Hugo Rojas Olea

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Hugo Rojas Olea

SECTORES
Fenomenología de la vida social de un
grupo de pacientes internados en un sector
del Hospital Psiquiátrico de Santiago
UNIVERSIDAD DE CHILE
Facultad de Ciencias Humanas
Departamento de Psicología

SECTORES
Fenomenología de la vida social de un
grupo de pacientes internados en un sector
del Hospital Psiquiátrico de Santiago

Tesis de grado para optar al título de Psicólogo

Profesor patrocinante:
MóNICA RoJAS GoRIGOYTÍA

Alumno:
HUGO ROJAS OLEA

Santiago-Chile
1980
HUGO ROJAS OLEA

SECTORES
Fenomenología de la vida social de un grupo de pacientes internados
en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago
Tesis de grado para optar al título de Psicólogo
Santiago, Universidad de Chile, 2011
200 p., 15 x 23 cm

ISBN: 978-956-19-0741-6

Diseño de interior, portada


e impresión: Andros Impresores

Todos los derechos reservados

Esta publicación no puede ser reproducida,


en todo o en parte, ni registrada o transmitida
por sistema alguno de recuperación de información,
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del editor o compilador.

ISBN: 978-956-19-0741 -6
Registro de Propiedad Intelectual No 204.857
© Hugo Rojas Olea, 2011
© Universidad de Chile, 2011
Av. Capitán Ignacio Carrera Pinto 1045
Santiago de Chile
SOBRE LA MIRADA DE LAS COSAS Y DE LOS OTROS

Roberto Aceituno

Introducir este libro me da la ocasión de escribir sobre distintas maneras


de ver las cosas. No pretendo, por supuesto, evitar referirme al asunto del
que este libro trata: la observación participante que Hugo Rojas realizara
en 1980 en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago. Creo que
escribir sobre distintas maneras de ver las cosas no está tan alejado de
escribir sobre un libro dirigido no sólo a dar cuenta de lo que su autor
ha visto, sino de la experiencia de hacerse parte -o de hacerse pasar, más
precisamente- por aquello que ve. Camuflaje cuya versión más "evidente"
es, tal como nos indica Hugo Rojas en una página inicial, la del hombre
invisible.
Como puede notarse en el párrafo precedente, hablar o escribir sobre
cosas simples me es a veces muy complicado. Y de las complicadas, ni
hablar. Por eso tengo que recurrir a veces a la literatura para hacerme
entender mejor. A diferencia de Hugo Rojas, quien tiene la virtud de
hablar de cosas muy complejas - como la locura, la enfermedad mental o
el inconsciente- con una claridad que no se esconde detrás de discursos,
como él suele decir, que no puedan expresar lo que ocurre en los hechos.
Es probablemente esa manera de ver las cosas la que lo llevaría a realizar
su temporada en el Sector.
El tema se complica de nuevo si consideramos que el ver no es tan
simple como parece. Ver y percibir sólo tienen un lejano parentesco, toda
vez que así como uno no piensa sólo con la cabeza, no ve necesariamente
con los ojos. Por lo demás, hay cosas - y aquí, sin ir más lejos, las cosas
pueden ser la vida misma- que se resisten a ser vistas, incluso antes de
poder ser pensadas. O más bien que son resistidas por quienes están frente
a ellas. No tanto por la naturaleza de estas cosas sino por algunas razones
que explicaré brevemente.
La primera obedece a las resistencias que según algunos de quie-
nes nos dedicamos al psicoanálisis -entre los que nos contamos, creo,

7
Hugo Rojas y yo- provienen de quien asiste a la experiencia de otro, pero
que a menudo resulta difícil dé ser reconocida debido a las cegueras o a las
sorderas de quien las percibe o las escucha, demasiado encerrado en sus
propias certidumbres, en sus creencias, es decir en su "yo". Probablemente,
parte importante de ese oficio reside en poder dejar hablar tranquilos a
nuestros pacientes, es decir ser nosotros pacientes para que algo pueda
escucharse. O verse.
La segunda, de una complejidad diferente, resulta de las condiciones
sociales, culturales o históricas para que lo percibido pueda, como decía
Winnicott, tener lugar. Se requiere a veces mucho tiempo para que lo
percibido por alguien -o incluso por una comunidad entera- sea visto; ni
siquiera de nuevo, sino por primera vez.
Tal vez la Historia de la locura, en el sentido propuesto por Michel
Foucault, da cuenta de una resistencia de este segundo tipo. Porque, según
la tesis de Foucault, la paradoja del lugar de la locura en la historia o en la
cultura moderna reside en que puede comenzar -o, más bien, recomen-
zar- a "hablar por sí misma" debido y no a pesar de su exilio vagabundo
por la Razón que cree -pero sólo cree- mirarla desde lejos. La locura, la
historia de la locura, habla por sí misma a costa no tanto de su silencio -a
menudo es harto verborreica- sino de su silenciamiento, es decir de las re-
sistencias que a ella opone la Razón para constituirse como tal. Paradoja
de la locura, nos dice Foucault, en la cultura occidental: ésta puede tomar
lugar en la medida que es silenciada y recluida en los espacios del asilo
de alienados.
No nos detendremos en este punto más que para señalar en qué medida
la creación del asilo de alienados, por Pinel a comienzos del siglo XIX, si
bien liberó al "insensato" de sus cadenas (al menos es ésa la leyenda) para
empezar a considerarlo un enfermo, definió un nuevo espacio donde la
locura se haría próxima y lejana a la vez.

"Si la locura toma lugar, es en la medida que se la aleja; sus rostros, sus
diferencias, no las debe a una atención que se aproxima sino a una indi-
ferencia que la destaca. De tal modo que el máximo de la distancia será
adquirida en la víspera misma del día que Pinel reformará Bicetre"l.

Volviendo al tema que sugería al comienzo, se puede plantear que


no sólo no se puede escuchar aquello que está siendo dicho, como decía

1 Foucault, M . : L'histoire de la folie al'áge classique, París: Gallimard, 1972, pp. 415-416.
8
Freud respecto a la psicosis: "a cielo abierto", sino que no se puede ver lo
que está siendo mostrado todo el tiempo en los espacios reales, demasia-
do reales, de la experiencia de otros. No sólo hay sordera llena de palabras,
también hay cegueras llenas de cosas percibidas, pero que requieren a
veces mucho trabajo y mucho tiempo para poder ser vistas.
Este segundo tipo de resistencias "sociales" al ver, apunta al hecho de
que bajo ciertas condiciones políticas y culturales -en el límite, totali-
tarias, en tanto el totalitarismo no es sino la versión organizada· del no
ver más que parcialmente lo múltiple, para volverlo todo- aquello que
cae bajo el efecto de nuestro rechazo como observadores absolutamente
participantes de la realidad que percibimos, y que nos hace sin embargo
incapaces de verla, apunta tanto a la realidad misma de lo percibido como
a las resistencias que surgen del mundo social del que participan.
A este respecto, si se me permite la digresión, sin embargo absoluta-
mente cercana a nuestro tema,Jean Max Gaudilliere y Francoise Davoine
han escrito cosas indispensables. Recordando a Wittgenstein, el célebre
filósofo del lenguaje, han insistido en su frase definitiva: lo que no puede
ser dicho, debe ser mostrado. Pero para mostrar hay que ver. Cosa que, como
decíamos, no es tan simple.
No es muy difícil situar esta invisibilidad histórica -y por lo tanto
política- en el tiempo en que Hugo Rojas realizaba su observación parti-
cipante. Muchas otras cosas, tanto como la situación de la vida social de
los enfermos en un sector del hospital psiquiátrico de Santiago, no esta-
ban - y en algún sentido, no están todavía- en condiciones de ser vistas.
Menos por las cegueras o los escotomas individuales que caracterizan
nuestros yoes y nuestro imaginario más o menos personal (esa es, de-
cíamos, una primera resistencia) que por la dificultad de ver lo que era
difícil de pensar en esos días, a principios de la década de los ochenta
en Chile. Mortunadamente, muchos comenzamos a salir por entonces
de nuestros propios encierros adolescentes o de los encierros cotidianos
a los que nos obligaban los estados de emergencia, para aventurarnos en
una realidad que, aún mínimamente, debía comprometernos. Otros ya lo
habían hecho antes o lo estaban haciendo, y probablemente no hemos
reconocido suficientemente esta deuda hacia nuestros padres o nuestros
hermanos mayores que podían ver, en algunos casos al menos, mejor que
nosotros.
El valor, al menos para mí, de la Memoria de Hugo Rojas aquí pu-
blicada reside en gran parte en que no retrocede frente a este imperativo
de ver y de mostrar, aun cuando a él no le haya asistido necesariamente

9
la obligación de producir tal testimonio. Sea como sea, la situación de la
vida social de los pacientes del sector no es más -ni menos- que la situa-
ción de extrema visibilidad y de terminante oscuridad de una vida que no
está en otra parte, y que estando aquí, al lado nuestro, no debe y no puede
ser vista.
*
Insistiendo en la idea de que hay distintas maneras de ver las cosas,
puedo contar que hace algún tiempo me sumergí en una oscura y polvo-
rienta bodega del hospital psiquiátrico de Santiago, a pocas puertas del
lugar donde Hugo Rojas realizara su observación algunos años antes. Ahí
se acumulaban cientos de antiguas fichas de pacientes donde se consig-
naba el devenir clínico de esas personas que hace dos siglos comenzaron
a llamarse alienadas y que más tarde se llamarían enfermos mentales.
Yo pensaba, tal vez con alguna ingenuidad, que podía encontrar en esos
archivos de la insanía las pruebas escritas de su historia y de la historia
de Chile. El proyecto no pudo llevarse a cabo como yo pretendía, entre
otras razones porque esas fichas hablaban más de la manera como esas
historias no eran relatadas que de la historia de los sujetos que ahí eran
consignados para en algún sentido desaparecer.
Me engañaba probablemente, porque al estar tan cautivado por las pa-
labras y las cosas, con mi pretensión arqueológica no hacía más que volver
a olvidar, para mí mismo, una historia que estaba -y que está todavía-
más presente, más en la superficie y en los espacios de la vida cotidiana de
los pacientes que habitan los sectores del asilo, que en un pasado que mi
afición de anticuario aficionado pretendía recuperar.
Retomo esta pequeña anécdota porque he vuelto a recordarla con
motivo de la memoria de Hugo Rojas que publicamos aquí. No sólo
porque Hugo aceptó utilizar un fragmento de estas fichas, de estos
restos arqueológicos de la mirada médica sobre la loc.ura, para ilustrar
la portada de este libro, sino porque la observación que él realizara en
1980 se sitúa en una perspectiva diferente. Son distintas maneras de ver
las cosas.
El trabajo de Hugo Rojas da cuenta, desde la perspectiva fenomenoló-
gica que adopta teórica y metodológicamente, de la vida de los pacientes
tal como transcurre en los espacios de su reclusión y de su posible o im-
posible tratamiento. Aquí se trata menos de una arqueología que de una
etnografía. Pero no se trata únicamente de mirar cosas, de recorrer espa-
cios, de visualizar las interacciones que el sector alberga, como si se tratara
sólo de hacer una suerte de fotografía de ese lugar cerrado. La observación

10
también da cuenta de movimientos, de circuitos, de gestos que definen
esa vida social en tóda su simplicidad y en toda su humanidad.
Los fragmentos de esa vida que Hugo Rojas consigna en sus notas de
campo expresan circuitos tan exteriores como interiores a sus protagonis-
tas. Las puertas que se abren y se cierran, los encuentros y desencuentros
de unos y otros, la presencia ausente de un exterior que se espera acoger
en las visitas de afuera, todo ello dibuja una cartografía que tiene otra
expresión en la oralidad de líquidos, alimentos y cigarrillos, así como en
los ritmos repetitivos de mañanas y de noches (a un hombre que duerme,
decía Proust, lo rodea el orden de los años y de los mundos) o en una
sexualidad inconfesada.
Podría decirse que hay aquí una descripción expresionista de lo que
ocurre en el Sector. Eso es cierto sólo en parte. Porque habría que agregar
a esa descripción que muestra lo que ocurre toda una micropolítica y una
microeconomía de los espacios del asilo y, por lo tanto, de la alienación. El
poder y la violencia no están ajenos a esa mirada que destaca la vida social
en un pequeño sector del hospital, de lo cual las amenazas más o menos
visibles del electro shock o del encierro que ha de perdurar indefinida-
mente, no hacen más que mostrar sus ejemplos cotidianos. Asimismo, la
economía que hace circular las cosas ahí adentro parece ser el reverso de
una 'economía que, ahí fuera, parece estar comandada por el mercado de
los hombres y de las cosas.
**
El texto que comentamos se inscribe, al menos en parte, en una perspec-
tiva crítica que había comenzado a desarrollarse más de una década antes en
diversos países de Europa, dirigida a cuestionar la situación de la llamada
enfermedad mental como signo de los discursos y de las prácticas que, desde
hacía siglos, la encerraban en los espacios del asilo y en las frías nomenclatu-
ras de la nosología médica. Por entonces, y bajo la influencia del marxismo,
del psicoanálisis, de la fenomenología social y de una cierta manera de pensar
el poder en el espacio de las instituciones y de la vida cotidiana, se abrirían
nuevas formas de concebir la alienación (mental, en este caso) y, desde ahí, de
promover prácticas alternativas al encierro "clásico". '·
Estos discursos y estas prácticas adquirieron diversas expresiones, más o
menos radicales desde el punto de vista de las políticas de la "salud mental"
que eran puestas en tela de juicio. Algunas incidieron en "reformas" jurídi-
cas e institucionales mediante las cuales se producirían transformaciones
políticas de la situación de los sujetos-enfermos, excluidos hasta enton-
ces de su posibilidad de vivir en la ciudad. Fue el caso de las prácticas de

11
"puertas abiertas" y de "des-institucionalización" que emprendiera Franco
Basaglia en Italia. Otras se situaron en un campo de acción que, sin desco-
nocer esta dimensión política de la situación de la enfermedad mental en la
cultura y en las sociedades, apuntaban a ofrecer espacios alternativos donde
ésta pudiera ser escuchada en su dimensión subjetiva y en su posibilidad
de palabra y de experiencia. Fue el caso de las iniciativas antipsiquiátricas
en Inglaterra (Roland Laing y David Cooper fueron sus exponentes más
conocidos) y de lo que desde entonces tomaría el nombre de la psicoterapia
institucional, que en Francia se ha desarrollado, entre otras modalidades,
bajo la impronta del trabajo de Francois Tosquelles o de Jean Oury.
El denominador común de todas esas experiencias críticas resalta la
condición a la vez individual y social de la locura, de la alienación o de la
enfermedad mental. Ellas contribuyeron a darle contenido histórico a la idea
de Freud de que toda psicología individual es al mismo tiempo psicología
social y a la perspectiva marxista que veía en la conciencia o en la experiencia
individual la expresión de una vida definida por la alienación social.
De esos antecedentes se nutre, creo, parte del interés de Hugo Rojas
por hacerse pasar por enfermo en el hospital psiquiátrico de Santiago y
de registrar esa experiencia. Aun cuando en Chile, probablemente por
razones propias a otras urgencias, las reformas psiquiátricas y las prácticas
alternativas a la reclusión tomarían mucho más tiempo para poder ser
desarrolladas, aunque sea parcialmente, y sujetas a nuevas restricciones
(como el deterioro de los recursos administrados por el Estado para poder
implementarlas bien).
Sin embargo, esta voluntad por pensar y practicar nuevas maneras
de tratar con los "trastornos mentales" (fea expresión, pero no encuen-
tro otra) ha estado presente en diversos momentos de la historia más o
menos reciente de Chile, aun cuando estuviese marcada por anteriores
interrupciones y por actuales limitaciones. No es un detalle histórico el
hecho de que en 1973, precisamente cuando adquiría más desarrollo el
movimiento crítico de la psiquiatría, del psicoanálisis o de la psicoterapia
en Europa, se interrumpiera en Chile la experiencia social de enfrentar
como asunto político lo que hasta entonces permanecía encerrado en los
hospitales, las familias o las consultas. Tal vez si otra hubiera sido la his-
toria -tal vez no, no hay cómo saberlo-, esos antecedentes que en 1973
eran absolutamente actuales, hubieran permitido desarrollar mejor lo que
tomaba la forma de políticas de salud mental insertas en la vida social.
Y seguramente no hubiera demorado tanto la transformación, todavía
incompleta, de las condiciones de vida en algunos hospitales o sanatorios;

12
o habríamos conocido más y mejores experiencias de comunidades tera-
péuticas que hoy sobreviven con grandes dificultades pero con un valor
que sería absurdo no reconocer. Pero ésa hubiera sido otra historia.

***
Escribo estas cosas movido ciertamente por la lectura de la Memoria
de Hugo Rojas. Pero me permito comenzar a terminar este breve texto,
introductorio a lo que el lector podrá ver más adelante, diciendo que estoy
en otro país.
Aquí suelo tener la experiencia de ser un hombre invisible, como
Hugo Rojas en su viaje a un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago.
En verdad, creo que uno es siempre un hombre invisible, pero hacer la
experiencia de vivir, aunque sea por algunas semanas, en otra parte -con
el encanto inquietante de los viajes hacia lugares lejanos o demasiado
próximos-, nos enfrenta aún más a esa invisibilidad y a ese anonimato, y
en algún sentido ~os permite ver mejor. Como en los paseos de Robert
Walser por la nieve, donde moriría cerca del asilo en el que se había reclui-
do; el viaje de Aby Warburg donde los indios Pueblo en México, después
de hacer su "curación infinita" en la clínica de Ludwig Binswanger; o en
ese bello libro que se llama Un viaje sentimental, donde Laurence Sterne
muestra su camino de Londres a París en el que se suceden pequeños
fragmentos de la inmensa y pequeña humanidad de sus personajes.
Esa invisibilidad viajera nos abre una mirada que destaca el transcurrir
cotidiano de las gentes y las hace más visibles que nunca. En la ciudad
en la que ahora me encuentro, me doy cuenta, es decir "veo", cosas que
podría reconocer sin dificultad en las calles de Santiago, pero que mi per-
manencia ahí me impide ver con claridad.
Veo aquí cosas urbanas que los hospitales, las escuelas o las cárceles
contienen en sus encierros y en sus sectores. Veo aquí que son muchas
las personas que hablan solas, en un diálogo ininteligible con otros o con
ellos mismos. Asisto a la circulación de hombres y de mujeres que avan-
zan de aquí para allá. Percibo la amenaza cierta de hombres de todos
colores y vestimentas que parecen zombis al salir despedidos de los bares
chocando a los veloces transeúntes.
Podría ver esto y mucho más en Lima, Praga o San Bernardo; podría verlo
en un sector del Hospital Psiquiátrico de Santiago. Pero lo veo aquí motivado
por tener que escribir sobre la Memoria de título de mi amigo Hugo Rojas.

Santiago/París, otoño de 201 O

13
PREFACIO

Publicar esta investigación sobre la vida de los pacientes psiquiátricos


internados, después de más de treinta años de realizada, tiene un signifi-
cado importante para el autor, no sólo por la materialización de un deseo
comprensible de encontrar lectores para un trabajo de gran significación
personal, sino también por tener la certeza de que este texto mantiene su
vigencia en tanto ésta va unida a la realidad de las instituciones totales,
una de las cuales es el hospital psiquiátrico. Esta institución, junto con
las cárceles, regimientos, seminarios sacerdotales y otras, es una realidad
actual que, en lo esencial, mantiene sus modos característicos de organi-
zación y funcionamiento a lo largo del tiempo.
Comprender los procesos subjetivos que experimentan los individuos
en el interior de estas instituciones puede ayudarnos al conocimiento de
nuestra realidad psíquica en tales condiciones y también más allá de ellas,
puesto que la situación de éstas, generalmente divididas en secciones, que
buscan la repetición o multiplicación de las mismas condiciones en cada
uno de sus sectores o unidades, puede ser también un dispositivo revela-
dor de las necesidades psicológicas del sujeto humano en una dimensión
más universal.
Al releer el texto original, me es posible descubrir en él la misma orien-
tación de los empeños intelectuales que guían mi trabajo en·el campo del
psicoanálisis. Si en esa época me dejaba conducir por la consigna de la
fenomenología, que señalaba que el camino del conocimiento debía con-
ducir a ponernos ante lo que se muestra en sí mismo, en la actualidad el
trabajo en el campo del psicoanálisis puede ser comprendido de la misma
manera como un esfuerzo para hacer que lo real psíquico se haga evidente
por sí mismo, en primer lugar para el paciente y luego para el investigador
del inconsciente.
La materialización de esta publicación se debe en una medida muy
importante al entusiasmo con que mi colega y amigo Roberto Aceituno

15
se interesó en difundir este trabajo luego de su lectura. Sus comentarios
me han permitido descubrir algunos elementos del texto que para mí
mismo pasaban inadvertidos. Así, ha posibilitado en mí la experiencia,
con este antiguo trabajo, de la extrañeza y el reconocimiento que acom-
pañan el encuentro con la propia producción, cuando el que lee ya no es
completamente el mismo que escribió.

Hugo Rojas Olea


Diciembre de 2010

16
ÍNDICE

Introducción 21

CAPÍTULO I: Antecedentes teóricos 25


A . La institución psiquiátrica 25
B. La fenomenología existencial y su concepto del hombre 33
1) El ser-en-el-mundo como estructura fundamental del ser del
hombre 36
2) El concepto de "situación" y el problema de la "libertad" 38
3) El proyecto 40
·C . El hombre entre los hombres 40

CAPÍTULO Il: Aspectos metodológicos 45


1) Actitud fenomenológica 46
2) La razón dialéctica 49
3) La observación participante 52

CAPÍTULO III: El sistema social en un sector de un hospital


psiquiátrico visto desde la perspectiva de un observador participante 57
A . Instituciones totales 57
B. El sector 63
1) Ingreso 63
2) Las experiencias de contaminación y mortificación del yo 67
C. Ajustes primarios 73
D. Ajustes secundarios 78
E . Estructura social 108

17
CAPÍTULO IV: Síntesis, conclusiones y perspectivas 145

BIBLIOGRAFÍA 151

APÉNDICE DE FOTOGRAFÍAS 155

18
"Soy un hombre invisible. No, no soy uno de aquellos trasgos que
atormentaban a Edgar Allan Poe, ni tampoco uno de esos ectoplasmas
de las películas de Hollywood Soy un hombre real, de carne y hueso,
con músculos y humores, e incluso cabe afirmar que poseo una mente.
Sabed que si soy invisible ello se debe, tan sólo, a que la gente se niega
a verme. Soy como las cabezas separadas del tronco que a veces veis en
las barracas de feria, soy como un reflejo de crueles espejos con duros
cristales deformantes. Cuando se acercan a mí únicamente ven lo que
me rodea, o inventos de su imaginación. Lo ven todo, cualquier cosa,
menos mi persona.

Mi invisibilidad tampoco se debe a una alteración bioquímica de


mi piel. La invisibilidad a que me refiero halla su razón de ser en el
especial modo de mirar de aquellos con quienes trato. Es el resultado de
su mirada mental, de esa mirada con la que ven la realidad, mediante
el auxilio de los ojos. No me quejo, ni tampoco protesto. A veces es una
ventaja pasar sin ser visto, aunque por lo general ataca los nervios.
Quienes padecen aquel defecto visual están tropezando constante-
mente conmigo. Y también ocurre que uno duda muy a menudo de su
propia existencia. Uno se pregunta si, en realidad, no es más que un
fantasma en la mente del prójimo, algo así como una imagen de pesa-
dilla que el durmiente procura, con todas sus fuerzas, desvanecer".

Ralph Ellison,
''El hombre invisible"

19
INTRODUCCIÓN

Esta investigación se ocupa de la vida social de los pacientes psiquiátricos


internados. Por lo tanto, no se pone el acento en los diversos diagnósti-
cos sintomatológicos o la conducta en general desde un punto de vista
médico-psiquiátrico, sino en la institución, considerada como el conjunto
de las condiciones materiales y sociales provistas para el paciente, como
asimismo la conducta real de éstos en tales condiciones.
La unidad de anáJ_isis, entonces, no son los pacientes en su calidad
de personas que padecen tal o cual enfermedad mental desde el punto
de vista psiquiátrico, sino el sistema social en el cual están insertos; es
decir, las relaciones sociales existentes entre los pacientes y entre éstos y
las personas encargadas de su cuidado y tratamiento. En consecuencia, se
justifica el que se insista en que ésta no es una investigación de psiquiatría
y sí lo es de psicología social.
Interesa la conducta de los pacientes internados en tanto ésta ma-
nifiesta la situación social de reclusión y resulta significativa para los
demás miembros que participan de la vida diaria en un sector del
Hospital Psiquiátrico. Vale decir, se pone entre paréntesis y se suspende
cualquier juicio a priori desde el punto de vista de la psicopatología
individual.
El sistema social de que se trata ha sufrido una evolución a través del
tiempo en términos de las actitudes y acciones de la sociedad frente a un
grupo de sus miembros. Cuan profundos sean estos cambios resulta pro-
blemático, pues si la internación contribuye o no a la reintegración de los
pacientes a la sociedad está en cuestión. En la actualidad, especialmente
en EE.UU. y Europa, se recurre cada vez más a formas de tratamiento
de la enfermedad mental en sistemas abiertos, comunidades terapéuticas,
etc. En este sentido uno de los objetivos del presente trabajo es aportar
elementos que permitan juzgar el valor rehabilitador, en términos socia-
les, del sistema asilar.

21
El asilo para enfermos mentales surge en el siglo XVIII como deri-
vado de los grandes hospicios e internados que, diseminados por toda
Europa, venían funcionando desde finales del siglo XVI en Inglaterra y
mediados del siglo XVII en Francia. Estos grandes internados albergan
una heterogénea población de mendigos, miserables, desocupados, de-
lincuentes e insensatos. Durante este tiempo, que abarca casi un siglo y
medio, se crea progresivamente una sensibilidad frente a la locura que a la
postre concluiría en la creación de un espacio social propio para ésta. Bajo
la dirección y auspicios de Tuke y Pinel se crean, de modo independiente,
instituciones cuya finalidad explícita es la de "asegurar a aquellos miem-
bros de la sociedad que tengan la desgracia de perder la razón, sin tener
una fortuna suficiente para recurrir a los establecimientos dispendiosos,
todos los recursos del arte y todas las dulzuras de la vida compatibles con
su estado" 2 • Con su iniciativa, ambos médicos dan origen al asilo para
enfermos mentales u hospital psiquiátrico tal y como se lo concibe en la
actualidad, esto es: como una institución de límites precisos y bien defi-
nidos dentro de la cual, mediante diversas operaciones, se otorga a todos
aquellos individuos que padecen una alteración mental la posibilidad
de reintegrarse al todo social. La ob.r a de Tuke y Pinel aparece entonces
como un acto de "liberación de la alienación" 3; y a ellos se los concibe
como dos grandes fllántropos de la práctica clínica, aquéllos que median-
te su acción convirtieron en un hecho real las necesidades de reformular
el enfrentamiento a la enfermedad mental.
Dicho movimiento renovador constituiría entonces lo que pudiéra-
mos denominar la primera revolución psiquiátrica, en tanto resuelve gran
parte de los remordimientos y escrúpulos que, desde el siglo XVII, ma-
nifiestan diversos especialistas de la salud ante el tratamiento altamente
violento, castigador y con fines de exhibición eje~plarizadora que era
empleado hasta entonces con el individuo alienado.
Tuke y Pinel consiguen liberar a los enfermos mentales del garrote
y las cadenas, el desprecio y la humillación evidentes, tratamiento equi-
valente al que se daba hasta entonces a los delincuentes y criminales. La
acción precursora de ambos autores prosigue durante el siglo XIX, con
la proliferación de múltiples instituciones abocadas a la consecución de
un medio y una forma de tratamiento más humano para los enfermos
mentales.

2 M. Foucault, Historia de la locura en la época clásica. México: FCE, 1967, p. 222.


3 M. Foucault, op. cit.

22
No es sino hasta el presente siglo, desde aproximadamente 1940, que
el enfoque de dichos autores y las prácticas derivadas de éste son pues-
tas en tela de juicio por diversos pensadores contemporáneos: M. Jones,
R. Laing, D. Cooper, A. Esterson, F. Basaglia, W . Grimson, E. Goffman,
M. Foucault, T. Szasz, por nombrar a los más relevantes. Todos ellos se
han dedicado a estudiar, tanto a nivel teórico como a través de expe-
riencias reales, el fenómeno de la enfermedad mental en conexión con la
institución psiquiátrica, dando origen a una crítica y un cuestionamiento
radical del modus operandi vigente en la práctica clínica tradicional.
Los aportes de éstos y muchos otros autores van configurando el
esbozo de una nueva revolución en el ámbito de la psiquiatría. Desde esta
nueva perspectiva, la liberación atribuida a Tuke y Pinel aparece como
una mera disminución de la violencia física en el tratamiento de la enfer-
medad mental; en cierta forma, la benevolencia y el "trato humanitario"
propugnados por los fundadores del asilo para enfermos mentales aparece
en la actualidad como una forma más intrincada y sutil de "invalidación
y exclusión social"\ a través de la cual un cuerpo de especialistas provoca
alteraciones profundas en la identidad del individuo recluido en una ins-
titución determinada.
De esta manera, el estudio de la enfermedad mental es trasladado
desde un contexto teórico médico-psiquiátrico a un contexto psicosocial,
en el cual el fenómeno es abordado desde una pe·rspectiva institucional,
considerando las organizaciones, status, roles, jerarquías, valores, fun-
ciones y necesidades sociales que intervienen en el enfrentamiento a la
enfermedad.
Una revisión crítica de la perspectiva psiquiátrica tradicional, a través
de los aportes recientes de lo que podríamos denominar, desde ya, el "en-
foque psicosocial" de la enfermedad mental, hace imperiosa una revisión
del significado último que el hospital para enfermos mentales posee para
los individuos que permanecen, voluntaria o involuntariamente, entre sus
límites; se vuelve necesario estudiar las condiciones generales y caracte-
rísticas particulares del mismo; las pautas de interacción que típicamente
surgen entre sus diversos miembros; los roles y expectativas que esta mi-
crosociedad genera; por último, en un sentido amplio, se hace necesario
describir en forma rigurosa todo el bagaje de actitudes y valores, todo el
cúmulo de sentimientos y acciones recíprocas que conforman esta especie
de subcultura existente dentro de un recinto hospitalario.

4 D. Cooper, Psiquiatría y Antipsiquiatría. Buenos Aires: Paidós, 1974, p. 10.

23
El presente estudio es un intento de abordar este tipo de problemas,
teniendo como preocupación central la situación relacional entre los pa-
cientes psiquiátricos y las personas encargadas de su cuidado y tratamiento.
En la base de este tipo de problemas se encuentra la psicología social, la
sociología y la filosofía fenomenológica de la experiencia, tal como se la
concibe en los actuales estudios dialécticos de la interrelación humana en
los grupos y en la relación diádica. En la necesidad de buscar una com-
prensión e inteligibilidad de los fenómenos que ocurren en la experiencia
de la situación del interno en un hospital psiquiátrico, se adopta un en-
foque que permite el acercamiento al objeto de estudio tal cual aparece
en la realidad. Éste es el punto de vista de la fenomenología psicosocial,
que quiere significar "el método de observación y descubrimiento de la
situación relacional inter-humana que nos permite una descripción de los
hechos descubiertos más allá de la simple observación, ya que se parte de
los orígenes de la experiencia en la relación recíproca de los seres huma-
nos participantes en dicha situación'' 5 •
Esta investigación fue realizada en un sector del Hospital psiquiátrico
de Santiago y, de manera acorde con el enfoque adoptado, fue precisa una
interiorización en la vida cotidiana de los pacientes internados y de sus
cuidadores. Se optó por adoptar la perspectiva de los internos utilizando
como método de observación la "observación participante" en su modo
activo. El autor, para tal efecto, hizo suyo el "rol de paciente" y permaneció
internado por un lapso de 45 días con sus noches, participando de la vida
cotidiana rutinaria como cualquier otro paciente.
En el presente informe se muestra la investigación separada en cuatro
capítulos: el primero entrega los antecedentes teóricos que sirven de
marco a la investigación; en el segundo se trata de los aspectos metodo-
lógicos que hacen posible la realización de ésta; en ~1 tercer capítulo se
desarrolla la descripción misma de la vida social de los pacientes inter-
nados en sus más variados aspectos; por último, en el capítulo cuarto, se
encontrará una síntesis totalizadora de los aspectos fundamentales que
constituyen la situación de paciente internado, para, en segundo término,
consignar aquellas conclusiones a que permite llegar esta investigación;
y se intenta, por último, mostrar las posible perspectivas de investigación
para el futuro en torno a los problemas que suscita el trabajo realizado.

S J. L. Martí-Tusquest, Psiquiatría social. Barcelona: Herder, 1976, p. 157.


24
CAPÍTULO I
ANTECEDENTES TEÓRICOS

A. La institución psiquiátrica

"En concreto, hay muy poco conocimiento explícito sobre lo que ocurre
realmente cuando alguien es internado en un Hospital psiquiátrico.
En el pabellón no sólo lo aguarda una cama física, sino también el
lecho de Procusto de los preconceptos del personal, a los cuales debe ajus-
tarse sea cual fuere el precio en términos de mutilación de su realidad
persona/" 6 •

Esta cita de David Cooper nos introduce de lleno en el contexto teórico


en el cual esta investigación se realiza; esto es, la realidad institucional de
la psiquiatría. De ésta se puede, cuando menos, extraer cinco áreas de
problemas relacionados con la situación social de los pacientes psiquiá-
tricos internados, a saber: cuánto y de qué tipo es el conocimiento con que
se cuenta a propósito de las instituciones psiquiátricas en tanto espacios
provistos por la sociedad para el tratamiento y cuidado de los enfermos
mentales; qué tipo de experiencias y qué significados le puede atribuir a
éstas una persona que sea objeto de un proceso de internación; cuál es el
tipo de relación que se produce, en términos de interacción social, entre
los pacientes internados entre sí y con las personas encargadas de su cui-
dado y tratamiento; cuál es el concepto a priori que la institución sustenta,
explícita o implícitamente, acerca de las personas a las que presta atención
y cuidado; y por último, qué tipo de cambios y cómo se llevan a efecto en
la realidad personal de los sujetos internados.
Aún cuando analíticamente es posible distinguir diferentes perspecti-
vas del problema de la realidad institucional de la psiquiatría, no debemos
olvidar que se trata, en definitiva, de diversos aspectos de un problema

6 D . Cooper, Psiquiatría yAntipsiquiatría. Buenos Aires: Paidos, 1974, p. 41.

25
único y que tal división se justifica sólo para fines didácticos. Si bien no
nos extenderemos en particular sobre cada uno de estos puntos, son este
tipo de preguntas las que orientan la presente investigación, y la centran
por lo demás en el marco de la interacción social en el interior del recinto
hospitalario en el cual se produce, cotidianamente, el "encuentro" entre la
sociedad, representada por el personal, y la "locura" representada por los
internos.

"Si queréis saber el asunto que me trae ante vosotros con tal raro ador-
no, vais a saberlo, si os dignáis escucharme, pero no con la atención
que soléis prestar a los predicadores, sino con los oídos que prestáis a
los charlatanes, a los juglares y a los bufones, o bien con aquellas orejas
que se puso antiguamente nuestro amigo el rey Midas para escuchar al
dios Pan. Me ha dado hoy por hacer un poco de sofista ante vosotros, no
ciertamente como esos pedantes que en nuestros días llenan de majade-
rías los cerebros de los niños, enseñándoles a discutir con más terquedad
que las mujeres, sino a imitación de los antiguos, que para evitar el
descrédito en que había caído el nombre de sabio, prefirieron llamarse
sofistas, y cuyo oficio consistía celebrar con elogios la gloria de los dioses
y de los hombres ilustres. Vosotros, pues, vais a oír también un elogio;
pero no va a ser el de Hércules ni el de Salón, sino el mío propio, es decir,
el de la Loi:ura"7 •

Desde el discurso de elogio a la locura de Erasmo de Rotterdam, a


fines de la edad media, hasta nuestros días, el modo y las palabras con
que la locura se dirige a los hombres ha cambiado profundamente. Se la
encontraba en las calles o las puertas de las ciudades hablando el lenguaje
que todos compartían, sanos y locos; en la actualidad, se la encuentra re-
cluida y la única comunicación que mantiene con la cordura está mediada
por un complejo lenguaje entre científico, médico y moral, por un lado;
por el otro, un discurso incoherente, lleno de palabras extrañas, interrum-
pido por largos silencios más "sospechosos" aún, cuyo paradigma es la
"ensalada de palabras".
En qué momento se produce una fractura del diálogo entre la locura y
la cordura; fractura que las separa para siempre, de tal modo que se con-
figuran dos mundos separados e irreconciliables entre sí, hasta el punto
que podemos hablar sin dificultades del "mundo de la locura" y de la "vida

7 E. de Rotterdam,Elogio de la locura. Buenos Aires: Centro editor de América Latina,


1970,p.l0.

26
real". Según M. Foucault este momento de la historia puede ser delimi-
tado con alguna precisión:

''La época clásica -de Willis a Pinel, de las.forias de Orestes a la casa del
Sordo y a juliette- abarca precisamente este período durante el cual el
intercambio entre locura y razón modifica su lenguaje de una manera
radical En la historia de la locura, dos acontecimientos señalan esta
alteración con singular precisión: la creación del Hópital General en
1657, seguida del "gran encierro" de los pobres; y la liberación de los
encadenados de Bicetre en 1794. Entre estos dos acontecimientos, singu-
lares y simétricos, algo sucede, tan ambiguo que ha dejado con.fosos a los
historiadores de la medicina: represión ciega en un régimen absolutista,
según unos, y según otros el descubrimiento progresivo por la ciencia
y la filantropía de la locura en su verdad positiva. En realidad por
debajo de estas significaciones reversibles, se forma una estructura, que
no deshace esta ambigüedad, sino que decide. (. .. )En la Edad Media,
hasta el Renacimiento, el debate del hombre con la demencia era un
debate dramático, que lo enfrentaba con las potencias sordas del mundo;
y la experiencia de la locura se obnubilaba entonces en imágenes donde
se representaban la Caída, la Consumación, la Bestia, la Metamorfosis,
y todos los maravillosos secretos de la Sabiduría. En nuestra época la
experiencia de la locura se calla en la calma de un saber que, de tanto
conocerla, la olvida. Pero de una experiencia a otra se ha pasado por un
mundo carente de positividad y de imágenes, semejante a una trans-
parencia silenciosa, que deja vislumbrar, como muda institución, gesto
sin comentario, saber inmediato, una gran estructura inmóvil,· ésta no
es drama ni reconocimiento; es el punto donde la historia se inmoviliza
en trágico, que a la vez .fonda y la recusa" 8 •

Por fin la locura resulta confinada dentro del ámbito de la enfermedad


mental en los hospitales psiquiátricos. En la justificación de la perma-
nencia de la locura en recintos médicos presta un servicio inestimable lo
que Hochmann llama la "Razón Nosográfica". Largas y exhaustivas cla-
sificaciones sustentadas por una filosofía de la diferencia y la separación,
sustancialista y mecanicista. Es necesario distinguir y separar en categorías
y volver a separar en nuevas subcategorías; se debe tener algo que clasificar,
se hace necesario que la enfermedad tenga cuerpo, que esté especializada
y tenga una resistencia inherente al cambio con características de objeto;

8 M. Foucault, Historia de la locura en la Época clásica. México: FCE, 1967, pp. 9-10.

27
por último, tendrán que haber causas y efectos, es necesario un agente cau-
sante del mal, un comienzo; asimismo, una consecuencia, un resultado
pasivo de la presencia de tal o cual causa. U na nosografía responde a
la pregunta ¿qué tiene?, dotando al paciente de un atributo objetivo: la
"enfermedad".

"Todo diagnóstico introduce al enfermo en un sistema lógico preexis-


tente de especies, géneros, órdenes, clases o ramificaciones, al cual debe
someterse" 9 •

El paciente mental, una vez efectuado el proceso de rotulación, se ve


presionado a asumir el rol correspondiente; él mismo pasa a ser sólo un
portador de la enfermedad, un algo espurio que impide que la enfermedad
se manifieste en toda su pureza, sin estar enturbiada por la subjetividad.
Como portador de los signos y síntomas que manifiestan la enfermedad
que le altera, él mismo puede ser prescindible como persona, por tanto, en
realidad, se prescinde de él.
Mientras la enfermedad recibe tratamiento, quien la padece debe per-
manecer a la mano de quienes se ocupan de su caso, al mismo tiempo que
se lo debe cuidar a él mismo de su propia enfermedad, de manifestaciones
imprevistas que pongan en peligro su vida o su seguridad física, amén de
la de otros . Para decirlo de una manera gráfica, en el intertanto es necesa-
rio que su vida esté en suspenso, como puesta entre paréntesis, a la espera
de que le sea comunicada la remisión de su mal.
Resulta obvio que el momento de la internación y mientras ésta se
prolonga, la permanencia en la institución tiene una serie de conse-
cuencias, que se relacionan directamente con la capacidad de volver a
desempeñarse socialmente.

''Hay razones para creer que una sociedad que considera a ciertos in-
dividuos 'erifermos mentales', los denomina ''enfermos mentales" y los
trata como 'enfermos mentales' agrave mediante esos actos esa condición
a la que se califica de 'erifermedad menta/"' 10 •

9 J. Hochmann, Hacia una Psiquiatría comunitaria. Buenos Aires: Amorrortu, 1972,


p. 66.
10 M. Schatzman, Locura y moral, en R. Boyers y R. Orrill (comps.), Laing y la
Antipsiquiatría. Madrid: Editorial Alianza, 1978, p. 221.

28
Para W. R. Grimson existe un continuo que liga todas las formas de la
escala segregación-paternalismo con formas cada vez más sutiles de ais-
lamiento. Por tanto el paciente no sufre efectos casuales, sino que desde
su ingreso pasa a ser el blanco de diversas normas institucionales que, en
definitiva, no tienen el propósito de ayudar a su recuperación sino man-
tenerlo en el rol de paciente, existiendo una serie de normas que aseguran
tal situación.

"Una estructura hospitalaria es una sociedad, o sea una estructura social


en la que se desarrolla un proceso. Podemos ver "un sistema de organi-
zación y relaciones que tiene formas aceptadas y repetidas de pensar,
sentir y comportarse". Existen implícitas o explícitamente en tal ins-
titución normas sobre el funcionamiento que están engarzadas en un
sistema de valores" 11 •

La situación del paciente internado puede ser caracterizada fun-


damentalmente como de desigualdad en el trato con aquellos que le
mantienen en la institución; existe una desigualdad de poder, además de
una descalificación de su individualidad, que es vista como un fracaso o
un error en el desempeño de la vida de afuera, que en definitiva justifica
su aislamiento.

"El aislamiento que para ciertos psiquiatras, define el mundo del en-
fermo mental, no es más que la traducción sobre el plano morfológico de
ese marginalismo de los valores rechazados y reprimidos por la sociedad
global; es la búsqueda, en una organización explayada en el espacio,
de nichos en que estos valores puedan esconderse, trampear y también
defenderse, secretando una caparazón quefinalmente reduce a su mini-
mum existencial aquello mismo que se quería salvar" 12 •

Se ha tratado de delimitar a grandes rasgos lo que se considera, en


general, la institución hospitalaria de la enfermedad mental; es este es-
pacio social en el cual se produce la situación de interacción entre los
"pacientes" o internos y el "personal". Este es el territorio privilegiado en
que rutinariamente se produce la praxis de la locura, pues "la clave de la

11 W. R. Grims~m, Sociedad de locos. Buenos Aires: Nueva Visión, 1972, pp. 24-25.
12 R. Bastide, Sociología de las enfermedades mentales. México: Siglo XXI, 1967, pp. 330-331.

29
transformación de la realidad psiquiátrica pasa por un cambio ajeno a la
práctica privada: el del hospital psiquiátrico" 13 •
Para E. Goffman, toda conducta que acontece en un campo en el
cual están comprometidas cara a cara dos o más personas, es una con-
ducta comunicativa y esta comunicación no persigue otra finalidad que
la de definir una situación común para los interactuantes. Tal definición
de la situación social, que se promueve en cada interacción, puede ser
abordada y comprendida principalmente en términos de roles, estatus y
expectativas.
En nuestra sociedad, estructurada a base de grupos sociales cada vez
más complejos e incluyentes, cada sujeto ocupa un lugar, una posición;
en este sentido, basta pertenecer a una familia concreta para que a un -
individuo se le puedan adscribir conductas, actitudes, sentimientos, pro-
cedimientos y motivos ~n su desenvolvimiento con respecto de otras
personas o grupos cada vez más extensos, hasta llegar a la categoría más
amplia de "humanidad". Así, ocurre que el modo de hacer, pensar, sentir
y ser de una persona responde a las expectativas y condiciones de la socie-
dad, representada a través de determinados grupos mediadores tales como
la familia, la escuela, los grupos de trabajo, la iglesia, los hospitales psi-
quiátricos, etc. Las conductas de un individuo están normadas explícita o
implícitamente, y cabe esperar que cualquier transgresión de tales normas
sea sancionada no solamente por el grupo inmediato en que ocurrió la
transgresión (por ejemplo, la familia), sino también por el conglomerado
social en su totalidad (esto explica la función social de las instituciones
carcelarias, por ejemplo).
Existe siempre, entonces, una dimensión moral en toda conducta,
el hombre se mueve en un espacio normativo que define lo que puede
considerarse natural, antinatural o sobrenatural; real o irreal; normal o
patológico; interno o externo. Si un hombre considera real lo que debiera
verse como irreal, o natural lo antinatural o viceversa, y si defiende su
posición con argumentos que se tienen por anómalos o no razona de
manera adecuada, lo más probable es que se lo pueda rotular de "enfermo
mental". Los psiquiatras, psicólogos y demás profesionales de la salud
mental han sido designados como expertos de la sociedad en el examen
de aquéllos que quebrantan las normas, y en el establecimiento de si acaso
las normas quebrantadas permiten calificarles de "enfermos mentales".
Cuando ocurren incorrecciones tales como gesticulación amanerada o

13 W. R. Grimson, op. cit., p. 38.

30
actitud negativista, resaltan y se las advierte "porque se están violando las
reglas en lo referente a la forma en que debe comportarse uno en presen-
cia de los otros" 14 •

''La tradición de la medicina científica enseña al médico a distinguir


entre su actitud moral hacia las personas enfermas y su actitud obje-
tiva, no moral, hacia sus enfirmedades. Pero en el caso del psiquiatra
las concepciones morales de la sociedad occidental definén qué personas
puede diagnosticar como "enfermos mentales" y a quiénes ha de some-
ter a tratamiento. El psiquiatra, sobre todo si trabaja en un hospital
psiquiátrico, se ocupa de la supervisión de la moral y la aplicación de
las normas. Lo cual tiene que negar si quiere creer en su adhesión a
los principios de la medicina científica. Aunque considere patológica la
conducta que quebranta las reglas, precisamente porque las quebranta,
se lo calla, y, por lo general, ni siquiera dice que la concibe como una
violación de las normas" 15 •

E. Goffman observa que siempre que dos o más interactuantes se


enfrentan comunicativamente hay una serie de elementos significan-
tes del rol, status y expectativas de cada sujeto en relación al otro. Estos
elementos expresivos pueden provenir de dos fuentes principales de in-
formación: la expresión que "da" el individuo y la expresión que "emana"
de él.- La primera es lo que conocemos en el sentido tradicional y limitado
de comunicación. La segunda fuente -lo que emana del sujeto- es lo que
se supone que normalmente los interactuantes no controlan y que es en-
tregada a través de manifestaciones ajenas a la impresión que se quiere dar
en un momento determinado, es decir, las expresiones que supuestamente
el sujeto produce involuntariamente. Tales elementos contribuyen a defi-
nir una situación social cada vez más específica, al interior de la cual las
conductas recíprocas adquieren un determinado sentido, también más o
menos preciso. Gran parte de la información que emana de una persona
está constituida por el contexto institucional en el que ella se encuentra.
Dicho contexto define el ser de la persona en un grado considerable. Así,
en el decir de Goffman, "el hombre que está recluido en una prisión po-

14 E. Goffman, El ritual de la interacción. Buenos Aires: Tiempo contemporáneo, 1970,


p.128.
15 M. Schatzman, op. cit., p. 222.

31
lítica tiene que ser un traidor; el que está en un presidio tiene que ser un
delincuente; el que está en un hospital psiquiátrico debe ser insano" 16 •
Examinadas de cerca la situación de internación y las formas ulteriores
de vida dentro del hospital psiquiátrico, veremos que están presentes una
serie de elementos que rodean a las personas relacionadas con la institución
y que definen las interacciones que tienen lugar dentro de este contexto.
Los roles adscritos a los diferentes personajes de la situación conllevan una
serie de expectativas respecto de su conducta en el sentido más amplio.
Psiquiatras 2 enfermeras, personal auxiliar y enfermos mentales, e inclusive
los amigos y familiares de los pacientes en los días de visitas, se compor-
tan de maneras características, que los definen en los roles mencionados y
minimizan las posibilidades de ser confundidos entre sí (cabe aquí mencio-
nar el hecho muy peculiar de que en nuestra cultura popular proliferan los
chistes y anécdotas en que se explota humorísticamente dicha posibilidad
de confusión: por ejemplo, el enfermo que es confundido con el médico).
Esta gramática de la interacción - para decirlo de una manera analógica-
determina de antemano cuál es el tipo de información y cuáles los objetos
de intercambio social que tales personas pueden dar y recibir.
Por otra parte, los hospitales psiquiátricos pueden ser vistos como un
ejemplo de la categoría de las Instituciones totales. Si bien tales institucio-
nes pueden ser caracterizadas de diversos modos, partiendo del examen
de los ordenamientos sociales que rigen la conducta de las personas en su
vida diaria, E. Goffman lo hace de la siguiente manera:

"Un ordenamiento social básico en la sociedad moderna es que el in-


dividuo tiende a dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, con
diferentes coparticipantes, bajo autoridades diferentes y sin un plan ra-
cional amplio. La característica central de las instituciones totales puede
describirse como una ruptura de las bar~eras que separan de ordinario
estos tres ámbitos de la vida. Primero, todos los aspectos de la vida se de-
sarrollan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única. Segundo,
cada etapa de la actividad diaria del miembro se lleva a cabo en la
compañía inmediata de un gran número de otros, a quienes se da el
mismo trato y de quiénes se requiere que hagan juntos las mismas cosas.
Tercero, todas las etapas de las actividades diarias están estrictamente
programadas, de modo que una actividad conduce en un momento pre-
fijado a la siguiente, y toda la secuencia de actividades se impone desde

16 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 92.

32
arriba, mediante un sistema de normas formales explícitas y un cuerpo
de funcionarios. Finalmente, las diversas actividades obligatorias se
integran en un solo plan racional, deliberadamente concebido para el
logro de los objetivos propios de la institución" 17•

Esta caracterización - que abarca las más diversas instituciones, según


cuales sean sus fines específicos, a saber: hospitales, monasterios, barcos,
colegios de internos, cárceles, regimientos, etc.- hace presumir que la in-
teracción social en el interior de tales instituciones tiene características
suficientemente específicas como para justificar el interés creciente por
su estudio. Ahora bien, tales instituciones no se hallan desligadas de la
sociedad mayor y se puede afirmar, incluso, que constituyen una especie
de agentes delegados por la sociedad para el cumplimiento de determi-
nados fines . En el caso específico de los hospitales psiquiátricos, éstos
explicitan, dentro de sus funciones, el cuidado y tratamiento rehabilita-
torio de aquellas personas que sufren una enfermedad mental. Por ahora
se debe suspender todo juicio respecto de lo .que pudiera entenderse por
enfermedad mental; este es un problema que en su significación última,
para los fines de esta investigación, se mantendrá entre paréntesis como
una sana regla de método.
Existen dos formas principales a través de las cuales la sociedad se
pronuncia sobre el problema de la enfermedad mental, y todos los autores
que se han mencionado concuerdan en que existe una dialéctica entre
ambas. La primera, se la encuentra explícitamente en los manuales de
psiquiatría, psicología, tratados de psicoterapia, etc., como asimismo en
el quehacer de los psiquiatras, psicólogos, terapeutas y otros especialistas,
en tanto se adecuan idealmente a su rol. La segunda forma permanece
implícita en la serie de acciones, actitudes, expectativas y valoraciones que
hl.s más diversas personas y grupos realizan y adoptan frente a los miem-
bros de la sociedad rotulados de enfermos mentales.

B. La fenomenología existencial y su concepto del hombre

En la base del presente trabajo se encuentra un concepto del hombre


acorde con el tipo de problema que enfrentamos, una descripción de la
vida social de un grupo de personas que comparten una situación existen-

17 E. Goffman, op. cit., pp. 19-20.

33
cial: la atribución de enfermedad mental y su correlativo estar internados.
Se ha insistido en que el propósito de esta investigación no es la enfer-
medad mental como tal, desde el punto de vista de la psiquiatría, sino
una búsqueda de significado de la experiencia de reclusión en un hospital
psiquiátrico. El propósito no es una explicación, en términos de causas
y efectos, de la vida social de los enfermos mentales, sino un intento de
comprensión de tal vida social En este sentido, la primera actitud del feno-
menólogo social frente a todo hecho humano, es que éste es esencialmente
significativo y si se lo priva de significación, se lo priva también de su
calidad de hecho humano.
En este concepto del hombre como creador de significado se conjugan
nociones tales como: estructura ontológica del hombre como ser-en-el-
mundo; la esencia del hombre es la libertad; el hombre es siempre un
ser-en-situación; la existencia precede a la esencia; el hombre es lo que él se
hace en la forma de un proyecto hacia el porvenir. Partiendo del examen
de estas nociones se podrá disponer de una nueva luz para la compren-
sión de la conducta del hombre en relación con otros hombres.
La fenomenología, desde sus inicios en Husserl, concibe la concien-
cia como un modo de ser específicamente humano, y describe éste como
intencionalidad, es decir, como un tender hacia; se la considera como "pre-
sencia ante una realidad que no es esta misma conciencia" 18 .J. P. Sartre lo
expresa de la siguiente manera:

"La conciencia y el mundo se dan al mismo tiempo: exterior por esencia


a la conciencia, el mundo es por esencia relativo a ella. Es que Husserl
ve en la conciencia un hecho irreductible que ninguna imagen física
puede representar. Salvo, quizá, la imagen rápida y oscura del estallido.
Conocer es "estallar hacia", arrancarse de la húmeda intimidad gástrica
para largarse, allá abajo, más allá de uno mismo, hacia lo que no es uno
mismo, allá abajo, cerca del árbol y no obstante fuera de él, pues se me
escapa y me rechaza y no puedo diluirme en él más de lo que él puede
diluirse en mí:fuera de él, fuera de mí" 19 •

La descripción de la conciencia como intencionalidad conduce


a una ontología en la que se considera al hombre como un ser abierto,
como una "ex-sistencia" . Fue M. Heidegger quien agregó un elemento

18 W. Luypen, La fenomenología es un Humanismo. Buenos Aires: Editorial Carlos


Lohlé, 1967, p. 20.
19 J. P. Sartre, El hombre y las cosas. Buenos Aires: Losada, 1965, p. 26
34
completamente nuevo a las concepciones de Husserl al fusionar con la
fenomenología el pensamiento de Soren Kierkegaard. De estas dos co-
rrientes de pensamiento distintas, pero relacionadas por su radical interés
por la experiencia del hombre como subjetividad única e irrepetible, nace
lo que se ha dado en llamar la Fenomenología existencial.
La preocupación central de Kierkegaard es su propia individualidad
szifriente en la búsqueda de la salvación, desgarrado por su ser finito y sus
ansias de infinito, de eternidad. ·

"Y si tu vida no ha sido más que desesperación, ¡qué importa entonces lo


demás! Victorias o derrotas, para ti todo está perdido; la eternidad no te
ha reconocido como suyo, no te ha conocido o, peor aún, identificándote,
¡te clava a tu yo, a tu yo de desesperación" 20•

Kierkegaard ve al hombre como existen~ia, como un perpetuo movi-


miento del hombre hacia lo que no es él, como movimiento hacia Dios.
Existe una clara similitud entre esta descripción del hombre que hace
Kierkegaard y el concepto de Husserl acerca de la conciencia como inten-
cionalidad. Así, el concepto fundamental de la fenomenología existencial
es que es imposible pensar en un sujeto sin pensar en su mundo o pensar en el
mundo sin referirse al sujeto.

''El ser-en-el-mundo es para Heidegger una estructura fundamental


de la existencia humana (Dasein). Tema de la ontología fundamental
es la comprensión del mundo en su relación con la existencia y la com-
prensión de ésta en la manera como es originariamente mundanal y
tiene mundo" 21 .

En el desarrollo de la pregunta que interroga por el Ser en general22 ,


M . Heidegger encuentra que tal pregunta sólo puede responderla el ser
que somos nosotros mismos en cada caso:

"Si ha de hacerse expresamente la pregunta que interroga por el ser,


·y ha de hacérsela en forma de "ver a través" de ella plenamente, [ . .}.

20 S. Kierkegaard, Tratado de la desesperación . Buenos Aires: Editorial Santiago Rueda,


1960, p. 39.
21 L. Landgrebe, El camino de la Fenomenología. Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
1968, p. 47.
22 M. Heidegger, El ser y el tiempo. México: FCE, 1974, pp. 14-18.

35
"Dirigir la vista", "comprender" y "conceptos", "elegir", "acceso" son
modos de conducirse constitutivos del preguntar y, por tanto, ellos
mismos modos de ser de un determinado ente, de aquel ente que somos
en cada caso nosotros mismos, los que preguntamos. Desarrollar la
pregunta que interroga por el ser, quiere, según esto, decir: hacer "ver
a través" de un ente -el que pregunta- bajo el punto de vista de su ser.
El preguntar de esta pregunta está, en cuanto modo de ser de un ente,
él mismo determinado esencialmente por aquello por lo que se pregun-
ta en él -por el ser. Este ente que somos en cada caso nosotros mismos
y que tiene entre otros rasgos la "posibilidad de ser" del preguntar, lo
designamos con el término "ser ahí". El hacer en forma expresa y de
"ver a través" de ella la pregunta que interroga por el sentido del ser,
pide el previo y adecuado análisis de un ente (el "ser ahí") poniendo
la mira en su ser" 23 •

Una vez que se ha bosquejado una idea de lo que constituye la fe-


nomenología existencial en su fundamento como posición filosófica, se
puede proceder a un examen de los tópicos más característicos de su con-
cepción del hombre.

l. El ser-en-e/-mundo como estructura fundamental del ser del hombre

Se puede descomponer la expresión ser-en-el-mundo, aún cuando se


trata de un fenómeno dotado de unidad, en sus elementos constitutivos,
permitiendo entonces que se lo mire desde tres puntos de vista simultá-
neamente, a saber:
a) El "en el mundo", se pregunta aquí por la estructura ontológica del
mundo y la idea de la mundanidad como tal.
b) El ente que es en el modo de ser en el mundo, se interroga por el
¿quién? es en el mundo.
e) El "ser en" como tal; se trata aquí de poner de manifiesto la constitu-
ción ontológica del "en''.

Cuando se plantea la cuestión del mundo no se pregunta por una


enumeración de las cosas que hay en el mundo, esto resultaría al decir
de Heidegger un "negocio" prefenomenológico en que "la descripción se
queda en los entes. Es óntica. Pero lo que se busca es el ser. "Fenómeno",

23 Idem.,pp. l6-l7.

36
en sentido fenomenológico, se definió formalmente: lo que se muestra
como ser y estructura del ser" 24 • La pregunta ontológica por el mundo no
deja de lado el campo de la analítica del ser ahí. El "mundo" ontológi-
camente es "un carácter del "ser ahí" mismo" 25 • El empleo cotidiano de
la palabra "mundo" resulta equívoco y se puede señalar con él diversas
significaciones. En un sentido óntico se refiere a la totalidad de los entes
que pueden ser "ante los ojos" dentro del mundo. En un senti.do ontoló-
gico limitado, puede significar el ser de los "entes ante los ojos" dentro del
mundo, así mundo puede nombrar una región que abarque una multi-
plicidad de entes, el "mundo" de los objetos ideales del matemático, por
ejemplo; nuevamente en un sentido óntico, como aquello "en que" un ser
ahí fáctico, vive, el mundo "público" del nosotros o el mundo "doméstico",
por ejemplo; "mundo designa, finalmente, el concepto ontológico-exis-
tenciario de la mundanidad. "El término derivado "mundano" mentará,
entonces, una forma de ser del "ser ahí" y nunca una de los entes "ante los
OJOS en e1 mun do"26 .
o "" "

El hombre -ser ahí- se encuentra siempre ya en un plexo de relaciones


en que el mundo se le aparece como algo a la mano en la forma de lo ya
dado, de lo abierto previamente en una cierta comprensibilidad.

''El "ser ahí" se refiere en cada caso ya siempre desde un "por mor
del que" al "con qué" de una conformidad, es decir, permite én cada
caso siempre ya, en la medida en que es, que hagan frente los entes
como 'a la mano". Aquello dentro de lo cual el "ser ahí" se comprende
previamente en el modo del referirse, es el 'aquello sobre el fondo de
lo cual" hacen frente los entes. El 'aquello dentro de lo cual" del com-
prender refiriéndose, en cuanto 'aquello sobre elfondo de lo cual" del
permitir que hagan frente entes en la forma de ser de la conformidad,
es elfenómeno del mundo. Y la estructura de aquello sobre elfondo de
lo cual se refiere el "ser ahí" es lo que constituye la mundanidad del
mundo" 27 •

El ¿quién? del problema del ser-en-el-mundo,, es en primer lugar yo


mismo. Sólo existiendo es el "ser ahí" en cada caso su "sí mismo". "Pues la
"sustancia" del hombre no es el espíritu, como síntesis de alma y cuerpo, sino

24 Idem., p. 76.
25 Idem., p. 77.
26 Idem., p. 78.
27 Idem., p. 101.

37
la existencia"28• Este ¿quién? para}. P. Sartre es un ser que debe realizarse a sí
mismo, es el ser que denomina ser-para-sí. El para-sí en tanto presencia ante
sí mismo, al igual que la conciencia, que es en su ser cuestión de su ser, es el
fundamento de ésta. A diferencia del ser-en-sí que es pura coincidencia, es
decir, un ser pleno que sólo puéde ser expresado por la fórmula el ser es lo que
es, el ser del para-sí no coincide consigo mismo en una adecuación plena;
esta falta de adecuación es la existencia, un estar foera de sí mismo.

"El para sí es el ser que se determina a sí mismo a existir en tanto que


no puede coincidir consigo mismo"29 •

¿Qyé debemos entender por "ser en'' en la expresión ser-en-el-mundo?


Nos extenderemos en una larga cita de Heidegger para la aclaración de
esta parte de la expresión que nos ocupa:

"El "ser en" dista tanto de mentar un espacial estar "uno en otro" entes
"ante los ojos': como dista "en" de significar primitivamente una relación
espacial de la índole mencionada; "en" procede de "habitar en': "dete-
nerse en" y también significa ''estoy habituado a': 'soy un habitual de':
']recuento algo': ''cultivo algo"; tiene, pues, la significación de colo en el
sentido de habito y diligo. Este ente al que es inherente el 'ser en" en esta
significación, es el que hemos caracterizado como el ente que en cada caso
soy yo mismo. (La forma verbal alemana) "bin" (que se traduce por la es-
pañola 'soy") tiene que ver con (la preposición alemana) "bei" (que puede
traducirse por la española ''cabe"); "ich bin" (yo soy") quiere decir otra vez
"habito': ''me detengo cabe ... ': del mundo como algo que me es familiar
de tal o cual manera. "Ser" como infinitivo del yo soy, es decir compren-
dido como existenciario, significa ''habitar cabe ... ': 'ser familiarizado
con . .. " "Ser en" es, según esto, la expresión existenciaria formal del ser del
'ser ahí': que tiene la esencial estructura del 'ser en el mundo"30 .

2. El concepto de ''situación"y elproblema de la "libertad"

Si "la existencia precede a la esencia" 31 , que, según J. P. Sartre, es la consi-


deración fundamental que caracteriza la ftlosofía de Heidegger, la de los

28 Idem., p. 133.
29 J. P. Sartre, El ser y la nada. Buenos Aires: Losada, 1972, p. 129.
30 M. Heidegger, op. cit., pp. 66-67.
31 J. P. Sartre, El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1973,
p. 14.

38
existencialistas franceses y la suya propia, entonces el hombre comienza
por existir antes de poder ser definido de cualquier manera; se encuen-
tra, surge en el mundo y después se define. En este sentido adquiere un
nuevo sentido la expresión "el hombre es un ser abierto" ya previamente
al mundo.
Libertad y situación son así una y la misma cosa y puede expresarse;
el hombre es un ser libre en situación; no tiene otra posibilidad que no
sea la de "ser en'' un mundo ya previamente dado, en este siglo y en este
lugar geográfico; sin embargo, no se trata de una pura contingencia sino
que este ser aquí y ahora tiene sentido por un poder ser de otra manera a
través de un hacer. ·

"La libertad es un escapar a un comprometimiento en el ser; es nihili-


zación de un ser que ella es. Esto no significa que la realidad humana
exista primero para después ser libre; simplemente el surgimiento de la
libertad se efectúa por la doble nihilización del ser que ella es y del ser en
medio del cual es. Naturalmente, la libertad no es este ser en el sentido
de ser-en-sí; sino que hace que haya este ser que es suyo y que está a su
zaga, iluminando/o en sus insuficiencias a la luz del fin elegido por
ella: la libertad tiene-de-ser a la zaga de sí misma ese ser que ella no ha
elegido, y, precisamente en la medida en que se revierte sobre sí misma
para iluminarlo, hace que ese ser que es suyo aparezca en relación con
el plenun del ser, es decir, exista en medio del mundo. Decíamos que la
libertad no es libre de no ser libre, y que no es libre de no existir. Pues,
en efecto, el hecho de no poder no ser libre es la facticidad de la libertad,
y el hecho de no poder no existir es su contingencia. Contingencia y
facticidad se identifican: hay un ser que la libertad tiene-de-ser en la
forma del no ser... Existir como el hecho de la libertad o tener de ser un
ser en medio del mundo es la misma cosa, y significa que la libertad es
originariamente relación con lo dado" 32 •

Esta es la paradoja de la libertad: no hay libertad sino en situación y


no hay situación sino por la libertad. "La realidad-humana" encuentra
doquiera resistencias y obstáculos que no ha creado ella, pero esos obstá-
culos y resistencias no tienen sentido sino en y por la libre elección que la
realidad-humana es.

32 J. P. Sartre, El ser y la nada. Buenos Aires: Losada, 1972, pp. 598-599.


39
3. Elproyecto

El hombre no es otra cosa que lo que él se hace; es éste el principio de la


preeminencia de la subjetividad.

"El hombre comienza por existir, es decir, que empieza por ser algo que
se lanza hacia un porvenir, y que es conciente de proyectarse hacia el
porvenir. El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetiva-
mente, en lugar de ser un musgo, una pobredumbre o una coliflor; nada
existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el
hombre será ante todo lo que habrá proyectado ser" 33•

C. El hombre entre los hombres

Se ha hecho una rápida revisión de los conceptos fundamentales de la


fenomenología existencial, ésta se justifica como un paso necesario para
la comprensión de la especificidad de los actos humanos en relación con
un mundo en que se encuentran otros hombres. El hombre se encuentra
en un ambiente social y tiene la posibilidad de transformar éste sobre la
base de condiciones dadas. Pues el hombre se caracteriza, principalmente,
porque es capaz de superar una situación, es capaz de hacer o deshacer
lo que se ha hecho de él, aún cuando jamás se reconociera en su propia
creación.
La conducta más rudimentaria puede ser vista a la vez en relación con
los factores objetivos, reales, presentes, que la condicionan, y en relación
con cierto objeto foturo al cual trata de dar nacimiento. Esto es lo que se
ha llamado proyecto. El hombre tiene siempre ante si un campo de posi-
bilidades, por reducido que pueda ser.

"Un hombre se define por su proyecto. La.verdadera estructura de una


vida es esta relación inmediata, más allá de lo dado y lo constituido,
con lo otro-que-no-es-uno-mismo, [ . .}. No es una necesidad o un
sentimiento, sino que nuestras necesidades, sentimientos e inclusive
nuestros pensamientos más abstractos participan de ella. Se encuentran
en perpetuo estado de estar-foera-de-sí-mismos- hacia. Esto es lo que
llamamos existencia, y resulta claro que con este término no entende-
mos una sustancia estable que reposa en sí misma, sino un perpetuo

33 J. P. Sartre, El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires: Ediciones Sur, 1973,


p.18.

40
desequilibrio. Como este impulso hacia la objetivación adquiere diver-
sasformas según el individuo, y como nos impulsa a través de un campo
de posibilidades, de las cuales realizamos algunas con exclusión de otras,
también lo llamamos elección o libertad" 34 .

Pero esta definición es abstracta todavía, el hombre se realiza a sí


mismo en medio del mundo en condiciones concretas, y al emerger de estas
condiciones concretas, un hombre como su proyecto imprime. un signifi-
cado, al mismo tiempo que a su vida, al mundo en que le toca vivir. Este
mundo no es una naturaleza virgen ni mucho menos, son los otros hom-
bres, es una sociedad concreta en un momento histórico concreto.

"Las significaciones en el ambiente o en el otro jamás se nos apare-


cen, como no sea en la medida en que nosotros somos seres significantes.
Nuestra comprensión del otro nunca es contemplativa, es un momento
de nuestra praxis, un modo de vivir. Sea por el conflicto, o por la supre-
sión lo que nos une al otro es la relación humana concreta"35 •

El hombre, afirma Sartre, es ante todo ser-para-sí, pero esta determi-


nación no expresa cabalmente la condición humana. Existen modos de la
conciencia que sin dejar de ser para-sí, poseen además una constitución
profundamente distinta del simple para-sí. La vergüenza, por ejemplo, es
en su más primaria estructura vergüenza ante alguien. Avergonzándome
tengo vergüenza de mí, y mi acto se refiere a mi ser; pero tengo vergüenza
de mí tal como yo parezco a otro; el otro, por tanto, es un mediador entre
mí y yo mismo. Entonces por el otro se puede aprehender las estructuras
del propio ser, el para-sí remite al para-otro. El ser del hombre es ser-para-
otro, además de ser-para-sí.
El proyecto de un hombre está en conflicto con el de otros hombres, o
se complementa con el de otros hombres, un hombre puede ser un medio
para otros hombres, o ser algo demás, etc. Los actos de un hombre en tanto
actos para-sí poseen un significado, pero en tanto actos para-otro pueden
poseer un significado diferente, una retirada estratégica puede ser vista
por otros como un acto de cobardía, por ejemplo.
Para Sartre el otro no se me aparece sólo como un objeto más del
mundo que me rodea, tal cual se aparece una máquina de escribir o una

34 R. Laing y D. Cooper, Razón y violencia. Buenos Aires: Paidós, 1972, p. 52.


35 Idem., p. 54.

41
silla o un árbol -aunque también los objetos remiten a otro: el que fa-
bricó esta máquina de escribir y escribir para otros, en un lenguaje que
comprenden otros, sobre un problema que también interesa a otros, etc.-,
sino desde un principio tenemos una experiencia radicalmente distinta
de los otros .

"Es como un trasfondo de las cosas que me escapa por principio y que les
es conferido desde afuera. Así, la aparición, entre los objetos de mi uni-
verso, de un elemento de desintegración de ese universo, es lo que llamo
la aparición de un hombre en mi universo. El prójimo es, ante todo, una
fuga permanente de las cosas hacia un término que capto a la vez como
objeto a cierta distancia de mí y que me escapa en tanto que despliega
en torno suyo sus propias distancias. [ . .] Así, de pronto, ha aparecido
un objeto que me ha robado el mundo. Todo está en su lugar, todo exis-
te siempre para mí, pero todo está recorrido por una huida invisible
y fija hacia un objeto nuevo. La aparición del prójimo en el mundo
corresponde, pues a un deslizamiento fijo de todo el universo, y una
descentración del mundo, que socava por debajo la centración operada
por mí al mismo tiempo" 36•

Se ha dicho antes que el hombre es libre, que "la libertad está conde-
nada a ser libre" 37 , agrega Sartre; pero en un mundo de cosas contingentes
en que ella misma se descubre como contingente, y es "por la asunción de
esta contingencia (que) puede haber una elección y una organización de
las cosas en situación" 38 • Sin embargo la libertad encuentra sus límites en
otras libertades, el mundo se ordena también de acuerdo a los fines de otros
hombres; y así la libertad descubre que pertenece a un mundo cuyas signi-
ficaciones pertenecen, también, a otros hombres. Pero aún así la libertad
no se anula, sino que es ésta su contingencia, su situación:

"Vivir en un mundo irifestado por mi prójimo no es solamente poder


encontrarme con el Otro a cada vuelta del camino, sino también ha-
llarme comprometido en un mundo cuyos complejos-utensilios pueden
tener una significación que no les ha sido primeramente coriferida por
mi libre proyecto. Es, también, en medio de este mundo dotado ya de

36 J. P. Sartre, El ser y la nada. Buenos Aires: Losada, 1972, pp. 330-331.


37 Idem., p. 625.
38 Idem., p. 625.

42
sentido, tener que ver con una significación que es mía y que tampoco
me he dado yo, sino·que me descubro como )a poseyéndola" 39 .

Podemos hablar entonces de una alienación o alteración en el seno


mismo de un proyecto, pero esa alteración de la situación no representa
una falla interna ni la introducción de lo dado como resistencia bruta en
la situación tal cual la vivo. Muy por el contrario, la alienacióp no es una
modificación interna ni un cambio parcial de la situación; no aparece
en el curso de la temporalización; no me la encuentro jamás en la situa-
ción, y, por consiguiente, no es dada nunca a mi intuición, sino que, por
principio, me escapa; es la exterioridad misma de la situación, es decir, su
ser-fuera-para-el-otro. Se trata, pues, de un carácter esencial de toda si-
tuación en general; este carácter no podría actuar sobre su cÓntenido, sino
que es aceptado y reasumido por aquel mismo que se pone en situación.
Así el sentido mismo de nuestra libre elección consiste en hacer surgir
una situación que la expresa y una de cuyas características esenciales es
ser alienada, es decir, existir como forma en-sí para el otro. No podemos
escapar a esta alienación, pues sería absurdo siquiera pensar en existir
de otro modo que en situación" 40 • Entonces se es absolutamente libre y
responsable de la propia situación, pero, además, "no soy nunca libre sino
en situación" 41 •

"Cada uno de nosotros pasa su vida grabando su maléfica imagen en


otras personas y en las cosas. Esta imagen grabada fascinadora y en-
loquecedora si uno quiere ser entendido o entenderse uno mismo por
ella, es también la necesidad misma de mi libertad como totalización en
movimiento, que termina en la objetivación y la alteración" 42 .

39 Idem., p. 625.
40 Idem.,p.643.
41 Idem.,p.625.
42 R. Laing y D . Cooper, op. cit., p. 100.

43
CAPÍTULO II
ASPECTOS METODOLÓGICOS

De lo expuesto hasta aquí se desprende que el propósito central de esta


investigación es la comprensión de un sistema social de pacientes psiquiá-
tricos internados, desde la perspectiva de los internos.
Un examen de esta fórmula muestra, por ella misma, las exigencias de
método necesarias para cumplir tal propósito. Se busca, en primer lugar,
una comprensión; por tanto la primera exigencia es aprehender el fenó-
meno de que se trata tal cual se da en la experiencia de los actores de tal
sistema social; en segundo lugar, se trata de un sistema social de pacientes
psiquiátricos internados, un conjunto de personas, es decir, un sistema
ínter-subjetivo, por lo cual nuestra comprensión debe dar cuenta de ello y
de la situación del investigador en tal sistema; por último, dentro de este
sistema ínter-subjetivo en que están comprometidas personas con muy
diferentes perspectivas, a saber: médicos, enfermeras, auxiliares, pacientes,
familiares y amigos en los días de visita, interesa una de estas perspectivas
y no otra cualquiera: la de los pacientes internos.
Así, para el cumplimiento cabal de esta investigación se debe contar
con las herramientas conceptuales y prácticas adecuadas para ello. La pri-
mera exigencia, y la más general, puede ser satisfecha con la adopción de
una actitud fenomenológica; la segunda, con un modo de razonamiento
adecuado, a saber, la razón dialéctica; y la última, que es práctica, con la
técnica de observación participante y la adopción del rol de paciente.
Aún cuando estos tres puntos constituyen para el autor una unidad
sintética teórico-práctica, acorde con el propósito planteado, es conve-
niente una exposición por separado.

45
l. Actitud fenomenológica

Fenomenología, para Heidegger, es en primer lugar un ir "¡a las cosas


mismas!" 43 • Más allá de las construcciones teóricas acerca de la realidad es
un ir a esta realidad misma, es decir, al fenómeno mismo, y dejarlo hablar.
Esta afirmación requiere de un examen del concepto fenomenología .
La expresión fenomenología está compuesta de dos partes: fenómeno y
logos, ambas palabras de raíz griega y según ellas, de manera análoga a
psicología, por ejemplo, significaría "ciencia de los fenómenos" o "discurso
acerca de los fenómenos"; una aclaración del concepto fenomenología re-
quiere, entonces, una caracterización de las expresiones fenómeno y lagos.
Heidegger realiza una exégesis de ambos conceptos44 que en lo esencial
entregan el siguiente resultado:

-Fenómeno, en la primitiva expresión griega y en sus diferentes voces


significa mostrarse, lo que se muestra, lo patente, poner o sacar a la luz
del día o a la luz en general, la luz (es decir, aquello en que algo puede
hacerse visible en sí mismo); el significado de fenómeno es, entonces, lo
que se muestra en sí mismo, lo patente. Así, fenómenos: "[ ... ] la totalidad
de lo que está o puede ponerse a la luz, lo que los griegos identificaban a
veces simplemente con los entes" 45 •
Los entes pueden mostrarse de muy diversas maneras, según la forma
de acceso a ellos, y puede, incluso, un ente mostrarse justamente como
lo que no es en sí mismo. Así pueden encontrarse las siguientes significa-
.
cwnes: "1o que tlene
. aspecto de" , "1o que parece ser" , "e1 parecer ser" , "1o.
que tiene aspecto de". Sin embargo, lo que se indica en ambas acepciones
(fenómeno en el sentido de lo que se muestra y fenómeno en el sentido
del parecer ser) encierra la significación primitiva (lo patente).
"Fenómeno -el mostrarse en sí mismo- significa una señalada forma
de hacer frente a algo. Apariencia, por lo contrario, mienta una relación
de referencia dentro del ente mismo - y que es ella misma un ente-, de
tal suerte que lo que hace referencia (lo que anuncia) sólo puede cumplir su
posible función cuando se .m uestra en sí mismo o es "fenómeno". La apa-
riencia y el "parecer ser" están ellos mismos fundados de distinto modo en
el fenómeno. La embrollada multiplicidad de los "fenómenos" designados

43 M. Heidegger, El ser y el tiempo. México: FCE, 1974, p. 38.


44 Idem., pp. 39-45.
45 Idem. , p. 39.

46
con los nombres de fenómeno, "parecer ser", apariencia, simple apariencia,
sólo se deja desenmarañar cuando se ha comprendido .desde un principio
el concepto de fenómeno: lo que se muestra en sí mismo" 46 •
-Logos en su significación fundamental y literal es habla y habla es
siempre un decir algo de algo,"[ ... ] permitir ver algo en su estar junto con
algo, permitir ver algo como algo" 47 •
Logos es traducido frecuentemente como razón, juicio, conc~pto, defi-
nición, razón de ser o fundamento, proposición:

"Yporque la fonción dellogos consiste en el simple permitir ver algo, en


elpermitir percibir los entes, puede logos significar también "percepción
racional''y ''razón" 48 .

Fenomenología quiere decir entonces: ''[ . .] permitir ver lo que se mues-


tra, tal como se muestra por sí mismo, efectivamente por sí mismo. Tal
es el sentido formal de la disciplina a que se da el nombre de fenomeno-
logía. Pero de esta suerte no se da expresión a otra cosa que a la máxima
formulada más arriba: í·a las cosas mismas/"'49 .

Cabe aún la pregunta: ¿qué es lo que siempre se muestra? El fenó-


meno, que en sentido fenomenológico es sólo aquello que es ser y ser es
siempre ser de un ente; se trata entonces de hacer comparecer en su manera
justa el ·e nte mismo.

''El concepto fenomenológico de fenómeno entiende por "lo que se mues-


tra" el ser de los entes, su sentido, sus modificaciones y derivados. Y el
mostrarse no es un mostrarse cualquiera, ni menos lo que se dice un
''aparecer". El ser de los entes es lo que menos puede ser nunca nada "tras
de lo cual" esté aún algo ''que no aparezca"..

"Tras" de los fenómenos de la fenomenología no está esencialmente nin-


guna otra cosa, pero sípuede estar oculto lo que debe volverse fenómeno;
y justo porque los fenómenos no están dados inmediata y regularmente,
es preocupación de la fenomenología. Encubrimiento es el concepto con-
trario de "jenómeno" 50 .

46 Idem., p. 41.
47 Idem., p. 43 .
48 Idem., p. 44.
49 Idem., p. 45.
50 Idem., p. 46.

47
Se ve, entonces, que una fenomenología no es un simple registro de
todo lo que se nos pone delante (en el sentido vulgar de la expresión), sino
se trata de tener acceso de una manera genuina a lo que es propio de los
entes: su ser.

"De la investigación misma resultará esto: el sentido metodológico de


la descripción fenomenológica es una interpretación. El logos de la
fenomenología del "ser ahí" (léase "el hombre"} tiene carácter de her-
menéutica, mediante la cual se le dan a conocer la comprensión del ser
inherente al "ser ahí" mismo, el sentido propio del ser y las estructuras
fundamentales de su peculiar ser. Fenomenología del "ser ahí" es herme-
néutica en la significación primitiva de la palabra, en la que designa el
negocio de la interpretación" 51 •

La actitud fenomenológica puede ser sintetizada como un activo


buscar de lo que es esencial a los entes que investiga, es decir, su ser, su
sentido y su relación con otros sentidos; dicho de manera diferente, lo
que se investiga son estructuras de significado. Con respecto al problema
concreto de las ciencias sociales Alfred Schutz expresa:

"Esto no obstante, es posible construir un modelo de un sector del mundo


social que consista en una interacción humana típica y analizar esta
pauta típica de interacción áz lo que respecta al sentido que podría tener
para los tipos personales de actores que presumiblemente la crearon" 52 .

En este aspecto de la empresa fenomenológica, en plena coinciden-


cia con lo que se ha expresado hasta aquí de la actitud fenomenológica,
M. Merleau-Ponty afirma a propósito de la historia:

"Una fenomenología es la doble voluntad de recoger las experiencias


concretas del hombre, tales como se presentan en la historia y no so-
lamente experiencias de conocimiento, sino también sus experiencias
de vida, de civilización, y, a la vez, encontrar en ese desarrollo de los
hechos un orden espontáneo, un sentido, una verdad intrínseca, una
orientación tal que el desarrollo de los acontecimientos no aparezca
como simple sucesión" 53 •

51 Idem., p. 48.
52 A. Schutz, El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu, 1974,
pp. 61-62.
53 M. Merleau-Ponty, La fenomenología y las ciencias del hombre. Buenos Aires: Nova,
1969, p. 29.

48
2. La razón dialéctica

El hombre, en tanto ser-en-el-mundo, en su relación con otros hombres y


consigo mismo -por ser una existencia que se desarrolla históricamente en la
forma de un proyecto-, es mediado por las cosas en la misma medida en que
las cosas son mediadas por él. El valor de esta aseveración no reside tanto en
el contenido de ella como por ser un ejemplo del tipo de razonamiento dia-
léctico. Es este el tipo de razonamiento de que se debe disponer si se quiere
que el fenómeno de la realidad humana sea inteligible. Dicha inteligibilidad
es ante todo cuestión de comprender el modo en que una pluralidad se cons-
tituye como algo total, como un todo, ya sea que se trate de un sujeto total o
de un objeto total. Una totalidad es una síntesis unificante de una pluralidad,
y la realidad humana es una pluralidad·de tales síntesis.
En la experiencia más original y simple se muestra esta relación to-
talizante del hombre con la materialidad del mundo. En la experiencia
de la necesidad vemos un hombre en la realización de tal mediación con
la materialidad. La necesidad es una interiorización -o si se quiere, una
subjetividad- por el hombre-en-necesidad, de una falta en el campo total
exterior de las satisfacciones. Algo falta, existe una escasez o no hay su-
ficiente, no tengo algo; por lo tanto, el campo total de la acción aparece
como una síntesis de recursos y medios para la satisfacción de tal necesi-
dad. La acción consecuente de procurarse los medios y recursos para tal
satisfacción es el segundo momento de esta dialéctica, la exteriorización
u objetivación de tal necesidad por la transformación de lo exterior. Sartre
expresa esta situación de la siguiente manera:

"Todo se descubre en la necesidad· es la primera relación totaliz adora


de este ser material, un hombre, con el conjunto material de que for-
ma parte. Esta relación es unívoca y de interioridad En efecto, por
la necesidad aparece en la materia la primera negación de la negación
y la primera totalización. La necesidad es negación de negación en la
medida en que se denuncia como una falta en el interior del organismo,
es positividad en la medida en que por él la totalidad orgánica tiende a
conservarse como tal. La negación primitiva, en efecto, es una primera
contradicción de lo orgánico y lo inorgánico en el doble sentido de que la
falta se define como una totalidad, pero que una laguna, una negati-
vidad en tanto que tal tiene un tipo de existencia mecánica, y que como
último análisis, lo que falta puede ser reducido a elementos no organi-
zados, o menos organizados, o, simplemente, a carne muerta, etc. "54 •

54 J. P. Sastre, Crítica de la razón dialéctica. Buenos Aires: Losada, 1970, p. 214.

49
Pero, además, el hombre está siempre relacionado con la materialidad
en y por otros hombres. Este campo de materialidad tiene siempre un
conjunto polivalente de significaciones para otros hombres. Existen otros
hombres que también totalizan de una manera síngular tales condicio-
nes materiales mediante su p~opio proyecto, trascendiéndolas a su vez.
Así, esta materialidad circulante, inerte, se convierte en un vehículo de
significación, pero elude a cada uno, se escapa inevitablemente, pues está
sometida a una infinidad de otras unificaciones o totalizaciones hechas
por otros hombres; éstas se complementan o no, se contradicen, pueden
coexistir o son antitéticas. La totalización de un campo de praxis es pues
destotalizada por el campo de una totalización ajena en la cual la primera
puede ser subordinada como una parte de ella.
La realidad humana es el sector de la realidad en el que la totaliza-
ción es el verdadero modo del ser. Una totalización es un movimiento
continuo a través de toda la existencia de un sujeto, y esto la racionalidad
analítica no lo podría aprehender sin detenerlo:

"La racionalidad analítica implica el supuesto de una perspectiva de


completa exterioridad en el sentido siguiente: yo lo sumo a usted, es decir
lo aprehendo conceptualmente como totalidad. Esto es lo único que existe
para tal racionalidad. Pero si, simultáneamente con mi suma de usted,
usted me suma a mí, yo debo incluir la suma de mí en mi suma de usted.
Es decir, que la situación se hace más compleja de un modo específico.
En la relación recíproca del trato de dos personas ocurre lo siguiente: yo
le totalizo a usted, pero usted, en su recíproca totalización de mí, incluye
mi totalización de usted, de modo que mi totalización de usted implica
una totalización de su totalización de mí, y así indefinidamente"55 .

Pero en el intertanto no se debe olvidar que las relaciones entre los


hombres están siempre mediadas por la materia, por un mundo hecho
de objetos y que es este mundo el que se comparte con otros hombres.
R. Laing lo expresa de la siguiente manera:

"Sea como fuere, la totalización es siempre mediada por la materia.


La praxis totaliza el medio, y sólo por mediación de la materia pueden
totalizarse las relaciones humanas. Esta totalización de las relaciones
humanas es a la vez totalización hecha a la materia por las relaciones
humanas como un momento, y totalización, en cierto sentido, hecha a

55 D. Cooper, Psiquiatría yAntipsiquiatría. Buenos Aires: Paidos, 1974, p.l9.

50
las relaciones humanas por la materia como otro momento. El que un
momento sea entendido como el primero o el segundo, depende de la
elección que uno hace del punto de partida, pues la dialéctica es siempre
una espira/" 56 .

Esto quiere decir que un hombre permanentemente está objetivándo-


se en el mundo, dicho de otro modo, está siempre imprimiéf.idose en la
materialidad; de ahí surge la totalización en proceso que es él. Pero esta
objetivación de sí mismo escapa siempre a su control y entra en la de otro,
así el otro puede interpretar sus acciones con un significado muy distinto
del que él pretende imprimirle. Cada uno produce libremente una impre-
sión de sí mismo en el mundo, en las condiciones dadas, pero este acto
libre produce una objetivación por la cual el otro, mediante su libertad,
limita la del primero. De modo análogo se produce lo inverso, mediante su
libertad él limita la del otro.
Sin embargo, con lo expuesto hasta aquí no se agota el concepto
de dialéctica; hasta ahora hemos delineado lo que se puede llamar una
unificación unificada, es decir, el objeto conocido, la realidad humana in-
ter-subjetiva, que en su desarrollo es dialéctica, o si se quiere, dialéctica
constituida. Se debe implicar un segundo momento de unificación, la
unificación unificante, es decir, el acto de conocer, o si se quiere, la dialéc-
tica constitutiva. Ambas unificaciones constituyen cada una un momento
de la dialéctica misma y hacen patente la unidad que constituye la reali-
dad humana como historicidad y conocimiento.
"La experiencia critica se encuentra dentro de una totalización, es a la
vez acto totalizan te y su propia totalización; la multiplicidad se encuentra
en camino de sintetizarse en un objeto unificado. El acto de totalización
no puede ser autónomo de aquello que totaliza, ni exterior a ello, Es un
verdadero momento de la totalización en marcha, en la medida en que
ésta se encuentra encarnada en todas sus partes y se capta como cono-
cimiento sintético de sí misma. La experienCia crítica de la dialéctica en
acción, es pues, una experiencia de juego dialéctico recíproco del acto de
sintetizar y de la síntesis así constituida, del vínculo inseparable entre la
totalización creada y el acto de su creación. De tal modo, la experiencia
de la razón dialéctica entre el conocedor y lo conocido es a su vez una
experiencia dialéctica" 57 •

56 R. Laing y D. Cooper, Razón y violencia. Buenos Aires: Paidos, 1972, p. 95.


57 ldem., p. 87.

51
3. La observación participante

En un intento de caracterización de la técnica de la "observación partici-


pante", Hilda Hernández, en Sl! tesis de grado, menciona tres definiciones
parciales que apuntan a diversos aspectos relevantes de ella:

a) "La participación conciente y sistemática, hasta donde lo permiten


las circunstancias, en las actividades habituales y, a veces, en los inte-
reses y afectos de un grupo de personas" 58 •
b) "El observador-participante recoge datos por medio de la participa-
ción en la vida diaria de los grupos y organizaciones que estudia. Él
observa a la gente en sus situaciones ordinarias y ve cómo se compor-
tan frente a ellas. Entabla conversación con todo o parte del grupo
que se encuentra en la situación en estudio y descubre sus interpre-
taciones del hecho que él investiga" 59 •
e) "Un proceso en el cual la presencia del observador en una situación ·
social es mantenida con propósitos de investigación científica. El ob-
servador está en una relación "cara a cara" con el observado, participa
con él en su medio natural de vida y de esta forma reúne datos" 60 •

De estas definiciones se desprende lo siguiente:

a) El investigador es un punto de vista involucrado en la experiencia


que investiga, se integra en la situación social que investiga con el
propósito de captar tal realidad desde la perspectiva del actor.

En términos de Severyn T. Bruyn esta condición consiste en captar "el


proceso tal como se produce en la experiencia" 61 de los que estudia; y tal
condición se convierte en un primer axioma del observador participante:

58 F. Kluckhohn, The participant-observer. Technique in small communities, citado por


H. Hernández Toledo en La observación participante como técnica de investigación
sociológica. Tesis de grado, Escuela de Sociología, Facultad de Ciencias Humanas,
Santiago, 1978, p. 6. .
59 H. Becker, Problems of inference and proff in participan! observation, en American
Sociological Review, vol. 23, n° 6, December, 1958, p. 652.
60 M. Schwartz y Ch. Schwartz, Problems in participan! observation, citado por
H. Hernández en op. cit., p. 7.
61 S. Bruyn, La perspectiva humana en sociología. Buenos Aires: Ámorrortu, 1972, p, 37.

52
Axioma 1: El observador participante "comparte" las actividades vitales y
los sentimientos de la gente entablando con ellos relaciones cara a cara 62•
Sin embargo, el observador-participante, además de participar o
junto con participar, "observa''. Este doble rolle exige un cierto dis-
tanciamiento de la situación que estudia; es decir, por un lado trata
de aprovechar los cambios que produce su presencia y los cambios
que producen en él la situación, pero los registra como p~te del estu-
dio, primero, y luego trata de que tales cambios afecten en lo mínimo
la situación. Esto es ocasión de un corolario para este axioma:
Corolario: El rol de observador participante exige, a la vez, distancia-
miento e involucración personal63 •

b) El investigador, al compartir .la experiencia de los sujetos observados,


además de involucrarse personalmente, debe también adquirir un rol
que sea viable dentro de la cultura que observa. Parece no existir
un rol tipo para el observador-participante en este sentido, pero se
pueden señalar sus requisitos generales. Esto es ocasión de un segun-
do axioma:
Axioma 2: El observador participante es una 'parte normal' de la cultura
y de la vida de los sujetos observados64 •
Resulta, entonces, evidente que si el investigador adopta un rol
que aparezca natural y significativo en una cultura o grupo social
determinado, sus técnicas y objetivos teóricos y prácticos son inter-
dependientes con tal rol adoptado. Este axioma requiere, entonces,
un corolario:
Corolario: El rol cientifico del observador participante es interdepen-
diente con su rol social en la cultura del observado 65 •

e) La búsqueda de conocimiento por parte del investigador se inicia en


la realidad que estudia y reúne datos para este conocimiento a través
de su propia experiencia de tal realidad, por tanto, tal conocimiento
debé ser un reflejo de tal realidad y no de esquemas pre-elaborados.
De una manera muy real, la actividad el observador participante se
relaciona con el significado que tiene para sus miembros o actores

62 Idem., p. 37.
63 Idem., p. 38.
64 Idem., p. 39.
65 Idem., p. 42.

53
el proceso social o grupo que estudia; pero, al mismo tiempo, debe
hacer comprensibles tales procesos a grupos o personas ajenas a tal
situación. Puesto que "los procesos propios de la vida en cualquier
sociedad son análogos" 66 , si comprende los símbolos colectivos de los
miembros de un grupo, es posible que sus resultados sean comprensi-
bles para los miembros de toda la comunidad más amplia o toda una
cultura. Entonces:
Axioma 3: Comprendiendo los significados involucrados, "el rol del ob-
servador participante refleja el proceso social de la vida en sociedad" 67 •
En resumen: puesto que el observador participante en su actividad
adopta un rol natural e interdependiente con la cultura o sociedad
que estudia, compartiendo la vida y participando en las activida-
des de las personas, enfrenta inéditos problemas metodológicos y
prácticos que debe resolver. A diferencia del empirista tradicional, el
observador debe considerar su objeto de estudio tal como lo consi-
deran las personas mismas que constituyen tal objeto, incluyendo su
reflexión acerca del proceso social en el cual está interiormente com-
prometido. Esto entraña percibir a la gente en la realidad concreta
en la cual se presenta durante las experiencias cotidianas y no como
abstracciones.

El primer problema práctico que enfrenta el observador participante


con respecto a su rol depende de si el acento de su actividad en lo con-
creto se pone en uno o en otro de los términos de la expresión observador
participante. Severyn T. Bruyn elabora una tipología a este respecto:

1. El participante total: el observador oculta por completo sus activida-


des como tal. "El trabajador de campo es un miembro cabal de un
endogrupo o se convierte en uno de ellos; y de ese modo comparte
información mantenida en secreto para los extraños" 68 •
2. El participante como observador. las actividades de observador no
están totalmente ocultas; se mantienen encubiertas y subordinadas
a sus actividades como participante, "las cuales dan a los miembros
del grupo en estudio los principales elementos para evaluar al tra-
bajador de campo. Este rol puede restringir el acceso a ciertas clases

66 Idem., p. 43-44.
67 Idem., p. 43.
68 Idem., p. 39.

54
de información, en especial las de carácter secreto; y precisamente el
grado en que sea considerado como seudo-miembro influirá en las
posibilidades del trabajador de campo para comunicarse por debajo
del nivel de información pública" 69 •
3. El observador como participante: las actividades del observador como
tal son conocidas públicamente desde el principio, apoyadas en forma
más o menos abierta por los individuos en la situación estudiada, no
apareciendo encubiertas intencionalmente. "El rol puede proporcio-
nar acceso a una amplia gama de información e incluso es posible
que se le confíen secretos al investigador si éste ha demostrado dis-
creción y capacidad para reservar una información confidencial. En
este rol el científico social podría alcanzar la máxima libertad para
recoger datos, pero al precio de aceptar también el máXimo de limi-
taciones en su transmisión" 70 •
4. El observador total: "Esta categoría abarca una gama de roles en uno
de cuyos extremos el observador se oculta tras un espejo falso, pro-
visto quizás de un equipo cinematográfico sonoro, y en el otro sus
actividades son totalmente públicas, dentro de un grupo especial de
grupo teórico en el que, por consenso, 'no hay secretos' y 'nada es
sagrado"' 71 •

Como un ejemplo del primer tipo de investigación puede ser men-


cionado el trabajo de William F. Whyte, "Street Comer Society" ("La
sociedad de las esquinas"). En el otro extremo tenemos el ejemplo de
Osear Lewis en "Los hijos de Sánchez", "La cultura de la pobreza", "La
vida". Entre estos extremos, el participante total y el observador total, se
puede encontrar una infinidad de investigaciones, principalmente hechas
, por antropólogos, en que se muestra toda la gama de gradaciones desde el
participante como observador hasta el observador como participante.
En la presente investigación, para el cumplimiento de los objetivos
planteados se utilizó la primera de estas modalidades, con una leve modi-
ficación que se explica. El participante total, o la observación-participante
activa o directa busca la incorporación del investigador al grupo, en una
posición que supone el cumplimiento de un rol activo. Por rol activo se
entiende aquel que permite ampliar la visibilidad de la situación y una

69 Idem. , p. 39.
70 Idem. , p. 40.
71 Idem., p. 40.

55
participación directa en ella. Por ejemplo, si se está estudiando la relación
médico-paciente, puede asumirse como rol activo el de paciente en la sala
de un hospital. En la observación-participante activa se busca desempe-
ñar un rol que corresponda a una posición típica dentro del grupo social
y significativa para la investigación.
En esta investigación se busca una comprensión de la vida social de
los pacientes psiquiátricos internados desde el punto de vista de ellos, por
lo cual, el rol que se adopta es el rol de paciente internado. Así, el autor se
vió en la necesidad de adoptar tal rol con toda la rutina de actividades
cotidianas, tanto en el día como en la noche, que son propias del rol de
paciente psiquiátrico internado, y los eventuales riesgos que pudiera im-
plicar tal rol para la integridad del investigador.
Sin embargo, de esta investigación se puso al tanto al director de la
institución hospitalaria, realizándose así con la autorización confiden-
cial de éste. Y confidencial fue también la información de la actividad
de observador del autor para con tal autoridad. Para los fines de la in-
vestigación, este hecho no significó ninguna ingerencia en el método y la
práctica concreta de la investigación.
Por otra parte, el autor, con el propósito de asegurar, en parte, su in-
tegridad eventuales amenazas a ella, estableció un contrato confidencial
con un médico psiquiatra del sector del hospital en que esta investigación
se llevó a cabo. De este modo, en connivencia y con toda la confianza e
irrestricta cooperación de este médico, se estableció una aparente relación
paciente-médico tratante en que este último actuó como "cómplice" del
investigador.
Para los efectos de adoptar en la totalidad el rol de paciente, se con-
feccionó una ficha clínica del investigador, que incluyó un diagnóstico
de carácter psiquiátrico y por ende un simulacro de medicamentación
a través de la ingestión cotidiana de placebos. Además, el autor recibió
visitas de familiares y amigos tal cual las recibe cualquier otro paciente;
asimismo, pudo salir con permiso en un par de ocasiones en la forma en
que lo estipula el reglamento de dicho sector.
Esta observación-participante se realizó durante cuarenta y cinco días
con sus noches, durante las cuales el autor fue uno más de los pacientes
internados en tal sector, sin que mediara ninguna sospecha por parte de
otros médicos, enfermeras o personal auxiliar, como asimismo por parte
de otros pacientes.

56
CAPÍTULO III
EL SISTEMA SOCIAL EN UN SECTOR DE UN HOSPITAL
PSIQUIÁTRICO VISTO DESDE LA PERSPECTIVA
DE UN OBSERVADOR PARTICIPANTE

A. Instituciones totales

Como una necesidad previa la ubicación de nuestra descripción de la vida


social de los pacientes internados, en un marco adecuado a las observa-
ciones de esta investigación al interior de la institución hospitalaria, se
impone caracterizar el tipo de institución de que se trata. En este sentido,
se ha considerado adecuado delimitar la institución de acuerdo a alguna
categoría sociológica que dé cuenta, en rasgos muy generales, de ella y de
otras semejantes.
Goffman se refiere a tal categoría al describir un tipo que él llama
"Instituciones totales". Nosotros seguiremos tal descripción al mismo
tiempo que caracterizaremos el hospital como un todo.
Aún cuando toda institución tiene tendencias absorbentes respecto
de los individuos que la componen, en la mayoría de las instituciones la
identificación de sus miembros con dicha institución o establecimiento
social no pasa de ser un mero ideal. Sin embargo, existe en nuestra so-
ciedad un grupo de instituciones en que esta tendencia absorbente está
presente en tal magnitud que se hace necesaria su distinción de aquéllas
donde se hace evidente una discontinuidad respecto de tales tendencias
absorbentes o totalizadoras. En dichas instituciones tales tendencias son
tan absolutas que los ~pect s qlle n.Qrmalmente están separad.os en la
vida de un sujeto tienden a ser vistos en forma exclusiva en función de la
ideología de dicha institución; éstas son las "instituciones totales".
Conductas que en el exterior de tales instituciones los individuos, nor-
malmente, realizan en distintos lugares y con distintos auditorios, como
el comer, dormir, trabajar, jugar, etc., son desarrolladas al interior en un
mismo lugar, frente a un mismo auditorio y bajo una misma autoridad.
En general esta tendencia absorbente está simbolizada por muros, rejas,
alambradas, etc., obstáculos que se oponen a la interacción con el exterior,

57
impiden el éxodo de cierta categoría de miembros y, eventualmente, im-
piden el acceso de "extraños" al recinto.
Goffman distingue cinco formas diferentes de dichas instituciones:

l. Instituciones que cumplen con el cuidado de personas social y/o


físicamente incapaces de mantenerse por sí mismas y que son
inofensivas. Esta variedad incluye, por ejemplo, qrfanatos, asilos para
ciegos, hogares de ancianos, etc.
2. Instituciones para individuos que no pueden bastarse a sí mismos y
que de alguna forma representan algún peligro para la comunidad.
Tenemos aquí el hospital psiquiátrico, sanatorios de tuberculosos y
leprosarios.
3. Instituciones creadas para defensa de la comunidad de lo que se
supone una amenaza intencional de los internados. En estas insti-
tuciones el bienestar de las personas internadas no ocupa un lugar
preponderante dentro de las preocupaciones de la institución.
Encontramos aquí el ejemplo de las cárceles, penitenciarías y campos
de concentración.
4. Instituciones o comunidades en que el confinamiento está justificado
porque provee una matriz instrumental adecuada para un aprendi-
zaje, adoctrinamiento o actividad laboral. Cuarteles, barcos, escuelas
para internos, colonias de trabajo, etc.
5. Instituciones en las cuales el aislamiento del mundo forma parte im-
portante de una ideología por inculcar, o como un valor en sí mismo
en la forma de refugio o retiro: abadías, monasterios, claustros, etc.

Como bien se puede apreciar, las instituciones que hemos nombra-


do difieren mucho unas de otras, existiendo incluso diferencias drásticas
entre ellas. Sin embargo, estas instituciones poseen suficientes rasgos co-
munes como para que se les considere como constituyendo un mismo
perfil sociológico.
Al hecho de que todas las facetas del vivir cotidiano ocurren en un
mismo lugar y con una misma autoridad, podemos agregar que estas ac-
tividades son realizadas junto con un mismo grupo de individuos y que
todas son estrictamente reglamentadas por una serie de normas impues-
tas desde arriba que regulan explícitamente toda su secuencia a través
de un cuerpo de funcionarios. Además, el conjunto de prescripciones y
proscripciones integran un solo plan racional, deliberadamente concebi-
do para el logro de los objetivos propios de la institución.

58
A modo de ejemplo, en el sector en que se realizó la presente in-
vestigación encontramos un reglamento explícito; éste existe en otros
sectores con algunas variaciones y aún cuando no esté escrito en otros,
éstas y/u otras normas son seguidas e impuestas de acuerdo a costumbres.
Podremos utilizar más adelante algunos fragmentos de este reglamento,
, en este momento nos sirve para tener una idea de la programación de un
día de los pacientes:

Normas de estadía de pacientes en sector x:

Por razones de mantener la buena marcha del sector y la atención de


nuestros pacientes, se establecen las siguientes normas de estadía hospi-
talaria, a partir de esta fecha: ·

1. Todo paciente que ingresa debe someterse a un inventario comple-


to de sus pertenencias .
2. Queda prohibido ingresar o mantener objetos de valor (radios, re-
lojes, etc .). o dinero en el sector. En caso de no cumplimiento y
producirse pérdidas, el servicio no se hará responsable.
3. No se podrán traer al sector; herramientas, cuchillos, máquinas de
afeitar con guillete, eléctricas ni navajas, como tampoco ningún me-
dicamento que no sea indicado por el médico tratante. En caso de
no cumplimiento de estas normas, estos serán requisados.
4. La ubicación de los pacientes en las salsas, se hará de acuerdo a las
necesidades clínicas y el buen funcionamiento y armonía del se~tor.
Será atribución del Sr. Auxiliar jefe de clínica y de los Srs. Auxiliares
de turnos, el cambio de sala de los pacientes .
5.
--
Los Srs . Pacientes tendrán las siguientes actividades diarias
habituales:
5.1. · Levantarse: l_hrs. Arreglo de sus camas .
5.2. Baño y aseo personal : de 7 a 7.45 hrs.
5.3. Desayuno: de 8.00 a 8.30 hrs. En ·el comedor del sector.
5.4. Actividades de la mañana:
- Entrevistas con el médico tratante: según lista de llamado,
los pacientes esperarán ser llevados por un auxiliar, según
lista entregada por el médico, permaneciendo en el patio
o en el comedor.
- Actividad de terapia ocupacional (según programa de tera-
pia): deportes, gimnasia en grupos, recreación, actividades
del club de terapia ocupacional del sector, etc .
- Colaboración en el aseo, limpieza e higiene del sector.

59
Entrevistas con as istente social , exámenes, entrevistas
con psicólogo y otros exámenes, según ind icaciones
médicas.
- Los pacientes deberán permanecer en el patio del sector
al desocuparse de las actividades especificadas .
5.5. Almuerzo: de 12.00 a 12.30 hrs .
5.6. Siesta : de 12 .30 hasta las 15.30-16 .00 hrs. En sus salas .
5.7. Comida : de 16.30 a 1700 hrs . En el comedor del sector.
5.8. Las actividades de la tarde consisti rán en entrevistas mé-
dicas, actividades de terapia ocupacional y otras, según
indicación, y se real izarán después de almuerzo y reposo
según el caso .
5.9. Los pacientes que deseen ducha rse o asearse, pueden hacer
uso del baño en la tarde de 16.00 a 17.30 hrs .
5.10. Televisión : el horario de la televisión será desde las 17.00
hasta las 20.00 hrs. Sin embargo, para los pacientes que lo
deseen el horario máximo es hasta las 21.30 hrs .
5.11. A las 18.30 hrs . se reparte, habitualmente, agua caliente para
tomar té o café preparado por los pacientes, exclusivamente
en el comedor del sector.
5.12. Recogida : los pacientes deben acostarse entre las 20.00 y
máximo a las 21.30 hrs .

Nota : Si hubiera un programa de televisión de especial interés de


esparcimiento, se solicitará autorización a la enfermera del sector o al
médico tratante para quedarse en pie más tarde que la hora de recoger-
se a dormir.

6. Queda prohibido el uso del teléfono del sector (orden de dirección) .


7 Los pacientes no podrán hacer uso del permiso pa ra salir del sector
antes de transcurridas dos semanas de su ingreso.
8. Toda salida con permiso después del plazo indicado debe ser auto-
rizada por el médico tratante en formulario correspondiente. Este
perm iso debe ser entregado al Sr. auxiliar jefe de clínica de turno,
quien regulará su adecuado cumplimiento . En los permisos por
días completos, el enfermo deberá ser retirado por su apoderado
según el caso o un familiar responsa ble de recibir los med icamen-
tos, adm inistrados según la indicación, y regresar con el p·aciente en
forma oportuna . El au xiliar jefe de cl ínica se encargará de entregar
al enfermo y medicamentos, como asimismo revisar como rutina al
paciente a su régreso de cada salida .

60
9. Las visitas de familiares son los días Martes, Jueves y Domingos,
de 14.00 a 16.00 hrs. Los pacientes no podrán ser visitados en las
salas.
10. Los pacientes no visitados deberán, en este horario, permanecer en
la sala de terapia ocupacional o en el sector de salas.
El conjunto del personal del equipo de salud del sector, agradece
de antemano a los señores pacientes el colaborar con nosotros
siguiendo estas pautas, a fin de hacer ordenada y provechosa su
estadía en el servicio. ·

En las instituciones totales el acento está puesto en la producción en


masa. La regimentación de grupos numerosos de personas que realizan
una misma actividad en un mismo lugar, hace posible una -considerable
economía de instrucción y/o supervisión. Tal como lo señala Goffman:

''El hecho clave de las instituciones totales consiste en el manejo de mu-


chas necesidades humanas mediante la organización burocrática de
conglomerados humanos, indivisibles-sea o no un medio necesario o
efectivo de organización social, en las circunstancias dadas" 72 •

En las instituciones totales existe una escisión. básica entre un gran grupo
manejado -los internos- y un pequeño grupo que cumple el papel de perso-
nal supervisor. La movilidad social entre ambos grupos es casi inexistente;
los casos en que algún miembro del personal ha pasado a ser un interno,
en el hospital en que se hizo esta investigación, pertenecen al terreno de la
leyenda. Las diferencias de status, en el caso del hospital, está simbolizada
en gran parte por el uniforme blanco del personal. Refiriéndose a una an-
tigua miembro del personal, uno de los pacientes expresó: "a esta vieja que
parece loca hay que sacarle el delantal y meterla al lado" (el sector del lado
es de mujeres). Los internos viven dentro de la institución y tienen escaso
contacto con el mundo exterior a los límites pe
la institución; en el caso
del hospital, estos límites están representados por la puerta del sector. El
personal, p01; otra parte, sólo cumple una jornada de trabajo en el interior
del hospital y está socialmente integrado en el mundo exterior.
La distancia social está, por lo general, formalmente prescrita como
asimismo la comunicación. La comunicación de abajo-arriba es muy res-
tringida, ya que g.eneralmente los miembros del personal actúan como

72 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 20.

61
instancia intermedia yflltradora de comunicación entre los pacientes y otros
miembros del personal de mayor status. En el sector 73 , excepto la entrevista
directa con el médico, concebida por iniciativa de él, el esquema se presen-
ta de la siguiente manera: paciente-auxiliar-enfermera-médico. Por otra
parte, es común que gran parte de la información conce;niente al destino del
interno sea inaccesible para éste, por diversos motivos en las diversas institu-
ciones; en el hospital psiquiátrico, presumiblemente por motivos médicos.
Esta gran discrepancia de status es, posiblemente, el factor principal
que hace que los dos grupos que integran la institución -personal e in-
ternos- sostengan entre sí una gran animosidad y tiendan a representarse
con rígidos estereotipos: en el sector, el personal tiende a ver a los pacien-
tes como agresivos, indignos, pueriles, sucios e inmorales; y los pacientes
se representan al personal como despóticos, presumidos, mezquinos y
arbitrarios.
Todas estas restricciones en la comunicación de ambos grupos con-
tribuyen a mantener estos estereotipos y se forman así, poco a poco, dos
mundos antagónicos con escasa interpenetración. Es característico que
el interno no se identifique a sí mismo con la institución y su propósito,
siendo identificada la expresión "desde el punto de vista de la institución"
con el punto de vista del personal.
U no de los procesos que se verifica con mayor regularidad en las ins-
tituciones totales, es el "despojo" a que es sometido el sujeto a su ingreso
como interno a la institución:

"Un conjunto de pertenencias de un individuo tiene especial relación


con su yo. El individuo espera generalmente controlar de algún modo el
aspecto que presenta ante los demás. Para esto necesita varios artículos
de tocador y varias mudas de ropa, elementos para adaptarlas, dispo-
nerlas y repararlas, y un lugar accesible y seguro donde guardar estas
reservas. En síntesis, el individuo necesitará un "equipo de identifi-
cación" para el manejo de su apariencia personal También necesitará
recurrir a personal especializado, como barberos y sastres" 74 •

Tal como podemos notar, en el reglamento que transcribimos pági-


nas antes gran parte de estos elementos del equipo de identificación no
pueden ser ingresados a la institución. Este ataq~e a la personalidad previa

73 En adelante, cuando se haga referencia al sector del Hospital Psiquiátrico de


Santiago, en que se realizó esta investigación, se hará simplemente como el sector.
74 E. Goffman, op. cit., p. 32.

62
del internado puede, incluso, suponer el desfiguramiento o la pérdida de
objetos ortopédicos, tales como dentadura postiza, lentes, corte de pelo a
la usanza de la institución, etc.
Una vez realizado el proceso de recepción que incluye este despojo y
otras amenazas al yo, tal como la exposición de la desnudez ante la mirada
del personal, la persona es ya un interno, experiencia que generalmente
es sentida por el sujeto como un menoscabo de su personalidad anterior.
Tenemos frente a frente, entonces, en el caso del hospital psiquiátrico, al
paciente y su cuidador; uno despojado de todo lo que le servía de apoyo
en el mundo exterior y el otro en ·posesión de todas las atribuciones de
importancia en el interior y completamente "vestido" con lo que podría-
mos llamar "encarnaciones del yo".
Las escisiones están hechas; en el aspecto exterior pacientes y perso-
nal aparecen como muy diferentes, no hablemos todavía de las presuntas
diferencias "internas" que le son atribuidas al paciente, a diferencia del
personal, que forma parte de todo el resto del mundo, "los normales".
"Por lo tanto la locura y la institución intercambian algo, pero a través
de un espejo imaginario. Escindidos cada uno en su soledad, el loco y el
(

que lo cura se miran como si fueran anverso y reverso, negro y blanco" 75 •

B. Elsector

1) Ingreso

Al ingresar al sector, gran parte de los pacientes ha estado, por un tiempo


generalmente breve, en el Servicio de Urgencia del Hospital. Otros, en
cambio, llegan directamente al sector. Si vemos la llegada de un paciente
desde su casa u otro lugar habitual para él, como el comienzo de una "ce-
remonia" de ingreso en que viene acompañado de algunos familiares y/o
amigos y que finaliza cuando éstos se marchan, se puede constatar que en
ese breve lapso se ha verificado ya un cambio en la condición del recién
ingresado.
Si el paciente ha estado antes en Urgencia, donde ya ha pasado por esta
"ceremonia" de manera mucho más drástica, el ingreso al sector puede pa-

75 ]. Hochmann, Hacia una psiquiatría comunitaria. Buenos Aires: Amorrortu, 1972,


p. 95.

63
recerle una mejoría en sus condiciones. Un paciente llegado pocas horas
antes al sector, expresaba en una conversación:
<
"Esto es el paraíso,- allá se está todo el día con los focos encima, no .se
puede ni levantar fa voz, porque al tiro te iny~ctan, a mí un enfermero
\
me hizo ver burros verdes con una inyección, me fa puso con pica porque
no me quería acostar, me dejó cojo el m . .. de m . .. (su cojera al caminar
era evidente}"76 •

Este mismo paciente decía que en el sector sólo había que llegar y
buscar a alguien de confianza, "ubicarse" bien y listo. Podem0s considerar
que en este tipo de paciente ya se ha realizado en alguna medida una
ruptura con el mundo exterior, ahora está dispuesto a preocuparse por
obtener un buen pasar en las nuevas condiciones.
Sin embargo, el otro paciente, el que ha ingresado directamente al
sector, frecuentemente demora más tiempo en habituarse a las nuevas
condiciones y más aún en ponerse en condiciones de "ubicarse bien". En
el intertanto se ve sometido a las diferentes experiencias que contribu-
yen a demarcar, con un límite bien preciso, su vida antes y después de su
m gres o.

"Es característico que los internos lleguen al esta~fecimiento con una


cultura de "presentación" derivada de un "mundo habitual': un estilo
de vida y una rutina de actividades que se dan por supuestas, hasta el
momento del ingreso en fa institución. [ . .] Cualquiera sea fa estabili-
dad de fa organización personal del recién internado, ella forma parte
de un marco de referencia más amplio, ubicado en su entorno civil,· un
ciclo de experiencia que corifirmaba una concepción tolerable ief yo, y fe
permitía un conjunto de mecanismos defensivos, ejercicios a discreción,
para enfrentar conflictos, descréditos y fracasos" 77 •

Probablemente una de las primeras experiencias al ingresar un pa-


ciente es la entrevista. con el médico, casi siempre de corta duración y
acompañado de algún familiar. Pronto descubre que los datos que se le
piden son aquellos de conocimiento público y que tienen por fin caracte-
rizarlo en un formulario, y que es muy posible que el médico se dirija a su

-
familiar y no a él para la "obtención de estos datos. Asimismo, información

76 Notas de campo del autor.


77 E. Goffman, op. cit., pp. 25-26.

64
concerniente a su estado mental ya no es absolutamente manejada por él.
Probablemente el familiar responsable de su estadía en el sector saque a
luz sucesos bochornosos, inmorales o simplemente molestos que el pre-
feriría mantener ocultos. Descubre que en sus siguientes interacciones
le será muy difícil presentar una imagen aceptable de sí mismo. La in-
formación entregada le hace un sujeto desacreditable y dependiente de
la buena voluntad que pueda tener el personal para sacar a luz o no esta
información en cualquier momento.
A esto debemos agregar que generalmente sigue una entrevista de sus
familiares con el médico y/ o la enfermera, a solas, sin la presencia del pa-
ciente, por lo cual la institución, mejor dicho, el personal del sector, tendrá
información adicional que él sólo puede sospechar y que en caso de ser
atentatoria a la imagen de sí que trata de mostrar queda totalmente fuera
de su alcance el manejarla. En su ausencia se tomarán determinaciones
que interesan directamente a su destino dentro de la institución, como
por ejemplo la concesión o no de permiso de salida, administración de
tratamiento de electroshok, etc.

"El individuo conocido por otros puede o no saber que lo conocen; los
otros, a su vez, pueden estar enterados o no de que el individuo sabe
o ignora que lo conocen. Además, aún cuando crea que los demás no
saben nada de él, no puede nunca estar totalmente seguro de ello. Por
otra parte si sabe que los demás lo conocen deberá, al menos en cierta
medida, conocerlos; pero, si ignora que lo conocen, puede o no conocerlos
con relación a otros aspectos.

Dejando de lado cuánto es lo que se sabe o lo que se ignora, todo esto


tiene importancia, puesto que en un individuo el problema del manejo
de su identidad personal y social variará considerablemente según el
conocimiento o desconocimiento que de él tienen los presentes, y, en tal
caso, según su propio conocimiento o desconocimiento de este hecho"78 •

Como bien se puede ver, entonces, la situación de un sujeto del cual


se tiene información que él preferiría mantener oculta y, más aún, desco-
nociendo qué informaciones sobre sí mismo se tienen o no, resulta muy
desmedrada en cuanto a sus posibilidades de presentar un concepto de sí
mismo socialmente aceptable. Es decir, una de las primeras ~asiones al

78 E. Goffman, Estigma. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 84.

65
yo que sufre el nuevo paciente es respecto a su capacidad de manejar las
i mpresiones que puedan llegar a tener los demás de su persona y de sus
acciones.
Otro evento es el examen de sus pertenencias, una especie de filtro
que deja fuera aquéllas que ~o son compatibles con su nueva situación y
permite aquéllas, muy pocas, que puede tener en su estadía. Ya vimos la
importancia que tiene para un sujeto lo que podríamos llamar su "equipo
de presentación''; si a esto agregamos algunos objetos que pueden no
tener una relación tan directa con el aspecto que un sujeto pueda pre-
sentar ante los demás, como lo es por ejemplo un cuchillo para comer,
podremos tener una idea aproximada de la magnitud del desposeimien-
to de que es objeto el paciente a su ingreso al sector. Cabe hacer notar
que para los efectos que se señalan es indiferente que la prohibición de
determinados instrumentos o herramientas sea justificada o no por la
ideología psiquiátrica.
En diversas formas, otra fuente de amenazas que el sujeto siente in-
mediatamente a su ingreso son los demás pacientes. Es común que uno
de los primeros acercamientos de los pacientes para con el "nuevo" sea un
asedio en busca de cigarrillos o algún comestible. Generalmente los pa-
cientés que están más bajos en la escala social de los internos -una escala
de status que, como veremos más adelante, es de cierta complejidad- son
los actores de esta "tasación'' del nuevo paciente en términos de las po-
sibilidades de "explotación"; a una distancia prudente, con indiferencia y
con la atención aparentemente puesta en otra cosa, son observados por
los pacientes de mayor status.

"En el trayecto desde la puerta del sector, hasta la que da acceso a las
oficinas de los médicos sufro un asedio por parte de algunos pacientes
en demande: de cigarrillos, le di uno·a un paciente muy insistente y
que prácticamente me tenía acorralado, descubro que me es imposible
negarme ante los redoblados esfuerzos de los otros, por lo menos cinco
manos me rodean haciendo desaparecer la mitad de una cajetilla. Logro
deshacerme de los 'suplicantes' entrando rápidamente a las oficinas" 79 •

Como sea, con algunas variaciones, lo que hemos dicho conforma las
impresiones que un paciente recibe dentro de , la primera hora de ingresa-
do al sector. En este lapso sus familiares se han marchado y se inicia para

79 Notas de campo del autor.

66
él la "estadía'', período de tiempo cuya extensión no conoce. En pocas
palabras, en una o dos horas ha quedado convertido en un paciente.

2) Las experiencias de contaminación y mortificación del yo

"Una forma de mortificación ulterior propia de las instituciones to-


tales se manifiesta ya en el ingreso, bajo la forma de una especie de
exposición contaminadora. Afuera, el individuo puede mantener ciertos
objetos ligados a la conciencia de su yo -por ejemplo, su cuerpo, sus actos
inmediatos, sus pensamÍentos y algunas de sus pertenencias- a salvo
del contacto con cosas extrañas y contaminadoras. En las instituciones
totales se violan estos límites personales: se traspasa el linde que el in-
dividuo ha trazado entre su ser y el medio ambiente, y se profanan las
encarnaciones del yo" 80 •

Tenemos que imaginar todas las formas posibles de contaminación que


pueden existir en un sector cerrado en que conviven diariamente un nú-
mero aproximado de cincuenta personas en un espacio no mayor al ocu-
pado por unas tres canchas de basketball; espacio en el que están conte-
nidas todas las dependencias del sector. Se hace evidente que una de las
formas de contaminación más extendidas es el hecho de que, en la prácti-
ca, es casi imposible que un paciente pueda estar solo sin ser observado o
sin estar en presencia de otros pacientes o algún miembro del personal.
En el sector es imposible evitar ser visto sentado en el excusado, pues
las puertas son inexistentes, y uno puede ser observado incluso desde
fuera del sector de los baños . A determinadas horas, o cuando existe la
sospecha de la fuga de algún paciente, se procede a un recuento, para lo
cual el personal explora todas las dependencias del sector. Un paciente, en
ese momento, sólo es un número, por tanto, no puede evitar que, intem-
pestivamente, llegue alguien del personal y se ponga frente a él mientras
se ducha o hace sus necesidades fisiológicas. _
Es evidente que partes del cuerpo o acciones sobre el propio cuerpo
que en nuestro entorno social exterior a la institución mantenemos ocul-
tas, en el interior de la institución se convierten en asuntos "públicos".

80 E_ Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 35.

67
"Un antiguo paciente del sector podía masturbarse en las duchas, sin
que aparentemente le importara que algún otro paciente le pudiera ver
al pasar" 81.

Existe una forma de contaminación, frecuentemente usada como cas-


tigo por el personal para con aquellos que han sido traídos después de una
fuga o han sido sorprendidos durante el intento. El castigo, que parece ser
también una forma de asegurarse de que la situación no vuelva a repetirse,
consiste en despojar a un paciente de toda su ropa y dejarle con un pijama;
en otros casos sólo con un slip o, incluso, completamente desnudo. De
esta manera, no es extraño que un paciente se vea sometido a pasar varios
días semidesnudo o desnudo completamente; está así expuesto en todo
momento a las miradas del personal-que incluye mujeres- o los demás
pacientes. Este paciente, asimismo, se expone a otro tipo de vejaciones de
su cuerpo, o contaminación de parte de los demás, por el simple hecho de
estar expuesto en toda su desnudez. ,

"C . .. , un paciente del sector que se ha constituido en una leyenda por


sus continuados intentos de fuga -con algunos éxitos-, después de la
última ha sido dejado completamente desnudo. Aún cuando trata de
pasar el mayor tiempo posible en la cama, debe levantarse para ir a los '-
baños, para lo cual necesariamente tiene que pasarfrente a la clínica o
las ~ficinas del personal ante la mirada de la enfermera o las auxiliares
mujeres. Al principio trató de cubrirse con una sábana de su cama,
viéndole un auxiliar se la quitó y le dijo si acaso creía que las sábanas
eran para andarse paseando, que si no sabía que las sábanas eran para
la cama. C . .. no volvió a intentarlo y se paseaba ahora completamente
desnudo" 82 •

Es fácil multiplicar los ejemplos en que ·la exposición de la desnu-


dez se convierte en una fuente de "mortificación del yo" -para utilizar el
mismo concepto de Goffman.

"Hoy fue un día de aseo general Con una gran manguera conecta-
da al agua caliente se limpiaron baños, vidrios y murallas; también
se enceró de manera más acuciosa. Luego se terminó la labor de lim-
pieza con un baño en grupo a los pacientes más reacios al agua, con

81 Notas de campo del autor.


82 Idem.

68
la misma manguera. Se les trae desnudos desde los dormitorios y se los ->
"manguerea" en pequeños grupos, mientras el resto espera en una fila a
la entrada del baño, entre las pullas y manoseos burlones del personal y
los otros pacientes" 83 •

En ocasiones, estas formas de contaminación adquieren ribetes pica-


rescos en que algún interno discurre alguna broma para diversión tanto
del personal como de otros pacientes:

"Un paciente·que después de una fuga fue devuelto al hospital por sus
\
' familiares ha sido desnudado, al pasar ante otro que comía un racimo
de U'Vas, éste le puso un grano entre las nalgas y luego se las apretó. La
broma fue ampliamente celebrada por todos los presentes" 84•

Otras formas de contaminación pueden provenir del uso obligado de


objetos o servicios que utilizan, igualmente, todos los demás internos.

"Al atardecer, cuando aún no se abren los baños de los dormitorios, los
del patio están en penumbras y no se puede saber con certeza qué es lo
que se está pisando -no es infrecuente que alguien haga sus necesidades
en el piso- , o el estado en que se encuentran los bordes de la taza. A dos
o tres metros de los baños los olores auguran más de una experiencia
desagradable al que no pueda esperar la apertura de los otros excusados.
El recurso más común es proveerse de suficientes hojas de periódico para
ponerl~s de forma que eviten el contacto directo con la taza, se puede
estar algo más seguro, pero nunca del todo" 85•

Los utensilios ocupados en las comidas están también ligados al yo, y


las quejas al respecto abundan entre los internos.

"Los mismos platos en que es servida la sopa se utilizan después para


servir el guiso. Dependiendo de la voiuntad del personal, muchas veces
se hace sin que éstos sean previamente lavados, por lo cual el segundo
plato es una mezcla del guiso con los restos de la sopa. Cuando entre
ambos alimentos los platos son lavados, se hace sumergiéndolos en
una olla de agua caliente en que flotan los restos de todos los primeros
platos de todos los pacientes. Debemos anotar que son muy pocas las

83 Idem.
84 Idem.
85 Idem.

69
probabilidades de que a la misma persona le toque un mismo plato en
las dos ocasiones" 86 •

En ocasiones, los temores de contaminación son reforzados por la


imaginación de los internos respecto de asuntos en que la desinforma-
ción es general.

'51 dos pacientes particularmente frágiles se les está sobrealimentando


con leche. La creencia entre los demás internos es que estos están en-
fermos de T. B. C., la mayoría evita cuidadosamente usar los mismos
utensilios que estos pacientes. Tienen mucho temor al contagio"87 •

Algunos sucesos contribuyen a mantener este temor constante a la


contaminación física.

"F . . entró de noche al repostero, cuenta que al encender la luz se pro-


dujo una desbandada de cucarachas que pululaban entre los platos ya
lavados y listos para ser usados al día siguiente"88 •

Q.lizás la forma más generalizada de contaminación ocurre cuando


un paciente es obligado sistemáticamente a recibir medicamentación por
vía oral, endovenosa o intramuscular. Para Goffman, en estos casos se
sufre la contaminación por la introducción forzosa de sustancias al orga-
nismo, violando la voluntad del sujeto en ese momento. Es esta falta de
control sobre lo que queremos o no queremos en nuestro organismo lo
que contamina el yo del interno. Podríamos extendernos largamente en
ejemplos, sin embargo, basten dos para ilustrfir este punto.

"G.C., un paciente que ingresó hace .unos diez días, esta noche quiso
negarse a aceptar cualquier tipo de medicamentos. Alegó que ya le dolía
todo el cuerpo con las inyecciones (3-4 diarias) y que las pastillas le te-
nían hastiado. El personal ha tenido con él bastantes más miramientos
que con otros pacientes más desamparados; sin embargo, después de unos
minutos de tensa discusión y ante la vista de la camisa de foerza, tuvo

86 Idem.
87 Idem.
88 Idem.

70
que ceder. Luego le escuché una media hora sus maldiciones contra todo
lo que representaba el hospita/" 89 •

En otros casos, el interno tiene menos suerte y ante la más mínima


resistencia es "reducido" e inyectado:

"S . .. no se movió cuando le dijeron que se pusiera para inyectarle, en


breves instantes ya estaba listo, le torcieron los brazos por la espalda
mientras se le afirmaba pór el cuello, otro auxiliar le inyectó rápida-
mente y luego le dejaron en medio de la sala gritando y maldiciendo
hasta que por efecto de la inyección cayó de espaldas golpeándose la
cabeza" 90 •

E. Goffman ha anotado que si bien cualquier forma de violación de


los limites que el sujeto pone entre sí y los demás o el medio, es un evento
que contamina o mortifica el yo del sujeto, el contacto forzado con otros
o dicho de otra manera, el agente .de contaminación es otro ser humano,
produce una contaminación suplementaria. Este punto concierne funda-
mentalmente a la significación ontológica que puede tener la existencia
del otro. Nos permitiremos una larga cita de J. P. Sartre que esclarece de
manera insuperable este punto:

"Empero, la existencia del Otro aporta un límite de hecho a mi libertad.


Pues, en efecto, por el surgimiento del Otro aparecen ciertas determi-
naciones que soy, sin haberlas elegido. Heme, en efecto, judío o ario,
apuesto ofeo, manco, etc. Todo esto yo lo soy para el otro, sin esperanza
de aprehender ese sentido que tengo a.foera, ni, con mayor razón, mo-
dificarlo. [ . .]Si mi raza o mi aspecto físico no.foera sino una imagen
en el Prójimo o la opinión del Prójimo o la opinión del Prójimo tpbre
mí, pronto daríamos cuenta de ello; pero hemos visto que se trata de
caracteres objetivos, que me definen en mi ser para otro; desde que una
libertad otra que la mía surge frente a mí, comienzo a existir en una
nueva dimensión de ser y, esta vez, no se trata para mí de conferir
un sentido a existentes brutos ni de reasumir por mi cuenta el senti-
do que otros han conferido a ciertos objetos: yo mismo me veo conferir
un sentido y no tengo el recurso de reasumir por mi cuenta ese sentido
que tengo, puesto que no podría dárseme sino a título de indicación

89 Idem.
90 Idem.

71
vacía. Así cualquier cosa de mí -según esta nueva dimensión- existe
a la manera de lo dado, por lo menos para mí, puesto que este ser que
soy es padecido, es sin ser existido. Lo aprendo y lo padezco en y por las
relaciones que mantengo con los otros; en y por las conductas de los otros
para conmigo; me encuentro con ese ser en el origen de milprohibiciones
y resistencias con que a cada instante choco: por ser menor, no tendré
tal o cual derecho; por ser judío, en ciertas sociedades, estaré privado de
ciertas posibilidades, etc. Empero no puedo de ninguna manera sentir-
me judío, o menor, o paria; a tal punto, que puedo reaccionar contra esas
interdicciones declarando que la raza, por ejemplo, es una pura y simple
imaginación colectiva: que sólo existen individuos. Así, me encuentro
aquí de pronto con la alienación total de mi persona: soy algo que no he
elegido ser. .. "91 •

Desde su ingreso, el interno ha perdido el control sobre sus relaciones


sociales, no puede impedir ser visto, o estar en contacto físico, o compartir
los mismos espacios con personas que puede c~nsiderar indeseables. Por
otro lado no puede impedir el control del personal, quien puede imponer
su presencia o hacer patente la realidad de la situación de subordinación
del interno en cualquier momento.

''Hoy en la tarde, cuando el auxiliar le administraba los medicamentos


a C . .. , sin que mediara ninguna provocación, trató de darle las pas-
tillas en la boca de sus propias manos, afirmándole de un brazo con
la otra. C. . . se veía dispuesto a tomar sus pastillas, pero no a que le
sujetaran.

-No me toque . .. no me toque.

El auxiliar insistió. C . .. adelantó la mano para recibir las pastillas, el


auxiliar insistió sujetándolo sin entreg~rselas. C . .. insistió varias veces
en que no le tocaran, hasta que terminó por gritar parándose descifiante
frente al auxiliar.

Después de una breve lucha, el auxiliar logró sujetarlo por el cuello has-
ta que dejó de resistirse, entonces le soltó y le dejó tirado sobre una cama.
Cuando el auxiliar se marchaba, pasando por mi lado, expresó para sí
mxsmo:

-Este no me conoce bien ... ahora va a ver...

91 J. P. Sartre, El ser y la nada. Buenos Aires: Losada, 1972, p. 641.

72
Poco después (15 min.), a C. .. se le aplicaba un "electro': lo hizo el mis-
mo auxiliar y en el intertanto no ví que algún médico viera a C... "92 .

Probablemente la experiencia mortificadora del yo más profunda sea


el electroshock. Todos los pacientes han tenido oportunidad de ver a
algún otro puesto en la "máquina", situación en la cual el interno pierde
el control de sus propios movimientos musculares y, comúnmente, tam-
bién el control de sus micciones. ~izás el hecho más significativo a este
respecto sea el silencio alrededor de estos eventos o por otra parte el
excesivo tacto con que los pacientes tratan el tema ante otro interno que
haya pasado por la "máquina" o, por el contrario, que el recordar la situa-
ción sea una ofensa que corta toda discusión con la descalificación del
"h
e oquead" o . .

"Generalmente se conversa entre los internos acerca del tratamiento


recibido en términos del color y cantidad de pastillas. El tratamiento
de E. S. no se conversa; en este caso los internos evitan su mención
ante cualquiera que reciba tal tratamiento. La creencia es que sólo los
"locos" verdaderos reciben este tratamiento. En un momento de una
conversación un paciente le dice a otros ¿qué?.. . Si a ti te ponen electro.
El aludido y otros dos internos que sólo estaban de espectadores (en su
oportunidad también han recibido el tratamiento) se marcharon sin
decir palabra. El resto reconvino al ofensor haciéndole notar que .foe
innecesariamente crue/" 93 •

C. Ajustes primarios

Con los anteriores puntos tratados se ha querido dar una descripción


a grandes rasgos de lo que podríamos llamar "las condiciones dadas".
Pero, como bien se puede ver, las situaciones particulares así presentadas
requieren de una interpretación provisoria · que, en este momento, nos
pueda entregar una primera visión de la "naturaleza de la locura" o "na-
turaleza del enfermo mental" en su versión social. A través de diversos
mecanismos, la sociedad prepara un espacio social y, en este caso, también
un espacio físico en el cual confina, en determinadas C<:>ndiciones, a cierta
categoría de sus miembros. Espacio social en el cual se configura una

92 Notas de campo del autor.


93 Idem.

73
serie de procedimientos respecto del trato y una serie de providencias
-que incluyen desde la provisión de alimentos y medicamentos hasta las
reglas de conducta que rigen la vida al interior de la institución de un
grupo social así delimitado: los enfermos mentales. Toda esta actividad
social-burocrática, médica, técnica y otras labores menos especializadas-
recibe una coherencia interna, o más aún, está dirigida por un concepto
acerca de lo que "son'' esencialmente los enfermos mentales, lo que hemos
denominado "versión social de la naturaleza de la locura".
Esta versión social de la "naturaleza" de la locura, que podríamos llamar
también, indistintamente, en su sentido más amplio, "carácter del loco",
cumple, en este caso particular, una función análoga a la que E. Fromm
atribuye en la sociedad mayor al "carácter social".

"No hay 'sociedad en general: sino únicamente estructuras sociales es-


pecíficas que funcionan de modos diferentes y averiguables. [ .. }Los
individuos de la sociedad y (o) las diferentes clases o sectores que existen
en su seno, tienen que comportarse de manera que puedan funcionar en
el sentido requerido por el sistema social La función del carácter social
consiste en moldear las energías de los individuos de la sociedad de tal
suerte, que su conducta no sea de decisión consciente en cuanto a seguir o
no seguir la norma social, sino asunto de querer obrar como tienen que
obrar, encontrando al mismo tiempo placer en obrar como lo requiere
la cultura. En otras palabras, la función del carácter social consiste en '
moldear, canalizar la energía humana dentro de sociedad determinada
a fin de que pueda seguirfuncionando aquella sociedad" 94 •

Goffman designa, por otra parte, a este ajuste entre lo que al individuo se
le pide que sea con lo que el individuo está preparado a ser, a este dar y reci-
bir de acuerdo a pautas establecidas, con el "ánimo debido", es decir, cuando
se trata de un individuo "normal" o "program~do"; un "ajuste primario del
individuo a la organización'', haciendo la salvedad de que sería igualmente
justo hablar de un ajuste primario de la organización al individuo"95 •
En definitiva, las nociones de "carácter social" y "ajuste primario", nos
resultan de provecho en la medida que al aplicarlas en nuestro caso parti-
cular, haciendo abstracción de todos sus demás aspectos, permiten inferir
la idea de que con mayor o menor conciencia la sociedad, en tanto es-
tructuras especificas de la acción de sus miembros, sustenta un concepto,

94 E. Fromm, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. México: FCE, 1964, p. 72.


95 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p.190.

74
con alguna especificidad acerca de la naturaleza de algún grupo de sus
miembros. En nuestro caso particular, la serie de expectativas acerca de
la conducta de los enfermos mentales, expectativas que se concretan en
acciones especificas, o en condiciones particulares de vida para tales pa-
cientes, se sustentan en una serie de supuestos acerca de la "naturaleza
de la locura" o el "carácter del loco". Podemos presumir, entonces, que si
examinamos estas acciones específicas y condiciones de vida, podremos
tener un acercamiento o una descripción de tal "naturaleza".
De manera muy somera, en este momento tenemos suficientes datos
como para presumir que este "carácter" se centra fundamentalmente en
torno a la diferencia o inferforidad. De modo general no es necesario insis-
tir en lo que hemos descrito con anterioridad, baste señalar sólo algunos
hechos o agregar algunos datos que permitan completar una visión que
sugiera el punto a que nos referimos. Las relaciones entre personal y
pacientes, que configuran dos clases de personas que marcan los polos
opuestos: negativo y positivo, menor y mayor, cuidado y cuidador, son
puntos de insistencia en esta diferencia. Demás está insistir en que esta
diferencia presume la inferioridad del interno. El interno aparece como
la encarnación del menoscabo de las características humanas de las cuales
es poseedor el personal. Inmoralidad o falta de control de los instintos,
r como quiera que se le llame y esté o no justificado por teorías psiquiátri-

~ cas; peligroso o agresivo o, si se quiere, instintivo; irresponsable o menor


de edad psicológicamente; perezoso o dejado, etc.
La cita que ponemos a continuación resume con bastante precisión lo
que queremos expresar:

"Transformar el asilo en hospital, la locura en enfermedad mental, no


hace más que garantizar la inferioridad de/loco suministrando pretex-
tos y sutilidades suplementarias a su expresión. No es por azar por lo
que la jerga psicológica llama "deterioro': "déficit': "inmadurez", "alte-
ración", etc. a ciertos aspectos del estado patológiro" 96 •

El hecho de que los pacientes sean diferentes o inferiores se extiende


a sus objetos personales o pequeñas propiedades, que adquieren de esta
manera a los ojos del personal la apariencia de despreciables, de escaso o
nulo valor y deleznables. Podríamos abundar en ejemplos, desde las ropas

96 H. Heyward y M . Varigas,Anti-psiquiatría. Madrid: Editorial fundamentos, 1972,


p. 131.

75
de los pacientes tomadas con precaución con la punta de los dedos hasta
el desprecio por cualquier objeto de valor para el paciente (independien-
temente del valor real fuera de la institución) .

"El paciente L. .. discute con un auxiliar por la pérdida de unas revis-


tas, papeles y algunas fotos. El auxiliar, sin atender mucho las quejas
del paciente, le responde, insistiendo por lo menos tres veces: quién va a
querer tus fotos, papeles, estupideces, puras porquerías ... "97 •

La presunta inmoralidad del paciente hace que el personal tenga entre


sus preocupaciones más importantes la vigilancia sobre la sexualidad de
éstos. La formación de cualquier pareja de amigos que demuestren que les
gusta estar juntos moviliza rápidamente la atención del personal. El fan-
tasma de las relaciones homosexuales es quizás la mayor preocupación del
personal. En el hecho, durante toda mi estadía en el sector sólo tuve no-
ticias de un caso que podría justificar esta situación; aún cuando existe un
tipo de juego de apariencia sexual muy arraigado en el sector, éste cumple
una compleja función social que podremos explicar más adelante.
La presunta peligrosidad del enfermo mental no es necesario ilustrar-
la, cuando es ésta la que justifica la mayor parte de las v:eces la internación
misma, al igual que la serie de acciones que le permiten al personal el
control de los pacientes y que, en general, son llamados "métodos de con-
tención'': camisa de fuerza, neurolépticos y en ocasiones el electroshock.
La irresponsabilidad y la pereza parecen ser la misma cosa, y si se exa-
mina el reglamento del sector que transcribimos algunas páginas antes,
podemos ver ilustrado este punto. No es necesario enumerar la serie de
objetos de uso cotidiano fuera de la institución que al interior están pros-
critos para los pacientes. Presuntamente el interno es incapaz de conocer el
valor de ciertas propiedades o carece de capacidades que garanticen un uso
responsable de otros, tales como herramientas u objetos cortantes. Así, si al
paciente se le dejara solo, por sí mismo no haría nada; "hay que moverlo". El
momento en que más se nota esto es al levantarse en las mañanas; los golpes
con los mangos de escoba en los catres a las siete de la mañana o antes no
cesan hasta que el último paciente se ha levantado, con alguna excepción de
tiempo en tiempo, en ocasión de que el médico ha prescrito cama a algún
paciente. En definitiva, si al paciente no se lo controla o mueve desde afuera
el sector se convertiría en una "casa de locos".

97 Notas de campo del autor.

76
Cooper hace una aguda observación al respecto:

"Una de las fantasías más comunes del personal de los hospitales para
enfermos mentales es que si no se coerciona física o verbalmente al pa-
ciente para que dije la cama a cierta hora de la mañana, se quedará
acostado hasta pudrirse. Detrás de esto está la ansiedad asociada a la no
conformidad con respecto a la regulación del tiempo y al. control general
en sus vidas. El paciente es ese temible aspecto de sí mismo que a veces
no quiere dtjar el lecho e ir a trabajar" 98 •

Esta aproximación, provisoria en todo caso, nos serv1ra como un


punto de partida para comprender los pasos siguientes que nos llevarán a
describir de manera cada vez más integrada la conducta social de los in-
ternos del sector. Hasta ahora hemos conseguido uña visión más o menos
estática y parcial de la totalidad que podríamos llamar la "situación'' social
de los internos en un sector. Hasta ahora estamos en un punto verdadero
y falso al mismo tiempo. Verdadero, porque traduce con alguna fidelidad
lo que llamamos las "condiciones dadas". Falso, no obstante, porque la si-
tuación real está formada no sólo por las condiciones dadas, sino también
por el modo particular en que cada paciente la "asume y la supera". Para
los efectos de nuestro propósito, las condiciones dadas no son aún "vida".
Aún cuando tenemos en algunas observaciones a los internos "como ac-
tuantes", poseemos hasta ahora sólo datos; esto no demuestra sino que
una separación de lo dado y lo proyectado sólo tiene un valor didáctico
y que en la realidad son inseparables. Por ejemplo, el hecho de que un
paciente sea golpeado queda incompleto para nuestra "comprensión'' si
de alguna manera no incluimos el modo en que este paciente escapa,
asume, se degrada o supera esa realidad. En nuestro caso sólo podremos
llegar a caracterizar modos de acción de los pacientes respecto de la situa-
ción física, los otros pacientes o el personal, que tengan significado social,
es decir, que sean compartidos como experiencia. No está demás insistir
en que nuestro nivel de comprensión de la conducta es social. Social en
la medida en que sea conducta comunicativa - independientemente de
la intención consciente de comunicar-, es decir, en la medida en que la
conducta resulta comprensible para los demás miembros de dicha co-
munidad; en concreto, en la medida en que promueve otras conductas
en respuesta. En este sentido, no se trata de separar ciertas conductas

98 D. Coopc:r, Psiquiatría yAntipsiquiatría. Buenos Aires: Paidos, 1974, p. 100.

77
llamadas sociales de otras llamadas personales, pues bien sabemos que
toda conducta es ambas cosas a la vez; se trata de privilegiar, de acuerdo
a nuestros propósitos, el aspecto social de toda conducta. Aclarado este
punto podemos volver sobre el concepto de situación.
La mejor manera de mostrar este concepto, puede ser ilustrada con
una cita de J. P. Sartre:

"Llamaremos situación a la contingencia de la libertad en el plenun de


ser del mundo en tant o que este datum, que no está ahí sino para no
constreñir a la libertad, no se revela a ella sino como ya iluminado por el
fin elegido. Así, el datum no aparece jamás como existente bruto y en-sí
al para-sí; se descubre siempre como motivo, puesto que no se revela sino
a la luz de un fin que lo ilumina. Situación y motivación se identifican.
El para-sí se descubre como comprometido en el ser, investido por el ser,
amenazado por el ser; descubre el estado de cosas que lo rodea como motivo
para una reacción de defensa o ataque. Pero sólo puede efectuar este des-
cubrimiento porque pone libremente elfin con respecto al cual el estado de
cosas es amenazador ofavorable. Estas observaciones han de enseñarnos
que la situación, producto de la contingencia del en-sí y de la libertad, es
un ftnómeno ambiguo en el cual es imposible alpara-sí discernir el aporte
de la libertad y el del existente bruto. En efecto: así como la libertad es un
escapar de la contingencia que ella tiene-de-ser para escapar/e, así tam-
bién la situación es libre coordinación y libre cualificación de un datum
bruto que no se deja cualificar de cualquier manera" 99 •

En lo que sigue se irá completando cada vez más el cuadro de la si-


tuación; se irá así enriqueciendo retrospectivamente lo dado en forma de
condiciones de vida y nuestro concepto de versión, social de la naturaleza de
la locura, al tiempo que iremos ampliando con otros aspectos la situación
social del enfermo mental. Intentaremos llegar así a lo que en dialéctica
existencial se llama una "totalización''.

D. Ajustes secundarios

Se ha definido un ajuste primario como la adecuación entre la definición


de ser que una institución sustenta acerca de sus miembros, un grupo de
ellos o una clase de miembros y la imagen de sí mismos que estos tienen;

99 J. P. Sartre, op. cit., p. 600.


78
en otras palabras, si existe conformidad de parte de los sujetos para con
la institución; entonces, un ajuste secundario es, de alguna manera, la
expresión de una no adecuación, una no conformidad.

"[ . .] el ajuste secundario lo defino como cualquier arreglo habitual que


permite al miembro de una organización emplear medios o alcanzar
·fines no autorizados, o bien hacer ambas cosas, esquivando los supues-
tos implícitos acerca de lo que debería hacer y alcanzar, y, en última
instancia, sobre lo que debería ser. Los ajustes secundarios representan
vías por las que el individuo se aparta del rol y del ser que la institución
daba por sentados a su respecto" 100 •

Un hecho importante respecto de los ajustes secundarios que es ne-


cesario hacer notar es que éstos se hacen, en realidad, en referencia a un
sistema de normas o costumbres muy arraigado en la institución, aún
cuando este sistema no concuerde totalmente con la ideología oficial de
la misma. Incluso puede ocurrir que este sistema, informal e implícito
en gran parte, y semioficial, esté en franca contradicción con la doctrina
oficial de la institución. Por lo tanto, el estudio de los ajustes debe ser
enfrentado en referencia a las prácticas que conforman este sistema auto-
rizado, pero no totalmente oficial.
Otro punto que merece destacarse se refiere a la contingencia misma
que puede definir un ajuste como primario o secundario. Veamos un
ejemplo de E. Goffman al respecto:

"Conviene destacar que ajustes primarios y secundarios son asuntos de


definición social, y que una adaptación o un incentivo considerado legí-
timo en un periodo dado, de una sociedad dada, acaso no lo sean en otro
momento de su historia, o en una sociedad diferente. Un convicto nor-
teamericano que de algún modo consigue pasar la noche con su mujer, en
la cárcel oJuera de ella, ha alcanzado una meta difícilmente superable
en materia de ajustes secundarios; no sería así en una cárcel mexicana,
donde elpreso dé esta posibilidadpor descontada, como una condición de
bienestar, es decir, como un ajuste primario a la situación" 101 •

La primera clasificación que se impone, usando los mismos términos


de Goffman, es la división entre ajustes dirigidos a obtener un cambio

100 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 190.


101 Idem., p. 194.

79
profundo en la institución, como por ejemplo la preparación de un motín
en un barco; o aquellos ajustes en que el interno busca su retiro rápido
y definitivo de la institución, como son las frecuentes fugas del hospital
psiquiátrico. Se puede llamar a este tipo ajustes violentos en contraposi-
ción al tipo de ajustes que no significan ninguna presión hacia el cambio
radical en la institución o que no implican la migración del interno hacia
el exterior y, por el contrario, en ocasiones cumplen la función obvia de
mantener una cierta homeóstasis al interior de la institución, contribuyen-
do, en definitiva, al mantenimiento de un statu quo; son estos los ajustes
reprimidos o prácticas. De modo general es este tipo de ajuste secundario
el más difundido al interior de una institución.
Conviene destacar que hablar de ajustes secundarios sólo tiene sentido
cuando se considera que éstos se pueden reconocer como tales únicamente
en relación con la situación concreta de uno o varios sujetos en la estruc-
tura social de la institución. En este sentido, la diferencia más notoria
se puede hacer entre personal e internos. La mayoría de las actividades,
derechos y obligaciones correspondientes al rol y status del personal son
proscritas para los pacientes, y por lo tanto, con toda seguridad, sólo se las
podrá conseguir a través de un ajuste secundario. En otras palabras, lo que
para el personal es un ajuste primario a la institución, para los internos
su adquisición o ejercicio requiere un elaborado conjunto de "arreglos" o
"prácticas" ilegítimas.

Siguiendo el esquema formal utilizado por Goffman, es posible examinar


en primer lugar los ajustes en términos materiale~: fuentes, lugares, depó-
sito y transporte.

Fuentes:

La mayoría de los ajustes realizados por los pacientes requieren de mate-


riales; trataremos de examinar de una manera rápida las fuentes de donde
se pueden obtener. Qyizás la forma más común de proveerse de materia-
les sea a través de la sustitución:

"En todo establecimiento social, los participantes utilizan los artefactos


a su alcance en formas y para fines no previstos oficialmente, con lo
cual modifican las condiciones de vida planeadas para ellos. El proceso

80
puede llevar implícita una remodelación del artefacto, o bien consistir
simplemente en su empleo en un contexto ilegítimo, y en ambos casos
provee ejemplos caseros del tema de Robinson Crusoe" 102 •

La gama de sustituciones que es posible realizar en el sector es bastan-


te amplia y algunas pueden ser más toleradas que otras, como asimismo
muy variadas en su complejidad: los arcos de la cancha de· baby fútbol
pueden servir perfectamente para tender ropas; un envase de yogurt
puede ser usado como vaso o como cenicero; un tarro de conservas abier-
to de la manera adecuada se convierte en un jarro para té y dependiendo
de sus tamaños y formas pueden servir de ceniceros también; una piedra
adecuada es un buen martillo con la cual, por ejemplo, se p_uede convertir
una lata de sardinas en un cenicero ya más ornamentado o convertir una
cuchara en un cuchillo; un cuchillo se puede obtener de desarmar una
tijera sustraída previamente de la sala de terapia ocupacional, o de traba-
jar un pedazo de una lata de conservas o simplemente afilando los bordes
de una cuchara, con la ventaja de que ésta no pierde su función origi-
nal; con una leve modificación en el mango, una cuchara también puede
servir de abrelatas; un tarro pequeño con agujeros es un colador para el
té; una polera con un nudo puede convertirse en un bolso de mano; los
bancos del patio en un día de calor se utilizan para recostarse a tomar un
baño de sol, que se puede hacer más cómodo si se usa como almohada
un atado de ropas o un par de zapatos; ventajas parecidas se pueden ob-
tener extendiendo un periódico en el suelo; los vidrios de las ventanas
con una prenda de vestir por detrás sirven perfectamente como espejo;
aún más, un trozo de vidrio ofrece la ventaja de que puede ser puesto
en cualquier lugar o guardado para uso personal; se puede mantener un
pantalón siempre planchado si por las noches se cuida de ponerlo entre
hojas de periódico bajo el colchón; se pueden obtener cigarrillos al juntar
varias colillas desechadas, de yerba-mate, t.é o de raspaduras de cáscaras
de plátano puestas a secar; éste último, según algunos internos les puede
permitir alguna "voladita"; alcohol se puede obtener de uvas, manzanas y
naranjas, o de levadura con azúcar en pocos días se obtiene un sustituto
de la cerveza; en el sector vecino al nuestro las mujeres obtenían pintura
para los labios de la maceración de algunas flores y rimmel para las pesta-
ñas del betún para los zapatos; quizás la sustitución más ingeniosa que el
autor pudo observar en el sector consistía en una serie de rayas paralelas

102 Idem., 207"

81
en el patio del sector, rudimentario reloj de sol que un interno construyó
preguntando, majaderamente, varias veces al día, durante varios días, la
hora a los auxiliares; este interno guardaba celosamente el significado de
tales rayas y a pesar de que estaban a la vista de todo el mundo muy pocos
llegaron a saber que eran un reloj 103 •
La variedad de sustituciones que se pueden observar en una insti-
tución total parece aumentar con el tiempo promedio que permanecen
los internos en la institución. Asimismo, parecen hacerse más drásticas
mientras más pobres son las co~diciones que presenta el medio y además
referidas a necesidades más básicas. Respecto a esta última observación, el
autor pudo corroborarlo en parte al visitar posteriormente un servicio de
crónicos que contaba con condiciones materiales muy inferiores a las del
sector en que estuvo internado. En cuanto a la primera observación que
hacemos en este párrafo, ésta parece estar condicionada al grado de des-
vinculación con el mundo exterior que pueda llegar a sufrir el interno por
una internación prolongada; parece ser que pasado cierto límite se pro-
duce una especie de "regresión'' de la capacidad de transformar el medio
ambiente material. Un punto que merece especial atención es que este
fenómeno parece producirse en menor grado en los servicios de pacientes
crónicos abiertos. No estamos en condiciones de esclarecer o determinar,
en este momento, si estas diferencias que hemos anotado están condicio-
nadas por factores socio-ambientales propios de las distintas condiciones
de un servicio de crónicos cerrado, un sector de pacientes agudos -aún
cuando el personal consideraba que había ahí una gran cantidad de
pacientes "clínicamente" crónicos-, un servicio de pacientes criminales-
psiquiátricos o "servicio judicial" y un sector de pacientes crónicos abierto.
O bien si estas diferencias pueden ser imputadas en mayor grado a la psi-
copatología de las diversas clases de interno~. Por otr~ parte, como iremos
viendo más adelante, estas observaciones pueden hacerse extensivas a la
generalidad de los ajustes secundarios. No obstante, este estudio se pro-
pone aportar algunos elementos de juicio que permitan al final obtener,
si no afirmaciones concluyentes al respecto, al menos la posibilidad de
tener una comprensión más amplia de éstos y otros problemas y las vías
de investigación que pudieran ser fructíferas.
Continuando con nuestra descripción de las fuentes de ajustes se-
cundarios, además de las sustituciones, que en términos de la sociedad
del sector son formalmente simples a pesar de la espectacularidad que

103 Resumen de notas de campo del autor.

82
puedan presentar algunas, existe una serie de prácticas o "arreglos" más
complejos.

"[ . .] una serie de prácticas, que suponen una conciencia bastante


más alerta al.funcionamiento legítimamente autorizado de ese mun-
do. El espíritu de la actividad legítima puede mantenerse aquí, pero
se lleva más allá de la meta a la que apuntaba intencionalmente.
Comprobaremos que se amplían y complican las fuentes anteriores de
legítima satisfacción, o que se explota para fines privados una ruti-
na entera de actividad oficial Hablaré, pues, de la "explotación" del
sistema" 104 .

En el sector, la gama de posibilidades de explotación del sistema es


tan variada que prácticamente compromete toda la vida social, desde los
médicos hasta el paciente de menos status, y algunas formas de explota-
ción llegan a ser tan complejas que los pacientes que las realizan pueden
ser considerados una especie de expertos en el manejo de la sociedad del
sector.
Tenemos que algunos pacientes hacen una "crisis" en las oportuni-
dades precisas para que los médicos les incluyan en la lista de pacientes
para ver éste o al día siguiente, con la sola finalidad de poder ufanarse
de que ha sido visto por el médico y que por lo tanto es más importante
que aquel paciente que no es visto desde hace dos o más meses. La gama
de recursos que se pueden utilizar en la entrevista médica para obtener
un permiso de salida por un día o un fin de semana exige de algunos
pacientes una atenta actuación, en ocasiones durante varios días, como
asimismo un gran conocimiento del médico y la psicopatología con el
sólo fin de obtener una salida que le permita proveerse afuera de algunas
drogas que le harán más llevadera la permanencia en el sector. En ocasio-
nes este interno sale con una serie de encargos más o menos delicados que
le permitirán ganar alguna comisión de los pacientes menos afortunados
en sus intentos de salir. Otro paciente se felicitaba de poder manejar a
su antojo la extensión de la entrevista con su psiquiatra pues, como este
último le ofrecía cigarrillos durante la sesión, trataba de prolongar este
placer lo más posible mediante el sencillo expediente de comunicar algún
detalle interesante de su patología -verdadero o inventado- cuando pre-
sentía que la entrevista se acercaba a su fin. Otro, mediante un complicado

104 E. Goffm;m, op. cit., p. 218.

83
sistema de correo lograba mantener una asidua comunicación con una
paciente de un sector vecino, pero que por estar en un segundo piso hacía
imposible la comunicación directa, de esta manera podía coordinar sus
salidas con las de ella dos o tres veces a la semana para pasar una tarde de
solaz fuera del hospital. Concertar partidos de fútbol con otros sectores
también permite hacer vida social con pacientes mujeres de otros sectores
más alejados; con este propósito, uno o dos pacientes hacían las veces de
promotores de tales eventos, según la necesidad integraban al equipo aun
a pacientes totalmente incapacés para el juego, lo importante era engan-
char el número suficiente. Un interno podía escabullirse hasta las oficinas
de los médicos o el archivo de las "fichas médicas" sustrayendo aquéllas
que eran de pacientes atendidos por un psiquiatra del cual podía obtener
una especie de "rescate" en pequeños regalos o dinero en pequeñas can-
tidades. A este propósito, quizás el ejemplo más claro de explotación del
sistema, en el cual resalta nítidamente la persecución de una finalidad
más allá de las supuestas en la entrevista de diagnóstico psiquiátrico, es
decir, una explotación del sistema para fines ilegítimos, se da en la ex-
periencia del propio autor en una oportunidad en que, debido a algunos
malentendidos, en ausencia del psiquiatra que estaba al tanto de la inves-
tigación que se llevaba a cabo y que actuaba como médico tratante del
investigador, otro psiquiatra, creyendo hacer un favor a su colega, quiso
tener al autor entre sus pacientes, por lo que éste se vio en la necesidad de
manejar la entrevista de tal modo que se confirmara el diagnóstico ori-
ginal, hecho en connivencia con el primer psiquiatra, para poder salir del
paso sin informar de la investigación. Aún cuando en esas circunstancias
es poco probable que una comunicación como ésa hubiera sido creída y
más bien se podría haber tomado como sintomático de patología. Hasta
que el psiquiatra cooperador pudiera arreglar la ;ituación de la manera
convenida originalmente, al parecer la actuación de la "depresión'' fue tan
convincente ·como para que el médico engañado se sintiera alarmado y
señalara a su colega que era recomendable aplicar una serie de "electros-
hocks" para evitar riesgos de suicidio.
Un área en que se concentran particularmente variadas técnicas de ex-
plotación está relacionada con la obtención de alimentos. La mayoría de
los internos contaban, unos más, otros menos, con recursos que permitían
convertir la monótona y desabrida comida del hospital en platos más o
menos apetecibles: sal, pimienta, aceite, limones; otros podían agregar
una completa ensalada de tomates, un trozo de carne, un huevo duro, etc.
Las onces o el desayuno son ocasiones en las que salen a relucir tarros de

84
leche condensada, cecinas, mantequilla, paté y la más variada gama de
recursos, que para los más pudientes de los internos convierten el simple
jarro de té con un pan en un pequeño banquete. Otras técnicas son más
complicadas. Así, un paciente que consideraba que lo mejor de las co-
midas venía cerca de la superficie de los grandes fondos en que llegaban
los guisos desde la cocina, acostumbraba, unos 10 o 15 minutos antes
de que ésta llegara, poner en el primer lugar de la fila, frente a la ven-
tanilla del repostero, a otro interno muy pasivo, mientras él se dedicaba
a una tranquila espera, platicando con otros internos o preocupado de
otros menesteres personales en cualquier otro lugar; llegado el momento
oportuno retiraba tranquilamente a su "representante" poniéndose en su
lugar, sin ocuparse de él hasta la próxima ocasión en que volvía a repe-
tir idéntico procedimiento. Otro llegó a discurrir la manera de obtener
doble ración cuando las comidas le parecían suficientemente apetecibles,
y cuando se daba la oportunidad de que los internos eran servidos en las
mesas, con el sencillo procedimiento de poner una silla vacía a su lado
y, frente a ésta, un jarro, una cuchara y alguna otra cosa; todo esto hacía
pensar a los auxiliares que había otro comensal momentáneamente au-
sente y se le dejaba sin problemas la comida, si se le llegaba a preguntar
por el "comensal fantasma'' daba cualquier nombre que dejaba contento
al auxiliar o simplemente lo confundía con una serie de explicaciones a
medias dadas con aire de ingenuidad.
Como nuestra preocupación fundamental se refiere a la vida de los
internos, no nos hemos ocupado de los ajustes que, también, puede hacer
el personal; sin embargo, éstos también ocurren. A este respecto puede
bastar con señalar los comercios en pequeña escala que mantienen algunos
miembros del personal con los internos: venta de sándwiches pagaderos
de inmediato o a cuenta basta el día de visitas. Para los internos que
contaban regularmente con éstas, la administración de los medicamentos
puede ser, también, la ocasión de algún ajuste en este sentido.
Algunos internos, que ocasionalmente formaban una camarilla ad hoc,
juntaban sus pastillas durante varios días por el sencillo procedimien-
to de escamotearlas, ante los ojos del auxiliar, y tomar sólo el vaso de
agua mientras mantenían sus dosis en la mano. Luego llega el gran día y,
en conjunto o solos, se podían brindar un gran atracón obteniendo una
volada.
Otra forma más generalizada de explotación es la utilización de los
pacientes más "confiables" para hacer compras en el exterior del hospital:
cigarrillos, alimentos y una que otra vez alguna botella de cerveza o vino.

85
Por otra parte, estas situaciones generalmente redundaban en algún be-
neficio para el "mandadero"; ciertos privilegios en el interior o las ventajas
mismas que reportaba el poder entrar y salir del sector con mayor libertad
pudiendo, de esta manera, hacer encargos de otros internos con alguna
pequeña ganancia. No faltó el caso en que uno de estos mandaderos apro-
vechara cada salida para tomarse un "traguito".
Qyizá la situación más elaborada de explotación del sistema, por la
cantidad de personas que estaban involucradas, incluyendo miembros
del personal y en la cual parti¿ipó también el autor, es el evento que fue
bautizado como las "cenas nocturnas". Este ajuste presenta, además, un
interés adicional pues es una de las escasas ocasiones en que aparece, con
alguna claridad, un tipo de organización grupal entre los pacientes. Poco
a poco se llegó a estructurar una especie de "contrato" entre un grupo de
internos y los miembros de un turno del personal. Los internos podían
obtener agua caliente en la noche, después que todo el resto de pacientes
estaba acostado, ocasión en que se organizaba entre cinco o seis personas
una completa cena en comunidad en que se compartía todo lo que se
podía aportar - si alguno no podía hacerlo en esa oportunidad lo podía
hacer en otra. En las cenas más memorables se llegó a contar con carnes,
ensaladas, huevos, galletas, tarros de conservas, bebidas, café o té, frutas,
etc., alimentos que debidamente distribuidos y aderezados constituían
una "cena como en casa" . A salvo de 1os "macheteros " , se po d'1a fu mar
relajadamente una o dos "corridas" de cigarrillos sin que nadie estuviera
esperando la "corta". Luego, después de que los miembros del personal
también hubieron cenado por su parte, llegaban con el "Dominó", se le-
vantaba la mesa y comenzaban las interminables "patas" hasta las dos de
la madrugada. La pareja del personal contra la de _los internos, esta última
constituida en cada oportunidad por turnos. entre los mejores del grupo,
contando con que alguno tenía sueño u otro simplemente no tenía ganas.
El contrato implícito era más o menos: no nos tienen una pareja para
el dominó entonces no hay cena; y por la parte de los internos, no hay
cena entonces no tenemos ganas de jugar al dominó. Demás está decir
que cualquiera que fuera el resultado del juego, siempre quedaba pacta-
da la revancha. Tendremos ocasión, más adelante, de examinar en mayor
detalle ésta y otras situaciones cuando enfrentemos el problema de la
estructura social del sector.
Podríamos extendernos latamente en ejemplos de explotación del
sistema; sin embargo, los pocos que hemos entregado son bastante re-
presentativos de las "técnicas" más notables. Por otra parte, es necesario

86
agregar que no todos los internos tienen las mismas facilidades de acceso
a las diversas formas de ajustes y que las posibilidades se extienden en
una gama que puede partir de situaciones como las que ejemplificamos
con el caso de las "cenas nocturnas" hasta el extremo opuesto, como es
el lamentable hecho de los que buscan cáscaras de fruta, restos de ali-
mentos o bolsitas de té usadas u otros objetos, revolviendo los tarros de
desperdicios. ·
Una forma diferente de explotación que merece alguna atención es la
que tiene lugar entre los internos sobre la base del significado que puede
llegar a tener la simple presencia o la mirada en un lugar en que es muy
difícil el aislamiento entre los internos. Hay algunos que se especiali-
zan en hacer notar su presencia cuando otro está fumaqdo o comiendo
algo que proviene del exterior, hasta hacerse pagar su "retirada" con una
"corta", un cigarrillo entero o una "probadita" de lo que el otro disfruta.
El autor se vio en varias ocasiones en la necesidad de "retribuir" retiradas
de este tipo, incluso para poder estar con tranquilidad en los excusados.
Esta técnica, según pudo observar el autor, da sus resultados más óptimos
cuando s~ la aplica a los internos que llevan menos tiempo recluidos y no
tienen experiencias anteriores y especialmente en los recién llegados, pues
con el tiempo la mayoría logra "adaptarse" a esta situación y puede hacer-
se completamente indiferente o impermeable a la presencia y la mirada
de los otros.
Con seguridad, tal como afirma Goffman 105 , la manera más importan-
te de explotar el sistema es la obtención de una asignación explotable; es
decir, hacerse designar para algún trabajo a través del cual se tenga acceso
a ciertos ajustes o fuentes de ajustes secundarios. Sin embargo, en el sector
estas posibilidades son escasas debido a que en la práctica las actividades
organizadas de recreación, terapia ocupacional, trabajo fuera del sector y
otros son casi del todo inexistentes. Aun así, el interno que se encargaba
del lavado de los platos y ollas en el repostero podía obtener algunos
panes o frutas sobrantes, o en ocasiones, si le apetecía, alguna ración extra
o elegir de las comidas lo que más le gustara; además de estar en situación
de poder brindar a los otros internos algunos favores, tal como calentar un
poco de agua para té, café o simplemente afeitarse como "caballero". Otro
se hacía asignar para el aseo de los baños del interior, a los cuales el resto
de los internos no tiene acceso durante la mayor parte del día, lo que le

105 E. Goffrp.an, op. cit., p. 218.

87
permitía darse algún tiempo para masturbarse con toda tranquilidad sin
que nadie llegara a importunarle 106 •
Este último ejemplo hace notoria la dificultad que se presenta para
discriminar, en cada caso concreto, la clasificación formal que se hace de
ellos; pues en la mayoría encontramos presentes casi todos los aspectos
o unos cuantos de ellos. Así, un ajuste visto en su totalidad puede invo-
lucrar una fuente de la cual se obtiene, un lugar para disfrutarlo, alguna
técnica de transporte y un lugar de depósito; sin embargo, vemos que
casi siempre alguno de estos aspectos predomina sobre otros permitiendo
caracterizarlo; no obstante, no debemos olvidar que esto depende en gran
parte del punto de vista que adoptemos para su descripción.

Lugares:

Los ajustes secundarios relacionados con el espacio son quizás los que
mejor marcan la diferencia entre personal e internos pues, en primer
lugar, llama la atención que el personal tiene acceso "legal" a todas las
dependencias del sector y sólo en lo que se refiere a las oficinas de los
médicos y la enfermera este acceso llega a tener una reglamentación im-
plícita, en la forma de un ceremonial que actualiza las diferencias de status
entre el personal; prácticamente no existe un espacio del sector al que,
legítimamente, no tenga acceso cualquier miembro del personal. Por el
contrario, los internos sólo pueden llegar a las dependencias del personal
en ocasiones explícitamente reglamentadas. En segundo lugar, el espa-
cio exterior al sector es totalmente inaccesible para casi la totalidad de
los internos y al contrario, obviamente, esta limitación no existe para los
miembros del personal.
Cabe entonces establecer, en un primer intento y a grandes rasgos,
una "geografía" desde el punto de vista de. los internos del sector, en
términos de la accesibilidad a las diferentes "regiones". Tomando en
cuenta que el marco de nuestra investigación es más estrecho que el
adoptado por E. Goffman -el suyo abarca todo un hospital psiquiátrico
y el nuestro sólo un "sector"- resulta de mayor provecho para nosotros
distinguir en primera instancia dos grandes "regiones geográficas": una
"región exterior", que es todo el "mundo" fuera de los límites estrechos
del sector, representados por altas murallas en el frente y al fondo, la

106 Todos los ejemplos están resumidos de las notas de campo del autor.

88
construcción que corresponde a los dos sectores vecinos por un costado
y por el opuesto el límite mismo del propio edificio del sector, quedan-
do, así, en el exterior, incluso, el resto del hospital; y una segunda "región
interior" que es todo el espacio que queda "dentro" de los límites que
ya señalamos. De los ejemplos que se han visto hasta ahora se deduce
que para los internos los desplazamientos hacia el espacio exterior son
limitados en extremo; agreguemos que en la mayoría de los casos esto
sólo es posible a través de elaboradas técnicas o arreglos en que se llega
a una especie de contrato tácito con los miembros del personal; o en
las ocasiones en que el interno debe asistir acompañado de un miem-
bro del personal a propósito de algún examen o trámite burocrático en
alguna otra dependencia del hospital, como es el caso de una electro-
encefalografía, por ejemplo. Otras formas de salida son posibles sólo
mediante una autorización escrita por parte del médico tratante o, en
casos excepcionales, de la enfermera del sector; se trata, entonces, de
una "salida con permiso" por una tarde, un día o un fin de semana. El
expediente extremo es conseguir el "alta" o la materialización de una
"fuga". Como nuestro interés central es el interior del sector, nos ocu-
paremos fundamentalmente, en esta parte, de una descripción de lo que
hemos llamado la región interior; sin embargo, podremos retomar este
problema más adelante, cuando contemos con los elementos suficientes
que nos permitan intentar la elaboración de una fenomenología de lo de
adentro y lo de afuera, circunscrita, por supuesto, a los límites naturales
de la presente investigación.
· Siempre considerando a los actores permanentes de la vida social del
sector - personal e internos-, podemos subdividir la región interna en:
uno, el espacio del personal, exclusivo en términos formales; y dos, el
espacio público. El espacio del personal incluye, en conjunto, las oficinas
de los médicos y enfermeras, el repostero, la sala de estar del personal y
el dispensario o "clínica" -que incluye el baño privado y bodega-; el con-
junto de estas dependencias está separado del resto del sector, en toda su
extensión, por ventanales, con excepción del repostero, que se encuentra
aparte, pero cuya única entrada es por el exterior del sector. El espacio
público, por otra parte, lo constituye todo el resto del sector: dormitorios,
comedores, patio, baños y, de manera un tanto particular, la sala de terapia
ocupacional - sujeta a continuas clausuras y litigios-. Aun cuando este
último espacio es donde se desarrolla la mayor parte -casi la totalidad- de
la vida de los internos, se justifica llamarlo público por la simple razón de
que los intern9s no tienen, legítimamente, ningún control del acceso que

89
el personal tenga a éste; por contraste, en ese sentido, el personal tiene un
absoluto y legítimo control del acceso al propio.
La descripción geográfica, un tanto pormenorizada, que se ha reali-
zado, se justifica, en prime·r lugar, si se pone atención en el hecho de que
representaba la materialización de una estructura de relación entre las dos
categorías de miembros de la institución; y, en segundo lugar, es la base
a partir de la cual se nos pueden hacer inteligibles las conductas de los
internos en tanto ajustes secundarios a propósito de los lugares.
Así, desde la perspectiva d~ los internos, encontramos que existen para
ellos, en primer término, lugares vedados a lo"s que pueden acceder sólo en
circunstancias excepcionales y en los que su presencia requiere de una jus-
tificación aceptable desde el punto de vista del personal. Esta justificación
la encontramos en el terreno de la "enfermedad". Es a través de ,la enfer-
medad que el interno "tiene o padece" que se verifica su encuentro con el
psiquiatra, la enfermera o el practicante jefe de clínica; está allí porque ha
sido llamado para controlar la evolución de su patología, para indagar uno
que otro detalle acerca de la historia de su enfermedad, para que le sean
administradas algunas indicaciones más o menos delicadas que ha pres-
crito el médico o cualquier otra razón por el estilo. Su presencia en otras
dependencias vedadas estará justificada porque está prestando un servicio
-en el repostero, por ejemplo-; sin embargo, si acudimos a la ideología
psiquiátrica, encontraremos que no se trata de un simple trabajo, sino de
"ergoterapia". En definitiva, tales lugares, vedados para su persona, no
son otra cosa que el lugar de tratamiento de su enfermedad. Para ilustrar
este punto baste recordar algunos párrafos del reglamento del sector que
transcribimos al comenzar esta parte.
Tenemos que en segundo lugar existe lo que denominaremos - en
concordancia con el término utilizado por Goffman- un espacio de
vigilancia.

"[ . .} área donde podía estar un paciente sin ninguna excusa espe-
cial, aunque sometido a la autoridad y las restricciones usuales en el
establecimiento" 107 •

Llegado a este punto, debemos introducir una variable que nos com-
plicará un tanto la estructura más o menos rígida que hemos estado
describiendo. El nuevo factor que debemos tomar en cuenta se refiere a

107 E. Goffman, op. cit., p. 227.

90
las constantes transformaciones que sufre, durante un día y aun a través
de la semana, este espacio de vigilancia. Pues de otro modo se nos descu-
bre que tal espacio abarca la totalidad del sector, con exclusión de lo que
delimitamos como lugares vedados, y nos encontraríamos que, de verifi-
carse cabalmente tal vigilancia, cualquier tipo de ajuste secundario sería
casi del todo imposible. En la realidad ocurre que de hecho la vigilancia
no es en todas partes la misma y la atención del personal se despl~za con-
tinuamente en su labor inspectiva, haciendo dificultosa, en la realidad, la
creación, por parte de los internos, de rutinas con cierta estabilidad, con
carácter de secretas, que se pudieran adscribir a lugares precisos y fijos. A
tal tipo de lugares se refiere E. Goffman con el nombre de lugares libres;
lugares que, por cierto, se pueden encontrar fácilmente multiplicados si
el contexto de la investigación se extendiera a la totalidad del Hospital
psiquiátrico, pero que en el contexto de un estrecho sector como el que
nos ocupa pueden aparecer casi inexistentes.
Sin embargo, ambos términos nos serán de una inestimable utilidad si
nos valemos de ellos a la manera de un par contrapuesto que nos permite
comprender cada situación particular de acuerdo a la presencia o ausencia
de algún miembro del personal. Para nuestros propósitos, entonces, pre-
senta mayor utilidad definir un lugar libre como: "cualquier espacio en el
cual el interno pueda sustraerse por un tiempo relativamente largo a la
mirada y/ o el oído de los miembros del personal".
En primer término se puede observar una serie de técnicas de disimulo;
recursos mediante los cuales el interno puede mantener una actividad
ilícita o permitirse expresiones respecto de la situación o el personal que
si no están expresamente prohibidas por lo menos su descubrimiento
significaría un empeoramiento de la situación del interno. De frente a
un miembro del personal se puede asentir sumisamente a las órdenes o
indicaciones de éste mientras, con las manos en la espalda, se le puede
dedicar una "tapa", visible para los otros internos presentes; con un rápido
movimiento de la mano puede parecer que el interno traga obediente-
mente sus medicamentos y en realidad no estar haciéndolo; otro par de
internos, diestro en el manejo de alusiones y expresiones de doble sentido,
mantiene en presencia de la enfermera bajo la apariencia de una inocente
conversación una pormenorizada evaluación de sus atributos femeninos
o de sus capacidades amatorias; mientras se aparenta una interesada ac-
tividad de aseo en el fondo del patio en realidad se está esperando el
momento oportuno para una fuga; o en un día de visitas otro se va con
éstas, pasando_ante las narices del auxiliar que vigila la salida; o como en

91
el caso del autor, aparentando llevar un diario de vida, tal como lo hace
uno que otro interno, se pudo en realidad tomar apuntes aun en presen-
cia de los miembros del personal, o tomar fotografías con una máquina
pequeña en los breves instantes en que el personal o los internos volvían
la vista.
Luego, en cuanto a lo que con propiedad podríamos llamar lugares
libres, había un dormitorio individual en desuso que servía para guardar
catres y colchones estropeadps además de algunos implementos de aseo,
cuya puerta sin cerradura se podía abrir con un hábil golpe en su parte
inferior. Aún cuando el personal trataba de mantener una estrecha vi-
gilancia sobre éste, la mayoría de los internos podíamos colarnos a este
cuarto, cuyas ventanas daban a un patio de mujeres, y ocultos detrás de un
montón de colchonetas se podía pasar una o dos horas -por turnos- en
amena conversación, intercambio de recados, encargo de compras para
uno u otro lado y, en ocasiones, más de algún paciente mantener por este
procedimiento un estrecho interludio amoroso sólo separado de su con-
quista por los desnudos marcos de la ventana108•
Funciones análogas podían cumplir un par de dormitorios de a dos
que tenían una ubicación muy parecida al anterior; sin embargo su uso
por el resto de los internos estaba restringido por la necesidad de llegar
a un trato con los ocupantes legítimos, muy reticentes a correr riesgos en
este sentido. U na buena conquista en cuanto a ajuste fue la conseguida
por un par de compinches de aventuras: de la asignación de uno de estos
dormitorios.
En el patio del sector había también un cuarto completamente cerra-
do, con excepción de la puerta inexistente que servía de depósito a una
serie de desperdicios. Se contaba que hace unos cuantos años era una
celda de aislamiento. Tal cuarto era utilizado por algunos internos para
echar una siesta o simplemente mantener una relajada conversación, en
el convencimiento de que no serían mayormente molestados, debido a la
creencia general de que allí estaba infectado de pulgas y otros parásitos,
creencia que sus usuarios no se cuidaban de desmentir109 •
Otro espacio que servía frecuentemente como lugar libre eran los
baños, a pesar de toda la incomodidad que representaba el mal olor. Sin
embargo, éstos tampoco escapaban a la ocasional inspección por parte del
personal; no obstante, brindaban la oportunidad de fumar con tranquili-

108 Notas de campo del autor.


109 Idem.

92
dad, a salvo de otros pacientes, un par de cigarrillos, un "pito" entre dos o
tres y de vez en cuando tomar un par de "tragos" 110 •
Debemos señalar que prácticamente cualquier rincón o sector de ·lo
que hemos llamado espacio público puede, en algún momento, desem-
peñar para un interno la función de lugar libre, con diversos grados de
dificultad. Asimismo, hubo ocasiones en que algunos internos lograron
crear lugares libres, de manera excepcional, es cierto, aún en: el sector de
la geografía que denominamos espacio vedados -o del personal-. Uno
o dos internos lograban interesar a la enfermera en una conversación
informal en su oficina y así permanecer en ésta por un par de horas a
resguardo del resto del personal, además de poder relajarse fumando
tranquilamente a salvo de los "macheteros" más pertinaces; si se llegaba
a lograr suficiente confianza de la enfermera se podía compartir con
ella un café y aun conseguir quedarse en la oficina en ausencia de ella
por medio de una autorización que el resto del personal exigía cada vez
en forma más explícita y haciendo notar su desacuerdo. El autor pudo
contar en varias ocasiones con este lugar libre y así pudo sustraerse del
sector y su situación en los momentos en que más necesitó una forma
de evasión.
Tenemos que indicar, en este sentido, que la función más 'obvia que
cumple un lugar libre es que permite mantener o expresar una actividad
ilícita en el contexto del sistema semi-oficial que rige la vida social en el
interior de la institución, pero, al mismo tiempo, y en ocasiones casi ex-
clusivamente, cualquier ajuste secundario, y de manera particular un lugar
libre, permite una evasión de la realidad y condiciones del sector. Un lugar
libre es siempre un espacio que permite por un momento tener la ilusión
de encontrarse en un lugar diferente y en una situación diferente. Son
lugares donde se puede fumar, comer, conversar, fumar un pito o cualquier

de a~ haciendo las cosas como se hacen ~a. -


otra actividad o varias juntas como si uno se encontrara afuera, con gente

Así, vemos que hay una serie de oportunidades en que la sola finali-
dad del acceso o consecución de un lugar libre' es permitir esta evasión.
Paradojalmente, se despliega en ocasiones una cantidad de esfuerzos para,
por último, hacer en forma secreta las mismas actividades que podrían
hacerse en público, en el contexto del sector.
La rutina de los desplazamientos diarios y obligatorios para los in-
ternos del sector son ocasión para que la geografía propia de los lugares

110 Idem.

93
libres sufra, asimismo, regulares modificaciones. En la mañana, des-
pués del desayuno, toda la región que comprende los dormitorios y los
baños del interior quedaba cerrada para los internos, los que debían
permanecer en el patio o en el comedor. La mayoría de las veces éste
también se cerraba, quedando reducido el espacio legal sólo al patio.
Así, las dependencias cerradas se convertían, para algunos internos que
lograban acceder a ellas por diversos medios, en lugares libres. De modo
opuesto al cerrarse el pati~, al atardecer, cuando estaban abiertos co-
medor y dormitorios, a su vez era el patio el que podía servir de lugar
libre. Además, con ocasión de las horas de visitas, en los días correspon-
dientes, los internos que no eran visitados debían permanecer en los
dormitorios, por lo cual poder llegar al patio, por ejemplo, se convertía
en un buen arreglo, al que se le agregaba la ventaja, para algunos, de qu.,e
se podía obtener algún regalo o simplemente conversar con las visitas
ajenas hasta que se era sorprendido por algún auxiliar y devuelto a los
dormitorios . Después de la hora de recogida por la noche, para algunos
el permanecer un par de horas en el comedor, aún a oscuras, represen-
taba un perfecto lugar libre.
Podemos señalar que tales desplazamientos en la rutina del sector
no sólo podían convertir una región completa en un lugar libre, sino
que, además, dificultaban o hacían de más fácil acceso otros lugares más
precisos.
Podríamos redundar si nos extendemos en mayores detalles o ejemplos
de lugares libres. Con lo que tenemos hasta ahora nos podemos formar
una idea más o menos exacta de los tipos y ventajas que presentan estos
lugares. En este punto debemos hacer explícito un hecho que se deduce
fácilmente de lo que hemos expuesto~hasta ahora: no todos los internos
tienen las mismas posibilidades de acces<? a los mismos lugares libres.
No obstante que una gran parte de éstos lugares sea accesible a todos los
pacientes o puedan ser ocupados por cualquiera que lo desee, con una
observación más .atenta se descubre que existe otro tipo de lugares de
carácter más exclusivo que puede ser asociado a determinados grupos o
categorías de pacientes, o a algunos internos individualmente, y que aún
más, el acceso a los lugares no exclusivos obedece, también, a una sutil
reglamentación implícita.
Sólo estaremos en condiciones de comprender cabalmente y de una
manera más amplia este problema, como para intentar una descripción
apropiada, cuando nos enfrentemos al problema de la estruct~ra social y
las complejidades de los diferentes status de los internos. No obstante, en

94
este momento, podemos describir con alguna claridad, formalmente, lo
que llamaremos territorios de grupos y espacios privados m.
En primer lugar, podemos recurrir a Goffman para clarificar la dife-
rencia entre el tipo general de lugares libres y un territorio de grupo:

"El tipo de lugar libre considerado hasta ahora, corresponde a una cate-
goría precisa. El paciente que usaba ese lugar debía entender que otros
pacientes, con quiénes no lo ligaba ninguna relación particular, tam-
bién querrían o podrían tener acceso a él: el exclusivismo y el sentido de
posesión quedaban descartados. Sin embargo, en algunos casos un grupo
de pacientes unía, a su derecho de acceso a un lugar libre, el derecho del
propietario a vedar ese acceso a todos los otros pacientes, salvo formal
invitación. Aquípuede hablarse de territorios de grupo" 112 •

En el sector vemos que, en primer lugar, los territorios de grupo tien-


den a estar asociados a las designaciones en los dormitorios; como una
simple comprensión por parte del grupo que comparte el dormitorio de
su derecho a este espacio legítimamente concedido. Los internos rara
vez entran a los dormitorios en los que no tienen sus camas y, en las
ocasiones en que lo hacen, basta un gesto o una palabra de cualquiera
de los ocupantes legítimos para que se retire sin mayores protestas; este
derecho a espantar a los intrusos es más acentuado en los ocupantes de los
dormitorios de sólo dos camas y en aquéllos más cercanos a la clínica; sin
embargo, aun cuando en los dormitorios del fondo sus ocupantes no pa-
recen molestarse mayormente por alguna invasión, casi nadie se acerca a
ellos, alegand_o mal olor, poca luz, etc. En tales dormitorios se encuentran
los pacientes de la clase baja del sector 113 •
Sin embargo, esta estructura de base se modifica sustancialmente en
los casos en que un interno tiene una .amistad o asociación con otro de
un dormitorio diferente reconocida por el resto, pues así los asociados
adquieren el derecho a entrar y permanecer sin complicaciones en la sala
de su socio.
Había en el sector grupos compuestos por miembros de diferen-
tes salas; de esta manera cualquiera del grupo tenía acceso reconocido
a varios dormitorios e incluso, en ocasiones, en ausencia del ocupante

111 Utilizamos los mismos términos de Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu,
1970, p. 241.
112 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 241.
113 Notas de campo del autor.

95
oficial. Este derecho parecía acentuarse con la importancia reconocida de
los diferentes asociados en sus respectivos dormitorios; la situación era
más o menos: un personaje importante tiene derecho a recibir sus amis-
tades en su dormitorio 114 •
Se podían ver en los comedores otros territorios de grupo. Sin que
hubiera una asignación oficial por parte del personal de los lugares de
los internos en las mesas, éstos tienden a ejercer un derecho de propie-
dad sobre ellos y las sillas c9rrespondientes. Debe hacerse notar que esta
ocupación no era una simple extensión de propiedad de los miembros de
un dormitorio, pues los grupos del comedor estaban constituidos, a este
respecto, de manera bastante heterogénea.

"El grupo con el cual comparto la mayor parte del día posee una espe-
cie de derecho de dominio de las dos mesas ubicadas en el ángulo más
protegido del comedor. Poco a poco se ha ido construyendo un rincón
íntimo con los mejores elementos de que se puede disponer: las mesas
cubiertas con los mejores manteles -después de cambiarlos por los de
otras-; las sillas son las de mejor calidad por sus asientos y respaldos de
espuma; en la superficie del hueco de la ventana se puede dejar algunas
pertenencias tales como jarros, la caja del té, naipes, etc. El límite se
extiende hasta un radio de unos dos metros más allá del espacio ocupado
por las mesas. En la práctica nadie del grupo debe preocuparse de ocupar
rápidamente un lugar, muy pocos se atreverían a usurparlo, y de ocurrir
siempre habrá alguien del grupo que se encargará de poner las cosas en
su lugar" 115 •

Otros casos semejantes al ejemplo que hemos dado se podían ver en


otros grupos de pacientes; sin embargo, no todos estaban tan reconocidos
como el anterior; otras mesas de dos o qes comensales cambiaban en
forma más frecuente sus propietarios. El otro territorio más notorio era
el gran mesón que se ubicaba más cercano a la ventanilla del repostero, sin
embargo todo allí daba la impresión de mayor indigencia, allí se apretuja-
ba la clase baja del sector y algunos ayudantes permanentes del personal.
Otros territorios de grupos que no estuvieran asociados directamente
a los dormitorios y comedores estaban muy escasamente desarrollados
en el sector; la única excepción se daba con respecto al grupo que lla-
maremos los de la sala de terapia. El desarrollo de una territorialidad de

114 Idem.
115 Idem.

96
grupo se relaciona directamente con la existencia de verdaderos grupos
con relaciones entre sus miembros que vayan más allá de la designación
o identificación como grupo por un agente externo a él, como es el caso
de la contingencia externa que significa el pertenecer al primer, segundo
o tercer dormitorio.
El grupo de la sala de terapia estaba compuesto casi por los mismos
miembros de las cenas nocturnas y los de las mesas del rirrcón; tales in-
ternos, incluido el investigador, eran los que controlaban, asimismo, la
mayoría de los juegos de que se disponía en el sector. Tendremos oportu-
nidad, más adelante, de referirnos extensamente a este grupo en referencia
a la estructura social de los internos del sector.

"Por intervención de B ... , un interno que hacia artesanía en cobre, un


médico autorizó que se abriera fa sala de terapia ocupacional y que los
pacientes dispusieran de los escasos materiales que allí había; en un co-
mienzo elpersonal sólo permitió el ingreso de los pacientes de tal médico,
fuego, por un tiempo, cualquiera tenía derecho a entrar y permanecer en
fa sala, pero pasado cierto tiempo, progresivamente esta sala se definió
como un territorio exclusivo del grupo al que hicimos referencia. Allí se
podía fumar tranquilamente, aún con los cigarrillos sobre fa mesa a fa
vista de todos; había revistas; con cierta incomodidad, el mesón grande
del taller permitía jugar partidas de pi n-pon en privado; se podía tener
un frutero en común, sin fa molestia de los macheteros; el trabajo arte-
sanal con alambres de cobre, para algunos, los dibujos para otros, o aún
el simple estar ahí conversando de cosas íntimas o mirando el trabajo
de otros en silencio; contribuían a crear una atmósfera de relajamiento,
bienestar, seguridad y abundancia. Además, como fas ventanas daban
al patio de fas mujeres era el mejor canal de comunicación y comercio
con las vecinas, a pesar de las interrupciones del personal para mostrar
su desagrado con la situación; pero estando allí, los del grupo se podían
permitir no hacerles el más mínimo caso" 116 •

Aparte de los lugares libres y de los territorios de grupo, distinguimos


una tercera forma de control del espacio por parte de los pacientes o inter-
nos, son las situaciones en que el interno se hace de un espacio privado al
que ningún otro interno tiene derecho, a menos que se le invite o autorice
expresamente. Al espacio que adquiere estas características lo denomina-
remos territorio personal. Veamos cómo lo caracteriza Goffman:

116 Idem.

97
':Aquí va implícito un continuum, con un verdadero hogar o nido en
un extremo, y en el otro una simple locación o sede de refugio, donde el
individuo se siente tan protegido y satisfecho como es posible estarlo en
ese ambiente. En los hospitales psiquiátricos e instituciones similares,
el tipo básico de territorio personal es, quizás, el dormitorio privado,
oficialmente accesible para un cinco o diez por ciento de la población
de las salas. En el Hospital Central solía concederse, a cambio de cierta
cantidad de trabajo efectuado en la sala" 117 •

Baste señalar, en primer lugar, que en el sector no existían tales cuartos


individuales, por cuanto lo más que se podía conseguir a este respecto
era un cuarto de a dos y que el compañero resultara ser un buen tipo.
Sin embargo, en este caso se podía observar que la mitad del dormitorio,
cuyo límite coincidía exactamente con el estrecho espacio que quedaba
entre ambos veladores, se convertía en un espacio o territorio privado,
observándose que incluso el traspaso de tal límite imaginario por parte
del compañero de cuarto requería de un asentimiento por parte del otro,
aunque de manera muy sutil a través de gestos o miradas .

"Desde que B ... logró que lo asignaran a uno de los dormitorios de a dos
se ha empeñado en ornamentar con afiches y fotos sacadas de revistas
o diarios la pared que le corresponde; ha llegado incluso a pedirme que
haga algunos dibujos para él Al principio tuvo que compartirlo con
R, .. , pero como no le gustaba su compañía consiguió que lo cambia-
ran por otro con el cual mantiene mejores relaciones. Me ha invitado
a conversar varias veces a su cuarto diciéndome que allí se siente como
en su casa, que le folta poco para que se parezca al dormitorio que tiene
allá" 118 •

Para los demás internos el único territorio privado parecía reducirse a


su cama e incluso no podían contar con el trozo de pared sobre la cabe-
cera; a los menos afortunados incluso su cama no les es respetada y puede
que encuentre a otro en ella tomando una siesta.
Los territorios privados más comunes estaban constituidos por una
silla, un rincón o un simple lugar donde pararse:

117 E. Goffman,Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 241-242.


118 Notas de campo del autor.

98
"M. .. se mueve rara vez de su silla ubicada de espaldas a la venta-
na de las mesas del rincón; se levanta de allí sólo para ir a los baños;
ocasionalmente para ir a dormir una siesta, ocasionalmente, porque la
mayoría de las veces duerme allí sentado; y definitivamente deja su
asiento en la noche para ir a dormir. Al alcance de su mano, en la ven-
tana, tiene su cuchara, jarro, té, azúcar y una que otra fruta. Alega que
ningún otro lugar tiene interés para é/" 119 •

Otros internos tienen sus territorios privados en diversos lugares del


patio; uno debajo de un arbusto, espacio que tiene las huellas de su cuerpo
acostado y encogido alrededor del tronco; otro en un rincón del patio, al
fondo, donde permanece la mayor parte del día cuando no es la hora de
las comidas o no está en el baño; otro en el cuarto de los desperdicios
que hay en el patio, tendido sobre un viejo colchón entre tarros, trapos y
otros materiales indescriptibles en su heterogeneidad; otro, el lugar exacto
en donde permanece de pie escarbando, hasta hacer un hoyo y taparlo
diariamente, con la punta de su pié. En el comedor, asimismo, había un
interno que se sentaba diariamente en el extremo de una banca, en el
hueco justo, al lado de la puerta que da acceso a los dormitorios, quedán-
dose ahí incluso en los días de visita, delegado como portero para impedir
el paso de los no visitados.
Como hemos podido ver, cualquier espacio puede ser convertido en
un territorio privado; en la tierra de nadie, en los territorios de grupo, en
los lugares libres. E~ definitiva, para algunos internos basta con poder
estar en cualquier posición, aún inmóvil, en cualquier rincón o lugar del
que nadie vaya a sacarlo.

Depósito y transporte:

Otro elemento de los ajustes secundarios se relaciona directamente con


la conservación de los objetos personales, legítimos o no legítimos para la
institución. Un lugar en que pueda conservar a salvo de los otros internos
y del personal aquellos objetos que tienen mayor valor para él, a salvo no
sólo del robo, sino en algunos casos a salvo de las miradas o cualquier
contacto con otra persona.

119 Idem.

99
"En la vida diaria, las posesiones legítimas que se emplean en los ajus-
tes primarios se guardan, cuando no están en uso, en lugares seguros
especiales, que pueden obtenerse a voluntad (botineras, gavetas, cajones,
cajas fuertes, etc.). Estos lugares de almacenamiento protegen al objeto
de daño, apropiación o uso indebido, y permiten al usuario ocultar de los
demás lo que posee. Más aún; pueden representar una extensión del yo
y su autonomía, y van adquiriendo mayor importancia a medida que
el individuo pierde otros reservorios de su personalidad Si una persona
no puede reservar nada exclusivamente para sí misma, si todo lo que
usa es usado también por otras, pocas posibilidades tendrá de protegerse
contra la contaminación social de Otros" 120 •

En el sector, unos pocos podían contar con veladores con candado,


otros sólo con veladores sin candado, otros sólo con veladores y bastantes
sin ningún tipo de espacio provisto por la institución para guardar objetos
o prendas personales. En primer lugar, había varias formas de corregir
esta deficiencia: los que no tenían candados podían amarrar la puerta
con gruesos alambres y voltear el velador contra la pared; débil recurso
también usado por los que tenían veladores sin puertas; otros, los que no
tenían velador o trataban de obtener, para los objetos mas incómodos, un
espacio en el velador de otro de su confianza, guardar pertenencias debajo
de los colchones o andar con ellas sobre su cuerpo. Aun en el mejor de
los casos, cuando se contaba con velador con un buen candado, existía la
desventaja de que éstos eran inaccesibles en algunas horas del día, además
de que las puertas de frágil latón podían ser dobladas de manera que cu-
piera una mano; así, en definitiva el lugar más seguro resultaba el cuerpo
y las vestimentas o un bolso de mano. El recurso más común entonces
resultaba ser los bolsillos, los que en todos los internos eran abultados; el
investigador mismo llegó a descubrir que el.lugar más seguro para guardar
las notas que tomó durante su estadía era indudablemente los bolsillos,
hasta que pudiera deshacerse de ellas en los días de visita; como asimismo
era el lugar más seguro para ocultar una pequeña máquina fotográfica.
Otros escondrijos fijos estaban en la tapa de los silenciosos de los
baños, en los huecos tapados de los arranques de la electricidad -bastaba
con levantar y volver a dejar la tapa en su lugar-, los pequeños forados a
la altura del piso que había entre una sala y otra. Sin embargo, todos estos
lugares fijos tenían la desventaja de que eran prontamente descubiertos

120 E. Goffman, op. cit., p. 246.

100
por otros internos o el personal, por lo cual lo más seguro seguía siendo
andar con la mayor cantidad de propiedades encima.
Un buen ejemplo de escondrijo fijo lo encontramos en una novela
autobiográfica de Dostoievski:

"Bueno: pues a aquel viejecito, poco a poco, fueron todos los presos con-
fiándole su dinero para que se lo guardase. En elpresidio casi todos eran
rateros; pero de pronto, todos, no se por qué, adquirieron la convicción
de que aquel viejo no podía robarles. Sabían que él también ocultaba en
algún sitio las cantidades que le enviaban de casa; pero en un lugar tan
seguro, que no era posible descubrirlas. Más adelante a mí y a algunos
de los polacos nos reveló su escondrijo. En una de las estacas de nuestra
cerca había brotado una agalla que, al parecer, se había hincado firme
en el tronco. Pero él levantó la agalla, y quedó al descubierto un gran
hoyo. Allí era donde el abuelo ocultaba su dinero, volviendo a colocar
luego en su sitio la agalla, de modo que nadie nunca pudiera sospechar
lo más mínimo" 121 •

Un escondrijo muy interesante que hubo en el sector llama la atención


por su simplicidad. Había un paciente que era constantemente sometido
a electroshocks y en los intervalos daba forma a sus delirios escribiendo y
dibujando complicadas cosmogonías y esoterismos; papeles que portaba
en sus bolsillos cuando no estaba trabajando en ellos o no los estaba rele-
yendo, pero que cuando se acercaba la hora del electro o cuando decidía
dejarlos de lado por algún tiempo los ponía bien extendidos debajo de los
manteles de plástico en las mesas del comedor; como estos manteles eran
muy rara vez levantados y más bien se los renovaba p~niendo el nuevo
encima, resultaba un escondrijo bastante seguro, sobre todo para cuando
se encontraba bajo los efectos del electroshock122 •
En cuanto a los escondrijos transportables, tal como lo indicamos más
.arriba, la manera más usual era llevar las cosas encima, para lo cual se
podía observar una serie de recursos:

121 F. Dostoievsky, M emorias de fa casa muerta, en Obras completas. Madrid: Aguilar,


1961, p. 1189. Debemos hacer notas que esta obra de Dostoievsky resulta en extre-
mo instructiva, en cuanto se refiere a la vida íntima de una institución total como
es un campo de trabajos forzados. En líneas generales se observan fenómenos muy
semejantes a los nuestros, y las reflexiones de Dostoievsky están casi del todo en
acuerdo con la investigación psicosocial de estas instituciones en la actualidad.
122 Notas de campo del autor.

101
Algunos pacientes confeccionan una bolsa bastante adecuada con un
chaleco o una camiseta y en ella ponen todas sus pertenencias menu-
das: pedazo de espejo, peineta, alguna fruta, pedazos de pan, un trozo de
diario, etc., y van con ella a tódas partes, tal como si le hubiera crecido un
agregado a su brazo.
Hay un interno que lleva colgados de su cinturón (para el caso un
simple trozo de cáñamo) una bolsita con azúcar y té, un jarro y otra bolsa
un poco más grande que nunca he visto abierta, pero que presumo con-
tiene, entre otras cosas, pan y algunas frutas; después de observarlo por un
tiempo he descubierto que guarda algunos billetes en la entresuela de sus
zapatos y que siempre lleva una cuchara grande y una chica en un bolsillo
interior de su vestón.

"F. .. siempre lleva puesta una gorra de lana en cuyos bordes plegados
guarda algunos cigarrillos. Otro guarda una cajetilla en los calcetines,
bajo el pantalón. Hay un paciente que siempre anda forrado en diarios
y revistas, los que cuando no está leyendo le hacen parecer que lleva una
armadura bajo la chomba. Otros dos, para no tener problemas con todas
sus prendas de vestir, las llevan todas puestas al mismo tiempo; dos o
tres pares de calcetines, dos chalecos y dos vestones, por lo general,· con
cualquier temperatura y a cualquier hora, aun durante el sueño" 123 •

Un lugar de depósito que merece atención aparte es aquel que estando


a la vista de todos y bajo una apariencia inofensiva guarda en su interior
algún elemento cuya posesión sería drásticamente sancionada, en estos
casos se podría hablar bastante bien de técnicas de disimulo. Así, uno que
otro paciente guardaba un par de pitos de yerba entre los cigarrillos de
una cajetilla común y corriente, por ejemplo.
En este sentido un recurso que se hizo frecuente en el grupo de la sala
de terapia era mantener un termo, de propiedad de los miembros, con
diversas bebidas alcohólicas; cuando no era cerveza era una botella de
vino o algún arreglado de bebida y pisco. Siempre se tuvo la precaución
de tenerlo vacío en el momento en que podíamos pedir agua caliente aún
cuando después se botara124 •
Con los dos ejemplos que se acaban de dar tocamos un aspecto anexo
que presentan los ajustes secundarios, éste se relaciona con el transporte

123 Idem.
124 Idem.

102
del material o elemento del ajuste desde la fuente en que se lo obtiene
-sobre todo si la fuente es del exterior- hasta el lugar en que se lo con-
sumirá o usará. Debemos indicar, en primer lugar, que de modo general
la mayor fuente de materiales del exterior son los familiares y los amigos
de los internos en los días de visitas; sin embargo, las cosas que llegan
por este conducto casi nunca son las que no permite la institución, y las
que precisamente más interesan a los internos son aquellas sobre las que
pesa la prohibición; entonces, si bien este conducto tiene importancia
por lo cuantioso de lo que ingresa, no la tiene mayormente por la cali-
dad. Sin embargo, también tiene posibilidades de ser explotado en este
último aspecto: el interno que fabricaba alcohol de frutas pedía a sus
familiares que de preferencia le trajesen uvas o naranj~s; el que fabricaba
los cigarrillos de cáscaras de plátano por su parte hacía lo mismo. De esta
manera las visitas contribuían a la vida secreta del sector sin darse cuenta
o proponérselo.
Otra manera de ingresar materiales permitidos era a través de los en-
cargos que se podía hacer al personal o a los internos con autorización
para salir del sector diariamente o en las salidas de fin de semana. En
diferentes oportunidades, se podía también recurrir a algún interno de
los sectores vecinos, podían cumplir el encargo ellos mismos o un tercero
de su sector que pudiera hacerlo. Los encargos más comunes en todos
estos casos eran cigarrillos, cecinas, pan, bebidas sin alcohol, máquinas de
afeitar desechables, etc.
De una u otra manera todos los sistemas de transporte vistos hasta
ahora son legítimos, pero como cualquier otro aspecto de la vida del
sector podían ser utilizados para transportar mercaderías ilegítimas, como
el caso del alcohol y la yerba.
Si el que podía salir de compras era de confianza, mejor aún si per-
tenecía al propio grupo, se le podían hacer algunos encargos delicados;
con mayor seguridad cuando los que salían eran dos: de esta manera, si
las compras eran afuera del recinto del hospital, dentro de una inofensi-
va Coca-cola familiar se disimulaba el contenido de una botellita de un
cuarto litro de coñac, gin, o algún whisky barato. El autor tuvo oportuni-
dad de participar en una que otra de estas escaramuzas.
Cuando la salida era al centro de la ciudad o se disponía de una tarde o
más de permiso, y el afortunado tenía contactos afuera ya se podía ingre-
sar alguna pequeña cantidad de yerba disimulada entre los cigarrillos.
Si bien los ejemplos que hemos mencionado eran excepcionales,
tienen importancia desde el punto de vista del manejo de su situación en

103
el interior, que es posible de conseguir para algunos pacientes en cuanto
se aprende el funcionamiento de la institución.
Otros elementos que se transportaban de manera muy usual entre un
sector y otro eran mensajes o noticias. En un lugar en donde los limites
en el espacio imponen drásticas restricciones para la comunicación entre
los internados, en diferentes sectores aparecería como inconcebible que
hombres y mujeres, aún con uno o dos edificios entremedio, pudieran co-
ordinar sus salidas y de esta manera realizar unas cuantas citas amorosas,
si no existieran algunos canales de comunicación que lo permitieran.
Las formas más simples de comunicación en este sentido se daban a
través de las ventanas que comunicaban con el sector de mujeres por un
lado y con un sector de hombres por el otro, esta comunicación podía ser
cara a cara o a través de cartas que recorren a veces antes de llegar a su
destino por cuatro o cinco personas de varios sectores diferentes. El autor
pudo obtener una buena colección de estas cartas, pidiéndolas con algún
pretexto a sus propietarios. Como ejemplo baste una125 :

Santiago . ..

Querido:

amor. - me dirijo a ti Cariñosamente tu polo/a que te quiere con todo mi


corazón y quien te decea por lo más lindo que nos puede unir es nuestro
hijo que viene en camino. Cariño y tengo 2 meses de embarazo y pienzo
que lo dudes pero creó que no. bueno E . .. me han echo dos examenés. y en
dos semana más me hacen otro quiero que te sientas bien y tengas fe en
Dios que todo va a salir bien yo aquí en el sector X la vicitado me van
a sacar pensión por mi y el niño y le dije si me podía casar y me dijo que
si. Bueno E . . . quiero que me mandés a decir algo o mandame un papel
para quedar tranquila yo y el nifjo en mi guatita E. . . dime porque
llegastes denuevo que te paso, resibiste mi carta que te mandé. no se me
da la impreción que te emfermaste por eso, no se si es así. E . . . dime si
todavia me quiere o te has olvidado ya de mi, porque yo te quiero más
aún aún que, tu no lo creás, pero es así.

Bueno amor te deceo que te traslades al sector Y o Z para v erte aúnque


séa por la ventana yo estoy aqui en el sector X

125 He preferido conservar la ortografía y sintaxis, omitiendo sólo los nombres y lugares
a que hace referencia.

104
E. ..pon de tú parte para que salgas luego amór, y no te olvides de mi
porque te quiero y te nesecito yo y el niño o niña que viene en camino, yo
estoy sin tratamiento me lo suspendiera por el embarazo.

Bueno yo me estoy portando bien y tengo elpapel de Sra porque tu sabés


el motivo

E . . .yo y tú, no podemos distanciarnos porque estamos serca pero


separado ...

Y dime algo si me quiere, yo te nesecito amór

Chaó

Portese bien tú Enamorada de siempre

Otros diálogos se podían mantener de ventana a ventana, separados


por un patio, a través de una compleja gesticulación y mímica.
En el interior mismo del sector no había prácticamente límites para la
comunicación cara a cara, con excepción de la que puede desarrollarse en
presencia de algún miembro del personal; especie de comunicación encu-
bierta por la cual un par de internos podía burlarse en secreto en presencia
del personaje que era objeto de tal burla. Este lenguaje estaba compuesto
por sutiles ademanes o gestos de la cara y movimientos de ojos.
Cuando tal comunicación se refería a las características anatómicas
-y las fantasías de los interlocutores- de algún miembro femenino del
personal que estaba presente, esta comunicación encubierta se mantenía
paralela a la conversación abierta que se mantenía con ella, a través de
sutiles cambios de modulación y movimientos de ojos y boca principal-
mente, imperceptibles para cualquiera que no pusiera atención en ellos
exclusivamente.
Otro tipo de esta variedad se daba entre los pacientes en breves in-
tercambios de sí o no; a ella recurrían principalmente los pacientes de
más bajo status, los menos comunicativos o aquellos que se habían re-
tirado a una sordomudez empecinada: mirar directamente a los ojos y
luego al cigarrillo de otro que está fumando es un inequívoco pedido de
la corta, si al mirar de nuevo a los ojos, el otro no le quita la vista, significa
un asentimiento, si el interlocutor mira para otro lado es una negación.
Esta comunicación era conocida por tódos y casi siempre se realizaba sin
grandes variaciones. Había otros gestos más comunes y abiertos como
adelantar el pulgar y el índice con la mano cerrada, separando o cerrando
ambos dedos según la dimensión de la corta que se pedía; llevar el dedo

105
índice y el mayor sobre los labios ya significaba un cigarrillo entero. En la
mayoría de los casos estos gestos convencionales parecen cumplir la fun-
ción de permitir una petición sin arriesgarse a una negativa visible para
otros o, en caso de una negativa visible, el aparecer ante testigos como
no habiendo hecho tal petición. En la práctica, con elementos expresivos
como éstos se podía pedir o denegar casi cualquier objeto o favor: un
pedazo de pan o fruta, el resto de la comida de un plato, un lugar en una
banca o una mesa, que alguien dejara de tapar el sol, etc. 126

II

Se ha examinado en detalle y formalmente los ajustes secundarios, los que


se han denominado indistintamente arreglos, prácticas o simplemente
ajustes. Tal como se previó al referirnos a los ajustes primarios, podemos
disponer en este momento de una visión más completa de la situación del
interno. Se ha incluido ahora en nuestra descripción un nuevo aspecto de
la vida en el sector. Lo dado en la forma de condiciones de vida se ha ido
completando en la medida en que hemos necesitado referirnos al sistema
semi-oficial implícito del sector para hacer inteligibles algunas prácticas
o arreglos.
Por otra parte, nuestro concepto de versión social de naturaleza de la
locura, examinado a la luz de los ajustes que hemos descrito, muestra una
doble faz que merece una atención especial, aunque provisoria, en este
momento.
En primer lugar, desde el punto de vista de esta investigación, y con lo
visto hasta ahora, se nos va mostrando una tendencia a hacerse progresi-
vamente más inteligibles los mecanismos que lo sostienen; mientras más
completa es nuestra visión de lo dado, m~s clara y comprensible se nos
hace la relación entre este concepto social que sanciona la diferencia entre
personal e internos, en otras palabras, entre sanos y enfermos, y la distan-
cia social real, mejor aún, la diferencia social real entre las dos categorías
o clases de personas. En este sentido podemos hablar de un retroceso de
lo ininteligible; lo que aparece originalmente como basado fundamental-
mente casi exclusivamente en una diferencia "endógena", de "naturaleza",
"bioquímica" o como quiera que se la llame, se nos va mostrando, por lo

126 Idem.

106
menos en algunos de sus aspectos, comprensible desde un punto de vista
psicosocial.
La segunda cara que presenta este concepto, ahora en el contexto social
del sector, y especialmente para el personal, es la gran estabilidad o resis-
tencia a cualquier posibilidad de modificación. Los ajustes secundarios
son percibidos por el personal principalmente en términos de su "rareza"
o "bizarrería". Mientras más limitadas son las condiciones de vida, más
"extraña" puede parecer la conducta de los internos, y los ajustes secunda-
rios, que en definitiva significan un intento de superación de la condición
social sufren una alteración (en el sentido de alteridad, otredad) por parte
del personal, y son vistos como una prueba justamente de lo contrario,
una prueba de "enfermedad" que justifica la internación. A este respecto
el concepto social de la naturaleza de la locura tiene un sistema propio de
retroalimentación.
Otra característica que se deja ver en los ajustes secundarios, tal como
los hemos descrito hasta ahora, es que pueden ser vistos de acuerdo a la
postura frente a los otros internos que pueden requerir su aprovecha-
miento. En este sentido podemos discriminar dos tipos de ajustes: uno,
aquéllos que no pueden ser, eventualmente, utilizados por cualquier in-
terno y, así, su aprovechamiento requiere de una vigilancia especial para
que otros no lo saturen, y en cierto modo agoten el ajuste o práctica. El
mejor ejemplo de esto puede verse en la práctica que llamamos las cenas
nocturnas; este ajuste se mantenía con la condición de que los mismos
internos que usufructuaban del arreglo mantuvieran a otros fuera de éste
o al margen, pues su extensión a otros significaba la pérdida del ajuste,
éste se mantenía sólo por su calidad de excepción y su extensión no podía
ser tolerada por el personal, que manifestó en varias ocasiones y de di-
ferentes maneras esta condición. El segundo tipo de ajustes, desde este
punto de vista, son aquellos que siendo prácticamente inagotables no re-
quieren de esta vigilancia especial; como ejemplo tenemos todos aquellos
ajustes de depósito y transporte ligados directamente al propio cuerpo y
vestimentas.
Resulta evidente que ambos tipos necesitan de una adaptación di-
ferente de parte del interno respecto de sus compañeros de situación.
La diferencia fundamental es que el primero incluye explícitamente
la posibilidad de solidarizar con la situación de otro, siendo así que
en el segundo esta posibilidad pudo mantenerse latente o incluso no
expresarse.

107
La importancia de hacer notar esta distinción entre los ajustes secun-
darios sólo mostrará su fecundidad cuando nos aboquemos al examen de
la estructura social del sector, baste por ahora dejarlos señalados.
Los ajustes secundarios forman, por decirlo así, el segundo paso, ne-
cesario, en el intento de comprender un sistema social como el que nos
ocupa; sin embargo, tal como hemos ido anotando en diferentes ocasio-
nes, una comprensión más totalizadora sólo es posible, en nuestro caso,
si ampliamos nuestro campo de observación de modo que éste inclu-
ya la ordenación social del sector en una doble perspectiva, estructural y
dinámica.

E. Estructura social

Como ya se indicó al comienzo y tal como se puede observar en lo que


hemos examinado hasta aquí, el hecho fundamental de la vida social del
sector es la división personal-internos. Revisaremos ahora, con el aporte
de nuevos detalles, esta escisión o fractura social en el interior del sector.
La importancia de esta escisión reside principalmente en que, como
ya se anotó, es la situación original que, en el interior del sector, sirve de
sostén a la diferencia entre sanos y enfermos; dicho más específicamente,
entre la cordura y la locura.
La relación personal-internos, aparece como un diálogo siempre
roto; los eventos que caracterizan esta relación aparecen como una con-
firmación de la imposibilidad de un intercambio real, de una verdadera
comunicación; parecería más apropiado hablar de una no-relación.

''Es preciso que el loco lo siga siendo, que el guardián sea siempre tal,
pero que intercambien, sin embargo, un conjunto de signos que les per-
mitan determinarse entre sí. (Un enfermo decía: "Si no fuéramos locos,
ustedes no existirían"}. Pero cuando Yo y Tú se encuentran, la caracte-
rística esencial de su diálogo es que éste implica un cambio para ambos.
En el ideal del asilo sería menester interdeterminarse sin producir una
modificación mutua" 127•

127 J. Hochmann, Hacia una psiquiatría comunitaria. Buenos Aires: Amorrortu, 1972,
pp. 93-94.

108
En la interacción entre personal e internos, usando la terminología
de Goffman 128 , pareciera existir una constante alienación respecto de la
comunicación; los modos más comunes por los cuales se presenta esta
mala participación en la interacción es a través de tres formas normales
de participación alienadora.
-Conciencia de sí. El individuo puede concentrar en tal medida su
atención en la calidad de su participación en términos de si le va bien
o mal en ella, que disminuye en gran medida su atención en el mensaje
mismo de la comunicación. Esta disrupción de la comunicación se puede
observar tanto de parte del personal como de los internos.

"Cada vez que F. .. juega pin-pon, damas o al naipe con alguno de los
auxiliares, les gana al final de cuentas; cuando ocurre, éstos se notan
muy turbados y se explican a sí mismos, llegando a hacerlo en voz alta,
las probables causas de tal derrota -con razones tales como: hace unos
cuantos días que ando muy preocupado, anoche no pude dormir y ando
cansado, o, no he podido concentrarme, etc.-" 129 •

Asimismo, se observa que cualquier interacción está constantemente


amenazada por una súbita toma de conciencia por parte del interno de su
situación de "encerrado por loco"; de esta manera la mayor preocupación
consciente por parte de los internos es no parecerlo a los ojos del perso-
nal; de ahí la preocupación general por estar siempre enterado de la fecha
y horas del día.
- Conciencia de la interacción. El actor puede ocuparse en tal grado de la
interacción, en tanto interacción, que necesariamente descuida su partici-
pación espontánea en el tema oficial de la conversación.
Esta forma de participación alienada llega a ser una costumbre en el
sector. Casi la totalidad de las formalidades que rigen la interacción entre
internos y personal pueden proveer la ocasión para disrupciones de la
interacción.

"Un enfermero universitario, cuando un interno le hace una consulta, no


responde y no da ninguna muestra de haber escuchado. Posteriormente,
a través de un auxiliar, nos enteramos de que en esa ocasión había co-

128 E. Goffman, El ritual de la interacción. Buenos Aires: Editorial Tiempo contempo-


ráneo,1970,pp. 106-112.
129 Notas de campo del autor.

109
mentado que para que un paciente se dirigiera a él debía tratarle de
señor" 130•

No son raras las ocasiones en que se podía observar a un médico di-


ciendo a un interno: "cuando el médico habla usted debe escuchar sin
interrumpirlo".
-Conciencia del otro. El interactuante puede centrar su atención en tal
medida en su interlocutor como objeto, que resulta enajenado del con-
tenido del intercambio mismo. A este respecto quizás el ejemplo más
importante sea la entrevista psiquiátrica misma; la atención del profesional
generalmente está tan centrada en la obtención de signos patognomóni-
cas o síntomas y en la descripción clínica del paciente, que lo más común
es que lo que para el paciente es importante comunicar pasa para él des-
apercibido. Durante la investigación el autor tuvo la experiencia de este
tipo de entrevista y pudo hacer propia aquella sensación que comparte la
mayoría de los pacientes de un sector: "los médicos nunca escuchan lo
que uno está diciendo". Resulta instructiva la opinión de una ex-paciente
con una larga experiencia institucional en hospitales psiquiátricos:

''En comparación con su pericia en el diagnóstico, cuando debe crear,


controlar y utilizar las relaciones personales directas con sus pacientes,
elpsiquiatra se presenta, desde la perspectiva del consumidor, como una
persona torpe y mal informada. La impresión que se recoge luego de
una serie de experiencias en hospitales es que el tratamiento orgánico
se emplea, no como un anexo de la psicoterapia, sino como un sustitu-
to a la vez más simple y menos perturbador para los profesionales en
cuestión" 131 .

En definitiva, la precaria comunicación que se puede establecer, por


momentos entre personal e internos -o entre la razón y la locura- está
siempre sujeta, de diversas formas, a romperse por la más leve perturba-
ción, y la mayor parte de las veces, a pesar de las apariencias, se puede
descubrir que tal comunicación no existe en absoluto y se trata nada más
que de una ilusión muy común en el interior de la institución.
Tal parece que el modo en que se verifica más comúnmente esta es-
cisión es a través de la fantasía de los internos, justamente como una

130 Idem.
131 M. Coate, Más allá de la razón. Buenos Aires: Amorrortu, 1975, p. 167.

110
superación imaginaria de ella. Uno de los temas de conversación más
populares entre los grupos de internos está constituido por suposiciones
y conjeturas acerca de la vida privada de los miembros del personal: que
éste o el otro es homosexual, que ésta o la otra es amante de tal o cual, etc.
Probablemente la más alta aspiración en este sentido sea la que el autor
tuvo oportunidad de observar entre los pacientes del sector:

"Cuando comencé a conversar casi a diario con la enfermera del sector, la


mujer que gozaba de la mayor popularidad entre los pacientes, empecé a
ser objeto permanente de miradas de connivencia y sonrisas de compli-
cidad de parte de los otros internos. Asimismo, noté que mi status subía
considerablemente y que algunos me brindaban un respeto casi místico
después de que había pasado buen rato en la oficina de la enfermera o
había salido con ella por un momento hasta la cafetería del hospital De
igual modo recibía el constante aliento del resto de los pacientes para que
profundizara mis relaciones con ella y ante mi presencia silenciosa no
era raro que seformaran círculos de soñadores que imaginaban en deta-
lle un momento de intimidad, y en voz alta participaban sus sueños al
resto; sin embargo, siempre hubo alguien que recordó que sólo se trataba
de un sueño dejando al resto sumido en el silencio. Todo parecía indicar
que por algunos momentos yo podía llegar a materializar aquella ilu-
sión de contacto real con una mujer del personal" 132 •

Ampliando nuestra perspectiva, debemos tomar en cuenta un ele-


mento que hasta ahora apenas hemos considerado en la vida social al
interior del sector. Además de personal e interno, la vida social del sector
se complica con lo que llamaremos las visitas. Este "tercero" que aparece
regularmente dos veces por semana, aún en su ausencia constituye un
elemento estructurador de la realidad interna.
En primer lugar debemos examinar cómo cambia la rutina del sector
en los días de visitas:

"Hoy es día de visitas y muchos pacientes se preocupan de mejorar su


aspecto, algunos se desnudan de la cintura para arriba y se afeitan, la-
van y perfuman en la pileta del patio; otros internos son ayudados en
su acicalamiento por algunos miembros del personal -sobre todo en el
afeitarse-. Asimismo el comedor se limpia rápidamente después de al-
muerzo y elpiso luce más brillante que otros días, las mesas y sillas más

132 Notas de campo del autor.

111
ordenadas. La llegada de las visitas es esperada con ansiedad, son mu-
chos menos los que duermen la siesta. Se consulta la hora; como ningún
paciente tiene reloj, algunos hacen conjeturas acerca de la hora probable
o se tiene la suerte de escucharla en el único radio, de propiedad de un
interno, que hay en el sector. Los paseos por el patio y el pasillo de los
dormitorios adoptan un ritmo más rápido que de ordinario, mientras
se consultan unos a otros acerca de si esperan ser visitados o no, las
normas exigen simpatizar con los desafortunados y desearle suerte a los
esperanzados "133 .

En los días de visitas el cotidiano ambiente de apatía se transforma sú-


bitamente después del almuerzo. Tanto personal como internos se afanan
en preparar el lugar de modo de causar la mejor impresión. Estas son
quizás las únicas ocasiones en que la mayoría de los internos cooperan de
buen gusto en el aseo del sector e incluso de otros internos más descui-
dados. Esta preparación de la escena de "encuentro" con las visitas, que
son una especie de embajadores del exterior, y el desarrollo de la ocasión
social misma, son notables por el común interés que presentan personal e
internos para que todo vaya sobre ruedas, cuando menos en la parte acce-
sible a las visitas, comedor y patio. Mientras tanto, fuera de la escena:
"Detrás de la puerta que separa el comedor de la región de los dormi-
torios, los internos no visitados se arraciman, formando un grupo inquieto
y quisquilloso en donde por cualquier motivo se puede formar una pelea.
Unos más otros menos mascullan su rencor por la demora de sus parientes
o amigos, paseando desde la puerta hasta el final del pasillo y vuelta para
quedarse un rato a la espera de escuchar su nombre coreado por todos los
de adentro para salir entre palmadas en la espalda. Los que saben que esta
vez, como desde hace mucho tiempo, no serán visitados cuentan y repiten,
a quien quiera escucharlos, la triste historia de sus desgracias" 134 •
Sin embargo, aún cuando en apariencia, pareciera verificarse un ver-
dadero encuentro del interno con sus visitas al otro lado de la puerta
divisoria, la realidad es otra:

"Después de cumplidas las preguntas y respuestas de rigor acerca del


estado de salud del paciente y del trato de que es objeto en el sector -del
que muy rara vez se queja un interno ante las visitas- el interno se con-
centra en comer y beber, hasta hartarse, ante la mirada de susfamiliares

133 Idem.
134 Idem.

112
o amigos, que, cuando son un grupo más o menos numeroso, se entretie-
nen en una conversación entre ellos que generalmente es un recuento de
enfermedades y defunciones de la parentela y amigos" 135 .

A propósito del ritual de la visita se puede ver un breve estudio de


algunos aspectos de esta realidad con un grupo importante de pacien-
tes crónicos y agudos en el Hospital Psiquiátrico de Santiago, desde un
punto de vista médico-antropológico 136 •
Después de la visita, por el resto de la tarde, en el sector reina un
ánimo diferente:

"Después de que se han marchado las visitas, aquellos que no fueron vi-
sitados reciben un trato más cariñoso de parte de los más afortunados; es
corriente ver que se regalan cigarrillos enteros con más facilidad que en
otros días; los mismos pacientes que antes pedían con molesta insistencia
ahora dejan largas colillas para otros que ni siquiera se las piden; otros,
que aunque no fueron visitados, han obtenido algunos cigarrillos, por
propia iniciativa le dan una "pitada" a otro con menos suerte; se ajustan
las cuentas de los préstamos ''respaldados" por el día de visitas que se
han hecho los días anteriores. Comparado con otros días, hoy reina la
abundancia y el desprendimiento" 137•

El papel desempeñado por las visitas no sólo es importante en las


horas en que se verifica, sino que aún en su ausencia sirve de referencia
en el interior de la institución. Para el día de visitas se promete pagar
préstamos y el ser visitado regularmente es una buena garantía para pedir
tales préstamos; así, muy pronto, un interno puede ser calificado de digno
o no de "crédito".

JI

Se han delimitado hasta ahora las tres categorías de miembros que con-
tribuyen a estructurar una realidad social común en el sector; se ha consi-

135 Idem.
136 M. González, C. Munizaga y otros, Consideraciones sobre la visita de parientes y amigos
a las enfermas mentales. Centro de estudios antropológicos, U. de Chile, Facultad de
Filosofía y Educación, pub. 19, 1970.
137 Notas de campo del autor.

113
derado que éste era un paso necesario para llegar al examen de la estruc-
tura social que es específica de los internos.
A medida que hemos ido conociendo los diferentes tipos de ajustes
secundarios más comunes y/o más notables que se encuentran en e~ sector
se ha visto que la mayoría de éstos, como también en general lo que hemos
llamado la vida social del sector, presuponen un tipo de orden social entre
los internos. Pero, al mismo tiempo, no se puede dejar de notar que este
orden social más o menos complejo en gran parte tiene el carácter de no
explícito y está constantemente amenazado por la disolución y la con-
secuente caída a un tipo de relación más básica; tipo de estructura, ésta,
que parece subyacer permanentemente como posibilidad a la que pueden
regresar otros tipos de organización parcial de los internos del sector.
Con seguridad el orden social más básico que se puede describir en el
sector se puede observar en el fenómeno que aparece inmediatamente al
observador más o menos atento en los pasillos y espacios abiertos, espe-
cíficamente en el patio:

"Todos los días, regularmente, antes y después del desayuno y la comida


de las cinco de la tarde, aunque tampoco es extraño de ver en otras ho-
ras, especialmente en la espera de las pastillas de las nueve de la noche,
se producen los paseos por el patio; paseos que se trasladan al comedor
o el pasillo de los dormitorios, dependiendo de la hora y el tiempo. Se
camina desde un punto preciso hasta otro también preciso, ida y vuelta,
interminablemente. Es como si cada uno tuviera un camino trazado y
de su propiedad, basta una o dos vueltas para que ningún otro tenga el
derecho de reclamarlo; algunos siguen el perímetro de la cancha, otros
la cruzan diagonalmente, otros la cortan a lo largo o a lo ancho y hay
quiénes hacen su paseo por la vereda pegada a la muralla divisoria;
en el comedor o los pasillos de los dormitorios ocurre de manera muy
semejante. Se puede caminar solo o en parejas, las más de las veces en
absoluto silencio y ocasionalmente compartiendo una colilla de cigarri-
llo, pero nunca confUndiendo los respectivos caminos. Alguno detiene su
caminar y se sienta largo tiempo junto a otro sin intercambiar una sola
palabra, luego vuelve a su paseo; si su camino ha sido ocupado por otro,
busca, entonces, un nuevo recorrido". 138

Este tipo de orden, cuya principal característica es la reducción al


mínimo de cualquier contacto íntimo y que parece una permanente

138 Idem.

114
espera que sólo se rompe con ocasión de eventos más o menos importan-
tes en la rutina del interno, tales como las comidas, la hora de las pastillas
y en las visitas de parientes y amigos, pero que recomienza cada vez, ver-
dadera caricatura de los paseos en una plaza de pueblo, muestra de una
manera muy gráfica la estructura básica que adopta la relación entre los
pacientes.
En primer lugar, este tipo de relación es el más semejante a una pura
relación de exterioridad de dos objetos que no pueden ocupar el mismo
espacio debido a simples leyes físicas.

"En la medida en que en relación recíproca, según el sentido que le asigna


Sartre, te incluyo a ti en mi totalización, y tú incluyes mi totalización
de ti en tu totalización de mí, y yo totalizo a mi vez tu totalización
de mi totalización de ti, etcétera, una relación recíproca puede deno-
minarse relación de interioridad Semejante relación de interioridad
contrasta con una relación de exterioridad, que es simplemente cada
uno de dos objetos exteriores respecto del otro. Dos seres humanos como
dos centros de totalizaciones, y como dos organismos separados, exterio-
res el uno al otro, están simultáneamente relacionados por interioridad
y exterioridad" 139•

Pareciera que aquella ordenada reumon de personas, sin embargo


ajenas unas a otras, sólo recibieran su unidad de una situación material
externa: el encontrarse en el mismo espacio físico y social -un sector del
hospital psiquiátrico. Se tiene derecho a un camino por el simple hecho
de haberlo ocupado primero que otro, pero perfectamente las personas
podrían ser diferentes o cada camino pudiera tener a cualquier otro como
propietario provisional. Cada uno vive su soledad, ocupado en sus propios
pensamientos, encerrado en sí mismo. Un ordenamiento como éste, que
aparece como una superación de la contradicción externo-interna, corres-
ponde a la estructura que J. P. Sartre denomina una serie:

"En este sentido, la oposición 'reciprocidad como relación de interio-


ridad' y 'soledad de los organismos como relación de exterioridad' que
condiciona en lo abstracto a una tensión, no caracterizada en las mul-
tiplicidades, sino que, por el contrario, se encuentra superada y fundida
en un nuevo tipo de relación 'externa-interna'por la acción en el campo
práctico-inerte que transforma a la contradicción en el medio del Otro

139 R. Laing y D. Cooper, Razón y violencia. Buenos Aires: Paidos, 1972, p. 102.

115
en serialidad. Para comprender el colectivo, hay que comprender que
este objeto material realiza la unidad de interpenetración de los indi-
viduos en tanto que seres-en-el-mundo-Juera de sí en la medida en que
estructura S!I-S relaciones de organismos prácticos según la nueva regla
de la serie" 140 •

La soledad vivida así, en medio de otros hombres, más bien como la


negación de cualquier relación que no sea la externa, la soledad de cada
uno, no es una necesidad inerte, sino que es vivida por cada uno como la
estructura negativa de su ser actual; a pesar de encontrarme en el mismo
lugar o situación que tú, nada tengo que ver contigo. Es la negación pro-
visional, por cada una de sus posibles relaciones recíprocas.

"0, si se quiere, la soledad de los organismos como imposibilidad de


unirse con los Otros en una totalidad orgánica se descubre a través de
la soledad vivida como negación provisional por cada una de las re-
laciones recíprocas con los Otros. Este hombre no sólo está aislado por
su cuerpo en tanto que tal, sino por el hecho de que le vuelve la espalda
al vecino, quién, por lo demás, posiblemente ni siquiera lo ha notado
(o que lo ha descubierto en su campo práctico como individuo general
definido por la espera del autobús). Y esta actitud de semi-ignorancia
tiene como condiciones prácticas la pertenencia real a otros grupos (es
por la mañana, acaba de levantarse, de dejar su casa, está aún unido
a sus hijos, que están enfermos, etc. además va a su oficina, tiene que
presentar un informe a su superior, piensa en los términos del informe,
habla para sí, etc.} y a su ser-en-la- inercia (es decir, a su interés). [ .. ]
En este nivel, las soledades recíprocas como negación de la reciprocidad
significan la integración de los individuos en la misma sociedad, y en
ese sentido pueden ser definidas como una determinada manera (con-
dicionada por la totalización en ·curso) de vivir en interioridad, y como
reciprocidad en el seno de lo social la negación exteriorizada de toda
. . "dad [ . . .] "141 .
znterzon

Los ejemplos que nos muestran cómo en el sector la soledad es vivida


como un proyecto negativo pueden multiplicarse. Desde el paciente que
manifiesta que aquí no se puede estar porque está lleno de locos y aquí
uno mismo podría llegar a volverse loco, cada uno manifiesta que sólo

140 J.
P. Sartre, Crítica de fa razón dialéctica, Tomo I. Buenos Aires: Losada, 1970,
pp. 395-396.
141 J. P. Sartre, op. cit., pp. 396-397.

116
está enfermo de los nervios, pero que los demás sí están locos, cada uno
pide el alta para hoy o mañana, pues tiene asuntos urgentes que atender
afuera, si dos pacientes se juntan a conversar hablan de lo que hacían
antes y de lo que harán después de este desafortunado paréntesis en sus
vidas, etcétera.
No debemos olvidar, por otra parte, que esta especie de "desolidari-
zación'' se impone como una adaptación a una estructura y condiciones
dadas previamente; de esta manera el interno realiza en su praxis indivi-
dual la inercia de una materialidad práctico-inerte que en su experiencia
aparece como las condiciones concretas del sector.

"Con toda seguridad el cambio más importante que he notado en mí


durante mi estadía en el sector es que he llegado a adquirir, por ne-
cesidad, una especie de desensibilización frente a los otros; asimismo,
he llegado a aceptar la falta de sensibilidad de cada interno para con
los demás. Se adquiere fácilmente la costumbre de fumar, escondido al
principio, y luego frente a los demás, que muestran evidentes deseos de
hacerlo también sin tener con qué; a hacer caso omiso de las miradas o
los gestos de petición; se adquiere el hábito de fumar, indiferente a lo
que pasa alrededor, con la vista en el vacío o en un punto lejano. En
los primeros días un paquete de cigarrillos se me acababa en una o dos
horas entre las manos de los demás; luego, daba la mitad de mi cigarrillo
a cualquiera de los que esperaban la 'corta' y los otros salían detrás de
él; actualmente no me es difícil pisar la colilla de mis cigarrillos ante el
desencanto de alguien que la esperaba. Para comer y disfrutar realmente
algo de lo traído por las visitas desde fuera, ocurre una adaptación se-
mejante. Esta insensibilidad que me parecía sorprendente al observarla
en la mayoría de los otros en los primeros días, ha llegado a parecerme
algo muy natural. Por esta característica se puede descubrir con relativa
facilidad si un interno es antiguo o recién ingresado" 142 •

Vemos que la soledad particular de cada interno es realizada por la


conducta de cada uno para con los otros. Es la soledad, entonces, la pri-
mera característica de la serialidad.
Por otra parte, como vimos en el ejemplo de los paseos, cada sujeto es
idéntico a los otros en su soledad; a la base, cualquiera puede ocupar cual-
quier camino si lo ocupa antes gue otro; cualquiera, en otro caso, puede
ser el primero en recibir la comida si se ubica en primer lugar frente a la

142 Notas de campo del autor.

117
ventana del repostero; otro tanto ocurre con los medicamentos. Es decir,
las personas pueden ser perfectamente intercambiables. Ésta es la segunda
característica.

"Las personas de un grupo serial se caracterizan, además, por su inter-


cambiabilidad. Son idénticas en su separación. Todos los integrantes de
la fila que espera el ómnibus tienen en común un objeto futuro. En la
medida en que esto es así, cada uno es igual al otro. Cada uno es igual
al otro en otro sentido más, a saber, que así como hay identidad en
la intercambiabilidad, y en la separación, hay identidad en la alteri-
dad· el otro que cada uno es para el otro es el mismo. Cada uno es uno
demás" 143 .

Hemos visto que una serie se constituye a propósito de cualquier


objeto: comida, cigarrillos, un espacio para caminar, un banco para sentar-
se, etc. Sin embargo, debemos preguntarnos cual es el objeto serial, como
el ómnibus para la fila de pasajeros que espera, que nos permitiría con-
cluir que, básicamente, el conjunto de los internos del sector conforman
una reunión serial. Cuál es la cosa poseída en común: la locura, o mejor
aún, "La Locura", he ahí un objeto común. Históricamente, la locura es
una idea serial, se constituye como la contraposición de la razón; una
especie de objeto malo que e~ cierto nivel unifica la multiplicidad de los
hombres como los cuerdos; pone límites a la pluralidad inconmensurable
de pensamientos, fantasías y experiencias posibles fuera de las cuales en-
contramos lo anormal y lo patológico; un menoscabo o una exacerbación
de atributos propios de la salud mental o francamente como la aparición
de algo nuevo, incomprensible, cualitativamente diferente. La locura le
es atribuida al interno por los otros de afuera y se expresa a través de una
estructura médico-psiquiátrica e instituCional. Sin embargo, hasta aquí,
son la multiplicidad de hombres cuerdos los que se constituyen como una
serie; pero los internos también se constituyen como una serie a propó-
sito de la idea de la locura, antes bien, como una negación en cada uno de
la locura de los Otros. Son siempre los otros los que están locos o enfermos
de la cabeza, este otro no es nadie y es cualquiera, es siempre un Otro el
loco; y lo es cada uno en tanto que otro para otro.
Es este Otro siempre en otra parte la unidad de la serie en el sector.

143 R. Laing y D. Cooper, op. cit., p.l02.

118
"En una multiplicidad, en circunstancias particulares, el otro puede con-
vertirse en el ser poseído en común por todos. Este otro serial es un objeto
práctico-inerte. [ . .] Sea como fuere, la unidad de la serie se encuentra
siempre en otra parte. Cuando esta alteridad serial es ella misma el
vínculo de la serie, el conjunto es una totalización de huida" 144•

¿Debiéramos concluir, entonces, que la locura y, asimismo, los enfer-


mos mentales son una idea? No, porque la locura es una condición concreta
sufrida por el rotulado como tal, y esta condición determina en alto grado
la conducta misma del rotulado, como una negación de este Otro enfermo
mental en él. Una comprensión más acabada de este problema requeriría
de una totalización cada vez más amplia que permitiera discriminar desde
un punto de vista psicosocial el problema de la locura en el contexto de
la sociedad más amplia. La locura o este Otro insano es un objeto o una
idea práctico-inerte que secreta su propia estructura, que es realizada, en
definitiva, por la propia praxis individual de los sujetos en cuestión.
Existe, en definitiva, una conducta concreta por parte de la sociedad
para con un grupo de sus miembros; y que se manifiesta, por lo menos
en lo que atañe a esta investigación, en una nutrida gama de situaciones
que van desde la entrevista clínica, pasando por un reglamento de estadía,
hasta los en apariencia más insignificantes eventos de la vida cotidiana en
el sector. Veamos el siguiente ejemplo:

':A pesar de que N . . mantiene algún tipo de relación con algunos del
grupo de la mesa del rincón, no tiene derecho a sentarse en tal mesa.
Hoy ocurrió que al quedar una silla desocupada, aún cuando había es-
pacio sobrante en otras mesas, un auxiliar lo obligó a sentarse allí y
a los del grupo les obligó a aceptarlo. 'Cualquiera se puede sentar en
donde haya una silla vacía'. El almuerzo se hizo en un silencio lleno de
resentimiento" 145 •

111.

Se ha observado que la estructura social que sirve de base para una orga-
nización más compleja de los pacientes está caracterizada por la soledad
y la intercambiabilidad de los sujetos; rasgos que corresponden al tipo
de colectivo que Sartre denomina una serie. De modo simple, se puede

144 R. Laing y D . Cooper, op. cit., p. 104.


145 Notas de campo del autor.

119
decir que la serie es la estructura social provista por el sector, respecto
de relaciones sociales entre los internos. La serie es algo dado; podemos
establecer, así, un paralelo entre lo que llamamos las condiciones dadas
en el sector y la estructura serial. La adaptación rigurosa del interno a es-
tas estrechas condiciones materiales y sociales configura entonces lo que
hemos llamado un ajuste primario del sujeto a la institución. Debemos
entender que esta correspondencia no sólo es formal y exterior, sino más
bien que se trata de una misma cosa vista desde dos ángulos; determinada
disposición de las condiciones materiales del sector obedece a una con-
cepción de la naturaleza de los usuarios de tal materialidad, tanto como
individuos como colectividad.
Sin embargo, del mismo modo que las condiciones materiales se
diversifican y enriquecen a través de lo que hemos llamado los ajustes se-
cundarios, la estructura social de los internos sufre una evolución parcial
en algunas de sus partes con la aparición de diversas formas de asociación
entre ellos.
De esta manera, podemos observar que los internos llegan a distribuirse
entre sí los recursos del sector de una manera diferencial, estableciéndose
una estructura de privilegios basada principalmente en el prestigio de
cada uno de los internos.

"Existen cotidianas peleas y discusiones, a la hora de las comidas, por


las sillas y lugares en las mesas del comedor; sin embargo este hecho sólo
se da entre algunos internos; los peores lugares así como los mejores rara
vez ocasionan algún litigio, nadie pelea por el peor lugar en el comedor
y los mejores pertenecen sin ·discusión a unos cuantos 'importantes: que
pueden, incluso, no ocuparlos, dejándolos vacantes, teniendo la seguri-
dad de que ningún otro se apropiará de él Cuando alguno lo intenta,
rápidamente se le recuerda que fa/lugar tiene dueño indiscutible" 146 •

El mayor o menor prestigio relativo que los diferentes internos de-


tentan en el sector configura junto con los derechos o privilegios una
estructura de status. De modo general, el reconocimiento, por parte de la
mayoría de los internos, de los diferentes status, y la posición relativa de
ellos, puede ser considerado como un primer signo de una superación de
la intercambiabilidad de los sujetos, por una parte; por la otra, de modo
semejante, significa la aparición de algún grado de compromiso en la

146 Idem.

120
participación en la vida del sector; dicho de modo diferente, algún grado
de reconocimiento de la situación común compartida.
Un aspecto que reviste especial relevancia en la escala social del sector
son los signos o atributos que resultan preponderantes en la determina-
ción del status de un interno cualquiera. Nos referimos directamente a
aquellas características observables que pueden ser consideradas como
indicadores más o menos fieles de la importancia social que una persona
se atribuye o eventualmente le es atribuida.
En primer lugar, encontramos que uno de los factores que puede con-
tribuir a la obtención y mantención de un status relativamente alto es la
"fuerza física" o "capacidad de combate" con que pueda contar un interno.
Las formas en que la fuerza puede ser utilizada puede ir desde la simple
ostentación y eventualmente la aplicación de unos cuantos golpes a uno
que otro del resto de los internos, hasta complejas asociaciones en que
algún interno puede proveer al "fuerte" de algunos recursos materiales a
cambio de "una protección incondicional". No está demás ·el insistir en
que esta especie de convenio de protección, por lo menos en el sector,
nunca aparece abiertamente como tal, y es común encontrarlo bajo la
apariencia de amistad o la simple simpatía mutua; de modo que, incluso,
cualquier especie de retribución de la protección se efectúa en la forma de
un intercambio de muestras simbólicas de amistad.
Sin embargo, uno de los modos más extendidos de utilización de la
fuerza física es la coerción privada:

"Una manera de incorporar a los propios planes el esfoerzo ajeno se basa


en la foerza no racionalizada, o en lo que podría llamarse la coerción
privada: el ayudante no ayuda aquí porque haya de mejorar con ello
su condición presente, sino porque su negativa a acceder resultaría tan
costosa que le haría percibir su consentimiento como involuntario; a su
vez, el que reclama la ayuda no ofrece ningún pretexto para sostener la
legitimidad de su demanda" 147 •

Un aspecto, relacionado con la fuerza física como fuente de status, que


merece ser mencionado en este momento es la condición general, física
y psíquica, en que eventualmente pueda encontrarse un interno para la
utilización de sus recursos tanto físicos como intelectuales, amén de otras
habilidades, tal como la destreza en algunos juegos de salón o deportes.

147 E. Goffman, Internados. Buenos Aires: Amorrortu, 1970, p. 260.

121
Aun cuando pudiera pensarse que los factores inhabilitantes en este sen-
tido pueden provenir casi exclusivamente del tipo y grado de patología
del interno en cuestión, el autor tuvo ocasión de constatar que en este
sentido las causas de inhabilitación más frecuentes provienen de la medi-
camentación que reciben gran parte de los pacientes; fundamentalmente
neurolépticos y terapia electroconvulsiva.
La forma en que la terapia de electroshock, algunos neurolépticos y
en ocasiones la "camisa de fuerza" afectan, inhabilitando la capacidad de
desplazamiento y la destreza física en general, es evidente. En el sector,
tanto la mayoría del personal como los internos conocen las expresiones
que se reneren
L'. a t al tipo
. d e s1tuacwnes:
. . que d ar "1ona" , an d ar "eh ato" , "ma-
quineado", estar con la "guagua", etc.
En otros aspectos más elaborados de la habilidad general de un in-
terno para la vida social en el sector, esta situación puede revestir ribetes
humorísticos:

Y/. noche, con F . . , nos quedamosjugando dominó hasta la una de la ma-


drugada, con los auxiliares de turno. C. .. y S . .. no pudieron participar
pues el primero quedó lona con una guagua de valium y el segundo,
anda Juera de combate desde que lo están poniendo en la máquina.
Como siempre que. se juega con los auxiliares en la noche, se tiene la sen-
sación de estar en un club social, las cajetillas de cigarrillos sobre la mesa
y un buen sándwich con un jarro de café bien caliente, todo acompaña-
do de una amena conversación llena de anécdotas. Uno de ellos comentó
acerca de un antiguo paciente que jugaba muy bien al naipe, que decía:
'estos blancos se la saben por libros, me invitan a jugar después de que
me tienen chato con las pastillas, y así quién no me gana"' 148 •

En segundo lugar, encontramos que ·una fuente importante de status


son las visitas de familiares o amigos del exterior; este evento puede ser
expresado aproximadamente de este modo: "a más veces y mayor cantidad
de visitas se recibe, mayor status en la vida social interna del sector".
Además del hecho de que las visitas aportan la mayor cantidad de
recursos materiales del exterior, se les reconoce, por parte de los internos,
un valor en sí mismas; la situación misma de ser visitado puede contribuir
a elevar sensiblemente el status de un interno.

148 Notas de campo del autor.

122
Respecto del aporte de recursos materiales nos extenderemos en
mayor detalle en los dos puntos siguientes; aquí, bástenos señalar que
estos recursos pueden ser destinados por el interno para su propio con-
sumo o uso, contribuyendo así de manera directa a elevar su nivel de
vida, para el intercambio económico con otros internos de éste u otros
sectores o para una forma esencial de intercambio. El objeto puede valer
menos por su valor real, ya sea fuera o dentro del sector; que por su valor
simbólico potencial al ser usado como muestra de afecto, consideración
o respeto al prestarlo o regalarlo a otro interno. Prácticamente cualquiera
puede servir para esta finalidad, sin embargo, algunos son especialmente
apreciados: espejo y peineta de bolsillo, material de lectura, máquina de
afeitar, cigarrillos, etc.
En lo que se refiere al valor en sí del hecho de ser visitado pueden exis-
tir notables variaciones en cuanto a la influencia que estas visitas puedan
tener para la vida social del interno en el sector, dependiendo de las
características de ellas mismas. Con toda seguridad, las visitas más apre-
ciadas en este caso son las mujeres jóvenes y atractivas y en mayor medida
cuanto más muestran una cierta intimidad con el interno en cuestión.
Otro aspecto importante respecto de los visitantes, siempre además de la
cantidad, es la apariencia de éstos; en este sentido son importantes todos
aquellos detalles que contribuyen a formarse una idea de la importancia
social de la visita que se está recibiendo: la calidad de las vestimentas, el
grado de refinamiento de los gestos y ademanes, etc.
Aún cuando durante la visita casi sin excepción los internos se encuen-
tran absortos en atender a sus propias visitas, abiertamente muy ajenos a
lo que pasa alrededor, una vez que todas éstas se han marchado comien-
zan los comentarios acerca de las visitas que se recibiera~. Para nadie pasó
desapercibido que tal o cual tenía tales y cuales visitas.
Hasta el próximo día de visitas las ya efectuadas pueden servir para
alimentar las formas más diversas de historias personales, siendo las más
prestigiadas aquellas en que el interesado aparece como un "Don Juan
caído en desgracia", pero que aún conserva la fidelidad de sus enamora-
das, la prueba está en que éstas le visitaron; otros provienen de familias
de cierta posición social y el sujeto en cuestión es la "oveja negra" o el
"rebelde insobornable".
Como quiera que sea, las visitas representan los lazos que aún se man-
tienen con la vida del exterior o los vestigios del estilo de vida que se
llevaba hasta el ingreso al hospital. De una manera u otra los visitantes
,permiten reconstruir al interno una imagen de sí mismo aceptable para

123
sí y para los demás internos. Aún cuando esta imagen pueda ser recons-
truida tanto con elementos fantaseados o reales, los visitantes proveen los
elementos suficientes como para que un interno hábil-en mayor o menor
grado todos lo eran- pueda manejarlos de modo tal que le permitan causar
una buena impresión y presentarse como una persona merecedora de las
consideraciones que pudiera reclamar para sí en el trato con los demás.
En tercer lugar, la posesión de un elemento de inigualable valor en
el intercambio comercial e inestimable como objeto para el intercambio
simbólico, como es el caso de los cigarrillos, sobre todo si se es un fuma-
dor habitual, puede llegar a ser una circunstancia determinante del status
de un interno.
Un cigarrillo puede pagar los servicios de otro interno: estirar la cama
o lavar una camisa, como asimismo la limpieza de jarro y cuchara para
café, entre otros, son pequeños servicios por los cuales se puede obte-
ner uno o dos cigarrillos en compensación. De este modo, quien cuenta
con cigarrillos en el sector es como si contara con dinero constante y
sonante.
Sin embargo, como se habrá podido inferir con todo lo que hemos
descrito hasta aquí de la vida social en el sector, el uso más común de que
es objeto el cigarrillo es el de una provisión ritual:

"Cada vez que nos reunimos en el Truco, en la sobremesa de las comidas


o para jugar al dominó o al naipe, son comunes la "corridas de cigarri-
llos"; nadie se molesta si otro recibe uno teniendo los propios a la vista,
pues ya le tocará a él la oportunidad de ifrecer, también, una corrida.
Esta situación contrasta notablemente con la que se da estandofuera del
grupo o con respecto a otros internos que no participan en éste. El com-
partir de esta manera los cigarrillos contribuye a que nos sintamos en
confianza y como 'personas decentes' que no tienen nada de mezquinas.
Con M . .. , con el cual nos hemos ido convirtiendo en amigos, he llegado
a compartir gran parte de mi provisión de cigarrillos; él, por su parte,
casi nunca cuenta con ellos; sin embargo, cuando consigue alguno por
otro lado, aún cuando sabe que yo cuento con uno o dos paquetes, insiste
en que se lo acepte y ambos quedamos muy satisfechos, sintiendo que
estamos de igual a igual" 149 •

149 Idem.

124
El modo en que el cigarrillo llega a determinar una escala de status,
puede ser visto de manera muy gráfica en lo que podríamos llamar la
escala social del cigarrillo:

''Inevitablemente el que enciende un cigarrillo nunca es el mismo que lo


apaga; y cuando esto ocurre, en presencia de otro, es porque este último
también está fumando o porque deliberadamente se quiere demostrar
que los demás importan un comino. Es más frecuente que la colilla pase
a un segundo que a su vez convida a otro un par de pitadas o incluso le
deje la 'cortita: este tercero puede tirarla definitivamente, sin embargo
no es extraño que un cuarto la recoja y guarde elpoco de tabaco que que-
da pegado alfiltro, hasta juntar una cantidad suficiente para elaborar
un 'toscanito' con cualquier papel e innu1?Jerables restos de colillas" 150 •

Por último, un índice muy significativo del status de algún interno se


relaciona directamente con la alimentación. Si bien es cierto, mientras
con mayor cantidad de provisiones traídas del exterior se cuente, con toda
seguridad más alto puede llegar un interno en la escala de status, son las
provisiones de boca las que resultan bastante más significativas respecto
de status. Pueden ser desde sal, aceite, mostaza y otros condimentos o
agregados con que se puede aderezar, de manera de hacer atractiva y es-
pecial la comida común del hospital, hasta almuerzos o cenas completas
traídas por las visitas o, cuando se cuenta con dinero, mandadas a comprar
afuera.
En resumen, el status de un interno es la resultante compleja de una
serie de condiciones, entre las que resaltan las cuatro que acabamos de
considerar. Los recursos para la obtención de status tienden a distribuirse
de manera conjunta, de modo que casi siempre se encuentra a dos o más
de ellos en una cantidad proporcional al status del interno de que se trate.
El sujeto de más alto status, probablemente, y así lo pudo observar el autor,
puede ser el más visitado del sector, quien cuenta con mayor cantidad de
cigarrillos y proporcionalmente consume más alimentos provenientes del
exterior, y no es extraño encontrar que, del mismo modo, puede ser uno
de los más hábiles en la vida social del sector. La relación que pueda
existir entre estos factores es compleja y ésta no es la oportunidad de exa-
minarla. Sin embargo, tal como se vio respecto de los ajustes secundarios,
pareciera que mientras con menor cantidad de recursos materiales para la

150 Idem.

125
vida social se cuenta, y mientras mayor es la desvinculación con el exterior
o con la historia pasada, es más probable encontrar una falta de habilidad
para la vida social. Por otra parte, el autor tuvo la ocasión de constatar
que estos internos "regresivos" son precisamente aquellos que cuentan con
escasos o nulos recursos del exterior, recibiendo pocas o ninguna visita,
siendo en consecuencia los de status más bajo en el sector.
En consecuencia, debemos considerar que el status es una medida para
lo que se puede llamar "recursos potenciales para la vida social del sector",
por lo cual lo más común es observar que precisamente los internos de
más alto status son aquéllos que tienen una participación más activa y
significativa en la vida social del sector. Sin embargo debemos insistir en
un punto que poco antes sólo mencionamos de pasada; éste se refiere a
la influencia que tiene el tipo de tratamiento que recibe un interno, en su
condición general en el sector. En este sentido, la terapia electroconvulsi-
va merece una atención especial. Si bien el autor no cuenta con elementos
suficientes para juzgar el papel que juega el electroshock en el deterioro
progresivo de un paciente desde un punto de vista psico- biológico, de-
bemos señalar que, desde el punto de vista de la vida social del paciente
durante su internación, sus efectos negativos son notorios.
Un interno sometido a terapia electro-convulsiva queda prácticamen-
te inhabilitado para la vida social en el sector. La participación en las
diversas formas de asociación entre internos, a través del intercambio
económico o ritual o la simple comunicación, requiere un manejo de las
condiciones del medio ambiente por parte del interno, habilidad que dis-
minuye ostensiblemente con el electroshock. Por otra parte, en la cultura
de los internos, el que con toda seguridad sí está loco es aquél al cual se le
aplica electroshock, por lo tanto éste no es confiable para ningún trato o
intercambio en que sea necesario confiar en su capacidad de recordar un
compromiso, por ejemplo.
No es extraño, de este modo, que un interno le preste algún objeto o
cigarrillos para devolver en el día de visitas a otro que está francamente
delirando o con alucinaciones frecuentes, y no lo haga con otro al que le
están aplicando terapia electro-convulsiva.

'51 L. .. le están aplicando electroshock; hoy cuando se acercó a C . . . y le


pidió prestado un cigarrillo prometiendo devolverle dos para cuando le
trajeran a él, C. . . le respondió: 'no, te rayastes loco, siempre me pides
cigarrillos y mañana te ponen en la máquina y no te acuerdas ni del
c. .. '. El asunto de los electroshock adquiere a veces ribetes de humor

126
negro. Hoy en la mañana andaban tres buscando un cuarto jugador
para jugar al dominó; después de infructuosos intentos de interesar a
otros, tomaron a T. .., veterano en la máquina de electroshock y lo sen-
taron en la cuarta silla, le pusieron seis cartas por delante, a la vista de
todos; cuando le tocaba el turno de jugar, cualquiera de los otros lo hacía
por él, mientras T. .. observaba con mirada bovina lo que pasaba ante
sus ojos ... "151 .

w.
Hemos examinado los elementos que configuran una estratificación so-
cial primaria, diferente de la estructura serial, a través de la asignación de
diferentes status entre los internos. Corresponde que ahora nos ocupe-
mos en la descripción de la estructura s.ocial particular del sector, partien-
do por un examen de las relaciones diádicas más simples, para llegar a
comprender formas de asociación más complejas que comprometen a un
mayor número de internos . El objetivo último de este proceder ha sido
el de llegar a describir la organización social integral de los internos del
sector.
En lo que se refiere a la incorporación del esfuerzo ajeno para los
propios fines, coincidiendo plenamente con lo señalado por Goffman 152 ,
se pueden distinguir dos modos básicos: la coerción privada y el franco
intercambio económico. El primero de estos modos ha quedado suficien-
temente esclarecido en el punto anterior y son ejemplos de éste la simple
expropiación, diversas formas de extorsión, el sometimiento por amena-
zas y "mano dura", etc. Respecto del intercambio económico, bástenos
mencionar que cualquier objeto o servicio puede servir para estos fines,
pero que, sin embargo, una de sus características fundamentales es la exis-
tencia de alguna unidad de intercambio de valor más o menos estable y
reconocida por la gran mayoría. Además del escaso dinero circulante en
el sector, para esta función sirven satisfactoriamente los cigarrillos; dinero
y cigarrillos se pueden utilizar indistintamente. La venta y compra, o el
simple trueque, a diferencia de la coerción privada, además suponen, en
mayor medida, la existencia de una realidad compartida:

151 Idem.
152 E. Goffman, op. cit., pp. 260-271.

127
"Las condiciones sociales requeridas para esta especie de cooperación
incluyen: cierto grado de confianza mutua acerca de la realidad que
existe tras la apariencia de lo que ofrece cada uno; cierto consenso respec-
to al precio que deberá considerarse abusivo; algún mecanismo para la
transmisión de propuestas y contrapuestas, y para cerrar el trato; y por
último, la creencia de que es correcto usar personas y bienes de este modo.
Puede decirse que la realización de un intercambio económico "expresa"
tales condiciones sociales, en cuanto provee signos o testimonios de su
existencia"153 •

De modo distinto que la coerción privada o el intercambio económico,


existen formas de relación o asociación cuya principal característica es la
adhesión de las personas comprometidas; podemos hablar, entonces, de
vínculos privados:

'Tdentificado con el trance por el cual atraviesa otra persona o con su


situación vital, un individuo puede asistir/a voluntariamente, o brin-
darle un testimonio ceremonial de su deferencia: en el primer caso, el
investigador confronta un signo y en el segundo un símbolo de solidari-
dad. Estos signos y símbolos de interés hacia el otro suelen suscitar cierta
forma de reciprocidad, ya que cuando una persona se siente sostenida
por la leal adhesión de otra, a menudo mantiene con ella una relación
igualmente leal y adicta" 154 •

Encontramos, en primer término, aquellas relaciones sostenidas por


un vínculo privado en que es notoria la desigualdad de status de los par-
ticipantes comprometidos, en cuyo caso podemos distinguir dos tipos: las
relaciones de protección y las relaciones de servicio.
Aun cuando se podía ver ejemplos en los cuales ambas pautas de rela-
ción se dan simultáneamente, no era ésta la regla; por lo cual trataremos
ambas formas de modo separado. ·
La relación de protección más común y de mayor interés psicosocial
que es dado encontrar entre los internos del sector es aquélla en que un
interno de alto status toma a su cargo a otro de bajo status, constituyendo,
de esta forma, una díada protector-protegido. En el punto anterior se
hizo mención a las formas en que un interno podía hacer uso de la fuerza
no racionalizada para la obtención de algunos recursos materiales; entre

153 Idem., p. 261.


154 Idem., p. 271.

128
tales formas, encontramos lo que bien puede llamarse un "contrato de
protección'' 155 en que, aún cuando fuera en la forma de una retribución
simbólica o ritual, el protector recibe una ganancia material evidente, por
una parte; por la otra, el protegido, con toda seguridad, detenta un mayor
status que su protector. En la pauta de relación que nos ocupa ahora, la
situación es totalmente inversa y encuentra su correspondencia en la que
Goffman llama la pauta del socorredor.

"En el Hospital Central, como en casi todo establecimiento psiquiátrico,


parecía haber una interesante variedad de compañerismo fraterno: la
pauta del "socorredor". Un paciente, a quien los demás consideraban a
menudo muy enfermo, solía encargarse por cuenta propia de ayudar
regularmente a otro que, según las normas del personal, estaba más
enfermo aún rjue él. El socorredor, vestía a su "compañero': le arma-
ba y encendía los cigarrillos, lo protegía ocasionalmente para que no
lo agredieran, lo guiaba a la cafetería, lo ayudaba a comer, etc. Si bien
tales socorros no excedían, por lo general, el margen de los que estaban
autorizados a recibir los pacientes, en ciertos casos no se los hubiera re-
cibido tan completos sin el socorredor. Para el que observaba las cosas
desde afuera, lo más interesante era el carácter unilateral de la relación:
la persona socorrida no daba señal visible de correspondencia. Por lo
demás, debido al relativo retraimiento de ambos participantes, el lapso
intermedio entre determinados servicios no se llenaba con la interacción
sociable del tipo habitual en las parejas de compañeros, aunque sobra-
ban las oportunidades" 156•

En el sector, sin embargo, la relación de protección se caracteriza por


cumplir notoriamente una función de ayuda económica, aun cuando
podía satisfacer también otros tipos de necesidades:

"Entre M . .. y N . .. existe una relación muy especial N . .. práctica-


mente no posee ni la ropa que lleva puesta y M . . . , siendo uno de los
miembros del grupo de más alto status del sector, parece haberlo adopta-
do; algunas veces le regala una que otra prenda de vestir y comparte con
él casi todos sus alimentos (siempre se acuerda de guardarle algún pe-
dacito), muy rara vez intercambian alguna palabra que no sea alguna
indicación para N .. . de como hacer o comportarse. En ocasiones se tiene

155 E. Durkheim, Lecciones de Sociología. Buenos Aires: Schapire, 1966, pp. 160-205.
156 E. Goffman, op. cit., p. 276.

129
la impresión de que se tratara de un amo con su perro regalón; cuan-
do M . .. descansa en su cama, N . .. se sienta a sus pies en silencio y le
contempla interminablemente con gran devoción. A veces M . .. le pide
alguna gracia, sobre todo cuando algún otro está presente, entonces N . . .
recita unos largos y sentimentales poemas (el payaso triste, por ejemplo).
Sólo M . .. se sienta en la mesa del grupo del rincón, y cuando M . .. se
encuentra haciendo vida social con sus iguales, N .. se mantiene a una
distancia respetuosa y con un aspecto de humildad" 157 •

Otra pareja de internos, vinculada de este modo, hace resaltar aún más
la enorme diferencia de status y la unilateralidad de los beneficios de tal
relación.

"E. B ... tiene también un protegido, que es quizás el más desamparado


del sector, es incapaz de hacer cualquier reclamo y nunca le he escuchado
pronunciar una sola palabra. E. B ... se encarga de arreglarle sus ropa.s,
e incluso le ha encargado a sus propios familiares algunas prendas para
su protegido; en algunas oportunidades le ayuda con el aseo personal y
por las noches lo lleva a la cama y lo acuesta; siempre le está convidan-
do de sus alimentos. Nunca he visto que obtenga algún beneficio de la
ayuda prestada" 158•

El segundo tipo de relación basada en un vínculo personal entre in-


ternos de diferente status es la relación de servicio. A diferencia de la
contratación ocasional de algún servicio, que para nuestros fines conside-
ramos una forma de intercambio comercial, una relación de servicio como
la que estamos exponiendo supone un lazo más o menos permanente e
implícito, al mismo tiempo que la recompensa por el servicio prestado
no apunta al valor del servicio mismo, existiendo por ambas partes el
supuesto de que tal recompensa no es el motivo de tal prestación. Se trata
en este caso de una remuneración ritual que se puede entender como una
medida del aprecio que inspira la relación y no del valor de cambio del
servicio prestado.

''B .. tiene en O... una especie de chico de los mandados, no es rara esta
forma de relación entre los internos del sector; a cambio de uno que
otro cigarrillo, algunas frutas y otros alimentos dados ocasionalmente,

157 Notas de campo del autor.


158 Idem.

130
se puede obtener la limpieza deljarro de café o la vianda y mandar uno
que otro recado para otro interno que eventualmente se encuentre en
otra parte del sector" 159 .

En segundo lugar, tenemos las relaciones privadas entre sujetos de


igual status; son éstas las relaciones de amistad. Aún cuando en la amistad
puede haber un intercambio de provisiones rituales, el rasgo más caracte-
rístico de este tipo de vínculo personal es la solidaridad y la identificación
con la situación del otro. Una relación de amistad puede comprender,
igualmente, una mutua ayuda o la prestación de algunos servicios, pero
el rasgo más característico quizás sea el hecho de que un par de amigos
permanece el mayor tiempo posible en compañía el uno del otro, compar-
tiendo sueños, esperanzas y confidencias.
Un punto de interés que atañe, en general, a las relaciones privadas, se
refiere a la importancia que pueden llegar a tener éstas para el paciente en
su condición de interno:

:'Desde que M . . . y N . . han roto su relación de protector-protegido,


este último ha desmejorado visiblemente; se lo puede ver vagar por los
pasillos o el patio, vestido sólo con sus slips, o pasa las noches llorando y
por las tardes, en cualquier rincón, se lamenta llamando a su madre. Ha
sido protagonista de dos intentos de fuga, antes no lo había intentado,
ahora lo mantienen desnudo para evitar que vuelva a ocurrir" 160 •

Un par de días más tarde que la nota anterior:

''N.. . se ha vuelto a Jugar, aparentemente se fue desnudo, pues ningún


otro interno le prestó ropas. Ayer en la mañana se notó su ausencia y
desde entonces todos comentan lo que pueda ser de él; siendo de provin-
cia no conoce nada de la ciudad y puede pasarle cualquier cosa . . . "161 •

En otro estudio, hecho en este mismo hospital por Carlos Munizaga


y otros, también se señala este tipo de situaciones y su repercusión en la
sintomatología de los pacientes:

159 Idem.
160 Idem.
161 Idem.

131
"Nos pareció de interés el testimonio de auxiliares del Departamento
que declaran haber observado "mejoría" en algunas pacientes después
que éstos han entrado en una relación de amistad Por ejemplo, se nos
señaló que una enferma había disminuido sus manifestaciones de in-
contin·encia de orina. En otro caso la paciente había salido de un estado
de mutismo y aislamiento luego de entrar en una relación de amistad
con una paciente de personalidadpsicopática. Por otra parte, elpersonal
de auxiliares nos ha permitido conocer que en algunos casos la ruptura
de la amistad repercute en la sintomatología en forma negativa" 162 •

Corresponde que ahora nos ocupemos de las organizaciones grupales


del sector. Tales agrupaciones contienen en su interior diversas relaciones
privadas diádicas; sin embargo, por sobre ellas es posible discernir una re-
lación individuo-grupo, por una parte, y por la otra lo que con propiedad
se puede llamar un comportamiento grupal.
En un primer examen se puede distinguir tres grandes grupos sociales
entre los internos del sector y, básicamente, tal división es en función del
poder económico:
"Actualmente puedo distinguir tres grupos de pacientes:

a) Los indigentes, que nada poseen y, fuera de lo que obtienen del hos-
pital, dependen económicamente del resto de los internos; llegan a
fabricar un cigarrillo de ínfimas colillas que ya han sido desechadas
varias veces.
b) Los independientes, que forman o no un grupo entre ellos, pero que
son capaces de solventar en mayor o menor medida sus propias ne-
cesidades; poseen sus propios cigarrillos.
e) Los ayudantes, que cooperan con el personal en el aseo, lavado de
platos, y otras tareas; obtienen del personal un trato preferente en el
reparto de alimentos y algunos cigarrillos" 163 •

Esta escala social se precisa aún más al observar la distribución de los


internos en el comedor, a la hora de las comidas:

162 C. Munizaga y otros, El sistema sociocultural en un departamento de enfermos mentales


crónicos, en Revista de Antropología, Centro de estudios antropológicos, Universidad
de Chile, años IV y V, n° único, 1966-196 7.
163 Notas de campo del autor.

132
"Con bastante claridad, al ocupar los lugares en el comedor, se puede
diferenciar tres grupos de pacientes:

- el grupo de mayor poder económico y status, que se ubica en dos mesas


en un rincón del comedor en el extremo opuesto a la puerta de entrada
al sector;

-un segundo grupo, en el otro extremo, inmediatamente adyacente a


la ventana del respostero; se juntan allí en las peores mesas y los bancos
más incómodos, la mayoría de los internos de menor status entre ayu-
dantes e indigentes, unos cuantos de ellos dependen económicamente del
grupo del rincón;

-el resto de los internos se distribuye de a dos o tres por mesa y el orden
cambia constantemente con una que otra excepción, algunas son mesas
de mediano y otras de bajo status" 164 • ·

Como bien se puede ver, los internos tienden a distribuirse de acuerdo


a su poder económico y/o status; sin embargo, este hecho no nos permite
adelantar que exista realmente una estructura grupal; antes de enfrentar
este problema debemos examinar algunos ritos sociales compartidos por
todos los internos del sector.
El primero de estos ritos sociales es el manoseo de traste. A primera
vista pareciera a un observador poco atento que todos los internos del
sector están ocupados en tocarse el traste los unos a los otros de manera
más bien caótica; sin embargo, este ritual actualiza en plenitud la escala
de status del sector, pues siempre se puede manosear a alguien de más
bajo o igual status y, cuando no ocurre de esta manera, en la rara ocasión
en que alguien desconociera este ordenamiento, lo más probable es que
se provoque una pelea. Respecto de este rito, es importante señalar la
participación de todos los internos del sector, con excepción del grupo de
más alto status.
Llamaremos al segundo ritual de degradación existente en el sector
rito del chivo expiatorio. Consiste en la existencia diaria de lo que los
internos denominan "el material" del día. Uno de los internos de más
bajo status del sector es el receptor de todas las burlas y juegos más o
menos violentos y teñidos de sexualidad del resto del sector; el manoseo
de traste y la mímica de la relación sexual, con toda seguridad, llegan en
mayor número a este material. El juego comienza por la mañana y en el

164 Idem.

133
transcurso del día el "material" va disminuyendo su tolerancia, hasta el
punto que al atardecer o la noche indefectiblemente es el protagonista
de algún escándalo que termina con un neuroléptico, un electroshock o
la camisa de fuerza. Al día siguient~, ya hay otro material; o, si el anterior
aún está en condiclones, probablemente tenga un día parecido.

"S. . . nuevamente fue el chivo expiatorio. Sistemáticamente y su-


cesivamente fue degradado por el resto de los internos hasta llevarlo
a la desesperación; en el reparto de las pastillas provocó una pelea y
quebró un vidrio de la clínica, fue enchaquetado y se le puso una inyec-
ción, luego siguió alegando hasta que cayó de espaldas por efecto de la
inyección" 165 •

Idénticamente que en el ritual anterior, la participación de los miem-


br_os del grupo de alto status es muy escasa o nula en este segundo ritual.
La primera pauta consistente en la conducta de los miembros de este
grupo que podemos señalar es, entonces, la abstención en este tipo de
rituales. Más aún, en el grupo existe un consenso explícito de que tales
bromas son de mal gusto y que están bien para los otros, pero no para
"nosotros".
La segunda pauta que podemos señalar como propia de este grupo, es
que independientemente de las parejas de amigos que hay en su interior,
los cigarrillos y alimentos son puestos en la mesa a disposición de todos y
no es raro que en alguna ocasión alguien se ocupe especialmente de dis-
tribuir éstos en porciones equitativas, no importando cuánto haya puesto
cada uno en la presente ocasión.
Una tercera característica, es que el grupo llega a obtener lo que, con
propiedad, se puede llamar un "ajuste secundario grupal". Anteriormente
se mencionó, cuando se trató de los.ajustes secundarios, la realización pe-
riódica de las cenas nocturnas; en estas cenas, que se conseguían a cambio
de jugar dominó con los auxiliares hasta altas horas de la noche, parti-
cipaba todo el grupo, aun cuando por aquella noche había varios que no
jugaban; y, en ocasiones, cuando alguno no asistía al comedor por ha-
llarse cansado o cualquier otra razón, cualquiera se encargaba de apartar
lo que le correspondía y se lo llevaba al dormitorio. Otro ajuste grupal,
esta vez de lugar, fue el establecimiento, como territorio de grupo, de la
sala de terapia ocupacional, lugar en el cual se podía pasar una agradable

165 Idem.

134
tarde fumando o comiendo alguna golosina sin la molesta interrupción
del resto de los internos .
Otro hecho significativo, propio del grupo, es que éste toma bajo su
protección a varios indigentes proveyéndoles de té, azúcar y uno que otro
plato de comida del hospital, cuando éstos no son apetecidos por alguien
del grupo. Estos protegidos se consideran de responsabilidad de todos y
son siempre los mismos.
Por último, el "grupo del rincón'' llega a ser una fuerza conciente de sí
misma y da pruebas de ello.

'51 noche se transmitió por televisión un mach de box que varios de noso-
tros teníamos ganas de ver; estando malo el televisor del sector, el turno
de auxiliares trajo uno portátil para ellos, uno de nosotros les pidió que
nos dejaran verlo y ante la negativa, espontáneamente, varios prome-
tieron que les harían las cosas difíciles" 166 .

En los días siguientes:

"Hoy me levanté tarde y faltando veinticinco minutos para las ocho los
auxiliares habían cerrado las duchas; ya estaba resignado cuando E.
B . . . y M . .. alegaron que según el reglamento las duchas debían cerrarse
un cuarto para las ocho, por lo cual debían abrirlas si no querían que
hubieran quejas. Demás está decir que pude ducharme.

Anoche estábamos jugando brisca en la cama de C . .. y los auxiliares


nos apagaron las luces; mientras tanto ellos escuchaban música a todo
volumen; uno del grupo se paró y fue donde otro que se había dormido.
Al poco rato este último fue donde los auxiliares y se quejó del volumen
del radio diciendo que no le dejaban dormir y que según el reglamento
a las nueve de la noche debía haber silencio. Tuvieron que apagar la
radio, ellos allá, en su pieza, y nosotros acá sintiendo que por esta vez
les habíamos ganado" 167 .

Con los elementos que hemos enumerado, se está en condiciones de


considerar el que hasta ahora hemos llamado sólo de un modo general y
en la aceptación común del término, grupo del rincón.
Existe, a diferencia del colectivo serial, una identificación positiva de
cada uno de los miembros como uno del grupo a través de una doble

166 Idem.
167 Idem.

135
mediación. Se produce aquí y ahora la recuperación de una reciproci-
dad perdida en la serie; cada uno totaliza las reciprocidades que unen
a los otros y se incluye en ella como uno de ellos, un tercero; existe, por
ejemplo, una ame~aza que lo amenaza a él junto con los otros a quienes
él tiene en vista, es decir, se realiza como integrado en la totalidad que él
totaliza; así, cada sujeto, como tercero, se absorbe en la totalidad. Existe
una relación entre un tercero y un tercero, doblemente mediada.
En una primera mediación, el grupo relaciona a cada tercero con cada
tercero, pues cada uno equivale al grupo; de este modo el grupo crece en
mí y en el otro: por mí en el otro (el otro es el grupo), por el otro en mí
(en tanto yo como otro, soy el grupo para el otro).
Una segunda mediación ocurre cuando el tercero crea un objetivo para
el grupo u organiza medios para el grupo. Al dar al grupo algo que hacer,
entrego una manera de servir al grupo; por lo tanto el tercero actúa como
una mediación entre el grupo y cada uno de los miembros.
Es un lugar común en las Ciencias Humanas la afirmación de que
el hombre es un ser social. Nos hemos extendido en el examen de la cons-
titución de un grupo pues buscamos entender cómo un conjunto de
personas realiza su ser social. La constitución de un grupo humano, en
el pleno sentido de la palabra, como toda actividad humana, debe tener
una inteligibilidad; corresponde que nos preguntemos ahora ¿cuál es la
inteligibilidad del grupo en cuestión? En primer lugar existe inteligibi-
lidad si encontramos una síntesis con sentido que unifica una totalidad
dispersa -una multiplicidad-, es decir, un sentido único de las acciones
de los diversos sujetos. Si además podemos relacionar esta síntesis con
una intención grupal, entonces la acción resulta comprensible. En lo que
respecta a la inteligibilidad del grupo que nos interesa, ésta corresponde a
la de un grupo que J. P. Sartre denomina grupo en.fosión:

"La inteligibilidad del grupo en fusión descansa, pues, sobre el complejo


conjunto de una designación negativa de su comunidad reactualiza-
da en la negación de esta negación, es decir, en la libre constitución de
la praxis individual en praxis común. En este nivel existen conductas
de grupo y pensamientos de grupo en tanto que la praxis común se da
sus propias luces, y esos pensamientos prácticos tienen como estructura
fundamental descubrir el mundo como nueva realidad a través de la
negación de la imposibilidad de ser hombre" 168 •

168 J. P. Sartre, Crítica de la raz6n dialéctica, tomo II. Buenos Aires: Losada, 1970, p. 69.
136
Con lo visto hasta ahora se está en condiciones de afirmar que la con-
ducta del grupo del rincón es grupalmente comprensible; sin embargo, su
inteligibilidad y comprensibilidad, si bien llega a cuestionar las condicio-
nes de vida del sector, se mantiene dentro de estos estrechos límites, al
igual que la conducta individual de cada uno de los internos, en cuanto
a ajustes secundarios se refiere. Se busca la superación de las condiciones
materiales y sociales existentes de hecho en el sector, pero no se llega a
una puesta en cuestión de la condición misma de paciente. Cada uno
puede alegar que no está loco, nadie se pregunta qué es estar loco y por
qué un loco debe estar encerrado.
Ya que nos hemos ocupado con tanta atención de este grupo específi-
co, por presentar de manera más evidente un comportamiento grupal, es
conveniente que veamos, asimismo, su epílogo.
La rivalidad con los miembros del personal prosperó de tal modo
que éstos emprendieron una serie de acciones tendientes a la división
o fragmentación del grupo. El grupo ocupaba dos mesas, cada mañana
se encontraba a éstas separadas y muy distantes una de otra -una en
cada extremo del comedor-, y esto siguió produciéndose aun cuando
el grupo recurrió al expediente de unirlas con alambre, se las ataba
y ellos las volvían a desatar y separar. Fueron suspendidas las cenas
nocturnas y los miembros del grupo comenzaron a desperdigarse: uno
comenzó un tratamiento de electroshock, otro se intoxicó gravemente
con unas treinta pastillas de Haldol y otro comenzó a emborracharse
diariamente.

V.

En la descripción de la estructura social del sector, hemos logrado bos-


quejar, desde una perspectiva interior, los rasgos y eventos más significa-
tivos que constituyen para el paciente internado su situación social concreta,
en términos de su experiencia social de los otros que le rodean y los lazos
que le unen a ellos. Hemos visto y constatado la existencia de un tipo
de organización social que tiene la forma de una serie, y que aún cuan-
do se logran formas de relación que implican una superación del estado
de serie, estas nuevas estructuras de relación social están constantemen-
te amenazadas de regresión al estado de serie. Más aún, se h~ visto la
constitución de lo que llamamos un grupo en fusión, forma de relación
que supera efectivamente el estado de soledad e intercambiabilidad, y su
posterior disolución.

137
Adoptando una perspectiva más amplia y abarcadora del sector po-
demos intentar una tipificación de los mecanismos institucionales que
hacen efectiva una situación caracterizada fundamentalmente por lo
que podríamos lla.mar un estancamiento institucional donde la norma
es: "todo debe seguir igual". Se crea, de esta manera, un espacio social
de excepción en que dos categorías estancas de personas desenvuelven
sus vidas sin intercambiar una verdadera experiencia. Tenemos entre las
manos una microsociedad deshistorizada, en que todos los eventos apare-
cen como una mera repetición permanente de una situación única, cuyos
actores podrían ser siempre los mismos, representando un escaso número
de rígidos papeles.
En coincidencia con J. Hochmann 169 , encontramos que el primero
de estos mecanismos institucionales puede ser enunciado como ley de
homeostasis:

''[ . .} En la institución nada debe cambiar. Todo cambio, por mínimo


que sea, se vive como un peligro, pues podría volver a cuestionar un
equilibrio siempre amenazado. Si la institución llegara a cambiar, locos
y asistentes podrían cambiar a su vez y entre sí, es decir intercambiar.
Se correría el riesgo de que el espejo se hiciera añicos bajo la presión de
lo imprevisible" 170 •

A través de todo nuestro desarrollo se ha podido constatar la presencia


de tal mecanismo: desde la función cumplida por los ajustes secundarios
-para ser efectivos deben mantener la estructura dada-, hasta la franca
represión de cualquier forma de organización de pacientes que pueda
romper el equilibrio de fuerzas entre personal e internos, tal como pudi-
mos observarlo en el caso del grupo del rincón. Por otra parte, la tensión
resultante de este estado de cosas parece tener una vía de eliminación
expedita a través de rituales sociales con el manoseo del traste o el evento
del chivo expiatorio.
Como un principio subordinado a la ley de homeostasis -desde
nuestro punto de vista, pues para J. Hochmann se trataría de la segun-
da ley- encontramos lo que llamaremos regla de la homología. Esta regla
queda ilustrada de manera suficientemente clara en todas las disposicio-
nes concernientes a la actividad diaria que presumiblemente debe tener

169 J. Hochmann, op. cit., pp. 96-119.


170 Idem., p. 96.

138
un interno, así como por la estructura social de los internos. En una serie
cada sujeto es igual a otro en su soledad, todos son homologables, por lo
tanto, intercambiables.
Mientras los locos sean todos iguales, mientras dé lo mismo uno u
otro, se evita verlos en su singularidad de personas y se les puede mante-
ner alejados a una prudente distancia, sólo diferenciados abstractamente
por una clasificación cosificante que les objetiva.como casos de tal o cual
patología; no fuera a ocurrir que se les comprendiera e hiciera dudar a
sus cuidadores de su propia cordura y caer en el circulo de la locura. Este
temor está ilustrado de manera inigualable en la novela de Anton Chejov
"La sala número seis". En ella, el médico rompe este límite y llega a inte-
resarse de tal manera por uno de sus pacientes que pasa tardes enteras en
largas conversaciones "filosóficas" con éste, hasta que sus colegas deciden
"hacer algo por e'1" :

''--Mi.querido amigo, -no les crea . .. Es un engaño ... Mi enfermedad


consiste únicamente en que, en veinte años, no he encontrado en toda
la ciudad más que a un hombre inteligente y en que este hombre es un
loco . . . No hay tal enfermedad, sino sencillamente que he caído en un
circulo mágico que no tiene salida . .. Todo me es igual, estoy dispuesto
a todo .. .

-¡Ingrese usted en el hospital, querido amigo!

- Todo me es igual, en la tumba, si usted quiere.

- Déme su palabra, querido amigo, de que obedecerá en todo al doctor


]obotov.

-Bueno, se la doy. Pero le repito amigo mío, que he caído dentro de. un
círculo mágico. Ahora todo, hasta el sincero interés de mis amigos, no
conduce más que a una sola cosa, a mi perdición. Estoy perdido y tengo
el valor de reconocerlo.

- Usted se curará, querido amigo.

- ¿Para qué dice eso?... -Replicó Raguín, irritado-. Raros son los
hombres que, al final de su vida, no experimentan lo que yo experi-
mento hoy. Cuando le digan a usted que tiene algo en mal estado, como
los riñones, o una hipertrofia de corazón, y que tiene que seguir un
tratamiento, o bien que usted es un loco o un criminal, es decir, en una
palabra, cuando la gente se fije de pronto en usted, diga que ha caí-
do usted en un círculo mágico del que ya no podrá salir. Cuanto más

139
se esfuerce en salir más se extraviará en él Resígnese porque ninguna
fuerza humana le salvará ya. Esta es mi opinión . .. "171 •

Se debe mantener siempre una misma relación entre los mismos


términos que no debe cambiar; la mejor manera de evitar lo impre-
visible, de circunscribirlo a su expresión mínima, es establecer una
relación de vigilancia con la fuerte de donde proviene. Relación "entre
el que mira (sin peligro de ser mirado) y el que es mirado (sin derecho
a mirar)" 172 •

"La mejor manera de no cambiar su objeto y de no ser cambiado por él


es "vigilarlo': es decir, velar por él, prodigarle cuidados extremos, postu-
larlo como durmiente, considerarlo un cadáver yacente al que uno vela,
siendo el único en velarlo.

El loco y el prisionero, objetivados por la vigilancia, sólo pueden dete-


nerse en la postura móvil que capta la mirada fija del que vigila" 173 •
Una segunda ley puede ser llamada "Ley de exclusión''. Se ha visto
que los signos de status, casi en su totalidad provienen del exterior del
sector, y que la vida en el sector siempre es un intento de restitución de
lo que se tenía y hacía afuera y que todos los pacientes de uno u otro
modo sólo piensan en su vida como un antes ae ingresar y un después
que se salga, mientras tanto se está ahí en suspenso, con la vida puesta
entre paréntesis; y por otra parte, para el personal, el paciente como
persona se quedó afuera, adentro está su enfermedad. Qyizá una de las
categorías más básicas que estructuran la experiencia de los pacientes es
el adentro-afuera:

"Muchos internos, aún cuando hablan todo el día de lo que harán cuan-
do salgan del hospital, manifiestan miedo de salir a la calle, sobre todo
los más antiguos. Generalmente los que llevan menos de un mes hablan
de lo mal que se está adentro y recuerdan con mucha nostalgia la vida de
afuera, sólo piensan en volver a salir, por las buenas o las malas" 174 •

171 A. Chejov, La sala número seis, en Obras inmortales. Madrid: EDAF, 1971, pp. 351-352.
172 J. Hochmann, op. cit., p.103.
173 Idem., p. 103.
174 Notas de campo del autor.

140
Afuera hasta el clima puede resultar diferente:

''Pude entender los comentarios de la mayoría de los que alguna vez


han salido con permiso. La salida con permiso me causó una singular
sensación de extrañamiento de la realidad, el día me pareció mucho más
luminoso que de ordinario y el aire más limpio, me sentí ajeno a toda la
gente a mi alrededor; se tiene la sensación de venir llegando de la luna y
tener que empezar a aprender cuales son las cosas que hace la gente. Esta
sensación sólo se disipó unas ocho horas después de salir" 175 •

Afuera se pueden conocer los deleites de la vida sexual:

':1/noche al volver de la salida, tal como he visto que ocurre con otros,
fui rodeado por varios pacientes, algunos que no eran del grupo con
el cual me junto siempre, entre palmoteos en la espalda y miradas de
admiración me bombardeaban con preguntas acerca de si había pasacfo
o no afuera algo con lo sexual, los más entusiastas querían saber cada
vez más detalles" 176 •

Esta situación contrasta notablemente con la siguiente:

''He visto varias veces que cuando aparece en un diario o revista alguna
foto de mujer semi-desnuda, ésta es pasada rápidamente por alto o se la
evita con expresiones tales como: 'no nos calentemos la cabeza' o es peor
ver la carne en vitrina"' 177 •

Así, resulta comprensible que en el interior todas las actividades


tengan por fin matar el tiempo; cuando se está afuera se lo vive, aquí
adentro se lo mata:

''La mayoría de los pacü¿ntes expresan que ya están aburridos de jugar


todos los juegos que hay en el sector y de haber ayudado en algunas ta-
reas al personal; es común ver las modas de los juegos: en una semana
se juega a los naipes y a la otra al dominó y luego al pin-pon; entre
tanto se puede pasar una semana o unos días aburrido sin hacer nada
o ayudarle al personal y luego se repiten los juegos en el mismo orden o
en otro. Son fre~uentes las quejas acerca de lo lento que pasa el tiempo

175 Idem.
176 Idem.
177 Idem.

141
y se buscan afanosamente algunas actividades y cuando se las tiene se
trata de hacerlas con la mayor lentitud, así se ocupa más tiempo; jugar,
caminar en el patio, escuchar algo de radio o estar sentado, en todo caso,
dormzr lo más posible, el asunto es matar el tiempo" 178•

Así resulta que:

"Aun los 'mejores' llegan a perder la orientación temporal, pues todos los
días, dicen, son iguales, y los únicos diferentes son los días de visitas,
pero cuando se lleva mucho tiempo adentro hasta éstos se pueden con-
fundir unos con otros" 179 •

~izáun hecho, observado unas pocas veces, pueda ayudar a com-


prender toda esta situación:

"R . .. , como otras veces, después del electroshock se sienta aliado de la


puerta del sector y pasa horas golpeándola y pidiendo, cuando escucha
pasos afuera, que le abran la puerta" 180 •

Pues he ahí que todas las puertas de los sectores y patios del hospi-
tal se abren hacia fuera, al contrario de lo que ocurre en cualquier otra
parte que no sea el hospital. En las casas, las puertas se abren siempre
hacia adentro y crean más dificultades para entrar que para salir, pues para
entrar se requiere una llave y para salir no; en el sector cualquiera puede
abrir la puerta desde afuera, pero para salir se requiere una llave.
¿Son las puertas las que están cambiadas o es el adentro y el afuera el
que lo está? ¿~é importancia tiene el plantearse este problema?
Para Gastón Bachelard:

"Dentro y afuera constituyen una dialéctica de descuartizamiento y la


geometría evidente de dicha dialéctica nos ciega en cuanto la aplicamos
a terrenos metafóricos. Tiene la claridad afilada de la dialéctica del síy
del no que lo decide todo. Se hace de ella, sin que nos demos cuenta, una
base de imágenes que dominan todos los pensamientos de los positivo y
lo negativo" 181 •

178 Idem.
179 Idem.
180 Idem.
181 G. Bachelard, Poética del espacio. México: FCE, 1965, p. 268.

142
En nuestra sociedad, por lo general, las cosas que atañen a la vida se
realizan en el interior de algo, la vida ocurre dentro de las casas. En el
hospital las cosas ocurren afuera, la vida está afuera, lo bueno está afuera,
lo importante está afuera,.foera del hospital, dentro de la corriente de la vida;
cuando se entra al sector es que se está saliendo de la vida. Es el sector el que
está afuera, es el afuera y más allá de él se extiende el adentro; salir del
sector es entrar al mundo, a la vida de los demá.s, ¿puede parecernos tan
extraño que alguien desde afuera que es el sector llame a la puerta para
que alguien le abra y le deje entrar al adentro que es el espacio que se
extiende más allá de los límites de éste?
Entonces la palabra exclusión adquiere un sentido re-vitalizado, es
claro que el enfermo mental está excluido, pues se lo encierra en un lugar
que es un afuera. Es por algo que se habla de la "exclusión'' de la locura y
no de la "inclusión" de la locura. Pareciera un sinsentido cruel, pero aún
más, el loco está, también,fuera de sus cabales.

143
CAPÍTULO IV

SÍNTESIS, CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS

Partiendo de una caracterización de la institución hospitalaria como


una "Institución total", se delimitó la unidad de investigación en lo que
se llamó el sector y se describió, en éste, los diversos eventos por los que
pasa un paciente al ingresar a la institución, eventos que en conjunto
constituyen lo que se llamó un "ceremonial de ingreso". Dicho cere-
monial demarca un límite entre la vida del paciente antes y después de
ingresar, efectuándose de esta manera un cambio de identidad social en
la persona del paciente. En adelante la única identidad que se le ofrece
es la de "enfermo mental".
Asimismo, se describieron las condiciones materiales generales del
sector en conjunto con un proceso de mortificación del yo y las experien-
cias de contaminación que sufre el paciente en su estadía en el sector. De
tal examen se extrajo lo que en su oportunidad se denominó "concepto
de la versión social de la naturaleza de la locura". La adecuación plena del
interno a tal concepto, representado en concreto por dichas condiciones
materiales, el proceso de mortificación del yo y las experiencias de contami-
nación, constituye un ajuste primario del sujeto a la institución.
A continuación, se examinaron las diversas formas en que el interno
intenta una reformulación de su identidad social a través de un proce-
so de interiorización y exteriorización de tal situación de reclusión. Se
denominó a estos variados recursos por los cuales el interno supera las
condiciones dadas ajustes secundarios. Formalmente se los distinguió en
tres categorías: fuentes, lugares y depósito-transporte. Además se los con-
sideró desde el punto de vista de la solidaridad que implican entre los
pacientes y se les pudo clasificar en dos tipos básicos: exclusivos de un
sujeto o grupo y aquellos de carácter no exclusivista.
Estos ajustes secundarios con frecuencia son vistos por el personal
precisamente como una manifestación de la condición de enfermo mental
de los internos, haciéndose efectiva una vuelta o retroalimentación de tal

145
versión social de la locura, pues tales intentos de superación por parte
de los internos son vistos fundamentalmente en función de su "rareza" o
"bizarrería".
De modo análógo a todo lo anterior se abordó la descripción y examen
de la estructura social del sector. Se vio en primer lugar, de modo deta-
liado, la escisión entre personal e internos; tal escisión corresponde, en la
estructura social, a la división entre cordura y locura, haciéndose evidente
que la distancia entre el insano y el cuerdo, desde este punto de vista, es
más bien la distancia social que media entre los internos y el personal.
Dicho de otro modo, una diferencia social inconmensurable resulta ser la
situación por la cual, en la ideología psiquiátrica, se postula prácticamente
una diferencia de "naturaleza" entre la experiencia del enfermo mental y
la de los cuerdos.
Se vio, de este mismo modo, que los familiares y amigos que visitan
a los internos juegan el papel de la sociedad exterior al sector y que, en
definitiva, es ante ellos que se representa el drama de la invalidez mental
de los internos.
En una descripción de la estructura social de los internos, en su modo
más básico, se encontró que tal estructura se puede caracterizar fundamen-
talmente por la soledad y la intercambiabilidad de los sujetos internados,
tipo de colectivo que corresponde a un orden social que Jean-Paul Sartre
denomina "orden serial".
Luego se vio que una primera superación de este orden serial básico
está constituida por la atribución entre los internos de diversos status
entre ellos.
La descripción de las formas de relación al interior del grupo de pa-
cientes de mayor status mostró que éste era una forma más evolucionada
de grupo social, caracterizada fundamentalmente por una transformación
de la praxis individual de los sujetos en praxis de grupo, existiendo así un
comportamiento grupal discernible y característico. Se trata en este caso
de un grupo en fosión.
Sin embargo, tal como ocurre con los ajustes secundarios, actúan
mecanismos institucionales que impiden la posterior evolución de estos
grupos y provocan la vuelta al estado de serie.
Tanto en lo que respecta a ajustes secundarios como a estructura social
existe, entonces, un constante intento por parte de los internos de supera-
ción de las condiciones dadas y su posterior frustración.
Finalmente, se describieron los mecanismos institucionales que per-
miten la supervivencia de la institución psiquiátrica con las características

146
que se han señalado. Se clasificaron estos mecanismos como dos leyes:
"ley de homeóstasis",junto con un principio subordinado que se denomi-
nó "regla de la homología", es decir, todo debe seguir igual sin importar
cuáles sean las personas concretas. La segunda ley es la "ley de exclusión";
a través de ésta la institución se convierte en un espacio social de excep-
ción en que la persona del paciente se ha quedado afuera y sólo se considera su
enfermedad.
Se pueden formular, entonces, en función de esta apretada síntesis de
la investigación, las siguientes conclusiones:

l. La institución psiquiátrica provee un espacio social concreto para los


enfermos mentales, y las características de este espacio social están
sustentadas de modo implícito por una visión del enfermo mental
que obedece, en primer lugar, a una determinación, es decir, a una
"versión social de la naturaleza de la locura".
2. La conducta social de los internos de un sector del Hospital
Psiquiátrico se organiza fundamentalmente de acuerdo a las condi-
ciones de vida dadas en tal sector y por una consecuente superación de
estas condiciones por sucesivas totalizaciones a través de un proceso
de interiorización y exteriorización de la experiencia de reclusión.
3. Entre los pacientes internados en un sector del Hospital Psiquiátrico
existe una vida social organizada que, en conjunto, comprende clases
sociales, roles, status y comportamientos grupales característicos,
que llegan a constituir una microsociedad con sus propios tópicos
culturales.
4. La conducta social de los enfermos mentales internados resulta inteli-
gible y comprensible sin necesidad de postular la enfermedad mental
para tal efecto. Antes bien, tal conducta social resulta de una doble
negación efectuada por los pacientes: existe una negación de las ca-
racterísticas de persona con identidad social viable y la conducta
social se organiza en torno a una negación de esta negación, es decir,
una puesta entre paréntesis de la identidad de enfermo mental.
5. Existen mecanismos institucionales discernibles a través de los cuales
la institución presenta una resistencia al cambio social e individual de
los internos y ella misma puede mantenerse inalterada en sus carac-
terísticas fundamentales. Tales mecanismos son la ley de homeostasis y
la ley de exclusión.
6. Entre la institución psiquiátrica y los pacientes a su cargo se esta-
blece una relación de violencia institucional en que los segundos son

147
presionados a asumir el rol de enfermo mental a través de la provoca-
ción de profundos cambios en su identidad social y personal.
7. Si se considera que la presunta función terapéutica de las institucio-
nes psiquiátricas comprende, como una parte importante de ella, la
resocialización de los enfermos mentales, entonces, desde este punto
de vista, la institución hospitalaria tradicional resulta antiterapéutica.

Esta investigación, única en su género, en el contexto de nuestro país,


y muy escasa en otro medios, siendo con seguridad, las más relevantes las
efectuadas en Estados U nidos por Erving Goffman (1961) y William
Caudill (1966), debe ser considerada como un aporte al problema de la
enfermedad mental visto desde la perspectiva psicosocial. En este sentido,
a partir de ésta se pueden proyectar diversas líneas de investigación.
En primer lugar, se puede establecer una línea de investigación con una
metodología semejante a la del presente trabajo que tienda a describir las
diversas formas que adopta la internación, a saber: clínicas psiquiátricas
privadas, sistemas de pensionados en los hospitales psiquiátricos depen-
dientes de la salud pública, patios de pacientes crónicos y el tratamiento
psiquiátrico y/o psicológico en consultas privadas. Un programa de inves-
tigación como el propuesto permitiría una tipificación de la institución
de la salud mental en su totalidad. Además posibilitaría una evaluación
cualitativa de la importancia relativa de los factores distintivos de las dife-
rentes formas de tratamiento psiquiátrico desde el punto de vista social.
En segundo lugar, se puede considerar el estudio de la institución
hospitalaria desde el punto de vista del personal, como un complemento
necesario a la presente investigación.
Otra línea de investigación podría ser la implementación de un pro-
yecto de psiquiatría comunitaria -o psiquiatría social- , basado en la
presente investigación y concebido como una praxis terapéutica al mismo
tiempo que como una investigación de la dinámica social de la transfor-
mación de una institución cerrada y excluyente en una abierta e inclusiva
del paciente como una persona total.
Por último, las conclusiones mismas de este trabajo pueden ser utiliza-
das como hipótesis para la implementación de investigaciones diferentes
metodológicamente y/o teóricamente de la presente, a través de escalas
de actitudes, cuestionarios de respuesta abierta, etc. Así el concepto de
"versión social de la naturaleza de la locura", puede ser visto a través de un
cuestionario o escala de actitudes aplicado a diversas capas sociales, como
también a personas ligadas de una u otra manera a la enfermedad mental:

148
familiares que tengan un paciente psiquiátrico, personal auxiliar de un
hospital psiquiátrico, médicos, personal paramédico (asistentes sociales,
terapeutas ocupacionales, kinesiólogos, etc.).
Además de lo expuesto anteriormente creo que sería de gran utilidad
teórica y práctica, tanto del punto de vista de la psicología social como de
la psiquiatría, investigar el concepto de "locura': que sustenten los indivi-
duos que son designados con este rótulo, es decir, la perspectiva propia de
los así denominados "enfermos mentales".

149
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153
APÉNDICE DE FOTOGRAFÍAS

Foto l. Ajuste de lugar que se reduce al espacio ocupado por el cuerpo tendido. Este
interno duerme regularmente su siesta en tal espacio.

155
Foto 2. Ajuste de lugar, es sólo un espacio en el que se puede estar en cuclillas o parado.
Este interno se ubica allí especialmente después del tratamiento de electroshock.

Foto 3. Escaño que a determinadas horas es de propiedad de este interno, se trata de un


ajuste de lugar al mismo tiempo que de un ejemplo de sustitución.

156
Foto 4. Ejemplo de lugar libre, en el cual, si se llega el primero, se puede estar tranquilo sin
que se acerquen otros internos, pues éste es reconocido como lugar para estar a solas.

Foto 5. Ajuste de lugar esencialmente provisorio, cuando el acceso a los dormitorios está
cerrado, este par de amigos consigue entrar y mantener una tranquila conversación mien-
tras el resto de los internos están en el patio.

157
Foto 6. Un ejemplo de los coticlianos paseos o caminatas, siempre por el mismo camino,
ida y vuelta, interminablemente. Un interno muy rara vez ocupa el camino de otro, ésta es
una situación que grafica cabalmente un tipo de relación seria.

Foto 7. Rutinario paseo cotidiano en pareja, este par de amigos siempre lo hace por la
vereda del perímetro del patio, muy rara vez cruzan una palabra, sin embargo ambos se
buscan y no aceptan un acompañante diferente.

158
Foto 8. Otro ejemplo de paseo solitario, cada uno sumido en sus propios pensamientos y
evitando el encuentro con otro.

Foto 9. Espera, la espera siempre repetida, de los eventos importantes del día: almuerzo,
cena y las horas de la "pastilloterapia". En este caso se espera el almuerzo "matando el
tiempo" .

159
Foto 10. Después de almuerzo, recomienzo de la espera, se lee cualquier cosa,,incluso pe-
riódicos con varias semanas o meses de atraso y que antes han servido como envoltorios.
Ahora se espera las pastillas de las tres de la tarde.

Foto 11. Preparación para la hora de las visitas, tal evento es motivo de aseo general y
personal; lavado afeitado y perfumado, se intenta presentar el mejor aspecto posible para
los que vienen de afuera.

160
Foto 12. Recogiendo y compartiendo "colillas" de cigarrillos, se trata de tres internos de
bajo status, y el que espera que los otros dos desechen las "colillas de colillas" es el de más
bajo estatus de los tres.

Foto 13. Vía de comunicación y comercio con los internos del sector vecino. Este interno
es uno de los mensajeros más regulares.

161
Foto 14. Este mismo interno en una ocasión diferente, la vez anterior estaba parado sobre
el respaldo de una silla, ahora lo está sobre una mesa.

Foto 15. Grupo del rincón en la hora de almuerzo (a la izquierda), el otro grupo (el de
la derecha) está compuesto por pacientes de estatus disimiles y se sientan allí porque no
existen otros lugares, simplemente. El autor participó del grupo del rincón y la silla que
está vacía le está reservada.

162
Foto 16. En el centro uno de los personajes más importantes del grupo del rincón y que,
mientras esta mesa y espacio circundante no están ocupados por los demás miembros del
grupo, convierte este rincón en su espacio privado. En el margen izquierdo uno de los
protegidos del grupo.

163
ANDROS IMPRESORES
www.androsimpresores.cl
La Colección Praxis Psia.ilógiúl es una línea
editorial del Departamento de Psicología de
la Uni,·ersidad de Chile que publicl, a tra,·és
de sus distintas series, b producción
académica en tornó al anúlisis de temáticas
de interés para la psicología, en diálogo con
bs CienClas sociales. Su propósito es
enriquecer la reflexión que fundamente b
práctica orientada a los actuales campos de
desarrollo de la disciplina.

Li serie Libros de autor, a b que pertenece


este libro, difunde el trabajo original y propio
de los académicos del Departamento de
Psicología. En este caso, se refiere al cono-
cimiento generado por una investigación
participante que el profesor Hugo Rojas
realizara en el Hospital Psiquiátrico de
Santiago con ocasión de su .l\Iemoria de
Título.

En esta misma línea, el Departamento de


Psicología de la Universidad de Chile edita
semestralmente la Re'uista de Psicología.

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