Sist. Respiratorio
Sist. Respiratorio
Sist. Respiratorio
Sistema Respiratorio
Para funcionar, las células del cuerpo necesitan oxígeno. El sistema respiratorio es el
que se encarga de suministrar este elemento a la sangre, para que esta lo distribuya a
todos los tejidos de tu cuerpo. Sin embargo, a causa del metabolismo celular (conjunto
de cambios químicos y biológicos), en el organismo se forma un compuesto gaseoso
llamado anhídrido carbónico, que carece de utilidad y es muy tóxico, por lo que debe
ser eliminado, función que también cumple este sistema.
La Faringe
A continuación de las fosas nasales nos encontramos con la faringe, que tiene la
característica de ser un segmento común al sistema respiratorio y al sistema digestivo.
Se extiende desde la base del cráneo hasta la sexta vértebra cervical. De 13
centímetros de largo, se divide en tres partes: porción nasal o rinofaringe; porción bucal
u orofaringe; y porción laríngea o laringofaringe.
Por su parte, la orofaringe se encuentra limitada arriba por el paladar y abajo por el
borde superior de la epiglotis, que es un cartílago que cubre la abertura de la laringe
cuando comes, evitando así que el alimento entre en la tráquea. Contiene las
amígdalas palatinas, dos masas de tejido linfoide ubicadas en las paredes laterales de
la porción bucal de la faringe. Las amígdalas son de tamaño variable, y muchas veces
son víctimas de inflamaciones, lo que conocemos como amigdalitis.
Como puedes ver, la faringe es solo un lugar de paso, y tiene una estructura acorde a
su función, ya que está revestida por una capa mucosa que se encarga de atrapar las
partículas de polvo que llegan a este lugar, y que son expulsadas a través de la tos o,
en el peor de los casos, tragadas.
La laringe
Los pulmones
Luego de pasar por las fosas nasales, el aire circula por la faringe y llega a la tráquea,
que se divide en dos bronquios, cada uno de los cuales penetra en un pulmón. Los
pulmones son los órganos de la respiración donde se produce la hematosis, proceso
durante el cual los glóbulos rojos absorben oxígeno y se liberan del anhídrido
carbónico. Protegidos por las costillas, se encuentran en la caja torácica, a ambos lados
del corazón, separados por el mediastino, nombre que recibe el espacio entre cada uno
de ellos.
Parecidos a un par de esponjas, forman uno de los órganos más grandes de tu cuerpo.
Su función esencial, compartida con el sistema circulatorio, es la distribución de
oxígeno y el intercambio de gases. Tienen la capacidad de aumentar de tamaño cada
vez que inspiras y de volver a su tamaño normal cuando el aire es expulsado.
El pulmón derecho es más grande que el izquierdo. Esto, porque está dividido en tres
lóbulos -superior, medio e inferior- y el izquierdo solamente en dos - superior e inferior.
Cada uno de los lóbulos se divide en un gran número de lobulillos, en cada uno de los
cuales irá a parar un bronquiolo, que a su vez se divide en unas cavidades llamadas
vesículas pulmonares; estas forman otras cavidades llamadas alvéolos.
Pleuras
El pulmón está recubierto por una membrana serosa que presenta dos hojas, una que
se adhiere a los pulmones, llamada pleura visceral, y otra que tapiza el interior de la
cavidad torácica, denominada pleura parietal. Estas dos capas se encuentran en
contacto, deslizándose una sobre otra cuando tus pulmones se dilatan o contraen.
Entre ellas se encuentra la cavidad pleural, que se encarga de almacenar una pequeña
cantidad de líquido, cumpliendo una función lubricadora. Pero la misión principal de la
membrana pleural es evitar que tus pulmones rocen directamente con la pared interna
de la cavidad torácica, manteniendo una presión negativa que impide el colapso de los
pulmones.
Árbol bronquial
A partir de la tráquea nacen los bronquios. Estos se abren en dos ramas que penetran
en cada uno de tus pulmones, junto con vasos sanguíneos y nervios; son estas
ramificaciones las que reciben el nombre de árbol bronquial. Al entrar en los pulmones
se producen varias bifurcaciones a medida que los bronquios se hacen más estrechos.
Estas ramitas más delgadas del árbol, de solo un mm de anchura, son lo que
conocemos como bronquiolos.
Los bronquios cumplen también una función motora. Cuando inspiras, el árbol bronquial
se ensancha y alarga, lo que facilita la circulación del aire hacia los alvéolos. Además,
también se preocupan de colaborar con la acción de los cilios que se encuentran en la
mucosa para evitar que entren partículas extrañas a tus pulmones, todo esto mediante
un movimiento de las paredes bronquiales.
El proceso de respiración
Nuestro cuerpo no puede almacenar oxígeno, por lo que es imprescindible respirar día
y noche para que el aire entre y salga de los pulmones. La velocidad y profundidad de
la respiración es algo relativo, que controlan -específicamente- procesos involuntarios
en el tronco cerebral. Como ya te contamos anteriormente, este proceso es
absolutamente automático e involuntario, al punto de poder adaptarse a las
necesidades de tu organismo.
La acción de respirar consiste en transportar el aire a los pulmones para que la sangre
se nutra de oxígeno y se purifique, para luego expulsar el anhídrido carbónico del
cuerpo.
Cada vez que respiras se producen dos movimientos que ya conoces: inspiración y
espiración; es decir, entra y sale el aire. En esta etapa se intercambia más de medio
litro de aire.