T10. Libro Proféticos
T10. Libro Proféticos
T10. Libro Proféticos
Los libros proféticos de la Biblia hebrea se dividen en dos grandes secciones: los "profetas
anteriores", que incluyen Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes, tradicionalmente atribuidos a Josué,
Samuel y Jeremías, que ofrecen una narrativa crítica que destaca la importancia de la fidelidad del
pueblo de Israel a la ley divina como determinante de su destino. Por otro lado, los "profetas
posteriores" se dividen en "mayores" (Isaías, Jeremías, Ezequiel, y en la Biblia cristiana se añade
Daniel) y "menores" (Oseas, Joel, Amós, entre otros). Estos profetas, considerados en su función y
relación con otras instituciones como la monarquía, plantean preguntas fundamentales sobre la
identidad y el papel de Israel en su contexto histórico y religioso.
Por otro lado, los LXX presentan una ordenación diferente, incluyendo a Daniel y excluyendo los
"profetas anteriores", además de tener libros adicionales considerados deuterocanónicos. La distinción
entre profetas históricos y escritores se hace, siendo estos últimos los que tienen sus palabras
recopiladas en libros específicos. Además, se diferencia entre profetas mayores y menores
principalmente por la extensión y la importancia atribuida a sus escritos.
El relato del Primer Libro de los Reyes, capítulo 22, nos presenta una confrontación entre dos
concepciones del profetismo durante la campaña militar del rey Ajab en Ramot de Galaad. La
preparación de esta expedición involucra una consulta divina, una práctica común en el Próximo
Oriente antiguo, donde el rey busca la aprobación de la divinidad a través de los profetas. Ajab
consulta a cuatrocientos profetas de YHWH, quienes le aseguran la victoria. Sin embargo, el rey
Josafat de Judá solicita una opinión adicional, lo que lleva a la introducción del profeta Miqueas, hijo
de Jimlá. Miqueas se encuentra en minoría frente a los cuatrocientos profetas, pero insiste en su
independencia y fidelidad a la palabra divina. Esta escena proporciona una visión única de una
consulta previa a una campaña militar, contrastando con otras narrativas bíblicas y mostrando la
presencia de profetas en el contexto militar. La consulta de Ajab se lleva a cabo en presencia de los
dos reyes, con una manifestación simbólica de apoyo de los profetas.
El diálogo entre Miqueas y Ajab revela la profunda divergencia entre las perspectivas divina y
humana. Miqueas profetiza la derrota de Ajab, mientras que los otros profetas prometen la victoria. La
confrontación entre Miqueas y los otros profetas resalta la importancia de mantener la independencia
y la lealtad a la palabra de Dios, incluso en medio de la oposición. El relato también presenta una
visión celestial del consejo divino, donde se decide la suerte de Ajab. Esta perspectiva destaca la
influencia directa de las decisiones divinas en los eventos terrenales y subraya la autoridad superior de
Dios sobre la voluntad humana.
Miqueas enfrenta consecuencias por su valentía al desafiar a los profetas de Ajab, siendo abofeteado y
encarcelado. Sin embargo, su profecía se cumple, lo que demuestra su autenticidad frente a los otros
profetas llamados "profetas de mentira".
El relato concluye con una reflexión sobre el contraste entre las asambleas terrenal y celestial,
destacando la discrepancia entre la voluntad de Dios y la preferencia humana. Aunque el rey Ajab
sigue su propio camino, ignorando la advertencia divina, la historia subraya la importancia de la
fidelidad y la obediencia a la palabra de Dios.
El pensamiento profético se presenta como el legítimo sucesor de la Torá, con una orientación
particular hacia la dimensión horizontal de la existencia humana. Los profetas reconocen que parte
fundamental de la fe en Dios implica estar disponibles y ser inclinados hacia las criaturas. Su
predicación se centra en los aspectos sociales de la vida humana, reflejando su profundo conocimiento
de las personas y sus problemas.
Los profetas, al vivir en el tiempo y en la historia, comprenden la importancia de abordar los
problemas sociales y psicológicos de su época. Contrastan la visión distorsionada e hipócrita que
prioriza la dimensión vertical de la observancia sobre la dimensión social. Destacan la
complementariedad y el valor de ambas dimensiones, enfatizando la necesidad de integrarlas
armoniosamente.
Como figuras trágicas, los profetas experimentan de manera dramática su llamado divino, enfrentando
sufrimiento y angustia al predicar verdades incómodas e impopulares. Se resisten a la complacencia,
la ceguera y el olvido, asumiendo su deber con valentía y sacrificio personal. En última instancia, su
mensaje busca despertar la conciencia social y promover la justicia y la equidad en la sociedad.
En el análisis de la diferencia entre la profecía verdadera y la falsa, se destaca que la autoridad divina
prevalece sobre la humana, pero identificar los distintos tipos de profecías no es fácil. Miqueas, hijo
de Jimlá, afirma haber asistido al consejo divino, pero no ofrece pruebas concretas al respecto.
En la Biblia, el profeta no es un adivino que predice el futuro, sino alguien comprometido con su
pueblo y su presente, denunciando injusticias, corrupción y defendiendo a los oprimidos. Aunque
algunos profetas han revelado cosas ocultas o predicho el futuro, su principal misión ha sido iluminar
el presente con la palabra de Dios.
El relato sugiere criterios para distinguir un profeta verdadero de uno falso. Por ejemplo, la
unanimidad o la mayoría no son seguras, ya que los profetas suelen decir lo que el rey quiere oír. Los
profetas falsos carecen de perspectiva a largo plazo y priorizan sus intereses sobre el bienestar del
pueblo.
El profeta Miqueas se destaca por su valentía al hablar, incluso cuando esto lo lleva a la cárcel. A
diferencia de otros profetas, no teme arriesgarse por la verdad. La escena de 1 Reyes 22 refleja la
posición de los profetas, donde pocos son como Miqueas, pero son recordados por representar la voz
divina en medio del consejo humano.
Los verdaderos profetas son aquellos que forman parte del consejo divino y tienen una profunda
conexión con los asuntos terrenales. A menudo, son consultados por los líderes políticos o religiosos
para tomar decisiones importantes en situaciones críticas. Su papel no se limita a predecir el futuro,
sino que están inmersos en los problemas sociales, políticos y religiosos de su época. A diferencia de
los falsos profetas, que buscan complacer a la gente con mensajes reconfortantes y populistas, los
verdaderos profetas se mantienen fieles a los principios morales y espirituales, incluso cuando eso
significa enfrentarse a la oposición y al rechazo.
En los textos proféticos, se destacan ejemplos de profetas como Amós, Isaías y Jeremías, que desafían
las injusticias, la corrupción y la opresión de sus sociedades. Estos profetas no temen denunciar las
acciones injustas de los líderes y llamar al arrepentimiento y la reforma. Su mensaje está arraigado en
la voluntad de Dios y busca promover la justicia, la compasión y la rectitud.
Los verdaderos profetas también se distinguen por su independencia de pensamiento y su resistencia a
la influencia de la opinión pública. A menudo son marginados, perseguidos e incluso encarcelados por
proclamar la verdad y desafiar el status quo. Sin embargo, su dedicación a la verdad y su compromiso
con los valores divinos los convierten en figuras poderosas y respetadas en la historia religiosa y
social. Los verdaderos profetas son agentes de cambio y conciencia en sus sociedades. Su mensaje
trasciende las preocupaciones mundanas y buscan inspirar la transformación espiritual y moral. A
través de su valentía, integridad y devoción a la verdad, los verdaderos profetas ejercen una influencia
muy importante en la historia de la humandidad.