Empuje de Tierras

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EMPUJE DE TIERRAS

El empuje de tierras sobre estructuras de contención ha sido un problema clásico en

Geotecnia, pero que es complejo, pues existen numerosas incertidumbres asociadas al

comportamiento de los distintos tipos de terreno. Tanto la dificultad en la determinación de

las características mecánicas del terreno real como la complejidad en las hipótesis de

cálculo han llevado a la utilización de simplificaciones útiles en una gran mayoría de casos.

Las dos teorías clásicas en la estimación de los empujes del terreno se deben al

francés Charles-Agustin de Coulomb (1736-1806) y al escocés William John Macquorn

Rankine (1820-1872). Ambos métodos se sustentan en hipótesis diferentes y los resultados

que proporcionan no coinciden, salvo en algún caso muy particular.

En cualquier libro de Geotecnia se puede comprobar cómo integrando las ecuaciones

diferenciales de las condiciones de equilibrio interno de un elemento diferencial de un

terreno horizontal, homogéneo, isótropo y con un comportamiento elástico, la tensión

horizontal depende de la vertical. En el caso de que el terreno estuviera confinado

lateralmente, con deformación lateral nula, la ley de Hooke proporciona una solución al

problema, siendo la relación entre la tensión horizontal y la vertical constante. En cualquier

caso, la condición de utilizar una ley de esfuerzo-deformación conveniente constituye el

mayor obstáculo para obtener una solución exacta al problema.

Las presiones que soporta un muro o una pantalla reciben el nombre de empujes, que en el

caso más general, será la suma del empuje hidrostático más el empuje efectivo ejercido por

las partículas del terreno. Se define el coeficiente de empuje como la relación entre la

tensión efectiva horizontal y la vertical, y en el caso de que no exista deformación lateral,

se denomina coeficiente de empuje al reposo, K0. De esta forma se podría calcular el


empuje sobre un muro que no se deformara lo más mínimo. Sería el caso de un muro de

sótano en edificación. Pero los muros no son infinitamente rígidos, se deforman, y

dependiendo de si la deformación lateral es negativa (el terreno “se descomprime”) o

positiva (el terreno “se comprime”), tendríamos los denominados empujes activos Ka,

o pasivos Kp, (Ka<K0<Kp). Para movilizar el empuje pasivo son necesarios movimientos del

muro contra el terreno muy superiores a los necesarios para llegar a una situación de

empuje activo. Cuando el empuje pasivo es favorable, debido a la imprecisión en la

determinación de su valor real, por seguridad suele despreciarse su efecto o bien se aplica

un coeficiente reductor (por ejemplo, de 1,5). Dejamos al lector investigar sobre este

asunto en la literatura

habitual.
Figura 2. Relación entre empuje del terreno y los movimientos necesarios para su desarrollo

(Código Técnico de Edificación)

Lo que nos interesa en esta entrada es conocer las diferencias entre el método de Coulomb

y el de Rankine e intentar interpretar cuándo sería mejor utilizar uno u otro método. Las

fórmulas se pueden deducir de cualquier libro o manual de geotecnia. En ambos casos se

puede generalizar la formulación al caso de terrenos cohesivos, presencia de nivel freático,

cargas uniformes sobre el trasdós e inclinación del relleno tras el muro. Siendo σ’v es la

tensión efectiva vertical y c‘ la cohesión efectiva del terreno o relleno del trasdós, el empuje

activo Pa se define como la resultante de los empujes unitarios σ’a que puede determinarse

mediante la siguiente fórmula:

y de forma análoga, el empuje pasivo Pp se define como la resultante de los empujes

unitarios σ’p que puede determinarse mediante:

La cohesión es un aspecto favorable para disminuir el empuje del terreno, pero si al final no

se acaba desarrollando, nos deja del lado de la inseguridad; por tanto, como a veces es

difícil estimar su efecto de forma adecuada, es habitual despreciarla para quedar del lado de

la seguridad. Por tanto, se aconseja ser muy cuidadoso a la hora de considerar la cohesión.

Coulomb propuso un modelo para estimar los empujes del terreno planteando el equilibrio

de una masa de terreno en forma de cuña al deformarse o moverse el muro. La rotura se

produce a lo largo de dos planos, el formado por el interface suelo-muro y el plano de


deslizamiento en el terreno. La cuña, formada por los dos planos, se comporta como un

bloque rígido. De todas las cuñas posibles, una es la que produce el empuje activo máximo,

y ese es el problema resuelto por este ingeniero francés en 1776. El método supone que las

superficies de deslizamiento son planas, pero esta hipótesis es muy discutible en el caso del

empuje pasivo. El problema queda resuelto para un muro cualquiera, con un trasdós que no

necesita ser vertical, y un terreno con una determinada inclinación y con unas cargas sobre

su superficie. Se supone conocido el peso específico del terreno, el ángulo de rozamiento

interno y el ángulo de rozamiento muro-suelo. Es actualmente el método más empleado

para el diseño de muros por métodos de equilibrio límite. Hoy día se emplea con gran

efectividad en el cálculo de muros de gravedad, lo que permite considerables ahorros de

material. Las fórmulas que siguen indican los coeficientes de empuje activo y pasivo, con

las figuras que definen cada uno de los ángulos correspondientes:


El método de Rankine (1857) es más elegante desde el punto de vista matemático,

explicando el empuje en términos de rotura por cortante del terreno. Se obtienen los

empujes partiendo de un semiespacio infinito que se encuentra en “estado de Rankine“, es

decir, un estado de equilibrio plástico y en donde el muro no produce ninguna perturbación.

Se supone que el terreno es homogéneo e isótropo y en estado de equilibrio plástico, es

decir, se acepta que toda la masa en el trasdós del muro está en situación de rotura y, por

tanto, en cualquier punto el estado tensional pertenece a un círculo de Morh que es tangente

a la línea de rotura de este suelo; además, como hipótesis adicional, no hay variación de

tensiones en los puntos de cualquier plano paralelo a la superficie del semiespacio. Este

modelo puede resultar un tanto conservador, pues solo considera el ángulo de rozamiento

interno del terreno, olvidando el efecto favorable del rozamiento entre el muro y el terreno.

Este método tiene muchas aplicaciones prácticas, por ejemplo, en muros ménsula, donde la

suposición de Rankine no supone grandes desventajas y simplifica enormemente los

cálculos. El cálculo de empujes sobre un muro con el modelo de Rankine se reduce a

obtener las presiones efectivas a la profundidad correspondientes y aplicar las fórmulas

correspondientes. De esta forma es muy sencillo calcular terrenos estratificados y


considerar la existencia de una carga uniforme en coronación. Además, el método permite

estimar si existen grietas de tracción y su profundidad en un terreno que sea cohesivo. Los

coeficientes de empuje activo y pasivo para un terreno que forma un ángulo i con la

horizontal teniendo en cuenta que la resultante forma un ángulo i con la horizontal, son los

siguientes:

Aplicando el teorema de los estados correspondientes de Caquot, se puede generalizar la

teoría de Rankine a suelos cohesivos: “Si a un suelo con cohesión que está en situación

límite de rotura, simultáneamente le quitamos la cohesión y sumamos a todas las tensiones

un término (c’ · cotg Φ’), el suelo sigue estando en la misma situación límite de rotura ” (y

se le aplican las hipótesis de los suelos sin cohesión).


Figura 3. Círculo

de Mohr considerando suelos cohesivos

De las fórmulas deducidas para el empuje activo y pasivo, las fórmulas en ambos modelos

coinciden únicamente en el caso de un trasdós vertical del muro, no hay rozamiento suelo-

estructura y la superficie del terreno es horizontal. En este caso, los coeficientes de empuje

activo y pasivo son los siguientes:

Resumiendo los aspectos básicos expuestos anteriormente, podríamos decir lo siguiente:

En caso de terrenos estratificados, la inclinación del plano de deslizamiento depende de

cada terreno, con lo que el problema puede ser indeterminado si utilizamos el modelo de

Coulomb. En este caso, Rankine es de más fácil formulación, que suele ser recomendable

en el caso de muros ménsula.


El método de Coulomb no tiene en cuenta la presencia de grietas de tracción, por lo que con

terrenos cohesivos el cálculo de la profundidad de estas grietas se debe hacer con Rankine.

Si no existe cohesión en el terreno ni adherencia entre muro y terreno, con la teoría de

Coulomb se puede determinar que la resultante del empuje activo está situada, desde la

base del muro, a un tercio de la altura del muro. Si no es así, entonces el método no

proporciona directamente la posición del empuje.

El método de Rankine es difícil de aplicar con geometrías mínimamente complejas (trasdós

quebrado, superficies del terreno en el trasdós no planas, cargar arbitrarias sobre éste

último) y no es mucho más preciso que el método de Coulomb para estos casos.

El método de Coulomb no estima bien el empuje pasivo, pues la superficie real de rotura no

es plana (se asemeja a una espiral logarítmica) y la distribución de empujes difiere bastante

de la triangular, proporcionando valores sobredimensionados (del lado de la inseguridad).

El método de Rankine es más conservador para el cálculo de empujes pasivos.

El método de Rankine no considera el rozamiento entre el muro y el terreno, lo cual es

conservador. Es un aspecto importante en muros de gravedad, cuyos empujes activos se

prefieren calcular con Coulomb.

En el método de Coulomb permite la consideración de sobrecargas en el trasdós de

cualquier tipo (constante, puntual, triangular, etc.) siempre que sean indefinidas en el

sentido longitudinal del muro, pues basta introducirlas en las ecuaciones de equilibrio. Con

Rankine es sencillo si se trata de una sobrecarga constante.

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