El Higlander Llamado Dragon Oscuro 3.

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El highlander llamado Dragón Oscuro……………......…………………………………..............................................

Donna Fletcher

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Trilogía de las hermanas Macinnes #3
El highlander llamado Dragón Oscuro……………......…………………………………..............................................Donna Fletcher

El Highlander llamado
Dragón Oscuro
(Trilogía de las Hermanas Macinnes # 3)
Donna Fletcher

Portada: Casiopea
Traducción y Corrección: Casiopea
Lectura final: Yuli Darcy

Heather Macinnes finalmente está a salvo en casa, sus dos hermanas están
allí para ofrecerle consuelo. Ella escapó de los notorios guerreros fantasmas y,
afortunadamente, nunca vio a su líder, el Dragón Oscuro. Su terrible
experiencia ha terminado. Sin embargo, se entera demasiado pronto de que su
terrible experiencia está lejos de terminar ... apenas está comenzando.
El Dragón Oscuro es tan misterioso como el pasado que mantiene oculto, pero
los secretos salen a la luz lentamente, y cuando un viejo enemigo llega para
buscar venganza, el pasado del Dragón regresa para perseguirlo no solo a él,
sino también a la mujer que lo ama contra viento y marea.
Con secretos que descubrir, venganza que buscar y una guerra que se avecina
en el horizonte, Heather y el Dragón Oscuro deben dejar el pasado para
desucansar, para que puedan construir un futuro juntos.

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Espero que disfruten de este trabajo que con mucho cariño
compartimos con todos ustedes.

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Capítulo Uno
Heather se despertó sobresaltada, con el corazón palpitando con fuerza y el
cuerpo helado. Tardó un momento en darse cuenta de que estaba en casa, en la
seguridad de su alcoba y cómodamente arropada en su cama. Habían pasado
dos días desde su regreso a casa y aún no se sentía completamente segura y
protegida. Se había despertado las dos últimas mañanas pensando que seguía
escondiéndose en el bosque de los guerreros fantasma mientras intentaba llegar
a casa. Su mayor temor era encontrarse cara a cara con su secuestrador, el
Dragón Oscuro.
Se estremeció con sólo pensar en su nombre y se subió la suave manta de lana
al cuello. El motivo por el que el infame guerrero la había secuestrado seguía
siendo una pregunta que atormentaba a Heather y quizás seguía siendo la causa
de su malestar. La secuestró una vez, ¿no volvería a intentarlo?
Heather negó con la cabeza. Estar en cama no resolvería sus problemas ni
aliviaría sus preocupaciones. Sin embargo, sus tareas le proporcionarían un
buen respiro para ambas cosas. Se apresuró a salir de la cama y se puso su
camisa de lino amarillo pálido, seguida de su túnica verde, y cogió sus botas de
cuero marrón cerca de la chimenea para ponérselas y atárselas rápidamente. Se
pasó los dedos por su suave pelo rubio, dejando que las ondas naturales cayeran
a su antojo, hasta que recogió sus cuatro peines de hueso del baúl junto a la
cama y con manos hábiles aseguró sus largos mechones encima de la cabeza,
aunque algunos se soltaron y cayeron por la nuca.
Después de coger su capa de la percha junto a la puerta, suspiró mientras
apoyaba la mano en el pestillo. Estaba en casa y estaba a salvo, nada cambiaría
eso. Tenía a su familia para protegerla. Podía volver a su vida cotidiana y todo
estaría bien.
Heather abrió la puerta y mientras salía de la habitación una vocecita le susurró
en la cabeza: “Nada es igual ni volverá a serlo.”
Otro escalofrío la recorrió y se apresuró a bajar las escaleras y entrar en el Gran
Salón. Era tan temprano que los sirvientes aún no habían llegado. No le
importaba, pues no tenía hambre. Lo que más deseaba era pasear por el pueblo
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mientras se despertaba y sentir su tranquilidad como había hecho infinitas


veces antes. Tal vez entonces sentiría por fin que todo estaba bien.
Se echó la capa sobre los hombros y salió al exterior. El cielo empezaba a
brillar con la primera luz del amanecer y Heather se alegró de no haberse
perdido la salida del sol. Se apresuró a llegar a su lugar favorito en una
pequeña elevación y observó cómo el sol se elevaba como una ardiente bola
mágica desde las profundidades de la tierra.
La sonrisa de Heather crecía a medida que el sol se abría paso hacia arriba,
esparciendo su gloriosa luz por toda la tierra. Recordó todas las mañanas que
había estado aquí viendo el amanecer y lo feliz que había sido entonces, y deseó
poder sentir esa misma felicidad ahora.
Patience, Emma y ella se habían reunido por fin, y estaba muy contenta de que
sus hermanas estuvieran casadas con dos hombres que amaban y que las
amaban. Y una noticia aún más emocionante era que iba a ser tía. Emma estaba
embarazada y, cuando llegara el momento, Heather estaría allí para dar a luz al
bebé y ver a su hermana a salvo. También estaba encantada de que su padre se
sintiera mucho mejor y tuviera distinto aspecto del que había tenido en meses.
Y aunque existía la posibilidad de una guerra con la familia del marido de
Patience, el Clan McLaud, se enfrentarían a la amenaza juntos como habían
hecho antes cuando una guerra de clanes se cernía en el horizonte.
Con una ligereza en el corazón que no había sentido desde que fue secuestrada,
Heather se dio la vuelta para bajar la pequeña subida, ansiosa por empezar el
día y por comenzar la vida de nuevo. Se detuvo cuando algo le llamó la atención
con el rabillo del ojo y se giró para mirar la elevación que había más allá del
pueblo.
El corazón le dio un golpe en el pecho y el miedo la congeló.
Allí, esparcidos por la colina, encima de sus caballos, estaban los infames
guerreros fantasma del Dragón Oscuro, con los rostros pintados de blanco, y a
la cabeza, vestido de negro y montado en un caballo negro, el famoso Dragón
Oscuro.
Heather se estremeció al verlos. Con los rostros de los guerreros fantasmas
pintados de blanco, significaba que estaban listos para la batalla. Tenía que
advertir a su familia. No era el momento de dudar. Se dio la vuelta y, tirando del

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dobladillo de su camisola, corrió hacia abajo como si el mismo diablo la


persiguiera. El repentino tañido de la campana, que advertía al pueblo del
peligro que se acercaba, rasgó la tranquila mañana. El corazón le latía con más
fuerza y sus pies corrían más rápido, y se preguntaba: ¿cómo se puede dejar atrás
al diablo?
Heather llegó a los escalones del torreón justo cuando su hermana Patience
bajaba por ellos, espada en mano.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras extendía la mano y agarraba a
Heather por el brazo—Entra en el torreón y quédate allí.
Heather era consciente de la extraordinaria habilidad de su hermana como
guerrera, pero ni siquiera ella era rival para el Dragón Oscuro, y a Heather le
preocupaba que Patience intentara protegerla contra el notorio guerrero. ¿Y qué
hay de su clan? Ellos también lucharían para protegerla y ¿cuántas vidas se
perderían? Los pensamientos inquietantes le hacían revolverse el estómago,
pero no dejaba que su hermana conociera sus preocupaciones. Desde el día de
la muerte de su madre, había guardado sus preocupaciones para sí misma.
Apenas tenía siete años cuando le tocó el papel de madre de sus dos hermanas
menores. Había estado junto a la tumba de su madre, con un brazo alrededor de
Patience, abrazándola con fuerza mientras un interminable torrente de
lágrimas corría por sus pequeñas mejillas sonrosadas. En su otro brazo sostenía
a Emma, la niña llorando, aunque sin entender por qué. Y su padre, de rostro
ceniciento, miraba incrédulo cómo se echaba tierra sobre su amada esposa. Ella
había prometido en silencio a su madre que se mantendría fuerte y cuidaría de
todos ellos. Y lo había hecho y siempre lo haría.
—Entra, Patience, tenemos que hablar con papá—dijo Heather y deslizó su
mano en la de su hermana.
—No dejaré que te lleve—dijo Patience con tal convicción que Heather temió
que ese día corriera sangre.
Emma bajó corriendo los escalones, su marido Rogan iba detrás de ella y
Hunter, el marido de Patience, pasó volando junto a ellos hasta llegar al lado de
su mujer.
Emma palideció cuando vio al Dragón Oscuro y a sus hombres en la subida.
—Dios mío, ha venido por Heather.
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—Por encima de mi cadáver, el Dragón Oscuro no nos la arrebatará—dijo


Patience, agarrando con más fuerza su espada.
Hunter negó con la cabeza y deslizó su brazo alrededor de la cintura de su
esposa, dispuesto a impedir que hiciera alguna tontería.
Heather soltó la mano de su hermana y la dejó con su marido. Desde su regreso
a casa, había visto lo bueno que era Hunter para Patience. Hacían una pareja
perfecta. Él era guapo y su hermana hermosa. También poseía una lengua
encantadora y un buen corazón, y Heather se asombró al ver lo mucho que
quería a Patience y, lo que era más importante, que tenía la paciencia necesaria
para lidiar con la impaciencia de su hermana.
—Se sientan a esperar en lugar de atacar—dijo Rogan, colocando un brazo
protector alrededor de su esposa.
—¿Esperando qué? — preguntó Emma con ansiedad.
—Eso es lo que tenemos que averiguar—dijo Rogan. —Tenemos que hablar con
tu padre.
—Primero, veré que nuestros guerreros estén en sus puestos y que la aldea esté
preparada para la batalla—dijo Patience.
—O para recibir a un invitado—dijo Hunter.
—El Dragón Oscuro no es nuestro invitado—dijo Patience y miró a sus
hermanas. —Dile a Da que espere hasta que yo vuelva para discutir este asunto.
No tardaré mucho—y se marchó a toda prisa.
Rogan miró a Hunter—Vigila que no haga ninguna tontería.
Hunter sonrió—Yo no hago milagros.
Heather sonrió mientras se apresuraba a seguir a su esposa. Su humor, paciencia
y consideración seguían confirmando lo buen marido que era para Patience.
Emma se acercó a Heather y le dio un abrazo, aunque Heather intuyó que era
Emma la que necesitaba el abrazo al igual que ella cuando era niña. Emma no
recordaba a su madre, pues apenas tenía dos años cuando murió. Para Emma,
Heather no sólo era su hermana, sino también su madre.
—Haré lo que sea necesario para mantenerte alejada del Dragón Oscuro—dijo
Emma con la misma convicción que Patience.
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Heather captó el miedo que surgió en los ojos de Rogan ante la declaración de
su esposa. Aunque Rogan podía intimidar con su gran tamaño, sus llamativos
rasgos y sus maneras autoritarias, trataba a su hermana como un hombre que
realmente amaba a su esposa. Y se alegró de que Emma fuera su esposa en lugar
de ella, que había sido la intención de su padre. Emma y Rogan congeniaban
bien y Heather se había sorprendido a su regreso al ver cómo su hermana de
rasgos sencillos se había convertido en una mujer atractiva.
Rogan tendió la mano a su esposa—Creo que sería prudente hacer saber a tu
padre lo molesta que está Patience.
Emma sonrió—Créeme, ya lo sabe.
Rogan y Emma subieron las escaleras, Heather los siguió, habiendo rechazado
educadamente la mano de Rogan. Había pasado demasiados años sola, siendo
fuerte, como para confiar en alguien ahora. Una punzada en el corazón hizo que
sus pasos fallaran por un momento.
Quinn.
Él estaba siempre en su mente y en su corazón. Hacía ya casi diez años que se
había ido, pero su amor por él nunca había muerto ni lo haría.
Se apresuró a seguir a Emma y a Rogan y entró en el Gran Comedor, caótico por
la actividad. Todo el mundo se apresuraba y Heather podía ver el miedo en la
mayoría de sus rostros. Era fácil entender por qué: nadie salía victorioso contra
el Dragón Oscuro.
Emma se alejó corriendo de su marido y se acercó a su padre. Parecía un
guerrero más poderoso que en los últimos meses, cuando una enfermedad lo
había incapacitado. Era un cacique muy poderoso con su traje a cuadros, su
largo pelo blanco trenzado a un lado y su postura de fuerza.
—Es el Dragón Oscuro y no podemos dejar que se lleve a Heather—dijo Emma,
agarrando el brazo de su padre.
Donald Macinnes palmeó la mano de su hija—Veremos que este asunto se
resuelva bien.
Su voz tranquilizadora y su fuerte seguridad hicieron que los hombros de Emma
se hundieran de alivio. Sin embargo, Heather no estaba tan aliviada. La única

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manera de que este asunto se resolviera bien era darle al Dragón Oscuro lo que
quería. La pregunta seguía siendo: ¿por qué la quería a ella?
—Siéntate y no te preocupes—le ordenó Donald a Emma—. Tienes que pensar
en el niño.
Rogan se acercó a su esposa. —Tu padre tiene razón.
Emma negó con la cabeza. —Estoy bien y el niño también. Es Heather quien me
preocupa ahora—. Fue al lado de su hermana y la rodeó con el brazo. —Papá se
encargará de esto. Todo estará bien.
—Con el Dragón Oscuro casi en nuestra puerta, ¿cómo va a ir todo bien? —
Preguntó Patience, entrando en el Gran Salón con su marido y escuchando las
palabras tranquilizadoras de su hermana.
Donald Macinnes habló antes que nadie. —Por favor, tomad todos asiento—.
Señaló la mesa de caballete frente a la enorme chimenea, donde muchas noches
encontraba a sus hijas sumidas en conversaciones, risas y, a veces, lágrimas.
—No hay tiempo para sentarse—insistió Patience. —El Dragón Oscuro no se
ha detenido para hacernos una visita. Ha venido con sus guerreros fantasmas
dispuestos a luchar por lo que quiere. Y esta vez se va a llevar una gran
decepción cuando sepa que se va a ir con las manos vacías.
—El Dragón Oscuro está aquí por invitación mía—dijo Donald Macinnes con
un timbre de autoridad que no se podía negar.
Todos estaban demasiado sorprendidos para decir una palabra.
Donald Macinnes continuó. —La guerra se avecina a nuestro alrededor y los
clanes que una vez fueron aliados leales ahora se cuestionan si deben seguir
siéndolo, especialmente si los McLauds se alían con el infame Dragón Oscuro.
Temen la venganza del poderoso guerrero si se atreven a tomar las armas contra
él.
El ceño de Patience se entrecerró—¿Qué está diciendo, padre?
—A veces hay que llegar a acuerdos desfavorables para evitar muertes sin
sentido y un derramamiento de sangre sin fin.
—No me digas que has negociado con el mismísimo diablo—dijo Patience con
sus atrevidos ojos verdes encendidos de ira.
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—Como jefe del Clan Macinnes, hago lo necesario para salvar innumerables
vidas y asegurar nuestra tierra—dijo Donald levantando firmemente la barbilla.
—¿Qué has hecho, padre? —preguntó Patience acusadoramente.
Donald se volvió hacia Heather—He deseado tu felicidad por encima de todo, y
no hay nada que no haría para que se hiciera realidad. Pero también sé que no
hay nada que no harías para ver a tus hermanas y a tu clan a salvo.
—¡Padre, no! —gritó Emma, y Rogan se apresuró a rodear a su esposa con el
brazo.
Donald se acercó a Heather y le tendió la mano para agarrarla con firmeza.
Heather agradeció su fuerte agarre, pues significaba que se había curado bien y
se alegró de sentir lo cálidas que estaban cuando su enfermedad las había vuelto
tan frías. Pero también se acordó de cómo le había cogido las manos de esa
forma tan familiar otro día.
La había despertado y llevado a su solar. Allí había tomado sus pequeñas manos
entre las suyas, igual que ahora, y le había dicho que su madre había muerto y
que era necesario, y su deber, ser valiente y fuerte por sus hermanas y el clan.
Con unas pocas palabras había pasado de ser una joven despreocupada a una
muchacha con responsabilidades mucho más allá de sus apenas siete años.
El peso de las palabras de su padre había supuesto una pesada carga para ella
aquel día y temía que sus palabras de hoy fueran más aterradoras que gravosas.
—Eres una hija muy valiosa para mí, Heather, y debes saber que te quiero
mucho y que he hecho lo que había que hacer—. Donald respiró con fuerza,
apretó las manos temblorosas de su hija y con lágrimas amenazando sus
envejecidos ojos dijo: —Te desposé con el Dragón Oscuro.

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Capítulo Dos
La conmoción congeló a Heather mientras el caos parecía reinar a su
alrededor. Las voces alzadas de sus hermanas resonaban en sus oídos mientras
reprendían sin cesar a su padre. Él, sin embargo, las ignoraba. Sus ojos seguían
centrados en Heather y sus manos continuaban sujetando las de ella con
firmeza, como si no quisiera dejarla marchar.
Era curioso que ella acabara de notar cómo las pocas arrugas alrededor de sus
ojos se habían multiplicado, extendido y profundizado. No sólo la edad y la
enfermedad habían hecho mella en él, sino la preocupación por sus hijas y su
clan, cuyo cuidado y protección recaían exclusivamente en él. Y su corazón se
sentía pesado con sus cargas.
—Esto no se puede permitir—gritó Patience con su puño golpeando la mesa.
Donald soltó las manos de Heather después de darles un suave apretón y se
puso a su lado para mirar a Patience, y en tono de mando dijo: —Está hecho y
no se puede deshacer.
Patience abrió la boca para discutir.
Su padre levantó la mano, silenciándola antes de que pudiera hablar. —No te
molestes en desperdiciar tu aliento, Patience. El acto está hecho y el Dragón
Oscuro está aquí para recoger a su novia.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Emma—No puedes querer ofrecer a
Heather a ese monstruo.
Rogan tomó la mano de su esposa—Aunque suene horrible, debo estar de
acuerdo con tu padre.
Emma arrancó su mano de la de su marido y se apartó de él. —No puedes hablar
en serio.
—Yo también estoy de acuerdo con él—dijo Hunter y miró a Patience—Y tú,
que esperas liderar algún día tu clan, debes ver la necesidad, y a la vez la gran
dificultad de su decisión.

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Patience negó con la cabeza y se dejó caer para sentarse en el borde del banco
detrás de ella—No podría hacer esto.
—Por supuesto que no—dijo Heather, acercándose a ella. —Y yo no te
obligaría. Yo mismo tomaría la decisión, porque no podría vivir sabiendo que
mi egoísmo sería la muerte de muchos, y menos de mis hermanas.
Emma se unió a ellos, sus lágrimas seguían cayendo. —No es justo.
Heather escuchó las palabras de su padre de todos esos años atrás, recordándola
y se le escaparon de los labios. —Es necesario y es mi deber—Miró a Patience—
¿No me has dicho que te casaste con Hunter por obligación?
Patience se puso de pie—Sí, lo hice, pero Hunter es un buen hombre con un
alma bondadosa. El Dragón Oscuro no tiene alma, y aún no sabemos por qué te
secuestró—dijo temblando.
—Rechacé con mucha vehemencia su primera propuesta de matrimonio—les
informó su padre a todos—Su segunda me advirtió de las consecuencias si no
aceptaba. Mi preocupación aumentó cuando nuestros aliados comenzaron a
advertirme de los susurros de que el Dragón Oscuro planeaba unir fuerzas con
el Clan McLaud.
—¿Es por eso que nuestros vecinos del Clan MacTavish nunca enviaron ayuda
cuando pedí que una tropa de sus guerreros se reuniera con nosotros en su
frontera? —preguntó Patience, recordando su peligroso viaje a casa desde la
tierra de los McLaud.
Donald asintió—Temían mostrar su lealtad a nosotros cuando se corrió la voz
de que Greer McLaud estaba a punto de firmar un pacto con-
—El diablo—terminó Patience.
—Así que firmó con el diablo en su lugar—dijo Emma, sacudiendo la cabeza.
—¿Al menos dio su palabra de que la trataría bien? —preguntó Patience.
—¿De qué sirve la palabra de un hombre tan vil? —dijo Emma frustrada.
Heather quería asegurarles a las dos que estaría bien, pero no estaba bien;
estaba muerta de miedo. En realidad, la muerte parecía preferible a lo que estaba
a punto de enfrentar. Las historias del Dragón Oscuro se extendieron por todas
partes. Recientemente, un viajero había pasado por su aldea y ella le había oído

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hablar con un guerrero de Macinnes. Le dijo que se sabía que el único uso que
el Dragón Oscuro le daba a las mujeres era para apaciguar su ansia de celo, que
era tan feroz como su ansia de batalla.
La horrible idea hizo que su estómago se revolviera y su corazón palpitara con
fuerza. ¿Cómo iba a sobrevivir?
—¿Intentaste negociar con él, papá? ¿Algo -cualquier cosa- que beneficiara a
Heather? — preguntó Patience con preocupación.
—No había nada que negociar. Todo el poder estaba en sus manos y cuando me
di cuenta de que al final tendría a Heather de una forma u otra, supe que no
tenía elección. Al aceptar el matrimonio, evitaría un derramamiento de sangre
innecesario y nos pondría en buena posición con el Dragón Oscuro, protegiendo
así a todos y sin sufrir bajas.
—Excepto Heather—dijo Emma.
Heather necesitaba tiempo para digerir la sorprendente noticia. Un brebaje
calmante le ayudaría, así como unos momentos a solas para prepararse, aunque
no sabía cómo se preparaba uno para encontrarse con el diablo.
—Debemos prepararnos para nuestros invitados—, dijo Heather, haciéndose
cargo. —Se necesitará comida y bebida y...— Estaba a punto de decir que se
preparara una alcoba para invitados, pero no sería una alcoba para invitados en
la que él dormiría esta noche. Sería la suya. Su dormitorio ya no le pertenecía
sólo a ella. Era de su marido, el Dragón Oscuro.
Su padre le dirigió una mirada que hizo que Heather se diera cuenta de que
había más noticias inquietantes por recibir.
Su padre se apresuró a decírselo—Te irás hoy con tu marido.
Su anuncio provocó un silencio absoluto.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Heather. —Debo preparar mi partida—. Se
apresuró a salir de la habitación, Patience y Emma la siguieron de cerca.
Donald Macinnes se dejó caer en el banco temiendo que sus piernas ya no lo
sostuvieran.
Hunter se apresuró a llenar una jarra de cerveza y se la entregó.

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Rogan le puso una mano tranquilizadora en el hombro. —Hiciste lo mejor para


tu familia y tu clan.
—Eso me he dicho—, dijo Donald—Sólo ruego que sea así.

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Heather se derrumbó en su cama, con las lágrimas cayendo por sus mejillas.
Quería estar sola para intentar aceptar su destino. Pero cuando sus hermanas
entraron en la habitación y se abalanzaron sobre ella, abrazándola con fuerza,
se alegró de que estuvieran allí, sobre todo porque hoy se despediría de ellas.
Se estiraron en la cama una al lado de la otra, la mano de Patience aferrada a una
de las de Heather y la de Emma casi ahogando a la otra, como si ninguna de ellas
tuviera intención de soltarla.
—Debe haber algo...
—No lo digas, Patience—suplicó Heather. —El acto está hecho y debo
enfrentarme a mi destino y vosotras dos debéis ayudarme.
Patience se levantó y miró a sus dos hermanas—¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo
permito que tal maldad ponga sus manos sobre mi hermana?
Heather retiró su mano de la de Patience para ponerla sobre su estómago
rumoroso.
Emma saltó de la cama. —Te molesta el estómago. Traeré un brebaje para
calmarlo y deberías intentar comer algo.
—El brebaje ayudaría—aceptó Heather, poniéndose el brazo sobre los ojos.
Emma asintió a Patience y la siguió hasta situarse justo al lado de la puerta.
—Ya está bastante alterada, y con razón, no la alteres más—ordenó Emma con
severidad.
—¿Cómo detenemos este desastre? — preguntó Patience escuetamente.
—No creo que podamos. Como dijo padre, está hecho.
—Y si la trata mal o cómo sabemos siquiera si la trata mal, ¿qué pasará
entonces?

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—Tienes razón. No podemos dejar que se la lleve para no saber nunca qué será
de ella—dijo Emma, con los ojos llorosos. Se enjugó las lágrimas no derramadas.
—Desde que he tenido un hijo, las lágrimas salen con demasiada facilidad.
—Las lágrimas de una mujer suelen volver flexibles a los hombres, a los que
tienen corazón. Sería bueno poner a prueba al Dragón Oscuro. Al menos
entonces, tendríamos alguna idea de cómo podría tratar a nuestra hermana.
—¿Y si falla? — Preguntó Emma.
—Entonces hacemos otro plan.
Después de formar un plan apresurado, Patience volvió con Heather. Seguía
tumbada en la cama, con los ojos cubiertos por el brazo y Patience no quería
molestarla. Un poco de descanso le vendría bien. Patience se sentó en la silla
junto al fuego, donde a menudo había encontrado a su hermana a lo largo de los
años, trabajando en sus bordados. Se le encogió el corazón al pensar que no
volvería a verla sentada allí y, al echar un vistazo a la habitación, no podía
imaginársela despojada de todas las pertenencias de Heather, la habitación
vacía y su hermana desaparecida de su vida. Ese pensamiento tan perturbador
la hizo estremecerse.
La puerta se abrió de golpe, haciendo que Patience saliera volando de su silla y
que Heather se levantara de la cama.
Una Emma sin aliento se puso de pie, luchando por equilibrar una bandeja de
madera con una jarra, una jarra de cerveza y rebanadas de pan y queso. Tenía
las mejillas sonrojadas y se tomó un momento para recuperar el aliento mientras
Patience se apresuraba a quitarle la bandeja y colocarla en la mesita cerca del
hogar.
Respirando profundamente, las palabras salieron de los labios de Emma. —El
Dragón Oscuro manda a decir que estés en el Gran Salón para recibirlo. Padre
dice que te des prisa, porque el Dragón Oscuro está impaciente por despedirse
con su nueva esposa.
—¿No quiere tomarse tiempo para conocer a mi familia o descansar y alimentar
a sus hombres? — preguntó Heather. —¿Y no me dará tiempo para empacar mis
pertenencias?
—El Dragón Oscuro ha informado a Da que dejará a algunos de sus hombres
para que recojan todo lo que tú órdenes a sus sirvientes para que lo empaquen
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y se lo entreguen. También ha ordenado que traigas lo que necesites hasta


entonces.
Heather miró a su hermana con incredulidad—¿Pretende llevárseme sin más?
Las lágrimas nublaron los ojos de Emma—Eso parece.
Heather se quedó parada sin saber qué hacer o quizás sabiendo y no queriendo
hacer lo que debía. Se había despertado esta mañana aliviada de encontrarse en
su propia cama después del calvario de su secuestro, fuga y peligroso viaje para
volver a casa. Y ahora el hombre que había conseguido evitar estaba aquí para
llevársela y, para colmo, tenía todo el derecho a hacerlo, ya que ahora era su
marido.
Fue la expresión de terror en los rostros de sus hermanas lo que finalmente hizo
que Heather se moviera. Cuanto más lo retrasara, cuanto más permitiera que su
miedo se manifestara, más difícil sería para ellas, y verlas sufrir le dolería
terriblemente.
Tenía dos prendas reservadas para ocasiones especiales, una de lana roja de
invierno y otra de lino azul suave con una túnica amarilla pálida encima, que se
apresuró a ponerse. Se dejó el pelo rubio recogido, asegurándose de que los
peines estuvieran bien sujetos. Sólo se había bañado la noche anterior, y el jabón
con aroma a rosas aún permanecía en su cabello y en su piel.
Patience había insistido en que ella y Emma llevaran siempre un pequeño puñal
en sus botas, ya que nunca se sabe cuándo se puede necesitar uno, así que metió
el suyo en su bota. Lo último que hizo fue pasar una cinta azul por el anillo que
la acompañaría para siempre y atárselo al cuello, para luego meterlo debajo de
la ropa y colocarlo contra su pecho. El anillo lo significaba todo para ella. Se lo
había dado el hombre que amaba y que siempre amaría. Le había dado fuerzas a
lo largo de los años, cuando creía que no le quedaba ninguna. Y en este
momento, le vendría bien toda la fuerza que pudiera conseguir.
Recogió algunas de sus prendas y objetos para atarlos con seguridad, sabiendo
que sus hermanas se encargarían del resto por ella y sin dar una segunda mirada
a su alcoba, salió apresuradamente de la habitación, cerrando la puerta tras ella
y la vida segura y amorosa que siempre había conocido.

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El Gran Salón se había llenado de guerreros Macinnes y MacClennan. Rogan


y Hunter llevaban sus espadas a los lados, con las manos no muy lejos de las
empuñaduras. Patience llevaba dos puñales desenvainados detrás de la faja de
cuero que sujetaba su espada a la derecha de la cintura. Estaba preparada para
desenvainar un arma rápidamente si era necesario y eso asustaba a Heather. No
quería que nadie muriera hoy por su culpa.
En los ojos de Emma aún quedaban lágrimas, aunque ella también llevaba un
puñal en la cintura, sin embargo sólo uno y enfundado. Su padre era el único
que no llevaba armas.
Con una sonrisa templada, su padre le tendió la mano a Heather.
Un sirviente le quitó el fardo con sus pocas pertenencias con un gesto de cabeza
y Heather notó que se le acumulaban las lágrimas en los ojos. Al acercarse a su
padre, observó que la mayoría de los sirvientes parecían dispuestos a derramar
lágrimas por ella y su corazón se hinchó por lo mucho que se preocupaban por
ella.
Eso hizo que fuera más difícil dejar su amado hogar y, sin embargo, lo hizo algo
más fácil, sabiendo que su sacrificio salvaría las vidas de aquellos que la querían.
Levantó la barbilla y mantuvo los hombros hacia atrás y caminó con falsa
valentía cuando en realidad estaba más asustada que nunca.
Estaba segura de que sus piernas, que se tambaleaban, la traicionarían y
cederían, o de que el temblor que sentía en su interior se desataría de repente y
temblaría de miedo para que todos la vieran.
Su padre le tendió la mano cuando se acercó a él y le pasó un brazo robusto por
la cintura para que se apoyara en él. Nunca estuvo tan agradecida por su apoyo
y nunca rezó tanto por un milagro que le permitiera permanecer allí junto a él
para siempre.
Las dos grandes puertas del Gran Salón se abrieron y dos guerreros de Macinnes
entraron y se colocaron a los lados de cada puerta. Otros guerreros de Macinnes
les siguieron hasta que veinte guerreros formaron dos filas, diez a cada lado.
Después entraron guerreros fantasmas, ninguno de ellos con armas, y diez se
unieron a las dos líneas de guerreros Macinnes, cinco al final de cada línea.
La sala se volvió completamente silenciosa y se contuvo la respiración en espera
de la entrada del Dragón Oscuro.
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La oscuridad llenó repentinamente el umbral de la puerta, extendiéndose a


medida que la figura vestida de negro la atravesaba.
El Dragón Oscuro había llegado.

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Capítulo Tres
Heather sintió que sus piernas cedían y, de no ser porque su padre la
sujetaba firmemente por la cintura, se habría desplomado al ver al Dragón
Oscuro -su marido- caminar hacia ella.
Iba vestido de negro, desde el casco de metal negro que ocultaba todo excepto
la boca, una parte de la mandíbula y los ojos, unos ojos que parecían tan oscuros
como su ropa, hasta las botas de cuero negro. Caminaba con unas zancadas tan
poderosas que su capa negra bramaba a sus espaldas, o tal vez eran los
puntiagudos y rígidos pinchos de cuero que recorrían sus hombros y bajaban
por la parte superior de los brazos de su túnica de cuero los que mantenían la
capa al vuelo.
Parecía crecer en tamaño cuanto más se acercaba y el miedo de Heather
aumentaba con cada paso que daba. No era de extrañar que le llamaran el
Dragón Oscuro. Era un tamaño más alto que la mayoría de los hombres y ancho,
con músculos gruesos que no dejaban lugar a dudas sobre su potente fuerza.
El miedo surgió de lo más profundo de Heather y le agarró el estómago. Debía
de pesar dieciocho o más stones 1 cuando ella apenas pesaba ocho y su cabeza
sólo le llegaba al hombro. No tenía forma de defenderse de aquel hombre. Su
única forma de sobrevivir a este matrimonio era someterse a él y ese
pensamiento la aterrorizaba.
—Bienvenido a nuestra casa—dijo Donald Macinnes con una respetuosa
inclinación de cabeza cuando el Dragón Oscuro se detuvo frente a él.
—He venido por lo que es mío. Recogeré a mi esposa y me marcharé—. Su fuerte
voz aumentó la fuerza de su tono de mando.
—Bebida y comida primero, para celebrar la unión de nuestro pueblo—ofreció
Donald.

1El stone es una unidad de masa usada solamente en el sistema imperial del Reino Unido, aunque ya fue
antes usada por otros países de la Mancomunidad de Naciones. Es igual a 6,35 kilogramos.
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—Nos vamos ahora—. Extendió su mano cubierta de guantes negros hacia


Heather.
Ella mantuvo su mano firmemente pegada a su estómago, sabiendo que una vez
que tomara su mano, sería suya para siempre.
Emma se apresuró a ir al lado de su hermana—Por favor, comparte un trago con
nosotros. Nos dará tiempo para despedirnos de nuestra hermana. La echaremos
mucho de menos—. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas—Por
favor, no nos prives de un poco más de tiempo con ella.
Heather se apartó de su padre para consolar a su hermana como había hecho
tantas veces a lo largo de los años.
El Dragón Oscuro miró fijamente a Emma—Las lágrimas son inútiles para mí.
Despídete y acaba con esto.
Ambas mujeres se quedaron atónitas ante sus despiadadas palabras, y Emma
envió una rápida mirada a Patience. Su plan había funcionado. Ahora sabían que
el Dragón Oscuro no tenía alma. La única pregunta era: ¿cómo proteger a su
hermana contra la bestia sin corazón?
Patience fue a dar un paso adelante, dispuesta a intentar otro plan que había
pensado y antes de que pudiera hablar sonó la poderosa voz del Dragón Oscuro.
—Procura que tu mujer contenga la lengua, Hunter, o la veré cortada de su boca.
Los ojos verdes de Patience ardían de furia y Hunter la agarró firmemente por
la cintura antes de que cargara contra el Dragón Oscuro.
—Ahora no es el momento—susurró mientras ella luchaba por liberarse.
Heather palideció. ¿Realmente le cortaría la lengua a su hermana de la boca?
¿Podría ser tan monstruoso?
Donald Macinnes se adelantó—Sabré a dónde llevas a mi hija, y mi familia y yo
conoceremos el rostro de su marido antes de que te vayas de aquí.
El Dragón Oscuro dio un paso rápido hacia adelante y su voz se convirtió en un
gruñido furioso—No me exigirás nada, Macinnes.
Patience golpeó a su marido con tanta fuerza en las costillas que sus brazos se
apartaron de ella y cargó contra el Dragón Oscuro, con el puñal desenfundado
cuando se detuvo frente a él.
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—Respetarás a mi padre y sus deseos o podemos ir a la guerra ahora—gritó,


agitando el puñal en su cara.
Hunter se adelantó rápidamente, con el corazón latiéndole en el pecho,
temeroso de lo que pudiera hacer el Dragón Oscuro antes de que pudiera
alcanzar a su impetuosa esposa y calmar la situación. Su corazón se golpeó
contra su pecho cuando en un instante la mano del Dragón Oscuro se soltó,
agarró la muñeca de Patience, la hizo girar y la golpeó de nuevo contra su pecho,
forzando su puñal contra su garganta.
Hunter se detuvo dónde estaba y Rogan se colocó a su lado, ambos
manteniendo las manos fuera de la empuñadura de sus espadas, sin querer
empeorar la grave situación.
Heather nunca conoció el miedo cuando se trataba de defender y proteger a sus
hermanas y a ella le ocurría lo mismo ahora. Se adelantó, con el único
pensamiento de salvar a su hermana, y dijo—: Has ganado. Soy tu obediente
esposa. Iré contigo de buena gana. Sólo te pido que no estropees este día en que
me despido de mi familia con un derramamiento de sangre. Y le pido a mi
marido que sea tan generoso como para respetar los deseos de mi padre y hacer
lo que pide para que no se preocupe innecesariamente por su hija. También le
pido perdón por las acciones impulsivas de mi hermana.
Un silencio total llenó el Gran Salón mientras se contenía la respiración,
esperando a ver qué hacía el Dragón Oscuro. No hizo ningún movimiento y en
sus ojos oscuros y sin alma no hubo ni un parpadeo ni un indicio de sus sentidas
palabras.
De repente, apartó a Patience de él, arrebatándole el puñal de la mano al hacerlo.
Hunter se adelantó rápidamente para agarrarla y sujetarla de forma que no
pudiera escapar de él de nuevo.
El Dragón Oscuro lanzó el puñal, aterrizando en el suelo de madera cerca de la
bota de Patience. —Vuélvelo a lanzar contra mí y nada te salvará.
Para alivio de Hunter, Patience no alcanzó a recuperarlo. Su esposa era lo
suficientemente sabia como para comprender no sólo la insensatez de sus
precipitadas acciones, sino lo que le había costado a su hermana.

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El Dragón Oscuro miró a Heather por un momento, y luego, una vez más, el
silencio llenó el Gran Salón cuando, muy lentamente, levantó las manos hacia
su casco.
Heather contuvo la respiración y pensó en cerrar los ojos temerosa de lo que
vería, pero demasiado temerosa para apartar la mirada. Un grito ahogado quedó
atrapado en su garganta cuando se quitó por completo el casco mientras varios
jadeos rodeaban la sala. El único pensamiento de Heather fue que sólo el mal
podía ser tan impresionantemente guapo.
Sus rasgos estaban tan definidos que le recordaron el cuadro que su padre había
mandado pintar de su madre un año antes de que muriera. El artista había
captado sus rasgos a la perfección y eso también era cierto en el caso del Dragón
Oscuro. Era como si un artista lo hubiera pintado a la perfección, pues todas
sus líneas y ángulos se combinaban perfectamente. Llevaba el pelo oscuro muy
recogido y atado a la nuca y ni una sola cicatriz estropeaba su piel bañada por
el sol.
Había algo en sus cautivadores ojos oscuros que atraía la atención de Heather y
no le permitía apartar la mirada. No podía decir lo que era, pero le molestaba y
se negaba a dejarlo ir, y se recordó en silencio que no debía dejar que el mal le
robara sus buenos sentidos.
Debería sentirse aliviada de que él no fuera difícil de mirar, pero no lo estaba.
Estaba disgustada, pues a primera vista había sentido una punzada de atracción
y eso no le había gustado nada.
Mantuvo sus ojos en Heather durante un momento, como si al quitarse el casco
pudiera abarcarla por completo, y se estremeció ante su estrecho escrutinio.
Giró bruscamente la cabeza y miró a su padre—Con los clanes McLaud y
McDolan hambrientos de guerra, permaneceré cerca. Tengo un terreno, un
pequeño torreón con unos cuantos cortijos a su alrededor. Está a una hora de
viaje de aquí. Me instalaré allí con mi esposa para ayudar a evitar esta guerra
que se avecina.
—¿Las pequeñas propiedades de los McCombs te pertenecen ahora? —
preguntó Donald.
El Dragón Oscuro confirmó con un movimiento de cabeza.

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—Agradezco que se queden cerca por el momento—dijo Donald.


—¿Qué opción tengo cuando el cuerpo asesinado de la esposa de Greer McLaud
ha sido encontrado en tus tierras? Greer seguramente te acusará de haberla
matado, dándole la excusa que ha estado buscando para iniciar una guerra con
el Clan Macinnes.
—Este matrimonio hará que muchos clanes cambien de opinión sobre el bando
en el que lucharán y, con suerte, evitará que se inicie una guerra y que se pierdan
innumerables vidas—dijo Donald.
—No te equivoques, Macinnes, las vidas se pierden mucho antes de que los
clanes declaren la guerra. Es el camino de los hombres codiciosos.
Heather se sintió impresionada por sus sabias palabras, quizás no era el bárbaro
que muchos decían que era.
El Dragón Oscuro se dirigió a Heather con una mirada que podría marchitar la
más firme de las almas y dijo: —Te he concedido este único favor. No pidas otro.
Nos vamos ahora.
La esperanza se hundió con sus palabras. Él ordenaría y ella debería obedecer.
Así serían las cosas a partir de ese momento.
Volvió a ponerse el casco y le tendió la mano cubierta de guantes.
Una vez que ella pusiera su mano en la suya, eso sería todo, le pertenecería. No
habría forma de escapar de él. Quería salir corriendo y gritando del torreón, pero
sabía que no podía. El destino le había dado otro duro golpe. Era una tonta. Ya
debería haberse dado cuenta de que la vida era dura y siempre lo sería, pero
había esperado, y lo había hecho con todo su corazón, que el amor verdadero lo
conquistaría todo. Pero no fue así.
Extendió la mano y aceptó su destino. La mano de él agarró la suya, no con
firmeza, pero sí posesivamente, y la fuerza de su agarre le hizo saber que le
pertenecía y que nunca la dejaría ir.
Emma gritó mientras el Dragón Oscuro conducía a su hermana fuera del Gran
Salón: —Pronto la visitaremos.
El Dragón Oscuro se detuvo y se volvió—Sólo visitarás a tu hermana cuando yo
te dé permiso.

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Sus palabras provocaron un escalofrío en Heather. No era su esposa; era su


prisionera. La apuró tanto que sintió que sus pies apenas tocaban el suelo. Fue
entonces cuando se dio cuenta de que él le había pasado el brazo por la cintura
y la había levantado ligeramente mientras caminaban. Un nuevo escalofrío la
recorrió. Si su único brazo tenía tanta fuerza, ¿cómo de fuerte era en realidad?
La idea hizo que sus piernas se debilitaran y temió que ya no la sostuvieran. De
repente, el brazo de él la rodeó por la cintura y la elevó, el suelo desapareció
bajo sus pies, aunque éstos siguieron moviéndose como si aún pudiera sentirlo.
El sol cegó sus ojos cuando salieron del torreón y, aunque el calor del sol se posó
sobre ella, no ahuyentó el escalofrío que seguía recorriéndola.
Sus guerreros fantasmas habían formado un círculo a su alrededor y sólo se
separaron cuando se acercaron a su semental.
Heather no pudo evitar sentirse indefensa, igual que en el momento en que los
guerreros fantasmas la habían secuestrado. Sólo que esta vez era mucho peor.
Entonces tuvo la esperanza de ser rescatada, pues sabía que sus hermanas
vendrían por ella. Ahora nadie vendría por ella. La aterradora idea hizo que su
estómago se revolviera.
Las manos de él se dirigieron a su cintura y de un tirón la subió a su semental
negro y montó detrás de ella. Sus brazos la rodearon mientras tomaba las
riendas para hacer girar a su caballo y ella sólo tuvo un momento para ver a su
familia en los escalones superiores de la torre del homenaje, sus hermanas
despidiéndola frenéticamente antes de que desaparecieran de su vista.
Atravesaron la aldea al galope, con sus hombres a ambos lados, y antes de que
se diera cuenta habían superado la colina. Su hogar desaparecería pronto de la
vista y anhelaba echar un último vistazo. Sin pensar, sólo deseando echar un
último vistazo a su familia, se agarró a su antebrazo y se impulsó hacia delante,
con cuidado de no inclinarse demasiado delante, ya que estaba sentada de lado
frente a él y podía resbalar fácilmente.
No podía ver más allá de los picos de cuero de la armadura de cuero atada a la
parte superior de su brazo, así que le agarró el antebrazo con más fuerza y se
inclinó un poco más.
Heather chilló cuando la tiró hacia atrás y la empujó en el pliegue de su brazo.

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—No te muevas. Te vas a caer.


—Sólo deseaba ver mi hogar una vez más.
—Ya no es tu casa. Dondequiera que yo esté es tu casa ahora.
Su comentario la perturbó. ¿Cómo Prodía ser él su hogar? El hogar era donde
había amor, cariño, risas, de modo que cuando llegaban las lágrimas y las
dificultades, el amor y el cariño, e incluso la risa, te ayudaban a superarlo. ¿Era
el Dragón Oscuro capaz de amar?
Ahuyentó ese pensamiento perturbador e intentó concentrarse en la tierra en
su rico crecimiento estival. Los árboles, la hierba y las flores silvestres se
extendían ansiosamente hacia el brillante sol, como si pidieran su atención. Sus
ojos empezaron a pesar y su cabeza se balanceaba de vez en cuando. El ritmo
que llevaban, junto con el hecho de estar acurrucada entre sus brazos, le daba
la impresión de estar siendo mecida con cariño y, tras luchar por mantenerse
erguida, capituló y apoyó la cabeza en el pecho revestido de cuero. Los
músculos que tenía debajo eran duros, al igual que los que recorrían sus brazos.
Estaba lleno de músculos por todas partes y se quedó sin aliento cuando se le
ocurrió una visión de él desnudo. Intentó ahuyentar ese pensamiento perverso,
pero la sorprendente imagen se negó a desaparecer.
Nunca había visto a un hombre excitado, aunque había sentido una excitación
presionada contra ella. Su corazón se desplomó. Hacía años que no se permitía
pensar en aquel momento con Quinn. Cada vez que lo había hecho, ella misma
se había excitado y había sentido dolor por el hombre que amaba más que a la
vida misma, se había marchado y nunca regresó, aunque le había prometido
que volvería con ella. Y sólo podía haber una razón por la que no había
regresado: la muerte.
La muerte habría sido lo único que habría impedido a Quinn volver con ella. El
día que se fue le había jurado que volvería. Que nada, absolutamente nada, lo
alejaría de ella. Le había dicho que su corazón le pertenecía. Que debía
mantenerlo a salvo hasta que él volviera, y que entonces unirían sus dos
corazones en uno solo. Mantuvo la cabeza inclinada para que el Dragón Oscuro
no pudiera ver la única lágrima que resbaló por su mejilla.
Ahora estaba casada con otro y dudaba que sus corazones se unieran como uno
solo. Se preguntó qué clase de matrimonio tendría con este guerrero que era

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temido como el mismísimo diablo. ¿Cómo la trataría? ¿La golpearía si le


disgustaba? ¿Y qué había de la intimidad con él?
Se reprendió en silencio por pensar en eso ahora. De poco le serviría pensar en
cosas que sólo aumentarían su angustia. Levantó la cabeza y casi perdió el valor
que había reunido para hablar cuando se encontró con sus ojos oscuros a través
de los agujeros de su casco metálico. Le parecieron desprovistos de alma por la
oscuridad tan profunda, aunque había algo más en ellos que, extrañamente, le
llegó al corazón.
Su hermana Patience le había advertido a menudo que no se compadeciera de
los demás. Podía oírla decir que, “no todo el mundo es quien parece ser, y al final sufrirás
por tu bondad.” ¿Pero cómo no iba a ser amable con su marido? ¿Qué clase de
matrimonio tendría si siempre se cruzaban palabras o, peor aún, si apenas se
hablaban?
Ese pensamiento le dio ánimos y preguntó: —¿Puedo saber tu nombre?
—Rhys.
No se sintió intimidada por su brusca respuesta. A lo largo de los años había
comprobado que los hombres bruscos podían ablandarse con una sonrisa y
unas palabras atentas. Patience no estaba de acuerdo y volvió a advertir que era
su belleza la que ablandaba a los hombres bruscos. Pero Heather no era tonta
cuando se trataba de hombres. Era muy consciente de su inclinación hacia las
mujeres y nunca se había puesto en una posición que pudiera resultar
comprometedora.
No tuvo que forzar una sonrisa. Le resultó fácil preguntar: —¿Y eres un McCuil
como tu tío Ewan?
—No.
—¿Entonces a qué clan pertenezco ahora? —sus ojos oscuros intimidaban,
mirando a través de los agujeros de su casco metálico mientras los posaba en
ella, y para su preocupación era la primera vez que tenía que obligarse a
mantener una sonrisa.
—Tú me perteneces, ahora y siempre.
Su respuesta la silenció, ya que no fue pronunciada en un tono cariñoso o
afectuoso, y una vez más se sintió prisionera en lugar de novia.
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—Hay una cosa que debes recordar como mi esposa.


Su voz fuerte e imponente hizo que un cosquilleo de miedo la recorriera, o tal
vez fue la anticipación de la orden que estaba a punto de dar lo que la perturbó
más.
—Nunca, jamás me desobedezcas, de lo contrario las cosas podrían resultar
difíciles para ti.
Su inocente pensamiento se convirtió en palabras antes de que pudiera
detenerlo—¿Es posible que las cosas resulten más difíciles de lo que ya son?
Inclinó su cabeza hacia ella—Te aseguro, esposa, que es muy posible.
Al instante siguiente, la verdad de sus palabras se hizo realidad. De repente, un
guerrero fantasma cabalgó junto a Rhys y habló ansiosamente en un idioma
extraño para ella. Y lo siguiente que supo fue que las flechas silbaban en el aire,
descendiendo sobre ellos.

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Capítulo Cuatro
Rhys rodeó a su esposa con los brazos y se echó encima de ella justo cuando
las flechas repiqueteaban en su casco y rebotaban en su armadura de cuero. No
gritó a sus guerreros, ya que estaban bien entrenados para un ataque sorpresa
de este tipo. Se apresuró a detener su semental y se bajó de él, envolviendo con
su cuerpo a su esposa para llevársela consigo. Su semental huyó para hacer lo
que estaba entrenado a hacer: esconderse hasta que el ataque terminara y no
dejar que nadie lo cogiera.
Golpeó fuertemente el suelo, recibiendo toda la fuerza contundente que pudo,
luego los puso rápidamente de pie y la apresuró hacia una gran roca. Le apretó
la palma de la mano en el pecho y le ordenó: —No te muevas de este sitio.
Se quitó la capa negra y desenfundó la espada mientras se giraba y se enfrentaba
a la avalancha de guerreros que salían del bosque circundante.
El corazón de Heather palpitaba de miedo. Era como si hubiera retrocedido al
día en que fue secuestrada. Sólo que esta vez los guerreros que atacaban no
llevaban la pintura blanca en la cara de los guerreros fantasma. Los rostros de
estos guerreros estaban manchados de tierra y sus fieros gritos resonaban en el
bosque mientras atacaban.
Hizo lo que su marido le ordenó y se apoyó en la roca, aterrorizada de que la
hicieran cautiva una vez más. Sus ojos se agrandaron al ver a su marido luchar
contra los guerreros que se le echaban encima. Nunca había visto a un hombre
luchar con la ferocidad y el poder que mostraba su marido. Derribó a un
guerrero tras otro. Era como si aumentara en fuerza y determinación con cada
golpe mortal que infligía.
Cuando de repente se dio la vuelta, con su espada en el aire, ella se encogió,
pensando por un momento que pretendía usarla con ella, pero alcanzó a un
guerrero encaramado en lo alto de la roca, rebanándole el cuello, y su cuerpo sin
vida cayó a un lado.
Heather miró a su marido, pero éste ya se había girado para luchar contra otro
enclave de guerreros que avanzaba hacia él. Sus ojos se desviaron con ansiedad,
observando cómo los guerreros fantasmas luchaban contra la horda atacante,
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cayendo los cuerpos como moscas aplastadas. Se abrazó a sí misma, asustada


de sobremanera.
¡Coge un arma! ¡Protégete! La voz de su hermana resonó en su cabeza con tanta
fuerza que echó un vistazo rápido para ver si Patience estaba realmente allí y se
sintió decepcionada cuando vio que no aparecía por ningún lado. Patience las
había entrenado a ella y a Emma en el uso de varias armas. Les había advertido
que el miedo sería el mayor enemigo en un ataque así. Conviertan ese miedo en
ira, les había dicho Patience, y no caigan sin luchar.
Heather rara vez se enfadaba, pero lo que sí la impulsaba a actuar era ver a un
guerrero fantasma herido que intentaba arrastrarse fuera del campo de batalla
para ponerse a salvo. Sin vacilar ni preocuparse por su propia seguridad, se
escabulló rápidamente detrás de la roca y se dirigió a las afueras del combate.
Cuando llegó al guerrero herido, se agachó junto a él. Había sufrido una grave
herida en la pierna, lo que le dificultaba arrastrarse. Alargó el brazo y le agarró
las manos, y cuando vio quién se había aferrado a él, le agarró las manos con
fuerza. Con una fuerza nacida de la determinación, tiró de él hacia el bosque y
detrás de un enorme arbusto. Esto le proporcionó un mínimo de seguridad por
el momento.
Un vistazo a su pierna herida le dijo que era grave. Un corte tan grande a
menudo resultaba difícil, si no imposible, de curar, pero Heather no pensaba
dejar que eso la detuviera. Se quitó la túnica, la partió por la mitad a la altura de
los hombros y le vendó la pierna con uno de los trozos. Una vez hecho esto, le
ayudó a sentarse, apoyando su espalda en el tronco de un árbol.
—Con suerte, estarás a salvo aquí mientras voy a ver si otros guerreros heridos
requieren mi ayuda.
Le agarró la muñeca—No puedo dejaros ir, mi señora. El Dragón querría que te
mantuvieras a salvo.
Heather se soltó, su fuerza había disminuido por la herida, de lo contrario nunca
habría podido escapar de su agarre—Estaré bien. Me quedaré en las afueras de
la lucha—se dio la vuelta y se marchó, ignorando sus súplicas.
Agachada para pasar lo más desapercibida posible, Heather se dirigió a los
márgenes de la batalla. Consiguió poner a salvo a otro guerrero y, con él apoyado
fuertemente en su hombro, lo llevó hasta donde había dejado al otro guerrero.

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Le habían dado con una espada en el costado y, por lo que pudo ver, lo había
atravesado, lo que le daba más posibilidades de sobrevivir. Lo envolvió con la
otra mitad de su túnica e ignoró su advertencia de que se quedara con ellos.
Era demasiado tarde para ayudar a los dos siguientes heridos que encontró:
estaban muertos. A los dos siguientes pudo ayudarlos a ponerse a salvo, ya que
sus heridas les impedían luchar, pero dudaba que fueran mortales. Rompió el
dobladillo de su camisa para hacer más vendas y, una vez que terminó de
atender a los guerreros, fue en busca de más heridos.
El siguiente guerrero fantasma con el que se encontró no pudo ser ayudado,
yacía moribundo. Lo arrastró lejos de la batalla que parecía estar muriendo y se
sentó en el suelo a su lado, tomando su mano entre las suyas. Una cosa que había
aprendido sobre la muerte era que nadie quería morir solo. Aquellos a los que
había visto pasar por la muerte habían agarrado su mano con fuerza, como si al
aferrarse a ella la muerte no pudiera llevárselos.
Ofreció al guerrero lo mismo que había ofrecido a todos los que había visto
morir, palabras tranquilizadoras y su presencia. A menudo se había preguntado
si alguien había estado con Quinn cuando murió o si se había enfrentado a la
muerte solo. Esperaba que alguien hubiera estado a su lado como ella lo estaba
ahora para este guerrero. Le cogió la mano con firmeza, le acarició la frente y le
ofreció palabras de consuelo.
Antes de que diera su último suspiro, apenas alcanzó a susurrar—Gracias por...
la amabilidad.
Una lágrima resbaló por su mejilla ante el sinsentido de su muerte. Cerró sus
ojos con una mano tierna y lo dejó para, con suerte, ayudar a los heridos que
pudieran salvarse. Cuando se encontró de nuevo con la batalla, se agachó para
que nadie pudiera verla. Estaba horrorizada por la cantidad de hombres que
yacían muertos o moribundos.
Por lo que parecía, había más guerreros de los que habían atacado muertos en
el suelo que guerreros fantasmas. Los pocos que quedaban luchando seguían
decididos, aunque superados en número y pronto conocerían su destino. Al ver
eso, Heather se apresuró a salir al campo de batalla para ver a quién podía
ayudar.

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Rhys se abrió paso entre los últimos guerreros atacantes, queriendo que esto
terminara y que Heather fuera depositada a salvo en el torreón de McComb.
Blandió su espada con fuerza, cortando fácilmente a los que se atrevían a
desafiarle. La zona que le rodeaba estaba plagada de cadáveres y los pocos que
quedaban luchando pasaban por encima de ellos para llegar a él y a una muerte
segura.
La batalla siempre le encendía la sangre y se hacía más fuerte con cada estocada
de su espada, acabando con una vida tras otra. Hasta que un último guerrero
frenético se abalanzó sobre él y, con un poderoso golpe de su espada, su cuerpo
se desplomó en el suelo, con la sangre brotando por debajo de él.
Cuando ya no quedaban guerreros para luchar contra él, Rhys se volvió hacia
Heather, pero estaba desaparecida. Se apresuró a ir detrás de la roca para ver si
se había refugiado allí del caos, pero no la encontró. ¿Alguien la había
secuestrado o había huido por su cuenta? En cualquier caso, ¿cómo no se había
enterado? La pregunta sólo dejaba una posibilidad. Heather era más ligera de lo
que él creía y había huido por su cuenta. Si no, habría gritado y luchado contra
su atacante y la habría oído.
Se quitó el casco de la cabeza mientras volvía a rodear la roca para echar un
vistazo al campo de batalla lleno de guerreros caídos. Había más guerreros
atacantes muertos que sus hombres, aunque varios de ellos parecían heridos.
Dejó que su mirada recorriera cada centímetro de la zona y fue en el extremo
más alejado, cerca de un bosquecillo de árboles, donde la vio, aunque si no se
hubiera parado, no la habría visto. Se apartaba los mechones de pelo sueltos de
la cara, aunque volvieron a aparecer obstinadamente. Su túnica había
desaparecido y el dobladillo de su camisa estaba rasgado en varios lugares, al
igual que una manga.
Observó cómo su esposa daba un tirón a la otra manga y se la quitaba del brazo,
luego se encorvó y comenzó a envolver la manga alrededor del brazo del
guerrero caído. Hablaba con él mientras lo hacía, sin dejar de sonreír. Cuando
terminó, apoyó la mano en su pecho, le hizo un gesto con la cabeza y pasó al
siguiente guerrero fantasma caído.

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El hecho de que desafiara la batalla para atender a sus guerreros heridos hablaba
de su valor, pero también le había desobedecido y eso no lo toleraría. Se puso el
yelmo, sabiendo muy bien que parecía más temible con él puesto. Quizás
cuando viera su verdadera naturaleza, se pensaría dos veces el desobedecerle.
Mientras se acercaba, la oyó dar órdenes a algunos de sus guerreros que habían
sobrevivido ilesos a la batalla. Se apresuraron sin preguntar, mientras volvía a
atender al guerrero caído, se molestó y aceleró su paso.
—Nadie ordena a mis guerreros más que yo.
Heather levantó rápidamente la vista de donde estaba encorvada sobre el
guerrero herido y soltó un fuerte grito al ver a su marido. La sangre empapaba
su espada y salpicaba su casco y gran parte de su armadura de cuero.
Se apresuró a ponerse de pie—¿Estás herido?
¿Era esa la preocupación que oía? Pensó que su jadeo y sus ojos redondeados
eran por el miedo, pero ¿lo eran?
—Estoy bien...
—¡Gracias a Dios!
—Dios no tuvo nada que ver. Fue mi habilidad la que me salvó.
La ira ardía en sus ojos oscuros y Heather se preguntó si estaba enfadado con
ella o con Dios—Tu habilidad puede haberte salvado, pero sólo Dios puede
salvar a algunos de tus hombres.
Rhys se quitó el casco—Mis hombres han sido entrenados para atender las
heridas.
—Bien. Cuantas más manos ayuden a atender, más posibilidades tendrán los
heridos de sobrevivir. Habrá que hacer portadores para algunos de los heridos.
—Ya se verá—dijo Rhys y le tendió la mano.
Heather se dio cuenta de que varios guerreros fantasmas se habían reunido
detrás de él y de repente se dio cuenta. —No puedes querer enviarme a la
fortaleza McComb.
No sólo era ligera de pies, sino también de ingenio. Había mucho más en su
esposa de lo que se había dado cuenta—Estarás a salvo allí.
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—Estoy a salvo aquí y me necesitan aquí.


Rhys dejó caer la mano a su lado y dio un paso hacia ella—No es una petición.
Harás lo que yo te ordene.
Un guerrero fantasma vino corriendo hacia ellos y Rhys se adelantó para
recibirlo. Hablaron en susurros y cuando Rhys se volvió, dijo: —Te quedarás
aquí hasta que vuelva a buscarte. Mis hombres te protegerán.
Se dio la vuelta y desapareció antes de que Heather pudiera decir una palabra.
Se preguntó qué estaba pasando, quiénes eran los guerreros atacantes y por qué
habían podido atacar al Dragón Oscuro cuando sus guerreros fantasmas
parecían verlo y oírlo todo. Pero no tenía tiempo para pensar en esas preguntas
inquietantes. Tenía que atender a los heridos. Cuando tuviera tiempo, buscaría
las respuestas, pues temía que esta batalla no había terminado, sino que
acababa de empezar.

~~~
Heather echó los hombros hacia atrás para aliviar el dolor de espalda. No
sabía cuánto tiempo llevaba trabajando con los heridos y, sin sol, era difícil
saber cuánto tiempo había pasado. Ni siquiera sabía cuándo se habían movido
las nubes por encima, había estado tan ocupada. Se sintió aliviada de que la
mayoría de los heridos no hubieran sufrido heridas graves. Con cuidados,
sobrevivirían. De algunos otros no estaba tan segura.
Vio que los que no podían caminar se acomodaban en los portaequipajes
construidos para que pudieran descansar cómodamente y no tuvieran que
moverse cuando llegara la hora de partir. Deseó que ya estuvieran en camino, ya
que las nubes se estaban acumulando con más fuerza en la última hora.
—Deberíais descansar, mi señora—dijo el joven guerrero junto al que se
sentaba.
Le puso una mano reconfortante en el hombro y sonrió—Pronto habrá tiempo
para eso, Douglas.
—Has hecho más que tu parte y tu vestimenta lo demuestra. Apenas queda
nada de ella.
Heather se sobresaltó al ver la cantidad de prendas que había destrozado.
Ambos brazos estaban expuestos y sus piernas hasta las rodillas también.
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También había arrancado un trozo junto al pecho, dejando la parte superior de


su único pecho como si fuera a desprenderse en cualquier momento.
—No me había dado cuenta—dijo en voz baja, tratando de recomponer la
prenda rota.
—Has pensado en las necesidades de los demás, no en las tuyas, y por eso todos
te estamos agradecidos—tosió y se estremeció al hacerlo—Me temo que no
sobreviviré. ¿Le dirás a mi esposa, Bea, que la amo y que lamento no estar aquí
para ver nacer a nuestro hijo?
—Eso es una tontería, Douglas. Vivirás y verás nacer a tu bebé y a muchos más.
—Ruego que así sea.
—Entonces lucha y haz que así sea—espetó la profunda voz.
Heather dio un salto y Douglas se esforzó por levantarse en presencia del
Dragón Oscuro. Su casco había desaparecido, su cabello oscuro caía libremente
hasta los hombros y su bello rostro se perfilaba en líneas apretadas.
Rhys bajó a descansar sobre sus muslos y puso su mano firmemente en el
hombro de Douglas, impidiéndole moverse—Quédate cómo estás. Como buen
guerrero, sabes instintivamente qué armas son más útiles en la batalla. Las
armas que necesitas para esta batalla son el descanso y la determinación de
curarte y espero que uses ambas.
Douglas asintió—Como decís, mi señor, aunque seguramente habría muerto si
Lady Heather no me hubiera sacado del campo de batalla y atendido mi herida
poco después de caer. Es una mujer amable y valiente.
Rhys miró a su esposa, sus ojos se dirigieron directamente a sus pechos
parcialmente expuestos, luego a sus brazos desnudos y finalmente a sus piernas
desnudas. Se puso de pie y caminó hacia ella, quitándose la capa y poniéndosela
sobre los hombros antes de agarrarla y ponerla de pie.
—Descansa, Douglas, nos iremos pronto y montarás en uno de los carros y
estarás en casa de Bea antes de que te des cuenta.
Antes de que pudiera decirse nada más, Rhys llevó a Heather a toda prisa a un
lugar más apartado, y ella se apresuró a hablar antes de que él pudiera hacerlo—
Perdona mi aspecto inadecuado, mi preocupación era por los heridos y no me
di cuenta de lo indecente que parecía.
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—No volverás a desnudarte como lo has hecho hoy—ordenó él con severidad.


—No puedo prometer eso—se apresuró a responder—, porque si fuera
necesario, volvería a hacer lo mismo.
—Entonces, ¿me dices descaradamente que me desobedecerás?
—Te digo la verdad, algo que espero que siempre pase entre nosotros.
Sintió sus palabras como un puñetazo en las tripas, siempre sería sincera con
él. Desgraciadamente, él era incapaz de corresponderle. Su respuesta fue
escueta y apresurada—Es hora de irse—la hizo avanzar y, sin pensarlo, se
apresuró a alejarse de él para atender a los heridos más graves mientras los
cargaban en el carro.
Rhys estuvo a punto de alcanzarla y detenerla, pero en el último momento la
dejó en paz. Más tarde le pondría algunas reglas y que Dios la ayudara si no las
obedecía.
Heather echó un vistazo a la herida de Douglas antes de permitir que lo
colocaran en el carro. No tenía elección. Había que curar la herida antes de que
pudiera viajar e incluso entonces no estaba segura de que sobreviviera.
Ordenó encender un fuego y los guerreros se apresuraron a convocar a Rhys.
—Antes de que discutas conmigo—dijo Heather cuando se detuvo frente a
ella—, por favor entiende que, si su herida no es cauterizada, no sobrevivirá al
viaje de vuelta a casa.
—Encárguense de que se haga—ordenó Rhys a sus hombres y se dio la vuelta
para alejarse.
—Solicito que se me permita acompañarlo en el carro.
—No—dijo Rhys sin rodeos.
—Pero...
—No me cuestiones esto—espetó—Confórmate con lo que le he concedido.
Se dio la vuelta y se alejó.
Heather centró su atención en la tarea que tenía por delante para no pensar en
el hecho de que ahora tenía que pedir permiso a alguien después de años de

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hacer lo que le daba la gana. No era algo que pudiera o quisiera comprender
ahora. Por el momento, lo que tenía que pensar era en asegurarse de que Douglas
sobreviviera al viaje.
Todo se preparó con rapidez y la tarea se realizó con la misma premura. Heather
se alegró de que Douglas se hubiera desmayado por el dolor de la quemadura.
Así podría ser colocado en el carro y no sufrir más dolor hasta que se despertara.
Una vez hecho esto, Heather se sorprendió al ver que iba a montar su propia
yegua. Apoyó su cara en la de la yegua y susurró: —Me alegro de verte, Meadow.
Te buscaré un buen campo donde puedas disfrutar de tus cebollas silvestres.
Como si lo hubiera entendido, la yegua asintió, Heather sonrió y se desvaneció
rápidamente, sobresaltada cuando unas manos la agarraron por la cintura y la
subieron con facilidad al caballo. Miró a su marido con los ojos muy abiertos.
Él le puso la mano en la pierna desnuda—No te alarmes tanto cuando te toquen,
porque las únicas manos que sentirás sobre ti son las mías—. Montó en su
caballo que esperaba a poca distancia de ellos y guío al animal junto al de ella.
Meadow resopló como si le disgustara la presencia del semental y Heather se
acercó para calmarla con una mano tranquilizadora.
—Tengo cosas que debo hacer. Te veré en el torreón.
Heather se extrañó de su abrupta marcha, pero no le dio importancia. Estaba
muy cansada y lo único que quería era llegar a la fortaleza y que el día terminara.
¿O no?
Esta noche vería consumado su matrimonio con el Dragón Oscuro.

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Capítulo Cinco
Heather miró desconcertada cuando entraron en el pueblo de los McComb,
había visitado el lugar con su padre a lo largo de los años y con cada visita el
lugar se había vuelto más descuidado y la gente del clan más vieja con pocos
jóvenes para reemplazarlos. Se sorprendió al ver los cambios en el pueblo. Las
cabañas tenían nuevos tejados de paja, las puertas y los postigos de las ventanas
eran todos nuevos y las coronas de flores de verano adornaban la mayoría de las
puertas. Parecía que el pueblo había cobrado vida. Ni siquiera la penumbra de
un día nublado podía restar importancia a las mejoras realizadas en el pueblo.
Cuando Heather miró a su alrededor, reconoció a pocos de los miembros del
clan. Muchas de las mujeres eran jóvenes, con los estómagos hinchados de
bebés. Había algunos ancianos, pero no reconoció a muchos. ¿Dónde estaban
los que ella conocía?
Rhys no estaba allí para dar la bienvenida a Heather y, aunque le indicaron que
se dirigiera a la torre del homenaje, ignoró las órdenes del guerrero fantasma y
se ocupó del cuidado de los heridos. Muchas esposas y madres acudieron a
reclamar a los heridos y Heather habló con cada una de ellas, aconsejándoles
sobre los cuidados específicos necesarios.
Fue cuando apareció Bea, con un aspecto mucho más embarazado que el de
cuatro o cinco meses, cuando Heather supo que necesitaría ayuda con su
marido. También fue el mismo momento en que el Dragón Oscuro hizo su
aparición, todos se apartaron de su camino mientras se acercaba a su esposa.
—Ha sido un largo día y es hora de que hablemos—dijo Rhys, tendiéndole la
mano a su esposa.
Heather miró a su marido y luego miró a Bea, llorando por Douglas que se
aferraba a ella como si fuera la última vez. Se volvió hacia su marido y le dijo: —
No puedo abandonar a alguien que necesita atención—esperó, viendo crecer la
ira en sus ojos, pero qué otra cosa podía hacer. Nunca podría abandonar a
alguien que lo necesitara y Douglas y su esposa estaban en extrema necesidad,
tal vez si su marido lo entendiera.

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Se acercó a él y le puso una mano suave en el brazo mientras le susurraba: —Me


temo que no aguantará la noche. Por favor, déjame ayudarles.
Rhys sintió que su ira se disipaba. No pensaba en sí misma, sino en los
necesitados. Hubo un tiempo en que había conocido tal bondad, aunque apenas
podía recordarlo, pero los recuerdos que invocaba era mejor dejarlos
enterrados.
Rhys acercó su rostro al de ella. —Hoy me has pedido muchos favores. ¿Qué
recibo a cambio?
—¿Qué quieres? —preguntó ella sin dudar.
—Una esposa dispuesta en mi cama esta noche.
Heather se preparó para el miedo que le atenazaba el estómago. ¿Cómo podía
someterse voluntariamente cuando no quería formar parte de este matrimonio?
¿Pero qué opción tenía? El acuerdo estaba hecho, pertenecía al Dragón Oscuro
y no podía rechazarlo. Entonces, ¿qué otra cosa podía hacer sino someterse?
Habló con sinceridad—Vendré dispuesta a ti, pero sé poco de lo que se espera
de mí, así que te ruego que toleres mi ignorancia.
Sus palabras lo apuñalaron, no había conocido a nadie más y no conocería a
nadie más que a él. Su toque sería el primero que ella sentiría, sería realmente
suya y sólo suya. Ese pensamiento le hizo poner duro.
—No temas, Heather, no te haré daño—. Rozó sus labios con los de ella.
Heather se estremeció por el débil beso. La conmovió, la encendió, le dio vida a
algo en lo más profundo de su ser que había permanecido dormido demasiado
tiempo, y se apoyó en él como si de repente necesitara estar cerca de él.
Los brazos de Rhys la rodearon y la sujetaron con firmeza, se apoyó en él como
si quisiera estar allí, quería que sus brazos la rodearan, quería sentirlo contra
ella, quería estar cerca de él y él disfrutaba de su cercanía.
Él rozó su mejilla contra la de ella y susurró: —Eres mía.
Ella movió los labios para susurrarle suavemente al oído: —¿Eres mío?
—Para siempre—dijo él y su boca se acercó a la de ella y le dio un suave beso.

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Heather cerró los ojos y se dejó llevar por sus sentidos. Su beso la tentaba, la
excitaba y despertaba en ella un sentimiento de agitación, se sintió
decepcionada cuando él terminó el beso de forma abrupta.
Rhys apoyó su frente en la de ella—Haz lo que sea necesario, pero si no has
terminado al anochecer, iré a buscarte. Esta noche es para nosotros y no dejaré
que nada se interponga en el camino.
Heather no se giró para verle alejarse, sus piernas estaban demasiado débiles
por su beso como para moverse. Habían pasado diez años desde la última vez
que la habían besado y el recuerdo aún perduraba. Había sido tan joven y estaba
tan enamorada y el beso la había hecho mojarse. Aquel día había deseado tanto
hacer el amor con Quinn, pero permaneció honorable, diciéndole que la
reclamaría adecuadamente cuando se convirtiera en su esposa. Ella le había
prometido entonces que no se entregaría a otro ni sentiría por otro hombre lo
que sentía por él. Esperaría sin importar el tiempo que tardara en volver con
ella.
Esta noche rompería esa promesa.
Con lágrimas que se negaba a derramar, se dio la vuelta y se apresuró a ir al carro
para ayudar a Douglas y a su esposa.

~~~
Rhys se acercó a los escalones de la torre, con los labios aún palpitantes por
el beso. No esperaba que su esposa le devolviera el beso con tanta avidez ni que
estuviera tan hambrienta de él, pero hacía tiempo que no la besaban. Conocía
bien su pasado, sabía más de éste que ella, aunque no se lo haría saber. Algunas
cosas era mejor no decirlas.
Esta noche sellaría sus votos, uniéndolos para siempre, y con suerte plantaría
una semilla y crecería un bebé, uno de tantos. Pero eso sería más tarde esta
noche. Ahora debía mantener sus pensamientos centrados en el asunto que
tenía entre manos.
Llegó al final de los escalones de la torre cuando su guerrero principal, Pitt,
bajaba por ellos. Era casi tan alto como Rhys, su cuerpo era delgado y duro por
el constante entrenamiento. Llevaba el pelo castaño hasta los hombros recogido
detrás de las orejas y sus profundos ojos azules atraían a las muchachas como

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abejas a la miel. Llevaba cinco años con Rhys y los muchos momentos difíciles
que habían enfrentado juntos los habían convertido en más hermanos que
amigos.
—¿Tienes noticias? —preguntó Rhys, permaneciendo donde estaba.
Pitt negó con la cabeza. —Nada. No encontramos nada. Quizá hayan
abandonado la zona.
—Que los hombres sigan buscando. Puede que aparezca algo—. Hizo una
pausa antes de preguntar: —¿Cuántos hombres hemos perdido?
—Cinco—dijo Pitt—. Demasiados, pero menores comparados con los
veinticinco guerreros enemigos muertos.
Un guerrero era demasiado para Rhys, pero las vidas perdidas eran inevitables
en la batalla y no se sabía quiénes serían reclamados.
—Dile a los centinelas que se mantengan alerta. Esto no ha terminado; acaba de
empezar.

~~~
Tan pronto como Heather vio a Douglas instalado en la cama de su cabaña,
con la zona alrededor de su herida limpia y vendada, se ocupó de preparar una
mezcla de hierbas para dársela con la esperanza de evitar que la fiebre se
instalara o que la herida se pusiera pútrida. También preparó un brebaje
calmante para Bea. La joven había tardado en dejar de llorar al ver lo malherido
que estaba su marido. Y había preguntado varias veces a Heather si Douglas se
pondría bien.
Heather tenía la esperanza de que sobreviviera, sobre todo porque el viaje de
vuelta a casa no se lo había cobrado. Así que, con más confianza, le dijo a Bea
que con cuidado, tiempo y descanso debería estar bien.
Una vez que Douglas se durmió, Heather insistió en que Bea se sentara y
disfrutara del brebaje que les había preparado. Bea no discutió, se sentó en la
mesa frente a la chimenea y dejó que Heather le sirviera.
Fue cuando Bea estaba a punto de tomar un sorbo del brebaje cuando sus ojos
se redondearon y se apresuró a levantarse de la silla. —Perdonadme, mi señora,
soy yo quien debería serviros.
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Heather le puso una mano firme en el hombro y la tranquilizó en la silla,—Por


el momento, soy simplemente, una amiga—. Heather no le dio la oportunidad
de decir nada más sobre el asunto. Preguntó: —¿Cuándo nacerá el bebé?
Bea sonrió y se acarició la barriga. —Cuando el invierno caiga sobre nosotros—
Miró a su marido dormido y su sonrisa se desvaneció. —Digame que estará aquí
para ver nacer a nuestro bebé—. Se dio la vuelta, con los ojos llenos de lágrimas.
Heather extendió la mano y la apoyó en la de Bea—No puedo decir si tu marido
vivirá o morirá. Puedo decirte que, con cuidados y reposo, tiene muchas
posibilidades. Y lucha por vivir, otra buena señal. Le vigilaré de cerca y haré lo
que pueda para ayudarle.
—Es muy amable, mi señora, y le agradezco mucho su generosidad.
Un gemido procedente de la cama atrajo su atención y Heather llegó hasta
Douglas antes que su esposa. Un toque en su frente confirmó que la fiebre se
había instalado y ella no pudo ocultar su preocupación.
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Bea tras acariciar la frente
de su marido y ver la preocupación en los ojos de Heather. —Pocos sobreviven
a las fiebres después de sufrir una mala herida.
—Pero los hay que lo hacen—dijo Heather. —Ahora vamos a quitarle esta
manta y a ponerle un paño fresco en la frente.
Un suave golpe en la puerta hizo que Bea se dirigiera a ella y la abriera para
encontrar a dos mujeres allí, ofreciendo su ayuda. Obviamente eran amigas, ya
que abrazaron a Bea y las lágrimas llenaron sus ojos.
Heather se alegró mucho de que estuvieran allí, pues le preocupaba que fuera
demasiado para Bea una vez que se despidiera, teniendo que estar en el torreón
al anochecer. Después de explicar a las mujeres lo que había que hacer y de hacer
prometer a Bea que enviaría a buscarla si surgía algún problema, Heather les dio
las buenas noches.
No había dado más que unos pasos fuera de la cabaña cuando se le acercó una
anciana y se preguntó si tal vez sería una McComb y podría hablarle de los
cambios que habían tenido lugar aquí.
—Mi señora—dijo la mujer moviendo la cabeza—Quería agradecerle lo que
hizo por mi sobrino. Varios guerreros me contaron cómo permaneciste con
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Oran mientras agonizaba sin pensar en tu propia seguridad—las lágrimas


nublaron sus ojos —No sabe lo agradecida que estoy de que Oran no haya
estado allí en el campo de batalla muriendo solo. No sólo es valiente, sino
también muy amable.
—Se aferró a mi mano y se fue sin gran dolor—dijo Heather con lágrimas en los
ojos. —Siento mucho su pérdida.
—Tenía un alma honorable y estaba muy orgulloso de ser uno de los guerreros
del Dragón Oscuro. Era todo lo que tenía y le echaré mucho de menos.
Heather extendió la mano y abrazó a la mujer y, cuando se apartó de ella, vio la
expresión de sorpresa en el rostro de la anciana. A menudo olvidaba que la hija
o la esposa de un jefe no abrazaba a los que estaban por debajo de ellos, pero
Heather nunca pensó que nadie estuviera por debajo de ella. No importaba la
posición que uno tuviera en la vida. Todo el mundo sufría, sangraba o padecía
de alguna manera. La gente era más parecida que diferente, aunque pocos lo
vieran así.
—Usted es una mujer muy especial, mi señora—dijo la mujer mayor. —Puedo
ver por su vestimenta rasgada que dio mucho de sí misma para ayudar a los
heridos. Me alegro de que el Dragón le haya elegido como esposa. Será buena
para él—. Inclinó la cabeza una vez más y se alejó.
Heather había estado tan absorta en asegurarse de que todos los heridos habían
sido atendidos que se había olvidado de su aspecto. Despeinada y con la ropa
rota, no era la forma de presentarse ante la gente de Rhys. Se apresuró a avanzar
ansiosa por ponerse presentable. Sólo había dado unos pasos cuando la
detuvieron de nuevo.
—Perdonadme, mi señora, por molestaros, pero me temo que la herida de mi
marido ha empeorado y he oído que las heridas que habéis atendido van bien.
La mujer era más alta que Heather y de cuerpo grueso, aunque era un grosor
firme. Su cabello castaño estaba salpicado de canas, aunque su rostro redondo
tenía pocas líneas de edad. Sus ojos oscuros contenían una nota de
preocupación y se agarraba las manos con ansiedad.
—Déjeme echar un vistazo y veré qué se puede hacer para ayudarle.

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—Gracias, mi señora. Soy Belle y mi marido es Henry. Puede ser huraño y


testarudo. Dejó que uno de los guerreros le atendiera la pierna, sin duda
pensando que sabían más que tú, lo que no quiere decir que no sepan atender
una herida. La mayoría ha aprendido por necesidad. Pero he oído que tiene un
toque tierno y amable que ayuda a curar bien.
—Es a mi hermana Emma a quien debo mis conocimientos de curación—dijo
Heather mientras caminaba junto a la mujer.
Belle negó con la cabeza. —Creo que no. Su madre tenía el toque de curación,
que Dios la tenga en su bondadosa alma. Se parece mucho a ella.
Heather casi tropezó con sus propios pies, se emocionó tanto—¿Conociste a mi
madre?
Belle asintió. —Lady Enis me salvó la vida. Soy la única hija de mi madre, ella
era mayor que la mayoría de las mujeres cuando me tuvo. No fue un parto fácil.
No di ningún grito cuando nací y mi madre me dijo que su corazón se rompió
ante el silencio ensordecedor. Pero Lady Enis aplicó su toque curativo en mí y
de repente estaba llorando tan fuerte como una banshee 2—. Belle se rió. —Y
como a mi madre le gustaba recordarme, nunca dejé de hacerlo.
Heather no tuvo tiempo de responder, ya que había llegado a la casa de Belle.
Había preguntas que deseaba hacerle a Belle, hablar con su madre si era posible,
y averiguar los cambios que se habían producido aquí, pero eso tendría que
esperar.
—Te lo advertí, mujer—fue el grito brusco cuando Belle entró en la casa de
campo y anunció la presencia de Lady Heather. —No hay razón para molestar
a Lady Heather. Estoy bien.
—Entonces no te importará que eche un vistazo para ver el buen trabajo que
han hecho tus guerreros al atenderte—dijo Heather con una sonrisa, aunque
pudo ver por el vendaje sucio de su pierna que la herida estaba lejos de estar
bien.
—Es un rasguño, nada más—insistió Henry.

2Las banshee son espíritus femeninos que, según la leyenda, se aparecen a una persona para anunciar
con sus llantos o gritos la muerte de un pariente cercano.
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Era un hombre corpulento, de cuerpo grueso como su mujer, aunque las líneas
de la edad se pegaban a las comisuras de sus ojos y su pelo era más gris que
castaño. Y donde su mujer mantenía una sonrisa en el rostro, él llevaba el ceño
fruncido, excepto cuando miraba a su esposa. Todo su rostro se suavizaba
incluso cuando le hablaba con rudeza.
—Entonces será una mirada rápida la que hare—le aseguró Heather.
Henry miró a Belle. —No escuchas, esposa.
Belle se rió—¿Qué esposa lo hace?
—Bah—dijo Henry frustrado—eche un vistazo y acabe con esto.
—Henry, tus modales—regañó Belle.
Henry negó con la cabeza antes de hacerle un gesto a Heather—Perdóneme, mi
señora, soy un viejo tonto maleducado.
Belle se acercó a él y le pasó el brazo por el ancho hombro. —Eres mi viejo tonto
y te quiero mucho, y no dejaré que tu terquedad te aleje de mí.
Henry deslizó su brazo alrededor de la cintura de su esposa. —Puedes ser una
tortura, mujer, pero te quiero.
Heather observó a la pareja con envidia. Había pensado que ella y Quinn serían
como ellos, envejeciendo juntos y cada día más enamorados.
—Un vistazo y me iré—dijo Heather mientras se encorvaba para quitarle la
venda sucia de la pierna.
Belle se apresuró a conseguir un pequeño taburete para apoyar el pie de su
marido, lo que facilitó a Heather el examen de la herida.
Una mirada a la herida y Heather supo que necesitaba atención inmediata o se
volvería pútrida. Miró a Henry—Necesita una limpieza y un vendaje limpio.
—Traeré lo que necesite—, dijo Belle, y luego señaló con un dedo a su marido.
—Y tú te quedarás ahí sentado sin decir nada.
Henry refunfuñó, pero hizo lo que su mujer le ordenó.
Una vez limpiada la herida, Heather vio el problema—Tienes una astilla de
algún tipo incrustada en la herida. Hay que quitarla y luego deberías curarte

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bien, porque la herida no es profunda—. Se volvió hacia Belle. —Sin embargo,


debes cambiar el vendaje a menudo.
—Bah—resopló Henry—una pérdida de tiempo y de buena tela.
—Cuidarás tus modales, Henry y harás lo que diga Lady Heather—, ordenó
Belle.
—Lo siento, mi señora—refunfuñó Henry.
Heather inclinó la cabeza para ocultar su sonrisa. Podía ser un hombre rudo,
pero no le hacía ascos a su mujer cuando le daba una orden.
No tardó en quitar la astilla de madera con la aguja para huesos de Belle y aplicar
un nuevo vendaje a la pierna. Una vez hecho todo, Heather se levantó y miró a
Belle—Debe permanecer sin esa pierna al menos el resto del día, dos si es
posible, para dar tiempo a que la herida se cierre un poco. Y cambiar el vendaje
en dos días. Si la herida tiene mal olor o se enrojece, avíseme enseguida.
Mientras tanto, te dejaré unas hojas para que las prepares y te las tomes Henry.
Belle lanzó una mirada de advertencia a su marido antes de que pudiera quejarse
y éste refunfuñó por lo bajo.
Heather salió de la cabaña, con el estómago refunfuñando, recordándole que el
día se estaba alargando y que apenas había comido. También necesitaba
cambiarse de ropa, su aspecto no era nada presentable. Al final consiguió entrar
en el torreón sin que la detuvieran y se alegró de ver una cara conocida y
amistosa.
Nessa era unos años más joven que ella. Era menuda y regordeta, con una larga
melena pelirroja que llevaba en una sola trenza. Tenía la cara más bonita y los
ojos oscuros más hermosos y una sonrisa que nunca se borraba. Había
trabajado, desde joven, junto a su madre en la bodega. Su madre había fallecido
hacía un par de años y lo último que sabía Heather era que Nessa había
continuado con sus tareas en el torreón. No había nadie que conociera el lugar
como ella y Heather se alegró de verla.
—Lady Heather—gritó Nessa y se apresuró a acercarse a ella.
Las dos se abrazaron, sin notar las miradas de los pocos guerreros y sirvientes
que había en el Gran Salón.
—Me alegro de verte—dijo Heather.
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—Me alegro mucho de verle, aunque cuando supe que era la esposa del Dragón
Oscuro, recé por usted.
—La unión era necesaria—dijo Heather.
—Así lo supe.
—Dime qué ha pasado aquí—dijo Heather. —Reconozco a pocos aldeanos.
Nessa mantuvo la voz baja. —Se han ido -desaparecido- tragados por el Dragón
Oscuro.
Antes de que Heather pudiera preguntar qué quería decir, el rostro de Nessa
palideció y sus ojos se abrieron de par en par. Heather se giró para ver al Dragón
Oscuro de pie a unos metros de distancia, con gotas de lluvia corriendo por sus
oscuros ropajes.

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Capítulo Seis
Heather no esperó a que la llamaran. Por la mirada de su marido, estaba allí
por ella. Fue hacia él, dejando a Nessa congelada en su sitio.
Su estómago eligió el momento en que llegó a él para refunfuñar de hambre.
Rhys no dijo nada. Le cogió la mano y le dijo: —Nessa, comida y bebida en mi
solar.
Nessa asintió y se apresuró a salir.
Heather la siguió, sus pasos eran rápidos y poderosos, como si dejara su marca
allí donde cayeran sus pisadas. Cerró la puerta tras ellas, le quitó la capa y
tomándola de la mano la sentó en una silla junto al frío fuego. Dirigió su
atención a la chimenea y, en un momento, las llamas saltaron de los troncos y el
calor se extendió hasta acariciar las piernas desnudas de Heather. Ella se abrazó
a sí misma y se estremeció por el delicioso calor.
Rhys volvió a su lado con una suave manta de lana y la colocó sobre su regazo
para cubrirle las piernas.
Cerró los ojos y apoyó la cabeza en la silla. No se había dado cuenta de lo
cansada que estaba hasta ese momento.
Él le puso las manos en los hombros y apretó, sus tiernos músculos protestaron.
Sus dedos tomaron el mando, clavándose en los músculos y éstos gritaron de
dolor mientras ella suspiraba en voz alta y sus dedos clavaban más fuerte,
aliviando el dolor poco a poco. Casi gritó de decepción cuando sonó un golpe
en la puerta y las manos de él se retiraron.
La comida y la bebida estaban dispuestas en una pequeña mesa sin que los
sirvientes dijeran nada y, cuando Heather oyó el clic de la puerta, esperó volver
a sentir su toque tranquilizador en los hombros.
—Tu estómago te pide comida, come—le ordenó.
Tenía razón; ella tenía hambre. Se alejó de mala gana del fuego, lamentando la
distancia que la separaba de su calor con sólo unos pasos. Tomó rápidamente

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un poco de pan y queso y se apresuró a volver a la silla, colocando la manta sobre


sus piernas e instalándose de nuevo junto al calor del fuego.
Dio un respingo cuando un rayo cayó justo al lado de la ventana, iluminando la
habitación, seguido de un trueno que retumbó como el rugido de un poderoso
gigante. La lluvia comenzó a golpear con furia las ventanas, y se sintió aliviada
de estar a salvo y caliente del duro aguacero.
Rhys acercó una silla a su lado y vio que se había quitado la armadura de cuero.
No parecía tan ominoso sin ella, aunque una mirada a sus ojos oscuros le hizo
pensar lo contrario.
—Me has desobedecido— dijo él, entregándole una copa de vino.
Ella la tomó con una mirada interrogante. —¿Cuándo?
—Durante la batalla, cuando te ordené que permanecieras detrás de mí contra
la roca—recordó.
Su voz no era dura ni exigente, sino más bien curiosa y amable. ¿O estaba
oyendo lo que quería oír? Tomó otro sorbo de vino, disfrutando del calor que se
extendía por su cuerpo, aliviando los dolores que se habían apoderado de ella.
—Los heridos necesitaban ser atendidos—dijo como si eso lo explicara todo.
—Eso no es excusa para desobedecerme.
—Tus hombres...
—No vuelvas a desobedecerme.
Lo miró fijamente, creyendo haber escuchado preocupación en su dura orden y,
por alguna inexplicable razón, sintió la necesidad de extender la mano y
apoyarla en su mejilla—No quise faltarte el respeto—susurró, con la mirada
puesta en sus labios y recordando el sabor de su beso. El recuerdo la hizo sentir
un cosquilleo que agitó sus sentidos y de pronto sintió el impulso de besarlo.
Su pensamiento la turbó, pues sólo había habido un hombre al que había
querido besar. El deseo se hizo más fuerte y sus labios se acercaron a los de él.
Él no se movió, pero sus ojos se iluminaron con un toque de pasión,
encendiendo los de ella y haciéndola preguntarse qué era lo que tenía este
hombre que parecía atraerla hacia él.

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Justo cuando estaba a punto de posar sus labios en los de él, sonó un golpe en
la puerta.
—Vete—gritó Rhys.
—No puede esperar—fue la respuesta.
Rhys se dirigió a la puerta y la abrió de golpe.
Pitt habló antes de que el Dragón pudiera echar fuego—Dos de nuestros
centinelas han sido encontrados muertos.
Rhys se volvió hacia Heather. —No salgas del torreón y que Dios te ayude si no
me obedeces en esto—La puerta se cerró bruscamente tras él.
Heather se quedó mirando la puerta que temblaba al paso del Dragón. Estaba
enfadado y, ¿por qué no? Su tropa había sido atacada sin el menor aviso, una
revelación chocante para unos guerreros conocidos por sus excepcionales
habilidades para verlo y oírlo todo, y ahora dos de sus centinelas habían muerto.
¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía alguien burlar a unos guerreros tan bien
entrenados? No podían, a menos que sus habilidades igualaran o superaran a las
de los guerreros fantasma.
Con pensamientos pesados y pasos lentos, Heather cogió algo de carne y pan
de la mesa antes de volver a la silla junto al fuego. Se preguntó si los McLauds o
los McDolans estarían involucrados de alguna manera. Aunque la pregunta era:
¿por qué iban a estarlo? Su matrimonio aún no se había anunciado. Y los dos
clanes ciertamente no tenían habilidades como las que ella veía hoy. Entonces,
¿quién era lo suficientemente hábil para superar al Dragón? ¿Y por qué querría
alguien hacerlo?
Estaba terminando su vino cuando sonó un golpe en la puerta y pidió a la
persona que entrara.
Nessa entró—El Dragón ordenó que le prepararan un baño. Se está preparando
ahora.
Por supuesto que lo haría, pensó Heather. Se encargaría de que permaneciera en el
torreón, y también de que estuviera presentable para su noche de bodas. Sin
embargo, la razón no importaba, ya que deseaba bañarse y lavar no sólo la
suciedad sino también sus dolores.

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—Qué considerado es—dijo Heather, pues no hablaría mal de su marido con


nadie. Siguió a Nessa hasta la alcoba y entró en la habitación rodeando a los
sirvientes que estaban ocupados llenando una bañera de metal que habían
colocado delante del hogar.
Los ojos de Heather se fijaron en la gran cama con ropa de cama fresca que
dominaba la habitación. Las almohadas estaban mullidas y la manta echada
hacia atrás en previsión de la noche que se avecinaba.
Se llevó la mano al estómago al pensar en meterse en la cama esta noche, ya que
iba a hacer algo más que dormir allí.
—Todo listo, mi señora—anunció Nessa.
Heather se volvió para ver que todos los sirvientes se habían ido, excepto Nessa.
Ella esperaba junto a la bañera. Heather se acercó a ella y, aunque en su casa no
utilizaba sirvientes para bañarse o vestirse, sabía que aquí se esperaba de ella.
Dejó que Nessa la ayudara a desvestirse, ansiosa por meterse en la bañera y
remojar sus dolores. Detuvo a Nessa cuando fue a tocar la cinta azul que
sostenía el anillo de metal que Quinn había hecho para ella.
—Me ocuparé de esto—, dijo y se lo quitó, enrollando la cinta con cuidado y
colocándola en su bolsa de curación para mantenerla a salvo. No debía ser visto
por su marido. Era para ella y sólo para ella y buscaría su consuelo cuando fuera
necesario.
Una vez hecho esto, se hundió en el agua caliente con un suspiro.
Nessa se dedicó a echarse agua en el pelo y luego a frotarlo con un trozo de jabón
que Heather le había indicado que encontrara entre sus pertenencias.
—Lavanda—dijo Nessa con una sonrisa mientras fregaba el pelo de Heather.
—Se cultiva en el jardín de mi casa—dijo Heather y cerró los ojos mientras los
dedos de Nessa le masajeaban la cabeza. Se permitió disfrutar del momento,
pero en cuanto Nessa le aclaró el pelo y se dispuso a lavarla, Heather la detuvo
y le quitó el paño—Ya me encargaré yo de fregarme. Lo que quiero de ti, Nessa,
es que me digas a qué te referías cuando dijiste que muchos de los aldeanos
habían desaparecido, tragados por el Dragón Oscuro.
Nessa sacudió la cabeza mientras se levantaba de las rodillas para sentarse con
las piernas cruzadas junto a la bañera—Los guerreros fantasmas llegaron aquí

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poco después de la muerte de Fane McComb con documentos que demostraban


que el Dragón Oscuro era ahora el dueño de la tierra y de todo lo que había en
ella. Se empezaron a hacer reparaciones y, de repente, la gente del clan más
antiguo empezó a desaparecer. Nadie los vio marcharse. Simplemente
desaparecieron junto con sus pertenencias. No quedaba nada de ellos. Entonces
empezaron a llegar mujeres jóvenes, esposas de los guerreros fantasmas que ya
estaban aquí y se instalaron en las cabañas abandonadas.
—¿Nadie oyó ni vio nada? — preguntó Heather, sintiendo un escalofrío, aunque
el agua seguía estando caliente.
—Nada—susurró Nessa como si tuviera miedo de que alguien lo oyera. —Ni
rastro de ellos, era como si nunca hubieran estado aquí.
—¿Han desaparecido todos los ancianos? ¿Ninguno de los jóvenes?
—Todavía quedan algunos ancianos, aunque temen que un día les arrebaten
como a los demás—. Se acercó a Heather —Unas cuantas jóvenes han
desaparecido, aunque algunos dicen que han oído gritos procedentes del piso
superior de la fortaleza y que el Dragón Oscuro las mantiene como esclavas para
satisfacer su interminable lujuria. Está prohibido que nadie vaya al piso
superior—se cruzó de brazos, como protegiéndose del mal, mientras se ponía
de pie. —Será mejor que no se quede, mi señora, el agua se enfriará pronto.
Heather terminó y pronto se secó y se puso un camisón amarillo pálido, con el
dobladillo cayendo hasta cubrirle los pies, las mangas abrazando sus muñecas
y los lazos manteniendo el bajo escote bien ajustado. Era uno de sus favoritos,
suave y cómodo.
Se sentó a peinarse el pelo mojado mientras Nessa dirigía a los sirvientes para
que retiraran la bañera de la habitación. Una vez hecho esto, Nessa vio que le
dejaban una jarra de vino, presumiblemente para ayudarla a afrontar la noche
que le esperaba.
Una vez sola, Heather se encontró inquieta. Sus pensamientos seguían
derivando hacia lo que Nessa le había contado sobre que el Dragón mantenía a
las jóvenes prisioneras en una habitación del piso superior. De alguna manera
no creía que fuera cierto, pero podía ser que no quisiera que lo fuera. La única
manera de resolver sus preocupaciones era comprobarlo por sí misma.

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Heather se apresuró a salir de la habitación, cerrando suavemente la puerta tras


de sí, sin querer alertar a nadie de su excursión nocturna, especialmente a
territorio prohibido. Pero si la pillaban, podía fingir ignorancia. Al fin y al cabo,
acababa de llegar y conocía poco el funcionamiento y las normas del torreón.
Subió las escaleras rápidamente y, una vez que bajó el último escalón, se lo
pensó mejor. La pequeña zona estaba débilmente iluminada, un candelabro de
pared sostenía una antorcha que apenas parpadeaba. Había tres puertas, una a
la izquierda y otra a la derecha, y la tercera se encontraba entre las otras dos.
Algo le decía a Heather que esa era la habitación en cuestión, pero para ser
minuciosa o quizás por miedo, decidió explorar esa habitación en último lugar.
Con pasos cautelosos, se dirigió a la habitación de la izquierda y abrió
lentamente la puerta. Tuvo que abrirla del todo para que la luz del candelabro
llenara la habitación, aunque fuera parcialmente.
No era necesario explorar toda la habitación. Una sola mirada le dijo a Heather
que antes era el solar de la señora del torreón. Aquí era donde la señora del
torreón podía pasar tiempo para sí misma con sus bordados o simplemente
buscando algo de solaz. Una fina capa de polvo la alertó de que hacía tiempo
que no se utilizaba.
Heather cerró la puerta tras ella y se dirigió a la puerta de la derecha, abriendo
también ésta lentamente. Parecía una habitación donde se guardaban los
muebles no deseados y, cuando Heather fue a cerrar la puerta, sus ojos se fijaron
en la cuna metida debajo de unas sillas.
La pieza, polvorienta y sin hijos para siempre, parecía desamparada, desechada
junto con otros muebles que no habían servido para nada. Cerró la puerta,
sintiendo pena por la cuna vacía y por la mujer que había tenido tanta esperanza
de llenarla.
Fue a cerrar la puerta cuando un viento se la quitó de la mano, cerrándola de
golpe en su cara. Dio un salto hacia atrás, sobresaltada, con el corazón
latiéndole en el pecho. El viento procedía sin duda de una ventana abierta de la
habitación, pero decidió no confirmar su sospecha y se apresuró a acercarse a la
otra puerta. Las sombras parecían más oscuras en este espacio, casi como si la
abrazaran o ¿intentaban apresarla?
Heather casi se replanteó explorar lo que había más allá de la puerta. Siempre
podía volver en otro momento, preferiblemente durante el día, cuando el sol
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brillaba. Un fuerte trueno la hizo saltar asustada y su corazón siguió latiendo


con fuerza.
Una vez que llegó a la puerta, giró la cabeza y acercó el oído para ver si podía
oír algún sonido procedente del interior. Se preguntó entonces qué haría si
descubría que en la habitación había mujeres que eran mantenidas como
esclavas. La respuesta llegó fácilmente. Las liberaría y las enviaría a casa con sus
hermanas.
Sacudió la cabeza ante ese pensamiento sin sentido. ¿Cómo podía haber
prisioneros si no había cerradura en la puerta? ¿Y por qué iba Rhys a tener
mujeres como esclavas para satisfacer su lujuria cuando iba a traer una esposa
a casa? A menos que... ¿podría ser tan insaciable cuando se trata de acoplarse?
¿Necesitaba más de una mujer para satisfacerlo?
¿Lo descubriría esta noche o lo descubriría cuando abriera la puerta?
La antorcha del candelabro parpadeó, enviando sombras que danzaban por la
puerta de madera como si la desafiaran a entrar en la guarida de la iniquidad 3.
Levantó la mano lentamente, diciéndose a sí misma que era necesario, que tenía
que hacerlo. Tenía que descubrir lo que había más allá de la puerta.
Muy lentamente, bajó la mano sobre el pestillo de metal.
De repente, una gran sombra se cernió sobre ella, extendiéndose a su alrededor,
consumiéndola, engulléndola por completo, mientras una fuerte mano caía
sobre la suya, agarrándola con fuerza.

3 Injusticia o gran maldad en el modo de obrar.


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Capítulo Siete
—Nunca, jamás, entres en esta habitación.
A Heather se le atascó un grito en la garganta y sus piernas se debilitaron. No
sabía si sentirse aliviada de que su marido estuviera detrás de ella o asustada de
que fuera él.
Le agarró con firmeza la mano que estaba apoyada en el pestillo y la hizo girar
para que quedara frente a él.yo Su cuerpo cayó sobre el de él y la mantuvo
pegada. No llevaba ninguna armadura sobre la camisa negra, así que sus pechos
estaban firmemente plantados contra su duro pecho y ella sintió cada músculo
tenso.
—¿Qué haces aquí arriba?
—Explorando—dijo, aunque no sonó convincente a sus propios oídos.
—¿En camisón en tu noche de bodas?
—Me puse inquieta—esta vez la verdad sonó en su voz. Estaba inquieta por
saber qué estaba pasando, no sólo en la habitación prohibida, sino por el ataque
sorpresa.
El candelabro de la antorcha parpadeó repentinamente a baja altura y luego,
como si un fuerte soplo lo hubiera hecho, se apagó por completo, dejándolos a
ella y a Rhys sumidos en la oscuridad total.
Heather reaccionó instintivamente, sus brazos rodearon a su marido y se aferró
con fuerza.
El aroma a lavanda de su pelo recién lavado le envolvió con la misma fuerza que
los brazos de ella rodeaban su cintura. —No hay nada que temer cuando estoy
contigo—dijo él, sintiendo que su cuerpo temblaba contra él.
Sus palabras calmaron y también su fuerza enroscada protectoramente
alrededor de ella, pero qué había de la oscuridad. Heather expresó su temor—
La oscuridad no nos deja ver.

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—El miedo te impide ver, no la oscuridad—la levantó lo suficiente para que sus
pies no tocaran el suelo y comenzó a caminar.
A Heather le sorprendió que caminara como si pudiera ver claramente cada
paso que daba. Mantuvo sus brazos firmes alrededor de él, no es que fuera
necesario que se le aferrara, la fuerza de un único brazo era suficiente para
sostenerla con facilidad.
Se sintió aliviada al ver un parpadeo de luz por delante mientras Rhys bajaba
las escaleras con confianza. Y no le importó que no la pusiera de pie hasta que
estuvieron en su dormitorio.
Cientos de preguntas querían brotar de sus labios, pero optó por el silencio,
esperando a ver qué le decía.
—No te aventures a salir de esta habitación.
Heather se quedó mirando la puerta cuando se cerró tras él. ¿Por qué había
regresado si sólo era para marcharse de nuevo? La pregunta la hizo pensar.
¿Cómo había sabido que ella estaba en el piso superior o lo había estado? ¿Había
venido al piso superior a recuperar algo o a buscarla? ¿Y por qué no debía entrar
nunca en esa habitación?
Con las preguntas que seguían creciendo, Heather comenzó a caminar. La había
dejado igual que en su solar, lo que sólo podía significar que no había vuelto a
por ella. ¿Qué le había llevado de nuevo al torreón y qué le había llevado al piso
superior?
Levantó la mano para tapar un bostezo y se dio cuenta de que el largo y
accidentado día le estaba pasando factura rápidamente. Descubrir que estaba
casada con el Dragón Oscuro, ser alejada de su hogar y de su familia, ser atacada
por guerreros con habilidades similares a las de los guerreros fantasmas,
atender a los guerreros caídos y heridos, enterarse de que muchos del clan
McComb habían desaparecido sin dejar rastro, y luego recibir la orden de no
entrar nunca en una habitación en particular, le hizo preguntarse si era posible
que estuviera atrapada en una pesadilla. Tal vez si se durmiera, se despertaría
en casa con su querida familia a su alrededor.
Pero, ¿y si no era un sueño? Su marido seguramente esperaría que ella estuviera
esperándole. Otro bostezo la hizo acercarse a la cama. Podía descansar, no

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dormir, aunque si el sueño la reclamaba entonces quizás se despertaría y se


encontraría en casa.
El hogar está donde yo esté.
Un escalofrío la recorrió recordando las palabras de su marido, y rápidamente
se metió en la cama y se tapó con la suave manta. La cama era mucho más grande
que la de su casa, pero esta cama estaba pensada para más de una persona.
Había compartido su cama con sus dos hermanas cuando eran pequeñas y la
necesitaban cerca, pero eso había sido hace años. Ahora estaba acostumbrada a
dormir sola y se preguntaba si se adaptaría fácilmente a compartir la cama con
su marido o si se convertiría en una tarea.
Suspiró y se puso de lado, queriendo coger la otra almohada y abrazarla como
hacía cuando dormía sola, pero la almohada no era suya para abrazarla. Era de
su marido. Otro bostezo salió de ella y se acurrucó en la suavidad de la ropa de
cama, sus ojos se cerraron y el sueño se apoderó de ella.

~~~
Rhys entró en su dormitorio mucho más tarde de lo que había planeado. El
día no había ido como esperaba y el ataque le preocupaba más de lo que dejaba
entrever. Guardó bien el secreto, sólo él y otra persona lo sabían. Pero entonces
supo el riesgo que corrió en ese momento y ni una sola vez dudó de que el riesgo
mereciera la pena. Ahora había vuelto a perseguirle, aunque sabía que lo haría.
Sólo era cuestión de tiempo y ¿no lo había deseado, esperado y planeado?
El problema era que ahora la vida de su esposa corría más peligro del que
cualquiera podría imaginar.
Rhys se acercó a la chimenea para añadir más leña al fuego, un frío que se había
instalado en la habitación, sin duda por el aguacero que seguía golpeando la
torre. Una vez hecho esto, se despojó de sus ropas mientras se acercaba a la
cama.
De pie, completamente desnudo, contempló a su esposa, que estaba acurrucada
y calentita bajo las sábanas y abrazada a la almohada. Le apartó suavemente un
mechón de pelo rubio de la mejilla. Se había preguntado si ella le esperaría
levantada, pero no se sorprendió al ver que no lo había hecho. Había sido un día
largo y agotador para ella, por no hablar de que había sido un día molesto.

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Deseaba desesperadamente hacer el amor con ella, lo había hecho desde que la
vio, pero después de los acontecimientos del día y de verla dormir tan
plácidamente, no se atrevía a despertarla. Mañana sería suficiente y todos los
días siguientes.
Rhys se acercó al otro lado de la cama y se subió. Se deslizó en su abrazo
mientras le quitaba la almohada de las manos. Ella se acomodó muy bien a su
alrededor, con la cabeza apoyada en su pecho y la pierna sobre la suya. Deseó
que estuviera desnuda para poder sentir su suave piel contra la suya, pero luego
lo pensó mejor. Si estuviera desnuda, no podría quitarle las manos de encima.
Cerró los ojos, sin esperar quedarse dormido, sus pensamientos estaban
demasiado ocupados. Ella se revolvió entre sus brazos, envolviéndose con más
fuerza a su alrededor, como si no pudiera acercarse lo suficiente, y sus brazos
se apretaron alrededor de ella.
Lo último que recordó mientras se dormía fue el aroma de la lavanda que lo
rodeaba.

~~~
Heather se despertó con un lento estiramiento y un amplio bostezo que se
convirtió en una sonrisa. Hacía años que no dormía tan profundamente o tan
cómodamente. Sus ojos se abrieron de golpe y se levantó de un salto, recordando
dónde estaba, y se encontró sola en la cama y sola en la habitación. Echó una
mirada al lugar desordenado que había a su lado y supo que su marido había
dormido allí.
Levantó la parte superior de su camisón para olfatear y se quedó sin aliento
cuando el olor de él le picó en las fosas nasales. Sus mejillas se enrojecieron.
Tenía que haber dormido casi encima de él para que su olor fuera tan fuerte.
Volvió a olfatear, encontrando el aroma atractivo. Era una mezcla de tierra, pino
y hombre. Era similar al olor de Quinn y le preocupaba pensar que el de Rhys le
resultaba más embriagador.
Un ligero golpe sonó en la puerta y Heather se alegró de la interrupción e
igualmente se alegró de ver que era Nessa y que llevaba una bandeja de comida.
—Pensé que preferiría comer en la intimidad después de lo de anoche—dijo
Nessa, colocando la bandeja en la mesa al lado de la silla junto a la chimenea.

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—Las lenguas han estado ocupadas toda la mañana, sobre todo porque aún no
le han visto.
Heather tardó un minuto en entender a qué se refería Nessa y, cuando se dio
cuenta, sus mejillas se tiñeron de rosa. Curiosamente, se sintió avergonzada de
que sus votos aún no se hubieran consumado. ¿Podría Rhys encontrarla poco
atractiva? Seguramente, si alguien lo supiera, la culparía a ella y no al Dragón,
ya que los rumores decían que él tenía un apetito insaciable por acoplarse.
—Estoy bien—dijo Heather con una sonrisa forzada.
—Me alegro de verlo—, dijo Nessa y bajó la voz a un susurro. —Uno de los
sirvientes afirma haber visto al Dragón ir al piso superior y no bajar durante un
rato antes de ir a su alcoba. Cree que hizo que sus esclavas lo satisficieran, para
que no fuera demasiado exigente con su novia.
¿Había vuelto al piso superior la noche anterior después de dejarla en su alcoba?
Tenía que averiguar qué había en esa habitación. Heather saltó de la cama y se
dirigió a la bandeja de comida. Rara vez comía al despertarse, pero Nessa había
tenido la amabilidad de traerle algo de comida, así que comió con moderación
la pescadilla salada y el pan. Había una jarra de vino, pero prefería el brebaje
calmante que preparaba con hierbas y tendría que instruir a Nessa sobre cómo
prepararlo para ella.
Se volvió hacia Nessa para hacer eso y la encontró mirando la ropa de cama.
Heather se dio cuenta enseguida de lo que la joven estaba mirando. La sangre
virgen de Heather debería estar en la ropa de cama y no lo estaba. Si se corría la
voz sobre esto, no sería a su favor. Dudaba que alguien creyera que el Dragón no
había consumado sus votos.
—Te ruego que guardes silencio sobre esto, Nessa.
Nessa la miró con ojos muy abiertos—Ya llegará el momento en que encuentres
lo que esperabas encontrar allí esta mañana. Hasta entonces, te ruego que no
hables de ello con nadie.
Nessa la miró fijamente un momento antes de sacudir la cabeza y decir:
—Nunca hablaría de nada de lo que veo aquí. Puede confiar en que mantendré
la boca cerrada, mi señora.
—Me alivia saber eso, Nessa.
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—Me aseguraré de que la sangre se vea en las sábanas—dijo Nessa,


recogiéndolas—, porque inevitablemente habrá esos entrometidos buscándola
y dispuestos a cotillear si no la encuentran.
—Agradezco tu lealtad.
—Siempre, mi señora—le aseguró Nessa con un movimiento de cabeza. —Sé
que le gusta atenderse a sí misma, pero si hay algo que desee que haga, estaré
encantada de servirle.
—Gracias, Nessa—. Heather dejó caer el trozo de pan que tenía en la mano de
nuevo en la bandeja. Curiosa por los dos centinelas que habían sido
encontrados muertos, pero sin estar segura de que Rhys permitiera que se
conociera la noticia, Heather preguntó con cautela: —Por cierto, ¿se sabe algo
de los dos centinelas que fueron encontrados anoche?
Nessa se apresuró a compartir lo que sabía. —Es una pena que uno se
apresurara a ayudar a defender al otro contra una bestia salvaje sólo para que
ambos perdieran la vida. Una tropa ha salido a cazar al animal. He oído decir
que era un lobo—. Nessa negó con la cabeza. —Los cuerpos estaban tan
desgarrados que el Dragón no deja que nadie los vea. Un guardia los vigila fuera
del granero hasta que sean enterrados.
—Es una lástima—dijo Heather, aunque se preguntó por ello. ¿Por qué se iba a
llamar a Rhys inmediatamente si dos de sus hombres eran mutilados por un
lobo? Naturalmente, se le informaría de ello, pero ¿molestarlo cuando estaba
con su novia? De alguna manera, eso no tenía sentido.
Tenía que echar un vistazo a esos cuerpos y satisfacer su curiosidad y tenía que
averiguar qué había detrás de esa puerta en el piso superior. También quería ver
a los guerreros que había atendido y ver cómo estaban. Con tanto que hacer, se
apresuró a vestirse.
Su atuendo diario habitual era una falda y una blusa sencillas y las sacó
rápidamente del baúl en el que Nessa había colocado sus pertenencias. Se llevó
un peine a su pelo, pasándolo por las suaves hebras, y luego lo trenzó
rápidamente. Tras calzarse las botas, se dirigió a la puerta, abriéndola de golpe
y chocando con su marido. Aturdida por el impacto de su sólido cuerpo, se
tambaleó hacia atrás y la mano de él se alzó para sujetarla rápidamente.

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—¿Sales corriendo de nuestro dormitorio para evitarme? —le preguntó,


llevándola consigo mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de
sí.
—Estoy ansiosa por ver cómo están los guerreros heridos.
—¿Pero no quieres verme a mí?
Heather se alejó y su mano se soltó de la suya—Podría inventar fácilmente una
excusa que te satisficiera, pero como he dicho, es importante para mí que
seamos sinceros el uno con el otro. No había pensado en buscarte...
—¿Tan adversa es mi presencia?
¿Imaginó una pizca de preocupación en su voz o fue simplemente una ilusión?
sonrió y dijo: —Sorprendentemente, no soy tan adversa a tu compañía como
creía, aunque hay veces que todavía te temo.
—¿Y bien que deberías?
—¿Por qué? —negó con la cabeza—¿Por qué quieres que tu mujer te tema?
—Para que me obedezca sin rechistar.
—Debes darme tiempo para adaptarme—dijo en voz baja.
Dio un paso hacia ella—Aquí no mandas tú, sino yo.
Se quedó mirando su hermoso rostro, aunque fue en sus labios que se posaron
sus ojos y, extrañamente, sintió el impulso irrefrenable de besarlo. Tanto es así
que dio un paso adelante, se puso de puntillas y apretó sus labios contra los de
él.
Su inocente y dulce beso le pareció a Rhys más bien un hambre apasionada y su
cuerpo reaccionó: se excitó. Sus brazos la rodearon y la acercaron mientras sus
labios seguían tentando a los de él. Entonces, tomó el relevo, con su lengua
jugando con los labios de ella, separándolos y deslizándose para que sus lenguas
se acoplaran.
La pasión se apoderó de Heather y cuando Rhys le puso la mano en el trasero y
la empujó contra él, se encontró obedeciendo de buen grado. Se acomodó contra
él, con su dureza punzante, haciéndole saber lo mucho que la deseaba. Y no
podía entender por qué, pero lo deseaba.

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Heather se sintió sorprendida y decepcionada cuando puso fin a su beso y se


apartó de ella.
—Tengo cosas que requieren mi atención—dijo y se volvió hacia la puerta.
—¿Por qué?
Rhys se volvió y preguntó con un tono brusco—¿Por qué qué?
—¿Por qué no me despertaste anoche cuando llegaste a la cama?
Se acercó a ella y le agarró la barbilla—Cuando quiera… me acostaré contigo.
Heather se preguntó cuántas veces vería la puerta cerrarse tras él y se quedaría
perpleja, la deseaba. Había sentido su necesidad. Entonces, ¿por qué no sellaba
sus votos? Cada vez le resultaba más curioso, lo que le hacía querer saber más
de él. Y comenzaría su búsqueda en el piso superior.
Con pasos ligeros, se dirigió al piso superior, deteniéndose de vez en cuando
para escuchar si había alguien más. Cuando llegó al último piso, miró a su
alrededor para asegurarse de que no había nadie.
La oscuridad la recibió, la única antorcha que se había apagado la noche
anterior seguía sin estar encendida. Fue a recuperar la antorcha de uno de los
apliques de la escalera y se dirigió de nuevo a la antorcha apagada, intimidada
por las sombras que bailaban a su alrededor. Era como si estuvieran ansiosas
por alcanzarla y capturarla.
Pensó en encender la antorcha en el candelabro, pero luego lo pensó mejor. No
se permitía subir a nadie y si encendía la antorcha, Rhys sabría que alguien
había estado aquí y, como no quería que una sirvienta fuera castigada por su
fechoría, dejó la antorcha sin encender.
Cuando estaba a unos metros de la puerta, se detuvo bruscamente, sorprendida
al ver que la puerta estaba cerrada con una pesada cerradura de metal. La
decepción la invadió. Ahora nunca descubriría qué secretos albergaba la
habitación, ni tampoco lo haría. Tenía que haber una forma de averiguarlo.
Se dio la vuelta para salir, más decidida que nunca a encontrar una forma de
entrar en la habitación, y se detuvo cuando le pareció oír un ruido. Escuchó y,
efectivamente, volvió a oírlo y procedía de la habitación cerrada.

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Con el estómago hecho un nudo, se acercó a la puerta y escuchó. Dio un salto


hacia atrás cuando le pareció oír a alguien gritar y cuando el pestillo de la puerta
empezó a sonar, su corazón casi dejó de latir.
¿Había alguien intentando salir?
Ahora no tenía otra opción. Tenía que averiguar qué había en la habitación y, si
era necesario, liberar a quien estuviera dentro.

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Capítulo Ocho
Rhys se sentó, con pesados pensamientos, en su solar. Sabía muy bien lo
bondadosa que era su esposa, ya que ayer lo había demostrado con el desinterés
con que había ayudado a los necesitados. Sin embargo, no se había dado cuenta
del alcance de su determinación o curiosidad. No dejaba que nada la detuviera
cuando cualquiera de las dos cosas tomaba vuelo y lo había demostrado no sólo
con sus preguntas sino con la forma en que lo había besado.
La pasión que había brotado en sus ojos verdes le sorprendió, al igual que su
beso. No fue tímida en absoluto. Era casi como si hubiera besado a alguien
conocido para ella, y se preguntó si le recordaba al hombre que una vez amó.
Su padre le había dejado muy claro que ella amaba a otro y que siempre lo haría
y que nada cambiaría eso, pero a él no le importó. Quería a Heather, le dolía su
suave sonrisa, su desinterés, su tierno toque. Si alguien podía hacer frente a la
oscuridad que le consumía a cada paso, era ella.
Sin embargo, una pregunta lo seguía atormentando: ¿era justo para Heather?
¿Sería realmente capaz de sobrevivir a su oscuridad o la arrastraría a sus oscuras
profundidades?
Sonó un golpe en la puerta y ésta se abrió antes de que pidiera a alguien que
entrara.
—He visto a Heather hablando con algunos de los aldeanos, así que sabía que
estarías solo—dijo Pitt, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras él.
—Tráenos una bebida y siéntate. Hay cosas que hay que discutir—dijo Rhys.
Pitt llenó dos copas de vino y le entregó una a Rhys antes de sentarse en la silla
frente a él—No ha habido éxito con la caza. Si no se trae un lobo o alguna bestia
del bosque, aumentará la preocupación.
Rhys tragó una buena porción de su vino antes de decir: —Y si los aldeanos se
enteran de la verdad, el miedo se extendería como un incendio.
—Los hombres se callarán.

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—¿Pero por cuánto tiempo? Y no me digas que las lenguas no han empezado a
moverse sobre los guerreros que nos atacaron. Los guerreros fantasmas que
murieron eran los menos experimentados. Si no hubiera sido por los guerreros
experimentados que están conmigo, nadie habría sobrevivido. Y con nuestros
guerreros entrenados para prestar atención a todo lo que ocurre a su alrededor
en todo momento, empezarán a ver que estoy confiando más en los guerreros
experimentados. Esto no podrá contenerse durante mucho tiempo, sobre todo
cuando este enemigo en particular juegue con nosotros, infundiendo más y más
miedo en nuestro pueblo. Entonces, cuando esté listo, atacará y golpeará con
fuerza, sin dejar nada a su paso.
—¿Qué hacemos? — Preguntó Pitt.
—Se necesitarán más hombres, pero tampoco podemos dejar nuestro hogar
vulnerable a un ataque. Envía a Innis conmigo, entregará los mensajes
necesarios. ¿Están los cuerpos envueltos y preparados para el entierro?
—La lesión de Henry le ha retrasado, pero se ocupará de ello en breve.
—Bien. No quiero que los cuerpos sean revelados a nadie, y Henry se asegurará
de ello.
—¿Cuándo piensas hacer que los hombres sean conscientes del enemigo al que
se enfrentan? — preguntó Pitt.
—No tengo ninguna duda de que ya son conscientes de ello. Lo que les
preocupa es cómo nos enfrentamos a él.

~~~
Hacía un día precioso, con una brisa cálida recorriendo la tierra, pero había
pocas sonrisas en los rostros de la gente. Heather comprendía fácilmente por
qué. Con el ataque a la tropa de ayer, las numerosas heridas sufridas y los dos
centinelas supuestamente asesinados por un lobo, la gente no se sentía segura.
E imaginó que eso era algo inusual para los leales al Dragón Oscuro.
Heather siguió su rutina matutina habitual de pasear por el pueblo con una
sonrisa y saludos amables. En casa, preguntaba por los que no se encontraban
bien o se paraba a hablar con las mujeres que esperaban un bebé. Y si había una
pequeña queja o disputa, la resolvía allí mismo, para no molestar a su padre con
asuntos sin importancia. Para ella era un día más agradable para todos.
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Pero hoy también tenía otro motivo para hablar con todos los que encontraba.
Quería descubrir todo lo que pudiera sobre las misteriosas cosas que ocurrían
aquí, y las lenguas sueltas o los comentarios inocentes a menudo podían resultar
útiles.
Tras entablar conversación con tres mujeres y no averiguar nada que no supiera
ya, Heather divisó el granero y se dirigió hacia el hombre que montaba guardia
frente a las puertas cerradas. Era uno de los guerreros a los que había atendido
ayer. Había sufrido una herida leve que ni siquiera le dejaría cicatriz en el brazo,
aunque le dolería durante unos días.
Sonrió al acercarse a él. —¿Todo bien con tu herida, Sim?
Él le devolvió la sonrisa. —Sí, gracias a vos, mi señora. Elma, mi mujer, me ha
cambiado hoy el vendaje como me dijisteis. Está deseando conocerle y darle las
gracias por ayudarme.
—Estuve encantada de ayudar. Ojalá hubiera podido ayudar a las dos pobres
almas que usted cuida.
Sim negó lentamente con la cabeza. —Es una pena. Hyatt y Neil eran buenos
hombres, pero el Dragón verá capturado al lobo que los mató y vengará sus
muertes. Henry y sus hombres estarán aquí pronto para envolverlos para el
entierro.
—Entonces rezaré una oración silenciosa por ellos mientras recojo algunas
flores en la linde del bosque.
—No vaya al bosque, mi señora. El peligro acecha allí hasta que la bestia sea
capturada.
—No me alejaré de la linde—dijo ella con una sonrisa alegre. —Cuida de esa
herida, Sim, y si te molesta házmelo saber.
—Gracias, milady, es usted muy amable.
Heather se acercó a la linde del bosque y empezó a recoger las flores silvestres
que crecían allí, con la intención de llevárselas a Bea cuando fuera a ver cómo le
iba a Douglas. Heather siguió a la deriva por el linde del bosque, abriéndose
paso por detrás del granero. Cuando por fin la mirada de Sim dejó de seguirla,
supo que otros ojos tenían que estar puestos en ella. Con todo lo que había

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pasado, su marido probablemente había doblado o triplicado los centinelas


para que hubiera ojos por todas partes en el pueblo.
Fue cuando vio una tabla perdida en la parte trasera del granero cuando se le
ocurrió una idea. Miró su puñado de flores y sonrió, como satisfecha con el
ramo. Se alejó sin prisa del bosque, aunque se detuvo bruscamente, bajó la
mirada y sacudió la cabeza.
Fingió que había pisado algo desagradable y fue a apoyarse en el granero con
una mano mientras se limpiaba la bota en la hierba, como si la limpiara. Sólo
esperaba que quienquiera que la vigilara se cansara de sus acciones al cabo de
unos minutos y le quitara los ojos de encima.
Esperando haber elegido el momento adecuado, se escurrió tras la tabla suelta
y se coló en el granero. La luz del sol se filtraba por las numerosas grietas y
agujeros del desgastado granero y fue fácil localizar los dos cadáveres. Estaban
tendidos en el suelo de un establo, cubiertos con mantas.
Heather sabía que no disponía de mucho tiempo. Tenía que echar un vistazo
rápido, seguir su camino y rezar para que no la atraparan. Colocó las flores en
un barril cercano y levantó la manta que cubría a uno de los guerreros. Su
cuerpo no tenía marcas de garras. Su corazón se rompió por él, pues era un
guerrero joven y fuerte, y la única herida que pudo ver fue una en el pecho, sin
duda causada por una flecha. Rezó en silencio mientras dejaba caer la manta
sobre él.
Su mano libre se llevó a la boca para ahogar un grito cuando levantó la manta
sobre el otro guerrero. Le habían arrancado los ojos de la cabeza y le habían
cortado la garganta. Lo habían hecho a propósito. Era un mensaje claro, y el
miedo se apoderó de su corazón.
Heather oyó voces que se acercaban y rápidamente dejó caer la manta, cogió sus
flores y corrió hacia la tabla rota, deslizándose con facilidad, sólo para girarse y
ver a su marido de pie con los brazos cruzados sobre el pecho y los ojos oscuros
llenos de ira.
—¿De verdad crees que no te vigilo en todo momento? —le espetó—¿Qué
excusa tienes ahora para tus actos? Y no me digas que estabas inquieta.
Ella dijo la verdad. —Tenía curiosidad.
—¿De dos guerreros muertos?
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—De sus muertes. No podía entender por qué te habían convocado lejos de tu
novia porque dos de tus guerreros habían muerto mutilados por un lobo.
Podrían habértelo dicho por la mañana.
—No es de tu incumbencia—dijo en tono de advertencia —Y no hablarás de
esto con nadie. Ahora ve a mi solar y espérame allí—levantó la mano cuando
ella fue a hablar. —Ni una palabra. Vete.
Heather no tuvo más remedio que obedecer. Se apresuró a rodear el granero y
se detuvo cuando vio entrar a Henry y a otros dos hombres. Envolverían los
cuerpos para enterrarlos y sólo unos pocos sabrían la verdad y, tanto si se
atrapaba a un lobo como si no, aún quedaba una bestia suelta.
—¡Vete! —dijo su marido al llegar junto a ella.
Ella movió la cabeza y se marchó, mirando hacia atrás para ver a Rhys entrar en
el granero, las puertas cerrándose tras él.
—¡Mi señora! ¡Mi señora!
La voz frenética hizo que Heather se girara para ver a Bea corriendo hacia ella.
—Douglas está en cama por la fiebre—dijo Bea con lágrimas en los ojos y miedo
en la voz.
Heather no dudó; se apresuró a acompañar a la desesperada mujer.

~~~
Rhys estaba de pie mientras los dos hombres asesinados eran envueltos en
telas, sus tumbas listas y esperando para recibirlos. Sus familias estaban
formadas por los guerreros fantasma, ambos habían llegado juntos y se habían
entrenado juntos hacía ya tres años. Se habían encontrado en el camino con la
esperanza de unirse y convertirse en uno de los infames guerreros fantasma.
Eran buenos guerreros, llenos de potencial para ser los mejores y Rhys odiaba
perderlos, sobre todo de esta manera. Ninguno de los dos merecía morir, y
menos de la forma en que lo habían hecho. Sus muertes serían vengadas, y todas
las siguientes, pues su enemigo aún no había acabado con él.
El pueblo acudiría al entierro y rendiría homenaje a estas dos almas valientes.
Rhys iría a recoger a su esposa y estarían uno al lado del otro mientras los dos
eran enterrados.
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Tenía mucho que decirle a Heather, aunque se preguntaba de qué serviría. Ella
hacía lo que le daba la gana en todo momento y no le daba importancia. Su padre
le había advertido que Heather no seguía el camino de los demás. Se había
forjado el suyo propio por necesidad, al haber recaído sobre ella una
responsabilidad tan pesada desde que era joven. En otras palabras, Donald
Macinnes le había advertido de que sería difícil que Heather cambiara su forma
de ser después de tanto tiempo.
Después de pasar sólo un día con su novia, Rhys estaba descubriendo cuánta
razón tenía su padre. Pero por difícil que fuera, su esposa tenía que aprender a
seguir sus dictados, le gustaran o no, estuviera de acuerdo con ellos o no. Era
por su propio bien y por la cordura de él.
—Tocad la campana cuando sea hora de que todos se reúnan para la
ceremonia—ordenó Rhys y dejó que los hombres terminaran su solemne tarea.
Se dirigió a paso ligero hacia la torre del homenaje, deseoso de terminar la
conversación con Heather y dejar atrás el entierro.
Pitt lo detuvo antes de llegar al torreón—Innis te espera en tu solar.
—¿Junto con mi esposa?
—Lady Heather no está en tu solar. La vi salir corriendo con la mujer de Douglas
y temo que su herida haya empeorado.
Rhys se frotó la barbilla. No podía culparla por ayudar a uno de sus guerreros,
pero que pensara que estaba a salvo en su solar cuando no era así, lo irritaba.
Siempre estaba en un lugar distinto al que él le había ordenado.
—No es fácil vigilarla, se mueve mucho—dijo Pitt—Y con centinelas
adicionales apostados, me temo que habrá momentos en los que se vuelva como
los guerreros fantasmas... invisible.
—Eso no es lo que quiero oír.
—Lo sé, pero hasta que lleguen más guerreros poco se puede hacer al respecto,
que es más de lo que no quieres oír—. Pitt dudó un momento antes de
continuar. —Podríamos llegar a Macinnes...

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—No, no voy a arrastrarlos a este infierno y verlos sufrir por ello. Veré que mi
esposa se mantenga a salvo, aunque tenga que mantenerla a mi lado hasta que
esto termine.
—He llegado a conocer bien a Lady Heather desde que pasé mucho tiempo
observándola después de dirigir a la tropa que la secuestró, y créeme cuando
digo que esa será una tarea imposible.
—Yo mismo empiezo a darme cuenta de eso—dijo Rhys y subió las escaleras,
sacudiendo la cabeza.
Rhys entró en el Gran Comedor y encontró a Innis sentado en el suelo frente a
la chimenea con una jarra de cerveza en la mano.
Nessa corrió hacia Rhys e inclinó la cabeza—Lo siento, mi señor, pero se negó
a quedarse esperándoos en vuestro solar y me temo que está muy pasado de
copas, pues refunfuña y habla a las llamas como si unos fueran amigos y otros
enemigos—. Nessa arrugó la nariz—También tiene un orden asqueroso y se
enfadó conmigo cuando le pregunté si podía lavarle la ropa.
—Está bien, Nessa, me ocuparé de él, pero evita que los sirvientes y cualquier
otra persona entren en el Gran Salón hasta que yo haya terminado.
—Sí, mi señor—dijo ella y se apresuró a marcharse, preguntándose por qué el
Dragón hablaría a solas con un borracho.
Mientras Rhys llenaba una copa de vino, echó una mirada al hombre en el suelo.
Muchos se apartarían por el hedor y su aspecto mugriento. Sus insensatas
palabras también mantendrían a la gente a raya. Era un disfraz perfecto para
escabullirse del enemigo o, en algunos casos, estar justo en medio de él. Un
juego peligroso, pero que a Innis siempre le apetecía jugar.
Rhys se unió a Innis en el suelo—Tengo una misión para ti.
Innis asintió—Eso pensé, después de ver lo que le hicieron al único guerrero.
—¿Cómo lo sabías? —preguntó Rhys preocupado de que de alguna manera ya
se hubiera conocido la noticia.
—Fue fácil. Sabía que los dos cuerpos serían llevados al granero, así que llegué
antes que ellos y me escondí. Eché un vistazo y luego salí del granero dando
tumbos como si acabara de despertar de un sopor de borracho y, con mi hedor

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a maduro, el guardia me hizo señas para que me fuera y me ordenó que no


entrara en el granero.
—¿Y qué tienes que decir de lo que viste?
—Es un mensaje claro. Te cortaré el cuello y nunca me verás llegar—. Innis bebió un
fuerte trago de su jarra.
—Entonces sabes lo que hay que hacer.
—Voy al este y al norte y reúno a las tropas que aguardan pacientemente ese
momento. A algunos los envío a tu tierra para proteger a los de allí y a los otros
los envío aquí, aunque no donde puedan ser vistos tan fácilmente.
Rhys se puso de pie—El tiempo es esencial, Innis. No te demores—. Rhys se
dio la vuelta y luego regresó. —Y mantente a salvo, Innis. Este enemigo al que
nos enfrentamos no se deja engañar tan fácilmente.
—Y yo no soy un tonto cuando se trata de tal maldad. Enviaré a nuestros
guerreros y derrotaremos a este mal antes de que pueda extenderse.
Sonó la campana, avisando a la aldea que era hora de reunirse para la ceremonia
de entierro. Rhys se volvió para preguntar si Innis deseaba asistir antes de
marcharse, sabiendo lo unidos que estaban sus guerreros, pero el hombre ya se
había ido.
Rhys fue a recoger a su esposa a la cabaña de Douglas y no se alegró al ver su
aspecto desaliñado y su rostro enrojecido.
—Me necesitan aquí. No puedo irme— dijo Heather preocupada por Douglas.
Por más que lo intentaba, no conseguía que se le pasara la fiebre. Y si no lo
conseguía pronto, lo perdería y Bea daría a luz a un niño huérfano de padre. Se
negaba a que eso ocurriera, sabiendo lo difícil que había sido para sus hermanas
crecer sin su madre.
—Eres mi esposa y se espera que estés a mi lado y muestres respeto en una
ocasión tan solemne—argumentó Rhys, pensando que estaba intentando hacer
lo imposible: salvar a un guerrero que no podía salvarse.
—Esos valientes guerreros ya están muertos—dijo Heather con lágrimas en los
ojos. —Douglass no. Dame la oportunidad de salvarlo.

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¿Cómo podía negarle la posibilidad de salvar a uno de sus guerreros cuando ya


habían perdido a demasiados? Rhys asintió de mala gana y tomó la mano de su
esposa para acercarla a él. —Haz lo que puedas, pero debes saber que no podrás
salvarlos a todos.
Heather apretó su mejilla contra la de él y le susurró al oído: —Si me sintiera
tan impotente, entonces no podría salvar a ninguno de ellos, y desde luego no
podría salvar al Dragón de sí mismo.

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Capítulo Nueve
Los aldeanos expresaron sus sentimientos hacia Lady Heather mientras
pasaban junto al Dragón después de la ceremonia del entierro.
—Es muy bonito lo que hace Lady Heather, prestar su ayuda a los vivos
mientras se entierra a los muertos.
—Lady Heather es una mujer desinteresada.
—Dios la bendiga, Lady Heather.
—Ella cura a los enfermos y consuela a los moribundos.
—Lady Heather tiene un toque sanador.
Un día y su esposa había ganado los corazones de los aldeanos, ¿alguna vez él
ganaría el suyo?
Rhys se quedó mirando las tumbas frescas mucho después de que la ceremonia
hubiera terminado y los aldeanos se hubieran dispersado. Tenía muchas cosas
en la cabeza, sobre todo por qué su esposa había pensado que necesitaba salvar
al Dragón de sí mismo.
No estaba seguro de a qué se refería y eso le preocupaba aún más. Albergaba
secretos que no quería que nadie descubriera jamás, ya que el conocimiento
podría costarles la vida. Y no quería perder a su mujer cuando acababa de
encontrarla.
Reconoció las pisadas que se acercaban. Eran ligeras y lentas, como si no
estuviera seguro de si acercarse a él o no. Se volvió y tendió la mano a su mujer.
Heather se apresuró a cogerla. —Douglas está bien, le ha bajado la fiebre. He
venido a presentar mis respetos a los guerreros caídos y a darte las gracias por
permitirme quedarme y atender a Douglas. Me complace tener un marido tan
considerado.
¿Considerado? estaba lejos de ser considerado y ¿cómo podría estar contenta de
tenerlo como esposo? No era lo que ella creía que era y, sin embargo, sintió una

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chispa en el corazón, una pequeña brizna de algo que había creído que nunca
volvería a sentir. ¿Había penetrado realmente su mujer en su gélido corazón?
Heather le cogió la mano y se acercó, apoyando su cuerpo cansado contra el
suyo, rodeándole la cintura con el brazo y apoyando la cabeza en su pecho.
Sonrió cuando sintió que sus brazos la rodeaban y la sujetaban con fuerza. Y no
pudo evitar pensar que, abrazada así a él, se sentía como si por fin hubiera
vuelto a casa. Una sensación extraña al ser abrazada por el Dragón, pero que no
podía ignorar.
—Me alegro de que a Douglas le vaya bien. Es un buen guerrero.
—Y será un buen padre—dijo Heather, pensando en lo cómodo que era el pecho
de su marido como almohada. Sonrió para sus adentros. En sólo un día, el pecho
del Dragón le había gustado más de lo que jamás hubiera imaginado.
Rhys apreciaba este momento con su esposa. El confort de su abrazo los había
unido más profundamente de lo que jamás podría hacerlo el acoplamiento. Se
aferraban el uno al otro como si ninguno de los dos quisiera soltarse, como si
acabaran de encontrarse y nunca jamás fueran a separarse.
—Mi señor.
Rhys y Heather se giraron de mala gana, ambos deseando que el momento fuera
sólo suyo para saborearlo.
—Siento molestarle, milord—dijo Pitt—pero hay noticias de Greer McLaud.
Rhys asintió y miró a su esposa, mientras se disponía a alejarse de ella.
Heather le agarró del brazo y se acercó a él, dejando clara su intención de
permanecer a su lado. —No pretenderás ordenarme que me aleje cuando esta
noticia concierne a mi familia.
—Teniendo en cuenta lo que tu curiosidad te llevó a hacer en relación con los
guerreros caídos, sólo puedo suponer lo que te llevaría a hacer en lo que
concierne a tu familia. Por lo tanto, te permitiré escuchar las noticias, pero
tendré tu palabra de que no dejarás que tu naturaleza curiosa interfiera—dijo
Rhys.
—Puedo ser curiosa, pero no tonta—dijo Heather.

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—La curiosidad y la insensatez suelen ir de la mano—. Se volvió hacia Pitt,


dejando que su mujer saboreara sus palabras y les prestara atención. —¿Qué
hay de Greer McLaud?
—Greer ha recibido la noticia de la muerte de su esposa y se dirige a la tierra
Macinnes con una tropa considerable.
—Su tierra está muy lejos para enterarse de la noticia tan rápido. Algo no va
bien—dijo Heather.
—¿Y Hew McDolan? — preguntó Rhys.
—No pasará mucho tiempo antes de que él y sus guerreros lleguen al torreón
de Macinnes—dijo Pitt. —Y Rab McLaud cabalga con él.
—Viene por su esposa Saundra—dijo Heather arrugando el ceño con
preocupación.
—Y tu familia no tendrá más remedio que devolverla a su marido—se apresuró
a aconsejar Pitt.
Heather apretó el brazo de su marido—Debemos hacer algo. Rab quiere ver
muerta a su mujer. Algo que dudo que Hew McDolan sepa. ¿Quizá haya otro
lugar donde Saundra pueda esconderse?
—Si McLaud tiene los ojos puestos en el torreón, no importará—dijo Rhys—
McDolan no es tonto. Probablemente envió a alguien por delante para ver qué
podía averiguar.
—Eso es bueno— Dijo Heather. —Entonces se enterará de nuestra unión y
sabrá que se enfrentará a algo más que al Clan Macinnes.
—Nuestra unión no tiene nada que ver con este asunto—dijo Rhys—No se
puede alejar a una esposa de su marido. Saundra no tendrá más remedio que
volver con su marido.
—¿Cómo vamos a entregarla sin más a un hombre que pretende matarla? —
argumento Heather su creciente preocupación y no sólo por Saundra—
Patience nunca aceptará devolver a Saundra a su marido.
—Esa negativa unida al hecho de que la mujer de Greer aparezca muerta en
tierras de los Macinnes seguramente iniciará una guerra—dijo Pitt.
—Envía a dos rastreadores a ver qué pueden averiguar—ordenó Rhys.
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Pitt parecía dispuesto a hablar, pero vaciló.


—Tendré unos momentos a solas con Pitt—dijo Rhys a su esposa—Y no te
molestes en discutir. He sido más que generoso al acceder a tus numerosas
peticiones.
No pudo discutir cuando tenía razón. Inclinó la cabeza y se alejó lo suficiente
como para no oír su conversación, aunque desearía poder hacerlo. Sin duda, Pitt
hablaba con Rhys sobre su enemigo actual, un enemigo misterioso con
demasiadas similitudes con los guerreros fantasma. Eso le causaba más que
curiosidad.
Rhys se acercó a ella cuando Pitt se marchó a cumplir sus órdenes.
Su expresión era severa y Heather podía ver que sus pensamientos eran
pesados, y con razón.
Heather se agarró a su brazo, una acción instintiva en la que no pensó, pero
Rhys sí lo hizo. El miedo que le tenía estaba disminuyendo rápidamente y él se
preguntaba por qué. ¿Estaba simplemente aceptando su destino y obligándose
a tolerarlo o se sentía realmente a gusto con él?
—Sueles llevar ropa de campesina—preguntó Rhys mientras caminaban hacia
el pueblo.
Heather no se ofendió por su comentario y le dedicó una sonrisa. —Atender a
los enfermos, ocuparse de la administración de una fortaleza y cuidar de un
huerto se hace mejor con ropa de campesina.
—En mi casa hay dos curanderos y los criados cuidan los jardines, la ropa de
campesino no será necesaria para el funcionamiento del torreón. Me encargaré
de que tengas ropa fina que ponerte.
Heather rió suavemente. —La ropa fina no me impedirá estar en el jardín o
echar una mano a los curanderos. Además, esta ropa me sienta mejor que
cualquier otra.
—A mí no me sientan bien y parece que necesitas que te recuerden
constantemente que mi palabra es ley.
Heather dejó de caminar, obligando a Rhys a hacer lo mismo.

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—Ya estaba bastante asustada cuando me secuestraron y no te puedes imaginar


cómo aumentó mi miedo cuando descubrí que el infame Dragón Oscuro había
ordenado mi secuestro. Mi miedo se disparó más allá de lo razonable cuando mi
padre me dijo que me había dado en matrimonio a ti. Y cuando te conocí por
primera vez y tuve que despedirme de él, pensé que me fallarían las piernas.
—Lo recuerdo bien, ya que casi te saqué de tu torreón.
—En apenas dos días, y para mi total sorpresa, descubro que el miedo ha sido
sustituido, en cierto modo, por la curiosidad. El Dragón puede escupir fuego en
ocasiones, pero su naturaleza no es malvada como la mayoría cree.
Rhys acercó su rostro al de ella. —¿No sabes que el mal se oculta hasta que está
listo para atacar?
Heather apoyó la mano en el pecho de él. —No creo que el mal resida en ti.
Rhys puso su mano sobre la de ella. —Créeme, esposa, cuando te digo que el
mal está ahí y te advierto que tengas cuidado de que un día no te ataque.
Heather sonrió y tiró de él mientras reanudaba la marcha. —El mal no puede
tocar a un alma fiel, así que no me preocupa.
Esta vez Rhys se detuvo, aunque bruscamente y tiró de ella contra sí—El mal
puede tomar el alma más fiel y desgarrarla antes de destruirla por completo.
Ninguna fe puede sobrevivir contra el mal puro.
Heather sintió un tirón en el corazón. No sabía cuándo ni cómo había sucedido,
pero era evidente que Rhys había sufrido a manos de alguien vil. Deseó poder
aliviar de algún modo su dolor, sus recuerdos que sin duda le atormentaban. Así
que hizo lo que el instinto le pedía: lo besó.
Su beso fue como lanzar una cuerda a un hombre que se ahoga. Sólo que no era
del mar de donde ella lo rescataba, sino de la horrenda oscuridad que lo
consumía para siempre. Y no pudo evitar aferrarse con fuerza y no soltarla.
Sus labios eran fuertes, exigentes y llenos de pasión, pero entonces Heather
tenía una pasión como ninguna otra. Tenía pasión por todo y era contagiosa, te
atraía, te hacía querer sonreír, aunque no tuvieras motivos para ello y te hacía
creer que podía salvarte del mismísimo diablo.

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Rhys sintió el apretón en el corazón, la patada en las tripas, y levantó la mano,


le agarró el pelo de la nuca y le tiró de la cabeza hacia atrás, rompiendo el beso
a regañadientes—¿Estás preparada para hundirte en la oscuridad conmigo?
Se estremeció por el dolor de su agarre y volvió a apoyar la mano en el pecho de
él. —¿Estás preparado para que te saque de la oscuridad?
—No tienes fuerzas—dijo deseando otra cosa.
—Tal vez, pero puedo intentarlo.
—¿Y si fracasas?
—Entonces el Dragón ya no estará solo en la oscuridad.
Rhys acercó su boca a la de ella y la besó con una ferocidad que la hizo sentir
un escalofrío de miedo. Podía saborear su hambre feroz y le preocupaba que
nunca pudiera saciarla.
Separó su boca de la de ella. —Tiemblas en mis brazos por un simple beso. ¿Qué
harás cuando me instale dentro de ti y te cabalgue sin fin?
La idea la asustó y la excitó al mismo tiempo, y se preguntó si ya se estaba
deslizando hacia la oscuridad con él. —No lo sé, porque nunca me he acostado
con un hombre.
—Y nadie más que yo te tocará jamás—dijo y suavizó el agarre de su nuca
mientras volvía a besarla, con su hambre atemperada. Volvió a terminar el beso
bruscamente y giró la cabeza—Será mejor que reces para que esta interrupción
sea importante.
Heather miró a Pitt, que estaba allí de pie. No le había oído acercarse, pero había
estado demasiado ocupada con su beso para oír nada—Tu tío te espera en el
Gran Salón.
—Iré enseguida—dijo Rhys y se volvió hacia su esposa.
Ella se zafó de sus brazos—Debemos darnos prisa. No queremos hacer esperar
a tu tío y estoy ansiosa por saber noticias de mi familia—. Un fuerte tirón de su
brazo la detuvo bruscamente.
—No ha venido a verte.

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—Pero seguramente esperará verme, aunque sólo sea para compartir noticias
de mi familia. No me privarías de eso, ¿verdad?
—¿Qué posibles noticias podría haber contigo fuera apenas dos días?
—Está la enfermedad de mi padre y el embarazo de Emma, y con la impaciencia
de Patience no se sabe en qué se ha metido. Y está la cosecha de verano que hay
que preparar para el invierno y...
—¡Basta! — dijo Rhys levantando la mano—Te concederé unos momentos con
él y luego nos dejarás.
Empezó a caminar y ella se apresuró a seguirle el paso.

~~~
Rhys vio la expresión de alivio en el rostro de su tío Ewan cuando vio a
Heather. Esta era más que una visita para hablar con su sobrino. Era para ver
cómo le iba a Heather.
—Me alegro de verte bien, Heather—dijo Ewan, que se había puesto de pie
cuando la pareja se acercó a la mesa.
—Estoy bastante bien, gracias, y adaptándome bien a mi matrimonio—dijo
Heather con una sonrisa. Era consciente de que Ewan informaría a sus
hermanas de todo lo que viera y no quería que se preocuparan por ella. Había
demasiadas otras cosas importantes de las que preocuparse.
—Tus hermanas te mandan recuerdos y esperan visitarte pronto—dijo Ewan
mirando a su sobrino.
Pero fue Heather quien contestó—Por favor, diles que espero su visita y que les
enviaré una invitación en cuanto me instale aquí.
Rhys admiraba la inteligencia y el amor de su esposa por su familia. Dejó claro
que sus hermanas no debían visitarla hasta que ella avisara, y no lo hizo para
obedecer sus órdenes, sino para proteger a su familia. Sin duda temía que
pudieran ser atacadas como lo había sido ella en su viaje hasta aquí.
—Estoy seguro de que se alegrarán de oírlo—dijo Ewan, la noticia pareció
alegrarle a él también.

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—Por favor, siéntate y cuéntame cómo le va a mi padre y cómo se siente mi


hermana Emma—. Heather convocó a Nessa con un gesto de la mano y ordenó
que trajeran más comida y bebida. —Y cómo está Patience.
Eso provocó una carcajada de Ewan—Se prepara para rescatarte si es necesario.
Heather sonrió. —Ella lo haría, pero también yo haría lo mismo por ella. Por
favor, deja claro que no necesito que me rescaten y que estoy a salvo con mi
marido.
—Ese será un mensaje que entregaré con mucho gusto—dijo Ewan.
La conversación fluyó tan fácil y constante como el vino y después de que
Heather supiera lo que deseaba sobre su familia, se puso de pie. —Ahora les
dejo, caballeros, para que puedan discutir los asuntos de los hombres. También
me complace que mi marido pueda entregarles en persona un mensaje
importante para mi familia en lugar de enviar a un mensajero. Cuídense, y estoy
segura de que volveremos a vernos pronto.
—Dicen que Emma es la más inteligente de las tres hermanas Macinnes, pero
yo creo que es Heather—dijo Ewan mientras la veía salir de la habitación.
—¿Eso es porque te estás dando cuenta de que te ha sacado más información de
la que pretendías compartir? —dijo Rhys esbozando una sonrisa, aunque no
llegó a sus labios.
—Y que se aseguró de que yo supiera que ella estaba al tanto de esta importante
noticia—Ewan se volvió hacia su sobrino. —¿Significa esto que confías en ella
lo suficiente como para decirle quién atacó a tu tropa de camino hacia aquí?
—Recibiste mi mensaje.
—Lo hice y no lo compartí con nadie como me ordenaste. ¿Se lo dijiste?
Rhys negó con la cabeza—Ya tiene bastante en qué pensar. No la agobiaré más.
—Heather es una mujer fuerte y no rehuiría las cargas.
—En eso tienes razón, pero ahora soy su marido y llevaré las cargas—dijo Rhys.
—Dudo que te deje llevarlas solo, no importa lo que le mandes.
—Basta de hablar de mi esposa, ¿sabías que Rab y McDolan no están lejos de la
torre de los Macinnes?
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Ewan negó con la cabeza—No lo sabía. Macinnes no estará contento con esta
noticia y no veo a Patience accediendo a entregar a Saundra a su marido. Yo
mismo no querría hacerlo. Rab quiere verla muerta.
—Eso he sabido. Creo que poco les importa a McDolan y McLaud excepto su
insaciable hambre de poder. Greer no tolerará que el matrimonio de su hermano
con Patience y el mío con Heather alineen a Hunter más estrechamente con el
Dragón Oscuro que con el propio Greer. Y sin duda Hew McDolan también se
sentirá decepcionado, por Greer y sus planes serían en vano.
—Eso podría resultar peligroso, pues no veo a ninguno de los dos aceptando la
derrota fácilmente. Greer planeó la muerte inmediata de Hunter después de
casarse con Patience y pretendía culpar de ello al Clan Macinnes. Cuando eso
no funcionó, el cadáver de su esposa fue encontrado en tierras de los Macinnes.
Y sin duda tiene la intención de pedirme a mí, el tío del Dragón Oscuro, su ayuda
para vengarse de los Macinnes por supuestamente haber matado a su esposa.
Cuando se entere de que eso ya no es posible, no sé qué hará, pero algo hará.
—Espero que lo haga. Me dará una buena razón para quitarle la vida y acabar
con él.

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Capítulo Diez
Heather decidió ver si podía encontrar a Belle. Había nacido aquí y sin
embargo estaba casada con uno de los guerreros fantasma. Heather tenía
curiosidad por saber cuándo y cómo había sucedido aquello. También se
preguntaba si Belle conocía el paradero de los miembros más antiguos del clan
que habían desaparecido misteriosamente.
Encontró a Belle en su jardín, arrancando malas hierbas y le impidió ponerse de
pie—No, por favor, quédate cómo estás, no quiero molestarte. Sé cómo crecen
las malas hierbas después de una tormenta, brotando por todas partes.
Belle se sentó sobre sus piernas, sonriendo. —Te pareces mucho a tu madre por
lo que mi madre me contó de Lady Enis. Mi madre sintió como si hubiera
perdido a una amiga cuando tu madre murió. Desearía que mi madre estuviera
todavía por aquí para que pudieras hablar con ella. Hace ya tres años que
falleció.
—Siento oír eso.
—Mi madre me dijo justo antes de morir que había tenido suerte. Tuvo un buen
marido, una buena hija, un buen clan y una buena vida. No se quejaba de nada,
aunque podría haberse quejado, pero nunca lo hizo. Todavía la echo de menos.
—Echo de menos no haber conocido a tu madre—dijo Heather y no queriendo
entretenerse en charlas que sólo traían dolor, hizo una de las preguntas que la
tenían curiosa—Aquí se han producido muchos cambios y hay muchas caras
nuevas. ¿Dónde se han ido los ancianos del Clan McComb?
—Imagino que la mayoría han muerto, porque había pocos que yo conociera
cuando regresé aquí. Mi padre vio cómo el clan estaba decayendo hace muchos
años y sabiamente nos trasladó lejos. Conocí a Henry cuando pasó por nuestro
pueblo—. Se rió. —Él siguió volviendo después de eso y nos casamos. Por
desgracia, debo ser como mi madre, luchando por concebir un hijo, aunque
mantengo la esperanza de que aún pueda tener uno como mi madre me tuvo a
mí, cuando era mayor.
—Un bebé llega a su debido tiempo—animó Heather.
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—Eso es lo que me dijo mi madre.


—¿Cuánto tiempo lleváis casados Henry y tú?
—Diez años ya—dijo Belle con una sonrisa.
—Tengo curiosidad, Belle—dijo Heather, bajando la voz. —¿Era Henry un
guerrero fantasma cuando te casaste con él?
—Henry es un guerrero, ni más ni menos, y oirás lo mismo de las demás esposas.
Heather comprendió sin que realmente se lo dijeran que los guerreros
fantasmas nunca serían reconocidos por sus esposas como tales, y tenía la fuerte
sospecha de que era una regla de los Dragones que lo hacía así.
—¿Cómo está la herida de Henry? — preguntó Heather. Belle sonrió
ampliamente y Heather sintió que se sentía aliviada por el cambio de tema.
—Le cambié el vendaje esta mañana, con muchas protestas de Henry, pero creo
que se sintió aliviado al ver lo bien que había quedado. Bebe el brebaje que me
enseñó a preparar y, aunque no lo admite, le ha cogido gusto. Aunque, puede
ser que el dolor disminuya un poco después.
—Me alegra saber que se encuentra bien. ¿Tú y Henry permanecerán aquí
cuando el Dragón se vaya?
—No estoy segura, pero en cualquier caso no me importa mientras Henry y yo
estemos juntos. Tengo buenos recuerdos de este lugar y no me importaría
quedarme aquí, pero la casa del Dragón es hermosa, el pueblo encantador, y me
encanta estar allí. Aunque cualquiera de los dos lugares es un hogar para Henry
y para mí.
Heather y Belle hablaron unos minutos más y luego Heather se marchó. Se
detuvo a ver cómo estaba Douglas y se alegró de ver que su herida tenía buen
aspecto y que no le había vuelto la fiebre.
Siguió caminando por el pueblo, sin saber qué hacer consigo misma. Éste no
sería su hogar permanente, así que no estaba segura de cuáles serían sus deberes
aquí, y desde luego no estaba acostumbrada a estar ociosa. Deseaba pasear por
el bosque. Lo había hecho a menudo en casa, a veces para recoger plantas o
flores silvestres y otras simplemente para disfrutar del tiempo de soledad que
le proporcionaba.

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Su mirada se fijó en un joven que estaba puliendo el casco de Rhys y se acercó a


él.
Él se levantó rápidamente, agarró el casco con una mano y le hizo una
respetuosa inclinación de cabeza.
—Por favor, siéntate y continúa con tu tarea—dijo Heather. —¿Estás
encargado de mantener el casco del Dragón en condiciones para él?
—Sí, mi señora. Lo lustro todos los días—dijo el muchacho con orgullo.
—Y haces un buen trabajo—alabó Heather.
El muchacho sonrió—Gracias, mi señora.
—¡Roy!
El chico se levantó de un salto. —Disculpe, mi señora, me llama mi padre.
—Pues date prisa, no querrás hacerle esperar.
El muchacho volvió a mover la cabeza y salió corriendo después de dejar el casco
en el banco donde había estado sentado.
Heather se fijó en el casco y en los extraños símbolos grabados en el metal. Se
agachó y cogió el casco. Sujetándolo con una mano, trazó los símbolos
desconocidos con el dedo.
—Tenga cuidado, mi señora, esos símbolos son malignos.
Heather se volvió y se quedó mirando un momento al anciano, encorvado por la
edad y apoyado en un desgastado bastón. Le resultaba familiar y ella sonrió,
reconociéndolo. —Seamus, ¿verdad? Te curé una herida en el brazo hace unos
años, cuando estuve aquí con mi padre.
—Sí, lo hiciste, Lady Heather, y te estoy agradecido por ello. Así que te devuelvo
el favor cuando te digo que esos símbolos son malignos y es mejor dejarlos en
paz—. Avanzó cojeando, apoyándose fuertemente en su bastón, extendió la
mano y le quitó el yelmo de las manos, luego lo colocó en el banco.
—¿Por qué dices que son malignos?
Se quedó mirándola como si no estuviera muy seguro de si debía hablar o no.
Heather le puso la mano en el brazo—Soy una amiga, Seamus.

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Mantuvo la voz baja. —El mal protege al mal. Esos son símbolos de brujas y
protegen al Dragón. El pueblo tiene mejor aspecto que en mucho tiempo. Las
cabañas están siendo reparadas y los campos reabastecidos junto con la gente
del pueblo—. Su voz se redujo a un susurro. —Pero los ancianos están
desapareciendo y nadie dice una palabra—miró a su alrededor para ver si había
alguien cerca y luego dijo: —Una noche no podía dormir. Oí un ruido extraño y
me asomé al exterior. Vi cómo metían a Harold y a su esposa Bethany en un
carro y se los llevaban, para no volver a verlos—. Seamus sacudió la cabeza. —
Se dice que el Dragón se deshace de los que ya no le son útiles, como hizo con
Glynnis.
Antes de que Heather pudiera preguntar por Glynnis, la hija de Seamus lo
llamó.
—Mi Alaina me vigila. No lo admite, pero teme que me lleven una noche para
no volver a verme. Soy viejo y casi lisiado y no le sirvo al Dragón. Tenga cuidado,
mi señora, no se vuelva inútil para el Dragón o usted también desaparecerá.
Lo vio alejarse arrastrando los pies, apoyándose pesadamente en su bastón. No
creía que su marido fuera malvado, aunque su lado más sensato le advertía de
que dos días no eran suficientes para conocer de verdad a alguien. Entonces,
¿por qué estaba tan convencida de que su marido no era malvado? Sin embargo,
su marido parecía ser un hombre envuelto en misterios y ella sentía curiosidad
por resolverlos para su propia tranquilidad.
Roy regresó y ella lo dejó para que terminara su tarea.
Heather se dirigió a la torre del homenaje con la idea de preguntar a Nessa si
sabía algo de Glynnis y de lo que le había ocurrido. Su marido se estaba
despidiendo de su tío cuando ella se acercó y saludó a Ewan con la mano al pasar
junto a ella.
Su marido bajó los escalones para reunirse con ella y le tendió la mano—Es hora
de que hablemos—. Una mirada a sus suaves labios rosados y no pensó en
hablar.
Deseosa de hablar con él, Heather se apresuró a cogerle la mano, aunque una
vez que él se la estrechó, un suave cosquilleo la recorrió. Y por un instante algo
le advirtió que no la soltara nunca.

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Rhys acomodó a Heather en una silla de su solar y, antes de que pudiera


pronunciar palabra, Heather habló.
—Tengo curiosidad por algo—dijo.
—¿Sólo una cosa? —preguntó él.
¿Vio una leve sonrisa? Su propia sonrisa se iluminó al pensar que había
esperanza en conseguir que el Dragón sonriera. —Sólo una cosa por ahora.
—Di lo que quieras, porque tengo mucho que decirte.
Heather no dejó que su tono castigador la molestara. Siguió adelante, aunque
su corazón latía un poco más fuerte cuando preguntó: —¿Dónde se han ido
todos los McComb? Reconozco tan pocas caras.
—¿Quién te ha estado susurrando al oído?
Su cortante respuesta hizo que su corazón latiera aún más fuerte—¿Qué quieres
decir?
Se acercó un paso más a ella. —¿No dijiste que deseabas que siempre fuéramos
sinceros el uno con el otro?
Ella asintió.
—Entonces di lo que quieras y acaba con esto.
Sonaba como si fuera una orden, así que esta vez decidió obedecerle. —¿Por qué
están desapareciendo los McComb mayores?
Se acercó un paso más y se inclinó sobre ella, apoyando las manos en los brazos
de su silla. —Eso no es asunto tuyo.
¿Era su curiosidad o su insensatez lo que la tenía persiguiéndola? —Es asunto
de todos cuando los miembros de un clan desaparecen sin explicación.
—¿Cuántas veces debo decirte que yo mando aquí? Mi palabra es ley. No
necesito dar explicaciones a nadie. Tu deber como mi esposa es obedecer, sin
cuestionar. Y eso es lo que espero que hagas.
Se inclinó hacia delante en su asiento, con el corazón desbocado mientras
acercaba su rostro al de él. No podía apartar la mirada de sus ojos oscuros, que
parecían invitarla a entrar. Pero la pregunta era: ¿qué encontraría allí? Y una vez
allí, ¿se perdería para siempre?
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Habló en voz baja, casi como un susurro: —¿Es eso lo que realmente quieres,
una esposa mansa que nunca cuestiona? ¿Una esposa sin pensamientos propios?
El aliento de ella era suave y dulce al recorrer los labios de él como un beso
tenue, y el pensamiento llegó rápido y furioso. Bésala. Por difícil que fuera,
ignoró el impulsoa—Quiero una esposa obediente que no me haga enfadar a
cada momento.
Le pareció entonces como un gran peso que sin duda tenía que estar
agobiándole, y apoyó la mano en su mejilla mientras le decía: —¿Qué es lo que
temes?
Él retrocedió rápidamente como si le hubieran golpeado—No temo nada.
Ella se levantó. —No te creo. Me recordaste lo de decir la verdad, ahora te pido
lo mismo a ti.
Rhys la agarró por los hombros—El miedo me fue arrebatado hace mucho
tiempo, al igual que la fe. El poder es lo que importa. Éste controla, gobierna.
Es obedecido.
—El amor importa más—dijo Heather y se sorprendió al oírle reír, aunque no
era una risa humorística.
—Eres tonta si crees eso. La gente no sigue y obedece a poderosos Reyes y
Gobernantes o guerreros por amor, los siguen por miedo, se someten por miedo.
—¿Así que prefieres que te tema a que te amé?
—¿Amar? —dijo con una carcajada que retumbó en lo más profundo de su
pecho—¿De verdad crees que podrías amarme?
—¿Por qué no?
—Pronto lo descubrirás—dijo y la soltó, dándose la vuelta.
—¿Por qué contigo todo es un misterio? ¿Qué ocultas? ¿Qué temes?
Rhys se dio la vuelta. —Oculto lo necesario y ¿no he dejado claro que no temo
nada? Basta de tonterías—ordenó con un gesto de la mano. —Hay otros asuntos
más importantes que discutir.
—No puede haber asunto más importante que el de la posibilidad de que un día
tu mujer se enamore de ti.
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Rhys se acercó más a ella—Preferiría tu obediencia al amor.


—No puedo prometerte ninguna de las dos cosas, pero creo que una me
resultaría mucho más fácil que la otra dártela.
Su voz era suave, sus palabras sinceras y sus labios atrayentes.
Bésala.
Esta vez no ignoró la insistencia. Su brazo se apresuró a rodearle la cintura para
acercarla y sus labios se posaron ansiosamente sobre los suyos.
Heather se dejó engullir no sólo por sus poderosos brazos, sino también por su
beso. Había estado esperando a que la besara, deseaba que la besara y no perdió
el tiempo preguntándose por qué disfrutaba de sus besos. Simplemente se dejó
hacer, porque en su beso había un misterio que pretendía resolver.
Mandaba bien con las palabras, pero más aún con los labios y a ella no le costaba
obedecer lo que él le exigía, porque también se lo exigía a él. Y cuanto más
profundizaba el beso, más se acercaba a descubrir el misterio.
Cuando separó su boca de la de ella, sintió como si se llevara su aliento y jadeó
momentáneamente en busca de aire.
Rhys la bajó a la silla y le sirvió un poco de vino, entregándole la copa—Bebe.
No discutió. Le dio un sorbo mientras su respiración volvía lentamente y el
cosquilleo placentero que se había apoderado de ella empezaba a desvanecerse.
Le miró sin saber qué decir.
—Bebe—le ordenó de nuevo, aunque esta vez con una firmeza que advertía de
cualquier protesta.
No fue su exigencia lo que hizo que bebiera otro sorbo. Lo tomó porque la ayudó
a calmarse, ya que la calma era su único escudo para enfrentarse al fiero Dragón.
Rhys se paseaba frente a ella, amor. Había sido una tontería por su parte
mencionarlo y él se lo hizo saber. Se detuvo bruscamente y la señaló con el
dedo—No se hablará más de amor—y salió furioso de la habitación.
Heather dio un respingo cuando la puerta se cerró tras él. Bebió otro sorbo de
vino, preguntándose cómo se las arreglaría para estar casada con el Dragón. Se
sentó a disfrutar de la soledad y la tranquilidad, y del vino.

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Sintiéndose bastante tranquila después de terminar el vino, planeó ir en busca


de Nessa con la esperanza de averiguar algo sobre Glynnis y esperando que la
respuesta no la perturbara.
La puerta se abrió bruscamente y entró Rhys. Empujando la puerta tras de sí,
se acercó a ella con una mirada que por un momento asustó a Heather. No
estaba segura de si lo que veía allí era ira o pasión. Se alejó de él varios pasos,
pero aceleró el paso y extendió el brazo, rodeándola por la cintura, tirando de
ella hacia delante y golpeándola contra su duro pecho.
—¿Quieres ver a la bestia con la que te casaste de verdad? —dijo, aunque no le
dio oportunidad de responder. Su boca cayó sobre la de ella con tanta fuerza
que le robó el aliento.

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Capítulo Once
Heather no luchó contra el beso avasallador de Rhys ni respondió. Estaba
demasiado ocupada intentando respirar. No ayudaba la fuerza con que la
sujetaba contra él con un brazo ni la brusquedad con que la otra mano le
agarraba la nuca, obligándola a mantener la boca en la suya. Si su intención era
demostrar lo bestia que podía llegar a ser, no tenía por qué molestarse. Su
tamaño y su fuerza ya lo habían hecho. No era tan tonta como para pensar que
podría defenderse de él y esperaba no tener que hacerlo nunca. ¿Y ahora?
La levantó sin apartar la boca de la suya y la llevó hasta la puerta, apoyando la
espalda contra ella y apretando su cuerpo contra el de ella. Entonces lo sintió.
Era duro, grueso y grande. Y la imagen de lo que posiblemente pretendía hacerle
aquí y ahora la llenó de miedo.
Cuando se frotó con fuerza contra ella, su lengua penetró más profundamente
en su boca y le robó el último aliento que luchaba por mantener. Empujó sus
hombros, tratando al menos de apartarlo lo suficiente para poder respirar, pero
se encontró con un músculo sólido y no pudo moverlo.
Su siguiente acción fue instintiva. Desafió su lengua con otra más suave y le
acarició la cara con la mano, respondió más rápido de lo que ella esperaba y, al
aflojar el beso, pudo apartar la boca de la suya, apoyar la frente en la suya y
tomarle la cara suavemente entre las manos mientras se esforzaba por decir:
—Me has robado el aliento.
La miró fijamente y quedó atrapada en la profundidad de sus ojos oscuros.
Parecían hipnotizarla siempre. Había algo allí, algo en ellos...
—Ten cuidado, esposa, con la bestia desatada, porque no puede ser enjaezada
ni domada—dijo mientras la bajaba para que sus pies tocaran por fin el suelo.
Ella apoyó la mano en su brazo y, mientras su respiración se calmaba, dijo: —
Nunca sería tan cruel como para intentar enjaezar o domar a una bestia que vive
salvaje y libre. Pero si quisiera hacerse amigo mío, le daría la bienvenida de todo
corazón.
—Sería una tontería hacerse amigo de una bestia salvaje.
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—No tan tonto como pensar en domar una.


—Podría hacerte daño.
—O no—dijo en voz baja.
—No confíes en la bestia—advirtió Rhys.
—No lo haré, al menos hasta que confíe en mí—. Le dio un beso en la mejilla y
salió del solar con pasos rápidos, esta vez cerrando la puerta tras de sí.
Rhys se quedó mirando unos instantes la puerta cerrada y luego fue a servirse
una generosa copa de vino. Había querido hacerle ver la verdad de quién era y
darle una lección. No había salido según lo planeado, pero nada parecía salir
según lo planeado.
Heather era mucho más de lo que él había imaginado. Aunque sabiamente
temía, también sabiamente no dejaba que el miedo la detuviera. Era una mujer
más valiente de lo que creía, porque había calmado al Dragón con un toque
tierno.
Lo había enfurecido con sus palabras de amor. Una bestia no podía ser amada
ni podía dar amor. Ella debía comprenderlo y aceptarlo.
Se sentó en la silla cerca de la chimenea, estiró sus largas piernas y las llamas
retrocedieron como si le temieran. Había luchado por mantener el control de sí
mismo cuando la besó, pero su necesidad se había descontrolado de repente
cuando le cubrió la boca con un beso que era cualquier cosa menos suave.
Necesitaba ver las consecuencias de irritar al Dragón. Necesitaba saber lo que
sufriría y, sin embargo...
Se levantó y se sirvió más vino, aunque aún no había terminado el que tenía. Se
bebió un trago y sacudió la cabeza. Él había sido el que había sufrido, el sabor
de ella encendió una necesidad adormecida, pero había sido el recuerdo de su
suave tacto, el roce de sus labios en su mejilla, la mención de la amistad lo que
le había dejado, todavía ahora, duro y dolorido.
No había tenido a nadie a quien llamar amigo hasta que conoció a Pitt, y eso
había tardado en convertirse en amistad y ahora en la hermandad que
compartían. Pitt confió más rápido que él, pero entonces lo había rescatado de
un pozo donde lo habían dejado para que muriera lentamente. Cuando Rhys le
preguntó su nombre, había dicho Pitt, reclamando un nuevo nombre, porque el
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hombre que los culpables habían arrojado a la fosa había emergido como una
persona muy diferente, muy parecida a Rhys.
Rhys no era lo que había sido ni lo volvería a ser.
Nunca podría dejar descansar a la bestia que llevaba dentro. Jamás. Fue la bestia
-el Dragón- quien se alzó e hizo lo que era necesario y que Dios ayudara a su
esposa cuando el Dragón la tocara de verdad.

~~~
Heather aminoró el paso al acercarse al Gran Comedor. Se preguntaba sobre
las acciones de su marido. ¿Por qué había intentado asustarla? Seguramente se
había dado cuenta de que ella no lo conocía lo suficiente como para no tenerle
miedo y, desde luego, no lo suficiente como para creer que podía confiar
plenamente en él. Seguía siendo un desconocido para ella y le resultaba extraño
admitirlo, ya que después de sólo dos días con él se sentía lo bastante cómoda
como para aceptar sus besos y corresponderlos, algo que nunca había esperado.
Pensaba que con el tiempo tal vez se acostumbraría a intimar con él, pero para
su gran sorpresa no le disgustaban sus besos ni que la abrazara. No podía decir
hasta qué punto llegaría la intimidad, aunque recordaba lo duro y grande que
se había sentido contra ella. El duro encuentro la había hecho reflexionar, ya
que antes de eso había disfrutado de todos los encuentros con él. Pero era un
hombre con muchos misterios que había que resolver.
—Nessa—gritó Heather al entrar en el Gran Comedor y la sirvienta se apresuró
hacia ella. Antes de que Nessa pudiera decirle nada, Heather habló—Necesito
hablar contigo—Bajó la voz—Es importante.
Nessa asintió—Sí, mi señora, por aquí.
Heather siguió a la sirvienta a través del pasillo hasta la cocina, luego atravesó
la cocina y salió por una puerta. Pasaron junto a varias casas de campo hasta
que Nessa se detuvo en una pequeña y bien cuidada, rodeada en su mayor parte
por un hermoso jardín.
—Mi casa—dijo Nessa y abrió la puerta para que entrara Heather.
Era una sola habitación, limpia y bien cuidada, y los pocos muebles que había
encajaban perfectamente en el reducido espacio. Nessa le ofreció la única silla
de la habitación mientras ella se sentaba en un pequeño banco.
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—¿En qué puedo ayudarla, mi señora?


—Me preguntaba si sabía qué le había pasado a Glynnis.
Nessa jadeó—Todo lo que queda de los McComb se pregunta qué fue de la
pobre Glynnis. Era muy guapa, con el pelo largo y oscuro y unos ojos azules
preciosos. Todos los jóvenes la querían, pero ella sólo tenía ojos para uno—.
Nessa sacudió la cabeza. —Por desgracia, murió. Un accidente, aunque muchos
piensan lo contrario.
—¿Por qué?
—El Dragón había convocado a Glynnis a menudo tras su llegada y muchos
creen que se había encaprichado de ella y la quería para sí. Algunos creen que el
Dragón la tiene cautiva en la habitación del piso superior, esclava de su maldad.
—Estuve allí arriba. La habitación está cerrada.
Los ojos de Nessa se abrieron de par en par. —No se permite subir a nadie—.
Sus ojos se agrandaron aún más. —Dios mío, la ha encerrado, para que nunca
salga.
—No lo creo y deseo probarlo. ¿Conoces alguna otra forma de entrar en la
habitación?
Nessa guardó silencio durante varios minutos antes de decir: —Recuerdo que
mi madre me contó una vez que había un camino secreto para entrar y salir del
torreón desde el piso superior. Estaba pensada para ayudar a escapar a la familia
del hacendado en caso de necesidad, pero nunca se utilizó—. Nessa jadeó. —
Debe de ser así como es capaz de llevar a las mujeres al piso superior sin que
nadie las vea.
—El Dragón tendría que haberse enterado de la entrada secreta para poder
utilizarla. ¿Quién más lo sabe?
Nessa se mordió el labio inferior mientras pensaba. Finalmente negó con la
cabeza. —No puedo decirlo, porque mi madre nunca dijo cómo se enteró.
—Entonces no puedes decir con seguridad si existe un pasadizo secreto.
—No, aunque recuerdo a mi madre golpeando y empujando las paredes de las
habitaciones del piso superior cuando nos ocupábamos de limpiarlas. Me
miraba y me decía que estaba buscando secretos.

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—Entonces continuaré su búsqueda.


Nessa se levantó de un salto. —¿Olvida que el Dragón prohíbe a todo el mundo
ir al piso superior?
Heather se puso de pie, sonriendo. —No tengo intención de desobedecer a mi
marido.
—Entonces, ¿dónde va a buscar?
—Afuera—dijo ella, —¿y puedo contar con que no dirás una palabra de esto?
—No se preocupe por eso, mi señora, y estaré encantada de ayudarla en todo lo
que pueda.
—Te lo agradezco, Nessa, pero no te veré sufrir si te pillan ayudándome. Lo haré
por mi cuenta, pues entonces seré la única responsable ante el Dragón.
—Como desee, mi señora, pero estoy dispuesta si me necesita.
Nessa volvió a sus quehaceres y Heather se quedó fuera de la cabaña de Nessa,
echando un vistazo a la torre del homenaje. Era de buen tamaño, aunque al ver
cómo la torre se estrechaba a medida que se extendía hacia el piso superior,
Heather se dio cuenta de lo pequeño que era el espacio en realidad. La parte
superior se solía dejar como una gran habitación y a menudo se utilizaba para
guardar ropa blanca y cosas por el estilo, pero esta parte superior se había
dividido en tres pequeñas secciones cuando se terminó y se preguntó por qué.
¿Tendría algo que ver con el pasadizo secreto?
Heather avanzó lentamente por la parte inferior del torreón hacia el lado que
más le interesaba. Se alegró de que la zona no estuviera a la vista de todo el
pueblo. Estaba más aislada, sin nadie alrededor, un lugar perfecto para escapar.
Su mirada se dirigió al suelo en lugar de a la torre. Se acercó y se puso en
cuclillas, su mano se dirigió a una zona de hierba que parecía haber sido
pisoteada. ¿Por qué iba a estar pisoteada una hierba tan cerca del muro del
torreón?
—¿Qué haces ahí?
Heather se echó hacia atrás sobresaltada por la voz severa de su marido.
Sus manos se deslizaron rápidamente bajo sus brazos y la levantó.

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—Nunca te oigo acercarte— dijo Heather sacudiendo la cabeza.


—Y nunca lo harás, así que no se te ocurra ocultarme nada.
—¿Cómo aprendiste a caminar para que no se oyeran tus pisadas? —le
preguntó, cogiéndole del brazo y alejándole del torreón y de su razón de estar
allí.
—Me lo enseñó un guerrero excepcional—. Había veces en que su belleza le
pillaba desprevenido y ésta era una de ellas. Su pelo rubio brillaba a la luz del
sol y sus mejillas estaban teñidas de un suave rosa, sus labios de un rosa más
intenso. ¿Había permanecido allí su beso, manchando sus labios? Sus ojos
verdes chispeaban casi tan agradablemente como su sonrisa.
—¿Me enseñarás la habilidad?
Rhys se detuvo—Si lo hiciera, nunca te oiría acercarte y ya tus pasos son
débiles—. Se mordió la lengua por permitir que las palabras se escaparan de sus
labios. Había permitido que su belleza lo distrajera, igual que había permitido
que sus palabras de amor lo enfurecieran, había burlado sus defensas con
demasiada facilidad y eso tenía que acabar.
Ella rió suavemente. —Creo que mis pasos ligeros nacieron de la necesidad.
Cuando mis hermanas eran bebés y las había acostado o dormido, no quería
despertarlas al salir de la habitación. A medida que crecían, mis pasos eran
ligeros para poder sorprenderlas y pillarlas haciendo cosas que no debían. Otras
veces era para poder escabullirme yo sola y disfrutar de unos momentos de paz
y tranquilidad. No es que durara mucho. Patience aprendió a rastrear de joven
y siempre estaba buscándome. ¿Tienes hermanos?
—No—respondió y quiso morderse la lengua de nuevo. No quería que supiera
nada de él y le estaba respondiendo. Se enfadó aún más cuando se dio cuenta de
que había ido a buscarla para comprobar que no estaba disgustada por su
reciente encuentro, cuando en realidad era porque le gustaba su compañía.
Despertaba en él cosas que creía muertas desde hacía tiempo.
—Tienes primos, los cuatro hijos de tu tío Ewan.
—Apenas los conozco.
—Entonces llevas mucho tiempo fuera de la zona. Supongo que pocos te
recordarán.
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Esta vez quiso arrancarse la lengua de la boca por dejarla deducir algo sobre él
a partir de su respuesta—Haces demasiadas preguntas y desobedeces con
demasiada frecuencia.
Ella le miró y una suave risa precedió de nuevo a sus palabras—Estás
empezando a conocerme bien.
Tuvo que apartar la mirada de ella y reprimir la sonrisa que se apresuró a asomar
a su boca. Rara vez, o nunca, sonreía y le chocó que una sonrisa le hubiera salido
con tanta facilidad. A diferencia de otros que temblaban cuando los
amonestaba, ella no mostraba temor, no se ofendía y respondía la mayoría de las
veces con una sonrisa o una risa suave que siempre lograba conmoverlo en más
de un sentido.
—¿Así que debo esperar más desobediencia por tu parte?
—No intencionadamente—dijo Heather.
—Quizá un castigo adecuado por tu desobediencia hasta ahora haría que te lo
pensaras dos veces antes de volver a desobedecerme.
—Tal vez un indulto, ya que estoy haciendo todo lo posible para encontrar mi
equilibrio y adaptarme a un matrimonio inesperado y un nuevo hogar.
—¿Negocias conmigo?
—Ya lo he hecho antes.
Lo recordaba bien, pues había accedido a ir a su cama de buen grado si él le
permitía atender a Douglas en lugar de asistir al entierro de los dos guerreros.
Aún no había aprovechado el trato que habían hecho, y no es que no estuviera
deseando hacerlo, pero en cierto modo también estaba reacio. Era muy inocente
y amable, pero ¿lo sería después de que pusiera su marca en ella?
—Te veré llevar, en la cena de esta noche, la prenda que te espera en nuestra
alcoba. Sólo entonces consideraré un indulto.
—¿Sólo considerar, no concederme el indulto?
—Tienes suerte de que siquiera lo considere—. Rhys giró la cabeza justo
cuando Pitt apareció.
—Perdón, milord, pero uno de nuestros centinelas ha visto posibles huellas de
lobo— dijo Pitt.
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Rhys se volvió hacia Heather—Nuestro acuerdo ha sido alcanzado. Te veré


vestida adecuadamente esta noche—. A regañadientes, apartó el brazo de la
mano de ella y se acercó a Pitt, aunque al hacerlo gritó: —Y también me dirás
qué encontraste tan interesante en la hierba junto al muro del torreón.
Heather observó a los dos hombres alejarse. Su marido era demasiado
observador, pero ella también lo era. Había algo más en las huellas de lobo que
habían visto y se preguntaba por qué. Deseaba que su marido confiara lo
suficiente como para hablar con ella de todos los asuntos, aunque con el tiempo
tal vez lo hiciera.
Primero quería demostrarse a sí misma y a los demás que el Dragón no
encerraba a las jovencitas en la habitación del piso superior. Se apresuró a volver
al lugar donde había visto la hierba pisoteada y se fijó en otro punto donde la
hierba había sido pisoteada cerca de la torre del homenaje. Recorrió la zona y
vio otros dos lugares similares. ¿Había alguien más buscando una entrada a una
habitación secreta o la habían encontrado y alguien había dejado estos puntos
para despistar?
Heather dio un paso atrás. ¿Quién más podía conocer el pasadizo secreto?
¿Habría revelado Fane McComb su existencia a alguien antes de morir? ¿Podría
Rhys conocer su paradero?
—Disculpe, mi señora.
Heather se volvió para ver a Bea de pie a unos metros de ella. —¿Douglas? —
preguntó ansiosa.
—Probablemente no sea nada, pero su herida me pareció diferente cuando fui a
cambiarle el vendaje hace un rato. Esperaba que tuviera un momento para
echarle un vistazo.
—Por supuesto—dijo Heather y se fue con Bea, dejando el misterio por resolver
para otra ocasión.

~~~
No faltaba mucho para la cena cuando Heather regresó al torreón. La
preocupación de Bea era en vano; la herida de Douglas se estaba curando bien.
Se había tomado el tiempo de visitar a otros guerreros heridos para ver cómo
estaban y se alegró de que todos, excepto uno, estuvieran bien.
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Fife había sufrido una herida en el brazo que no era grave y parecía estar
curándose bien, aunque el dolor parecía atormentarle lo suficiente como para
no poder sostener la espada durante mucho tiempo. Le preocupaba no poder
seguir sirviendo al Dragón.
Heather trató de tranquilizarlo diciéndole que con tiempo y reposo se pondría
bien, pero estaba ansioso por volver al servicio y por mucho que lo tranquilizara
no conseguiría apaciguarlo. Le dejó pensativo. Deseaba poder hacer algo por él,
pero algunos hombres simplemente no escuchaban y no le sorprendería que
volviera a sus deberes antes de estar suficientemente curado y empeorara las
cosas.
Heather se apresuró a atravesar el Gran Comedor sorprendida de verlo vestido
con tanta elegancia, un mantel de lino blanco cubría la larga mesa sobre el
estrado con un nef 4 de plata colocado en el centro que sostenía varias servilletas
de lino. Cuatro jarras se alineaban al frente de la mesa y cuatro jarras se
sentaban sobre cada una de las mesas de caballete de la sala. Sería un buen
banquete el que se serviría esta noche.
Con pasos rápidos, Heather subió las escaleras hasta su dormitorio. Se alegró
de ver un cubo de agua fresca esperándola y, cuando vio el vestido sobre la cama,
se apresuró a acercarse a él. El vestido era precioso, de un azul suave con hilos
de oro que recorrían el escote y se entrecruzaban en el centro y adornaban el
dobladillo a lo largo de las mangas. Pero lo que más le llamó la atención fue el
collar de zafiros que llevaba encima. Nunca había visto nada igual. El gran zafiro
colgaba de una compleja cadena de plata y Heather tuvo miedo de tocarlo.
Se quedó mirándolo, la gema azul oscuro parecía guiñarle un ojo por la forma
en que la luz de la chimenea se reflejaba en ella. No podía negar que el collar era
precioso, pero prefería la sencillez del anillo de metal que Quinn le había hecho.
Había sido forjado con amor.
Levantó el collar con cuidado. No contenía calor ni amor. Una vez colocado
alrededor del cuello, parecería más un grillete que otra cosa. Con desgana,
Heather se dispuso a cumplir su parte del trato que había hecho con su marido,
sin esperar el momento en que el collar de zafiro se colgara de su cuello.

4 Nef (nave en francés) a un tipo de vasija con forma de barco.


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Capítulo Doce
Rhys se sentó en el estrado con Pitt a disfrutar del vino mientras los
guerreros iban entrando y llenando las mesas. Pronto las conversaciones,
acentuadas con carcajadas, rodearon la sala y se oyeron gritos de alegría cuando
se colocaron en cada mesa bandejas repletas de diversos alimentos.
—Este pequeño festín será bueno para los hombres—dijo Pitt, mirando
lentamente alrededor de la habitación.
—¿Y qué muchacha te atrae esta noche? — preguntó Rhys.
Pitt negó con la cabeza. —Olvido que ves lo que otros no ven.
—Olvidas que he llegado a conocerte bien. Rara vez estás sin una compañera
femenina para la noche, aunque tal vez sea hora de que encuentres una esposa.
—No estoy listo para estar encadenado a una sola mujer.
—Bueno, ciertamente tienes donde elegir, ya que la mayoría de las sirvientas
tienen dificultades para quitarte los ojos de encima, todas excepto una.
La mirada de Pitt se desvió hacia Nessa, que hablaba con uno de los criados.
—Por muy guapa que sea Nessa, no es lo que yo prefiero en una mujer. Prefiero
una mujer lujuriosa y segura de sí misma. Nessa apenas me mira a los ojos
cuando hablo con ella. No me gustan las mujeres tímidas—. Pitt le dirigió una
sonrisa. —Pero si no recuerdo mal, a ti tampoco.
Rhys echó un vistazo a sus hombres, tras darse cuenta de que había cesado todo
sonido y Pitt se unió a él para ver por qué. Su esposa había entrado en la
habitación, dejando a los hombres sin habla.
Pitt se quedó con la boca abierta al verla y, cuando se dio cuenta de que la tenía
abierta como un agujero, la cerró rápidamente.
Rhys absorbió cada centímetro de su esposa. Se acercaba a la mesa con una
gracia suave y una belleza innegable. Llevaba el pelo largo y rubio recogido, con
varios mechones cayéndole por la nuca y algunos mechones alrededor de la cara.

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El suave vestido azul que llevaba le llegaba hasta el pecho y fue allí donde los
ojos de Rhys se detuvieron. Se levantó y se dirigió al estrado para recibirla.
—Gracias por los generosos regalos, mi señor—dijo Heather cuando se detuvo
frente a él.
La conversación y las risas se reanudaron cuando Rhys le dedicó una breve
inclinación de cabeza y le ofreció el brazo, y luego la acompañó de nuevo al
estrado para sentarse entre él y Pitt.
—Su belleza eclipsa al zafiro, mi señora—dijo Pitt.
Heather sonrió—Qué galante de tu parte, Pitt—Se volvió hacia su marido—Me
quedé bastante sorprendida al verlo sobre el vestido. Es muy generoso por su
parte, milord.
Heather no estaba segura de sí sus ojos estaban cautivados por el zafiro o por
sus pechos, ya que la gema descansaba justo encima del valle entre sus pechos.
Rhys se apartó para servirle una copa de vino—Deseaba que tuvieras un
atuendo apropiado como mi esposa.
—El vestido es muy apropiado, pero el collar no es necesario— dijo, aceptando
la copa—Pertenece más a alguien de la nobleza que a mí.
—No si yo considero lo contrario—dijo Rhys.
—¿De dónde has sacado una prenda tan hermosa y una joya tan
impresionante?—preguntó.
—En mis viajes—dijo él—Vamos, ahora debes comer y disfrutar de la velada.
Fue una velada más agradable de lo que Heather había imaginado. Pitt era todo
un contador de historias, aunque se preguntaba si algunas de sus historias eran
más verdades. Muchos de los guerreros brindaron repetidamente por el señor y
su señora, y algunos se pusieron a cantar.
Más tarde, Rhys le ordenó que permaneciera en el estrado mientras él hablaba
con Pitt en privado durante unos instantes. Le dijo que se retirarían cuando
regresara y se le revolvió el estómago. Sabía que ese momento llegaría y no pudo
evitar ponerse más nerviosa al verle abandonar la sala.
Rhys dirigió una voz airada a Pitt en cuanto se cerró la puerta de su solar. —
Ese bastardo ha conseguido acceder al castillo, su mensaje es claro. Me hace
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saber que está aquí y que planea llevarse lo que yo le quité. Le regaló ese collar
de zafiros a su esposa el día que se casaron. Quiero que averigües cómo accedió
al torreón.
—Hay centinelas por todas partes. No pudo pasarlos.
Rhys sacudió la cabeza como si de repente se diera cuenta de algo—No los pasó.
Hizo que otra persona dejara el mensaje.
—Le habrían visto y detenido—argumentó Pitt.
—No si era uno de los nuestros.
—¿Un espía entre nosotros? — dijo Pitt, cuestionando sus propias palabras.
—Un espía— confirmó Rhys—, pero lo más importante, ¿cuánto tiempo lleva
residiendo entre nosotros?
—No puedo creerlo. Cada guerrero parece tan leal a ti. ¿Quién sería tan tonto
para pensar que no sería descubierto y sufriría por ello?
—El hombre no es tonto. Se le ha enseñado a ser un sirviente leal a su amo más
allá de cualquier cosa, incluso de la muerte.
—No entiendo cómo alguien puede seguir tan ciegamente—dijo Pitt.
—Sólo los ciegos siguen ciegamente.
—Eso explicaría cómo la muerte de nuestros dos guerreros pudo ocurrir
delante de nuestras propias narices. Habrían confiado en uno de los suyos. El
problema ahora es... ¿en quién se puede confiar?
—Algunos de nuestros guerreros veteranos que acudieron a nosotros tras
perder sus tierras y sus familias serían los más leales. Sería más probable que el
culpable fuera uno de los que nos buscaron, cuyos antecedentes conocemos
poco. Lo que tenemos que averiguar es si se ha visto a algún guerrero en el
torreón más allá del Gran Salón. Tendría que haber sabido cómo llegar a mi
alcoba.
—Nessa sería quien podría decirnos eso.
Rhys apoyó la mano en el hombro de Pitt—Podría, y por eso vas a mostrarle
algún favor y a ejercer tu encanto sobre ella para que no rehúya hablar contigo.
—¿Por qué es necesario? Puedo interrogarla y ya está.
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—Y no obtener las respuestas que buscamos. Si siente que puede confiar en ti,
será más comunicativa con todo lo que pasa en la torre del homenaje. También
averigua quién estaba de guardia en el momento de la muerte de los dos
guerreros. Confíale a Henry lo que sucede, él y su esposa son de confianza, y haz
que te ayude.
—¿Qué hay de Lady Heather? Ella cree que los guerreros fantasmas la protegen.
¿Le confiarás y le advertirás que no confíe en ninguno de ellos hasta que esto se
resuelva?
—No quiero que se entere de esto todavía. Le ordenaré que no se vaya con nadie
más que conmigo, contigo o con Henry.
—¿Y ella obedecerá? —preguntó Pitt con preocupación.
—No tendrá elección o la encadenaré a mí hasta que esto esté hecho.

~~~
Heather se sentó tocando el zafiro en su pecho. Se sentía tonta llevándolo y
no podía esperar a quitárselo. Había conocido nobles que no tenían una gema
tan fina y se preguntaba en qué lugar de los viajes de Rhys la habría encontrado.
—¿Más vino, mi señora? — preguntó Nessa, y antes de que Heather pudiera
negarse -su copa aún estaba medio llena-, Nessa se inclinó junto a ella para
servir el vino. Mientras lo hacía, susurró: —Laird McComb creía que Seamus
era su guerrero más digno de confianza.
—Más pan, por favor—dijo Heather, dando a Nessa una excusa para
quedarse—El laird podría haber confiado en él.
—Pensé que sería posible—convino Nessa.
Se oyó un grito y se alzaron las jarras de cerveza, y las dos mujeres se giraron
para ver a Rhys y Pitt entrar en el Gran Salón. Nessa se apresuró a salir y
Heather vio cómo Pitt la detenía, rodeándole la cintura con el brazo mientras
se inclinaba para decirle algo.
Nessa pareció sentirse incómoda con su cercanía y se apartó de él con un gesto
de la cabeza.
Rhys tomó asiento—Unos momentos más y nos retiraremos.

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Heather asintió, aunque su atención se centró en Pitt cuando éste tomó asiento
a su lado—Conozco bien a Nessa y no es gratuita con sus favores, así que no la
fuerces.
Pitt parecía aturdido por su brusco comentario, su mirada pasó de Heather a
Rhys.
—No les digas a mis hombres lo que pueden o no pueden hacer—dijo Rhys.
Heather se volvió hacia su marido—Entonces dale órdenes, porque no veré a
Nessa sufrir semejante abuso.
Rhys acercó su rostro al de su esposa—Pitt nunca ha forzado a una mujer, no
tiene necesidad de hacerlo. Caen a sus pies de muy buena gana. Y jamás se te
ocurra dar órdenes a mis hombres.
—No puedo dar mi palabra en eso, porque puede llegar un momento en que no
tenga elección. Y yo no sería capaz de adherirme a tu mandato. Así que,
sinceramente, no puedo darte mi palabra cuando no sé si seré capaz de
cumplirla.
Rhys la miró perplejo. ¿Cómo podía culparla cuando estaba siendo tan sincera
con él? Y con la posibilidad de que hubiera un espía entre ellos, era muy
probable que no pudiera mantener su palabra, y no querría que lo hiciera.
—No quiero faltarle al respeto, mi señor, sólo quiero ser sincera con usted—
dijo Heather, y se sorprendió al ver una leve sonrisa en la comisura de sus labios.
—Entonces sé sincera, esposa, y dime qué buscabas cuando te encontré hoy en
la muralla de la torre del homenaje.
Había jugado bien su carta y la había acorralado. Ahora ella no tenía elección,
aunque tuvo cuidado al responderle—Buscaba una entrada secreta al torreón.
Rhys enarcó la ceja y Pitt dijo: —¿Hay una entrada secreta?
Ella se recostó en su silla para poder mirar con más facilidad de un hombre a
otro—Las malas lenguas dicen que sí—. No iba a implicar a Nessa.
—¿Qué es lo que dicen? — preguntó Pitt.
—Parece que el viejo laird mandó construir un pasadizo secreto por si él o su
familia necesitaban alguna vez escapar inadvertidos.

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—¿Pero nadie sabe dónde está la entrada secreta ni a dónde conduce? —


preguntó Rhys.
Heather no sabía si la entrada conducía realmente a la habitación del piso
superior que había sido cerrada con cerrojo, así que fue sincera al decir: —No
lo creo.
—¿Así que fuiste en su busca? —preguntó Rhys.
—¿Cómo no iba a hacerlo, siendo tan curiosa como soy?
—¿Y qué te había llamado la atención antes fuera, cerca de la torre? —preguntó
Rhys.
—Hierba pisoteada demasiado cerca de la torre, aunque cuando fui a echar otro
vistazo después de hablar contigo vi más manchas de hierba pisoteada. Así que
me pregunté si alguien más podría estar buscando también la entrada o si
alguien estaba intentando despistar a los demás.
Rhys miró a Pitt—Averigua lo que puedas—desvió la mirada hacia su esposa—
No buscarás más.
—Sería mucho mejor que lo buscara más de una persona, y a mí me encanta
resolver misterios—dijo Heather, mirando a su marido.
—Algunos misterios es mejor dejarlos sin resolver.
Heather sonrió—No para la mente curiosa.
Rhys se inclinó hacia ella para susurrarle al oído: —Ya que eres tan curiosa,
retirémonos a ver qué misterios íntimos podemos resolver.
A Heather se le cortó la respiración, pero conservó la sonrisa y dijo: —Como
desee, milord.
Rhys presionó su mejilla contra la de ella y sus palabras susurradas rozaron
débilmente su oído, provocándole un escalofrío—Mi deseo está a punto de
hacerse realidad, porque tengo la intención de desnudarte y saborear cada
centímetro de ti.
Un estremecimiento recorrió todo su cuerpo y se instaló entre sus piernas, y
atrapó el jadeo en su garganta antes de que pudiera escapar, aunque no
importaba, pues sabía que su marido lo sentía al estar tan cerca de ella.

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Rhys se levantó, cogió la mano de su mujer y la ayudó a ponerse de pie—No


espero interrupciones, Pitt.
—Sí, mi señor—dijo Pitt.
Rhys acompañó a su esposa fuera de la habitación y subió las escaleras hasta su
alcoba. Nada más entrar en la habitación, Rhys le quitó el collar del cuello y lo
colocó en un pequeño cofre apilado sobre otros dos cerca de la puerta.
Heather esperó en medio de la habitación, insegura de qué hacer y temerosa de
lo que se avecinaba. Lo había visto gentil y no tan gentil, un comportamiento
ardiente acechando siempre tan cerca de la superficie y eso le dio motivos para
detenerse preocupada.
No sabía si sus pasos eran lentos o si su preocupación lo veía así. Pero fuera lo
que fuera, hacía que la espera hasta que llegara a ella fuera aún más difícil, ya
que parecía volverse más formidable a cada paso que daba. Se movía como los
animales del bosque, en estado de alerta o al acecho, con determinación y
fuerza, cada músculo tenso y listo para saltar si era necesario.
Se detuvo frente a ella y levantó la mano para acariciarle la mejilla con el dorso.
Ella casi dio un respingo, sin saber si su tacto era frío o caliente, aunque sí suave.
—Eres muy hermosa, esposa—susurró y acercó su boca a la de ella.
No le exigió nada, sino que la invitó a unirse a él en el beso, animando a su
lengua a unirse a la suya, y así lo hizo. Una de sus manos se dirigió a su trasero
y la acercó a él, mientras la otra se posaba en su pecho para apretarlo
ligeramente.
Sintió que se rendía y que su cuerpo descansaba menos rígido contra si. Dejó
que sus manos vagaran más libremente, aunque mantuvo el control sobre ellas.
Si se dejara llevar por su pasión, ya estaría desnuda y su boca devoraría cada
centímetro de ella, por no hablar de lo que harían sus manos. No quería
ahuyentarla de la cama, aunque temía que fuera inevitable.
Bajó la mano para hundirla en el corpiño y liberar uno de sus turgentes pechos
y, mientras jadeaba, él agachó la cabeza y se llevó el apretado capullo a la boca.
Heather volvió a jadear, la sensación era tan nueva y placentera que se
sobresaltó y se apartó de él, la detuvo y subió la mano que tenía en el trasero
para presionarla y mantenerla quieta. Y mientras seguía provocándola y
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succionándola, su cuerpo empezó a despertar como de un largo sueño. Las


sensaciones se agudizaron de repente y sintió cosas como nunca antes. Y cómo
disfrutaba de su lengua en sus pechos, de su mano en la espalda y de su virilidad
pegada a ella. Esta noche no sería la noche de horror que había temido y ese
pensamiento la hizo relajarse en sus brazos.
Lo siguiente que sintió fue un fuerte empujón hacia atrás. Tan fuerte que se
sintió volar por los aires, con las manos agitadas, y cuando aterrizó, la nuca le
golpeó contra algo duro y todo se volvió negro.

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Capítulo Trece
Rhys rodeó al hombre que había oído acercarse por detrás. No tuvo tiempo
de pensar en cómo había llegado el culpable a su alcoba. El rostro del hombre
estaba embadurnado de mugre para que no se lo distinguiera y para infundir
miedo. A cualquier otra persona le parecería un demonio nacido de la tierra,
pero para Rhys era un hombre que había entrado en sus aposentos privados y
estaba a punto de sufrir por ello. El culpable bailaba frente a él como una
marioneta sin hilos, burlándose mientras lanzaba hábilmente una pequeña daga
de un lado a otro de sus manos.
Rhys era muy consciente de que no obtendría ninguna información de aquel
hombre, aunque lo torturara. Sufriría el dolor que fuera necesario antes de
traicionar a su amo. Así que decidió enviar su propio mensaje. Esperó,
observando cómo el hombre disfrutaba con su pequeño acto y, cuando menos
se lo esperaba, la mano de Rhys salió disparada, agarró la daga y, de un rápido
golpe, se la clavó en la garganta.
Cuando el cuerpo del hombre cayó al suelo, Rhys se volvió y corrió hacia el
cuerpo inerte de su esposa y se arrodilló junto a ella, muerto de miedo por
haberla matado. Con cuidado, se agachó y la levantó suavemente en sus brazos
y con la misma delicadeza la depositó en la cama. Para su gran alivio, respiraba,
pero cuando le pasó la mano por la nuca, sintió un gran chichón y el miedo
volvió a apoderarse de él. Había visto a demasiados guerreros que nunca
despertaron de un chichón así, y eso no le ocurriría con su esposa... no la
perdería.

~~~
—¡Heather! ¡Heather! ¿Me oyes?
—¡Quinn! — Heather pensó que el corazón se le saldría del pecho. Quinn
había vuelto a ella. —¡Quinn! ¿Dónde estás?
—Aquí.

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Se giró para encontrar a Quinn de pie frente a ella y se arrojó a sus brazos, la
cogió y la abrazó con fuerza. Ella lo miró. Ya no era el joven que la había
abandonado. Ahora era un hombre fuerte y fornido, aunque su sonrisa era la
misma. Nunca olvidaría su sonrisa. Siempre le alegraba el corazón.
—Volviste—dijo, con lágrimas en los ojos.
—Te di mi palabra de que volvería por ti. Nada. Absolutamente nada me
impediría volver por ti. Nada me impediría mantenerte a salvo.
—Me ha dolido el corazón por ti; te he echado mucho de menos.
—Y yo a ti y te doy mi palabra una vez más... nunca volveremos a separarnos.
Heather dejó caer sus lágrimas. Quinn estaba en casa. Había vuelto con ella
y nada más importaba—Te quiero, Quinn. Te quiero muchísimo.
—Y yo a ti, Heather, ahora y siempre…
Un extraño sonido vibró en su cabeza cuando sus palabras se desvanecieron
junto con él y, con las lágrimas cayendo, Heather gritó: —Quinn, no te vayas,
otra vez no. ¡Quinn!

—¡Heather! Heather, ¡despierta!


Heather luchó por abrir los ojos, pero parecía que cada vez que movía los
párpados, más le dolía la cabeza. Finalmente, consiguió abrirlos un poco y se
estremeció de dolor.
—¡Abre los ojos, Heather, ahora!
Abrió los ojos a la fuerza, deseando desesperadamente ver a Quinn y saber que
estaba a salvo y que había vuelto con ella. Parpadeó varias veces para aclarar su
visión, aunque de poco le sirvió, pues sus lágrimas seguían cayendo y
empañándolo todo. Finalmente, cuando pudo ver con claridad, tardó un
momento en darse cuenta de que era el Dragón Oscuro el que estaba sentado a
su lado en la cama y lo único que podía hacer era mirarlo fijamente.
La furia se apoderó de Rhys con fuerza. Era culpa suya que ella derramara
lágrimas y eso era inaceptable para él.

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Poco a poco, Heather empezó a recordar lo que había sucedido y sus lágrimas
empezaron a remitir—Me empujaste.
La explicación de Rhys fue breve—Teníamos un intruso.
Heather asintió, el movimiento le producía dolor y contrajo la cara.
—Tu cabeza golpeó la chimenea de piedra y tienes un gran nudo en la espalda—
explicó.
—Me empujaste para protegerme—. Sus palabras eran un susurro. —Me
empujaste para protegerme. ¿Le diste?
Rhys se inclinó hacia la derecha para que pudiera ver el cuerpo del hombre cerca
de la puerta, sabiendo que su mujer no descansaría hasta conseguirlo.
Heather contempló el cuerpo sin vida y vio que el hombre llevaba en la cara la
misma mugre que los que los habían atacado en su viaje hasta aquí. El Dragón
Oscuro tenía un enemigo, y pretendía verlo muerto.
Heather vio a varios guerreros del Dragón deambulando por la habitación.
Parecía como si buscaran algo mientras uno montaba guardia sobre el cadáver.
—Pitt—gritó Rhys y el hombre se apresuró a su lado.
—Me alegra mucho verla despierta, mi señora—dijo Pitt.
Heather hizo una mueca al girar la cabeza y dijo: —Gracias, Pitt.
—No te muevas. Te causas dolor cada vez que lo haces—ordenó Rhys.
—Sí, eso hago—dijo Heather y dejó que se le cerraran los ojos.
—Y no te duermas—le gritó Rhys. —He visto a demasiados hombres dormirse
tras una herida así en la cabeza y no volver a despertarse. Mantendrás los ojos
abiertos.
Sus afectuosas palabras, aunque bruscas, le arrancaron una sonrisa que la hizo
estremecerse de nuevo.
—Nada de sonrisas—le advirtió.
—Entonces, ¿qué puedo hacer? —preguntó con un suspiro.

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—No debes hacer otra cosa que tumbarte y descansar—se volvió hacia Pitt. —
Arroja al bastardo al bosque y déjale la daga en la garganta. Y espero que
averigües antes de mañana cómo entró en mis aposentos.
—Pasadizo secreto—dijo Heather—¿No es eso lo que buscan tus hombres?
Incluso después de un golpe en la cabeza su atención era aguda y Rhys estaba
impresionado. Su esposa era una mujer fuerte y, aunque pudiera plantear
problemas en el camino, se alegraba de ello.
—Lo hacen—admitió Rhys—pero no han encontrado nada hasta ahora.
—Deberían estar buscando fuera del muro—dijo Heather.
—Lo están haciendo—dijo Pitt y recibió un ceño fruncido de Rhys.
—No te ocupes de esto—ordenó Rhys a su mujer, aunque sabía que su petición
era inútil.
—Puedo ayudar—dijo Heather, poniendo su mano sobre la de su marido.
—¡No! —dijo él con fuerza.
Heather no tenía ganas de discutir con él en su estado actual ni de quedarse de
brazos cruzados. Y aunque sabía que Seamus podría saber algo sobre el
pasadizo secreto, no deseaba compartir esa información con su marido. Seamus
no confiaba en Rhys y se quedaría callado si le preguntaban algo sobre un
pasadizo secreto. Ella esperaría a sentirse mejor y entonces le preguntaría al
anciano si sabía algo sobre ese pasadizo fantasma que entraba y salía del
torreón.
Rhys le cogió la mano. —Debes descansar, nada más.
Ella lo miró fijamente un momento, sin poder apartar los ojos de su rostro, y
luego, como si saliera de una niebla, dijo: —Como quieras.
Rhys pensó que había accedido a su petición con demasiada facilidad. Tendría
que vigilarla de cerca. Volvió a mirar a Pitt. —Los hombres ya han pasado
bastante tiempo aquí. Llévatelos y busca en otra parte, y deja a dos hombres
fuera de la puerta para pasar la noche. Y envía a Nessa a nuestra alcoba.
Pitt asintió y en pocos minutos todos se habían ido junto con el cadáver.

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Rhys le apretó ligeramente la mano. —Nessa te ayudará a ponerte el camisón


mientras voy a ver algunas cosas.
Heather se agarró a su mano, sin querer soltarla—¿No tardarás mucho?
¿Volverás?
Percibió el miedo repentino en sus ojos y se le revolvieron las tripas
—Estás a salvo. Los guerreros estarán al otro lado de la puerta y no me iré hasta
que Nessa esté aquí.
—¿Pero volverás? —preguntó ansiosa.
—Volveré—dijo él.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo—dijo y se llevó su mano a los labios y la besó suavemente.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, aunque una mueca se la robó rápidamente y
se enfadó más consigo mismo por haberla herido.
Esta vez ella esbozó una leve sonrisa y le estrechó la mano con más fuerza.
—Gracias por salvarme.
No quisoq decir lo que se le vino a la cabeza—Te he hecho daño.
—No intencionadamente. Hiciste lo que había que hacer y puede que tengas
que volver a hacerlo si se presenta la situación, ya que este asunto no está
zanjado.
—No, no lo está, pero lo estará y esta vez de forma permanente.
Heather no tuvo oportunidad de preguntar qué quería decir con esta vez. Nessa
entró en la habitación y su marido la llamó hacia él.
—Te encargarás de que Lady Heather se instale para pasar la noche, aunque no
dejarás que se duerma mientras yo no esté y te quedarás con ella hasta que yo
regrese—ordenó Rhys.
—Sí, mi señor, me ocuparé de todas sus necesidades—dijo Nessa, asintiendo
repetidamente.
—¿Me ayudarás a ponerme de pie antes de irte para que le sea más fácil a Nessa
ayudar a desvestirme? —preguntó Heather.
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Rhys se agachó y deslizó suavemente el brazo por debajo de su espalda—Te


sentaré primero para ver si te desmayas—. Extendió la mano contra su espalda
para sostenerla mientras la incorporaba.
Su cabeza se agitó un poco, pero permaneció quieta una vez sentada, dándole
la oportunidad de que se le pasara y empezara a desvanecerse.
Rhys veía que la lentitud del movimiento la afectaba y le preocupaba que no
pudiera mantenerse de pie. —Dime cuándo deseas ponerte de pie.
Heather respiró hondo antes de acercarse a él y decirle: —Ahora estaría bien.
La rodeó con los brazos y la ayudó a levantarse lentamente.
Lo miró mientras lo hacía, sin apartar los ojos de su rostro, y susurró: —No
me dejes.
Era un susurro desesperado, lleno de miedo, que lo partió en dos. No se volvió
hacia Nessa cuando dijo: —Puedes irte, Nessa, y dile a Pitt que lo veré por la
mañana.
—Sí, mi señor—dijo Nessa y salió de la habitación.
Heather apoyó la cabeza en el pecho de su marido, el fuerte y rápido latido de
su corazón resonando en su oído y sonando como una melodía reconfortante
para ella.
—Deja que te quite el vestido y te ponga el camisón para que puedas descansar
más cómodamente.
—Sí, creo que sería lo más prudente, aunque no sé en qué puedo ayudarte.
—Me ocuparé de ello, no te preocupes—dijo él y fue a sentarla en la cama para
poder coger su camisón.
Ella lo agarró con fuerza—Me temo que no tendré fuerzas ni siquiera con tu
ayuda una vez sentada.
Rhys quería poder ponerle el camisón en cuanto le quitara el vestido, de lo
contrario no le resultaría fácil sostenerla completamente desnuda entre sus
brazos. Había esperado con impaciencia el primer momento en que la viera
desnuda. No esperaba que, cuando llegara, no podría tocar y besar su hermoso
cuerpo, sino que la vestiría con su camisón y la arroparía en la cama, y que todo
sería culpa suya.
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Así que, con desgana, le dijo: —Entonces, primero te quitaré el vestido y luego
te sentarás mientras te traigo el camisón.
—Te lo agradecería mucho.
Agradecería. Nunca había esperado que le agradeciera que la desnudara o que se
sintiera decepcionado cuando lo hiciera. Se quitó esa idea de la cabeza. Tenía
que terminar esto lo antes posible. Trabajó en los lazos de la parte trasera del
vestido, aflojándolos, y esperó que llevara otras prendas debajo, como hacían
algunas mujeres. Entonces podría dejárselas puestas para salvar su cordura
mientras conseguía su camisón.
En cuanto soltó los lazos del todo, pudo ver que no llevaba nada debajo. Tenía
que acabar con esto y ver a su mujer vestida poco después de desnudarla o no
podría quitarle las manos de encima cuando se acostara con ella.
Le bajó el vestido por los hombros y luego por los pechos. Era imposible no dejar
que sus ojos se deleitaran con lo que su boca no podía. Cerró los ojos por un
momento, pero las imágenes de sus hermosos pechos le siguieron tras los
párpados cerrados y, por supuesto, se excitó. Cómo no iba a excitarse mirando
unos pechos tan tentadores.
Su suave gemido hizo que abriera los ojos.
—A la cama—susurró ella—necesito meterme en la cama.
Se reprendió a sí mismo por pensar en sus propias necesidades cuando ella
estaba sufriendo. Manteniendo sus pensamientos concentrados en verla
cómodamente instalada para pasar la noche, se apresuró a despojarla por
completo del vestido. Y cuando empujó el vestido por encima de sus curvilíneas
caderas y cayó hasta los pies, sus ojos no pudieron evitar admirar la mata de
pelo rubio en el vértice de sus piernas. Cómo deseaba tocarla, explorarla y darle
placer.
Sacudió la cabeza.
—¿Mi cuerpo no te gusta?
—Me gusta demasiado. Eres más hermosa que cualquier otra mujer que haya
conocido.
Ella gimió de nuevo. —Me... duele la cabeza.

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Rhys la levantó en brazos y la tumbó suavemente en la cama. Le quitó los


zapatos y la cubrió con la manta, aunque le habría encantado seguir
contemplando su cuerpo seductor. Tenía unas curvas perfectas y una piel suave,
sin una sola imperfección. Y debía de haber realizado mucho trabajo físico,
porque, aunque su piel era suave al tacto, su cuerpo tenía una firmeza que él
rara vez veía en una mujer.
Se estaba excitando demasiado y se dio la vuelta para alejarse y no sólo ir a
buscar su camisón, sino también tomarse un momento para serenarse y calmar
su creciente excitación.
Ella le tendió la mano—No me dejes.
—Necesitas tu camisón— dijo él, sabiendo que era necesario para su propia
cordura.
—Yo te necesito más.
La desesperada súplica se le clavó en las tripas y le hizo insoportable el dolor
que sentía por ella. Pero no se lo negaría cuando había quedado asustada por el
incidente. Sin embargo, se dejaría la ropa puesta.
Fue a meterse en la cama con ella, pero sus palabras lo detuvieron.
—Tus prendas... quítatelas o no dormirás cómodamente.
Nunca esperó oír a su nueva esposa decirle que se quitara la ropa y en cualquier
otro momento estaría encantado de complacerla. Pero esta noche ya había sido
bastante difícil sin tener que meterse en la cama con ella desnuda. Otro
pensamiento que nunca creyó que llegaría a tener.
—Por favor, date prisa—le suplicó.
Hizo lo que le pedía y se metió en la cama con cuidado de no empujarla y
causarle más dolor. En cuanto se estiró a su lado, se giró, se apretó contra él,
colocó la pierna sobre la suya, el brazo sobre su cintura y apoyó la cabeza en su
pecho, y suspiró satisfecha.
Iba a ser una noche insoportable y, sin embargo, le encantaba tenerla entre sus
brazos. Le pasó el brazo por los hombros y deslizó la otra mano entre las suyas,
encerrándola con seguridad en su abrazo.
—¿Cuántas mujeres? —susurró ella.

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Frunció el ceño, sin comprender—¿Qué es lo que preguntas?


—Dijiste que yo era más hermosa que cualquier otra mujer que hayas conocido.
¿A cuántas mujeres has conocido?
—Más de las que necesitaba.
—Esa es una respuesta extraña.
—Es un asunto complejo.
—¿Cómo es eso? —preguntó.
—Necesitas descansar.
—Me dijiste que no durmiera.
—Ya puedes dormir. Te removeré de vez en cuando para asegurarme de que
estás bien—dijo él, que no quería discutir el asunto con ella ni ahora ni
posiblemente nunca.
—Me duele demasiado la cabeza como para dormir. Si hablamos, puede que me
olvide del dolor y pueda dormir.
—Entonces hablemos... de otra cosa.
—¿Alguna vez has amado de verdad a alguien? — Heather escuchó cómo su
pregunta hacía que su corazón latiera más deprisa.
—No voy a hablar de amor contigo—espetó.
—¿Por qué no? ¿Te asusta el amor?
—Muy poco me asusta.
—Entonces, ¿qué es lo que te asusta?
—Una esposa que me regaña con preguntas interminables.
Su suave risa se convirtió en un bostezo. —Mira que ya me canso, y no te doy
molestias. ¿No sientes curiosidad por mí?
—Sé todo lo que necesito saber.
—¿Y qué sabes?
—Que me perteneces ahora y siempre—dijo, declarándolo así.

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—¿Nunca me dejarás marchar?


—Nunca.
—¿Nunca me dejarás?
—Nunca. Permanecerás siempre a mi lado, te guste o no.
—No tienes que hacerlo sonar como si tuvieras que ordenarme. Estar casada
contigo no es la carga que imaginé que sería.
—Eso lo dices ahora, pero con el tiempo puede que pienses de otra manera—
dijo—Ahora no hables más. Ve a dormir.
Heather bostezó de nuevo, descubriendo que su conversación la había distraído
del dolor que parecía haberse desvanecido. Sus ojos se volvieron pesados y
empezaron a cerrarse, y justo antes de dormirse oyó las palabras susurradas que
a menudo llenaban sus sueños.
Te amo, Heather.
—Te amo... siempre... Quinn—susurró mientras el sueño se apoderaba de ella.

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Capítulo Catorce
Heather se despertó sola en la cama a la mañana siguiente y se alegró de ello.
Necesitaba tiempo a solas para pensar y darle sentido a lo de anoche, a lo que
pensaba entonces y ahora. Sacudió la cabeza e hizo una mueca de dolor, que le
recordó el golpe que se había dado en la nuca. También le recordó el sueño y a
Quinn, y cuando despertó y se encontró con...
Volvió a sacudir la cabeza, aunque esta vez más despacio.
Era su imaginación, tenía que serlo, pero en el fondo de su corazón sabía que
era verdad. Lo había visto en sus ojos, lo había sentido entre sus brazos, cuando
la tocó y, sobre todo, cuando la besó. Volvió a sacudir la cabeza. No se había
equivocado.
El Dragón Oscuro era Quinn.
El corazón se le hinchó de pensarlo mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
¿Qué le había pasado para que volviera a ser un hombre diferente y no sólo de
nombre? ¿Y por qué había sentido la necesidad de ocultarle su identidad y
obligarla a casarse con él?
Una lágrima cayó de sus ojos, pues conociendo a Quinn como lo conocía, él
estaría haciendo esto para protegerla, pero ¿de quién?
Quería salir corriendo a buscar a Rhys y hacerle saber que había descubierto su
secreto, pero su secreto debía revelarlo él. Mientras tanto, lo ayudaría de la
única manera que podía... lo amaría con todo su corazón y su alma.
Una cosa que le pesaba mucho era lo que él le había dicho en respuesta a su
pregunta de cuántas mujeres había conocido.
Más mujeres de las necesarias.
Naturalmente, pensar en él con otras mujeres la perturbaba. Y parecía que a él
también, porque había oído arrepentimiento y rabia en su respuesta. Entonces,
¿por qué había estado con más mujeres de las necesarias? Esperaba averiguarlo
algún día.

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Heather se palpó el chichón de la nuca y se sintió aliviada al comprobar que la


hinchazón había desaparecido. Todavía le dolía tocarlo, pero no tanto como la
noche anterior. Su visión no se había resentido, como había visto que ocurría
con algunos golpes fuertes en la cabeza, y se sentía hambrienta, así que se
consideró en forma.
Se estiró mientras se levantaba lentamente de la cama y se alegró de no haber
sufrido efectos adversos por el movimiento, ni haberse desmayado al ponerse
de pie. De hecho, se sentía de maravilla, pero podía atribuirlo a que por fin volvía
a estar con Quinn.
¿Y si estaba equivocada?
Heather ahuyentó la duda. No se equivocaba. Había visto algo familiar en los
ojos del Dragón Oscuro cuando había estado cerca de él. Y ahora sabía lo que
era. Era una pequeña chispa del amor que había brillado tanto en sus ojos
oscuros antes de que se marchara. No había muerto. Nunca podría. La amaba
demasiado. Puede que se hubiera aletargado por necesidad, pero seguía ahí y
siempre lo estaría.
Ella encendería esa chispa y traería a Quinn de vuelta a ella.
Un suave golpe en la puerta sonó antes de que se abriera y Nessa entrara,
equilibrando una bandeja en el brazo. Se detuvo bruscamente y pareció a punto
de decir algo, pero rápidamente cerró la boca junto con la puerta.
Nessa no dijo una palabra hasta que se paró frente a Heather. —El Dragón ha
ordenado que permanezca en cama todo el día. Se pondrá furioso si se entera de
que está levantada. Me enviaron para ver si estaba despierta, despertarle si no
lo estaba y ver que comiera algo.
Era imposible que se quedara en cama todo el día. Quería pasar cada momento
que pudiera con... Pensó con quién pasaría realmente el tiempo y una sonrisa se
dibujó en su rostro cuando la respuesta le llegó con facilidad.
Pasaría tiempo con el hombre que la quería tanto como ella a él.
Su sonrisa se mantuvo firme mientras decía: —Me siento bien. No hay razón
para que me quede en cama todo el día.

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—El Dragón piensa de otra manera y los guardias seguirán su orden y no le


dejarán salir de la habitación—dijo Nessa, colocando la bandeja que sostenía en
la mesita cerca de la cama.
Heather alcanzó su falda y su blusa y Nessa se apresuró a ayudarla.
—Permítame, mi señora. Debería descansar después del golpe que se ha dado
en la cabeza.
Heather permitió que Nessa la ayudara a ponerse la ropa, viendo la
preocupación en su bonita cara. —Me encuentro bastante bien y me duele
menos que anoche. Me aseguraré de no esforzarme hoy.
—Por favor, siéntese y deje que le arregle el pelo, mi señora— le ofreció Nessa.
—Se lo peinaré suavemente y se lo trenzaré, porque seguramente no querrá
sujetárselo a la cabeza con peines y alterar el bulto que se está curando.
Una vez más, Heather accedió a su sugerencia y se sentó mientras ella se
arreglaba el pelo. —Tienes un toque suave, Nessa.
—Gracias, Lady Heather, mi madre decía lo mismo de mí y me aconsejó que
sería una ventaja a la hora de tratar con un marido.
—¿Y hay alguien a quien prefiera como marido?
Nessa sonrió al decir: —Fife. Tiene rasgos y formas sencillos. Uno nunca
esperaría que fuera un guerrero fantasma. También es amable y atento—. Su
sonrisa creció. —Recogió un ramo de flores silvestres y me las trajo. Es fácil
hablar con él y siente la soledad que yo siento, habiendo perdido a toda su
familia como yo—. Su sonrisa se desvaneció. —Esta mañana, Pitt intentó
entablar conversación conmigo, dirigiéndome su hermosa sonrisa. Pero no
quiero tener nada que ver con alguien como él. Un hombre tan guapo como él
sólo traería problemas a una mujer. Pero no tengo de qué preocuparme, el
Dragón prohíbe a sus hombres forzar a las mujeres de aquí.
Heather se alegró de oír eso, aunque se preguntó por qué Rhys no lo había
mencionado anoche cuando le había comentado a Pitt que no forzara a Nessa.
Eso no importaba ahora. Lo que sí importaba era que esta noticia sólo ayudaba
a confirmar aún más que el Dragón Oscuro era Quinn, pues nunca se quedaría
de brazos cruzados mientras un hombre forzaba a una mujer.
—Me alegro por ti. Te mereces un buen hombre—dijo Heather.

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—Gracias, mi señora—dijo Nessa, apoyando la larga trenza sobre el hombro de


Heather y echó un vistazo a la habitación—¿Dónde están sus botas, mi señora?
Heather se puso de pie y también echó una mirada a su alrededor y sonrió—
Creo que mi marido se llevó mis botas y mis zapatos.
—Oh, querida, entonces está atrapada, porque no puede ir descalza.
—No dejaré que un pequeño inconveniente me detenga. He ido descalza antes
y puedo hacerlo de nuevo—dijo Heather.
—Antes de hacerlo, tal vez quiera fortificarse con algo de comida—. Nessa le
dio a Heather un trozo de queso y pan.
Heather lo cogió y entre bocado y bocado dijo: —No he mencionado que
Seamus pudiera tener conocimiento del pasadizo secreto.
—Eso es bueno, porque Seamus no confía en el Dragón y sus guerreros. No les
dirá nada. Confiaría en usted, una Macinnes.
—Pensé lo mismo después de haber hablado con él, y espero que pueda ser de
alguna ayuda—. Heather se quitó las migajas de las manos y deseó poder
deshacerse de los problemas con tanta facilidad.
—¿Vamos a ver qué harán los guardias cuando intente salir? — dijo Heather.
—Yo sugeriría un paso rápido, mi señora, ya que me estarán esperando y puede
que no se molesten en mirar hasta que sea demasiado tarde. Le seguiré de cerca
y los mantendré alejados de usted si es posible.
—No deseo que te castiguen por mi culpa.
—Qué hago sino seguirle, nada más—dijo Nessa encogiéndose de hombros.
—Gracias, Nessa, te lo agradezco, pero prométeme que no harás nada que te
acarree un castigo.
—Como desee, mi señora—dijo recogiendo la bandeja.
Heather asintió, aunque sabía muy bien que Nessa haría cualquier cosa para
ayudarla y Heather haría cualquier cosa para asegurarse de que la mujer no
sufriera por ello.

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Heather se dirigió a la puerta, la abrió y salió corriendo por delante de los


guardias antes de que se dieran cuenta de que era ella. No se detuvo; mantuvo
un paso rápido, Nessa la seguía detrás.
Los dos guardias corrieron tras ella—Mi señora, el Dragón le ha ordenado
permanecer en cama.
—Voy a hablar con él de eso—les replicó Heather, agradecida de que Nessa les
impidiera alcanzarla.
—Tiene que volver a su habitación, mi señora. Iremos a buscar al Dragón.
Heather se apresuró a bajar las escaleras. —Voy a buscarlo yo misma.
—¡Quítate de en medio, mujer!
Heather sonrió, bendiciendo en silencio a Nessa por mantener a raya a los
guardias, y entonces oyó un chillido desgarrador que le retumbó en los oídos,
seguido del estrépito de la bandeja y su contenido al caer y de varios juramentos
gritados. Nessa había hecho bien en detener a los guardias.
Los criados eran los únicos que se encontraban en el Gran Comedor y Heather
preguntó si alguno de ellos había visto al Dragón. Negaron con la cabeza y ella
se preguntó por qué parecían tan temerosos. Se dio cuenta al llegar a la puerta.
Su marido le había hecho saber que debía permanecer en cama y ella lo estab a
desobedeciendo descaradamente. Temían su castigo.
El sol y la cálida brisa la golpearon tan pronto como salió y bebió de ambos, feliz
de haber escapado de los confines de su alcoba. Deseó encontrar a Seamus y ver
si sabía algo de una entrada secreta al torreón, pero no era el momento.
Miró a su alrededor y, al ver a Belle cerca de la linde del bosque, la llamó
mientras se acercaba.
—Mi señora, ¿se siente mejor? —preguntó Belle con preocupación.
—Estoy bien, un chichón es todo. ¿Has visto al Dragón?
Belle dudó un momento antes de decir: —Él hizo saber a todos que pasarías el
día en cama.
—Es un día demasiado bueno para estar en cama.

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Belle dudó una vez más. —Tal vez deberíais hacer lo que dice el Dragón, mi
señora.
—Haríais bien en seguir el consejo de Belle, al menos te encadeno a mí hasta
que yo diga lo contrario.
Ambas mujeres se giraron para ver acercarse al Dragón y a Pitt.
Belle hizo un respetuoso gesto con la cabeza y se alejó.
Heather sonrió ante su comentario, pensando que sería una buena forma de
evitar que volviera a abandonarla. —¿Lo prometes?
Pitt se rió entre dientes. Rhys no lo hizo.
Rhys se volvió hacia Pitt cuando se detuvieron no muy lejos de ella. —Tráeme
a esos dos tontos que debían asegurarse de que permaneciera en su habitación.
Pitt asintió y fue a hacer lo que Rhys le pedía.
—No fue culpa suya—dijo Heather mientras se acercaba a su marido.
—Te les escapaste. Deberían haberte detenido y eso significa que no hicieron lo
que se les ordenó—dijo Rhys. Su ceño se arqueó mientras sus ojos se dirigían a
los pies de ella. —Estás descalza.
—Me quitaron las botas y los zapatos.
—Y veo que fue en vano.
Heather se detuvo frente a él y le tendió las muñecas. —Prefiero estar
encadenada a ti que confinada en nuestro dormitorio todo el día.
Le bajó las muñecas y acercó su cara a la de ella—Y yo preferiría estar confinado
en nuestra alcoba todo el día contigo encadenada a mí—. Hizo una pausa antes
de decir: —Anoche te diste un fuerte golpe en la cabeza. Necesitas tiempo para
curarte.
Oyó la sinceridad en su voz fuerte y vio la preocupación en sus ojos oscuros, y
su corazón volvió a hincharse de alegría. Era Quinn. Su Quinn. Estaba segura
de ello, aunque no daría ninguna pista de que lo sabía. —Me estoy curando de
la mejor manera que sé. El sol y su calor harían mucho más por curarme que los
confines de nuestra alcoba.
—¿Me desobedeces otra vez, esposa? — susurró cerca de sus labios.
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Heather acercó sus labios hasta casi rozar los de él—Te he echado de menos.
Sus palabras suaves y sinceras le golpearon el corazón y, maldita sea, no quiso
estirar la mano y estrecharla contra él mientras devoraba sus labios en un beso,
lo excitaba con demasiada facilidad y, como aún necesitaba curarse, no corrió
riesgos... se apartó de ella. —Permanecerás a mi lado sin rechistar—. Entonces
se dio cuenta de lo que había hecho. Se había comprometido a un día de tortura.
Sintió su ausencia en cuanto se alejó de ella, aunque no estaba tan lejos y dijo
rápidamente. —Lo haré.
Rhys se volvió, viendo a Pitt acercarse con los dos guerreros a remolque. Lanzó
una rápida mirada a su esposa—Espera aquí—. Caminó al encuentro de Pitt.
—Parece que tu mujer ha tenido ayuda—dijo Pitt mientras los dos guerreros
permanecían a un lado hasta ser llamados.
—Nessa—dijo Rhys —¿Ya te has hecho amigo de ella?
—No me hace caso y se mantiene a distancia como si yo estuviera enfermo.
Una sonrisa jugó en los labios de Rhys. —Una mujer a la que no le gustas... eso
es inusual.
—Y algo que pretendo rectificar. Pronto conseguiré que hable conmigo.
—Asegúrate de hacerlo. Tenemos que descubrir quién de nosotros no
pertenece—. Hizo un gesto con la cabeza a los dos guerreros y se adelantaron,
sin decir palabra.
Los había elegido porque llevaban con él casi desde el principio y conocía su
historia. Eran hombres buenos y dignos, y podía ver que estaban disgustados
por no haber cumplido con éxito su tarea.
—A ambos se les asignará un mes extra de trabajo en el perímetro.
Ambos hombres parecieron sorprendidos por el ligero castigo.
—Parece que mi esposa ha aprendido algunas de las habilidades de los
guerreros fantasma.
—Lady Heather es ligera y rápida de pies como nosotros—dijo con admiración
el alto y delgado.

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—Encárgate de que esto no vuelva a ocurrir—dijo Rhys en un tono que hizo


que ambos agacharan la cabeza.
Los despidió y vio que Pitt miraba fijamente a su esposa, que había ido a
sentarse en un tocón cerca del linde del bosque y parecía estar hablando con
una ardilla a poca distancia de ella—Tiene mucho valor—dijo Pitt.
—Lo necesitará para lo que tendrá que afrontar siendo mi esposa.
—Creo que Lady Heather está a la altura—dijo Pitt, —y yo debería estar a la
altura de la mía. Voy a hablar con Nessa.
—Que le traiga a Heather sus botas. Ya sabe dónde las mandé poner.
—Lo sé, pero veo que eso no la detuvo—. Pitt volvió a reírse y se marchó antes
de que Rhys pudiera amonestarle por ello.
Rhys se quedó mirando a su mujer. La ardilla se acercaba cada vez más a la hoja
verde que Heather sostenía en la mano, aunque se preguntaba si era su suave
voz instándole a coger la comida lo que el animal encontraba más apetecible.
Unos pasos más y la ardilla se la arrebató de la mano, aunque no salió corriendo
con ella. Se sentó a su lado y mordisqueó la hoja mientras Heather seguía
hablándole.
Rhys sacudió la cabeza al acercarse y la ardilla se apresuró al acercarse,
corriendo hacia un árbol con su hoja.
Heather fue a levantarse, pero Rhys le dijo: —Quédate cómo estás—Se encorvó
frente a ella—Dime que te encuentras lo bastante bien como para andar por ahí.
Sonrió, echando un vistazo a su rostro y viendo por qué no le había reconocido
la primera vez que le había visto. Las leves arrugas alrededor de los ojos, el ceño
fruncido de tanto fruncirlo, la falta de sonrisa y la plenitud de su rostro por el
paso de los años, ocultaban al hombre que ella conocía y amaba. Pero estaba allí,
sabía que estaba allí y de algún modo, de alguna manera, conseguiría que se
mostrara. —Me siento bien. Tengo un poco de dolor de vez en cuando, y
reconoceré si hago demasiado y si necesito descansar.
—¿Y me das tu palabra al respecto?
—Lo hago—dijo ella y alargó la mano para apoyarla en su brazo, recordando las
muchas veces que lo había hecho mientras paseaban, hablaban y reían—
Además, estaré contigo. ¿Qué podría pasar?
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Rhys no quería pensar en eso, ya que las perspectivas serían demasiado


aterradoras. Y la idea de que no pudiera protegerla era aún más aterradora.
Nunca, jamás, dejaría que eso ocurriera. Cuando se levantó, la cogió de la mano
y se levantó con él.
Una vez de pie, pasó su brazo alrededor del de él y lo sujetó con fuerza. Quería
asegurarse de mantenerlo cerca—Quiero darte las gracias por ser tan tolerante
conmigo anoche. Me sentí segura contigo cerca.
—No te negaré cuando me necesites. Siempre estaré ahí para ti.
Heather sintió que se le apretaba el estómago. Quinn le había dicho esas
palabras antes de saber que se marcharía. Nunca había tenido intención de
dejarla, pero las cosas no siempre salen como uno desea.
Caminaron despacio—Dime dónde oíste hablar del pasadizo secreto.
No quería implicar a Nessa y someterla a interminables preguntas, pero
también quería ser sincera con su marido, así que dijo: —Creo que fue un criado
quien mencionó haber oído hablar de él. ¿Crees que fue así como el intruso entró
anoche en nuestra alcoba?
—No, oí abrirse la puerta.
—¿Por eso me empujaste a un lado?
—Fueron sus ligeras pisadas las que me hicieron saber que no quería ser
detectado.
—¿Cómo pudo entrar en el torreón con tantos de sus hombres vigilando? —
preguntó—¿Y por qué te persiguen esos hombres que se embadurnan la cara de
mugre?
—Te diría que no es nada de lo que debas preocuparte, pero sé que eso
significaría poco para alguien tan curiosa como tú.
Se rió suavemente. —Veo que ya me conoces bien—. Su risa se desvaneció junto
con su sonrisa. —¿Quiénes son estos hombres que quieren hacerte daño?
—Viejos enemigos y, como has visto, muy peligrosos. Así que sería muy sabio
de tu parte obedecerme finalmente. ¿Eso es todo lo que sabes del pasadizo
secreto?

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Heather dudó, sabiendo que Seamus no sería comunicativo con el Dragón y sin
saber qué haría el Dragón si el anciano no lo era.
—¿Qué te hace detenerte?
¿Qué le hizo detenerse? Aunque era el Dragón Oscuro, también era Quinn y
Quinn nunca haría daño a un anciano. Pero era un hombre cambiado, ¿podía
estar tan segura? En el fondo, sentía que sí—Sé de un anciano que quizá sepa
algo, pero no confía en el Dragón ni en sus hombres.
Rhys no se molestó en preguntarle cómo sabía todo esto, ya lo sabía. Tenía un
alma bondadosa. La gente lo veía en su forma de ser y en su generosa sonrisa.
Confiaban en ella, se sentían atraídos por ella, se sentían cómodos a su
alrededor, y por eso hablaban abiertamente con ella.
—Él confiaría en ti—dijo Rhys.
—Creo que sí.
—¿Te sientes bien para hablar con él ahora?
—Sí, y estoy ansiosa por hablar con él y ver lo que sabe, pues no quiero que otro
intruso nos interrumpa en nuestra alcoba.
—En eso estoy de acuerdo—dijo Rhys. —¿Vamos a buscarlo?
—Me gustaría.
Y le gustó que pasaran el día juntos. Así podría asegurarse de que ella se
mantuviera a salvo y, además, no la quería en otro lugar que a su lado.

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Capítulo Quince
Heather se sentó en un banco mientras Nessa le calzaba las botas. Heather
bien podía hacerlo ella misma, pero su marido había insistido. Rhys estaba de
pie a cierta distancia hablando con Pitt, y menos mal, porque Seamus la vio y se
acercó a ella.
—Tu madre solía ir descalza. Eres la imagen exacta de ella. Hermosa y amable—
dijo Seamus.
—¿La conocías bien? —preguntó Heather justo cuando Nessa terminaba y se
despedía.
—Lo suficiente.
—Por favor, siéntate y cuéntame más—. Heather palmeó el sitio que había a su
lado en el banco.
Seamus se sentó. —Era una buena amiga de Mary McComb mucho antes de
que tú nacieras. A menudo pasaban tiempo en el solar de Mary cosiendo y
hablando. Tu madre lloraba con ella cada vez que Mary perdía un hijo. A veces
no está destinado a ser—. Seamus inclinó la cabeza hacia el Dragón—Tu madre
no estaría contenta de que estuvieras casada con alguien como él—arrugó la
frente—. Aunque recuerdo haber oído a tu madre decirle a Mary que te casarías
con un buen hombre que te amará profundamente y que tú y él tendrían
muchos hijos y una larga y buena vida juntos. Sabía lo que hacía y no recuerdo
que se equivocara nunca. Incluso le había dicho a Mary que no estaría aquí para
verlo y eso la entristecía.
Heather recordaba cómo su padre siempre se tomaba en serio las advertencias
de su mujer. —Tengo unos pocos recuerdos buenos y felices de mi madre, otros
se han desvanecido con el tiempo, aunque desearía que no fuera así—. Heather
dirigió una mirada a su marido. —Creo que mi madre tenía razón. Mi marido es
un buen hombre, aunque la mayoría no lo crea así.
Seamus resopló. —No seas ciega a los caminos del diablo, muchacha. El Dragón
no es un hombre de fiar y he oído que no es un hombre amable con las mujeres.

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Tu madre no querría que sufrieras con un hombre como él—. Bajó la voz a un
susurro. —Corre si tienes oportunidad.
Heather aprovechó la oportunidad que se le presentaba. —¿Cómo voy a hacerlo
si vigila todos mis movimientos?
Seamus sacudió la cabeza y susurró—Hay una salida secreta del torreón, pero
Fane nunca me dijo dónde estaba. Lo único que me mencionó fue que Mary
conocía el camino y eso era lo único que importaba—. Seamus se rascó la
cabeza. —No me sorprendería que se lo hubiera confiado a tu madre, eran así
de unidas—. Seamus volvió a sacudir la cabeza. —Aquí estoy hablando cuando
debería preguntarte cómo te sientes.
—Estoy muy bien.
—El Dragón no te hizo daño, ¿verdad? — Seamus preguntó en voz baja.
—No, era un intruso y el Dragón me salvó de él.
—¿Un intruso dices? —Dijo Seamus interrogante—¿Cómo puede un intruso
escabullirse entre todos los guerreros fantasma sin ser visto? Parecería más
probable que fuera uno de los propios del Dragón el culpable.
—Nunca pensé en eso, pero ¿por qué uno de sus guerreros haría tal cosa? —
dijo Heather.
Seamus se encogió de hombros. —Mi suposición es que se trataba de una
poderosa suma de dinero. El Dragón tiene más enemigos que amigos. Debe tener
cuidado, mi señora. Debe mantener las distancias con el Dragón. No querrás
que su destino se convierta accidentalmente en el tuyo.
—¡Daaaaa!
Seamus hizo una mueca de dolor. —Esa hija mía nunca me deja en paz. Digo
que, si el Dragón va a acabar conmigo, caeré luchando como cualquier
honorable Highlander—. Se levantó y se inclinó ante Heather. —Lady Heather,
ha sido un placer hablar con usted. Me recuerda a los días en que tu madre venía
de visita.
Heather sonrió—Hasta la próxima, Seamus.
Sonrió. —Lo espero con impaciencia.

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La sonrisa de Heather se desvaneció cuando Seamus se alejó. Puede que no


hubiera averiguado lo que quería sobre el pasadizo secreto, pero había
descubierto algo que no esperaba y que explicaría cómo había entrado el
intruso en su habitación. Comprendía que su marido no quisiera que nadie lo
supiera, porque si se supiera, el culpable sabría que su tiempo era limitado. El
Dragón lo encontraría y sufriría mucho por ello.
—Heather, ¿estás bien?
Heather levantó la vista y no era el Dragón lo que vio allí de pie... era Quinn.
¿Cómo no se había dado cuenta? Por miedo. Había temido tanto la perspectiva
de casarse con el Dragón Oscuro que la había cegado ante lo que tenía delante.
Los años, sin embargo, lo habían curtido. Ya no era un joven al borde de la
madurez... ahora era un hombre.
—¿Heather?
La preocupación se había apoderado de la voz de su marido y ella se apresuró a
sonreír, estirar el brazo, cogerle de la mano y tirarlo al banco junto a ella—
Seamus habló de mi madre. Me trajo recuerdos.
Le apretó la mano. —Buenos recuerdos.
No era una pregunta que él hiciera, porque sabía la respuesta, había hablado a
menudo de su madre con Quinn, pero no lo mencionó. —Los pocos recuerdos
que aún me quedan de ella son muy buenos y Seamus me dio más buenos
recuerdos para disfrutar.
—Entonces me alegro por ti.
—Desgraciadamente, él conocía del pasadizo secreto, pero no su ubicación.
—¿Crees que te dice la verdad?
—Sin duda que sí—dijo —Me dijo que debía huir de ti si tenía la oportunidad
y que si sabía dónde estaba el pasadizo secreto me lo diría para que pudiera
hacer precisamente eso.
—Te encontraría. No hay lugar al que puedas ir en el que no te encuentre—. No
había ira en sus palabras. Simplemente decía la verdad.

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Heather apoyó la mano en su brazo. —No necesitarías encontrarme, porque


estoy donde quiero estar. Fuiste bueno conmigo anoche, Rhys, cuando te
necesitaba. Serás un buen marido.
Inclinó la cabeza y entrecerró los ojos, aunque una sonrisa se dibujó en la
comisura de sus labios. —Aún no he decidido si serás una buena esposa o no.
Ella sonrió y le dio una palmadita en el brazo. —Buena o no, me temo que estás
atrapado conmigo, porque nos hemos casado y no se puede deshacer.
Rhys acercó su rostro al de ella. —Aún tenemos que sellar nuestros votos,
esposa, así que podría devolverte a tu Da si así lo deseara.
—O podrías ver sellados nuestros votos y quedarte conmigo, porque seré mejor
esposa de lo que crees—. Heather sintió que un escalofrío se apoderaba de ella
cuando su leve sonrisa se desvaneció y una sombra cayó sobre él, ¿o había salido
de él?
—Ya te he advertido que hay oscuridad en mí...
Le puso un dedo en los labios y le susurró: —La ahuyentaré.
Él atrapó su dedo con la mano, alejándolo de su boca. —Ten cuidado, esposa,
porque es una oscuridad maligna y puede consumirte.
—No malgastes tu aliento tratando de asustarme—dijo y se levantó, cogiéndole
de la mano para ponerle de pie. —Ven, deberíamos examinar esa hierba
pisoteada y ver qué podemos descubrir.
Rhys la empujó contra él. —No me des órdenes, esposa, ni me arrastres a tu
antojo, o pronto los aldeanos pensarán que domaste al Dragón.
Heather rió suavemente. —Los que me conocen ya saben que se me dan bien
los animales y probablemente no esperen menos de mí.
—Nunca domarás al Dragón—dijo como si la tarea fuera imposible.
—Mi querido esposo, ¿no sabes que el amor puede domar a cualquier criatura?
—Discúlpeme, mi señora.
Rhys se volvió hacia el joven con ira en la voz. —¿Te atreves a interrumpir
cuando estoy hablando con mi esposa?
El joven bajó rápidamente la cabeza. —Lo siento, milord, pero...
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—No escucharé ninguna excusa. Déjanos en paz.


El joven tembló de miedo, pero no hizo ademán de marcharse.
Rhys dio un paso brusco hacia él, pero Heather se puso delante y le apoyó la
mano en el pecho. —Quizá necesite ayuda.
El joven no esperó, tomó la palabra y habló rápido antes de que pudieran
detenerlo—Mi esposa Jenny está teniendo dificultades para dar a luz a nuestro
bebé, y las mujeres que la están ayudando no saben qué más pueden hacer.
¿Puede ayudarla, Lady Heather? Sé que anoche sufrió una herida y no tengo
derecho a pedírselo, pero temo por la vida de Jenny.
Rhys sabía que no habría forma de detener a su esposa, así que le espetó al joven:
—Muéstranos el camino.
Una vez más las palabras brotaron como un rápido torrente de los labios del
joven—Sí, mi señor. Gracias, mi señor. Le estoy muy agradecido, mi señor.
Rhys le hizo un gesto con la mano y el joven se dio la vuelta y se marchó a toda
prisa, dejando que Rhys y Heather lo siguieran.
Heather sonrió a su marido mientras se recogía la falda y se apresuraba a
seguirla, Rhys a su lado.
Cuando llegaron a la casita, Rhys la agarró del brazo y la detuvo con suavidad.
—Esperaré aquí afuera y si te sientes mal debes decírmelo, o si no, ayúdame,
Heather...
—No me causaré ningún daño—. Ella le besó en la mejilla y susurró: —Quiero
guardar todas mis fuerzas para esta noche, cuando sellemos nuestros votos.
Se quedó mirándola mientras desaparecía en la cabaña y deseó que ya fuera de
noche. Se volvió hacia el joven que también permanecía fuera, aunque a cierta
distancia de él. —Tu nombre—preguntó Rhys.
—Gillie, mi señor.
—Gillie, vas a pasar el tiempo conmigo ayudándome a decidir un castigo
adecuado para ti, por atreverte a interrumpirme cuando hablaba con mi esposa.
Gillie bajó la cabeza. —No me importa el castigo que me impongáis, mi señor.
Sufriré lo que sea con tal de que mi Jenny y nuestro bebé estén bien.

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Un grito desgarrador rasgó el aire y Gillie se estremeció, sufriendo junto con su


esposa. Y Rhys supo que no había castigo que pudiera aplicar al joven tan malo
como el que ahora sufría.
Rhys se volvió cuando unos minutos más tarde oyó unos pasos apresurados y
vio a Pitt que se dirigía a toda prisa hacia él.
—Hay un problema—dijo.
—Busca a Henry y tráelo aquí. No dejaré a Heather sin alguien de confianza que
la vigile.
Pitt fue a hacer lo que le habían dicho y regresó en unos instantes con Henry a
cuestas.
—Una vez que mi esposa termine llévala a la torre del homenaje y espera en el
Gran Salón con ella hasta mi regreso—ordenó Rhys y mientras se alejaba otro
grito desgarrador lo siguió.

~~~
Heather se dio cuenta de la situación. Una cosa que había aprendido sobre
los partos, después de traer al mundo a tantos bebés, es que no todos son
iguales. Cada madre se siente más cómoda, tiene más probabilidades de dar a
luz a su bebé con facilidad, si no surgen complicaciones, cuando se deja llevar
por sus instintos que las que se ven obligadas a hacer lo que otros dicen.
—He hecho todo lo que me han dicho—gritaba Jenny, paseándose por el suelo
junto a la cama. —Me he puesto en cuclillas, he caminado, me he arrodillado,
me he sentado y aún así el bebé se niega a nacer. No puedo hacer nada más.
Heather se volvió hacia las dos mujeres que ayudaban a Jenny. —Necesitaremos
cubos de agua fresca y caliente.
Las dos mujeres la miraron extrañadas por su petición, pero ninguna preguntó.
Se limitaron a hacer lo que Heather les pedía.
Una vez que Heather las hubo apartado, se dirigió a Jenny. —¿Qué te gustaría
hacer ahora?
Jenny la miró fijamente sin saber qué decir, y luego dijo: —Me gustaría
descansar, mi señora. Estoy muy cansada.

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—Entonces eso es lo que harás—dijo Heather y la ayudó a meterse en la cama,


poniéndola lo más cómoda posible y presionándole el estómago mientras lo
hacía.
Cuando volvió el dolor, Heather le habló con voz tranquilizadora. —Lo estás
haciendo de maravilla, Jenny, y estoy segura de que el bebé vendrá pronto, así
que debemos prepararte.
Jenny asintió con un movimiento de cabeza y Heather la ayudó rápidamente a
levantar las rodillas y a ponerse el camisón sobre ellas para dejarlo caer sobre el
vientre. Pronto instó a Jenny a que empujara, diciéndole que el bebé estaba a
punto de nacer. Con más insistencia por parte de Heather, y Jenny ansiosa por
acabar de una vez, el bebé llegó en un santiamén.
—Un buen chico—gritó Heather cuando el bebé se hizo notar con sus propios
gritos.
Las dos mujeres se quedaron de piedra cuando volvieron. El bebé yacía envuelto
en una manta en brazos de Jenny mientras Heather se ocupaba de las secuelas
del parto. Una vez que se ocupó de Jenny, se encargó de limpiar al bebé y
envolverlo en la manta más limpia que Jenny acababa de coser.
Heather se volvió hacia las dos mujeres que adoraban al bebé en brazos de
Jenny. —Si las dos vais a la cocina del torreón y preguntáis por Nessa y le decís
que os he enviado a recoger comida para Jenny y su marido, suficiente para dos
días, se encargará de que se haga.
Las tres mujeres la miraron como si no pudieran creer lo que decía.
Jenny finalmente habló: —Mi señora, eso es demasiado generoso de su parte.
—Un regalo del Dragón y su esposa, y sabes que no puedes rechazar al Dragón.
Las tres mujeres simultáneamente asintieron con la cabeza vigorosamente.
—Esperaré con Jenny hasta que vuelvan—dijo Heather. —Y por favor, diganle
a mi marido que deseo hablar con él.
La mujer se adelantó. —El Dragón se fue. Henry, el marido de Belle, se ha
quedado esperándote.
A Heather le hubiera gustado preguntarles si sabían adónde había ido su
marido, pero no era apropiado que lo hiciera. Fue a la puerta con las dos mujeres
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y salió, llamando al marido de Jenny para que viniera a ver a su hijo recién
nacido. Vino corriendo, con una amplia sonrisa en el rostro.
Cerró la puerta para dejar a la pareja a solas y se acercó a Henry, que estaba a
unos metros. —Henry, ¿te encuentras bien?
—Muy bien, mi señora—dijo Henry con una firme inclinación de cabeza.
Heather echó una mirada a su alrededor, notando que las nubes amenazaban
ahora el hermoso día. —Algo de lluvia creo.
—Seguro que lo parece.
—¿Sabe adónde va mi marido?
Henry negó con la cabeza. —No, mi señora. Sólo sé que debo llevarla al Gran
Salón cuando termine y que debo permanecer con usted allí hasta que regrese
el Dragón.
Algo había ocurrido para llevarse a Rhys. Ella había visto, o tal vez intuido, que
tenía tantas ganas de pasar el resto del día con ella como ella de pasarlo con él.
Algo urgente debía de haber ocurrido para alejarlo.
Y pensaba averiguar qué era.

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Capítulo Dieciséis
Rhys entró en el campamento con Pitt. Llevaba su armadura de cuero,
aunque sin casco. La mayoría de los hombres del campamento lo miraron con
miedo, algunos retrocedieron, y unos pocos no quisieron mirarlo, demasiado
asustados de que el mal los tocara.
Las reacciones de los guerreros no le importaban a Rhys. Su interés estaba en el
hombre bajo y grueso que permanecía de pie en medio del campamento, con la
cabeza gacha, mirando fijamente el cadáver a sus pies.
Rhys desmontó al igual que Pitt, sus caballos permanecieron donde los habían
dejado mientras ambos se acercaban al hombre.
—¿Ves lo que los Macinnes le han hecho a mi yerno, cuando lo único que pedía
era que su esposa-mi hija-regresara con él? — dijo Hew McDolan, levantando
la cabeza.
Rhys miró el cuerpo maltrecho de Rab McLaud.
Hew se atragantó con las palabras al decir: —Lo golpearon sin piedad.
—¿Cómo sabes que fueron los Macinnes quienes lo hicieron? —preguntó Pitt.
—Rab había insistido en ir junto a los Macinnes para recuperar a su esposa,
pero como no confiaba en los Macinnes, envié a uno de mis guerreros para que
lo siguiera. Observó desde lejos cómo Donald Macinnes hacía que sus guerreros
golpearan a Rab hasta matarlo—sacudió la cabeza.
—¿Y Hunter? —preguntó Rhys. —¿Se quedó allí mirando cómo golpeaban a su
hermano hasta matarlo?
—Lo hizo—confirmó Hew con un gruñido—y no dijo ni una palabra ni levantó
un dedo para impedirlo.
—¿Y Rona? — preguntó Pitt. —¿Rab no pidió también el regreso de su cuñada?
—¿El bastardo se la llevó cautiva también? —escupió Hew.
—¿Qué me importa esto a mí? —preguntó Rhys.

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—Quiero que me devuelvan a mi hija y si no quisieron devolvérsela a su marido,


me temo que también se negarán a devolvérsela a su padre. Te pido ayuda para
liberar a mi hija de los Macinnes. A cambio, te la ofrezco en matrimonio.
Saundra es una buena muchacha y obedece bien. Sería una buena esposa para
ti. Y con la unión de nuestros clanes, te prometeré mi lealtad.
—Así que lo que pides es venganza contra los que hicieron matar a golpes a tu
yerno—dijo Rhys.
—Así es, pero no sin ofrecerles algo a cambio.
—Así que, si te doy lo que pides, me darás a tu hija y me prometerás lealtad;
¿tengo tu palabra?
—Sí, te doy mi palabra aquí y ahora al respecto.
Rhys miró a Pitt y le hizo un gesto apenas visible con la cabeza antes de decirle
a Hew: —Tráeme al guerrero que presenció la paliza.
—John—gritó Hew.
Un guerrero se adelantó. Levantó la barbilla y echó los hombros hacia atrás,
ensanchando un pecho ya de por sí grueso, mientras se acercaba con paso
seguro. Se detuvo junto a Hew.
—¿Oíste que Donald Macinnes se negó a devolverle la mujer de Rab?—
preguntó Rhys.
—Sí, y oí que Rab les decía que habría guerra si Macinnes no se la devolvía. Fue
entonces cuando Donald Macinnes hizo una señal a sus guerreros y
descendieron sobre Rab como una manada de lobos hambrientos.
—¿Estaba allí Hunter, el hermano de Rab?
—Estaba y no levantó un dedo para ayudarle. Su esposa Patience estaba a su
lado y observaba.
—¿Y las otras dos hermanas también estaban allí?
—Sí, y nunca apartaron la cabeza mientras Rab era brutalmente golpeado.
—¿Cómo llegaron al cuerpo? —Preguntó Rhys.
—Macinnes ordenó que lo tiraran en el bosque para que los animales se
alimentaran de él. Lo seguí y llevé el cuerpo a Laird McDolan.
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—¿Y así es como tus manos sufrieron esos cortes y magulladuras?


John se sobresaltó un momento antes de dar una respuesta rápida —Sí, así es.
Rhys se quedó mirando al hombre en silencio y John no tardó en sentirse
incómodo y Hew también.
Hew finalmente habló con fastidio en su tono—Es como te dije. ¿Ahora me
ayudarás a vengarme?
—¿Contra los que hicieron esta maldad?
—Sí, y fue un acto malvado, y será mejor que nos ocupemos de resolverlo y de
rescatar a la esposa de Greer antes de que se entere y se produzca un baño de
sangre.
Rhys fulminó a John con la mirada. —¿Quién te ayudó a matar a golpes a Rab
McLaud?
—¿Qué tontería es ésta? —gritó Hew. —¿Por qué acusas a John cuando te ha
contado lo que vio?
—Está mintiendo.
Hew fue a discutir, y Rhys dio un paso rápido hacia él y Hew se apresuró a
cerrar la boca—¿Piensas engañarme?
—No, no—dijo Hew—es como dice John.
—No es como dice John; miente—dijo Rhys, con la ira brillando en sus ojos
oscuros y en su voz. Dirigió su acalorada mirada hacia John—Dime que viste
allí a la hermana rubia de Macinnes.
—Sí, la vi allí—respondió con una sonrisa—¿Quién podría perderse esa
belleza?
—Evidentemente tú, ya que ella no estaba allí.
—Si John dice que estaba allí, entonces estaba allí—argumentó Hew.
—¿Así que fue por orden tuya que John, y yo diría que uno o dos más, mataron
a golpes a Rab McLaud?

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—No tiene sentido—dijo Hew, sacudiendo la cabeza. —¿Por qué iba yo a


mandar matar a golpes a mi propio yerno? Esto es un completo disparate.
¿Cumplirás tu palabra conmigo o no?
—¿Mantendrás la tuya? —preguntó Rhys.
—Ya te di mi palabra, ¿y ahora la tuya? — Preguntó Hew.
Rhys dio un paso adelante y agarró a John por el cuello tan rápido que ninguno
de los dos hombres que tenía delante tuvo tiempo de reaccionar. Apretó, sus
dedos se clavaron en el cuello del hombre—Me dirás la verdad ahora.
Hew estaba tan sorprendido que tardó un momento en hablar—Suéltalo. John
no hizo nada. Es a Macinnes a quien deberías perseguir.
Rhys le ignoró y apretó un poco más fuerte.
Las manos de John subieron para agarrar la mano de Rhys, tratando
frenéticamente de liberarse, pero resultó inútil. El agarre del Dragón era como
una banda de metal forjada alrededor de su cuello.
—Suéltalo o haré que mis hombres derriben al Dragón aquí y ahora—Hew
levantó la mano y sus guerreros, algunos con reticencia, dieron un paso al frente.
Los guerreros fantasmas se precipitaron desde el bosque y se descolgaron de los
árboles rodeando por completo al grupo y Hew palideció junto con varios de
sus guerreros.
El agarre de Rhys se tensó—No me importa si mueres. Sé la verdad. Esa belleza
de pelo rubio que dices que estaba allí no pudo haber estado. Heather estaba
conmigo; es mi esposa.

~~~
Heather estaba sentada en una de las mesas del Gran Comedor,
preguntándose adónde se habría ido su marido. Henry se había quedado cerca
hasta que ella le insistió en que se sentara y descansara la pierna herida. No
había discutido; se había sentado.
Mientras caminaba hacia la torre del homenaje, Heather descubrió que Henry
no le daría ninguna información sobre el paradero de su marido. Deseó haber
pasado más tiempo paseando por el pueblo, pues seguramente alguien habría

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oído algo, aunque ahora que llevaba un rato sentada se dio cuenta de que estaba
cansada y de que le dolía un poco la cabeza.
Se reprendió en silencio por no haber tenido más cuidado con su herida. Había
ignorado el cansancio que la invadía y el dolor de cabeza.
—Su brebaje, mi señora—dijo Nessa, colocando frente a ella una jarra de la que
salían remolinos de vapor.
—Bendita seas, es justo lo que necesito— dijo Heather, llevándose la jarra a los
labios para beber con cautela.
—Espero haberlo hecho a su gusto.
Heather sonrió después de probarlo. —Perfecto.
—Parece cansada, mi señora, quizá debería descansar en sus aposentos.
La idea le atrajo, pero antes de que pudiera aceptar, Henry tomó la palabra.
—Mis órdenes son que permanezca con Lady Heather en el Gran Salón hasta
que regrese el Dragón, y aquí es donde se quedará.
—Pero necesita descansar—protestó Nessa.
—Tengo mis órdenes—dijo Henry.
—Yo esperaré aquí—dijo Heather a la pareja que discutía, haciendo que el
ligero dolor en su cabeza aumentara.
Nessa negó con la cabeza mientras pasaba junto a Henry, diciendo: —Es su
cama lo que necesita.
Henry la ignoró y después de unos momentos, dijo: —Estoy seguro de que el
Dragón volverá pronto.
Heather vio la preocupación en sus ojos y lo tranquilizó—No pasa nada, Henry.
Tomaré mi brebaje y descansaré aquí hasta que vuelva mi marido.
El brebaje la calmó como siempre y el dolor de su cabeza disminuyó, pero sus
ojos se volvieron pesados y para cuando terminó el brebaje, sus ojos se cerraban
y su cabeza se sentía demasiado pesada para sostenerse. Cruzó los brazos sobre
la mesa y apoyó la cabeza en ellos para descansar.
—Mi señora, ¿se encuentra bien? — preguntó Henry con ansiedad.

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—Necesito descansar un poco—, dijo ella mientras sus ojos se cerraban.

~~~
—¿Estás casado con Heather Macinnes? — Preguntó Hew como si no
creyera sus palabras.
—Lo estoy. Ahora dime por qué mandaste matar a golpes a Rab McLaud—
exigió Rhys.
Con los hombros caídos por la derrota, Hew dijo: —Descubrí que pretendía
matar a mi hija y que Greer lo sabía y lo aprobaba. Empecé a preguntarme qué
otras cosas habían planeado Greer para mí. Decidí que sería más sensato
liberarme de un tal McLaud y, al hacerlo, liberar a mi hija y ponerla a tu
disposición para casarla contigo, uniendo así fuerzas contigo y protegiéndome
contra Greer—. Hew sacudió la cabeza. —Donald Macinnes se me adelantó.
—Conseguiste parte de lo que querías—dijo Rhys y soltó a John. —Me
prometiste lealtad si te daba venganza contra los que le hicieron esto a Rab.
John es uno. Entrégame a los otros que le ayudaron y me encargaré de que sean
castigados.
—Siguieron órdenes—dijo Hew en su defensa.
—Entonces eres tú quien merece el castigo.
Hew se quedó mudo por un momento y Rhys pudo ver que estaba sopesando
sus opciones, de las cuales no había ninguna. No tenía más opción que
someterse al Dragón, pero Rhys había aprendido con los años que pocos
hombres tomaban decisiones sabias.
—No sufriré ningún castigo por proteger a mi hija, ni mis hombres por seguir
órdenes.
—¿Reniegas de nuestro acuerdo? — espetó Rhys sin dar a Hew la oportunidad
de responder. —Escúchame bien, McDolan, me diste tu palabra y me encargaré
de que la cumplas. Cuando te convoque, no dudarás en venir a verme y hacer lo
que te ordene—se apresuró a silenciar a Hew cuando fue a hablar, su fuerte voz
resonó por todo el campamento—Ni una palabra. No he terminado.
Hew sintió la ira ardiente que brotaba de la boca del Dragón y un temblor lo
recorrió.
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—Tú y tus guerreros haréis lo que os ordene, Hew McDolan, o enviaré a mis
guerreros fantasma a por ti y sólo a por ti. No los verás venir, aunque sentirás la
espada cuando un guerrero te corte la garganta. Entonces tu clan será mío para
gobernarlo.
Hew no tuvo más remedio que decir: —Di mi palabra y la mantendré.
—Sabia decisión.
—¿Te encargarás de que me devuelvan a mi hija?
—Hiciste un trato y diste tu palabra. Tu hija ahora me pertenece.
—Pero ya estás casado. ¿Qué harás con ella?
—Lo que yo desee—dijo Rhys y se alejó del hombre.
—Pero...
—Pero ¿qué? —gritó Rhys mientras giraba para encararse de nuevo con Hew—
¿Me tomas por tonto? Te devuelvo a tu hija y tú la casas con un poderoso
cacique que podría resultarme problemático. Creo que no. Ahora es mía. Tú me
la diste. Yo decidiré su destino. Te sugiero que hagas un campamento más
permanente entre aquí y la tierra de Macinnes, porque una vez que Greer
McLaud descubra que hiciste matar a su hermano... necesitarás protección.
—¿Cómo se va a enterar si no se lo dices? —Dijo Hew con tono acusador.
—Las Tierras Altas lo ven y lo oyen todo. Greer acabará enterándose y buscará
su venganza—Rhys se encogió de hombros. —Si prefieres enfrentarte a Greer
solo con tus guerreros, que así sea.
—Acamparé donde me digas—. Hew asintió con firmeza, varios de sus
guerreros asintieron junto con él. —¿Y Rab?
—Tú lo mataste; entiérralo, porque si Greer llega a ver lo que le hiciste, te hará
algo mucho peor que lo que le hiciste a Rab. Hemos terminado aquí—. Con esas
palabras, los guerreros de Rhys desaparecieron y él y Pitt se dirigieron a sus
caballos.
Hew llamó a Rhys una vez que él y Pitt hubieron montado en sus caballos.
—Enviaré aviso de dónde y cuándo asentaré el campamento.

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—No es necesario. Conoceré todos tus movimientos—. Rhys giró su caballo y


salió del campamento, con Pitt cabalgando a su lado.

~~~
—Muchacha— Henry llamó a Nessa mientras se levantaba. —Tienes razón,
Lady Heather necesita descansar en sus aposentos. Estoy seguro de que el
Dragón no se opondría.
—Por fin tienes algo de sentido común—dijo Nessa, apresurándose a acercarse
a la mesa.
Henry no discutió con la insolente muchacha, estaba demasiado preocupado
por Lady Heather, no se había movido desde que apoyó la cabeza en sus brazos.
Nessa posó una suave mano en el hombro de Heather. —Mi señora, descansará
más cómodamente en su cama—. Nessa se alteró al no obtener respuesta.
Sacudió suavemente el hombro de Heather. —Mi señora.
Rhys entró en el Gran Comedor justo en ese momento y, al ver la escena que
tenía delante, gritó: —Henry, ¿qué pasa aquí?
Fue Nessa quien contestó. —Yo le diré lo que pasa aquí, mi señor. Lady Heather
estaba cansada y él—Nessa señaló con un dedo en dirección a Henry—no la
dejó ir a su cama a descansar.
—Henry obedecía mi orden—espetó Rhys.
—Estábamos a punto de llevar a lady Heather a sus aposentos, pero no quiere
despertarse—dijo Henry.
El miedo, algo que rara vez tocaba a Rhys, se alzó para atenazarle las entrañas
y sin dudarlo cogió a su esposa en brazos mientras la llamaba en voz alta:
—¡Heather!
Heather se estremeció. —¿Por qué gritas mi nombre?
—Porque te niegas a despertar—dijo Rhys complacido al ver que no estaba
pálida y podía hablar. Sin embargo, seguía sin abrir los ojos.
—Estoy descansando.
—Descansarás en nuestros aposentos—dijo Rhys mientras salía de la
habitación.
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—¿Por qué me llevas?


—Aún no has abierto los ojos y tu cuerpo está inerte en mis brazos. ¿De verdad
crees que podrías subir las escaleras tú sola? —no pudo disimular el enfado,
aunque iba dirigido a él, no a su mujer. Hoy debería haberla obligado a quedarse
en la cama, pero había sido egoísta, quiso pasar tiempo con ella, y luego le
permitió ayudar a dar a luz a un bebé. La culpa era suya.
—Sólo necesito un poco más de descanso—dijo, encontrando sus brazos muy
cómodos.
—Y descansarás, porque no saldrás de nuestra cama en lo que queda de día.
—Un par de horas de sueño me vendrán bien—dijo ella.
Rhys no se molestó en responder. La arroparía en la cama y asignaría a otro
guerrero de confianza para que hiciera guardia, aunque no estaría lejos. Seguiría
buscando la habitación secreta del torreón.
Apenas se movió cuando la tumbó en la cama, le quitó las botas y la envolvió
con la manta. Tampoco se movió cuando le besó la mejilla. Estaba más que
cansada y necesitaba un buen descanso. La dejó de mala gana y, cuando salió de
la habitación, se encontró con Henry y Nessa.
—Haré guardia, mi señor—dijo Henry.
—Lo harás hasta que envíe a alguien a reemplazarte. No le hará ningún bien a
tu herida de la pierna permanecer de pie posiblemente horas.
Henry aceptó a regañadientes las órdenes del Dragón. No tenía otra opción, ya
que sabía muy bien que no debía cuestionarlas.
—Nessa, irás a ver a Lady Heather de vez en cuando y cuando se despierte se lo
harás saber a Pitt.
Nessa asintió.
Rhys se marchó aliviado de que el descanso fuera lo que su esposa necesitaba,
aunque estaba preocupado por todo lo que estaba ocurriendo. Esperaba que la
disputa entre Macinnes y McLaud se resolviera sin batalla, pero con lo que
McDolan le había hecho a Rab McLaud, dudaba que eso fuera posible. Luego
estaba su viejo enemigo. Necesitaba acabar con él de una vez por todas.

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Capítulo Diecisiete
Heather se despertó perturbada por un ruido extraño. Escuchó y no oyó
nada, lo que le hizo preguntarse si el ruido había sido un sueño, aunque no
recordaba ninguno. La curiosidad la hizo levantarse de la cama con un giro del
hombro. Ningún dolor le perturbaba la cabeza y se sentía muy descansada. La
siesta le había sentado bien.
Se calzó las botas y se dirigió a la puerta. Al abrirla, se sorprendió de no
encontrar a ningún guardia. Se preguntó cuánto tiempo habría dormido
mientras bajaba las escaleras y entraba en el Gran Comedor. Estaba vacío y
ningún criado merodeaba por allí. Miró hacia las ventanas y vio que estaba
oscuro. ¿Habría dormido hasta bien entrada la noche?
Salió a la calle y bajó los escalones para ver si había alguien, pero el silencio era
espeluznante. El pueblo parecía dormido, pero si era tan tarde, ¿dónde estaba
su marido?
—¿Mi señora?
Heather dio un respingo y se llevó la mano al pecho.
—Lo siento, mi señora, no pretendía asustarla. Sólo me preguntaba qué hacía
aquí fuera tan tarde.
Heather se giró para ver a Seamus y no creyó oportuno explicar que buscaba a
su marido cuando éste debería estar en la cama con ella a esas horas. —Debería
pedirte lo mismo.
—Cuando el sueño se niega a venir a mí, camino entre las sombras del pueblo
con la esperanza de descubrir sus secretos.
—¿Qué secretos? — preguntó Heather.
—¿Para ver si se llevan a más ancianos y quién se los lleva? ¿Quién se escabulle
para hacer una visita nocturna? Y a veces veo al Dragón Oscuro merodear por el
pueblo.
Expresó su pensamiento antes de poder contenerse—¿Por qué haría eso?

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—No lo sé, pero se detiene, observa y escucha, y a veces simplemente se sienta


en los escalones del torreón y mira fijamente en la oscuridad, casi como si
esperara que algo emergiera de ella.
Un sonido hizo callar a ambos y con pasos suaves y lentos fueron en su busca.
Los dos se adentraron rápidamente en las sombras cuando volvieron a oír el
sonido y observaron cómo un carro pasaba serpenteando junto a ellos.
Esperaron hasta que el sonido de la misma estuvo a una distancia segura y luego
la siguieron, permaneciendo en las sombras.
—Esa es la casa de Aggie—susurró Seamus cuando el carro se detuvo frente a
ella. —Era vieja mucho antes de que la edad me alcanzara. Glynnis siempre
cuidó de ella y la echa mucho de menos.
Heather y Seamus observaron cómo los dos hombres desaparecían en el
interior.
—Los viejos no valen nada para el Dragón. Se está deshaciendo de ella— dijo
Seamus, ahogando las lágrimas—Pronto vendrá el carro a por mí en mitad de la
noche.
La puerta de la cabaña se abrió y dos hombres ayudaron a una Aggie llorosa a
salir y subir al carro.
—Que Dios la bendiga—. Seamus contenía las lágrimas. —Era una buena
mujer.
Las lágrimas del anciana rompieron el corazón de Heather y sin pensar en sus
acciones salió de entre las sombras, exigiendo: —¿Qué pasa aquí?
Seamus se quedó dónde estaba temeroso de que si se dejaba ver también se lo
llevaran a él, pero se le salió el pecho y una sonrisa se dibujó en su cara, al ver lo
valiente que era Lady Heather al enfrentarse a los hombres.
Ambos hombres la miraron como si estuvieran viendo un fantasma.
—Soy Lady Heather, me responderán—exigió.
—Sólo me responden a mí—Rhys salió de entre las sombras—como tú.
La oscuridad parecía aferrarse a él mientras caminaba hacia ella, haciéndole
parecer como si unas alas gigantes se extendieran desde sus costados. Los dos
hombres rodearon el carro, manteniéndolo entre ellos y el Dragón.

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—¿Qué haces aquí tan tarde y cómo has conseguido burlar a la guardia esta vez?
La ira era fuerte en su voz, aunque Heather no estaba segura de sí estaba
enfadado con ella o con el guardia que evidentemente abandonó su puesto.
—No sabía lo tarde que era cuando vine a buscarte y no había ningún guardia
en mi puerta para detenerme.
—¿Ningún guardia? —preguntó él como si no la hubiera oído bien.
Ella negó con la cabeza y repitió: —Ningún guardia.
Se acercó a ella, la rodeó con el brazo como si la protegiera y miró a la anciana.
—Ya falta poco—. Señaló con la cabeza a los hombres. —Lleváosla.
Heather fue a preguntarle adónde llevaban los hombres a la mujer que lloraba,
pero él llamó a Seamus antes de que ella pudiera.
—Muéstrate, Seamus.
El anciano hizo lo que le decían.
—No dirás ni una palabra de esto, Seamus, o no te permitiré volver a pasear por
el pueblo de noche.
Seamus abrió mucho los ojos.
—¿Crees que no te veo vigilándome, que no te oigo? ¿Crees que mis hombres no
te vigilan? Ve con tu hija, Seamus, antes de que cambie de opinión y haga que te
lleven con Aggie.
Seamus se apresuró a marcharse y ella pudo ver por su expresión que al anciano
le gustaba aún menos el Dragón ahora. Y por un momento se preguntó si estaría
equivocada sobre su verdadera identidad. Quinn nunca sería tan cruel con un
viejo guerrero.
No pudo evitar decir: —Sería mejor que te hicieras amigo de él a que lo
asustaras.
—No hay lugar para la amistad cuando tú diriges.
—Pitt es tu amigo.
—Y Pitt sabe que mi liderazgo está por encima de nuestra amistad, pero basta
de preguntas.

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Rhys la mantuvo pegada a él mientras la llevaba a toda prisa al interior del


torreón y directamente a su solar.
Heather miró a Rhys mientras llenaba una copa de vino. ¿Quién era realmente
el hombre con el que se había casado? Creía conocerlo, pero ¿lo conocía? Le
tendió la copa y ella la tomó, deseosa de hacerle preguntas, pero permaneció en
silencio. Se acercó a una de las sillas cercanas a la chimenea y se sentó.
Pitt entró, la puerta había quedado abierta.
—Averigua qué le pasó al guardia de la puerta—ordenó Rhys, y Pitt cerró la
puerta tras de sí al despedirse.
—¿Te encuentras mejor? —preguntó Rhys, de pie cerca de la chimenea.
—Mejor, pero debería sentirme descansada, después de haber dormido casi
toda la noche.
—Falta menos de una hora para el amanecer.
—No es de extrañar que me sienta tan fresca, pero ¿y tú? ¿Has dormido algo?—
preguntó, aunque al mirarle no parecía un hombre al que le faltara el sueño. No
había pesadez en sus ojos ni su cuerpo parecía fatigado. Se mantenía erguido,
con los hombros anchos, el pecho en forma y los ojos tan despiertos como
siempre. Lo único diferente en él era su cabello oscuro. No lo llevaba hacia atrás.
Le caía justo por encima de los hombros, con un lado recogido detrás de la
oreja... como Quinn llevaba el suyo. Aunque le dio un tirón familiar a su corazón,
no pudo evitar pensar en los cambios en él.
—He dormido bastante bien.
—Pero no a mi lado—dijo, recordando que no había percibido su olor en las
sábanas cuando se despertó.
—Necesitabas descansar.
—Descanso bastante bien contigo a mi lado—le aseguró.
—Yo no, porque no es en el descanso en lo que pienso cuando estoy tumbado a
tu lado.
—¿En qué piensas? —dijo Heather y se encontró esperando una respuesta
mientras Rhys se llevaba la mano a la barbilla y se pasaba el pulgar por los

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labios, pensativo. Sus ojos permanecían fijos en los labios de él y en la forma en


que su pulgar los acariciaba y sintió un pequeño revoloteo en el estómago.
Él se detuvo de repente y, con un breve paso, se encorvó frente a ella. —Pienso
en tocarte en los lugares más íntimos.
Heather jadeó ligeramente cuando las manos de él se deslizaron bajo su falda
para acariciarle las piernas. Su tacto era suave, desde los tobillos hasta las
piernas, lentamente, como si no quisiera dejar de tocar ninguna parte. Y a
medida que lo hacía, el revoloteo de su estómago crecía y tomaba vuelo,
instalándose entre sus piernas y haciéndose cada vez más fuerte cuando las
manos se deslizaban sobre sus rodillas y bajaban entre sus piernas para
acariciar la carne interior.
Rhys vio cómo los ojos de ella se agitaban y su boca se abría ligeramente cuando
le separó las piernas con suavidad. Se le había puesto dura al tocarla por primera
vez, suave pero firme, y cuanto más la exploraba más se endurecía. Un tirón
hacia delante y podría... gimió con la idea de empalarla rápidamente. En lugar
de eso, deslizó lentamente un dedo en su interior.
Heather jadeó, sus manos le agarraron los hombros y se clavaron en su carne
mientras su pulgar se posaba en el punto directo que palpitaba sin piedad.
Gimió, suspiró y volvió a gemir.
Estaba tan mojada que Rhys podía deslizarse fácilmente en su interior sin
causarle mucho dolor, pero no la tomaría aquí y ahora como a una vulgar moza.
Le haría el amor como es debido en su cama. De momento, se limitaría a darle
placer, dejar que se acostumbrara a su tacto y ver cómo alcanzaba el clímax por
primera vez.
Heather se inclinó hacia delante en la silla, necesitando que la penetrara más
profundamente, y la leve penetración de sus dedos le arrancó un gemido más
fuerte mientras dejaba caer la frente sobre la de él.
—Bésame.
Era una exigencia, no una petición, y Heather obedeció de muy buen grado. Su
lengua penetró en su boca al mismo tiempo que sus dedos se hundían más
profundamente. Esta vez, su grito quedó atrapado en la boca de él mientras el
beso se volvía más poderoso y placentero de lo que jamás hubiera creído posible.

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Gimió decepcionada cuando separó los labios de los suyos para susurrarle al
oído: —Vente conmigo, quiero sentir cómo te corres.
La acarició hasta que creyó que se volvería loca, echó la cabeza hacia atrás y
gimió tan fuerte que pensó que todos en el torreón pensarían que el Dragón la
torturaba, pero entonces lo hizo, aunque de la forma más placentera.
Gritó su nombre cuando sintió que la abrumadora sensación seguía creciendo
y, al hacerlo, hundió más los dedos en sus hombros. Su nombre se convirtió en
una letanía en sus labios hasta que finalmente... sintió una explosión de la
sensación más gloriosa y se dejó arrastrar por ella.
Rhys vio cómo el clímax se apoderaba de ella y, al ver el placer que le producía,
casi se corre él también. Pero los años de aprender a mantener el control se
apoderaron de él y, además, cuando se corriera lo haría dentro de ella.
Cuando su clímax se calmó, bajó la cabeza para apoyarla en el hombro de su
marido.
—Eso y más es lo que pienso hacerte—le susurró al oído.
Si su respiración no fuera tan agitada, le diría que podía hacerle eso y más tantas
veces como quisiera. En realidad, no le importaría que se fueran ahora mismo a
su alcoba, pues había esperado demasiado para hacer el amor con el hombre que
amaba. Por ahora, se limitaba a disfrutar de todas las pequeñas sensaciones que
seguían persistiendo en su cuerpo.
A Rhys le encantaba sentir los últimos estertores de su clímax y que ella apoyara
la cabeza en su hombro sin pensar, como si fuera lo más natural. Quería que se
sintiera a gusto con él, que disfrutara de sus caricias, que las deseara.
Cerró los ojos contra el pensamiento que se negaba a admitir y que lo
atormentaba constantemente: quería que ella lo amara. El problema era: ¿podría
darle el amor que se merecía?
Su estómago rugió, interrumpiendo los pensamientos de ambos.
—Tienes hambre—dijo Rhys, recostándola en la silla.
Puede que su estómago gruñera, pero lo que necesitaba alimentar era el hambre
que había permanecido latente durante tanto tiempo. Y no estaba segura de
cuánto necesitaría para saciarla.

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Rhys se levantó y le tendió la mano. —La cocina ya debería estar lista. Haré que
nos preparen algo.
Heather se alegró de que su marido compartiera con ella la comida de la mañana
y le cogió de la mano para caminar con él hacia el Gran Comedor. No sólo quería
pasar más tiempo con él, sino que estaba deseando que llegara la próxima vez
que tuvieran intimidad. Y si podía acelerar ese momento, lo haría encantada.
Amaneció unos instantes después de que se sentaran en el Gran Comedor y la
comida no tardó en llegar a su mesa. Acababan de empezar a comer cuando Pitt
se acercó, con el ceño fruncido, aunque cuando vio a Nessa le sonrió. Nessa le
ignoró y Pitt volvió a fruncir el ceño.
—Siéntate y come—ordenó Rhys.
Pitt negó con la cabeza—Encontramos al guardia. Tenía un nudo en la nuca y
estaba fuertemente atado. No recuerda nada, aunque le han interrogado sin
cesar. Hay otro problema.
—¿Cuándo no hay un problema? — dijo Rhys, sonando como si lo hubiera
esperado.
—Parece que el cuerpo del que había que deshacerse ha desaparecido—dijo
Pitt.
Heather sintió que se le hacía un nudo en el estómago y de pronto sintió que se
le quitaba el apetito, aunque no el coraje. Miró a su marido. —Dime que el
cuerpo del que hablas no es Aggie.
—Aunque no te concierne, esposa, no es de Aggie de quien hablamos.
—¿Entonces de quién? —Preguntó Heather.
—De nuevo, no es de tu incumbencia.
Heather pensó en discutir, pero no serviría de nada. Su marido no se lo diría,
pero de un modo u otro se enteraría.
Fife se apresuró a entrar en la sala, sus ojos se clavaron en Nessa y se
intercambiaron amplias sonrisas antes de encarar solemnemente al Dragón. Los
ojos del joven guerrero se dirigieron a Heather y volvieron a los del Dragón
varias veces.

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Rhys se levantó y caminó alrededor del estrado hasta el gran hogar de piedra,
seguido por Pitt y Fife. Los tres hombres hablaron en susurros.
Cuando Rhys regresó al estrado, dijo: —Quedate en la torre del homenaje
mientras me ocupo de esto—. Se dio la vuelta y salió de la sala, esperando que
obedeciera.
Fife lo siguió, aunque ralentizó sus pasos al acercarse a Nessa. Se tomó un
momento para detenerse y hablar con ella antes de correr tras el Dragón.
Nessa, a su vez, se apresuró hacia Heather—Fife dice que se ha encontrado algo
en el granero, pero afirma que es demasiado espantoso para decirme lo que es.
Me pregunto si el lobo ha atacado de nuevo.
Saber que un lobo no había sido el responsable de la muerte de los dos guerreros
hizo que Heather se preguntara qué había pasado. —¿Aún no han capturado al
lobo? —preguntó.
—No se ha sabido nada de su captura. Si así fuera, mi señora, habría una
celebración. Y ahora con esto—Nessa sacudió la cabeza—todo el mundo se
asegurará de que sus seres queridos están localizados mientras se preguntan
qué secreto esconde el granero esta vez.
Nessa se marchó a atender sus obligaciones y Heather se sentó sola en el estrado
con muchas cosas en la cabeza. Deseaba que sus hermanas estuvieran aquí para
poder hablar con ellas. Echaba de menos las muchas veces que se sentaban a
hablar durante horas. Nunca les faltaba conversación, pues siempre tenían algo
que compartir. Le habría gustado confiarles sus sospechas sobre el Dragón.
Ellas guardarían su secreto, incluso le aconsejarían qué hacer. No la tomarían
por tonta ni se reirían de ella; se alegrarían por ella.
Las lágrimas le hacían cosquillas en los ojos y se las quitaba con la mano. Pronto
vería a sus hermanas. Al menos, eso esperaba.
Dos guerreros entraron en la habitación y el más alto condujo al pelirrojo a la
chimenea para que se sentara. El guerrero más alto le dio un apretón en el
hombro al otro mientras pedía a gritos que un sirviente trajera comida y bebida.
Se marchó cuando trajeron la comida y el guerrero que se quedó comió con
moderación, llevándose a menudo la mano a la nuca.
Heather se levantó y se acercó a él—¿Puedo unirme a vosotros?

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Fue a levantarse de un salto y dio un respingo, llevándose la mano a la nuca.


—Por favor, quédate sentado—, le dijo con una suave sonrisa y se tocó la nuca
en señal de empatía—Sé cómo te sientes y los movimientos bruscos pueden ser
dolorosos—se sentó, preguntando mientras lo hacía, —¿Cuál es tu nombre?
—Edward y lo siento mucho, mi señora.
—¿Por qué?
—Fallé en protegerle—dijo como si fuera lo peor posible.
—Sucede. Te cogieron desprevenido.
—A un guerrero fantasma nunca se le coge desprevenido y si lo está...—.
Edward negó lentamente con la cabeza—Se ha fallado a sí mismo, a sus
compañeros guerreros y, lo que es peor, al Dragón.
—Tal vez el que te golpeó era simplemente más hábil en no ser oído o visto.
—He pensado en esa posibilidad, pues permanecí alerta todo el tiempo que
estuve frente a tu puerta y no oí ni vi nada.
—Yo oí algo—dijo y a él se le iluminaron los ojos. —Fue un ruido sordo y ahora
que lo pienso, creo que lo que siguió fue que te llevaban a rastras.
—No sé de dónde pudo venir el culpable, aunque hay muchas sombras que
rondan por esa zona—. Se frotó un lado de la cabeza—Recuerdo haber oído un
sonido por encima de mi cabeza y levanté la vista y escuché. No podía decir de
dónde venía el sonido, luego se detuvo, pero seguí escuchando y eso fue lo
último que recuerdo.
—Hiciste bien, Edward. No tienes nada que lamentar y volvería a tenerte
vigilándome sin ninguna preocupación.
—Gracias, mi señora, es usted muy amable.
—Ahora debes comer, descansar y curarte para que puedas reanudar tus tareas
como mi guardia.
—Me gustaría, pero no creo que el Dragón lo permita.
—Ya veremos, Edward— dijo con una sonrisa y lo dejó con su comida.

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Heather no escuchó las pisadas que la seguían escaleras arriba, pero sí observó
si alguna sombra la seguía. Había aprendido algunas de las habilidades de los
guerreros fantasmas después de haber sido secuestrada y retenida por ellos
hasta su huida. También había aprendido a andar con más ligereza, tras
observar cómo los guerreros fantasmas caminaban sin hacer ruido. Sus pasos
eran precisos y ligeros y apenas dejaban huella a su paso.
Sin embargo, las habilidades de su marido superaban con creces a las de sus
guerreros. Nunca le oyó acercarse y nunca vio a nadie que pudiera mezclarse
con la oscuridad como si hubiera nacido para ella como él. Se preguntaba dónde
había aprendido tales habilidades, pero sobre todo se preguntaba por qué había
tardado tanto en volver con ella.
Llegó al piso superior sin darse cuenta y eso era algo que tenía que aprender: no
dejar que su mente divagara, sino permanecer concentrada en lo que la rodeaba.
Ya que estaba aquí, podía explorar, pero tal vez ésa había sido su intención
desde el principio.
Con pasos ligeros, se acercó a la habitación que había sido el solar de Mary, con
la puerta entreabierta. Empujó la puerta y ésta chirrió al abrirse, como una boca
gigante dispuesta a engullirla. Su intención era buscar aquí el pasadizo secreto,
aunque a decir verdad fue su madre quien la trajo aquí. Después de que Seamus
le dijera que su madre había pasado un tiempo aquí con Mary McComb, quiso
venir y sentarse donde su madre se había sentado una vez y ver si el sonido de
la suave voz de su madre o su dulce aroma volvían a ella. Con los años, los pocos
recuerdos que tenía de su madre se habían desvanecido y sentía como si la
hubiera perdido de nuevo. Quería recuperar esos recuerdos y esperaba hacerlo
en esta habitación.
Heather entró en la habitación y las sombras parecieron acercarse a ella,
haciéndole señas para que avanzara. La oscuridad nunca le había atraído,
aunque nunca le había dado miedo, pero esta habitación llevaba demasiado
tiempo abandonada a las tinieblas. Bordeó las sillas, las mesas y los cofres para
alcanzar el tapiz que colgaba de la pared y, cuando tiró de él, sonrió.
Agarró el borde del gran tapiz y le dio varios tirones fuertes hasta que saltó
hacia atrás mientras caía al suelo dejando al descubierto una ventana que
inundaba la habitación de luz. Se dio la vuelta con una floritura ansiosa por
inspeccionar la habitación y se detuvo bruscamente, con la respiración

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entrecortada en un jadeo que forzó a callar, al ver una sombra que se deslizaba
junto a la puerta abierta.

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Capítulo Dieciocho
Heather se quedó como estaba, mirando la puerta. ¿Había visto una sombra
o había sido su imaginación? Nadie sabía que había subido aquí. Ningún
guardia la había seguido, a menos que la sombra fuera un guardia que la había
estado siguiendo todo el tiempo. Pero si no era un guardia, ¿quién era? ¿El
culpable que acechaba el torreón?
Busca cualquier cosa que puedas usar como arma.
La voz de su hermana Patience resonó con fuerza en su cabeza y se sintió
aliviada al recordar lo que su hermana le había enseñado una vez a ella y a
Emma. Heather escudriñó rápidamente la habitación.
Nada grande y pesado que te puedan quitar fácilmente.
No olvidó el consejo de su hermana mientras sus ojos seguían buscando. Sonrió
cuando vio la aguja de hueso metida en un bordado inacabado. Era lo bastante
pequeña como para ocultarla en la mano, pero lo bastante mortífera como para
clavársela a alguien en el ojo.
Heather se acercó con cautela a la puerta abierta, deseando tener una antorcha
o algún tipo de luz para iluminar la pequeña zona al otro lado de la puerta. La
antorcha del candelabro de pared no brillaba lo suficiente como para iluminar
la pequeña zona, pero si pudiera cogerla y hacerla brillar sobre las sombras, las
ahuyentaría y revelaría... ¿qué?
Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho y la mano temblándole
ligeramente, llegó hasta la puerta abierta. Podía hacerlo. ¿No se habían quejado
sus hermanas de su rapidez para perseguirlas y atraparlas cuando eran jóvenes
y revoltosas?
Podía hacerlo. Alcanzaría el candelabro y no sólo arrojaría luz sobre la
oscuridad, sino que le resultaría útil como otra arma en caso necesario.
Sin dejar que el miedo la detuviera, Heather salió corriendo de la habitación,
cogió la antorcha del candelabro y la hizo girar, ahuyentando la oscuridad para

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revelar... Soltó el aliento que no se había dado cuenta de que había estado
conteniendo. Allí no había nadie. Estaba sola.
Sonrió, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza. Devolvió la antorcha al
candelabro y se giró para ver que la oscuridad volvía a reclamar la zona. Entró
en la habitación, convencida de que las sombras le habían jugado una mala
pasada.
Se detuvo a pocos pasos cuando oyó el chirrido de la puerta al cerrarse tras ella
y un temblor la recorrió, pero fue cuando la puerta se cerró y oyó el clic del
pestillo cuando el miedo se apoderó de ella. Deslizó la aguja en su mano justo
cuando sintió un cálido aliento en la nuca.
Heather se giró rápidamente, con la esperanza de pillar desprevenido al
culpable, y levantó la mano dispuesta a atacar.
Rhys le agarró la mano, retorciéndosela, obligándola a soltar lo que fuera que
llevaba en la mano, y luego la empujó contra él—Podrías estar en una situación
desesperada ahora mismo, si hubiera sido alguien que no fuera yo.
Heather dio un fuerte empujón a su marido, aunque no sirvió de mucho. Él no
se movió, así que se alejó unos pasos de él. —¿Cómo te atreves a asustarme así?
—¿Cómo te atreves a desobedecerme de nuevo? —le espetó Rhys.
—Me quedé en el torreón.
—Te ordené que permanecieras donde estabas.
—Eso aún no te da motivo para asustarme—dijo agitando el dedo hacia él.
—No me señales con el dedo, esposa—le ordenó.
—Entonces no me des motivos para hacerlo—dijo, sin dejar de agitarle el dedo.
Rhys se abalanzó sobre ella en menos de un abrir y cerrar de ojos, con la mano
agarrando y consumiendo el dedo ofensivo—Te lo advierto, esposa, ten cuidado
o...
—¿O qué? —gritó, la ira que bullía en su interior de vez en cuando a lo largo de
los años estalló de repente, brotando antes de que pudiera contenerla—¿Vas a
castigarme? ¿Hacerme sufrir? Haz lo que quieras, porque ni ahora ni nunca seré
una esposa obediente.

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Rhys acercó su rostro al de ella. —Y así comienza tu descenso a las tinieblas,


con la ira desplazando a tu dulce amabilidad.
Heather rió suavemente—El Dragón está ciego, pues donde él ve ira, yo veo
valor.
Sus ojos oscuros se calentaron—Cuida tu lengua, esposa.
—¿O qué? ¿Me la cortarás?
—Nunca, porque quiero el placer de sentir tu lengua lamiendo mi dura virilidad
hasta que derrame mi semilla—su mano la agarró bruscamente entre las
piernas—Y mi lengua se asegurará de devolverte el favor.
Heather acercó sus labios a los de él y susurró: —¿Lo prometes?
Su respuesta sorprendió a Rhys, que sintió cómo se le ponían duras las entrañas.
Levantó la mano, la agarró por la nuca y la mantuvo firme mientras sus labios
descendían sobre los de ella.
No había ternura en su beso y a Heather no le importaba. Lo había anhelado
desde que la hizo correrse en el solar. Y quería correrse de nuevo, sólo que esta
vez lo quería dentro de ella. Quería lo que había esperado tanto tiempo... hacer
el amor con Quinn.
Rhys sintió que su necesidad de ella crecía sin control. Ni siquiera quería
esperar y desnudarla. Quería levantarle la falda y enterrarse dentro de ella hasta
que ambos se quedaran sin aliento y exhaustos.
La levantó y ella le rodeó con las piernas y se agarró a sus hombros mientras se
acercaba a un pecho que le llegaba a la cintura y la sentaba sobre él sin dejar de
besarla. Le desgarró la blusa, liberó sus pechos y apretó uno de ellos, luego el
otro, antes de acariciar los pezones con fuerza para que él disfrutara.
Ella dejó escapar un gemido conmovedor cuando su boca abandonó la suya,
pero pronto se convirtió en uno placentero cuando su lengua se posó sobre su
pezón para succionarlo. Su pasión se disparó, al igual que su necesidad de
tocarlo. Le agarró la camisa por los hombros, tirando de ella hacia arriba, y él
levantó la cabeza para que pudiera quitársela.

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Su lengua volvió a su pezón y las manos de ella recorrieron su espalda, sintiendo


cómo sus músculos se tensaban al contacto con ella, y se impacientó. Lo quería
dentro de sí.
Se agarró a los lados de la falda y se la subió, abriendo las piernas. Se inclinó
hacia él y le acercó los labios a la oreja. —Por favor, te necesito dentro de mí
ahora.
Rhys levantó la cabeza y dio un paso atrás, sus dedos se dirigieron a las ataduras
de su cintura para liberarse cuando de repente se dio cuenta de lo que estaba
haciendo y se detuvo. Esto no estaba bien, tomarla por primera vez aquí encima
de un baúl polvoriento. Esto no era lo que quería para ella, no era lo que había
planeado y no era lo que había esperado.
Dio un paso atrás y le bajó la falda.
Heather lo miró fijamente. ¿Qué había ocurrido? ¿Había hecho algo malo?
—Esto esperará hasta esta noche—dijo, alejándose de ella.
—¿Por qué?
—Porque yo lo ordeno—espetó.
—Ya he esperado bastante. Te quiero ahora—exigió ella.
—¡No! —gritó y se dirigió a la puerta temiendo perder el control y tomarla como
a una vulgar moza que no quería más que un rápido revolcón. Se detuvo junto a
la puerta. —Nos vamos de aquí. Ahora cúbrete.
Heather se bajó de un salto del baúl, ignorando su orden y dejando libres sus
pechos. —Tú puedes hacerlo, pero yo no.
—Harás lo que te digo—le ordenó tajante.
—Oblígame—desafió con su pasión no correspondida impulsándola.
Rhys la fulminó con la mirada y, al ver el rubor de su rostro, los labios hinchados
por la pasión, los pezones duros y los ojos hambrientos, le dijo: —¿Estás segura
de que lo quieres así?
—¿Debe el Dragón pedir permiso de verdad?
Rhys sintió que la oscuridad despertaba en su interior y sintió que peligrosos
recuerdos que luchaba por mantener encerrados empezaban a aflorar e
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inflamaban sus entrañas. Caminó hacia ella y, cuando la alcanzó, le arrancó la


blusa y la falda, diciendo: —Te tendré desnuda cuando te tome.
La levantó y, una vez más, la sentó sobre el polvoriento baúl, luego rasgó las
ataduras de su cintura y se liberó, su virilidad estallando. La agarró por la
cintura y la llevó hacia delante para equilibrarla en el borde del baúl, pero no
fue su virilidad la que entró en ella, sino su dedo.
Ella protestó tratando de zafarse. —Te deseo.
—Desafía al Dragón, esposa, y pagarás el precio.
Heather jadeó mientras la sujetaba con firmeza y su dedo seguía provocándola.
Pero fue cuando su boca descendió entre sus piernas para atormentar el sensible
capullo con la lengua que su cabeza cayó hacia atrás y gimió tan fuerte que
resonó en las paredes de piedra.
Iba a correrse; sentía que el clímax se hacía cada vez más fuerte. Le empujó los
hombros—Por favor, Rhys, por favor, te quiero dentro de mí—suplicó.
Se detuvo, aunque su dedo permaneció dentro de ella, acariciándola
ligeramente, manteniéndola al borde del clímax. —¿Piensas desafiarme?
Heather vio oscuridad sin igual en sus ojos. Se arremolinaba y se acumulaba
como una furiosa tormenta a punto de desatar su furia, y supo que había
despertado tontamente al Dragón de su oscuro nido.
Extendió la mano y la apoyó suavemente en su mejilla. —No deseo desafiarte,
esposo. Deseo que me hagas el amor y finalmente me conviertas en tu esposa.
Esposo. La palabra caló hondo en Rhys y cerró los ojos un momento, obligando
al Dragón a volver a la oscuridad, la ira y la pasión -una combinación peligrosa-
lo habían despertado. Sólo cuando hubo devuelto a la bestia a su sueño, Rhys
abrió los ojos—No vuelvas a agitar al Dragón, porque la bestia no tiene alma y
cuando esté totalmente desatada no le importará lo que haga.
Rhys la levantó del pecho y recuperó su camisa del suelo, deslizándola sobre la
cabeza de Heather para cubrirla. Luego la cogió de la mano y la arrastró detrás
de él mientras bajaba las escaleras hacia su dormitorio.
—Esta vez quédate donde te he puesto—le ordenó secamente y la dejó allí sola.

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Heather se hundió en el suelo, con los ojos nublados por las lágrimas. ¿Qué
había hecho? Había estado desesperada por hacer el amor con Quinn, sin darse
cuenta de que tendría que luchar contra el Dragón para conseguirlo. Una
lágrima resbaló por su mejilla. ¿Y ahora qué hacía?
Se abrazó a sí misma, cerró los ojos y respiró hondo. El aroma del Dragón se
desprendió de su camisa y la envolvió posesivamente. Embriagó sus sentidos, al
igual que su tacto, que la hizo vulnerable en sus manos. ¿O era su amor por
Quinn lo que la había vuelto vulnerable?
Se levantó y abrazó la camisa contra sí, disfrutando de la sensación que
producía en su suave piel, como si él la estuviera acariciando. Sacudió la cabeza
y se despojó de la camisa. Al tirarla a un lado, se abrió la puerta y entró su
marido.
Rhys la miró un momento, luego volvió la cabeza para mirar más allá de la
puerta parcialmente abierta y dijo: —Mataré a cualquier hombre que me
moleste—. Cerró la puerta, echó el pestillo, se despojó de sus ropas y caminó
hacia ella.
Extendió los brazos y la levantó tan rápido que ella soltó un grito ahogado.
—Ahora, Heather, te convertiré en mi esposa, a mi manera.
La tumbó en la cama, se tumbó a su lado y, estirando los brazos, dejó que sus
dedos recorrieran su suave piel con ligereza, rozando sus pezones, que se
endurecían con cada leve roce.
Se le ponía la carne de gallina cuando le rozaba los pezones y se estremecía
cuando sus dedos recorrían el sensible bulto oculto en el triángulo de vello
rubio entre sus piernas, estaba reclamando cada centímetro de ella y no le
importaba, porque le había entregado su corazón hacía muchos años.
—Date la vuelta—le dijo, y ella lo hizo.
Sus dedos continuaron explorándola, aunque esta vez sus labios siguieron su
ejemplo, besando y mordisqueando su nuca y sus hombros mientras sus dedos
bajaban por sus nalgas para apretarlas suavemente.
No le pidió que se diera la vuelta de nuevo, le rodeó la cintura con el brazo y,
con un rápido giro, la puso boca arriba.

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Ella alargó la mano, necesitando explorar un poco por su cuenta, y le pasó los
dedos por el pecho, le agarró la mano cuando ella quiso explorar más abajo y se
la estiró por encima de la cabeza. La besó con suavidad y le correspondió.
Le soltó la mano y empezó a explorarla de nuevo, a lo que el cuerpo de ella
respondió arqueándose y exigiéndole más. Cuando sus dedos se introdujeron
por fin entre sus piernas, ella sintió que su pasión se encendía, pero su tacto
volvió a ser tierno.
Se puso más ansiosa cuando se deslizó sobre ella y le abrió las piernas con la
rodilla antes de acomodarse entre ellas.
—No quiero hacerte daño—susurró mientras su dura virilidad se introducía
entre sus piernas.
Heather abrió más las piernas, deseosa de que la penetrara y la hiciera correrse
más fuerte de lo que lo había hecho en su solar. Pero no se sumergió en ella.
Entró lentamente y Heather sintió que su impaciencia iba en aumento.
Finalmente, con un empujón repentino, arqueó la espalda, obligándole a
penetrarla profundamente.
Soltó un pequeño grito y él detuvo todo movimiento.
—No pares—suplicó, deseando más de él... mucho más.
Rhys hizo lo que le pedía, manteniendo un ritmo firme y constante, y cuando
sus dedos se clavaron en sus brazos y gritó su nombre, supo que estaba a punto
de correrse. Aceleró el ritmo y, en cuanto lo hizo, ella volvió a gritar su nombre.
Heather sintió que el clímax la golpeaba y, aunque fue maravilloso, no fue tan
fuerte como el que había experimentado antes en su solar. Continuó
moviéndose contra él como si no hubiera tenido suficiente, como si le faltara
algo. Creyó sentir que Rhys se corría, que su cuerpo se tensaba, pero no podía
estar segura, porque no emitió ningún sonido.
Poco después se apartó de ella y, mientras yacía a su lado, pensó en lo
encantador y tierno que había sido con ella, tal como había imaginado que sería
Quinn. Había imaginado ese momento muchas veces a lo largo de los años.
Se puso de lado y Rhys se giró también, atrayéndola contra él y sujetándola con
firmeza, como si temiera que se le escapara. No le dirigió la palabra y ella
tampoco la escuchó. Esperaba que el sueño la reclamara pronto, pues sus
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pensamientos la perturbaban. Pero el sueño reclamó primero a Rhys, evitándola


por completo.
Una lágrima cayó por el rabillo del ojo. Amaba a Quinn. Lo había amado desde
la primera vez que lo había visto y él le había dicho una vez que sentía lo mismo.
Nada cambiaría ese amor, entonces ¿por qué quería al Dragón en su cama?

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Capítulo Diecinueve
Heather se sintió aliviada cuando se despertó en una cama vacía. Bostezó y
se estiró, tratando de ahuyentar el cansancio que aún se aferraba a ella. Sus
interminables pensamientos pronto se habían convertido en preocupaciones
que apenas la habían dejado dormir la noche anterior. No podía negar que se
había sentido decepcionada por el momento con el que había soñado tantas
veces a lo largo de los años. Peor aún era la idea de que bien podía estar
deslizándose hacia la oscuridad con el Dragón, tal y como él le había advertido
que haría.
Aunque el tacto de Quinn era agradable, no encendía su alma como el exigente
tacto del Dragón.
Sacudió la cabeza, intentando comprender el hecho de que el Dragón y Quinn
eran uno y, sin embargo, eran diferentes. ¿Qué le había ocurrido a Quinn para
que se convirtiera en Dragón? ¿Y por qué cuando Quinn se había liberado por
un breve instante del dominio del Dragón y había revelado su antiguo yo, ella
prefería al Dragón?
Volvió a sacudir la cabeza. No quería descender a la oscuridad del Dragón, pero
iría a cualquier parte y haría cualquier cosa para salvar a Quinn. Lo amaba más
allá de toda razón, lo que significaba que también amaba al Dragón.
Llamaron a la puerta y ella pidió que entraran, contenta de poder descansar de
sus inquietantes pensamientos.
Nessa entró con una bandeja y una sonrisa. —Ya casi es mediodía, mi señora.
Heather saltó de la cama. —Nunca había dormido tanto. He perdido la mitad
del día.
Nessa colocó la bandeja sobre la mesita y acercó una silla, tendiéndosela a
Heather para que se sentara. —El Dragón dijo que habías tenido una noche
agitada y que no te molestaran, aunque yo debía controlarte de vez en cuando.
Sabía que no había dormido bien, pero ¿cómo? ¿No había dormido él también?
Si no lo había hecho, no se había enterado, porque apenas se había movido en
toda la noche.
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—¿Le dolía la herida de la cabeza, mi señora? —preguntó Nessa, yendo a


atender la cama después de que Heather estuviera sentada.
Antes de que Heather pudiera comunicarle a Nessa que su cabeza se encontraba
mucho mejor, que el chichón había perdido tamaño y dolor, oyó que Nessa
jadeaba. Heather estaba a punto de preguntar qué le pasaba cuando ella misma
se dio cuenta. Había una prueba en la ropa de cama de que los votos
matrimoniales por fin se habían sellado.
Nessa se volvió—¿Se encuentra bien, mi señora?
—Muy bien, Nessa.
—Yo misma me encargaré de lavarlas—dijo Nessa, recogió la ropa de cama y
siguió hablando—, se especula mucho sobre lo que se esconde en el granero.
El interés de Heather prendió tan rápido como una llama a una mecha. Se había
olvidado por completo del día de ayer, cuando su marido había abandonado
abruptamente el Gran Comedor con Fife y Pitt—¿Fife no te ha dicho nada más?
—Insiste en que es demasiado truculento para comentarlo conmigo, aunque he
oído algo, pero creo que es más cuento que verdad.
—Cuéntamelo—instó Heather.
Nessa bajó la voz a un susurro. —He oído que se ha encontrado una cabeza
cortada, aunque nadie dice a quién pertenece y como todos los guerreros
fantasmas están contados—se encogió de hombros—quién sabe quién podría
ser.
—Eso es horrible—. Heather se estremeció, sintiéndose terrible por la pobre
alma y preguntándose cómo podría entrar en el granero y ver la cabeza por sí
misma. —¿Es ahí donde está ahora mi marido?
Nessa negó con la cabeza. —No, mi señora. Pasó la mañana en su solar con Pitt,
y luego se fue al campo de prácticas hace una hora. Suele estar allí un par de
horas o más cada día.
Eso le daría tiempo suficiente para ver si podía entrar en el granero. —¿La
puerta permanece vigilada?
—Sí, aunque el guardia ahora permanece oculto y los ojos permanecerán sobre
ti dondequiera que vayas, según me ha dicho Fife.

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Heather sonrió—¿Se cuece un romance con Fife?


Nessa se sonrojó—Creo que sí. Se enfada cuando ve a Pitt hablando conmigo—
Soltó una risita—. Creo que está celoso, aunque no tiene motivos para estarlo,
no tengo ningún interés en Pitt. Me pregunto por qué Pitt se molesta conmigo.
No le doy motivos para pensar que tengo interés en él y, sin embargo, es como
si me buscara—Sonrió—Debo admitir que es interesante hablar con él y fácil
de mirar y una mujer podría perderse en sus profundos ojos azules—Sacudió la
cabeza—Pero no es para mujeres como yo. Una buena metida y no volvería a
mirarme—Nessa jadeó. —Lo siento, mi señora, no debería hablar de esas cosas
con usted.
—Me alegro de que lo hagas—, dijo Heather—Me recuerda a cuando hablaba
con mis hermanas y me ayuda a echarlas un poco menos de menos. Ahora debo
vestirme y salir, pues ya he desperdiciado demasiado el día.

~~~
—¿Qué intentas hacer, matarlos? —preguntó Pitt, tendiéndole un paño a
Rhys.
Rhys lo cogió y se secó el sudor de la cara. Ignoró el sudor que se pegaba a su
pecho desnudo. Aún no había terminado; le quedaba más lucha. —Se
enfrentarán a un enemigo poderoso y quiero que estén preparados.
—Preparados es una cosa, muertos es otra. Si no vas calma...
—¿Calma? ¿Crees que el enemigo será calmado? — Rhys se volvió hacia el grupo
de sus guerreros, que parecían a punto de derrumbarse. —¿Desean vivir?
Todos los hombres asintieron enérgicamente.
—Entonces luchad como si fuera en serio o morid cobardes.
Los hombres se enderezaron y echaron los hombros hacia atrás.
Rhys se dirigió al centro del campo de prácticas, espada en mano—¿Creéis que
vuestro enemigo os dará una pausa para descansar, para recuperar el aliento
necesario? El enemigo atacará una y otra vez y no dejará de atacar hasta que
cada uno de vosotros yazca muerto y el suelo esté empapado con vuestra
sangre—Levantó su espada—El primero que me deje una marca será
generosamente recompensado.
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Los guerreros se lanzaron hacia adelante, atacando al Dragón.


En cuestión de minutos, todos cayeron a los pies del Dragón.
Pitt sacudió la cabeza mientras le entregaba a Rhys el paño una vez más.
Mantuvo la voz baja cuando dijo: —Mis palabras despertarán tu ira, pero mejor
que tu ira sea despertada a que mates a tus hombres. Ve con tu esposa y suelta
al Dragón. Necesita alimentarse.
Rhys le frunció el ceño furioso.
Eso no disuadió a Pitt de seguir hablando. —Aquel día que me encontraste en
ese pozo ya no era el hombre que había sido. Tenía que morir para que yo
pudiera vivir y así ese día nació Pitt. Tú hiciste lo mismo. El Dragón nació de la
necesidad. Es lo que eres ahora y lo que siempre serás. No eres amable con tu
mujer si le permites pensar lo contrario—. Pitt se volvió y fue a ayudar a los
hombres caídos a ponerse de pie y a despertar a los que seguían inconscientes.
Rhys se quedó allí, con el paño en la mano, mientras las palabras de Pitt le
dejaban pensando en algo que no había querido hacer desde que se despertó
esta mañana. Se había negado a soltar al Dragón la noche anterior, aunque Dios
le ayudara, había querido hacerlo, pero temía los resultados. Asustaría a su
esposa y la alejaría para siempre de su cama, y no quería eso. Sin embargo,
tampoco quería que ocurriera lo de anoche entre ellos. No había encontrado
placer en hacer el amor con ella y podía decir que el placer de ella no fue lo que
había sido en el solar cuando la hizo correrse.
Pero el Dragón era hambriento, había tenido dos o tres mujeres en una noche y
aun así se había quedado con hambre. También era más exigente que gentil,
pero quizá se debiera a que siempre estaba intentando calmar su hambre sexual,
que nunca parecía remitir. Pensó que quizá con Heather sería diferente. La
única diferencia era lo decepcionante que había sido.
Pitt tenía razón. No era él que había sido y nunca volvería a serlo, y era tonto si
pensaba que de algún modo podría volver al pasado y arreglarlo.
Rhys se volvió—Aquellos que aún puedan mantenerse de pie, mejor que estén
listos para luchar conmigo.

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Heather salió del torreón, ojos cómplices la seguían a cada paso. La pregunta
era... ¿cómo podría evitar esos ojos?
Era un día nublado con una ligera brisa en el aire, que hacía que pareciera más
principios de otoño que verano. El pueblo estaba ajetreado: las mujeres
cuidaban sus huertos, los niños jugaban y los hombres reparaban las pocas
cosas que aún necesitaban ayuda.
Heather sonrió y devolvió los saludos mientras caminaba por el pueblo,
asegurándose de poder ver el granero desde distintos ángulos. Había un guardia
delante, con la puerta del granero cerrada. Y no tenía sentido intentar entrar
como lo había hecho la última vez. Su marido, sin duda, había sellado la tabla
suelta.
¿Cómo había entrado entonces? Frustrada por no ver la manera, continuó
dando vueltas por el pueblo—Se acerca una tormenta.
Heather miró al cielo y se sorprendió al ver que se habían acumulado nubes
grises en lo alto y estaba a punto de darle la razón a Seamus cuando lo miró y
vio que se apoyaba pesadamente en un bastón—¿No te encuentras bien,
Seamus?
—Es sólo una vieja herida que me molesta cuando se avecinan tormentas y llega
el invierno y me recuerda lo viejo que me estoy haciendo—. Se acercó un poco
más—¿Has descubierto dónde se llevaron a Aggie?
—No, pero te prometo que lo haré.
Bajó la cabeza—Antes de que sea demasiado tarde, espero.
Heather puso la mano en el brazo de Seamus—Tienes mi palabra, Seamus, de
que averiguaré qué les ocurre a los viejos aldeanos McComb y te prometo que
me aseguraré de que permanezcas aquí con tu hija y su familia.
Al anciano se le llenaron los ojos de lágrimas—Nunca pensé que llegaría a viejo.
Pensé que una batalla me atraparía antes de que lo hiciera la edad y a veces
deseo que así fuera. Observo al Dragón y a sus hombres en el campo de
entrenamiento y añoro los días en que yo era tan joven y ágil. No me gusta
envejecer.
—¡Daaaaaaaaaaaa!
—Ahí va otra vez, mi Alaina—dijo Seamus sacudiendo la cabeza y sonriendo.
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—Ella te vigila muy bien. Creo que te quiere mucho.


—Sí, ella cuida de mí. Deberías volver al torreón, mi señora, pronto el cielo
dejará caer cubos de lluvia sobre nosotros—. Fue a girarse y se detuvo—
Recordé algo que Fane me dijo una vez que podría ayudar a encontrar el
pasadizo secreto.
—¡Daaaaaaaaaaaaa!
—Bendita sea, cree que mis piernas aún se mueven tan rápido como antes.
Rápido, déjame decirte lo que recuerdo. Fane dijo que si alguna vez había un
ataque y la espada se lo llevaba que yo debía llevar a Mary a su solar en el piso
de arriba, y me dijo que me llevara a mi familia conmigo.
—¡Daaaaaaaaaaaaaa!
—Debo irme, mi señora, y le agradezco cualquier ayuda que pueda prestarme.
Heather lo observó alejarse, llamando a su hija mientras lo hacía y cuando
estuvo a una buena distancia, se dio la vuelta y se alejó a toda prisa, su destino
era el solar de Mary.
No sabía si la seguían y no le importaba. Estaba decidida a resolver el misterio
del pasadizo secreto. Si la lluvia caía pronto, llevaría a su marido al torreón y sin
duda la buscaría. Le quedaba poco tiempo. Se apresuró a subir al piso superior
y cogió la antorcha del candelabro. Entró en el solar de Mary y utilizó la
antorcha para encender los troncos del pequeño hogar. Se encendieron
rápidamente, ya que la madera estaba seca por haber permanecido allí. Devolvió
la antorcha al candelabro y, cuando entró de nuevo en la habitación, comprobó
con satisfacción que las llamas del hogar habían iluminado suficientemente la
estancia.
Aquí estaba el pasadizo secreto y tenía la intención de encontrarlo.
Una hora más tarde, con el polvo cubriéndole buena parte del cuerpo y manchas
de suciedad salpicándole la cara, Heather no estaba más cerca de encontrar el
pasadizo secreto de lo que había estado la primera vez que entró en la
habitación. Sin embargo, la habitación estaba mucho más limpia que antes y
resultaba mucho más acogedora. Comprendía por qué Mary McComb y su
madre pasaban el tiempo aquí cosiendo y hablando. Las cosas de las que debían
de hablar, las esperanzas y las penas que debían de compartir, igual que ella

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hacía con sus hermanas. Sólo deseaba que su madre hubiera estado allí para
compartir esos años con ellas.
—¿Qué haces aquí?
Heather se sobresaltó y se llevó la mano al pecho. —¿Puedes anunciar tu llegada
antes de aparecer? Siempre me asustas.
—Y tú siempre...
—Te desobedezco...—terminó mientras el resto de lo que pretendía decir moría
abruptamente en sus labios. Había visto a su marido formidable muchas veces,
pero nunca como ahora. Tenía los músculos hinchados por el esfuerzo y el sudor
se le pegaba al pecho desnudo y a los brazos, como si se negara a soltarlo, no
podía culparlo. Le encantaría estar pegada a él en ese momento y, para su
frustración, ese pensamiento perverso hizo que un cosquilleo le mordisqueara
los lugares más íntimos. Se obligó a terminar lo que tenía que decir—Sé que
siempre te desobedezco y veo poco probable que eso cambie.
Rhys luchó contra su creciente excitación, pero llevaba luchando contra ella
desde la noche anterior. Era la razón por la que había abandonado la cama antes
de que ella se despertara esta mañana, o de lo contrario probablemente
seguirían allí. Ahora, verla cubierta de polvo y suciedad estropeando su preciosa
cara le hacía desear ensuciarla aún más con su cuerpo cubierto de sudor. Y
maldita sea si la idea no le puso más duro.
Dio un portazo tan fuerte tras entrar en la habitación que todo el torreón debió
de oírlo—Aprenderás a obedecerme.
Heather siempre había considerado que las palabras amables llegaban lejos y
podían ayudar a evitar situaciones potencialmente difíciles, pero eso era antes
de que la pasión se apoderara de ella.
Se acercó a él y se inclinó para susurrarle al oído: —Oblígame.
Él le agarró la nuca con fuerza—Estás jugando con fuego.
Que Dios la ayudara, pero no le importaba. Necesitaba conocer al Dragón,
saborearlo y formar parte de él si quería reunirse de verdad con Quinn—No
temo quemarme.

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—Entonces que Dios te ayude, esposa, porque estás a punto de quemarte y las
cicatrices que te deje pueden ser demasiado profundas para que nunca jamás
las olvides.
—No quiero olvidar los momentos que comparto contigo. Quiero recordarlo
siempre.
Extendió la mano y con manos rápidas y ásperas la desnudó, y luego hizo lo
mismo consigo mismo.
Ella alargó la mano y se la pasó por el pecho. —Me encanta verte desnudo.
—No te preocupes, esposa, porque me aseguraré de que me veas desnudo a
menudo.
—¿Lo prometes? —susurró, acercando sus labios a los de él.
La agarró del pelo y tiró de su cabeza hacia atrás, acercando su boca a la de ella
mientras decía: —Tienes la palabra del Dragón. Ahora abre la boca para mí.
Esta vez obedeció sin rechistar y pronto se vio envuelta en un beso que la sumió
en una bruma de pasión. La besó por el cuello, mordisqueándola y poniéndole
la carne de gallina antes de volver a su boca.
Se sobresaltó cuando sus manos la agarraron por la cintura y la levantaron para
golpearla contra él. Le rodeó la cintura con las piernas y el cuello con los brazos.
Y volvió a sobresaltarse cuando la soltó y sus nalgas golpearon contra el baúl de
madera.
Su boca abandonó la de ella para volver a pellizcarle el cuello hasta el pecho y,
cuando sus dientes atraparon el duro pezón, casi saltó del baúl. Su deseo se
disparó y con él el impulso de tocarlo, y su mano se deslizó entre las piernas de
él.
Se sentía como la lana más fina, suave y lisa, aunque dura como el metal, y
disfrutó de su tacto en la mano.
Su mano se posó sobre la de ella, apretándola y moviéndola arriba y abajo—
Hazme crecer más—le exigió, y volvió a obedecer, aunque era porque quería.
Disfrutaba de su tacto y del poder de hacerlo crecer en su mano.
Él le chupó los pechos mientras hacía lo que él le decía, un error por su parte.
Pensó que se correría en ese mismo instante, que su virilidad respondería con

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entusiasmo a sus inocentes caricias, pero no se lo permitió. Tenían toda la noche


por delante y el Dragón estaba demasiado hambriento para contentarse con una
sola comida.
Mientras su boca se demoraba en sus pechos, sus dedos recorrieron su cuerpo,
acariciándola, hasta que encontró aquel punto especial en el triángulo de vello
entre sus piernas y empezó a acariciarlo.
Echó la cabeza hacia atrás con un gemido y su mano se separó de él para unirse
a la otra y agarrar el borde del pecho.
Sus manos le cogieron las caderas y la empujaron hacia delante, al tiempo que
sus propias caderas separaban las piernas de ella. Sus ojos se abrieron de par en
par cuando sintió la punta de su pene a punto de penetrarla, miró hacia abajo y
jadeó al ver cómo la penetraba con rapidez. La penetró profundamente y luego
la sacó, aunque no del todo.
—Envuélveme con las piernas—le pidió, y cuando lo hizo, sus manos se
deslizaron por debajo de su trasero, la sujetaron firmemente y la levantaron lo
suficiente para que pudiera entrar y salir de ella con facilidad.
Pronto su ritmo se volvió duro y rápido y, al cabo de unos minutos, ella dijo:
—Voy a correrme.
—Sí, lo harás, muchas veces esta noche— dijo Rhys y le apretó el trasero
mientras la empujaba con fuerza contra él.
Soltó un gemido, agarrándose a sus hombros mientras sentía que su pasión
subía y subía y subía hasta que soltó un grito al sumergirse de repente en un
clímax interminable que la devoró por completo. Cuando pensó que por fin se
había agotado, su cabeza cayó sobre el pecho de su marido.
—Aún no has terminado—le exigió mientras ella caía sobre él. Salió de su
interior, la retiró de su pecho y le dio la vuelta, inclinándola para penetrarla una
vez más.
Ella jadeó, aunque seguía mojada, parecía sentirse más grande dentro de esta
manera y cuando empezó a golpear, apoyó de nuevo las manos en el borde del
baúl y se sorprendió al sentir cómo otro clímax empezaba a crecer en su interior.
El golpeteo de su cuerpo contra el de ella con cada embestida era como una
extraña melodía seductora para sus oídos y alimentaba aún más su pasión. Al
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igual que los agudos y rápidos pellizcos que le daba en la nuca con los dientes.
Pero fue cuando su mano se colocó frente a ella y sus dedos empezaron a hacer
magia en su punto más sensible que nunca que ella volvió a estallar en un clímax
y esta vez, cuando lo hizo, también lo hizo su marido.
Rhys rara vez dejaba escapar un gemido cuando llegaba al clímax y si lo hacía,
apenas se oía. Este clímax le hizo rugir en voz alta. Nunca un clímax se había
sentido tan bien como éste. Siguió golpeando contra ella, queriendo saborear
hasta el último momento. Y cuando terminó, se inclinó sobre ella, apoyando sus
manos junto a las de ella, sintiéndose más agotado que nunca por un clímax.
Ambos permanecieron así durante varios minutos, sin querer moverse ni
separarse. Por fin, de mala gana, Rhys se separó de ella y la giró para mirarlo.
Una lágrima resbaló por su mejilla.
—¿Te he hecho daño? —le preguntó con el estómago revuelto mientras le
secaba la lágrima.
Ella negó, sorbiendo para evitar que cayeran más lágrimas.
—¿Entonces por qué lloras?
Se le escapó otra lágrima, apoyó la cabeza en su pecho y le rodeó la cintura con
los brazos. ¿Cómo decirle que no importaba si era el Dragón o Quinn? Los
amaba a los dos con todo su corazón y algo más.
—Respóndeme, esposa—le exigió.
Ella habló con el corazón. —No sabía lo maravilloso que podía ser hacer el amor.
Una sonrisa se dibujó en su rostro, aunque su esposa no pudo verla, y la estrechó
entre sus brazos. —Aún no he terminado contigo.
Una sonrisa apareció rápidamente en su cara mientras sus brazos lo rodeaban
del cuello—Acabas de responder a mi plegaria.
La abrazó con fuerza mientras bajaba las escaleras hacia su dormitorio. —Ya
me dirás si te duele.
—Y tú me dirás si te cansas—. Heather se sobresaltó al oírle reírse a carcajadas
de su comentario y su sonrisa aumentó, no la estaba arrastrando a la oscuridad,
sino que ella lo estaba sacando de ella.

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Capítulo Veinte
Heather se estremeció cuando su marido salía de su interior.
—Maldita sea, Heather, te dije que me dijeras si te dolía— dijo Rhys,
apartándose de ella para sentarse a su lado en la cama. —¿Cuánto te duele?—
le preguntó, extendiendo las manos para separarle más las piernas.
Heather las cerró rápidamente.
Rhys la miró. —No me digas que te da vergüenza que eche un vistazo cuando
no hay un solo punto en ti que no haya visto, tocado o besado.
—Eso fue en pleno acto amoroso.
—Me obedecerás. Ahora abre las piernas.
Ella sacudió su cabeza.
—¿Debo entender que sólo me obedecerás cuando hagamos el amor?
Ella sonrió—Estás empezando a entenderme.
—Es una pena que todavía no me hayas entendido— dijo, y se movió tan rápido
que Heather soltó un grito agudo cuando le separó las piernas.
Rhys se encogió cuando echó un vistazo—Maldita sea, Heather, deberías
haberme dicho que estabas demasiado dolorida para tomarme esta mañana.
—Mi deseo por ti superó mi dolor— dijo con las mejillas sonrojadas.
—¿Qué puedo hacer para aliviar tu dolor?
—Deja de mirar entre mis piernas.
Cerró sus piernas suavemente. —Ahora dime cómo puedo atenderte.
—Me ocuparé de ello yo misma.
—Yo causé esto y lo arreglaré—insistió.
Ella rió suavemente. —No te obligué a acostarte conmigo.

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Él también se rió—Podría argumentar eso, ya que puedes ser bastante exigente


en la cama... o fuera de ella.
Heather se sonrojó de nuevo, recordando los lugares en los que habían hecho el
amor en la habitación. Se había sentado a horcajadas sobre él mientras estaba
sentado en una silla, y la puerta tembló cuando la tomó contra ella. Su sonrojo
se profundizó cuando se dio cuenta de que el guardia podría haberlos
escuchado. ¿Y sus gritos? Había sido perversamente ruidosa cuando la inclinó
sobre la mesa y también sobre la cama. Su mano fue a cubrirse la boca.
Rhys tomó su mano. —Tu sonrojo cada vez más profundo me dice tus
pensamientos. Me encanta como gritas cuando me sumerjo profundamente en
ti y te ordenaría que nunca pares—sonrió—, pero no es necesario, porque
nunca podrás dejar de gritar de placer.
—Es tu culpa—argumentó.
—Sí, lo es—admitió—como lo es esto—ouso su mano suavemente en el vértice
de sus piernas. —Ahora déjame atenderte.
Heather apoyó la mano en su brazo—Por favor, ¿déjame encargarme de eso?
—Tú pides como una esposa obediente, así que no te rechazaré, aunque debes
saber que no te volveré a tocar hasta que vea por mí mismo que has sanado.
—Como quieras, esposo—dijo ella, sonriendo.
—Lo digo en serio, Heather—dijo con severidad y su brazo se apresuró a
tomarla alrededor de la cintura y llevarla con él para que se acomodara en su
regazo una vez que se sentó apoyado contra sus almohadas. —Ahora dime qué
estabas haciendo en el piso superior anoche.
Ella se movió para acomodarse más cómodamente en su regazo y le contó lo que
Seamus le había dicho—Entonces, eso es lo que me llevó allí, aunque fue en
vano, porque no encontré ningún pasaje secreto.
—Buscaremos juntos en la habitación más tarde cuando haya terminado con
las cosas que requieren mi atención.
Heather colocó un mechón de su cabello oscuro detrás de su oreja, luego le pasó
el dedo por la mandíbula hasta la barbilla. Buscó en su rostro al joven que
amaba, pero era el Dragón Oscuro lo que seguía viendo. ¿Había devorado a
Quinn por completo o Quinn no había tenido más remedio que rendirse a él?
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—¿Quién fue el hombre que me hizo el amor por primera vez en esta cama? Me
tocó y me besó, pero nunca estuvo realmente aquí.
—Un hombre que trata de ser alguien diferente de lo que es.
—¿Quién es él?
—Es un hombre más acostumbrado a la dureza que a la bondad. Un hombre
más acostumbrado a la rudeza que a la dulzura a la hora de tomar a una mujer.
Un hombre más acostumbrado al odio que al amor.
Heather se enderezó. Se moría por decirle que siempre lo había amado y que
siempre lo amaría, pero respondió como mejor le parecía por el momento.
—Creo que me estoy enamorando del Dragón Oscuro.
Él tomó su barbilla. —No desperdicies tu amor en mí, esposa, porque te sentirás
muy decepcionada.

~~~
Heather se quedó mirando el baúl de madera de tamaño considerable que dos
hombres habían colocado en la habitación debajo de la ventana. La lluvia había
cesado en medio de la noche, pero el cielo seguía cubierto, por lo que era una
luz gris que se filtraba por las ventanas y sobre el baúl.
Rhys le había dicho que se lo traería, y le explicó que tal vez encontraría algunas
prendas que podría usar o tal vez coser para que se ajustaran a su talla.
Acababa de terminar de cuidarse con paños fríos y un ungüento ligero que había
descubierto que funcionaba bien con las mujeres de su clan que habían sufrido
ese problema. Ahora quería vestirse y salir antes de que la lluvia volviera a caer
y la obligara a quedarse adentro. Abrió la tapa del baúl ansiosa por encontrar
algo para ponerse y seguir su camino.
Su boca se abrió en estado de shock. El cofre estaba lleno hasta el borde con
prendas de mujer y mientras las rebuscaba se preguntó dónde las había
conseguido su esposo. Sorprendentemente, la mayoría parecía que le quedarían
bien y los pocos que no necesitarían solo una o dos reducciones. Ninguno
parecía demasiado pequeño o demasiado grande.
Eligió una prenda verde pálido que se ceñía en la cintura y los hombros con
lazos, que le sentaba muy bien. Las mangas caían justo por debajo de los codos
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y le llegaban hasta el pecho. No quería perder el tiempo buscando entre todas


las prendas, pero hundió las manos en el montículo, con la esperanza de
encontrar botas o zapatos, y estaba eufórica cuando sacó un par de botas que
se ajustaban alrededor de los tobillos. También estaba encantada de encontrar
un par de sandalias, mejor dejarlas para usar otro día.
Con el pelo cuidadosamente trenzado, salió corriendo de la fortaleza,
agradecida con Nessa por haberle llevado comida después de que Rhys se
marchara. Caminó por el pequeño pueblo, gritando saludos, deteniéndose para
hablar con los que conocía y familiarizándose con los que no conocía. De vez en
cuando echaba una mirada hacia el granero, aunque no lo hacía evidente. Un
guardia se sentaba frente a la puerta, de modo que ni siquiera una persona de
pies rápidos pudiera pasar. Aun así, estaba decidida a encontrar una manera de
entrar allí.
Caminó por el borde del bosque hablando con Belle hasta que la mujer se excusó
para atender sus quehaceres. Heather siguió caminando. Había creído escuchar
un ruido extraño cuando Belle estuvo allí. Ahora escuchaba y estaba segura de
que había oído algo.
Un animal estaba en peligro. Desde que era joven, podía sentir cuándo los
animales necesitaban ayuda y parecían sentir que ella podía ayudarlos. Nunca
se lo contó a nadie, aunque a menudo pensaba que su padre lo sabía. Mencionó
una y otra vez cómo su madre tenía una forma especial con los animales.
Heather se detuvo y escuchó y el sonido le rompió el corazón. No podía ignorar
los gritos de angustia del animal. Sabía que los guerreros fantasmas tenían que
estar observándola, pero podía ser rápida cuando era necesario. Solo esperaba
ser más rápida que los guerreros que la perseguirían.
Escuchó durante unos minutos más, fingiendo que encontró algo interesante en
el suelo y lo tocó con el pie. Entonces, de repente, se adentró en el bosque. Se
sintió aliviada de que no tardará mucho en llegar al animal y de que nadie la
siguiera todavía.
Se quedó sin aliento cuando se encontró cara a cara con la bestia. Era un lobo,
uno grande y negro.
Si los guerreros lo veían, seguramente lo matarían.

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Heather se detuvo a unos metros del lobo y esperó un momento antes de


comenzar a acercarse a él lentamente y hablarle en voz baja. —Estoy aquí para
ayudar, pero me temo que tenemos poco tiempo. Entonces, no tengo tiempo
para ganarme tu confianza—se encorvó y le tendió la mano. —¿Puedo
ayudarte?
El lobo pareció sentir su dulzura y urgencia y se acercó a ella con pasos rápidos.
Heather vio cómo cojeaba hacia ella y, una vez que estuvo cerca, puso una mano
gentil en su costado y continuó hablándole en voz baja mientras le pasaba la
mano por la pierna. Escuchó el suave rugido de un gruñido en su garganta y le
tomó un momento darse cuenta de que le advirtió que pronto no estarían solos.
—Debo darme prisa—, dijo y levantó su pata para ver que una astilla de madera
se había incrustado de alguna manera entre las almohadillas de su pata. Estaba
rojo y dolorido, pero si podía extraerlo, estaba segura de que él se ocuparía del
resto.
Escuchó pasos apresurados acercándose y mientras acariciaba suavemente al
lobo con una mano, arrancó la astilla de madera con la otra. —Tienes que
correr—le susurró ella.
—Aléjese lentamente, Lady Heather.
Casi suspiro de alivio cuando escuchó que era Pitt y no su esposo. Se dio la
vuelta, manteniéndose cerca del lobo para que los guerreros no se arriesgaran a
lanzar sus flechas por miedo a herirla.
—Él está herido. Vi su herida. No quiere hacernos daño —gritó ella.
—Hágase a un lado—ordenó Pitt de nuevo.
—No dejaré que le hagas daño—. Entonces se dio cuenta de que se estaban
reuniendo más hombres y que estarían sobre el lobo tan pronto como
despegara, no tenía elección, no vería morir a la hermosa criatura. Tenía que
correr con él para que los guerreros no lo arrojaran con flechas.
—El Dragón estará aquí pronto, Lady Heather, no estará contento con esto.
Eso fue suficiente para que se volviera hacia el lobo y le dijera: —¡Corre!
Ella lo siguió, justo detrás de él, complacida de que sus frecuentes carreras en el
prado con sus hermanas hubieran tenido un propósito después de todo. Siguió
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el ritmo del lobo o tal vez él había percibido sus intenciones y mantuvo un ritmo
que ella podía seguir.
Las pisadas detrás de se acercaban cada vez más y llamó al lobo: —Sigue
adelante. Pase lo que pase sigue adelante.
El lobo aceleró y lo siguió lo mejor que pudo y cuando saltó sobre una formación
de rocas y desapareció detrás de ella, sintió que estaba a salvo. Se detuvo
abruptamente y con la misma brusquedad fue agarrada por detrás y girada para
mirar a su esposo.
Todo lo que estaba a punto de decir murió en sus labios tan pronto como vio su
rostro. No había duda de que el Dragón estaba frente a ella. Sus ojos oscuros
ardían con furia, sus fosas nasales se ensancharon, y serían palabras ardientes
las que desataría sobre ella.
Su mano se apretó sobre su brazo como un grillete de hierro, no iría a ninguna
parte.
—Regresemos rápidamente—gritó Rhys a sus hombres.
Se sorprendió de que los guerreros no siguieran al lobo, sino que la rodearan a
ella ya Rhys, proporcionando una gruesa barrera de seguridad a su alrededor.
Se preguntó qué tipo de peligro acechaba en el bosque para que se tomaran tales
precauciones.
Cuando estuvieron a unos metros de la aldea, los guerreros se dispersaron,
mientras que unos pocos permanecieron en el borde del bosque. Rhys siguió
caminando, arrastrándola con él, su ritmo apenas se desaceleró. La gente miraba
y susurraba en círculos mientras veían a su líder prácticamente arrastrar a su
esposa por el pueblo. Heather casi tropezó dos veces con sus propios pies, pero
Rhys se apresuró a corregirla.
Heather se sorprendió cuando la llevó al granero. El guardia al verlos acercarse,
se apresuró a ponerse de pie y alejó el banco de la puerta justo cuando Rhys
alcanzaba la manija.
Tiró de ella adentro, ordenando al guardia que cerrara la puerta detrás de él, la
apresuró, deteniéndose en el puesto donde había visto por última vez a los dos
guerreros fantasmas muertos. No había nada más que un saco de grano
parcialmente lleno sobre un barril.

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Su tono acalorado encendió sus palabras. —Doy órdenes por una razón:
proteger a mi clan. No solo pusiste en peligro tu vida, sino también la vida de
mis hombres al desobedecerme. El mal acecha en esos bosques, la empujó hacia
el barril. —Míralo por ti misma y tal vez entonces me obedecerás .
Un hormigueo de miedo se apoderó de Heather cuando dio un paso hacia el
barril. Si el saco no contenía grano, ¿qué contenía? Con cautela desató el lazo
del saco y tiró de los bordes hacia abajo alrededor de lo que fuera que había
dentro.
Las manos de Heather se congelaron cuando reveló la cabeza cortada de un
hombre que había sido golpeado más allá de lo razonable, con los ojos
hinchados como el otro guerrero. Los gusanos se daban un festín con lo que
quedaba de la carne y otros insectos comenzaron a salir de los agujeros y lo que
quedaba de su nariz. Su boca colgaba boquiabierta como si estuviera en un grito
perpetuo cuando de repente una araña salió de ella.
Dio un salto hacia atrás, su estómago se revolvió ante la visión enfermiza y se
volvió hacia su esposo, extendiendo su mano hacia él.
Rhys la agarró por la cintura y la alejó rápidamente de la repugnante vista.
Rápidamente la dobló por la cintura y le dijo: —Respira hondo.
Hizo lo que le dijo y mientras lo hacía escuchó que alguien entraba al granero.
Lo siguiente que supo fue que Rhys se estaba colocando un paño húmedo en la
cara. El frescor ahuyentó los últimos gruñidos de protesta de su estómago y se
enderezó, aunque se echó hacia atrás para apoyarse en su marido.
Rhys había estado demasiado enojado con su esposa como para preocuparse o
pensar en cómo reaccionaría ella cuando viera la cabeza cortada. Ahora se
arrepentía y los arrepentimientos eran raros en él.
Se dio la vuelta en sus brazos, apoyando la cabeza contra su pecho, deseando
poder borrar la atroz visión de su memoria.
Rhys la rodeó con el brazo y la llevó suavemente hacia la puerta.
Pitt se quedó allí y la abrió cuando se acercaron y Heather se dio cuenta de que
había sido él quien había entrado antes en el granero, pero siempre estaba allí
cuando Rhys lo necesitaba.

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Rhys observó los rostros de su gente mientras miraban a su esposa mientras la


escoltaba por el pueblo. Las lenguas se agitarían, especulando sobre lo que vio
que la dejó pálida como un fantasma y temblando en sus brazos. Los sirvientes
del torreón se apartaron cuando Rhys atravesó el Gran Comedor con ella.
Nessa fue la única con el coraje suficiente para acercarse a él. —¿Hay algo que
pueda hacer por mi señora?
—Trae más vino a mi solar—ordenó Rhys mientras sacaba a Heather de la
habitación. La sentó en la silla junto al fuego después de entrar a su solar y
cuando fue a soltarle la mano, ella la agarró.
—No me dejes.
Sus acciones lo hicieron recordar una reacción similar justo aquí en el solar
después de haber visto los cuerpos de los dos guerreros muertos. Últimamente
había visto demasiada maldad, pero esta vez había sido culpa de él. Rhys la
tomó con fuerza de la mano. —No iré a ninguna parte. Solo quiero agregar más
leños al fuego. Estás fría.
—Lo estoy—dijo y lo dejó ir de mala gana.
Rhys le pidió a Nessa que entrara cuando escuchó un golpe y tan pronto como
ella lo hizo, dijo: —Déjalo. Me ocuparé de ello.
Nessa miró preocupada a Heather. Estaba pálida y temblaba incluso con el
fuego avivado y se preguntó qué le había pasado. Odiaba dejarla, pero no tenía
elección. Cerró la puerta silenciosamente detrás de ella.
Rhys llenó una copa y se la entregó a Heather.
Sus manos temblaban tanto cuando lo tomó que Rhys ahuecó las suyas
alrededor de las de ella y la ayudó a beber de él. Luego se lo quitó y lo colocó en
la mesita al lado de su silla.
A Rhys no le gustó que sus mejillas no volvieran a tener color y que siguiera
temblando. Se inclinó y la levantó en sus brazos, luego se sentó en la silla,
levantando sus piernas y acurrucándola firmemente contra él.
Después de varios minutos de acariciar su espalda, ella lo miró y dijo: —¿Quién
haría algo tan monstruoso?
—El hombre del que fui esclavo durante siete años.

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—¿Un esclavo? — Heather repitió casi ahogándose con la palabra.


—Sí, un esclavo, obligado a cumplir las órdenes de un hombre malvado.
El miedo se apoderó de Heather. —¿Te escapaste y ahora él viene por ti?
—No—dijo Rhys, sacudiendo la cabeza. —Gané mi libertad.
—Entonces, ¿qué quiere él de ti?
—Lo que le quité cuando me fui.
Cuando permaneció en silencio durante varios minutos, ella preguntó: —¿Qué
le quitaste?
—Su esposa.

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Capítulo Veintiuno
Rhys no había planeado contárselo a su mujer, al menos de momento. Pero
se había dejado dominar tontamente por la ira, algo que no había hecho en años,
y éste era el resultado y una buena razón para que no volviera a suceder. Sin
embargo, se preguntó si su inquisitiva esposa lo haría evitaría.
Aún no había respondido; se limitaba a mirarlo con asombro o incredulidad, él
no estaba seguro.
Muchos pensamientos pasaron por la cabeza de Heather, pero sólo una palabra
salió de sus labios. —¿Por qué?
—Ella me lo pidió.
—¿Por qué?
—Su vida corría peligro—. Antes de que Heather pudiera volver a preguntar
por qué, Rhys le puso el dedo en los labios. —Me llevaron a una tierra con
costumbres muy distintas a las de Escocia. Allí, los esclavos obedecían a sus
amos o sufrían horriblemente por ello. Las esposas sufrían destinos mucho
peores.
—¿Esposas? — Heather preguntó.
—Sí, esposas. Los amos tenían varias esposas, todas generosamente mantenidas
a menos que una esposa no complaciera a su amo.
—¿Qué ocurría?
—Dependía de la situación. Algunas simplemente desaparecían y eran enviadas
a otro lugar para ser mantenidas si la esposa no le desagradaba. Las que le
disgustaban sufrían mucho.
—Esta esposa que le quitaste, ¿le disgustaba? —preguntó Heather, su historia
sonaba más como un cuento que como una verdad, sin embargo, explicaría
mucho sobre lo que había sucedido para cambiar a Quinn tan drásticamente. Y
le dolía el corazón por él.

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—Aún no, aunque temía que lo hiciera. Verás, Haidar, el amo, tenía cinco hijos
de cinco esposas diferentes y todas eran hijas. Él quería un hijo, exigía un hijo,
y proclamó que cualquier hija que naciera antes de que le dieran un hijo sería
asesinada. Así que la siguiente mujer que se quedaba embarazada y le daba una
hija...— Rhys se detuvo bruscamente ante el horrible recuerdo que no quería
que tuviera su mujer. —Así que accedí a llevármela y cuando me despedí de
Haidar, nunca supo que su esposa estaba a salvo oculta en uno de los regalos
que me había hecho.
—Qué valiente por tu parte. Has salvado a esta mujer y a su hijo. ¿Tenía un hijo?
—No lo sé y ella no quiso que yo lo supiera ni que conociera su destino una vez
que la dejé sola. Ambos sabíamos lo que pasaría si Haidar venía a por nosotros.
Nadie podría resistir su brutal tortura.
—¿Cuánto tiempo hace de esto? —preguntó ella.
—Tres años.
El tiempo que pasó como esclavo más tres años hacían diez años, el número
exacto de años que Quinn había estado fuera. Apartó el pensamiento y
preguntó: —¿Por qué esperar tres años para ir a por ti?
—La mujer era sabia y dejó un rastro que le haría creer que había huido pero
que se había quedado en su país. Y nunca habría pensado que yo había estado
implicado en su desaparición.
—¿Por qué?
—Ya te he dicho bastante—dijo Rhys bruscamente. —Ahora verás por qué es
imperativo que me obedezcas. No sólo busca el paradero de su mujer y su hijo,
sino venganza por haberle traicionado. Su ataque contra nosotros aquel día, su
brutal asesinato de mis dos guerreros, el culpable en nuestra alcoba, y ahora
esta cabeza cortada, todo es para demostrarme que no puedo detenerle. Tendrá
lo que quiere.
Se encogió al hablar. —Te recuerda de nuevo con los ojos atiborrados de la
cabeza cortada que no le verás venir. ¿Sabes a quién pertenece la cabeza y por
qué sólo la dejaron? ¿Y dónde se encontró la cabeza?
—Basta de palabrería espantosa por hoy—espetó Rhys. Cogió la copa de vino
y se la entregó.

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Sin temblores y sintiéndose mucho mejor, Heather tomó la copa, pero no bebió.
—Si la cabeza fue encontrada en tus tierras, ¿cómo pasó la persona por delante
de tus hombres sin ser vista?
—¡Basta! — Rhys ordenó. —Ahora me dirás por qué fuiste al bosque y por qué
corrías tras un lobo.
Heather no dejó que su grito o demanda la molestara. Estaba muy contenta de
que hubiera compartido algo de su pasado con ella, ya que la ayudaba a
comprender cómo había nacido el Dragón Oscuro.
Sonrió y le besó suavemente los labios—Gracias por confiar en mí lo suficiente
como para compartir parte de tu pasado.
—No se te ocurra distraerme con besos—dijo él, aunque el beso ciertamente
había llamado la atención sobre su virilidad—Háblame del lobo.
Heather bebió un sorbo de vino y le pasó la copa a Rhys, que bebió un sorbo
mientras decía: —No corría tras él. Corrí detrás de él para protegerlo de tus
guerreros. Sabía que no se atreverían a sacar sus arcos conmigo tan cerca de él.
—Una conclusión sabia para una acción tonta.
—No para mí— dijo Heather en defensa propia. —El lobo necesitaba mi ayuda.
—¿Y cómo lo sabías?
Heather cogió la copa de su marido y bebió lentamente.
—Retrasarte en responderme no te ayudará—le aconsejó y le quitó la copa de
la mano para dejarla sobre la mesa.
—Retrasará que pienses que soy una tonta.
Le acarició el labio inferior con el pulgar, sin fiarse de sus labios después de que
su suave beso hubiera despertado su hambre de ella. —Nunca pensaría que eres
una tonta, esposa-una imprudente tal vez-pero nunca una tonta.
Su respuesta le hizo sonreír y su tacto le hizo revolotear el estómago. Dios mío,
amaba a este hombre más allá de lo razonable—Desde que era joven he tenido
cierta facilidad con los animales. Venían a mí en busca de consuelo, ayuda y
amor, y yo se lo daba de muy buena gana.
—¿Estás diciendo que el lobo vino a ti en busca de ayuda?

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—Creo que sí, porque oí su angustia con bastante claridad, aunque tuve poco
tiempo para asegurarme de su confianza, ya que vuestros guerreros me seguían
el rastro muy deprisa.
—Me alegra oír eso.
—Para cuando le quité la astilla de madera de la pata, tus guerreros ya estaban
allí. Traté de advertirles que se alejaran, diciéndole a Pitt que el lobo no quería
hacerles daño, pero fue en vano. No tuve más remedio que proteger al inocente
animal.
Rhys le agarró la barbilla—Te mantendrás alejada del bosque y nunca más
dejarás que te encuentre cuidando a un lobo—. El fruncimiento de sus labios y
la inclinación de su cabeza le alertaron de su error. —Permíteme aclararlo.
Nunca volverás a atender a un lobo, te vea o no, y te doy mi palabra.
—Te daré mi palabra de que no iré al bosque hasta que este problema esté
resuelto—negó con la cabeza—Pero no puedo darte mi palabra de que no
atenderé a un lobo, si fuera necesario.
—¿Me estás forzando, esposa? — preguntó, dándole un apretón en la barbilla.
—No— susurró y colocó su mano sobre la de él y la apartó de su barbilla,
ahuecándola entre sus manos. —No te obligo ni puedo impedir que tomes las
decisiones que tomes. Te repito que deseo que haya verdad y confianza entre
nosotros.
—La verdad a menudo crea problemas.
—La confianza a menudo ayuda a evitarlos o resolverlos.
Acercando sus labios a los de ella, susurró: —¿Confías en mí, esposa?
—Con mi vida— respondió sin vacilar.
Sus palabras susurraron en sus labios con un atisbo de desafío. —¿Pones tu vida
en manos del Dragón Oscuro?
—Pongo mi vida en manos del hombre al que amo—apretó los labios contra los
suyos antes de que pudiera apartarse enfadado, sabiendo que una vez que sus
labios se tocaran no habría forma de separarlos.
Rhys dejó que el beso llegara hasta el final, su pasión ardía demasiado,
demasiado deprisa, y podía sentir que la de ella había hecho lo mismo.
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Le tiró suavemente de la cabeza por el pelo. —¿Todavía te duele?


Heather dudó en contestar.
Su mano se hundió bajo el dobladillo del vestido—Puedo averiguarlo por mí
mismo o puedes decirme la verdad, ya que ¿no es verdad lo que quieres entre
nosotros?
Heather suspiró—Lo es, y aún no me he curado del todo.
Rhys retiró la mano de debajo del vestido de ella—Hay algo sobre lo que deseo
ser sincero contigo.
Heather sonrió, complacida de que lo hiciera.
Rhys le pasó los dedos por la trenza que llevaba sobre el pecho. —El collar que
llevabas la otra noche no fui yo quien te lo dejó—su sonrisa se desvaneció
cuando Rhys continuó—Haidar le dio ese collar a su mujer cuando se enteró de
que estaba embarazada, seguro de que le daría un hijo, ya que su madre le había
dado cuatro hijos a su padre.
Heather se frotó el pecho, sintiendo que no era el collar lo que había tocado su
piel, sino las manos de Haidar.
Rhys tomó su mano entre las suyas consciente de lo que pensaba su mujer—
Haidar nunca te tocará; me aseguraré de ello.
Heather sonrió y le apretó la mano contra el pecho—Nadie me tocará jamás
excepto tú.
—En eso tienes razón, pues mataré a cualquier hombre que siquiera se atreva.
Heather arrugó el ceño.
—¿Qué ocurre?
—Creo que Seamus tiene razón.
—¿Razón en qué?
—Seamus mencionó que uno de tus propios guerreros podría haberse vuelto
contra ti por un precio, y dado que alguien ha accedido a nuestra alcoba dos
veces sin ser capturado, me atrevería a suponer que puede tener razón.
—Tu curiosidad combinada con tu inteligencia puede resultar...

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—Útil—terminó ella con una suave carcajada.


Su risa le hizo sonreír, algo que se había vuelto más frecuente con su esposa
cerca. Y se preguntó, o quizá más bien esperó, que tuviera realmente el poder
de ahuyentar la oscuridad que había sido su compañera constante durante
demasiado tiempo.
Ella le golpeó en el pecho—Dime que no has considerado que uno de tus
hombres puede haberte traicionado.
—No me ha traicionado—admitió—Es leal a su amo Haidar y hace lo que le
han encomendado.
Heather jadeó—¿Sabes quién es?
Rhys negó con la cabeza—Aún no he descubierto su identidad. He ordenado a
Pitt que se relacione más con Nessa, ya que es la que más ve lo que ocurre en el
torreón.
—Así que por eso la ha estado buscando y hablando con ella—. Heather negó
con la cabeza—Creo que podría resultar difícil para Pitt, ya que Nessa no lo
encuentra tan atractivo como a Fife. Hablaré con ella si quieres y liberaré a Pitt
de la tarea.
—Sin duda hablará más abiertamente contigo, aunque últimamente no creo que
Pitt lo considere una tarea—. Rhys la bajó de su regazo y la puso de pie. —
Tengo asuntos que requieren mi atención. Permanecerás en el torreón hasta que
regrese—levantó el dedo cuando pareció dispuesta a protestar. —Es un castigo
leve para una desobediencia tan flagrante. Debo calmar las muchas lenguas que
has hecho agitar con tus acciones y asegurarme de que sepan que no quedas
impune.
Heather no discutió. Había tomado su decisión, sabiendo que tendría que
afrontar las consecuencias y que volvería a hacerlo.
Su mano se deslizó alrededor de su nuca y con un rápido tirón la acercó a él para
besarla—Date prisa y cúrate— dijo cuando terminó el beso y salió rápidamente
de la habitación.
Heather se sentó, antes de que sus piernas no la sostuvieran más. Pensó que su
deseo por él disminuiría después de las veces que habían hecho el amor la noche

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anterior, pero no era así. En todo caso, se había multiplicado por diez. Y sus
palabras demostraban que él sentía lo mismo.
Cogió la copa de vino y bebió, preguntándose qué podría mantenerla ocupada
mientras esperaba su regreso.
El solar de Mary McComb.
La idea la hizo levantarse a toda prisa de la silla y salir de la habitación. A Rhys
no le importaría que iniciara la búsqueda sin él, ya que así se limitaría a la torre
del homenaje. Sin motivos para precipitarse, aminoró el paso al llegar a la
escalera y, a cada paso que daba, pensaba en lo que Rhys le había confiado.
Se sentó después de entrar en el solar de Mary, tratando de comprender lo que
Quinn había sufrido todos estos años. Las cosas horribles por las que debió de
pasar y el precio que debió de verse obligado a pagar por su libertad.
La culpa la acosaba, recordando cómo se había enfadado con el paso de los años,
pensando que había dejado de quererla, que había muerto, cuando todo el
tiempo estaba luchando por volver a ella. Se le escapó una lágrima. Su corazón
se había roto y pensaba que su sufrimiento era insoportable, cuando no era nada
comparado con lo que él había soportado.
Deseó poder llamarlo Quinn por una vez, hacerle saber que lo amaba, que
siempre lo había amado y que siempre lo amaría. Se dio unos minutos más para
llorar por lo que habían perdido y luego se secó las lágrimas. No iba a quedarse
en el pasado. Ahora estaban juntos y eso era lo más importante. Centró su
atención en la búsqueda del pasadizo secreto.
Después de una hora o más de examinar cada rincón de la habitación, volvió a
sentarse en la silla y miró las pocas piezas de bordado que había en la cesta.
Recogiendo una pieza tras otra, se preguntó si su madre habría ayudado a Mary
McComb a coser alguna de ellas y, al pensar en su madre, echó de menos a su
padre y a sus hermanas.
El día en que la secuestraron les había cambiado la vida a todos, y de un modo
extraño, para mejor. Emma y Patience habían encontrado el amor y la salud de
su padre había mejorado. Sonrió, pensando en lo emocionado que estaría él
cuando descubriera que, sin saberlo, le había dado lo que más deseaba... Quinn.

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Se quedó sentada unos instantes más, varios bostezos la atacaron y decidió


volver a su alcoba y descansar un poco. Sus ojos se fijaron en la habitación al
otro lado del estrecho pasillo cuando salió del solar y un pensamiento la asaltó.
¿Y si estaba buscando en la habitación equivocada?
Cogió la linterna del candelabro, abrió la puerta y entró en la habitación. Un
olor a humedad la envolvió y las sombras se alejaron de la luz a medida que se
adentraba en la habitación. Tuvo que sortear los numerosos muebles colocados
allí al azar.
La brisa le rozó la cara cuando se detuvo junto a la única ventana. Apartó el
pesado tapiz que la cubría y se sorprendió al ver parte de la ventana rota.
¿Podría ser así como alguien estaba accediendo al piso superior, aunque la
altura lo convertiría en un muro imposible de escalar, o era posible?
Se lo contaría a Rhys en cuanto lo viera. Cuanto más exploraba, más se daba
cuenta de que sería realmente imposible registrar esta habitación. Había
demasiadas cosas en el camino para hacer una búsqueda exhaustiva. Le pediría
a Rhys que la limpiara para poder explorar cada centímetro.
Decepcionada, comenzó a dirigirse hacia la puerta cuando una repentina ráfaga
de viento no sólo apagó la antorcha con la fuerza del aliento de un gigante, sino
que cerró la puerta de golpe, dejándola en completa oscuridad.
Heather se advirtió a sí misma que debía mantener la calma. La oscuridad podía
intimidar de vez en cuando, pero ahora no era el momento de dejarse intimidar.
Sólo tenía que acercarse a la ventana y arrancar el tapiz para tener luz.
Colocó la antorcha apagada sobre algo que tenía delante y se giró en busca de
la pared. Le resultó más fácil de lo que esperaba y se alegró de su rápido avance.
Agarró una esquina del tapiz y dio un fuerte tirón.
No pasó nada y, después de lo que le pareció un tirón interminable, se detuvo,
frustrada. El cielo había vuelto a encanecer, pero la luz de la ventana sería
suficiente para ver el camino si conseguía descolgar el tapiz. Lo intentó un par
de veces más y se dio por vencida. Tiró de él hacia atrás y no lo soltó hasta que
trazó mentalmente el camino hacia la puerta. Una vez de nuevo en la oscuridad,
siguió el rastro mental, golpeándose la pierna de vez en cuando antes de llegar
a la puerta.

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Palpó el marco hasta llegar al pestillo y se quedó boquiabierta... ya no estaba.


Palpó toda la puerta y no vio nada. No había forma de salir de la habitación.

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Capítulo Veintidós
Rhys estaba cerca de la linde del bosque con los brazos cruzados. Haidar lo
esperaba en alguna parte y, conociéndolo tan bien como Rhys, sabía que no
habría forma de evitar un enfrentamiento. Pero el día que había aceptado ayudar
a Anala, sabía que ese momento llegaría. Podría haber sido libre, Haidar fuera
de su vida para siempre, pero había dado su palabra a Anala.
Pensó en la mentira que le había contado a su mujer, pero había dado su palabra
y su palabra era algo que siempre cumplía. Había estado con Anala cuando dio
a luz. Lamentablemente, ella murió, aunque el bebé sobrevivió, y él le había
dado su palabra de que nunca hablaría a nadie del niño y de que se aseguraría
de que estuviera a salvo. También dejó un mensaje para que se lo diera a Haidar,
si tenía la oportunidad, y Rhys estaba ansioso por dárselo.
Haidar tardó en encontrarlo más de lo que esperaba, pero eso le favoreció. Tenía
a sus guerreros fantasma y un enorme ejército a su disposición, aunque no
descartaría la capacidad de Haidar para derrotarlo. Lo que tenía que recordar
era que Haidar hacía lo inesperado, trastornando a sus enemigos y resultando
victorioso la mayoría de las veces.
Rhys sabía muy bien que este día llegaría. Lo había esperado, se había preparado
para él, estaba ansioso por que llegara. Lo único que lamentaba cuando
consiguió la libertad era no haber visto morir a Haidar. Tomar a su esposa le dio
a Rhys la oportunidad de satisfacer ese pesar.
Rhys oyó los pasos detrás de él y esperó a que Pitt llegara a su lado. —¿Todavía
no ha habido suerte en encontrar el resto del cuerpo de Rab?
—Ni rastro de él— confirmó Pitt.
—¿Y ninguno de los guerreros que vigilaban a McDolan vio nada?
—Se lo arrebataron de las narices a todos—. Pitt sacudió la cabeza. —Quizá la
cabeza fue suficiente para su mensaje y se deshizo del resto del cuerpo.
—No, la cabeza era un mensaje para mí. Haidar me hace saber que me separará
de todo lo que tengo cerca. El cuerpo aparecerá en otro lugar a propósito.

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Rhys levantó la vista hacia las nubes grisáceas—¿Has hecho algún progreso
con Nessa?
—Apenas me dedica un momento, mientras le dedica todo su tiempo a Fife.
Rhys giró la cabeza y esbozó una leve sonrisa. —Prefiere a Fife antes que a ti.
—Ni yo mismo me lo creo, aunque creo que estoy haciendo algunos pequeños
progresos. Habló conmigo un poco más de lo habitual las dos últimas veces que
me comprometí con ella.
—Así que lo que me estás diciendo es que aún no has progresado nada.
—Sólo que Fife le lleva flores con demasiada frecuencia y que le he oído decirle
con la misma frecuencia lo hermosa que es -en eso sin duda tiene razón-, y que
es aún más hermosa cuando sonríe.
La sonrisa de Rhys aumentó.
Pitt levantó las manos. —Y la sigue a todas partes como un cachorro
enamorado. No creo que vaya a ningún sitio sin que él la siga.
La sonrisa de Rhys desapareció y los ojos de Pitt se abrieron de par en par.
—Ha estado ahí delante de mí todo este tiempo— dijo Pitt con un gruñido de
enfado por no haberlo visto antes.
—También fue él quien encontró la cabeza cortada— recordó Rhys.
—Debería haberlo visto— dijo Pitt, cada vez más enfadado consigo mismo.
—Ambos deberíamos haberlo visto, pero Fife lleva con nosotros cerca de un
año, tiempo suficiente para que demuestre que es digno de convertirse en un
guerrero fantasma y para que nosotros lo aceptemos y confiemos en él.
—¿Qué quieres que se haga con él?
—Vigílalo. Pon sobre él sólo a nuestros hombres de mayor confianza y destreza
y cuando llegue el momento... me encargaré de él.
—¿Qué hay de Nessa?
—Sabes que no puedes decirle nada.
—No quiero verla herida. Tiene un corazón generoso.

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—Entonces haz que dude de lo que siente por él— dijo Rhys.
—Creo que su mente está firme en él.
—No si ella se demoró las últimas veces para hablar contigo.
—¿Tú crees?
Rhys se rió—Nunca pensé que te vería dudar de ti mismo con una mujer.
—Y yo nunca pensé que te vería reír.
—La mujer adecuada puede hacerle eso a un hombre... hacerle hacer lo que no
creía posible.
Pitt dio un paso atrás, con una expresión de horror en su rostro—Muérdete la
lengua. No me estoy enamorando de Nessa.
—Nunca dije que lo estarías— dijo Rhys y volvió a reírse—ahora ven conmigo.
—Es un pensamiento ridículo—dijo Pitt, manteniendo el paso a su lado y
refutando repetidamente la afirmación de Rhys a cada paso que daba.

~~~
Heather apoyó el hombro en la puerta. La había aporreado y había gritado
pidiendo ayuda hasta que se le secó la garganta. Era sólo cuestión de tiempo que
Rhys descubriera su desaparición y la buscara. Sólo tenía que ser paciente. En
cuanto a la oscuridad, no saber qué había en ella le causaba más miedo que la
propia oscuridad. Pero no había nada en esta habitación que pudiera hacerle
daño y dudaba mucho que el pasadizo secreto estuviera aquí, permitiendo que
alguien se acercara sigilosamente. No se sabía cuándo se abriría o cerraría esta
puerta. Así que, si el culpable se abría paso desde el exterior, podría verse
incapaz de entrar en el torreón.
Al menos había eliminado una habitación en la que podía esconderse el
pasadizo secreto.
Giró la cabeza de repente, creyendo oír un ruido, y sonrió cuando oyó pisadas y
voces cada vez más cerca.
Pitt bajó del último escalón tras Rhys—Primero Rab McLaud es golpeado hasta
la muerte por su suegro, Hew McDolan, luego Haidar roba su cuerpo a

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McDolan, le corta la cabeza y te la envía a ti. Me pregunto qué va a pasar con el


resto de él.
El grito de Heather nunca llegó a sus labios. No podía creer lo que acababa de
oír y oiría más antes de hacerles saber de su presencia.
Rhys se detuvo, al darse cuenta de que ninguna antorcha parpadeaba, aunque
un mínimo de luz provenía de la puerta abierta de la única habitación. Habló
con Pitt mientras iba a ver qué pasaba con la antorcha—No te equivoques,
utilizará el resto del cuerpo de Rab. Puede dejarlo en tierra de los Macinnes
para avivar los vientos de guerra entre McLaud y Macinnes, asegurándose de
que mis guerreros estén ocupados en otra parte, o puede entregarlo
directamente a Greer McLaud y decirle que vio a los Macinnes cortar la cabeza
de su hermano y arrojarla a los animales. Lo que elija hacer beneficiará sus
planes—¿Hago que envíen un mensaje a los Macinnes alertándoles de la
situación?
—Todavía no—dijo Rhys al ver que no había ninguna antorcha en el
candelabro.
Su respuesta hizo que Heather aporreara la puerta y gritara—¡Déjenme salir!
¡Déjenme salir ya!
Rhys se apresuró hacia la puerta al oír las ansiosas súplicas de su esposa.
En cuanto se abrió, Heather salió y se puso justo delante de su marido. Todas
las cosas que pretendía decir murieron en sus labios. No parecían tan
importantes como las palabras que brotaron en su lugar—No confías en mí lo
suficiente como para decirme la verdad—se llevó la mano al pecho—Pensé,
realmente pensé...— Sacudió la cabeza y fue a pasar corriendo junto a Pitt
cuando la agarraron. Se detuvo de un tirón y se giró para ver y sentir los dedos
de su marido rodeando fuertemente su brazo.
Pitt se marchó sin que nadie se lo pidiera.
No se le llenaron los ojos de lágrimas, aunque le dolía el corazón. Entonces,
como si le echaran agua fría a la cara, la sensibilidad volvió a ella. Se reprendió
en silencio. ¿Cómo había podido pensar en sí misma antes que en su familia? Su
seguridad era más importante que la preocupación de que Rhys no confiara en
ella.
—Mi familia tiene que saberlo—dijo.
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—Lo sabrán cuando esté preparado para contarles.


—Podrían estar en peligro—argumentó ella.
—Podrían correr más peligro si lo dijera ahora.
Intentó separarse de él, pero la sujetó con demasiada fuerza.
—Confío en ti, esposa—dijo Rhys.
Heather estaba demasiado enfadada para oír la sinceridad de sus palabras, así
que le espetó: —Pero no tanto como para confiarme la verdad.
—Algunas cosas es mejor no decirlas—dijo él.
—No entre marido y mujer.
—Tienes que confiar en mí en esto—dijo con severidad.
—Y tú necesitas confiar en mí.

~~~
Heather se sentó en la silla junto al fuego con las piernas recogidas y los
brazos alrededor. No había visto a su marido desde que la había depositado allí
hacía un par de horas y le había ordenado que no se moviera.
No tenía ganas de salir a dar vueltas. Estaba demasiado disgustada, quería que
confiara en él, y sin embargo no confiaba en ella, aunque decía que sí y
pensándolo bien había sonado sincero. ¿Podría ser vital la razón por la que no
le habló de Rab?
Todos estos años, había contado con el apoyo inquebrantable de su familia,
mientras que Rhys había sufrido como esclavo de un hombre malvado. ¿Cómo
podía esperar que confiara en ella tan fácilmente como ella confiaba en él?
Una llama saltó y lanzó una chispa, la diminuta brasa muriendo lentamente
sobre la piedra de la hoguera. ¿Había sido así para Quinn, una muerte lenta
hasta que Rhys se vio obligado a nacer? Y qué era lo que había dicho.
Un hombre más acostumbrado al odio que al amor.
No podía imaginar vivir sin amor. El amor de su padre, sus hermanas, amigos, el
clan e incluso el amor de su madre, aunque había muerto hacía tantos años. Así

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que, en algún lugar profundo de su interior, debía recordar el amor que ella le
tenía. ¿Por qué si no había vuelto aquí y se había casado con ella?
Entonces se dio cuenta de que esperaba que fuera como antes y ese hombre ya
no existía. Tenía que ser paciente, como a menudo advertía a su hermana.
Llevaría tiempo y confianza, tanto si él le daba lo mismo como si no.
Un ligero golpe sonó en la puerta y Heather fue y la abrió para encontrar a Nessa
allí de pie, con aspecto molesto.
—Siento mucho molestarla, mi señora, pero Fife no se encuentra bien. Su herida
le preocupa y, aunque me dijo que no lo molestara, me rompe el corazón verlo
sufrir.
—Le echaré un vistazo—dijo Heather—aunque me preocupa que su herida no
se haya curado como debería.
—Es porque no sigue lo que le dices. Espera fuera, junto al huerto, creyendo que
le voy a traer algo especial, cosa que haré cuando acabe de atenderle.
—¿Y me dan un regalo especial por cuidarlo? —preguntó Heather con una
sonrisa mientras caminaban hacia las escaleras.
—Lo siento, mi señora, he hablado fuera de lugar, pero a veces parece más una
amiga que la señora de este torreón.
—Me alegro de ello. Me recuerda más a casa.
—Lo mismo pasaba con su madre. Recuerdo a su madre visitando nuestra casa
cuando yo era muy joven. Se sentaba y hablaba con mi madre como si fueran
grandes amigas—. Nessa se detuvo cuando llegaron al final de las escaleras. —
Se corre la voz sobre su trato con el lobo. Algunos susurran que es una bruja,
otros que conocieron a su madre dicen que tiene un toque especial con los
animales como ella lo tuvo una vez.
—Es bueno saber que soy como mi madre.
—Lo es en más cosas de la que cree.
Heather comentó lo delicioso que olía la cocina mientras caminaba por ella y
salía al jardín junto con Nessa.
Fife se levantó de un salto del banco, con el ceño fruncido cuando ella y Heather
se acercaron a él—No deberías haber molestado a Lady Heather.
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—Deberías haberme dicho que tu herida aún te molesta—dijo Heather


mientras se acercaban.
El ataque fue rápido, el guerrero, con la cara manchada de tierra, se abalanzó y
apenas alcanzó a Fife en el brazo cuando éste intentaba sacar una daga de la
cintura del atacante. Fue una refriega rápida más que una pelea, los dos
hombres cayeron al suelo uno tras otro.
Nessa gritó y corrió hacia Fife.
Pitt pareció salir de la nada y la agarró por la cintura, apartándola de Fife.
Nessa luchó por liberarse—No, no, déjame ir con él.
Heather, viendo a Fife retorcerse de agonía en el suelo, fue a ayudarle cuando la
agarraron por la cintura y la arrojaron lejos de él antes de que sus manos
pudieran tocarlo, con los pies colgando por encima del suelo mientras su marido
la sujetaba contra él.
Rhys se alejó unos metros de los dos hombres que se retorcían y gritó: —Que
nadie los toque.
Fife no miró a Nessa. Mantuvo los ojos fijos en el Dragón y, justo antes de
exhalar su último aliento, se atragantó: —Victoria para Haidar.
El otro hombre dijo lo mismo antes de morir.
Rhys volvió a gritar—No toquéis sus cuerpos; han sido envenenados y si los
tocáis moriréis.
Nessa miró a Pitt, cuyos brazos aún la rodeaban con firmeza—No lo entiendo—
negó con la cabeza, cada vez más confusa cuando oyó a Rhys dar órdenes a sus
guerreros que rodeaban el cuerpo de Fife.
—Que nadie, ni siquiera los animales se acerquen a ellos. El veneno se disipará
en breve, y entonces podrán ver los cuerpos.
Pitt alejó a Nessa de la escena mientras Rhys seguía hablando con los guardias.
—No lo entiendo—volvió a decir Nessa cuando Pitt los detuvo lejos de la
multitud que se había congregado y que ahora se estaba dispersando.
Pitt la soltó, aunque mantuvo un brazo de apoyo ligeramente alrededor de ella.
—Fife era un traidor. Era leal al hombre que persigue al Dragón.

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Se le fue todo el color de la cara y le flaquearon tanto las piernas que intentó
agarrarse a Pitt, pero él ya la había rodeado con el brazo y ella se apoyó en él—
Me utilizó, no le importé nada y, como una tonta, le creí.
—¿Por qué dudarías de él? —preguntó Pitt, estrechándola más contra él—
Ninguno de nosotros lo hizo. Desempeñó bien su papel.
Nessa miró fijamente a Pitt un momento y al hacerlo las lágrimas empezaron a
caer de nuevo hasta que sollozaba incontrolablemente. Pitt la estrechó contra
sí y le puso la mano en la cabeza, apoyándola suavemente en su pecho. Luego la
abrazó con fuerza y la dejó llorar, sintiendo su dolor mucho más profundamente
de lo que nunca había sentido por ninguna mujer.

~~~
—¿Te he hecho daño? —preguntó Rhys mientras los alejaba de la multitud
que se dispersaba y ponía los pies de ella en el suelo, soltando el brazo que la
rodeaba.
Heather se quedó mirándolo un momento y luego simplemente lo rodeó con los
brazos y enterró la cara en su hombro. Sus brazos la rodearon y la abrazaron
con fuerza. El corazón le retumbaba en el pecho y el estómago se le revolvía no
sólo por lo que acababa de ocurrir, sino por lo que estaba por venir.
Finalmente levantó la cabeza y miró a su marido—No quiero perderte—No
volvió a decirlo otra vez, aunque lo pensó.
—Ni yo a ti—dijo él.
Sus palabras hicieron que su corazón latiera más rápido y ella lo miró a los ojos
y sintió que se le revolvía el estómago, por un breve instante había creído ver a
Quinn en ellos. Dios mío, era imposible que volviera a perderlo, nunca jamás. El
miedo se apoderó de ella cuando dijo: —No hay forma de detenerlo. Vendrá por
ti.
—Está hambriento de venganza. Pitt y yo habíamos descubierto hacía poco que
Fife era quien espiaba para Haidar. Se estaban haciendo planes para vigilar a
Fife en todo momento para ver qué podíamos aprender. Pitt lo vigilaba mientras
esperaba al guerrero al que se le había asignado la primera guardia.
Heather sacudió la cabeza—¿Por qué Fife saltó delante del atacante y me salvó?

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—Tú no eras el objetivo.


Heather ladeó la cabeza en señal de pregunta—¿Quién era el objetivo?
—Fife—dijo Rhys y continuó explicando—Fue una misión suicida para ambos
hombres, aunque probablemente se planeó para que pareciera que Fife
intentaba salvar a Nessa de un ataque. Haidar quería que todos fueran
conscientes de que el Dragón no podía protegerlos de un enemigo superior.
También sabe que no soy tonto y que sólo era cuestión de tiempo que me diera
cuenta de que había plantado un espía entre mis guerreros y descubriera su
identidad.
—Por eso Fife parecía tan enfadado con Nessa cuando me vio con ella.
—Sí, estaría muy enfadado, porque no podía dejarte morir. Si lo hiciera, le
habría fallado a Haidar.
—No lo entiendo.
—Haidar no vendrá por mí. Vendrá por ti.

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Capítulo Veintitrés
Heather palideció, aunque sus palabras tenían sentido. Debería haberse
dado cuenta antes. Por supuesto, Haidar querría quitarle a Rhys lo que él le
había quitado a Haidar. Y con todo lo que había pasado últimamente, tenía que
admitir que existía la posibilidad de que lo consiguiera.
No pudo evitar sonreír cuando una respuesta improbable salió de sus labios—
Supongo que debería quedarme quieta cuando tú me lo digas.
La empujó contra él—Nunca te pondrá las manos encima.
—Quiero creer eso, pero he aprendido en la vida que nunca es una palabra en la
que nunca hay que confiar.
Un trueno retumbó como si estuviera de acuerdo y una salpicadura de lluvia
golpeó su mejilla.
El brazo de Rhys se soltó de ella, aunque rápidamente le cogió la mano. Se
acercó a los guerreros que custodiaban los cadáveres—Dejad que la lluvia los
empape, luego atadles una cuerda a los tobillos y arrastradlos al granero. El
veneno debería haber desaparecido para entonces, pero para estar seguros,
intentad no tocarles la piel.
Seguía lloviendo mientras Rhys llevaba a su esposa a la torre del homenaje. La
acompañó hasta la gran chimenea del Gran Salón, donde ardía un fuego que la
lluvia había traído consigo.
Ella se sentó en un banco frente a la chimenea, ansiosa por el calor de las llamas,
ya que el frío se le había metido de pronto en los huesos.
Rhys se sentó a su lado después de llamar a una sirvienta y pedirle que trajera
vino y cerveza. Le cogió las manos y, sintiendo el repentino frío, se las frotó
entre las suyas—Tienes frío.
Ella giró la cabeza y dijo: —Mi familia debe ser notificada de todo lo que está
sucediendo.
—De momento, no tienen ningún interés para Haidar y preferiría que siguiera
siendo así.
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—¿Cómo puedes estar seguro?


—Porque ha visto que no me importa lo que le ocurra a tu familia. Así que no
malgastará su tiempo y sus recursos en algo que no sirve para nada.
Esta vez, cuando le miró a los ojos, vio al Dragón frío y despiadado que le
devolvía la mirada.
—Tu familia tampoco necesita preocuparse por ti cuando su preocupación
debería ser Greer McLaud. Pronto estará sobre ellos, exigiendo saber de su
esposa y Saundra. Y aún tengo que saber si está al tanto de la muerte de su
hermano, aunque cuando se entere, estoy seguro de que culpará a los
Macinnes—. Rhys sirvió vino para cada uno y le entregó una jarra. —Bebe,
ahuyentará el frío.
Heather bebió, queriendo que también ahuyentara sus preocupaciones.
—Tienes que confiar en mí, Heather—dijo él.
—Confío—dijo ella, dejando la jarra sobre la mesa y volviéndose hacia él. —De
verdad que confío en ti, Rhys, pero me temo que a veces el destino tiene una
forma de intervenir y cambiar las cosas por mucho que digamos nunca.
Le pasó lentamente un dedo por un lado de la cara—Ahora debes saber esto,
esposa, porque te doy mi palabra. Si alguien te alejara de mí, nada,
absolutamente nada, me impediría recuperarte.
Heather sonrió—Entonces no tengo nada que temer, porque sé que mantendrás
tu palabra—. Como hiciste hace tantos años. Tal vez algún día ella podría por fin
decírselo en voz alta.
—Me resisto a dejarte, pero debo ocuparme de esto—dijo Rhys y le cogió la
barbilla. —Tendré tu palabra de que te quedarás en la fortaleza. Rhys frunció
el ceño cuando Heather dudó en responder—¿De qué se trata?
—Me gustaría ver cómo le va a Nessa.
Antes de que Rhys pudiera decirle que haría que Pitt le llevara a Nessa, Pitt
entró en el Gran Salón, con Nessa enroscada a su alrededor como si nunca fuera
a soltarla.
Pitt se acercó a ellos—No puedo dejarla sola mientras me ocupo de mis deberes.

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Heather se apresuró a bajar del banco y rodeó a Nessa con el brazo para liberarla
de los brazos de Pitt.
Nessa miró a Pitt con tal espanto por el hecho de que la abandonara, que le
desgarró el corazón.
—Ven Nessa—la persuadió Heather—tomaremos un poco de vino y
hablaremos.
Nessa miró a Heather y se aferró a ella—Creía que Fife se preocupaba por mí.
Rhys tuvo que agarrar a Pitt del brazo y casi arrastrarlo fuera de la habitación,
se resistía tanto a marcharse.
Heather sentó a Nessa en el banco de al lado para que el calor del fuego la
calentara. Tenía más frío que Heather y seguía demasiado pálida.
—Bebe—le instó Heather, acercándole una jarra de vino a los labios y Nessa
obedeció sin rechistar.
Finalmente, Nessa rodeó la jarra con las manos y se la llevó repetidamente a los
labios. Se volvió hacia Heather, con los ojos nublados por las lágrimas—
Perdóneme, mi señora, le di tontamente mi corazón y mi confianza a Fife porque
creía que me amaba. Me seguía por todo el torreón, alegando que me echaba de
menos y que tenía que estar conmigo todo lo posible, y como estaba ciegamente
enamorada le creí—una lágrima resbaló por su pálida mejilla—El Dragón
seguramente me castigará por esto.
—El Dragón no te castigará, Nessa. Te doy mi palabra.
Cuando Nessa terminó su jarra de vino, se levantó—Debo volver a mis
quehaceres.
Heather también se levantó—Hoy no, Nessa.
—Debo hacerlo—insistió Nessa—, o no pensaré en otra cosa y sólo me enfadaré
más conmigo misma.
—Tengo una idea que nos ayudará a las dos, ya que me resulta imposible
sentarme sin hacer nada. Haré que un par de guerreros de Rhys nos ayuden a
limpiar la habitación del piso superior llena de muebles. Estarán encantados de
ayudar, ya que deben vigilarme de todos modos. También puedo hacer que

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reparen el pestillo para que nadie pueda quedarse encerrado dentro como me
pasó a mí.
—Pero el Dragón prohíbe que nadie suba allí.
Heather sonrió—El Dragón estará encantado de que me mantenga ocupada en
el torreón. Y no dudo de que se enterará rápidamente de mis intenciones y sabré
rápido si se opone. Además, soy la señora del torreón y debes seguir mis
órdenes.
—Como usted diga, mi señora—dijo Nessa con un movimiento de cabeza y una
leve sonrisa.
Heather llamó a los dos guerreros sentados cerca—Necesito vuestra ayuda.
Ambos se miraron y se levantaron con cierta reticencia.
—No voy a huir de ustedes y causarles problemas con el Dragón. Ya que a
ambos se los ha encomendado vigilarme, voy a ponerles a trabajar. Quiero que
me ayuden a limpiar una habitación del piso superior.
Ambos se miraron de nuevo, antes de que el uno se volviera y hablara—No se
permite subir a nadie.
—Creo que el Dragón lo permitirá, ya que me mantendrá a salvo en el torreón.
¿Uno de ustedes, le preguntará, mientras que el otro vendrá conmigo y con
Nessa?
Ambos negaron con la cabeza y el que había hablado antes, volvió a hablar—El
Dragón tendrá nuestras cabezas si abandonamos nuestro puesto.
Con una sonrisa agradable y un tono amable, dijo: —Entonces sugiero que
envíes a otro guerrero a entregar el mensaje, ya que voy a subir con o sin ustedes.
El guerrero salió corriendo y el otro siguió a Heather y Nessa mientras se
dirigían a las escaleras. El otro guerrero regresó al poco rato y cuando llegaron
al piso superior apareció un tercer guerrero.
—Mi señora—dijo con una inclinación de cabeza y se volvió hacia los dos
guerreros. —El Dragón le da permiso a Lady Heather para hacer lo que desee en
la habitación y ambos deben ayudarle en las tareas que les encomiende. Yo me
quedaré vigilándolos a todos.

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—Maravilloso—dijo Heather, cogió la antorcha del candelabro y entró en la


habitación. —¿Cómo se llaman? — preguntó a los dos guerreros que la seguían.
—Duff—dijo el más bajo de los dos.
—Tam—dijo el otro.
—Bien, Duff y Tam, creo que empezaremos por ese pesado tapiz de la
ventana—levantó un poco la antorcha para que pudieran verlo—Necesito que
ambos lo quiten de la ventana para que tengamos algo de luz.
Los dos hombres se pusieron manos a la obra y con unos tirones bruscos el tapiz
cayó al suelo, inundando la habitación con la luz que permitía el cielo
tormentoso.
Heather siguió dando instrucciones a los guerreros y Nessa también se unió
para ayudar, aunque los tres protestaron. Al cabo de un rato se detuvieron,
dándose cuenta de que sus protestas eran inútiles, Lady Heather haría lo que
quisiera.
Piezas de mobiliario que se estaban pudriendo por el paso del tiempo sirvieron
para encender un fuego, en la pequeña chimenea y ahuyentar el frío húmedo de
la habitación.
Heather se dirigía hacia un rincón de la habitación, tras divisar un cofre con
tablas que pensó que podría aprovechar, cuando vio que Nessa levantaba la
cuna que había llamado la atención de Heather la primera vez que contempló
aquel espacio. —Pon la cuna a un lado, Nessa. Creo que servirá como un buen
regalo para Bea y Douglas para cuando nazca su bebé.
—Es muy generosa por su parte, Lady Heather—dijo Nessa y se la entregó a
Duff.
Unas pesadas sillas llenas de marcas parecían centinelas que le impedían llegar
al cofre. Tam no tardó en acudir en su ayuda y empezó a despejar el camino.
Heather se sintió aliviada al ver que las mejillas de Nessa estaban llenas de color
y que las lágrimas ya no enturbiaban sus ojos. Esta tarea la mantenía demasiado
ocupada para pensar en Fife y en cómo había destrozado su corazón y su
confianza. Sabía que a Nessa le llevaría tiempo recuperarse de aquella horrible
experiencia.

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En cuanto Tam apartó la última silla de su camino, Heather se acercó al cofre


con una sonrisa. Era justo lo que necesitaba para guardar las numerosas prendas
que desbordaban el pequeño baúl de su alcoba.
Extendió la mano mientras se acercaba un paso más y lo siguiente que supo fue
que el suelo cedía bajo ella y caía en picado con él.
—Dios mío, Lady Heather—gritó Nessa mientras desaparecía ante los ojos de
Nessa.
Los dos guerreros corrieron hacia el agujero en el suelo y cuando el guerrero que
montaba guardia frente a la puerta entró corriendo, Duff gritó: —¡Llamad al
Dragón!
—Lady Heather, ¿se encuentra bien? ¿Puede oírme? —llamó Tam desde el
agujero.
—Te oigo—, respondió Heather. —Estoy bien. Al menos eso creía, ya que no
sentía ningún dolor.
—Voy a bajar a sacarle— gritó Tam.
—No— le gritó —Tráeme la antorcha—Casi gritó de emoción, creyendo haber
descubierto el pasadizo secreto, pero se mordió la lengua. Rhys no quería que
nadie lo supiera.
—Le bajaré la antorcha—dijo Tam.
—No, eso no es aconsejable. Las tablas son blandas bajo mis pies y si te dejas
caer sobre ellas, me temo que podríamos atravesarlas.
—El Dragón se encargará de que Duff y yo suframos algo más que una caída si
le dejamos sola ahí abajo, y no tardará en llegar.
—Nessa— gritó y lo siguiente que supo fue que la antorcha estaba cayendo por
el agujero, y Heather se apresuró a cogerla.
—¿Eres tonta, mujer? —gritó Duff.
—Lady Heather dio una orden y yo obedecí.
—Más te vale haber tenido una buena razón para hacerlo—dijo Rhys
bruscamente mientras entraba en la habitación con la fuerza de una tormenta

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arremolinada. Cuando vio a Tam y Duff inclinados sobre el agujero del suelo, se
le apretó el estómago y gritó: —¡Heather!
—Estoy aquí abajo, Rhys—gritó ella.
Rhys se precipitó hacia el agujero; al verle de negro, con el ceño fruncido y los
ojos llameantes, los dos guerreros se apartaron a toda prisa de su camino.
Rhys se asomó por el borde y sintió alivio cuando la vio allí de pie, con la
antorcha sobre la cabeza. Tenía la cara manchada de tierra, al igual que sus
ropas, pero parecía ilesa.
—Atrás. Voy a bajar a sacarte de ahí.
—Lady Heather dice que las tablas son demasiado blandas bajo sus pies o ya la
habríamos sacado— explicó Tam.
—Es bueno que lo hayas explicado. Ahora no tendré que castigarte por dejar a
mi mujer en un agujero oscuro.
—Tam y Duff han sido muy serviciales y se han apresurado a querer sacarme de
aquí. Por favor, no te enfades con ellos.
Rhys volvió a mirar a su mujer e, ignorando su súplica, dijo: —Hazte a un lado.
—¿Para qué te caigas a través de las tablas? Creo que no.
—¿Qué me has dicho?
Duff y Tam se alejaron más del Dragón y Nessa se acercó más a la puerta.
—No me muevo—gritó Heather, el resplandor de la antorcha que dificultaba
ver su rostro con claridad, pero eso no importaba. Ella estaba familiarizada con
la mirada del Dragón que respiraba fuego.
—¡Muévete! ¡Ahora! — La voz de Rhys retumbó con ira.
—No veré que te hagas daño—le gritó ella.
Rhys estaba a punto de hacerle saber que eso no lo decidía ella cuando oyó un
ruido—¿Qué ha sido eso? —la llamó.
Antes de que su mujer pudiera responderle, volvió a oírlo y lo supo. Era el
crujido de las tablas. —¡Muévete, Heather! —gritó.

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Las tablas cedieron antes de que ella pudiera huir y, de repente, su mujer
desapareció y lo único que vio fue el parpadeo de la antorcha mientras
descendía en espiral en la oscuridad y su grito se elevaba hacia él.
—¡RHYS!
El Dragón no dudó. Se dejó caer en el agujero tras su esposa.

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Capítulo Veinticuatro
Rhys se retorció para que su cuerpo recibiera el impacto de la caída en lugar
de sus piernas y se sorprendió cuando aterrizó sobre algo más blando de lo que
esperaba. Aunque sintió una sacudida en el cuerpo, eso no le impidió ponerse
de pie a toda prisa y mirar a su alrededor en busca de su esposa.
Vio la antorcha a poca distancia y agradeció que aún mantuviera la llama. Se
apresuró a cogerla del suelo, al ver que estaba sobre un grueso entarimado de
madera. Levantó la antorcha por encima de su cabeza para iluminar más y poder
encontrar a su esposa, y cuando vio su cuerpo boca abajo, el miedo se apoderó
de su corazón y soltó una sarta de maldiciones mientras corría hacia ella.
Su brazo rozó algo en la pared de piedra cuando llegó hasta ella. Era un
candelabro de metal y apoyó en él la antorcha antes de dejarse caer junto a su
esposa. Hacía tiempo que había dejado de rezar, así que no fue una plegaria lo
que brotó de sus labios, sino una advertencia de que, si algo le ocurría a ella,
declararía la guerra a los cielos.
Con un suave toque, la puso boca arriba y se sintió aliviado al verla moverse—
Heather—dijo enérgicamente, y luego con más severidad—Heather, abre los
ojos—por una vez, le hizo caso y abrió los ojos.
Sonrió lentamente al ver que Quinn la miraba fijamente, con sus ojos oscuros
llenos de preocupación e ira. ¿Enfado? Quinn rara vez se enfadaba. Estaba a
punto de preguntarle qué le pasaba, cuando le espetó.
—No te atrevas a moverte hasta que vea si has sufrido algún daño.
—Rhys—dijo en voz baja, recordando lo que había pasado y sin sorprenderse
de verlo allí. —Me seguiste por el agujero.
Se inclinó más hacia ella—Te seguiría hasta el infierno si fuera necesario,
aunque no creo que te quisieran allí, ya que no obedecerías al mismísimo diablo.
—Te obedecí; permanecí en el torreón.
—¿Y cuándo te dije que te movieras?

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—No quería que te hagas daño—dijo e intentó incorporarse. Le dolió el


hombro y soltó un gemido.
Rhys soltó otra sarta de maldiciones en voz baja por discutir con ella cuando
debería estar atendiéndola, y espetó: —¡No te muevas! —. Y cuando vio una
lágrima en el rabillo de un ojo, volvió a maldecirse en silencio y desobedeció su
propia orden. Pasó suavemente los brazos por debajo de ella y la subió a su
regazo para sentarse contra el muro de piedra y acunarla entre sus brazos.
Ella apoyó la cabeza en su pecho con un suspiro.
—¿Te duele algo? —le preguntó.
—Sólo el hombro—dijo ella, haciendo una mueca de dolor mientras levantaba
el hombro que no estaba pegado a él.
—No lo muevas—le ordenó.
—Probablemente se llevó la peor parte de mi caída y ya tiene moratones.
Rhys acercó la mano al hombro y lo acarició lentamente para ver si notaba algo.
Heather estuvo a punto de suspirar por lo placentero que resultaba su tacto,
hasta que tocó un punto concreto. El dolor se apoderó de ella y reprimió el grito
ahogado que se apresuró a salir. No quería que Rhys lo supiera. Le prohibiría
hacer cualquier cosa que no fuera descansar y quería hacer cualquier cosa
menos eso.
—No siento nada. ¿No te duele nada más?
—Nada, pero ¿y a ti? —preguntó preocupada por si había sufrido alguna herida
en la caída.
—Estoy bien—insistió él y apartó la mano de su hombro para posarla en su
cintura. Lo único que quería era sentarse allí, abrazarla y saber que estaba ilesa.
—¿Estás seguro?
Le apretó la cintura—Te dejaré que recorras mi cuerpo desnudo y lo
compruebes por ti misma en cuanto salgamos de aquí.
La imagen de ella haciendo precisamente eso la hizo decir: —Deberíamos
darnos prisa y salir de aquí.
—Primero, debemos determinar dónde es aquí.
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Heather levantó la cabeza de su pecho y miró a su alrededor—¿Es este el


pasadizo secreto?
—Supongo que sí, aunque la falta de cuidados y los años le han pasado factura.
Heather se puso de pie con la ayuda de su marido y ambos miraron a su
alrededor. Su caída había sido amortiguada por una pila de mantas y diversas
prendas. Heather sacó una, levantó una capa y vio que había sido un festín para
los roedores con sus numerosos agujeros. Volvió a arrojarla sobre la pila.
—Por lo que parece, este es un lugar donde la familia podría esperar un asedio
con relativa seguridad y marcharse si fuera necesario. El tiempo, la humedad y
la falta de cuidados hicieron mella en la madera.
Heather echó la cabeza hacia atrás para mirar a través del agujero—¿Cuánto
crees que hemos caído?
—La mayoría de las veces encuentras tablones de madera más gruesos más
cerca del fondo del torreón que de la cima, así que yo diría que estamos en algún
lugar más cerca del fondo.
—¡Rhys! — El fuerte grito resonó en el agujero.
Era Pitt y Rhys le gritó. —Estamos bien y buscando la salida.
—Esperaré, aunque no mucho—le gritó Pitt.
—¿Enviará hombres? —Preguntó Heather.
—Si tardamos demasiado en encontrar la salida, empezarán a caer guerreros
por el agujero.
—Entonces deberíamos darnos prisa y ahorrarles la caída. Además, necesito
tocarte cada centímetro para asegurarme de que estás ileso.
Maldita sea, si no se excitó ante la idea de que ella hiciera precisamente eso,
alargó la mano y la agarró del brazo justo cuando se alejaba un paso. Ella jadeó
y cerró los ojos contra el dolor y él se enfadó consigo mismo y con ella—No estás
siendo sincera conmigo. Tu hombro ha sufrido más de lo que me dijiste.
—La verdad es que no está tan mal. Es la idea de que me ordenes que descanse
lo que me resulta más doloroso y me tiene mordiéndome la lengua.

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Rhys se acercó más a ella y le quitó el polvo de la trenza, las yemas de los dedos
rozaron sus pechos, lo que por supuesto despertó aún más su excitación y avivó
su enfado.
Heather le puso una mano en el pecho y se apresuró a hablar antes de que él
pudiera hacerlo. —Créeme, Rhys, estoy bien. No te mentiría al respecto.
Puso su mano sobre la de ella—Tendré tu palabra, esposa.
—Tienes mi palabra.
Él le dio un beso rápido, sin confiar en sí mismo para quedarse—Bien, entonces
encontremos la forma de salir de aquí para que puedas averiguar por ti misma
si he sufrido alguna herida—sonrió, él le cogió la mano y cogió la antorcha del
candelabro. —Sígueme de cerca.
Se encaminaron por un breve y estrecho pasadizo que salía de la habitación y
conducía a unas escaleras de madera.
Rhys se volvió hacia Heather y le dijo: —Espera aquí hasta que vea si la escalera
resiste.
Heather esperó y observó cómo su marido subía las escaleras lentamente y
desaparecía más allá de la curva, dejándola en completa oscuridad. No pasó
mucho tiempo hasta que la luz se filtró por la curva y Rhys regresó.
—Uno de los escalones no muy lejos del fondo se ha podrido y algunos crujen
con fuerza, así que ten cuidado, pisa con cuidado.
Heather le siguió, con paso lento y cauteloso.
—Espera aquí—dijo justo antes de detenerse y ella hizo lo que le decía.
Extendió la pierna, despejando tres pasos a la vez, y luego colocó la antorcha en
un candelabro de la pared de piedra. Se volvió y le tendió las manos—Salta.
No dudó; saltó a sus brazos, la cogió por la cintura, sujetándola firmemente
mientras la alejaba de los escalones y la ponía de pie. Sus manos se apoyaron en
los antebrazos de él, se los apretó y, no sabía por qué, sintió el impulso de
decirle: —Te amo, Rhys.
Él se quedó quieto, de repente incapaz de moverse.
—Que alguna vez me quieras o no, no importa. Te amare siempre—dijo y le
besó suavemente la mejilla.
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—¿Por qué?
—¿Por qué no?
—Esa no es una respuesta—argumentó él.
—Pero lo es. ¿Por qué no iba a amarte? No hay nada que me impida amarte—
volvió a apretarle los brazos—Y no hay nada que te impida amarme.
—Pides dema...
Ella se apresuró a apretarle los labios con los dedos, obligándole a callar—No
te pido nada. Simplemente entrégame lo que deseo como yo lo haré contigo. Te
amo y nada va a cambiar eso.
Le apartó la mano—Ya veremos.
Se volvió y le recordó: —Quédate cerca.
Algún día. Un día, pensó mientras lo seguía, me dirá que me ama.
Tras varios giros y saltos en los brazos de Rhys, llegaron a un túnel oscuro. La
entrada se abría como la boca de un gigante frente a ellos.
Rhys sostuvo la antorcha en alto—Paredes de tierra y vigas de madera.
—¿Esto nos alejará del castillo? —preguntó Heather, mirando por encima de su
hombro.
—Ya lo averiguaremos—Giró la cabeza hacia ella. —El túnel parece estrecho y
puede estrecharse aún más. Mantén tu mano en mi espalda en todo momento,
para que sepa que estás ahí detrás de mí y por si perdemos la luz.
El olor a tierra se hacía cada vez más fuerte a medida que el pasadizo se
estrechaba tanto que los hombros de Rhys rozaban las paredes de tierra,
enviando parte de la suciedad volando hacia su cara.
Por más que intentó ignorar que las paredes parecían cerrarse sobre ella, no fue
capaz y, con miedo en la voz, gritó: —¡Rhys!
Rhys se detuvo, se inclinó hacia un lado y ella se acurrucó inmediatamente bajo
su brazo, apoyó la cabeza en su pecho y le rodeó la cintura con los brazos, y allí
se quedó.

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Rhys sintió temblar su cuerpo y conoció su miedo. Él mismo había


experimentado el mismo miedo atenazador la primera vez que había entrado en
un estrecho pasadizo similar. Pero aquí había poco espacio para consolarla y
poco tiempo para detenerse.
—¿Cómo puedes caminar por este pasillo apenas transitable sin miedo? —
preguntó luchando contra el temor de que en cualquier momento las paredes se
derrumbarían a su alrededor y los sepultarían vivos.
—El miedo fue forzado a salir de mí a través de los años.
—No puedo creer que el miedo no te afecte en este espacio reducido—dijo ella
y se estremeció.
Le pasó la mano por el brazo y le cubrió la mano que tenía abrazada a la
cintura—Me obligaron a permanecer de pie en un pasillo como éste con una fila
de hombres delante y detrás de mí durante días interminables, poco después de
que me vendieran a Haidar. Una vez al día pasaban por la fila restos de comida
y bebida. Si tenías suerte, te llegaba algo. Los que parecían perder la cabeza con
el paso de los días eran eliminados rápidamente por la persona que tenía delante
o por la que tenía detrás, a veces por ambas. El cuerpo era pateado por la fila
bajo los pies descalzos de todos hasta que llegaba a la abertura donde era
retirado. Los que sobrevivían empezaban a entrenarse para ser uno de los
infames guerreros esclavos de Haidar. Yo fui uno de los desafortunados:
sobreviví.
—No digas eso—le reprendió Heather, apartándose de él con lágrimas
brillando en los ojos ante el horror que había soportado—Nunca, jamás digas
eso.
Extendió la mano y se secó las lágrimas que aún no se habían derramado—Recé
por valor, luego recé por la muerte, luego dejé de rezar, pero ahora que estoy
contigo... me alegro de haber sobrevivido.
—Debemos darnos prisa y sacarte de aquí—dijo ella, dándole un ligero
empujón.
—¿A mí? —preguntó él con una leve sonrisa.
—Sí, no necesitas revivir una experiencia tan horrible. Debemos sacarte de
aquí. Ahora date prisa—dijo ella con un gesto de la mano.

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—Mantente cerca—le recordó de nuevo mientras se apartaba lentamente de


ella.
—Siempre—dijo ella y se aferró al dobladillo de su armadura de cuero.
Después de unos metros más, el pasillo se estrechó hasta el punto de que Rhys
se vio obligado a caminar de lado y su corazón se le encogió cuando la miró con
preocupación.
—¿Puedes con esto?
—Si tú puedes, yo también—dijo ella y se hizo a un lado.
Él deslizó su mano entre las suyas y avanzaron lentamente por el pasillo hasta
que, de repente, éste se ensanchó y los condujo a una pequeña zona. Las paredes
eran de tablas de madera, aunque muchas estaban podridas. Una escalera
estaba apoyada contra una pared y conducía a lo que parecía ser una trampilla.
Rhys se volvió hacia Heather—Tienes que quedarte aquí abajo mientras voy a
ver qué hay ahí arriba. Si por alguna razón no vuelvo al cabo de poco tiempo,
tienes que volver por donde hemos venido y esperar a mis guerreros, aunque
probablemente te los encuentres por el camino—su voz se tornó severa—. Lo
digo en serio, Heather, dame tu palabra o tiraré de la escalera tras de mí.
—No subiré tras de ti—dijo ella, por supuesto eso no incluía subir la escalera
con el propósito de encontrar una salida, pero no se lo dijo.
Rhys subió la escalera, abrió lentamente la puerta con el pestillo y desapareció
rápidamente por ella.
Heather esperó en la oscuridad, pensando en lo que Rhys le había dicho. No
podía imaginarse de pie en un pasillo confinado durante días, a oscuras y sin
salida. No sabía cómo no se había vuelto loco. La crueldad de Haidar no parecía
tener fin, y rezaba por no encontrarse nunca con él.
—¡Heather!
El grito de Rhys la hizo sonreír y lo miró asomándose por la abertura—Sube.
Subió ansiosa cada peldaño, agarrándose a una cuerda que colgaba de un
gancho junto a la viga del techo para ayudarse a subir más peldaños. Mientras
subía, se dio cuenta de que no le había dicho si era seguro y, antes de llegar
arriba, susurró: —¿Es seguro?
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A Rhys le impresionó que lo preguntara—Por el momento lo es, aunque no sé


por cuánto tiempo, así que debemos darnos prisa.
Así lo hizo Heather, que subió los últimos peldaños lo más deprisa posible,
mientras Rhys la cogía de la mano y la ayudaba a atravesar la abertura. Echó un
vistazo alrededor y vio que se trataba de una cabaña de una sola habitación que
había caído en el abandono. Unas nubes grises y oscuras se deslizaban por el
agujero del tejado de paja, aunque por suerte no llovía.
Rhys habló en voz baja. —Me topé con esta cabaña cuando exploré estas tierras
por primera vez. Nos adentramos un poco en el bosque que bordea la torre del
homenaje. Cuando los guerreros apostados en esta zona nos vean, se
apresurarán a protegernos. Debemos movernos rápido, cuanto más cerca del
torreón, más guardias.
—Si crees que nos espera el peligro, ¿por qué no esperar aquí a tus guerreros?
—Fife murió poco después de enterarme de que era un leal servidor de Haidar,
lo que significa que Haidar nos vigila en todo momento. Si se entera de lo que
está pasando, no se sabe lo que puede hacer. Y mientras esperamos aquí a los
guerreros que nos siguen, podríamos ser recibidos por una fuerza imparable de
guerreros de Haidar cuando finalmente partamos. Es mejor que nos demos prisa
ahora—Dejó caer la antorcha por la abertura—Mis guerreros sabrán
seguirnos—Tomó su mano—. Permanecerás delante de mí en todo momento y
si por casualidad nos separamos, correrás gritando tan rápido y tan fuerte como
puedas para que mis guerreros te oigan.
Heather asintió.
Rhys le agarró la barbilla—Veo en tus ojos que no tienes intención de dejarme
pase lo que pase. Hay veces que debemos hacer lo que no queremos. Este es uno
de esos momentos. Me dejarás si es necesario.
—¿Y me dejarás si es necesario? Y no te molestes en decirme que eso es
diferente, porque si tú no me dejas, yo tampoco te dejaré.
—No tenemos tiempo para discutir esto.
—Entonces será mejor que nos vayamos ahora y acabemos de una vez.
Rhys negó con la cabeza—Cuando te lleve de vuelta al torreón...

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—No me lo recuerdes, porque me mojo sólo de pensar en cómo voy a tocar cada
centímetro de ti—dijo ella y se dirigió a la puerta que colgaba entreabierta.
Él se apresuró a acercarse a ella para hacerle saber que sería muy diferente si le
ponía las manos encima primero cuando la oyera y también lo hizo Heather.
—Hay demasiado silencio—susurró Heather, al darse cuenta de lo
inquietantemente silencioso que se había vuelto de repente. —No corren los
animales ni cantan los pájaros. Algo los perturba.
—Presienten que algo maligno acecha—dijo él.
—Entonces será mejor que nos demos prisa.
Rhys frunció el ceño—Es demasiado tarde. Haidar está aquí.

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Capítulo Veinticinco
Rhys bloqueó con su cuerpo la puerta parcialmente abierta.
—No voy a dejarte—dijo Heather, aunque se le heló la sangre de miedo,
sabiendo lo malvado que podía ser Haidar.
No había tiempo para discutir con ella. Rhys la cogió en brazos, la llevó hasta el
agujero y la dejó caer en él, esperando que la caída no le causara ningún daño.
Luego sacó rápidamente la escalera del agujero y cerró la trampilla. Luego fue a
enfrentarse a su némesis.
Heather recordó la cuerda que colgaba justo a tiempo y extendió la mano con
la esperanza de agarrarse a ella, y lo consiguió. Le dolió el hombro, pero hizo lo
posible por ignorarlo. Giró sobre sí misma para apoyar los pies en la pared de
tablones de madera mientras subía, con cierta dificultad, por la cuerda. Bajó los
pies cuando su mano tocó la trampilla. Se dejó colgar un momento, recuperando
fuerzas, y luego empujó la puerta con el hombro, que por suerte no le dolía.
Una vez abierta, le costó abrirse paso a través de ella y, cuando por fin lo
consiguió, quedó tendida en el suelo sin aliento, aunque no por mucho tiempo.
Se obligó a ponerse de pie, permaneciendo agachada lo mejor que pudo para no
ser vista y se tomó un momento para empujar la escalera de vuelta al agujero
con la esperanza de que los guerreros de Rhys llegaran pronto.
Permaneciendo agachada, se abrió paso hasta un agujero en la pared detrás de
la puerta parcialmente abierta y miró a través de él.
Pudo ver a su marido y al hombre al que se enfrentaba. Rhys estaba solo, pero
su enemigo no, y el miedo se apoderó de su corazón cuando vio a los muchos
guerreros que había detrás de Haidar. No se parecía en nada a lo que Heather
esperaba. Pero entonces, ¿qué aspecto debía tener un hombre capaz de una
maldad tan espantosa y de esclavizar a tantas personas? Era una cabeza más
baja que Rhys y su cuerpo era grueso en la cintura. Tenía el pelo oscuro, largo y
peinado hacia atrás y lucía una poblada barba. Sus rasgos no eran poco
atractivos, pero tampoco memorables. Vestía ropas oscuras con un fajín
alrededor de la túnica y se mantenía regio.

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Cuando se fijó en sus ojos oscuros y le oyó hablar, con un acento que le resultaba
extraño, sintió un escalofrío. Era como si el mismo diablo hablara y esta vez
Heather tembló de miedo.
—Me decepcionas, Rhys—dijo Haidar—Y ya sabes cómo pago a los que me
decepcionan.
—Ya no gobiernas sobre mí, Haidar, así que da tu opinión y márchate.
La voz de Haidar adquirió un tono amenazador que estremecería al más valiente
de los hombres—No hasta que consiga lo que he venido a buscar a este bárbaro
país... venganza por haberme quitado a mi mujer y a mi hijo nonato. Y, por favor,
no te molestes en negarlo. Me llevó algún tiempo, pero imagina mi decepción,
mi dolor y mi ira cuando descubrí que te habías llevado a Anala. No creo que
quieras saber cómo me sentí cuando supe que había muerto al dar a luz—hizo
una pausa—a mi único hijo y que éste murió junto con ella.
Rhys siguió guardando silencio.
Haidar sonrió—Recuerdo bien las veces que te hice fornicar con las esclavas y
lo mucho que me complacía verte hacerlo. Dos, tres, incluso lo hiciste con
cuatro esclavas para mí en una noche. Imagino que tomas a tu mujer tan a
menudo, lo que significa que pronto tendrá un hijo—. Su sonrisa se
desvaneció—Voy a tomar lo que me quitaste: tu mujer embarazada. Y si tiene
una hija, me encargaré de que muera, pero si tiene un hijo, lo criaré como un
buen esclavo. Entonces me encargaré de que me dé muchos hijos, si no.… la veré
morir lentamente.
—Voy a matarte— dijo Rhys.
Haidar se rió—Eso no es posible.
—Creo que eso es lo que me dijiste cuando te pregunté qué debía hacer para
ganar mi libertad.
La sonrisa de Haidar se desvaneció—Tu mujer será mía. Tu hijo será mío. Y tal
vez, si tu mujer me complace lo suficiente, le hayas enseñado a llevarte en la
boca, ¿verdad? Si no, le daré lecciones diarias. Como iba diciendo, si ella me
satisface -en varios sentidos- te ahorraré una muerte lenta y agonizante y te
mataré rápidamente delante de ella.

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—Tu muerte será rápida, aunque más dolorosa de lo que jamás imaginaste—
dijo Rhys.
—No tienes el valor que haría falta para matarme.
Rhys dio un paso hacia él. —Tengo algo más poderoso que el valor: ¡tengo odio!
Haidar sonrió—Cuento con eso.
Hizo una señal a sus hombres y pronto se fueron, dejando que los guerreros de
Rhys lo encontraran de pie solo cuando irrumpieron de la cabaña uno tras otro
hasta que varios lo rodearon. Más de sus guerreros salieron de repente del
bosque, formando otra barrera protectora a su alrededor.
Rhys no se preguntó cómo habían subido por la trampilla sin la escalera. Habían
sido entrenados para escapar de diversos lugares y situaciones difíciles. Le
preocupaba más su esposa, después de haberla dejado caer por el agujero, la
caída un destino mucho mejor que ser capturado por Haidar. Y cuando sus
guerreros se hubieran topado con ella, se habrían encargado de que
permaneciera allí hasta que él diera otra orden.
Sin embargo, estaba ansioso por saber que no había sufrido daños en la caída.
Se volvió hacia uno de sus guerreros y le preguntó: —¿Lady Heather, espera
ilesa bajo la cabaña?
—Lady Heather no estaba allí— dijo el guerrero.
Con una orden enérgica para que sus hombres se movieran, se separaron
rápidamente, despejando un camino para que él se apresurara a entrar en la
cabaña. Rhys echó un rápido vistazo a su alrededor y no obtuvo respuesta
cuando la llamó por su nombre. ¿Cómo podía haber llegado hasta aquí si él se
había llevado la escalera? Sacudió la cabeza. Su esposa era una mujer de
recursos, así que, si había vuelto a esta habitación, ¿dónde estaría y por qué no
le respondía?
Giró la cabeza y miró la puerta parcialmente abierta. Si había estado escondida
detrás de ella todo este tiempo, entonces había oído cada palabra entre él y
Haidar. Rodeó la puerta y allí, entre las sombras del rincón, agazapada, con los
brazos abrazándose con fuerza y el rostro más pálido que nunca... estaba su
mujer.

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Rhys se agachó y la recogió en sus brazos y antes de apretarla fuertemente


contra él, los brazos de ella le rodearon ansiosamente el cuello, luego enterró la
cara contra su pecho como si intentara esconderse.
Un paso fuera de la cabaña y sus hombres volvieron a rodearlo, y no fue hasta
que llegaron a las escaleras del torreón que sus guerreros se dispersaron, aunque
se quedaron cerca.
Pitt salió del torreón mientras Rhys subía las escaleras de dos en dos.
—Sella ese pasadizo para que nunca más se pueda entrar por ninguno de los
dos extremos—ordenó Rhys mientras Pitt le abría la puerta de un tirón. —
Haidar se ha dado a conocer. Hablaremos más tarde.
—¿Necesitas algo? —preguntó Pitt mientras atravesaban el Gran Comedor.
—Tiempo a solas con mi esposa.
—Me ocuparé de que no los molesten—dijo Pitt y fue a cumplir la orden del
Dragón.
Una vez dentro de su alcoba, Rhys se sentó en la cama, sin dejar de abrazar a su
esposa. No dijo nada; se limitó a abrazarla. Había oído cosas que nunca debería
haber oído y aprendido cosas sobre él que nunca debería haber aprendido. Y lo
peor era que nunca olvidaría lo que había oído, la perseguiría para siempre.
—Lo siento mucho, Quinn—susurró contra su pecho.
Él se echó hacia atrás, obligándola a levantar la cabeza y mirarlo—¿Qué has
dicho?
—Quinn. Me di cuenta de quién eras poco después de llegar aquí—dijo ella—
Cuanto más me entero de tu horrible calvario, más me doy cuenta de por qué
me has ocultado la verdad. Pero ya no es necesario, te amo. Siempre te he amado
y siempre te amaré, pase lo que pase.
La puso de pie y se alejó de ella—Yo no soy Quinn.
—No hay razón para que me ocultes quién eres.
Se volvió hacia ella, con ira y tristeza en los ojos—Quinn murió, lo enterré yo
mismo.

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—No, tú eres mi Quinn. Me rompe el corazón saber que fuiste esclavizado y


sufriste tan horriblemente y estoy muy agradecida de que hayas vuelto a mí.
—Yo no soy Quinn. Intentó sobrevivir. Le dolía el corazón por volver a verte y
su amor por ti nunca flaqueó. Estaba desesperado por volver contigo, pero no
era lo suficientemente fuerte. Fue la palabra que le di la noche en que agonizaba
lo que me trajo aquí.
Heather negó con la cabeza—No, tú eres mi Quinn, sé que lo eres.
—Quinn está muerto. Nunca volverá.
Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras corría hacia él y le golpeaba el
pecho repetidamente con sus pequeños puños—¡No! ¡No! Estás mintiendo. ¡Tú
eres Quinn! ¡Quinn! ¡Quinn! Por favor, Dios, dime que eres Quinn.
Rhys dejó que ella lo golpeara y, cuando dejó de hacerlo, sus sollozos casi la
dejaban sin aliento, la levantó en brazos y la llevó a la cama. La tumbó y se sentó
a su lado, colocándola de lado para que descansara contra él. La rodeó con el
brazo y apoyó la pierna sobre las dos, manteniéndola tan pegada a él como pudo,
y luego la escuchó llorar hasta quedarse dormida.

~~~
Heather se despertó con una mueca de dolor y rodó sobre su hombro
dolorido. Dio un respingo cuando sonó un trueno. La lluvia golpeaba la ventana
y el cielo gris persistía. El tiempo sombrío coincidía con sus pensamientos y se
arrebujó en la manta.
Se sintió aliviada al encontrarse sola. Estaba demasiado confusa y alterada para
ver o hablar con nadie, especialmente con su marido. Estaba tan segura de que
Rhys era Quinn. ¿Estaba tan alterada por haberse casado con el Dragón Oscuro
que vio algo que nunca existió? ¿Tanto deseaba que Quinn volviera con ella que
imaginó que lo veía en Rhys? ¿O podía tener razón?
Yo mismo lo enterré.
Las palabras le punzaron el corazón. ¿Podría ser cierto? ¿Estaba Quinn muerto
y enterrado en tierra extranjera? Luchó contra las lágrimas.
Derrama tus lágrimas por los muertos y acaba con esto. La vida es para los vivos.

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Se lo había dicho una anciana en el entierro de su madre, y así lo había hecho


aquel día. Pero tenía que cuidar a sus dos hermanas y a su padre, y mantener
una casa. No había tenido tiempo para llorar. Sin embargo, había derramado
lágrimas por Quinn a lo largo de los años, pues no sabía si estaba vivo o muerto.
¿Había llegado el momento de acabar con Quinn y seguir viviendo? Se levantó
de la cama, con las tablas de madera frescas contra sus pies descalzos, y fue a
buscar el anillo que había escondido al llegar aquí. Lo cogió en la mano y se
agachó junto a las llamas de la chimenea para mirarlo. Quinn lo había hecho
para ella y se lo había puesto en el dedo justo antes de marcharse.
Este anillo es un símbolo de mi amor por ti y una promesa de que volveré y te convertiré en mi
esposa.
Le había dicho esas palabras cuando le puso el anillo en el dedo. Desde entonces,
lo había llevado en el dedo todos los días, hasta su compromiso con Rogan. Se
lo había quitado y colgado de la cinta azul que llevaba al cuello.
Se quedó mirando la sencilla banda de metal que tanto le había prometido y que
tanto había significado para ella a lo largo de los años.
La puerta se abrió y entró Rhys. Heather no trató de ocultarle el anillo cuando
se acercó a ella.
Sus ojos oscuros se posaron en su mano y se agachó junto a ella. Le arrebató el
anillo de la mano, se quedó mirándolo unos instantes y luego lo arrojó a las
llamas.
Heather fue a cogerlo, pero la mano de él se cerró rápidamente en torno a su
muñeca.
—Ya no lo necesitas—le dijo y la puso de pie en un tirón, dispuesta a
enfrentarse a su ira. No esperaba encontrarse con el silencio ni con la dulce
mirada de sus preciosos ojos verdes. Y cuanto más callada permanecía, más
ganas tenía de besarla.
Como si conociera su necesidad, se puso de puntillas y, con un roce de sus labios
sobre los de él, susurró: —¿Me harás tuya?
—Es el Dragón lo que tienes y no otro—advirtió él, cada vez más duro.
—Es el Dragón lo que quiero—dijo y se apartó de él para quitarse la ropa.

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Él observaba cada uno de sus movimientos, sus labios sedientos de sus


sonrosados pezones mientras sus pechos caían libres y cuando su ropa se
deslizó más abajo sobre sus curvadas caderas para revelar el triángulo de pelo
rubio entre sus piernas, perdió el poco control que tenía.
Se quitó la ropa, alargó la mano y la agarró por la cintura para levantarla en
brazos y llevarla hasta la cama. La dejó caer sobre ella y le abrió las piernas,
enterrando la cara entre ellas.
Heather jadeó cuando su lengua empezó a provocarla hasta dejarla sin sentido.
Su pasión se disparó con cada lametón y caricia de su lengua, y se agarró a la
ropa de cama, apretándola con fuerza mientras echaba la cabeza hacia atrás y
gemía en voz alta. Su gemido aumentó cuando la mano de él se deslizó a lo largo
de su vientre hasta su pecho para jugar con su pezón, haciéndolo rodar entre
sus dedos y apretándolo ligeramente antes de darle un fuerte pellizco que hizo
temblar todo su cuerpo.
—¡Rhys! —gritó.
Se puso de rodillas, le pasó los brazos por debajo de las piernas y la atrajo hacia
sí, deslizándose con facilidad en su interior. Y mientras la penetraba más
profundamente, dijo: —Eres mía, Heather. Siempre serás mía.
No tardó en gritar mientras alcanzaba el clímax con fuerza y rapidez.
—¡No! —gritó, sintiéndose al borde de otro clímax cuando Rhys salió de dentro.
Volvió a gritar cuando la agarró por la cintura, la sacó de la cama y se sentó en
el borde, para que ella se sentara a horcajadas sobre él. Jadeó cuando la penetró
y le puso las manos en el trasero.
—Móntame—le ordenó mientras le apretaba las nalgas y la ponía a cabalgarlo
con fuerza.
Habiendo estado a punto de alcanzar el clímax por segunda vez, no tardó en
sentirse a punto de hacerlo de nuevo. Y justo cuando estaba cada vez más cerca,
los dedos de Rhys se movieron entre sus piernas y la acariciaron justo en el
punto exacto. Ella estalló tan fuerte en el clímax que por un momento pensó
que se desmayaría. Dejó caer su frente sobre la de él, con la respiración acelerada
mientras un cosquilleo de placer la recorría una y otra vez mientras Rhys le

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apretaba el trasero y seguía azotándola contra él una y otra vez, haciendo que
su clímax durara.
Suspiró, le cogió la cara entre las manos y le besó con las fuerzas que le
quedaban. Luego, con la frente aún apoyada en la de él, le dijo: —Aún no te has
corrido.
—Una vez no será suficiente—dijo él y le mordió suavemente el labio inferior.
El cuerpo de ella se estremeció. —Soy tuya Rhys, haz lo que quieras.
—Es peligroso que me digas eso, esposa.
—¿Me harás daño?
—Nunca— le espetó.
—Entonces no tengo nada que temer, sino mucho que disfrutar.
Con las manos firmes en su trasero, se puso de pie y ella, instintivamente, le
rodeó con las piernas y la espalda con los brazos. La mantuvo pegada a él y la
apoyó contra la pared. Luego la penetró con fuerza y rapidez y, al cabo de unos
minutos, enterró la cara en su pecho y gimió largo y tendido al alcanzar el
clímax.
Heather le agarró la nuca con una mano, sosteniéndose contra él mientras su
gemido parecía no tener fin. Su cuerpo finalmente se calmó y su gemido se
desvaneció. Ella se quedó como estaba, dejándole disfrutar del placer de su
clímax y temiendo que, si se movía, supiera que había vuelto a encender su
pasión.
Se preguntó si era perversa deseándole tanto como lo hacía o disfrutando tanto
como lo hacía.
Se dirigió a la cama y, a su pesar, se retiró de ella antes de bajarla y dejarse caer
de lado junto a ella. Su mano se dirigió a su pecho para darle un suave apretón,
y luego su dedo comenzó a trazar lentamente círculos alrededor de su pezón.
—La pasión aún chispea en ti.
—¿Eso está mal? —preguntó ansiosa.

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Él sonrió—No, esposa, no está mal. Es algo bueno—su dedo se movió para


trazar sus labios—Nunca me lo ocultes. Nunca tengas miedo de hacerme saber
que me deseas.
Le agarró el dedo—¿Harás lo mismo? Me harás saber cuándo me desees.
La risa retumbó junto con sus palabras—Te deseo todo el tiempo.
—Yo siento lo mismo—dijo soltando el dedo de él, para trazar el suyo sobre su
pecho. Se detuvo de repente y lo miró interrogante.
Rhys se dejó caer de espaldas—¿Qué quiere saber tu curiosidad que no estás
segura de sí deberías preguntar?
Heather se puso de lado para mirarle—Estás empezando a conocerme bien.
—Muy bien—sonrió y la hurgó suavemente entre las piernas.
—¿Con cuántas mujeres te has visto obligado a estar?
—Demasiadas. No conocía a ninguna antes de ser esclavizado. Era una de los
esclavos más fuertes, así que me dieron la oportunidad de convertirme en uno
de los guerreros esclavos de Haidar, aunque no tuve elección. Aprendí que
Haidar esperaba que sus guerreros fueran excepcionales en todo. Así que se
aseguró de que entrenáramos horas y horas. Una vez que terminé mi
entrenamiento y formé parte de la élite de guerreros esclavos de Haidar, pensé
que las actuaciones forzadas habían quedado atrás. Pero no habían hecho más
que empezar.
—¿Cómo conseguiste finalmente tu libertad?
—Sólo había una manera... completar la tarea que Haidar me impuso. Era
imposible, ya que no tenía intención de liberar a ninguno de sus guerreros
esclavos, especialmente a los que le servían bien.
—¿Y tú le serviste bien?
—Demasiado bien.
Heather oyó el pesar en su voz y no pudo imaginar el infierno que debió de
sufrir.
—Haidar estableció la difícil tarea—guardó silencio un momento—La cumplí.
No tuvo más remedio que liberarme, ya que dio su palabra.
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—¿Cuál era la tarea?


Rhys se giró sobre su costado. —Eso mi esposa, nunca te lo diré. Y con tu
curiosidad resuelta no volveremos a hablar de estas cosas.
Ella le pinchó en el pecho, sonriendo—Recuerda lo que te dije del nunca.
—Y recuerda que te dije que mi palabra es ley.
Dejó que su mano recorriera su pecho y bajara por su estómago mientras
hablaba: —Y debo obedecer.
Se rió—Algo en lo que aún no has tenido éxito—su risa se desvaneció cuando
la mano de ella se deslizó más abajo para agarrarlo y cerró los ojos cuando le
besó el pecho mientras su mano le daba vida.
Le encantaba sentir sus labios sobre él y la forma en que lo apretaba y tiraba de
él, haciéndolo crecer cada vez más. Sus besos se convirtieron en mordiscos y
alimentaron aún más su necesidad de ella.
Cuando vio su cara hundirse entre sus piernas, reaccionó. La agarró y la empujó
contra su pecho—No me llevarás a tu boca.
—¿Por qué?
—No permitiré que aprendas esa habilidad... todavía.
—¿Por lo que te dijo Haidar de enseñármelo? —negó—Conoceré el sabor de ti
y sólo de ti y no dejaré que ese hombre malvado me impida amar a mi marido—
parecía dispuesto a negárselo y ella lo besó rápidamente—Por favor, Rhys,
déjame hacerlo. No dejes que nos arrebate esto.
La besó suavemente y asintió, y ella sonrió. No pasó mucho tiempo cuando el
Dragón soltó un tremendo rugido.
Pasaron el resto del día en la cama, les llevaron la cena a su habitación y el
Dragón se durmió mucho antes que su esposa. Cuando estuvo segura de que
dormía profundamente, se levantó de la cama.
Con pasos ligeros, se dirigió a la chimenea, cogió un trozo delgado de leña del
cesto y hurgó en las cenizas con él. Tardó unos minutos en encontrar lo que
buscaba y de vez en cuando echaba un vistazo a la cama para asegurarse de que
su marido dormía.

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Por fin lo encontró y lo sacó de las brasas con el palo de leña. Dejó que el anillo
se enfriara sobre la piedra de la hoguera antes de cogerlo y limpiarlo. Sabía que
no se quemaría; no estaba destinado a ello.
Miró a su marido, que dormía. No le había preguntado por el anillo cuando lo
vio. No tenía forma de saber quién se lo había regalado. Podía ser de su madre.
Reconocía el anillo cuando lo veía, de lo contrario no le habría dicho que ya no
lo necesitaba.
Volvió a deslizarlo en su escondite y se acercó a la cama, miró a su marido que
dormía profundamente y susurró: —Quinn.

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Capítulo Veintiséis
Rhys estaba sentado solo junto a la chimenea del Gran Comedor. Se había
despertado y no había podido volver a dormirse, por lo que había abandonado
la cama sin querer molestar a su esposa. Faltaban un par de horas para el
amanecer, así que no se movía ni un alma en la torre del homenaje, salvo los
guardias que había apostado para que nadie pudiera verlos.
Por el momento su esposa estaba a salvo, pero no por mucho tiempo. Haidar
estaba decidido a vengarse, nada lo detendría. Rhys sabía que este momento
llegaría, aunque lo había planeado de otra manera. Se habría ocupado de Haidar
antes de casarse con Heather, para que Haidar no pudiera utilizarla en su
contra, pero su compromiso con Rogan MacClennan le había obligado a
cambiar de plan. Su secuestro había sido necesario para evitar que se casara con
MacClennan, y el malestar entre los McLaud y los Macinnes también alteró aún
más sus planes.
Llegaría el momento en que vería muerto a Haidar. Su preocupación era que el
malvado encontrara la forma de capturar a su esposa y que Rhys tardara en
llegar hasta ella. Los minutos importaban con Haidar, pues Rhys sabía
demasiado bien el infierno por el que el malvado podía hacer pasar a alguien en
muy poco tiempo. Y no podía soportar pensar en lo que le haría a Heather.
Rhys sacudió la cabeza y esbozó una sonrisa. Sólo Heather podía atravesar sus
oscuros pensamientos y hacerle sonreír, algo que nunca pensó que volvería a
hacer. Pero lo único que le había sorprendido de verdad era que le había
despertado el corazón. Y maldita sea si no estaba sintiendo lo que era volver a
amar.
Se inclinó hacia delante en el banco, apoyó los codos en la parte superior de las
rodillas dobladas y trabó los dedos para apoyar la barbilla. Las verdades podían
ser dolorosas y no quería hacerle daño, pero no podía permitir que siguiera
creyendo que Quinn estaba vivo.
Fue en una celda oscura y húmeda, rodeado de gemidos de moribundos y con
un hedor tan fuerte que daban ganas de morirse, donde Quinn exhaló su último
aliento. Se había ido; nunca volvería con Heather.
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Era el Dragón quien la protegería, le haría el amor, le daría muchos hijos... la


amaría. Ella había penetrado en su oscuridad y, para su sorpresa, le había
infundido luz y amor, una hazaña imposible y, sin embargo, lo había
conseguido.
El sonido de unas pisadas entrando en la habitación irrumpió en sus
pensamientos y esperó mientras se acercaban en silencio. Escuchó cada uno de
sus movimientos y, cuando estuvo lo bastante cerca, se volvió y estiró el brazo
para agarrar a su mujer por la cintura y alzarla por encima de la mesa y sobre su
regazo.
Heather rió suavemente—Creía que no me habías oído.
—Siempre te oiré—La besó brevemente, aunque con una fuerza que la dejó con
ganas de más.
—¿Crees que eso es un beso? —la reprendió con un brillo en los ojos—O tal vez
la mujer del Dragón le agotó anoche y él simplemente no está a la altura.
—Creo que mi mujer necesita una lección—dijo y la arrojó sobre sus rodillas
tan rápido que no tuvo tiempo ni de jadear del susto.
Se zafó de su agarre justo antes de que su mano tocara su trasero y se rió
mientras se alejaba bailando de él—No dejaré que me pongas las manos encima.
Él también se rió—¿Crees que puedes detenerme?
—Soy rápida.
—No lo suficientemente rápida para escapar del Dragón—saltó hacia ella que
salió corriendo del Gran Comedor riendo. Él también se rió, porque no
importaba lo rápido que corriera, siempre la alcanzaría.
Fue tras ella y la alcanzó cuando llegaba a lo alto de la escalera que conducía a
su dormitorio, la cogió en brazos y se la echó al hombro.
Ella chilló de risa y le golpeó la espalda juguetonamente. Su mano le tocó el
trasero, pero con demasiada suavidad, y Heather sonrió. Se convirtió en un grito
ahogado cuando la mano se introdujo bajo el camisón para acariciarle el trasero.
—No juegas limpio— le dijo.
—Tienes razón, no juego limpio.

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Esta vez fue un gemido lo que se apresuró a salir de sus labios cuando él le pasó
el dedo por entre las nalgas, para metérselo entre las piernas y burlarse de ella
con el dedo.
Una vez dentro de su dormitorio, la puerta se cerró, la tumbó boca abajo en la
cama y, antes de que pudiera darse la vuelta, se estiró sobre ella. La mordisqueó
juguetonamente en la nuca, con dientes afilados que le provocaron escalofríos.
—Quédate cómo estás, esposa, aún no he terminado de castigarte—. Sintió su
suave risa recorrerle el cuerpo, aunque pronto la cambió por un escalofrío
cuando le arrancó el camisón. Besó y pellizcó cada centímetro de su espalda
desnuda y cuando empezó a hacer lo mismo con su trasero, el escalofrío se
convirtió en gemido.
Era un bocado delicioso y podría saborearlo eternamente, pero estaba
empalmado y dolorido y deseaba penetrarla. Se despojó de sus ropas antes de
levantarla sobre sus manos y rodillas y penetrarla con tal fuerza que todo su
cuerpo se estremeció.
Pensó que la había lastimado y era lo último que quería hacer. Estaba a punto
de salir de ella cuando empujó contra él, obligándolo a penetrarla más
profundamente. Sonrió, lo deseaba tanto como él, y se abalanzó sobre ella.
La sujetó firmemente por el trasero mientras la penetraba y la penetraba, sus
cuerpos se golpeaban, sus gemidos llenaban la habitación y su clímax
aumentaba rápidamente.
Llegaron juntos al clímax, Heather gritando su nombre y Rhys mordiéndose la
lengua para que no se le escaparan las palabras.
Dios mío, Heather, ¡te amo!
Cuando ambos estuvieron exhaustos, Rhys la estrechó entre sus brazos y se
abrazaron. En pocos minutos, Heather se quedó dormida y Rhys no tardó en
seguirla. Y sorprendentemente, sintió un cosquilleo de algo que no había
sentido en mucho tiempo... miedo. Temía perder a su esposa y su amor, y se juró
a sí mismo que jamás permitiría que eso sucediera.

~~~
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—¿Qué quieres decir con que no sabes dónde está Lady Heather? —
preguntó Rhys, levantándose de su silla y Pitt haciendo lo mismo a su lado.
Duff dio un paso atrás. —Lady Heather estaba aquí mismo, en el Gran Salón,
hace un minuto. Los guerreros que custodiaban la puerta no la vieron. No se
cruzó con Tam, que montaba guardia junto a la escalera. He echado un vistazo
en la cocina y no está allí. Simplemente desapareció.
Rhys golpeó la mesa con las manos—La gente simplemente no desaparece.
Pitt sacudió la cabeza hacia el joven guerrero en señal de advertencia. Sabía
exactamente lo que iba a decir y era algo erróneo en el momento equivocado.
Rhys no querría oír a su guerrero recordarle que el Dragón se adaptaba a hacer
precisamente eso, estar allí un minuto y desaparecer al siguiente.
—¡Nessa! —gritó Rhys y la sirvienta saltó y corrió hacia el Dragón—¿Has visto
a Lady Heather?
—No, mi señor, la última vez que vi a Lady Heather estaba aquí, en el Gran
Salón.
—Una sala llena de guerreros fantasma y mi esposa desaparece delante de todos
ellos—. Rhys gritó.
—Eso también te incluiría a ti—dijo Pitt con una sonrisa.
—Tal vez debería hacer cavar una fosa sólo para poder arrojarte de nuevo a ella.
Pitt serenó su expresión, aunque una sonrisa todavía amenazaba con soltarse y
dio un paso más cerca de Rhys—Parece que tu esposa ha hecho lo que otros no
pudieron... ha tocado tu corazón—dijo sólo para los oídos de Rhys—. Frunce
el ceño si quieres, pero no puedes negar la verdad—no esperó respuesta, se
volvió y gritó—: Encuentren a Lady Heather ahora, no puede haber ido muy
lejos.
Pitt caminó alrededor del estrado hacia Nessa—¿Alguna idea de dónde podría
estar?
Nessa se sentía más incómoda que nunca cerca de Pitt desde el incidente con
Fife hacía unos días. Se había asegurado de evitarlo en la medida de lo posible,
pero le había resultado difícil, ya que estaba cerca de él con mucha frecuencia.
Había agradecido su abrazo consolador, pero también se sentía incauta por

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haber sido tan tonta—Se ha mantenido cerca del torreón desde el día en que
encontró por error el pasadizo secreto. Así que no creo que se haya alejado. Se
quedaría cerca.
Un sirviente entró con una bandeja de pasteles dulces y siguió a Rhys mientras
iba a hablar con uno de sus guerreros—Mi señor—gritó.
Rhys se volvió bruscamente y el joven sirviente se encogió y retrocedió dando
tumbos.
—¿Qué quieres? —espetó Rhys.
El sirviente mantuvo la cabeza inclinada mientras le tendía la bandeja—Lady
Heather me encargó que me ocupara de que recibieras uno o dos pasteles
dulces.
—¿Dónde está? —volvió a decir Rhys.
—Lady Heather salió de la cocina para ver a los nuevos cachorros nacidos hace
unas semanas de la perra de la cocina.
Rhys cogió un pastel dulce de la bandeja y le dijo a Pitt al pasar: —Llama a los
hombres, iré a buscar a mi mujer.
Pitt asintió y llamó a los hombres y, al hacerlo, alargó la mano e impidió que
Nessa se marchara con un suave toque en el hombro —¿Cómo estás, Nessa?
—Estoy bien, señor.
—Pitt. Te he dicho que me llames Pitt.
Ella se tragó su orgullo y dijo: —Perdone que no se lo haya dicho antes, pero le
estoy muy agradecida por su amabilidad conmigo el día...
—¿Fife se dio a conocer como el hombre embustero que era? Fue bueno que su
reino de mentiras terminara, y a ti se debe que al final supiéramos quién era o
tú y Lady Heather podríais haber perdido la vida.
Nessa negó con la cabeza. —¿Yo?
—Sí, vi que dondequiera que fueras también iba Fife, y me preocupaba que
pareciera tan prendado de ti, pero nunca intentó besarte. Tenía que haber algo
mal para que no intentara al menos robarle un beso a una mujer tan hermosa
como tú.

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Nessa sintió que se le encendían las mejillas.


—Quizá más tarde, cuando todo esté tranquilo, podamos disfrutar juntos de
unos pasteles dulces y hablar. Estoy seguro de que hay cosas que aún te
preocupan y yo sé escuchar.
Nessa se sentía demasiado vulnerable para confiar en otro hombre, sobre todo
en uno tan guapo como Pitt.
Pitt levantó la mano—Sólo hablaremos; no intentaré besarte—sonrió—, al
menos todavía.
Nessa no creía que sus mejillas pudieran calentarse más, pero las sintió arder y
la vergüenza hizo que asintiera y se alejara a toda prisa, pensando en formas de
evitar al apuesto guerrero.

~~~
Rhys estaba de pie en la puerta abierta, terminando el dulce pastel mientras
observaba a tres cachorritos negros, excepto uno que tenía una pata blanca,
corretear y trepar por encima de su risueña esposa. Estaba sentada en el suelo
junto a un pequeño cobertizo que la perra sin duda había reclamado para su
hogar con los cachorros. Un cachorro le mordisqueaba los dedos, otro dormía
cómodamente en su regazo y el otro se deslizaba bajo el dobladillo de su vestido.
Eso era todo para Rhys. Aquella zona era para él y sólo para él. Se agachó, sacó
de un tirón al pequeño cachorro y lo tiró sobre su trasero, ordenando
bruscamente: —¡Mío, quédate fuera!
El cachorro no pudo subir al regazo de Heather lo bastante rápido y pasó por
encima del cachorro dormido para plantarse lo más cerca posible de Heather.
El otro cachorro, el de la pata blanca, sintiendo que algo andaba mal, se apresuró
a dejarse caer contra su muslo y bajar la cabeza para que no lo vieran, o eso creía.
—Menudo carga de valientes que tienes ahí—dijo Rhys y se sentó junto a su
mujer—¿Y qué haces yéndote del torreón sin decírmelo?
—Lo siento. Me distraje cuando uno de los cachorros entró en la cocina
mientras te traía los pasteles dulces.

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Rhys se dio cuenta entonces de que Heather le había dicho que iría a buscar
pasteles dulces para ellos, pero había estado tan ocupado hablando con Pitt que
se le había olvidado. Sin embargo, había salido del torreón.
—Mantente a la vista de un guardia en todo momento— le dijo.
—Supuse que un guardia me seguía en todo momento.
—Te sigue uno que puedes ver, el otro no, pero los dos trabajan juntos, así que
no se lo pongas más difícil.
Sus caricias tranquilizadoras finalmente hicieron que el cachorro se calmara,
casi encima del otro cachorro en su regazo.
—Estaba pensando—dijo Heather, extendiendo la mano para rodear la suya—
Haidar no conoce esta tierra. ¿Cómo es que parece estar familiarizado con ella?
Rhys le apretó la mano—Entiendo por qué tu padre buscó tu consejo. A
menudo ves lo que otros no ven. Yo mismo pensé lo mismo y envié a uno de mis
hombres a ver qué podía averiguar. La respuesta más probable sería que Haidar
prometió a alguien riquezas a cambio de su ayuda, aunque lo único que la
persona verá será el extremo de la espada de Haidar cuando le corte el cuello.
—Con Fife habiendo estado contigo cerca de un año, entonces eso significaría
que Haidar había sabido todo este tiempo dónde estabas. ¿Por qué esperó?
—Para ver si me casaba. Es importante para él pagarme con la misma moneda.
Hace que su venganza sea más satisfactoria y lo hace más poderoso a los ojos de
su pueblo. Además, no querrá arriesgarse a que algo saliera mal, así que lo
planearía bien.
Sonrió e inclinó ligeramente la cabeza al decir: —Y tú harías lo mismo...
planearías. No dejarías nada al azar.
Le encantaba cuando sonreía. Era tan natural, tan reconfortante. —Voy a tener
que tener cuidado contigo, esposa. No voy a poder tener secretos.
Su sonrisa se extendió—Cuanto más sé de ti, más me doy cuenta de quién eres
en realidad.
La sonrisa que poco a poco se había abierto paso hasta su boca desapareció—
Ten mucho cuidado, esposa, puede que veas algo que no te guste.

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La risa de Heather flotó en el aire cálido, y le soltó la mano para apoyar la suya
entre sus piernas—Creo que necesito mirar más de cerca para estar segura.
Se le escapó una sonrisa—Has mirado muy de cerca en varias ocasiones, pero
siéntete libre de mirar tan a menudo como quieras.
—Lo haré.
—Y te animo a que lo hagas.
El cachorro de la pata blanca levantó la cabeza y ladró, aunque era demasiado
joven para que sonara como un ladrido.
Rhys quedó impresionado, porque justo después del aullido oyó las pisadas
apresuradas. Quizá tuviera que adiestrar al cachorro.
Pitt estaba de pronto frente a ellos y su intensa mirada tenía ansioso a Heather.
—Ha llegado la noticia. Greer McLaud no está lejos del torreón de Macinnes. Y
además del cuerpo de la mujer de Greer encontrado en las tierras de Macinnes,
también se ha encontrado allí un cuerpo sin cabeza.

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Capítulo Veintisiete
Heather se paseaba frente a la ventana del solar de Rhys. Menos mal que la
había incluido cuando él y Pitt se retiraron allí para discutir el inminente
problema. Estaba preocupada por su familia, por su clan. Eran gente buena y
honrada y ninguno merecía sufrir por culpa de un hombre hambriento de poder
y riqueza.
—Mi familia debe saber esto—dijo Heather, con los ojos verdes llenos de
preocupación.
—Se les ha mantenido informados de los movimientos de Greer—dijo Rhys.
Heather se volvió para mirar a su marido—¿Y no se te ocurrió decírmelo?
—Hasta que no hubiera algo que contarte, no tenía nada que decir—dijo Rhys
y le tendió la mano.
Heather extendió la mano y la cogió, dejándose envolver por su tierno abrazo.
—Nuestra unión tiene sus ventajas. ¿No es por eso por lo que te casaste
conmigo?
—Sí, lo es, pero ahora es diferente—. Heather se volvió con una sonrisa hacia
Pitt. —¿Sabes que amo al Dragón con todo mi corazón? Y él me ama a mí,
aunque aún no se da cuenta, pero soy paciente y esperaré el tiempo que haga
falta.
—El Dragón es un hombre afortunado—dijo Pitt con una sonrisa.
—Lo es—convino Heather—Y pronto se dará cuenta de lo afortunado que es,
pero por ahora... ¿qué hacemos para ayudar a mi pueblo?
—Esperaremos—dijo Rhys más complacido por los comentarios de su esposa
de lo que quería que supieran—Observaremos qué hace Greer. Veremos si es
consciente de que el Dragón Oscuro es ahora aliado de los Macinnes.
—Con los cuerpos de su esposa y hermano encontrados en tierra de los
Macinnes, Greer exigirá retribución y.…—se detuvo abruptamente, frunciendo

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el ceño—¿por qué Haidar arrojaría el cadáver sin cabeza en tierra de los


Macinnes?
—Una pregunta que yo mismo me hacía—dijo Rhys, dando un suave apretón a
la cintura de su esposa—Greer es temerario e impredecible, rasgos peligrosos
en un enemigo. Sería una tontería que alguien lo considerara un aliado. Greer
parecerá leal, hasta que dejará de convenirle.
—Como hizo con Hew McDolan—dijo Pitt.
Rhys asintió—Convirtió a un amigo en enemigo cuando permitió que su
hermano Rab enviara lejos a Saundra con la intención de que la mataran. Por
supuesto, si Saundra no hubiera escapado, Hew aún podría ser un aliado de
Greer.
—Es bueno que vigiláramos a Saundra, aunque ella nos lo puso fácil, escapando
por su cuenta—dijo Pitt.
—¿La siguieron y se aseguraron de que se mantuviera a salvo? —preguntó
Heather con una mirada curiosa.
—Sí, lo hicimos— confirmó Pitt.
Heather miró de Pitt a su marido, de nuevo a Pitt y luego a su marido.
Rápidamente se zafó de su abrazo para colocarse frente a los dos y señaló con
el dedo de uno a otro mientras decía: —¡Me dejaron escapar!
—Claro que lo hice— admitió Rhys. —¿Ni una sola vez te preguntaste cómo
podías escapar tan fácilmente de mis guerreros fantasma?
Heather suspiró, sacudiendo la cabeza. —No fue hasta más tarde que le di
vueltas y me lo pregunté.
—Ya era hora de que volvieras a casa—dijo Rhys—Las negociaciones con tu
padre habían concluido. Una vez firmados los documentos, me pertenecías—
Hizo un gesto con la cabeza a Pitt y éste abandonó la habitación en silencio—
Si tu padre hubiera accedido cuando me acerqué a él por primera vez
solicitando casarme contigo, no habría sido necesario que te secuestrara. No
formaba parte de mi plan.
—¿Hablaste con mi padre de casarte conmigo antes de que se hubiera
concertado el acuerdo matrimonial con Rogan MacClennan?

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Rhys asintió—Hice que alguien se acercara a él. Por desgracia, no estaba a favor.
De hecho, fue bastante claro al decir que nunca permitiría que tal unión tuviera
lugar.
—Así que me secuestraste y obligaste a mi padre a aceptar.
—No me dejó muchas opciones después de que aceptara un matrimonio entre
Rogan y tú, aunque me costó convencerlo, ya que estaba bastante seguro de que
tu hermana Patience lograría encontrarte, y estuvo a punto de hacerlo un par
de veces. Tu padre comprendió que sólo se me negaría durante un tiempo, y con
la inesperada amenaza de guerra con los McLaud, se dio cuenta de que negarse
ya no era una opción.
—Su salud tampoco era buena—dijo, sintiéndose culpable de que hubiera
soportado esta carga.
—Tu padre no estaba tan enfermo como hacía parecer.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, aunque no le dio oportunidad de
responder—¿Estás sugiriendo que mi padre fingió su enfermedad?
—Sí, así es—. Rhys se levantó y se acercó al mueble auxiliar, llenó una copa y
se la tendió.
Ella negó con la cabeza—Mi padre nunca...
—Tu padre sabía que ya era hora de que sus hijas se casaran y como ustedes
tres no mostraban ningún interés, sabía que tenía que hacer algo. Fingiendo una
enfermedad, haciéndoles creer a las tres que estaba demasiado débil para liderar
el clan, os haría más favorables a un matrimonio concertado. En todo caso, sabía
que las tres eran leales a su clan y que harían lo que fuera necesario para que se
mantuviera fuerte— levantó su copa de vino—Brindo por tu padre, un hombre
muy sabio y valiente.
—Eso es una completa tontería. Me pidió consejo para muchas cosas, ¿por qué
no para esto? —preguntó Heather más para sí misma que para Rhys,
simplemente no podía comprender que su padre hiciera esto.
—Tú y tus hermanas están muy unidas. ¿Habrías apoyado un matrimonio
arreglado para alguna de ellas?

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Pensó en Patience y Emma. Patience nunca habría aceptado un matrimonio


concertado y cuando Rogan había rechazado la propuesta de su padre de una
unión de ese tipo entre él y Emma, diciendo que sólo se casaría con la hermana
hermosa, eso había herido a Emma y la había hecho firme en su decisión de no
casarse nunca.
Heather negó con la cabeza. —Nunca habría podido obligar a mis hermanas a
casarse contra su voluntad.
—Tu padre hizo lo que tenía que hacer, no sólo por sus hijas, sino por su clan.
—¿Cómo sabes todo esto? Es como si hubieras vivido entre nosotros—Heather
se quedó con la boca abierta y los ojos desorbitados—Dios mío, has plantado
un espía en nuestro clan.
—Era necesario—dijo Rhys, dejando la copa y acercándose a ella.
Le dio un puñetazo en el pecho cuando se acercó—¿Quién? ¿Quién es el traidor?
Informaré a Patience y haré que te lo devuelvan de inmediato.
—No creo que tu padre esté de acuerdo con eso—dijo, apartando el dedo que
ella le había clavado.
—Seguro que sí.
—Me temo que no—dijo Rhys con una sonrisa y la rodeó con los brazos—Se
ha encariñado bastante con la espía y no creo que vaya a renunciar a ella.
Heather tardó un minuto en comprender—¿Maura?
Rhys asintió.
—¿Sabe mi padre que espía para ti?
Rhys volvió a asentir. —Maura acudió a mí cuando supo que tu padre sentía
por ella lo mismo que ella por él. Me pidió permiso para marcharse, no quería
ver a tu padre herido. Le dije que le dijera la verdad y que, si él quería que se
fuera, tenía mi permiso para hacerlo.
—Mi padre no quería que se fuera—dijo Heather, pensando en el tiempo que
había pasado desde que su padre había amado.
—En absoluto—confirmó Rhys—Tu padre es un hombre sabio. Comprendió
que Maura no estaba allí para hacer daño a tu clan, ni albergaba mala voluntad

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contra él. Era más una emisaria que una espía. Maura es una buena mujer y será
para tu padre una buena esposa.
—¿Quiere casarse con ella? — Heather sacudió la cabeza y respondió a su
propia pregunta—Claro que quiere. Hace tanto tiempo que no ama, que no
querrá perderla. ¿Conoces bien a esta mujer? ¿Puedes dar fe de su buen carácter?
—Sí, puedo—dijo Rhys—Maura es mi tía, la hermana de mi madre.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Heather.
Rhys se rió—Sé lo que estás pensando. Piensas hacerle muchas preguntas sobre
mí, pero no responderá a ninguna, a menos que yo le dé permiso para hacerlo.
Yo me preocuparía más de lo que pensará Patience cuando se entere. Emma,
creo, será comprensiva.
—Tienes razón. Patience se enfadará, mientras que Emma se alegrará por
nuestro padre. Estás conociendo bien a mi familia—dijo, aunque se preguntó si
era porque ya los conocía bien y se preocupaba por ellos—Mi padre habría
querido saber más sobre el hombre que se casaría conmigo. ¿Sabe él más del
Dragón que yo?
—Eso no formaba parte del acuerdo matrimonial y tu padre tenía poco poder
de negociación.
—¿Alguna vez te reuniste con mi padre personalmente?
—Insistió en ello y le respeté por eso, así que me reuní un par de veces con él.
—¿Pero nunca te vio la cara? —preguntó, curiosa por saber si tal vez su padre
veía en Rhys lo mismo que ella... que él era Quinn.
—Me lo pidió, pero era otra cosa innegociable.
Heather se soltó de sus brazos y la dejó marchar de mala gana.
Se hizo el silencio entre ellos durante unos instantes antes de que Heather
dijera: —¿Por qué me dejaste escapar? ¿Por qué no me devolviste a casa?
—Pensé que era mejor que tuvieras unos días de libertad antes de conocer tu
destino.
—Así que cuando me dejaste ir, ya era tu esposa.
—Sí, lo eras y yo estaba impaciente por reclamarte como tal—dijo Rhys.
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—Nunca habría pensado que me alegraría de que lo hicieras. Y aunque el


Dragón puede respirar fuego a veces, también puede ser una criatura cariñosa.
Rhys se acercó lentamente a ella—¿Una criatura dices, no una bestia?
—Una bestia ataca sin motivo ni reflexión y no le importan las consecuencias—
dijo, tendiéndole la mano.
Rodeó la mano de ella con la suya y la atrajo hacia sí—Lo he hecho a menudo.
—Cuando eras un esclavo guerrero y te obligaron a hacerlo—dijo, alzando los
brazos para rodearle el cuello—Ya no eres un esclavo. Eres libre de hacer lo que
quieras. Para amar a quien quieras y hacer el amor con quien quieras.
Rhys le dio un suave beso—Hay una mujer a la que quiero hacer el amor todo
el tiempo.
Heather sonrió—¿Tanto te gusta?
Rhys volvió a besarla suavemente. —Me complace de más maneras de las que
nunca sabrá.
—Debe de ser muy especial para ti—. Heather se apretó más contra él.
—Sí, lo es. Ha hecho lo que nadie ha podido.
Heather ladeó la cabeza, curiosa—¿Y qué es eso?
Él rozó sus labios con los de ella y susurró: —Se ha abierto camino hasta mi
corazón.
Heather rozó sus labios con los de él y susurró: —Y pretende quedarse allí para
siempre.
—Eso es bueno, porque tengo la intención de mantenerla allí para siempre.
La besó entonces, de forma diferente a como lo había hecho antes, ya que sus
palabras eran lo más cerca que había estado de decirle que la amaba, y eso la
complació más allá de lo razonable.
El beso naturalmente los excitó a ambos y pasó algún tiempo antes de que el
Dragón y su esposa abandonaran su solar.

~~~
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Heather se despertó de repente. Se incorporó y miró a su alrededor. Estaba


sola. Algo iba mal, podía sentirlo. Se apresuró a vestirse, preguntándose qué se
había llevado a su marido de la cama. Apenas había salido por la puerta cuando
oyó sonar la campana.
Se apresuró a atravesar el torreón y salir por la puerta, deteniéndose un
momento en lo alto de las escaleras del torreón para contemplar horrorizada las
llamas que se propagaban por el aire.
El granero estaba ardiendo.
Hombres, mujeres y niños salieron corriendo de sus casas, cogiendo cubos. Los
guerreros de Rhys llegaron corriendo, algunos desde sus puestos, sabiendo que,
si el fuego no se contenía rápidamente, toda la aldea podría perderse. Los
guerreros corrieron al granero para sacar a los animales que hubiera allí.
El fuego se propagaba rápidamente, un viento nocturno llevaba algunas de las
llamas por el aire y las acercaba peligrosamente a algunas cabañas. Si no
apagaban el fuego pronto, las cabañas serían alcanzadas por las llamas.
Heather miró a su alrededor en busca de Rhys, pero no se le veía por ninguna
parte, ni tampoco a Pitt. Los guerreros no necesitaban que nadie les dijera qué
hacer. Se apresuraban a formar una brigada hasta el pozo y a llenar y pasar
cubos para arrojarlos sobre un fuego que pronto estaría fuera de control.
—Lady Heather, vaya al torreón y quédese allí—ordenó Henry, corriendo a su
lado.
—Yo puedo ayudar.
—No—insistió Henry—Todos los guerreros son necesarios aquí o perderemos
toda la aldea. Vaya al torreón ahora y quédese donde estará a salvo o el Dragón
tendrá todas nuestras cabezas—. Salió corriendo, pidiendo que se formara otra
fila.
Lo primero que pensó Heather fue ignorar a Henry y unirse a una de las
brigadas, pero cuando dos guerreros más le rogaron que se apresurara a ir al
torreón, se dio cuenta de que su presencia les creaba más bien un estorbo. Se
dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo bruscamente cuando vio a un perro
ladrando junto al granero al que aún no habían llegado las llamas. Cuando vio a

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dos cachorros ladrando junto a su madre, se dio cuenta del problema. El tercer
cachorro estaba atrapado en el granero en llamas.
Se apresuró a acercarse al perro y, a medida que se acercaba, pudo oír los
frenéticos ladridos del cachorro atrapado dentro. Si de algún modo podía entrar
por este lado... Heather no lo dudó. Corrió hacia un lado del granero y cerca de
la esquina encontró un tablón suelto. Se escurrió tras él y se coló dentro.
Las llamas consumían ávidamente una de las paredes del granero y pronto se
extenderían a las demás. El humo llenaba el aire y pronto consumiría toda la
zona. Heather no perdió tiempo en buscar al cachorro. En cuanto lo vio, corrió
hacia él, se agachó mientras el humo se hacía más denso y lo recogió.
Sus pequeñas piernas estaban atadas y, al liberarlo rápidamente, se dio cuenta
de lo que había hecho. Había caído en una trampa. Recordó la advertencia de
su marido.
Él encontrará tus debilidades y las utilizará.
Alguien había atado al cachorro a propósito y lo había dejado allí para atraerla.
Tenía que salir y rápido.
Con el humo cada vez más denso, se mantuvo agachada y, cuando llegó al tablón
suelto, empujó primero al cachorro. Se levantó y fue a meterse entre los tablones
cuando de repente la agarraron por el brazo y la empujaron hacia dentro.
Rápidamente le pusieron una mano en la boca y en cuestión de segundos se vio
empujada hacia la parte trasera del granero, donde habían quitado un tablón, y
llevada hacia el bosque.

~~~
Rhys y Pitt vieron el humo mientras se acercaban al pueblo y se apresuraron.
Rhys se bajó del caballo en un instante, uno de sus guerreros sujetó al agitado
animal y lo alejó del calor y las llamas del fuego.
Pitt corrió junto a Rhys mientras se dirigían hacia la brigada de aldeanos que
pasaban cubo tras cubo de agua. Rhys veía que el granero no podía salvarse,
pero la brigada de los cubos había conseguido impedir que las llamas
alcanzaran otras estructuras.
Henry se apresuró a acercarse a él.

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—¿Dónde está mi mujer? — preguntó Rhys antes de que Henry pudiera decir
una palabra.
—La envié a quedarse en el torreón. Necesitábamos todas las manos para luchar
contra esta cosa o habríamos perdido todo el pueblo y posiblemente el torreón.
Rhys se volvió hacia Pitt—Ve a asegurarte de que esté allí.
Pitt se apresuró.
—Tenemos que mantener las llamas hasta que no quede nada que puedan
reclamar—dijo Henry—Hemos sacado a los animales sanos y salvos, así que
sólo hemos perdido el granero.
—¿Qué ha pasado?
—No lo sé—dijo Henry, sacudiendo la cabeza. —Casi todo el mundo dormía.
Todavía tengo que averiguar quién tocó la campana para alertarnos.
El pequeño cachorro negro con una pata blanca corrió hacia Rhys al mismo
tiempo que Pitt, pero el cachorro lo alcanzó primero y ladró repetidamente,
demasiado joven aún para un ladrido completo, mientras saltaba contra su
pierna.
—No está en el torreón— gritó Pitt mientras se acercaba.
Rhys miró al cachorro, que se alejaba de él mientras seguía ladrando tan fuerte
como podía—¿Dónde está?
El cachorro corrió, luego se detuvo para ver si Rhys lo seguía y cuando vio que
Rhys estaba justo detrás de él, siguió corriendo. El cachorro mantuvo su
distancia del granero en llamas mientras guiaba a Rhys, Pitt y Henry hacia el
bosque detrás de la parte trasera del granero. Corrió hasta un lugar y agarró algo
con sus pequeños dientes, aunque no pudo mantenerlo agarrado mientras
intentaba llevárselo a Rhys.
Rhys se detuvo en cuanto vio lo que el cachorro intentaba mostrarle: las botas
de su esposa.
Las miró fijamente y el miedo que no había sentido en años se elevó hasta casi
ahogarlo. Entonces hizo lo que hacía años atrás... soltó al Dragón.
Cogió sus botas y gritó una orden a Pitt: —Coge a mis guerreros; cabalgaremos
hacia la batalla.
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Capítulo Veintiocho
No muestres miedo. Rhys vendrá por ti. No tengas miedo. Rhys vendrá por ti. No tengas
miedo. Rhys vendrá a por ti.
Heather seguía repitiendo las palabras en su cabeza, aunque la idea de lo que le
ocurriría antes de que Rhys pudiera alcanzarla la aterrorizaba. Haidar quería
venganza y ella era el arma que usaría contra Rhys para conseguirla.
Se encogió y tropezó cuando su pie choco con una roca oculta bajo las hojas y
cayó con fuerza... ¿Cuántas veces se había caído? Había perdido la cuenta
después de siete veces. Había querido gritar cuando le arrancaron las botas,
sabiendo lo que le esperaba, igual que ahora. Se apresuró a levantarse, tarea
nada fácil con el dolor de pies y las muñecas atadas. Había aprendido
rápidamente que si se quedaba allí tumbada la patearían hasta que se pusiera
de pie.
Llegó a ponerse de rodillas cuando el guerrero que la sujetaba le dio una patada
en el muslo y no pudo evitar una mueca de dolor.
—¡Arriba! ¡Arriba! —le ordenó y volvió a patearla.
Se puso de pie, aunque no sabía cómo, y volvió a seguir al guerrero. Llevaba un
paso rápido y Heather temía no poder seguirle mucho más tiempo. Además,
cuanto más se alejarán del torreón, más tardaría Rhys en llegar hasta ella.
Rhys había sufrido mucho más de lo que ella estaba sufriendo y durante
demasiados años. Si él podía hacerlo durante tanto tiempo, entonces ella podría
sobrevivir hasta que viniera por ella. Y no dudaba de que vendría.
Se negó a pensar en lo que tendría que soportar hasta que la encontrara. Haría
lo que fuera necesario para sobrevivir, lo que fuera necesario para volver a estar
con Rhys y lo que fuera necesario para volver a ver a su familia.
Se mordió la lengua contra el dolor de pies. Ya debían estar cortados y
sangrando. Ojalá hubiera amanecido. Al menos podría ver dónde pisaba y evitar
los escombros del bosque que se clavaban en sus pies a cada paso.

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Parecía que llevaban horas caminando. En cualquier momento Heather


esperaba, más bien deseaba, ver salir el sol, pero no fue así y se preguntó si el
amanecer estaba más lejos de lo que pensaba. Caminaron hasta que Heather
apenas podía sentir los pies y sentía que las piernas le ardían. De repente, el
paso se ralentizó y Heather vio un destello de luz justo delante.
Habían llegado a un campamento y le entraron ganas de llorar de alivio.
Tras entrar en el campamento y acercarse al fuego, el hombre que sujetaba la
cuerda dio un fuerte tirón. Heather tropezó y luchó por mantenerse de pie y, en
cuanto recuperó el equilibrio, el hombre le dio a sus piernas una patada.
Levantó los brazos para protegerse la cara de la caída y su cuerpo golpeó con
fuerza el suelo. Esta vez se quedó sin aliento.
El miedo se apoderó de ella mientras intentaba mantener la calma y respirar, y
rezó en silencio para que Rhys se diera prisa en venir por ella. Estaba impaciente
por sentir sus fuertes brazos a su alrededor y ese pensamiento la ayudó a
respirar por fin tranquila.
—De rodillas—ordenó el hombre con brusquedad.
Ella luchó por alcanzarlas, le dolían mucho las piernas. Cuando por fin lo
consiguió, el hombre le puso una mano fuerte en el hombro, anclándola en el
sitio, y el miedo revoloteó en su estómago.
—Estás cansada. Esto es bueno, no tendrá fuerzas para hacer otra cosa que
obedecerme.
Heather levantó la cabeza para mirar a Haidar, pero se había puesto detrás de
ella.
Volvió a ponerse delante de ella al cabo de unos instantes, sonriendo y
asintiendo—Bien, no podrá caminar con lo mal que le han quedado los pies—
Su sonrisa creció mientras la miraba fijamente—La suciedad ni siquiera
estropea tu belleza. Puede que te retenga más de lo que pensaba—desdeñó—y
haga sufrir aún más a tu marido.
Heather habría preferido permanecer en silencio, preocupada de que si decía
una palabra se le notara el miedo. Pero si conseguía que siguiera hablando, le
daría a Rhys más tiempo para llegar hasta ella antes de que Haidar pudiera
hacerle algo.

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Levantó la barbilla—Mi marido vendrá por mí.


—Por supuesto que lo hará.
—Te matará.
Haidar se rió—Nunca me vencerá. Yo le enseñé lo que sabe. Le hice someterse
a mi voluntad como lo haré contigo. Y será tan placentero para mí, pero tan
terriblemente doloroso para tu marido y no tan agradable para ti, a menos que
aprendas a aceptar tu destino y a obedecer cada una de mis órdenes, algo que a
tu marido le llevó un tiempo aprender.
—Pero lo hizo, y ganó su libertad.
—Así que te habló de eso—dijo Haidar, asintiendo—Era, lo que yo creía, una
tarea imposible. Nunca esperé que tuviera éxito. Esperaba que me devolvieran
su cuerpo torturado, pero en cambio me sorprendió bastante cuando regresó
con la pretendida novia de mi enemigo, la tarea completada.
Heather estaba conmocionada por la noticia. Rhys había esclavizado a otro para
liberarse a sí mismo.
Te prometo que volveré a ti, nada me impedirá volver a ti.
Las palabras de despedida de Quinn volvieron a ella. Su promesa había tenido
un gran costo.
—Aquel día la tomé como esposa. Se marchó tres meses después con una gran
cantidad de riquezas que le otorgué por cumplir la tarea, aunque se llevó algo
mucho más grande que la riqueza... se llevó a mi esposa, Anala, la mujer que
había capturado para mí.
Heather guardó silencio sin poder hablar, aunque quisiera, conmocionada por
lo que acababa de saber. Pero llegando a conocer a Rhys y conociendo a Quinn
como lo hacía, ninguno de los dos hombres dejaría sufrir a una mujer si podía
evitarlo.
—No fue tanto que se llevara a Anala, sino que se llevó a mi hijo nonato... un
hijo que murió antes de poder vivir. Me quedé en la orilla y vi cómo cargaban en
el barco todo lo que tan generosamente le había dado, sin saber que Anala
estaba entre ellos, sin pensar que me traicionaría de ese modo—sus ojos se
entrecerraron—Ahora le veré sufrir mucho por su traición.

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Heather no pudo evitar pensar que al menos Anala y su hijo se habían librado
para siempre de un hombre tan malvado.
Haidar empezó a desenvolver el fajín negro que rodeaba su cintura—Dejaremos
algo para que tu marido vea lo mucho que disfruté de su esposa, aunque me
aseguraré de no perturbar la semilla que sin duda ha plantado dentro de ti.
Tengo planes para su hijo—señaló con la cabeza al hombre que sujetaba su
cuerda—Desnúdenla y dejen las ropas rasgadas donde caigan. Eso debería ser
un mensaje suficientemente claro para él.

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El Dragón Oscuro cabalgaba en su semental por el bosque. Llevaba su
armadura de cuero, pero sin casco. Sus guerreros cabalgaban a ambos lados de
él, iluminando el camino con antorchas.
Se maldijo cien veces por haber abandonado el torreón, por haber dejado a
Heather. Debería haber sabido que algo estaba a punto de suceder cuando su
contingente de guerreros llegó desde el oeste y le dijo que los guerreros de
Haidar no habían sido vistos. Los había movido preparándose para esta trampa.
Lo único bueno de eso era que Haidar no esperaría el tamaño de la tropa que
Rhys traía consigo.
Muchos de sus guerreros en la aldea McComb insistieron en unirse a los
guerreros que acababan de llegar. Estaban ansiosos por encontrar a Lady
Heather y traerla sana y salva a casa y, de una vez por todas, librarse del enemigo
que no había dejado de acosarlos. Otros guerreros se quedaron atrás para
terminar de extinguir el fuego.
Rhys también había recibido un mensaje de Innis. Había puesto en marcha un
plan tras descubrir información importante y, si todo salía según lo previsto,
Rhys tendría a Haidar exactamente donde quería.
El guerrero que iba en cabeza dio la voz de alto y Rhys no la cuestionó. Sus
hombres eran guerreros superiores y sabían bien lo que hacían.
Pitt cabalgó a su lado—Un momento, creen haber encontrado algo y quieren
estar seguros.
Rhys asintió y su semental resopló, deseando seguir moviéndose tan
ansiosamente como su amo.
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—Patience Macinnes montará en cuanto reciba el mensaje—dijo Pitt,


esperando junto a él en su caballo.
—Espero que lo haga; tienen que estar preparados para lo que se avecina.
—Mi señor— gritó una voz.
Rhys desmontó al igual que Pitt y siguieron a un guerrero que esperaba unos
metros más adelante. Sus guerreros rodearon una pequeña zona y se separaron
cuando Rhys se acercó. El mejor rastreador que tenía Rhys estaba encorvado
cerca del suelo en el centro del círculo. Miró a Rhys y pudo ver que el rastreador
no quería decirle lo que había encontrado.
—Dime—ordenó Rhys.
—Los pies de Lady Heather sangraban cuando llegó aquí y también sufrió una
dura caída aquí. Todavía se puede ver donde su cuerpo golpeó el suelo.
Rhys miró hacia donde apuntaba el rastreador. El tamaño del contorno
encajaba con el de su mujer y podía imaginársela cayendo, con las rodillas
golpeando el suelo y los brazos levantados en un intento de protegerse la cara
mientras caía fuerte y rápido. Se llevó las manos a los costados, el corazón le
golpeó el pecho y la rabia le invadió todo el cuerpo. Sabía exactamente por lo
que estaba pasando su mujer y odiaba saber que sufriría aún más antes de llegar
hasta ella.
—No ocultan bien sus huellas. Es como si dejaran un rastro para que lo
sigamos—dijo el rastreador.
—Eso es exactamente lo que está haciendo. Continua siguiéndolos y recuerda
que sus hombres se esconden bien.
La tropa esperó hasta que Rhys montó, y luego partieron.

~~~
Heather no tenía forma de defenderse y aunque pudiera apenas tenía fuerzas
para hacerlo, pero no dejó que ninguna de las dos cosas la detuviera. Hizo algo
que Patience le había enseñado una vez. Esperó a que el guerrero se acercara y
utilizó la única parte de su cuerpo al que quedaba algo de fuerza... la cabeza.

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Cuando el guerrero se inclinó y le arrancó la manga del hombro, ella levantó la


cabeza rápido y con fuerza, golpeándole en la mandíbula y haciéndole caer al
suelo. Rápidamente le quitó la cuerda mientras se retorcía de dolor.
—Admiro tu valor, aunque no creo que dure mucho—dijo Haidar e hizo un
gesto a dos hombres para que terminaran la tarea. Su mano se detuvo de
repente, deteniéndolos—¿Qué es ese sonido?
El campamento se quedó en silencio y escuchó.
Cuando no se oyó nada, Haidar volvió a levantar la mano y se quedó inmóvil,
con los ojos muy abiertos.
Desde la oscuridad, docenas de brillantes ojos verdes rodearon de repente el
campamento. Los gruñidos empezaron a crecer a medida que un lobo tras otro
entraba lenta y cautelosamente en el campamento, mostrando sus afilados
dientes en señal de advertencia mientras se acercaban a Heather y la rodeaban
uno a uno, creando un escudo de lobos a su alrededor.
Un guerrero puso por error la mano en la empuñadura de su espada. Un lobo
salió disparado de la oscuridad tras él y lo arrastró de vuelta a las oscuras
profundidades del bosque, gritando.
Heather cerró los ojos y se encogió hasta que sus gritos cesaron.
Haidar no dijo nada y no hizo ningún movimiento, con la mano aún en alto. Los
guerreros hicieron lo mismo.
Heather se obligó a ponerse de pie, ignorando el dolor lo mejor que pudo.
De repente, una flecha entró en el campamento sin alcanzar a uno de los lobos
y un par de lobos saltaron de la oscuridad y se abalanzaron sobre un guerrero.
Sus afilados colmillos lo desgarraron mientras lo arrastraban hacia el bosque,
con sus gritos resonando en la noche.
Ninguna flecha siguió después y, por la mirada de Haidar, el guerrero que la
disparó sufriría por su fechoría.
Heather comenzó a caminar, los lobos mantenían su círculo estrecho a su
alrededor. Los pies le dolían mucho a cada paso que daba y le dolía todo el
cuerpo, pero se obligó a seguir. Los lobos habían venido a por ella y la llevarían
a un lugar seguro; lo único que tenía que hacer era caminar con ellos. No dijo

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palabras de despedida a Haidar mientras desaparecía en la oscuridad del


bosque. Se lo dejaría a su marido.
Una vez fuera de su vista, los lobos se separaron y ella supo lo que pretendían.
Salió corriendo con ellos. Se dijo a sí misma que no sintiera, que no pensara, que
corriera tan libre como los lobos.
Haidar permanecía inmóvil, con el rostro enrojecido por la rabia y el brazo
dolorido de tanto sostenerlo. Los lobos seguían gruñendo y chasqueando si
alguien se atrevía a moverse, y luego empezaron a marcharse hasta que no quedó
ninguno, sus gruñidos y aullidos seguían resonando en el aire.
—Encuentra al tonto que disparó esa flecha y mátalo—ordenó Haidar al
hombre que se acercaba a él mientras bajaba el brazo con dolorosa lentitud—
Luego reúne a los hombres. Los planes han cambiado.

~~~
El sol estaba saliendo cuando Rhys y sus hombres se acercaron al
campamento. Llamaron a un alto y Pitt se apresuró hacia él.
—Desmonta y ven a ver esto ahora—instó Pitt.
Rhys siguió a un ansioso Pitt y se encontró mirando lo que parecían más de cien
huellas de lobo—¿No hay cuerpos? —preguntó.
—Tengo a los hombres buscando ahora—dijo Pitt y se fue cuando un guerrero
le gritó.
Rhys fue a recoger un trozo de cuerda del suelo. Sabía para qué servía, ya que
llevó una alrededor de las muñecas hacía tiempo. ¿Se atrevía a esperar -algo que
no había hecho mucho en muchos años- que de algún modo Heather se liberara
antes de que atacaran los lobos? ¿O la habían atacado? Se quedó mirando las
huellas, se agachó para verlas más de cerca y vio una huella humana entre las de
lobo.
Se levantó y llamó a Pitt, pero éste ya se dirigía hacia él.
—Dos cadáveres, o lo que queda de ellos—dijo Pitt—y un tercero degollado.
—La forma que tiene Haidar de castigar a los que le fallan—Rhys sacudió la
cabeza—. Creo que los lobos pueden haber rescatado a Heather.

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—Eso explicaría que las huellas de los pies sigan el ritmo de las huellas de los
lobos—dijo Pitt.
—Entonces les seguimos—ordenó Rhys.
—Marcan un ritmo rápido y con las heridas en sus pies, que probablemente han
empeorado el rastreador no cree que Heather llegue lejos.
—Entonces debería estar cerca—Rhys se apresuró y montó en su caballo—
¿Hacia dónde van las huellas?
Pitt señaló mientras montaba su caball—aDe vuelta hacia la tierra de McComb.

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Capítulo Veintinueve
Rhys se quedó solo, mirando a su esposa tendida boca abajo en el suelo con
al menos media docena de lobos manteniendo un estrecho círculo a su
alrededor. Un gran lobo negro estaba de pie delante del círculo, con los
colmillos enseñados y un gruñido profundo.
Cuando dos de sus hombres se toparon con la escena, se apartaron
prudentemente y habían ido a buscarlo. Rhys había ordenado a sus guerreros
que se quedaran dónde estaban y no se acercaran a la zona. Se quitó la armadura
de cuero y había dejado todas las armas en contra de las firmes objeciones de
Pitt.
Se acercó a los lobos con las manos extendidas a los lados, mostrando que no
quería hacerles daño. El lobo negro no se dejó impresionar y siguió gruñendo.
Rhys quería correr hacia el cuerpo tendido de su esposa y comprobar que sólo
era el agotamiento lo que la tenía tan inerte, pero el lobo no lo dejaría pasar. Y
si no era el sueño lo que la había reclamado, tenía que saberlo y hacer lo posible
por ayudarla.
Se arriesgó y gritó: —¡Heather!
Su potente voz molestó al lobo y se abalanzó en advertencia, con su gruñido
aún más amenazador.
Rhys no retrocedió, aunque cambió el tono de su voz. Sonaba más cariñoso,
aunque seguía siendo fuerte—Heather, despierta. He venido a llevarte a casa.
El lobo negro continuó paseándose delante del círculo, su gruñido
disminuyendo.
—Heather soy yo, despierta.
Cuanto más la llamaba y más no respondía, más crecía su miedo y empezó a
pasearse también.
El dragón y el lobo caminaban de un lado a otro, sin apartar los ojos el uno del
otro.

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Finalmente, Rhys se detuvo y gritó: —Heather, despierta, soy yo... Quinn. He


vuelto a ti. Por favor, despierta. Te he echado mucho de menos y te amo
muchísimo.
Nunca había sentido tanta alegría como cuando vio su cuerpo moverse.
Volvió a gritar—Despierta, Heather, quiero abrazarte otra vez. Besarte. Decirte
una y otra vez cuánto te amo.
Ella se agitó aún más y Rhys siguió hablando, instándola con sus cariñosas
palabras.
El dolor recorría a Heather cada vez que se movía, pero oía que Quinn la llamaba
y tenía que llegar hasta él. Estiró los brazos a los lados y gimió más fuerte, pero
fue al mover las piernas y los pies cuando gritó más fuerte de dolor.
Dejó que se le pasara el dolor antes de moverse de nuevo y esta vez más
despacio, con la voz de Quinn instándola a despertarse y sentarse. Cuando por
fin consiguió abrir los ojos, se sobresaltó al ver a los lobos rodeándola. El
horrible recuerdo volvió a ella entonces. Los lobos la habían salvado y protegido
hasta que Rhys pudo llegar hasta ella. Estaba muy agradecida por su amistad.
Sin embargo, se preguntó si era Quinn quien la llamaba. No se equivocaba, ya
que seguía llamándola para que se despertara y se sentara, diciéndole lo mucho
que la amaba.
Una sonrisa despertó sus fuerzas y consiguió levantarse para sentarse, aunque
le dolía mucho el cuerpo y se encogió al verse los pies. Estaban cubiertos de
tierra y cubiertos de sangre, por lo que no podía saber la gravedad de sus
heridas. Tampoco podía ver claramente a Rhys con los lobos rodeándola, así
que intentó ponerse de pie.
Fue un error. Cayó de lado dolorida.
—No intentes ponerte de pie—gritó Rhys y el lobo negro volvió a arremete
contra él en señal de advertencia.
Necesitó fuerzas que temía no tener para incorporarse de nuevo y permanecer
así. Una vez que lo hizo, empezó a hablar en voz baja a los lobos,
agradeciéndoles su ayuda y protección y diciéndoles que estaba bien que la
dejaran ahora. Estaba a salvo. El hombre no le haría daño. Había venido para
llevarla sana y salva a casa.
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Los lobos empezaron a alejarse uno a uno hasta que el lobo negro fue el único
que quedó.
El lobo fue a pararse junto a Heather y ella lentamente apoyó una mano suave
al lado de su cara y susurró: —Gracias. Te estaré eternamente agradecida por
tu ayuda y amistad.
Rhys se acercó lentamente a Heather viendo que, aunque el lobo se alejaba, se
quedaba lo suficientemente lejos en el bosque para observar y esperar y
asegurarse de que Rhys no le hiciera daño. Una vez que llegó a su lado Rhys no
dudó, la cogió en brazos.
El dolor se apoderó de ella, pero luchó contra él y le rodeó el cuello con los
brazos—Sabía que vendrías a por mí.
—Siempre—dijo él y le besó suavemente la frente, aliviado de tenerla por fin en
sus brazos.
Mientras se alejaba con ella, dijo: —Eres Quinn.
—Ya hablaremos de eso más tarde.
—No—dijo con suave firmeza—me lo dirás ahora de una vez por todas. Eres
Quinn, ¿verdad?
Él vaciló y pareció luchar consigo mismo antes de decir finalmente: —Una vez
fui Quinn, pero el joven que conociste ya no existe.
Ella sonrió, su corazón se llenó de una alegría tan tremenda que creyó que iba a
estallar—Quinn, Rhys, Dragón Oscuro, todos son iguales para mí y los quiero a
todos por igual y siempre los amaré.
Dejó de caminar y apretó su frente contra la de ella—Hubo momentos en los
que temí no poder volver a decirte esto. Te amo, Heather, más ahora que nunca
y créeme cuando te digo que el Dragón Oscuro te ama más allá de la razón.
Ella lo besó suavemente—Llévame a casa, esposo.

~~~
El dolor en su cuerpo parecía seguir el ritmo del rápido paso del caballo.
Golpeaba y golpeaba hasta que llegó a su cabeza y comenzó a sentirse caer en
la oscuridad.

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—¡Heather!
Heather sintió el calor en su cara del rugido ardiente del Dragón.
—¡Heather!
Luchó por escapar del calor abrasador del aliento del Dragón, pero no pudo
escapar de los grilletes que la ataban. Se revolvió contra el calor insoportable
que le lamía la piel, pero se vio obligada a detenerse cuando los grilletes se
apretaron a su alrededor.
Heather estuvo a punto de gritar de alivio cuando por fin cesaron los golpes,
pero tenía la garganta demasiado seca para hablar y sonó más bien como un
gemido ahogado. Se sintió transportada e intentó suplicar algo para saciar su
insoportable sed, pero las palabras no le salían.
—¿Qué le has hecho?
¿Era la voz de Patience lo que oía?
—Maldito seas, ¿qué le ha pasado a mi hermana?
—Llévala a su alcoba donde pueda cuidarla.
Era Emma, le traería una copa. Heather trató de llamar a su hermana, pero
apenas consiguió un gemido áspero.
—Necesita algo de beber.
Una lágrima asomó a sus ojos. Emma sabía lo que necesitaba.
Heather se sintió muy agradecida cuando la colocaron en una cama. Quería
quitarse la ropa y dormir hasta que se sintiera mejor, después de saciar su sed.
—Sal y déjanosla a nosotras—ordenó Patience.
¿Qué le pasaba a Patience hablándole así a Quinn? Siempre le había querido
como a un hermano. Heather casi suspiró aliviada cuando sintió que una mano
fuerte le levantaba la cabeza y dejaba caer algo frío sobre sus labios. Abrió la
boca hambrienta de más y la bebida fría fue una bendición para su garganta
reseca.
—Fuera, vamos a atenderla.
—Patience, no le hables así a Quinn—se esforzó por decir Heather.

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—Cree que eres Quinn—dijo Emma, ahogándose en lágrimas.


—Calor, mucho calor—dijo Heather, tirando de su vestido.
—Déjanos—ordenó Patience, dando un empujón a Rhys.
Rhys la agarró a ella y a Emma por los brazos y las llevó corriendo hacia sus
maridos—Sacadlas de aquí ahora mismo.
—No voy a dejar a mi hermana—dijo Patience, su marido Hunter luchaba con
ella para que no fuera tras el Dragón.
Rogan, el marido de Emma, la cogió de la mano mientras ella daba un paso hacia
el Dragón y dijo: —Por favor, está ardiendo de fiebre. Sé lo que hay que hacer.
Rhys quería ahuyentarlos a todos, pero conocía las habilidades curativas de
Emma y cedió—Puedes quedarte y ayudar.
—Entonces yo también me quedo—dijo Patience.
—Sólo si sigues lo que te digo y no discutes con nadie—ordenó Emma—Tu mal
genio no le vendrá bien a nuestra hermana.
—Emma tiene razón—dijo Hunter, soltando a su mujer.
—Haré lo que me digas y dejaré mi mal genio para más tarde—dijo Patience,
haciéndole saber al Dragón que no había terminado con él.
—Hunter y yo estaremos al otro lado de la puerta por si necesitan algo—dijo
Rogan y se dirigió a la puerta con Hunter, aunque ésta se abrió antes de que
llegaran.
Nessa se apresuró a entrar, con lágrimas en los ojos y un cubo de agua en cada
mano—Mi señor, ¿qué puedo hacer para ayudar a Lady Heather?
Rhys miró a Emma—Dile lo que necesitas—se dio la vuelta y se acercó a su
esposa, cogiéndole la mano—Estoy aquí contigo y no voy a ir a ninguna parte.
Tus hermanas también están aquí para ayudar.
Heather se relamió los labios y, afortunadamente, Rhys comprendió y le levantó
la cabeza para darle más del fresco brebaje—No me dejes—dijo ella en cuanto
pudo.
—Nunca—dijo y le besó la mejilla, alarmándose por el calor que sentía. Se
volvió hacia Emma. —Está ardiendo.
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—Tenemos que quitarle la ropa y limpiarla para que pueda ver la gravedad de
las heridas. También necesito algunas plantas preparadas.
—Me ocuparé de eso, dime lo que necesitas que se haga—dijo Patience.
Rhys y Emma no tardaron mucho en desnudar a Heather, que ahora no
respondía a sus palabras ni a su tacto, y cuando lo hicieron, Emma se echó a
llorar al ver los numerosos moratones en la suave piel de su hermana.
—Lo siento—dijo Emma—lloro con demasiada facilidad desde que estoy
embarazada.
—Derrama todas las lágrimas que quieras—dijo Rhys—, y derrámalas también
por mí, porque mi ira no me deja derramar ninguna y mi mente está demasiado
ocupada planeando mi venganza.
Rhys trabajó en silencio junto a Emma lavando la suciedad del cuerpo de
Heather, pero cuando llegó a sus pies, Emma puso una mano suavemente sobre
la suya—Por favor, déjame ver sus pies. Tengo que curar las heridas con cuidado
para que no se abran y vuelvan a sangrar. Ayudaría que le lavaras la cara, el
cuello y los hombros con un paño húmedo para bajar la fiebre.
Rhys asintió e hizo lo que Emma le dijo. Estaba tan concentrado en los cuidados
de su esposa que no oyó el regreso de Patience ni los susurros de las hermanas.
Heather se removió de pronto y gritó: —Quinn.
Rhys no tardó en responder, cogiéndola de la mano—Estoy aquí, Heather, no
te preocupes. No voy a dejarte, nunca más.
Ella se tranquilizó, aunque no le soltó la mano.
Rhys finalmente miró a Emma para ver si había terminado de atender los pies
de Heather.
Ella, junto con su hermana, lo miraban fijamente.
Sabía lo que estaban pensando, pero estaba demasiado preocupado por su
mujer como para hablar de ello con ellas ahora —¿Cómo están sus pies?
Emma respondió rápidamente—Algunas magulladuras y abrasiones, aunque
sólo una que podría suponer un problema, ya que muestra signos de
enrojecimiento. Empaparé la herida con un brebaje especial que tengo y que

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debería ayudar a aliviar el enrojecimiento para que no se vuelva pútrido.


Podemos turnarnos para atenderla, si quieres.
—Tenemos que discutir lo que pasó aquí y por qué tus tropas se mueven desde
el oeste y el norte— Patience dijo—Con el cuerpo de la mujer de Greer
encontrado en tierras de los Macinnes y el cuerpo sin cabeza de Rab McLaud
con que lidiar, la guerra con el Clan McLaud parece inevitable.
Era el momento de que todo se uniera, aunque no había planeado que su esposa
fuera secuestrada, pero no le daría a Haidar una segunda oportunidad de
arrebatársela. El Dragón Oscuro por fin vería su final.
—Yo haré la primera guardia—le dijo Emma a Rhys—Quiero limpiar más sus
heridas y ver que reciba suficiente del brebaje especial. Y si preguntara por ti,
me encargaré de que te llamen de inmediato.
Rhys no quería abandonar a Heather, pero también necesitaba verla protegida
y a salvo, y tendría que ir a la batalla para que así fuera—Si algo cambiara...
—Iré a buscarte inmediatamente—le aseguró Emma.
Rhys besó la frente de Heather y pensó que se sentía más fresca para él, Sus
labios se acercaron a su oído y le susurró: —Te amo. No te atrevas a dejarme—
Se levantó y miró a Patience—Tengo un plan.

~~~
Heather suspiró mientras abría los ojos. La suave luz de un fuego lento en la
chimenea era la única luz de la habitación. Miró hacia la ventana y vio que era
de noche. ¿Cuánto tiempo había dormido? ¿Y había soñado que oía a Patience y
a Emma?
Cuando vio a su marido sentado en una silla junto a la cama, con la cabeza
inclinada hacia atrás, la boca ligeramente abierta y un ligero ronquido, sonrió.
Volvió a suspirar. Estaban en casa y a salvo y...
—¿Heather?
Miró a su marido—Te has despertado.
—¿Y tú? — Rhys se sentó en la cama junto a ella y le puso la mano en la frente—
Menos mal que por fin te ha bajado la fiebre. Han pasado dos días y...
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—¿Dos días? ¿He estado con fiebre dos días?


—Emma te ha atendido bien.
—¿Emma está aquí?
Rhys asintió—Patience también y su nombre realmente le sienta bien porque
ha puesto a prueba mi paciencia considerablemente.
Heather se rió y se alegró de sentir sólo un ligero dolor. Extendió la mano y se
la cogió—Acuéstate conmigo.
Rhys se quitó la ropa y se acostó con ella, algo que había estado deseando hacer
los dos últimos días. Emma le había prohibido acostarse con Heather hasta que
no se le pasara la fiebre y por eso había dormido en la silla después de colocarla
cerca de la cama. Echaba de menos tener a su mujer en brazos y eso era lo que
hacía ahora. Se puso de lado y le pasó el brazo por la cintura arropándola.
Heather suspiró, el cuerpo desnudo y fresco de él se sentía tan bien contra el
ligeramente cálido de ella. Tenía un sinfín de preguntas que hacerle y empezó
por la más obvia—¿Cómo acabaste siendo esclavo en una tierra extranjera?
—Mi padre y yo fuimos atacados en el camino por una banda de ladrones. Lo
mataron y me desperté encadenado en un barco, con rumbo desconocido. Fue
un viaje infernal, o eso creía. No era nada comparado con la pesadilla que estaba
a punto de vivir. Me vendieron poco después de bajarme del barco. Nunca supe
lo cruel que podía ser alguien hasta que conocí a Haidar. Compró a la mayoría
de los esclavos y mi entrenamiento para convertirme en un esclavo guerrero
comenzó casi de inmediato.
La besó suavemente—Te eché mucho de menos y lloré la noche que supe que
Quinn tenía que morir si quería sobrevivir. Y morir significaba dejarte ir a ti y
al amor que sentía por ti. Para sobrevivir, tenía que volverme tan despiadado
como Haidar y no podía permitir que el amor se interpusiera en mi camino.
Aquella noche me prometí a mí mismo que, fuera quien fuera en quien me
convirtiera, ese hombre te protegería y te amaría si podía.
—Me duele saber cómo has sufrido, sobre todo habiendo probado sólo una
pequeña porción de la crueldad de Haidar.
Rhys le acarició el brazo lentamente—No tuvo oportunidad de tocarte,
¿verdad?

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—No, lo mantuve hablando un rato, esperando que llegaras a mí antes que él—
no se atrevía a decir lo que podría haber pasado—parecía querer que supiera
por qué merecías ser castigado. Me contó lo que hiciste para ganar tu libertad.
—Nunca gané realmente mi libertad. Anala la ganó por mí. Cuando la capturé,
podría haber gritado y alertado a los guardias. En lugar de eso, me dijo que podía
mostrarme una salida secreta y que, si me acompañaba voluntariamente,
tendría que prometerle que algún día la liberaría. No dudé en aceptar.
—¿Así que te quedaste donde estabas, haciéndole creer a Haidar que aún no
querías irte, ganándote su confianza mientras planeabas secuestrar a su nueva
esposa?
—Le di mi palabra a Anala y, en todo caso, era leal a ella, aunque ambos
sabíamos lo que nos costaría finalmente.
—Sabías que Haidar se enteraría y vendría a por ti algún día—dijo Heather.
—Creo que lo deseaba de verdad, aunque lo esperaba antes que esto, pero
debería haberlo sabido. Querría quitarme lo que yo le quité a él.
—Volverá a intentarlo—dijo Heather y se estremeció al pensarlo.
Rhys la sintió estremecerse contra él y la abrazó, deseando poder estrecharla
aún más, pero preocupado por causarle dolor—Puede intentar venir a por ti,
pero no estarás aquí.
—¿Qué quieres decir? —preguntó ansiosa.
—En cuanto estés en condiciones de viajar, partiremos hacia tu hogar.
—Mi hogar es donde estás tú—dijo ella bostezando, y luego sonrió.
—Entonces estarás en casa, porque yo estaré contigo. Ahora no hables más,
necesitas descansar.
—Una cosa más.
Rhys asintió con un movimiento de cabeza.
—¿Qué guardas bajo llave en la habitación del piso superior?
—Recupérate y te lo enseñaré.

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Capítulo Treinta
Heather soltó un chillido de felicidad cuando sus dos hermanas entraron en
su alcoba y trató de revolverse fuera de la cama.
—No, no—la regañó Emma, corriendo hacia ella.—Debes quedarte en cama al
menos por hoy—acomodó a Heather en la cama y le dio un fuerte abrazo.
Patience la apartó—Déjame llegar a ella, y me parece que está bien. Debería
levantarse para que podamos llevarla a casa—le dio un fuerte abrazo a Heather.
—Tranquila, todavía está dolorida—la amonestó Emma.
Patience le sacudió el dedo a Emma, aunque miró a Heather—Escúchala,
diciéndome lo que tengo que hacer. Lleva así desde que está embarazada.
Heather sonrió, sacudiendo la cabeza hacia sus hermanas, que seguían igual que
siempre—Las he echado mucho de menos a las dos. ¿Te encuentras bien,
Emma?
Las dos hermanas se sentaron a ambos lados de ella en la cama.
—Estoy bien, las dos te hemos echado de menos y nos hemos preocupado
mucho por ti—dijo Emma.
—¿Te ha tratado bien el Dragón? —preguntó Patience.
Sin vacilar ni poner reparos, y con una sonrisa dibujándose en su rostro, dijo:
—Me he enamorado de él.
Patience frunció el ceño—Apenas le conoces.
—Sí que pareces feliz—dijo Emma.
—Deja de animarla—la regañó Patience.
—¿Dejar de animarla a ser feliz? —preguntó Emma con incredulidad.
—Es el Dragón Oscuro—dijo Patience como si fuera una locura siquiera
considerar la idea de amarlo.

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—Él es Quinn—dijo Heather y las cabezas de sus hermanas se giraron al


unísono para mirarla atónitas—El Dragón Oscuro es Quinn.
—Es la fiebre—le dijo Patience a Emma.
Heather se echó a reír—Es una larga historia y no sé si desea compartirla, pero
les doy mi palabra... él es Quinn.
Una lágrima cayó por la mejilla de Emma—Volvió contigo tal y como prometió
que haría.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Patience—Podría estar contándote un
cuento para que confíes en él y lo ames.
—Yo misma lo descubrí y se negó a admitirlo hasta que no tuvo más remedio y
la verdad salió a la luz. No me cabe duda de que es Quinn.
La puerta se abrió entonces y Rhys entró, Hunter y Rogan entraron detrás de
él.
Patience salió volando de la cama y golpeó a Rhys en el hombro—Así que tú
eres Quinn, ¿verdad?
Rhys acercó su cara a la de Patience—Tu golpe ha mejorado desde que eras
pequeña y el mío también, y te daré en el trasero igual que cuando eras joven,
aunque un poco más fuerte que antes, si vuelves a pegarme.
—Joder, eres tú—dijo Patience y volvió a darle un puñetazo en el hombro—
¿Por qué has tardado tanto en volver a casa?
Rhys sacudió la cabeza y se volvió hacia Hunter—Que Dios te bendiga por
casarte con ella.
—¿Cómo que Dios le bendiga? —espetó Patience—Que Dios le bendiga por
dejar que se case conmigo.
Emma se reía y se secaba las lágrimas de los ojos mientras se acercaba a Rhys y
le daba un abrazo—Me alegro mucho de volver a verte.
—Igualmente, Emma—. Se volvió hacia Rogan. —Eres un hombre
afortunado—Lo soy—dijo Rogan y atrajo a Emma hacia sus brazos.
—Los tres tienen suerte de tenernos a cada una de nosotras—dijo Patience y su
marido la rodeó con los brazos en un fuerte abrazo.

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—No creas que eso me impedirá volver a pegarle ahora que sé quién es—
advirtió Patience.
—Sigue siendo el Dragón Oscuro—recordó Hunter.
Patience se lo pensó un momento—Entonces puede enseñarme las habilidades
de sus guerreros fantasma.
Hunter puso los ojos en blanco mientras todos los demás reían.
Heather intentó detener el bostezo que afloró, pero lo único que pudo hacer fue
levantar la mano para taparlo.
Rhys se acercó a su esposa, sentándose en la cama a su lado y deslizando el
brazo alrededor de ella—Necesitas descansar más.
—Tiene razón. Deberías echarte una siesta—dijo Emma—nos vemos luego.
Patience refunfuñó mientras Emma la obligaba a salir por la puerta.
Rhys se volvió y apretó su pecho contra el de ella, para dejarla suavemente
tumbada en la cama mientras le robaba un tierno beso.
—Echo de menos tus besos que me cortan la respiración—dijo ella, rodeándole
el cuello con los brazos para que no pudiera apartarse.
—Mejórate y te prometo algo más que besos que te cortan la respiración—. Su
mano recorrió su costado y se deslizó bajo su trasero para apretarlo.
Llamaron a la puerta y Rhys se alegró de la intrusión. Llevaba dos días sin hacer
el amor con ella y ya eran demasiados. Nada le apetecía más que hacer el amor
con ella, pero aún no estaba lo bastante bien. Así que debía mantenerse a una
distancia prudencial de ella.
Le indicó a la persona que entrara mientras se levantaba de la cama.
—Disculpe, mi señor—dijo Nessa—pero Lady Emma dijo que debía llevarle
esto a Lady Heather y asegurarme de que se lo bebiera.
—Entonces te dejaré con la tarea—dijo Rhys y se apresuró a pasar junto a ella
hacia la puerta. Se detuvo y se volvió—Bébetelo todo, esposa. Estoy deseando
que te recuperes.
Heather sonrió cuando la puerta se cerró tras él.

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Nessa dejó la jarra sobre el baúl y fue a ayudar a Heather a sentarse—Tiene


usted mucho mejor aspecto, mi señora.
—Me encuentro mucho mejor—Heather frunció el ceño—Pero no tienes buen
aspecto, Nessa, ¿te pasa algo?
Nessa cogió la jarra y se la dio a Heather.
—Siéntate y habla conmigo, Nessa, hasta que me duerma.
Nessa se sentó, con una lágrima picándole en el rabillo del ojo hasta que
finalmente cayó por su mejilla.
—Háblame, Nessa—la animó Heather.
—Todo cambia, mi señora—dijo, la tristeza llenando su rostro—Dos del clan
McComb original desaparecieron anoche. Seamus, yo y su familia somos los
últimos del Clan McComb y Seamus está seguro de que el Dragón planea
deshacerse de nosotros—se secó las lágrimas—Hablé con Pitt, habla conmigo
a menudo y debo decir que es más considerado de lo que pensaba. Me dice que
no me preocupe que todo irá bien, pero ¿cómo no voy a preocuparme cuando
todos los que conozco están desapareciendo?
—En cuanto me recupere, partiremos hacia el torreón de los Macinnes y te
llevaré conmigo—dijo Heather—No dejaré que te pase nada.
—¿De verdad, mi señora?
Heather extendió la mano y Nessa se la cogió rápidamente—De verdad, Nessa.
Cuando llegué aquí, si no fuera por tu amabilidad y tu ayuda, no sé qué habría
hecho.
—Estaré encantada de servirle, mi señora.
—Entonces después de que descanse puedes volver y empezar a empaquetar
mis baúles y asegúrate de empezar a recoger tus pertenencias.
Heather se durmió preguntándose que habría planeado su marido.
Normalmente se escabullía y trataba de averiguarlo, pero ahora, simplemente le
preguntaría.

~~~
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Rhys miraba a su mujer dormir. Se estaba haciendo tarde, no sólo el día, sino
la hora a la que tenían que salir de aquí. Haidar se reagruparía y regresaría con
todos sus hombres y por lo que los hombres de Rhys le informaban, Haidar
estaba haciendo precisamente eso.
El último de los McCombs sería capturado esta noche, excepto Nessa. Pitt, para
su propia sorpresa, se había encariñado con ella y con lo mucho que su esposa
parecía favorecer a Nessa, planeaba que ella los acompañara a la fortaleza de los
Macinnes.
No podía esperar más. Pasado mañana partirían. Haría preparar un carro para
acomodar a Heather y se irían para no volver nunca más.
Se inclinó hacia ella y le besó la frente
—Duerme bien, pronto nos iremos a casa.

~~~
Heather se despertó y para su consternación vio que era de noche y que
estaba sola. No toleraba dormir tanto ni estar tanto tiempo en cama. Si iban a
marcharse pronto, había que hacer algo.
Levantó las piernas de la cama, el dolor fue breve y tolerable. El problema surgió
al ponerse de pie. Aún le dolían un poco los pies y tenía las piernas débiles por
haber pasado demasiado tiempo en la cama. Lentamente cruzó la habitación,
apoyándose en lo que podía. Sacó una falda y una blusa del baúl y se vistió más
despacio de lo que le hubiera gustado.
Cuando terminó, se sentía mejor de tanto moverse, pero cuando fue a ponerse
las botas, el dolor la hizo dudar. Sus pies no estaban preparados para ellas. Se
sintió derrotada, pero sólo por un momento. Recordó haber visto unas sandalias
en el cofre que Rhys le había enviado a la habitación. Sonrió con alegría cuando
las encontró y se las calzó, atándoselas alrededor de los tobillos y a lo largo de
las piernas.
Ahora tenía que encontrar a sus hermanas y pedirles que la ayudaran.
Heather se dio cuenta de lo tarde que era cuando entró en el Gran Comedor y
lo encontró desierto. Ni siquiera los criados merodeaban por allí. Pensó en salir,
pero sería una tontería por su parte. Siendo tan tarde y la noche tan tranquila,

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siempre cabía la posibilidad de que la secuestraran de nuevo y eso no quería que


ocurriera.
Un ruido en las sombras la hizo detenerse y mirar a su alrededor.
—Lady Heather.
Heather se giró sobresaltada, llevándose la mano al pecho, con el corazón
latiéndole tan fuerte que pensó que le iba a estallar, para ver a Seamus salir de
entre las sombras—Me has asustado, Seamus.
—Ya vienen, Lady Heather. He oído el carro rodando por el pueblo. Han venido
a llevarme lejos, para no volver a verme.
Las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas del anciano y Heather se acercó
a él, pasándole el brazo por los hombros—No dejaré que te lleven, Seamus.
—No puede detenerlos, mi señora. Todos en la aldea se están preparando para
partir. Dicen que el Dragón pretende quemar todo el pueblo y la torre hasta los
cimientos—se secó las lágrimas—Ha sido mi hogar desde que nací y va a
destruirlo.
—Ya no es tu hogar y ¿qué haces fuera de la cama, esposa? —dijo Rhys, saliendo
de las sombras.
Heather se puso delante de Seamus—Está asustado, Rhys, después de haber
visto cómo se llevaban a sus conocidos en mitad de la noche a Dios sabe dónde,
para no volver a verlos. Sé que no harías daño a los ancianos ni a nadie que te
hubieras llevado. Así que, por favor, dile a Seamus adónde lo llevan para que no
se preocupe.
Rhys lanzó una mirada severa a Seamus—Tienes suerte de tener a Lady Heather
como amiga. El carro los lleva a su nuevo hogar, aunque esta noche Seamus y su
familia se unirán a las otras familias, recientemente llevadas a una zona segura
en las tierras de Macinnes. Allí permanecerán él y los demás hasta que amainen
los vientos de guerra.
—Eso quieres que creamos—dijo Seamus, con voz temblorosa—El carro nos
lleva a nuestra perdición. Te deshaces de los que no pueden servirte. Si no, serías
sincero con nosotros y no nos sacarías a escondidas en la oscuridad de la noche.
¿Y qué hay de Glynnis? ¿Qué ha sido de ella?

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Rhys se acercó a Seamus y observó impresionado cómo el anciano intentaba


mantenerse erguido como el guerrero que una vez fue, pero la edad le negaba la
dignidad—No te debo ninguna explicación, pero te daré el respeto debido a que
eras un guerrero experimentado y te diré que todo lo que hago, lo hago por la
seguridad de mi pueblo. Y en cuanto a Glynnis, ella está a salvo y bien. Ahora tu
familia te espera y te irás con ellos de un modo u otro.
Heather se volvió hacia Seamus—Tú me conoces y conoces a mi familia. Que
sepas que cuando te digo que mi marido es un buen hombre digo la verdad. No
te hará daño ni a ti ni a tu familia. Se encargará de que todos estéis a salvo.
Los hombros de Seamus se hundieron—Confío en los Macinnes.
—Verás que todo estará bien. Te visitaré cuando llegue al torreón Macinnes.
Rhys se dio cuenta de que no había dicho casa y eso le llenó el corazón de
alegría. Ahora él era su hogar y ella lo creía de verdad.
Henry salió de las sombras. —Vamos, Seamus, tu familia te espera.
Seamus miró a Heather—La veré pronto.
—Eso harás Seamus—le aseguró ella.
Una vez que se hubieron ido, Heather se acercó a su marido, le rodeó el brazo y
le susurró: —¿Cuántos más de tus guerreros acechan en las sombras?
—Los suficientes para impedir que nadie te atrape. Ahora, ¿qué haces fuera de
la cama? Es medianoche y necesitas descansar.
—No sabía la hora y estoy cansado de estar en cama todo el día.
—Es de noche—dijo y la abrazó rápidamente—y tu sitio está en la cama.
—Acompáñame—dijo ella con una sonrisa tentadora.
—¿Intentas seducirme? —preguntó acercándose a las escaleras.
Heather le acarició el cuello con los labios.
—Deja eso—le ordenó con brusquedad—Sólo llevas dos días sin fiebre. No haré
el amor contigo hasta que esté seguro de que te encuentras bien.
—Estoy bien— insistió ella.

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Él apretó su cuerpo con fuerza y un doloroso jadeo se escapó de sus labios—No


estás lo bastante bien. Descansarás hasta que nos vayamos—No se atrevió a
decirle que sería pasado mañana o nunca descansaría. Agradeció que sus
hermanas estuvieran allí para ayudarla.
—Descansaré con una condición.
La miró con escepticismo—¿Y cuál podría ser?
—Muéstrame lo que hay en la habitación cerrada.
—¿Entonces descansarás?
—Sí, descansaré.
Rhys la subió por las escaleras hasta el piso superior y la puso de pie con
facilidad.
Heather se rió ligeramente—¿Sabes qué creen los del clan McComb que tienes
ahí encerrado?
—Mujeres.
Levantó la ceja. —¿Lo sabías?
—¿No te advirtieron cuando llegaste aquí que tengo ojos y oídos por todas
partes? Mis hombres me mantienen al tanto de todo lo que ocurre, así como los
sirvientes que desean ganarse mi favor.
—Otra pregunta—dijo Heather.
—Pensé que estabas ansiosa por ver lo que había en la habitación.
—Lo estoy, pero ya que esta noche voy a conocer sus diversos secretos, también
podría satisfacer mi curiosidad sobre otra cosa.
—¿Y cuál sería?
—¿Qué le pasó a Glynnis?
—Ahora no es el momento para esa historia.
—Por favor—, pidió amablemente.
—Lo que te cuente es sólo para ti.
Ella asintió.
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—Después de que el hombre que Glynnis amaba murió, ella intentó quitarse la
vida. Yo la encontré y me encargué de que la atendieran y, cuando sanó y tuvo
ocasión de pensar en lo que había hecho, se sintió avergonzada. No sabía cómo
enfrentarse a su clan. Le ofrecí un nuevo hogar donde pudiera empezar de
nuevo. Aceptó y pidió que enviaran a Aggie con ella una vez que sanara por
completo. Glynnis y Aggie están juntas ahora y les va bien.
—Eres un hombre generoso y cariñoso—dijo Heather con una lágrima
asomando por el rabillo del ojo.
Rhys la apartó con un beso—No muchos estarían de acuerdo contigo—
Levantó la mano por la parte superior del marco de madera de la puerta y sacó
una llave. Abrió el cerrojo y la puerta chirrió al abrirla.
—Espera aquí—dijo y entró en la habitación, siendo tragado por la oscuridad.
De repente, una luz parpadeó y creció y Heather no esperó, estaba demasiado
ansiosa por ver lo que había dentro. Se detuvo y se quedó mirando cuando entró
en la habitación. La habitación estaba medio llena de cofres con finas sedas
derramándose de algunos mientras otros cofres rebosaban de finas prendas.
Había estatuas de oro y urnas pintadas con mucho arte, y grandes almohadas
redondas de colores brillantes se amontonaban desordenadamente unas sobre
otras. Unos candelabros dorados casi tan altos como ella se erguían como
centinelas junto a la ventana.
Caminó entre los objetos para colocarse en el centro y abarcar todo lo que
pudiera, aunque seguro que se le pasó algo por alto, había tanto que ver. Sus
ojos se posaron en su marido. —¿Qué es todo esto?
—Cosas que recogí en los tres meses que fui un hombre libre. Algunas las
compré yo mismo con las monedas que gané por ganar mi libertad, otras me las
regalaron por mi valentía y otras fueron regalos de Haidar—se acercó a ella y la
cogió en brazos. —Todo esto es para ti, aunque es sólo la mitad de lo que te
espera en casa.
—Son todos realmente hermosos. No sé qué mirar primero.
—Mira todo lo que quieras y si ves algo que quieras ver más de cerca te lo traeré.

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Heather se zafó de los brazos de su marido y paseó, deteniéndose de vez en


cuando para tocar o mirar los distintos objetos, hasta que finalmente dijo: —He
encontrado algo que me llama la atención y que quiero más que nada.
Rhys fue a su lado—Enséñamelo y será tuyo.
Heather sonrió y le tocó el pecho—A ti, te deseo. Para mí vales más que todas
las riquezas del mundo.
Rhys le tomó la cara entre las manos—Te amo tanto, esposa—La besó, con la
intención de que no fuera más que un beso suave y tierno.
Heather no quiso. No pensaba ni le importaba que aún estuviera curándose.
Había echado de menos a su marido y la intimidad que compartían, y se lo hizo
saber. Le rodeó el cuello con los brazos, aferrándose a él como si no fuera a
soltarlo nunca, frotó su cuerpo contra el de él, sintiendo cómo se enduraba
contra ella, y lo besó con un hambre que no dejaba lugar a dudas de lo que quería
de él.
Rhys intentó resistirse. Aún se estaba curando, se recordó a sí mismo. Tenía que
llevarla de nuevo a la cama, un pensamiento que no hizo más que avivar su
creciente pasión.
Aléjala. Envíala a sus aposentos. Quítale las manos de encima. Deja de besarla.
Heather separó su boca de la de él—Por favor, por favor—suplicó—, hazme el
amor.
—Necesitas descansar—argumentó él.
—Te necesito más.
—No te has curado del todo—¿Intentaba convencerla a ella o a sí mismo?
—Tu amor me curará.
No quería negárselo a ella ni a sí mismo, pero era por su propio bien. Estaba a
punto de decírselo cuando se apartó de él y se desnudó.

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Capítulo Treinta y Uno


Rhys había sido entrenado para no perder nunca el control, para no dejar
que nada lo dominara, para estar siempre al mando. En ese momento, no estaba
al mando... el amor por su mujer había tomado el mando.
Se dirigió a la puerta, la cerró, se desnudó y, mientras se acercaba a su mujer, le
dijo: —Vamos despacio y con cuidado, que aún estás magullada y dolorida.
Heather sonrió y corrió hacia él, saltando justo cuando lo alcanzaba.
Rhys la atrapó y sus piernas se cerraron alrededor de su cuerpo, sus brazos
alrededor de su cuello y sus labios se apoderaron de los de él. Demasiado para
ser lento y suave, pensó.
Sólo tardó unos minutos en perder la razón y rendirse no sólo a su hambre, sino
también a la suya. Se giró para llevarla hasta las almohadas.
—¡No! ¡No! —protestó ella—La puerta, apóyame contra la puerta y haz que me
corra duro y rápido, luego podemos ir a las almohadas y puedes hacer que me
corra otra vez.
—¿Sólo dos veces? —bromeó él.
Lo miró con cara de asombro—¡Dios mío, no! Tienes dos días para
compensarme—Sonrió y volvió a besarle.
Sus palabras burlonas lo pusieron duro y la pasión se apoderó de él, que con
pasos rápidos la llevó hasta la puerta, la apoyó contra ella, le levantó las nalgas
y la penetró.
Ella dejó caer la cabeza contra la puerta con un ruido sordo y gimió de placer
antes de decir—He echado tanto de menos sentirte dentro de mí.
Rhys posó los labios en su cuello y, entre juguetones mordisquitos, dijo: —Te
he echado de menos, Heather, Dios, cómo te he echado de menos.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. No se refería a los dos últimos días, sino a los
diez últimos años. Ella contuvo las lágrimas y bajó la cabeza para susurrarle al
oído—Nunca más. Nunca volveremos a separarnos.
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—Nunca más—asintió él e hizo lo que le pedía, la tomó con fuerza y rapidez y,


cuando ella alcanzó el clímax, sus gritos de placer se desvanecieron, la llevó
hasta las almohadas y la revolvió de nuevo.
Rhys no tenía intención de que hicieran el amor tanto tiempo como lo hicieron
y, para cuando terminaron, faltaba poco para el amanecer y Heather estaba
profundamente dormida.
Se vistió, la envolvió en una paño de seda roja que sacó de uno de los cofres, la
llevó a su dormitorio, la metió en la cama y la besó en la mejilla antes de dejarla
dormir.
Encontró a Pitt en el Gran Comedor hablando con Rogan y Hunter y se unió a
ellos.
—Me sorprende, aunque me alivia, ver que Patience sigue en cama—dijo
burlonamente a Hunter.
Hunter se rió—Está con tu guerrero Henry insistiendo en que le enseñe algunas
de sus habilidades.
Rhys negó con la cabeza, aunque tuvo que reírse—¿Cómo te las arreglas
estando casado con ella?
—Yo también he pensado lo mismo—dijo Rogan con una sonrisa.
Hunter levantó su jarra de cerveza—Con humor y pasión.
Nessa se acercó a la mesa con otra jarra de cerveza.
—Nessa, ve a buscar las prendas de Lady Heather a la habitación del piso
superior que ahora está sin llave y llévalas a su habitación, pero no la despiertes.
Necesita descansar.
Pitt se levantó rápidamente—Te ayudaré—le puso la mano en la parte baja de
la espalda y la acompañó fuera de la habitación.
—No creo que la tarea termine pronto—dijo Hunter, sonriendo.
Rhys negó con la cabeza y les habló de Fife y de lo que le había hecho a Nessa—
Creo que Pitt sentía algo por Nessa antes de que todo ocurriera y después,
cuando estuvo allí para consolarla y ayudarla, empezó a darse cuenta de lo
mucho que le importaba. El tiempo dirá si Nessa siente lo mismo.

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—Teniendo en cuenta todo lo que ha pasado aquí, tu gente parece contenta.


¿Nadie protesta por irse? —preguntó Rogan.
—No es su decisión; es la mía—dijo Rhys—Y yo hago lo que hay que hacer por
su bienestar.
—A mi hermano Greer no le importa el bienestar de nadie. Quiere la guerra con
el Clan Macinnes. Ha querido la guerra con ellos durante algún tiempo. Ha
planeado la guerra y ha reunido aliados que le temen demasiado como para
negársela—dijo Hunter.
Rhys negó con la cabeza—Entonces hay que hacer que sus aliados teman a
alguien más que a él. Y estoy seguro de que tú tienes algo que decir al respecto,
Patience, así que únete a nosotros.
—Maldita sea, ya me has oído—dijo Patience, saliendo de las sombras y
acercándose a la mesa—Pensé que ya le había cogido el truco a caminar en
silencio.
Hunter le tendió la mano—No te he oído.
—Yo tampoco—dijo Rogan.
Patience cogió la mano de su marido y deslizó las piernas por el banco para
sentarse a su lado—Ustedes dos no cuentan—miró a Rhys—Y la única persona
a la que los aliados de Greer temerían más que a él serías tú. Pero lleva tiempo
que les llegue la noticia de que el Dragón Oscuro se ha casado con una Macinnes
y ahora está aliado con el clan. Y luego está tu enemigo. Seguramente se aliaría
con Greer si eso lo beneficiara.
—Haidar no se alía con nadie. Los usa hasta que ya no le sirven.
—Tengo curiosidad—dijo Patience.
—Un rasgo que compartes con tu hermana—dijo Rhys.
—Comparto muchos buenos rasgos con ella y con Emma—dijo Patience con
una sonrisa—¿Por qué te vas de aquí cuando han llegado tropas considerables
para protegerte?
—No están aquí para protegerme. Están aquí para evitar la guerra.
Nessa entró corriendo en la habitación—Lady Patience, su hermana Emma le
pide que se apresure a la habitación de Lady Heather.
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Patience se levantó del banco, aunque no tan rápido como Rhys.


—¿Qué ocurre? —Preguntó Rhys, caminando hacia Nessa con Patience
apresurándose a su lado.
Nessa se mordió los labios y las lágrimas le picaron en los ojos—No lo sé.
Rhys subió las escaleras a toda prisa, mientras Patience intentaba pasarle sin
éxito. Abrió la puerta de golpe y Patience se agachó bajo su brazo y entró
corriendo delante de él.
—¿Qué ocurre? —preguntó Patience ansiosa.
—Nada—aseguró Heather a su hermana con un bostezo.
Rogan y Hunter entraron en la habitación y se colocaron a un lado.
Rhys miró a su mujer y se maldijo en silencio. Parecía agotada, con el rostro
pálido y los ojos caídos, como si quisieran cerrarse, y los hombros caídos.
—No pude despertarla—dijo Emma con voz aún preocupada—Y la encontré
envuelta en esta seda roja...—. No terminó lo obvio. Heather estaba desnuda
bajo la seda roja.
—Me desperté en mitad de la noche y no podía dormir. Me quedé dormida hace
un rato—explicó Heather con la cara sonrojada.
—Vuelves a tener fiebre y ¿cómo explicas en qué te has envuelto? —preguntó
Emma llevándose la mano a la frente de Heather.
Heather apartó la mano de su hermana. —No tengo fiebre. Estoy cansada, eso
es todo.
Patience se dio la vuelta y marchó hacia Rhys y le dio un puñetazo en el pecho—
Tú hiciste esto. No podías quitarle las manos de encima.
Emma jadeó—¿Lo hiciste? Te advertí que no lo hicieras.
Hunter y Rogan fueron hacia sus esposas.
Rogan deslizó su brazo alrededor de Emma—Esto es mejor dejárselo a Rhys y
Heather.
Hunter agarró a Patience—Rogan tiene razón.

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Patience se zafó del agarre de su marido y volvió a pinchar a Rhys. —Creía que
amabas a Heather.
—¡Lo hace! —dijo Heather con voz severa mientras salía de la cama,
acomodándose la seda roja que la envolvía para sujetarla al pecho. Hizo una
mueca mientras caminaba hacia Patience.
Rhys se acercó para ayudarla, pero lo detuvo con una mano levantada y una
mirada severa. Se detuvo junto a Patience y Hunter se apartó prudentemente—
No me meto entre Hunter y tú—Miró a Emma—O tú y Rogan—Les pido lo
mismo cuando se trata de mi marido y de mí.
—No quiero verte herida—dijo Patience.
—Tampoco mi marido—dijo Heather.
Emma contuvo las lágrimas—Siempre hemos cuidado la una de la otra.
—Y siempre lo haremos—le aseguró Heather—Pero las cosas han cambiado
desde que nos casamos—se volvió hacia Patience—Tienes que saber que el
Dragón Oscuro me quiere y yo le quiero a él, igual que sé que Hunter te ama a ti
y tú a él—se volvió hacia Emma. —Y Rogan te ama y tú lo amas a él. Lo ven ya
no estamos solas sino tenemos a alguien que nos ama.
—No quiero que nos separemos—dijo Emma con una lágrima corriendo por su
mejilla mientras se acercaba a sus hermanas.
—Nunca nos separaremos—dijo Heather, extendiendo el brazo para abrazar a
Emma.
Patience se deslizó bajo el otro brazo de Heather.
Rhys asintió a Hunter y Rogan y los tres hombres salieron silenciosamente de
la habitación, dejando a las hermanas solas.
Heather besó la frente de Emma—Estaré allí para recibir a mi sobrina o
sobrino—se volvió hacia Patience y la abrazó—Y tú vendrás a pasar un tiempo
con Rhys y conmigo para que aprendas las costumbres de los guerreros
fantasma. Nunca nos separaremos. Siempre seremos hermanas y siempre nos
querremos.
Las tres se abrazaron y las lágrimas fueron abundantes, pero las hermanas
Macinnes sabían sin lugar a dudas que el amor siempre las mantendría unidas.
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~~~
Rhys encontró a su esposa en el piso superior dirigiendo a Nessa en el
embalaje del solar de Mary McComb.
—No has dormido lo suficiente—la regañó mientras se acercaba a ella y la cogía
en brazos.
—No he podido volver a dormir después de hablar con mis hermanas—dijo ella,
apoyando la cabeza en el acogedor pecho de él—Y quiero asegurarme de que
todo lo que quiero va con nosotros, ya que tienes planes para que nos vayamos
mañana.
Rhys negó con la cabeza—No necesito preguntarte cómo lo sabes. Tienes
amigos aquí que te lo dirían.
—No veo cómo podremos terminar para mañana—dijo Heather, —aunque tus
guerreros han trabajado duro para vaciar la sala de todos tus tesoros y cargarlos
en los carros cerrados.
—Tus hermanas han sido de gran ayuda y mi gente era consciente de que éste
no era un hogar permanente. Creo que la mayoría está deseando marcharse y
volver por fin a casa.
Heather le besó la mejilla—Siempre serás mi hogar, Rhys.
Que ella continuara reconociéndolo como Rhys, lo complacía. Ya no era Quinn
y hacía tiempo que no lo era, y se sintió aliviado de que lo entendiera.
—Te quiero, esposa—dijo y la abrazó.
Ella sonrió. —Nunca me cansaré de oírtelo decir.
—Y yo nunca me cansaré de decírtelo—dijo él—¿En qué puedo ayudarte?

~~~
Heather bostezó y se dejó caer en la silla junto a la chimenea. Esta noche sería
su última noche aquí. Era el lugar donde había descubierto su amor por el
Dragón Oscuro y recupero su amor por Quinn. Siempre tendría un lugar
especial en su corazón.

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Rhys se acercó por detrás y puso una mano fuerte en el hombro—Necesitas


dormir. No será un viaje fácil para ti con esas magulladuras que aún te duelen.
Tengo un carro preparado para que viajes.
Heather se rió—No viajaré en ningún carro. Dejé la tierra Macinnes en tus
brazos y volveré allí en tus brazos.
—Eres una mujer testaruda.
Se rió de nuevo. —Soy una esposa cariñosa que no desea apartarse del lado de
su marido.
Rhys se puso delante de ella y la levantó de la silla y la estrechó entre sus
brazos—Y a mi lado es donde siempre quiero que estés.
—Hay algo que deseo que hagas por mí—dijo Heather.
—Cualquier cosa—dijo Rhys.
Heather fue a buscar el anillo que había salvado del fuego y se lo entregó.
—Lo busqué, lamentando haberlo arrojado a las llamas.
—Selló nuestro amor una vez y deseo que lo selle de nuevo—dijo ella. —Es un
símbolo de nuestro amor eterno.
Rhys le cogió la mano y deslizó el anillo en su dedo—Me sorprendió, aunque
me complació, ver que aún lo conservabas.
—Lo llevé todo el tiempo que te fuiste, sólo me lo quité cuando pensé que me
casaría y aun así lo mantuve cerca. Lo llevaba en una cinta alrededor del cuello.
Ahora, permanecerá para siempre en mi dedo.
Rhys la besó suavemente mientras la alzaba en brazos y la llevaba a la cama.
Esta noche no sólo sellarían de nuevo su amor, sino que crearían recuerdos que
perdurarían en sus corazones.

~~~
El amanecer trajo consigo una oleada de actividad. Los animales fueron los
primeros en ser llevados, ya que llevaría un poco más de tiempo llevarlos a la
tierra de Macinnes. Los carromatos estaban repletos de muebles y víveres, y los
risueños niños pensaban que era una delicia montar en ellos.

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Emma se unió a Heather para ver si había que atender a alguien antes de que
llegara la hora de partir. Después les llegó el turno a sus hermanas. Se abrazaron
y hablaron de cómo esta noche lo celebrarían en casa, siendo una familia una
vez más, aunque sólo fuera por un breve espacio de tiempo.
La gente fue la siguiente, caminando junto a sus carros, hablando y riendo y para
nada disgustados de que se fueran, pero entonces Rhys había dicho que se irían
pronto a casa y ¿quién no querría irse a casa?
Nessa sonrió al saludar a Heather, parecía más feliz de lo que había esperado,
pero entonces Nessa estaba dejando atrás recuerdos infelices.
Heather entró en la torre del homenaje para echar un último vistazo. Estaba tan
silenciosa y vacía. Todo lo que remotamente la había convertido en un hogar
había sido eliminado. Ahora era un cascarón vacío. Se apresuró a salir y los
recuerdos hicieron que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
El pequeño pueblo estaba vacío, no se oía ni un ruido.
—Es hora de partir—dijo Rhys, acercándose por detrás.
Heather se volvió y se derritió en sus brazos, dejando caer las lágrimas, sabiendo
que dejaba mucho atrás, aunque se llevaba mucho más con ella.
Rhys la subió a su caballo y montó detrás de ella. Se agachó y cogió algo de uno
de los guerreros que estaban allí.
—Un regalo para ti—dijo Rhys.
Antes de que Heather pudiera decirle que no necesitaba más regalos de él, dejó
caer al cachorro negro con la pata blanca en su regazo. El pequeño trepó por su
pecho para lamerle las lágrimas.
—Él te salvó y como te protegió una vez lo hará siempre. Ponle el nombre que
quieras, es tuyo.
Heather sonrió y abrazó al pequeño cachorro y, contento de estar donde estaba,
se acurrucó contra ella y se durmió.
Rhys dirigió a su semental lejos de la aldea y una vez a poca distancia, hizo girar
a su caballo y levantó la mano.
Pronto unas cabañas tras otra ardieron en llamas y cuando las llamas salieron
por las ventanas del torreón, las lágrimas rodaron por las mejillas de Heather.
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Trilogía de las hermanas Macinnes #3
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—Era necesario—dijo Rhys, sintiéndola llorar—Si yo no lo hubiera hecho,


cuando Haidar la encontrara vacía lo habría hecho. Y no es suya para quemarla.
Rhys giró su semental—Ahora es el momento de evitar una guerra.

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Capítulo Treinta y Dos


Heather llevaba dos días en el torreón de Macinnes y era curioso que ya no
lo sintiera como su hogar. Nunca había pensado que llegaría el día en que se
sentiría así. Pero se había equivocado. Aunque todavía se preocupaba por la
gente de aquí y amaba a su familia, era diferente ahora que tenía a Rhys. Y más
recientemente Finn, el nombre que le había dado al pequeño cachorro que se
entretenía correteando por el jardín, mordiendo diferentes plantas.
—Eres feliz, puedo verlo—dijo su padre, uniéndose a ella en el banco de la gran
huerta del torreón.
Heather se alegró de ver a su Da tan bien. —Más de lo que creía posible—le
confesó a él y a sí misma. —Debo preguntarte: ¿sabías que el Dragón Oscuro era
Quinn?
—Tenía fuertes sospechas. Se materializó de repente, pidiendo tu mano en
matrimonio y luego exigiéndola. Y parecía saber mucho sobre ti. Tuve que
confiar en mis instintos, aunque parecía poco probable que Quinn volviera
después de todos estos años, algo me decía lo contrario. Así que me arriesgué.
Quería que fueras feliz. Te lo merecías.
Heather tendió la mano a su padre. —Estoy muy agradecida de que lo hicieras.
Ahora, papá, ya no tienes que preocuparte por ninguna de tus hijas. Cada una
de nosotras ha encontrado un buen marido. Ahora te toca a ti disfrutar de la
mujer que amas.
Sus ojos se abrieron de par en par.
Heather sonrió. —Rhys me ha hablado de Maura y de ti y me parece
maravilloso. Imagino que a Emma también—Se encogió de hombros—De
Patience no estoy tan segura.
Se rieron juntos.
Patience vino corriendo hacia ellos—Date prisa, papá, Greer te ha enviado un
mensaje y te espera no muy lejos de aquí con un ejército de guerreros.

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Donald se apresuró a marcharse y Heather cogió a Finn, el cachorro protestó


con un pequeño ladrido mientras se lo metía bajo el brazo y se lo llevaba al
torreón.

~~~
Todos esperaban ansiosos en el Gran Comedor para saber qué decía el
mensaje que Greer McLaud había enviado a Donald Macinnes.
Donald sacudió la cabeza al terminar de leer y anunció: —Greer declara la
guerra al clan Macinnes por el asesinato de su esposa y exige la liberación de su
hermano Rab y de Saundra, a quienes afirma que los Macinnes tomaron como
prisioneros.
—Así que no sabe lo que le pasó a Rab—dijo Hunter—pero sabe que su mujer
está muerta y que Saundra reside aquí. Me atrevería a suponer que su
suposición de que tenemos prisionero a Rab le dio aún más razones para hacer
la guerra.
—Dice que tenemos hasta mañana al amanecer para liberar a Rab y Saundra o
atacará—dijo Donald —Le invitaré a que venga a hablar con nosotros.
—Pierdes el tiempo—dijo Rhys con el brazo alrededor de su esposa y el
cachorro gruñendo y mordisqueando su bota—No le interesa hablar. Planea
derrotarte y reclamar tu tierra. Cree que nada lo detendrá.
—Rhys tiene razón—dijo Hunter—Nada lo detendrá—Excepto una espada,
pensó Hunter, aunque no lo diría ya que su madre estaba sentada a la mesa junto
a Ewan y aún lloraba la muerte de un hijo.
—Antes del amanecer de mañana, Hunter y yo iremos a hablar con Greer—dijo
Rhys.
—Hunter y tú pueden venir si quieren—dijo Patience—pero seré yo, una
Macinnes, quien cabalgue hasta allí para enfrentarme a Greer.
—Si tu padre lo permite—dijo Rhys.
—No necesito permiso de mi padre—espetó Patience.
—Sigue siendo el jefe del clan Macinnes y no irás sin su permiso—advirtió
Rhys.

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Donald levantó la mano y Patience, sabiamente, guardó silencio—Patience


tiene razón. Un Macinnes necesita cabalgar con nosotros y ella será quien vaya.
—Como digas—dijo Rhys asintiendo. —Pocas palabras será necesario
intercambiar con él ya que más de mis tropas esperan noticias mías. Cuando
sepa que el Dragón Oscuro está aliado con el Clan Macinnes y que es imposible
que vea la victoria, esperemos que se rinda sabiamente.
—Enviaré un mensaje a Greer, haciéndole saber que deseamos hablar con él al
amanecer—dijo Donald.
Ross, el hijo menor de Ewan, tomó la palabra—¿Qué le pasará ahora a Saundra?
—Le puso una mano en el hombro, colocándose protectoramente detrás de
donde ella estaba sentada a la mesa, no muy lejos de su padre.
—Por acuerdo con su padre, Saundra me pertenece ahora. Su destino es mío—
anunció Rhys entre gritos de sorpresa y ojos muy abiertos.
Ross cuadró los hombros y dijo con valentía: —Entonces solicito su mano en
matrimonio.
Rhys miró de él a Saundra—¿Qué dices, Saundra?
—Me gustaría y te estaría muy agradecida si me dieras permiso—dijo Saundra
y dirigió una sonrisa a Ross.
—Entonces que así sea, concedo el permiso—dijo Rhys.
En la sala se levantó una alegría muy necesaria.
Las conversaciones y los preparativos para mañana continuaron y se compartió
una cena sombría.
Todos se retiraron temprano, queriendo estar en forma para la batalla de
mañana si era necesario.
Rhys había aprendido que tener una mujer antes de la batalla drenaba la fuerza
de un hombre y no quería discutir con su esposa cómo había descubierto eso,
esperó hasta estar seguro de que estaría dormida antes de unirse a ella en la
cama.
Heather se despertó con un sobresalto, provocando que Rhys hiciera lo mismo
y que Finn se levantara de su lugar junto a la chimenea y comenzara a aullar,
aunque no era un aullido muy fuerte para alguien tan joven.
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—¿Qué pasa? —preguntó.


—¿Pasa algo? — dijo ella y saltó de la cama para vestirse apresuradamente.
Rhys hizo lo mismo y se puso la armadura de cuero.
Heather cogió a Finn y siguió a Rhys a la puerta.
Patience y Hunter ya estaban vestidos y en el pasillo. La puerta de Emma se
abrió y ella y Rogan salieron también vestidos.
—Algo no va bien—dijo Emma.
La campana hizo sonar su ominoso tañido.
Los estaban atacando.
Todos se apresuraron a atravesar la torre del homenaje y cuando Rhys fue a
salir, se volvió rápidamente y empujó a su esposa hacia atrás, cerrando la puerta
y alcanzando a dejar caer la barra de madera sobre ella. Rogan y Hunter se
apresuraron a ayudarle.
—Quedense aquí todos—ordenó Rhys. —Estos hombres luchan como nadie.
Mis hombres se encargarán de ellos.
Pitt se precipitó desde otra entrada—Los hombres de Haidar están entrando
en tropel y detrás de ellos están los hombres de Greer.
—¿Nuestras tropas han sido alertadas? Haidar se habrá asegurado de que no lo
vieran venir.
—He enviado un mensaje con más de un guerrero.
Donald Macinnes no tardó en entrar en el Gran Salón junto con Maura. Ewan
y Una no tardaron en seguirlos, y Ross y Saundra no se quedaron atrás.
Sin previo aviso, Rhys saltó sobre Patience, dándole un fuerte empujón y
haciéndola tropezar justo cuando una espada estaba a punto de cortarle el
hombro. Rápidamente envió su espada a través del guerrero, que estaba
cubierto de negro y apenas podía verse. A continuación, Rhys apartó a Rogan
de un empujón y volvió a blandir su espada empalando a otro hombre que se
lanzó desde las sombras a lo largo de la pared.
Pitt detuvo a otro con su espada.

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—Saquen a las mujeres de aquí—gritó Rhys cuando más guerreros surgieron


de repente de las sombras.
—Ya saben dónde ir—gritó Donald a sus hijas, desenvainando su espada y
viendo que Patience hacía lo mismo.
Heather agarró a Finn, que estaba ocupado montando guardia delante de ella,
ladrando a cualquiera que se le acercara. Cogió a Emma del brazo y la sacó a
toda prisa del Gran Comedor, Una, Maura y Saundra les seguían el paso.
Había una pequeña habitación justo antes de llegar a la cocina en la que pocos
reparaban, ya que se confundía con las sombras, y allí fue adonde Heather llevó
a las mujeres. Sujetó la puerta mientras una tras otra entraban corriendo y
estaba a punto de entrar justo detrás de Una y cerrar la puerta cuando sintió
como si le arrancaran el brazo del cuerpo, alguien la había agarrado y tirado con
tanta fuerza.
—¡Ciérrala! ¡Ciérrala! —gritó Heather mientras luchaba por liberarse. Oyó que
Emma gritaba que no, y se sintió aliviada al ver que la puerta se cerraba de golpe
y oír cómo la tabla caía en su sitio. Estaban a salvo... por ahora.
La mano la agarraba con fuerza. No podía soltarla. Dejó caer a Finn, incapaz de
sujetarlo mientras luchaba por liberarse. El pequeño cachorro ladró y ladró al
guerrero, y siguió a Heather mientras la arrastraban por la cocina y salían por la
puerta.
La ira y el miedo se apoderaron de ella y arremetió contra el guerrero decidida
a no dejarse atrapar de nuevo. El guerrero dio un volantazo y le puso la mano en
la mejilla con tanta fuerza que por un momento se quedó aturdida y no pudo
ver con claridad. Oyó los repetidos aullidos de Finn y luego le oyó aullar de
dolor. La furia se apoderó de ella por el hecho de que Finn pudiera resultar
herido y descargó toda su ira contra el guerrero con toda la fuerza de que era
capaz.
De repente, su mano se soltó de ella y quedó libre.
—¡Corre!
Ella miró para ver a Seamus allí de pie, con una espada en la mano, la hoja
goteando sangre.

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—¡Corre! — gritó de nuevo y le dio un empujón y fue a seguirla cuando de


repente una hoja le atravesó el pecho y jadeó. La hoja desapareció tan rápido
como había aparecido y él cayó de rodillas, con su aliento agonizante
instándola: —¡Corre!
Heather se giró, pero era demasiado tarde. Uno de los guerreros de Haidar
estaba detrás de ella y frente a ella estaba Haidar.
—Esta vez no escaparás—se burló Haidar—Y nunca sentirás el suelo de tu
patria bajo tus pies después de que acabe este día.
—Cierto, pero eres tú quien nunca volverá a sentir el suelo de su patria bajo sus
pies.
Heather se volvió para ver al Dragón de pie detrás de ella, agarrando la
empuñadura de su espada con la hoja cubierta de sangre, el guerrero de Haidar
muerto a sus pies y Finn de pie encima de él, con su pequeño pecho hinchado
orgullosamente y la cabeza alta. Levantó a Finn del guerrero muerto y se agachó
detrás de él.
—Vendrán más de mis guerreros—advirtió Haidar.
—Tus guerreros están encontrando la muerte a manos de mis hombres.
—¿Ese mísero grupo en el bosque que espera tu orden? — dijo Haidar riendo.
Rhys esperó a que se le pasara la risa—Me enseñaste bien. Esa tropa estaba allí
para que vieras lo que yo quería que vieras. Es el enorme ejército de guerreros
detrás de ellos lo que no viste y lo que ahora acaba con tus guerreros uno a uno.
—No has aprendido nada—desafió Haidar—Los guerreros que esperan en mis
barcos llegarán pronto y veré a todos muertos, excepto a ti y a tu bella esposa,
por supuesto.
Rhys limpió la sangre de su espada en el cuerpo a sus pies—No llegarán y tus
barcos no navegarán... mis guerreros se aseguraron de ello. Como dije, me
enseñaste bien y ahora es hora de que mueras—. Rhys se abalanzó sobre él con
su espada.
Heather había visto lo hábil espadachín que era su marido y ahora veía por qué.
Haidar manejaba la espada como si hubiera nacido con ella en la mano. El

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Dragón había aprendido de un maestro y, de repente, Heather temió por la vida


de su marido.
Haidar parecía jugar con Rhys, desviando cada estocada y cada golpe con
facilidad, como si prolongara a propósito lo inevitable. El placer que Haidar
sentía era evidente en su sonrisa y sus movimientos seguros.
Finalmente, Haidar pareció cansarse de sus acciones y se apartó de Rhys,
sustituyendo su sonrisa por una mueca de enfado. —Me robas quemar tu casa
y me robas llevarte conmigo a casa y verte sufrir por lo que has hecho. Pero antes
de que te quite la vida debes saber que tu mujer sufrirá más que tú.
Rhys se movió tan rápido que fue un borrón para Heather y Haidar también, y
lo siguiente que ella vio fue el brazo de Haidar rebanado casi hasta el hueso, su
espada caía de su mano inútil. Pero Rhys no se detuvo ahí. Para cuando terminó,
Haidar estaba de rodillas, con la sangre corriendo por lo que le quedaba de
ambos brazos.
Haidar levantó la cabeza, luchando contra el dolor—Al menos muero a manos
de un oponente digno.
Rhys dejó caer su espada y sacó una daga de su bota —Le prometí a Anala que
te entregaría un mensaje antes de matarte—. Se puso detrás de Haidar, lo agarró
por el pelo y le tiró de la cabeza hacia atrás, presionando la hoja de la daga
contra su garganta. Se inclinó hacia él y le susurró: —Anala me dijo que te dijera
que te había dado el único hijo que tendrías y que nunca vivirías para ver.
Los ojos de Haidar se abrieron de par en par—¿Mi hijo vive?
—Sí, y unos buenos padres escoceses lo acogieron, lo quieren y lo llaman suyo,
y él nunca conocerá otra cosa—. Rhys atravesó la garganta de Haidar con la
espada rápidamente y, mientras se desangraba, miró a Rhys con ojos llenos de
odio.
Rhys limpió la daga en la camisa de Haidar, levantó la espada del suelo y miró a
su mujer agachada junto a un cadáver. Se acercó a ella, se dejó caer a su lado y
vio que era Seamus.
Ella volvió los ojos llorosos hacia su marido—Murió intentando salvarme.
—Entonces le estaré eternamente agradecido y me alegraré de que haya muerto
como un guerrero y no como un viejo tullido, que creo que era su intención
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cuando cogió la espada y se unió a la lucha. Me encargaré de que tenga un


entierro de guerrero y de que sea enterrado donde deseaba quedarse: en la tierra
de McComb, su hogar—. Ayudó a Heather a levantarse.
Miró a Haidar y luego a su marido. —Por fin eres libre.
—Por fin fui libre cuando te tuve en mis brazos por primera vez.
Fue a besarla cuando, de repente, un guerrero dobló la esquina con el brazo
alrededor del cuello de Patience y una daga en la mano. Rodeó por completo a
Rhys y Heather.
Hunter dobló la esquina a toda velocidad y se detuvo cuando sus ojos se
posaron en su esposa. —Déjala ir, Greer, esto es entre tú y yo.
—Lo has estropeado todo—gritó Greer.
Heather se preguntó por qué Patience no hacía nada. Había visto a su hermana
librarse de ese tipo de agarre muchas veces. Entonces vio la sangre que le corría
por el brazo. Patience estaba demasiado débil para defenderse. Instintivamente,
dio un paso adelante y sintió que una mano fuerte tiraba de ella hacia atrás.
Heather miró a su marido—Hay que atenderla ahora.
—Espera—ordenó Rhys.
Heather no discutió. Confiaba en su marido; no le fallaría a su hermana.
—Tú mismo hiciste esto—dijo Hunter y lanzó una rápida mirada a Rhys, que
le hizo un leve gesto con la cabeza.
—Debería haberte matado antes de matar a nuestro padre—gritó Greer.
—Siempre fuiste nada más que problemas para mí.
—Entonces esta es tu oportunidad. Lucha contra mí como un verdadero
guerrero.
Greer miró de su hermano a Rhys. —Una vez que te mate, el Dragón me matará.
—Te doy mi palabra de que si me matas nadie te detendrá. Saldrás libre—dijo
Hunter y le hizo un gesto con la cabeza al Dragón.
—Haré que se cumpla tu palabra—dijo Rhys.
Greer soltó a Patience y se apartó mientras ella caía al suelo.

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Rhys se acercó, la levantó en brazos y la acercó a su ansiosa esposa.


—Déjanos—gritó Greer.
Rhys se volvió después de dejar a Patience en el suelo, Heather ya estaba
ocupada atendiéndola. —Si me voy y vives no habrá nadie que garantice tu
seguridad. Ahora lucha y acaba de una vez, tonto.
—Volveré a por ti—se mofó Greer.
Rhys se rió. —Los fantasmas no me asustan.
La furia hizo que Greer enrojeciera y, como el tonto que era, cargó contra su
hermano.
Rhys era muy consciente de lo hábil que era Hunter con la espada, pero era su
capacidad para concentrarse y no dejar que nada interfiriera cuando blandía su
espada lo que hacía de Hunter un espadachín excepcional.
Greer se agitaba mientras Hunter asestaba golpes precisos y Rhys podía ver que
Hunter estaba retrasando el asesinato de su hermano, pero también, Greer
merecía sufrir un poco antes de morir por haberle quitado la vida a su propio
padre.
—¡Mata al tonto y termina con esto! — gritó Heather.
Rhys se volvió, sorprendido por sus palabras.
Hunter sonrió, aunque se esfumó cuando de dos rápidos golpes acabó con
Greer, cayendo muerto al suelo . Hunter se apresuró hacia su mujer. Cuando
vio sus ojos cerrados y su aspecto tan inerte, sus ojos se dirigieron ansiosos
hacia Heather.
—Tenemos que llevarla dentro y cauterizar la herida antes de que pierda más
sangre—dijo Heather—Y debes saber que fue Patience quien insistió en que te
gritara eso.
—Sabía que las palabras eran suyas, aunque la voz no lo fuera—dijo Hunter,
aliviando a su mujer en sus brazos.
—Te quería a su lado, por eso te instaba a que acabaras con él— dijo Heather.
—Siempre que se ponía enferma o se asustaba cuando era joven, no quería que
me apartara de su lado. Ahora, como debe ser, te quiere a ti... su marido.

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—No me apartaré de su lado hasta que esté bien—dijo Hunter y la llevó hasta
la puerta.
—Nunca apuesto—dijo Rhys—pero apuesto a que pronto te comerás esas
palabras.

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Capítulo Treinta y Tres


Un mes después

Las hermanas Macinnes estaban sentadas en un banco del jardín que antaño
había sido el orgullo y la alegría de Heather, con las manos entrelazadas.
—Te encargarás de que el jardín esté bien cuidado—dijo Heather con lágrimas
en los ojos.
—Me aseguraré de ello—dijo Patience, conteniendo las lágrimas.
Las lágrimas rodaron por las mejillas de Emma. —No puedo esperar a que nazca
este bebé para dejar de llorar tanto.
—¿Qué tiene planeado Hunter para el Clan McLaud ahora que es jefe? —
Heather preguntó.
—Hemos hablado, pero aún no ha tomado ninguna decisión. Con el tiempo,
sabrá qué hacer.
—Pero no abandonará la tierra de los Macinnes, ¿verdad? —dijo Emma, aunque
ella y Heather ya sabían la respuesta.
Patience negó con la cabeza. —Nunca, y Hunter es muy consciente de ello—.
Apretó las manos de sus hermanas—. Echaré de menos no tenerlas a las dos
aquí, pero estoy deseando vivir con mi marido.
Heather sonrió—Siempre estaremos ahí la una para la otra, siempre nos
querremos, pero ya es hora de que empecemos nuestras propias vidas.
—Y tenemos tres maridos fantásticos con los que hacerlo—dijo Emma.
Patience negó con la cabeza—Sigo sin saber nada del Dragón. A veces es difícil
tratar con él.
Emma y Heather se echaron a reír.

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Llevó tiempo y mucho trabajo recuperarse de la batalla. Los guerreros de


Haidar habían luchado hasta el amargo final hasta que no quedó ni uno de ellos.
Los guerreros de Greer se rindieron rápidamente a Hunter su nuevo jefe. Los
daños que la aldea había sufrido durante la batalla fueron reparados
rápidamente y los muertos, tanto amigos como enemigos, fueron enterrados.
Por fin llegó el momento de que Heather se despidiera de su familia una vez
más, pero esta vez fue una despedida mucho más feliz. Abrazó y besó a su padre
y le había hecho prometer que vendría a visitarla. Hizo prometer a Maura que
cuidaría de su padre, aunque Heather no dudaba de que lo haría. La mujer le
quería de verdad. Había aplaudido con todo el mundo cuando Una y Ewan
anunciaron que se casarían. Y derramó lágrimas de alegría cuando vio no sólo a
Una y Ewan intercambiar votos matrimoniales en una sencilla ceremonia, sino
también a Ross y Saundra. Rhys había insistido en que se casaran antes de su
partida para saber que Saundra estaba a salvo y bien cuidada. Le había
asegurado a su hermana Emma por enésima vez que estaría allí para el
nacimiento de su bebé y le deseó un buen viaje; ella y Rogan se despidieron poco
después que ella y Rhys.
Heather saludó a todos por última vez con la mano mientras se alejaba delante
de su marido, montado en su semental y con Finn cómodamente dormido en su
regazo.
—Dime qué puedo hacer para que esta despedida te resulte más fácil—dijo
Rhys, besándole la frente.
—Ya lo has hecho más fácil.
—¿Cómo lo he hecho?
—Has soltado al Dragón para que me ame.
Inclinó la cabeza y susurró antes de besarla: —El Dragón siempre te ha amado
y siempre lo hará.

Fin

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