Rompiendo Las Maldiciones 9789589354094
Rompiendo Las Maldiciones 9789589354094
Rompiendo Las Maldiciones 9789589354094
INTRODUCCIÓN
A partir de la historia secular, vemos igualmente que las maldiciones son reales:
“Había miles de judíos que vivían en España hacia 1480; en el comienzo de la
Inquisición, y en el curso de tres años se inició la expulsión de los judíos profesantes.
En 1492, el año en que Colón zarpó para América, los reyes católicos Fernando e
Isabel firmaron un edicto por el cual se expulsaba de España a todos los judíos.
España se convirtió en una gran nación, y extendió su imperio a lo largo y ancho del
mundo; sin embargo, en pocos siglos comenzó a declinar y su imperio se desintegró.
Nunca ha regresado política, económica, o culturalmente a su primitiva gloria y
hoy se considera como una de las naciones más pobres de Europa occidental.
Además, el pueblo de España nunca ha experimentado un avivamiento espiritual
de calidad o de cantidad...Como informarán los creyentes que trabajan en España,
es una de las naciones del mundo más secas desde el punto de vista espiritual.
¿Por qué todas esas adversidades sobre la que fue una gran potencia? ¿No podría
ser que la ley de Dios: “Bendeciré a quienes te bendigan y los que te maldigan serán
malditos” es una verdad tan segura y de tanta certidumbre como la misma ley de la
gravedad?1
Por otra parte, de nuestras propias experiencias hay bastantes relatos para
demostrar que las maldiciones son verdaderas. Con mucho éxito hemos liberado a
gran cantidad de cristianos presa de las maldiciones. Nosotros mismos hemos sido
libres de ellas, conforme compartiremos en algunos de los capítulos venideros.
Cuando las maldiciones se anulan, entonces fluyen las bendiciones.
Con todos los ministros de liberación con quienes nos hemos relacionado
constantemente, tienen que ver y tratar con las maldiciones en la vida de los
cristianos. Si es posible que un cristiano se encuentre bajo maldición, entonces es
posible que el cristiano tenga un demonio, pues el poder de las maldiciones es
diabólico por completo.
Desde nuestros primeros días en la labor de expulsar demonios, aprendimos a
trabajar contra los demonios de las maldiciones. Sin embargo, lo hacíamos sin
entender completamente las maldiciones y las bendiciones, desde el punto de vista
escritural. El Espíritu Santo nos daba palabras de conocimiento cuando echábamos
fuera los demonios de la gente, y por el Espíritu Santo aprendimos que había
maldiciones sobre las personas. De hecho, este continuo tratar con las maldiciones
en la vida de las personas nos animó a emprender un estudio bíblico sobre este
tema. En verdad, quedamos sorprendidos al descubrir cuánto enseña la Biblia sobre
maldiciones y bendiciones.
Con la finalidad de entender mejor las maldiciones, es útil dividirlas en varias
categorías lógicas:
1. Maldiciones Generacionales.
2. Maldiciones por Pecados Personales.
3. Cosas Malditas.
4. Palabras de Maldición.
5. Maldiciones Originadas en los Padres y Maldiciones de Brujería.
Maldiciones generacionales
“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto
delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida,
PARA QUE VIVAS TU Y TU DESCENDENCIA’’
Deuteronomio 30:19.
Cuando el hombre elige andar en obediencia con Dios, se le aseguran las
bendiciones de Dios sobre su vida; y estas bendiciones pasarán a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. No así, cuando el hombre elige ignorar los mandamientos de
Dios, o en forma abierta se rebela contra las leyes de Dios, será maldito al igual que
su descendencia.
4
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni
abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5No te inclinarás a ellas, ni
las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que VISITO LA
MALDAD DE LOS PADRES SOBRE LOS HIJOS HASTA LA TERCERA Y
CUARTA GENERACION DE LOS QUE ME ABORRECEN, hY HAGO
MISERICORDIA A MILLARES, A LOS QUE ME AMAN Y GUARDAN
MIS MANDAMIENTOS”
Éxodo 20:4-6.
Dios se comunicó con Moisés en el Sinaí y le dio los Diez Mandamientos. En
ellos, Dios prohibió la idolatría bajo la pena de una maldición que iba a pasar hasta
la “...tercera y cuarta generación” (Éxodo 34:7). Supongamos que un hombre comete
el pecado de idolatría (que incluye lo oculto). Además, supongamos que él y cada
uno de sus descendientes por cuatro generaciones tiene tres hijos cada uno. Esto
eleva la cantidad hasta cuarenta descendientes que estarán bajo la maldición puesta
por la iniquidad de un antecesor.
Si volvemos de regreso al árbol genealógico, cada uno de nosotros tiene dos
padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, y dieciseis tatarabuelos —es decir, un total
de treinta antepasados de los cuales posiblemente se derivan las maldiciones. Al
buscar la causa de las maldiciones con esta luz, es fácil ver que una persona puede
perfectamente sufrir toda clase de maldiciones debido a pecados de los antecesores.
¿Quién puede tener un conocimiento seguro de las idolatrías en que hayan estado
comprometidos sus abuelos de las generaciones pasadas? Por tanto, ¿cómo hace uno
para saber qué maldiciones se deben romper? El Espíritu Santo con mucha
frecuencia revela las causas de las maldiciones ancestrales por medio de “palabras de
conocimiento”.
Cuando trabajábamos en el ministerio pastoral, programábamos un día de
liberación cada mes para las personas que no pertenecían a nuestra comunidad local
y que deseaban liberación. Nos asombró ver cuánta gente venía de lugares muy
lejanos, pues debían viajar bastante tiempo para asistir a unas pocas horas de
enseñanza y ministración. En una de esas reuniones, hubo una dama que viajó más
de trescientas millas y a quien jamás habíamos visto antes. Durante el momento de
la ministración en grupo, Ida Mae recibió una “palabra de conocimiento” sobre esta
mujer quien estaba bajo la maldición de una enfermedad mental por un pecado que
había cometido uno de sus abuelos. Naturalmente, oramos para que esta mujer
fuera libre de esa maldición especial.
Siete años más tarde supimos el resto de la historia. La víspera de ese día de
liberación particular, a esta señora la habían sacado de un hospital mental. Durante
años siempre entraba y salía de tales instituciones. Cuando regresó a su hogar,
después de asistir a la reunión de liberación, la familia y los amigos esperaban que
volviera a recaer en un episodio más de su enfermedad mental, tal como había
sucedido por años, pero esto nunca volvió a ocurrir.
Desde el día de su liberación quedó completamente sana de toda enfermedad
mental, y ahora es una de las líderes más estables de la iglesia donde su esposo es
anciano. ¡La maldición ancestral había quedado rota!
Las maldiciones ancestrales se determinan con suma frecuencia por sus malas
consecuencias. La Santa Biblia (Deuteronomio 28) enumera varios efectos comunes
de maldiciones que se pueden parafrasear de la sigiente manera:
A través de toda la historia bíblica, los judíos fueron testigos de la operación de las
maldiciones generacionales. Como hemos notado, inventaron un proverbio para
describir las consecuencias del pecado de los padres y su paso a los hijos. En efecto,
la Escritura dice: “...Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen
la dentera” (Ezequiel 18:2). Sin embargo, Dios declaró que llegaría el tiempo
cuando este dicho iba a dejar de ser apropiado. Su pueblo iba a entrar bajo un
“pacto nuevo”. Dios escribiría su ley en “sus corazones”, y todo hombre sería
directamente responsable de sus propios pecados (Jeremías 31:29- 33; Ezequiel
18:1-4). Este pacto nuevo es la gracia provista por nuestro Señor Jesús cuando vertió
su sangre preciosa en favor de la humanidad.
La gracia no significa que una maldición ya no vuelve a pasar a las generaciones
siguientes. Significa que por medio de la muerte substitutiva de Jesús, Dios ha
provisto un remedio para la maldición.
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero)”
Gálatas3:13.
Cualquier persona que tenga evidencia de maldiciones generacionales que obren
en su vida, debería apropiarse de las provisiones de la cruz. Que confiese sus propios
pecados y los pecados (conocidos y desconocidos) de sus progenitores y antepasados.
Los efectos de las maldiciones no son otra cosa sino parte de las obras del diablo que
Jesús vino a destruir (1 Juan 3:8). Los demonios han perpetuado maldiciones que
ahora se pueden echar fuera. ¡Se les debe ordenar salir en el nombre de Jesús!
La primera vez que enseñamos sobre maldiciones, un joven de 14 años fue
liberado de una maldición generacional y quedó dramáticamente sano. La mamá
había traído a su hijo para que se orara por él, y nos explicó que había nacido
completamente sordo. Como nunca tuvo la oportunidad de oír, por tanto, jamás
aprendió a hablar y era mudo. Ida Mae recibió “una palabra de conocimiento”, la
cual indicaba que su sordera se debía a una maldición originada en el compromiso
de la madre por haber visitado a personas que adivinaban el futuro. La madre
reconoció que después de haber entregado su corazón al Señor se había
comprometido mucho en buscar que le adivinaran la suerte. En primer lugar,
llevamos a la madre a que se arrepintiera, y luego le ministramos liberación.
Después, oramos por el muchacho haciéndole saber al demonio de la maldición
que ya no tenía ningún derecho legal sobre el joven. Cuando el demonio salió,
instantáneamente el muchacho recibió la facultad de oír. Un hermano de la
comunidad puso a funcionar una cinta de alabanza en el sistema de sonido de la
iglesia. El joven comenzó a tocarse un oído y otro y a mover su cabeza con el ritmo
de la música, era la primera vez que podía oír.
Al día siguiente la mamá llamó a la oficina y dijo: “Tan solo quería que ustedes
supieran que mi hijo está curado, puede oír perfectamente”. Esta llamada era en
verdad una confirmación para nosotros que la enseñanza sobre las maldiciones,
había dado en el blanco.
3
Sin embargo, hay otro método para saber si uno está bajo una maldición:
comparar la vida con las bendiciones que Dios ha prometido para quienes le aman.
Si uno no está bendecido se halla bajo maldición. ¿Cómo se mide nuestra vida con
las bendiciones enumeradas en Deuteronomio 28:1- 14?
¿Nos ha puesto Dios arriba y prestamos a muchos, sin tener que pedir prestado
somos cabeza y no cola? ¿Se caracteriza nuestra vida por ser fructífera? ¿Tenemos
prosperidad en nuestro entrar y en nuestro salir? ¿Estamos libres de molestias y
ataques de nuestros enemigos, tanto físicos como espirituales? ¿Hay éxito en
nuestras vidas? ¿Nuestra relación con Dios es gratificante? ¿Reconocemos y
cumplimos Sus propósitos?
Tales son las señales típicas de una existencia bendecida. Si no se está gozando de
la bendición entonces se sufre de la maldición. No hay términos medios.
Otra técnica para determinar si las maldiciones están en acción, consiste en buscar
sus efectos. Los más comunes son pobreza, esterilidad, enfermedades, dolencias
crónicas, fracasos, derrotas, humillaciones, alteraciones mentales, tormentos,
traumas constantes, obstáculos espirituales, dominio por parte de los demás y
abandono tanto de Dios como de quienes nos rodean (Deuteronomio 28:20-68).
En 1979 hicimos nuestro primer viaje ministerial al extranjero. Mientras nos
preparábamos para la obra que teníamos por delante, nos preguntamos si
encontraríamos en otros países los mismos demonios que se veían en los Estados
Unidos. No hubo necesidad de mucho tiempo para descubrir que los demonios son
los mismos en todas partes.
Los líderes de la iglesia que nos invitó nos trajeron un hombre para ayudarle.
Estaba enfermo mentalmente. Se encontraba en esta condición por más de diez años
y era incapaz de sostener a su esposa y tres hijos. La carga era muy pesada para la
familia. Por medio de “una palabra de conocimiento” supimos que el problema
mental de este hombre se debía a una maldición por un pecado. Había cometido
alguna clase de pecado por la que llevaba una pesada culpa y la culpa le había vuelto
loco por completo.
Confrontamos a este hombre con la “palabra de conocimiento”, pero estaba muy
avergonzado para decirnos lo que había hecho. Después de mucha persuasión
amorosa, por último, nos confió que de muchacho se había levantado en una finca y
allí cometió el pecado de bestialidad con varios animales de la finca.
Estaba convencido que ese pecado era imperdonable y que era inútil confesárselo a
Dios. Por medio del intérprete le hicimos saber que Dios le iba a perdonar si se
arrepentía y pedía perdón a Dios. Le guiamos en una plegaria de confesión y
echamos fuera los demonios de las maldiciones.
Al día siguiente, la esposa supo que estaba perfectamente liberado. Dijo: “Es como
un pájaro fuera de la jaula. No se da cuenta que es libre”. Meses más tarde recibimos
una carta de aquel hombre. Ya no estaba mentalmente enfermo había regresado al
trabajo poco después de haber orado por él.
Dos años después, regresamos a ese país. Cuando el hombre que había sido
liberado de la maldición de la enfermedad mental (consecuencia del pecado de
bestialidad) supo que estabámos allí, nos invitó a su casa para ofrecernos una comida
como manifestación de gratitud. Celebramos su liberación con la familia y los
amigos y dimos toda la alabanza a Jesús nuestro Liberador.
Algo así como once años más tarde, recibimos una carta de este hermano. Una vez
más nos daba las gracias por haber permitido que Dios nos usara en su favor. Su
testimonio acababa de ser publicado en la revista de su iglesia.
En Deuteronomio 27 la idolatría es el primer pecado para el que se menciona una
maldición. Dios mira la idolatría como adulterio espiritual y la razón que Dios da
para extender una maldición hasta la tercera y cuarta generaciones es: “...porque yo
soy Jehová tu Dios, fuerte, CELOSO...’’ (Éxodo 20:5). De quienes dividen su lealtad
o buscan otro dios, se dice que “aborrecen” al Señor.
Si alguien se aparta de la relación matrimonial para satisfacer sus necesidades
sexuales comete adulterio. La idolatría es adulterio espiritual, porque todas nuestras
necesidades las suple nuestro Esposo Dios. La idolatría consiste en ir a un proveedor
distinto de Dios para buscar sabiduría, dirección, favor o poder. Como se mencionó
antes, lo oculto es idolatría. La hechicería, la adivinación, la necromancia, la
brujería, la astrología, son frutos prohibidos. Recordemos que Dios dijo a Eva con
respecto al fruto prohibido: “...No comeréis de él, ni le TOCAREIS, para que no
muráis” (Génesis 3:3).
Sólo se necesita un “toque” con lo oculto para apresar a una persona y ponerla
bajo una maldición. Frank nos cuenta cómo aprendió esta lección del modo más
duro.
Durante los primeros veinte años de mi ministerio pastoral, luché bajo los efectos
de una maldición. Siempre que leía la Biblia, mi mente estaba atada en gran
manera. Tenía que luchar mucho para sacar algo de la Palabra de Dios. No sabía
nada sobre maldiciones en todos esos años y no tenía indicación alguna sobre la
causa de este problema de atadura mental. Por último, cuando llegué al ministerio
de liberación, comencé a entender las consecuencias de las maldiciones y Dios me
reveló el origen de mi problema.
Cuando estudiaba en el Seminario Teológico Bautista del Suroeste, en Fort
Worth, Texas tomé un curso sobre sectas. El profesor me pidió que visitara cinco
reuniones de sectas, que observara lo que allí pasaba y que escribiera un artículo con
base en estas experiencias. Fui a una reunión espiritista donde el hombre que
presidía era médium. Supuestamente recibía informes del espíritu de un tío muerto.
Este hombre era lo que la Biblia llama “necromante” es decir, una persona que
consulta a los muertos (Deuteronomio 18:11). Desde luego, es imposible tener
contactos con los difuntos. En realidad, el médium establece un contacto con un
espíritu familiar —o sea, un espíritu familiar con el médium y con la persona
fallecida. El espíritu familiar a veces aparece como un muerto determinado y puede
imitar su voz.
Toqué el plano de lo oculto, quedé preso. Espiritualmente quedé inválido.
Cuando Dios me mostró la raíz, veinte años más tarde, rápidamente me arrepentí
de haber ido a esa reunión espiritista, perdoné al profesor que me lo ordenó, e hice
que Ida Mae echara fuera el demonio de la maldición. Fui inmediata, completa y
permanentemente libre. ¡La cadena que había en mi mente quedó rota!
En las conferencias de liberación que dábamos el 70% de las personas admitieron
que tenían dificultades espirituales. Había obstáculos en la vida de oración, en el
estudio de la Biblia, en oír la voz de Dios, en adorar, en alabar, en los dones del
Espíritu Santo y en ministrar para el Señor. Al profundizar para encontrar la raíz de
tales obstáculos descubrimos que casi todas las personas habían tenido algún
contacto con lo oculto; ésta fue la llave para darles liberación.
Lo oculto es apenas otro término para designar la idolatría; lo cual es ir a una
fuente distinta de Dios para satisfacer los deseos propios. La Biblia nos dice
exactamente qué sucede cuando somos idólatras:
“Semejantes a ellos [a los ídolos] son los que los hacen, y cualquiera que confía en
ellos”
Salmo 115:8.
¡El idólatra viene a ser como el ídolo! ¿Cómo es eso? Los ídolos tienen boca pero
no pueden hablar. Cuando se ora para que una persona reciba el bautismo en el
Espíritu Santo, y es incapaz de hablar en lenguas, la raíz causal casi siempre es
compromiso con lo oculto.
Los ídolos tienen ojos pero no pueden ver. El idólatra es ciego espiritualmente, no
puede percibir las cosas espirituales.
Los ídolos tienen oídos pero no pueden oír. Muchos cristianos son incapaces de
oír la voz de Dios, tienen esa dificultad debido a su trato con los ídolos.
Los ídolos tienen nariz pero no pueden oler. La Biblia dice que quienes han tenido
comercio con los ídolos no pueden percibir la fragancia del Señor, están
inconscientes de su Presencia.
A veces a los demonios se les puede discernir por medio del olor. La Biblia dice
que son “espíritus inmundos” y, de hecho, tienen olores muy desagradables. Los
espíritus inmundos con mucha frecuencia hacen que las personas sean sucias y que
descuiden su higiene personal. No se dan cuenta que son malolientes.
Encontramos a James en Aspen, Colorado. Era un hippie sucio, con su largo
cabello apelmazado, a quien llevamos a Cristo mientras ministrábamos liberación a
uno de sus amigos. Era una noche muy fría en las montañas y James llevaba una
chaqueta de cuero, semejante a la que usaban los exploradores de la frontera; con un
cuchillo de caza en la cintura.
Cuando nos arrodillamos juntos, James recibió el bautismo en el Espíritu Santo.
Mientras oraba en lenguas los demonios comenzaron a salúde él. No podía entender
lo que le pasaba, y nosotros calladamente continuamos ordenando a los demonios
que se fueran.
Hacía un poco de calor en el viejo edificio de la iglesia donde ministrábamos a
James, luego que se quitó su chaqueta vimos que usaba un collar de lo oculto y le
pedimos que se lo quitara. Después siguió despojándose de las prendas hasta quedar
en su ropa interior térmica, la cual estaba muy sucia. Obviamente, no se había
bañado en meses. De pronto, tuvo conciencia de su suciedad. Comenzó a olerse a
medida que pasaba sus dedos sobre su camiseta, murmuró con asombro: “¡Cómo
estoy de sucio!” Al estar lleno con la pureza de Dios, vino a ser consciente de su
suciedad.
Algunos años después, James nos escribió en el aniversario de la experiencia de su
nuevo nacimiento. La última vez que supimos de él, aún seguía al Señor y
ministraba con un evangelista Pentecostal en Florida.
Los ídolos tienen manos pero no las pueden utilizar. Las manos representan el
ministerio. Las manos que no pueden “trabajar” son un obstáculo para el ministerio.
Los ídolos tienen pies pero no pueden andar. Los pies y el andar hablan de la
capacidad para ministrar. Vale la pena recordar que los pies de quienes llevan el
evangelio son hermosos (Isaías 52:7; Romanos 10:15). El idólatra es inválido para
ministrar.
Los ídolos no pueden hablar con sus bocas. Quienes hacen ídolos o confían en
ellos, tienen dificultad en sus testimonios pues su lengua está atada.
La dificultad espiritual, lo mismo que los obstáculos espirituales son una
maldición. ¡Cuán glorioso es ser liberado de la esclavitud de la idolatría!
4
Cosas malditas
“25Las esculturas de sus dioses [ídolos] quemarás en el fuego; no codiciarás plata
ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es
abominación a Jehová tu Dios; 26y no traerás cosa abominable [ídolos] a tu casa,
para que no seas anatema [cosa maldita]; del todo la aborrecerás y la
abominarás, porque es anatema [cosa maldita]"
Deuteronomio 7:25-26.
Uno se pone bajo maldición cuando toma una cosa maldita (anatema) como
posesión propia. La palabra hebrea más común para “anatema” o “cosa maldita” es
“c h e r e m” que literalmente significa “cosa dedicada”. Las cosas que se dedican a
Dios se convierten en maldiciones para la persona que las toma para sí.
Jericó y todo cuanto había dentro de sus murallas fueron las primicias de la
conquista de Canaán. Todo el botín de la ciudad se dedicó a Dios.
“17Y será la ciudad anatema [dedicada] a Jehová, con todas las cosas que están en
ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que estén en casa de ella,
por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos. I8Pero vosotros guardaos del
anatema;' ni toquéis ni toméis alguna cosa del anatema [lo dedicado], no sea que
hagáis anatema [maldito] el campamento de Israel y lo turbéis. 19Mas toda la
plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y
entren en el tesoro de Jehová”
Josué 6:17-19.
Acán se apoderó de un manto, de alguna cantidad de oro y de plata, cosas
dedicadas a Dios. Robó a Dios y lo que tomó se le convirtió en una maldición para
él, para su familia y para todo el campamento de Israel. Debido al pecado de Acán,
los enemigos de Israel pudieron derrotar a los israelitas. A fin de quitar la maldición,
Acán, su familia y todos sus bienes, tuvieron que ser destruidos. Tal era el castigo
bajo la ley de Moisés.
De manera semejante, si tomamos algo que está dedicado a Dios, sobre nosotros
también vendrán maldiciones. Si alguien retiene el diezmo de Dios, le caerá una
maldición de pobreza que no se puede romper.
“8¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. 9MALDITOS SOIS CON
MALDICION, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado”
Malaquías 3:8-9.
Además, los objetos de idolatría o de lo oculto que poseamos, nos traerán
maldiciones. Dios decretó en su Palabra que talles objetos sean destinados a la
destrucción.
Herbert nos invitó a cenar a su casa. Era la oportunidad para ministrarle a su hijo
de catorce años, a quien le despertaban todas las noches sueños aterradores.
Herbert había trabajado para la denominación “Asambleas de Dios”, y filmaba a
los misioneros en sus actividades de campo. Su labor le había permitido ir a diversos
países africanos. Descubrimos que su casa estaba decorada con objetos de brujería
que le habían dado los misioneros. Por ejemplo, en una pared había una verdadera
máscara de hechicero y un fetiche de un curandero (médico brujo), hecho con la
cola de una vaca. En una vitrina vimos una colección de figuritas de hombres
dedicados a ejecutar perversiones sexuales.
La atmósfera demoníaca de la casa era impresionante. ¡No era de extrañar, por
tanto, que el adolescente tuviera tales pesadillas! Sin embargo, Herbert defendió sus
apreciados objetos de hechicería. Los valoraba tanto que no quiso aceptar nuestro
consejo de destruirlos. En consecuencia, no pudimos ayudar al muchacho.
Años más tarde, Herbert asistió a una conferencia donde enseñábamos. Nos
informó que después que salimos de su casa, se dio cuenta que nuestro consejo era
bueno. Había destruido todos los artefactos de brujería y limpió su casa de
demonios. Desde ese momento, el hijo pudo volver a dormir en paz.
Hay muchas cosas que se clasifican como “arte” y que tienen demonios asociados
con ellas. El Libro de los Hechos nos habla de algunas personas recién convertidas
que se vieron obligadas a hacer una seria limpieza de sus casas. Ese es un patrón que
nos conviene tener presente.
“iay muchos de los que habían creído venían confesando y declarando sus obras de
entrometimiento (ocultismo). ,9Y bastantes de los que habían practicado o
practicaban la magia, reuniendo los libros (los) quemaron a la vista de todos; y
calcularon los precios de ellos y hallaron ser cincuenta mil piezas de plata”
(Hechos 19:18-19. Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por
Francisco LaCueva. Editorial Clie, Terrassa, Barcelona, 1984).
“18Y muchos de los que habían creído venían confesando y denunciando sus
prácticas supersticiosas. 19Y bastantes que practicaban artes mágicas, llevando sus
libros, los quemaban delante de todos. Y calcularon su precio en cincuenta mil
monedas de plata”
Hechos 19:18-19.
Nuevo Testamento Ecuménico de la Comunidad Evangélica de Taizé y del
Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM.
Editorial Herder, Barcelona, 1968.
El original inglés en el versículo 19 para magia o artes mágicas usa las palabras
CURIOUS ARTS (como se encuentran en la Authorized King James Version) y
que se refieren a los artículos que “se mueven dentro de lo prohibido con la ayuda
de los espíritus del mal”2
El arte demoníaco tiene un aire extraño que produce curiosidad, “arte
curioso”. Necesitamos hacer conciencia de las cosas de “arte curioso” que
tengamos entre nuestras posesiones. Los almacenes o tiendas de curiosidades
se especializan en artículos curiosos. Cuando se compra uno de estos objetos,
usualmente se obtiene un bono gratis: ¡un espíritu demoníaco!
Habíamos estado ministrando intensamente durante cinco días. Estábamos listos
para un descanso. Nuestros amigos, los Henderson, nos invitaron a su preciosa casa
a desayunar. Prometía ser un espacio de reposo donde podríamos alejarnos de la
lucha espiritual y no ver, ni oír, ni hablar sobre demonios.
Después del desayuno fuimos al estudio y nos hundimos en comodísimas sillas. La
mesa que se encontraba frente a Ida Mae tenía un artístico jarrón. El Espíritu Santo
comenzó a mostrarle a Ida Mae lo que representaba ese jarrón, pero no quiso verlo.
Trató de ignorar lo que el Espíritu le decía además, después de todo, estábamos allí
sólo para descansar y hacer una visita.
Pero fue como si el Espíritu Santo con su dedo hiciera un bosquejo de lo retratado
en el jarrón. Se trataba de una réplica de los órganos reproductivos femeninos. Con
mucho desgano Ida Mae se vio obligada a ceder a la señal de alarma del Espíritu de
Dios y dijo: “Maggie, te tengo que mostrar lo que representa este jarrón. Es arte
perverso”. A medida que Ida Mae trazaba el contorno de la figura, explicaba: “La
base es la vagina, seguida por el útero. Aquí están las trompas de Falopio y los
ovarios”.
Maggie saltó de su silla, agarró el jarrón, corrió a la puerta y lo arrojó al exterior.
Todos los demás nos quedamos sorprendidos de la reacción tan fuerte de nuestra
amiga.
Luego nos explicó. Cuando su esposo estaba en el servicio militar, habían podido
viajar por diversos países. Mientras se encontraban en Italia, compraron el jarrón
porque era de vidrio veneciano, único en Italia. Entre ellos era como un chiste que a
pesar de haberse mudado tantas veces de una parte a otra, en las que muchas cosas
se rompieron, el delicado jarrón nunca sufrió ningún daño.
A medida que Ida Mae explicaba lo que el Espíritu Santo le reveló sobre el jarrón,
Maggie repentinamente había caído en la cuenta que sus principales problemas
físicos habían comenzado en sus órganos de reproducción a partir del momento en
que compraron el florero, Al final, hubo necesidad de regresar a los Estados Unidos
debido a su enfermedad. Le hicieron una histerectomía donde fue posible descubrir
aglomeraciones o manojos de pequeñas neoformaciones (Endometriosis) tanto
dentro como fuera de la matriz. Entonces hicimos una oración para liberar a Maggie
e Ida Mae, bajo la guía del Espíritu Santo, comenzó a hablar a las “raíces” que,
desde los órganos internos de Maggie, habían bajado hacia las piernas. Maggie
confirmó que esto era cierto. Las piernas le molestaban tanto que había tenido que
renunciar al ejercicio a fin de buscar alivio para el dolor.
El Espíritu Santo movió a los Henderson a destruir los restos del jarrón y a quitar
los pedazos de su propiedad con el objeto de no contaminarla. Llevaron entonces
todos los trozos del jarrón roto al relleno sanitario de la localidad donde permanecen
sepultados.
Como consecuencia de esta experiencia, recomendamos cautela con respecto a
coleccionar recuerdos y objetos conmemorativos al visitar países y regiones donde la
hechicería haya sido notoria. Por ejemplo, se sabe que los indios del suroeste de los
Estados Unidos llevan a cabo ciertas ceremonias en relación con las artesanías que
ofrecen en venta. Así hay diversos objetos contaminados por lo menos con una
maldición como las joyas con turquesas, el ojo tejido (el ojo de Dios) y las
colgaduras que tejen para adornar las paredes. Las divisiones que adornan ciertas
cortinas, son “ventanas” para permitir el tránsito de los espíritus del mal.
Las cuentas de colores hechas con pimientos de ají rojo son objetos que se usa
como ofrendas a dioses paganos. “Los aztecas reverenciaban y respetaban tanto el ají
(chile), que deificaron la planta como uno de los dioses menores de la guerra".3
A continuación Frank relata el encuentro que tuvo con Felipe, un misionero
evangelista.
Felipe oyó un anuncio radial de nuestro seminario de liberación. Su
convencimiento era que un cristiano no puede tener demonios. Sin embargo, el
Espíritu Santo le movió para hacerle asistir a fin de que recibiera sanidad. Como
llegó temprano, le conduje al estudio del pastor para un rato de oración.
Felipe se identificó como misionero evangelista. Usaba muletas pues se había
lesionado seriamente el tobillo y el pie como consecuencia de haberse caído de una
escalera. Se le habían hecho varias operaciones y durante seis semanas tuvo el
miembro inferior en un yeso. A pesar de todo esto, persistía un dolor intenso y los
médicos opinaban que iba a quedar inválido para siempre.
Después de haberse lesionado la pierna, tuvo un accidente de aviación del que
sobrevivió de modo milagroso. Entre más hablaba, más me convencía que Felipe
sufría todo esto como consecuencia de maldiciones. Luego, el dato clave salió a la
luz.
Mientras estaba en una misión evangelística en Haití, lo invitaron a una reunión
de vudú. Aunque otros misioneros le hicieron ver los peligros de ir, sintió mucha
curiosidad por obtener informes de primera mano en relación con las prácticas
ocultistas. En medio del rito del vudú, un hombre, bajo la influencia de demonios,
comenzó a comerse un vaso de vidrio grueso y le ofreció a Felipe como recuerdo la
parte del vaso que no se comió. Felipe, además, tomó fotos del ritual para mostrarlas
a las personas entre las que iba a predicar en el futuro.
Expliqué que era necesario destruir tanto el vaso a medio comer como las fotos. El
haber asistido a la ceremonia de vudú, más poseer el vaso y las fotografías,
ciertamente habían puesto a Felipe bajo los efectos de una maldición. Felipe estuvo
de acuerdo en destruirlos tan pronto regresara a su casa. Luego le dirigí en una
oración de arrepentimiento donde renunció a lo oculto e invocó al Señor Jesús en su
liberación. Entonces ordené “¡Tú, espíritu inmundo de vudú, sal de él!” Felipe
explotó en un acceso de tos y en segundos, saltó sobre sus pies, mientras con todo
gozo alababa a Dios. ¡Quedó completamente sano!
Felipe dejó sus muletas en la oficina del pastor y al final del servicio, estuvo todo el
tiempo de pie a mi lado, para ayudarme a ministrar sanidad y liberación a las
personas.
También hay mucho del así llamado “arte cristiano” que viola expresamente el
mandamiento divino.
“No te HARAS imagen (ídolos), ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el
cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra”
Éxodo 20:4.
Cuando los cuadros, las imágenes, y las estatuas se hacen como representaciones
del Padre, del Hijo, o del Espíritu Santo son ídolos. Vienen a ser una abominación
para Dios, porque Dios es incorruptible y no se puede representar con nada que sea
corruptible.
22
“Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y CAMBIARON LA GLORIA
DEL DIOS INCORRUPTIBLE en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”
Romanos 1:22-23.
Cuando se elabora la imagen de una paloma para representar al Espíritu Santo o el
concepto de Jesús que puede tener un artista a fin de ilustrar el Hijo de Dios, ¿acaso
no es una violación al mandamiento de no hacer nada que pretenda ser la semejanza
de la divinidad? Además, tales objetos se convierten en amuletos de lo oculto
cuando se mantienen, se usan o se llevan para traer buena suerte o como elementos
que protejan a una persona de cualquier peligro. Hasta el símbolo de la cruz se
puede corromper de esta manera.
Una vez enseñamos sobre idolatría cristiana en un campamento en cuya librería
era posible comprar pequeños símbolos cristianos hechos de plata. Cuando un
hermano que oyó nuestra enseñanza, pretendió devolver la figura de una paloma
para recuperar su dinero, hubo una oleada de furor. En las autoridades del
campamento se produjo una reacción como la que mostraron los plateros de Efeso
bajo las influencias de “...Demetrio que hacía de plata templecillos de Diana, daba no
poca ganancia a los artífices”. ¿Por qué estaba Demetrio tan irritado y enfurecido? La
razón se halla en las palabras que dirigió a los plateros: “...Varones, sabéis que de este
oficio obtenemos nuestra riqueza” (Hechos 19:23-41).
No hace muchos años los cristianos fundamentalistas condenaban a los católicos
romanos y a los ortodoxos por su imágenes y sus iconos, pues consideraban que toda
imagen que representaba la deidad era algo reprochable. Sin embargo, ahora se
aprueban, se sancionan y se buscan tales estatuas y cuadros. Así, hoy encontramos
que casi todas las librerías cristianas están saturadas con objetos de idolatría. La
idolatría “cristiana” se puede racionalizar y defender, pero tales argumentos no
desplazan ni reemplazan a las Escrituras, ni mucho menos nos capacitan para
escapar de la maldición que se le asocia.
Un llamado “cuadro de Jesús” no es un cuadro de Jesús. En realidad es la
representación de “otro Jesús”.
El Espíritu Santo enseñará a quienes se lo permitan, cuando uno sigue en la
Palabra de Dios será un verdadero discípulo a quien se le han de revelar todas las
verdades.
Una amiga nuestra muy querida, Evelyn Marzullo, escribe en su libro el siguiente
testimonio:
“A medida que comenzaba a estudiar las Escrituras con más intensidad, el
Señor me dio una revelación relacionada con la idolatría y sobre cuán
fácilmente puede entrar en nuestras vidas.
En Una de las paredes del comedor de mi casa había un hermoso cuadro de
Jesús. El cuadro mostraba al Señor lleno de suavidad y con una tierna sonrisa
en su rostro. Con mucha frecuencia durante el curso del día, pasaba cerca de
este cuadro, y no podía hacerlo sin detenerme a mirar el rostro de Jesús y a
orar por un instante.
Un día, al hacer esto, oí estas palabras dentro de mí: ‘Si sigues mirando este
cuadro, no me conocerás cuando me veas’. Este pensamiento me conmovió.
No me había dado cuenta que este cuadro se había vuelto tan importante
para mí, pues era la única forma como veía a Jesús.
Entonces, bajé el cuadro inmediatamente y lo destruí, pues sabía que al
hacerlo así obedecía al Señor”.4
Cuando Jesús enseñó: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero’’ (Juan 6:54), sus seguidores se quejaron y dijeron
“...Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (Juan 6:60) y “Desde entonces muchos de
sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:65).
Muchos cristianos con suma rapidez afirman que desean oír la verdad, pero ciertas
verdades les son “palabras duras”, difíciles de soportar y caen en terreno rocoso.
La Palabra del Señor a su Iglesia en el día de hoy es comparable a la que recibió el
profeta: “Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones ” (Ezequiel 16:2).
Ezequiel tenía el ingrato deber de comunicar al pueblo de Dios la opinión divina
sobre su idolatría que fue, es y será siempre, una abominación a los ojos del
Altísimo. En el momento actual, el portavoz de Dios debe ser igualmente fiel para
exponer y condenar, con todo denuedo, la idolatría dentro de la Iglesia.
En el curso de una liberación persona a persona con Betty Sue, nos dejó perplejos
mediante una pregunta muy extrema: “¿Por qué odia Jesús?” Le aseguramos que
Jesús la amaba y que de hecho, hasta dio su vida por ella en la cruz. “¿Por qué dices
que el Señor te aborrece?” la sondeamos. “Porque tengo un cuadro de Jesús en la
cabecera de mi cama”, nos explicó, “y todas las noches, mientras duermo, sale del
cuadro para golpearme”. El Señor Jesucristo no era quien atacaba a Betty Sue; era el
espíritu de “otro Jesús”. Al venerar ese cuadro, había recibido “otro espíritu” —un
Jesús falso, un espíritu de error, sobre el que Pablo nos advirtió con sabiduría de lo
alto en segunda de Corintios 11:4.
En la Biblia no hay ningún indicio sobre la apariencia física de Jesús. Dios, en la
plenitud de toda su sabiduría y en su conocimiento profundo sabe que el hombre
siempre está listo a hacer imágenes. Además, el Padre pretende que recordemos a
nuestro Señor en su glorificación, mucho más que en su humillación.
“...Y aunque en otro tiempo consideramos a Cristo (desde un punto de vista
humano como hombre) de esta manera, ahora (tenemos tal conocimiento de El
que) ya no lo hacemos así (en términos de la carne)’’
2 Corintios 5:16b,
Nueva Versión Internacional (ampliada).
¿Alguna vez has visto un retrato feo del Señor Jesús? Casi todos los artistas le
ilustran como un hombre muy buen mozo y con mucho atractivo. Sin embargo, no
figura así en la profecía: “...no hay paracer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos” Isaías 53:2b.
¿Cómo vamos a recordar a Jesús? El Señor nos dijo cómo lo debemos hacer. Lo
vamos a recordar por medio de los símbolos de la Santa Cena: el pan partido que
representa su cuerpo quebrantado y el vino que nos habla del sacrificio donde Él
vertió su sangre.
“24...lo partió (el pan), y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros
es partido; haced esto en memoria de mí... 25...Tomó también la copa, después de
haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”
1 Corintios 11:14-25
Sin embargo, no tenemos porqué recordar un Cristo muerto, sino a la Persona
que murió por nosotros; “un afectuoso recuerdo de la Persona misma en la mente” 5
Si del Sudario de Turin se hubiese demostrado la autenticidad, ¿sería factible
imaginar el diluvio de idolatría que se hubiera podido soltar sobre la Iglesia?
Ida Mae recuerda a una joven presbiteriana que sufrió intenso dolor de cabeza
durante una de nuestras enseñanzas. Nos llamó la atención el crucifijo de madera
que adornaba su cuello. El Espíritu de Dios nos reveló que ésta era la causa del
dolor. Los espíritus de dolor y sufrimiento, asociados con el crucifijo, se excitaron
con nuestra enseñanza y se manifestaron.
Preguntamos a la dama por qué ella, presbiteriana, llevaba un crucifijo. Nos
explicó que una tía se lo había obsequiado. Había pertenecido a la abuela y era algo
así como una herencia familiar. Por este motivo rechazó nuestro consejo de quitarse
el crucifijo y cuando terminó el servicio todavía experimentaba el dolor de cabeza.
Un crucifijo representa un Cristo muerto. Es un símbolo de sufrimiento, dolor,
pena, y atrae esas mismas clases de espíritus a quien lo lleva. Un símbolo más
apropiado podría ser una tumba vacía. Nuestro Redentor vive y porque Él vive,
¡nosotros también vivimos!
Doris, una dulce creyente, nos invitó a su casa mientras enseñábamos en su
ciudad. Específicamente nos pidió recorrer la casa y determinar si había algún objeto
que pudiera atraer a los espíritus del mal. Además, nos pidió orar por sus ojos, pues
estaba perdiendo la vista.
En una vitrina de la sala vimos una escultura que representaba a Jesús en la agonía
de la muerte. Por su rostro corrían gotas de sangre que se iniciaban en la corona de
espinas; los ojos giraban hacía atrás y las lágrimas bañaban sus mejillas: un verdadero
momento mori. ¡Era abrumador! Le dijimos: “Doris, necesitas desprenderte de esta
imagen. Es precisamente lo que la Biblia llama ‘otro Jesús’, eso es pura idolatría”.
Doris nos explicó que cada día se paraba en frente de la imagen, le miraba los ojos
y entonces sus propias lágrimas le lavaban las mejillas.
“Doris, el Señor nos muestra por qué estás perdiendo la vista. Se debe a esta
imagen. Se debe a que miras los ojos de la imagen y esto te ha producido daño, eso
no viene de Dios”.
“Pero mi mejor amigo me la regaló”, nos contestó Doris. “Si la destruyo Henry
jamás lo podría aceptar ni comprender”.
Sabíamos quién era Henry. Era un caballero muy fino, tierno, inteligente y
delicado. Le aseguramos que él comprendería. Doris no pudo definir su conducta.
Parecía estar convencida que era necesario destruir la imagen, pero tenía temor de
ofender a Henry. Ese día no tomó ninguna decisión, quizás hizo lo correcto más
tarde. De todas maneras oramos para que fuera liberada de la maldición de la
idolatría y para que sus ojos se sanarán.
Es muy triste que muchas personas elijan la maldición y rechacen la bendición. Es
fácil ser capturado y presa del valor de un objeto maldito o estar atado a ese objeto
por lazos sentimentales.
Jesús nos enseñó que los que le siguen deben pagar el precio. ¿Cuán decididos
estamos a obedecer al Señor? Tener que ceder las posesiones materiales, como
condición para ser libres de las maldiciones, con toda certeza esto pondrá a prueba
nuestra sinceridad.
2 Vine.W.E. “Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words.” Riverside Book & Bible House, Iowa Falls, IO, 1952, p.253
3 Bowman, J. Heart and Soul Food. Friendly Exchange Magazine, otoño, 1992, p. 13.
4 Marzullo, Evelyn, “He Said, Follow Me - (El Dijo: Sígueme)”. 1993. Pp22ss.
5 Vine, W.E. Vine’s Expository Dictionary of New Testament Words. Riverside Book & Bible House, Iowa Falls, IO, 1952, pp.946-947).
5
Palabras de maldición
Los problemas de la vida son como los árboles que tienen raíces. Descubrimos con
suma frecuencia, cada vez más, que los problemas tienen sus raíces en maldiciones;
maldiciones que se originan en los pecados de nuestros antepasados, maldiciones
que tienen su base en nuestras transgresiones personales a los mandamientos de
Dios, maldiciones por actos de hechicería y maldiciones que se generan por palabras
habladas con el deseo de hacer o atraer el mal.
La Biblia dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Proverbios 18:21).
Es decir, las palabras tienen poder para bendecir o para maldecir. Jesús dijo a una
higuera: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti” (Marcos 11:14) y a la mañana
siguiente el árbol se había secado de raíz. En otra ocasión Jesús pronunció estas
palabras: “¡Lázaro, ven Juera!” (Juan 11:43), y un hombre que había estado muerto
durante cuatro días, salió caminando de su tumba. El poder de la muerte y la vida
estaban en la lengua del Señor. También la muerte y la vida están en poder de
nuestras lenguas. Cada vez que hablamos, ministramos, ya sea para maldecir o para
bendecir, para destruir o para edificar.
El habla es una antorcha encendida. Se puede usar para prender la lámpara del
testimonio entre los cristianos o para iniciar un incendio forestal que sólo trae
destrucción.
“5Así también la lengua es un pequeño miembro del cuerpo, pero se jacta de
grandes hazañas. Consideren cuán grandes bosques pueden ser incendiados por
una pequeña chispa. 6También la lengua es un Juego; y como un mundo de
iniquidad entre los miembros del cuerpo. Echa a perder a la persona entera,
prende fuego a todo el curso de su vida, Y ELLA MISMA ES INCENDIADA
POR EL INFIERNO 8pero nadie puede domar su lengua. Es un mal siempre en
movimiento y lleno de veneno mortal. 9Con la lengua bendecimos a nuestro
Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a
imagen de Dios. 10De la misma boca salen la maldición y la bendición. Esto,
hermanos míos, no debería ser así”
Santiago 3:5-6, 8-10.
Nueva Versión Internacional.
Al tratar con las palabras de maldición debemos considerar: