EdA N°1-LEE-ARGUEDAS
EdA N°1-LEE-ARGUEDAS
EdA N°1-LEE-ARGUEDAS
Antes de la lectura
OBSERVAMOS CON LOS ESTUDIANTES LAS SIGUIENTES IMÁGENES Y DIALOGAMOS.
La primera historia del novelista peruano José María Aguedas fue Yawar Fiesta (Fiesta de sangre), que fue publicada
en 1941. Nos cuenta la realización de un espectáculo de toros a la tradición andina (turupukllaya= durante la
celebración yawar punchay.
Esta experiencia fue muy importante para el escritor, pues descubrió que los indios que vivían en
comunidad, a diferencia de los de hacienda, gozaban del trabajo juntos, y que el respeto y la
solidaridad eran valores practicados por ellos. Debido a este contacto con el mundo indígena, la
vida de Arguedas estuvo dividida entre dos mundos.
Apreciaba muchísimo su labor de maestro y difusor del folclore andino. Fue nombrado director
de la Casa de la Cultura del Perú.
Se casó dos veces con Cecilia Bustamante, de quien se divorció en 1965, y con Sybila
Arredondo, en 1967. Sus días acabaron trágicamente; se disparó en el cráneo en un baño de la
Universidad Agraria de La Molina, muriendo luego de una penosa agonía el 2 de diciembre de
1969.
Producción literaria
José María Arguedas destaca por su narrativa andina y sus ensayos sobre folclor, etnología,
antropología y cultura indigenista; ello le mereció importantes premios. Sus escritos son objeto
de numerosos estudios literarios y sociólogicos.
Novela
Yawar fiesta (1941)
Diamante y pedernales (1945)
Los ríos profundos (1958)
El Sexto (1961)
Todas las sangres (1967)
El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971, inconclusa
Narrativa
Agua (1935)
Runa rupay (1939)
La agonía de Rasu Ñiti (1962)
Amor, mundo y todos los cuentos
Después de la lectura
1. ¿En qué consistió el “despojo” a los ayllus?
2. En el relato se afirma que los Puquios “aprendieron a defender los pleitos”. ¿Qué fue en concreto
lo que aprendieron a hacer?
5. “Yawar Fiesta” fue publicada en 1941, por tanto, los hechos narrados corresponden a la próxima
mitad del siglo XX. Después de tantos años, ¿crees que las condiciones de vida del hombre andino
han cambiado? Justifica tu respuesta
.ACTIVIDAD 2:
Elabora un organizador visual sobre el fragmento leído.
En los cuatro ayllus puros indios no más vivían. Llegaban allí los mistis, de vez en vez, buscando
peones para las minas, buscando provisiones y mujeres. Otros pueblos que hay cerca de Puquio
están en cerros llenos de bocaminas; junto a los riachuelos que dan agua a esos pueblos, se
derrumban ahora trapiches viejos; allí molían plata los antiguos. Esos pueblos tienen nombres
de santos, sus calles son anchas; la plaza de armas, bien cuadrada, está al medio del pueblo; la
iglesia es grande con puerta de arco; el altar mayor de las iglesias es, a veces, de madera
tallada, y el dorado se ve todavía. En los cerros de Puquio no había minas; por eso los mistis
llegaban de repente, hacían su fiesta con las indias, reclutaban gente, de grado o por fuerza,
para las minas; y se volvían, hasta tiempo.
Pero las minas se acabaron; el negocio del mineral ya no valía; entonces los mistis se
repartieron por todos los pueblos indios de la provincia. Dejaron casi vacíos de señores a sus
pueblos con nombres de santos. Ahora esos pueblitos se derrumban como los trapiches viejos;
las calles se borran, las iglesias también se derrumban, los altares pierden su dorado, se cubren
de polvo.
Los más de los mistis cayeron sobre Puquio, porque era pueblo grande, con muchos indios para
la servidumbre; con cuatro acequias de agua, una por ayllu, para regar las sementeras. Pueblo
grande, en buen sitio.
Los mistis fueron con su cura, con su Niño Dios «extranguero», hicieron su plaza de armas en el
canto del pueblo; mandaron hacer su iglesia, con puerta de arco y altar dorado; y de ahí, desde
su plaza, como quien abre acequia, fueron levantando su calle, sin respetar la pertenencia de los
ayllus.
—¡Qué ni qué!
En poco tiempo, cuando ya había casas de balcones en el jirón Bolívar, cuando pudieron
acomodar algunas calles, a un lado y a otro del jirón Bolívar, trasladaron la capital de la provincia
a su nuevo pueblo.
Y comenzó el despojo a los ayllus. Con el apoyo de las autoridades, los mistis empezaron por el
barrio de K’ollana. K’ollana tenía buenas chacras de maíz, de cebada, de trigo. Los jueces y los
notarios firmaron papeles de toda laya; eso era suficiente. Después de K’ollana, K’ayau. De esos
barrios eran las tierras con más agua, y estaban junto al pueblo. Enseguida Chaupi y
Pichk’achuri. Por eso ahora Chaupi y Pichk’achuri son más dueños. En otros tiempos era al
revés.
De tanto entrar a los despachos, de tanto corretear por causa de los papeles con que les
quitaban las chacras, los puquios aprendieron a defender los pleitos, comprando a los jueces, a
los escribanos y a los notarios. Cada ayllu se levantaba, entero, para defender a sus comuneros.
Todos los domingos había cabildo en los ayllus; todos los domingos se juntaban los comuneros
para tomar acuerdos. Y pusieron atajo a los despojos de la quebrada. Cuando los mistis ya eran
dueños de casi todas las tierras de sembrío, cuando los k’ollanas y los k’ayaus habían quedado
para jornaleros de los principales.
Igual que en otros tiempos, los varayok’s [8] reparten los turnos de riego, cada cual en su ayllu.
Por eso, al amanecer, los días de reparto, los mistis de Puquio entran a los ayllus a pedir agua
para regar sus sementeras. Tiritando todavía con el frío, ocultando la quijada en las bufandas,
los principales se entropan con los indios del barrio, y gritan levantando el brazo:
—¡Don Gregorio! ¡Para mi maicito!
En la madrugada, los abrigos negros, azules, los sombreros de paja, los sombreros
«extrangueros» de paño, parecen ropa de forastero entre los ponchos puquios, verdes, rojos y
amarillos, entre tanto lok’o [9] color vicuña.
A veces llega el sol a la cumbre de los cerros, y todavía el varayok’ repartidor está oyendo:
Reventaban su balita los mistis en todas las calles; en todas las calles se emborrachaban y
amenazaban a los comuneros. Entraban a una casa, a otra; pateaban a las criaturas, sacaban
sangre de la boca, de la nariz, de la frente de los indios.
—¡No empurta!
¿Acaso misti sabe regar? ¿Acaso misti sabe levantar cerco? ¿Acaso misti sabe deshierbar los
trigales? ¿Acaso misti arregla camino, hace tejas, adobes, degüella carnero? ¿Quién, pues,
levantaría las tomas de agua, quién abriría las acequias, quién remendaría los relejes, quién
arreglaría las compuertas, cuando los repuntes de enero y febrero, cuando las avenidas que
bajan de todos los cerros tumbaran las acequias y llenaran de piedras, de champa y arena las
tomas?
—¡Jajayllas!
Ni a bala, ni a zurriago, ni aun con los ruegos del taita (padre) vicario, los comuneros salían de
los ayllus.
—¡Mi ojo premero sacará! ¡Como killincho (cernícalo) ladrón, mi ojo premero comerá! ¡Cúmun
yaku [10] jajayllas! Los puquios sabían eso.
Entonces los mistis se humillaban primero. Lloraban de rabia en su conciencia, pero sacaban
cañazo de todas las tiendas y rogaban con eso a los varayok’s, a los taitas. Iban a los ayllus,
cada cual según su pertenencia, y entraban a las casas hablando en voz dulce, ofreciendo
amistad.
Los chalos [11] , según su interés, unas veces se juntan con los vecinos, otras veces con los
ayllus. No viven en el jirón Bolívar, sus casas están en las callecitas que desembocan en la calle
de los mistis. Pero ellos también, quieran o no, están clasificados por los vecinos según los
ayllus. Son mestizos de Chaupi, k’ollanas, k’ayaus, pichk’achuris. Entre los chalos nombra el
prefecto al teniente gobernador del ayllu.
Por las noches, los mestizos se reúnen a la puerta del billar y de las cantinas, para ver lo que
juegan y lo que toman los mistis. A veces entran a las tiendas, se paran apoyándose en la pared,
para no estorbar, y miran.
Cada vecino tiene tres o cuatro chalos de su confianza, y los mandan a cualquier parte, a veces
de puro favor.
En los días que llueve, los vecinos llaman en la calle a cualquier mestizo amigo de su casa y lo
mandan por su abrigo, por su paraguas, cualquier mandato les ordenan. Entre ellos escogen los
principales a sus mayordomos. A estos mestizos, que siguen como perros a los principales, los
comuneros les llaman «k’anras», y quizá no hay en el hablar indio palabra más sucia.
Pero algunos mestizos son trabajadores; hacen negocio con los pueblos de la costa, llevando
quesos, carneros, trigo, y trayendo cañazo de contrabando, velas, jabones.
Muchos de estos mestizos hacen amistad con los ayllus y hablan a favor de los comuneros. En
los ayllus les llaman don Norberto, don Leandro, don Aniceto…
Les hablan con respeto. Pero en las fiestas bailan con ellos, de igual a igual; y cuando hay
apuro, el mestizo amigo aconseja bien, defiende a los ayllus.
Así es el vivir en el jirón Bolívar y en los barrios. Así entraron a Puquio los mistis forasteros.
Pero cuando los puquios miran desde lo alto, desde Sillanayok’abra, desde la cumbre del taita
Pedrork’o; cuando miran el jirón Bolívar, brillando como lomo de culebra entre el tejado de los
ayllus, asqueando, dicen:
—¡Atatauya, Bolívar calle!
Cuando los indios miran y hablan de ese modo, en sus ojos arde otra esperanza, su verdadera
alma brilla. Se ríen fuerte, quizá también rabian.
Desde las cumbres bajan cuatro ríos y pasan cerca del pueblo; en las cascadas, el agua blanca
grita, pero los mistis no oyen. En las lomadas, en las pampas, en las cumbres, con el viento
bajito, flores amarillas bailan, pero los mistis casi no ven. En el amanecer, sobre el cielo frío, tras
del filo de las montañas, aparece el sol; entonces las tuyas y las torcazas cantan, sacudiendo
sus alitas; las ovejas y los potros corretean en el pasto, mientras los mistis duermen, o miran,
calculando la carne de los novillos. Al atardecer, el taita Inti [12] dora el cielo, dora la tierra, pero
ellos estornudan, espuelean a los caballos en los caminos, o toman café, toman pisco caliente.
Pero en el corazón de los puquios está llorando y riendo la quebrada, en sus ojos el cielo y el sol
están viviendo; en su adentro está cantando la quebrada, con su voz de la mañana, del
mediodía, de la tarde, del oscurecer.
Actividad de extensión.
2.Después de la lectura realiza una representación gráfica del fragmento que has leído.