Hugo Rojas Olea
Hugo Rojas Olea
Hugo Rojas Olea
SECTORES
Fenomenología de la vida social de un
grupo de pacientes internados en un sector
del Hospital Psiquiátrico de Santiago
UNIVERSIDAD DE CHILE
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Psicología
SECTORES
Fenomenología de la vida social de un
grupo de pacientes internados en un sector
del Hospital Psiquiátrico de Santiago
Profesor patrocinante:
MóNICA RoJAS GoRIGOYTÍA
Alumno:
HUGO ROJAS OLEA
Santiago-Chile
1980
HUGO ROJAS OLEA
SECTORES
Fenomenología de la vida social de un grupo de pacientes internados
en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago
Tesis de grado para optar al título de Psicólogo
Santiago, Universidad de Chile, 2011
200 p., 15 x 23 cm
ISBN: 978-956-19-0741-6
ISBN: 978-956-19-0741 -6
Registro de Propiedad Intelectual No 204.857
© Hugo Rojas Olea, 2011
© Universidad de Chile, 2011
Av. Capitán Ignacio Carrera Pinto 1045
Santiago de Chile
SOBRE LA MIRADA DE LAS COSAS Y DE LOS OTROS
Roberto Aceituno
7
Hugo Rojas y yo- provienen de quien asiste a la experiencia de otro, pero
que a menudo resulta difícil dé ser reconocida debido a las cegueras o a las
sorderas de quien las percibe o las escucha, demasiado encerrado en sus
propias certidumbres, en sus creencias, es decir en su "yo". Probablemente,
parte importante de ese oficio reside en poder dejar hablar tranquilos a
nuestros pacientes, es decir ser nosotros pacientes para que algo pueda
escucharse. O verse.
La segunda, de una complejidad diferente, resulta de las condiciones
sociales, culturales o históricas para que lo percibido pueda, como decía
Winnicott, tener lugar. Se requiere a veces mucho tiempo para que lo
percibido por alguien -o incluso por una comunidad entera- sea visto; ni
siquiera de nuevo, sino por primera vez.
Tal vez la Historia de la locura, en el sentido propuesto por Michel
Foucault, da cuenta de una resistencia de este segundo tipo. Porque, según
la tesis de Foucault, la paradoja del lugar de la locura en la historia o en la
cultura moderna reside en que puede comenzar -o, más bien, recomen-
zar- a "hablar por sí misma" debido y no a pesar de su exilio vagabundo
por la Razón que cree -pero sólo cree- mirarla desde lejos. La locura, la
historia de la locura, habla por sí misma a costa no tanto de su silencio -a
menudo es harto verborreica- sino de su silenciamiento, es decir de las re-
sistencias que a ella opone la Razón para constituirse como tal. Paradoja
de la locura, nos dice Foucault, en la cultura occidental: ésta puede tomar
lugar en la medida que es silenciada y recluida en los espacios del asilo
de alienados.
No nos detendremos en este punto más que para señalar en qué medida
la creación del asilo de alienados, por Pinel a comienzos del siglo XIX, si
bien liberó al "insensato" de sus cadenas (al menos es ésa la leyenda) para
empezar a considerarlo un enfermo, definió un nuevo espacio donde la
locura se haría próxima y lejana a la vez.
"Si la locura toma lugar, es en la medida que se la aleja; sus rostros, sus
diferencias, no las debe a una atención que se aproxima sino a una indi-
ferencia que la destaca. De tal modo que el máximo de la distancia será
adquirida en la víspera misma del día que Pinel reformará Bicetre"l.
1 Foucault, M . : L'histoire de la folie al'áge classique, París: Gallimard, 1972, pp. 415-416.
8
Freud respecto a la psicosis: "a cielo abierto", sino que no se puede ver lo
que está siendo mostrado todo el tiempo en los espacios reales, demasia-
do reales, de la experiencia de otros. No sólo hay sordera llena de palabras,
también hay cegueras llenas de cosas percibidas, pero que requieren a
veces mucho trabajo y mucho tiempo para poder ser vistas.
Este segundo tipo de resistencias "sociales" al ver, apunta al hecho de
que bajo ciertas condiciones políticas y culturales -en el límite, totali-
tarias, en tanto el totalitarismo no es sino la versión organizada· del no
ver más que parcialmente lo múltiple, para volverlo todo- aquello que
cae bajo el efecto de nuestro rechazo como observadores absolutamente
participantes de la realidad que percibimos, y que nos hace sin embargo
incapaces de verla, apunta tanto a la realidad misma de lo percibido como
a las resistencias que surgen del mundo social del que participan.
A este respecto, si se me permite la digresión, sin embargo absoluta-
mente cercana a nuestro tema,Jean Max Gaudilliere y Francoise Davoine
han escrito cosas indispensables. Recordando a Wittgenstein, el célebre
filósofo del lenguaje, han insistido en su frase definitiva: lo que no puede
ser dicho, debe ser mostrado. Pero para mostrar hay que ver. Cosa que, como
decíamos, no es tan simple.
No es muy difícil situar esta invisibilidad histórica -y por lo tanto
política- en el tiempo en que Hugo Rojas realizaba su observación parti-
cipante. Muchas otras cosas, tanto como la situación de la vida social de
los enfermos en un sector del hospital psiquiátrico de Santiago, no esta-
ban - y en algún sentido, no están todavía- en condiciones de ser vistas.
Menos por las cegueras o los escotomas individuales que caracterizan
nuestros yoes y nuestro imaginario más o menos personal (esa es, de-
cíamos, una primera resistencia) que por la dificultad de ver lo que era
difícil de pensar en esos días, a principios de la década de los ochenta
en Chile. Mortunadamente, muchos comenzamos a salir por entonces
de nuestros propios encierros adolescentes o de los encierros cotidianos
a los que nos obligaban los estados de emergencia, para aventurarnos en
una realidad que, aún mínimamente, debía comprometernos. Otros ya lo
habían hecho antes o lo estaban haciendo, y probablemente no hemos
reconocido suficientemente esta deuda hacia nuestros padres o nuestros
hermanos mayores que podían ver, en algunos casos al menos, mejor que
nosotros.
El valor, al menos para mí, de la Memoria de Hugo Rojas aquí pu-
blicada reside en gran parte en que no retrocede frente a este imperativo
de ver y de mostrar, aun cuando a él no le haya asistido necesariamente
9
la obligación de producir tal testimonio. Sea como sea, la situación de la
vida social de los pacientes del sector no es más -ni menos- que la situa-
ción de extrema visibilidad y de terminante oscuridad de una vida que no
está en otra parte, y que estando aquí, al lado nuestro, no debe y no puede
ser vista.
*
Insistiendo en la idea de que hay distintas maneras de ver las cosas,
puedo contar que hace algún tiempo me sumergí en una oscura y polvo-
rienta bodega del hospital psiquiátrico de Santiago, a pocas puertas del
lugar donde Hugo Rojas realizara su observación algunos años antes. Ahí
se acumulaban cientos de antiguas fichas de pacientes donde se consig-
naba el devenir clínico de esas personas que hace dos siglos comenzaron
a llamarse alienadas y que más tarde se llamarían enfermos mentales.
Yo pensaba, tal vez con alguna ingenuidad, que podía encontrar en esos
archivos de la insanía las pruebas escritas de su historia y de la historia
de Chile. El proyecto no pudo llevarse a cabo como yo pretendía, entre
otras razones porque esas fichas hablaban más de la manera como esas
historias no eran relatadas que de la historia de los sujetos que ahí eran
consignados para en algún sentido desaparecer.
Me engañaba probablemente, porque al estar tan cautivado por las pa-
labras y las cosas, con mi pretensión arqueológica no hacía más que volver
a olvidar, para mí mismo, una historia que estaba -y que está todavía-
más presente, más en la superficie y en los espacios de la vida cotidiana de
los pacientes que habitan los sectores del asilo, que en un pasado que mi
afición de anticuario aficionado pretendía recuperar.
Retomo esta pequeña anécdota porque he vuelto a recordarla con
motivo de la memoria de Hugo Rojas que publicamos aquí. No sólo
porque Hugo aceptó utilizar un fragmento de estas fichas, de estos
restos arqueológicos de la mirada médica sobre la loc.ura, para ilustrar
la portada de este libro, sino porque la observación que él realizara en
1980 se sitúa en una perspectiva diferente. Son distintas maneras de ver
las cosas.
El trabajo de Hugo Rojas da cuenta, desde la perspectiva fenomenoló-
gica que adopta teórica y metodológicamente, de la vida de los pacientes
tal como transcurre en los espacios de su reclusión y de su posible o im-
posible tratamiento. Aquí se trata menos de una arqueología que de una
etnografía. Pero no se trata únicamente de mirar cosas, de recorrer espa-
cios, de visualizar las interacciones que el sector alberga, como si se tratara
sólo de hacer una suerte de fotografía de ese lugar cerrado. La observación
10
también da cuenta de movimientos, de circuitos, de gestos que definen
esa vida social en tóda su simplicidad y en toda su humanidad.
Los fragmentos de esa vida que Hugo Rojas consigna en sus notas de
campo expresan circuitos tan exteriores como interiores a sus protagonis-
tas. Las puertas que se abren y se cierran, los encuentros y desencuentros
de unos y otros, la presencia ausente de un exterior que se espera acoger
en las visitas de afuera, todo ello dibuja una cartografía que tiene otra
expresión en la oralidad de líquidos, alimentos y cigarrillos, así como en
los ritmos repetitivos de mañanas y de noches (a un hombre que duerme,
decía Proust, lo rodea el orden de los años y de los mundos) o en una
sexualidad inconfesada.
Podría decirse que hay aquí una descripción expresionista de lo que
ocurre en el Sector. Eso es cierto sólo en parte. Porque habría que agregar
a esa descripción que muestra lo que ocurre toda una micropolítica y una
microeconomía de los espacios del asilo y, por lo tanto, de la alienación. El
poder y la violencia no están ajenos a esa mirada que destaca la vida social
en un pequeño sector del hospital, de lo cual las amenazas más o menos
visibles del electro shock o del encierro que ha de perdurar indefinida-
mente, no hacen más que mostrar sus ejemplos cotidianos. Asimismo, la
economía que hace circular las cosas ahí adentro parece ser el reverso de
una 'economía que, ahí fuera, parece estar comandada por el mercado de
los hombres y de las cosas.
**
El texto que comentamos se inscribe, al menos en parte, en una perspec-
tiva crítica que había comenzado a desarrollarse más de una década antes en
diversos países de Europa, dirigida a cuestionar la situación de la llamada
enfermedad mental como signo de los discursos y de las prácticas que, desde
hacía siglos, la encerraban en los espacios del asilo y en las frías nomenclatu-
ras de la nosología médica. Por entonces, y bajo la influencia del marxismo,
del psicoanálisis, de la fenomenología social y de una cierta manera de pensar
el poder en el espacio de las instituciones y de la vida cotidiana, se abrirían
nuevas formas de concebir la alienación (mental, en este caso) y, desde ahí, de
promover prácticas alternativas al encierro "clásico". '·
Estos discursos y estas prácticas adquirieron diversas expresiones, más o
menos radicales desde el punto de vista de las políticas de la "salud mental"
que eran puestas en tela de juicio. Algunas incidieron en "reformas" jurídi-
cas e institucionales mediante las cuales se producirían transformaciones
políticas de la situación de los sujetos-enfermos, excluidos hasta enton-
ces de su posibilidad de vivir en la ciudad. Fue el caso de las prácticas de
11
"puertas abiertas" y de "des-institucionalización" que emprendiera Franco
Basaglia en Italia. Otras se situaron en un campo de acción que, sin desco-
nocer esta dimensión política de la situación de la enfermedad mental en la
cultura y en las sociedades, apuntaban a ofrecer espacios alternativos donde
ésta pudiera ser escuchada en su dimensión subjetiva y en su posibilidad
de palabra y de experiencia. Fue el caso de las iniciativas antipsiquiátricas
en Inglaterra (Roland Laing y David Cooper fueron sus exponentes más
conocidos) y de lo que desde entonces tomaría el nombre de la psicoterapia
institucional, que en Francia se ha desarrollado, entre otras modalidades,
bajo la impronta del trabajo de Francois Tosquelles o de Jean Oury.
El denominador común de todas esas experiencias críticas resalta la
condición a la vez individual y social de la locura, de la alienación o de la
enfermedad mental. Ellas contribuyeron a darle contenido histórico a la idea
de Freud de que toda psicología individual es al mismo tiempo psicología
social y a la perspectiva marxista que veía en la conciencia o en la experiencia
individual la expresión de una vida definida por la alienación social.
De esos antecedentes se nutre, creo, parte del interés de Hugo Rojas
por hacerse pasar por enfermo en el hospital psiquiátrico de Santiago y
de registrar esa experiencia. Aun cuando en Chile, probablemente por
razones propias a otras urgencias, las reformas psiquiátricas y las prácticas
alternativas a la reclusión tomarían mucho más tiempo para poder ser
desarrolladas, aunque sea parcialmente, y sujetas a nuevas restricciones
(como el deterioro de los recursos administrados por el Estado para poder
implementarlas bien).
Sin embargo, esta voluntad por pensar y practicar nuevas maneras
de tratar con los "trastornos mentales" (fea expresión, pero no encuen-
tro otra) ha estado presente en diversos momentos de la historia más o
menos reciente de Chile, aun cuando estuviese marcada por anteriores
interrupciones y por actuales limitaciones. No es un detalle histórico el
hecho de que en 1973, precisamente cuando adquiría más desarrollo el
movimiento crítico de la psiquiatría, del psicoanálisis o de la psicoterapia
en Europa, se interrumpiera en Chile la experiencia social de enfrentar
como asunto político lo que hasta entonces permanecía encerrado en los
hospitales, las familias o las consultas. Tal vez si otra hubiera sido la his-
toria -tal vez no, no hay cómo saberlo-, esos antecedentes que en 1973
eran absolutamente actuales, hubieran permitido desarrollar mejor lo que
tomaba la forma de políticas de salud mental insertas en la vida social.
Y seguramente no hubiera demorado tanto la transformación, todavía
incompleta, de las condiciones de vida en algunos hospitales o sanatorios;
12
o habríamos conocido más y mejores experiencias de comunidades tera-
péuticas que hoy sobreviven con grandes dificultades pero con un valor
que sería absurdo no reconocer. Pero ésa hubiera sido otra historia.
***
Escribo estas cosas movido ciertamente por la lectura de la Memoria
de Hugo Rojas. Pero me permito comenzar a terminar este breve texto,
introductorio a lo que el lector podrá ver más adelante, diciendo que estoy
en otro país.
Aquí suelo tener la experiencia de ser un hombre invisible, como
Hugo Rojas en su viaje a un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago.
En verdad, creo que uno es siempre un hombre invisible, pero hacer la
experiencia de vivir, aunque sea por algunas semanas, en otra parte -con
el encanto inquietante de los viajes hacia lugares lejanos o demasiado
próximos-, nos enfrenta aún más a esa invisibilidad y a ese anonimato, y
en algún sentido ~os permite ver mejor. Como en los paseos de Robert
Walser por la nieve, donde moriría cerca del asilo en el que se había reclui-
do; el viaje de Aby Warburg donde los indios Pueblo en México, después
de hacer su "curación infinita" en la clínica de Ludwig Binswanger; o en
ese bello libro que se llama Un viaje sentimental, donde Laurence Sterne
muestra su camino de Londres a París en el que se suceden pequeños
fragmentos de la inmensa y pequeña humanidad de sus personajes.
Esa invisibilidad viajera nos abre una mirada que destaca el transcurrir
cotidiano de las gentes y las hace más visibles que nunca. En la ciudad
en la que ahora me encuentro, me doy cuenta, es decir "veo", cosas que
podría reconocer sin dificultad en las calles de Santiago, pero que mi per-
manencia ahí me impide ver con claridad.
Veo aquí cosas urbanas que los hospitales, las escuelas o las cárceles
contienen en sus encierros y en sus sectores. Veo aquí que son muchas
las personas que hablan solas, en un diálogo ininteligible con otros o con
ellos mismos. Asisto a la circulación de hombres y de mujeres que avan-
zan de aquí para allá. Percibo la amenaza cierta de hombres de todos
colores y vestimentas que parecen zombis al salir despedidos de los bares
chocando a los veloces transeúntes.
Podría ver esto y mucho más en Lima, Praga o San Bernardo; podría verlo
en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago. Pero lo veo aquí motivado
por tener que escribir sobre la Memoria de título de mi amigo Hugo Rojas.
13
PREFACIO
15
se interesó en difundir este trabajo luego de su lectura. Sus comentarios
me han permitido descubrir algunos elementos del texto que para mí
mismo pasaban inadvertidos. Así, ha posibilitado en mí la experiencia,
con este antiguo trabajo, de la extrañeza y el reconocimiento que acom-
pañan el encuentro con la propia producción, cuando el que lee ya no es
completamente el mismo que escribió.
16
ÍNDICE
Introducción 21
17
CAPÍTULO IV: Síntesis, conclusiones y perspectivas 145
BIBLIOGRAFÍA 151
18
"Soy un hombre invisible. No, no soy uno de aquellos trasgos que
atormentaban a Edgar Allan Poe, ni tampoco uno de esos ectoplasmas
de las películas de Hollywood Soy un hombre real, de carne y hueso,
con músculos y humores, e incluso cabe afirmar que poseo una mente.
Sabed que si soy invisible ello se debe, tan sólo, a que la gente se niega
a verme. Soy como las cabezas separadas del tronco que a veces veis en
las barracas de feria, soy como un reflejo de crueles espejos con duros
cristales deformantes. Cuando se acercan a mí únicamente ven lo que
me rodea, o inventos de su imaginación. Lo ven todo, cualquier cosa,
menos mi persona.
Ralph Ellison,
''El hombre invisible"
19
INTRODUCCIÓN
21
El asilo para enfermos mentales surge en el siglo XVIII como deri-
vado de los grandes hospicios e internados que, diseminados por toda
Europa, venían funcionando desde finales del siglo XVI en Inglaterra y
mediados del siglo XVII en Francia. Estos grandes internados albergan
una heterogénea población de mendigos, miserables, desocupados, de-
lincuentes e insensatos. Durante este tiempo, que abarca casi un siglo y
medio, se crea progresivamente una sensibilidad frente a la locura que a la
postre concluiría en la creación de un espacio social propio para ésta. Bajo
la dirección y auspicios de Tuke y Pinel se crean, de modo independiente,
instituciones cuya finalidad explícita es la de "asegurar a aquellos miem-
bros de la sociedad que tengan la desgracia de perder la razón, sin tener
una fortuna suficiente para recurrir a los establecimientos dispendiosos,
todos los recursos del arte y todas las dulzuras de la vida compatibles con
su estado" 2 • Con su iniciativa, ambos médicos dan origen al asilo para
enfermos mentales u hospital psiquiátrico tal y como se lo concibe en la
actualidad, esto es: como una institución de límites precisos y bien defi-
nidos dentro de la cual, mediante diversas operaciones, se otorga a todos
aquellos individuos que padecen una alteración mental la posibilidad
de reintegrarse al todo social. La ob.r a de Tuke y Pinel aparece entonces
como un acto de "liberación de la alienación" 3; y a ellos se los concibe
como dos grandes fllántropos de la práctica clínica, aquéllos que median-
te su acción convirtieron en un hecho real las necesidades de reformular
el enfrentamiento a la enfermedad mental.
Dicho movimiento renovador constituiría entonces lo que pudiéra-
mos denominar la primera revolución psiquiátrica, en tanto resuelve gran
parte de los remordimientos y escrúpulos que, desde el siglo XVII, ma-
nifiestan diversos especialistas de la salud ante el tratamiento altamente
violento, castigador y con fines de exhibición eje~plarizadora que era
empleado hasta entonces con el individuo alienado.
Tuke y Pinel consiguen liberar a los enfermos mentales del garrote
y las cadenas, el desprecio y la humillación evidentes, tratamiento equi-
valente al que se daba hasta entonces a los delincuentes y criminales. La
acción precursora de ambos autores prosigue durante el siglo XIX, con
la proliferación de múltiples instituciones abocadas a la consecución de
un medio y una forma de tratamiento más humano para los enfermos
mentales.
22
No es sino hasta el presente siglo, desde aproximadamente 1940, que
el enfoque de dichos autores y las prácticas derivadas de éste son pues-
tas en tela de juicio por diversos pensadores contemporáneos: M. Jones,
R. Laing, D. Cooper, A. Esterson, F. Basaglia, W . Grimson, E. Goffman,
M. Foucault, T. Szasz, por nombrar a los más relevantes. Todos ellos se
han dedicado a estudiar, tanto a nivel teórico como a través de expe-
riencias reales, el fenómeno de la enfermedad mental en conexión con la
institución psiquiátrica, dando origen a una crítica y un cuestionamiento
radical del modus operandi vigente en la práctica clínica tradicional.
Los aportes de éstos y muchos otros autores van configurando el
esbozo de una nueva revolución en el ámbito de la psiquiatría. Desde esta
nueva perspectiva, la liberación atribuida a Tuke y Pinel aparece como
una mera disminución de la violencia física en el tratamiento de la enfer-
medad mental; en cierta forma, la benevolencia y el "trato humanitario"
propugnados por los fundadores del asilo para enfermos mentales aparece
en la actualidad como una forma más intrincada y sutil de "invalidación
y exclusión social"\ a través de la cual un cuerpo de especialistas provoca
alteraciones profundas en la identidad del individuo recluido en una ins-
titución determinada.
De esta manera, el estudio de la enfermedad mental es trasladado
desde un contexto teórico médico-psiquiátrico a un contexto psicosocial,
en el cual el fenómeno es abordado desde una pe·rspectiva institucional,
considerando las organizaciones, status, roles, jerarquías, valores, fun-
ciones y necesidades sociales que intervienen en el enfrentamiento a la
enfermedad.
Una revisión crítica de la perspectiva psiquiátrica tradicional, a través
de los aportes recientes de lo que podríamos denominar, desde ya, el "en-
foque psicosocial" de la enfermedad mental, hace imperiosa una revisión
del significado último que el hospital para enfermos mentales posee para
los individuos que permanecen, voluntaria o involuntariamente, entre sus
límites; se vuelve necesario estudiar las condiciones generales y caracte-
rísticas particulares del mismo; las pautas de interacción que típicamente
surgen entre sus diversos miembros; los roles y expectativas que esta mi-
crosociedad genera; por último, en un sentido amplio, se hace necesario
describir en forma rigurosa todo el bagaje de actitudes y valores, todo el
cúmulo de sentimientos y acciones recíprocas que conforman esta especie
de subcultura existente dentro de un recinto hospitalario.
23
El presente estudio es un intento de abordar este tipo de problemas,
teniendo como preocupación central la situación relacional entre los pa-
cientes psiquiátricos y las personas encargadas de su cuidado y tratamiento.
En la base de este tipo de problemas se encuentra la psicología social, la
sociología y la filosofía fenomenológica de la experiencia, tal como se la
concibe en los actuales estudios dialécticos de la interrelación humana en
los grupos y en la relación diádica. En la necesidad de buscar una com-
prensión e inteligibilidad de los fenómenos que ocurren en la experiencia
de la situación del interno en un hospital psiquiátrico, se adopta un en-
foque que permite el acercamiento al objeto de estudio tal cual aparece
en la realidad. Éste es el punto de vista de la fenomenología psicosocial,
que quiere significar "el método de observación y descubrimiento de la
situación relacional inter-humana que nos permite una descripción de los
hechos descubiertos más allá de la simple observación, ya que se parte de
los orígenes de la experiencia en la relación recíproca de los seres huma-
nos participantes en dicha situación'' 5 •
Esta investigación fue realizada en un sector del Hospital psiquiátrico
de Santiago y, de manera acorde con el enfoque adoptado, fue precisa una
interiorización en la vida cotidiana de los pacientes internados y de sus
cuidadores. Se optó por adoptar la perspectiva de los internos utilizando
como método de observación la "observación participante" en su modo
activo. El autor, para tal efecto, hizo suyo el "rol de paciente" y permaneció
internado por un lapso de 45 días con sus noches, participando de la vida
cotidiana rutinaria como cualquier otro paciente.
En el presente informe se muestra la investigación separada en cuatro
capítulos: el primero entrega los antecedentes teóricos que sirven de
marco a la investigación; en el segundo se trata de los aspectos metodo-
lógicos que hacen posible la realización de ésta; en ~1 tercer capítulo se
desarrolla la descripción misma de la vida social de los pacientes inter-
nados en sus más variados aspectos; por último, en el capítulo cuarto, se
encontrará una síntesis totalizadora de los aspectos fundamentales que
constituyen la situación de paciente internado, para, en segundo término,
consignar aquellas conclusiones a que permite llegar esta investigación;
y se intenta, por último, mostrar las posible perspectivas de investigación
para el futuro en torno a los problemas que suscita el trabajo realizado.
A. La institución psiquiátrica
"En concreto, hay muy poco conocimiento explícito sobre lo que ocurre
realmente cuando alguien es internado en un Hospital psiquiátrico.
En el pabellón no sólo lo aguarda una cama física, sino también el
lecho de Procusto de los preconceptos del personal, a los cuales debe ajus-
tarse sea cual fuere el precio en términos de mutilación de su realidad
persona/" 6 •
25
único y que tal división se justifica sólo para fines didácticos. Si bien no
nos extenderemos en particular sobre cada uno de estos puntos, son este
tipo de preguntas las que orientan la presente investigación, y la centran
por lo demás en el marco de la interacción social en el interior del recinto
hospitalario en el cual se produce, cotidianamente, el "encuentro" entre la
sociedad, representada por el personal, y la "locura" representada por los
internos.
"Si queréis saber el asunto que me trae ante vosotros con tal raro ador-
no, vais a saberlo, si os dignáis escucharme, pero no con la atención
que soléis prestar a los predicadores, sino con los oídos que prestáis a
los charlatanes, a los juglares y a los bufones, o bien con aquellas orejas
que se puso antiguamente nuestro amigo el rey Midas para escuchar al
dios Pan. Me ha dado hoy por hacer un poco de sofista ante vosotros, no
ciertamente como esos pedantes que en nuestros días llenan de majade-
rías los cerebros de los niños, enseñándoles a discutir con más terquedad
que las mujeres, sino a imitación de los antiguos, que para evitar el
descrédito en que había caído el nombre de sabio, prefirieron llamarse
sofistas, y cuyo oficio consistía celebrar con elogios la gloria de los dioses
y de los hombres ilustres. Vosotros, pues, vais a oír también un elogio;
pero no va a ser el de Hércules ni el de Salón, sino el mío propio, es decir,
el de la Loi:ura"7 •
26
real". Según M. Foucault este momento de la historia puede ser delimi-
tado con alguna precisión:
''La época clásica -de Willis a Pinel, de las.forias de Orestes a la casa del
Sordo y a juliette- abarca precisamente este período durante el cual el
intercambio entre locura y razón modifica su lenguaje de una manera
radical En la historia de la locura, dos acontecimientos señalan esta
alteración con singular precisión: la creación del Hópital General en
1657, seguida del "gran encierro" de los pobres; y la liberación de los
encadenados de Bicetre en 1794. Entre estos dos acontecimientos, singu-
lares y simétricos, algo sucede, tan ambiguo que ha dejado con.fosos a los
historiadores de la medicina: represión ciega en un régimen absolutista,
según unos, y según otros el descubrimiento progresivo por la ciencia
y la filantropía de la locura en su verdad positiva. En realidad por
debajo de estas significaciones reversibles, se forma una estructura, que
no deshace esta ambigüedad, sino que decide. (. .. )En la Edad Media,
hasta el Renacimiento, el debate del hombre con la demencia era un
debate dramático, que lo enfrentaba con las potencias sordas del mundo;
y la experiencia de la locura se obnubilaba entonces en imágenes donde
se representaban la Caída, la Consumación, la Bestia, la Metamorfosis,
y todos los maravillosos secretos de la Sabiduría. En nuestra época la
experiencia de la locura se calla en la calma de un saber que, de tanto
conocerla, la olvida. Pero de una experiencia a otra se ha pasado por un
mundo carente de positividad y de imágenes, semejante a una trans-
parencia silenciosa, que deja vislumbrar, como muda institución, gesto
sin comentario, saber inmediato, una gran estructura inmóvil,· ésta no
es drama ni reconocimiento; es el punto donde la historia se inmoviliza
en trágico, que a la vez .fonda y la recusa" 8 •
8 M. Foucault, Historia de la locura en la Época clásica. México: FCE, 1967, pp. 9-10.
27
por último, tendrán que haber causas y efectos, es necesario un agente cau-
sante del mal, un comienzo; asimismo, una consecuencia, un resultado
pasivo de la presencia de tal o cual causa. U na nosografía responde a
la pregunta ¿qué tiene?, dotando al paciente de un atributo objetivo: la
"enfermedad".
''Hay razones para creer que una sociedad que considera a ciertos in-
dividuos 'erifermos mentales', los denomina ''enfermos mentales" y los
trata como 'enfermos mentales' agrave mediante esos actos esa condición
a la que se califica de 'erifermedad menta/"' 10 •
28
Para W. R. Grimson existe un continuo que liga todas las formas de la
escala segregación-paternalismo con formas cada vez más sutiles de ais-
lamiento. Por tanto el paciente no sufre efectos casuales, sino que desde
su ingreso pasa a ser el blanco de diversas normas institucionales que, en
definitiva, no tienen el propósito de ayudar a su recuperación sino man-
tenerlo en el rol de paciente, existiendo una serie de normas que aseguran
tal situación.
"El aislamiento que para ciertos psiquiatras, define el mundo del en-
fermo mental, no es más que la traducción sobre el plano morfológico de
ese marginalismo de los valores rechazados y reprimidos por la sociedad
global; es la búsqueda, en una organización explayada en el espacio,
de nichos en que estos valores puedan esconderse, trampear y también
defenderse, secretando una caparazón quefinalmente reduce a su mini-
mum existencial aquello mismo que se quería salvar" 12 •
11 W. R. Grims~m, Sociedad de locos. Buenos Aires: Nueva Visión, 1972, pp. 24-25.
12 R. Bastide, Sociología de las enfermedades mentales. México: Siglo XXI, 1967, pp. 330-331.
29
transformación de la realidad psiquiátrica pasa por un cambio ajeno a la
práctica privada: el del hospital psiquiátrico" 13 •
Para E. Goffman, toda conducta que acontece en un campo en el
cual están comprometidas cara a cara dos o más personas, es una con-
ducta comunicativa y esta comunicación no persigue otra finalidad que
la de definir una situación común para los interactuantes. Tal definición
de la situación social, que se promueve en cada interacción, puede ser
abordada y comprendida principalmente en términos de roles, estatus y
expectativas.
En nuestra sociedad, estructurada a base de grupos sociales cada vez
más complejos e incluyentes, cada sujeto ocupa un lugar, una posición;
en este sentido, basta pertenecer a una familia concreta para que a un -
individuo se le puedan adscribir conductas, actitudes, sentimientos, pro-
cedimientos y motivos ~n su desenvolvimiento con respecto de otras
personas o grupos cada vez más extensos, hasta llegar a la categoría más
amplia de "humanidad". Así, ocurre que el modo de hacer, pensar, sentir
y ser de una persona responde a las expectativas y condiciones de la socie-
dad, representada a través de determinados grupos mediadores tales como
la familia, la escuela, los grupos de trabajo, la iglesia, los hospitales psi-
quiátricos, etc. Las conductas de un individuo están normadas explícita o
implícitamente, y cabe esperar que cualquier transgresión de tales normas
sea sancionada no solamente por el grupo inmediato en que ocurrió la
transgresión (por ejemplo, la familia), sino también por el conglomerado
social en su totalidad (esto explica la función social de las instituciones
carcelarias, por ejemplo).
Existe siempre, entonces, una dimensión moral en toda conducta,
el hombre se mueve en un espacio normativo que define lo que puede
considerarse natural, antinatural o sobrenatural; real o irreal; normal o
patológico; interno o externo. Si un hombre considera real lo que debiera
verse como irreal, o natural lo antinatural o viceversa, y si defiende su
posición con argumentos que se tienen por anómalos o no razona de
manera adecuada, lo más probable es que se lo pueda rotular de "enfermo
mental". Los psiquiatras, psicólogos y demás profesionales de la salud
mental han sido designados como expertos de la sociedad en el examen
de aquéllos que quebrantan las normas, y en el establecimiento de si acaso
las normas quebrantadas permiten calificarles de "enfermos mentales".
Cuando ocurren incorrecciones tales como gesticulación amanerada o
30
actitud negativista, resaltan y se las advierte "porque se están violando las
reglas en lo referente a la forma en que debe comportarse uno en presen-
cia de los otros" 14 •
31
lítica tiene que ser un traidor; el que está en un presidio tiene que ser un
delincuente; el que está en un hospital psiquiátrico debe ser insano" 16 •
Examinadas de cerca la situación de internación y las formas ulteriores
de vida dentro del hospital psiquiátrico, veremos que están presentes una
serie de elementos que rodean a las personas relacionadas con la institución
y que definen las interacciones que tienen lugar dentro de este contexto.
Los roles adscritos a los diferentes personajes de la situación conllevan una
serie de expectativas respecto de su conducta en el sentido más amplio.
Psiquiatras 2 enfermeras, personal auxiliar y enfermos mentales, e inclusive
los amigos y familiares de los pacientes en los días de visitas, se compor-
tan de maneras características, que los definen en los roles mencionados y
minimizan las posibilidades de ser confundidos entre sí (cabe aquí mencio-
nar el hecho muy peculiar de que en nuestra cultura popular proliferan los
chistes y anécdotas en que se explota humorísticamente dicha posibilidad
de confusión: por ejemplo, el enfermo que es confundido con el médico).
Esta gramática de la interacción - para decirlo de una manera analógica-
determina de antemano cuál es el tipo de información y cuáles los objetos
de intercambio social que tales personas pueden dar y recibir.
Por otra parte, los hospitales psiquiátricos pueden ser vistos como un
ejemplo de la categoría de las Instituciones totales. Si bien tales institucio-
nes pueden ser caracterizadas de diversos modos, partiendo del examen
de los ordenamientos sociales que rigen la conducta de las personas en su
vida diaria, E. Goffman lo hace de la siguiente manera:
32
arriba, mediante un sistema de normas formales explícitas y un cuerpo
de funcionarios. Finalmente, las diversas actividades obligatorias se
integran en un solo plan racional, deliberadamente concebido para el
logro de los objetivos propios de la institución" 17•
33
cial: la atribución de enfermedad mental y su correlativo estar internados.
Se ha insistido en que el propósito de esta investigación no es la enfer-
medad mental como tal, desde el punto de vista de la psiquiatría, sino
una búsqueda de significado de la experiencia de reclusión en un hospital
psiquiátrico. El propósito no es una explicación, en términos de causas
y efectos, de la vida social de los enfermos mentales, sino un intento de
comprensión de tal vida social En este sentido, la primera actitud del feno-
menólogo social frente a todo hecho humano, es que éste es esencialmente
significativo y si se lo priva de significación, se lo priva también de su
calidad de hecho humano.
En este concepto del hombre como creador de significado se conjugan
nociones tales como: estructura ontológica del hombre como ser-en-el-
mundo; la esencia del hombre es la libertad; el hombre es siempre un
ser-en-situación; la existencia precede a la esencia; el hombre es lo que él se
hace en la forma de un proyecto hacia el porvenir. Partiendo del examen
de estas nociones se podrá disponer de una nueva luz para la compren-
sión de la conducta del hombre en relación con otros hombres.
La fenomenología, desde sus inicios en Husserl, concibe la concien-
cia como un modo de ser específicamente humano, y describe éste como
intencionalidad, es decir, como un tender hacia; se la considera como "pre-
sencia ante una realidad que no es esta misma conciencia" 18 .J. P. Sartre lo
expresa de la siguiente manera:
35
"Dirigir la vista", "comprender" y "conceptos", "elegir", "acceso" son
modos de conducirse constitutivos del preguntar y, por tanto, ellos
mismos modos de ser de un determinado ente, de aquel ente que somos
en cada caso nosotros mismos, los que preguntamos. Desarrollar la
pregunta que interroga por el ser, quiere, según esto, decir: hacer "ver
a través" de un ente -el que pregunta- bajo el punto de vista de su ser.
El preguntar de esta pregunta está, en cuanto modo de ser de un ente,
él mismo determinado esencialmente por aquello por lo que se pregun-
ta en él -por el ser. Este ente que somos en cada caso nosotros mismos
y que tiene entre otros rasgos la "posibilidad de ser" del preguntar, lo
designamos con el término "ser ahí". El hacer en forma expresa y de
"ver a través" de ella la pregunta que interroga por el sentido del ser,
pide el previo y adecuado análisis de un ente (el "ser ahí") poniendo
la mira en su ser" 23 •
23 Idem.,pp. l6-l7.
36
en sentido fenomenológico, se definió formalmente: lo que se muestra
como ser y estructura del ser" 24 • La pregunta ontológica por el mundo no
deja de lado el campo de la analítica del ser ahí. El "mundo" ontológi-
camente es "un carácter del "ser ahí" mismo" 25 • El empleo cotidiano de
la palabra "mundo" resulta equívoco y se puede señalar con él diversas
significaciones. En un sentido óntico se refiere a la totalidad de los entes
que pueden ser "ante los ojos" dentro del mundo. En un senti.do ontoló-
gico limitado, puede significar el ser de los "entes ante los ojos" dentro del
mundo, así mundo puede nombrar una región que abarque una multi-
plicidad de entes, el "mundo" de los objetos ideales del matemático, por
ejemplo; nuevamente en un sentido óntico, como aquello "en que" un ser
ahí fáctico, vive, el mundo "público" del nosotros o el mundo "doméstico",
por ejemplo; "mundo designa, finalmente, el concepto ontológico-exis-
tenciario de la mundanidad. "El término derivado "mundano" mentará,
entonces, una forma de ser del "ser ahí" y nunca una de los entes "ante los
OJOS en e1 mun do"26 .
o "" "
''El "ser ahí" se refiere en cada caso ya siempre desde un "por mor
del que" al "con qué" de una conformidad, es decir, permite én cada
caso siempre ya, en la medida en que es, que hagan frente los entes
como 'a la mano". Aquello dentro de lo cual el "ser ahí" se comprende
previamente en el modo del referirse, es el 'aquello sobre el fondo de
lo cual" hacen frente los entes. El 'aquello dentro de lo cual" del com-
prender refiriéndose, en cuanto 'aquello sobre elfondo de lo cual" del
permitir que hagan frente entes en la forma de ser de la conformidad,
es elfenómeno del mundo. Y la estructura de aquello sobre elfondo de
lo cual se refiere el "ser ahí" es lo que constituye la mundanidad del
mundo" 27 •
24 Idem., p. 76.
25 Idem., p. 77.
26 Idem., p. 78.
27 Idem., p. 101.
37
la existencia"28• Este ¿quién? para}. P. Sartre es un ser que debe realizarse a sí
mismo, es el ser que denomina ser-para-sí. El para-sí en tanto presencia ante
sí mismo, al igual que la conciencia, que es en su ser cuestión de su ser, es el
fundamento de ésta. A diferencia del ser-en-sí que es pura coincidencia, es
decir, un ser pleno que sólo puéde ser expresado por la fórmula el ser es lo que
es, el ser del para-sí no coincide consigo mismo en una adecuación plena;
esta falta de adecuación es la existencia, un estar foera de sí mismo.
"El "ser en" dista tanto de mentar un espacial estar "uno en otro" entes
"ante los ojos': como dista "en" de significar primitivamente una relación
espacial de la índole mencionada; "en" procede de "habitar en': "dete-
nerse en" y también significa ''estoy habituado a': 'soy un habitual de':
']recuento algo': ''cultivo algo"; tiene, pues, la significación de colo en el
sentido de habito y diligo. Este ente al que es inherente el 'ser en" en esta
significación, es el que hemos caracterizado como el ente que en cada caso
soy yo mismo. (La forma verbal alemana) "bin" (que se traduce por la es-
pañola 'soy") tiene que ver con (la preposición alemana) "bei" (que puede
traducirse por la española ''cabe"); "ich bin" (yo soy") quiere decir otra vez
"habito': ''me detengo cabe ... ': del mundo como algo que me es familiar
de tal o cual manera. "Ser" como infinitivo del yo soy, es decir compren-
dido como existenciario, significa ''habitar cabe ... ': 'ser familiarizado
con . .. " "Ser en" es, según esto, la expresión existenciaria formal del ser del
'ser ahí': que tiene la esencial estructura del 'ser en el mundo"30 .
28 Idem., p. 133.
29 J. P. Sartre, El ser y la nada. Buenos Aires: Losada, 1972, p. 129.
30 M. Heidegger, op. cit., pp. 66-67.
31 J. P. Sartre, El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1973,
p. 14.
38
existencialistas franceses y la suya propia, entonces el hombre comienza
por existir antes de poder ser definido de cualquier manera; se encuen-
tra, surge en el mundo y después se define. En este sentido adquiere un
nuevo sentido la expresión "el hombre es un ser abierto" ya previamente
al mundo.
Libertad y situación son así una y la misma cosa y puede expresarse;
el hombre es un ser libre en situación; no tiene otra posibilidad que no
sea la de "ser en'' un mundo ya previamente dado, en este siglo y en este
lugar geográfico; sin embargo, no se trata de una pura contingencia sino
que este ser aquí y ahora tiene sentido por un poder ser de otra manera a
través de un hacer. ·
"El hombre comienza por existir, es decir, que empieza por ser algo que
se lanza hacia un porvenir, y que es conciente de proyectarse hacia el
porvenir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetiva-
mente, en lugar de ser un musgo, una pobredumbre o una coliflor; nada
existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el
hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser" 33•
40
desequilibrio. Como este impulso hacia la objetivación adquiere diver-
sasformas según el individuo, y como nos impulsa a través de un campo
de posibilidades, de las cuales realizamos algunas con exclusión de otras,
también lo llamamos elección o libertad" 34 .
41
silla o un árbol -aunque también los objetos remiten a otro: el que fa-
bricó esta máquina de escribir y escribir para otros, en un lenguaje que
comprenden otros, sobre un problema que también interesa a otros, etc.-,
sino desde un principio tenemos una experiencia radicalmente distinta
de los otros .
"Es como un trasfondo de las cosas que me escapa por principio y que les
es conferido desde afuera. Así, la aparición, entre los objetos de mi uni-
verso, de un elemento de desintegración de ese universo, es lo que llamo
la aparición de un hombre en mi universo. El prójimo es, ante todo, una
fuga permanente de las cosas hacia un término que capto a la vez como
objeto a cierta distancia de mí y que me escapa en tanto que despliega
en torno suyo sus propias distancias. [ . .] Así, de pronto, ha aparecido
un objeto que me ha robado el mundo. Todo está en su lugar, todo exis-
te siempre para mí, pero todo está recorrido por una huida invisible
y fija hacia un objeto nuevo. La aparición del prójimo en el mundo
corresponde, pues a un deslizamiento fijo de todo el universo, y una
descentración del mundo, que socava por debajo la centración operada
por mí al mismo tiempo" 36•
Se ha dicho antes que el hombre es libre, que "la libertad está conde-
nada a ser libre" 37 , agrega Sartre; pero en un mundo de cosas contingentes
en que ella misma se descubre como contingente, y es "por la asunción de
esta contingencia (que) puede haber una elección y una organización de
las cosas en situación" 38 • Sin embargo la libertad encuentra sus límites en
otras libertades, el mundo se ordena también de acuerdo a los fines de otros
hombres; y así la libertad descubre que pertenece a un mundo cuyas signi-
ficaciones pertenecen, también, a otros hombres. Pero aún así la libertad
no se anula, sino que es ésta su contingencia, su situación:
42
sentido, tener que ver con una significación que es mía y que tampoco
me he dado yo, sino·que me descubro como )a poseyéndola" 39 .
39 Idem., p. 625.
40 Idem.,p.643.
41 Idem.,p.625.
42 R. Laing y D . Cooper, op. cit., p. 100.
43
CAPÍTULO II
ASPECTOS METODOLÓGICOS
45
l. Actitud fenomenológica
46
con los nombres de fenómeno, "parecer ser", apariencia, simple apariencia,
sólo se deja desenmarañar cuando se ha comprendido .desde un principio
el concepto de fenómeno: lo que se muestra en sí mismo" 46 •
-Logos en su significación fundamental y literal es habla y habla es
siempre un decir algo de algo,"[ ... ] permitir ver algo en su estar junto con
algo, permitir ver algo como algo" 47 •
Logos es traducido frecuentemente como razón, juicio, conc~pto, defi-
nición, razón de ser o fundamento, proposición:
46 Idem., p. 41.
47 Idem., p. 43 .
48 Idem., p. 44.
49 Idem., p. 45.
50 Idem., p. 46.
47
Se ve, entonces, que una fenomenología no es un simple registro de
todo lo que se nos pone delante (en el sentido vulgar de la expresión), sino
se trata de tener acceso de una manera genuina a lo que es propio de los
entes: su ser.
51 Idem., p. 48.
52 A. Schutz, El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu, 1974,
pp. 61-62.
53 M. Merleau-Ponty, La fenomenología y las ciencias del hombre. Buenos Aires: Nova,
1969, p. 29.
48
2. La razón dialéctica
49
Pero, además, el hombre está siempre relacionado con la materialidad
en y por otros hombres. Este campo de materialidad tiene siempre un
conjunto polivalente de significaciones para otros hombres. Existen otros
hombres que también totalizan de una manera síngular tales condicio-
nes materiales mediante su p~opio proyecto, trascendiéndolas a su vez.
Así, esta materialidad circulante, inerte, se convierte en un vehículo de
significación, pero elude a cada uno, se escapa inevitablemente, pues está
sometida a una infinidad de otras unificaciones o totalizaciones hechas
por otros hombres; éstas se complementan o no, se contradicen, pueden
coexistir o son antitéticas. La totalización de un campo de praxis es pues
destotalizada por el campo de una totalización ajena en la cual la primera
puede ser subordinada como una parte de ella.
La realidad humana es el sector de la realidad en el que la totaliza-
ción es el verdadero modo del ser. Una totalización es un movimiento
continuo a través de toda la existencia de un sujeto, y esto la racionalidad
analítica no lo podría aprehender sin detenerlo:
50
las relaciones humanas por la materia como otro momento. El que un
momento sea entendido como el primero o el segundo, depende de la
elección que uno hace del punto de partida, pues la dialéctica es siempre
una espira/" 56 .
51
3. La observación participante
52
Axioma 1: El observador participante "comparte" las actividades vitales y
los sentimientos de la gente entablando con ellos relaciones cara a cara 62•
Sin embargo, el observador-participante, además de participar o
junto con participar, "observa''. Este doble rolle exige un cierto dis-
tanciamiento de la situación que estudia; es decir, por un lado trata
de aprovechar los cambios que produce su presencia y los cambios
que producen en él la situación, pero los registra como p~te del estu-
dio, primero, y luego trata de que tales cambios afecten en lo mínimo
la situación. Esto es ocasión de un corolario para este axioma:
Corolario: El rol de observador participante exige, a la vez, distancia-
miento e involucración personal63 •
62 Idem., p. 37.
63 Idem., p. 38.
64 Idem., p. 39.
65 Idem., p. 42.
53
el proceso social o grupo que estudia; pero, al mismo tiempo, debe
hacer comprensibles tales procesos a grupos o personas ajenas a tal
situación. Puesto que "los procesos propios de la vida en cualquier
sociedad son análogos" 66 , si comprende los símbolos colectivos de los
miembros de un grupo, es posible que sus resultados sean comprensi-
bles para los miembros de toda la comunidad más amplia o toda una
cultura. Entonces:
Axioma 3: Comprendiendo los significados involucrados, "el rol del ob-
servador participante refleja el proceso social de la vida en sociedad" 67 •
En resumen: puesto que el observador participante en su actividad
adopta un rol natural e interdependiente con la cultura o sociedad
que estudia, compartiendo la vida y participando en las activida-
des de las personas, enfrenta inéditos problemas metodológicos y
prácticos que debe resolver. A diferencia del empirista tradicional, el
observador debe considerar su objeto de estudio tal como lo consi-
deran las personas mismas que constituyen tal objeto, incluyendo su
reflexión acerca del proceso social en el cual está interiormente com-
prometido. Esto entraña percibir a la gente en la realidad concreta
en la cual se presenta durante las experiencias cotidianas y no como
abstracciones.
66 Idem., p. 43-44.
67 Idem., p. 43.
68 Idem., p. 39.
54
de información, en especial las de carácter secreto; y precisamente el
grado en que sea considerado como seudo-miembro influirá en las
posibilidades del trabajador de campo para comunicarse por debajo
del nivel de información pública" 69 •
3. El observador como participante: las actividades del observador como
tal son conocidas públicamente desde el principio, apoyadas en forma
más o menos abierta por los individuos en la situación estudiada, no
apareciendo encubiertas intencionalmente. "El rol puede proporcio-
nar acceso a una amplia gama de información e incluso es posible
que se le confíen secretos al investigador si éste ha demostrado dis-
creción y capacidad para reservar una información confidencial. En
este rol el científico social podría alcanzar la máxima libertad para
recoger datos, pero al precio de aceptar también el máXimo de limi-
taciones en su transmisión" 70 •
4. El observador total: "Esta categoría abarca una gama de roles en uno
de cuyos extremos el observador se oculta tras un espejo falso, pro-
visto quizás de un equipo cinematográfico sonoro, y en el otro sus
actividades son totalmente públicas, dentro de un grupo especial de
grupo teórico en el que, por consenso, 'no hay secretos' y 'nada es
sagrado"' 71 •
69 Idem. , p. 39.
70 Idem. , p. 40.
71 Idem., p. 40.
55
participación directa en ella. Por ejemplo, si se está estudiando la relación
médico-paciente, puede asumirse como rol activo el de paciente en la sala
de un hospital. En la observación-participante activa se busca desempe-
ñar un rol que corresponda a una posición típica dentro del grupo social
y significativa para la investigación.
En esta investigación se busca una comprensión de la vida social de
los pacientes psiquiátricos internados desde el punto de vista de ellos, por
lo cual, el rol que se adopta es el rol de paciente internado. Así, el autor se
vió en la necesidad de adoptar tal rol con toda la rutina de actividades
cotidianas, tanto en el día como en la noche, que son propias del rol de
paciente psiquiátrico internado, y los eventuales riesgos que pudiera im-
plicar tal rol para la integridad del investigador.
Sin embargo, de esta investigación se puso al tanto al director de la
institución hospitalaria, realizándose así con la autorización confiden-
cial de éste. Y confidencial fue también la información de la actividad
de observador del autor para con tal autoridad. Para los fines de la in-
vestigación, este hecho no significó ninguna ingerencia en el método y la
práctica concreta de la investigación.
Por otra parte, el autor, con el propósito de asegurar, en parte, su in-
tegridad eventuales amenazas a ella, estableció un contrato confidencial
con un médico psiquiatra del sector del hospital en que esta investigación
se llevó a cabo. De este modo, en connivencia y con toda la confianza e
irrestricta cooperación de este médico, se estableció una aparente relación
paciente-médico tratante en que este último actuó como "cómplice" del
investigador.
Para los efectos de adoptar en la totalidad el rol de paciente, se con-
feccionó una ficha clínica del investigador, que incluyó un diagnóstico
de carácter psiquiátrico y por ende un simulacro de medicamentación
a través de la ingestión cotidiana de placebos. Además, el autor recibió
visitas de familiares y amigos tal cual las recibe cualquier otro paciente;
asimismo, pudo salir con permiso en un par de ocasiones en la forma en
que lo estipula el reglamento de dicho sector.
Esta observación-participante se realizó durante cuarenta y cinco días
con sus noches, durante las cuales el autor fue uno más de los pacientes
internados en tal sector, sin que mediara ninguna sospecha por parte de
otros médicos, enfermeras o personal auxiliar, como asimismo por parte
de otros pacientes.
56
CAPÍTULO III
EL SISTEMA SOCIAL EN UN SECTOR DE UN HOSPITAL
PSIQUIÁTRICO VISTO DESDE LA PERSPECTIVA
DE UN OBSERVADOR PARTICIPANTE
A. Instituciones totales
57
impiden el éxodo de cierta categoría de miembros y, eventualmente, im-
piden el acceso de "extraños" al recinto.
Goffman distingue cinco formas diferentes de dichas instituciones:
58
A modo de ejemplo, en el sector en que se realizó la presente in-
vestigación encontramos un reglamento explícito; éste existe en otros
sectores con algunas variaciones y aún cuando no esté escrito en otros,
éstas y/u otras normas son seguidas e impuestas de acuerdo a costumbres.
Podremos utilizar más adelante algunos fragmentos de este reglamento,
, en este momento nos sirve para tener una idea de la programación de un
día de los pacientes:
59
Entrevistas con as istente social , exámenes, entrevistas
con psicólogo y otros exámenes, según ind icaciones
médicas.
- Los pacientes deberán permanecer en el patio del sector
al desocuparse de las actividades especificadas .
5.5. Almuerzo: de 12.00 a 12.30 hrs .
5.6. Siesta : de 12 .30 hasta las 15.30-16 .00 hrs. En sus salas .
5.7. Comida : de 16.30 a 1700 hrs . En el comedor del sector.
5.8. Las actividades de la tarde consisti rán en entrevistas mé-
dicas, actividades de terapia ocupacional y otras, según
indicación, y se real izarán después de almuerzo y reposo
según el caso .
5.9. Los pacientes que deseen ducha rse o asearse, pueden hacer
uso del baño en la tarde de 16.00 a 17.30 hrs .
5.10. Televisión : el horario de la televisión será desde las 17.00
hasta las 20.00 hrs. Sin embargo, para los pacientes que lo
deseen el horario máximo es hasta las 21.30 hrs .
5.11. A las 18.30 hrs . se reparte, habitualmente, agua caliente para
tomar té o café preparado por los pacientes, exclusivamente
en el comedor del sector.
5.12. Recogida : los pacientes deben acostarse entre las 20.00 y
máximo a las 21.30 hrs .
60
9. Las visitas de familiares son los días Martes, Jueves y Domingos,
de 14.00 a 16.00 hrs. Los pacientes no podrán ser visitados en las
salas.
10. Los pacientes no visitados deberán, en este horario, permanecer en
la sala de terapia ocupacional o en el sector de salas.
El conjunto del personal del equipo de salud del sector, agradece
de antemano a los señores pacientes el colaborar con nosotros
siguiendo estas pautas, a fin de hacer ordenada y provechosa su
estadía en el servicio. ·
En las instituciones totales existe una escisión. básica entre un gran grupo
manejado -los internos- y un pequeño grupo que cumple el papel de perso-
nal supervisor. La movilidad social entre ambos grupos es casi inexistente;
los casos en que algún miembro del personal ha pasado a ser un interno,
en el hospital en que se hizo esta investigación, pertenecen al terreno de la
leyenda. Las diferencias de status, en el caso del hospital, está simbolizada
en gran parte por el uniforme blanco del personal. Refiriéndose a una an-
tigua miembro del personal, uno de los pacientes expresó: "a esta vieja que
parece loca hay que sacarle el delantal y meterla al lado" (el sector del lado
es de mujeres). Los internos viven dentro de la institución y tienen escaso
contacto con el mundo exterior a los límites pe
la institución; en el caso
del hospital, estos límites están representados por la puerta del sector. El
personal, p01; otra parte, sólo cumple una jornada de trabajo en el interior
del hospital y está socialmente integrado en el mundo exterior.
La distancia social está, por lo general, formalmente prescrita como
asimismo la comunicación. La comunicación de abajo-arriba es muy res-
tringida, ya que g.eneralmente los miembros del personal actúan como
61
instancia intermedia yflltradora de comunicación entre los pacientes y otros
miembros del personal de mayor status. En el sector 73 , excepto la entrevista
directa con el médico, concebida por iniciativa de él, el esquema se presen-
ta de la siguiente manera: paciente-auxiliar-enfermera-médico. Por otra
parte, es común que gran parte de la información conce;niente al destino del
interno sea inaccesible para éste, por diversos motivos en las diversas institu-
ciones; en el hospital psiquiátrico, presumiblemente por motivos médicos.
Esta gran discrepancia de status es, posiblemente, el factor principal
que hace que los dos grupos que integran la institución -personal e in-
ternos- sostengan entre sí una gran animosidad y tiendan a representarse
con rígidos estereotipos: en el sector, el personal tiende a ver a los pacien-
tes como agresivos, indignos, pueriles, sucios e inmorales; y los pacientes
se representan al personal como despóticos, presumidos, mezquinos y
arbitrarios.
Todas estas restricciones en la comunicación de ambos grupos con-
tribuyen a mantener estos estereotipos y se forman así, poco a poco, dos
mundos antagónicos con escasa interpenetración. Es característico que
el interno no se identifique a sí mismo con la institución y su propósito,
siendo identificada la expresión "desde el punto de vista de la institución"
con el punto de vista del personal.
U no de los procesos que se verifica con mayor regularidad en las ins-
tituciones totales, es el "despojo" a que es sometido el sujeto a su ingreso
como interno a la institución:
62
del internado puede, incluso, suponer el desfiguramiento o la pérdida de
objetos ortopédicos, tales como dentadura postiza, lentes, corte de pelo a
la usanza de la institución, etc.
Una vez realizado el proceso de recepción que incluye este despojo y
otras amenazas al yo, tal como la exposición de la desnudez ante la mirada
del personal, la persona es ya un interno, experiencia que generalmente
es sentida por el sujeto como un menoscabo de su personalidad anterior.
Tenemos frente a frente, entonces, en el caso del hospital psiquiátrico, al
paciente y su cuidador; uno despojado de todo lo que le servía de apoyo
en el mundo exterior y el otro en ·posesión de todas las atribuciones de
importancia en el interior y completamente "vestido" con lo que podría-
mos llamar "encarnaciones del yo".
Las escisiones están hechas; en el aspecto exterior pacientes y perso-
nal aparecen como muy diferentes, no hablemos todavía de las presuntas
diferencias "internas" que le son atribuidas al paciente, a diferencia del
personal, que forma parte de todo el resto del mundo, "los normales".
"Por lo tanto la locura y la institución intercambian algo, pero a través
de un espejo imaginario. Escindidos cada uno en su soledad, el loco y el
(
B. Elsector
1) Ingreso
63
recerle una mejoría en sus condiciones. Un paciente llegado pocas horas
antes al sector, expresaba en una conversación:
<
"Esto es el paraíso,- allá se está todo el día con los focos encima, no .se
puede ni levantar fa voz, porque al tiro te iny~ctan, a mí un enfermero
\
me hizo ver burros verdes con una inyección, me fa puso con pica porque
no me quería acostar, me dejó cojo el m . .. de m . .. (su cojera al caminar
era evidente}"76 •
Este mismo paciente decía que en el sector sólo había que llegar y
buscar a alguien de confianza, "ubicarse" bien y listo. Podem0s considerar
que en este tipo de paciente ya se ha realizado en alguna medida una
ruptura con el mundo exterior, ahora está dispuesto a preocuparse por
obtener un buen pasar en las nuevas condiciones.
Sin embargo, el otro paciente, el que ha ingresado directamente al
sector, frecuentemente demora más tiempo en habituarse a las nuevas
condiciones y más aún en ponerse en condiciones de "ubicarse bien". En
el intertanto se ve sometido a las diferentes experiencias que contribu-
yen a demarcar, con un límite bien preciso, su vida antes y después de su
m gres o.
-
familiar y no a él para la "obtención de estos datos. Asimismo, información
64
concerniente a su estado mental ya no es absolutamente manejada por él.
Probablemente el familiar responsable de su estadía en el sector saque a
luz sucesos bochornosos, inmorales o simplemente molestos que el pre-
feriría mantener ocultos. Descubre que en sus siguientes interacciones
le será muy difícil presentar una imagen aceptable de sí mismo. La in-
formación entregada le hace un sujeto desacreditable y dependiente de
la buena voluntad que pueda tener el personal para sacar a luz o no esta
información en cualquier momento.
A esto debemos agregar que generalmente sigue una entrevista de sus
familiares con el médico y/ o la enfermera, a solas, sin la presencia del pa-
ciente, por lo cual la institución, mejor dicho, el personal del sector, tendrá
información adicional que él sólo puede sospechar y que en caso de ser
atentatoria a la imagen de sí que trata de mostrar queda totalmente fuera
de su alcance el manejarla. En su ausencia se tomarán determinaciones
que interesan directamente a su destino dentro de la institución, como
por ejemplo la concesión o no de permiso de salida, administración de
tratamiento de electroshok, etc.
"El individuo conocido por otros puede o no saber que lo conocen; los
otros, a su vez, pueden estar enterados o no de que el individuo sabe
o ignora que lo conocen. Además, aún cuando crea que los demás no
saben nada de él, no puede nunca estar totalmente seguro de ello. Por
otra parte si sabe que los demás lo conocen deberá, al menos en cierta
medida, conocerlos; pero, si ignora que lo conocen, puede o no conocerlos
con relación a otros aspectos.
65
yo que sufre el nuevo paciente es respecto a su capacidad de manejar las
i mpresiones que puedan llegar a tener los demás de su persona y de sus
acciones.
Otro evento es el examen de sus pertenencias, una especie de filtro
que deja fuera aquéllas que ~o son compatibles con su nueva situación y
permite aquéllas, muy pocas, que puede tener en su estadía. Ya vimos la
importancia que tiene para un sujeto lo que podríamos llamar su "equipo
de presentación''; si a esto agregamos algunos objetos que pueden no
tener una relación tan directa con el aspecto que un sujeto pueda pre-
sentar ante los demás, como lo es por ejemplo un cuchillo para comer,
podremos tener una idea aproximada de la magnitud del desposeimien-
to de que es objeto el paciente a su ingreso al sector. Cabe hacer notar
que para los efectos que se señalan es indiferente que la prohibición de
determinados instrumentos o herramientas sea justificada o no por la
ideología psiquiátrica.
En diversas formas, otra fuente de amenazas que el sujeto siente in-
mediatamente a su ingreso son los demás pacientes. Es común que uno
de los primeros acercamientos de los pacientes para con el "nuevo" sea un
asedio en busca de cigarrillos o algún comestible. Generalmente los pa-
cientés que están más bajos en la escala social de los internos -una escala
de status que, como veremos más adelante, es de cierta complejidad- son
los actores de esta "tasación'' del nuevo paciente en términos de las po-
sibilidades de "explotación"; a una distancia prudente, con indiferencia y
con la atención aparentemente puesta en otra cosa, son observados por
los pacientes de mayor status.
"En el trayecto desde la puerta del sector, hasta la que da acceso a las
oficinas de los médicos sufro un asedio por parte de algunos pacientes
en demande: de cigarrillos, le di uno·a un paciente muy insistente y
que prácticamente me tenía acorralado, descubro que me es imposible
negarme ante los redoblados esfuerzos de los otros, por lo menos cinco
manos me rodean haciendo desaparecer la mitad de una cajetilla. Logro
deshacerme de los 'suplicantes' entrando rápidamente a las oficinas" 79 •
Como sea, con algunas variaciones, lo que hemos dicho conforma las
impresiones que un paciente recibe dentro de , la primera hora de ingresa-
do al sector. En este lapso sus familiares se han marchado y se inicia para
66
él la "estadía'', período de tiempo cuya extensión no conoce. En pocas
palabras, en una o dos horas ha quedado convertido en un paciente.
67
"Un antiguo paciente del sector podía masturbarse en las duchas, sin
que aparentemente le importara que algún otro paciente le pudiera ver
al pasar" 81.
"Hoy fue un día de aseo general Con una gran manguera conecta-
da al agua caliente se limpiaron baños, vidrios y murallas; también
se enceró de manera más acuciosa. Luego se terminó la labor de lim-
pieza con un baño en grupo a los pacientes más reacios al agua, con
68
la misma manguera. Se les trae desnudos desde los dormitorios y se los ->
"manguerea" en pequeños grupos, mientras el resto espera en una fila a
la entrada del baño, entre las pullas y manoseos burlones del personal y
los otros pacientes" 83 •
"Un paciente·que después de una fuga fue devuelto al hospital por sus
\
' familiares ha sido desnudado, al pasar ante otro que comía un racimo
de U'Vas, éste le puso un grano entre las nalgas y luego se las apretó. La
broma fue ampliamente celebrada por todos los presentes" 84•
"Al atardecer, cuando aún no se abren los baños de los dormitorios, los
del patio están en penumbras y no se puede saber con certeza qué es lo
que se está pisando -no es infrecuente que alguien haga sus necesidades
en el piso- , o el estado en que se encuentran los bordes de la taza. A dos
o tres metros de los baños los olores auguran más de una experiencia
desagradable al que no pueda esperar la apertura de los otros excusados.
El recurso más común es proveerse de suficientes hojas de periódico para
ponerl~s de forma que eviten el contacto directo con la taza, se puede
estar algo más seguro, pero nunca del todo" 85•
83 Idem.
84 Idem.
85 Idem.
69
probabilidades de que a la misma persona le toque un mismo plato en
las dos ocasiones" 86 •
"G.C., un paciente que ingresó hace .unos diez días, esta noche quiso
negarse a aceptar cualquier tipo de medicamentos. Alegó que ya le dolía
todo el cuerpo con las inyecciones (3-4 diarias) y que las pastillas le te-
nían hastiado. El personal ha tenido con él bastantes más miramientos
que con otros pacientes más desamparados; sin embargo, después de unos
minutos de tensa discusión y ante la vista de la camisa de foerza, tuvo
86 Idem.
87 Idem.
88 Idem.
70
que ceder. Luego le escuché una media hora sus maldiciones contra todo
lo que representaba el hospita/" 89 •
89 Idem.
90 Idem.
71
vacía. Así cualquier cosa de mí -según esta nueva dimensión- existe
a la manera de lo dado, por lo menos para mí, puesto que este ser que
soy es padecido, es sin ser existido. Lo aprendo y lo padezco en y por las
relaciones que mantengo con los otros; en y por las conductas de los otros
para conmigo; me encuentro con ese ser en el origen de milprohibiciones
y resistencias con que a cada instante choco: por ser menor, no tendré
tal o cual derecho; por ser judío, en ciertas sociedades, estaré privado de
ciertas posibilidades, etc. Empero no puedo de ninguna manera sentir-
me judío, o menor, o paria; a tal punto, que puedo reaccionar contra esas
interdicciones declarando que la raza, por ejemplo, es una pura y simple
imaginación colectiva: que sólo existen individuos. Así, me encuentro
aquí de pronto con la alienación total de mi persona: soy algo que no he
elegido ser. .. "91 •
Después de una breve lucha, el auxiliar logró sujetarlo por el cuello has-
ta que dejó de resistirse, entonces le soltó y le dejó tirado sobre una cama.
Cuando el auxiliar se marchaba, pasando por mi lado, expresó para sí
mxsmo:
72
Poco después (15 min.), a C. .. se le aplicaba un "electro': lo hizo el mis-
mo auxiliar y en el intertanto no ví que algún médico viera a C... "92 .
C. Ajustes primarios
73
serie de procedimientos respecto del trato y una serie de providencias
-que incluyen desde la provisión de alimentos y medicamentos hasta las
reglas de conducta que rigen la vida al interior de la institución de un
grupo social así delimitado: los enfermos mentales. Toda esta actividad
social-burocrática, médica, técnica y otras labores menos especializadas-
recibe una coherencia interna, o más aún, está dirigida por un concepto
acerca de lo que "son'' esencialmente los enfermos mentales, lo que hemos
denominado "versión social de la naturaleza de la locura".
Esta versión social de la "naturaleza" de la locura, que podríamos llamar
también, indistintamente, en su sentido más amplio, "carácter del loco",
cumple, en este caso particular, una función análoga a la que E. Fromm
atribuye en la sociedad mayor al "carácter social".
Goffman designa, por otra parte, a este ajuste entre lo que al individuo se
le pide que sea con lo que el individuo está preparado a ser, a este dar y reci-
bir de acuerdo a pautas establecidas, con el "ánimo debido", es decir, cuando
se trata de un individuo "normal" o "program~do"; un "ajuste primario del
individuo a la organización'', haciendo la salvedad de que sería igualmente
justo hablar de un ajuste primario de la organización al individuo"95 •
En definitiva, las nociones de "carácter social" y "ajuste primario", nos
resultan de provecho en la medida que al aplicarlas en nuestro caso parti-
cular, haciendo abstracción de todos sus demás aspectos, permiten inferir
la idea de que con mayor o menor conciencia la sociedad, en tanto es-
tructuras especificas de la acción de sus miembros, sustenta un concepto,
74
con alguna especificidad acerca de la naturaleza de algún grupo de sus
miembros. En nuestro caso particular, la serie de expectativas acerca de
la conducta de los enfermos mentales, expectativas que se concretan en
acciones especificas, o en condiciones particulares de vida para tales pa-
cientes, se sustentan en una serie de supuestos acerca de la "naturaleza
de la locura" o el "carácter del loco". Podemos presumir, entonces, que si
examinamos estas acciones específicas y condiciones de vida, podremos
tener un acercamiento o una descripción de tal "naturaleza".
De manera muy somera, en este momento tenemos suficientes datos
como para presumir que este "carácter" se centra fundamentalmente en
torno a la diferencia o inferforidad. De modo general no es necesario insis-
tir en lo que hemos descrito con anterioridad, baste señalar sólo algunos
hechos o agregar algunos datos que permitan completar una visión que
sugiera el punto a que nos referimos. Las relaciones entre personal y
pacientes, que configuran dos clases de personas que marcan los polos
opuestos: negativo y positivo, menor y mayor, cuidado y cuidador, son
puntos de insistencia en esta diferencia. Demás está insistir en que esta
diferencia presume la inferioridad del interno. El interno aparece como
la encarnación del menoscabo de las características humanas de las cuales
es poseedor el personal. Inmoralidad o falta de control de los instintos,
r como quiera que se le llame y esté o no justificado por teorías psiquiátri-
75
de los pacientes tomadas con precaución con la punta de los dedos hasta
el desprecio por cualquier objeto de valor para el paciente (independien-
temente del valor real fuera de la institución) .
76
Cooper hace una aguda observación al respecto:
"Una de las fantasías más comunes del personal de los hospitales para
enfermos mentales es que si no se coerciona física o verbalmente al pa-
ciente para que dije la cama a cierta hora de la mañana, se quedará
acostado hasta pudrirse. Detrás de esto está la ansiedad asociada a la no
conformidad con respecto a la regulación del tiempo y al. control general
en sus vidas. El paciente es ese temible aspecto de sí mismo que a veces
no quiere dtjar el lecho e ir a trabajar" 98 •
77
llamadas sociales de otras llamadas personales, pues bien sabemos que
toda conducta es ambas cosas a la vez; se trata de privilegiar, de acuerdo
a nuestros propósitos, el aspecto social de toda conducta. Aclarado este
punto podemos volver sobre el concepto de situación.
La mejor manera de mostrar este concepto, puede ser ilustrada con
una cita de J. P. Sartre:
D. Ajustes secundarios
79
profundo en la institución, como por ejemplo la preparación de un motín
en un barco; o aquellos ajustes en que el interno busca su retiro rápido
y definitivo de la institución, como son las frecuentes fugas del hospital
psiquiátrico. Se puede llamar a este tipo ajustes violentos en contraposi-
ción al tipo de ajustes que no significan ninguna presión hacia el cambio
radical en la institución o que no implican la migración del interno hacia
el exterior y, por el contrario, en ocasiones cumplen la función obvia de
mantener una cierta homeóstasis al interior de la institución, contribuyen-
do, en definitiva, al mantenimiento de un statu quo; son estos los ajustes
reprimidos o prácticas. De modo general es este tipo de ajuste secundario
el más difundido al interior de una institución.
Conviene destacar que hablar de ajustes secundarios sólo tiene sentido
cuando se considera que éstos se pueden reconocer como tales únicamente
en relación con la situación concreta de uno o varios sujetos en la estruc-
tura social de la institución. En este sentido, la diferencia más notoria
se puede hacer entre personal e internos. La mayoría de las actividades,
derechos y obligaciones correspondientes al rol y status del personal son
proscritas para los pacientes, y por lo tanto, con toda seguridad, sólo se las
podrá conseguir a través de un ajuste secundario. En otras palabras, lo que
para el personal es un ajuste primario a la institución, para los internos
su adquisición o ejercicio requiere un elaborado conjunto de "arreglos" o
"prácticas" ilegítimas.
Fuentes:
80
puede llevar implícita una remodelación del artefacto, o bien consistir
simplemente en su empleo en un contexto ilegítimo, y en ambos casos
provee ejemplos caseros del tema de Robinson Crusoe" 102 •
81
en el patio del sector, rudimentario reloj de sol que un interno construyó
preguntando, majaderamente, varias veces al día, durante varios días, la
hora a los auxiliares; este interno guardaba celosamente el significado de
tales rayas y a pesar de que estaban a la vista de todo el mundo muy pocos
llegaron a saber que eran un reloj 103 •
La variedad de sustituciones que se pueden observar en una insti-
tución total parece aumentar con el tiempo promedio que permanecen
los internos en la institución. Asimismo, parecen hacerse más drásticas
mientras más pobres son las co~diciones que presenta el medio y además
referidas a necesidades más básicas. Respecto a esta última observación, el
autor pudo corroborarlo en parte al visitar posteriormente un servicio de
crónicos que contaba con condiciones materiales muy inferiores a las del
sector en que estuvo internado. En cuanto a la primera observación que
hacemos en este párrafo, ésta parece estar condicionada al grado de des-
vinculación con el mundo exterior que pueda llegar a sufrir el interno por
una internación prolongada; parece ser que pasado cierto límite se pro-
duce una especie de "regresión'' de la capacidad de transformar el medio
ambiente material. Un punto que merece especial atención es que este
fenómeno parece producirse en menor grado en los servicios de pacientes
crónicos abiertos. No estamos en condiciones de esclarecer o determinar,
en este momento, si estas diferencias que hemos anotado están condicio-
nadas por factores socio-ambientales propios de las distintas condiciones
de un servicio de crónicos cerrado, un sector de pacientes agudos -aún
cuando el personal consideraba que había ahí una gran cantidad de
pacientes "clínicamente" crónicos-, un servicio de pacientes criminales-
psiquiátricos o "servicio judicial" y un sector de pacientes crónicos abierto.
O bien si estas diferencias pueden ser imputadas en mayor grado a la psi-
copatología de las diversas clases de interno~. Por otr~ parte, como iremos
viendo más adelante, estas observaciones pueden hacerse extensivas a la
generalidad de los ajustes secundarios. No obstante, este estudio se pro-
pone aportar algunos elementos de juicio que permitan al final obtener,
si no afirmaciones concluyentes al respecto, al menos la posibilidad de
tener una comprensión más amplia de éstos y otros problemas y las vías
de investigación que pudieran ser fructíferas.
Continuando con nuestra descripción de las fuentes de ajustes se-
cundarios, además de las sustituciones, que en términos de la sociedad
del sector son formalmente simples a pesar de la espectacularidad que
82
puedan presentar algunas, existe una serie de prácticas o "arreglos" más
complejos.
83
sistema de correo lograba mantener una asidua comunicación con una
paciente de un sector vecino, pero que por estar en un segundo piso hacía
imposible la comunicación directa, de esta manera podía coordinar sus
salidas con las de ella dos o tres veces a la semana para pasar una tarde de
solaz fuera del hospital. Concertar partidos de fútbol con otros sectores
también permite hacer vida social con pacientes mujeres de otros sectores
más alejados; con este propósito, uno o dos pacientes hacían las veces de
promotores de tales eventos, según la necesidad integraban al equipo aun
a pacientes totalmente incapacés para el juego, lo importante era engan-
char el número suficiente. Un interno podía escabullirse hasta las oficinas
de los médicos o el archivo de las "fichas médicas" sustrayendo aquéllas
que eran de pacientes atendidos por un psiquiatra del cual podía obtener
una especie de "rescate" en pequeños regalos o dinero en pequeñas can-
tidades. A este propósito, quizás el ejemplo más claro de explotación del
sistema, en el cual resalta nítidamente la persecución de una finalidad
más allá de las supuestas en la entrevista de diagnóstico psiquiátrico, es
decir, una explotación del sistema para fines ilegítimos, se da en la ex-
periencia del propio autor en una oportunidad en que, debido a algunos
malentendidos, en ausencia del psiquiatra que estaba al tanto de la inves-
tigación que se llevaba a cabo y que actuaba como médico tratante del
investigador, otro psiquiatra, creyendo hacer un favor a su colega, quiso
tener al autor entre sus pacientes, por lo que éste se vio en la necesidad de
manejar la entrevista de tal modo que se confirmara el diagnóstico ori-
ginal, hecho en connivencia con el primer psiquiatra, para poder salir del
paso sin informar de la investigación. Aún cuando en esas circunstancias
es poco probable que una comunicación como ésa hubiera sido creída y
más bien se podría haber tomado como sintomático de patología. Hasta
que el psiquiatra cooperador pudiera arreglar la ;ituación de la manera
convenida originalmente, al parecer la actuación de la "depresión'' fue tan
convincente ·como para que el médico engañado se sintiera alarmado y
señalara a su colega que era recomendable aplicar una serie de "electros-
hocks" para evitar riesgos de suicidio.
Un área en que se concentran particularmente variadas técnicas de ex-
plotación está relacionada con la obtención de alimentos. La mayoría de
los internos contaban, unos más, otros menos, con recursos que permitían
convertir la monótona y desabrida comida del hospital en platos más o
menos apetecibles: sal, pimienta, aceite, limones; otros podían agregar
una completa ensalada de tomates, un trozo de carne, un huevo duro, etc.
Las onces o el desayuno son ocasiones en las que salen a relucir tarros de
84
leche condensada, cecinas, mantequilla, paté y la más variada gama de
recursos, que para los más pudientes de los internos convierten el simple
jarro de té con un pan en un pequeño banquete. Otras técnicas son más
complicadas. Así, un paciente que consideraba que lo mejor de las co-
midas venía cerca de la superficie de los grandes fondos en que llegaban
los guisos desde la cocina, acostumbraba, unos 10 o 15 minutos antes
de que ésta llegara, poner en el primer lugar de la fila, frente a la ven-
tanilla del repostero, a otro interno muy pasivo, mientras él se dedicaba
a una tranquila espera, platicando con otros internos o preocupado de
otros menesteres personales en cualquier otro lugar; llegado el momento
oportuno retiraba tranquilamente a su "representante" poniéndose en su
lugar, sin ocuparse de él hasta la próxima ocasión en que volvía a repe-
tir idéntico procedimiento. Otro llegó a discurrir la manera de obtener
doble ración cuando las comidas le parecían suficientemente apetecibles,
y cuando se daba la oportunidad de que los internos eran servidos en las
mesas, con el sencillo procedimiento de poner una silla vacía a su lado
y, frente a ésta, un jarro, una cuchara y alguna otra cosa; todo esto hacía
pensar a los auxiliares que había otro comensal momentáneamente au-
sente y se le dejaba sin problemas la comida, si se le llegaba a preguntar
por el "comensal fantasma'' daba cualquier nombre que dejaba contento
al auxiliar o simplemente lo confundía con una serie de explicaciones a
medias dadas con aire de ingenuidad.
Como nuestra preocupación fundamental se refiere a la vida de los
internos, no nos hemos ocupado de los ajustes que, también, puede hacer
el personal; sin embargo, éstos también ocurren. A este respecto puede
bastar con señalar los comercios en pequeña escala que mantienen algunos
miembros del personal con los internos: venta de sándwiches pagaderos
de inmediato o a cuenta basta el día de visitas. Para los internos que
contaban regularmente con éstas, la administración de los medicamentos
puede ser, también, la ocasión de algún ajuste en este sentido.
Algunos internos, que ocasionalmente formaban una camarilla ad hoc,
juntaban sus pastillas durante varios días por el sencillo procedimien-
to de escamotearlas, ante los ojos del auxiliar, y tomar sólo el vaso de
agua mientras mantenían sus dosis en la mano. Luego llega el gran día y,
en conjunto o solos, se podían brindar un gran atracón obteniendo una
volada.
Otra forma más generalizada de explotación es la utilización de los
pacientes más "confiables" para hacer compras en el exterior del hospital:
cigarrillos, alimentos y una que otra vez alguna botella de cerveza o vino.
85
Por otra parte, estas situaciones generalmente redundaban en algún be-
neficio para el "mandadero"; ciertos privilegios en el interior o las ventajas
mismas que reportaba el poder entrar y salir del sector con mayor libertad
pudiendo, de esta manera, hacer encargos de otros internos con alguna
pequeña ganancia. No faltó el caso en que uno de estos mandaderos apro-
vechara cada salida para tomarse un "traguito".
Qyizá la situación más elaborada de explotación del sistema, por la
cantidad de personas que estaban involucradas, incluyendo miembros
del personal y en la cual parti¿ipó también el autor, es el evento que fue
bautizado como las "cenas nocturnas". Este ajuste presenta, además, un
interés adicional pues es una de las escasas ocasiones en que aparece, con
alguna claridad, un tipo de organización grupal entre los pacientes. Poco
a poco se llegó a estructurar una especie de "contrato" entre un grupo de
internos y los miembros de un turno del personal. Los internos podían
obtener agua caliente en la noche, después que todo el resto de pacientes
estaba acostado, ocasión en que se organizaba entre cinco o seis personas
una completa cena en comunidad en que se compartía todo lo que se
podía aportar - si alguno no podía hacerlo en esa oportunidad lo podía
hacer en otra. En las cenas más memorables se llegó a contar con carnes,
ensaladas, huevos, galletas, tarros de conservas, bebidas, café o té, frutas,
etc., alimentos que debidamente distribuidos y aderezados constituían
una "cena como en casa" . A salvo de 1os "macheteros " , se po d'1a fu mar
relajadamente una o dos "corridas" de cigarrillos sin que nadie estuviera
esperando la "corta". Luego, después de que los miembros del personal
también hubieron cenado por su parte, llegaban con el "Dominó", se le-
vantaba la mesa y comenzaban las interminables "patas" hasta las dos de
la madrugada. La pareja del personal contra la de _los internos, esta última
constituida en cada oportunidad por turnos. entre los mejores del grupo,
contando con que alguno tenía sueño u otro simplemente no tenía ganas.
El contrato implícito era más o menos: no nos tienen una pareja para
el dominó entonces no hay cena; y por la parte de los internos, no hay
cena entonces no tenemos ganas de jugar al dominó. Demás está decir
que cualquiera que fuera el resultado del juego, siempre quedaba pacta-
da la revancha. Tendremos ocasión, más adelante, de examinar en mayor
detalle ésta y otras situaciones cuando enfrentemos el problema de la
estructura social del sector.
Podríamos extendernos latamente en ejemplos de explotación del
sistema; sin embargo, los pocos que hemos entregado son bastante re-
presentativos de las "técnicas" más notables. Por otra parte, es necesario
86
agregar que no todos los internos tienen las mismas facilidades de acceso
a las diversas formas de ajustes y que las posibilidades se extienden en
una gama que puede partir de situaciones como las que ejemplificamos
con el caso de las "cenas nocturnas" hasta el extremo opuesto, como es
el lamentable hecho de los que buscan cáscaras de fruta, restos de ali-
mentos o bolsitas de té usadas u otros objetos, revolviendo los tarros de
desperdicios. ·
Una forma diferente de explotación que merece alguna atención es la
que tiene lugar entre los internos sobre la base del significado que puede
llegar a tener la simple presencia o la mirada en un lugar en que es muy
difícil el aislamiento entre los internos. Hay algunos que se especiali-
zan en hacer notar su presencia cuando otro está fumaqdo o comiendo
algo que proviene del exterior, hasta hacerse pagar su "retirada" con una
"corta", un cigarrillo entero o una "probadita" de lo que el otro disfruta.
El autor se vio en varias ocasiones en la necesidad de "retribuir" retiradas
de este tipo, incluso para poder estar con tranquilidad en los excusados.
Esta técnica, según pudo observar el autor, da sus resultados más óptimos
cuando s~ la aplica a los internos que llevan menos tiempo recluidos y no
tienen experiencias anteriores y especialmente en los recién llegados, pues
con el tiempo la mayoría logra "adaptarse" a esta situación y puede hacer-
se completamente indiferente o impermeable a la presencia y la mirada
de los otros.
Con seguridad, tal como afirma Goffman 105 , la manera más importan-
te de explotar el sistema es la obtención de una asignación explotable; es
decir, hacerse designar para algún trabajo a través del cual se tenga acceso
a ciertos ajustes o fuentes de ajustes secundarios. Sin embargo, en el sector
estas posibilidades son escasas debido a que en la práctica las actividades
organizadas de recreación, terapia ocupacional, trabajo fuera del sector y
otros son casi del todo inexistentes. Aun así, el interno que se encargaba
del lavado de los platos y ollas en el repostero podía obtener algunos
panes o frutas sobrantes, o en ocasiones, si le apetecía, alguna ración extra
o elegir de las comidas lo que más le gustara; además de estar en situación
de poder brindar a los otros internos algunos favores, tal como calentar un
poco de agua para té, café o simplemente afeitarse como "caballero". Otro
se hacía asignar para el aseo de los baños del interior, a los cuales el resto
de los internos no tiene acceso durante la mayor parte del día, lo que le
87
permitía darse algún tiempo para masturbarse con toda tranquilidad sin
que nadie llegara a importunarle 106 •
Este último ejemplo hace notoria la dificultad que se presenta para
discriminar, en cada caso concreto, la clasificación formal que se hace de
ellos; pues en la mayoría encontramos presentes casi todos los aspectos
o unos cuantos de ellos. Así, un ajuste visto en su totalidad puede invo-
lucrar una fuente de la cual se obtiene, un lugar para disfrutarlo, alguna
técnica de transporte y un lugar de depósito; sin embargo, vemos que
casi siempre alguno de estos aspectos predomina sobre otros permitiendo
caracterizarlo; no obstante, no debemos olvidar que esto depende en gran
parte del punto de vista que adoptemos para su descripción.
Lugares:
Los ajustes secundarios relacionados con el espacio son quizás los que
mejor marcan la diferencia entre personal e internos pues, en primer
lugar, llama la atención que el personal tiene acceso "legal" a todas las
dependencias del sector y sólo en lo que se refiere a las oficinas de los
médicos y la enfermera este acceso llega a tener una reglamentación im-
plícita, en la forma de un ceremonial que actualiza las diferencias de status
entre el personal; prácticamente no existe un espacio del sector al que,
legítimamente, no tenga acceso cualquier miembro del personal. Por el
contrario, los internos sólo pueden llegar a las dependencias del personal
en ocasiones explícitamente reglamentadas. En segundo lugar, el espa-
cio exterior al sector es totalmente inaccesible para casi la totalidad de
los internos y al contrario, obviamente, esta limitación no existe para los
miembros del personal.
Cabe entonces establecer, en un primer intento y a grandes rasgos,
una "geografía" desde el punto de vista de. los internos del sector, en
términos de la accesibilidad a las diferentes "regiones". Tomando en
cuenta que el marco de nuestra investigación es más estrecho que el
adoptado por E. Goffman -el suyo abarca todo un hospital psiquiátrico
y el nuestro sólo un "sector"- resulta de mayor provecho para nosotros
distinguir en primera instancia dos grandes "regiones geográficas": una
"región exterior", que es todo el "mundo" fuera de los límites estrechos
del sector, representados por altas murallas en el frente y al fondo, la
106 Todos los ejemplos están resumidos de las notas de campo del autor.
88
construcción que corresponde a los dos sectores vecinos por un costado
y por el opuesto el límite mismo del propio edificio del sector, quedan-
do, así, en el exterior, incluso, el resto del hospital; y una segunda "región
interior" que es todo el espacio que queda "dentro" de los límites que
ya señalamos. De los ejemplos que se han visto hasta ahora se deduce
que para los internos los desplazamientos hacia el espacio exterior son
limitados en extremo; agreguemos que en la mayoría de los casos esto
sólo es posible a través de elaboradas técnicas o arreglos en que se llega
a una especie de contrato tácito con los miembros del personal; o en
las ocasiones en que el interno debe asistir acompañado de un miem-
bro del personal a propósito de algún examen o trámite burocrático en
alguna otra dependencia del hospital, como es el caso de una electro-
encefalografía, por ejemplo. Otras formas de salida son posibles sólo
mediante una autorización escrita por parte del médico tratante o, en
casos excepcionales, de la enfermera del sector; se trata, entonces, de
una "salida con permiso" por una tarde, un día o un fin de semana. El
expediente extremo es conseguir el "alta" o la materialización de una
"fuga". Como nuestro interés central es el interior del sector, nos ocu-
paremos fundamentalmente, en esta parte, de una descripción de lo que
hemos llamado la región interior; sin embargo, podremos retomar este
problema más adelante, cuando contemos con los elementos suficientes
que nos permitan intentar la elaboración de una fenomenología de lo de
adentro y lo de afuera, circunscrita, por supuesto, a los límites naturales
de la presente investigación.
· Siempre considerando a los actores permanentes de la vida social del
sector - personal e internos-, podemos subdividir la región interna en:
uno, el espacio del personal, exclusivo en términos formales; y dos, el
espacio público. El espacio del personal incluye, en conjunto, las oficinas
de los médicos y enfermeras, el repostero, la sala de estar del personal y
el dispensario o "clínica" -que incluye el baño privado y bodega-; el con-
junto de estas dependencias está separado del resto del sector, en toda su
extensión, por ventanales, con excepción del repostero, que se encuentra
aparte, pero cuya única entrada es por el exterior del sector. El espacio
público, por otra parte, lo constituye todo el resto del sector: dormitorios,
comedores, patio, baños y, de manera un tanto particular, la sala de terapia
ocupacional - sujeta a continuas clausuras y litigios-. Aun cuando este
último espacio es donde se desarrolla la mayor parte -casi la totalidad- de
la vida de los internos, se justifica llamarlo público por la simple razón de
que los intern9s no tienen, legítimamente, ningún control del acceso que
89
el personal tenga a éste; por contraste, en ese sentido, el personal tiene un
absoluto y legítimo control del acceso al propio.
La descripción geográfica, un tanto pormenorizada, que se ha reali-
zado, se justifica, en prime·r lugar, si se pone atención en el hecho de que
representaba la materialización de una estructura de relación entre las dos
categorías de miembros de la institución; y, en segundo lugar, es la base
a partir de la cual se nos pueden hacer inteligibles las conductas de los
internos en tanto ajustes secundarios a propósito de los lugares.
Así, desde la perspectiva d~ los internos, encontramos que existen para
ellos, en primer término, lugares vedados a lo"s que pueden acceder sólo en
circunstancias excepcionales y en los que su presencia requiere de una jus-
tificación aceptable desde el punto de vista del personal. Esta justificación
la encontramos en el terreno de la "enfermedad". Es a través de ,la enfer-
medad que el interno "tiene o padece" que se verifica su encuentro con el
psiquiatra, la enfermera o el practicante jefe de clínica; está allí porque ha
sido llamado para controlar la evolución de su patología, para indagar uno
que otro detalle acerca de la historia de su enfermedad, para que le sean
administradas algunas indicaciones más o menos delicadas que ha pres-
crito el médico o cualquier otra razón por el estilo. Su presencia en otras
dependencias vedadas estará justificada porque está prestando un servicio
-en el repostero, por ejemplo-; sin embargo, si acudimos a la ideología
psiquiátrica, encontraremos que no se trata de un simple trabajo, sino de
"ergoterapia". En definitiva, tales lugares, vedados para su persona, no
son otra cosa que el lugar de tratamiento de su enfermedad. Para ilustrar
este punto baste recordar algunos párrafos del reglamento del sector que
transcribimos al comenzar esta parte.
Tenemos que en segundo lugar existe lo que denominaremos - en
concordancia con el término utilizado por Goffman- un espacio de
vigilancia.
"[ . .} área donde podía estar un paciente sin ninguna excusa espe-
cial, aunque sometido a la autoridad y las restricciones usuales en el
establecimiento" 107 •
Llegado a este punto, debemos introducir una variable que nos com-
plicará un tanto la estructura más o menos rígida que hemos estado
describiendo. El nuevo factor que debemos tomar en cuenta se refiere a
90
las constantes transformaciones que sufre, durante un día y aun a través
de la semana, este espacio de vigilancia. Pues de otro modo se nos descu-
bre que tal espacio abarca la totalidad del sector, con exclusión de lo que
delimitamos como lugares vedados, y nos encontraríamos que, de verifi-
carse cabalmente tal vigilancia, cualquier tipo de ajuste secundario sería
casi del todo imposible. En la realidad ocurre que de hecho la vigilancia
no es en todas partes la misma y la atención del personal se despl~za con-
tinuamente en su labor inspectiva, haciendo dificultosa, en la realidad, la
creación, por parte de los internos, de rutinas con cierta estabilidad, con
carácter de secretas, que se pudieran adscribir a lugares precisos y fijos. A
tal tipo de lugares se refiere E. Goffman con el nombre de lugares libres;
lugares que, por cierto, se pueden encontrar fácilmente multiplicados si
el contexto de la investigación se extendiera a la totalidad del Hospital
psiquiátrico, pero que en el contexto de un estrecho sector como el que
nos ocupa pueden aparecer casi inexistentes.
Sin embargo, ambos términos nos serán de una inestimable utilidad si
nos valemos de ellos a la manera de un par contrapuesto que nos permite
comprender cada situación particular de acuerdo a la presencia o ausencia
de algún miembro del personal. Para nuestros propósitos, entonces, pre-
senta mayor utilidad definir un lugar libre como: "cualquier espacio en el
cual el interno pueda sustraerse por un tiempo relativamente largo a la
mirada y/ o el oído de los miembros del personal".
En primer término se puede observar una serie de técnicas de disimulo;
recursos mediante los cuales el interno puede mantener una actividad
ilícita o permitirse expresiones respecto de la situación o el personal que
si no están expresamente prohibidas por lo menos su descubrimiento
significaría un empeoramiento de la situación del interno. De frente a
un miembro del personal se puede asentir sumisamente a las órdenes o
indicaciones de éste mientras, con las manos en la espalda, se le puede
dedicar una "tapa", visible para los otros internos presentes; con un rápido
movimiento de la mano puede parecer que el interno traga obediente-
mente sus medicamentos y en realidad no estar haciéndolo; otro par de
internos, diestro en el manejo de alusiones y expresiones de doble sentido,
mantiene en presencia de la enfermera bajo la apariencia de una inocente
conversación una pormenorizada evaluación de sus atributos femeninos
o de sus capacidades amatorias; mientras se aparenta una interesada ac-
tividad de aseo en el fondo del patio en realidad se está esperando el
momento oportuno para una fuga; o en un día de visitas otro se va con
éstas, pasando_ante las narices del auxiliar que vigila la salida; o como en
91
el caso del autor, aparentando llevar un diario de vida, tal como lo hace
uno que otro interno, se pudo en realidad tomar apuntes aun en presen-
cia de los miembros del personal, o tomar fotografías con una máquina
pequeña en los breves instantes en que el personal o los internos volvían
la vista.
Luego, en cuanto a lo que con propiedad podríamos llamar lugares
libres, había un dormitorio individual en desuso que servía para guardar
catres y colchones estropeadps además de algunos implementos de aseo,
cuya puerta sin cerradura se podía abrir con un hábil golpe en su parte
inferior. Aún cuando el personal trataba de mantener una estrecha vi-
gilancia sobre éste, la mayoría de los internos podíamos colarnos a este
cuarto, cuyas ventanas daban a un patio de mujeres, y ocultos detrás de un
montón de colchonetas se podía pasar una o dos horas -por turnos- en
amena conversación, intercambio de recados, encargo de compras para
uno u otro lado y, en ocasiones, más de algún paciente mantener por este
procedimiento un estrecho interludio amoroso sólo separado de su con-
quista por los desnudos marcos de la ventana108•
Funciones análogas podían cumplir un par de dormitorios de a dos
que tenían una ubicación muy parecida al anterior; sin embargo su uso
por el resto de los internos estaba restringido por la necesidad de llegar
a un trato con los ocupantes legítimos, muy reticentes a correr riesgos en
este sentido. U na buena conquista en cuanto a ajuste fue la conseguida
por un par de compinches de aventuras: de la asignación de uno de estos
dormitorios.
En el patio del sector había también un cuarto completamente cerra-
do, con excepción de la puerta inexistente que servía de depósito a una
serie de desperdicios. Se contaba que hace unos cuantos años era una
celda de aislamiento. Tal cuarto era utilizado por algunos internos para
echar una siesta o simplemente mantener una relajada conversación, en
el convencimiento de que no serían mayormente molestados, debido a la
creencia general de que allí estaba infectado de pulgas y otros parásitos,
creencia que sus usuarios no se cuidaban de desmentir109 •
Otro espacio que servía frecuentemente como lugar libre eran los
baños, a pesar de toda la incomodidad que representaba el mal olor. Sin
embargo, éstos tampoco escapaban a la ocasional inspección por parte del
personal; no obstante, brindaban la oportunidad de fumar con tranquili-
92
dad, a salvo de otros pacientes, un par de cigarrillos, un "pito" entre dos o
tres y de vez en cuando tomar un par de "tragos" 110 •
Debemos señalar que prácticamente cualquier rincón o sector de ·lo
que hemos llamado espacio público puede, en algún momento, desem-
peñar para un interno la función de lugar libre, con diversos grados de
dificultad. Asimismo, hubo ocasiones en que algunos internos lograron
crear lugares libres, de manera excepcional, es cierto, aún en: el sector de
la geografía que denominamos espacio vedados -o del personal-. Uno
o dos internos lograban interesar a la enfermera en una conversación
informal en su oficina y así permanecer en ésta por un par de horas a
resguardo del resto del personal, además de poder relajarse fumando
tranquilamente a salvo de los "macheteros" más pertinaces; si se llegaba
a lograr suficiente confianza de la enfermera se podía compartir con
ella un café y aun conseguir quedarse en la oficina en ausencia de ella
por medio de una autorización que el resto del personal exigía cada vez
en forma más explícita y haciendo notar su desacuerdo. El autor pudo
contar en varias ocasiones con este lugar libre y así pudo sustraerse del
sector y su situación en los momentos en que más necesitó una forma
de evasión.
Tenemos que indicar, en este sentido, que la función más 'obvia que
cumple un lugar libre es que permite mantener o expresar una actividad
ilícita en el contexto del sistema semi-oficial que rige la vida social en el
interior de la institución, pero, al mismo tiempo, y en ocasiones casi ex-
clusivamente, cualquier ajuste secundario, y de manera particular un lugar
libre, permite una evasión de la realidad y condiciones del sector. Un lugar
libre es siempre un espacio que permite por un momento tener la ilusión
de encontrarse en un lugar diferente y en una situación diferente. Son
lugares donde se puede fumar, comer, conversar, fumar un pito o cualquier
Así, vemos que hay una serie de oportunidades en que la sola finali-
dad del acceso o consecución de un lugar libre' es permitir esta evasión.
Paradojalmente, se despliega en ocasiones una cantidad de esfuerzos para,
por último, hacer en forma secreta las mismas actividades que podrían
hacerse en público, en el contexto del sector.
La rutina de los desplazamientos diarios y obligatorios para los in-
ternos del sector son ocasión para que la geografía propia de los lugares
110 Idem.
93
libres sufra, asimismo, regulares modificaciones. En la mañana, des-
pués del desayuno, toda la región que comprende los dormitorios y los
baños del interior quedaba cerrada para los internos, los que debían
permanecer en el patio o en el comedor. La mayoría de las veces éste
también se cerraba, quedando reducido el espacio legal sólo al patio.
Así, las dependencias cerradas se convertían, para algunos internos que
lograban acceder a ellas por diversos medios, en lugares libres. De modo
opuesto al cerrarse el pati~, al atardecer, cuando estaban abiertos co-
medor y dormitorios, a su vez era el patio el que podía servir de lugar
libre. Además, con ocasión de las horas de visitas, en los días correspon-
dientes, los internos que no eran visitados debían permanecer en los
dormitorios, por lo cual poder llegar al patio, por ejemplo, se convertía
en un buen arreglo, al que se le agregaba la ventaja, para algunos, de qu.,e
se podía obtener algún regalo o simplemente conversar con las visitas
ajenas hasta que se era sorprendido por algún auxiliar y devuelto a los
dormitorios . Después de la hora de recogida por la noche, para algunos
el permanecer un par de horas en el comedor, aún a oscuras, represen-
taba un perfecto lugar libre.
Podemos señalar que tales desplazamientos en la rutina del sector
no sólo podían convertir una región completa en un lugar libre, sino
que, además, dificultaban o hacían de más fácil acceso otros lugares más
precisos.
Podríamos redundar si nos extendemos en mayores detalles o ejemplos
de lugares libres. Con lo que tenemos hasta ahora nos podemos formar
una idea más o menos exacta de los tipos y ventajas que presentan estos
lugares. En este punto debemos hacer explícito un hecho que se deduce
fácilmente de lo que hemos expuesto~hasta ahora: no todos los internos
tienen las mismas posibilidades de acces<? a los mismos lugares libres.
No obstante que una gran parte de éstos lugares sea accesible a todos los
pacientes o puedan ser ocupados por cualquiera que lo desee, con una
observación más .atenta se descubre que existe otro tipo de lugares de
carácter más exclusivo que puede ser asociado a determinados grupos o
categorías de pacientes, o a algunos internos individualmente, y que aún
más, el acceso a los lugares no exclusivos obedece, también, a una sutil
reglamentación implícita.
Sólo estaremos en condiciones de comprender cabalmente y de una
manera más amplia este problema, como para intentar una descripción
apropiada, cuando nos enfrentemos al problema de la estruct~ra social y
las complejidades de los diferentes status de los internos. No obstante, en
94
este momento, podemos describir con alguna claridad, formalmente, lo
que llamaremos territorios de grupos y espacios privados m.
En primer lugar, podemos recurrir a Goffman para clarificar la dife-
rencia entre el tipo general de lugares libres y un territorio de grupo:
"El tipo de lugar libre considerado hasta ahora, corresponde a una cate-
goría precisa. El paciente que usaba ese lugar debía entender que otros
pacientes, con quiénes no lo ligaba ninguna relación particular, tam-
bién querrían o podrían tener acceso a él: el exclusivismo y el sentido de
posesión quedaban descartados. Sin embargo, en algunos casos un grupo
de pacientes unía, a su derecho de acceso a un lugar libre, el derecho del
propietario a vedar ese acceso a todos los otros pacientes, salvo formal
invitación. Aquípuede hablarse de territorios de grupo" 112 •
111 Utilizamos los mismos términos de Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu,
1970, p. 241.
112 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 241.
113 Notas de campo del autor.
95
oficial. Este derecho parecía acentuarse con la importancia reconocida de
los diferentes asociados en sus respectivos dormitorios; la situación era
más o menos: un personaje importante tiene derecho a recibir sus amis-
tades en su dormitorio 114 •
Se podían ver en los comedores otros territorios de grupo. Sin que
hubiera una asignación oficial por parte del personal de los lugares de
los internos en las mesas, éstos tienden a ejercer un derecho de propie-
dad sobre ellos y las sillas c9rrespondientes. Debe hacerse notar que esta
ocupación no era una simple extensión de propiedad de los miembros de
un dormitorio, pues los grupos del comedor estaban constituidos, a este
respecto, de manera bastante heterogénea.
"El grupo con el cual comparto la mayor parte del día posee una espe-
cie de derecho de dominio de las dos mesas ubicadas en el ángulo más
protegido del comedor. Poco a poco se ha ido construyendo un rincón
íntimo con los mejores elementos de que se puede disponer: las mesas
cubiertas con los mejores manteles -después de cambiarlos por los de
otras-; las sillas son las de mejor calidad por sus asientos y respaldos de
espuma; en la superficie del hueco de la ventana se puede dejar algunas
pertenencias tales como jarros, la caja del té, naipes, etc. El límite se
extiende hasta un radio de unos dos metros más allá del espacio ocupado
por las mesas. En la práctica nadie del grupo debe preocuparse de ocupar
rápidamente un lugar, muy pocos se atreverían a usurparlo, y de ocurrir
siempre habrá alguien del grupo que se encargará de poner las cosas en
su lugar" 115 •
114 Idem.
115 Idem.
96
grupo se relaciona directamente con la existencia de verdaderos grupos
con relaciones entre sus miembros que vayan más allá de la designación
o identificación como grupo por un agente externo a él, como es el caso
de la contingencia externa que significa el pertenecer al primer, segundo
o tercer dormitorio.
El grupo de la sala de terapia estaba compuesto casi por los mismos
miembros de las cenas nocturnas y los de las mesas del rirrcón; tales in-
ternos, incluido el investigador, eran los que controlaban, asimismo, la
mayoría de los juegos de que se disponía en el sector. Tendremos oportu-
nidad, más adelante, de referirnos extensamente a este grupo en referencia
a la estructura social de los internos del sector.
116 Idem.
97
':Aquí va implícito un continuum, con un verdadero hogar o nido en
un extremo, y en el otro una simple locación o sede de refugio, donde el
individuo se siente tan protegido y satisfecho como es posible estarlo en
ese ambiente. En los hospitales psiquiátricos e instituciones similares,
el tipo básico de territorio personal es, quizás, el dormitorio privado,
oficialmente accesible para un cinco o diez por ciento de la población
de las salas. En el Hospital Central solía concederse, a cambio de cierta
cantidad de trabajo efectuado en la sala" 117 •
"Desde que B ... logró que lo asignaran a uno de los dormitorios de a dos
se ha empeñado en ornamentar con afiches y fotos sacadas de revistas
o diarios la pared que le corresponde; ha llegado incluso a pedirme que
haga algunos dibujos para él Al principio tuvo que compartirlo con
R, .. , pero como no le gustaba su compañía consiguió que lo cambia-
ran por otro con el cual mantiene mejores relaciones. Me ha invitado
a conversar varias veces a su cuarto diciéndome que allí se siente como
en su casa, que le folta poco para que se parezca al dormitorio que tiene
allá" 118 •
98
"M. .. se mueve rara vez de su silla ubicada de espaldas a la venta-
na de las mesas del rincón; se levanta de allí sólo para ir a los baños;
ocasionalmente para ir a dormir una siesta, ocasionalmente, porque la
mayoría de las veces duerme allí sentado; y definitivamente deja su
asiento en la noche para ir a dormir. Al alcance de su mano, en la ven-
tana, tiene su cuchara, jarro, té, azúcar y una que otra fruta. Alega que
ningún otro lugar tiene interés para é/" 119 •
Depósito y transporte:
119 Idem.
99
"En la vida diaria, las posesiones legítimas que se emplean en los ajus-
tes primarios se guardan, cuando no están en uso, en lugares seguros
especiales, que pueden obtenerse a voluntad (botineras, gavetas, cajones,
cajas fuertes, etc.). Estos lugares de almacenamiento protegen al objeto
de daño, apropiación o uso indebido, y permiten al usuario ocultar de los
demás lo que posee. Más aún; pueden representar una extensión del yo
y su autonomía, y van adquiriendo mayor importancia a medida que
el individuo pierde otros reservorios de su personalidad Si una persona
no puede reservar nada exclusivamente para sí misma, si todo lo que
usa es usado también por otras, pocas posibilidades tendrá de protegerse
contra la contaminación social de Otros" 120 •
100
por otros internos o el personal, por lo cual lo más seguro seguía siendo
andar con la mayor cantidad de propiedades encima.
Un buen ejemplo de escondrijo fijo lo encontramos en una novela
autobiográfica de Dostoievski:
"Bueno: pues a aquel viejecito, poco a poco, fueron todos los presos con-
fiándole su dinero para que se lo guardase. En elpresidio casi todos eran
rateros; pero de pronto, todos, no se por qué, adquirieron la convicción
de que aquel viejo no podía robarles. Sabían que él también ocultaba en
algún sitio las cantidades que le enviaban de casa; pero en un lugar tan
seguro, que no era posible descubrirlas. Más adelante a mí y a algunos
de los polacos nos reveló su escondrijo. En una de las estacas de nuestra
cerca había brotado una agalla que, al parecer, se había hincado firme
en el tronco. Pero él levantó la agalla, y quedó al descubierto un gran
hoyo. Allí era donde el abuelo ocultaba su dinero, volviendo a colocar
luego en su sitio la agalla, de modo que nadie nunca pudiera sospechar
lo más mínimo" 121 •
101
Algunos pacientes confeccionan una bolsa bastante adecuada con un
chaleco o una camiseta y en ella ponen todas sus pertenencias menu-
das: pedazo de espejo, peineta, alguna fruta, pedazos de pan, un trozo de
diario, etc., y van con ella a tódas partes, tal como si le hubiera crecido un
agregado a su brazo.
Hay un interno que lleva colgados de su cinturón (para el caso un
simple trozo de cáñamo) una bolsita con azúcar y té, un jarro y otra bolsa
un poco más grande que nunca he visto abierta, pero que presumo con-
tiene, entre otras cosas, pan y algunas frutas; después de observarlo por un
tiempo he descubierto que guarda algunos billetes en la entresuela de sus
zapatos y que siempre lleva una cuchara grande y una chica en un bolsillo
interior de su vestón.
"F. .. siempre lleva puesta una gorra de lana en cuyos bordes plegados
guarda algunos cigarrillos. Otro guarda una cajetilla en los calcetines,
bajo el pantalón. Hay un paciente que siempre anda forrado en diarios
y revistas, los que cuando no está leyendo le hacen parecer que lleva una
armadura bajo la chomba. Otros dos, para no tener problemas con todas
sus prendas de vestir, las llevan todas puestas al mismo tiempo; dos o
tres pares de calcetines, dos chalecos y dos vestones, por lo general,· con
cualquier temperatura y a cualquier hora, aun durante el sueño" 123 •
123 Idem.
124 Idem.
102
del material o elemento del ajuste desde la fuente en que se lo obtiene
-sobre todo si la fuente es del exterior- hasta el lugar en que se lo con-
sumirá o usará. Debemos indicar, en primer lugar, que de modo general
la mayor fuente de materiales del exterior son los familiares y los amigos
de los internos en los días de visitas; sin embargo, las cosas que llegan
por este conducto casi nunca son las que no permite la institución, y las
que precisamente más interesan a los internos son aquellas sobre las que
pesa la prohibición; entonces, si bien este conducto tiene importancia
por lo cuantioso de lo que ingresa, no la tiene mayormente por la cali-
dad. Sin embargo, también tiene posibilidades de ser explotado en este
último aspecto: el interno que fabricaba alcohol de frutas pedía a sus
familiares que de preferencia le trajesen uvas o naranj~s; el que fabricaba
los cigarrillos de cáscaras de plátano por su parte hacía lo mismo. De esta
manera las visitas contribuían a la vida secreta del sector sin darse cuenta
o proponérselo.
Otra manera de ingresar materiales permitidos era a través de los en-
cargos que se podía hacer al personal o a los internos con autorización
para salir del sector diariamente o en las salidas de fin de semana. En
diferentes oportunidades, se podía también recurrir a algún interno de
los sectores vecinos, podían cumplir el encargo ellos mismos o un tercero
de su sector que pudiera hacerlo. Los encargos más comunes en todos
estos casos eran cigarrillos, cecinas, pan, bebidas sin alcohol, máquinas de
afeitar desechables, etc.
De una u otra manera todos los sistemas de transporte vistos hasta
ahora son legítimos, pero como cualquier otro aspecto de la vida del
sector podían ser utilizados para transportar mercaderías ilegítimas, como
el caso del alcohol y la yerba.
Si el que podía salir de compras era de confianza, mejor aún si per-
tenecía al propio grupo, se le podían hacer algunos encargos delicados;
con mayor seguridad cuando los que salían eran dos: de esta manera, si
las compras eran afuera del recinto del hospital, dentro de una inofensi-
va Coca-cola familiar se disimulaba el contenido de una botellita de un
cuarto litro de coñac, gin, o algún whisky barato. El autor tuvo oportuni-
dad de participar en una que otra de estas escaramuzas.
Cuando la salida era al centro de la ciudad o se disponía de una tarde o
más de permiso, y el afortunado tenía contactos afuera ya se podía ingre-
sar alguna pequeña cantidad de yerba disimulada entre los cigarrillos.
Si bien los ejemplos que hemos mencionado eran excepcionales,
tienen importancia desde el punto de vista del manejo de su situación en
103
el interior, que es posible de conseguir para algunos pacientes en cuanto
se aprende el funcionamiento de la institución.
Otros elementos que se transportaban de manera muy usual entre un
sector y otro eran mensajes o noticias. En un lugar en donde los limites
en el espacio imponen drásticas restricciones para la comunicación entre
los internados, en diferentes sectores aparecería como inconcebible que
hombres y mujeres, aún con uno o dos edificios entremedio, pudieran co-
ordinar sus salidas y de esta manera realizar unas cuantas citas amorosas,
si no existieran algunos canales de comunicación que lo permitieran.
Las formas más simples de comunicación en este sentido se daban a
través de las ventanas que comunicaban con el sector de mujeres por un
lado y con un sector de hombres por el otro, esta comunicación podía ser
cara a cara o a través de cartas que recorren a veces antes de llegar a su
destino por cuatro o cinco personas de varios sectores diferentes. El autor
pudo obtener una buena colección de estas cartas, pidiéndolas con algún
pretexto a sus propietarios. Como ejemplo baste una125 :
Santiago . ..
Querido:
125 He preferido conservar la ortografía y sintaxis, omitiendo sólo los nombres y lugares
a que hace referencia.
104
E. ..pon de tú parte para que salgas luego amór, y no te olvides de mi
porque te quiero y te nesecito yo y el niño o niña que viene en camino, yo
estoy sin tratamiento me lo suspendiera por el embarazo.
Chaó
105
índice y el mayor sobre los labios ya significaba un cigarrillo entero. En la
mayoría de los casos estos gestos convencionales parecen cumplir la fun-
ción de permitir una petición sin arriesgarse a una negativa visible para
otros o, en caso de una negativa visible, el aparecer ante testigos como
no habiendo hecho tal petición. En la práctica, con elementos expresivos
como éstos se podía pedir o denegar casi cualquier objeto o favor: un
pedazo de pan o fruta, el resto de la comida de un plato, un lugar en una
banca o una mesa, que alguien dejara de tapar el sol, etc. 126
II
126 Idem.
106
menos en algunos de sus aspectos, comprensible desde un punto de vista
psicosocial.
La segunda cara que presenta este concepto, ahora en el contexto social
del sector, y especialmente para el personal, es la gran estabilidad o resis-
tencia a cualquier posibilidad de modificación. Los ajustes secundarios
son percibidos por el personal principalmente en términos de su "rareza"
o "bizarrería". Mientras más limitadas son las condiciones de vida, más
"extraña" puede parecer la conducta de los internos, y los ajustes secunda-
rios, que en definitiva significan un intento de superación de la condición
social sufren una alteración (en el sentido de alteridad, otredad) por parte
del personal, y son vistos como una prueba justamente de lo contrario,
una prueba de "enfermedad" que justifica la internación. A este respecto
el concepto social de la naturaleza de la locura tiene un sistema propio de
retroalimentación.
Otra característica que se deja ver en los ajustes secundarios, tal como
los hemos descrito hasta ahora, es que pueden ser vistos de acuerdo a la
postura frente a los otros internos que pueden requerir su aprovecha-
miento. En este sentido podemos discriminar dos tipos de ajustes: uno,
aquéllos que no pueden ser, eventualmente, utilizados por cualquier in-
terno y, así, su aprovechamiento requiere de una vigilancia especial para
que otros no lo saturen, y en cierto modo agoten el ajuste o práctica. El
mejor ejemplo de esto puede verse en la práctica que llamamos las cenas
nocturnas; este ajuste se mantenía con la condición de que los mismos
internos que usufructuaban del arreglo mantuvieran a otros fuera de éste
o al margen, pues su extensión a otros significaba la pérdida del ajuste,
éste se mantenía sólo por su calidad de excepción y su extensión no podía
ser tolerada por el personal, que manifestó en varias ocasiones y de di-
ferentes maneras esta condición. El segundo tipo de ajustes, desde este
punto de vista, son aquellos que siendo prácticamente inagotables no re-
quieren de esta vigilancia especial; como ejemplo tenemos todos aquellos
ajustes de depósito y transporte ligados directamente al propio cuerpo y
vestimentas.
Resulta evidente que ambos tipos necesitan de una adaptación di-
ferente de parte del interno respecto de sus compañeros de situación.
La diferencia fundamental es que el primero incluye explícitamente
la posibilidad de solidarizar con la situación de otro, siendo así que
en el segundo esta posibilidad pudo mantenerse latente o incluso no
expresarse.
107
La importancia de hacer notar esta distinción entre los ajustes secun-
darios sólo mostrará su fecundidad cuando nos aboquemos al examen de
la estructura social del sector, baste por ahora dejarlos señalados.
Los ajustes secundarios forman, por decirlo así, el segundo paso, ne-
cesario, en el intento de comprender un sistema social como el que nos
ocupa; sin embargo, tal como hemos ido anotando en diferentes ocasio-
nes, una comprensión más totalizadora sólo es posible, en nuestro caso,
si ampliamos nuestro campo de observación de modo que éste inclu-
ya la ordenación social del sector en una doble perspectiva, estructural y
dinámica.
E. Estructura social
''Es preciso que el loco lo siga siendo, que el guardián sea siempre tal,
pero que intercambien, sin embargo, un conjunto de signos que les per-
mitan determinarse entre sí. (Un enfermo decía: "Si no fuéramos locos,
ustedes no existirían"}. Pero cuando Yo y Tú se encuentran, la caracte-
rística esencial de su diálogo es que éste implica un cambio para ambos.
En el ideal del asilo sería menester interdeterminarse sin producir una
modificación mutua" 127•
127 J. Hochmann, Hacia una psiquiatría comunitaria. Buenos Aires: Amorrortu, 1972,
pp. 93-94.
108
En la interacción entre personal e internos, usando la terminología
de Goffman 128 , pareciera existir una constante alienación respecto de la
comunicación; los modos más comunes por los cuales se presenta esta
mala participación en la interacción es a través de tres formas normales
de participación alienadora.
-Conciencia de sí. El individuo puede concentrar en tal medida su
atención en la calidad de su participación en términos de si le va bien
o mal en ella, que disminuye en gran medida su atención en el mensaje
mismo de la comunicación. Esta disrupción de la comunicación se puede
observar tanto de parte del personal como de los internos.
"Cada vez que F. .. juega pin-pon, damas o al naipe con alguno de los
auxiliares, les gana al final de cuentas; cuando ocurre, éstos se notan
muy turbados y se explican a sí mismos, llegando a hacerlo en voz alta,
las probables causas de tal derrota -con razones tales como: hace unos
cuantos días que ando muy preocupado, anoche no pude dormir y ando
cansado, o, no he podido concentrarme, etc.-" 129 •
109
mentado que para que un paciente se dirigiera a él debía tratarle de
señor" 130•
130 Idem.
131 M. Coate, Más allá de la razón. Buenos Aires: Amorrortu, 1975, p. 167.
110
superación imaginaria de ella. Uno de los temas de conversación más
populares entre los grupos de internos está constituido por suposiciones
y conjeturas acerca de la vida privada de los miembros del personal: que
éste o el otro es homosexual, que ésta o la otra es amante de tal o cual, etc.
Probablemente la más alta aspiración en este sentido sea la que el autor
tuvo oportunidad de observar entre los pacientes del sector:
111
ordenadas. La llegada de las visitas es esperada con ansiedad, son mu-
chos menos los que duermen la siesta. Se consulta la hora; como ningún
paciente tiene reloj, algunos hacen conjeturas acerca de la hora probable
o se tiene la suerte de escucharla en el único radio, de propiedad de un
interno, que hay en el sector. Los paseos por el patio y el pasillo de los
dormitorios adoptan un ritmo más rápido que de ordinario, mientras
se consultan unos a otros acerca de si esperan ser visitados o no, las
normas exigen simpatizar con los desafortunados y desearle suerte a los
esperanzados "133 .
133 Idem.
134 Idem.
112
o amigos, que, cuando son un grupo más o menos numeroso, se entretie-
nen en una conversación entre ellos que generalmente es un recuento de
enfermedades y defunciones de la parentela y amigos" 135 .
"Después de que se han marchado las visitas, aquellos que no fueron vi-
sitados reciben un trato más cariñoso de parte de los más afortunados; es
corriente ver que se regalan cigarrillos enteros con más facilidad que en
otros días; los mismos pacientes que antes pedían con molesta insistencia
ahora dejan largas colillas para otros que ni siquiera se las piden; otros,
que aunque no fueron visitados, han obtenido algunos cigarrillos, por
propia iniciativa le dan una "pitada" a otro con menos suerte; se ajustan
las cuentas de los préstamos ''respaldados" por el día de visitas que se
han hecho los días anteriores. Comparado con otros días, hoy reina la
abundancia y el desprendimiento" 137•
JI
Se han delimitado hasta ahora las tres categorías de miembros que con-
tribuyen a estructurar una realidad social común en el sector; se ha consi-
135 Idem.
136 M. González, C. Munizaga y otros, Consideraciones sobre la visita de parientes y amigos
a las enfermas mentales. Centro de estudios antropológicos, U. de Chile, Facultad de
Filosofía y Educación, pub. 19, 1970.
137 Notas de campo del autor.
113
derado que éste era un paso necesario para llegar al examen de la estruc-
tura social que es específica de los internos.
A medida que hemos ido conociendo los diferentes tipos de ajustes
secundarios más comunes y/o más notables que se encuentran en e~ sector
se ha visto que la mayoría de éstos, como también en general lo que hemos
llamado la vida social del sector, presuponen un tipo de orden social entre
los internos. Pero, al mismo tiempo, no se puede dejar de notar que este
orden social más o menos complejo en gran parte tiene el carácter de no
explícito y está constantemente amenazado por la disolución y la con-
secuente caída a un tipo de relación más básica; tipo de estructura, ésta,
que parece subyacer permanentemente como posibilidad a la que pueden
regresar otros tipos de organización parcial de los internos del sector.
Con seguridad el orden social más básico que se puede describir en el
sector se puede observar en el fenómeno que aparece inmediatamente al
observador más o menos atento en los pasillos y espacios abiertos, espe-
cíficamente en el patio:
138 Idem.
114
espera que sólo se rompe con ocasión de eventos más o menos importan-
tes en la rutina del interno, tales como las comidas, la hora de las pastillas
y en las visitas de parientes y amigos, pero que recomienza cada vez, ver-
dadera caricatura de los paseos en una plaza de pueblo, muestra de una
manera muy gráfica la estructura básica que adopta la relación entre los
pacientes.
En primer lugar, este tipo de relación es el más semejante a una pura
relación de exterioridad de dos objetos que no pueden ocupar el mismo
espacio debido a simples leyes físicas.
139 R. Laing y D. Cooper, Razón y violencia. Buenos Aires: Paidos, 1972, p. 102.
115
en serialidad. Para comprender el colectivo, hay que comprender que
este objeto material realiza la unidad de interpenetración de los indi-
viduos en tanto que seres-en-el-mundo-Juera de sí en la medida en que
estructura S!I-S relaciones de organismos prácticos según la nueva regla
de la serie" 140 •
140 J.
P. Sartre, Crítica de fa razón dialéctica, Tomo I. Buenos Aires: Losada, 1970,
pp. 395-396.
141 J. P. Sartre, op. cit., pp. 396-397.
116
está enfermo de los nervios, pero que los demás sí están locos, cada uno
pide el alta para hoy o mañana, pues tiene asuntos urgentes que atender
afuera, si dos pacientes se juntan a conversar hablan de lo que hacían
antes y de lo que harán después de este desafortunado paréntesis en sus
vidas, etcétera.
No debemos olvidar, por otra parte, que esta especie de "desolidari-
zación'' se impone como una adaptación a una estructura y condiciones
dadas previamente; de esta manera el interno realiza en su praxis indivi-
dual la inercia de una materialidad práctico-inerte que en su experiencia
aparece como las condiciones concretas del sector.
117
ventana del repostero; otro tanto ocurre con los medicamentos. Es decir,
las personas pueden ser perfectamente intercambiables. Ésta es la segunda
característica.
118
"En una multiplicidad, en circunstancias particulares, el otro puede con-
vertirse en el ser poseído en común por todos. Este otro serial es un objeto
práctico-inerte. [ . .] Sea como fuere, la unidad de la serie se encuentra
siempre en otra parte. Cuando esta alteridad serial es ella misma el
vínculo de la serie, el conjunto es una totalización de huida" 144•
':A pesar de que N . . mantiene algún tipo de relación con algunos del
grupo de la mesa del rincón, no tiene derecho a sentarse en tal mesa.
Hoy ocurrió que al quedar una silla desocupada, aún cuando había es-
pacio sobrante en otras mesas, un auxiliar lo obligó a sentarse allí y
a los del grupo les obligó a aceptarlo. 'Cualquiera se puede sentar en
donde haya una silla vacía'. El almuerzo se hizo en un silencio lleno de
resentimiento" 145 •
111.
Se ha observado que la estructura social que sirve de base para una orga-
nización más compleja de los pacientes está caracterizada por la soledad
y la intercambiabilidad de los sujetos; rasgos que corresponden al tipo
de colectivo que Sartre denomina una serie. De modo simple, se puede
119
decir que la serie es la estructura social provista por el sector, respecto
de relaciones sociales entre los internos. La serie es algo dado; podemos
establecer, así, un paralelo entre lo que llamamos las condiciones dadas
en el sector y la estructura serial. La adaptación rigurosa del interno a es-
tas estrechas condiciones materiales y sociales configura entonces lo que
hemos llamado un ajuste primario del sujeto a la institución. Debemos
entender que esta correspondencia no sólo es formal y exterior, sino más
bien que se trata de una misma cosa vista desde dos ángulos; determinada
disposición de las condiciones materiales del sector obedece a una con-
cepción de la naturaleza de los usuarios de tal materialidad, tanto como
individuos como colectividad.
Sin embargo, del mismo modo que las condiciones materiales se
diversifican y enriquecen a través de lo que hemos llamado los ajustes se-
cundarios, la estructura social de los internos sufre una evolución parcial
en algunas de sus partes con la aparición de diversas formas de asociación
entre ellos.
De esta manera, podemos observar que los internos llegan a distribuirse
entre sí los recursos del sector de una manera diferencial, estableciéndose
una estructura de privilegios basada principalmente en el prestigio de
cada uno de los internos.
146 Idem.
120
participación en la vida del sector; dicho de modo diferente, algún grado
de reconocimiento de la situación común compartida.
Un aspecto que reviste especial relevancia en la escala social del sector
son los signos o atributos que resultan preponderantes en la determina-
ción del status de un interno cualquiera. Nos referimos directamente a
aquellas características observables que pueden ser consideradas como
indicadores más o menos fieles de la importancia social que una persona
se atribuye o eventualmente le es atribuida.
En primer lugar, encontramos que uno de los factores que puede con-
tribuir a la obtención y mantención de un status relativamente alto es la
"fuerza física" o "capacidad de combate" con que pueda contar un interno.
Las formas en que la fuerza puede ser utilizada puede ir desde la simple
ostentación y eventualmente la aplicación de unos cuantos golpes a uno
que otro del resto de los internos, hasta complejas asociaciones en que
algún interno puede proveer al "fuerte" de algunos recursos materiales a
cambio de "una protección incondicional". No está demás ·el insistir en
que esta especie de convenio de protección, por lo menos en el sector,
nunca aparece abiertamente como tal, y es común encontrarlo bajo la
apariencia de amistad o la simple simpatía mutua; de modo que, incluso,
cualquier especie de retribución de la protección se efectúa en la forma de
un intercambio de muestras simbólicas de amistad.
Sin embargo, uno de los modos más extendidos de utilización de la
fuerza física es la coerción privada:
121
Aun cuando pudiera pensarse que los factores inhabilitantes en este sen-
tido pueden provenir casi exclusivamente del tipo y grado de patología
del interno en cuestión, el autor tuvo ocasión de constatar que en este
sentido las causas de inhabilitación más frecuentes provienen de la medi-
camentación que reciben gran parte de los pacientes; fundamentalmente
neurolépticos y terapia electroconvulsiva.
La forma en que la terapia de electroshock, algunos neurolépticos y
en ocasiones la "camisa de fuerza" afectan, inhabilitando la capacidad de
desplazamiento y la destreza física en general, es evidente. En el sector,
tanto la mayoría del personal como los internos conocen las expresiones
que se reneren
L'. a t al tipo
. d e s1tuacwnes:
. . que d ar "1ona" , an d ar "eh ato" , "ma-
quineado", estar con la "guagua", etc.
En otros aspectos más elaborados de la habilidad general de un in-
terno para la vida social en el sector, esta situación puede revestir ribetes
humorísticos:
122
Respecto del aporte de recursos materiales nos extenderemos en
mayor detalle en los dos puntos siguientes; aquí, bástenos señalar que
estos recursos pueden ser destinados por el interno para su propio con-
sumo o uso, contribuyendo así de manera directa a elevar su nivel de
vida, para el intercambio económico con otros internos de éste u otros
sectores o para una forma esencial de intercambio. El objeto puede valer
menos por su valor real, ya sea fuera o dentro del sector; que por su valor
simbólico potencial al ser usado como muestra de afecto, consideración
o respeto al prestarlo o regalarlo a otro interno. Prácticamente cualquiera
puede servir para esta finalidad, sin embargo, algunos son especialmente
apreciados: espejo y peineta de bolsillo, material de lectura, máquina de
afeitar, cigarrillos, etc.
En lo que se refiere al valor en sí del hecho de ser visitado pueden exis-
tir notables variaciones en cuanto a la influencia que estas visitas puedan
tener para la vida social del interno en el sector, dependiendo de las
características de ellas mismas. Con toda seguridad, las visitas más apre-
ciadas en este caso son las mujeres jóvenes y atractivas y en mayor medida
cuanto más muestran una cierta intimidad con el interno en cuestión.
Otro aspecto importante respecto de los visitantes, siempre además de la
cantidad, es la apariencia de éstos; en este sentido son importantes todos
aquellos detalles que contribuyen a formarse una idea de la importancia
social de la visita que se está recibiendo: la calidad de las vestimentas, el
grado de refinamiento de los gestos y ademanes, etc.
Aún cuando durante la visita casi sin excepción los internos se encuen-
tran absortos en atender a sus propias visitas, abiertamente muy ajenos a
lo que pasa alrededor, una vez que todas éstas se han marchado comien-
zan los comentarios acerca de las visitas que se recibiera~. Para nadie pasó
desapercibido que tal o cual tenía tales y cuales visitas.
Hasta el próximo día de visitas las ya efectuadas pueden servir para
alimentar las formas más diversas de historias personales, siendo las más
prestigiadas aquellas en que el interesado aparece como un "Don Juan
caído en desgracia", pero que aún conserva la fidelidad de sus enamora-
das, la prueba está en que éstas le visitaron; otros provienen de familias
de cierta posición social y el sujeto en cuestión es la "oveja negra" o el
"rebelde insobornable".
Como quiera que sea, las visitas representan los lazos que aún se man-
tienen con la vida del exterior o los vestigios del estilo de vida que se
llevaba hasta el ingreso al hospital. De una manera u otra los visitantes
,permiten reconstruir al interno una imagen de sí mismo aceptable para
123
sí y para los demás internos. Aún cuando esta imagen pueda ser recons-
truida tanto con elementos fantaseados o reales, los visitantes proveen los
elementos suficientes como para que un interno hábil-en mayor o menor
grado todos lo eran- pueda manejarlos de modo tal que le permitan causar
una buena impresión y presentarse como una persona merecedora de las
consideraciones que pudiera reclamar para sí en el trato con los demás.
En tercer lugar, la posesión de un elemento de inigualable valor en
el intercambio comercial e inestimable como objeto para el intercambio
simbólico, como es el caso de los cigarrillos, sobre todo si se es un fuma-
dor habitual, puede llegar a ser una circunstancia determinante del status
de un interno.
Un cigarrillo puede pagar los servicios de otro interno: estirar la cama
o lavar una camisa, como asimismo la limpieza de jarro y cuchara para
café, entre otros, son pequeños servicios por los cuales se puede obte-
ner uno o dos cigarrillos en compensación. De este modo, quien cuenta
con cigarrillos en el sector es como si contara con dinero constante y
sonante.
Sin embargo, como se habrá podido inferir con todo lo que hemos
descrito hasta aquí de la vida social en el sector, el uso más común de que
es objeto el cigarrillo es el de una provisión ritual:
149 Idem.
124
El modo en que el cigarrillo llega a determinar una escala de status,
puede ser visto de manera muy gráfica en lo que podríamos llamar la
escala social del cigarrillo:
150 Idem.
125
vida social se cuenta, y mientras mayor es la desvinculación con el exterior
o con la historia pasada, es más probable encontrar una falta de habilidad
para la vida social. Por otra parte, el autor tuvo la ocasión de constatar
que estos internos "regresivos" son precisamente aquellos que cuentan con
escasos o nulos recursos del exterior, recibiendo pocas o ninguna visita,
siendo en consecuencia los de status más bajo en el sector.
En consecuencia, debemos considerar que el status es una medida para
lo que se puede llamar "recursos potenciales para la vida social del sector",
por lo cual lo más común es observar que precisamente los internos de
más alto status son aquéllos que tienen una participación más activa y
significativa en la vida social del sector. Sin embargo debemos insistir en
un punto que poco antes sólo mencionamos de pasada; éste se refiere a
la influencia que tiene el tipo de tratamiento que recibe un interno, en su
condición general en el sector. En este sentido, la terapia electroconvulsi-
va merece una atención especial. Si bien el autor no cuenta con elementos
suficientes para juzgar el papel que juega el electroshock en el deterioro
progresivo de un paciente desde un punto de vista psico- biológico, de-
bemos señalar que, desde el punto de vista de la vida social del paciente
durante su internación, sus efectos negativos son notorios.
Un interno sometido a terapia electro-convulsiva queda prácticamen-
te inhabilitado para la vida social en el sector. La participación en las
diversas formas de asociación entre internos, a través del intercambio
económico o ritual o la simple comunicación, requiere un manejo de las
condiciones del medio ambiente por parte del interno, habilidad que dis-
minuye ostensiblemente con el electroshock. Por otra parte, en la cultura
de los internos, el que con toda seguridad sí está loco es aquél al cual se le
aplica electroshock, por lo tanto éste no es confiable para ningún trato o
intercambio en que sea necesario confiar en su capacidad de recordar un
compromiso, por ejemplo.
No es extraño, de este modo, que un interno le preste algún objeto o
cigarrillos para devolver en el día de visitas a otro que está francamente
delirando o con alucinaciones frecuentes, y no lo haga con otro al que le
están aplicando terapia electro-convulsiva.
126
negro. Hoy en la mañana andaban tres buscando un cuarto jugador
para jugar al dominó; después de infructuosos intentos de interesar a
otros, tomaron a T. .., veterano en la máquina de electroshock y lo sen-
taron en la cuarta silla, le pusieron seis cartas por delante, a la vista de
todos; cuando le tocaba el turno de jugar, cualquiera de los otros lo hacía
por él, mientras T. .. observaba con mirada bovina lo que pasaba ante
sus ojos ... "151 .
w.
Hemos examinado los elementos que configuran una estratificación so-
cial primaria, diferente de la estructura serial, a través de la asignación de
diferentes status entre los internos. Corresponde que ahora nos ocupe-
mos en la descripción de la estructura s.ocial particular del sector, partien-
do por un examen de las relaciones diádicas más simples, para llegar a
comprender formas de asociación más complejas que comprometen a un
mayor número de internos . El objetivo último de este proceder ha sido
el de llegar a describir la organización social integral de los internos del
sector.
En lo que se refiere a la incorporación del esfuerzo ajeno para los
propios fines, coincidiendo plenamente con lo señalado por Goffman 152 ,
se pueden distinguir dos modos básicos: la coerción privada y el franco
intercambio económico. El primero de estos modos ha quedado suficien-
temente esclarecido en el punto anterior y son ejemplos de éste la simple
expropiación, diversas formas de extorsión, el sometimiento por amena-
zas y "mano dura", etc. Respecto del intercambio económico, bástenos
mencionar que cualquier objeto o servicio puede servir para estos fines,
pero que, sin embargo, una de sus características fundamentales es la exis-
tencia de alguna unidad de intercambio de valor más o menos estable y
reconocida por la gran mayoría. Además del escaso dinero circulante en
el sector, para esta función sirven satisfactoriamente los cigarrillos; dinero
y cigarrillos se pueden utilizar indistintamente. La venta y compra, o el
simple trueque, a diferencia de la coerción privada, además suponen, en
mayor medida, la existencia de una realidad compartida:
151 Idem.
152 E. Goffman, op. cit., pp. 260-271.
127
"Las condiciones sociales requeridas para esta especie de cooperación
incluyen: cierto grado de confianza mutua acerca de la realidad que
existe tras la apariencia de lo que ofrece cada uno; cierto consenso respec-
to al precio que deberá considerarse abusivo; algún mecanismo para la
transmisión de propuestas y contrapuestas, y para cerrar el trato; y por
último, la creencia de que es correcto usar personas y bienes de este modo.
Puede decirse que la realización de un intercambio económico "expresa"
tales condiciones sociales, en cuanto provee signos o testimonios de su
existencia"153 •
128
tales formas, encontramos lo que bien puede llamarse un "contrato de
protección'' 155 en que, aún cuando fuera en la forma de una retribución
simbólica o ritual, el protector recibe una ganancia material evidente, por
una parte; por la otra, el protegido, con toda seguridad, detenta un mayor
status que su protector. En la pauta de relación que nos ocupa ahora, la
situación es totalmente inversa y encuentra su correspondencia en la que
Goffman llama la pauta del socorredor.
155 E. Durkheim, Lecciones de Sociología. Buenos Aires: Schapire, 1966, pp. 160-205.
156 E. Goffman, op. cit., p. 276.
129
la impresión de que se tratara de un amo con su perro regalón; cuan-
do M . .. descansa en su cama, N . .. se sienta a sus pies en silencio y le
contempla interminablemente con gran devoción. A veces M . .. le pide
alguna gracia, sobre todo cuando algún otro está presente, entonces N . . .
recita unos largos y sentimentales poemas (el payaso triste, por ejemplo).
Sólo M . .. se sienta en la mesa del grupo del rincón, y cuando M . .. se
encuentra haciendo vida social con sus iguales, N .. se mantiene a una
distancia respetuosa y con un aspecto de humildad" 157 •
Otra pareja de internos, vinculada de este modo, hace resaltar aún más
la enorme diferencia de status y la unilateralidad de los beneficios de tal
relación.
''B .. tiene en O... una especie de chico de los mandados, no es rara esta
forma de relación entre los internos del sector; a cambio de uno que
otro cigarrillo, algunas frutas y otros alimentos dados ocasionalmente,
130
se puede obtener la limpieza deljarro de café o la vianda y mandar uno
que otro recado para otro interno que eventualmente se encuentre en
otra parte del sector" 159 .
159 Idem.
160 Idem.
161 Idem.
131
"Nos pareció de interés el testimonio de auxiliares del Departamento
que declaran haber observado "mejoría" en algunas pacientes después
que éstos han entrado en una relación de amistad Por ejemplo, se nos
señaló que una enferma había disminuido sus manifestaciones de in-
contin·encia de orina. En otro caso la paciente había salido de un estado
de mutismo y aislamiento luego de entrar en una relación de amistad
con una paciente de personalidadpsicopática. Por otra parte, elpersonal
de auxiliares nos ha permitido conocer que en algunos casos la ruptura
de la amistad repercute en la sintomatología en forma negativa" 162 •
a) Los indigentes, que nada poseen y, fuera de lo que obtienen del hos-
pital, dependen económicamente del resto de los internos; llegan a
fabricar un cigarrillo de ínfimas colillas que ya han sido desechadas
varias veces.
b) Los independientes, que forman o no un grupo entre ellos, pero que
son capaces de solventar en mayor o menor medida sus propias ne-
cesidades; poseen sus propios cigarrillos.
e) Los ayudantes, que cooperan con el personal en el aseo, lavado de
platos, y otras tareas; obtienen del personal un trato preferente en el
reparto de alimentos y algunos cigarrillos" 163 •
132
"Con bastante claridad, al ocupar los lugares en el comedor, se puede
diferenciar tres grupos de pacientes:
-el resto de los internos se distribuye de a dos o tres por mesa y el orden
cambia constantemente con una que otra excepción, algunas son mesas
de mediano y otras de bajo status" 164 • ·
164 Idem.
133
transcurso del día el "material" va disminuyendo su tolerancia, hasta el
punto que al atardecer o la noche indefectiblemente es el protagonista
de algún escándalo que termina con un neuroléptico, un electroshock o
la camisa de fuerza. Al día siguient~, ya hay otro material; o, si el anterior
aún está en condiclones, probablemente tenga un día parecido.
165 Idem.
134
tarde fumando o comiendo alguna golosina sin la molesta interrupción
del resto de los internos .
Otro hecho significativo, propio del grupo, es que éste toma bajo su
protección a varios indigentes proveyéndoles de té, azúcar y uno que otro
plato de comida del hospital, cuando éstos no son apetecidos por alguien
del grupo. Estos protegidos se consideran de responsabilidad de todos y
son siempre los mismos.
Por último, el "grupo del rincón'' llega a ser una fuerza conciente de sí
misma y da pruebas de ello.
'51 noche se transmitió por televisión un mach de box que varios de noso-
tros teníamos ganas de ver; estando malo el televisor del sector, el turno
de auxiliares trajo uno portátil para ellos, uno de nosotros les pidió que
nos dejaran verlo y ante la negativa, espontáneamente, varios prome-
tieron que les harían las cosas difíciles" 166 .
"Hoy me levanté tarde y faltando veinticinco minutos para las ocho los
auxiliares habían cerrado las duchas; ya estaba resignado cuando E.
B . . . y M . .. alegaron que según el reglamento las duchas debían cerrarse
un cuarto para las ocho, por lo cual debían abrirlas si no querían que
hubieran quejas. Demás está decir que pude ducharme.
166 Idem.
167 Idem.
135
mediación. Se produce aquí y ahora la recuperación de una reciproci-
dad perdida en la serie; cada uno totaliza las reciprocidades que unen
a los otros y se incluye en ella como uno de ellos, un tercero; existe, por
ejemplo, una ame~aza que lo amenaza a él junto con los otros a quienes
él tiene en vista, es decir, se realiza como integrado en la totalidad que él
totaliza; así, cada sujeto, como tercero, se absorbe en la totalidad. Existe
una relación entre un tercero y un tercero, doblemente mediada.
En una primera mediación, el grupo relaciona a cada tercero con cada
tercero, pues cada uno equivale al grupo; de este modo el grupo crece en
mí y en el otro: por mí en el otro (el otro es el grupo), por el otro en mí
(en tanto yo como otro, soy el grupo para el otro).
Una segunda mediación ocurre cuando el tercero crea un objetivo para
el grupo u organiza medios para el grupo. Al dar al grupo algo que hacer,
entrego una manera de servir al grupo; por lo tanto el tercero actúa como
una mediación entre el grupo y cada uno de los miembros.
Es un lugar común en las Ciencias Humanas la afirmación de que
el hombre es un ser social. Nos hemos extendido en el examen de la cons-
titución de un grupo pues buscamos entender cómo un conjunto de
personas realiza su ser social. La constitución de un grupo humano, en
el pleno sentido de la palabra, como toda actividad humana, debe tener
una inteligibilidad; corresponde que nos preguntemos ahora ¿cuál es la
inteligibilidad del grupo en cuestión? En primer lugar existe inteligibi-
lidad si encontramos una síntesis con sentido que unifica una totalidad
dispersa -una multiplicidad-, es decir, un sentido único de las acciones
de los diversos sujetos. Si además podemos relacionar esta síntesis con
una intención grupal, entonces la acción resulta comprensible. En lo que
respecta a la inteligibilidad del grupo que nos interesa, ésta corresponde a
la de un grupo que J. P. Sartre denomina grupo en.fosión:
168 J. P. Sartre, Crítica de la raz6n dialéctica, tomo II. Buenos Aires: Losada, 1970, p. 69.
136
Con lo visto hasta ahora se está en condiciones de afirmar que la con-
ducta del grupo del rincón es grupalmente comprensible; sin embargo, su
inteligibilidad y comprensibilidad, si bien llega a cuestionar las condicio-
nes de vida del sector, se mantiene dentro de estos estrechos límites, al
igual que la conducta individual de cada uno de los internos, en cuanto
a ajustes secundarios se refiere. Se busca la superación de las condiciones
materiales y sociales existentes de hecho en el sector, pero no se llega a
una puesta en cuestión de la condición misma de paciente. Cada uno
puede alegar que no está loco, nadie se pregunta qué es estar loco y por
qué un loco debe estar encerrado.
Ya que nos hemos ocupado con tanta atención de este grupo específi-
co, por presentar de manera más evidente un comportamiento grupal, es
conveniente que veamos, asimismo, su epílogo.
La rivalidad con los miembros del personal prosperó de tal modo
que éstos emprendieron una serie de acciones tendientes a la división
o fragmentación del grupo. El grupo ocupaba dos mesas, cada mañana
se encontraba a éstas separadas y muy distantes una de otra -una en
cada extremo del comedor-, y esto siguió produciéndose aun cuando
el grupo recurrió al expediente de unirlas con alambre, se las ataba
y ellos las volvían a desatar y separar. Fueron suspendidas las cenas
nocturnas y los miembros del grupo comenzaron a desperdigarse: uno
comenzó un tratamiento de electroshock, otro se intoxicó gravemente
con unas treinta pastillas de Haldol y otro comenzó a emborracharse
diariamente.
V.
137
Adoptando una perspectiva más amplia y abarcadora del sector po-
demos intentar una tipificación de los mecanismos institucionales que
hacen efectiva una situación caracterizada fundamentalmente por lo
que podríamos lla.mar un estancamiento institucional donde la norma
es: "todo debe seguir igual". Se crea, de esta manera, un espacio social
de excepción en que dos categorías estancas de personas desenvuelven
sus vidas sin intercambiar una verdadera experiencia. Tenemos entre las
manos una microsociedad deshistorizada, en que todos los eventos apare-
cen como una mera repetición permanente de una situación única, cuyos
actores podrían ser siempre los mismos, representando un escaso número
de rígidos papeles.
En coincidencia con J. Hochmann 169 , encontramos que el primero
de estos mecanismos institucionales puede ser enunciado como ley de
homeostasis:
138
un interno, así como por la estructura social de los internos. En una serie
cada sujeto es igual a otro en su soledad, todos son homologables, por lo
tanto, intercambiables.
Mientras los locos sean todos iguales, mientras dé lo mismo uno u
otro, se evita verlos en su singularidad de personas y se les puede mante-
ner alejados a una prudente distancia, sólo diferenciados abstractamente
por una clasificación cosificante que les objetiva.como casos de tal o cual
patología; no fuera a ocurrir que se les comprendiera e hiciera dudar a
sus cuidadores de su propia cordura y caer en el circulo de la locura. Este
temor está ilustrado de manera inigualable en la novela de Anton Chejov
"La sala número seis". En ella, el médico rompe este límite y llega a inte-
resarse de tal manera por uno de sus pacientes que pasa tardes enteras en
largas conversaciones "filosóficas" con éste, hasta que sus colegas deciden
"hacer algo por e'1" :
-Bueno, se la doy. Pero le repito amigo mío, que he caído dentro de. un
círculo mágico. Ahora todo, hasta el sincero interés de mis amigos, no
conduce más que a una sola cosa, a mi perdición. Estoy perdido y tengo
el valor de reconocerlo.
- ¿Para qué dice eso?... -Replicó Raguín, irritado-. Raros son los
hombres que, al final de su vida, no experimentan lo que yo experi-
mento hoy. Cuando le digan a usted que tiene algo en mal estado, como
los riñones, o una hipertrofia de corazón, y que tiene que seguir un
tratamiento, o bien que usted es un loco o un criminal, es decir, en una
palabra, cuando la gente se fije de pronto en usted, diga que ha caí-
do usted en un círculo mágico del que ya no podrá salir. Cuanto más
139
se esfuerce en salir más se extraviará en él Resígnese porque ninguna
fuerza humana le salvará ya. Esta es mi opinión . .. "171 •
"Muchos internos, aún cuando hablan todo el día de lo que harán cuan-
do salgan del hospital, manifiestan miedo de salir a la calle, sobre todo
los más antiguos. Generalmente los que llevan menos de un mes hablan
de lo mal que se está adentro y recuerdan con mucha nostalgia la vida de
afuera, sólo piensan en volver a salir, por las buenas o las malas" 174 •
171 A. Chejov, La sala número seis, en Obras inmortales. Madrid: EDAF, 1971, pp. 351-352.
172 J. Hochmann, op. cit., p.103.
173 Idem., p. 103.
174 Notas de campo del autor.
140
Afuera hasta el clima puede resultar diferente:
':1/noche al volver de la salida, tal como he visto que ocurre con otros,
fui rodeado por varios pacientes, algunos que no eran del grupo con
el cual me junto siempre, entre palmoteos en la espalda y miradas de
admiración me bombardeaban con preguntas acerca de si había pasacfo
o no afuera algo con lo sexual, los más entusiastas querían saber cada
vez más detalles" 176 •
''He visto varias veces que cuando aparece en un diario o revista alguna
foto de mujer semi-desnuda, ésta es pasada rápidamente por alto o se la
evita con expresiones tales como: 'no nos calentemos la cabeza' o es peor
ver la carne en vitrina"' 177 •
175 Idem.
176 Idem.
177 Idem.
141
y se buscan afanosamente algunas actividades y cuando se las tiene se
trata de hacerlas con la mayor lentitud, así se ocupa más tiempo; jugar,
caminar en el patio, escuchar algo de radio o estar sentado, en todo caso,
dormzr lo más posible, el asunto es matar el tiempo" 178•
"Aun los 'mejores' llegan a perder la orientación temporal, pues todos los
días, dicen, son iguales, y los únicos diferentes son los días de visitas,
pero cuando se lleva mucho tiempo adentro hasta éstos se pueden con-
fundir unos con otros" 179 •
Pues he ahí que todas las puertas de los sectores y patios del hospi-
tal se abren hacia fuera, al contrario de lo que ocurre en cualquier otra
parte que no sea el hospital. En las casas, las puertas se abren siempre
hacia adentro y crean más dificultades para entrar que para salir, pues para
entrar se requiere una llave y para salir no; en el sector cualquiera puede
abrir la puerta desde afuera, pero para salir se requiere una llave.
¿Son las puertas las que están cambiadas o es el adentro y el afuera el
que lo está? ¿~é importancia tiene el plantearse este problema?
Para Gastón Bachelard:
178 Idem.
179 Idem.
180 Idem.
181 G. Bachelard, Poética del espacio. México: FCE, 1965, p. 268.
142
En nuestra sociedad, por lo general, las cosas que atañen a la vida se
realizan en el interior de algo, la vida ocurre dentro de las casas. En el
hospital las cosas ocurren afuera, la vida está afuera, lo bueno está afuera,
lo importante está afuera,.foera del hospital, dentro de la corriente de la vida;
cuando se entra al sector es que se está saliendo de la vida. Es el sector el que
está afuera, es el afuera y más allá de él se extiende el adentro; salir del
sector es entrar al mundo, a la vida de los demá.s, ¿puede parecernos tan
extraño que alguien desde afuera que es el sector llame a la puerta para
que alguien le abra y le deje entrar al adentro que es el espacio que se
extiende más allá de los límites de éste?
Entonces la palabra exclusión adquiere un sentido re-vitalizado, es
claro que el enfermo mental está excluido, pues se lo encierra en un lugar
que es un afuera. Es por algo que se habla de la "exclusión'' de la locura y
no de la "inclusión" de la locura. Pareciera un sinsentido cruel, pero aún
más, el loco está, también,fuera de sus cabales.
143
CAPÍTULO IV
145
versión social de la locura, pues tales intentos de superación por parte
de los internos son vistos fundamentalmente en función de su "rareza" o
"bizarrería".
De modo análógo a todo lo anterior se abordó la descripción y examen
de la estructura social del sector. Se vio en primer lugar, de modo deta-
liado, la escisión entre personal e internos; tal escisión corresponde, en la
estructura social, a la división entre cordura y locura, haciéndose evidente
que la distancia entre el insano y el cuerdo, desde este punto de vista, es
más bien la distancia social que media entre los internos y el personal.
Dicho de otro modo, una diferencia social inconmensurable resulta ser la
situación por la cual, en la ideología psiquiátrica, se postula prácticamente
una diferencia de "naturaleza" entre la experiencia del enfermo mental y
la de los cuerdos.
Se vio, de este mismo modo, que los familiares y amigos que visitan
a los internos juegan el papel de la sociedad exterior al sector y que, en
definitiva, es ante ellos que se representa el drama de la invalidez mental
de los internos.
En una descripción de la estructura social de los internos, en su modo
más básico, se encontró que tal estructura se puede caracterizar fundamen-
talmente por la soledad y la intercambiabilidad de los sujetos internados,
tipo de colectivo que corresponde a un orden social que Jean-Paul Sartre
denomina "orden serial".
Luego se vio que una primera superación de este orden serial básico
está constituida por la atribución entre los internos de diversos status
entre ellos.
La descripción de las formas de relación al interior del grupo de pa-
cientes de mayor status mostró que éste era una forma más evolucionada
de grupo social, caracterizada fundamentalmente por una transformación
de la praxis individual de los sujetos en praxis de grupo, existiendo así un
comportamiento grupal discernible y característico. Se trata en este caso
de un grupo en fosión.
Sin embargo, tal como ocurre con los ajustes secundarios, actúan
mecanismos institucionales que impiden la posterior evolución de estos
grupos y provocan la vuelta al estado de serie.
Tanto en lo que respecta a ajustes secundarios como a estructura social
existe, entonces, un constante intento por parte de los internos de supera-
ción de las condiciones dadas y su posterior frustración.
Finalmente, se describieron los mecanismos institucionales que per-
miten la supervivencia de la institución psiquiátrica con las características
146
que se han señalado. Se clasificaron estos mecanismos como dos leyes:
"ley de homeóstasis",junto con un principio subordinado que se denomi-
nó "regla de la homología", es decir, todo debe seguir igual sin importar
cuáles sean las personas concretas. La segunda ley es la "ley de exclusión";
a través de ésta la institución se convierte en un espacio social de excep-
ción en que la persona del paciente se ha quedado afuera y sólo se considera su
enfermedad.
Se pueden formular, entonces, en función de esta apretada síntesis de
la investigación, las siguientes conclusiones:
147
presionados a asumir el rol de enfermo mental a través de la provoca-
ción de profundos cambios en su identidad social y personal.
7. Si se considera que la presunta función terapéutica de las institucio-
nes psiquiátricas comprende, como una parte importante de ella, la
resocialización de los enfermos mentales, entonces, desde este punto
de vista, la institución hospitalaria tradicional resulta antiterapéutica.
148
familiares que tengan un paciente psiquiátrico, personal auxiliar de un
hospital psiquiátrico, médicos, personal paramédico (asistentes sociales,
terapeutas ocupacionales, kinesiólogos, etc.).
Además de lo expuesto anteriormente creo que sería de gran utilidad
teórica y práctica, tanto del punto de vista de la psicología social como de
la psiquiatría, investigar el concepto de "locura': que sustenten los indivi-
duos que son designados con este rótulo, es decir, la perspectiva propia de
los así denominados "enfermos mentales".
149
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151
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Caudill, William: El hospital psiquiátrico como comunidad terapéutica. Buenos
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153
APÉNDICE DE FOTOGRAFÍAS
Foto l. Ajuste de lugar que se reduce al espacio ocupado por el cuerpo tendido. Este
interno duerme regularmente su siesta en tal espacio.
155
Foto 2. Ajuste de lugar, es sólo un espacio en el que se puede estar en cuclillas o parado.
Este interno se ubica allí especialmente después del tratamiento de electroshock.
156
Foto 4. Ejemplo de lugar libre, en el cual, si se llega el primero, se puede estar tranquilo sin
que se acerquen otros internos, pues éste es reconocido como lugar para estar a solas.
Foto 5. Ajuste de lugar esencialmente provisorio, cuando el acceso a los dormitorios está
cerrado, este par de amigos consigue entrar y mantener una tranquila conversación mien-
tras el resto de los internos están en el patio.
157
Foto 6. Un ejemplo de los coticlianos paseos o caminatas, siempre por el mismo camino,
ida y vuelta, interminablemente. Un interno muy rara vez ocupa el camino de otro, ésta es
una situación que grafica cabalmente un tipo de relación seria.
Foto 7. Rutinario paseo cotidiano en pareja, este par de amigos siempre lo hace por la
vereda del perímetro del patio, muy rara vez cruzan una palabra, sin embargo ambos se
buscan y no aceptan un acompañante diferente.
158
Foto 8. Otro ejemplo de paseo solitario, cada uno sumido en sus propios pensamientos y
evitando el encuentro con otro.
Foto 9. Espera, la espera siempre repetida, de los eventos importantes del día: almuerzo,
cena y las horas de la "pastilloterapia". En este caso se espera el almuerzo "matando el
tiempo" .
159
Foto 10. Después de almuerzo, recomienzo de la espera, se lee cualquier cosa,,incluso pe-
riódicos con varias semanas o meses de atraso y que antes han servido como envoltorios.
Ahora se espera las pastillas de las tres de la tarde.
Foto 11. Preparación para la hora de las visitas, tal evento es motivo de aseo general y
personal; lavado afeitado y perfumado, se intenta presentar el mejor aspecto posible para
los que vienen de afuera.
160
Foto 12. Recogiendo y compartiendo "colillas" de cigarrillos, se trata de tres internos de
bajo status, y el que espera que los otros dos desechen las "colillas de colillas" es el de más
bajo estatus de los tres.
Foto 13. Vía de comunicación y comercio con los internos del sector vecino. Este interno
es uno de los mensajeros más regulares.
161
Foto 14. Este mismo interno en una ocasión diferente, la vez anterior estaba parado sobre
el respaldo de una silla, ahora lo está sobre una mesa.
Foto 15. Grupo del rincón en la hora de almuerzo (a la izquierda), el otro grupo (el de
la derecha) está compuesto por pacientes de estatus disimiles y se sientan allí porque no
existen otros lugares, simplemente. El autor participó del grupo del rincón y la silla que
está vacía le está reservada.
162
Foto 16. En el centro uno de los personajes más importantes del grupo del rincón y que,
mientras esta mesa y espacio circundante no están ocupados por los demás miembros del
grupo, convierte este rincón en su espacio privado. En el margen izquierdo uno de los
protegidos del grupo.
163
ANDROS IMPRESORES
www.androsimpresores.cl
La Colección Praxis Psia.ilógiúl es una línea
editorial del Departamento de Psicología de
la Uni,·ersidad de Chile que publicl, a tra,·és
de sus distintas series, b producción
académica en tornó al anúlisis de temáticas
de interés para la psicología, en diálogo con
bs CienClas sociales. Su propósito es
enriquecer la reflexión que fundamente b
práctica orientada a los actuales campos de
desarrollo de la disciplina.