CFT 12 Ministros de Jesucristo 2 (José M. Martínez)
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TERCERA PA RTE
Cura de almas
Cap. XVI. Concepto bíblico del pastorado . 9 Cap. X V Ü .
Psicología y pastoral............................................................24
C ap. XVIII. El pastor como consejero . . . 38 Cap. XIX.
Problemas de f e .................................................................52
C ap. X X . Sentimientos de c u l p a ......................................62
Cap. XXI. Experiencias de tribulación . . . 78 Cap. XXÜ.
Problemas conyugales . . . . 90
Ca p. X X m . La problemática de la juventud . 106
C a p . X X IV . Problemas en relación con la iglesia. 118
Ca p. XXV. La d i s c i p l i n a ............................................131
EL MINISTERIO PASTORAL
Sección A
Cura de almas
Capítulo X V I
CONCEPTO BIBLICO DEL PASTORADO
Responsabilidades pastorales
Nos son sugeridas por la riqueza de la metáfora bíblica
que nos ocupa y confirmadas por la enseñanza de la Escri
tura. Veamos las más importantes:
2. Frederick Greeves, Theology and the Cure of Souls, p. 9.
CURA DE ALMAS 13
Restauración
El pastor cristiano debe tener la misma preocupación
que su Señor por las ovejas perdidas que están lejos del
redil (Luc. 15:4-4; 19:10 y Jn. 10:16). Ha de sentir el an
helo de alcanzar con el Evangelio a los inconversos. Pero
debe velar con pasión no menor por los que ya pertenecen
a la grey. Sucede a menudo que pastores e iglesias concen
tran sus esfuerzos en actividades evangelísticas con objeto
de ganar almas; pero casi tan pronto como éstas se han con
vertido, quedan prácticamente sin la atención y cuidado que
necesitan. En muchos casos, el recién convertido ha de en
frentarse con conflictos que exceden a su capacidad espiri
16 JOSE M . MARTINEZ
j
18 JO S É M . MARTÍNEZ
Simpatía
Cuando nuestros hermanos viven horas de tensión, de
soledad, de amargura, de frustración, nada les hará tanto
bien como la presencia de alguien que se acerque a ellos
con el sentir compasivo que hubo en Cristo Jesús. La iden
tificación con sus hermanos ha de ser distintivo del minis
tro. «¿Quién enferma y yo no enfermo?», preguntaba Pa
blo con vehemencia (II Cor. 11:29).
Aun en los casos en que se haga necesaria la reprensión
o la condenación de un pecado determinado, no puede fal
tar la caridad. Dos razones obligan a ello. En primer lugar,
el hecho de que también el ministro tiene sus propios defec
tos (I Cor. 10:12; Gál. 6*1). En días del Antiguo Testa
mento, el sumo sacerdote debía distinguirse por su magna
nimidad: «Que se muestre paciente con los ignorantes y de
bilitados, puesto que él también está rodeado de debilidad»
(Heb. 5:2). En segundo lugar, porque tanto la naturaleza
como la conducta humana, complejísimas, sufren las conse
cuencias nefastas del pecado. Y el pecado, siempre repro
bable, debe siempre despertar en nosotros un amor profun
do hacia el pecador. Este es el sentimiento de nuestro Padre
celestial, a quien debemos imitar (Ef. 5:1, 2).
En la medida en que amamos, ahondamos en el conoci
miento de nuestros semejantes. Como escribió Nikolai Ber-
diaiev, «no conocemos el último secreto, la última profundi
dad del corazón humano; esto se revela sólo al que ama» (3).
Sencillez
El pastor ha de apropiarse las palabras de Jesús: «Apren
ded de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt.
3. Yon der Bestimmung des Menschen, 1935, p. 150.
CURA DE ALMAS 19
Tacto
Cada persona debe ser tratada conforme a su situación
concreta. El médico no puede prescribir el mismo trata
miento para todos sus enfermos. Tampoco Cristo, el gran
Médico espiritual, trató del mismo modo a todos los que
entraron en relación personal con El. Su conversación con
la samaritana fue muy diferente de la que sostuvo con Ni-
codcmo. Con Zaqueo no obró como en el caso del ciego de
nacimiento, ni habló a Leví como al joven rico. A cada uno
dijo y dio lo que necesitaba, siempre sobre la base de un
conocimiento admirable de cada persona y su situación. Y en
todos los casos, con un derroche de delicadeza. Sus palabras
podían causar gozo y tristeza, pero nunca —si se exceptúan
sus diatribas contra escribas y fariseos— fueron hirientes;
20 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Discreción
Es de lógica elemental que el pastor haya de mantenerse
fiel a la confianza que en él depositan sus hermanos. Aun
que en el ministerio evangélico no existe la confesión auricu
lar, no son pocas las personas que abren de par en par su
corazón ante su guía espiritual, a quien hacen confidente
de sus mayores intimidades. Le hacen auténticas confesiones,
cuyo secreto no se puede divulgar, a menos que el ministro
quiera destruir su prestigio e influencia juntamente con el
bienestar de la iglesia. Si en la Escritura se condena la chis
mografía de algunas mujeres (1 Tim. 5:12, 13), ¿cuánto
más no habrá de reprobarse la indiscreción de un líder cris
tiano?
Imparcialidad
Con tono extraordinariamente enfático, aconsejó Pablo
a Timoteo que se abstuviera de la parcialidad (I Tim. 5:21).
Desoír este mandamiento es dar cita a los peores problemas
que puedan plantearse en una iglesia.
Una congregación cristiana suele ser un conjunto suma
mente heterogéneo de personas. Las hay ricas, pobres, cul
tas, analfabetas, delicadas, vulgares, afables, descorteses, po
sitivas. negativas, estimuladoras, deprimentes. Es muy fácil
que el pastor se sienta más a gusto relacionándose con los
miembros con quienes más se identifica. Pero debe sacrifi
car sus predilecciones personales y velar para que nadie pue
da acusarle justamente de favoritismo, tanto en sus contac
tos como en la distribución de lugares de servicio dentro de
la iglesia o en la resolución de los litigios que puedan surgir
entre los miembros:
CURA DE ALMAS 21
Su duración
La acción pastoral no puede limitarse temporalmente.
Muchas veces no basta una conversación para solucionar un
4. «En la Iglesia primitiva, todos practicaban la cura de almas.
Cada cristiano sentía preocupación por los demás. Compartía las di
ficultades del hermano y estaba a su lado en los momentos de nece
sidad. Procuraba, mediante el consuelo, la exhortación, la instrucción
y el consejo, ordenar la vida espiritual en relación con Dios y con el
prójimo. En esta labor se buscaba, sobre todo, actualizar la salvación
y la curación.» (Walter Wanner, Sígnale aus der Tiefe, Ticfenpsycho-
logie und Glaube, Brunnen Verlag, p. 14.)
22 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Su altura
La finalidad del ministerio no es simplemente consolar,
instruir o ayudar desde un ángulo meramente temporal. Es
«presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre» (Col.
1:28); es lograr que cada creyente viva su vida cristiana de
tal modo que en el día de Cristo merezca la aprobación de
su Señor. El campo pastoral debe estar iluminado por los
esplendores del cielo, pues la tarea que en él se lleva a cabo
coadyuva a la realización del propósito divino que tendrá
su perfecta consumación en la glorificación de la Iglesia
(Rom. 8:28-30; II Tes. 1:10-12).
CUESTIONARIO
PSICOLOGIA Y PASTORAL
La personalidad humana
El hombre, al igual que todos los seres vivos, es una en-
telequia, es decir, tiende a desarrollarse bajo determinadas
leyes hacia una forma final (en telos éjousin). Existen, sin
embargo, algunas diferencias entre el ser humano y los de
más seres orgánicos. Una de esas diferencias es la comple
jidad de su desarrollo, cuya normalidad se ve a menudo im
pedida por múltiples causas. Otra es el hecho de la perso
nalidad, la conciencia que el hombre tiene de su identidad
3. Psychology and religious experience, Hodder and Stoughton,
p. 35.
4. The dynamic ministry, The Abingdon Press, p. 117.
CURA DE ALMAS 27
de linfa). Las huellas de esta teoría pueden verse aún en las tipologías
morfofisiopsicológicas de Kretschmer (tipos pícnico-ciclotímico, lepto-
sómico-esquizotímico, atlético-enequético y diplásico), K. Conrad, Shel-
don, Pende, etc.
CURA DE ALMAS 29
La estructura de la personalidad
Al tratar esta cuestión hemos de referimos, aunque sólo
sea de modo esquemático, a algunas de las figuras más pro
minentes dentro de la Psicología. Ninguna de sus teorías
parece completamente aceptable en su totalidad; pero al
compararlas, puede observarse que se complementan.
Sigmund Freud
Suponía Freud al principio que la mente está dividida
en dos partes: consciente e inconsciente. La primera con
tiene las ideas y sentimientos que se pueden expresar libre
mente. La segunda, los pensamientos y sentimientos hechos
inconscientes por mecanismos de represión. Posteriormente,
el gran psicoanalista elaboró una teoría más compleja, según
la cual la estructura de la personalidad consta de tres par
tes: el ello, el yo y el superyó.
El ello es el deposito de los impulsos derivados de la
constitución genética y tendentes a la preservación y la pro
pagación de la vida. En esta región se alojan el impulso se
30 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Otto Rank
Su teoría de la motivación se centra en su concepto de
voluntad. A cualquier tipo de compulsión, ora externa (como
pueden ser las órdenes de los padres) ora interna (acción
de los instintos), la voluntad opone una resistencia. Esa re
sistencia no debe ser suprimida, sino encauzada hacia nive
les más altos de desarrollo.
La expresión suprema de la voluntad — voluntad de in
mortalidad la denomina Rank— es la esencia de nuestra
individualidad. Como fuerza unificadora, equilibradora en
CURA DE ALMAS 33
Psicología y teología
Como apuntamos líneas arriba, la relación entre Psico
logía y Teología no ha de ser necesariamente de antagonis
mo, como algunos han supuesto. Los conflictos surgidos en
tre ambas se deben generalmente a prejuicios. Hay posturas
que no son rigurosamente científicas y que deben ser aban
donadas. La Teología ha de estar dispuesta a corregir cuanto
pueda haber en sus dogmas que contradiga, sin suficiente
base bíblica, los hechos evidentes revelados por la Psicolo
gía. Esta, a su vez, ha de reconocer «las limitaciones inhe
rentes a cualquier punto de vista científico especializado y,
por consiguiente, conceder la posibilidad de que otros pun
tos de vista y otras explicaciones de los mismos fenómenos
sean posibles y legítimos» (13).
12. Encycl. Britannica, art. Behaviourism.
13. W. M. Horton, A psychological approach to Theology, p. 23.
CURA DE ALMAS 35
CUESTIONARIO
La orientación no es manipulación
Fácilmente, aunque sea de modo inconsciente, el pastor
puede caer en la tentación de aprovechar la influencia de sus
contactos personales con fines ilícitos. Hay deseos buenos
en sí que resultan reprobables cuando se convierten en el
fin primordial.
No es ningún mal, por ejemplo, que un pastor, al hablar
con un inconverso envuelto en problemas, vea en él un po
tencial miembro de la iglesia; pero si el móvil predominante
que le impulsa a relacionarse con él es el de aumentar el
número de miembros de su congregación, está degradando el
ministerio de la cura de almas. La misma degradación se pro
CURA DE ALMAS 45
Fase preparatoria
La persona que se acerca al pastor bajo el peso de una
carga moral suele estar nerviosa en los primeros momentos
de la entrevista. Fácilmente puede sentirse atenazada por sen
timientos de ansiedad o de culpa. En según qué situaciones
puede incluso tener el sentimiento de que una barrera de
hostilidad le separa de su interlocutor. Estos primeros minu
tos pueden ser realmente embarazosos. De la habilidad del
consejero depende en gran parte que pronto se produzca la
distensión. Para ello es aconsejable que él mismo se en
cuentre relajado, en actitud afable y de simpatía y que inicie
el contacto con algunas preguntas fáciles sobre la salud, la
familia, el trabajo, etc., del visitante (o visitado, según los
casos), siempre que esos temas, naturalmente, no sean la cau
sa del conflicto.
A continuación, puede ser útil invitar a la persona a
quien se atiende a que se sienta con toda libertad para ha
blar francamente y asegurarle que cuanto exponga será con
siderado estrictamente confidencial. Si se trata de alguien
abrumado por una falta grave, debe el consejero hacer pa
tente su comprensión subrayando el hecho de que todos so
mos humanos y estamos expuestos a las peores caídas, que
la comunión de los santos es comunión de pecadores.
Una vez que se ha logrado una atmósfera de tranquilidad
y confianza, puede pasarse a la segunda parte de la entre
vista.
Fase informativa
En este período, el consejero ha de escuchar atentamen
te a la persona entrevistada, la cual le irá exponiendo su si
tuación. No conviene interrumpirla. Sólo en el caso de que
se extendiera excesivamente en detalles triviales podría con
ducírsela con mucho tacto a los puntos importantes de la
cuestión.
Con suma discreción convendrá a veces guiar la conver
sación de modo que aparezcan los antecedentes del proble
CURA DE ALMAS 47
ma, así como las experiencias que pudieran tener alguna re
lación con el mismo y aportar algún dato para su solución.
La exposición que la persona en conflicto hace puede y
debiera ser auténtica catarsis, es decir, una reacción de li
beración provocada por la evocación de una emoción repri
mida que perturba el equilibrio psíquico. Esta purga emocio
nal puede dar lugar a una intensa agitación de los sentimien
tos, que en determinados casos produce explosión de llanto. El
consejero debe permitir este desahogo; un intento de conso
lación mal dirigido puede ser contraproducente. Más bien ha
de reconocer lo natural y saludable de tal reacción. Pero al
mismo tiempo habrá de expresar un sentimiento sincero de
aceptación y aliento.
A medida que el consejero va recibiendo la información
hará de ésta objeto de intensa reflexión. Cuando cree que tie
ne suficientes datos y vea caminos de solución estará en con
diciones de iniciar la tercera fase.
Fase orientativa
El problema debe ser presentado en su-perspectiva cris
tiana. Se ayudará a la persona por él afectada a ver con cla
ridad las causas, lo que frecuentemente significa más de la
mitad de la solución.
Se procurará, asimismo, mostrar qué aspectos de un pro
blema pueden resolverse y cuáles pueden, tal vez, continuar
insolubles; en qué casos está indicada la acción de la fe y
cuándo una resignación constructiva. Hay, por ejemplo, for
mas de conducta que pueden y deben ser modificadas. Pero
hay rasgos congénitos de temperamento que no se pueden
desarraigar. Intentarlo sería someter a una persona a exigen
cias superiores a sus posibilidades y ajenas al propósito de
Dios. Insistir en ellas es exponer a tal persona a una peligrosa
experiencia de frustración.
Algunos alegan que el poder del Espíritu Santo en el cris
tiano no tiene límites y que, por consiguiente, no debe haber
defecto que no sucumba a la acción de la gracia. Olvidan
48 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Escollos a sortear
La labor del pastor como consejero es una de las más
fascinantes, pero tiene dificultades peculiares que el minis
tro ha de superar. Nos referimos a las más comunes.
Implicaciones emocionales
Es frecuente que en la relación entre consejero y «pa
ciente» surja el problema de la proyección. Este fenómeno
se da cuando se transfieren a otra persona —en este caso el
pastor— los propios sentimientos. «En lugar de decir "lo
odio", uno puede decir "me odia"; o en lugar de decir "mi
conciencia me perturba", puede decir "él me molesta"» (5).
«En virtud de su función ministerial el pastor está situa
do en una posición de conflicto simbólico. En su artículo “El
Ministro y la Congregación: un estudio de la ambivalencia",
Rosenzweig señala que el ministro es una figura de autoridad
paternal representativa de Dios. Como tal, es objeto de la
ambivalencia universal hacia la autoridad del padre. Por un
lado, veneración y respeto; por otro, resentimiento, rebelión
y hostilidad» (6).
5. Calvin S. Hall, op. cit., p. 100.
6. E. Mansell Pattison, Baker*s Dict, of Practiccd TheoL, p. 200
50 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Excesiva dependencia
La atención y ayuda que el pastor dispensa a una perso
na puede llevar a ésta a una dependencia exagerada de aquél.
Si esto sucede, tratará de consultarle aun en las cuestiones
más nimias y no se atreverá a tomar sus propias decisiones
sin contar con su beneplácito. Tal relación no es saludable
y el pastor ha de corregirla, pues forma parte de su misión
guiar a sus hermanos a una madurez que les permita soste
nerse y avanzar por sí solos, sin el apoyo constante de un
asesor.
CURA DE ALMAS 51
CUESTIONARIO
1. ¿Cómo debe interpretarse la frase «el pastor como con
sejero ha de olvidarse de que es predicador»?
2. ¿Cuáles son, a su juicio, las condiciones más importantes
en que ha de desarrollarse una conversación en la prác
tica de la cura de almas?
3. ¿En qué debe consistir la fase orientativa de la entrevista?
4. ¿Qué problemas plantea la «proyección» en la relación
consejero-entrevistado ?
5. Refiera un caso en el que usted actuó de consejero y ana
lice lo que considera sus aciertos y sus errores a la luz de
lo estudiado.
C a p ít u l o X IX
PROBLEMAS DE FE
Problemas intelectuales
Contrariamente a lo que algunos piensan, no siempre una
fe en conflicto es consecuencia de algún pecado. Con fre
cuencia, la dificultad es originada por la reflexión —más o
menos influenciada por corrientes filosóficas o por la expe
riencia personal— sobre los grandes temas de la revelación
bíblica. No siempre es fácil asimilar de inmediato y honrada
mente todo lo que la Escritura nos declara acerca de la na
turaleza de Dios, de su soberanía, de la Trinidad, de la per
sona de Cristo, de la caída humana, de la expiación del pe
cado, de la acción del Espíritu Santo, de la paradoja expe
rimental en la fe del creyente — simul justus et peccator
(justo y pecador al mismo tiempo), como decía Lutero— de
las glorias y miserias de la Iglesia, de la escatología, etc.
Problemas morales
No todos los conflictos de fe tienen una causa intelec
tual. A menudo se deben a cuestiones de índole moral. No
importa que la persona que los vive trate de ocultar la ver
dadera identidad del problema bajo la apariencia de dificul
tad doctrinal. Muchas objeciones al Evangelio tienen sus
raíces no en la mente sino en la conducta. Ilustrativa de este
hecho es la experiencia de Félix, el gobernador romano ante
el cual hubo de comparecer Pablo (Hec. 24:24-26).
Como hemos visto en el punto anterior, la fe se nutre de
la Palabra en comunión con Dios. Pero el pecado interrumpe
2. Recomendamos la obra del profesor F. F. Bruce ¿Son fide
dignos los libros del Nuevo Testamento?
3. En la actualidad son especialmente recomendables obras
como Cristianismo básico, de John R. Stott, las de Francis Schaeffer,
y de C. S. Lewis o Cari F. Henry para quienes pueden leer inglés.
56 JOSE M . MARTÍNEZ
Problemas espirituales
No pocos creyentes llegan a momentos de perplejidad,
porque en el curso de su desarrollo hacia la madurez cristia
na han tenido experiencias que han acabado por desconcer
tarlos. Tales experiencias, por lo general, se deben a una fal
ta de visión y equilibrio bíblicos. Son muy variadas, pero las
más corrientes se engloban en lo que podríamos denominar
proceso del optimismo al pesimismo. Citaremos sus causas
Perfeccionismo
El cristiano se sabe llamado a ser santo, a crecer en la
gracia, a perfeccionar la santificación en el temor de Dios
(I Ped. 1:15; II Ped. 3:18; Rom. 6:6-14; II Cor. 7:1). Y, por
supuesto, su vida debiera experimentar un constante desa
rrollo en su transformación a la imagen de Jesucristo (Rom.
8:29; II Cor. 3:18). Pero son muchos los creyentes que tie
nen ideas erróneas sobre la santificación.
CURA DE ALMAS 59
CUESTIONARIO
S E N T IM IE N T O S D E CULPA
Concepto de culpa
El doctor Paul Tournier, en el capítulo VII de su mag
nífica obra Vraie ou Fausse Culpabilité (Culpa verdadera o
ficticia) (3), hace un resumen de las opiniones de eminentes
psicólogos que exponemos sucintamente a continuación.
Según Freud, los sentimientos de culpa son el resultado
de presiones sociales. Nacen en la mente del niño cuando sus
padres le riñen, y no son otra cosa que el temor a perder el
amor de los padres, los cuales, de pronto, se le han vuelto
hostiles.
Para Adler, el sentimiento de culpa surge cuando el indi
viduo se niega a aceptar su inferioridad. Para Jung, cuando
se rehúsa la aceptación plena de uno mismo.
Especial mención hace de Odier, quien distingue entre
culpa «funcional» y culpa de «valores». La primera es con
secuencia de una sugestión social, del temor a tabúes o a
perder el amor de otros. La segunda es la conciencia genuina
de que se ha transgredido una norma auténtica; es el juicio
libre que el hombre hace de sí mismo bajo la acción de una
convicción moral.
Tournier reconoce lo que de válido puede haber en estas
opiniones, pero subraya la cautela con que deben analizarse
los sentimientos de culpa, ya que su naturaleza a menudo
es mixta. Cita a Martin Buber en su petición de que la psico
terapia reconozca la existencia de la «culpa genuina» en
compañía de la culpa «neurótica» o «irreal». Por otro lado,
a ojos de Buber, la culpa genuina siempre gira en tomo a
alguna violación de relaciones humanas, constituye una rup
tura en la relación Yo-Tú. Es una culpa relativa a otros.
Consciente de lo incompleto de estos conceptos, se refie
re Tournier a las escuelas psicológicas de Maeder y Rank,
las cuales han añadido una nueva dimensión: la culpa en
relación con Dios. La referencia a Dios ilumina el problema
3. Existe una versión inglesa de este libro con el título Guilt and
Grace, Hodder and Stoughton, Ltd.
64 JO S É M . MARTÍNEZ
P ecado y e n fe rm e d a d
Autodefensa
Hay una tendencia innata en el ser humano a rehuir la
culpa, ya que ésta significa deterioro del prestigio. Cualquier
acusación, exterior o interior, provoca un impulso de auto-
justificación. Puede parecer contradictorio que en la misma
persona coexistan el sentimiento de culpa y el empeño o en
negar la culpa, pero esto es lo que sucede a menudo.
Uno de los mecanismos de autodefensa más comunes es
la racionalización, mediante la cual una persona trata de
convencerse a sí misma de que lo que hizo era lo justo y lo
correcto. El que roba puede alegar como justificante su ne-
11. O p . c i t ., p . 182.
70 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Agresividad
Autocondena
Esta reacción puede obedecer a la convicción ineludible
de haber obrado injustamente. El sentimiento de culpa en
este caso va acompañado de vergüenza, de menosprecio y
severo reproche hacia uno mismo, a la par que busca medios
de autoexpiación. Quien se cree culpable no se siente satis
fecho hasta que de algún modo cree haber «pagado» el mal
que ha cometido. Esto explica el arraigo de formas diversas
de sufrimiento o sacrificio en casi todas las religiones desde
tiempos remotos. Aun la persona irreligiosa, consciente o in
conscientemente, siente la necesidad de alguna forma de pa
decimiento como retribución a sus delitos. Dostoievski ha
expuesto este hecho en algunas de sus obras con un drama
tismo estremecedor (12).
A tal punto llega a veces este sentimiento de necesidad
de autoexpiación que origina trastornos dolorosos de la más
diversa índole. «Numerosas enfermedades, tanto físicas como
nerviosas, incluso accidentes, o frustraciones en la vida so
cial o profesional, se revelan a través del psicoanálisis como
intentos inconscientes de expiación de la culpa. Es una for
ma de castigo que el paciente se inflige a sí mismo y que
continúa repitiéndose indefinidamente con una especie de
fatalidad inexorable» (13).
Pero puede acontecer también que la autocondena no
sea sino una forma sutil de autodefensa. Existe un recono
cimiento de culpa que es la corrupción del arrepentimiento.
La persona que se declara culpable y muestra dolor por la
falta cometida despierta, por lo general, una honda simpatía
en los demás. «Para hacerse amar, puede una persona coque
tear con sus pecados; inconscientemente, por supuesto. Se
humilla para ser ensalzada; se muestra dócil, se acusa a sí
misma y da la impresión de que empieza una nueva vida.
Pero lo que en el fondo ha entrado en juego es un autoen-
12. Las experiencias de Raskólnikov en Crimen y castigo o de
Mitia en Los hermanos Karamazov, por ejemplo.
13. P. Toumier, Guilt and Gracep p. 175.
72 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Compensación
£1 único remedio
Lo primero que el consejero ha de hacer es descubrir sí
los sentimientos de culpa son auténticos o ficticios. En este
último caso, ayudará con paciencia a la persona consultante
a comprender lo infundado de su ansiedad. Lo mismo hará
cuando claramente se vea que en vez de pecado hay enfer
medad. Pero cuando se encuentre con casos de verdadera
culpa, orientará conforme a las enseñanzas bíblicas relativas
al pecado y la redención.
He aquí los puntos básicos de tal orientación:
Confesión
Según la enseñanza bíblica, debe hacerse directamente a
Dios, como la hizo David después de su doble pecado (Sal.
32:5), pues sólo Dios puede borrar la culpa.
Sin embargo, es también recomendable la confesión al
hermano (Sant. 5:16). La versión española de Reina-Valera
correspondiente a este versículo puede hacer pensar que se
Renuncia al pecado
El mismo que dijo a la adúltera: «Ni yo te condeno», aña
dió: «Vete y no peques más» (Jn. 8:11). El que con Cristo
ha muerto al pecado, no puede seguir viviendo habitualmen
te en él (Rom. 6:2-4).
La actitud de repudio del pecado por parte del creyente
no equivale a imposibilidad de nuevos lapsos. Esto debe recor
darlo el consejero a quien ha experimentado la acción libera
dora de Cristo. Puede haber recaídas que exigirán nuevo arre
pentimiento, nueva confesión, nuevo principio por la fe en
el Mediador eterno (I Jn. 2:1,2). Pero si prevalece la con
fianza en la gracia de Dios, ya no habrá lugar para prolonga
dos sentimientos torturadores engendrados por remordimien
tos de conciencia. La vida cristiana todavía no será perfecta,
pero será una vida sana y apacible.
CURA DE ALMAS 77
v CUESTIONARIO
EXPERIENCIAS DE TRIBULACION
Temores y ansiedades
T. H. Hughes cita al eminente psiquiatra Ernest Jones,
quien en una carta le exponía la opinión de que no hay en el
mundo «necesidad mayor que la liberación de la tiranía del
temor» (1).
El temor normal es un elemento saludable. Nos estimula
para reaccionar frente a los peligros que nos acechan constan
temente e incluso para prevenirlos. Es un factor creativo que
nos mueve a pensar, trabajar y luchar con objeto de lograr
situaciones en las que nos sintamos más o menos seguros.
Pero fácilmente puede adquirir el temor proporciones desme
suradas y entonces se convierte en ansiedad, a veces en terror.
Este mal se ha acentuado enormemente en los últimos
tiempos. Los problemas económicos se hacen cada día más
complejos y difíciles. La inflación, las crisis, el aumento de
necesidades creadas por la vida moderna, las dificultades re
lativas a la vivienda, educación de los hijos, salubridad, etc.,
constituyen una preocupación obsesionante para infinidad de
familias. Si a todo ello añadimos los temores conocidos en to
das las épocas — temor a la soledad, a dejar de ser amados,
a la deslealtad, a la desgracia imprevista, a la enfermedad, a
la muerte— comprenderemos cuán fácilmente puede caerse
en la ansiedad.
Los efectos del temor desproporcionado siempre son de
plorables. La ansiedad o produce amilanamiento o genera
agresividad. En todos los casos turba la paz espiritual. En al-
Enfermedad
Casi a diario se enfrenta el pastor con ese tipo de tribula
ción. Ante ella debe actuar con tanta presteza como simpa
tía, sobre todo cuando la enfermedad es de cierta importan
cia. El enfermo suele tener sentimientos de soledad e impo
tencia; fácilmente cae en la ansiedad ante posibles conse
cuencias irreparables de su dolencia. En tal estado, la visita
pastoral puede ser para él una bendición inestimable.
Tal visita debiera contribuir a crear en tomo al paciente
una atmósfera de santo optimismo. Por supuesto, el pastor no
ha de caer en extravagancias humorísticas impropias de la
2. Recomendamos la lectura del capítulo XI de la obra La
salud de la personalidad, por Leslie D. Weatherhead, Edit. «La Au
rora».
82 JO S É M . MARTÍNEZ
iMuerte
El fallecimiento de una persona es uno de los aconteci
mientos que demandan la presencia del ministro cristiano
cuando el difunto o alguno de sus deudos se incluyen en el
círculo de su ministerio. Su influencia en tal ocasión puede
dejar una huella de simpatía imborrable. Lo hondo de tal
huella depende de la comprensión que el pastor tenga del he
cho en sí de la muerte y del amor con que se acerque a los
que lloran la partida del ser querido.
En pocos casos se acepta la muerte del familiar amado
como una liberación casi deseada. Esto puede suceder en ca
sos extremos de enfermos ancianos, incurables, que sufren y
hacen sufrir a quienes les rodean. Pero normalmente la muer
te cae sobre las familias como un zarpazo atroz, desgarrador.
Existe en algunos cristianos cierta tendencia a minimizar
el horror a la muerte. Llevan más allá de lo humano y lo cris
tiano la diferencia que ante tal suceso debe haber entre cre
yentes y no creyentes. Creen que la esperanza cristiana de
biera capacitar a todo hijo de Dios para reaccionar ante el
fallecimiento del padre, la madre, el hijo, el hermano, como
CUESTIONARIO
1. ¿Qué nos enseña la Biblia acerca del sufrimiento?
2. Analícese la ansiedad de Jacob en Génesis 32 y detállense
especialmente sus causas y el modo como el patriarca la
superó.
3. ¿Qué bendiciones espirituales puede reportar la enferme
dad física?
4. Mencione alguno de los conceptos erróneos o de las acti
tudes impropias que el pastor puede tener ante el hecho
de la muerte.
5. Haga una crítica — positiva o negativa— de alguno de
los cultos a que usted ha asistido con motivo del falleci
miento de un hermano en la fe.
5. Recomendamos encarecidamente la lectura del libro Cuando
me golpeó la muerte, por Joseph Bayly, Edit. Caribe, 1974.
C a p ít u l o X X II
PROBLEMAS CONYUGALES
Falta de comunicación
La comunión exige comunicación. La falta de ésta ori
gina situaciones deplorables en más de un cincuenta por cien
to de matrimonios.
Debe tenerse en cuenta, no obstante, que la comunicación
no es sinónimo de locuacidad. Hay personas que hablan mu
cho y no dicen nada. Pueden conversar durante horas sobre
trivialidades o sobre terceras personas, pero sin hacer la
100 J 0 8 K M . M ARTÍNEZ
CUESTIONARIO
LA PROBLEMATICA DE LA JUVENTUD
Características de la juventud
Afán de autoafirmación
Siente un fuerte impulso a desasirse de los lazos que du
rante la infancia lo han mantenido dependiente de otros, es
pecialmente de los padres. El niño ha descubierto el mundo
exterior; el adolescente descubre ahora su mundo interior;
se descubre a sí mismo con los filones misteriores, pero fas
cinantes. de su personalidad.
Como consecuencia, el joven empieza a pensar por sí
mismo. Ya no acepta ciegamente lo que se le ha enseñado.
108 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Inseguridad
Paradójicamente, el adolescente, que tanto se esfuerza por
afirmar su personalidad, se siente inseguro. Ante él se abre
un mundo apasionante, pero complicado, erizado de proble
mas que desafían su capacidad. Por ello, con las ansias de
Gran sensibilidad
Todo produce en el joven gran impresión: un viaje, un
encuentro importante, la lectura de un libro, una proeza, una
desgracia. Con la misma sensibilidad detecta y se deja im
presionar por lo justo, lo bello y lo noble que por lo injusto,
lo repulsivo y lo ruin que el mundo puede ofrecer a sus ojo6.
Por regla general, a menos que se haya producido una
corrupción temprana, el adolescente reacciona positivamente
ante la verdad, la rectitud, el amor, y negativamente ante
110 JO S i M . MARTÍNEZ
Idealismo entusiasta
Al joven, normalmente, no le interesan demasiado las
cosas en sí. A diferencia de la mayoría de adultos, no se sien
te cautivado por el dinero, la comodidad o las posiciones es
tables,^ menos que sucumba a la artificialidad creada por
la sociedad de consumo. En cambio, le atraen fuertemente
los grandes ideales, que pueden ser culturales, deportivos,
artísticos, políticos o religiosos.
Cuando el joven, movido por su idealismo, abraza una
causa, se dedica a ella con todo su ser, sin regatear energías
ni tiempo. Muchos líderes políticos se han percatado de este
valor de la juventud y hacen todo lo posible por ganársela.
En ella encuentran más que una esperanza para el futuro;
hallan inmediatamente elementos de acción de primera cali
dad que usan — a menudo sin demasiados escrúpulos— para
la realización de sus fines.
Si el joven es ganado por Cristo, en El descubrirá los
ideales más completos y sublimes y fácilmente consagrará a
2. Con esto no queremos dar a entender que el joven no tenga
las propensiones pecaminosas inherentes a todo ser humano, sino sim
plemente que se encuentra en condiciones más propicias para optar
por el bien.
CURA DE ALMAS 111
El problema de la comunicación
Esta dificultad, como vimos en el capítulo anterior, no
es exclusiva de los jóvenes; muchos adultos se enfrentan igual
mente con ella. Pero en el caso del joven suele resultar más
dolorosa e implica mayores riesgos. Durante los años de la
infancia no han existido apenas barreras en la relación con
los padres; mas ahora, de pronto, el adolescente se siente
solo. Los padres, por incompetencia o por negligencia, no
le comprenden; por consiguiente, no pueden ayudarle a resol
ver sus dificultades. Interiormente vive distanciado de ellos.
Pero la soledad se le hace irresistible y busca otras personas
112 JOSÉ M . MARTÍNEZ
La orientación de la vida
El joven vive mirando ávidamente al futuro: al final de
sus estudios, a su situación profesional, a su matrimonio, etc.
Se da cuenta de la trascendencia de las decisiones que habrá
de tomar, para las cuales no acaba de sentirse autosuficiente.
De las resoluciones que tome depende en gran parte todo el
curso posterior de su vida. Esto, lógicamente, le preocupa,
por lo cual agradecerá cualquier observación o consejo sabio
que le guíe.
Problemas espirituales
Son prácticamente los mismos que expusimos en el capí
tulo XIX y que resumimos brevemente
a) Problemas de tipo intelectual. Confrontación de la
fe con razonamientos propios o con ideas y conceptos halla
dos en lecturas y conversaciones con otras personas.
b) De tipo moral. Necesidad de interpretar y aplicar las
enseñanzas bíblicas de modo práctico en las diferentes situa
ciones de la vida.
c) De tipo experimental. Cómo vivir auténticamente lo
que se sabe teóricamente.
d) De tipo social. Cómo reaccionar ante la influencia del
medio ambiente en que el joven vive (colegio, universidad,
oficina, taller, etc.). Se necesita gran sabiduría para discernir
114 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
Apatía
Se manifiesta en la resistencia a aceptar responsabilida
des, en la superficialidad de la comunión fraternal y en lo
irregular de la asistencia a los cultos. En los casos extremos,
la desvinculación con la iglesia llega a ser prácticamente total.
En el fondo, existe un enfriamiento espiritual, por más
que la persona que se halla en tal situación insista en que
sus relaciones con Dios son normales y que el problema sólo
afecta a su relación con la iglesia. Si nos atuviéramos a da
tos estadísticos, observaríamos que son excepciones rarísimas
los creyentes que, al margen de la comunión con sus herma
nos, mantienen una vida espiritual intensa. Y en estos casos
excepcionales se produce una inconsecuencia, un autoenga-
CURA DE ALMAS 119
Causas
a) Problemas de fe. Para no incurrir en repeticiones,
remitimos al lector al capítulo XIX.
b) Negligencia en el cultivo de la piedad personal. El
descuido de la lectura de la Biblia y la oración, de la adora
ción (individual y comunitaria), del servicio cristiano según
los dones recibidos del Señor, de la comunión de los santos
o de cualquier otro medio de crecimiento espiritual, conduce
indefectiblemente al enfriamiento, a la pérdida del primer
amor, a la indiferencia, zonas muy próximas a la frontera de
la apostasía.
c) Influencia del mundo. Una excesiva preocupación
por las cosas temporales impide fructificar espiritualmente,
como nos enseña la parábola del sembrador (Mt. 13:22). El
amor al mundo y el amor al Padre son incompatibles (I Jn.
2:15).
La participación en — o mera adhesión mental a— los
errores, idolatrías, inmoralidades y vanagloria del mundo tie
nen semejantes efectos perniciosos. Recuérdense los cargos
formulados por el Señor contra las iglesias de Pérgamo, Tia-
tira, Sardis y Laodicea (Apoc. 2 y 3).
El triste ejemplo de Demas (II Tim. 4:10) debiera ser
un semáforo en rojo que cerrara al cristiano su avance hacia
la deslealtad. Pero, desgraciadamente, el ex-colaborador de
Pablo ha tenido siempre imitadores.
d) Excesiva atención a las faltas ajenas. No pocos miem
bros de nuestras congregaciones se escandalizan a la menor
falta que descubren en otros creyentes. Desean — casi exi
gen— una perfección de la que ellos mismos están muy lejos.
En algunos casos, la conducta de determinados hermanos no
tiene, ciertamente, nada de edificante; es una piedra de tro
120 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Tratamiento
Vendrá determinado en cada caso por las causas del pro
blema. Cada situación exigirá un enfoque distinto del aseso-
CURA DE ALMAS 121
Causas
Resultan prácticamente innumerables, por lo que una vez
más nos referimos a los factores más comunes.
a) Falta de madurez cristiana. La carnalidad a la que
alude Pablo en su primera carta a los Corintios se identifica
con el infantilismo espiritual (I Cor. 3:1) y no sólo fue cau
sa de la escisión de la iglesia en facciones, sino que dio
pábulo a los litigios más vergonzosos (I Cor. 6:1-8).
En el fondo puede haber —y a menudo hay— graves
defectos de educación a nivel humano, amplias zonas del
carácter no santificadas o simplemente una falta de desarrollo
de la personalidad, lo que una y otra vez da lugar a reaccio
nes primarias. Multitud de personas adultas se comportan
toda su vida como niños mayores.
Estos hechos pueden explicar una conducta carnal, pero
no la justifican. El Evangelio no está destinado únicamente
a transformar nuestras perspectivas eternas. Ha de cambiar
nuestra vida en la tierra. Es precisamente en un contexto de
pleitos y disensiones existentes en la iglesia de Corinto donde
hallamos la gran declaración de Pablo: «Esto erais algunos;
mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya
habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por
el Espíritu de nuestro Dios» (I Cor. 6:11).
b) Amistades mal cimentadas. No siempre la amistad
entre cristianos es una amistad cristiana, basada en los prin
CURA DE ALMAS 123
Cómo actuar
Surgida la disensión, una de las cuestiones a decidir es
quien debe dar el primer paso para la reconciliación. Según
el Nuevo Testamento, cualquiera de las dos partes —ofen
sora u ofendida— tiene el deber moral de aproximarse a la
otra con objeto de restablecer la buena relación entre ambas
(Mt. 5:23, 24; 18:15-17).
El segundo texto de Mateo (18:15-17) es valiosísimo por
lo concreto de los pasos a dar (1). En primer lugar, debe
procederse al diálogo en privado, no a airear la ofensa en
presencia de terceras personas. Cuando este primer contac
to se efectúa con espíritu cristiano, es suficiente en la mayoría
de casos para resolver el problema. La humildad y el amor
suelen triunfar aun en las situaciones más enconadas.
Si la primera iniciativa fracasa, debe repetirse en pre
sencia de testigos. Esta norma está en consonancia con la pres
cripción veterotestamentaria de Deuteronomio 17:6 y 19:15.
Cuando el segundo paso resulta igualmente infructuoso, la
cuestión debe ser planteada a la iglesia local, la cual decidirá
en conformidad con las prerrogativas disciplinarias que le
han sido otorgadas por el Señor mismo (v. 18). Trataremos
este punto con más amplitud en el capítulo siguiente.
En el proceso de reparación de brechas en la comunión
entre hermanos, deben los líderes de la iglesia guiar a los
miembros en conflicto a actitudes positivas, consecuentes con
1. Las palabras «contra ti» (eis se) del vers. 15 no aparecen en
algunos manuscritos, entre ellos el Sinaítico y el Vaticano; pero, sin
duda, interpretan el sentido del pasaje. Comp. 18:21.
CURA DE ALMAS 125
Acción pastoral
Cuando se trata de cuestiones doctrinales, morales o de
gobierno de la iglesia, conviene dialogar con mente abierta
a la luz de la Palabra de Dios.
En los puntos básicos, sobre los que descansa la integri
dad del Evangelio, no caben concesiones de ningún género.
La oposición debe ser rechazada con santa energía (Gál. 1:9;
II In. 9-11).
Si se trata de puntos no fundamentales, pero sí suficiente
mente claros desde el punto de vista bíblico, deben ser asi
mismo mantenidos en conformidad con la Escritura. En nin
gún caso debe sacrificarse la verdad en aras de conveniencias
circunstanciales con objeto de soslayar problemas. Ningún mi
nistro del Evangelio está autorizado para maniobrar maquia
vélicamente en el gobierno de la iglesia en menoscabo de la
autoridad permanente de la Palabra.
Pero hay casos en los que una postura tolerante y elástica
puede 9er la más recomendable. Esta postura casi se impone
ante cuestiones susceptibles de más de una interpretación se
ria de la Escritura. Cristianos igualmente fieles y amantes de
la Palabra de Dios sustentan opiniones muy diversas en tomo
a determinados puntos teológicos. Si esas divergencias se man
tienen dentro de la ortodoxia evangélica, debiera prevalecer
por parte de todos un espíritu de libertad y respeto mutuo.
Puede suceder, sin embargo, que alguien haga de tales
puntos caballos de batalla con espíritu sectario y trate de im
poner por todos los medios sus opiniones a los demás, o que
tilde de infieles a la Verdad a cuantos no se adhieren a su cre
do. Esta agresividad, carente de amor y respeto a las opinio
nes ajenas, puede constituir un serio peligro para la comunión
y la paz entre los creyentes, y en tal caso deberán tomarse las
CURA DE ALMAS 129
CUESTIONARIO
LA DISCIPLINA
La excomunión
Constituye la medida extrema de la disciplina por la que
un miembro es excluido de la comunión de la iglesia.
Tiene sus precedentes en el antiguo Israel, en el que los
contaminados y los transgresores de los grandes mandamien
CURA DE ALMAS 135
CUESTIONARIO
1. ¿Qué relación existe entre la disciplina en el sentido bí
blico y la cura de almas?
2. ¿Por qué es necesaria la disciplina correctiva en la igle
sia?
3. Exponga los fundamentos bíblicos de tal tipo de disci
plina.
4. ¿Qué significado y qué alcance tiene la excomunión en
el Nuevo Testamento?
5. ¿En qué casos se aplica?
LA AUTORIDAD PASTORAL
La autoridad en la Iglesia
Partiendo de Dios, de modo escalonado, nos muestra el
Nuevo Testamento las autoridades que, con carácter perma
nente, absoluto, han de ser reconocidas por la iglesia de to
dos los tiempos. De su acatamiento depende la validez de la
autoridad del ministro del Evangelio.
1) La autoridéd de Jesucristo. Es inherente a su iden
tidad divina en igualdad con el Padre (fn. 5:19 y ss.) y confir
mada en su condición de Mediador perfecto. Por eso, al final
de su estancia física en la tierra, declara: «Toda potestad
(exousía) me es dada en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18).
Jesucristo enseña con autoridad (Mt. 7:29; Me. 1:22; Le.
4:32); ejerce dominio sobre los malos espíritus (Me. 1:26;
Le. 4:36); tiene facultad de perdonar pecados (Mt. 9:6, 8;
Me. 2:10; Le. 5:24); posee autoridad en cuanto concierne a
la salvación del hombre (Jn. 17:2; Mt. 10:32; 11:28-30).
Exaltado a la diestra del Padre «sobre todo principado, auto
ridad, poder y señorío», ha sido constituido Cabeza suprema
144 JO SÉ M . MARTÍNEZ
4. Cit. por lohn Bright, The authority of the O.T., SCM Press,
p. 34.
5. Recomendamos la magnífica «Introducción» de la obra ya
mencionada de F. F. Bruce, Tradition oíd and new.
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 147
Su naturaleza
No se basa en los dones naturales o espirituales que el pas
tor pueda tener: conocimiento, elocuencia, personalidad fasci
nadora, energía, fervor, celo, etc. La autoridad de un ministro
del Evangelio le es otorgada por su Señor. Es la propia de un
representante de Dios. Por ello sólo es lícita cuando el pas
tor actúa manteniéndose obediente a Dios, fiel en todo a su
Palabra. Ningún ministro puede, arropado en las prerroga
tivas de su cargo, predicar, enseñar o inducir a la iglesia a
obrar de modo contrario a la Escritura. Tal comportamiento
lo descalificaría automáticamente e invalidaría sus facultades
directivas.
Cuando la autoridad se ejerce con la dignidad y fidelidad
que le son inherentes, los guías de la iglesia son acreedores
al reconocimiento, la estima, el apoyo y la obediencia (I Tes.
5:12, 13; Gál. 6:6; Heb. 13:7, 17). Algunas iglesias han
visto empobrecida su vida espiritual y desprestigiado su tes
timonio por haber tenido en poco a sus pastores. Es un gran
mal la tiranía del líder, pero no lo es menor la del pueblo.
La Iglesia debe conservar siempre su identidad; debe ser
una comunidad de hombres y mujeres redimidos por Jesucris
to, santificados por el Espíritu, guiados por la Palabra para re
conocer y honrar los dones que, comunitariamente, les son
concedidos. Entre esos dones, como vimos al principio de
esta obra, están los ministros del Evangelio.
Su finalidad
Claramente se establece en el Nuevo Testamento que la
autoridad ministerial no tiene otro objeto que la edificación
de la iglesia (II Cor. 10:8; 13:10; Ef. 4:12). Por consiguien
te, cualquier inclinación a usarla para satisfacer ansias de va
148 JOSÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
LA ORGANIZACION EN LA IGLESIA
Recursos
En la base de toda organización, además de una visión
clara de los objetivos y de las necesidades, es preciso cono
cer los recursos de que se dispone para suplir éstas. Es
axiomático que toda empresa humana es irrealizable si se
carece de los medios indispensables para llevarla a cabo. El
Objeto de la organización
La finalidad de toda organización es utilizar y coordinar
los diversos recursos, humanos y materiales, con miras a con
seguir un fin propuesto.
En lo que respecta a la iglesia, el texto de Efesios 4:12
es realmente iluminador. El ministerio cristiano tiene —como
vimos— un propósito: el perfeccionamiento de los santos para
la obra del ministerio de la iglesia, para la edificación del
cuerpo de Cristo. El término katartizo (traducido por «perfec
cionar» en la versión española de Reina Valera) tiene gran
riqueza de matices. Significaba reparar o remendar (Mat.
4:21), completar (I Tes. 3:10) y también adecuar, ordenar,
disponer, ajustar. Todas las acepciones del verbo tienen su
aplicación en la iglesia. Las roturas que en ella se producen
a causa del pecado deben ser reparadas. También debe com
pletarse lo que aún es parcial e imperfecto. Pero es el tercer
significado el que mejor cuadra con el contexto. El conjunto
de los miembros con sus dones respectivos, debe ser coordi
nado para que la iglesia cumpla el propósito de Dios. Sólo
así «todo el cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de
toda clase de junturas que llevan la nutrición según la activi
dad propia de cada una de las partes, realizando así el ere-
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 159
CUESTIONARIO
Estructuración
¿Cuántos departamentos o secciones debe tener la iglesia
para desarrollar satisfactoriamente sus actividades? ¿Cuál es
su objetivo? ¿Cuáles deben ser sus órganos rectores? ¿Cómo
deben configurarse? ¿Cuáles van a ser sus facultades? ¿Cómo
van a constituirse? ¿Por cuánto tiempo? ¿Por qué normas han
de regirse?
En las iglesias pequeñas, como ya dijimos, la organización
puede ser muy simple; pero a medida que la iglesia crece se
irá haciendo necesaria una estructuración más compleja. En
este caso es aconsejable la elaboración de un organigrama en
el que de manera sinóptica aparezcan claramente todos los
elementos de la estructura.
En la página siguiente damos un ejemplo que, con las mo
dificaciones pertinentes, podría adaptarse en una iglesia me
dianamente numerosa.
Conviene añadir que el organigrama debe ser complemen
tado con la exposición clara y precisa —preferentemente por
(1) Servicio susceptible de ser realizado con la colaboración de un equipo.
162 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Acción directiva
No basta una estructuración atinada de la iglesia. Es ne
cesario que los diferentes elementos de la estructura funcio
nen satisfactoriamente. Para ello tanto el consejo de la igle
sia como los responsables de las diferentes actividades han
de seguir los principios directivos fundamentales:
Planificación
Es vital reconocer que una iglesia cristiana es, sobre
todo, una comunidad espiritual y que la dirección del Espí
ritu debe prevalecer sobre toda estrategia humana (Hec. 16:6-
10). Pero esto no excluye la planificación. Pablo, siempre sen
sible a la guía del Señor, dedicó buena parte de su tiempo a
trazar planes (Rom. 1:13; 15:22-28; II Cor. 1:15, 16).
164 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Delegación de funciones
En cierto modo, este aspecto de la labor directiva queda
incluido en la planificación, pero le damos un lugar propio
por su especial relieve.
Ningún pastor puede hacer todo el trabajo de una iglesia.
Ni siquiera un buen consejo de ancianos o de diáconos es
capaz de lograrlo. El responsable principal de una sección de
la iglesia tampoco es suficiente para realizar todo lo que la
buena marcha de la misma exige. Esta realidad obliga a una
delegación escalonada de funciones y responsabilidades. «Don
de no existe delegación todo funciona lentamente y llega a la
paralización» (D. Prime). Moody decía que prefería poner
mil hombres a trabajar que hacer él mismo el trabajo de
mil hombres.
Evidentemente, todo acto de delegación implica un ries
go. Es posible que la persona a quien se encomienda una fun
ción no sea tan competente como el pastor o dirigente que
delega, aunque esto no siempre sea así. Pero en cualquier
caso, la delegación es insoslayable. Negarse a ella es atarse a
obligaciones secundarias, a veces triviales, que impiden al
dirigente cumplir eficientemente su misión primordial. El
ejemplo ya mencionado de Moisés (Ex. 18:13-27) y el de los
apóstoles ante el problema de las viudas en la iglesia de Je-
rusalén (Hec. 6:1-6) son ilustraciones decisivas al respecto.
No debe, sin embargo, procederse precipitadamente a la
hora de delegar. No pueden otorgarse responsabilidades a
quienes carecen de un mínimo de cualidades para llevar a
cabo la tarea que se les encomienda. Cualquiera que sea el
tipo de actividad que se desarrolla en la iglesia, es impres
cindible que quien la realice reúna por lo menos los siguien
tes requisitos: a) Fe reconocida y buen testimonio cristiano,
b) Sentido de responsabilidad, al que debe unirse el celo y
la perseverancia, c) Capacidad, aunque sólo sea potencial,
para la obra que se le ha de asignar. Los ejemplos menciona
dos de Moisés y los apóstoles confirman la necesidad de sumo
cuidado en el momento de seleccionar colaboradores. Aten
166 JO SÉ M . MARTÍNEZ
Adiestramiento
Las personas escogidas para efectuar una labor determi
nada pueden carecer de la formación que fuera de desear
para una actuación eficiente. Por tal motivo, deben buscarse
todos los medios posibles para su mejor capacitación. El Se
ñor dedicó la mayor parte del tiempo de su ministerio a ins
truir sólidamente a los apóstoles.
Creyentes que empiezan a predicar, maestros de escuela
dominical, visitadores, responsables de departamentos o gru
pos, precisan, por lo general, de perfeccionamiento en sus
actividades respectivas. De aquí la necesidad de clases siste
máticas o cursillos especiales de adiestramiento a cargo de
personas suficientemente competentes dé la propia iglesia o
de fuera.
En la instrucción deben combinarse la parte teórica con
la práctica. Y no debe olvidarse la necesidad de paciencia.
Los maestros no se hacen en un día. Jesús necesitó años para
formar a los apóstoles y aún al final de su aprendizaje reve
laron no pocos defectos. Esperar la perfección es aspirar a
lo imposible. No obstante, nadie debiera dar definitivamente
por buena la mediocridad. La obra más gloriosa del mundo
merece la más escrupulosa capacitación.
Control
No pocos planes magníficamente elaborados, iniciados con
entusiasmo y por personas capaces y con medios y métodos
de gran calidad, han fracasado en su realización. Una de las
causas más frecuentes de esta experiencia ha sido la falta de
168 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Coordinación
Aunque sea volver a lo expuesto sobre el objeto de la
organización, hemos de enfatizar la importancia de la coor
dinación, ahora como parte de la acción directiva.
Es posible que algunas personas trabajen bien en un de
partamento de la iglesia y que, sin embargo, la marcha del
mismo sea insatisfactoria. También puede acontecer que al
gunos departamentos de la iglesia funcionen bien aislada-
2. Op. cit.t pp. 233, 234.
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 169
Revisión
Periódicamente —por lo menos una vez al año— debe
procederse a una revisión de todo el trabajo efectuado. Con
la máxima objetividad posible deben examinarse los resulta
dos y ver hasta qué punto se han alcanzado las metas pro
puestas al principio del período, considerar tanto los éxitos
como los errores y defectos y determinar las causas.
Un estudio de este tipo ha de completarse con unas con
clusiones. Lógicamente se mantendrá cuanto a juicio de los
dirigentes haya sido positivo y ofrezca perspectivas de seguir
siéndolo y se corregirá o suprimirá todo aquello que se esti
me negativo. En algunos casos, bastará con estimular y dar
nuevo impulso a la acción de cada persona o de cada depar
tamento. En otros, tal vez será necesario modificar la estruc
tura o la planificación, perfeccionar el adiestramiento, incre
mentar el control o prestar mayor atención a la coordinación.
Toda experiencia del pasado ha de ser una contribución de
primer orden para determinar la acción directiva de cara
al futuro. —
170 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
Atención a la persona
Muchas empresas se ven envueltas en serios problemas
porque sus gerentes no han valorado suficientemente el ele
mento humano de los trabajadores. Cada productor es con
siderado como una pieza en el mecanismo de la organización;
lo único que se valora en él es su rendimiento. Esto puede
suceder también en la iglesia, con lo que se anula el espíritu
eminentemente pastoral que debe presidir toda acción rectora.
Existen dos conceptos de grupo, a los que corresponden
dos formas de relación, que debemos distinguir. En alemán se
expresan con gran precisión al usar los términos Gesellschaft
y Gemeinschaft, que podríamos traducir aproximadamente
por sociedad y comunidad. En la primera predominan los in
tereses de la entidad, mientras que en la segunda se valora
preferentemente la posibilidad de que cada miembro disfrute
de una comunión y una solidaridad con los restantes miem
bros que le sean una fuente de satisfacción. Pues bien, la
iglesia ha de ser —más que cualquier otra asociación huma
na— una comunidad, una auténtica manifestación de la koi-
nonia del Nuevo Testamento.
Capacidad integradora
El pastor, o quien asume funciones de dirección de cual
quier tipo, ha de desarrollar su labor con personas diversas,
como hemos visto. No sólo los temperamentos de tales per
sonas difieren entre sí. También suele haber discrepancias en
las ideas y en las actitudes, las cuales actúan con fuerza cen
trífuga entre los componentes del grupo. Para contrarrestarla
se precisa de un poder centrípeto, de convergencia, que los
mantenga cohesionados. Es el poder que debe distinguir a la
persona situada en la cúspide de la dirección. Su interven
ción catalizadora hará que se resuelvan pugnas, se combinen
puntos de vista distintos y se obtenga como resultado final
una unidad de acción.
Capacidad estimuladora
Los seres humanos —los cristianos incluidos— no gustan
de ser empujados por la fuerza. Responden más fácilmente
de modo positivo cuando son atraídos por un objetivo de su
agrado. Las imposiciones casi siempre provocan resistencia.
Los estímulos incrementan la diligencia y el entusiasmo in
dispensable para la consecución de un propósito importante.
Especial eficacia tienen los móviles que proporcionan a un
hombre la sensación de que es creador de algo importante, de
que así su persona adquiere mayor realce y su vida un signifi
cado más digno.
En este terreno, los dirigentes de la iglesia cuentan con
los alicientes más maravillosos. No pueden ofrecer ventajas
materiales, pero sí lo que Dios mismo ofrece: los goces de
una vida sublime, creadora, realmente digna de ser vivida,
que además cuenta con promesas de alcance eterno (Mt.
19:27-29). ¿Puede haber empresa terrena que proporcione
mayores alicientes que los «negocios» de nuestro Padre ce
lestial? ¿Hay recompensa mayor que el gozo de saberse usa
do por Dios en la gran obra del Evangelio para la salvación
176 JOSÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
REUNIONES ADMINISTRATIVAS
Reuniones de iglesia
Su objeto
Puede variar según la forma de gobierno. La finalidad
de algunas asambleas administrativas es casi exclusivamente
informativa. Así sucede casi siempre en las iglesias en que
sus consejos respectivos tienen amplias facultades de deci
sión, si bien las resoluciones más importantes de sus guías
suelen ser sometidas a ratificación de la asamblea. En otros
casosf las perrogativas del consejo de iglesia son más limita
das y las cuestiones más importantes son discutidas y decidi
das por el pleno de la congregación, aunque ésta, por regla
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 179
Su importancia
Son muchos los miembros de la iglesia que subestiman
las asambleas administrativas. Con una apreciación errónea
de lo que la vida de la iglesia significa, opinan que lo único
valioso para ellos es el culto. La bendición espiritual que de
él reciben justifica su asistencia y participación en él. En
cuanto a las reuniones administrativas, no tienen el menor
interés. Opinan que su presencia es innecesaria. Tienen plena
confianza en quienes dirigen la iglesia y lo que ellos y los
demás hermanos presentes decídan lo darán por bueno. Des
pués es frecuente oírles hacer comentarios poco edificantes
que revelan su desconocimiento de lo tratado en la asamblea
o criticar desconsideradamente lo que en ella se dijo y se
acordó.
Pero, consideraciones negativas aparte, la importancia de
ías sesiones administrativas se desprende de la naturaleza de
la iglesia y su ministerio. No puede establecerse una dicoto
mía —que sería funesta— entre lo espiritual y lo adminis
trativo. En la iglesia, todo —incluido lo material— tiene un
carácter sagrado. Todo contribuye al sostenimiento y exten
sión de la obra de Dios. Sólo la incomprensión o la indife
rencia pueden mantener a un miembro ausente de su congre
gación en el momento en que ésta examina su situación y toma
sus decisiones.
180 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Su preparación
Las reuniones administrativas pueden ser ordinarias o
extraordinarias, según se celebren en fechas y con un orden
del día previstos o, por el contrario, sean motivadas por asun
tos imprevistos y urgentes.
Tanto en un caso como en el otro, la reunión debe ser
formalmente convocada y anunciada, por lo menos, en el cul
to más concurrido del domingo anterior a la asamblea. Para
las reuniones ordinarias es conveniente hacer la convocato
ria con un mínimo de dos semanas de antelación, señalando
el día y la hora de la sesión, así como el orden del día co
rrespondiente.
Por supuesto, cualquier asunto que deba ser presentado
a la consideración de la asamblea, tiene que haber sido pre
viamente estudiado a fondo por el consejo de la iglesia (1).
De modo especial el presidente (normalmente el pastor) ha
de estar bien informado y en condiciones de razonar las pro
puestas o recomendaciones que el consejo tuviera que pre
sentar, así como de responder a las preguntas que se le pu
dieran hacer. Muchas reuniones administrativas han resulta
do pesadas, difíciles, a veces desastrosas, por haber faltado
la preparación indispensable.
Su desarrollo
Es aconsejable que un breve período devocional preceda
a la párte propiamente administrativa.
Reuniones de junta
Son las celebradas por el consejo de la iglesia o por cual
quiera de las juntas que dirigen sus diversos departamentos.
Fundamentalmente no difieren de las reuniones adminis
trativas de iglesia sino en su carácter más restringido, tanto
por el número de miembros que participan en ellas como por
la autoridad con que toman sus decisiones, ya que las más
trascendentales suelen (en muchas iglesias deben) ser some
tidas al pleno de una asamblea.
Pero las funciones propias de esos órganos rectores con
fieren a sus reuniones una capital importancia. Tales órganos
son — en el aspecto humano— los motores de la iglesia. Los
miembros que los componen, aun individualmente, deben ser
propulsores de sus actividades diversas. Pero es en su actua
ción conjunta donde radica la mayor fuerza de su gestión.
Ello hace imprescindible la celebración de reuniones periódi-
De carácter físico
De carácter espiritual
Indudablemente son de mayor entidad que las de tipo
físico. Es decisivo que los miembros de junta participen en
sus sesiones con una predisposición adecuada. Si llegan a la
reunión agobiados por las preocupaciones del día, por con
flictos laborales, familiares o personales, su aportación será
muy probablemente pobre, defectuosa o incluso irrazonable
mente negativa tanto en sus palabras como en sus actitudes.
De aquí la conveniencia de dedicar la primera parte de la
reunión a prepararse todos espiritualmente mediante la lec
tura de un texto de la Palabra de Dios, un breve comentario
sobre el mismo y un período de oración. Un miembro del
consejo de una iglesia evangélica libre de Suiza refería hace
tiempo al autor cómo la introducción de esta práctica había
transformado las reuniones de tal consejo haciéndolas mucho
más ágiles y armoniosas.
No podemos concluir este capítulo sin mencionar el ideal
a que debiera aspirarse en toda reunión en la que se delibera
y toman decisiones que afectan a la vida y misión de una
congregación cristiana. Ese ideal lo hallamos en el magnífico
ejemplo registrado en Hechos 15. Por espinosas que fuesen
las cuestiones debatidas, al final siempre debería poder de
cirse: «Ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros...»
(Hec. 15:28). Esta identificación entre Espíritu e Iglesia en
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 185
CUESTIONARIO
Observaciones generales
Desde el primer momento, todo ha de contribuir a crear
una atmósfera espiritual propicia a la comunión con Dios.
Sea cual sea el lugar en que la iglesia se congrega, un templo
impresionante o una sencilla sala, ya antes de que el culto
empiece tendría que respirarse reverencia y espíritu de ora
ción. A tal efecto es imprescindible la educación de los miem
bros de la iglesia.
Dentro de la gran diversidad que puede haber — y que
hay según las diferentes tradiciones eclesiásticas— , deberían
mantenerse en todo culto unas constantes equilibradas de so
lemnidad, orden, sencillez, naturalidad y calor de vida espi
ritual.
No es recomendable la introducción de elementos jocosos,
a pesar de lo populares y atractivos que resultan en algunos
lugares. Pero igualmente debe huirse de una seriedad mal
entendida que dé a todos los cultos aspecto de funeral. Un
gozo serio y una seriedad gozosa debieran presidir toda reu
nión en la que se adora a Dios y se escucha su Palabra.
Un defecto que debe evitarse es la rutina, pues influye
negativamente en la temperatura espiritual. Este mal es tan
frecuente en iglesias con liturgia minuciosamente elaborada
como en las de tipo libre, donde predomina la espontanei
dad. También en muchas de estas últimas es fácil prever el
orden invariable que va a seguirse y las frases estereotipa
188 JO SÉ M . MARTÍNEZ
El canto
Desde tiempos remotos, los cánticos han ocupado un lu
gar destacado en la adoración a Dios. En Israel, muchos de
los salmos eran cantados total o parcialmente por el pueblo.
En las iglesias apostólicas, el canto era normal (I Cor. 14:15;
Col. 3:16) (1) y siguió siéndolo en siglos posteriores. Lutero
lo usó como elemento valiosísimo para impulsar la Reforma.
Algo análogo hizo Calvino para la edificación de las iglesias
reformadas, aunque dando preferencia a los salmos del An
tiguo Testamento como contenido. Himnos inmortales reso
naban en las reuniones de los grandes avivamientos. Y to
davía hoy, para muchos creyentes, el himnario es el libro
más querido después de la Biblia. ¡Lástima que tanto en
España como en Hispanoamérica la mayoría de los himnos
sea aún excesivamente pobre, tanto desde el punto de vista
poético como desde el musical!
La selección de cánticos ha de efectuarse según el tema
de la predicación, en tomo al cual debiera girar todo el cul
to. Esta observación es de particular importancia en lo que
concierne al himno que haya de cantarse después del sermón.
1. Al parecer, algunos de los grandes textos del Nuevo Testa
mento eran himnos mediante los cuales la Iglesia expresaba puntos
fundamentales de su fe. Por ejemplo, Fil. 2:6-11; I Tim. 3:16; II Tim.
2:11-13, etc.
190 JO S É M . MARTÍNEZ
La lectura bíblica
Puede haber más de una. Cuando, además de la porción
bíblica sobre la cual se va a predicar, se escoge otro texto
adicional, éste debiera estar en consonancia con aquélla.
Es esencial que se lea con la máxima corrección. Defectos
en la pronunciación, en la entonación, en los énfasis o en las
pausas influyen siempre desfavorablemente. Por eí contrario,
una lectura en la que se ponen a contribución no sólo los
órganos fonéticos, sino la inteligencia y los sentimientos, una
lectura en la que se hace vivir el contenido del texto, puede
ser tan cautivadora como el más elocuente de los sermones.
La oración
En las iglesias en que se ora espontáneamente, no debería
confundirse la espontaneidad con la ausencia total de ideas
en el momento de empezar la oración. Si no quiere caer en
tópicos trillados y en innumerables frases de molde, que van
repitiéndose domingo tras domingo hasta la saciedad, el pas
tor debe pensar con antelación en los puntos básicos de sus
oraciones públicas. Infinidad de veces tendrá la experiencia
de que, mientras ora, le vienen ideas, sentimientos y motivos
de plegaria imprevistos. La acción del Espíritu Santo puede
introducir en la oración tantos elementos nuevos como en la
predicación, sin que ello excluya tanto en un caso como en
otro la conveniencia de una preparación previa.
Sin duda, el primer requisito de la oración en público
es la sinceridad. Debe brotar de un corazón que siente lo
que los labios dicen.
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 191
La ofrenda
Los anuncios
Es costumbre bastante generalizada dedicar unos minutos
a anuncios diversos. Esta es tal vez una de las partes que
más se deben cuidar. De lo contrario, se produce una ruptura
del hilo espiritual del culto. Es innegable que muchos de los
anuncios que se hacen desde el pulpito, por su naturaleza o
por sus detalles, constituyen un elemento extraño y, por
consiguiente, de efectos disruptivos. Esta es la razón por la
que algunas iglesias han optado por suprimirlos totalmente
insertándolos en el boletín informativo que se distribuye a
la salida.
Hay, sin embargo, hechos, acontecimientos, actividades,
proyectos que, por su entidad, conviene presentar con oca
sión del culto. En este caso, los anuncios fácilmente pueden
adquirir un matiz de estímulo o edificación que los eleva casi
a la altura del canto, la oración o la predicación.
Si la iglesia no edita boletín dominical, pueden fijarse por
escrito en lugar bien visible aquellos anuncios, notas y obser
vaciones que estén menos en consonancia con el carácter
del culto.
En cuanto al momento que ha de dedicarse a la informa
ción, cada pastor escogerá el que estime más adecuado; pero
la experiencia aconseja que nunca sea la parte final. Después
de la predicación, nada tendría que distraer la mente de quie
nes la han escuchado. Las reflexiones, a menudo serias y pro
fundas, originadas por la exposición de la Palabra de Dios,
no debieran ser interrumpidas por otros elementos de tipo in
ferior. La última impresión con que salga una persona del
culto debiera ser siempre la dejada por el mensaje de la Pa
labra y la oración.
Cultos especiales
Además de los cultos normales celebrados cada domingo
(y en muchas iglesias el de oración otro día de la semana),
toda iglesia tiene con mayor o menor frecuencia servicios de
194 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
1. Señale las razones por las cuales todo culto debe prepa
rarse y desarrollarse con el máximo esmero.
2. Haga un análisis crítico de los cultos de alguna de las
iglesias que usted conoce.
3. ¿Qué requisitos, en su opinión, deben reunir los himnos
que se cantan en un culto?
4. ¿Cuáles han de ser las características de un culto consi
derado en su conjunto?
Capítulo X X X II
Metodología de la evangelización
El aforismo de que Dios no usa métodos sino personas
contiene mucho de verdad. El Nuevo Testamento poco o nada
Los cultos
Para las personas no creyentes que asisten a una iglesia y
llegan a convertirse, los cultos pueden ser en la mayoría de
los casos el factor más importante de su experiencia religio
sa. La Palabra de Dios llega a ellas a través de la predicación
directa con una fuerza que raramente se alcanza por otros
medios.
Este resultado no se produce únicamente mediante los
tradicionales cultos «de evangelización». Algunas iglesias ca
recen de ellos y no por ello dejan de ver fruto abundante de
conversiones. Nada objetable hay en los cultos netamente
evangelísticos, en los que toda la predicación se centra en
la necesidad espiritual del pecador, en la obra redentora de
Cristo y en las exigencias divinas del arrepentimiento y la fe
en El como único camino de salvación, al final de los cuales
se hace una invitación a los inconversos para que se rindan
a Jesucristo.
Pero a menudo se ha observado que tal tipo de predica
ción resulta demasiado parcial. No presenta toda la perspec
tiva bíblica de la salvación. Tiende a abaratar el Evangelio;
enfatizando sus ofertas, se silencian sus demandas; se agranda
tanto la figura del Salvador que no llega a verse la del Se
ñor. De este modo se consiguen conversiones fáciles, pero su
perficiales, en muchos casos espurias.
Cuando, en cambio, se predica en cultos no estrictamen
te evangelísticos, es más fácil ir exponiendo «todo el consejo
de Dios», lo que a la larga contribuye mucho más eficazmente
a que la experiencia de conversión sea más sólida. No pocas
personas han recibido las influencias más decisivas para con
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 203
Uso de literatura
Constituye un medio duradero de comunicación del Evan
gelio, de alcance amplísimo e incalculable. Debidamente apro-
chado puede llegar a ser uno de los vehículos más eficaces
para llevar el mensaje de Cristo al mundo. Así lo confirman
las estadísticas. T. E. Lloyd, Secretario de la «Africa Inland
Mission», asegura que la literatura cristiana ocupa hoy el nú
mero uno absoluto en las prioridades de la planificación mi
sionera. Y el gran misionero de la América Latina, Kenneth
Strachan, declaró: «El ochenta y cinco por ciento de todos
los latinos ganados para Cristo se han convertido como resul
tado de un libro cristiano, de un periódico, de un folleto, de
una Biblia, por los que llegaron a la convicción de peca
do» (5). Estos datos han venido a confirmar lo que casi pro-
féticamente intuyó Lutero cuando hace cuatro siglos excla-
La obra personal
Este método es tan antiguo como el Evangelio nisino. El
Señor lo practicó a menudo de modo admirable. Sus contac
tos con la samaritana, con Nicodemo o Zaqueo son otras
tantas lecciones magistrales sobre el arte de comunicar la
buena nueva mediante el diálogo a nivel individual. La ex
pansión de la iglesia primitiva tuvo como secreto el testi
monio de los cristianos en cualquier lugar en que se encon
traran (Hec. 8:4). Todavía hoy la evangelización personal
excede en eficacia a cualquier otro sistema.
Algunos creyentes parecen naturalmente dotados para
este tipo de trabajo y lo realizan atinadamente sin el menor
esfuerzo. Otros, por el contrario, encuentran sumamente di
208 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
LA ENSEÑANZA
El contacto personal
Richard Baxter dedica una tercera parte de su inmortal
obra, The Reformed Pastor, a esta forma de instrucción.
Puede ser, sin duda, la más efectiva, pues tiene a su favor
ventajas insuperables. Permite conocer la posición de la per
sona con quien se habla, su nivel de comprensión de la Pala
bra de Dios, el punto a que ha llegado en la aplicación prác
tica de sus enseñanzas, sus anhelos, sus problemas. Hace
posible, asimismo, que tal persona haga preguntas y pida to
das las aclaraciones necesarias.
Por otro lado, la instrucción personal se efectúa en un
plano que facilita una relación humana viva. A través de ella
no se obtiene únicamente instrucción; se recibe comprensión,
simpatía, estímulo.
A menudo, lo que no se logra mediante ninguna otra
forma de enseñanza, se consigue a través del diálogo íntimo.
La predicación
Es una fuente valiosísima de formación cristiana, máxime
si es de carácter expositivo. Adolece de un defecto: la parti
cipación del oyente se limita exclusivamente a escuchar, lo
cual reduce considerablemente sus posibilidades de aprender,
según se desprende de lo indicado en el punto anterior. Sin
embargo la predicación tiene una gran ventaja: llega a la in
mensa mayoría de los miembros de una iglesia, cosa que no
se consigue por otros medios. Además, ofrece la posibilidad
de exponer la verdad bíblica en toda la amplitud de sus
vertientes: histórica, doctrinal, moral y existencial. La pre
dicación sistemática sólida y variada a lo largo de los años
puede convertir el púlpito en una auténtica cátedra desde la
216 JO SÉ M . MARTÍNEZ
La escuela dominical
Sería difícil encontrar una iglesia evangélica sin tal es
cuela. La obra iniciada por Roberto Raikes en Gloucester
hace dos siglos evolucionó hasta venir a ser el brazo derecho
de innumerables iglesias locales en la enseñanza religiosa,
especialmente entre los niños. En algunos países, sobre todo
en los Estados Unidos, las escuelas dominicales han adquiri
do una importancia asombrosa. En sus clases, y en cifras
elevadísimas, niños y adultos adquieren una esmerada forma
ción religiosa.
Desgraciadamente, no puede decirse lo mismo de todos
los lugares en que funciona una escuela dominical. Unas ve
ces por carencia de recursos, otras por falta de visión, la
labor de este vital departamento de la iglesia se ha desarro
llado en condiciones de incompetencia sumamente deplora
bles. Señoras ya entradas en años, con escasa formación bí
blica y nula capacitación pedagógica, actuando como maes
tras; clases excesivamente numerosas con niños de todas las
edades; aulas exiguas y sin ventilación; mobiliario incómo
do; falta de material adecuado y otros factores negativos con
vierten más de una escuela dominical en mera guardería in
fantil de la más pobre calidad.
Debemos reconocer que no todas las iglesias están en
condiciones de suplir satisfactoriamente todas sus necesida
des. Pero la importancia de la enseñanza exige que a ésta
se le dé un lugar preferente. Por tal motivo, deberían corre
girse los defectos anteriormente apuntados.
En toda escuela dominical es imperativo:
a) Establecer un sistema graduado de clases según las
diferentes edades, incluidos jóvenes y adultos.
b) Formar adecuadamente a los maestros mediante cur
sillos especiales.
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 217
Clases especiales
Tienen una finalidad más limitada que cualquiera de las
ofrecidas a los miembros de la iglesia en general, pues res
ponden a una necesidad específica.
Mencionamos algunos ejemplos:
a) Clases para nuevos convertidos. Son muy recomen
dables. Los recién nacidos espiritualmente necesitan ser ins
truidos de inmediato tanto en las doctrinas fundamentales
como en los aspectos prácticos de la vida cristiana. También
necesitan el calor que proporciona el contacto estrecho con
218 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
COMUNION Y SERVICIO I
Elementos de la comunión
El análisis del tema a la luz de lo expuesto nos permite
descubrir los factores primordiales de la comunión cristiana:
Conciencia corporativa
Dios salva a cada ser humano individualmente, pero no
para vivir su salvación de modo aislado. Nuestra unión con
Cristo nos hace miembros de su cuerpo, la Iglesia. Nuestra
responsabilidad no concierne únicamente a nuestra relación
con El; tiene que ver también con todos sus redimidos. «So
mos miembros los unos de los otros» (Rom. 12:5). Ningún
cristiano consciente del propósito divino puede desentenderse
de sus hermanos en la fe (I Cor. 12:21). No puede jamás
hacer suya la pregunta de Caín (Gén. 4:9b). Ha de gozarse
con los que se gozan y llorar con los que lloran (Rom. 12:15).
«Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí»
(Rom. 14:7). La voluntad de Dios respecto al Cuerpo de
Cristo es que «los miembros todos se preocupen los unos por
los otros» (I Cor. 12:25).
Esta conciencia debe tener una proyección amplísima; la
comunión cristiana debe extenderse a todos los creyentes.
Cualquier forma de discriminación es pecado. Como alguien
ha dicho, la iglesia no es una segregación sino una congrega
ción. Indudablemente, es más fácil relacionamos con otros
cuando median determinadas afinidades; pero la fraternidad
cristiana debiera ser tan inclusiva como la gracia de Dios,
quien no hace acepción de personas (Hec. 10:34).
Comunicación
Lo dicho en el capítulo XXII sobre la comunicación en
el matrimonio tiene, en términos generales, aplicación a las
relaciones fraternales en la iglesia. Todo creyente debiera po
der hallar entre sus hermanos personas que merecieran su
confianza para hacerles partícipes de su mundo interior, por
pobre y oscuro que éste sea.
224 JOSÉ M . MARTÍNEZ
Ayuda mutua
El solo hecho de que una persona pueda establecer una
vía de comunicación auténtica con otras ya es en sí una gran
asistencia. Sus efectos liberadores son muchas veces maravi
llosos. El intercambio de conocimientos espirituales, senti-
1. The new face for the church, Zondervan Publ. House, p. 159.
EL PASTOR COMO DIRIGENTE 225
Necesidad de la comunión
El ser humano es sociable por naturaleza. Nuestra perso
nalidad no puede desarrollarse sin el contacto con otras per
sonas. Cuanto más estrecho es ese contacto tanto más enri-
quecedor resulta. Pero la sociedad de nuestro tiempo se des
humaniza más y más. Con más medios para suplir sus nece
sidades materiales y proporcionarse placer, las personas, en
gran mayoría, se sienten mucho más solas porque las relacio
nes humanas son cada día más impersonales.
La iglesia debiera ser un refugio para quienes viven abru
mados por su soledad, inconversos o creyentes. Pero esto
sólo es factible cuando entre los miembros hay una comunión
genuina, cuando el amor de Dios brilla a través del amor de
sus hijos y cada uno se siente querido y aceptado, a pesar de
su carga de defectos.
Por otro lado, la comunión cristiana es indispensable para
el crecimiento espiritual. La enseñanza, con todos sus valores,
226 JO SÉ M . MARTÍNEZ
por eficaz que sea, no puede resolver todos los problemas que
a menudo preocupan a una persona a menos que vaya acom
pañada de una intercomunicación franca a nivel profundo.
En iglesias grandes — y también en muchas pequeñas—
la comunión verdadera resulta difícil. Los contactos de los
miembros entre sí se limitan a unas palabras de saludo des
pués del culto o a algunas conversaciones superficiales. Esto,
de por sí, es hermoso y hace bien; pero es insuficiente. Aun
quienes tienen mayor relación por pertenecer a una junta, a
una comisión o a un grupo de trabajo, aparte de la discusión
de los asuntos en que se ocupan, ppco o nada dialogan sobre
lo que para cada uno es de supremo interés: sus inquietudes,
sus conflictos o sus alegrías personales, tanto de carácter es
piritual como temporal. Nada digamos de aquellos que, por
no estar encuadrados en ningún grupo especial, viven para
dójicamente aislados en medio de la comunidad; son grandes
solitarios en la familia de la fe. Por lo general, su desarrollo
espiritual es defectuoso.
Deber de los dirigentes de la iglesia es evitar que abunde
ese tipo de experiencia. Pero ¿puede hacerse algo para impe
dirlo? ¿Acaso está a su alcance la producción de una comu
nión en la que todos los miembros participen con tanta in
tensidad como profundidad?
Promoverla adecuadamente
A tal efecto, puede recomendarse el cultivo de amistades
cristianas entre los miembros de la iglesia que permitan una
comunión espiritual de cierta profundidad. Esto resultará
más fácil al principio si se intenta con personas afines. A me
nudo, tales amistades surgen de modo natural. Pero es in
dispensable que en cualquier caso no se nutra de las afini
dades humanas sino de la comunicación espiritual. De lo con
trario, cada uno de los amigos seguirá sintiéndose abrumado
ramente solo ante sus problemas espirituales, en el fondo
los más serios e inquietantes.
Puede ser asimismo aconsejable que tales amistades, en
su inicio, unan a las personas de dos en dos. El doctor Hans
Bürki, en su libro Zweierschaft (Emparejamiento), recomien
da esta comunión de dos. Sin embargo, aparte del matrimo
nio, puede tener sus inconvenientes. A menos que se viva
con miras a hacerla productiva en todos los órdenes y am
pliarla en el seno de la comunidad cristiana, fácilmente se
convertirá en un diminuto círculo estéril, con posibilidades
de degenerar en pecaminoso.
Lo ideal es que se formen núcleos no muy numerosos en
los que los creyentes tengan oportunidad de vivir más inten
samente la experiencia de la comunión.
228 JO SÉ M . MARTÍNEZ
CUESTIONARIO
I P a rte
II P a r te
III P a r te
Capítulo X IX
Capítulo X X
Capítulo X X I
Capítulo XX I I
Varios autores, Sexo y Biblia, Ediciones Evangélicas Euro
peas.
T. Bovet, El matrimonio, ese gran misterio, Fomento de Cul
tura, Ediciones, Valencia.
W. U. Capper y H. U. Williams, Sexo y matrimonio, Ed.
Certeza.
Maurice Ray, El descubrimiento del amor, Ediciones Evan
gélicas Europeas.
Paul Tournier, La armonía conyugal, «La Aurora».
W. Trobisch, Yo me casé contigo, Ed. Sígueme, Salamanca.
H. Norman Wright, Comunicación, clave de la felicidad con
yugal, CLIE.
Margaret Warde, This marriage business, Scripture Union,
London.
Capítulo XXI I I
Guy Avanzini, Los años de la adolescencia, Nova Terra.
Carlos T. Gattinoni, fuventud en acción, «La Aurora».
José Llopis, La orientación del adolescente y la «guidance of
youthv>, Herder.
Francis Schaeffer, Los caminos de la juventud hoy, Edicio
nes Evangélicas Europeas.
F. W. Stewart, Un estudio de la adolescencia, «La Aurora».
Capítulos X X V I - X X I X
Capítulo X X X I
Capítulo X X X I I
Capítulo X X X I I I
Capítulo X X X I V