Guerra Del Peloponeso

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Guerra del Peloponeso

La guerra del Peloponeso (en griego,


Πελοποννησιακός Πόλεμος, transliterado como Guerra del Peloponeso
Peloponnēsiakós Pólemos) (431 a. C.-404 a. C.) fue
un conflicto militar de la antigua Grecia que enfrentó a Parte de Guerras del Peloponeso
las ciudades formadas por la Liga de Delos
(encabezada por Atenas) y la Liga del Peloponeso
(encabezada por Esparta).

Tradicionalmente, los historiadores han dividido la


guerra en tres fases. Durante la primera, llamada la
guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas invasiones
sobre el Ática, mientras que Atenas aprovechaba su
supremacía naval para atacar las costas del Peloponeso
y trataba de sofocar cualquier signo de malestar dentro
de su Imperio. Este período de la guerra concluyó en
421 a. C., con la firma de la Paz de Nicias. Sin
Mapa de 431 a. C., en vísperas de la guerra.
embargo, al poco tiempo el tratado fue roto por nuevos
combates en el Peloponeso, lo que llevó a la segunda Fecha 431 a. C.-404 a. C.
fase. En 415 a. C., Atenas envió una inmensa fuerza
Lugar Grecia continental, Asia
expedicionaria para atacar a varios aliados de Esparta.
Menor, Sicilia
La expedición ateniense, que se prolongó del 415 al
Resultado Victoria espartana
413 a. C., terminó en desastre, con la destrucción de
Cambios Disolución de la Liga de
gran parte del ejército y la reducción a la esclavitud de
territoriales Delos
miles de soldados atenienses y aliados.
Beligerantes
Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser Liga de Delos Liga del Peloponeso:
llamada la guerra de Decelia. En esta etapa, Esparta, Atenas Esparta
con la nueva ayuda de Persia y los sátrapas El Pireo Corinto
(gobernadores regionales) de Asia Menor, apoyó Mileto Tebas
rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en el Comandantes
mar Egeo y en Jonia, con lo cual debilitó a la Liga de
Pericles Arquidamo II
Delos y, finalmente, privó a Atenas de su supremacía
Cleón Brásidas
marítima. La destrucción de la flota ateniense en
Nicias Lisandro
Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al
Alcibíades Alcibíades
año siguiente.
Fuerzas en combate
La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la antigua 32 000 32 000
Grecia. Desde un punto de vista helénico, Atenas, la
Bajas
principal ciudad antes de la guerra, fue reducida
prácticamente a un estado de sometimiento, mientras 16 800 muertos y 5700 muertos y heridos
Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia. heridos

El costo económico de la guerra se sintió en todo el


mundo heleno; un estado de pobreza se extendió por el Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí
misma completamente devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad.1 2​ ​ La guerra también
acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad griega; el conflicto entre la democracia ateniense y la
oligarquía espartana, cada una de las cuales apoyaba a facciones políticas amigas dentro de otras ciudades
estado, hizo de las guerras civiles algo común en el mundo griego.

Mientras tanto, las guerras entre ciudades, que originariamente eran una forma de conflicto limitado y
formal, se convirtieron en luchas sin cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran escala. La
guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales, devastó extensos territorios y destruyó
ciudades enteras, marcando el dramático final del dorado siglo v a. C. de Grecia.3 ​

Preludio
En la Historia de la guerra del Peloponeso,
libro uno, sección 23, Tucídides aclara que
Esparta comenzó la guerra con Atenas «porque
temía que los atenienses se hicieran más
poderosos, al ver que la mayor parte de la
República Helénica se encontraba bajo el
control de Atenas».4 ​ Ciertamente, los casi
cincuenta años de historia griega que
precedieron al inicio de la guerra del
Recreación moderna de una fila de hoplitas
Peloponeso habían estado marcados por el
desarrollo de Atenas como uno de los poderes
principales en el mundo mediterráneo. Tras rechazar los griegos la invasión persa en el año 480 a. C.,
Atenas encabezó la coalición de polis (ciudades estado) griegas que continuaron las guerras médicas
conocida como la Liga de Delos, atacando territorios persas en el Egeo y Jonia. Lo que siguió fue un
período al cual se ha denominado Pentecontecia (nombre dado por Tucídides), en el cual Atenas fue
conocida más ampliamente por la historiografía griega con el de Imperio ateniense,5 ​ impulsando una
guerra agresiva contra el Imperio aqueménida. Para mediados del siglo, los medos habían sido expulsados
del Egeo y obligados a ceder el control de una amplia cantidad de territorios a los atenienses. Al mismo
tiempo, Atenas incrementó su poder. Durante el curso del siglo, varios de sus exaliados independientes
fueron reducidos al estatus de estados tributarios de la Liga de Delos; estos tributos se emplearon en el
mantenimiento de una poderosa flota y, luego de mitad de siglo, para financiar grandes programas de obras
públicas en Atenas.6 ​

Para más información, véase Muros largos de Atenas

A poco de instaurada la Pentecontecia, comenzaron a surgir fricciones entre Atenas y las polis peloponesias,
incluida Esparta; tras la salida de los persas de Grecia, Esparta trató de evitar la reconstrucción de las
murallas atenienses (sin las murallas, los atenienses habrían estado indefensos ante un ataque por tierra y
sujetos al control espartano), en vano.7 ​ Según Tucídides, aunque los espartanos no reaccionaron en ese
momento, «se sintieron ofendidos sin manifestarlo».8 ​Los incidentes motivados por la reconstrucción de las
murallas de Atenas comenzaron a deteriorar sensiblemente las relaciones entre esta y Esparta.

En 465 a. C. volvieron a estallar conflictos entre las polis con el inicio de una revuelta ilota en Esparta. Los
espartanos solicitaron ayuda a todos sus aliados, Atenas incluida, para sofocar la rebelión. Atenas envió un
contingente considerable pero, al llegar, los espartanos rechazaron su concurso; los soldados atenienses
hubieron de volver a su ciudad, mientras que los de los demás coligados obtuvieron permiso de quedarse y
participar en la empresa. Según Tucídides, los espartanos actuaron de tal manera por temor a que los
atenienses cambiasen de bando y apoyaran a los ilotas; ofendidos, los atenienses repudiaron su alianza con
Esparta.9 ​ Cuando finalmente los rebeldes ilotas debieron rendirse y abandonar el país, los atenienses los
establecieron en una ciudad estratégica, Naupacto, en el golfo de Corinto.10 ​

Para más información, véase La rebelión del monte Itome

En 459 a. C., Atenas se aprovechó de una guerra entre la ciudad vecina de Mégara y Corinto, ambas aliadas
de Esparta, para sellar una liga con la primera, obteniendo así un asidero fundamental en el istmo de
Corinto. A continuación se desató un conflicto que duró quince años, conocido comúnmente como la
primera guerra del Peloponeso, en el cual Atenas luchó con intermitencia contra Esparta, Corinto, Egina y
otros estados griegos. Durante parte de este conflicto, Atenas controló no solo Mégara, sino también
Beocia. Sin embargo, cuando este terminó, los atenienses, que afrontaban una gran invasión espartana del
Ática, cedieron los territorios que habían ganado en la Grecia continental, y tanto Atenas como Esparta se
reconocieron mutuamente el derecho a dominar sus respectivos sistemas de alianzas.11 ​ Oficialmente, la
guerra concluyó con la Paz de los Treinta Años, firmada durante el invierno de 446-445 a. C.12 13
​ ​

Catalizadores de la guerra
Dos acontecimientos condujeron a la reanudación de la guerra que rompía la Paz de los Treinta Años
firmada en 446-445 a. C.:

la guerra entre Corinto y Córcira


y la defección de Potidea, colonia de Atenas.
Dos hechos trascendentales fueron los detonantes de la conflagración:

el decreto ateniense contra Mégara, descrito más abajo.


y el mencionado crecimiento extraordinario del poder de Atenas.14 ​

Guerra entre Corinto y Córcira


En el 435 a. C., Córcira y Corinto rompieron hostilidades. Corinto, con colonias en el Adriático, intervino
en la stasis (guerra civil) entre demócratas y oligarcas de su colonia de Epidamno y envió clerucos
(colonos) y una guarnición. Los oligarcas pidieron ayuda a Córcira, antigua colonia de Corinto, y aquella
asedió por mar a la ciudad de Epidamno con 40 barcos y la cercaron por tierra los exiliados de esta ciudad y
sus aliados ilirios. Los corintios enviaron una expedición formada por naves y contingentes peloponesios y
jonios aliados de algunos miembros de la Liga del Peloponeso, como los tebanos. Los corcireos fueron a
Corinto y solicitaron el arbitraje de la Liga del Peloponeso y del oráculo de Delfos. Como los corintios se
opusieron, se entabló una batalla naval frente al promontorio de Leucimna, en Córcira, en la que vencieron
los corcireos, que expugnaron Epidamno, la cual firmó la capitulación.15 ​

Dos años después de su victoria naval, en 433 a. C., Córcira solicitó su inclusión en la Liga de Delos,
puesto que los corintios estaban preparando una gran flota para consumar su venganza.16 ​

Según Plutarco, los atenienses, a sugerencia de Pericles, les enviaron una flota de diez trirremes, una
mínima escuadra disuasoria, bajo el mando de Lacedemonio (hijo de Cimón de Atenas),17 ​ y
posteriormente otro contingente de veinte, con la orden expresa de no trabar combate con los corintios si
estos no atacaban a la ciudad de Córcira.

En la batalla de las islas Síbota,18 ​ se enfrentaron las flotas corcirea y corintia pero, antes de la inminente
victoria de los corintios, estos divisaron una escuadra de veinte naves atenienses que se acercaban. Los
corintios, que ignoraban cuál era o podría ser la magnitud de la flota ateniense, se retiraron.

Córcira concluyó un epimachía (alianza defensiva) con Atenas para no vulnerar las cláusulas de la Paz de
los Treinta Años, que conllevó la presencia ateniense en los puertos de Córcira, impidiendo a Corinto frenar
la expansión ateniense hacia Occidente.19 ​

Defección de Potidea
Los intereses atenienses y corintios chocaron también en el norte del mar Egeo. Potidea, ciudad de
Calcídica, miembro de la Confederación de Delos, mantenía relaciones con su metrópoli, Corinto, que
seguía enviando a los epidemiurgos.

Atenas ordenó a Potidea derribar la muralla del lado del mar, que la separaba de la península de Palene, que
entregasen rehenes y que no aceptase la presencia de los magistrados corintios.

Potidea contaba con el apoyo de Esparta y del rey macedonio Pérdicas II, por lo que se negó. Los
espartanos les habían prometido invadir el Ática en el caso de que los atenienses atacasen Potidea. Esta
anunció su retirada de la alianza ateniense en el 432 a. C., y acogió dentro de sus murallas a un cuerpo
expedicionario de corintios y peloponesios, mandados por Aristeo de Corinto, lo que casi supuso la ruptura
del pacto del 446 a. C. por parte de los corintios, ya que la expedición estaba formada por voluntarios.

Atenas envió sus fuerzas a Tracia a principios del 432 a. C. contra Pérdicas al estallar la rebelión de Potidea.
Según algunos historiadores que se basan en las listas de tributos del 432 a. C., es posible que Atenas, con
vistas a la guerra con este rey, aumentara de 6 a 15 talentos el tributo (phoros) de Potidea.

La rebelión de Potidea había sorprendido al cuerpo expedicionario ateniense de treinta trirremes enviado
contra Pérdicas; estos resultaban insuficientes para asediar Potidea. Por ello, primero se apoderó de Terma,
después sitió Pidna y obligó a los macedonios a firmar la paz con Atenas.

Poco después Atenas ordenó el ataque a Potidea y envió nuevas tropas mandadas por Calias y por Formión.
No envió más contingentes en previsión de que Esparta cumpliera la promesa hecha a Potidea de invadir el
Ática.20 ​

El Decreto de Mégara
En 447 a. C., después de la derrota de los atenienses, batidos por los beocios en Coronea, los megarenses se
rebelaron. Con la ayuda de los corintios, sicionios y epidaurios masacraron la guarnición ateniense.21 ​
Mégara que se había unido a Atenas al separarse de la Liga del Peloponeso, cambió su alianza. En
respuesta Atenas envió tropas para reconquistar Pegas.22 ​ La Ekklesía (asamblea del pueblo ateniense)
promulgó un decreto que les excluía de todos los puertos y fondeaderos del Imperio ateniense. Tales
medidas afectaron gravemente a la economía de Mégara, que pidió a Esparta y a la Liga del Peloponeso la
guerra contra Atenas. Esta fue una de las causas que precipitaron el inicio de la guerra.23 ​

La ruptura de la paz
En 440 a. C., la Paz de los Treinta Años fue puesta a prueba cuando Samos, uno de los aliados más
poderosos de Atenas, se rebeló contra la alianza. Los rebeldes se aseguraron rápidamente el apoyo de un
sátrapa persa, y Atenas se encontró ante la necesidad de encarar revueltas a lo largo de su imperio. Los
espartanos, cuya intervención hubiese desatado una guerra para determinar el destino del imperio,
convocaron a sus aliados a un congreso para discutir la posibilidad de entrar en guerra con Atenas. No
obstante, la decisión del congreso fue no intervenir; los atenienses aplastaron la revuelta y la paz se
mantuvo.24 ​

La segunda prueba para la paz, y la causa inmediata de la guerra, llegó en la forma de varias acciones
atenienses específicas que afectaron a los aliados de Esparta, principalmente a Corinto. Atenas había sido
convencida de intervenir en una disputa entre Corinto y Córcira respecto de la guerra civil en Epidamnos y,
en la batalla de Síbota, un pequeño contingente de trirremes atenienses jugaron un papel sumamente
importante al evitar que la flota corintia capturase Córcira. Sin embargo, cabe notar que los atenienses
habían recibido instrucciones indicándoles que no interviniesen en la batalla. La presencia de navíos de
guerra de Atenas cerca del lugar donde tenía lugar la batalla fue suficiente para disuadir a los corintios de
aprovechar su victoria, salvando así a la mayor parte de la derrotada flota corcirea. Después de eso, Atenas
sitió Potidea, un aliado tributario de los atenienses y ex colonia de Corinto.

Véase también: Asedio en la Antigua Grecia


Ultrajados, los corintios comenzaron a presionar a Esparta para que tomara alguna medida en contra de
Atenas. Mientras, Corinto ayudaba de manera no oficial a Potidea infiltrando grupos de soldados dentro de
la ciudad sitiada para ayudar a su defensa. Estos acontecimientos fueron una violación directa al Tratado de
los Treinta Años, que, entre otras cosas, había estipulado que las Ligas de Delos y del Peloponeso
respetarían mutuamente sus autonomías y cuestiones internas.

Una nueva provocación surgió en la forma de un decreto ateniense (promulgado en 433/2 a. C.) que
imponía estrictas sanciones comerciales contra Mégara (otra aliada de Esparta tras la primera guerra del
Peloponeso). Las sanciones, conocidas en conjunto como el Decreto de Mégara, fueron ignoradas por
Tucídides, pero los historiadores económicos modernos han notado que prohibir a Mégara comerciar con el
próspero Imperio ateniense habría sido desastroso para Mégara y, por lo tanto, consideran al decreto como
una causa más de la guerra.25 ​

En medio de estos eventos, los espartanos llamaron a una reunión de la Liga del Peloponeso en Esparta en
el año 432 a. C. Esta reunión recibió a representantes de Atenas al igual que a aquellos provenientes de las
ciudades miembros de la Liga, y se convirtió en el escenario del debate entre atenienses y corintios.
Tucídides informó que, hasta ese momento, los corintios habían condenado la inacción de los espartanos,
advirtiéndolos de que, si seguían pasivos, pronto se hallarían rodeados de enemigos y sin ningún aliado.26
Como respuesta, Atenas recordó a Esparta su historial de victorias militares contra Persia y la previno de los
peligros de enfrentarse a un Estado tan poderoso.27 ​ Imperturbable, la mayoría de la asamblea espartana
votó que los atenienses habían roto la paz, declarando, en esencia, la guerra.28 ​
El historiador
Simon
Hornblower
afirma que de
la narración de
Tucídides se
desprende que
la causa
profunda de la
guerra se gestó
durante la
Pentecontecia,
los 50 años que
mediaron entre
el final de la
segunda guerra
médica y el
estallido de la Polis griegas del Egeo septentrional en 431 a. C.:
guerra del Ciudades griegas Ciudades no griegas
Peloponeso. Jónicas Tracias
Dice también Dóricas De población mixta tirreno-pelasga
que el relato Macedonias
tucidídeo de
los
acontecimientos de la década 445-435 a. C. «son tratados no como parte de esos cincuenta años, a los que
pertenecen estrictamente hablando, sino como parte de la sucesión de hechos que fueron la causa inmediata
de la guerra».29 ​ Añade que Tucídides en el libro I.23.6, «desarrolla la primera teoría de la causalidad
histórica»,29 ​donde dice que:

La causa más verdadera, aunque la que menos se manifiesta en las declaraciones, pienso que la
constituye el hecho de que los atenienses, al hacerse poderosos e inspirar miedo a los
lacedemonios, los obligaron a luchar. Pero las razones declaradas públicamente, por las cuales
rompieron el tratado de la Paz de los Treinta Años y entraron en guerra, fueron las
siguientes...

Se describen en las secciones subsiguientes.

La guerra arquidámica
Esparta y sus aliados, excepto Corinto, eran dominios con base predominante en tierra, capaces de convocar
a grandes ejércitos terrestres que eran prácticamente invencibles (gracias a las legendarias fuerzas
espartanas). El Imperio ateniense, pese a tener base en la península del Ática, se extendía entre las islas del
mar Egeo; los atenienses obtenían su riqueza del tributo que pagaban esas mismas islas. Atenas mantenía su
imperio por medio de su poderío naval. Por este motivo ambos estados eran relativamente incapaces de
plantar una batalla decisiva.
La estrategia espartana durante la
primera guerra, a la que se denomina
guerra arquidámica, por el rey
Arquidamo II de Esparta, era invadir el
territorio que rodeaba a Atenas. Pese a
que esta invasión privó a Atenas del
producto de las tierras circundantes, los
atenienses conservaron su acceso al mar
y no sufrieron mucho el asedio. Muchos
de los pobladores del Ática abandonaron
sus granjas y se trasladaron dentro de los
Muros Largos que conectaban Atenas
con su puerto de El Pireo. Los
espartanos también ocuparon Ática
Los Muros Largos que rodeaban Atenas y la unían con El Pireo durante períodos intermitentes de tres
semanas; siguiendo la tradición del
sistema hoplítico, los soldados esperaban
regresar a sus casas para participar en la cosecha. Además, era necesario mantener el control sobre los
esclavos espartanos, conocidos como ilotas, quienes no podían quedar sin supervisión por períodos
prolongados. La invasión espartana más extensa, en 430 a. C., duró apenas cuarenta días.

Véase también: Invasiones espartanas del Ática durante la guerra arquidámica


Inicialmente, la estrategia ateniense la fijaba el strategos, o general, Pericles, quien aconsejaba a los
atenienses evitar la batalla en terreno abierto contra los numerosos y bien entrenados hoplitas, y depender de
su flota. La marina de guerra ateniense, la de mayor predominio en toda Grecia, asumió la ofensiva,
consiguiendo una victoria en la batalla de Naupacto. Sin embargo, en 430 a. C. una plaga golpeó a Atenas.
La plaga arrasó la población de la ciudad y, a largo plazo, fue una de las causas principales de su derrota
final. La plaga mató, antes de que se extinguiera en el año 427 a. C., a más de cuatro mil hoplitas,
trescientos soldados de caballería y un número indeterminado de ciudadanos de las clases bajas y de
marineros, quizás un tercio de la población de Atenas,30 ​incluidos Pericles y sus hijos.31 ​En consecuencia,
la cantidad de soldados se vio reducida drásticamente, e incluso los mercenarios extranjeros se negaban a
ser contratados por una ciudad asolada por la plaga. El temor era tal que la invasión espartana a Ática fue
abandonada, puesto que las tropas no deseaban arriesgarse a contraer la enfermedad.

Tras la muerte de Pericles, los atenienses abandonaron en cierto modo su estrategia conservadora y
defensiva, adoptando una más agresiva y llevando la guerra a Esparta y a sus aliados. Cleón, líder de la
facción más militarista dentro de la democracia ateniense, adquiría cada vez mayor importancia. Dirigidos
militarmente por un astuto nuevo general, Demóstenes (quien no debe ser confundido con el orador
ateniense), los soldados atenienses lograron algunos triunfos mientras continuaban con sus ataques navales
sobre el Peloponeso. Atenas extendió su actividad militar a Beocia y Etolia, y comenzó a fortificar sus bases
militares alrededor del Peloponeso. Una de ellas se encontraba cerca de Pilos en una pequeña isla llamada
Esfacteria, que en el curso de la primera guerra se puso a favor de Atenas. La base, establecida en las
afueras de Pilos, golpeó a Esparta en su punto más débil: su dependencia de los ilotas. Esparta era
dependiente de una clase de esclavos, conocidos como ilotas, para que se encargaran de las plantaciones
mientras los ciudadanos se entrenaban para convertirse en soldados. Los ilotas hacían posible el sistema
espartano, pero ahora la base ateniense en Esfacteria estaba atrayendo a los ilotas fugitivos. Además, el
temor de una revuelta general de ilotas acicateados por la presencia ateniense hizo que los espartanos
entraran en acción. Demóstenes, sin embargo, realizó una contramaniobra y atrapó a un grupo de soldados
espartanos en Esfacteria, esperando que se rindieran, pero semanas más tarde, aún era incapaz de acabar
con ellos. Después de jactarse de que él podría poner fin a los asuntos en la Asamblea, el inexperto Cleón
logró una gran victoria en la batalla de Pilos y la sucesiva batalla de Esfacteria en 425 a. C. Los atenienses
capturaron entre trescientos y cuatrocientos hoplitas espartiatas; los prisioneros fueron utilizados por Atenas
como elementos de negociación.

Después de la batalla, Brásidas, uno de los generales espartanos, reunió un ejército de aliados e ilotas y se
dirigió hacia una de las fuentes del poderío de Atenas: la colonia de Anfípolis, que controlaba a un gran
número de minas de plata cercanas, que Atenas empleaba para financiar la guerra. Cabe destacar que en
esta época el historiador Tucídides ostentaba el cargo de general ateniense y que fue exiliado por su fracaso
de impedir que Brásidas conquistase Anfípolis. Tucídides llegó demasiado tarde para reforzar las tropas que
defendían la ciudad, hecho que llevó a que lo culparan de su caída. En batallas posteriores, tanto Brásidas
como Cleón cayeron muertos (véase batalla de Anfípolis). Esparta y Atenas acordaron cambiar a los
prisioneros por las ciudades capturadas por Brásidas, y firmaron una tregua.

Paz de Nicias
Tras la muerte de Cleón y Brásidas, belicosos guerreros de ambas naciones, la Paz de Nicias duró alrededor
de seis años. No obstante, esta fue una época de escaramuzas constantes en el interior y en las
inmediaciones del Peloponeso. Mientras los espartanos se contuvieron de entrar en acción, algunos de sus
aliados comenzaron a hablar de revolución. Estas ideas eran apoyadas por Argos, un poderoso Estado del
Peloponeso que había permanecido independiente de Lacedemonia. Con la ayuda de los atenienses, los
argivos tuvieron éxito forjando una coalición de estados democráticos en el Peloponeso que incluía a
estados importantes como Mantinea y Elis. Los primeros intentos de Esparta por quebrar la coalición
fracasaron, y comenzó a cuestionarse el liderazgo del rey de Esparta, Agis II. Envalentonados, los argivos y
sus aliados, con el apoyo de un pequeño ejército ateniense al mando de Alcibíades, se pusieron en marcha
para tomar la ciudad de Tegea, cercana a Esparta.

La batalla de Mantinea (418 a. C.) fue la mayor batalla librada dentro del territorio griego durante la guerra
del Peloponeso. Los lacedemonios, junto con sus vecinos tegeatas, se enfrentaron al ejército combinado de
Argos, Atenas, Mantinea y Arcadia. En la batalla, la coalición aliada logró varias victorias iniciales, pero
fracasó en capitalizarlas; esto permitió que las fuerzas de élite espartanas derrotaran a la coalición. El
resultado fue una victoria total para Esparta, que rescató a su ciudad del borde de la derrota estratégica. La
alianza democrática se fracturó y muchos de sus miembros regresaron a la Liga del Peloponeso. Mediante
su victoria en Mantinea, Esparta consiguió recuperarse de una mala situación y restablecer su hegemonía
dentro del Peloponeso.

La expedición a Sicilia
En el decimoséptimo año de la guerra (415-414 a. C.), llegó la noticia a Atenas de que uno de sus aliados
más lejanos en Sicilia, Segesta había entrado en guerra con Selinunte, entre otras cosas, por disputas
fronterizas. Los selinuntios invocaron la alianza común con Siracusa, ciudad que atacó a Segesta por tierra
y mar. Segesta recordó a Atenas la alianza de esta última con la ciudad de Leontino, existente desde la
primera expedición ateniense a Sicilia en 427 a. C., bajo el mando del estratego ateniense Laques. El pueblo
de Siracusa era étnicamente dorio (al igual que los espartanos), mientras que los atenienses y sus aliados en
Sicilia eran jonios. Atenas sintió la obligación de ayudar a sus aliados, sobre todo por el temor, manifestado
y no infundado, de los habitantes de Segesta,
de que Siracusa podría aniquilar a todos los
aliados que aún les quedaban a los atenienses y
segestanos en tierras sicilianas, y de que los
siracusanios pudieran prestar ayuda militar a
las demás polis dorias de la isla y, por tanto,
menoscabar el poderío de Atenas. Segesta
prometió sufragar los gastos que ocasionaría la
guerra.32 ​ Como primera medida, la asamblea
ateniense decretó, tras oír a los embajadores de
Segesta, enviar una delegación a la ciudad
aliada para averiguar de cuánto dinero disponía
en realidad, e informarse de la situación de la
guerra contra Selinunte.33 ​ Itinerario de la flota ateniense a Sicilia

Los atenienses no actuaron únicamente desde


una visión altruista: respaldados por Alcibíades, el líder de la expedición, soñaban con la conquista de toda
Sicilia. Siracusa, la ciudad principal de Sicilia, no era mucho más pequeña que Atenas, y conquistar Sicilia
habría llevado a Atenas una inmensa cantidad de recursos. Durante los últimos estadios de las
preparaciones, personas desconocidas mutilaron las hermai (estatuas religiosas) de Atenas, y Alcibíades fue
acusado de crímenes religiosos (Cf. Hermocópidas). Alcibíades exigió que lo enjuiciaran de inmediato para
poder defenderse antes de la expedición. Los atenienses sin embargo le permitieron que partiera en la
expedición sin ser enjuiciado (muchos creyeron que la razón fue prepararse mejor en su contra). Tras llegar
a Sicilia, Alcibíades fue llamado de regreso a Atenas para el juicio. Temeroso de que lo condenaran
injustamente, Alcibíades se pasó al bando de Esparta y Nicias quedó al mando. Luego de su traición,
Alcibíades informó a los espartanos de que Atenas planeaba utilizar Sicilia como trampolín para la
conquista de Italia, y emplear los recursos y soldados obtenidos con esas nuevas futuras conquistas para
dominar todo el Peloponeso.

Las fuerzas atenienses consistían en más cien trirremes y cinco mil hombres entre infantería y tropas ligeras.
La caballería se limitaba a unos 30 caballos, los cuales demostraron no estar a la altura de la mayor y mejor
entrenada caballería siracusana. Con su llegada a Sicilia, varias ciudades se unieron en el acto a la causa
ateniense. Nicias pospuso el ataque en lugar de efectuarlo de inmediato, y así la campaña terminó el año
415 a. C. con poco daño para Siracusa. El invierno se aproximaba y los atenienses debieron retirarse a sus
cuarteles, pasando la dura estación reuniendo aliados y preparándose para destruir Siracusa. El retraso
permitió a los siracusanos solicitar la ayuda de Esparta, quien envió al general Gilipo a Sicilia con refuerzos.
Una vez en Italia, Gilipo montó un ejército formado por varias ciudades sicilianas y acudió al rescate de
Siracusa. Después de tomar el mando de las tropas siracusanas, y tras una serie de batallas, el espartano
derrotó a las fuerzas atenienses, evitando que invadieran la ciudad.

Nicias solicitó a Atenas refuerzos, siendo enviado Demóstenes con una nueva flota para unir sus fuerzas
con las de Nicias. Se sucedieron más batallas y los siracusanos y sus aliados volvieron a derrotar a los
atenienses. Demóstenes abogaba por una retirada a Atenas, pero al principio Nicias se negó. Tras nuevos
reveses, Nicias estuvo de acuerdo en la retirada hasta que esta fue demorada por un mal augurio (un eclipse
lunar). El retraso forzó a los atenienses a una batalla en el puerto de Siracusa. Los atenienses fueron
completamente derrotados y Nicias y Demóstenes condujeron al resto de sus fuerzas tierra adentro en busca
de aliados. La caballería siracusana los atacó sin piedad, matando o esclavizando a quienes quedaban de la
poderosa flota ateniense.

La segunda guerra: Guerra de Decelia


Los lacedemonios no se limitaron simplemente a enviar ayuda a Sicilia; también resolvieron llevar la guerra
a territorio ateniense. Con el consejo de Alcibíades, fortificaron Decelia, cerca de Atenas, y evitaron que los
atenienses pudieran utilizar sus tierras durante todo el año. La fortificación de Decelia impidió el envío de
suministros a Atenas por tierra, obligando a que fueran transportados por mar con un coste mayor. Lo peor
de todo quizá fuera que el trabajo en las minas de plata cercanas fue completamente interrumpido, ya que
unos veinte mil esclavos atenienses fueron liberados por los hoplitas espartanos en Decelia. Con los mil
talentos del tesoro y reservas de emergencia diluyéndose, los atenienses tuvieron que demandar mayores
tributos a sus aliados, aumentando aún más la tensión y la amenaza de otra rebelión dentro del Imperio.

Los corintios, los espartanos y otros miembros de la Liga del Peloponeso enviaron más refuerzos a
Siracusa, esperando rechazar a los atenienses; pero en lugar de retirarse, estos mandaron otras cien naves y
cinco mil hombres a Sicilia. Bajo las órdenes de Gilipo, los siracusanos y sus aliados consiguieron derrotar
totalmente a los atenienses en tierra; además, Gilipo alentó a los siracusanos a construir una armada, la cual
logró vencer a la flota ateniense cuando intentaban la retirada. El ejército de Atenas, buscando escapar por
tierra a otras ciudades más amistosas de Sicilia, fue dividido y derrotado; los soldados del ejército ateniense
fueron vendidos como esclavos y toda la flota fue destruida.

Tras la victoria sobre los atenienses en Sicilia, todos creían que el fin de su Imperio estaba próximo. Su
tesoro casi se había agotado, sus astilleros estaban vacíos y sus jóvenes muertos o prisioneros en territorio
extranjero. Sin embargo, la fuerza del Imperio ateniense fue subestimada, aunque ciertamente el comienzo
del fin estaba cerca.

Atenas se recupera
Después de que la fuerza expedicionaria ateniense fuera destruida, Lacedemonia fomentó la revuelta por
parte de los aliados tributarios de Atenas, y gran parte de Jonia se levantó contra los atenienses. Los
siracusanos pusieron su flota a disposición de los peloponesios, y los persas decidieron apoyar a los
espartanos mediante dinero y barcos. Las revueltas y las diversas facciones amenazaban a la mismísima
Atenas.

Los atenienses lograron sobrevivir por varias razones: Corinto y Siracusa tardaron en trasladar sus flotas al
Egeo, y los demás aliados de Esparta también se retrasaron aprovisionando sus tropas y barcos. Los estados
jonios que se rebelaron esperaban recibir protección, por lo que muchos regresaron al bando ateniense.
Incluso los persas se demoraron en proveer los fondos y naves que habían prometido, frustrando los planes
de batalla.

En el momento en que comenzó la guerra, los atenienses habían ahorrado un poco de dinero y tenían cien
navíos para ser empleados como último recurso. Una vez que zarparon, esas naves se convirtieron en el
centro de la flota ateniense durante el resto de la guerra. En Atenas tuvo lugar una revolución oligárquica
donde un grupo de cuatrocientos personas tomaron el poder. La paz con Esparta habría sido posible, pero la
flota de Atenas, ahora con base en la isla de Samos, se negó a aceptar los cambios políticos. En 411 a. C.,
esta misma flota se enfrentó a los espartanos en la batalla de Sime. La flota designó a Alcibíades como su
líder y continuó la guerra en nombre de Atenas. Su oposición llevó a que se restituyera el gobierno
democrático a los dos años.

Alcibíades, pese a ser repudiado por traidor, aún tenía peso dentro de Atenas. Evitó que la flota ateniense
atacase su metrópoli, ayudando a restaurar la democracia por medios de presión más sutiles. También
convenció a la flota de Atenas de atacar a los espartanos en la batalla de Cícico (410 a. C.). Durante esta
batalla, los atenienses aniquilaron a la flota espartana y lograron restablecer la base financiera de su Imperio.

Entre 410 y 406 a. C., Atenas obtuvo varias victorias continuas y recuperó una buena parte de su Imperio.
En gran parte, todo esto se debió a Alcibíades.

El triunfo de Lisandro y la rendición de Atenas


A continuación de una victoria menor de Esparta
por parte del hábil general Lisandro en la batalla
naval de Notio en 406 a. C., Alcibíades no fue
reelegido general de los atenienses y se
autoimpuso el exilio de la ciudad. Atenas resultó
victoriosa en la batalla naval de Arginusas, donde
la flota espartana comandada por Calicrátidas
perdió setenta navíos y veinticinco los atenienses.
Sin embargo, debido a las pésimas condiciones
climáticas, los atenienses no pudieron rescatar a
las tripulaciones varadas ni acabar con la flota
espartana. Pese a la victoria, estos fracasos fueron
causa de indignación en Atenas y desencadenaron
un polémico juicio. El proceso judicial acabó con
la ejecución de seis de los mejores comandantes
navales de Atenas. Ahora la supremacía marítima
ateniense podía ser desafiada debido a la pérdida
de sus líderes más capaces y la baja moral de los
tripulantes.

A diferencia de algunos de sus predecesores,


Lisandro, el nuevo navarco (almirante) espartano,
no era miembro de la familia real de Esparta y era
formidable en cuanto a estrategias navales; era un
hábil diplomático que incluso había cultivado una
Las acciones clave de cada fase buena relación personal con el príncipe persa Ciro
el Joven, hijo de Darío II. Aprovechando la
oportunidad, la flota espartana partió de inmediato
hacia el Helesponto, la fuente de suministro de cereales de Atenas. Bajo la amenaza de la hambruna, la flota
ateniense no tuvo otra opción que enfrentarse a los espartanos. Por medio de una astuta estrategia, Lisandro
derrotó completamente a la flota ateniense en 405 a. C., en la batalla de Egospótamos, destruyendo ciento
sesenta y ocho navíos y capturando entre trescientos y cuatrocientos marineros atenienses. Solo doce barcos
atenienses escaparon, y varios de estos navegaron hacia Chipre, llevando al strategos Conón, quien deseaba
evitar el juicio de la Asamblea.

Debido al hambre y las enfermedades causadas por un asedio prolongado, Atenas se rindió en 404 a. C. y
sus aliados hicieron lo mismo al poco tiempo. Los demócratas de Samos, leales hasta el final, continuaron
resistiendo y se les permitió huir para salvar sus vidas. Las condiciones de la rendición privaron a Atenas de
sus muros, su flota y todas sus posesiones de ultramar. Corinto y Tebas exigieron la destrucción de Atenas y
la esclavitud para todos sus ciudadanos. Sin embargo, los espartanos anunciaron su rechazo a destruir una
ciudad que había prestado servicio a Grecia en tiempos de gran necesidad; Esparta incorporó a Atenas a su
propio sistema político; ahora tendría «los mismos amigos y enemigos» que Esparta.

Los victoriosos espartanos fueron clementes con Atenas, pese a la oposición de Corinto y Tebas.

Consecuencias
Durante un corto periodo, Atenas fue gobernada por los «Treinta Tiranos», suspendiéndose el régimen
democrático. Este nuevo gobierno fue establecido por Esparta. En 403 a. C., Trasíbulo derribó a los
oligarcas y restauró la democracia.

Pese a que el poderío ateniense estaba fracturado, la guerra de Corinto supuso una pequeña mejoría y
Atenas siguió teniendo un papel activo en la política griega. A su vez, Esparta fue derrotada por Tebas en la
batalla de Leuctra en 371 a. C., pero la conquista de Grecia por parte de Filipo II de Macedonia puso fin a
todo unos años más tarde.

Contexto: Trasfondo de la guerra


Progresivamente, Atenas intervino en asuntos internos de las polis sometidas o aliadas; así, ciertos casos
criminales debían ser juzgados en Atenas por tribunales atenienses aunque se hubieran cometido en una de
las polis aliadas.

La gran concentración humana dentro de las murallas de Atenas constituyó un público excelente para la
difusión de panfletos, cuyo único ejemplar completo que se ha preservado es el Viejo Oligarca.34 ​

Tucídides relata lo que supuso para Atenas tener que evacuar, aunque no enteramente, el Ática.35 ​ Para
muchos habitantes de los demos rurales, y para los agricultores y ganaderos que vivían en Atenas, la guerra
supuso un cambio radical en su modo de vida.36 ​

En el campo de las artes, después de la victoria en la batalla de Esfacteria (425 a. C.) y la Paz de Nicias, en
Atenas se reanudó la construcción del Templo de Atenea Niké (425 a. C.-420 a. C.). Debido a la guerra, los
escultores Fidias y Policleto emigraron a Olimpia y Argos, respectivamente.37 ​

Cleón de Halicarnaso, en uno de sus tratados, aconsejaba a Lisandro la manera de reformar la realeza en
Esparta, basada en el talento, al mencionar: «la realeza no es más que una profesión como las otras».38 ​

Se escribieron un gran número de obras técnicas: los tratados médicos hipocráticos, el primer libro de
urbanismo escrito por Hipódamo de Mileto,39 ​ Damón y Glauco de Regio escribieron tratados de
música,40 ​ Sófocles escribió una monografía sobre el coro, el escultor Policleto y el pintor Parrasio
teorizaron sobre su técnica.
El ámbito donde se aprecia más diferencia entre los periodos anterior y posterior a la guerra, es quizá el de
la teoría y la práctica militares. El siglo v a. C. es la época del ciudadano hoplita: Demóstenes señala el
contraste con su época:

Me dicen que en la guerra del Peloponeso los espartanos y todos los demás luchaban durante
cuatro o cinco meses en el verano; invadían, asolaban la campiña con un ejército de
ciudadanos hoplitas y regresaban a casa. Pero ahora Filipo encabeza un ejército no solo de
hoplitas, sino de tropas de infantería ligera, caballería, arqueros, mercenarios, y sus campañas
duran todo el verano y todo el invierno.
Demóstenes, Tercera Filípica 343.

El profesionalismo en la guerra del Peloponeso surgió debido a los prolongados periodos que los ejércitos
permanecían alejados de su patria, (al igual que Cayo Mario en las largas guerras que disputó en Hispania);
si bien es cierto que los asirios ya habían contado con un ejército profesional.41 ​ Los generales tenían que
idear nuevos métodos de combate. Uno o dos años de guerra procuraron más cambios de los que se habían
visto en toda la Pentecontecia: Formión combatió con sus tripulantes muy bien preparados en mar abierto,
cuando en la batalla de Síbotas, la lucha se libraba desde cerca, parecida a una batalla terrestre
(pezomachia), dado la ausencia de maniobras tácticas, como en la batalla de Salamina.42 ​

Los largos periodos alejados de la ciudad incrementaron el profesionalismo. La Anábasis de Jenofonte


abunda en ejemplos:

Tisafernes se asesoró con un griego de Zacinto consejero militar especializado.


Al final de la Expedición de los Diez Mil, Cerétadas de Tebas preguntó en Bizancio «si
alguna ciudad o tribu necesita un general».43 ​
Los sofistas ofrecían la táctica como parte de su programa de estudios. Platón y Jenofonte
se hicieron eco de la pretensión de aquellos de educar en cuestiones militares.44 ​
Platón hace un estudio sobre el valor en su obra Laques, aparecida poco después de la
batalla de Delio (424 a. C.) En ella desdeña la hoplomaquia (lucha con armas de los
hoplitas) y ensalza al hombre valeroso que permanece en la línea, que resiste al enemigo y
rehúsa huir. A los hoplitas espartanos los califica Jenofonte de maestros de la guerra.45
Asimismo, el escritor ateniense acota el cambio producido del militar aficionado al
profesional en sus tratados De la equitación, el Jefe de la Caballería, y en menor medida en
la Ciropedia (amplio análisis sobre el liderazgo). El predecesor de Jenofonte en este género
fue un tal Simón Hípico, quien, a pesar de que lo despreciaba, le sirvió de inspiración.46 ​
La Poliorcética de Eneas el Táctico (años 350 a. C.) es un tratado militar extenso, «la
primera recopilación de estratagemas».47 ​
Varios son los motivos por los que la ciencia bélica, y, en concreto las cualidades del
mando, no se desarrollaron antes del siglo iv a. C.:
la escasez de manuales al respecto.
la limitación de los poderes del general.
los ciudadanos hoplitas priorizaban mantener la formación y la defensa de su territorio,
lo que retenía parte de los efectivos disponibles e impedía la constitución de fuerzas de
reserva, cuya importancia para un general fue patente a finales del siglo v y principios
del iv a. C., como por ejemplo en las luchas entre siciliotas y cartagineses,48 ​ y que
abundan en las guerras de Alejandro Magno, y a las que un general podía recurrir para
lanzarlas en el momento crítico de una batalla. Según Hornblower la revolucionaria
falange con una columna de 50 soldados de profundidad, que desplegó el general
tebano Epaminondas en la batalla de Leuctra (371 a. C.) fue gracias a la reserva
estratégica con la que contaba.49 50 ​ ​
un general debía mandar «desde delante» una batalla, por lo que poco podía hacer para
dirigirla en lo más reñido de la refriega.
El carácter político de su nombramiento por una polis, que no quería dejar el mando a un
solo hombre. En Esparta los reyes tenían que dar cuentas en caso de mala conducta en
el campo de batalla.51 52 ​ Los generales atenienses podían ser depuestos, eran diez y
su cargo era anual.
Característico de esta guerra fue la utilización de mercenarios, los profesionales por excelencia. El empleo
clásico tardío difería del arcaico:

en la época arcaica su procedencia era de zonas empobrecidas como Creta, Arcadia, Caria;
y era una alternativa a la colonización.
En Persia, en los inicios de la guerra del Peloponeso (guerra arquidámica), Pisutnes
disponía de un contingente mercenario,53 ​Tisafernes y Farnabazo II tuvieron a sus órdenes
mercenarios.54 ​
en el siglo iv a. C. los mercenarios son también de otras polis de la Antigua Grecia afectadas
por los problemas económicos. Un estudio ha demostrado el alto porcentaje de oficiales
atenienses y espartanos frente al de arcadios y aqueos en la Expedición de los Diez Mil
(401-399 a. C.)55 ​
La evolución de las unidades militares y de las armaduras, más ligeras, se inicia también en la guerra del
Peloponeso:

Ifícrates utilizó peltastas armados con escudos ligeros (peltas) y calzados con botas ligeras,
que tomaron su nombre: «ificrátidas».56 ​
El strategos ateniense, Trasíbulo pertrechó a cinco mil marinos como peltastas.
Los peltastas atenienses, ayudados por hoplitas, aniquilaron un regimiento de seiscientos
espartanos en Lequeo (391 a. C.), gracias a la combinación de armas pesadas y ligeras.57 ​

Véase también
Guerra en la Antigua Grecia
Marina de guerra en la Antigua Grecia
Asedio en la Antigua Grecia
Mercenarios de la Antigua Grecia
G.E.M. de Ste. Croix, historiador británico.

Referencias
5. Fine, The Ancient Greeks, 371.
1. Kagan, The Peloponnesian War, 488.
6. Kagan, The Peloponnesian War, 8.
2. Fine, The Ancient Greeks, 528-33.
7. Tucídides, La guerra del Peloponeso 1.89-
3. Kagan, The Peloponnesian War, 93 (http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/pte
Introducción XXIII-XXIV.
xt?lookup=Thuc.+1.89.1) (en inglés).
4. Tucídides, Historia de la guerra del
8. Tucídides, op. cit. 1.92.1 (http://www.perseu
Peloponeso 1.88 (http://www.perseus.tufts. s.tufts.edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.9
edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.88.1) (en 2.1) (en inglés).
inglés)
9. Tucídides, op. cit. 1.102 (http://www.perseu 28. Kagan, The Peloponnesian War, 45.
s.tufts.edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.10 29. Hornblower, Simon (1985). El mundo
2.1) (en inglés). griego 479-323 A. C. Barcelona: Editorial
10. Tucídides, op. cit. 1.103 (http://www.perseu Crítica. p. 116. ISBN 84-7423-271-6.
s.tufts.edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.10 30. Kagan, Donald (2009). «La guerra del
3.1) (en inglés). Peloponeso». Barcelona: Editorial Edhasa.
11. Kagan, The Peloponnesian War, 16-18. p. 136. ISBN 978-84-350-2679-6.
12. En el calendario helénico, los años 31. Murió el estadista en otoño del año
terminaban a mitad del verano; por esto 429 a. C., según se infiere de las siguientes
algunos acontecimientos no pueden ser palabras de Tucídides: «sobrevivió dos
datados específicamente según el años y seis meses al inicio del conflicto».
calendario moderno. Tucídides ii.65.6. Cf. Plutarco, Pericles 38
13. El último mes del año ateniense, que 32. Tucídides, vi, 6,2.
corresponde a mayo/junio, se llamaba 33. Tucídides, vi, 6,3.
Sciroforion.
34. Hornblower, Simon (1985). El mundo
14. Para una narración exhaustiva, véase griego: 479-323 a. C. Barcelona: Crítica.
Tucídides i.89-117. p. 193. ISBN 84-7423-271-6.
15. Cf. Kagan, Donald (2003). Sobre las 35. Cf.Tucídides ii.14 y 16-17.
causas de la guerra y la preservación de la 36. Ocurrió lo mismo en las guerras médicas
paz. Madri: Turner. pp. 48-50. ISBN 84-7506-
antes de la batalla de Salamina, cuando se
587-2.
trasladaron a mujeres y niños dentro de las
16. Cf. Kagan, Donald (2003). Sobre las murallas. Cf. Heródoto viii.40-41.
causas de la guerra y la preservación de la 37. Elvira Barba, Miguel Ángel (1996). Arte
paz. Madrid: Turner. pp. 50-51. ISBN 84-7506-
clásico. Madrid: Historia 16. p. 74. ISBN 84-
587-2.
7679-303-0.
17. Plutarco, Pericles xxix. 38. FGrH 583 T 1.
18. Las islas Síbota están situadas en un canal 39. Aristóteles, Constitución de los atenienses
entre la isla de Corfú y la costa adriática 1267 b y ss.
continental.
40. Plutarco, Moralia 1132e.
19. Para un relato detallado, véase Tucídides
op. cit. i.24-55. 41. Grant, R.G. Batalla .Editorial Alhambra, p.
16.
20. Más detalles en Tucídides i.56-66.
42. Más detalles en Tucídides, op. cit. ii.83,
21. Tucídides op. cit. i.144.1. ii.89; i.49, i.74.
22. Cf. Tucídides op. cit. i.115.1; iv.21.3. 43. Jenofonte, Anábasis vii.1.33.
23. Pomeroy, Sarah B.; Burstein, Stanley M.; 44. Platón, Eutidemo 271d, 273e, 290c;
Donlan, Walter; Roberts, Jennifer Tolbert Jenofonte, Recuerdos de Sócrates iii.1.11 y
(1999). Ancient Greece: A Political, Social, ss.
and Cultural History (https://archive.org/det
ails/ancientgreecepol00sara) (en inglés). 45. Jenofonte, Constitución de los
Oxford: Oxford University Press. ISBN 97-80- lacedemonios xiii.5.
1953-0800-6. 46. Hornblower, Simon (1985). El mundo
24. Kagan, The Peloponnesian War, 23-24. griego: 479-323 a. C. Barcelona: Editorial
Crítica. p. 200. ISBN 84-7423-271-6.
25. Fine, The Ancient Greeks, 454-456.
47. Hornblower, Simon (1985). El mundo
26. Tucídides, Historia de la guerra del griego: 479-323 a. C. Barcelona: Crítica.
Peloponeso 1.68–71 (http://www.perseus.tu
p. 201. ISBN 84-7423-271-6.
fts.edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.68.1)
(en inglés). 48. Véase su importancia en {{subst:AC|409}}
Selinunte, según refiere Diodoro Sículo,
27. Tucídides, Historia de la guerra del Biblioteca histórica xiii.54.
Peloponeso 1.73–75 (http://www.perseus.tu
fts.edu/cgi-bin/ptext?lookup=Thuc.+1.73.1) 49. Hornblower, Simon (1985). El mundo
(en inglés). griego: 479-323 a. C. Barcelona: Crítica.
p. 202. ISBN 84-7423-271-6. de cien mil dracmas y asistir al derribo de
50. De la misma opinión es Cawkwell, G. L. en su casa. Salió bien librado por su éxito en
su libro Epaminondas and Thebes, la batalla de Mantinea, si bien el rey hubo
Classical Quarterly, (1972), p. 271. de ir acompañado por diez consejeros.
51. Lewis, David Malcom (1972). Sparta and 53. Tucídides, op. cit. iii.34.2
Persia (https://archive.org/details/spartaper 54. Para el primero, cf. Tucídides, op. cit.
sialect0000lewi). Classical Quaterly XXII. viii.25.2.; para el segundo, véase Diodoro
p. 261. ISBN 978-9004054271. Sículo, op. cit. xiii.51.
52. Cf. Tucídides, op. cit. v.63.2-4. sobre las 55. Roy, James, The mercenaries of Cyrus,
críticas al rey Agis II por no haber sometido Historia 16, (1967), págs. 287 y ss.
Argos y Orcómeno, a quien se obligó a 56. Diodoro Sículo, op. cit. xiv.44.
obtener una gran victoria o pagar una multa
57. Jenofonte, Helénicas iv.5.11 y ss.

Bibliografía
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Nueva York: Thomas Dunne Books, 2006, ISBN 0-312-34215-2).
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ISBN 0-8014-0889-X); 1990 (tapa blanda, ISBN 0-8014-9714-0).
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The Fall of the Athenian Empire. Ithaca, NY: Cornell University Press, 1987 (hardcover,
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The Peloponnesian War, Nueva York: Viking, 2003 (tapa dura, ISBN 0-670-03211-5),
New York: Penguin, 2004 (tapa blanda, ISBN 0-14-200437-5); versión en un único
volumen de la tetralogía anterior.
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Kallet, Lisa, Money and the Corrosion of Power in Thucydides: The Sicilian Expedition and
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3).
Krentz, Peter, The Thirty at Athens. Ithaca, Nueva York: Cornell University Press, 1982 (tapa
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1998 (tapa blanda, ISBN 0-684-82790-5).
Hornblower, Simon (1985). El mundo griego: 479-323 a. C. Barcelona: Editorial Crítica.
pp. 193-228. ISBN 84-7423-271-6.

Enlaces externos
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415 a. C.) (http://eprints.ucm.es/tesis/19911996/H/0/H0028001.pdf)
Platón y la guerra del Peloponeso (https://web.archive.org/web/20100705111827/http://revist
as.ucm.es/ghi/02130181/articulos/GERI8585110043A.PDF)
Thomas R. Martin: An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander
(Panorama de la historia de la Grecia Antigua desde la época micénica hasta la de
Alejandro); texto inglés, con índice electrónico, en el Proyecto Perseus.
Véanse este apartado y los siguientes: Thucydides, historian of the Peloponnesian War
(http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.04.0009%3Ac
hapter%3D12%3Asection%3D1%3Asubsection%3D1) (Tucídides: historiador de la
Guerra del Peloponeso).

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