The Rebel King - Gina L. Maxwell

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¡Disfruta la Lectura!
Para Alyssa Rose.
Mi primera hija, mi única hija y mi mejor amiga.
Gracias por la relación madre-hija más increíble que jamás podría haber
pedido.
No pasa un día sin que agradezca al Universo y a todas las Estrellas
por ti y por tu amor.
"Mientras yo viva, serás mi bebé..."
CONTENIDO
CRÉDITOS ............................................................................................................................. 6
SINOPSIS ............................................................................................................................... 7
CAPÍTULO I .......................................................................................................................... 8
CAPÍTULO 2 ....................................................................................................................... 21
CAPÍTULO 3 ....................................................................................................................... 35
CAPÍTULO 4 ....................................................................................................................... 45
CAPÍTULO 5 ....................................................................................................................... 53
CAPÍTULO 6 ....................................................................................................................... 68
CAPÍTULO 7 ....................................................................................................................... 76
CAPÍTULO 8 ....................................................................................................................... 89
CAPÍTULO 9 ....................................................................................................................... 98
CAPÍTULO 10 ................................................................................................................... 105
CAPÍTULO 11 ................................................................................................................... 113
CAPÍTULO 12 ................................................................................................................... 125
CAPÍTULO 13 ................................................................................................................... 137
CAPÍTULO 14 ................................................................................................................... 146
CAPÍTULO 15 ................................................................................................................... 154
CAPÍTULO 16 ................................................................................................................... 166
CAPÍTULO 17 ................................................................................................................... 179
CAPÍTULO 18 ................................................................................................................... 186
CAPÍTULO 19 ................................................................................................................... 196
CAPÍTULO 20 ................................................................................................................... 204
CAPÍTULO 21 ................................................................................................................... 215
CAPÍTULO 22 ................................................................................................................... 224
CAPÍTULO 23 ................................................................................................................... 230
CAPÍTULO 24 ................................................................................................................... 237
CAPÍTULO 25 ................................................................................................................... 243
CAPÍTULO 26 ................................................................................................................... 249
CAPÍTULO 27 ................................................................................................................... 257
CAPÍTULO 28 ................................................................................................................... 267
CAPÍTULO 29 ................................................................................................................... 279
CAPÍTULO 30 ................................................................................................................... 287
CAPÍTULO 31 ................................................................................................................... 294
CAPÍTULO 32 ................................................................................................................... 306
EPÍLOGO I ......................................................................................................................... 315
EPÍLOGO II ....................................................................................................................... 320
AGRADECIMIENTOS ...................................................................................................... 331
SOBRE EL AUTOR ........................................................................................................... 333
CRÉDITOS
Traducción

Kasis

Corrección

Hada Ryu

Corrección Final

Hada Laila

Lectura Final

Hada Bel

Diseño

Hada Anjana
SINOPSIS
Mucho trabajo y nada de juegos malvados hacen de Tiernan un rey muy
insatisfecho...

De todos los hermanos Verran, Tiernan es el menos indicado para llevar la


corona de la Corte Nocturna. El Príncipe Rebelde es feliz sin
responsabilidades ni rendición de cuentas, sólo con la libertad de perseguir sus
propios placeres oscuros y exuberantes en la Ciudad del Pecado. Incluida su
sed secreta de cierta pelirroja ardiente y sabelotodo.

Pero la posibilidad de tener a Fiona se esfuma cuando Tiernan asume el único


papel que nunca desempeñó. Como rey de los Fae Oscuros, querer -y mucho
menos perseguir- algo con una fae de casta inferior como Fiona pasaría de ser
divertido... a prohibido.

Ahora la guerra surge de las sombras de Las Vegas, y Tiernan se encuentra


atrapado entre lo que debe ser y lo que desea. Y en algún lugar de esta
vorágine de lujuria, amor y rebelión se encuentra la clave para la
supervivencia de los Fae Oscuros... incluso si el costo es mayor de lo que
pueda imaginar.
CAPÍTULO I
Tiernan
El poder es tan ruinoso como ventajoso.
Para cosechar las recompensas, hay que estar dispuesto a arriesgarse a los
peligros. Y esa es solo una de las muchas razones por las que nunca deseé
tener más poder del que tengo por nacimiento, no menos importante de ellas
es el antiguo adagio hecho famoso por el sabio tío de Spiderman. Me gustaría
pasar toda esa mierda de la ‘gran responsabilidad’, muchas gracias.
Y sin embargo, salvo un milagro muy improbable, voy a ser el próximo
gobernante de Dark Fae, el puto rey de la Corte Nocturna, lo quiera o no.
Me dieron seis meses antes del día C, lo que he empezado a llamar mi
inminente coronación, y ya ha pasado la mitad. Tres meses, eso es todo lo que
me queda. Nunca había sido tan consciente del paso del tiempo. Es como si
hubiera un reloj en la parte posterior de mi cráneo, marcando los segundos,
cada uno acercándome más al día en que seré empujado a una posición que
nunca he querido y que nunca debí tener.
Mi hermano Caiden nació para el papel, literalmente, ya que él es el
mayor. Pero nunca fue para él un mero sentido del deber. Caiden aspiraba a
seguir los pasos de nuestro padre; a menudo se referían a él como ‘la sombra
del rey’, siempre tomándose en serio su formación y aprendiendo todo lo que
podía sobre cómo ser un buen gobernante cuando llegara su hora.
Cuando nuestro padre murió, Caiden solo tenía ciento cincuenta y dos
años: el más joven en gobernar en la historia de los faes por varios siglos. Pero
toda esa dedicación y diligencia merecieron la pena, porque Caiden era un
gran rey.
Finnian, mi hermano menor, sin duda también estaría a la altura de las
circunstancias, aunque nunca lo considerarían viable con solo ciento dieciséis
años. Pero es ferozmente leal e inconmensurablemente valiente. Si fuera
necesario él no dudaría en dar un paso al frente. Gobernaría con confianza,
confiando en su profundo amor por nuestro pueblo y en la guía de los
consejeros de la corona, y tendría éxito en eso igual que lo hace con todo lo
demás.
Pero luego estoy yo.
El que la gente apodó ‘el Príncipe Rebelde ’antes de que yo cumpliera dos
décadas. Yo estoy hecho completamente diferente. No importa cómo lo
llames: aversión a la responsabilidad, síndrome del hijo mediano, naturaleza
desafiante o naturaleza de fiestero perpetuo, el hecho es que soy el hermano
Verran menos adecuado para llevar la corona de rey.
Hablando en sentido figurado, por supuesto. Literalmente hablando,
destruiría esa opinión, sin duda.
—Jaque mate.
Sacándome de mis pensamientos distraídos, vuelvo a centrarme en el
tablero de cuadros azules y negros que hay en el centro de la mesa del
comedor de madera de cerezo. Efectivamente, la reina de cristal esmerilado de
mi oponente se alza victoriosa en la primera fila.
Miro al anciano que está sentado frente a mí y le dedico una sonrisa que
espero no sea tan falsa como parece.
—Buen partido, amigo mío.
Robert se burla, haciendo que su barba plateada se retuerza donde
descansa sobre su pecho.
—Ese fue un juego de mierda y lo sabes. Mi bisnieta podría haberte
ganado.
Como Robert solo presume de ella cada vez que la visito, sé que Hailey,
de nueve años, ya es campeona regional de ajedrez en su colegio. Sonriendo,
empiezo a intercambiar las piezas que habíamos recogido durante la partida.
—No es un gran insulto, viejo. Hailey es una gran jugadora.
Se inclina, arqueando una ceja gris.
—Me refería a Alexa.
Se borra mi sonrisa. Alexa solo tiene dos años y, por lo que he escuchado,
es un poco terrorífica. Si le dieras una pieza de ajedrez, probablemente se
reiría y te la tiraría a la cabeza. Agarro dramáticamente mi pecho.
—Eso sí que es hiriente.
Gruñe en respuesta mientras me examina. Cualquiera diría que tiene
visión láser por lo duro que él está mirándome. Pero tiene razón, un novato
podría patearme el culo hoy por lo mal que estoy jugando. No he perdido
consecutivamente tantas veces desde mis tiempos de novato, cuando Robert
empezó a enseñarme poco después de conocernos. Al principio era muy
frustrante (admito que era un mal perdedor), y él nunca lo hizo fácil, pero no
tardé en enamorarme del juego.
Nunca he sido tan preciso como mis hermanos. Es un rasgo que han
utilizado para tener un gran éxito en los negocios (Caiden) y dominar todos
los estilos de lucha conocidos por el hombre y los animales (Finnian). En
cambio, a mí, me cuesta mantener el interés en una sola cosa durante
demasiado tiempo, y mi mente rebota constantemente entre una docena de
pensamientos diferentes a una velocidad vertiginosa.
Pero este juego tiene una forma de silenciar todo lo demás, permitiéndome
pensar con claridad y concentrarme en mis estrategias y en los miles de
movimientos posibles. El ajedrez es solo una de las dos cosas que tranquilizan
mi mente. Como no puedo dedicarme a la otra, debido a nuestra frustrante
situación de víctimas de las circunstancias, estas partidas semanales con mi
amigo han sido una distracción a la que le he dado la bienvenida.
Hasta hace poco, al menos. Una vez que pasé la mitad de mi indulto de
seis meses, la realidad me abofeteó en la cara y he pensado en poco más desde
entonces.
Podría haber evitado el sagaz escrutinio de Robert si me hubiera limitado
a cancelar. Pero nunca he faltado a un partido los domingos por la tarde en los
cincuenta y seis años que llevamos siendo amigos. Todo lo demás en mi vida
se ha puesto de cabeza... que me condenen si me quitan también este sencillo
placer.
Robert se acerca a un calentador eléctrico donde hay una tetera blanca con
cabeza de gallo (o cabeza de pene si le preguntas, se reirá de su propio chiste
durante cinco minutos). Se sirve otra taza de té verde Longjing que le traigo
cada vez que tomo el avión de la empresa para pasar un fin de semana de
fiesta en Hong Kong. Luego cambia la tetera por la botella de whisky Devil's
Keep que ¨tomé prestada¨ de Caiden, pero que traje para mí, muchas gracias.
Arqueo una ceja amonestadora.
—¿No te dijo el médico que dejaras el alcohol?
—Tal vez —responde bruscamente, añadiendo un generoso trago a su
té—. Pero mi audición ya no es lo que era. Podía haber dicho que lo redujera,
que lo he hecho, así que cállate.
Levanto mi propio vaso, inmovilizándolo con una mirada dudosa sobre el
borde mientras bebo un trago.
—De acuerdo. Pero cuando empieces a poner shots de té en tu whisky,
llamo a Wanda. —Su hija vive en la Costa Este, pero es una profesional
cuando se trata de regañar a su padre por su salud.
—En vez de ser un soplón, ¿qué tal si me dices por qué juegas como si no
distinguieras a tu reina de tu culo desnudo?
Poniendo los ojos en blanco, empiezo a preparar la siguiente partida.
—No puedo ser siempre excepcional todo el tiempo, ¿lo sabes? ¿Qué es lo
que te gusta decir? Solo soy humano.
Robert resopla.
—Ojalá lo fueras. Entonces no sería el único de nosotros arrugado como
una pasa.
Me río entre dientes. A él siempre le ha disgustado mi eterna juventud.
Utilizando un hechizo, una habilidad mágica que tienen todos los faes para
disfrazarse, me hago pasar por un anciano, con la piel curtida y el cabello
blanco y calvo.
—¿Así está mejor? —pregunto con mi voz normal.
Se hace hacia atrás con expresión de asco.
—Cristo, no, pareces una mierda. Ahora me siento mal porque eso es lo
que tú tienes que ver cada semana.
Dejando caer el hechizo, resoplo una carcajada mientras coloco los peones
opacos en cada una de las casillas de su segunda fila.
—No finjas que no sigues teniendo juego a los ochenta. ¿Cuántas novias
tienes ahora en el centro de mayores?
—No importa cuántas —responde, señalándome con un dedo artrítico—.
Y sabes muy bien que no tengo ochenta años, así que no te hagas el listillo.
Alineo los peones de cristal transparente en mi propia segunda fila, hago
mentalmente una rápida cuenta de las semanas que faltan para el Equinoccio
de Primavera, que también es su cumpleaños.
—Solo faltan diez semanas para el 20 de marzo. Yo diría que es seguro
redondear.
—¡Ja! A mi edad, no sería seguro redondear si solo falta una semana.
Mi corazón da un vuelco en mi pecho. Lo dijo en broma, pero es difícil
para mí encontrar alguna diversión en ello. Robert es el único humano al que
me he permitido acercarme por razones obvias. Ellos son quebradizos,
propensos a enfermarse o afecciones, e incluso si llegan a vivir cien años, su
esperanza de vida es una mera fracción de la nuestra en este mundo.
Durante cinco años mantuve con Robert el engaño de que era humano. Se
convirtió en mi mejor amigo durante ese tiempo, y por eso tomé la decisión de
revelar quién soy en realidad. No quería seguir fingiendo con él.
Sorprendentemente, estaba más emocionado y asombrado que otra cosa, pero
no pasó mucho tiempo antes de que las cosas entre nosotros volvieran a la
normalidad.
A veces, en mis momentos más egoístas, desearía no haber pedido esas
lecciones de ajedrez hace tantos años. No puedes perder a alguien si nunca lo
tuviste para empezar. Pero no puedo arrepentirme de tener a Robert Blackburn
como amigo, incluso sabiendo que nuestro tiempo juntos será corto.
Como es mi costumbre, guardo mis emociones donde deben estar y las
desvío con humor mientras coloco las últimas piezas en el tablero.
—Eres demasiado testarudo para estirar la pata. Vivirás para siempre solo
para fastidiar a tus médicos.
Sus ojos marrones me desafían por encima del borde de su taza mientras
da un sorbo a su té adulterado.
—Podría si me dieras las setas mágicas. —Como sabe que no puedo
mentir, de vez en cuando hace una suposición descabellada sobre lo que
podría tener un fae para conceder la vida eterna a un ser humano. Y como no
he confirmado ni negado que tal cosa exista, insiste en que existe. Que conste
que no existe tal cosa, pero es divertido ver qué se le ocurrirá a continuación.
Sonrío mostrando los colmillos y guiño un ojo.
—Buen intento, viejo. No hay setas mágicas que hagan inmortales. Te
toca.
Abre con el peón E4, reclamando el centro del tablero.
—No creas que no me he dado cuenta de que has cambiado de tema antes.
Sigo esperando que me digas qué te ronda por la cabeza.
Contraataco con el peón C5, la defensa siciliana, y lucho por el centro en
mis términos.
—¿Aparte de limpiar el tablero contigo en esta partida? Nada en absoluto.
Responde llevando su caballo a F3, preparándose para empujar el peón D
a D4 en su siguiente jugada. Burlándose, dice:
—Te conozco desde hace medio siglo, Tiernan. Vuelve a intentarlo. ¿O
debería llamarte Su Majestad ahora?
Hago una pausa, mis ojos se dirigen a los suyos y se entrecierran.
—No, Bob, no deberías —afirmo, contraatacando con el apodo que odia—
. Porque no soy el rey. —Levantando una ceja—. Todavía —corrijo.
Y gracias a los dioses por ello. Aunque no me atrevo a pronunciar esa
parte en voz alta, porque nunca estoy solo. Ya no. Me siguen constantemente
miembros de la Guardia Nocturna, la seguridad personal de la corona real.
Dos están apostados fuera y, con nuestro oído sobrenatural, podrían captar
fácilmente nuestras conversaciones en un barrio tranquilo como esté. Y a
pesar de que son amigos cercanos, no puedo arriesgarme a que conozcan mis
verdaderos sentimientos.
Rebelde o no, sigo siendo un Verran, y tengo un legado que mantener. Si
se sabe que no quiero ser rey o les doy alguna razón para considerarme
incompetente, dirán que nuestra línea real ya no es apta para gobernar y se
podrán tomar medidas para sustituirnos. No puedo permitir que eso suceda.
No lo permitiré. La única razón por la que el pueblo apoyó la abdicación de
Caiden es porque ser rey se había convertido en una situación de vida o
muerte, tanto para él como para su pareja.
No, los únicos que conocen mis reservas son Seamus y mis hermanos, y
así debe seguir siendo. Además, sigo esperando en secreto que se produzca ese
milagro, el de encontrar la forma de romper una maldición centenaria, que
permita a Caiden volver a donde pertenece y a mí regresar directamente a la
Central de Fiestas.
Cosas más raras han pasado. Probablemente.
Levanto mi vaso de Keep y lo vuelvo a servir de un trago, disfrutando de
la estela de suave fuego que serpentea por mi garganta. Robert levanta la
botella y sirve otros tres vasos, con un tono más sobrio que antes.
—Mira, Tiernan, entiendo que hay muchas cosas de las que no puedes
hablar. Pero no tienes que darte aires conmigo. Nunca te juzgaría, lo sabes. Y
si hay algún lugar donde puedes ser tú mismo, es aquí. Eso no ha cambiado.
Tiene razón. El suyo es el único lugar donde he podido despojarme de mi
personalidad real y ser yo mismo. Le ofrezco una débil sonrisa y le digo:
—Al final todo cambia, viejo amigo. —Señalo el tablero con la cabeza—.
Te toca a ti.
Acariciándose la barba pensativo, me estudia y trata de ver varias
movimientos. No en el juego, sino en la vida. Es algo que aprendí desde el
principio que él hace, probar diferentes conversaciones o acciones en su
cabeza para ver que podría tener el resultado más favorable. Lo espero
pacientemente, como siempre, preguntándome qué decidirá.
Después de un rato, se sienta en su silla y agita una mano sobre el tablero.
—Ya he tenido bastante con ganarte por hoy. Más derrotas y tu enorme
ego correrán peligro de magullarse.
Humor desenfadado. Que los dioses lo bendigan. Sonrío, esta vez de
verdad, y pongo una mano sobre mi corazón.
—Mi enorme ego agradece tu misericordia.
Robert suelta una carcajada y bebe un trago de té. Baja la taza, frunce el
ceño al ver el contenido y busca más whisky, pero yo soy más rápido. Tomo la
botella y la pongo fuera de su alcance. Me pone su mejor cara de gruñón, pero
no se molesta en discutir.
—Si vas a arruinarme el té, lo menos que puedes hacer es dejarme vivir a
través de tus historias. Cuéntame de las noches salvajes que has tenido
últimamente.
—Nada que contar, me temo. Todo trabajo y nada de juego hace de
Tiernan un chico muy aburrido.
Robert suspira.
—Supongo que entonces veré las noticias. Quizá tengan algo interesante
que decir. —Toma el control remoto y lo apunta a la televisión que siempre
está encendida pero silenciada durante nuestros partidos, luego dirige su
atención a las noticias locales.
¿A qué ha llegado mi vida cuando el canal de noticias es más interesante
qué lo que he estado haciendo? Todas las semanas le contaba a Robert
anécdotas sobre fiestas salvajes a las que había asistido con celebridades de la
lista A, o una nueva travesura que le había gastado a uno de mis hermanos
más serios.
Pero las fiestas y las travesuras parecen haber ocurrido hace toda una vida.
En cuanto se anunció el cambio de norma, Seamus Woulfe, el consejero
principal del trono dijo que no podría continuar con mis extensos hábitos
extracurriculares. Y sí, así los llamó. Pero incluso con el poder que ostenta
temporalmente como rey regente, no puede impedirme hacer lo que quiero.
Sin embargo, ejerce otro tipo de poder sobre mí: el sentimiento de culpa.
Como amigo íntimo de mi padre, Seamus es como un tío para mí y mis
hermanos. Sus hijos gemelos, Connor y Conall, no solo son nuestros mejores
amigos desde hace más de un siglo, sino que también son colíderes de la
Guardia Nocturna. Seamus sabe que preferiríamos masticar vidrio antes que
decepcionarle, y lo esgrime bien.
Utilizar nuestro vínculo familiar para que frene mi ‘lado salvaje ’es su
idea de jugar limpio. Yo digo que es un castigo cruel e inusual. A pesar de
todo, durante un tiempo intenté salir de vez en cuando a alguna fiesta o
discoteca, aunque solo fuera para demostrarme a mí mismo que tenía razón.
Pero no es tan divertido cuando te acompaña un llamativo equipo de
seguridad.
Por otra parte, desde que me echaron la soga al cuello hace tres meses, no
he disfrutado de casi nada. Así que, esto es lo que tenía.
Una parte de mí está resentida con Caiden por abdicar y forzarme a esto
como el siguiente en la línea real de Verran. Pero la mayor parte de mí
entiende que no tenía elección.
El año pasado, mi estirado hermano mayor hizo la cosa más impulsiva de
Las Vegas y se despertó casado con una mujer humana llamada Bryn.
Ninguno de los dos recordaba que hubiera sucedido. En circunstancias
normales, no sería un gran problema. Una rápida anulación y todo habría
terminado antes de empezar.
Excepto que Bryn resultó no ser humana; es la única fae híbrida, o
Darklight, que existe, y como la boda fue en realidad un rito matrimonial fae,
acabaron unidos como verdaderos compañeros. Una situación que podría
haber significado una muerte segura para Caiden debido a la maldición de
sangre de la Única Verdadera Reina sobre las líneas reales de ambas Cortes
Celestiales de Faerie, el reino mágico paralelo a éste donde viven todos los
fae.
Al menos así fue. Hace unos cuatrocientos años, la realeza de la Corte
Diurna y Nocturna enfadó tanto a la OTQ1 que los exilió a ellos y a todos los
miembros de sus cortes al mundo humano. Pero Aine no se detuvo ahí.
Además de la prohibición permanente, nos impuso varias maldiciones, como
despojarnos de nuestras alas y de nuestros respectivos poderes nacidos en la
corte.
Pero la maldición de la sangre solo afectaba a los linajes reales.
Básicamente funciona así: cuando un rey se separa de su compañera, la
maldición empieza a devastar su cuerpo, lenta y dolorosamente desde dentro
hacia fuera, causándole una muerte inminente. Y dado que hay otra maldición
que impide que un rey mate al otro, ya sea ‘por su mano o por orden suya’,
solo hay una forma de hacerlo.
Matar a la reina... mata al rey. Jaque mate.
Pero volvamos al exilio. Para colmo de males, Aine nos envió a través del
velo a lo que hoy se conoce como Joshua Tree, en el oeste de Estados Unidos,
donde el duro y árido desierto no se parece en nada a la exuberante belleza de
nuestra tierra natal. Después de echarnos la culpa y pelear durante unos cien
años, se forjó el Tratado de las Dos Cortes y acordamos seguir caminos
separados.
Bajo el gobierno de mi padre, los Fae Oscuros se adaptaron y prosperaron,
y finalmente construimos un nuevo imperio en medio del Desierto de Mojave
al que llamamos Las Vegas: la ciudad donde la desviación y la vida nocturna
reinan supremamente y la mitad de sus residentes son seres mágicos en
secreto.

1
Única Verdadera Reina
Los Fae de la Luz se establecieron Phoenix. Ganamos.
En cualquier caso, desde el tratado hemos vivido en una paz tenue. Ambas
cortes se ciñeron a su propio territorio, siendo Joshua Tree terreno neutral, y
todo estuvo bien.
Hasta que el maldito Príncipe de la Luz, Talek Edevane, ascendió como su
nuevo rey y decidió que quería expandirse mediante una adquisición hostil.
Para usurpar nuestro trono, ideó un plan para asesinar a Caiden activando la
maldición de sangre.
Durante años, hizo movimientos contra Caiden en una partida de ajedrez
de la vida real que mi hermano no sabía que estaba jugando, utilizando a Bryn
como la pieza de la reina hasta que tuvo todo alineado como él quería. Poco
después de que Caiden y Bryn se dieran el ‘sí, quiero ’borrachos, uniéndolos
como verdaderos compañeros, ella sufrió varios atentados contra su vida.
Intentamos derribar a Edevane, pero el escurridizo bastardo consiguió
escapar. Con la amenaza aún ahí fuera, abdicar era la única forma en que
Caiden podía mantener a salvo a su compañera y proteger a nuestro pueblo de
la devastación que supondría perder a su rey y del vacío de poder que los haría
vulnerables. Como Caiden ya no es rey, Edevane no tiene motivos para ir tras
él a través de Bryn. Un hecho del que me alegro porque adoro totalmente a
Brynnie-Bear.
Sin embargo, ponerme en el trono tiene sus propios problemas. Para
empezar, no tengo ni idea de cómo gobernar. Nunca tuve que aprender toda la
mierda diplomática que Caiden hizo mientras nuestro padre vivía. En nuestro
mundo es inaudito que alguien que no sea el primogénito sea coronado.
Por eso nadie lo vio venir cuando Caiden anunció su dimisión en la
Celebración de Ivy Moon el pasado octubre. Ni siquiera yo, ya que me había
saltado la reunión sobre el tema ese mismo día para jugar al ajedrez con
Robert. Diablos, casi me perdí el actual anuncio, ya que había encontrado algo
mejor que hacer. O más concretamente, a alguien. Justo antes, había estado
veinte centímetros dentro de mi pelirroja favorita sabelotodo en un armario de
limpieza al final del pasillo.
Mis minutos robados con Fiona Jewel (mi SWB, o amiga-con-beneficios),
son los únicos momentos de despreocupación que he tenido desde aquella
fatídica noche. Pero no pasó mucho tiempo antes de que fueran imposibles de
conseguir, y eso seguro que no ha ayudado a mi estado de ánimo.
—Tiernan... mira.
El tono serio de Robert hace que me cosquilleen las puntas de las orejas.
Giro hacia el televisor y veo en la esquina de la pantalla un retrato profesional
de un hombre atractivo. Un hombre que reconozco como uno de nuestros
empleados y un Fae Oscuro, a pesar de su apariencia humana en la foto.
Señalo el control remoto que tiene en la mano.
—Sube el volumen
Sube el volumen hasta que la voz de la presentadora llena el salón.
—...la policía dice que Myrddin Kelly estaba muy golpeado, sin embargo,
la causa de la muerte parece ser una puñalada mortal en el pecho. El cuerpo de
la víctima fue encontrado esta mañana temprano en el callejón que hay detrás
del lujoso club de caballeros que regentaba, Deviant Desires, propiedad de
Onyx Inc, una empresa del Fortune 500 formada por los magnates
inmobiliarios y hermanos conocidos comúnmente como los Reyes Verran de
Las Vegas. Caiden Verran, director general de la empresa, no ha podido ser
localizado por el momento. Si tiene alguna información relativa a este crimen,
por favor llame...
Robert vuelve a bajar el volumen y su mirada sombría se cruza con la mía.
Como en todas partes, ocurren muchos asesinatos al año en Las Vegas. Pero
ninguna de las víctimas ha sido un fae. No somos tan fáciles de matar.
Allá en Faerie, nuestra gente es prácticamente inmortal, viviendo miles de
años antes de pasar al Otro Mundo conocido como Mag Mell. Pero aquí en el
reino humano, nuestra esperanza de vida se acorta severamente a
aproximadamente quinientos años, más o menos, cortesía de Aine.
Es la razón por la que mi padre murió cuando éramos tan jóvenes. Ya
tenía seiscientos años cuando nuestras cortes fueron exiliadas. Vivió otros tres
siglos antes de que su cuerpo ya no pudiera sostener su magia Faerie, y
falleció en paz con sus hijos a su lado. Esa es la forma natural de morir en este
mundo.
La única forma de matarnos antes de eso es utilizar un arma fabricada con
el único elemento al que somos gravemente alérgicos, algo que no encontrarás
en el arsenal humano medio.
—Jesús, María y José, —murmura Robert mientras se persigna
apresuradamente.
Mi celular vibra en mi bolsillo justo cuando Connor entra en casa,
observándome con una mirada que dice es hora de irse antes de salir a esperar
con su hermano. Haciendo todo lo posible por ignorar la sensación de náuseas
en la boca del estómago, me pongo en pie y reviso el celular, esperando
encontrar más información. Pero solo hay un enlace al noticiario que acabo de
ver, y el texto de Seamus que lo acompaña es breve.
Reunión de emergencia en la mansión en 30 minutos. Regresa lo antes
posible.
Pido disculpas a Robert por la corta visita mientras nos despedimos
rápidamente. Como siempre, me acompaña hasta la puerta. Antes de que
pueda irme, me detiene, con la preocupación nadando en sus amables ojos.
—¿Qué probabilidades crees que hay de que el cuchillo sea de hierro
puro?
Ojalá tuviera la capacidad de mentir, incluso a mí mismo. Pero soy un fae,
así que no tengo más remedio que decirle la verdad.
—Escasa, jodidamente ninguna.
CAPÍTULO 2
Tiernan
El trayecto desde la casa de Robert hasta la Mansión Midnight, la
residencia del rey de la Corte Nocturna suele durar veinte minutos. Con
Conall al volante en el Range Rover, llegamos a nuestra calle en menos de
diez.
—Genial, ahora necesito una ducha antes de la reunión —anuncio desde
atrás—. He sudado a través de mi camisa gracias a tu odiosa conducción.
Conall resopla.
—Lo dice el tipo con una calcomanía que dice 'Conduzco como un Cullen'
en su Beamer serie 8.
—Pero yo, al igual que los Cullen, soy un conductor rápido y excelente.
Tú, amigo mío, eres una mierda en eso.
—Te tienen ahí, hermano —se burla Connor con una risita. Conall le
contesta con un dedo medio mientras entramos en la puerta que se abre
automáticamente mediante un sensor.
En cuanto estacionamos a salvo en el extremo opuesto del garaje para diez
autos, veo a los hermanos Woulfe salir del vehículo y espero impaciente a que
me dejen bajar. Desde que bajé del coche en un semáforo en rojo para intentar
sacudirlos por diversión, los muy imbéciles activaron el sistema de bloqueo
para niños de todos los vehículos de seguridad.
Si hubiera sabido que se iban a poner así, no me habría molestado. Quizás.
No es que pensara que funcionaría. Los gemelos vienen de una larga línea de
fae cambiaformas lobo. Podrían rastrear una mosca doméstica a través de todo
el estado de Nevada hasta la escena de su muerte en la parrilla delantera de un
semirremolque si fuera necesario. No había ninguna posibilidad de que los
perdiera. Pero valía la pena ver la cara de disgusto que ponían cuando por fin
me alcanzaban.
Normalmente, Connor se toma su tiempo para abrirme la puerta,
esperando a que empiece a hacer amenazas poco caballerosas a su hombría.
Pero hoy me deja salir enseguida, subrayando la urgencia de la situación a
pesar de nuestros intentos de mantener las cosas ligeras. Si hay algo en lo que
puedo confiar en los gemelos es que me hagan bromas en momentos
inapropiados. ¿Mecanismos de supervivencia inmaduros? Revisado.
—Gracias, Jeeves Uno y Jeeves Dos —les digo a mis amigos mientras me
alejo—. Asegúrense de darle detalles completos antes de nuestra próxima
salida, ¿quieren?
Los chicos me siguen mientras cruzamos la gran extensión del garaje.
Connor me enseña los colmillos.
—¿Qué tal si te doy un puñetazo en la cara, sabelotodo?
—Muy amable por ofrecerte, pero el único en quien confío para detallar
esta perfección es mi esteticista, Dante.
Conall se quita el lazo del cabello de la muñeca y recoge su cabello
castaño rojizo hasta los hombros mientras nos acercamos a la puerta que da
acceso a la mansión.
—Lo que más me gusta de ti, T, es lo realista que eres.
—Lo entiendo perfectamente —me burlo, fingiendo seriedad—. Lo que
más me gusta de mí es mi enorme pe...
La puerta se abre de golpe, interrumpiendo mi sarcástica, y sobre todo
sincera, réplica. Seamus está en el umbral y nos saluda con una expresión
sobria que nos recuerda porqué hemos vuelto corriendo a la mansión.
A sus cuatrocientos cincuenta años, Seamus parece tan joven como un
atractivo varón humano de cincuenta. Su cabello y barba son plateados, y sus
ojos color ámbar: el color que poseen todos los Fae Oscuros, están
enmarcados por líneas distinguidas. Pero su metro ochenta sigue siendo fuerte
y ágil, a pesar de que Finnian y yo disfrutamos burlándonos de él por ser lento
y viejo.
Braden Verran fue un buen rey, pero solo fue un buen padre para Caiden,
su heredero. Fue su mejor amigo y consejero quien nos dio a Finn y a mí la
atención y la orientación que ansiábamos cuando éramos jóvenes. A pesar de
lo superficial que pretendo ser, no doy mucho valor a las cosas materiales ni
les atribuyo sentimientos, y eso incluye el puñado de lugares en los que he
vivido en mis ciento sesenta y cuatro años. Así que, aparte de cuando estoy
con mi madre, el único momento en que siento que estoy verdaderamente en
casa es cuando veo a Seamus Woulfe.
—Chicos —saluda con una solemne inclinación de cabeza, y nos conduce
por el largo pasillo, pasando por la sala de cine, hasta el salón principal.
Toda la pared trasera de la casa está formada por paneles de cristal del
suelo al techo que se abren pulsando un botón en cada habitación, creando una
transición fluida a las múltiples áreas exteriores y la piscina. Como estamos a
principios de enero, no corremos peligro de derretirnos, así que a menudo las
dejamos abiertas durante el día, lo que nos ofrece una vista multimillonaria del
lejano horizonte de The Strip.
Deteniéndose cerca del enorme sofá seccional, Seamus se dirige a sus
hijos.
—Hagan un recorrido por el perímetro y luego convoquen una reunión
con la Guardia Nocturna. Quiero seguridad en el nivel naranja. Asegúrense de
que todos entiendan los nuevos protocolos.
Ambos asienten y pasan junto a su padre. Una vez cruzado el umbral,
echan a correr por el amplio porche. Justo cuando llegan al final, saltan desde
el borde y cambian mágicamente a sus formas de lobo del tamaño caballo
pequeño con pelaje rojo óxido. Tan pronto como sus patas tocan el suelo,
despegan en diferentes direcciones, sus pasos gigantescos y su velocidad
inhumana devoran la distancia tan rápido que casi parecen borrosos. Hay que
reconocer que eso es jodidamente genial.
Solía estar celoso de su habilidad. Puede que los Verran seamos de la
realeza, pero nuestro único poder especial era el exclusivo de la Corte
Nocturna: despojar a una persona de sus inhibiciones y su sentido de la
moralidad hasta consumirla por sus deseos más oscuros, del que fuimos
despojados en el momento de nuestro exilio, siglos antes de que yo naciera.
Cuando era joven, no me parecía justo. Ahora me conformo con adornar mi
aspecto para mezclarme con los humanos con los que disfruto estar.
Seamus comprueba su reloj.
—Finnian ya está en el estudio, y Caiden y Bryn llegarán en breve.
—Voy a darme una ducha rápida. Nos vemos allí en diez.
Sin perder más tiempo, subo las escaleras hasta el segundo nivel,
desvistiéndome en cuanto entro en la suite principal. Esta enorme habitación
solía ser la de Caiden. A veces todavía me resulta extraño estar en ella, pero
las elegantes habitaciones son la única ventaja de toda esta situación.
Cuando el Consejo Oscuro: un grupo de hombres geriátricos que toman
decisiones en nombre de nuestro pueblo en la rara ausencia de un gobernante
oficial, me asignó seis meses para aprender todo lo que necesitó saber sobre
ser rey, Seamus sugirió que me mudara a la mansión de inmediato para
comenzar la transición y que le resultara más cómodo enseñarme.
Acepté porque la mansión de doce mil metros cuadrados con sus
instalaciones de estilo resort es mucho mejor que mi penthouse. Un
apartamento que aún conservo por si los dioses quieren bendecirme con ese
milagro que tanto espero. Nota mental: empezar a hacer viajes regulares al
templo y hacer las paces con Rhiannon.
Al entrar en la enorme ducha con más de cincuenta cabezales rociándome
desde todos los ángulos, mi hambriento libido me recuerda que lujos como
éste no son la única razón por la que quise cambiar mi excitante vida en la
ciudad por una tranquila en los suburbios. Otra ventaja es la interacción diaria
con cierta pelirroja fogosa que resulta ser el ama de llaves de Midnight Manor.
Pero cómo imaginé que serían las cosas entre nosotros en una cómoda
situación de convivencia dista mucho de la realidad.
Fiona y yo estuvimos saliendo juntos a escondidas durante varios meses
antes del Baile de Celebración de Ivy Moon. No porque tuviéramos que
hacerlo, sino porque era divertido. Y sinceramente, no me interesaban los
comentarios de los demás al respecto. Ni los de mis hermanos, ni los de la
prensa que acosa a la familia Verran como si fuéramos la encarnación de la
segunda venida de su Cristo.
Pero una vez que fui anunciado como futuro rey, mantenerlo en secreto se
hizo necesario. Si bien se espera que el rey sea mucho más pecador que santo
en lo que respecta a sus apetitos carnales, también se espera que solo se
relacione con miembros de la corte de alta alcurnia.
Es una completa mierda clasista, pero desafiar miles de años de tradición
monárquica es más fácil decirlo que hacerlo. Basta con que un solo miembro
del personal le diga a su amigo que ‘el futuro rey está teniendo sexo con la
criada ’para que seamos tema de conversación en todas las mesas de desayuno
de la corte.
Fiona sería considerada una oportunista trepadora social, y yo estaría
dando al Consejo motivos para dudar de mi competencia y compromiso con la
Corona y por extensión, con toda la línea Verran.
Ahora, cuando nos cruzamos, somos hiper conscientes de que nos atrapen,
actuando como cualquier cosa que no sea una empleada real y el rey. Desde
que vivo aquí, he visto lo orgullosa que está de su trabajo, pero no me importa
lo bien que haga mi cama cada mañana. Prefiero que la estropee conmigo, mi
cuerpo presionado al contra el colchón mientras la penetro hasta el olvido,
impregnando mis sábanas con su embriagador aroma cada noche.
Gimo y me enjabono rápidamente para evitar una erección para la que no
tengo tiempo. He descargado mis frustraciones tantas veces en esta ducha que
mi pene va a empezar a reaccionar en cuanto entre en ella si no le doy un poco
de acción pronto.
El problema es que solo hay una hembra que deseo, y está demostrando
ser imposible tenerla, aunque vivamos bajo el mismo maldito techo. Pero
tampoco podemos arriesgarnos a que alguien nos vea entrando y saliendo a
escondidas de la habitación del otro.
No hace falta decir que los últimos tres meses han sido un ejercicio de
frustración sexual casi constante para ambos. Solo hay una zona en la mansión
que no está vigilada por las cámaras de seguridad. Una habitación que está lo
suficientemente alejada de la parte principal de la casa como para que la
probabilidad de ser descubiertos sea casi nula, y está completamente
insonorizada.
El calabozo. De los que tienen una ‘puerta roja’. Entiendes lo que digo.
Fiona lo sugirió una vez al principio, pero le dije que estaba fuera de los
límites. Más bien una ‘verdad fae’, ya que solo está fuera de los límites porque
yo quiero que lo esté. No puedo llevarla allí. Sé lo suficiente sobre lo que le
gusta como para saber que querría ciertas cosas de mí en esa habitación que no
puedo darle. Cosas que no me he permitido durante más de una década.
Pero eso no significa que no haya fantaseado con marcar su impecable piel
con los lametones de mi single-tail, azotándola en un estado de euforia hasta
que pueda ver sus jugos goteando por el interior de sus muslos...
Mierda. Demasiado para evitar una erección con la que no tengo tiempo
de lidiar. Apoyando una mano en el muro de piedra, cambio el agua al nivel
más frío, obligándome a soportar el chorro gélido durante un minuto antes de
cerrarlo. Paso la toalla por mi cuerpo a toda prisa, la ciño a mi cintura y
camino al dormitorio.
Al girar en la esquina, choco con una hembra pequeña y la atrapo en el
rebote antes de que caiga de culo. Las cortinas no están cerradas en la pared de
cristal que da a la parte trasera de la propiedad, así que estamos a la vista de
cualquiera que pueda estar ahí afuera. Debería soltarla, pero no lo hago.
Porque cada célula de mi cuerpo se enciende al sentirla de nuevo entre mis
brazos.
—Fi. —Esa única sílaba suena como si la hubiera arrastrado sobre brasas
para liberarla de mi pecho. El lugar donde sus cálidas manos aún se aprietan
entre nosotros.
Mis ojos la beben, catalogando cada detalle para refrescar los que se
habían desvanecido de mi memoria. Su largo cabello es de un cobrizo brillante
que me recuerda al cielo justo cuando el sol del desierto empieza a ocultarse
tras el horizonte. Lo lleva amarrado en dos trenzas sueltas que le cubren las
orejas y le caen por delante de los hombros.
Quiero deshacerlas y meter mis dedos en la masa sedosa para rastrear con
mi lengua la superficie de sus jodidas orejas.
Quiero trazar un mapa de las docenas de pecas pálidas que salpican sus
mejillas y se arrastran sobre el puente de su nariz, para ver sus pupilas eclipsar
el ámbar de sus ojos y aplastar sus labios con los míos.
Fiona finalmente tiene suficiente sentido común por los dos y sale de mi
agarre, pero suaviza la tragedia con una sonrisa pícara.
—Disculpe mi torpeza, Su Majestad. No lo había visto.
Su Majestad. Empezó a usar el nuevo título justo después de que Caiden
me anunciara como futuro rey. Y es a la única que no he corregido. Hay algo
en la forma en que lo dice que me excita. La cantidad de veces que la he
imaginado diciéndolo de rodillas delante de mí es demasiado para contar, y
pensar en ello ahora hace que se me seque la boca.
Por instinto de conservación, sonrío y guiño un ojo.
—Si quieres manosear mis músculos, Fi, todo lo que tienes que hacer es
pedirlo.
—Gracias por el consejo, tu arrogancia es real, pero estoy aquí para
recoger tus trapos sucios, no tus pectorales.
—Qué tal mi...
—Tampoco tu pene —añade arqueando una ceja.
Abro la boca fingiendo ofenderme, como si no acabara de leerme el
pensamiento.
—Iba a decir limpieza en seco, niña traviesa.
—¿Suficientemente traviesa como para merecer un castigo en la
mazmorra? —Sus ojos recorren lascivamente mi pecho desnudo y mis
abdominales hasta la parte baja de la cintura donde tengo la toalla, y luego se
posan en el bulto que ya está a media asta y crece rápidamente.
—Fi... —Dando un paso más cerca, dispuesto a devorarla y atenerme a las
consecuencias, cuando tres golpes secos atraviesan la niebla de lujuria que
nubla mi juicio. Maldiciendo, paso una mano frustrada por mi cabello mojado
y ordeno.
—No te muevas.
Cruzo la habitación y abro la puerta de un tirón, asegurándome de ocultar
la mayor parte de mi parte inferior. Rian inclina brevemente la cabeza.
—Alteza. Todos han llegado y lo esperan en el estudio.
—Genial. Dile a Seamus que bajaré en...
Fiona pasa a mi lado llevando una cesta con mi ropa sucia. Si a Rian le
pasa por la cabeza que el ama de llaves esté en mi dormitorio mientras estoy
prácticamente desnudo, no lo demuestra. Tampoco lo haría ningún empleado
de la Corona, no delante de mí. Lo que nos tiene que preocupar es si expresan
esos pensamientos más tarde.
Fiona hace una pausa y se dirige a mí.
—Gracias por dejarme recoger esto, Príncipe Tiernan. Le pido disculpas si
lo he retrasado.
—Para nada, señorita Jewel. La próxima vez, haré que recoja mi ropa de
la tintorería. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que se la di. —
Nunca pensé que usaría ‘limpieza en seco ’como eufemismo para mi pene,
pero aquí estamos.
Me lanza una mirada asesina desde detrás de Rian hasta que él se gira y le
sonríe. Sonriendo inocentemente, se venga con un pequeño juego de palabras.
—Será un placer.
Apenas detengo el gruñido que quiere salir de mi pecho al pensar en ella
retorciéndose debajo de mí. En lugar de eso, le devuelvo la sonrisa y la
despido con un gesto con la cabeza. Un momento después, desaparece por la
esquina con mi cesto de la ropa sucia y la nube de lujuria en la que me absorbe
cada vez que está cerca.
Vuelvo a pensar con claridad, le envío a Rian el mensaje de que estaré allí
en cinco minutos y camino al gran vestidor para ponerme algo de ropa
rápidamente. Tengo que ir a esa reunión. Puede que tenga tendencias a no
asistir a las clases de Seamus de vez en cuando, (bueno, casi siempre) pero
incluso yo entiendo la importancia de la necesidad de averiguar lo que le pasó
a Myrddin Kelly.
Vestido con unos jeans oscuros y un Henley verde oliva, camino al
estudio para la reunión sobre el asesinato de Myrddin. Seamus está sentado
detrás del gran escritorio que antes era de Caiden y pronto será mío, todo lo
cual parece antinatural. Caiden y Bryn están sentados en las sillas de invitados
y Finnian está apoyado en una de las estanterías.
Hay un aire de inquietud en la habitación. Mis hermanos y Seamus están
rígidos por la tensión, mientras Bryn sostiene con calma la mano de su
compañero. Ella solo ha estado en nuestro mundo unos pocos meses y
probablemente no comprende del todo la gravedad de lo que ha sucedido. Por
otra parte, como verdaderos compañeros, Caiden y Bryn pueden sentir la
energía y emociones del otro. Al mantenerse fría, ayuda a calmar la aprensión
de su esposo, o al menos a no empeorarla.
Verlos juntos tiende a quitarme el resentimiento por mi situación. Caiden
siempre ha sido un romántico. Quería el tipo de vínculo feérico significativo
con una compañera que a los monarcas de la Corte Celestial no se les permite
tener sin el peligro de una posible muerte inminente. Mientras él no sea rey,
son libres de vivir sus vidas sin la amenaza de la maldición de sangre que
pende sobre ellos.
Finni es joven todavía y se entierra en todo lo que se mueva, pero creo que
con el tiempo también querrá una compañera. Yo, en cambio, siempre me he
conformado con la vida de soltero y nunca entendí por qué Caiden era tan
reacio a la idea de una consorte. Solía decirle que, si alguna vez se me exigía
entrar en una situación de amigos con beneficios por el bien de mi pueblo,
‘cumpliría felizmente con mi deber y lo haría a menudo’.
Pero eso fue antes de que una ninfa sexual pelirroja empezara a consumir
cada pensamiento libre en mi cabeza. Por ahora, no deseo estar con otra
hembra que no sea Fiona. Pero ella no será una opción elegible para consorte,
no pertenece a una familia de alta alcurnia, y un rey solo puede posponer su
deber durante un tiempo. Eventualmente, el Consejo empezará a presionarme
para que produzca herederos, ya sea que esté preparado para hacerlo o no.
Caiden se levanta y se encuentra conmigo a medio camino para saludarme
con un abrazo fraternal y un fuerte golpe en la espalda.
Nos separamos, y mi ánimo se levanta de inmediato al ver a Bryn
esperando su turno. Su cola de caballo rubia deja ver sus orejas puntiagudas
recién adquiridas, y su amplia sonrisa revela el adorable hueco de sus dientes
delanteros junto con sus colmillos, que son otra adición reciente a sus rasgos
después de que el año pasado explotara todos sus poderes fae.
Sin embargo, es el extraordinario color de sus ojos lo que la hace única. Al
ser la única fae nacida de ambas cortes, sus iris son una impresionante mezcla
de los colores característicos de la Luz y la Oscuridad. Normalmente tienen un
color avellana brillante, pero cuando usa sus poderes, los colores individuales
se separan y brillan con un verde en el centro rodeado de dorado. Nunca he
visto nada igual. Ninguno de nosotros lo tiene.
Ella es una anomalía en nuestro mundo, pero incluso con su nueva
apariencia fae, sigue siendo la amable y sana habitante de Wisconsin que
secuestramos una o dos veces. Pero no te preocupes. Acabó quedándose por
voluntad propia. Lo prometo.
—Brynnie-Bear, trae tu lindo trasero aquí y dale a tu cuñado favorito un
abrazo apropiado.
Bryn se ríe y da un paso hacia mis brazos mientras Finn resopla.
—Ya quisieras ser su favorito.
Caiden interviene.
—Habla otra vez del trasero de mi mujer y a ver si no pateo el tuyo.
Bryn da un paso atrás y pone los ojos en blanco.
—¿Alguna vez dejarán de discutir cómo niños?
Respondemos al unísono.
—No.
Como lo ha estado haciendo desde hace más de un siglo, Seamus nos
vuelve a centrar con un carraspeo decidido.
—Que todo el mundo se acomode, vamos a empezar.
Me acerco a donde está apostado Finn, vestido con su habitual ropa
deportiva, el tipo está constantemente haciendo ejercicio o entrenando con los
chicos de la Guardia Nocturna, que apenas contienen su cuerpo. Nuestro
hermanito es casi cincuenta años más joven que yo, pero es el más corpulento
de todos con diferencia. Con una altura de dos metros y más músculos que
Neit, el dios de la guerra, él es una jodida bestia.
Pero por muy grande que sea Finnian, su corazón es más grande. Bryn lo
llama osito de peluche gigante, para su consternación y mi deleite.
Extiende el puño y lo choco con el mío antes de acomodarme en el sillón
gris oscuro que hay a su lado y dirigirme a mi familia.
—Supongo que todos hemos visto el mismo noticiero. —Ante los
asentimientos y murmullos de afirmación, añado—. Entonces creo que hablo
en nombre de todos los presentes cuando digo ¿‘qué mierda pasa?’
Acostumbrado a mandar, Caiden habla primero.
—Ese es el problema; no tenemos ni idea. Que yo sepa, nunca ha ocurrido
nada parecido. ¿Seamus?
Nuestro pseudo tío niega.
—No desde que terminó nuestra guerra en el reino mortal y se firmó el
Tratado de las Dos Cortes.
Finn cruje los nudillos.
—Sí, bueno, todo eso se fue a la mierda cuando Edevane...
—También conocido como Talek el Imbécil —interrumpo
amablemente—, intentó matar a Caiden y Bryn el año pasado. Eso lo hace el
sospechoso número uno en mi libro.
Caiden se frota la barbilla con dos dedos.
—No estoy en desacuerdo contigo, hermano. Como nuestro único
enemigo conocido, tiene sentido que sea él. Excepto...
Seamus se inclina hacia delante, juntando las manos y apoyando los
antebrazos en el escritorio.
—Excepto, ¿cuál sería el punto de matar a un solo fae?
—Tal vez fue un mensaje —sugiere Bryn—. Myrddin dirigía uno de
nuestros negocios. Quizás Edevane quiere que sepamos que puede llegar a
nosotros.
Frunzo el ceño.
—Espera. ¿Cómo ha llegado hasta nosotros? Nadie de su corte debería
haber podido entrar en la ciudad, y mucho menos llegar hasta Deviant Desires,
sin alertar a la Guardia Nocturna.
Después de que Edevane escapara, hicimos que Erin Jewel (la madre de
Fiona, la tía de Bryn y una fae conjuradora increíblemente poderosa), lanzara
un hechizo que actúa como un sistema de seguridad alrededor de todo el
perímetro de Las Vegas. Si algún miembro de la Corte Diurna lo cruza, se
dispara la alarma y queda marcado con un hechizo localizador que actúa como
un GPS mágico, lo que nos permite localizarlo e investigar.
O interrogar. Caiden, que se ganó el apodo del Rey Oscuro por múltiples
razones, suele ser partidario de lo segundo y utiliza tácticas acordes con su
apodo.
—Correcto, y el hechizo nunca se activó —confirma Seamus—. Lo que
significa que ningún Fae de la Luz entró en nuestro territorio.
—Pero si Myrddin no fue asesinado por ninguno de la Luz —comienza
Finn—, eso significa que fue un Oscuro, lo que nunca ha pasado...
—O un familiar —interrumpo, con la aprensión agobiándome de repente.
Los familiares son el pequeño número de humanos en los que confiamos
lo suficiente como para dejarlos entrar en nuestro círculo íntimo. No conocen
todos nuestros secretos, pero saben lo suficiente como para ser peligrosos, por
eso somos extremadamente selectivos con los que traemos. Algunos son
amigos, como Robert. Pero la mayoría son personas en posiciones ventajosas
que pueden ayudarnos a seguir siendo un mito en lugar de una realidad.
Nunca se había demostrado que nuestro juicio fuera erróneo, y la idea de
que alguien en quien confiamos podría haber asesinado a uno de nosotros arde
como ácido en mis venas. De todos los presentes en esta sala, aparte de Bryn,
que hasta hace unos meses creía que era humana, soy yo quien pasa más
tiempo con nuestros compañeros del reino mortal.
Los humanos son fascinantes y complejos en formas que los fae no lo son,
incluso con nuestra magia y habilidades sobrenaturales. Me encanta cómo se
arriesgan y actúan de forma tan precaria sabiendo que hay mil formas de morir
un día determinado. Son divertidos, sobre todo en Las Vegas, y realmente me
agradan.
—No sé qué es peor —continúa Finn, cruzando sus gruesos brazos sobre
si pecho—. ¿Qué hacemos ahora?
Seamus nos clava a cada uno una mirada seria.
—Por ahora, mantenemos toda la información entre las personas de esta
sala y Connor y Conall. Hasta que no sepamos más, no podemos permitirnos
confiar en nadie. Me pondré en contacto con McCarthy para concertar una
reunión lo antes posible. Él podrá darnos el alcance de lo que sabe la VPD2 y
lo que no están compartiendo con los medios.
Aleck McCarthy es el jefe del Departamento de Policía de Las Vegas.
También es un fae. Además de él, tenemos varios oficiales y un par de
detectives. El hecho de que nunca hayamos tenido un asesinato feérico no
significa que a veces no estemos involucrados en situaciones que llaman la
atención de la policía. Tener gente dentro asegura que no nos descubran como
otros.
—Llámame cuando tengas preparada la reunión y despejaré mi agenda

2
Departamento de Policía de las Vegas.
para ese día —indica Caiden.
Seamus dirige a mi hermano mayor una mirada sombría.
—Lo siento, Caiden, pero ese ya no es tu lugar. Como heredero y rey
regente, Tiernan y yo nos reuniremos con McCarthy y te informaremos
después.
La única señal del disgusto de Caiden es la tensión de su mandíbula antes
de que asiente.
—Por supuesto —pronuncia, ofreciendo una sonrisa tensa—. Te pido
disculpas. Los viejos hábitos no mueren.
Seamus levanta una mano.
—No hace falta que te disculpes. Todos estamos en un periodo de
transición al que cuesta acostumbrarse, pero se hará más fácil con el tiempo.
El único objetivo debe ser siempre lo mejor para el reino. Y eso es algo en lo
que todos estamos de acuerdo, sin importar nuestros títulos.
Una punzada de culpabilidad golpea mi pecho. Obviamente quiero lo
mejor para nuestro pueblo. Pero no creo que yo lo sea, y no sé si llegaré a
acostumbrarme a ser rey, por mucho tiempo que pase.
—De acuerdo, viejo amigo —acepta Caiden. Bryn le da un apretón
tranquilizador con la mano y una mirada que transmite un mensaje que solo su
marido puede escuchar. Los hombros de él se relajan y las líneas de tensión de
sus ojos desaparecen cuando le da un beso en su palma.
—Los mantendré informados si aprendemos algo nuevo. Hasta entonces,
duerman un poco.
Los demás asienten, pero yo me burlo mentalmente de la directiva, ya que
no he visto una noche de sueño decente desde que me mudé a la Mansión
Midnight. Porque estar cerca de Fiona puede ser la mejor parte de vivir aquí...
pero también la más difícil.
CAPÍTULO 3
Fiona
Inclinada sobre un cuenco de uvas rojas en la encimera de la cocina, me
meto la fruta en la boca sin pensar mientras envío a mi mejor amiga una serie
de videos divertidos de gatos que me hacen reír en silencio en la oscuridad.
Enviar un mensaje a Bryn con los mejores momentos de mi perdición a las
tres de la mañana no era el plan más adecuado cuando me fui a la cama hace
cinco horas, pero no podía dormir. Ni siquiera practicar mi favorita
meditación profunda ayudó. Desde luego, no es la primera vez que sucede. Si
fuera humana, me diagnosticarían insomnio con la falta de sueño que he
tenido los últimos meses.
Noche tras noche, sueño con ser tomada por cierto rudo y poderoso
macho, mis manos entrelazadas en su cabello castaño mientras devora mi
cuello y me provoca con mordiscos de sus colmillos.
Y noche tras noche, despierto sobresaltada justo antes de cruzar la gran
línea de meta, con el cuerpo cubierto de sudor y el pecho agitado como si
fuera real y no un sueño. ¿Y lo peor? Él había sido real no hace mucho.
Porque estos sueños sexuales no son fantasías, son recuerdos. Recuerdos que
bloqueo durante el día solo para que se burlen de mí en cuanto cierro los ojos.
Pero si mi subconsciente insiste en torturarme, lo menos que podría hacer
es dejarme terminar. No me malinterpretes, disfruto con una buena negación
sádica del orgasmo. Pero no cuando viene de mí misma. Ahora Tiernan, por
otro lado, me encantaría tener la oportunidad de jugar masoquismo con su
sádico algún día. Desgraciadamente, cada vez que menciono que nos
pongamos pervertidos juntos, él rechaza la idea por una razón u otra. Pero
siempre me hacía olvidar mi decepción tomándome tan bien que además me
hacía olvidar mi propio nombre.
Dioses, echo de menos tener sexo con él.
Encontrarme con él ayer, literalmente, me ha hecho un gran daño. Ni
siquiera puedo llegar a la fase de sueño gracias a los pensamientos
desenfrenados que me atormentan. Mi mente repite cada detalle de nuestro
encuentro en un bucle constante. Sus ojos dorados clavándose en los míos, los
músculos de su duro pecho flexionándose bajo mis palmas, mi espina dorsal
hormigueando al sentir su implacable agarre.
Si no nos hubiera interrumpido Rian, es muy probable que hubiera perdido
el sentido común y hubiera cedido. Los dioses saben que nunca he sido buena
negando mis instintos naturales cuando se trata de él.
La primera vez que visitó a su hermano en Midnight Manor después de
que me contrataran como la nueva ama de llaves, olvidé por completo la mesa
de café que estaba limpiando y solo me quedé mirando. Me descubrió, por
supuesto, clavándome su media sonrisa que derritió mis bragas, luego
preguntó si quería pulir su madera cuando terminara.
Su arrogancia sarcástica fue lo que rompió el hechizo, y respondí antes de
pensarlo mejor. —Claro —respondí, inclinando los labios en una sonrisa
tortuosa—. Déjame ir primero por el spray desinfectante.
Me arrepentí inmediatamente de mis palabras, esperando que exigiera mi
despido por atreverme a insultarlo, aunque fuera en broma. En cambio, me
sorprendió riéndose. Fue entonces cuando supe que no era el típico miembro
de la realeza. No se parecía en nada a su hermano mayor, eso estaba claro.
Tier era divertido.
Empezó a aparecer en la mansión con más frecuencia y, tras semanas de
bromas coquetas, Tiernan volvió a sorprenderme cuando me agarró de la
mano y tiró de mí hacia la despensa. Nos atacamos sin pensarlo dos veces.
Y entonces, santa mierda. A pocos años de cumplir las tres décadas, soy
prácticamente un bebé entre los nuestros, pero eso no significa que sea
inocente como uno. Sigo siendo un Fae Oscuro; la desviación está en nuestra
propia naturaleza. A lo largo de los años, he disfrutado del sexo con muchos
turistas ansiosos de una multitud de géneros... pero nunca había
experimentado nada parecido al sexo con Tier.
Llamarlo sexo ni siquiera empieza a cubrirlo. Sexo sucio y carnal, eso es
lo que era. Cada vez era más salvaje y explosivo que el anterior, como si
compitiéramos con nosotros mismos por mejorar en cada encuentro a
escondidas. Mantenerlos rápidos, sucios y secretos no era necesario, pero
añadía un adictivo éxtasis de adrenalina ante la idea de que nos descubrieran.
Y, sin embargo, para mí, debajo de todo eso, había algo que me hacía
sentir... más. Ese pequeño e inconveniente núcleo de verdad es el proverbial
guisante debajo mi pila de colchones que interrumpe mi sueño cada noche.
Me desplazo hasta el siguiente vídeo y, distraídamente, meto la mano en el
cuenco para tomar otra uva, pero toco fondo. Frunciendo el ceño, miro hacia
abajo y lo encuentro vacío.
—Oops.
Exhalo un fuerte suspiro, enderezándome con una mueca de dolor, mi
cuerpo no está contento de haber estado encorvado en la misma posición
durante la última hora, y llevo el cuenco al fregadero para lavarlo. Estoy tan
cansada que arden mis ojos. O puede que sea por mirar el móvil demasiado
tiempo. Mierda, no puedo seguir haciendo esto.
Probablemente debería pedirle ayuda a mi madre. Como una poderosa fae
conjuradora, podría lanzar un hechizo para dormir o preparar una poción que
avergonzaría a la melatonina. Pero no estoy preparada para el inevitable
sermón que conlleva admitir que me acostaba en secreto con el Príncipe
Rebelde y que aún lo haría si las cosas no hubieran pasado de divertidas a
(necesariamente) secretas.
Pasar de heredero de repuesto a El heredero hizo que todo fuera mucho
más complicado. Siempre supuse que nuestras aventuras en el armario
acabarían en algún momento. Solo pensaba que sería por decisión mutua, no
influenciada por nuestras posiciones.
Porque un príncipe puede tontear con quien quiera.
El rey no puede.
En cualquier caso, no tiene sentido seguir pinchando en la costra. Es lo
que es. Desear que las cosas fueran diferentes no me servirá de nada.
Bryn es la única que sabía lo de Tier y yo. Nos descubrió saliendo de la
sala de cine desaliñados la noche del baile del Equinoccio Temprano el pasado
septiembre. En aquel momento, ella era del equipo Tiernan hasta el final, pero
ahora odia verme aferrada a algo que no existe, o no debería, existir. Quiere
que siga adelante y encuentre a alguien de quien pueda estar estúpidamente
enamorada como ella y Caiden. ¿Por qué los recién casados siempre quieren
vomitar su felicidad sobre los demás? Debería haber una ley contra eso.
Debería contárselo a Tiernan. Los nuevos reyes hacen nuevas reglas y
anulan viejos contratos y leyes que no les gustan. Demonios, ya que está en
eso, puede hacer que sea ilegal que alguien sea feliz, y entonces mi miseria
tendrá compañía.
Suspirando, coloco el cuenco con cuidado en el armario con los demás.
Puede que mi mente no esté preparada para seguir adelante, pero mi cuerpo
pide a gritos saciedad. Incluso ahora, puedo sentir el dolor creciendo dentro de
mí solo de pensarlo.
—Dioses, necesito tener sexo.
—¿Es así?
Mi corazón prácticamente sale del pecho, y menos mal que aún no
sostenía el plato de cerámica, porque ahora estaría hecho añicos en el suelo de
baldosas. Su voz familiar y profunda hace que la adrenalina del shock se
derrita en un charco de calor entre mis muslos. Una reacción inoportuna, ya
que no puedo ocultarla de su agudo olfato.
No lo escucho moverse, pero de repente el calor de su cuerpo irradia a
través del fino algodón de mi camiseta de dormir y mis pantalones cortos de
niño. Estamos demasiado cerca y en una zona común de la casa.
Instintivamente, doy un paso hacia fuera para poner distancia entre nosotros,
pero él me sujeta por los hombros para mantenerme en mi sitio. Su suave
respiración revuelve los vellos de mi sien y me cuesta todo lo que tengo no
girar la cara para que sus labios también presionen ahí.
—Puedo ayudarte con ese problemilla, ¿sabes? —Unas manos fuertes se
posan en mis caderas y aprietan suavemente, lo suficiente para recordarme la
forma en que su tacto posesivo me hacía arder.
—No, no puedes. La cámara de seguridad...
—Me encargué de ello. Cuando te vi aquí, la giré lo suficiente como para
que estemos en un punto ciego, pero apenas, así que no hagas grandes
movimientos. Ahora, sobre el problema que mencionaste.
No puedo creer que moviera una cámara, y al mismo tiempo no sé hasta
qué punto importa. Punto ciego o no, esto sigue siendo un negocio arriesgado.
No somos las únicas personas en la mansión. Debería poner fin a esto e irme a
la cama. Lo haré. En algún momento...
—Tú eres el problema, Tier —respondo en voz baja mientras mis caderas
empujan hacia atrás hasta que siento su pene duro al rozar mi culo a través de
nuestras respectivas ropas.
Baja la cabeza y ahoga su gemido contra mi cuello.
—Joder, extraño oírte decir mi nombre, Fi —ronca—. Extraño muchas
cosas de ti. ¿Quieres escucharlas?
—Sí. —Rhiannon ayúdame. Las necesidades de mi cuerpo están anulando
mi sentido común, pero no tengo fuerzas para preocuparme—. Dime.
—Extraño ver los arañazos de tus uñas y colmillos en mi piel durante días
después de tener sexo. Extraño ver el deseo brillar en tus ojos desde el otro
lado de la habitación cuando mi mirada traza las marcas que dejaba en tu
cuerpo y que nadie más sabía que estaban ahí.
Aprieta su frente contra mi espalda y borra lo que quedaba de espacio
entre nosotros. Se corta mi respiración y se escapa un estremecimiento
mientras me derrito contra él, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada bajo
su hombro izquierdo. Sus manos me rodean por delante y sus dedos se
enroscan, clavándose en la suavidad de mi vientre, como un reclamo.
Antes de que pueda detenerlo, un gemido se cuela entre la opresión de mi
garganta.
El gruñido de respuesta de Tiernan retumba a través de mí.
—Ese sonido. Dioses, ese sonido me vuelve loco, ¿lo sabías?
Mi capacidad para formar pensamientos coherentes desaparece en cuanto
desliza una mano por la banda de mi ropa interior y desliza su dedo medio por
la resbaladiza zona entre mis labios inferiores. Persigo su tacto mientras se
burla de mi entrada y jadeo cuando introduce dos dedos hasta el fondo.
—Tan jodidamente húmeda para mí. —Sigue empujando dentro de mi
abertura, sacándome más excitación con cada retirada—. Tenía sed, así que
vine a la cocina por agua. Pero lo que tú puedes ofrecerme es mucho mejor.
Inclínate sobre la encimera y no hagas ruido.
Presiona la parte superior de mi cuerpo hacia abajo hasta que toca el frío
mármol, luego se arrodilla detrás de mí, arrastrándome la ropa interior hasta
los tobillos. Parece que ha terminado de burlarse de mí, separa mis mejillas y
se zambulle en mi interior. Su lengua roza mi excitación, escarba entre los
pliegues, sumergiéndose en mi entrada, acariciando mi clítoris hinchado, hace
que se enrosquen los dedos de mis pies y se contraiga mi vientre con la
tensión de mi orgasmo incipiente.
Muerdo el talón de la mano para contener mis gritos. Tiernan es
implacable. No se detiene ni un segundo, devorándome como si fuera la
última vez que me probara, y bien podría serlo.
Estoy tan cerca que apenas puedo respirar, sus dedos se flexionan en la
carne de mi culo, y presiona más su cara para clavar su lengua dentro de mí,
penetrándome mientras yo balanceo mis caderas sobre él para igualar sus
embestidas. Él retira una de sus manos para frotar mi clítoris con el nudillo.
Me dejo llevar por el placer hasta tal punto que casi grito, y una pequeña parte
de mí es lo bastante temeraria como para excitarse ante la perspectiva de que
nos descubran si pierdo todo el control. Pero no lo hago.
Entonces gruñe dentro de mi núcleo, las vibraciones ondulan sobre mi
carne, y tengo que taparme la boca para asegurarme de no hacerlo mientras mi
orgasmo detona en lo más profundo de mi vientre. La fuerza de la explosión
me desgarra, iluminando cada célula de mi cuerpo y haciendo que tiemblen
mis piernas. No se mueve hasta que ha bebido hasta la última gota que tengo
para darle y estoy completamente agotada. Entonces se pone en pie y vuelve a
estrecharme contra él.
—Eso fue refrescante —declara, su voz apenas por encima de un
susurro—. Desafortunadamente, eso solo abrió mi apetito por ti, Little Red.
Se dibuja una sonrisa en mis labios. La segunda vez que Tiernan y yo nos
vimos, me llamó Little Red, alegando que era más fácil que intentar recordar
mi nombre. Le respondí señalando su mala memoria y sus horribles
habilidades para poner sobrenombres, y luego le dije, ‘Mis condolencias por el
pequeño cerebro de Su Alteza. Al menos eres guapo’. Nunca dejó de usarlo, y
yo nunca dejé de fingir que lo odiaba.
—Ese nombre sigue siendo estúpido —indico perezosamente.
Se ríe entre dientes.
—¿Ves? Incluso extraño la forma en que insultas mi inteligencia. —
Acaricia mi mejilla para guiar mi cabeza a un lado, dándole acceso a lo que
quiere. Cuando su boca presiona el lugar donde el hombro se une al cuello,
cedo un poco más y tiro de sus manos hasta que sus brazos me rodean por la
mitad. Gime en señal de aprobación y aparta mi pelo con la nariz.
—Mmm, y extraño estas lindas orejas.
De repente, Tiernan se congela. Intento preguntarle qué está haciendo,
pero con una mano cubre mi boca. Luego vuelve a ponerme los shorts en su
sitio, y su voz es apenas audible cuando susurra—: Viene alguien. Vete.
No espero a que lo diga dos veces, pero justo antes de salir de la cocina,
me permito una breve mirada en su dirección para grabar este momento en mi
memoria. Es el hombre más guapo que he visto en mi vida, humano u otro.
Solo lleva un pantalón de dormir holgado que cuelga indecentemente bajo su
delgada cadera, los surcos de su pecho y abdominales parecen aún más
definidos desde las sombras proyectadas por el suave resplandor de las luces
del armario.
A diferencia del cabello negro de sus hermanos, el de Tiernan es de un
castaño intenso, como si incluso esa parte de él necesitara rebelarse. Ahora es
más largo de arriba y sobresale en varias direcciones, lo que le da un aspecto
juvenil. Los altos ángulos de sus pómulos complementan el borde recortado de
su mandíbula, y su habitual y cuidada barba de la tarde es más bien un
desaliño a esta hora tardía.
Y, por supuesto, sus orejas puntiagudas, sus etéreos y brillantes ojos
dorados y sus colmillos completan su aspecto fae.
Ojos dorados y colmillos. Dios mío. Apenas puedo disimular el grito
ahogado al darme cuenta de mi error y salgo corriendo hacia el santuario de
mi habitación. Una vez dentro, cierro la puerta, tiro el celular en la cama y
camino al espejo de cuerpo entero. Recojo un mechón de cabello largo detrás
de mi oreja y trazo lentamente la parte superior redondeada con el dedo antes
de dejar caer la mano a un lado.
...y tus orejas. Dioses, extraño estas orejas.
Siempre había pensado que la primera vez que Tiernan y yo caímos juntos
en la despensa ocurrió sin pensarlo dos veces. Para alguien como yo, alguien
inherentemente diferente, no pensarlo dos veces puede ser peligroso. Pero en
cuanto la mano de Tiernan tocó la mía, fue como si no existiera nada más. Ni
siquiera mis secretos.
Si hubiera estado pensando, habría recordado por qué tengo solo una
política humana cuando se trata de intimidad: porque me mezclo mejor con
ellos que con los de mi especie.
Es habitual que los fae mantengan relaciones sexuales con humanos, pero
es casi inaudito que resulten en un embarazo. Tanto es así que la mayoría de
los fae creen que los medianos no son más que un mito.
Sin embargo, puedo atestiguar personalmente que yo no soy un mito.
Tampoco soy un mediano, pero en algún lugar de mi línea paterna hay ADN
humano. Eso es todo lo que realmente sé, y estoy bien con eso.
No me avergüenzo de quién soy, pero ser diferente por cualquier motivo
nunca es fácil. En el mejor de los casos, susurran a tus espaldas. En el peor,
eres blanco de todos los imbéciles con complejo de inferioridad. Por eso elijo
ocultar mis rasgos, a decididamente no fae.
Así que aquella primera vez en la despensa cuando los dedos de Tiernan
hurgaron en mi con el cabello grueso y peinado sobre las redondeadas puntas
de mis orejas, contuve la respiración y esperé el ridículo o el rechazo. Pero
nunca llegó.
Mantuvo las manos donde estaban y se apartó lo suficiente para mirarme.
Sus brillantes ojos dorados se clavaron brevemente en mis colmillos antes de
volver a encontrarme y sostenerme la mirada, con su silenciosa pregunta
flotando pesadamente entre nosotros mientras sus pulgares acariciaban los
suaves arcos de mis orejas.
Respondí encogiéndome de hombros.
—Había un mediano en alguna parte de mi padre. Por eso siempre llevo el
cabello suelto o peinado para cubrirlas.
—Es una maldita lástima —confesó con una sonrisa—, porque creo que
son adorables.
Fue un gran alivio saber que no pensaba menos de mí por tener sangre
mortal, y estaba claro que le gustaban por la forma en que a menudo lamía y
mordisqueaba las superficies redondeadas. Pero nunca me atreví a ser
completamente sincera con él.
Mirándome fijamente en el espejo, contemplo mis ojos azules y paso la
punta de mi lengua sobre mis dientes rectos y despuntados. Como había
intentado dormir antes de aventurarme en la cocina, ya me había quitado las
pupilentes dorados y las gorras con colmillos que llevo todos los días, a menos
que piense estar cerca de humanos.
Estaba lista para sucumbir a mis necesidades con Tiernan hace poco, mi
sentido de autoconservación casi olvidado. Puede que le resultara fácil
descartar una sola característica humana, pero ¿cómo reaccionaría si
descubriera lo diferente que me hace mi sangre mezclada? Prefiero no
averiguarlo.
—Realmente necesitas tener sexo —le ordeno a mi reflejo—. Sustituye a
ese príncipe rebelde sexy olvidado de Dios por otra persona, y pronto.
Suspirando, entro en la cama y repito en bucle esos minutos en la cocina
con Tiernan hasta que finalmente duermo.
CAPÍTULO 4
Fiona
Esta mañana me siento mucho mejor. Una larga sesión de yoga seguida de
un poco de meditación nunca falla a la hora de poner mi cuerpo y mi mente a
tono. Con los ojos cerrados, me siento en la colchoneta con una pierna
doblada sobre la otra y las manos apoyadas con las palmas hacia arriba sobre
las rodillas. Vuelvo a respirar profundamente por la nariz, mantengo la
respiración mientras cuento hasta tres y exhalo por la boca.
Las comisuras de mis labios se curvan cuando oigo a Bryn moverse a mi
lado en su propia esterilla. Me pidió que le enseñara ‘a ser Zen y esas cosas’,
así que me acompaña tres veces por semana en mi rutina matutina en el
gimnasio de la casa de MM 3 . Se acostumbró rápidamente al yoga. A la
meditación... no tanto.
—Bien —pronuncio en tono tranquilo—. Ahora haremos un escáner
corporal, comprobando cada parte individualmente. Empieza por la coronilla,
las raíces del cabello, la frente y la parte posterior del cráneo. Concéntrate en
cómo se sienten esas zonas.
—¿En serio? ¿las raíces de mi cabello?
Prácticamente puedo sentir el arco de su ceño y su mirada dudosa
clavándose en mí. Mordiendo el interior de mi mejilla para evitar una sonrisa,
trato de inyectar un toque de dominación en mi respuesta.
—Bryn, se supone que debes mantener los ojos cerrados y seguir mis
instrucciones.
3
Midnight Manor.
—Entonces no me des instrucciones ridículas —responde. Abro mis ojos
un poco para verla volver a su postura meditativa con un suspiro—. Supongo
que mis raíces están un poco sensibles hoy. Caiden me revolvió el cabello tan
fuerte anoche que me sorprende no haberme despertado calva.
Mantenemos la compostura durante dos segundos antes de estallar en
carcajadas. Renunciando a la idea de hacer el escáner corporal, agarro la
pequeña toalla junto a mi esterilla y me limpio el sudor de la nuca.
—No hay manera de que recupere mi Zen después de eso. Dioses, lo que
daría por un pequeño tirón de cabello. O mucho.
Bryn da varios tragos largos a su botella de agua, luego gira en su
colchoneta para mirarme a la cara.
—¿Aún no tiene un nuevo rey-nookie, eh? No entiendo cómo puedes
resistirte al infame atractivo sexual Verran. Deberías venir a nuestra casa para
una visita social y tener sexo allí.
Niego, deseando que fuera tan fácil.
—Tier no aceptaría eso. A pesar de sus complejos sentimientos ante su
inminente ascensión, sabe lo que está en juego si se sabe algo de que no se lo
toma en serio. El legado de su familia es importante para él, así que, aunque
espera que mi madre encuentre la forma de romper la maldición de sangre, no
quiere sembrar dudas sobre su competencia entre la gente. O su hermano
mayor.
Le dirijo a Bryn una mirada fija y ella me da un rápido apretón en la
pierna, haciéndome saber que entiende las preocupaciones de Tier se
mantienen entre nosotros dos.
—Lo entiendo —aclara con sinceridad. Luego sus ojos color avellana
brillan con picardía—. Sinceramente, me preocupa que se arruguen tus partes
femeninas por tanto descuidarlas. Necesitas una berenjena en tu taco, STAT4,
chica.

4
Sin demora.
La conversación casi me hace escupir el agua. Consigo retenerla toda,
excepto una gota que limpio con el dorso de mi mano mientras me echo a reír.
Una vez empezamos a usar un extraño lenguaje emoji, y ahora lo usamos al
azar, normalmente en los momentos más extraños.
—Estuvimos muy cerca anoche. Y me vine muy fuerte justo antes de eso.
Bryn se abalanza.
—¿Qué? ¿Cómo es que esto no es lo primero que me dijiste esta mañana?
Derrama el té ahora mismo o... pensaré en algo más tarde, pero no será
divertido.
Suspiro, apoyándome en mis manos.
—Estaba en la cocina durante uno de mis ataques de insomnio. Él estaba
levantado para tomar un vaso de agua y, de repente, estaba allí. Todo lo que
podía oler, sentir y escuchar era a él. Y las cosas que decía...
Bryn se inclina, con los ojos muy abiertos y la atención pendiente de cada
una de mis palabras. Exactamente como solía estar yo cuando me hablaba de
Caiden cuando las cosas empezaron a calentarse entre ellos.
—Ah, sí. A mí también me encanta hablar sucio.
—Aunque no era tan sucio. Quiero decir, no era adecuado para repetir
delante de niños ni nada, pero solo era un condimento, si eso.
Ladea la cabeza como si intentara resolver un enigma.
—¿Fue la forma en que sonaba, entonces? ¿tienes alguna manía con la
voz?
—No. ¿Quizás? Creo que es más una manía de Tiernan Verran,
sinceramente.
—Bien, olvida esa parte. ¿Qué pasó en realidad?
A pesar de saber que estamos solas, doy un vistazo superficial al gimnasio
para asegurarme antes de darle la idea básica en lenguaje emoji, terminando
con:
—Lengua grande, mano agitándose y luego el trío de gotitas. —Recuerdo
cómo me temblaban las piernas y casi me rindo—. Como cinco tríos de
gotitas.
Su mandíbula está prácticamente apoyada en su pecho.
—Maldita sea, eso es caliente. Espera, después de todo eso, ¿todavía no
conseguiste la berenjena? No me digas que mi malvado cuñado finalmente se
volvió caballero contigo.
Resoplo.
—Definitivamente no. Escuchó venir a alguien. Probablemente un
Guardia para comprobar la cámara de seguridad que empujó para crear un
punto ciego para nosotros.
—Bueno, eso apesta.
—No, acabó siendo algo bueno. —Ella frunce el ceño, probablemente
incapaz de pensar una sola razón por la que yo diría eso después de querer
escalar a Tier como un árbol los últimos tres meses—. No llevaba puestas los
pupilentes ni los colmillos
—Oh, chica, lo siento, —se disculpa, con simpatía en su tono—. Sigo
pensando que deberías decírselo. Al menos sobre esos para que no tengas que
preocuparte de tenerlos siempre en la mansión.
Bryn es la única que conoce todos los aspectos en los que mi ADN de
mediano me hace diferente, tanto física como mágicamente, y no podría
importarle menos. El hecho de que haya vivido como humana hasta hace poco
significa que no tiene los mismos prejuicios que la mayoría de los seres
feéricos. Es mi primera amiga de verdad y, como sobrina biológica de mi
madre, también es mi prima. Puedo confiarle mis secretos.
Bebo un largo trago de agua y niego.
—No puedo. Que sepa que tengo rastros de sangre humana y orejas
redondeadas es una cosa. Pero que sepa que tengo más en común con los
humanos que con los de mi propia especie es otra. —Me inclino hacia delante
y rasgo los pequeños hilos que forman mi toalla—. No podría soportar que me
mirara como si fuera un bicho raro, Bryn.
Se acerca para darme un apretón de apoyo en la mano.
—Él nunca lo haría, Fi. Tiernan puede parecer que no es más profundo
que un charco, pero sabes que no es tan superficial.
—Lo sé, pero es difícil luchar contra toda una vida de preocupaciones lo
suficiente como para abrirse a alguien como él. —La miro y le ofrezco una
sonrisa irónica—. Además, si mi madre se enterara de que le he hablado de mí
al futuro rey después de todo lo que ha hecho para ayudarme a integrarme, le
daría un ataque de nervios.
Bryn hace un gesto de dolor.
—Buen punto. No le desearía la ira de la tía Erin a nadie. Probablemente
te convertiría en sapo durante una semana o algo así.
Nos reímos de esa imagen, luego nos guío a través de algunos
estiramientos sobre nuestras espaldas. Apretando las rodillas contra el pecho,
giro la cabeza para mirarla.
—¿Cómo te trata la vida de casada? ¿vas a organizar una elaborada cena
para afianzar tu reinado como Reina de las amas de casa de los suburbios?
Bryn empuja mis piernas, haciéndome caer de lado y perder el
estiramiento mientras suelto una risita.
—Difícilmente. Estoy demasiado ocupada con el trabajo como para
complacer a la élite social de Las Vegas. Pero tengo algo que decirte.
Su tono pensativo me preocupa. Me incorporo y le pregunto:
—¿Va todo bien entre Caiden y tú?
Sin dejar de estirar las rodillas, me mira con una amplia sonrisa.
—Todo va genial, Fi. De hecho, no podría ser más perfecto. —Suelta las
rodillas y pone sus manos sobre el abdomen—. Quería decírtelo primero...
nosotros vamos a tener un bebé.
Mi sorpresa se ve rápidamente superada por la alegría y me lanzo al suelo
para envolver a mi amiga en un abrazo de oso. Finalmente, dejo de aplastarla
con mi excitación y tiro de ella para sentarnos frente a frente, con las manos
entrelazadas.
—Cuéntamelo todo —le pido—. ¿Estuviste intentándolo? ¿desde cuándo
lo sabes? ¿qué tan avanzada estás?
—No, no lo intentábamos, pero tampoco habíamos pensado en evitarlo.
Incluso después de mi transformación fae, Caiden sigue pensado a menudo en
mí como una mujer humana que era cuando empezamos nuestro secuestro.
—¿Tu secuestro? —repito con una risita.
—Es más preciso que el cortejo, ¿no crees?
No se equivoca. Bryn fue rehén de Caiden durante semanas después de
que despertaron casados y unidos el uno al otro. Por supuesto, él no podía
dejarla volver a Wisconsin, ya que cualquier distancia significativa entre ellos
le habría causado la muerte.
Pero Bryn no tardó en disfrutar de su cautiverio una vez que el rey la
introdujo en los muchos placeres perversos inherentes a los Fae Oscuros.
Nuestros gustos sexuales se sitúan naturalmente en el lado depravado del
espectro, como cabría esperar de un pueblo que creó toda una ciudad basada
en la desviación y el libertinaje.
—Touché —respondo—. Así que, básicamente, una vez que te convertiste
en Darklight, tu cuerpo ya no actuaba como humano. Pero tu esposo seguía
teniendo la mentalidad de no envolver su herramienta porque no lo había
necesitado antes, y como las parejas unidas pueden concebir fácilmente,
acabaron con un bollo en el horno. ¿Correcto?
—Exactamente. Creo que quedé embarazada casi inmediatamente, y lo
sospeché no mucho después. Lo confirmé el día que nos mudamos a nuestra
casa y se lo dije a Caiden esa noche.
Se me cae la mandíbula.
—¡Pero eso fue hace casi tres meses! ¿Y me lo dices ahora? ¿Ahora quién
se merece algo que no sea divertido? Debería revocar tu tarjeta de mejor
amiga.
—Lo sé, lo siento. Quería esperar hasta que pasáramos la marca de las
doce semanas antes de contárselo a alguien. Sé que mi situación es diferente
porque los fae no sufren las mismas complicaciones, pero recuerdo escuchar a
mi madre hablar de lo desgarrador que era cada vez que abortaba. Necesitaba
estar más avanzada para mi propia tranquilidad.
—Cariño, lo entiendo perfectamente. —Emily y Jack Meara, la pareja que
crio a Bryn como si fuera suya, sufrieron años de infertilidad antes de que mi
madre les regalara una recién nacida fae hechizada para que pareciera una niña
humana—. Sinceramente, me alegro mucho por ustedes. ¿Cómo se siente
Caiden con su inminente paternidad?
La boca de Bryn se curva mientras el amor por su marido brilla en sus
brillantes ojos color avellana.
—Está encantado, Fi. Siempre me pone la mano en el estómago, aunque
aún no se note, habla con el bebé, le cuenta cuentos antes de dormir, y la
habitación del bebé ya está terminada con al menos dos de todo lo que
podamos necesitar y más. —Su sonrisa vacila mientras se pone más seria—.
Pero también es un manojo de nervios, y toda esta situación con Myrddin ha
disparado su habitual sobreprotección.
—No puedo culparlo. Nada como esto ha ocurrido antes, y teniendo en
cuenta que Talek Edevane sigue gobernando la Corte Diurna desde Dios sabe
dónde, tenemos que asumir que solo está esperando su momento antes de
hacer otra jugada por el trono de la Corte Nocturna.
Escalofríos recorren mi cuerpo. Es la primera vez que expreso ese miedo
en voz alta. He tenido demasiado miedo para reconocer el hecho de que, como
nuevo rey de los Fae Oscuros, Tiernan será quien tenga una diana en la
espalda.
El único consuelo que tengo es que Edevane aún está obligado por el
Tratado de las Dos Cortes que establece que ninguno de los reyes puede matar
al otro ‘por su propia mano o por orden suya’. Es la razón por la que intentó
acabar con Caiden activando la maldición de sangre del matrimonio. Así que,
mientras Tiernan no se aparee accidentalmente también, debería estar bien.
Pero eso no explica por qué hemos tenido nuestro primer asesinato fae en
la historia de nuestros cuatrocientos años en el mundo humano. Y si el
conocimiento es poder, estamos en una gran desventaja en este momento.
Al ver la expresión de preocupación en el rostro de mi amiga, cambio
rápidamente de tema.
—Oye, ¿quieres gastarles una broma a los chicos Woulfe? No paran de
cavar en mis lechos de madreselva, así que he pedido polvos pica-pica para
darles una lección. Estaba pensando que a sus camas gigantes para perros
junto a la hoguera del patio les vendrían bien un par de rociadas. O diez.
Sus ojos se iluminan con picardía.
—Hagámoslo. Y deberíamos sobornar al Vigilante a cargo de las cámaras
de seguridad para que podamos ver los frutos de nuestro trabajo.
Riendo, digo:
—Oh, absolutamente. ¿Ves? Puede que seas mitad Luz, pero tu mitad
Oscura es tan desviada como el resto de nosotros. Ahora, hagamos que los
gemelos crean que tienen pulgas.
CAPÍTULO 5
Tiernan
Sentado en la parte de atrás del Range Rover con Seamus, bebo un sorbo
fortificante de café tostado y hago una mueca de dolor cuando el sol del
desierto se asoma por fin en el horizonte lo suficiente como para atravesar
bruscamente mis ojos sombríos con haces de luz.
—Bueno, una cosa es segura —refunfuño a nadie en particular mientras
bajo mis gafas de sol de aviador—. Cuando sea rey, todas las reuniones de la
corte antes de las ocho de la mañana estarán prohibidas.
Conall me mira por el retrovisor.
—No puedo decir que lo odiaría.
Bostezando en el asiento del copiloto, su hermano dice:
—Confirmo.
—Quizás si alguno de ustedes se molestara en irse a la cama a una hora
decente en lugar de estar jugando con sus videojuegos de guerra, no serían tan
infantiles para reunirse al amanecer —reprocha Seamus en su famoso tono
que consigue regañar sin sonar como tal.
Connor mira por encima del hombro.
—Normalmente diría touché, papá, pero Conall y yo no pasamos la noche
jugando Modern Warfare.
—Necesitábamos correr —añade Conall.
La expresión severa de su padre no cambia en ningún momento, pero sus
ojos se suavizan cuando les hace un gesto seco con la cabeza.
—Eso fue sabio.
Los cambiaformas, sean del tipo que sean, tienen que pasar regularmente
tiempo en forma animal. La frecuencia depende de la línea familiar y de los
individuos. Los gemelos podían pasar un par de semanas sin pasar mucho
tiempo como lobos. Pero entonces necesitaban una noche entera para correr
por el desierto y aprovechar esa magia ancestral. Más tiempo y sus formas fae
se debilitarían.
Seamus vuelve su mirada paternal hacia mí.
—¿Y tu excusa?
—No quieres saberlo.
—Eso suele significar que debería —responde.
Encogiéndome de hombros, le digo la verdad y al mismo tiempo no.
—A las tres de la mañana fui a la cocina por un vaso de agua y luego me
di una larga (fría) ducha. No pude dormir después.
Connor me mira y sonríe.
—Estuviste en la cocina un rato. Debes haber tenido sed, ¿eh?
Fue él quien vino a comprobar la cámara de seguridad torcida. Aunque no
había visto nada, no había forma de confundir el olor de Fiona que aún
permanecía en la habitación. Le muestro una sonrisa salvaje que decía cierra
la puta boca o lo haré por ti.
—¿Qué puedo decir? Me tomo mi hidratación muy en serio.
Pensar en mi encuentro con Fiona me hace desear otra probada de ella.
Esos diez minutos con mi cara entre sus muslos, bebiendo cada gota que me
daba, fueron posiblemente los mejores minutos de mi vida hasta la fecha.
No puedo decidir si Rhiannon finalmente se apiadó de mí y me regaló ese
tiempo para quitarme el deseo por ella, o si la diosa de la luna está jugando
conmigo dejándome solo quitarme el deseo. Porque si antes pensaba que
estaba obsesionado con tener a Fiona, ahora estoy positivamente consumido
por mi necesidad. Mis colmillos ansían beber más de ella que solo su
excitación.
Mierda, contrólate o serás un reloj de sol andante cuando salgas del auto.
No creo que la patética excusa de tener sexo matutino latente le vendría
bien a Seamus. Por lo que sé, no está al tanto de mi historia con Fiona. Pero
tendría que ser completamente inconsciente para no notar la tensión sexual
entre nosotros. No me ha preguntado al respecto, lo que dice que no cree que
sea un problema. Todavía.
Conall, que en ocasiones es menos imbécil que su gemelo, cambia el tema
para mí.
—No me puedo creer que CV5 vaya a ser papá. Es genial.
Antes de salir de Midnight Manor, Caiden se acercó y nos dio la noticia de
que Bryn estaba embarazada. Estallamos en una ronda de felicitaciones y
palmadas en la espalda, y el orgullo en la cara de mi hermano era
incomparable. Pero Seamus vio algo más.
—Estás preocupado —señaló.
Caiden asintió.
—El embarazo está teniendo efectos inesperados. Sus poderes curativos
son estables hasta ahora, pero su fuerza está aumentando, y su poder de
sugestión se está volviendo impredecible.
—Impredecible ¿cómo? — pregunté.
—No siempre puede controlarlo. Ayer, nos detuvimos en Nightfall para
que pudiera recoger algunas cosas de mi oficina. Le di las llaves al valet, y
Bryn le sugirió en broma que se lo llevara a dar una vuelta. El chico se fue en
mi Maserati.
Connor se llevó la mano al pecho como si le doliera de verdad.
—¿Él te robó el auto?
—No, la trajo de vuelta una hora después con el tanque vacío, pero esa no
5
Caiden Verran.
es la cuestión. Ese uso involuntario de su poder sugestivo, por pequeño que
fuera, la agotó por completo hasta casi hacerla colapsar. Como única
Darklight, no hay forma de saber cómo seguirá afectando a Bryn cuanto más
avanzada esté.
Seamus tiró de su barba, con preocupación en los ojos.
—Debemos asegurarnos de que alguien esté con ella en todo momento.
—El único momento en que me alejo de su lado es si está con alguien de
confianza, e incluso entonces no estoy lejos. Obviamente, haré lo que pueda,
pero quería que supieras por qué es posible que no esté tan involucrado en
asuntos judiciales durante un tiempo.
—No te preocupes, hermano, cuida de Brynnie y del bebé. Nosotros nos
encargamos. —Solo puedo esperar tener razón, pero no voy a decir nada que
cargue a mi hermano con más preocupaciones de las que ya tiene. Así que por
ahora voy a hacer lo que siempre he hecho cada vez que me colaba en una
fiesta VIP de un famoso:
Fingir hasta conseguirlo.
Un zumbido de energía recorre mi cuerpo cuando cruzamos el umbral de
la enorme fachada protectora que cubre el lugar más sagrado de los Fae
Oscuros, el Templo de Rhiannon, donde rendimos homenaje a la diosa de la
luna. Hace un segundo solo había desierto hasta donde alcanzaba la vista, pero
todo era un hábil espejismo que ocultaba la enorme estructura que teníamos a
medio kilómetro de distancia.
A diferencia de Caiden, nunca he tenido una afinidad especial por la ToR,
el acrónimo iniciado por la Guardia que se quedó como nombre abreviado. Lo
respeto por lo que es, pero aparte de eso, nunca he pensado mucho en él. Pero
ahora que nos acercamos a ella, un sentimiento de orgullo y admiración se
agita en mi pecho. Es realmente magnífico y, según los ancianos, una réplica
exacta del templo de Tír na nÓg, de donde proceden los Fae Oscuros allá en
Faerie.
La piedra negra brilla a la luz del sol, y las agujas de cada esquina se
elevan hacia el cielo como si trataran de alcanzar a la diosa que le da nombre.
El hechizo que oculta el ToR a los ojos humanos es visible en el aire que
rodea el templo, haciéndolo parecer un espejismo palaciego en medio del
Mojave.
El ToR no solo es nuestro lugar de culto, sino también donde el rey lleva a
cabo los asuntos reales, aunque tradicionalmente nunca se celebran durante el
día. Porque, ya sabes, la Corte Nocturna. Pero las circunstancias especiales
exigen concesiones especiales, y por mucho que me queje de la horrible hora
tan temprana, soy plenamente consciente de que esta reunión no puede esperar
por cosas como la conveniencia o la tradición.
Estacionamos cerca de la entrada trasera y los hermanos se comunican con
otros miembros de la Guardia Nocturna que están adentro, confirmando que
podemos entrar en ToR sin peligro.
Mientras caminamos por los serpenteantes pasillos hacia el ala con las
salas de conferencias, me quito las gafas de aviador y las engancho en mi
cuello abierto de la camisa azul de mi traje. Con las mangas arremangadas y
pantalones caqui, no puedo ir más elegante.
No soy como Caiden, que probablemente duerme y tiene sexo con sus
trajes de diseñador. Pobre Brynnie. Personalmente encuentro asfixiante
cualquier cosa más elegante que la ropa informal. Otro rasgo poco real que
añadir a la lista.
Nos detenemos ante la puerta cerrada de la sala de conferencias principal.
Connor pone brevemente un dedo en la unidad de comunicaciones de su oreja.
—Recibido. —A Seamus le dice—: El jefe McCarthy ha sido localizado a
tres minutos.
—Bien. Que lo escolten de vuelta en cuanto llegue.
En ese momento, los hermanos Woulfe nos conducen a la sala. Como los
dos son tan corpulentos que podrían ser defensas titulares de los Raiders, no
me di cuenta inmediatamente de que estábamos interrumpiendo una reunión
que ya estaba en marcha. Una reunión de la que no sabía nada. Y por la
mirada de Seamus, él tampoco.
Siete machos se sientan en los lujosos sillones de cuero alrededor de la
gran mesa de conferencias, tres a cada lado y uno al final. Sus cabezas giran
en nuestra dirección para dirigir diversas miradas de desagrado a quienquiera
que se haya atrevido a interrumpirles. Hasta que nos ven a Seamus y a mí.
Entonces no pueden levantarse lo bastante rápido. Hacen una breve reverencia
y nos saludan como es debido. Tengo que concentrarme en no torcer el labio
con desagrado, en mantener mis rasgos suaves y sin alteraciones.
Estos son los imbéciles que, a todos los efectos, dirigen mi vida en este
momento. El Consejo Oscuro. Está formado por los siete altos señores de la
Corte Nocturna, jefes de las familias Oscuras más antiguas. Su papel dentro de
la corte ha sido principalmente honorífico. Hasta ahora.
Ahora tienen poder. Es limitado, pero es suficiente para hacer que sus
penes se pongan duros. Especialmente Hedrek Dolan, el Presidente del
Consejo Oscuro y el imbécil con cara de ciruela que ocupa la silla destinada al
rey. Probablemente ha estado poniéndose crema en los pantalones desde la
noche en que Caiden abdicó, haciendo que el DC6 fuera operativo por primera
vez en siglos. El hecho de que no haya ni una sola mujer cabeza de familia
demuestra lo anticuados que son.
Seamus junta las manos delante de él y esboza una sonrisa que no se
acerca a sus ojos dorados.
—Lord Speaker, qué agradable sorpresa. No sabía que el Consejo se
reunía esta mañana. Extraña elección de horario, tan temprano, ¿no le parece?
Hedrek hace ademán de abrocharse el elegante traje y le devuelve una
falsa sonrisa.
—Solo intentábamos evitar ocupar el espacio durante su horario normal de
trabajo, Regente.
Arqueo una ceja dudosa.
—Ojalá hubiera algún tipo de interfaz de programación accesible para
todos los líderes de la corte que nos permitiera saber cuándo se reúne la gente
6
Consejo Oscuro.
y dónde.
Ops. Se me olvidó poner el filtro. Seamus no se atreve a decir nada, pero
la forma en que sus hombros se tensan a mi lado bien podría ser uno de esos
golpes en mi cabeza que me daba cuando me ponía demasiado hablador de
pequeño. Mensaje recibido, Obi-Wan.
—Disculpe, Lord Speaker —continúo con cero remordimientos—. Sé que
la era digital no es fácil de entender para todos. Estoy seguro de que
simplemente se le olvidó revisar el Calendario de la Corte.
No menciono que tampoco puedo recordar revisar la maldita cosa. Gracias
a Rhiannon por Fiona. Ella se ha encargado de controlar mi agenda y
asegurarse de que no me pierda nada importante. Bueno, al menos no por
accidente.
Unos labios finos se arrastran por sus comisuras.
—En efecto, Alteza. Le aseguro que no volverá a ocurrir. En cualquier
caso, estábamos terminando, así que la habitación es suya.
—¿Algo de lo que el Príncipe Heredero y yo necesitemos ser informados,
Lord Speaker? —pregunta Seamus.
—No, Regente, pero si eso cambia, prometo que será el primero en
saberlo.
Maldita sea, quiero arrancarle de un puñetazo la sonrisa zalamera de su
puta cara. Nada bueno viene de un imbécil hambriento de poder como él
prueban el control que anhelan. Y no confío en que Hedrek Dolan no esté
preparando algo a nuestras espaldas.
Los miembros recogen sus cosas rápidamente y empiezan a irse, dándome
un gran rodeo y evitando contacto visual. Sin embargo, antes de que Hedrek
se marche, Seamus le devuelve la llamada.
—Estamos a punto de reunirnos con el jefe McCarthy. Nos va a poner al
corriente de los últimos acontecimientos. Me gustaría que asistieras a la
reunión con nosotros. Nunca está de más tener informado a otro líder que ame
a nuestro pueblo.
El viejo cangrejo parece sorprendido y honrado durante unos sesenta
segundos, antes de volver a mostrar su descarado sentido del derecho.
—No podría estar más de acuerdo —asegura—. Estoy feliz de ofrecer
cualquier ayuda que pueda a la Corona en estos trágicos momentos.
Arrugo la barbilla y murmuro a Connor a mi otro lado.
—Creo que acabo de vomitar en mi boca. —Se aclara la garganta para
disimular la risa mientras Conall transmite el mensaje que deben de haber
recibido a través de los comunicadores—. McCarthy está aquí. Rian lo está
escoltando hacia aquí ahora.
Aprovecho esos dos minutos para rellenar mi café con la cafetera Keurig
del bar de la esquina. En cuanto llega el jefe, el ambiente en la sala cambia,
como si fuera un presagio de malas noticias. En realidad, él no hace eso, él es
eso, y el peso del por qué estamos todos aquí de repente parece demasiado
pesado para soportarlo de pie.
Él y Seamus se saludan con las manos firmemente entrelazadas y las
rápidas cortesías que se hacen los viejos amigos cuando se encuentran en
condiciones sombrías. Cuando se separan, McCarthy se inclina ante mí y
saluda respetuosamente con la cabeza a Dolan antes de que Seamus haga un
gesto hacia la mesa.
—Empecemos.
Se coloca a un lado del asiento principal y se encuentra con mi mirada.
Me pregunta si quiero ocupar el lugar que me corresponde. Le respondo
ocupando el lugar a su derecha designado para el consejero principal. Su sitio.
Seamus baja su enorme cuerpo hasta la silla del rey y finge que no acabamos
de tener una discusión silenciosa sobre la disposición de los asientos, igual
que yo finjo que dicha discusión no era una metáfora de cosas mucho mayores
que dónde siento mi culo.
—Aleck —empieza Seamus—, tienes la palabra.
McCarthy tiene una mandíbula fuerte y unas cejas oscuras y serias que
transmiten tanto su determinación como su compasión. Parece el típico
detective de televisión, si no contamos las orejas puntiagudas y los colmillos.
Pero si alguna vez hay una Ley y Orden: Unidad Especial de Fae, él sería uno
de los favoritos.
Frotándose una mano en la cara, el jefe de policía suspira como
resignándose a la realidad de la conversación.
—Ayer tuvimos dos asesinatos más. Eoghan O'Leary y Cillian Valliant.
Parece como si todo el aire saliera de la habitación mientras cada uno de
nosotros intenta procesar las noticias. Un asesinato fae fue una tragedia
impactante. Tres es una maldita catástrofe desgarradora. Mis entrañas vibran
de indignación por la pérdida sin sentido de nuestra gente. No puedo ni
imaginar lo destrozadas que deben estar las familias al perder a sus seres
queridos de forma tan repentina y violenta.
El puño de Seamus se aprieta casi imperceptiblemente sobre la mesa.
—El jefe de cocina de Obscurity y el propietario de Dark and Dapper.
Obscurity es un restaurante de lujo en el extremo sur de The Strip. Hace
dos años, el propietario murió y volvió al banco. Caiden se vio inmerso en una
guerra de ofertas con Stanley Leone, a quien le gusta coleccionar negocios
tanto como a mi hermano y que ha estado haciendo todo lo posible por hacerse
con una participación significativa en el sector inmobiliario de Las Vegas
durante el último año, más o menos. Al final, Caiden consiguió el restaurante.
Leone se volvió loco.
Dark and Dapper es una boutique de ropa elegante especializada en
diseños personalizados. Cillian era el propietario y el talento, pero llevaba el
negocio con su esposo. Es el único lugar donde Caiden consigue su ropa,
desde su ropa de corte hasta sus trajes de negocios, e incluso sus jeans.
Mis labios se curvan en un gruñido.
—Otro de los empleados de mi hermano y su sastre personal. No puede
ser una coincidencia. Pero ¿por qué? ¿Por qué demonios amenazaría alguien a
Caiden ahora? Ya no tiene poder en la Corte.
McCarthy levanta una mano, haciéndome pensar que debo parecer a punto
de matar al mensajero.
—La amenaza podría no estar dirigida específicamente al Príncipe Caiden.
Puede que ni siquiera sea una amenaza. Ahora mismo no sabemos nada,
aparte de lo que todos tienen en común.
—La conexión podría ser corporativa o incluso de la Corte —añade
Seamus—. El restaurante es propiedad de Onyx Inc, pero está gestionado y
dirigido por Darks. Y la tienda de Cillian es conocida públicamente por
equipar a Caiden con trajes de negocios, pero Cillian también tenía un
contrato con la Corte que atendía a todos los miembros de la administración
real, incluido el Consejo.
Dolan levanta una ceja de desaprobación como un profesor que me regaña
en silencio por no hacer los deberes.
—Yo soy más bien un tipo fuera de serie. Estar quieto mientras me
pinchan repetidamente en una zona sensible no es una de mis manías. Pero no
me juzgues, Dolan, hazlo tú. —Le guiño un ojo sugestivamente, como si
conociera todos sus secretos más oscuros, solo para exaltarlo. Y funciona.
Aleck interviene para cambiar de tema antes de que Dolan se lance al
ataque.
—Así es, Regente, la conexión también podría ser la Corte y no el
Príncipe Caiden específicamente.
Continúa dando detalles sobre las escenas.
—El marido de Cillian, Declan, dijo que Cillian salió de casa sobre las
seis y cuarto de la mañana de ayer hacia su estudio. No era su rutina típica,
pero había estado entusiasmado por empezar un vestido a medida que la
Madre Real llevaría a la coronación del Príncipe Tiernan.
—Declan llegó una hora más tarde. Encontró a Cillian justo dentro de las
puertas del estudio en las mismas condiciones que Myrddin, muy golpeado y
apuñalado. No había señales de que hubieran forzado la entrada y, al parecer,
Cillian aún no había empezado, ya que no había herramientas ni telas en la
zona de trabajo trasera.
—Nuestra conjetura es que el sospechoso, o sospechosos, en plural, lo
siguieron en cuanto abrió la puerta y lo golpearon con un objeto contundente
en la nuca, lo que les dio el elemento sorpresa para tomar ventaja antes de que
pudiera defenderse. El forense sitúo la hora de la muerte en torno a las seis y
cuarenta y cinco de la mañana.
—¿Y Eoghan? —pregunto mientras los detalles dan vueltas en mi cabeza,
intentando formar una imagen cohesionada con respuestas, mientras mi
corazón se rompe por el marido de Cillian—. Obscurity ha estado cerrado toda
la semana para su limpieza anual profunda. Al final de esta semana, el Chef
prepara una enorme comida por sí mismo y organiza un acto de
agradecimiento para su personal en el restaurante antes que vuelvan a abrir.
Los primeros en llegar, poco después de las ocho de la noche, encontraron a
Eoghan en un charco de sangre en la cocina, que era una zona de guerra.
Parece que puso resistencia, pero no fue suficiente. Encontramos dos huellas
de zapato diferentes y ninguna coincide con el par que llevaba Eoghan, así que
hubo al menos dos atacantes, posiblemente más.
Frunzo el ceño.
—¿Cómo entraron al restaurante si estaba cerrado?
—Uno de sus cocineros dijo que Chef siempre dejaba la puerta trasera
abierta mientras preparaba la comida para el evento porque no quería que el
fuerte olor a desinfectante impregnara su cocina. La alarma de seguridad
estaba desactivada a las dos y nueve de la tarde, así sabemos que es cuando
llegó, pero fue unas horas antes de ser atacado. La hora de la muerte es
alrededor de las cinco.
Seamus levanta la vista del bloc de notas en el que ha estado
garabateando.
—¿Alguna otra pista o detalle que pueda ayudarnos a dar con los
responsables? ¿y las grabaciones de seguridad?
Niega, McCarthy complementa:
—En la tienda de Cillian no hay cámaras, ni en las tiendas de los
alrededores tienen ninguna apuntando en su dirección.
—Pero el restaurante está equipado con cámaras que cubren cada
centímetro cuadrado, por dentro y por fuera. Había que grabarlo todo —
informo.
—Negativo. La señal no es más que estática. Encontramos dos objetos en
la cocina que probablemente se cayeron en la lucha: un bloqueador de señal
que habría interferido con la señal de un sistema de cámara inalámbrica, y una
piedra de bruja encontrada cerca del cuerpo. Ambos fueron desempolvados en
busca de huellas y salieron limpios.
Hedrek se reclina en su silla.
—Una piedra de bruja. Eso significaría que el autor es un familiar.
—No necesariamente —espeto—. Si han tenido que usar una piedra de
bruja para ver más allá de la fachada de Myrddin, entonces sí, el perpetrador
es probablemente humano. Pero eso no lo convierte automáticamente en un
familiar.
—No estoy de acuerdo. Que supieran cómo subvertir una de nuestras
defensas más antiguas habla del hecho de que tienen un conocimiento íntimo
de los faes. Eso hace más probable que fuera alguien de confianza.
Me burlo.
—Sé que no eres el mejor con la tecnología moderna, pero estoy seguro de
que has oído hablar de una cosita llamada Google. Los humanos solo tardan
unos segundos y unas pocas pulsaciones en encontrar cientos de páginas web
sobre faes. Claro, la mayoría son tonterías, pero hay muchas que no lo son.
Prueba suficientes cosas y seguramente tendrán suerte con el tiempo.
El lord me mira fijamente desde el otro lado de la mesa.
—Es posible. O posiblemente su hábito de pasar más tiempo con los
humanos que con los de su propia especie le ha nublado el juicio.
El rojo tiñe los lados de mi visión. No es fácil hacerme enfadar, pero este
imbécil tiene un don para tocarme mis putos botones.
—Cuidado, Dolan. No voy a estar siempre en esta silla, y estás hablando
con demasiada libertad para mi gusto.
Su mandíbula se tensa antes de que sea capaz de forzar las palabras.
—Perdóneme, Su Alteza. No pretendía ofenderlo.
Como no respondo inmediatamente, Seamus me da un golpecito en el pie
con el suyo.
—Estás disculpado —acepto apretando los dientes. Lo que no digo es que,
aunque perdone su insolencia porque tengo que hacerlo, no pienso olvidarla.
—Técnicamente, es demasiado pronto para descartar a alguien —continúa
Aleck—. Incluso uno de los nuestros. El hecho de que hayamos sobrevivido
tanto tiempo sin un homicidio de un Oscuro contra Oscuro no significa que no
sea así. La piedra podría haber sido plantada para despistarnos.
—Por mucho que me resista a admitirlo, tienes razón, Aleck —apoya
Seamus sombríamente.
—¿Alguien tiene algún problema con los Romanov? —Los tres pares de
ojos me miran sorprendidos—. ¿Qué? Si estamos mirando a todo el mundo,
entonces deberíamos estar mirando a los demás, también. El clan de vampiros
Romanov está en Los Ángeles. Son los más cercanos a nosotros y sabemos
que están aquí con regularidad. Son los dueños de Blood Sport, el gimnasio de
MMA7 de la calle Fremont. Así que empecemos por ahí, luego miramos a los
hombres lobo, djinn, sirenas, etcétera.
Hedrek resopla con evidente frustración, como si yo fuera un niño
hablando fuera de turno, sin hacerle ningún favor en lo que respecta a mi
estado de ánimo.
—No lo creo. En los más de cuatro siglos que hemos habitado este reino,
nunca hemos tenido problemas con ninguna de las razas sobrenaturales.
—Tampoco hemos tenido nunca a uno de los nuestros asesinado en
circunstancias misteriosas, así que creo que debemos investigar todas las vías
para eliminar las posibilidades y reducir la lista de sospechosos. —Miro a
Aleck, sabiendo que me apoyará. No porque sea el futuro rey, sino porque

7
Artes Marciales Mixtas.
tengo toda la puta razón—. ¿No es así como se hace, Jefe McCarthy?
—Sí, Su Alteza, así es como se llevan a cabo las investigaciones.
Un rubor sube por el cuello de Hedrek.
—Investigar algo así sería un insulto al jefe del clan Romanov,
prácticamente una acusación en sí misma, y podría incitar a una guerra entre
nuestras facciones. Perdóneme de nuevo, Su Alteza, pero debo insistir...
—Sabes, Dolan, no creo que lo haga. Recién se me acabo el perdón, por
no hablar de mierda a estas alturas —quejándome—. No te preocupes por
Dimitri, yo me encargaré de él.
—No —ordena con imprudencia—. No nos acercaremos a los vampiros a
menos que las otras pistas no den resultado.
Mis labios se despegan en una mueca, mis colmillos adoloridos por la
adrenalina añadida de querer golpear a este bastardo donde está sentado.
—Y yo digo que lo haremos. —Comprobado.
La columna vertebral de Speaker se endereza mientras hace los hombros
hacia atrás y levanta la barbilla en un vano intento de mirarme con desprecio.
A mí. Olvida que pronto seré su rey, a petición suya, debo añadir, pero soy un
maldito Verran, un miembro de la línea real. Es como ver a una comadreja sin
saco creyendo que encontró sus bolas extraviadas.
—Si quería tomar las decisiones que afectan a nuestra corte, podría haber
ascendido al trono cuando su hermano abdicó en lugar de pedir tiempo —
reclama Dolan—. ¿Está diciendo que quiere proceder con la coronación
ahora, Su Alteza?
Me obligo a no hacer una mueca de dolor ante la mención de la palabra
con "C" y respondo con mi propia pregunta.
—Regente —hablo, sin apartar los ojos de Dolan—. ¿Crees que
deberíamos interrogar a Romanov ahora o esperar una fecha indeterminada en
el futuro?
—Incluso si no son responsables de los ataques, pueden haber escuchado
algo en los alrededores del gimnasio u otros lugares que frecuentan que
puedan resultar útiles. Por lo tanto, mientras el Príncipe Heredero sea
diplomático con su línea de interrogatorio...
Ante la pausa preñada, giro para verlo lanzándome una mirada de no me
hagas comerme estas palabras.
—¿Qué? —pregunto a la defensiva—. Puedo ser diplomático.
—Entonces, sí, creo que sería prudente reunirnos con ellos ahora.
Jaque mate.
A duras penas me abstengo de sacarle la lengua o de decir te lo dije, pero
sí me permito arquear una ceja con altivez en dirección al Lord. No es que me
entusiasme tener que reunirme con el vampiro, pero hay que hacerlo, y ver la
cara de Dolan enrojecida por la humillación vale la pena.
—Impresionante. Ahora si me disculpan, caballeros, necesito hablar con
un Woulfe sobre ver a un vampiro.
CAPÍTULO 6
Fiona
Hoy es mi sesión mensual de manicura y pedicura madre-hija en el salón
del casino con mi madre. Dado que siempre hemos sido solo nosotras dos,
estamos muy unidas. No creo que haya habido una semana entera en la que no
haya visto a mi madre, incluso después de mudarme de casa, y es más
probable que nos veamos más días de la semana de los que no nos vemos.
Hace un segundo ha mandado un mensaje desde su Uber para decirme que
se acerca a la mansión, así que me dirijo al final del camino e introduzco mi
código en el panel de seguridad para atravesar la pequeña puerta que cierra la
propiedad. El sedán plateado se detiene delante de mí y subo al asiento trasero
con mi madre.
—Hola, mi amor —saluda cariñosamente mientras me inclino para darle
un fuerte abrazo. Incluso con su disfraz, sus rasgos me resultan familiares y
reconfortantes. Lleva el cabello largo y rubio-rojizo como las fresas recogido
en una trenza francesa con la parte inferior por delante del hombro, y sus ojos
color miel no son muy distintos de su dorado brillante habitual. A veces, estar
con ella cuando lleva su disfraz me hace sentirme más cerca de ella, porque es
cuando más nos parecemos.
Cuando nos separamos, me da una taza de su té especial con menta que
lleva preparándome desde que era niña.
—Mmm, gracias, esto es exactamente lo que necesitaba hoy. —
Acercándome la taza a la nariz, aspiro su aroma y dejo que la nostalgia me
invada.
—¿Te tienen trabajando demasiado allí? Porque no tengo ningún reparo
en decirles a esos chicos Verran que se lo tomen con calma con mi bebé, me
da igual que sean los reyes de esta ciudad.
Me río, sabiendo muy bien que ella nunca se atrevería a hablar a ningún
miembro de la familia real con tanta falta de respeto por algo como que me
duele la espalda de tanto lavar la ropa.
—No, mamá, estoy bien. Me gusta trabajar allí. Es solo que he tenido
muchas cosas en la cabeza últimamente, así que nuestra cita habitual es una
distracción muy bienvenida.
—Bien, porque este es mi día favorito del mes. Ahora bebe tu té antes de
que se enfríe.
Al principio doy un sorbo tímido, pero cuando me doy cuenta de que no
está demasiado caliente, bebo un trago más profundo y dejo que la calidez y
los suaves sabores terrosos con menta fluyan a través de mí como el consuelo
de un viejo amigo.
—¿Qué le pones a esto? Juraría que lo haces con magia.
—Lo hago —pronuncia con un brillo en los ojos—. Se llama amor.
Pongo los ojos en blanco ante su frase cursi, pero me conmueve
igualmente.
—¿Alguna novedad sobre cómo romper la maldición de sangre?
Suspira, su frustración por llegar a tantos callejones sin salida se hace
evidente en la forma en que sus hombros se hunden.
—Ojalá pudiera decir que sí. Pero cada vez que mi investigación da un
atisbo de esperanza de que haya una manera de deshacerla, se desvanece poco
después. Sabía que no sería fácil, teniendo en cuenta que la magia de la Única
Verdadera Reina es tan poderosa y no pertenece a este reino, pero esperaba
que no llevara tanto tiempo. Sin embargo, no dejaré de intentarlo. Hasta que
esa maldición se rompa, cualquiera que quiera dañar al Príncipe Caiden podría
hacerlo yendo tras Bryn.
Me llena de orgullo ver cómo se llena de una nueva determinación para su
misión. Bryn es la sobrina biológica de mi madre, nacida de su hermana Kiera
y su pareja, Uther de la Corte Diurna. Su amor era prohibido, y se suponía que
su bebé nunca debió existir.
Mi madre estaba con ellos en Joshua Tree la noche que planearon correr
para que pudieran vivir y criar a su hija en paz después de que naciera. Lo que
no sabían era que el príncipe Talek Edevane, primo de Uther y en quien éste
había confiado, se había vuelto contra Uther y los estaba persiguiendo a él y a
Kiera para hacerlos prisioneros y poder robar a la niña Darklight.
Antes de que pudieran escapar, Kiera repentinamente se puso de parto
inesperadamente y dio a luz a Bryn allí mismo, en el desierto, mientras
escuchaba a Edevane y sus Guerreros de la Luz abalanzarse sobre ellos en sus
ruidosos camiones.
Kiera hizo prometer a mi madre que mantendría a Bryn a salvo de
aquellos que pudieran hacerle daño o utilizarla por sus poderes únicos,
sabiendo que ella y su compañero estaban a punto de morir.
Mi madre cumplió su promesa y consiguió llevarse a Bryn antes de que
Edevane llegara, poniéndola al cuidado de una joven pareja de Wisconsin que
la crio como si fuera suya. Y para ocultar las cualidades feéricas de Bryn, mi
madre bloqueó todos sus poderes para que pareciera y actuara tan humana
como sus padres adoptivos. Funcionó, hasta que Edevane, que había
ascendido al puesto de rey de la Corte Diurna, manipuló a Bryn para que
viniera a Las Vegas y se casara con Caiden, poniendo en marcha todo lo que
ocurrió en los meses siguientes y que terminó con la abdicación del rey a su
trono y Bryn convirtiéndose en la primera Darklight existente.
Como Caiden ya no es el rey, la amenaza sobre la vida de Bryn ha
disminuido exponencialmente. Por no mencionar que ella tiene poderes más
fuertes que la mayoría de los faes de este reino, y algunos que ni siquiera ha
aprovechado todavía. Pero eso no significa que mi madre no siga
preocupándose hasta que se hayan eliminado todas las amenazas.
—La encontrarás, mamá. Sé que lo harás.
Sonríe y aprieta mi pierna.
—Siempre has sido mi mayor fan, mo stóirín.
Mi pequeño tesoro. El apodo que me puso el día que nací nunca deja de
emocionarme.
—¿Por qué no iba a serlo? Tu siempre has sido la mía. Nunca me has
hecho sentir nada menos que perfecta, aunque hay muchos fae que habrían
rechazado a un bebé como yo.
—Eso es porque tú eres perfecta. En todos los sentidos. Pase lo que pase
en tu vida, necesito que lo recuerdes. La razón por la que te ayudé a integrarte
mientras crecías no fue porque me avergonzara de lo que te hace única. Solo
quería protegerte.
—Yo sé eso, mamá. Nosotras contra el mundo, ¿cierto?
Sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.
—Así es. Nosotras contra el mundo. Siempre.
El auto entra en el estacionamiento para empleados por la parte trasera de
Nightfall justo cuando termino mi té. Damos las gracias a nuestro conductor,
un hombre atractivo de unos treinta años. Dándome cuenta de que me miraba
varias veces por el retrovisor mientras conducía.
Sin mis colmillos ni mis lentes de contacto, parezco una humana normal
en su grupo de citas. Desde que mi madre modifica su disfraz para que
parezca lo bastante mayor como para ser mi madre, toda su atención se ha
centrado en mí.
Considero brevemente darle mi número y seguir adelante con mi plan para
superar a Tier metiéndome debajo de otra persona. Pero descarto la idea con la
misma rapidez, fingiendo que es porque mamá está esperándome y, de todos
modos, ahora mismo no tengo tiempo para encuentros al azar. Porque incluso
si no puedo mentir en voz alta, al menos puedo mentirme a mí misma.
El sol se oculta sobre Las Vegas, dándole ese brillo etéreo en el que los
vestigios de luz natural chocan con la luz neón. Es el momento en que la
ciudad empieza a acelerarse, sus turistas se preparan para la emoción de la
vida nocturna. A pesar de que no hay nadie a nuestro alrededor en este
momento, todavía se puede sentir el zumbido de la energía en el aire.
—¿Qué color vas a elegir? —Le pregunto a mi madre mientras
caminamos hacia la entrada de empleados del hotel.
—Estaba pensando en un verde esmeralda esta vez.
—¿Un tono de verde? Estoy tan sorprendida. —El verde es el color
favorito de mi madre, así que siempre se pone verde, solo depende del tono
que le agrade.
Golpea mi hombro juguetonamente y las dos nos reímos.
—¿Qué tal, señoritas?
Ambas nos sobresaltamos al ver que cinco hombres salen de las sombras y
caminan hacia nosotras.
—¿Disfrutando de la velada?
Un temblor de miedo recorre mi espalda. No me gusta la forma en que nos
miran, como si fuéramos insectos clavados en un trozo de madera que quieren
examinar y posiblemente arrancar las alas. Agarro la mano de mi madre y
empiezo a caminar más deprisa, al tiempo que hago un cálculo rápido. So lo
estamos a tres metros de la puerta de seguridad. Eso son unos tres segundos y
luego otros tres segundos para introducir mi código de acceso para
desbloquearla. Con la forma en que caminan como si estuvieran en un paseo
dominical, deberíamos tener tiempo suficiente para...
Ellos cambian de táctica tan rápido que no me doy cuenta de que corren de
repente hasta que nos tienen a nosotras.
—¿Qué mierda? —grito mientras intento zafarme de su agarre.
—Whoa, whoa, whoa allí, tómalo con calma. Solo tenemos que investigar
algo, y luego si todo sale bien, te dejaremos ir y podrás seguir tu camino.
—Me importa una mierda lo que quieras investigar —gruño—. Quítanos
tus asquerosas manos de encima.
Ambas luchamos por liberarnos sin suerte. Esta es una de esas veces en las
que tener super fuerza sería realmente útil. Por otra parte, aparentemente no
me ayudaría, aunque la tuviera. Mi madre, siendo trescientos años mayor, es
mucho más fuerte para alguien de mi edad y no le está yendo mucho mejor
ahora mismo, gracias a la hora del día.
Los poderes sobrenaturales de los Fae Oscuro no alcanzan su punto álgido
hasta después del crepúsculo, cuando comienza realmente la noche. Cuando
los rayos del sol se extienden más allá del horizonte para dar paso al
amanecer, nuestros poderes comienzan a menguar de nuevo. Naturalmente,
para los Fae de la Luz es exactamente lo contrario, por eso los reyes siempre
se reúnen durante el Equinoccio, porque las horas del día y de la noche son
iguales, lo que no da ventaja a ninguna de las dos cortes. Desafortunadamente,
tenemos una gran desventaja en este momento. Puede que mi madre sea más
fuerte que un humano normal, pero los enormes brutos que la tienen
secuestrada son cualquier cosa menos normales.
El líder de este heterogéneo grupo nos observa con más odio que nunca en
sus ojos marrones como el barro. Probablemente ronda los treinta, es alto, de
complexión media y tiene el cabello rubio y fino que cae sobre la frente. Se
mete la mano en el bolsillo de la chaqueta y saca una piedra pálida del tamaño
de su puño.
Llevar encima una roca ya sería raro de por sí, pero ésta no es una roca
cualquiera. Esta tiene un agujero natural en el centro. Este humano tiene una
piedra de bruja y, por la sonrisa de satisfacción de su cara, sabe exactamente
para qué sirve. El miedo inunda mi sistema al ver el reconocimiento de lo que
esto significa en la cara de mi madre. Podrá ver que somos faes. Y si quieren
saber si somos fae, no es para nada bueno.
—Suéltala —grito enérgicamente—. Suéltala y podrás hacerme lo que
quieras.
—¡No! —Agitándose entre los hombres que la sujetan, mi madre intenta
desesperadamente llamar la atención del líder—. Es a mí a quien quieres, no a
ella.
—¿Qué? A la mierda con eso...
—¡Fiona, deja de hablar!
Se cae mi mandíbula. Nunca me había alzado la voz. Dejando a un lado el
peligro, todavía me sorprende para que obedezca.
—Adelante —señala al humano—. Mira a través de la piedra. Ya verás.
No tengo tiempo de discutir ni de preguntarle qué pretende antes de que el
tipo lo haga. Se la lleva a la cara y nos mira a los dos a través del agujero de la
piedra con uno de sus ojos brillantes. Vuelve a meterse la piedra en el bolsillo
de la chaqueta, señala a mi madre y dice dos palabras que ponen mi mundo de
cabeza.
—Solo a ella.
—¿Quieres que dejemos pasar a ésta, entonces? —pregunta el tipo que
sujeta mi brazo izquierdo.
—No, que mire. Tal vez le enseñe la lección de que debe elegir su
compañía con más cuidado a partir de ahora.
El líder hace crujir sus nudillos y se acerca a mi madre mientras la
resignación y la aceptación de lo que está por venir se instalan en su hermoso
rostro.
Esto tiene que ser una pesadilla. Esto no puede estar pasando de verdad.
Tal vez todos estos meses de insomnio me han afectado y no estoy aquí con
mi madre, a punto de verla víctima de un ataque de Dios sabe quién. Quizá
esté realmente en mi cama, a salvo tras los muros de la mansión, y mi madre
también esté a salvo en casa.
Pero si la prueba para determinar si uno está soñando consiste en
pellizcarse, estoy fallando, porque las manos carnosas que me agarran ambos
brazos no solo están pellizcándome, sino que se están clavándose en mi carne
con tanta fuerza que me sorprende que aún no hayan sacado sangre.
Lo que significa que esta pesadilla es del tipo viviente. Una real. Y no hay
escapatoria.
Mi grito de protesta es cortado por una mano sudorosa que cubre mi boca.
Los gruesos dedos engullen la mitad inferior de mi cara, presionando contra el
fondo de mi nariz hasta casi cortarme el aire.
Cuanto más lucho, más aprietan. Las lágrimas caen a raudales por mi cara.
Mi cuerpo se estremece con mis sollozos silenciosos mientras mi madre me
mira a los ojos.
—Te amo, Fiona. Siempre.
El diablo que está frente a ella se burla.
—Hora de morir, fae —afirma con el asco cubriéndole la lengua.
Grito tan fuerte que siento como si mis cuerdas vocales se desgarraran
dentro de mi garganta, pero eso no cambia el resultado. Golpea con el puño la
fina estructura ósea de la cara de mi madre. Su cabeza se desvía hacia un lado
y la sangre brota de entre sus labios.
Mi pesadilla ha comenzado.
CAPÍTULO 7
Tiernan
—Gira a la izquierda aquí arriba —indica Connor desde el asiento del
copiloto.
Pongo la intermitente y giro. Llevamos cinco horas conduciendo. Por
suerte, Connor me ha dejado conducir mi propio coche en lugar de insistir en
llevarme en un camión de seguridad. Le dije que si no conseguía
concentrarme en algo que no fuera lo que estaba pasando, estaría demasiado
nervioso para cuando llegáramos a casa de Dimitri, y había más posibilidades
de que hiciera algo más que insultarlo.
—¿Sabes lo que le vas a decir?
Me encojo de hombros.
—No lo he pensado mucho.
—Bueno, es comprensible. No es que hayas tenido mucho tiempo para
pensarlo.
—Ya me conoces, hermano. Soy más de improvisar. Vendrá en el
momento, estoy seguro.
Connor resopla.
—Sí, esperemos que un puño en la cara del vampiro no sea lo que se te
ocurra en ese momento.
Sí, eso no sería bueno para las relaciones entre vampiros y faes. No es que
seamos enemigos, pero tampoco somos exactamente amigos. En su mayor
parte, cada raza sobrenatural se pega a su propia especie como una regla no
escrita. Es algo delicado, y no haría falta mucho para inclinar la balanza hacia
el territorio de la guerra.
Pero los Oscuros están siendo masacrados, así que mis modales no
llegarán muy lejos antes de que la diplomacia me importe una mierda.
—Bueno, eso dependerá de cómo responda a mis preguntas, ¿no?
Entro en el estacionamiento anexo al rascacielos del centro de Los
Ángeles donde se encuentra el cuartel general del clan Romanov.
Estacionamos y nos ponemos nuestras fachadas humanas mientras nos
dirigimos al vestíbulo, donde se encuentra un solitario guardia de seguridad
detrás de la recepción viendo algún tipo de programa cómico en su teléfono.
Apenas damos un vistazo superficial antes de que el guardia vuelva a desviar
su atención. Me pregunto si Dimitri sabe lo poco estricto que es su portero.
Por otra parte, pienso mientras miro la cámara que nos apunta, estoy seguro de
que hay toda una línea de defensa que no podemos ver.
Hago sonar el timbre del mostrador porque soy así de odioso y un poco
irritable cuando me ignoran.
—Hola. Veo que está increíblemente ocupado, así que si no le importa
avisar al señor Romanov de que tiene invitados, nos quitaremos de en medio.
—Es demasiado tarde. Regrese durante las horas de oficina —responde en
un grueso acento eslavo, siguiendo sin levantar la vista. Ahora estoy más que
ligeramente irritado.
—Ah, pero solo son las nueve de la noche de un sábado, y tú y yo
sabemos que su día acaba de empezar.
Se burla y empieza a reírse de algo que ha dicho el comediante. Alargo la
mano por encima del mostrador y arrebato el teléfono antes de que pueda
reaccionar, pero finalmente capto su atención. Sus ojos azules se vuelven del
color de la sangre derramada y sus músculos se tensan como si se preparara
para atacar.
—Dame el teléfono, humano, o habrás visto tu último amanecer. —El
guardia despega los labios y muestra unos colmillos afilados como cuchillas,
capaces de perforar o desgarrar la garganta. Él espera que salga corriendo y
gritando, pero no me impresiona.
—Llama a tu jefe de nuestra parte, y puedes seguir viendo. —Hago una
pausa para comprobar la pantalla y vuelvo a mirarlo con desaprobación—.
¿Louis C.K.? Sabes que es cuestionable, ¿verdad?
El guardia ruge, su paciencia ha llegado al límite y ahora quiere colgarme
con ella. Connor entra en acción y toma la pistola que lleva en la espalda, pero
lo detengo. En cuanto quienquiera que esté vigilando esa cámara vea un arma,
se desatará el infierno. Hasta ahora parece que solo estamos conversando, y
quiero que siga siendo así. Le prometí a Seamus que no empezaría una maldita
guerra de clanes. Me gustaría mantener esa promesa si es inhumanamente
posible.
Dejo caer mi fachada y muestro mis colmillos en señal de advertencia.
Los colmillos de los Fae no son tan largos y estrechos como los de los
vampiros, pero son igual de afilados y mortales.
—Ah-ah-ah —espeto cuando se detiene en seco ahora que puede ver
quién, o más bien qué, soy—. Yo no haría eso si fuera tú. En palabras del
incomparable Ron Burgundy, 'soy algo importante' de dónde vengo. Así que,
como dije antes, por favor, hazle saber a tu jefe que Tiernan Verran, futuro
Rey Rebelde de los Faes Oscuros, está aquí para verlo.
Toda la lucha del vampiro se escapa de él como un globo que se desinfla,
y sus ojos vuelven lentamente a su color original. Toma el teléfono del
escritorio y llama al penthouse de Romanov mientras nos mira de reojo. Tras
una pausa, susurra en voz baja al auricular. Connor y yo compartimos una
mirada divertida porque no tenemos problemas para escuchar la conversación
y su lado es bastante grosero. Finalmente, cuelga y nos dice que le sigamos.
Nos lleva a un ascensor privado, golpea su placa en el panel de acceso y
luego vuelve a usarla en el interior para desbloquear la planta superior.
—Encantado de conocerte. —Cuando se cierran las puertas, nos saluda
con una sonrisa burlona.
—Sabes —pienso—, no creo que lo dijera en serio.
Connor esboza una sonrisa.
—Creo que podrías tener razón.
—Él se lo pierde realmente. Soy una puta delicia.
—Ahora eso, Su Alteza, podría ser exagerado. —Permanecemos en
silencio varios segundos, observando cómo aumentan los números brillantes a
medida que ascendemos. Entonces se ríe—. ¿El futuro Rey Rebelde?
Intento permanecer estoico, pero no lo consigo.
—Pensé que sonaba bien en ese momento.
—No fue así.
—Todavía estoy trabajando en ello.
Cuando llegamos a la última planta, nos reciben tres vampiros en el
vestíbulo, que supongo que son el comité de bienvenida. Deben de destacar
mucho en esta ciudad, ya que toda la población luce bronceada todo el año,
pero ellos parecen recién escapados de una prisión de máxima seguridad de
Siberia.
El tipo del centro lleva un traje, lo que denota que es el más alto, mientras
que los que le flanquean llevan camisetas negras de estilo militar y pantalones
cargo con fusiles AK preparados. Un poco exagerado en mi opinión, pero la
mayoría de los rusos no son precisamente conocidos por su sutileza y los
vampiros rusos aún menos.
—Su Alteza, ¿a qué se debe esta visita sorpresa? —pregunta el vampiro
con traje.
—Esa es una discusión para mí y Dimitri. Ahora, ¿puedes llevarnos con
él, o voy a tener problemas contigo como los tuve abajo?
—En absoluto —empieza con una sonrisa, pero no le llega a los ojos—.
Sígame, por favor.
Nos hace pasar al penthouse y nos conduce por la grandiosa casa del jefe
del mayor clan de vampiros de la Costa Oeste. Hay una fortuna en obras de
arte expuestas. Reconozco las obras de Miguel Ángel, Rembrandt y Monet,
junto con algunas que nunca había visto. Dada la edad de Dmitri, es posible
que sean piezas originales y exclusivas que le han regalado directamente los
propios artistas. No soy un aficionado al arte, pero incluso eso me
impresionaría.
Finalmente, llegamos al comedor formal. Ambos escaneamos el espacio,
catalogando los detalles y buscando cualquier cosa que pueda causar
problemas. Iluminación tenue baja, un centro de mesa floral con velas cónicas
encendidas, música suave en un tocadiscos situado en un rincón y un filete en
porcelana fina frente al asiento vacío del hombre sentado a la cabecera de una
mesa de madera oscura y pulida.
Dmitri ‘D'yavol ’Romanov mide más de metro ochenta y es tan ancho
como Connor. En su vida humana había sido un bogatyr, un legendario
guerrero ruso similar a los Caballeros de la Mesa Redonda. Era implacable a
la hora de abatir a sus enemigos, lo que le valió el apodo de ‘el Diablo’.
Intimidante por derecho propio, sus ojos azul pálido me recuerdan a los
casquetes polares y la cicatriz que le atraviesa la ceja izquierda no hace sino
reforzar su aspecto de presidiario.
Por lo que puedo decir, parece haber mantenido la disciplina física que
hizo a los bogatyr unos luchadores de élite. Tengo que preguntarme si sigue
siendo tan honorable como su reputación sugiere. Supongo que estoy a punto
de averiguarlo.
Connor se coloca en el umbral de la habitación para poder vigilarme y al
mismo tiempo estar atento por si alguien se acerca.
—Siento interrumpir su cena, Romanov, pero esto no podía esperar. ¿Hay
algún lugar donde podamos hablar?
Dimitri sonríe ampliamente, sus colmillos brillan a la luz de las velas
mientras se sienta de nuevo en su silla.
—Príncipe Tiernan, bienvenido. Toma asiento, hablaremos aquí.
—Esta conversación no es para compañía mixta. No llevará mucho
tiempo, luego puedes regresar a tu cita.
—Tonterías —responde—. Debo insistir. Prometo que mi cita no será un
problema.
Miro a Connor para ver qué opina y se encoge de hombros. Muy útil,
amigo. Estoy a punto de sugerir que podemos esperar en un estudio o en otra
habitación hasta que termine de comer cuando alguien entra desde la cocina
por la puerta batiente. Espero ver a un chef o posiblemente a un mayordomo.
La forma en que Connor se pone delante de mí y saca su pistola indica que
espera una amenaza. La sonrisa irónica de Dimitri me dice que espera a su
cita.
—Jesús, D, es la última vez que me mandas a una puta búsqueda del
tesoro en tu bodega...
Todos los presentes se quedan paralizados y yo me quedo con la boca
abierta. Todos estábamos mal. Al menos Connor y yo lo estábamos. Pero
Dimitri parece encantado de que mi hermanito acaba de salir de su cocina con
lo que probablemente sea una carísima botella de vino en la mano.
Connor y yo hablamos simultáneamente.
—¿Finnian?
—¿Qué mierda están haciendo aquí?
—¿Nosotros? ¿Qué haces tú aquí? Espera, ¿ustedes dos están saliendo?
¿Un puto vampiro, Finni? Sin ofender, Romanov.
Dimitri arquea su cicatrizada ceja y entrecierra ligeramente los ojos.
—Algo de eso hay, Verran.
Connor me mira con cara de ‘¿enserio, amigo? ’y me doy cuenta de que
puede que ya la haya cagado. Finn frunce el ceño como si acabara de insultar
su récord personal de prensa en banca.
—No, no estamos saliendo. —Le entrega la botella de vino a su anfitrión,
toma asiento y empieza a cortar su filete—. Dimitri tiene problemas de
compromiso que ni siquiera Freud podría descifrar.
Romanov se encoge de hombros, mi anterior metedura de pata
aparentemente ya olvidada.
—Es cierto. Freud lo intentó.
En un intento poco convincente de suavizar las cosas.
—Bien, pero ya ves por qué lo he preguntado.
El tenedor de Finn se detiene a medio camino de su boca. Me mira
confuso y las puntas de sus orejas se crispan de irritación. Connor y yo
recorremos la habitación con la mirada, fijándonos en todos los carteles.
Parece asimilar el entorno por primera vez y finalmente asiente.
—Todo bien.
Dimitri señala el asiento frente a mi hermano.
—Siéntate. Hablaremos.
Finn está observándome mientras mastica un filete y corta el siguiente
trozo para que esté listo para el siguiente bocado. Solo ahora me doy cuenta de
que hay tres filetes apilados y dos patatas asadas en su plato. Mi hermanito es
un tanque, siempre lo ha sido, y ahora sé por qué. La única vez que realmente
compartimos alguna comida son las cenas de negocios con Caiden o cuando
nuestra madre nos obliga a pasar tiempo en familia en su restaurante favorito,
y desde luego él no come así en ninguno de esos eventos.
Mientras Dimitri sirve una copa del merlot rojo oscuro, le digo a Finn:
—Es suficiente para alimentar a un equipo de leñadores, hermano. ¿Tienes
algo que decirme? ¿Debería planear un baby shower doble contigo y Brynnie?
—Lanzándome una mirada divertida, toma su vaso de agua y extiende el dedo
medio mientras bebe un trago.
Dimitri se ríe y me da el vino.
—Ah, la diversión de las bromas fraternales. Es algo que envidio. Si me
atreviera a un gesto así con mi hermana, me apuñalaría en el corazón con su
daga de plata. No me mataría, pero dolería como una perra.
Escucho a Connor aclararse la garganta desde donde está de pie junto a la
puerta. Vuelvo a mirarlo y veo cómo dirige una mirada penetrante a Finn y
luego a Dimitri, recordándome que hay misterios que resolver y preguntas que
necesitan respuesta.
—Bien —retomo, devolviendo mi atención a mi hermano—. Antes de
compartir la razón por la que estoy aquí, creo que me debes una explicación
de por qué te encontré cenando casualmente con el líder del mayor clan de
vampiros de la Costa Oeste.
Finn mira a su anfitrión como pidiéndole permiso para contarle, a su
hermano mayor, sobre su negocio. Y eso me irrita de mil maneras.
—Finni —reclamo, atrayendo de nuevo su atención hacia mí—. Dime por
qué estás aquí.
Traga saliva y me mira fijamente. Hay un destello de inseguridad, y me
recuerda mucho al niño que Caiden y yo adorábamos. Nuestro Finni siempre
ha complacido a la gente. Intentaba hacer felices a todos los que le rodeaban,
aunque fuera a costa de su propia felicidad. Y no había nadie más leal. Me
preocupa que Dmitri Romanov esté explotando de alguna manera esa lealtad
para involucrar a Finnian en cualquier mierda nefasta que hagan los vampiros
rusos.
—Esto requiere algo más fuerte, ¿no? —Romanov se acerca a un carro de
licores adornado en la pared lateral y levanta la tapa de una jarra de cristal
negra—. Nunca me ha gustado el vodka. Esto me va bien. —Le doy vueltas al
vino en mi vaso y bebo otro trago mientras mantengo la mirada fija en mi
hermano.
—No es vodka —confiesa, su marcado acento hace que suene como
wodka—. Es AB negativo, el tipo de sangre más raro del mundo. Muy difícil
de encontrar.
Lo vierte en una copa de vino y el color parece del mismo que el de mi
vino, haciendo que se revuelva mi estómago. Lo puse lejos de mí sobre la
mesa.
—Bueno, yo lo estaba disfrutando.
Finn me dirige una sonrisa divertida mientras le da un enorme mordisco a
una patata asada cargada.
—Ahora sabes por qué me limito al agua aquí.
—Gracias por el aviso, imbécil.
—Bienvenido.
Dimitri regresa a su sitio en la cabecera de la mesa y niega.
—No los entiendo, fae. ¿Qué sentido tiene tener colmillos si no es para
ayudarse a alimentar de una vena?
Históricamente, nuestros colmillos se utilizaban para alimentarse de otros.
Se utilizaba como táctica de guerra, una forma de aprovechar la magia de otro
fae para usarla en la batalla. Pero la Única Verdadera Reina desterró esta
práctica siglos antes de que nos exiliaran, temiendo que otro rey o reina
hambriento de poder reuniera suficiente magia para derrocarla.
Eso no significa que nunca se haga. Los compañeros disfrutan bebiendo el
uno del otro todo el tiempo. Pero incluso entonces, es un acto íntimo, a
menudo erótico. No guardamos su sangre en decantadores de cristal para
beberla a sorbos durante una conversación ligera. Eso es asqueroso.
Pero como estoy haciendo todo lo posible por no insultar al señor de los
vampiros, y no tenemos por costumbre compartir secretos fae con extraños,
vuelvo a centrar la discusión en mi hermano.
—¿La razón por la que estás aquí?
Finn mira a Dimitri, que asiente levemente con la cabeza. Molestándome
que necesite permiso para contarme algo, pero lo dejo pasar.
—Compito en un club de lucha clandestina para otros, tanto aquí como en
Las Vegas, en arenas secretas bajo los gimnasios de boxeo que posee Dimitri.
—Estás jodidamente bromeando. —Cuando nadie se ríe, arrastro las dos
manos por mi cara y digo que darle la vuelta a las mesas no es una buena
idea—. ¿Sabes lo peligroso que es, teniendo en cuenta quién eres?
—Claro que lo sé, ya no soy un niño, Tier. Y por si no te has dado cuenta,
soy mucho más grande y fuerte que la mayoría de los demás en este reino.
Solo pierdo cuando quiero.
—¿Por qué demonios quieres perder?
—Para ganar el favor de cualquiera que pueda tener información sobre la
hermana de Dimitri. Desapareció hace seis meses.
—Mierda, Romanov, siento escuchar eso —hablo sinceramente—. Ni
siquiera sabía que tenías una hermana antes de hoy.
—Ella no es mi hermana de sangre, pero hemos sido familia durante
muchos siglos, mucho antes de que los fae llegaran a este mundo. Debido a
que la asociación de tu hermano conmigo se ha mantenido en secreto, es capaz
de escuchar cosas que yo no puedo. Y haré lo que sea para encontrarla y
traerla a casa.
—Lo comprendo. Y aunque me doy cuenta de que mi hermano es
independiente y puede tomar sus propias decisiones, hablo por mí y por
nuestro hermano mayor cuando digo que si algo le pasa a Finn, vendremos por
ti.
Dimitri da vueltas a su cena en el vaso mientras me mira durante unos
tensos instantes. Finalmente, inclina la barbilla con un leve movimiento de
cabeza.
—No esperaba menos. Ahora bien, mi paciencia y mi hospitalidad tienen
un límite. Te toca a ti responder por qué estás aquí.
—Han ocurrido tragedias poco ortodoxas en Las Vegas. Me preguntaba si
sabías algo sobre ellas
—¿Qué tipo de tragedias?
—Del tipo donde los fae son asesinados con cuchillos de hierro.
Me estudia durante varios segundos antes de hablar por fin.
—¿Has venido a preguntarme si tengo información? ¿o si soy yo quien
está detrás de ellas?
Finn se congela.
—De ninguna manera, Dimitri, nunca te acusaríamos de eso.
Dimitri no me quita los ojos de encima.
—Creo que tú no me acusarías, camarada, pero no lo creo de él.
—Tiernan —llama Finn—. Dile que no has venido por eso.
Manteniendo la mirada fija en el vampiro, respondo a mi hermano.
—Estoy aquí para eliminarlo como sospechoso.
—¿En qué se basan? ¿qué podría ganar siendo el que está detrás de los
asesinatos?
—Tal vez quiere nuestra ciudad, Finn. Ya tiene un punto de apoyo con su
gimnasio y su club de lucha secreto. Tal vez quiere el resto de ella, también.
La cuestión es que no lo sé, y por eso estoy aquí.
Dimitri apura lo que queda en su vaso y lo deja con cuidado sobre la mesa.
No percibo un aumento de energía ni veo ira en sus gestos, pero eso no
significa que me fíe de lo que le pasa por la cabeza.
—Si me hubieras acusado de tal cosa hace seis meses, te habría arrancado
la garganta donde estás sentado —asegura con calma—. Pero como ahora
sabes, he tenido cosas más importantes de las que preocuparme que dar un
golpe de estado contra los Fae Oscuros. Además, ya tengo una ciudad. No
deseo otra.
Escucho vibrar el teléfono de Connor desde el otro lado de la habitación
mientras el líder del clan Romanov y yo nos enzarzamos en un cara a cara.
Connor contesta y habla en voz baja con quienquiera que llame, pero yo estoy
demasiado concentrado en esperar el más mínimo movimiento del macho que
tiene la velocidad y fuerza necesarias para arrancarme la cabeza del cuerpo
antes de que me dé cuenta.
—Muy bien, creo que tenemos lo que necesitamos. Para que conste,
informaré de que no estás detrás de los atentados en Las Vegas. Me considero
una persona que sabe juzgar muy bien a las personas, y mi hermanito, aunque
a veces es demasiado sensible, no tiene la costumbre de aliarse con individuos
deshonrosos. Si él responde por ti, eso es suficiente para mí. De nuevo, siento
lo de tu hermana. Espero que Finn pueda ayudarte a encontrarla.
—Gracias, Príncipe Tiernan. Yo también lo espero.
Finn da un suspiro de alivio y mira la hora en su reloj deportivo.
—Si ya han terminado de darse miradas de muerte, me voy. Mi pelea es
en dos horas y todavía tengo que prepararme. —Todos nos levantamos y Finn
se acerca para darme uno de sus famosos abrazos de oso—. Gracias, hermano.
Mañana estaré en casa. No le digas nada a Caiden, quiero ser yo quien se lo
diga.
—Quizás pospongamos esto por un tiempo —le sugiero—. Ya tiene
bastante con lo suyo. Solo no te metas en una situación de la que no puedas
salir, ¿me oyes?
—Tendré cuidado, T. Nos vemos mañana.
Una vez que Finn se ha ido, tiendo la mano a Dimitri como rama de olivo
para estar seguro. Él la acepta y yo respiro aliviado. De algún modo, a pesar
de todos los errores cometidos, he mantenido mi promesa a Seamus. Conseguí
evitar empezar una guerra sobrenatural.
—Tiernan. —La seriedad en el tono de Connor me pone en alerta. Se
acerca, con preocupación en sus ojos—. Era Caiden. Tenemos que regresar a
Las Vegas lo antes posible.
—¿Pasó algo con Bryn? —Sacude la cabeza y lo sé. Un miedo helado
forma un nudo tan grande en mi garganta que apenas consigo pronunciar su
nombre—. Fi.
—Ella y su madre fueron atacadas. Llegaron al hospital, pero...
Una tormenta de emociones volátiles se desata en mí y me cuadro con mi
amigo.
—Pero ¿qué, Con?
—Tuvieron que llamar a Bryn. Lo siento, es todo lo que sé.
Se cae mi estómago y corazón a la vez. Como Darklight, mi cuñada tiene
increíbles poderes curativos. Si el hospital la llamó para pedir ayuda, solo
puede significar una cosa.
Alguien está cerca de la muerte.
CAPÍTULO 8
Fiona
—¿Fiona?
—¿Mamá? Gracias a los dioses. —Pensé que había llorado hasta secarme
hace horas, pero al verla despierta, las lágrimas amenazan con empezar de
nuevo a toda potencia. Lanzándome hacía ella, alcanzando su mano más
cercana a mí—. ¿Cómo te sientes? ¿llamo a la enfermera?
Empiezo a levantarme, pero ella enrosca sus dedos alrededor de los míos
en un débil intento de retenerme.
—Todavía no. Deja que te mire, asegurarme que estás bien.
Casi me río de lo absurdo de eso. No tiene motivos para estar preocupada
sobre mí. Lo peor que tengo son moratones en los bíceps y el resultado del
puñetazo en la mejilla que me dejó inconsciente antes de que dieran a mi
madre por muerta y yo incapaz de pedir ayuda hasta que finalmente volví en
mí treinta minutos después. Puede que mi pómulo izquierdo tenga un moretón
morado oscuro y duela una barbaridad, pero comparado con mi madre cuando
llegamos, estoy en un estado impecable. Ni siquiera dejé que Bryn me curara,
insistiendo en que usara cada gramo de su fuerza para mamá.
—Estoy bien, lo prometo.
Suspira, cerrando sus ojos mientras susurra un agradecimiento a
Rhiannon. Su voz es áspera y parece frágil, lo que me recuerda que sigue
herida a pesar de que no se le note nada. Los poderes curativos de Bryn
pudieron hacer mucho con los problemas menores, como cortes, magulladuras
e incluso costillas rotas.
Con lo que había tenido problemas fue con la puñalada de cinco
centímetros en el estómago de mamá, causada por una daga de hierro. Bryn
había revertido una herida mortal similar en Finnian después de que saltara
frente a la espada del Rey de la Luz para recibir el golpe que iba dirigido a
ella. Ella le había salvado la vida, logrando salvarlo del borde de la muerte y
sellar la herida.
Pero todo eso ocurrió en cuestión de minutos. El hierro apenas tuvo
tiempo de infectarlo, mientras que a mi madre le costó más de una hora. Bryn
necesitó otra hora de trabajo constante, usando su poder de Darklight para
curar sus heridas y extraer las toxinas que había dejado el hierro.
Como Finn, mamá quedó con una cicatriz permanente. Un precio
insignificante comparado con la muerte. Sollocé con inmenso alivio y gratitud
a los dioses, a Bryn, a todos los médicos y enfermeras que la habían
mantenido con vida hasta que mi amiga pudo llegar. Pero fue de corta
duración. En cuestión de minutos, su piel pasó de rosa a rojo. Luego empezó a
arrugarse y tirar de la costura hasta que los lados empezaron a dividirse.
Tuvieron que pasar tres veces más hasta que finalmente se estabilizó, casi
agotando toda la magia de Bryn.
Caiden había intentado convencerla de que parara, preocupado por su
salud y la de su bebé, pero ella se había negado a rendirse hasta que el cuerpo
de mi madre dejó de rechazar el procedimiento. Después de eso, permitió que
Caiden ordenara que descansara con la condición de que fueran al penthouse
en Nightfall para que estuviera a solo unos minutos de distancia si volvían a
necesitarla.
—Mamá, necesito revisar tu herida, ¿de acuerdo? —Ella asiente. Me
levanto, bajo la fina manta y separo con cuidado la parte delantera de la bata
para examinarle el abdomen. Exhalo el aliento que había estado conteniendo,
vuelvo a colocarla en su sitio y la arropo. Necesito estar cerca de ella,
sentándome en el borde de la cama junto a ella y tiro de su mano a mi regazo.
—Se ve bien —la tranquilizo con una sonrisa—. Un título más para Bryn.
Empezó siendo mi mejor amiga, luego mi prima y ahora es una milagrosa
certificada. Debería comprarle tarjetas de presentación. ¿Qué te parece? —
Algo pasa por la cara de mi madre y luego aparta la mirada como si estuviera
mirando por la ventana. Pero las cortinas están cerradas, así que no hay nada
que mirar. Traga saliva y parpadea rápidamente para evitar que se le llenen los
ojos de lágrimas.
Un millón de pensamientos han pasado por mi mente desde que desperté
junto a mi madre, que yacía desangrándose en la acera. Pensamientos e
imágenes que he intentado encerrar porque si les doy rienda suelta ahora
mismo, me romperé. Esas cosas tendrán que esperar hasta algún momento
indeterminado en el futuro, cuando sea seguro para mí desempacarlas, y
porque siempre he sido muy buena para compartimentar, lo harán.
Sin embargo, hay algo que no he podido ignorar. Ha estado arañando
incesantemente las paredes de mi cerebro, exigiendo ser abordada. Y creo que
es lo mismo que atormenta a mi madre en este momento.
—Mamá —la llamo, luchando por hacer que las palabras superen el nudo
en la garganta—. ¿Cómo sabías que no querían hacerme daño?
Gira la cabeza y sostiene mi mirada durante varios segundos antes de
suspirar.
—Porque no están cazando a los de tu especie.
—Mi especie —musito, tratando de entender a qué se refería. Y entonces
caigo en la cuenta—. Quieres decir porque soy en parte humana.
—No, mo stóirín —pronuncia suavemente mientras una lágrima
finalmente se derrama libre para rodar por su suave mejilla—. Es porque tú
eres humana.
Tengo un zumbido en los oídos, como si acabara de salir de un concierto
de rock en el que me he pasado las dos últimas horas de pie junto a los
altavoces. El golpe que recibí antes debe haberme causado algún daño latente.
Debería pedir algo para detener el dolor punzante que de repente se me
acumula detrás de los ojos. Y estoy escuchando mal. Debo de estarlo, porque
es imposible que mi madre haya soltado una bomba nuclear así, de la nada.
Ella nunca lo haría. Es más, es imposible.
Niego enérgicamente.
—No, eso... —Se me escapa un sollozo ahogado antes de tragármelo—.
Eso no tiene ningún sentido. No estás pensando con claridad, todo ha pasado
muy rápido, y tú...
Me detengo, la mirada en sus ojos dice que no puedo desear que esto
desaparezca. Que la verdad, por imposible que sea, sigue siendo la verdad. Y,
sin embargo, todavía hay un pequeño hilo de esperanza al que me aferro,
rezando a Rhiannon para que todo esto sea un error. Que sólo tengo que llegar
al fondo de este misterio para resolverlo y que el final de esta historia sea a mi
favor. Que no me enteré de que toda mi vida ha sido una gigantesca mentira.
—¿Cómo? —preguntó con la voz desgarrada por el miedo—. ¿Cómo es
eso posible?
—Juré a mi hermana y a su pareja que mantendría a su bebé lejos del
alcance de Talek Edevane, por eso decidí bloquear su magia y ponerla al
cuidado de Jack y Emily Meara.
Frunzo el ceño, confundida, sin saber por qué me cuenta lo que ya sé.
—Porque llevaban años intentando quedarse embarazados y nunca lo
consiguieron, así que lo arreglaste para que pudieran criar a Bryn como si
fuera suya, convirtiéndola en una cambiante, un bebé fae criado en el mundo
humano sin que sus padres lo supieran.
—Sí, Bryn es una cambiante, un acto abolido por la reina Aine y castigado
con la muerte. Antes de su reinado sobre toda Faerie, el Rey Ruaidri arregló
que los cambiantes regulares fueran colocados en este mundo con padres
humanos. Los que él obtenía a cambio eran utilizados como sirvientes o
sacrificados para apaciguar a Balor, el dios demoníaco de la muerte.
—¿Sacrificios? —De todo lo que podría haber mencionado, los sacrificios
humanos no era uno de los que esperaba. La sola idea de que alguien pudiera
hacer eso, fuera de otra raza o no, es horripilante—. Espera, ¿qué quieres decir
con 'que obtuvo a cambio'? Pensaba que ‘cambiante ’significaba que
cambiaban de vivir como fae a vivir como humano.
—No, mo stóirín —murmura con tristeza, como si se disculpara, pero ¿por
qué? ¿Por no enseñarme la definición de una palabra que apenas usamos
porque se ha quedado obsoleta en los últimos mil años?—. Se llaman así
porque se cambiaban por el bebé de la pareja humana.
Sé que está tratando de decirme algo. Sé que debería ser obvio. Pero mi
cerebro es más inteligente que mi mente consciente en este momento, y está
haciendo todo lo posible para protegerme.
—Ese fue el caso en ese entonces, quieres decir, ¿verdad? Pero no esta
vez con Bryn. Jack y Emily no pudieron quedarse embarazados, eso me
dijiste.
—Sí, lo hice, y es la verdad. No eran capaces de quedarse embarazados.
Pero luego lo consiguieron. Después de todos los años de medicamentos para
la infertilidad y FIV 8 , finalmente concibieron y Emily llevó a su bebé al
término. —Nuevas lágrimas se derramaron por las mejillas de mi madre
mientras traga saliva y continúa—. Una preciosa niña pelirroja y con los ojos
del color del cielo en un día de verano.
Cubro la boca con mi mano y niego. No, esto no está bien. De lo único
que estaba segura en la vida era de quién era mi madre, de que éramos un
equipo, solo nosotras contra el mundo.
Ella toma mi otra mano, pero yo sé la aparto, incapaz de procesar palabras
y su tacto al mismo tiempo.
—Siento mucho no habértelo dicho antes —se disculpa en una súplica—.
No sabía cómo decírtelo y temía que exigieras respuestas que no podía darte.
—Como quiénes son mis verdaderos padres. Porque no podías dejar que
se enteraran que Bryn no era realmente su hija. Eso habría puesto en riesgo su
seguridad. ¿Cierto? —Ella no dice nada porque no puede. Negarlo sería una
mentira. Y los fae no pueden mentir.
—¿Cómo? ¿cómo nadie se ha dado cuenta de que soy humana?

8
Fertilización in vitro.
—El té de menta y ortiga —confiesa—. No te equivocaste cuando dijiste
que estaba hecho con magia. Crea la ilusión temporal de la energía de los fae.
Mientras me asegurara de que lo bebieras al menos una vez al mes, no te
diferenciarías de ningún otro fae. Cuando alcanzaste la mayoría de edad, añadí
propiedades anticonceptivas para tu protección.
—Porque las fae solteras no necesitan preocuparse por embarazos
accidentales. Dioses, pensaste en todo. Lo único que necesitaba eran los
pupilentes, dientes postizos y ocultar mis orejas. —Lo niego y enjuago mis
lágrimas con rabia. No puedo creer que no lo viera antes. Nunca he tenido
poderes, ni siquiera la fachada. Tampoco habilidades sobrenaturales—. ¿Y
qué hay de mi forma de curar? Cuando me lastimaba de niña, siempre me
curaba enseguida. ¿Cómo podría haber hecho eso si soy humana?
—Cuando faes de diferentes poderes se aparean, su descendencia heredará
uno de sus poderes de forma más dominante que la otra. Pero todavía tienen
pequeñas cantidades del otro padre. Las habilidades de magia de nuestro padre
pasaron a mí y a Kiera. Pero yo tengo suficiente del poder de curación de mi
madre en mí para arreglar cosas muy pequeñas. Al crecer, nunca tuviste
heridas graves. Cortes, rasguños, cosas así. Si recuerdas, solo sanabas una vez
que te tocaba.
Mi mente trae recuerdos del pasado, mostrándome todas las pruebas que
respaldan su afirmación. Y es verdad. Literalmente, no hay nada especial en
mí. La única razón por la que creía que era un fae era porque nadie lo
cuestionaba, ni siquiera yo.
—Dijiste que era fae pero que había sangre humana por parte de mi padre,
que era lo que me hacía diferente. Entonces, ¿cómo fuiste capaz de mentir?
¿Es un hechizo mágico, también?
—No, no hay ningún hechizo mágico para eso. En realidad, nunca te dije
que fueras fae, como tampoco te dije que fueras mi hija. Yo te crie, así que ni
tú ni nadie puso en duda lo que yo era para ti. Te dije que había sangre
humana por parte de tu padre, lo cual es verdad porque tu padre y todos sus
antepasados eran humanos.
—¿Mi incapacidad para mentir?
Al menos tiene la decencia de parecer culpable cuando admite
—Eso fue un hechizo cuando eras pequeña Pero cuando llegaste a la
preadolescencia, ya no lo necesitabas. Pensabas que no podías mentir, así que
no lo hacías.
Solté una carcajada sin gracia.
—Dioses, me has engañado con una sarta de verdades fae. —Poniéndome
de pie, empiezo a pasear por la habitación como un animal atrapado en una
jaula. Siento como si me hubieran disparado una escopeta en el cerebro y los
perdigones se abrieran paso a través de veintiséis años de recuerdos para que
la verdad, la auténtica verdad, pueda reescribir mi historia, lo quiera o no.
Todo ha sido mentira. Todo. La persona más importante en mi vida es
esencialmente mi secuestradora. Nunca conoceré a mis verdaderos padres
porque fueron asesinados por el Rey de la Luz en un esfuerzo por aislar a
Bryn para poder manipularla más fácilmente para sus propias maquinaciones
contra Caiden.
Me robaron la vida que debía tener. Todo por culpa de un juego de poder
entre facciones enfrentadas de una raza que ni siquiera es la mía.
—Necesito irme —anuncio distraídamente—. Necesito tiempo para
procesar esto y pensar qué voy a hacer.
—‘Mo stóirín’, por favor. No sabes cuánto siento lo de Jack y Emily.
Planeaba encontrar alguna pequeña forma de traerlos a tu vida, pero entonces
tuvieron el accidente y…—Cierra los ojos brevemente y toma aire para
reagruparse—. No ha habido un solo día en el que no me haya arrepentido de
no haber hecho arreglos para que los conocieras antes. Pero no puedo
arrepentirme de haberte llevado. Eras su bebé milagro, pero también eras mía.
Yo no era como mi hermana. Nunca quise una pareja o hijos. Nuestra madre
decía que nací con un espíritu libre, incapaz de atarme a nada ni a nadie, y
tenía razón. Hasta que llegaste tú.
«Fiona, he vivido la mayor parte de tres siglos, y no fue hasta que te vi en
la guardería del hospital que ansiaba estar atada a ti. Cuando me paré junto a
tu moisés, me miraste con esos preciosos ojos azules y, lo juro por Rhiannon,
sonreíste. Sentí que por fin había encontrado lo que ni siquiera sabía que
estaba buscando. Eres mi pequeño tesoro. Vales más para mí que todas las
riquezas de Faerie y de este mundo juntas. Debes creerme.»
Mis palabras tardan un minuto en abrirse camino a través de la roca
alojada en mi garganta, pero al final lo consigo.
—Lo hago. No hay forma fae de mentir en lo que acabas de decirme. Tu
amor por mí es lo único de mi vida que sé que no ha sido una mentira. El
resto... —Levanto el hombro en un débil intento de encogerme de hombros.
Apenas tengo energía para mantenerme erguida—. Es una cara o cruz.
—Nunca quise hacerte daño, mo stóirín. Lo siento.
—También lo sé —respondo con voz gruesa—. Rian ha sido asignado
para ser mi sombra. Creo que le pediré que me lleve a casa ahora para poder
dormir un poco.
Normalmente, esta es la parte en la que nos abrazamos y nos expresamos
nuestro amor antes de despedirnos. Nunca he sabido cómo actuar con mi
madre, pero en este momento nos quedamos mirándonos fijamente durante
largos momentos, yo de pie, torpemente, al otro lado de la habitación y ella
atada a la cama del hospital.
Ella rompe primero el incómodo silencio.
—Fiona, entiendo que todo esto es mucho y te está poniendo inquieta. Y
sé que no es justo pedirte ningún favor ahora, pero lo voy a hacer de todos
modos. Por favor, no tomes ninguna decisión importante sobre tu futuro hasta
que esté en casa y podamos hablar un poco más.
—Duerme un poco. Le avisaré a la enfermera que estás despierta.
Justo cuando llego a la puerta, me llama.
—Fiona, prométeme que no te irás.
Le devuelvo la mirada.
—Te prometo que no me iré.
Bien, mira eso, pienso mientras camino por el pasillo del hospital con
Rian muy cerca. Supongo que puedo mentir.
CAPÍTULO 9
Tiernan
Durante el viaje de regreso, Caiden nos mantuvo informados del estado de
Erin mientras Bryn seguía trabajando en ella. Cuando dijo que Fiona no había
resultado herida, sentí un gran alivio, seguido de un sentimiento de culpa por
alegrarme de que no fuera al revés. Había infringido casi todas las leyes de
tráfico que existían entre la Ciudad de los Ángeles y la Ciudad del Pecado, y
seguía pareciéndome una eternidad en el limbo antes de cruzar la puerta de
Midnight Manor.
Caiden se había ofrecido a llevar a Fiona con él y Bryn al penthouse de
Nightfall para que pudiera descansar y a la vez estar cerca del hospital por si
pasaba algo, pero ella había insistido en quedarse con Erin en su habitación.
Así que hacia allá iba hasta que Rian envió un mensaje y dijo había pedido ser
llevada a casa.
No pierdo los segundos que tardaría en estacionarme en el garaje, solo lo
estaciono delante de la casa y dejo en marcha para que Connor se ocupe de él.
Apenas me detengo antes de irrumpir en su habitación sin avisar, respiro
hondo y llamo suavemente a su puerta.
—Fiona, soy yo. ¿Puedo pasar?
Cuando no contesta, aprieto la cabeza contra la madera y aprieto los puños
a los lados para no tomar el picaporte. Por mucho que quiera verla para
asegurarme que está bien, no debo entrar sin su permiso. Suponiendo que
duerme, me fuerzo en dar un paso atrás. Luego otro. Y otro más.
No, esto no me gusta. Avanzo un paso. Tres era demasiado, dos se siente
mejor. Respiro hondo y soplo. Sí, de acuerdo, dos está bien. Entonces, me
quedaré aquí en el pasillo hasta que se despierte. Eso está bien, ¿cierto?
Frunzo el ceño.
—Espera, ¿esto es espeluznante? Tal vez esto sea espeluznante. —Trato
de imaginar cómo Fiona se sentiría, abriendo la puerta para encontrar a un
hombre ferozmente severo de pie fuera de su habitación y mirando fijamente a
su puerta como si la hubiera estado espiando con visión de rayos X o algo
así—. Mierda —murmuro—. Definitivamente espeluznante.
Pasear. Pasear es una forma perfectamente aceptable de esperar. La gente
lo hace en los pasillos de los hospitales, fuera de las salas de juntas, mientras
espera...
Se oye un ruido en su habitación.
—¡Fiona!
Corro hacia el interior, sigo los ruidos y me detengo en la puerta abierta
del cuarto de baño. Lo primero que veo es un moretón de color morado oscuro
en su perfecta mejilla, y la rabia hierve en mis venas. Curarse lentamente debe
de ser uno de los rasgos que ha heredado de la línea de sangre mediana. Como
Caiden no conoce la ascendencia de Fiona, habría esperado que hubiera
desaparecido para cuando yo llegara. Aun así, voy a tener una pequeña charla
con mi hermano mayor más tarde sobre lo que constituye "dolor".
La examino rápidamente para ver si hay algo más, pero no veo ninguna
otra herida. Está de pie en el extremo opuesto de la pequeña habitación,
envuelta en una toalla que se recoge sobre sus pechos. Su cabello pelirrojo es
más castaño cuando está mojado y resalta aún más sobre su piel clara y llena
de pecas de sus hombros.
Pero son sus ojos los que me atrapan. Azul cerúleo y llenos de lágrimas
sin derramar, parecen como si los dioses le hubieran regalado pequeños
estanques de agua caribeña para mirar a través de ellos. E incluso sabiendo
que se trata de un disfraz, no puedo evitar favorecer este color frente al dorado
que comparten los Oscuros. La mayoría no nos molestamos en cambiar el
color de nuestros ojos, simplemente les quitamos el brillo, hacemos que
parezcan como si fuéramos humanos.
Pero los ojos azules siempre le han sentado mejor a Fiona, en mi opinión.
No es que se lo vaya a decir; soy un imbécil adorable, no un imbécil, imbécil.
—Lo siento. Tenía las manos mojadas y se me resbaló —señala. Entonces
es cuando me doy cuenta de la causa del ruido. Entre nosotros, los cristales
rotos cubren la baldosa gris clara con un montón de bolas de algodón en el
centro—. Parecía caro. Pagaré para reemplazarlo o...
—Fi. —Espero a que me mire. La pobre parece perdida, y todo lo que lo
que quiero es estrecharla entre mis brazos y abrazarla durante una semana
seguida hasta que esté absolutamente convencido de que está bien—. Quédate
donde estás, ni siquiera levantes un pie. Ahora vuelvo.
Solo tardo un minuto en llevar una escoba y un recogedor del armario que
hay al final del pasillo y regresar.
—Espera, voy a barrerlo todo en un montón, luego vendré a buscarte,
¿bien?
Asiente y me observa mientras hago un rápido trabajo, dejando los trozos
de cristal y los algodones amontonados junto a la pared. Lo primero que haré
será llamar a un servicio de limpieza para que se encargue del resto. Además,
podrán reemplazar a Fi. Le vendrá bien un tiempo libre, y sé que también
querrá cuidar de Erin hasta que esté al cien por ciento.
Agarro la bata rosa peluda del gancho que hay junto a la puerta y camino a
la habitación. donde está esperando.
—Siguiente paso. Te pondré la bata, luego te llevaré al mostrador y te
enjuagaré los pies para quitarte el polvo de cristal que puedas tener. Luego te
sacaré del baño, dejando mis zapatos en la puerta para no dejar huellas en la
alfombra. ¿Te parece bien?
Abre la boca, pero la primera vez no sale nada. Se aclara garganta
suavemente, luego lo intenta de nuevo.
—Sí, de acuerdo.
De pie frente a ella, envuelvo sus hombros con la bata y la sujeto por
delante mientras mete los brazos en las mangas. Nuestros ojos observan cómo
mi mano se desliza entre los lados para agarrar la toalla y tirar de ella hasta
que cae a sus pies.
Pies. Vidrio. Oh, cierto, se supone que estoy ayudando.
—Bien, espera. —Justo cuando termina de atar el material de felpa, la
levanto y me deleito en la forma en que se siente acunada contra mi pecho.
Incluso después de barrer, el sonido de los trozos de cristal crujiendo bajo mis
zapatos dice que hice bien en no dejarla moverse.
La depósito de lado entre los dos lavabos, luego bajo sus pies en el lavabo
izquierdo. Cuando el agua está tibia, la vierto con la mano ahuecada sobre sus
espinillas y hasta la punta de los dedos de los pies pintados y desnudos.
—¿Verde neón? —pregunto levantando las cejas. Es más, una chica de
colores pastel. La suave paleta de su vestuario contrasta directamente con su
atrevida personalidad.
—Fue una broma que le gasté a mi madre en la manicura y pedicura del
mes pasado. Ella siempre elige tonos de verde, así que elegí el más chillón que
tenían. Entonces le dije lo mucho que me gustaba y que quería que
coincidiéramos. —Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro—. Seguí
actuando así todo el día, asegurándome de señalar nuestras pedicuras verde
fluorescente a todo el mundo, incluso a completos extraños. Cuando por fin se
lo confesé, despotricó durante cinco minutos diciendo que había pagado
mucho dinero por una pedicura fea para que yo me entretuviera. Pero luego no
pudimos parar de reírnos de todas las veces que tuvo que fingir que le gustaba
porque yo fingía que me gustaba.
—Esa ha sido buena —la aliento, riéndome por la imagen que ha dado su
historia. Cuando estoy seguro de que no tiene ningún cristal suelto que pueda
cortarla, cierro el grifo y uso una toalla pequeña para secarla—. Mi madre es
estupenda a su manera, pero Morgan Scannell nunca ha sido el tipo de madre
con la que se bromea. Tienes mucha suerte de tener una relación tan estrecha
con tu madre.
Al notar un cambio repentino en su estado de ánimo, levanto la vista y
descubro que su sonrisa ha sido sustituida por lágrimas y una barbilla
temblorosa.
—Oye, oye, oye, ven aquí, te tengo.
La levanto, camino a la puerta del baño y me quito los zapatos antes de
entrar en el dormitorio alfombrado. La dejo suavemente en el borde de la
cama y me arrodillo frente a ella. Aparto su pelo de la cara con cuidado de no
tocarle el moratón de la mejilla.
—Siento no haber estado aquí para ti antes, Little Red. Vine en cuanto
llamó Caiden, pero estaba en Los Ángeles con Connor. —Resopla y me mira a
través de sus pestañas húmedas. Se le dibuja algo en la cara al mencionar Los
Ángeles, pero desaparece antes de que pueda averiguar qué es—. Llegué tan
rápido como pude, pero no fue suficiente. Odio no haber estado aquí cuando
me necesitabas, Fi. Lo siento mucho.
Ella niega.
—No necesitas disculparte. No soy tu responsabilidad, y tu vida no se
detiene solo porque la mía lo haga.
—No, pero ¿no sería estupendo que así fuera? —Le ofrezco una sonrisa
torcida, con la esperanza de aligerar un poco las cosas. La comisura de sus
labios se levanta un poco, pero no llega a esos preciosos ojos azules. La
estudio con atención, deseando desesperadamente resolver su rompecabezas,
pero sintiendo que me falta la mitad de las piezas—. ¿Por qué el disfraz?
Se encoge de hombros.
—Parece que ahora estoy atascada así.
Asiento.
—A veces nuestra magia hace eso en momentos de mucho estrés. Se
activará sola, probablemente después de que duermas un poco. Pero no te
preocupes. A mí también me gustas así.
La tristeza nubla sus ojos en tonos grises.
—¿Y si me quedo así para siempre? Apuesto a que entonces no te
gustaría, ¿verdad?
Le acaricio la mandíbula con el pulgar. Ah, cariño, si supieras la verdad.
—La respuesta no importa porque no estarás así para siempre, lo prometo.
Su ceño se frunce y sus hombros se hunden como si estuviera
decepcionada con mi respuesta. ¿No me cree? Nos miramos fijamente durante
unos segundos y me cuesta contenerme para no tomarla en brazos y abrazarla.
Pero entonces toma cartas en el asunto y me atrae para darme un beso.
Reacciono al instante, levantándome sobre las rodillas y rodeando con mis
brazos su pequeña cintura para acercarla a mi estómago. Me abraza las
caderas con sus muslos y engancha los talones detrás de mí mientras me rodea
el cuello con sus brazos.
Su bata hace muy poco para proteger su cuerpo de mí. Con las piernas
abiertas, puedo sentir el calor de su sexo desnudo a través de mi camisa. La
parte de arriba se le ha caído de un hombro, dejando al descubierto unos
pechos cremosos que atraen mi mano para que los amase y moldee. Gime y se
abre a mí, permitiendo que mi lengua se sumerja y saquee las profundidades
de su boca, reclamándola como mía.
Fiona aprieta mi cabello y levanta la barbilla para dejarme acceder a su
garganta. Trazo la vena que recorre el lateral de su cuello y la acaricio con la
punta de un colmillo, deseando poder saborearla como nadie lo ha hecho.
—Tiernan —gimotea.
¿Qué demonios estoy haciendo? La realidad me cae encima como agua
helada. Joder, qué imbécil soy. Me aparto lentamente desenredándola de mi
cuerpo, luego arreglo su bata. Ella cierra los dos lados y los aprieta con fuerza
a su alrededor, dándose un abrazo en el proceso mientras se cierra
emocionalmente.
—¿Pasa algo? —pregunta.
—Has tenido una larga noche. Deberías dormir.
—Cierto. Dormir. —Su tono es de madera, casi hueco, pero no me da la
oportunidad de seguir pensando en ello antes de subir a la cama y meterse bajo
las sábanas, con la bata y todo.
La arropo, dándole un casto beso en la frente y recojo mis zapatos.
Cuando salgo de su habitación, le hago unos gestos de despedida que
espero que conteste, pero Fiona siempre ha sido demasiado testaruda para su
propio bien.
—Descansa un poco, Little Red, y mándame un mensaje si necesitas algo
más tarde. Estaré aquí todo el día.
—Tiernan —me llama justo antes de que se cierre la puerta. Vuelvo a
entrar en la habitación, esperando que pida quedarme y rezando para que no lo
haga—. Gracias por... —Hace una pausa, parece cambiar de idea sobre lo que
quiere decir—. Por la ayuda en el baño.
Casi bromeo acerca de finalmente ser su caballero de brillante armadura.
Pero la marca morada en su mejilla me recuerda lo mucho que le he fallado.
Cuando necesitaba protección, cuando necesitaba que la salvaran, yo no
estuve allí.
Pero yo seré lo que ella necesite en este momento, y en todos los
momentos venideros. Ahora mismo, no es un amante lascivo ni un bufón de la
corte contando chistes. Es un amigo, alguien que no se aprovechará de ella
cuando se sienta vulnerable ni desviará su dolor con humor. Alguien con
quien pueda contar, pase lo que pase.
—Siempre te ayudaré, Fi. Siempre y en todo lo que necesites, solo tienes
que pedírmelo. —Lo digo de verdad, y ella sabe que es la verdad. Porque tiene
que serlo—. Te veré en un rato, ¿de acuerdo?
Esboza una sonrisa triste que rompe mi puto corazón.
—Nos vemos en un rato.
CAPÍTULO 10
Fiona
Solo ha pasado una hora desde que Tiernan salió de mi habitación, y una
hora y un minuto desde que mentí por segunda vez en toda mi vida. No tengo
intención de ver a nadie hoy, y menos a Tiernan o a mi madre. Necesito
tiempo para pensar, para alejarme y procesarlo todo.
Excepto lo que pasó con Tiernan. No quiero recordarlo, mucho menos
procesarlo. Fue como un golpe tras otro.
Mencionó estar en L.A. cuando Caiden llamó. Sé que no eran asuntos de
Nightfall o la Corte Nocturna. Desde que se mudó a la mansión, me he
encargado de trabajar como asistente personal de Tier. A diferencia de su
hermano mayor, el mediano de los Verran necesita una patada en el culo de
vez en cuando para asegurarse de que llega a tiempo a sus cosas, y no tiene
nada en la agenda hasta mañana. L.A. es uno de sus lugares de fiesta favoritos,
así que probablemente estaba metido en mujeres cuando recibió la llamada.
No es de mi incumbencia, lo sé, pero no significa que el pensamiento no
duela.
Luego, cuando le pregunté si le gustaría que pareciera humana todo el
tiempo, intentó apaciguarme con una no-respuesta, típica táctica de los fae a la
verdad, porque, obviamente, decirme la pura verdad me disgustaría.
Y, por último, en un movimiento totalmente espontáneo, prácticamente
me lancé sobre él, dándole exactamente lo que había deseado durante meses,
lo que ambos habíamos deseado, pero no pasamos de besarnos antes de que él
pusiera fin a la relación. Eso fue lo menos típico de Tiernan. Me cuesta creer
que no se sienta atraído por mí de la misma manera sin mis colmillos y mis
lentes de contacto.
Así que sí, me voy. No me iré lejos. Por mucho que me gustaría comprar
un billete de ida a algún lugar tropical donde pueda lamerme las heridas en
una playa mientras bebo Mai Tais, necesito poder regresar rápidamente si pasa
algo. El hecho de que sienta la necesidad de darme una fiesta de lástima no
significa que haya olvidado que los fae están siendo perseguidos y
sacrificados como perros rabiosos.
Recojo mi equipaje de mano y camino en silencio por el pasillo hasta las
escaleras. No son aún las siete de la mañana, así que la casa sigue tranquila. O
eso creía.
Cuando llego al primer rellano, me detengo ante el sonido de las voces
que proceden del salón de abajo. Reconozco la voz de Tiernan y, por supuesto,
la de Seamus, pero hay otras dos que, por el sonido, no conozco. Para salir de
la casa tendré que pasar junto a ellos, y yo que intentaba escapar sin que nadie
se diera cuenta. Tal vez no tarden mucho.
Bajo a la escalera inferior y coloco mi maleta contra las rodillas mientras
escucho. Probablemente debería regresar a mi habitación e intentarlo más
tarde, pero tengo curiosidad por saber por qué Tiernan tiene una reunión tan
temprano en la mansión.
—Jefe McCarthy, gracias por aceptar reunirnos aquí en vez de ToR.
Ese es el timbre profundo de Tiernan, y ahora uno de los invitados
misteriosos está resuelto.
—Fiona está descansando ahora, pero quiero estar aquí por si necesita...
algo.
¿Escuche una pausa? ¿Iba a decir "por si me necesita"? Frunzo mi ceño y
aprieto el labio con dientes achatados, habiendo abandonado toda pretensión y
accesorio para aparentar ser fae. Maldita sea, incluso el mero hecho de
escuchar su voz de nuevo está rompiendo mi determinación de irme, pero
entonces él va y se pone a ser considerado y dulce también. ¡Uf! ¿Por qué no
puede ser el príncipe rebelde y egocéntrico que todos creen que es?
Seamus habla con el jefe McCarthy.
—Aleck, ¿qué novedades ha habido desde ayer? En tu mensaje
mencionaste que el ataque a Erin Jewel no fue un incidente aislado. ¿Cuántos
eran?
—En total, hubo nueve instancias separadas en toda la ciudad. Uno de
ellos fue Lord Tynam del Consejo Oscuro. Lord Dolan, aquí, fue quien lo
encontró.
La última voz de la sala, que al parecer es la del portavoz del Consejo,
está entrecortada por una ira contenida.
—Lo golpearon tanto que estaba irreconocible. Supe que era él por el
anillo de Armas de su línea familiar que le dejaron en el dedo. Los detectives
presentes en el lugar confirmaron su identidad por su cartera que aún contenía
más de mil dólares en efectivo. De alguna manera parece peor que ni siquiera
se molestaran en robarle.
—El hecho de que no lo hicieran nos da una idea del tipo de gente con la
que estamos tratando, —indica el jefe McCarthy—. No les importa el dinero.
Ahora bien, puede ser que sean lo suficientemente ricos como para que una
docena de billetes de cien y un anillo con un rubí tan grande como una nuez
no les importe. Pero las personas con ese tipo de patrimonio neto no son del
tipo que se ensucian las manos. No directamente.
—No, esto es personal —afirma Tiernan—. Sean cuales sean sus motivos,
está claro que quieren que lo sepamos. Por eso no intentan ocultar lo que
hacen.
El jefe McCarthy continua:
—Exactamente. Y eso revela un sentido de derecho, de rectitud. Creo que
lo que estamos buscando es un grupo extremista de algún tipo. Obviamente,
tienen algo en contra de los Faes Oscuros, pero necesitamos saber si solo
somos nosotros. Dado que cualquier contacto con los Faes de la Luz está
prohibido temporalmente, estamos contactando a los jefes de las familias
principales de las otras tres facciones más grandes de Estados Unidos: la
manada Marceau en Nueva Orleans, el clan de vampiros Romanov en Los
Ángeles y los djinn Amari en Nueva York. Si están experimentando algo
parecido, podríamos estar ante una caza nacional de sobrenaturales, quizá
incluso mundial.
Cubro mi boca para amortiguar el jadeo involuntario. La última gran
guerra entre humanos y otros fue a principios del siglo XII, durante la
invasión mongola de lo que hoy es Rusia. Batu Khan, el entonces líder de los
mongoles, invadió Rusia creyendo que un vampiro podía cambiarlo y
concederle la vida eterna. En lugar de ello, él y todo su ejército fueron
aniquilados por un ejército unido de razas sobrenaturales que contaron con la
ayuda de los legendarios guerreros bogatyr. La mayoría de los bogatyrs
murieron también ese día.
Los que sobrevivieron ahora forman parte del mundo sobrenatural como
vampiros. Batu y su búsqueda se perdieron en la historia en favor de su mucho
más exitoso y salvaje abuelo, Genghis. Pero por devastador que fuera, había
ocurrido en un área concentrada. ¿Cómo sería si nosotros, es decir, ellos,
fuéramos cazados por todo el mundo?
Tiernan debe haberse acercado a las escaleras porque su voz se hace más
fuerte.
—Anoche visité a Dimitri en su casa de Los Ángeles. No están
involucrados, en ninguno de los lados del conflicto. No sabía nada de lo que
ha estado pasando aquí.
¿Eso es lo que hacía en Los Ángeles? La vergüenza deja un sabor amargo
en mi boca. No debería haber asumido que estaba de club en club y de fiesta
con famosos. No ha hecho eso desde poco después de enterarse de que va a ser
rey, y definitivamente no lo estaría haciendo ahora con su pueblo en crisis. Lo
conozco mejor que eso, pero es difícil no dejar que mis emociones coloreen a
veces la lente a través de la que lo veo. Tengo que hacer un esfuerzo
consciente para dejar de hacerlo.
Bueno, haría el esfuerzo si me quedara, pero no. Aunque no me vaya de
Las Vegas, no volveré a trabajar en la mansión. El recordatorio constante de
que no pertenezco a su mundo, de que no soy una fae, me mataría lentamente.
Igual que lo ha hecho mi frustración sexual al vivir bajo el mismo techo que
Tiernan y no poder tocarlo.
Jesús, Fiona, ¿qué demonios te ha pasado? La yo de hace cinco años te
habría pateado el culo por ser tan patética. Siempre has sido masoquista, pero
esto es ridículo.
—Entonces, ¿e-eso es todo? —Dolan balbucea como si estuviera haciendo
espuma—. ¿Esa mafia sanguinaria dice que son inocentes y vamos a creer en
su palabra?
—Respetuosamente, Lord Speaker —comienza Tiernan en un tono
claramente carente de respeto—, además de mi propia intuición, alguien en
quien confío avala implícitamente su actividad y la de su clan durante los
últimos seis meses. Así que, o decides confiar en mí, o eres bienvenido a
visitar a Dimitri Romanov e informarle de tus incertidumbres. Estoy seguro de
que el Consejo votará por un sustituto adecuado para ti.
Seamus interviene casualmente, como si Tiernan no acabara de lanzar una
amenaza apenas velada al Portavoz del Consejo Oscuro.
—Hedrek, si te hubiéramos escuchado desde el principio, el príncipe
Tiernan no habría interrogado en absoluto a Romanov por miedo a insultarlo.
Ahora contradices tu petición original sugiriendo que le digamos que sus
respuestas no son creíbles. Tu opinión anterior fue errónea, pero la actual es
imprudente y peligrosa.
—Gracias, Su Alteza —declara el viejo lobo a Tiernan—. Estamos
agradecidos por su ayuda en las relaciones entre facciones. ¿No es así, Lord
Dolan?
Entorno los labios para que no se me escape la risita que bulle en mi
pecho. De repente, me arrepiento de no haber bajado sigilosamente unos
escalones más y arriesgarme a que me descubran solo para poder ver la
expresión fruncida en el rostro del alto lord.
—Por supuesto, Regente —responde en voz baja—. Pido disculpas por mi
arrebato, Príncipe Tiernan. Estoy de luto por la pérdida de un viejo amigo y
mis emociones sacaron lo peor de mí.
Arqueo una ceja dudosa. Nunca lo he conocido personalmente, pero he
asistido a muchos de los mismos eventos que Hedrek Dolan, y nunca lo he
visto mostrarse amistoso con nadie, ni siquiera con sus colegas altos lords. La
mayoría de las veces frunce el ceño y observa como si juzgara en silencio todo
lo que tiene a la vista.
—Y por eso, tiene nuestras condolencias. Ahora que estamos de acuerdo
en que el clan Romanov queda eliminado como posible sospechoso,
seguiremos adelante —retoma Seamus—. Aleck, basándote en lo que sabes
hasta ahora, ¿te parece que este grupo tiene como objetivo a faes específicos?
¿Hay algún patrón?
—Antes, habría dicho que sí. Hasta ayer, todas las víctimas habían sido
empleados de la familia real o estaban relacionados con ellos de alguna
manera, y los lugares estaban centralizados cerca del Strip. Pero entonces su
modus operandi cambió, prácticamente de la noche a la mañana.
«El número de casos se ha duplicado con creces, y el patrón de víctimas se
ha interrumpido. Siete de los casos son ciudadanos fae normales que fueron
encontrados en lugares más alejados a unos 800 metros. Si continúan con esa
trayectoria, estarán cazando en los suburbios en una semana».
Escucho una maldición murmurada que sin duda procede de Tiernan, pero
Seamus responde.
—Entonces es hora de que la Corona haga una declaración oficial a
nuestro pueblo. Que sepan que estamos haciendo todo lo posible por poner fin
a esto e instarles a permanecer en sus hogares tanto como sea posible,
especialmente durante el día.
McCarthy interviene.
—Si me permite, Regente, sugiero que hagamos algo más que instar. Creo
que en este momento sería prudente decretar un encierro obligatorio para que
todos los Oscuros y también sus familiares estén a salvo. No todos lo
cumplirán, pero cuantos menos objetivos les demos, mejor.
—De acuerdo —espeta Lord Dolan.
—Sí, Aleck, tienes razón, gracias —afirma Seamus—. Escribiré algo y
luego lo enviaré para que lo apruebes por si se me escapa algún detalle
importante.
—¿Y cómo está gestionando la Corona a los que ya hemos perdido? —
pregunta Dolan de nuevo.
—Se contacta inmediatamente a sus familias y se les ofrece ayuda para
todo lo que puedan necesitar, lo que incluye, entre otras cosas, proporcionar
seguridad para sus Ceremonias Conmemorativas, entregar comidas preparadas
en su casa cada semana durante un mes, y pagar un año de sesiones de terapia
familiar para ayudarles a procesar el trauma y el duelo.
La mención de un bloqueo me recuerda a cómo los humanos se vieron
afectados en todo el mundo cuando se produjo la pandemia. Sin embargo, los
faes no tuvieron que preocuparse por contraerla, así que para ellos todo siguió
igual.
Tiernan habla.
—Este encierro no será fácil para ellos. No estamos acostumbrados a tener
que escondernos. Nunca hemos sido la presa, y eso va a irritar como el
infierno, así que tenemos que hacerlo tan fácil para todos como podamos.
—Ayuda económica para quienes pierdan temporalmente ingreso,
establecer un sistema a domicilio para quienes necesiten atención médica y
brindar escolarización en línea para los niños y evitar que se retrasen. Estoy
seguro de que hay más posibilidades de ayuda que no se me ocurren, así que
sugiero que tengamos un comité dedicado a gestionar cualquier ayuda que
pueda ser necesaria tanto a nivel universal como en casos individuales.
—Excelente idea, Alteza —alienta Seamus. Su tono, es una mezcla de
sorpresa y orgullo, haciéndome sonreír. Imagino al pseudo tío de Tiernan
mirándolo como diciendo: ‘Ves, sabía que podías hacer este trabajo’, y a él
respondiendo con un sarcástico ‘no te pases de listo, vejestorio’.
McCarthy añade;
—Por mi parte, estoy haciendo todo lo que puedo por mantener las cosas
fuera de los medios de comunicación mientras trabajamos todos los ángulos
que se nos ocurren. Tengo a todos los fae del departamento, y slo faes,
asignados a estos casos para que no tengamos que ocultar pruebas y podamos
hablar libremente entre nosotros.
Un celular suena una sola vez antes de que escuche un cortante
—Aquí McCarthy. —Hay unos segundos de silencio mientras la sala, y
yo, esperamos las noticias—. Envíalo.
Termina la llamada y exhala pesadamente.
—Mi equipo encontró un vídeo encriptado en la web oscura de un grupo
que se hace llamar NPO. Lo publicaron en varios foros de reclutamiento para
Nevada y estados circundantes. Lo decodificamos para ver si su mensaje
concuerda con lo que está pasando.
Me inclino hacia delante y hago eco mentalmente a Tiernan.
—¿Y?
—Eso es de ellos. Y es mucho peor de lo que pensábamos.
—Ponlo ahí arriba —pide Tiernan, y veo que se enciende el televisor que
hay sobre la chimenea.
Aparece una imagen en la gran pantalla y empieza a reproducirse el vídeo.
Y durante los siguientes cinco minutos, veo con absoluto horror cómo la NPO
detalla sus planes para acabar con todo el reino fae, primero en Las Vegas y
eventualmente en todo el mundo.
CAPÍTULO 11
Tiernan
—¿Qué demonios acabamos de ver? —Mi pregunta no va dirigida a nadie
en particular. Ni siquiera estoy seguro de querer una respuesta.
Se puede resumir en una frase: propaganda alarmista.
El vídeo no facilitaba la entrada al espectador con una introducción casual
o un amistoso ‘hola, vecino’. No, te dejaron caer directamente por un puto
precipicio, con imágenes gráficas ‘grabadas ’de ataques brutales de criaturas
con una fuerza y velocidad inhumanas, con las orejas puntiagudas y un
destello de colmillos afilados visibles durante una fracción de segundos antes
de desgarrar a sus víctimas gritonas.
Las escenas eran asquerosamente gráficas, propias de las películas de
terror y pesadillas empapadas de sudor. Excepto que todo esto era muy, muy
real. Nunca he visto a un fae actuar tan viciosamente sin razón; no está en
nuestra naturaleza.
Cuando finalmente terminó esa parte, pasó a mostrar a un grupo de casi
dos docenas de personas ataviadas con equipo militar negro, de los que se
compran en las tiendas de excedentes del ejército, y máscaras rojas sin rostro.
Ahora que tenían la atención de todos, era el momento de la presentación.
Un varón, a juzgar por su tamaño y complexión, hablaba utilizando un
modulador de voz, probablemente para conseguir un efecto dramático, ya que
la máscara y el equipo hacían prácticamente imposible identificarlo. Dijo que
eran la Nueva Orden de la Pureza, y que tenían una misión singular: actuar
como la mano derecha de Dios y librar al mundo de los demonios llamados
fae, como los que se veían masacrando a humanos inocentes.
Pensé que las escenas del principio eran malas, pero luego llegó el
momento de que el NPO mostrara su misión con imágenes de sus represalias.
El pobre Cillian no tuvo ninguna oportunidad cuando se abalanzaron sobre
él por la espalda y no cejaron en su empeño. Y el valiente Eoghan luchó con la
ferocidad de un toro acorralado hasta que finalmente la férrea infección de las
múltiples heridas lo debilitó lo suficiente para darles ventaja.
Hice todo lo que pude por no vomitar mientras miraba, pero no aparté la
vista. Lo mínimo que les debía era no taparme los ojos ante su dolor y
sufrimiento que padecieron a manos del mal hasta que exhalaron su último
aliento. Y ahora que sé lo que les hicieron, puedo hacer, y haré, lo mismo con
quienes lo hicieron.
Al final, el líder dice: ‘Por la pureza y la preservación de la raza humana’,
y todos lo repitieron como buenas ovejitas. La imagen final era una foto fija
de una pancarta roja con las palabras Nueva Orden de la Pureza en negrita en
la parte superior y su logotipo en el centro (una gran piedra de bruja con un
ojo mirando por el centro y dos dagas cruzándose detrás, las puntas de las
hojas cubiertas de sangre), y en la parte inferior de la pantalla, instrucciones
para ponerse en contacto con ellos a través de un sistema de mensajería
encriptado en la web oscura.
La huesuda mano de Dolan, apoyada en el brazo del sofá, se cierra en un
puño mientras sigue mirando fijamente la imagen de la pantalla.
—Observamos a los humanos haciendo lo que mejor saben hacer: destruir
lo que no entienden.
Mi estómago se revuelve con un asco ácido mientras la necesidad de
derramar sangre, su sangre, se hace más fuerte a cada minuto que pasa. Quiero
atravesar el televisor y arrancarles la garganta a todos con los dientes.
—Esos no son humanos —mencione en voz baja—. Esos son los
monstruos.
—Ellos son la reencarnación. —Todos miramos a Seamus, cuya atención
se centra en la cicatriz que le atraviesa la palma de la mano derecha. Nos ha
dado cientos de explicaciones diferentes a mis hermanos y a mí a lo largo de
los años. Sabemos que se la hizo con una hoja de hierro, de otro modo no
habría dejado marca, pero nunca cómo se la hizo—. O el grupo lo es, más
bien. La Orden de la Pureza nació en Irlanda a finales del siglo XV, después
de que unos cuantos hombres borrachos tuvieran un encuentro con unos faes
embusteros quienes les ofrecieron oro fae a cambio de usar sus caballos
durante la noche. Cuando los hombres se despertaron a la mañana siguiente,
no so lo sus caballos habían desaparecido, sino que el oro fae, que sabemos
que no existe, no era más que trozos de pan duro.
Lord Dolan frunce el ceño.
—No recuerdo haber escuchado nada sobre una Orden de la Pureza.
—No me sorprende —enmarca Seamus—. Estabas demasiado ocupado
jugando en la cancha juegos con los otros Lords, tu único objetivo es ganar el
favor de los reyes y reinas de Faerie.
Ooh, arde. Seamus se merece un choque de puño más tarde por eso.
—¿Estás diciéndome que todos fueron a 'agarrar su antorcha y horcas'
todo porque un fae jugó un truco de mierda y robó unos cuantos caballos?
—Sí y no. Eso fue lo único que los embaucadores hicieron a los hombres,
pero tras semanas de discutir el incidente entre ellos, la verdad se hinchó, la
historia se exageró, hasta que creyeron su propia mentira de que el fae había
matado a uno de ellos cuando, en realidad, el hombre había muerto a la
semana siguiente de fiebre. Pronto las historias que se contaban unos a otros
se extendieron a las que contaban a sus familias, a sus amigos y luego a
extraños. Una turba enfurecida tardó menos de un año en convertirse en un
grupo de hábiles cazadores.
—¿Todo eso para cazar a faes ocasionales que gastan bromas a los
humanos? —pregunte incrédulo—. Me parece exagerado.
McCarthy se inclina hacia delante, apoyando los codos en sus muslos.
—No, en aquel entonces era muy común que los fae fueran y vinieran a
través del portal, a veces pasando tanto tiempo en este reino como en Faerie.
Mi abuelo nos contaba historias de aquellos días. Encontrarse con fae en
aquella época era algo común en Irlanda, tanto que, si tenías un bebé entonces,
había una posibilidad entre cinco de que estuvieras criando a un cambiante.
Seamus asiente.
—Tu abuelo tenía razón, y la prevalencia de estos encuentros acabó
creando dos tipos de personas: los que nos veneraban y los que nos
despreciaban.
—Los Néit. Recuerdo haber escuchado hablar de un nuevo grupo de
guerreros nombrados por la Única Verdadera Reina, pero supuse que nunca
fueron llamados a la acción. No recuerdo haber escuchado hablar de ninguna
de sus batallas o hazañas —reflexiona Lord Dolan.
Seamus se frota la cicatriz distraídamente.
—Eso es porque nunca operamos en Faerie. Nuestro único propósito era
evitar que los humanos entraran a través del portal.
Mi mirada se dirige hacia él.
—¿Estuviste en los Néit? De ahí es esa cicatriz, ¿no? De luchar contra
humanos con armas de hierro.
Asiente una vez.
—Mi hermano Cedric y yo éramos muy jóvenes entonces, ni siquiera
veinte. Pero éramos luchadores grandes y fuertes, y podíamos desplazarnos.
Tu abuelo, el Rey Domnall, nos envió a unirnos a la lucha que había
comenzado setenta y cinco años antes y que debería haber terminado en al
menos la mitad de ese tiempo.
«Pero la reina era testaruda, y era una cuestión de orgullo. Antes de la
Orden de la Pureza, nuestras razas disfrutaban de una relación
mayoritariamente amistosa, que incluso permitía a ciertos humanos que se
ganaban el favor de Aine pasar todo el tiempo que quisieran en Faerie sin la
consecuencia de volverse locos. Lo último que quería hacer ella era borrar ese
legado sellando el portal.»
—¿Cuánto tiempo pasó antes de que los Néit ganaran? Dijiste que era una
reencarnación de la Orden de la Pureza, así que al final debiste detenerlos —
sugiero.
—No, nunca lo hicimos. Por cada uno de ellos que matamos en defensa
propia, otros cinco se convencían de que nosotros éramos los monstruos. Ni
siquiera ver pruebas de lo contrario les hacía cambiar de opinión. Mi hermano
se había enamorado de una joven doncella. Se las arreglaron para mantenerlo
en secreto durante un año, hasta que un día su padre y sus hermanos los
encontraron abrazados en un campo mientras dormían la siesta durante el sol.
No importó que Cedric estuviera desarmado. Tampoco importó que ella les
rogara que no le hicieran daño mientras proclamaba su amor entre lágrimas y
gritos.
Seamus se frota la cicatriz.
—Sentí cómo la espada atravesaba el corazón de Cedric y corrí en su
ayuda, pero llegué demasiado tarde. Cuando llegué, también la habían matado
a ella. Luché contra ellos con una furia ciega, pero estaba solo contra cinco.
Uno de ellos casi consigue clavarme su daga en el pecho, pero agarré la hoja
justo cuando la punta me atravesó la piel. Inmediatamente empecé a
debilitarme por el envenenamiento del hierro y me vi obligado a desplazarme
para escapar.
—Déjame adivinar —interrumpo—. Dijeron que Cedric fue quien la
mató.
—Peor. Ellos admitieron haberla matado. Afirmando que Cedric la había
embrujado con su magia maligna y que la única forma de salvar su alma era
liberarla.
—No hablas en serio.
—Ojalá no fuera así —anuncia solemnemente—. Y con cada nueva
generación, esas creencias y mentiras se transmitían, creando aún más de
aquellos que nos odiaban. Finalmente, Aine aceptó la realidad de que luchar
contra los humanos con la esperanza de restablecer la paz era inútil.
—Después de cien años, nos llamó a casa y selló el portal, declarando que
permanecería infranqueable durante dos siglos después de la muerte de la
descendencia de los miembros más jóvenes de la Orden. Tiempo —proclama
Seamus—. El paso del tiempo es la forma en que finalmente derrotamos a la
Orden. Así es como los humanos llegaron a creer que no somos más que
historias fantásticas contadas durante generaciones.
—Hasta ahora —corrige McCarthy.
Seamus inclina la cabeza.
—Hasta ahora.
Paso una mano por mi mandíbula, la barba incipiente me recuerda que no
he dormido ni duchado todavía.
—Bien, ¿entonces creemos que estos tipos han estado operando en la
clandestinidad todo el tiempo y eligieron salir de su escondite para poner en
marcha este gran plan para borrarnos del mapa?
—No lo creo —interviene el jefe—. Ya los has visto. No son combatientes
entrenados ni nada de élite. La calidad de la producción del vídeo y que estén
bien abastecidos de piedras de bruja, tecnología y armas de hierro indica que
tienen fondos, pero creo que el grupo en sí está en sus inicios.
—Los grupos extremistas suelen empezar con uno o varios miembros
atípicos con ideas más radicales que las de sus compañeros. Pero con el
liderazgo adecuado y un reclutamiento exitoso, esos valores atípicos pueden
convertirse en un ejército. Si tenemos alguna posibilidad de evitar que esto se
convierta en una caza mundial de otros, tenemos que detenerlos mientras
todavía son relativamente desconocidos.
—Genial, me apunto. ¿Cómo lo hacemos? —pregunto.
—Nos pondremos en contacto siguiendo las instrucciones del vídeo y
enviaremos a alguien de incógnito para que se infiltre en el grupo. El objetivo
no es acabar con los de abajo, sino averiguar quién está arriba, quién financia
su operación y da las órdenes.
—Corta la cabeza de la serpiente, el cuerpo muere —concreto—. Esa es la
esperanza de todos modos.
—¿Cómo podemos enviar a alguien encubierto si están usando piedras de
brujas para ver a través de nuestras fachadas? —pregunta Dolan, y por una vez
estamos de acuerdo.
McCarthy suspira.
—De eso no estoy seguro. Está la solución obvia, que es usar a un familiar
de la Corte Nocturna. Pero esos vídeos propagandísticos de faes asesinando a
inocentes serán difíciles de ignorar, incluso para los que llevan años en
nuestro círculo.
—Entiendo que se ve mal —acepto—. Demonios, se ve peor que mal,
pero no hay forma de que los Oscuros estén detrás de los ataques a los
humanos. Por lo que sabemos, estos podrían ser fae rebeldes de una de las
Cortes Elementales de Faerie, ¿verdad? Nuestros familiares sabrán que no es
nadie de nuestra Corte.
Seamus niega.
—Ojalá fuera tan fácil. Pero el miedo hace a los humanos impredecibles y
susceptibles a las tácticas de alarmismo. No importa de qué Corte sean los fae
que cometieron los actos. Para cualquiera que tenga la más mínima duda de
nuestra inocencia, todos los faes se convertirán en el enemigo común.
Maldiciendo obscenamente, paso las manos por mi cabello y dejo de
pasearme con la esperanza de que mi mente funcione mejor si mi cuerpo está
quieto. ¿Qué sugeriría Caiden? Dios sabe que no tengo experiencia en gestión
de crisis. Quizá debería convocarlo a la reunión. Mierda, a Dolan le
encantaría, que yo demostrara que no puedo con este trabajo, y preferiría
ahogarme con mi propia lengua antes que darle ese tipo de satisfacción.
Agarro el respaldo del sofá, cuelgo la cabeza entre los hombros y busco
las malditas respuestas que necesitamos. Me viene una imagen de Robert, pero
la alejo rápidamente. De ninguna manera voy a enviar a mi mejor amigo
humano a infiltrarse en un grupo violento de extremistas.
—Tiene que haber alguien en quien podamos confiar para enviarlo allí.
—Envíame a mí.
Mi cabeza se inclina hacia un lado, donde está Fiona, al pie de la escalera.
Ha pasado poco más de una hora desde la última vez que la vi y ya siento que
puedo respirar mejor. Lleva un par de leggings y una sudadera de Nightfall de
gran tamaño, con un aspecto tan sexy como si llevara un vestido de cóctel.
Unos vivos ojos azules devuelven mi mirada desde un rostro fresco salpicado
de pecas que me gustaría contar a besos. Lleva el cabello pelirrojo recogido en
una rara coleta alta que deja ver sus orejas redondeadas, pero con su fachada
aún vigente, no desentonan.
Aclaro mi garganta seca y fuerzo a mi cerebro a volver a conectarse.
—¿Cuánto tiempo has estado escuchando?
—Lo he escuchado todo y visto el vídeo. Puedes enviarme al grupo —
repite de nuevo—. Soy la única en quien puedes confiar.
Miro la pequeña maleta de mano que tiene a sus pies.
—¿Ibas a algún sitio?
—No cambie de tema, Su Alteza. —Conjura mi título entre dientes
apretados, como si le encantara llamarme con otras palabras escogidas que
serían totalmente inapropiadas para un público mixto como éste—. Tienes un
problema, y yo soy la solución.
—La solución es enviarte a un grupo en el que ni siquiera puedes entrar,
que, por cierto, tienen más puñales de hierro que neuronas.
—Eso es lo que intento decirte. Puedo entrar. Nunca sospecharán de mí, te
lo prometo.
—¿Cómo no sospecharán de ti, Fiona? Dime cómo funciona eso.
—Simplemente lo haré. Tendrán que confiar en mí.
Me niego.
—No, no con algo así. Si quieres que te crea, tendrás que decirme qué tipo
de magia tienes bajo la manga. Si no, no hay trato. No voy a arriesgar tu vida
por un tal vez.
—Tú no lo harás. Es mi vida la que está en juego, no la tuya. —Como eso
no me conmueve, da un vistazo a nuestro embelesado público y cruza la
puerta para colocarse a escasos centímetros. Levanta la vista y mantiene la voz
baja—. Tiernan, necesito que me creas. Eso no es un tal vez, es una certeza.
—Dime cómo, Fi. —Sus ojos azul cielo me suplican, haciéndome flaquear
las rodillas—. Bien. Entonces la respuesta es n...
—¡Porque soy humana, maldita sea!
Se escapa el aire de mis pulmones y me cuesta volver a respirar. No puedo
creer que acabe de gritar algo que sé muy bien que no va por ahí contándole a
la gente.
—Discúlpennos, caballeros, la señorita Jewel ha tenido una experiencia
muy traumática y no se siente bien. —Le pongo la mano en la parte baja de su
espalda y la acompaño al porche, asegurándome de cerrar bien la puerta detrás
de nosotros—. Fiona, no tenías que decirles eso. Y un poco de sangre mediana
no te convierte en humana, ¿de acuerdo? No sé por qué está atascada esa
fachada, pero estoy seguro de que...
—No está atascada, Tiernan. Ni siquiera es una fachada, nunca lo ha sido.
Ésta soy yo. Lo que viste antes, la que todos vieron, eran lentes de colores y
fundas a medida en mis dientes para ayudarme a pasar por fae. La razón por la
que esos hombres no me atacaron anoche es porque cuando usaron la piedra
de bruja, me vieron como lo que realmente soy... humana.
—Sabes que, si ese fuera el caso, seríamos capaces de saberlo leyendo tu
energía.
—No, si un poderoso conjurador me hechizara para que me leyeran igual
que los Oscuros, no lo harías.
Erin.
—Jesús... —Mi mente se tambalea, intentando reconciliar todo lo que
sabía de Fiona hace cinco minutos con lo que está diciéndome ahora—. No lo
entiendo. ¿Por qué fingir ser un fae? ¿por qué no decirme la verdad?
—Porque hasta anoche, no sabía la verdad. Bryn no fue el único bebé
cambiado aquel día que mi madre la puso al cuidado de Jack y Emily Meara.
Resulta que ellos ya tenían un bebé: yo. Así que mi madre me tomó y crió
como si fuera suya, sin decirme nunca toda la verdad hasta esta mañana.
Se seca las lágrimas antes de que se derramen. No puedo imaginar por lo
que debe estar pasando ahora mismo, descubriendo que literalmente todo en
su vida ha sido una mentira.
—Fi, lo siento mucho. Estoy aquí para ti si quieres hablar o lanzar golpes.
Lo que necesites.
—Lo que necesito es que me dejes descubrir quién está detrás de esto para
que podamos acabar con ellos antes de que muera alguien más.
—De ninguna manera. Es demasiado peligroso. No te vamos a dejar
infiltrarte en una turba inestable de guerreros de fin de semana armados hasta
los dientes y con más ignorancia que puto sentido común.
—Entonces déjame entrar como stripper.
—Perdona, ¿qué?
—The Devil’s Door es un club de striptease...
—Sé lo que es, Fi, es el club rival de Deviant Desire. —Surgió hace un
año como una especie de negocio de imitación e irritó a Caiden. Utilizaban la
misma aliteración para su nombre, creaban publicidad similar, incluso
intentaron robarnos algunas bailarinas. Pero nunca han podido competir con
Deviant, así que los dejamos solos.
—Lo sé —afirma—. Y es ahí donde se grabó ese vídeo de NPO. El tipo
que pensó que era genial o divertido llevar gafas de sol espejadas sobre la
máscara, lo delató. Se puede ver el reflejo del poste central del escenario, y
más allá está la parte del neón rojo de una diabla sexy con cuernos y cola
colgado en la pared.
—¿Por qué estás tan familiarizada con ese club?
—Porque salí con una de las bailarinas por un tiempo, y Sapphire y yo
seguimos siendo amigas. Sé que ella podría meterme allí como otra bailarina.
Si grabaron su vídeo de reclutamiento en ese lugar, entonces como mínimo,
alguien del grupo debe tener vínculos allí. Tal vez incluso sea su base de
operaciones.
—Bien, asumamos por el bien del argumento que tienes razón. ¿Cómo nos
ayuda que bailes en un poste?
—Porque durante la mayor parte de sus turnos, las chicas no están en el
poste. Están en la planta con los clientes. Podré escuchar docenas de
conversaciones cada noche. Créeme, nadie tiene cuidado de lo que dice cerca
de las strippers. Algunas de las cosas que escuchó Sapphire mientras daba
bailes eróticos te dejarían boquiabierto.
Imágenes de Fiona en lencería apenas visible bailando seductoramente
para un grupo de humanos pervertidos y agarrados tiene mi presión arterial
por las nubes. Abro la boca para decirle exactamente lo que pienso de su plan
cuando otra voz interviene.
—Tiene razón, Tiernan —la apoya Seamus desde la puerta—. Si están
operando desde Devil’s Door, Fiona es nuestra mejor apuesta para poder
reunir información rápidamente. Cualquier cosa que haga el equipo de
McCarthy llevará tiempo y no tiene muchas posibilidades de éxito una vez que
pase de la comunicación virtual. Le daremos todos los recursos y la protección
que podamos. La mantendremos a salvo.
Ambos tienen razón, lo sé. Pero mi instinto dice que es una mala idea. Si
yo soy el rey en este tablero de ajedrez, Fiona es la reina. Aunque sea la pieza
más poderosa que tenemos, lo último que quiero hacer es convertirla en un
peón sacrificable.
Hablando en voz baja, Fiona me mira con esos ojos azules de bebé.
—Por mucho que lo intenté, nunca fui muy buena siendo fae. Al menos
dame la oportunidad de ayudarte como humana. Por favor, Tiernan.
Mierda, eso dolió. Bien podría haberme golpeado con su hoja de hierro
propia con esa súplica. No puedo decirle que no después de eso. Dudo que
alguna vez pueda.
—De acuerdo —cedo al fin—. Pero voy a estar contigo en todo momento.
Y si hay el más mínimo indicio de que están tras de ti, te sacamos y pensamos
en otra cosa. ¿De acuerdo?
Fiona asiente.
—Sí, trato hecho.
—Entonces volvamos dentro y digámosle a McCarthy que enviaremos a
una stripper para acabar con la Nueva Orden de la Pureza.
CAPÍTULO 12
Tiernan
—De acuerdo, Robert, repásalo conmigo una vez más.
Mi viejo amigo me mira de reojo desde el asiento del copiloto del Range
Rover. Estamos estacionados calle abajo de Devil's Door. La entrevista de
Fiona para su trabajo de bailarina es dentro de media hora, así que le he
pedido a Robert que me haga un pequeño trabajo de reconocimiento.
—Que sea viejo —reprende—, no significa que no pueda recordar
instrucciones sencillas.
Fiona, que está sentada en el asiento de atrás, suelta una risita. Le lanzo
una mirada y ella aprieta los labios para no reírse a carcajadas. Me ajusto la
gorra de los Raiders y miro por los cristales tintados para asegurarme de que
nadie nos presta atención.
—No estoy insinuando que no puedas recordar instrucciones sencillas.
Estoy asegurándome de que todos estamos en la misma página, para que todo
salga bien. Estos hijos de puta no son ninguna broma. Están armados e
inestables, y no hay nada más peligroso que eso.
En cuanto nos decidimos por este plan, Seamus, McCarthy, Fiona y yo
nos pasamos el día y la noche ultimando los detalles para asegurarnos de que
todo saliera bien. Decidimos trabajar desde dos ángulos: Fiona como bailarina
y el equipo de McCarthy trabajando para identificar a las personas en ese
vídeo.
Espero que encuentren respuestas pronto para poder sacar a Fiona de esta
operación. Pero es poco probable que la policía consiga que NPO divulgue
información a través de la red. Insistirán en investigar a cualquier recluta
interesado en persona y en un lugar público donde puedan usar una piedra de
bruja a distancia para identificar si un prospecto es quien dice ser. Y el
número de seres humanos a los que estamos dispuestos a confiar nuestras
vidas en este momento es de dos, así que eso no es una opción.
Robert se acerca y me da unas palmaditas en el hombro.
—Lo sé, Tiernan. No te preocupes, Fiona tendrá su entrevista y yo te
informaré de todo lo que vea. Nunca sospecharán de un viejo caliente mirando
en una habitación llena de bailarinas exóticas.
—De acuerdo. —Le doy unos auriculares Bluetooth de un solo oído y un
móvil para que se lo meta en su bolsillo, luego llamo y lo enseño a contestar
con el auricular—. Bien. Por eso te pedí que llevaras traje. Pasarás
desapercibido como un hombre de negocios que atiende llamadas en un club
de striptease. Te pondré en el altavoz para que podamos escucharte. Luego,
cuando Fiona entre, estaré en contacto con ella usando los auriculares espía
que McCarthy me dio.
Mira la cajita que contiene los diminutos auriculares con todo el anhelo de
un niño que sueña con ser 007 algún día. Sonriendo, le digo:
—Lo siento, viejo. Te habría dejado usarlos, pero teniendo en cuenta tu
avanzada edad, la gente probablemente asumiría que se trata de un paciente
con demencia y llamaría a servicios sociales.
Fiona jadea.
—Tiernan, no seas tan imbécil. Solo por eso espero que te tropieces todos
los días durante un mes.
Mi amigo se ríe a carcajadas.
—Quizá nunca te perdone que no me hayas presentado antes a esta
preciosa mujer. Es una absoluta delicia. Fiona, querida, espero que te unas a
Tiernan la próxima vez que tengamos ocasión de reanudar nuestras partidas.
La adición de tu compañía sería un bienvenido cambio de solo tratar con este
bastardo arrogante.
—¿Partidos? ¿juegan al tenis?
Robert me frunce el ceño.
—¿Nunca has hablado de mí? ¿qué soy, tu pequeño y sucio secreto?
Pongo los ojos en blanco y suspiro.
—Siempre tan dramático. No es que no hable de ti con la gente. Es solo
que Fiona y yo nunca...
Inclinándose desde el asiento trasero, advierte.
—Nunca hablamos. Nuestros encuentros eran breves y muy poco
verbales. De hecho, si alguien era un secretito sucio, era yo. ¿Cierto, Tier?
Su sonrisa es juguetona, pero sus palabras son mordaces. Algo que tendré
que hablar con ella más tarde.
—Ninguno de los dos es mi pequeño y sucio secreto. Ahora, ¿podemos
empezar esta misión antes de que pase la hora de dormir de Robert?
Robert se desabrocha el cinturón.
—Solo por eso, me beberé todo tu whisky cuando llegue a casa.
—Sí, sí. Vete ya.
—Fiona, ha sido un placer conocerte por fin. Puedo ver por qué el
príncipe está tan enamorado de ti. Ten cuidado ahí dentro.
Pone una mano en su hombro y sonríe cálidamente.
—Gracias, Robert, eres muy dulce. Ten cuidado tú también.
Le guiña un ojo y se baja de la camioneta. Fiona sube al asiento delantero
mientras yo llamo a su teléfono y lo pongo en altavoz. Robert contesta,
haciéndome saber que me escucha y se dirige hacia Devil's Door, el club de
striptease donde creemos que NPO opera o con el que al menos tiene vínculos.
Dejo el teléfono en el tablero, abro la cajita que me dio McCarthy y pongo
uno de los diminutos dispositivos en mi oreja. Luego le doy el otro a Fiona.
—Si algo va mal en esa entrevista, iré a por ti.
—Estaré bien. Sapphire aceptó encantada tu oferta de una semana de
vacaciones pagadas. Le dijo al gerente que necesitaba tiempo libre para cuidar
de su madre, pero tenía una amiga fuera de la ciudad dispuesta a ocupar su
lugar hasta que regresara. Esto es solo una formalidad para que puedan verme
con sus propios ojos. Entraré y saldré.
—Esto es solo una formalidad, pero luego tienes que bailar delante de un
público, todo ello mientras tratas de reunir información sobre este grupo sin
levantar sospechas y que te descubran, o algo peor.
—Whoa, más despacio, caramba. No nos metamos en problemas mañana
y quedémonos tranquilos, ¿de acuerdo?
Me repongo y le doy una sonrisa perezosa que oculta mis verdaderos
sentimientos.
—No sé de qué estás hablando, estoy completamente tranquilo.
Fiona lo niega, luego se pierde en la escena que se desarrolla afuera del
parabrisas, entre turistas y lugareños que viven la vida nocturna de esta ciudad
que construyó mi familia. Es mi legado y una de las ciudades más
impresionantes y codiciadas a este lado del portal. Pero también podría ser un
campo interminable de maíz por mucho interés que tenga para mí, porque no
puedo dejar de mirarla.
La verdadera ella.
No hemos tenido ocasión de hablar desde ayer, cuando me dejó
sorprendido con su revelación. Pero no fue por falta de intento.
Cada vez que teníamos un minuto a solas, ella encontraba la manera de
eludir el tema antes de que yo pudiera siquiera preguntarle cómo estaba,
diciéndome sin palabras que lo dejara estar, y así lo hice. La fuerza e
independencia de Fiona son algunos de los rasgos que me atrajeron de ella en
primer lugar. Si necesita procesar las cosas por sí misma, no voy a presionarla
para que comparta más de lo que se sienta cómoda.
En cuanto a mí, una vez recuperado del shock inicial, acepté la nueva
información sobre ella en un tiempo récord. No sé si es porque sabía lo de sus
orejas y ya pensaba que al menos una parte de ella era humana, o si
simplemente me importa un bledo si es fae, humana o gnomo de jardín: para
mí sigue siendo la misma Fiona, y eso es lo único que importa.
—Siempre me han gustado tus ojos azules, sabes. Incluso cuando pensaba
que no eran reales. —Mantengo la voz baja en el silencio del coche, no quiero
perturbar este raro momento de tregua entre nosotros—. Son aún más
impresionantes ahora que sé que lo son.
Gira la cabeza para mirarme, con la mitad de la cara en sombras y la otra
bañada por el resplandor rosado de un letrero de neón.
—No sé qué decir a eso —responde, con un dejo de tristeza en sus
palabras—. Supongo que aún no he decidido lo que siento por ellos.
—¿Qué quieres decir?
—No me avergonzaba de ellos cuando pensaba que eran una especie de
defecto por no ser sangre pura. Sin embargo, ahora que sé que soy humana y
que el color es perfectamente normal... —Encogiéndose de hombros, vuelve a
mirar al frente—. Casi me siento decepcionada de ellos. Como si fueran ellos
los que me traicionaron, no mi madre.
Sin pensármelo, cruzo la consola central y entrelazo mis dedos con los
suyos, guardando silencio para dejarle espacio para ordenar sus pensamientos.
—Por mucho que quiera enfadarme con ella, por mucho que quiera
culparla de esta abrumadora sensación de traición, no puedo. Ella es todo lo
que he tenido. La quiero demasiado. Así que, en vez de eso, me enfado con
mis ojos. —Se le escapa una risa suave y autocrítica mientras niega—. Lo sé,
es ridículo.
Giro la gorra hacia atrás y me inclino para acortar la distancia física que
nos separa, aunque emocionalmente esté a un kilómetro de distancia. La to mo
de un lado de su cara y la guío hasta que me mira.
—Fi, lo que sientes nunca es ridículo. Y está bien estar enfadada con tus
ojos. Les mostraré suficiente amor hasta que estés lista para amarlos también.
—Es realmente molesto cómo siempre dices las cosas correctas.
La comisura de mi boca se inclina hacia arriba.
—Lo sé.
—Supongo que eso es lo que te dan ciento cincuenta años seduciendo a
otras mujeres.
Mirándola fijamente a los ojos, le susurro:
—¿Qué otras mujeres?
Nuestros rostros están lo bastante cerca como para sentir nuestras
respiraciones entremezcladas. Nunca había deseado besarla tanto como en este
momento. Demostrarle lo especial que creo que es, con o sin poderes mágicos.
Probablemente piense que es otra frase practicada, pero lo cierto es que me
hace olvidar a todas las que la han precedido.
Mis labios rozan los suyos con un leve roce, sin querer presionar más,
pero incapaz de resistirme a su sabor. Sus ojos se posan en mi boca durante un
instante antes de volver a posarse en los míos, con sus largas pestañas
proyectando sombras sobre sus pómulos.
—Tier...
—Ven aquí —gruño antes de tirar de ella con una mano en la nuca y
juntar nuestras bocas en un beso apasionado.
Hace ese suave maullido de capitulación que me vuelve loco cuando se
abre a mí. Mi lengua entra para dominar la suya en una danza febril que
hemos perfeccionado en docenas de encuentros clandestinos cargados
físicamente. Estoy a punto de arrastrarle el culo por la consola central cuando
toca mi pene duro a través de los jeans. Mi cerebro sufre un corto circuito y un
gemido de dolor retumba en mi pecho...
—Niños, saben que aún puedo escucharlos, ¿cierto?
Maldigo cuando la realidad vuelve a golpearme con la interrupción. Nos
separamos y Fiona suelta una carcajada. Hago una mueca de dolor mientras
me ajusto los pantalones y vuelvo a ponerme bien la gorra.
—Cuidado a quién llamas niño —refunfuño—. He vivido más del doble
que tú. Si alguien es un niño en esta amistad, eres tú, campeón.
—Sí, pero cuando comparas tu promedio de vida con el mío, bien podrías
ser un adolescente con granos en el culo comparado conmigo. Lo que me
convierte en el mayor, así que te llamaré como quiera.
—¿Cuándo tiempo han sido amigos? —pregunta Fiona.
La leve risita de Robert se escucha por el altavoz del teléfono.
—Oh, tiene que ser alrededor de unos cincuenta años, diría yo. ¿Te parece
bien?
—Cincuenta y dos, si quieres ser técnico. ¿A qué distancia estás de
Devil’s Door?
—Alrededor de una cuadra y media. No soy exactamente poderoso
caminando por aquí, ya sabes. Solo porque tenga una cadera nueva no
significa que sea Speed Racer.
—Estás bien —sonrio, mirando la hora en el tablero—. Mientras estés
adentro antes de que empiece la entrevista de Fiona, es lo único que importa.
Cuando lleves adentro unos minutos, la dejaré delante.
—Claro, la joven tiene servicio de valet, y el viejo tiene que andar cinco
manzanas.
Fiona se ríe, y eso me hace sonreír mientras respondo.
—Si llevaras tacones de diez centímetros, también te habría dejado
adelante.
Fiona interrumpe el refunfuño de Robert.
—Entonces cuéntame la historia de cómo se conocieron y por qué se
enfrentan en partidos de tenis.
Ahora me toca a mí reírme.
—El tenis no, cariño. Jugamos ajedrez.
Arquea una ceja, sorprendida.
—¿Tu juegas ajedrez? ¿cómo ajedrez?
—¿Tienes algún problema con el ajedrez?
Niega.
—No, claro que no. Nunca te imaginé a ti, el fiestero extraordinario, como
alguien capaz de concentrarse lo suficiente como para jugar a un juego de
estrategia sin vasos individuales ni pelotas de ping pong de por medio.
Robert se ríe a carcajadas, hasta el punto de que me preocupa que pueda
empezar a romperse un pulmón.
—Resulta que soy un excelente jugador de ajedrez —espeto—. ¿No es
cierto, Robert?
—Solo porque tuviste al mejor profesor. E incluso después de cincuenta
años todavía no puedes vencerme más de dos veces seguidas.
—¿Se conocieron en alguna partida de ajedrez?
—Más o menos —distingo—. Robert estaba jugando un torneo en un
parque al aire libre por el que yo pasaba. Me interesó, así que elegí un sitio a
la sombra de un árbol y me quedé mirando. Robert lo ganó todo. Fue
impresionante.
—Y también atolondrado —añade Robert—. No estaba prestando
atención cuando fui a cruzar la calle y casi me atropella un coche. Tiernan
utilizó su super velocidad para llegar a tiempo y apartarme del camino. Por
supuesto, en ese momento supuse que debía estar cerca. No se sinceró
conmigo durante cinco años.
Fiona se queda boquiabierta.
—Dios mío —exclama asombrada—. ¿Has hecho un Edward Cullen?
Realmente sientes algo por él, ¿verdad?
Casi podía escuchar la expresión de confusión de Robert a través del
auricular.
—¿Él hizo un qué?
—Nada, viejo amigo. No es una referencia que vayas a entender —lo
ilustro en dirección del teléfono. Luego le suelto un sarcasmo a Fiona—. Sí,
ese día estaba emulando la personalidad de un personaje de ficción que no se
crearía hasta dentro de varias décadas. Tiene todo el sentido.
Coloca un codo sobre la consola y apoya la barbilla en la mano mientras
sonríe.
—¿Deseas secretamente ser un vampiro, Tiernan?
Me inclino hacia ella, sostengo su mirada y bajo la voz una octava.
—¿Por qué, Fi? ¿Quieres jugar conmigo? ¿Dejarme tocar la dulce y
palpitante vena de ese bonito cuellito tuyo?
Sus labios se separan con un suave jadeo, atrayendo mi mirada y
haciéndome desear saborearlos, trazar las suaves almohadas con mi lengua
antes de reclamarla. Vuelvo a arrastrar los ojos hasta los suyos, con los
párpados pesados y las pupilas eclipsando el azul de sus iris. Dioses. Nunca
había deseado tanto a nadie como a Fiona.
—Deja tus juegos sexuales raros para después, Tiernan. Estoy aquí.
Fiona y yo nos apartamos, y el ánimo se vuelve serio.
—Muy bien, Robert, solo guíame a través de lo que ves. Recuerda,
queremos saber qué tipo de seguridad tienen. Eso incluye mano de obra y
cámaras si puedes verlas.
—Entrando por la puerta principal ahora. —Escuchamos una puerta
abierta y amortiguada música con una línea de bajo pesada—. Wow, miren a
estos dos chicos fornidos. Apuesto a que nadie intenta meterse con ninguno de
ustedes, ¿eh? —Fiona y yo nos miramos y nos encogemos de hombros. Dos
tipos afuera no está tan mal. Hasta aquí todo bien. Escuchamos a Robert pagar
el acceso para entrar y recibir instrucciones sobre las normas del
establecimiento—. ¿Solo tengo que pasar por la puerta de al lado?
—Espera —ordena una voz masculina. Se escuchan dos golpes y lo que
parece madera deslizándose sobre madera.
Robert vuelve con un comentario.
—¡Oh wow, mira eso! Es la mirilla más grande y rara que he visto nunca.
¿Qué es eso, una roca con un agujero en ella metida dentro de tu puerta?
—Bien, sabemos que tienen una piedra de bruja en la segunda entrada
haciendo pruebas para fae. ¿Es eso cierto, Robert?
—Síp, eso es correcto. Oh bien, ahora puedo entrar. Gracias, amigos, se
los agradezco.
Arranco el motor del Range Rover, preparándome para dejar a Fiona para
su entrevista.
—Lo estás haciendo muy bien, viejo amigo, ahora elige un asiento y finge
que estás mirando a todas las chicas guapas. Cuando vuelva a estacionar,
puedes decirme lo que ves y se lo anotaré a McCarthy.
Fiona abre el bolso y toma un tubo de lápiz labial. Baja la visera y utiliza
el espejo para aplicarse otra capa de rojo que acentúa sus labios carnosos.
Lleva más maquillaje que de costumbre, interpretando su papel en su nuevo
trabajo.
No estoy acostumbrado a verla tan maquillada, y parece que a su manera
es un personaje más. Algo que cambia su aspecto para que los demás la vean
como tiene que ser vista. Y de repente quiero borrarlo todo, deshacerme de
todo lo que disfraza a su verdadero yo. Para que, por primera vez en su vida,
no tenga que ocultar quién es, porque quien es naturalmente es perfecta.
—Deberíamos irnos —indica—. No quiero llegar tarde y dar una mala
primera impresión a mi nuevo jefe.
Aprieto los dientes con tanta fuerza que casi se convierten en polvo. No
hay ni una cosa de este plan que me guste. No el hecho de que vaya a bailar
desnuda delante de imbéciles borrachos a los que les cuesta acordarse de
mantener sus manos en sí mismos, y no el hecho de que ella va a estar
husmeando tratando de encontrar información que podamos utilizar para
acabar con NPO.
—Tier, estás poniendo esa cara otra vez.
Robert interviene.
—¿Es en la que parece estreñido? La hace cada vez que parece pensar
demasiado.
—Cualquier cosa más fuera de ti que no esté basada en la seguridad y le
diré a tu hija que es hora de empezar a mirar la vida asistida.
Hay una ligera pausa y luego:
—Nunca debí darte el número de Wanda.
Silenciando el teléfono para mantener a mi amigo fuera de esta parte de la
conversación, le contesto a Fiona.
—No estaba poniendo ninguna cara.
—Sí. Es la que tienes cuando pasa algo que no te gusta. Te digo que voy a
estar bien. Ahora mismo, solo estoy hablando con el tipo. Después, haré
algunas preguntas discretas y bailaré en un escenario. —Se cae mi mandíbula
al mencionar lo último y se da cuenta—. Espera, ¿es esa la parte que te
molesta? ¿Qué baile?
—Jesús, Fi, cada parte de esto me molesta. Pero sí, que tengas que bailar
desnuda para esto me molesta. No deberías tener que exponerte así, no es justo
para ti.
Suelta una carcajada sin gracia.
—Si alguna vez hubieras jugado conmigo como yo quería, sabrías que soy
una exhibicionista. No tengo ningún problema en mostrar mi cuerpo a la gente
que quiera verlo. Así que, si eso te molesta, es tu problema, no el mío.
Una exhibicionista. Mierda. Mientras conduzco entre en el tráfico hacia
Devil's Door, trago saliva, imaginándomela en una auténtica escena BDSM9,
atada y expuesta al público mientras le hago cosas indescriptibles para que se
deshaga. Tiembla mi asta y comienzan a dolerme las bolas por la necesidad de
tener a Fiona así, expuesta e innegablemente mía.
Y sin embargo, al mismo tiempo, se humedecen mis manos y se hace un
9
Es un término (originalmente proveniente de países de habla inglesa) creado para abarcar un grupo de
prácticas a menudo eróticas libremente consensuadas que, en algunos casos, son consideradas como un estilo
de vida. Se trata de una sigla que combina las letras iniciales de las palabras Bondage, Disciplina,
Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo.
nudo en mi estómago. No he hecho nada así en diez años. No desde que una
sumisa fue herida bajo mi cuidado. Esa fue la última vez que tomé un látigo
para una escena. Fue la última vez que hice una escena. Desde entonces, me
he relegado al sexo "normal" y he mantenido enjaulada a mi bestia pervertida.
Cuando Fiona habló de explorar algo más que el sexo íntimo juntos,
supuso que no confiaba en ella para esa parte de mí. Pero la verdad es que no
confío en mí mismo con ella. Ya fue bastante malo lastimar a Julie, y no
éramos más que compañeros de juego. Si alguna vez lastimo a Fiona así, la
culpa me partiría en dos.
Ajena a mis oscuros pensamientos, Fiona sigue despotricando contra mí.
—Pero, aunque me sintiera incómoda quitándome la ropa delante de
extraños, seguiría haciéndolo. Haré lo que haga falta para acabar con estos
bastardos que le hicieron daño a mi madre y mataron a tantos otros.
Dioses, el fuego dentro de ella arde tan brillante como su cabello rojo, y
no importa lo que intente, soy incapaz de no sentirme atraído por ella.
—Sé que lo harías, Fi. Y tienes razón, hice suposiciones y estaba
proyectando mi mierda en ti. Te pido disculpas.
—Aceptada.
—Bien. —Estaciono la camioneta delante del club—. Bueno, cariño, ve a
noquearlos. Estaré ahí contigo todo el tiempo. Si necesitas algo, dilo y entraré
antes de que termines.
Me dedica una pequeña sonrisa y asiente, luego sale del vehículo y mueve
su dulce trasero hasta las puertas. Quiero quedarme aquí y observarla hasta
que no pueda verla más, pero no puedo arriesgarme a que alguien me
reconozca. Incluso con la gorra y los cristales tintados, no es imposible si se
mira bien.
Alejándome, le digo a Robert que empiece a hablar.
—Y vigila a nuestra chica.
—Entendido.
CAPÍTULO 13
Tiernan
—Te toca en cinco minutos, Candy.
—Gracias, Donnie, eres el mejor —agradece Fiona con exagerado
entusiasmo.
Sentarse en una camioneta de vigilancia con dos de los mejores
informáticos de McCarthy no es mi idea de un buen momento, pero al menos
esta noche tengo ojos dentro del área principal de Devil’s Door y podemos ver
a Fiona en lugar de solo escucharla a través de la unidad de comunicaciones.
Aunque todavía no puedo verla, porque está atrás preparándose. Sin embargo,
me molesta no poder verla todavía, supongo que es bueno que no haya
cámaras en la zona donde se visten las bailarinas.
Me reclino en la silla, cruzo los brazos sobre el pecho y no aparto la vista
de las pantallas que controlan la actividad en la sala principal.
—No puedo creer que eligieras Candy como nombre artístico. ¿Trixie ya
estaba elegido?
—En realidad, sí —aclara en voz baja para no llamar la atención sobre el
hecho de que no está hablando con nadie—. Además, me gustó la idea del
disfraz.
Me tiembla un músculo de la mandíbula.
—¿Qué idea del disfraz? —Como no contesta, la llamo—. Fi, ¿qué idea
de disfraz?
—Ahora, ¿por qué iba a arruinar la sorpresa cuando podrás verlo por ti
mismo?
Ouch. Sus palabras eran lo suficientemente afiladas como para cortar.
Clyde y Evan fingen no estar escuchando, pero eso sería imposible con los tres
metidos aquí como sardinas.
No puedo evitar que Fiona se enfade por mi insistencia en vigilarla dentro
del club. Anoche fue su primer turno y aunque podíamos comunicarnos con
los auriculares, no podía soportar estar en la oscuridad. Así que fui con
McCarthy y le dije que necesitábamos obtener imágenes de alguna manera, ya
fuera colocando nuestra propia cámara en el interior o interviniendo las suyas.
Fiona piensa que soy un imbécil autoritario, y tiene razón. Pero su ira no
me impedirá hacer todo lo posible por protegerla. Sin embargo, como no tengo
deseos de morir, no voy a decirle lo que implica ‘todo’. Como el hecho de que
visité a su madre esta mañana y le pedí un favor.
Erin sigue en el hospital y está muy débil, pero los médicos dicen que su
salud mejora un poco cada día. Me sorprendió saber que Fiona solo ha estado
pendiente de ella mediante breves llamadas telefónicas. En cambio, se ha
estado aprovechado ahora que puede mentir. Le dijo a Erin que no podía
visitarla porque está muy ocupada con la operación encubierto. Sé que no es el
caso, pero no contradije su declaración a Erin. Estoy bastante seguro de que
sabe la verdad de todos modos. Las madres suelen saberlo.
Sabía que era una posibilidad remota, pero quería saber si había algo que
pudiera hacer para engañar a la piedra de bruja y poder pasar por humano con
mi fachada, algo que le habríamos pedido a nuestra conjuradora residente
como una forma de proteger a nuestro pueblo si no la hubieran atacado antes
de que tuviéramos la oportunidad.
Erin dijo que el hechizo de encubrimiento que se utiliza para disfrazar
ToR podría convertirse en una poción, pero debido a que el envenenamiento
por hierro debilitó sus poderes, solo podía arriesgar lo suficiente para un vial y
no podía garantizar su potencia. Le dije que cualquier cosa era mejor que nada
en caso de que necesitara llegar a Fiona sin levantar sospechas.
Ella dio una lista de ingredientes e instrucciones sobre cómo preparar la
poción, luego se la llevé para que realizara el hechizo. Volvió a advertirme de
que no duraría más de unas horas y me marché con la promesa de que
mantendría a salvo a su hija.
Hay cuatro monitores delante de nosotros que muestran diferentes ángulos
para cubrir todas las zonas del escenario principal y público. Hasta ahora no
ha sucedido nada fuera de lo normal, pero la noche aún es joven y llevo el
pequeño frasco de la poción de Erin en el bolsillo como mi salvoconducto
‘rompe el cristal en caso de emergencia’.
La mujer en el escenario termina su canción y rápidamente recoge los
billetes de dólar arrojados antes de salir por la cortina del fondo. Hago crujir
los nudillos para liberar la tensión de mis dedos, aunque solo sea eso, mientras
espero a que Fiona haga su aparición. Anoche fue una tortura solo poder
escuchar la canción y todos los vítores y abucheos del odioso público que la
observaba. Ahora que puedo ver a la gente, no estoy seguro de que vaya a ser
más fácil. Aún no ha subido al escenario y ya quiero darles una paliza a todos
y cada uno de ellos.
El DJ anuncia a Fiona como la siguiente bailarina y empieza su canción,
‘Pour Some Sugar On Me ’de Def Leppard, y el público enloquece.
Inclinándome hacia delante, apoyo los codos en mis rodillas, con los ojos
clavados en la pantalla que muestra el largo escenario con un poste centrado al
final.
Las cortinas negras del fondo se abren de golpe cuando ella se abre paso y
pavonea por el escenario al ritmo de la música. Se me cae la mandíbula y casi
se me salen los ojos de las órbitas. Va vestida como una sexy striper vintage.
Lleva un corsé blanco combinado con una minifalda de rayas rosas y blancas,
y unos zapatos de plataforma que resuenan en el suelo pulido. Una larga
peluca blanca con el flequillo recogido en coletas bajas le da un aspecto
inocente que contradice a la zorra que ahora gira alrededor del brillante poste
plateado.
Escucho un sonido ahogado a mi derecha, cuando saca de su bolsillo una
paleta de quince centímetros de largo y la mete entera en su boca, luego la
saca lentamente mientras desliza la espalda por el poste hasta quedar
arrodillada en el suelo. Al girar mi cabeza hacia un lado, veo a Clyde y Evan
con los ojos clavados en Fiona.
—Hay otras tres pantallas que pueden estar mirando —gruño—. Les
sugiero que se centren en ellas.
Responden a la vez.
—Sí, Su Alteza. —Después se ocupan de comprobar la mierda técnica de
la que no sé nada.
Verla es como el peor tipo de tortura. O tal vez la mejor. Mi cuerpo y mi
mente no se ponen de acuerdo. Los jeans me aprietan de forma incómoda, y
los pensamientos que nadan en mi cabeza de todas las cosas sucias y
asquerosas que quiero hacerle tal y como está vestida ahora mismo me hacen
desear cosas que no he hecho en mucho jodido tiempo.
Por otro lado, ver a la multitud deseándola, creyendo que pueden tenerla
por un precio, viendo todo lo que tiene que ofrecer a un amante, me vuelve
asesino y territorial como el demonio. Quiero marcarla. Quiero reclamarla.
Quiero entrar y sacarla del escenario, lanzarla a mi hombro como un
neandertal y llevármela a casa.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Hace seis meses, teníamos sexo todo el
tiempo siempre que teníamos ocasión. Era un juego; era divertido. Entonces
mi posición en la Corte cambió, y también lo hizo todo entre nosotros. Como
rey de los Fae Oscuros, no tengo el lujo de estar con quien quiera.
Pero eso solo era cierto cuando pensábamos que era ella fae. ¿Sigue
siendo necesariamente así ahora que sabemos que es humana? Supongo que
depende de lo que queramos el uno del otro y por cuánto tiempo lo queramos.
Eventualmente necesitaré tomar una consorte para proveer herederos para el
trono, pero Fiona no estará por aquí en otros cien años.
Ese pensamiento me golpea directamente en el pecho. La perdería más
temprano que tarde. Robert es el único humano con el que me he atrevido a
acercarme por esa misma razón. He intentado fingir que lo que siento por
Fiona es solo físico, pero cada día me enamoro un poco más de ella. Su
espíritu, su fuego, su valentía, todo en ella me habla.
Por muy duro que fuera despedirse de ella, ¿no valdría la pena pasar el
tiempo que tenemos juntos? Tal vez podríamos tener una vida normal juntos.
O lo que sea normal para un rey fae y una esposa humana.
Esposa. Nunca había pensado en esa palabra en contexto conmigo mismo.
Y ahora que lo he hecho, siento como si se hubiera grabado en mi mente.
Casarme con Fiona no activaría la maldición de sangre porque ella no es fae.
Podría casarme con ella. ¿Qué te hace pensar que ella querría casarse
contigo? ¿Qué tienes para ofrecerle?
Esa pregunta me atormenta mientras sigo viendo bailar a Fiona,
quitándose la falda y finalmente el corsé, de modo que lo único que lleva
puesto mientras gira sobre esa barra es un tanga rosa pálido y sus tacones. Mi
corazón bombea con fuerza en mi pecho y mi pene ansía enterrarse dentro de
ella. Quiero chupar sus pezones de cereza y deleitarme con los dulces jugos de
su sexo.
No, no quiero. Necesito. Pero ahora no puedo hacer nada. Estoy atascado
en esta maldita camioneta otras cinco horas hasta el final de su turno mientras
hace lo que puede para reunir información entre sets.
Cuando toca el último compás de su canción y el público enloquece,
apenas consigo mantenerme en mi asiento mientras la veo aceptar que unos
hombres le metan billetes de un dólar en la cintura de su tanga antes de
recoger el resto y salir por la cortina del fondo.
El sonido de su pesada respiración llega a través del altavoz.
—¿Te fijaste en los tres tipos de la mesa de la esquina que no estaban
prestando atención al espectáculo?
—Tenías a todas las personas en esa habitación gritando por ti y estás
preocupada por un par de tipos que no estaban en eso? Eso es vanidoso hasta
para ti, Fi —la reprendo burlonamente, mientras busco en los monitores a los
hombres en cuestión. Cualquiera que no estuviera prestando atención a su
actuación o no puede ver o está preocupado por cosas que no tienen nada que
ver con los espectáculos de striptease.
Evan señala uno de los monitores.
—Ahí están —señala.
Una de las bailarinas se acerca a la mesa, claramente buscando seducirlos
con un baile erótico, pero ellos la despiden sin apenas mirarla.
—Sí, los vemos. Acaban de rechazar un baile de una morena con curvas
con un corpiño de cuero rojo.
—Esa es Ruby, y nadie la rechaza. Es la chica más popular de aquí. —
Reconozco el ruido de las perchas metálicas al cambiarse de ropa y los
diversos artículos de maquillaje al usarlos—. Voy a pasar por su mesa a ver
qué hacen.
Suspiro y paso una mano por mi cabello.
—De acuerdo, estaremos vigilando. Ten cuidado.
—Cuidado es mi segundo nombre.
La veo salir de la trastienda vestida con el corsé blanco y tanga,
caminando despreocupadamente entre las mesas hacia la esquina del fondo,
donde están sentados los tres hombres.
—De alguna manera lo dudo —pronuncio distraídamente, incapaz de
apartar los ojos de ella.
Levanta la vista hacia una de las cámaras y mira directamente.
—¿Cómo lo sabes? Nunca has preguntado.
Es un comentario casual, probablemente en broma. Pero me pincha como
una aguja. Tiene razón, no le he preguntado. Por mucho que sepa sobre el tipo
de persona que es y lo mucho que me atrae, no conozco muchos detalles sobre
su vida o su pasado. Y ella no sabe mucho de la mía. Nuestros encuentros
siempre han sido rápidos y centrados en lo físico.
Ignorando el hecho de que tenemos público en este vehículo, me acerco al
micrófono y digo,
—En eso tienes razón, Little Red. Pero no te preocupes. Eso está a punto
de cambiar.
Titubea brevemente, diciéndome que mis palabras la afectaron. Espero
que en buen sentido. Pero no tengo tiempo para averiguarlo y, de todos
modos, ahora no es el momento. Los chicos y yo la observamos atentamente
mientras se acerca a la mesa.
—¿Alguno de ustedes quiere un poco de atención?
Fiona desliza una mano por los hombros del hombre que tiene más cerca.
Por un segundo parece que está a punto de girarse hacia ella y aceptar su
oferta, pero el tipo del otro lado de la mesa le llama la atención y se lo niega.
Encogiéndose de hombros ante la mano de Fiona, el primero responde:
—Esta noche no, cariño, estamos ocupados.
Fiona hace pucheros mientras gira su coleta sentándose a horcajadas sobre
la pierna del tipo que sobresale en el pasillo.
—Oh, vamos, bebé, todo mundo se merece un pequeño descanso.
—Perra, he dicho que no. —La empuja lo bastante fuerte como para
hacerla tropezar hacia atrás contra otra de las bailarinas, que consigue
mantener a Fiona de pie. La violencia me atraviesa como un rayo.
Poniéndome de pie con un gruñido gutural, olvidando dónde estoy, y termino
encorvado sobre el equipo técnico con la espalda apoyada en el techo de la
furgoneta.
—Tranquilo, Hulk, estoy bien —advierte Fiona mientras vuelve a
enderezarse y luego aprieta la mano de la chica que evitó que se cayera—.
Gracias, Penny. No, estoy bien, lo prometo. No hace falta llamar a nadie.
Penny debe haber hecho algún tipo de oferta sutil que no pudimos ver
desde las cámaras de seguridad, lo que hace darme cuenta de que ninguno de
los musculosos de pie alrededor de la sala hizo ningún tipo de movimiento
para interferir. Voy a tener cada uno de sus nombres al final de esto y luego
voy a...
—Um, ¿Su Alteza? —Miro hacia abajo un nervioso Clyde—. Si no le
importa sentarse. Es que no queremos que el vehículo se balancee y llame la
atención...
—Cierto. Lo siento. —Vuelvo a bajar mi bulto al taburete, y me concentro
en Fiona—. Bien, Fi, mira a ver si puedes hablar con uno de los camareros.
Suelen estar al tanto de todo lo que pasa a su alrededor. Son observadores y la
gente siempre está charlando con...
Toma una bandeja de bebidas y un trapo de la barra.
—Voy a regresar a esa mesa.
—¿Qué? No, no lo harás.
—Están involucrados en esto de alguna manera, sé que lo están.
—Bien, entonces esperaremos a que salgan y tendré una charla con ellos.
Se mueve con destreza entre las mesas, con la bandeja en una mano.
—¿Y decir qué? ‘Hola, por casualidad ustedes no andan por ahí
asesinando criaturas de cuento feéricas, ¿verdad?’. Seguro que funcionará
muy bien.
—Caiden es muy influyente.
Fiona sonríe y saluda con los dedos a un hombre de unos sesenta años que
se queda boquiabierto sin interrumpir su paso.
—No con gente así. Los fanáticos anteponen la causa por encima de sí
mismos.
—Tiene razón —respalda Evan, recolocándose la gorra de béisbol en la
cabeza—. Les enseñan que morir por la causa los convierte en héroes y
mártires. Probablemente haya unos cuantos en todo el grupo que no
soportarían ese tipo de... um, interrogatorio... pero las probabilidades de que
consigas los correctos son escasas.
Froto una mano sobre mi barba incipiente en la mandíbula y repaso mis
opciones. Yo no puedo estar ahí para interferir, y Fiona no va a escucharme,
así que lo único que puedo hacer es sentarme en esta camioneta olvidada por
los dioses y ver cómo se desarrolla todo. La verdad es que no tengo ninguna
opción esta noche. Pero mañana...
A la mierda. No podré relajarme hasta que tenga a alguien dentro que
pueda vigilar su espalda e intervenir si las cosas se tuercen. Sus
comprobaciones de seguridad con la piedra de bruja no revelarán nada
sobrenatural en otros que no sean fae, lo que eso juega a mi favor. Necesito a
alguien fuerte, letal, y en el lado más oscuro de lo moralmente gris.
Alguien como Dmitri Romanov.
Sé que acostarme con el Diablo costará, Dimitri no hace nada gratis. Pero
si eso significa mantener a Fiona a salvo durante esta operación, con gusto
venderé mi alma.
Decisión tomada, finalmente cedo. Como si tuviera elección.
—Bien. ¿Qué piensas hacer?
—El del abrigo de cuero es obviamente el líder, o al menos el líder entre
los tres. Ha estado mandando mensajes a alguien desde que llegó. Imagino que
debe ser una conversación importante, así que voy a deslizar su teléfono.
Cada músculo de mi cuerpo se tensa.
—¿Y cómo planeas hacer eso?
—Ya lo verás.
CAPÍTULO 14
Fiona
—¡Demonios que lo harás! No hasta que me cuentes tu plan. —Hay un
monstruo gruñendo en mi oído, pero lo ignoro mientras hago un cálculo
rápido de lo que tengo que hacer para que esta misión sea un éxito—. Maldita
sea, Fiona, ¿estás escuchándome?
—¿Alguna vez lo hago?
Le quito el teléfono a un cliente de una mesa que está demasiado ocupado
babeando por las tetas de Ruby a escasos centímetros de su cara como para
darse cuenta de un pequeño hurto. Luego lo acerco a mi oreja y empiezo a
discutir dramáticamente con mi falso novio mientras me acerco a mis
objetivos.
—¿Qué quieres decir con que me dejas por Cherise? ¿cómo puedes
hacerme esto, Johnny? Te lo he dado todo. Todo. —Deteniéndome justo a su
lado, con mi bandeja de bebidas balanceándose precariamente en mi mano—.
Ese es mi perro. No te atrevas...
Doy un pisotón para enfatizar y ‘accidentalmente ’tiro las bebidas sobre el
regazo del tipo del abrigo de cuero. Lanza la silla hacia atrás y levanta las
manos, frunciendo el ceño ante el desastre que he hecho en sus pantalones.
Observo que su celular está sobre la mesa, que es donde necesito que se
quede.
—¡Dios mío, lo siento mucho! —Pongo mi teléfono robado junto al suyo
y luego tomo la toalla del bar y empiezo a limpiarle la ropa, disculpándome
profusamente a través de la explicación de mi desmoronada vida amorosa—.
Quiero decir, no puedo creer que me llamara así al trabajo, ¿sabes? Es un
jodido imbécil.
Sniffle, sniffle, ojos llorosos. Maldición, soy muy natural en esto de
mentir. El tipo del abrigo de piel intenta detener mis intentos de limpiarlo,
pero yo hago como que no me doy cuenta y sigo hasta que por fin se irrita lo
suficiente como para soltarme una mordida.
—¡Ya basta! Lárgate de una vez. Por Dios.
—Mierda, lo siento, de acuerdo. —Dejo caer la toalla sobre los celulares y
continúo disculpándome mientras recojo rápidamente los dos vasos del piso.
Luego recojo la toalla con los dos teléfonos dentro y lanzo todo en la bandeja
para emprender mi precipitada retirada, rezando para que esté lo bastante
nervioso como para que tarde un rato en darse cuenta de que ha extraviado su
celular.
Remplazo el que tome prestado y respiro aliviada de que mi precipitado
plan haya funcionado. Ahora que he terminado, mi adrenalina está por las
nubes y empiezo a temblar.
—No puedo creer lo que acabas de hacer —exclama Tiernan al oído. Si
dijo algo mientras trabajaba para mi nominación al Oscar, no lo escuché. Pero
ahora lo escucho alto y claro, y el tono ominoso de su voz está haciéndome
cosas que harán que llevar solo un tanga me resulte muy incómodo—. Te voy
a dar tan fuerte en el culo que tus lágrimas formarán charcos.
Oh, dioses. El pequeño trozo de tela que me cubre no es rival para la
reacción de mi cuerpo a sus palabras, y a cada paso que doy noto la
resbaladiza humedad entre mis muslos.
—No debería acostumbrarse a hacer promesas vacías, Su Majestad. Nos
vemos atrás.
Escucho una orden espetada de cortar la conexión con mi auricular y el
sonido de la puerta de una furgoneta deslizándose antes de que se corte. La
opresión en mi estómago se alivia cuando llego a la trastienda donde se
preparan las chicas. Dejo la bandeja sobre un tocador y llevo el teléfono aún
envuelto en la toalla del bar. Tres bailarinas se están maquillando y una se está
poniendo el traje. Por suerte, las cuatro han sido amables conmigo.
—Señoras, voy a tomarme un descanso John. Regreso en cinco minutos,
espero con suerte un poco más —les digo guiñándoles un ojo.
Recibo una ronda de ‘vamos, chica ’y ‘ve por él, cariño ’cuando salgo por
la pesada puerta que da al callejón que hay detrás del club. En cuanto se
cierra, un príncipe fae muy alto y enfadado me agarra por un lado y me
arrastra hacia las sombras.
—¿Qué mierda es un descanso John?
Me encanta su audición sobrenatural.
—Es cuando alguien se encuentra con un cliente en la parte de atrás para
diversión y dinero extra. Ahora no usarán esta salida para sus descansos de
fumar o cualquier otra cosa. Es como pedir el callejón. Sinceramente, es un
sistema muy considerado.
Tiernan agarra mi cara y aplasta su boca contra la mía.
Aprieto la parte delantera de su camisa y me agarro a él como si fuera un
bronco de rodeo que pudiera arrancarme en cualquier momento. Su lengua
aviva con pericia las llamas de mi deseo hasta que se traga mis gemidos y
responde con los suyos.
—Creo que pinchar las cámaras fue un error —declara mientras deja un
rastro de besos por mi cuello—. Verte bailar me volvió loco.
—¿Y qué te ha parecido mi accesorio de caramelo? —Está usando su
fachada, así que no puedo ver las puntas de sus orejas, pero tengo memorizada
su forma y trazo sus bordes con los dedos antes de hundir las manos en su
espesa cabellera. Un escalofrío recorre su cuerpo y gime contra mi piel.
—Creo que de alguna manera cósmica conectaste tu dulce con mi pene.
Cada vez que lo lamías o metías en tu boca, juro que podía sentir tu calor
húmedo y tu lengua talentosa en mi asta.
—Hablando de... —le desabrocho el cinturón y abro la bragueta de sus
jeans en un tiempo récord, luego envuelvo su considerable longitud en mi
mano y la saco para poder acariciarlo libremente—. Estamos en una zona sin
cámaras. Creo que es hora de terminar lo que empezaste en la cocina aquella
noche.
Él sisea en un suspiro y se empuja en mi mano.
—Más fuerte. Mierda, sí. Así, joder. —Muerde mi mandíbula y mete una
mano entre mis muslos, empujando el pequeño trozo de tela hacia un lado para
burlarse de mi entrada, haciéndome gemir de necesidad—. Estás
absolutamente empapada, cariño. ¿Todo esto es por mí?
Asiento, mi respiración se acelera mientras lo miró fijamente a través de
mis largas pestañas postizas. Con su mano libre, golpea mi nalga desnuda
antes de agarrármela con fuerza.
—Dilo.
Gimiendo, cumplo.
—Es todo por ti.
—Eso está bien, Fi. Muy bien —habla roncamente—. Te has ganado una
recompensa.
Mete tres dedos en el sexo y empieza a penetrarme. Lanzando mi cabeza
hacia atrás y agarrándome a sus hombros para apoyarme.
—Oh dioses...
Sigo el ritmo con mi propia mano mientras masturbo su gruesa asta.
—Eso es, Little Red, dámelo —gruñe en mi oído.
Los sonidos de nuestros cuerpos resuenan en los ladrillos en una sórdida
sinfonía que me excita aún más. Su pene está resbaladizo por el semen, lo que
permite que mi mano se deslice con facilidad a pesar de lo fuerte que lo
aprieto. Cuando centro mi atención en la gorda punta con movimientos cortos
y rápidos, noto que se agranda hasta lo imposible, y el gemido torturado que
se le escapa me satisface de sobremanera.
Hasta que vuelve mi propia medicina contra mí, subiendo sus esfuerzos
varios niveles.
Enroscando dos dedos dentro de mí para tocar mi punto G, Tiernan
cambia la dirección de sus embestidas de arriba a abajo hacia adelante y atrás,
moviéndose más de prisa y con más fuerza. La tensión en mi interior crece y
crece hasta que la siento demasiado grande para contenerla y bailo sobre el
filo de una navaja, a punto de caerme.
—Oh dioses, oh dioses, oh dioses —murmuro, con la voz más aguda a
cada repetición.
—Hazlo, Fi, suéltate para mí. Quiero que empapes mi mano, quiero que
corra por tus muslos. Quiero que el olor de lo que te haga sea tan fuerte que
todos los cabrones de ese lugar sepan que has sido reclamada. Vente para mí,
cariño.
—¡Tier!
El tiempo se detiene cuando la tensión de mi vientre estalla por fin y mi
mundo se rompe en un millón de pequeñas estrellas. Pero no me da tiempo a
flotar. Clava sus dedos en la carne de mi culo, levantándome y colocándome
entre su duro pecho y la pared de ladrillo. Un segundo después se alinea y me
empala con su gruesa longitud. Su fuerza me hace echar la cabeza hacia atrás
con un grito ahogado. Apretando su cara contra mi cuello y gruñendo mientras
me da tiempo a deleitarme con la deliciosa sensación de sentirme estirada por
él.
—Mierda que apretada estás.
Hundo mis dedos en su cabello.
—¿Y de quién es la culpa?
—¿Te quejas, Fi? —Arrastra la punta de un colmillo hasta el punto
sensible bajo mi oreja y luego lo lame con la lengua.
—Diablos, no. Ahora fóllame.
Tiernan no necesita que se lo digan dos veces. Se retira casi por completo
antes de clavarme hasta la empuñadura. Me arqueo contra la pared con un
siseo, y los ladrillos rozan mi piel desnuda. Como siempre ha hecho en
nuestras numerosas relaciones, hace un rápido ajuste para mi comodidad y
coloca una de sus manos entre la parte superior de mi espalda y la pared.
Luego impone un ritmo febril.
Por mucho que quiera disfrutar de cada detalle de este raro encuentro, no
hay forma de separarlos. Todo es un cúmulo de sensaciones. Su boca destroza
todo lo que toca: mis labios, mi garganta, mi hombro. Agarro su cabello y
clavo mis uñas en su nuca.
El mundo que nos rodea se desvanece, excepto el aquí y ahora, con
nuestros cuerpos unidos y nuestro placer en aumento. Esto es sexo crudo, sin
adulterar. Sin embargo, no parece tan trivial. La forma en que nos movemos
juntos, la forma en que respondemos el uno al otro, es como si nos
comunicáramos a otro nivel cuando estamos así. Como si nuestro yo más
íntimo se entrelazara en una danza que solo ellos conocen, una danza que se
siente tan... bien.
Demasiado rápido, mi segundo orgasmo se acerca sigilosamente. No
quiero ceder, no quiero que termine.
—Esto no es el final, Little Red, es solo el principio —advierte en
respuesta a lo que parece he dicho en voz alta. No estoy segura de lo que
quiere decir con eso, pero sus siguientes palabras hacen que me olvide por
completo de lo que ha dicho—. Dioses, he extrañado la forma en que tu dulce
núcleo aprieta mi puto pene. Necesito sentirte, bebé.
Dejo caer mi frente sobre la suya y gimo mientras mi clímax se equilibra
en el borde.
—Oh mierda, Tier.
—Eso es. Vente para mí, Fiona, vente para mí ahora mismo, joder.
Todo mi cuerpo se paraliza por la fuerza del orgasmo. Mis muslos
aprietan con más fuerza sus caderas, mis uñas se clavan en su nuca y mi
corazón palpita alrededor de su pene. Su rugido resuena en el callejón, y
entonces siento la satisfacción de su semilla caliente azotando las paredes de
mi sexo.
Deja caer su cabeza sobre mi hombro, el sudor de su frente se mezcla con
el brillo de mi piel, mientras nos esforzamos por recuperar el aliento. Poco a
poco, mis pedazos rotos vuelven a unirse y mi pulso recupera la normalidad.
Tiernan me suelta con cuidado, bajándome hasta que puedo volver a estar de
pie, aunque con la ayuda de la pared que tengo detrás.
Todavía aturdida, sigo con la mirada su mano que se introduce entre mis
piernas. Recoge nuestra excitación combinada y luego la frota sobre mis
pliegues hinchados y en el interior de mis muslos. Levanto la mirada y lo
encuentro mirándome. No donde tiene la mano, sino a mí. Ninguno de los dos
dice nada. No hace falta. Sus acciones hablan más alto que cualquier palabra.
Está marcándome como suya. Es tanto como un reclamo que uno puede hacer
en un callejón oscuro detrás de un club de striptease.
Cuando por fin me pone las diminutas bragas en su sitio y se endereza,
recupero la voz. Le paso un dedo por el centro del pecho y le sonrío
pícaramente.
—Cuando acabe esta noche, regresemos a tu penthouse. Ahora que no
estamos arruinando la jerarquía de la Corte Nocturna porque el futuro rey
tiene relaciones con una plebeya fae, podemos tener una escena apropiada y
sexo que no tenga un límite de tiempo de cinco minutos. Será una revelación.
Me río, esperando que se ría conmigo. En lugar de eso, su expresión se
vuelve seria y baja la mirada.
—No creo que sea una buena idea, Fi.
Mi sonrisa decae.
—¿Por qué no? No hay ninguna regla que prohíba al rey estar con
humanos. Caiden prefirió no hacerlo por razones de seguridad, pero
obviamente no voy a desvelar ningún secreto fae.
—Vamos, dame un poco más de crédito que eso. No tiene nada que ver
con la seguridad o con que yo sea el rey.
—De acuerdo, ¿entonces qué es? —Cambia su peso de un pie al otro, otra
cosa muy poco Tiernan de hacer. Nunca lo había visto tan inquieto. Es como
si estuviera nervioso por decirme la verdad. Oh, no...—. Dioses, qué ingenua
soy a veces. Aquí estoy, pensando que lo único positivo de perder
completamente mi identidad y aprender que soy humana es que soluciona las
complicaciones que nuestros puestos sociales causaban cuando pensamos que
era fae. Pero si había un puesto más bajo que el que tenía antes, es ser
humano, ¿no?
Sus cejas se fruncieron sobre el recto puente de su nariz.
—¿Qué? No, Fi. Jesús, ¿por qué crees que ser humana te hace menos a
mis ojos?
—Creo que la mejor pregunta es, ¿por qué no iba a hacerlo? —Empujo el
teléfono a su pecho, obligándolo a tomarlo o arriesgarse a que se caiga—. Haz
que los chicos de la camioneta consigan lo que puedan de esto y luego uno de
ellos tiene que traérmelo. Se lo daré al bartender y diré que lo encontré en el
suelo.
Giro sobre el tacón de mis Pleasers de plataforma y doy zancadas hacia la
puerta cuando me llama.
—Fiona, espera.
—Daté prisa con eso antes de que se den cuenta de que fui yo quien lo
tomó.
Una vez dentro, parpadeo rápidamente para contener las lágrimas de rabia
que amenazan con derramarse. Tengo que prepararme para otro show y no
vale la pena que Tiernan Verran estropee el maquillaje.
CAPÍTULO 15
Fiona
Sentada en uno de los tocadores de la trastienda de Devil's Door, me
maquillo prestando mucha atención a todo lo que ocurre a mi alrededor. Hay
un montón de actividad entre las chicas que se cambian de vestuario y
preparan, una sube al escenario mientras la otra baja, y una que otra mesera
que entra para llevar varias bebidas o mensajes de los clientes.
Esta es mi tercera noche aquí, y he llegado a conocer a algunas de las
chicas bastante bien. Otras no son de las que juegan limpio con la chica nueva.
Pero estoy aquí para obtener información, y la única manera de hacerlo es caer
bien a todo el mundo, así que los estoy matando con amabilidad, como una
verdadera belleza sureña.
Trixie, que es mi favorita por mucho, se sienta en el tocador a mi lado.
—Hola, chica, escuche que anoche tuviste una escapada john. ¿Cómo te
fue?
Pienso en lo que pasó entre Tiernan y yo la noche anterior contra la pared
del callejón. Empezó con tanta promesa, calientes y necesitados, desesperados
por excitarnos el uno al otro. Era exactamente como lo que solíamos tener el
uno con el otro, y lo extraño. Pero podríamos disfrutar de muchas más cosas si
exploráramos juntos nuestras manías.
Por desgracia, él no piensa lo mismo.
Creo que no confía en mí. Ni siquiera estoy totalmente segura de qué es en
lo que no confía en mí, es solo una corazonada que tengo. Apuesto a que el
equipaje de Tiernan son los problemas de confianza y ahora es tímido cuando
se trata de relaciones de cualquier tipo que requieren más esfuerzo que un
puñado de minutos en un armario u otro lugar sórdido.
¿Dolió que me rechazara anoche? Sí. Pero estoy sintiéndome bastante
cómoda con la idea del dolor emocional. Lo empaqué y lo tiré en mi propio
armario mental. Y ese será mi equipaje para desempacar en una fecha
posterior. Mucho más posterior.
Sonriendo a Trixie, digo:
—Ha ido exactamente como esperaba.
Por su expresión, veo que no está segura de si eso es bueno o malo, pero
cuando sigo sonriendo, hace la única suposición que puede.
—Es estupendo. Y ahora que se ha roto la virginidad, formas parte de la
familia.
No estoy segura de que Trixie pudiera haber usado una frase peor. Crecí
pensando que mi madre era mi familia y, por extensión, los Fae Oscuros.
Ahora sé que ninguna de las dos cosas es verdad, y la gente que debería haber
sido mi familia ya no está. No tengo familia, pero esta dulce chica quiere que
me sienta bienvenida y parte de su hermandad.
Diciéndome a mí misma que no llore, lucho contra el calor que se acumula
detrás de mis ojos.
—Gracias, Trixie.
—De nada —acepta ella—. Oye, ¿me prestas tu bronceador? No puedo
encontrar el mío por mi vida.
—Oh sí, aquí tienes. —Me da las gracias y empieza a aplicar el
maquillaje—. Trix, ¿sabes si hay un sótano o algún tipo de bodega en este
edificio?
Frunce el ceño y hace una pausa en su punteado.
—No que yo sepa. ¿Por qué preguntas?
Porque si los mensajes de texto que obtuvimos del teléfono de Leather
Coat Guy son correctos, hay un grupo de hembras fae prisioneras en alguna
habitación del sótano con brazaletes de hierro en sus muñecas para
mantenerlas débiles.
Antes estaba decidida a acabar con esos bastardos, pero ahora me
consume la idea. La idea de lo que esas mujeres están pasando, de su
cautiverio más la constante merma de sus poderes y las dolorosas quemaduras
causadas por el hierro, revuelve mi estómago.
Pero no puedo contarle nada de eso a Trixie, así que le cuento una historia
falsa que inventé sobre mi adicción a los programas de caza de fantasmas y
entrar a los sótanos para intentar conectar con los espíritus.
Ella dice enfáticamente que no comparte mi afición por los fantasmas y
que espera como el demonio que no haya sótanos espeluznantes bajo nuestros
pies.
—Sí, yo supongo que tienes razón. Asustarse dando vueltas en un poste
boca abajo podría causarme lesiones importantes —ironizo riendo para calmar
sus nervios. Me acompaña y se levanta para ponerse el siguiente disfraz,
dejándome a solas con mis pensamientos.
—Fue buena idea preguntarle —dice una voz grave a mí oído.
Demasiado pedir estar sola. Ha estado callado la mayor parte de la noche
hasta ahora y casi olvido que estaba escuchando. Dejo caer el pintalabios y
suspiro frustrada.
—No importa si no consigo las respuestas que buscamos.
—Lo harás, Fi. Sigue preguntando, alguien tiene que saber algo de un
sótano o nivel inferior. Y sigue usando esa historia de caza de fantasmas. Eso
fue inteligente.
—No te impresiones demasiado, llevó toda la noche idearlo. Voy al piso,
así que trata de mantener los comentarios al mínimo.
—Entendido.
Escucho la decepción en su tono, pero no la comento. Las cosas están
tensas entre nosotros desde anoche, cuando me hizo callar. Pero en lugar de
estar enfadada con él, debería darle las gracias. En algún momento decidí que
quería más de lo que Tiernan podía darme. Incluso si hubiera dicho que sí, y
por fin nos hubiera permitido explorarnos sexualmente de verdad, eso sería
todo lo que tendríamos juntos.
No voy a conformarme nunca más con estar al margen de la vida de los
demás.
Al entrar en la sala principal, observo quién puede saber algo más que
Trixie sobre este edificio. Entonces recuerdo lo que dijo Tiernan sobre los
camareros y camino directamente hacia atrás, consiguiendo evitar a los
clientes que intentan hacerme señas con un gesto de ‘solo un minuto’, como si
estuviera demasiado sedienta y necesitara una copa antes de actuar.
Encuentro un espacio libre entre los clientes, uno de cara a la barra y el
otro con los ojos clavados en el escenario, y le hago una señal a Joey, el
encargado del bar. He hablado con él varias veces y parece un tipo bastante
decente. Se echa la toalla del bar al hombro y saluda con una sonrisa.
—Hola, Candy, ¿qué te sirvo?
—Hola guapo. Tomaré un vodka y energy, espera el vodka por favor.
Se ríe mientras abre un Red Bull y lo sirve sobre hielo.
—Necesitas un poco de ánimo esta noche, ¿eh?
Golpeo con las palmas de las manos la parte superior de la barra para
enfatizar.
—Eso es quedarse corto. Anoche, cuando llegué a casa, puse la nueva
serie de Cazafantasmas en vez de dormir. ¿La has visto?
—No puedo decir que lo haya hecho, no. —Deslizándome el vaso y añade
una pajita.
Bebo varios tragos como si quisiera poder tomarme la bebida.
—Oh hombre, qué bueno está. Sabes, intento visitar tantos lugares
encantados como puedo cada vez que viajo. Con toda la actividad de la mafia
en esta ciudad a lo largo de los años, apuesto a que Las Vegas está llena de
fantasmas descontentos. —Me inclino sobre la barra todo lo que puedo, que
no es mucho, y espero a que Joey me imite—. ¿Hay como un sótano o algo
aquí que pueda explorar?
Su expresión divertida se apaga y sus ojos marrones se entre cierran
ligeramente en mí.
—¿Por qué crees que hay un sótano aquí?
Interesante. Le dedico una sonrisa cautivadora.
—No lo sé, ¿no la mayoría lugares tienen sótanos?
Joey se endereza mientras utiliza la toalla de su hombro para empezar a
secar un vaso.
—No —afirma con una débil sonrisa—. Aquí no hay sótano. Será mejor
que te des prisa con esa copa y regreses al trabajo antes de que Donnie vuelva
por aquí.
El tipo que está frente a la barra a mi izquierda se gira de lado y me mira
desde su considerable altura. Sus penetrantes ojos azul pálido se clavan en los
míos mientras sostiene un billete de cien dólares entre dos dedos.
—Me complacería mucho que te unieras a mí y a mis camaradas en
nuestra mesa, chestnyy.
Sus orígenes rusos son inconfundibles, no solo por su acento y su estilo,
sino por los visibles tatuajes negros y grises en el cuello, el pecho y la parte
superior de sus manos. Lleva el cabello oscuro perfectamente peinado y una
barba bien cuidada. Tiene una cicatriz que le atraviesa la ceja izquierda,
creando una yuxtaposición de violencia a medida con su traje bien cortado que
se ajusta perfectamente a sus anchos hombros. Y la forma en que se mantiene
dice que, sea cual sea la situación, tiene el control.
Tengo la sospecha de quién es, y si estoy en lo cierto, estoy mirando a uno
de los seres más mortíferos que han vivido, o algo así, en los últimos
quinientos años, siglo más siglo menos. Cuando no consigo articular palabra
ni pestañear, se apiada de mí.
—Ven, chestnyy, te traeré tu bebida. Necesitarás tu energía para
entretenernos, ¿cierto?
Me guiña un ojo y señala una mesa en la que otros dos rusos parecen
extras de una película de la mafia. Esbozo una sonrisa brillante, me repongo y
camino delante de él hacia sus amigos mientras hablo lo más bajo que puedo.
—Tiernan —pronuncio bruscamente—. Por casualidad no sabrás nada de
que cierto vampiro está aquí, ¿verdad?
Prácticamente puedo escucharlo hacer una mueca de dolor a través del
pequeño auricular.
—Relájate, Fi. Dimitri solo está ahí como refuerzo. Dejé muy claro que
este es un trabajo de solo ojos.
—Oh, no entiende, Su Alteza —le reprocho—. Mi problema es que sigues
micro gestionando esta operación como si pensaras que no puedo manejarla.
Por otro lado, darles bailes eróticos a los rusos, no tengo ningún problema.
—Fiona, no pongas a prueba mi paciencia ahora.
—Entonces no me tientes —respondo.
Una profunda carcajada viene de detrás de mí justo cuando llego a donde
están sentados los otros. Dimitri deja mi Red Bull sobre la mesa y se sienta en
la silla con tanta elegancia como si fuera un trono.
—Creo que mi amigo no quiere verte bailar para mí.
Tiernan gruñe.
—No somos amigos, somos partes con un interés mutuo, y si él te toca,
seremos mucho menos que eso.
Los tres vampiros ríen entre dientes y comparten una mirada como si
alguien acabara de contar un chiste.
—¿Puede escucharte? —pregunto.
—Por supuesto —informa con naturalidad—. Los de su especie tienen
buen oído. El nuestro es mejor.
Donnie pasa por detrás de los rusos y arquea una ceja. Traducción: No te
pago para que hables con los clientes.
Haciéndome pasar por Candy, enrosco una de mis coletas blancas y
muevo los ojos con pesadez.
—¿Quieres un poco de azúcar, Sugar?
—Da. Soy muy goloso. De hecho, doblemente. —Guiñándome un ojo y
sonríe lo suficiente como para mostrarme sus colmillos letales. Mientras
pongo mis manos sobre sus hombros y me subo a horcajadas sobre sus
muslos, no puedo evitar devolverle la sonrisa. Para lo aterrador que se supone
que es, tiene un lado encantador que rivaliza con el del macho que gruñe en mi
oído.
Empiezo a bailar, moviendo las caderas sugestivamente, inclinándome
para que las protuberancias de mis pechos por encima del corsé se presenten
seductoramente ante su cara.
—Eres buena en esto, chestnyy. No me extraña que aún no te hayan
descubierto, incluso con tus extrañas preguntas sobre los sótanos.
—¿Qué significa esa palabra con la que sigues llamándome?
—Significa honesta. Apropiado para alguien tan hermosa como tú.
—Es hombre muerto —espeta Tiernan.
Dmitri le responde.
—Sí, lo he estado durante mucho tiempo.
—Bueno, a pesar de lo divertido que ha sido escucharlos a ambos, la
reacción de Joey solo solidificó mi sospecha de que hay un nivel inferior de
algún tipo en este edificio.
—Tienes razón —concuerda Dimitri—. Abajo hay un club privado. La
entrada principal que lleva allí es a través del edificio contiguo con un alto
nivel de seguridad. Pero creo haber escuchado hablar de otra entrada utilizada
por algunas de las chicas que también trabajan allí abajo.
Si es una puerta que usan las chicas, debe de estar en algún lugar de la
trastienda donde se preparan. Ni siquiera pienso en despedirme o dar el adiós
antes de encaminarme hacia la zona de vestuario, ignorando los vítores y
abucheos y las órdenes de los clientes para que las atienda. Respiro hondo,
rezo una plegaria a Rhiannon para que la sala esté vacía y entro. Alabada sea
la diosa de la luna, no hay ni un alma a la vista.
Doy la vuelta en un lento círculo, examinando la zona. Intento pensar si he
visto a alguien entrar detrás de un perchero o... un momento. ¿Esa cortina
negra ha estado siempre colgada de la pared? Delante hay un perchero con
zapatos y, si no lo analizas bien, parece que podría ser una extraña elección de
decoración. O como si hubiera una ventana detrás que hay que tapar para que
nadie pueda asomarse al interior.
O... como si escondiera una puerta.
Insegura de cuánto tiempo más voy a estar sola, corro con mis Pleasers de
doce centímetros y recorro un lado de la cortina. Es negra, gruesa y de pesado
terciopelo, como un telón de teatro que va desde el techo hasta el suelo, y
efectivamente, detrás hay una gruesa puerta de acero. Intento abrirla, pero está
cerrada. Me agacho y miro la cerradura para ver si una novata como yo puede
forzarla fácilmente. Tal vez si uso mis horquillas...
—¡Oye! ¿Qué demonios crees que estás haciendo, Candy?
Mi corazón salta a mi garganta cuando me levanto y doy la vuelta para
encontrar a Donnie, el director de escena. Lleva un portapapeles en su mano y
me mira con desconfianza.
—No estoy haciendo nada. Solo doy un vistazo al nuevo lugar de trabajo.
Ya sabes, tomándome un respiro y esas cosas.
—O estás llena de mierda o eres tonta como una caja de piedras —
afirma—. De cualquier manera, no es mi trabajo preocuparme.
Respiro aliviada como si me acabaran de suspender la ejecución. Estoy a
punto de darle las gracias, aunque no sé por qué, y regresar a la sala principal
cuando levanta el pequeño micrófono del cable de sus auriculares e indica:
—Eh, jefe, he descubierto a Candy husmeando en la habitación de atrás,
junto a la cortina. Sí. ¿Ahora mismo? Bien, vamos para allá. —Suelta el
micrófono y me mira arqueando una ceja mientras mueve la cabeza en
dirección a la sala principal—. Vámonos. El jefe quiere hablar contigo.
Se me cae mi estómago y se acelera mi pulso. Tranquila, Fiona. Sigue
interpretando el papel de nueva empleada curiosa apasionada por la caza de
fantasmas. Puedes salir de esta hablando.
Donnie me lleva de vuelta a la habitación principal. Miro a Dimitri y lo
veo contestando el teléfono. Mira atentamente y dice cosas que no escucho,
pero supongo que está hablando con Tiernan, que debe de tenerme en silencio
porque tampoco escucho lo que dice. El vampiro me hace un gesto con la
cabeza, como diciendo que cubre mis espaldas si lo necesito, y luego Donnie
me lleva por unas escaleras hasta el desván, donde el despacho del director
domina el club desde detrás de unos grandes espejos bidireccionales.
—No puedo obtener una imagen de allí, Fiona, no hay cámaras. Pero los
rusos están esperando. Si necesitas una distracción para salir de ahí, di las
palabras 'Estoy bien' y empezarán una pelea que el gerente no podrá ignorar.
¿Entendido?
Como sé que aún puede verme, asiento, pero no me preocupa. Solo conocí
a Frank una vez el día de mi entrevista. Era lo que yo esperaría de un hombre
que dirige un club de striptease. Creo que no escuchó ni una palabra de lo que
dije, sino que dejó que sus ojos decidieran por él si tenía madera de bailarina
de tubo. Pero eso fue todo. Ni siquiera me dio la mano y la reunión duró cinco
minutos.
Pero cuando Donnie llama a la puerta y nos da permiso para entrar, no es
Frank quien nos espera sentado tras el escritorio. Bien vestido y afeitado, es
un hombre de negocios moreno de unos cuarenta años, de estatura superior a
la media y atléticamente delgado, si es que eso existe. Sea quien sea este
hombre, es mucho más intimidante que Frank, y parece tener todo el tiempo
del mundo para interrogar a una empleada sospechosa.
—Hola. Me llamo Stanley Leone y soy el dueño de este club. ¿Cómo te
llamas?
—Candy.
Arquea una ceja dudoso, pero no presiona para que diga la verdad. No es
que haya rellenado ningún papel para este trabajo. Como supuestamente solo
estoy sustituyendo a Sapphire, acepté trabajar solo por las propinas.
—Gracias, Donnie, yo me encargo. —Mantengo la mirada al frente,
resistiendo el impulso de ver cómo se marcha mi red de seguridad. La música
a todo volumen del piso de abajo inunda la habitación al abrirse la puerta y
luego vuelve a amortiguarse con el sonoro clic de su cierre.
—Candy, tengo entendido que intentabas meterte en cosas que no te
corresponden.
—Lo sé, y lo siento. Tengo una extraña obsesión con la cacería de
fantasmas y pensé que tal vez me llevaría a un sótano que podría explorar. —
Gracias a Rhiannon por la capacidad de mentir a través de mis malditos
dientes chatos.
Pone los dedos en punta e inclina la cabeza hacia un lado.
—¿Por qué no te creo?
Maldita sea. Aparentemente decir la verdad toda tu vida te convierte en
una mentirosa de mierda. Tiernan aparece como el proverbial diablo en mi
hombro. —Dobla la apuesta, Fi. No puede probar que mientes, así que
apégate a tu historia.
Abro la boca para hacerlo, pero hay algo en este hombre que me detiene.
Hay una astucia en sus ojos que dice que puede ver a través de la mierda de la
gente. Y si es el dueño de este club, tal vez tenga algo que ver con las hembras
cautivas, o al menos tenga vínculos con la NPO. Así que, en el último
segundo, tomo un enfoque diferente.
—Tiene razón, Señor Leone, esa no es la verdadera razón.
—Fiona...
Continúo como si no tuviera un príncipe enojado en mi oreja.
—La verdad es que he escuchado que hay un club privado en el que
algunas de las chicas pueden trabajar abajo, y me ha dado curiosidad. Club
privado significa más dinero. Más dinero significa cosas más bonitas. Y por
desgracia para mí, tengo un gusto extremadamente caro.
Leone se inclina hacia delante en su silla, coloca las manos cruzadas sobre
el escritorio y me estudia con una sonrisa depredadora.
—Ahora, eso sí lo creo. ¿Por casualidad sabes qué clase de club privado
dirijo?
Escucho a Tiernan maldecir mi nombre y luego el ruido blanco de mi
auricular se corta, lo que significa que ha vuelto a silenciarse.
—He escuchado algunas cosas —continúo, con la esperanza de que, si me
equivoco, pueda atribuirlo a una información errónea.
Se acaricia la barbilla, pensativo, y luego parece tomar una decisión.
—Y basándome en las cosas que has escuchado, si te contratara,
muéstrame un puesto en el que se te requerirá. Literalmente hablando.
Tiernan vuelve a la carga.
—Mierda, Fiona, es un club privado de BDSM. Dimitri dice que las
chicas que trabajan allí son sumisas de alquiler.
Bien, no es exactamente un trabajo fácil como el de camarera ni nada
parecido, pero al menos sé lo que busca Leone. Con toda la elegancia que me
permiten estos zapatos, me arrodillo, me siento sobre mis talones, coloco las
palmas de las manos sobre los muslos y fijo la mirada en el suelo.
Escucho a Leone levantarse mientras me da unas palmadas de
agradecimiento.
—Eso fue precioso, Candy. Estoy impresionado. Puedes mirar hacia arriba
—ordena.
Levanto la cabeza y tengo que tragarme la bilis que sube al sentirme así de
sumisa ante alguien que no es de mi elección, alguien en quien confío, que
desde luego no es el hombre que tengo delante. Hacía mucho tiempo que no
daba rienda suelta a esta faceta mía, pero hay algo en Leone que hace saltar mi
alarma interior.
—¿Te gustaría empezar a trabajar abajo esta noche? Te daremos una
prueba a ver cómo te va.
Dudo, pensando en todas las posibilidades de lo que se espera que haga
cuando llegue allí. Pero lo que me ofrece es un pase de acceso total a todo lo
que he estado buscando, incluidas las chicas desaparecidas.
Tiernan habla al instante.
—Ni siquiera lo pienses, Fiona. Dile que lo considerarás, dile que has
cambiado de opinión, dile...
—Me gustaría mucho, Señor.
Una lenta sonrisa se desliza por el rostro de Leone, obviamente
complacido por mi uso de un título honorífico con él, aunque no haya hecho
nada para ganárselo.
—Entonces empecemos.
CAPÍTULO 16
Tiernan
—Fi, ¿puedes escucharme? Fiona... —Nada más que estática sale por el
altavoz—. ¡Mierda!
Golpeo mi puño en el costado de la camioneta de vigilancia, causando una
abolladura considerable en el metal. Clyde y Evan apenas reaccionan,
acostumbrados a mis arrebatos cada vez que Fiona me desafió en los últimos
días. Nunca había sido tan volátil emocionalmente en mis ciento sesenta y
cinco años de vida, pero una mujer pelirroja y menuda puede llevarme al
borde de la locura.
—Todo lo que hay aquí es inútil ahora. No tenemos imágenes y ahora ni
siquiera tenemos comunicación. ¿No hay nada más que podamos aprovechar
para ayudarla?
Los chicos ya están escribiendo furiosamente en los teclados, lo que
parece un montón de código galimatías llenando las pantallas. Clyde levanta
brevemente la vista.
—Lo estamos intentando ahora mismo. El sistema de seguridad del club
clandestino está conectado al que ya hackeamos, pero estaba oculto tras varios
cortafuegos complejos. Como no sabíamos que el otro club existía, nunca lo
buscamos.
—Mierda, no sé si vamos a ser capaces de pasar —confiesa Evan, sus
cejas fruncidas en la concentración—. Quiero decir, somos buenos, pero solo
somos Vegas-PD-buenos. Quienquiera que construyera este sistema es un tipo
de sombrero negro. Todo lo que intentamos se bloquea en un nano- segundo
después de abrirlo.
Maldiciendo en voz baja, vuelvo a mi llamada con Dimitri mientras salgo
de la furgoneta.
—Romanov, dime que sabes cómo meternos ahí.
—¿Todavía tienes la poción de emergencia?
—Lo tengo aquí. —Saco el pequeño vial del bolsillo de mis jeans.
—Tómala y encuéntrame frente al Hell 's Kitchen, al lado.
—Sigan intentándolo, chicos. Llámenme si consiguen algo. —Cierro la
puerta de un portazo y bebo el contenido, haciendo una mueca por el sabor
amargo mientras corro por la manzana donde Dimitri ya está esperándome—.
¿Dónde están tus compañeros?
—Se quedaron adentro por si no la encontramos y consigue regresar
arriba.
—No encontrarla no es una opción.
Acerca una tarjeta llave al panel con una luz roja en la parte superior. La
luz cambia a verde y se oye un clic.
—Entonces será mejor que esperes que esa poción funcione rápido.
Entramos en un restaurante en ruinas. Todas las mesas están arrimadas a
las paredes exteriores, con las sillas volcadas sobre ellas, y el único sonido es
el débil zumbido de las luces fluorescentes. Los suelos de madera
probablemente fueron pulidos en el pasado, están ahora apagados pero
limpios.
Nuestros pasos resuenan en las tablas mientras nos dirigimos al fondo,
donde está la cocina.
—Devil’s Dungeon está a través de un viejo refrigerador. La seguridad
certifica que solo los miembros y sus invitados hayan sido aprobados con
antelación al entrar.
—Bien, genial, así que usarás tu compulsión y...
—No hay compulsión. No puedo usarla.
Estrecho la mirada hacia él.
—¿Ansiedad por el desempeño? —Su respuesta es una expresión graciosa
diciéndome que no es asunto mío. Suspirando, prosigo—, Bien. Entonces,
¿cómo voy a entrar?
—Adam trabaja los domingos. Te dejará entrar.
—¿Cómo sabes eso?
—Juego con él cuando estoy en la ciudad. Le gusta mucho complacer a su
Maestro. —La boca del serio ruso se tuerce hacia un lado como si estuviera
recordando escenas pasadas—. Es muy buen chico.
—Esperemos que eso no cambie.
Levanta la mano cuando llegamos a las puertas batientes que dan a la
cocina. A través de las ventanas redondas podemos ver la gran nevera con las
palabras Devil's Dungeon en neón rojo sobre ella. Y de guardia no hay uno,
sino dos porteros con pinta de desayunar clavos. Sus camisas y pantalones
están tan estirados que corren el riesgo de romperse si se mueven el camino
equivocado.
—Der'mo. —Dimitri hace señas para que lo siga fuera de la cocina y giro
en la esquina hacia el pasillo de los baños.
—¿Por qué dijiste 'mierda'? ¿Ninguna de esas bestias es Adán?
—Nyet, ellos no lo son.
Perfecto.
—El tipo estaba sosteniendo algo que parece un iPad —le recuerdo—.
¿Para qué es eso?
—Para obtener mi información antes de que me permitan acceder a la
planta baja.
—¿Incluyendo si tienes invitados aprobados o no?
—Da.
Pulso el botón de mi teléfono y llamo a los chicos en la camioneta. —
Evan, ¿puedes entrar en el archivo de miembros de Romanov y añadirme
como invitado aprobado con una foto y un alias? Necesito ser alguien de fuera
de la ciudad y asquerosamente rico, pero no alguien que sea conocido por el
gran público.
—Eso no debería ser un problema. Dame un minuto. —Varios segundos
de hacer clic parecen una eternidad antes de que por fin confirmen—. Lo
tengo. Eres Dante Ricci, un piloto italoamericano de Fórmula 1 de la escudería
Ferrari, de fiesta con tu amigo en Las Vegas antes de que empiece la nueva
temporada del Grand Prix.
Romanov y yo compartimos una mirada incrédula.
—Eso de alguna manera es súper aleatorio y extrañamente específico,
pero bueno —hablo en voz baja—. ¿Estamos bien?
—Debería estar listo para salir en otros sesenta segundos. Te envío una
foto de referencia para tu cubierta.
Termino la llamada y uso la foto que me ha enviado para modificar mi
nueva personalidad. Con la poción de Erin, las piedras de bruja no me quitarán
mi disfraz, así que seguiré siendo Dante Ricci mientras dure el hechizo.
—De acuerdo, el plan es entrar, recoger a Fiona, y salir con la menor
interrupción posible. Sé que el lema de tu clan es arrancar gargantas primero y
preguntar después, pero no es así cómo hacemos las cosas aquí, Romanov. Si
las cosas se tuercen por cualquier razón, el objetivo es cero bajas humanas.
¿Entendido?
Se encoge de hombros.
—Suena muy aburrido, pero es tu rodeo, Verran.
—Así es. —Haciéndole un gesto con la cabeza para que nos guíe de
regreso, atravesar las puertas batientes y entrar en la cocina destripada. No
quedan más que las cuatro paredes y las puertas de los trasteros anexos.
Dimitri pasa de repente de estar serio y con el ceño fruncido a derrochar
encanto como cuando me presenté en su casa de Los Ángeles.
—Buenas noches, caballeros. Bonita noche para una sesión, ¿verdad?
Los ojos de los guardias se abren de par en par antes de compartir una
breve mirada. El de la izquierda levanta una piedra de bruja y nos mira a
través del agujero de su centro. Luego me señala directamente con el dedo.
—¡Es un fae!
—Demasiado para tu poción mágica.
—Ahora no es el momento, Romanov —espeto, justo antes de que las dos
bestias se abalancen sobre nosotros—. Supongo que haremos esto a la antigua.
Lanzamos golpes en un ataque coordinado. Todo lo que necesitamos es
noquearlos el tiempo suficiente para llegar hasta Fiona y salir de aquí.
Nuestros potentes ganchos de derecha aterrizan al mismo tiempo, azotando las
cabezas de nuestros oponentes hacia un lado, salpicando saliva de entre sus
labios... y eso es todo. No caen al suelo inconscientes, ni siquiera se tambalean
hacia atrás.
Sin embargo, se vuelven sonriendo sin ninguna preocupación, como si
ninguno de los dos tuviera más fuerza detrás de sus golpes que un niño de
primaria.
Miro atónito.
—¿Qué carajos?
Pero no hay tiempo para reflexionar sobre la respuesta a mi pregunta
porque se desata el infierno. Cuatro hombres más corpulentos de la media
peleando cuerpo a cuerpo es, en el mejor de los casos, un caos y, en el peor,
un espectáculo de mierda. Los puñetazos y las patadas caen una y otra vez, y
el fuego amigo es inevitable cuando tu objetivo se agacha en el último
segundo y tu compañero está justo detrás de él.
Cuando mi puño conecta accidentalmente con la sien de Dimitri, éste grita
un gruñido de ‘¡Basta!’. Sus movimientos se desdibujan y, en el segundo
siguiente, dos cuerpos yacen en el suelo con las cabezas retorcidas de forma
repugnante sobre los hombros.
Con la respiración agitada, paso una mano por mi cabello.
—¿Qué mierda dije antes?
Romanov se endereza la camisa.
—Dijiste que nada de matar humanos. Eran demasiado fuertes para ser
humano.
Me arrastro una mano por la boca y la mandíbula.
—Sí, de acuerdo. Pero entonces, ¿qué son y cómo se leen como humanos?
—No lo sé. —Saca su celular y envía un mensaje—. Mis hombres están
de camino para recoger los cuerpos, para que no sean descubiertos. Si
encuentran alguna respuesta, nos avisarán.
—Suficientemente bueno —acepto, sin importarme una mierda más. Solo
quiero bajar las escaleras con Fiona. Al parecer, el envenenamiento con hierro
de Erin la afectó lo suficiente como para que su hechizo no hiciera efecto. Si
alguien más tiene una piedra de bruja que quiera usar en mi dirección, esta
fachada aleatorio específico no servirá de nada.
Dimitri roba una tarjeta de acceso a uno de los misteriosos guardias y la
sostiene en el panel de la pared. Suena una luz verde y se abre la enorme
puerta metálica. La abro de un tirón y entramos en lo que antes era la nevera
de la cocina.
Justo delante hay una puerta arqueada que conduce a una escalera roja con
un sinuoso tramo de escalones. Al seguirlas, llegamos a un vestíbulo que
parece que podría ser la sala de espera de cualquier oficina corporativa de alta
gama, con sofás de cuero, modernas mesas de café de cristal e incluso un
minibar y un refrigerador de agua.
También hay dos puertas en la pared del fondo. En la de la izquierda dice
‘Súcubos ’y en la de la derecha ‘Íncubos’.
—Wow —exclamo rotundamente—. Realmente se comprometieron con
todo el tema del Diablo y el Infierno.
—Es un cliché, sí, pero está bien hecho.
Atravesamos la puerta de Íncubos y entramos en un vestuario de lujo
donde los miembros pueden ponerse su equipo pervertido y prepararse para
una noche de diversión. Es grande y está bien iluminado, con mucho espacio
para moverse. Hay filas de lockers, una cómoda zona de asientos y varios
espejos grandes. Las paredes están adornadas con obras de arte BDSM, y el
piso está cubierto con una lujosa alfombra negra, excepto en la zona de ducha
con azulejos.
—Tengo unas pieles que puedes usar y una máscara.
—¿Máscara?
—Este es un club BDSM muy exclusivo, solo por invitación para los ricos
y poderosos. Algunos no se preocupan por su reputación, como yo. Pero la
mayoría lleva máscaras para proteger su identidad. No se permiten celulares
más allá de los vestuarios, independientemente. Hay espacios de juegos
públicos y habitaciones privadas
—No puede ser tan exclusivo si mis hermanos y yo no fuimos invitados.
—Sé que esto te chocará, pero no todo el mundo quiere a los Reyes
Verran de Las Vegas.
Tomo unos pantalones de piel que me lanza.
—¿Incluido tú?
Se encoge de hombros.
—Me agrada el más joven. Aún no me he decidido por los dos mayores.
El tiempo lo dirá.
—No necesito tu adoración, Romanov, solo que cumplas tu parte de
nuestro trato.
—Y lo haré —responde, quitándose la camisa del traje para revelar la
parte superior de su cuerpo casi completamente cubierta de tatuajes negros y
grises—. Como espero de ti cuando llegue el momento.
—Soy un hombre de palabra. Si llamas, allí estaré.
Él asiente, satisfecho con mi respuesta. El trato que hicimos es indefinido
y no está especificado, lo que significa que puede cobrar mi pagaré en
cualquier momento en el futuro, cerca o lejos, y por cualquier motivo. Pesa
mucho a su favor, pero me importa un carajo. Todo lo que importa es la
seguridad de Fiona mientras trabajemos para acabar con NPO. Ese es su
trabajo en todo esto, nada más.
En cuanto los dos nos vestimos con el equipo apropiado para la mazmorra
(pantalones de cuero, sin camisas, y yo con media máscara) guardamos la ropa
de calle y los teléfonos en el locker y lo cerramos.
—Vamos a buscar a tu mujer.
La zona principal de Devil's Dungeon es oscura y erótica, con paredes
rojas y suelos de cemento pintados de negro. El techo está adornado con
múltiples puntos duros para trabajos de suspensión y hay estaciones por todas
partes que sostienen una variedad de juguetes, látigos y ataduras. Sin ventanas,
la única luz procede de lámparas rojas y grupos de grandes velas alrededor de
los muebles de cuero negro, donde la gente puede relajarse y socializar o ver
las escenas que se desarrollan a su alrededor.
Por los altavoces suena una música con muchos graves, pero, a diferencia
de lo que ocurre en el piso de arriba, donde los niveles son tan altos que hacen
sangrar los oídos, aquí es lo bastante baja como para que se escuche una
palabra sin peligro. Por no hablar de todos los gemidos y gritos de placer, el
eco de las paletas o las manos golpeando la piel desnuda, y el inconfundible
sonido de la carne encontrándose con la carne en una dura embestida.
Si estuviera aquí en otras circunstancias, todo lo relacionado con el
entorno llamaría a ese lado más oscuro de mí que ha estado enterrado,
tentándolo a salir a la superficie en busca del tipo de diversión carnal que solía
disfrutar.
—Lo que no entiendo es si esto es un club kink, ¿dónde entran las chicas
contratadas? ¿Maneja Leone algún tipo de modelo de negocio de alquiler de
sumisas?
—Solo en parte. La mayoría de los socios vienen con sus propias parejas o
se relacionan con otros socios de aquí. Pero también tienen la opción de
contratar a una compañera de juegos en uno de varios tipos de roles, no solo
suplentes. Todo se hace con consentimiento y se practica con seguridad, como
aseguran los maestros de la mazmorra en turno.
—¿Tú sabías que Leone era dueño tanto de Devil's Door como de Devil's
Dungeon? Nosotros ni siquiera sabíamos que el calabozo existía, pero cuando
intentamos averiguar quién era el dueño de Devil's Door, solo era una empresa
fantasma sin rastro que seguir.
—No, no sabía quién era el dueño de ninguno de los dos. Nunca fue
asunto mío. No frecuentaba el club de arriba, y solo vengo a la mazmorra
cuando estoy en la ciudad. La mayor parte de mis juegos tienen lugar en Los
Ángeles, donde paso la mayor parte del tiempo. —Asiente de repente en
dirección a un pequeño grupo de socios. Están de pie alrededor de Fiona, que
ahora lleva un conjunto blanco con sujetador y bragas, y una media máscara
blanca, evaluándola como si fuera ganado.
El rojo eclipsa mi visión y mis uñas empiezan a alargarse hasta convertirse
en puntas afiladas. Mis colmillos ansían desgarrar a cualquiera que piense por
un segundo que puede tener lo que es mío. Doy un paso adelante, pero Dimitri
me detiene con una mano en el pecho. Reconozco su expresión severa, ya que
Caiden la utilizaba a menudo conmigo y con Finni cuando éramos más
jóvenes y estábamos en apuros. Deja que me ocupe yo.
Confiar en el señor de los vampiros no es fácil para mí, pero yo fui quien
lo trajo para ayudar a proteger a Fiona en primer lugar. Y, por lo menos, sé
que es un hombre de palabra. Tomo aire, asiento y lo sigo.
—Ah, una chica nueva —anuncia entusiasmado Dimitri cuando nos
acercamos al grupo—. Esta es perfecta. ¿Ves, amigo mío? Te dije que me
aseguraría de que la pasaras bien esta noche. Este lugar tiene las mejores
sumisas que Las Vegas puede ofrecer, y por el aspecto de esta dulzura, acaba
de mejorar. Dungeon Master, me gustaría regalar este nuevo ángel a mi
estimado amigo.
La cabeza de Fiona está inclinada hacia abajo en la sumisión adecuada,
por lo que no puede verme, y aunque pudiera, no me parezco a mí, pero ella
puede reconocer mi voz.
—Es realmente impresionante. —La tensión desaparece de su postura, lo
que confirma que sabe que soy yo quien está aquí con Dimitri.
Los labios de Leone se despegan en un pobre intento de sonrisa.
—Lo siento, Maestro D, pero la Ama Alma fue la primera en pedirla
como compañera de juegos para su mascota.
Una mujer de unos cincuenta años, vestida con un traje de cuero, se pasa
el cabello rubio platino por detrás de los hombros y nos mira fijamente. A sus
pies, con una correa metálica, hay un hombre vestido con pantalones cortos de
cuero, arnés y collar con una máscara de cachorro. Ladea la cabeza y yo
levanto las manos para asegurarle que no le estoy juzgando. Sin embargo, si
su amante se interpone en mi camino para llevarme a Fiona, no me haré
responsable de lo que les haga a ninguno de los dos.
—Tal vez mi mascota y yo nos cansemos de ella dentro de unas horas —
indica Alma, dándole otro vistazo a Fiona como si tratara de medir su valor—.
Su amigo puede tenerla entonces, Maestro D.
—Es una oferta generosa, Ama, sin embargo, mi amigo se va de la ciudad
y solo tiene unas horas para jugar esta noche. —Dimitri se gira hacia Leone—.
Es un maestro bien establecido en muchos clubes internacionales, pero
últimamente se ha aburrido de ellos y de sus suplentes disponibles. No estaba
seguro de que aquí fuera a ser diferente para él, pero está encantado con esta
nueva belleza. Si tiene una buena experiencia, seguro que correrá la voz sobre
Devil's Dungeon en sus muchos viajes.
Leone me mira con interés.
—¿Viaja por negocios o por placer, Maestro...
—Puedes llamarme Maestro Dante. —No es mi nombre, pero así puedes
llamarme—. Y yo diría que definitivamente ambas cosas. —A veces Caiden
me arrastraba a reuniones de negocios en Nueva York, a veces estaba de
fiesta en Hong Kong.
Las medias verdades ingeniosas solo pueden llevarme hasta cierto punto,
así que no complazco su curiosidad más que eso. Por suerte, mi compañero de
fechorías me ayuda.
—Mi amigo es demasiado modesto para presumir. Es un consumado
piloto de Fórmula 1 y viaja por todo el mundo para competir en el Grand Prix.
Es muy emocionante. Y cuando termina de correr, saca tiempo para su disfrute
personal en los clubes locales.
—Bueno, Maestro Dante, estamos encantados de que haya elegido buscar
su disfrute aquí en la Mazmorra durante su visita. Tenemos muchas sumisas
encantadoras para elegir. Estaré encantado de enseñarte...
—No —pronuncio bruscamente. Demasiado cortante, por la forma en que
Leone me está estudiando. Reprimiendo mi frustración, intento otra táctica:
herir su ego—. Lo siento, entiendo que, como un DM en turno, solo estas
tratando de hacer tu trabajo. Quizá podría hablar con el director o con algún
otro responsable para defender mi caso.
—Estoy al mando, Maestro Dante. —Una sonrisa de suficiencia levanta
las esquinas de su boca—. Soy el dueño de este club y del de arriba. —alega.
—El dinero no es problema.
—Tampoco lo es para Ama Alma ni para ninguno de los otros miembros
aquí presentes —ironiza, impasible.
Miro hacia mi competencia, que está estudiando sus uñas como garras
fuera de aburrimiento, claramente confiada en el resultado. Fiona ha
empezado a rascarse la piel de los pulgares. Si no resuelvo esto en los
próximos minutos, tendré la tentación de agarrarla y salir corriendo de aquí.
Pero esa no es una opción; tenemos que encontrar a esas chicas, así que tengo
que sacarnos de esto.
—Entonces, ¿le interesarían entradas VIP para la carrera del Grand Prix
que se celebrará aquí en Las Vegas este otoño, pases completos a los boxes y
un tour personal?
Eso lo hace reflexionar, y su mirada dice que he captado su atención.
Puede estar interesado en el paquete exclusivo todo lo que quiera. Nunca dije
que se lo daría.
—El Maestro D mencionó que eres un maestro bien establecido —retoma
Leone, sin dejar de examinarme—. ¿Tienes alguna especialidad?
Finalmente, soy capaz de dar una respuesta directa.
—Látigos.
La sonrisa que me dedica es tan condescendiente como una palmadita en
el hombro.
—Ah, ya veo.
Mi mirada se estrecha.
—¿Y tú?
—Por supuesto —responde—, pero, aunque requieren cierta habilidad,
pensé que podrías especializarte en algo menos común que los azotes.
—Colas simples —rechino entre dientes apretados.
Hace una pausa.
—¿Disculpa?
—Soy un experto con colas simples. Látigos, serpientes, destellos, colas
de dragón. Tú lo nombras, yo lo manejo.
Sus cejas se disparan hacia el cielo, e incluso la cabeza de mi competencia
se mueve en mi dirección. Leone vuelve a mirarme como si de algún modo me
pintara bajo una nueva luz.
—Muy bien, Maestro Dante, usted gana —anuncia con el entusiasmo de
un vendedor de coches usados—. Acepto su oferta VIP y le concedo a Candy.
Ama Alma se marcha enfadada y su mascota corriendo tras ella. Apenas
puedo contener un suspiro de alivio cuando tomo a Fiona de la mano, ansioso
por sacarla de aquí. Pero no damos más de dos pasos cuando Leone añade:
—Con una condición.
—¿Y cuál es esa? —Mi temperamento apenas visto está en un pelo de
tigre en este punto.
—Es raro que tengamos a alguien especializado en el arte del látigo. Me
gustaría que nos haga una demostración. Después, podrá jugar con ella donde
quiera, incluida una de nuestras habitaciones privadas.
Las habitaciones privadas. Si las chicas están en algún lado, es muy
probable que estén en esa área del edificio. Y si Leone piensa que estamos
jugando en privado, no estará respirándonos en la nuca. Es nuestra mejor
oportunidad de encontrarlas.
Todo lo que tengo que hacer es complacer su petición.
Se revuelve mi estómago. La idea de hacer una escena pública de azotes
con Fiona me inquieta, sobre todo porque nunca hemos jugado antes. Llamo la
atención de Dimitri y me hace un leve gesto de reconocimiento. Está pensando
lo mismo, diciéndome en silencio que tengo que hacerlo.
Poniendo mi mejor sonrisa indulgente, digo:
—Acepto.
CAPÍTULO 17
Tiernan
Hago todo lo que puedo para bloquear a la pequeña multitud reunida y le
doy a Dimitri una lista corta de látigos para que los traiga, luego me concentro
en preparar a Fiona. En lugar de usar algo fijo y confinado como la cruz de
San Andrés, elijo un par de esposas para las muñecas que cuelgan de cadenas
sujetas a un punto duro del techo. Esto me permitirá moverme libremente a su
alrededor y comprobar su estado emocional más a fondo.
Aprovechando la expectativa de que tendría una conversación privada con
la sumisa con la que pretendo jugar, especialmente con una que supuestamente
no conozco, hablo apenas por encima de un susurro junto a su oído para que
solo Fiona pueda escucharme.
—Si no estás bien con esto, solo dilo y encontraré otra salida.
—No, no lo hagas. Ya sospecha porque tú y Dimitri insistieron tanto en
mí. Estoy feliz de que aparecieras cuando lo hiciste. No pensé que me
empujaría a alguien en el momento en que llegamos aquí. Pensé que tendría
tiempo de estar sola para husmear.
—Créeme, voy a tratar tu imprudencia adecuadamente más tarde.
—Tenemos que encontrar a esas chicas desaparecidas —susurra.
—Lo haremos. Pero primero tenemos que pasar por esto y alejarnos del
escrutinio. Voy a hacer esta escena corta, llevándote a través de las etapas tan
rápido y seguro como pueda. Pero no te equivoques, la escena será muy real.
¿Confías en mí?
Sus ojos azules se encuentran con los míos.
—Sí, lo hago.
Me cuesta creer que merezco la confianza de una mujer después de lo que
pasó con Julie. Que Fiona ni siquiera dudara me hace sentir diez tipos de cosas
que están tan enredadas que no puedo distinguirlas.
—Sé que eres masoquista, pero ¿tienes experiencia como pasiva?
—Con floggers, sí. He visto escenas con látigos, pero nunca he tocado
fondo en uno.
Se me hace un nudo en el estómago.
—No iremos tan lejos. Dimitri va a coger un flogger de piel de ciervo, un
gato de cuero o nueve, y una cola de dragón. ¿Cuáles son tus límites estrictos?
Sacude la cabeza.
—No tengo ninguna que entraría en juego para esto.
—Bien. Utilizaremos el sistema del semáforo. Verde significa que estás
bien y puedes continuar, amarillo significa pausa y control, rojo es tu palabra
de seguridad que detiene todo y la escena ha terminado. ¿Entendido?
—Sé lo que es el sistema de semáforo, por el amor de Dios. —Dándome
cuenta de que está a punto de gritar y poner los ojos en blanco, así que le
recuerdo que nos están vigilando con una ceja levantada. Inmediatamente
corrige su actitud, aunque sé a ciencia cierta que es solo por la situación en la
que nos encontramos—. Entendido. Maestro.
Tengo que evitar que mi labio se tuerza. Puede que ese título le vaya bien
a Dimitri, pero a mí nunca me ha gustado. Prefería el común ‘Señor ’cuando
jugaba con sumisas. Simple, impersonal. Pero ninguno de los dos me parece
bien viniendo de Fiona.
—Puedes usar eso por ahora. Tendremos que acordar algo diferente en el
futuro.
Sus ojos se abren de par en par tras la máscara. Estoy igual de sorprendido
por mis palabras, por lo que implican. Pero ahora que están ahí, no quiero
retirarlas.
Leone se aclara la garganta en voz alta mientras espera junto a los demás.
Se acabó el tiempo de las conversaciones secretas. La sala espera un
espectáculo, así que espectáculo tendrán. Levanto la voz a un nivel normal y
comienzo la escena.
—A partir de ahora, pequeña sumisa, eres mía para hacer lo que me
plazca. —Levanto la mano y compruebo las cadenas que sostienen sus brazos
sobre su cabeza, luego vuelvo a revisar las esposas, asegurándome de que
estén lo suficientemente apretadas como para que no pueda salir sin dejar de
permitir la circulación adecuada—. Dime tu palabra de seguridad.
—Rojo, Maestro.
Por el rabillo del ojo, veo a Dimitri regresar con los objetos que pedí.
—Muy bien. Comencemos.
Todo lo que le haga a partir de este momento forma parte de la escena.
Cada toque, cada palabra, cada mirada será intencional. Calculada. Es una
seducción de la mente tanto como del cuerpo, llevándola a un estado mental
en el que su sumisión se convierta en una puerta de entrada a la euforia mental
y a placeres más intensos a través del dolor que inflija.
Desabrocho su sujetador por detrás y agarro un tirante con las dos manos.
Sosteniéndole la mirada mientras lo parto por la mitad. Respira agitadamente
y siento satisfacción cuando sus pupilas empiezan a eclipsar el azul de su iris.
Hago lo mismo con el otro tirante y arrojo la prenda destrozada a un lado. Me
frustra dejarle la máscara y la peluca blanca. Después de tanto tiempo, por fin
puedo ver a Fiona como siempre he soñado: sujeta y bajo mi control, y las
partes que la hacen ser ella quedan ocultas.
Mis ojos se fijan en sus pechos expuestos y miro descaradamente sus
sonrosados pezones, que se tensan hasta convertirse en pequeños capullos
necesitados. Los recorro lentamente con las yemas de los dedos, volviendo a
familiarizarme con su forma de lágrima, trazando las tenues líneas azules de
sus venas y rozando sus puntas con los pulgares.
Su vientre succiona un silencioso jadeo antes de que un gemido escape del
fondo de su garganta. Es entonces cuando me doy cuenta de que no importa
que tenga la cara y el cabello cubiertos; podría tener los ojos vendados y
reconocer la sensación de su cuerpo bajo mis manos y los sonidos familiares
que hace cuando la toco.
Agarro su nuca con una mano y con la otra recorro su cuerpo para
acariciarle el clítoris con lentos círculos a través del pequeño triángulo de su
tanga, ya húmeda por su excitación. Con un gemido de agradecimiento,
aprieto un poco más y veo cómo se le deshacen los músculos y sus ojos se
cierran.
—Buena chica. Concéntrate en mí, en mis caricias.
Hago un gesto con la cabeza a Dimitri, que se adelanta y coloca el mango
del látigo negro en mi mano extendida. El mango es de madera robusta,
envuelto en cuero negro para un agarre cómodo. Le doy algunas vueltas de
prueba en forma de ocho y estoy satisfecho con el equilibrio. Los treinta
centímetros de largo son suaves y flexibles, pero proporcionan un golpe
satisfactorio. Lo deslizo por su vientre y sus pechos, dejando que la sensación
y anticipación de lo que está por venir la invadan. Es hora de pasar a la
siguiente fase.
Tomo aire y comienzo mi primera sesión de azotes a una persona en una
década.
Aprovechando mi habilidad y mi memoria muscular, muevo el flogger en
forma de ocho, trabajando únicamente desde la muñeca y manteniendo la
distancia para que las caídas rocen ligeramente un pecho y luego el otro.
Repito el fluido movimiento una y otra vez, calentando su piel al atraer la
sangre, lo que libera las endorfinas que permiten que el placer y el dolor se
mezclen.
Cambio de zona en su cuerpo, pasando un par de minutos en su estómago
antes de detenerme a peinar su largo cabello de la peluca por delante de sus
hombros para poder calentar la parte superior de su espalda y, finalmente, los
perfectos globos de su trasero.
Una vez que está cómoda, cambio el flogger por el gato de nueve colas. Es
casi igual, pero las nueve colas están trenzadas individualmente y anudadas en
los extremos. Pica bastante más y requiere mucho más cuidado para
manejarlo.
Continúo moviéndome a su alrededor, gradualmente aumento la
intensidad a medida que se acostumbra a la sensación, asegurándome de no
pasar demasiado tiempo en una sola zona. Presto mucha atención a su
respiración y al color de su piel, vigilando que no se ponga roja, señal de que
la he trabajado demasiado.
Está respondiendo maravillosamente. Dejo que sus suaves gemidos y
susurros pidiendo más se hundan en mí como un bálsamo para mi alma herida.
Fiona es más perfecta así de lo que jamás imaginé, y cada vez resulta más
difícil no querer esforzarme para ver hasta dónde puedo hacerla volar de
verdad.
Deseoso de llevarla al siguiente nivel para ver cómo se deshace por mí, le
indico a Dimitri que quiero la cola de dragón. Hay diferentes variaciones, pero
ésta es una tira de cuero suave de diez centímetros de ancho que se estrecha
hasta una punta al final del metro de longitud. Es un látigo único que no se
conoce comúnmente, lo que lo convierte en una novedad. Sin embargo, no es
difícil usar con un poco de práctica. Es un movimiento similar que sacudir una
toalla.
La puntiaguda punta de la cola recorre el cuerpo de Fiona y, con cada
lamento de placer-dolor, su excitación aumenta hasta que jadea de deseo y
gime de necesidad. Todo su cuerpo empieza a temblar mientras la acerco al
borde del climax.
De repente, la chirriante voz de Leone penetra en nuestra burbuja.
—Ciertamente espero que no esté planeando terminar la escena sin
mostrarnos su habilidad con el látigo, señor Ricci. Su trabajo con la cola de
dragón es impresionante, pero no es tan raro como llegar a presenciar a un
verdadero maestro con una sola cola.
Podría matar al bastardo por interrumpir el espacio mental de Fiona, por
no hablar del mío. Sé que sabe que no debe interrumpir una escena; él está
moviendo su pene, recordándome que tiene el control de nuestra situación.
Doy un vistazo atrás y prácticamente puedo ver sus ruedas girando.
Tendría que haber dejado que contratara a Fiona y luego solucionar el
problema con Alma, aunque fuera atándola y amordazándola a ella y a su
mascota antes de meterlos en un armario.
Pero mi incapacidad para mantener la calma obligó a Dimitri a actuar tan
fuera de lugar que ahora parece que Stanley no puede quitarse de encima la
sensación de que algo no va bien. Si no puedo demostrarle que tengo tanta
experiencia como afirmé, es muy probable que tiré de ese hilo de duda hasta
desenmarañar toda nuestra historia.
Dimitri debe darse cuenta de lo mismo, porque ya ha recuperado para mí
un látigo de diez centímetros y ha apretado el mango en mi mano.
—¿De verdad puedes hacer esto?
Me encuentro con su mirada azul pálido. Realmente se preocupa por
Fiona, y mi respeto por el señor de los vampiros crece exponencialmente.
—Sí —exclamo—. Yo puedo.
—Entonces dale lo que quiere para que puedas llevarla a una habitación
privada. Él no podrá negar tu deber de administrar cuidados posteriores.
Sin soltar el mango, dejo que el resto del látigo caiga al suelo y flexiono la
mano, concentrándome en la sensación del cuero trenzado presionando mi
palma. Tengo un montón de látigos en casa, varias versiones de los distintos
tipos utilizados en el BDSM, con diferentes longitudes, pesos y materiales.
Por suerte, tengo uno similar a éste y soy muy hábil con él, así que habrá
menos margen de error.
Por primera vez, me alegro de haberme obligado a practicar regularmente
a lo largo de los años como una versión retorcida del castigo autoimpuesto y la
terapia de exposición. Por eso, confío en mi habilidad. Debería estar bien
siempre y cuando no deje que mi cabeza me juegue una mala pasada.
No, a la mierda eso. No hay ningún debería al respecto. Preferiría
arrancarme la piel de mi propio cuerpo que arriesgarme a dañar a Fiona. Así
que estaré bien. Estaré presente en el momento, me centraré en mi sumisa y
cuidaré de ella, primero con el látigo y luego con las manos.
Porque Romanov tiene razón. Cuanto antes le dé a Leone lo que quiere,
antes saldremos de su microscopio. Es hora de dejar de huir de mí pasado... y
rezar a Rhiannon para que no me alcance hasta que esté lo suficientemente
lejos como para que Fiona no quede atrapada en la explosión.
CAPÍTULO 18
Fiona
No estoy segura de cuánto tiempo ha pasado desde que nuestra escena fue
detenida por ese imbécil de Leone, pero incluso un segundo es demasiado.
Tiene suerte de que flote en el subespacio lo suficiente como para no querer
asesinarlo allí mismo. Aunque no puedo prometer lo mismo sobre Tiernan. No
estoy tan lejos como para no ver la tensión en sus hombros y cómo trabajan
los músculos de su mandíbula mientras se acerca a mí.
Se cuelga el látigo al cuello y me acaricia la cadera con una mano
mientras acaricia mi cara con la otra.
—¿Cómo estás, Little Red? ¿Te encuentras bien?
—Sí, Maestro, me siento muy bien. —Bajando la voz a un susurro,
pregunto—, ¿Y tú? Algo va mal, puedo darme cuenta.
Su nuez de Adán se balancea en su garganta, pero es la única indicación
de que le cuesta responder mientras deja que sus manos recorran mi carne
caliente.
—No pasa nada. Siento que nos hayan interrumpido, pero voy a ocuparme
de ti. Te llevaré de vuelta a donde te tenía, y luego te empujaré más hasta que
vueles para mí. —Dos dedos aprisionan mi pezón y tiran de él. Jadeo por el
agudo pellizco y gimo cuando el dolor se extiende hasta mi adolorido
clítoris—. Así me gusta. Concéntrate en mí y no te muevas. ¿Crees que puedes
hacer eso por mí?
—Sí, Maestro.
—Dime tu palabra de seguridad.
—Rojo, Maestro.
Sus manos se mueven por mi espalda y bajan hasta agarrarme las nalgas
mientras habla bajo junto a mi oído.
—Ahora júrame que la usarás si llegas al amarillo. Júralo, Fiona.
El hecho de que me llame por mi nombre me desconcierta un segundo, así
que no respondo inmediatamente. Me da un rápido golpe en el trasero para
llamar mi atención.
—Lo haré. —Se aleja para mirarme brevemente a los ojos, y puedo ver un
atisbo de duda nadando en las piscinas doradas de su fachada—. Lo juro —
susurro.
Satisfecho, asiente una vez y se aleja de mí, moviendo el látigo en arco
delante de él para hacer retroceder a la multitud lo suficiente como para
dejarle el espacio que necesita.
Empieza usando una técnica de calentamiento que ya he visto antes,
utilizando un movimiento lateral del brazo para enrollar el extremo del látigo
alrededor de mis muslos, cadera y parte superior de la espalda. Muriéndome
de ganas por saber cuándo va a pasar a la técnica más seria y directa. Se ha
movido detrás de mí, así que no puedo verlo, pero hay una pausa en su ritmo.
Un momento después, siento su mano rozar por mi espalda, pasando por mis
mejillas y subiendo por mis caderas.
Después aparece en mi campo de visión. Sus ojos se clavan en los míos y
me sostiene la mirada mientras su mano sigue vagando.
—¿Cuál es tu color?
—Verde, Maestro —susurro. Unos dedos rozan mi clítoris a través del
material empapado que cubre mi adolorido sexo, haciéndome gemir y
presionar hacia delante para que me toque.
—Buena chica. Ya casi llegamos, Little Red. Deja que mi látigo te guíe
hasta ese lugar donde vuelas a mí —declara, retirando la mano. Una vez más
desaparece de mi vista, y lo único que puedo hacer es esperar...
¡Crack!
Todo mi cuerpo se estremece al sentir el pinchazo del popper en el centro
de mi mejilla derecha. Es seguido de cerca por un chasquido similar en el lado
izquierdo, y luego continúa con patrones erráticos de ubicación y ritmo, de
modo que no puedo anticipar cuándo sentiré el siguiente golpe ni dónde.
La sensación de la única cola mordiéndome mi carne mientras Tiernan lo
maneja con pericia es estimulante. Entregarme a su voluntad, a su látigo, se
está convirtiendo rápidamente en una droga que sé que desearé mucho
después del último latigazo. Estoy en un estado de éxtasis mientras el dolor y
el placer se funden, y mi orgasmo se precipita hacia mí como un tren de carga
fuera de control, con mi centro cada vez más húmedo a cada golpe que
administra.
En algún momento mis ojos se cierran, así que no me doy cuenta de que se
ha movido hasta que escucho el chasquido del látigo delante de mí una
fracción de segundos antes de sentir una llama lamiéndome el clítoris que
detona mi clímax. Lanzo la cabeza hacia atrás y grito mientras el orgasmo me
recorre de arriba abajo, con los miembros temblando y viniéndome más fuerte
de lo que jamás hubiera creído posible.
Mis ojos son demasiado pesados para abrirlos, pero sé en qué momento
está cerca. El calor de su cuerpo se derrite sobre mi piel expuesta y su aroma
impregna el aire que me rodea. Entonces otro hombre corpulento y
descamisado se agolpa a mi espalda y me rodea la cintura con los brazos,
levantándome ligeramente para aliviar la tensión de mis ataduras.
—Lo hiciste muy bien, chestnyy. —Ah, Dimitri. Debería haber sabido que
sería el único aquí al que Tiernan le permitiría tocarme—. Relájate y tu
Maestro cuidará de ti.
Consigo gruñir en señal de agradecimiento cuando Tiernan se acerca para
desabrocharme la hebilla del brazalete izquierdo. Cuando libera mi muñeca,
baja lentamente mi brazo y me da un rápido masaje en el hombro antes de
repetir el proceso con el brazo derecho.
Tiernan me levanta en brazos y acuna contra su pecho.
—Aguanta, cariño, voy a llevarnos a un sitio privado para cuidarte.
Me las arreglo para abrir los ojos, la urgencia de antes volviendo a la
superficie.
—Las chicas —susurro.
Tiernan mira a Dimitri, que asiente.
—Durante tu escena, envié a alguien a reservarte una habitación. Por esas
puertas dobles, al final del pasillo, tercera habitación a la derecha. Tú ocúpate
de ella y yo buscaré a Adam, a ver si sabe algo. Cuando estés listo, ven a
buscarme a la zona principal.
—Gracias, hombre. Nos vemos pronto —agradece Tiernan, y luego sigue
las instrucciones de Dimitri. En cuanto cierra y asegura la puerta tras nosotros,
Tiernan me lleva a la cama grande, colocándome en el centro. Intento
meterme bajo las sábanas, pero me detiene—. Aún no, cariño, primero tengo
que revisarte para asegurarme que estás bien.
Intento apartar sus manos.
—Estoy bien, Tiernan. Solo quiero ponerme cómoda y acurrucarme
mientras bajo. Ven y acurrúcate conmigo.
Sus manos recorren los lugares de mi cuerpo donde trabajo los diferentes
látigos sobre mi piel. Pero su tacto no es seductor ni siquiera afectuoso, es
clínico, metódico, y el surco de su ceño es intenso.
—Tiernan, ¿qué pasa?
—Date la vuelta para que pueda revisarte la espalda —ordena, tratando de
empujarme sobre mi costado.
Me resisto.
—Tiernan...
—Fiona, ¡deja de pelear conmigo con esto!
Los dos nos quedamos paralizados, mis ojos se abren de par en par al
asimilar su estado maníaco y darme cuenta de que algo va definitivamente
mal. El arrepentimiento invade sus facciones y baja la cabeza para agarrarse el
cabello en puños.
—Mierda, lo siento. Nunca debí aceptar esa escena. Sabía que no debía
abrir la jaula, pero no pude resistirme, ¿verdad? Como un maldito adicto
arruinando diez años de sobriedad en el momento en que alguien me ofrece un
golpe.
Estoy totalmente aturdida, pero cuando se da la vuelta para levantarse de
la cama, me pongo de rodillas y lo detengo.
—Whoa, espera. Tiernan, háblame. ¿Qué está pasando? ¿de qué estás
hablando?
Agarro su cara con ambas manos y lo obligo a mirarme, agradeciendo que
ya no lleve su disfraz para poder verlo de verdad. El dolor se refleja en sus
ojos dorados y parte mi corazón en dos. Creo que está experimentando la
caída del Dominador, una caída emocional extrema, similar a la que pueden
sufrir las sumisas tras una escena difícil o muy intensa, así que sea lo que sea
lo que vi que lo molestaba justo antes de que cambiara al látigo, su cerebro lo
está amplificando por mil ahora mismo.
—¿Por qué no vienes a meterte debajo de las sábanas conmigo y nos
damos los cuidados posteriores mientras hablamos? ¿por favor? —Cuando
sospecho que está a punto de rechazarme, retiro un mechón de cabello de su
frente y recorro por su cuero cabelludo mis uñas.
Cierra los ojos brevemente, luego asiente y me ayuda a acomodarnos bajo
las cálidas sabanas. Apoyo mi cabeza en su pecho y me dejó envolver en la
comodidad de sus brazos. Casi desearía no estar flotando desde el subespacio
para poder apreciar plenamente el peso de este momento con el que llevo
meses soñando: estar en una cama y acurrucada con Tiernan después de hacer
una escena juntos. Probablemente debería pellizcarme, pero si esto es solo un
sueño, entonces prefiero no despertar.
—Dime por qué te preocupa tanto haberme hecho daño, Tiernan. No he
escapado, así que deberías saber que estoy bien —comienzo, dibujando
distraídamente círculos en la ligera capa de vello de sus pectorales.
—Porque la última vez que hice una escena con látigo, la sumisa no usó
su palabra de seguridad... —Traga saliva—. Terminé lastimándola.
—¿Qué pasó?
—Julie. Dijo que tenía mucha experiencia como ‘pasiva con látigo’. Con
mi nivel de habilidad, no quería tomarme el tiempo necesario para entrenar a
alguien, así que tenía por norma no jugar nunca con primerizas. Hablamos de
los límites antes de la escena; dijo que no tenía ninguno y que tenía un alto
umbral de dolor.
No lo interrumpo, pero ahora sé por qué parecía agitado antes. Nosotros
tuvimos una conversación casi idéntica. Sería imposible que eso no
desencadenara el pasado.
—La sujeté de espaldas a mí en una cruz de San Andrés. Empecé despacio
y con calma y fui subiendo desde ahí, como siempre. Durante una hora, la
revisé varias veces. Diciéndome que estaba bien, y teniendo el cuidado de no
trabajar demasiado ninguna zona. Iba muy bien. Yo estaba ahí y ella lo estaba
manejando de maravilla. Después de otra revisión verde, centré mis esfuerzos
en sus mejillas y llevé las cosas al siguiente nivel: romper su piel. Recibió tres
golpes antes de finalmente gritar de dolor. Ni siquiera entonces utilizó la
palabra de seguridad. Pero nunca olvidaré el sonido de su angustia en ese
grito.
» Me apresuré a liberarla de la Cruz y, cuando la bajé suavemente a la
cama, se acurrucó en posición fetal sobre un costado. No me miraba y se
estremecía cada vez que la tocaba. Tuve que traer a otro Dom para que la
atendiera. Sintiéndome como un puto monstruo. Mi trabajo era cuidar de ella y
no solo fracasé, sino que fui yo quien le hizo daño.
—Pero no lo hiciste intencionadamente, Tiernan, y ella seguía dándote luz
verde: literalmente. Así que no entiendo, ¿cómo llegó a ese punto?
—Meses después de lo ocurrido, Julie vino a verme. Se disculpó y dijo
que no era culpa mía. Que tenía tantas ganas de jugar conmigo que mintió
sobre su experiencia y sus límites. Admitió que las cosas dejaron de ser
divertidas para ella cuando pasé a la cola de dragón, pero siguió dándome luz
verde por orgullo, e incluso después de que pasara al látigo.
—Oh, Dios mío —susurro, dolida por este hombre que vivía con la idea
de que había causado imprudentemente daño a otro—. ¿Ayudó que te
absolviera y disculpara?
—En apariencia, sí. Pero ya había pasado meses torturándome por ello y
jurando alejarme por completo del BDSM, así que el daño ya estaba hecho en
ese sentido.
—Por eso nunca quisiste hacer nada más conmigo —cuestioné.
—No se trataba de no querer. Joder, Fi, no había nada que quisiera más
que tenerte así. Se trataba de no confiar en mí mismo. Y un Dom que no
confía en sí mismo es un peligro para cualquier sumisa con la que juega. No
podía correr ese riesgo contigo.
—Pero ahora lo has hecho —indico mirándolo—. Y sabes que puedo
aguantar lo que me des y aun así desear más. No tengo palabras para describir
lo increíble que me sentí, Tiernan. Nunca estuve ni siquiera cerca del amarillo,
lo juro por Rhiannon. Si alguna vez me das la oportunidad de volver a pasar
bajo tu látigo, lo haría sin pensarlo.
—Fi...
Susurra mi nombre como si fuera una súplica o quizá una plegaria por
algo que ninguno de los dos quiere examinar. Sabemos que está ahí, sofocado
por pesadas capas de deber y tradición y revelaciones recientes. Pero
desenterrarlo solo nos permitiría contemplar lo que no podemos tener, lo que
solo nos traería duras realidades y dolor.
—Antes de continuar, escucha esto. Nunca he pensado menos de ti, Fiona
—declara seriamente—. No antes, cuando creía que eras un fae con sangre
mediana, y no ahora que sé que eres humana.
Creo que no me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba escuchar a
Tiernan decir eso. Las emociones obstruyen mi garganta y nublan mi vista,
pero lo contengo todo mientras él continúa.
—Entiendo que las cosas pueden ser diferentes para nosotros fuera de
estas paredes. Pero ahora, aquí dentro, eres mía. Dilo.
Ojalá hubiera un mundo en el que no necesitáramos calificativos. Pero soy
lo suficientemente codiciosa que voy a tomar cualquier fragmento de tiempo
que Rhiannon nos conceda.
—Aquí, soy tuya.
—Mía —gruñe antes de reclamar mi boca.
Sus manos vagan, encendiendo un fuego donde sea que toquen mientras
profundiza el beso abrasador. Deslizándose entre nosotros para acariciarme el
centro, sus dedos encuentran mi punto más sensible y hacen estremecerme de
placer.
Haciéndome rodar sobre mi espalda, me sigue y presiona contra el
colchón con el seductor peso de su musculoso cuerpo. Jadeo cuando empieza
a explorar mi cuerpo, sus manos y su boca dejan un rastro de fuego
dondequiera que tocan. Acariciando mis pezones hasta convertirlos en duros
capullos antes de bajar, besar y lamer hasta llegar a mi palpitante clítoris. Lo
roza con su lengua, haciéndome gemir y retorcerme.
Cuando estoy al borde del orgasmo, se detiene y se mueve hacia arriba
para deslizarse dentro de mí de un solo y profundo empujón. Grito de placer,
la sensación de él estirándome hasta el límite de mi capacidad es
deliciosamente abrumadora.
Como siempre, la desesperación de la necesidad del uno por el otro se
apodera de nosotros. No se detiene ni interrumpe el ritmo mientras empuja sus
caderas una y otra vez, empalándome en la longitud de su pene con un fervor
desenfrenado.
—Dioses, sí —gimo—. Más fuerte. Fóllame más fuerte.
Gruñendo, sujeta mis muñecas por encima de mi cabeza con una mano y
me rodea la parte delantera de la garganta con la otra, apretando los lados
justo para hacerme sentir su posesión.
—¿A quién jodidamente perteneces, Fiona? ¿quién manda en este
cuerpecito apretado y hace que tu sexo gotee de deseo?
Miro fijamente sus brillantes ojos ámbar y, a pesar de tener el poder de
mentir, digo la verdad.
—A usted, Su Majestad. Solo ha sido usted.
—Tienes toda la maldita razón. Ahora vente en la puta polla de tu rey
como una buena chica.
Se me escapan gemidos mientras la tensión de mi vientre se retuerce y
retuerce, mis pezones sensibles rozando su pecho con cada embestida,
provocando escalofríos de placer que me recorren. La mano en mi garganta se
desliza entre nosotros, la áspera y rugosa yema de su pulgar rozando mi
clítoris hinchado, y me envía como un cohete con él inmediatamente después.
Aguantamos juntos las réplicas, sus caricias lentas y perezosas mientras
recuperamos el aliento y nos miramos fijamente a los ojos. Ninguno de los dos
quiere que este momento termine, pero no es nuestro.
Tiernan se acuesta y estrecha contra su pecho, curvándose posesivamente
a mi alrededor como un niño con su juguete nuevo.
—Eres mía —vuelve a susurrar, pero esta vez sin calificativos.
En la seguridad de la oscuridad, mi tonto corazón responde.
—Y tú eres mío. —Pero no creo que me escuche porque su respiración ya
es profunda y constante.
El agotamiento por la descarga de adrenalina y el sexo riguroso deben
haberle quitado hasta la última gota de energía. Me pregunto si Dimitri ha
tenido suerte buscando información sobre las chicas. Nos dijo que nos
reuniéramos con él en la sala principal, pero odio molestar a Tiernan si aún no
hay nada que hacer. Muerdo mi labio inferior mientras pienso en mis opciones
y luego tomo una decisión.
Sé que Tiernan no quería quedarse dormido, y probablemente me lea la
cartilla más tarde, pero no necesito despertarlo solo para ver cómo está
Dimitri. Si alguien pregunta, le diré que mi maestro me ha enviado a recoger a
su amigo para una pequeña sesión de menage-a-trois. Esperemos que haya
avanzado en la localización, entonces podremos recoger a Tiernan o hacer un
reconocimiento nosotros mismos primero, y luego ir por Tier para el rescate.
Sí, es un plan sólido.
Moviéndome despacio, salgo con cuidado del agarre de Tiernan y hago
uso de la ropa de repuesto que he visto en las estanterías cercanas a la puerta.
Aunque merchandising sería una palabra más precisa. Hay montones de
camisetas, sudaderas, sudaderas con capucha y mucho más en varias tallas,
todas en color negro con el logotipo rojo y el nombre del club.
Teniendo en cuenta que es más probable que a una sumisa le digan que se
pasee desnudo, elijo unos pantalones cortos de chico y una camiseta de
tirantes. En todo caso, diré que se ha vuelto territorial después de la escena
pública. Doy un último vistazo al gigante dormido, salgo de la habitación y
cierro la puerta en silencio. Camino a la izquierda, hacia la zona de juegos
principal, cuando escucho a lo lejos un sonido procedente de la otra dirección
que me detiene en seco. Contengo la respiración y espero a ver si puedo
escucharlo de nuevo... pero no hay...
¡Allí! Doy la vuelta y miro fijamente la puerta al final del largo pasillo. El
sonido de una voz femenina que grita pidiendo ayuda.
Esta vez no pienso. Solo corro.
CAPÍTULO 19
Tiernan
Me despierto con una sacudida, como si mi propio cerebro me diera una
patada en la cabeza intentando alertarme que algo no va bien. Y tenía razón.
Mi lado de la cama está vacío, al igual que la habitación a la que llevé a Fiona
después de nuestra escena.
Joder, no puedo creer que me quedara dormido. La caída de mente
combinado con el orgasmo aturdidor que tuve dentro de Fiona me noqueó
como el puñetazo de un boxeador de peso pesado. Un rápido vistazo a mi reloj
dice que no he estado inconsciente más de cinco minutos, gracias a Dios. Pero
eso no me consuela mucho, teniendo en cuenta que Fiona se ha ido.
Ni siquiera tengo que adivinar por qué. Está buscando a esas chicas,
exactamente como se suponía que yo debía estar haciendo antes de que mi
trauma del pasado se colara sigilosamente y pateara mi culo. Y tan pronto
como encuentre a Fi, voy a azotarla por no despertarme y salir corriendo como
un puto agente corrupto.
Solo tardo unos segundos en ponerme los pantalones y las botas, vuelvo a
vestirme como Dante Ricci y salgo de la habitación. A la izquierda está la
zona principal del club, así que voy a la derecha.
—Verran.
Miro y veo a Dimitri caminando hacia mí, así que retrocedo y me reúno
con él a mitad del camino.
—Fiona se fue por su cuenta.
—Sé dónde está —advierte—. Vamos.
Gira sobre sus talones, llevándome dirección contraria a paso ligero.
Siento náuseas en el estómago, pero no me arriesgo a decir nada mientras nos
abrimos paso entre los miembros que socializan o representan escenas en la
zona de juegos. Cuando llegamos a los vestuarios de los Incubo, empuja la
puerta y lo sigo.
—¿Está aquí? ¿Dónde?
Se vuelve hacia mí, con expresión solemne.
—No, no está aquí. Ella fue tomada.
—¿Qué carajo quieres decir con tomada? ¿Tomada dónde?
—Eso aún no lo sé. He buscado a Adam, pero no está aquí. De hecho, no
reconozco a ninguno de los guardias de seguridad. Pero los escuche hablar por
sus radios. La tomaron justo cuando encontró a las hembras. Tan pronto como
me enteré, pedí refuerzos y luego vine a buscarte.
—Perfecto, vamos. —Giro para volver al club, pero Dimitri me detiene
con una mano en el hombro.
—No, no podemos entrar ahí sin antes diseñar un plan y una estrategia de
salida. Nos iremos ahora y volveremos cuando lo tengamos listo.
—No me iré de aquí sin ella, Romanov, así que puedes irte a la mierda si
quieres. Tendrás que matarme o noquearme. Ambos sabemos que no me
matarás, y en una pelea cara a cara, no eres lo suficientemente fuerte para
noquearme.
—Lo sé —declara un poco demasiado a la ligera—. Por eso pedí
refuerzos.
Antes de que pueda preguntarle de qué demonios está hablando, mi
hermanito sale de detrás de una fila de casilleros.
—Lo siento, T.
Entonces el imbécil me da un puñetazo y el mundo se oscurece.
***
Por segunda vez esta noche, despierto en una cama que no es la mía. Al
menos eso es lo que supuse hasta que me doy cuenta de que la cama en la que
estoy es mía; solo que no es en la que he estado durmiendo los últimos tres
meses. Es la de mi penthouse, donde vivía antes de mudarme a la mansión. Lo
conservé con la esperanza equivocada de que regresaría.
¿Cómo mierda llegué aquí? Estaba en Devil’s Dungeon con Fiona... Oh
dioses. Todo vuelve a toda prisa. La escena intensa, el sexo increíble,
quedarme dormido con ella en mis brazos. Despertar con ella desaparecida y
capturada por la NPO. Y antes de que pudiera destrozar el lugar para
encontrarla, Dimitri y Finnian conspiraron contra mí, y a partir de ahí se
apagaron las luces.
Rujo cuando el miedo y la rabia estallan en mi interior, impulsando la
parte superior de mi cuerpo hacia... ¿Qué mierda? Antes de levantar un pie del
colchón, me tiran hacía abajo cadenas y las gruesas correas de cuero que
sujetan mis muñecas encadenándome a los puntos duros sobre mi cabecera.
—¡Finnian!
Caiden entra en el dormitorio con su habitual aire imperturbable.
—Me alegra ver que por fin estás despierto, hermano.
Me quedo con la boca abierta. Lo dice como si yo hubiera decidido venir
aquí y tomar una maldita siesta.
—¡Podrías haberme despertado en cualquier momento, imbécil!
¡Desencadéname, joder!
—Todavía no. En el estado que estás, terminarás saliendo por las ramas y
nosotros no podemos permitir eso.
—¿Quiénes nosotros? ¿están aquí también esos traidores Romanov y
nuestro hermanito?
Entran en la habitación y flanquean a Caiden, uno con aspecto
decididamente arrepentido y el otro con su habitual RBF (Resting Bastard
Face10).

10
Cara de bastardo descansado.
—Bueno, si no es el mismo Diablo y Judas Iscariote. ¿Estoy en lo cierto?
Hace tiempo que no leo los cuentos cristianos.
Finn cruza los brazos sobre su pecho y frunce el ceño.
—Solo por eso ya no lo lamento.
—Lo harás cuando te devuelva el favor.
Caiden interrumpe antes de que entremos en una de nuestras habituales
guerras de bromas.
—Déjate de dramas, Tiernan. Hemos estado trabajando en un plan para
recuperar a Fiona y a las otras hembras. Si prometes portarte bien, te
dejaremos salir y formar parte del equipo. Pero si planeas salir de esta casa
como un ejército de un solo hombre en el momento en que te liberemos,
entonces puedes enfriar tus talones en esa cama.
Giro la cabeza para apartar la mirada de los hombres que tengo delante,
para que no me vean tragar con dificultad por el puño que me cierra las vías
respiratorias. Caiden se acerca a la puerta abierta.
—Dennos un momento, por favor, caballeros.
Escucho el snick de la puerta al cerrarse, entonces Caiden se acerca y
empieza a desabrocharme el brazalete de la muñeca derecha. No digo nada ni
me muevo mientras da la vuelta, por miedo a que cambie de opinión. En
cuanto tengo la pierna izquierda libre, balanceo los pies sobre el borde de la
cama y me encorvo para empuñarme el cabello con los codos apoyados en las
rodillas.
Concentrándome en respirar lenta y profundamente por mantener la
calma, pregunto,
—¿Cómo sabías que no huiría?
Caiden se sienta en la cama a mi lado, sus manos entrelazadas descansan
en sus muslos.
—Porque por mucho que quieras asaltar el castillo, sabes que la decisión
correcta es quedarte y planear. Puede que seas un rebelde en muchos sentidos,
Tiernan, pero en los momentos que importan, haces lo que hay que hacer por
el bien de los que te importan.
No sé qué responder, así que no lo hago. La culpa me atormenta, nublando
mi juicio y creando un agujero húmedo para que supuren viejas heridas. No
puedo evitar culparme por lo que le pasó a Fiona. Dejé que la mierda de mi
pasado interfiriera con su protección en el presente. Y si algo le pasa, si resulta
herida de algún modo, será más de lo que pueda soportar.
Después de lo que compartimos en el club, mis sentimientos por ella se
desbordaron. La estreché entre mis brazos y le dije que era mía, y lo dije en
serio. Por todos los años que ella tenga en esta tierra, quiero que los pasemos
juntos.
Excepto que ahora puede que ni siquiera tenga días, mucho menos años,
gracias a ti.
—Caiden... —Es un pobre intento de pedir ayuda, pero es todo lo que
consigo sacar.
Mi hermano mayor pone una mano en mi hombro y lo aprieta.
—La recuperaremos, cueste lo que cueste. Te lo juro. —Como si me
hubiera infundido su propia fuerza, por fin soy capaz de serenarme y
levantarme. Él se levanta conmigo—. Vamos a ver si el contacto de Romanov
ha vuelto a llamar.
Nos reunimos con los otros dos en el salón y acepto la rama de olivo de
una copa de Devil's Keep de Finnian. Dedicándome una sonrisa irónica.
—Tienes un golpe gratis para compensarlo.
—Dime que tenemos un plan en marcha y haré borrón y cuenta nueva.
Encontrar a Fiona es lo único que me importa.
Asiente.
—Estamos trabajando en ello.
Suena un celular en la mesita y Dimitri pulsa el botón para conectar la
llamada.
—Adam, ¿qué has averiguado?
Debe de ser el guardia de seguridad con el que Dimitri tuvo alguna que
otra dinámica D/s11 en Devil's Dungeon. La voz del hombre llega a través del
altavoz del teléfono.
—Creo que tenías razón, había un grupo de mujeres aquí. Encontré
algunas evidencias de brillantina y un tacón roto de doce centímetros en un
viejo almacén que no debería haber tenido nada adentro. No sé cuánto tiempo
estuvieron allí, pero ahora no hay rastro de ellas en ninguna parte del edificio.
Caiden se frota la barbilla con dos dedos.
—Sabían que Fiona buscaba a las chicas, así que naturalmente supondrían
que quienquiera que sea el afiliado de Fiona también las busca a ellas y ahora
a ella. Lo más lógico sería trasladarlas a un nuevo lugar. ¿Tienes alguna idea
de dónde podría ser, Adam?
—Se me ocurren dos lugares de su propiedad que podrían funcionar. Hay
un almacén en West Vegas que se utilizó para guardar todo el mobiliario y el
equipo del Dungeon mientras estaba en construcción. Que yo sepa, ha estado
vacío desde la reapertura del club. También hay un viejo hotel en la ruta 582
hacia Boulder City que está renovando con planes de convertirlo en un casino
y sacarle provecho.
Caiden asiente a Dimitri y saca su teléfono, dándose la vuelta para hacer
su propia llamada. Antes de que Dmitri pueda terminar la llamada, interrumpo
—Adam, ¿por qué no trabajaste anoche en tu turno normal?
—El señor Leone despidió a todos los porteros y nos sustituyó por tipos
de una empresa privada para trabajos de seguridad. —Dimitri y yo
compartimos una mirada, recordando lo antinaturalmente fuertes que eran los
guardias—. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted, Maestro D?
Dmitri responde en un tono casi suave.
—Te llamaré si necesito algo. Gracias, Adam. El Maestro está

11
Dominador/sumiso.
complacido.
—Es un placer, Maestro.
Levanto una ceja hacía él. Se recuesta en el sillón de cuero y él arquea
una.
—¿Qué? Me gustan los chicos buenos con ganas de servir.
Finnian levanta las manos.
—No te juzgo, hombre. Me pregunto, sin embargo, si planeas ponerle un
collar a eso.
Deja escapar un siseo desdeñoso.
—Por supuesto que no. Está casado con su Top, y no tengo ningún interés
en ponerle el collar a un sumiso. Cuando eres inmortal es mejor no crear
ataduras. Solo he tenido una compañera constante.
El ruso se pone serio, y sé que es porque está pensando en su hermana,
desaparecida desde hace casi un año. Lo siento por Dimitri. Para mí solo han
pasado horas, y prácticamente estoy subiéndome a las paredes con la
desaparición de Fiona. Cuando todo esto termine y hayamos desmantelado el
NPO para bien, haré lo que pueda (probono que no tenga que ver con que
apueste a su favor) para ayudar a Finn a encontrar a la hermana de Dimitri.
Caiden termina su llamada y se dirige a nosotros.
—Le di a Conall las ubicaciones que Adam mencionó. Él y Connor van a
investigar en forma de lobo. Si Fiona y las otras hembras están en cualquiera
de esos dos edificios, lo sabrán. Si tenemos suerte con una de ellas, reunirán
toda la información que puedan: puntos de entrada, guardias, cámaras de
seguridad, disposición del terreno, etcétera.
Exhalo un suspiro, odiando tener que seguir esperando, pero sabiendo que
es la decisión correcta.
—¿Qué hacemos mientras tanto? No puedo quedarme aquí sentado.
—Regresaremos a Midnight Manor —indica Caiden—. Los chicos
avisaran a Seamus tan pronto como tengan alguna información. Entonces
podremos tomar las cosas desde allí. —Debe ver la preocupación tallada en mi
cara—. Los chicos no tardarán mucho, se están separando para ahorrar tiempo,
cada uno tomando una de las ubicaciones. Pronto haremos nuestro próximo
movimiento, Tier.
—Sí, de acuerdo. Vamos, —acepto.
Los cuatro nos ponemos en pie.
—Había una cosa más. Conall dijo que Dolan está en la mansión por
asuntos oficiales del Consejo Oscuro. Está adelantando tu coronación de la
fecha original a mucho antes.
Mis uñas se afilan con la punta de la ira que me invade, las puntas
amenazan con romper la piel de mis palmas mientras mis manos se cierran en
puños.
—¿Cuánto antes?
Caiden me inmoviliza con una mirada siniestra.
—Con efecto inmediato.
CAPÍTULO 20
Fiona
Normalmente me gusta estar atada a sillas y otros muebles, excepto
cuando la razón por la que estoy atada es porque está interrogándome un
hombre grande con una malvada combinación de revés y bofetada.
—Solo dime lo que quiero saber, y todo esto se acaba.
Miro al hombre con los ojos encapuchados, el desgaste físico de mi
cuerpo me deja más exhausta que nunca. Pero no hablaré. No porque haya
sido entrenada contra los interrogatorios como si fuera un militar, sino porque
decirles algo solo causará más muertes y pondrá en peligro a las personas que
quiero. Pondrá a Tiernan en peligro.
—Quiero hablar con el gerente. El alojamiento y la hospitalidad de este
hotel no están a mi altura.
Las siete hembras que están detrás de mí susurran entre ellas desde donde
se encuentran acurrucadas en un rincón. Ninguna ha sido golpeada, gracias a
Rhiannon, pero tampoco las han tratado bien.
Cuando las encontré en el club, me sorprendió lo demacradas que se
veían. Lo poco que llevaban puesto de su último turno en Deviant Desires
estaba sucio y roto en algunas partes. A una de las chicas se le rompió el tacón
del zapato de plataforma y se torció el tobillo. Ahora está hinchado y
magullado. Normalmente se habría curado en una hora. Pero debido a las
esposas de hierro en sus muñecas, las chicas están débiles y enfermas.
Charlie, así es como escuche que uno de los otros lo llamaba, utiliza esta
vez el dorso de su mano para castigar mi insolencia. Mi cabeza da un latigazo
hacia un lado y el dolor se apodera de mi labio, que se abre y salpica sangre
por mi boca. Jodido infierno, ¿cómo puede Finn hacer esto para divertirse?
—Ow. —Pruebo mi labio hinchado con la punta de la lengua y hago una
mueca de dolor—. Eso ira a mi reseña de Yelp.
Al principio, no era tan atrevida y osada. Pero aprendí que no importaba si
era educada, callada o suplicaba, Charlie seguía pegándome. Así que, al cabo
de un tiempo, metí todo mi miedo y dolor en una cajita y lo guardé bajo llave.
Lo único que me quedaba era el lado sarcástico de Fiona, que mi homólogo
aquí no aprecia.
—¿Con quién estabas trabajando? ¿quién más sabe de las chicas?
—Mira, Charles, ¿puedo llamarte Charles?, ya te lo he dicho antes, no sé
de qué estás hablando. Era mi primera noche en Dungeon y estaba buscando el
baño.
Charlie se agacha, mirándome a la cara.
—Escucha, zorrita, mis órdenes son hacerte trabajar sin ensuciar
demasiado esa cara tan bonita. Pero hay más de una manera de despellejar a
un gato, y estaría encantado de hacerte trabajar de otra manera. ¿Entiendes lo
que quiero decir?
—Adelante —respondo mientras me río. El delirio comienza a apoderarse
de mí, pero eso probablemente no es algo malo en esta situación—. Por lo que
veo, no creo que sienta nada. Si entiendes lo que quiero decir, Charles.
Eso hace que las chicas se rían en voz baja entre ellas, pero es lo bastante
alto como para que aún resuene en esta sala de almacén vacía. Tengo el ojo
izquierdo casi completamente hinchado, pero veo lo suficiente como para ver
cómo se le pone roja la cara. Le doy una sonrisa torcida y casi puedo ver su ira
creciendo como el vapor en una tetera, la presión creciendo y creciendo hasta
que por fin explota.
Me ruge, a solo escasos centímetros y en una fracción de segundo su
rostro se transforma. Sus cejas se vuelven más prominentes y sus caninos
superiores e inferiores se alargan mientras su cara se transforma y se retuerce
en un gruñido feroz.
Retrocedo todo lo que me permite la silla. Pero para cuando lo hago,
Charlie no tiene nada de extraño. Mi mente se acelera, intentando determinar
si mi estado mental combinado con una visión ligeramente borrosa podría
causar alucinaciones. No me siento lo suficientemente afectada como para eso.
Pero ¿qué demonios sé yo? Este es mi primer, y espero que el último,
interrogatorio.
—¡Charlie! Ya has hecho suficiente.
Stanley Leone entra en la habitación, sus zapatos de vestir resuenan en el
piso de cemento. Dos de sus matones lo acompañan y van directamente por las
chicas. Su terror es palpable por la forma en que se encogen y lloran. Los
matones, unos malditos enfermos, parecen disfrutar del miedo.
—Danos un poco de privacidad —exige Leone, sin apartar los ojos de mí.
Tweedledum y Dumber sacan pistolas de sus hombreras y obligan a las
chicas a avanzar hacia la puerta. Abby, la que he descubierto que ha estado
actuando como la líder matrona de las otras, está ayudando a Wanda a cojear
con el tobillo hinchado, pero reúne el valor suficiente para desafiar a su
torturador.
—¿Qué le vas a hacer a nuestra amiga, hijo de puta?
Leone se ríe, sin apartar sus ojos de los míos.
—Te equivocas. Candy, aquí, es mi amiga, y vamos a tener una pequeña
charla. Como hacen los amigos. ¿No es así, Candy?
Obligo a apartar mi mirada de la mayor amenaza de la habitación para
tranquilizar a Abby.
—Estaré bien. —Mientras el eco de la puerta se cierra de golpe, ruego a
Rhiannon que no haya mentido.
—¿Adónde las llevas? —Exijo con los dientes apretados.
—No te preocupes, no van lejos. Solo quería tener una charla privada jefe-
empleada. —Resoplo, porque a estas alturas ya sabe que no soy una bailarina
exótica de fuera de la ciudad llamada Candy. Luego se dirige a Charlie,
ordenándole—. Vete a hacer algo útil a otra parte.
Charlie me lanza una última mirada sucia. Al pasar junto a Leone, se aleja
de él, pero lo compensa con una mirada mordaz al salir. Charlie parece tener
un verdadero problema con la autoridad.
—Nunca ascenderá en la escala de secuaces con esa actitud.
Mierda, ¿lo he dicho en voz alta? Sí. Super delirante.
—Tendrías razón si hubiera una escalera de secuaces. Por suerte para él,
su familia y yo tenemos un acuerdo mutuamente beneficioso. Así que, aunque
soy yo quien dirige el programa, actualmente no estoy en posición de
castigarlo como castigaría a uno de los míos. Al menos, todavía.
Aprovechando el sarcasmo, le lanzo una mirada divertida.
—Genial. Por fin hemos llegado a la parte del ‘monólogo del villano ’en
nuestro programa.
Su expresión se agria.
—Cuida tu tono. No necesito que Charlie haga el trabajo sucio por mí.
—Solo dime de una vez quién eres y qué quieres. Obviamente sabes sobre
los fae, y asumo que eres el que inició la Nueva Orden de Pureza que está
haciendo todo lo posible por borrar a los fae del planeta.
—No todos los fae. Solo los infernales Oscuros.
—¿Por qué nosotros... quiero decir ellos? No puedes pretender en serio
asesinar a toda una corte de personas inocentes por una pelea inmobiliaria
entre tú y Onyx Inc. para ver quién tiene más piezas en el tablero de ajedrez de
Las Vegas.
Su risa es condescendiente, como si yo no pudiera haber sugerido nada
más ridículo.
—Aunque tengo varios asuntos pendientes con los Verran, no podría
importarme menos esta ciudad. Los únicos bienes inmuebles que me interesan
están al otro lado del velo.
El aspecto de Stanley cambia: el vendedor de coches de mediana edad y
engreído se disipa para revelar a un hombre más joven y en forma, con ojos
verde esmeralda y orejas puntiagudas sobresalen de su cabello rubio hasta los
hombros. Sin embargo, el aspecto zalamero sigue ahí. Hay cosas que los
abdominales no pueden arreglar.
Una sonrisa de suficiencia se extiende por su atractivo rostro, mostrando
unos colmillos letales. Aunque nunca lo he visto en persona, se exactamente
quién está ante mí.
—Edevane —susurro con incredulidad.
—Rey Talek el Tenaz de la Corte Diurna de Farie, a su servicio.
Hace una reverencia superficial como si se presentara en la Corte
Suprema. Como si no fuera más que un miembro de la realeza con modales
impecables y no un sociópata desquiciado que ha destrozado a tanta gente en
mi vida: a Uther y Keira, Jack y Emily, e intentó matar a Bryn varias veces.
El odio brota de mis poros y quema con cada respiración que tomo.
—Tu servicio apesta, imbécil —gruño—. Y lo has pronunciado mal
Tiránico.
—Cuidado ahora, o no te contaré un cuento para dormir... señorita Jewel.
—Mis labios se separan en un jadeo—. Sí, sé quién eres. Una vez que te
atrapamos tratando de ayudar a escapar a nuestra mercancía —haciéndome
tsks como si fuera una niña a la que está castigando—, fue bastante fácil
averiguarlo. Enviar a Charlie fue simplemente un castigo por tu engaño.
Mi mente se acelera tratando de averiguar cómo podría haber escapado de
la detección con el hechizo de rastreo de mi madre por toda la ciudad. ¿Y
cómo es que se está leyendo como humano? Dimitri y Tiernan lo habrían
reconocido como otro en Dungeon...
Entonces me doy cuenta.
—Tienes un conjurador ayudándote.
Sonríe ampliamente, enseñando los colmillos.
—Culpable. No fue fácil encontrar uno, teniendo en cuenta que guardan
sus poderes para sí mismos de forma tan egoísta.
—No es porque sean egoístas —replico—. Es para que los monstruos
como tú no puedan utilizarlos para cometer actos monstruosos. Es para
autopreservación y para proteger a posibles víctimas. Ser conjurador es tanto
una maldición como un don.
—Tú lo sabrías, ¿no? —Ladea la cabeza, su mirada calculadora me eriza
la piel—. Fiona Jewel, la niña humana común y corriente cambiada por una
poderosa fae cambiante. ¿Cómo fue ser criada por una madre con tantos
poderes especiales mientras tú no tenías ninguno? Y para colmo de males, te
hizo creer que eras un espécimen defectuoso de una raza superior en lugar de
decirte la verdad: que entre los de tu especie, eres bastante excepcional. Ya
veo por qué el Aparente Heredero está tan prendado de ti.
Toca mi barbilla con los dedos. Me tiro hacia atrás y lo fulmino con la
mirada.
—No me toques, joder.
Riéndose, levanta las manos como si respondiera a mi orden y no
haciendo lo que le da la gana. Luego las mete en sus bolsillos, guiñándome un
ojo.
—Tenga paciencia conmigo, señorita Jewel, creo que realmente apreciará
esta historia.
—Lo dudo seriamente, pero adelante. Ilústrame para que pueda reírme
cuando llegues al remate de tu chiste.
—Veremos quién ríe al final. Pero primero debemos empezar por la noche
en que nacieron tú y tu fae. —Mientras habla, Edevane empieza a caminar
lentamente a mi alrededor, como si estuviera dando una conferencia en la
Universidad de las Naciones Unidas, pero yo mantengo la mirada al frente y
me niego a complacerlo girando el cuello para no perderlo de vista—. Por
aquel entonces yo era el príncipe heredero y líder de los Guerreros de la Luz,
esperando no tan pacientemente a que mi padre muriera para poder rectificar
su grave error cuando hizo las paces con nuestros enemigos, los Oscuros.
—Claro, porque nadie quiere vivir en paz. Qué mierda de idea era eso —
anuncio inexpresivamente.
Se da la vuelta para mirarme, con sus ojos verdes ardiendo.
—Los Oscuros no merecen la paz.
Igualando su furia, grito;
—¿Por qué? No ha habido contacto entre las cortes, aparte de la reunión
de los reyes una vez cada década, desde que se firmó el tratado. ¿Qué
demonios hicieron para enojarte tanto?
Como si alguien encendiera un interruptor, vuelve a ser un hombre
totalmente racional. —
Eso no lo compartiré. Como no eres una fae, no te concierne, humana.
Bien, ouch. Sonriendo, respondo.
—Entonces tendré que asumir que es porque estás enfadado porque los
Oscuros construyeron una ciudad donde la gente va a vivir. Y tú construiste en
Phoenix, donde ellos van a morir.
Una lenta sonrisa se dibuja en su rostro, pero no parece correcta. Es hueca
y fría. Un escalofrío recorre mi espalda. Lo contrarresto endureciendo mi
mandíbula y cuadrando los hombros mientras miro fijamente al bastardo.
—Volvamos a la historia, ¿de acuerdo? —anuncia cordialmente, como si
estuviéramos charlando mientras tomamos el té—. Cuando mi primo dijo que
se había enamorado de una hembra Oscura y que habían concebido
milagrosamente, supe que Lugh me sonreía. Tener una Darklight con poderes
de control mental significaba que podía doblegar a todos los fae a mi voluntad,
incluido mi débil padre.
—Sin embargo, como sabes, la niña fue raptada antes de que yo alcanzara
a Uther y su compañera en Joshua Tree. Me enteré de la existencia de la
hermana y supuse que había sido ella quien se había llevado a la niña y había
escondido en el mundo humano.
Escondida con mis padres y viviendo mi vida. Me sacudo ese pensamiento
antes de que pueda clavar sus espinosas púas en mi corazón. No le guardo
rencor a Bryn. Fue tan víctima como yo, nuestros destinos estaban
entrelazados desde poco después de nacer.
—Sabía que, si encontraba a la hermana, podría encontrar a la niña, pero
ella también pareció desaparecer de la faz de la tierra. O estaba muerta o era
una conjuradora capaz de ocultar su paradero, así que centré mi búsqueda en
la niña. Tuvieron que pasar más de veinte años y equipos de investigadores
hasta que la encontramos, e incluso entonces no estaba seguro al cien por
ciento de que fuera ella hasta poco antes de traerla a Las Vegas.
La sangre en mis venas se convierte en hielo.
—¿Mataste a Jack y a Emily por la remota posibilidad de que ella fuera la
Darklight?
Se encoge de hombros.
—Si quieres hacer un omelette...
Me abalanzo hacia delante, tirando de mis ataduras hasta que mis
músculos gritan en señal de protesta.
—No eran huevos, puto imbécil, eran sus padres. Eran mis padres.
—Si te hace sentir mejor, ellos no fueron los únicos que maté tratando de
encontrar al polimorfo. Dejé una estela de destrucción en mi búsqueda, pero
todas esas muertes son culpa de tu madre. Si ella se hubiera ocupado de sus
asuntos, te habrías quedado donde pertenecías y ninguna de esas personas
habría muerto.
—Ellos no murieron, tú los mataste —espeto—. Y si hiciste todo eso para
que un Darklight te ayudara con tus malvados planes, ¿por qué manipulaste a
Bryn para que se casara con Caiden si planeabas matarla para poder matarlo a
él?
Mi estomago se revuelve y tengo que respirar hondo por la nariz para no
vomitar en seco. Si no tengo que volver a pronunciar la palabra matar, será
demasiado pronto.
—Siempre iba a utilizarla para asesinar al Rey Oscuro, todo eso era parte
de mi plan de ‘ojo por ojo’, que es otra historia para otro momento, pero si ella
hubiera hecho uso de todos sus poderes, simplemente la habría alejado de él.
Habría muerto igualmente por la distancia. Pero una vez que me di cuenta de
que sus poderes no eran capaces de atravesar el bloqueo que le habían
colocado, no me servía de nada más allá de obtener una pequeña cantidad de
sus poderes de control mental para conseguir lo suficiente para persuadir a
Verran de que se vinculara a ella.
Una calma escalofriante me envuelve mientras me siento en mi silla.
Asimilo su forma despreocupada de moverse, el aire de alguien sin ningún
problema en el mundo. Habla de matar inocentes del mismo modo que yo
hablaría de lo que quiero comer.
—Eres un puto psicópata.
Sonríe ampliamente, mostrándome sus colmillos y recordándome una vez
más que no tengo ninguno.
—Los psicópatas no son más que genios incomprendidos.
—Estoy de acuerdo en no estar en desacuerdo. Y de todos modos, ¿qué
tiene que ver todo eso con que hayas empezado la Nueva Orden de la Pureza y
secuestrado hembras Oscuras?
—Ah —exclama, volviendo a caminar tranquilamente alrededor de mi
silla—. En cuanto a las hembras, la venganza es costosa y, lamentablemente,
mis fondos se están agotando. Las estoy vendiendo en el mercado negro
sobrenatural a un comprador dispuesto a pagar mucho dinero por ellas. El
resto, sin embargo, tiene que ver con tu madre. Por eso fue tan fortuito que
cayeras en mis manos, porque ahora puedes llevarle mi mensaje.
Mi corazón se detiene y deseo que el tiempo haga lo mismo. No quiero
saber lo que está a punto de decirme. Porque sea lo que sea, tengo la
enfermiza sensación de que pondrá mi mundo de cabeza. Otra vez.
—¿Qué mensaje?
—Paciencia. Estoy en ello. Ahora, incluso después de encontrar a la
cambiante, no sabía quién era tu madre, si estaba viva o muerta. Hasta el
Encuentro de los Dos Reyes. Imagina mi sorpresa cuando me paré en la cima
del acantilado y vi a la Darklight abrazar su verdadero ser, guiada por una
hembra que decía ser la hermana de Keira Jewel, convirtiéndola en la
conjuradora que no había podido encontrar durante veintiséis años. Y ahora,
podría finalmente hacerla pagar por los problemas que me causó.
Suelto una carcajada de asco.
—Así que mientras seguías con tus planes genocidas para convertirte en el
dictador fascista de los fae, te embarcaste en una pequeña misión secundaria
para matar a mi madre por haberte jodido cuando salvó a su sobrina de
convertirse en tu marioneta mágica, ¿es eso? Bueno, tu pequeña banda de
asesinos no pudo hacer el trabajo. Fallaste, imbécil. Otra vez.
—Ahh, ahora llegamos a la parte buena —admite alegremente—. No estás
pensando en grande. Asumes que fracasé porque está viva, pero te equivocas.
También crees que los ataques a los Fae Oscuros son independientes de mi
plan de venganza contra tu madre, pero también en eso te equivocas.
—Sin duda has escuchado hablar de la Orden de Pureza original en
Irlanda. Lo único que la detuvo fue la capacidad de los Fae de retirarse a
Faerie el tiempo suficiente para que los hechos se convirtieran en ficción. Pero
¿qué crees que pasará si los Fae Oscuros no tienen dónde retirarse? Los
humanos seguirán aumentando su odio, y nunca dejarán de cazarlos con sus
piedras de bruja y sus espadas de hierro. Hasta que finalmente no haya más
fae que cazar y en otro siglo o así, se olvidarán por completo.
—¿Olvidaste que eres fae? ¿Y qué pasa con tu gente, no te preocupas por
ellos?
—No estaré aquí para ver las consecuencias, y no es una cuestión de si me
importa o no. Esta es la realidad a la que se enfrentan todos los faes. A menos
que...
—¿A menos de qué?
—A menos que tu madre detenga la Nueva Orden de Pureza antes de que
eso ocurra. Ese es el mensaje.
—Ella no asesinará a nadie, independientemente de lo que hayan hecho.
¡Ella no es tú!
Edevane sonríe.
—Con eso cuento.
La frustración y la furia me consumen.
—¿De qué mierda estás hablando?
Se mira la muñeca desnuda.
—Ha sido un placer charlar contigo, señorita Jewel, pero me temo que es
todo el tiempo que tenemos por hoy.
No puedo hacer otra cosa que mirar fijamente a su espalda mientras se
aleja de mí. Cuando llega a la puerta, se gira para mirarme por última vez.
—Ah, casi se me olvida. Ahora que ya has escuchado el chiste,
recuérdame otra vez quién de los dos se está riendo. —Quiero gritar, amenazar
sin fundamento y jurar vengarme de él y de todos sus seres queridos. Pero no
hago nada de eso. Estoy congelada por el shock, entumecida por el miedo—.
Eso es lo que pensaba.
Se ríe, encerrándome tras la puerta de acero, dejándome sola con mis
pensamientos y un pavor nauseabundo por lo que está por venir.
Algo diminuto se mueve en la esquina y llama mi atención. Corrección:
mis pensamientos, un pavor nauseabundo y un ratoncito gris.
CAPÍTULO 21
Tiernan
Tan pronto como llegamos a Midnight Manor, Dolan está esperando en el
vestíbulo para solicitar formalmente una audiencia privada con el heredero.
Incapaz de confiar en que no diría algo por lo que Seamus me obligaría a
disculparme más tarde, hago una señal para que me siga al estudio, donde
tomo asiento tras el gran escritorio y espero.
Hedrek se aclara la garganta y permanece rígido como una estatua con las
manos entrelazadas delante de él.
—Su Alteza, el Consejo ha decidido que no podemos esperar más. El
momento de ascender es ahora. Nuestro pueblo necesita un gobernante.
—Tienen un gobernante. Seamus es el Regente de la Corona, lo que a
todos los efectos significa que es el rey hasta que yo ascienda. Te aseguro que
él es la mejor opción de todos modos. Todavía tengo más de dos meses hasta
la fecha acordada. Y una vez que hayamos salvado a Fiona y a las otras
hembras, voy a pasar cada segundo de ese tiempo cazando a esos bastardos
hasta que haya convertido a cada uno de ellos en comida para buitres.
—En absoluto —espetó—. El futuro rey no puede ir a la caza de una
facción asesina que quiere matar a todos los faes con los que se cruce. Debe
permanecer bajo protección en todo momento. De todos, es usted quien debe
obedecer el toque de queda. La idea de que actúe como un vulgar justiciero es
completamente absurda.
—No, lo que es absurdo es la idea de que pienses que voy a quedarme de
brazos cruzados detrás de una fortaleza de alta seguridad mientras cada día
matan a más de los nuestros. Si algo me pasa, tengo otro hermano que sería
mejor rey que yo de todos modos, independientemente de la edad. Y si algo le
sucede a él, tendrás al hijo de Caiden y Bryn para continuar la línea Verran.
Como ve, Lord Speaker, el destino de los Fae Oscuros no depende solo de mí.
Somos un reino con dos planes de contingencia.
—Será solo uno, Su Alteza —indica Hedrek.
Levanto la mano y los marco con los dedos.
—Finnian. El bebé.
—Temo que no. El bebé del Príncipe Caiden no será de pura sangre
Oscura y por lo tanto no será elegible para gobernar.
—Tienes que estar bromeando —escupo—. ¿Por la sangre de Luz de
Bryn, al hijo de mi hermano se le negará su derecho de nacimiento?
—La Ley de la Noche establece claramente que solo un Oscuro de sangre
pura puede sentarse en el Trono de Midnight. La descendencia del Príncipe
Caiden no tendrá tal derecho de nacimiento. En el momento en que él abdicó
se aseguró de que su línea de sangre directa ya no gobernará; en su lugar, será
la suya.
Aprieto la mandíbula, inhalo profundamente y suelto el aire antes de
hablar.
—No voy a debatir nada contigo ahora, Dolan, y menos sobre la
legitimidad del hijo de mi hermano. Tampoco subiré al trono hasta que
pongamos fin a esos ataques.
—Su Alteza, no tenemos forma de saber cuánto tiempo pasará antes de
que eso ocurra. Y al posponer su coronación, se envía el mensaje de que el
próximo rey hará lo que quiera en lugar de lo que necesitan. Y lo que
necesitan es un hijo del gran Rey Braden sentado en el trono.
Las palabras que Caiden dijo en el ático resuenan en mi mente. Puede que
seas un rebelde en muchos aspectos, Tiernan, pero en los momentos
importantes haces lo que hay que hacer por el bien de los que te importan.
Puede que nunca haya sido mi trabajo cuidar de nuestra gente como lo fue
el de mi hermano y mi padre, pero me preocupo por ellos. ¿Preocuparme por
ellos no significa hacer todo lo posible para mantenerlos a salvo de un grupo
de odio violento?
—Sin embargo —prosigue, aclarándose la garganta—, debido a los
recientes acontecimientos, y por respeto a su padre, el Consejo ha decidido
conceder algo de tiempo para atar cualquier... —Dolan intercala una pausa lo
bastante grande como para atravesar con un camión—. cabo suelto que pueda
tener antes de comprometerse con las responsabilidades y deberes propios de
un Rey de la Corte Nocturna.
Se refiere a Fiona. Este estirado Shar-pei de dos patas se atreve a insinuar
que me daría por vencido y pondría fin a todo con ella porque el Consejo
Oscuro no lo aprueba. Ya he tomado la decisión de disfrutar todos los años
que nos quedan con ella, y no voy a tolerar sus estupideces sobre continuar la
línea real antes de eso. Pero él no tiene por qué saberlo.
—¿Cuánto tiempo? —pregunto.
—La coronación tendrá lugar en la próxima luna llena, el cinco de febrero.
Para eso faltan tres semanas. Todo lo que tengo que hacer es salvar a
Fiona y a las demás mientras acabo con una facción de racistas asesinos que se
multiplican como cucarachas (porque no voy a quedarme al margen de esa
misión, diga lo que diga Lord Arrugas), y convencer a Fi de que, aunque no
podamos tener la vida que queríamos, podemos tener lo que queramos durante
el resto de su vida, y si la Corte Nocturna tiene algún problema con ello,
puede chupar mis grandes, masculinas pelotas de rey.
Seguro, yo puedo hacerlo en tres semanas. No te preocupes. Solo no
revises lo que tengo bajo el brazo.
—Bien. En tres semanas ascenderé. Ahora, si me disculpas, necesito
unirme a los demás.
Se hace a un lado para bloquearme el paso y le dirijo una mirada
amenazadora por su atrevimiento.
—Disculpe, Su Alteza, pero yo, quiero decir, nosotros, el Consejo,
debemos insistir en que firme este contrato de coronación.
Hijo de puta.
—¿Por qué necesitamos un contrato ahora si no lo necesitábamos antes?
—Creemos que es prudente dadas las circunstancias atenuantes, Su
Alteza. El contrato es para evitar que la línea de meta se mueva.
—Gracioso, teniendo en cuenta que yo no la he movido ni una sola vez. —
El rostro arrugado de Dolan se transforma en algo parecido a una sonrisa
tímida, pero no intenta negar ni defenderse de mi afirmación. Extiendo la
mano para tomar el contrato y me sorprende comprobar que no es más que una
hoja o dos como mucho. Sé que la jerga jurídica es un montón de ensalada de
palabras, pero diez páginas es todo un buffet de ensalada.
Mi teléfono vibra sobre el escritorio con un mensaje de texto, pero lo
ignoro para hojear el contrato, buscando lo más destacado. Tomo nota que la
fecha de la coronación está fijada para el día cinco y reviso todos los detalles
sobre el evento en sí, como quién asiste, quién preside la ceremonia e incluso
lo que se supone debo llevar.
Bla, bla, paso la página... bla, hojeo, paso la página... hojeo, hojeo...
—¿Qué es esto? —Exijo, mis palabras mezcladas con ácido.
—El Consejo votó a favor de incluir tres estipulaciones adicionales.
Mis ojos lo inmovilizan, desafiándolo a hacer el menor movimiento y ver
cómo reacciona la bestia violenta que llevo dentro. El poco decoro que poseo
está ahora destrozado bajo sus garras.
—¿Qué clase de jodidas estipulaciones, Dolan?
—Si quiere algo de tiempo para mirarlo...
Mi teléfono vuelve a vibrar en el escritorio, y de nuevo me abstengo de
comprobarlo.
—Tengo cosas más importantes que hacer que corregir tu manta de
seguridad, así que hazme el favor de exponerla.
—La primera establece que no participará en ninguna actividad peligrosa
que tenga algo que ver con la Nueva Orden de la Pureza. Puede participar en
la elaboración de estrategias, por supuesto, pero cualquier acción contra ellos,
incluida la ayuda en los intentos de rescate de los capturados, está
estrictamente prohibida.
Aprieto los dientes, sabiendo que probablemente ha empezado por la
exigencia menos provocadora.
—Continúa.
—El segundo establece que en la noche de su ceremonia de coronación
debe elegir entre Lady Maeve o Lady Deirdre como su consorte.
Mi sangre comienza a hervir. No conozco bien a ninguna de las dos,
aparte de que ambas son mujeres de alta cuna, hijas de dos de los miembros
del Consejo. Qué sorpresa.
—¿Por qué tendría que nombrar a mi pretendida consorte si no tengo
intención de tomar una durante al menos un siglo?
—Debido a la tercera estipulación, que establece que usted y la consorte
elegida deben concebir poco después de su ascenso para dar a la corte un
heredero dentro del primer calendario lunar completo de su gobierno.
La bomba de rabia que llevo dentro detona.
—¿Lo dices jodidamente en serio? —Como no responde, apoyo los puños
en el escritorio para inclinarme hacia él, curvando el labio superior hacia atrás
por los colmillos—. A ver si lo he entendido bien. Tú y tus colegas están
orinando encima porque no quieren que esté con una humana por mucho
tiempo que tenga en este planeta. Una que, necesito recordarte, fue criada
como uno de nosotros y desde entonces ha sido secuestrada porque se puso en
peligro para ayudar a salvar a nuestro pueblo. ¿Muy racista?
—Le aseguro, Su Alteza, que no tiene nada que ver con la raza.
—Lo dice el macho que no deja gobernar a los descendientes de Caiden
porque tienen un pequeño porcentaje de Luz en la sangre.
Sus mejillas pálidas enrojecen, pero no sé si es por la vergüenza de que le
haya llamado la atención o por la rabia por el mismo motivo, y me importa
una mierda.
—Con el debido respeto, Su Alteza, nuestra situación ha cambiado. El
Tratado de las Dos Cortes ha sido violado, y la Corona ha sufrido múltiples
amenazas en los últimos meses. Ya no podemos permitirnos el lujo de esperar
décadas o siglos a que un rey se establezca. Necesitamos herederos de sangre
pura para asegurar la línea real lo antes posible, así de simple.
—No, no lo es. Y todos ustedes pueden irse a la mierda. No voy a firmar
esto.
Tomo mi teléfono y atravieso la distancia hasta la puerta en largas
zancadas, ansioso por alejarme de él y de esta conversación.
—Príncipe Tiernan, —me llama, deteniéndome en seco—. Si decide no
firmar este contrato o, si lo hace, pero no cumple con sus estipulaciones, el
Consejo Oscuro tendrá la autoridad para tomar el control del reino y nombrar
una nueva línea real para la Corte Nocturna, acabando efectivamente con el
reinado de la línea Verran... permanentemente.
Apuñalarme en el pecho con una hoja de hierro habría sido menos
doloroso que escuchar eso. Más de mil años de tradición y deber se posan
sobre mis hombros, casi aplastándome bajo su peso. Puede que quisiera
hacerme un nombre en los libros de historia de la Corte Nocturna, pero no
como el tipo que lo jode todo tras milenios de exitosos gobernantes Verran.
El Consejo está dándome una verdadera Elección Sophie; ellos han
tendido una trampa para que no pueda ganar elija lo que elija. O fallo a mi
deber como Verran y destruyo el legado de mi familia... o fallo conmigo
mismo y destruyo la oportunidad de un futuro con Fiona.
Mi corazón es un ladrillo de dos toneladas en mi pecho mientras me
obligo a dar los pasos hacia el escritorio. Con la mirada fija en el contrato,
recuerdo algo que mi padre dijo una vez. Una negociación tiene éxito cuando
ambas partes se marchan con la sensación de haber perdido.
—Firmaré esto con una condición —indico, mi tono carece de emoción al
saber lo que tengo que hacer.
La realidad es que no hay elección. Si doy al Consejo la oportunidad de
nombrar legítimamente a una nueva línea en nuestro lugar, no solo estará en
peligro la reputación de mi familia, sino también el bienestar de toda la Corte
Nocturna. Con alguien tan egoísta como Dolan en el trono, no se sabe cómo
será tratada nuestra gente.
Dolan tenía razón en una cosa. El trabajo del rey es poner sus necesidades
por encima de los suyas, y los Verran siempre han hecho lo correcto por
nuestro pueblo. Eso incluye hoy.
—Aceptaré sus términos si eliminamos la primera estipulación. —Pueden
haber encontrado una manera de impedirme tener una vida con Fiona, pero
que me condenen si me impiden asegurarme que ella tenga una vida que
vivir—. Si algo me sucede, la Corona irá al siguiente Verran en la línea, como
lo haría en cualquier otra circunstancia. Irá a Finnian, sin importar lo que tú o
cualquiera piense sobre su edad.
Duda, probablemente pensando en tener que dar la noticia al resto del
Consejo, pero al final, asiente.
—De acuerdo.
Tomo el bolígrafo, paso a la última página y garabateo una firma
apresurada con tinta negra en la línea correspondiente, luego espero
impaciente mientras él hace lo mismo como representante del Consejo.
—¿Hemos terminado aquí? —pregunto, con la voz apagada.
—Sí, Su Alteza. El Consejo y su pueblo se lo agradecen humildemente y
esperan un largo y próspero gobierno bajo su liderazgo.
Inclina la cabeza en señal de deferencia como si acabáramos de tener una
charla educada sobre qué entremeses servir en la ceremonia. Si no me alejo de
él en los próximos segundos, tendré que esconder un cadáver y pensar en una
excusa para las manchas de sangre de la alfombra.
—Voy a darte un pequeño consejo, Lord Speaker. —Dolan se endereza y
se enfrenta valientemente a mi mirada. Su valentía está equivocada—. Hazte
lo más invisible como sea posible en la Corte. Y cuando digo invisible lo digo
en serio.
Ver el pánico en sus ojos ámbar apagados me da un poco de satisfacción.
Mientras cruzo la habitación por segunda vez, otro mensaje de texto vibra en
mi mano. Por fin me permito leer el mensaje, y la rabia ardiente de los últimos
quince minutos se desvanece con un frío alivio.
Las encontramos.
Cuando llego al salón, me reúno con mis hermanos, Dimitri, Seamus y
McCarthy justo cuando los gemelos entran desde el vestíbulo. Caiden y
Seamus me dirigen la misma mirada interrogadora. Sé que quieren detalles
sobre lo que pasó entre Lord Dolan y yo, pero niego. Ya hablaremos de ello
más tarde. Ahora solo importa una cosa.
—¿Qué han encontrado? ¿dónde están?
Connor se quita un lazo para el cabello de la muñeca y empieza a sujetarlo
mientras habla.
—Están en el almacén abandonado. No hay mucha actividad dentro por lo
que hemos podido observar, pero las ventanas que tiene están tapiadas, así que
no pudimos verlas. Hay al menos diez guardias repartidos en un radio de cien
metros del edificio y cuatro en el tejado, uno en cada dirección.
Conall continúa.
—Hay dos puntos de entrada principales en la planta baja, ambas con dos
guardias. Llevan rifles de asalto, pero no están en posición firme y las armas
les cuelgan. O no están entrenados, o simplemente les importa una mierda.
McCarthy interviene mientras toma notas.
—Si tenemos suerte, son las dos cosas. Sería una misión de rescate mucho
más fácil, eso seguro.
—No estoy seguro de eso —interviene Connor—. Porque aquí está la
parte extraña.
Miro a Conall.
—Además de las hembras faes de Deviant, no pudimos leer a ninguna
otro en un radio de ocho kilómetros. Toda la energía era completamente
humana, excepto que olimos...
—Hombres lobo. Y a juzgar por la fuerza del olor, el número está
alrededor de muchos con M mayúscula.
—¿Hombres lobo? —Caiden frunce el ceño—. ¿De la manada Šunktokeca
en las Dakotas? Son la manada establecida más cercana.
Conall sacude la cabeza, las puntas del cabello rozándole los hombros con
el movimiento.
—No, son de la manada de Gage Marceau en Nueva Orleans. Lo que
podría explicar cómo enmascararon sus energías. —Connor asiente—. Magia
vudú.
Seamus camina mientras se acaricia la barba con las cejas fruncidas,
pensativo. —Eso sigue sin explicar nada. ¿Por qué llevarse a las chicas en
primer lugar, y luego a Fiona? ¿y cómo se relaciona todo esto con la repentina
creación de la Nueva Orden de la Pureza y todos los ataques? ¿todo esto es
obra suya?
Finnian cruje los nudillos desde donde está sentado en el sofá, mirando a
media distancia.
—¿Acaso importa? A menos que también hayan sido secuestrados,
forman parte de todo esto. —Levanta la cabeza y me mira a los ojos—. Lo que
significa que, si se interponen en nuestro camino, mueren.
Por fin, alguien a mi nivel de pensamiento. Puede que Finni sea el
hermano Verran más tierno de corazón, pero cuando se trata de defender y
proteger a los suyos, es con diferencia el más despiadado.
—De acuerdo —concuerdo con malicia en la lengua—. Y quiero que tú
dirijas la carga, hermanito.
CAPÍTULO 22
Fiona
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Edevane me dejó en esta
habitación. He tratado de mantenerme despierta, estar alerta, pero resulta que
recibir una paliza y que luego te cuenten los detalles de un complot maligno es
agotador. Varias veces me he quedado dormida, pero no sé por cuánto tiempo.
Aquí no hay ventanas, solo paredes, techo y suelo de hormigón. No sé si es de
mañana o medianoche, si han pasado horas o días. He tenido un dolor de
cabeza horrible por una eternidad, no puedo ver con el ojo izquierdo y el labio
inferior se siente como si le hubieran puesto una inyección de colágeno que
hubiera salido mal.
Pero por mucho dolor que tenga, tanto físico como emocional, no he
llorado. No estoy segura por qué. No intento ser fuerte o valiente, aquí no hay
nadie para quien pueda serlo. Edevane nunca trajo a las chicas. Espero por
Dios que estén bien. Espero que no las hayan enviado a otra parte, donde sea
que esté el siguiente paso en una red de tráfico sobrenatural.
—Les he fallado, Squeaky. —El ratoncito gris me mira desde donde está
sentado junto a mi rodilla. Estoy sentada en el suelo con la espalda apoyada en
una esquina para mantenerme erguida. Supongo que como no me he movido
mucho desde que me desplomé en esta posición, me ha considerado segura.
No es muy hablador, pero sabe escuchar. Supongo que, si esos rasgos
cambian, debería preocuparme por mi salud mental. Hasta entonces, es
agradable tener otro ser vivo aquí conmigo.
—No debería haber salido corriendo así. Probablemente podríamos
haberlas salvado si hubiera regresado y hubiera contado a Tiernan lo que
escuche. Nunca fui buena siendo fae. Resulta que tampoco soy buena como
super espía.
Squeaky mueve la nariz y cola perezosamente. Creo que le estoy
durmiendo con mi aburrida conversación. De repente, se congela y se sienta
sobre sus patas traseras. Pone las orejas hacia atrás y se escabulle hacia un
agujero en la pared.
—Squeaky, ¿a dónde vas? ¿fue algo que dije?
Obtengo mi respuesta con el sonido de disparos a la distancia. No sé si
estar eufórica o asustada mientras el corazón golpea en mi pecho. Charlie
irrumpe con ojos desorbitados y penetrantes, agarrándome del brazo y me
levanta.
—¿Qué está pasando? —Moviéndose más rápido de lo que puedo seguir,
prácticamente me arrastra por la habitación. Mantengo nerviosamente la
mirada en la gran pistola que tiene en la otra mano, asegurándome de que no
la levante hacia mí—. ¿Adónde me llevas?
—¡Cállate! Puede que él te considere un daño colateral, pero yo creo que
solo eres una garantía. Si no puedo usarte como moneda de cambio, te usaré
como escudo. De cualquier manera, vas a ayudarme a salir de aquí con vida.
Me arrastra al pasillo y gira a la derecha. Ahora oigo la lucha mucho más
fuerte. Gritos de órdenes y el eco de las balas. Muerde mi brazo con sus dedos
y acelera el paso, obligándome a seguirlo a tropezones en mi condición
debilitada, por un tramo de escaleras. Cuando llegamos a la planta principal,
mis ojos se abren de par en par, horrorizados.
El cavernoso almacén se ha convertido en una zona de guerra. Patrones de
aerosol carmesí manchan las paredes y el suelo de hormigón pálido, incluso
los grandes pilares que se extienden hasta el techo abovedado. Parece como si
el espacio se hubiera utilizado como lienzo para un cuadro abstracto de muerte
y carnicería.
Es fácil saber quién es quién por lo que llevan puesto. Los hombres de
Charlie están vestidos con trajes de camuflaje frente al equipo táctico negro y
las máscaras de la Guardia de la Noche. El alivio me inunda al ver que, de la
docena de cuerpos sin vida, solo dos son Guardianes. Luego el alivio se
desvanece y es reemplazado por la pena de saber quiénes podrían ser. Tal vez
no están muertos, tal vez puedan curarse, o tal vez solo estén inconscientes.
Las posibilidades me consuelan muy poco, pero me aferro a ellas como un
salvavidas.
—Ven aquí. Vamos a salir por detrás. —Charlie me coloca frente a él y
empuja a través de metro y medio de campo de batalla expuesto hacia una
entrada. Cubro mi cabeza con los brazos lo mejor que puedo y suelto un
aullido cuando el marco de madera estalla junto a mi cara justo al pasar junto
a él.
Charlie maldice un rayo azul mientras su agarre sobre mí se sacude con
fuerza. Nos aplastamos espaldas contra la pared en cuanto estamos en el
pasillo idéntico al de la segunda planta de dónde venimos. Mis pulmones
respiran entrecortadamente, hasta el punto de que creo que estoy
hiperventilando, y siento algo raro en la mejilla derecha. Cuando toco la zona,
siseo por el escozor y saco una astilla de madera del largo de un palillo.
Por la herida de mi cara corre sangre caliente, pero estoy mejor que
Charlie, que está examinando el agujero en su hombro. ¿Qué demonios estás
haciendo, Fiona? ¡CORRE!
Salto de la pared y corro lo más rápido que puedo por el pasillo, sin saber
adónde voy y sin que me importe. Tengo más posibilidades sola que con sus
planes, pero no llego muy lejos cuando me jala del cabello. Grito de dolor y
me retuerzo bajo su brazo para empezar a luchar ahora que ha pasado el
shock. No he tomado clases de lucha con Finnian como Bryn, pero Miss
Simpatía es una de mis películas favoritas.
Le piso el pie tan fuerte como puedo, pero mi pie descalzo no es rival para
su bota de motociclista. Sin inmutarme, lanzo un codazo en su entrepierna,
que él logra frustrar, lo que me enfurece como el infierno. Me rodea con sus
brazos, aprisionando los míos contra mi cuerpo, incapacitándome para
cualquier otro ataque.
Pateando y gritando, hago lo que puedo para interrumpir su agarre
mientras me levanta y camina como si no fuera más que una niña pequeña
retorciéndose.
—¡Ya basta, perra loca!
—¡Fiona!
Un Vigilante al final del pasillo se quita la máscara negra de la cabeza y
casi se me doblan las rodillas al verlo. Tiernan.
Nunca lo había visto con un aspecto tan salvaje, como si hubiera sido
criado por lobos de verdad y no por un respetable cambiaformas. Su camisa
entallada de manga larga está abierta por tres sitios: el hombro izquierdo, el
antebrazo derecho y la caja torácica derecha, lo que revela heridas
ensangrentadas que ya están cicatrizando. Su cabello castaño se para en picos,
sus ojos dorados están encendidos, y las puntas de sus orejas puntiagudas
están enrojecidas por la ira.
Pero son los gruñidos malvados y sus colmillos desnudos los que
prometen un tremendo dolor y sufrimiento a cualquiera que se interponga en
su camino.
Charlie maldice y levanta su arma.
—¡Tiernan! —Levanto la rodilla, empujo el talón hacia atrás tan fuerte
como puedo y finalmente clavo al bastardo en la entrepierna. Me suelta con un
grito ahogado, se dobla y agarra las pelotas con una mano. Pero es a la otra a
la que debería haberle prestado atención, la que sujeta una pistola.
Escucho cómo se dispara un segundo antes de que el fuego me atraviese,
la quemadura haciendo eco de su rugido de guerrero retumbando en el pasillo.
Una mancha de pelaje marrón rojizo se escapa de mi vista y se lleva a
Charlie. Su grito de sorpresa se convierte rápidamente en gritos torturados,
acompañados de gruñidos, chasquidos de dientes y el espantoso rechinar de la
carne recién desgarrada. Es la banda sonora de las pesadillas y ni siquiera me
inmuto. Probablemente en estado de shock...
Mis piernas fallan. Me preparo para el impacto, pero justo antes de caer,
unos fuertes brazos me envuelven en su abrazo. Su aroma familiar me
reconforta mientras nos baja al suelo y me acuna contra su pecho. Dejo caer la
mirada sobre su mano, que aprieta mi abdomen, y palidezco al ver la sangre
que se filtra entre sus dedos. Maldita sea... no está bien...
—Mierda, Fiona, ¿en qué demonios estabas pensando? Yo soy el que se
cura de las heridas de bala, no tú.
—Escuche decir... balas... con punta de hierro.
Un río de lava atraviesa mi cuerpo de adelante a atrás. Se siente como si
mis órganos estuvieran siendo cauterizados, desgarrados y los volvieran a
cauterizar una y otra vez. Es el dolor más insoportable que podría haber
imaginado multiplicado por mil.
No pienses en ello, no pienses en ello, no pienses en ello...
Tiernan aprieta su barbuda mandíbula.
—No importa si están hechas del fuego infernal. Nunca vuelvas a hacer
eso, ¿me oyes?
El cántico debe de funcionar, porque ya no duele tanto. Mirando fijamente
sus ojos empañados, hago lo que puedo para sonreír y susurrar: —Sí... Su
Majestad.
Una nariz fría y húmeda acaricia mi mejilla. Giro la cabeza y veo a
Connor en forma de lobo agazapado en el suelo a mi lado. Su pelaje color
óxido es más oscuro y reluce húmedo alrededor del hocico y el pecho. Me
mira con ojos tristes y gime.
—Está bien, amigo. Lo has hecho bien. Gracias.
Soy vagamente consciente de que Tiernan habla por el altavoz con
alguien. Hasta que no escucho las palabras ‘Dale tu sangre ’no hago el
esfuerzo de prestar atención.
—No puedo, Seamus. Es humana, ¿recuerdas? No tenemos idea de lo que
eso le hará.
—Puede que tú no, pero yo sí. Si quieres que viva, dale tu sangre ahora
mismo, antes de que sea demasiado tarde.
—¡Mierda! —Mi visión es borrosa, pero mi oído todavía funciona. Suena
como si dejara caer el teléfono, luego escucho material rasgándose. Un
momento después, la muñeca de Tiernan está sobre mi boca, con gotas
constantes de sangre salpicando mis labios—. Abre, Fi. Necesito que bebas.
Mi cerebro está confuso y no respondo de inmediato, así que él toma el
asunto en sus propias manos y presiona su muñeca contra mis labios, forzando
la entrada de su sangre en mi boca para que se deslice por mi lengua y la parte
posterior de mi garganta. Levantándome para abrazarme con más fuerza,
apoya su mejilla contra mi sien y me habla suavemente al oído.
—Juro por los dioses, Fiona, si te me mueres, te seguiré. Te encontraré en
cualquier otra vida que exista para los humanos, y arrastraré tu lindo trasero de
vuelta a la tierra de los vivos, aunque me cueste el lugar de mi alma en Mag
Mell.
Su juramento es lo último que oigo antes de que el negro vacío eclipse mi
mundo y todo lo que contiene.
CAPÍTULO 23
Tiernan
La misión de rescate de anoche dirigida por Finnian transcurrió como un
sueño... hasta que se convirtió en mi propio infierno personal.
En general, fue un éxito: nuestro equipo salió con muy pocos heridos
graves y ninguna muerte, a pesar de las balas con punta de hierro, gracias al
Kevlar y al equipo táctico que llevábamos, e interceptamos su intento de
traficar con las bailarinas fae de Deviant, llevándolas a casa sanas y salvas con
sus familias.
Pero a Fiona le habían disparado y yacía moribunda en mis brazos. La
muy tonta recibió una maldita bala que iba dirigida a mí. Mi deseo de
estrangularla incluso mientras rezaba para que Rhiannon perdonara su vida
había sido abrumador. Mientras viva, nunca olvidaré la forma en que el color
desapareció de su piel pálida y el azul de sus ojos pareció apagarse mientras su
sangre formaba un charco en el suelo debajo de ella.
Si Seamus no hubiera sabido que la magia de mi sangre podría ser
suficiente para revertir el daño... la habría perdido. No estaría aquí acostada a
mi lado, con su respiración suave y uniforme mientras observo cualquier señal
de cambio.
Después de que anoche cayera inconsciente, la traje a mi penthouse para
que pudiera recuperarse en la intimidad y soledad que la mansión carece. Miro
el reloj de cabecera y contengo un suspiro de frustración. Ya han pasado
veinticuatro horas, y empecé a preocuparme a la segunda hora.
Seamus sospecha que a su cuerpo humano le costó mucho curarse, así que
ahora se está tomando su tiempo para recuperarse del esfuerzo. En cualquier
caso, no me he separado de ella desde que la traje aquí, y no lo haré hasta que
despierte.
Tendido en la cama a su lado, miro fijamente su hermoso rostro y sigo
acariciando su cabello y trazando sus rasgos con la punta de mi dedo.
—¿Qué te parece esto? Si te despiertas por mí, te encontraré el Corazón
del Océano, ese gigantesco collar de diamantes del Titanic.
Hago una pausa, deseando que responda. No responde. Doy un beso en su
sien y sigo hablando.
—No, ¿eh? Veamos, hasta ahora has rechazado un Ferrari nuevo, un viaje
a las Maldivas, un poni que baila claqué y ahora un collar de diamantes
ficticio. No es por nada, Fi, pero Caiden dice que Bryn es súper fácil de
complacer cuando negocian por cosas. Imagino que serías así de terca; debe
ser por el cabello rojo. Está bien, pensaré en algo que quieras.
—Beren...jena.
Me pongo alerta, apoyando mi codo y sujetando su cara con mi otra mano.
—¿Qué has dicho, nena? Dilo otra vez.
—Berenjena —susurra, con la voz rasposa por la falta de uso.
Arrugo las cejas y acaricio su mejilla con mi pulgar.
—Fi, no lo entiendo. Quieres una beren... —La comisura de sus labios se
tuerce un poco y sus pestañas se abren, revelando esos preciosos y cristalinos
ojos azules. Sonrío tanto que me duelen las mejillas—. ¿Estás diciendo que
quieres mi berenjena? Pequeña descarada. Si hubiera sabido que ofreciéndote
mi pene conseguiría despertarte, lo habría hecho hace tiempo.
Su sonrisa titubea. Casi puedo ver cómo los acontecimientos se van
acumulando en su memoria a medida que el ambiente pasa de burlón a
sombrío.
—¿Cuánto tiempo he estado fuera? ¿las chicas?
—Casi veinticuatro horas, y sí, las chicas están todas bien. Conseguimos
interceptarlas justo cuando las estaban cargando en un camión para su
transporte. En cuanto cortamos sus brazaletes de hierro, empezaron a curarse.
Todas han regresado al cien por ciento, y Seamus ha estado recibiendo
llamadas de ellas para comprobar cómo estabas. Nos dijeron lo valiente que
fuiste.
—No fue tanto valentía. Más bien lidiar con las consecuencias de joderla.
Tuve que aguantar lo mejor que pude y esperar que fueras mejor que yo
planeando rescates. —Baja sus ojos hacia el edredón y hurga en el borde—.
No debería haberte obligado a dejarme ayudar. Solo empeoré las cosas.
—En primer lugar, nadie me obliga a hacer nada. —Excepto por el puto
Consejo. Pero no puedo pensar en cómo ellos solo han arruinado cualquier
oportunidad que tengo de ser feliz ahora mismo—. Segundo, lo que hiciste fue
increíblemente valiente. Ni siquiera habríamos sabido lo de las chicas si no
hubieras tomado el teléfono aquella noche. Te pusiste en la línea, y en un
poste, para acabar con la NPO. Te dispararon, mierda.
Frunce el ceño como si hubiera olvidado ese pequeño detalle. Empuja la
manta hacia abajo y levanta la parte inferior de la camiseta de Pink Floyd que
le puse, para mirar el lugar donde impactó la bala. Frota con el pulgar la
pequeña cicatriz plateada del lado izquierdo debajo su vientre. Es todo lo que
queda de la herida que debería haberle quitado la vida.
—¿Cómo?
—Seamus sabía qué hacer. Su hermano se enamoró de una irlandesa
cuando luchaban contra la Orden de la Pureza. Aunque ella no era fae,
compartían sangre regularmente como una pareja normal. Al cabo de unos
meses, ella empezó a sentirse más joven e incluso parecía más sana, más
juvenil. Determinaron que la sangre fae regenera esencialmente las células
dañadas de un humano. Pero tiene sus limitaciones. Creemos que funcionó
solo porque pude dártela de inmediato. Unos minutos más y habrías...
—Puedes decirlo. Habría muerto.
No digo nada en respuesta. No me atrevo a reconocer al elefante en la
habitación. Pasaré todo el día dando vueltas alrededor de ese cabrón y fingiré
que no existe con tal de no tener que pensar en lo que podría haber sido.
Al parecer, ella no tiene el mismo problema.
—Va a pasar más pronto que tarde, Tier. Soy humana. No tenemos una
vida útil muy larga, comparativamente hablando.
La forma en que lo dice, con toda naturalidad, sin tono sarcástico, ni
siquiera una sonrisa de satisfacción, me hace sospechar algo. Hay algo raro en
ella. Me sentí tan aliviado cuando se despertó, haciendo una broma, nada
menos, que no me di cuenta de lo vacías que sonaban sus palabras. Nunca he
visto a Fiona decir nada sin la vibración de una emoción detrás, ya sea buena o
mala, loca, o triste.
Por otra parte, acaba de despertarse de una experiencia increíble que casi
le cuesta la vida. Supongo que algo así puede afectar incluso a las personas
más alegres. Un poco de TLC de calidad (Amoroso Cuidado de Tiernan) y
estará como una rosa.
—Vamos, cariño, vamos a meterte en la ducha. El agua caliente aliviará tu
tensión y te ayudará a sentirte tú misma otra vez.
No se muestra muy entusiasmada con la idea, pero tampoco discute
conmigo mientras la conduzco al cuarto de baño. Abro el grifo para que se
caliente mientras nos desnudamos y me aseguro de no apartar mis ojos de su
cara en ningún momento. No se trata de sexo, sino de hacer que se sienta
cuidada y segura. Porque lo está.
Cuando entramos en la espaciosa ducha revestida con azulejos grises,
desearía tener una bañera de hidromasaje para relajarnos juntos. Al menos hay
un banco empotrado en el que puede sentarse si está demasiado cansada para
estar de pie.
Cuando me aseguro de que la temperatura del agua es ideal, la coloco bajo
el rocío y comienzo a lavarle el cuerpo y su largo cabello. Me tomo mi tiempo
en cada paso, masajeando su cuero cabelludo y amasando sus tensos
músculos.
Pero mi intención de ayudar a Fiona a relajarse no parece funcionar. De
hecho, parece que está empeorando. Sus movimientos son pocos y espaciados,
permitiéndome girarla en su sitio o inclinar su cabeza hacia delante y hacia
atrás. A veces cierra los ojos durante largos periodos de tiempo y otras parece
mirar fijamente lo que tiene delante. Es como si descendiera dentro de su
propia mente y cada vez fuera menos consciente de su propio cuerpo.
Intento no preocuparme, pero no tardo en perder la batalla. Tomo su rostro
entre mis manos y dirijo suavemente su mirada hacia la mía.
—Fi, háblame. No puedo leerte la mente, cariño. Dime lo que sientes.
—Nada —responde claramente—. No siento nada.
—¿Qué quieres decir?
—Me siento... entumecida. No me preocupaba estar en peligro. No lloré ni
recé. No estaba asustada o molesta cuando estaba muriendo, y no estoy feliz o
aliviada ahora que no lo he hecho. No soy nada. Yo solo... —Se encoge de
hombros, como si no pudiera describirlo de otra manera—. No lo sé, solo soy.
Nadie que conozca ha estado más llena de vida que Fiona Jewel. Verla así
es un tipo diferente de muerte, y moriré yo mismo antes de dejar que esto se
quede así.
—Cierra los ojos. —Lo hace y pellizco su brazo. No con fuerza, pero lo
suficientemente fuerte como para notarlo—. ¿Sentiste eso?
Abre los ojos y frunce el ceño.
—¿Sentir qué? —Lo hago de nuevo, pero esta vez me ve hacerlo—.
Inténtalo de nuevo.
—Cierra los ojos. —Me agacho y pellizco el interior de su muslo—.
¿Algo?
Me mira.
—No.
Dios, ni siquiera está preocupada por esto
—Creo que sé lo que está pasando; he leído sobre casos como este antes.
Nuestros cerebros son extremadamente buenos protegiéndonos del trauma.
Excepto que el tuyo está haciendo un trabajo demasiado bueno, y está
empezando a afectar a tu sistema nervioso.
—No llamaría picnic a nada de lo que he pasado, pero tampoco lo llamaría
trauma.
Mis cejas se levantan.
—Fiona, solo en la última semana tu madre y tú fueron atacadas y ella
casi muere. Luego te dijo que eras humana, lo que te hizo dar cuenta de que
tus padres biológicos fueron asesinados antes de que tú los conocieras,
haciéndote sentir desplazada y traicionada. Luego te capturaron, te golpearon
y casi mueres tú también.
Ella frunce el ceño de nuevo con el punto sobre el puente de su nariz
pellizcando juntos.
—Oh... bueno, cuando lo pones así...
—Cariño, no lo estoy poniendo como nada. Eso es solo la versión de
Cliff's Notes12, cosas superficiales. —Acomodo su cabello mojado detrás de
sus adorables orejas y enmarco su cara—. La realidad de experimentar todo
eso es mucho, mucho más profunda.
Fiona parpadea, sus pestañas puntiagudas salpicadas de pequeñas gotas de
agua.
—Estaré bien, Tier. Siempre lo estoy.
Las comisuras de sus labios se curvan en la peor interpretación de una
sonrisa que he visto nunca, y eso me enfada. No con ella, nunca con ella. Sino
por las circunstancias que la pusieron en ese estado casi catatónico, que les
robaron la vida a sus conmovedores ojos azules. No soy psicólogo, ni
terapeuta, ni siquiera bueno dando consejos. Pero hay una cosa en la que soy
bueno, y es en hacerla sentir.
Bajando el tono de voz a mi registro de Dom, le pregunto.
—¿Confías en mí, Fi?
Sus pupilas se dilatan un poco. No es mucho, pero es suficiente para que

12
El término ha entrado en el lenguaje como un sustantivo que se refiere a un resumen o una breve
explicación de un texto o discurso largo.
le crea cuando responde.
—Lo hago.
CAPÍTULO 24
Fiona
Tiernan roza mi labio inferior con la yema de su pulgar. Lo siento porque
lo veo hacerlo. Pero no sé si lo sentiría si tuviera los ojos cerrados. Darme
cuenta de que no sabía que estaba pellizcándome ligeramente antes es
inquietante. O, mejor dicho, sé que debería ser inquietante. Pero cuando
intento examinar cómo me siento realmente al respecto, todo lo que encuentro
es indiferencia.
Estoy bajo el chorro de la ducha, con el agua a mi espalda y el vapor que
nos rodea. La única luz que ilumina la habitación es la de los espejos, que
bañan la estancia con un cálido resplandor, como la luz de las velas, pero sin
parpadeos. Puede que mi sentido del tacto sea defectuoso, pero mi sentido de
la vista lo compensa absorbiendo la impresionante imagen que tengo ante mí.
Tiene el cabello castaño oscuro cuando está mojado, con ligeras ondas que
enmarcan las puntiagudas puntas de sus orejas, y su barba incipiente le da ese
aspecto sexy y desaliñado por el que es tan conocido. Casi medio metro más
alto que yo, se eleva sobre mí, y tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para
encontrar su ferviente mirada. Pero me arriesgaré a que duela mi cuello
siempre que pueda ahogarme en sus insondables profundidades doradas.
—Vamos a hacer una escena, Little Red —anuncia, con voz oscura y
ronca—. Será sencilla, sin juguetes ni látigos. Empezaré suave y aumentaré la
intensidad hasta que recuperes la sensibilidad sin el beneficio de la vista.
¿Estás de acuerdo con mis planes?
—Sí —respondo.
Levanta aun más mi barbilla con su dedo índice y me mira expectante.
—Sí, ¿qué?
—Sí, Su Majestad.
Arrastra sus colmillos sobre mi labio inferior como si se muriera por
hundirlos en mí. Es una fantasía que he tenido más veces de las que puedo
contar. Me pregunto si sentiría su mordisco.
No tengo la oportunidad de averiguarlo. Me dice que regresa enseguida, se
da la vuelta y sale de la ducha. La vista de su espalda musculosa y su trasero
prieto es el lado positivo de su partida. Pero solo se ha ido unos segundos y,
cuando regresa, lleva en la mano los cinturones negros de las dos batas que
cuelgan en el cuarto de baño.
Tiernan junta mis manos y utiliza uno de los cinturones para atarme las
muñecas, probando la tensión sin impedir el flujo sanguíneo. Levanto la vista
y veo un gancho que sujeta una bomba de baño, pero es evidente que está
hecho para sujetar mucho más.
—¿Cuál es tu palabra de seguridad? —pregunta mientras tira la bola de
malla a un rincón.
—Rojo, Su Majestad.
—Buena chica. Comencemos.
Me gira para que mire hacia la pared y ata la otra cinta a mis ojos. Una vez
sujeta, levanta mis manos y utiliza el gancho para sujetarme los brazos por
encima de la cabeza. Me concentro en tratar de escuchar sus movimientos a
través del ruido del agua golpeando el suelo de la ducha, pero o no se mueve o
no hace ningún ruido cuando lo hace.
—¿Puedes sentir si te estoy tocando ahora mismo?
Intento estirar los sentidos, hacer un escáner corporal como cuando medito
y tomar nota de cómo se siente cada parte de mí. Después de unos segundos,
suspiro.
—No.
Una mano rodea mi cabello mojado y tira de mi cabeza hacia atrás.
Respiro agitadamente por la fuerza inesperada y un chillido de sorpresa se me
escapa. Los labios de Tiernan rozan mi oreja mientras habla.
—Te olvidas de ti misma, Little Red. Así no es como te diriges a tu rey.
Esta es una escena apropiada, y la tratarás como tal, o te mantendré en un
constante estado de excitación a punto de venirte durante el resto del día. ¿He
sido claro?
Por primera vez desde que desperté en su cama, algo chispea en mi
interior. Como si su dominio encendiera una cerilla y ahora hubiera una
pequeña llama de sensación que puede convertirse en algo más grande o
apagarse del todo. Y de repente, estoy desesperada por que se convierta en
algo más.
Mi voz está entrecortada por la necesidad.
—Sí, Su Majestad.
—Tirar de tu cabello te hizo sentir algo. Tus pezones se tensaron, así que
estamos llegando a alguna parte. Sospechaba que tendría que recurrir a
caricias más duras para llamar la atención de tu cuerpo. Hagamos que tu
masoquista interior ronronee de nuevo.
Me da un ligero pellizco en el lóbulo de mi oreja. No sé si ha sido leve o si
me hizo un piercing nuevo, pero de todos modos disfruto del suave cosquilleo
que recorre mi cuero cabelludo y estoy deseando más.
Unas uñas romas se clavan en mis costados y se arrastran por mi abdomen
en direcciones opuestas.
—Ohhhhh —gimo, arqueándome ante la sensación. Él gruñe en
agradecimiento por lo que ve.
—Eso es —anima en voz baja.
El golpe de una mano mojada conectando con la carne húmeda resuena en
el azulejo y, a continuación, un calor glorioso irradia desde mi trasero. Creía
que la falta del sentido del tacto me era indiferente, pero ahora casi lloro de
alivio. Dejo que las ataduras sujeten mi peso y me relajo en el placer-dolor de
cada nuevo golpe de su palma.
Cuando me da la vuelta, ajusta el rocío del agua para que dé en mis senos.
Girando y tirando de mis pezones, usando sus uñas para arañar mi vientre y
muslos, arrastra las puntas de sus colmillos por mi cuello. Luego usa su pie
para separar mis piernas, lo que le permite acceder sin restricciones a mi sexo.
La yema de un dedo rodea mi clítoris hinchado, sumergiéndose en mi
entrada para reunir mi excitación y vuelve a torturarme... SMACK. Resoplo
mientras las llamas lamen mis pliegues y grito de placer.
—¡Oh, Dioses!
Tiernan pasa la mano por mi núcleo y retiene el calor mientras se filtra por
mi cuerpo.
—Eso es, deja que fluya a través de ti. Siente cómo el ardor se funde en
una cálida caricia, como dos caras de una misma moneda. —Finalmente,
desliza dos dedos en mi sexo, estirando mis paredes mientras los introduce en
mí. Necesitada de más, maúllo y muevo las caderas, follándome
descaradamente en sus dedos—. Buena chica, Fi. Hazte sentir bien. Quiero
verte deshacerte para tu rey.
Un sin fin de sensaciones me iluminan como una supernova, y hago
exactamente lo que mi rey ordena mientras grito su nombre. Todo mi cuerpo
se estremece por la fuerza de mi orgasmo mientras él sigue bombeando
lentamente sus dedos y pasando su mano libre por mis senos y vientre.
Cuando se disipan las últimas réplicas, quita la venda. La luz inunda mi
visión y entonces veo la cara de un Dom muy sexy y satisfecho.
—Lo has hecho muy bien, nena —exclama, acercándose a mí para
desengancharme y desatarme las muñecas—. ¿Cómo te sientes ahora?
—Viva. —Mi respuesta lo hace sonreír. Su plan ha funcionado. Aún tengo
mucho que procesar y superar, pero su método de recordarle a mi cuerpo lo
que es sentir a través del placer-dolor que anhela funciono. En cuanto libera
mis muñecas, rodeo su cuello con fuerza—. Viva, pero no saciada.
Presiono mis caderas hacia adelante, atrapando su gruesa erección entre
nosotros. Sisea y el negro de sus pupilas eclipsa el dorado cuando su deseo
pasa de ser benevolente a convertirse en el de un depredador hambriento. Con
un gruñido grave, me levanta y se sienta en el banco para que me siente a
horcajadas sobre él.
—Entonces úsame hasta que lo estés, Little Red. Toma lo que necesites.
Soy jodidamente tuyo.
Poniéndome de rodillas, guío la cabeza de su pene hacia la entrada de mi
apretado capullo, ya resbaladizo por una nueva oleada de excitación al
escuchar su orden, al escuchar que es mío. Lentamente, me hundo en su gruesa
erección, deleitándome en la forma en que me estira, me llena, me completa.
—Oh, Dioses —ronroneo—. Me encanta cómo te sientes dentro de mí.
—Ya somos dos. —Agarra mis caderas con sus grandes manos y me
sostiene en su lugar. Como si alguna vez quisiera irme.
Me inclino hacia delante y reclamo su boca en un acalorado beso.
Mientras nuestras lenguas se entrelazan y bailan, empiezo a balancear mi
pelvis en su regazo, apretándome contra su dura longitud. Nos tragamos los
gemidos y respiramos entrecortadamente antes de volver a por más.
Mis músculos se tensan mientras persigo el poderoso orgasmo que
amenaza con consumirme en una arrebatadora conflagración. Sus manos me
aprietan más fuerte, sus dedos clavándose deliciosamente en mi carne, pero
aun dejándome marcar el ritmo, dejándome tomar lo que necesito. Y lo que
necesito es todo.
Nos separamos y miramos mientras mis movimientos se vuelven más
frenéticos y desesperados. Su belleza salvaje es un espectáculo para la vista.
Su mandíbula sin afeitar apretada, sus dientes al descubierto, sus músculos
tensos: él es mi rey sexy y salvaje, y aunque viviera mil años, nunca me
cansaría de mirarlo.
—Joder, estás apretándome como un maldito puño —gruñe—. Eso es,
cariño, aprieta mi asta hasta que termines.
—Tiernan... estoy... oh, dioses...
Suelto un grito gutural cuando mi clímax invade como un tsunami.
Tiernan entierra su rostro en mi cuello y gime mi nombre. Mi sexo se
convulsiona sobre su pene mientras él se derrama profundamente dentro de
mí, marcándome como solo él puede hacerlo. Enmarcando mi cara,
atrayéndome hacia él para darme un lánguido beso lleno de todas las
emociones que no nos atrevemos a expresar. Luego me acurruco contra su
pecho, cierro los ojos y me deleito con las sensaciones que provocan sus
manos mientras cuida de mí hasta que me duermo.
CAPÍTULO 25
Fiona
Todavía estaba casi dormida cuando Tiernan me puso la camiseta por
encima esta mañana y me besó en la frente antes de volver a taparme con las
sábanas. Los últimos días debieron de afectarme mucho, porque estaba
demasiado cansada para preguntarle por qué él se vestía y no regresaba a la
cama.
La siguiente vez que regreso a la conciencia, siento que alguien frota mi
espalda en suaves círculos y escucho una voz femenina que me llama
suavemente por mi nombre.
—Despierta, mo stòirìn.
—¿Mamá? —Abro los ojos y la veo sentada en el borde de la cama,
mirándome con una sonrisa, igual que cuando me despertaba para ir al
colegio. Pero su aspecto es distinto al de entonces: frágil y casi apagado, como
si estuviera a punto de sufrir una enfermedad violenta.
Me apresuro a sentarme y lanzo mis brazos a su cuello.
—Gracias Rhiannon, tú estás bien.
Devuelve mi abrazo y su aroma familiar me envuelve con una sensación
de seguridad que conocí de niña.
—Estoy bien —declara, apretándome más fuerte—. Estaba tan
preocupada por haberte perdido. Cuando me dijeron que te habían disparado...
La oigo sollozar y retrocedo para ver cómo sus ojos dorados se llenan de
lágrimas. Los míos se humedecen al instante y nunca he estado tan agradecida
de poder llorar en un abrir y cerrar de ojos. Tengo que darle las gracias a
Tiernan por salvarme, tanto del borde de la muerte como de caer en un abismo
adormecedor.
—Lo sé, pero estoy bien. ¿Lo ves?
Levanto mi camiseta para enseñarle mi cicatriz, pero acabo mostrándole
mucho más que eso. En la parte superior de mis muslos salen unas ronchas
rosadas de donde Tiernan me rastrilló con sus uñas afiladas, y estoy segura de
que hay muchas más en otras zonas de mi cuerpo. Rápidamente bajo mi
camiseta, pero la mirada de mi madre dice que es demasiado tarde.
Con una sonrisa tímida, hablo;
—Sé que suena raro, pero en realidad fue más bien una sesión de terapia.
—No me importa lo que fuera, siempre y cuando signifique que estás
aquí.
—Hablando de eso —comienzo, curiosa por saber cómo acabó mi madre
en la residencia privada del futuro rey.
—El Príncipe Tiernan envió un coche a buscarme. Cuando llegué, me hizo
pasar y luego se marchó a la mansión para reunirse con sus hermanos y el
Regente. —La preocupación llena sus ojos, y esta vez sé que no tiene nada
que ver con mi experiencia cercana a la muerte—. En realidad, no hemos
tenido ocasión de hablar.
Asiento.
—¿Por qué no vas a ver si puedes averiguar cómo hacernos un café o té,
lo que sea que tengan aquí? Buscaré algo que ponerme y estaré contigo en un
minuto.
Señala una bolsa grande cerca de sus pies.
—Te he traído una muda de ropa de las cosas que te dejaste en casa.
También tu taza favorita de cuando eras pequeña con una caja del chocolate
caliente gourmet que te encanta.
—Ooh, tomaré un poco de eso en su lugar. Gracias, mamá.
—También hay un termo de té con menta y ortiga, sin magia —añade con
una sonrisa pálida.
—¿Es porque ya no lo necesito, o porque no eres lo suficientemente fuerte
para hacer el hechizo?
Aparta mi cabello de la cara y lo coloca detrás de mi oreja.
—Me alegra que estés bien. Nos vemos en la sala.
Intento que su omisión no me moleste mientras me visto y hago mi rutina
matutina lo mejor que puedo en un cuarto de baño extraño. Después de
recogerme el cabello en una coleta y usar el cepillo de dientes nuevo que
Tiernan me dejó, salgo a la sala para tener nuestro primer encuentro íntimo
desde que ella puso mi mundo de cabeza.
Me siento con ella en el sofá, dándome una taza de chocolate caliente. Lo
ha preparado como a mí me gusta, con un solo cubito de hielo, así que no está
demasiado caliente cuando doy varios sorbos generosos. Suspiro, dejándome
llevar por su calor y los lujosos cojines a mis espaldas.
—Entonces —empieza en ese tono que tienen las madres cuando están a
punto de ser entrometidas—. ¿Estoy sintiendo algo entre tú y el Príncipe
Tiernan? Aparte de la sesión de 'terapia', quiero decir. Tenía mis sospechas de
que ustedes dos antes se divertían juntos, pero la forma en que está actuando
ahora me hace pensar que podría ser algo más.
Muerdo un poco mi labio inferior, insegura de cómo responder. Pero ella
malinterpreta mi vacilación. Baja la mirada hacia su propia taza y continúa.
—Lo siento. Quizá creas que ya no me corresponde hacerte preguntas tan
personales. Espero que algún día puedas perdonarme por haberte engañado.
La culpa me invade, me pesa como un globo de plomo.
—Creo que te perdoné antes de salir de esa habitación del hospital. No
digo que no siga dolida, pero puedo entender por qué lo hiciste. Y tal vez si
nunca hubiera conocido e intimado con Bryn, resentiría más la situación. Pero
me alegro de que la mantuvieras a salvo y que ella tuviera un hogar amoroso...
como yo.
Levanta la cabeza, con la esperanza nadando en sus ojos.
—Gracias, mo stòirìn. Entiendo que necesitas tiempo para procesar las
cosas a tu manera, siempre lo has hecho. Solo tienes que saber que estoy aquí
para ti, y te quiero.
—Yo también te quiero, mamá. Nosotras contra el mundo; eso no ha
cambiado. —Compartimos sonrisas acuosas y un rápido apretón de manos—.
En cuanto a Tiernan y yo, tenemos... sentimientos fuertes y complicados el
uno por el otro. No estoy segura de lo que nos depara el futuro, pero sé que
estamos intentando averiguarlo.
Al recordar anoche y cómo rompió mi dique emocional, me invade un
cierto sentimiento me tengo demasiado miedo de ponerle una etiqueta incluso
en mi propia mente.
—Me salvó. —En más de un sentido—. No sabía si volvería a ver el
exterior de ese almacén.
Traga con dificultad, sus emociones escritas en su cara. Por duro que haya
sido para mí sentarme con ella en el hospital y no saber si sobreviviría al
ataque, no puedo imaginar cómo debió sentirse al no saber lo que estaba
pasando con su única hija, si estaba viva o muerta. Vuelvo a tomar su mano y
esta vez me aferro a ella.
—Estoy bien, mamá —aseguro en voz baja, haciendo todo lo posible por
tranquilizarla.
Asintiendo, me dedica una débil sonrisa.
—¿Quieres contarme lo que pasó?
Reviso lo que recuerdo, insegura de si hay algo que esté dispuesta a
contarle que no la altere aún más. No voy a contarle los detalles escabrosos de
cómo Charlie (que se pudra en el infierno, el hijo de puta) me utilizó como
saco de boxeo durante su interrogatorio. Sin embrago, la burla era sobre él,
porque de algún modo, resistí. Incluso lo enojé lo suficiente como para que...
Respiro bruscamente cuando los detalles de mi cautiverio salen a la
superficie. Una imagen del rostro de Charlie transformándose parcialmente
aparece en mi mente.
—Hombres lobo. —Dejo lentamente la taza sobre la mesita, sin confiar en
mis manos temblorosas para tocar algo que se pueda romper—. Tengo que
decirle a Tiernan que los lobos están involucrados.
—Lo sabe. Cuando los gemelos te rastrearon a ti y a las otras, pudieron
olerlos. Son de la manada NOLA, pero no podemos averiguar su conexión con
Leone. Y estaban ocultando sus energías, probablemente con vudú. Puede que
Leone ni siquiera sepa que son otros.
Sacudo la cabeza.
—No, mamá, es mucho peor que eso. —Meto los dedos en mi cabello y
suelto la coleta—. Mierda, no puedo creer que no me acordara de esto antes.
Tenemos que llamar a Tiernan. ¿Dónde está el teléfono?
Antes de que el siguiente ataque de pánico se apodere de mí, mamá me
lleva las manos a su regazo.
—Fiona, mírame. Mírame.
Mi mirada deja de rebotar por la habitación en busca de cualquier tipo de
dispositivo de comunicación y se posa en el par de ojos que conozco mejor
que los míos. Son los que me han sacado de pesadillas y han dicho "te quiero"
un millón de veces.
Son mi hogar.
—Bien —habla—. Ahora haz algunas respiraciones de limpieza conmigo.
Vamos. —La sigo y hacemos tres respiraciones profundas juntas—. Mejor.
Ahora, ¿puedes contarme lo que acabas de recordar antes de que hagamos
alguna llamada? Puede que te ayude a organizar tus pensamientos primero.
Un pavor helado se apodera de mi estómago mientras le cuento todo lo
que aprendí en aquella prisión de hormigón, hablando con una loca. Le digo
que Leone es el Rey de la Luz en un hechizo de camuflaje. Que tiene un
conjurador que lo ayuda, y que por eso los hombres lobo, que trabajan para él,
no se leen como sobrenaturales tampoco.
Y después le cuento lo peor: que ella es la razón por la que él creó la
NPO. Que se dio cuenta de quién era en la Reunión de los Dos Reyes y juró
destruirla por haber secuestrado a Bryn hace tantos años.
—Cuando intenté echarle en cara que su ataque contra ti fracasó, insinuó
que había sucedido según lo planeado. Quería que te dijera que eres la única
que puede impedir que la NPO se extienda como un cáncer y acabe con todos
los fae de este reino. Pero si te odia tanto, ¿de qué sirve no matarte? ¿Y por
qué crear un grupo de odio si espera que los detengas? Nada de esto tiene
ningún maldito sentido.
Mi madre suelta mis manos y parece casi entrar en sí misma mientras se
levanta lentamente y camina hacia la vista panorámica de la ciudad que va del
suelo al techo.
—Porque no le basta con eliminar a un enemigo. Quiere infligir la
máxima cantidad de angustia mental. —Se queda mirando la ciudad a través
del gran cristal durante nueve latidos, pero me doy cuenta en el segundo que
su mirada cambia de la distancia a su propio reflejo—. Es hora de llamar al
Príncipe Tiernan. Sé cómo puedo detener a la Nueva Orden de Pureza.
La esperanza brilla en mi pecho.
—¿Cómo?
Al girarse, me mira con lágrimas en los ojos, y mi recién nacida esperanza
se apaga al sentir de nuevo el gélido terror punzando mi piel.
—Sacrificándome.
CAPÍTULO 26
Tiernan
En la puerta de mi habitación en Midnight Manor, levanto mi vaso de
Devil's Keep y bebo un buen trago mientras contemplo las luces del horizonte
de Las Vegas a lo lejos. Como estamos a finales de enero, no hace mucho
calor a estas horas de la noche, pero opté por ponerme un pantalón de chándal
después de ducharme. El ligero frío de la brisa contra mi pecho desnudo y mis
pies con el cabello aún húmedo me mantiene concentrado y ayuda a pensar.
Desde que decretamos el toque de queda en toda la corte, solo ha habido
tres ataques mortales. Son tres de más. Solo queda una noche, luego
terminaremos con esto.
Prepararnos para mañana ha sido una semana infernal. Estábamos
planeando, elaborando estrategias, o discutiendo planes para elaborar
estrategias para nuestro gran movimiento contra la NPO y su líder, que ahora
sabemos que no es otro que Talek Edevane.
Una parte de mí dice que debería haber sabido que era él quien estaba
detrás del grupo de maníacos genocidas, y ha estado carcomiendo no haberlo
sabido. Pero como señaló Caiden, con todas las seguridades que teníamos,
además de él y sus hombres lobo leyendo como humanos, no hay razón para
que hubiéramos llegado a esa conclusión. Los faes conjuradores son raros, y
los conjuradores lo suficientemente poderosos para enmascarar tantos, tan
completamente, son inauditos.
Es solo suerte de que Edevane tuviera uno así a su lado, y para colmo de
males, hizo un gran trabajo al dejar a nuestro conjurador fuera de combate. A
Erin le queda muy poca magia. Si la quema sacando a la NPO, es muy
probable que la mate.
Mañana no solo será arriesgado, sino que no hay garantías de que no
resulte fatal. Intentamos idear un plan mejor, uno que al menos nos diera más
probabilidades de que todos saliéramos de una pieza, pero si existe un plan
mejor, no he podido encontrarlo.
Hemos preparado todo lo que podemos en este momento. Solo nos queda
rezar para que Rhiannon nos cuide, y para que lo que Erin está renunciando no
sea en vano.
Cuando no estaba en reuniones la semana pasada, tuve que lidiar con
Hedrek, puto, Dolan. Se me ha metido tanto en el culo con lo de la coronación
que es un milagro que pueda andar. Lo único bueno de ascender es que por fin
podré sacarlo de mi culo y de mi vida cotidiana. Cuando vuelva a haber un rey
en el trono, el Consejo volverá a ser más que nada ornamental, y yo solo
tendré que sufrir su presencia en los actos oficiales de la corte.
Pero eso no me libra de lo que tengo que hacer ahora.
La bilis se revuelve en mis entrañas mientras recorro los contactos de mi
teléfono hasta llegar a las ‘I’. Me detengo en ‘Idiota ’y pulso el botón.
Contesta al primer timbre, como si hubiera estado esperando mi llamada.
—Buenas noches, Su Alteza.
No me molesto en ser amable. Solo doy la respuesta que ha estado
esperando.
—Lady Maeve.
—Excelente elección...
Termino la llamada e inmediatamente me siento mal. Bebo el resto de mi
bebida, esperando que me ayude. Claro que no. Pero miro la botella de Keep y
calculo que queda suficiente para emborracharme hasta el culo. No ayudará a
olvidar mi traición a Fiona ni el futuro que hayamos podido tener juntos, pero
puede que alivie el dolor punzante en mi pecho que se siente como si me
partiera en dos.
No sé cómo voy a decírselo a Fiona; todo está sucediendo demasiado
rápido. Durante los últimos tres meses, he sentido como si condujera a toda
velocidad y sin frenos hacia un muro de hormigón. Sabía que estrellarme era
inevitable, pero aún faltaban varios kilómetros. Sabía que tenía tiempo para
aceptar mi destino. Entonces, de la nada, Dolan y el Consejo Oscuro dejan
caer una roca del tamaño de una casa justo delante de mí y esperan que sonría
al hacer impacto. Hago jodidamente todo lo que puedo, pero no hay mucho
que un hombre pueda soportar, aunque sea de la realeza.
Tal vez un poco de aire fresco y la luz de la luna ayuden a calmar mis
turbulentos pensamientos. Me sirvo otros dos dedos de Keep y salgo al balcón
del segundo nivel. Me llega el sonido de una hoguera crepitando en el otro
extremo de la mansión. Fiona está sentada frente a la hoguera exterior, con los
talones apoyados en el borde del cojín y sus brazos rodeando sus rodillas
como si intentara evitar desmoronarse. Parece que no soy el único con
pensamientos turbulentos esta noche.
Antes de darme cuenta de que me moví, estoy frente a ella.
—¿Quieres compañía?
Levanta la cabeza para mirarme.
—Mientras no te importe que sea mala compañía.
—Nada en ti puede ser malo, Fi. —Tomo asiento a su lado en el sofá y le
ofrezco mi vaso. Tras una breve vacilación, lo acepta y bebe un generoso
trago al whisky antes de devolvérmelo.
—Gracias.
—De nada. —Debería decírselo ahora; es la oportunidad perfecta. Y, sin
embargo, hay algo en el momento que no parece correcto. O tal vez es
simplemente mi justificación para acobardarme.
—¿Qué tienes en mente, Little Red? Parece que estás contemplando los
misterios del mundo.
—No, solo los míos.
—¿Quieres hablar de ello? Me han dicho que sé escuchar.
Resopla.
—¿Quién te lo ha dicho?
Finjo que intento pensar en alguien hasta que suelta una suave risita.
Misión cumplida.
—Mira, todos sabemos que soy bueno en todo, así que escuchar no será
diferente. —El sonido de su risa ligera es como un bálsamo para mi alma.
Ojalá pudiera embotellarla para escucharla siempre que quisiera—. Hablando
en serio. ¿Qué sucede?
Se pone seria de nuevo, las líneas de preocupación entre sus cejas se
vuelven prominentes mientras mira fijamente las llamas danzantes.
—Me siento... desarraigada, supongo. Como si tuviera un pie en cada uno
de los mundos, pero no perteneciera a ninguno. —Se gira para mirarme, con
sus ojos azules llenos de emoción—. No sé qué hacer con eso.
Me abruma la necesidad de demostrar que se equivoca, de demostrar que
pertenece a algún lugar. Conmigo. Agarrando su cara, la beso con todo lo que
soy y todo lo que siento por ella. Inmediatamente se rinde, abriéndose para mí
e invitándome a entrar, como siempre ha hecho. Gimo en su boca y la levanto
para que se siente a horcajadas sobre mi regazo. Sus manos agarran mi nuca y
la mordedura de sus uñas me produce escalofríos.
—Tier, te necesito. Por favor...
—Ssshhh... No tienes que rogarme por una maldita cosa, Fi. Con gusto te
daré lo que necesitas y más.
Rodeando su cintura con mis brazos, me pongo de pie y nos dirijo a su
dormitorio por el simple hecho de que es la distancia más corta a una cama.
Una vez dentro, pulso el botón que activa la pared de ventanas para que se
cierren, luego la tumbo en el centro del colchón y la sigo hacia abajo.
Me apresuro a desnudarla y quitarme los pantalones de chándal. Alcanza
mi pene, pero sujeto su muñeca por encima de su cabeza mientras la beso.
Tengo que hacer que esta noche sea especial, para que tengamos un recuerdo
que dure el resto de nuestras vidas, aunque lo que tenemos juntos termine esta
noche.
Alejándome, sostengo su mirada mientras la beso con la boca abierta entre
los pechos, deteniéndome brevemente para succionar cada pezón hasta
convertirlos en picos turgentes, luego continúo bajando por su vientre para
hundir mi lengua en su ombligo y después beso su monte hasta llegar a Mag
Mell en la tierra.
Al instante mi boca se humedece por el embriagador aroma de su
excitación, y no hay esperanza de que alargue esto. Dobla las rodillas y abre
las piernas, ofreciéndose a mí. Los pliegues rosa pétalo de su sexo resbaladizo
brillan bajo la tenue luz de la lámpara, y no puedo resistirme más.
Le doy un beso rápido en el interior de sus muslos, bajo la cabeza y cierro
mis labios sobre su carne suave. Sus gemidos de placer se mezclan con los
míos cuando su dulce sabor estalla en mi lengua. Agarrando los globos de su
trasero, empiezo a darme un festín.
Fiona lanza su cabeza hacia atrás, arqueando su cuerpo y casi rompiendo
mi sello, pero me muevo con ella y disfruto del viaje.
—Oh, mis putos dioses. Tiernan.
Aunque me encantó cuando usó el título de Su Majestad, adoro escucharla
pronunciar aún más mi nombre en medio de la pasión. Imagino que vivimos
una vida diferente: que estamos unidos y felices, y que esto no es más que una
noche normal para nosotros.
Entre sus piernas, mete las manos en puños en mi cabello. Cuanto más
tira, más la devoro. Mi lengua penetra en su apretado agujero y empuja,
bebiendo sus jugos como si fueran agua de vida de los dioses.
No hay nada comparable a esto: la forma en que reacciona ante mí, sus
sonidos, su aroma, su sabor, sus jadeantes súplicas en mi nombre. Todo en ella
es jodidamente sublime, y nunca desearé a otra hembra como deseo a Fiona.
Jamás.
—Tiernan, por favor.
Gruño contra su carne en respuesta, haciéndola gritar y apretar sus muslos
alrededor de mi cabeza mientras cabalga las olas de su primer orgasmo de la
noche.
—Dioses, Fi, sabes tan jodidamente bien. —Levanto lo suficiente para
meter dos dedos en su apretado capullo. Los giro, volviéndolos a sacar,
satisfecho cuando salen cubiertos de ella. Sostengo su mirada azul mientras
chupo su jugo de mis dedos, gimiendo de lo bien que sabe.
—Ven aquí —llama, pellizcándose los pezones.
No hace falta que lo diga dos veces; ésta es la única vez que acepto
encantado una orden. Trepo por su cuerpo, colocándome encima de ella y dejo
que haga los honores. Se estira entre nosotros y mi mirada sigue su
movimiento mientras su delicada mano envuelve mi longitud hinchada,
haciéndome sisear.
—Mierda —rechino entre dientes apretados. Empieza a acariciarme de la
raíz a la punta y viceversa, despacio, con un agarre firme que me vuelve
loco—. Cariño, si sigues así, voy a acabar en tu estómago antes de entrar en ti.
—Bueno, eso no servirá —murmura suavemente—. Porque no hay nada
que desee más ahora mismo que sentirte muy dentro de mí. Quiero perder la
noción de dónde terminas tú y dónde comienzo yo, Tier.
Inclinando mi pene hacia abajo, me alinea en su entrada. Al sentir el
primer beso de su calor en mi sensible coronilla, aspiro y uso toda mi fuerza
para mantener la posición. Ella se levanta y tira de mi cara para darme un beso
apasionado, luego mira fijamente a mis ojos y susurra,
—Hazme el amor, Tiernan Verran, futuro Rey Rebelde de los Fae
Oscuros.
Se hace un nudo en mi garganta con verdades que no me atrevo a decir.
No en este momento casi perfecto con esta mujer más que perfecta. Así que,
posiblemente por primera vez en mi larga vida, no digo nada. Entonces
empujo mis caderas hacia delante, gimiendo mientras invado y estiro su
caliente núcleo centímetro a centímetro castigándola hasta que estoy
completamente asentado.
Apoyo la frente en su hombro, concentrándome en mi respiración y espero
a que se adapte. Sus senos se presionan contra mi pecho mientras respira
profundamente, luego se relaja debajo de mí, la versión de su cuerpo de decir
‘verde’.
Nos movemos como uno solo, como si ya hubiéramos hecho el amor mil
veces. Sé que estaría mal, pero el deseo de clavarle los colmillos y compartir
mi sangre con ella es casi irresistible. El animal que llevo dentro es un maldito
egoísta y quiere marcarla. Marcarla. Reclamarla.
Pero no puedo, mierda. Ni esta noche, ni nunca.
Dejando a un lado esos pensamientos, me concentro en el tiempo que paso
con ella y doy las gracias a Rhiannon por cada bendito segundo.
La beso profundamente y nuestras manos recorren el cuerpo del otro: las
uñas se marcan, los dedos se flexionan, las lenguas se enredan. Al final nos
separamos para mirarnos mientras sigo penetrándola lentamente a ella. A cada
sacudida, su capullo resbaladizo aprieta mi asta con el más dulce de los
apretones mortales, amenazando con enviarme al Más Allá mucho antes de
tiempo.
—Recuerda esta noche, Fiona. Que sepas que me perteneces, igual que yo
te pertenezco a ti. Ahora y siempre, pase lo que pase.
Toma mi mandíbula con sus delicadas manos y me mira con el corazón en
sus ojos.
—Ahora y siempre.
Con eso, ajusto mi ángulo y golpeo el punto dentro de ella garantizado
para hacerla volar. En mi siguiente embestida, grita,
—Sí, Dios mío, justo ahí. —Manteniendo el ritmo lento y constante, la
empujo hasta el fondo, una y otra vez, llevándonos cada vez a la cima de un
clímax mutuo.
—Joder, sí, Little Red. Vente conmigo. Quiero sentir... ¡ah dioses!
—¡Tiernan!
La luz flashea detrás de mis párpados mientras su capullo me agarra como
un tornillo de prensa y me lleva al límite con un último impulso. Mi asta
palpita al compás de los latidos de su corazón mientras me vacío en su
interior, pintando las hinchadas paredes de su sexo con mi semilla. Marcarla
por última vez de la única forma que puedo, igual que ella se ha marcado en
mi alma.
—Tiernan, yo... —Sus ojos azules se empañan al hundir sus dedos en el
cabello de mi nuca—. Yo...
La detengo con un beso antes de que pueda decirlo, porque la lastimaré si
yo no lo digo. No puedo.
—Eres jodidamente perfecta, Fi —susurro mientras acomodo su cabello
detrás de su redondeada oreja—. Seas fae, humana u otro, todo en ti es, y
siempre ha sido, jodidamente perfecto.
Acostado a su lado, la aprieto contra mi pecho y la estrecho contra mí,
rodeándola con mi cuerpo. No hablamos mientras contemplamos Las Vegas,
la ciudad del pecado que continúa cada noche como si fuera la última. Es
difícil no establecer un paralelismo entre aquello... y esto.
Pronto, su respiración se estabiliza, su cuerpo se hunde en el colchón y sé
que mi tiempo se acabó. Todo cambiará para mí, para nosotros, en el momento
en que salgo de esta habitación. Y nunca he resentido tanto algo.
Con cuidado de no molestarla, me libero de su abrazo y salgo de la cama
para ponerme el chándal. Parpadeo para evitar la humedad que pica en la parte
posterior de mis ojos, le doy un beso en su adorable oreja y camino en silencio
hacia la puerta.
Justo antes de irme, me permito una última mirada. Luego, dejando atrás a
Fiona y mi corazón roto, renuncio a la vida que quiero para aceptar la que
debo.
CAPÍTULO 27
Tiernan
—¿Qué probabilidades crees que tenemos de que esta cosa llamativa
funcione? —pregunto a Romanov, que está sentado conmigo en la zona del
bar del salón de baile en Nightfall que siempre utilizamos para los eventos de
la Corte Nocturna. El gran espacio está completamente vacío, salvo por
nosotros dos. Del techo candelabros de cristal cuelgan alrededor de una
enorme claraboya que se abre para dejar entrar la noche y la luna de Rhiannon
para las ceremonias y celebraciones de los Fae Oscuros.
Esta noche, sin embargo, este opulento salón de baile será la zona cero de
nuestro enfrentamiento con el rey de la Corte Diurna y la Nueva Orden de
Pureza.
Llegamos aquí temprano, así que agarré dos botellas de whisky Redbreast
y vodka Beluga y nos hemos servido copas mientras esperábamos para calmar
los nervios. Por suerte, los otros tenemos una tolerancia increíblemente alta, o
ya estaríamos hechos polvo.
Dimitri frunce el ceño.
—¿Qué es lo llamativo?
—Ya sabes, de la película Men in Black. Will Smith llama a la cosa que
borra la memoria de la gente la cosa llamativa. —El señor de los vampiros me
mira sin comprender—. Sabes, para ser un tipo que ha existido desde siempre,
sabes muy poco del mundo en el que vives.
Se encoge de hombros y se sirve otro trago.
—Sé lo que es importante para saber. Y ahora sé que la 'cosa llamativa' es
otra forma de decir 'plan aburrido'.
El ruso fue muy expresivo sobre su opinión de que no había suficiente
derramamiento de sangre con nuestro plan. Como está aquí solo de apoyo, su
voto no contó.
—Créeme, yo también creo que se están saliendo con la suya —concuerdo
con rabia apenas contenida—. Pero masacrarlos solo demostraría que somos
los monstruos que dicen que somos. Puede que no sean ejemplos estelares de
la raza humana, pero las posibilidades de que se convirtieran en asesinos eran
probablemente nulas hasta que Edevane les lavó el cerebro haciéndoles creer
que lo hacían para salvar a la humanidad.
Romanov gruñe y dispara.
—Cincuenta-cincuenta.
—¿Qué?
—Probabilidades de que la cosa llamativa funcione. Le doy cincuenta-
cincuenta.
Hago una pausa al levantar mi vaso de whisky y mirarlo.
—Yo que tú no aceptaría ningún trabajo como orador motivacional. Lo
menos que podías haber hecho era mentir.
—Esa es la diferencia entre nosotros. Ustedes desean poder mentir, así
que se esfuerzan por engañar. Yo, en cambio, puedo mentir todo lo que quiera,
pero elijo ser sincero.
—Mierda, tienes razón. ¿Qué te parece al revés? —musito—. Espera, tú
nunca mientes. Como, ¿nunca?
—Nunca. Las cosas son como son. No tiene sentido decir lo contrario.
Mierda, odio la razón que tiene, y ahora me doy cuenta de que al no ser
sincero con Fiona sobre el contrato de coronación y la situación en la que me
encuentro, nos he hecho un flaco favor a los dos. A pesar de lo mucho que
desearía que las cosas fueran diferentes, no lo son. E ignorar la fea verdad en
favor de una bonita mentira solo empeorará las cosas cuando todo salga a la
luz.
Lo que significa que necesito tener una plática muy seria con Fiona esta
noche, cuando todo esto esté finalmente hecho.
Suspiro, termino el resto de mi bebida y miro el reloj. Los nudos en mi
estómago que tengo desde esta mañana se tensan aún más.
—Casi es la hora del espectáculo. Pongámonos en posición.
Hace aproximadamente una hora, todos los miembros de la NPO se habían
presentado en su cuartel general en Devil’s Door para una reunión obligatoria
a deshora con su líder, un tal Stanley Leone. Habían recibido el mensaje
cifrado a través de su canal habitual en la red oscura, cortesía de Evan y
Clyde. Pero cuando llegaron, no había líder ni reunión.
En cambio, fueron recibidos por una docena de miembros del clan de
Dimitri con AK-47 en la mano. No es que los vampiros necesiten la potencia
del fuego, pero es más fácil asustar a los humanos y mantenerlos tranquilos
cuando se les amenaza con lo que ya entienden, mafiosos rusos con armas
grandes que dan miedo. No hay necesidad de hacer que los humanos se meen
encima presentándoles sus peores pesadillas. Ya creen que somos malos; los
fae son como cachorros de Golden Retriever comparados con los vampiros
Romanov. No son vegetarianos chispeantes.
Después de acorralarlos, McCarthy y su unidad los ataron y trajeron a
Nightfall en una caravana de carretas. Ahora están descansando sus talones en
el sector privado adjunto al salón de baile con sus escoltas armados, a la
espera del evento principal para comenzar. Que debería ser en cualquier
momento.
Dejé un mensaje a Edevane en su buzón de voz de Stanley Leone,
diciendo que quería reunirme con él para negociar un acuerdo. Por supuesto,
no tuve la cortesía de confirmar mi asistencia, pero le di la hora y lugar, así
que ahora veremos si muerde el anzuelo. Yo apuesto por el sí. Es demasiado
arrogante para pensar que podemos ser más listos que él, y la oportunidad de
restregarnos sus logros en la cara es una tentación demasiado grande.
Tomo mi lugar en el centro de la sala y sacudo mis manos. Durante la
última semana, he sentido un impulso de energía extra en mis venas mientras
me preparaba para este momento. Todo depende de que este plan funcione, y
solo tengo una oportunidad para hacerlo bien. Si no puedo detener a la NPO
esta noche, no hay posibilidad de que impidamos una guerra total entre
humanos y faes. Eso sí, sin presión ni nada.
Genial, ahora mi corazón late como un puto martillo neumático.
—Relájate, camarada, lo harás bien.
Enarco las cejas y miro por encima del hombro izquierdo hacia donde está
Dmitri.
—¿Acabas de llamarme camarada? ¿te estás ablandando conmigo,
Romanov?
—Mi parte de nuestro trato se cumplió cuando tu mujer fue rescatada.
Hago esto como tu aliado.
—Querrás decir amigo. Vamos, puedes decirlo.
Me fulmina con su mirada.
—No presiones, Verran. Y deja de moverte.
—No puedo evitarlo. Siento la piel demasiado tensa, —confieso mientras
desabrocho los dos botones superiores de mi camisa. Fue idea de Caiden que
me prestara un par de sus elegantes pantalones y camisa de traje negros para
dar la apariencia de alguien que debería tomarse en serio. En su momento me
pareció una buena idea, pero ahora tengo la sensación de que intenta
asfixiarme.
—Ya viene —anuncia, comprobando que hay un cartucho con punta de
hierro en la cámara de su Glock.
—¿Cómo lo sabes?
—Huelo a los lobos.
—¿Mis chicos? —Se ordenó a los gemelos que lo escoltaran hasta el salón
de baile y montaran guardia en el vestíbulo mientras llevábamos a cabo
nuestros asuntos.
—Nyet. Lobos.
Así que no cumplió con la estipulación de ‘venir solo’.
—Bien.
Las puertas dobles se abren. El Rey de la Luz, que ya no se molesta en
usar su camuflaje de Leone, entra con dos hombres lobo de la manada
Marceau de Nueva Orleans. En cuanto están dentro, Connor y Conall asienten
que tienen todas las salidas cubiertas por si acaso y cierran las puertas detrás
de ellos.
—Edevane, ¿por qué no me sorprende ver que te cueste seguir
instrucciones? Apuesto a que tampoco se te da muy bien colorear dentro de las
líneas, ¿verdad?
—Un poco hipócrita, ¿no te parece? —Hace un gesto a Dimitri detrás de
mí.
—¿Qué, él? Nah, solo está trabajando. Es el día de 'lleva a tu vampiro al
trabajo' en la escuela. ¿No es así, ‘Tri’?
—Vete a la mierda, Verran.
Sonrío ampliamente.
—Está bromeando, le encanta ese apodo. En fin, vayamos al grano, ¿de
acuerdo? Esto es lo que estaba pensando. Llama a tus amiguitos de la NPO:
diles que has cometido un error, o que han sido pirateados, lo que sea, dejaré
que te preocupes de los detalles; a cambio, no te encarcelaré hasta tu eventual
muerte para siempre. ¿Trato hecho?
Edevane me mira como si hubiera perdido la cabeza, para ser justos, no
estoy del todo seguro de que no sea así, y luego empieza a reírse con una leve
diversión que se convierte en un crescendo hasta que la carcajada lo hace casi
orinarse encima.
—¿He dicho algo gracioso? —pregunto.
—Más bien todo lo que has dicho. —Su risa se apaga mientras recupera la
compostura—. No puedo creer que tu hermano haya abdicado su trono en ti.
No tienes madera de rey. No eres más que un chiste, como los que tanto te
gusta contar.
Su púa se clava en mis inseguridades como pretendía, pero no es el centro
de mi ira. La energía que fluye a través de mí se dispara con mi ira.
—Lo obligaron a abdicar porque seguías intentando matar a su
compañera.
—Sí, bueno, como les gusta decir a los humanos, todo se vale en el amor y
en la guerra. Nunca habría encontrado a su pareja si no hubiera sido por mí.
Parecía un intercambio justo darles unas semanas juntos antes de enviarlos a
ambos al Mag Mell.
—¿Piensas cancelar tus perros de la NPO, o no, Edevane?
Sonríe como un vendedor de coches de segunda mano, con la intención de
atraerte antes de masticarte y escupirte con un préstamo altísimo que no
puedas pagar.
—No.
—Eso es lo que imaginaba. ¿Romanov?
Dimitri habla por un walkie a su segundo al mando.
—Alexei, privedi ikh.
Alexei abre la puerta de seguridad de la parte trasera de la sala para que
Finn y otros hombres de Dimitri introduzcan a los perros en cuestión. Un par
de docenas de hombres con atuendos militares de segunda clase, cinta
adhesiva alrededor de las muñecas y sobre la boca, se desparraman por la sala
principal. Su confusión y su miedo son palpables y ver a Edevane no les aclara
nada. No lo reconocen sin su fachada de Stanley Leone.
Sin embargo, se fijan en nuestras orejas puntiagudas, nuestros ojos casi
brillantes, y nuestros colmillos, lo que nos convierte a ambos en sus enemigos
jurados, fae.
—Bueno, esto es un giro interesante de los acontecimientos —declara
Edevane con una divertida risita—. Ciertamente espero que tu gran plan no
sea matarlos delante de mí. No es un gran plan de venganza.
—No, no lo sería. Y no tiene sentido decirles la verdad porque nunca
creerán que eras tú quien ha estado moviendo sus hilos mientras te paseabas
con un traje de Edgar todo este tiempo.
Hago una pausa y miro a Dimitri.
—Esa es otra referencia de Men in Black. Deberías verla, es genial. —El
arco de una ceja oscura llena de cicatrices es su única reacción—. Bien,
caramba. Todo son críticos.
—Si no vas a matarlos —interrumpe Edevane— ¿cuál es tu plan?
—Siento llegar tarde. Espero no haberme perdido nada.
Todo el mundo mira hacia donde Fiona está empujando a su madre en una
silla de ruedas por el pasillo trasero.
—En absoluto, Erin. —Cuando llega a mi lado, tomo su mano y la aprieto
suavemente—. Llegas justo a tiempo.
Edevane se ríe, señalando a Erin, que está notablemente debilitada.
—Esto es una delicia. Me doy cuenta de que lo había planeado, pero
estaba seguro de que no te parecería bien que uno de los tuyos se sacrificara.
Usar el poco poder que le queda para borrar sus recuerdos probablemente la
mate en el proceso. Por otra parte, no te dejé muchas opciones.
—Así es. No teníamos muchas opciones, pero sí una. Erin está hoy aquí
como mera espectadora. Al ver que tenías planes tan rudos para ella, pensé
que era justo que tuviera un asiento de primera fila para tu desaparición.
Le hago un gesto con la cabeza a Fiona, indicándole que es hora de
trasladarla a ella y a su madre al otro lado de la habitación. Ella no duda,
sabiendo que las cosas están a punto de ponerse peliagudas. Entonces vuelvo a
centrar mi atención en mi enemigo y objetivo.
Edevane apoya un codo en el otro brazo y acaricia su barbilla.
—Cada vez más curioso.
—Efectivamente —respondo con mi mejor sonrisa de gato Cheshire—.
¿Estás familiarizado con el ajedrez, Edevane? Seguro que sabes que es un
juego de estrategia. A menudo, un jugador calcula lo que cree que es la
combinación perfecta. Planea mentalmente cada movimiento y el cómo
responderá su oponente a esos movimientos, lo que en última instancia da una
ventaja o incluso la victoria.
Desabrochando los botones de cada puño, empiezo a enrollar
metódicamente mis mangas hasta los codos.
—Pero a veces tu oponente saca un movimiento sorpresa. Uno que obliga
a una respuesta inmediata e improvisada, arruinando así sus planes. Cuando
eso ocurre, se llama Zwischenzug.
—¿Tiene algún puto punto todo esto, Verran?
Es el momento de la verdad. El momento en que descubra de qué estoy
hecho. Si realmente soy el Verran de los buenos tiempos que se destaca por
encantar a sus socios y salir de fiesta con famosos, o si tal vez soy el Verran
que todo el mundo, incluido yo mismo, han estado subestimando mi vida
entera.
Hoy temprano en Midnight Manor, mientras me preparaba mentalmente,
las personas que más quiero en este mundo estaban allí para ofrecerme su
apoyo y palabras de ánimo.
Golpea primero y golpea fuerte, T. Y no dejes que ninguna de sus
tonterías se meta en tu cabeza.
Date prisa y acaba con esto para que podamos volver ya a nuestras
partidas de ajedrez.
Mis hormonas están por las nubes, y si te haces un rasguño, me volveré
loca. Así que no te hagas daño, ¿me escuchas? Bien, te amo, ve a patear
traseros.
Tu padre estaría orgulloso de ti, Tiernan. Y yo también.
Estaremos afuera si nos necesitas, pero no lo harás. Vas a esfumarlo
donde está parado.
Mi niño especial, siempre supe que estabas destinado a la grandeza. Por
favor, ten cuidado.
Regresa en una pieza, hermano. Tienes una corte que gobernar y mi hijo
de sobrino.
No hay nadie en quien haya creído más. Tienes esto, Tier.
Fiona... Mi mirada la busca, fijándome en esos azules cristalinos. Actúan
como mi piedra de toque y me mantienen conectado a tierra. Colocando una
mano sobre su corazón, repite en silencio la declaración que hicimos anoche.
Siempre me pertenecerás, y yo siempre te perteneceré. No importa lo que
pase.
Ella dice
—Tú puedes —y su fe inquebrantable me conmueve más de lo que nunca
sabrá.
Delante de ella, Erin me da ánimos con su cabeza, recordándome la guía
que me dio durante toda la semana mientras me entrenaba incansablemente
para este día.
Erin estaba preparada para hacer algo desinteresado y sacrificarse por el
bien de toda la humanidad en este lado del portal. Pero de ninguna manera iba
a permitir que eso sucediera.
Edevane tenía razón en una cosa. Con el daño que causó el
envenenamiento por hierro, usar el tipo de poder que se necesitaría para borrar
recuerdos específicos de dos docenas de humanos la habrían matado. Pero si
alguien en la flor de su anormalmente larga vida bebiera su sangre y extrajera
cuidadosamente lo último de su magia de conjuradora, podría utilizar sus
poderes sin consecuencias.
Así que eso es exactamente lo que hice. Aquí vamos... el momento de la
verdad.
Hago una señal a los hombres lobo de Marceau, y se agarran a los brazos
de Edevane para sujetarlo. En su cara se dibuja un gesto de sorpresa cuando se
da cuenta de que los han traicionado, aunque no sé por qué se sorprende. Los
Marceaus solo son realmente leales a los de su manada. Para cualquier otro, va
al mejor postor. Lo curioso de comprar lealtad es que siempre habrá alguien
dispuesto a pagar más.
—Mi punto, imbécil —declaro, gruñendo—, es que pensabas que tenías la
combinación perfecta de movimientos para llevar a cabo tu venganza...
Abro mis sentidos y siento cómo la energía de la confianza que todos
depositan en mí fluye por mis venas e infunde la médula de mis huesos.
Aprovechando el poder que vibra en mi interior, creciendo más y más hasta
llenar cada célula y crepita como electricidad bajo la superficie de mi piel,
listo para ser desatado.
—Pero subestimaste a tu oponente, y estoy lanzando la madre de todos los
Zwischenzugs.
CAPÍTULO 28
Fiona
Se hace un nudo en mi estómago mientras Tiernan canaliza sus nuevos
poderes: poderes que adquirió mediante el acto de beber la sangre de una
conjuradora. Un acto prohibido bajo pena de muerte en Faerie. Un acto que
despojó a mi madre de toda su magia conjuradora.
Un acto que, en última instancia, salvó la vida de mi madre.
El aire del salón de baile está cargado de electricidad y se erizan los vellos
de mi nuca. Estoy tan nerviosa que creo que voy a vomitar. No había forma de
que Tiernan probara este plan a medida en que necesitará hacerlo ahora. La
cantidad de magia que tomará este hechizo para llevarse a cabo en esta
magnitud quemará todo lo que pudo conseguir. Si esto no funciona la primera
vez, no funcionará en absoluto.
Me agacho y mamá instintivamente agarra mi mano, apretándola con
fuerza.
—Va a estar bien, Fiona —alienta—. Él puede hacerlo.
—Cierto, lo sé. —Asiento, sobre todo para mí misma, porque nadie más
me mira. Entonces mi atención se centra en Edevane, que se agita—. Vaya, el
chico malo está molesto.
—Yo diría que sí.
Talek el Tiránico, como llegué a llamarlo, se ha vuelto cinco tonos de rojo
desde que los chicos de NOLA cambiaron de equipo. Lucha por liberarse de
sus garras, pero acaba haciendo el ridículo. Los Fae son fuertes, pero un Fae
no es tan fuerte como dos hombres lobo. Especialmente los de la manada
Marceau. Esos tipos están construidos de manera diferente.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, Verran? ¿crees que puedes
usar tus poderes para detenerme? No tienes ni idea...
Uno de los lobos toma un pañuelo de su cuello y lo empuja
profundamente en la boca de Edevane con un murmurado
—Por fin.
Tiernan inclina el cuerpo para poder ver a Edevane y al grupo de
miembros de la NPO, que ahora tiemblan visiblemente con sus botas de
combate. La energía crepita sobre él mientras levanta lentamente las manos y
acumula suficiente energía para (con suerte) borrar de los humanos todos los
recuerdos y el conocimiento de que existen los faes.
En cuanto al Rey de la Luz, está quitando el recuerdo de la noche en que
nació Bryn. Si no recuerda haber matado a su primo y a su pareja porque se
llevaron y escondieron a su recién nacida, entonces no recordará su búsqueda
de Bryn o su venganza contra mi madre. Y si tenemos de verdad suerte, borrar
esos recuerdos acabará con su deseo de gobernar o destruir la Corte Nocturna.
Finalmente, con los brazos extendidos a los lados, Tiernan entona el
conjuro que se ha pasado toda la semana aprendiendo hacia delante y hacia
atrás.
—Tríd an veil ní fheiceann tú a thuilleadh.
Ní mise, agus ní aithne dhúinn.
Glacaim do chuid cuimhní cinn, déan dearmad cad atá caite.
Glacaim do chuimhní cinn agus cuirim go deireanach iad.
A través del velo ya no ves.
Ni yo, ni nosotros somos conocidos por ti.
Tomo tus recuerdos, olvida lo que ha pasado.
Tomo tus recuerdos y los hago perdurar.
Todos los humanos se encogen y gimen como si alguien les estuviera
provocando fuertes dolores de cabeza. Yo nunca he tenido a alguien que
absorba mis recuerdos, pero imagino que no es divertido. Mi madre dice que
no llevará mucho tiempo y que, cuando termine, lo más probable es que
caigan inconscientes por el efecto que está causando.
Sin embargo, Edevane no se está encogiendo de dolor. Está gritando como
si estuviera enojado e intentando interrumpir el cántico de Tiernan. Espero por
los dioses que esté demasiado concentrado como para escuchar sus desvaríos.
Si el hechizo se interrumpe o se estropea de alguna manera antes de que
termine el proceso, todo habrá acabado.
—¿Cuánto tiempo tendrá que hacer esto? —pregunto a mi madre,
apretando su mano un poco más.
Prácticamente tiene que gritar para que la escuche por encima de todo el
ruido.
—Es capaz de sentir los recuerdos a los que se dirige mientras dice el
hechizo. Cuando ya no los sienta, podrá parar. No debería tardar mucho.
Completa el cántico tres veces más antes de detenerse. Como estaba
previsto, los humanos caen al suelo en montones deshuesados, aparentemente
inconscientes.
Tiernan deja caer los brazos antes de doblarse por la cintura para apoyar
sus manos en las rodillas, como si corriera el riesgo de desplomarse tras
completar su primer maratón.
—¡Tiernan!
Con el visto bueno de Finn, los hermanos Woulfe entran para ocuparse de
Edevane como estaba previsto, pero yo me precipito hacia Tiernan, con el
corazón en la garganta ante la idea de que esté herido. Arrodillada frente a él,
busco cualquier signo de malestar o daño físico. No teníamos forma de saber
cómo le afectaría ejercer un poder tan fuerte como el de conjurar.
Especialmente porque la línea real no ha tenido más que magia fae básica
desde el exilio.
—Oye, ¿estás bien? ¿Estás herido? —El sudor mancha su frente y sus ojos
permanecen cerrados mientras intenta recuperar el aliento. La preocupación
cae como un ladrillo en mi estómago. Caiden y Bryn están escondidos en el
penthouse de arriba, esperando a que nos reunamos con ellos cuando todo
haya terminado. Pero si está herido, tenemos que llevárselo a Bryn ya. Retiro
el cabello húmedo de su cara con dedos temblorosos, lo intento de nuevo.
—Tier, por favor, respóndeme. Necesito saber si estás bien. Di algo.
Sus párpados se abren y me alivia ver que sus ojos dorados siguen tan
brillantes como siempre.
—Fi...
—¿Sí? ¿Qué pasa? Dime —espeto, desesperada por saber qué necesita.
—Soy un hijo de puta pervertido, pero ni siquiera yo espero que te
arrodilles por mí con tu madre en la habitación. —Me quedo con la boca
abierta al darme cuenta lo que está insinuando—. Quiero decir, ella está justo
ahí, cariño.
Tras recuperarme del susto, entrecierro los ojos y le doy un fuerte
empujón. Por desgracia, cuando está cayendo, agarra mis muñecas,
llevándome con él hasta que quedamos tendidos en el suelo y riéndonos.
Puede parecer un momento extraño para actuar como un par de adolescentes
en una fiesta de pijamas, pero el alivio inmenso después de semanas de lidiar
con situaciones de vida o muerte pueden hacer esto.
Un fuerte carraspeo interrumpe nuestra juguetona pelea a empujones.
Hedrek Dolan, que insistió en ver cómo se desarrollaban los acontecimientos
en la sala de seguridad, está de pie junto a nosotros. Si buscáramos en el
diccionario la palabra "prejuicioso", veríamos una imagen de su ceño
fruncido.
—Enhorabuena, Su Alteza, pero ¿quizás podría levantarse y supervisar las
cosas de las que aún hay que ocuparse? Esta no es la forma adecuada de
comportarse. Qué pensaría su futura c...
Tiernan levanta una mano y mira fijamente al anciano como si fuera él
quien estuviera en el suelo y no Tiernan.
—Sí, Lord Speaker, lo sé. ¿Qué pensaría mi futura corte de que su futuro
rey actuara como un jovenzuelo en una situación tan grave? Me olvidé
brevemente y pido disculpas. No volverá a ocurrir.
Hedrek responde resoplando antes de alejarse. Frunzo el ceño mientras lo
miro y reflexiono sobre lo extraño de su intercambio.
—Jesús, salió de la nada.
El labio superior de Tier se curva con desdén.
—Es como mi maldita sombra. No me sorprendería que tuviera un registro
detallado de cada vez que tengo sexo.
—Ew, Tier, ¿muy gráfico? Como sea, ¿por qué plantearía la cuestión de
lo que pensaría la corte? Tendría que decirles para que eso le preocupara.
Me sorprende que a Hedrek no le salga humo del agujero que Tier le está
haciendo en la nuca.
—Oh, él les dirá, sin duda. Disfruta demasiado haciéndome sentir
miserable.
Hay algo en el tono de su voz que suena raro. Pero cuando lo miro, me
dedica su característica sonrisa ladeada, guiñándome un ojo.
—Entonces, ¿cómo se veía? ¿Estuvo genial? Debería haberte hecho
grabarlo. ¡Espera! Las cámaras de seguridad, tendremos imágenes desde todos
los ángulos. Haré que Bryn lo edite como un tráiler de cine...
No puedo evitar reírme.
—Más despacio, Scorsese. Terminemos con esto antes de que empieces a
escribir tu discurso al Oscar.
—Es justo. Vamos, Little Red. —Tiernan se pone de pie, luego ofrece su
mano y tira de mí hacia arriba—. Vamos a regodearnos con Gran Lobo
Feroz... —Nos damos la vuelta y nos topamos con dos paredes gigantes con
moños de hombre e idénticas miradas dirigidas a su amigo—. que claramente
no es un lobo de verdad porque los lobos son increíbles, y él no lo es. Eso es
lo que iba a decir.
Palmeo su brazo.
—Buen intento.
—Sí, bueno, yo no me regodearía demasiado —declara Connor—. Lo
tenemos con esposas de hierro, así que está debilitado y detenido. Pero...
—El hechizo de memoria no funcionó con él —termina Conall en esa cosa
gemela que hacen a menudo—. Erin cree que su conjurador debe haberle
puesto un hechizo de protección.
—Mierda. Llamaré a Caiden.
—No —intervengo. Me mira con el ceño fruncido—. Tier, está bien que
se lo pidas si de verdad necesitas su guía, pero Caiden ya no está en el trono.
En cuestión de días, serás tú. Confía en ti mismo como yo confío en ti. Como
todos lo hacemos.
En su cara se dibuja algo que no sé leer. Si tuviera que ponerle un nombre,
sería triste gratitud. Pero es una combinación extraña y no tiene sentido.
—Tiene razón, hermano —concuerda Conall.
Connor le da una palmada en el hombro.
—Di la palabra y está hecho.
Tiernan se rasca la barba incipiente de su mandíbula mientras piensa.
—No es el resultado que queríamos, obviamente, pero no podemos
liberarlo en la naturaleza si va a seguir siendo una amenaza. Y no podemos
matarlo debido a la diversión con maldiciones de Aine.
—Y porque, a diferencia de él, nosotros no somos asesinos a sangre fría
—añado.
—Cierto, eso también —acepta Tiernan—. Vamos a hablar con él, ¿de
acuerdo? Su destino dependerá de él.
Mientras caminamos hacia donde Finnian está custodiando al Rey de la
Luz en la lejana esquina de la habitación, por fin capto la escena que nos
rodea.
No se ve a los chicos Marceau por ninguna parte. Como no tenían nada
que hacer en esta pelea, una vez que su parte del trato estuvo hecha, los
mercenarios a sueldo probablemente se largaron de aquí, ansiosos por regresar
al pantano y a su manada.
Junto al grupo de miembros de la NPO, McCarthy supervisa su parte de la
operación. Van a implantar a cada persona un minúsculo chip de seguimiento
en la nuca, justo en la línea del cabello. Serán monitoreados de cerca por
varios meses para asegurarse de que el hechizo se mantiene y no estén
causando problemas. Después de eso, solo se les revisará de vez en cuando y
se activará una alarma en el teléfono de McCarthy si se reúnen más de dos de
ellos en el mismo lugar.
Una vez etiquetados, la VPD los traslada a los vehículos que esperan en la
parte trasera y los dejarán en sus respectivas residencias a mitad de la noche.
A todos ellos se les plantarán pruebas que los haga parecer que vienen de una
juerga infernal en Las Vegas. Independientemente de si han mencionado a los
fae a alguien más, los miembros no tendrán ni idea de lo que están hablando.
Al final, todo se convertirá en meras historias contadas, como el resto de las
fábulas y cuentos de hadas.
Mamá finge amablemente escuchar la charla estúpida de Dolan mientras
vigila de cerca al bastardo que intentó orquestar su suicidio. Conociéndola,
considera que ese es el menor de sus crímenes. Secuestrar faes, ordenar que
golpearan a su hija, atentar varias veces contra la vida de su sobrina y asesinar
a los padres adoptivos y biológicos de su sobrina, que también era la hermana
y cuñado de mamá, son delitos mucho más graves para ella, y él se ha librado
de todos ellos.
Hasta ahora. El plan de Tiernan funcionó, y como resultado, Talek el
Tirano finalmente responderá por todo lo que ha hecho.
—Ahí está —comienza Edevane desde su lugar en el suelo—. El futuro
rey de segunda clase de la Corte Celestial de segunda categoría.
Los labios de Tiernan se despegan en una sonrisa feroz, con sus colmillos
brillando.
—Lo dice el rey encadenado con grilletes de hierro a mis pies.
Se encoge de hombros.
—Un contratiempo temporal.
Tiernan cruza los brazos sobre su pecho y mira a nuestro cautivo.
—El hechizo no funcionó contigo. ¿Es por culpa de tu conjurador?
—Tendría que ser bastante estúpido para venir a una reunión con mi
enemigo sin un poco de protección extra, ¿no crees? No sabía que los
mercenarios pudieran ser comprados tan fácilmente, no con lo que les estaba
pagando. Debería haberlo pensado mejor antes de trabajar con un montón de
codiciosos. Fue un error de cálculo por mi parte. ¿Cuánto les ofreciste?
—Eso es entre Gage Marceau y yo.
Edevane enarca las cejas.
—¿Hablaste con el alfa? Estoy impresionado. Es más difícil acceder a él
que al Papa.
—¿Tienes más planes de venganza que quieras compartir con la clase?
—No.
—No, ¿no tienes, o no, no quieres compartir?
—Te diré una cosa —habla con una sonrisa—, me quitas estas esposas,
me dejas salir de aquí, y será una sorpresa.
—Sí, eso es lo que me imaginaba. Ya que no puedo matarte, haremos mi
segunda opción. ¿Qué te parece cadena perpetua sin posibilidad de libertad
condicional?
—¿Dónde, en la prisión estatal? Algo me dice que causará muchas
sospechas cuando uno de los presos viva realmente varios cientos de años a
los que ha sido condenado.
—Es cierto, lo haría. Por eso mi padre tuvo la previsión de construir varias
celdas bajo nuestro templo. Muy bonitas, hechas de hierro. Apropiadas para
un rey fae.
Finnian agarra a Edevane del brazo y lo levanta.
—Estaré encantado de acompañar a nuestro invitado a sus nuevos
aposentos, hermano. De hecho, consideraría un favor personal ser yo quien lo
encerrara y tirara la llave.
—Ah, Finni, sabes que nunca he podido decirte que no. Eres mi hermano
favorito. No se lo digas a Caiden.
Edevane se pone sombrío.
—Recuerda este momento... Te vas a arrepentir.
Tiernan lo iguala en su tono, su expresión se endurece.
—Podrías decir eso de muchos momentos de mi vida. Pero este momento
no es uno de ellos.
Finn arranca un trozo de cinta adhesiva de un rollo y lo pega sobre la boca
del prisionero antes de sacarlo del salón de baile. En una hora, el responsable
de tanto dolor y tanta muerte estará entre rejas hasta que exhale su último
aliento en este reino.
No estaba preparada para el diluvio de emociones que me invadiría en el
momento en que se hiciera realidad. Exhalo un suspiro tembloroso mientras
las lágrimas recorren mi rostro.
—Oye, oye, oye, Fiona nena, ¿qué pasa? Se supone que debes estar feliz
ahora mismo.
—Lo estoy —acepto entre respiraciones entrecortadas—. Estoy tan feliz y
aliviada, y no creo que mi cuerpo sepa cómo manejarlo. —Intento reírme,
pero no es fácil entre los sollozos.
—Ven aquí. Déjalo salir. Esto es mucho mejor que estar entumecida.
Llora todo lo que quieras, cariño. Te tengo.
Me abraza contra su pecho y me desahogo mientras él frota mi espalda en
círculos reconfortantes y susurra cosas dulces en la parte superior de mi
cabeza. Estar en sus brazos es como la cereza de nuestro pastel de victoria.
Nada podría hacerme más feliz que estar con él así en este momento.
—Su Alteza, felicitaciones por apresar al rey de la Corte Diurna.
Me suelto de los brazos de Tiernan y limpio la humedad en mis mejillas,
intentando serenarme en presencia del portavoz del Consejo Oscuro. Una vez
más, Hedrek Dolan se las ha arreglado para salir de la nada y arruinar un
momento entre nosotros.
—Gracias, Lord Speaker —agradece Tiernan—. Supongo que regresará al
consejo para darles la buena noticia.
—Así es. También le contaré a Lady Maeve de su valiente heroísmo.
Estará encantada de saber que su rey está vivo y bien. —Haciéndome una leve
inclinación de cabeza, anuncia—, Adiós, señorita Jewell.
Luego sale por la izquierda, dejándome aturdida por este nuevo giro de la
trama. Ni siquiera tengo que preguntarle a Tiernan qué quiso decir Dolan con
eso. La expresión de su cara lo dice todo.
Aprieto los puños a mis costados para evitar que tiemblen, pero no puedo
evitar que me tiemblen las entrañas. Siento como si me hubieran arrancado el
corazón del pecho y estoy segura de que, si miro hacia abajo, lo veré
abandonado a mis pies. Porque la persona en la que confié para que lo
cuidara... no lo hizo.
—¿Cuándo ibas a decírmelo?
Traga saliva.
—Esta noche —pronuncia en voz baja—. Pero debería habértelo dicho
antes. Siento no haberlo hecho. No tengo más excusa que mi propio egoísmo.
Te habrías vuelto a alejar en cuanto supieras lo del contrato y yo...
—¿Un contrato? ¿qué es exactamente lo que has acordado?
—Acepté nombrar a mi consorte la noche de mi coronación. Y
proporcionar a la corte un heredero en el primer año de mi reinado.
La bilis sube por mi garganta imaginando a Tiernan con otra mujer.
Imaginando a Tiernan con su bebé.
—¿Es eso lo que quieres? ¿tener hijos con Lady Maeve?
Se acerca, llevando las manos a sus costados.
—Por supuesto que no, Fi. Sabes exactamente lo que quiero. Pero eso no
significa que pueda tenerlo. He evitado aceptar mi responsabilidad durante
demasiado tiempo, y ahora tengo que hacer lo correcto por mi pueblo. Eso es
todo.
—¿Y qué hay de lo que es bueno para ti? ¿eso no cuenta para nada?
—No cuando eres el rey. —La frustración hace que el músculo de su
mandíbula tenga un tic—. No sería el hombre que te importa si no hiciera lo
que es honorable.
—Eso es verdad. Pero a veces lo honorable no es lo que crees que es. Que
algo siempre haya sido así no significa que siempre deba ser así.
—Créeme, jodidamente lo sé. Pero lo que yo piense no importa. El
consejo me tiene agarrado por las pelotas, y si no acato sus reglas y su
contrato, milenios de Verran sentados en el Trono de Midnight llegarán a su
fin, y no tengo duda de que será la línea Dolan la que sea nombrada como la
nueva realeza de la Corte Nocturna. Sabes que no puedo permitir que eso
suceda.
Mi corazón se rompe por él. Se rompe por nosotros, y por la vida que
nunca tendremos. Pero sobre todo estoy muy enfadada. Con el Consejo
Oscuro, con las leyes anticuadas y prejuiciosas. Y estoy enfadada con Tiernan
por no luchar por nosotros, ni siquiera un poco.
Hago lo que puedo para contener las lágrimas de rabia y doy un paso atrás
para zafarme de su atracción magnética.
—Sabes, probablemente sea lo mejor. Creo que empezamos a confundir el
buen sexo con otras cosas. Quiero decir, ¿qué sabemos realmente el uno del
otro? No mucho cuando lo piensas. Por ejemplo, no sabes mi segundo
nombre, y nunca pensé que el Príncipe Rebelde se dejaría llevar por un grupo
de fanfarrones geriátricos que intentan dirigir su vida.
—Fi... —Da un paso adelante, pero yo retrocedo otro. Se lleva las manos a
los costados y habla en voz baja con la mandíbula apretada—. Maldita sea,
Fiona, ¿qué quieres que haga?
—Encuentra otra forma.
—¡No hay otra!
—Entonces supongo que no queda nada que decir. —Trago saliva y dejo
pasar el nudo del tamaño de un puño que se formó en mi garganta—. ¿Cómo
se llama en ajedrez cuando ninguno de los jugadores puede ganar?
Sus hombros caen.
—Estancamiento.
Asintiendo, alejándome otro paso de él.
—Estancamiento. Parece bastante apropiado, ¿no crees?
Tiernan se mueve como si quisiera seguirme, pero la mirada de
advertencia que le doy lo detiene en seco. Se pasa una mano por el cabello,
haciendo que se levante en distintas direcciones y dándole esa apariencia
juvenil tanto me gusta.
—Nunca dejaré de desearte, Fi. No mientras respire.
Desear. No necesitar, no amar.
—Puede que sea una chica de Las Vegas, pero ni siquiera yo aceptaría esa
apuesta —afirmo con una sonrisa irónica—. Adiós... Su Alteza.
Después salgo de la habitación y envío un mensaje a mi madre para que
me avise cuando esté lista para salir y pueda ir a ayudarla. Hasta entonces,
salgo hacia el coche y espero.
Al igual que yo esperaré el resto de mi vida a que se componga mi
corazón.
CAPÍTULO 29
Fiona
Han pasado cuatro días desde nuestra victoria sobre Edevane y la Nueva
Orden de la Pureza. Hasta ahora, todos los miembros han seguido con sus
vidas como de costumbre, sin reuniones misteriosas ni extraños desvaríos
sobre seres sobrenaturales. No ha habido conversaciones en la red oscura, ni
han aparecido vídeos propagandísticos, ni nadie lleva piedras de bruja. El plan
de Tiernan funcionó y mi madre se salvó.
Ahora que es seguro aventurarse a salir de nuevo, ella y Bryn me han
arrastrado a Nightfall para "una noche relajante en el spa". Pero las miradas de
reojo que me dirigen cuando creen que no estoy mirando demuestran que hay
algo más que una simple GNO13. Es obvio que están preocupadas por mí, y
supongo que no puedo culparlas. Si alguna de ellas estuviera en mi lugar, yo
sentiría lo mismo.
Después de cómo acabaron las cosas con Tiernan aquella noche, mis
prácticas diarias de yoga y meditación no me han ayudado a encontrar mi Zen
como de costumbre. Como volutas de humo que puedes ver, pero no sostener
en la mano, se me escapa cada vez que creo que casi lo tengo, y la sensación
de no estar centrada es incómoda.
Me las arregle para no agravar la situación renunciando y mudándome a
mi antigua habitación en casa de mamá. Por desgracia, la falta de proximidad
física no ha disminuido la cantidad de tiempo que paso pensando en el futuro
rey y en lo que hemos perdido.

13
Noche de chicas.
Sigo diciéndome que la profundidad de mi angustia es desproporcionada
con respecto a esa pérdida. No es como si hubiéramos sido una pareja en el
verdadero sentido. Y hubo qué, ¿un día o dos en los que pensamos que
podríamos tener algún tipo de vida juntos?
Ni siquiera eso iba a ser todo arco iris y rosas. Nos habríamos enfrentado a
mucho desprecio por parte de los miembros del Consejo y posiblemente
incluso del pueblo. No es que alguna vez les haya importado si sus reyes se
entregaban a depravaciones con humanos, pero mantener una relación
exclusiva con una mientras posponen su deber de proporcionar herederos con
una consorte fae es algo totalmente diferente.
No es que nada de eso importe ahora. Deja de torturarte. Ya está hecho y
en el pasado. Empieza a centrarte en tu futuro. Dondequiera que esté.
—¿Dónde está qué? —Bryn pregunta desde mi izquierda.
Estamos en la final de nuestra fiesta de mimos. Ya nos han hecho los
dedos de las manos y pies, nos han masajeado y desintoxicado el cuerpo, y
ahora estamos recostadas en sillones de cuero, vestidas con suaves batas y
bebiendo sorbos de champán, o jugo de uva espumoso para Bryn, mientras las
esteticistas preparan unos brebajes en la habitación contigua para aplicarlas en
nuestros rostros recién dermo cepillados.
Miro a Bryn.
—¿Qué?
Resopla, con su legendaria paciencia a flor de piel gracias a las hormonas
del embarazo.
—Dijiste: 'Dondequiera que esté'. ¿Qué querías decir con eso?
¿Lo dije en voz alta? Estupendo. Ahora mi monólogo interno se ha
estropeado.
—Aunque lo haya dicho, y no digo que lo haya dicho, no sonaba como
una adolescente angustiada cuando lo dije.
Inútilmente, mi madre responde desde mi derecha.
—Sí, lo hiciste. En ambos aspectos.
Arqueando una ceja en su dirección, bromeo —Se supone que estás de mi
parte.
—Lo estoy, mo stóirín. —Sus ojos ambarinos se ablandan en mí—. Las
dos lo estamos. Por eso estamos preocupadas por ti.
Bryn interviene.
—No has querido hablar de lo que pasó entre tú y Tier. Nos contaste lo
que se dijo, pero no cómo te sientes con todo esto. Y sé que a veces es más
fácil tratar de convencernos de que estamos bien. Pero eso solo dura un
tiempo. Es como este zumo espumoso —señala, tomando la botella verde del
cubo de hielo que hay entre nosotros—. Puede que el corcho esté muy
apretado, pero si lo agitas lo suficiente, todas esas pequeñas burbujas de
sentimientos saltarán y se convertirán en un gran desastre.
Se hace un largo silencio mientras mamá y yo la miramos con expresiones
gemelas de confusión.
—Ha sido una analogía horrible —hablo por fin—. ¿Qué fecha de
caducidad tiene esa botella? Creo que el zumo está fermentado.
—Bryn, cariño, porque no dejas la botella, ¿eh? Hay un montón de
condensación en ella.
Pone los ojos en blanco y la levanta más alto mientras usa esa mano para
gesticular.
—No sé por qué están tan preocupadas, es fi... mierda. —La botella se le
escapa de las manos y cae al suelo. Cierro los ojos e inclino mi cuerpo hacia el
otro lado para protegerme de los cristales...
Pero el choque y el consiguiente rocío de metralla nunca llegan.
Al girarme, mis ojos se agrandan mientras las tres miramos fijamente la
botella que flota en el aire, a centímetros del suelo.
—¿Tía Erin? ¿tienes habilidades telequinéticas de las que no me habías
hablado?
—No soy yo, cariño. Creo que eres tú —señala mi madre, con un tono
lleno de asombro—. O más bien, el bebé usando sus poderes a través de ti.
Mi mandíbula se abre.
—Intenta levantarla de nuevo, Bryn. —Frunce el ceño, concentrada, y el
jugo sube lentamente hasta llegar a su mano extendida. La agarra y vuelve a
ponerla con cuidado en el cubo—. Ha sido genial —exclamo—. Intenta mover
otra cosa.
Mamá se aclara la garganta en voz alta, llamando nuestra atención sobre
las tres mujeres se acercan con cuencos de lo que parece barro y un pequeño
plato de rodajas de pepino. Seguimos obedientemente sus instrucciones de
recostarnos y relajarnos mientras ajustan nuestras sillas en una posición a
gravedad cero y nos aplican la mezcla fría en la cara.
Una vez que estoy completamente untada, mi ayudante sostiene dos finas
rodajas de pepino.
—Para la hinchazón. —Colocándolas sobre mis ojos cerrados y se inclina
para susurrarme—. También puedes usar este remedio en casa.
Levanto las comisuras de los labios en una sonrisa tensa.
—Es bueno saberlo, gracias.
Síp. Nada como que una profesional de la belleza te diga sutilmente que
parece que has estado llorando las últimas setenta y dos horas. No es que esté
equivocada, pero, aun así.
Tan pronto como las damas salen de la habitación y cierran la puerta tras
ellas, Bryn no pierde el ritmo.
—Mira, Fi, dejando de lado la analogía de mierda y los extraños poderes
del bebé, mi punto sobre embotellar tus emociones se mantiene. Y todavía
estoy esperando la explicación de 'eso' de que hablabas antes.
Quito los pepinos de mis ojos y le lanzo una mirada divertida.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres como un maldito perro con un
hueso?
Se quita los suyos y devuelve la mirada.
—Mi marido, a diario. —Luego empieza a comerse los pepinos.
—Qué asco, B. Los tenías en la cara recién untada con un montón de
productos —me quejo con la nariz arrugada.
—Chica, muero de hambre. Como todo el tiempo. No me importaría si
hubiera recogido esto del suelo en este momento.
—Acabamos de almorzar hace una hora.
Levanta sus cejas hacía mí.
—¿Te perdiste la parte en la que dije todo el tiempo? Ahora escúpelo.
Suspiro, resignada.
—Mi futuro. No estoy segura de dónde estará.
Bryn frunce el ceño.
—¿Por qué iba a ser en otro sitio que no fuera aquí, en Las Vegas, con tu
familia?
Familia. Hace unas semanas no estaba segura de tener una verdadera
familia. Me sentía traicionada y obligada a ser un fraude involuntario en mi
propia historia. Ahora que lo peor de mi dolor ha pasado, sé que Bryn tiene
razón. Mi familia está aquí, y está compuesta por aquellos que han estado en
mi vida durante veintiséis años hasta algunos que conozco desde hace solo
seis meses. Pero...
—No puedo quedarme aquí, al menos por un tiempo. —Trago con
dificultad el nudo en mi garganta—. No puedo verlo estar con otra persona, ni
siquiera tangencialmente. Hace días que no lo veo y, sin embargo, juro que
puedo sentirlo, como un zumbido bajo en mis venas, y es demasiado doloroso.
Bryn se acerca para apretarme la mano.
—Entonces, ¿qué estás planeando hacer?
—Pensé en viajar un poco. Ver el país, tal vez incluso el mundo. Pensé
que un poco de terapia me vendría bien.
—No puedo creer que quieras irte de paseo justo cuando estoy
convirtiéndome en una hormonal, y aparentemente mágica —reprocha,
dándole a su barriga una mirada acusadora—, catástrofe a punto de suceder.
¿Y la fiesta del bebé? ¿Regresarás para eso?
Las visiones de celebrar algo que nunca tendré con Tiernan me hieren
demasiado hondo.
—Depende de dónde esté, B. Pero definitivamente te visitaré cuando
nazca el bebé.
—Estaría malditamente mejor. No quiero tener que enseñarles su álbum
de bebé algún día y responder a la pregunta de por qué su madrina no está en
ninguna de las fotos.
Se cae mi mandíbula, agrietándose el barro de la mitad inferior de mi cara.
—¿Madrina?
—Ups. Se suponía que debía esperar a que Caiden y yo pudiéramos hablar
juntos. —Agita la mano desdeñosamente—. Lo que sea, culparé al cerebro de
embarazo.
—No lo entiendo. ¿Por qué yo?
Arruga las cejas.
—Eres mi mejor amiga, Fi. No quiero a nadie más como Fae Madrina de
mi bebé. Además, ni en mis sueños más salvajes pensé que podría decir eso
con la cara seria. Mi yo de seis años está muriendo legítimamente ahora
mismo.
—Bryn, estoy tan conmovida, pero... —Las emociones se agolpan en mi
pecho y se nublan mis ojos—. No creo que sea una buena idea. Solo estaré
con ellos una fracción de su vida. Deberías elegir a alguien fae.
La expresión de Bryn se suaviza.
—Fiona, independientemente del tiempo que pase, les darás mil veces más
amor y orientación de lo que nadie pueda darles. Puede que no seamos
parientes de sangre, pero eres mi hermana en todo lo que cuenta, y vas a ser la
mejor tía que nuestro bebé podría pedir. No hay nadie más, sólo tú.
—Tiene razón, Fiona.
—Por supuesto que tengo razón. Quiero decir, ¿a quién debería preguntar
en su lugar, a la maldita Lady Maeve? Como sí. Ella puede dar un largo paseo
de un corto...
Mi madre se aclara la garganta y da una mirada a su sobrina que conozco
bien. Bryn muerde sus labios entre los dientes para no terminar su
pensamiento en voz alta, y luego murmura.
—Culpa mía. Me da un poco de hambre.
Llevo los dedos a mi boca para que mamá no vea mi lucha por no sonreír.
La Bryn hormonal es divertida. Excepto cuando llora. Lo cual últimamente es
frecuente. Así que, bueno, a veces es divertida. Y escucharla hablar mal de
Maeve es satisfactorio más de lo que quisiera. Sinceramente, no hay nada
malo en la mujer de alta cuna, por lo que sé, es encantadora, pero no puedo
evitar odiarla un poco solo por saber que tendrá la vida que yo quiero.
Aunque eso tampoco es del todo cierto. Maeve será la consorte de
Tiernan, no su esposa ni su compañera. No vivirá en la misma casa ni dormirá
en la misma cama. A todos los efectos, serán compañeros en la crianza de los
hijos y nada más. Un hecho que casi me entristece por ella. Y definitivamente
me pone triste por Tiernan.
Se debe notar en mi cara, porque el ambiente vuelve a ser sombrío cuando
Bryn habla.
—Voy a extrañarte, Fi. ¿A dónde irás?
—Realmente no tengo un plan. Nunca he salido de Las Vegas, así que hay
mucho que ver. —Dudo solo un momento antes de añadir—: Me gustaría
visitar las tumbas de Jack y Emily, si te parece bien.
Las lágrimas llenan sus ojos mientras me dedica una sonrisa acuosa.
—Está más que bien. Odio que se los llevaran antes de que tuvieras la
oportunidad de conocerlos. No es justo.
—No es diferente a que te quitaran a Uther y Keira. Eso tampoco fue
justo.
Mi madre agarra mi mano y la aprieta, y yo hago lo mismo con Bryn,
conectándonos a todas.
—A las dos les robaron la oportunidad de conocer a sus padres en este
mundo. Pero eso no significa que no puedan asegurarse de estar con ellos en el
otro.
Giro hacia mamá y frunzo el ceño.
—¿Podemos hacer una Ceremonia de Remembranza tan tarde?
Ella asiente.
—No hay límites de tiempo para conectar con nuestros antepasados o
seres queridos.
Mi corazón se calienta en mi pecho por primera vez en días. Bryn se
sienta en su silla para poder ver mejor a mamá.
—¿Qué es una Ceremonia de Remembranza?
—Es una mezcla entre un funeral y una celebración de la vida. Un ritual
que los envía a Mag Mell y conecta nuestras almas con las suyas, para que
podamos encontrarnos de nuevo en la otra vida. —Me lanza una mirada
mordaz—. Pero siempre se realizan en Lunas Nuevas, lo que significa que
tendrás que quedarte hasta final de mes.
Sé que mi madre realmente quiere celebrar la ceremonia para nosotras.
Pero una parte de mí no puede evitar preguntarse si no lo habrá pensado como
una forma de mantenerme cerca un poco más. Supongo que tampoco puedo
culparla por ello.
—De acuerdo —acepto—. Me quedaré hasta después de la ceremonia.
Pero no iré a la coronación mañana por la noche.
Hay un límite de dolor que una chica puede soportar.
CAPÍTULO 30
Tiernan
Termino mi vuelta número 500 en la piscina de Midnight Manor y apoyo
los brazos en el borde para recuperar el aliento. Durante la última semana he
estado haciendo varios entrenamientos al día para intentar mantener la cabeza
despejada, para distraerme y no centrarme en lo único en lo que no puedo
permitirme pensar: perder a Fiona.
A este paso, en un mes seré más grande que Finnian. Al menos entonces,
tal vez pueda ganarle en un concurso de lucha libre para variar.
Mañana es luna llena, lo que significa que el Día C ya está aquí. Es
gracioso, siempre pensé que Caiden estaba siendo dramático acerca de tener
que tomar una consorte.
Ahora aquí estoy finalmente listo para ascender y tomar mi lugar como el
gobernante de nuestra corte, pero lo último que quiero es una situación FWB14
con el propósito de procrear. O cualquier razón para el caso.
El sonido de una risa femenina llega flotando en la brisa, cierro los ojos un
momento y me permito imaginar que es Fiona. Que se ríe de algo que he dicho
y dice lo ridículo que soy. Quizá se burla de mi romance con Edward Cullen o
me recuerda lo ridículo que le parece su apodo. La levanto y la tiro sobre mi
hombro para llevarla a la piscina y tirarme al agua. Se pondría a pelear y
amenazaría mi hombría, pero entonces empezaríamos a besarnos como
animales salvajes. Ya sabes, si los animales salvajes se besaran.
—Queridísimo y sabio cuñado, ¿serías tan amable de venir aquí y
14
Amigos con beneficios (friends with benefits)
solucionarnos una discusión?
—No es justo usar la adulación, Bella. Sé que no parece posible, pero su
ego puede crecer, no tiene límite.
Levantándome sobre las manos, salgo de la piscina y camino hacia donde
mi hermano y su preciosa esposa están sentados en una tumbona frente a la
vista. Lanzo mi cabello mojado hacia atrás y esbozo una sonrisa bonachona.
—Me gustaría decir que eso es mentira, pero obviamente no lo es. ¿Cuál
es la pregunta?
—Mi muy inteligente, normalmente lógico...
Caiden interviene.
—No te olvides de extraordinariamente sexy.
—...esposo —continúa Bryn mientras lo mira mal—, dice que nuestro
bebé debería empezar las clases de manejo de la espada a los tres años.
¿Puedes decirle por favor lo completamente estúpido que es eso?
—Por ti, puedo decirle lo estúpido que es —respondo con cuidado. Pero
ella ha estado en nuestro mundo el tiempo suficiente para atrapar el lenguaje
feérico.
Estrecha sus ojos.
—Puedes decir las palabras, pero ¿las creerías? —pregunta. Yo aprieto los
labios.
Una sonrisa de suficiencia se dibuja en el rostro de mi hermano.
—Te lo dije. Así es como nos criaron. Todos los niños Verran aprendieron
a manejar una espada al tercer año. Una espada pequeña, eso sí, pero una
espada, al fin y al cabo.
Dice la verdad, por supuesto, pero eso no significa que Bryn no pueda
ganar esta pelea. Me mira a mí y a su compañero, y luego vuelve a mirarme a
mí, con sus ojos color avellana escrutadores. Al captar su mirada, enarco las
cejas, haciéndole saber que aún puede hacer algo.
Por fin, sus luces verdes y doradas se encienden y vuelve a dirigirse a mí.
—Tiernan, dulce cuñado mío.
Sonrío ampliamente.
—¿Sí, Brynnie-Bear?
—¿Apoyas la insistencia de Caiden en que sigamos con la increíblemente
peligrosa y altamente innecesaria tradición de enseñar a nuestro pequeño a
manejar una espada? O...
Hace una pausa dramática para lograr un efecto dramático por el bien de
mi hermano, porque él ya ve lo que está escrito en la pared.
—¿Apoyas mi insistencia en que no hay absolutamente ninguna razón
para que nuestro bebé necesite aprender a luchar con espada antes de aprender
el abecedario y, por lo tanto, deberíamos abolir esa tradición impía?
—Vaya, Brynnie, estoy tan contento de que me lo preguntes. Dado que es
mi elección a quién apoyar, independientemente de mi experiencia personal
y/o creencias, creo que voy a apoyarte a ti —anuncio con entusiasmo.
Ella levanta los brazos por encima de su cabeza y grita para celebrarlo.
Sonrío y aplaudo, orgulloso de que haya sido capaz de superar a mi hermano
en un juego de gimnasia de palabras.
Me mira con fingida decepción.
—Traidor.
—Te lo dije, me agrada más ella.
Ella le saca la lengua, lo que me hace reír aún más, porque si conozco a mi
hermano, y lo conozco, se le van a ocurrir formas muy creativas de castigarla
por eso más tarde.
—Hombre, muero de ganas de mimar a ese niño de una puta vez. Les voy
a dar muchos espressos y un perrito justo antes de llevarlo a casa después de
pasar el día con su tío T.
Ahora es el turno de Bryn para mirar en mi dirección.
—Yo pensaría muy bien cualquier tortura que nos hagas pasar. Pronto
podremos volvernos contra ti cuando tengas hijos.
Mi buen humor estalla como la burbuja frágil que era, y es imposible que
no se note. No es la idea de tener hijos lo que me molesta. Es la idea de no
tenerlos con Fiona.
—Mierda, Tiernan, lo siento. No estaba pensando.
—Brynnie, está bien, no es tu culpa que sea un saco triste.
Abre la boca, sin duda para reprenderse y disculparse profusamente, y
posiblemente incluso llorar si los recientes acontecimientos hormonales sirven
de algo, pero mi hermano la detiene.
—Ya que nos quedamos aquí esta noche, Tiernan insiste en que nos
quedemos en mi antigua habitación. Ve a prepararnos un baño y, antes de que
se llene la bañera, iré a acompañarte, ¿de acuerdo? Creo que es hora de que le
ofrezca al Príncipe Heredero un consejo real.
Bryn atrapa su labio inferior, claramente en desacuerdo entre sus
emociones y sus instrucciones. Caiden utiliza su pulgar para liberar su labio,
luego le da un tierno beso.
—Vamos, Bella. Él no está enfadado contigo, y si lo está, prometo tirar su
culo a la piscina antes de entrar.
Finalmente cede, pero no sin antes lanzar sus brazos a mi cuello y
exprimirme hasta dejarme sin aliento. Frotándome la garganta, intento
conciliar el estrangulamiento con la desaparición de la cosita en la casa.
—Mierda, se ha hecho fuerte.
—Y desde ayer, telequinético espontánea.
—Maldita sea. ¿Eso te asusta?
—Más de lo que dejo ver. Silencio mi energía a su alrededor para que no
la sienta. Ya tiene bastante de qué preocuparse, no necesita mi mierda encima.
Suelto una fuerte exhalación.
—Joder, lo siento, Caiden. He estado tan metido en mi propia mierda que
no me he parado a pensar en la tuya.
—Ni deberías. Tu mierda es mucho más grande que un poco de ansiedad
paternal de Darklight. Yo soy el que lo siente. Debería haber tenido esta
conversación contigo mucho antes, pero más vale tarde que nunca. —Hace un
gesto hacia el bar de la piscina que tenemos detrás—. ¿Quieres un trago?
—¿Qué clase de pregunta es ésa?
—Una retórica, por lo visto —dice con ironía. Nos acercamos, y yo
estaciono el culo en uno de los taburetes. Caiden me rodea, toma dos vasos de
cristal y los pone sobre la barra, entre los dos—. Mañana es un gran día.
¿Cómo te sientes?
Cruzo los brazos sobre mi pecho, mirándolo servir el whisky y lucho
contra mi instinto natural de lanzar una respuesta sarcástica. Si quiero que la
gente me tome en serio como rey, tengo que practicar para no decir siempre lo
primero que se me ocurre.
—Hay que reconocer que es mucho. Ni siquiera soy oficial todavía, y es
como si el peso de cada vida de Dark estuviera sentada sobre mis hombros,
¿sabes?
Mi hermano mayor sonríe.
—Puede que sepa algo al respecto.
—Supongo que sí. —Me río mientras chocamos nuestros vasos, luego
bebo un sorbo y me deleito con el suave calor que se desliza por mi
garganta—. Supongo que nunca me di cuenta de la presión a la que estabas
sometido. Siempre parecías tomarlo todo con calma.
—Ese fue mi entrenamiento. Padre me preparó toda la vida para el papel,
incluso para aparentar que tenía las cosas claras, aunque no fuera así.
—A eso me refiero. Tuviste más de ciento cincuenta años para prepararte
para esto, yo he tenido cuatro meses y medio. Con todos los derechos, debería
estar corriendo por las malditas colinas. No creas que no lo consideré.
Apoya sus caderas en la encimera detrás de él.
—Me sorprendería más que no lo hubieras hecho. No hay un gobernante
fae en la historia que haya sido puesto en tu posición. Cualquiera habría
considerado presentarse, incluido yo mismo. Pero, y lo digo no solo como
hermano comprensivo, sino como alguien con experiencia, vas a ser un rey
increíble, Tier. Mejor que yo o que nuestro padre.
Suelto una carcajada de autodesprecio.
—Sí, soy el rey de los sueños de cualquier fae. Tendré suerte si no me
echan de la ciudad en el primer año.
Le tiendo mi vaso y él me sirve otros dos dedos.
—¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?
—Vamos, Caiden, no me parezco en nada a ti o papá. No soy profesional,
rara vez pienso antes de hablar, y a veces me gusta llevar la contraria solo por
diversión. Nada en mí dice ‘realeza ’ni siquiera mi forma de vestir. En
resumen, nadie quiere a un rebelde como rey.
—Déjame decirte algo. Si todavía hubiera sido rey cuando todo esto
estaba pasando con la NPO, probablemente habría dejado que Erin siguiera
adelante con su plan porque, aunque trágico, era la solución más lógica para
perder uno contra todos. Habríamos obtenido los mismos resultados, pero ¿a
qué precio? Erin habría perdido su vida y Fiona a su madre.
«Eso es lo que se consigue haciendo las cosas ‘según las reglas". Pero te
negaste a poner a nadie más en peligro. Dijiste 'a la mierda el libro' y pensaste
fuera de la caja para encontrar una mejor manera. Fue desaconsejado, muy
arriesgado y, lo peor de todo, puso tu vida, la vida del futuro rey, en peligro. Y
funcionó, Tier. Salvaste la vida de Erin y la vida de toda nuestra gente al
detener a Edevane y a la NPO a tu manera. En mi opinión, a veces un rey
rebelde es exactamente lo que el pueblo necesita. —Levanta su copa—. Salud,
hermano.»
No espera a que beba con él porque estoy demasiado ocupado dejando que
sus palabras den vueltas en mi mente. Sí, insistí en encontrar otro camino, uno
que no requiriera que uno de los nuestros cayera sobre una espada sostenida
por un sociópata, pero eso es solo una cosa. Un solo incidente no habla de la
probabilidad de que yo sea un buen rey durante los próximos siglos.
—¿Y Fiona?
Desconcertado por el giro brusco que acaba de tomar la conversación,
tomo el whisky, sirviéndome otra trago.
—Bryn dijo que se quedará hasta la Luna Nueva, luego se irá de Las
Vegas.
—¿Crees que si le dices que la amas se quedará?
Amor. No me he permitido pensar esa palabra en relación con Fiona por
autoconservación. Pero la amo tanto que la mayoría de los días no puedo
pensar con claridad. Si los dioses existen, esta profunda agonía se
desvanecerá. Pero si así es como mido mi fe, sospecho que pronto creeré en
los dioses tanto como en los cuentos de hadas.
Me encojo de hombros, vaciando el vaso.
—No importa porque no puedo decírselo. No voy a pedirle que sea mi
sucio secretito mientras esté públicamente atado a Maeve. Ella se merece más
que eso.
Caiden deja su vaso vacío y rodea la barra para ponerse a mi lado.
—Lo siento, hermano. Si hubiera tenido otra forma...
—No te disculpes por mantener a salvo a tu compañera, Caiden. Y no
quiero que pienses que no estoy preparado para esto, porque lo estoy. Si las
últimas semanas me han enseñado algo, es que tengo la capacidad de ser más
que un heredero de repuesto rebelde. Solo necesito recordar actuar como tal.
Pero nuestro legado está asegurado, lo prometo. No voy a joder esto.
—Nunca pensé que lo harías, —declara, poniendo una mano en mi
hombro—. Rebelde o no, Tier, yo creo en ti, y tú también deberías.
CAPÍTULO 31
Tiernan
Día C.
Ha llegado el día que llevaba cuatro meses temiendo. Por extraño que
parezca, ya no lo temo por las mismas razones que antes. Solía pensar que ser
el rey de los Fae Oscuros era el peor trabajo posible que alguien pudiera tener.
Todas las responsabilidades, la presión, los eventos necesarios y las
apariencias. Nada de eso me parecía un buen momento para mí, porque eso
era lo único que me preocupaba: pasarla bien.
Pero en las últimas semanas, algo ha cambiado en mí, y la plática de
anoche con Caiden solo ayudó a consolidar mi nueva confianza en mi
capacidad para gobernar. Ya no temo a las responsabilidades ni la presión que
conlleva ser rey.
Lo que temo es la vida media.
Caiden tenía razón al no querer una consorte. Nunca pensé mucho en la
relación de nuestros padres, pero cuanto más miro atrás, más recuerdo cosas
que faltaban. Como afecto y compañía. Amor. Esas eran cosas que mis padres
no podían tener entre ellos, no si no querían activar la maldición de sangre.
Pero incluso más que odiar la media vida, odio haber herido a Fiona y
haberla forzado a la misma situación por culpa de mi egoísmo. Porque me
negué a enfrentar la realidad en favor de creer que teníamos una oportunidad.
Bryn dijo que Fiona planea viajar después de la Ceremonia de
Remembranza a finales de mes. Espero poder verla lo más posible, aunque
solo sea como amigos, antes de que se vaya. Por desgracia, hasta ahora ha está
evitándome y no sé si tiene intención de dejar de hacerlo.
El salón de baile de Nightfall está lleno de nuestros súbditos de todas las
edades y condiciones sociales. Deambulo entre la multitud, seguido a una
distancia respetable por Connor y Conall. Deteniéndome y hablando con
quienes desean hablar conmigo, escucho con atención y respondo
adecuadamente. Soy encantador, sincero y amable. Pero todo el tiempo busco
cabeza de cabello rojo, orejas adorablemente redondeadas y dientes blancos y
rectos dentro de una sonrisa brillante que me ilumina por dentro.
—Su Alteza, permítame decirle que lleva bien el diseño de mi compañero
—confiesa Declan, el marido del sastre de Caiden que perdimos en los
atentados, con la cabeza inclinada y la mano en el corazón—. Me siento
humilde y agradecido de que haya querido honrar la memoria de Cillian.
Pongo una mano en su hombro, el gesto familiar lo anima a levantar la
mirada y hablar libremente conmigo.
—Soy yo quien se siente humilde y agradecido, Declan. Que ya estuviera
trabajando en un diseño para mí significa mucho. Ojalá estuviera aquí para ver
lo bien que nos ha hecho quedar a muchos esta noche.
—Gracias por hacer esa llamada. No creo haberme dado cuenta de cuántas
personas en la corte frecuentaban la tienda, pero es increíble verlos lucir sus
diseños esta noche. Y el parche de tributo que solicitó... No tengo palabras, Su
Alteza.
Se refiere al parche que pedí que hiciera y cosiera en el bolsillo izquierdo
del pecho de mi abrigo. Lleva el logotipo de Dark and Dapper, el nombre de
Cillian y las palabras síocháin sa dorchadas, paz en la oscuridad, que es
nuestra versión de ‘descansa en paz’.
Y no es el único homenaje que se ha rendido esta noche. Todos y cada uno
de los fae que perdimos en los ataques de la NPO tienen una pancarta en la
pared con su foto, nombre, fecha de nacimiento, fecha en que pasaron al Mag
Mell y su escudo de armas. Fue mi primera orden oficial; es importante que
todos sepan que no los olvidaremos.
—Se merece el reconocimiento —le afirmo a Declan—. Sirvió bien a la
corte con su talento.
—Le habría encantado ver toda su obra expuesta a la vez de esta manera.
Claro que su ego habría crecido demasiado como para caber por las puertas,
así que probablemente no lo habría visto de todos modos.
Declan se ríe con lágrimas en sus ojos y le doy un apretón reconfortante su
hombro.
—Espero que consideres hacerte cargo de Dark & Dapper y continuar el
contrato con la corte.
—Me halaga que lo pregunte, Príncipe Tiernan, sin embargo, debo ser
sincero con usted. Trabajé para Cillian en las órdenes regulares y aprendí
mucho de él a lo largo de los años, pero no tengo la experiencia que él tenía.
Él tenía un verdadero don, uno que no puede ser igualado. Temo que mi
trabajo sería una decepción en comparación.
—Entiendo por qué puedes sentirte así, pero si hay algo que he aprendido
en los últimos meses es que, a la hora de la verdad, solemos estar a la altura de
las circunstancias. No hay presión, pero te ayudaré con lo que necesites,
empleados, clases de diseño, lo que sea, para que puedas mantener la tienda
abierta y dejar que Cillian siga viviendo en la ropa de calidad que
proporcionan a nuestra gente y a la gente de esta ciudad.
Declan coloca una mano sobre su corazón, sus emociones claras en sus
ojos.
—Me gustaría mucho, Su Alteza. Gracias.
—El gusto es mío —añado con una sonrisa—. Pasaré en algún momento
la próxima semana para discutirlo más a fondo. Por ahora, aprovecha el
champán gratis y la increíble comida preparada por el personal de cocina de
Eoghan.
Él dice que lo hará y sigo adelante, buscando de nuevo a la persona que
más quiero ver esta noche. Entonces vislumbro a la segunda mejor opción.
Erin está de pie con Bryn y Robert, a quien se le permite asistir como familiar,
junto a los aperitivos. Si necesito encontrar a mi cuñada, lo único que tengo
que hacer es buscar la mesa del buffet. Camino con determinación en su
dirección y, por suerte, nadie intenta interrumpirme.
—Señoras, se ven positivamente impresionantes esta noche. Robert, tú
tampoco apestas del todo.
—Si no estuviera borracho zumbado con las burbujas, me ofendería —
declara con una sonrisa bobalicona. Decido no sermonearle sobre la bebida, ya
que es una ocasión especial y estoy de buen humor.
Erin hace una reverencia superficial.
—Gracias, Su Majestad. —Es un poco prematuro, pero escucharla decir el
título que Fiona usó conmigo sólo refuerza mi necesidad de verla—. ¿Listo
para hacerlo oficial?
—Listo para acabar de una vez —confieso con demasiada sinceridad—.
¿Está Fiona aquí? Esperaba verla esta noche.
Dos pares de ojos, uno dorado y otro avellana, me miran con lástima. Mi
corazón se hunde cuando Erin pone una mano suave en mi brazo.
—Lo siento, Tiernan. Intenté que viniera. Pero no está preparada.
—Está bien. No es que pueda culparla. Si yo tuviera que verla reclamar a
alguien más como su compañero de vida, haría cosas mucho peores que
mantenerme alejado.
Bryn estrecha la mirada más allá de mi hombro, donde está el estrado.
—Esto es una mierda. Lo siento, pero ustedes son el uno para el otro.
Todo esto es por culpa de ese pomposo y arrugado...
Erin pone un champiñón relleno de langosta en la boca de su sobrina,
luego le da un pequeño plato de más.
—Sigue comiendo, cariño.
Bryn le dedica una sonrisa tímida y levanta el pulgar mientras se come el
champiñón grande. No puedo evitar reírme de sus payasadas de embarazada.
Probablemente debería sentir lástima por mi hermano, con la montaña rusa en
la que debe vivir tratando de seguirle el ritmo a sus cambios de humor. Pero
no lo hago.
—Gracias, Brynnie-Bear, pero no siempre conseguimos lo que queremos.
Especialmente cuando eres el rey.
Robert suelta un chasquido y señala con los ojos llenos de asombro. O
demasiado champán.
—Es tu sangre, ¿no?
Enarcando una ceja, compruebo el nivel de su vaso.
—Creo que es hora de que dejes la salsa, viejo.
Frunce el ceño y agita la mano.
—Bah, estoy bien. Es mi próxima suposición para la Fuente Mágica de la
Juventud. Lo que los humanos pueden tomar para vivir tanto como los fae es
su sangre.
Dirijo la mirada hacia Erin y Bryn, que se han quedado heladas y con los
ojos muy abiertos. Hacen un gesto apenas perceptible con la cabeza,
diciéndome que no han dicho nada. Como no puedo mentir, suelto el
sarcasmo. Grueso.
—Sí, al final lo has adivinado. Es totalmente nuestra sangre. Porque eso
no es asqueroso en absoluto. —Pongo los ojos en blanco y suelto una risita—.
¿Qué te crees que somos, vampiros?
Engañar a uno de mis amigos más antiguos no me parece bien, pero contar
nuestros secretos a otros o humanos, incluso a familiares como Robert, está
prohibido. Sin embargo, el truco del sarcasmo funciona, así que no tengo que
preocuparme por romper una de nuestras mayores reglas en el día en que se
convierte mi trabajo hacerlas cumplir.
—Sí, supongo que tienes razón. No fue una de mis mejores suposiciones
—agrega—. Lo resolveré uno de estos días.
Afortunadamente, sus habilidades de pensamiento crítico parecen haber
sido embotadas por el champán. Sobrio, me habría echado en cara esa mierda
de no-respuestas en un santiamén.
—No puedo esperar a escuchar lo próximo que se te ocurra, amigo mío.
Connor me avisa de que es hora de que comience la ceremonia oficial. Me
disculpo y camino a la parte delantera de la sala y subo las escaleras del
estrado.
Hedrek Dolan y Lady Maeve están sentados en el extremo opuesto. Ella es
la imagen de la belleza recatada, mientras que la mirada de Speaker es una
extraña mezcla que solo puedo describir como el fastidio petulante.
La siguiente es la Madre Real, también conocida por mis hermanos y por
mí como mamá a secas. Parece tan regia como siempre, con la postura
perfecta y la barbilla levantada. Su expresión sigue siendo estoica, pero el
brillo de las lágrimas en sus ojos es el mismo que susurra lo orgullosa que
está.
En el lado opuesto, Finnian está sentado en el exterior, seguido de Caiden,
luego Seamus, todos ellos mirándome con apoyo y confianza en mí que no
estoy seguro de merecer. Pero da el empujón final que necesito para
colocarme en posición.
Una Suma Sacerdotisa está de pie en el centro, lista para comenzar la
ceremonia. Me acerco a ella, arrodillo e inclino mi cabeza. Recuerdo a mi
hermano en esta posición no hace ni veinte años. Aquel día estaba muy
orgulloso de él. Era el día en que se cumplía su destino, el que se hacía
realidad el papel para el que se había entrenado toda su vida. Parecía tan
distinguido y noble, tan tranquilo y seguro.
Recuerdo que pensaba que yo nunca podría hacer lo que él estaba tan
dispuesto a hacer. Y ahora espero de rodillas, ansioso por seguir sus pasos y
los de nuestro padre. Para demostrar que los Verran pertenecen al trono
porque somos la mejor opción para nuestro pueblo.
La ceremonia en sí no dura mucho y se desarrolla íntegramente en la
lengua antigua. Me obligo a prestar atención, evitando que mis pensamientos
se desvíen, como suelen hacer hoy en día, y en poco tiempo, se acabó.
La Suma Sacerdotisa pronuncia su bendición final y coloca la corona
sobre mi cabeza. Hecha de metal pesado, su peso no es insignificante. Pero no
era el peso físico lo que me había preocupado durante tanto tiempo, sino el
metafórico.
Estaba seguro de que el peso de ser responsable de todas las vidas de la
Corte Nocturna me aplastaría en cuanto pusieran la corona en mi cabeza. Pero
no siento que sea demasiado. No es ni demasiado ligera ni demasiado pesada.
De hecho, me parece perfecta. Soy como el puto Ricitos de Oro de los Fae
Oscuros.
Casi me río e imagino contándole a Fiona más tarde mis pensamientos
errantes y cómo podríamos vivir felices para siempre, ya que ahora ambos
somos personajes de cuentos de hadas, ella como Caperucita Roja sin
Caperuza y Su Majestad Ricitos de Oro.
Excepto que tan rápido como pienso en decírselo, recuerdo que
probablemente no tendré la oportunidad de hacerlo porque lo he estropeado
todo. Y de repente el pozo de la risa se seca.
La sacerdotisa debe de haberme anunciado oficialmente como nuevo rey,
porque la sala se llena de aplausos y algún que otro grito de júbilo de Robert, a
quien le importa un carajo ser correcto. Dioses, adoro a ese humano.
Me levanto y enfrento a mis súbditos por primera vez y el momento es
agridulce, pero el orgullo que siento por ser el próximo gobernante de nuestro
pueblo crece dentro de mí como un ser vivo y aleja el dolor, al menos por
ahora.
Levantando las manos, haciendo una señal para que se callen y dejen que
hable. No preparé nada de antemano. Caiden casi siempre lo hacía; le gustaba
reunir sus ideas, meditarlas y darles nueva forma si era necesario. Decía que
su padre le había enseñado que un rey preparado es un rey inspirador. Lo cual
supongo es como la versión real del lema de los Boy Scouts o algo así.
Pero nunca he sido fanático de los deberes ni la planificación. Vivo en la
espontaneidad, mi especialidad es la improvisación y mi super poder son las
salas de lectura. No debería ser diferente si se trata de una audiencia de uno o
mil, ¿cierto? Esperemos jodidamente que no.
—Gracias a todos y gracias por acompañarme en esta fresca tarde de
febrero para presenciar mi coronación. Prometo ser breve para que podemos
volver a la comida y festejos. Sin embargo, como es la primera vez que hago
esto, probablemente no sea muy bonito. Así que les agradecería que fueran
amables conmigo; mi palabra de seguridad es piña.
—¡Ha! Esa es buena. —Bueno, al menos Robert entiende mi humor.
Al parecer, es el único. Un silencioso murmullo recorre la multitud y su
incertidumbre colectiva seca mi garganta. Casi siento la tentación de hacer un
giro de 180 grados y emular a mi padre para tranquilizarlos.
Pero mi conversación de anoche con Caiden hizo darme cuenta de que eso
sería poco sincero, y no voy a pasarme el resto de mi vida fingiendo ser
alguien que no soy. Alguien formal, rígido y regio hasta el aburrimiento. Eso
no significa que no vaya a tomarme en serio mi papel, sino que voy a
mantener un ambiente ligero y divertido mientras lo hago.
—Permítanme comenzar diciendo lo obvio. No soy como ningún rey que
hayan tenido en el pasado. Demonios, ustedes son los que me apodaron el
Príncipe Rebelde antes de que cumpliera dos décadas. Así que, si no estás
seguro de cómo va a ir esto, lo entiendo. En cuanto a la realeza, soy una
especie de comodín, y apostar por mí probablemente parezca arriesgado. Pero
si hay algún lugar en el mundo que sabe cómo superar las probabilidades para
ganar, es la ciudad que construimos.
Muchos asentimientos y murmullos de reconocimiento. Es una mejora. La
tomo.
—Sé que no habría sido su primera opción para ascender después de mi
hermano, y no puedo culparlos por ello porque ni siquiera yo me habría
elegido. Pero gracias a la amable oferta del Consejo Oscuro de darme tiempo
para aclimatarme a la idea de ser su rey, he crecido y aprendido mucho estos
últimos meses. Puede que no haya nacido para este papel, pero tengo una cosa
muy importante a mi favor. Soy un Verran.
«Nadie en esta corte tiene más amor por los Fae Oscuros que la línea
familiar Verran. Nuestro deber hacia ustedes está arraigado en nuestro ADN.
Ustedes no están al servicio de nosotros, somos nosotros los que estamos a su
servicio. Es por eso que el rey reserva tiempo cada mes para reunirse con
ustedes en persona, para escuchar sus quejas, para celebrar sus victorias, para
llorar sus pérdidas.
Pero estoy lejos de ser perfecto, gente. Quiero decir, en serio,
malditamente lejos. Así que, si en algún momento creen que no estoy a la
altura del legado de mi familia, quiero que me llamen la atención. Ni siquiera
tienen que esperar una reunión especial en el ToR. ¿Me ven en la cola de un
camión de comida? Díganme que tiene algo contra mí. Los escucharé allí
mismo y luego los invitaré a comer para que podamos discutir cómo puedo
hacerlo mejor mientras comemos unos tacos y tomamos una cerveza.
Por otro lado, si creen que estoy haciendo algo bien, díganme también
esos comentarios. Si no me entero de ello, no sabré qué seguir haciendo.
Además, siempre viene bien un buen golpe de ego.»
Las risas flotan hacía mi desde los rostros sonrientes, aumentando mi
confianza. Excepto que ahora tengo que hacer la parte que he estado temiendo.
Al mirar a la derecha, veo a Lady Maeve sentada junto a mi madre,
perfectamente equilibrada, hermosa y todo lo que alguien podría desear. A
menos que esa persona sea yo.
Dolan hace un gesto para que continúe, y siento como si me apuntara con
una pistola mientras gruñe ‘o si no’. Me gustaría meterle por el culo las diez
páginas de ese contrato, pero respiro hondo y me recuerdo a mí mismo lo que
pasa si no entro en su puto juego. Lástima que no juguemos mi juego. Le
ganaría en el ajedrez.
Vuelvo hacia la multitud, doy mi siguiente paso a regañadientes, por
forzado que sea.
—En mi primer deber oficial como rey, me gustaría anunciar que he
elegido una consorte con la que proveeré a los herederos de la corte para
continuar el legado Verran como reyes o reinas de la Corte Nocturna de
Faerie.
Sonidos de intriga y sorpresa recorren la sala. Mientras espero que se
calmen, un destello de rojo bruñido en el fondo atrae mi mirada. Se detiene mi
corazón. Fiona está allí con el cabello recogido en un moño y vestida con un
jersey verde oliva, jeans oscuros y botas Uggs. Definitivamente no es un
atuendo de coronación, pero nunca me ha parecido más hermosa.
Verla de pie sola junto a las puertas dobles me recuerda la última vez que
asistimos a una fiesta en este salón de baile. Fue la noche de la Celebración
Ivy Moon, también conocida como la noche en que mi vida cambió para
siempre. Nos encontramos en un armario al final del pasillo para acostarnos, y
luego volvimos a entrar juntos a hurtadillas mientras Caiden daba su discurso
y anunciaba que abdicaba del trono.
Era la primera vez que Fiona se refería a mí como ‘Su Majestad’. Había
sido dicho en broma, pero sabiendo en lo que se convirtió con el tiempo,
provoca muchos sentimientos complicados cada vez que alguien lo usa. Lo
que va a ser un problema ahora que es mi honorífico oficial.
Gracias a mi vista sobrenatural, puedo verla claramente desde esta
distancia. La tristeza que nada en esas dos piscinas cristalinas me asfixia. La
situación empeora cuando gira sobre sus botas y desaparece por la puerta. Es
como ver mi corazón alejarse y no poder evitarlo.
¡Maldita sea! ¿De qué sirve ser el rey si estás sujeto a leyes anticuadas
que ya no tienen, no deberían tener, ninguna relevancia?
Espera, ¿por qué estoy obligado por ellos? El rey no tiene que responder
ante nadie, ni siquiera ante el Consejo Oscuro. Estaba tan preocupado por la
necesidad de actuar de cierta manera y seguir el camino de todos los reyes
Verran antes que yo para ser un buen gobernante para nuestro pueblo que no
presté atención a lo que todos han estado diciéndome.
El hecho de que algo siempre haya sido así no significa que siempre deba
ser así.
Dijiste ‘a la mierda el libro ’y pensaste en una forma mejor.
Lo que los humanos pueden tomar para vivir tanto como los fae es su
sangre.
Pienso en el contrato y en el lenguaje que utiliza. El aparente heredero...
Pero ya no soy el aparente heredero. Soy el rey, y dado que el nuevo rey tiene
el poder de anular cualquier contrato o decisión anterior que considere
oportuna en beneficio de todos los Fae Oscuros, ya no estoy obligado por el
contrato que firmé antes de ascender.
Santo mierda.
—Todos, estoy haciendo un cambio en el programa de hoy. No es que
tengamos programas, pero tengan paciencia conmigo, aquí.
Dolan se pone en pie y su rostro se tiñe de rojo.
—Su Alteza, quiero decir, Su Majestad, esto es muy poco ortodoxo. Por
favor, continúe nombrando a su consorte para la corte.
—Tiene razón, Lord Speaker, esto es poco ortodoxo. Pero el tribunal tiene
que acostumbrarse porque ese va a ser mi estilo de fallo. —Dirigiéndome a la
multitud de nuevo, continúo—. Si me disculpan un minuto, cinco como
máximo, hay algo que tengo que hacer. Luego regresaré para terminar y poder
pasar a la parte divertida de la velada.
Salto de la tarima y la multitud se divide en dos para mí. Connor y Conall
salen de sus posiciones para seguirme, pero hago señas para que se vayan.
—No voy lejos, chicos. Estaré a la vista de Rian afuera. —Eso espero.
Entonces empiezo a trotar hacia la salida.
—¡Su Majestad, por favor! ¡No puede hacer esto!
Me detengo a las puertas, donde está Robert, con una copa de champán
recién servida. Me mira interrogante, preguntándome en silencio si estoy bien.
Respondo con un guiño y giro hacia el enfurecido lord, que está de pie al
borde del estrado.
—¿Conoces el juego del ajedrez, Dolan?
Hedrek frunce los labios y sigue mirando. Robert da un sorbo a su bebida.
—No creo que lo haga.
—No te preocupes —anuncio lo suficientemente alto como para que mi
voz se escuche en toda la sala—. Mientras salgo un momento, Robert puede
explicarte qué significa un Zwischenzug.
Mi amigo y mentor de ajedrez se echa a reír a carcajadas.
—Significa que estás jodido.
Los asistentes tienen multitud de reacciones, que van desde la sorpresa.
Contengo mi propia risa (a duras penas) y hago todo lo posible por mirar a
Robert con severidad.
—Estás borracho.
Aun riendo, dice
—Vale la pena.
Realmente amo a ese humano. Negando, atravieso las puertas dobles y
voy en busca de mi reina.
CAPÍTULO 32
Fiona
Mierda, mierda, mierda.
Camino a toda velocidad por el pasillo, reprochándome no haberme
ceñido a mi plan original, o segundo o tercero, de permanecer lejos de la
ceremonia de coronación. La punzada de lágrimas calientes nubla mi vista y el
nudo en mi garganta dificulta la respiración. Más adelante veo un oasis, un
lugar en el que puedo derrumbarme y recomponerme antes de volver a
enfrentarme al mundo.
Doy gracias a Rhiannon por el indulto, me meto en el armario y pulso el
botón de cierre para que me avisen si alguien de mantenimiento intenta entrar.
Enciendo la luz, sentándome sobre una pila de cubos de cinco galones boca
abajo y me reclino contra la pared, aliviada. Cierro los ojos para contener las
lágrimas y me concentro en respirar lenta y profundamente por la nariz.
Dioses, estaba increíble en el estrado. Llevaba un traje de ceremonia
hecho a medida: camisa y pantalón negros con un chaleco azul real ajustado
con solapas anchas y brocado negro, rematando con una casaca que se
amoldaba a su musculosa figura y dividía en largas colas en su espalda. La
Corona de Midnight le quedaba perfecta, con sus puntas simétricas en la parte
inferior rodeándole su cabeza y los triángulos tridimensionales de varias
longitudes elevándose en ángulos acampanados.
Magnífico y dominante, parecía todo el rey que es, pero a diferencia de
sus predecesores, abandonó el comportamiento rígido y profesional para
mostrarse naturalmente encantador y accesible. Seguía siendo tan él.
Era perfecto.
Sabía que ver la coronación no sería fácil, pero no podía mantenerme
alejada. Me dije que solo venía a apoyarlo como haría con cualquier amigo
mío. En cuanto terminara la ceremonia me iría y sería todo.
Pero entonces empezó a hablar, y escuchar el profundo timbre de su voz
me tranquilizó como ninguna otra cosa lo había hecho desde la noche en que
me hizo el amor. Así que me quedé.
Gran error, porque parte de ese discurso fue anunciar a Maeve como su
consorte. Incluso entonces, intenté ser la adulta madura que soy y aguantar.
Pero perdí esa batalla en el momento en que nuestras miradas se cruzaron
desde el otro lado de la habitación. Entonces huí.
Sabiendo que otra hembra tendrá, en parte, la vida que quiero con Tiernan
duele como el infierno, y la parte de mí que lo ama no podía presenciar su
gran anuncio como una pareja que no-es pareja.
Excepto que la parte de mí que lo ama también está jodidamente orgullosa
de lo lejos que ha llegado desde el pasado octubre, cuando Caiden anunció que
Tiernan se convertiría en el nuevo gobernante. Cinco minutos antes de eso,
Tier me había dicho en este mismo armario que nunca había querido tener las
mismas responsabilidades que su hermano como rey, que se conformaba con
ser el Príncipe Rebelde.
Pero en algún momento del último mes, aceptó su nuevo destino y estuvo
a la altura de las circunstancias, y nunca lo he amado más.
—¿Fiona?
Me pongo en pie y miro fijamente a la puerta, como si pudiera verlo al
otro lado.
—Tiernan, ¿qué demonios estás haciendo ahí afuera?
Sus palabras están teñidas por su característica sonrisa ladeada.
—Cariño, creo que la mejor pregunta es ¿qué estás haciendo tú ahí?
—Dioses, Tier, no puedes hacer mierdas como esta en la Hora Uno.
Regresa ahí.
—Lo haré en cuanto salgas. Necesito que escuches algo.
Muerdo mi labio inferior con los dientes y cruzo los brazos sobre la
cintura como si eso me ayudara a mantener la compostura mientras intento
pensar qué hacer.
—Puedo escucharte bien así, así que dilo y luego puedes regresar con tu
Lady Maeve.
Con una mueca de dolor, cubro mi boca con una mano. No quería decir
eso. Gente. Luego puedes regresar con tu gente. Así se hace, Princesa Petty.
—Ella no es mi nada, Fi. No voy a tomar una consorte, ni esta noche ni
nunca.
Me paralizo.
—Pero ¿cómo? El contrato...
—Te lo explicaré todo si abres la puerta. —Mi mente se acelera casi tan
rápido como mi pulso—. Vamos, Fi, déjame entrar.
—No puedo —afirmo, sacudiendo mi cabeza—. ¿Y si se trata de una cruel
alucinación auditiva y abro la puerta, pero no estás ahí? No puedo manejar...
El pomo gime en señal de protesta, luego chasquea antes de que la puerta
se abra y Tiernan entra. Estoy tan aliviada de que sea real que ni siquiera lo
pienso antes de dejar que me envuelva en sus brazos. Presionando mi cara
contra su pecho e inhalo profundamente, su olor familiar me reconforta tanto
como su abrazo.
—Dioses, te he extrañado, nena. No vuelvas a congelarme así.
Mi antiguo némesis, también conocido como Realidad, vuelve a entrar
para recordarme que Tiernan y yo no estamos ni cerca del territorio de la
Pareja Feliz. Maldiciendo, salgo de sus brazos.
—Yo no te congelé, Tiernan. Elegiste a otra persona antes que a mí. No
des la vuelta a esto como si fuera culpa mía.
—Tienes razón. Lo siento, fue un error. Eso fue culpa mía. Dijiste que
encontrara otra manera, y no creí que pudiera. Pensaba que ser un buen rey
significaba hacerlo todo exactamente como lo hicieron los que me
precedieron. —Enmarca mi cara con sus grandes manos—. Pero tenías razón,
Fi. Que algo siempre haya sido no significa que siempre deba ser así. Y hay
tantas cosas que necesitan ser cambiadas, cambios que pretendo hacer.
Empezando por nosotros.
—¿Nosotros?
—Sí, nosotros. Te amo, Fiona. Te amo infinitamente más de lo que me
amo a mí mismo, y tú sabes cuánto me amo a mí mismo —se burla, con su
sonrisa infantil revelando una pizca de colmillo.
Una miríada de emociones inunda mis ojos. Tiernan Verran dijo que me
ama. No me quiere, no me necesita. Me ama. Una confesión que habría
considerado imposible hace unos meses, pero con la que fantaseaba de todos
modos. Y ahora ha sucedido.
—Bien, esta es la parte en la que respondes y perdonas mi frágil ego.
—Oh, lo siento —exclamo, riendo entre lágrimas—. ¡Sí, claro que te amo!
Te amo.
Apenas termino de decirlo, antes de que su boca descienda sobre la mía.
Su lengua me penetra con un gemido, envolviéndome en sus brazos y me
estrecha contra él. Mis dedos agarran su nuca mientras me pongo de puntillas,
necesitando estar tan cerca de él como sea humanamente, o féericamente,
posible. Cuando por fin nos separamos, mira el reloj y hace un gesto de dolor.
—Vamos, tenemos que regresar ahí dentro.
Hago fuerza con los talones y lo paro en seco.
—Sigo sin entenderlo. ¿Cómo puede haber un nosotros? Creía que habías
firmado un contrato.
—Deja que yo me preocupe por Dolan y el contrato. —Levantando mi
cabeza con un dedo debajo de la barbilla, mirándome fijo a los ojos—.
¿Confías en mí, cariño?
Mi corazón se hincha y respondo lo mismo de siempre.
—Sí, lo hago.
Una enorme sonrisa se dibuja en su cara. Me besa la palma de la mano y
nos saca de nuestro armario, (sí, para siempre será nuestro armario),
llevándome de regreso al salón de baile.
Cuando entramos por la puerta doble, todos los asistentes dejan de hablar
y se giran para vernos caminar en medio de la multitud. Me siento
increíblemente cohibida y mal vestida, pero ya no hay nada que hacer.
Tiernan me lleva por las escaleras hasta el estrado, sin soltarme la mano ni
una sola vez, mientras empieza a dirigirse a sus súbditos.
—Hola a todos. Muchas gracias por esperar. Antes de salir corriendo de
aquí, les dije que iba a nombrar a mi consorte, que obviamente iba a ser Lady
Maeve, ya que está aquí arriba.
La gente que está debajo de nosotros susurra entre sí, pero no nos quitan
los ojos de encima, sin querer perderse ni un segundo de la telenovela que se
desarrolla en el escenario.
—Pero aquí está el asunto —continúa Tiernan—. No estoy enamorado de
Maeve; de hecho, apenas nos conocemos. El papel de consorte no es
glamuroso, ni el honor que nos hacen creer. Lady Maeve —habla, girándose
para hablarle directamente—, te mereces ser emparejada con la persona que tú
elijas. Alguien que te ame tanto como yo amo a Fiona Jewel.
Doy un pequeño salto cuando el nivel de ruido en la sala se dispara en
colectiva conmoción. Pero no es tan grave como el grito de indignación de
Hedrek Dolan. Se acerca agitando unos papeles en su puño.
—¿Te has olvidado de esto? Es el contrato que firmaste...
—Cuando era el aparente heredero, sí, lo sé. La cosa es que, cuando un
nuevo rey toma el trono, se le permite hacer cualquier cambio que considere
oportuno por el bien de su pueblo. Y ese contrato queda oficialmente anulado.
—Tiernan rompe las páginas por la mitad y se las devuelve al ahora
enardecido Lord Speaker—. Y también tú y tu pequeña banda de alegres
machos. Disuelvo el Consejo Oscuro tal y como está e instalaré un nuevo y
diverso Consejo formado por Oscuros que representen diferentes orígenes y
líneas de especialidad. Su trabajo será comunicarse con el pueblo y hablar con
la Corona en su nombre sobre cómo podemos apoyar mejor a nuestros
súbditos.
—¡Claro que no! No puedes hacer lo que quieras, ¡esto es absurdo!
—Escucha, Dolan, tengo un acertijo para ti. ¿Qué obtienes cuando le pides
a un Príncipe Rebelde que ascienda al Trono de Midnight?
Desde la multitud, una voz grave y familiar grita:
—¡Consigues un rey rebelde!
Tiernan no aparta los ojos de Dolan mientras señala en dirección a su
amigo.
—Robert lo entiende.
—¡Zwischenzug! —Robert se carcajea, y tengo que taparme la boca con
la mano libre para no reírme también.
—Connor —llama Tiernan a sus amigos—. ¿Puedes llamar a alguien para
que le dé un tiempo muerto a Lord Dolan?
Connor habla por su comunicador y, un segundo después, un Vigilante
sube a la tarima y escolta con firmeza a Hedrek escaleras abajo y a través del
salón de baile. Pero lo mejor es cuando todo el mundo comienza a aplaudir y
vitorear. Sonriendo, Tiernan saluda y los llama.
—Recuerda, la regla es un minuto por cada año de su edad, o no
aprenderá.
Cuando sale de la sala y la multitud se calma, el comportamiento de
Tiernan cambia. Está más serio y seguro de sí mismo, como lo vi durante las
semanas que pasamos luchando contra la NPO.
—Los reyes que me precedieron, incluidos mi hermano y padre, fueron
unos gobernantes fenomenales, y yo aspiro a ser tan bueno como ellos. Pero
también aspiro a ser mejor, porque muchas de nuestras formas están
desactualizadas y necesitan una revisión. En los próximos meses, planeo hacer
algunos cambios, el mayor de los cuales será una integración fae-humano.
» Llevamos más de cuatrocientos años viviendo en el reino humano y,
aunque nos hemos asimilado a su mundo, nunca hemos aceptado que somos
parte de él. Seguimos separándonos de ellos, como si fueran inferiores. Pero
eso nunca ha sido así.
» Sé que esto puede ser controvertido para algunos, teniendo en cuenta lo
que hemos pasado estos últimos meses. Pero al igual que no querríamos ser
juzgados por las atroces acciones del Rey de la Luz, no podemos juzgar a
todos los humanos por las acciones de aquellos en la Orden de la Pureza,
pasadas o presentes.
Tiernan me mira y sonríe, y me doy cuenta de que lo he estado mirando
con asombro, como todos los demás en la sala, mientras detallaba sus planes
para unir el mundo de los fae y humanos. El orgullo y el amor invaden de tal
manera que creo que voy a estallar. Estoy completamente sin palabras.
—Hacerlo bien será sin duda una enorme empresa. Pero por suerte tengo a
la persona perfecta para ayudarme en esta empresa —continúa—, Fiona Jewel,
una humana criada como miembro de los Fae Oscuros, es especialmente
adecuada para esta misión, ya que se preocupa profundamente por ambas
razas. Por eso también será una excelente Reina Oscura.
—¿Qué? —Cubro mi boca con la mano. Supongo que el problema de
quedarse sin habla está solucionado. Boquiabierta, lo reprendo en voz baja—.
¿No crees que es algo que deberías haberme preguntado antes?
Frunce el ceño.
—¿No te he pedido que te cases conmigo?
Se me cae la mandíbula.
—Eh, no. Seguro que lo habría recordado.
Mirando al público, suelta una risita nerviosa.
—Que todo el mundo vuelva a sujetarse fuerte, necesito otro minuto. —
Nos coloca para estar delante de mí, bloqueándome la vista. Luego toma mis
manos y me mira a los ojos—. Fiona Lynn Jewel, sí, me he aprendido tu
segundo nombre, no hay nadie más con quien quiera pasar por esta vida. Tú
me perteneces y yo te pertenezco, ahora y siempre.
—Tier, yo... —La emoción obstruye mi garganta y las lágrimas nublan mi
visión.
—Tú perteneces a mi lado, Fi... como mi reina.
—Lo dices en serio.
—Como un ataque al corazón humano. Que nunca tendrás debido al
vínculo de sangre que compartiremos. —Pasa su dedo por el costado de mi
garganta—. Podremos vivir una vida muy, muy larga juntos. ¿Qué dices,
cariño? ¿Quieres ser mi esposa, mi verdadera compañera, y lo más importante,
mi reina?
Por primera vez en una semana, mi corazón está por fin donde debe estar:
con el suyo. Me lo está dando todo: su confianza, su sangre, su amor, y yo voy
a pasar siglos haciendo lo mismo por él. Se llenan mis ojos de lágrimas y, por
una vez, no me molesto en parpadear.
Como no confío en mi voz, asiento. Dándome un beso rápido y
apasionado que me deja sin aliento y mareada. Entonces, de cara a la multitud
una vez más, Tiernan levanta nuestras manos unidas en el aire y grita la cosa
más humana de la historia. —¡Ha dicho que sí!
El salón de baile estalla en aplausos y vítores atronadores. Si la claraboya
no estuviera ya abierta para conectarnos con la noche y la luna llena,
probablemente el cristal se habría hecho añicos. Tiernan hace una señal para
que empiece la música, poniendo fin a su discurso y dando comienzo a la
celebración.
Atrayéndome en sus brazos, nos lleva a bailar. Mirándome fijamente,
sonríe mostrando sus sensuales colmillos. Parece tan satisfecho de sí mismo
que no puedo evitar reírme.
—¿En qué estás pensando? —pregunta.
—Creo que no es un mal primer día para alguien que no quería la carga de
la responsabilidad o el poder.
—He aprendido que ninguno de los dos es una carga cuando se utiliza
para las fuerzas del bien —confiesa, guiñando un ojo—. Además, planeo
delegar la mayor parte. Necesito liberar mi tiempo para complacer a mi reina
compañera.
Vuelvo a reír.
—¿Tu qué?
—No importa, todavía lo estoy elaborando. Lo que quiero decir es que
espero que no tengas ningún plan para los próximos cien años más o menos,
porque no creo que esté preparada para que salgamos de la mazmorra de la
mansión hasta entonces. Tantos látigos, tantas formas deliciosas de infligir
dolor placentero, Little Red.
Pequeñas hadas aladas vuelan en mi vientre mientras imagino todas las
posibilidades.
—Lo estoy deseando, Su Majestad.
Mientras cambia nuestra dirección sin esfuerzo, me sorprende la magnitud
de mi amor por él.
—Estoy tan orgullosa de ti, Tiernan. Vas a ser un excelente rey.
Inclina la cabeza, besándome con ternura.
—En el ajedrez, el rey es inútil sin la reina, y lo mismo ocurre en la vida.
Yo no soy nada sin mi reina a mi lado. Mientras estemos juntos, no podemos
perder.
EPÍLOGO I
Fiona
—Gracias —agradezco a Robert mientras me entrega un vaso con whisky
de la bandeja que Tiernan está pasando a todos. Luego toma su propio vaso,
pero Tiernan lo aparta en el último segundo.
—El médico te dijo que lo dejaras, viejo.
—Cállese, Su Majestad. Estamos aquí para celebrar la vida, así que eso es
lo que voy a hacer, y beberé cosas buenas como todo el mundo mientras lo
hago.
Tiernan pone los ojos en blanco y entrega el vaso a su amigo. La pequeña
multitud reunida con nosotros en Joshua Tree se ríe a carcajadas ante la
manera desenfadada y totalmente indiferente en que Robert se dirige al rey.
He llegado a adorar a Robert en tan poco tiempo y va a ser difícil cuando
lo perdamos. Una de las primeras cosas que Tiernan implementó después de
ascender fue un sistema en el que los fae podían solicitar que ciertos humanos
se convirtieran en familiares de confianza y entraran en el redil de la Corte
Nocturna. Si son aceptados, se les da la opción de elegir si quieren o no
utilizar su vínculo de sangre como medio para vivir una vida mucho más
larga.
Tiernan estaba muy emocionado por ofrecer por fin a Robert la ‘Fuente de
la Juventud ’por la que llevaba décadas preguntando. Tiernan nunca imaginó
que su amigo lo rechazaría, explicando que ha vivido una buena vida y está
más que satisfecho con el tiempo que le ha tocado vivir. A Tiernan le ha sido
difícil aceptarlo, pero respeta la decisión de Robert. Lo único que ha cambiado
es que ahora Robert es libre de ir y venir a la mansión tanto como quiera, lo
que significa más partidas de ajedrez y más charlas de mierda, como debe ser.
La luna nueva de febrero es un símbolo de curación para los fae. Es un
faro que nos asegura que la primavera está a la vuelta de la esquina, trayendo
consigo nueva vida. También es una noche de inmenso poder para los
Oscuros, por eso hemos elegido esta noche para nuestra ceremonia. Aunque
Bryn y yo hemos estado esperando el día de hoy, ahora que ha llegado, ambas
nos hemos sentido un poco sombrías, por lo que se agradece la ligereza que
Robert nos proporciona.
Seamus se aclara la garganta y hace una señal a Tiernan. Observo cómo
todas las personas más importantes para nosotros se reúnen en un círculo que
nos rodea a Bryn, mi hermana en todos los sentidos, y a mí. Además de
Tiernan, Seamus y Robert, Caiden, los hermanos Woulfe, Finnian y mi madre
se han unido a nosotras para celebrar la vida de nuestros padres, tanto fae
como humanos.
Una vez que todo el mundo está en su sitio, Seamus comienza la
Ceremonia del Remembranza.
—Is tús nua é bás. Síocháin sa dorchadas. —La muerte es un nuevo
comienzo. Paz en la oscuridad.
El segundo cumpleaños, como lo llaman los fae. Aunque son longevos, los
fae mueren, y cuando nosotros... ellos... lo hacemos, se cree que es el
comienzo de una nueva vida en Mag Mell, el paraíso del otro mundo. Es
donde todos vamos para reunirnos algún día con nuestros seres queridos.
La ceremonia que Seamus nos está ayudando a realizar hoy es tan antigua
como la misma Faerie. Es una que conectará mi alma y la de Bryn con la de
Kiera y Uther y con la de Jack y Emily, para que un día volvamos a
encontrarnos. Con suerte, en unos cuatrocientos años más o menos, cuando mi
segundo cumpleaños y el de Bryn sean celebrados por nuestros seres queridos,
finalmente nos reuniremos con nuestros padres en el más allá.
Seamus comienza a rezar a Rhiannon en la antigua lengua de los fae,
palabras melódicas que no entiendo pero que siento como si mi corazón no
tuviera problemas para traducirlas. Mi madre se adelanta, con los ojos
nublados, portando luces fae para Bryn y para mí. Esta noche también es
difícil para ella. Entre esconder a Bryn para protegerla y luego criarme a mí y
protegerme, nunca ha tenido la oportunidad de despedirse como es debido de
su hermana.
—Te quiero, mamá —declaro, aceptando la luz y emocionada también.
—Y yo a ti, mo stóirín.
Regresa a ocupar su lugar en el círculo mientras Seamus termina la
oración. Entonces levanta su luz fae y la lanza al aire diciendo, Go dtí go
gcasfar le chéile sinn arís.
Los demás lo repiten y siguen su ejemplo. Luego nos toca a nosotras.
Bryn y yo cruzamos miradas, nuestros rostros iluminados por las
vacilantes llamas del interior de los farolillos de papel. Sus brillantes ojos
verdes y dorados, sus colmillos y sus orejas puntiagudas sobresalen de su
cabello rubio. Mis ojos azules, mis dientes chatos y mis orejas redondeadas
mantienen mi cabello pelirrojo apartado de la cara.
Somos verdaderos polos opuestos y, sin embargo, hace seis meses, cuando
nos conocimos, vivíamos la vida de la otra. Ella pensaba que era humana, yo
pensaba que era fae. Ambas estábamos equivocadas, y ahora hemos vuelto a
cambiar de lugar, igual que cuando apenas teníamos un día.
Pero, aunque hemos recuperado nuestras identidades originales, quienes
nos criaron siguen siendo una parte muy importante de lo que somos. Y ambas
vivimos en el mundo de los Fae Oscuros, emparejados con dos de los Reyes
Verran de las Vegas y Reyes de la Corte Nocturna de Faerie, una tierra que
ninguna de nosotras verá jamás pero a la que aún nos sentimos conectadas.
Levantamos nuestras luces, las soltamos en el cielo sin luna y decimos en
al unísono —Go dtí go gcasfar le chéile sinn arís. —Hasta que nos volvamos a
ver.
Tomo la mano a Bryn y ella me abraza de costado mientras vemos las
luces fae flotar hacia Mag Mell y nuestros padres, hasta que no podemos
distinguir nuestras linternas de las estrellas parpadeantes que ayudan a guiar
su camino.
Terminada la parte formal de la ceremonia, rompemos la formación y
encendemos un fuego mientras bebemos más whisky, reímos y escuchamos
historias sobre las célebres parejas. Hago todo lo posible por participar, pero
mis ojos no dejan de desviarse hacia el cielo, deseando saber con certeza si
volveré a verlos.
Pero supongo que por eso lo llaman fe.
Tiernan se coloca detrás de mí y me rodea la cintura con sus fuertes
brazos. Me derrito en su abrazo con un suspiro de satisfacción mientras besa la
parte superior de mi cabeza y luego la concha de mi oreja derecha.
—Volverás a verlos, cariño. Te lo prometo.
Una sonrisa curva mis labios. Los dos sabemos que en realidad no puede
hacer esa promesa, pero como lo cree de todo corazón, se permite las palabras.
Y lo amo aún más por eso.
Giro en sus brazos, cierro las manos detrás de su cuello.
—Lo sé. Pero hasta entonces, pensé que podría pasar los próximos cuatro
siglos contigo, si te parece bien.
—Cariño, si intentaras irte, te encerraría en el calabozo de la mansión y te
mantendría allí para mi pervertido placer. No sé si lo sabes, pero los Verran
tenemos una historia de mantener a nuestras compañeras como rehenes.
Sonrío.
—Entonces supongo que es bueno que no planee irme.
Su expresión se vuelve seria.
—Mejor que no, porque no soy nada sin ti, Fi.
Dioses, este macho. Durante la mayor parte de mi vida me sentí fracturada
de un modo u otro. Pero el amor de Tiernan me llena tan completamente que
soy capaz de verme a mí misma a través de sus ojos: una mujer que es perfecta
tal y como es. Igual que nuestros futuros hijos halfling también serán
perfectos.
Recordando nuestra conversación en el armario la noche del Baile de
Celebración de Ivy Moon del año pasado, le sonrío.
—Así que, para aclararlo, estás diciendo 'Príncipe Rebelde mujeriego ’
malo, pero 'Rey Rebelde emparejado ’bueno.
—Ser 'Rey Rebelde emparejado ’muy jodidamente bueno. —Riendo, me
levanta contra su cuerpo para que nuestras caras se alineen—. Te amo, Little
Red.
—Yo también te amo... Su Majestad.
Entonces me besa el aliento bajo la magia de la Luna Nueva, y sé en lo
más profundo de mi alma, que aquí es donde siempre perteneceré. Él es mi
esposo, mi verdadero compañero, y mi rey. Él es mi hogar.
EPÍLOGO II
Finn
Tan pronto como termino mi sesión matutina de entrenamiento con los
chicos de la Guardia de la Noche, me ducho, pongo algo de ropa y paso por
Blood Sport a recoger a Dimitri. Esta noche seguiremos una pista sobre su
hermana, pero antes haremos una parada en ToR, donde tendremos a Edevane
el resto de su vida sobrenatural. Como no podemos matarlo ni contratar a
nadie para que lo haga, lo único que podemos hacer es encarcelarlo.
Desde el asiento del copiloto, Dimitri se pone las gafas de sol cuando el
sol asoma entre las nubes. La luz del día suele freír a los vampiros al contacto,
pero no al clan Romanov. De algún modo, son capaces de tolerarlo. Mirando a
mi nuevo amigo, digo,
—¿Vas a contarme ya tu secreto de cómo tú y todos tus camaradas pueden
soportar estar en el sol?
—¿Cuál es el dicho popular humano? Podría decírtelo, pero entonces
tendría que arrancarte la garganta y beber hasta dejarte seco.
Hago una mueca.
—Eso no es lo que dicen.
Se encoge de hombros.
—Suficientemente cerca. Dime qué esperas conseguir viendo al Rey de la
Luz.
Mis manos aprietan el volante. Todo el mundo está en las nubes desde que
superamos a Edevane y le ganamos en su propio juego. Pero hay algo que no
cuadra. No puedo explicar mi malestar, así que lo he guardado para mí. Y con
la coronación de Tiernan y la Ceremonia de Remembranza, he tenido mucho
para distraerme las últimas semanas. Pero ya no puedo ignorar este
presentimiento.
Lo que pasa con Edevane es que siempre ha ido un paso por delante de
nosotros, y no puedo quitarme de la cabeza las palabras que nos dirigió
aquella noche.
Recuerda este momento... porque te vas a arrepentir.
En ese momento, parecía el típico discurso del mal perdedor. Lo que todos
los malos dicen cuando los buenos finalmente lo atrapan. Pero es el cómo lo
dijo, como si supiera algo que nosotros no.
Y desde su captura, ha sido un prisionero modelo. No grita, o queja o
despotrica sobre la venganza. No arroja comida, ni fabrica cuchillos de
plástico, ni exige ser liberado.
Así que la pregunta es, ¿cómo pasa un tipo de ser un rey y loco asesino a
un prisionero bien educado en un abrir y cerrar de ojos?
Respuesta: no lo hace.
Pongo las intermitentes y respondo a Dimitri.
—Mis hermanos están ocupados con sus compañeras y responsabilidades.
Yo me encargo de asegurarme de que todo esté bien por allí, eso es todo.
—Hm —murmura—. Quizá algún día nos confiemos nuestros secretos.
Otros son naturalmente reservados y tacaños cuando se trata de compartir
información personal. Cosas sobre nosotros. En un mundo dirigido por
humanos, confiar en la persona equivocada es entregarle conocimientos que
pueden ponerte a ti y a los tuyos en peligro.
Hay muchas cosas que sé que no me ha dicho, cosas que incluso podrían
ayudarme en mi búsqueda de su hermana, Taryn, pero no lo he presionado. Él
lo dirá si cree que debo saberlo.
—Tal vez —acepto, girando hacia el camino de tierra que nos llevará a la
ToR.
Parece solo llevar a más kilómetros de desierto vacío. Pero diez minutos
después, atravesamos el hechizo de camuflaje que oculta nuestro mayor
tesoro, y el Templo de Rhiannon se hace visible de repente. Incluso Dimitri se
sienta hacia delante y desliza sus gafas de sol hacia arriba para mirar con
aprecio.
—Impresionante —expresa, con un ligero tono de asombro en la voz. Lo
cual, para el estoico ruso, dice mucho.
—Sí, lo es. —El TdR es lo que más me gusta de nuestra corte. No porque
sea particularmente piadoso cuando se trata de los dioses, sino porque mi
padre lo diseñó para que fuera idéntico al templo de nuestra tierra natal que
nunca llegaré a ver.
Desde que era joven, estaba obsesionado por saber sobre Faerie. Siempre
he tenido esta sensación de pérdida de que nunca conocería nuestro verdadero
hogar.
Que mis derechos incluso a visitarlo fueron despojados siglos antes de que
yo naciera. Por eso, cuando veo el Templo, en lugar del árido espacio abierto
del desierto en tonos marrones y grises, me imagino sus relucientes agujas de
obsidiana dentro de un fondo de exuberante verdes y los tonos púrpura del
cielo.
Estaciono en la parte trasera y uso mi código de acceso para entrar por la
entrada privada que utiliza la familia real.
—Puedes esperar en la zona de culto principal. Está por esas puertas de
ahí. No tardaré.
Una vez que está en la otra habitación, me dirijo a la pared de la izquierda
y pulso una baldosa específica. Se abre una puerta oculta y bajo por las
escaleras hasta el nivel subterráneo, donde mi padre construyó tres celdas lo
bastante fuertes como para albergar fae en caso de que sucediera algo con el
tratado con la Corte Diurna. No sé si fue precavido, clarividente o
simplemente perspicaz, pero trescientos y pico años después, su diseño dio
resultado.
Murphy, el Vigilante en turno, abre la pesada puerta de acero.
Una vez cerrada tras de mí, miro al hombre de la celda central a través de
los gruesos barrotes de hierro. Está sentado en el catre de la pared del fondo,
lo único que no es de hierro, lo que permite apoyarse en él sin peligro. Ver al
pomposo imbécil vestido solo con un pantalón de chándal y una camiseta
sencilla que seguramente le parece indigna es más que satisfactorio. Y saber
que cada vez que caga tiene que revolcarse en su propio hedor me hace reír.
—Edevane. Confío en que odies el alojamiento.
Me devuelve la sonrisa.
—Para nada. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba unas
vacaciones. La soledad y que nadie me haga preguntas incesantes sobre lo que
debería estar haciendo... —Edevane vuelve a apoyar la cabeza en la pared y
suspira—. Ha sido bastante encantador.
—Te pudrirás durante cientos de años sin nada más que estas paredes de
hierro, un catre y un cagadero. Te doy cincuenta años antes de que te vuelvas
loco.
Me mira fijamente durante mucho tiempo, y la diversión de sus brillantes
ojos verdes eriza mis colmillos. Apoya el talón de un pie en la cama y,
despreocupado, apoya el antebrazo en la rodilla.
—He estado esperando pacientemente una visita de la Casa Verran.
¿Cuánto tiempo llevo aquí, un mes?
No me molesto en contestar. No cabe duda de que sabe cuánto tiempo,
hasta la hora. Cruzo los brazos y espero a que hable.
—Lo admito, no esperaba que fueras tú —comienza, estudiándome—.
Pero lo harás tan bien como los demás. Quiero tener una charla.
—¿Sobre qué?
—La lanza de Assal.
Arqueo las cejas sorprendido. De todo lo que podía sacar a colación, el
artefacto mágico del dios del sol no estaba en mi tarjeta del bingo. Había leído
algo sobre ella, pero no mucho. Se decía que era una lanza de fuego sedienta
de sangre que Lugh soltaba contra sus enemigos y que, después de cortarlos a
todos, regresaba a su mano. Cuando el dios del sol murió, también lo hizo la
magia de su lanza. Su hijo Cú Chulainn se la regaló a los adoradores de su
padre, los Fae de la Luz.
—¿Qué pasa con ella? —pregunto.
—Moira Verran nos lo robó antes del exilio. Lo quiero de vuelta.
La absurda afirmación me hace reír.
—¿Esperas que crea que mi dulce abuela, la reina más benévola de la
historia de la Corte Nocturna, robó un importante artefacto a la Luz? Aunque
ella fuera capaz de tal cosa, la magia ya no existe, no habría razón para
llevársela.
—Encontré el diario de mi abuelo; ha sido una riqueza de conocimientos.
Gran parte de cómo nuestras cortes llegaron al exilio es una sarta de verdades
a medias cuidadosamente construidas para ocultar la vergüenza de nuestros
antepasados. Y aquí está el verdadero truco: tu dulce y benévola abuela es la
villana de toda la historia. Creo que descubrió cómo activar la magia de la
lanza, y planeó usarla para asesinar a Aine.
«Según el diario Cormac, Moira le confesó que la partió en dos,
escondiendo el asta de madera en algún lugar de Faerie y quedándose con la
punta de la lanza para ser la única que pudiera volver a unir las piezas. Por
supuesto, después fueron desterrados de Faerie, por lo que el artefacto era
realmente impotente entonces. Y aun así, se negó a devolverlo a las Luces. Lo
has tenido todo este tiempo. Pero estoy aquí para corregir un error y
recuperarlo.»
Cambio de peso y froto mi barba incipiente de la mandíbula mientras
considero su afirmación.
—Por curiosidad, ¿dónde crees que está ahora la punta de lanza?
—Está en el único lugar al que un Fae de la Luz nunca podría acceder. —
Su mirada se desvía hacia el techo.
Resoplando, niego.
—Esto cada vez es más inverosímil. No hay nada así en el Templo.
Avanza unos pasos y se detiene a medio metro del peligroso hierro.
—Eso es porque tiene una fachada para parecerse a una obsidiana lisa en
triángulo.
Me congelo. Está describiendo la Piedra Triple, un regalo de Rhiannon
que representa la conexión entre ella, la luna y los Fae Oscuros. Ha estado en
una vitrina detrás del altar desde que se construyó la Torre hace unos
trescientos años. Pero nunca considere cómo había llegado hasta aquí si
hubiera estado en una vitrina similar en el templo de Tír na nÓg.
—Ahora empiezas a atar cabos. Excelente —se burla Edevane con una
sonrisa de suficiencia—. Tal vez no debería haberte descartado como el
Verran desechable.
Mis manos se cierran en puños a los costados. En voz baja y amenazadora,
miro fijamente a través de los barrotes.
—Subestimarme será el último error que cometas.
Sonríe.
—Esto va a ser divertido.
—La diversión ya no está en tu vocabulario, y me aburre esta
conversación. Que tengas una puta vida miserable, imbécil. —Giro sobre mis
talones, dispuesto a largarme de aquí e ir a dar un vistazo más de cerca a la
Tri-Piedra. Si realmente es una fachada, debería desaparecer en cuanto lo
toque.
—¿Recuerdas lo que dije después de que me capturaras?
Deteniéndome en seco, doy la vuelta lentamente, mi malestar original
regresa como un peso de dos toneladas sobre mi pecho. Recuerda este
momento... porque te vas a arrepentir.
—Ah, sí te acuerdas —espeta, riendo entre dientes—. Te ha estado
molestando, ¿verdad? —El silencio es la única respuesta que puedo dar sin
admitir que tiene razón—. Ahora veo por qué es un error subestimarte,
Finnian. Tus hermanos tienen inteligencia y encanto, pero tú... tienes instinto y
tenacidad. Creo que disfrutaré más de nuestro juego.
—Tus días de hacer otra cosa que pudrirte dentro de esta celda han
terminado, Edevane.
Dice moviendo la cabeza.
—Vamos, no me decepciones tan pronto. Te contaré un secreto sobre mi
conjurador. Ella es una Mística.
Mis cejas se fruncen.
—¿Qué es una mística?
—Son las más poderosas de todos los linajes especiales: conjuradores,
metamorfos, videntes, curanderos, etcétera. Pregúntale a tu nuevo amigo
vampiro, él sabe todo sobre ellas. Ahora, una conjuradora normal no sería de
ninguna ayuda para mí en mi situación actual. Pero un Místico... bueno, esa es
una historia completamente diferente.
Entrecierro los ojos y gruño, harto de sus putos juegos.
—Me importa un bledo quiénes sean tus amigos. Solo los Oscuros pueden
atravesar el hechizo de ocultación, así que yo no esperaría a un grupo de
rescate.
—Oh, no te preocupes por eso. No necesito la ayuda de nadie. Y es cierto
lo del hechizo —dice, asintiendo fingidamente—. No te imaginas lo irritante
que era saber que la lanza estaba en tu Templo, y sin embargo no conocer la
ubicación ni cómo entrar. Pero entonces me di cuenta de algo. Si no pude
atravesar el sistema de seguridad, la forma de entrar es simplemente ser
invitado.
—¿Qué quieres decir con invi...? —Mis ojos se abren de par en par.
Recuerda este momento... porque te vas a arrepentir.
Quería ser capturado. Fue su plan todo el tiempo, y lo acompañamos a
través de la maldita puerta principal.
—¡Murphy! —Llamo.
Los labios de Edevane se despegan de sus colmillos en una sonrisa
maligna que me produce escalofríos. Un fuego verde parece brotar de sus iris
mientras sus uñas se alargan y afilan. El aire que nos rodea vibra y hace que se
me ericen todos los vellos de mi cuerpo.
Maldita sea, tenemos que meter a Edevane en grilletes de hierro y
conseguir que este fuera de aquí. La presión aumenta en mi sien y siento que
mi cráneo está a punto de implosionar. Doy la vuelta para golpear con el puño
la puerta de acero, pero mis espinillas chocan contra el marco metálico de la
cama.
¿Qué mierda?
Doy la vuelta y vuelvo a mirar los barrotes de hierro, pero desde dentro.
De algún modo, he cambiado de lugar con Edevane, y no lo veo por ninguna
parte.
—¡Murphy! Murphy, ¡ven aquí! —Sigo gritando al guardia hasta que
irrumpe por la primera puerta y se detiene en seco, con la mandíbula sobre el
pecho—. ¡Sácame de aquí ahora mismo, mierda! ¡Vamos, vámonos!
Mete la llave en la cerradura, la gira y abre con la mano enguantada, y
salgo de allí como un cohete. Tardo menos de dos segundos en subir corriendo
las escaleras e irrumpo por la puerta oculta. Dimitri, que está hablando en ruso
por el móvil, cuelga y se tensa alarmado.
—¿Qué ha pasado?
—Edevane. —Es todo lo que consigo decir antes de cruzar corriendo las
puertas dobles del área de culto y subir al altar de Obsidiana.
La vitrina de cristal de la pared que contenía la Tri-Piedra está hecha
añicos, el artefacto ha desaparecido y en su lugar cuelga un collar. Una larga
cadena de plata con un colgante rectangular de metal grabado con el símbolo
de Armas que reconozco de mi investigación.
Las armas son como un escudo de armas. Representan a las distintas
familias fae y a veces pueden estar imbuidas de poderes. No puedo decir si
esta tiene alguna propiedad especial, pero la propia Armas tiene poder
simplemente por lo que representa: la línea Emory.
Como Aine Emory, la Única Verdadera Reina de los Fae y soberana de la
Corte de Verano. Este collar le perteneció a ella o a alguien de su familia.
¿Cómo demonios terminó Edevane con él y por qué lo dejó aquí? Esas son las
preguntas del millón.
Saco el collar del estuche y trazo con el pulgar el símbolo. Un hormigueo
recorre mi brazo y tengo la abrumadora sensación de estar conectado de algún
modo con su dueña. No sé si en el buen o en el mal sentido. Solo sé que mi
futuro está ligado al suyo de algún modo.
Dimitri me habla desde el otro lado del altar.
—El guardia dice que Edevane ha escapado. ¿Cómo es posible?
Aprieto el collar en mi puño y giro hacia él, con un cóctel de ira y
presentimiento agitándose en mi interior.
—Tuvo que ser con poderes que obtuvo de su conjurador. Lo que significa
que podría haber salido cuando hubiera querido, pero esperó específicamente
a que uno de nosotros viniera para poder continuar con sus putos juegos
mentales. ¡Maldita sea!
Mientras camino alrededor del altar, su mirada se fija en la cadena que
cuelga de mi mano cerrada.
—¿Qué es eso?
Su tono siniestro me hace desconfiar, y el rojo se derrama en el azul hielo
de su iris.
—Edevane lo dejó como una especie de pista. —Se lo tiendo sobre la
palma de su mano. Cuando no lo toma para examinarlo más de cerca, me doy
cuenta de que es porque es de plata—. ¿Lo reconoces?
Una rabia apenas contenida emana del normalmente estoico vampiro.
—Es de Taryn. Nunca se lo quita.
Clavo una mirada dudosa.
—Este collar pertenece a alguien relacionado con la Única Verdadera
Reina de Faerie, Dimitri. Así que eso plantea las preguntas: ¿cómo un vampiro
puso sus manos en él, y cómo lo usó si está hecho de plata?
Los ojos rojos como la sangre se levantan para encontrarse con mis ojos
dorados.
—Porque mi hermana no es un vampiro. Es la hija distanciada de Taryn
Emory-Aine, heredera al trono de la Corte de Verano... y conjuradora a
mística.
—¿Es una maldita Mística? —Paso mi mano libre por la cara e intento
procesar este aluvión de nueva información. El vampiro que he estado
buscando no es un vampiro en absoluto, ella es fae. Sabía que la hermana de
Dimitri no era de su sangre, pero no sabía que pertenecía a una raza
sobrenatural completamente distinta: a mí raza. Eso ya sería bastante
sorprendente, pero descubrir que ella es la hija de OTQ que abandonó el
mundo de los fae para vivir su propia vida en el reino de los humanos está
volviéndome loco. Ni siquiera puedo comprender el que sea una conjuradora
Mística, algo que no sabía que existía hasta hace cinco minutos, pero explica
las capacidades del clan Romanov para caminar a la luz del día, además de
todo lo demás. Mi cerebro parece latir a punto de estallar.
Otra ráfaga de hormigueo sube por mi brazo como si la cadena intentara
decirme algo. Como si Taryn estuviera tendiéndome la mano a través del
metal, y la sensación premonitoria en mis entrañas se hace aún más fuerte.
Se acabaron las jodidas tonterías. Si Edevane tiene más de la mitad de la
Lanza de Assal, no se sabe qué clase de destrucción es capaz de conseguir si
se hace de la otra mitad.
Más que eso, mi misión de encontrar a la hermana de Dimitri se volvió
exponencialmente más importante para mí. No puedo explicarlo, pero estoy
seguro de que mi futuro está de alguna manera enredado con el de ella. Puedo
sentirlo. Puedo sentirla.
Dejo caer el collar por mi cabeza, meto el colgante en mi camisa. Mi piel
se calienta en contacto con él y juro que desprende una sensación de
satisfacción.
Como si fuera lo más natural del mundo, lo acaricio una vez a través de mi
Henley antes de dejar caer la mano a mi lado. Luego dirijo una mirada de
soslayo a Dimitri "D'yavol" Romanov, Señor de los Vampiros.
—Creo que ya es hora de que comiences a compartir esos secretos
conmigo, camarada.
AGRADECIMIENTOS
Una eternidad de agradecimientos a Alyssa Rose, que lo es todo para mí: hija,
mejor amiga, experta en astrología, fan número uno, increíble asistente de firmas y
dadora de consejos sobre citas (y a veces conferencista). Y a Austin James, aunque
nunca leerá esto, que es la luz absoluta de mi vida y nunca deja de hacerme reír o
convertir mis cielos grises en un azul infinito. Los quiero a los dos hasta la luna y de
vuelta al infinito.
A mis compañeras de trabajo y hermanas del alma, Cindi Madsen y Rebecca
Yarros, por todo y por nada: trazar, leer, esprintar, dar forma a los borradores, dar
latigazos, animar, apoyar, reír y mil cosas más que no podría enumerar, aunque lo
intentara. Mi vida es inconmensurablemente mejor con ustedes en ella y, de verdad,
no sé qué haría sin nuestras conversaciones diarias y nuestros chats de vídeo
semanales. Como dijo una vez una llorosa Jerry Maguire, tú me completas.
#UnholyTrinity
A mi increíble agente, Nicole Resciniti, de la Agencia Seymour, por sus
interminables consejos y apoyo. A Jessica Turner por creer en esta serie y darle un
trato real en todos los aspectos posibles.
A Stacy Abrams por sus increíbles habilidades de edición y por tomar la piedra
que le di y guiarme para pulirla y convertirla en el diamante que es hoy. A Heather
Riccio, Riki Cleveland, Curtis Svehlak y a todos los demás en Entangled que han
contribuido a que este libro bebé vea la luz, muchas gracias por todo su duro trabajo.
A Elizabeth Turner Stokes, que creó mi portada favorita. Me disté una portada
impresionante con un tablero de ajedrez, así que acepté el reto e incorporé el tema del
ajedrez a la historia y me encanta cómo quedó todo.
A Erin McRae, mi mejor amiga y animadora número uno. Nunca quiero escribir
un libro sin ti a mi lado. Has ido más allá durante el proceso de escritura de este libro
y no puedo agradecértelo lo suficiente. A Miranda Grissom, sin la cual no podría
funcionar como autora y mi buena amiga. A Paige Jenkins, mi gurú del boletín de
noticias, y a su marido, por hacer un trabajo increíble promocionándome,
virtualmente y en las tiendas, a desconocidos al azar.
A Kristy Jewel, alias Caffeinated Fae en el mundo de los blogs de libros, cuyos
vastos conocimientos sobre fae fueron clave para crear este mundo. A Michael
Madsen, mi experto en ajedrez, que tenía todas las respuestas y me dio el término
más genial que podía usar y encajaba a la perfección. ¡Zwischenzug!
A Ella Sheridan, una de mis mejores y más antiguas amigas que me dio la dura
charla de sobre el amor cuando la necesitaba y me convenció para que probara el
dictado. De lo contrario, es posible que nunca hubiera terminado este libro.
A todos los miembros de Maxwell Mob: gracias por seguir conmigo todos estos
años y por entusiasmarse con mis nuevos proyectos en mí siempre cambiante
calendario de publicaciones. Su apoyo constante, su entusiasmo y sus posts sobre
Jason Momoa son lo que me hacen seguir adelante. Todos. Los. Días.
Un agradecimiento muy especial a todos los blogueros, Bookstagrammers, y
BookTokers que trabajan incansablemente y de forma gratuita para hablar de mis
libros, hacer gráficos, invitarme a takeovers, ofrecer consejos, tomarse el tiempo para
leer y revisar mis ARCs, y en general, son personas super maravillosas cuya pasión
es levantar autores y sus historias. Son la base de esta comunidad literaria que todos
amamos, y sin ustedes no podríamos llegar a tantos lectores. Les estaré eternamente
agradecida por su ayuda y honrada ante su espíritu generoso.
Como siempre, mil gracias a ti, lector, por darle a mi libro un lugar en tu
estantería y en tu corazón.
Con amor literario y besos de gatito... ~ G ~
SOBRE EL AUTOR
Gina L. Maxwell es una autora de bestsellers del New York Times, USA Today y
# Internacional que vive en la parte alta del Medio Oeste, a pesar de su odio mordaz a
la nieve y al frío. Como adicta a las novelas románticas de toda la vida, empezó a
escribir como otra forma de disfrutar de su amor por los "felices para siempre".
Su novela debut en 2012, Seduciendo a Cenicienta, llegó a las listas de los libros
más vendidos al mes de su publicación y sigue siendo una de las favoritas de los fans
una década después.
Cuando no está leyendo, escribiendo o gastando demasiado en planificadores y
material de oficina, a Gina le gusta salir con sus hijos mayores, experimentar todo lo
que la vida le ofrece y soñar con mudarse algún día a algún lugar tropical.

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