RGC Mondiacult y Despues ABR 24
RGC Mondiacult y Despues ABR 24
RGC Mondiacult y Despues ABR 24
Mondiacult y después.
El futuro de las políticas culturales
en América Latina
Barbalho, Alexandre
Mondiacult y después : el futuro de las políticas culturales en América Latina / Alexandre Barbalho ; Tomás Peters.
- 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : RGC Libros, 2024.
Libro digital, PDF - (Revista Gestión Cultural / Emiliano Fuentes Firmani ; Nicolás Sticotti ; Leandro Vovchuk ; 10)
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Editorial
Por Alexandre Barbalho y Tomás Peters
M
ondiacult 1982 definió gran parte del marco de trabajo global sobre po-
líticas culturales en las últimas cuatro décadas. En su declaración se
estableció la definición de cultura que la Unesco ha promovido desde
entonces y se generaron discusiones tan centrales como derechos, democratización,
democracia y diversidad cultural. Luego de cuatro décadas de esa convención se han
ampliado, por una parte, los esquemas teórico-analíticos de las políticas culturales
y, por otra, se ha acelerado la complejización de la sociedad contemporánea luego
de, por ejemplo, la pandemia por COVID-19. En efecto, en todos estos años no solo
se han radicalizado las históricas condiciones estructurales del campo cultural lati-
noamericano –precarización laboral de las/os trabajadoras/os culturales, reducción
de ingresos económicos, disminución de los presupuestos públicos en cultura, cierre
temporal y/o desaparición de espacios de circulación artística, desplazamiento de
las/os artistas hacia otras áreas más lucrativas, etc. –, sino también se han producido
cambios significativos en las lógicas de participación cultural por parte de la pobla-
ción. Las plataformas tecnológicas han gatillado un crecimiento inédito de formas
creativas y expresiones artísticas, pero, al mismo tiempo, como nunca en la historia
las/os artistas carecen de control de sus ingresos por sus trabajos “colgados” en la red.
La oferta digital de canciones, libros, fotografías, películas, documentales, presenta-
ciones de teatro y danza, entre otros bienes simbólicos, ha generado una economía
3
de la precarización general del trabajo artístico. Si bien hay mayor circulación, la
sostenibilidad futura del campo de producción cultural como la hemos entendido
durante el siglo XX se pone en duda.
Todo este escenario exige desplegar preguntas abiertas sobre el futuro de las polí-
ticas culturales en América Latina. El trabajo cultural cambia, las lógicas de acceso
a las artes también; el rol de los Estados se transforma y sus planes y programas se
reformulan en su función territorial/local/global; las formas creativas se adaptan a
los formatos digitales y el capitalismo global establece nuevas reglas de operativi-
dad. En fin, el futuro de las políticas culturales en América Latina es confuso y sin
un rumbo predecible. La trayectoria que venían dando pareciera no seguir un hori-
zonte administrable. Para redescubrir ese futuro, este número especial busca aportar
con diversas miradas de expertas/os de América Latina sobre políticas culturales.
Provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, México,
Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, estas/os autoras/es ofrecen lecturas especulati-
vas, pero con imaginarios situados; diagramas analíticos en construcción, pero con
gramáticas propositivas asentadas en contextos. En suma, este número especial se
propuso establecer una cartografía crítico-reflexiva sobre el devenir –futuro, proyec-
tivo, especulativo, inédito, residual– de las políticas culturales en América Latina en
el escenario post-Mondiacult.
Les deseamos a las/os lectoras/es que, a lo largo de este número especial, disfruten
de un gran viaje a través de los múltiples escenarios políticos y culturales de América
Latina contemporánea y que, además, sirva para ampliar el debate y la acción políti-
co-cultural en la región.
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La cultura, ahora
11 un bien público global.
México después de Mondiacult
111
¿Eslogan o proyecto político?
POR PABLO MENDES CALADO 2022: pensando porvenires
27 partirSobre
POR MARÍA ELENA FIGUEROA DÍAZ
cultura y naturaleza a
de Mondiacult 2022 (o las ¿Y cómo se paga la vida cultural?
posibilidades de “hacer mundo”)
POR ALEXANDRE BARBALHO Y
Financiación estratégica de
los sistemas de gobernanza de 125
LIA CALABRE la cultura como bien público
mundial
143
POR TOMÁS PETERS
Pensar políticas para América
179
POR PABLO CARDOSO en Uruguay
POR BEGOÑA OJEDA Y
95 Políticas culturales y
Universidad: desafíos globales
HUGO ACHUGAR
Financiamiento Patrimonios
y fomento culturales en la
de la cultura pospandemia
Puntos de cultura. Los Nuevos Gestión cultural Creación heroíca Los patrimonios
Cultura viva Bárbaros. en la Argentina GUILLERMO son políticos
en movimiento La aventura política EMILIANO FUENTES VALDIZAN ANA LAURA ELBIRT /
CELIO TURINO de Fora do Eixo FIRMANI / GUERRERO JUAN IGNACIO
RODRIGO SAVAZONI JOSÉ TASAT (COORD.) MUÑOZ (COMP.)
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L
a Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco) ha sido la gran promotora y generadora de consensos
en el campo de las políticas culturales en nuestro continente. Aquello que
Zimermann y Plotkin denominaron “saberes de Estado” nos llegaron en forma de
recomendaciones, informes, convenciones, folletos, capacitaciones, conferencias
intergubernamentales. Justamente la conferencia intergubernamental realizada en
México en 1982, que pasara a la historia como Mondiacult 82, ha sido, probablemente
junto a las grandes convenciones, el instrumento de promoción y transferencia de
estos saberes más relevante en su historia. De allí la enorme expectativa que desper-
tara la reedición de este evento, la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible o, como se popularizó, Mondiacult 2022, que se
esperaba que marcara la agenda de las políticas públicas culturales durante las próxi-
mas décadas.
11
tono impresionista). Los documentos que tantas veces leyera y estudiara, la letra sin
rostro, tomaba entonces corporalidad, mayormente señores de trajes y señoras de
pollera plato por debajo de la rodilla, con algún traje típico dando la nota, jeques ára-
bes con unas túnicas blancas inmaculadas que arrastraban por el piso, las cuales uno
no podía dejar de imaginar que no lavaban por sí mismos. Los cuerpos estuvieron
presentes, pero el debate faltó a la cita.
En el Informe Final de 1982 se leen las discusiones que suscitó llegar a la famosa de-
finición de cultura o el recelo que todavía generaba vincular la cultura a cuestiones
económicas. Lia Calabre destacaba, en un encuentro que hicimos a posteriori de la
Mondiacult 2022, lo álgido y rico de las discusiones en la Conferencia Regional de
Bogotá en 1978. Es claro que aquellos eventos se dieron bajo la dirección de Amadou-
Mahtar M’Bow, el momento histórico en que el tercer mundo elevó su voz más alto en
el mundo, en un contexto de Guerra Fría. La Mondiacult de 1982 demandó doce días.
Con consultas y reuniones previas virtuales, su joven descendiente demandó tan solo
dos días y medio. Todos arribamos a México con el borrador de la Declaración Final
bajo el brazo, el cual no difiere de su versión final, con lo cual queda la pregunta: ¿A
cuenta de qué las sesiones plenarias en las que los ministros y secretarios hacían sus
exposiciones? La impresión que me dejara fue la de una teatralización en la que un
diálogo de sordos simulaba un foro de debate. Algunos delegados, los menos, tenían
algo particular para decir. Para los más, el relato de su gestión particular era el lugar
común.
Las “sesiones temáticas” en las que exponían los delegados por espacio de cinco
minutos cada uno tenían por títulos: “Políticas culturales renovadas y reforzadas”,
“Patrimonio y diversidad cultural en crisis”, “El futuro de la economía creativa” y
“Cultura para el desarrollo sostenible”. Ignoro cómo se las distribuyeron los minis-
tros, pero las exposiciones que pude escuchar no guardaban relación con esos pom-
posos títulos. Lo más destacable es que no creo que nadie se diera cuenta. Con la
excepción de una suerte de juego de “pegue al ruso”, en el que los países europeos
Por la misma época del ensayo de Hardin otras corrientes de pensamiento, como la
por entonces muy popular teoría de los juegos y en particular su dilema del prisionero,
llegaban a conclusiones similares. Sin embargo, sabemos que el contraejemplo refuta
la ley y las investigaciones empíricas desde diferentes campos disciplinares: la sociolo-
gía, la antropología, la economía y la ciencia política mostraron que existían casos de
gestión de bienes comunes exitosos. Hacia mediados de los años ochenta, la casuística
era cuantiosa en todos los continentes. Si bien originalmente esos trabajos respondían
a las diversas lógicas de sus pertenencias institucionales, disciplinares y teóricas, co-
mienza a tomar forma la conciencia de un objeto de investigación común y con ello el
campo de estudio de los bienes comunes. En esta historia tiene un lugar privilegiado
el Taller de Teoría Política y Análisis de Políticas Públicas, de la Universidad de Indiana
(USA), y dentro de este la figura de Elinor Ostrom (2000), politóloga de formación,
pero que en 2009 ganara el Premio Nobel de Economía por sus aportes, justamente,
al estudio de la gestión de los bienes comunes. Su obra de 1990, El gobierno de los bienes
comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva es, hasta el presente, la obra más
emblemática en este campo y que sin lugar a dudas amerita detenernos en ella.
Ostrom identifica ocho principios de diseño de instituciones, los cuales seguidos tra-
taremos de exponer coloquialmente evitando todo tecnicismo posible: 1) están clara-
mente definidos los límites entre quienes participan de la explotación del recurso (para
Las referencias a la cultura como bien público global no son particularmente abun-
dantes en el ámbito de la Unesco o la ONU con anterioridad a la Mondiacult. De he-
cho, la Resolución 76/214 de la Asamblea General de las Naciones Unidas “Cultura
El informe Re|pensar las políticas culturales para la creatividad de 2022 tiene justamente por
subtítulo, y a la vez título de su introducción, “Plantear la cultura como un bien público
global”, aunque tampoco allí abundan las referencias al tema. Ernesto Ottone, subdirector
general de Cultura de la Unesco, en el último apartado de la introducción (y de este en los
últimos párrafos) toma el guante del secretario general de la ONU de identificar nuevos
bienes públicos globales y pensar en la mejor forma de provisión y salvaguarda, y postula
a la cultura como uno de ellos. Es más, retoma las caracterizaciones de los comunes que
destacara Ostrom –principios de no exclusión y de no rivalidad del consumo– y a los efectos
de resaltar su carácter “global” agrega que: “Sus beneficios son casi universales en lo que
respecta a la cobertura geográfica, las personas (beneficia a todas ellas) y las generaciones
(tanto presentes como futuras)” (2022, p. 29). Ottone acierta cuando sostiene que reconocer
la cultura como un común “requiere una mayor reflexión a través de un diálogo sobre polí-
ticas”, lo cual coincide, por otra parte, con la cita anterior del secretario general de la ONU.
También está en lo cierto al decir que “la cultura no es solo una cuestión de instituciones
o de economía, sino también de imaginación individual y colectiva” (2022, p. 29), que es,
justamente, el punto central del argumento de Aníbal Mella que seguido comentaremos.
Como tantos otros espacios, la revista Cartografías del Sur de la UNDAV (Argentina)
dedicó su número del segundo semestre de 2022 a nuestro tema. Allí apareció el artí-
culo “Cultura como bien público global” de Aníbal Mella. La terna planteada por Ottone
para caracterizar la cultura, “instituciones”, “economía” e “imaginación”, coincide con
la propuesta de John Holden, y de la que parte Mella, de que la cultura posee valor
institucional, instrumental e intrínseco. Partiendo de un análisis del caso británico,
Holden concluye que las políticas culturales han buscado su legitimidad en los valores
institucional e instrumental en desmedro del intrínseco5, pero Mella nos recuerda que
A modo de balance
Lo que aquí hemos esbozado no ha sido sino recuperar de la retina la imagen de esos
enormes banners que flanqueaban la entrada a la Mondiacult 2022 –y su eslogan “Hacer
de la cultura un bien público global”– y girarnos hacia la biblioteca y ver qué tenía para
contarnos. Un dato, acaso anecdótico, pero que ilustra lo intrincado del tráfico interna-
cional de ideas en el que estamos inmersos: los textos de Elinor Ostrom y de Igne Kaul
estaban allí, en mi biblioteca, juntando polvo hace unos siete u ocho años. No es que lle-
gara a ellos por línea directa por mis estudios de políticas culturales: llegaron intentando
entender qué era el desarrollo, recordémoslo, un zapatito de Cenicienta cuya horma esta-
mos intentando amoldar a nuestro campo hace al menos cuatro décadas.
Este esbozo de revisión conceptual nos deja algunas pocas precisiones: las primeras
hebras del hilo de Ariadna de un territorio que, como el laberinto del Minotauro, nos
es ajeno a muchos que venimos del campo de las gestiones y políticas de las culturas,
y también algunas problematizaciones.
Los casos exitosos de gestión de comunes estudiados alrededor del mundo por diferen-
tes disciplinas eran acotados, locales. La Unesco, en cambio, habla de la cultura como un
bien global: es probable que ellos manejen información que nosotros aquí no (sería lo
esperable) o no (sería lo temible). La teoría de los comunes pone el acento en el principio
de no exclusión, de no parcelamiento. Sin embargo, venimos de un 2021 declarado Año
Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, pero las industrias
creativas son caracterizadas como aquellas que tienen en su raíz misma un componente
creativo y que son, y este es el tema, generadoras de copyright, un mecanismo de exclusión.
Si Igne Kaul tiene razón, y creemos que así es, necesitamos de esa soberanía responsable
Notas
1
Debo reconocer gratamente que de entre los 4
Durante los días de la Mondiacult 2022 se
discursos con un aporte particular por mí es- mencionó recurrentemente el vínculo entre
cuchados, buena parte de ellos provenían de calentamiento global y cultura. Se habló de lo
Latinoamérica y el Caribe, entre ellos los de las hermanados que los pueblos debemos estar
representantes de Bolivia, Colombia, Chile y Ja- ante esta adversidad común, pero nada se dice
maica, todas mujeres. de quienes han aportado y aportan a esta ad-
2
Se suele identificar a Garret Herdin como “ecó- versidad. La escena recordaba a las películas
logo”. Preferimos hacerlo como “biólogo espe- en que un asteroide viene a colisionar con la
cializado en genética” pues es así como el mismo Tierra, un problema común, pero sin respon-
se caracteriza en La tragedia de los bienes comunes. sable. La excepción fue la delegada de Jamaica
3
15.000 individuos pareciera ser un número que señaló que los Estados insulares padecen
considerable, pero sin dudas que es pequeño si las consecuencias del cambio climático en una
se lo compara con los 8 mil millones a conside- proporción mucho mayor de la que contribu-
rar para un bien público “global”. yeron a crearlo.
Bibliografía
Hardin, G. (1968). La tragedia de los bienes comunes. ONU (2021). Nuestra Agenda Común - Informe
https://www.redalyc.org/pdf/305/30541023.pdf del Secretario General. www.un.org/es/
content/common-agenda-report/assets/pdf/
Hess, Ch. y Ostrom. E. (Ed.) (2016). Los bienes
informe-nuestra-agenda-comun.pdf
comunes del conocimiento. Traficante de Sueños.
Ostrom, E. (2000). El gobierno de los bienes
Kaul, I. y Blondin, D. (2015). Los bienes
comunes. La evolución de las instituciones de acción
públicos globales y las Naciones Unidas. En J.
colectiva. Fondo de Cultura Económica.
A. Ocampo (Ed.), Gobernanza global y desarrollo.
Siglo XXI. Ottone, E. (2022). Introducción. Plantear
la cultura como un bien público global. En
Mella, A. (2022). Cultura como bien público
Unesco, Re|pensar las políticas para la creatividad.
global. Cerografías del Sur, 16, 25-40.
Plantear la cultura como un bien público global.
Olmos, H. y Santillán, R. (2008). Culturar: las
formas del desarrollo. Ciccus.
Un jardín de senderos
que se entrecruzan
Pensar la producción ejecutiva
de las artes escénicas
Davi Kopenawa
L
a cuestión del desarrollo vinculado a las cuestiones culturales es un tema recu-
rrente en el ámbito de la Unesco y se actualizó con la celebración de Mondiacult
2022, que llevó el título oficial de Conferencia Mundial de la Unesco sobre
Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible, y cuya Declaración Final presenta “priori-
dades comunes y se plantea un programa de futuro que aprovecha plenamente el efecto
transformador de la cultura para el desarrollo sostenible” (cursivas nuestras) (Unesco, 2022).
Nuestra contribución a esta compilación se centra en este aspecto del debate más
amplio sobre las políticas culturales, es decir, la relación entre cultura y desarro-
llo. Partimos de la necesidad metodológica, propuesta por Pierre Bourdieu (1989),
de establecer, aunque sea mínimamente, la “historia social de los problemas, obje-
tos e instrumentos del pensamiento, es decir, del trabajo social de construcción de
Así, nuestro capítulo se divide en tres momentos. En primer lugar, discutimos breve-
mente el concepto de “desarrollo”. En el segundo, exponemos cómo este debate se ar-
ticuló con “cultura”, desde un lugar privilegiado para la elaboración de discursos y sa-
beres sobre política cultural, la Unesco, y en particular Mondiacult 1982. Finalmente,
señalamos algunos elementos para un enfoque contemporáneo del tema, en la inse-
parable articulación entre cultura y naturaleza, colocando a Brasil como posible líder
en este debate.
I.
Guy Hermet (2002) afirma que en el siglo XIX no se hablaba de “desarrollo” sino de
“progreso” y “civilización”. En realidad, estos términos tienen un significado muy
parecido. Según Williams (2003), las palabras desarrollar (develop) y desarrollado (de-
veloped) surgieron en el idioma inglés a mediados del siglo XVII y sus orígenes se
remontan a la palabra del francés antiguo desvoleper, que significaba lo contrario de
“involucrar”, “conectar”, de donde viene “desarrollar”, “desplegar”.
Sin embargo, este modelo tradicional de “desarrollo” fue criticado por diversos sec-
tores de las universidades y de la sociedad civil, así como por sectores progresistas de
la burocracia de países africanos, asiáticos y latinoamericanos. La principal objeción
está en relación con lo que Frankovits (2005) llama el “modelo trickle-down”1 de com-
bate contra la pobreza que sostiene que el crecimiento económico inevitablemente,
en el largo plazo, beneficiará a las clases menos favorecidas. Solo en ese momento
estarán dadas las condiciones para el “desarrollo social y político”. Este fue el pará-
metro, por ejemplo, del “milagro económico” del régimen militar brasileño, ejempli-
ficado por el lema “primero hay que hacer crecer el pastel y luego dividirlo”, acuñado
por el entonces ministro de Economía, Delfim Neto.
Este modelo, a pesar de ser muy criticado, sigue influyendo en los paradigmas desa-
rrollistas, al punto de que sus críticos crearon el término mal desarrollo para, según
Frankovits (2005), “describir un proceso intervencionista, plagado de condiciones
impuestas a los países en desarrollo, que somete a poblaciones enteras y, en su mayor
parte, beneficioso para América del Norte y Europa” (p. 80)2.
Javier Cuéllar informa que la Década Mundial del Desarrollo Cultural (1988-
1997), lanzada por la Unesco, surgió de la constatación del fracaso de muchos
de los proyectos de desarrollo, fracaso resultante de la indiferencia hacia el
factor humano y cultural local. Esto no significa necesariamente que nuevos
proyectos que tengan en cuenta este factor se elaboren de común acuerdo con
las poblaciones nativas. Es el propio Cuéllar quien revela que el “desarrollo hu-
mano” implica el “proceso de ampliación de las opciones ofrecidas a un pueblo”
(Cuéllar, 1997, p. 11, cursivas nuestras), es decir, no necesariamente creadas por
ese mismo pueblo.
Guy Hermet (2002) observa, en el caso específico de América Latina, que incluso los
proyectos reformistas de desarrollo, vigentes entre los años 1940 y 1970, que apuntaban
a profundas transformaciones sociales como la reforma agraria, fueron elaborados por
élites intelectuales y políticas sin la participación de las “masas”, vistas como apáti-
cas, ignorantes o enojadas. Esta realidad no ha cambiado con el “giro neoliberal” desde
Sin embargo, Coelho es enfático en señalar el carácter polémico de tal noción, ya que
está fuertemente asociada a la idea de “crecimiento”, es decir, al ámbito cuantitati-
vo. Esta perspectiva tiende a perder de vista la dimensión cualitativa de la cultura,
es decir, sus prácticas, que son difíciles de medir. Prácticas entendidas aquí en el
sentido que les atribuye Michel de Certeau (1995, 2000), es decir, como producción
diseminada por todo el socius, de formas alternativas de emplear, en la vida cotidiana,
la cultura legitimada, ya sea erudita, de masas o incluso “popular”. Estas fabricacio-
nes están dispersas, silenciosas, casi sin dejar huellas, de ahí la dificultad de situarlas
bajo el dominio de la ciencia del Estado, es decir, de la estadística. Si las prácticas co-
tidianas y sus fabricaciones culturales son difíciles de ver a través de indicadores, es
posible acceder a ellas utilizando otras estrategias teórico-metodológicas de carácter
más cualitativo.
II.
Cuatro décadas después, la primera postura sigue muy vigente en el continente y sirve
de base para el avance sobre los recursos naturales de los países, liderado por una élite
depredadora que actúa dentro de la lógica del neoliberalismo y termina generando in-
mensos e intensos conflictos con los pueblos originarios que aún habitan los pequeños
porcentajes de áreas ricas en recursos naturales, con flora y fauna en riesgo de extin-
ción. A esto se suma el intento de no reconocer los derechos de los descendientes de
africanos esclavizados que ocupan tierras conocidas como quilombolas en Brasil.
Las discusiones preliminares para Mondiacult duraron más de una década, con
iniciativas llevadas a cabo en prácticamente todos los continentes, creando posibi-
lidades para un intenso intercambio de información y conocimiento entre los países
miembros. La Declaración Final buscó producir una síntesis de las discusiones y
presentar propuestas y principios que puedan guiar las acciones de todos los paí-
ses miembros. En el primer grupo de consideraciones realizadas, encontramos el
establecimiento de un concepto de cultura que pretende permitir la construcción de
políticas culturales democráticas, contribuyendo al desarrollo humano y sostenible
(Unesco, 1982). Este concepto comenzó a utilizarse en varios otros documentos y
estudios patrocinados por la Unesco y también aquellos producidos por los estados
miembros.
Las relaciones entre cultura y desarrollo, a lo largo de décadas, han ocupado la agen-
da de la Unesco, desplazando la discusión anteriormente centrada únicamente en la
III.
Cuatro décadas después de la primera Mondiacult, podemos decir que se ha realiza-
do un mapeo significativo de los problemas que viven todos los países latinoamerica-
nos. Parte de lo pensado, discutido y propuesto por la Unesco se fue implementando
lentamente en las décadas siguientes, por caminos que a veces avanzaron en el pro-
ceso de construcción de políticas culturales, y otras veces retrasaron las iniciativas
construidas, en la búsqueda de la implementación efectiva de políticas democráticas
e inclusivas. Las acciones de la Unesco contribuyeron a la entrada más efectiva del
tema de las políticas culturales en el campo de los estudios académicos y a la intro-
ducción de la cultura en los más diversos organismos nacionales que producen infor-
mación e indicadores para el campo de las políticas públicas.
Las discusiones fueron intensas y las formas de abordar los temas a menudo apunta-
ban a caminos que efectivamente fueron seguidos por algunos países (como se expresa
en los capítulos de esta edición especial). También son evidentes las dificultades que
se enfrentan en la construcción de proyectos de valorización de las culturas locales,
especialmente las comunitarias, la ampliación efectiva de los derechos culturales y la
elaboración de políticas y proyectos que se basen, de hecho, en la democracia cultural.
Pensando en la realidad brasileña, vemos que uno de los mayores desafíos a enfrentar
en todo el país es la formación de agentes públicos capaces de comprender y operar
con el concepto ampliado de cultura, que reconozcan y valoren la diversidad cultural,
insertando efectivamente la cultura en el ámbito de las políticas públicas, operando
Los firmantes de Mondiacult 2022 incluso reconocen este desafío mostrándose “pre-
ocupados por la repercusión de los desafíos contemporáneos relacionados con el pa-
norama mundial, así como por las crisis múltiples, prolongadas y multidimensionales
–vinculadas especialmente a las dramáticas consecuencias del cambio climático y la
pérdida de biodiversidad, los conflictos armados, los peligros naturales, las pandemias,
la urbanización incontrolada y los modelos de desarrollo insostenibles– que conducen,
particularmente, a un aumento de la pobreza, al retroceso de los derechos fundamen-
tales, a la aceleración de las migraciones y la movilidad, así como a la exacerbación de
las desigualdades, en lo que concierne a la brecha digital” (Unesco, 2022).
Uno de los caminos a seguir para superar estos innumerables desafíos contempo-
ráneos planteados por décadas desarrollistas, incluso si en algún momento toca la
dimensión cultural, es superar la distinción naturaleza/cultura. Como afirma Bruno
Latour (2020), con esta distinción lo que se busca, al menos en la tradición hegemó-
nica occidental u occidentalizada, como la brasileña, es expresar que “lo humano es,
ante todo un ser cultural que debe escapar o de cualquier manera distinguirse de la
naturaleza” (p. 33). Sería entonces necesario, siguiendo al autor, introducir una opo-
sición entre, por un lado, el binomio naturaleza/cultura y, por el otro, un término
que los incluya como un caso particular, que propone llamar “hacer mundo”, que se
define “como lo que se abre, por un lado, a la multiplicidad de personas existentes y,
por el otro, a la multiplicidad de formas en que existen” (p. 66), evitando así centrarse
en la diversidad de culturas solamente.
Esto plantea la pregunta sobre el lugar, por ejemplo, de las expresiones culturales sub-
alternizadas brasileñas, como los pueblos indígenas y las comunidades quilombolas, y
cómo “hacen mundo”; cómo se aquilomban mutuamente y ponen bajo el microscopio
un concepto como el de desarrollo; cómo llevan adelante, a través de sus prácticas y ela-
boraciones teóricas, la crítica a la biocolonialidad (Beltrán-Barrera, 2022); finalmente,
cómo implementan políticas culturales que crean desacuerdos con las impulsadas por
el Estado (Barbalho, 2020; Rancière, 1996).
Concluimos con lo que sostiene el pensador indígena brasileño Ailton Krenak (2022):
“El desarrollo humano dentro del bosque es posible con otras tecnologías, con otros
horizontes de vida social, con muchas alternativas dentro del bosque” (p. 13).
Notas
1
Algo así como “goteo hacia abajo” para indicar 3
Ejemplar, en este sentido, fue el vaciamiento
que la riqueza viene de arriba, poco a poco, dis- de funciones y poder de decisión que sufrieron
tribuyéndose hacia la base de la sociedad. los Ministerios de Medioambiente y Pueblos In-
2
Traducción libre nuestra. En el original: “To dígenas al inicio del gobierno debido a las pre-
describe a process which is at once interventionist, rid- siones de sectores vinculados al agronegocio y
dled with conditions imposed on developing countries, sus representantes en el Congreso Nacional, la
disenfranchising of entire populations, and beneficial llamada “bancada ruralista”.
in the main only to North America and Europe”.
E
l dispositivo Mondiacult se ha inscrito en la historia de las políticas culturales
como un proveedor de conceptos y declaraciones performáticas. Desde su
primera versión hasta la más reciente se han desplegado una serie de temas
y problemas que han configurado la discusión sobre el binomio política y cultura en
los Estados miembros de la Unesco y más allá. Es indudable reconocer que, en sus
documentos, foros e informes, se han establecido convenciones que han servido no
solo para mantener un diálogo común mundial sobre el rol de la cultura en la socie-
dad, sino también exigido una sincronización compleja y acelerada de los Estados
por sumarse a estos acuerdos generales. La influencia de la Unesco en este último
medio siglo ha sido clave para entender las percepciones, expectativas y horizontes
de trabajo de las diversas instituciones gubernamentales dedicadas al ámbito cultu-
ral, así como también de los discursos que agentes, artistas y gestores/as culturales
de la sociedad contemporánea realizan en su trabajo diario. No hay duda de que las
diversas declaraciones y convenciones de la Unesco han servido para forjar una ar-
quitectura mundial para diseñar, implementar y evaluar las políticas culturales del
presente.
43 - Tomás Peters
En Chile este fenómeno es evidente. En sus setenta años de trabajo común —Chile es
país miembro de la Unesco desde el 7 de julio de 1953—, se han desarrollado cientos
de encuentros, asesorías y grupos de trabajo que han diagramado la institucionalidad
cultura y educativa del país. Es más, Chile ha firmado la mayoría de los acuerdos, con-
venciones y declaraciones emitidas por el organismo internacional y, actualmente, la
sede regional de la Unesco está en Santiago, su capital, lo que ha reforzado aún más su
vínculo de influencias. La participación de Chile en las dos versiones de Mondiacult
debe entenderse bajo esta lógica de mutua cooperación y entendimiento. Estar ahí
implicó un alto interés gubernamental y político tanto para la dictadura como para el
actual gobierno de Gabriel Boric, ya que en las dos ocasiones la instancia sirvió como
plataforma de rendición y difusión de las políticas culturales implementadas y proyec-
tadas por el país en ambos contextos. En este sentido, los textos que Chile presentó a
Mondiacult pueden ser pensados como actos de enunciación que buscaron situar e inscri-
bir un modelo “en construcción” de institucionalidad cultural nacional.
El informe aborda variados elementos difíciles de sintetizar aquí. Sin embargo, hay
algunos aspectos que vale la pena destacar y que servirán para marcar una diferencia
con el envío de Chile en 2022. En primer lugar, la cultura es tematizada en el informe
como una característica propiamente humana y concebida por Dios al hombre. Esto
45 - Tomás Peters
tendrá como correlato, por ende, que la cultura es entendida como una fuerza moral
que no solo ayudará a alcanzar el desarrollo y el progreso social del país, sino tam-
bién reforzará los valores propios de la raza chilena, su identidad, homogeneidad
y unidad nacional. La trayectoria histórica de la nación, en este sentido, debía ser
reconocida y protegida en toda política cultural. Para ello, se debía reforzar lo que
Bauman (2002) ha denominado como “la noción diferencial de cultura” y que señala
que existen elementos no-humanos, como los geográficos, climáticos y naturales,
que construyen el carácter social e individual de los habitantes de un territorio. En
base a ello, “lo chileno” estaba marcado en parte por su “fortaleza contra las vicisitu-
des” naturales y su capacidad de solidaridad entre sus miembros, elementos que se
protegían al fomentar y cuidar el patrimonio cultural del país.
En segundo lugar, esta política cultural debía ser implícita, es decir, no existir como po-
lítica concreta, porque aquello significaría un “dirigismo cultural”. El texto lo señala así:
Algunas naciones como Chile han optado, tras madura y prolongada reflexión, y de no pocas y
entusiastas iniciativas, por no llegar a fijar una política cultural, oficial, propiamente dicha, sino
más bien a la lenta pero constante tarea de crear conciencia en todos los niveles ciudadanos, del
extremo valor que debe asignarse a la cultura, como expresión del ser nacional, para la necesaria
inclusión de las diversas políticas sectoriales dentro del ámbito cultural chileno. (p. 7)
Proponer una política cultural bajo esta lógica significaba establecer un plan de tra-
bajo coordinado institucionalmente, pero sin un marco general explícito que defi-
niera estrategias, metas y medios de verificación identificables. Como señala la lite-
ratura sobre el tema (Ahearne, 2009), las políticas culturales implícitas son muchas
veces imperceptibles, pero duraderas en sus efectos. Y, ciertamente, así lo pensaba el
régimen dictatorial. En efecto, la principal política cultural que ya se había fraguado
en Chile era la promulgación de la Constitución de 1980: el marco cultural, político
y social más importante del último medio siglo, y cuyas consecuencias culturales las
seguimos viviendo.
En tercer lugar, y relacionado con el punto anterior, el documento establecía que toda
política cultural debía construirse en base al reconocimiento constitucional del prin-
cipio de subsidiariedad del Estado chileno. Esta propuesta promovía un rol más ac-
tivo y clave de la empresa privada en el ámbito cultural y artístico, lo que significaba
que el Estado solo intervendría donde los primeros no tuvieran interés de inversión.
De esta forma, el Estado chileno promovía la llegada de la oferta cultural global —la
industria masiva— siempre y cuando no friccionara los valores nacionales, la con-
vivencia interna del orden público y las buenas costumbres locales. Aun cuando el
Estado le daba la bienvenida a los bienes y servicios culturales extranjeros, existía
un resquemor a lo global o a todo aquello que podía deformar lo nacional. Junto con
promover las artes cultas —el ballet, la poesía, la música clásica, la lectura, etc.— y el
folclore nacional, el documento señala explícitamente su vocación por el fomento de
la cultura de masas de la oferta global, aunque el Estado debe estar “atento a liberar a
su pueblo de todo intento de colonización espiritual o material que afecte su derecho
soberano a exigir respeto a su identidad y dignidad como nación” (p. 44).
Bajo ese esquema, y en cuarto lugar, el informe nacional para Mondiacult reconoce
que la vocación del régimen es que todos los chilenos pudieran disfrutar de los be-
neficios de las artes y el patrimonio común. Abrazando la idea de democratización
47 - Tomás Peters
cultural —aunque sonara contradictorio proviniendo de una dictadura militar—, el
documento refuerza constantemente lo realizado por el Estado en esa dirección. Así,
por ejemplo, enumera la cantidad de bibliotecas públicas creadas durante el régi-
men, así como también los esfuerzos realizados por “llevar la cultura” a las diversas
zonas geográficas del país. Así, el rol del Departamento de Extensión Cultural del
Ministerio de Educación debía procurar las instancias para aumentar el acceso —
extensión cultural— y así acrecentar la cultura del mayor número de personas. Si
bien el informe señala separadamente las ideas de “democratización” y “democracia”
cultural, no siempre es fácil identificar cómo el régimen entendía la idea de la última:
es más, su uso difuso y superficial se entrelaza con la idea de democratización en
gran parte del texto. El único vínculo con la idea de democracia cultural más clara
es su relación con las desigualdades existentes en el acceso cultural en el país. Sin
embargo, la noción misma desparece y aparecer antojadizamente.
Ahora bien, ¿qué instancia estaba llamada a implementar estos principios? Bajo una
lógica enunciativa, el informe nacional señalaba que la pronta creación del Ministerio
de Educación y Cultura sería la encargada de resolver los problemas culturales del
país. Sin embargo, esta institución nunca llegó a existir. Pero esto no importaba.
Como queda de manifiesto en la última parte:
Respecto de Chile, es dable señalar que su política de orden cultural comprende todo un sistema
de acciones y de estímulos destinados a la creación de un ámbito adecuado al desarrollo de todas
las condiciones potenciales de su pueblo, que puede dar satisfacción a sus anhelos espirituales y
materiales, de acuerdo con los principios humanistas y cristianos que corresponden a su tradición
como nación. (p. 43)
Bajo este esquema de trabajo, es claro advertir que la postura de Chile frente al mun-
do fue reforzar un esquema cultural esencialista, localista, elitista y neoliberal. Quizá
por ello su participación en Mondiacult 1982 pasó casi inadvertida. Se sabe quién fue,
pero se conoce muy poco sobre qué hicieron en la instancia. No existen archivos ni
49 - Tomás Peters
asumió la presidencia de Chile uno de los políticos más jóvenes del mundo, el exlíder
estudiantil de 2011, Gabriel Boric. Los signos que surgieron a partir del nuevo gobier-
no y la convención constituyente dieron nuevas esperanzas de cambio: emergieron
nuevos conceptos, lineamientos políticos y horizontes de futuro inéditos para la so-
ciedad chilena. Sin embargo, Chile “rechazó” esa propuesta. Un fracaso que, hasta la
fecha, resulta complejo de procesar.
En esta coyuntura política y social, Chile redactaba un nuevo informe nacional para
Mondiacult 2022. Titulado “Mondiacult, renovar y fortalecer las políticas culturales”,
este documento sirvió de base para trazar los planes, programas y proyecciones que
el nuevo gobierno de Chile —representado por la ministra Julieta Brodsky— presen-
taría a los países miembros de la Unesco cuarenta años después de la primera reu-
nión en la Ciudad de México. Al igual que el documento anterior, este se comprende
como un dispositivo de enunciación. En él se presentan los conceptos guía de las nuevas
políticas culturales comprometidas, así como también los encuadres futuros de la
institucionalidad cultural local. En efecto, en el primer párrafo se manifiesta con cla-
ridad que, en el contexto global, la “cultura importa”, que no es un ámbito secundario
de la política, sino uno central. A diferencia de otras sociedades, refuerza el texto, el
presidente Boric ha manifestado un compromiso activo con la cultura.
Los aspectos centrales que destaca el documento se pueden sintetizar en los siguien-
tes: en primer lugar, rápidamente se delinea la inclusión estratégica de dos conceptos
clave en las políticas culturales de Chile, la democracia cultural y el desarrollo soste-
nible. Por una parte, y reconociendo la histórica presencia y rol de la democratización
cultural en el país, el documento aborda qué entiende por democracia cultural:
Para transitar hacia una democracia cultural no equivale a dar por superados los desafíos que
han marcado el trabajo de períodos anteriores, sino actualizar sus sentidos. Implica diseñar e
implementar políticas culturales centradas en la participación activa de las personas y comunida-
des, entendiéndolas como sujetos de derechos y productores de sentido. Apunta, en definitiva, a
El desarrollo sustentable, por otra parte, es otro de los conceptos clave en el informe
nacional. Más allá de comprender la noción de desarrollo desde un aspecto económi-
co o productivo, en el documento se refuerza la idea que el apellido “sostenible” pone
en el centro el bienestar de las comunidades y personas, sin poner el riesgo el futuro
de las generaciones por venir. En este sentido, las dimensiones de justicia territorial,
medioambiente, inequidad socioeconómica y de género, entre otras, cumplen una
51 - Tomás Peters
función estratégica en el plan local. Para el nuevo gobierno, pensar el vínculo entre cul-
tura, democracia y desarrollo sostenible, conjugaba un “círculo virtuoso” para enfren-
tar los conflictos sociales, fortalecer la deliberación pública y mejorar la vida común.
En este sentido, las políticas culturales se comprendían como caminos de apoyo para
alcanzar un futuro que proteja tanto el ecosistema cultural como el ambiental.
53 - Tomás Peters
de expertos. Es más, con la salida de la ministra Brodsky en marzo de 2023 pareciera que
estos debates incluso desaparecieron de la agente ministerial. Hoy se habla poco de la
democracia cultural y los programas anunciados en el último informe nacional han ido
perdiendo fuerza e interés institucional. Al parecer, el entusiasmo inicial del gobierno de
Boric por la cultura cedió a los problemas contingentes y pasó al segundo plano de la his-
toria. Así ha sido evidente con la designación de nuevos ministros que saben poco de po-
líticas culturales y menos aún de los debates elaborados en Mondiacult. Probablemente el
debate más “teórico” se ha centrado en la idea de que la cultura es un bien público global:
en efecto, los focos locales se han vertido en la traducción al español del vocablo inglés
“global” como “mundial”, situando así una resistencia latinoamericana a lo “global”, más
cercano al proceso de globalización neoliberal. Al sustituir el término global por mundo
se comprender mejor el fenómeno de la cultura con la idea de estar en un mundo —o que
constituimos un mundo común, una existencia compartida—. Por otra parte, la noción
de “bien público” también situó un interrogante local: ¿qué es un bien público? ¿Por qué
un bien y no un derecho? ¿En qué medida lo público desplaza lo común?
El último año en Chile ha sido difícil en términos culturales. Más allá de las políticas
culturales como política pública, lo que hemos sido testigos es de un retorno a debates
y propuestas culturales pensadas en el informe nacional de 1982. Luego del “rechazo” a
la primera propuesta constitucional el 4 de septiembre de 2022, se produjo un quiebre
histórico-simbólico en Chile. Se descartaba un proyecto constitucional con cambios
sustantivos, como pasar de un Estado subsidiario a uno de derechos sociales. O asumir
que somos una sociedad plurinacional y que pensamos en el futuro protegiendo nues-
tra naturaleza. Gran parte de los sueños y horizontes de expectativas de la “izquierda
cultural” —un término confuso, aunque sintético para expresar una complejidad cul-
tural progresista— se vieron derrumbados esa tarde de septiembre. Luego de ello, y al
formar una nueva convención constitucional —un segundo intento—, el escenario se
revirtió totalmente: la nueva propuesta constitucional será escrita por grupos ultra-
conservadores y nacionalistas. Para muchos, un retroceso inédito e inesperado.
Bibliografía
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de doctorado]. Universidad San Sebastián de
Santiago de Chile.
55 - Tomás Peters
56 - [revista gestión cultural]
¿Por qué fallan las políticas
públicas culturales?
Un análisis desde Colombia
Por María Adelaida Jaramillo González
E
n medio de la movilización desplegada en América Latina y el mundo, a par-
tir de la celebración de la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible en la ciudad de México en septiembre de
2022, en la que se propuso declarar la cultura como bien público global, este artícu-
lo se propone analizar diversos aspectos que problematizan la gestión pública de la
cultura y su incidencia en la crisis de políticas culturales en América Latina, la cual
hizo eclosión con la pandemia de COVID-19, además de otros fenómenos de tipo es-
tructural que han hecho mella en las precarias condiciones de existencia y sostenibi-
lidad de los actores e instituciones culturales, así como en el ejercicio de los derechos
culturales de la ciudadanía en su conjunto.
Dicha crisis arrastra problemas de vieja data no resueltos que, como muestra el caso
colombiano, se evidencian en una gobernanza cultural deteriorada por la desconfian-
za creciente entre el sector, la sociedad y el Estado; las afectaciones a los rituales de
las comunidades y su cohesión social debido a las violencias y las guerras; la escasa
comprensión del valor y de una agenda pública que ponga en el centro de las preo-
cupaciones gubernamentales los problemas culturales públicos1; las afectaciones y la
Dichos fenómenos se agudizaron en los últimos años y las soluciones planteadas pa-
recieran no haber contribuido a resolverlos de forma sostenible, lo que insta a mirar-
los desde nuevas ópticas para tratar de proponer algunas recomendaciones.
Ruta metodológica
El presente artículo se realiza mediante un proceso investigativo exploratorio y cualita-
tivo para identificar algunos conceptos clave que permitieran acercarse críticamente a
la noción de la cultura como bien público global propuesta por la Unesco en 2022 y sus
implicaciones para el desarrollo de las políticas culturales en América Latina, identifi-
cando algunos problemas desde la literatura existente sobre políticas culturales desde
la perspectiva latinoamericana, para avanzar, desde la noción de política pública, y en
particular, desde la teoría de los fallos de implementación, en la comprensión de algu-
nos problemas que permitan la superación de la crisis de las políticas culturales.
Para ello, se realizó un rastreo documental y se tomaron como referentes para el análisis
de los fallos de implementación, los diagnósticos con alcance nacional realizados durante
el desarrollo de las Mesas Regionales de Cultura promovidas por el Ministerio de Cultura
de Colombia, con apoyo de la Universidad de Antioquia entre 2011 y 2012, y en el proceso
de formulación del Plan Nacional de Cultura 2022-2032: Cultura para la Protección de
la Vida y el Territorio, del Ministerio de Cultura, desde los cuales se realizó un ejercicio
de comparación en el tiempo para identificar continuidades y discontinuidades en los
Un contexto necesario
Desde finales del siglo XX, la reconfiguración de las constituciones nacionales en va-
rios países de América Latina dio lugar a la creación o transformación de organismos
culturales de orden nacional en ministerios de cultura, al tiempo que se reconoció la
diversidad cultural como un asunto esencial que demarcaría el horizonte de las polí-
ticas en los años subsiguientes. Igualmente, se amplió la mirada sobre el patrimonio
cultural para incluir las expresiones de las culturas vivas, surgieron diversas formas
de fomento y estímulo para el arte y la cultura, se fortalecieron sectores como el cine,
el libro, las artes escénicas y la música, entre otros, y emergieron sectores como el de
la cultura viva comunitaria, además del despliegue de flujos importantes de crea-
ción, producción y circulación de bienes y servicios culturales aupados por diversas
iniciativas de cooperación cultural.
Los resultados de las limitaciones al ejercicio de los derechos culturales de los ciuda-
danos y ciudadanas están aún por valorarse, y aunque la oferta cultural creció expo-
nencialmente en las diversas formas de la creación, producción y circulación de con-
tenidos digitales, también es cierto que se afectaron los rituales de las comunidades,
los espacios de encuentro, la cohesión social, la convivencia en los espacios íntimos
expresada en el incremento de las violencias intrafamiliares especialmente contra las
mujeres, el abuso sexual a niños, niñas y adolescentes9, entre otros.
Hoy, después de la declaración del cese de la pandemia global del COVID-19 por parte de
la OMS, las expectativas de recuperación del sector cultural en América Latina parecen
ser inciertas, y la pregunta por el papel que la cultura tiene en nuestros países parece ha-
berse diluido en las necesidades legítimas de un sector que, como en el caso de Colombia,
demanda una atención cada vez más creciente por parte del Estado, en un diálogo plaga-
do de desconfianza de la ciudadanía frente a los gobiernos, en medio de amplias movili-
zaciones del sector que no logran incidir en la agenda pública para abrir el debate sobre el
presente y el destino de los países y el aporte cultural al bienestar de la sociedad.
Dichos debates han estado acompañados con las decisiones de políticas públicas
que han orientado a los países del área y han instaurado en su gestión diversos
procesos encaminados a dar respuesta a los retos de cada momento. Así, pasamos
de las políticas de la democratización cultural en América Latina, a las del recono-
cimiento de la diversidad y el desarrollo de la democracia cultural fundada en el
ejercicio de los derechos culturales, enfoque que luego se trasladó a las políticas de
la economía creativa y cultural y, por tanto, centradas en las cadenas de valor del
sector cultural. El giro político hacia la izquierda en varios gobiernos de América
Latina, hizo emerger de nuevo la noción de lo tradicional y de lo popular para en-
fatizar en las artes las culturas y los saberes originarios y comunitarios, como es el
caso de Bolivia y Colombia.
Lacarrieu (2022) afirma al respecto que la crisis de las políticas culturales tiene re-
lación con la permanencia de las estructuras institucionales, considerando la hege-
monía de un sistema cultural inercial que apuesta a una temporalidad del pasado,
así como con la distancia entre los avances conceptuales académicos y la política
cultural, la brecha entre los conceptos complejos de la cultura, y la “concepción an-
tropológica” asumida como cambio en el marco de las políticas y la práctica, llevando
al dilema entre la política cultural como intervención estatal “descotidianizada” y la
política cultural ampliada “cotidianizada”, lo que refleja igualmente la matriz colo-
nial y hegemónica desde la que se han construido las políticas culturales y que tiende
a omitir las desigualdades pretendiendo una igualdad cultural que desconoce las
diversas perspectivas de participación en la vida cultural.
Desde otra perspectiva, Per Mangset (citado por Nivón Bolán, 2020), afirma que el fin
de las políticas culturales está cerca por su incapacidad de adaptarse a los procesos de
transformación de las sociedades contemporáneas en temas como la democratiza-
ción, el apoyo gubernamental a entidades obsoletas, la pobreza de los artistas a pesar
de los incentivos de apoyo público, el alcance nacional de las políticas culturales en un
contexto de producción y distribución que es global, el estancamiento de las finanzas
públicas y la burocratización de la gestión pública cultural, entre otros.
Unido a ello, la compleja red de relaciones con los demás sectores del desarrollo eco-
nómico, político y social en áreas como ambiente, educación, ciencia e innovación, co-
municación, salud, deporte, justicia, defensa, turismo, vivienda, comercio, relaciones
exteriores, entre otros, no es suficientemente aprovechada, lo que amplía los desfases
entre las capacidades del Estado para atender las necesidades culturales de la sociedad
y las demandas de los sectores creativos y culturales, y de la sociedad en general.
El concepto de Bien Público Mundial, tal como lo refiere la misma Unesco (2022), se
refiere a:
“Bienes y servicios que se prestan y benefician a toda la sociedad, (...) que ningún Estado puede su-
ministrar adecuadamente por sí solo y [que] afectan al bienestar de la humanidad en su conjunto”,
como la salud, la información, la economía, la ciencia, el desarrollo digital o la paz (Unesco, 2021).
Los bienes públicos globales se caracterizan por los principios de no exclusión y de no rivalidad del
Dicha noción está antecedida por la noción de “bien público” desarrollada por
Musgrave (1939), quien se sustentó a su vez en el concepto de “bienes colectivos”
planteado por Lindahl y Wicksell, y el modelo de provisión de bienes públicos de
Samuelson (1954), según indica (Braña, 2004), teorías todas ellas puestas en cuestión
por su centralidad en un Estado omnisciente, proveedor único de los bienes públi-
cos, que excluye el aporte cooperativo, lo cual fue replanteado por Amartya Sen al
reconocer la existencia de comportamientos basados en el compromiso como en el
caso de las negociaciones colectivas, y por autores como Stiglitz, quien habla de la
búsqueda de consensos como garantes de la gobernabilidad. Asimismo, se critica
que los bienes públicos puros sean una noción muy estricta de la que pocos ejemplos
se encuentran en la vida real (Braña, 2004).
Plantea, igualmente, que en la producción de bienes públicos, “una cosa es que la pro-
visión tenga que ser pública, lo que podemos hacer equivalente a que la financiación
sea pública, y otra muy distinta que la producción sea también pública”, lo que abre la
noción de bien público no solo a aquellos bienes que se caracterizan por la no exclusión
y la no rivalidad, dado que pueden ser producidos por particulares con interés de renta
y creación de capital, por lo que pueden ser excluibles y generar rivalidad en el acceso
y consumo (Braña, 2004, p. 6). Adicionalmente, y no menos importante, la territoria-
lidad de los bienes públicos determina diferentes formas de comprensión y abordaje
práctico desde lo local, regional, nacional o global, sin que exista una institución con
poder político y cohesionador con capacidad para proveerlos o financiarlos, en un es-
cenario global con grandes afectaciones económicas sobre el planeta (Braña, 2004, p.7).
Declarar la cultura como un bien público implica comprender que, al ser un bien que
puede ser comercializable y por tanto excluyente, como en el caso de los bienes y ser-
vicios asociados a la economía creativa y cultural, deben tomarse medidas que per-
mitan construir una responsabilidad compartida de todos los ciudadanos, el Estado,
las organizaciones civiles, las empresas privadas, los sectores culturales y los demás
sectores del desarrollo económico, político y social, para superar el enfoque utilitarista
de la cultura y avanzar en la solución de los problemas estructurales en materia cultu-
ral. De allí que sea relevante el papel de la sociedad desde la cooperación para el logro
de los fines públicos y del sector cultural mismo, no solo como beneficiarios de la acción
del Estado sino como co-creadores y co-productores de políticas públicas y, por tanto,
corresponsables de las transformaciones y cambios que se pueden operar con miras al
logro del bienestar común de la sociedad en su conjunto.
El sentido que cobra aquí la noción de política pública es fundamental, pues más
allá de las múltiples formulaciones de la noción de política cultural que, como resu-
mió García Canclini (1987) hace ya 36 años, respondían hasta entonces a los llama-
dos “paradigmas de la acción cultural” como el de mecenazgo liberal, el tradicio-
nalismo patrimonialista, el estatismo populista, la privatización neoconservadora,
la democratización cultural y la democracia participativa, los cuales se asentaron
Con respecto al concepto de política pública, Aguilar Villanueva (1996) plantea que
ella responde a: a) al diseño de una acción colectiva intencional, b) el curso que efec-
tivamente toma la acción como resultado de las muchas decisiones e interacciones
que comporta y, en consecuencia; c) los hechos reales que la acción colectiva produce.
La política pública es vista, desde esta perspectiva, como un proceso o un curso de
acción, con resultados desde la acción colectiva que deben ser evidenciados.
Para Grau (2002), las políticas públicas “son el conjunto de acciones, de procesos, de
interacciones e intercambios entre actores que tienen lugar en los ámbitos del poder
político. Así, y a pesar de que existe cierta tendencia a pensar que el ámbito de las
políticas públicas es el ámbito de la tecnicidad, las políticas públicas y su estudio
suponen entrar en el análisis de lo que, de acuerdo con Lasswell, es el poder político:
quién obtiene qué, por qué y cuándo” (p. 34). Esta perspectiva de las políticas, vista
desde los actores que intervienen, configura una tensión que permite comprender el
motivo del fracaso de muchas políticas e intervenciones públicas, al entrar en juego
diversos intereses, agendas y poderes y su influencia en el proceso.
Lo anterior es reafirmado por Subirats (1998), para quien las políticas “implican op-
ciones de fondo enraizadas en valores, paradigmas e ideas. Trasladan, de forma más
o menos explícita, concepciones, referentes normativos e intereses a la esfera de la
decisión colectiva. Y todo ello en un marco de entramados institucionales por donde
transitan las interacciones concretas entre actores políticos. La estructura de oportu-
nidades y límites que ofrecen las instituciones, así como las estrategias y habilidades
Así las cosas, más que declaraciones sobre el deber ser de la cultura en la definición
de las políticas culturales, es importante señalar la relevancia de mirar lo cultural
desde la óptica de los problemas públicos, de forma que se puedan visualizar otras
formas de comprender las instituciones, los actores, los procesos y las políticas cul-
turales mismas no solo desde su diseño, sino especialmente desde las dificultades de
su implementación. De acuerdo con Londoño y Bolaños (2018), “la implementación
de políticas públicas es el paso de los discursos, intenciones y decisiones a los he-
chos concretos o reales que materializan la acción de gobierno”, para lo cual se hace
necesario identificar los llamados “fallos de implementación” que, como veremos a
continuación, permitirían allanar el camino.
Para efectos del presente artículo, nos centraremos en las tres categorías causales
de análisis, que, de acuerdo con Londoño y Bolaños (2018), permiten integrar las
5. Construir valor público desde las capacidades de los gobiernos: construir valor
público implica el “uso legítimo de los activos, mediante las capacidades opera-
tivas para gestionar públicamente la entrega de resultados”, según Moore (cita-
do por Leyva y Olaya, 2022). Para ello, es indispensable que se dé la provisión de
servicios necesarios y de alta calidad, se obtengan resultados para el logro de los
fines previstos, y se cree y mantenga un alto nivel de confianza entre los ciuda-
danos y el gobierno, lo que demanda una gestión pública basada en resultados, y
contar con instituciones públicas abiertas al cambio, capaces de leer los tiempos
y adaptar sus estructuras a los nuevos desafíos.
Quizás, desde allí, puedan subsanarse las dificultades de valoración que lo cultural sigue
enfrentando en las sociedades actuales para lograr, por fin, en la práctica, hacer de la cul-
tura factor fundamental en la transformación social y el buen vivir en América Latina.
L
a Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
–la Unesco por sus siglas en inglés– es parte del sistema de Naciones Unidas
(ONU). Desde la segunda mitad del siglo XX, la Unesco actúa como agencia es-
pecializada en estos ámbitos con el objetivo de contribuir a la paz, la seguridad y el
desarrollo sostenible, y ha sido la institución de referencia en el multilateralismo de las
políticas culturales a nivel global con 193 países miembros y 11 asociados.
La gestión patrimonial ha sido uno de los principales ámbitos en los que la Unesco ha im-
pulsado el desarrollo normativo e institucional en el país. Así también ha jugado un rol ac-
tivo en el manejo de diferentes patrimonios mundiales. En el caso de las islas Galápagos,
la acción de la Unesco influyó, por ejemplo, en la inclusión en la lista de patrimonio en
peligro entre los años 2007 y 2010. Esto obligó al Gobierno nacional –en coordinación con
diversas agencias de cooperación internacional– a tomar medidas que les permitieran a
las islas salir de la lista. Sin embargo, no ha significado necesariamente una mejoría real
en el largo plazo de las condiciones sociales y ambientales del archipiélago.
79 - Pablo Cardoso
sobre el desarrollo de la cultura en los territorios. Por lo cual, su responsabilidad de
actualizar debates y establecer consensos es primordial. En esta búsqueda es que
se instala la convocatoria de la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible Mondiacult 2022, cuarenta años después de la pri-
mera Mondiacult, que se presenta como una plataforma mundial para la discusión
en torno a iniciativas gubernamentales sobre cultura.
En las recientes décadas se han planteado varias alternativas que abandonan la fi-
gura del mercado como único dispositivo asignador de recursos, en este caso como
lugar de encuentro de la oferta y demanda de bienes y servicios culturales. Las asi-
metrías de acceso a los diferentes mercados del arte son testimonio de la necesidad
de replantear las formas y sistemas de producción, pero sobre todo reformular las
dinámicas excluyentes en el acceso y el consumo cultural, muchas veces ligados a una
errónea interpretación de ciertos principios de la propiedad intelectual privatizada.
81 - Pablo Cardoso
Una interpretación revolucionaria en el campo fue abierta por la nobel de economía
Elinor Ostrom al aplicar su desarrollo teórico sobre los bienes comunes al ámbito del
conocimiento (Hess y Ostrom, 2005), en la que se sustenta la necesidad de transfor-
mar los marcos de gobernanza de los bienes ligados al conocimiento, como son los
culturales en este caso, para favorecer el reconocimiento de su producción colectiva y
favorecer su libre acceso y circulación irrestricta.
En este sentido, posicionar a la cultura como bien público mundial tiene connotacio-
nes teóricas particulares, a diferencia de los bienes comunes que establecen una res-
ponsabilidad compartida entre Estado, comunidades y actores privados, en este caso
la preeminencia de la acción gubernamental, e implican principalmente establecer
“una acción global y concertada por parte de la comunidad internacional”. Es decir,
la responsabilidad de la gestión del recurso reside en los Estados, quienes a partir de
acciones coordinadas deben “garantizar el acceso de todos a la cultura”, que es la base
del concepto de bien público: la no exclusión y la no rivalidad en su acceso como ca-
racterística de base. Esto es ciertamente una tarea complicada en un escenario global
capitalista en el que el acceso a la cultura es inequitativo, variando de gran manera en
relación a la ubicación geográfica, el nivel socioeconómico, la infraestructura física y
digital, las políticas gubernamentales y otros factores socioculturales.
Los desafíos conceptuales, nos llevan, por un lado, a plantear el problema de la diver-
sidad cultural en el contexto de un avasallador predominio de la cultura mainstream a
escala global, como la transmisión de fenómenos culturales hegemónicos vía medios
de comunicación tradicionales (Martel, 2010). De ahí que el desarrollo de medios di-
gitales y redes sociales es un campo donde actualmente predominan las expresiones
del mainstream global, a pesar de que en algunos casos también pueden ser una vitri-
na de exposición de manifestaciones culturales diversas.
En el caso ecuatoriano, hay que señalar que desde una perspectiva dogmática se
cumplen los principios establecidos por la Mondiacult para la consideración de la
cultura como bien público global: primero, por los postulados constitucionales que
desde su primer artículo enuncian a la plurinacionalidad y a la interculturalidad
como principios fundamentales de la nación. De igual manera, el principio de Sumak
kawsay, el cual es un vector estructurante de la Constitución del 2008, se corresponde
con los desafíos derivados de la implementación de políticas y acciones de los bienes
públicos globales, pues reconocen por un lado la cultura en su diversidad y por otro
plantean el cumplimiento de los derechos culturales.
83 - Pablo Cardoso
¿Cómo traducir los postulados genéricos de la Mondiacult a acciones concretas
desde la política pública para establecer regulaciones antimonopolio en
infraestructuras de distribución de contenidos? ¿Qué perspectivas pueden
tener los Estados nacionales para impulsar un proceso de educación digital
y alfabetización mediática que promueva una formación de públicos con
capacidad de discernimiento y con libertad de elegir fenómenos artísticos y
culturales diferenciados?
Moreno. El propósito de esta acción fue reducir costos para el Estado, pero el sector
audiovisual lo recibió como una afrenta al ya debilitado aparato institucional. Por
este motivo, impusieron demandas que permitieron, en julio de 2023, la restitución
del ICCA –y por default, el IFAIC– tras la firma del Decreto 812 firmado por el pre-
sidente Guillermo Lasso. Sin embargo, a nivel presupuestario no se prevén incre-
mentos que permitan repotenciar a ambas instituciones, solamente una división
patrimonial al estilo de un divorcio.
Quizás, es este antecedente el que abre un desafío para revalorizar / volver tras-
cendente el rol de la cultura para la política y las economías nacionales, y ahí es
donde la transversalidad toma sentido para, por un lado, asentarse en el discur-
so de las economías creativas que han sido definidas como un eje primordial de
acción para el fortalecimiento de la cultura en el siglo XXI, y, por otro lado, para
discutir sobre la transversalidad desde una perspectiva más amplia en la cual la
se involucran dimensiones esenciales y relevantes para aportar al bienestar –o al
Sumak kawsay desde la perspectiva de la Constitución ecuatoriana–, que puede
incluir la cultura desde lo comunitario, la problematización y las estrategias des-
de lo cultural para enfrentar la violencia, las acciones y mensajes urgentes que
desde el arte se pueden activar para abordar el cataclismo ambiental contempo-
ráneo, entre varios temas.
85 - Pablo Cardoso
Economías creativas en el Ecuador: la victoria de la perspectiva
empresarial
El 2021, en medio de las olas de una pandemia global, fue declarado por la Unesco
como el de las economías creativas para el desarrollo sostenible. La discusión sobre
las economías creativas también –al igual que la de los bienes públicos globales– está
atravesada por tensiones que oponen distintos modelos y posibilidades económicas
para la utilización de la creatividad como recurso.
87 - Pablo Cardoso
En el análisis al respecto de las políticas de corte empresarial dentro del campo cultu-
ral en el marco de lo planteado por la Unesco en la Mondiacult acerca de la diversidad
cultural y de la inclusión amplia de actores, es preciso recalcar que varios segmentos
no formalizados y correspondientes a un modo de producción no capitalista pueden
quedar fuera de esta consideración. No se debe olvidar la alta informalidad del sector
cultural. Según el segundo Termómetro Cultural del Observatorio, el 38,6% de los
trabajadores del arte y la cultura labora de forma intermitente en el país y un 19,3% lo
hace sin percibir una remuneración.
Según los datos recopilados por la Cuenta Satélite Cultura, en Ecuador desde el
año 2007 hasta el 2020, hubo una primera etapa marcada por un pausado incre-
mento de la contribución de la cultura al PIB que vio su punto máximo en 2014
(2%). En adelante, la cifra se fue reduciendo hasta alcanzar el 1,73% en 2020. Es
decir que las expectativas de Juan Fernando Velasco, ministro de Cultura, de que
la economía creativa alcance el 3% del PIB en 2021 fueron tan solo un espejismo.
El decrecimiento del nivel de actividades que experimentó el sector supera las
afectaciones que tuvo la economía total del país. Este dato pone en evidencia la
vulnerabilidad del campo cultural si se compara con las otras áreas productivas
durante el tiempo de pandemia, y pone en duda la viabilidad de seguir la ruta
trazada por la Mondiacult.
Cabe destacar que otro de los desafíos para que la cultura se posicione como un
sector estratégico tiene que ver con que el Estado promueva un espacio de verdade-
ra participación, tomando en cuenta la asimetría de poderes que existen entre los
distintos miembros del ecosistema cultural. Aquí es ampliamente relevante aludir
al Movimiento Latinoamericano Cultura Viva Comunitaria, que se desarrolla en el
marco de las prácticas colectivas de comunidades en sus territorios y que también
busca el reconocimiento por parte de las diferentes estructuras gubernamentales
para incidir en la toma de decisiones.
89 - Pablo Cardoso
En Ecuador, su reciente Congreso Nacional se celebró en noviembre de 2022. Este en-
cuentro permitió conocer una de las demandas: lograr una articulación horizontal,
para lo cual se requiere la creación de consejos de cultura viva comunitaria en todos
los GAD municipales y cantonales. En esta línea, con base a los acuerdos para incidir
en la política pública, es importante que la vinculación se realice con la comunidad
de forma directa y no solamente a través de las entidades estatales. A la par, el Estado
debe garantizar la creación de una línea de fomento para potenciar los procesos de
cultura viva comunitaria. Esto, sin dejar de lado que las organizaciones deben darles
un aval a los gestores culturales comunitarios.
Pero, así como esta dupla, se podría pensar en la relación entre cultura, ambiente, sa-
lud, turismo, seguridad. Las combinaciones no son restrictivas. Hay que tomar como
punto de partida que los beneficios de estas sinergias no serán únicamente económi-
cos, asimismo que la mirada transversal no debe descuidar las particularidades que
91 - Pablo Cardoso
En efecto, si a esto le sumamos el giro que han tomado las políticas públicas a nivel
nacional hacia una visión liberal y empresarial de la gestión de la cultura, el resul-
tado es la priorización de la producción de cultura formalizada que se sustenta en
incentivos parafiscales y la generación de un nuevo mecenazgo local. Esta constata-
ción,también matiza las posibilidades de pensar en el desarrollo de un sector cultural
diverso y transversal a las grandes urgencias contemporáneas que aquejan al país: la
convivencia social frente a la violencia, la sensibilidad frente a los desafíos ambien-
tales cada vez más presentes, la falta de condiciones favorables para los trabajadores
que persiste desde la crisis pandémica del COVID-19, entre otras.
La acción de la Unesco tras la Mondiacult, si bien busca establecer una hoja de ruta
para reencausar la política cultural, sin un trabajo de coordinación que involucre a
los actores locales y sin un seguimiento en los territorios, corre el riesgo de no tener
efectos tangibles en la transformación del sector. La crisis política y la ola de violen-
cia que atraviesa el país vuelven cada vez más inasibles estos planes orientativos en
materia de políticas culturales.
Notas
1
Si bien esta definición es útil para dimensio- que aún conservan un nervio cultural. Desde
nar los aportes que la creatividad puede hacer a esta visión la cultura no estaría en el margen de
diferentes sectores de la economía, lo que pro- los sistemas económicos, sino en su corazón.
pone el australiano David Throsby con el mo- 2
Para más referencias al Plan Ecuador Creativo
delo concéntrico para las industrias culturales revisar el artículo “Economía naranja a la
muestra una nueva perspectiva sobre cómo las ecuatoriana: pistas de lectura al Plan Ecuador
industrias culturales se insertan en el mode- Creativo”. https://journal.universidadean.edu.
lo económico e industrial de un Estado. Hacia co/index.php/revistai/article/view/2731
el centro se ubican la literatura, la música, las
3
En esta web se pueden consultar los distin-
artes escénicas y visuales, donde “se forman las tos proyectos de clústeres impulsados por el
ideas creativas: en el sonido, en el texto, en la Ministerio de Producción y sus fases de desa-
imagen, en la actuación” (2012, p. 57), mientras rrollo. http://clusterec.produccion.gob.ec/?pa-
que en los círculos más externos hay otras dis- ge_id=2334
ciplinas con una vocación más comercial, pero
93 - Pablo Cardoso
94 - [revista gestión cultural]
Políticas culturales y Universidad:
desafíos globales para la acción
local en Honduras
Por Mario Hernán Mejía
L
a Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales Mondiacult (México
1982) y la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el
Desarrollo, (Estocolmo 1998), convocadas por la Unesco, constituyen dos hitos
trascendentales de la comunidad internacional para el diseño de políticas públicas de
cultura articuladas a los procesos de desarrollo. Los objetivos de Mondiacult en 1982
fueron pasar revista a los conocimientos y experiencias adquiridos en materia de po-
líticas y usos culturales desde la Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos
Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales celebrada
en Venecia (1970).
Los aportes de esta segunda reunión se manifiestan desde los resultados obteni-
dos entre diciembre de 2021 y febrero de 2022 en la consulta regional realizada en
América Latina y El Caribe (Unesco, 2022) y que colocó en perspectiva las principales
tendencias sobre el estado actual de las políticas culturales en la región.
Una de las primeras constataciones es que la mayoría de los países han formulado
políticas culturales centrándose especialmente en el fortalecimiento de los marcos
institucionales, políticos y jurídicos –leyes, nuevas secretarías de Estado, planes, de-
claratorias especiales, etc.– y en menor grado acciones programáticas, transversales
y estrategias para su financiamiento.
El concepto andino del buen vivir como fuente de inspiración para las políticas cul-
turales que promuevan el bienestar, se plantea como un marco de referencia para
En cuanto a la promoción de los derechos culturales para reducir los impactos ne-
gativos del legado de esclavitud y la colonia, los países de la región coinciden en un
mayor acceso equitativo a bienes y servicios culturales, favorecer el diálogo interge-
neracional, la inclusión social en especial de los jóvenes, los pueblos indígenas, los
afrodescendientes, los migrantes y los desplazados internos.
Los tres ejes temáticos de discusión académica fueron: 1) las políticas culturales ne-
cesarias en el contexto civilizatorio actual de sus regiones y países, así como su con-
tribución al desarrollo sostenible; 2) la función transversal de la cultura como eje para
el trabajo de las universidades y su impacto/incidencia en el desarrollo sostenible y
la vida social; y 3) Universidad y políticas culturales para una educación incluyente y
de calidad hacia el 2030.
Un desafío que tienen las políticas culturales es atender la vinculación entre cultura,
arte y sostenibilidad, lo que requiere de acciones interinstitucionales concertadas
La Ley Visión de País/Plan de Nación 2010-2038 incorpora aspectos claves para im-
pulsar el desarrollo de los sectores culturales y creativos en Honduras a partir de es-
trategias que incrementen la vida cultural de los ciudadanos mediante el acceso y la
participación y el respeto a las expresiones propias de la diversidad cultural con el pa-
trocinio del Estado y la sociedad. La referida ley establece que las políticas estatales
procurarán favorecer el establecimiento de iniciativas como parte de los programas
de responsabilidad social empresarial y que las empresas privadas colaboren con los
esfuerzos del gobierno para el fomento y la difusión del arte y la cultura.
Los datos en el caso de Honduras revelan que el 80% de los hondureños jamás ha ido
al teatro y tres de cada cuatro afirman que nunca han visitado un parque histórico o
cultural. La encuesta detalla además que el hondureño está entre los ciudadanos de
Centroamérica que ven más televisión. Los resultados indican un promedio de 4,5
horas de lunes a viernes frente al televisor.
El estudio refleja una amplia brecha entre el sur del continente y Centroamérica. En
esta parte de la región el consumo cultural es bajo en casi todas las opciones: cine,
música, teatro o visitas culturales. Quienes ven menos películas en las salas son los
nicaragüenses (82%), hondureños (80%), guatemaltecos (77%) y salvadoreños (70%)
(Organización de Estados Iberoamericanos, 2013).
El acceso equitativo a la cultura es fundamental para garantizar que todas las perso-
nas disfruten de sus bienes y servicios. Es precisa la inversión en el fortalecimiento de
la educación artística, más equipamientos básicos y estrategias para el conocimiento
y disfrute del patrimonio cultural a fin de contribuir a superar barreras económicas,
geográficas y sociales que limitan las oportunidades de las personas para adquirir
competencias necesarias en la economía del conocimiento, como las habilidades di-
gitales y las nuevas tecnologías.
Bibliografía
Constitución Política de Honduras (1982). ht- Consultas Regionales. Conferencia Mundial
tps://www.poderjudicial.gob.hn/CEDIJ/Leyes/ de la Unesco sobre las Políticas Culturales y
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lizadanoviembre2021).pdf https://www.unesco.org/sites/default/files/
Gobierno de Honduras (2003). Ley de medias/fichiers/2022/09/5.MONDIACULT_
Ordenamiento Territorial. ES_REPORT%20REGIONAL%20
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Gobierno de Honduras (2009). Decreto N°
286-2009 Ley para el Establecimiento de una Universidad Nacional Autónoma de Honduras
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(2013). Encuesta Latinoamericana de Hábitos
internacional “Las universidades del mundo:
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políticas culturales y el desarrollo sostenible
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de los países”. Resoluciones Finales.
ricana2013.pdf
como Palanca de la Integración Hacia 2030. Rosa de Copán, “Los Llanos”. ht-
tps://es.scribd.com/doc/55708344/
Unesco (2022). Informe consolidado sobre Historia-de-Santa-Rosa-de-Copan
el proceso preparatorio de la Conferencia.
E
n 2022 se celebró en México la Conferencia Mundial de la Unesco sobre
Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible Mondiacult. Cuarenta años
antes, este país también fue sede del evento. Como afirma Fuentes (2022),
aquella conferencia de 1982 fue un “mito fundante de la historia de las políticas cultu-
rales contemporáneas”. Antecedida por la Conferencia Intergubernamental sobre los
Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales
(Conferencia de Venecia, 1970) y precedida por la Conferencia Intergubernamental
sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (Conferencia de Estocolmo, 1998), fue un
parteaguas en la concepción de la cultura y en el abordaje de las políticas culturales
a nivel mundial. Sobra decir que los lineamientos internacionales en materia de cul-
tura (como en otros temas) tienen un impacto real y fundamental en la elaboración
de políticas locales y nacionales, y que en este caso fue así. Es por ello que resulta
indispensable su reflexión. A partir de la intención expresa de la Mondiacult 2022,
el presente texto intenta hacer una reflexión basada en algunas evidencias, sobre los
retos a los que las políticas culturales se enfrentan en México, país que, a pesar de
haber sido sede de la conferencia, se encuentra sumergido en un panorama difícil y
complejo, con logros, pero también con muchos desafíos.
Desde ese lugar, en 2022, se asumen los logros previos, pero con la conciencia de los
embates del neoliberalismo a nivel mundial; la complejidad creciente de las socieda-
des atravesadas cada vez más por las tecnologías digitales y la brecha concomitante a
ellas; la crisis y la precarización laboral a nivel mundial (y en concreto en los sectores
culturales, artísticos y creativos); la aparición de movimientos sociales emergentes
con nuevas demandas y reclamos; la disminución del presupuesto público destinado
a programas sociales y culturales y, en particular, la cada vez más paradójica y a ratos
insostenible función tradicional de los Estados en materia de cultura. Es por ello que
la Mondiacult 2022 intentó encarar más desafíos en un mundo en el que aún per-
sisten desigualdades e injusticias que las conferencias previas intentaron visibilizar
y exhortar a resolver. Y, desde este lugar, como dice Eduardo Nivón Bolán (2022),
se hace necesario ajustar las políticas culturales no solo a la nueva realidad sino, en
concreto, a la cultura contemporánea, que es cada vez más diversa, más compleja y
está más explícitamente entrelazada con otras esferas de la vida.
Partimos de que las políticas culturales, en todos los países, presentan una naturaleza
paradójica, que tiene que ver con la intención de gestionar y administrar la cultura,
cuando esta es una dimensión del mundo de la vida, perteneciente a las comunidades,
intrínseca a cada ser humano, que en realidad escapa a toda administración y a toda
gestión, pero que, a la vez, es susceptible de control, de supresión, de enajenación, tal
como Bonfil Batalla (1991) lo expresó. Y justo por ello se trata de una dimensión con
sustratos y elementos que hay que proteger, cuidar, y ayudar a que se preserven y que
se desarrollen. La posible resolución a tal paradoja de las políticas culturales apunta a
la reconfiguración del papel del Estado y de otros actores relevantes, y a la manera de
ejercer la política cultural en términos de qué esperar que tales actores hagan. Lo que
se logre, desde la participación de diversos actores (y no solo de Estados y grandes em-
presas) será decisivo para que lo cultural florezca de la mejor manera, es decir de modo
equitativo, democrático, respetuoso de la diferencia, incluyente, partiendo de la idea
de que la política cultural “se refiere a los soportes institucionales que canalizan tanto
la creatividad estética como los estilos colectivos de vida” (Yúdice y Miller, 2004, p. 11).
En México, desde los inicios del siglo XX hasta la fecha, se ha pasado por cuatro
grandes etapas en materia de política cultural. A una primera etapa constructora del
Estado nacional en la que la cultura homogeneizadora jugó un papel central en su
consolidación, siguió una segunda etapa institucionalizadora, que coincide con los
acuerdos internacionales de 1982, en la que se asumió una concepción amplia de cul-
tura y en la que florecieron programas que atendían a diversos grupos. Una tercera
etapa, de corte neoliberal, centró sus esfuerzos en el desarrollo de empresas cultura-
les, recortó presupuestos y enfatizó el papel de la cultura en el desarrollo económico.
El tema de las tecnologías de la información y la comunicación, así como el de la
economía creativa, fueron muy importantes en esta fase.
En la actualidad surge una cuarta etapa, de inclusión social que, sin dejar de lado
las tendencias previas –en un efecto acumulativo y, por lo tanto, contradictorio–,
Sin embargo, las acciones en materia cultural han hecho que haya un descuido, incluso
una desvalorización, de otras manifestaciones culturales que se consideran elitistas, y
un cierto abandono de la comunidad artística y creativa del país. Paradójicamente, se
ha hecho una costosa inversión en el Complejo Cultural Chapultepec, en la ciudad de
México, capital del país, que no beneficia a la mayoría de la población. Por otro lado,
los resultados de la evaluación del programa Cultura Comunitaria no son los mejores,
y se han cancelado apoyos a la investigación y al desarrollo de la actividad de artistas e
intelectuales (Ochoa Sandy, 2022). Si bien hay claros esfuerzos por generar un mayor
impacto social de la cultura, y aun cuando esta ha cobrado mayor importancia en la
agenda pública, no se ha podido erradicar la noción de que se trata de una dimensión
accesoria, marginal y no sustantiva. Además, no se ha establecido aún como un dere-
cho inalienable y un sustrato que posibilita la vida en sociedad. Digamos que no se ha
trascendido una cierta concepción instrumental de la cultura. La idea de que esta es
valiosa porque sirve para algo (consolidación de la nación, riqueza y desarrollo, demo-
cracia e inclusión social) es poderosa y deriva de la visión difundida por los instrumen-
tos (conferencias, agendas, informes, declaraciones) internacionales.
En esta cuarta fase de inclusión social, se observa el papel de la cultura de una manera
compleja, diversa y estructurante. Por un lado, hay una vuelta a la visión de la cultura
como legitimadora de un sentido de Nación, contrapuesta a las tendencias globales,
que ubican el eje dinamizador del flujo de los bienes simbólicos en el consumo del
bien-mercancía, y que, sin embargo, también están presentes en las políticas cultu-
rales de este periodo presidencial. Por otra parte, la cultura también se plantea en su
noción amplia, como reconstructor del tejido social. Todo menos la noción restringida
de cultura, que ha sido poco apoyada. La contradicción entre la cultura nacionalista y
la cultura mercantil es la característica central de la política cultural de esta etapa. A la
vez, se busca contar con políticas culturales más incluyentes y participativas que impli-
quen múltiples agentes (gobiernos, autoridades locales, organismos de la sociedad ci-
vil, instituciones intergubernamentales, sector privado, comunidades). Ha habido una
importante intención de mejorar el equilibrio geográfico en la dotación de servicios
culturales, así como de colocar nuevamente a México en el escenario mundial.
1. Redefinir el papel del Estado. Este tiene que seguir siendo regulador, garante,
eje de una labor que exige con cada vez mayor fuerza la incorporación de dis-
tintas voces, miradas, conocimientos. Su papel debe seguir siendo central en
la coordinación de diversos esfuerzos, sin que por ello siga siendo la instancia
que decida las prioridades y los mecanismos para generar política pública en
materia de cultura. El Estado debe ser uno entre varios agentes generadores de
política cultural.
2. Repensar qué es la sociedad civil. Esta tarea requiere dejar de pensar en la so-
ciedad civil como sinónimo del sector privado o del sector con poder económico.
Sin duda este puede tener un papel importante, pero siempre subordinado a
mecanismos que garanticen la equidad, la pluralidad, la preservación del pa-
trimonio, entendido en un sentido amplio y construido “desde abajo”. Pensar
en otros términos la sociedad civil implica incorporar plenamente a diversos
9. Resulta indispensable reconstruir los vínculos (históricos, pero ahora rotos) en-
tre educación y cultura, así como desarrollar un arduo trabajo en la formación
de artistas, desde las infancias y las adolescencias, y fomentar la formación de
públicos. A través de la educación, es importante seguir fortaleciendo procesos
de ciudadanía cultural, que hagan efectivos los derechos culturales.
10. Además de trabajar para aminorar la brecha digital (que no solo es un problema
transgeneracional o etario), habrá que imaginar e inventar maneras para poder
apoyar y retribuir a la comunidad artística, cultural y creativa ante los riesgos
que ha significado la digitalización del arte y la cultura. Es indispensable empe-
zar a fomentar el hábito de pagar por lo digital, ya sea de manera directa (desde
el consumidor individual) o por medio de mecanismos de apoyos institucionales
que equilibren, al menos temporalmente, el fuerte desbalance que ha contribui-
do (entre otros factores), sobre todo en tiempos pandémicos y pospandémicos, a
la precarización de dicha comunidad.
Bibliografía
Bonfil Batalla, G. (1991). La teoría del control cul- Cruz Vázquez, E. (Coord.) (2017). ¡Es la reforma
tural en el estudio de procesos étnicos. Estudios cultural, presidente! Propuestas para el sexenio
sobre las Culturas Contemporáneas, 4(12), 165-204. 2018-2024. Editarte.
L
a aplicación del enfoque de derechos culturales, la conciencia de la diversi-
dad de formas de expresión cultural, la digitalización como amplificación de
las opciones en que se producen circulan y consumen los bienes y servicios
culturales, ha dejado aún más corta la talla con que la institucionalidad cultural
viste al sector cultural. Para atender estos desafíos, se realizó Mondiacult 2022, la
Conferencia Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre las políticas culturales y el desarrollo soste-
nible, la “mayor conferencia mundial dedicada a la cultura en los últimos cuarenta
años” en la que participaron 2600 personas, incluidas 135 autoridades de alto nivel
del sector (Unesco, 2022a). Durante varios años, la preparación del evento supuso
una esperanza, tanto para politizar el discurso sobre las formas en que se aborda
la cultura, como para poner en común, además de los desafíos, los formatos en que
se debería dar la transformación. Sin embargo, lejos de ofrecer metodologías con-
sensuadas claras, una nueva narrativa de la “cultura como bien público mundial”1
agregó confusión en las declaraciones de lo que se esperó que fuera el parteaguas
de la gobernanza cultural en estos tiempos. ¿De dónde viene el interés por este
enfoque? ¿Cuáles serían las implicaciones del giro para los sistemas de gobernanza
El 28 de marzo de 2023, la 216a reunión del Consejo Ejecutivo de la Unesco destacó los
esfuerzos de la directora general para:
dirigido al secretario general de las Naciones Unidas para que integre la cultura como objeti-
vo específico por derecho propio en la agenda para el desarrollo después de 2030 e invita a los
Estados miembros a que recaben apoyos en favor de este objetivo, en la Unesco y en el contexto
más amplio de las Naciones Unidas, con miras a posicionar firmemente la cultura en el periodo
previo a la Cumbre del Futuro de 2024, en particular mediante la transmisión al secretario gene-
ral de las Naciones Unidas de una nota de políticas específica sobre la cultura como bien público
mundial a fin de contribuir a la reflexión de los Estados miembros sobre las perspectivas de
Este artículo aborda estas cuestiones desde una experiencia situada como con-
sultor externo de Unesco por una década, facilitando la operacionalización de las
narrativas y metodologías multilaterales en la realidad de los sistemas culturales
de gobernanza públicos, privados y de la sociedad civil de la región. Tras participar
como observador independiente en Mondiacult 2022, reflexiono sobre cómo abor-
dar este enfoque sistémico, amplio y de derechos que implica la cultura como un
Hay varios conceptos que están planteados de forma general y traen consigo enor-
mes desafíos conceptuales y operativos. Primero, la “cultura como bien público mun-
dial”. No podría hablarse hoy de una definición específica. Incluso, el concepto ha
ido evolucionando con respecto a aquel primer llamado de concebir la “cultura como
bien común de acceso universal” (Ottone, 2021). Esta reflexión se dio especialmente
en el contexto de la pandemia, cuando se aseguró que “ha llegado el momento de
que juntos exijamos que la cultura sea considerada como un bien común de acceso
Para Naciones Unidas, los bienes comunes globales se refieren “a aquellos recursos
naturales o culturales que comparte la humanidad y que benefician a todas las perso-
nas”. Un ejemplo es la alta mar y la atmósfera. Por bienes públicos globales, bienes y
servicios que se prestan y benefician a toda la sociedad. Por ejemplo, a nivel nacional,
el alumbrado público, o el agua limpia. Siguiendo está lógica, Unesco a través de la
voz de Ottone, define qué entiende por bien público:
La cultura engloba todas estas características, ya que la creatividad es una fuente inagotable, en
sino también de imaginación individual y colectiva. Garantizar el derecho de todas las personas a
participar en la vida cultural es un requisito básico y una libertad fundamental para contribuir al
siones culturales es, por tanto, uno de los objetivos comunes vitales de los que depende nuestro
Cultura
como bien
público global
El resultado fue una identificación de qué hace falta financiar en políticas cultura-
les para que la cultura incida en el desarrollo sostenible, como un punto de partida
para encontrar cómo se financiaría. Y aquí es donde viene el mayor potencial de los
indicadores porque seguirían marcando una ruta que aplica los instrumentos del
desarrollo sostenible (la Agenda, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las metas,
los sistemas de seguimiento de las convenciones, las recomendaciones, entre otros).
• Distribución de apoyo al acceso a la vida cultural para los hogares menos favore-
cidos, como canastas básicas o vouchers.
Conocimientos y competencias
• Financiación de programas educativos que integren contenidos culturales y
creativos entendidos como bienes públicos globales que fomentan la diversidad
cultural, el espíritu creativo, la solidaridad y la ciudadanía global.
• Fomento del “deseo de cultura” y los valores de la cultura como bien público entre
los jóvenes, particularmente en la educación cultural en los dos primeros años
de la escuela secundaria.
• Reforzamiento del rol de la cultura como bien público para la cohesión social a
través de acciones sostenibles y de impactos locales.
Sobre el tema de la rivalidad, o sea que el uso o consumo de un bien público global
por parte de una persona no reduce su disponibilidad o beneficio para otras perso-
nas, tiene limitaciones a la hora de entender el acceso al patrimonio cultural material
o inmaterial, natural o cultural. De las externalidades de bienes públicos culturales
se ha hablado mucho aunque convencido poco, sobre todo a decisores y financistas,
pero este enfoque puede ayudar a una mejor comprensión.
Demostrar que la cultura es un bien público global es la tarea más difícil y será
el punto de giro de las políticas culturales tal como las conocimos hasta ahora.
Aunque muchos gestores culturales y personal de la propia Unesco critican su
burocratización, elitismo, eurocentrismo, desfinanciación y los más críticos “su
decadencia”, lo cierto es que nunca antes como ahora es necesaria una platafor-
ma de consenso multilateral que logre activar los mecanismos de protección legal
Notas
1
También traducido como global y los usaremos como sinónimos a pesar del debate.
Bibliografía
Ministerio de Cultura (2022a). Panamá Ottone, E. (2021). La cultura como bien común
comparte su proyecto de Política Pública de de acceso universal. Pensamiento Iberoamericano.
Economía Creativa para el desarrollo soste- https://www.somosiberoamerica.org/
Hoy por hoy debemos tener en claro la idea de que existen otras visiones del mundo que
hay que compartir, ver y analizar. El primer paso en esa dirección es estar muy atentos a la
diversidad del mundo, que es inagotable. Y esa diversidad es cultural.
Pero, lo que es nuevo en nuestro tiempo, a inicios del siglo XXI, es que lo cultural también
es económico y político.
El evento
L
a realización por parte de la Unesco de la segunda edición del enorme encuen-
tro denominado Mondiacult puede considerarse un hecho auspicioso para el
devenir del diálogo en torno a las políticas culturales mundiales. Asistieron
150 delegaciones oficiales representando a sus Estados. Por segunda vez la sede fue
México, uno de los puntos más importantes –al lado de Perú quizás– de la histo-
ria precolombina de nuestro continente. Hoy los Estados Unidos Mexicanos es uno
de los Estados latinoamericanos que cuenta con un sistema de políticas culturales
La segunda Mondiacult fue convocada desde cuatro ejes: cultura para la paz, diversidad
como mayor riqueza de la humanidad, valorización del patrimonio cultural como bien
de la humanidad, y defensa y ejercicio de los derechos culturales. Luego, todo el diálogo
reconoció como base teórica los principios de la Mondiacult 1982, las declaraciones de
la Conferencia de Estocolmo de 1998, el concepto de cultura definido por la Unesco, la
declaración sobre diversidad cultural y el rol de la diplomacia cultural.
Otro de los temas que cobró importancia fue la cuestión de los bienes culturales, el
tráfico ilícito de bienes culturales y el respeto al patrimonio cultural en escenarios de
conflicto armado. No debemos olvidar las amenazas al patrimonio histórico cultural
de Europa a lo largo de las dos guerras mundiales y, sobre todo, la destrucción de ex-
presiones del patrimonio edilicio en distintas ciudades. Aún hoy deliramos de pavor
al imaginar qué habría sido de la historia de Occidente si Von Choltitz ejecutaba la
orden de Hitler de destruir París.
La idea que entiende al patrimonio cultural como “bien material” deviene de aque-
lla situación de posguerra y se traslada a la Convención sobre la Protección del
La historia de Occidente narra que desde la Edad Media hasta finales del 1800, el
concepto de “bellas artes” definía el estatuto artístico de los objetos, y hasta hoy cons-
tituye el sentido con el que los Estados y las academias entienden a las artes, organi-
zando los objetos en colecciones y exhibiéndolos en conocidos museos como depo-
sitarios de la memoria. Este concepto, que dota a cierta producción simbólica con
la categoría de “arte”, se basa en los fundamentos de las academias, principalmente
europeas, herederas del concepto clásico griego que define con criterios específicos
las disciplinas que pueden ser denominadas artísticas. Así, el concepto de arte y el de
belleza van de la mano: el objeto que se considera artístico también es considerado
bello, y esta mirada viene definida por el sentido de belleza de cuna grecorromana,
dejando fuera de consideración otras maneras de ver lo bello.
En la década del sesenta emergen signos de cambios que se venían incubando en varios
ámbitos de las sociedades, en la filosofía, en las artes de las vanguardias figurativas, en la
consolidación de la psicología como disciplina autónoma, en el reclamo por los derechos de
la mujer y por las reivindicaciones obreras. Distintos movimientos sociales irían generando
sinergia para el reconocimiento de otras maneras del sentipensar de la humanidad.
La convención atendió las discusiones intelectuales del ámbito académico sobre teo-
rías culturales iniciadas en la década del cincuenta. Se podrían señalar los estudios de
Todo Estado miembro de la Unesco que haya suscrito las diversas convenciones inte-
gra los mandatos de estas a su corpus legislativo, comprometiéndose a generar polí-
ticas culturales, con su correspondiente inversión pública, en los sentidos señalados
en cada convención. Las convenciones de la Unesco, entendidas como instrumentos
jurídicos internacionales, generan obligaciones a los Estados signatarios ante la co-
munidad internacional.
La historia muestra que las primeras constituciones nacionales de los países inde-
pendientes de Sudamérica del siglo XIX llevan impregnadas las premisas de defensa
territorial y distinción de una sociedad nacional a manera de asegurar la entonces
reciente declarada soberanía. Nada podía distar más de una actitud de integración
y reconocimiento que esa postura de afirmación de singularidad y fragmentación.
Las cartas magnas como contratos sociales surgen en Europa de la necesidad de regular
la vida en colectivo, de solucionar diferencias venidas del oriente, de los nórdicos, de los
turcos, de los moros, etc., de controlar las transacciones en el mercado, de establecer
parámetros para el crimen y el castigo, de normar las conductas para vigilar y castigar.
Acabadas las guerras sudamericanas del 1800 (diez en total que confrontaron a todos
los países sudamericanos con sus vecinos) las poblaciones locales quedaron diez-
madas. Esta situación fue coincidente con una ola de migración de campesinos y
obreros europeos –expulsados por una mala coyuntura económica en sus países–, lo
cual fue aprovechado para un nuevo tratamiento sobre la memoria y la conformación
social de los pueblos sudamericanos. Los grupos de migrantes europeos reconfigura-
ron el tejido de las sociedades nacionales.
Para fines de la década del ochenta América del Sur ya había depuesto todas las dic-
taduras militares. La última en caer fue la de Alfredo Stroessner en Paraguay en 1989.
En las postrimerías del siglo XX cayó el Muro de Berlín, símbolo de una era de divi-
siones y conflictos, y los vientos del siglo XXI trajeron un nuevo orden al mundo: la
integración pacífica de las naciones, según expresara el cometido de la ONU desde su
fundación a inicios de la segunda mitad del siglo XX.
También se inscribe como urgencia trabajar sobre la memoria de los pueblos de los
países que integran la región, teniendo en cuenta que es la voluntad de los pueblos
la que da sentido a su rumbo y a su accionar colectivo. El autor brasilero Amín (2012)
habla de un fantasma del autoritarismo que ronda y guía las sensibilidades de los
pueblos de Sudamérica. Resuenan las manifestaciones “verdeamarela” de escenarios
urbanos brasileños, que en el 2015/16 gritaban “fora Dilma” y pedían la vuelta de los
militares al gobierno del poder político.
En este sentido, cabe analizar el modelo de Estado sobre el cual se asientan las in-
tenciones de las convenciones de la Unesco. Desde ahí y finalmente, la pregunta que
aparece en el horizonte de la lógica sería: ¿Cómo un Estado monocultural de sesgo
autoritario burocrático (siguiendo las reflexiones de De Sousa Santos y el concepto
de O’Donnell) podría implementar efectivamente políticas culturales que fomenten
el reconocimiento a la diversidad cultural y aseguren una cultura para la paz?
Notas
1
Artículo 1: Los monumentos: obras arquitectó- universal excepcional desde el punto de vista de
nicas, de escultura o de pintura monumentales, la historia, del arte o de la ciencia. Los lugares:
elementos o estructuras de carácter arqueológi- obras del hombre u obras conjuntas del hombre
co, inscripciones cavernas y grupos de elemen- y la naturaleza así como las zonas incluidos los
tos, que tengan un valor universal excepcional lugares arqueológicos que tengan un valor uni-
desde el punto de vista de la historia, del arte o versal excepcional desde el punto de vista histó-
de la ciencia. Los conjuntos: grupos de construc- rico, estético, etnológico o antropológico.
ciones aisladas o reunidas, cuya arquitectura, Artículo 2: Los monumentos naturales construi-
unidad o integración en el paisaje les dé un valor dos por formaciones físicas y biológicas o por
Bibliografía
Hobsbawm, E. (1990). Naciones y nacionalismos Rancière, J. (2011). En los bordes de lo político. Ed.
desde 1780. https://dedona.files.wordpress. La Cebra.
Cultura, desarrollo
y madesarrollo
Ensayos sobre políticas culturales,
problemáticas sociales
y emancipación social
PABLO MENDES CALADO
Comunicación,
cultura y políticas
culturales
ANTONIO ALBINO CANELAS RUBIM
COLECCIÓN REFLEXIONES
Reflexiones es una colección diseñada para
difundir el trabajo de las investigaciones sobre los
procesos culturales contemporáneos. Instituciones,
movimientos, agentes y políticas culturales son
abordados desde las ciencias sociales para contribuir
al debate y la confrontación de ideas.
C
omo resultado de la Mondiacult 2022, los Estados miembros de la Unesco se
comprometieron a favor de “reconocer a la cultura como un bien público glo-
bal con un valor intrínseco para facilitar e impulsar el desarrollo sostenible”
(Unesco, 2022). Este artículo busca reflexionar sobre la proyección de los compromi-
sos de Mondiacult en Perú, centrándose en un análisis coyuntural respecto a las po-
líticas culturales que, en un contexto de pospandemia y una profunda crisis social y
política, vislumbra un futuro no solo de estancamiento, sino también de retrocesos y
transgresiones al ejercicio de los derechos culturales. ¿Qué decir sobre el Mondiacult
y la cultura como un bien público global desde un país que aún llora a 67 compatrio-
tas muertos en las recientes movilizaciones sociales?1 ¿Qué decir sobre Mondiacult
y la cultura como un bien público global desde un país ad portas de enfrentarse a los
estragos del fenómeno de El Niño, producto del cambio climático? ¿Qué decir sobre
el Mondiacult y la cultura como bien público global desde el cuarto país más desigual
del mundo? ¿Qué decir sobre el Mondiacult y la cultura como un bien público global
desde un país en el cual el 63% de las mujeres ha sido víctima de violencia familiar
alguna vez en su vida? ¿Qué decir sobre Mondiacult y la cultura como un bien público
global en un país que en un año perdió más de 6 mil millones de dólares a causa de la
Tal vez, si identificamos que la mayoría de los levantamientos sociales y, por ende,
de las 67 vidas perdidas en las últimas protestas sociales, pertenecen a comunidades
históricamente discriminadas racial y culturalmente, como los pueblos indígenas y
las comunidades campesinas del Perú, podamos comprender que la crisis social es
también de índole cultural.
Quizá, si entendemos que los modos en que explotamos los recursos naturales, que
han llevado al país y al planeta a un estado crítico, responden a valores y patrones
culturales como el consumismo, el desprecio por la naturaleza y la subestimación de
lo tradicional, ancestral y artesanal, podamos comprender que la crisis climática es
también cultural.
A lo mejor, si nos damos cuenta de que la corrupción está cimentada en gran parte en
una cultura del desprecio por lo público, de la desvalorización y precarización del tra-
bajo, en la exaltación del goce del privilegio privado, en el aprovechamiento del poder
para el beneficio particular y en la noción de impunidad, podremos comprender que
la corrupción es también un problema cultural.
Salta a mi memoria Killa Vive Verde3, una empresa social que preserva las técnicas
ancestrales de teñido y pintado de las comunidades amazónicas Yanesha, al mis-
mo tiempo que protege el bosque y su biodiversidad. Esta iniciativa colabora con
la asociación de artesanas de la comunidad Loma Linda (Oxapampa, Pasco), en la
co-creación y confección de vestimenta que incorpora iconografía tradicional, utili-
zando plantas locales y siguiendo principios de producción circular. A través de estas
acciones consiguen revalorar el papel fundamental de las mujeres como portadoras
del patrimonio cultural inmaterial de sus comunidades, al tiempo que se fomenta la
creación de productos ecológicos y se promueven estilos de vida sostenibles, sobre la
base de la convivencia armónica con el frágil ecosistema de la selva.
Arriba a mi pensamiento la labor que lleva a cabo el proyecto Warmis Sikuris4, que
fortalece las identidades, el liderazgo y potencia los vínculos entre mujeres y disi-
dencias de género sikuris5 y lakitas6 del Perú y Latinoamérica, visibilizando su con-
tribución y colaborando en la discusión y comprensión de temas fundamentales,
como el empoderamiento de mujeres, adolescentes y niñas, así como de la población
LGBTIQ+ mediante la música tradicional.
Entonces, ¿qué decir sobre Mondiacult y la cultura como un bien público global en
medio de la crisis por la que estamos atravesando? Que es clave el compromiso global
de diseñar políticas para defender el valor de la cultura y su carácter público con el fin
de facilitar e impulsar el desarrollo sostenible.
Asimismo, los ministros de Cultura de los Estados miembros instaron a las Naciones
Unidas a integrar a la cultura como objetivo específico en la agenda para el desarrollo
post 2030. En el mismo sentido, se pidió a la Unesco poner en marcha un diálogo
internacional multisectorial sobre la cultura como bien público global que fortalezca
la labor de promoción para la inclusión de la cultura en la Cumbre del Futuro de las
Naciones Unidas, prevista para 2024.
Al analizar los acuerdos establecidos por los países miembros de la Unesco en la de-
claración de Mondiacult, resuenan los recientes retrocesos y ataques al ejercicio de
los derechos humanos y culturales en el Perú. Al examinar los compromisos aproba-
dos a nivel global, se develan automáticamente hechos recientes de vulneración de
los derechos culturales en el país producto de la precariedad institucional, la crisis
Además, de los 24 departamentos, 196 provincias y 1874 distritos del país, solo una
región (Junín), cuatro provincias (Huamanga, Huancayo, Tarma y Puno) y un distrito
(Barranco) han desarrollado un plan de cultura. Además, solo dos municipalidades
(Puno y Junín) disponen de un consejo de cultura que fomenta la participación del
sector cultural en la definición de las políticas culturales locales. Como resultado,
la sociedad civil no encuentra una institucionalidad cultural sólida que garantice la
atención a los derechos culturales en sus territorios.
Sin embargo, en el mes de junio del presente año, la Escuela Nacional Superior
Autónoma de Bellas Artes, la Escuela Nacional Superior de Folklore, la Escuela Nacional
Superior de Arte Dramático y la Escuela Nacional Superior de Ballet del Perú emitie-
ron un pronunciamiento denunciando el recorte de más del 60% en la Asignación
Presupuestal Multianual 2024-2026 aprobada por el Consejo de Ministros el 31 de mayo
de 2023. Ante esta demanda, que tuvo como hito una movilización de la comunidad
de las escuelas de arte (a pesar de la negación de las garantías para la misma por par-
te del Ministerio del Interior), el Ministerio de Economía indicó que dicha asignación
se trataba de un presupuesto base y finalmente duplicó el presupuesto inicialmente
asignado. Sin embargo, como consta en un segundo comunicado de las instituciones
educativas, “en ninguno de los casos la suma del nuevo monto con la cifra inicial logran
cubrir el Presupuesto Institucional de Apertura del 2023. Es decir, el recorte presu-
puestal sigue vigente” (Escuela Nacional Superior de Bellas Artes del Perú, 2023).
Este golpe a la ya precaria situación de las escuelas de arte debilita aún más uno de los
eslabones de la cadena de valor de las artes en el país: la creación artística. Además,
dado que en dichas casas de estudio se imparten también carreras de pedagogía de
las artes, se afecta también la educación básica regular y la formación de públicos
en el país. Ambas necesidades claves identificadas en el Plan de Recuperación de las
Industrias Culturales y las Artes en el Perú al 2030. Así, se evidencia una política en
desmedro del fomento de la participación en la vida cultural.
A pesar de estas brechas, en épocas recientes se han suscitado hechos que han pro-
fundizado el limitado acceso a la poca infraestructura cultural existente. El 28 de
marzo de 2023, el gobierno municipal del distrito de Miraflores clausuró temporal-
mente el Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM). Tras una visita
no programada de sus inspectores y debido a la falta de un certificado de inspección
técnica de seguridad, se procedió al cierre del espacio cultural. Estos hechos ocurrie-
ron después de declaraciones del alcalde de la ciudad de Lima, quien es presidente
del partido político al que pertenece el burgomaestre del distrito Miraflores. En estas
declaraciones expresó su rechazo al funcionamiento del LUM: “Basta ya de estos mu-
seos de la memoria y reconciliación que carecen de auténtica memoria y reconcilia-
ción. Allí se construye una narrativa en la cual los mismos guías faltan a la verdad de
manera descarada, presentando a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional como
Sin embargo, estas acciones enfrentan barreras impuestas por instituciones públi-
cas, agentes privados y, en ocasiones, incluso por la propia comunidad. Tal es el caso
de lo ocurrido nuevamente en la Municipalidad de Miraflores, donde en mayo de
2023 se inició el establecimiento de restricciones para el uso de los parques. Se anun-
ció que para hacer “picnics en los parques de su distrito (...) con más de 15 personas
se deberá presentar una solicitud, en la que se indique que no harán ruido”. Además,
el alcalde indicó que “la municipalidad empadronará a los instructores y profesores
de cursos y talleres relacionados con las actividades físicas y deportivas del distrito
(...) además de pagar un tributo para realizar la actividad” (Simon, 2023). Ante esto,
la ciudadanía se organizó para tomar los espacios públicos del distrito y desarrolló
un picnic masivo en protesta.
Este artículo busca evidenciar el valor de los acuerdos de Mondiacult como una he-
rramienta para dar cuenta del peligro en el que se encuentra el futuro de las precarias
políticas culturales en Perú. Su objetivo es visibilizar la situación de riesgo y amena-
za que enfrentan los derechos culturales en nuestro país. Aspira a ser un llamado al
acompañamiento y vigilancia de los países del continente en aras de garantizar el
pleno ejercicio de los derechos humanos y culturales en nuestro territorio. Y espera
contribuir a la construcción de memoria en torno a los tiempos sombríos y desafian-
tes que vivimos, en favor de un futuro que esté a la altura de la fuerza y resistencia de
la diversidad cultural de nuestros pueblos.
Notas
1
El 7 de diciembre de 2022, el entonces presi- cional. En el ámbito interno, esa decisión fue
dente de la República, Pedro Castillo, tomó la denunciada como un golpe de Estado por par-
decisión, fuera de los procedimientos constitu- te de instituciones de los diferentes poderes y
cionales, de disolver el Congreso de la República fue objeto de pronunciamientos condenatorios
e intervenir en el Poder Judicial y el Ministerio por parte de distintos países de la región. Este
Público con el fin de reorganizarlos. Asimismo, hecho dio lugar a la captura en flagrancia e in-
anunció su decisión de gobernar por decreto. vestigación penal contra el expresidente Cas-
Ante ello, la CIDH condenó el rompimiento tillo, así como a una posterior declaratoria de
del orden constitucional y saludó, mediante vacancia presidencial. Según lo establecido en
un comunicado de prensa, la rápida actuación la Constitución del Perú, operó la sucesión pre-
de las diferentes instituciones del Estado para sidencial de quien hasta entonces fungía como
el pronto restablecimiento del orden institu- vicepresidenta electa, Dina Boluarte, razón por
Bibliografía
A
dvertencia. Este es un ensayo que no tiene el formato usual de una revista acadé-
mica. No lo tiene porque deliberadamente elegimos compartir el diálogo entre
Begoña y Hugo, Hugo y Begoña, sobre la última declaración de la Mondiacult
(2022), después de cuarenta años de la icónica Declaración de México (1982).
Estamos a finales de 2023, en un año preelectoral. En doce meses tenemos las elec-
ciones, aunque ya se inició la campaña. Nos sentamos alrededor de una mesa rodea-
da de cuadros y plantas y nos disponemos a conversar con café y celular de por medio
para grabar y guardar los hilos de pensamientos que se van a tejer en torno a los
ejes previamente acordados. Conversar es una forma de alimentar la pregunta, como
señala Ribeiro et al. (2018), e incluso de salir diferente de cómo se entra. Es también
una construcción conjunta en “un modo de preguntar(nos) por eso que pasa y que
remite a su sentido, su deseabilidad y su posibilidad” (Porta, 2021, p. 60).
Begoña: Son diversos los documentos de la Unesco que de alguna manera apuntan
o colocan en agenda todo lo que tiene que ver con los derechos culturales.
Begoña: Sí, pero eso ha sido desarrollado fundamentalmente por las políticas imple-
mentadas en Uruguay y Brasil.
Hugo: Eso, por un lado, y, por otro lado, uno de los aspectos que generalmente los
actores o los agentes, sobre todo vinculados a las prácticas artísticas, sienten
como más cercano es el tema del financiamiento, cómo el Estado apoya, qué
recursos implementa, etc. Y esto no es válido solamente para los músicos o
la gente de las artes escénicas, sino para distintas artes, pero también para
las industrias creativas. En este sentido, se han hecho cosas en Uruguay. A
su vez, en la Mondiacult, en la última declaración se apuesta a las industrias
creativas, que es algo que está sobre la mesa de discusión en los últimos diez
años fácilmente.
Begoña: Exacto y ahora estamos transitando otro gobierno, del cual no formamos
parte, pero en industrias creativas el actual gobierno está desarrollando ac-
ciones específicas en conjunto con los institutos artísticos. Considero que es
el énfasis en la política cultural que más ha desarrollado.
Begoña: Pero incluso en el caso del cine el actual gobierno lo ha sacado de la órbi-
ta del Estado, de lo público, puesto que se crea la Agencia y se elimina el
Instituto Nacional del Cine del Uruguay.
Hugo: El bien público mundial. Quizás podemos empezar por ahí, junto con la
función de la cultura, porque me parece que están entretejidos. ¿Cuál es la
función de la cultura y cuál es la noción de bien público mundial? A mí me re-
sulta muy difícil hablar de cultura en singular. No solamente por diversidades
ideológicas, étnicas y culturales. Esto lo relaciono quizás con lo que pasó en
1975 con los derechos de la mujer en la Conferencia Mundial sobre la Mujer
que se realizó en México. Ahí estaba hablando la directora de la revista nor-
teamericana Mother Jones y en la platea estaba una líder boliviana, una chola
minera, Domitila Barrios. Ella se levanta y a esta señora, que estaba con un
traje muy refinado con una alhaja en la solapa, etc., le dice: “Perdón señora,
usted dice ‘nosotras las mujeres’, ¿qué tenemos en común usted y yo?”1. Dónde
está ese “nosotras las mujeres”, no hay una identidad única de la mujer, que no
es solamente étnica, sino que es social, económica, educativa.
Hugo: Esto de la función de la cultura tiene que ver con cuáles son los escenarios.
La cultura funciona de manera diferente en escenarios diferentes. Es decir,
si la función de la cultura es entretener, estamos en un modelo, si la función
de la cultura es reforzar la identidad nacional o local, estamos en otro. Por lo
que hemos visto a lo largo del tiempo, la cultura ha funcionado como crea-
dora o reafirmadora de una identidad nacional sobre otras, por ejemplo. O
la hemos visto funcionar como “el bufón de la corte”. Además, está lo que
tiene que ver con las identidades, pero no identidades nacionales o globales,
sino identidades locales o particulares. Entonces, en ese sentido la cultura
siempre ha sido “un tira y afloje”, un campo de batalla, para ver qué se hace.
Begoña: Claro, y si se piensa también desde la alta cultura, desde las artes o lo artís-
tico predominante de un determinado grupo, sin pensar en las diversidades
de acceso en relación a los procesos creativos. Que es un poco la línea de las
políticas desarrolladas en la idea de ciudadanía cultural.
Hugo: Sí, pero además también hay una relación muy interesante que Alfonso
Martinell (2021) dijo recientemente en relación a que hay que revisar una serie
de institucionalidades2. Porque por ejemplo qué sentido tienen hoy los museos,
sobre todo después de la pandemia. ¿Qué función cumplen los museos? ¿Es la
misma que la del siglo XIX? ¿Es un espacio de educación? ¿Es un espacio de
Hugo: Y además pone en extinción ciertas cosas como los diarios o las revistas,
que supieron ser fuentes de construcción de la crítica y de defensa de ideas.
Ahora hay múltiples formas. Hay lo que se llama “influencer” o “youtuber”,
jóvenes básicamente, o no solamente jóvenes, que por fuera del sistema
Hugo: A vender, por supuesto, son agentes, son nuevas funciones que sacan del
juego a viejas funciones. El crítico de la obra de teatro o de libro compite
ahora con un mundo donde el acceso es mucho mayor, mucho más demo-
crático, pero también permeado por el mercado. Esa transformación me
parece que en la declaración de la Mondiacult no está tomada en cuenta o
está mencionada al pasar.
Hugo: Por más que hubo intentos en distintas cosas, como trabajar en redes, en
conjunto, por Zoom, y hacer obras creativas y demás, al mismo tiempo era
un problema de soledad y búsquedas afectivas y de construcción de otras
necesidades, que son necesidades psicológicas, sociales, culturales, etc.
Begoña: Eso con respecto al uso de las herramientas de inteligencia artificial que de al-
guna manera pueden ser mal aprovechadas, en el sentido de la alienación y que
no aportan al conocimiento de sí mismo. Esto va en sentido contrario de la de-
finición del 82 de cultura, entendida como un proceso de construcción de cono-
cimiento de sí mismo, lo que se ratifica en 2022, tal como figura en la segunda
parte de la definición. La primera define cultura desde el giro antropológico y
luego se vincula al conocimiento de sí mismo. En este sentido lo entiendo como
trabajar desde lo cultural para el relacionamiento con otros, pero también para el
Hugo: Pero la declaración del 2022 corrige una cosa que antes era mencionada
como “las artes y las letras”, porque estaba muy anclada todavía en el para-
digma de las “bellas artes” y las “bellas letras”.
Hugo: Dice: “Incluido en el entorno digital, con el fin de construir un mundo más
justo y equitativo y reducir las desigualdades, en concreto por lo que res-
pecta a las mujeres, los jóvenes, los niños, los pueblos indígenas, los afro-
descendientes, las personas con discapacidad y los grupos vulnerables, en
particular”, pero eso es declarativo.
Hugo: Y no toma en cuenta cosas. Por ejemplo, con el desarrollo de la política cultu-
ral en la Dirección Nacional de Cultura lo dije siempre: hagan en las usinas3
lo que ustedes quieran, tienen libertad total, menos la pedofilia y el odio
racial, después por lo demás canten lo que les dé la gana. Esa es para mí la
libertad. La definición menciona los valores. ¿Qué valores?
Hugo: Sí, se da así, son sistemas de valores, por supuesto, pero cuándo aparece
como un bien público mundial.
Hugo: No es que todo vale, ya sabemos que hay límites, pero los límites se ponen
de manera diferente. Cada sociedad los pone de manera diferente. Y eso tie-
ne que ver con cosas que estamos mencionando. Estamos yendo y viniendo
entre los cuatros temas que seleccionamos porque están interrelacionados.
Todo esto obliga a redefinir cosas, redefinir conceptos y también consignas
u objetivos. La conferencia ya quedó atrás y a nivel mundial está la Agenda
2030, los ODS 2030, que van más allá de la cultura.
Hugo: Exacto. No ha ocurrido todavía. Los procesos culturales son de larga elabo-
ración, salvo catástrofes, y, por otro lado, estamos viviendo con el pie sobre
el acelerador a todo lo que da, la sociedad occidental por lo menos, y China
e India también. Este escenario de aceleración tiene sus virtudes, porque
permitiría eventualmente que más cantidad de gente pueda lograr mayores
capacidades expresivas, ejercer su derecho a la expresión cultural, la liber-
tad, etc. Pero al mismo tiempo, si no hay un acuerdo a nivel mundial y no
se precisa este escenario y se estudia a fondo, lo que va a pasa es el ahonda-
miento de grietas de desigualdad por el diferente acceso a las tecnologías.
Eso me parece que tiene que ver con el desarrollo sostenible, tiene que ver
con la función de la cultura y con qué queremos decir con la cultura como un
bien público mundial.
Hugo: Sí y tiene que ver con algo que he estado leyendo ahora, que no lo descubrí yo,
que se llama la “teoría del afecto”. Esto que tú dices me hizo pensar en esos
planteos. Estoy de acuerdo, pero también está la experiencia de participar en
una cuerda de tambores en Uruguay. Las cuerdas son por barrios, hay cuer-
das de mujeres, de afros, cuerdas mezcladas. Son momentos de ejercicio de la
cultura. Es casi un rito, es una práctica idiosincrática que apela a la historia a
la defensa de un modo de ser, de participar y socializar, etc. Esos momentos
en que dura la cuerda de tambores, que a veces son dos horas y a veces muchas
más, la recorrida por los barrios, son un acto social y público. Pero también
Begoña: Sí, el goce, el placer, el disfrute, todo lo que te provoca participar de una
experiencia artística.
Begoña: Que te conecta contigo y con los demás. Estás tú en tu proceso, pero también
en relación con los otros. Eso te convierte en alguien que no está separado
desde la otredad, donde el otro me es ajeno.
Hugo: Sos un miembro de la tribu. Sos un miembro del grupo que te confirma en
tu identidad y elegís participar en eso, no te lo imponen, lo asumís porque
querés hacerlo. En ese sentido la aceleración coexiste con esto, no la borra.
La pandemia pudo ser un momento.
Begoña: Igualmente habría que pensar en las nuevas generaciones, preocupa qué
pasa con aquellos que fueron interrumpidos en sus cortas vidas en el rela-
cionamiento con otros.
Hugo: Es el gran desafío, porque todo esto tiene que ver con salud mental, es lo que
está sobre el tapete. La discusión, por lo menos en Uruguay, sobre el tema
de salud mental tiene un empuje enorme. Porque la cultura es transversal, la
cultura como acción, la cultura como goce, la cultura como política cultural,
la cultura en todas sus dimensiones tiene que ver con lo económico, con la
salud, en particular con la salud mental, tiene que ver con el ejercicio de una
socialización.
Hugo: Por supuesto, con la educación y la tecnología. Porque además, y esto es una
síntesis de la conversación, no es solamente que estamos en Uruguay tra-
bajando en un texto para una revista sobre la realidad cultural en función
de la Mondiacult. Estamos en medio de una revolución tecnológica brutal.
Absolutamente brutal. Hoy me llegó en el celular una invitación para que
pagara una mensualidad para tener un Chat GPT-4 a mi disposición y pre-
guntarle todo lo que yo quisiera. Podría pedirle que escribiera el artículo
para la revista.
Hugo: Pero en este sentido, el bien público mundial, la función de la cultura, las
tecnologías en la cultura, son temas que están tratados en la declaración,
pero creo que exigirían una conferencia más focalizada para profundizar.
En este mundo en donde la aceleración es brutal, hay jóvenes que tienen en
sus vidas inteligencia artificial, jóvenes que tienen 15 años y ven un mundo
con un descubrimiento tecnológico que les cambia completamente la vi-
sión. Entonces, ¿qué hacer con ello?
Begoña: Qué hacer con la creatividad, con el hecho de dejar que escriba una máquina
en vez de uno mismo, lo que va en contra de tu propio proceso creativo en la
escritura o de tu propio desarrollo del pensamiento.
Bibliografía
Tramas de la política
cultural en Argentina
MARIANO MARTÍN ZAMORANO
(COMPILADOR)
COLECCIÓN PRAXIS
Don patrimonio
y la quebrada
Un recorrido por la patrimonialización
de la Quebrada de Humahuaca
CLARA MANCINI