Rompiendo Las Maldiciones 9789589354094

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Rompiendo las maldiciones por Frank Hammond Copyright ©2010 y derechos

de esta edición en español reservados por Editorial Buena Semilla, Bogotá,


Colombia bajo su sello Editorial Desafío.
Publicado originalmente en inglés bajo el título “The Breaking of Curses” por
Frank Hammond, ©copyright 1993, derechos reservados por “The Children’s
Bread Ministry”, Texas, U.S.A.
Prohibida la reproducción por sistemas de impresión, fotocopias, audiovisuales,
grabaciones o cualquier medio, menos citas breves, sin permiso por escrito del
editor, menos por cortas citas o artículos.
Las citas bíblicas que aparecen en este libro son de la versión Reina Valera Revisada
©I960 de las Sociedades Bíblicas Unidas.
Traducción: Pablo Barreto, M.D.
Fotografías: © 2010 Pindyurin Vasily, Galyna Andrushko, BruceParrott. Pokaz,
Kasash. Usadas con la autorización de Shutterstock.com Used under license from
Shutterstock.com
Conversión digital y diagramación: https://tribucreativos.com
Publicado y Distribuido por Editorial Desafío
Cra. 28a No.64a- 34 Bogotá, Colombia Tel. (571)630 0100
https://libreriadesafio.com
Categoría: Liberación / Sanidad Interior
Producto No. 604002
ISBN: 978-958-935-409-4
Contenido

INTRODUCCIÓN

1. Las maldiciones son reales


2. Maldiciones generacionales
3. Maldiciones por pecados
personales
4. Cosas malditas
5. Palabras de maldición
6. Maldiciones engendradas
por la autoridad
7. Maldiciones por brujería
8. Leyes que gobiernan las
maldiciones
9. Pasos para romper las
maldiciones

En esta traducción el término “satanás” y sus afines no llevan


mayúsculas iniciales para no reconocer a este enemigo ninguna
prioridad en la vida del creyente, aunque se desconozcan las reglas
gramaticales sobre nombres propios.
Introducción

El tema de las maldiciones es digno de toda nuestra cuidadosa atención. La palabra


"maldición”, en sus diversas formas, se encuentra más de 230 veces en la Biblia. En
hebreo hay seis palabras diferentes y en griego hay tres palabras distintas que se
traducen como “maldición”. Estas palabras dan a conocer diversos aspectos de las
maldiciones. Cualquier tema bíblico que tenga un énfasis tan extenso, merece
nuestro estudio cuidadoso.
Desde un punto de vista real, es obvio que en muchas personas escasean las
bendiciones de Dios en sus vidas. La ausencia de la bendición de Dios es prueba de
una maldición. Somos malditos o bendecidos; no hay términos intermedios.
Debemos determinar “si” y “por qué” estamos bajo una maldición y estar seguros de
lo que debemos hacer para echar atrás esa condición. Dios, en nuestro Señor
Jesucristo, nos ha dado grandes provisiones para pasar de la maldición a la
bendición.
En el Antiguo Testamento, quizás la palabra más común para “maldición” es el
término “a r a r”. que significa expresar un deseo de mal contra alguien; pedir que
caiga una enfermedad o una desgracia, o atar a alguien con un conjuro o ensalmo.
Desde la perspectiva de Dios, una maldición es una sentencia de juicio divino
sobre los pecadores. Es precisamente lo opuesto de la bendición del pacto. Las
maldiciones resultan de quebrantar los mandamientos de Dios. Así, todas las
maldiciones que se encuentran en Deuteronomio, capítulos 27 y 28, son
consecuencias de haber violado la relación con Dios. Los anuncios del castigo divino
identifican las maldiciones impuestas por Dios.
Otra palabra hebrea que se traduce “maldición” es “c h e r e m” y designa las cosas
dedicadas a Dios o señaladas y apartadas para ser destruidas. Tales cosas se vuelven
una maldición contra quienes las conservan para sí. Por ejemplo, Acán tomó una
parte del botín de Jericó, que estaba dedicado a Dios y ese botín se le convirtió en
maldición no sólo sobre él sino también a la totalidad de su familia (Josué 7). El
diezmo es santo y dedicado al Señor (Levítico 27:30) y pasa a ser una maldición
para los que no lo pagan (Malaquías 3:8-10), sino que lo guardan o lo gastan en
algo distinto a la obra de Dios. Un ídolo es una “cosa maldita”, y quien lleve a su
casa un ídolo recibe una maldición (Deuteronomio 7:25-26).
Es demasiado superficial agrupar los diversos términos hebreos o griegos bajo la
única palabra “maldición”. Sin embargo, en este libro se han evitado las distinciones
técnicas de los vocablos hebreo o griego y dejamos que la identificación de las
diferentes clases de maldiciones reflejen sus diversos aspectos.
“Rompiendo las Maldiciones” se publica con una oración para que la verdad que
aquí se revela, permita cambiar muchas maldiciones en bendiciones.
1

Las maldiciones son reales


La Biblia afirma la realidad de las maldiciones. Dios dijo que Él:
“...visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos,
hasta la tercera y cuarta generación”
Éxodo 34:7.
Como los israelitas veían que estas madiciones pasaban a sus descendientes,
inventaron este dicho: “...Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos
tienen la dentera” (Ezequiel 18:2). En otras palabras, los hijos sufrían por los pecados
de sus padres. Las maldiciones generacionales impuestas por Dios, eran verdaderas.
El Libro de Jueces registra una maldición que ilustra muy bien la realidad de las
maldiciones. Cuando Gedeón murió, dejó setenta hijos. Abimelec, uno de ellos,
asesinó a sus hermanos a fin de asegurar el liderazgo nacional para sí mismo.
Sólo escapó Jotam, el menor de los hijos de Gedeón. Las ciudades de Milo y
Siquem eran partidarias de Abimelec. Por tanto, Jotam pronunció una maldición
sobre quienes habían asesinado a sus hermanos
“20Y si no. fuego salga de Abimelec, que consuma a los de Siquem y a la casa de
Milo, y fuego salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a
Abimelec...23envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem,
y los de Siquem se levantaron contra Abimelec; 24para que la violencia hecha a
los setenta hijos de Jerobaal, y la sangre de ellos, recayera sobre Abimelec su
hermano que los mató, y sobre los hombres de Siquem que fortalecieron las manos
de él para matar a sus hermanos...56Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo
contra su padre, matando a sus setenta hermanos. 57Y todo el mal de los hombres
de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición
de Jotam hijo de Jerobaal”
Jueces 9:20, 23, 24, 56, 57.
Del relato anterior, aprendemos varias verdades claves:
1. Las maldiciones son reales. La maldición pronunciada por Jotam, cayó
sobre Abimelec y sus huestes.
2. La maldición se debió al pecado. Abimelec inmisericordemente asesinó a
sus setenta hermanos.
3. La maldición pronunciada por Jotam fue un clamor para que Dios juzgara
si eso era justo. Dios es el Juez de los corazones y motivos de los hombres.
4. Dios sancionó la maldición. Las palabras de Jotam por sí solas, eran
insuficientes para causar daño a Abimelec.
5. El poder de una maldición es demoníaco. “Dios envió un mal espíritu para
efectuar la maldición”.

A partir de la historia secular, vemos igualmente que las maldiciones son reales:
“Había miles de judíos que vivían en España hacia 1480; en el comienzo de la
Inquisición, y en el curso de tres años se inició la expulsión de los judíos profesantes.
En 1492, el año en que Colón zarpó para América, los reyes católicos Fernando e
Isabel firmaron un edicto por el cual se expulsaba de España a todos los judíos.
España se convirtió en una gran nación, y extendió su imperio a lo largo y ancho del
mundo; sin embargo, en pocos siglos comenzó a declinar y su imperio se desintegró.
Nunca ha regresado política, económica, o culturalmente a su primitiva gloria y
hoy se considera como una de las naciones más pobres de Europa occidental.
Además, el pueblo de España nunca ha experimentado un avivamiento espiritual
de calidad o de cantidad...Como informarán los creyentes que trabajan en España,
es una de las naciones del mundo más secas desde el punto de vista espiritual.
¿Por qué todas esas adversidades sobre la que fue una gran potencia? ¿No podría
ser que la ley de Dios: “Bendeciré a quienes te bendigan y los que te maldigan serán
malditos” es una verdad tan segura y de tanta certidumbre como la misma ley de la
gravedad?1
Por otra parte, de nuestras propias experiencias hay bastantes relatos para
demostrar que las maldiciones son verdaderas. Con mucho éxito hemos liberado a
gran cantidad de cristianos presa de las maldiciones. Nosotros mismos hemos sido
libres de ellas, conforme compartiremos en algunos de los capítulos venideros.
Cuando las maldiciones se anulan, entonces fluyen las bendiciones.
Con todos los ministros de liberación con quienes nos hemos relacionado
constantemente, tienen que ver y tratar con las maldiciones en la vida de los
cristianos. Si es posible que un cristiano se encuentre bajo maldición, entonces es
posible que el cristiano tenga un demonio, pues el poder de las maldiciones es
diabólico por completo.
Desde nuestros primeros días en la labor de expulsar demonios, aprendimos a
trabajar contra los demonios de las maldiciones. Sin embargo, lo hacíamos sin
entender completamente las maldiciones y las bendiciones, desde el punto de vista
escritural. El Espíritu Santo nos daba palabras de conocimiento cuando echábamos
fuera los demonios de la gente, y por el Espíritu Santo aprendimos que había
maldiciones sobre las personas. De hecho, este continuo tratar con las maldiciones
en la vida de las personas nos animó a emprender un estudio bíblico sobre este
tema. En verdad, quedamos sorprendidos al descubrir cuánto enseña la Biblia sobre
maldiciones y bendiciones.
Con la finalidad de entender mejor las maldiciones, es útil dividirlas en varias
categorías lógicas:

1. Maldiciones Generacionales.
2. Maldiciones por Pecados Personales.
3. Cosas Malditas.
4. Palabras de Maldición.
5. Maldiciones Originadas en los Padres y Maldiciones de Brujería.

En primer lugar, consideraremos las Maldiciones Generacionales.

1 (Sorko-Ram, Ari & Shira, diciembre 1992, Carta de Noticias MAOZ).


2

Maldiciones generacionales
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida,
PARA QUE VIVAS TU Y TU DESCENDENCIA’’
Deuteronomio 30:19.
Cuando el hombre elige andar en obediencia con Dios, se le aseguran las
bendiciones de Dios sobre su vida; y estas bendiciones pasarán a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. No así, cuando el hombre elige ignorar los mandamientos de
Dios, o en forma abierta se rebela contra las leyes de Dios, será maldito al igual que
su descendencia.
4
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5No te inclinarás a ellas, ni
las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que VISITO LA
MALDAD DE LOS PADRES SOBRE LOS HIJOS HASTA LA TERCERA Y
CUARTA GENERACION DE LOS QUE ME ABORRECEN, hY HAGO
MISERICORDIA A MILLARES, A LOS QUE ME AMAN Y GUARDAN
MIS MANDAMIENTOS”
Éxodo 20:4-6.
Dios se comunicó con Moisés en el Sinaí y le dio los Diez Mandamientos. En
ellos, Dios prohibió la idolatría bajo la pena de una maldición que iba a pasar hasta
la “...tercera y cuarta generación” (Éxodo 34:7). Supongamos que un hombre comete
el pecado de idolatría (que incluye lo oculto). Además, supongamos que él y cada
uno de sus descendientes por cuatro generaciones tiene tres hijos cada uno. Esto
eleva la cantidad hasta cuarenta descendientes que estarán bajo la maldición puesta
por la iniquidad de un antecesor.
Si volvemos de regreso al árbol genealógico, cada uno de nosotros tiene dos
padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, y dieciseis tatarabuelos —es decir, un total
de treinta antepasados de los cuales posiblemente se derivan las maldiciones. Al
buscar la causa de las maldiciones con esta luz, es fácil ver que una persona puede
perfectamente sufrir toda clase de maldiciones debido a pecados de los antecesores.
¿Quién puede tener un conocimiento seguro de las idolatrías en que hayan estado
comprometidos sus abuelos de las generaciones pasadas? Por tanto, ¿cómo hace uno
para saber qué maldiciones se deben romper? El Espíritu Santo con mucha
frecuencia revela las causas de las maldiciones ancestrales por medio de “palabras de
conocimiento”.
Cuando trabajábamos en el ministerio pastoral, programábamos un día de
liberación cada mes para las personas que no pertenecían a nuestra comunidad local
y que deseaban liberación. Nos asombró ver cuánta gente venía de lugares muy
lejanos, pues debían viajar bastante tiempo para asistir a unas pocas horas de
enseñanza y ministración. En una de esas reuniones, hubo una dama que viajó más
de trescientas millas y a quien jamás habíamos visto antes. Durante el momento de
la ministración en grupo, Ida Mae recibió una “palabra de conocimiento” sobre esta
mujer quien estaba bajo la maldición de una enfermedad mental por un pecado que
había cometido uno de sus abuelos. Naturalmente, oramos para que esta mujer
fuera libre de esa maldición especial.
Siete años más tarde supimos el resto de la historia. La víspera de ese día de
liberación particular, a esta señora la habían sacado de un hospital mental. Durante
años siempre entraba y salía de tales instituciones. Cuando regresó a su hogar,
después de asistir a la reunión de liberación, la familia y los amigos esperaban que
volviera a recaer en un episodio más de su enfermedad mental, tal como había
sucedido por años, pero esto nunca volvió a ocurrir.
Desde el día de su liberación quedó completamente sana de toda enfermedad
mental, y ahora es una de las líderes más estables de la iglesia donde su esposo es
anciano. ¡La maldición ancestral había quedado rota!
Las maldiciones ancestrales se determinan con suma frecuencia por sus malas
consecuencias. La Santa Biblia (Deuteronomio 28) enumera varios efectos comunes
de maldiciones que se pueden parafrasear de la sigiente manera:

1. Pobreza o insuficiencia financiera completa.


2. Esterilidad e impotencia, así como abortos y otras complicaciones en el
área de la reproducción.
3. Fracasos en planes y proyectos.
4. Muertes prematuras y muertes por causas no naturales.
5. Enfermedades y dolencias, sobre todo afecciones crónicas y hereditarias.
6. Vidas con traumas, siempre se va de una crisis a otra.
7. Quebrantos mentales y emocionales.
8. Ruptura de las relaciones familiares e inclusive divorcios.
9. Obstáculos espirituales para oír la voz de Dios, percibir la presencia del
Señor, comprender la Biblia, concentrarse en la oración y ausencia de
dones espirituales.

A través de toda la historia bíblica, los judíos fueron testigos de la operación de las
maldiciones generacionales. Como hemos notado, inventaron un proverbio para
describir las consecuencias del pecado de los padres y su paso a los hijos. En efecto,
la Escritura dice: “...Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen
la dentera” (Ezequiel 18:2). Sin embargo, Dios declaró que llegaría el tiempo
cuando este dicho iba a dejar de ser apropiado. Su pueblo iba a entrar bajo un
“pacto nuevo”. Dios escribiría su ley en “sus corazones”, y todo hombre sería
directamente responsable de sus propios pecados (Jeremías 31:29- 33; Ezequiel
18:1-4). Este pacto nuevo es la gracia provista por nuestro Señor Jesús cuando vertió
su sangre preciosa en favor de la humanidad.
La gracia no significa que una maldición ya no vuelve a pasar a las generaciones
siguientes. Significa que por medio de la muerte substitutiva de Jesús, Dios ha
provisto un remedio para la maldición.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero)”
Gálatas3:13.
Cualquier persona que tenga evidencia de maldiciones generacionales que obren
en su vida, debería apropiarse de las provisiones de la cruz. Que confiese sus propios
pecados y los pecados (conocidos y desconocidos) de sus progenitores y antepasados.
Los efectos de las maldiciones no son otra cosa sino parte de las obras del diablo que
Jesús vino a destruir (1 Juan 3:8). Los demonios han perpetuado maldiciones que
ahora se pueden echar fuera. ¡Se les debe ordenar salir en el nombre de Jesús!
La primera vez que enseñamos sobre maldiciones, un joven de 14 años fue
liberado de una maldición generacional y quedó dramáticamente sano. La mamá
había traído a su hijo para que se orara por él, y nos explicó que había nacido
completamente sordo. Como nunca tuvo la oportunidad de oír, por tanto, jamás
aprendió a hablar y era mudo. Ida Mae recibió “una palabra de conocimiento”, la
cual indicaba que su sordera se debía a una maldición originada en el compromiso
de la madre por haber visitado a personas que adivinaban el futuro. La madre
reconoció que después de haber entregado su corazón al Señor se había
comprometido mucho en buscar que le adivinaran la suerte. En primer lugar,
llevamos a la madre a que se arrepintiera, y luego le ministramos liberación.
Después, oramos por el muchacho haciéndole saber al demonio de la maldición
que ya no tenía ningún derecho legal sobre el joven. Cuando el demonio salió,
instantáneamente el muchacho recibió la facultad de oír. Un hermano de la
comunidad puso a funcionar una cinta de alabanza en el sistema de sonido de la
iglesia. El joven comenzó a tocarse un oído y otro y a mover su cabeza con el ritmo
de la música, era la primera vez que podía oír.
Al día siguiente la mamá llamó a la oficina y dijo: “Tan solo quería que ustedes
supieran que mi hijo está curado, puede oír perfectamente”. Esta llamada era en
verdad una confirmación para nosotros que la enseñanza sobre las maldiciones,
había dado en el blanco.
3

Maldiciones por pecados


personales
Muchas personas del pueblo de Dios luchan contra adversidades y males en sus
vidas, sin reconocer que sus problemas se deben a las maldiciones. Y que éstas a su
vez entran por la “puerta del pecado”.
“MALDITO EL QUE NO CONFIRMARE LAS PALABRAS DE ESTA LEY
PARA HACERLAS...”
Deuteronomio 27:26.
El pecado es la desobediencia a los mandamientos de Dios. A los ojos de Dios, la
obediencia parcial es desobediencia. Un ejemplo de esto lo encontramos en el rey
Saúl. Dios ordenó a Saúl que destruyera a los amalecitas, quienes habían atacado a
los israelitas al salir del desierto para entrar a la Tierra Prometida, Canaán. Dios
había pronunciado un juicio de maldición sobre los amalecitas: “...Escribe esto para
memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo
del cielo” Éxodo 17:14.
Años más tarde, el juicio sobre Amalec estaba listo para hacerse efectivo, y Dios
ordenó a Saúl destruir a los amalecitas (1 Samuel 15). No debía apiadarse de sus
hombres, mujeres, niños, ni ganados. Todo lo que perteneciera a los amalecitas
estaba destinado a la destrucción. Sin embargo, Saúl perdonó al rey Agag y a lo
mejor de las ovejas, los bueyes, los carneros y a los corderos más robustos. La
obediencia parcial de Saúl se juzgó como rebelión —incluso se igualó al pecado de
la hechicería o adivinación. Debido a esta desobediencia Dios quitó a Saúl de su
distinción de rey. El fracaso, la falla, el rehusarse a obedecer los mandamientos de
Dios, siempre trae maldiciones. Si esperamos quedar libres de las maldiciones del
pecado, es lógico que debamos andar en obediencia a Dios.
¿Cómo puede uno saber si está bajo la maldición de un pecado? ¿hemos
despreciado a Dios, o no hemos querido oír su voz? Las bendiciones de Dios vienen
sobre los hacedores de su Palabra. Las maldiciones vienen sobre aquellos que “no
oyen la voz del Señor, ni observan sus mandamientos para cumplir con la totalidad de
sus estatutos” Deuteronomio 28:15.
La Biblia específicamente enumera muchos pecados cuyas consecuencias son
maldiciones; por ejemplo:

1. Idolatría (hacer o adorar ídolos). Deuteronomio 27:15; Éxodo 20:5.


2. No honrar a los padres. Deuteronomio 27:16.
3. Defraudar al prójimo. Deuteronomio 27:17.
4. Crueldad contra una persona inválida. Deuteronomio 27:17.
5. Oprimir a los indefensos. Deuteronomio 27:19.
6. Fornicación. Deuteronomio 22:21-29.
7. Incesto. Es decir, relaciones con la hermana, la suegra, o la mujer del
padre. Deuteronomio 27:22,23,29.
8. Relaciones sexuales con cualquier animal. Deuteronomio 27:21.
9. Adulterio. Números 5:27; Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22-27; Job
24:15-18.
10. Relaciones homosexuales. Génesis 19:13, 24, 25; Levítico 20:13.
11. Relaciones sexuales durante la menstruación. Levítico 20:3.
12. Desposar a una mujer y a su madre. Levítico 20:14.
13. Rapto. Deuteronomio 22:25.
14. Hijos concebidos fuera del matrimonio. Deuteronomio 23:2.
15. Poseer o tener objetos malditos. Deuteronomio 7:25-26.
16. Toda práctica de ocultismo (adivinación, hechicería, conjuros o ensalmos,
brujería, consultar un médium, consultar a los muertos). Levítico 20:6,27;
Deuteronomio 18:9-13.
17. Asesinato. Deuteronomio 27:24.
18. Asesinar por dinero (sicarios esto incluye los que reciben dinero por hacer
abortos). Deuteronomio 27:25.
19. Abandonar a Dios. Deuteronomio 28:20.
20. No servir al Señor con gozo y alegría en la época de prosperidad.
Deuteronomio 28:46.
21. No reverenciar el nombre de Dios. Deuteronomio 28:58.
22. Presumir al pensar que uno puede ignorar la Palabra de Dios y seguir su
propio camino. Deuteronomio 29:19.
23. Maldecir o maltratar a la simiente de Abraham. Génesis 12:3; 27:29;
Números 24:9.
24. Rehusarse a colaborar en la lucha de Dios. Jueces 5:23; Jeremías 48:10b.
25. No dar la gloria a Dios. Malaquías 2:2.
26. Robar a Dios en los diezmos y ofrendas. Hageo 1:6-9; Malaquías 3:9.
27. Descuidar la obra del Señor. Jeremías 48:10a.
28. Desviar a otros del camino del Señor y llevarlos a religiones falsas.
Deuteronomio 13:18- 21.
29. Quitar o agregar a la Palabra de Dios. Apocalipsis 22:18-19.
30. Enseñar a ser rebeldes contra el Señor. Jeremías 28:16-17.
31. Rehusarse a advertir a quienes pecan. Ezequiel 3:18-21.
32. Respetar el día de reposo. Éxodo 31:14; Números 15:32-36.
33. Pervertir o cambiar el evangelio de Cristo. Gálatas 1:8-9.
34. Maldecir a los propios gobernantes. Éxodo 22:28; 1 Reyes 2:8-9.
35. Rehusarse a perdonar a los demás después de pedir a Dios que nos
perdone. Mateo 18:34-35.
36. Sacrificar niños (por ejemplo, abortos). Levítico 18:21; Deuteronomio
18:10.
37. Desobedecer cualquier mandamiento de Dios. Deuteronomio 11:28;
27:26.

Sin embargo, hay otro método para saber si uno está bajo una maldición:
comparar la vida con las bendiciones que Dios ha prometido para quienes le aman.
Si uno no está bendecido se halla bajo maldición. ¿Cómo se mide nuestra vida con
las bendiciones enumeradas en Deuteronomio 28:1- 14?
¿Nos ha puesto Dios arriba y prestamos a muchos, sin tener que pedir prestado
somos cabeza y no cola? ¿Se caracteriza nuestra vida por ser fructífera? ¿Tenemos
prosperidad en nuestro entrar y en nuestro salir? ¿Estamos libres de molestias y
ataques de nuestros enemigos, tanto físicos como espirituales? ¿Hay éxito en
nuestras vidas? ¿Nuestra relación con Dios es gratificante? ¿Reconocemos y
cumplimos Sus propósitos?
Tales son las señales típicas de una existencia bendecida. Si no se está gozando de
la bendición entonces se sufre de la maldición. No hay términos medios.
Otra técnica para determinar si las maldiciones están en acción, consiste en buscar
sus efectos. Los más comunes son pobreza, esterilidad, enfermedades, dolencias
crónicas, fracasos, derrotas, humillaciones, alteraciones mentales, tormentos,
traumas constantes, obstáculos espirituales, dominio por parte de los demás y
abandono tanto de Dios como de quienes nos rodean (Deuteronomio 28:20-68).
En 1979 hicimos nuestro primer viaje ministerial al extranjero. Mientras nos
preparábamos para la obra que teníamos por delante, nos preguntamos si
encontraríamos en otros países los mismos demonios que se veían en los Estados
Unidos. No hubo necesidad de mucho tiempo para descubrir que los demonios son
los mismos en todas partes.
Los líderes de la iglesia que nos invitó nos trajeron un hombre para ayudarle.
Estaba enfermo mentalmente. Se encontraba en esta condición por más de diez años
y era incapaz de sostener a su esposa y tres hijos. La carga era muy pesada para la
familia. Por medio de “una palabra de conocimiento” supimos que el problema
mental de este hombre se debía a una maldición por un pecado. Había cometido
alguna clase de pecado por la que llevaba una pesada culpa y la culpa le había vuelto
loco por completo.
Confrontamos a este hombre con la “palabra de conocimiento”, pero estaba muy
avergonzado para decirnos lo que había hecho. Después de mucha persuasión
amorosa, por último, nos confió que de muchacho se había levantado en una finca y
allí cometió el pecado de bestialidad con varios animales de la finca.
Estaba convencido que ese pecado era imperdonable y que era inútil confesárselo a
Dios. Por medio del intérprete le hicimos saber que Dios le iba a perdonar si se
arrepentía y pedía perdón a Dios. Le guiamos en una plegaria de confesión y
echamos fuera los demonios de las maldiciones.
Al día siguiente, la esposa supo que estaba perfectamente liberado. Dijo: “Es como
un pájaro fuera de la jaula. No se da cuenta que es libre”. Meses más tarde recibimos
una carta de aquel hombre. Ya no estaba mentalmente enfermo había regresado al
trabajo poco después de haber orado por él.
Dos años después, regresamos a ese país. Cuando el hombre que había sido
liberado de la maldición de la enfermedad mental (consecuencia del pecado de
bestialidad) supo que estabámos allí, nos invitó a su casa para ofrecernos una comida
como manifestación de gratitud. Celebramos su liberación con la familia y los
amigos y dimos toda la alabanza a Jesús nuestro Liberador.
Algo así como once años más tarde, recibimos una carta de este hermano. Una vez
más nos daba las gracias por haber permitido que Dios nos usara en su favor. Su
testimonio acababa de ser publicado en la revista de su iglesia.
En Deuteronomio 27 la idolatría es el primer pecado para el que se menciona una
maldición. Dios mira la idolatría como adulterio espiritual y la razón que Dios da
para extender una maldición hasta la tercera y cuarta generaciones es: “...porque yo
soy Jehová tu Dios, fuerte, CELOSO...’’ (Éxodo 20:5). De quienes dividen su lealtad
o buscan otro dios, se dice que “aborrecen” al Señor.
Si alguien se aparta de la relación matrimonial para satisfacer sus necesidades
sexuales comete adulterio. La idolatría es adulterio espiritual, porque todas nuestras
necesidades las suple nuestro Esposo Dios. La idolatría consiste en ir a un proveedor
distinto de Dios para buscar sabiduría, dirección, favor o poder. Como se mencionó
antes, lo oculto es idolatría. La hechicería, la adivinación, la necromancia, la
brujería, la astrología, son frutos prohibidos. Recordemos que Dios dijo a Eva con
respecto al fruto prohibido: “...No comeréis de él, ni le TOCAREIS, para que no
muráis” (Génesis 3:3).
Sólo se necesita un “toque” con lo oculto para apresar a una persona y ponerla
bajo una maldición. Frank nos cuenta cómo aprendió esta lección del modo más
duro.
Durante los primeros veinte años de mi ministerio pastoral, luché bajo los efectos
de una maldición. Siempre que leía la Biblia, mi mente estaba atada en gran
manera. Tenía que luchar mucho para sacar algo de la Palabra de Dios. No sabía
nada sobre maldiciones en todos esos años y no tenía indicación alguna sobre la
causa de este problema de atadura mental. Por último, cuando llegué al ministerio
de liberación, comencé a entender las consecuencias de las maldiciones y Dios me
reveló el origen de mi problema.
Cuando estudiaba en el Seminario Teológico Bautista del Suroeste, en Fort
Worth, Texas tomé un curso sobre sectas. El profesor me pidió que visitara cinco
reuniones de sectas, que observara lo que allí pasaba y que escribiera un artículo con
base en estas experiencias. Fui a una reunión espiritista donde el hombre que
presidía era médium. Supuestamente recibía informes del espíritu de un tío muerto.
Este hombre era lo que la Biblia llama “necromante” es decir, una persona que
consulta a los muertos (Deuteronomio 18:11). Desde luego, es imposible tener
contactos con los difuntos. En realidad, el médium establece un contacto con un
espíritu familiar —o sea, un espíritu familiar con el médium y con la persona
fallecida. El espíritu familiar a veces aparece como un muerto determinado y puede
imitar su voz.
Toqué el plano de lo oculto, quedé preso. Espiritualmente quedé inválido.
Cuando Dios me mostró la raíz, veinte años más tarde, rápidamente me arrepentí
de haber ido a esa reunión espiritista, perdoné al profesor que me lo ordenó, e hice
que Ida Mae echara fuera el demonio de la maldición. Fui inmediata, completa y
permanentemente libre. ¡La cadena que había en mi mente quedó rota!
En las conferencias de liberación que dábamos el 70% de las personas admitieron
que tenían dificultades espirituales. Había obstáculos en la vida de oración, en el
estudio de la Biblia, en oír la voz de Dios, en adorar, en alabar, en los dones del
Espíritu Santo y en ministrar para el Señor. Al profundizar para encontrar la raíz de
tales obstáculos descubrimos que casi todas las personas habían tenido algún
contacto con lo oculto; ésta fue la llave para darles liberación.
Lo oculto es apenas otro término para designar la idolatría; lo cual es ir a una
fuente distinta de Dios para satisfacer los deseos propios. La Biblia nos dice
exactamente qué sucede cuando somos idólatras:
“Semejantes a ellos [a los ídolos] son los que los hacen, y cualquiera que confía en
ellos”
Salmo 115:8.
¡El idólatra viene a ser como el ídolo! ¿Cómo es eso? Los ídolos tienen boca pero
no pueden hablar. Cuando se ora para que una persona reciba el bautismo en el
Espíritu Santo, y es incapaz de hablar en lenguas, la raíz causal casi siempre es
compromiso con lo oculto.
Los ídolos tienen ojos pero no pueden ver. El idólatra es ciego espiritualmente, no
puede percibir las cosas espirituales.
Los ídolos tienen oídos pero no pueden oír. Muchos cristianos son incapaces de
oír la voz de Dios, tienen esa dificultad debido a su trato con los ídolos.
Los ídolos tienen nariz pero no pueden oler. La Biblia dice que quienes han tenido
comercio con los ídolos no pueden percibir la fragancia del Señor, están
inconscientes de su Presencia.
A veces a los demonios se les puede discernir por medio del olor. La Biblia dice
que son “espíritus inmundos” y, de hecho, tienen olores muy desagradables. Los
espíritus inmundos con mucha frecuencia hacen que las personas sean sucias y que
descuiden su higiene personal. No se dan cuenta que son malolientes.
Encontramos a James en Aspen, Colorado. Era un hippie sucio, con su largo
cabello apelmazado, a quien llevamos a Cristo mientras ministrábamos liberación a
uno de sus amigos. Era una noche muy fría en las montañas y James llevaba una
chaqueta de cuero, semejante a la que usaban los exploradores de la frontera; con un
cuchillo de caza en la cintura.
Cuando nos arrodillamos juntos, James recibió el bautismo en el Espíritu Santo.
Mientras oraba en lenguas los demonios comenzaron a salúde él. No podía entender
lo que le pasaba, y nosotros calladamente continuamos ordenando a los demonios
que se fueran.
Hacía un poco de calor en el viejo edificio de la iglesia donde ministrábamos a
James, luego que se quitó su chaqueta vimos que usaba un collar de lo oculto y le
pedimos que se lo quitara. Después siguió despojándose de las prendas hasta quedar
en su ropa interior térmica, la cual estaba muy sucia. Obviamente, no se había
bañado en meses. De pronto, tuvo conciencia de su suciedad. Comenzó a olerse a
medida que pasaba sus dedos sobre su camiseta, murmuró con asombro: “¡Cómo
estoy de sucio!” Al estar lleno con la pureza de Dios, vino a ser consciente de su
suciedad.
Algunos años después, James nos escribió en el aniversario de la experiencia de su
nuevo nacimiento. La última vez que supimos de él, aún seguía al Señor y
ministraba con un evangelista Pentecostal en Florida.
Los ídolos tienen manos pero no las pueden utilizar. Las manos representan el
ministerio. Las manos que no pueden “trabajar” son un obstáculo para el ministerio.
Los ídolos tienen pies pero no pueden andar. Los pies y el andar hablan de la
capacidad para ministrar. Vale la pena recordar que los pies de quienes llevan el
evangelio son hermosos (Isaías 52:7; Romanos 10:15). El idólatra es inválido para
ministrar.
Los ídolos no pueden hablar con sus bocas. Quienes hacen ídolos o confían en
ellos, tienen dificultad en sus testimonios pues su lengua está atada.
La dificultad espiritual, lo mismo que los obstáculos espirituales son una
maldición. ¡Cuán glorioso es ser liberado de la esclavitud de la idolatría!
4

Cosas malditas
“25Las esculturas de sus dioses [ídolos] quemarás en el fuego; no codiciarás plata
ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es
abominación a Jehová tu Dios; 26y no traerás cosa abominable [ídolos] a tu casa,
para que no seas anatema [cosa maldita]; del todo la aborrecerás y la
abominarás, porque es anatema [cosa maldita]"
Deuteronomio 7:25-26.
Uno se pone bajo maldición cuando toma una cosa maldita (anatema) como
posesión propia. La palabra hebrea más común para “anatema” o “cosa maldita” es
“c h e r e m” que literalmente significa “cosa dedicada”. Las cosas que se dedican a
Dios se convierten en maldiciones para la persona que las toma para sí.
Jericó y todo cuanto había dentro de sus murallas fueron las primicias de la
conquista de Canaán. Todo el botín de la ciudad se dedicó a Dios.
“17Y será la ciudad anatema [dedicada] a Jehová, con todas las cosas que están en
ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa de ella,
por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos. I8Pero vosotros guardaos del
anatema;' ni toquéis ni toméis alguna cosa del anatema [lo dedicado], no sea que
hagáis anatema [maldito] el campamento de Israel y lo turbéis. 19Mas toda la
plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y
entren en el tesoro de Jehová”
Josué 6:17-19.
Acán se apoderó de un manto, de alguna cantidad de oro y de plata, cosas
dedicadas a Dios. Robó a Dios y lo que tomó se le convirtió en una maldición para
él, para su familia y para todo el campamento de Israel. Debido al pecado de Acán,
los enemigos de Israel pudieron derrotar a los israelitas. A fin de quitar la maldición,
Acán, su familia y todos sus bienes, tuvieron que ser destruidos. Tal era el castigo
bajo la ley de Moisés.
De manera semejante, si tomamos algo que está dedicado a Dios, sobre nosotros
también vendrán maldiciones. Si alguien retiene el diezmo de Dios, le caerá una
maldición de pobreza que no se puede romper.
“8¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. 9MALDITOS SOIS CON
MALDICION, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”
Malaquías 3:8-9.
Además, los objetos de idolatría o de lo oculto que poseamos, nos traerán
maldiciones. Dios decretó en su Palabra que talles objetos sean destinados a la
destrucción.
Herbert nos invitó a cenar a su casa. Era la oportunidad para ministrarle a su hijo
de catorce años, a quien le despertaban todas las noches sueños aterradores.
Herbert había trabajado para la denominación “Asambleas de Dios”, y filmaba a
los misioneros en sus actividades de campo. Su labor le había permitido ir a diversos
países africanos. Descubrimos que su casa estaba decorada con objetos de brujería
que le habían dado los misioneros. Por ejemplo, en una pared había una verdadera
máscara de hechicero y un fetiche de un curandero (médico brujo), hecho con la
cola de una vaca. En una vitrina vimos una colección de figuritas de hombres
dedicados a ejecutar perversiones sexuales.
La atmósfera demoníaca de la casa era impresionante. ¡No era de extrañar, por
tanto, que el adolescente tuviera tales pesadillas! Sin embargo, Herbert defendió sus
apreciados objetos de hechicería. Los valoraba tanto que no quiso aceptar nuestro
consejo de destruirlos. En consecuencia, no pudimos ayudar al muchacho.
Años más tarde, Herbert asistió a una conferencia donde enseñábamos. Nos
informó que después que salimos de su casa, se dio cuenta que nuestro consejo era
bueno. Había destruido todos los artefactos de brujería y limpió su casa de
demonios. Desde ese momento, el hijo pudo volver a dormir en paz.
Hay muchas cosas que se clasifican como “arte” y que tienen demonios asociados
con ellas. El Libro de los Hechos nos habla de algunas personas recién convertidas
que se vieron obligadas a hacer una seria limpieza de sus casas. Ese es un patrón que
nos conviene tener presente.
“iay muchos de los que habían creído venían confesando y declarando sus obras de
entrometimiento (ocultismo). ,9Y bastantes de los que habían practicado o
practicaban la magia, reuniendo los libros (los) quemaron a la vista de todos; y
calcularon los precios de ellos y hallaron ser cincuenta mil piezas de plata”
(Hechos 19:18-19. Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por
Francisco LaCueva. Editorial Clie, Terrassa, Barcelona, 1984).
“18Y muchos de los que habían creído venían confesando y denunciando sus
prácticas supersticiosas. 19Y bastantes que practicaban artes mágicas, llevando sus
libros, los quemaban delante de todos. Y calcularon su precio en cincuenta mil
monedas de plata”
Hechos 19:18-19.
Nuevo Testamento Ecuménico de la Comunidad Evangélica de Taizé y del
Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.
Editorial Herder, Barcelona, 1968.
El original inglés en el versículo 19 para magia o artes mágicas usa las palabras
CURIOUS ARTS (como se encuentran en la Authorized King James Version) y
que se refieren a los artículos que “se mueven dentro de lo prohibido con la ayuda
de los espíritus del mal”2
El arte demoníaco tiene un aire extraño que produce curiosidad, “arte
curioso”. Necesitamos hacer conciencia de las cosas de “arte curioso” que
tengamos entre nuestras posesiones. Los almacenes o tiendas de curiosidades
se especializan en artículos curiosos. Cuando se compra uno de estos objetos,
usualmente se obtiene un bono gratis: ¡un espíritu demoníaco!
Habíamos estado ministrando intensamente durante cinco días. Estábamos listos
para un descanso. Nuestros amigos, los Henderson, nos invitaron a su preciosa casa
a desayunar. Prometía ser un espacio de reposo donde podríamos alejarnos de la
lucha espiritual y no ver, ni oír, ni hablar sobre demonios.
Después del desayuno fuimos al estudio y nos hundimos en comodísimas sillas. La
mesa que se encontraba frente a Ida Mae tenía un artístico jarrón. El Espíritu Santo
comenzó a mostrarle a Ida Mae lo que representaba ese jarrón, pero no quiso verlo.
Trató de ignorar lo que el Espíritu le decía además, después de todo, estábamos allí
sólo para descansar y hacer una visita.
Pero fue como si el Espíritu Santo con su dedo hiciera un bosquejo de lo retratado
en el jarrón. Se trataba de una réplica de los órganos reproductivos femeninos. Con
mucho desgano Ida Mae se vio obligada a ceder a la señal de alarma del Espíritu de
Dios y dijo: “Maggie, te tengo que mostrar lo que representa este jarrón. Es arte
perverso”. A medida que Ida Mae trazaba el contorno de la figura, explicaba: “La
base es la vagina, seguida por el útero. Aquí están las trompas de Falopio y los
ovarios”.
Maggie saltó de su silla, agarró el jarrón, corrió a la puerta y lo arrojó al exterior.
Todos los demás nos quedamos sorprendidos de la reacción tan fuerte de nuestra
amiga.
Luego nos explicó. Cuando su esposo estaba en el servicio militar, habían podido
viajar por diversos países. Mientras se encontraban en Italia, compraron el jarrón
porque era de vidrio veneciano, único en Italia. Entre ellos era como un chiste que a
pesar de haberse mudado tantas veces de una parte a otra, en las que muchas cosas
se rompieron, el delicado jarrón nunca sufrió ningún daño.
A medida que Ida Mae explicaba lo que el Espíritu Santo le reveló sobre el jarrón,
Maggie repentinamente había caído en la cuenta que sus principales problemas
físicos habían comenzado en sus órganos de reproducción a partir del momento en
que compraron el florero, Al final, hubo necesidad de regresar a los Estados Unidos
debido a su enfermedad. Le hicieron una histerectomía donde fue posible descubrir
aglomeraciones o manojos de pequeñas neoformaciones (Endometriosis) tanto
dentro como fuera de la matriz. Entonces hicimos una oración para liberar a Maggie
e Ida Mae, bajo la guía del Espíritu Santo, comenzó a hablar a las “raíces” que,
desde los órganos internos de Maggie, habían bajado hacia las piernas. Maggie
confirmó que esto era cierto. Las piernas le molestaban tanto que había tenido que
renunciar al ejercicio a fin de buscar alivio para el dolor.
El Espíritu Santo movió a los Henderson a destruir los restos del jarrón y a quitar
los pedazos de su propiedad con el objeto de no contaminarla. Llevaron entonces
todos los trozos del jarrón roto al relleno sanitario de la localidad donde permanecen
sepultados.
Como consecuencia de esta experiencia, recomendamos cautela con respecto a
coleccionar recuerdos y objetos conmemorativos al visitar países y regiones donde la
hechicería haya sido notoria. Por ejemplo, se sabe que los indios del suroeste de los
Estados Unidos llevan a cabo ciertas ceremonias en relación con las artesanías que
ofrecen en venta. Así hay diversos objetos contaminados por lo menos con una
maldición como las joyas con turquesas, el ojo tejido (el ojo de Dios) y las
colgaduras que tejen para adornar las paredes. Las divisiones que adornan ciertas
cortinas, son “ventanas” para permitir el tránsito de los espíritus del mal.
Las cuentas de colores hechas con pimientos de ají rojo son objetos que se usa
como ofrendas a dioses paganos. “Los aztecas reverenciaban y respetaban tanto el ají
(chile), que deificaron la planta como uno de los dioses menores de la guerra".3
A continuación Frank relata el encuentro que tuvo con Felipe, un misionero
evangelista.
Felipe oyó un anuncio radial de nuestro seminario de liberación. Su
convencimiento era que un cristiano no puede tener demonios. Sin embargo, el
Espíritu Santo le movió para hacerle asistir a fin de que recibiera sanidad. Como
llegó temprano, le conduje al estudio del pastor para un rato de oración.
Felipe se identificó como misionero evangelista. Usaba muletas pues se había
lesionado seriamente el tobillo y el pie como consecuencia de haberse caído de una
escalera. Se le habían hecho varias operaciones y durante seis semanas tuvo el
miembro inferior en un yeso. A pesar de todo esto, persistía un dolor intenso y los
médicos opinaban que iba a quedar inválido para siempre.
Después de haberse lesionado la pierna, tuvo un accidente de aviación del que
sobrevivió de modo milagroso. Entre más hablaba, más me convencía que Felipe
sufría todo esto como consecuencia de maldiciones. Luego, el dato clave salió a la
luz.
Mientras estaba en una misión evangelística en Haití, lo invitaron a una reunión
de vudú. Aunque otros misioneros le hicieron ver los peligros de ir, sintió mucha
curiosidad por obtener informes de primera mano en relación con las prácticas
ocultistas. En medio del rito del vudú, un hombre, bajo la influencia de demonios,
comenzó a comerse un vaso de vidrio grueso y le ofreció a Felipe como recuerdo la
parte del vaso que no se comió. Felipe, además, tomó fotos del ritual para mostrarlas
a las personas entre las que iba a predicar en el futuro.
Expliqué que era necesario destruir tanto el vaso a medio comer como las fotos. El
haber asistido a la ceremonia de vudú, más poseer el vaso y las fotografías,
ciertamente habían puesto a Felipe bajo los efectos de una maldición. Felipe estuvo
de acuerdo en destruirlos tan pronto regresara a su casa. Luego le dirigí en una
oración de arrepentimiento donde renunció a lo oculto e invocó al Señor Jesús en su
liberación. Entonces ordené “¡Tú, espíritu inmundo de vudú, sal de él!” Felipe
explotó en un acceso de tos y en segundos, saltó sobre sus pies, mientras con todo
gozo alababa a Dios. ¡Quedó completamente sano!
Felipe dejó sus muletas en la oficina del pastor y al final del servicio, estuvo todo el
tiempo de pie a mi lado, para ayudarme a ministrar sanidad y liberación a las
personas.
También hay mucho del así llamado “arte cristiano” que viola expresamente el
mandamiento divino.
“No te HARAS imagen (ídolos), ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”
Éxodo 20:4.
Cuando los cuadros, las imágenes, y las estatuas se hacen como representaciones
del Padre, del Hijo, o del Espíritu Santo son ídolos. Vienen a ser una abominación
para Dios, porque Dios es incorruptible y no se puede representar con nada que sea
corruptible.
22
“Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y CAMBIARON LA GLORIA
DEL DIOS INCORRUPTIBLE en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”
Romanos 1:22-23.
Cuando se elabora la imagen de una paloma para representar al Espíritu Santo o el
concepto de Jesús que puede tener un artista a fin de ilustrar el Hijo de Dios, ¿acaso
no es una violación al mandamiento de no hacer nada que pretenda ser la semejanza
de la divinidad? Además, tales objetos se convierten en amuletos de lo oculto
cuando se mantienen, se usan o se llevan para traer buena suerte o como elementos
que protejan a una persona de cualquier peligro. Hasta el símbolo de la cruz se
puede corromper de esta manera.
Una vez enseñamos sobre idolatría cristiana en un campamento en cuya librería
era posible comprar pequeños símbolos cristianos hechos de plata. Cuando un
hermano que oyó nuestra enseñanza, pretendió devolver la figura de una paloma
para recuperar su dinero, hubo una oleada de furor. En las autoridades del
campamento se produjo una reacción como la que mostraron los plateros de Efeso
bajo las influencias de “...Demetrio que hacía de plata templecillos de Diana, daba no
poca ganancia a los artífices”. ¿Por qué estaba Demetrio tan irritado y enfurecido? La
razón se halla en las palabras que dirigió a los plateros: “...Varones, sabéis que de este
oficio obtenemos nuestra riqueza” (Hechos 19:23-41).
No hace muchos años los cristianos fundamentalistas condenaban a los católicos
romanos y a los ortodoxos por su imágenes y sus iconos, pues consideraban que toda
imagen que representaba la deidad era algo reprochable. Sin embargo, ahora se
aprueban, se sancionan y se buscan tales estatuas y cuadros. Así, hoy encontramos
que casi todas las librerías cristianas están saturadas con objetos de idolatría. La
idolatría “cristiana” se puede racionalizar y defender, pero tales argumentos no
desplazan ni reemplazan a las Escrituras, ni mucho menos nos capacitan para
escapar de la maldición que se le asocia.
Un llamado “cuadro de Jesús” no es un cuadro de Jesús. En realidad es la
representación de “otro Jesús”.
El Espíritu Santo enseñará a quienes se lo permitan, cuando uno sigue en la
Palabra de Dios será un verdadero discípulo a quien se le han de revelar todas las
verdades.
Una amiga nuestra muy querida, Evelyn Marzullo, escribe en su libro el siguiente
testimonio:
“A medida que comenzaba a estudiar las Escrituras con más intensidad, el
Señor me dio una revelación relacionada con la idolatría y sobre cuán
fácilmente puede entrar en nuestras vidas.
En Una de las paredes del comedor de mi casa había un hermoso cuadro de
Jesús. El cuadro mostraba al Señor lleno de suavidad y con una tierna sonrisa
en su rostro. Con mucha frecuencia durante el curso del día, pasaba cerca de
este cuadro, y no podía hacerlo sin detenerme a mirar el rostro de Jesús y a
orar por un instante.
Un día, al hacer esto, oí estas palabras dentro de mí: ‘Si sigues mirando este
cuadro, no me conocerás cuando me veas’. Este pensamiento me conmovió.
No me había dado cuenta que este cuadro se había vuelto tan importante
para mí, pues era la única forma como veía a Jesús.
Entonces, bajé el cuadro inmediatamente y lo destruí, pues sabía que al
hacerlo así obedecía al Señor”.4
Cuando Jesús enseñó: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero’’ (Juan 6:54), sus seguidores se quejaron y dijeron
“...Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (Juan 6:60) y “Desde entonces muchos de
sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:65).
Muchos cristianos con suma rapidez afirman que desean oír la verdad, pero ciertas
verdades les son “palabras duras”, difíciles de soportar y caen en terreno rocoso.
La Palabra del Señor a su Iglesia en el día de hoy es comparable a la que recibió el
profeta: “Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones ” (Ezequiel 16:2).
Ezequiel tenía el ingrato deber de comunicar al pueblo de Dios la opinión divina
sobre su idolatría que fue, es y será siempre, una abominación a los ojos del
Altísimo. En el momento actual, el portavoz de Dios debe ser igualmente fiel para
exponer y condenar, con todo denuedo, la idolatría dentro de la Iglesia.
En el curso de una liberación persona a persona con Betty Sue, nos dejó perplejos
mediante una pregunta muy extrema: “¿Por qué odia Jesús?” Le aseguramos que
Jesús la amaba y que de hecho, hasta dio su vida por ella en la cruz. “¿Por qué dices
que el Señor te aborrece?” la sondeamos. “Porque tengo un cuadro de Jesús en la
cabecera de mi cama”, nos explicó, “y todas las noches, mientras duermo, sale del
cuadro para golpearme”. El Señor Jesucristo no era quien atacaba a Betty Sue; era el
espíritu de “otro Jesús”. Al venerar ese cuadro, había recibido “otro espíritu” —un
Jesús falso, un espíritu de error, sobre el que Pablo nos advirtió con sabiduría de lo
alto en segunda de Corintios 11:4.
En la Biblia no hay ningún indicio sobre la apariencia física de Jesús. Dios, en la
plenitud de toda su sabiduría y en su conocimiento profundo sabe que el hombre
siempre está listo a hacer imágenes. Además, el Padre pretende que recordemos a
nuestro Señor en su glorificación, mucho más que en su humillación.
“...Y aunque en otro tiempo consideramos a Cristo (desde un punto de vista
humano como hombre) de esta manera, ahora (tenemos tal conocimiento de El
que) ya no lo hacemos así (en términos de la carne)’’
2 Corintios 5:16b,
Nueva Versión Internacional (ampliada).
¿Alguna vez has visto un retrato feo del Señor Jesús? Casi todos los artistas le
ilustran como un hombre muy buen mozo y con mucho atractivo. Sin embargo, no
figura así en la profecía: “...no hay paracer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos” Isaías 53:2b.
¿Cómo vamos a recordar a Jesús? El Señor nos dijo cómo lo debemos hacer. Lo
vamos a recordar por medio de los símbolos de la Santa Cena: el pan partido que
representa su cuerpo quebrantado y el vino que nos habla del sacrificio donde Él
vertió su sangre.
“24...lo partió (el pan), y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros
es partido; haced esto en memoria de mí... 25...Tomó también la copa, después de
haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”
1 Corintios 11:14-25
Sin embargo, no tenemos porqué recordar un Cristo muerto, sino a la Persona
que murió por nosotros; “un afectuoso recuerdo de la Persona misma en la mente” 5
Si del Sudario de Turin se hubiese demostrado la autenticidad, ¿sería factible
imaginar el diluvio de idolatría que se hubiera podido soltar sobre la Iglesia?
Ida Mae recuerda a una joven presbiteriana que sufrió intenso dolor de cabeza
durante una de nuestras enseñanzas. Nos llamó la atención el crucifijo de madera
que adornaba su cuello. El Espíritu de Dios nos reveló que ésta era la causa del
dolor. Los espíritus de dolor y sufrimiento, asociados con el crucifijo, se excitaron
con nuestra enseñanza y se manifestaron.
Preguntamos a la dama por qué ella, presbiteriana, llevaba un crucifijo. Nos
explicó que una tía se lo había obsequiado. Había pertenecido a la abuela y era algo
así como una herencia familiar. Por este motivo rechazó nuestro consejo de quitarse
el crucifijo y cuando terminó el servicio todavía experimentaba el dolor de cabeza.
Un crucifijo representa un Cristo muerto. Es un símbolo de sufrimiento, dolor,
pena, y atrae esas mismas clases de espíritus a quien lo lleva. Un símbolo más
apropiado podría ser una tumba vacía. Nuestro Redentor vive y porque Él vive,
¡nosotros también vivimos!
Doris, una dulce creyente, nos invitó a su casa mientras enseñábamos en su
ciudad. Específicamente nos pidió recorrer la casa y determinar si había algún objeto
que pudiera atraer a los espíritus del mal. Además, nos pidió orar por sus ojos, pues
estaba perdiendo la vista.
En una vitrina de la sala vimos una escultura que representaba a Jesús en la agonía
de la muerte. Por su rostro corrían gotas de sangre que se iniciaban en la corona de
espinas; los ojos giraban hacía atrás y las lágrimas bañaban sus mejillas: un verdadero
momento mori. ¡Era abrumador! Le dijimos: “Doris, necesitas desprenderte de esta
imagen. Es precisamente lo que la Biblia llama ‘otro Jesús’, eso es pura idolatría”.
Doris nos explicó que cada día se paraba en frente de la imagen, le miraba los ojos
y entonces sus propias lágrimas le lavaban las mejillas.
“Doris, el Señor nos muestra por qué estás perdiendo la vista. Se debe a esta
imagen. Se debe a que miras los ojos de la imagen y esto te ha producido daño, eso
no viene de Dios”.
“Pero mi mejor amigo me la regaló”, nos contestó Doris. “Si la destruyo Henry
jamás lo podría aceptar ni comprender”.
Sabíamos quién era Henry. Era un caballero muy fino, tierno, inteligente y
delicado. Le aseguramos que él comprendería. Doris no pudo definir su conducta.
Parecía estar convencida que era necesario destruir la imagen, pero tenía temor de
ofender a Henry. Ese día no tomó ninguna decisión, quizás hizo lo correcto más
tarde. De todas maneras oramos para que fuera liberada de la maldición de la
idolatría y para que sus ojos se sanarán.
Es muy triste que muchas personas elijan la maldición y rechacen la bendición. Es
fácil ser capturado y presa del valor de un objeto maldito o estar atado a ese objeto
por lazos sentimentales.
Jesús nos enseñó que los que le siguen deben pagar el precio. ¿Cuán decididos
estamos a obedecer al Señor? Tener que ceder las posesiones materiales, como
condición para ser libres de las maldiciones, con toda certeza esto pondrá a prueba
nuestra sinceridad.

2 Vine.W.E. “Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words.” Riverside Book & Bible House, Iowa Falls, IO, 1952, p.253
3 Bowman, J. Heart and Soul Food. Friendly Exchange Magazine, otoño, 1992, p. 13.
4 Marzullo, Evelyn, “He Said, Follow Me - (El Dijo: Sígueme)”. 1993. Pp22ss.
5 Vine, W.E. Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words. Riverside Book & Bible House, Iowa Falls, IO, 1952, pp.946-947).
5

Palabras de maldición
Los problemas de la vida son como los árboles que tienen raíces. Descubrimos con
suma frecuencia, cada vez más, que los problemas tienen sus raíces en maldiciones;
maldiciones que se originan en los pecados de nuestros antepasados, maldiciones
que tienen su base en nuestras transgresiones personales a los mandamientos de
Dios, maldiciones por actos de hechicería y maldiciones que se generan por palabras
habladas con el deseo de hacer o atraer el mal.
La Biblia dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21).
Es decir, las palabras tienen poder para bendecir o para maldecir. Jesús dijo a una
higuera: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti” (Marcos 11:14) y a la mañana
siguiente el árbol se había secado de raíz. En otra ocasión Jesús pronunció estas
palabras: “¡Lázaro, ven Juera!” (Juan 11:43), y un hombre que había estado muerto
durante cuatro días, salió caminando de su tumba. El poder de la muerte y la vida
estaban en la lengua del Señor. También la muerte y la vida están en poder de
nuestras lenguas. Cada vez que hablamos, ministramos, ya sea para maldecir o para
bendecir, para destruir o para edificar.
El habla es una antorcha encendida. Se puede usar para prender la lámpara del
testimonio entre los cristianos o para iniciar un incendio forestal que sólo trae
destrucción.
“5Así también la lengua es un pequeño miembro del cuerpo, pero se jacta de
grandes hazañas. Consideren cuán grandes bosques pueden ser incendiados por
una pequeña chispa. 6También la lengua es un Juego; y como un mundo de
iniquidad entre los miembros del cuerpo. Echa a perder a la persona entera,
prende fuego a todo el curso de su vida, Y ELLA MISMA ES INCENDIADA
POR EL INFIERNO 8pero nadie puede domar su lengua. Es un mal siempre en
movimiento y lleno de veneno mortal. 9Con la lengua bendecimos a nuestro
Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a
imagen de Dios. 10De la misma boca salen la maldición y la bendición. Esto,
hermanos míos, no debería ser así”
Santiago 3:5-6, 8-10.
Nueva Versión Internacional.
Al tratar con las palabras de maldición debemos considerar:

1. Las palabras de maldad que otros han pronunciado contra nosotros.


2. Las palabras perversas que hayamos dicho contra los demás.
3. Las malas palabras que hemos hablado contra nosotros mismos.

Cuando Hablamos Mal Contra Otros


Las malas palabras pueden producir maldiciones, no sólo cuando se dicen con toda
maldad, sino también cuando se pronuncian con descuido. Esta es una de las
razones por las que debemos aprender a disciplinar nuestra lengua, por una parte y
por la otra, aprender a romper el poder de las palabras que dicen mal de nosotros.
Cuando hablamos mal de los demás los maldecimos. La Palabra de Dios nos
ordena bendecir en lugar de maldecir (Romanos 12:14). Por tanto, maldecir a otros
trae una maldición sobre uno mismo. La desobediencia al mandamiento de Dios de
no maldecir a los demás, traerá una maldición, según se puede deducir del estudio
de Deuteronomio 27:26.
Nos preocupa muchísimo de varios maestros y pastores que defienden maldecir a
los otros y devolver una maldición sobre quien nos maldiga. Jesús enseñó de manera
muy distinta:
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, BENDECID A LOS QUE OS
MALDICEN, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y
os persiguen”
Mateo 5:44.
Es algo muy serio, por decir lo menos, que cada uno de nosotros ha de dar cuenta
de todas sus palabras en el día del juicio.
“Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán
cuenta en el día del juicio”
Mateo 12:36.
En griego el término “agros” (agroz) significa palabras sin fruto, sin provecho,
estériles, vacías. El apóstol usa este mismo fonema para expresar falta de efectividad;
es decir, palabras inútiles, sin provecho, sin las respectivas obras de fe (2 Pedro 1:8).
¿Quién de nosotros no ha hablado cosas que después deseamos no haber dicho?
Las palabras, luego que salen de nuestros labios, están más allá de toda recuperación
posible. Por tanto, sólo nos queda un recurso: “vencer el mal con el bien” y bendecir a
quienes una vez maldijimos. En este mismo instante sería de mucho provecho, hacer
una pausa y bendecir a todos aquellos sobre quienes hayamos puesto maldiciones.
Con demasiada frecuencia las maldiciones de otros se producen dentro de la
propia familia. Hay padres que maldicen a sus hijos con expresiones como: “No
sirves para nada, nunca lograrás nada, eres un bruto”, o referencias similares. Tales
niños crecerán y serán fracasos vivos, sin jamás tener éxito en la vida, debido a las
confesiones negativas con las que sus padres les marcaron para siempre. Son niños
malditos.
Los hijos maldicen a sus padres cuando les manifiestan y expresan irrespeto,
desdeño, deshonra, impertinencia, murmuración, y acusaciones.
Los esposos y las esposas se maldicen unos a otros cuando se critican, se insultan y
se condenan, en lugar de mostrarse amor y respeto mutuo. Deberían darse cuenta
que han venido a ser “una sola carne”. Decir y hablar mal del cónyuge, es igual a
decir y hablar mal de uno mismo. Los lazos matrimoniales se debilitan y se
establecen maldiciones cuando uno de los cónyuges habla o dice cosas mellas del
otro. Existe mucha inconsistencia en que la fuente del interior “eche por una misma
abertura agua dulce y amarga” (Santiago 3:11). Un pastor, por ejemplo, es un
hipócrita si habla palabras de vida en la iglesia, pero emite maldiciones y muerte
sobre su familia en su hogar.
Cuando los demás hablan mal contra nosotros
Supongamos que alguien haya hablado o siga hablando mal de nosotros, mal del
que no tenemos conciencia. ¿Somos responsables de salimos, por así decir en forma
rutinaria, de todas las maldiciones desconocidas puestas sobre nuestras existencias?
Si seguimos esta línea de pensamiento, rápidamente nos volveremos paranoicos;
vamos a estar controlados por el temor que otros conspiren en secreto en contra
nuestra o que pongan en práctica alguna cosa mala contra nosotros.
Es de una grande importancia que entendamos un principio bíblico básico. Los
demonios no pueden entrar en un creyente cuando quieran; deben tener un derecho
legal es decir, una puerta de entrada que les proporcione la oportunidad de hacerlo.
Además, los demonios son los que les dan fuerza a las maldiciones. Por tanto, nadie
nos puede poner una maldición (un demonio) a menos que haya una puerta abierta
en nuestras propias vidas. Por esto, con toda razón, dice la Santa Biblia:
“Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición
nunca vendrá sin causa”
Proverbios 26:2.
Cuando se cumplen las condiciones de Dios, ningún demonio tiene derecho a
levantarse ni a permanecer en un creyente. Se puede y se debe expulsar con toda
rapidez en el nombre de Jesús.
El rey Balac, que gobernaba sobre los moabitas, buscó al profeta Balaam para que
maldijera a Israel. Balac había visto todo cuanto los ejércitos de Israel habían hecho
a los pueblos que le eran vecinos, y buscó protección para sí y para su reino por
medio de la hechicería. Aunque Balaam recibió la recompensa que el rey Balac le
ofrecía, fue incapaz de maldecir al pueblo de Dios y tuvo que lamentarse así:
“¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Y cómo he de execrar al que
Jehová no ha execrado?”
Números 23:8.
¡Alabado sea Dios! Todo aquel que sea bendecido por Dios no puede recibir
maldiciones mediante los poderes de la hechicería.
Nuestra protección no se encuentra en denunciar toda supuesta maldición que los
demás hayan dicho contra nosotros. Nuestra protección se halla en andar con
rectitud ante el Señor. Balaam no pudo maldecir a Israel porque la nación andaba
en obediencia a Dios. No hubo ninguna causa -ningún terreno- para que ni una sola
maldición pudiera posarse. Cuando usamos toda la armadura de Dios, nos
encontramos protegidos de todos los males y maleficios que los hombres conspiren
contra nosotros. Continua y constantemente debemos estar ceñidos con la verdad,
la justicia, la rectitud, la fe, la Palabra de Dios, la esperanza de la salvación y la
presteza para proclamar y declarar el evangelio de la paz. Para ponerse cada una de
las piezas de la armadura son indispensables la disciplina y la diligencia espirituales.
Supongamos que alguien oye que una persona habla mal en contra de él o sabe
por medio de un tercero que otros han dicho maldiciones en su contra. ¿Qué hará?
¿Debe tener la responsabilidad de denunciar esas palabras? Una explicación puede
ser la siguiente:
Las finanzas de nuestro ministerio no fluían, y no podíamos localizar el origen del
problema. Nos pusimos en contacto con otros dos ministros de liberación y
supimos que ellos también estaban en estrecheces económicas. Mientras hablábamos
y orábamos juntos sobre nuestras situaciones, el Señor nos recordó de cierto
individuo, sobre quien teníamos información confiable, que había pronunciado
maldiciones y que hasta se atrevió a orar contra nuestros ministerios. El Espíritu
Santo también nos trajo a la memoria que en nuestras bibliotecas había libros
escritos por esa persona que nos los había obsequiado antes de hablar mal contra
nosotros. Tales libros eran los puntos de contacto que permitían a las maldiciones
de hechicería obrar contra nuestros respectivos ministerios.
El Espíritu Santo nos dirigió a hacer varias cosas: primero, destruir los libros,
luego, manifestar nuestro perdón a ese autor; después, pedir al Señor que lo
bendijera y por último, declarar rota la maldición. Confesamos las bendiciones de
Dios y ordenamos, en el nombre de Jesús, que todo demonio de maldición saliera
de nuestras finanzas. En el curso de pocas semanas todos los tres ministerios una vez
más gozaban de las bendiciones de la bonanza financiera.
La Santa Biblia en Números 30 nos da leyes relativas a los votos. Al esposo o al
padre de un hogar se les encarga tomar acciones definidas con respecto de los votos
que pronuncien la esposa o las hijas solteras. Si ellos, como cabezas de familia, oyen
cualquier voto necio, pueden liberar a las mujeres y prohibirles que hagan efectivo el
voto. Sin embargo, si no dicen nada, el voto permanece y la esposa o las hijas
quedan atadas por sus palabras.
Este pasaje establece principios espirituales. Quien tiene autoridad espiritual debe
gobernar sobre todo lo que se hable dentro de la familia. Tiene potestad y autoridad
para anular las cosas necias que se dicen. Si se descuida el uso de esta autoridad, se
permite que las palabras retengan todo su poder.
Las malas palabras permanecerán si no se las reta. Por tanto, cuando sepamos que
se han pronunciado maldiciones en contra nuestra, tenemos la responsabilidad de
desalojar todas esas palabras perversas y romper su poder, Frank experimentó lo
siguiente:
Era la última noche de una serie de conferencias sobre liberación en Philadelphia,
Pennsylvania. El servicio de alabanza estaba en pleno progreso, y me encontraba
sentado en la fila delantera. De pronto el Espíritu Santo me dijo: “Se aproxima una
confrontación”. Tan pronto como volví la cabeza para mirar alrededor, un hombre
comenzó a caminar hacia mí y me dijo: “Tengo un mensaje de Dios. Eres un falso
profeta y el Señor te ha juzgado, morirás e irás al infierno”. Afortunadamente el
Espíritu Santo me advirtió con anticipación. En tanto que el hombre todavía
hablaba, comencé a renunciar a sus palabras. Mientras movía el brazo como un
jugador de béisbol, dije con énfasis: “Usted no viene de parte de Dios. No acepto lo
que me dice y rompo todo el poder de esas palabras”. Abruptamente el hombre se
volvió y caminó hacia el exterior. Observé cómo se reunió con una mujer que le
acompañaba y los dos abandonaron el lugar de la conferencia. Más tarde supimos
que este hombre y su esposa habían hecho lo mismo con otros ministros de visita en
Philadelphia. Mi acción decisiva al romper las palabras malas dichas contra mí, es
un ejemplo de cómo se debe tomar una autoridad bien definida sobre las frases que
alguien pronuncia en contra de uno.
Ida Mae tuvo también una experiencia que le ocurrió muy poco después de un
avivamiento espiritual, cuando aprendíamos a oír y a obrar según las advertencias
del Espíritu Santo Ida Mae recuerda:
Se me atacó públicamente por medio de una confrontación donde se
pronunciaron malas palabras en mi contra. El Espíritu me preparó con anterioridad,
aunque en un principio no lo percibí. Todo un día el Espíritu Santo me llevó a leer
y releer Hechos 28:1-16, que se refiere al naufragio del barco donde viajaba Pablo.
El apóstol y quienes le acompañaban llegaron salvos a tierra. Hacía mucho frío,
llovía a torrentes y los naturales de la isla encendieron una hoguera para que los
náufragos se calentaran. De todo el pasaje me llamó la atención esta parte:
“Entonces, habiendo recogido Pablo una ramas secas, las echó al Juego; y una
víbora, huyendo del calor se le prendió en la mano”
Hechos 28:3.
El Señor me llevó a interpretar las ramas secas como la carne del ser humano. El
fuego me habló del juicio de Dios. El calor del fuego (la unción del Espíritu Santo)
hizo que la víbora (los poderes demoníacos) salieran (de la carne del hombre) y se
prendieran de la mano de Pablo (su ministerio). Cuando las personas que rodeaban
a Pablo vieron que la víbora colgaba de la mano del apóstol, dudaron de su
integridad. Sin embargo, Pablo validó completamente su ministerio, pues sacudió al
reptil en el fuego sin que él sufriera ningún daño.
Esa noche, para mi sorpresa, el propósito del Espíritu Santo en tenerme saturada
con esos versículos particulares, salió a luz en una reunión de compañerismo que
tenía lugar en casa de unos hermanos en Cristo. Una señora de las allí presentes me
atacó con palabras que eran una cantidad de acusaciones. Aunque al principio esto
me afectó, el Espíritu Santo me ordenó permanecer en calma y dejar que ella
terminara cuanto iba a decir. Esta confrontación fue la representación de todo
cuanto había estado meditando en el curso del día. Por medio de la carne, los
poderes demoníacos se habían prendido a la “mano de mi ministerio”, pero esos
poderes iban a ser juzgados.
Cuando esta señora terminó sus acusaciones, confiadamente me puse de pie y
compartí con el grupo el relato del naufragio de Pablo. Luego, con todo vigor,
sacudí mi mano derecha para echar de manera simbólica la víbora al fuego del
juicio. Así rompí la maldición de esas palabras y jamás tuvieron efectos emocionales
sobre mí. Mi espíritu se mantuvo libre y claro, y en la mañana siguiente pude recibir
la profunda revelación de las fuerzas demoníacas de la esquizofrenia que me habían
atacado la noche anterior.6
Cuando Uno Habla Mal Contra Sí Mismo
“Te has enlazado en las palabras de tu boca, y has quedado preso en los dichos de
tus labios”
Proverbios 6:2.
La palabra hebrea y a q o s h, que se tradujo “preso” significa llevar a la ruina o la
destrucción, como cuando a las aves se les captura en una red.
Rebeca, la esposa de Isaac, quedó presa en las palabras de su boca. Había
conspirado con su hijo Jacob para engañar a Isaac a fin de robar al hijo mayor, Esaú,
la bendición del padre. Jacob temía que se descubriera el engaño y el anciano Isaac
lo maldijera en lugar de bendecirlo. Por esto, Rebeca declaró:
“Hijo mío, sea sobre mí tu maldición”
Génesis 27:13.
Y resulta que la maldición le vino y en efecto, nunca volvió a ver a su hijo, pues
murió prematuramente.
Otro ejemplo verdaderamente poderoso de maldiciones habladas en las Escrituras,
se encuentra nada menos que en la maldición que se pronunció sobre la totalidad de
la raza judía:
“24Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó
agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre
de este justo; allá vosotros. 25Y respondiendo todo el pueblo dijo: SU SANGRE
SEA SOBRE NOSOTROS Y SOBRE NUESTROS HIJOS”
Mateo 27:24-25.
Jamás ha habido un pueblo más perseguido en toda la faz de la tierra que los
hebreos. El antisemitismo es ferozmente diabólico. En los campos de concentración
de Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial, murieron más de seis millones de
judíos. En nuestros viajes visitamos dos de esos notables campos de muerte:
Auschwitz y Dachau. Mientras permanecíamos en las cámaras de gases donde a
miles se les exterminó con cianuro, y contemplábamos los hornos donde se
incineraban sus cuerpos, temblábamos de asombro al pensar que pudieran haber
sucedido tales atrocidades. Las crueldades impuestas a los judíos están más allá de
toda comprensión, pero se había pronunciado una maldición cuando Jesús estaba de
pie ante Pilato: “SU SANGRE SEA SOBRE NOSOTROS Y SOBRE NUESTROS
HIJOS". ¡La maldición sigue su curso!
Muchos miembros del Cuerpo de Cristo, el pueblo de Dios, se maravillan sobre su
propio desierto personal. Sus vidas no van a ninguna parte. Son como los hijos de
Israel en el desierto de Sin, donde hacían círculos alrededor del Monte Sinaí. Como
murmuran y se quejan contra Dios —contra los líderes puestos por Dios, contra el
sitio donde Él los ha puesto, contra todo cuanto El ha provisto para ellos— el
Altísimo pondrá sobre cualquiera una maldición de desierto, como pasó con los
israelitas. En efecto. Dios habló así:
“27¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las
querellas de los hijos de Israel que de mí se quejan? 28Diles: Vivo yo, dice Jehová,
que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros
Números 14:27-28.
Y vagaron cuarenta años, sin poner jamás el pie en la tierra prometida de Canaán.
Los esqueletos de todos los de veinte años y más cayeron en el desierto. ¿Por qué
sucedió esto? Cuando se les confrontó con el desafío de la guerra, que era el plan de
Dios para hacerlos entrar en su herencia,
“se quejaron contra Moisés y contra Aaron todos los hijos de Israel; y les dijo toda
la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojala
muriéramos!”
Números 14:2.
Hablaron una maldición contra sí mismos, quedaron presos por sus corazones
quejosos y por sus palabras murmuradoras. Por medio de ellos, Dios nos advierte
hoy:
“10Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el
destructor. nY estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”
Corintios 10:10-11.
Juramentos
¿Qué acerca de los juramentos o votos que se hacen cuando las personas se unen a
logias, fraternidades o hermandades? Jesús amonestó: “No juréis en ninguna manera”
(Mateo 5:34). La Biblia Ampliada traduce esta frase así: “No os atéis en ninguna
manera con juramentos” Además, muchos aspectos en los juramentos de las
organizaciones humanas son impíos. Igualmente en la Biblia se lee:
“Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, NI
POR NINGUN OTRO JURAMENTO; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no
sea no, PARA QUE NO CAIGAIS EN CONDENACION”
Santiago 5:12.
Masonería
La logia masónica pide a todos los que se unen a ella pronunciar un juramento. El
iniciado debe jurar bajo amenazas de muerte no divulgar los secretos de la logia, y
debe decir que:
“Sin la menor equivocación, reserva mental, o autoevasión de mi mente,
cualquiera que sea, me ato bajo una pena que consiste en que se me corte la
garganta, que se me arranque la lengua de raíz y que mi cuerpo sea enterrado
en las arenas del mar, donde la marea fluya cada 24 horas. Así me ayude
Dios y me mantenga firme en el debido cumplimiento de esta promesa”.
A fin de ser liberados de las maldiciones de la masonería, según nuestra
experiencia, no solamente se debe confesar que pecó al hacer ese juramento, sino
también se deben destruir todos los elementos que pertenezcan a la logia: anillos,
delantales, libros, etc. Si se guarda cualquier objeto, los demonios de la maldición
tienen un derecho legal sobre la vida de la persona.
La masonería, y todas sus ramas básicamente son malas. Es una religión sin sangre.
Aunque hay cierto énfasis sobre las Escrituras, se omite la sangre de Cristo. Por
tanto, es una abominación para con Dios y pone a sus adherentes bajo maldición.
Fraternidades
Las fraternidades son organizaciones que habitualmente se asocian con colegios y
universidades. Se organizan alrededor de ciertos juramentos o votos, y por regla
general son secretas en lo referente a su iniciación y rituales. “Casi todas las
fraternidades sociales comenzaron como semisecretas, posiblemente para imitar a la
masonería”. [Academic American Encyclopedia (1989). Grolier, Inc., Danbury, CT.
Vol. 8, p.288.]
Varias personas han compartido con nosotros sus compromisos en fraternidades.
Testifican de su necesidad de ser libres de las maldiciones de idolatría, control,
temor, rechazo y ligaduras de alma.
Un hombre que perteneció a una fraternidad comparó la circunstancia de
convertirse en un miembro de la fraternidad como una falsificación de la experiencia
del nuevo nacimiento. Esta imitación comprendía derramamiento de sangre. La
“primera persona en la línea” (el líder) practicaba la bestialidad con un ave (ganso) y
luego lo sacrificaba.
A este iniciado se le golpeó continuamente durante varias horas, y a esto se le
llamó “cruzar por la arena ardiente”. Luego se le ordenó arrodillarse ante las letras
griegas de la fraternidad y repetir el voto de la fraternidad.
Afirmó: “Los miembros nuevos de la fraternidad se convertían en esclavos de los
líderes y se les obligaba a conseguirles alcohol, drogas y mujeres. Había gran
cantidad de fornicación. No puedo repetir cuán malo era todo eso”. (Testimonio
personal, Chicago, IL).
Ciertamente, no todas las fraternidades son tan pervertidas como esta que nuestro
amigo ha descrito, pero algunas lo son. “Las fraternidades se han tildado de ser
esnobistas, discriminatorias y poco sabias en sus políticas de iniciación”.7
Los juramentos están prohibidos por la Palabra de Dios y los votos que exigen las
fraternidades atan a sus miembros en ligaduras de alma con gentes impías y en
alianza a otros dioses. Una joven que fue miembro de una hermandad nos relató el
siguiente testimonio:
“Hice un juramento a la organización de la hermandad jurando sobre la Santa
Biblia. Hice un pacto con la hermandad y formé una ligadura de alma impía con la
organización, donde mi alma (mente, emociones y voluntad) se comprometía con la
hermandad. No tenía conciencia de la idolatría cuando hice este compromiso. Tuve
que hacer un voto verbal y escrito a otro dios”.
“¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el
templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su
Dios y ellos serán mi pueblo”
2 Corintios 6:16.
“Asimismo, la Biblia dice:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo
tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”
2 Corintios 6:14.
“Hice un yugo desigual con la hermandad por medio de mis votos y mi
juramento...Hice amigos con el mundo y otros dioses. Y la amistad con el mundo es
enemistad contra Dios, como dice Santiago 4:4”.
“Le doy gracias a Dios que una vez más mis ojos se abrieron a la verdad; la verdad
me hizo libre. Me arrepentí ante Dios y le pedí perdón por haber puesto otros dioses
delante de Él. Renuncié a todo compromiso con la hermandad. Me separé de esa
organización, en cumplimiento de lo que dice la Santa Biblia”:
“Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y
yo os recibiré”
2 Corintios 6:17.
“Destruí todos los elementos, artefactos, y los rituales de la hermandad. Recibí
liberación de las ataduras impías de alma de la idolatría y del rechazo. El Señor me
limpió del pecado de la idolatría. Las maldiciones sobre mi vida fueron rotas y Dios
me ha hecho andar, no bajo la maldición, sino en libertad por medio de la sangre de
Jesús” (Testimonio personal, Chicago, IL.)
El Juramento Hipocrático
El juramento hipocrático, todavía se usa en las ceremonias de grado de muchas
escuelas de Medicina y se exhibe en las paredes de los consultorios de muchos
médicos. Es un código ético atribuido al antiguo médico griego Hipócrates. A
Hipócrates se le considera tradicionalmente, como el “Padre de la Medicina”. Los
estándares éticos contenidos en el juramento son recomendables; sin embargo, ES
un juramento y Jesús dijo: “No os atéis en ninguna manera con juramentos” (Mateo
5:34. Biblia Ampliada).
Además, el juramento se basa en la idolatría pues se jura por ciertos dioses griegos.
A continuación se incluye el comienzo de juramento hipocrático. Juzguen ustedes
mismos:
“Juro por Apolo el Médico y por Esculapio y por Hygeia y por todos los que
curan y por todos los dioses y diosas que de acuerdo con mi capacidad y mi juicio
mantendré este juramento y estas declaraciones”
Apolo viene del término griego apollynai que significa “destruir”: y esta palabra
tiene la misma raíz para Apolión (Apocalipsis 9:11), en referencia al diablo o
satanás, el ángel del abismo sin fin. En la mitología griega y romana, Apolo es el
dios de los arqueros, la profecía, la medicina, la poesía y la música. Siempre se le
representó como el tipo más alto de belleza y gracia masculinas, después se le
identificó con Helios el dios sol.
En la mitología Esculapio es el dios de la medicina y es el hijo de Apolo en la ninfa
Coronis.
¿Qué dice Dios respecto de jurar por otros dioses?
“Y todo lo que os he dicho, guardadlo. Y NOMBRE DE OTROS DIOSES NO
MENTAREIS, NI SE OIRA DE VUESTRA BOCA”
Éxodo 23:13.
“para que no os mezcléis con estas naciones que han quedado con vosotros, NI
HAGAIS MENCION NI JUREIS POR EL NOMBRE DE SUS DIOSES, ni
los sirváis, ni os inclinéis a ellos”
Josué 23:7.
Un médico joven compartió con nosotros la ceremonia de graduación de su grupo
en la Facultad de Medicina, donde se pidió a los médicos repetir el juramento
hipocrático. Estaba agradecido porque se hizo en una ceremonia común donde
todos repetían el juramento juntos. Eso le dio a él la oportunidad de interponer el
nombre de Jesús, mientras los otros decían los nombres de Apolo y Esculapio.
Los médicos que han pronunciado el juramento hipocrático, y que ahora andan
en la luz, se deben arrepentir del pecado de haber hecho sus votos a dioses falsos,
deben solicitar el perdón de Dios, deben renunciar a estos dioses de Grecia y de
Roma, y claro está, destruir todas las copias del juramento que posean y recibir
liberación de los demonios de la maldición.
6 Esta revelación sobre la esquizofrenia se encuentra en las pp.144-154 del libro “Cerdos En La Sala”, Libros Desafio, Santafé de Bogotá,
Colombia, 1984.
7 Colliers Encyclopedia (1984) P.F. Collier, Inc., New York, Vol. 10, p.336.
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Maldiciones engendradas por la


autoridad
Una y otra vez en las cartas de Pablo a las iglesias se leen estas palabras: “Sean a
todos vosotros la gracia y la paz de Dios”. El apóstol era como un padre espiritual
para los destinatarios de sus misivas. Siempre los bendecía con tales palabras de
gracia y de paz. Como quien posee la autoridad delegada de Dios, Pablo tenía el
poder para bendecir y en forma sabia y consistente ejercitaba esa autoridad.
Implícita en la autoridad para bendecir, se halla asimismo la autoridad para
maldecir. Las dos no se pueden separar, como tampoco se pueden separar las dos
caras de una moneda. Es una responsabilidad tremenda ser depositario de la
autoridad delegada de Dios, pues la misma autoridad que hace efectiva una
bendición, también hace efectiva una maldición. Por tanto, a todos los que estén en
autoridad, se les juzgará con mucho más rigor (Santiago 3:1).
Toda autoridad viene de Dios, y Él eligió ejercer su dirección mediante el hecho
de delegar su autoridad a los hombres y a los ángeles. La Palabra de Dios declara:
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; PORQUE NO HAY
AUTORIDAD SINO DE PARTE DE DIOS, y las que hay, por Dios han sido
establecidas"
Romanos 13:1.
Las autoridades delegadas incluyen reyes, todos los magistrados civiles, las fuerzas
militares, los alcaldes, los jueces, los maestros y profesores, los esposos, los padres, y
los líderes de las iglesias (pastores, ancianos rabinos, obispos, ministros, sacerdotes).
Una autoridad puede bendecir con su rectitud o maldecir por la ausencia de ésta.
Por esto, con todo derecho, la Santa Biblia dice:
“Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el
pueblo gime"
Proverbios 29:2.
Si se lee la sucesión de reyes que gobernaron a Judá, encontraremos algunos que
anduvieron en los caminos del Señor, mientras que otros fueron perversos y se
apartaron de Dios. En cambio, parece que los reyes de Israel (Samaria) fueron todos
malos. Las naciones se han de comportar de acuerdo con la condición espiritual de
sus gobernantes.
Por ejemplo, en el caso del rey Josafat:
“3...humilló su rostro para consultar a Jehová...30...el reino de Josafat tuvo paz,
porque Dios le dio paz por todas partes
2 Crónicas 20:3, 30.
Luego, su hijo Joram llegó al trono de Judá. Joram se había casado con la hija del
malvado y débil rey Acab y:
“...anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab; porque
tenía por mujer a la hija de Acab, e hizo lo malo ante los ojos de Jehová"
2 Crónicas 21:6.
Joram se convirtió en el asesino de todos sus hermanos para proteger su trono y
levantó altares para que el pueblo adorara a los ídolos. Por tanto, los elementos de su
reino se levantaron contra él y una tremenda peste de parte de Dios cayó sobre el
pueblo. El propio Joram sufrió la maldición de una enfermedad incurable de los
intestinos y murió en medio de grandes sufrimientos y terribles dolores.
Después fue rey Ocozías, quien tuvo como consejera a su madre, la perversa
Atalía. Toda la nación estaba inquieta, sin paz, hasta cuando Ocozías fue muerto
por Jehú, el hombre a quien el mismo Dios había designado por medio de sus
profetas Elias y Eliseo, para ejecutar sus juicios. Atalía también murió y:
“...se regocijó todo el pueblo del país; y la ciudad estuvo tranquila, después que
mataron a Atalía a filo de espada
2 Crónicas 23:21.
Cuando un gobernante cede al llamamiento de Dios y permite que le guíe la
sabiduría divina, será una bendición. En cambio, cuando se aparta de los consejos
de Dios, será una maldición, pues su influencia y sus juicios, serán injustos y
perversos.
En el libro de Proverbios, se personifica a la sabiduría la cual es Cristo. En el
Nuevo Testamento se habla de Cristo y se dice de Él: “en quien están escondidos todos
los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).
Y la sabiduría afirma:
“14Conmigo están el consejo y el buen juicio; y soy la inteligencia; mío es el poder.
I5
Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. 16Por mí dominan
los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra”
Proverbios8:14-16.
Los gobernantes necios abren puertas espirituales para que quienes se hallan bajo
su autoridad puedan ser víctimas de los ataques que se originan en los espíritus del
mal. Así, un hombre que sea negligente e insensible a las necesidades de liderazgo
piadoso que tiene su mujer, la hace vulnerable a la inseguridad con sus muchos
temores. Un ministro que utilice tácticas de control para dominar y explotar a su
congregación, expone a la gente a las potestades de la hechicería. Un jefe de
gobierno cuyo estilo de vida sea inmoral y cuyas políticas sean antibíblicas, viene a
ser un peligro para todo el país. De ahí porqué quienes se hallan en autoridad, a
veces ponen a sus familias, iglesias y naciones bajo maldición.
A los creyentes se les estimula a orar por todos los que están en autoridad a fin de
gozar las bendiciones de Dios.
“1Exhorto ante todo a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de
gracias, por todos los hombres; 2por los reyes y por todos los que están en
eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y
honestidad”
1 Timoteo 2:1-2.
De esta manera se nos instruye a orar por el Presidente de nuestra nación, su
gabinete de ministros, los congresistas y los jueces de la patria. Si todos ellos toman
decisiones y legislan sabiamente, con base en los principios de la Palabra de Dios,
determinarán y fijarán la forma como Dios trata con el país, es decir, si ha de recibir
bendiciones o maldiciones.
¿Qué pediríamos a Dios que haga cuando las autoridades sobre nosotros anden en
desobediencia a los mandamientos divinos? Debemos pedir a Dios que envíe un
profeta para que confronte a esos líderes. En las Escrituras encontramos que Dios
mandó a sus profetas a fin de advertir a los malos. Miremos unos ejemplos:
Cuando el rey Joram, bajo la influencia de su esposa, hija de Acab, levantó lugares
de adoración para los ídolos e “hizo que los moradores de Jerusalén fornicasen tras
ellos” (2 Crónicas 21:11), el profeta Elias escribió una carta al rey donde le decía que
como no había andado en los caminos rectos de su padre: “he aquí Jehová herirá a tu
pueblo con una gran plaga, y a tus hijos y a tus mujeres, y a todo cuanto tienes” (2 Cr.
21:14).
Cuando los príncipes de Judá abandonaron la casa del Señor para servir a los
ídolos. Dios “...les envió profetas para que los volviesen a Jehová...” (2 Crónicas
24:19). Pero los príncipes no oyeron a los profetas, por tanto. Dios hizo ir a los
ejércitos de Siria contra ellos, y los sirios ejecutaron el juicio que Dios había
decretado (2 Crónicas 24:17-25).
Cuando el rey Amasias acabó con todos los edomitas, se apoderó de sus ídolos y
los convirtió en sus propios dioses. La ira del Señor se encendió contra Amasias, y le
“envió un profeta” que sin temor alguno desafió la necedad del rey (2 Crónicas
25:14,15,27).
Recordemos también, que Dios mandó al profeta Samuel para confrontar al
rebelde rey Saúl (1 Samuel 15:22-23), y envió asimismo a Juan el Bautista para
reprender al rey Herodes “...por todas las maldades que había hecho... ” y, sobre todo,
por haber tomado la esposa de su hermano Felipe (Mateo 14:3-5; Lucas 3:19-20).
En consecuencia, cuando quiera que nos encontremos en una situación donde una
autoridad sobre nosotros ande en contra de los caminos del Señor, debemos orar a
Dios para que envíe un profeta que hable sobre esa situación. Entonces ese
gobernante se ha de arrepentir o Dios lo quitará.
Maldiciones de los fundadores
Los cimientos de las organizaciones son un aspecto crucial de las maldiciones
engendradas en la autoridad. Las figuras de la autoridad a veces hacen que las
organizaciones lleguen a ser y a existir. Por tanto, debemos tener la suficiente
sabiduría para preguntar: “¿Cuál es el fundamento de tal organización? ¿Qué hubo
en la vida del fundador? ¿Había algo imperfecto o torcido cuando se puso el
cimiento?”
Todo lo que se construye sobre un cimiento, afecta el cimiento mismo. El
principio de las maldiciones que vienen desde los padres fundadores es tan antiguo
como la raza humana. Adán fue el primer hombre. Toda la raza humana tiene como
su fundamento a Adán.
“12Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado
la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron...
17Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán
en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del
don de la justicia”
Romanos 5:12,17.
Así como las maldiciones pasan en una familia de una generación a otra, pasan
también por las generaciones de negocios, oficios, gobierno, iglesias locales y toda
clase de empresas. Si las maldiciones por el pecado se encuentran en los líderes que
fundaron alguna organización, pasarán a los sucesores. Por tanto, es de importancia
vital examinar las raíces de todas las organizaciones con las que hayamos llegado a
identificarnos.
Algunas iglesias comenzaron mal, bajo la dirección de líderes malos. Durante años
hemos visto los altibajos de iglesias cuyo nacimiento se originó como una división
de otras. Quienes organizaron la nueva iglesia estaban decididos a desafiar a la iglesia
madre y a su pastor. Cada vez que la iglesia había comenzado a progresar, hubo
conflictos entre el pastor (de hecho, ha habido una sucesión de pastores) y quienes
se oponían a la autoridad. Tales iglesias están malditas.
Cuanto decimos sobre las maldiciones que pasan desde los fundadores, se ilustra
en la profesión quiropráctica. Claro está que hay quiroprácticos cristianos que aman
al Señor y se alarmarían en grado sumo ante la sugerencia de tener algún nexo con el
ocultismo. Pero el fundador de esta profesión, D.D. Palmer, sí estuvo
profundamente comprometido con lo oculto. En su propio testimonio escrito dice
que fue un sanador que usó las influencias magnéticas durante nueve años antes de
descubrir los principios que se hallan en los métodos quiroprácticos.
Por medio de las sanidades magnéticas y de las técnicas quiroprácticas, Palmer
intentaba ajustar el “poder innato” o flujo vital existente, dentro del organismo. Los
antiguos chinos denominaban “chí” (pronúnciese “ki”) a este flujo. La medicina
china enseña que las enfermedades aparecen cuando el flujo del chí está en exceso o
se restringe o se bloquea en áreas particulares del cuerpo y de esta manera se produce
un desequilibrio entre el yin y el yang. Se dice que la sanidad tiene lugar cuando se
regula el flujo del chí y se restablece el equilibrio entre el yin y el yang. Los
practicantes del ocultismo han empleado diversas técnicas para regular el chí, a
saber: acupuntura (agujas que se insertan en partes estratégicas del cuerpo)
acupresión (las agujas se reemplazan con presiones de los dedos); mioterapia
(manipulación de “puntos claves o gatillos” en el cuerpo); orgonomía (manejo de
orgasmo sexual); reflexología (puntos de presión sobre manos y pies); poder
magnético (imanes que se pasan sobre el cuerpo) y aplicaciones herbales.
La siguiente cita se ha tomado del Capítulo 11 del Texto de Quiropraxis de
Palmer, (hoy todavía en uso en las universidades donde se enseñan técnicas
quiroprácticas), “El poder interior habla”.
Nosotros los quiroprácticos trabajamos con la sustancia sutil del alma.
Liberamos los impulsos presos, el diminuto arroyuelo de fuerza que emana
de la mente y fluye sobre los nervios a las células y en ellos les excita a la vida.
Tratamos con el poder mágico que transforma el alimento común en arcilla
viviente, amorosa y pensante que cubre la tierra con belleza, y tiñe y
aromatiza las flores con la gloria del aire. En el tiempo distante, oscuro y
tenue, cuando el sol se inclinó primero ante la estrella de la mañana, este
poder habló y hubo vida; avivó el lodo del mar y el polvo de la tierra y
dirigió la célula a unirse con sus compañeras en incontables formas vivientes.
A través de los eones del tiempo, dio aletas a los peces, y a las aves dio alas y
colmillos a las bestias. Trabajó incansablemente e hizo evolucionar sus
formas hasta producir la corona de gloria de todas ellas. Con indomable
energía sopla las burbujas de cada vida individual y luego, silenciosamente,
de manera deliberada, disuelve la forma y absorbe otra vez el espíritu en sí
mismo. Y preguntas ¿puede el quiropráctico curar la apendicitis o el
resfriado? ¿Tienes más fe en un bisturí o en una cucharada de cualquier
medicamento que en el poder innato que anima al mundo viviente interior?
Por decir lo menos, D.D. Palmer fue un franco practicante del ocultismo,
panteísta y evolucionista. Todo este mal se halla en las raíces de la quiropraxis
práctica que apadrinó. Varios quiroprácticos cristianos a quienes hemos consultado,
nos dicen que no manipulan la fuerza de la vida, y que no siguen las enseñanzas de
Palmer en este aspecto. ¡Maravilloso! Sin embargo, creemos que los quiroprácticos
cristianos deben renunciar a toda asociación con las prácticas ocultistas de D.D.
Palmer y con sus falsas doctrinas. Luego, deben romper con todas las maldiciones
que han pasado a ellos por medio de D.D. Palmer y ser liberados de los demonios
de tales maldiciones.
No hemos encontrado ningún problema con los aspectos de la terapia física de la
quiropraxis. Estamos de acuerdo con un quiropráctico que escribió: “La
investigación hecha por los científicos y por los médicos, prueba que la
manipulación manual es una alternativa eficaz y a veces preferida a los tratamientos
con ciertos compuestos medicamentosos”.
Con todo, aún nos preocupa que cada día más y más quiroprácticos tomen y
utilicen prácticas ocultistas de la Nueva Era como acupuntura, acupresión y
reflexología. Es comprensible que los quiroprácticos estén tan dispuestos a adoptar
las técnicas ocultistas de la Nueva Era, pues esos métodos están en alianza con los
que exploró el fundador de la quiropraxis. Tanto quienes lo llevan a la práctica,
como sus clientes, se ponen bajo una maldición con el empleo de las técnicas
ocultistas.
Frank relata su propia experiencia con un quiropráctico en 1977:
Una molestia de la espalda se convirtió en un ataque agudo de ciática, condición
muy dolorosa en la cadera y en la base del muslo. Durante un mes no pude
sentarme ni acostarme sin experimentar un terrible dolor. Decidí ir a un
quiropráctico y buscar la terapia física para aliviar la presión sobre el nervio ciático.
El procedimiento diagnóstico del quiropráctico incluyó pasar una sonda metálica
alrededor de la superficie de uno de mis oídos. No pensé mucho en esto sino hasta
cuando repitió el proceso en las dos visitas siguientes. Observé que la sonda estaba
unida a un alambrito que se conectaba a una cajita negra. Ocasionalmente la cajita
emitía un ligero zumbido eléctrico.
Por último pregunté: “¿Qué hace con mi oído? ¿Qué tiene eso que ver con el
tratamiento para la ciática?” Me contestó: “Oh, permítame mostrarle lo que hago”.
Desenrolló un gran cuadro donde aparecía el dibujo de una oreja. Sobre la oreja se
hallaba sobrepuesto el esquema de un embrión humano. Luego el quiropráctico me
explicó: “Los antiguos chinos descubrieron hace miles de miles de años que la oreja
tiene la forma de un embrión. Al poner la forma del embrión sobre el contorno de
la oreja, sabemos que ciertos puntos de ella corresponden a determinados sitios del
cuerpo. Hago el tratamiento de su ciática al aplicar una muy ligera descarga eléctrica
en su oreja, sobre el lugar que corresponde a su cadera, y a la pierna. Este
instrumento es además útil para el diagnóstico. Así me ha sido posible descubrir que
también tiene usted un problema en los riñones y en consecuencia, también se lo
trato”.
Tan pronto como regresé a la casa, llamé al otro pastor de nuestra iglesia. Le dije:
“Jimmy, necesito liberación”. Jimmy quiso saber porqué pensaba que me era
necesaria una liberación. Le respondí: “He estado comprometido con lo oculto. Me
han tratado con acupuntura eléctrica”. ¡Yo estaba en seriedad absoluta y completa!
Hemos descubierto que muchos miembros del pueblo de Dios inadvertidamente
se han expuesto a las prácticas ocultistas de la Nueva Era, por medio de los
quiroprácticos y de otras fuentes insospechadas. A algunas enfermeras se las entrena
hoy en la “terapia digital o de toque” como una avenida del poder sanador. A las
manicuristas y a los cosmetólogos sus colegas les enseñan acupresión. Esto se ha
incorporado a sus textos de estudio. Sabemos de la propietaria de una tienda de
alimentos naturistas que pide permiso para examinar los ojos de sus clientes.
Practica la indoiogía, una forma de adivinación, que pretende diagnosticar los
problemas de salud, tanto los actuales como los futuros.
No decimos que todos los quiroprácticos, las enfermeras y los cosmetólogos sean
practicantes de lo oculto. Sin embargo, afirmamos en alta voz y con toda claridad,
que las prácticas ocultistas de la Nueva Era, invaden muchas profesiones, muchos
servicios sociales y muchos negocios. Nos exponemos más y más a las prácticas
ocultas de la Nueva Era en los lugares menos sospechosos o menos pensados. Por
todo esto, debemos oír y hacer efectiva la Palabra de Dios:
“I5Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,
“16aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos ”
Efesios 5:15-16.
7

Maldiciones por brujería


Hay dos fuentes espirituales de poder; Dios y satanás. Los siervos del Dios Altísimo
usan su autoridad espiritual delegada para bendecir a los demás y para derrotar el
mal. Los emisarios de satanás emplean el poder de satanás para maldecir, controlar y
hacer males. A este poder sobrenatural, maligno y perverso, se le conoce como
brujería o hechicería.
La Palabra de Dios condena en forma absoluta todas las prácticas de la hechicería
y las prohíbe totalmente.
“I0No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el Juego, ni
quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, uni
encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.
12
Porque es abominación para con Jehouá cualquiera que hace estas cosas”
Deuteronomio 18:10-12.
A los brujos o hechiceros o magos, se les condenaba a muerte bajo la ley de Moisés
(Levítico 20:27). La Palabra de Dios es enfática en condenar a todo cuanto hoy se
conoce con el nombre de “las artes negras (mágicas)”.
El control de los demás es otro objetivo de la hechicería. El brujo, hechicero o
mago, así como quienes les siguen, intentan controlar a los otros y esperan obtener
algún provecho sobre sus semejantes o sus compañeros. Este poder es real, pero es el
poder de satanás y su fin es ruina.
La historia de Israel registra las múltiples ocasiones en que el pueblo de Dios
ignoró a Dios y se volvió a las tinieblas para buscar ayuda. Los israelitas pensaban
que los brujos les resolverían las crisis. Dios reprendió y juzgó a Israel por confiar en
la hechicería:
“I9Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran
hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los
muertos por los vivos? 20¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es
porque no les ha amanecido. 21Y pasarán por la tierra fatigados y hambrientos, y
acontecerá que teniendo hambre, se enojarán y maldecirán a su rey y a su Dios,
levantando el rostro en alto”
Isaías 8:19-21.
La hechicería se ha incrementado y extendido de manera tremenda en nuestra
nación y en todas nuestras propias sociedades durante los últimos años. La Palabra
del Señor establece: “el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19), pues “el
gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y satanás, el cual engaña al
mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Dios dijo que el diablo engañaría al mundo
entero, y hemos visto el cumplimiento de esta porción de las Escrituras.
Los engaños del diablo también se infiltran en el Cuerpo de Cristo. La hechicería
se disemina en muchas congregaciones locales por medio de las influencias de la
Nueva Era. Hay una gran increíble cantidad de cristianos que se han vuelto a
poderes distintos de los de Dios, en búsqueda de sanidad, guía y poder.
Una vez nos invitaron a ministrar en una iglesia de una pequeña ciudad de Texas.
Antes de comenzar el servicio, notamos entre ocho y diez personas formadas en fila
frente a un hombre que aparentemente les imponía las manos para sanarlas. Con
enorme sorpresa nos dimos cuenta que este individuo practicaba la mioterapia que
como se vio en las páginas anteriores, es una forma de acupresión. En efecto,
presionaba con sus dedos las palmas de las manos de las personas, para curarlas. ¡Y
esto tenía lugar de rutina en el pasillo de una congregación carismática! Los líderes
de la iglesia habían sentido muchas inquietudes con esta práctica y quedaron bien
informados y con un alivio muy grande, cuando la expusimos a la luz de la Palabra
de Dios.
En el día de hoy nuestra carga por la Iglesia se expresa con la misma preocupación
y nos podemos apropiar de las mismas palabras que tuvo Pablo con respecto a la
iglesia de Corinto:
“Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos
sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”
2 Corintios 11:3.
Los hechiceros emplean encantos, pociones, cocimientos de yerbas, y otras diversas
y variadas artes mágicas para poner maldiciones sobre las personas. Hay muchos
relatos, dignos de todo crédito, de gente que ha sufrido e inclusive ha muerto
debido a las maldiciones de hechicería enviadas en su contra.
Un par de compañeros nuestros en el seminario fueron a Africa como misioneros.
En su primera canta desde Africa esta pareja nos contaban su admiración ante los
poderes de los médicos brujos para afligir a la gente con maldiciones. Habían visto
cómo varios miembros del pueblo donde fijaron su lugar de trabajo, habían muerto
por tales maldiciones. El entrenamiento del seminario no les había servido ni
preparado en lo más mínimo para enfrentar de manera adecuada esas potestades y
fuerzas espirituales tan malignas.
Hoy muchísimos cristianos consideran increíble que la hechicería pueda tener
tales poderes. Ezequiel profetizó a las mujeres que efectuaban ciertas clases de
brujería o vudú.
“I8¡Ay de aquellas que cosen vendas mágicas para todas las manos, y hacen velos
mágicos para la cabeza de toda edad, para cazar las almas! ¿Habéis de cazar las almas
de mi pueblo, para mantener así vuestra propia vida? 19¿Y habéis de profanarme entre
mi pueblo por puñados de cebada y por pedazos de pan, matando a las personas que no
deben morir, y dando vida a las personas que no deben vivir, mintiendo a mi pueblo que
escucha la mentira?”
Ezequiel 13:18-19.
María necesitaba liberación y una pareja de nuestra iglesia nos la trajo. Era una
persona muy nerviosa, llena de temores y de toda clase de problemas individuales y
que sufría además de jaquecas muy severas. María había nacido en un pueblecito de
los llanos de Apure, Venezuela, donde conoció y se casó con un norteamericano,
empleado de una compañía petrolera que hacía exploraciones en esa zona de
Venezuela.
En la sesión de consejería antes de la liberación supimos que María era una joven
creyente en Cristo, cuya familia en Venezuela estaba muy comprometida con
diversos aspectos de la hechicería. Ella, su hermana y la madre, en alguna
oportunidad formaron un círculo mientras se tomaban de las manos e hicieron un
pacto por el que se comprometieron a no separarse nunca. Cuando María
acompañó a su esposo a los Estados Unidos, la madre y la hermana le echaron
maldiciones por haber incumplido su voto. María nos informó que la madre
mantenía varios animales vivos (lechuzas, tarántulas, murciélagos) como
instrumentos para preparar sus maldiciones contra las personas.
Cuando ordenamos a los demonios que dejaran a María, se manifestó un espíritu
de muerte que le cortó el aliento y su rostro se contorsionaba de una manera
horrible y grotesca, a medida que los espíritus salían. La liberación de los demonios
de hechicería con mucha frecuencia se acompaña de manifestaciones muy fuertes.
Estábamos muy agradecidos por la asistencia de María a nuestras reuniones de
compañerismo donde comenzó a recibir enseñanzas que la ayudarían a mantener su
liberación. Era una persona cambiada, inclusive las terribles jaquecas que tanto la
habían atormentado, desaparecieron por completo, hasta el punto de suspender
todos los medicamentos que antes utilizaba para aliviarse de esos espantosos dolores
de cabeza. Los poderes de la hechicería quedaron derrotados.
James, un joven soldado, fue otra persona liberada de las maldiciones de la
brujería. Le conocimos en una conferencia sobre liberación que dimos en una
ciudad de California.
James había nacido en Jamaica. El mismo, así como su padre y su tío que eran
nativos de Haití, se hallaban muy implicados en las prácticas de vudú. Luego,
cuando James se hizo cristiano, comenzó a sentirse muy incómodo con las malvadas
actividades ocultistas de su familia y emigró a los Estados Unidos para apartarse de
esa influencia. Encontramos a James víctima de muchos tormentos y de mucha
opresión. Asimismo, un espíritu maligno venía a él todas las noches y le atacaba de
manera constante y continua en el área del sexo. Le explicamos que este espíritu se
llama “súcubo” y es un demonio que toma la apariencia de mujer para llegarse por la
noche a los hombres que duermen y darles la sensación de tener relaciones sexuales.
(La contraparte femenina del “súcubo” es el “íncubo,” un espíritu inmundo que en
las noches se presenta en sueños a las mujeres para tener relaciones sexuales con
ellas).
Un tremendo sentimiento de impureza abrumaba a James. Había tratado todo
cuanto conocía para librarse de este espíritu atormentador sin ningún alivio. En su
ignorancia del plano demoníaco sobrenatural, consultó a una bruja en Nueva
Inglaterra, mientras prestaba allí una parte de su servicio militar.
La bruja le hizo ir a su casa para darle un huevo. Debía llevar el huevo en la mano,
mientras recorría una distancia bastante prolongada en bus, pero el huevo no se
debía quebrar, pues entonces el conjuro no obraría. La hechicera ejecuto ciertos
pases y ritos sobre el huevo y le ordenó a James que cuando llegara a su destino,
debía poner el huevo en el piso y aplastarlo con el pie. Si salía una serpiente, era
señal que ya estaba libre del súcubo.
James cumplió con las instrucciones recibidas y cuando aplastó el huevo, ¡salió una
serpiente! Sin embargo, pronto descubrió que el súcubo era más fuerte que nunca.
Haber buscado ayuda de lo oculto sólo aumentó y complicó el problema. Debemos
recordar que de acuerdo con la enseñanza del mismo Jesús, satanás no echa fuera a
satanás (Mateo 12:26).
Guiamos a James en una oración de confesión para renunciar a los pecados de
hechicería. En el nombre poderoso de Jesús, expulsamos el espíritu de súcubo y
muchos otros espíritus inmundos y se cumplió en este joven la Palabra de Dios:
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”
Juan 8:36
Dedicamos cierto tiempo para enseñar a James la forma correcta de usar su propia
autoridad espiritual como creyente en Jesucristo. Así le fue posible saber que si
algunos de los espíritus que habían salido, intentaban volver, los podría echar fuera
con todo denuedo en el nombre todopoderoso de nuestro Señor Jesús.
Comenzamos una enseñanza de primera mano sobre las maldiciones por brujería
mientras ministrábamos en una ciudad con una fuerte cultura mejicana y
norteamericana que tenía sus raíces en la hechicería. Allí llevamos a muchas
personas a los pies de Cristo y las sacamos del dominio de satanás. Casi todas habían
tenido problemas muy serios que se originaban en las maldiciones de los hechiceros
y brujos.
El repiqueteo insistente del timbre telefónico nos sacó de un sueño profundo. Con
una rápida mirada al reloj, vimos que eran las dos de la madrugada. Se trataba de
Rita, una joven que había asistido a unos pocos servicios de nuestra iglesia. Estaba
muy confundida, con mucha angustia y en medio de su llanto se pudo entender que
necesitaba a Frank con suma urgencia y pedía que fuera a su casa tan rápido como le
fuera posible.
Cuando llegué a la casa de Rita encontré a su hermano, Alberto, un fornido
campesino, acostado sobre un sofá. Estaba muy débil para poder moverse y parecía a
punto de morir. Rita nos había visto echar fuera demonios de la gente y trató de
hacer lo mismo con su hermano. Me mostró las marcas en la piernas donde los
demonios de Alberto la atacaron y la habían mordido. Estaba histérica.
Comencé a orar por Alberto. Ordené a los espíritus de hechicería que salieran de
él y que le dejaran libre. En pocos minutos se sentó y pidió alimentos, no había
comido desde cuando llegó a la casa, después de trabajar todo el día en la finca.
Este episodio me recordó el de los hijos de Esceva que intentaron expulsar los
espíritus de un hombre endemoniado. En efecto, la Santa Biblia dice: “13por Jesús, el
que predica Pablo16Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y
dominándolos, pudo más que ellos” (Hechos 19:13,16). Los hijos de Esceva no eran
creyentes en Cristo y por tanto, no tenían ninguna autoridad espiritual sobre los
demonios.
Este era el problema de Rita. Intentó expulsar los demonios de su hermano en el
nombre de Jesús, de quien hablaba el hermano Frank. Rita aún no tenía una
relación personal con Cristo. Muy pronto, entregó su corazón al Señor y después
nos ayudaba a ministrar liberación a otras personas, pues nos servía de intérprete
con mucha fluidez.
Lupe era una nueva convertida en nuestra congregación. Vivía con su madre y su
anciana abuela. Lupe nos confió que su abuela era hechicera. Usaba animales
disecados y rellenos de estopa o paja, así como otros elementos para sus brujerías.
Cuando la abuela murió, Lupe pidió a sus dos pastores, los hermanos Hammond
y Low orar por su casa. Ella y la madre experimentaban algunas cosas bastante
extrañas. En efecto, tres o cuatro horas después de barrer y sacudir el polvo, todo en
la casa estaba completamente sucio de nuevo. Cuando alguien se sentaba en la
mecedora de la abuela, sentía que le punzaban las piernas. Habían examinado la silla
y no se descubrió causa natural de ninguna clase para esas punzadas. Además, la
abuela se había aparecido varias veces desde el momento de su muerte.
Los dos pastores fuimos por toda la casa, cuarto por cuarto, desde el sótano hasta
el cuarto de san Alejo, situado en el ático. Nos encargamos de destruir todos los
objetos que habían pertenecido a la abuela y que se hubieran usado para la brujería.
Tomamos aceite para ungir las paredes y ordenamos la salida y expulsión de todo
espíritu de hechicería. Examinamos todos los armarios y los gabinetes. La limpieza
de la casa se hizo a fondo, de manera muy efectiva y, desde entonces, no se volvió a
presentar ninguno de los problemas previos.
En la Santa Biblia se menciona un relato sobre intentos de brujerías, de donde
hemos aprendido verdades muy valiosas. Esta historia figura en el Libro de
Números desde el capítulo 22 hasta el 24. Allí el rey de Moab, Balac, contrató a
Balaam para que maldijera a los israelitas. Balaam era un notable hechicero, muy
famoso en toda la región y debido a su habilidad para echar maldiciones, se le
consideraba digno de un salario muy elevado por sus servicios.
Los israelitas habían salido de Egipto, habían derrotado a los reyes amorreos y
ahora acampaban en las fronteras de Moab. Balac estaba temeroso de ellos. La única
posibilidad que encontró para derrotar a los hebreos, consistía en hacerlos maldecir
por Balaam. Aquí vemos que, desde tiempo atrás, era bien conocido que la brujería
mostraba muy diversos sistemas y métodos que permitían aprovecharse tanto de los
enemigos como de muchas otras personas.
Balaam mostraba una muy sólida reputación en maldecir a la gente. Su habilidad
y sus capacidades para echar maldiciones sobre los demás, no eran producto de una
simple superstición. En efecto, el propio rey Balac pudo afirmar: “yo sé que el que tú
bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito” (Números 22:6). ¡Sí, las
maldiciones de la brujería son verdaderas y reales!
A pesar de la implacable codicia que mostró Balaam hacia las recompensas
ofrecidas por Balac, rey de Moab, sólo pudo pronunciar bendiciones para el pueblo
de Dios. Con toda su soberanía el Todopoderoso intervino de manera muy activa y
no permitió que hubiera ninguna maldición sobre los miembros de su pueblo
escogido. Esta puede ser una explicación más que razonable para poder entender las
palabras del autor sagrado:
“Mas no quiso Jehová tu Dios oír a Balaam; y Jehová tu Dios te convirtió la
maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba”
Deuteronomio 23:5.
¿Por qué Balaam fue incapaz de maldecir a los israelitas? ¿Acaso no tenía a su favor
su gran experiencia en artes secretas y mágicas? Conviene recordar que en el caso de
los israelitas toda incredulidad y toda rebeldía habían salido de en medio de ellos.
Cuando la nube se movía ellos se movían también. Israel constituía el pueblo de
Dios que andaba en total y completa obediencia a Él. Por tanto, el Altísimo
bendecía a su gente.
Balac, ante el patente fracaso de su estrategia, con toda razón se impacientó y se
enojó con Balaam. ¿Por qué no maldijo a Israel? La respuesta fue muy sencilla:
“¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo? ¿Y por qué he de execrar al que Dios
no ha execrado?’’ Números 23:8.
¿Cuál es la enseñanza práctica que aprendemos de la incapacidad que tuvo Balaam
para maldecir a Israel? También es muy simple: Cuando andamos en obediencia
delante de Dios, las maldiciones contra nosotros no pueden prosperar. Todos los
que califican para las bendiciones de Dios son inmunes contra las maldiciones de la
hechicería.
Sin embargo, no debemos volvernos paranoicos y temer que alguien nos ponga
maldiciones. Nuestra protección contra la hechicería simplemente reside en vivir en
santidad y rectitud ante Dios.
Además, igualmente debemos mantenernos vigilantes, pues el diablo siempre anda
como león rugiente, en búsqueda de quien pueda devorar. En consecuencia, es
necesario evitar que nuestros actos ofendan a Dios. Esto pasó con los israelitas, pues
cometieron adulterio y fornicaron con las hijas de Moab. Además, también el
pueblo de Israel se inclinó a sus dioses (Números 25:1-2).
¿Y qué pasó? ¡El juicio de Dios cayó sobre Israel, pues su ira se encendió contra
ellos y perecieron 24.000 israelitas! ¿Y quién fue el que se prestó para servir como
instrumento de satanás? ¡Balaam!
“He aquí, por consejo de Balaam, ellas fueron causa de que los hijos de Israel
prevaricasen contra Jehová en lo tocante a Baal-peor, por lo que hubo
mortandad en la congregación de Jehová”
Números 31:16
Gracias a Dios hoy los cristianos aprenden que su autoridad está en Dios. Cada
día se hacen más sabios en saber cómo protegerse de la hechicería y cómo cancelar
los poderes de la brujería.
¿Cómo puede un cristiano protegerse de las maldiciones de los hechiceros?
Nuestra protección consiste en ponernos toda la armadura de Dios. Esa es toda la
protección que necesitamos. Como soldados de Cristo debemos mantener ceñidos
nuestros lomos con el cinto de la verdad, utilizar la coraza de la justicia, emplear el
yelmo de la salvación, y mantener perfectamente embrazado con todo nuestro
aliento el escudo de la fe. Nuestros pies deben estar calzados permanentemente con
el apresto de la diligencia para proclamar el evangelio de la paz y debemos blandir
siempre con toda autoridad la espada del Espíritu que como sabemos es la Palabra
de Dios (Efesios 6:13-17).
La armadura total y completa de Dios, es nuestra defensa.
Un soldado valiente de la cruz no se deja asombrar por satanás. Conoce sus armas
y su autoridad. Nunca debemos temblar ante los poderes de la hechicería ni
intimidarnos por las amenazas que nos dirija; por el contrario, debemos permanecer
firmes en el Señor y en la fortaleza de su poder, pues el propio Jesús nos prometió:
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del
enemigo, y nada os dañará”
Lucas 10:19.
“Les he dado autoridad para caminar sobre serpientes y escorpiones, y para
superar todos los poderes del enemigo; nada les podrá hacer daño”
(Nueva Versión Internacional).
Para quienes sepan o piensen, que han sido expuestos a las maldiciones de los
brujos o de los hechiceros, les recomendamos con urgencia las oraciones y las
confesiones que aparecen en el Capítulo 9.
8

Leyes que gobiernan las


maldiciones
Hay ocho leyes básicas que gobiernan las maldiciones. Esas leyes se aplican a cada
una de las categorías en sus distintas clases: las generacionales, las que se originan en
los pecados de cada persona, las que vienen por las cosas malditas, las que se deben a
las palabras de maldición, las que se fundamentan en los padres fundadores y las
maldiciones que nacen por la brujería.
1. Hay una causa para toda maldición
“Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, así la maldición
nunca vendrá sin causa”
Proverbios 26:2
Nadie puede, inadvertidamente, tropezar con una maldición y ser víctima de ella. A
las maldiciones las regulan las leyes espirituales, las leyes de Dios. De hecho. Dios
decide si uno ha de ser bendecido o maldito; su decisión tiene como base nuestra
propia obediencia a los estatutos y mandamientos que se hallan en las Santas
Escrituras.
“Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir
todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti
todas estas maldiciones y te alcanzarán”
Deuteronomio 28:15.
Las bendiciones así como las maldiciones están sujetas a las ordenanzas y reglas
divinas. Nadie tropieza en las bendiciones de Dios.
“JAcontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y
poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová
tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas
estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”
Deuteronomio 28:1-2.
2. El pecado es la puerta para la maldición
Las primeras maldiciones sobre la raza humana se produjeron en el huerto del Edén,
cuando Adán y Eva pecaron.
La serpiente recibió maldición:
“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita seras entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo”
Génesis 3:14.
Además, sobre la mujer también hubo maldición:
“Multiplicaré en gran manera los dolores de tus preñeces; con dolor darás a luz
los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”
Génesis 3:16.
Asimismo para Adán:
“Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé
diciendo: No comerás de él, maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás
de ella todos los días de tu vida”
Génesis 3:17.
Vale la pena recordar que “la maldición nunca vendrá sin causa” (Proverbios 26:2).
Hubo maldiciones en el Edén y sus causas fueron el pecado. Por tanto, el pecado es
raíz que origina la maldición. Mientras permanezca la raíz, la maldición no se puede
quebrantar.
En estos días muy pocas personas atribuyen los problemas de la vida a las
maldiciones. Por ejemplo, si un agricultor tiene problemas con sus cosechas,
¿buscará en su propia vida un pecado como causa del fracaso? Definitivamente no;
con toda certeza, no vacilará en emplear todos los métodos posibles a fin de obtener
que se salve su cosecha en peligro. Recurrirá a fertilizantes, herbicidas, insecticidas,
irrigación y todo cuanto pueda encontrar. Sin embargo, de acuerdo con la Palabra
de Dios, las dificultades en el área de la agricultura se deben a maldiciones, según se
puede deducir de un estudio atento y cuidadoso de Deuteronomio 28:15-24.
No es posible hacer que los problemas espirituales retrocedan con armas carnales.
Una maldición es un problema espiritual que exige una solución espiritual.
De la misma manera muchas condiciones de enfermedades y sufrimientos físicos y
una buena cantidad de dificultades financieras se deben a maldiciones. Frank
comparte este testimonio:
Desde cuando tenía diez años de edad comencé a sufrir de alergias muy severas. El
asma me afectaba con tanta seriedad que me era muy común perder a veces hasta
más de treinta días en un período escolar. Con frecuencia permanecía en cama
durante una o dos semanas, cada vez, mientras luchaba por conseguir la más
pequeña cantidad de aire para respirar. En esa época era muy poca la ayuda médica
que recibía. Mis padres y todos los parientes, amigos o conocidos, recurrían a todos
los remedios que les ofrecieran, muchos de los cuales eran puras supersticiones.
Alguien le dijo a mi madre que se me iba a curar el asma si fumaba hojas secas de
higuera en una pipa hecha de tusa de maíz, pero esto no hizo sino ampollarme la
lengua. Tratamos otro remedio. Se marcó mi estatura sobre la puerta de un armario
y se hizo allí un orificio, donde se colocó un mechón de mis cabellos. Se creía que
cuando creciera y dejara atrás el hueco donde estaba el pelo, se me acabaría el asma.
Estas prácticas supersticiosas no hicieron sino complicar mis dolencias.
También fui víctima de la fiebre del heno. Era especialmente severa en los otoños,
cuando los diversos pólenes llenaban el aire. La fiebre del heno era tan grave que me
veía incapacitado no podía hacer nada durante muchos días. Cuando el Señor me
llamó a un ministerio itinerante, le dije que no podría viajar en septiembre ni en
octubre porque el polen me provocaba una muy molesta e imposibilitadora fiebre
del heno.
Cuando estaba próximo a cumplir los cincuenta años, comencé a aprender sobre
las maldiciones, sus causas y sus efectos. Nuestra casa tenía su parte de cuadros y
figuritas de idolatría. Además las paredes y estantes estaban llenos de objetos de
artesanía de los indios norteamericanos, que incluían buenas cantidades de
artefactos de idolatría. El Señor me recordó que había comenzado a coleccionar
cosas de los indios cuando tenía diez años, la misma época en que comenzaron mis
alergias.
Entonces hicimos una muy cuidadosa limpieza en toda la casa. Todo lo que era
sospechoso se destruyó, se quemó o se acabó en alguna forma. Con la ayuda de
otros hermanos en nuestra congregación, me sometí a una liberación muy completa.
¡Se echaron fuera los demonios de las maldiciones, y se dio fin así a los sufrimientos,
¡bendito sea Dios!
3. Toda maldición es un problema espiritual que no se puede
remediar por medios naturales
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará”
Gálatas 6:7.
El profeta anunció el juicio de Dios que iba a venir sobre Israel a causa de su
idolatría. Los israelitas sembraron vientos y segaron torbellinos (Oseas 8:7). Aunque
rendían tributo a Asiria, eso no les compró su seguridad pues el pueblo de Dios
estaba bajo maldición debido a la adoración que dieron a los becerros. De manera
semejante, nadie que se halle sometido a maldiciones jamás podrá escapar de sus
efectos mediante el ingenio humano.
Cuando las enfermedades y las dolencias se deben a maldiciones, ninguna ciencia
humana podrá servir. Si el diezmo no se paga a Dios y se retiene o se dedica a otros
fines, habrá una maldición sobre los recursos económicos y ninguno de los muchos
tipos de planes o presupuestos servirán para controlar al devorador.
¡Oh! ¿Y qué pensar de quienes han robado a Dios en sus diezmos y ofrendas, y sin
embargo tienen riquezas y muchos bienes materiales? Sí; eso es cierto, pero Dios
dijo por medio del profeta: “enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras
bendiciones” (Malaquías 2:2). No; definitivamente, Dios es imposible de burlar.
Hasta la propia riqueza se puede convertir en maldición.
4. Donde permanece el pecado, también permanece la maldición
Salomón acababa de dedicar el hermoso templo a Dios y la gloria del Señor llenó
por completo ese lugar. Aunque el Altísimo moraba en medio de los israelitas, ellos
debían seguir en el camino de la obediencia. Si no lo hacían así, quedaban expuestos
a las maldiciones que Dios iba a permitir en su contra:
“Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que
consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo”
2 Crónicas 7:13.
Sin embargo, por medio del arrepentimiento vendrían las bendiciones:
“si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y
buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde
los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”
2 Crónicas 7:14.
Los demonios tienen sus escondites donde se mantiene y permanece el pecado.
Una maldición sólo puede terminar sus efectos cuando el pecado sale a luz mediante
la confesión, cuando se le abandona y se obtiene el perdón que Dios brinda.
5. El poder de las maldiciones es diabólico
Si Dios permite una maldición, satanás y sus demonios son los instrumentos que la
ejecutan. Para decirlo de otra forma: cuando se impone una maldición, Dios quita
por un instante su mano protectora y permite obrar al diablo.
Si volvemos al Libro de los Principios vamos a encontrar un pasaje explicativo del
antagonismo que Dios fijó entre la serpiente y la humanidad, por medio de la
maldición pronunciada:
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta [la simiente de la mujer, Jesús, el Hombre] te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar”
Génesis 3:15.
Así, el pecado del hombre dio poder a la serpiente antigua el diablo, para herir el
talón del Señor. Cuando nuestro maravilloso Señor Jesús llevó sobre sí todos
nuestros pecados, satanás pudo herir A LA simiente de la mujer, ¡pero El le aplastó
la cabeza! La cruz y la resurrección de Cristo nos liberaron de toda maldición.
Más adelante leemos sobre Caín y Abel, los hijos de Adán y Eva. Caín sintió
envidia y celos porque el Señor aceptó el sacrificio de sangre de su hermano Abel,
pero rechazó su ofrenda de frutos de la tierra. Dios observó la ira y los celos de Caín
y le hizo una advertencia:
“¿Por qué te has ensañado y por qué ha decaído tu semblante?7Si bien hicieres,
¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto
a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él”
Génesis 4:6-7.
Todos sabemos lo que pasa cuando nuestro perro está fuera de la casa y quiere
entrar. Esperará al lado de la puerta. Si oye pasos dentro de la casa, sus orejas se
levantan bien erguidas como una señal inequívoca de completa atención. Cuando
percibe que una mano se halla sobre la manija de la puerta, está listo para saltar al
interior. Y no necesita que la puerta se abra enteramente para irse adentro.
Esto ilustra muy bien la situación de Caín y claro está, también la nuestra. El
pecado se personifica y un emisario de satanás espera tan solo una rendija para
brincar adentro con su maldición. Todo lo que necesita paira hacerlo es que se le
abra la puerta del pecado.
Y también se explica así muy claramente la admonición que nos dirige con todo
amor el Santo Espíritu de Dios, mediante la sabiduría de las Santas Escrituras:
“26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo. 27ni deis lugar
al diablo”
Efesios 4:26-27.
Si alguien se va a dormir sin arrepentirse de la ira, dejará abierta la puerta para que
entre el pecado. Que no se sorprenda si en la mañana siguiente encuentra por lo
menos un cerdo en su sala.
El Señor ordenó al rey Saúl destruir a todos los amalecitas, junto con sus
pertenencias y todos sus ganados. Saúl desobedeció a Dios, pues tomó vivo al rey
Agag junto con lo mejor de sus rebaños de reses, ovejas y bueyes. Por este pecado
vino sobre el rey Saúl una maldición, según nos informa la Santa Biblia:
“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de
parte de Jehová”
1 Samuel 16:14.
Por la influencia de este espíritu malo, Saúl se volvió paranoico, extremadamente
suspicaz y no hacía sino llenarse de celos contra David. En efecto, lo persiguió con
toda furia y varias veces intentó darle muerte.
Las maldiciones de esa enfermedad mental vinieron sobre el rey Saúl, debido a su
rebelión que es como el pecado de la adivinación (hechicería) y como ídolos e
idolatría es la terquedad (1 Samuel 15:23). Así, pues, el pecado es una puerta por
cuyo medio entra una maldición. Y el poder que respalda y sostiene a toda
maldición es un espíritu satánico.
Con cierta frecuencia a una maldición se la mira como una categoría especial de
“demonización,” aunque un “espíritu o demonio de maldición” es algo bien distinto
de otros espíritus del mal. Sin embargo, en realidad tener cualquier espíritu
inmundo es estar maldito, y estar maldito es tener un espíritu inmundo.
6. La ley no suministraba soluciones para la maldición
No se impartía ninguna gracia para quienes pecaban bajo la ley. La maldición venía
sin remedio de ninguna clase. En efecto. La Palabra de Dios lo declara de una
manera indudable:
“Porque todos los que dependen de las obras de la ley, están bajo maldición, pues
escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en
el libro de la ley, para hacerlas”
Gálatas 3:10.
Como todos hemos pecado y por cuanto todos estamos destituidos de la gloria y
de la gracia de Dios, y nadie es justo, la maldición ha venido incuestionablemente
sobre todas las personas que se hallan en la faz de la tierra.
El caso de David es un ejemplo perfecto de tal afirmación. David violó los
mandamientos “No cometerás adulterio” y “No matarás”. Pero, ¿acaso no se
arrepintió? Claro está que sí. Y hasta con lágrimas amargas. La prueba se encuentra
en el Salmo 51 que nos refrescará la memoria sobre las súplicas que hizo al Altísimo
para alcanzar el perdón y el favor divinos. Pero, a pesar de todo, cuando el profeta
Natán confrontó al rey David, le anunció la maldición que Dios había decretado:
“10Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me
menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para quefuese tu mujer. uAsí
ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y
tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con
tus mujeres a la vista del solI4Mas por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a
los hijos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá”
2 Samuel 12:10,11,14.
Aunque David se arrepintió con toda sinceridad, el juicio que se había
pronunciado vino sobre él y pasó a toda su familia. Bajo la ley no había ningún
remedio para las maldiciones.
Bajo la ley, las maldiciones de la idolatría iban hasta la tercera y cuarta
generaciones (Éxodo 20:5). Cuando se concebía un niño fuera del lecho conyugal,
las consecuencias por el pecado de sus padres se extendían hasta la décima
generación (Deuteronomio 23:2). Una vez que se ponía en movimiento una
maldición, la ley no suministraba ningún recurso en su contra. ¡Por tanto, demos
gracias a Dios por nuestro Señor Jesús!
7. Cristo nos redimió de la maldición de la ley
Acabamos de considerar las malas nuevas que bajo la ley no existía remedio de
ninguna clase contra la maldición. Ahora, llegamos a las buenas nuevas. Cristo nos
suministró una vía de escape.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque esta escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”
Gálatas3:13.
¿Cómo nos redimió Jesús de la maldición de la ley? Se hizo nuestro portapecados,
es decir, nuestro sustituto. Tomó sobre El mismo el castigo que se debía aplicar a
nuestras iniquidades y a nuestra maldad y lo llevó en su propio cuerpo sobre la cruz.
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida
fuisteis sanados”
l Pedro 2:24.
La ley que se dio por medio de Moisés imponía maldiciones sobre todos los que
desobedecieran los mandamientos divinos. Estas maldiciones afectaban el cuerpo, la
mente, la relación interpersonal, el sustento de la vida, la libertad, el ambiente y
sobre todo, el bienestar.
La cruz es, por tanto, el foco central del evangelio y lo hace así con toda justicia.
Jesús nos ha redimido de la maldición de la ley. En términos prácticos esto significa
que ya no hay ninguna razón para que alguien permanezca bajo maldiciones. La
solución, se halla a la mano.
8. La redención se debe apropiar
En Gálatas 3:14 se nos muestra el beneficio provisto por medio de la obra redentora
de Cristo Jesús, para que en éste la bendición que recibió Abraham pudiera
extenderse a los gentiles, a fin de que por la fe fuera posible recibir la promesa del
Espíritu Santo. Pero, ¿cómo fue la bendición que tuvo el patriarca? ¿Qué dice la
Biblia?
“Era Abraham ya viejo y bien avanzado en años; y Jehová HABIA
BENDECIDO A ABRAHAM EN TODO”
Génesis 24:1.
Ahora bien, Abraham obtuvo todas las bendiciones de Dios por medio de la fe y
no por obediencia a la ley. Lo mismo debería suceder con nosotros. Es indispensable
y más que necesario apropiarse de las bendiciones de Dios mediante la fe, y no
mediante las obras.
Tiene una significación máxima que la declaración de las bendiciones de Abraham
se asocie con la disposición y la voluntad para sacrificar a su hijo Isaac, que es un
tipo del sacrificio del Unigénito Hijo de Dios. En efecto, el Altísimo le dijo a su
amigo:
“I6por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 17de
cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y
como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas
de sus enemigos"
Génesis 22:16-17.
Dios sigue en la renovación de su pacto con Abraham. Pero a través del Nuevo
Pacto provisto en la sangre de Jesús, tenemos nuestro remedio para las maldiciones
impuestas por la ley.
Jesús murió por todos los hombres, pero no todos son salvos, ¿por qué? El
remedio se debe apropiar. Muchos de los hijos de Dios permanecen bajo varias
maldiciones de la ley. ¿Por qué? No se han apropiado de los beneficios redentores
que efectuó Cristo con respecto de la maldición.
¡Ah! Descubrimos una falla teológica común. La provisión completa de todos los
bienes de la cruz no llega automáticamente con el nuevo nacimiento. De otra forma,
¿cómo podría enfermarse un cristiano? Pues, por sus heridas fuimos sanados (1
Pedro 2:24). Hay un modo dado por Dios para apropiarse de la vida eterna, así
como hay maneras con las que nos apropiamos de la sanidad y de la liberación.
Ya no estamos más bajo la ley que se basaba en el binomio cumplimiento-
aceptación, sino bajo la gracia que se basa en la fe. La gracia no significa que uno sea
inmune a las maldiciones; simplemente quiere decir que ya hay una solución, un
remedio.
La falla en la obediencia a Dios aún trae una maldición, pero ahora hay una salida.
Por ejemplo. Dios ha ordenado que perdonemos a los que nos ofenden. Si me niego
a perdonar, he transgredido el mandamiento divino. El castigo consiste en que Dios
me entrega a los espíritus atormentadores (Jesús en la Biblia los llama “verdugos” en
Mateo 18:34). Sin embargo, no tengo que ser atormentado por el diablo. Me puedo
arrepentir, perdonar a quien me ofendió y echar fuera los espíritus de amargura y
tormento.
La liberación es un paso necesario para ser libre de las maldiciones. Como el poder
de la maldición es satánico, es necesario echar fuera, expulsar, a los demonios que
mantienen el efecto de una maldición. Y ¿por qué no simplemente levantarme en fe?
Porque la fe sola, es decir, sin obras, es muerta (Santiago 2:17). La fe muerta nunca
ha cumplido nada.
La fe pasiva es fe muerta. Por tanto, no es cuestión de confiar en Dios para echar
fuera los demonios de las diversas clases de maldiciones. Dios nos ha dado autoridad
para expulsar demonios. Se necesita fe para echar fuera a los demonios. Debemos
creer que la Palabra de Dios es veraz o sea, que como creyentes tenemos autoridad
sobre los espíritus del mal, y que cuando les ordenamos: “Sal fuera, en el nombre de
Jesús”, los demonios deben salir. La liberación es fe en acción.
9

Pasos para romper las


maldiciones
A medida que usted ha gozado de la lectura de este libro, puede haber descubierto
prueba(s) o evidenciáis) patentes de maldiciones a lo largo de su vida. El bosquejo
que se indica a continuación, ofrece los pasos necesarios para ser libres de toda clase
de maldición. Permítanos animarle para que lleve a cabo y siga cada paso, para que
repita en alta voz las oraciones de confesión que se dan en los diversos pasos y sobre
todo paira que personalice con toda la autoridad divina esas plegarias cuando quiera
que sean apropiadas.
Paso Uno. Afirme su relación con el Señor Jesucristo. Usted debe recordar que
hay que vencer a satanás con “la palabra de nuestro testimonio” (Apocalipsis 12:11),
palabra que a su vez debe ser nada más pero tampoco nada menos que “el
testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).
Oración: Señor Jesucristo, creo desde lo más íntimo y profundo de todo mi
corazón que eres el Hijo Unigénito de Dios. Dejaste tu trono de gloria en los cielos
para venir a ser hombre. Viviste en este mundo y fuiste tentado en todo, tal como
nosotros los hombres, pero sin pecar nunca. Luego, fuiste a la cruz y allí entregaste
tu vida. Tu sangre preciosa se vertió hasta la última gota por mi redención total. Te
levantaste de los muertos y subiste a los cielos, de donde vendrás de nuevo en toda
tu gloria. Sí, Señor; te pertenezco, pues me compraste para tu Padre con el precio de
tu sangre. Soy también hijo de Dios y heredero de todas tus promesas. Eres mi
Salvador, mi Señor y mi Liberador. Amén.
Paso Dos. Arrepiéntase de todos sus pecados (conocidos y desconocidos); pida
el perdón de Dios, por medio de Jesucristo.
Oración. Padre Celestial: Vengo ante tu Presencia en actitud de arrepentimiento y
de cambio totales y absolutos. Te suplico que me perdones todos y cada uno de los
pecados que he cometido —tanto los que recuerdo y te confieso, como los que he
olvidado, pues me arrepiento de todos ellos.
Paso Tres. Renuncie a los pecados de sus antecesores.
Oración. Padre Celestial: Confieso delante de ti todas las faltas y la iniquidad de
mis antepasados. En este momento renuncio, rompo y me desligo a mí mismo y a
todos los miembros de mi familia, a mis hijos, a mis nietos, a mis hermanos y demás
parientes, de las diversas maldiciones hereditarias, y de todas las ataduras
demoníacas que fueron puestas sobre nosotros como consecuencias de pecados,
transgresiones y maldades de mis padres o de cualquiera de mis antecesores.
Paso Cuatro. Acepte y reciba el perdón de Dios y perdónese usted mismo.
Oración. Padre Celestial: Has prometido en tu Palabra que si confieso mis
pecados, eres fiel y justo para perdonarme y limpiarme de todas mis maldades (1
Juan 1:9). Creo que me has perdonado por amor a tu Hijo nuestro Señor Jesucristo.
Por tanto, recibo tu perdón y me perdono a mí mismo.
Paso Cinco. Perdone a todos aquellos que alguna vez le hayan ofendido.
Oración. Señor, sabes muy bien que muchos me han faltado por medio de sus
ofensas contra mí, pero me ordenaste perdonar a toda persona que alguna vez me
haya herido o que me ofendió en una u otra oportunidad. En este instante hago una
decisión de calidad para perdonar a todos ellos (hay que nombrarlos en alta voz,
tanto a los vivos como a los muertos). Además, bendigo a todos a quienes he
perdonado y te ruego para que tengan en sus vidas tu gozo, tu paz y todo tu amor.
Paso Seis. Renuncie a cualquier contacto con las sectas, con lo oculto y con
todas las religiones orientales.
Oración. Padre, confieso como pecado y te pido perdón por todo compromiso
con cualquier secta, con el reino de lo oculto y con las religiones falsas. (Por favor,
sea tan específico como le sea posible.) Te confieso haber buscado en el reino de
satanás el conocimiento, la guía, el poder y la sanidad que sólo deben venir de ti.
Por tanto, en este mismo momento, renuncio a satanás y a todas sus obras. Me
libero de él y le arrebato todo terreno que a causa de estos pecados le haya podido
ceder.
Elijo tus bendiciones y rechazo toda maldición, porque decido escoger la vida y no
la muerte.
Paso Siete. Destruya todos los libros, objetos y utensilios asociados con las
sectas, con lo oculto o que tengan sus orígenes en toda fuente de religiones
falsas.
Oración. Padre Celestial: Tu santa Palabra me dice que eres un Dios celoso, que
visita las iniquidades de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación
de los que te aborrecen. Por tanto, tomo la decisión de destruir todos los libros y
objetos que tengo y que sean contrarios a ti y a tu reino. Si entre mis posesiones hay
algo que no te agrade y que dé algún provecho, o ventaja, a satanás, te ruego que me
lo reveles, y lo destruiré inmediatamente.
Paso Ocho. Expulse a todos los espíritus de las maldiciones.
Oración de guerra: satanás, no tienes ningún derecho sobre mi vida y careces de
poder sobre mí. Pertenezco por entero a Dios; a El serviré, y solamente a El. Por la
autoridad del nombre de mi Señor Jesucristo, quebranto el poder de toda maldición
maligna que haya venido sobre mí. Ordeno a todo espíritu demoníaco de maldición
que me deje y salga de mi vida ahora mismo: espíritus de maldiciones ancestrales,
espíritus de maldición por mis pecados personales, espíritus de maldición por
brujería, y espíritus de maldición por palabras que hayan salido tanto de mis propios
labios, como de la boca de otras personas. [Nota: Es indispensable ser lo más específicos
que se pueda en la identificación de los espíritus de las maldiciones.]
Paso Nueve. Reclame y apropíese de las bendiciones.
Ahora, ya quebrantadas y rotas las maldiciones, y después de la expulsión de todos
los demonios de maldición, es el momento para que usted confiese las bendiciones
en el Señor. Usted debe saber esto: La Gracia de Dios le capacita para que se pueda
levantar con todo firmeza, sin experimentar vergüenza de ninguna clase, ante la
misma Presencia del Altísimo. Como usted ya tiene el favor de Dios, usted está
seguro de sus bendiciones.
Oración. Padre Celestial: te agradezco el liberarme de toda maldición por medio
de la obra redentora de tu Hijo, mi Salvador y Señor Jesucristo. Me exaltas y me
pones en lo alto. Me haces que fructifique y que prospere en todo. Por tu mano de
bendición soy un éxito y no un fracaso. Soy cabeza y no cola estoy encima y no
debajo. Me has establecido en santidad. Soy tuyo y me propongo servirte y glorificar
tu nombre.
Nota. Quienes están en liderazgo y autoridad deben bendecir a los que se
encuentran bajo su cuidado. Que el pastor bendiga a su congregación, el esposo a su
esposa, los padres a sus hijos. Hemos encontrado especialmente efectiva y de
profundo aprecio y reconocimiento, después de la liberación de las maldiciones,
pronunciar una bendición pastoral o paternal sobre él (los) liberado(s). Es una
experiencia que conmueve el corazón de quienes nunca han recibido una bendición,
que la escuchen de las personas que son su autoridad espiritual.
Dios instruyó a Aarón y a sus hijos para que levantaran su Nombre sobre los hijos
de Israel y los bendijeran. Permítasenos utilizar esas mismas palabras sacerdotales
para pronunciar una bendición sobre los demás:
“24Jehová te bendiga, y te guarde; 25Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y
tenga de ti misericordia; 26Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz”
Números 6:24-26.
AMEN

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