Historia - Ensayo 2

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

HISTORIA DE PUERTO RICO: ENSAYO 2

Gabriela N. García González

801-20-9773

Prof. Josué Caamaño

Universidad de Puerto Rico

Recinto de Rio Piedras

2023

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


2

Introducción

Para este ensayo, estaré hablando sobre el sistema de minería y encomienda establecido
en Puerto Rico durante la época española colonial temprana (1508-1542), la crisis de la decada
de 1530 y las leyes nuevas de 1542.

Comencemos con El sistema de minería y encomienda. La primera inclinación de los


colonos de La Española fue someter a los indígenas a un régimen de esclavitud o servidumbre
permanente. Los gobernantes católicos, por otro lado, rechazaron esta iniciativa como práctica
general y permitieron la esclavización solo de los pueblos indígenas que se rebelaron y fueron
capturados. Pero sin la aprobación de los gobernantes, los traficantes de esclavos indígenas
incluyeron en la categoría de “esclavizados” no sólo a los supuestos “caníbales” de las Antillas
Menores, sino también a los Lucayas o Aruacos de las Bahamas. Porque Colón y las demás
autoridades de La Española repartieron los indios a los conquistadores, sin instrucciones legales
claras para el trato de los rendidos; pero en este contexto no se especificaron los límites de uso
que se darían a las personas así divididas. Se introdujo una forma de esclavitud personal, similar
a los repartimientos o bloques formales de épocas posteriores, pero sin su control legal.

Los gobernantes católicos aprobaron los repartimientos en un decreto real de 1503. El


propósito de esta medida fue conciliar el propósito práctico de adquirir oro, alimentos, textiles y
otros bienes producidos por los pueblos indígenas con la obligación moral de proteger sus
derechos. Criaturas y enseñarles la doctrina cristiana. Los repartimientos iniciados por Ovando
formalizaron la expansión institucional era parte principal de la tarea. En la práctica, estas
reparticiones provocaron cambios muy profundos en la vida de los taínos. Cada español recibió
un encomando que contenía igual número de indios y su yuca. Los encomendados puestos al
servicio personal de los españoles se llamaban naborías. Los que tenían asignados los trabajos
más duros en las minas o conos eran conocidos como indios de servicio.

Dado que los caciques no eran en realidad tan numerosos como los encomenderos, los
mismos españoles atribuyeron este estatus social y político a unos pocos individuos. No eran
caciques anteriores a la conquista, pero así los llamaban los documentos españoles de la época.
Además, los repartimientos fomentaron la desintegración de las comunidades y la expulsión y
concentración de un gran número de indígenas en otros lugares.

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


3

Un real decreto de 1503 estipulaba que los indios que entraran al servicio de los
españoles serían bien tratados, pagados y convertidos al cristianismo. En la práctica, sin
embargo, los creyentes podían ser tratados, y la mayoría de las veces lo eran, como poco menos
que esclavos. Algunos contemporáneos dijeron que el trato a los pueblos indígenas era en
realidad peor que el trato a los esclavos negros. Después de todo, representaban una inversión de
capital que merecía atención; estos, no.

Comenzando en 1509, el oro de los ríos borinqueños fue como un imán que atrajo a un
creciente número de conquistadores. Según Brau, unos 300 españoles habitaban la Isla en 1510.
Este número siguió creciendo hasta finales de la década. Aunque el bando conquistador nunca
fue muy grande, y era ínfimo en comparación con los 50,000 a 70,000 taínos que se estima
vivían en Borinquén antes de la conquista, una población de varios centenares (tal vez un millar)
de españoles es significativa, si tomamos en cuenta los pocos miles que, según cálculos expertos,
viajaron a las Antillas antes de 1520.

La minería del oro monopolizó la atención y energías de esos españoles. Como expertos
que eran en la exploración del codiciado metal por cauces y riberas en La Española, no tardaron
en comprender que una riqueza de proporciones similares existía en los ríos borriqueños. Surgió
entonces todo un complejo económico alrededor del oro. Este comprendía las técnicas y aparatos
para minar y fundir el metal, los conucos que proporcionaban alimentos a los campamentos
mine-ros, y los establecimientos de comercio y transporte que facilitaban los tratos internos, así
como la importación y exportación de toda clase de artículos. Sin duda, la piedra angular de
dicho complejo era la fuerza de trabajo que lo hacía todo posible: los taínos encomendados o
esclavizados.

En un principio las minas de oro principales estaban localizadas en los plácidos ríos de la
costa norte, como el Toa (La Plata), el Cibuco, y el Luysa (Rio Grande de Loíza); los ríos y
quebradas que caen por la vertiente norte de la Sierra de Luquillo; y las arenas del occidental río
Guaorabo (Río Grande de Añasco). Más tarde, al agotarse los yacimientos primarios, llegar más
españoles y "pacificarse" zonas rebeldes, la búsqueda de oro dio con ricos veneros en la gran
región central del Otuao, que comprendía la parte oeste de la Cordillera Central y en la comarca
oriental del Daguao, cerca del Naguabo moderno.

Durante casi todo este período (1511-1521), el complejo minero dejó provechosos
beneficios. En octubre de 1510 había comenzado la primera fundición en Caparra. Se sacaron
14,068 pesos, de los cuales una quinta parte tocó al Rey. Al año siguiente, las dos fundiciones
rindieron 34,241 pesos. Entre agosto de 1512 y agosto de 1513, período en que empezó a

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


4

fundirse oro en San Germán, los fuelles dejaron la enorme suma de 116,247 pesos, sin contar el
oro que seguramente salía ilegalmente de la Isla para evitar el pago del quinto real.

La producción se mantuvo entre 100,000 y 200,000 pesos anuales durante los próximos
años, a pesar de la muerte de muchísimos de los trabajadores taínos. Cuando en 1518 el tesorero
Andrés de Haro escribe un largo informe al nuevo Rey, Carlos V (nieto de los Reyes Católicos),
expone que aunque de año en año fluctúa el producto de las fundiciones, "comúnmente se hacen,
en dos años, tres fundiciones en dos pueblos que hay en esta isla; y se suelen fundir en ellas en
la ciudad de Puerto Rico a L U [50,000] pesos cada fundición, y en la villa de San Germán, a
diez y doce mil cada fundición porque son más pobres las minas; que son, en los dichos dos
años, ciento ochenta y seis mil pesos, de que pertenece a Vuestra Alteza el quinto, lo cual es,
como digo, a los que se ha comúnmente visto, pero suele crecer y menguar en cantidad"¹

Ahora, nos adentramos a La crisis de la década 1530. A consecuencia de la importación


de tantos cientos de esclavos, del continuo desgaste de la población india, y de la falta de
inmigrantes españoles, en un plazo de apenas diez años la composición humana de la Isla cambió
dramáticamente. Cuando el gobernador Francisco Manuel de Lando mandó hacer en 1530 un
censo de los habitantes, el resultado fue sorprendente: tan sólo once años habían pasado desde la
llegada de los primeros buques cargados de esclavos africanos y su número era ya cinco veces
superior al de los españoles.

El censo de Lando admite muchas dudas acerca de los distintos grupos o categorías
recensados. No obstante, la imagen que el documente ofrece no puede estar más clara en cuanto
a sus rasgos genera-les: la gente esclava componía la gran mayoría de los que habitaban la Isla
en 1530-31. Por cada español libre existían varios indios encomendados y esclavos, y una
proporción aún mayor de esclavos negros.

A la altura de 1530, por consiguiente, la naciente sociedad puerto-rriqueña proyectaba


una apariencia un tanto grotesca. Muchos más esclavos que personas libres, poquísimas mujeres.
¿Qué consecuencias acarrearían estas dos condiciones? En las próximas secciones exami-
naremos algunas de ellas, tales como la fuga de colonos españoles y su temor a los esclavos, la
huida de los mismos esclavos a los montes y el mestizaje.

La crisis estalló a fines de la década de 1520 a 1530. Su causa más inmediata fue el
evidente agotamiento de las minas de oro, en las que todavía laboraba la mayoría de los
españoles, ahora con una fuerza trabajadora mixta de indios y africanos. Pero a la decepción de
no hallar oro suficiente se unieron otros motivos. Los colonos se hallaban endeudados con los

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


5

comerciantes por esclavos y mercancías comprados a crédito. Sin oro con qué saldar sus deudas,
muchos consideraron escapar de la Isla llevándose sus esclavos.

La emigración desesperada de españoles se había convertido ya en 1532 en el problema


más grave de la colonia. En un principio es probable que se dirigieran a las otras Antillas y a la
Nueva España (México). El grueso de la emigración, sin embargo, se fue al rico Perú,
conquistado en 1531 por Francisco Pizarro y una intrépida banda de españoles. Las nuevas del
Perú llegaron pronto a Puerto Rico, por boca de un emisario de Pizarro enviado a comprar
caballos en el San Germán del Guaorabo. Las fugas pusieron en aprietos a los comerciantes
acreedores, dueños de minas, agricultores y propietarios de esclavos. El gobernador Lando tomó
medidas radicales contra los que dejaban la Isla sin permiso y llevaban con ellos sus esclavos.
Les aplicó severos castigos a diversos individuos hallados culpables del delito, especialmente en
San Germán, puerto predilecto de salida. Las amena-zas oficiales, que incluían en algunos casos
la pena de muerte, surtieron efecto. El breve episodio de fugas sacó a la superficie los peores
temores de los colonos prominentes. La emigración descontrolada ponía en juego la
supervivencia misma de la colonia.

Otra causa era que los esclavos podrían rebelarse, buscar venganza y tomar control de la
colonia. La sensación que experimentaban los colonos era de estar “en tierra de frontera”, como
se lee en un escrito de la época. En este caso la frontera no se refería únicamente a los indios de
Barlovento y los corsarios franceses que comenzaban a husmear las aguas antillanas, sino que en
el interior de la Isla también existía una frontera que proteger. La aguda necesidad de
trabajadores era lo único que aplacaba el temor al exceso de esclavos. A fin de cuentas, los
colonos tenían que balancear sus miedos contra la utilidad del trabajo de los esclavos. El cabildo
de Puerto Rico, en carta a su Majestad en 1534, expresó el dilema de los esclavistas de la
siguiente manera: los españoles, decían, están “como [el] que tiene al lobo por las orejas, que ni
es bueno de soltar ni de tenerle; al fin no podemos vivir sin gente negra; porque ellos son los
labradores; y acá ningún español se da al trabajo…”².

El desbalance entre los sexos y el exceso de africanos suscitó tensiones y conflictos,


también rindieron ciertos resultados positivos. Desde el inicio de la conquista la escasez de
mujeres españolas promovió las uniones sexuales entre los colonizadores y las mujeres indias y
negras. Estas uniones sirvieron de puente biológico y cultural entre los tres grupos. Disiparon las
diferencias entre ellos y evitaron enfrentamientos más serios. De las relaciones amorosas entre
españoles e indias, o entre españoles y africanas, los documentos guardan bastante silencio. El
asunto podía ser embrollado, pues gran parte de esas relaciones ocurrían a espaldas del
matrimonio, mediante los llamados amancebamientos. La Iglesia no las veía bien, aunque en
casos particulares no le quedaba otro remedio que bendecirlas como cualquier unión entre

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


6

españoles. De ahí que el censo de Lando incluyera una categoría aparte para los matrimonios de
españoles e indias. Sabemos, sin embargo, que los conquistadores sostuvieron relaciones con las
indias sin mucho recato u ocultación. De dichas uniones los hijos no eran ni españoles ni indios,
sino mestizos. Tal vez porque en los documentos no hay referencias a ellos y el censo de Lando
no los enumera como tales, nuestros historiadores no les han concedido mucha atención a los
mestizos de la época de la colonización. Educados principalmente por sus madres, los mestizos
aprendieron las amenazadas tradiciones taínas en un medio orientado hacia las formas de pensar
y actuar españolas. Trasmitieron a sus hijos una cultura rica en elementos de ambos lados. De esa
cultura, tanto como de las de los africanos y los criollos hijos de españoles, se nutrió lo que el
escritor puertorriqueño José Luis González llama el “primer piso” de nuestra formación cultural.
Por último, el mestizaje rompió barreras entre los indios y los negros. Las uniones entre ellos
debieron ser frecuentes. Existen abundantes referencias a los “indios y negros alzados” en las
fuentes de la época.

Y por último, Las Leyes Nuevas de 1542. Las Leyes Nuevas son leyes que entraron en
vigor el 20 de noviembre de 1542, encaminadas a mejorar las condiciones de los pueblos
indígenas de España, principalmente a través de la revisión del sistema que se iba a implantar.
Estas leyes recordaron solemnemente la prohibición de la servidumbre de los indios y abolieron
los encomendaos, que ya no eran hereditarios y se perdían con la muerte de los existentes. Las
decisiones más importantes a favor de los pueblos indígenas fueron:

• ‘Cuidar la conservación y gobierno y buen trato de los indios.


• Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por
rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos existentes
fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a
mantenerlos en ese estado.
• Que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de
cargadores (tamemes), sin su propia voluntad y con la debida retribución.
• Que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas.
• Que los oficiales reales, del virrey para abajo, no tuvieran derecho a la
encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras
comunales o cofradías.
• Que el repartimiento dado a los primeros conquistadores cesara totalmente a la
muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la real Corona, sin que nadie
pudiera heredar su tenencia y dominio.’³

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


7

Simplemente legalizó una situación preexistente en la que se obligaba al indígena a


realizar trabajos forzados. Durante el reinado de Carlos V se reavivó el debate. Influido por la
campaña del sacerdote dominico Bartolomé de las Casas, el rey comenzó a revisar la legislación
colonial. Las Casas pretendía abolir la encomendada porque creía que los indios eran
degradados y los obligaban a abandonar su entorno natural y vivir en la encomendada, mientras
que la introducción del dinero demolía sus estructuras sociales y comunitarias. La institución
colonial tal como era intrínsecamente mala y económicamente inútil porque destruyó a la
población indígena de la India. Su posición no fue un hecho único, sino que se basó en un debate
sobre la legitimidad de la conquista y la colonización.

La llegada de las nuevas leyes provocó una rebelión de los colonos peruanos
(encabezados por Gonzalo Pizarro) que acudieron a eliminar al virrey Blasco Núñez Vela, quien
pretendía implementarlas (aunque es probable que esta rebelión planteó simplemente la cuestión
de expulsar a los cuadras para conseguir mayor independencia de la corona española). La
inquietud cundió en la corte española y Carlos V estaba convencido de que la pérdida del
encomendado supondría la ruina económica de la colonización. Finalmente, el 20 de octubre de
1545 se abolió el Capítulo 30 de las Leyes Nuevas, que prohibía la fe hereditaria. Esto resultó en
la reunión de una nueva junta, la Junta de Valladolid (1551-1552), donde las opiniones de
Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda chocaron en una disputa intelectual conocida
como la Ensalada o Conflicto. Indígenas a los que se dirigieron escritores ilustres como
Francisco de Vitoria. Desde entonces, las leyes coloniales españolas han tratado de mejorar la
situación de los indios en América. Este conjunto de leyes a menudo se ha descrito como
hipócrita porque no impidió la explotación de los indígenas por parte de los colonos y los
funcionarios. Lo positivo sería que al menos existieron y no siempre fueron papeles durante su
vigencia.

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)


8

Lista de Referencia o Bibliografía

Scarano, Francisco A. “Procesos e instituciones de la conquista, 1493-1515”. Puerto Rico

5 Siglos de Historia, 1era ed. McGraw-Hill, 1993. (pp. 147-148).

Scarano, Francisco A. “Oro y rebelión, 1511-1521”. Puerto Rico 5 Siglos de Historia,

1era ed. McGraw-Hill, 1993. (pp. 169-173)

Scarano, Francisco A. “Muchos esclavos, poco oro: El nuevo perfil de la colonización,

1521-1550”. Puerto Rico 5 Siglos de Historia, 1era ed. McGraw-Hill, 1993. (pp.191-199).

Caamaño-Dones, Josué. “Las Leyes Nuevas (1542)”. HIST-3241: Historia de Puerto

Rico, Parte I. Suplemento 16. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

¹(Scarano, 1993, p. 172) ³(Camaaño, Las nuevas leyes, Suplemento 16)

²(Scarano, 1993, p. 196)

También podría gustarte