
los instruyera en la religión durante los días festivos, ¿no se
reduciría al número de los que vuelven a la cárcel?
Le comuniqué mi pensamiento al P.Cafasso y con ayuda de sus
indicaciones y consejos me puse a ver la manera de llevarlo a
cabo, poniendo en las manos del Señor los resultados, ya que
sin Él todos los esfuerzos humanos son inútiles.
Me levanté e hice la señal de la Santa Cruz para empezar, pero
él no sabía hacerla. Todo el tiempo se me fue en enseñarle a
hacer la señal de la cruz y en darle a conocer a Dios, nuestro
Creador, y para qué nos había creado. Aunque le costaba, con
la constancia y la atención que ponía, pudo en poco tiempo
aprender las cosas necesarias para hacer una buena Confesión
y la Primera Comunión. A este primer alumno (Bartolomé
Garelli) se sumaron poco a poco otros más, pero en aquel
invierno me limité a los más grandecitos y que necesitaban
una catequesis especial y, sobre todo, a los que salían de las
cárceles. Fue entonces cuando por propia experiencia pude
comprobar que si los mismos muchachos que salían de la
cárcel encontraban a alguien que se ocupara de ellos, que los
acompañara en los días en que estaban ociosos, les ayudara a
buscar trabajo con honrados patrones y los visitara durante la
semana, podían cambiar su vida en una vida honrada, olvidar el
pasado y llegar a ser buenos cristianos y ciudadanos honestos.
Así nació nuestro Oratorio el cual, con la bendición del Señor,

123
se fue incrementando de una manera tal como yo nunca me
hubiera podido imaginar.
Los días festivos dedicaba a mis chicos todo el tiempo posible.
Durante la semana iba a visitarlos en los sitios en donde
trabajaban, que eran tallercitos artesanales o fábricas. Esto les
hacía mucho bien. Constataban que tenían un verdadero amigo
que se preocupaba por ellos y los mismos dueños se mostraban
complacidos, pues sabían que a los chicos empleados se les
acompañaba durante la semana y sobre todo en los días en
que quedaban libres, que para los muchachos eran los más
peligrosos.
Los sábados iba a las cárceles con los bolsillos llenos de tabaco,
de frutas o de pan, a visitar a los que, por desgracia, estaban
detenidos. Era una manera de acompañarlos, hacérmelos
amigos, e invitarlos para que, una vez dados de alta, fueran a
buscarme al Oratorio.
Este era el sitio elegido por la Divina Providencia para que
nuestro Oratorio tuviese su primera iglesia. Aquí comenzó
éste a llamarse de San Francisco de Sales por tres razones: 1ª,
porque la Marquesa de Barolo tenía intención de fundar una
congregación sacerdotal bajo este título, y ésta es también la
razón de por qué había hecho pintar una imagen del santo,
que todavía puede verse, a la entrada del local; 2ª, porque
como nuestro ministerio entre jóvenes exige mucha serenidad
y mansedumbre, nos habíamos puesto bajo la protección de
este santo a fin de que nos obtuviese de Dios la gracia de poder
imitarle en su bondad extraordinaria y en el celo pastoral. Una
3a razón era tenerlo como patrón para que nos ayudase desde el
cielo a imitarlo en la manera que tuvo para combatir los errores
contra la fe, especialmente el protestantismo que ahora se iba

124
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

propagando insidiosamente por las poblaciones y, ante todo, en


la ciudad de Turín.
Fue así como el 8 de diciembre de 1844, día dedicado a la
Inmaculada Concepción de María, que por cierto fue un día
verdaderamente invernal, de fuerte nevada, con la autorización
del arzobispo se bendijo la deseada capilla, se celebró la Santa
Misa y varios de los muchachos se confesaron y recibieron la
Comunión.
Yo presidí aquella función llorando de consuelo pues me
parecía que se iba consolidando ya la obra del Oratorio con
la que queríamos entretener alegremente a los jóvenes más
abandonados y en peligro, después de que hubiesen podido
cumplir sus deberes religiosos.
Las muchas cosas que se decían sobre don Bosco empezaron
a inquietar a la marquesa de Barolo, 193 tanto más cuando el
municipio de Turín se oponía a mis proyectos. Vino un día ella
a mi despacho y empezó a hablarme de esta manera:
- Estoy muy contenta por el interés que Usted se toma por mis
instituciones. Le agradezco todo ese trabajo que se ha impuesto
para introducir en ellas el canto religioso, el gregoriano, la
música, la aritmética y hasta el sistema métrico.
- No hay nada de qué agradecer, esos son deberes de todo
sacerdote, que Dios recompensa.
- Pero sí siento mucho que todo este mundo de cosas haya
quebrantado tanto su salud. No es posible que siga llevando
al mismo tiempo la dirección de mis obras y el trabajo
con esos pobres muchachos cuyo número sigue creciendo
desproporcionadamente. Yo le propondría que se ocupe
solamente del Hospitalito. Deje las cárceles y el Cottolengo y

125
quítese de encima tanta preocupación por los chicos, ¿Qué le
parece?
- Señora marquesa, el Señor me ha ayudado hasta ahora y
seguirá haciéndolo. No se inquiete por eso. Entre el P.Pacchiotti,
el teólogo Borel y mi persona podemos atender a todo eso.
- Pero yo no estoy de acuerdo en que usted se mate de esa
manera. Esa multiplicidad de actividades van, quiera usted o
no, en detrimento de su salud y de mis obras. Además, tantos
rumores que hay acerca de su equilibrio mental y de la oposición
de las autoridades, me obligan a decirle...
- ¿Qué cosa, señora marquesa?
- Que o prescinde usted de sus muchachos o del Refugio.
Piénselo y deme una respuesta.
- Ya tengo la respuesta. Usted encontrará fácilmente cuantos
sacerdotes quiera para sus obras porque tiene dinero para
financiarlas. Pero ese no es el caso de mis chicos. Si los dejo,
todo se va a venir abajo. Podría entonces seguir haciendo lo que
me sea posible en el Refugio, sin el nombramiento de capellán,
y me dedicaré por completo a los muchachos abandonados.
- Y ¿de qué va a vivir usted?
- Dios me seguirá ayudando como hasta ahora lo ha hecho.
- Pero, piense en su pésimo estado de salud y dese cuenta que
la cabeza ya no le sirve. Usted se va a endeudar y va a tener que
acudir a mí y yo para esos muchachos no le daré un céntimo
más. Mi consejo es como el de una madre, acéptelo. Le seguiré
dando el sueldo que tiene y se lo puedo aumentar si quiere.
Pero váyase a pasar uno, tres, cinco años en cualquier parte:
descanse, y cuando se haya restablecido, vuelva al Refugio en

126
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

que será siempre bien recibido. De lo contrario, me pone en


la desagradable necesidad de despedirle de mis obras. Piénselo
seriamente.
Señora marquesa, le he dicho que eso ya está resuelto. He
entregado mi vida a los jóvenes. Le agradezco sus consejos
pero no me puedo alejar del camino que la Providencia me ha
trazado.
- ¿Así que prefiere usted sus muchachos a mis obras? Si es así,
está usted despedido desde ahora mismo. Hoy proveeré a su
reemplazo.
Así funcionaba el oratorio: los días de fiesta se abría la iglesia
muy temprano y empezaban las confesiones que duraban hasta
la Misa, que estaba programada para las ocho. Pero como eran
tantísimos los muchachos, podía retrasarse hasta las nueve
o más tarde. Cuando contábamos con otro sacerdote, éste se
encargaba de asistir a los chicos y dirigir las oraciones. En la misa
los chicos que estaban ya preparados podían comulgar. Cuando
terminaba dejaba los ornamentos y trepaba al pequeño púlpito
para explicar el Evangelio. Ese año, sin embargo, empecé más
bien a relatar, en forma sistemática, la Historia Sagrada. Estas
narraciones, hechas en forma sencilla y popular, coloreadas con
costumbres de la época y de los diversos lugares, completadas
con los nombres geográficos y estableciendo las oportunas
relaciones con los sitios actuales, agradaban muchísimo no sólo
a los jóvenes sino a los adultos y los sacerdotes que estaban
presentes. Después de la plática se dictaban clases hasta
mediodía.
A la una de la tarde comenzaba el recreo: bochas, zancos, fusiles
y espadas de madera, y los primeros aparatos de gimnasia. A
las dos y media empezaba el catecismo. La ignorancia era, en

127
general, grandísima. Muchas veces me sucedió empezar el canto
del Avemaría y, de cerca de cuatrocientos jóvenes allí presentes,
no había uno solo que respondiera, o que pudiera continuar
solo si yo me callaba.
Como todavía no se podían cantar las vísperas, concluido el
catecismo, se rezaba el rosario. Más tarde ya pudimos entonar el
Ave Maris Stella, después el Magníficat, luego el Dixit Dominus
y los otros salmos; por fin, una que otra antífona, hasta llegar
a cantar, al cabo de un año, todas las Vísperas de la Virgen.
Concluíamos con una breve instrucción que de ordinario
partía de un ejemplito, en el que se hacía resaltar un vicio o una
virtud. Todo acababa con el canto de las letanías y la bendición
del Santísimo Sacramento.
Al salir de la iglesia empezaba el tiempo libre que cada uno
ocupaba a su gusto. Algunos continuaban la catequesis, o iban
a las clases de canto o de lectura; y la mayor parte saltaban,
corrían o buscaban otros pasatiempos y entretenciones. Como
yo tenía la experiencia de saltimbanqui, me encargaba de
las competencias de salto y de carreras, o les hacía juegos de
habilidad y prestidigitación, con cubiletes, cuerdas y bastones.
Era la única manera de manejar a esa multitud de muchachos
de los que se podía decir que eran: “Como borriquillos y mulos
que no tienen sesos”.
Por debo decir que si la ignorancia de estos chicos es tan grande,
por el contrario son muy respetuosos con las cosas de la iglesia
y con el sacerdote, y que tienen grande deseo de aprender todo
lo referente a la religión.
Es más, yo me servía de aquellos originales recreos para
motivar a mis muchachos sobre la vida espiritual y sobre la
necesidad de frecuentar los sacramentos. Con una palabra al

128
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

oído recomendaba a unos, por ejemplo, la obediencia, a otros,


que pusieran más cuidado en el cumplimiento de sus deberes, o
que vinieran al catecismo o a confesarse. De tal suerte que era
durante esos momentos de descanso cuando yo podía motivar
a varios de ellos para que vinieran el sábado por la tarde o el
domingo a confesarse. A veces llamaba, durante los mismos
juegos, a aquellos que veía más negligentes en frecuentar sus
deberes religiosos y los invitaba a la confesión.
Y cuando estaba en la iglesia de San Francisco de Asís advertí
la necesidad que tienen los muchachos de escuela, sobre todo
para aquellos que ya son mayorcitos e ignoran totalmente las
verdades de la fe. Para éstos, una enseñanza puramente verbal
se prolonga mucho, los cansa y acaban por no volver. Ensayamos
darles algunas clases pero no teníamos ni locales, ni maestros.
En el Refugio, y más tarde en la casa Moretta, comenzamos
una escuela dominical estable, e incluso antes de irnos a
Valdocco, teníamos una nocturna regular. Para obtener un
mejor resultado teníamos una sola materia de enseñanza cada
vez. Por ejemplo, un domingo o dos se empleaban en estudiar
el alfabeto o silabearlo. Luego se tomaba el pequeño catecismo
y en él se les hacía silabear y leer hasta que fuesen capaces de
entender una o dos de las primeras preguntas, y éstas quedaban
como lección para la semana siguiente. El próximo domingo
se repetía la misma materia y se añadían nuevas preguntas y
respuestas. De esta forma pude conseguir que, después de ocho
domingos consecutivos, algunos llegaran a leer y a estudiar por
sí mismos páginas enteras del catecismo. Con esto ganamos
mucho tiempo, ya que los mayorcitos hubieran tenido que
dedicarse al catecismo de los años anteriores antes de poder
prepararse a la confesión.

129
La asistencia a las clases dominicales beneficiaba a muchos, pero
no bastaba, pues no pocos, cortos de cabeza, se olvidaban durante
la semana de lo aprendido el domingo anterior. Fue entonces
cuando introdujimos las escuelas nocturnas que, comenzadas
en el Refugio, continuaron con una mayor regularidad en
casa Moretta, y que ahora mejoraban notablemente siendo ya
estable nuestra permanencia en Valdocco.
Estas escuelas nocturnas producían sus resultados: animaban a
los jovencitos a entregarse a los estudios literarios, que les eran
necesarios, y al mismo tiempo nos ofrecían lo que el Oratorio
ante todo buscaba, su formación religiosa. Pero ¿de dónde
sacar tantos maestros si casi cada día nos veíamos obligados a
abrir una nueva clase? Para resolver el problema, me dediqué a
preparar un número indispensable de jóvenes de los que habían
estudiado en la ciudad. Les enseñaba italiano, latín, francés y
aritmética sin cobrarles nada, pero tenían la obligación de venir
a ayudarme a enseñar el catecismo y a dar clase en los cursos
dominicales y nocturnos. Se prepararon así unos ocho o diez
profesores, que fueron en aumento, y con ellos nació la sección
de estudiantes.
Cuando estaba en el Convitto de San Francisco de Asís tuve entre
mis chicos a Juan Coriasco que hoy es maestro de carpintería,
a Félix Vergnano, ahora negociante en confecciones de ropa y
a Delfín Paolo. Este último dedicado a la enseñanza técnica.
En el Refugio tuvimos a Antonio Melanotte, ahora farmaceuta;
Juan Melanotte, que fabrica dulces; Félix Ferrero, agente de
negocios; Pedro Ferrero, compositor de imprenta; Juan Piola,
carpintero que hoy tiene taller propio.
Establecidas las bases para la disciplina y la orgánica
administración del Oratorio, era preciso estimular la piedad con

130
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

prácticas fijas y uniformes. Esto se logró con la institución de la


Compañía de San Luis. Hice el Reglamento en la forma que me
parecía más apropiada a los jóvenes y lo presenté al arzobispo,
que lo leyó personalmente y lo dio luego a leer a otros para
que lo estudiasen y expresaran su parecer. Luego, el 12 de abril
de 1847, después de manifestarme su complacencia, lo aprobó
concediendo particulares indulgencias. Este reglamento de la
Compañía de San Luis se halla en folleto aparte. La compañía
de San Luis despertó gran entusiasmo entre nuestros jóvenes.
Todos querían inscribirse en ella.
Mientras se organizaba la instrucción religiosa y literaria
apareció otra grande necesidad que había que afrontar de
inmediato. Muchos chicos, sea de Turín o forasteros, tenían toda
la buena voluntad de entregarse a una vida distinta, mejor y
dedicados a algún trabajo, pero acababan diciendo que carecían
de comida y de ropa, y que tampoco tenían un alojamiento
aunque fuese temporal… Constatando que para muchos sería
inútil todo lo que se hiciera si no se les proporcionaba un
albergue, me puse a alquilar, aunque fuese a un precio excesivo,
uno y otro local, de suerte que además del hospicio pudimos
organizar las clases de canto gregoriano y de música vocal.
Había, sin embargo, una gran dificultad. Como no teníamos
todavía talleres en nuestro instituto los alumnos tenían que
ir a la ciudad para el trabajo y las clases, pero esto les aca-
rreaba serios peligros para su moralidad, sea por parte de los
compañeros con que se encontraban, como por todo lo que oían
y tenían que ver por el camino, que eran cosas que contradecían
abiertamente lo que se les inculcaba y lo que aprendían en
el Oratorio. Fue entonces cuando comencé a hacerles una
brevísima conversación por la noche, después de las oraciones,

131
para tratarles o reforzarles alguna verdad de las que se les había
enseñado, pero sobre la que tal vez hubiesen oído afirmaciones
opuestas a lo largo del día.
Lo mismo que pasaba con los artesanos lo íbamos constatando,
desafortunadamente, entre los estudiantes. Porque, debido a
las varias clases en que estaban divididos, los más adelantados
(que estudiaban ya la gramática) tenían que ir a casa del
profesor José Bonzanino y los de retórica, a donde el profesor
Mateo Picco. Sus clases eran óptimas, pero la ida y la vuelta
les implicaba muchos riesgos. Por fin, con grande provecho, en
1856 se establecieron definitivamente las clases y los talleres en
la casa del Oratorio.
Con ese mismo objetivo ensayé aquel año (1848) una pequeña
tanda de Ejercicios Espirituales. Reuní en el Oratorio unos
cincuenta, que también se quedaban a comer y a dormir, con
excepción de algunos, que por falta de camas pasaban la noche
en su casa y volvían por la mañana. Esto desafortunadamente
les hacía perder algo del fruto de los sermones e instrucciones
que se tienen en estas circunstancias. Comenzamos el domingo
por la tarde y terminamos en la noche del sábado. Nos dio un
resultado bastante bueno. Muchos a los que se les había trabajado
bastante sin resultado alguno mejoraron notablemente su vida.
Algunos siguieron la vocación religiosa, otros, como laicos,
fueron asiduos en su asistencia al Oratorio.
En estas circunstancias, e inspirado por la necesidad, comencé
a difundir unos cuadros sinópticos acerca de la Iglesia católica,
después, unos carteles que titulé “Recuerdos para los Católicos”
y los fui esparciendo sobre todo entre los jóvenes y los adultos
que participaban en los Ejercicios Espirituales y en las misiones
populares.

132
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Aquellas paginitas y aquellos opúsculos fueron acogidos con


vivo interés por el público. En poco tiempo se distribuyeron
a millares y millares. Esto me persuadió de la necesidad de
buscar una manera popular para facilitar el conocimiento
de las cosas fundamentales sobre el catolicismo. Hice, pues,
imprimir el folleto “Avisos para los católicos”, que tenía como
finalidad llamar la atención de los católicos para que no se
dejasen engatusar por los herejes. La acogida fue realmente
extraordinaria; en dos años se difundieron más de doscientos
mil ejemplares. Fue un estímulo para la gente sencilla pero
los protestantes se enfurecieron creyéndose con el derecho
exclusivo de evangelizar.
Me pareció entonces que era cosa urgente preparar y dar a la
imprenta publicaciones populares, y proyecté las así llamadas
“Lecturas Católicas”.

Reglamento de los Asociados a la Congregación de S. Francisco


de Sales (Cooperadores Salesianos), 1874
Asociación salesiana. Muchos fieles cristianos, muchos
autorizados personajes, para asegurarse su eterna salvación,
han pedido repetidamente una asociación salesiana, que según
el espíritu de los congregados, proporcionase a los externos una
regla de vida cristiana practicando en el mundo aquellas reglas
que son compatibles con su propio estado.
Cuántos se alejarían gustosamente del mundo para evitar
el peligro de perderse, gozar la paz del corazón y pasar así la
vida en la soledad, en la caridad de Nuestro Señor Jesucristo.
Pero no todos son llamados a tal estado. Muchos por su edad,
muchos por su condición, muchos por salud, muchísimos por
falta de vocación no pueden en manera alguna. Por este motivo,

133
para satisfacer a este general deseo se propone la Pía Asociación
de San Francisco de Sales.
Doble es su -fin. 1° Proponer un medio de perfección a todos
aquellos que están razonablemente impedidos de encerrarse en
algún instituto religioso. 2°. Participar en las obras de piedad y
de religión que los socios de la Congregación salesiana realizan
en público o en privado de alguna forma a mayor gloria de Dios
y ventaja de las almas.
Estas dos ventajas se pueden fácilmente obtener con la
observancia de las reglas de esta Congregación en la parte en
que son compatibles con el estado de cada uno.
3°Se añade luego un motivo quizás más esencial que los otros:
la necesidad de la unión en hacer el bien. Es un hecho que los
hombres del mundo se asocian para sus negocios temporales;
se asocian para la edición de revistas malas, para propagar
máximas perniciosas por el mundo; se asocian para difundir
instrucción errónea, esparcir falsos principios entre la incauta
juventud, y lo consiguen maravillosamente.
“¿Y los católicos, permanecerán inoperantes o desunidos
de modo que sus obras sean paralizadas por los malos? Que
no suceda jamás. Unámonos todos mediante las reglas de la
Congregación salesiana, (cuyos miembros) formen un solo
corazón y una sola alma con los asociados externos. Sean
verdaderos hermanos. El bien de uno sea el bien de todos.
Conseguiremos ciertamente este gran fin merced a la asociación
con la Congregación de San Francisco de Sales.
Fin de esta Asociación. El fin de esta Asociación es unir
los buenos católicos para promover el bien de nuestra santa
religión y al mismo tiempo asegurar mejor la propia salvación

134
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

practicando las reglas de la Sociedad de San Francisco de Sales


en la parte que son compatibles con el estado de quien vive en
el siglo.
He aquí ahora las principales cosas a que es invitado cada
asociado:
1) Procurará hacerse el bien a sí mismo con el servicio de la
caridad en favor del prójimo, especialmente con los niños
pobres y abandonados. Educados estos en el santo temor de
Dios, se disminuye el número de los díscolos, se reforma la
sociedad humana y se salva un inmenso número de almas para
el cielo.
2) Recoger niños pobres, instruirlos en la propia casa, avisarlos
en los peligros, llevarlos a donde puedan ser instruidos en la fe,
es toda ella materia a la cual cada asociado se puede útilmente
dedicar. Quien no puede hacer estas cosas por sí mismo podrá
hacerlas por medio de otros... o igualmente rezando por los que
trabajan o procurando medios materiales según la necesidad...
3) En estos tiempos de perturbación, haciéndose sentir
gravemente la escasez de vocaciones al estado eclesiástico, cada
uno procurará asistir a estos adolescentes pobres que mostrasen
tener esta vocación...
4) Cada asociado procurará con el máximo cuidado impedir
toda conversación, toda obra contra el Romano Pontífice y
contra su suprema autoridad. Por lo tanto, observar las leyes
de la Iglesia y promover su observancia, inculcar el respeto al
Romano Pontífice6, a los obispos, a los sacerdotes, promover
catequesis, novenas, triduos, ejercicios y en general intervenir, y
animar a otros a intervenir, en la asistencia a la palabra divina,
son cosas propias de esta Asociación.

135
5) Como quiera que en estos tiempos se esparcen mediante la
prensa tantos libros, tantas máximas irreligiosas e inmorales, los
Salesianos procurarán con gran solicitud que no se despachen
libros malos y se difundan libros buenos, folletos, hojas, impresos
de toda clase en aquellos lugares y entre aquellas personas que
parezca oportuno hacerlo. Esto se ha de comenzar a hacer por la
casa propia, por los propios parientes, amigos y conocidos, y luego
donde se pueda.

Carta a Pío IX. 1877


Beatísimo Padre,
... No teniendo ni oro ni plata ni dones preciosos que sean dignos
de Vos, hemos creído que no le disgustará un álbum que refleja
el estado actual de nuestra Congregación, que vive el cuarto
año después de su aprobación definitiva. No hacemos esto por
vanagloria, sino únicamente para narrar las misericordias del
Señor, como hijos a su padre...
Aquí, Beatísimo Padre, encontrará señaladas las casas de
educación, las personas que las dirigen y la condición de quien
interviene. Esta es, Beatísimo Padre, toda obra vuestra, y vuestros
son todos los Salesianos. Sí, Beatísimo Padre, estos Salesianos son
todos vuestros y todos dispuestos a ir a donde a Vos os plazca,
contentos si les fuese dada la buena ocasión de dar vida y bienes
por amor de aquel Dios, de quien Vos sois Vicario sobre la tierra.
Bendecid, pues, a estos hijos vuestros y que esta bendición los haga
fuertes en el combate, intrépidos en el padecimiento, constantes
en el trabajo, a fin de que todos puedan un día reunirse en torno
a Vos para cantar y bendecir eternamente las misericordias del
Señor.

136
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Constituciones 1858
...De ahí que para conservar la unidad de espíritu y disciplina,
de la que depende el buen éxito de los oratorios, desde el 1844
algunos eclesiásticos se unieron para formar una especie de
congregación ayudándose mutuamente con el ejemplo y con
la instrucción. Ellos no hicieron voto alguno y se limitaban
a una simple promesa de ocuparse en aquellas cosas que les
pareciesen de mayor gloria de Dios y ventaja de sus almas.
Reconocían su superior en el sacerdote Juan Bosco. Si bien no
se pronunciaban votos no obstante se observaban en práctica
casi por entero las reglas aquí expuestas.
I - Fin de esta Congregación
1. El fin de esta Congregación es reunir juntamente a sus
miembros eclesiásticos, clérigos y también seglares con el fin
de perfeccionarse a sí mismo imitando las virtudes de nuestro
Divino Salvador, especialmente en la caridad hacia los jóvenes
pobres.
2. Jesucristo comenzó haciendo y enseñando, así también los
socios comenzarán a perfeccionarse a sí mismos con la práctica
de las virtudes internas y externas, con la adquisición de la
ciencia; y luego se emplearán en beneficio del prójimo.

El sistema preventivo en la educación de la juventud. 1877


Consiste en dar a conocer las prescripciones y reglamentos de
un instituto, y vigilar después de manera que los alumnos tengan
siempre sobre sí el ojo solícito del director o de los asistentes,
los cuales, como padres amorosos, hablan, sirven de guía en toda
circunstancia, dan consejos y corrigen con amabilidad; que es
como decir poner a los alumnos en la imposibilidad de faltar.

137
Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y
en el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo violento y
procura alejar aun los suaves. Parece preferible por las razones
siguientes:
I. El alumno, avisado preventivamente, no queda avergonzado
por las faltas cometidas, como acaece cuando se las refieren al
superior. No se enfada por la corrección que le hacen ni por el
castigo con que le amenazan o que le imponen, porque éste va
siempre acompañado de un aviso amistoso y preventivo, que lo
hace razonable y termina, ordinariamente, por ganarle de tal
manera el corazón, que el alumno comprende la necesidad del
castigo y casi lo desea.
II. La razón más esencial es la ligereza infantil, que en un
momento olvida las reglas disciplinarias y los castigos con
que van sancionadas. A esta ligereza se debe sea, a menudo,
culpable el niño de una falta y merecedor de un castigo, sin
haberse acordado de nada al cometerla, y ciertamente no la
habría cometido, si una voz amiga se lo hubiese advertido.
III. El sistema represivo puede impedir un desorden, mas con
dificultad hacer mejores a los que delinquen. Se ha observado
que los muchachos no olvidan los castigos que se les han dado;
y que, por lo general, conservan amargor junto con el deseo de
sacudir el yugo de la autoridad y aun de tomar venganza. Parece,
a veces, que hacen caso omiso; mas quien sigue sus pasos sabe
muy bien que son terribles las reminiscencias de la juventud
y que olvidan fácilmente los castigos que les dan los padres,
mas con mucha dificultad los que les imponen los maestros.
Hay hechos de algunos que de viejos se vengaron brutalmente
de ciertos castigos sufridos cabalmente cuando se educaban.
El sistema preventivo, por el contrario, gana al alumno, el cual

138
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

ve en el asistente a un bienhechor que le avisa, desea hacerle


bueno y librarle de sinsabores, de castigos y de la deshonra.
IV. El sistema preventivo dispone y persuade de tal modo al
alumno, que el educador podrá, en cualquier ocasión, ya sea
cuando se educa, ya después, hablarle con el lenguaje del amor.
Conquistado el corazón del discípulo, el educador puede ejercer
sobre él gran influencia y avisarle, aconsejarle y corregirle aun
después de colocado en empleos, en cargos o en ocupaciones
civiles o comerciales. Por estas y otras muchas razones parece
debe prevalecer el sistema preventivo sobre el represivo.
La práctica de este sistema se apoya totalmente en las palabras
de san Pablo: Caritas benigna est, patiens est; omnia suffert,
omnia sperat, omnia sustinet (“La caridad es benigna y
paciente; todo lo sufre, todo lo espera y lo soporta todo”). Por
consiguiente solamente el cristiano el cristiano puede practicar
con éxito el sistema preventivo. Razón y religión son los medios
de que ha de valerse continuamente el educador, enseñarlos y
practicarlos él mismo, si desea ser obedecido y alcanzar su fin.
I. El director debe, en consecuencia, vivir totalmente consagrado
a sus educandos, no aceptar ocupaciones que le alejen de su
cargo; aún más, debe encontrarse siempre con sus alumnos,
cuando no están cumpliendo alguna obligación, a no ser que
estén debidamente asistidos por otros.
II. Los maestros, los jefes de taller y los asistentes han de ser
de acrisolada moralidad. Procuren evitar, como la peste, toda
clase de aficiones o amistades particulares con los alumnos, y
recuerden que el desliz de uno solo puede comprometer a un
instituto educativo. Los alumnos no han de estar nunca solos.
Siempre que sea posible, los asistentes han de llegar antes a los
sitios donde tengan que reunirse, y estar con ellos hasta que

139
vayan otros a sustituirlos en la asistencia. No los dejen nunca
desocupados.
III. Debe darse a los alumnos amplia libertad de saltar, correr y
gritar a su gusto. La gimnasia, la música, la declamación, el teatro,
los paseos, son medios eficacísimos para conseguir la disciplina
y favorecer la moralidad y la salud. Procúrese únicamente que la
materia de los entretenimientos, las personas que intervienen y
las conversaciones que sostengan, no sean vituperables. Haced
lo que queráis - decía el gran amigo de la juventud san Felipe
Neri - ; a mí me basta que no cometáis pecados.
IV. La confesión y comunión frecuentes y la misa diaria son las
columnas que deben sostener el edificio educativo del que se
quieran tener alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar
jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos; pero
sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse
de ellos. Con ocasión de los ejercicios espirituales, triduos,
novenas, pláticas y catequesis, póngase de manifiesto la belleza,
sublimidad y santidad de la religión, que ofrece medios tan
fáciles como son los santos sacramentos, y tan útiles a la
sociedad civil, y para la tranquilidad del corazón y salvación de
las almas. Así quedarán los niños espontáneamente prendados
de estas prácticas de piedad y las frecuentarán de buena gana y
con placer y fruto.
V. Debe vigilarse, con el mayor cuidado, porque no entren en
el colegio compañeros, libros o personas que tengan malas
conversaciones. La elección de un buen portero es un tesoro
para una casa de educación.
VI. Terminadas las oraciones de la noche, el director; u otro
en su nombre, diga algunas palabras afectuosas en público a
los alumnos antes de que se vayan a dormir, para avisarlos o

140
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

aconsejarlos sobre lo que han de hacer o evitar; y procure sacar


la moraleja de lo ocurrido durante el día, dentro o fuera del
colegio; no dure la platiquita más de dos o tres minutos. Aquí
está la clave de la moralidad y de la buena marcha y éxito de la
educación.
VII. Téngase como pestilencial la opinión de retardar la primera
comunión hasta una edad harto crecida, cuando por lo general
el demonio se ha posesionado del corazón del jovencito con
incalculable daño de su inocencia. Según la disciplina de la
Iglesia primitiva, solían darse a los niños las hostias consagradas
que sobraban de la comunión pascual. Esto nos da a conocer lo
mucho que desea la Iglesia sean admitidos pronto los niños a la
primera comunión. Cuando un niño sabe distinguir entre pan y
pan y revela suficiente instrucción, no se mire la edad; entre el
Soberano celestial a reinar en su bendita alma.
VIII. Los catecismos recomiendan la comunión frecuente;
san Felipe Neri la aconsejaba semanal y aun más a menudo.
El concilio tridentino dice bien claro que desea ardientemente
que todo fiel cristiano, cuando oye la santa misa, haga también
la comunión. Pero esta comunión no sea tan sólo espiritual,
sino sacramental, a fin de sacar mayor fruto del augusto y divino
sacrificio. (Con. Trid., ses. XXII, cap. VI.)
Alguien dice que este sistema es difícil en la práctica. Advierto
que para los alumnos es bastante más fácil, agradable y ventajoso.
Para los educadores encierra, eso sí, algunas dificultades, que
disminuirán ciertamente si se entregan por entero a su misión.
El educador es una persona consagrada al bien de sus alumnos;
por lo que debe estar pronto a cualquier molestia o fatiga, con
tal de conseguir el fin que se propone, a saber: la educación
ciudadana, moral y científica de sus alumnos.

141
A las ventajas expuestas anteriormente, se añade aquí estas otras:
I. El alumno tendrá siempre respeto a su educador, recordará
complacido la dirección de él recibida, y considerará, en todo
tiempo, a sus maestros y superiores como a padres y hermanos.
Dondequiera que van alumnos así educados, son por lo general
consuelo de su familia, útiles ciudadanos y buenos cristianos.
II. Cualquiera que sea el carácter, la índole y el estado moral de
un alumno cuando es admitido, los padres pueden vivir seguros
de que su hijo no empeorará; se puede tener la certeza de que
siempre mejorará algo. Más aún, algunos niños que fueron por
largo tiempo tormento de sus padres y hasta rechazados por
correccionales, tratados según estos principios, cambiaron de
manera de ser: se dieron a una vida cristiana, ocupan ahora
en la sociedad honrosos puestos y son apoyo de su familia y
ornamento del lugar donde viven.
III. Los alumnos maleados que por casualidad entraren en un
colegio, no pueden dañar a sus compañeros, ni los niños buenos
ser por ellos perjudicados; porque no habrá ni tiempo, ni lugar,
ni oportunidad, pues el asistente, a quien suponemos siempre
con los niños, pondría enseguida remedio.
¿Qué regla hay que seguir para castigar? A ser posible, no se
castigue nunca; cuando la necesidad lo exigiere, recuérdese lo
siguiente:
I. Procure el educador hacerse amar de los alumnos si quiere
hacerse temer. Así, el no darles una muestra de benevolencia es
castigo que emula, anima y jamás deprime.
II. Para los niños es castigo lo que se hace pasar por tal. Se ha
observado que una mirada no cariñosa en algunos produce
mayor efecto que un bofetón. La alabanza cuando se obra bien

142
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y la reprensión en los descuidos, constituyen ya de por sí premio


o castigo.
III. Exceptuados rarísimos casos, no se corrija ni se castigue
jamás en público, sino en privado, lejos de los compañeros,
y usando la mayor prudencia y paciencia para hacer que el
alumno comprenda su culpa con la ayuda de la razón y de la
religión.
IV. El pegar, de cualquier modo que sea, poner de rodillas en
posición dolorosa, tirar de las orejas y otros castigos semejantes,
se deben evitar absolutamente, porque están prohibidos por las
leyes civiles, irritan mucho a los alumnos y rebajan al educador.
V. Dé a conocer bien el director las reglas, los premios y castigos
establecidos por las leyes disciplinarias, a fin de que el alumno
no pueda disculparse con decir: - No sabía que estuviera esto
mandado o prohibido.
Si se practica en nuestras casas el sistema preventivo, estoy
seguro de que se obtendrán maravillosos resultados, sin
necesidad de acudir al palo ni a otros castigos violentos. Hace
cerca de cuarenta años que trato con la juventud, y no recuerdo
haber impuesto castigos de ninguna clase, y con la ayuda de
Dios he conseguido no sólo el que los alumnos cumplieran con
su deber, sino que hicieran sencillamente lo que yo deseaba, y
esto de aquellos mismos niños que no daban ninguna esperanza
de feliz éxito.

Memorias del 1841 al 1884-5-6. 1887


Dios llamó a la pobre Congregación salesiana a promover
vocaciones eclesiásticas entre la juventud pobre o de baja
condición. Recordemos que hacemos el gran regalo de un

143
tesoro a la Iglesia cuando logramos una buena vocación; que
esta vocación o que este sacerdote vaya a la diócesis o a las
misiones o a una casa religiosa no importa. Siempre es un gran
tesoro que se regala a la Iglesia de J.C.
El mundo nos recibirá siempre con gusto mientras nuestras
solicitudes sean en favor de los salvajes, de los niños más
pobres y en mayor peligro de la sociedad. Esta es para nosotros
la verdadera comodidad que nadie nos enviará ni vendrá a
arrebatarnos.
No se funden casas si se carece del personal suficiente para la
dirección de las mismas...
Comenzada una misión en el extranjero, continúese con energía
y sacrificio. El esfuerzo vaya siempre encaminado a establecer
escuelas y despertar alguna vocación al estado eclesiástico, o
alguna Hermana entre las niñas.

Carta de Roma. 1884


Muy queridos hijos en Jesucristo:
Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi
deseo: que seáis felices en el tiempo y en la eternidad. Este
pensamiento y deseo me han impulsado a escribiros esta carta...
Una de las noches pasadas me había retirado en mi habitación
y, mientras me disponía a entregarme al descanso, comencé a
rezar las oraciones que me enseñó mi buena madre. En aquel
momento... me pareció que se presentaban delante de mí dos
exalumnos del oratorio. Uno de ellos se acercó y, saludándome
afectuosamente, me dijo:
- Don Bosco, ¿quiere ver ahora a los jóvenes que están
actualmente en el Oratorio?
144
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Y me los señaló. Vi el oratorio y a todos vosotros que estabais


en el recreo. Pero ya no oía gritos de alegría y canciones, ya no
veía aquel movimiento, aquella vida de antes.
En los ademanes y en el rostro de algunos jóvenes se notaba
aburrimiento, desgana, disgusto y desconfianza, que causaron
pena a mi corazón. Vi, es cierto, a muchos que corrían y jugaban
con dichosa despreocupación; pero otros -no pocos- estaban
solos, apoyados en las columnas presos de pensamientos
desalentadores; otros andaban por las escaleras y corredores o
estaban en los balcones que dan al jardín para no tomar parte
en el recreo común; otros paseaban lentamente por grupos
hablando en voz baja entre ellos, lanzando a una y otra parte
miradas sospechosas y mal intencionadas; algunos sonreían pero
con una sonrisa acompañadas de gestos que hacían no solamente
sospechar, sino creer que San Luis habría sentido sonrojo de
encontrarse en compañía de los tales; incluso entre los que
jugaban había algunos tan desganados que daban a entender a
las claras que no encontraban gusto alguno en el recreo.
- ¿has visto a tus jóvenes?- me dijo el exalumno.
- sí que los veo, contesté suspirando.
- ¡Que diferentes de lo que éramos nosotros antaño!, exclamó
aquel viejo alumno.
- ¡Por desgracia! ¡que desgana en este recreo!
-¿Cómo reanimar a estos queridos jóvenes para que vuelvan a
la antigua vivacidad, alegría y expansión?
- con el amor.
- ¿amor? pero ¿es que mis jóvenes no son bastante amados?
Tú sabes cómo los amo. Tú sabes cuánto he sufrido por ellos y

145
cuánto he tolerado en el transcurso de cuarenta años, y cuánto
tolero y sufro en la actualidad. Cuántos trabajos, cuántas
humillaciones, cuántos obstáculos, cuántas persecuciones para
proporcionarles pan, albergue, maestros, especialmente para
buscar la salvación de sus almas. He hecho cuanto he podido y
sabido por ellos, que son el afecto de toda mi vida.
-No hablo de ti.
-¿pues, de quién, entonces?¿De quienes hacen mis veces: los
directores, prefectos, maestros o asistentes?¿No ves que son
mártires del estudio y del trabajo y que consumen los años de
su juventud en favor de quienes les ha encomendado la Divina
Providencia?.
-Lo veo, lo sé; pero no basta; falta lo mejor.
-¿Qué falta, pues?.
-Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den
cuenta que se les ama... Que, al ser amados en las cosas que les
agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan
a ver el amor en aquellas cosas que naturalmente les agradan
poco, como son la disciplina, el estudio, la mortificación de sí
mismos, y que aprendan a ser estas cosas con amor.
-Explícate mejor.
-Familiaridad con los jóvenes, especialmente en el recreo. Sin
familiaridad no se demuestra el afecto, y sin esta demostración
no puede haber confianza. El que quiere ser amado debe
demostrar que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los
pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el
maestro de la familiaridad! El maestro al cual sólo se ve en la
cátedra es maestro y nada más; pero, si participa del recreo de
los jóvenes, se convierte en un hermano. Si a uno se le ve en el

146
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

púlpito predicando se dirá que no hace más que cumplir con su


deber, pero si dice en el recreo una buena palabra es palabra
de quien ama. ¡Cuántas conversiones no se debieron a alguna
de sus palabras dichas de improviso al oído de un jovencito
mientras se divertía! El que sabe que es amado, ama, y el que
es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes. Esta
confianza establece como una corriente eléctrica entre los
jóvenes y superiores. Los corazones se abren y dan a conocer
sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este amor hace
que los superiores puedan soportar las fatigas, los disgustos, las
ingratitudes, las molestias, las faltas y las negligencias de los
jóvenes. Jesucristo no quebró la caña ya rota ni apagó la mecha
humeante. He aquí vuestro modelo. Entonces no habrá quien
trabaje por vanagloria, ni quien castigue por vengar su amor
propio ofendido; ni quien se retire del campo de la asistencia por
celo a una temida preponderancia de otros; ni quien murmure
de los otros para hacer amado y estimado de los jóvenes, con
exclusión de todos los demás superiores, mientras en cambio
no cosecha más que desprecio e hipócritas zalamerías; ni quien
se deje robar el corazón por una criatura...; ni quien por amor a
la propia comodidad, dejen a un lado el gravísimo deber de la
vigilancia..., ni quien por falso respeto humano, se abstenga de
amonestar a quien necesita ser amonestado. Si existe este amor
efectivo, no se buscará más que la gloria de Dios y la salvación
de los jóvenes. Cuando languidece este amor, es que las cosas no
marchan bien.
Queridos hijos míos, se acerca el tiempo en que tendré que
separarme de vosotros y partir para mi eternidad: Por tanto mi
mayor deseo es dejaros encaminados por la senda del Señor,
que El mismo desea para vosotros.

147
Carta sobre la difusión de los buenos libros. 1885
Entre todos los medios, es el de la difusión de los buenos libros
el que yo intento recomendales ahora encarecidamente, para
gloria de Dios y salvación de las almas. No dudo en calificarlo
de divino, puesto que Dios mismo lo utilizó en la salvación del
hombre. Fueron los libros que él inspiró los que ofrecieron al
mundo la doctrina verdadera. El dispuso que, copias de los
mismos, se distribuyesen por todas las ciudades y por todos
los pueblos de Palestina y que cada sábado se leyesen en las
asambleas religiosas.
Los buenos libros, repartidos entre el pueblo, son uno de los
medios verdaderamente a propósito para mantener el reino de
Dios entre las almas.
Añadan a esto que si un buen libro no tiene la fuerza que
emana de la palabra hablada, con todo, presenta otras ventajas
que en ocasiones son mayores. Un libro puede entrar hasta en
las casas en que no entra el sacerdote, y hasta los mismos malos
lo toleran como recuerdo o regalo. Cuando se ofrece a sí mismo,
no se sonroja, y si se le abandona, no se enfada; enseña la verdad
sin prisas si se lee, y, despreciado, no se queja, sino que suscita el
remordimiento aquel que produce deseos de conocer la verdad:
él siempre está a punto para enseñarla. A lo mejor se está,
cubierto de polvo, sobre el pupitre del estudio o en el anaquel
de la biblioteca, y nadie piensa en él; pero, llega la hora de la
soledad, del desánimo, del dolor, de la tristeza, o simplemente
de la necesidad de distracción o de la angustia por el futuro, y
entonces este amigo fiel se sacude el polvo, abre sus páginas ...
y se repiten las prodigiosas conversiones de San Agustín, del
beato Colombino y de San Ignacio de Loyola.

148
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Por delante, pues, estas consideraciones, y, omitidas otras


muchas que a ustedes mismos se las hacen muy bien, les pondré
a continuación, más en concreto, las razones que les tienen
que animar a difundir los buenos libros por todos los medios y
con todas sus fuerzas; no sólo como cristianos, sino de manera
particular como salesianos.
1) Esta fue una de las empresas principales que el Señor me
encomendó; y ustedes saben que la tomé con infatigable
empeño a pesar de mil otras ocupaciones. El rabioso odio
de los enemigos del bien y la persecución de que fue objeto
repetidamente mi persona son buen argumento de cómo el
error veía en mis libros un formidable enemigo y, por la razón
contraria, de que se trataba de una empresa bendecida por Dios.
2) Efectivamente, la difusión admirable de estos libros ya
es un argumento que prueba una especial ayuda de Dios. Se
acercan a los veinte millones los opúsculos o volúmenes que,
en menos de treinta años, hemos esparcido entre el pueblo. Si
bien es verdad que algunos de estos volúmenes habrán quedado
del todo olvidados, otros, en cambio, han debido ser leídos
por centenares de lectores; y, en cualquier caso, el número
de personas a las que nuestras publicaciones pudieron hacer
bien, se ha de dar por muy superior al número de volúmenes
publicados.
3) La difusión de buenos libros es, precisamente, uno de los fines
más importantes de nuestra Congregación. El artículo siete del
primer capítulo de nuestras reglas se expresa así, acerca de los
salesianos: «Se empeñarán en la difusión de los buenos libros
entre el pueblo, usando todos aquellos medios que la caridad
cristiana inspira. Con la palabra y los escritos se esforzaran
en poner un dique a la impiedad y a la herejía, que de tantas

149
maneras tratan de insinuarse entre los rudos e ignorantes. A este
objeto se encaminarán los sermones que de cuando en cuando
se predican al pueblo, los triduos, las novenas y la difusión de
los buenos libros».
4) Por lo tanto, entre los libros que hay que difundir, yo digo
que han de tenerse en cuenta aquellos que tienen fama de ser
buenos, morales y religiosos; y aun han de preferirse las obras
salidas de nuestras tipografías: de una parte, porque lo que
pueda haber de ganancia se transforma en caridad al ayudar a
mantener a tantos de nuestros jóvenes pobres; y de otra, porque
nuestras publicaciones intentan constituir un todo ordenado,
en una visión amplia, con que poder llegar a cuantas clases
integran la sociedad humana.
No insisto en esto; únicamente les señalo con complacencia
una de estas clases sociales: la de los jóvenes, a la que siempre
busqué el modo de hacer el bien; no sólo de viva voz, sino
además, de diversas maneras con la letra impresa, como detallo
a continuación. En efecto: con las mismas Lecturas Católicas, si
bien es verdad que en una primera intención deseaba instruir al
pueblo en general, desde otro punto de vista mi plan era entrar
en las casas particulares y dar a conocer el espíritu que reinaba
en nuestros colegios y atraer a la virtud a los jóvenes, sobre todo
con las biografías de Domingo Savio, de Besucco y otras obras
parecidas. Con El joven cristiano me propuse conducirlos a la
iglesia, infundir en ellos el espíritu de piedad y enamorarlos de
los sacramentos. Con la colección de clásicos latinos e italianos
expurgados y con la Historia de Italia, así como con otros libros
históricos y literarios, me las arreglé para sentarme junto a ellos
en la clase y preservarlos de muchos errores y pasiones que les
hubieran sido fatales para esta vida y la otra.

150
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Deseaba también, con ilusión, acompañarlos en sus ratos de


ocio, y he pensado estructurar una serie de libros amenos que,
espero, saldrán pronto a la luz pública. Finalmente, con el
Boletín Salesiano entre otros fines, perseguí también éste: el de
mantener en los jóvenes que vuelven a sus familias el aprecio
por el espíritu y las máximas de San Francisco de Sales, y el de
convertirlos a ellos mismos en salvadores de otros jóvenes.
No es que diga que haya conseguido plenamente mis objetivos,
pero sí que les toca a ustedes coordinarlos de tal modo que aún
se puedan alcanzar enteramente.
Los invito y conjuro, por consiguiente, a que no desatiendan
esta importantísima parcela de nuestra misión. Y comiencen
por no limitarse a desarrollar este apostolado únicamente en
favor de los jóvenes; sino que, además, han de conseguir de ellos,
con sus palabras y ejemplos, que se conviertan en otros tantos
apóstoles de la buena prensa.
A principio de curso, los alumnos, especialmente si son nuevos, se
entusiasman fervorosamente con estas cosas nuestras; tanto más
que es bien poco el dinero que hay que desembolsar. Procuren,
naturalmente, que sus suscripciones sean espontaneas y no, en
modo alguno, impuestas; pero, razonadamente, exhortenles a
que se suscriban, no sólo a la vista del bien que dichos libros
pueden hacerles a ellos mismos, sino también por el bien que
con ellos pueden hacer a otros, enviándolos a sus familias
según se van publicando: al padre, a la madre, a los hermanos
y bienhechores. Hasta los parientes más fríos en religión se
conmueven ante este recuerdo de un hijo o de un hermano
lejano, y, muy fácilmente, se sienten estimulados a su lectura;
si no por otra razón, por curiosidad al menos. Pongan, eso sí,
cuidado en que esos obsequios no tengan apariencia de sermón

151
ni de querer dar lecciones a los suyos, sino, sencillamente, de
regalo y de cariñoso recuerdo. Y cuando, más tarde, esos alumnos
vuelvan a su casa, que pongan empeño en acrecentar el mérito
de sus buenas obras donándolos a sus amigos, prestándolos
a otros parientes, regalándolos como propina por servicios
recibidos, ofreciéndoselos a los párrocos con el ruego de que
los difundan y buscando nuevos suscriptores.
Estén seguros, mis queridos hijos, de que una propaganda
semejante, inteligente, atraerá sobre ustedes y sus jóvenes las
mejores bendiciones del Señor
Termino. Las conclusiones de esta carta toca sacarlas a ustedes:
logrando que nuestros jóvenes se impongan en los principios
morales y cristianos, preferentemente a través de nuestra
producción impresa, aunque sin despreciar la de los otros.
Tengo que decirles, empero, que mi corazón experimentó una
gran pena al enterarme de que, en algunas casas, las obras que
hemos publicado expresamente para la juventud han sido a
veces ignoradas o no tenidas en cuenta.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea siempre con
vosotros.

152
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Capítulos Generales

Capítulo General 21

31. La obligación de anunciar el Evangelio que ha hallado en


«Jesus mismo, Evangelio de Dios,...el primero y más grande
evangelizador» y tiene en el «Espíritu Santo... el agente
principal», se realiza y depende históricamente del testimonio
y del anuncio de los operadores de la evangelización. La Iglesia,
por su medio, «trata de convertir al mismo tiempo la conciencia
personal y colectiva de los hombres» insertos en las varias
culturas y les presenta la Buena Nueva,«proc1amada, en primer
lugar, mediante el testimonio».
Una reflexión sobre la acción evangelizadora implica, por tanto,
una referencia a los operadores de este proceso.
Por otra parte, la evangelización es siempre un acto
profundamente eclesial. «Nunca es para nadie un acto individual
y aislado». El testimonio y el anuncio parten de una comunidad
que siente viva la «necesidad de ser evangelizada» y libremente
acepta el mandato; de una comunidad que evangeliza por
vocación propia y suscita, anima y sostiene formas diversas de
colaboración en la única misión evangelizadora.
Como Salesianos, participamos de modo peculiar en la misión
de la Iglesia. Profesamos públicamente que es Dios Padre en su
amor quien nos llama y reúne en comunidad, para hacernos
evangelizadores de los jóvenes en la compartida responsabilidad
de un proyecto educativo, que se inspira y participa del carisma
de Don Bosco: «formamos una comunidad de bautizados que,
dóciles a la llamada del Espíritu, nos proponemos realizar, en la
consagración religiosa, el plan apostólico del Fundador».
153
32. Nuestra vida religiosa es vivida en servicio apostólico: «las
exigencias evangélicas, la búsqueda del amor más perfecto, la
práctica de los consejos y la comunión fraterna se viven en el
contexto y según las exigencias de la actividad apostólica que
se lleva a cabo, y a ella aportan un enorme valor». Volvemos
a afirmar esta «integración vital» entre los dos elementos que
influyen el uno en el otro y que mutuamente se enriquecen.
Compartiendo la afirmación del XX CGE: «Una comunidad
será salesiana, en la medida en que sea evangelizadora»
34. La vida de comunión con Dios y con los hermanos es el
fin del anuncio evangélico. Por eso es importantísimo para la
evangelización el testimonio de una vida de comunión porque
es una experiencia que anticipa, como semilla, la realidad que
es el objeto de la esperanza. En un momento en que la sociedad
y, en parte, también la Iglesia, en una especial situación de
cambio, sufren tensiones, conflictos y divisiones, «los religiosos
deben dar testimonio de ese hombre, al cual la adhesión vital
al propio fin, es decir al Dios viviente, realmente ha unificado
y abierto». Ese hombre nuevo es aquel que nace de Dios y de la
fraternidad. Y nosotros los Salesianos, recordamos en relación
con esto aquel clima particular de la primera comunidad en
torno a Don Bosco.
Al hablar de comunidad, no nos referimos solo a la comunidad
local donde las relaciones personales son más inmediatas, sino
también a la comunidad inspectorial, que tiene tareas mucho
más importantes en función de la fraternidad de las comunidades
locales y representa mejor que estas la complejidad de la
vocación y misión salesianas; e incluso a la comunidad total de
la Congregación, que hace presente nuestra hermandad como
comunidad especifica dentro de la Iglesia universal.

154
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

38. La apertura al don de la fraternidad lleva a otro


descubrimiento. «Don Bosco hacía notar muchas veces como
la practica sincera de los votos robustece los vínculos de la
caridad y la unión en el obrar. No solo eso. Observa que el vivir
intensamente los consejos evangélicos, librándonos de cuanto
pudiera ser de impedimento, facilita enormemente la práctica
de la caridad pastoral que debe animar nuestra entera misión,
dedicada esencialmente a los jóvenes necesitados».
La castidad consagrada, la pobreza, la búsqueda de la voluntad
del Padre en la obediencia, se manifiestan como servicio de
Dios en la sequela Christi y confieren a la comunión fraterna su
fuerza. Además, tienen un significado profético de testimonio
y de contestación evangélica para el mundo y para los jóvenes.
80. La actividad evangelizadora salesiana no se caracteriza
solamente partiendo de los destinatarios o por el típico modo
comunitario con que viene efectuada, sino también por la
particular organización de sus contenidos y objetivos y por el
estilo con el cual nos hacemos presentes entre los jóvenes.
Por eso los Salesianos de Don Bosco no pueden profundizar
adecuadamente en el sentido de su misión sin reflexionar en
plan operativo sobre el sistema educativo y pastoral que Don
Bosco nos ha legado como herencia preciosa.
Se diría que es un «aspecto central en la pastoral juvenil
salesiana», algo que pertenece a la esencia misma de nuestra
misión, «nuestro estilo de expresar la caridad pastoral». En
realidad puede considerarse como una síntesis de cuanto
Don Bosco ha querido ser, el núcleo del programa o proyecto
pedagógico-pastoral que él actuó y confió de modo especial a la
Familia Salesiana, el necesario término de comparación de las
modalidades y características de nuestra acción pastoral.

155
Esta llamada al «sistema preventivo» se hace tanto más urgente
hoy, cuando los miembros de la Congregación, esparcidos por
el ancho mundo, se encuentran frente a situaciones culturales
muy diversas en su misión de anunciar y testimoniar el
Evangelio y quieren ciertamente conservar la vital unión con el
Fundador y la unidad del espíritu, para precisamente lograr la
eficacia comunitaria de su vocación.
Hay que recordar, ante todo, que el sistema no indica solamente
un conjunto de contenidos que hay que transmitir o una serie de
métodos y procedimientos para comunicarlos; ni es pura pedagogía
ni es sólo catequesis. El «sistema preventivo» tal como ha sido
vivido por Don Bosco y sus seguidores, se presentó siempre como
rica síntesis de contenidos y métodos; de procesos de promoción
humana y a la vez, de anuncio evangélico y profundización de la
vida cristiana; en sus objetivos, en sus contenidos, en sus momentos
de actuación concreta, el sistema sugiere indisolublemente las tres
palabras con que Don Bosco lo definía: razón, religión, amor.
106. En el proyecto salesiano la acción educativa y pastoral tiene,
como objetivo esencial, una dimensión vocacional. Más aún,
el descubrimiento de la propia llamada, la opción libre y bien
pensada de un proyecto de vida constituye la meta y la coronación
de todo proceso de maduración humana y cristiana.
El mensaje evangélico, que reúne al pueblo de Dios es un
llamamiento comunitario; y para cada creyente, el acoger el
mensaje del Evangelio es acoger la llamada personal y asumir la
misión misma de la Iglesia según su particular vocación.
La pastoral vocacional será, pues, un servicio de evangelización,
con un particular acento sobre la ayuda y asistencia a cada fiel,
para que entre, con todo su ser personal y su libre elección, en el
plano de Dios.

156
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

121. El Oratorio, como «obra primera y típica” de la Congregación,


ha sido estudiado y propuesto repetidamente por los
Capítulos Generales y por otros documentos autorizados de la
Congregación. De modo particular los Capítulos Generales 19
y 20 han reflexionado sobre las condiciones externas e internas
que hoy influyen en la eficacia pastoral de los oratorios, y han
animado a los salesianos a un «relanzamiento» de los mismos
mediante la renovación de los ya existentes y la creación de
otros nuevos, incluso sacrificando presencias de otro tipo.
Al revisar la acción evangelizadora de estas presencias, y
acogiendo los datos nuevos aportados por los seis últimos años
de experiencia, el CG21 propone algunas orientaciones para
una metodología más adecuada a su función de evangelización
y crecimiento de la fe en los jóvenes.
128. La evangelización en la escuela y mediante la escuela,
además de la reflexión sobre los puntos concernientes al hecho
escolar y catequístico, implica la profundización de problemas
eclesiales y culturales como la relación entre evangelización y
cultura, entre cultura y sociedad, entre sociedad y escuela. Para
nosotros los salesianos, implica también una renovada atención
a las características de nuestra presencia en el ambiente escolar.
135. «Con el espíritu de caridad apostólica de nuestro
Fundador», los salesianos evangelizan a los jóvenes también
con la acción en las parroquias, entendidas como ambientes
y vías de evangelización, las cuales en el elenco de «nuestras
actividades y obras» ocupan un puesto preciso, bien trazado
en el documento 5.1 del CGE y sintéticamente recogido por el
artículo 31 de las Constituciones.

157
Capítulo General 23
5. Nuestra Congregación se ha movido solidaria con el mundo
(cf. Const. 7) y en comunión con la Iglesia (cf. Const.6), llevando
su pequeña historia al gran carril del camino de la humanidad.
El Capítulo General Especial centró su atención en nuestra
misión específica, e indicó dos condiciones para realizarla:
primera, dejarse guiar por el Espíritu para entender bien el
carisma del Fundador, partici¬par intensamente en la vida
de la Iglesia y captar las señales emitidas por los jóvenes en
la historia del mundo, cuya levadura escondida es el Espíritu
Santo; segunda, estar dispuestos a realizar con confianza
nuevos éxodos y opciones, ya que la juventud nunca aceptaría
una actitud de miedo ante la vida, de sospecha frente a la nueva
cultura o de escaso entusiasmo ante los grandes quehaceres que
se perfilaban.
14. En este espacio de tan vasto aliento, en esta misión de
posibilidades infinitas nos situamos los Salesianos tras las huellas
de san Juan Bosco, convencidos de que lo que triunfa sobre el
mundo (d. Un 5,4) es la fe y de que «la gloria de Dios es el hombre
viviente» (S. Ireneo). A la vida de los jóvenes queremos dedicar
nuestras energías, acogiendo la palabra del Señor: «He venido
para tengan vida, y la tengan abundante» (Jn 10, 10).
94. Educar a los jóvenes en la fe es, para el salesiano, trabajo y
oración. Es consciente de que trabajando por la salvación de la
juventud vive la experiencia de la paternidad de Dios (cf. Const.
12), que «precede a toda criatura con su providencia, la acompaña
con su presencia y la salva dando su propia vida» (Const. 20).
Don Bosco nos enseñó a reconocer la presencia operante de Dios
en nuestro quehacer educativo y a sentirla como vida y amor.

158
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

95. Creemos que Dios ama a los jóvenes. Tal es la fe que está en
el origen de nuestra vocación y que motiva nuestra vida y todas
nuestras actividades pastorales.
Creemos que Jesús quiere compartir su vida con, los jóvenes,
que son la esperanza de un futuro nuevo, y llevan dentro de sí,
ocultas en sus anhelos, las semillas del Reino.
Creemos que el Espíritu se hace presente en los jóvenes y que
por su medio quiere edificar una comunidad humana y cristiana
más auténtica. Él trabaja ya en cada uno y en los grupos: les ha
confiado una tarea profética para que la realicen en el mundo,
que es también el mundo de todos nosotros.
Creemos que Dios nos está esperando en los jóvenes para
ofrecemos la gracia del encuentro con él y disponemos a
servirle en ellos, reconociendo su dignidad y educándoles en la
plenitud de la vida.
La tarea educativa resulta ser, así, el lugar privilegiado de
nuestro encuentro con él.
96. En virtud de esta gracia, ningún joven puede quedar
excluido de nuestra esperanza y de nuestra acción, sobre
todo si sufre pobreza, derrota y pecado. Tenemos la certeza
de que en cada uno de ellos Dios ha depositado el germen de
su vida nueva.
Esto nos impulsa a procurar que sean conscientes de tal don y
a trabajar con ellos para que desarrollen ha vida en plenitud.
Cuando nuestra entrega parece alcanzar su objetivo, seguimos
creyendo que Dios procede nuestro sufrimiento como Dios de
la esperanza y de la salvación.

159
97. Nuestro compromiso de educar a los jóvenes en la fe
choca a menudo contra un obstáculo: a muchos jóvenes no
les llega ni nuestro mensaje ni nuestro testimonio. Entre
nosotros y la mayoría de ellos hay una distancia, que muchas
veces es física, pero que es sobre todo psicológica y cultural.
Eliminar distancias, hacemos cercanos, aproximarnos a ellos
es, por consiguiente, el primer paso. También aquí Don Bosco
es nuestro maestro. «Siento, queridos jóvenes -escribía desde
Roma en 1884- el peso de estar lejos de vosotros: el no veros ni
oíros me causa una pena que no podéis imaginar» (MB XVII,
107). Buscaba a los jóvenes: iba por calles y plazas; entraba en
obras y lugares de trabajo. Se acercaba a ellos y los invitaba a ir
a su oratorio.
Este amor y los gestos que lo acompañaban no pertenecían sólo a
un método pedagógico, sino que eran la expresión original de su
fe en el Señor y de su voluntad de anunciar a Cristo a los jóvenes
98. Ir y acercarse a los jóvenes donde se hallan, acogerlos
desinteresadamente y con solicitud en nuestros ambientes y
ponemos en atenta escucha de sus demandas y aspiraciones,
son para nosotros opciones fundamentales que preceden a
cualquier otro paso de educación en la fe.
99. El camino de la educación en la fe empieza con la valorización
del patrimonio que todo joven lleva dentro de sí, y que un
verdadero educador sabe descubrir con inteligencia y paciencia.
Utilizará oportunamente la razón y su sensibilidad pastoral para
desenterrar el deseo de Dios, a veces sepultado, pero no del todo
muerto en el corazón del joven. Pondrá en acción su carga de
comprensión y afecto procurando hacerse querer.
La acogida crea una circulación de recíproca amistad estima
y responsabilidad, hasta el punto de suscitar en el joven la

160
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

conciencia de que su persona tiene un valor y un significado que


supera cuanto él había imaginado. Esto pone en movimiento
sus mejores energías.
100. La acogida cala más hondo cuando lo que implica al joven
no es sólo una persona, sino todo un ambiente lleno de vida y
de propuestas. El paradigma de todos nuestros ambientes es el
oratorio: «casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que
encamina hacia la vida y patio donde se comparte la amistad y
la alegría» (Const. 40).
El ambiente oratoriano no es fundamentalmente una
estructura educativa específica, sino el clima que debe
distinguir a cualquier obra salesiana. Las relaciones marcadas
por la confianza y el espíritu de familia, la alegría y la fiesta
acompañadas por la laboriosidad y el cumplimiento del deber,
las expresiones libres y múltiples del protagonismo juvenil,
así como presencia amiga de educadores que saben hacer
propuestas que responden a los intereses de los jóvenes y al
mismo tiempo sugieren opciones de valores y de fe, constituyen
sus principales características.
A este clima se refiere Don Bosco con nostalgia en la carta de Roma
el año 1884, cuando pide que vuelvan «los días del afecto y de la
confianza entre jóvenes y [salesianos]... los días de los corazones
abiertos con toda sencillez... de la caridad y de la verdadera
alegría...» (MB XVII, 114; MBe XVII, 105).
Don Bosco supo crear ambientes donde aunaba educación y fe y
donde los jóvenes se hacían misioneros de sus compañeros. Por
esto, siempre fue exigente en la calidad educativa de sus ambientes:
no vacilante en tomar decisiones por dolorosas que fueran
con respecto a los chicos y colaboradores que -de algún modo
rechazaran abiertamente o comprometieran el clima educativo.

161
Así, en la íntima relación entre el encuentro personal con cada
joven por parte del educador y el rico estímulo del ambiente,
han fructificado en la historia salesiana realidades ejemplares
de santidad juvenil.
101. Un encuentro significativo o la acogida cordial en un
ambiente son la ocasión para comenzar un camino hacia la
fe o para seguir adelante en su itinerario. Entonces se pone
en marcha el corazón oratoriano del salesiano, su vivencia
personal de fe en Jesucristo y su capacidad pedagógica. En su
orientar hacia la fe, el estilo salesiano sigue algunos criterios.
102. El proceso educativo, en el que se trabaja para la promoción
total de la persona, es el espacio privilegiado en que se propone
la fe a los jóvenes. Tal orientación es decisiva para definir
características y contenidos del camino. En él se valorizan no
sólo los aspectos religiosos, sino también cuanto se refiere al
crecimiento de la persona, hasta llegar a su madurez.
103. Hay que trazar, pues, el camino teniendo en cuenta dos
referencias: el trabajo que los jóvenes deben hacer para formar
su personalidad, por una parte; y, por otra, el llamamiento
preciso de Cristo, que los invita a construirla según la revelación
que se manifestó en él.
La vida de los jóvenes es, a la vez, punto obligado donde partir
para un camino de fe, referencia continua en su desarrollo y
punto de llegada, cuando ha transformado y encauzado hacia
la plenitud en Jesucristo.
El anuncio de Jesucristo, renovado continuamente es el aspecto
fundamental de todo el camino; no es algo ajeno o yuxtapuesto
a la vivencia del joven. En dicha vivencia se hace camino, verdad
y plenitud de vida.

162
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Tenemos, así, un verdadero camino hacia la fe y un camino


preciso de fe, que parte de esta convicción: Jesucristo se
manifestó como el verdadero hombre, y sólo por él entra
plenamente en la vida todo ser humano. El camino tiende
definitivamente a asegurar consolidar el encuentro con él,
realizado en la comunidad eclesial y en una intensa vida
cristiana
104. Hay que tener en cuenta que se trata de un camino
educativo, que toma a los jóvenes en la situación en que se
hallan y se compromete a sostenerlos y orientarlos en sus
pasos hacia la plenitud de humanidad que les es posible.
Cabe, por tanto, recorrerlo también en situaciones donde
el anuncio explícito de Cristo resulta difícil, irrealizable, o
donde todavía hay que crear las condiciones mínimas para que
pueda ser escuchado. En semejante situación de precariedad,
la referencia al Evangelio hace de inspiradora, indicando
valores humanos auténticos y dando confianza al paciente y
silencioso testimonio de los educadores.
105. Precisamente en virtud de esta lógica, el camino pone en
el centro de la atención algunos aspectos.
a) Un camino que privilegia a los últimos y a los más pobres
El camino se adapta a los que tienen que comenzar: la opción
salesiana de privilegiar a los más pobres es condición previa
para dialogar con todos, incluso con quienes están menos
informados acerca del acontecimiento cristiano.
El lenguaje fácil e inmediato, un ambiente acogedor y el
estilo de trato familiar hacen accesible el misterio salvífico,
y resultan buena noticia e invitación para quienes están lejos.

163
El colocarse al lado de los últimos y de los más pobres no
determinará sólo el comienzo del camino, Mino también
cualquier etapa posterior, incluidas las finales.
A quien ya ha recorrido un tramo de camino no se le, puede
pedir que comience de nuevo; pero cabe invitarle a volver
siempre a las realidades, palabras y signos más sencillos y
fundamentales, a fin de sostener con su testimonio y acción el
caminar de quienes están comenzando.
106. b) que no acaba nunca
El camino no acaba nunca, avanza siempre hacia nuevas
metas. Sigue hasta los horizontes de donación y de santidad
que el Espíritu sabe mostrar a los jóvenes. La ejemplar
historia de Domingo Savio y Laura Vicuña es paradigma de
nuestra vivencia educativa, nos hace reconocer los frutos
extraordinarios que la vida de fe produce en los jóvenes.
Nuestra misión educativo pastoral tendrá, pues, carencias
cuando no seamos capaces de descubrir e nuestros ambientes
este don de Dios, o no estemos preparados para sostener una
respuesta generosa.

107. c) que se acomoda al paso de cada joven


Además de privilegiar a los pobres, últimos y lejanos y ofrecer
propuestas para los más adelantados, el camino requiere una
tercera sensibilidad: reconocer que cada joven tiene un paso
distinto de los demás que los resultados de las etapas no son
iguales para todos, y que, por consiguiente, el recorrido hay
que adecuarlo a cada caso. Si la fe es diálogo de amor de Dios y
con Dios, si es alianza propuesta por Dios en la vida concreta,
quiere decir que no existen clichés que puedan repetirse.

164
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Nosotros, constituidos por iniciativa del Espíritu en amigos de


Dios y de los jóvenes, procuramos prevenir, favorecer y seguir
sus palabras y sus gestos.
108. Los mismos fracasos educativos pueden ser un componente
de todo camino. No los vemos como algo accidental o dimensión
ajena al proceso educativo. Son parte integrante, y han de
asumirse con actitud de comprensión. En algunos casos son
fruto de las graves condiciones en que viven ciertos jóvenes.
109. Resulta, pues, evidente que el camino se ha de pensar como
único, porque única es la meta hacia la que avanza, únicas
las indicaciones ligadas a la naturaleza de la fe y constantes
algunas características de la vivencia juvenil.
Pero no es difícil comprender que hay que determinar
progresivamente itinerarios particulares, proporcionados a los
jóvenes que los recorren.
Los itinerarios se presentan precisamente como determinaciones
más detalladas de experiencias, contenidos y metas, según los
jóvenes y las situaciones particulares.

110. d) que se realiza en comunidad


Hay un aspecto que no podemos descuidar: la comunidad
educativa, formada en su conjunto por jóvenes y adultos.
Es el sujeto que hace el camino hacia la fe y de fe. No caben
distinciones como la siguiente: los jóvenes son únicamente
destinatarios de la propuesta, mientras que los adultos sólo
han de ser considerados sus autorizados elaboradores técnicos.
Semejante perspectiva llevaría todo esto al ámbito de unos
servicios profesionales desconectados de la vida. ¡Es san Pablo
en persona quien nos recuerda cómo se nos engendra a la fe!

165
El camino es único e implica a todos y siempre. Aunque interpela
a cada persona de cara a sus responsabilidades específicas ante
Dios, sin embargo la propuesta es apoyada por todos los que
reconocen en Jesucristo el fundamento y el sentido de la vida.
En la comunidad educativo-pastoral son educadores de los
jóvenes en la fe todas las personas, tanto las que desempeñan
tareas de educación y desarrollo humano como las que trabajan
más explícitamente en la vertiente de la fe.
Su mayor alegría es comunicarles las insondables, riquezas de
Cristo (cf. Const. 34). Todos los medios y actividades deben
confluir en servir a la misma persona, a fin de ayudarle a crecer
en la vida y en el encuentro con el Señor resucitado.
112. Todo trazado de camino queda definido siempre por el
punto al que se quiere llegar: la meta. Debemos tener claro
cuál es el tipo de hombre y creyente que hay que promover
en las circunstancias concretas de nuestra vida y sociedad,
convencidos de que también el Espíritu de Jesucristo lo va
plasmando a partir de una nueva creación.
113. Es la dirección que señalan nuestras Constituciones:
«Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción
integral del hombre, orientado a Cristo, el hombre perfecto.
Fieles a la idea.de nuestro Fundador, nuestro objetivo es formar
honrados ciudadanos y buenos cristianos» (Const. 31).
La primera idea de este texto subraya la configuración
sustancial a Cristo, Hijo y hermano que da su vida por todos y
es resucitado por el Padre. La segunda -«honrados ciudadanos y
buenos cristianos»¬ se orienta hacia la realización histórica del
tipo de cristiano llamado a vivir en la Iglesia y en la sociedad en
un tiempo preciso y en un espacio determinado.

166
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

114. Para decir esto, en muchos contextos se prefiere utilizar una


fórmula densa y expresiva: se habla de integración entre fe y
vida. Es la respuesta al reto más dramático y provocador de que
hemos hablado en otras páginas: la irrelevancia y la separación
entre fe, vida y cultura, que se manifiestan simultáneamente en
la sociedad y en las personas.
La meta que propone el camino al joven es construir su
personalidad teniendo a Cristo como referencia en el plano
de la mentalidad y de la vida. Tal referencia, al hacerse
progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la
historia como Cristo, a juzgar la vida como él, a elegir y amar
como él, a esperar como él enseña y a vivir en él la comunión
con el Padre y el Espíritu Santo.
Por la fecundidad misteriosa de esta referencia, la persona se
construye en unidad existencial: asume sus responsabilidades y
busca el significado último de su vida.
Situada en un pueblo de creyentes, logra con libertad vivir
intensamente la fe, anunciarla y celebrarla con alegría en la
realidad de cada día.
115. Como consecuencia, maduran y resultan connaturales
las actitudes humanas que llevan a abrirse sinceramente a la
verdad, a respetar y amar a las personas, a expresar su propia
libertad en la donación y en servicio. Es el ejercicio de la fe, la
esperanza y la caridad como estilo de vida. Mentalidad, vida
cotidiana y presencia en la comunidad: he ahí los tres campos
en que se mide la verdad del buen cristiano y del honrado
ciudadano.
El binomio salesiano subraya el valor de la dimensión
comunitaria, social y política de la fe y de la caridad, que lleva

167
a asumir responsabilidades precisas en la construcción de una
sociedad renovada.

116. Cuatro grandes áreas


El camino se ve como crecimiento progresivo hacia esa meta.
Por lo tanto, nos comprometemos en cuatro grandes aspectos
de la maduración cristiana, que vamos a llamar áreas.
Las podemos indicar esquemáticamente como crecimiento
humano hacia una vida que se deberá asumir como vivencia
religiosa;
- encuentro con Jesucristo, el hombre perfecto, que llevará a
descubrir en él el sentido de la existencia humana individual y
social: el Salvador del hombre;
- inserción progresiva en la comunidad de los creyentes, captada
como signo e instrumento de la salvación de la humanidad;
- compromiso y vocación en la línea de la transformación del
mundo.
Dentro de estas áreas, tendremos que:
- cultivar algunas actitudes, que habrán de revisarse con
frecuencia;
- individuar algunos núcleos de conocimientos imprescindibles
para comprender adecuadamente la vida cristiana;
- elegir experiencias capaces de favorecer el resultado, y
proponer actitudes y conocimientos.
158. El camino de educación en la fe revela progresivamente a
los jóvenes un proyecto original de vida cristiana y les ayuda a
tomar conciencia de él.

168
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

El joven aprende a expresar un modo nuevo de ser creyente


en el mundo, y organiza la vida en torno, algunas percepciones
de fe, opciones de valores y actitudes evangélicas: vive una
espiritualidad.
La investigación sobre una espiritualidad juvenil salesiana, idónea
para los tiempos nuevos, tuvo, en 1os capítulos generales especial
y veintiuno, momentos históricos de profundización. Ahora el
XXIII Capítulo General la relanza a las comunidades y entre los
jóvenes. La búsqueda sigue; pero la realidad viene de lejos.
La primera formulación aparece en el sueño de los nueve años:
«Hazte humilde, fuerte y robusto» (MB 1 125; MBe 1,116). Para
ello, Juanito Bosco recibirá en María una madre y maestra que
le acompañará en la misión juvenil.
Más tarde, en el ámbito de Valdocco, inspirad por Don Bosco,
florecen expresiones diversas de santidad y de vida en el Espíritu.
Las biografías de Domingo Savio, Francisco Besucco y Miguel
Magone describen la santidad juvenil del primer oratorio, que
reconocida oficialmente por la Iglesia, será ofrecida a toda
la juventud mediante la canonización de Domingo Savio y la
beatificación de Laura Vicuña.
Por otra parte, nuestra tradición siempre ha presentado el
sistema preventivo como proyecto de espiritualidad. En el
trinomio ‘razón, religión, y amor’, fundidos en una sola vivencia
por la gracia de unidad, se hallan el contenido y el método del
acompañamiento espiritual.
El Joven Cristiano [Juventud Instruida] y los Reglamentos escritos
para los alumnos de las casas salesianas transmiten, en el contexto
sencillo de la vida ordinaria, las líneas de la espiritualidad salesiana.
Salesiana no es, por tanto, el distintivo particular de un grupo;

169
señala la fuente carismática unida a la corriente espiritual del
humanismo de san Francisco de Saless, aplicado por Don Bosco
en el oratorio.
159. El protagonismo juvenil halló en Valdocco un espacio
amplio en todos los sectores de la vida, hasta el punto de que
los jóvenes fueron llamados por Don Bosco a ser cofundadores,
con él, de una nueva Congregación.
Por su parte, los jóvenes le ayudaron a iniciar, en la vida, de cada
día, un estilo de santidad nueva, acomodada a las exigencias
típicas del desarrollo del chico. Fueron, así, de algún modo
simultáneamente discípulos y maestros.
En todas las comunidades salesianas hoy, igual que ayer en el
oratorio de Don Bosco, el compromiso espiritual nace de un
encuentro que hace brotar la amistad, de la que manan la
referencia continua y la compañía buscada para ahondar en la
vocación bautismal, y el camino hacia la madurez de fe.
El dicho «quiero estar siempre con Don Bosco» (cf. MB V,
526; MBe V, 375; cf. también MB VI, 334-335; MBe VI, 257)
indica la opción de un modo particular de crecer en la vida
del Espíritu: la experiencia del vida cristiana es anterior a la
reflexión sistemática.
160. Poner al joven, con sus dinamismos interiores, en el centro de
la atención del educador y como criterio práctico para establecer
los itinerarios que hay que seguir, es la característica fundamental
de la espiritualidad juvenil: es una espiritualidad educativa.
Se dirige a todos los jóvenes indistintamente, pero: da la
preferencia a los más pobres. Asumir los retos de quienes están
lejos o son ajenos a la fe y la irrelevancia de ésta en la vida,
pide que los educadores acompañen y compartan la vida de los

170
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

jóvenes: «Amad lo que agrada a los jóvenes -repite Don Bosco a los
salesianos en la situación actual-, y los jóvenes amarán lo que es
del gusto de los superiores» (cf. MB XVII, 111; MBe XVII, 102).
La meta del trabajo del salesiano es hacer que los jóvenes
crezcan en plenitud, hasta «la medida de Cristo, el hombre
perfecto» (cf. Ef 4, 13. 15).

161. Núcleos fundamentales


Con objeto de ayudar a las comunidades en una lectura rápida
de la propuesta y estimuladas a una profundización posterior,
se ofrece una descripción de los núcleos de la espiritualidad
juvenil salesiana.

1. Espiritualidad de lo cotidiano
Lo cotidiano inspirado en Jesús de Nazaret (cf. Const. 12) es el
lugar donde el joven reconoce la presencia activa de Dios y vive
su realización personal.

2. Espiritualidad de la alegría y el optimismo


Lo cotidiano se vive con alegría y optimismo, sin por ello
renunciar al esfuerzo ni a la responsabilidad (cf. Const. 17 y 18).

3. Espiritualidad de la amistad con Jesucristo, el Señor


Lo cotidiano es recreado por el Cristo de la Pascua (cf. Const.
34), que da las razones de la esperanza e introduce en una vida
que halla en él la plenitud de sentido.

4. Espiritualidad de comunión eclesial


Lo cotidiano se experimenta en la Iglesia (cf. Const. 13 y
35), ambiente natural para crecer en la fe por medio de los

171
sacramentos. En la Iglesia encontramos a María Santísima (cf.
Const. 20 y 34), primera creyente, que precede, acompaña e
inspira.

5. Espiritualidad de servicio responsable


Lo cotidiano se les entrega a los jóvenes en un servicio (cf.
Const. 31) generoso, ordinario y extraordinario.

181. El camino de fe y la espiritualidad juvenil salesiana


asumen con seriedad el compromiso del joven que trabaja
por construirse una identidad conciliando dinámicamente los
impulsos de sus energías internas, los numerosos y variados
mensajes o propuestas que surgen del contexto y los horizontes
que le permite vislumbrar la hora actual.
La fe en Cristo se sitúa en el centro de esta tarea como fuente
de sentido, esperanza de vida futura, don de Dios y energía
que transforma la historia. El influjo de la fe en la vida, o su
irrelevancia práctica, se manifiestan hoy en algunos aspectos
de la existencia individual y de la cultura, que por ello resultan
su banco de pruebas.
No se trata de puntos particulares, sino de espacios donde se
concentran el significado, la fuerza y los aspectos conflictivos
de la fe. Vamos a ver tres de ellos.

1. Formación de la conciencia
186. Desde un punto de vista global, hay que educar en una
mentalidad de fe que no tema confrontarse con los valores,
sino que los dirija hacia contextos regidos por la ley humana
y por el Evangelio. Para lograrlo, convendrá tener en cuenta
algunas indicaciones. La primera es ayudar al joven a adquirir la

172
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

suficiente capacidad de juicio y de discernimiento ético. Debe


estar en condiciones de distinguir el bien del mal, el pecado y
las estructuras de pecado, la acción de Dios en su persona y en
la historia. Tender a un discernimiento de este género, como
eje de formación de la conciencia, significa también aclarar el
objetivo de toda la formación moral: hacerse capaz de ejercer
moralmente la propia autonomía y responsabilidad. Pero
conviene no olvidar que sólo se logra una conciencia cristiana
cuando se ayuda al joven a confrontar su vida con el Evangelio
y con el magisterio eclesial.
En el proceso educativo la apertura a la verdad objetiva es
condición previa para aceptar la palabra de Dios.
Es un reto que obliga al educador a ser fiel en presentar de
manera íntegra los principios morales, aun comprendiendo la
situación concreta de los jóvenes.
189. No siempre es fácil, sobre todo a los jóvenes, pasar de los
principios evangélicos a la concreción de la vida cotidiana. Se
necesita una catequesis que ayude a valorar la moralidad de los
gestos y comportamientos, para motivar la conciencia —último
criterio subjetivo del actuar— y para captar la relación entre
norma y fe, entre cultura y fe. El ambiente y el testimonio son
sus elementos determinantes.

2. Educación en el amor
195. El salesiano, atento en su labor educativa a favorecer
y promover la maduración de los jóvenes, siente hoy un
compromiso especial para educar en el amor. Está convencido de
que el misterio de Cristo, su vida y sus hechos, son propiamente
la revelación plena y normativa del amor auténtico.

173
La típica vivencia de Don Bosco y el contenido educativo
espiritual del sistema preventivo le orientan hacia algunas
opciones sencillas pero eficaces.
196. Como primera cosa, es fundamental crear alrededor de
los jóvenes, en todos los ambientes, un clima educativo rico
en intercambios comunicativo-afectivos. El sentirse acogido,
reconocido, estimado y querido es la mejor lección sobre el
amor. Cuando se debilitan los signos y gestos de familia, los
jóvenes fácilmente se alejan, no sólo de forma material, sino
también y sobre todo afectivamente.
197. La educación completa de la persona y el apoyo de la gracia
llevarán a chicos y chicas a apreciar los valores auténticos de la
pureza (respeto de sí mismo y de los otros, dignidad de la persona,
transparencia en las relaciones...) como anuncio del Reino y
como denuncia de cualquier forma de instrumentalización y
esclavitud.
198. Cuando la comunicación entre chicos y chicas se vive
como momento de enriquecimiento mutuo, abre diálogo y
a la atención hacia el otro. Hace descubrir la riqueza de la
reciprocidad, que llega hasta el nivel del sentimiento y de
la inteligencia, del pensamiento y de la acción. Nace, así, el
descubrimiento del otro, acogido en su ser y respetado en su
dignidad de persona.
199. Una educación adecuada, por tanto, hace captar la
sexualidad como valor que madura a la persona y como don
que se ha de intercambiar en una relación definitiva, exclusiva,
total y abierta a la procreación responsable.
200. El trato con personas que viven este amor tiene la fuerza
del testimonio. Ciertas actitudes nacidas de la donación y

174
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

gratuidad se intuyen y se asimilan con fuerza. El gozo de una


vocación vivida con convicción repercute en los jóvenes, y les
facilita una apertura seria y serena al amor que sabe aceptar las
exigencias que implica.
201. El testimonio del salesiano que vive de manera límpida y
gozosa su donación en la castidad hace comprender al joven la
posibilidad de vivir así el amor. El joven que camina a su lado se
preguntará por el Señor de la vida, que llena el corazón de una
criatura de modo tan total. Comprenderá que el amor resulta,
a título pleno, proyecto de vida que puede expresarse de mil
formas diversas.
El mismo servicio fraterno a los pequeños y a los pobres, así como
el contacto gradual y guiado con situaciones de sufrimiento,
educan para vivir un amor desinteresado.
202. Una catequesis cuidadosa hará comprender al joven la
realidad y las dimensiones de este amor; lo guiará hacia la
aceptación del proyecto de Dios, amor fuente de todo amor, y lo
preparará para vivirlo en el matrimonio cristiano

3. Dimensión social de la caridad


208 La comunidad salesiana tiene, pues, conciencia de que la
lucha contra la pobreza, la injusticia y el subdesarrollo forma
parte de su misión (cf. Const. 33), y se siente profundamente
implicada en ella según su carisma peculiar y el estilo de Don
Bosco: con inteligencia y realismo y, siempre, con caridad (cf.
CGE núm. 72).
Convencida igualmente de que una educación eficaz en la
dimensión social de la caridad constituye la verificación de su
capacidad de comunicar la fe, la comunidad salesiana procura,

175
ante todo, testimoniar la justicia y la paz ante los jóvenes y
promoverlas en todas partes. Por consiguiente, vive en profunda
sintonía con los grandes problemas del mundo y está atenta a
los sufrimientos del ambiente donde se halla.
En contextos de bienestar económico, sabrá orientar a los
jóvenes para que se sitúen frente a la sociedad, ayudándoles
sobre todo a descubrir el mundo oculto, pero no por ello menos
trágico, de las nuevas pobrezas y de sus causas estructurales.
Pero quienes más intensamente sienten este reto son las
comunidades que actúan en contextos de pobreza.
Aquí les corresponde motivar, mediante la educación, a los
jóvenes y a la gente del pueblo, para que sean protagonistas de
su propia liberación.
209. En este punto, nace la necesidad urgente de individuar
actitudes y proyectar iniciativas que ayuden a los jóvenes de
hoy a expresar con la vida la verdadera dimensión social de la
caridad.
La indicación más general es trabajar, en el camino de la
fe, para hacer resaltar el valor absoluto de la persona y su
inviolabilidad, que está por encima de los bienes materiales
y de toda organización. Aquí tenemos la clave crítica para
evaluar situaciones éticamente anormales (corrupción,
privilegio, irresponsabilidad, explotación, engaño) y hacer
opciones personales frente a los despiadados mecanismos de la
manipulación.
Cuando haya madurado esta personalización, será posible
jugarse la vida en lo social. Hay que apoyarla, valorizando la
originalidad de cada joven y su dimensión interpersonal. Debe
comprender realmente que, en la vida, su destino se realiza

176
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

junto a otras personas y en la capacidad de darse a ellas. Cuando


esta perspectiva queda interiorizada mediante motivaciones
cristianas profundas, se hace criterio de las relaciones con los
demás y fuente de tenaz compromiso histórico.

210. a) Entender la compleja realidad sociopolítica


La primera atención que hay que tener es acompañar a los
jóvenes en el conocimiento adecuado de la compleja realidad
sociopolítica. Nos referimos a un estudio serio, sistemático y
documentado. En dos niveles. Ante todo, en el de la realidad
del propio barrio, ciudad y nación: situaciones de necesidad,
instituciones, modalidades de ejercer el poder político y
económico, modelos culturales que influyen en el bien común.
Simultáneamente, hay que mirar al mundo, a sus problemas
y dramas y a los mecanismos perversos que en muchos países
agigantan las situaciones de sufrimiento e injusticia. Esta
seriedad de acercamiento debe ayudar a los jóvenes a evaluar
crítica y serenamente los diversos sistemas y los múltiples
hechos sociopolíticos.
Obviamente, la información no basta. Hay que orientar todos
los conocimientos parciales hacia la unidad de una síntesis
operativa: una fe-pasión que aliente con eficacia, en la verdad
y en la paz, a construir la civilización del amor. La enseñanza
social de la Iglesia se ofrece aquí como clave de lectura de la
realidad e indicación de las metas ideales a que tender.

211. b) Introducir a los jóvenes en situaciones que


piden solidaridad
Es posible y deseable ir más allá. Ayuda poco el mero análisis
de la realidad. Las comunidades que actúan en contextos de

177
pobreza y miseria trabajarán para que los jóvenes y el pueblo se
hagan responsables de su desarrollo, superando la resignación
con conciencia viva de la propia dignidad y haciéndose cargo no
sólo de su miseria, sino también de la de quienes están a su lado.
En cambio, para las comunidades que actúan en contextos de
bienestar, se tratará de introducir físicamente a los jóvenes en el
mundo de aquellos hombres y mujeres que reclaman solidaridad
y ayuda. Es el momento más delicado. El impacto con este mundo
debe purificarse de falsas curiosidades y emotividades.
No se trata sólo de hacer experiencia de un contexto, situación
o mundo problemático. El objetivo es llegar a las personas,
hacerse cargo de su drama humano. Así se ayudará a superar
cierta mentalidad de quien está dispuesto a servir a los pobres,
pero no a compartir su vida. La actitud espiritual se define,
entonces, por la estima y búsqueda de los valores que cada
uno lleva dentro de sí incluso en situaciones de degradación
personal. Es la etapa de escuchar, convertirse y compartir.

212. c) Responder con proyectos concretos de solidaridad


El impacto personal con los problemas y clamores del mundo
exige aprender, desde joven, a elaborar proyectos de solidaridad
precisos y concretos y a madurar formas de actuación social.
La educación sociopolítica no admite ingenuidades, sino que
requiere algunas atenciones de fondo:
- la superación, en los jóvenes, de actitudes superficiales, faltas
de aquella conciencia social en la que tanto insiste la enseñanza
de la Iglesia;
- la debida relación entre obras de caridad y obligaciones de
justicia (cf. AA 8);

178
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

- el análisis paciente para transformar las estructuras que


tienen y mantienen su peso en las situaciones;
- la elaboración de proyectos no hechos sólo para los pobres,
sino con ellos, de forma que, asumiéndolos, sean capaces de
administrar su propia vida.
Siempre y en todas partes —a ejemplo de Don Bosco, que
reivindicaba con fuerza el alcance social de su obra— es
necesario educar a los jóvenes para que se esfuercen por
implicar a los responsables en los niveles social, político
y religioso. Sólo así los proyectos podrán ser ejemplares y,
ocasionalmente, imitados y multiplicados.

213. Solidaridad cimentada en el Evangelio y en la fe


Cada una de las etapas descritas nos pide que ayudemos a los
jóvenes a reforzar las motivaciones de fe.
Educar en la solidaridad es hacer comprender que la caridad
debe ser expresión de un encuentro con Cristo. De ahí la
importancia de la escucha y adhesión profunda a la palabra
de Dios y de la oración, mediante las cuales los jóvenes se
encaminan hacia la construcción de sí mismos antes que hacia
la de los demás, y evitan el peligro del activismo y eficientismo.
El sólido arraigo en la enseñanza de la Iglesia les dará luz para
orientar su acción hacia metas y modalidades inspiradas por
el amor cristiano.
Sin eludir las exigencias de participación política
214. Las iniciativas con que madurar esta sensibilidad y
formación de los jóvenes pueden referirse a diversos espacios:
al territorio en que se vive, a los países en vías de desarrollo
donde sea posible emplear energías y tiempo, y a la animación

179
de ambientes juveniles.
Pero hay un aspecto en el que los salesianos estamos llamados
a actuar con convicción: el de encaminar a los jóvenes hacia
el compromiso y la participación en la política, es decir, hacia
la «compleja y variada acción económica, social, legislativa,
administrativa y cultural destinada a promover orgánica e
institucionalmente el bien común» (ChL 42). Este ámbito lo
tenemos un poco descuidado y olvidado. Quizá se teme tropezar
con formas de colaboración o caer en los complejos mecanismos
de la competencia electoral, o ser infieles a nuestro modo de
participar en el compromiso de la Iglesia por la justicia y la
paz (cf. Const 33). No por ello deja de ser un reto que hemos de
aceptar y un riesgo que tenemos que correr. Las comunidades
juveniles más vivas sabrán pedir a sus mejores miembros también
este servicio, en nombre de la dimensión social de la caridad.
Al principio será un compromiso limitado, restringido al propio
barrio y ciudad; sucesivamente irán descubriéndose otros
cauces. Este objetivo servirá asimismo para favorecer en los
jóvenes una actitud positiva hacia la realidad política y para
abrirse a la confianza de que, también en este nivel, es posible
cambiar cosas y situaciones.
La caridad evangélica, hecha proyecto concreto, seguirá así
trazando en la historia nuevos caminos de justicia.

Capítulo General 24
53. Nuestra misión requiere hoy la convocación de todas las
fuerzas de la Familia Salesiana y del vasto movimiento de
personas que giran en torno a san Juan Bosco, para afrontar
estratégicamente el actual momento sociocultural y religioso,

180
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de valor pluriforme, con un servicio adecuado en el contexto


de la comunidad civil local y de la Iglesia particular, lugares
ordinarios de la acción educativa.
La relación entre SDB y seglares favorece el crecimiento del
religioso como signo profético de la novedad del Reino: su
consagración da testimonio de la supremacía de Dios y celebra
el amor del Padre en el corazón del hombre y en la historia.
Dicha relación produce en el salesiano un cambio de mentalidad
y le abre a un nuevo estilo de comunión y participación.
De los salesianos dicen los seglares que desearían sentirlos más
cercanos, más solícitos en la animación y coordinación y más
atentos a su acompañamiento.
Los jóvenes piden con insistencia que el salesiano los inicie en
los problemas de la vida y los abra a la zona y a la Iglesia local,
asociándolos a su misión con espacios de corresponsabilidad.
También la presencia de la mujer ayuda a los salesianos, no
sólo a entender el universo femenino, sino también a vivir una
relación educativa más plena: el hombre y la mujer hacen que
el joven —él y ella— descubra su identidad personal y acepte
como enriquecedor lo que tiene de específico para ofrecerlo
como don en la reciprocidad.
Los salesianos jóvenes reciben un apoyo más eficaz cuando,
desde la formación inicial, se les orienta a experiencias de
colaboración con seglares, tanto en el terreno práctico, como
en la confección del proyecto educativo-pastoral.
54. El hecho de estar juntos en algunos momentos importantes y de
dar más cabida al encuentro y a la participación robustece el espíritu
de familia, favorece la reciprocidad e intensifica la colaboración.

181
Se impone, pues, un nuevo estilo de comunicación, si queremos
ser eficaces ante retos tan complejos como la inculturación, los
nuevos contextos y la condición juvenil.
La apertura al diálogo, a lo nuevo, a la riqueza y dones de
nuestros colaboradores aumentará la capacidad de dar nuevas
respuestas.
Este estilo nuevo estimula al seglar a asumir responsabilidades en
la misión. El compromiso lleva, sobre todo entre los jóvenes, a hacer
un discernimiento vocacional y a optar por la vida de consagración.
Gracias a tales estímulos, el salesiano comprende que es signo
de la supremacía de Dios en la vida, profecía del Reino, testigo
de comunión, agente de salvación entre los jóvenes y guía de
vida espiritual.
Ya lo decía don Egidio Viganò al convocar el XXIV Capítulo
General: “Afrontar el tema de los seglares significa hablar a la
comunidad salesiana de sí misma, de plantear de nuevo sus
servicios y tareas y de su modo de ser y obrar... El testimonio
de fidelidad al don de Dios, recibido y encarnado por una
comunidad más atenta a las exigencias y a la corresponsabilidad
de los seglares, compromete en la vertiente de la identidad: la
supremacía de la espiritualidad”.
55. La misión, la inculturación, el diálogo y la comunicación
exigen un nuevo estilo de formación, para afrontar el contexto
que nos rodea, responder a los jóvenes y ser corresponsables
con los seglares en la misión.
Lo primero que piden los seglares es que se haga un plan de
formación con vistas a su preparación espiritual y carismática.
En segundo lugar dicen que la formación en la comunión y
participación debería hacerse en común.

182
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Juntos se ha de afrontar la condición juvenil, que ha cambiado;


juntos se va a los amplios contextos plurirreligiosos y
pluriculturales; juntos se vive la fecundidad de la comunidad
educativo-pastoral y la eficacia del proyecto educativo-pastoral;
juntos se buscan espacios nuevos, tales como el voluntariado u
otras experiencias significativas.
Cada vez es también mayor la convicción de que el campo del
trabajo cotidiano es lugar del crecimiento auténtico: la red de
relaciones que se entablan en una comunidad educativo-pastoral
viva y operante es lugar de intensa formación permanente,
que abarca los aspectos humanos, pedagógicos y salesianos.
Estas relaciones transmiten mensajes, capacitan para nuevos
lenguajes, favorecen una escucha más atenta del mundo y la
cultura juvenil, especialmente cuando la comunidad educativo-
pastoral cultiva el protagonismo de los jóvenes.

Convocación de los seglares

162. Motivos
Antaño las tareas de animación de la comunidad educativo-
pastoral las asumía casi exclusivamente la comunidad salesiana.
Hoy ésta debe llamar a los seglares a desempeñar papeles de
animación y responsabilidad.
Tal opción por parte de los salesianos se debe a varios motivos:
— antropológicos: en cuanto que la educación es una acción
secular, compartida incluso por quien tiene una referencia
religiosa distinta;
— eclesiológicos: en cuanto que todos los bautizados están
llamados a tomar parte en la misión evangelizadora de la
Iglesia; — carismáticos: en cuanto que los seglares expresan

183
mejor la dimensión secular de la misión de san Juan Bosco,
enriqueciendo así la propuesta educativo-pastoral;
— profesionales, educativos y pastorales: en cuanto que muchos
seglares tienen competencias y capacidades de carácter
profesional, educativo y pastoral.
Por tanto, es preciso saber con qué criterios se llama a los
seglares para que asuman la animación y la responsabilidad en
la comunidad educativo-pastoral. Si pertenecen a la Familia
Salesiana, le será más fácil a la comunidad salesiana confiarles
tareas de animación, incluso en ámbitos de dirección.

163. Tipología
Los seglares que entran en contacto con nosotros y que, por los
motivos más variados, se asocian a nuestra misión educativa y
evangelizadora, presentan una realidad múltiple:
— según los ambientes donde trabajan (oratorios, centros
juveniles, escuelas y colegios, parroquias, misiones, obras
sociales),
— según los cargos que desempeñan (animadores, catequistas,
profes profesores, personal dirigente y auxiliar, entrenadores
deportivos, padres, voluntarios y otros),
— según su grado de pertenencia, compromiso, implicación y
responsabilidad en la misión.
Para facilitar la comunión y el compartir el espíritu y la
misión de san Juan Bosco, que tiene lugar en contextos y
situaciones muy distintas, el XXIV Capítulo General indica
algunos criterios sobre aspectos fundamentales para la misión
salesiana, así como los principales requisitos de las personas
que se implican o quieren implicarse en ella.

184
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

164. Criterios
Los valores humanos, sociales, culturales y religiosos necesarios
para cumplir el programa de san Juan Bosco de formar
“buenos cristianos y ciudadanos honrados”, deben vivirlos
personalmente los seglares educadores, si quieren presentarlos
a los jóvenes con credibilidad.
Tales valores son el cuadro de referencia de los criterios que se
indican a continuación:

Criterios básicos
Los principales requisitos que se piden al seglar que se acerca a
la misión salesiana, cada uno según sus posibilidades, tienden
a valorar su sensibilidad y su capacidad de inserción en ella.
Entre los rasgos más significativos sobresalen:
— la coherencia personal, de modo que sean para los jóvenes punto
de referencia educativa, sobre todo en los valores de su vida seglar;
— la actitud educativa y la sensibilidad por la condición
juvenil, especialmente de los más pobres;
— la simpatía por san Juan Bosco y su método de educación;
— la apertura a la transcendencia y el respeto de la diversidad
religiosa y cultural.

Criterios de crecimiento
La progresiva implicación y la asunción de responsabilidad
exigen el crecimiento gradual del educador seglar en las áreas
indicadas por el “criterio oratoriano”. Tales áreas se refieren a:
— la madurez humana: equilibrio afectivo, relaciones
educativas con estilo de familia, capacidad de vivir y trabajar

185
con otros, fuerte voluntad ética, sensibilidad por los valores
sociales, disponibilidad para la formación permanente; —
la competencia educativa: motivación vocacional positiva,
adecuada preparación profesional, apertura cordial a las
personas —sobre todo jóvenes—, sensibilidad pastoral, aptitudes
para el estilo de animación;
— la identidad salesiana: atención preferente a los jóvenes más
necesitados, progresivo conocimiento y práctica del Sistema
Preventivo, presencia concreta entre los jóvenes, disponibilidad
para vivir el proyecto local;
— el testimonio cristiano: voluntad de coherencia en la fe,
participación en la vida eclesial y respeto hacia los valores de
las demás religiones y culturas.

165. Modalidades de realización


La diversidad de contextos y situaciones en que actúan los
salesianos y los seglares sugiere la necesidad de dejar a cada
Inspectoría la tarea de adaptar los mencionados criterios y de
explicitar más el contenido y los métodos.
De todas maneras, para facilitar los procesos de formación
conviene tener en cuenta tres puntos:
* crear un ambiente que:
— ponga en el centro a la persona, valore lo específico de cada
uno, favorezca el espíritu de compartir y estimule la capacidad
de trabajar con otros;
— viva y manifieste el “corazón oratoriano” de san Juan Bosco;
— eduque en la justicia y en el respeto de la ley, inspirándose en
la doctrina social de la Iglesia;

186
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

* hacer una propuesta que:


— implique, en el espíritu y la misión de san Juan Bosco, a todas
las personas que se acercan a él. Esto exige:
. la cercanía y el testimonio gozoso por parte de la comunidad
salesiana;
. la apertura de espacios de participación y corresponsabilidad;
. la atenta selección de los educadores por parte del equipo
dirigente local, dando la preferencia, en igualdad de condiciones,
a los seglares de la Familia salesiana;
* atender a un acompañamiento que:
— ayude al seglar a profundizar y compartir las motivaciones
vocacionales de la vida y del trabajo, sobre todo durante el
período de prueba;
— lo implique de lleno en la comunidad educativo-pastoral con
itinerarios de formación en común;
— lo haga elemento activo de unión entre la obra salesiana y la
zona;
— lo lleve a un conocimiento real de las distintas vocaciones en
la Familia Salesiana.

4. Presencia femenina en la comunidad educativo-


pastoral
166. La presencia de la mujer en muchas de nuestras obras es,
como destinataria y como corresponsable de la educación, un
hecho.
A esto se añaden dos elementos:
— el relieve que va adquiriendo la feminidad en nuestra cultura,

187
— el compromiso, que supone la coeducación, de ofrecer
modelos de identificación masculinos y femeninos.
Por otra parte, se siente la importancia de seguir fieles a la
opción de san Juan Bosco, claramente orientada hacia la
juventud masculina.

Capítulo General 25
37. «Cerca o lejos, yo pienso siempre en vosotros. Uno solo es mi
deseo: que seáis felices en el tiempo y en la eternidad.... Siento,
queridos míos, el peso de estar lejos de vosotros, y el no veros ni
oíros me causa una pena que no podéis imaginar... Sois el único y el
continuo pensamiento de mi mente .. Este sentimiento del corazón
paterno de Don Bosco, releído hoy por nosotros, Salesianos del
Tercer Milenio, es una llamada urgente a soñar y a proyectar
con esperanza, fieles al «criterio oratoriano» , nuestra presencia
entre los jóvenes: una presencia hecha de cercanía afectiva, de
participación, de acompañamiento, de animación, de testimonio,
de propuesta vocacional con el estilo de la asistencia salesiana.
Tras las huellas de Don Bosco, queremos responder a la
llamada de Jesús para ser, en la Iglesia de hoy, signo profético
y portadores gozosos del amor del Padre a los jóvenes. Dios
nos llama a ser una comunidad no solamente para los jóvenes,
sino con los jóvenes; «reafirmando nuestra preferencia por
la juventud pobre, abandonada y en peligro». Los jóvenes, a
quienes abrimos nuestro corazón salesiano, nos piden que
acojamos sus peticiones: quieren que abramos de par en par
con sencillez y familiaridad nuestras puertas y que salgamos
a su encuentro, que compartamos su vida caminando juntos,
que comprendamos sus valores, acojamos sus preocupaciones y
sepamos ofrecerles espacios de participación.

188
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Por esto, nos empeñamos en despertar en los jóvenes la


búsqueda de sentido y en ayudarlos a encontrar una respuesta:
nos proponemos ser escuela de vida, que suscita interrogantes
y da razones de esperanza, vive y celebra la presencia de
Cristo Resucitado, comunica la propia experiencia de fe y
forma discípulos, acompañando su crecimiento «para que
desarrollen su propia vocación humana y bautismal, mediante
una vida diaria progresivamente inspirada y unificada por el
Evangelio».
Animados por la caridad del Buen Pastor, teniendo a
María como Madre y Maestra, buscamos con confianza un
proyecto educativo pastoral común y una metodología que
sepa introducir en la educación los valores del Evangelio, y
que preste atención a los procesos educativos más que a las
actividades, a las personas más que a las estructuras, y a la
fraternidad más que a la función.
La pasión por Dios y por los jóvenes nos impulsa a ser «casa y
escuela de comunión», viviendo nuestra vocación que irradia
alegría y promueve participación, que es capaz de suscitar
numerosas fuerzas apostólicas, con las cuales compartimos el
espíritu y la misión de Don Bosco en la Iglesia local y en la
zona: los seglares de la CEP, los Grupos de la Familia Salesiana,
los jóvenes más comprometidos.

D. Orientaciones operativas
Hemos individualizado un conjunto de orientaciones operativas
que ayudarán a la comunidad a responder a los desafíos y a
construir una presencia salesiana según la llamada de Dios.

189
46. Presencia que acoge y construye comunión
La comunidad salesiana es una comunidad fraterna y
apostólica, inspirada en el criterio oratoriano de Don Bosco.
Con nuestra presencia animadora entre los jóvenes y los
seglares, construimos comunión y promovemos la misión que
todos deben sentir como única y común.
La comunidad replantea su presencia entre los jóvenes para que
sea directa, acogedora y, gratuita:
• organizando la vida y las estructuras de la comunidad
en torno a la presencia de los jóvenes, revisando horarios
de vida y de oración, para crear un ambiente que atraiga y
facilite el contacto directo con ellos;
• recuperando el valor de la asistencia salesiana, para
que no sólo estemos para los jóvenes sino con los jóvenes,
privilegiando las tareas propias de nuestra responsabilidad
carismática;
• haciendo visible la comunidad salesiana entre los jóvenes,
abriéndola a la acogida y a la convivencia para cuantos
desean conocer más de cerca nuestra vida;
• poniendo en marcha iniciativas adecuadas para ir al
encuentro, de modo particular, de los jóvenes marginados.
La comunidad salesiana se convierte en fermento de
comunión entre los jóvenes y los seglares:
• programando y revisando las líneas esenciales de la
acción educativa pastoral en el proyecto comunitario, para
garantizar la unidad de la acción, la convergencia de los
criterios y la armonía entre las personas;

190
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

• programando y evaluando el PEPS, según una metodología


que facilite la corresponsabilidad de cuantos, bajo diversas
formas, comparten la misión educativa;
• ahondando en el empeño de la formación conjunta, entre
Salesianos y seglares, mediante procesos adecuados que
promuevan la comunión de criterios y de objetivos, y el sentido
orgánico de nuestra acción;
• viviendo con más profundidad la espiritualidad salesiana
entre los jóvenes y los seglares, y asegurando espacios y tiempos
para las relaciones personales y para compartir el espíritu
salesiano;
• cuidando con atención particular la pedagogía de ambiente.
La comunidad se hace presencia animadora en la zona:
• prestando mayor atención a los nuevos espacios de encuentro
de los jóvenes;
• promoviendo la colaboración con los diversos Grupos de la
Familia Salesiana, como camino para asumir la mentalidad de
la responsabilidad común en la misión juvenil;
• colaborando con instituciones eclesiales y civiles en el campo
de la educación, de la pastoral juvenil y de la comunicación
social;
• procurando una mayor inserción en contextos multiculturales
y plurirreligiosos, mediante el conocimiento de las lenguas, el
diálogo y las experiencias de comunidades internacionales;
• confrontándose y dialogando con la cultura juvenil del lugar
en que trabaja.

191
47. Presencia que educa y evangeliza
En la variedad de los contextos, la comunidad salesiana se hace
anuncio profético con la propia vida y acción y hace crecer
una presencia que educa y evangeliza; crea ambientes de fuerte
carga espiritual, toma conciencia de la realidad de la pobreza y
promueve proyectos y procesos de crecimiento para los jóvenes.
En un contexto secularizado, la comunidad salesiana favorece la
creación de ambientes de fuerte carga espiritual:
• proponiendo y viviendo momentos de intensa experiencia
espiritual con los jóvenes: Eucaristía, Reconciliación, lectio divina,
oración, encuentros, retiros;
• implicando a la CEP en la programación, la ejecución y la
evaluación de los procesos de educación y de evangelización,
buscando la coherencia de vida y el compromiso por el Reino;
• prestando en la CEP una atención especial a la formación de
jóvenes empeñados en la acción civil y eclesial, para promover
una sociedad más justa y solidaria de acuerdo con la inspiración
cristiana;
• participando en momentos de encuentro del MJS y valorizando
los grupos como espacio privilegiado para realizar itinerarios de
espiritualidad y de apostolado juvenil;
• favoreciendo la participación activa de los jóvenes más
maduros, para hacerlos protagonistas de la evangelización de sus
compañeros.
En un mundo globalizado, la comunidad salesiana toma conciencia
de la realidad de la pobreza y de la injusticia y se compromete a
educar y evangelizar con metodologías apropiadas a los jóvenes
que viven tanto en contextos de pobreza como de bienestar:

192
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

• asumiendo un estilo de pobreza y de participación solidaria


con los jóvenes;
• asegurando la trasparencia económica y la justicia en las
relaciones de trabajo dentro de la CEP;
• estudiando con los jóvenes los elementos esenciales de
la doctrina social de la Iglesia, para que sepan insertarse
responsablemente en la sociedad;
• ofreciendo propuestas de calidad para educar en la justicia
y en la solidaridad a los jóvenes, tanto a quienes viven en
contextos de pobreza, como a quienes disfrutan de bienestar,
mediante la búsqueda de las causas de la injusticia y con vistas
a asumir compromisos concretos.
En una cultura compleja y fragmentada, la comunidad salesiana
se compromete a trabajar con proyectos y a pasar de una
pastoral de actividades a una pastoral de procesos:
• superando la visión que reduce la pastoral a un sector de nuestra
acción o a una actividad específica de formación religiosa;
• madurando una concepción de pastoral que comprenda
la totalidad de los contenidos, de las intervenciones y de la
metodología; el respeto de los ritmos de maduración de los jóvenes;
la atención a las diversas áreas de crecimiento;
• asumiendo la mentalidad del trabajo en equipo para superar la
visión sectorial en el desarrollo de actuaciones y cargos;
• comprobando la asimilación del CG23 en lo que se refiere a la
educación integral de los jóvenes y de la programación y realización
de los procesos educativos y pastorales;

193
• abriéndose a formas de educación y de evangelización que
valoren la comunicación social como nuevo espacio vital de
convocatoria y de encuentro de los jóvenes.

48. Presencia que acompaña y se hace propuesta


vocacional
La comunidad salesiana promueve la opción vocacional del
joven a través de su testimonio de vida; anima la comunidad
educativo-pastoral para que sea lugar de crecimiento
vocacional del joven; pone en práctica una metodología de
acompañamiento y de propuesta vocacional.
La comunidad salesiana toma a pecho su papel en el proceso de
crecimiento vocacional y de acompañamiento del joven:
• dando testimonio en comunidad de la propia vocación de
Salesiano sacerdote y de Salesiano coadjutor, de modo visible,
gozoso y atrayente;
• compartiendo con los jóvenes algunos momentos de la vida
de comunidad: la fiesta, la amistad, la mesa, la oración, nuestra
historia, los proyectos, el compromiso misionero;
• favoreciendo experiencias de voluntariado, como oportunidad
válida de orientación y discernimiento vocacional;
• ofreciendo un plan explícito de acompañamiento y de
propuesta vocacional en el ámbito local, que armonice las
diversas experiencias de forma orgánica, implique y capacite a
los hermanos para el acompañamiento espiritual, y valorice la
presencia de los hermanos jóvenes;
• prestando atención particular a la figura del Salesiano
coadjutor.

194
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

La comunidad salesiana anima la CEP como lugar privilegiado


del acompañamiento y de la opción vocacional del joven:
• haciendo de la CEP una verdadera comunidad de fe, que
promueva la comunión entre las diversas vocaciones y desarrolle
una formación religiosa de calidad;
• creando un clima de familia y de acogida,
• participando en el MJS, mediante el cuidado de los animadores,
la opción por itinerarios adecuados de fe, la propuesta de
experiencias de apostolado y de servicio misionero;
• organizando un equipo de animadores en el ámbito de la CEP,
abierto a la Familia Salesiana, que motive, estimule y acompañe
experiencias de sensibilización y de compromiso según la
multiplicidad de las vocaciones;
• animando, a partir de la CEP, una adecuada pastoral familiar,
sobre todo para aquellos padres que tienen hijos empeñados en
el camino de la fe y en situación de discernimiento vocacional.
La comunidad salesiana pone en práctica la metodología del
acompañamiento y de la propuesta vocacional:
• animando un proceso vocacional que armonice los distintos
componentes: el testimonio de valores evangélicos en el seno
de la CEP; la presencia del Salesiano entre los jóvenes; la
propuesta explícita de acompañamiento; el camino formativo; la
experiencia de Dios vivida en el servicio; la decisión vocacional;
• promoviendo iniciativas que aseguren la continuidad del
proceso: diálogo con los educadores; grupos de búsqueda
vocacional según franjas de edad; acompañamiento vocacional
de los jóvenes mayores; formación de los animadores en su
proceso de discernimiento vocacional;

195
• revalorizando los elementos de la tradición pedagógica
salesiana: vida de grupo, coloquio personal, dirección espiritual,
discernimiento vocacional;
• proponiendo, para el crecimiento vocacional del joven, algunas
experiencias espirituales típicamente salesianas: el compromiso
por la Iglesia, la oración personal, la participación asidua en los
sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación, el amor a
María Auxiliadora y a Don Bosco.

Capítulo General 26

1. Volver a Don Bosco


Escuchando al Espíritu nos sentimos llamados a volver a Don
Bosco como guía seguro para caminar siguiendo a Cristo con una
pasión ardiente por Dios y por los jóvenes, sobre todo los más
pobres.
Volver a Don Bosco significa amarlo, estudiarlo, imitarlo, invocarlo
y hacerlo conocer, aplicándose al conocimiento de su historia
y al estudio de los orígenes de la Congregación, en constante
escucha de las esperanzas de los jóvenes y de las provocaciones
de la cultura actual. La riqueza de las fuentes y de los estudios
salesianos que ahora tenemos disponibles nos permite profundizar
las motivaciones que le llevaron a determinadas opciones, las
metas y los proyectos que gradualmente se fueron concretando
en su acción, la síntesis original de pedagogía y pastoral que él
logró inspirándose en San Francisco de Sales. Estas oportunidades
nos interpelan en particular para descubrir la rica humanidad,
que le hacía inmediatamente amigo de los jóvenes, y la profunda
espiritualidad, que lo impulsaba cada día a dedicar su vida a la
mayor gloria de Dios y a la salvación de las almas.

196
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Volver a Don Bosco significa también profundizar las múltiples


expresiones de la transmisión del carisma en los contextos
culturales de los diversos países y valorizar la aportación de la
experiencia vital de tantas generaciones de salesianos, entre
los que sobresalen algunas figuras luminosas de santidad. Esto
permite a los hermanos en cada Región redescubrir la riqueza
de la tradición recibida y sacar de ella inspiración para una
inculturación auténtica del carisma.

2. Volver a los jóvenes


Volver a Don Bosco significa “estar en el patio”, es decir, estar
con los jóvenes, especialmente los más pobres, para descubrir
en ellos la presencia de Dios e invitarlos a abrirse a su misterio
de amor. Don Bosco vuelve entre los jóvenes de hoy a través del
testimonio y la acción de una comunidad que vive su espíritu,
animada por la misma pasión apostólica. Él recomienda a
todo salesiano encontrar a los jóvenes con alegría en su vida
cotidiana, comprometiéndose a escuchar sus llamadas, a
conocer su mundo, a animar su protagonismo, a despertar su
sentido de Dios y a proponerles itinerarios de santidad según
la espiritualidad salesiana. Es siempre Don Bosco quien nos
pide afrontar con audacia los desafíos juveniles y dar respuestas
valientes a la crisis de educación de nuestro tiempo, realizando
un vasto movimiento de fuerzas en beneficio de la juventud.
En el sueño de los nueve años, Don Bosco recibió a María como
madre y maestra y se dejó guiar por ella en la misión juvenil. Por
esto, también nosotros la sentimos presente en nuestras casas
y la proponemos a los jóvenes como modelo espiritual y ayuda
en su crecimiento.

197
3. Identidad carismática y pasión apostólica
Profundizando el itinerario espiritual de Don Bosco y reviviendo
hoy su pasión apostólica, nos sentimos llamados a hacer
resplandecer la fascinación de su carisma, a mostrar su belleza,
a comunicar su fuerza de atracción. Esto nos compromete a
desarrollar un testimonio visible y creíble de nuestra vocación, un
radical seguimiento de Cristo, un fuerte sentido de pertenencia
a la Iglesia, a la Congregación y a la Familia Salesiana, una clara
percepción de nuestra identidad espiritual y pastoral. Sin una
propuesta carismática, cautivadora y comprometedora, es difícil
el proceso de identificación vocacional.
Todo salesiano está llamado a mirar al corazón de Cristo, buen
pastor y apóstol del Padre, y a ponerse en su seguimiento, tras
el ejemplo de Don Bosco, con un estilo de vida obediente, pobre
y casto. De este modo se dedica a los jóvenes con generosidad,
vive con alegría su vocación en la comunidad y encuentra así el
camino de la santidad.
Don Bosco, que entrega las Constituciones a Don Juan Cagliero,
antes de partir para la Patagonia, nos indica el modo para construir
hoy la “copia en limpio” de la Congregación: ser fieles a él a través
de la observancia convencida de nuestra Regla de vida. Y la cruz
que se nos entrega en la profesión perpetua, con las imágenes que
lleva impresas, nos invita a consumir la vida con los jóvenes y para
los jóvenes hasta el último aliento, asumiendo la invitación de
Don Bosco a todo salesiano: trata de hacerte amar.

23. Comunidad evangelizada y evangelizadora


“El término evangelización tiene un significado muy rico. En
sentido amplio, resume la entera misión de la Iglesia: en efecto,
toda su vida consiste en realizar (…) el anuncio y la transmisión

198
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

del Evangelio, que es ‘potencia de Dios para la salvación de


todo el que cree’ (Rm 1,16) y que en última esencia se identifica
con Jesucristo (cf. 1 Cor 1,24). (…) En todo caso, evangelizar
significa no sólo enseñar una doctrina, sino anunciar al Señor
Jesús con palabras y acciones, es decir, hacerse instrumento
de su presencia y acción en el mundo” (Congregación para la
Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de
la evangelización, n. 2). Insertos en la Iglesia y guiados por el
Espíritu, trabajamos por la llegada del Reino de Dios, “llevando
a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el
desarrollo del orden temporal” (Const. 31
La fuente de toda la obra de evangelización está en el encuentro
personal con Cristo. Tal experiencia es para nosotros un evento
cotidiano que se renueva en la escucha de la Palabra de Dios, en
la participación en el misterio pascual a través de la liturgia y los
sacramentos, en la participación fraterna y en el servicio a los jóvenes.
María, que fue la primera en acoger y llevar el anuncio de salvación,
nos enseña a realizar comunidades evangelizadas y evangelizadoras.
De ella aprendemos que la profundidad de la experiencia de Dios
es la raíz de la misión y que el primero y principal camino de
evangelización es el testimonio de fe. Tal testimonio se hace más
convincente cuando nosotros nos acercamos a los jóvenes como
amigos y los acompañamos como padres y maestros, irradiando
alegría y esperanza. De este modo transmitimos aquello en que
creemos, y mostramos con la vida lo que anunciamos.

24. Centralidad de la propuesta de Jesucristo


Consideramos la evangelización como la urgencia principal de
nuestra misión, conscientes de que los jóvenes tienen derecho a
oír anunciar la persona de Jesús como fuente de vida y promesa

199
de felicidad en el tiempo y en la eternidad. Nuestro “objetivo
fundamental está, pues, en proponer a todos vivir la existencia
humana como la ha vivido Jesús. (…) Central debe ser el anuncio
de Jesucristo y de su Evangelio, juntamente con la llamada a la
conversión, a la acogida de la fe y a la inserción en la Iglesia; de
aquí nacen luego los caminos de fe y de catequesis, la vida litúrgica,
el testimonio de la caridad activa” (Benedicto XVI, Carta a don
Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor de los Salesianos, con
ocasión del Capítulo General XXVI, 1 de marzo de 2008, n. 4).
Por medio de la Iglesia, el Señor Jesús nos llama a realizar
una nueva evangelización: “nueva en su ardor, en sus métodos
y en sus expresiones” (Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea
del CELAM, 9 de marzo de 1983). Esto nos compromete a
preparar, con creatividad y audacia, itinerarios diversificados
para llevar a los jóvenes al encuentro personal con Cristo, de
modo que maduren la voluntad de seguirlo y se hagan apóstoles
del Evangelio, constructores de un mundo nuevo. Esta tensión
es el alma de toda intervención educativa nuestra; nosotros la
debemos comunicar también a los seglares, implicándolos cada
vez más en tareas pastorales.

25. Evangelización y educación


La evangelización requiere salvaguardar juntas la integridad del
anuncio y la gradualidad de la propuesta. Don Bosco asumió esta
doble atención para poder proponer a todos los jóvenes una profunda
experiencia de Dios, teniendo en cuenta su situación concreta.
En la tradición salesiana hemos expresado tal relación
de modos diversos: por ejemplo, “honrados ciudadanos y
buenos cristianos”, o bien, “evangelizar educando y educar
evangelizando”. Advertimos la exigencia de proseguir la

200
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

reflexión sobre esta delicada relación. En todo caso estamos


convencidos de que la evangelización propone a la educación un
modelo de humanidad plenamente lograda y que la educación,
cuando llega a tocar el corazón de los jóvenes y desarrolla el
sentido religioso de la vida, favorece y acompaña el proceso de
evangelización: “en efecto, sin educación no hay evangelización
duradera y profunda, no hay crecimiento y maduración, no se da
cambio de mentalidad y de cultura” (Benedicto XVI, Discurso a
los participantes en el CG 26, 31 de marzo de 2008, n. 4).
Por esto, desde el primer momento la educación debe inspirarse
en el Evangelio y la evangelización debe adaptarse a la condición
evolutiva del joven. Sólo así él podrá descubrir en Cristo la
verdadera identidad propia y crecer hacia la plena madurez;
sólo así el Evangelio podrá tocar en profundidad su corazón,
sanarlo del mal y abrirlo a una fe libre y personal.
Conscientes de que estamos llamados a educar y evangelizar
también mentalidades, lenguajes, costumbres e instituciones, nos
comprometemos a promover el diálogo entre fe, cultura y religiones;
esto ayudará a iluminar con el Evangelio los grandes desafíos que
ponen a la persona humana y a las sociedades los cambios epocales
y a transformar el mundo con la levadura del Reino.

26. Evangelización en los diversos contextos


La urgencia de llevar el anuncio del Señor Resucitado nos
impulsa a confrontarnos con situaciones que resuenan en
nosotros como llamada y preocupación: los pueblos todavía no
evangelizados, el secularismo que amenaza tierras de antigua
tradición cristiana, el fenómeno de las emigraciones, las nuevas
formas dramáticas de pobreza y de violencia, la difusión de
movimientos y sectas. Nos sentimos también interpelados

201
por algunas oportunidades, como el diálogo ecuménico,
interreligioso e intercultural, la nueva sensibilidad por la paz,
por la tutela de los derechos humanos y por la salvaguardia de
la creación, tantas expresiones de solidaridad y de voluntariado
que cada vez más se difunden en el mundo.
Estos elementos, reconocidos por las Exhortaciones apostólicas
después de los Sínodos continentales, constituyen desafíos
para toda la Iglesia y nos comprometen a encontrar nuevos
caminos para comunicar el Evangelio de Jesucristo respetando
y valorizando las culturas locales. De aquí la exigencia de que
toda región e Inspectoría se esfuerce por individuar las formas
más idóneas para realizar la misión común en la especificidad
de los contextos.

52. Testimonio como primera propuesta vocacional


Reconocemos con gratitud que la vocación salesiana es una gracia
que hemos recibido de Dios. Él nos ha llamado a vivir siguiendo a
Cristo obediente, pobre y casto, en una comunidad fraterna, con
una misión juvenil, tras el ejemplo de Don Bosco. La generosidad
de hermanos y el ejemplo de comunidades que viven la primacía
de Dios, el espíritu de familia y la entrega a la misión son la primera
y más hermosa propuesta vocacional que podemos ofrecer a los
jóvenes.
Somos conscientes de que un joven descubre la llamada a la
vida consagrada salesiana cuando encuentra una comunidad
significativa, un modelo con el que identificarse, una experiencia
de vida espiritual y de compromiso apostólico, la ayuda de un guía
que lo acompaña para la opción de Cristo y el don de sí.
La carencia de vocaciones vivida por algunas Inspectorías, nos
obliga a una exigente evaluación, nos interpela a crecer en la

202
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

autenticidad de vida y en la capacidad de propuesta. En efecto,


estamos convencidos de que Dios sigue llamando a muchos
jóvenes al servicio del Reino y que hay diversos factores que
pueden favorecer su respuesta.

53. Vocaciones para el compromiso apostólico


Hoy sentimos más fuerte que nunca el desafío de crear una cultura
vocacional en todos los ambientes, de modo que los jóvenes
descubran la vida como llamada y que toda la pastoral salesiana sea
realmente vocacional. Esto requiere ayudar a los jóvenes a superar
la mentalidad individualista y la cultura de la autorrealización,
que los impulsa a proyectar el futuro sin ponerse a la escucha de
Dios; esto exige también implicar y formar familias y seglares.
Un empeño particular debe ponerse en suscitar entre los jóvenes la
pasión apostólica. Como Don Bosco estamos llamados a estimular
a los jóvenes a ser apóstoles de sus compañeros, a asumir diversas
formas de servicio eclesial y social, a comprometerse en proyectos
misioneros. Para favorecer una opción vocacional de compromiso
apostólico, a dichos jóvenes se deberá proponer una vida espiritual
más intensa y un acompañamiento personal sistemático.
Es éste el terreno en que florecerán familias capaces de auténtico
testimonio, seglares comprometidos en todos los niveles en
la Iglesia y en la sociedad y también vocaciones para la vida
consagrada y para el ministerio

54. Acompañamiento de los candidatos a la vocación


consagrada salesiana
Don Bosco, aún trabajando con incansable generosidad para
promover diversas formas de vocaciones en la Iglesia, llamaba a
algunos jóvenes a estar siempre con él. También para nosotros

203
la propuesta a los jóvenes de la vocación consagrada salesiana
forma parte de la fidelidad a Dios por el don recibido. A esto
nos impulsa el deseo de compartir la alegría de seguir al Señor
Jesús, permaneciendo con Don Bosco, para dar esperanza a
tantos otros jóvenes del mundo entero.
La promoción de las vocaciones consagradas exige algunas
opciones fundamentales: la oración constante, el anuncio
explícito, la propuesta valiente, el discernimiento diligente,
el acompañamiento personalizado. La oración debe ser
compromiso cotidiano de las comunidades y debe implicar a
jóvenes, familias, seglares, grupos de la Familia Salesiana. El
anuncio pide valorizar las múltiples ocasiones vocacionales
que se presentan a lo largo del año litúrgico. La propuesta y el
discernimiento requieren aquella cercanía cordial que suscita
confianza y permiten intuir las señales de vocación que un
joven puede manifestar. El acompañamiento exige ayudar a los
jóvenes a intensificar la vida espiritual, a experimentar formas
adecuadas de apostolado, a vivir la experiencia de comunidad, a
conocer la Congregación, a verificar las motivaciones y a activar
las dinámicas que llevan a una decisión.
Reconocemos la exigencia de que toda Inspectoría tenga
comunidades vocacionales o aspirantados que acojan a los jóvenes
interesados en confrontarse con la vida consagrada salesiana. En
la animación vocacional debe ser valorizada, con modalidades
diversas, la aportación indispensable de las familias.

55. Las dos formas de la vocación consagrada salesiana


Don Bosco quiso que la Congregación se caracterizase por la
presencia complementaria de salesianos laicos y ministros
ordenados. Por esto estamos llamados a dar prioridad y

204
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

visibilidad a la unidad de la consagración apostólica, aún


realizándola en las dos formas diversas. Podemos hacer esto
reforzando la primacía de Dios y el seguimiento radical de
Cristo como fundamento de nuestra vida.
La consagración apostólica salesiana da una particular connotación
educativa al modo de ser ministro ordenado poniendo el anuncio
de la palabra, la celebración litúrgica y la guía de la comunidad
al servicio del crecimiento de los jóvenes; ésta es la aportación
específica que él debe ofrecer a las comunidades educativas
pastorales y a las Iglesias locales.
La misma consagración caracteriza al salesiano coadjutor,
haciendo de él un educador y un evangelizador a tiempo pleno,
capaz de llevar a todos los campos educativos y pastorales el valor
de su laicidad y de estar cercano a los jóvenes y a las realidades del
trabajo (cfr. Const. 45).
Conscientes de que la Congregación pondría en peligro su identidad
si no conservase esta complementariedad, estamos llamados a
profundizar la originalidad salesiana del ministerio ordenado y a
promover con mayor empeño la vocación del salesiano coadjutor.

98. Prioridad principal: los jóvenes pobres


Don Bosco, yendo por las calles de Turín, vio las necesidades
de la “juventud en peligro” y respondió prontamente a sus
necesidades, abriendo nuevos frentes de compromiso y
lanzándose aún con “temeridad” con tal de “ganar almas para
Dios”. Al recorrer los caminos del mundo, también nosotros
nos encontramos en los rostros de los jóvenes inmigrados, a
muchachos explotados por el turismo sexual y por el trabajo
de menores, a tóxico-dependientes, a enfermos de SIDA-HIV, a
inadaptados sociales, a desocupados, a víctimas de la violencia,

205
de la guerra y de los fanatismos religiosos, a niños soldado,
a muchachos de la calle, a disminuidos físicos y psíquicos, a
jóvenes en peligro. Quedamos impresionados por algunos
lugares de marginación en los que los jóvenes viven, como
las periferias de las ciudades y los barrios de chabolas, y por
algunas situaciones de marginación como las de los refugiados,
de los indígenas, de los gitanos y de otras minorías étnicas.
Reconocemos también las esperanzas de los jóvenes espiritual
y culturalmente pobres, que solicitan nuestro compromiso:
jóvenes que han perdido el sentido de la vida, carentes de afecto
a causa de la inestabilidad de la familia, desilusionados y vacíos
por la mentalidad consumista, indiferentes religiosamente,
desmotivados por el permisivismo, por el relativismo ético, por
la difundida cultura de muerte.
Don Bosco se sintió mandado por Dios a responder al grito
de los jóvenes pobres e intuyó que, si era importante dar
respuestas inmediatas a sus malestares, todavía lo era más
prevenir las causas. Siguiendo su ejemplo, queremos ir a su
encuentro, convencidos de que el modo más eficaz para
responder a sus pobrezas es precisamente la acción preventiva.
Por esto, reconocemos la necesidad de profundizar su sistema
educativo para explicitar las funciones en orden a la superación
del malestar y de la marginación juveniles: educación ética,
promoción de la dignidad de la persona, compromiso socio-
político, ejercicio de la ciudadanía activa, defensa de los derechos
de los menores, lucha contra la injusticia y construcción de la
paz. Reconociendo que en los jóvenes pobres se encuentran
apertura y disponibilidad para el Evangelio, les anunciamos
con valor a Jesucristo y les proponemos caminos de fe.

206
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

99. Otras prioridades: familia, comunicación social,


Europa
Una particular atención hay que reservar para la situación
actual de la familia, que es el sujeto originario de la educación
y el primer lugar de evangelización. Toda la Iglesia ha tomado
conciencia de las graves dificultades en las que ésta se encuentra
y advierte la necesidad de ofrecer ayudas extraordinarias para su
formación, su desarrollo y el ejercicio responsable de su misión
educativa. Por esto, también nosotros estamos llamados a hacer
de modo que la pastoral juvenil esté cada vez más abierta a la
pastoral familiar.
También nos sentimos interpelados por las nuevas tecnologías
de la comunicación social y por los desafíos educativos que
proponen. Las oportunidades comunicativas de hoy son para
los jóvenes un modo habitual para encontrarse, intercambiar
mensajes, participar con rapidez y movilidad, pero también
de modo impersonal y virtual. La cultura de los personal
media puede poner en peligro la maduración de la capacidad
de relación y expone sobre todo a los jóvenes al peligro de
encuentros y dependencias fuertemente negativas; es en este
“patio” donde debemos hacernos presentes para escuchar,
iluminar, orientar.
Compartimos la preocupación de la Iglesia por los resultados
del Evangelio en el mundo occidental y, de modo particular, en
Europa. En efecto, se va debilitando cada vez más la referencia
a las raíces cristianas que han contribuido a la identidad del
continente, han inspirado el pensamiento, las costumbres y el
arte, han orientado la historia de los pueblos, han enriquecido
la Iglesia con figuras espléndidas de santidad, y nutrido durante
siglos el impulso misionero en todo el mundo. En virtud de

207
la interdependencia entre los pueblos, el destino de Europa
implica al mundo entero y llega a ser preocupación de la Iglesia
universal. Se abre así una nueva frontera respecto del pasado;
para nosotros Salesianos es una invitación cada vez mayor a
“dedicar una creciente atención a la educación de los jóvenes
en la fe” (Ecclesia in Europa, n. 61).

100. Nuevos modelos en la gestión de las obras


La atención a las nuevas fronteras nos compromete a renovar
nuestra mentalidad, cultivando la corresponsabilidad en los
proyectos, que no son nunca de uno sino de la comunidad
salesiana y de la comunidad educativo pastoral. Las nuevas
necesidades de los jóvenes piden el desapego personal de
funciones, situaciones y vínculos que amenazan la real
disponibilidad al cambio, como también el valor apostólico que
dispone a repensar iniciativas y obras para responder mejor a
sus demandas.
Un nuevo modelo de gestión de las obras requiere que se
garantice la consistencia cuantitativa y cualitativa de la
comunidad; la corresponsabilidad real de los hermanos y de los
seglares; la disponibilidad del Director para su deber primario;
la promoción de nuevas formas de presencia más flexibles; el
proyectar conjuntamente con la Familia Salesiana y el trabajo
en red con otras organizaciones y agencias educativas, en
sinergia con la Iglesia local y la sociedad.
Esto consentirá dar vida a “nuevas presencias”, o sea a proyectos
inéditos en respuesta a las necesidades emergentes, o renovar
las obras y las propuestas ya existentes de modo que se
transformen en “presencias nuevas”, es decir, más eficazmente
orientadas a la misión.

208
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Capítulo General 27
52. Los jóvenes son “nuestra zarza ardiendo” (cfr. Ex 3, 2 ss.,
EG 169) a través de la cual Dios nos habla. Es un misterio
que respetar, aceptar, del que discernir las características más
profundas, ante el cual hay que quitarse las sandalias para
contemplar la revelación de Dios en la historia de todos y de
cada uno. Esta fuerte experiencia de Dios nos permite responder
al grito de los jóvenes (EG 187-193, 211).
53. Reconocemos que la unión con Dios se vive entre los jóvenes:
“Creemos que Dios nos está esperando en los jóvenes para
ofrecernos la gracia del encuentro con él, y para prepararnos
a servirlo en ellos, reconociendo su dignidad y educándolos
en la plenitud de la vida” (CG23, 95). La misión se desarrolla
auténticamente cuando la aceptamos como proveniente de
Dios, y cuando encontramos en Él, sostén para nuestro servicio.
54. Somos conscientes de que la fuerza y la coparticipación en
las motivaciones de la fe, y la búsqueda diaria de la unión con
Dios enriquecen la reflexión pastoral, proporcionan creatividad al
anuncio del Evangelio, nos impulsan a entregar nuestra vida a los
jóvenes. Se realiza de este modo, el doble movimiento propio de
sistema preventivo: en la escuela del amor de Dios que nos precede
amándonos (cfr. 1 Jn 4,10.19) también a través de los jóvenes, nos
hacemos capaces de un “amor preventivo” (Const 15).
55. Queremos ser una Congregación de pobres para los pobres.
Como Don Bosco, creemos que esta es nuestra forma de vivir
radicalmente el Evangelio, para estar más disponibles y prestos
para reconocer las necesidades de los jóvenes, realizando en
nuestras vidas un verdadero éxodo hacia los más necesitados.
Los inmigrantes, los refugiados y los jóvenes en paro son un
desafío para nosotros salesianos en todas partes del mundo;

209
nos invitan a encontrar formas de colaboración y nos urgen a
que demos respuestas concretas, y a tener una mentalidad más
abierta, solidaria y valiente. (cfr.EG 210)
56. El genericismo pastoral no expresa el carisma salesiano y es
el resultado de una planificación inadecuada (Cfr. ACG 334). Se
debe a la poca aceptación de los anhelos más profundos de los
jóvenes, a la falta de valoración de las orientaciones del magisterio
salesiano y a la poca observancia de las Constituciones.
57. Nuestra actividad educativa pastoral está en sintonía con la
Iglesia local y colabora con las instituciones del territorio, para
un servicio más incisivo y cualificado a favor de los jóvenes y
de los ambientes populares. La pastoral juvenil y la propuesta
pedagógica salesiana no son propiedad nuestra reservada o de
uso exclusivo dentro de la Congregación, sino que son un don
precioso para la Iglesia y para la transformación del mundo.
58. El Sistema Preventivo, para nosotros salesianos, es una
metodología pedagógica, una propuesta de evangelización
juvenil, una profunda experiencia espiritual. Hay que empeñarse
más en renovar su comprensión y práctica en las mutantes
condiciones de hoy. Quisiéramos aclarar particularmente que
es una “espiritualidad para ser vivida”; la fecundidad de nuestro
trabajo es fruto de una intensa vida espiritual vivida con los
jóvenes (Const 20), y para su salvación.
59. La asistencia salesiana es un aspecto fundamental de
nuestra espiritualidad. Estar con los jóvenes y acercarse a ellos,
ganar su confianza y acompañarlos en su asentimiento de fe,
nos permitirá encontrar a Dios y escucharlo, para entregarles
todas nuestras fuerzas “hasta el último aliento” (MBe XVIII,
229) y dar testimonio del don de nuestra vida, de acuerdo a la
lógica de la cruz. Viviendo de esta manera, participamos en el

210
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

dinamismo pascual, seguros de que la belleza de la resurrección


colma de alegría y de paz el auténtico don de nosotros mismos.
60. Vivir el binomio de trabajo y templanza llena la vida del
salesiano, alimenta su celo apostólico y le aproxima a los
jóvenes, al Señor y a los hermanos. El campo apostólico debe
ser proporcional a la consistencia cualitativa y cuantitativa de
la comunidad y de la Comunidad Educativo Pastoral.
61. Reiteramos la necesidad de que la formación tenga en cuenta
el adiestramento y preparación al servicio de los jóvenes, también
con el estudio en profundidad, el diálogo cultural y experiencias
pastorales significativas, cuidando la continua actualización, de
acuerdo con las directrices de la Iglesia y de la Congregación.
62. El mundo digital, “nuevo areópago de los tiempos modernos”
(Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 37), es un reto para nosotros,
educadores de los jóvenes: es un “ nuevo patio”, “un nuevo
oratorio” que requiere nuestra presencia y estimula en nosotros
nuevas formas de evangelización y educación. Estamos en la “era
del conocimiento y de la información”, que sin embargo, tiende a
mercantilizar las relaciones humanas y a la monopolización del
saber humano, convirtiéndose así en “fuente de nuevas formas
de un poder muchas veces anónimo” (cfr. EG 52), al que nos
debemos enfrentar con nuestro esfuerzo pastoral y educativo.

Ratio FormationiS

2.1.1.1 Educador pastor de los jóvenes animado por la


caridad pastoral
30. La vida del salesiano, como la de Don Bosco, está
caracterizada por la predilección por los jóvenes, y entre ellos,
tiene preferencia por «la juventud pobre, abandonada y en

211
peligro» . El servicio que les brinda da unidad a toda su vida:
«Basta que seáis jóvenes para que os ame con todo mi corazón» ,
«Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo,
por vosotros estoy dispuesto incluso a dar mi vida» .
La predilección de Don Bosco y de todo salesiano por los jóvenes
y la donación de sí mismo a ellos son fruto de la caridad pastoral,
es decir, de una «especial comunión de amor con Cristo» , y no
sólo fruto de la preocupación de educador o de la generosidad
de un corazón sensible a sus necesidades.
La caridad pastoral, el amor por Cristo contemplado como
Buen Pastor y por los jóvenes, se convierte para el salesiano en
proyecto de vida, camino de santidad, expresión de la alianza
con Dios y de la voluntad de configurarse con Cristo. A través
de los jóvenes el Señor entra en la vida del salesiano y allí ocupa
el lugar principal; y el ansia de Cristo redentor encuentra eco
en el lema “da mihi animas, coetera tolle», que constituye el
punto unificador de toda su existencia.
31. La caridad pastoral asume en Don Bosco una ulterior
determinación como caridad educativa. Esta se expresa en un amor
concreto, personalizado, que implica y busca la salvación integral
de los jóvenes; a algunos les ofrece el pan, a otros una competencia
profesional y formación cultural; a todos les traza un camino
que los abre a la verdad, los impulsa a construirse una libertad
responsable, y los conduce al encuentro con Jesús resucitado.
Obrando según el criterio oratoriano, el salesiano responde a
las necesidades de los jóvenes dando origen a una vasta gama
de actividades y obras, cada una de las cuales es “casa, escuela,
parroquia y patio” . Su impulso generoso e innovador en nombre
del evangelio es su manera de ser Iglesia y se traduce en proyectos
juveniles significativos tanto para la Iglesia como para la sociedad.

212
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

32. Además, la «pasión apostólica animada de ardor juvenil» da


al servicio de los jóvenes un tono particular: se llama «corazón
oratoriano» y se expresa a través de un método que Don Bosco
llamó Sistema preventivo, fundado sobre la razón, la religión y
el amor . Inspirándose en el ejemplo y en las enseñanzas de Don
Bosco, el salesiano vive la experiencia espiritual, pedagógica y
pastoral del Sistema Preventivo . Sus relaciones con los jóvenes
se caracterizan por la cordialidad y por una presencia activa y
amigable , que favorece su protagonismo. Asume con alegría las
fatigas y los sacrificios que su encuentro con los jóvenes implica,
convencido de encontrar en ello su camino de santidad.
Este compromiso prioritario por los jóvenes se armoniza
con la acción pastoral hacia los ambientes populares (la
educación de la fe en los ambientes populares, en particular
con la comunicación social ) y la acción misionera mediante el
anuncio del Evangelio a los pueblos que no lo conocen.

3.4 La Dimensión Educativo-Pastoral


185. El salesiano se forma para vivir en la Iglesia el proyecto de
Don Bosco: ser signo y portador del amor de Dios a los jóvenes,
especialmente los más pobres .
Toda la formación está orientada por esta misión y prepara
para vivirla; por ello la dimensión educativo-pastoral
constituye una característica original. Ella es la orientación
fundamental y el punto de convergencia de las otras
dimensiones formativas; ella determina en unidad vital los
contenidos, las opciones y los itinerarios, y da a cada una de ellos
un carácter educativo-pastoral.
Entonces, el servicio de los jóvenes, que es parte integrante
de la consagración apostólica, requiere necesariamente

213
del salesiano cualidades humanas, preparación cultural,
competencia profesional y profundidad espiritual.
La misión salesiana se inspira en el Sistema Preventivo y se
realiza en la Pastoral Juvenil Salesiana. Sobre la base de estos
dos elementos – Sistema Preventivo y Pastoral Juvenil Salesiana
– se articula la dimensión educativo-pastoral de la formación .

3.4.1 Formar En El Sistema Preventivo, Encarnación


De La Misión Salesiana
186. El salesiano educador y pastor de los jóvenes se prepara
para vivir el estilo de vida y de acción de Don Bosco y de sus
primeros discípulos, el espíritu salesiano, que se encarna en la
experiencia espiritual y educativa de Don Bosco en el Oratorio
de Valdocco, y que él llamó “Sistema Preventivo”. Este pertenece
a la esencia misma de nuestra misión; puede considerarse casi
la síntesis de cuanto Don Bosco ha querido ser y vivir para los
jóvenes. Por eso constituye un punto de referencia esencial para
la formación salesiana.
La formación y la realización de la misión según el Sistema
Preventivo comporta:
- capacitar para a una experiencia espiritual que encuentra su
fuente y su centro en la caridad de Dios, dispone a acoger y
servir a Dios en los jóvenes, y crea una relación educativa con
ellos para orientarlos hacia la plenitud de la vida;
- lograr que el salesiano sea capaz de hacer una propuesta
de evangelización que potencie el patrimonio natural y
sobrenatural que todo joven ha recibido de Dios, y en un
ambiente acogedor y denso de vida propone un camino
educativo que orienta hacia una forma original de vida cristiana

214
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y de santidad juvenil, la Espiritualidad Juvenil Salesiana:


- asumir una metodología pedagógica caracterizada por:
• la presencia amable y solidaria entre los jóvenes;
• la aceptación incondicional de cada joven y el encuentro
personal:
• el uso del criterio preventivo por lo cual se busca desarrollar
los recursos del joven mediante experiencias positivas de bien;
• la apelación a los recursos de la razón como racionalidad de
las propuestas y riqueza de humanidad;
• la religión como propuesta de cultivar el sentido de Dios
ínsito en toda persona y esfuerzo de evangelización cristiana;
• la “amorevolezza” como amor educativo que hace crecer y
crea correspondencia;
• un ambiente positivo, vivificado por la animación de los
educadores que trabajan en corresponsabilidad y por el
protagonismo de los mismos jóvenes ;
- saber expresar el modelo operativo en las diversas obras y
servicios y en las “nuevas formas de presencia salesiana entre
los jóvenes”, en particular, en el Movimiento Juvenil Salesiano,
en cada una según su peculiaridad .

3.4.2 Formar En La Pastoral Juvenil Salesiana,


Realización Del Sistema Preventivo
187. En el cumplimiento de la misión con fidelidad
dinámica, la experiencia de la Congregación ha madurado una
modalidad concreta de actuar la acción educativo-pastoral
entre los jóvenes según el Sistema Preventivo: es la Pastoral
Juvenil Salesiana.

215
La formación y la realización de la misión implican la asunción
de los elementos que definen la Pastoral Juvenil Salesiana:
- la opción determinante de los jóvenes, especialmente de los
más pobres, que inspira todo el modo de pensar y de actuar;
- el proceso unitario de educación y de evangelización juvenil,
que mira a la salvación integral de los jóvenes en la realidad
humana y en la vocación de los hijos de Dios (“honrados
ciudadanos y buenos cristianos”), y se articula en cuatro
dimensiones características: la dimensión educativo-cultural,
la dimensión de la evangelización y la catequesis, la dimensión
de la experiencia asociativa y la dimensión vocacional ;
- el estilo específico de la animación y el criterio oratoriano
aplicado en las diversas obras y servicios;
- el proceso vivido en la Comunidad Educativo-pastoral (CEP) de
la cual la comunidad salesiana es el núcleo animador, promoviendo
la corresponsabilidad de todos en el respeto y en la integración de
los diversos roles y en la atención al propio rol específico;
- la Pastoral Juvenil realizada según un Proyecto (Proyecto
Educativo-pastoral Salesiano [PEPS]), que es el modo concreto
en el que la comunidad educativa entiende vivir el carisma de
Don Bosco, encarnándolo en la propia realidad social y eclesial
y eligiendo adecuadas prioridades, objetivos, estrategias e
intervenciones, formas de participación y de evaluación.

3.4.3 Los Valores y las Actitudes Propias de la


Dimensión Educativo-Pastoral
188. Formar el educador pastor salesiano en la perspectiva
indicada requiere madurar y cultivar con particular atención
algunos elementos:

216
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

3.4.3.1 La predilección y la presencia entre los jóvenes, sobre


todo los más pobres
Ser salesiano quiere decir tener un corazón para los jóvenes,
especialmente para aquellos que son más pobres, que están en
peligro y se encuentran al margen de la Iglesia. Cultivar el don
de la predilección por los jóvenes impulsa a:
- ir hacia ellos en actitud de amistad y con capacidad de
compartir;
- acogerlos sin prejuicios ni obstáculos, reconociendo y
valorizando lo que ellos llevan en su interior;
- caminar junto con ellos, adecuándose a su paso y a sus
ritmos de vida;
- ayudarlos a captar la riqueza de la vida y de sus valores,
dándoles los instrumentos para afrontar la realidad, y
haciéndolos conscientes de los valores permanentes .
La predilección por los jóvenes mueve al salesiano a interesarse por
los ambientes populares en los que ellos viven, a leer la realidad desde
el punto de vista de los jóvenes y a actuar en ella con respuestas y
proyectos significativos para la Iglesia y para el territorio.

3.4.3.2 La Integración Entre Educación y Evangelización


189. El servicio que ofrecemos a los jóvenes es la educación y la
evangelización «siguiendo un proyecto de promoción integral
del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto» , como dicen
las Constituciones. Por eso la acción educativa y la acción
evangelizadora no son dos caminos sucesivos, sino que la
preocupación pastoral se coloca siempre dentro del proceso de
humanización, y este último es abierto y orientado al horizonte
del Evangelio.

217
Esto significa:
- partir de una visión de fe: la vida es un don en el que Dios se
hace presente;
- orientar positivamente todo el proceso educativo de los
jóvenes hacia el encuentro con Cristo y su Evangelio;
- promover el desarrollo humano de la persona y la promoción
social del ambiente;
- hacer de modo que los valores evangélicos y los dinamismos
cristianos animen el proceso de maduración de los jóvenes
(formación a la libertad responsable, formación de la conciencia,
formación de la dimensión social);
- promover una fe operativa que se inserte en el crecimiento de
la persona y de su cultura como para formar en ella una síntesis
vital entre fe y cultura.

3.4.3.3 El sentido comunitario de la pastoral salesiana


190. La acción del salesiano a favor de los jóvenes es siempre una
acción comunitaria, vivida en corresponsabilidad y compartida
en la comunidad religiosa y en la Comunidad educativo-
pastoral, en el ámbito de la Familia salesiana y del Movimiento
Salesiano.
Por eso cada hermano madura el sentido de “trabajar juntos”
según la diversidad de las tareas y roles, la conciencia de ser
parte de un núcleo animador, la responsabilidad de contribuir
a «mantener la unidad de espíritu y estimular el diálogo y la
colaboración fraterna para un enriquecimiento recíproco y una
mayor fecundidad apostólica» .

218
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

3.4.3.4 El estilo de animación


191. Nuestra acción educativo-pastoral está marcada por el
estilo de la animación que requiere:
- poner la confianza en la persona y en sus recursos positivos,
para hacerla así protagonista y agente principal de su vida;
- partir del punto en el que se encuentra la persona y abrirla
a nuevos horizontes mediante propuestas adecuadas, con una
relación marcada por la “amorevolezza”, que crea un clima de
libertad y facilita el desarrollo de sus energías;
- mantener profundas relaciones interpersonales en un
ambiente sereno y acogedor en el que la persona se siente
bien, sabe expresarse y asumir la responsabilidad de su propio
crecimiento, haciendo opciones libres fundadas sobre motivos
y valores;
- suscitar el compromiso, la participación, la corresponsabilidad.

3.4.3.5 La perspectiva de una pastoral orgánica y la


mentalidad proyectual
192. La pastoral juvenil salesiana es una pastoral orgánica porque
en ella las diversas actividades e intervenciones apuntan a la
promoción integral de los jóvenes y porque en la Comunidad
educativo-pastoral (CEP) se comparten las finalidades y las
líneas operativas, y se integran en complementariedad los
aportes de todos.
Ella reivindica un modo de pensar y obrar que promueva
la conexión y la convergencia entre todas las personas y los
elementos que intervienen en la acción educativo-pastoral.

219
En consecuencia se requiere:
- una mentalidad de proyecto, que se expresa en el Proyecto
educativo-pastoral salesiano (PEPS);
- la idoneidad para trabajar según las diversas dimensiones del
Proyecto educativo-pastoral salesiano (PEPS);
- la capacidad para organizar la animación pastoral, de modo
que se promueva la comunicación, la coordinación y el trabajo
en equipo .

3.4.4 Algunas Líneas de Formación Educativo-Pastoral

3.4.4.1 La cualificación educativo-pastoral

3.4.4.1.1 La escucha del Señor en las necesidades de los


jóvenes
193. Inspirado en el ejemplo de amor y donación con el que
Dios ha venido al encuentro de las necesidades de los hombres,
e imitando a Don Bosco que recorría las calles para tomar
contacto con los jóvenes en su realidad, el salesiano siente
en el corazón las llamadas que provienen de los jóvenes,
particularmente de aquellos que se encuentran en condiciones
de pobreza y sufrimiento.
Mediante el discernimiento, actuado con la ayuda del Espíritu,
él capta el sentido teológico de los desafíos que vienen del
mundo de los jóvenes. En sus demandas él aprende a reconocer
la voz de Dios salvador que lo interpela. Entra de este modo en
diálogo con el Señor, lleva también a los jóvenes a este diálogo
y pone toda la vida a su servicio.
La conciencia de ser llamado y mandado por Dios para
encontrarlo en los jóvenes y comprometerse por su liberación y

220
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

evangelización lo ayuda a formarse una mentalidad de apóstol


que da unidad a toda su vida.

3.4.4.1.2 Atención al mundo de la educación


194. Ante los desafíos de la nueva evangelización, el salesiano
siente la necesidad de una sólida cualificación y de un fuerte
empeño cultural. No pocas veces, son las mismas instancias
civiles y legales, las exigencias del mundo de la educación y los
fenómenos educativos en los campos en que trabaja, los que le
piden al salesiano tales pasos.
Por eso, la reflexión, el estudio y la actualización constantes
constituyen para él una responsabilidad vocacional y
profesional, en particular en los ámbitos más cercanos a la
misión salesiana específica, como la pedagogía y la catequesis.

3.4.4.1.3 La reflexión teológico pastoral y las orientaciones


de la Iglesia
195. Toda la formación intelectual del salesiano se caracteriza por
la perspectiva pastoral. Él estudia específicamente la Teología
Pastoral, y en el estudio de las demás disciplinas encuentra la
conexión con la acción pastoral. Recibe estímulo e iluminación
de las orientaciones de la Iglesia universal y particular, sobre
todo de los que se refieren al campo de su misión juvenil.

3.4.4.1.4 La asunción de las orientaciones pastorales


salesianas
196. Se requiere que el salesiano se radique en el carisma,
profundizando el Sistema Preventivo y su traducción en
la Pastoral Juvenil Salesiana, como también que adquiera
competencias y habilidades en otros ámbitos (la animación, el
liderazgo, la dinámica de grupos).
221
Es importante que tenga un buen conocimiento de las
orientaciones de los Capítulos Generales recientes, y de las
líneas pastorales indicadas por el Rector Mayor y por su Consejo,
por el Dicasterio de la Pastoral Juvenil, y por su Inspectoría.
También son necesarios y útiles los estudios profesionales y las
especializaciones en los diversos campos de la Pastoral Juvenil
Salesiana, como también la adquisición de competencias y
habilidades en otros ámbitos (la animación, el liderazgo, la
dinámica de grupo).

3.4.4.1.5 La formación en la experiencia cotidiana de la


misión
197. Aún atribuyendo el justo valor y el lugar indispensable a
la formación de base y a las iniciativas extraordinarias, se debe
notar que la experiencia cotidiana de la misión vivida en la
comunidad local e inspectorial es la que ofrece al salesiano
el ambiente y el camino más eficaz para la formación como
educador-apóstol salesiano. En lo cotidiano él hace experiencia
de discernimiento pastoral, de planificación y evaluación, de
corresponsabilidad y colaboración, de oración y espiritualidad
de la misión.
En la misma comunidad educativo-pastoral el salesiano
aprende y se siente impulsado a dar un alegre testimonio de su
vida religiosa, comunitaria y apostólica; se compromete a vivir
los elementos fundamentales de su identidad salesiana; colabora
lealmente con los diversos órganos de corresponsabilidad;
participa activamente en los procesos de formación en acto
en la Comunidad educativo-pastoral (CEP); y se preocupa por
el desarrollo de la vocación salesiana en sus jóvenes y en sus
colaboradores.

222
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

3.4.4.2 Las actividades educativo-pastorales durante la


formación inicial
198. Siguiendo la tradición salesiana, «durante toda la
formación inicial se da importancia, juntamente con el estudio,
a las actividades pastorales de nuestra misión» , aunque si bien,
metodológicamente, en algunas fases prevalecen las actividades
teoréticas y de habilitación al servicio de específicos objetivos
formativos. Expresión salesiana típica y cualificada de
experiencia formativa pastoral es el tirocinio.
Las actividades pastorales tienen la finalidad de desarrollar
la dimensión educativo-pastoral. A través de ellas, bien
programadas y acompañadas, se orienta el proceso hacia el
logro de algunas finalidades formativas específicas:
- crecer en la sensibilidad hacia la situación de los jóvenes y
adquirir el hábito de percibir su realidad desde el punto de
vista de la salvación;
- cultivar las capacidades educativo-pastorales, como, en
particular, la asistencia salesiana, la animación de grupo;
- madurar en la vocación, midiendo las posibilidades y las
dificultades que se encuentran en el camino de identificación
con los ideales apostólicos salesianos. Viviendo concretamente
la misión se aprende a verificar las actitudes, las motivaciones
y las capacidades y se hace el esfuerzo de ponerlas en sintonía
con las exigencias de la misión;
- integrar en la propia vida los diversos aspectos espirituales,
intelectuales, emotivos y operativos de la experiencia,
buscando un equilibrio entre trabajo y oración, entre acción y
contemplación, entre teoría y praxis, entre atención al individuo
y atención al grupo, entre consagración y misión;

223
- hacer experiencia personal de la misión salesiana en las
diversas obras y actividades, abrirse a los horizontes de la
Familia salesiana y del Movimiento Salesiano y progresar en el
sentido de corresponsabilidad en el trabajo según las exigencias
de la “pastoral orgánica” y del trabajo en equipo.
199. La interacción entre teoría y praxis es un elemento
metodológico constante del itinerario formativo. Por una parte,
es importante que la praxis tenga una finalidad formativa, es
decir, sea pensada, realizada y evaluada según la intención
formativa que se propone. Por otra parte, la reflexión sobre el
conjunto de los principios y de las ideas debe incidir sobre la
visión y sobre la experiencia de la persona, sobre la mentalidad
y sobre sus criterios de acción, sobre las motivaciones que
sostienen sin proyecto de vida y su aproximación a la realidad.
Para asegurar las cualidades formativas de las actividades
pastorales hay que asegurar algunas condiciones:
- que las actividades formen parte del Proyecto inspectorial
de formación, que especifica las responsabilidades y las
actividades educativo-pastorales para las diversas fases según
un itinerario diversificado y gradual. Hay que desaconsejar,
por tanto, actividades individuales o demasiado autónomas;
- que estén en relación con la misión salesiana y se desarrollen
ordinariamente en obras salesianas y en ambientes juveniles,
donde se puede aprender a trabajar con mentalidad de
proyecto, a vivir la unidad orgánica de la Pastoral Juvenil
Salesiana, a trabajar en comunidad y con los laicos, a ser
animador;
- que tengan un carácter formativo; que sean apropiadas a la
edad, a la madurez y a la necesidad formativa del salesiano

224
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y diferenciadas según las diversas formas vocacionales. La


programación, hecha junto con los hermanos en formación,
preste atención a los distintos elementos: el análisis de la
situación, los objetivos, los métodos, las estrategias, los plazos
de tiempo, y la evaluación;
- que haya un guía cualificado que tenga la competencia
suficiente para evaluar las situaciones y la autoridad reconocida
para estimular a aquellos que acompaña en el proceso de
crecimiento en los valores;
- que se prevea una evaluación seria y sistemática tanto por
parte de los hermanos en formación como también por parte
de los formadores.

3.4.5 Orientaciones y Normas para la Praxis


200. Toda comunidad se confronte y profundice los contenidos
de la Pastoral Juvenil Salesiana y se mantenga actualizada en
las orientaciones de la Iglesia y la Congregación.
201. Todo hermano encuentra particulares oportunidades de
formación permanente:
- en la participación responsable en la animación de la propia
comunidad educativo-pastoral,
- en el “trabajar juntos” con los hermanos y con los laicos,
- en el compromiso por la elaboración, la realización y la
evaluación del proyecto educativo-pastoral inspectorial y local,
- en la atención a las indicaciones pastorales de la Inspectoría,
de la Congregación y de la Iglesia.
202. La Inspectoría prevea, para la formación inicial, un
Itinerario de actividades educativo-pastorales siguiendo

225
el proyecto educativo-pastoral inspectorial y el proyecto
inspectorial de formación.
El itinerario presente propuestas graduales y progresivas,
con objetivos formativos precisos, en los diversos sectores de
la Pastoral Juvenil Salesiana. La Comisión inspectorial de
formación verifique periódicamente este itinerario, en diálogo
con el Equipo de pastoral juvenil.
203. El itinerario puede prever actividades educativo-
pastorales ordinarias, que generalmente se desarrollan con
frecuencia semanal, y otras actividades que tienen un carácter
extraordinario por el tiempo que se les dedica y por el contexto
y las condiciones en que se desarrollan.
Se indiquen los objetivos, los métodos, las estrategias, las
modalidades de acompañamiento, de tales actividades . Se
realicen evaluaciones de modo sistemático a nivel personal y
comunitario.

204. Hágase de tal modo que las actividades educativo-


pastorales respondan a las siguientes condiciones:
- atención a la vocación específica y a la situación formativa del
interesado y coherencia con la fase formativa que está viviendo
y con las exigencias que ella comporta en el campo de la vida
comunitaria y del estudio ;
- oportunidades de un conocimiento directo de la situación de
las pastoral juvenil inspectorial en los diversos ambientes y según
las diversas dimensiones del Proyecto educativo-pastoral salesiano
(PEPS), y de un contacto con los destinatarios propios de la misión;
- posibilidad de probar las propias motivaciones y cualidades
en la realización de la misión salesiana;

226
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

- oportunidades para compartir el espíritu y la acción


educativo-pastoral con los laicos y con los miembros de la
Familia salesiana;
- el estilo comunitario de la programación, atenta al Proyecto
educativo-pastoral salesiano (PEPS), de la realización y de la
evaluación;
- el acompañamiento de la comunidad donde se realizan y un
guía cualificado que ayude a organizar y evaluar la experiencia
y a vivir los valores apostólicos que le son propios;
- una evaluación formativa según los criterios arriba
mencionados.

4.1.1 La Presencia entre los Jóvenes


El encuentro con los jóvenes es para el salesiano camino y
escuela de formación.
Haciéndose compañero de camino para los jóvenes él hace
“experiencia directa de su mundo”, escucha sus “preguntas y
experiencias”, entra en “su cultura y en su lenguaje”. Aprende
a aceptarlos y amarlos como son y a vivir con ellos el Sistema
Preventivo.
El contacto con el mundo de los jóvenes en constante evolución lo hace
consciente de la necesidad de competencia educativa y profesional,
de cualificación pastoral, y de una actualización constante.
Conociendo el rol determinante que tiene la comunicación en la
vida de los jóvenes, hace todo el esfuerzo posible para convertirse
en un buen comunicador, capaz de trasmitir sus mensajes
significativos.
Y como «el testimonio es el único lenguaje capaz de convencer
a los jóvenes de que “Dios existe y [que] su amor puede llenar
227
una vida”» , se siente desafiado a vivir y hacer transparente su
fe en Cristo Jesús.

4.1.2 Trabajar Juntos


La realización de la misión juvenil requiere comunión operativa
y capacidad de convergencia.
“Trabajando juntos”, el salesiano aprende a actuar con sentido
de corresponsabilidad, respetando e integrando los diversos
roles, a través de una pedagogía de vida que lo ayuda a superar
el individualismo, el activismo y el inmediatismo.
El trabajar juntos es verdaderamente formativo cuando va
acompañado por la reflexión, y, más todavía, cuando ésta va
impregnada de una actitud de oración.
Por ello, la comunidad crea momentos y espacios que
favorecen una mirada atenta, una lectura más profunda, un
compartir sereno. Y el salesiano está llamado a confrontarse
con las propias motivaciones de fondo, con el propio sentido
pastoral, con la conciencia de la propia identidad.
La reflexión lleva a «aprender de la vida» (acontecimientos,
situaciones, experiencias), y madura una mentalidad y una
capacidad de descubrimiento comunitario y personal.

228
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Rectores Mayores

Don Egidio Viganó

El Proyecto Educativo Salesiano (15 de agosto de 1978)

4. Caridad pastoral e inteligencia pedagógica


La pedagogía de Don Bosco se presenta, históricamente,
como una actividad claramente «pastoral». Damos aquí a este
término su significado más específico, estrechamente unido al
ministerio” apostólico de la Iglesia.
El tipo de caridad que la ha originado y colocado en el corazón
de Don Bosco es la misma que se desarrolla en el ministerio
de la sucesión apostólica, en la que los presbíteros, como
colaboradores de los obispos, cuidan una determinada porción
de la grey para la salvación de la humanidad y con los ojos
puestos en la venida del Reino de Cristo. Este dato no puede
quedar olvidado cuando se quiere hacer un esfuerzo para leer
genuinamente el Sistema Preventivo. Quien sigue la pedagogía de
Don Bosco sin ser sacerdote —y son los más— debe comprender
también esta inspiración radical que da el tono a numerosos
aspectos y explica las líneas características de un estilo.
«Esto significa, según nosotros —escribe Don Braido—, que
Don Bosco ha puesto un único objetivo en el vértice de sus
preocupaciones, y por tanto de su mismo interés por los jóvenes,
por su inserción en la sociedad y en el mundo del trabajo y de
la profesión, por la misma maduración de su educación. Este
único objetivo es su redención cristiana en esta vida temporal,
y la salvación religiosa final. (Don Bosco) no niega la validez
intrínseca del trabajo para hacer del muchacho un hombre

229
honrado y un buen ciudadano; por consiguiente, tampoco
niega la validez del trabajo que puedan prestar personas no
investidas del carácter i sacerdotal. El mismo Don Bosco quiso
asociar a su obra social y educativa a muchos laicos militantes,
como miembros de su Sociedad religiosa —los «Coadjutores»—,
e incluso fuera de ella —los «Cooperadores»—. Pero él, en
concreto, pensaba que toda esta acción debía tener como
función y finalidad la redención sobrenatural cristiana, con
un significado claramente escatológico. Por ello echaba mano,
necesariamente, de los medios de la Gracia, los Sacramentos, y
de quienes, por su consagración, podía ser sus ministros».
Hoy, pues, una genuina reactivación del Sistema Preventivo nos
interpela acerca del tema del «Sacerdocio» de la Nueva Alianza,
considerado a la luz de la doctrina conciliar. El Vaticano II
ha recuperado el significado central del sacerdocio regio de
los fíeles, y así ha puesto más en claro la función de servicio
y de animación que corresponde al sacerdocio ministerial: El
Obispo con los presbíteros han sido consagrados para la vida
sacerdotal de toda la comunidad. El Sistema Preventivo está
impregnado de hálito sacerdotal.
Consiguientemente, se abre un amplio horizonte para releer en
profundidad cuanto incluso el CG 21, por explícita invitación
del recordado Pablo VI, nos ha llamado a reconsiderar, en
profundidad, particularmente el carácter sacerdotal del
Director. Pero la problemática es bastante más amplia y
comprometedora: Su estudio y profundización nos debería
explicar, en definitiva, por qué para todos los implicados en el
trabajo salesiano la misión salesiana en la Iglesia es, con toda
verdad, una auténtica «pastoral».

230
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

1.1. Compenetración, no disociación


La fuerza «pastoral» del Sistema Preventivo lleva a unir
íntimamente entre sí la evangelización y la educación.
Don Bosco excluye, de hecho, en su actividad pastoral-
pedagógica, la más insignificante disociación entre educación
y evangelización.
Se ha querido sintetizar su praxis, con una especie de slogan
capitular, en la expresión siguiente: «Evangelizar educando y
educar evangelizando». Con ello se pretende afirmar que la
pastoral juvenil salesiana se caracteriza por su encarnación
cultural en el campo de la educación, y que la pedagogía
salesiana se distingue por su constante finalidad pastoral. No
se trata de un juego de palabras, sino de evitar reducciones
perniciosas; tal, la tentación de que podemos sin más derivar
de la Pastoral la pedagogía; o, al contrario, exaltar los valores
antropológicos, como si ya, por sí mismos, fueran cristianos.
«Somos conscientes —nos dice el CG 21— de que educar y
evangelizar son actividades diferentes en su categoría. Pero van
estrechamente unidas en el plano de la vida práctica».
Su autonomía de naturaleza y de orden no significa separación de
praxis y de arte. La distinción de naturaleza, con sus respectivos
valores y sus correspondientes ciencias, no comporta, pues
necesariamente y como tesis de principio, la imposibilidad
en Ia práctica de una «educación cristiana». Su afirmación en
abstracto nos parecería, de verdad, una especie de nominalismo
alejado de la realidad histórica: esto es, no se tendrían en cuenta
ni Ia praxis existente al respecto, ni los contenidos materiales
propio de ambas actividades, ni la unidad existencial de la
persona, ni el sentido cristiano de la historia única.

231
4.2 Evangelizar «educando»
Consideremos, ante todo, la primera parte de la afirmación
capitular.
La preocupación pastoral de Don Bosco se caracteriza, y con
seriedad coherente, por una opción de la educación como
campo y modalidad de su actividad pastoral.
Por esta razón el Sistema Preventivo se apoya en el hecho
concreto de la compenetración existencial que se da entre
«evangelización» y «educación», precisamente en la línea que
nos indica la exhortación apostólica «Evangelii Nuntiandi».
Nuestro CGE había hablado de «promoción integral cristiana»
y de «educación liberadora cristiana». A Don Bosco, en su día, le
gustaba resumir su programa de vida propuesto a los jóvenes en
fórmulas sencillas pero densas. Él habla de “buenos cristianos y
honrados ciudadanos”; mira por la “salud, sabiduría y santidad”
de sus muchachos, y propone un estilo de vida que incluye
“alegría, estudio y piedad”».
De esta suerte su pastoral nunca se reduce a la sola catequesis o a
la sola liturgia, sino que abarca todos los compromisos concretos
pedagógico-culturales de la «condición juvenil». Se coloca dentro
del proceso de humanización, sin duda con sentido crítico le sus
deficiencias, pero también con una visión globalmente optimista
de su maduración humana, convencido de que el Evangelio
debe precisamente ser sembrado ahí para llevar a los jóvenes a
comprometerse en la historia con generosidad. Su pastoral, pues,
tiende a ser verdaderamente útil a la construcción de la nueva
Sociedad; tanto es así que Don Bosco pudo presentar, a algún
político que no aceptaba una visión de fe, su «Sistema» como un
auténtico compromiso de promoción humana.

232
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Se trata de aquella caridad evangélica que se hace concreta en


dar un vaso de agua y un pedazo de pan, en visitar al enfermo y
al encarcelado, en liberar y promocionar al joven abandonado
y descarriado.
Con razón aparece Don Bosco, ante el mundo y ante la Iglesia,
como un «Santo Educador», lo que quiere decir que ha buscado su
propia santidad en un compromiso de educación. Por otro lado, si el
Evangelio posee un valor salvífico en el desarrollo del hombre, y si
los muchachos y los jóvenes están viviendo unos años de educación,
su evangelización más adecuada consistirá en acompañarlos en un
proceso educativo donde la fe se integra como elemento unificador
y como luz de su propia personalidad integral.
La fórmula «evangelizar educando» lleva por sí misma a algunas
opciones concretas para el Salesiano.
Quiere destacar que, puesto que el Sistema Preventivo es
una praxis, tales opciones han de tener lugar en el plano
existencial; y las aplicamos aquí a la persona del evangelizador-
educador, a sus convicciones, a sus íntimas motivaciones, a sus
competencias, a sus criterios y métodos de presencia educadora
entre los jóvenes.
Enumero a continuación las opciones más de destacar y que se
deducen de esta primera expresión del slogan capitular:
— La fuerza de la tensión que estimula la acción educadora.
La razón por la que el Salesiano —como individuo y como
comunidad— se compromete en la educación tiene su origen
fuera del área cultural. Procede de la caridad pastoral, esto es,
viene de una motivación vocacional de servicio al Evangelio. La
opción fundamental de toda su vida es el seguimiento de Cristo
a tiempo pleno y con todas sus energías vitales. Esta elección de

233
base empapa la conciencia del Salesiano de tal modo que todas
sus actividades, sean cuales sean, adquieren una intencionalidad
evangélica.” ¡El Sistema Preventivo —decía Don Bosco — (es) la
caridad!», “el santo temor de Dios infundido en los corazones”.
Esta tensión interior — personal y comunitaria — se cuida y se
alimenta hasta llegar a las cumbres de la santidad. No hacerlo
puede reducir la fórmula «evangelizar educando» a un engaño
que vacía el compromiso de evangelización, reduciéndolo a una
simple tarea de promoción humana.
Con muy buena razón Don Bosco escogió como lema orientador
de la conciencia salesiana, y como estímulo para su misión, el «da
mihi animas».
— La solicitud positiva por los valores y las instituciones
culturales.
La intencionalidad evangelizadora lleva al Salesiano — como
persona y como comunidad — a estimar y a asumir el compromiso
educativo en sus valores humanos, profundizando y desarrollando
su naturaleza específica, que está dotada de una consistencia y
finalidad propias, si bien reconoce que la justa autonomía que
les corresponde en el orden del análisis y del estudio no lleva
consigo una independencia real en el orden práctico del arte de
la educación.
Se da, en efecto, una importantísima distinción, que hay que
mantener, entre las realidades naturales consideradas analítica,
I parcialmente en su autonomía formal, y las mismas realidades
Consideradas global y armónicamente en cuanto se refieren al
‘hombre que vive en la historia y recapituladas en Cristo.
De todos modos, el hecho de que los valores y las instituciones
culturales y las ciencias antropológicas tengan una consistencia

234
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y una finalidad propias exige que, en el Sistema Preventivo, se


dé un margen más amplio a las iniciativas y a las instituciones
culturales, de acuerdo con la actual «condición juvenil»,
armonizándolas oportunamente dentro de una propuesta de
educación Integral.
Don Bosco prestó mucha atención a los valores de las realidades
humanas. Recordemos cuánto hizo en el terreno de la escuela,
del trabajo, del tiempo libre, de la prensa, de la actualización
cultural, de la música, de la organización, etc. Sólo un espíritu
libre y humanista convencido — y sin sospechas de pelagianismo
— podía dejar a sus seguidores expresiones programáticas tales
como: “Dése (a los jóvenes) amplia posibilidad de saltar, correr,
vociferar a placer; la gimnasia, la música, la declamación, el
pequeño teatro, los paseos son medios muy eficaces».
Así pues, por un lado la competencia cultural y pedagógica será,
para el Salesiano, un dato concreto que servirá para medir la
sinceridad y la eficacia de su intencionalidad evangelizadora, y
por otro, esta su intencionalidad será la luz que lo ilumine para
formular un programa integral de su trabajo como educador.
— Engarzar profundamente el Evangelio con la cultura.
En la praxis educadora del Sistema Preventivo, el Evangelio se
presenta íntimamente unido a la existencia concreta; no se lo aísla
de la vida, sino que se lo inserta armónicamente en los procesos
de crecimiento de la personalidad y de la humanización. Ni se
propone como algo que engendre obligaciones y cumplimientos
legales, sino como un don y una energía que incorpora al Misterio
de Cristo toda la existencia, toda la historia y toda la creación.
Don Bosco se preocupó siempre de hacer ver a sus jóvenes
desde el interior del proceso de humanización de la persona

235
y de la sociedad, «la hermosura de la Religión», tratando día
a día de prevenir o de sanar el doloroso drama de la ruptura
entre Evangelio y cultura: «Únicamente la religión — decía — es
capaz de iniciar y de llevar a buen término la gran obra de una
verdadera educación».
— Sentido realista de la graduación.
«Imitando la paciencia de Dios, acogemos a los jóvenes tal
como se encuentran en el desarrollo de su libertad y de su
fe (...). Multiplicamos nuestros esfuerzos para iluminarlos y
estimularlos, respetando el delicado proceso de la fe. Nuestra
acción educadora tiende a que, progresivamente, se hagan
responsables de su propia educación».
Es un proceso pedagógico que tiene en cuenta todos los
dinamismos humanos, y crea en los muchachos y en los jóvenes
las condiciones de aceptación por medio de una respuesta libre.
Así pues, esta primera afirmación del slogan capitular —
«evangelizar educando» — lleva consigo unas exigencias concretas
para la reactivación del Sistema Preventivo: Exige que nosotros
seamos verdaderos animadores evangelizados como individuos
y como comunidad, y que consideremos el campo de la cultura
con sus valores, sus instituciones y sus ciencias como el ambiente
y el punto de destino de nuestra misión pastoral.

4.3 Educar «evangelizando»


Veamos brevemente también la segunda parte del slogan
capitular.
Si es un hecho que la opción evangelizadora del Sistema
Preventivo se mueve dentro de la educación cultural, es

236
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

igualmente verdad que su compromiso educador está muy


dirigido por el compromiso pastoral de evangelización. Nuestra
acción educadora es «pastoral», no sólo en el sentido de que, por
parte del educador, nace y se alimenta, explícitamente y día a
día, de la caridad apostólica, sino también en el sentido de que
todo el proceso educativo, con sus contenidos y metodología, está
orientado a la finalidad cristiana de la salvación, e impregnado
de su luz y de su gracia.
Esto no significa que la pedagogía salesiana se preocupe
simplemente de incorporar, de forma institucional, en los
programas le educación, algunos momentos reservados a la
instrucción religiosa y a la expresión cultual; antes bien, exige, en
su conjunto, el compromiso, bastante más profundo, de abrirse a
los valores absolutos de Dios y de interpretar la vida y la historia
a la luz le las riquezas del Misterio de Cristo.
La pedagogía salesiana cuenta, de verdad, con la fuerza y la
perspectiva de la resurrección, y considera muy mucho la presencia
vivificadora del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo” Ama
objetivamente toda la realidad, y se centra en los nervios vitales
de la historia del hombre. El Sistema Preventivo quiere proponer
una educación situada, con todo realismo, en el interior de la
vida concreta e integral del hombre histórico, como un método
práctico de aprender a desarrollar todas las posibilidades.
También este aspecto de «educar evangelizando» lleva consigo
opciones concretas en el proceso educativo. Tales opciones se
refieren, en este caso, a la realidad de la «persona» del educando,
a la meta real e histórica de su crecimiento, a los contenidos y a
los medios de que tiene necesidad, y a la metodología que le vaya
a ser más provechosa en su maduración.

237
Las opciones más fuertes de esta segunda parte del slogan son:
— Presencia clara del fin último.
La pedagogía de Don Bosco presenta, con insistencia explícita,
la verdadera finalidad religiosa de la vida. El fin último es la
gran fuerza impulsora del proceso educativo, muy claro en su
formulación y con una presencia que opera constantemente. «La
única finalidad del Oratorio es salvar almas». «Este es no sólo el
motivo principal, sino el único, para el que vine aquí”. Nos es muy
conocida la fuerte convicción que tenía Don Bosco de que sin
«religión» —en el sentido pleno que él daba a esta palabra— no
resulta correcta ni integral la promoción humana.
Ahora bien, en el orden práctico del arte —y el Sistema Preventivo
es un «arte»— los fines desempeñan la misma función que, en el
orden especulativo, tienen los principios. De ahí que el olvido de
los objetivos en la educación —o una visón errónea o incompleta—
es causa de desvío, de unilateralidad, de incompetencia. Y es éste
precisamente uno de los peligros más graves y más frecuentes
de nuestro tiempo. La civilización actual, efectivamente, tan
avanzada tecnológicamente, se ve acusada por los pensadores —
incluso no creyentes— de decadente, porque se centra más en
los medios que en los fines. Por consiguiente, y para desgracia
nuestra, está peligrosamente desviada por lo que respecta al
crecimiento humano de la persona y de la sociedad.
Don Bosco quiso formular y tener presente, con absoluta
objetividad, el fin supremo de la existencia, y quiso introducir, de
un modo positivo, en el proceso de la educación, su luz religiosa
y sus fuerzas dinámicas.
— Un proceso educativo positivamente orientado hacia Cristo.
Si la praxis educativa salesiana nace y se alimenta de la caridad

238
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

pastoral, y si tiende explícitamente y con toda lealtad hacia la


salvación que se deriva del hecho de la redención, encontrará
todas sus motivaciones y sus inspiraciones en Cristo y en su
Evangelio.
De aquí la extraordinaria importancia e incidencia que tienen,
en el Sistema Preventivo, los valores y los dinamismos cristianos.
Merece la pena destacar que tal orientación cristiana del
proyecto educativo es una exigencia del «dato real», esto es, de
la objetividad de la historia humana —a pesar de que tal «dato»
no sea conocido o reconocido por todos—, y no simplemente un
fruto de una superestructura cultural religiosa y anacrónica.
En un proceso educativo concebido con tanto realismo, el Sistema
Preventivo cuida mucho la dimensión «eclesial». No desarrolla
sólo un sentimiento religioso individual, sino que tiene i la vista
la experiencia concreta y comunitaria de la Iglesia con todos los
elementos que la configuran como comunidad de amor, le fe y de
culto, al servicio de la salvación de los hombres.
Ocupa un puesto muy destacado la vida sacramental y la
litúrgica, acentuando de una manera particular la pedagogía de
la «Penitencia» y de la «Eucaristía» dentro de un característico
«clima mariano». Aspectos estos todos que, después del Vaticano
II, y teniendo en cuenta los cambios culturales, necesitan una
profundización y una renovación muy urgentes.
Un asunto que también urge mucho, en este campo, es el de
la «Catequesis», considerada como iluminación evangélica de
toda la existencia, y como iniciación en la vida eclesial. Todo
ello lleva a una decidida «orientación vocacional» que facilite a
cada individuo la conciencia y el propósito de una participación
activa y personal en el Misterio de Cristo.

239
De este modo aparece, también aquí, la «santidad» como la
expresión de plenitud del «Sistema». Si la motivación de la
caridad pastoral hizo de Don Bosco el «Santo Educador», di
modo análogo la orientación hacia Cristo del proyecto educativo
salesiano hizo de Domingo Savio el «Alumno Santo».
En la Iglesia y ante el mundo, el Sistema Preventivo es la verdadera
pedagogía de la santidad: del pastor que se sumerge en la cultura
para educar, y del alumno que emerge de la promoción humana
impregnado de Evangelio. ¡La santidad es parte real e ineludible
de nuestra historia!
Conviene tomar buena nota: Don Bosco y Domingo Savio no
son santos que se han movido dentro del campo de la educación,
sino que son santos precisamente porque se comprometieron
en este «sistema» educativo. Su santidad puede ser considerada,
pues, como una especie de lección de pedagogía integral
sugerida por el Espíritu Santo. El ambiente de Valdocco, en la
época de Domingo Savio, nos conduce, de algún modo, «no sólo
al umbral de la experiencia mística, sino que nos introduce
totalmente en ella; nos lleva a un clima pentecostal, a una
experiencia colectiva del Espíritu Santo. El espíritu de familia
que Don Bosco instaura es una consanguinidad espiritual. El
educador trasmite la vida adquirida en la unión con Dios, a
través de la vida de gracia en la Iglesia.
La originalidad y la audaz propuesta de la santidad juvenil es
intrínseca a la acción educadora de Don Bosco. Su gran secreto
fue, no sólo el de no frustrar las aspiraciones profundas de un
espíritu juvenil —necesidad de vida, de expansión, de alegría, de
libertad, de futuro, etc—, sino el de haber llevado gradualmente
y con realismo a los jóvenes mismos a experimentar que sólo
en la «vida de gracia», esto es, en la amistad con Cristo, fuente

240
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de alegría perenne, sus ideales más auténticos cobran sentido


y quedan sublimados: «Nosotros, aquí, hacemos consistir la
santidad en estar siempre alegres».
El Sistema Preventivo nos invita, consiguientemente, a repensar y
a renovar, para nuestro propio provecho, hoy, el concepto mismo
de «santidad», su presencia en la historia del hombre, su necesidad
ineludible en el proceso de humanización, y a considerar a Don
Bosco como el «Maestro de la santidad juvenil».
En cuanto a este aspecto explícitamente cristiano resulta útil
destacar la siguiente afirmación del Capítulo: «Un proyecto tal,
en sus contenidos, en sus metas, en su estilo, puede proponerse
incluso a quien no comparta nuestra visión del mundo ni participe
de nuestra fe (...). Aplicado con ductilidad, gradualidad y sincero
respeto hacia los valores humanos y religiosos presentes en las
culturas o religiones de nuestros destinatarios produce frutos
fecundos en el plano educativo, crea amistad y suscita simpatía
en alumnos y exalumnos, desencadena grandes energías de bien,
y, en no pocos casos, coloca los fundamentos de un camino libre
de conversión a la fe cristiana».
— Conciencia crítica y sentido del deber, a la luz del Evangelio.
En una época de pluralismo como la nuestra, urge preparar a los
jóvenes, y despertar en ellos una conciencia crítica que sepa darse
cuenta de los valores auténticos, e incluso estar preparada para
desenmascarar ciertas prepotencias culturales que, a través de
sofisticados medios de comunicación social, dominan la opinión
pública y arrastran a muchos jóvenes.
La luz de la fe es, sin duda, la única sabiduría que puede
hacer objetiva la inteligencia de cara a seductoras propuestas
ideológicas.

241
«Educar evangelizando» significa «alcanzar y, en cierto modo,
desbaratar, mediante la fuerza del Evangelio, los criterios de
juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas
de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de
la humanidad que se oponen a la Palabra de Dios y al designio
de la salvación».
El sentido propio de la educación y de una verdadera actividad
cultural es el de liberar al joven, de hacerlo consciente di sus propios
derechos y deberes, partícipe y conocedor de las vicisitudes de su
época, capaz de autodeterminación y de colaboración. Educando
de este modo se produce cultura, se la descubre y se la enriquece,
no sólo introduciendo, en el circuito de las ideas, nuevos impulsos
y nueva linfa, sino, sobre todo, aportando a la sociedad personas
valientes, capaces de reflexión crítica y de una vida sana. «Ten (la)
valentía de tu fe y de tus convicciones» — decía Don Bosco—.” No
temas: Dios está con la Iglesia todos los días hasta el final de los
tiempos: Son los malos quienes han de temblar ante los buenos, y
no los buenos ante los perversos».
La idea de una conducta recta es muy importante en la pedagogía
de Don Bosco, quien siempre insistió, con inteligencia y fuerza
persuasiva, sobre el «sentido del deber», sobre la disciplina» de
vida y sobre el «espíritu de sacrificio».
La presentación del significado de la libertad y de los propios
derechos se la puede considerar, de acuerdo con el Evangelio,
sólo en el caso de que vaya acompañada, con claridad y con
insistencia, del conocimiento y de la práctica tanto del espíritu
de sacrificio como del cumplimiento de los propios deberes: ¡En
el centro del Cristianismo está Jesús crucificado!
Incluso un gran político moderno, que ha dado testimonio con
su vida de la grandeza de los valores democráticos, Aldo Moro,

242
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

ha dicho que una Nación «no se salvará, la época de los derechos


y de las libertades se mostrará efímera, si (en ella) no surge un
sentido nuevo del deber».
Educar «evangelizando» implica, pues, opciones concretas con
compromisos continuamente nuevos, que nos obligan a revisar a
fondo nuestro trabajo educativo.
— La Palabra de Dios, por su propia naturaleza, revela e interpela.
Finalmente, una opción indispensable que hay que asegurar en
el proceso educativo es la de respetar la naturaleza específica del
Evangelio y de la Fe.
La Palabra de Dios no es propiamente maduración humana o
respuesta explícita a una situación problemática. Es, en cambio,
iniciativa de Dios, don, interpelación, vocación, pregunta. El
Evangelio, antes que responder, pregunta.
El educador debe tener conocimiento, y ser leal con esta
naturaleza de la Palabra de Dios. Su preocupación pedagógica de
adaptación a la «condición juvenil» no debe ignorar ni oponerse
a su compromiso pastoral de «profeta» del Evangelio.
La armonía y la constante compenetración mutua de ambos
aspectos exige reflexión, revisión y lealtad.
Por consiguiente, así como la pedagogía del Sistema Preventivo
se apoya en una opción fundamental de compromiso pastoral,
el Salesiano deberá cuidar constantemente la presentación de
los contenidos de la fe auténticos. Su inclinación personal y su
capacidad de considerar las condiciones de los destinatarios ha
de estar iluminada y guiada siempre por la figura de Cristo que,
interpela y llama como Señor de la historia.

243
5. El estilo salesiano
Permitidme aún, como conclusión, algunas observaciones.
La renovación del Sistema Preventivo va unida, en nuestra
tradición viva, a la práctica de algunas modalidades de convivencia
y de comunión que parecen sencillas en su formulación, pero
que están cargadas de posibilidades educadoras.
Su conjunto constituye aquel característico «estilo salesiano» que
proporciona el clima y la fisonomía propios de nuestras obras.
Hacemos aquí elenco de las principales modalidades, p.in
indicar algunos puntos concretos de nuestra praxis que
tienen más necesidad de una mejor valoración y que debemos
descubrir di nuevo.
5.1. Modalidades típicas.
Entre los aspectos más significativos de la actuación del
Sistema Preventivo, enumeramos los siguientes:
— La asistencia.
Hay que saber interpretarla de nuevo, teniendo en cuenta la
«condición juvenil» actual, y de acuerdo con la modalidad
pedagógica que exige tal condición. Nuestra presencia entre
los jóvenes, animando su actividad en un clima de convivencia
y de familiaridad apostólica, ofreciendo elementos de
maduración, constituye el elemento esencial de la asistencia.
Deberemos, tal vez, superar la costumbre de verla como un
recurso disciplinar, y deberemos igualmente promocionarla
de nuevo, siguiendo el modelo «oratoriano».
Para asimilar más fácilmente una asistencia de este tipo, será
preciso analizar mejor el delicado concepto de “preventivo”.

244
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Don Bosco vio claramente la profunda diferencia de


metodología que hay entre dedicarse a reprimir y a remediar los
daños de las experiencias negativas, y el esforzarse, en cambio
con inteligencia amorosa, a promover los gérmenes del bien,
de modo que se prevengan las experiencias deformadoras. Don
Bosco escogió, sin vacilar, el segundo camino. Su «Sistema»
apunta fijamente a hacer madurar, con la gracia de Cristo, las
energías constructivas, reforzando a los jóvenes de tal modo
que queden preservados, en lo posible, de todo pecado que
pueda sobreponerse a su natural fragilidad.
Para lograr esto, se entregó a una convivencia llena de generosidad,
que aportaba, de modo palpable y día a día, el testimonio claro
de una vida de gracia, y que se preocupaba por crear un clima
ambiental donde se percibiera el hálito de esta gracia.
He ahí un punto sobre el que necesitamos meditar, si es que
deseamos vivir de nuevo el genuino estilo salesiano.
— La creación de un ambiente educativo.
Nuestro estilo de acción con los jóvenes no se basa únicamente
en relaciones individuales. Creemos en la importancia de
la estructura como vehículo de los valores. La necesidad de
un ambiente fue uno de los primeros logros pastorales de
Don Bosco. Y llegó a ser tan definitiva que no llegamos a
comprender la acción educativa salesiana si no se considera
la calidad del ambiente.
— La formación de la comunidad educativa.
En las instituciones educativas urge acertar a comprometer a
todos los responsables, e infundirles los ideales de Don Bosco.
El cada vez mayor número de laicos nos ofrece la oportunidad
de comunicar la riqueza de que somos portadores y, al mismo

245
tiempo, lleva consigo el riesgo de desidentificación, en el caso
di que asumamos con seriedad, con método y con entusiasmo
la tarea de animadores que nos corresponde. La comunidad
educativa es, ante todo, la comunidad de los jóvenes animada por
los educadores. Hablar de comunidad de jóvenes quiere decir
haber creado, entre ellos y con ellos, relaciones de comunicación
y de amistad, haber puesto ante sus ojos objetivos comunes,
haberles dado participación, y considerarlos protagonistas de
su proceso de educación, y no sólo destinatarios de nuestra
prestación profesional o apostólica.
— Los grupos y los movimientos juveniles.
La experiencia de comunidad abre un mundo insospechado de
posibilidades y de valores. No debe maravillarnos que nuestro
Padre, por su aguda intuición y por su sabia experiencia,
llegara a conclusiones fundamentales y definitivas. El CG
se ha dado cuenta de este aspecto, sobre todo de un doble
fenómeno: El hundimiento del asociacionismo tradicional,
y la falta de una experiencia que pudiera sustituirlo, y que,
animada convenientemente, asumiese las características de
la espiritualidad salesiana. Evidentemente no se trata aquí
de exhortar a la fundación de un movimiento que manifieste
el poder de convocatoria en ocasiones particulares. Se trata
más bien de ofrecer a los jóvenes una intensa experiencia de
comunidad de fe y de trabajo por los demás, con suficiente
apoyo doctrinal y con una organización que asegure la
maduración y la continuidad.
5.2 Urge el espíritu de inventiva
El estilo salesiano no es algo hecho de una vez para siempre;
es más bien una tarea de sana creatividad, particularmente en
este momento de transición cultural.

246
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Precisamente hemos escogido este tema para la circular, con


la intención de suscitar la colaboración en este trabajo.
Una de las orientaciones operativas del CG 21 que considero
más exigentes es la que sigue: «Cada Inspectoría (o grupo de
Inspectorías) elaborará un proyecto educativo adaptado a la
realidad local como base de programación y de control para sus
varias obras, en línea con las opciones de fondo hechas por la
Congregación: Oratorios, Centros Juveniles, Escuelas, Internados,
Convictorios, Residencias, Parroquias, Misiones, etc.».
Para elaborar un proyecto de tan gran responsabilidad es
indispensable reflexionar «salesianamente». No bastan
las ciencias de la educación, ni sólo las de la fe, ni siquiera
nuestra personal experiencia más o menos acrítica apoyada
en los años y en una mentalidad llamada hoy a la conversión
por un Concilio Ecuménico y por dos Capítulos Generales.
Además, el hecho de que el CG 21 nos hable de ambientes tan
distintos —que van del Oratorio al Colegio, o a la Parroquia,
o a las Misiones—, quiere darnos a entender que se trata de
la necesidad de saber poner al día un conjunto de criterios
o un espíritu, antes que una normativa para esta o aquella
estructura institucional, sin olvidar, es natural, que el sentido
práctico de un espíritu debe encarnarse también en normas
precisas y obligatorias.
La elaboración del proyecto nos pide concentrarnos en un
todo homogéneo», susceptible de aplicaciones diversas.
Rehacer, a nivel de ideas y de práctica, la síntesis del Sistema
Preventivo de modo que ni se pierda ninguno de sus recursos
típicos, ni se quede en la penumbra, es una tarea que exige
ponerse en sintonía con el carisma del Fundador y prestar

247
mucha atención a los signos de los tiempos. Que esta síntesis
llegue a comprometer no sólo a algunos mejor preparados, o
a los dirigentes, o a aquellos que naturalmente se interesan
por el tema, sino que llegue a comprometer a cada uno de
los hermanos y a cada comunidad, es una de las obligaciones
señaladas en el programa de este sexenio. Nos corresponderá,
pues, refrescar lo que ya sabemos, pero que tal vez debemos
contemplar y admirar de nuevo, recuperar cuanto habíamos
descuidado, descubrir dimensiones surgidas del progreso de
la reflexión, llegar a síntesis más ricas y completas que nos
orienten en nuestro trabajo de evangelización y en la búsqueda
de unidad para nuestra vida de religiosos-apóstoles.
Se hace una llamada, en este sentido, a todos los niveles de
responsabilidad. «El Inspector, las Conferencias Inspectoríales
y el Regional promuevan reuniones, días o semanas de estudio,
debates, intercambios de experiencias educativas y pastoral
eventualmente abiertas también a educadores y maestros
que no sean de la Familia Salesiana, con el fin de favorecer el
conocimiento profundo y reactualizado del Sistema Preventivo
de Don Bosco, teniendo muy en cuenta la condición juvenil y
popular del propio ambiente, y de las aportaciones válidas de
las ciencia pedagógicas y antropológicas de hoy».

La Nueva Evangelización (8 de septiembre de 1989)


Imprescindible interioridad apostólica de los
evangelizadores
Me parece fundamental llamar la atención sobre otra
novedad, pues siempre lo es, que se halla en la base de todo:
la renovación personal de los evangelizadores. Hace años que

248
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

estamos martilleando en la interioridad apostólica. Vale la


pena considerar brevemente aquí tal asunto con la óptica de
la nueva evangelización.
El Papa, en este sentido, habla de «nuevo ardor». Se trata del
corazón y la mente de quien evangeliza. Nunca ha existido,
nunca podrá haber evangelización sin evangelizadores válidos:
pensemos en los apóstoles y en todos los discípulos.
La nueva evangelización es testimonio. «La fuerza de la
evangelización —escribe Juan Pablo II— reside simultáneamente
en la verdad que se anuncia y en la convicción del testimonio
con que se hace. Por esto, hoy día la nueva evangelización
necesita que los heraldos sean fieles en la predicación de la
verdad y testigos de la fuerza salvadora de la Palabra de vida.
Frente al reto de la nueva evangelización, la Iglesia necesita
hoy maestros y santos abiertos al poder iluminador del
Espíritu Santo, que agudiza la capacidad de dis-cernimiento
de la realidad y hace que brote en abundancia una creatividad
de palabras y obras adecuadas para dar vida al Evangelio que
se anuncia en diferentes situaciones temporales. Por ello,
los religiosos de la nueva evangelización deben sobresalir
en la fidelidad a la verdad y en el ardor de la misión, en la
transparencia del testimonio y en la fuerza sobrenatural de
la santidad. Nunca deben olvidar que, en comunión con sus
fundadores, son hijos e hijas de santos que anunciaron el
Evangelio con la santidad de su vida».
Es, por tanto, importante que concentremos la atención en
nosotros mismos como educadores cristianos renovados.
Tal óptica debe tomar en consideración una característica
inherente a la modalidad propia del sistema preventivo: la de
evangelizar educando.

249
Juan Pablo II nos recuerda que san Juan Bosco supo lograr «una
síntesis entre actividad evangelizadora y quehacer educador»;
su preocupación evangelizadora —escribe— «abarca todo el
dilatado campo de la condición juvenil; se coloca, pues, dentro
del proceso de formación humana.
Creo que todos tenemos claro que las activida¬des educativas
propiamente culturales (ciencias, profesionalidad, teatro,
música, deporte, disciplina, etcétera) pertenecen, por su
propia naturaleza, al nivel de la maduración humana; de sí
no son evangelización: las cultivan también los no cristianos.
Lo que las eleva de significado, sin cambiar su naturaleza,
es la síntesis vital a que las incorpo¬ra el evangelizador que
educa, quien las ordena existencialmente para el objetivo
cristiano de la formación completa que guía al joven hacia
la plenitud pascual. «El educador —nos dijo el Pa¬pa— debe
tener percepción clara del fin último, ya que en el arte de la
educación los objetivos desempeñan un papel determinante».
En mi circular, ya citada, de nuestro proyecto educativo hacía
observar que en el sistema preventivo cabe distinguir dos
niveles o aspectos diversos, profundamente unidos entre sí: el
principio inspirador (= tensión pastoral del evangeli¬zador, su
hacer parroquia según las modalidades concretas del artículo
40 de las Constituciones) y el criterio metodológico, que guía las
modalidades concretas de su acción (=el método pedagógico de
casa, escuela y patio). «Entre tensión pastoral y método pedagógico
se puede percibir una delicada distinción, útil para la reflexión y
ahondamiento de aspectos sectoriales; pero sería ilusorio y peligroso
olvidar la relación íntima que los une tan radicalmente entre sí, que
es imposible separarlos. Querer disociar método pedagógico de Don
Bosco y su alma pastoral sería destruir uno y otra».

250
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Así pues, el evangelizador con su interioridad apostólica


es verdaderamente el protagonista estratégico de la nueva
evangelización. Tiene que haber asimilado vitalmente la
verdad revelada y tomar en consideración las varias novedades
cultu¬rales a que nos hemos referido, pero ha de ver también
como absolutamente imprescindible la renovación pastoral
de su corazón. Hay verdadera urgencia de un nuevo ardor
apostólico como alma del evangelizador. No nos hagamos
ilusiones: el secreto está también en el método, pero no se
queda ahí. Sin cuidado especial de la interioridad apostólica
en nosotros, en los seglares y en los j¬venes, no lograremos la
tan deseada nueva evangelización. Es de la caridad pastoral
del corazón, centro vivo del espíritu salesiano, de donde brota
la gracia de unidad que hace recíprocamente inse¬parables el
«evangelizar educando» y el «educar evangelizando».
La nueva evangelización o es fruto de interioridad o no existirá:
esto es capital; de aquí nace la posibilidad de una forma nueva.
Don Bosco fue pastor siempre y doquier; como actividad
primordial para evangelizar a los jóvenes eligió la educación y
a diario la impregnó del ardor del «da mihi ánimas». Imitemos
el arte pedagógico de su síntesis vital, nacida del ardor
apostólico de su corazón.

Nueva Educación (19 de mayo de 1991)


Distinción entre educación y evangelización, como tales
Hoy día, pues, se tiende a presentar el hecho educativo,
predominantemente, de forma laicista.
Por otra parte, ¿quién no ha visto a más de un salesiano profesor
olvidarse de ser evangelizador? ¿O, por el contrario, algún otro que,

251
en la catequesis, la liturgia y la religión, descuida las oportunas
dimensiones pedagógicas porque le falta experiencia en las
ciencias y técnicas de la educación y, por tanto, es incapaz de
responder a las interpelaciones culturales? Desgraciadamente,
el peligro de la diso¬ciación entre tarea cultural y quehacer
pastoral —incluso entre nosotros mismos— no es imaginario.
Educar y evangelizar son dos acciones en sí diferentes, que
pueden desconectarse mutuamente; pero la unidad de la
persona del joven pide que no se separen. Tampoco basta la
simple yuxtaposición, corno si fuera normal que se ignoraran
recíprocamente.
Vale la pena detenerse aquí un poco para hacer alguna aclaración
sobre la distinción específica de ambos polos. Ciertamente, el
objetivo de la acción educadora se distingue, en sí mismo, del de
la actividad evangelizadora; cada una tiene su propia finalidad
con caminos y contenidos peculiares. Hemos de saberlas
distinguir, no para separarlas, sino para unirlas armónicamente
en una complementariedad de praxis orgánica.
— La educación, en sí misma y en cuanto actividad educadora, se
sitúa en el ámbito de la cultura y forma parte de las realidades
terrenas; se refiere al proceso de asimilación de un conjunto de
valores humanos en evolución, con una meta específica propia. En
tal sentido, podemos hablar incluso de una laicidad propia, dados
sus contenidos creaturales universalmente compartibles con todos
los hombres de buena voluntad. Recordemos, en este aspecto, lo que
en su día meditamos en la circular sobre la nueva evangelización
con referencia a la necesidad de conocer y profundizar hoy la
teología de la creación.
La actividad educadora tiene una legitimación intrínseca propia,
que no se ha de instrumentalizar ni manipular. Su finalidad

252
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

es promover al hombre, es decir, hacer que el joven aprenda


el oficio de ser persona. Se trata de un proceso que se realiza
en un largo y gradual camino de crecimiento. Más que tender
a imponer normas, procura hacer cada vez más responsable la
libertad y desarrollar los dinamismos de la persona, apelando
a su conciencia, a la autenticidad de su amor y a su dimensión
so¬cial. Es un verdadero proceso de personalización, que debe
madurar en todo individuo.
La actividad educadora implica dos presupuestos que debemos
tomar en consideración. El primero se refiere, precisamente, a su
naturaleza de proceso, o sea, a aquel largo devenir de crecimiento
que im¬plica necesariamente una gradualidad bien calibrada;
el segundo nos recuerda que la educación no puede reducirse
a simple metodología. La actividad está vitalmente ligada a la
evolución del sujeto. Es una especie de paternidad y maternidad,
como si se tratara de una generación humana compartida para el
desarrollo de valores básicos, tales como la conciencia, la verdad,
la libertad, el amor, el trabajo, la justicia, la solidaridad, la
participación, la dignidad de la vida, el bien común, los derechos
de la persona. Precisamente por eso, procura también que se
evite lo que degrada y desvía: las idolatrías (riqueza, poder, sexo),
la marginación, la violencia, los egoísmos, etcétera. Se dedica
a que el joven crezca desde dentro, a fin de hacerse hombre
responsable y actuar como un ciudadano honrado.
Educar quiere decir, pues, participar con amor paterno y materno
en el crecimiento del sujeto a la vez que se cuida también, para ello,
la colabora¬ción con otros, pues la relación educativa supone varios
agentes colectivos.
— En cambio, la evangelización —tomada en su acepción amplia—,
por sí misma se ordena a tras¬mitir y cultivar la fe cristiana;

253
pertenece al orden de aquellos acontecimientos de salvación que
provienen de la presencia de Dios en la historia y se dedica a
hacerlos conocer, a comunicarlos y hacerlos vivir en la liturgia
y en el testimonio. No se identifica simplemente con una
normativa ética, porque es revelación transcendente; no parte de
la naturaleza o de la cultura, sino de Dios y de su Cristo.
Aunque supera el ámbito de las realidades terre¬nas, tiende
objetivamente a encarnarse en las personas y en las culturas.
Es una actividad propia del orden de la encarnación; se apoya
en la presencia del Espíritu Santo; lleva consigo algo que supera
lo humano; en una palabra, se refiere al misterio del Verbo
hecho hombre, consciente de que, en dicho misterio, Cristo no
se presentó como alternativa, sino como asunción, promoción
y salvación de toda la realidad humana. Conviene advertir,
además, que el punto de referencia última de la evangelización
no lo constituye un conjunto de valores, sino una persona viva:
Cristo, alfa y omega del universo.
El objetivo de la acción evangelizadora no es simplemente una
instrucción religiosa sobre determinadas verdades cristianas;
consiste propiamente en la formación del creyente, o sea, de
una persona que vive de fe en Cristo y se compromete con él
en los aspectos duros y fatigosos de la vida. Así, la actividad
evangelizadora no es únicamente anuncio, sino que implica
igualmente testimonio, entrega —también aquí paterna
y materna— y servicio gradual y adaptado, que requiere
sensibilidad educativa, cuyas raíces se hallen en una perspectiva
antropológica; por tanto, una acción en sí misma abierta y dirigida
a la educación. De ese modo, la Iglesia, experta en humanidad,
se hace también experta en educación, porque en ella todo se
ordena al crecimiento del hombre.

254
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

— Resumiendo, las dos acciones son en sí mismas distintas, pero


ambas actúan en la unidad orgánica de la persona del joven: son
dos modos complementarios de ocuparse del hombre; nacen
de fuentes diversas, pero confluyen en la tarea de engendrar al
hombre nuevo; están hechas para colaborar plenamente en el
crecimiento unitario del joven.
No olvidemos una consideración que es anterior. Entre
educación y evangelización existe, por su misma naturaleza,
un nexo orgánico muy profundo. Lo recordaba Juan Pablo II
en la famosa encíclica Redemptor hominu. Se descubre este
nexo poniendo en relación el misterio de la creación con el de
la redención. La redención —afirma el Papa— es una creación
renovada.
El Verbo no se encarnó en una realidad ajena a Dios, sino
en la imagen de sí mismo proyectada en el hombre creado.
El Verbo, pues, no se encarnó para añadir nuevos valores
parciales, sino para purificar, dar plenitud y elevar los valores
humanos de la creación: «mirabilius reformasti». Cristo
es el segundo Adán, el hombre nuevo; es más hombre que
todos cabalmente porque es Dios; no es alternativa —como
decíamos—, sino plenitud: es el Señor de la historia. Lo dice
claramente el Concilio: «En realidad, el misterio del hombre
sólo se esclare¬ce en el misterio del Verbo encarnado. Porque
Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir (cf
Rm 5, 14), es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo —el nuevo
Adán—, en la misma revelación del misterio del Padre y de su
amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la sublimidad de su vocación».
La fe está hecha para vivir en el hombre y el hombre está hecho
para vivir de fe: fe y vida son el binomio del futuro. «Una fe que se

255
colocara al margen de lo que es cultura sería una fe que no refleja
la plenitud de lo que manifiesta y revela la palabra de Dios, una fe
decapitada; peor todavía, una fe en proceso de autoaniquilación».
Cuando el XXIII Capítulo General habla de educar a los
jóvenes en la fe, ciertamente no pretende promover una
forma antropocéntrica de educación. La expresión capitular
«educar en la fe» significa propiamente educar evangelizando.
Aquí el verbo ‘educar’ no es autónomo; su significado está
plenamente relacionado con la palabra ‘fe’. Si el verbo ‘educar’
fuera autónomo, indicaría sólo una tarea de nivel cultural; en
cambio, la expresión del Capítulo quiere señalar una tarea
de nivel pastoral. No significa, pues, lo mismo decir ‘educar’
sólo en su acepción cultural, que decir ‘educar en la fe’ en el
senti¬do capitular. Para influir en la realidad viva del sujeto,
tenemos que lograr que se compenetren, con reciprocidad de
influjo, las aportaciones de la educación y las riquezas de la
evangelización, en mutua circularidad, sin que se resuelvan
conceptualmente una en otra, y haciendo que confluyan
armónicamente en la actividad pedagógico-pastoral dirigida a
la unidad de la persona que crece.
En una palabra, el verdadero fin último del hombre nuevo sólo
es uno y a él tienden operativamente las dos preocupaciones: se
trata de tomar en serio la historia.

¿Primero educar y después evangelizar?


Aun dando por evidente la mutua reciprocidad entre educación
y evangelización, todavía cabe preguntar si, en nuestra tarea,
es primero la una o la otra, a fin de saber por dónde empezar
a caminar.

256
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

En realidad, la pregunta es artificiosa. El Capítulo exige


simultáneamente la interacción de las dos.
Podríamos recordar que existen algunas realida¬des que están
antes que la actividad educadora. En primer lugar, el joven, tal
como es, en la integridad orgánica de su persona y del sentido
total de su vida: «Imitando la paciencia de Dios, acogemos a los
jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad».
Después viene la aportación de los actuales valores de la cultura
emergente con su contexto existencial, que requiere sentido
crítico e inteligencia creativa.
Por último, la otra realidad que debe preceder necesariamente
es la habilidad pedagógico-pastoral del educador, movido por
una ferviente espiritualidad pedagógica: aquí es donde reside el
verdadero secreto de la inseparabilidad de ambos polos.
Supuestos dichos antecedentes, debemos convencernos de que
la educación debe inspirarse desde el principio en el Evangelio
y de que la evangelización requiere ya desde el primer
momento ser adaptada a la condición evolutiva de los jóvenes.
La educación encuentra su significado completo y una razón
más de fuerza en el mensaje evangélico, y la evangelización se
dirige plenamente hacia el hombre vivo, y halla su eficacia en
los acercamientos pedagógicos.
Por otra parte, desde siempre el Evangelio, que de por sí trasciende
la evolución humana, se ha encarnado en las diversas culturas,
asumiendo sus valores, purificándolas y perfeccionándolas con
el ofrecimiento de horizontes más amplios e influyendo incluso
en las diversas formas de sus expresiones: arte, literatura,
ciencia, derecho, política, economía, etcétera.

257
Es urgente confrontar hoy la promoción del hombre con las
riquezas del misterio de Cristo.
Así, la praxis educativa que sugirió el Capítulo aparece
simultáneamente como participación y prosecución de la obra
creadora del Padre y de la redención del Hijo.
Es verdad que, en un cambio tan profundo como el que
vivimos a las puertas del tercer milenio, la evangelización ya
no puede contar —como en el pasado— con un contexto social
de religiosidad cristiana; pero, precisamente por ello, deberá
escuchar las interpelaciones de los tiempos, considerar con
atención profética los presupuestos de la respuesta humana
a Dios y acudir a las disposicio¬nes naturales y culturales
que muestran una apertura a la transcendencia personal
(búsqueda de religiosidad), a la transcendencia social
(búsqueda de solidaridad), a la transcendencia de sentido
de la existencia (búsqueda de valores) y a la transcendencia
de espiritualidad (búsqueda profunda, aunque no siempre
explícita, del misterio de Cristo).
Aquí se intuye la inseparabilidad, la recíproca atracción y la
necesidad de mutua y simultánea interacción de ambos polos.

Opción de campo de san Juan Bosco y ejemplaridad de


su praxis
Un dato que nos ilumina el significado de la expresión capitular
«educar a los jóvenes en la fe» es pensar que nuestro Fundador fue
suscitado por el Señor para los jóvenes, en cuanto destinatarios
privilegiados de su actividad evangelizadora; cabalmente por
ellos eligió, como campo de trabajo, la educación. Situó, así,
su misión apostólica en el área de la cultura humana. Tradujo

258
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

su ardiente caridad pastotal a formas concretas y eficientes de


intervención educativa, convirtiéndose en padre, maestro y
amigo de los jóvenes.
Con su original vivencia dio un sello propio a la praxis
educadora; le infundió un alma de vitali-dad permanente;
sintió la necesidad de dar orden y carácter orgánico a las
actuaciones pedagógicas; se dedicó a una renovación concreta
de la sociedad a partir de un trabajo renovado y global con
la juventud de los estratos populares. Su praxis pedagógica
se presenta como una actuación operativa con¬vergente, en
varios niveles: culturalmente, moviéndose entre tradición y
modernidad; socialmente, actuando entre sociedad civil y
convencida pertenencia eclesial; pedagógicamente, conjugando
instrucción, adiestramiento, educación y evangelización;
metodológicamente, actuando a la vez sobre los individuos,
sobre los grupos y sobre la masa. Las separaciones demasiado
rígidas se adaptan mal a su praxis viva.
Aquí nos interesa, en particular, una reflexión acer¬ca de la
integración armónica y el mutuo intercambio entre educación
y evangelización.
La praxis educadora es un arte, y la realiza un artista. Ni
en el arte ni en el artista se dan separados los aspectos que
intervienen en la acción, sino que se compenetran en una
energía de síntesis viva que sabe hacer confluir armónicamente
las aportaciones de los diversos aspectos en la expresividad de
la obra que se quiere producir.
Evidentemente, en el hecho educativo no se trata de esculpir un
bloque de mármol, sino de saber acompañar a un sujeto libre
a lo largo del proceso de su maduración. El concepto de arte,
aplicado a la educación, se ha de interpretar analógicamente,

259
como hacemos en el orden espiritual y ascético, donde se
describe como «arte de las artes».
En anatomía distinguimos y separamos: en las ciencias, la óptica
de la distinción es fundamento de la identidad y autonomía
de cada disciplina. En la vida, por el contrario, prevalece lo
orgánico, que une múltiples diferencias; y, así, en el arte triunfa
el genio de quien sabe concentrar más aspectos enriquecedores
en la realización de la obra maestra.
No sólo es arte la tarea educadora; la actividad evangelizadora
también implica de hecho, en su impulso intrínseco de
inculturación, una dimensión de arte —aunque suponga
vitalmente la intervención directa del Espíritu del Señor,
que por sí trasciende cualquier metodología humana—, pues
es una actividad que no suele prescindir de la colaboración
humana; por algo Cristo envió a sus Apóstoles a las diferentes
culturas y pueblos: «Id y haced discípulos de todos los pueblos
... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado».
La praxis pedagógica de san Juan Bosco une indisolublemente
entre sí educación y evangelización, no de cualquier modo, sino
con una peculiar compenetración armónica. La obra maestra
a que llega es el ciudadano, que será cabal si es buen cristiano.
Para descubrir el secreto de la compenetración entre ambos
polos, debemos penetrar en la personalidad del artista, a fin de
procurar comprender en qué ha consistido su habilidad.
Después del XXI Capítulo General ya hicimos una reflexión
sobre este tema, tan vital para nosotros, en la circular «El
proyecto educativo salesiano», de agosto de 197821. Ahora
tomamos de nuevo su hilo, convencidos de que el XXIII Capítulo
General nos impulsa a una mejor realización del mismo.

260
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Nuestro trabajo es simultáneamente pedagógico y pastoral:


nuestra pastoral respira y actúa en el área de la educación; y
nuestra actividad educadora se abre con asidua y competente
inteligencia al evangelio de Cristo.
San Juan Bosco siempre excluyó, en su actividad pedagógico-
pastoral, cualquier género de disociación entre ambos polos.
El XXI Capítulo General afirmó con claridad: «Tenemos
conciencia de que educación y evangelización son actividades
distintas en su orden; pero se hallan estrechamente unidas en
el terreno práctico de la existencia».
¿Cuál es, por tanto, la característica pedagógico-pastoral de
san Juan Bosco? Se sitúa en la inexhaus¬ta tradición cristiana,
que siempre, y sobre todo del Humanismo en adelante, ha
encontrado en la educación el camino real de la pastoral
juvenil: no podemos aislar a san Juan Bosco de esta tradición de
la Iglesia. No obstante, actuó con una modalidad propia ... que
nos dejó en herencia como elemento concreto de su carisma.
Las Constituciones hablan de la herencia del Sis¬tema
Preventivo en dos artículos —el 20 y el 38—, colocados en niveles
distintos, aunque evidentemen¬te complementarios: el primero
es expresión del espíritu salesiano, que impregna toda la persona
del educador; el segundo señala el criterio metodológico de
nuestra misión para acompañar a los jóvenes en el delicado
proceso de crecimiento de su humanidad en la fe.
Podemos decir que ambos artículos nos revelan el secreto que
buscamos. En el santuario más íntimo de la personalidad de san
Juan Bosco, como su primero y fecundo dinamismo inspirador,
encontramos la caridad pastoral: el ‘da mihi ánimas’ vivido según
la índole original e inconfundible del oratorio del Valdocco; es
el «centro y síntesis» del espíritu salesiano23. En la perspicacia

261
y carácter prácti¬co y creativo de san Juan Bosco, con mitas a
la acción, hallamos la inteligencia pedagógica, que encarna su
caridad pastoral en el área cultural de la educación, con todas
las exigencias propias de una pedagogía adecuada.
La caridad pastoral impulsa y anima continuamente hacia
la meta; la inteligencia pedagógica guía en el método, en la
determinación de las áreas, en la preparación de los itinerarios y
en la praxis circunstanciada. «Entre impulso pastoral y método
pedagógico —escribí en la circular de 1978—se puede percibir
una delicada distinción, útil para la reflexión y profundización
de aspectos sectoriales; pero sería ilusorio y peligroso olvidar la
íntima relación que los une entre sí tan radicalmente, que resulta
imposible su separación. Querer disociar de su alma pastoral el
método pedagógico de san Juan Bosco sería destruir una y otro».
Poder afirmar que el arte educador de san Juan Bosco implica
en su persona la unión profunda entre caridad pastoral
e inteligencia pedagógica es asegurarnos la claridad y las
prioridades de las tareas que debemos afrontar para poner en
práctica las determinaciones capitulares y, especialmente, para
indicarnos lo que presupone necesariamente en nosotros una
nueva educación.
Pero tratemos de seguir adelante.

Educar evangelizando
En nuestros discernimientos posconciliares hemos expresado
la opción de campo de san Juan Bosco mediante el eslogan
de «evangelizar educando y educar evangelizando25. Es una
fórmula que considero acertada y llena de expresividad. Sin
embargo, hay que entenderla bien, para no dar cabida a formas

262
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de desunión que exalten un aspecto y de hecho olviden el otro,


o reduzcan el uno al otro sin tener en cuenta la dinámica que
existe entre ambos y su relación mutua.
Si falta esta profundización, corremos el peligro de caer en
formas de naturalismo —olvido de la acción interior de la gracia
y de la actuación del Espíritu Santo—, o de sobrenaturalismo
—olvido del trabajo humano y de la necesaria competencia
pedagógica requerida por el arte de educar en la fe—.
Aquí vale la pena citar un pensamiento de la exhortación
apostólica Catechesi tradendae donde se invita a reflexionar sobre
la pedagogía original de la fe. «Entre las numerosas y prestigiosas
ciencias del hombre —afirma el Papa— que han progresado
enormemente en nuestros días, la pedagogía es. sin duda, una
de las más importantes. Las conquistas de las otras ciencias —
biología, psicología, sociología— le ofrecen aportaciones preciosas.
La ciencia de la educación y el arte de enseñar son objeto de
continuos replanteamientos con miras a una mejor adaptación
y a una mayor eficacia, aunque con resultados desiguales. Pues
bien, hay asimismo una pedagogía de la fe, y nunca se ponderará
bastante lo que ésta puede hacer por la catequesis, ya que resulta
normal adaptar, en beneficio de la educación en la fe, las técnicas
perfeccionadas y comprobadas de la educación en general. Sin
embargo, es importante tener presente en todo momento la
originalidad fundamental de la fe».
Creo que esta cita de Juan Pablo II es sin duda útil para iluminar
nuestra praxis pastoral y pedagógica, y pienso que nos debe
acompañar al releer algunas exigencias del Sistema Preventivo.
Ya hemos visto que la educación nunca debe ser estática, pues tiene
que adecuarse continuamente al devenir del sujeto y de la cultura.
Ha de poder ofrecer a la evangelización una lectura existencial de

263
los valores humanos que debe impregnar, profundizar la naturaleza
específica que para ella ha querido el Creador dotándola de
consistencia y finalidad propias, hacer percibir el sentido realista
de la gradualidad del camino y ayudar a programar los itinerarios.
Tiene que saber realizar también una función crítica positiva
frente a ciertas modalidades de evangelización que pueden pecar
de ingenuidad y de abstracción, así como saber estimular, al trazar
el proyecto pastoral, una indispensable conciencia pedagógica,
para no prescindir nunca del fundamental aspecto positivo de los
valores humanos, aunque estén heridos por el pecado.
Pero educar evangelizando significa, sobre todo, no olvidar
nunca la unidad substancial de la persona del joven. La actividad
educativa, pues, debe mantenerse inteligentemente abierta a quien
le indica con claridad y objetividad la finalidad suprema de la
existencia humana y basarse en una antropología que no excluya
el acontecimiento histórico de Cristo.
Sabemos igualmente que la actividad evangelizados se ordena a
la formación del creyente, es de¬cir, a cuidar la fe de este hombre
redimido por Cristo, sabiendo muy bien que la revelación «no
es propiamente maduración humana o respuesta explícita
a una situación problemática, sino iniciativa de Dios, don,
interpelación, vocación, pregunta. El Evangelio, antes incluso
de responder, pregunta».
El evangelizador no puede renunciar a ser, ante todo, profeta
de la palabra de Dios. Pero el Evangelio está hecho para ser
inculturado, nunca ha existido en abstracto; la palabra de
Dios es lluvia que fecunda la tierra; la fe no existe como algo
autónomo; el creyente es un hombre vivo que incluye el ‘oficio
de ser persona’ en cuanto dimensión cumbre de su existencia,
el oficio de confrontarse con Cristo su hermano, nuevo Adán.

264
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Actualmente se insiste en promover el crecimiento de una fe


operativa que se caracterice por la dimensión social de la caridad
con miras a la llegada de una cultura de k solidaridad; se cuida
la consolidación, en cada uno de los creyentes, de la comunión
y participación eclesial con especial referencia a la Iglesia local y
a una convencida adhesión al ministerio de Pedro; se da prioridad
a la implica¬ción activa del laicado asignando un lugar preferente
a los jóvenes, para que sean de verdad «protagonistas de la
evangelización y artífices de la renovación social»; se estimula un
aumento de la sensibilidad hacia los últimos (pobres, marginados,
emigrantes y los más necesitados en general), y se reaviva un mayor
conocimiento y corresponsabilidad en la acción misionera. Todos
ellos son aspectos que introducen en la pastoral una grandísima
urgencia de encarnarse de modo concreto en la actual condi¬ión
humana; en una palabra, se trata de saber evangelizar educando.
La actividad educadora, a su vez, encuentra en el Evangelio
una ayuda formativa para la maduración de la libertad y de la
responsabilidad, un apoyo en la búsqueda de identidad y de
sentido, una guía iluminante para la formación de la conciencia,
un modelo sublime para la autenticidad del amor, un horizonte
más claro y obligante para la dimensión social de la persona, y
una modalidad más amplia de actuación y de servicio en el común
camino hacia el Reino. La dignidad de la persona se eleva, en la
interacción con la fe, a la cumbre de su carácter creatural de
imagen de Dios con un destino transcendente que da nuevo rostro
a todos los derechos humanos.
Además, el educador, dentro del proceso de maduración del
sujeto, hace más consciente la actividad pastoral —cabría decir,
incluso, que la educa— para ofrecer oportunamente al crecimiento
personal un suplemento de alma. De ese modo, las aportaciones

265
específicas de la evangelización (escucha de la palabra de Dios,
oración y liturgia, efectiva comunión eclesial, participación
activa en los quehaceres de la caridad) son también, además
de modos de vivir cristianamente, mediaciones exquisitamente
educativas, que pueden conducir a gustar las riquezas de la
libertad y de la responsabilidad. Responden magníficamente
a la búsqueda de sentido e identidad y ayudan a discernir los
verdaderos valores en el desconcierto general del pluralismo.
La preocupación evangelizadora de san Juan Bosco —nos
escribió el Papa— «no se limita a la cate¬quesis, o a la liturgia,
o a los actos religiosos que requieren ejercicio explícito de la fe
y a ella conducen, sino que abarca todo el dilatado sector de la
condición juvenil. Se coloca, pues, en el proceso de formación
humana, consciente de las deficiencias, pero también optimista
en cuanto a la maduración progresiva y convencido de que la
palabra del Evangelio debe sembrarse en la realidad del vivir
cotidiano, a fin de lograr que los jóvenes se comprometan
con generosidad en la vida. Dado que se hallan en una edad
peculiar para su educación, el mensaje salvífico del Evangelio
los deberá sostener a lo largo del proceso de su educación y la
fe habrá de convertirse en elemento unificador e iluminante de
su personalidad».
Nuestro Fundador estaba convencido de que la educación del
ciudadano íntegro tiene sus raíces en la formación del buen
cristiano; más aún, afirmaba que «sólo la religión (es decir, la fe
cristiana) es capaz de comenzar y llevar a cabo la gran tarea de
una verdadera educación».
«Es cierto que su mensaje pedagógico —nos escribió también el
Papa— requiere aún ser profundizado, adaptado y renovado con
inteligencia y valentía, precisamente porque han cambiado los

266
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

contextos socioculturales, eclesiales y pastorales ... No obstante,


la substancia de su enseñanza permanece, y la peculiaridad de
su espíritu, sus intuiciones, su estilo y su carisma no pierden
valor, pues se inspiran en la pedagogía transcendente de Dios».

Leyendo una vez más el Sistema Preventivo


El XXIII Capítulo General es, en su conjunto, una invitación
apremiante a profundizar la criteriologia pedagógico-pastoral
del Sistema Preventivo, concentrando la atención sobre
algunos elementos clave en la búsqueda de lo que debe ser para
nosotros la nueva educación. El Papa nos recordó que la praxis
de san Juan Bosco «representa, de algún modo, la síntesis de su
sabiduría pedagógica y constituye el mensaje profético que legó
a los suyos y a toda la Iglesia».
Educación y evangelización actúan, dentro del Sis¬tema
Preventivo, en íntima y armoniosa reciprocidad. Su explicación
está en la intuición de que la praxis operativa de san Juan
Bosco es un arte pedagógico-pastoral, pues tradujo la ardiente
caridad de su ministerio sacerdotal a un proyecto concreto de
educación de los jóvenes en la fe.
El arte, como decíamos, necesita tocar directamente la realidad
objetiva, para incidir sobre ella en la búsqueda de sentido, de
hermosura y de sublimación. Es una forma de actividad del
genio; exalta su talento inventivo y su creatividad expresiva;
por ella el artista se modifica también a sí mismo al realizar
su tarea. Lo que le impulsa a actuar es un fuego interior, una
inspiración ideal, una pasión de su corazón, iluminado por
el genio. Con razón Juan Pablo II llamó a san Juan Bosco, en
cuanto educador, «genio del corazón».

267
Hemos visto que este fuego interior se llama caridad pastoral:
amor apostólico que siente predilección por los jóvenes;
amor que estimula la inteligencia pedagógica a traducirse
concretamente a itinerarios educativos. De este estímulo
interior y de esta intuición pedagógica nació el Sistema
Preventivo. No se trata de una fórmula estática y mágica, sino de
un conjunto de condiciones que habilitan para la paternidad y
maternidad educativa. Veamos algunas de las condiciones más
significativas y que tienen su raíz en la fidelidad al Fundador,
cuyo carisma es, por naturaleza, permanente y dinámico y, por
tanto, en crecimiento vital. Uno de los principios guía de san
Juan Bosco se formula así: «Es preciso procurar conocer nuestra
época y adaptarnos.
Hoy nos sentimos implicados en el giro antropológico, pero no
nos ahogamos en un antropocentrismo reductivo.

Educar en la Fe en la escuela (19 de marzo 1993).


Estilo salesiano
El rostro salesiano de nuestras presencias escolares tiene
los rasgos generales de la escuela católica que acabamos de
describir sucintamente. El XXIII Capítulo General nos dice,
ante todo, que la comunidad salesiana está llamada a ser núcleo
animador, capaz de implicar en su tarea a los colaboradores más
conscientes y de orientar toda la comunidad educativa hacia
los objetivos señalados. Se trata de un área de crecimiento de
comunión que supone una mentalidad nueva con una forma de
gestión asumida solidariamente por todos.
Además de esta dimensión comunitaria, hay que recordar
particularmente el criterio oratoriano: que, como hemos visto,

268
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

es también la raíz histórica de la existencia de nuestras escuelas


con destinatarios privilegiados, con opción popular, con un
peculiar espíritu de familia, con una orientación clara hacia la
maduración de la fe, con creatividad educativa y con iniciativas
que van más allá del horario escolar.
En cuanto a la naturaleza, fines, métodos y resultados que se
esperan de la animación salesiana, conviene recordar que, en
el ambiente escolar, nuestra animación se propone mantener
claros la identidad y los fines específicos de la escuela mediante
el proyecto de realizar la comunidad educativa formada por
colaboradores, padres de alumnos, alumnos y quienes la apoyan,
y darle un estilo educativo característico.
Todo esto pone en primer plano, como corazón de la animación,
la tarea formativa. Se trata de que la comunidad educativa sea un
sujeto eclesial auténtico, en el que todos queden implicados en
procesos de crecimiento; así se actúa la maternidad educativa de la
Iglesia y se aprovecha todo su patrimonio de pedagogía y de gracia.

La formación se desarrolla en cuatro dimensiones:


- cultural, que ayuda a evaluar los acontecimientos y las
corrientes de pensamiento de nuestro tiempo que más influyen
en el hombre;
- profesional, que robustece la capacidad de hacer frente, unidos,
a los problemas juveniles específicos de la escuela y otros;
- cristiana, que lleva a una mayor conciencia del sig¬nificado
y exigencias de ser creyente, a un conocimiento cada vez más
completo y hondo del misterio del Hom¬bre nuevo y a una
vivencia auténtica de fe;

269
- salesiana, que propone y ahonda continuamente el cuadro de
referencia teórica y práctica del Sistema Preventivo.
La animación es el verdadero salto de calidad en la actual
renovación escolar. Conlleva un desplazamiento de acento en
el servicio que debe prestar nuestra consa¬gración apostólica.
De ella se espera no sólo una presta¬ción de trabajo propio
del orden temporal, sino también, y sobre todo, una fuerza
de convocación y unión en la fe; se espera que la escuela sea
memoria y signo de lo específicamente cristiano. En tal sentido,
los consa¬grados están llamados no sólo a ser administradores
más fieles o profesores con una visión cultural adecuada, sino
también a traducir a presencia e impacto educativo su opción
radical por Cristo.
Además, la animación conlleva también un despla¬zamiento de
acento en la gestión de las obras. La comunidad religiosa, aunque
limitada numéricamente, debe concentrarse en los aspectos
fundamentales, asegurando, sobre todo en la orientación de la
obra, su calidad educativa y cristiana.
Bajo esta luz, se comprende la importancia de la figura salesiana
del director. Sabemos que, según las Constituciones, el director
no es sólo guía de la comunidad religiosa, sino también el primer
responsable de la misión, es decir, orientador del quehacer
educativo y pastoral de los salesianos y de la comunidad
educativa; o sea, que, en definitiva, se encarga también de su
organización y funcionamiento.
En los repetidos debates que, más o menos en todas partes, han
considerado la posibilidad de separar la dirección religiosa
de la comunidad y la educativa y pastoral de la obra, siempre
se ha vuelto a la figura tradicional. El XXI Capítulo General
prefirió indicar la jerarquía de las tareas30 y la adquisición

270
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de nuevas competencias, en vez de sancionar la división de


respon¬sabilidades religiosas, educativas y pastorales. Lo hizo
por una razón fundamental: la vivencia religiosa de los salesianos
incluye, como parte integrante e inspiradora, la tarea de la misión;
en ella se vuelca de forma pedagógica nuestra vida consagrada
y, viceversa, nuestra espiritualidad se enriquece con la vivencia
pedagógica: es la dinámica de nuestra “gracia de unidad”. Tal
principio y sus relativas aplicaciones quedaron aclarados en los
últimos capítulos generales; conforman, pues, los criterios para
dar estructura orgánica a la comunidad y a su obra escolar.
A pesar de todo, últimamente se ha ido creando, en diversas
partes, una situación local donde la autoridad pedagógica
y organizativa es considerada por los organismos civiles la
responsable de la escuela. A ello se añade la complejidad, ya
indicada, de los componentes; por lo que, en más de un caso,
el director no puede tomar parte ni seguir algunos de los
aspectos escolares más específicos. Además, en algunos casos,
su profesionalidad no corresponde a las exigencias escolares
actuales. Por ello, con o sin intención explícita, la figura del
jefe de estudios se ha ido haciendo punto de referencia final,
no sólo para la parte organizativa y didáctica, sino también
para los objetivos, para las orientaciones de la comunidad
educativa, para la conformación de la estructura y el equilibrio
de los cargos y para la relación de los diversos componentes
educativos. Es un planteamiento que hay que corregir mediante
un diálogo constante en la comunidad.
De todas formas, como consecuencia práctica, en algún caso
se ha preferido nombrar director a un salesiano que pudiera
animar a la comunidad religiosa sin asumir la responsabilidad
principal de la obra escolar. Si las circunstancias no permitieran

271
otra solución o aconseja¬ran ésta como mejor en determinado
caso, puede probarse. Pero si con esta excepción se pretende
cambiar la práctica salesiana normal, tal modo de proceder
habría de someterse a serio discernimiento.
En efecto, el director hace patente el objetivo pastoral de la
escuela salesiana, por el que todas las funciones técnicas
se orientan hacia la educación y ésta se orienta hacia el
crecimiento y maduración en la fe. Hace también visible
la estructura familiar de la comunidad, por la que el último
punto de referencia es el que encarna la paternidad y el afecto.
En tal sentido, el XXIII Capítulo General le recomienda una
relación personal con los jóvenes que sea capaz de afrontar los
problemas de vida que se les presentan, cultivando así también
el aspecto vocacional.
No obstante, cuanto se ha dicho del director y, más en general,
del proyecto y de la dimensión comunitaria, exige que los
diversos papeles y sus relativos influjos sean coordinados,
dejando a cada uno la autonomía necesaria con un espacio de
diálogo que asegure la unión y convergencia. Tal espacio hay
que situarlo en la comunidad salesiana, que, precisamente bajo
la guía del director, asume la responsabilidad de la misión y
discierne situaciones y retos para mantenerse fiel a sus objetivos
y a su espíritu.
Cada uno de los papeles tiene una incidencia educa¬tiva
propia, que es positiva con dos condiciones: que se vea como
complementaria de las demás y que, en el ejercicio de sus
funciones, se inspire en la finalidad educativa y en el proyecto
pastoral. Nadie puede eximirse de dichas condiciones. Están
por encima del papel y pertenecen a nuestra misión. Así pues,
es preciso corregir peligrosas contraposiciones o separaciones

272
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

teóricas o prácticas entre lo administrativo, lo educativo y


lo pas¬toral. La preocupación por la educación en la fe guía
y determina el programa, la estructura, la organización v el
ejercicio de las funciones y actuaciones de cada perso¬na:
«Estamos llamados todos y en todas las ocasiones a ser
educadores de la fe».

Maestros de espiritualidad juvenil


Para concluir, quiero recordar lo que escribe el Santo Padre
en su carta “Iuvenum patris”: «En la Iglesia y en el mundo, la
visión de una educación completa, según aparece encarnada
en Juan Bosco, es una pedagogía realista de la santidad. Hay
que recuperar el verdadero concepto de santidad, en cuanto
elemento de la vida de todo creyente. La originalidad y audacia
de la propuesta de una santidad juvenil es intrínseca al arte
educador de este gran Santo, que con razón puede definirse
como “maestro de espiritualidad juvenil”. Su secreto personal
estuvo en no decepcionar las aspiraciones profundas de los
jóvenes (necesidad de vida, de amor, de expansión, de alegría,
de libertad, de futuro) y simultáneamente en llevarlos gradual
y realistamente a comprobar que sólo en la vida de gracia, es
decir, en la amistad con Cristo, se alcanzan en plenitud los
ideales más auténticos».
Sí, queridos hermanos, la nueva evangelización nos exige a
todos, un clima de “nuevo ardor”, es decir, una vida de fe que se
haga espiritualidad testimoniada y trasmitida.
El XXIII Capítulo General trató con profusión el tema de
nuestra espiritualidad salesiana, que, precisamente por ser
juvenil, es también espiritualidad educativa: «La meta del

273
trabajo salesiano es hacer que los jóvenes crezcan en plenitud,
“hasta la medida de Cristo, el hombre perfecto”».
Ciertamente, entre los cientos de miles de jóvenes que
frecuentan nuestras escuelas hay variedad de niveles en la
vivencia religiosa; pero el clima de la escuela se logra sobre
todo con la espiritualidad del núcleo animador salesiano y de
la comunidad educativa. El testimonio de fe de los educadores
influye en el ambiente y hace surgir grupos de alumnos más
maduros, que, por gracia de Dios, serán fermento cotidiano de
crecimiento de la espiritualidad juvenil entre sus compañeros.

Don Juan Vecchi


Yo por vosotros estudio (1997)
• La nueva evangelización.
La “nueva evangelización” es el gran reto al cual queremos
responder y la exigencia que nos compromete en esta vigilia de
fin de milenio. En un momento de transformaciones históricas
en la cuales se están elaborando nuevas concepciones de vida,
frecuentemente sin referencia a Dios y al Evangelio, la Iglesia
quiere renovar el encuentro entre cultura y Evangelio, volver a
despertar el sentido de la fe en la existencia y expresar el valor
de la presencia cristiana en la realidad social.
Quien quiere comprometerse en la nueva evangelización
debe hacerse capaz de una confrontación abierta, inteligente
y propositiva con los nuevos fenómenos, captar las tendencias
culturales, intentar el anuncio en el corazón de la vida,
interpretar los nuevos lenguajes y códices de significado.
La perspectiva de la nueva evangelización recoge un reto radical
al ser cristiano, un interrogante sobre la identidad de creyentes

274
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

e impulsa hacia un diálogo convencido con los demás en un


clima de libertad. Por otra parte, nuestra misma fe y las razones
de nuestra esperanza tienen necesidad de ser comprendidas de
nuevo y vividas con profundidad y trasparencia. Jesucristo ayer,
hoy y siempre es una confesión de fe, no un slogan; tiene que ver
con la salvación de cada uno para que tenga la vida en abundancia
y con la salvación del mundo que se va construyendo a fin de que
sus proyectos no lo lleven hacia la autodestrucción.
El esfuerzo de acercamiento y de comprensión de este mundo
copia de nuevo la vida de la encarnación y está inspirado en el
mismo amor que guiaba el actuar de Jesús.
• La significatividad de la misión educativa
Sentimos de forma urgente la exigencia de mejores niveles
formativos en el área preferida de nuestra misión: la
educación. Debemos, en efecto, hacer frente a la complejidad y
multiplicidad en la cual los jóvenes se encuentran inmersos y
a los problemas que el ambiente pone al crecimiento humano
y a la fe, sabiendo, al mismo tiempo, sacar provecho de sus
innumerables posibilidades.
Nuestra colocación educativa requiere, por tanto, un
acercamiento reflejo a la cultura que permita actualizar
contenidos y metodologías para salir al frente de las preguntas
de sentido y de vida de los jóvenes.
Por otra parte, la diversidad y complejidad de las acciones
educativas, que comportan conocimientos más completos y
prácticas más consolidadas, exigen también hoy competencias
adecuadas y reconocidas. Una débil cualidad profesional
empobrece la propuesta educativa, disminuye la incidencia de
nuestro actuar y, agravándose, podría echarnos fuera del campo

275
de la educación. Nos damos cuenta de este riesgo sobre todo
en algunos ámbitos en los cuales las novedades aparecen más
evidentes, como la comunicación social, el mundo universitario
y las áreas del “marginación juvenil”.
En los nuevos contextos, pues, donde nos estamos insertando
con espíritu y criterio misionero y que podrían parecer más
simples desde el punto de vista educativo, se siente la urgencia
de crear programas adecuados a la situación e inculturar nuestra
metodología pedagógica superando la simple transposición de
contenidos y métodos pensados para otras áreas. Inculturación
y cualidad comprometen a las comunidades locales, a los
organismos inspectoriales y a los Centros de reflexión y de
estudio. Un aumento de competencia parece indispensable en
todos los frentes
Pero sabiendo que a veces debemos responder a las urgencias
con realismo y estamos siempre dispuestos a hacer, es un deber
afirmar que nuestras posibilidades futuras en el campo educativo
se jugarán sobre la calidad. Para lo cual, si es verdadero que a
veces “lo óptimo es enemigo de lo bueno” (“mejor un poco que
nada”), es también verdadero que no podemos exponernos a
una forma general de pastoral y educación que corre el riesgo
de descalificarnos y no lograr la finalidad de nuestro servicio ..
Esto sirve también en el área más estrechamente pastoral.
Esta comporta un dominio mayor de las ciencias específicas,
aprendidas de forma suficiente, revisadas y ampliadas
continuamente y un cumplimiento más profesional de
los deberes ministeriales. Dirigir conciencias, animar
cristianamente a comunidades, presentar la Palabra de Dios de
acuerdo con lo que ella dice y las situaciones humanas que se
viven, clarificar las dudas éticas, presentar el Evangelio, formar

276
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

para la oración y la celebración, orientar hacia la experiencia de


Dios, son cosas que requieren fervor y alma, e incluso sabiduría
adquirida a través de la reflexión y el estudio.
A esto se añaden las nuevas dimensiones de la pastoral
hechas prácticamente universales: El ecumenismo, el diálogo
interreligioso y con los no creyentes, el uso de la comunicación
social que llega a ser un púlpito al alcance de la mayoría, la
participación al debate público sobre múltiples cuestiones.
La pastoral no comprende solamente la organización y la
acción inmediata; sino también la reflexión sobre las opciones a
cumplir como comunidad cristiana y las orientaciones a sugerir
a cada uno en la complejidad de la vida y, pues, capacidad de
discernimiento, de iluminación y de anuncio.
Una sólida formación cultural y profesional como componente
de la espiritualidad parece pues indispensable. Sobre este punto
ha insistido con fuerza el sínodo sobre la formación sacerdotal,
además del de la vida religiosa recordado anteriormente. Es el
momento oportuno de volver a escuchar algunas expresiones
de la Pastores davo vobis, por que no asegura estar ciertamente
en onda con la Iglesia. “Si todo cristiano - afirman los Padres
sinodales - debe estar dispuesto a defender la fe y a dar razón
de la esperanza que vive en nosotros (cfr. 1 Pe 3, 15), mucho
más los candidatos al sacerdocio y los presbíteros deben
cuidar diligentemente el valor de la formación intelectual
en la educación y en la actividad pastoral, dado que, para
la salvación de hermanos y hermanas, deben buscar un
conocimiento más profundo de los misterios divinos. Además,
la situación actual, marcada gravemente por la indiferencia
religiosa y por una difundida desconfianza en la verdadera
capacidad de la razón para alcanzar la verdad objetiva y

277
universal, así como por los problemas y nuevos interrogantes
provocados por los descubrimientos científicos y tecnológicos,
exige un excelente nivel de formación intelectual, que haga
a los sacerdotes capaces de anunciar - precisamente en ese
contexto - el inmutable Evangelio de Cristo y hacerlo creíble
frente a las inmutables exigencias de la razón humana .Al
servicio del amor educativo.

Alzad vuestros ojos y ved los campos, que ya amarillean


para la siega (1998)
Don Bosco se sintió atraído por el trabajo misionero. Su deseo y
su intención no se tradujeron inmediatamente en una “partida
geográfica” como él había pensado. El iluminado discernimiento
de su confesor presiente otros caminos preparados para él.
El espíritu misionero, no obstante permaneció en él, con la
misma intensidad e inspiró su visión, su ímpetu y su postura
pastoral: Fue misionero en Turín. Salió a las zonas marginadas y
olvidadas donde estaban los jóvenes; se lanzó hacia las fronteras
urbanas de la evangelización y de la educación.
Posteriormente realizó, también, el propósito misionero en
tierras lejanas, a través de muchas formas: Enviando cada
año, desde 1875, expediciones misioneras, encendiendo en
los jóvenes y en los hermanos la pasión por la difusión del
Evangelio y el entusiasmo por la vida cristiana, soñando de
día y de noche con nuevos proyectos, difundiendo, a través
del Boletín, la sensibilidad misionera, buscado recursos y
cultivando relaciones que facilitaran la labor de los misioneros.
La característica misionera se convierte de esta forma en algo

278
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

típico de todo salesiano, ya que está radicada en el mismo


espíritu salesiano. No es, por consiguiente, un añadido para
algunos. Es como el corazón de la caridad pastoral, el don que
caracteriza la vocación de todos.
Cada uno, allí donde se encuentre, considera “su ciencia
más eminente, por tanto, conocer a Jesucristo, y la alegría
más profunda, revelar a todos las riquezas insondables de su
misterio” . Piensa, por tanto, en los que tienen necesidad de
la luz y de la gracia de Cristo; no se contenta con cuidar de
aquellos que “ya están”, sino que se dirige hacia las “fronteras”
sociales y religiosas.
Por algo Pablo VI nos ha llamado “misioneros de los jóvenes”:
Catequistas para algunos y portadores de un primer anuncio
de vida para otros; educadores en las instituciones y, también,
itinerantes en el vasto campo de las situaciones juveniles a las
que no alcanzan tales instituciones.
En las mismas expediciones misioneras Don Bosco unió
estas dos direcciones de la acción misionera. Don Ceria quiso
documentarlo en los Anales: “Tenía muy metido en el corazón, ha
escrito, la situación de los italianos que en grandísimo número y
en crecimiento, vivían dispersos (…). Desterrados voluntariamente
en busca de fortuna, privados de escuela para los muchachos,
alejados de toda posibilidad de práctica religiosa tanto por lejanía
como por falta de buenos sacerdotes que hablaran su lengua,
corrían el riesgo de formar masas de poblaciones sin fe y sin ley”
. El proyecto misionero comprendía, también, a los “cristianos”
alejados, olvidados, abandonados y emigrantes.
Últimamente se ha hablado de “tierras de misión”, no sólo por el
gusto de la imagen, refiriéndose a contextos marcados por una
tradición cristiana. La parroquia ha sido definida “comunidad

279
misionera” y la escuela, “ambiente de misión”. A parte de las
distinciones técnicas, es evidente que cada una de nuestras
comunidades se encuentra hoy, también, en frentes muy
parecidos a los de la primera evangelización.
Dado que el sentido misionero no es un rasgo opcional, sino que
pertenece a la identidad del espíritu salesiano en toda época y
situación, en la programación del Rector Mayor y de su Consejo la
hemos propuesto a todas las Inspectorías como área de atención
para el sexenio 1996 – 2002.
Entre las actuaciones, a través de las cuales se realiza la
significatividad, hemos indicado: Reforzar el compromiso
de la Congregación por los más necesitados, impulsar una
educación, más intensa, de los jóvenes a la fe, de tal forma que
surjan vocaciones y orientar, con decisión, la mayor cantidad
de energías posibles (personas, proyectos, medios) hacia las
misiones “ad gentes”.
El espíritu y el estilo misionero tienen su signo elocuente
en la disponibilidad de muchos hermanos para trabajar en
zonas de primer anuncio y de fundación de la Iglesia; pero
son aceptados y vividos por todos en el desarrollo de la propia
misión. La voluntad de evangelizar y la capacidad de expresar
con trasparencia el mensaje evangélico, es el punto en el que se
unen sus distintas realizaciones.
Los hermanos, que se van a situaciones de frontera, se sienten
sostenidos por la oración, por la proximidad, por la colaboración
concreta de todos los demás que comparten su misma pasión.
Por esto las Constituciones afirman que en el trabajo misionero
reconocemos “un rasgo esencial de nuestra Congregación” .
Sobre nuestro movimiento hacia los más pobres, he tenido ya

280
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

oportunidad de expresarme en la carta “Sintió compasión de


ellos”, y esto permanece como uno de los criterios fundamentales
de reubicación. Es, en efecto, el rasgo que marca el momento
naciente de nuestro carisma y revela la fuerza que mueve las
comunidades de Cristo: La caridad.
La misión “ad gentes” es el objeto de la presente carta. Intento
proponer algunas orientaciones sobre dos líneas de acción que
parecen, hoy, más urgentes: Cualificar las presencias misioneras
existentes y dirigirse hacia nuevas fronteras. Consolidar y avanzar;
dar consistencia pastoral a cuanto se ha comenzado últimamente
y lanzarnos hacia tierras no exploradas y hacia destinatarios no
alcanzados, para que llegue a todos la luz del Evangelio.
Tengo siempre presente y es un punto firme, también, para
las líneas de reflexión que os ofrezco, una peculiaridad de la
obra misionera de los Salesianos: Ésta se implica en la primera
evangelización y en la todos en el desarrollo de la propia misión.
La voluntad de evangelizar y la capacidad de expresar con
trasparencia el mensaje evangélico, es el punto en el que se unen
sus distintas realizaciones.
El carisma determina, sin cerrarla, la modalidad y la dirección
de la obra misionera, mientras ésta da vitalidad al carisma
transportándolo a su vigor evangélico y a su sentido eclesial.
Querría suscitar un renovado entusiasmo por las misiones en
todas las Inspectorías e invitar a los hermanos, de cualquier
edad, a considerar la posibilidad de un compromiso misionero.
Quiera el Señor que se realice, hoy, lo que sucedió en Valdocco
cuando Don Bosco soñó, preparó y mandó la primera expedición
y las que siguieron a continuación.

281
“Mientras tanto, cuentan los Anales, los hechos y las palabras
de Don Bosco sobre las Misiones habían dejado un fermento
nuevo entre alumnos y socios. Se multiplicaron las vocaciones
al estado eclesiástico: Crecieron, también sensiblemente, las
solicitudes de inscribirse en la Congregación y el ardor del
apostolado se apoderó de muchos de los que ya eran socios”.

La comunicación social en la misión salesiana (1999)


Cambiar de mentalidad.
La comunicación social, decíamos, abarca toda la presencia
salesiana. Entrar en ella no conlleva sólo retocar algunos elementos
de esta presencia, dejando invariables los demás: requiere más
bien llevar a cabo una conversión cultural que se traduce en un
compromiso espiritual y en novedad de visión pastoral.
La preocupación preferencial en el trabajo iba, hasta hoy, dirigida
al fruto que se podía obtener dentro de las obras. En éstas hemos
logrado, con la gracia del Señor y con la acción de hermanos
y colaboradores, crear un ambiente satisfactorio y sereno y
comunicar a los jóvenes convicciones, actitudes y valores.
Las comunidades salesianas, además, se vinculaban con el
contexto social en que se encontraban, según las modalidades
posibles en la era preinformática: oferta de momentos
culturales, participación y acontecimientos religiosos y sociales,
relación directa con las familias, contacto con organismos e
instituciones civiles y eclesiásticas.
Era una praxis formulada y practicada. Hoy, en la era informática,
intervienen nuevos factores y por eso deben crecer en nosotros
la conciencia y la atención a las repercusiones amplificadas de la
propia presencia, de las propias actitudes e intervenciones.

282
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

La comunidad salesiana está llamada a proyectar mirando al


propio trabajo también desde fuera. Es un nuevo saber situarse,
no sólo geográficamente; es algo así como emigrar de un lugar
a otro; es también un cambio mental, es decir, saber considerar
las cosas desde puntos de vista que van más allá del espacio
material y de las finalidades inmediatas.
Esto exige pasar de las preocupaciones elaboradas dentro, a
la escucha de las sensibilidades y expectativas que vienen del
contexto; del hacer muchas cosas y con empeño sólo dentro
de los muros domésticos, a poner de relieve el qué y el cómo
pueden los demás percibir nuestra acción y nuestra presencia;
de la simple y esmerada realización de las actividades, a la
capacidad comunicativa y envolvente del entorno sobre los
valores típicos de la misión y espiritualidad salesiana.
Hay una palabra de Don Bosco que puede ayudarnos a
comprender el significado de todo esto con el fin de que la
presencia salesiana, en su esfuerzo por mostrarse o narrarse,
no se reduzca a aspectos de fachada ni se centre en la
autopresentación.
“Vivimos unos tiempos en los que es preciso actuar. El mundo
se ha materializado; por tanto hay que trabajar y dar a conocer
el bien que se hace. Si uno hace hasta milagros rezando día y
noche y estándose en su celda, el mundo no hace caso y no cree
en ello. El mundo necesita ver y tocar”28.
Es una expresión atrevida, con un sentido de lo concreto
que desconcierta. Requiere un modo diverso de mirar
la misma organización de la vida comunitaria y de la
acción apostólica. Es indispensable pensar la presencia,
la comunidad y la obra salesiana, “en red”, como un punto
emisor, intercomunicada.

283
El CG24 ha abierto nuevas posibilidades en este mismo
sentido. La primera se refiere a los colaboradores laicos. No es
sólo cuestión, se ha repetido ya muchas veces, de tener personas
externas a la comunidad, que vienen a trabajar con nosotros en
la educación y en la evangelización de los jóvenes. Su presencia
significa, por nuestra parte, acogida de otros puntos de vista: las
típicas perspectivas laicales.
No se puede hablar de colaboración y de corresponsabilidad si no
se realiza una reciprocidad y una integración de puntos de vista
y de experiencias. Esto lleva necesariamente a una visión diversa
de la acción salesiana, a nuevas modalidades de intervención.
Este cambio de mentalidad y de modelo operativo tiene un
nombre: comunidad educativa. Ésta no es un hecho puramente
técnico, una nueva estructura; sino precisamente una realidad
de comunicación interna y externa. No se reduce a expresar
contenidos bien articulados, con claridad verbal y correctamente
colocados en el tiempo. Es, ante todo, capacidad de relación, de
información real, pertinente y oportuna, de participación vital, de
elección común de criterios educativos y pastorales.
El salesiano presente en la comunidad educativa con una
responsabilidad específica deberá aprender la multitud de
caminos y modalidades del diálogo con los seglares y con el toda
la comunidad educativa.
Un segundo ámbito que afecta al cambio de mentalidad es el
contexto en el que estamos llamados a trabajar: el más vasto
territorio en el que la obra salesiana se encuentra situada como
centro de con-vocación.
El redescubrimiento de esta función invita a ensanchar el diálogo
hasta las instituciones educativas, sociales y religiosas que trabajan

284
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

en la misma área. La relación con ellas es el banco de prueba de lo


que somos capaces de comunicar fuera de la comunidad religiosa y
de los más próximos colaboradores.
¿Qué se percibe desde el exterior del proyecto educativo de los
salesianos, de la elección de valores privados y sociales que ellos
hacen para sí mismos y que proponen a los jóvenes?
¿Cómo se califica la obra salesiana en el territorio, en los sectores que
le son carismáticamente más afines: la atención a la condición de
los jóvenes, el acompañamiento del desarrollo de la clase popular, la
cercanía a cuantos se sienten y viven aislados y marginados? La CEP se
hace significativa en el territorio y, por lo mismo, mensaje comprensible,
cuando es capaz de asociar a los que están interesados en iniciativas
educativas y culturales y se presenta como centro de irradiación de
sensibilidad, propuestas y agentes que se vinculan con ella.
Se puede también hacer referencia a una tercera novedad hacia
el que impulsa el mismo CG24: es el espacio creado por las
técnicas modernas, capaces de construir relaciones, ofrecer una
imagen de sí e iniciar un diálogo efectivo con interlocutores
invisibles, pero reales.
Aquí, sobre todo, se requiere un cambio de mentalidad, ya sea
porque no nos es familiar el espacio virtual, ya sea porque hace falta
aprender formas nuevas de comunicación y de encuentro. No faltan
ejemplos de realizaciones que, cuando se ofrece la posibilidad, son
llevadas adelante incluso por jóvenes decididos o colaboradores
profesionales. Se han multiplicado las web y algunas de ellas
presentan una considerable calidad educativa y llegan a un número
de personas que duplican el influjo de la obra salesiana.
Formamos parte, consciente o inconscientemente, de una gran
red que nos envuelve. Podemos permanecer extraños o podemos

285
inserirnos, ofreciendo, también en este campo, los dones que
tenemos como educadores y evangelizadores.
No hay que considerar como de poca monta el hecho de poder
difundir instantáneamente, en todo el mundo, informaciones y
comunicados. Muchas veces comentamos más los peligros que
los valores de tal situación. Pero si queremos que el mundo de la
comunicación vaya siendo modificado por la levadura evangélica,
debemos sentirnos interpelados para intervenir e interaccionar con
los que van a la plaza o a los areópagos “para hablar y oír hablar”.

Es el tiempo favorable (2000)


Algunas áreas de especial atención.
Desde hace tiempo, y después de no pocas ambigüedades en el
pensamiento y en la acción, se ha afirmado la distinción entre
pastoral vocacional general, es decir, para todos, y pastoral
vocacional específica, es decir, la que trata de descubrir y
acompañar las vocaciones de especial significado en la dinámica
del Reino.
Nosotros debemos promover todas las vocaciones en la Iglesia.
Pero hoy, dice el documento “Nuevas vocaciones para una
nueva Europa”, hay algunas vocaciones que requieren una
especial atención por nuestra parte. “En un tiempo, como el
nuestro, necesitado de profecía, es prudente favorecer aquellas
vocaciones que son un signo particular de ‘aquello que seremos
y aún no nos ha sido revelado’ , como las vocaciones de especial
consagración.

286
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Es también prudente e indispensable favorecer el aspecto


profético típico de toda vocación cristiana, comprendida la
laical, para que la Iglesia sea cada vez más, frente al mundo,
signo de las cosas futuras, de aquel Reino que está “ya ahora y
todavía no” .
- La vocación para la vida consagrada
Nuestra sociedad, y con frecuencia la misma comunidad
cristiana, no posee un conocimiento adecuado de la vida
religiosa, para comprender su sentido y su valor.
Nuestra forma de vivir la vida consagrada ha perdido visibilidad
y en no pocos aspectos parece indescifrable. Esto resulta todavía
más preocupante frente al crecimiento de la presencia de los
laicos en la Iglesia y, para nosotros, en la misión salesiana. Es
verdad que ellos pueden dar mucho, pero es igualmente verdad
que Don Bosco quiso en el centro de su familia una comunidad
de consagrados.
La propuesta vocacional salesiana, pues, requiere hoy, más que
en el pasado, vivir y presentar, en la fidelidad al proyecto de
Don Bosco, una figura de consagrado que sea significativa para
los jóvenes y que haga emerger los aspectos fundamentales de la
vida consagrada, más que los ministeriales o funcionales.
No es suficiente hablar de Don Bosco y de la misión salesiana;
se debe también presentar la importancia y el valor que en
el proyecto de Don Bosco tiene la vida en Dios, como punto
de referencia preciso del carisma. “San Juan Bosco quiso que
hubiera personas consagradas en el centro de su obra, dirigida
a la salvación de los jóvenes y a su santificación... Con su
entrega total darían solidez y fervor apostólico con vistas a la
continuidad y para la expansión mundial de su misión”.

287
- La vocación para la vida laical y familiar Con frecuencia,
nuestra acción educativo-pastoral es poco propositiva desde el
punto de vista de las desembocaduras vocacionales. Parece que
sólo nos preocupan algunas opciones especiales de vida, como
si la vida laical y familiar no se debieran considerar como una
verdadera vocación.
Muchos jóvenes comprometidos y disponibles, parejas de
novios y jóvenes esposos, universitarios y jóvenes obreros, nos
piden ser acompañados con mayor cuidado en los momentos de
su búsqueda y elección vocacional. Por eso, la Pastoral Juvenil
y la animación vocacional deben presentar a estos jóvenes los
diversos modelos vocacionales en la Iglesia, dando el justo valor
a la opción vocacional para la vida laical y familiar. Nosotros
mismos debemos valorar más el matrimonio cristiano como una
verdadera vocación y comprometernos a acompañar a los jóvenes
en su camino de discernimiento y maduración de esta opción.
- Los jóvenes adultos: animadores y voluntarios
Son jóvenes que comparten generosamente muchos aspectos de
la misión salesiana, tienen una auténtica voluntad de servicio
y están en búsqueda de un proyecto de vida significativo para
ellos, aunque luego les tocará a ellos afrontar el camino de
realización de su primer sueño. Es preciso ayudarlos para que
la experiencia de animación o de voluntariado sea de alcance
y abertura vocacional, y los estimule a pensar su vida según el
Evangelio y el plan de Dios sobre ellos.
Esto requiere de nosotros el compromiso para que cada uno
de ellos pueda profundizar la fe y reflexionar sobre las propias
experiencias de animación, ofreciéndoles oportunidades

288
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

concretas de acompañamiento personal y facilitando propuestas


de momentos fuertes de espiritualidad y de vida cristiana. A
veces puede suceder que estemos más preocupados por su acción
de servicio que de sus personas y de su desarrollo vocacional.
- Las familias
Otra categoría de personas que me parece importante relacionar
con la animación vocacional son las familias. Por causas y
situaciones diversas muchas de ellas, aún siendo cristianas,
tienen dificultad para comprender, respetar, animar y promover
la opción vocacional de sus hijos e hijas. Muchas veces piensan
en su futuro con criterios diversos, si no contrarios, a los valores
evangélicos que constituyen la cultura vocacional. Por esto, es
importante, por nuestra parte, conocer e interesarnos por la
experiencia familiar que viven nuestros jóvenes, acompañar y
ayudar a los padres en su responsabilidad de educadores de la fe,
profundizar con ellos el sentido de la vocación e interesarlos en
el camino educativo y pastoral que se va proponiendo a sus hijos.
Existen en la Congregación ejemplos admirables de familias que
se reúnen para apoyar con la oración y con el acompañamiento
la vocación de sus hijos: ¡son iniciativas que hay que promover!.

Don Pascual Chávez

“Queridos Salesianos, ¡sed santos!” (2002)


Todos estamos llamados a la santidad. Es la vocación de toda
vida humana –como todos sabemos- que en el Bautismo se
hace idónea para tal objetivo. “Todos los fieles de cualquier
estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida
cristiana y a la perfección de la caridad” . Pablo VI llegó a decir
que la proclamación de la vocación de todos los bautizados

289
a la santidad “es el elemento más característico del entero
magisterio conciliar y, por decirlo así, su fin último”.
Juan Pablo II, a su vez, ha podido decir a toda la Iglesia en la
Novo Millennio Ineunte: “Es el momento de proponer de nuevo
a todos con convicción este ‘alto grado’ de la vida cristiana
ordinaria”. Es un texto que recuerda la exhortación de San Pablo
a los Efesios y que el CG23 había tomado como orientación,
hablando de la meta de la educación de los jóvenes en la fe: “La
meta del trabajo del salesiano es hacer que los jóvenes crezcan
en plenitud, hasta ‘la medida de Cristo, el hombre perfecto”.
Esto, que a veces nos puede parecer todavía como algo
extraordinario, o no adecuado para nuestro tiempo, o no apto
para todos, es, en cambio, muy apreciado por quien toma la propia
vida en serio. He aquí un testimonio que puede ser compartido
por muchos hermanos y seglares comprometidos seriamente
en su madurez cristiana: “He superado una etapa espiritual
importante: he logrado considerar la santidad no como un lujo,
sino como la única posibilidad de nuestra vida terrena”.
Nuestra propuesta educativo-pastoral ofrece un camino
de espiritualidad: “El camino de educación en la fe revela
progresivamente a los jóvenes un proyecto original de vida
cristiana y les ayuda a tomar conciencia de él. El joven aprende
a expresar un modo nuevo de ser creyente en el mundo, y
organiza la vida en torno a algunas percepciones de fe, opciones
de valores y actitudes evangélicas: vive una espiritualidad”.
Esta propuesta exigente despierta en los jóvenes recursos
insospechados. No es la mediocridad el atractivo y el deseo del
corazón humano, sino la “calidad alta” de la vida. Ésta, antes
aún que un imperativo de fuera, es una exigencia interior de la
naturaleza humana que, incluso estando herida por el pecado,

290
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

escucha el eco del estado primordial, anterior a la culpa original.


De esta santidad originariamente participada es de donde brotan
en el hombre deseos angustiosos e incesantes nostalgias.
Los que caminan con mayor radicalidad en esta dirección –
los Santos- nos procuran una profunda y misteriosa nostalgia,
porque estamos hechos para este camino excelente. Seguir esa
nostalgia es el secreto de la verdadera grandeza y se convierte
en fuente de energías insospechadas.
Esto vale también y sobre todo para los jóvenes. Es propio de su
edad el sentir la fascinación de los valores arduos, aunque luego
–sobre todo hoy- hacen experiencia de su fragilidad. Nos toca
a nosotros, “educadores de la juventud en la santidad”, valorar
y ayudar a desarrollar ese anhelo, connatural en todos ellos. Se
nos ha “confiado la tarea de ser educadores y evangelizadores
de los jóvenes del tercer milenio”. No podemos ocultar a
nuestros jóvenes el hecho de que tender a la santidad satisface
sus más profundas aspiraciones y colma su deseo de felicidad.
Sigamos el ejemplo de Juan Pablo II, el cual, en Toronto, lleno
de valor evangélico les dijo: “¡No esperéis a tener más años para
aventuraros en el camino de la santidad! La santidad es siempre
joven, como es eterna la juventud de Dios”. Seguiremos de este
modo el ejemplo mismo de Don Bosco, quien estaba convencido
de que los jóvenes podían ser santos y que pocas metas hay que
proponerles más fascinantes que la de llegar a ser santos. “Sed
acogedores y paternos, de manera que en cualquier ocasión
podáis cuestionar a los jóvenes con vuestra vida (la cursiva es
mía): ¿Quieres ser santo?”.
Don Bosco, educador eficaz, no tuvo miedo de señalar metas
altas. Tengamos, pues, los ojos siempre fijos en Don Bosco”.
Se puede afirmar que la fecha de nacimiento de la santidad

291
de Domingo Savio está marcada por el sermón que Don Bosco
hizo sobre la santidad accesible a todos. Me permito traer aquí,
aunque sea algo largo, todo el texto de las Memorias Biográficas,
porque nos hace ver por una parte la genialidad educativa de
Don Bosco que sabe proponer “un alto grado” también a sus
muchachos y, por otra, la cotidianidad del modelo de santidad,
que hace que pueda ser propuesta a todos.

“Uno de aquellos domingos dio Don Bosco una plática sobre


el modo de hacerse santo, y se entretuvo especialmente en el
desarrollo de estos tres puntos: es voluntad de Dios que nos
hagamos santos; es muy fácil conseguirlo; está preparado en el
cielo un gran premio para quien se hace santo. Estas palabras
causaron gran impresión en el alma sencilla de Domingo
Savio, que poco después decía a Don Bosco: - Siento el deseo, la
necesidad de hacerme santo; nunca me hubiera imaginado yo
que pudiese llegar a serlo con tanta facilidad; pero ahora que he
visto que se puede lograrlo estando alegre, quiero absolutamente
hacerme santo.
Don Bosco alabó su propósito, le indicó que lo primero que Dios
quería de él era una constante y serena alegría; le aconsejó que
fuera perseverante en el cumplimiento de sus deberes de piedad
y estudio y que tomara siempre parte en los recreos junto con
sus compañeros. Al mismo tiempo, le prohibió toda penitencia
austera y las oraciones demasiado prolongadas, porque no eran
compatibles con su edad y su salud, ni con sus ocupaciones.
Domingo obedeció, pero un día Don Bosco le encontró muy
triste y exclamando: -¡Ay de mí! ¡Estoy en un verdadero aprieto!
El Salvador dice que si no se hace penitencia, no se podrá
entrar en el paraíso, y a mí me prohíben hacerla; ¿cuál va a ser

292
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

entonces mi cielo? – La penitencia que Dios quiere de ti, le dijo


Don Bosco, es la obediencia. Obedece y ya tienes bastante”. El
texto citado pone en evidencia que la santidad es un proceso que
se desarrolla dentro de una experiencia espiritual. Ésta hace de
clima, de camino y de alimento. Una espiritualidad es un camino
particular y concreto hacia la santidad. Nosotros tenemos
nuestra espiritualidad juvenil. Se trata de una espiritualidad
que coloca a los jóvenes en el centro, y que es para todos, sobre
todo para los más pequeños y necesitados. Hoy gozamos de una
suficiente visión sistemática de tal espiritualidad, gracias a los
estudios que se han hecho hasta ahora. Basta pensar en cuanto
fue dicho por el CG23, por el CG24 y por Don Vecchi, que hizo
de ella el tema de un curso de ejercicios espirituales y habló
de ella en los diversos encuentros del Movimiento Juvenil
Salesiano.
Pienso que será útil recordar sus rasgos esenciales:
- Una espiritualidad de lo cotidiano. Me gusta subrayar el espacio
privilegiado que se ha dado al humilde cotidiano, porque ésta
fue una nota predilecta de Don Bosco. “Don Bosco, durante
toda su vida, encaminó a los jóvenes por la senda de la santidad
sencilla, serena y alegre, uniendo en una sola experiencia vital
el “patio”, el “estudio” serio y un constante sentido del deber”.
Él nunca tuvo simpatía por gestos excepcionales, sino que indicó
a sus muchachos el camino regio del propio deber, convencido de
que, abrazado con amor y con alegría, contiene todo lo necesario
para crecer espiritualmente. Sabemos que tal predilección
le provenía de lejos. Remontándose a San Francisco de Sales
–apóstol de la vocación universal a la santidad, de cualquier
categoría y de cualquier edad-, subrayaba la preferencia por lo
que Dios nos da, más que por lo que nosotros escogemos. Aquel

293
“nada pedir y nada rehusar” tiene un contenido pedagógico y
una sabiduría teológica verdaderamente preciosos. Aquella
insistencia sobre el amor, que es como el contenido respecto
del continente (para nosotros a veces tan atentos a las formas
con detrimento de la sustancia), ha sido la misma insistencia de
Don Bosco educador.
- Una fina sabiduría pedagógica. Acerca de la propuesta de
santidad, Don Bosco se ha demostrado un verdadero pedagogo,
un maestro. Dice explícitamente la palabra santidad a aquel
muchacho, Domingo Savio, que ya era capaz de comprenderla,
porque él mismo la había pronunciado. A Miguel Magone, en
cambio, en la estación de Carmagnola, le dice: “Mira, ven al
oratorio, allí podrás estudiar y jugar, allí encontrarás compañeros”.
Esto significa que es importante que nosotros, educadores,
sepamos que hay un camino gozoso de santidad capaz de
satisfacer las expectativas de un corazón juvenil y, por tanto,
sepamos proponerlo a cada uno de los muchachos de nuestro
oratorio o centro juvenil o escuela, con las palabras oportunas.
Sucederá que en un grupo de jóvenes oratorianos nosotros
hablemos expresamente de la santidad o de la vocación,
conscientes de que nos comprenderán. En otros casos, se deberá
comenzar desde el principio, desmontando la mentalidad,
purificando las imágenes falsas de Dios o destruyendo los ídolos
que se han creado y que están tratando de reproducir en su vida.
Lo más importante es que, como educadores, seamos conscientes
de que Dios llama a todos a la santidad, es decir, a una respuesta
gozosa a Él, y que se trata de un camino posible de recorrer,
sabiendo que a los muchachos los deberemos acompañar a
partir de la situación en que los encontremos: “los caminos de la
santidad son personales” . Por esto, es necesaria “una verdadera

294
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y propia pedagogía de la santidad, que sea capaz de adaptarse


a los ritmos de cada persona” , sobre la cual, como salesianos,
deberemos reflexionar y deberemos experimentar en la práctica
del acompañamiento. Recordemos que el primer paso de
DonBosco fue la invitación a los muchachos a ir los domingos
al oratorio para divertirse con muchos compañeros. Éste era la
primera llamada a la “santidad de la alegría” y a la vida santa.
Don Bosco intuyó, desde los primeros años de su sacerdocio, la
posibilidad de acompañar a los jóvenes a la plenitud de la vida
cristiana, proporcionada a su edad, con un tipo de espiritualidad
juvenil organizada en torno a algunas ideas-fuerza abiertas a la fe,
tributarias, evidentemente, de su tiempo, pero también proféticas,
y llevadas adelante con ardor y con genialidad pedagógica. Factor
decisivo de esta genialidad fue, precisamente, la capacidad de
implicar a los jóvenes en la aventura y hacerlos los primeros
beneficiarios, al mismo tiempo que los verdaderos protagonistas.
Los jóvenes mismos ayudaron a Don Bosco “a iniciar, en la
vida de cada día, un estilo de santidad nueva, acomodada a las
exigencias típicas del desarrollo del chico. Fueron así, de algún
modo, simultáneamente discípulos y maestros”. La nuestra es una
santidad para los jóvenes y con los jóvenes; porque también en la
búsqueda de la santidad, “los Salesianos y los jóvenes caminan
juntos”: o nos santificamos con ellos, caminando y aprendiendo
con ellos, o no seremos santos nunca.
Las etapas de este camino ya han sido definidas con claridad.
El CG23, particularmente, nos las presentó en forma sintética
y muy estimulante, invitándonos a organizar la vida de los
jóvenes en torno a ellas y a insistir en ellas con opciones de
valores y actitudes evangélicos.

295
“Rejuvenecer el rostro de la Iglesia, que es la Madre
de nuestra fe” (2004)
Decía al comienzo que nuestro compromiso es hacer que se
enamoren los demás de la Iglesia, especialmente los jóvenes.
Éste es un desafío de suma importancia, precisamente porque
aquí y allá se percibe una tendencia cada vez más grande a
vivir un cristianismo sin Iglesia. Hay cristianos que no han
renunciado a la relación con la Iglesia, pero no pertenecen ni
se identifican con ninguna comunidad; son semejantes a los
que pasan el tiempo girando por un supermercado y entre las
diversas ofertas escogen las que más les agradan.
Sabemos que la identificación con Cristo es siempre también
una identificación con su Cuerpo, con su Iglesia, con los que
pertenecen a ella. Éste es un criterio de verificación de auténtica
identidad cristiana. Pero, al mismo tiempo, la pertenencia
a la Iglesia tiene sentido solamente como instrumento de
pertenencia a Cristo; nuestro sí a ella es expresión de nuestro
sí a Él. Pues bien, según el texto citado de Pablo a los Efesios,
esta identificación se realiza por medio del bautismo y la vida
sacramental, se codifica en la profesión de fe, se vive en la
orientación de la vida cristiana, se expresa en la oración.
La pregunta crucial es entonces cómo educar a los jóvenes a ser
Iglesia y a vivir con la Iglesia. En un mundo cada vez más plural,
secularizado, relativista, la formación de los creyentes requiere
un claro y significativo testimonio de la comunidad cristiana, de
modo que pueda ofrecer a los jóvenes una imagen evangélica de
la identidad de la Iglesia y de su misión en el mundo. Ella pide
también un camino de fe, en particular una sólida catequesis,
que ayude a madurar su conciencia, de modo que puedan abrirse
a todo lo que es humano, armonizar sus opciones con las de la

296
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

madre Iglesia, dar testimonio de la propia fe, en una palabra,


identificarse con Aquél que se ha identificado con nosotros,
hasta hacernos hijos del Padre y hermanos de los hombres.
Somos conscientes de que el testimonio de la comunidad tiene
una fuerza notable de credibilidad y de apoyo; se educa en la
fe con lo que se es y se vive, más que con lo que se dice y se
enseña. El camino de educación de los jóvenes para la Iglesia
comienza con un compromiso sincero de la comunidad eclesial
para profundizar sus opciones fundamentales, es decir, la
pasión por Dios que la reúne por medio de Cristo en el Espíritu,
la fraternidad entre todos los bautizados, la preocupación
evangelizadora, la voluntad de servicio a la sociedad, la
prioridad hacia los más pobres.
Siguiendo estas grandes opciones, la comunidad cristiana
descubre los caminos para convertirse y para resistir a las
diversas tentaciones de hoy: la tentación de plegarse sin
discernimiento evangélico a los criterios, valores, actitudes y
comportamientos de una sociedad que tiende a erigirse como
ídolo seductor para los creyentes; la tentación del miedo que
con frecuencia nos encierra entre los muros de la Iglesia,
con una actitud de desconfianza e incluso de reivindicación
delante de la sociedad; la tentación del individualismo y de la
pasividad, del recurrir a los honores y al dinero, del miedo de
quedar marginada con los marginados.
En este esfuerzo de conversión, nuestra identidad eclesial debe
ser cada vez más transparente, para llegar a ser significativa, para
hacer visible y creíble cuanto anunciamos. Por esto, nuestras
obras de cualquier género, escuelas, centros de formación
profesional, universidades, casas de acogida, parroquias,
oratorios, centros juveniles, ciudades de los muchachos, deben

297
tener como primer objetivo la evangelización, el anuncio de la
buena nueva de la salvación que Dios quiere dar a todos en su
Hijo Jesús.
La gestión profesional de las obras y la seriedad para llevar
adelante un programa en las actividades que desarrollamos
no debe oscurecer nunca la primacía que corresponde a la
evangelización. “Privadas de un celo ardiente hacia el verdadero
Dios, la teología y la pastoral se reducirían a pura técnica y
actividad organizativa. También la Iglesia debe echar siempre
del templo a los mercaderes: “Quitad esto de aquí: no convirtáis
en un mercado la casa de mi Padre” (Jn 2,16).
No hay que olvidar que las estructuras, que son necesarias
para la misión, corren muchas veces el peligro de oscurecerla,
cuando no hay un alma que las haga esplendorosas. Me
pregunto si la creciente dificultad para identificarse con la
Iglesia no será también consecuencia del hecho de que ella en
algunas partes sea percibida como no seriamente preocupada
por solidarizarse con los más necesitados, como no identificada
con el sufrimiento del mundo, como demasiado cerrada y
segura de sí misma.
En el camino para hacer más significativo el rostro de la Iglesia,
se deben cuidar los signos que la expresan y manifiestan.
Muchas personas descubren y sienten la Iglesia a través de los
signos que encuentran de ella en la vida cotidiana; tales signos
pueden suscitar nuevos lazos o fortificar los ya existentes,
pueden congelar o debilitar o relanzar los movimientos
de acercamiento a la Iglesia. Por esto es importante que la
comunidad cristiana haga crecer los signos de la Iglesia.
Hay algunos signos privilegiados, que facilitan la adhesión
de los jóvenes a la Iglesia: el signo de la acogida cordial y

298
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

evangélica, que manifieste una actitud de apertura gratuita, de


escucha incondicional, de voluntad sincera de servicio; el signo
de la calidad humana y cristiana de los servicios de asistencia,
educación, cuidado pastoral; el signo de la verdad de la vida
litúrgica y de la oración de la comunidad cristiana, que se
exprese en una celebración orante, participativa, cuidada, en
sintonía con los problemas y las situaciones de la sociedad; el
signo de los pastores que vivan una vida evangélica empapada de
la pasión por Dios, con una capacidad de acogida y de sintonía
con la gente, sobre todo con los jóvenes y los pobres, un servicio
gratuito, un compromiso sincero por la comunión. Por medio
de estos signos los jóvenes son introducidos en la experiencia
de Iglesia y ayudados para abrirse a ella.
Junto con el testimonio, es urgente promover entre los jóvenes
un camino de fe que lleve a encontrarse personalmente
con Cristo, a vivir la vida sacramental, a insertarse cada vez
más conscientemente en la Iglesia, a conocerla y amarla,
a comprometerse en ella y a vivir para ella. Una de las áreas
del camino de fe de los jóvenes se refiere precisamente al
crecimiento hacia una intensa pertenencia eclesial; también
la espiritualidad juvenil salesiana propone una experiencia de
comunión eclesial. Éste es el compromiso fundamental de la
comunidad cristiana y en concreto de nuestras comunidades
educativas; la atención al camino de fe de los jóvenes expresa
la maternidad de la Iglesia, que se preocupa de sus hijos y los
ayuda a crecer. Esto requiere algunas opciones específicas.
Es preciso ayudar a los jóvenes a superar una imagen parcial de
la Iglesia, muchas veces vista sólo en sus aspectos institucionales,
como si fuese una organización social y política semejante a las
demás, o bien identificada con la jerarquía, o, por el contrario,

299
reducida a una realidad puramente espiritual, individual e ideal.
Esto requiere una cuidadosa catequesis sobre la Iglesia según
las líneas ofrecidas por la Lumen Gentium y por la Gaudium
et Spes, pero también una introducción a la vida concreta de la
Iglesia, haciendo conocer susproyectos, sus preocupaciones, sus
mejores iniciativas, personas y comunidades significativas. Una
información sólida, positiva y continua contribuiría ciertamente a
promover una conciencia más real y más significativa de la Iglesia.
Se trata de desarrollar en los jóvenes el sentido de pertenencia
a ella: nosotros pertenecemos a la Iglesia y ésta nos pertenece
a nosotros. Hemos sido convocados por Jesús para formar
su familia y para continuar juntos su misión en la historia.
No puede darse una conciencia clara de la propia identidad
cristiana, sin el sentido vivo de pertenencia a la comunidad
cristiana. Esto requiere también desarrollar actitudes de
apertura, diálogo y simpatía hacia el hombre, como ha hecho la
Iglesia en el Concilio Vaticano II, que ha tratado de comprender
las situaciones de la humanidad y de colaborar con todos los
hombres y mujeres de buena voluntad en el compromiso de
construir un mundo más humano.
Esto se aprende y se verifica en la vida familiar y social; la
propia familia y los propios ámbitos de vida deben ser escuela y
laboratorio de comunión. “Ser cristiano significa un modo nuevo
de ser hombre; exige una conversión, exactamente la pedida por
el Evangelio, por Cristo... En esta perspectiva, la intervención del
educador cristiano, del pastor de almas, mira a la formación de
una cierta disposición de espíritu, que no es sólo conocimiento,
sino que a éste se unen actitudes que incluyen la inclinación
de la voluntad, de la emotividad, de la sensibilidad, de todo el
hombre, hacia la integración entre un hecho de experiencia y un

300
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

punto de referencia fijo o habitual; es la adhesión de fe al plan de


amor y de salvación de Dios en Jesucristo”.
Para esto, en el camino de educación en el sentido de Iglesia es
importante formar la conciencia social de los jóvenes a través
de la Doctrina social de la Iglesia, sea para aprender a vivir la
dimensión social y política de la fe, sea para hacerse más solidarios
con los problemas que abruman la vida de tantos hombres y
mujeres en el mundo en que viven en situaciones inhumanas, y
para multiplicar voluntarios, apóstoles y misioneros.
El sentido de Iglesia y de pertenencia no se crea de forma
abstracta, sino a través de la experiencia de la vida cristiana
en las diversas situaciones de la persona, comenzando por la
familia, llamada con razón por Pablo VI la Iglesia doméstica, y
continuando en la parroquia, en la que se realiza normalmente
la experiencia de comunión de fe, de esperanza y de caridad.
En nuestro caso, nosotros hacemos experiencia de Iglesia con
los jóvenes en los diversos tipos de Comunidades Educativas
Pastorales, que deben ser signo de fe, escuela de fe, centro de
comunión y participación, “hasta poder convertirse en una
experiencia de Iglesia” (Const. 47).
Se trata, pues, de robustecer la propia comunidad de fe en todas
las expresiones educativas pastorales, para hacerlas ser fermento
de transformación social. Es cuanto testimonian los sumarios
de los Hechos de los Apóstoles: “Los hermanos eran constantes
en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común,
en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba
impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles
hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían
todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre
todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo

301
todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían
juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien
vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al
grupo los que se iban salvando” (Hch 2, 42-47). A partir de la
vida de las comunidades, se impuso una cultura alternativa al
imperio romano y un modelo social caracterizado no por el ansia
de poseer, acumular y ser los primeros, sino por la voluntad de
compartir, servir y ser solidarios.
Esto requiere también cualificar los momentos de la vida
eclesial, como son el bautismo, la catequesis, la participación
en la Eucaristía, la escucha de la Palabra, el acercarse a la
Reconciliación, los encuentros de grupos y de comunidades,
los retiros y las celebraciones de los momentos fuertes del año
litúrgico, los momentos de convivencia y de fraternidad, el
contacto con la zona, etc. Nada se debe trivializar; todo puede y
debe favorecer la maduración del sentido eclesial.
El camino de educación en la fe debe ayudar a pasar de las buenas
disposiciones de ánimo a las convicciones sólidas, de éstas a las
motivaciones capaces de atraer, luego a los proyectos de vida,
finalmente a la entrega total a Dios y a los demás. He aquí lo
que significa amar a la Iglesia y entregarse por ella. El amor a la
Iglesia se manifiesta también en esta capacidad de dejarse aferrar
por Cristo, hasta el punto de renunciar a los propios intereses
y proyectos y ponerse completamente a su disposición para
continuar en la propia persona su obra de construcción del Reino.
La adhesión a la Iglesia, hecha posible por el conocimiento de su
realidad, desarrollada por un progresivo sentido de pertenencia a
ella y acrecentada con concretas experiencias eclesiales, madura
en el compromiso vocacional.
“Quien en nuestros días se pone al servicio de la Iglesia deberá

302
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

estar convencido, hasta en los pliegues más recónditos de su


existencia, de la posibilidad de mostrar al hombre, aún en
medio de un mundo secularizado y ateo, las huellas de Dios
en la historia y en la propia vida. Este compromiso de ser
testimonios vivientes de la experiencia de Dios en nuestro
mundo debe animar e invadir los diversos campos de actividad
y sectores de trabajo pastoral en que se traduce todo ministerio
o servicio... Hoy, más que en el pasado, es verdad en todas partes
que Dios tiene necesidad de los hombres”.
Quiera Dios que todos nosotros podamos amar, seguir e imitar
a Jesús con el ardor, la convicción y la fidelidad de las grandes
columnas de la Iglesia, San Pedro y San Pablo. Así podremos
confesar públicamente nuestra fe y nuestro amor como ellos
dos: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo” (Jn 21, 17);
“Señor, ¿a quien acudiremos? Tú solo tienes palabras de vida
eterna” (Jn 6, 68); “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1, 12); “Vivo
de la fe en el Hijo de Dios que me amó hasta entregarse por
mí” (Gal 2, 20). Entonces nuestra fe se traducirá en caridad
operativa y será testimonio creíble y convincente.
Deseo y espero que todos nosotros podamos alcanzar la meta
a que llegó Santa Teresa del Niño Jesús: “Sí, he encontrado mi
puesto en la Iglesia, y este puesto me lo has dado tú, oh Dios
mío. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo será el amor, y de
este modo seré todo y mi deseo se traducirá en realidad”

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has


hecho... Señor, amigo de la vida (2007)
Preciosa y digna de respeto es toda vida humana. Se sigue de
ello que se justifica no sólo la vida sana, útil, feliz, sino también
la vida disminuida, la vida en el dolor y en la enfermedad, la del

303
niño no nacido y la del anciano inválido. No sólo es preciosa la
vida de los poderosos; lo es también la vida de los pobres y de
los abandonados.
Como hijos e hijas de Don Bosco nos sentimos particularmente
llamados a proteger y cuidarnos de la vida de tantos jóvenes
que deben abrirse un camino en la pobreza, al margen de la
sociedad del bienestar. Debemos ser capaces de imaginar y de
crear nuevas formas de presencia misionera en el mundo de
la marginación y de la exclusión. He aquí algunas sugerencias
concretas:
• Cuidado de los jóvenes en peligro
Toda presencia salesiana debe comprometerse a responder a
los crecientes desafíos que nos presentan los jóvenes que viven
en la marginación o en situaciones de peligro: muchachos de
la calle, sin familia o lejos de ella, jóvenes sin formación y sin
trabajo; los inmigrados, sobre todo los jóvenes que llegan solos,
sin su familia; jóvenes expuestos a la delincuencia o víctimas
de la explotación sexual, y tantas otras situaciones degradantes,
en las que la vida humana está expuesta al peligro y a la ofensa.
• Acompañamiento y ayuda a familias en dificultad
Un cuidado particular merecen las familias que viven graves
tensiones o que ya se han roto, familias que encuentran enormes
dificultades para educar a sus hijos, y otras en situaciones
de malestar. En respuesta al aguinaldo del año pasado han
surgido muchas iniciativas de apoyo y de ayuda a los padres
en su compromiso educativo, apoyo y orientación de parejas
en dificultad, creación de grupos y comunidades familiares,
etc. Os invito a continuar en este camino. En el comentario
al aguinaldo del año 2006 sugería una serie de actitudes y

304
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de intervenciones, que os invito a consolidar. La familia es el


ambiente primario para la defensa y la promoción de la vida y,
como tal, debe continuar siendo objeto privilegiado de nuestro
cuidado pastoral.

“Da mihi animas, cetera tolle” Identidad carismática


y pasión apostólica (2006)
Para Don Bosco la primera parte del lema, “Da mihi animas”,
expresa, pues, el celo por la salvación de las almas, que se
concreta en la urgencia de evangelizar y en la necesidad de
convocar vocaciones a la vida consagrada salesiana.
Es necesario motivar e impulsar a la evangelización. Imitamos
el ejemplo de Don Bosco, que sentía como deber urgente
la salvación de la juventud: él “no dio un paso, ni pronunció
palabra que no tuviera por objeto la salvación de la juventud”
(Const. 21). Nos referimos, además, a las necesidades de todos los
pueblos de conocer el evangelio, que es fuente de humanización
y de promoción humana.
Es prioritario que la Congregación haga principalmente la
opción de asumir el papel de la evangelización en el campo de
la educación. Por otra parte, allí donde asumimos compromisos
directos en la evangelización, no podemos no educar; en
particular no es posible para nosotros salesianos una catequesis
sin educación.
La evangelización hoy presenta nuevos deberes según las áreas
regionales y es, por tanto, importante que cada Región estudie
sus fronteras en la evangelización. Ésta requiere también mayor
movilidad, para acudir adonde llama la misión.

305
También aquí imitamos ante todo a Don Bosco. Él se dio cuenta
de que frente a las numerosas necesidades de los jóvenes no
podía llegar él solo. Por esto apeló a la disponibilidad y a la
competencia de numerosas personas. Comprendió, además, que
para la continuidad y la fuerza de su carisma tenía necesidad de
personas consagradas; en particular comprendió la necesidad
de tener salesianos sacerdotes y salesianos laicos.
También nosotros, sobre todo después del CG24, nos hemos dado
cuenta de que es necesario implicar a los seglares, pero que el
carisma no va adelante si no hay un núcleo fuerte e identificado
de consagrados. Como también nos hemos dado cuenta de
que la Congregación pone en peligro su identidad si pierde su
componente consagrado laical. De modo particular es preciso
tener viva en la Congregación la vocación del salesiano coadjutor.
Por esto se hace necesario para nosotros adquirir la capacidad
de implicar, de convocar y de proponer a los jóvenes la
experiencia carismática de Don Bosco, llamándolos a estar con
él para siempre. Como también es preciso tener una propuesta
sistemática de acompañamiento de las vocaciones a la vida
consagrada salesiana en sus dos formas presbiteral y laical.

Conociendo e imitando a don Bosco, hagamos de los


jóvenes la misión de nuestra vida (2007)
La caridad pastoral caracteriza toda la historia de Don Bosco
y es el alma de sus múltiples obras. Podríamos decir que ella
es la perspectiva histórica sintética a través de la cual se debe
leer toda su existencia. El Buen Pastor conoce a sus ovejas y las
llama por su nombre; él sacia su sed en aguas cristalinas y las
apacienta en verdes prados; se hace puerta por la que las ovejas
entran en el aprisco; da su vida para que las ovejas tengan vida

306
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

en abundancia (cf. Jn 10,11ss). La fuerza más grande del carisma


de Don Bosco consiste en el amor que viene directamente del
Señor Jesús, imitándolo y permaneciendo en Él. Este amor
consiste en «dar todo». De ahí brota su compromiso apostólico:
«He prometido a Dios que hasta el último aliento de mi vida
será para mis jóvenes pobres». ¡Este es nuestro sello y nuestra
credibilidad ante los jóvenes!
En la historia de Don Bosco conocemos sus muchas fatigas,
renuncias, privaciones, sufrimientos y los numerosos sacrificios
que hizo. El buen pastor da la vida por sus ovejas. A través de las
necesidades y las demandas de los jóvenes, Dios está pidiendo
a cada miembro de la Familia Salesiana que se sacrifique a sí
mismo por ellos. Vivir la misión no es, pues, un activismo vano,
sino más bien conformar nuestro corazón según el corazón del
Buen Pastor, que no quiere que ninguna de sus ovejas se pierda.
Es una misión profundamente humana y profundamente
espiritual. Es camino de ascesis; no hay presencia animadora
entre los jóvenes sin ascesis y sacrificio. Perder algo o, mejor,
perderlo todo para enriquecer la vida de los jóvenes es la base
de nuestra entrega y de nuestro compromiso.
En el acta de fundación de la Congregación salesiana y sobre
todo en el desarrollo histórico de la múltiple obra de Don
Bosco, podemos conocer las finalidades de la Familia Salesiana,
que poco a poco se iban delineando. Nosotros estamos llamados
a ser apóstoles de los jóvenes, en los ambientes populares, en las
zonas más pobres y en las misiones. Hoy más que nunca nos
comprometemos a comprender y asumir críticamente la cultura
mediática y nos servimos de los medios de comunicación
social, especialmente de las nuevas tecnologías, como
potenciales multiplicadores de nuestra acción de cercanía y de

307
acompañamiento de los jóvenes. Mientras estamos en medio de
ellos como educadores, como hizo nuestro Padre Don Bosco,
los involucramos como nuestros primeros colaboradores, les
damos responsabilidades, los ayudamos a asumir iniciativas,
los capacitamos para ser apóstoles de sus compañeros. De ese
modo nosotros podemos dilatar cada vez más el gran corazón
de Don Bosco, al que le habría gustado abarcar y servir a todos
los jóvenes del mundo.
Los buenos propósitos no pueden quedar en declaraciones
vacías. El conocimiento de Don Bosco se debe traducir en
compromiso con y para los jóvenes. Como Don Bosco, ¡hoy
Dios nos espera en los jóvenes! Por eso debemos ir en su busca
y estar con ellos en los lugares, situaciones y fronteras donde
ellos nos esperan. Para eso hay que ir a su encuentro, dar
siempre el primer paso, caminar a su lado. Consuela ver como
la Familia Salesiana se prodiga con los jóvenes más pobres en
todo el mundo: chicos de la calle, muchachos marginados,
muchachos obreros, muchachos soldados, jóvenes aprendices,
huérfanos abandonados, niños explotados. Pero un corazón que
ama es siempre un corazón que se interroga. No es suficiente
organizar actividades, iniciativas, instituciones para los jóvenes;
hay que asegurar nuestra presencia, el contacto y la relación
con los jóvenes: se trata de volver a la práctica de la asistencia y
redescubrir la «presencia en el patio».

“Eduquemos con el corazón de Don Bosco” (2007)


Educar con el corazón de Don Bosco significa, para el educador,
primero cultivar y después hacer brotar del interior del propio
corazón “razón, religión, cariño”, haciendo del cariño la punta
de lanza, la actuación práctica de cuanto religión y razón

308
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

proponen. Se trata de vivir el Sistema Preventivo, que es una


caridad que sabe hacerse amar (cf. Const. SDB 29), con una
renovada presencia entre los jóvenes, hecha de cercanía afectiva
y efectiva, de participación, acompañamiento y animación, de
testimonio y propuesta vocacional, con el estilo de la asistencia
salesiana. Hace falta una renovada opción, sobre todo en favor
de los jóvenes más pobres y en peligro, descubriendo bien sus
situaciones de malestar visible o secreto, apostando por los
recursos positivos de cada joven, aun del más destrozado por la
vida, comprometiéndose totalmente en su educación.
“El amor de Don Bosco por estos jóvenes estaba hecho de
gestos concretos y oportunos. Él se interesaba de toda su vida,
reconociendo sus necesidades más urgentes e intuyendo las más
secretas. Afirmar que su corazón estaba entregado enteramente
a los jóvenes, significa que toda su persona, inteligencia, corazón,
voluntad, fuerza física, todo su ser estaba orientado a hacerles el
bien, a promover el crecimiento integral, a desear su salvación
eterna. Ser hombre de corazón, para Don Bosco, significaba, pues,
estar consagrado por entero al bien de sus jóvenes y entregarles
todas sus propias energías, ¡hasta el último respiro!”.
Para comprender la famosa expresión de Don Bosco “la
educación es cosa del corazón y sólo Dios es el dueño del mismo”
(MB XVI, 447; MBe XVI, 373) y, por tanto, para entender el
Sistema Preventivo, me parece importante oír a uno de los más
reconocidos expertos del Santo educador: “La pedagogía de Don
Bosco se identifica con toda su acción; y toda su acción con su
personalidad; y Don Bosco entero se resume en su corazón” .
He aquí su grandeza y el secreto de su éxito como educador:
Don Bosco supo armonizar autoridad y dulzura, amor de Dios
y amor de los jóvenes.

309
“La familia salesiana ayer y hoy: la semilla se ha
convertido en un árbol y el árbol en un bosque” (2008)
Todos tratamos de trabajar con el mayor número de jóvenes con
diversas iniciativas. Observamos que entre los jóvenes se están
consolidando, especialmente en estos últimos tiempos, los
grupos juveniles que quieren hacer un camino de crecimiento
humano y de fe conforme al Sistema Preventivo, que —
sabemos— no es sólo metodología, sino también un modo de
concebir los contenidos. En ellos se forman los líderes, que son
llamados animadores, acompañantes, etc. Se está consolidando,
en particular, el Movimiento Juvenil Salesiano (MJS), en el que
convergen grupos juveniles que nacen y se forman en la Familia
Salesiana y que quieren formar parte de ella.
Ésta es una posibilidad ofrecida a todos. Hasta ahora en la
animación del MJS hay una fuerte colaboración entre los
Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora. Deseo y espero
que en el futuro se haga más intensa la participación también
de los Salesianos Cooperadores y de los Antiguos Alumnos,
promoviendo el MJS entre sus grupos juveniles.
También ésta es una iniciativa que se ha concordado entre
las ramas de la Familia Salesiana más cercanas entre sí y más
presentes en el campo juvenil. En efecto, FMA y SDB tienen
una larga experiencia, muchas obras y organismos de animación
activos ya desde hace mucho tiempo. Pero la participación está
abierta a todos los demás. La participación se realiza a partir de
una plataforma que se elabora en la ocasión de cada encuentro
o acontecimiento.
Para los grupos juveniles es útil tener una plataforma común de
formación humana, de camino de fe y de propuesta vocacional,
porque todo esto realiza el concepto educativo de Don Bosco.

310
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Por tanto, hay sinergias ya existentes y posibilidades de aperturas


a otros en el Movimiento Juvenil Salesiano, que ya nota que tiene
una conciencia mundial. Recorriendo la Congregación he visto
cómo el mensaje del Rector Mayor mandado cada año desde Turín,
con ocasión de la Fiesta de Don Bosco, agrega mundialmente a
los grupos que están presentes en los diversos continentes. Hay,
pues, un espacio juvenil donde podemos educar a los jóvenes
también en las futuras sinergias y en la futura solidaridad.
Lo demuestra también el éxito de las Jornadas Mundiales de
la Juventud, que llegan a reunir, a pesar de las distancias y los
costos, a jóvenes de todas las partes del mundo, pertenecientes a
grupos diocesanos, a grupos animados por institutos religiosos,
por los movimientos, o simplemente que se identifican con este
tipo de iniciativas.
Unido al tema del MJS está el de la propuesta vocacional, de la
orientación vocacional y de nuestro testimonio. Sabemos que
Don Bosco, que tenía una gran estima de los seglares, gozaba
cuando podía dar a la Iglesia sacerdotes y consagrados. En efecto,
si es verdad que todos tienen igual dignidad e igual llamada a
la santidad, es también verdad que en la dinámica temporal del
reino de Dios hay vocaciones que mueven particularmente la
comunidad eclesial.
Entonces es importante que nosotros estemos unidos también
en este objetivo. Haciendo hacer a nuestros grupos o a nuestros
jóvenes un camino de formación humana y cristiana, les
proponemos el abanico de las vocaciones, haciendo también
notar el mayor compromiso de «sequela Christi» propio de
algunas vocaciones específicas.
La finalidad de los grupos juveniles, formados por nuestras
ramas particulares de la Familia Salesiana, no es tener un

311
cultivo de polluelos para la propia Asociación. Nuestra
finalidad es la educación cristiana y la orientación del joven
en la vida. Debemos saber hacerle llegar la llamada de Cristo,
indicando cómo en la dinámica temporal del Reino hay también
vocaciones de mayor compromiso. Debemos ser capaces de
suscitar en los jóvenes deseos de formación y disponibilidad,
ser capaces de orientarlos hacia vocaciones de servicio y gran
significado (entre éstas coloco también el voluntariado), todo
en el realismo del Reino.
Un tercer campo en el que estamos ya colaborando, un campo que
la solidaridad y cooperación actual pueden ensanchar ofreciendo
nuevas posibilidades, son las misiones. En las últimas expediciones
misioneras se ha ido consolidando, al lado de los religiosos, la
presencia de seglares, individuos, parejas e incluso familias enteras.
Es precioso constatar que, dentro de la Familia Salesiana, hay grupos
que incluyen el trabajo misionero en su misma denominación.
El trabajo misionero, sin embargo, tiene diversidad de expresiones
y de iniciativas, especialmente en este nuestro tiempo en que
se habla de solidaridad globalizada. Hay nuevas posibilidades
de compromiso misionero. Hay la posibilidad de la presencia
personal, hay la posibilidad del hermanamiento y la del sostén
a distancia en diversas formas. Viendo la diferencia entre
las distintas partes del mundo, pienso cuán precioso sería
si hubiese una red de hermanamientos en grado de aportar
recursos que respondan a las diversas necesidades; y donde hay
fuerzas disponibles, estar abiertos a colaboraciones temporales
o incluso definitivas. Esto en fase de proyecto y sucesivamente
por su realización en sinergia.
Hay otro sector, muy importante, donde ya estamos
colaborando: es el campo de la comunicación en la Iglesia y en la

312
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

sociedad. Cada grupo tiene el propio órgano de comunicación


interna, que distribuye luego fuera del grupo. Pero sabéis que
hay una revista o un órgano que nos representa a todos y es el
“Boletín Salesiano”. Nosotros decimos que es un órgano para
la Familia Salesiana, para el Movimiento Salesiano y para toda
la opinión salesiana del mundo, que presenta el punto de vista
de la Familia sobre las realidades que estamos viviendo, y abre
al mundo una ventana sobre la realidad salesiana.
Es verdad que el “Boletín” está gestionado y llevado adelante por
la Congregación Salesiana. Sería superfluo y pesado crear un
grueso organismo de representatividad. Se está dando cada vez
mayor espacio a la Familia Salesiana en el consejo de redacción
y se van presentando nuestras realidades, más bien que «dividir
en lotes» las páginas, lo que no es oportuno. De la imagen que el
“Boletín” logra crear, todos recibimos su beneficio.

Sería interesante, a través de todas las sinergias que hay que


poner en acto, obrar cada vez más como Movimiento y así
tener una presencia visible en la realidad social y eclesial.
Debemos superar dos peligros, que no son nada imaginarios:
por una parte, un protagonismo demasiado aclamado y, por
otra, un absentismo injustificable. Más que una obra de gran
propaganda o afirmación declamada en la Iglesia local, debería
ser bien clara nuestra presencia solidaria con el Obispo, con
los sacerdotes; deberíamos mostrar nuestra capacidad de obrar
por algunas causas, haciendo ver que no estamos en función de
nosotros mismos, sino de la comunidad eclesial que, a su vez,
está en función de la salvación del mundo.

313
“La pastoral juvenil salesiana” (2010)

4. Perspectivas de futuro para la pastoral juvenil salesiana


Después de haber presentado cómo se ha desarrollado y cómo
se articula hoy la Pastoral Juvenil en la Congregación, junto
con una sentida acción de gracias a Dios por la cantidad de
bien que Él suscita entre nosotros en el servicio a los jóvenes,
por la fuerza de atracción de Don Bosco y de su carisma, por el
compromiso generoso de tantos hermanos, laicos colaboradores
y de los mismos jóvenes, desearía proponeros y compartir con
vosotros algunas perspectivas de futuro, varias de las cuales han
sido propuestas por el CG26 como objetivos prioritarios para
los próximos años.

4.1 Continuar el esfuerzo de asimilación y de práctica del


modelo de la Pastoral Juvenil Salesiana
Hemos visto el esfuerzo enorme de la Congregación en estos
últimos cincuenta años para repensar y renovar su praxis
educativa y pastoral, respondiendo con mayor fidelidad a
las nuevas necesidades y expectativas de los jóvenes y a los
valores inspiradores del Sistema Preventivo de Don Bosco. Hoy
podemos contar con un conjunto de criterios, orientaciones,
estructuras, líneas de acción, que traducen en la situación
moderna el espíritu y el modelo de acción vivido por Don Bosco
en el primer Oratorio: el Sistema Preventivo.
Todo este esfuerzo de reflexión de la práctica educativa implica
necesariamente una apertura a nuevos esquemas y a nuevas
prácticas, una nueva mentalidad y una nueva forma de organizar
los elementos que constituyen el acto educativo, una nueva
metodología y un nuevo modo de plantear la presencia entre

314
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

los jóvenes... Estas cosas requieren reflexión para verificar la


experiencia cotidiana; coraje para asumir nuevas perspectivas
y nuevos planteamientos; paciencia para dar tiempo a la
transformación lenta de las formas de pensar y de las actitudes;
compartir con otros, porque estos procesos de cambios no se
realizan por sí solos, sino en grupo.
La Congregación tiene hoy un modelo operativo de Pastoral
Juvenil, es decir, una forma concreta de estructurar y de organizar
los diversos elementos de su práctica educativa y pastoral para
asegurar la identidad, su coherencia respecto a los objetivos
del proyecto y su organicidad; un modelo fiel a los principios
inspiradores del Sistema Preventivo de Don Bosco y al mismo
tiempo que responda mejor a las necesidades y a las situaciones
de los jóvenes de hoy. Por tanto, es urgente comprometerse
en conocer a fondo este modelo, asumir su planteamiento y,
sobre todo, traducirlo a la práctica en los diversos contextos y
ambientes. En estos últimos años se ha hecho un gran esfuerzo
en esta dirección, pero debe continuarse todavía, ayudando a
cada salesiano y a las comunidades locales a cotejar su praxis
con el modelo para hacerla más fiel y significativa.
En particular, es importante asumir la visión unitaria y orgánica
de una pastoral centrada en la persona del joven y no tanto
en las obras o servicios, superando el sectorialismo todavía
presente en la práctica de todos los días. Se debe robustecer
también la dimensión comunitaria de la acción pastoral, que
se manifiesta sobre todo en el empeño de construir la obra
salesiana como una comunidad educativo-pastoral, en la
cual las personas ocupan el centro, prevalecen las relaciones
interpersonales, los elementos de comunión y de colaboración
sobre las preocupaciones de gestión o de organización. Otro

315
aspecto sobre el que han insistido los últimos Capítulos es la
mentalidad proyectiva, es decir, considerar la acción pastoral
como un camino que se va desarrollando gradualmente según
objetivos precisos y verificables, y no tanto como la suma de
múltiples intervenciones y acciones unidas entre sí.
Todo esto implica multiplicar el esfuerzo de formación pastoral,
tanto de los Salesianos como de los colaboradores laicos. Existen
muchas iniciativas en este campo, pero urge sistematizarlas y
darles continuidad, de manera que se vaya constituyendo en
cada comunidad educativo-pastoral un núcleo de personas
plenamente identificadas con los valores y el planteamiento de
la pastoral salesiana, capaces de animar y de guiar al resto.

4.2 Una pastoral evangelizadora claramente


orientada al anuncio de Cristo y a la educación de
los jóvenes en la fe
La acción educativo-pastoral de la Congregación se está
multiplicando en todas partes; las necesidades de los jóvenes
y las exigencias de la sociedad y de la Iglesia son cada vez más
numerosas y apremiantes. En el esfuerzo por responder a ellas
se corre el riesgo de perderse y de dejar en la sombra el corazón
de nuestra misión.
En muchas de las sociedades y culturas en las cuales
desarrollamos nuestro servicio educativo y pastoral se está
desarrollando una cultura que margina a la religión y en
modo especial al cristianismo; un estilo de vida que favorece el
desarrollo de la pobreza material y espiritual de muchos y que
multiplica los factores de exclusión social... En este ambiente
resultan con frecuencia insignificantes e irrelevantes los
valores religiosos y las motivaciones de los creyentes, que en

316
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

otro tiempo aparecían y se percibían en el servicio educativo


y de promoción humana.
Esta situación ha empujado a muchos Salesianos y laicos
colaboradores a renovar su identidad vocacional y a
entregarse al compromiso educativo y pastoral con gran
generosidad y sacrificio; pero existe también el peligro de
“superficialidad espiritual, activismo frenético, estilo de vida
burgués, testimonio evangélico débil, dedicación parcial a
la misión. Esto se traduce en renuencia a manifestar la propia
identidad de consagrados y en timidez apostólica”.
Todo esto requiere recuperar las raíces y el motor de nuestra
praxis pastoral, la pasión misionera del “Da mihi animas”, la
única que puede garantizar su significatividad y eficacia, y
centrar nuestra variadísima actividad educativo-pastoral en la
evangelización y en la educación en la fe, donde todo encuentra
su unidad y su sentido.
A la luz de las líneas de acción propuestas por el CG26 sobre
el tema de la evangelización, he aquí algunas prioridades que
deberán caracterizar la pastoral juvenil en los próximos años:
1º Una pastoral más misionera que proponga “con alegría y
coraje a los jóvenes que vivan la existencia humana como la
vivió Jesucristo” . Hoy no es suficiente colocar a los jóvenes
en un ambiente positivo con multiplicidad de actividades y
propuestas, ni siquiera ofrecerles simplemente una formación
catequística, ni habituarles a una práctica religiosa (oración y
sacramentos); es necesaria una propuesta clara y explícita de
anuncio de Jesucristo, que despierte en los jóvenes el deseo
de conocerle y de seguirle; es necesario enseñarles e iniciarles
en la oración cristiana, en la lectura y en la meditación de la
Palabra de Dios; es necesario también suscitar en ellos el deseo

317
de comprometerse en un camino sistemático de profundización
de la fe y ayudarles a plantear la propia vida según los valores
del Evangelio.
2º Una evangelización insertada plenamente en el campo de
la educación. La pastoral juvenil salesiana vive y se desarrolla
en el campo de la educción, intenta promover en los jóvenes
no solamente una vida cristiana, sino también una cultura
inspirada en la fe y en los valores evangélicos, que sea un
alternativa a la cultura del ambiente caracterizada por el
secularismo, el relativismo, el subjetivismo, el consumismo...
La atención a los contenidos culturales que se ofrecen en el
desarrollo cotidiano de una obra no siempre posee el grado que
necesitaría para garantizar una coherencia entre los contenidos
transmitidos y las metodologías empleadas con los valores de la
fe cristiana (encuentro cultura y fe) y para asegurar una vida
cristiana capaz de calificar evangélicamente la vida privada,
profesional y social de las personas.

Por tanto, hoy es urgente plantear el compromiso pastoral


cuidando de manera especial la integración de la evangelización
y de la educación en la lógica del Sistema Preventivo :
- una evangelización capaz de adaptarse a la condición evolutiva
del joven, que cuide el desarrollo de actitudes humanas
fundamentales que hagan posible la apertura personal a Dios y
el encuentro con Jesús, atenta a los valores y visiones de la vida
que viven los jóvenes para transformarlos a la luz del Evangelio;
- una educación capaz de formar mentalidad, de inspirar
visiones de vida abiertas a la dimensión religiosa, de madurar
opciones de vida inspiradas por el Evangelio de Jesús; una

318
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

educación atenta, de modo especial, a desarrollar la dimensión


religiosa de la persona y a promover las actitudes fundamentales
para una apertura positiva a la fe; una educación que cuide la
formación de la conciencia moral y eduque a los jóvenes en el
compromiso social según la inspiración de la doctrina social de
la Iglesia.

4.3 Profundizar y reforzar la dimensión vocacional


en cualquier propuesta pastoral
La animación y la orientación vocacional son un elemento
esencial de una Pastoral Juvenil que ayude a cada joven a realizar
opciones responsables de vida a la luz de la fe. “Hoy sentimos
más fuerte que nunca el reto de crear una cultura vocacional
en cada ambiente, de manera que los jóvenes descubran la vida
como llamada y que toda la pastoral salesiana sea realmente
vocacional”. Pero la mejor pastoral juvenil no genera vocaciones
apostólicas y consagradas sin una atención específica al
anuncio vocacional explícito, a la propuesta personal decidida,
al acompañamiento espiritual constante.
La carencia de vocaciones ha sensibilizado a las comunidades
y a los hermanos para reflexionar sobre el modo de animación
vocacional; pero ésta todavía es pensada y actuada como un
compromiso complementario del trabajo educativo y pastoral
ordinario, realizado por algunos encargados y hermanos
particularmente sensibles. Esto empobrece los dos procesos:
una pastoral juvenil que no logra orientar a los jóvenes hacia una
visión vocacional de su vida que los guíe a opciones evangélicas
de donación y de servicio, y una animación vocacional
demasiado basada en el entusiasmo y poco en la relación de fe
profunda y personalizada con Jesucristo.

319
Por esto, es necesario convertir mentalidades y renovar cierta
praxis, particularmente en estos tres aspectos:
1º Promover en cualquier ambiente nuestro una cultura
vocacional, mediante una pastoral juvenil decididamente
evangelizadora, que comprometa a los jóvenes a reconocer
la propia vida como un don de Dios y a corresponder con un
compromiso generoso de servicio de los otros, en particular de
los más necesitados .
2º Asegurar en todo itinerario de educación en la fe una
atención particular a promover en los jóvenes el compromiso
apostólico, basado en una relación personal de amistad con
Jesucristo, realizado en la comunión y colaboración dentro de
una experiencia de comunidad y madurado con un compromiso
sistemático de formación personal .
3º Testimoniar con coraje y con alegría la belleza de la propia
vocación salesiana, entregada totalmente a Dios en el misión
juvenil, haciendo su propuesta explícita y comprometiéndose a
acompañar a los jóvenes con signos de vocación religiosa salesiana
en su camino de discernimiento y formación vocacional .

4.4 Una atención especial a los jóvenes más pobres y


en riesgo, como característica de toda presencia y
obra salesiana
Reconozco con alegría que han crecido la sensibilidad y la
preocupación, la reflexión y el compromiso por el mundo de
la marginación y del desajuste juvenil. Esta realidad ya no
representa un sector particular, identificado con alguna obra
especial o animado sólo por algún hermano particularmente
motivado. La atención a los últimos, a los más pobres, a los
más desajustados está convirtiéndose en una “sensibilidad

320
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

institucional” que, poco a poco, compromete a muchas obras de


las Inspectorías.
Pero todavía existe cierta resistencia a recalificar la mentalidad
y la metodología educativa, de manera que cualquier presencia
nuestra esté verdaderamente al servicio de los jóvenes más
necesitados. Fieles a las indicaciones del CG26, debemos
continuar este camino y concentrar nuestros esfuerzos para
desarrollar algunos procesos que comprometan al conjunto de
nuestra pastoral juvenil:
1º La atención a los jóvenes en situación de riesgo como
característica y compromiso de toda presencia salesiana y
de todo proyecto educativo. No basta tener en la Inspectoría
algunas obras o servicios explícitamente dedicados a los jóvenes
más pobres; se necesita que la apertura y la atención a las
situaciones de pobreza, exclusión y marginación sean asumidas
por toda presencia, hasta convertirse en una característica
de su significatividad. Es importante que toda comunidad
educativa descubra los elementos del ambiente, de la dinámica
y de la metodología de la obra, o ciertos criterios de valoración
más o menos explícitos, que de hecho producen selección y
exclusión y que se empeñe en transformarlos; que favorezca
la presencia, la participación y el protagonismo de los jóvenes
más necesitados y en riesgo en las actividades, en los grupos,
en las responsabilidades...; que descubra con especial atención
los elementos de la pedagogía salesiana más adecuados a estos
jóvenes y se empeñe en ponerlos en práctica.
2º Aspirar a la transformación de la mentalidad y de las
tendencias culturales, no sólo para responder a las expectativas
inmediatas, promoviendo una cultura de la solidaridad según
el criterio de “dar más a quien ha recibido menos”. La pobreza

321
y la marginación en nuestras sociedades no son sólo fenómenos
económicos o sociales, sino también, y creo que sobre
todo, fenómenos culturales; existe un modo individualista,
competitivo, hedonista y consumista de concebir la vida, que
genera exclusión de los más débiles; por tanto, no es posible
contentarse con ayudar a los más desfavorecidos a superar
su situación de marginación, sino que nuestra intervención
debe tender a la transformación de su mentalidad y de la
del conjunto de la sociedad. En este sentido, toda comunidad
educativo-pastoral debe estar muy atenta a los valores y a los
estilos de vida que promueve con su acción educativa cotidiana.
3º Desarrollar con especial atención la dimensión religiosa
de la persona, considerada como un factor fundamental de
humanización y de prevención. En la visión antropológica del
Sistema Preventivo de Don Bosco, la dimensión religiosa es un
elemento fundamental de la persona y de la sociedad; por esto,
su desarrollo, hasta el anuncio de Jesucristo, es una exigencia
indispensable de la propuesta educativa salesiana. A través de
las vías miseriosas del Espíritu que obra en el corazón de toda
persona, y de manera especial de los más pobres y necesitados,
creemos que en esta relación personal con Dios se encuentran
energías insospechadas para la construcción de la personalidad
y para su desarrollo integral , y creemos que esto es un elemento
importante para dar esperanza a los jóvenes que sufren de
manera especial las consecuencias dramáticas de la pobreza y
de la exclusión social.
Por tanto, en el proyecto educativo-pastoral, cada comunidad
educativa debe proponer para estos jóvenes experiencias y
caminos que despierten en ellos la dimensión religiosa de la
vida y les ayuden a descubrir a Jesucristo como Salvador . Esta

322
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

propuesta de evangelización debe insertarse plenamente en el


proceso educativo de prevención y de recuperación y articularse
en itinerarios sencillos, muy pegados a la vida cotidiana y según
la lógica de las pequeñas simientes.
El testimonio de los educadores y de la comunidad educativa,
el ambiente de alegría, de acogida y de familia, la defensa y la
promoción de la dignidad personal, se convierten en un primer
anuncio y en una primera realización de la salvación de Cristo
y en una oferta de liberación y de plenitud de vida.
Luego, hay que cuidar y desarrollar esta primera chispa con
paciencia y perseverancia, haciendo aflorar siempre el lado
positivo que existe en el joven, la conciencia de su dignidad, su
voluntad de rehacerse. Toda la comunidad le ofrece experiencias
religiosas sencillas, pero de calidad, como momentos de oración
o de celebración, que le ayudan a abrirse a la presencia y a la
relación personal con Dios. A partir de estas experiencias, la
comunidad cristiana podrá anunciar la persona de Jesucristo,
con respeto pero también con alegría.

4.5 Redefinir nuestras presencias para hacerlas más


significativas, es decir, “nuevas presencias”
La profunda renovación de la Pastoral Juvenil para responder
mejor a las necesidades y a las exigencias de los jóvenes,
requiere como condición indispensable revisar profundamente
la finalidad, la organización y la gestión de nuestras obras. Por
esto, ya desde hace años en la Congregación estamos invitados a
reflexionar sobre la presencias, a transformarlas y a convertirlas
en más significativas, a abrirse a nuevas fronteras, haciendo
“nuevas” las presencias y promoviendo otras nuevas .

323
Convertir en nuevas las obras institucionales que tenemos:
Escuelas, Centros de Formación Profesional, Parroquias,
Oratorios y Centros Juveniles, Residencias Universitarias, etc.
Esto requiere centrar la función de la comunidad salesiana
no tanto en la gestión y organización de la obra cuanto en
el acompañamiento y en la formación de los educadores y
de los jóvenes, asegurando una presencia directa entre ellos
en la animación de un camino gradual de educación y de
evangelización, hasta llegar a propuestas de vida cristiana
comprometida, en la participación de un vasto movimiento de
personas en torno a un Proyecto educativo pastoral salesiano
abierto y compartido. Se trata también de prestar una atención
privilegiada y decidida a los jóvenes en riesgo, realizando con
coraje y creatividad las opciones necesarias; se trata también
de promover iniciativas y proyectos que comprometan al mayor
número posible de personas e instituciones de educación y de
evangelización de los jóvenes, trabajando en red y en comunión
con la sociedad y con la Iglesia.
No basta con renovar las presencias ya existentes. Muchas
veces es necesario comprometerse para crear nuevos tipos
de presencias, con propuestas fuertes de evangelización y de
educación en la fe, de formación salesiana de los colaboradores
con equipos que animen casas salesianas de espiritualidad, centros
de catequesis, centros de formación de los laicos colaboradores;
presencias de animación y propuesta vocacional explícita, de
animación y guía de las asociaciones y movimientos juveniles de
evangelización y de compromiso, y del voluntariado, etc.
Para facilitar este compromiso de hacer más significativa y eficaz
la presencia salesiana en un territorio, para coordinar mejor
los diversos tipos de presencia salesiana en él, para favorecer

324
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

la recolocación y redefinición de las obras, el CG25 había


pedido a cada Inspectoría que elaborara un Proyecto Orgánico
Inspectorial (POI) que ofreciese los criterios, las condiciones y
las exigencias concretas necesarias para obtener ese objetivo . El
camino se ha comenzado, pero debe seguir adelante, mediante
una continua verificación y renovación del POI.

4.6 Una animación pastoral cada vez más unida


y coordinada entre los diversos Dicasterios, en
particular los Dicasterios de la Misión salesiana:
Pastoral Juvenil, Comunicación Social y Misiones
La animación de la pastoral juvenil se ha hecho cada vez más
compleja: los sectores o ambientes se han multiplicado, con
nuevos aspectos que organizar y coordinar. Algunos de estos
aspectos están relacionados estrechamente con otros confiados
por las Constituciones a otros Dicasterios; por ejemplo, la
realidad del voluntariado con sus diversos tipos tiene una
relación específica y concreta con las misiones (cuando se
trata del voluntariado misionero); la parroquia confiada a
los salesianos en los territorios de misión asume también la
dinámica propia de los lugares misioneros, acompañados por
el Dicasterio de las Misiones; el Dicasterio de la Comunicación
Social, además de la animación de los aspectos específicos de
los medios de comunicación social y de las empresas, promueve
la formación de los educadores para que sean creadores de
ambientes ricos en las relaciones y en las comunicaciones; este
aspecto se relaciona estrechamente con la pastoral juvenil que
anima la comunidad educativo-pastoral, sujeto fundamental
de la educación y de la evangelización; la formación pastoral
de los SDB y de los laicos debe asegurarse en una mutua
relación y en una estrecha colaboración entre el Dicasterio de

325
la Formación y el Dicasterio de la Pastoral Juvenil... Y así otros
campos que están haciéndose cada vez más interdependientes y
que afectan a diversos Dicasterios, de manera que su animación
no es realizada únicamente por uno prescindiendo de los otros.
Ante esta realidad, el CG26 ha pedido al Rector Mayor y
a su Consejo que en el próximo sexenio se promueva una
colaboración más orgánica entre los tres Dicasterios de la
Misión (Pastoral Juvenil, Comunicación Social y Misiones), de
manera que, salvaguardando la unidad orgánica de la pastoral
juvenil, se enriquezcan estos sectores compartidos con la
aportación de los tres Dicasterios que animan de modo directo
aspectos complementarios de la única misión salesiana. En una
cultura marcada profundamente por la comunicación social y
cada vez más secularizada, la educación y evangelización de los
jóvenes, sobre todo de los más pobres y de las clases populares,
requiere un planteamiento claramente misionero en el cual se
dé prioridad al primer anuncio del Evangelio.
Esta indicación del CG26 no se limita a una propuesta
organizativa, sino que implica una visión más amplia, integral
y relacionada con algunos aspectos centrales de la misión
salesiana, confiados a estos Dicasterios. La pastoral juvenil debe
ser cada vez más misionera, es decir, asumir las características y
dinámicas de la acción misionera, cuidando el diálogo con otras
religiones... La pastoral juvenil debe también asumir cada vez
más una nueva cultura de la comunicación social, que conforma
un estilo de vida y de acción, un conjunto de valores que
caracterizan los ambientes, sobre todo juveniles, en los cuales la
pastoral juvenil realiza su función educativa y de evangelización.
Por tanto, el salesiano, como educador-pastor de los jóvenes de hoy,
debe asumir muchos aspectos del misionero y del comunicador;

326
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

la comunidad educativo-pastoral debe convertirse en un


centro promotor de comunicaciones de fuerte calidad humana
y cristiana; la propuesta educativo-pastoral salesiana debe
asegurar la presencia y el desarrollo de la dimensión misionera
y la dinámica y los valores del mundo de la comunicación. La
Pastoral juvenil salesiana, la Comunicación social y la animación
misionera son aspectos que integran orgánicamente la realización
integral de la Misión salesiana.

“La inculturación del carisma salesiano” (2011)


En el discurso pronunciado durante la solemne y emocionante
celebración de despedida de los primeros salesianos misioneros
el 11 de noviembre de 1875, Don Bosco prometió darles “algunos
recuerdos especiales, como testamento paterno a hijos que a
lo mejor no volvería ver. Los había escrito una mañana en su
agenda personal durante un reciente viaje en tren, y habiendo
sacado copias, los entregó por su propia mano a cada uno,
mientras se alejaban del altar de María Auxiliadora”.
Autógrafo y casi sin correcciones, el breve texto parecería una
colección de variados consejos de naturaleza preferentemente
ascética; en realidad, son “pautas para un verdadero tratado de
pastoral misionera práctica”, “una breve síntesis de pastoral y
espiritualidad misionera”, centrada en cuatro ideas-fuerza: celo por
la salvación de las almas; caridad fraterna, apostólica y educativa;
profunda vida religiosa y elementos de estrategia misionera.
El objetivo absoluto, razón fundamental de la aventura misionera,
punto de partida y criterio de verificación para cualquier esfuerzo
de inculturación salesiana, no es distinto –no podía serlo- del
de la Congregación, es decir, la salvación de las almas, no hay
ningún otro. Don Bosco lo ratifica desde el primer momento a los

327
misioneros, en las palabras de despedida (“Dios os envía para el
bien de sus almas”) y en el primero de los Recuerdos entregados
(“Buscad almas, y no dinero ni honores ni dignidades”).
“Recuerda siempre que Dios quiere nuestros esfuerzos en
favor de los jóvenes pobres y abandonados”. Entre los rasgos
característicos de la estrategia misionera de Don Bosco, el
rasgo más original y significativo fue su opción de clase, “una
opción constante e indeclinable, que se mueve sobre las dos
líneas paralelas de los pobres y de los jóvenes... En los lugares
de misión esto es de una evidencia estelar” . Don Bosco quiso
que la opción fundamental, la suya personal y la de la joven
Congregación, fuera transplantada a América por sus primeros
misioneros: lo deja claro en el quinto consejo (“Cuidad sobre
todo de los enfermos, los niños, los ancianos y los pobres” ),
que repetirá diez años después casi con las mismas palabras:
“Cuida especialmente de los niños, de los enfermos, de los
ancianos”. Servir y evangelizar a los jóvenes, y entre ellos a los
más necesitados, es nuestra razón de ser en la Iglesia (Const.
6), un rasgo “muy específico del carisma de Don Bosco”. Donde
seamos enviados, deberíamos preferir a los jóvenes, y entre ellos
a los más extraviados desviados o abandonados, si queremos ser
verdaderos salesianos.
“Comenzada una misión, el esfuerzo debe dirigirse a siempre a
hacer y establecer escuelas”
Para Don Bosco, Missio ad gentes y educación no eran dos
actividades apostólicas diversas o sucesivas. Estaba convencido
de que, para una misión eficaz, había que prodigarse en la
educación de la juventud. Y esto era una característica propia
de su actividad misionera en la Iglesia. “El punto de apoyo de
la acción y el principio vital de la misiología salesiana es ... la

328
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

redención de los infieles por medio del ministerio educativo


entre la juventud y los jóvenes... Donde la misión es salesiana,
al lado y junto a la función sacerdotal, se requiere que haya
el ministerio y el magisterio de la escuela. Todas las casas
salesianas ... son una escuela ..., un instrumento específico de la
penetración cristiana”.
Queridos hermanos, esta opción estratégica de Don Bosco nos
debe hacer pensar; y nos invita a repensar, tal vez, por qué no, en
reorganizar nuestra oferta apostólica. Si los jóvenes son “la patria
de nuestra misión” (Don Egidio Viganò), su educación es nuestro
camino ordinario para acercarnos a ellos y el modo estable de
permanecer con ellos como portadores del Evangelio. Una presencia
nuestra que no sea claramente educativa, una Inspectoría que no
promueva la formación, formal o informal, de los jóvenes..., ¿cómo
podría llamarse salesiana? Multiplicar y robustecer nuestra oferta
educativa en todo el mundo y en cada una de nuestras obras es un
modo auténtico de inculturar nuestro carisma.
“Dios llamó a la pobre Congregación Salesiana para promover las
vocaciones eclesiásticas entre la juventud pobre”. Apenas puesta
en marcha una misión, el esfuerzo para establecer escuelas tuvo
como objetivo “atraer alguna vocación al estado eclesiástico o
alguna monja entre las jóvenes” . Buscar y formar vocaciones fue
para Don Bosco el proyecto ‘escondido’ que guiaba sus opciones
más decisivas, sobre todo en el campo educativo.
Don Bosco estaba tan convencido de la urgencia de una
promoción vocacional entre los indígenas y del éxito inmediato
que tendría, que antes de enviar a los misioneros, les ofrece,
siempre en los ‘Recuerdos’, un “pequeño tratado” para cultivar
las vocaciones eclesiásticas, centrando todo en el amor, la
prevención y la frecuencia de los sacramentos .

329
Que mientras vivió no viera realizado su sueño, no quita, sino
que refuerza el vigor de su convicción. Como él, nosotros los
Salesianos “estamos convencidos de que, ente los jóvenes, muchos
son ricos de recursos espirituales y presentan gérmenes de
vocación apostólica” (Const. 28). La falta de vocaciones vivida en
algunas Inspectorías y la fragilidad vocacional que nos invade un
poco en todas partes nos retan todavía más que en los días de Don
Bosco a “crear una cultura vocacional en cualquier ambiente, de
modo que los jóvenes descubran la vida como llamada” .
Por muy bien proyectada que esté y por muy eficaz que sea en
los resultados, una pastoral que no promueva una cultura
vocacional en nuestras presencias, no sería salesiana. Norma,
criterio y recorrido de inculturación del carisma salesiano ha
sido y debe continuar siendo la promoción de las vocaciones
en la Iglesia. El despertar de las vocaciones no es solo prueba
de la eficacia de nuestro trabajo apostólico; es mucho más, es la
realización de nuestro carisma específico.
“Todos, todos, podéis ser verdaderos obreros evangélicos”. Al
transplantar vida y misión salesiana a América, Don Bosco
confió siempre en todas las fuerzas vivas que se podían encontrar,
tanto dentro de su Familia religiosa, como en la Iglesia y en la
sociedad. Antes que todos, en los Salesianos coadjutores, que
no faltarán en ninguna expedición a partir de la primera; en
efecto, entre los ocho pioneros de la misión en Patagonia, en el
año 1880 habrá también un coadjutor, como había prometido
Don Bosco al Arzobispo de Buenos Aires, además de para el
trabajo catequístico , para enseñar “la agricultura con las artes
y los oficios más habituales” .
Más característica del pensamiento de Don Bosco fue
la presencia oportuna y numerosa de las Hijas de María

330
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Auxiliadora. Co-apóstoles de la Patagonia”, “instrumento


de salvación de miles de jóvenes” , fueron los Cooperadores,
presentes y operantes en el antiguo y en el nuevo continente,
y considerados por Don Bosco como el frente externo, el
apoyo moral, espiritual y material a sus iniciativas apostólicas.
Movido siempre por la urgencia de satisfacer las necesidades
“de personal y de dinero” de los misioneros, Don Bosco quiso
incrementar el grupo de Cooperadores. Jóvenes y adultos,
sacerdotes y laicos, obispos e incluso el Papa , eran invitados
por él a asumir su proyecto apostólico. Dirá en la célebre
conferencia en Valdocco el 19 de marzo de 1876: “Cuantos
estáis aquí, sacerdotes, estudiantes, artesanos y cooperadores,
todos, todos podéis ser verdaderos obreros evangélicos”. No hay
duda. Adivinada la carencia de límites de su proyecto misionero
y, consciente de su insuficiencia y de la de sus instituciones,
Don Bosco buscó colaboraciones cada vez más amplias, dando
origen de hecho, y no de manera inconsciente, a un movimiento
tanto eclesial como civil, “un vasto movimiento de personas
que, de varios modos, trabajan por la salvación de la juventud
[y que], viviendo en el mismo espíritu y en comunión entre
ellos, continúan la misión iniciada por él” (Const. 5). Hacer de
la Familia Salesiana “un verdadero movimiento apostólico en
favor de los jóvenes” , además de un proceso que hay que activar
para convertir corazones, mentalidades y estructuras, es para
nosotros un verdadero camino de inculturación del carisma. Es
un ejercicio de fidelidad a Don Bosco. Nos incumbe convalidar
cuanto Don Bosco llevaba en su corazón y promoverlo de su
misma manera y para los mismos fines.
“Con la dulzura de San Francisco de Sales los Salesianos
atraerán hacia Jesucristo a las poblaciones de América”
Don Bosco consideró la actividad misionera en América en

331
continuidad con cuanto había hecho y estaba pensando hacer
en Turín y en las otras presencias de Europa. Escribía al Papa:
“Los objetivos vislumbrados para esta misión eran asistir a los
italianos e intentar un paso a los pampas ... Lo primero ya se ha
emprendido ... En cuanto a lo segundo, llevar el Evangelio entre
los salvajes, se había determinado abrir colegios, hospicios,
hogares cerca de aquellas tribus” . La preferencia salesiana por
la escuela y por los jóvenes en las misiones era para Don Bosco
una sólida convicción; pero, evangelizar educando, o, como él
se expresa, “dedicarse a la masa del pueblo con la educación
de la juventud pobre”, en cuanto método misionero, era una
novedad no comprensible para todos.
Enviando a los suyos a las tierras de misión, no hacía otra cosa que
transplantar las grandes opciones, la metodología pedagógica y
el estilo de educación que había aplicado en Valdocco y donde
habían crecido y habían sido educados sus mismos misioneros.
A pesar de ello, insistirá en que la caridad apostólica (Buscad
almas ... Cuidad especialmente de los enfermos, de los jóvenes,
de los ancianos y de los pobres ...), sea vivida como caridad
fraterna (Amaos, aconsejaos, corregíos, no tengáis jamás
envidia ni rencor, sino que el bien de uno sea el bien de todos
...) y pedagógica (Caridad, paciencia, dulzura, jamás reproches
humillantes, jamás castigos, hacer el bien a quien se pueda, el
mal a ninguno. Valga esto para los salesianos entre ellos, entre
los alumnos, y para con otros, externos o internos) .
Aunque Don Bosco diese por descontada la práctica de su
estilo educativo, no resultó fácil su implantación en tierras
americanas. Escribe don Rua a don Cagliero: No todas las
casas salesianas “son dirigidas con dulzura y con el sistema
preventivo”. Y Don Bosco enviará a don Costamagna, Inspector

332
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

desde 1880, después de la muerte de don Bodrato, una carta que


puede considerarse un breve tratado del pensamiento educativo
del Fundador: “Nuestro sistema sea el sistema preventivo; nunca
jamás castigos penosos, nunca jamás palabras humillantes, ni
reproches severos en presencia de otros ... Úsense los castigos
negativos, y siempre de manera que aquellos que sean avisados
se conviertan en amigos nuestros más que antes, y que no acaben
nunca envilecidos por nosotros ... La dulzura en el hablar, en el
obrar, en el avisar gana todo y a todos” .
Es absolutamente necesario conocer bien el sistema preventivo
para poder desarrollar sus grandes virtualidades, modernizar sus
aplicaciones, reinterpretar las grandes ideas de fondo (la mayor
gloria de Dios y la salvación de las almas; la fe viva, la esperanza
firme, la caridad teológico- pastoral; el buen cristiano y el
honesto ciudadano; la alegría, estudio y piedad; salud, estudio
y santidad; la piedad, moralidad, cultura; la evangelización y
civilización), las grandes orientaciones de método (hacerse
amar antes que hacerse temer; razón, religión, amabilidad;
padre, hermano, amigo; familiaridad, especialmente en la
diversión; ganar el corazón; amplia libertad de saltar, correr,
gritar a gusto). Todo esto para la formación de jóvenes nuevos,
capaces de transformar este mundo.
Me pide el corazón decir que el sistema preventivo es un
elemento esencial de nuestro carisma, que ha de ser conocido,
actualizado según el desarrollo filosófico, antropológico,
teológico, científico, histórico, pedagógico, y que es indispensable
su inculturación en la variedad de los contextos económicos,
sociales, políticos, culturales, religiosos donde habitan nuestros
destinatarios, si queremos de verdad ser fieles a Don Bosco e

333
inculturar su carisma. Me aventuro a decir que esta es una de
las tareas más urgentes de la Congregación.

Testigos de la radicalidad evangélica (2012)


Mientras la vida fraterna no tiene la misma importancia
ni las mismas formas de actuación en todas las Órdenes y
Congregaciones, (aunque, como se ha visto, la vocación religiosa
es por su propia naturaleza convocación y, por lo mismo, es
creadora de fraternidad), la misión ha sido siempre reconocida
por todos como un elemento de identidad de la vida religiosa.
No podría ser de otra manera desde el momento que la misión
de los religiosos es participación en la misión de la Iglesia, y
ésta a su vez es prolongación de la misión de Cristo. “Llamó a
los que quiso y ellos se fueron con él. Instituyó a Doce para que
estuvieran con él y para enviarlos a predicar y para que tuvieran
autoridad para expulsar a los demonios” (Mc 3,13-15). Más aún,
a los ojos del mundo la misión es lo que hace a la vida religiosa
relevante y eficaz.
Pero es necesario distinguir entre misión y fines específicos
de un Instituto de vida consagrada. La misión no consiste en
hacer cosas, sino esencialmente en ser signos del amor de Dios
en el mundo. Sin embargo los fines específicos se identifican,
especialmente en la vida consagrada apostólica, con la acción
pastoral o promocional que los religiosos desarrollan en los
diversos ámbitos de la vida humana. No existe identificación
del ser con el hacer; a lo más es el hacer el que debe ser
consecuencia del ser y su manifestación transparente.
En efecto, la misión no es otra cosa que la expresión histórica
del amor salvífico de Dios, concretada en el envío del Hijo
por parte del Padre y en el envío que Jesús hace cuando da

334
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

su Espíritu a los apóstoles. La conciencia de ser enviados nos


pone en guardia contra la tentación de querer adueñarnos de la
misión, de sus contenidos, de sus métodos, de disponer de ella
en lugar de hacernos disponibles para ella.
Precisamente porque anunciamos a Otro y ofrecemos su
salvación, no podemos anunciarnos a nosotros mismos y
nuestros proyectos. Nuestra obligación es hacer presente la
salvación de Dios, convirtiéndonos en sus testigos. Esta misión
compromete toda nuestra existencia y nos libra del riesgo, no
imaginario, del funcionalismo, del activismo y del protagonismo.
El evangelio de Juan expresa de modo incomparable el amor
de Dios en la misión del Hijo cuando, tras el encuentro de
Nicodemo con Jesús, éste afirma que “Dios no ha mandado a su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por medio de él” (Jn 3,17). Por su parte el Evangelio de
Marco concluye la página de la disputa de los apóstoles sobre el
problema de la autoridad con la clave de lectura que Jesús da de
su existencia humana: “El Hijo del hombre no ha venido para
ser servido, sino para servir y dar la propia vida en rescate por
muchos” (Mc 10,45).
Ésta es la misión de Jesús y es también la del consagrado. Éste es
el evangelio, ésta es la buena noticia que por vocación tenemos
que proclamar y encarnar para llenar al mundo de esperanza. ¡He
aquí por qué la vida consagrada tiene todavía futuro en el mundo
de hoy! No hay duda de que mañana seremos menos numerosos,
pero ciertamente deberemos ser más significativos que ayer.
Tal vez nos puede suceder que somos enviados a una comunidad
a desempeñar una misión que no corresponde a nuestros deseos;
o bien que somos enviados a un lugar en el que los destinatarios
parece que no tienen ningún interés en lo que somos o proponemos.

335
Éste es el momento en que se nos ofrece la oportunidad de madurar
el significado de la misión, por el simple hecho que nos pone ante
interrogantes que ayudan a purificar y a elevar a un nivel teologal
y no simplemente sociológico nuestras motivaciones: “¿Quién soy
yo? ¿Quién me ha enviado? ¿Quiénes son esos a los que he sido
enviado? ¿Qué debo hacer?”. Entonces me daré cuenta de que lo
que está en juego es mi vida, pero también la suya.
Sólo si en aquel momento tengo la capacidad de comprender
que soy una persona consagrada a Dios y entregada a los
jóvenes, que es Él el que me ha enviado, que ellos me han
sido confiados, que mi misión es hacerme su compañero de
camino para ayudarlos a dar sentido a su existencia y hacer
opciones de vida, sólo entonces encontraré las razones y la
fuerza para gastar mi vida por ellos: “Te ofrezco todo mi ser
comprometiéndome a entregar todas mis energías a quienes
me envíes, especialmente a los jóvenes más pobres” (Const. 24).
Para hacer esto es necesaria una cosa muy sencilla: abrir las
puertas del propio corazón para poder conquistar poco a poco
su corazón para plasmarlo y orientarlo a Cristo, el Único que
puede llenar de sentido y de felicidad su vida.
Entonces no nos bastarán las horas del día, gastaremos menos
horas viendo TV o en otros ‘hobbyes’ y muchas más para estar
plenamente disponibles para ellos: para acogerlos, escucharlos
y orientarlos. Entonces y sólo entonces comprenderemos mejor
su mundo, haremos nuestras sus dificultades, sus dudas, sus
razones, sus miedos, sus esperanzas, sus necesidades, para que
aprendan a escucharse a sí mismos, a aceptarse, a decidir sobre
sí mismos, en resumen, a no ser simplemente contestatarios o
reaccionarios, sino a obrar positivamente apostando por aquello
en que creen.

336
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

La radicalidad evangélica en la misión apostólica tiene sentido, se


verifica y se mide según el crecimiento de la caridad pastoral, como
la de Don Bosco: “Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por
vosotros vivo, por vosotros estoy dispuesto incluso a dar la vida”. Esta
radicalidad nos haría disponibles para ir a los lugares adonde nos
llama la misión y donde no encontramos todas las comodidades, las
oportunidades, el círculo de nuestras personas queridas.

Acudamos a la experiencia espiritual de Don Bosco


para caminar en la santidad según nuestra vocación
específica (2014)
Como todos los grandes santos fundadores, Don Bosco vivió la
vida cristiana con una ardiente caridad y contempló al Señor
Jesús desde una perspectiva particular, la del carisma que Dios
le confió, la misión juvenil. La «caridad salesiana» es caridad
pastoral, porque busca la salvación de las almas, y es caridad
educativa, porque encuentra en la educación el recurso que
permite ayudar a los jóvenes a expandir todas sus energías de
bien; de este modo los jóvenes pueden crecer como honrados
ciudadanos, buenos cristianos y futuros habitantes del cielo.
Os invito, pues, queridos miembros de la Familia Salesiana, a
beber en las fuentes de la espiritualidad de Don Bosco, es decir,
en su caridad educativa y pastoral. Ella tiene su modelo en Cristo
Buen Pastor; encuentra su oración y su programa de vida en el
lema de Don Bosco “Da mihi animas, cetera tolle”. Siguiendo este
camino de profundización, podremos descubrir un «Don Bosco
místico», cuya experiencia espiritual es el fundamento de nuestro
modo de vivir hoy, la espiritualidad salesiana, en la diversidad de
las vocaciones que en él se inspiran; y podremos nosotros mismos
sentir una fuerte experiencia espiritual salesiana.

337
Conocer la vida de Don Bosco y su pedagogía no significa sin
embargo comprender el secreto más profundo y la razón última
de su sorprendente actualidad. El conocimiento de los aspectos
de la vida de Don Bosco, de sus actividades y también de su
método educativo no basta. Como base de todo, como fuente de
la fecundidad de su acción y de su actualidad, hay algo que con
frecuencia se nos escapa también a nosotros, sus hijos e hijas: la
profunda vida interior, lo que se podría llamar su «familiaridad»
con Dios. Quizá es precisamente esto lo mejor que tenemos de
él para poder amarlo, invocar, imitar y seguir para encontrar al
Señor Jesús y hacer que lo encuentren los jóvenes.

Carta de la Identidad Carismática de da Familia Salesiana


de Don Bosco (Pascual Chávez – 31 De Enero De 2012)

Art. 16. «Misión juvenil, popular y misionera»


La misión de la Familia Salesiana se dirige a los jóvenes y a los
adultos, considerados como protagonistas y destinatarios de
la educación y situados en sus contextos sociales, culturales,
religiosos y eclesiales especiales, con particular referencia a
los «lugares de misión». Para indicar esto se ha hecho de uso
corriente la fórmula misión juvenil, popular y misionera, tres
dimensiones que se integran mutuamente.
1. Misión juvenil. Según las precisas intenciones de Don Bosco, los
Grupos de la Familia fundados por él tienen como destinatarios
privilegiados a los jóvenes pobres, abandonados, en peligro o,
con lenguaje moderno, la juventud masculina y femenina más
necesitada de ayuda por sus situaciones de pobreza económica, de
carencia afectiva, cultural o espiritual. Esta opción la comparten

338
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de modo explícito otros Grupos y la tienen codificada en sus


textos constitucionales. En el mundo de los jóvenes, todos los
Grupos prestan una atención especial a los que revelan signos
de vocación apostólica específica, laical, consagrada y sacerdotal.
Algunos Grupos se dirigen preferentemente a los adolescentes
y a los jóvenes varones. Otros Grupos privilegian a la juventud
femenina considerada en todas las etapas de la edad evolutiva.
Otros se dirigen a la totalidad de la juventud sin distinción. Son
numerosos los Grupos que prestan una atención privilegiada a los
jóvenes y a las jóvenes víctimas de formas graves de marginación,
abuso y violencia.
2. Misión popular. Iluminado por lo Alto, Don Bosco se interesó
también por los adultos, con preferencia por los más humildes y
pobres, por las clases populares, el subproletariado urbano, los
emigrantes, los marginados, en una palabra, por todos los más
necesitados de ayuda material y espiritual. Fieles a la orientación
de Don Bosco, los Grupos de la Familia Salesiana comparten
esta opción preferencial. La Asociación de María Auxiliadora
ha incluido en su nuevo Reglamento el apostolado salesiano
orientado especialmente a la clase popular. Especial atención se
da a la familia, lugar primario de humanización destinado a
preparar a los jóvenes al amor y a la acogida de la vida, primera
escuela de la solidaridad entre las personas y los pueblos.
Todos están comprometidos en garantizarle dignidad y solidez
para que se convierta, de forma cada vez más evidente, en una
pequeña «iglesia doméstica».
Algunos Grupos, en virtud de un carisma especial, extienden
su apostolado salesiano a categorías especiales de personas: las
Hijas de los Sagrados Corazones a los leprosos, las Hermanas
de la Caridad de Jesús a los ancianos, las Damas Salesianas a

339
los enfermos. 3. Apostolado misionero ad gentes. Don Bosco
cultivó el ideal misionero y participó de forma concreta
en la obra misionera de la Iglesia de su tiempo. Quiso que
la Sociedad Salesiana y el Instituto de las Hijas de María
Auxiliadora se dedicasen a las «misiones»; y es lo que hicieron
las dos Congregaciones religiosas desde sus orígenes, con una
extraordinaria expansión que las ha hecho presentes en todos los
continentes. La cooperación misionera ha sido también, desde
su comienzo, una dimensión esencial de la Asociación de los
Salesianos Cooperadores. También las Hermanas Misioneras de
María Auxilio de los Cristianos y las Hermanas Catequistas de
María Inmaculada Auxiliadora se dedican de manera prioritaria
al trabajo misionero. Esta forma de apostolado salesiano entra
claramente en la misión de las Voluntarias de Don Bosco, de las
Hijas de los Sagrados Corazones, de las Salesianas Oblatas del
Sagrado Corazón de Jesús, de las Hermanas de la Caridad de
Jesús, de los Testigos del Resucitado, de las Damas Salesianas y
de los Discípulos.

Art. 17. Servicio al Evangelio


El Hijo de Dios se ha encarnado para revelar el rostro de un Padre
“amante de la vida” y ponerse al servicio del «bien-estar» físico y
espiritual de los hombres, especialmente de los más necesitados
de ayuda y de esperanza: «El Hijo del hombre no ha venido
para que le sirvan, sino para servir y dar la vida en rescate por
todos» (Mc 10,45). Siguiendo el ejemplo y la enseñanza de Jesús
de Nazaret la Iglesia y en ella la Familia Salesiana se pone al
servicio (diaconía) de la humanidad para anunciar el evangelio
y llamar a todos a la plenitud de la vida. Es un servicio que, según
las indicaciones del Magisterio postconciliar21 comprende: la
renovación de la humanidad con obras sociales y con varias

340
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

formas de intervención educativa; el testimonio cristiano


personal y comunitario; el anuncio explícito del Evangelio con
la enseñanza religiosa y la catequesis; el trabajo misionero por
medio del diálogo inter-religioso (especialmente la comunión
de vida y de oración), la colaboración con los que pertenecen
a otras religiones para luchar contra situaciones injustas, y su
acompañamiento cuando se disponen a entrar en la Iglesia;
la animación de la oración, en especial de la litúrgica, de la
comunidad cristiana; las múltiples iniciativas de solidaridad
humana y cristiana; las muchas formas de colaboración
misionera; la presencia evangelizadora en zonas marcadas
por el indiferentismo religioso o ateísmo. Formar «buenos
cristianos y honrados ciudadanos» es un proyecto expresado
muchas veces por Don Bosco para indicar todo aquello que los
jóvenes necesitan para vivir con plenitud su existencia humana
y cristiana: vestido, alimento, alojamiento, trabajo, estudio y
tiempo libre; alegría, amistad; fe activa, gracia de Dios, camino
de santificación; participación, dinamismo, inserción social y
eclesial. La experiencia educativa le sugirió un proyecto y un
estilo de intervención especial, condensados por él mismo en
el Sistema preventivo, que «se apoya totalmente en la razón,
la religión, y el cariño».22 Los varios Grupos de la Familia
Salesiana, tomando las intuiciones y las experiencias de Don
Bosco y releyéndolas a la luz de la eclesiología conciliar
renovada y del magisterio pontificio sobre la evangelización,
expresan su acción de educadores y evangelizadores con
fórmulas diversas: «servicio educativo pastoral», actuado según
el Sistema preventivo; «educar evangelizando, evangelizar
educando»; «educación integral en el estilo del Sistema
preventivo»; educar y evangelizar según la «pedagogía de la
bondad»; y otras formulaciones análogas. Fundamentalmente,

341
son tres los ámbitos en los que la Familia Salesiana actúa su
multiforme servicio evangélico: la promoción humana, la
educación, la evangelización.
Para todos los Grupos la evangelización, entendida como
anuncio y testimonio del Evangelio, es el objetivo prioritario de
la propia misión.

Art. 29. Caridad apostólica dinámica


La caridad apostólica dinámica es el corazón del espíritu de
Don Bosco, la sustancia de la vida salesiana, además de la fuerza
del compromiso apostólico de los miembros de la Familia
Salesiana. Caridad es el nombre del mismo Dios (cf. 1Jn 4,16).
No indica sólo las energías del corazón humano sino que es
participación de la misericordia previa del Padre, del corazón
compasivo de Cristo y del indecible amor del Espíritu Santo.
Este es el distintivo de los discípulos del Señor: amarse los unos
a los otros con el mismo amor con que Dios ama. Apostólica: es
participación del amor infinito del Padre que envía a Jesús para
que los hombres tengan vida en abundancia; es comunicación de
la premura del Buen Pastor por la salvación de todos; es apertura
al flujo de amor con que el Espíritu obra en las conciencias y
en la historia de las personas. Dinámica: expresa vivacidad de
movimiento, capacidad de innovación, de no contentarse con lo
ya hecho, de no plegarse a la costumbre, de evitar toda forma de
mediocridad y de acomodo sino, más bien, buscar, con pasión
y creatividad, lo que es más necesario y eficaz para responder
concretamente a las expectativas del universo juvenil y de la
clase popular. Para Don Bosco todo esto toma el nombre de
corazón oratoriano: es fervor, celo, disponibilidad de todos los
recursos, búsqueda de nuevas actuaciones, capacidad de resistir

342
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

en las pruebas, voluntad de volver a empezar después de los


fracasos, optimismo cultivado y expansivo; es esa solicitud, llena
de fe y de caridad, que encuentra en María un ejemplo luminoso
de entrega de sí. En los Grupos cuyo servicio salesiano se dirige
a la infancia y a la niñez, la caridad apostólica dinámica se hace
ternura evangélica; en los Grupos que educan a adolescentes
y jóvenes se convierte en acogida, participación y guía hacia
las metas de crecimiento; en los Grupos dedicados al cuidado
de personas afectadas por diversas formas de pobreza adquiere
el tono del amor misericordioso y desprendido; en los Grupos
que dirigen su apostolado a los enfermos y a los ancianos se
transforma en caridad compasiva; en las Hijas de los Sagrados
Corazones se manifiesta como amor victimal, especialmente
hacia los leprosos; en los Grupos entregados a un apostolado
salesiano entre personas sencillas, perdidas en aldeas lejanas
o inmersas en las periferias degradadas de las ciudades, se
transforma en humilde amor solidario y rendido.

Don Ángel Fernández

Perteneciendo más a Dios, más a los hermanos, más a


los jóvenes. (2014)
La expresión no es mía, es de Don Bosco, tan frecuente en
él: «los jóvenes son nuestros dueños»25 y ante ellos siempre
mantuvo una actitud de auténtico servidor.
Es fascinante, queridos Hermanos, todo lo que tenemos escrito
como patrimonio de nuestra Congregación, desde el mismo
Don Bosco hasta hoy, en relación a nuestra prioridad: los
jóvenes y especialmente los más pobres. Esto se debe a que lo

343
llevamos muy en el corazón, en nuestro ADN como he dicho
más veces. Y también se debe a que, en ocasiones, tenemos que
recordárnoslo, para que sea más evidente esta predilección
nuestra, recordarlo y recordárselo a otros, para que lo tengamos
siempre muy presente.
Si ha sido así en toda nuestra historia de Congregación, a la
luz del CG27, Hermanos, y con una decidida opción por ser
servidores de los jóvenes, ésta opción, y en especial por los más
pobres, se convierte, y ha de convertirse de manera imperativa,
en el esfuerzo máximo y el rasgo distintivo de la Congregación
en este sexenio, con un profundo sentido de Dios y en verdadera
manifestación de fraternidad, donde nuestra opción por los más
necesitados sea tan evidente que no haya necesidad de palabras
para explicarlo. «El mundo nos recibirá siempre con gusto
mientras nuestras atenciones estén dirigidas a los niños más
pobres, más amenazados de la sociedad. Esta es para nosotros
la verdadera riqueza que nadie podrá quitarnos».
Hermanos, cuando nuestro Capítulo General último manifiesta
que queremos ser una Congregación de pobres y para los
pobres, porque como Don Bosco creemos que éste debe ser
nuestro modo de vivir con radicalidad el Evangelio y la manera
de estar más disponibles a la exigencias de los jóvenes, no está
pensando solamente en una sugerencia para los Salesianos más
sensibles o un poco más generosos, sino que lo plantea como
un auténtico éxodo en nuestra vida. Ha de ser algo esencial
a nuestro ser de Salesianos de Don Bosco, y lo que debemos
llevar en el corazón cada Salesiano. La excepción deberá ser la
de aquellos Hermanos que no se sienten capaces —porque algo
no anda bien en sus vidas—, y entonces seguirán contando con
nuestra fraternidad y ayuda; pero nunca debería ser una opción

344
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

la tibieza, la entrega a medias, la indefinición en la opción por


los más pobres, y, menos aún, que un niño, niña, adolescente o
joven tuviera que dejar la casa de Don Bosco porque no cuente
con recursos económicos para pagar esto o aquello.
Quisiera recordar lo que ya manifesté en las palabras finales
del Capítulo General: Son los jóvenes, especialmente los
jóvenes más pobres, quienes nos salvarán. Ellos son un don
para nosotros; son en verdad «nuestro rostro ardiente» ante
el cual nos quitamos las sandalias. Esta es la clave de nuestra
paternidad como educadores, dadores de vida, hasta dar la vida,
la de entregarla por los últimos ya que, en respuesta a la llamada
del Señor, hemos decidido entregarla. Y si hemos sido capaces
de lo más (el sí de por vida), no es para quedarnos en lo menos,
en no ser alternativa para nadie ni signo de ninguna cosa.
Seamos para los jóvenes verdaderos padres y hermanos, como
lo fue Don Bosco y como nos recordó, en su día, el papa Juan
Pablo II, cuando nos dijo en el CG23: «Que en el centro de
vuestras atenciones figuren siempre los jóvenes, esperanza de
la Iglesia y del mundo, hacia los que todos miran con confianza
y estremecimiento. En las naciones más ricas, lo mismo que
en los países más pobres, estad siempre atentos a su servicio,
atentos particularmente a los más débiles y marginados. Llevad
a cada uno de ellos la esperanza del Evangelio, que los ayude a
afrontar con valentía la vida, resistiendo a las tentaciones del
egoísmo y del desaliento. Sed para ellos padres y hermanos,
como os enseñó san Juan Bosco».
La dimensión misionera forma parte de nuestra IDENTIDAD y la
diversidad cultural, la multiculturalidad y la interculturalidad es
una riqueza hacia la que queremos caminar durante este sexenio.

345
Don Bosco quiso que la Sociedad Salesiana fuese decididamente
misionera. Eligió en el 1875, de entre el pequeño grupo de los
primeros Salesianos, a los diez que habrían de ir a América. .Antes
de su muerte ya había enviado 10 expediciones misioneras y 153
estaban ya en América en el momento de su muerte; casi el 20
por ciento de los Salesianos del momento, según el catálogo de
la Congregación de 1888.
Esta identidad misionera, conservada y cuidada con el paso
de los años, llevó al Capítulo General Especial a hacer una
especial llamada que yo quisiera renovar hoy, a las puertas del
Bicentenario del nacimiento de Don Bosco y como homenaje
vivo a su memoria: «El Capítulo General Especial lanza un
llamamiento a todas las Inspectorías, aún las más pobres de
personal, para que, obedeciendo a la invitación del Concilio y
siguiendo el audaz ejemplo de nuestro Fundador, contribuyan
con su personal, en forma definitiva o temporal, al anuncio del
Reino de Dios».
Creo sinceramente, Hermanos, que esta llamada tiene hoy
plena actualidad en la realidad de nuestra Congregación.
Cuando hablo de homenaje a Don Bosco en la celebración
del Bicentenario de su nacimiento, no lo digo en un contexto
celebrativo vacío, o para hacer estadísticas, sino porque creo
verdaderamente, y ha sido también la sensibilidad del CG27,
que una gran riqueza de nuestra Congregación es justamente
la capacidad misionera, la posibilidad de estar allí donde más
se nos necesite en la Evangelización, si bien todas las fuerzas
son muy válidas en cualquiera de los lugares donde nos
encontramos.

346
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Como don Bosco, ¡con los jóvenes, para los jóvenes!. (2015)
Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, hermanos y hermanas de
nuestra Familia Salesiana, porque el punto de partida de nuestro
hacer carne y sangre (ENCARNAR) el carisma salesiano, es el
de ESTAR CON LOS JÓVENES, estar con ellos y entre ellos,
encontrarlos en su vida cotidiana, conocer su mundo, amar su
mundo, animarles en su ser protagonistas de sus vidas, despertar
su sentido de Dios, animarlos a vivir con metas altas.
El mundo de los jóvenes es un mundo de posibilidades. Para
poder ser fermento en ese mundo, debemos conocer y valorar
positiva y críticamente aquello que los jóvenes valoran y aman.
El desafío de nuestra misión en medio de los jóvenes pasa a
través de nuestra capacidad profética para leer los signos de los
tiempos, como anteriormente decíamos de Don Bosco; es decir,
¿qué nos está diciendo y pidiendo Dios a través de estos jóvenes
con los que me encuentro?
Este desafío comienza por tener la capacidad de escuchar, y por
tener el valor y la audacia de entablar un diálogo «horizontal»,
sin posicionamientos estáticos, sin arrogarnos previamente la
posesión de la verdad. Adoptemos la actitud del «aprendiz»,
y mucho aprenderemos de ellos y de la imagen de Iglesia que
para ellos encarnamos. Los jóvenes, con su palabra, su presencia
o su «indiferencia», con sus respuestas y sus ausencias, están
reclamando algo de nosotros. Y también el Espíritu en ellos,
y a través de ellos, nos está hablando. Del encuentro con ellos
nunca se sale indemne, sino recíprocamente enriquecidos y
estimulados.

347
4.2. ¡Con los JÓVENES! mostrándoles predilección
pastoral
Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, porque si lo que llena nuestro
corazón —desde el momento de la llamada vocacional de Jesús
a cada uno de nosotros—, es la predilección pastoral por los
chicos y chicas, los muchachos, las jóvenes y los jóvenes, esta
predilección se manifestará en nosotros, como en Don Bosco,
en una verdadera «pasión» buscando su bien, poniendo en ello
todas nuestras energías, todo el aliento y fuerza que tengamos.
Y nuestras comunidades, sea cual sea el grupo de nuestra
Familia (sean comunidades de vida religiosa, comunidades
de oración y compromiso, comunidades testimonio…), han de
intentar adquirir «visibilidad» entre los jóvenes de su propio
ambiente. Esta visibilidad exige discernimientos, opciones y
renuncias. Significa ante todo gratuidad en el servicio, relaciones
fraternas alegres y detallistas, en un proyecto comunitario de
oración, encuentros y servicio. Se requiere, más que nunca,
una «casa abierta», con pluralidad de iniciativas convocantes,
y con propuestas oportunas para los problemas de los jóvenes
del entorno. Ojalá los jóvenes se percaten del valor que tiene
el poder disponer de un «hogar salesiano», poder contar con
un grupo de personas amigas. La significatividad exigirá que
nuestras comunidades vivirán en una saludable tensión que se
transforma en búsqueda, discernimiento y toma de decisiones
que han de ser continuamente revisadas, llevadas a la oración y
contrastadas en la vivencia fraterna y en la praxis pastoral.

4.3. ¡Para los JÓVENES! en especial para los más pobres


En diversas ocasiones he comentado que cuando el Papa
Francisco habla de ir a la periferia, dirigiéndose a toda la Iglesia,

348
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

a nosotros nos interpela de manera muy viva y directa porque


nos está pidiendo que estemos en la periferia, con los jóvenes
que están en la periferia, lejos de casi todo, excluidos, casi sin
oportunidades.
Al mismo tiempo digo que esta periferia es para nosotros algo
muy propio como Familia Salesiana, porque la periferia es algo
constitutivo de nuestro ADN salesiano. ¿Qué fue el Valdocco de
Don Bosco sino una periferia de la gran ciudad? ¿Qué cosa fue
Mornese sino una periferia rural? Será necesario que nuestro
examen de conciencia personal y de Familia se confronte con
esta fuerte llamada eclesial, que es a su vez de la esencia del
Evangelio. Será necesario examinarnos acerca de nuestro estar
con los jóvenes y para ellos, especialmente para los más pobres,
necesitados y excluidos…, pero no será necesario buscar nuestro
norte, nuestra «estrella polar de navegación», porque en los
últimos, los más pobres, los que más nos necesitan está lo más
propio de nuestra identidad carismática y con esta identidad
es con la que hemos de confrontarnos al buscar nuestro sitio,
nuestra manera de responder hoy a la misión, en el aquí y ahora.

4.4. ¡Para los JÓVENES! … porque tienen derecho a


encontrar modelos de referencia creyentes y adultos…
Cada vez se hace más evidente que nuestro servicio a los jóvenes
pasa también, y en gran medida, a través de la existencia de
modelos de referencia creyentes y adultos. Los jóvenes buscan
y desean encontrarse con cristianos audaces pero «normales»,
a los que no sólo admirar, sino también poder imitar. Nuestros
jóvenes, como en otras dimensiones de su persona «en
construcción», necesitan mirarse en otros, quieren reconocerse
a sí mismos y aprender a vivir su fe, más por contagio (por
testimonio de vida) que por adoctrinamiento.

349
Por eso precisamente nuestra acción pastoral no podrá ser
una tarea uniforme y lineal, dado que las situaciones de los
adolescentes y de los jóvenes son tan variadas. Esto implicará,
sobre todo en nosotros educadoras y educadores, actitudes
profundas como estar dispuestos a «perder la propia vida» para
darla por el Reino, aceptar la pobreza, la austeridad, la sobriedad
como opción de libertad pastoral personal e institucional, estar
dispuestos a reconvertir nuestras obras cuando sea necesario,
poniendo siempre en primer lugar a las personas, el encuentro
con ellas y el servicio a las mismas.

4.5. ¡Para los JÓVENES! … para quienes el encuentro


personal será oportunidad única para sentirse
acompañados
Trabajar con los jóvenes y por los jóvenes, ha sido y es, no sólo
un privilegio por estar en contacto con personas vitales, llenas
de potencialidad, de sueños y frescura… sino, sobre todo, una
oportunidad que se nos ofrece de caminar junto a ellos para
volver a Jesús, para recuperar su vida y su mensaje, sin filtrar
su radicalidad, sin eludir la siempre incómoda confrontación
con nuestras escalas de valores y estilos de vida. Estamos
convencidos de que el Evangelio, tanto hoy como ayer, cuenta
con todas sus posibilidades de ser escuchado, oído y aceptado
de nuevo en el mundo de los jóvenes, como una Buena Noticia.
En este ser escuchado y aceptado el Evangelio, se nos presenta
el desafío de cultivar con empeño el encuentro personal, el
acompañamiento espiritual personal, donde cada Salesiano
educador, cada Salesiana educadora pueda proponer
caminos, sugerir opciones. A ejemplo de Don Bosco, tenemos
una gran necesidad de educadoras y educadores abiertos
a la novedad, ágiles para innovar, ensayar, arriesgar y ser

350
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

personalmente testimonio veraz en la vida de los jóvenes. Se


nos pide acercamiento personal en el encuentro espontáneo,
interés por «sus cosas» sin pretender invadir su intimidad. Un
acompañamiento preferentemente centrado en la consideración
positiva y afectuosa del otro, y que ha de materializarse en las
tareas de «facilitar», de «valorar» y de «orientar». Poner en
marcha «itinerarios de educación a la fe» no consiste tanto en
introducir cosa alguna del exterior al interior de los jóvenes,
sino en ayudarlos a dar a luz su intimidad más radical habitada
por Dios, a desarrollar las potencialidades y capacidades que
llevan dentro de sí mismos. Se trata de acompañar sus vidas,
de ayudarlos a descubrir su identidad más íntima y su proyecto
personal de vida.

4.6. Porque los JÓVENES … especialmente los más


pobres, son un don para nosotros
Fue el mismo Rector Mayor don Juan Edmundo Vecchi quien
escribió que «los jóvenes pobres han sido y son todavía un don
para nosotros»14. Y ciertamente no podemos pensar que don
Juan Vecchi esté defendiendo la pobreza, pero es cierto, que
si estamos con ellos y en medio de ellos, son ellos y ellas, los
primeros que nos hacen el bien, que nos evangelizan que nos
ayudan a vivir verdaderamente el Evangelio desde lo más propio
del carisma salesiano.
Me atrevo a decir, como ya he manifestado en alguna otra
ocasión, que son los jóvenes, las jóvenes, y especialmente
quienes son más pobres y necesitados, quienes nos salvarán
ayudándonos a salir de nuestras rutinas, de nuestras inercias y
de nuestros miedos, a veces más preocupados en conservar las
propias seguridades, que en tener el corazón, el oído y la mente
abierta a lo que el Espíritu nos pueda pedir.

351
Por ellos y ante ellos no podemos eludir las urgencias que
desde la misma realidad juvenil nos están golpeando a la
puerta. Colaboramos con nuestras obras y servicios múltiples
en promover la acogida de los jóvenes, escuchar los gritos del
alma: jóvenes solos, acosados por la violencia, con conflictos
familiares, con heridas emotivas, con confusión, con
sufrimiento y dolor. La Buena Noticia empieza por escuchar y
acoger de forma incondicional sus necesidades, deseos, miedos
y sueños. Urge también recuperar su capacidad de búsqueda, de
indignación ante las oportunidades que se les cierran por ser
promesas vacías, estimular sus sueños para promover la acción,
la colaboración, la búsqueda de unas sociedades mejores.
Aceptar el «abrazo de Dios» como un regalo, aprender a llorar
en Él, a reír en Él.

Cinco frutos del bicentenario (2015)


Estoy convencido de que es precioso el testimonio de tantos
hermanos que dan la vida cada día con verdadera pasión
educativa y evangelizadora en favor de los jóvenes; estoy
convencido de que son muchas las presencias salesianas que
miran con predilección a los más pobres.
Doy gracias al Señor por ello y les digo como anteriormente:
Hermanos, hemos de «ir a más». Hemos de ser todos los
salesianos quienes, con un corazón como el de Don Bosco,
con ese corazón del Buen Pastor, demos lo mejor de nosotros
en favor de los jóvenes. Y han de causarnos dolor las casas
salesianas que de una manera directa o indirecta no estén al
servicio de los más pobres. Hemos de ser creativos para que
todo lo que hagamos, pensemos y decidamos, de alguna manera
les llegue a ellos, a quienes más nos necesitan.

352
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

El Papa Francisco dice en su carta ya citada: «Despertad al


mundo, iluminadlo con vuestro testimonio profético y a
contracorriente». Pienso que la forma de iluminar el mundo de
manera profética, a contracorriente y con esta radicalidad, es
realmente la nuestra, salesiana, en todos nosotros y en todas
nuestras presencias. Y no tengáis la más mínima duda de que
viviendo y obrando así, incluso sin necesidad de palabras, el
mensaje es interpelante, y de gran fuerza testimonial; y no
tengáis dudas de que no faltarán medios para llegar a los más
pobres. Recordemos la firme confianza que Don Bosco tenía
en la Divina Providencia, cuando, ciertamente, damos motivos
para que esta llegue.
El Papa Francisco nos recuerda que la esperanza de la que habla
no se funda en los números o en las obras sino en Aquel en
quien hemos puesto nuestra confianza (Cfr. 2 Tim 1,12), e invita
a no ceder a la tentación de los números o de la eficiencia, y
menos todavía a confiar en las propias fuerzas.
Con una gran belleza nuestras Constituciones expresan quiénes
son los jóvenes a los que somos enviados diciendo: «El Señor
indicó a Don Bosco, como primeros y principales destinatarios
de su misión, a los jóvenes, especialmente a los más pobres… y
con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la juventud
pobre, abandonada y en peligro, la que tiene mayor necesidad
de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre todo, en los
lugares de mayor pobreza» (Const. 26).
A la luz de esta expresión también fundamental y esencial de
nuestro carisma, os digo hermanos, que mientras recorramos
esta vía no debemos preocuparnos por la identidad de nuestra
misión y por nuestra fidelidad. Estamos en el buen camino.
Sueño con una congregación de verdaderos evangelizadores y

353
educadores en la fe. Esta es otra de las inquietudes, hermanos,
y un verdadero sueño que sé que no es solo mío. Es más,
atraviesa toda nuestra historia congregacional, y tenemos
cientos de páginas de nuestros documentos, ya sean nuestras
Constituciones, los Capítulos Generales y tantas intervenciones
de Rectores Mayores, que han hecho fuertes llamadas de
atención para cuidar nuestra dimensión evangelizadora y de
educadores en la fe.
Un gran desafío es el de atrevernos a asumir esta tarea y misión,
a pesar de que muchas veces es difícil cuando los jóvenes no
están precisamente esperando nuestra propuesta ni se sienten
motivados ante ella. Debemos ser conscientes, por otra parte,
de que estas situaciones de dificultad, indiferencia y a veces
rechazo, han acompañado la acción evangelizadora desde los
primeros tiempos. También la diversidad de contextos religiosos
nos frena, no pocas veces, en el anuncio de Jesucristo, y podemos
quedarnos en una acción social y humanitaria que en sí misma
es buena, pero en la que si falta la evangelización y educación
en la fe, nos quedamos a mitad de camino.
Reunido con Inspectores en momentos varios, les he dicho
que nunca deben permitirse que los problemas que puedan
encontrar oscurezcan la mirada acerca de lo mucho bueno y
bello que cada cual tiene en su Inspectoría. Las dificultades se
deberán afrontar, pero es mucho más hermoso animar a cada
hermano a seguir dando lo mejor de sí mismos, es decir, vivir
mostrando, que somos como educadores y evangelizadores unos
apasionados de los jóvenes envueltos en la «trama de Dios»,
y que junto con nuestros hermanos salesianos, en nuestras
comunidades, y con tantos educadores, educadoras, amigos,
laicos comprometidos… queremos seguir haciendo realidad este

354
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

sueño de Don Bosco, con el mismo entusiasmo con el que él


lo conseguía transmitir a sus primeros salesianos y laicos, para
merecer el calificativo que nos dedicó Pablo VI, al llamarnos
«misioneros de los jóvenes».

Sueño con una Congregación Salesiana siempre misionera


Me permito recordar aquí lo que bien sabemos: Don Bosco,
desde joven, acarició el deseo de ser misionero. Don Cafasso,
acompañándolo en su discernimiento vocacional, le cerró el
camino diciéndole que él no debía ir a las misiones (MBe II, 162-
163), pero siempre tuvo esta inquietud en su corazón; y realizó
su deseo por medio de sus hijos, desde aquel 11 de noviembre
de 1875, escogiendo de entre sus primeros salesianos a los que
enviaría a América para atender las necesidades espirituales
de los emigrantes y llevar el Evangelio a los pueblos que no lo
conocían. Desde aquel primer envío al de este próximo del 27
de septiembre de 2015, se habrán sucedido 146 expediciones.
Poco después del primer envío, también las Hijas de María
Auxiliadora han ido año tras año a tierras de misión. En la
actualidad, este envío cuenta también, frecuentemente, con la
presencia de misioneros y misioneras laicos.
Tenemos mucha documentación preciosa, pero sí deseo subrayar dos
cosas que llevo muy en el corazón, en este que he llamado mi sueño:
a. Que la dimensión misionera debe ser algo característico de
cada uno de nosotros, porque forma parte del espíritu salesiano
en sí mismo. Es decir, no es algo añadido a algunos. Forma parte
esencial de nuestro corazón pastoral. Después, ciertamente,
muchos de nuestros hermanos sienten esta invitación especial
y personal del Señor para ser misionero ad gentes.

355
b. Que nuestra Congregación, más que nunca y por fidelidad
al Evangelio, a la Iglesia y a Don Bosco, debe seguir siendo
misionera. He enumerado otras veces algunos desafíos
misioneros que tenemos en el horizonte y campos donde hemos
de fortalecer la misión.
c. Renuevo en este momento mi invitación a todos aquellos
hermanos que se sienten llamados por el Señor para la «missio
ad gentes et ad vitam» para que acojan la llamada y podamos
realizar, en tiempo oportuno, el discernimiento adecuado.

CON JESÚS, recorramos juntos la aventura del


Espíritu (2016)
La vida espiritual de Don Bosco fue una larga y paciente
peregrinación hacia lo más hondo de su rica e intensa vida
interior. En este proceso de interioridad, como todo en su
acción apostólica, fue un camino que transitó dando un paso
cada vez, consciente de que la meta que Dios le proponía no se
podía alcanzar en un solo movimiento. Necesitó acompañantes,
necesitó tiempo, necesitó el aprendizaje. Don Bosco, ya de niño,
no pudo renunciar a soñar, se imaginó un mundo diferente para
sus jóvenes, un mundo mejor. Pero antes de nada, tenía que
saber qué es lo Dios esperaba de él. La acción del Espíritu Santo
en él se concretó en llamarle al estado sacerdotal y en formar
progresivamente en él un corazón de apóstol de los jóvenes.
Hizo su propio camino interior para comprender, para dejarse
sorprender por los planes de Dios. Sus manos estaban teñidas
del espesor de la realidad de esa sociedad piamontesa del siglo
XIX, su corazón ardiente por la salvación de la juventud, sus
pies en el camino del compromiso por los más pobres. Pero
todo ello no fue fruto de una improvisación. Don Bosco cuidó

356
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

su vida espiritual para vivenciar sus motivaciones últimas, la


fuerza que le animaba y sus ideales más íntimos.
Don Bosco entendió además que esta “aventura del Espíritu”
no era una experiencia para unos pocos jóvenes con cualidades
excepcionales, o una cómoda evasión de los compromisos. Todo
joven que entraba en el Oratorio, fuese cual fuese su estado
o condición, era invitado a vivir una vida cristiana plena, y
llamado a vivir gozosamente la vida del Espíritu.
Una de sus intuiciones y realizaciones más brillantes es la de
haber introducido, en su labor cotidiana pastoral, la idea del
gusto por la vida espiritual. Introducía en la vida de aquellos
muchachos chorros de luz, de colores, de notas alegres de
vida cristiana. En el Oratorio no se aprendía solo un oficio, el
sentido del deber, sino que era afinada, “educada” bellamente la
dimensión espiritual de la vida.

Misericordiosos como el Padre (2016)


En el panorama social actual donde contemplamos una geografía
de dolor nunca imaginada, la llamada eclesial a la misericordia
tiene un fuerte sentido evangélico. En este clima es necesario
asumir como Iglesia, con serena y sincera autocrítica, lo que
dice el Papa Francisco: “Tal vez por mucho tiempo nos hemos
olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia…
Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse
del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo
esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de
nuestros hermanos”. Sabemos que leer los signos de los tiempos
no es fácil, al menos haciendo un auténtico discernimiento de
los mismos, pero sin duda que el Espíritu Santo, el Espíritu de
Dios nos habla en el aquí y en el ahora. Es por eso que hemos

357
de preguntarnos qué significa y cómo hacer este anuncio de la
Misericordia de Dios en nuestras casas salesianas del mundo,
donde nos encontramos en lugares en los que se mata en
nombre de Dios, y en ese mismo nombre se ponen bombas y
se llevan a cabo atentados. Presencias salesianas en lugares
donde hay guerra, donde hay desplazamientos de refugiados.
Y también presencias salesianas en partes del mundo donde
proliferan mensajes racistas y xenófobos…
Ante esta realidad, ¿podemos ser neutrales y mirar hacia otro
lado como si todo esto no tuviera nada que ver con nosotros?
No. No existe ni puede existir ‘neutralidad salesiana’ ante estas
situaciones, y nuestras respuestas no pueden ser otras más que
las del Evangelio y las de nuestro compromiso para que esta
invitación del Papa Francisco a buscar y vivir la Misericordia
de Dios con todas las consecuencias no sea algo limitado en
el tiempo, sino con continuidad y larga duración. El Papa nos
invita a escuchar la palabra de Jesús que nos “ha señalado la
misericordia como ideal de vida y como criterio de nuestra fe.
“Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia
(Mt 5,7)”… Como ama el Padre, así aman los hijos”36, dice el Papa.
Y este deseo de intentar vivir la misericordia de Dios pide de
nosotros, presencias salesianas del mundo en esta geografía del
dolor, abrir el corazón a tantas personas que viven en situación
de precariedad y sufrimiento, estar cerca de quienes no tienen
voz para hacer valer la justicia que merecen, curar heridas de
la vida con la fraternidad y solidaridad, y estar lejos de esa
indiferencia que además de no ayudar, humilla. “Abramos
nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas
de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y
sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras

358
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

manos estrechen sus manos y acerquémoslos a nosotros para


que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y
de la fraternidad”.

Misericordia significa tener el ‘Corazón del Buen Pastor’


Un distintivo de nuestro ser salesiano es nuestra sensibilidad
hacia la figura de Cristo Buen Pastor (Jn 10,34), puesto que
el espíritu salesiano encuentra su modelo y su fuente en el
corazón mismo de Cristo, apóstol del Padre, en quien destaca
su actitud de Buen Pastor.
Con este modelo que es el Señor Jesús nosotros creemos
verdaderamente que la caridad es la manera más propia de
nuestro servir a los jóvenes y lo hacemos con una “amabilidad
‘incansable’ y con la ‘familiaridad’, nombres salesianos de la
caridad aplicada a los jóvenes”.
En este marco eclesial y espiritual de la misericordia, ésta
ha de traducirse y concretarse, muy fuertemente en nuestro
caso, en mostrar al máximo estos rasgos que nos definen
carismáticamente. Participando de la paternidad de Don Bosco,
las expresiones de la paternidad salesiana deben ser las mismas
que resplandecían en Jesús: la gratitud al Padre por la vocación
divina que ha donado a todos sus hijos e hijas, su predilección
por los pequeños y pobres, su solicitud en predicar, sanar y salvar,
así como su mansedumbre y entrega de sí mismo, y también los
rasgos del mismo Don Bosco, como sus gestos de bondad, el
afecto que les hacía sentirse hijos, un afecto y bondad inspirados
en el amor de Dios y en la mansedumbre de Cristo. Su bondad
es la de quien busca la felicidad de los otros. Su afecto, ternura
y acogida es el resultado de una combinación justa de afecto y

359
responsabilidad. Una bondad tierna y comprensiva, y al mismo
tiempo responsable y exigente con la vida de sus muchachos.
Y porque se siente con bondad padre de sus muchachos, desea
acercarlos al misterio de Dios y ponerlos en contacto con Él
hasta hacerles descubrir el maravilloso plan que Dios tenía
para ellos, y ayudarles así a ser felices en este mundo y en la
eternidad.
Vivir la misericordia en nuestras presencias con esta sensibilidad
debe significar que creemos que hoy también son reales como
con Jesús en el Evangelio (Lc 7,50; Mt 9,22; Mc 5,34; Lc 8, 48)
experiencias de encuentro humano que alivian el peso de la
existencia, que levantan realmente del suelo. Poder hacer,
mediante el encuentro humano y de fe, la experiencia de la
Misericordia de Dios, incluso a través de mediaciones tan pobres
y humanas como somos cada uno de nosotros, es una auténtica
y verdadera curación, mucho más profunda que las de la salud
física. Es hacer la experiencia de que somos amados y podemos
amar a pesar de todo. Y es que en esto consiste ser cristianos, en
creer en el amor de Dios por nosotros (Cf. 1 Jn 4,16).
Y cuando un muchacho, muchacha, joven, hace la experiencia
de que un verdadero educador está dando vida y dando la
vida cada día estando a su servicio, ahí mismo está haciendo
verdadera experiencia de cómo Dios lo ama, la ama, de manera
especial y única. En esto consiste encarnar el corazón de Cristo
Buen Pastor, hasta el punto de que si alguien desea perjudicar
a las ‘ovejas del rebaño’, antes tendrán que enfrentarse a quien
las cuida con verdadero amor de educador, hermano, hermana,
amigo… Interesante en este sentido resulta la narración de un
exegeta que presenta el ejemplo moderno del pastor que se

360
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

echa a dormir atravesado en la puerta del redil, de modo que


hace las veces, al mismo tiempo, de pastor y de puerta, como
queriendo decir (ya sea que lo pensemos en labios del Buen
Pastor, o en labios de Don Bosco) estas palabras: “si quieren
llegar a mis ovejas, (a mis muchachos, a mis muchachas), antes
deberán pasar sobre mí”.

Misericordia significa esa experiencia espiritual y


educativa llamada ‘Sistema Preventivo’
Esa experiencia espiritual y educativa vivida por Don Bosco con
los jóvenes del primer oratorio que llamó Sistema Preventivo,
era para él un amor que se dona gratuitamente inspirándose en
la caridad de Dios. Para nosotros, recibido de Don Bosco, es la
manera de vivir y trabajar para comunicar el Evangelio y salvar
a los jóvenes, con ellos y por medio de ellos. Esta vivencia de
Don Bosco con los jóvenes del primer oratorio, llevada a cabo
con sencillez y alegría, con estilo de familia, es el centro del
espíritu salesiano, en el que “la bondad (‘cuarto voto’ vinculado
al nombre de salesiano) no es más que la práctica del sistema
preventivo vivido con los jóvenes , y que no es solo ‘el sistema de
la bondad’ sino ‘la bondad del sistema’”.
Naturalmente traigo a colación el Sistema Preventivo,
íntimamente vinculado al espíritu salesiano (puesto que éste
se manifiesta y encarna de modo único en el primero), no para
hacer un desarrollo pedagógico del mismo, sino para recordarnos
que en nuestro espíritu salesiano, y en la manifestación del
mismo, tenemos tantísimos elementos y rasgos que, vividos
con convicción y autenticidad, hacen real la misericordia en
cada casa salesiana del mundo. Estos elementos y rasgos de

361
misericordia que hemos de vivir son:
• una presencia educativa que persuade y suscita confianza.
• una praxis que guiada por el corazón busca solamente el bien
del niño, niña, adolescente o joven.
• un amor que se dona gratuitamente.
• un ejercicio permanente de la caridad; una caridad que sabe
hacerse amar porque el amor construye a la persona.
• una presencia educativa abierta, cordial, que da el primer paso
para acoger siempre con bondad, respeto y paciencia.
• una opción de predilección por los jóvenes porque este es un
elemento de ‘fe salesiana’. Nosotros creemos en verdad que Dios
ama a los jóvenes.
• “un lenguaje del corazón que acepta a los muchachos como
son, que manifiesta el deseo de compartir sus gustos y sus temas,
que demuestra confianza en ellos, tolerancia y perdón”.

¡SOMOS FAMILIA! Cada hogar, escuela de vida y de


amor (2017)
En los diversos contextos de nuestra Familia Salesiana en el mundo
también se dan variadas y complejas situaciones. Y nuestros chicos
y chicas, así como sus familias, deben poder esperar de nosotros
esta capacidad de comprensión, de empatía, de acercamiento a su
sentir, porque es y ha de seguir siendo nuestra manera de ser, el
tener un espíritu de familia sólido y atrayente.
Este espíritu de familia era convicción fundamental en Don
Bosco y en él se inspira al pensar su obra, soñarla, diseñarla
y sostenerla, donde reine el amor, en clima siempre franco y
de familiaridad. Este espíritu de familia ha de caracterizarse

362
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

también por un «estilo de sincera fraternidad, de afabilidad,


de abierta acogida, de contacto humano, sencillo y cordial
con todos», distinguiéndose siempre por una relación humana
serena y acogedora.
Nuestros jóvenes y sus familias deberían tener la posibilidad
de experimentar que las casas salesianas de nuestra familia en
todo el mundo son presencias que cuidan la vida, sus vidas;
presencias donde cabe esperar que las puertas estén abiertas
y que un clima humanizador sea el que les acoge y acompaña
en sus circunstancias vitales, tantas veces difíciles. Deberían
experimentar que, al igual que haría Don Bosco, son bien
recibidos y jamás juzgados o condenados, puesto que incluso
cuando se deba decir que algo no es posible o no se puede
conceder, será dicho con sumo respeto a la dignidad de las
personas y con sentido de equidad y justicia, y de este modo no
estaremos defraudando lo que más nos tendría que distinguir
como familia de Don Bosco en el mundo.
1. Apostemos decididamente por considerar una prioridad
educativo-pastoral la atención a las familias. Se ha dicho
muchas veces en múltiples asambleas y capítulos provinciales o
incluso generales. Es momento de plantearnos en cada presencia
salesiana del mundo que no cabe pensar casi ninguna tarea
educativa y pastoral con los muchachos, muchachas y jóvenes,
que no contemple cómo estar en real conexión y comunicación
con sus familias y cómo involucrarlas. «Para que las familias
puedan ser cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar, se
requiere “un esfuerzo evangelizador y catequístico dirigido a la
familia” que la oriente en este sentido». Debemos convencernos
de que no es suficiente con tener clara la prioridad de los jóvenes

363
como destinatarios de nuestra misión. Hoy más que nunca esta
tarea educativa y evangelizara es inseparable de la familia.
2. Demos pasos decisivos y firmes en exigirnos el acompañamiento
como opción prioritaria, por medio de iniciativas concretas y
prácticas según los contextos:
• Un acompañamiento de los padres y matrimonios que lo
acepten.
• Un acompañamiento real de los chicos, chicas, y jóvenes de las
presencias salesianas del mundo, en especial ante situaciones
familiares y personales difíciles.
• Un acompañamiento vocacional de todos los jóvenes, y entre
ellos también de quienes desean madurar un proyecto personal
de vida al matrimonio.
• Un acompañamiento, que ha de concretarse en propuesta
de espiritualidad y de fe como sentido de la vida, en las más
diversas realidades de las familias con las que nos encontramos
3. Ayudemos a las familias a educar y crecer desde el afecto
y el corazón, con todo lo que esto implica en nuestro sistema
educativo (Sistema Preventivo). Sabemos lo lento que es el
camino de crecimiento y maduración humano. Al primer
nacimiento le sigue esa otra iniciación a la vida mediante la
transmisión de valores. Para ello, «los hijos necesitan el espacio
protegido y la seguridad afectiva en el amor de los padres; a la
inversa, los hijos fortalecen y enriquecen el lazo de amor entre
los vínculos de los padres», y nuestra tarea de educadores y
evangelizadores ha de priorizar esta dimensión. En este sentido
hemos de establecer puentes permanentes con los padres para
ver, junto con ellos, cómo seguir cuidando entre todos, tanto en
las familias como en nuestras presencias, y siempre por el bien

364
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

de sus hijos, la acogida, la escucha, el diálogo que evita imponer


la autoridad sin razones, la relación cercana, el respeto a los
propios tiempos, la comunicación personal, el afecto que supera
barreras y distancias…
En la misma carta a la que ya nos hemos referido Benedicto XVI
subraya, refiriéndose a lo que ha calificado como «emergencia
educativa», la necesidad de educar sobre la base del amor.
«Ante todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del
amor: Pienso en la primera y fundamental experiencia de amor
que hacen los niños —o que, por lo menos, deberían hacer— con
sus padres. Pero todo verdadero educador sabe que para educar
debe dar algo de sí mismo y que solamente así puede ayudar a
sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un amor
auténtico». Entendemos bien qué se quiere decir recordando
a Don Bosco que nos pide que los jóvenes no solamente sean
amados sino que se sientan amados, y debemos ser capaces de
transmitir esto con fuerte convicción a los padres.
4. Acompañemos y seamos apoyo para los padres en su
tarea educativa, implicándoles en todo lo posible, ya que no
pocas veces estos, aún teniendo un gran deseo de asumir su
responsabilidad como primeros educadores, no saben bien
cómo hacer. «Intensifíquese la colaboración con la familia,
primera educadora de los hijos e hijas. Para ello, en nuestras
obras debemos ofrecer un clima educativo rico en valores
familiares», dice el CG 24 de los Salesianos (SDB). Deberemos
ser creativos; algunas iniciativas han tenido su éxito en unas
épocas y después decaen. No siempre es fácil motivar a los
padres, pero esta dificultad tiene que lanzarnos con más
fuerza a pensar, junto con ellos, lo que pueden necesitar. «A tal
respecto sería deseable un diálogo más profundo con padres y

365
madres, en el que se sondeara de qué modo pueden integrarse
aquí los potenciales de la familia».
5. Tomemos muy en serio la ayuda a los padres en la educación
para el amor y la educación sexual de sus hijos e hijas. El
papa Francisco indica en la Exhortación que «deberíamos
preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido
este desafío», refiriéndose a lo que ya pedía el Concilio Vaticano
II en la declaración Gravissimum Educationis. Muchos
indicadores parecen poner en evidencia que hemos retrocedido
en las presencias salesianas del mundo en esta responsabilidad.
Parecería que la dificultad ambiental nos ha limitado mucho.
Sin embargo como educadores y educadoras sentimos como
deber educar en el amor a nuestros destinatarios; creemos
que fomentar en nuestras casas un clima educativo rico en
comunicación y afecto es una gran lección sobre el amor. Vemos
necesario tanto una educación afectivo-sexual adecuada como
una catequesis cuidadosa que ayude a comprender a los jóvenes
la realidad y dimensiones del amor.
6. Ofrezcamos con estilo salesiano mediación y ayuda a los
padres ante sus situaciones personales de dificultad y crisis, así
como de la propia familia. Y aunque el punto de llegada pueda
ser el de recomendarles la ayuda de otros profesionales ante
sus dificultades como matrimonio, nosotros, como educadoras,
educadores y pastores, hemos de ser un puente muy importante
para el bien de sus hijos. Es fácil comprender que se pueden
cometer errores en lo que concierne al propio matrimonio y
familia. Nuestro servicio consistirá, en la medida de lo posible,
en ayudar a salir una y otra vez al encuentro del otro, buscar
caminos que renueven la comunicación, proponer el perdón

366
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

mutuo como medio, permitir nuevos comienzos. En definitiva


ayudar a crecer y madurar gracias a la relación con el otro.
7. Seamos casa abierta para todos45 en las iglesias domésticas
dentro de la única Iglesia. En muchas partes del mundo las
iglesias domésticas han sido sostén y salvaguarda de la fe ante
las persecuciones, la falta de libertad religiosa, etc. No pocas
veces los padres, y los hijos con ellos, están alejados de toda
vivencia religiosa o ignoran por completo de qué se trate. En
este sentido nuestras presencias salesianas en el mundo con
sus grupos y asociaciones, nuestras comunidades religiosas, los
diversos grupos apostólicos, los grupos de oración, los grupos
bíblicos o de catequesis de adultos, el voluntariado, etc, pueden
ser el espacio y la atmósfera espiritual adecuada para acoger e
integrar a grupos de padres y de familias.
8. Acompañemos a los jóvenes en su proyecto de vida
matrimonial. ¿Será el matrimonio cristiano, celebrado y vivido
como sacramento, un «modelo descatalogado»? Fue el papa
Benedicto XVI quien celebrando el VII Encuentro Mundial
de las familias en Milán en el año 2012 lanzó a los jóvenes el
desafío del matrimonio diciéndoles que «es posible y gozoso,
aunque con esfuerzo, vivir el amor fiel, para siempre, abierto
a la vida». Indudablemente ayudar a los jóvenes a descubrir la
riqueza y el valor del matrimonio es de suma importancia.
Los jóvenes «deben poder percibir el atractivo de una unión
plena que eleva y perfecciona la dimensión social de la
existencia, otorga a la sexualidad su mayor sentido, a la vez que
promueve el bien de los hijos y les ofrece el mejor contexto
para su maduración y educación». Con mirada creyente el
ideal cristiano parte de la convicción de que para las personas
es bueno comprometerse en una decisión libre, y proponerse

367
juntas una meta elevada y ambiciosa, algo que es muy diferente
de la simple idealización del matrimonio.
• Por eso hemos de ayudar a los jóvenes a descubrir que es
bueno anhelar aquello que el matrimonio y la familia ofrecen
cuando van bien.
• Ayudarles a plantearse con serenidad que, desde el amor, este
proyecto de vida es posible para ellos, si esa es su vocación y
llamada de Dios.
• Podremos caminar a su lado para que con realismo puedan ver
el peligro de una idealización que decepcione al no encontrar
la satisfacción de todos los anhelos soñados.
• Deberemos ayudarles a descubrir que en el matrimonio
cristiano hay algo muy hermoso, como es el hecho de que el
amor se sitúa en el horizonte de Dios. Eso significa el sacramento
como signo eficaz del amor de Dios en ellos.
9. Ayudemos a los padres y familias a entender, especialmente en
los momentos difíciles, que espiritualmente, todo matrimonio y
familia está bajo la ley del proceso y de la gradualidad así como
del crecimiento que se renueva continuamente y se profundiza
en el Misterio de Cristo. Hay muchos elementos ricos para
compartir con padres e hijos, tales como el valor del ejercitar
una y otra vez la tolerancia y la paciencia; el tiempo que han de
dedicarse; las muestras de cariño, de afecto, de ternura y de gran
respeto; el agradecimiento mutuo y el amor. También el valor de
la oración en familia y la celebración de la fe. Pensando en el
matrimonio, «es algo muy hermoso encontrarse con parejas ya
mayores que, a pesar de su avanzada edad, están enamoradas de
una forma madura. Esto es signo de un vivir humano salvado,
humana y espiritualmente maduro».

368
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

10. Formemos parte de este largo camino de reflexión y


discernimiento que está realizando la Iglesia, con una
mayor atención a la realidad familiar, y a la prioridad de la
misericordia como valor esencial del Evangelio. Éste tendrá
que reflejarse en nuestra práctica educativa y pastoral. Hemos
de estar profundamente convencidos de la gradualidad en la
acción pastoral con las familias, e incorporarla a nuestra visión,
programación y tarea educativo-pastoral.
11. Junto a todo lo anterior, les invito a pensar otras muchas
iniciativas y criterios que localmente, en los diversos
contextos y a la luz de lo ya sugerido, pueden tomar como
ejemplo estos aspectos:
• No tener miedo a ofrecer valores humanos morales y
espirituales a nuestros jóvenes y sus familias. Podría decirse
que, en general, las familias lo necesitan y hasta lo agradecen.
• En todo lo posible debemos contribuir a cuidar y fomentar en
las familias este sentido de la alegría de Amar.
• Cuidemos en nuestras casas, muy especialmente para nuestros
destinatarios y sus familias, la hospitalidad y acogida como
expresión de nuestra disponibilidad.
• Fomentemos en nuestras presencias que algunos matrimonios
puedan ser los primeros animadores, guías y acompañantes,
educadores y apóstoles de otros matrimonios que lo puedan
necesitar.
• Nuestro acompañamiento a las familias es una excelente
oportunidad para trabajar en la erradicación de cualquier
forma de discriminación de las niñas y de la mujer.
• Aprovechemos las experiencias de ‘buenas praxis’ de muchas casas
en relación con las familias y compartámoslas y démoslas a conocer.

369
• Planteémonos muy en serio cuál está siendo nuestra actitud
de empatía con los padres y madres de familia que tantas veces
viven situaciones de dolor y angustia.
• Desarrollemos aún más la fuerza pastoral de nuestras
Comunidades Educativo Pastorales porque tenemos la fortuna
de que nuestra acción educativo y evangelizadora es, ante todo,
comunitaria.
• Asegurémonos de que nuestras casas salesianas en todo el
mundo ofrezcan un rostro y modelo de Iglesia que permitan a
los padres y familias descubrir o redescubrir la fe adormecida o
abandonada.
• Y volvamos decididamente, una y otra vez, al clima de
Valdocco.

Cultivemos el arte de escuchar y acompañar (2017)


Síntesis – Resumen de lo que se querrá comunicar en el
Aguinaldo en la relación al final del año. Hago notar que estas
son SOLAMENTE ALGUNAS PISTAS, pero no la redacción de
la Strenna 2018.
El lema parte de la petición que con fueza hace la mujer
Samaritana a Jesús, en el pozo de Jacob. En el encuentro con Él
se sintió escuchada, respetada y valorada, y su corazón la lleva a
pedir algo más valioso: “Señor, dame de esa agua” (de vida plena
que me ofreces).
Siguiendo el hilo conductor de este pasaje evangélico,
presentaremos, en el marco del próximo Sínodo de Obispos
(Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional), la
importancia que tiene para toda nuestra familia salesiana y su
misión en el mundo, cultivar el precioso arte de la escucha y

370
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

el acompañamiento, con las condiciones que han de darse, las


exigencias y el servicio que encierra en sí mismo, tanto escuchar
como acompañar, en el camino del crecimiento personal
cristiano y vocacional.
Una ESCUCHA que hoy en día para nosotros tiene mucho de
arte. “Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es
más que oír. Lo primero en la comunicación con el otro, es la
capacidad del corazón que hace posible la proximidad sin la
cual no existe un verdadero encuentro espiritual”.
Esta escucha tiene como punto de partida el encuentro
que constituye una oportunidad de relación humana y
humanizadora, vivida en libertad plena, “con una mirada
respetuosa, llena de compasión pero que al mismo tiempo sane,
libere, y aliente a madurar en la vida cristiana”.
Cuando se produce así el encuentro la escucha significará,
entre otras cosas:
• Favorecer la apertura al otro.
• Conceder toda la atención a lo que la persona puede expresar,
y comprometerse activamente en la comprensión de lo que se
desea comunicar.
• Acompañar comprometidamente en lo que la persona busca y
espera de sí misma.
• Dejar de lado el propio mundo para acercarse lo más posible
al de la otra persona.
• Escuchar, en definitiva, será ese arte que requiere atención
solícita hacia la persona, en sus luchas y fragilidades, en sus
gozos, sufrimientos y búsquedas, puesto que no solamente
escuchamos algo, sino a alguien.

371
• Esta escucha, cuando tiene que ver con el acompañamiento
personal espiritual, trasciende la dimensión psicológica y
adquiere una dimensión espiritual y religiosa, puesto que nos
lleva por caminos en los que se está a la espera de Alguien.
• Con nuestra mirada educativa, especialmente hacia los
jóvenes, y también en la vida de sus familias, sabemos que es
mucho lo positivo que hay en cada corazón3, y es preciso hacer
aflorar estas cosas positivas mediante un paciente trabajo de
atención sobre uno mismo, de diálogo con los demás, de escucha
y de reflexión.
Esta escucha ha de llevarnos a comprender bien qué necesitan los
jóvenes de hoy, y a veces sus padres, o las personas con quienes nos
relacionamos en un ambiente pastoral. En concreto los jóvenes
se acercan no tanto porque busquen, un acompañamiento, sino
más bien movidos por la necesidad cuando tienen dudas, líos,
aprietos y dificultades, conflictos, tensiones, decisiones que
tomar, problemas concretos que afrontar.
Y suele ser más común que se acerquen si es uno mismo quien
hace algún gesto de acercamiento, de interés por ellos, si se sale
al encuentro, si uno se muestra accesible.
Y a veces, estas conversaciones fortuitas pueden ser la puerta
que se abre para un camino más profundo y de crecimiento…
Así sucedió en el encuentro de Jesús con la mujer que,
sencillamente, iba a buscar agua al pozo.

Dicasterio para la Pastoral Juvenil Salesiana


La Pastoral Juvenil Salesiana. Cuadro de Referencia
La Pastoral Juvenil Salesiana expresa la misión salesiana. La
misión salesiana, que “da a toda nuestra existencia su tonalidad

372
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el


lugar que ocupamos entre las familias religiosas (cfr. Const. 3),
se concreta en su acción histórica por medio de ese conjunto de
proyectos, obras, ambientes educativos, lugares de formación y
actividades de evangelización, que incluimos globalmente en el
nombre de Pastoral Juvenil Salesiana.
La Pastoral Juvenil Salesiana no agota la riqueza de la misión
de la Congregación. En efecto, la misión es una realidad
teologal, estrechamente vinculada a la vocación misma de la
Congregación y de cada uno de los hermanos. Sin embargo, no
puede no expresarse en acciones concretas.
La pastoral juvenil es la expresión primera y típica de la
misión. Ella es pastoral porque, en primer lugar, es la expresión
multiforme de una comunidad eclesial, en cuyo núcleo animador
está presente lacomunidad de los salesianos consagrados, en
unión con los colaboradores laicos (cfr. CG25), y todos juntos
constituyen la comunidad eclesial en el territorio, comunidad
conformada por el carisma salesiano, que expresa su misión
evangelizadora a través de las obras educativo-pastorales que
progresivamente instaura en el lugar.
Es juvenil porque en el centro de su acción está la persona
de los jóvenes, especialmente de los más necesitados. Se trata
de buscar a los jóvenes en su realidad, con sus recursos y
dificultades, y descubrir los retos de los contextos culturales,
sociales y religiosos en que viven, dialogando con ellos para
proponer, por medio de la pedagogía del acompañamiento, un
camino de encuentro vivo y comunitario con Jesucristo (cfr.
CG20, n. 360).
Finalmente es salesiana porque tiene en el carisma de Don Bosco,
inspirado en la caridad educativa del Buen Pastor, su principal

373
punto de referencia, expresión de la pedagogía preventiva,
amable, dispuesta al diálogo y a la confianza, la medida de la
propia verdad y eficacia, la medida para proyectar y actuar.
Expresión de la misión eclesial según el estilo de Don Bosco,
la Pastoral Juvenil Salesiana asume la evangelización como
la primera urgencia, consciente de que su misión principal es
proponer a todos los jóvenes que vivan su existencia como la
vivió Jesús. Todo ello para que se encuentren gradualmente
con Cristo, vivan plenamente su humanidad y se hagan
protagonistas y corresponsables en la construcción del reino de
Dios en el mundo.
La Pastoral Juvenil Salesiana persigue todo esto no solo en
favor de los jóvenes, sino con un estilo particular: juntamente
con los jóvenes. Don Bosco es el primer santo que funda una
Congregación no solo en favor de los jóvenes, sino juntamente
con los mismos jóvenes, valorando de forma inaudita el
protagonismo típico de esta edad y comprometiéndolos en
primera persona en la aventura de su crecimiento religioso y
humano. Por esto, la pastoral salesiana es juvenil: no solo porque
ve en los jóvenes los propios destinatarios y la propia medida,
sino porque los asume como protagonistas.
Por último, precisamente porque la pastoral es juvenil, es
siempre y al mismo tiempo evangelización y educación, o quizá
podríamos decir, una evangelización que, proponiendo a los
jóvenes vivir la propia vida sobre la base de la forma con que
Cristo mismo la vivió, es también siempre formación integral
de la persona y, por lo tanto, educación.
La Pastoral Juvenil Salesiana, por tanto, es acción orgánica de
una Comunidad Educativo- Pastoral que, movida por una misión
carismática, quiere preparar a los jóvenes para que: fortalezcan

374
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

su propia madurez, en la que alcanzar el sentido religioso; vivan


además, la comunión en la Iglesia con Jesucristo, Aquel que
da plenitud a la vida, puesto que es su fundamento; aún más,
lleguen a ser, gracias a las intervenciones educativas, “honrados
ciudadanos y buenos cristianos”.

La misión salesiana
El carisma salesiano participa de la misión universal de
la Iglesia: es una experiencia del Espíritu, un don de Dios
entregado a la Iglesia y a la humanidad a través de Don Bosco,
con propiedades distintivas:
• los destinatarios específi cos: “reunir” a los jóvenes;
• la predilección por “los más pobres, abandonados, en peligro”:
“alejados” de Dios, marginados por la comunidad humana, los
que mayor carencia sufren de la experiencia del amor de Dios;
• un estilo típico que privilegia el amor (amor educativo que
hace crecer y crea correspondencia) y la comunión (espíritu de
familia), para superar la soledad y la explotación;
• la “mediación privilegiada” de la educación y la experiencia
de la Comunidad Educativo-Pastoral “experiencia de Iglesia,
reveladora del designio de Dios” (Const.47).

La pedagogía de Don Bosco asume con insistencia explícita la


auténtica finalidad religiosa de la vida. Todo ello, además, en un
proceso educativo orientado positivamente a Cristo e iluminado
por su mensaje: la integración de fe y vida, alimentada por su
fuerza. Es fundamental reconocer que la preocupación pastoral
de Don Bosco se sitúa dentro del proceso de humanización que
promueve el crecimiento integral de la persona de los jóvenes:

375
el descubrimiento del proyecto de vida y el compromiso de
transformar el mundo según el proyecto de Dios sobre cada
uno de ellos.
La originalidad y la audacia de la propuesta de la “santidad
juvenil” son intrínsecas al arte educativo de Don Bosco: una
santidad que no defrauda las profundas aspiraciones del ánimo
juvenil (necesidad de vida, de expansión, de alegría, de libertad,
de futuro, etc.); una santidad que, gradual y concretamente, los
jóvenes experimentan como “vida de gracia”, de amistad con
Cristo, y como realización de los propios ideales más auténticos:
«Nosotros aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre
alegres» (Santo Domingo Savio).
La meta propuesta por la Pastoral Juvenil Salesiana a todo joven
es la construcción de la propia personalidad, que tiene a Cristo
como referencia fundamental; referencia que, haciéndose
explícita e interiorizada progresivamente, lo ayuda a ver la
historia como Él, a juzgar la vida como Él, a escoger y a amar
como Él, a esperar como enseña Él, a vivir en Él la comunión con
el Padre y el Espíritu Santo (cfr. CG23, 112-115). Una verdadera
conversión misionera exige a la Pastoral Juvenil Salesiana que
descubra y viva la profunda e inseparable relación de la acción
educativa con la acción evangelizadora.

La misión y el proyecto de vida de Don Bosco se expresan en un


estilo de vida y de acción: el espíritu salesiano. La encarnación
más característica y expresiva del “espíritu salesiano” es el
Sistema Preventivo. El Sistema Preventivo se asocia al alma,
a las actitudes y a las opciones evangélicas de Don Bosco.
La praxis salesiana tiene como marco de referencia y como
medida de autenticidad la actuación del proyecto pastoral-

376
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

espiritualpedagógico de Don Bosco. La “genialidad” de su


espíritu está unida a la actuación del Sistema Preventivo: un
sistema bien logrado, que es modelo e inspiración para cuantos
hoy están comprometidos en la educación en los diversos
continentes, en contextos multiculturales y de pluralidad
religiosa. Un sistema que pide a todos una continua reflexión
para favorecer cada vez más la centralidad de los jóvenes como
destinatarios y protagonistas de la misión salesiana (cfr. Don
Pascual Chávez, ACG 407, «La Pastoral Juvenil Salesiana»).
La palabra “sistema” sugiere la idea de plenitud, es decir,
una experiencia orgánica: una propuesta articulada hacia
un dinamismo pedagógico. En el Sistema Preventivo, de
hecho, se pueden distinguir algunas articulaciones, que están
profundamente vinculadas entre sí: el principio inspirador,
que crea una determinada actitud espiritual en la persona: la
caridad pastoral. Una triple realidad dinámica:
• un “impulso pastoral”, es decir, un proyecto educativo de
promoción integral;
• una espiritualidad para una propuesta de vida cristiana –
Espiritualidad Juvenil Salesiana;
• un método pedagógico práctico, inspirado en el “criterio
oratoriano”, que guía las modalidades concretas de opciones e
intervenciones operativas que se proponen.
La caridad pastoral educativa es el corazón del espíritu salesiano
que vive en el encuentro y en la confesión de Jesucristo, el Señor.
El Sistema Preventivo es, en verdad, un proyecto de espiritualidad
que compromete a todos: salesianos, laicos implicados en el
espíritu y en la misión de Don Bosco, familia y jóvenes. Don
Bosco, en su experiencia pedagógica y pastoral, indicó el

377
camino de la santidad juvenil y demostró metodológicamente
la validez de su alta finalidad, con admirables resultados.
Esta espiritualidad se enlaza con el Sistema Preventivo; es el
desarrollo del Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano ofrecido a
todos los sujetos de la Comunidad Educativo-Pastoral, traducido
en itinerarios de mayor compromiso. Los cinco elementos
siguientes se compenetran mutuamente; cada uno representa
una acentuación que refuerza lo que se ha expresado en los
otros: la vida, Cristo, las bienaventuranzas, la Iglesia, María y
el servicio, son puntos de referencia para reflexionar y vivir en
unidad la totalidad de la experiencia cristiana.
La evangelización es siempre una acción eclesial. Por tanto, el
primer elemento fundamental para realizar la Pastoral Juvenil
Salesiana es la comunidad que incluye, en clima de familia, a
jóvenes y adultos, padres y educadores, hasta convertirse en
experiencia de Iglesia (cfr. Const. 44-48; Reg. 5): una comunión
que vive los diversos dones y servicios como realidades
complementarias, en mutua reciprocidad, al servicio de una
misma misión (cfr. CG24, nn. 61-67). La evangelización es
fruto de un recorrido coral, una misión entre consagrados y
laicos, que unen sus fuerzas para colaborar en el intercambio
de dones, incluso con diferencias de formación, de tareas,
de carismas y grados de participación en esta misión. Una
comunidad en la cual todos, consagrados y laicos, son sujetos
activos, protagonistas de la evangelización de los individuos y
de las culturas (cfr. Christifideles Laici 55-56; CG24, n.96).
Esta comunidad, sujeto y, al mismo tiempo, objeto y ámbito
de la acción educativo- pastoral es la “Comunidad Educativo-
Pastoral” (CEP). Es nuestra forma de ser Iglesia, nuestra
pastoral específica inserta en la pastoral eclesial. La educación

378
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y la evangelización, son fruto de la convergencia de personas,


intervenciones y competencias, en un proyecto compartido y
realizado corresponsablemente (cfr. Const. 34; CG21, nn.63,67;
CG24, n. 99). La Pastoral Juvenil Salesiana pasar de ser la acción
de cada uno a la coordinación de las diversas actuaciones,
búsqueda de entendimiento y de complementariedad entre
todos, búsqueda de colaboraciones, esfuerzo de organización y
capacidad de proyectar.
El Sistema Preventivo está tan asociado al «estilo salesiano» que
constituye su encarnación más característica y expresiva. En su
centralidad, el Sistema Preventivo, como pedagogía concreta,
no solo facilita la acción educativo-pastoral, sino que lleva en sí
los contenidos de la propuesta. Sus aspectos más significativos
han sido identificados con los iconos de “casa (que acoge,
experiencia del espíritu de familia)”, “parroquia (que evangeliza,
la vivencia religiosa y la pedagogía de los itinerarios)”, “escuela
(que prepara para la vida, el crecimiento integral por medio de
la educación)” y “patio (para encontrarse entre amigos y vivir
alegres, la pedagogía de la alegría y de la fiesta)”. Son iconos
que no concretan ambientes, espacios y lugares determinados,
sino más bien una serie de las experiencias que hay que ofrecer
y proponer. La diversidad de las experiencias de estos “iconos”,
componen una unidad inseparable e indivisible. Presupone
diversas formas de acción en función del contexto juvenil, de
modo que ninguna de ellas permanezca desatendida.
El PEPS es la concreción de una mente que planifica, que
debe guiar el desarrollo de la misión en las obras. El PEPS es
la mediación histórica y el instrumento operativo que guía la
realización de la Pastoral Juvenil Salesiana (cfr. Reg. 4), y el
factor de inculturación del carisma (cfr. CG24, n. 5). Es la guía

379
del proceso de crecimiento de la comunidad inspectorial y de
las diferentes CEP existentes en el territorio, en su esfuerzo
de encarnar la misión salesiana en un contexto determinado.
El PEPS equivale a un directorio práctico que da orientación
y continuidad a la pastoral y asegura unidad de objetivos y de
orientaciones en las obras. Si la finalidad primaria del PEPS es
conducir la Inspectoría y las comunidades locales y obrar con
mentalidad compartida y con claridad de objetivos y criterios,
esto posibilita también la gestión corresponsable de los procesos
pastorales. El proyecto El proyecto se refleja en un texto que
hay que conocer y llevar a la práctica.
El punto de atención principal de todo el dinamismo de
la Pastoral Juvenil Salesiana es el joven en la integridad de
sus dimensiones (corporeidad, inteligencia, sentimientos,
voluntad), de sus relaciones (consigo mismo, con los otros, con
el mundo y con Dios), en la doble perspectiva de la persona
y de su protagonismo en la historia (promoción colectiva,
compromiso por la transformación de la sociedad). Todo ello
se hace con una mirada puesta en la unidad de su dinamismo
existencial y en su crecimiento humano hasta el encuentro con
la persona de Cristo Jesús.
El PEPS orienta y guía un proceso educativo en el que las múltiples
intervenciones, los recursos y las acciones se entrelazan y se
articulan al servicio del desarrollo gradual e integral de la persona
del joven. El PEPS actualiza los valores y las actitudes tanto de
la propuesta cristiana de la Espiritualidad Juvenil Salesiana,
como de los principios metodológicos de la pedagogía salesiana,
es decir, del Sistema Preventivo: con atención prioritaria a los
jóvenes más pobres y con mayores dificultades.

380
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Es obligado mantener constantemente el contacto con la


realidad juvenil, continuamente mudable en una cultura
cambiante, considerándola siempre no en términos de simple
destinatarios, sino como lugar teológico.
Este es el “hilo conductor” que atraviesa todas las dimensiones
y los aspectos de la acción pastoral y del PEPS. El PEPS, antes
que un texto, es un proceso comunitario que tiende a generar
en la CEP una confluencia operativa en torno a los criterios,
objetivos y líneas de acción comunes. Por ser un proceso
de la mente y del corazón, evita la dispersión de la acción y
reconstruye su carácter integral y su convergencia educativa;
al mismo tiempo, crea y refuerza en la CEP la conciencia de la
misión común y profundiza la vocación educativopastoral que
hay que compartir y evaluar ininterrumpidamente. El PEPS, por
consiguiente, es un elemento que identifica y traza los caminos
de la CEP, sujeto de la acción educativo-pastoral (cfr. Reg. 5).
Proyectar no ayuda solo a orientar y verificar continuamente la
acción pastoral, para que logre siempre una mayor inculturación
y sea más consciente de los desafíos. Proyectar resulta también
un proceso de identificación comunitaria, tarea todavía más
urgente dado que estamos llamados a educar a la fe en una
situación de nueva evangelización. La CEP se siente estimulada
a reflexionar sobre la propia identidad y sobre su propio
proyecto operativo. Un nuevo escenario la compromete en una
tarea de particular desafío: proponer itinerarios adecuados a las
situaciones específicas en que se encuentran los jóvenes.
Hoy no se puede pensar el PEPS solo en referencia al entorno de
la obra salesiana; todas las instituciones, sobre todo las educativas,
entran en un sistema más vasto de relaciones con el cual se
confrontan y dentro del cual interactúan. Se debe considerar el

381
reflejo que la acción salesiana tiene fuera de la obra, pensada como
centro de amplia convocatoria y agente de transformación educativa.
La eficacia de la evangelización desafía a la CEP a trabajar
armónicamente, según la lógica de la alianza educativa, abierta
a las aportaciones del territorio. Apuntar hacia este servicio
de coordinación y de red implica un compromiso serio de dar
un paso adelante respecto a la simple gestión de las propias
obras y servicios: requiere pasar del desarrollo cuidadoso
de las actividades elaboradas internamente, a la capacidad
comunicativa y comprometedora de valores típicos de la misión
y espiritualidad salesiana.
Implica, además, prolongar el diálogo con las instituciones
educativas, sociales y religiosas que actúan en la misma área;
abrirse a través del espacio creado por las tecnologías modernas,
capaces de construir relaciones, y establecer un diálogo efectivo
con los más diversos interlocutores que tienen incidencia sobre
la vida de los muchachos.
El punto focal hacia el que convergen las líneas doctrinales
y operativas del Sistema Preventivo es el PEPS. El proyecto
apostólico salesiano, en todas sus dimensiones, encuentra sus
raíces y su descripción cuidadosa en las Constituciones de la
Sociedad de San Francisco de Sales, nn. 31-39: “Nuestro servicio
educativo pastoral”.
La acción educativo-pastoral salesiana es un proceso dinámico
que se desarrolla en algunas dimensiones fundamentales,
como aspectos integrantes y complementarios, un marco de
referencia antropológica, pedagógica y espiritual coherente con
el acompañamiento de los jóvenes en el delicado proceso de
crecimiento de su humanidad en la fe.

382
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

El PEPS, en su unidad orgánica, integra estos diferentes


aspectos y elementos de la Pastoral Salesiana en un proceso
único orientado a una meta bien identificada.
Este proceso se articula en cuatro aspectos fundamentales,
mutuamente relacionados y complementarios, que llamamos
“dimensiones” (cfr. Const. 32-37; Reg. 6-9). Ellas son el contenido
vital y dinámico de la Pastoral Juvenil Salesiana e indican su
finalidad. Cada una de ellas tiene un objetivo específico que
la hace singular, aun estando íntimamente conectadas. No
son etapas organizadas rigurosamente en sucesión, sino que se
integran en el dinamismo unitario del crecimiento del joven.
En la base de este planteamiento, hay un preciso horizonte
antropológico, educativo y teológico: el crecimiento implica una
confluencia de la madurez humana y del sentido cristiano de la
vida, en la lógica de un itinerario. Las dimensiones se reclaman,
en cada intervención, en cada obra y servicio. En este sentido
consideramos “transversal” su presencia en el PEPS. Se pueden
comprender las dimensiones como vasos comunicantes, que no
solo se reclaman una a otra idealmente, sino que se alimentan
mutuamente. Aun cuando en la descripción son sucesivas,
conviene advertir que forman todas una unidad: cada una
aporta al conjunto su especificidad, y también recibe de las
otras una orientación y algunas acentuaciones originales.
Son inseparables y se determinan recíprocamente de modo
que no se puede desarrollar una sin referencia explícita a las
otras. Están presentes según la lógica de un sistema, donde
la dinámica de un elemento suscita la presencia de todos los
demás. Esta unidad y correlación debe hacerse explícita en
los objetivos y en las estrategias del PEPS de todas las obras
de la Inspectoría, con la seguridad de que cada paso y cada

383
intervención se insertan en un proceso de crecimiento humano
y cristiano unitario, respondiendo a la pregunta: ¿qué tipo de
joven debe promoverse para que pueda llegar a ser «adulto
en la fe»? Teniendo presentes las diversidades culturales y
territoriales que condicionan el modelo cristiano y exigen
importantes integraciones, las dimensiones orientan para
definir la identidad cristiana del joven en la Iglesia y en la
sociedad contemporánea.
La articulación de las dimensiones nace de una concepción
respetuosa de la complejidad del crecimiento de la persona y
de un proyecto que tiene como finalidad su salvación global,
interesándose por las dinámicas divinas y humanas que actúan
conjuntamente de hecho en la historia del mundo.
Esta síntesis orgánica expresada en las dimensiones constituye
la característica de la Pastoral Juvenil Salesiana:
• la dimensión de la educación a la fe (cfr. Const. 22, 33, 34, 36;
Reg. 7, 13): implícita o explícitamente, todo proyecto pastoral
cuida la orientación de los jóvenes al encuentro con Jesucristo
y la transformación de su vida según el Evangelio;
• la dimensión educativo-cultural (cfr. Const. 31, 32; Reg. 4,6):
se va al encuentro de los jóvenes en la situación en la que se
encuentran, estimulando el desarrollo de todos sus recursos
humanos y abriéndolos al sentido de la vida;
• la dimensión de la experiencia asociativa (cfr. Const. 35; Reg. 8): se
favorece la maduración de la experiencia de grupo hasta descubrir
la Iglesia como comunión de creyentes en Cristo y madurar una
clara pertenencia eclesial;
• la dimensión vocacional (cfr. Const. 34, 35, 37; Reg. 9):
se acompaña el descubrimiento de la vocación y el propio

384
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

proyecto de vida dirigidos a un compromiso de transformación


del mundo según el proyecto de Dios.
El conjunto de estas cuatro dimensiones constituye la dinámica
interna de la Pastoral Juvenil Salesiana: es un marco de
referencias que dan calidad, y que puede ayudarnos a elaborar
con los jóvenes, en las situaciones concretas, propuestas
educativas proporcionadas. Estas cuatro dimensiones nos
permiten, en su armonía, una variedad orgánica de propuestas
y una comprensión amplia de la pastoral de los jóvenes, abierta
a todos. El camino de la pastoral de los adolescentes y de los
jóvenes, a medida que se desarrolla, pone en práctica múltiples
intervenciones (por la diversidad de las situaciones juveniles),
integrales (dirigidas a la totalidad de la persona). A veces las
condiciones sociales y culturales en las que los jóvenes viven
están fuertemente condicionadas y se debe actuar dentro de
instituciones educativas que tienen finalidades específicas.
En este caso, es necesario elaborar itinerarios que asuman las
situaciones concretas (jóvenes trabajadores, jóvenes estudiantes
de la escuela, jóvenes en situación particular de marginación)
siempre en la perspectiva de la centralidad del joven y de su
experiencia de vida.
El PEPS promueve el crecimiento de una fe viva con
compromisos educativos y pastorales transversales, enraizados
en nuestro carisma:
• La animación de las vocaciones apostólicas
• La animación misionera y del voluntariado en sus diversas
formas
• La comunicación social
El MJS no es una asociación, sino que está constituido por jóvenes

385
que pertenecen a diversas asociaciones o grupos, animados por
la Pastoral Juvenil Salesiana. Al no ser una asociación, abre las
puertas a todos, puesto que su servicio está dirigido a la Iglesia
y a todos los jóvenes. Esto, de hecho, no nos impide testimoniar
a Cristo, compartir su Misterio con otros jóvenes reunidos por
la misma fe y anunciarlo con alegría a quien todavía no lo ha
acogido. El MJS participa del carisma salesiano, es su expresión
en el ámbito laical juvenil.

386
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

387
Segunda Parte
REVISIÓN DE LA VIDA

388
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

1. SCRUTINIUM PERSONAL

A partir de nuestras Constituciones y Reglamentos


26. El Señor indicó a Don Bosco, como primeros y principales
destinatarios de su misión, a los jóvenes, especialmente a los
más pobres.

Llamados a esa misma misión, nos percatamos de su extrema


importancia: los jóvenes viven los años en que hacen opciones
de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad
y de la Iglesia.

Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la


juventud pobre, abandonada y en peligro, la que tiene mayor
necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre
todo, en los lugares de mayor pobreza. (R 1.3.11. 15.26).

¿Siento gusto trabajando al servicio de los jóvenes más pobres


y necesitados? En mi servicio pastoral ¿privilegio a los jóvenes
más necesitados? ¿Me preocupo por conocer la realidad de los
jóvenes a quienes sirvo? ¿Estoy atento a sus pobrezas que no son
solamente materiales?

28. Como respuesta a las necesidades de su pueblo, el Señor


llama, continuamente y con variedad de dones, a seguirlo por el
servicio del Reino.

Estamos convencidos de que hay muchos jóvenes ricos en


recursos espirituales y con gérmenes de vocación apostólica.

389
Les ayudamos a descubrir, acoger y madurar el don de la
vocación seglar, consagrada o sacerdotal, para bien de toda la
Iglesia y de la familia salesiana.

Con idéntica solicitud cultivamos las vocaciones adultas. (R


9.16.17).

En mi servicio pastoral, la pastoral vocacional ¿ocupa un lugar


privilegiado? ¿Me preocupo por asumir la pastoral vocacional
como misión propia de todo salesiano? ¿Ofrezco el servicio de
acompañamiento espiritual?

29. El compromiso preferente por los jóvenes pobres se armoniza


con el servicio pastoral a los ambientes populares.

Reconocemos los valores evangélicos de que son portadores y


la necesidad que tienen de ser acompañados en el esfuerzo de
promoción humana y de crecimiento en la fe. Los sostenemos,
por tanto, con todos los medios que inspira la caridad cristiana.

Prestamos nuestra atención a los seglares responsables de la


evangelización del ambiente, y a la familia, donde coinciden
las diversas generaciones y edifican el futuro del hombre. (R
14.25.26).

En mi servicio pastoral, ¿Tengo la actitud de aprender de las


personas con las que trabajo, recibiendo también de sus valores?
¿Aporto lo mejor de mí en el proyecto de promoción en el que
estoy inserto? ¿Me preocupo por la formación de los laicos con
los que trabajo? ¿En qué se traduce esta preocupación?

30. Los pueblos aún no evangelizados fueron objeto especial de la


solicitud y pasión apostólica de Don Bosco, y siguen apremiando

390
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y manteniendo vivo nuestro celo. En el trabajo misionero


reconocemos un rasgo esencial de nuestra Congregación.

Con la acción misionera realizamos una obra de paciente


evangelización y plantación de la Iglesia en un grupo humano.
Esta obra moviliza todos los recursos educativos y pastorales
típicos de nuestro carisma.

A ejemplo del Hijo de Dios, que en todo se hizo semejante a sus


hermanos, el misionero salesiano hace suyos los valores de esos
pueblos y comparte sus angustias y sus esperanzas. (R 18-24).

Si soy misionero, ¿he asumido los valores, la realidad de las


personas con las que trabajo? ¿Me preocupo por cultivar un
interés por las misiones salesianas? ¿Impulso actividades
misioneras al interior de la ciudad o del país?

31. Nuestra misión participa en la misión de la Iglesia, que


realiza el plan salvífico de Dios, la venida de su Reino, llevando
a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el
desarrollo del orden temporal.

Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción


integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto. Fieles
a la idea de Don Bosco, nuestro objetivo es formar honrados
ciudadanos y buenos cristianos.

En mi servicio pastoral ¿tengo presente que es educativo y


evangelizador? ¿Me preocupo de la promoción integral de las
personas con las que trabajo? ¿En qué se traduce mi aporte para
que las personas con las que trabajo sean buenos cristianos y
honestos ciudadanos?

391
32. Como educadores, colaboramos con los jóvenes, para
desarrollar sus talentos y aptitudes hasta la plena madurez.

En las diversas circunstancias compartimos con ellos el pan, y


promovemos su competencia profesional y formación cultural.

Siempre y en todos los casos, les ayudamos a abrirse a la verdad y


a adquirir una libertad responsable. Con ese fin, nos esforzamos
por suscitar en ellos la convicción y el gusto de los valores
auténticos, que los orienten al diálogo y al servicio. (R 4.6)

R6. Indíquense en el proyecto, y cuídense en la práctica mediante


itinerarios convenientes, los aspectos que son característicos
de nuestra pedagogía: la participación responsable y activa de
los jóvenes; una delicada educación del amor; la seriedad en la
formación cultural, social y profesional, y la comunicación en
sus expresiones artísticas y recreativas. C 32.33.

R7. El proyecto tenga como núcleo central un plan explícito de


educación en la fe, que acompañe a los jóvenes en su desarrollo,
y coordine las diversas formas de catequesis, las celebraciones y
los compromisos apostólicos. C 34.36.

R8. Favorézcase la creación de grupos y asociaciones según la edad


y los intereses de los jóvenes, y procúrese que haya continuidad.
Promuévanse, en especial, los grupos de compromiso cristiano
y los que participan en la misión salesiana y viven su espíritu.

Exista sensibilidad por el movimiento ecuménico local y


acójanse sus indicaciones, sobre todo en las zonas donde haya
confesiones diversas. C 35.

392
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

¿Me preocupo que mi CEP tenga un PEPS? ¿He tomado parte


en su elaboración? ¿Conozco el Cuadro Fundamental de la
Pastoral Juvenil? ¿Tengo en cuenta las cuatro dimensiones que
deben estar presente en todo mi servicio educativo pastoral?

33. Don Bosco vio con claridad el alcance social de su obra.

Trabajamos en ambientes populares y en favor de los jóvenes


pobres. Los educamos para las responsabilidades morales,
profesionales y sociales colaborando con ellos, y contribuimos
a la promoción del grupo y del ambiente.

Participamos, desde nuestra condición de religiosos, en el


testimonio y compromiso de la Iglesia por la justicia y la paz.
Manteniéndonos independientes de toda ideología y política de
partido, rechazamos cuanto favorece la miseria, la injusticia y la
violencia, y cooperamos con quienes construyen una sociedad
más digna del hombre.

La promoción, a la que nos dedicamos con espíritu evangélico,


realiza el amor liberador de Cristo y es signo de la presencia del
Reino de Dios. (R 6.26)

¿Me preocupo por la evangelización-educación de las


personas que me han sido confiadas? ¿Me preocupo de un
compromiso sociopolítico coherente con su fe? ¿Mis criterios
de discernimiento son evangélicos, independientes de toda
ideología?

34. Esta Sociedad comenzó siendo una simple catequesis.


También para nosotros la evangelización y la catequesis son la
dimensión fundamental de nuestra misión.

393
Como Don Bosco, estamos llamados, todos y en todas las
ocasiones, a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia más
eminente es, por tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra
alegría más íntima, revelar a todos, las riquezas insondables
de su misterio.

Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del


Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su
Evangelio el sentido supremo de su propia existencia, crezcan
como hombres nuevos.

La Virgen María es una presencia materna en este camino.


La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó y que
auxilia e infunde esperanza.

¿Las personas a las que he sido enviado a servir han descubierto


en mí a un evangelizador? ¿Alimento mi servicio educativo
pastoral con una sólida vida espiritual? ¿Me preocupo de que
las personas con las que trabajo se encuentren profundamente
con Cristo? ¿Difundo la devoción a la Virgen Auxiliadora con
el mismo amor de Don Bosco?

35. Encaminamos a los jóvenes hacia una experiencia de vida


eclesial con su entrada y participación en una comunidad de fe.

Con ese fin, animamos y promovemos grupos y movimientos de


formación y de acción apostólica y social. En éstos, los jóvenes
crecen en la conciencia de sus responsabilidades personales, y
aprenden a dar su insustituible aportación a la transformación
del mundo y a la vida de la Iglesia, haciéndose ellos mismos los
primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes. (R 8)

394
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

¿Tengo en cuenta las orientaciones pastorales de la Iglesia


universal y local? ¿Me preocupo por que los jóvenes realicen
una experiencia comunitaria eclesial? ¿Doy la importancia que
corresponde al MJS? ¿Promuevo su inserción eclesial y social
como apóstoles transformadores de la sociedad?

36. Iniciamos a los jóvenes en la participación consciente y


activa en la liturgia de la Iglesia, cumbre y fuente de toda la
vida cristiana.

Con ellos celebramos el encuentro con Cristo en la escucha de


la Palabra, en la oración y en los sacramentos.

La Eucaristía y la Reconciliación, celebrada asiduamente,


ofrecen recursos de excepcional valor para educar en la
libertad cristiana, en la conversión del corazón y en el espíritu
de compartir y servir dentro de la comunidad eclesial. (R 7)

¿Me preocupo por educar a los jóvenes en el encuentro personal


con Cristo en la oración, la escucha de la Palabra de Dios,
la celebración de los Sacramentos? ¿Doy testimonio de este
encuentro con mi vida? ¿Acompaño a los jóvenes en su proceso?

38. Para realizar nuestro servicio educativo y pastoral, Don


Bosco nos legó el sistema preventivo.

Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y


en el amor: no apela a imposiciones, sino a los recursos de la
inteligencia, del corazón y del anhelo de Dios, que todo hombre
lleva en lo más profundo de su ser.

Asocia en una misma experiencia de vida a educadores y a


jóvenes, dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo.

395
Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se
encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para
que adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan
haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de
su humanidad en la fe. (R 4.5.13.15)

¿Me preocupo por hacer vida el sistema preventivo de Don


Bosco? ¿Me esfuerzo por crear un ambiente de familia?
¿Procuro que los jóvenes se sientan amados? ¿Les acompaño en
su caminar, respetando su realidad y proceso?

39. La práctica del sistema preventivo requiere en nosotros una


actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de entrar en contacto
con los jóvenes. Aquí con vosotros me encuentro bien; mi vida
es precisamente estar con vosotros.

Estamos en medio de los jóvenes como hermanos, con una


presencia activa y amistosa, que favorece todas sus iniciativas
para crecer en el bien y los estimula a liberarse de toda
esclavitud, a fin de que el mal no domine su fragilidad.

Esta presencia nos abre al conocimiento vital del mundo


juvenil y a la solidaridad con todos los aspectos auténticos de
su dinamismo.

¿Miro el mundo de los jóvenes con simpatía? ¿Me encuentro


bien entre ellos?¿mi presencia en medio de ellos es proactiva,
doy el primer paso? ¿Les estimulo a crecer construyendo
desde lo positivo que poseen? ¿Me esfuerzo por conocer la
realidad de los jóvenes de hoy? ¿Conozco los estudios que hay
sobre temas juveniles?

396
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

40. Don Bosco vivió una típica experiencia pastoral en su primer


oratorio, que para los jóvenes fue casa que acoge, parroquia que
evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde
se comparte la amistad y la alegría.

Al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue


siendo criterio permanente de discernimiento y renovación de
toda actividad y obra.

¿Me preocupo por hacer realidad que nuestra obra tenga las
características de la experiencia de Valdocco: casa, parroquia,
escuela, patio? ¿Son los criterios oratorianos los que iluminan
mi discernimiento en la toma de decisiones?

43. Actuamos en el sector de la comunicación social. Es un


campo de acción significativo, que figura entre las prioridades
apostólicas de la misión salesiana.

Nuestro Fundador intuyo el valor de esta escuela de masas,


que crea cultura y difunde modelos de vida, y, para defender
y sostener la fe del pueblo, acometió empresas apostólicas
originales.

Siguiendo su ejemplo, aprovechamos como dones de Dios las


grandes posibilidades que la comunicación social nos ofrece
para la educación y la evangelización. (R 31-34.41)

¿Tengo una mirada positiva de los MCS? ¿Soy libre de ellos,


usándolos como medios? ¿Los aprovecho para la educación
evangelización de los jóvenes? ¿Me esfuerzo por educar a los
jóvenes a una mirada crítica de los MCS desde el Evangelio?

397
47. En nuestras obras formamos la comunidad educativa y
pastoral. Ésta, en clima de familia, integra a jóvenes y adultos,
padres y educadores, de modo que pueda convertirse en una
experiencia de Iglesia, reveladora del plan de Dios.

En esta comunidad los seglares asociados a nuestro trabajo


aportan la originalidad de su experiencia y de su modelo de vida.

Acogemos y fomentamos su colaboración, y les ofrecemos la


posibilidad de conocer y profundizar el espíritu salesiano y la
práctica del sistema preventivo.

Favorecemos el crecimiento espiritual de cada uno y, a quien


sea llamado a ello, le proponemos que comparta más de cerca
nuestra misión en la familia salesiana. (R 4.5.148).

¿Me esfuerzo por crear un ambiente de familia al interior de


la CEP? ¿Colaboro activamente para que nuestra CEP sea una
experiencia de Iglesia? ¿Acojo, valoro y doy plena cabida a la
acción de los laicos en nuestra CEP? ¿Me esfuerzo por que se
empapen de nuestra espiritualidad? ¿Los invito a ser parte de
la Familia Salesiana?

398
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

2. SCRUTINIUM COMUNITARIO

A partir de la lectura de nuestras Constituciones y Reglamentos


26. El Señor indicó a Don Bosco, como primeros y principales
destinatarios de su misión, a los jóvenes, especialmente a los
más pobres.

Llamados a esa misma misión, nos percatamos de su extrema


importancia: los jóvenes viven los años en que hacen opciones
de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad
y de la Iglesia.

Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la


juventud pobre, abandonada y en peligro, la que tiene mayor
necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre
todo, en los lugares de mayor pobreza. (R 1.3.11. 15.26).

39. La práctica del sistema preventivo requiere en nosotros una


actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de entrar en contacto
con los jóvenes. Aquí con vosotros me encuentro bien; mi vida
es precisamente estar con vosotros.

Estamos en medio de los jóvenes como hermanos, con una


presencia activa y amistosa, que favorece todas sus iniciativas
para crecer en el bien y los estimula a liberarse de toda
esclavitud, a fin de que el mal no domine su fragilidad.

Esta presencia nos abre al conocimiento vital del mundo


juvenil y a la solidaridad con todos los aspectos auténticos de
su dinamismo.

399
En nuestra planificación y toma de decisiones ¿privilegiamos
el servicio en medio de los más pobres? ¿Miramos el mundo
de los jóvenes con simpatía? ¿Qué estrategias comunitarias de
encuentro con los jóvenes hemos implementado? ¿Nos sentimos
a gusto trabajando al servicio de los jóvenes más pobres y
necesitados, buscando su crecimiento pleno, especialmente su
configuración a Cristo? ¿Estamos atentos a conocer la realidad
juvenil? ¿Qué estrategias hemos implementado como comunidad
para conocerles, más allá de las percepciones personales?

27. Los jóvenes de los ambientes populares que se orientan


hacia el trabajo y los jóvenes obreros, encuentran a menudo
dificultades y fácilmente están expuestos a injusticias.

Imitando la solicitud de Don Bosco, nos dirigimos a ellos, a


fin de hacerlos idóneos para ocupar con dignidad su puesto en
la sociedad y en la Iglesia, y para que tomen conciencia de su
papel en la transformación cristiana de la vida social. (R 2).

En nuestro servicio educativo pastoral, ¿Qué estrategias hemos


impulsado para responder a las necesidades de los jóvenes del
mundo del trabajo?

28. Como respuesta a las necesidades de su pueblo, el Señor


llama, continuamente y con variedad de dones, a seguirlo por el
servicio del Reino.

Estamos convencidos de que hay muchos jóvenes ricos en


recursos espirituales y con gérmenes de vocación apostólica.

Les ayudamos a descubrir, acoger y madurar el don de la


vocación seglar, consagrada o sacerdotal, para bien de toda la
Iglesia y de la familia salesiana.

400
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Con idéntica solicitud cultivamos las vocaciones adultas. (R 9.16.17).

37. Educamos a los jóvenes para que desarrollen su propia


vocación humana y bautismal, mediante una vida diaria
progresivamente inspirada y unificada por el Evangelio.

El clima de familia, de acogida y de fe creado por el testimonio


de una comunidad que se entrega con alegría, es el ambiente
más eficaz para descubrir y orientar vocaciones.

Esta obra de colaboración al plan de Dios, coronamiento de toda


nuestra labor educativo-pastoral, se sostiene con la oración y el
contacto personal, sobre todo en la dirección espiritual. (R 9.16.17)

R9. Trabájese en la orientación vocacional de los jóvenes, con la ayuda


de educadores preparados y programando actividades adecuadas.

Téngase sensibilidad especial para descubrir y seguir, con


iniciativas oportunas, a los jóvenes que presenten indicios de
vocación de seglar, de religioso o de sacerdote. C 37

¿Le damos la importancia que requiere a la pastoral vocacional?


¿La hemos asumido como comunidad? ¿Ofrecemos el
necesario acompañamiento espiritual? ¿Qué estrategias hemos
implementado?

29. El compromiso preferente por los jóvenes pobres se armoniza


con el servicio pastoral a los ambientes populares.

Reconocemos los valores evangélicos de que son portadores y


la necesidad que tienen de ser acompañados en el esfuerzo de
promoción humana y de crecimiento en la fe. Los sostenemos,
por tanto, con todos los medios que inspira la caridad cristiana.

401
Prestamos nuestra atención a los seglares responsables
de la evangelización del ambiente, y a la familia, donde
coinciden las diversas generaciones y edifican el futuro del
hombre. (R 14.25.26).

¿Tenemos la actitud de aprender de las personas con las que


trabajamos, recibiendo también de sus valores? ¿Qué estrategias
de promoción estamos impulsando? ¿Qué formación les
estamos ofreciendo a los laicos? ¿Tenemos un plan de acción
al respecto?

30. Los pueblos aún no evangelizados fueron objeto especial de la


solicitud y pasión apostólica de Don Bosco, y siguen apremiando
y manteniendo vivo nuestro celo. En el trabajo misionero
reconocemos un rasgo esencial de nuestra Congregación.

Con la acción misionera realizamos una obra de paciente


evangelización y plantación de la Iglesia en un grupo humano.
Esta obra moviliza todos los recursos educativos y pastorales
típicos de nuestro carisma.

A ejemplo del Hijo de Dios, que en todo se hizo semejante a


sus hermanos, el misionero salesiano hace suyos los valores
de esos pueblos y comparte sus angustias y sus esperanzas.
(R 18-24).

¿Tenemos una actitud misionera en nuestro servicio educativo


pastoral? ¿Asumimos los valores de nuestra cultura?
¿Sintonizamos con las misiones salesianas? ¿Impulsamos
actividades misioneras al interior de la ciudad o del país?

31. Nuestra misión participa en la misión de la Iglesia, que


realiza el plan salvífico de Dios, la venida de su Reino, llevando

402
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el


desarrollo del orden temporal.

Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción


integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto. Fieles
a la idea de Don Bosco, nuestro objetivo es formar honrados
ciudadanos y buenos cristianos.

¿Hemos asumido el binomio inseparable de educar-evangelizar?


¿Nos preocupa ofrecer un encuentro con Jesús que impulsa a
crecer al máximo como persona? ¿En qué se traduce nuestro
educar “buenos cristianos y honestos ciudadanos? ¿Hemos
cuidado que en nuestro PEPS esta característica de nuestra
pastoral esté plenamente asumido? ¿Lo evaluamos?

32. Como educadores, colaboramos con los jóvenes, para


desarrollar sus talentos y aptitudes hasta la plena madurez.

En las diversas circunstancias compartimos con ellos el pan, y


promovemos su competencia profesional y formación cultural.

Siempre y en todos los casos, les ayudamos a abrirse a la verdad y


a adquirir una libertad responsable. Con ese fin, nos esforzamos
por suscitar en ellos la convicción y el gusto de los valores
auténticos, que los orienten al diálogo y al servicio. (R 4.6)

R6. Indíquense en el proyecto, y cuídense en la práctica mediante


itinerarios convenientes, los aspectos que son característicos
de nuestra pedagogía: la participación responsable y activa de
los jóvenes; una delicada educación del amor; la seriedad en la
formación cultural, social y profesional, y la comunicación en
sus expresiones artísticas y recreativas. C 32.33.

403
R7. El proyecto tenga como núcleo central un plan explícito de
educación en la fe, que acompañe a los jóvenes en su desarrollo,
y coordine las diversas formas de catequesis, las celebraciones y
los compromisos apostólicos. C 34.36.

R8. Favorézcase la creación de grupos y asociaciones según la edad


y los intereses de los jóvenes, y procúrese que haya continuidad.
Promuévanse, en especial, los grupos de compromiso cristiano
y los que participan en la misión salesiana y viven su espíritu.

Exista sensibilidad por el movimiento ecuménico local y


acójanse sus indicaciones, sobre todo en las zonas donde haya
confesiones diversas. C 35.

¿Qué estrategias hemos implementado para responder a las


necesidades materiales de los jóvenes a quienes servimos?
¿Conozco el Cuadro Fundamental de la Pastoral Juvenil?
¿Tenemos nuestro PEPS? ¿Hemos participado en su
elaboración? ¿Hemos cuidado la presencia transversal de las
cuatro dimensiones? ¿Lo evaluamos? ¿Impulsamos la ejecución
de los ajustes necesarios?

33. Don Bosco vio con claridad el alcance social de su obra.

Trabajamos en ambientes populares y en favor de los jóvenes


pobres. Los educamos para las responsabilidades morales,
profesionales y sociales colaborando con ellos, y contribuimos
a la promoción del grupo y del ambiente.

Participamos, desde nuestra condición de religiosos, en el


testimonio y compromiso de la Iglesia por la justicia y la paz.
Manteniéndonos independientes de toda ideología y política de
partido, rechazamos cuanto favorece la miseria, la injusticia y la

404
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

violencia, y cooperamos con quienes construyen una sociedad


más digna del hombre.

La promoción, a la que nos dedicamos con espíritu evangélico,


realiza el amor liberador de Cristo y es signo de la presencia del
Reino de Dios. (R 6.26)

¿Hemos asumido la evangelización-educación de las personas


del ambiente en el que servimos? ¿Les ofrecemos una formación
en el compromiso sociopolítico coherente con su fe? ¿Nuestros
criterios de discernimiento son evangélicos, independientes de
toda ideología?

34. Esta Sociedad comenzó siendo una simple catequesis.


También para nosotros la evangelización y la catequesis son la
dimensión fundamental de nuestra misión.

Como Don Bosco, estamos llamados, todos y en todas las ocasiones,


a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia más eminente es, por
tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra alegría más íntima, revelar
a todos, las riquezas insondables de su misterio.

Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del


Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su
Evangelio el sentido supremo de su propia existencia, crezcan
como hombres nuevos.

La Virgen María es una presencia materna en este camino.


La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó y que
auxilia e infunde esperanza.

¿Somos una comunidad que da testimonio del seguimiento


de Cristo? ¿De qué modo estamos alimentando nuestra

405
identidad de discípulos-misioneros? ¿Qué estrategias de
acompañamiento espiritual hemos asumido? ¿Cultivamos
una profunda devoción mariana? ¿Qué estrategias hemos
impulsado para difundir su devoción?

35. Encaminamos a los jóvenes hacia una experiencia de vida


eclesial con su entrada y participación en una comunidad de fe.

Con ese fin, animamos y promovemos grupos y movimientos de


formación y de acción apostólica y social. En éstos, los jóvenes
crecen en la conciencia de sus responsabilidades personales, y
aprenden a dar su insustituible aportación a la transformación
del mundo y a la vida de la Iglesia, haciéndose ellos mismos los
primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes. (R 8)

48. La Iglesia particular es el lugar donde la comunidad vive


y realiza su compromiso apostólico. Nos incorporamos a su
pastoral, que tiene en el obispo su primer responsable y en las
directrices de las conferencias episcopales, un principio de
acción de mayor alcance.

Le ofrecemos la aportación de la obra y la pedagogía salesiana,


y de ella recibimos orientaciones y apoyo.

Para lograr una conexión más orgánica, compartimos iniciativas


con los grupos de la familia salesiana y con otros institutos
religiosos.

Estamos dispuestos a cooperar con los organismos civiles de


educación y de promoción social. (R 2.13.25.35)

¿Hemos asumido las orientaciones pastorales de la Iglesia


universal y local? ¿Qué experiencia comunitaria eclesial

406
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

estamos ofreciendo? ¿Damos la importancia que corresponde


al MJS? ¿Promovemos la inserción eclesial y social de los
jóvenes como apóstoles transformadores de la sociedad? ¿Qué
estrategias hemos impulsado? ¿Con qué instituciones estamos
trabajando para servir de mejor modo a las personas que se
nos han sido confiadas? ¿Trabajamos en equipo con ellas?
¿Cuidamos de aportar nuestra propia riqueza?

36. Iniciamos a los jóvenes en la participación consciente y


activa en la liturgia de la Iglesia, cumbre y fuente de toda la
vida cristiana.

Con ellos celebramos el encuentro con Cristo en la escucha de


la Palabra, en la oración y en los sacramentos.

La Eucaristía y la Reconciliación, celebrada asiduamente,


ofrecen recursos de excepcional valor para educar en la
libertad cristiana, en la conversión del corazón y en el espíritu
de compartir y servir dentro de la comunidad eclesial. (R 7)

¿Compartimos con los jóvenes nuestro encuentro comunitario


con Cristo en la oración, la escucha de la Palabra de Dios,
la celebración de los Sacramentos? ¿Qué acciones estamos
realizando? ¿De qué modo estamos acompañando a los jóvenes
en su proceso?

¿Nos preocupamos de profundizar el conocimiento del “sistema


preventivo de Don Bosco”, cómo? ¿Impulsamos el ambiente
de familia donde servimos? ¿Impulsamos acciones que hagan
que los jóvenes se sientan amados? ¿Les acompañamos en su
caminar, respetando su realidad y proceso?

407
40. Don Bosco vivió una típica experiencia pastoral en su primer
oratorio, que para los jóvenes fue casa que acoge, parroquia que
evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde
se comparte la amistad y la alegría.

Al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue


siendo criterio permanente de discernimiento y renovación de
toda actividad y obra.

¿Qué estrategias, presentes en nuestro PEPS, cuidan la


presencia permanente de las características de la experiencia
de Valdocco: casa, parroquia, escuela, patio? ¿Son los criterios
oratorianos los que iluminan mi discernimiento en la toma de
decisiones?

43. Actuamos en el sector de la comunicación social. Es un


campo de acción significativo, que figura entre las prioridades
apostólicas de la misión salesiana.

Nuestro Fundador intuyo el valor de esta escuela de masas,


que crea cultura y difunde modelos de vida, y, para defender
y sostener la fe del pueblo, acometió empresas apostólicas
originales.

Siguiendo su ejemplo, aprovechamos como dones de Dios las


grandes posibilidades que la comunicación social nos ofrece
para la educación y la evangelización. (R 31-34.41)

R32. Esfuércense los salesianos por formar a los jóvenes en la


comprensión de los lenguajes de la comunicación social y en

408
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

el sentido crítico, estético y moral. Favorezcan las actividades


musicales y teatrales y los círculos de lectura y de cine. (C 6.43)

R33. Poténciense los canales de información y diálogo dentro


y fuera de la Congregación y la familia salesiana (boletines,
ANS, cortometrajes, vídeo-cintas...), utilizando oportunamente
también los medios que ofrecen las nuevas técnicas.

Los centros editoriales que actúan en la misma nación o región,


busquen formas convenientes de colaboración encaminadas a
desarrollar un proyecto unitario. (C 6.43.59)

¿Tenemos una mirada positiva de los MCS? ¿Somos libres de


ellos, usándolos como medios? ¿Los aprovechamos para la
educación evangelización de los jóvenes? ¿Nos mantenemos al
día al respecto? ¿De qué modo estamos educando a una mirada
crítica de los MCS desde el Evangelio? ¿Aprovechamos los
MCS institucionales? ¿Cuidamos su calidad? ¿Los difundimos?

44. El mandato apostólico, que nos confía la Iglesia, lo reciben


y realizan, en primer lugar; las comunidades inspectoriales y
locales. Sus miembros tienen funciones complementarias, con
incumbencias todas ellas importantes. Son conscientes de que
la cohesión y la corresponsabilidad fraterna permiten lograr los
objetivos pastorales.

El inspector y el director, como animadores del diálogo


y la participación, guían el discernimiento pastoral de la
comunidad, para que camine unida y fiel en la realización del
proyecto apostólico.

¿Nuestro proyecto está en sintonía con las opciones


inspectoriales?¿Asumimos con seriedad las indicaciones de la

409
visita inspectorial?

47. En nuestras obras formamos la comunidad educativa y


pastoral. Ésta, en clima de familia, integra a jóvenes y adultos,
padres y educadores, de modo que pueda convertirse en una
experiencia de Iglesia, reveladora del plan de Dios.

En esta comunidad los seglares asociados a nuestro trabajo


aportan la originalidad de su experiencia y de su modelo de vida.

Acogemos y fomentamos su colaboración, y les ofrecemos la


posibilidad de conocer y profundizar el espíritu salesiano y la
práctica del sistema preventivo.

Favorecemos el crecimiento espiritual de cada uno y, a quien


sea llamado a ello, le proponemos que comparta más de cerca
nuestra misión en la familia salesiana. (R 4.5.148).

R5. La actuación de nuestro proyecto requiere que se forme la


comunidad educativo-pastoral en todos los ambientes y obras.
Su núcleo animador es la comunidad religiosa.

Estén presentes los salesianos en la elaboración, realización y


revisión del proyecto, y hagan que en clima de familia participen
en él los jóvenes, los padres y los colaboradores, cada uno según
su propia función. (C 38.47).

¿Hemos asumido nuestro rol comunitario en nuestra CEP? ¿Nos


preocupamos de impulsar todas las estrategias que ayudan en la
construcción de un ambiente de familia al interior de la CEP?
¿Es nuestra CEP sea una experiencia de Iglesia? ¿Qué cuidado
tenemos de los laicos? ¿Les ofrecemos formación salesiana de

410
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

calidad? ¿Los invitamos a ser parte de la Familia Salesiana?

R11. El oratorio es un ambiente educativo que, con inquietud


misionera, se abre a los niños y a los jóvenes.

Esté organizado como servicio comunitario que, teniendo


por objetivo la evangelización, ofrece a las personas y a los
grupos la posibilidad de desarrollar sus propios intereses, con
modalidades y métodos diferenciados.

Las actividades tengan siempre finalidad educativa, y lleven a


un empleo sano del tiempo. (C 42)

R12. El centro juvenil es un ambiente destinado a los jóvenes. Atento


a sus demandas, conserva las características del oratorio; pero da
preferencia a la relación en grupo y facilita los contactos personales.

Las actividades propiamente formativas y apostólicas


prevalezcan sobre las recreativas. (C 42)

R13. La escuela salesiana promueve el desarrollo integral del


joven mediante la asimilación y elaboración crítica de la cultura
y mediante la educación en la fe, con miras a la transformación
cristiana de la sociedad.

El proceso educativo, llevado adelante con estilo salesiano y con


reconocida profesionalidad técnica y pedagógica, ciméntese en
valores culturales sólidos, y responda a las necesidades de los
jóvenes. Armonice el programa las actividades de formación
intelectual y profesional con las del tiempo libre.

Verifíquese periódicamente la validez de los contenidos y de los


métodos pedagógicos y didácticos, incluso en relación con el

411
contexto social, el mundo del trabajo y la pastoral de la Iglesia.
(C 41.42)

R14. La escuela salesiana sea popular por su ubicación, por


la cultura y orientación a las que da la primacía y por los
jóvenes que acoge. Organice servicios útiles a la población de
la zona: como cursos de cualificación profesional y cultural,
de alfabetizaci6n y de recuperación, fondos para becas y otras
iniciativas semejantes. (C 29.33)

R15. Los internados y las residencias son un servicio


que ofrecemos a los jóvenes que no tienen familia o que
temporalmente se encuentran lejos de ella.

Favorézcanse en ellos las relaciones personales; hágase que los


jóvenes sean responsables de la organización de la vida diaria;
déseles la posibilidad de desarrollar actividades de grupo.

Haya relación con las familias o los responsables de los jóvenes


y con la escuela o el ambiente de trabajo que frecuentan. C 42

R26. La parroquia, confiada a la Congregación, distíngase por


su carácter popular y la atención a los jóvenes, sobre todo a los
más pobres.

Su centro animador sea la comunidad religiosa. Considere el


oratorio y el centro juvenil como parte integrante de su proyecto
pastoral. Dé importancia a la catequesis sistemática para todos
y esfuércese por acercarse a los alejados. Procure integrar
evangelización y promoción humana. Favorezca el desarrollo
de la vocación de cada persona. (C 29 31.33.44)

En la CEP (o varias CEPS) que animamos ¿Están presentes

412
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

las indicaciones que provienen de nuestras Constituciones y


Reglamentos? ¿Qué estrategias hemos asumido para cuidar de
que sea así?. ¿Nos mantenemos al día en el Magisterio Salesiano?

413
Tercera Parte
CELEBRACIONES LITURGICAS

414
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

1. PARA QUE TENGAN VIDA

1. Motivación

Son tantas las personas que caminan por nuestro mundo


sobreviviendo. Están aquellos que carecen de los bienes
materiales mínimos para subsistir. Pero están también
aquellos que aún teniéndolos, no le encuentran sentido a
la vida. Entre todos, los más pobres y necesitados están los
jóvenes a quienes somos enviados para anunciarles a Jesús,
vida plena para todos nosotros.

canto: El buen Pastor

El Señor es mi Pastor
la vida ha dado por mí.
Yo su voz he de escuchar
y suyo siempre seré.

Yo soy el Buen Pastor


doy la vida a mis ovejas
por su nombre yo las llamo
y con gran amor me siguen.

Yo no soy el mercenario
que abandona las ovejas
cuando ve venir al lobo
que las mata y las dispersa.

Yo conozco mis ovejas


y ellas también me conocen

415
como el Padre me conoce
y también conozco al Padre.

Tengo otras ovejas lejos


y es preciso que las traiga,
mi llamado escucharán
y se hará solo un rebaño.

Mis ovejas mi voz oyen


y me siguen por doquier
yo les doy la vida eterna
y ellas me verán la muerte.

2. Saludo

P. En el nombre del Padre, y del Hijo,


y del Espíritu Santo. Amén

Que el amor del Padre,


que nos ha llamado a entregar nuestra vida
por amor a los jóvenes,
esté con todos ustedes.

A. y con tu espíritu

3. Salmodia

Salmo 8. Majestad del Señor y dignidad del hombre


Con un corazón humilde alabamos al Señor por su amor, porque
se ha fijado en nosotros; nos ha creado a su imagen; y por medio de
Jesucristo nos ha invitado a vivir como sus amigos e hijos.

416
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Nosotros, que lo hemos dejado todo para vivir plenamente


nuestra filiación divina y constituir entre nosotros la fraternidad
de los hijos e hijas de Dios, nos sentimos impulsados a trabajar
para que los jóvenes más pobres y abandonados, puedan gozar
de este plan de vida plena trazado por el Señor. Este salmo lo
rezaremos a dos coros.

Antífona: ¡Que admirable es tu nombre, Señor!

Señor, dueño nuestro,


¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.


De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;


la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,


lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,


y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.

417
Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: ¡Que admirable es tu nombre, Señor!

Salmo 61. Alabado sea el nombre del Señor


El Señor nos ha regalado en Don Bosco nuestro camino de
discípulos misioneros: servir a aquellos que ama con predilección.
Oremos este salmo 61, alternando solista y coro.

Antífona: En el Señor ama a los humildes

Alabad, siervos del Señor,


alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,

418
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

para sentarlo con los príncipes,


los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: En el Señor ama a los humildes

Cántico Efesios 1, 3-10. El plan divino de salvación


Demos gracias al Señor porque nos ha creado y redimido. Demos
gracias también porque nos ha elegido y enviado a ser signos de su
amor a los jóvenes, especialmente a los más pobres y abandonados.
Este cántico lo proclamamos en un solo coro.

Antífona: Nos has elegido para ser signos de tu amor

Bendito sea Dios,


Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,


antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,


por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,

419
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,


hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Nos has elegido para ser signos de tu amor

4. Palabra de Dios

Lectura del Evangelio según San Juan (10, 1-11)

“Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las


ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El
que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre

420
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y


las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y
las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un
extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús
les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les
quería decir. 7 Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy
la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí
son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo
soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y
encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar
y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la
tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su
vida por las ovejas.

5. Homilía

6. Scrutinium

7. Magnificat
P. Con las palabras de la Virgen, confesemos nuestra humildad
y sencillez ante el Señor, que nos envía a dar la vida para que los
jóvenes tengan la vida que solo Jesús, su Hijo, les puede dar.

A. Proclama mi alma la grandeza del Señor,


se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

421
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,


acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre .

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

8. Preces
P. Al Señor, buen pastor, que nos trae vida en abundancia,
le pedimos que nos regale un corazón grande como
nuestro padre Don Bosco, para entregar nuestra vida por
los jóvenes a quienes nos ha enviado. A cada intercesión,
respondemos “haznos signos de tu amor”

T. haznos signos de tu amor.

P. Para los jóvenes que no tienen un hogar en el que se


sientan amados sin condiciones, como tú amas.
T. haznos signos de tu amor.
P. Para los jóvenes carentes de alimentación, de vivienda
digna, de educación de calidad.
T. haznos signos de tu amor.
P. Para los jóvenes desorientados, sin esperanzas,
desilusionados de nuestra sociedad.

422
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

T. haznos signos de tu amor.


P. Para los jóvenes que no te conocen, o reniegan de ti
porque solo han conocido una caricatura tuya.
T. haznos signos de tu amor.

P. Por nosotros, para que amándote siempre, como centro


de nuestra vida, pastor que nos envías a ser portadores
de tu vida a los jóvenes, especialmente más pobres y
abandonados, te pedimos.
T. haznos signos de tu amor.
Padre nuestro
P. Padre de bondad, Dios de amor,
que nos has llamado a seguir a Don Bosco
para ser signos y portadores de tu amor
que da sentido a toda la vida,
regálanos la alegría de tenerte a ti como único Señor,
de modo que seamos los pastores
que nuestros jóvenes necesitan,
para encontrarse con tu Hijo, el Pastor por excelencia,
y quedarse para siempre con Él.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

9. Bendición
P. Nuestro auxilio es el nombre del Señor
A. que hizo el cielo y la tierra.
Dios te salve María...
P. Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no desoigas las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita.

423
María Auxilio de los cristianos
A. ruega por nosotros.
P. Señor escucha nuestra oración.
A. y llegue a ti nuestro clamor.
P. El Señor esté con ustedes.
A. y con tu espíritu.
P. Oremos.

Dios todopoderoso y eterno,


con la ayuda del Espíritu Santo,
preparaste el cuerpo y el alma de María,
la Virgen Madre,
para ser digna morada de tu Hijo;
al recordarla con alegría,
líbranos por su intercesión,
de los males presentes y de la muerte eterna.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

A. Amén

P. La bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo, y Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes.

A. Amén

canto: A la Virgen

424
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

2. ENVIADOS A EVANGELIZAR A LOS POBRES

1. Motivación

Volver a Don Bosco, no significa hacer lo que él hizo, sino vivir


como él vivió, amando apasionadamente a Jesús, anunciando con
toda su vida, en todas sus acciones, en sus obras, la Buena Noticia
de Jesús. Volver a Don Bosco es renovar nuestra vocación de
educadores pastores, testigos alegre del Evangelio, en medio de los
jóvenes que más lo necesitan.

Canto: Haz Cantar tu Vida

Yo creo en Dios que canta,


que la vida hace cantar. (bis).

Creo en Dios que canta


y que tu vida hace cantar;
la dicha y el amor son regalos que nos da.
Es como la fuente
que canta en tu interior,
y te impulsa a beber, la vida que Él te da.

Creo en Dios que es Padre y que Él se dice al cantar;


El hizo para ti, cantar la creación.
Nos invita a todos que la vida le cantemos;
sólo pensando en Él, brota sola una canción.

Creo en Jesucristo que es el canto de Dios Padre


y que en el Evangelio, Él nos canta su amor.
Él hace cantar la vida de los hombres
y toda vida es, la gloria del Señor.

425
Creo en el Espíritu que canta en nuestro ser
haciendo de la vida, un canto celestial.
Creo que la Iglesia reúne nuestras voces
y nos enseña a todos, la música de Dios.

2. Saludo

P. En el nombre del Padre, y del Hijo,


y del Espíritu Santo. Amén

Que el amor del Padre,


que nos envía a anunciar la buena noticia de Jesús
a los jóvenes más pobres y abandonados,
esté con todos ustedes.

A. y con tu espíritu

3. Salmos

Antífona: Anunciaré tu nombre, por siempre Señor

Salmo 21 Oración del justo perseguido


El Salmo que Jesús oró en la cruz, culmina con la alabanza al
Dios de bondad, presente en medio del dolor. Asumamos con el
salmista el compromiso de anunciar su amor a todos a quienes
somos enviados. Rezamos este salmo en un solo coro

Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,


te alabaré en medio de la asamblea:

426
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

“Alábenlo, los que temen al Señor;


glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.

Porque él no ha mirado con desdén


ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio”.

Por eso te alabaré en la gran asamblea


y cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!

Todos los confines de la tierra


se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.

Porque sólo el Señor es rey


y él gobierna a las naciones.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
glorificarán su poder.

Hablarán del Señor a la generación futura,


anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.

427
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Antífona: Anunciaré tu nombre, por siempre Señor

Antífona: el Señor es tierno con sus fieles como lo es un padre con su hijo

Salmo 102. Himno a la misericordia de Dios


Anunciar el amor misericordioso del Señor es nuestra misión. Que
los jóvenes, por nuestra acción y testimonio, le conozcan y le amen
es nuestra mayor alegría. Rezamos este salmo en dos coros.

Bendice, alma mía, al Señor,


y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas


y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura;
él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud.

El Señor hace justicia


y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso,


lento a la ira y rico en clemencia;

428
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

no está siempre acusando


ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,


se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.

Como un padre siente ternura por sus hijos,


siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él sabe de que estamos hechos,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba,


florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén

Antífona: el Señor es tierno con sus fieles como lo es un padre con su hijo

Antífona: Alabad al Señor, todas las naciones. que tenga sed de ti.

Cántico de Timoteo. Alabad al señor, todas las naciones


Los jóvenes con quienes trabajamos y servimos con nuestra
nación. Junto con ellos proclamemos la alabanza a Cristo Salvador.
Intercalamos la antífona entre cada estrofa, proclamada por el
solista.

429
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, manifestado en fragilidad humana,
santificado por el Espíritu.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, mostrado a los ángeles,
proclamado a los gentiles.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Cristo, objeto de fe para el mundo,
elevado a la gloria.
R. Alabad al Señor, todas las naciones.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Alabad al Señor, todas las naciones.

4. Palabra de Dios

Lectura del Evangelio según San Lucas (4, 16-20)

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como


de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar
un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al
ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de
la Escritura que acaban de oír”.

430
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

5. Homilía

6. Scrutinium

7. Magnificat

P. Con las palabras de la Virgen, proclamemos las maravillas


de Dios que se acuerda de los pobres y abandonados y
los libera de toda esclavitud.

A. Proclama mi alma la grandeza del Señor,


se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,


porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:


dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,


acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre .

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

431
Como era en el principio, ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.

8. Preces

P. Oremos juntos, pidiéndole al Señor que nos regale la


alegría de tener un corazón grande como el de Don
Bosco, para ser signos de su amor, en nuestra misión
de animadores en nuestras comunidades educativo-
pastorales:

Como muy bien, pero tengo hambre


porque hay un joven que está hambriento.

Bebo agua fresca, pero mi garganta está seca


porque hay un joven sediento.

Puedo reírme, pero me salen lágrimas


porque hay un joven profundamente triste.

Tengo un cuerpo sano, pero me siento mal


porque hay un joven enfermo.

Tengo buena vista, pero me hallo en tinieblas


porque hay un joven que está ciego.

Tengo una mente clara, pero se me van las ideas


porque hay un joven que es ignorante.

Tengo amigos, pero me angustia la soledad


porque hay un joven abandonado.

432
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Tengo una casa, pero me siento a la intemperie


porque hay un joven sin techo.

Busco la pureza, pero me siento culpable


porque hay un joven atrapado en el pecado.

Soy libre, pero es como si mis ventanas tuvieran barrotes


porque hay un joven encarcelado.

Me visto bien, pero pienso que me cubro de harapos


porque hay un joven que está desnudo.

Disfruto de comodidad, pero no descanso


porque hay un joven que tiene gran necesidad.

Danos Señor un generoso, para hacer siempre tu


voluntad,
un corazón de Buen Pastor, como el de Don Bosco;
sensible a las necesidades de nuestros hermanos,
especialmente de los jóvenes;
creativo y audaz para responder a ellas,
generoso para dar, día a día, la vida por ellos.
Amén.

9. Bendición

P. Nuestro auxilio es el nombre del Señor

A. que hizo el cielo y la tierra.


Dios te salve María...

433
P. Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no desoigas las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
Oh Virgen gloriosa y bendita.

María Auxilio de los cristianos

A. ruega por nosotros.

P. Señor escucha nuestra oración.

A. y llegue a ti nuestro clamor.

P. El Señor esté con ustedes.

A. y con tu espíritu.

P. Oremos.

Dios todopoderoso y eterno,


con la ayuda del Espíritu Santo,
preparaste el cuerpo y el alma de María,
la Virgen Madre,
para ser digna morada de tu Hijo;
al recordarla con alegría,
líbranos por su intercesión,
de los males presentes y de la muerte eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

A. Amén

P. La bendición de Dios todopoderoso,

434
S C RU T I N I U M M I S SI ON I S

Padre, Hijo, y Espíritu Santo,


descienda sobre ustedes.

A. Amén

canto: A la Virgen

435
INDICE

PRIMERA PARTE: NOTAS PARA LA REFLEXIÓN 4


1. PALABRA DE DIOS 5
2. MAGISTERIO DE LA IGLESIA 12
3. MAGISTERIO SALESIANO 121

SEGUNDA PARTE: REVISIÓN DE LA VIDA 388


1. SCRUTINIUM PERSONAL 389
2. SCRUTINIUM COMUNITARIO 399

TERCERA PARTE: CELEBRACIONES LITÚRGICAS 414


1. PARA QUE TENGAN VIDA 415
2. ENVIADOS A EVANGELIZAR A LOS POBRES 425

436
440

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