La Creación Artística Ante El Paradigma Ecologico
La Creación Artística Ante El Paradigma Ecologico
La Creación Artística Ante El Paradigma Ecologico
ABSTRACT
Keywords
Art, Ecology, Responsibility, Ethics, Ecological Paradigm.
RESUMEN
Palabras Clave
Arte, ecología, responsabilidad, ética, paradigma ecológico.
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INTRODUCCIÓN
La preeminencia del componente social del arte, en el sentido de representar una de las más
altas manifestaciones de la cultura, ha eclipsado en cierto sentido la consideración de la creación
artística en términos de “acción ecológica”. Sin embargo, es precisamente por su carácter de
seña de identidad y aglutinante del poder simbólico de la cultura, por lo que el arte tiene una
responsabilidad no solo plástica o formal sino efectivamente ecológica.
Las obras artísticas se han venido acercando a las preocupaciones medioambientales ya desde
los años 70, coincidiendo con la primera eclosión del ecologismo como fenómeno social, en los
que la industria cultural asociada al sistema capitalista ya tenía desarrollado un voraz sistema
de agotamiento de recursos y una huida hacia delante en el sistema de producción. Se trata de
creaciones artísticas que no solo miran a la naturaleza sino también hacia el sistema y la cultura
visual en connivencia con él.
Pero nos preguntamos si la responsabilidad del creador es coherente e íntegra, si tiene sentido
un arte que critica un sistema antiecológico, pero no se preocupa de que su propio sistema no
repita los mismos esquemas. El arte es la expresión materializada de los paradigmas de cada
tiempo y, en ese sentido, el arte actual no puede ser ajeno a la ecología, honesta, profunda,
intrínseca, radicalmente. La ecología trasciende los límites del arte (como lo hace la religión,
el sexo o la guerra) y el arte que hoy no hable de ecología, que no sea ecología, se sitúa
automáticamente y por propia voluntad en el terreno de la artesanía, el entretenimiento o la
decoración.
Nos proponemos analizar algunos estudios de caso con el objeto de hacer ver la mayor o menor
incardinación de la ecología en algunas obras representativas del arte actual, de cara a, en un
futuro, sentar las bases de una línea de acción. Pretendemos poner de manifiesto que un arte
que mira a la naturaleza, que reivindica actitudes ecologistas o políticamente activas contra
actitudes anti-sostenibles, o que incluso una acción artística que utiliza el medio natural como
materia prima de sus creaciones, no implica siempre una producción ecológica. Y esto debería
llevarnos a plantear la necesidad de estudios más ambiciosos, que sistematicen protocolos de
actuación en cuanto al emprendimiento artístico se refiere.
Los grandes cambios sociales, tanto a nivel económico como político, han ido precedidos o han
sido motivados por cambios de pensamiento, que a su vez han generado un nuevo esquema
de creación, una búsqueda expresiva diferente en el campo artístico.
Esta deducción es a todas luces simplista. La configuración del cerebro individual depende en
gran medida de los hábitos adquiridos a través de la educación y ésta a su vez de los nuevos
avances científicos. Teniendo en mente las teorías sobre la inteligencia de Gardner (1993),
podemos afirmar que la creación artística aglutina diversos tipos de inteligencia, por lo que es
capaz de situarse en el campo de la intuición y preconizar cambios sociales.
Los cambios siempre son debidos a un cúmulo de circunstancias, no a una sola. Aunque el poder
se resiste ante las nuevas narrativas, la coincidencia de nuevas tecnologías, especialmente
cuando afectan a la comunicación, las nuevas estructuras sociales y los cambios pedagógicos
contribuyen a la formación de nuevos modos de pensamiento. Y en esta evolución el arte se
sitúa a la cabeza.
Además, desde mediados del siglo XX, el pensamiento visual está sujeto a una mayor aceleración
que el textual, debido a la sobre-estimulación producida por al industria cultural (Adorno, 1980).
Esto supone por un lado una mayor resistencia al cambio, producida por la autocomplacencia
difundida por los mass-media (McLuhan, 1975) pero a la vez una mayor educación visual que
también es aprovechada por los artistas para generar masa crítica.
Sería excesivamente prolijo describir el camino que ha llevado a las sociedades ricas a elaborar
y asumir paulatinamente los principios de la ecología, hasta construir lo que probablemente
constituye ya un cambio en el contrato social, de una trascendencia sin igual desde la Ilustración
y que, por tanto, merece ser denominado como nuevo paradigma social, que se ha dado en
denominar “paradigma ecológico” (no vamos a derivar intentando la redefinición de este
término, suficientemente discutido por Morin, Garrido, Hopkins y otros).
La gran crisis de identidad que provoca la II Guerra Mundial en nuestras sociedades podría
explicar ese momento en la conciencia y el pensamiento en el que se justificaba parar y volver
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Desde aquí, el camino hasta buscar formas de respeto e integración con el medio natural es
una línea recta, que se recorre en menos de 30 años y que toma la forma del ecologismo que
hoy reconocemos como tal, tras el acto inaugural que supuso la revolución intelectual en torno
al ‘68. Claro, ahora quedaría la tarea no menor de definir los parámetros de ese ecologismo,
para que el cuadro estuviese completo. Ciertamente los signos son evidentes y múltiples, pero
por definición la observación requiere de la distancia necesaria que permita construir un punto
de vista. Y es evidente que el momento actual nos sitúa en pleno centro del fenómeno de la
expansión de la conciencia ecológica (quizá de su construcción simultánea), impidiéndonos la
objetividad ni siquiera aproximada.
Mientras que en otros campos es extensa la literatura que podamos encontrar sobre el paradigma
ecológico, no lo es tanto en el campo de la creación artística. Hay algunos estudios amplios
(Boaz, 2009) y hay múltiples referencias al arte cuando en filosofía, arquitectura, educación
o sociología se habla del paradigma ecológico, pero son escasos los estudios focalizados en
el papel del arte ante el cambio de paradigma actual. Entendemos que es más una cuestión
de terminología que de concepto, pues las características que definen este paradigma sí las
podemos encontrar en los movimientos artísticos, así como gran cantidad de artistas y teóricos
que tratan el arte y la ecología.
Algunos escritos, como los de Suzi Gablick (1992) hablan de un nuevo paradigma aunque no lo
llamen ecológico. Gablik comentaba ya en los años 90 cómo el arte se había ido distanciando de
la sociedad, arrastrado por las filosofías individualistas que habían debilitado la cohesión social,
centrando la atención en la obra más que en el espectador. Lo que se necesitaba, continuaba
diciendo, era una nueva estética de acción e interacción que restaurase la armonía entre la
tierra y la humanidad.
Alexenberg (2011) en su tratado sobre el arte ante la era post-digital, habla de la necesidad
de interconexión entre todas las facetas no sólo de la humanidad sino también del entorno,
de la naturaleza, de la tecnología y de lo ancestral, de manera que podamos alcanzar una
humanización de la tecnología.
Ya sea de un modo u otro, está claro que nos encontramos ante una pérdida del ensimismamiento
del arte, una búsqueda por parte del artista de implicarse en su contexto y no referirse sólo a
similares producciones en una escala evolutiva dentro de los estilos artísticos.
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
En este sentido es muy reveladora la batalla Greenberg-Danto, representando los dos diferentes
conceptos del hecho artístico en los años 70: Greenberg, gran defensor de la pintura-pintura,
consideraba kitsch (Greenberg, 1986) la incursión del arte en la cultura popular, mientras Danto
(2002) defendía una muerte del arte referencial a sí mismo y ajeno a los nuevos modos de
producción de imágenes y a los cambios sociales.
El dilema sobre si el arte pop no hizo más que ensalzar la industria cultural o por el contrario
supuso una crítica a este sistema con sus mismos medios, queda hoy día obsoleto ante la
urgencia de un verdadero cambio. La cuestión es que sí aparecieron nuevos comportamientos
artísticos que miraban al contexto, a la interacción y, a veces, directamente a la crítica social.
Estos artistas (Smithson, Heizer, Holt) entendían la naturaleza como un nuevo lienzo en el
que desarrollar una creación formal, un espacio inabarcable e inagotable en el que dejar una
huella humana dominando, sugiriendo, ordenando o preguntando. El concepto en realidad es
bastante similar al heredado por las vanguardias, de búsqueda de nuevos medios de expresión
y de nuevas cosas que contar.
Pero de forma casi paralela surge otro tipo de land art o de earth works que se muestra de
manera más humilde, efímera, respetuosa y concienciada ante el medio natural, protagonizada
por artistas como Nils Udo, Andy Goldsworthy o, aquí en España, Perejaume, Adolf Schlosser o
Miguel Angel Blanco. Sus obras recurren a elementos del propio paisaje donde se desarrollan y,
a veces, lo único que queda de ellas es el registro fotográfico.
¿Por qué se da este paso a las antípodas en la sensibilidad de las intervenciones artísticas
en el medio natural? ¿Se trata sólo de la conocida alternancia de estilos propias de
la modernidad?. No sólo eso, ciertamente. Aunque los artistas no lo reconozcan
explícitamente, no parece casualidad la coincidencia en los primeros 70 de la difusión
pública de la crisis ecológica, las primeras campañas ecologistas que cuestionan los
modelos de explotación económica de los ecosistemas, y la obra de los primeros artistas
vinculados con las intervenciones mínimas. (Albelda, 2002, p 49)
De una idea de dominio se pasa a un concepto de finitud de los recursos y, por tanto de
responsabilidad para no llegar al agotamiento de éstos. Este concepto ha ido creciendo y cada
vez son más los artistas que forman parte de agrupaciones que promueven la unión de arte y
ecología (Arte sostenible, Green Museum, Platform) y que defienden con sus obras modos de
hacer y modos de ver ética y responsablemente.
Pero la intervención no es el único modo de hacer arte ecológico, de hecho más cerca de la
ecología andan comportamientos como fluxus o algunas performers como Ana Mendieta. Más
que una implicación en la ecología lo que observamos es un cambio de actitud ante el contexto:
el artista comienza a considerarse a sí mismo hijo de su tiempo y co-responsable de los cambios
que se producen en la sociedad.
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Es evidente que la creación artística sigue siendo una actividad muy individualista, por lo que
no es difícil encontrar múltiples ejemplos del primer modo (se nos ocurren algunos artistas
muy expresivos y performáticos como Zush o Tracy Emin). También han surgido colectivos de
creadores cuyas obras son difíciles de diferenciar de actividades sociales (Helena Producciones),
pero la percepción general es que la conciencia ecológica del artista no declarado como
“ecologista” es similar a la de la ciudadanía en general y no parece haber un liderazgo del arte
en este sentido.
El verdadero aporte del arte al cambio de paradigma, desde este punto de vista, sería el valor
pedagógico de un espíritu crítico y creativo. Sin embargo cabe preguntarse qué papel adopta
ante el ecologismo objetivo, ante los retos que se le proponen al ser humano como habitante
de un planeta al que, por primera vez, está en condiciones de desequilibrar profundamente,
comprometiendo su habitabilidad.
Es cierto que el volumen de producción de los objetos artísticos suponen un mínimo porcentaje
con respecto a la producción de objetos: según el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
(2013, p.336), las artes plásticas suponen un 15,2 % del 3,5% del PIB, que representa el aporte de
toda su actividad, y éste es uno de los motivos por los que la actividad artística no suele sentirse
responsable del deterioro medioambiental, pero no se trata de una cuestión de cantidad, sino
de ética. El deterioro medioambiental ya no acepta excusas, ni grandes ni pequeñas y desde los
cimientos a las ramas debemos revisar la congruencia de lo que hacemos con lo que decimos
y lo que queremos. No podemos obviar el papel semántico del arte, que por el mero hecho de
proponerse a un espectador, se está postulando como referente, como objeto de contemplación,
implícitamente como modelo, por más que muchos creadores rechacen esta posición. En este
sentido ejemplar (en el sentido más laxo de la palabra) radica su capacidad de interpretar y/o
liderar los cambios sociales.
El arte efímero es evidentemente el que menor huella ecológica produce. Estarían en este ámbito
no sólo las obras realizadas con materiales de la naturaleza que una vez registrada la acción vuelven
a ella (Lucía Loren, Schlosser, Goldsworthy), sino también performers, net-artistas, fotógrafos o
videoartistas. En este ámbito hemos de tener en cuenta los medios de documentación utilizados
y el almacenaje y conservación de estas producciones, habitualmente digitales.
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Pero la mayor parte de la creación artística suele producir obras físicas que hay que conservar,
de este modo, a la hora de pensar en la producción en términos de impacto medioambiental,
también debemos pensar en el impacto que supondrá su conservación.
Conseguir traspasar los principios del diseño cradle to cradle a la producción artística es por
ello harto complicado, pues la obra física no pretende en su diseño convertirse ni en nutriente
biológico (a excepción de las obras efímeras mencionadas realizadas con materiales orgánicos),
ni tecnológico (a excepción de las herramientas digitales utilizadas para registrar las obras que
sí podrían seguir estos principios).
Podríamos considerar que la obra artística debe diseñarse como un “nutriente cultural”, lo
que, a modo de metáfora, sería una materia que sirva para crear cultura y que, para minimizar
su huella ecológica, debe tener en cuenta en su producción y en su conservación los principios
del diseño ecológico, con la sola diferencia de que no desaparece para convertirse en otro
objeto, sino que se inserta en el ideario colectivo como un motor de conciencia ecológica que,
de esta forma, tiene “impacto positivo” que contrarresta su huella material (al modo en el que
se computan los balances positivos en los Análisis de Ciclo de Vida).
Nuestro objetivo, el de los creadores artísticos, consideramos que debe ser entonces tener en
cuenta todos estos factores desde el inicio de la producción, proyectando la obra para una “vida
útil” en la que su intención forme parte de su presencia en el mundo.
a) Objetivos
Pretendemos explorar en los mencionados ejemplos si existe una coherencia entre la práctica
artística y el espíritu ecologista, es decir, si los artistas cuyas obras ya tratan el tema del equilibrio
ecológico son conscientes en su producción de las consecuencias para el medio ambiente de
su propia actividad, pero también si hay, o pretenden, una implicación social y si buscan una
concienciación del individuo hacia lo ecológico.
Los artistas que han atendido nuestras preguntas pertenecen a diferentes disciplinas e
inquietudes, pero también podríamos agruparlos en tres tendencias que se corresponden a
nuestros tres ámbitos ecológicos: Lucía Loren es la más declaradamente ecologista, Isidro López-
Aparicio, Jesús Palomino o Celia Macías adquieren un mayor compromiso social, resultando
la ecología como una consecuencia de ese compromiso y David López-Panea o Felipe Ortega-
Regalado desarrollan una obra de orientación intimista, que mira a la naturaleza de un modo
empático.
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
Las cuestiones que les hemos planteado a los artistas giran en torno a los tres temas que hemos
considerado parte de una conciencia ecológica integral: la repercusión de la creación artística
en el medio ambiente, la repercusión social de la obra y la repercusión individual.
a) La primera cuestión ha tratado sobre sus posturas ante las repercusiones medioambientales
de sus obras, de un modo objetivo, en cuanto al uso de materiales.
Se les han facilitado algunos comentarios para que elijan aquellos con los que se sientan más
identificados: desde un desprecio total por estos temas, a un compromiso que no va más allá
de las posibilidades de uso de materiales y reciclaje que les ofrece el entorno / una elección
consciente de materiales reciclables y de productos que no emitan gases o dejen residuos / un
uso más comprometido siempre de materiales reciclables, productos que no emitan gases o
dejen residuos / un uso de energías renovables y también un interés para que la conservación
de la obra tampoco pueda producir residuo o gasto alguno al medioambiente / y una opción
final para aquellos que realizan obras efímeras y tanto ellas como su huella desaparecen.
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En este caso las respuestas no necesariamente implican una gradación: Parto de una necesidad
de autoexpresión y no me interesa el espectador. / Pretendo conmover, emocionar, transmitir
paz y equilibrio. / Busco la turbación, la pregunta, el malestar que despierte conciencia crítica.
/ Pretendo provocar, crear una reacción inmediata reivindicativa y activista. / Intento aunar
reflexión y emoción, una actitud implicada emocionalmente y concienciada de la necesidad de
cambios.
a) En cuanto a la primera cuestión, Lucía Loren es la artista que ha evidenciado una mayor
integración de su obra con el entorno natural y una preocupación por la sostenibilidad muy
coherente, por constituir la propia temática de su obra. Nos comenta: “Utilizar los propios
materiales del entorno, se convierte en una herramienta de investigación sobre la que trabajar,
para comprender el proceso cíclico de continuas transformaciones sobre el que se dibuja el
paisaje.”1 También relaciona su forma de producción con prácticas ancestrales:
Isidro López-Aparicio, que también muestra su alta valoración en todos los aspectos que le
señalamos, nos comenta cómo lo efímero no necesariamente implica ecológico y que lo
importante es que lo perdurable sea cualitativamente relevante, por encima de lo cuantitativo:
…muchos de mis trabajos no sólo están enmarcados desde lo sostenible, sino desde el
decrecimiento y no sólo entendido este como un dejar de hacer cosas (innecesarias) sino
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
Consideramos que sus obras en este sentido se acercan a nuestra idea de la importancia de la
conservación, tanto como de la producción.
Artistas muy involucrados socialmente en sus obras, como Celia Macías no muestran una
preocupación por los materiales más allá de las posibilidades que les brinda el entorno (marca
solo la segunda opción) mientras que Jesús Palomino, al utilizar materiales muchas veces
reciclados, también piensa en el reciclaje de los mismos: “Intento siempre, en la medida de lo
posible, tener como prioridad minimizar la huella ecológica de mis propuestas.” Pero él mismo
insiste en la dificultad de lograrlo en algunas ocasiones.
Felipe Ortega-Regalado también marca solo la opción 2 y declara: “Utilizo papel exento de ácidos
y cada vez me interesa más que los materiales sean no nocivos para el medio ambiente”. Similar
es la opción de David López-Panea, que también elige la segunda como la opción preferente.
Observamos así con respecto a esta primera cuestión que todos los artistas encuestados están
concienciados de la importancia de la huella ecológica en su producción, pero que sólo aquellos
cuya temática principal gira en torno a la naturaleza y el medio ambiente crean una obra que
desde sus inicios busca la responsabilidad medioambiental. Determinamos que es habitual
que su contexto no les permita ser más ecológicos de lo que desearían, situándose al nivel de
un ciudadano medio que depende de los hábitos de abastecimiento, consumo y reciclaje del
entorno.
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b) Respecto a la segunda cuestión, Lucía Loren es de nuevo la que más se adecúa a los ideales
ecológicos que planteamos:
Loren incluye en este paisaje las personas que lo habitan, el mundo animal y el vegetal:
También habla de la fragmentación de la realidad y de la capacidad del arte para generar una
integración real con la educación y el territorio, que es también, por otra parte, uno de los
objetivos de este estudio.
Su relación con los colectivos sociales de los entornos en los que trabaja es muy estrecha:
En muchas ocasiones, los procesos de trabajo han sido abiertos y la gente ha colaborado
en la construcción de la obra. Otras veces, han sido sus conocimientos, su historia o
su memoria colectiva la que ha servido de motor para generar la acción artística y su
intervención ha sido también muy intensa, a partir del registro de charlas y entrevistas.
Incluso nos habla de creatividad social, esa capacidad expresiva latente en todo ser
humano que nos proporciona libertad y complejidad en nuestros procesos de relación
con el exterior.
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
Isidro López-Aparicio afirma que más que un espíritu crítico sistemático, busca una consciencia
sobre el ámbito que se trata para activar de este modo nuevas situaciones. Su obra es referencial
y proactiva y en ese sentido evoca y propone.
Celia Macías reconoce, como era de suponer por el carácter de su obra, que sí busca despertar
el espíritu crítico (marca solo la tercera opción) y Jesús además pretende promover cambios
sociales (da más importancia a la quinta opción).
c) Sobre la tercera cuestión hay mayor consenso en cuanto a la importancia dada a la unión de
reflexión y emoción, a la búsqueda de una actitud implicada emocionalmente y concienciada
de la necesidad de cambios.
Lucía Loren nos recuerda que “... el paisaje es una construcción cultural que ha sufrido sucesivos
procesos de cambio a lo largo de la historia, pero el momento actual señala un abandono que
puede ocasionar pérdidas irreversibles en el mundo rural.” También destaca la estereotipación
del paisaje y su uso turístico idealizado, que ignora la memoria. Por ello busca “... que el
espectador participe de estas reflexiones, al nivel que él decida o pueda interiorizar, y que
la intervención no sea únicamente un elemento estético que se una a la belleza del propio
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paisaje.” Comenta también algunas cuestiones que ya abordamos anteriormente como crítica a
algunas intervenciones de land art:
La obra de arte situada en un espacio público debería, no sólo integrarse en el espacio para
el que ha sido concebida de modo específico (site-specific), sino partir conceptualmente
de la reflexión sobre el lugar que está ocupando. De este modo, la propia obra se
comprometería en una acción que revertiría en actualizar la percepción del paisaje.
La primera intención de Palomino no es la de ser un activista, según nos dice, pero entiende
que es una conclusión fácilmente extraída de sus proyectos pues “...buscan promover un visión
crítica de ciertos aspectos sociales relacionados con los Derechos Humanos, la ecología, el
diálogo cultural, etc.” Se considera a sí mismo un artista que trabaja en el campo de lo visual
para desarrollar, en la medida de lo posible, : “...un proyecto estético crítico vinculado a una
práctica que no olvida su aspecto democrático, participativo y, por qué no, también lúdico y
placentero.”
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
Felipe aunque señala la misma opción, también declara que busca la autonomía de la obra. David
la elige como segunda opción y señala que en primer lugar pretende conmover, emocionar,
transmitir paz y equilibrio.
El carácter más subjetivo de esta cuestión ha provocado que algunos artistas declaren al margen
no habérselo planteado antes, incluso, como Celia Macías, no tenerlo claro. Es comprensible que
el artista, que trabaja con la intuición y la indagación de sus propias percepciones, no traduzca
siempre sus actos a una reflexión razonada y más tratándose del requerimiento del espectador.
CONCLUSIONES
Una de las conclusiones de base que podemos extraer de esta primera aproximación a la
implicación de los artistas con el medio ambiente, es acerca del enfoque que cabría darle a
una posible encuesta. De nuestro sondeo inicial podemos concluir que es difícil abarcar todas
las opciones posibles; a raíz de las respuestas podemos considerar que sí están contempladas
bastantes de ellas, pero un estudio sistemático debería contemplar todas las posibles actitudes
y sus orígenes. El campo de estudio, así mismo, debe de definirse en virtud de la universalidad
que se le quiera otorgar a la conclusión del estudio.
Por ahora se ofrece este primer resultado de la investigación, que nos parece suficientemente
significativo en lo que se refiere a reflexión y definición del marco de trabajo, así como a la
información y posicionamiento obtenido de artistas elegidos con un criterio determinado.
Ofreciéndolo a la comunidad como un sustrato al que otros puedan sumarse en el esfuerzo de
una investigación sistémica que nos permita una visión documentada del papel real del arte en
el paradigma ecológico que mueve a la contemporaneidad.
La creación artística ante el paradigma ecológico Benito Sánchez-Montañés y Rocío Arregui-Pradas
Bibliografía
NOTAS
1. Los comentarios de los artistas son todos personales y recibidos el 28 de abril de 2014.
Sólo los entrecomillados son literales y se mantienen las expresiones y terminología usada
por el entrevistado.