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ESCUELA SECUNDARIA OFICIAL NO.
0123 “GENERAL IGNACIO ZARAGOZA”
2° GRADO LENGUA MATERNA/ESPAÑOL
MTRA. JESSICA ANAHÍ CARRANZA GARCÍA.
LEE EL SIGUIENTE TEXTO Y EN UNA HOJA BLANCA ELABORA UN ARTICULO DE OPINIÓN CON ARGUMENTOS Y UTILIZA IMÁGENES O DIBUJOS. (no olvides respetar la estructura del artículo de opinión) La creencia de que los años de la transición de la niñez a la etapa adulta son un período conflictivo y lleno de tensiones constituye uno de los estereotipos más largamente mantenido y fuertemente arraigado en nuestro contexto cultural. Fue G. Stanley Hall, en su obra Adolescence (1904), uno de los primeros en describir la adolescencia como un período tormentoso y turbulento; un tiempo de trastorno y tensión, en el que el estado emocional del adolescente oscila entre la energía y el letargo, la alegría y la depresión, el egotismo y la autodepreciación. Según Hall, la etapa adolescente, al tener su origen en los cambios biológicos y hormonales, es inevitablemente un período de tormenta y tensión. La adolescencia es como un nuevo nacimiento; los rasgos más humanos nacen y se desarrollan en esos años. Influido por las teorías darwinistas. Hall adoptó la idea de la recapitulación y creyó que la adolescencia correspondía a un período de la evolución de la especie humana, en el que ésta estuvo sometida a grandes conflictos en su camino hacia la civilización. Ya mucho antes, J. J. Rousseau (1762) había utilizado la analogía de la tormenta para referirse a la adolescencia: como el rugido de las olas precede a la tempestad, así el levantamiento de las pasiones anuncia un cambio tumultuoso... Conserve su mano sobre el timón o todo se perderá. Para él, como para G. S. Hall, la adolescencia es un período conflictivo y de inestabilidad emocional que tiene su origen en los cambios biológicos. La tradición psicoanalítica ha contribuido en gran manera a la extensión y pervivencia de estas ideas en la psicología y en la cultura occidental. Fueron, sobre todo, las observaciones de A. Freud (1958) las más determinantes en la concepción psicoanalítica de la adolescencia como un período de desequilibrio psicológico, de conflictos emocionales y de conducta errática, contradictoria e inestable. El origen de los conflictos hay que buscarlo en las transformaciones biológicas, especialmente en el nuevo vigor de los impulsos sexuales. El yo se esfuerza por lograr un equilibrio entre las urgencias del ello y las demandas del superyo, lo que facilitará la adaptación emocional y la integración del adolescente en la sociedad adulta. La mayoría de los adolescentes consigue llegar a ese equilibrio (Bles, 1967; Freud, 1938, 1958). Para los psicoanalistas, lo normal es una adolescencia turbulenta, problemática y llena de conflictos con los padres (Berger y Thompson, 1997). Contribuyó también a la creación de una imagen estereotipada de la adolescencia la utilización, desde un principio, de obras literarias, diarios y correspondencia epistolar como material para el análisis de esta etapa. Estas fuentes proporcionan información de un valor muy relativo, ya que en ellas se tiende a exponer los problemas y experiencias más llamativos e impactantes de los individuos (Nickel, 1978), Desde los años cincuenta, muchos autores se han cuestionado la concepción de la adolescencia como una etapa conflictiva. Stone y Church (1959) señalaron que, por lo menos para algunos segmentos de la población (clase alta y media superior), la descripción de la adolescencia "como tiempo de tormenta y drama" no responde a la realidad. " Si nuestro diagnóstico es correcto - decían - puede ser necesario en el futuro describir una adolescencia con tintes bastante menos negativos" (Stone y Church, 1959:331). Bandura (1964), basándose en entrevistas con adolescentes de clase media, concluyó que la mayoría de ellos atraviesa la etapa con un mínimo de problemas o traumas emocionales, acepta los valores de sus padres y se relaciona con ellos sin grandes problemas y sin muestras de rebeldía. Según Bandura, los estereotipos sobre la adolescencia se explican porque los adultos (padres, profesores, medios de comunicación, terapeutas...) ponen su atención en los casos más llamativos (delincuencia, drogas, alcohol, sexo, conflictos familiares, traumas emocionales...), que no representan al adolescente típico. Offer y Offer (1975), en un estudio realizado con una muestra de adolescentes varones, comprobaron que menos de un tercio de la muestra experimentaba situaciones de crisis y conflictos. La mayoría se mostraba confiada, mantenía buenas relaciones con los padres y no se sentía sometida a crisis de angustia o a repentinos cambios de humor. Muchos autores han señalado, desde hace tiempo, que las mayores o menores dificultades y conflictos de la adolescencia guardan estrecha relación con el contexto familiar, escolar y social. Las actitudes del adolescente son fenómenos reactivos, originados por el medio ambiente y muy especialmente por las actitudes de los padres. A los adultos les cuesta aceptar y adaptarse al nuevo papel y características de los adolescentes. Un trato y estilo educativo adecuados eliminaría gran parte de los problemas que se les atribuyen (Bandura, 1964; Grinder, 1976; Nickel, 1978). Quizá, muchos de los rasgos conflictivos de los adolescentes estén más en las expectativas y concepciones de los adultos que en los adolescentes mismos. Los datos de las investigaciones indican que no se pueden atribuir sólo a las hormonas los cambios que experimentan los niños al llegar a la pubertad: las tensiones y dificultades que aparecen en los comienzos de la etapa pueden ser debidos más a las influencias medioambientales que a los cambios fisiológicos. Crecen y se hacen adultos en un contexto cultural específico, que determina en gran manera su desarrollo (Craig, 1997). En consonancia con lo anterior y según muchas investigaciones realizadas sobre amplias muestras de adolescentes (Offer y Offer, 1975; Rutter y otros, 1979), muchos autores han llegado a la conclusión de que la mayoría, más que estar atormentada, desorientada y perdida, normalmente goza de tranquilidad emocional, muestra conductas predecibles y persigue objetivos razonables; la adolescencia, por consiguiente, no es una etapa especialmente más complicada y conflictiva que las demás (Berger y Thompson, 1997; Colé y Colé, 1989). No obstante, la imagen de "tormenta y drama" no carece de algún fundamento en la investigación, ya que los estudios muestran que un conjunto de problemas, desde la oposición y rebeldía hasta la depresión, ocurre con más frecuencia en la adolescencia que en años anteriores. La transición es complicada. La adolescencia es un período de cambio, aunque éste no tiene que ser necesariamente dramático y conflictivo, al menos en la mayoría de los casos. La tensión, originada en gran parte por los cambios biológicos y las dificultades para adaptarse al medio, es real, aunque algunos adolescentes tienen más dificultades que otros. La estabilidad psicológica va mejorando a lo largo de los años. Los problemas graves y duraderos son la excepción más que la regla. Si bien una minoría de adolescentes puede presentar trastornos psiquiátricos y serios problemas de adaptación y de conducta, la gran mayoría parece adaptarse bien y no muestra signos de perturbación o tensión que merezca tratamiento especial. Los adolescentes gravemente afectados son una minoría y no hay datos que demuestren que durante los años de la adolescencia exista un mayor número de trastornos psicopatológicos que en otros períodos de la vida (Berger y Thompson, 1997; Coleman, 1980), aunque los trastornos sí pueden ser otros. Finalmente, mencionaremos el estudio transcultural realizado por Oflir y otros (1988) con una muestra de 5.938 adolescentes, de clase media, de diez culturas diferentes, en el que se llegó a una doble conclusión. Primera, que los sujetos de las distintas culturas presentan unas características básicas muy similares, no apareciendo entre ellos grandes diferencias. La descripción de esos "adolescentes universales" podría ser la siguiente: - Normalmente se sienten felices, disfrutan de la vida, controlan sus estados de ánimo y sus emociones... - Se preocupan por los demás y se sienten solidarios con ellos. Tienen intereses sociales. - Valoran el trabajo y la escuela. - Tienen sentimientos positivos hacia la familia; valoran a sus padres y mantienen con ellos unas relaciones generalmente positivas. - Se sienten capaces de hacer frente a los problemas, a los desafíos de la vida y de asumir sus responsabilidades. La segunda conclusión del estudio indica que en los adolescentes no predominan las características y rasgos negativos. Los datos de esta investigación permiten hablar de dos tipos de adolescentes, por un lado, los que manifiestan sentirse infelices, con problemas, tristes, vacíos, depresivos (20-22%) y, por otro lado, aquellos que presentan una autoimagen positiva, se relacionan bien con los adultos, tienen confianza en sí mismo, sentido de estabilidad y permanencia, optimismo de cara al logro de sus objetivos, se interesan por el futuro y se preocupan por los demás (72-74%). Aunque durante mucho tiempo se creyó que las dificultades, los conflictos y la rebeldía afectaban a todos los adolescentes, los datos de la investigación más reciente no permiten hacer esa atribución. Cualquier generalización sobre la adolescencia, especialmente sobre su naturaleza conflictiva, debe ser tomada con cautela. Hay muchas formas de ser adolescente; esa etapa puede ser un tiempo difícil para unos, pero no para otros (Berger y Thompson, 1997; Colé y Colé 1989).