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3. MANZANA J., «El estatuto teórico de la filosofía», en AGUIRRE J. M. – INSAUSTI X., Obras
Completas de José Manzana (1928-1978), Vitoria, Diputación Foral de Alava, 1999, p. 797.
4. MERLEAU-PONTY M., Eloge de la philosophie, Paris, Gallimard, 1960, p. 143.
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5. LIPOVETSKY G., El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos demo-
cráticos, Barcelona, Anagrama, 1994, p. 159.
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5. Esto nos conduce a otro punto de reflexión. Lipovetsky, el autor que hemos
citado antes, señala que esta «rehabilitación» de la familia no significa el regre-
so a los tradicionales deberes familiares prescritos por la «moral burguesa». En
las sociedades contemporáneas celebramos la familia, pero bastante menos las
obligaciones incondicionales de antaño. El culto a la familia se ha vaciado de
sus antiguas prescripciones obligatorias en beneficio de la íntima realización y
de los derechos del individuo libre. ¿Por qué? No hay más que fijarse bien: se
cree en el derecho a la libre unión, a la separación de los cónyuges, en el dere-
cho a la contracepción, a la maternidad fuera del matrimonio, a la familia poco
numerosa... El único matrimonio legítimo es el que procura «felicidad». Pese a
cotizarse otra vez en la bolsa de valores, la familia se ha reciclado por la lógi-
ca de la autonomía individualista.
¿Qué queda de la moral familiar tradicional en la era de los bancos genéti-
cos, de los embriones congelados, de la inseminación artificial y de la fecunda-
ción in vitro? En muy poco tiempo, estos métodos han trastocado los conceptos
tradicionales de paternidad, de maternidad y de filiación: una mujer puede ser
fecundada por un genitor anónimo o por un hombre muerto, la mujer genitora y
la mujer gestadora pueden estar disociadas, la madre de una mujer puede traer
al mundo al hijo de su propia hija. Cantidad de cuestiones nuevas, cantidad de
problemas morales nuevos, dadas las nuevas realidades emergentes.
Evidentemente no es mi intención adentrarme en cada una de las cuestiones
planteadas, lo que requeriría una reflexión adecuada a cada problemática. Lo
que intento simplemente es abrir una perspectiva sobre las cuestiones que emer-
gen y señalar las tendencias generales sobre las que hay que pensar. Con las nue-
vas técnicas de reproducción, la procreación de un hijo sin padre, la maternidad
y la paternidad sin relación sexual se han vuelto posibles. Por ello Lipovetsky
señala que «no asistimos al resurgimiento del orden familiar sino a su disolución
posmoralista, no es el deber de procrear y de casarse el que nos caracteriza, es
el derecho individualista al hijo, aunque sea fuera de los lazos conyugales» 6. Por
eso la familia, lejos de considerarse un fin en sí misma, se ha convertido en una
prótesis individualista en la que los derechos y los deseos subjetivos prevalecen
sobre las obligaciones categóricas. Ya no se respeta la familia en sí, sino la fami-
lia como instrumento de realización de las personas, la institución «obligatoria»
se ha metamorfoseado en institución emocional y flexible.
Esto se puede observar también en el descenso acusado de la maternidad en
los países económicamente más fuertes, hecho al que no hay que asociar nece-
sariamente una visión catastrofista. Hay menos familias numerosas que antes,
pero cada vez hay más parejas que tienen más de un hijo. Sin duda las tasas de
fecundidad bajan entre las mujeres jóvenes, pero aumentan entre las mujeres de
mayor edad que tendencialmente retrasan los nacimientos de los hijos desea-
6. ID., 161.
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7. ID., 164.
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cemos de lo que es valioso para nuestra existencia o merece la pena vivirse. Por
eso los dictadores son temidos y «obedecidos» (aunque sea a regañadientes),
mientras que las autoridades son reconocidas.
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8. Quisiera finalizar con un apunte ya esbozado, que nos permita trascender los
límites de la familia: la dinámica del amor se expande hasta la universalidad. A
veces hablamos de «familia humana», al referirnos a la humanidad. Evidente-
mente tiene un sentido alegórico, pero creo que también tiene una fuerte carga
utópica de horizonte de sentido y de perspectiva de acción. ¿Por qué no exten-
der las exigencias del amor al conjunto de la humanidad, al conjunto de los
seres humanos? El impacto del cristianismo abrió una brecha histórica en este
sentido. La filosofía también ha sido activa en este desarrollo. Os cito tres tex-
tos de filósofos de diferentes épocas y contextos ideológicos que así lo señalan.
Baste su lectura para concluir esta conferencia.
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11. SENECA , Tesoro de máximas, avisos y observaciones, Traducción de José Manuel Gar-
cía de la Mora, Barcelona, Círculo de Lectores, nº 356, p. 100.
12. ID., nº 363, p. 101.
13. KANT I., Lecciones de ética, Barcelona, Crítica, 1988, p. 237.
14. ID., pp. 301-303.
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