Pachacamac 1 A 84

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 84

SERIE CLÁSICOS SANMARQUINOS

PACHACAMAC

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR D E SAN MARCOS
—Fundada en 1551—

Dr. Juan Manuel Burga Díaz


Rector

Dr. Raúl Izaguirre M a g u i ñ a


Vicerrector Académico

Dra. Beatriz Herrera García


Vicerrectora Administrativa

CORPORACIÓN FINANCIERA
DE DESARROLLO
—COFIDE—

Daniel Schydlowsky Rosenberg


Presidente

Carlos Otero Bonicelli


Gerente General

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
'Un pueblo que honra su pasado y
lo estudia se honra a sí mismo".
Dr. Max Uhle.

Revista Histórica, 1906.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
Max Uhle

ÜNWERSIMB mem. MAYOR DE SAN m*m


BIBLIOTECA CENTRAL

Pachacamac
Informe de la expedición
peruana William Pepper de 1896

** v
- -ir\
^ f f V / ili ' } \ f ''

Traducción del inglés por



Manuel Beltroy Vera

Estudio Introductorio y revisión de la traducción por


Alberto Bueno Mendoza

FINANCIERA DE
3 - a

COFIDE
FONDO EDITORIAL CORPORACION
UNIVERSIDAD NACIONAL FINANCIERA DE
MAYOR DE SAN MARCOS DESARROLLO

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
ISBN: 9972-46-242-0
Hecho el Depósito Legal: 1501052003-6917

L i m a , d i c i e m b r e de 2003
Primera e d i c i ó n :
U n i v e r s i d a d d e P e n s i l v a n i a , F i l a d e l f i a , 1903.
T r a d u c c i ó n a l i n g l é s por C . Grosse. Derechos R e s e r v a d o s .
© D e l a p r i m e r a e d i c i ó n e n castellano:
C o r p o r a c i ó n F i n a n c i e r a de Desarrollo - C O F I D E
A u g u s t o T a m a y o 160 - S a n I s i d r o
Correo electrónico: postmaster@cofíde.com.pe
P á g i n a web: h t t p : / / w w w . c o f i d e . c o m . p e
T e l é f o n o : 442-2550
© F o n d o E d i t o r i a l d e la U N M S M
P a b e l l ó n de l a Biblioteca C e n t r a l - C i u d a d U n i v e r s i t a r i a ,
Lima-Perú
Correo e l e c t r ó n i c o : fondoedit@unnism.edu.pe
Página web: htrp://wwTv.unrnsm.edu.pe/fondoedi t o n a l /
A d m i n i s t r a c i ó n y P r o d u c c i ó n : T e l é f o n o 619-7000 (anexo 7530)
T e l e f a x 464-7060
V e n t a y D i s t r i b u c i ó n : 619-7000 (anexo 7531)

La universidad es lo que publica

EDITOR GENERAL

José Carlos Bailón Vargas


C U I D A D O D E LA E D I C I Ó N

O d í n Del Pozo Omiste


DlAGRAMACIÓN D E I N T E R I O R E S Y C A R Á T U L A

G i n o Becerra Flores
C O R R E C C I Ó N D E PRUEBAS

Marco Pinedo Salazar


FOTOGRAFÍA DE CARÁTULA

M a x U h l e , a p r o x . 1900 ( A r c h i v o de la U n i v e r s i d a d de P e n s i l v a n i a / n e g . n . ° 137258)
FOTOGRAFÍA DE M A X U H L E DE INTERIOR

Enciclopedia... de C a r l o s M i l l a B a tres
IMPRESIÓN

Tarea Asociación Gráfica Educativa

Queda prohibida ¡a reproducción parcial o total


sin permiso escrito del editor.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
2>M2?>.C?2-

Contenido

Abreviaturas usadas y Medidas de conversión 13

Pachacamac. E l sitio del "poder de la tierra" y Max Uhle


(25-03-1856 / 11-05-1944), por Alberto Bueno Mendoza 15

Prefacio 51

Capítulo I.—Situación geográfica 53

Capítulo I I . — Condiciones étnica y política de la región 63

Capítulo I I I . — Historia reciente del valle 71

Capítulo I V . — Exploraciones anteriores de las ruinas 79

Capítulo V . — Las ruinas —Topografía general de la ciudad— 85

Capítulo V I . — Examen general de las ruinas 93

Capítulo V I I . — El Templo de Pachacamaj 99

Capítulo V I I I . — El cementerio en el terreno del templo 109

Capítulo IX.— Descubrimiento de tumbas más antiguas


debajo de la base del templo 119

Capítulo X.— Hallazgos en las tumbas 131


Tumbas de! antiguo cementerio debajo de la base del templo y enfrente de éste bajo el
nuevo suelo, p. 133. Hallazgos en el estilo de tiahuanaco, p. 134. Conclusiones, p. 141.

Capítulo X I . — Hallazgos en el estilo epigonal 143


A. Alfarería, p. 145. B. Textiles, p. 155. C. Tablas en madera, p. 169. D. Ornamentos
de concha, hueso y dientes, p. 170. E. Ruecas de Miar, p. 171.

Capítulo XII. — Las tumbas del nuevo suelo 173


A. Alfarería, p. 175. B. Textiles, p. 177. C. Implementos de metal, p, 177.

Capítulo XIII. — Las tumbas de un segundo estrato del nuevo suelo


enfrente del templo 179
Descripción de los objetos extraídos de estas tumbas, p. 183. Marcas de la nobleza
incaica, p. 1S8.
Capítulo X I V . — Tumbas en la parte descubierta del cementerio I 193
A. Alfarería, p. 197. B. Textiles, p. 199. Descripción de los objetos, p. 203. Revisión
general del período, p. 206.

Capítulo X V . — Observaciones acerca de la historia de! templo 209


La divinidad del templo. Su figura histórica, p. 213. L a divinidad del templo de
acuerdo con los mitos, p. 219. E l dios como centro de un culto natural organizado,
p. 227. Conquista del santuario por los Incas, p. 232.

Capítulo X V I . — La ciudad dentro de las murallas interiores 237


Tipos de edificaciones, p. 241. Detalles constructivos, p. 249. Contenido de las tumbas,
p. 253. Conclusiones, p. 253.

Capítulo X V I I . — los suburbios de la ciudad 257


Objetos recuperados de las afueras de la ciudad, p. 261. A. Alfarería, p. 265. B.
Textiles, 272. C. Implementos de metal, p. 279. D. Utensilios de madera, p. 281. E .
Calabazas, p. 283

Capítulo X V I I I . — Hallazgos en otras partes del valle 285


Et cementerio de La Centinela, p. 287. Las tumbas de La Venturosa, p. 291.

Capítulo X I X . — El Templo del Sol 293


Situación y observaciones generales, p. 296. Las fachadas noroeste, noreste y sud-
este del templo, p. 298. Las entradas del templo, p. 303. E l frente sudoccidental del
templo, p. 306. La cima del templo, p. 310. Detalles del exterior de la construcción,
p. 314. L a arquitectura del templo y sus constructores, p. 317. Interpretación del
templo, p. 320.

Capítulo X X . — El cementerio de la primera terraza sudorienta! del


Templo del Sol 325
Observaciones generales, p. 327. Carácter cuzqueño del cementerio, p. 328

Capítulo X X I . — Objetos ¡mllados en el cementerio


de las mujeres sacrificadas 341
Vestidos, p. 343. A. Textiles, p. 345. B. Alfarería, p. 357. C. Vasijas y utensilios
domésticos de madera, p. 360. D. Ornamentos, p. 362. E . Peines, p. 363. F. Imple-
mentos para hilar, tejer, etc., p. 364.

Capítulo X X I I . — £/ Convento 367

Capítulo X X I I I . — Interpretación del Convento 377

Capítulo X X I V . — Aspectos técnicos de los edificios 385

Bibliografía 393

Lista de L á m i n a s 397

Lista de figuras en el texto 399

UHiversidad NadorialMayorde.Sau^Xaxccs
12 Universidad ncl P^jfai^)y#na de America.
Abreviaturas usadas

ap. apartado
aprox. aproximado (a)
Cap. capítulo
Col. colección
Comp. compárese
Doc. documento
Esc. escala
% figura
Lam. lámina
Mus. de Cs. y Art. Museo de Ciencias y Arte
Mus. Museo
nat natural
p./pp. página / páginas
prov. provincia
s/n sin número
vol. volumen

Medidas de conversión

Acre 40,47 áreas.


Hectárea 100 áreas o 10 000 m'
Legua 5 572,7 m.
Milla terrestre inglesa 1 609,34 m.
Pie 30,4806 cm.
Yarda 0,914402 m.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del PeHSDecana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
Pachacamac.
El sitio del "poder de la tierra'
y Max Uhle
(25-03-1856 / 11-05-1944)

Alberto Bueno Mendoza

Friedrich Maximiliano Uhle Lorenz nació en Dresden el 25 de marzo del


a ñ o 1856; a lo largo de su vida sólo sería conocido por su nombre profe-
sional Max Uhle. Egresó del colegio en 1875 y en el verano siguiente
ingresó a cursar estudios en la Universidad de Leipzig. E n el o t o ñ o cum-
plió u n a ñ o de servicio militar, el cual m o l d e ó y c u a d r ó s u carácter. E n
1876 lo encontramos estudiando en la Universidad de Góttingen por u n
a ñ o . Hacia 1877 regresa a Leipzig, donde p e r m a n e c i ó hasta graduarse
de doctor en filosofía el a ñ o de 1880. Este grado fue en la especialidad
lingüística, adoptando como tema de tesis la Gramática Medieval China.
John H . Rowe (1954) ha s e ñ a l a d o que el tema giró mayormente en torno
al interés de ciertos profesores consejeros m á s que en la preferencia de
estudiantes, pues Uhle nunca m á s volvió a tratar el tema.
Entre 1881 y 1888 Uhle con 25 a ñ o s de edad, tuvo s u primer trabajo,
en Dresden, como asistente de] director del Museo de Zoología-Antropo-
logía y Etnografía. E n este museo Uhle observa materiales procedentes
de N u e v a Guinea y Malaya, despertando su vocación antropológica e
interés por los estudios históricos. A q u í trabajó ocho años (1881-1888).
E n los años en Dresden se publicó en Berlín, Das Totenfeld von Ancón in
Perú, por W. Reiss y A . Stübel (3 vols., Berlín, 1880-1887), y s i m u l t á n e a -
mente, la edición en inglés: The Necrópolis of Ancón in Perú. Estas edicio-
nes causaron gran impresión en los círculos intelectuales y antropológicos
alemanes propiciando influencias, sobre todo en los j ó v e n e s . E n el caso
de Uhle, Alphons Stübel vivió en Dresden y conoció a éste durante los
ocho años de su trabajo en el museo de la ciudad; los analistas han
considerado que el trabajo de tales autores significó influencia e inspira-
ción directa para el joven Uhle, quien habría decidido entonces dedicar-
se al estudio de la a n t r o p o l o g í a y culturas andinas.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del P£rS}. Decana de América
E l a ñ o de 1888 Uhle dejó el Museo de Dresden para convertirse en
asistente del Museo de Berlín, donde conoce y se interesa por los mate-
riales a r q u e o l ó g i c o s sudamericanos, pues este museo conserva en sus
d e p ó s i t o s las colecciones de los geólogos Reiss y Stübel; dicho museo
funcionaba bajo la dirección de A d o l p h Bastían. Uhle p e r m a n e c i ó cua-
tro a ñ o s en Berlín (1888-1891), acrecentando sus estudios al revisar los
materiales andinos que poseía este museo, en donde concluye un artícu-
lo sobre T i w a n a k u .
Durante la convocatoria al V I I Congreso Internacional de America-
nistas, realizado en Berlín, 1888, fue designado Secretario Asistente; en
el evento alterna con L u s c h a n , Seler, Steinen y otros prestigiosos
internacionalistas de su época. Max Uhle fue encargado de preparar la
p r e s e n t a c i ó n del Congreso y el libro correspondiente de ponencias y
trabajos. Asiste a los Congresos Americanos de México y Costa Rica
(1890-1891), los que no fueron de Americanistas. E l a ñ o 1891 t a m b i é n
asiste al Congreso Internacional de Americanistas presidido por A .
Quatrefages de Bren celebrado en París. Vuelto a Alemania, A d o l p h
Bastían (1826-1905) fundador del Museo de Berlín, tiene el acierto de
comisionar a Uhle para viajar a A m é r i c a del Sur con la m i s i ó n de inves-
tigar la d i f u s i ó n de la cultura quichua y los derroteros de los Incas.

Max Uhle se traslada a Bélgica y se embarca para América del Sur en


el Puerto de Amberes el 14 de noviembre de 1892, rumbo a Buenos Aires,
a cuyo puerto arriba el mismo a ñ o con 36 a ñ o s de edad; luego de corta
estadía en la ciudad bonaerense, p a s ó al Cusco, siguiendo en cierto modo
el área de influencia de la cultura incaica. Los a ñ o s 1892-1893 los d e d i c ó
a visitar sitios arqueológicos de Bolivia. A l respecto, el Dr. Eloy Linares
Málaga (1964), al revisar los archivos del Museum f ü r Volkerkunde de
Berlín, encuentra que en el quinto catálogo de este museo se consignan
"los primeros aportes de Uhle que ingresaron al Museo de Etnología
desde 1894 con las procedencias: Tiahuanaco, L a Paz, Copacabana, Tupe,
Huata, Marcabaya, Chinchaya, Aracaymes, Klapata, Karabuco, Caspana,
Escoma, Omasuyo, Qalán-Qasi-Kalankachi, H u a y c h u , Qagaya, Qals,
Kalo, Kayata, Thata, H u i c h u , K a l o - H u a n c a n é , Kacauchupe-Iquipuni,
Kayani, Okorani, Huarina, Huaycha, Puno, Talpampa, etc. Estos objetos
son en su mayoría de metal, arcilla, madera y hueso. (Datos tomados por
Eloy Linares Málaga del Propio (sic) Catálogo del Museo Berlinéz 1958)".
•En otra cita a pie de p á g i n a Linares M á l a g a (1964), escribe que Uhle
remite u n a "Carta al Ministro de Gobierno acerca de las ruinas de
Tiahuanaco. El Comercio, 7 de mayo 1894, L a Paz-Bolivia". L a verdad es

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


16
que en forma muy indignada se dirigió al gobierno de Bolivia para pro-
testar, porque en las prácticas de artillería, se tenía como blancos a las
esculturas de T i w a n a k u .
E n los a ñ o s de trabajo en el Museo de Berlín Uhle tuvo la oportuni-
dad de observar y estudiar materiales T i w a n a k u en las colecciones del
Museo, cuyos objetos culturales despertaron su interés, por ello intenta
trabajar en este gran sitio originario, pero la situación política demasia-
do inestable en el país altiplánico, le impide cristalizar su proyecto.
Contratado y apoyado por la Universidad de Pensilvania (1895),
prepara el viaje a L i m a , ciudad a la que arriba en 1896; su primera tarea
es remitir una relación acerca de su viaje a Bolivia y Perú, a c o m p a ñ a n d o ,
a d e m á s , u n informe sobre el idioma de los Uros (Bolivia), el cual fue
publicado en el periódico Globus de Braunschweig, Alemania.
E l gran a r q u e ó l o g o boliviano Carlos Ponce Sanginés (1994), señala
que "el germano Max Uhle (1856-1944), conjuntamente con Posnansky y
el suizo-norteamericano Adolfo Bandelier (1840-1914), conforman el
tríptico de los arqueólogos pioneros, cuyo rol se desenvuelve desde fines
del siglo X I X hasta mediados del siglo X X " . Otro autor boliviano, el i n -
vestigador J. Antonio Sagárnaga Meneses con la colaboración de la Re-
pública Federal de Alemania, publica un libro sobre Fritz Buck, recono-
cido pionero a l e m á n de la m u s e o g r a f í a y el coleccionismo arqueológico
en Bolivia; en su bibliografía, consignada en la obra, encontramos u n
artículo de Arturo Posnansky fechado en 1913: " U n a falsa crítica de
Max Uhle. U n par de Palabras Críticas sobre la obra de Tihuanacu (sic)
p o r S t ü b e l y Uhle (Parte de Uhle). Berlín".
L a aclaración internacional de Posnansky a favor de Uhle permite
saber que se conocía y d i s c u t í a su trabajo y las propuestas para la
a r q u e o l o g í a boliviana, a ú n d e s p u é s de a ñ o s que se retiró del p a í s
altiplánico.
E n el P e r ú Max Uhle inicia sus trabajos arqueológicos en A n c ó n y
Pachacamac el mismo a ñ o de su llegada; el trabajo de campo en este
último famoso sitio arqueológico lo alterna con reconocimientos y v i s i -
tas cortas a otras zonas arqueológicas de los valles Chillón, Rímac y
Pachacamac (Lurin), que en los años finales del siglo X I X y principios
del siglo X X se irán extendiendo con mayor amplitud a otros territorios
del país.
Escribe el Dr. Eloy Linares Málaga (1964:23): "Su fama de arqueólogo
crece; por eso la Universidad de California le encarga nuevas explora-
ciones en el norte del Perú. Uhle recorre los valles de Moche, Chicama,

Univer icional Mayor de San Marcos


del Perú. Decana de América 17
Jequetepeque, Virú y Santa; excava cerca de las huacas del Sol y L a L i m a ;
visita la ciudad de C h a n c h á n y las minas de Marcahuamachuco". A pie
de página Linares Málaga agrega: "Trabajos estos que los realiza merced
a la ayuda que presta la señora Phoebe Apperson de Hearst como parte
del programa mundial de Exploraciones A r q u e o l ó g i c a s para acrecer el
Museo de California".
Los a ñ o s 1898 y 1899 viaja a los E E . U U . por dos a ñ o s y regresa al
Perú, ahora patrocinado por la Universidad de California. C o n renova-
dos recursos e interés trabaja el a ñ o 1900 en varios sitios del valle de
L i m a (Rinconada de Ate, Trapiche, Nievería, Cajamarquila, Zavala, San
Isidro [Gualamarca], Armatambo, etc.). V i a j a al norte para realizar
excavaciones en los monumentos del Sol y L a Luna en Moche; en 1901
publica un artículo en la Industria de Tnijillo sobre Moche.
Del norte pasa al sur del país donde explora los sitios arqueológicos
de L a Centinela y Tambo de Mora, los m o n t í c u l o s de Hoja Redonda y
Alvarado (Chincha), explora sectores del litoral de la P e n í n s u l a de
Paracas (Cerro Tres Cruces), por la quebrada de Pisco reconoce Tambo
Colorado y llega hasta H u a y t a r á y, finalmente, en este viaje recorre
Chulpaca y Ocucaje en lea.
Los a ñ o s 1902-1903 regresa nuevamente a los E E . U U . para dictar
cátedra en la Universidad de California, en cuya estadía aprovecha para
ejecutar excavaciones en montículos cercanos a Berkeley (Emerville). E n
la segunda mitad de 1903 y parte de 1904 se encuentra trabajando nue-
vamente en A n c ó n contando con los auspicios económicos de la señora
P.A. Hearst, desde cuya bahía decide avalizar a explorar sidos en el valle
de Chancay (Puerto de Chancay y Cerro Trinidad) y los sitios de Aspero
y Puerto Supe. Los conchales que exploró en Puerto Supe han desapare-
cido en la actualidad bajo obras modernas. De regreso a Lima explora los
cementerios de la Isla San Lorenzo.
E l a ñ o 1905 emprende nuevas exploraciones y reconocimientos en
Puno, Cusco, Arequipa, Chala, C h a v i ñ a y Acarí (Conventillo, Warato y
Lomas), Nazca y Palpa (Kakatilla, La Mancha, Poroma, Tambo del Perro,
Estaquería y Nanaska).
E l gobierno del presidente José Pardo y Barreda expide un Decreto
Supremo el 6 de mayo de 1905, autorizando la organización y funciona-
miento del Museo de Historia Nacional bajo la dependencia del Instituto
Histórico del Perú. Gracias a esta medida se inaugura dicho museo el 28
de julio, 1906, contando con la dirección del Dr. Max Uhle, contratado
por seis a ñ o s . Teodoro Hampe Martínez (1998: 129) recientemente ha
analizado el contra lo oficial de Max Uhle con el entonces Estado Perua-

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


18 Universidad del Perú. Decana de América
no, para normar sus servicios profesionales y las tareas a las que debería
contraerse el a r q u e ó l o g o alemán.
E l flamante director del Museo de Historia Nacional inicia sus labo-
res inmediatamente y con mucho apego a las a n t i g ü e d a d e s arqueológi-
cas del país. Para incrementar los materiales arqueológicos del Museo
reinicia excavaciones en los sitios de Lima y alrededores; excava en los
cementerios, antes explorados, de la Isla San Lorenzo; excava un cemen-
terio a r q u e o l ó g i c o en Bellavista, Callao y explora la extensa zona ar-
queológica de Makatampu, sita entre la avenida Colonial y Argentina,
ahora completamente desaparecida. A l mismo tiempo recepciona e inte-
gra o compra colecciones de personajes l i m e ñ o s y familias interesadas
en fomentar y apoyar el funcionamiento del Museo Nacional. Uhle en-
tonces trabaja fichando, identificando, organizando y agrupando
cronológica y estilísticamente los materiales y datos en el Museo para
montar las exhibiciones del Ministerio de Justicia y de la Sociedad Geo-
gráfica de Lima. Entre 1908 y 1910 lo encontramos nuevamente en el
campo: está excavando en los grandes m o n t í c u l o s de A r á m b u r u y Con-
cha, de la zona arqueológica ubicada en la actual C i u d a d Universitaria
de San Marcos.

Envidias e indisposiciones ajenas a su voluntad hicieron que se


alejara del Museo; de esta manera el Dr. Uhle hace entrega del patrimo-
nio arqueológico del Museo Nacional consistente en 9 271 e s p e c í m e n e s
a la C o m i s i ó n del gobierno presidida por el Dr. Carlos Wiesse el 29 de
diciembre, 1911.
Invitado por la Universidad de Chile, viaja a este país, donde per-
manece hasta 1919, a partir del cual se traslada al Ecuador por invita-
ción de Jacinto Jijón y C a a m a ñ o . E l a ñ o 1933 regresa a Alemania y lo
acoge el Instituto Iberoamericano de Berlín, donde redacta artículos, pro-
cesa datos y arregla documentos relacionados con cuarenta a ñ o s de tra-
bajos (Linares Málaga 1964: 34).
Por iniciativa del Dr. Luis E. Valcárcel, la Facultad de Letras de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos o r g a n i z ó un Jubileo en su
honor (1935), donde participaron instituciones y autores de países euro-
peos y americanos. En su discurso, Valcárcel expresó que: "Este home-
naje significa también que la conciencia del Perú no olvida ni p o d r á
olvidar j a m á s a cuantos abrazan la ingrata tarea de investigador
incomprendido y de continuo calumniado y sabe reconocer el mérito por
encima de todo". L a Revista del Musco Nacional, tomo IV, N.° 1, publicó
por medio de la pluma del Dr. Valcárcel el merecido Jubileo.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 19
E l a ñ o 1936 el Museo Nacional de Cultura Peruana, dirigido por el
Dr. L u i s E. Valcárcel, en nombre del Ministerio de Educación Pública, le
rinde en vida un justo homenaje.
E l X X V I I Congreso Internacional de Americanistas de 1939 fue cele-
brado en Lima y México para el estudio comparativo de las civilizacio-
nes de Anahuac y los Andes, a d e m á s de sus posibles interconexiones e
interrelaciones mutuas. E l P e r ú lo invita a participar en las sesiones del
Congreso, en las cuales expuso dos ponencias: "Procedencia y Origen de
las Antiguas Civilizaciones Americanas" y " L a Marcha de las C i v i l i z a -
ciones", en las que se admira s u experiencia en el tratamiento de los
temas. E l Perú lo c o n d e c o r ó con la Orden del Sol.
E l Dr. Max Uhle retorna al P e r ú en 1940, el mismo a ñ o en que nues-
tro país le declara la guerra a su patria, en el marco de la segunda Guerra
Mundial. E l Dr. Jorge C . Muelle, considerado el m á s técnico de los
arqueólogos peruanos, recordaba que el sabio a l e m á n fue detenido junto
con otros alemanes en el Hotel Los Ángeles de la comarca de Chosica. E l
Dr. Eloy Linares M á l a g a (Linares Málaga 1964: 35) concluye: "Fue así
que la segunda conflagración mundial oscureció su vida y no se llegó a
saber de él hasta mediados de mayo del a ñ o 1944, cuando el cable anun-
ciaba la d e s a p a r i c i ó n del sabio a la avanzada edad de 88 a ñ o s " .
E n E E . U U . varias universidades norteamericanas y sus museos han
ido publicando las colecciones de Uhle depositadas en sus fondos
museales. E l Dr. John H . Rowe p u b l i c ó en 1954, por la Universidad de
California, Berkeley y Los Angeles, el libro titulado: Max Uhle, 1856¬
1944. A memoir of the Father of Peruvian Archaeology. University of California
Publications i n American Archaeology and Ethnology. Vol. 46, N . ° 1,
134 pp. Este libro condensa datos del autor, otorga i n f o r m a c i ó n acerca
de la obra de Uhle, valora sus aportes teóricos e intelectuales al ponderar
sus investigaciones a r q u e o l ó g i c a s y etnológicas en el antiguo territorio
del Tawantinsuyu (Chile, Argentina, Ecuador y Bolivia) y no solamente
el Perú; a p o r t ó a d e m á s , para el tiempo de publicación del libro, la biblio-
grafía m á s completa sobre el sabio alemán.
Durante la r e a l i z a c i ó n del X X X V Congreso Internacional de
Americanistas en México (1962), se revaloraron los cuadros cronológicos
de Uhle y sus planteamientos teóricos, al considerárseles en ámbito ameri-
cano; los análisis de los estudiosos, al comparar los cuadros cronológicos
del a ñ o 1962, con los de Uhle (1906) permitieron percatarse lo acertado y
ajustado de sus proposiciones publicadas muchas d é c a d a s atrás.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


20 Universidad del Perú. Decana de América
E l Dr. Eloy Linares Málaga de la Universidad Nacional San A g u s t í n
de Arequipa publicó, en 1964, el Libro-Homenaje: El Antropólogo Alemán
Friedrich Max Uhle "Padre de la Arqueología Andina", al cumplirse 20 años
del fallecimiento del sabio alemán. E l libro presenta la trayectoria vital de
Uhle, versa su obra, elabora enjuiciamientos de las obras principales y
aporta trabajos desconocidos detectados en Alemania por el autor, así como
despliega su trabajo m u s e o g r á ñ c o e incluye información acerca de clasifi-
caciones de la obra del alemán por diversos autores y la suya propia.
E l recordado maestro sanmarquino Dr. Jorge C . Muelle, le d e d i c ó
dos ensayos cálidos y recordatorios: " E l Uhle que conocí". Rev. Cultura,
N.° 1,1956, L i m a , pp. 4-10 y " L a Obra de Max Uhle". Rev. Cultura Perua-
na, N ° 39,1956, L i m a , pp. 10-13.
E n 1966 escribíamos lo siguiente:

Al mismo tiempo que Bandelier llegaba para trabajar en el Perú, Uhle se


encontraba cumpliendo exploraciones en Bolivia, haciendo así su ingre-
so en la Arqueología Andina, de la cual fue el más notable impulsor
científico y su verdadero pilar; pues además de introducir por primera
vez en el Perú, con rigor científico, el método estratigráfico en el trabajo
de campo, va a dirigir las dos primeras expediciones netamente arqueo-
lógicas, que realiza la Universidad de California (Berkeley) a nuestro país
y que más tarde incrementarán otros notables investigadores peruanistas
como Rowe por ejemplo, cuyos estudios, descubrimientos, seriación de
estilos y esquematizaciones cronológicas, han marcado rumbos en nues-
tra arqueología. Uhle además, intenta por primera vez también, ordenar
la cronología del desarrollo de las culturas peruanas antiguas, en base a
sendas comprobaciones estratigráficas en el campo.
Inicia sus trabajos en la costa central (Pachacamac), después en la costa
norte y luego en la costa sur, cuyos resultados pueden resumirse en los
siguientes esquemas:

COSTA CENTRAL COSTA NORTE COSTA SUR


(Uhle, 1903) (Uhle, 1900) (Uhle, 1901)
Inca Inca Inca Tardío
Epigonal Chimú Inca
Chulpaca
Tiahuanaco Tiahuanaco Epigonal
Tiahuanaco
Proto Lima
Pescadores Proto Chimú
Primitivos Proto Nazca
del litoral

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


21
Finalmente Uh!e, con todos estos datos obtenidos de sus excavaciones a
lo largo de la costa peruana, va a postular el primer gran esquema
cronológico general del desarrollo de la cultura antigua del Perú:

Í
Período Dividido.
Período Histórico.
Período Legendario.

A Estilos Tardíos.
Época Preinca I Cultura Tiahuanaco.
I Culturas Protoides.
Pescadores Primitivos del Litoral.

Este mismo esquema y trabajos que realiza en otras partes de Sudamérica


le permiten proponer la teoría del origen mesoamericano de las Cultu-
ras Protoides, que él llamó para el efecto Mayoides. Julio C. Tello le
saldría al paso después, sustentando el autoctonismo de las altas Cultu-
ras Andinas, insistiendo enfáticamente en la antigüedad de Chavín sobre
las Culturas Protoides. Las posiciones de ambos investigadores ya han
sido superadas por ser severamente extremas, pero es justo decir aquí,
que tanto el alemán como el peruano, han sentado las bases de los estu-
dios arqueológicos del Perú contemporáneo y que sus planteamientos y
contribuciones fueron, a su tiempo, muy renovadores y revoluciona-
rios, contribuyendo a sentar la disciplina arqueológica y clarificar el pa-
norama de las antiguas culturas del Perú (Bueno 1966: 98-99).

Con ocasión de cumplir 25 a ñ o s de fallecido, el Dr. Alberto Tauro del


Pino, erudito historiador de la Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos, expresó lo siguiente al anunciar la p r e p a r a c i ó n de u n libro en su
honor: " E n atención a la señera trascendencia que los trabajos de Max
Uhle han tenido, en el esclarecimiento del pasado p r e h i s p á n i c o del Perú,
y como homenaje a su memoria en el v i g é s i m o quinto aniversario de su
muerte, reunimos en el presente volumen algunos textos que atañen a las
proyecciones históricas de los Incas". E l volumen se titula: Estudios sobre
Historia incaica por Max Uhle. Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos. L i m a , 1969, 161 pp. Incluye el índice del libro, a d e m á s de la nota
preliminar, los siguientes temas: " E l A y l l u peruano", pp. 11-28; "Los
Orígenes de los Incas", pp. 29-69; " L a Masca Paicha del Inca", pp. 71 -78;
"Las Ruinas de Tomebamba", pp. 79-123; " L a Esfera de Influencias del
país de Los Incas", pp. 124-161. Estos artículos, poco conocidos por las
nuevas generaciones de la segunda mitad del siglo X X , muestran dedica-
ción y amplio tratamiento de los temas consignados en la obra-homenaje.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


22 • Universidad del Perú. Decana de América
E l a ñ o 1892 comienza sus publicaciones acerca del Perú y en 1897
publica su primer artículo sobre Pachacamac.
L a importancia del señero libro Pachacamac de 1903 y su proyección
actual puede considerarse e m b l e m á t i c a y de primera categoría, pues el
Museo Universitario de A r q u e o l o g í a y A n t r o p o l o g í a de la Universidad
de Pensilvania, Filadelfia, 1991, ha vuelto a reimprimir el libro con el
siguiente título: Pachacamac. A reprint of the 1903 Edition by Max Wile. 103
pp. + llgraf. + 2 p!niws. Retrospect and Prospect., LXXpp. by Izumi Shimada.
The University Museum of Archaeology and Anthropology. University
of Pennsylvania, Philadelphia. 1991.
Este libro incluye un p r ó l o g o por Gordon R. Willey y una nueva
i n t r o d u c c i ó n analítica a Max Uhle sobre Pachacamac, escrito especial-
mente por el doctor Izumi Shimada para esta edición. Willey y Shimada
son dos de los mayores arqueólogos norteamericanos, cuya trayectoria y
trabajos acerca de los andes son muy reputados en todas partes, de allí
que sus opiniones profesionales en la r e i m p r e s i ó n del libro clásico en
inglés, sean de suyo inobjetables.
Con ocasión de cumplir 50 a ñ o s de la muerte de Max Uhle, la
Pontificia Universidad Católica del Perú organizó u n homenaje convo-
cado para los días 7 y 8 de septiembre, 1994: Max Uhle y el Perú Antiguo.
Coloquio en conmemoración de los 50 años de su muerte. L a publicación
de las contribuciones presentadas al Coloquio fue asumida por el Dr.
Peter Kaulicke (Editor); el libro r e ú n e ocho trabajos expuestos en el colo-
quio por sus autores; al anunciar el libro señala: "Por primera vez se
presentan traducciones completas de cuatro obras importantes de Uhle
con las ilustraciones originales y otra poco conocida sobre la relevancia
de la protección del patrimonio de las Americas. L a bibliografía m á s
completa de sus obras por John H . Rowe se reedita con las ampliaciones
pertinentes. De esta manera el libro permite conocer de cerca a la persona
y la obra del eminente peruanista, cuyos aportes en diversos campos de
las ciencias humanas quedan ampliamente demostrados". L a lista de
autores incluye a John H . Rowe, Nicole Bernex de Falen, Rodolfo Cerrón-
Palomino, Teodoro Hampe Martínez, Peter Kaulicke Roermann y Liliana
Regalado de Hurtado.
En lo concerniente a los museos, el Dr. Lorenzo Samaniego R o m á n
n o m b r ó como Museo Regional "Max Uhle", al museo construido adya-
cente al sitio arqueológico de Cerro Sechín, h a b i é n d o s e inaugurado ofi-
cialmente el 25 de agosto 1984, el que funciona actualmente administra-
do por el Instituto Nacional de Cultura.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 23
D e l o s d a t o s y o b r a s c o n s i g n a d a s e n este texto se d e s p r e n d e q u e e l
D r . M a x U h l e c u m p l i ó u n a o b r a f u n d a c i o n a l y p r i m i g e n i a e n los a n d e s
s u d a m e r i c a n o s y e l P e r ú , y q u e s u m a y o r e m p e ñ o , a s í c o m o h o n d o senti-
d o p e r u a n i s t a y d e d i c a c i ó n c i e n t í f i c a es de e n t r a ñ a b l e r e c o n o c i m i e n t o y
r e c u e r d o p o r l o s p e r u a n o s d e todos los t i e m p o s .

Max Uhle y Pachacamac (1896-1903)

E n e l P e r ú M a x U h l e i n i c i a s u s trabajos a r q u e o l ó g i c o s e n P a c h a c a m a c el
a ñ o de 1896 d u r a n t e n u e v e m e s e s a l t e r n a d o s , c o n s t i t u y e n d o l a m á s l a r -
ga temporada de c a m p o y excavaciones c u m p l i d a s por el investigador
a l e m á n . E s e n P a c h a c a m a c d o n d e U h l e a p l i c a p o r p r i m e r a v e z los " c á t e o s
en T r i n c h e r a y C u a d r í c u l a " con estricta r e g u l a r i d a d técnica.
C o m o e n e l c a s o d e C h a r l e s W i e n e r e n 1876, M a x U h l e se a l o j a e n l a
c a s a - h a c i e n d a S a n P e d r o de L u r í n , c u y o p r o p i e t a r i o d o n V i c e n t e S i l v a e r a
m u y atento y a m i s t o s o c o n los v i a j e r o s e x t r a n j e r o s q u e l l e g a b a n a l v a l l e .
I n i c i a s u s t r a b a j o s e n e l s i t i o v i s i t a n d o y r e c o r r i é n d o l o p o r todos s u s
sectores, a l a v e z q u e r e a l i z a o b s e r v a c i o n e s e n l o s a r e n a l e s y l o m a s q u e
r o d e a n a l v a l l e . E n e l C a p í t u l o I sobre l a " S i t u a c i ó n G e o g r á f i c a " c o n s i d e -
r a a l " v a l l e de L u r í n c o m o e l m á s h e r m o s o d e a q u e l l o s v a l l e s a l s u r de
L i m a " . L o c o m p a r a c o n e l v a l l e de L i m a y c o n c l u y e q u e " E l v a l l e de
L u r í n es e n e x t r e m o e n c a n t a d o r " . P o r lo tanto, e l doctor U h l e r e b a u t i z a a l
valle con el nombre de Lurín.

U h l e empieza a l l a m a r L u r í n a l valle, mientras que reserva el t é r m i -


no Pachacamac para la c i u d a d antigua, situada en l a orilla derecha del
río. D i s c u t e los s i g n i f i c a d o s del t é r m i n o , citando cronistas del siglo X V I
y autores c o n t e m p o r á n e o s a él ( T s c h u d i , Pacheco Z e g a r r a , M i d d e n d o r f ,
etc.). C o n o c e y v i s i t a el p u e b l o m o d e r n o d e P a c h a c a m a c , la h a c i e n d a
C i e n e g u i l l a , p o n e e n r e l i e v e " l a s m a n s i o n e s de S a n P e d r o y B u e n a v i s t a "
y s e ñ a l a q u e h a c i a e l s u r se e x t i e n d e " e l v a s t o d e s i e r t o en d i r e c c i ó n a
C h i l c a . . . " . E n s a y a a p r e c i a c i o n e s sobre e l o c é a n o p r ó x i m o , las i s l a s m a r i -
n a s , recibe n o t i c i a s a c e r c a d e l g u a n o d e tales i s l a s y recoge el m i t o de
C a v i l l a c a " d e l a p r o v i n c i a de H u a r o c h i r í r e í a tado p o r F r a n c i s c o de A v i l a
en e l a ñ o de 1 6 0 8 " (sic).

E n e l C a p í t u l o I I d i s c u t e a c e r c a de l a s c o n d i c i o n e s de l a p o b l a c i ó n y
p o l í t i c a de l a r e g i ó n a p l i c a n d o i d e a s c o m p a r a t i v a s d e l a é p o c a , s e ñ a l a n -
do q u e e l v a ü e e r a m u y p o p u l o s o .
U h l e , discute el p r o b l e m a de las lenguas a n d i n a s citando autores y
c o n c e p c i o n e s d e l a é p o c a ; d e b a t e a l g u n a s i d e a s p o l í t i c a s p a r a los t i e m -

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


24
pos arqueológicos y señala con precisión la autoridad de Pachacamac
sobre el valle de Lima. Penetra al este del valle medio (Cieneguilla) y
conoce sitios grandes que eran verdaderos pueblos de patrón concentra-
do: Manchay, Tambuinga, Huaycán y un "camino del Inca", que ascien-
de a Huarochirí y cuyos trayectos conservados todavía los encontramos
por Santa Rosa de Chontay, Nieve-Nieve y Balcón de Avillay (margen
derecha de la quebrada media de la cuenca fluvial).
El Capítulo III está dedicado a la historia de la invasión española al
valle de Pachacamac, consignando una serie de cálculos monetarios acer-
ca de cuánto sería en dólares la contribución áurea de Pachacamac, para
el rescate de Atawallpa, a la sazón preso en Cajamarca. Explica las gue-
rras de Manco Inca, la rebelión de Hernández Girón contra el gobierno
español y la llegada de los frailes agustinos al valle a mediados del siglo
XVI y cómo sus sucesores cambiaron una vez más el emplazamiento del
pueblo nuevo de Pachacamac, llevándolo a una milla adentro donde se
halla actualmente.
Las exploraciones y noticias para Pachacamac son narradas en el
Capítulo IV, citando a Bandelier, Miguel de Estete, Hernando Pizarro,
Markham, Pedro Cieza de León, el padre Jerónimo Román, el padre
Bernabé Cobo y fray Antonio de la Calancha. Cita a los viajeros del siglo
XIX W. B. Stevenson (1817), J . J . von Tschudi (1838-1842), Eduardo
Mariano de Rivero (1853 y 1854), George Squier (1860 y 1870), J .
Hutchinson (1871-1873), A. Bastían (1875), Wiener (1876) y Middendorf
(1880). El autor alemán los comenta críticamente y concluye señalando
que él es un autor privilegiado porque ha podido permanecer mucho
tiempo más que otros exploradores en Pachacamac.
En el Capítulo V describe las ruinas y la topografía general de la
ciudad: las colinas de bases rocosas las separa por letras y sus comenta-
rios asumen tono crítico, respecto a la identificación de los edificios ar-
quitectónicos que cronistas y viajeros habían vertido acerca de los edifi-
cios del sitio: Uhle considera que muchos de los autores contemporá-
neos nunca vieron la ciudad y otros sólo escribieron de oídas y por eso
confunden emplazamientos e identificación de la arquitectura origina-
ria, tanto preinca como incaica. Él prefiere otorgar mayor veracidad a los
cronistas presenciales del siglo XVI.
Los planos y cortes del libro fueron levantados a wincha; destacan el
plano completo de la ciudad, el plano del Templo del Sol, de la casa de las
mujeres que él llama "Convento de las Mamakonas", el plano del Templo
de Pachacamac (hoy llamado por Bueno, Edificio Pintado, pp. 45-46) y

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


25
que, por lo tanto, no es el Templo de Pachacamac. Distingue las calles que
intercruzan la ciudad, habla de las murallas internas y otra muralla exte-
rior y se percata de los ensanches de la ciudad considerados hasta en tres
etapas planificadas diferentes: la última por el período incaico. Identifica
el Templo amurallado interior cuya muralla es deslindada con la gran
muralla externa limítrofe ubicada al norte de la ciudad y señala, a pie de
página, que Rivero y Tschudi la confunden a menudo con el cercado del
templo interior. Las definiciones arquitectónicas de Uhle deberían ser
precisas, pues de ellas dependían la veracidad y planteamientos
cronológicos de sus estudios; de allí lo minucioso de sus levantamientos,
cortes acotados, otros perfiles y dibujos ejecutados a escala; para su tiem-
po, pero también en nuestros días, los planos del sabio alemán resisten
los análisis académicos y profesionales actuales.
En el Capítulo VI, Uhie realiza el examen general de las ruinas; de la
lectura analítica del texto se desprende su insistencia por ubicar los sec-
tores con cementerios y, dentro de éstos, aislar las tumbas, tratando en
todo caso de determinar los períodos culturales a los que pertenecerían
los fardos, materiales disturbados, osamentas expuestas por huaqueros
y conectarlos con la arquitectura más próxima del área. Uhle menciona
que excavó en el cementerio de Huarangal, sitio alejado de Pachacamac,
adentro del valle, donde declara que encontró "unas cuantas vasijas de
plata"; estas excavaciones fuera de Pachacamac los ejecutaba con fines
comparativos y poder ampliar su visión acerca del funcionamiento in-
terno y de relaciones extensas al exterior de la ciudad.
En el Capítulo VII describe el Templo de Pachacamac; lo ubica cons-
truido sobre la falda noroccidental del cerro W (según el plano de la
ciudad) "y miraba hacia la costa peruana, mientras el valle se extiende
detrás del cerro". Consigna las medidas del edificio y sus segmentos
laterales, describiéndolo con mucha contracción. Uhle ve los muros ex-
ternos del edificio rectangular principal, "bien pintado", coincidiendo
con el cronista Miguel de Estete. Anota los motivos de aves, volutas y
plantas y la presencia de colores rojo y amarillos conservados. Se queja
de las destrucciones practicadas por los huaqueros en la arquitectura
del lugar, "mientras que en la ladera occidental del montículo se excavó
en varios sitios grandes cantidades de conchas marinas (Concholepas
peruvianas), las que fueron sacadas a la superficie". Hacia el frente no-
roeste, Uhle establece tres antepatios y los asocia con los datos cronísticos
de Miguel de Estete y Hernando Pizarro (enero de 1533). Otorgándoles
funcionalidad a estos datos, Uhle piensa que la actual Plaza de los Pere-

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


26
grinos con Ushnu, era "la calle occidental de la ciudad", marcados en el
plano general como los antepatios 2 y 3 a los que considera "los patios
exteriores del templo".
En los años que el arqueólogo alemán está ejecutando su trabajo en
Pachacamac, todavía no se había distinguido la cronología arquitectó-
nica ni urbanística de la ciudad; de allí que su interpretación funcional
lo lleve a confundir un edificio y espacios abiertos tardíos cercanos como
si fueran el Templo de Pachacamac y sus antepatios 1 (el más exterior), 2
(el intermedio) y 3 (el más próximo), con las "veredas" de columnatas a
las cuales asocia una entrada con su portero; dando énfasis a sus defini-
ciones explica: "... entonces es verdad que para entrar en el patio 3 se
exigía un ayuno de 20 días, mientras que sólo se podía franquear el
umbral del patio interior después de ayunar un año. Entre los edificios
que encierran los patios exteriores 2 y 3 hallaríamos, por consiguiente,
las mansiones donde se alojaban los peregrinos".
Al respecto escribíamos en 1982 (Bueno: 45-46), ya con el conoci-
miento arqueológico contemporáneo, que "... los estudios realizados han
permitido identificar el edificio donde moraban las mujeres de servicio
para Pachacamac, llamado "Edificio Pintado", construido durante el
dominio cusqueño sobre el cementerio preimperial y la falda media no-
roeste adyacente. E l "Edificio Pintado" repite en pequeño los perfiles
escalonados externos del Templo del Sol, edificado sobre la colina roco-
sa Oeste más alta". La aclaración está fundamentada en estudios y aná-
lisis arqueológicos y la correspondiente exégesis documentaría de los
siglos XVI y XVII.
Es verdad que Uhle prefería trabajar en cementerios arqueológicos y
con tumbas, sobre todo si revestían características connotativas y sobre-
salientes. El Capítulo VIII trata acerca del gran cementerio que rodea por
el norte y noroeste al enorme montículo intermedio temprano, construi-
do con adobitos cúbicos y a cuyo pie se construyó tardíamente el Edificio
Pintado. Ambas edificaciones y el cementerio están amurallados por un
gran cerco cuadrado adaptado a los desniveles topográficos, sólo corta-
do por el tardío emplazamiento del Templo del Sol Tawantinsuyu (1470¬
1533 d. O ) , en la colina rocosa más alta del área.
El autor alemán discute la procedencia de la gente enterrada en el
cementerio, teoriza sobre las antiguas formas culturales peruanas y su
gran antigüedad, señala que los aríbalos se encuentran por todo el Perú,
Ecuador, Bolivia y parte de Chile y Argentina, demostrando así su vasta
información para aquellos años. También es verdad que Uhle trajo desde

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Alemania su admiración por Tiwanaku, e intuitivamente lo ubicó como
marcador entre las culturas sudamericanas: de Tiwanaku para abajo
(culturas Pretiwanaku o Protoides) y de Tiwanaku para arriba (culturas
Postiwanaku); así considera a los monumentos del sitio de Tiwanaku
como determinantes, y más arcaicos, por ejemplo, que los del Cusco, los
cuales "constituyen la culminación del mismo desenvolvimiento artísti-
co". A l final Uhle concluye que el "cementerio del templo de Pachakamaj,
parece que fue usado desde el período del estilo Tiahuanaco hasta el
tiempo incaico; pero también parece que fue usado principalmente du-
rante los diversos períodos que precedieron al de los incas". Efectiva-
mente, los estudios arqueológicos actuales señalan para este cementerio
una secuencia cultural desde 500 a. C. (Cultura Lima, cuyo origen lo
encontramos en el valle de Pachacamac [950-850 a. C ] , sector interno de
Mina Perdida}; los entierros Lima fueron llamados Proto Lima por Uhle;
después viene la Cultura Tiwanaku, al mismo tiempo que emergen los
constructores de Pirámides con Rampa Frontal I (400-500 d. C ) , Pirámi-
des con Rampa Frontal II (600-1100 d. C.) y Pirámides con Rampa Fron-
tal III (1100-1300 d. C ) ; finalmente el cementerio en su borde norte tiene
ofrendas de cerámica Tawantinsuyu rodeando al Ushnu, que es arqui-
tectura igualmente Tawantinsuyu.

Su técnica para el trabajo de campo en el cementerio arqueológico la


describe en el Capítulo IX, al excavar debajo de la base del Edificio Pinta-
do; planos, cortes, perfiles con pintura mural, motivos pisciformes y de
vegetales, están descritos enmarcados en la cronología e ideas de la época.
Los hallazgos en las tumbas del cementerio arqueológico interme-
dio temprano y del horizonte medio en Pachacamac, son relatados en el
Capítulo X. Las Tumbas del Antiguo Cementerio debajo de la base del
Templo y enfrente de éste bajo el nuevo suelo, fueron excavados en diver-
sas profundidades del área. Los hallazgos de momias son descritas me-
tódicamente comparadas con los antelados descubrimientos y estudios
de Reiss y Stübel (Ancón), Squier y Míddendorf, o en relación con el
estilo Tiwanaku. Describe los hallazgos de fardos y textiles fragmenta-
dos con sus motivos representados, muchos del estilo de Tiwanaku. Esto
sugiere comprender que la gente de la cultura Lima fue receptora de los
moldes culturales provenientes del altiplano (motivos de personajes re-
presentados de perfil, motivos que reiteran el personaje de la estela lla-
mada "Puerta del Sol", personajes alados con cetros o motivos zoomorfos
con alas, todos de estilo Tiwanaku y asociados a materiales Lima (Uhle
los llama Proto Lima).

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


28 Universidad del Perú. Decana de América
E n el C a p í t u l o XI se presentan los hallazgos del estilo tardío: alfare-
ría (vasos, tazas, tazones, botellas y ceramios-efigies, etc.), con sus co-
rrespondientes motivos e ilustraciones que en nuestros días los llaman
Wari. Igual ocurre con los textiles que Uhle los clasifica como " T a r d í o s "
en Pachacamac: fragmentos de ponchos, telas lianas, telas con motivos
figurativos pintados, textiles bordados, fajas, vinchas, tapices, cinturo-
nes, gasas, p e q u e ñ a s mantas cuadradas, gasas monocolor, bolsas, etc.,
todos los ejemplares decorados, e ilustra algunos de sus motivos al estilo
tardío. E n el texto también describe falsas cabezas de momias, tanto de
telas con el rostro pintado, como otras confeccionadas en madera cuyos
ojos tienen incrustaciones de concha adheridas con resina; los colores
m ú l t i p l e s , tanto de hilos como de aplicaciones técnicas policromas y la
variedad de d i s e ñ o s epigonales representados, los identifica estilística-
mente también como derivados de T i w a n a k u .

Uhle considera que las tumbas excavadas en el terreno arenoso ad-


yacente (new soil) — C a p í t u l o XII—contienen materiales cuyo arte se está
degradando, disminuyendo en calidad: la cerámica y los textiles "son
mucho menos artísticos", existiendo sólo una vaga similaridad con los
del p e r í o d o precedente. Sin embargo, en esta área funeraria encuentran
implementos de metal con "cierta importancia".
A l frente inmediato del Templo, por él considerado como Pacha-
camac, excavó un segundo estrato de tumbas, "cerca de la base frente a la
terraza t (véase ilustración 3 de la p. 19)". A q u í , en el C a p í t u l o X I I I ofrece
listado de los hallazgos: textiles, bolsas, sandalias, pares de aretes, pon-
chos, concha spondylus, taparrabos, cinturones p e q u e ñ o s , cordeles tren-
zados, platos de cerámica, chuspa con hojas de coca, etc. Uhle analiza y
describe comparando con los materiales a r q u e o l ó g i c o s publicados por
otros autores de la é p o c a , así como interpola juicios y opiniones
etnográficas acerca de prendas y vestimentas de hombres y mujeres v i -
vos del P e r ú y Bolivia. E l autor a l e m á n escribe: "Esta n u m e r a c i ó n de
objetos puede servir como ilustración de la exactitud del m é t o d o de clasi-
ficación histórica", con lo que pone en valor su m é t o d o y demuestra
exigente información d o c u m e n t a r í a .
Las tumbas descubiertas en el Cementerio I se ubican en el amplio
terreno sepulcral del frente norte y noroeste hasta el muro delimitatorio
bajo, donde hoy día hay un p e q u e ñ o parqueo c o n t e m p o r á n e o , en cuyo
centro está plantado un monolito-homenaje con leyenda alusiva ofren-
dado por la república alemana el a ñ o 1964.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 29
En el capítulo XIV, Uhle explica la inmensa acumulación de tumbas
en el cementerio y el estado del propio suelo, "que es un conglomerado
de restos de momias y toda clase de huesos, fragmentos de telas, trozos
de soga, cabello humano, etc.". Considera que en este sector del cemente-
rio los objetos arqueológicos manifiestan decadencia cultural en compa-
ración con el anterior Período Tardío". Sin embargo, anota fardos de
momias sencillas sin falsas cabezas, define ceramios confeccionados en
moldes y son más frecuentes los utensilios de metal (pinzas, husos de
hilar en cobre, hojas de metal martilladas, balanzas pequeñas con redes,
bastones de madera labrada y brazos de balanza en técnica taraceada.
Viene luego un listado de alfarería describiendo los especímenes compa-
rativamente, concluyendo que se trata de piezas quizá provenientes del
norte del país.
Los textiles recuperados en el sector son analizados comparativa-
mente con aquéllos publicados por Reiss y Stübel sobre Ancón; ilustra un
tapiz representando una cerámica con personajes loriformes, que rodean
un gran árbol de céntrica plasmación, y que por la parte superior, dirigen
la ceremonia dos personajes enmascarados provistos de aparatoso toca-
do en las cabezas, terminados en penachos a media luna. La descripción
es técnica y le sirve de fundamento para distinciones cronológicas relati-
vas encontradas en el suelo de Pachacamac, sitio al que está compren-
diendo como zona de convergencia cultural sierra-costa.
En el Capítulo XV referente a las observaciones acerca de la historia
del Templo, el autor alemán discute las evidencias arqueológicas en franco
procesamiento con información cronística y bibliografía de la época,
método que le otorgó consistencia a su análisis.
Entre los aportes relevantes en la obra, el autor alemán establece que
Tivvanaku del altiplano y el ajuar funerario de las tumbas estudiadas
debajo del Edificio Pintado, corresponden a la misma cultura. Recurre al
análisis de la divinidad del Templo, comparando la concordancia con
los mitos recogidos por los cronistas, para expresar enfáticamente que
"el dios Irma de Pachacamac es lo mismo que el dios Iraya de los mitos
de la provincia de Huarochiríen las alturas del río de Pachacamac".
El dios como centro de un culto natural organizado, Uhle lo recuer-
da por el término "waka", pues Pachacamac se había convertido en el
centro del culto a las wakas, extendido a algunas regiones del Tawan-
tinsuyu con la presencia del dominio cusqueño en Lima.
Señala a Inka Yupanqui (Pachakuti) como el que sujetó al valle de
Irma al dominio del Cusco. Aclara además el cambio del nombre

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


30
pretawantinsuyu Irma (Ichimay) por el término quichua de Pachacamac.
Finalmente, discute y precisa la asunción del dios al atributo funcional
del oráculo, bajo la administración del Tawantinsuyu, conceptos
supérstites y válidos al presente.
La ciudad dentro de las murallas interiores las desarrolla al descri-
bir el sector central en el Capítulo XVI. La muralla norte-noroccidental,
alejada 300 metros de la mayor concentración de edificios y espacios
abiertos (plazas), es tardía, con referencia a los otros períodos arquitectó-
nicos de Ichimay. Analiza el papel de las calles este-oeste y norte-sur que
se entrecruzan en el sector céntrico, como factores de distribución de la
cuatripartición pretawantinsuyu de la ciudad, cumpliendo función de
articulación comunicativa y por donde transitaban multitud de gentes;
servían también para intercomunicar los diferentes edificios laterales
por accesos proporcionalmente pequeños.
Las edificaciones centrales en derredor de las calles, las llama casas
y palacios, observando que tenían puerta con vigilante, torres para v i -
gías, muchos podían comunicarse por transectos a través de los muchos
y altos muros medianeros y, en general, sus equipamientos físicos deno-
tan aditamentos de seguridad.
Ensaya comparaciones arquitectónicas a largas distancias, ahora
fuera de todo contexto.
El análisis de las morfologías constructivas le permite establecer
tipos de edificaciones para el sector: distingue edificios con terrazas,
palacios y casas-castillos, entre los que existía prestaciones de comuni-
cación intrarreligiosa y político-social. Todas las edificaciones del nú-
cleo central están encerradas por altos muros, algunos de ellos con va-
rios nichos parietales. Las casas con terrazas las relaciona con la fun-
ción de templos familiares, de ciudadanos o templos provinciales, con-
cepto este último usado por Arturo Jiménez Borja en sus escritos después
de 1960.
Los suburbios de la ciudad están estudiados en el Capítulo XVII y se
describen anotando evidencias arqueológicas inmuebles y muebles has-
ta sus límites con los arenales y colinas rocosas hacia el Norte, Noreste y
Noroeste. El autor establece continuidad espacial física hacia la muralla
norte, porque encuentra cantidad de fragmentos cerámicos, muros bajos
aflorantes y cementerios arqueológicos en el arenal interior limitado por
tal muralla septentrional. Hacia el Oeste, en dirección al mar, Uhle vio
un "talud macizo a cosa de cien varas de la orilla. Sólo subsisten peque-
ñas partes de éste, pero en un tiempo hubo de ser edificación imponen-

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


31
te". Lo que el autor alemán vio fue restos de una gran calle en talud con
sus dos muros laterales rotos, que desde la ciudad, avanzaban hacia el
mar, ahora totalmente destruida.
Los objetos recuperados en la periferia inmediata de la ciudad, rum-
bo Noroeste, proceden de dos cementerios tardíos; recupera cerámica,
cráneos y huesos, textiles en buen estado de conservación y utensilios de
madera y metal. Recurre a los cronistas para interpretar el período ar-
queológico de los materiales recuperados en el campo. El autor alemán
señala al respecto: "Parece, por consiguiente, que los objetos hallados en
las tumbas de la ciudad suburbana deben ser considerados como pro-
ductos de la cooperación del estilo del Cusco con la del nativo de la
costa, conservando este último sus peculiaridades locales".
Efectivamente, por la presencia conjunta de materiales arqueológicos
enterrados en los mismos cementerios periféricos, es notable señalar la
coexistencia de la gente local pachacamina y la del Tawantinsuyu. A l
respecto ofrece un listado de materiales registrados: aríbalos negros y ro-
jos, ceramios cara-gollete (llamados frascos por Uhle), ceramios sencillos
negros y rojos, vasos y tazones, ceramios de doble cuerpo negros y silbadores
con figuras y sin figuras en relieve plasmados sobre uno de los tubos,
cántaros pintados, alfares tetrápodos, figurinas humanas mayormente
femeninas, ceramios zoomorfos/ fitomorfos, etc. Los textiles de los cemen-
terios periféricos dice que "se distinguen por la brillantez de su colori-
do...", distinguiendo entre las técnica pre tawantinsuyu de aquellas
Tawantinsuyu, en muchos casos por los diseños y motivos representados.
También consigna objetos de metal (pinzas, cuchillos, cinceles,
collarcitos, agujeta para calero, láminas circulares de cobre martillado y
recortado con pequeño hoyo céntrico, etc.); utensilios de madera cuya
confección se adjudica al arte de la sierra (pequeños objetos en formas de
pez o ave); cucharas de madera con mango terminado en figurina
zoomorfa; idolillos de madera —algunos con incrustaciones—, varas de
tejedor, ruecas para hilar, etc.; los mates, llamados calabazas por el autor
alemán, están pirograbados representando figuras humanas y diseños
geométricos y algunos conservaban restos de cal: el autor considera que
pertenecen al período incaico.
Las prospecciones y reconocimientos en otras partes del valle de
Pachacamac se relatan en el Capítulo XVIII. El arqueólogo alemán expli-
ca que sólo examinó los cementerios del cerro Centinela (cerca del actual
pueblo de Lurín) y un segundo sitio fue en la vecindad de la Hacienda
Venturosa ubicada en el límite septentrional del valle. En el cementerio

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


3 2
Universidad del Perú. Decana de América
del cerro Centinela excava varias rumbas, entre cuyo ajuar funerario con-
tenían vasos de plata y un par de pinzas de oro. Las momias descubier-
tas tenían forma de fardos "amarrados con cuerdas de algodón entreteji-
dos con soguillas de paja"; la falsa cabeza colocada sobre la cabeza de la
momia estaba ornamentada con un rostro de plata martillada". Teoriza
acerca de sus hallazgos: los colores de los textiles son analizados
significativamente y completa sus datos con la apertura de otras tumbas
del cementerio Venturosa; concluye que ambos cementerios también ofre-
cen materiales Tawantinsuyu, pues explica lo siguiente: "Cualquiera
que pudo ser el régimen de los Incas en otras partes de la costa, fue
benéfico en el valle de Pachacamac".
Max Uhle brinda el mejor plano del Templo del Sol de Pachacamac
y una de las descripciones más cabales en el Capítulo XIX del libro. Por
razones de preservación recomienda confeccionar una maqueta "en ar-
cilla perfecta del Templo en su estado actual", valiéndose de medidas
exactas y fotografías técnicas.
En sus observaciones generales considera que la "forma del Templo
del Sol es una imponente construcción de terrazas hechas de adobes, su
forma es trapezoide y tiene cuatro frentes" adaptados a los contornos
topográficos de la colina rocosa más alta del sitio. Desde la cúspide trun-
cada se tiene un magnífico panorama del paisaje marino/terreste hacia
los cuatro rumbos geográficos. Todo el edificio estuvo pintado de rojo y
algunos pisos de amarillo, colores predominantes del Sol; el frente más
construido es el occidental, donde las plataformas son nítidas y sus mu-
ros presentan grandes nichos parietales y otros nichos altos transversos
orientados al eje oeste-este, con relación al crepúsculo reverberante sobre
la superficie del mar, para reflejar como un espejo gigante los celajes rojos,
lilas y púrpuras del ocaso, sobre el templo. Empero, la escalera de ascenso
a la cumbre truncada del edificio la encontramos en el frente sur-este, es
decir, en el lado opuesto que da frente a la ciudad. El Templo del Sol o
capilla del Sol propiamente dicho se encontraba en el lado derecho norte
de la cumbre truncada, la que tiene características de una plataforma. Los
datos cronísticos del padre Bernabé Cobo (ilustrado jesuíta que escribe en
la primera mitad del siglo XVII), guían a Uhle en lo que respecta a inter-
pretar la funcionalidad de los sectores del majestuoso edificio solar.
Como la descripción arquitectónica y detalles constructivos del Tem-
plo es laboriosa, siempre refiere el plano general para completar la in-
formación de la imagen formal del monumento, e incluso en esfera de

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


33
similaridades interpretativas avanza a comparar analíticamente con ar-
quitecturas T a w a n t i n s u y u de lejanas regiones interandinas.
E l cementerio de la terraza sur-oriental del Templo del Sol, excavada
por Uhle, arrojó una serie de mujeres estranguladas, asociadas al hallaz-
go de vestigios femeninos completos: huesos, cráneos, alimentos vegeta-
les ( c h u ñ o negro, c h u ñ o blanco, oca, ulluku, ají, frijoles, quinua y mazor-
cas p e q u e ñ a s de maíz), que el a r q u e ó l o g o a l e m á n observa provenientes
de la sierra; t a m b i é n anota hallazgos de "perros i n k a s " en n ú m e r o de
dos, hojas de coca y cantidad de cal, todo lo cual es considerado como
sacrificios humanos ofrecidos por el Inka, al par que depositar ofrendas,
todas traídas desde el Cusco para simbólicos ofertorios a la divinidad
solar. T a m b i é n expone conceptos en torno al ritual de la Capac-ucha, a
p r o p ó s i t o de discernir el problema de las mujeres sacrificadas y los sacri-
ficios humanos en el Tawantinsuyu en general, citando a cronistas como
J . J. Tschudi, etc. A l respecto explica: "Los sacrificios humanos para to-
dos los lugares del culto del Imperio eran organizados y dirigidos desde
el Cusco en gran escala", ofreciendo a c o n t i n u a c i ó n un listado de dife-
rentes modos de sacrificios, incluso de n i ñ o s de ambos sexos, s e g ú n los
datos obtenidos de sus trabajos en la terraza sureste del Templo del Sol,
ampliamente desarrollado en el C a p í t u l o X X .

Los objetos descubiertos en el cementerio de las mujeres sacrificadas


las describe en el Capítulo X X I , iniciando su relato con los vestidos feme-
ninos; citando a Cieza de León expresa: " e l traje del Cusco, está adapta-
do con elegancia por las mujeres de remotos distritos de Bolivia, entre los
Araucanos de Chile y aparentemente entre los Chibchas de Colombia.
Utilizando evidencia etnográfica — a l mejor estilo de la nueva arqueolo-
gía— describe las prendas multicolores, l l a m á n d o l a s por sus nombres
originarios. Describe técnica y m o r f o l ó g i c a m e n t e los textiles recupera-
dos (cinturones o fajas mostrando v a r i a d a d e c o r a c i ó n g e o m é t r i c a ,
manteletas cuadradas o rectangulares, vinchas para uso frontal, alfile-
res o t u p u , zapatos y sandalias, bolsas listonadas de d e c o r a c i ó n
geométrica, manteletas blancas [lliqlla], telas de a l g o d ó n sencillas y / o
listonadas, ponchos listonados, etc.). Su inventario y descripción de la
alfarería es técnico-funcional (vasos en forma de aríbalo, ceramios con
rostro, vasos decorados algunos ennegrecidos por el fuego, alfares en
forma de taza, tapas de cerámica, platos decorados con asas figurativas
o no, c á n t a r o s p e q u e ñ o s , vaso con gollete cilindrico, etc.).

Las vasijas y objetos de madera son reconocidos como "el riquísimo


desarrollo de la fabricación de utensilios de madera descubiertos en las

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


34
tumbas del p e r í o d o incaico...". Dice que la mayoría son tazas y tazones y
que t a m b i é n r e c u p e r ó cucharas en gran cantidad labradas en los man-
gos figurando patas de llama, aves varias, figuras de pelícanos, etc.; tam-
b i é n recupera lampetas, b a s t ó n plantador, dos campanas en cobre, cas-
cabeles redondos en cobre, peines, una honda, palos de tejer, implemen-
tos para hilar, varas para apretar urdimbres, etc., algunos de ellos ilus-
trados en el libro comentado.
En el C a p í t u l o X X I I describe sus trabajos en el Convento, que no es
otro que el edificio Tawantinsuyu donde vivían y trabajaban las mujeres
seleccionadas llamadas Mamakuna. Asegura que el edificio fue cons-
truido por los Incas y en él r e s i d í a n "... las mujeres claramente destina-
das al servicio de los Templos...". E l edificio tiene planta rectangular,
está dotado de bases y secciones conpiedras labradas de estilo c u s q u e ñ o ,
el que muestra grandes nichos trapezoidales, y en su tiempo de mayor
esplendor, tanto en el primer piso como los del segundo piso, presentan
celdas de trabajo y cuartos con poyos destinados a dormitorios de las
mujeres.
Exalta la hermosura arquitectónica de los nichos trapezoidales gran-
des y chicos, los que son descritos, medidos y considerados en sus dimen-
siones y características, cuyo marco de valores estéticos son relacionados
a la arquitectura del conjunto. Uhle a d e m á s anota la presencia de un arco
al cual lo interpreta como una modificación española. Este aserto es co-
rrecto, pues ahora y a sabemos que el m i s m í s i m o Francisco Pizarro vivió
dos meses en el edificio durante la segunda mitad del a ñ o 1534, siendo
este inmueble su casa durante aquel tiempo, desde donde m a n d ó visitar
el valle de L i m a para fundar la futura capital e s p a ñ o l a del Virreinato de
la Nueva Castilla. L a comisión formada por tres españoles identificados
por sus nombres (Ruy Díaz, Juan Tello y Alonso M a r t í n de don Benito),
regresaron a Pachacamac para rendir su informe, el cual lo hicieron en el
Mamakuna, desde donde se estaba comenzando a gobernar el p a í s
Tawantinsuyu a la s a z ó n invadido violentamente por España.

E n el Capítulo XXÍII el investigador a l e m á n brinda la interpretación


del Convento. A l respecto escribe: "la institución de conventos para
mujeres que vivían en celibato y se consagraban al servicio de las varias
deidades era m u y c o m ú n en el Imperio de los Incas". A pie de p á g i n a
detalla lo siguiente: " A l servicio del Sol, Pachamama (Ondegardo: 166),
al servicio de los Incas difuntos (Hernando Pizarro: Carta..., p. 121); al de
las wakas de las provincias (Santillán: 38)". Así entonces, " E l Convento
de Pachacamac pertenecía a la primera clase [al servicio del Sol] y las

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 35
mujeres que lo ocupaban eran, como las del convento del Ajllawasi
—'casa de las escogidas' del Cusco— apartadas para el servicio del Sol,
según puede verse de las informaciones más antiguas". Para apoyar sus
conclusiones recurre a comparaciones analíticas de otros edificios
funcionalmente similares, ubicados en diferentes regiones del Tawan-
tinsuyu; establece la separación de las mujeres escogidas, de las del ser-
vicio y de sus abadesas o superioras que dirigían tales claustros, y des-
cribe, reiteradamente, la seguridad, vigilancia y prohibiciones adopta-
das para evitar trasgresiones de cualquier tipo, avalado por datos
cronísticos. Finalmente sugiere argumentos estadísticos para explicar la
cantidad de mujeres escogidas, abadesas y servidoras, ocupantes de los
mamakuna del país.
Respecto a los aspectos técnicos de los edificios arquitectónicos de
Pachacamac los vierte en el Capítulo XXIV, con el cual cierra la redac-
ción del libro para completarlo con magníficas fotografías panorámicas
y de sectores de la ciudad, fotos de materiales pachacaminos, planos y
cortes de la arquitectura de los períodos arqueológicos tardíos de nues-
tro famoso sitio arqueológico.
El libro informa los dalos de rigor: su ubicación geográfica, la situa-
ción política y composición poblacional de la comarca, aporta una histo-
ria reciente del valle (siglo XVT), reseña exploraciones anteriores en el
sitio, revela la técnica aplicada para levantamientos topográficos, seña-
la las áreas de cementerios y sectores de concentración arquitectónica,
describe sus excavaciones arqueológicas y hallazgos correspondientes,
interpreta y aisla los materiales del estilo Tiwanaku (cerámica, textiles,
tallas en madera, concha, hueso y dientes encontrados asociados), estu-
dia la arquitectura de los templos y sus funciones, detalla los tipos de
edificaciones, analiza y avanza proposiciones acerca de las mujeres sa-
crificadas y sus ajuares e implementos femeninos, investiga las técnicas
constructivas del Templo del Sol y del "Convento" o Mamakuna de
Pachacamac, todo como fuente de datos, lo que informa la profunda
versación humanística del Dr. Uhle y su pensamiento analítico
enmarcado en el mayor racionalismo filosófico y antropológico de su
tiempo. Si miramos bien el siglo XIX alemán en el que se educó Uhle, este
siglo es el que nos presenta el mejor racionalismo europeo.
La publicación del magnífico libro Pachacamac (1903), por la Uni-
versidad de Pensilvania, es todavía hoy una de las mejores publicacio-
nes sobre arqueología peruana en lengua extranjera. Tan importante es
este libro que profusamente es citado en el mundo entero, como notable

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


36 Universidad del Perú. Decana de América
fuente de información bibliográfica. Además, el libro mismo tiene un
formato imposible de reimprimirse en nuestros días, por su especial ti-
pografía, magnífica encuademación y relevante impresión técnica, cu-
yas medidas 0,51 x 0,38 metros, 28 milímetros y 5,79 kilogramos de peso,
son indicativos de su valor fuera de serie. Teniendo en cuenta el valor
arqueológico de los datos e información arqueológica de primera mano
que contiene el libro, es considerado un clásico de todos los tiempos para
la arqueología en general. De la mayor importancia son las ilustraciones
originarias de sectores arquitectónicos sobre la base de fotografías
autoinformativas; así como aquéllas mostrando variadas formas de tex-
tiles —cuyos motivos los representa dibujados— y presenta fotos de dis-
tintas formas de alfarerías; consigna escultura en madera, cráneos con
cabello, cráneos trepanados, madera troquelada, idolillos con
incrustaciones, etc. Los planos y cortes de sus excavaciones levantados
a huincha son ilustrados mediante dibujo técnico, destacando el plano
completo de la ciudad, consignando sus principales edificaciones arqui-
tectónicas pertenecientes a diferentes períodos; explica los planos de los
templos aislados, además de otros dibujos y perfiles arquitectónicos, to-
dos a escala. Para su tiempo, pero también en el nuestro, estos planos
resisten los análisis académicos y profesionales actuales. La reimpresión
en inglés de este señero libro, por la misma Universidad de Pensilvania,
Filadelfia, el año 1991, amerita y prescribe la urgencia de su traducción
al español.

Precisamente, el año 2003 la obra de Max Uhle cumple los 100 años
de su aparición internacional, es decir, se trata del centenario de su pu-
blicación principe y una década de su reimpresión en los Estados
Unidos por la misma universidad que realizó la publicación originaria.
Para cerrar retrospectivamente con alacritud este acercamiento a la
obra del sabio alemán, dejamos la palabra al maestro José Ricardo
Respaldiza, quien recogió una anécdota en el diario Expreso (Lima, vier-
nes 25 de marzo de 1977). A l parecer, y según este artículo, José Ricardo
Respaldiza conoció a Max Uhle (1941), pues comienza la segunda parte
expresando lo siguiente: "De sus labios supe..."; a renglones seguidos
expresa con tono rememorativo:

Como le solicitara mayor información sobre los prolegómenos de su


obra capital 'Pachacamac', me dijo que le había sido difícil viajar diaria-
mente al Santuario, desde Chorrillos; que adquirir un caballo, chusco o
de paso, requería mucha plata; por ío que compró un burro, que tardaba
en llegar pero era cómodo. Sobre ese jumento partía diariamente rumbo

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


37
a Pachacamac, por una trocha, pues en 1897 a ú n no existía n i la carretera
que pasa por las ruinas ni el asentamiento de u n caserío cercano al
santuario. A l regresar, llenaba sus alforjas de callanas, con c r á n e o s que
mostraban el hueso epactal, la fosita aymara o trepanaciones. L a cosa es
que para v o l v e r , pasaba por la zona de influencia de la Tablada de
Lurín, refugio de asaltantes y cuatreros, a los que no t e m í a porque
transportaba objetos s i n valor.
Pero alguno supuso que sacaba u n tesoro, y de regreso de uno de esos
viajes, de pronto, aparecieron sobre el arenal tres negros 'cimarrones'
que lo rodearon, tratando de cortarle el paso a su cabalgadura. Entonces,
Uhle d e s m o n t ó y e n c a r á n d o s e a ellos, p r e g u n t ó l e s : ¿ Q u é buscan... q u é
quieren? A lo que los malhechores pidieron que les diera lo que él llevaba
en las alforjas. Uhle, los a u t o r i z ó para que sacaran de ellas lo que quisie-
ran. N i cortos, ni perezosos, se abalanzaron sobre la carga. U n o sacó un
c r á n e o y lo a r r o j ó en seguida. Los otros abandonaron el lugar, aterra-
dos, y Uhle c o n t i n u ó s u camino.

L a cita i l u s t r a l a s d i f i c u l t a d e s q u e se s u f r í a e n a q u e l l o s d í a s e n l o s
a l r e d e d o r e s de L i m a .
E l D r . F e d e r i c o K a u f f m a n D o i g h a escrito que:

la forma disciplinada de investigar el pasado a r q u e o l ó g i c o y la aparición


de m é t o d o s y técnicas especiales para lograr u n cometido 'científico' en
esta tarea pertenecen a l siglo X X : E l libro Pachacamac, de M a x Uhle (1856¬
1944), editado en 1903, dícese, inaugura la nueva era en los estudios de
las a n t i g ü e d a d e s peruanas. Este a r q u e ó l o g o excavó por primera vez
utilizando el m é t o d o estratigráfico, que permite auscultar, objetivamen-
te, la a n t i g ü e d a d de unos restos con relación a otros (secuencias y crono-
logía relativa). Gracias a este m é t o d o , Uhle estableció u n primer cuadro
de las secuencias de las culturas p r e h i s p á n i c a s , con tal precisión que, en
t é r m i n o s generales, sigue vigente ( K a u f f m a n Doig 1980: 76-77).

E f e c t i v a m e n t e , es n e c e s a r i o p o n e r e n v a l o r u n a s e r i e d e p r o p u e s t a s ,
p r i n c i p i o s , m é t o d o s y t e o r í a s que el s a b i o a l e m á n i n t r o d u j o y a p l i c ó en
nuestro p a í s :

1. A p l i c a c i ó n de los p r i n c i p i o s de l a p r e h i s t o r i a e u r o p e a a los m a t e -
riales a r q u e o l ó g i c o s p e r u a n o s y s u d a m e r i c a n o s .
2. I n t r o d u j o la n o c i ó n d e c r o n o l o g í a p a r a l a a r q u e o l o g í a .
3. I n t r o d u c e l a c a t e g o r í a d e l t i e m p o c o m o d i s t i n c i ó n de p e r i o d o s
a r q u e o l ó g i c o s e n los distintos sitios que t r a b a j ó .
4. O t o r g a g r a n v a l o r a los contextos f u n e r a r i o s , a l trabajar p r e f e r e n -
temente c o n cementerios, t u m b a s y a j u a r f u n e r a r i o .

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


38
5. Introduce la topografía y planimetría en el trabajo arqueológico
de campo.
6. Introdujo la técnica estratigráñca en el trabajo de campo.
7. Introduce el concepto de "horizonte" en la arqueología peruana.
8. Otorga valor datacional a la arquitectura arqueológica.
9. Descubre y connota la correlación de los contextos funerarios.
10. Introduce el método comparativo para el trabajo arqueológico.
11. Es el precursor de la analogía de datos arqueológicos con los
etnográficos o etnohistóricos orientados a interpretación.
12. Uhle internacionaliza la arqueología peruana a comienzos del
siglo XX.
13. Inicia el debate y discusión con datos arqueológicos.
14. Por primera vez elabora secuencias cronológico-relativas para el
Perú.
15. Las actividades museográficas las correlaciona con la investiga-
ción de campo y la proyección a la sociedad mediante conferen-
cias públicas.
16. Establece las publicaciones arqueológicas especializadas.
17. A l practicar personalmente la multidisciplinaridad en sus tra-
bajos, avanza a procedimientos muy modernos.
18. A l mejor estilo moderno, inicia la conservación de monumentos
arqueológicos en el campo y los materiales de museo.
19. Establece por primera vez la distinción entre lo preinca e Inca.
20. La controversia Uhle-TeHo (después de la controversia Riva Agüe-
ro-Uhle) es prueba de que la discusión y el debate, esgrimiendo
datos técnico-científicos, son válidos para el desarrollo de la cien-
cia en general.

Pachacamac (1950-2000)

El Dr. Max Uhle volvió a visitar Pachacamac por última vez en 1941,
quejándose amargamente de lo ruinosa, cada vez peor, que veía a la
ciudad. Desde 1940 el ü r . julio C. Tello al frente del Museo Nacional de
Antropología y Arqueología del Perú había empezado a trabajar en el
sitio; el museo tuvo a su cargo los trabajos hasta la muerte del sabio
peruano (1947). Durante este tiempo realizaron una serie de excavaciones
arqueológicas:

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


39
• En el Templo del Sol, esquina noreste y por el frente oeste.
• Excavaciones en la Plaza de los Peregrinos con Ushnu, donde des-
cubrieron un pequeño cuadrángulo (baño ritual) construido so-
bre la base de piedras labradas rosadas de estilo Tawantínsuyu,
del cual sale un desagüe que corre paralelo por la margen dere-
cha de la plaza en dirección sureste-oeste. También descubrieron
dos veredas con columnas alineadas por pares en cada una de
ellas. No descubrieron el Ushnu, el cual sería definido por Bueno
(1982: 46).
• Descubrimiento del edificio llamado Mamakuna y sus alrededo-
res; fue excavado y escombrado en su totalidad, para luego res-
taurarlo en todos sus espacios y compartimientos, dejándolo tal
como está en la actualidad.
• Adyacente a los muros externos del Mamakuna descubrieron una
serie de canales asociados a cisternas.
• Realizaron excavaciones en los potreros Palmera y Totoral, en-
trando en conflicto con la Hacienda Mamacona adyacente.
• Se efectuaron cortes por diversos sectores de la ciudad, descubrie-
ron un gran muro perimetral en el borde oeste próximo al montí-
culo de adobitos Urpayhuachak y exploraron espacios arenosos
de Puente Lurih.

Después del Museo Nacional y el fallecimiento del doctor Tello el


sitio pasó a ser administrado por la Dirección de Arqueología e Historia
del Ministerio de Educación Pública. Esta dirección puso guardianía
permanente en Pachacamac, pero no se hicieron más trabajos en el cam-
po. La administración fue demasiado contemplativa, empezando enton-
ces las invasiones precarias en el área de Puente Lurín.
El año 1963 se fundó la Casa de la Cultura del Perú, siendo designa-
do como su primer director el Dr. José María Arguedas. El doctor Arguedas
llamó al Dr. Arturo Jiménez Borja para ejecutar el Proyecto Pachacamac
y fundar un Museo de Sitio y, en general, iniciar trabajos técnicos de
investigación, preservación y restauración, destinados a poner en valor
el sitio en forma integral y dotarlo de nuevo uso en función de la cultura,
la educación y el turismo. Este visionario plan necesitaba ser ejecutado
en el campo. Para ello fue incorporado al proyecto el arqueólogo Alberto
Bueno Mendoza como residente de campo; durante 20 años (1963-1983),
Jiménez Borja-Bueno y luego Bueno-Jiménez Borja, construyeron el Mu-
seo de Sitio y Jardinería Paisajística, ejecutaron la recuperación y demar-

tUniversidad Nacional Mayor de San Marcos


40
cación del territorio de la zona arqueológica, realizaron excavaciones y
estudios arqueológicos en diferentes sectores de la ciudad (Zona I de
Adobitos, Pirámides con Rampa, calle norte-sur, Templo del Sol, ingreso
principal de Mamakuna, el Palacio Taurichumpi, excavaciones en todo
el trayecto de la carretera turística interna [un kilómetro de longitud],
limpieza de superficie del área de Puente Lurín [se erradicó 30 cargas de
volquete con basura moderna], etc.). Paralelamente ejecutamos obras de
delimitación física de todo el perímetro de la zona arqueológica constru-
yendo muros de concreto armado, ladrillo calcáreo y mojones de arga-
masa; se construyeron grandes paneles con leyendas alusivas a la zona
arqueológica por distintos rumbos del sitio; se levantó el plano perimétrico
de las 492 hectáreas de terreno arqueológico en un perímetro de 12 043,26
metros. Construimos talleres para almacenes y trabajo de gabinete
museales. Iniciamos la documentación y saneamiento legal de la zona
arqueológica. Numerosas otras obras pequeñas para optimizar la
operatividad del Sitio (construcción de locales de vigilancia en Puente
Lurín, construcción de carretera interna turística en la ciudad, señaliza-
ción turística de la zona arqueológica, organización administrativa y
administración general, institucionalizando en el Instituto Nacional de
Cultura [1973-?] la tuitividad y amparo del binomio Museo-Sitio Arqueo-
lógico, como concepto indesligable patrimonial, para ser instituidos en
el futuro como modelo a repetirse en otros sitios monumentales, etc.);
construcción e instalación de una estela pétrea en homenaje a Max Uhle
en la sección baja del cementerio I intermedio temprano y del horizonte
medio; construcción e instalación de un pequeño monumento-homenaje
al Dr. Julio C. Tello en el acceso alto al edificio Tavvantinsuyu Mamakuna,
etc. Dado su nivel de eficacia alcanzado fue convertido en Centro Zonal,
como órgano descentralizado del Centro de Investigación y Restaura-
ción de Bienes Monumentales.

Es decir, llevamos el desarrollo y un modelo de institucionalidad


importante, acorde con la monumentalidad y fama de! gran sitio arqueo-
lógico; por supuesto, Pachacamac incrementó la estadística de sus visi-
tantes y el ingreso monetario de recursos, los que fueron a engrosar los
recursos propios del Instituto Nacional de Cultura al punto que se con-
virtió en el segundo productor de recursos económicos en el país des-
pués del Cusco, en lo que se refiere a ingresos turístico-culturales.
Paralelo a estos trabajos los estudios arqueológicos, realizados en el
sitio, permitieron evaluar los estudios anteriores y revalorar los aportes
de contribuciones intelectuales precedentes para no repetirlos; así como

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 4 {
continuar con las investigaciones de la a r q u e o l o g í a e historia del famoso
sitio. Los estudios han sido publicados en los p e r i ó d i c o s , revistas espe-
cializadas conocidas y publicaciones internacionales. De 1983 en ade-
lante, Pachacamac, nuevamente dirigido por el Dr. Arturo Jiménez Borja
(1981-1990), c o n t i n ú a administrado por el Instituto Nacional de Cultura
hasta el presente m a n t e n i é n d o s e conservado su territorio gracias a las
obras precedentes y la vigilante a d m i n i s t r a c i ó n del Estado peruano.
Las investigaciones arqueológicas de Pachacamac, en la segunda
mitad del siglo X X , han tenido que extenderse al territorio regional com-
puesto por varios valles reconocidos y prospectados para descubrir ma-
teriales arqueológicos similares a los definidos en el sitio-tipo ubicado a
30 kilómetros al sur de Lima. Son los valles de Mala, C h i l c a / A s i a y
C a ñ e t e a l sur, y los del rumbo norte de L i m a , como C h i l l ó n / A n c ó n ,
Chancay y Huaura/Vegueta. Los valles nombrados están implicados en
diversas formas con los distintos períodos de desarrollo de Pachacamac.
E n el caso del mismo valle Pachacamac las implicancias, ocupaciones y
nexos se descubren hasta la sierra interandina de H u a r o c h i r í , como ya
Uhle lo h a b í a sugerido al plantear comparaciones y procesar informa-
ciones cronísticas acerca de los mitos intermedios del eje costa-sierra de
L i m a . Esta extensión ha sido necesaria por el convencimiento de que
gran parte de la historia de Pachacamac está desplazada en todo el terri-
torio ocupado e influenciado por esta n a c i ó n de la costa central.

Ofrecemos ahora una visión resumida actual sobre la complejidad


de los procesos culturales de Pachacamac, resultado de los estudios ar-
queológicos, la contrastación de sitios y materiales implicados y el cru-
zamiento de datos a r q u e o l ó g i c o s / e t n o h i s t ó r i c o s .
L a zona arqueológica Pachacamac tiene una compleja historia so-
cial que e m p e z ó varios siglos antes de nuestra era. Una sucesión de
cuatro periodos cronológicos configuran su desarrollo histórico-cultu-
ral detenido por la i n v a s i ó n hispana en 1533.
Pachacamac I: E l P e r í o d o Naciones Regionales entre el 850 a. C.-800
d. O , constituye la ocupación compleja m á s antigua en el sitio. Gentes
portadoras de tradiciones culturales del valle construyeron dos templos
grandes de contorno ovalado v circular; el edificio circular está ubicado
hacia el bordo céntrico oeste de la zona (Urpay Wachac) y el gran m o n t í -
culo de planta ovalada se emplaza al suroeste entre dos colinas rocosas.
Otros dos templos y templetes p e q u e ñ o s adyacentes a las instalaciones
del Museo de Sitio fueron excavados en 1964-1965.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


42 Universidad del Perú. Decana de América
E l norteamericano Richard L . Burger, entre 1993 a 1995, r e a l i z ó
excavaciones arqueológicas en el sitio precerámico e inicial de Mina Per-
dida, ubicado al este del pueblo moderno de Pachacamac; allí obtuvo u n
fechado radiocarbónico de la parte interior baja del m o n t í c u l o central
que arrojó 950 a 850 a. C , en asociación directa a adobitos cúbicos, que es
la m o r f o l o g í a de adobos m á s antigua en el valle. A partir de este dato
cronológico, es evidente que los constructores con adobitos m á s anti-
guos, tienen como origen al valle de Pachacamac, que d e s p u é s deriva-
rían al valle de L i m a desde los 200 a. C .
Los edificios se caracterizan por estar estructurados a partir de
adobitos cúbicos modelados y asentados de costado en similitud a u n
"librero".
L a alfarería asociada está constituida por ceramios de variada mor-
fología y decoración pictórica tricolor, cuyas evidencias en conjunto son
explicativas de una gran densidad poblacional, marcada o r g a n i z a c i ó n
social con líderes religiosos que amalgaman voluntades y floreciente
p r o d u c c i ó n económica que p e r m i t í a permanencia en la c o n s t r u c c i ó n
pública monumental b a s á n d o s e en el trabajo colectivo. L a presencia de
los adobitos es factor de identificación cultural, así como la de la cerámi-
ca L i m a temprano; Uhle, luego de sus excavaciones en el cementerio I ,
llamó proto L i m a a tal cerámica.
Las p i r á m i d e s con rampa empiezan a autoemerger en el sector cén-
trico plano de la zona arqueológica hacia los 400 d. C . alcanzando u n
gran desarrollo en el horizonte medio (700 d. C . a 1200 d. C ) .
Pachacamac II (500-1000 d. C): Representa la presencia masiva de
p i r á m i d e s con rampa, cuyos materiales cerámicos y entierros sólo han
sido encontrados hasta ahora en el cementerio ubicado al pie del m o n t í -
culo ovalado sobre la base de adobitos cúbicos de data anterior; no se
identifican al presente edificaciones T i w a n a k u / N a z c a sobre la base de
adobitos en Pachacamac. L a d e p o s i c i ó n de materiales T i w a n a k u / N a z -
ca en el Cementerio I debe haberse interrumpido a 1 mismo tiempo que se
abandonaba por última vez Cajamarquilla en el valle de L i m a hacia el
950 d. C . en pleno horizonte medio.
Pachacamac III (1000-1470 á. C): Identifica al Período de las Nacio-
nes T a r d í a s que en el sitio es resultado de la continuidad cultural prece-
dente; la cultura resultante la denominamos Ichimay. L a Nación Ichimay,
entonces, es la f o r m a c i ó n social inmediatamente anterior a la i n v a s i ó n
c u s q u e ñ a , que ocupaba un territorio comprendido entre la cuenca del río
Mala, la orilla izquierda del río Rímac y las s e r r a n í a s Chaupiyungas de

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


43
H u a r o c h i r í . Pero la influencia de esta n a c i ó n llegó por el Norte hasta el
valle de H u a u r a y el Sur hasta el valle de C a ñ e t e .
Esta idea se patentiza analizando las características bien definidas
del ídolo en madera esculpida del período horizonte medio, que pertenece
a la cultura Ichimay y, sin embargo, presenta motivos artísticos de influen-
cia T i w a n a k u dividido en tres secciones: inferior, medio y superior.
Sección Inferior: raspada y suavizada con hoja cortante; ésta estuvo
originalmente plantada en tierra (Ukupacha: mundo antiguo). Sección
Media: s u c e s i ó n de relieves g e o m é t r i c o s compuestos por motivos
antropomorfos, zoomorfos, ofidiomorfos, fitomorfos y fenómenos celestes
(Kaypacha, mundo vivo real). Sección Superior: es una figura siamés sacra
(Hananpachn: mundo paralelo de los dioses) separable en dos personajes:
a) Masculino: atributo serpiente predominante: símbolo de fertilidad, de
las aguas, el movimiento, etc. b) Femenino: atributo maíz predominante:
símbolo de fecundidad/fertilidad, creación, crianza, alimentación, etc.
E l v a r ó n y la hembra fusionados, con atributos sacros relacionados
a los modos de v i d a en la tierra, simbolizan las ideas de animar, soste-
ner, criar y alimentar al mundo en alternancia a su significado religioso-
político (el poder de la Tierra). S u poder y vigencia se prolonga hasta la
llegada del Cusco a Pachacamac, coexiste con el Tawantinsuyu, para
d e s p u é s enfrentar a los e s p a ñ o l e s (1533 d. C ) .
Las p i r á m i d e s truncadas, que funcionaban a manera de capillas,
recepcionaban los tributos de sus fieles (el sistema de pueblos rurales
arqueológicos del valle y otros), desde cuyas cimas truncadas se les ofren-
daba a la deidad para recibir a d v o c a c i ó n , reciprocidades económico-
políticas y ganar prestigio social en los pueblos de la comarca y de terri-
torios m á s alejados (ver: cuadro cronológico-cultural).
E l ídolo pretawantinsuyu Ichimay y su organización religiosa pro-
longó su vigencia durante los siglos X I V , X V y X V I , pues los españoles lo
encuentran en funciones. Esto quiere decir que mantuvo su presencia e
importancia durante el dominio c u s q u e ñ o , coexistiendo con el nuevo
poder instalado en el Templo del Sol.
Pachacamac IV (1470-1533 d. C J : Referimos a q u í a la o c u p a c i ó n
c u s q u e ñ a de Ichimay en plena e x p a n s i ó n del Imperio, cuyo destino en
adelante e s t a r í a u n i d o a los cambios y v o r á g i n e s p o l í t i c a s d e l
Tawantinsuyu.
E l cronista Hernando de Santiílán (1563) aporta datos notables para
el deslinde cronológico pertinente; aclara fehacientemente el cambio
de nombre del asentamiento y la comarca, apertura la c o m p r e n s i ó n

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


44
panandina de personificaciones del Dios, se avizora su conversión en
oráculo "oficial" mayor y el acrecentamiento de nuevos atributos al ser
incorporado al panteón de dioses imperiales con estatus inmediatamen-
te cercanos al Sol.
Ichimay fue incorporado al panteón imperial con el nombre cusqueño
de Pachacamac: este nombre es Tawantinsuyu: representa el dominio
del Imperio de los Inka en la costa central del país y por supuesto en el
valle de Pachacamac.
El nombre ha sido clarificado basándose en datos etnohistóricos y
toponímicos: Cristóbal de Albornoz (1582) denomina Provincia de
Ichimay a los dominios de la deidad del mismo nombre, a cuyos habitan-
tes llama "indios Ychmas"; Hernando de Santillán (1563) habla del va-
lle de Irma que "agora se llama Pachacamac". La relación de los españo-
les Cristóbal de Castro y Diego Ortega y Morejón (1558) refieren al "valle
llamado Izma".
El estudio toponímico también ha permitido recuperar datos: nom-
bres de sitios arqueológicos y lugares próximos a la zona arqueológica
de Pachacamac son: Manchay, Puruguay, Limay, Mamay, Quilcay,
Chontay, Avillay, Malanay, etc. indicando que la morfología de la voz
Ichimay es la correcta para nombrar a la nación pre tawantinsuyu del
valle.
Así, entonces, Ichimay fue creciente ciudad cultista regional
preimperial asentada en la margen derecha del río del mismo nombre,
próxima a su desembocadura. Entre 1000 a 1470, ésta nación constituía
la concentración cívico-religiosa más importante de la costa central del
Perú antiguo.
La arquitectura Ichimay ocupa todo el sector central bajo de la zona
arqueológica; se trata de pirámides ceremoniales y cultistas que presen-
tan ingreso frontal, patio abierto en planta geométrica rectilínea, eleva-
ción piramidal truncada con rampa-eje céntrica, depósitos y recintos al
contorno. Este modelo piramidal es repetitivo en quince conjuntos-tipo
variando diferencialmente las dimensiones y orientaciones de sus res-
pectivos accesos. Dos magníficas calles públicas articulan el centro de la
ciudad con sus diversos sectores, así como otras calles menores y pasa-
jes otorgan acceso a diversos conjuntos arquitectónicos del área central.
La cerámica Ichimay típica es de pasta gruesa, color rojo claro y
series pintadas y sin pintar. Las formas afectan cuerpos ovoides de base
redondeada, cuellos angostados y vertedera alta de borde simple o anu-
lar con reborde al exterior. Los ejemplares pintados en negro/blanco y

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


45
blanco/rojo son todos "cara-gollete"; su decoración incluye motivos fi-
gurativos antropomorfos, ornitomorfos y zoomorfos variados referidos a
la naturaleza circundante. La insistente representación "cara-gollete"
se considera una reiterativa difusión de la efigie masculina y / o femeni-
na del ídolo sacro que regía el culto en la ciudad y lideraba las pautas de
comportamiento de sus fieles, cuyo ejemplar original se exhibe en el
Museo de Sitio.
El ídolo Ichimay fue descubierto en 1938 por Alberto Giesecke en las
faldas del montículo arqueológico de data anterior, que servía de base a
su Templo en los siglos X-XV1 de nuestra era. Este templo superpuesto al
montículo de adobitos cúbicos intermedio temprano, ha sido destruido
completamente desde la llegada de Hernando Pizarro y Miguel de Estete
(1533) y durante la etapa de los extirpadores de idolatrías. El ídolo fue
solucionado en madera (lúcumo): mide 2,34 metros de altura y un diáme-
tro promedio de 12 centímetros. En general, el ídolo y sus atributos sa-
cros relacionados a la agricultura, las aguas, fauna marina, fauna terres-
tre y avifauna, simbolizan principios generativos y trasmiten la visión
religiosa y alegórica andina de su tiempo. Fue un Dios telúrico y agrario
cuyos atributos, sin embargo, desbordan la mera esfera terrestre para
alcanzar mayor trascendencia.
Hacia la década de 1470 d. C. Ichimay fue anexada al Tawantiiisuyu
por Tupa Yupanqui quien inmediatamente emprendió una política de
cusqueñización, como era frecuente práctica del Imperio en regiones de
reciente incorporación.
En cuanto a la arquitectura, el Tawantinsuyu mandó edificar el Tem-
plo del Sol, Mamakuna, E l Edificio Pintado, la Gran Plaza y Ushnu,
varios Palacios y casas para administración, gobierno y / o vivienda en
los sectores inmediatamente marginales de la ciudad.
El Edificio Pintado es una fábrica Tawantinsuyu que repite en pe-
queño los grandes perfiles escalonados externos del Templo del Sol. Este
edificio es prácticamente el "Mamakuna" para Pachacamac, concebido
a imitación del Mamakuna cusqueño. Así, ambos templos tuvieron casa
de mujeres y servicio para la deidad respectiva: en el Edificio Pintado
funcionaban las mujeres de Pachacamac y Mamakuna fue el claustro de
las seleccionadas del Sol.
La Gran Plaza es un espacio abierto rectangular ubicado ligeramen-
te hacia el Oeste; presenta galería céntrica sobre la base de columnas
cuadradas que la dividen en dos mitades. En el lado izquierdo se yergue
el Ushnu (estrado alto) y en el derecho un reservorio o pozo para agua

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


46
trabajado en fina cantería cusqueña; su asociación a un canal que corre
paralelo a la mitad derecha de la Gran Plaza y a esta misma, indica
función práctica más que el carácter de "baño" con que lo llaman co-
rrientemente.
El Palacio del Gobernador Cusqueño Taurichumpi es una muestra
de arquitectura civil imperial en Pachacamac; fue una de las casas en
que se alojaron los españoles de Hernando Pizarro al llegar a la ciudad
en el mes de Enero de 1533.
En líneas generales, el Tawantinsuyu estableció en Pachacamac ins-
tituciones políticas y religiosas que le permitieran manejar la situación y
cobrar tributos a los dominados.
A la llegada de los españoles al valle en 1533, empezó a producirse
una nueva serie de trastornos políticos, sociales, económicos y religiosos
drásticos, que desembocó en una verdadera catástrofe para el mundo
andino en general.
Pachacamac fue abandonado definitivamente hacia 1570 porque ya
no era un asentamiento funcional dentro del nuevo sistema socio-políti-
co y económico impuesto por los españoles en el país, deviniendo lenta-
mente en silencioso testimonio del trabajo social y la capacidad creativa
del hombre andino.
Como epílogo es bueno señalar que se verifica la continuidad cultu-
ral Ichimay/Pachacamac, así como su carácter de nación originaria en
la costa central del país mantenida a través de muchos siglos y recam-
bios culturales.
Los estudios arqueológicos generales del valle, con hallazgos de los
respectivos sitios en los cuales hemos identificado las imágenes arqui-
tectónicas correspondientes, permiten conocer su territorio físico y la red
de relaciones dominadas y manejadas desde la sede originaria de
Pachacamac.

Universid Marcos
Uníve r 47
Información bibliográfica

ALBORNOZ, Cristóbal de.


1967 "Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus Camayos...".
E n Journal de la Societé des Américanistés. Tomo L V I - 1 , P a r í s .
A N Ó N I M O d e l siglo X V I I ( 1 6 1 5 ? ) .

1958 Descripción del Virreinato del Peni. E d . por Boleslao L e w i n , Rosario,


Argentina, Universidad Nacional del Litoral.
B U E N O M E N D O Z A , Alberto.

1966 " L a A r q u e o l o g í a Peruana antes de Max Uhle". E n revista Cuadernos de


Antropología. L i m a , U n i v e r s i d a d Nacional M a y o r de San Marcos, V o l . I V ,
N . ° 9 , pp. 9 0 - 1 0 1 .

1974-1975 "Cajamarquilla y Pachacamac: dos ciudades de la Costa Central


del P e r ú " . X X X I X Congreso Internacional de Americanistas, L i m a , 1 9 7 0 .
Publicado en Boletín Bibliográfico de Antropología Americana. México, v o l .
X X X V I I , N.° 4 6 .
1975 " L a Zona A r q u e o l ó g i c a de C a j a m a r q u i l l a , valle del R í m a c " . E n revista
Proceso, N.° 4 , Huancayo, U n i v e r s i d a d Nacional del Centro del P e r ú .
1977 Materiales para el Estudio de la Arquitectura Arqueológica. Serie: Estudios
Técnicos. L i m a , Edit. Universo.
1977 "Huaycán de C i e n e g u i l l a " . E n revista Espacio, a ñ o I , N . ° l , Edit.
V a l c á r c e l , pp. 6 6 - 7 1 .

1977 " E l S e ñ o r í o de Ichimay". E n revista Espacio, a ñ o I , N . ° 2 , L i m a , Edit.


V a l c á r c e l , pp. 6 6 - 7 1 .

1982 " E l Antiguo Valle de Pachacamac: Espacio, Tiempo y C u l t u r a " . Sepa-


rata del Boletín de Lima, N . ° 2 4 , L i m a , 5 3 p p .
1984 "Cieneguilla: A r q u e o l o g í a , Historia y T u r i s m o " . E n revista Espacio,
A ñ o 7, N . ° 2 0 , L i m a , Edit. Valcárcel, pp. 4 4 - 5 1 .
C I E Z A D E L E Ó N , Pedro. ( 1 5 3 3 ) .

1973 La Crónica del Perú. Colección Biblioteca Peruana, L i m a , Ediciones Peisa.


CRISTÓBAL D E C A S T R O y Diego O R T E G A M O R E J Ó N ( 1 5 5 8 ) .

1934 "Relación y Declaración d e l modo que este valle de Chincha y s u s


comarcanos se gobernaron...". E n Col. de libs, y docs. refs. a la Historia del
Perú. Tomo X, 2 . Serie, L i m a .
COBO, Bernabé (1653).

1964 Historia del Nuevo Mundo. Biblioteca de Autores E s p a ñ o l e s , Tomo I I ,


Madrid.
E S T E T E , M i g u e l de ( 1 5 3 5 ) .

1968 Noticia del Perú. Serie "Biblioteca Peruana", Tomo I , L i m a .


FUNG PINEDA, Rosa.

1970 Informe de Hallazgos Arqueológicos en la Parte Baja del Valle de Lurín.


L i m a , Universidad Nacional M a y o r de San Marcos.
JIMÉNEZ BORIA, A r t u r o y Alberto BUENO MENDOZA.

1970 "Breves Notas acerca de Pachacamac". E n revista Arqueología y Socie-


dad. L i m a , Museo de San Marcos.
KAUFFMAN DOIG, Federico.

1980 Historia General de los Peruanos. Tomo 1: " E l P e r ú A n t i g u o " . L i m a ,


Editorial Peisa, pp. 76-77.
KAULICKE, Peter (Editor).
1998 Max Uhle y el Perú Antiguo. Pontificia Universidad Católica del P e r ú .
L i m a , Fondo Editorial, 363 pp.
LANNING, E d w a r d P .
1967 Perú Before The Incas. N e w Jersey, Prentice H a l l Inc., Engiewood C l i f f s .
LAVALLE, Danielle.
1965*1966 " U n a Colección de Cerámica de Pachacamac". E n Revista del Museo
Nacional. T o m o X X X I V , L i m a .
LINARES MÁLAGA, E l o y .

1964 El Antropólogo alemán Friedrich Max Uhle "Padre de la Arqueología Andina".


L i m a , Talleres G r á f i c o s P.L. Villanueva, 151 pp.
MAC N E I S H , R.; T . PATTERSON a n d D . BROWMAN.

1975 The Central Peruvian Prehistoric Interaction Sphere. Massachusetts,


Phillips Academy-Andover.
MENZEL, Dorothy
1977 The Archaeology of Ancient Perú and the Work of Max Uhle. Berkeley,
California, University of California .
P ATrERsoN, Thomas C.

1966 Pattern and Process in the Early Intermediate Period Pottery of the Central
Coast of Peru. Berkeley and L o s Angeles, University of California Press.
PIZARRO, H e r n a n d o ( 1 5 3 3 ) .

1954 "Carta de Hernando Pizarro a los Oidores de la Audiencia de Santo


Domingo". E n Tres Testigos de la Conquista del Perú, por e l C o n d e de
Canilleros. Buenos Aires, C o l . Austral.
PONCE SANGINÉS, C a r l o s .

1994 Arthur Posnansky. Biografía Intelectual de un Pionero. L a Paz, Edit. Pro-


ducciones C I M A , 233 pp.
POSNANSKY, Arturo.
1913 " U n a falsa Crítica de M a x Uhle. U n par de Palabras Críticas sobre la
obra Tihuanacu por S t ü b e l y U h l e " . (Parte de Uhle). Berlín.

Univei r de San Marcos


36505 na de América 49
ROSTWOROWSKI, M a r í a .

1972 "Breve ensayo sobre el Señorío de Ichma o Ichima". E n Arqueología,


N . ° 1 3 . Pontificia Universidad Católica, L i m a .
R O W E , John H . Max Ulüe (1856-1944). A Memoir of the Father of
1954 Peruvian Archaeology. U n i v e r s i t y of C a l i f o r n i a . P u b l i c a t i o n s i n
Archaeology and Ethnology. V o l . 46, N . ° 1,134 pp., plates 1-14.
S A N T I L I Á N , Hernando de (1563).
1968 Relación del Origen, Descendencia, Política y Gobierno de los Incas. Serie:
"Biblioteca Peruana". T o m o I I I , L i m a .
SHÍMADA, I z u m i .

1991 Pachacamac. A reprint of the 1903 Edition by Max Uhle. 103 pp. + 21 gráf. +
2 píanos. Retrospect and Prospect., LXX pp. by Izumi Shimada. The University
M u s e u m of Archaeology and Anthropology. University of Pennsylvania,
Philadelphia.
STRONG, W i l l i a m D . and J o h n M . C O R B E T T .

1943 " A Ceramic sequence at Pachacamac. Archaeological Studies i n P e r ú ,


1941-1942". Columbia Studies i n Archaeology and Ethnology. Vol. I , New
Y o r k , Columbia University Press.
T E L L O , Julio C .

1952 Presente y Futuro del Museo Nacional. L i m a , Inst. C u l t u r a l "Julio C .


T e l l o " (Editor), pp. 7-28.
U H L E , Max.

1903 Pachacamac. Philadelphia, Department of Archaeology of the University


of Pennsilvania. Translated b y C . Grosse.
1969 Estudios sobre Historia Incaica. Serie: Comentarios del P e r ú . Nota preli-
minar de Alberto Tauro. L i m a , Edit. Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, 161 pp.

Univer adonaj Mayor de San Marcos


50 del Perú, bocana de América
Prefacio

En el curso de la historia primitiva del antiguo Perú diversos santuarios


cobraron importancia sobre todos los demás. Tales fueron, por ejemplo,
el templo inconcluso de Tiahuanaco cuyos admirables edificios, erigi-
dos cerca del lago Titicaca a una altitud de trece mil pies, fueron tan
afamados en el mito y la leyenda; el santuario situado en la isla de Titicaca
en el lago de este nombre; el Qoricancha, magnífico templo del Cusco y,
finalmente, el templo de Pachacamaj, el Dios creador, en Pachacamac.
Durante el período inmediatamente anterior a la conquista españo-
la los tres templos que acabamos de mencionar rivalizaron en importan-
cia; pero de éstos, y a pesar de los esplendores del Qoricancha, el "Patio
Dorado" del Cuzco, o de la fama bien cimentada del templo isleño de
Titicaca, el santuario del creador concitó la mayor admiración.
Noticias del esplendor de este templo llegaron a Francisco Pizarro
cuando, encontrándose en Cajamarca en su expedición conquistadora,
Atahualpa !e informó que a diez días de viaje en el camino al Cusco se
encontraba una admirable "mezquita" mirada por el pueblo entero como
el principal santuario del país y tenida en la mayor reverencia por él
mismo y por su padre y antecesor Huayna Capac. Agregó que aunque
cada ciudad poseía una "mezquita" especial consagrada al culto del
dios local, el santuario de la divinidad principal del país, al cual la
población de todo el territorio aportaba ricas ofrendas de oro y plata,
acumulaba grandes tesoros.
Según Estete: "Peregrinos venidos de todas partes del Perú de tres-
cientas leguas o más a la redonda afluían a este santuario, como los
Turcos y Moros afluyen a la Meca".

1
Ver ñola 7 (N. del E.)

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del ?flrí* Decana de América
Por dichas razones este escritor, a su llegada a L i m a en enero de
1896, decidió visitar y explorar las ruinas de Pachacamac, ubicadas en
las cercanías de L i m a . Allí e n c o n t r ó la acogida m á s hospitalaria en la
casa de don Vicente Silva, propietario de la hacienda San Pedro, en cuya
propiedad e s t á n situadas las ruinas y durante los muchos meses de su
estadía allí, recibió la ayuda m á s amistosa en sus labores tanto del pro-
pietario como de su hijo, don Ricardo Silva.
L a breve visita proyectada al principio resultó pronto insuficiente,
ya que se hizo cada vez m á s evidente que el problema histórico de la
antigua ciudad no podía solucionarse en tiempo tan limitado. A q u í men-
cionaremos algunas de las dificultades imprevistas con que tropezamos.
Las primeras tumbas abiertas, en vez de esclarecer problemas anteriores,
suscitaron nuevos, pues su contenido no p o d í a ser clasificado y, por
consiguiente, la posición histórica y cultural del antiguo santuario se
tornaba m á s obscura que antes. E n el á r e a de la ciudad arruinada
hallábanse desparramados numerosos fragmentos de cerámica de anti-
gua data que no c o r r e s p o n d í a n a ninguna de las vasijas extraídas de las
tumbas recién abiertas. Por lo tanto, la investigación hubo de proseguir
hasta que se descubriesen sepulturas que suministrasen material prove-
niente del mismo p e r í o d o que los mencionados fragmentos. Sólo me-
diante este m é t o d o p o d r í a finalmente despejarse la historia de la ciudad
y fecharse debidamente los objetos hallados en las primeras tumbas.

Conviene a ñ a d i r que hasta entonces no se h a b í a n publicado planos


ni vistas convenientes de la ciudad, de suerte que la primera tarea que se
presentaba era preparar u n plano de ésta, a d e m á s de la toma de cierto
n ú m e r o de vistas fotográficas.
E l escritor quiere expresar a q u í su gratitud sincera al finado D r .
William Pepper por su generosa ayuda, así como a sus amigos peruanos,
a cuya bondad, indulgencia y ayuda debe mucho su buen éxito en su
empresa.

Filadelfia, 1898.
El autor

Universidad Nacional Mayor de San M


52 Universidad del Perú. Decana de Amén
Capítulo I

Situación geográfica

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
El carácter peculiar de la costa peruana consiste en una sucesión de
vastos desiertos y de valles pequeños extremadamente fértiles. Los pri-
meros son consecuencia natural de la falta casi total de lluvias a lo largo
de esa costa, mientras que la fecundidad de los valles depende de los ríos
de escaso caudal costeño, que recorren su breve y rápido curso cuesta
abajo desde la cordillera hasta el océano. Por sabia disposición de la
naturaleza, esos ríos se llenan hasta rebasar durante el calor del verano,
en la estación lluviosa de la sierra, y así la vegetación de los valles se
salva de la sequía.
En el invierno, la provisión de agua disminuye con el final de la
estación lluviosa de las montañas hasta apenas bastar para impedir que
se reseque el árido interior de los valles. De repente el caudal de los ríos
no es suficiente para la irrigación, como ocurre cerca de la desembocadu-
ra de esos valles; densas nieblas provenientes del océano forman una
zona y una cobertura protectora, de anchura mayor de diez millas, que
se extiende a lo largo de toda la costa peruana y que desciende en lluvia
sobre los promontorios más cercanos del interior. Entonces las faldas de
estas colinas se revisten de fresca vegetación y los pastores indios, apa-
centando miles de ovejas, bajan a esas "lomas" y se quedan allí hasta el
comienzo de la estación cálida, en que retornan a las alturas serranas.
Lina feliz aleación de habilidad humana y recursos naturales pro-
dujo la situación floreciente de esos valles. Un sistema admirable de
irrigación artificial, comenzado hace miles de años, acarrea y distribuye
el agua en numerosos brazos y ramales, acequias "madres" e "hijas",
desde parajes situados en las alturas de aquéllos hasta los campos de la
llanura. Y así puede verse ía tierra arable irrigada, en clara línea hori-
zontal de verdor, contra la arena amarilla del desierto sobrepuesta. Estas

ad Nacional Mayor de San Marcos


sidad del PtfiSj. Decana de América
obras de irrigación eran tan complicadas y perfectas como ahora lo son
aun antes de la llegada de los e s p a ñ o l e s , herederos y sucesores de todo
cuanto la industria de los indios h a b í a creado.
^ L a s ruinas de la antigua ciudad de Pachacamac e s t á n situadas en el
valle de Lurín, el m á s hermoso de aquellos valles, al sur del valle de L i m a
y a cosa de diecisiete o dieciocho leguas de la actual capital. E l riachue-
lo que fluye por el valle de Lurín es menor que el Rímac que irriga el valle
de L i m a , pero s u caudal de agua es copioso y permanente, mientras que
el del Rímac casi se seca en invierno, y a que éste brota de los nevados de
la cordillera mientras que el de Lurín tiene sus fuentes sólo en los contra-
fuertes de esa cordillera, cerca de H u a r o c h i r í ; peor a ú n , este p e q u e ñ o río
puede hacerse infranqueable durante el tiempo de las grandes lluvias.
No se sabe que el río tuviera nombre propio. E n antiguas memorias,
como mapas" e informaciones, es indicado como el río de Pachacamac y
por este nombre se c o n o c í a s u curso superior en l a p r o v i n c i a de
H u a r o c h i r í . El río, el santuario y la ciudad llevan su actual nombre de
Pachacamac sólo desde el tiempo de la conquista incaica, alrededor de
ciento setenta a ñ o s antes de la i n v a s i ó n e s p a ñ o l a y hasta ahora no es
posible saber cuál pudo ser el nombre antiguo.
>E1 valle de Lurín, debido a la p e q u e ñ e z de su río, no es tan ancho
como el valle de L i m a . Forma u n a lengua de tierra que cerca de la costa
tiene dos millas y media de anchura y se extiende hacia el interior milla
y media, punto en el cual se ve estrechado por roquedales salientes por el
lado meridional hasta sólo milla y media. A diez millas de la costa mide
apenas dos tercios de milla: a dieciséis millas, cerca de Cieneguilla, tiene
una anchura de casi u n cuarto de milla, y a veinte millas del mar empie-
zan las quebradas de la sierra.
4

E l valle de Lurín es en extremo encantador. Cieza lo llama "delicio-


so y abundante en fruta", y probablemente no ha cambiado a este respec-
to desde el tiempo de los antiguos peruanos. Hileras de árboles altos,
sauces (salix) en su m a y o r í a o matorrales de caña (canilo) marcan el curso
de los canales que entrecruzan los campos. A q u í y allá se ven boscajes de
1
L a latitud y longitud de Lima, según el Diccionario de Paz Soldán (1S77). pp. 513, son:
long. 77" 16' 20" : [at 12° 2' 34". L a Latitud y la longitud de ¡as ruinas de Pachacamac,
según A. Raimondi f 1879), III, p. 96 son: long 76° 59' 27" : lat. 12° 15' 19". Dando por
aproximadas estas cifras, la distancia entre Lima y las ruinas sería de dieciocho millas o
alrededor de seis y media leguas peruanas lo cual casi concuerda con las siete leguas que se
acepta en las cercanías como la distancia medía entre el valle de Lurín y la ciudad de Lima.
- Comparar con el mapa que figura en la descripción y Relación de la Provincia de Yauyos,
en las Relaciones Geográficas... de Balboa (1881), I , p. 61.
3
Francisco de Avila, p. 142, E n C.R. Markham, Narraciones...
4
I , cap, 72.

Universidad Nacional Mayor de San Mar


5 6
Universidad del Perú. Decana de América
"huarangos" (Leguminosa sp.) y otros árboles, así como abundantes f r u -
tales como l ú c u m o s , pacaes, paltos y chirimoyas." E l valle alberga ac-
tualmente dos villorrios, Lurín y Pachacamac, y varias haciendas, la
mayor de las cuales es San Pedro. Multitud de mestizos viven en livianas
chozas de caña entre los campos. 6

No hay que confundir la moderna villa de Pachacamac con las rui-


nas del emplazamiento de la ciudad antigua del mismo nombre;' a q u é -
lla queda aproximadamente a tres millas tierra adentro de las ruinas, en
la orilla opuesta del río y a una milla de éste. E l emplazamiento de Lurín
se halla, como el de la ciudad antigua, sobre el camino que bordea la
costa, el "camino real". Se encuentra en el mismo lado del río como las
ruinas, pero a distancia de milla y media de ambos. Entre ellos se ubica
la hacienda San Pedro, a cosa de dos tercios de la distancia del río al
villorrio. Lurín tiene quinientos habitantes y la parroquia entera cerca de
dos mil; la villa moderna de Pachacamac tiene trescientos y la parroquia
entera cerca de tres mil; el distrito de la hacienda Cieneguilla, en la parte
superior del valle, cuenta por su parte con cerca de cinco mil personas.
Los habitantes de todos estos villorrios son pobres y casi en su totalidad
dependen e c o n ó m i c a m e n t e de las haciendas, particularmente de la de
San Pedro.

• Los antiguos producios agrícolas debieron ser principalmente maiz, camote, algodón,
etc. E n las tumbas suelen encontrarse vainas de semillas de algodón. L n tiempos modernos
:

se emprendió durante algún tiempo el cultivo de caña de azúcar, pero hubo de abandonarse.
6
Véase ilustración en c! libro Perú..., de George Squier (1877), p. 66.
7
E l vocablo Pachacamac se usará en este informe con tres significados diferenics, cada
uno de los cuales es de uso general:
1. Para la ciudad antigua, situada en la orilla derecha del río.
2. Para la villa moderna, fundada en la época española, en la orilla izquierda del rio, tres
millas hacia el interior.
3. Para la divinidad que fue objeto de adoración especial en Pachacamac y que dio su
nombre a la antigua ciudad. Femando de Sautillán (1879), p. 33: "el nombre de dicha
'walca' era Pachacamac". Cieza I , cap. 72: " E l nombre de este diablo significa 'creador
del Mundo'".
Pachacamac en quechua equivale a "el Creador del Mundo", " E l que anima el universo",
''el organizador del mundo".
La palabra Pachacamac se escribe de varios modos. L a forma hoy generalmente aceptada
para el nombre geográfico se halla también en las obras de Garcilaso; Sautillán, p. 32 trac
"Pachahccamahc" (sic). L a m a y o r í a de cronistas ( C i e z a , Zarate, Miguel de Estete,
p. 123. etc.) escribieron "Pachacama", suprimiendo la gutural fina!, que se necesita
gramaticalmente. Ponnas secundarias como Pacalcami. 1 lachaeama. Pacama. que se dan
en la información impresa de Estele, han de atribuirse a errores de lectura del manuscrito
de este autor. E l editor de la "Relación de la Religión de los indios del Perú", en la
Colección Je Documentos Inéditos, i l l . p. 10. cambió la ortografía exacta del manuscrito
del autor, que es Pachacamac. por Pachachaua.
Según la ley lingüistica del quechua, el acento cala generalmente en la penúltima silaba del
vocablo Pachacamac: mas ahora, probablemente por influjo de la regla acentual española.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 57
J. Las ruinas de la ciudad antigua están situadas en el límite septen-
trional del valle, sobre la margen derecha del río, cerca a su desemboca-
dura y a sólo seiscientas yardas del océano. E l desierto denominado
Tablada de Lurín se extiende entre los valles de Lima y de Lurín, la playa
9
baja y la empinada cordillera del interior; hacia el Sur desciende al valle
y está franqueado por los verdes prados de la llanura en sus lados su-
deste, sudoeste del valle y del océano, mientras que en las escarpas que
dominan el valle se eleva de cincuenta a ochenta pies por encima del
llano, al paso que algunas colinas se alzan entre ciento cincuenta y
doscientos cincuenta pies sobre el nivel del desierto. E l terreno situado
entre esos cerros y a su alrededor encerraba el emplazamiento de la anti-
gua ciudad. En el lado opuesto, el océano desmadeja sus olas poderosas
en la playa arenosa, con tronar incesante, mientras que a dos o tres mi-
llas de la ribera pueden verse las pintorescas islas áridas de Pachacamac
el acento cae en la última y la palabra se pronuncia Pachacamac'. Esta acentuación por
consiguiente, es e r r ó n e a tanto h i s t ó r i c a como l i n g ü í s t i c a m e n t e . E n la f o r m a de
Pachacama', empleada en las primeras ediciones de las crónicas de Herrera y Zarate,
parece haberse seguido l a regla española de acentuación, pero la última consonante
gutural que determinó su aplicación fue eliminada.
Por razones científicas parece conveniente emplear una escritura fonética de todos los
nombres antiguos, con excepción de los toponímicos para los cuales debe aceptarse la
pronunciación española. Para que un sistema de escritura fonética sea perdurable debe ser
fácilmente legible: por consiguiente hay que evitar las nomenclaturas modernas. Por este
motivo la escritura fonética que el señor Middendorf emplea en sus obras gramaticales
sobre las lenguas indígenas merece preferencia sobre la seguida en sus trabajos lingüísticos
por J . J . von Tschudi, Pacheco Zegarra (Ollantai, Paris, 1878). G.F, Beltram, Ludovico
Bertonio y otros. Pero el sistema de Middendorf requiere alguna corrección. E l escribe el
sonido palatal k antes de a, o y IÍ como c, ames de e, c /, como qu, a la manera española
y la gutural profunda, como k. Por razones mejor debatidas en otra parte, el sonido
superior/. deberá ortografiarse siempre como A' (k, kji, k'),y el m á s hondo como q (q, qh,
q' ) ; la aspiración con h, l a breve muda (Middendorf 'c; Bertonio ce, kk, pp. íf) con - (k\
q \ t'.p'). L a J suena aquí como la ch alemana, similar al vocablo alemán ach: la // como
en español: la w como la w inglesa. E n cuanto a la ch española e inglesa convendría
emplear el signo c (también la serie: c*, íh, í ) Si se dispone de la tipografía adecuada.
Hay que reconocer que el uso de este sistema ortográfico para las nomenclaturas no
geográficas implica una aparente incongruencia en la escritura del nombre Pachacamac
en sus diferentes significados. E n su sentido geográfico como denominación de las ruinas
antiguas y del villorrio moderno, debe escribirse en conformidad con la consagrada forma
española; como nombre de la divinidad es fonéticamente "Pachakamaj" (que corresponde
a la orlografía fonética empleada por J . J . von Tschudi, BeitrSge. p. 121). L a aceptación
de esta incongruencia parece ser menos nociva que lo sería el rechazo total de la ortografía
fonética.
8
L a s distancias relativas de las ruinas y de la villa de Lurín desde el río y donde están las
ruinas desde el mar no figuran muy correctamente planteadas en el pequeño mapa que
acompaña a la traducción inglesa del Infanta' dt Francisco de Avila a los errores... de
Huarochirí, editado por Markham.
9
Comparar ei panorama de la ciudad. L a m . 1.
1 0
E n el plano de l a ciudad. W, X , Y . Z .

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


5 8
Universidad del Perú. Decana de América
entre un revuelo de nubes de pelícanos y otras aves marinas. Hacia el
Sur, la mirada abarca la elegante curvilínea costera hasta el cabo Bubulusa,
apenas discernible en la niebla azulada a unas veinte millas de distan-
cia. Barrida por el viento marino, la arena del desierto se amontona sobre
las ruinas.
Unas pocas plantas de Tillandsia, verdes sólo en invierno, constitu-
yen la escasa y casi invisible vegetación del paraje; una lechuza uhulante,
una lagartija que se asolea o acaso una viborilla son los únicos signos de
vida animal en esta soledad. E l sol quema implacable el suelo rocoso;
mas una brisa refrescante del contiguo océano atempera el calor, de suer-
te que la temperatura fluctúa entre los noventa y los cincuenta y cinco
grados [fahrenheit], sin exceder estos límites en invierno o verano.
- Desde diversos puntos de la ruina se disfruta de una vista encanta-
dora del valle. A distancia pueden verse las agujas de las iglesias moder-
nas de las villas de Pachacamac y Lurín. L a s mansiones de San Pedro y
de la hacienda Buena Vista se alzan sobre eminencias pintorescas por
encima de los verdegueantes boscajes campestres. M á s lejos se extiende
el vasto desierto hacia el Sur, en dirección a Chilca; a cuarenta y cinco
millas de distancia, las estribaciones de los Andes surgen gradualmente
hasta nueve m i l pies de altura y reflejan al atardecer los rayos del sol
poniente. E n verano se puede observar el curso de la estación lluviosa en
las alturas serranas desde abajo del valle y en invierno pueden contem-
plarse los picos nevados dominando la llanura subtropical.

L a edad probable de la costa actual es asunto de cierta importancia


para Pachacamac. E n un tiempo esas islas estuvieron indudablemente
unidas con la tierra firme, ya que el canal que los separa es poco profundo
en este lugar. J.J. von Tschudi asegura que tales islas fueron aisladas o
separadas del continente en fecha tan reciente como la de la época e s p a ñ o -
la por el terremoto de 1586, que d e t e r m i n ó grandes cambios a lo largo de
la costa peruana. De haber ocurrido en verdad ese sismo en el tiempo
indicado hubiera sido imposible que Francisco de Ávila relatase el mito de
la provincia de Huarochirí en el a ñ o de 1608 en el que habla de la hermosa
Cavillaca que h u y ó al mar con su hijo, donde ambos se me tamor fosea ron
en rocas y fueron visitados por otra divinidad. ~ L a madre y el hijo trocados
en piedra deben ser la m á s grande y una de las m á s p e q u e ñ a s islas del
13
grupo de Pachacamac, que puede verse desde la orilla.
11
Perú, p. 245.
11
Perú, p. 129.
1 3
Cf. Lámina 15, fig. I y lámina 16. fig. 3.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 59
Rivero y Tschudi sostienen que aún puede hallarse en esas islas
cimientos pétreos de edificios, lo cual niegan otros autores; pero aun
cuando tal aserto tuviese base de verdad no sería sino débil prueba de la
existencia de las referidas islas unidas con la tierra firme en la época
primitiva de la historia del valle.
Otro punto es determinar si la costa es actualmente lo mismo que era
en tiempos de la conquista española, lo cual parece dudoso. No hay tradi-
ción en el valle de una gran inundación desastrosa " que lo asolase; pero
es evidente que la fuerte marejada oceánica inunda constantemente la
orilla. Se afirma que cerca de la villa de Lurín, en momentos de la bajamar,
pueden verse los cimientos de antiguos edificios en la escasa profundi-
dad de la playa. Por otra parte el señor Silva, que está muy familiarizado
con la comarca, asevera que a una de las islas que yace algo más hacia el
Sur se podía llegar cuando bajaba la marea con muías a pie enjuto, car-
gando guano, lo cual sería imposible hoy. En viejos documentos legales
que datan de la cuarta década del siglo XVII, y que se encuentran en la
Biblioteca Nacional de Lima, así como en las escrituras de la hacienda
San Pedro, se menciona un lugar llamado Quiicay que ya no existe en el
valle y que según una leyenda se hundió en el fondo del mar.
Indudablemente, el perfil de la costa en las cercanías de la antigua
ciudad ha cambiado desde el tiempo anterior a la llegada de los españo-
les, pues los campos que se extienden entre la ciudad y la playa suelen
ser inundados por fuertes marejadas. A mitad de camino entre aquéllos
y el océano, a cosa de cien yardas de éste, pueden verse las ruinas de un
recio dique o de cierta primitiva obra de albañilería que data del período
de los Incas, como se mostrará posteriormente. Si esta ribera hubiera sido
azotada ocasionalmente por esas marejadas en aquel tiempo primitivo,
el mencionado dique no habría sido probablemente construido. Las fuer-
tes mareas que se levantan arrastran pedazos del farallón con el cual el
desierto —la Tablada de Lurín— linda en la dirección del litoral, que en
este punto es sólo de doscientas o trescientas yardas de ancho.
Si la relación de Estete sobre la marcha de Hernando Pizarro de
Cajamarca a Pachacamac es digna de crédito debe tenerse por cierto que
en los días de su viaje la unión de ambos valles, el de Lima y el de
1J
Pent, p. 2 9 1 . Waitz en su Artthrvp. der Naturw., p. 235, atribuye también erróneamente
a Wilkes la aserción de que todavía puede hallarse ruinas en las islas.
1 3
S i hubiese ocurrido una inundación destructora, como las que azotaron el Callao y L i m a
durante los dos últimos siglos, hubiera sido imposible que las ruinas de Mamacona se
hubiesen librado de la destrucción (véase el plano), pues la base de este edificio sólo está
a veintidós pies sobre el nivel del mar y la c á m a r a con terrazas a no m á s de treinta y tres.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


60
Pachacamac, aún no se liabía interrumpido. Actualmente están separa-
dos por una faja de tierra estéril, que mide tres millas de largo en su
punto más cercano. Miguel de Estete escribe que Hernando Pizarro avan-
zó del valle de Lima a la ciudad del dios, "sin apartarse de la fresca
sombra de boscajes y poblados". Por inexacta que sea esta afirmación,
hay motivos suficientes para suponer que desde el tiempo de los Incas la
línea de la costa ha retrocedido buen trecho tierra adentro, aunque no
toda la distancia que separa hoy aquélla de las islas rocosas.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


61
u

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Capítulo I I

Condiciones étnica y política


de la región

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
V

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Hay que convenir que los límites geográfico, climático, étnico y político
entre la región costeña y la serrana se correspondieron en general. Y esto
fue cierto particularmente en los sentidos geográfico, climático y políti-
co. La provincia de Yauyos de la época española, que es la comarca
adyacente de la sierra, debió existir, según todas las fuentes, en un con-
cepto distinto en los tiempos antiguos. En aquella época se extendían
cuesta abajo, hasta la costa cálida, los Yungas, y así tenían sus límites en
línea climática divisoria; y como los conquistadores acostumbraron re-
conocer las delimitaciones antiguas, es casi seguro que la antigua pro-
vincia de Yauyos tuvo los mismos linderos, por consiguiente hubo de
abarcar a Sisicaya sobre el río Pachacamac y a Chosica, con su altitud de
2 800 pies; así como la contigua Chechima, aunque la primera no está
sino a treinta y dos millas y la segunda a cuarenta de la costa. Por lo cual
puede verse que el territorio político de Pachacamac era tan pequeño
como su distrito climático.
Es probable que la distinción étnica fuese tan netamente definida
como aquélla. Hasta ahora no se han llevado a cabo investigaciones
antropológicas completas de la comarca, ni sería aconsejable elegir las
cercanías del pueblo de Lurín para efectuar estudios de este genero, ya
que la población comarcana es muy mestiza." Los mestizos de la moder-
na villa de Pachacamac, que viven más al interior, tal vez posean algo de
la antigua sangre de los viejos habitantes de la ciudad prehispánica.
Entre estas gentes predomina un tipo facial de barba larga y angosta y
nariz un tanto aguileña, semejante al tipo de vaso Chimú mostrado por
Squier/ y que aún se ve en el moderno Pachacamac.
1
Cf. el mapa de la descripción de la provincia de Yauyos, Relación Geográfica..., 1, p. ó 1.
- Véase abajo.
5
Página 184.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


[651
No es del todo claro qué lengua hablaban los habitantes de este
valle, pero parece erróneo clasificarla dentro del mismo grupo lingüísti-
co que la de los chimús o sus parientes, los mochicas, pueblos que vivie-
4

ron al sur de aquéllos, como lo hizo J.J. Von Tschudi. Parece más exacto
incorporarla a la de los tallanes, que ocuparon una comarca situada
entre los chimús y los mochicas/ El padre Bernabé Cobo dice claramen-
te que el Chimú era hablado hasta Caraguaillo del valle del Chillón,
mientras que la lengua hablada en los valles del Rímac y de Pachacamac
era diferente y algunas personas hablaban todavía ambas lenguas en
1630. Antonio de La Calancha confirma asimismo la existencia de una
línea lingüística divisoria en las cercanías de Lima.
Los mochicas, que habitaban en los valles de Cañete y Chincha,
eran los vecinos más cercanos de los habitantes de Pachacamac por el
Sur. Así es que parece indudable la identidad de la población de los
valles del Rímac y Pachacamac con los tallanes de Zarate. No ha sido
posible hasta ahora clasificar la lengua de los tallanes y se necesitarán
profundas investigaciones locales para hacerlo. Puede aceptarse que
pertenece al mismo grupo lingüístico que la lengua de los chimús y los
mochicas, pues los tallanes habitaban entre ambos pueblos; pero esta
suposición no está probada ya que no quedan actualmente rastros de la
lengua primitiva. Los nombres antiguos de los lugares se han perdido en
su mayoría, a diferencia de lo que ocurre en la sierra.
Los nombres de las personas en los registros parroquiales podrían
ser una de las mejores fuentes; pero estudios de esta naturaleza requeri-
rían más tiempo del que podrá ahorrarse del trabajo de estudiar y explo-
rar las ruinas. E l pueblo todavía emplea algunas palabras desgajadas
del quechua, aunque esta lengua se hablaba generalmente en todas las
provincias del Perú durante la época incaica, así como en los primeros
tiempos de la conquista española; mas no puede establecerse la menor
relación de esas palabras con la antigua lengua de la provincia contigua
de Yauyos, el aimara base probable del kauki.
4
Organismos der Ketschua Sprache, p. 85: cf. también Brinton, The American Race,
p. 225.
!
Zárate, 1, cap. 6. También Cicza, cap. 51 habla de tres o cuatro linajes de generaciones en
que los Yungas se dividían.
6
Extractos de la obra manuscrita: Fundación de Lima por Jiménez de la Espada. Relación
Geográfica, I , ap. n." 1, p. X X V I I I .
7
L a lengua de la provincia de Yauyos era. según Tschudi. "Kulturhistorischc ud Sprachiichc
Beitrage...", p. 74, el kauki que él tiene por lengua independiente, ahora extinta. Otros
autores la relacionan con el aimara, como Brinton, The American Race, p. 216. Aunque
aquí la menciona como uno de los dialectos de la familia quechua, y Middendorf. Die

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


66
Las condiciones políticas no son tan complicadas como las lin-
güísticas. Según Garcilaso, los valles de Pachacamac, Lima, Chancay,
Huacho, Supe y Huaman (Barranca), durante el período anterior a la
conquista de este territorio por los Incas, estaban gobernados por un jefe
9 10

que tenía su sede en Pachacamac y que, como en el Cuzco, gozaba del


privilegio de entrar en el templo del dios principal, aunque no con el
carácter de gran sacerdote. Los dominios de este gobernador de Pacha-
camac (si Garcilaso está en lo cierto y no Calancha, quien atribuye los
12

tres valles del norte al Chimú), pueden considerarse como muy exten-
sos, pues miden ciento veinte millas de longitud; pero conviene recordar
que toda esta comarca encerraba sólo unos cuantos valles angostos se-
parados por anchos desiertos. Asimismo, si Garcilaso está en lo cierto, la
relación que unía a las diferentes partes del reino era muy laxa, por
meras razones geográficas, aun pasando por alto la muy floja naturale-
za de los antiguos sistemas políticos. Una circunstancia indica que hubo
relaciones políticas más íntimas entre los cuatro valles norteños y el
contiguo territorio Chimú, y ésta es la lengua muy peculiar de esta co-
marca, que se hablaba hasta Lima.
El santuario de Pachacamac hubo de disfrutar de cierta neutralidad
política, según Middendorf, quien afirma que el Chimú nunca lo tocó;
pero aun en el caso de que esta aseveración se fundase en una fuente anti-
gua puede que sea errónea, ya que las opiniones al respecto variaron gran-
demente desde los tiempos más lejanos. Garcilaso habla de guerras que los
caciques de Pachacamac tuvieron con el Chimú antes de la época incaica y
de derrotas que éste les inflingió. Otros distritos del reino guerrearon con
sus vecinos. Así, la descripción de la provincia de Yauyos relata que los
habitantes del valle de Lima habían avanzado hasta las montañas de
Aimara Sprache, p. 15. Numerosas toponimias indican estrecho parentesco con el aimara,
como Ayaviri, Chosica, Ornas (citado por Middendorf), Huancané (en la comarca del río
Mala), Huaqui (Desc. de la prov. de Yauyos, p. 66), Tanqui, Huanavi, Calahuaya; nombres
de localidades terminadas en "co" como Surco, Chillaco (o Taraco Tiahuanaco y muchos
otros): Parará (piedra miliar véase Bcrtonio, II, p. 250) nombre de una ruina cerca de
Chosica que tiene en su cercanía multitud de piedras de molino (Hutchinson, II, p. 47).
8
Libro V I , capítulo 30.
* Calancha asevera que los jefes de los valles laterales eran dependientes de los sacerdotes
de Pachacamac.
1 0
Garcilaso, V I , capítulo 31.
1 1
Xerez, p. 115.
! :
II!, capítulo 1.
1 3
Según Calancha.
1 4
Die Chimu Sprache, p. 21.
1 5
Garcilaso, V I , capítulo 32.
1 6
Página 71.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


67
Pariacaca y allí habían adorado a un ídolo; pero no hay recuerdo de que el
pueblo de Pachacamac tuviera que ver con esa campaña.
La supremacía del cacique de Pachacamac sobre el valle de Lima
continuó durante la época incaica, puesto que Francisco Pizarro al fun-
dar la ciudad de Lima enumeró el valle del Rímac como parte del distrito
de Pachacamac. Hasta ahora sólo se conoce los nombres de cuatro de
esos caciques: Cuismanqu, que se rindió a los Incas y cuyo nombre
19

parece de origen extranjero; Taurichumbi, que gobernaba Pachacamac


en tiempos de la llegada de Hernando Pizarro y cuyo nombre parece
quechua; Saba, a quien bautizaron los agustinos hacia 1540, y Luyan,
que en breve sucedió a éste por no haber sido asaz obsecuentes con los
nuevos amos.
El valle era muy populoso a la llegada de los españoles, hecho ates-
tiguado por la existencia en él de ruinas y cementerios numerosos. Profu-
sión de edificios arruinados se ve alrededor del promontorio rocoso de
"La Centinela". En el lado opuesto del valle, en la Rinconada, se encuen-
tra en la pampa arenosa ruinas de grandes patios y vestíbulos, y cruzan-
do Lurín puede verse en un cerro árido extensas ruinas de edificios.
Hasta la cumbre de La Centinela, a ciento treinta pies sobre el nivel del
valle, se pueden rastrear los cimientos de un gran edificio rodeado por
numerosas tumbas.
Asimismo se pueden encontrar hileras de albañilería que, por el
tamaño de la "tapia" hecha en el sitio, delatan su origen prehispánico.
Una faja larga y angosta de tierra que pertenece a la hacienda Huarangal,
propiedad de la de San Pedro, está cubierta con tumbas que bordean
hasta cerca del lado oriental de las rocas de La Centinela. Algunas tum-
bas antiguas de la hacienda Venturosa muestran que el borde septen-
trional del valle arriba de Pachacamac también tuvo edificaciones.

17
Ordenanza de Pizarro expedida en Pachacamac con fecha 8 de enero de 1535, extractos
de la obra manuscrita del padre Cobo, p. X I ; cf. también Calancha, I I , capítulo 29:
"ambos valles de un mesmo cazique".
1 1
Garcilaso, V I , capítulo 30.
1 9
Chumpi, en quechua —cinturón, tarhui— altramuz. Chumpi figura en otras palabras
compuestas, como Ahuachumbi y Ninnchumbi, dos islas que se hallan bajo 14° de latitud
Sur (carta de Pedro Sarmiento Gamboa, reimpreso por M . Jiménez de la Espada, Tres
Relacione* de Aitfig. " I n t r o d u c c i ó n " , p. X X I V ) , Suculacumbi (probablemente por
Sucuiachiimbi), nombre de Chancay (o del cacique de ese lugar; véase abajo). Estete,
p. 130. Tauri sugiere Tauriqui, título de un cacique, del norte del Perú (Sarmiento, loe.
ciT.p.XXV).
2 0
Estete, p. 133.
2 1
Wiener, p. 6 1 , trae un plano vago de una ruina, que dice se halla cerca de Manchay;
posiblemente se refiere a las ruinas de L a Rinconada.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


68
A distancia entre nueve y veintitrés millas del mar y en el borde
derecho del valle pueden verse las ruinas de cuatro aldeas, y a la izquier-
da los restos de dos más pequeñas, y en un angosto valle lateral las
ruinas de una población más grande, Huaycán, que se extiende a lo
largo de un barranco de piedra (en quechua waiq'ó) y a cosa de media
milla subiendo por el costado del cerro. Ambas aldeas pequeñas fueron
construidas sobre el lado del cerro, que a ratos es muy escarpado. Esto se
hizo para utilizar todo espacio de la tierra arable para la agricultura, ya
que el valle de este sitio ofrece sólo una faja muy estrecha de suelo fértil.
Se construyeron estas casas de piedra empleando adobe como argamasa
y rematándolas en punta; gracias a la sequedad del clima se encuentran
en estado casi perfecto de conservación.
Esta comarca poseía cierto número de buenos caminos, uno de los
22
cuales bordeaba la costa antaño. Cuando Hernando Pizarro no logró
obtener informes acerca de la ruta a Pachacamac de la gente costeña (que
estaba impedida de darlos bajo pena de muerte), pronto descubrió que le
bastaba seguir el camino al Sur a lo largo de la costa, desde Paramonga,
situada a los 10 grados 45 minutos de latitud sur, y que la ciudad debería
estar allí o en sus cercanías. Otros caminos seguían la vertiente septen-
trional o meridional del valle, cuesta arriba en dirección a Cieneguilla.
Un camino de herradura, ahora abandonado, pero aún conocido como el
"camino del Inca", bordeaba el declive meridional y conectaba las anti-
guas poblaciones a lo largo de esta ruta, una de las cuales aún lleva el
nombre de Tambuinqa.
A l contrario de lo que otros consideran, este escritor piensa que las
toponimias que relacionan lugares con instituciones incaicas han resul-
tado provenir generalmente de tal origen, según algunas investigacio-
nes arqueológicas. Este camino lo construyeron probablemente los Incas
y establecieron en ese sitio un tambo o refugio de viaje.
En Cieneguilla el camino de Lima corta esa ruta, la cual continúa a
través del valle hasta Huarochirí, y con el objeto de abrir una comunica-
ción más entre esta parte de la provincia y la sierra, luego de agregar esta
2 2
Rastros de antiguos caminos, ¡dentificables por sus cercas de tapia, pueden verse en el
valle de L i m a y merecen ser más concienzudamente estudiados. Se hallan tramos bien
conservados de caminos a lo largo de la costa septentrional del Perú, en el valle de! Santa
y cerca de Casma. AHÍ el camino muestra en el centro el muro divisorio (Hernando
Pizarro, p. 121, babla de puentes igualmenlc divididos), estando un lado reservado para
el gobernador y su séquito y el otro para el pueblo c o m ú n , y midiendo cada lado dieciséis
pies de ancho aproximadamente. Podría ser interesante rastrear el curso total de este
camino.
2 3
Carta de Hernando Pizarro, p. 122.

Universidad National Mayor de San Marcos


69
última a su reino, Tupac Inca construyó un camino de herradura desde
Huarochirí a través de la cadena de Pariacaca, una de las cordilleras
más altas y bravias del Perú, que alcanza dieciséis mil pies de altitud, y
lo extendió hasta Jauja. J.J. von Tschudi lo llama camino miserable,
mientras que Cieza lo juzgó digno de verse por la magnificencia del
paisaje de esa región.

3 4
Von Tschudi, "Kulturhistorische ud Sprachiiche...", pp. 75, 119.
1 3
La crónica del Perú. (1554), I I , capítulo 58.

Universidad Nacional Mayor de San Mar


70
Capítulo I I I

Historia reciente del valle

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
La historia moderna del valle empieza con el viaje de Hernando Pizarro
de Cajamarca a Pachacamac, donde le ordenó su hermano Francisco que
capturase el tesoro del templo, a comienzos del año 1533. Según su pro-
pio informe, partió de Andamarca, a cosa de treinta y dos millas al Sur de
Cajamarca, alrededor del 9 de enero, según ei calendario gregoriano, y
habiendo llegado a Pachacamac el 30 del mismo mes debió haber recorri-
do la distancia de trescientas cuarenta millas que separan ambas locali-
dades en veintidós días, cumpliendo un promedio diario de sólo dieci-
séis millas aproximadamente. Teniendo en cuenta la rapidez de los men-
sajeros indios, no es de admirar que Pizarro encontrase a su llegada que
todo el áureo tesoro había desaparecido. Incluyendo las contribuciones
de oro y plata enviadas por los caciques de Mala, Huarcu (Cañete),
Chincha y otros, su botín alcanzó solamente a 85 000 pesos de oro y
3 000 marcos de plata, en total 90 000 pesos, según Miguel de Estete.
Si se considera que la cantidad que se reunió en Cajamarca para
rescatar a Atahualpa ascendió a más de 1 326 000 pesos de oro, el botín
1
Página 121. Estete fija el 14 de enero como día de la partida y el 9 de enero como fecha
de la partida de Huaman Mayo (Barranca). Raimondi, II, p . 4 1 , la señala en el mismo
día,
aunque parece que lo fue el 24.
2
Este escritor conoció en L a Paz, Bolivia, a un indio anciano que recorrió una vez la
distancia de ciento noventa millas que separan L a Paz de Tacna en tres días.
3
L a riqueza de los Incas fue indudablemente muy exagerada en las antiguas informaciones.
Cieza, Crónica..., II, capítulo 65, habla de una ofrenda mayor de cien arrobas de oro que
uno de los Incas donó al templo de Pachacamac. Cien arrobas habrían tenido un valor en
oro refinado de US$ 75 000 000; ahora bien, en fuerte aleación de la mitad del peso sólo
en oro puro habría representado un valor de US$ 380 000, que habría sido diez veces el
monto de la sola ofrenda a Pachacamac, suma mayor que la del rescate de Atahualpa, que
había aportado todo el reino del Inca en Cajamarca. 85 000 ó 90 000 castellanos o pesos
de oro. según Prescott. I . p. 305, ascendían a la cantidad entre US$ 261 000 y US$ 276 000;
ahora bien, si se estima el valor en oro 1,5406 gramos por dólar, esa cantidad habría

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del frrjí- Decara de América
de Pachacamac parece muy insignifícante, pues sólo ascendió a la deci-
moquinta parte de la suma mencionada.
Llegado a Pachacamac, Hernando Fizarro forzó una entrada al tem-
plo del dios y, antes que nada, demolió su ídolo y su santuario en pre-
sencia de todo el pueblo, y erigió una cruz sobre esos restos para simbo-
7

lizar el comienzo de una era nueva. Desde aquél día empezó la deca-

tenido un valor de 402 a 416 libras de oro fino; 3 000 marcos de plata, y según el antiguo
patrón monetario habría equivalido a USS 30 000, cuyo valor comercial actual sería de
US$ 1 116 000. Para transportar este botín se empicaban llamas, cada una de las cuales
puede acarrear una carga de 100 libras. Si la carga de estos animales dependía solamente
del peso, como ocurría tratándose de! oro en forma de polvo de este meta!, veinte de
aquéllas hubieran bastado para acarrear tal botín. Xerez asevera, p. 118, que el botín de
Pachacamac consistió en veintisiete cargas de oro y 2 000 marcos de plata. Dando por
exacta esta aserción, cada llama hubo de acarrear USS 10 000 o treinta y tres libras de oro
fino o, si estaba amalgamado, alrededor de dos arrobas.
4
Raímondi, Perú, I I , p. 29, traza cuidadosamente la marcha de Hernando Pizarro desde
Andamarca a Pachacamac, pero sin solucionar las dificultades que se presentan en la
descripción de la última parte del camino. Aceptando el 30 de enero como el día de su
llegada a Pachacamac, Pizarro habría llegado a Supe el 25 y a Huacho el 26, mientras que
el 27 habría recorrido sólo dos leguas a Huacho. Allí habría pasado el resto del día
jaraneando con los indios. Como la siguiente jornada de cuarenta leguas por un vasto
desierto hasta Chancay hubiera sido demasiado larga para ese día, Estete da un tanto
erróneamente sólo cinco leguas a aquel desierto. Pizarro, por consiguiente, partió el
amanecer del 28 de enero y llegó a Chancay en la tarde. Este lugar es inconfundible en la
descripción de Estete, aunque le da nombre diferente (Suculacumbi). Es posible que éste
fuera el nombre del cacique de ese lugar que, frecuentemente, se le da en ves del nombre
de la población. Según la narración de Estete es claro que Pizarro y sus hombres sólo se
detuvieron en Chancay para cenar y siguieron su camino al Sur inmediatamente después.
Aquí empiezan los yerros de Raímondi (página 42). No puede comprender que el siguiente
acampamiento nocturno de la tropa de Pizarro fue en el valle del Rímac, mientras que la
distancia a ese punto era de treinta y siete millas. Es evidente que Pizarra emprendió una
marcha nocturna y que el campamento de que habla Estetc fue sólo el del siguiente día,
el 29 de enero. Las marchas nocturnas por el desierto son frecuentes durante el verano
en la costa peruana, y los expedicionarios tenían que recorrer otro desierto de veintiocho
millas entre Chancay y el valle del Chillón. Los habitantes de Chancay abastecieron de
provisiones a los viajeros para la marcha nocturna, "dieron todo lo necesario de comida
para aquél día". Cuando, por consiguiente, Pizarro salió de Chancay en la noche del 28,
proponiéndose llegar a Pachacamac el día siguiente, "por allegar otro día al pueblo donde
estaba la mezquita", entendía hacerlo el día siguiente al acampamiento de la próxima
noche, esto es, el 29 de enero. E l 30, Pizarro realizó sólo una jornada breve; pero como
cenó a mitad de camino en un pueblo indio y el camino atravesaba arboladas y poblados,
su último campamento nocturno debió haber estado en el valle del Rímac, probablemente
en la antigua villa de Huatica, cerca del vetusto templo del Rímac, y la interrupción de la
marcha hubo de ocurrir en el antiguo Surco, en las actuales rumas de Armatambo, cerca
de Chorrillos, en la extremidad meridional del valle del Rímac. Cualesquiera sea la
interpretación que se dé a este asaz obscuro pasaje de Estete, el recorrido de la última
jornada que condujo Pizarro a Pachacamac no pudo ser mayor de siete millas.
5
Prescott, I. p. 292.
6
Estete, p. 133.
7
Prescott, p. 293.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


74
dencia de la ciudad, ya que su prosperidad había dependido principal-
mente del prestigio del santuario.
En los últimos días del año 1534, Francisco Pizarro llegó a la ciudad
por la ruta de Jauja, después de tomar Cuzco. Allí se entregó a desafora-
das orgías con Diego de Alvarado y celebró un tratado con éste, en cuya
virtud Alvarado renunciaba a toda reclamación futura en la conquista
del Perú. Desde este lugar, Francisco Pizarro decretó, en enero de 1535, la
fundación de una nueva capital, Lima, en el valle del Rímac, habiendo
ya abandonado un plan anterior para ubicar esa capital en Jauja por
razones económicas y climáticas, al paso que no cabía tomar en conside-
9

ración Pachacamac por su falta de puerto.


A su llegada, los españoles hallaron la ciudad y todo el valle bien
populosos; pero se le describe como montón desolado de ruinas, tal
cual aparece actualmente, en el primer tercio del siglo XVII, con sólo
pocos indios viviendo en el valle. Aceleraron la despoblación de la ciu-
dad las guerras que desbastaron el Perú, por una parte y, por la otra, la
conversión de la población por las órdenes religiosas de franciscanos,
agustinos y jesuítas que sobrevinieron sucesivamente. Empezó el proce-
so de despoblación con las guerras de Manco Inca, que en el año de 1535
congregó en torno a él a todas las fuerzas indias para lucha a muerte que
emprendió contra los invasores españoles, y siguió con la nueva pobla-
ción que establecieron los monjes españoles cerca del puente del valle,
que atrajo allí a los habitantes de la antigua ciudad.
En 1535 Francisco Hernández Girón, durante su rebelión contra el
J \T N¿ 1 "*^^jr<. / . 1

gobierno español, buscó refugio en Pachacamac, y éste acuarteló allí


una guarnición para tenerlo en jaque. Tales circunstancias fueron facto-
res considerables en la disminución de la población de la ciudad, de
14

suerte que al cabo quedaron en ella sólo unas cuantas familias. Cuan-
do a mediados del siglo X V I llegaron los frailes agustinos, trasladaron la
ciudad a su nuevo emplazamiento en el valle, abandonando por comple-
8
Garcilaso, parte I I , libro I I , capítulo 17; Prescott, I I , p. 13.
9
Extractos de la crónica manuscrita del P. Bernabé Cobo acerca de la fundación de Lima
en Relaciones Geográficas..., I , Ap., V I - X V . L a fundación de una nueva ciudad en
Pachacamac hacia fines de 1534, antes de que se escogiese la actual sede en Lima, de que
escribe Calancha (II, capítulo 29), probablemente nunca ocurrió.
1 0
Garcilaso, parte I I , libro I I , capítulo 17; Calancha, /. c; Cobo, Historia..., IV, capítulo
17.
1 1
Calancha y Cobo, loe. cit
1 2
Calancha, loe. cit.
1 3
Col. de Doc. inédito I I I , p. 11.
1 4
Calancha, loe. cit.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


75
to su antigua sede. Así, en la descripción de la provincia de Yauyos en
1586 se le describe como situada en el camino del valle sobre la margen
izquierda del río, pero aquí tampoco iba a permanecer la nueva ciudad.
A l abandonar el valle los agustinos, sus sucesores cambiaron una vez
más su emplazamiento trasladándolo varias millas al interior, en donde
se halla actualmente. Esta serie de cambios interrumpió la conexión
con la población original.
Parece que el resto de una tribu india gobernada por un cacique y
algo diferente de la población circundante, en aspecto así como en cos-
tumbres, vivió una existencia apartada en este valle, casi hasta nuestros
días, según informes recogidos en sus cercanías. Más ahora ya no queda
rastro de ese pueblo.
No es sorprendente que tan pocos indicios del influjo español se
descubran en la antigua ciudad, si se tiene en cuenta la rapidez de su
despoblación así como de su cristianización. Algunos cambios de data
más reciente pueden rastrearse en las construcciones del antiguo con-
vento, debido a la circunstancia de que esos edificios estaban cerca de
los campos de la antigua hacienda Mamacona y, por consiguiente, eran
aprovechables para el uso de la hacienda. No se hallaron alteraciones de
esta clase en los otros edificios de la antigua ciudad y sólo algunos ha-
llazgos insignificantes indican que la ciudad estaba aún habitada cuan-
do los españoles entraron en ella. Un cuchillo en forma de hoz, ruda-
mente forjado, afilado en su borde exterior (fig. 1), que hallamos en nues-
tras exploraciones, puede considerarse como perteneciente a los prime-
ros días de la conquista española.

Figura 1. Cuchillo de cobre. Período hispánico. De una casa antigua de Pachacamac


1/3 del tamaño natural.

Hallamos algunas cuentas de vidrio de color verde-mar dentro de


una vasija, pertenecientes a la época incaica, en las ruinas de una casa
del exterior de la ciudad, y al interior de ella recogimos una cuenta cilin-
drica azul de antigüedad mayor. Estos fueron los únicos indicios obser-
vados por el escritor de que la ciudad fue habitada durante los primeros
tiempos de la conquista española.

1 5
CaJancha.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


76 Universidad del Perú. Decana de América
Uno de los establecimientos más importantes del valle es San Pedro,
fundación jesuita. Todavía existen las ruinas de una capilla que data de
aquel período. Preferible es pasar por alto aquí el pueblo de Lurín en
cualquier relación histórica con los demás pueblos, ya que apenas tiene
cien años de existencia. Fue fundado como nueva estación en el "cami-
no real" luego del traslado de la antigua ciudad de Pachacamac a su
última sede, bien arriba del valle. El nombre de Lurín es de etimología
quechua, lengua que introdujeron aquí los Incas y que dominó por com-
17

pleto esta localidad durante el primer período español.

1 6
Middendorf, Die Chimu Spmehe, p- 20.
1 7
Lurín o httrin-abajo, tierra baja. C o m p á r e s e también la antigua clasificación de ios
pueblos de ia Sierra en dos grupos que solían hacer los Incas, en Hununsaya y Hurinsaya.

Universidad Nacional Mayor de San M


Universidad del Perú. Decana de Améri 77
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Universidad del Perú. Decana de América
Capítulo I V

Exploraciones anteriores de las ruinas

ti &

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
u .

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América
Las ruinas de Pachacamac han sido visitadas y descritas por los viajeros
con mayor frecuencia que cualesquiera otros monumentos del antiguo
Perú, gracias a su adecuada situación en las cercanías de la capital; no
obstante, pocas ruinas de la importancia de Pachacamac han sido tan
insatisfactoriamente descritas. Varias razones pueden explicar este des-
cuido. La mayor parte de las expediciones fueron emprendidas más por
curiosidad que por móviles de exploración científica y el tiempo que
emplearon en el lugar fue por lo común muy limitado. Las ruinas en su
conjunto tienen mayor atractivo que el que podría prometer el estudio de
sus detalles, pues éstos parecen más insignificantes aquí que en muchas
otras ruinas; sus grandes edificios están muy arruinados y pocos son los
que se conservan en buen estado.
Antes de la expedición de la que informamos aquí, sólo se sabe de
una que permaneciera en este sitio dos meses, la de Bandelier, en el año
1892 ó 1893. Este explorador tomó medidas de los edificios más impor-
tantes y determinó los propósitos para los que fueron construidos. Ex-
ploró la parte oriental del vasto cementerio que rodea al templo de
Pachakámaj. Los hallazgos de estas exploraciones se encuentran ac-
tualmente en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, y
es deplorable que el informe de Bandelier no se publicase; sólo unas
cuantas notas acerca de sus descubrimientos en el Perú encierra un arti-
culo de F. Webb Hodge. Las descripciones más antiguas de las ruinas
poseen carácter y mérito variable según el tiempo en que fueron escritas.
Las escritas en el siglo XVI reclaman el valor de testimonios documenta-
les por provenir de la pluma de contemporáneos que vieron la ciudad en
1
Véase el plano de la ciudad.
2
American Anthropologist, 1897, p. 393 y ss.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad delffftrji.Decana de América
su esplendor o que, por lo menos, oyeron hablar de sus maravillas a los
indios que vivieron en su recinto en aquellos lejanos días. Tienen este
carácter las informaciones de Miguel de Estete y Hernando Pizarro; ellos
fueron los primeros e s p a ñ o l e s que entraron en la antigua ciudad y des-
truyeron el famoso templo. Sus informes, por consiguiente, son de testi-
gos oculares. Estete escribió dos relaciones, u n a que en forma de diario
fue impresa en la relación de la conquista de Xerez y reimpresa muchas
veces, y la otra que en forma de copia es conocida por las pocas notas que
de ella t o m ó W i l l i a m H . Prescott, quien c o n s u l t ó el manuscrito para es-
cribir s u historia.
L a información de Estete es uno de los documentos m á s valiosos que
poseemos acerca de una antigua ciudad peruana. De importancia análo-
ga es la carta que dirigió Hernando Pizarro a la Real Audiencia de Santo
Domingo, en la que describe su expedición a Pachacamac. Habiendo es-
crito esta carta diez meses d e s p u é s del acontecimiento que la motiva, s u
información está en forma m á s condensada, pero da la impresión de que
su autor recordaba claramente todos los sucesos que allí narra. Debemos
a Markham la publicación en inglés de tan importante documento.
Tenemos descripciones que datan del siglo X V I por Pedro de Cieza,
el gran viajero y fidedigno cronista, y por el padre J e r ó n i m o R o m á n .
Cieza vio la ciudad aproximadamente una d é c a d a d e s p u é s de la extin-
ción de su vida religiosa, cuando sus habitantes se convirtieron al cris-
tianismo, o de no, cuando fueron al menos muy intimidados por los
invasores. Encontramos en la obra del padre Jerónimo Román, Las Rqyú-
j|
blicas del Mundo, una descripción atractiva de los templos del Sol en el
Imperio de los Incas, al parecer basada en u n estudio inmediato del Tem-
plo del Sol de Pachacamac, que menciona en su relación y merece tanto
mayor crédito como que recogió su i n f o r m a c i ó n antes de 1595, el a ñ o de
publicación de s u Crónica... y de testigos oculares que vivieron en la
ciudad antes de su decadencia.
Del primer cuarto del siglo X V I I datan las informaciones de los dis-
tinguidos cronistas Bernabé Cobo y Antonio de L a Calancha; ambos
conocieron bien las ruinas. E l primero, jesuita, tras una descripción ad-
mirable del templo que corona el cerro, que tiene el valor adicional de que
describe minuciosamente detalles importantes, a la s a z ó n existentes y
ahora perdidos. Calancha, agustino, da u n e s p l é n d i d o resumen de to-
dos los hechos que pudo recoger concernientes al templo y su historia.
Por desgracia, cuando ambos cronistas escribieron sus informes, toda
' Crónica..., I , capítulo 72.
J
Citada por Garcilaso, libro II, capítulo 2.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


82 Universidad del Perú. Decana de América
noticia original acerca del uso anterior del templo se había extinguido;
su información provino de dichos y tradiciones locales, que en el curso
de varios decenios transformaron los hechos; por ende, sus asertos han
de recibirse con reserva y en muchos casos son enteramente falsos. E n
los días en que estos cronistas vivieron en esa región había comenzado a
formarse una vaga tradición local sin ningún fundamento positivo, tal
como la encontramos hasta ahora y que aún hasta el siglo XIX ha enga-
ñado a muchos exploradores. Hay que desechar completamente estas
consejas falsas y engañadoras, para cimentar una información estricta-
mente histórica de las condiciones antiguas de la ciudad.
Las notas escritas por los dos señores Ulloa a principios del siglo
XVIII revelan solamente su ignorancia y su indiferencia con respecto a la
historia del antiguo templo. El único dato que nos ofrecen es que el as-
pecto de la ciudad arruinada era tan desolado en el tiempo en que escri-
bían como ahora.
Es verdad que a principios del siglo XIX se despertó un nuevo inte-
rés científico por las ruinas, pero sin llegar a ningún resultado inmedia-
to. Éstas fueron visitadas y descritas desde entonces por los siguientes
viajeros: en 1817, por W.B. Stevenson; el 28 de julio de 1839 por Wilkes
(en calidad de miembro de la expedición exploradora norteamericana);
por J.J. von Tschudi, entre los años de 1838 y 1842; por E.M. de Rivero y
Clements R. Markham que observaron las ruinas en 1853,1854, y 1860;
por George Squier entre 1860 y 1870; por Hutchinson entre 1871 y 1873;
por Bastían en julio de 1875; por Wiener en 1876; por Middendorf en la
década de 1880, etc.
En el informe de W.B. Stevenson no hallamos descripción alguna de
las ruinas; él sólo trae algunas observaciones generales. Wilkes, luego de
una visita de algunas horas en Pachacamac, sólo ofrece unas cuantas
observaciones superficiales y dos opiniones indiferentes." Las notas de
J J . von Tschudi son también harto breves para tener algún valor. L a
descripción que hacen de la ruina en su obra E.M. de Rivero y J.J. von
Tschudi carecen de valor crítico, aunque ha sido a menudo citada, y
tampoco merecen crédi to el plano y las vistas de la ciudad que figuran en
g
el atlas suplementario de esa obra.
5
Wilkes, I, p. 27S. E l 26 de enero, D'Osery pasó por las ruinas de Pachacamac. En el libro
de viajes de F. Castelnau, Exped. clans la pan. ceñir, de'l Amerique dll Sitd, histoire du
voyage, París, 1851, IV, p. 179, se lee sólo una breve alusión a esa visita.
1
J.J. von Tschudi, Perú..., I pp. 289-291.
1
Rivero y Tschudi, Antigüedades Peruanas, pp. 28S-291.
8
Adas, láminas L I V - L V .

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Universidad del Perú. Decana de América 83
Markham menciona a menudo las ruinas en sus libros y también
9

preparó un plano básico del Templo del Sol que desgraciadamente no


llegó a publicar. George Squier visitó esta localidad durante una sema-
na, pero sólo dio una descripción muy general de ésta; no obstante, sus
planos de los dos monumentos principales, el Templo del Sol y el Con-
vento, son los mejores hasta hoy publicados y los únicos dignos de algu-
na atención científica, aunque necesitan ciertas correcciones. Las notas
de Hutchinson acerca de las ruinas traen pocos detalles y no son fide-
dignos; asimismo sus opiniones sólo en parte responden a la realidad.
12

A l publicar sus notas sobre las ruinas, Bastían sólo quiso despertar in-
terés por ellas y por tanto su informe puede considerarse como una ten-
tativa para cumplir su deseo. El informe de Wiener junto con sus opi-
niones carece de valor, aunque sus observaciones fueron fruto de una
visita de once días. La descripción de Middendorf tiene la ventaja so-
bre las notas de la mayoría de sus predecesores por la gran seriedad de
su observación y la concienzuda atención a los detalles que en ella mani-
fiesta. Las vistas que trae son reproducciones de fotografías, primeras de
su género en este campo.
El autor debe el privilegio de poder ofrecer el presente informe —en
forma mucho más detallada que los anteriores— a la circunstancia afor-
tunada de haber podido quedarse en este lugar mucho más tiempo que
los exploradores que le precedieron y consagrar su tiempo exclusiva-
mente a la exploración de este grupo de ruinas.

9
informaciones sobre el descubrimiento, inlrod.. p. X X I .
1 0
S q u i e r . P m í , pp. 6 2 - 8 1 .
1 1
Hutchinson. Two Years in Perú, I , pp. 147-176.
1 2
Bastian. Die Culiurlander des Allen Amerika, I , pp. 51-53.
' 3
Wiener, Pérou et Bolivie, pp. 56-70.
14
Peni, H, pp. 110-126.

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


84

También podría gustarte