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v.

El Incario

El Perú tiene tradición de nobles esfuerzos educativos y laborales que


hicieron posible el desarrollo en la época de la cultura preincaica e incaica y
durante la colonia y el virreynato.

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En el Imperio incaico no existían escuelas generalizadas. Los bienes
culturales fundamentales eran transmitidos en la familia y en la comunidad
de modo natural. Un tipo de educación superior debió impartirse en el Cuzco,
en el llamado “Yachayhuasi” o casa del saber. Su acceso estaba restringido
a la joven nobleza imperial...del sexo femenino, sólo las escogidas o “aclias”
recibían instrucción sistemática (Kauffmann, 1963). El Amauta era el “verdadero
científico”, profesional del conocimiento, director de la investigación y de la acción.
El no sólo era dueño del acervo de verdades que se conservaba en la comunidad
y se transmitía, como una herencia cultural, de unas generaciones a otras...era
también inventor, creador (Valcarcel 1943).
El desarrollo del imperio incaico no solo se debió a la importancia
de la educación sino también a la ética, (“no robarás, no mentirás, no seas
perezoso”). Podemos ver, como el intelecto, el trabajo y la ética fueron elementos
indispensables para el notable desarrollo de uno de los mayores imperios en el
mundo antiguo. Sin embargo, existía una diferenciación de clases beneficiando
a las clases nobles.

La Colonia

El Estado Iglesia español, fue el gran actor de la conquista y la


colonización, justificándose en los valores espirituales, y que estos valores exigían
la integración humana entre españoles y nativos. Las órdenes religiosas de los
dominicos, de los franciscanos, y de los jesuitas, que realizaron la tarea educativa
a los niveles primario, secundario y técnico, influyendo sino en toda la sociedad.
Gracias al esfuerzo de los jesuitas, se expande la civilización gradualmente
en la zona de la cuenca amazónica. Fueron los jesuitas los que evangelizaron
el Japón en el siglo XVII y los primeros occidentales que establecieron una
comunicación efectiva y pacífica con el Celeste Imperio de la China (Fulop 1931).
La grandeza de esta obra colonizadora se conservó aún en los primeros
años de la república y el proceso de desarrollo alcanzado en ese tiempo resalta
frente al subdesarrollo en el que la misma época se encontraban países como
Japón y Estados Unidos.
El historiador norteamericano Moehlman (1957) afirma que es una
errada concepción ampliamente extendida el pensar con respeto a la educación
en Latinoamérica que los conquistadores tuvieron poco interés en la educación y
que no hubo escuelas públicas con anterioridad al período de la independencia.
Nada podía estar más alejado de la verdad. Uno de los más notables aspectos del
esfuerzo colonial en muchas partes de Latinoamérica fue la tremenda cantidad

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de energía y fondos gastados en el establecimiento de escuelas – desde escuelas
para infantes hasta universidades. En muchas instancias estas escuelas estaban
especialmente interesadas en las poblaciones de mestizos nativos. En algunos
casos las escuelas eran exclusivamente para europeos. En algunas áreas las
escuelas eran primariamente para adiestrar miembros del clero, en otras, el
propósito educacional era más amplio.
Nadie duda, que los conquistadores no tuvieron interés en la educación,
la mayor prueba de ello la tenemos en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, la primera universidad en América. Sin embargo, podemos preguntar:
¿Quiénes se beneficiaban con dicha educación? ¿Podían, acaso, los “indios” tener
acceso a dicha educación?
Valcárcel (1972), describe de una manera magistral una experiencia
que puede resumir el espíritu de servicio abnegado que siempre imperó en los
misioneros adventistas.

El adventista estaba ayudando al alumbramiento del nuevo indio. Su asepsia


se deja ver en la extirpación de los vicios seculares: alcoholismo, cocainismo,
servilismo. El hombre que en la altipampa del Collao representa hoy la tradi-
ción milenaria del Tiahuanaco, posee hábitos higiénicos, viste de americana,
reside en limpias moradas, no bebe aguardiente ni pijcha coca: es abstemio.
Ha aprendido a mirar de frente, a hablar con aplomo y a extender la mano
en gesto amistoso a cuantos favorece con su simpatía. Es un hombre.
La obra adventista adquiere enormes proyecciones. La Escuela Normal de
Juliaca, el crecido número de escuelas y maestros que sostiene, la organi-
zación en gran escala de sus oficinas, todo revela que estamos en presencia
de un poder social nuevo que no por negarlo deja de existir y que –por lo
contrario- debe ser atentamente examinado para conocer sus métodos y
denunciar sus peligros.

Valcarcel resalta la importancia del trabajo de la Iglesia Adventista


del Séptimo Día en la región de Puno, llevando la educación a una población
abandonada por las clases sociales altas.
Si bien en el imperio incaico ya existía una diferenciación de clases, al
beneficiar a la clase noble, en la época de la colonia fue mucho más radical al
cerrar totalmente el acceso a la lectura y escritura a nuestros antepasados. En
este contexto, es notable resaltar el trabajo que realizó el pionero Fernando Stahl
al iniciar una gran labor educativa en 1911 con la gente marginada del altiplano
peruano. Maquera (2014), afirma que,

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…para Stahl la realidad del habitante de los Andes peruanos no era ajeno, en
sus visitas anteriores tomó conocimiento de la situación educativa, social,
económica y de salud de sus moradores, él sabía a dónde estaba llegando,
conocía de los abusos más desalmados que los campesinos sufrían. Stahl
describe cómo encontró a los campesinos y expresa en una sola frase su
percepción: “una raza oprimida.

Esto trajo consigo una lucha, por parte de las clases marginadas y
explotadas, por las poblaciones campesinas, por los más pobres, por querer
alcanzar esa privilegiada educación. El poder leer y escribir, era una victoria, era
alcanzar un status social en donde ya no llegarían a ser más explotados. Dicha
lucha, felizmente, a pesar de las diversas decepciones de la escuela, la podemos
ver aún en aquellas clases sociales, las cuales todavía están bajo una explotación
no tan sutil: la de la sociedad.
A través de la historia podemos ver, como es que las clases sociales
altas podían gozar de ese privilegio llamado educación. Sin embargo, podemos
preguntarnos:
¿Qué sucedió entonces? ¿Qué retrasó el ritmo de desarrollo en
Latinoamérica y sin embargo aceleró, el desarrollo educativo y cultural, económico
y político de los Estados Unidos y el Japón?
Estados Unidos optó por las universidades dedicadas a la investigación
científica y a la formación de profesionales al servicio de las necesidades del
Estado.
Japón, a través de la influencia de los Estados Unidos, estableció también
con éxito estos sistemas educativos que desataron su desarrollo.
En Latinoamérica, debido a la influencia ideológica de Francia,
especialmente, y de las mal comprendidas ideas del enciclopedismo y de sus
miopes aplicaciones pedagógicas, se paralizó la acción educadora del Estado
Iglesia. El respaldo que la corona prestaba a la educación pública no fue
eficazmente sustituido por los nuevos Estados democráticos emergentes (Pinilla
1966).
Definitivamente la realidad peruana es mucho más compleja de
describir. Sin embargo, este hecho explica en parte el porqué, mucha gente se
decepciona del mito que indica que la persona educada es más útil a la sociedad.
Ya que la escuela preparaba (y continua preparando) alumnos no muy útiles a
la sociedad, no productivos, debido a los modelos educativos implantados, los
cuales estaban lejos de nuestra realidad.

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La República

Pinilla (1966) nos narra la historia de la educación peruana durante el


periodo de la republica al citar a San Martín quién puso énfasis en la instrucción
pública como la primera necesidad de las sociedades y consideró la integración
de las poblaciones indígenas, a quienes, dijo no debe llamarse “indígenas” sino
“peruanos”. Ramón Castilla realizó una obra de estructuración, organización e
integración nacional, basada en el profundo respeto a la ley, a las instituciones
jurídicas y a los ideales nacionales. Concibió a la educación como el instrumento
esencial para el desarrollo nacional, dictando la Ley Orgánica de Enseñanza.
Santa Cruz creó la Dirección General de estudios, mientras que el
gobierno de Prado creó una Inspección General de Instrucción Primaria.
No faltaron hombres que tuvieron ideas claras respecto a la naturaleza
del esfuerzo educativo, y que sin embargo sus voces no fueron escuchadas. Este
mismo hecho aún lo podemos ver actualmente, en nuestra realidad.

Siglo XX

Trahtemberg (2011) hace una descripción breve de la historia de


la educación peruana durante el siglo XX, el cual se inicia con esfuerzos
gubernamentales por incrementar sustantivamente el número de estudiantes
con acceso a las escuelas primarias, en circunstancias en las que la educación era
concebida como el medio capaz de producir la integración nacional, el “amor y
lealtad a la patria” y el desarrollo económico, con los que se lograría el ascenso
social de los indígenas y la igualdad entre peruanos sin distingo de fortunas.
Fue el gobierno de José Pardo (1904-8) el que se delineó y puso
en práctica una primera reforma educativa de envergadura que ordenó y organizó
lo pre existente y le dio un norte para los desarrollos futuros. Impulsó la educación
primaria procurando universalizarla, estableciendo la gratuidad y obligatoriedad
de la misma, incluyendo el reparto gratuito de material de enseñanza. También
estableció la gratuidad de las escuelas técnicas y ocupacionales nocturnas,
recuperando las experiencias de las escuelas de Artes y Oficios pre existentes
hasta 1902. Además le dio un particular impulso a la educación privada. Todo esto
se hizo con el apoyo de pedagogos franceses, belgas y especialmente alemanes.
Es en esta década en dónde inicia la educación adventista en el Perú,
Castillo (2010), señala que

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…hasta donde ha sido posible auscultar, y por curioso, raro o ingenuo que
parezca, las raíces de la Universidad Unión Incaica se remontan hasta el día
viernes 15 de marzo de 1918, día y fecha cuando el Concejo Provincial de
Lima visó el Libro de Matrícula de la Escuela Libre que funcionaba en la Calle
San Francisco (Plazuela) No. 350 (hoy Jirón Ancash), fundada y dirigida por
el joven normalista don Fernando F. Osorio, inicio, del que más tarde sería
el Colegio Unión localizado en Miraflores y posteriormente, en 1946, tras-
ladado a Ñaña.

Con Leguía se estableció una primaria común gratuita y obligatoria y otra


profesional; una secundaria común obligatoria y otra profesional; y la superior que
incluyó las Escuelas Técnicas de Ingeniería y Agricultura, la Universidad Mayor de
San Marcos y las Universidades Menores de Cuzco, Arequipa, Trujillo, así como
la Universidad Católica creada en 1917. En 1921 los pedagogos de la misión
pedagógica de EE.UU. asumieron la Dirección General y las Direcciones Regionales
del Ministerio de Educación lo que significó el giro del enfoque intelectualista,
academicista e integral europeo al enfoque norteamericano más pragmático y
articulado con el desarrollo económico.
En los años 1940´s el gobierno de Prado le dio un gran impulso la
educación técnica y normal y además estableció la educación infantil para niños
de 4 a 7 años, la primaria común gratuita y obligatoria de 6 años, la secundaria
común de cinco años con ingreso a la opción técnica, normal o artística al cabo
del 3ero de secundaria y la superior. Se abrieron las puertas del magisterio a las
clases medias que le imprimieron a la carrera magisterial un nuevo rostro social. Ya
no era una profesión para las élites sino un empleo remunerado de profesionales
oriundos de los sectores medios al servicio de las amplias capas populares.
En 1945 Bustamante y Rivero estableció la gratuidad de la secundaria
para los alumnos egresados de las escuelas fiscales, lo que trajo el inicio de la
expansión de la secundaria aunque sin contar con los profesores e instalaciones
adecuadas. Esta fue una época de transición demográfica del campo a la ciudad,
de grandes migraciones alimentadas por la escuela urbana y mestiza, que se
convertiría en factor de integración al alfabetizar y castellanizar a los migrantes,
pero a la vez se constituiría en factor de exclusión por motivos étnico culturales.
Para atender esta creciente demanda de educación secundaria gratuita el
gobierno de Odría aprobó su “Plan Nacional de la Educación” por el que se
crearon 55 Grandes Unidades Escolares. Nuevamente se imitó los modelos
norteamericanos que procuraban mejorar la enseñanza de las ciencias y expandir
la educación técnica. Además creó colegios secundarios militares con alumnos
internados egresados del 3er año de secundaria común. También creó 8 nuevas

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universidades, reabrió Huamanga y permitió la creación de otras 7 universidades
privadas.
En 1958 con Prado se abrieron las opciones de “ciencias” y “letras”
para la secundaria y en 1962 creó el SENATI para responder a las crecientes
necesidades de formación de técnicos de mando medio y mano de obra
calificada en un ambiente de sustitución de importaciones y desarrollo de la
manufactura nacional. Esa misma fecha, los sindicatos de docentes de Primaria,
Secundaria, Técnica y Educación Física se articularon en la “Federación Nacional
de Educadores del Perú” (FENEP) que luego en 1972 daría origen al “Sindicato
Único de Trabajadores en la Educación del Perú” (SUTEP).
El gobierno de Belaunde impulsó la planificación educativa, elevó el
atractivo de la carrera docente con un nuevo escalafón a la vez que elevó las
remuneraciones. Estableció la gratuidad de toda la enseñanza estatal ampliando la
cobertura de primaria y secundaria presionando además el ingreso a la superior,
masificándose las “academias” de ingreso a las universidades y las escuelas
normales. Sin embargo, se redujo la jornada escolar y se deterioró la calidad de
los docentes.
La Reforma Educativa de Velasco en 1972 abordó la educación como
una cuestión política y económica-social, que debía comprometer la participación
organizada de la comunidad vinculándola con el desarrollo y el trabajo y
planteaba que no se podía cambiar la estructura económica, social y cultural del
país si no se reformaba su educación, y no se podía transformar su educación
si no se modificaban las bases económicas y sociales sobre las cuales estaba
sustentada. A falta de recursos, la mayor demanda educativa no se cubrió con
nueva infraestructura sino con un recorte de la jornada escolar, aumento de
turnos escolares en los mismos locales y aumento de número de estudiantes
por profesor.
Recuperada la democracia en 1980, el 2do gobierno de Belaunde
desactivó las propuestas reformistas velasquistas, regresando al esquema de
educación primaria y secundaria, transformando los núcleos en Supervisiones
Educativas (que luego se transformarían en Unidades de Servicios Educativos
USE). También promulgó una nueva Ley del Profesorado (24029).
Durante el Gobierno de Alan García (1985/90) se hizo un esfuerzo de
consulta nacional y elaboración de un “Proyecto Educativo Nacional” que reflejara
las necesidades de la educación peruana.
Durante esta década se marca un hito histórico para la educación
adventista en el Perú al crearse la primera Universidad Adventista en Sudamérica,
la Universidad Unión Incaica, hoy Universidad Peruana Unión. Castillo (2010)
narra este momento:

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La creación de la Universidad Unión Incaica fue consignada como la Ley No.
23758, aprobada el 15 de diciembre en la Cámara de Senadores; firmada en
el Congreso el 22 de diciembre por Ricardo Monteagudo, Presidente de la
Cámara de Senadores y Dagoberto Lainez Vodanovic, Presidente de la Cá-
mara de Diputados; promulgada el 30 de diciembre por el Arq. Fernando
Belaúnde Terry, Presidente Constitucional de la República, siendo Patricio
Ricketts Rey de Castro Ministro de Educación; y publicada por el diario oficial
El Peruano el 31 de diciembre de 1983, para que entre en vigencia el 1º de
enero de 1984…

En 1990 asumió el gobierno Alberto Fujimori, quién jaqueado por los


retos del terrorismo que además estaba infiltrado en un sector del magisterio,
osciló entre propuestas municipalizadoras y privatizadoras de la educación, y la
defensa de la educación pública gratuita. En su primer quinquenio de gobierno, el
gobierno se dedicó fundamentalmente a mejorar e incrementar la infraestructura
y a revalorizar la educación pública gratuita incluyendo en ella los alimentos,
el seguro escolar, la instalación de computadoras, así como la capacitación
masiva de profesores. Sin embargo, vencido el terrorismo continuó el régimen
centralista, burocratizado y reglamentarista, el cual solo alentó la expansión de
la educación privada en todos los niveles. Así la oferta educativa privada creció
significativamente, sobre todo en el nivel superior. Sin embargo, no se ensayaron
fórmulas descentralizadoras.
Trahtemberg (2011), afirma que durante este siglo encontramos
como constante el centralismo controlista, y sumado a ello tenemos el impulso
a la educación estatal gratuita. El financiamiento per cápita, cada vez menor,
aunque con un período de bonanza entre los años 1950´s y 1960´s, asociado
con el descenso de la calidad de la educación, estuvo unido al deterioro de las
condiciones de vida y profesionales de los docentes. Esto ocurrió porque en lugar
de acompañar la expansión de la cobertura educativa con la paralela expansión
del presupuesto destinado a la educación para evitar afectar la inversión educativa
per cápita, se redujo el presupuesto y las jornadas escolares, se aumentó los
turnos por colegio y el número de estudiantes por profesor y se redujeron
las remuneraciones docentes. Obviamente esto disminuyó el atractivo de la
carrera docente que se debilitó como profesión, y a su vez llevó a los docentes a
organizarse en un poderoso sindicato único que con el tiempo fue radicalizando
sus demandas y protestas. Al deteriorarse la calidad de la educación pública, se
incrementó la demanda por la educación privada.
El estado ha luchado por visualizar, diseñar e implementar un modelo
educativo peruano que responda a los requerimientos y posibilidades peruanas.

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Hemos sido permanentes copiadores de modelos extranjeros y hemos pasado de
estar en manos de las misiones belgas, alemanas y norteamericanas, a depender
de las prioridades establecidas por los organismos de cooperación técnica y
financiera internacionales.
Durante el siglo XX encontramos altos y bajos en el financiamiento
de la educación, en las propuestas reformistas y en la calidad de los profesores
unido a la falta de consistencia y continuidad de las propuestas las que fueron
debilitadas y diluidas con un consecuente deterioro, con un notorio retraso frente
a los países líderes y con brechas educativas equivalentes a las que tuvimos a
principios de este siglo.

Siglo XXI

Durante los gobiernos de Valentín Paniagua y Alejandro Toledo (2000


al 2006) la economía se estableció creciendo a un ritmo inusitado. Se creó una
nueva Ley General de Educación, sin embargo
De acuerdo al Ministerio de Educación (2016), en la actualidad, en el
Perú hay 470, 635 profesores de educación básica regular pública que atienden
a más de dos millones de alumnos; sin embrago, el 75 % de estos se encuentra
en la ciudad y solo el 25% en zonas rurales, que es donde más hacen falta. A esta
problemática, también se suma el bajo sueldo que perciben los educadores en
nuestro país, que a diferencia de los profesores de otros lugares de la región,
perciben mucho menos por las horas pedagógicas. Una de las principales
necesidades para mejorar el nivel educativo es la capacitación permanente de los
profesores y por ello el Ministerio de Educación invierte 689 millones de soles al
año en soporte pedagógico, talleres, cursos y programas de actualización. Para el
presente año se tiene previsto capacitar a 185 mil docentes con un presupuesto
destinado de 573 millones de soles.

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