Si Tu Presencia No Ha de Ir Conmigo
Si Tu Presencia No Ha de Ir Conmigo
Si Tu Presencia No Ha de Ir Conmigo
(Éxodo 33:1-23)
INTRODUCCIÓN: Hemos comenzado un año más. Esta es la ocasión para acudir al
“tribunal” del tiempo donde no podemos mentir, y donde los mejores abogados no
nos ayudarán con nuestros alegatos sobre el uso que hicimos del mismo. No tuvimos
si no sólo 365 días, 12 meses, 8.760 horas, 525.600 minutos y 31.536.00 segundos
durante todo el año. ¿Cómo nos acercamos a ese tribunal en este tiempo? ¿Cómo
saldremos de ese juicio? Si el ocio se hizo presente, en lugar del esfuerzo laborioso,
no nos quejemos si la sentencia es adversa. Pero si la disciplina y la constancia
hicieron posible el logro de nuestros caros sueños, de ese “juez” solo vendrán loas y
el veredicto de lo “bien hecho”. La vida de Moisés estuvo marcada por el tiempo.
Cuarenta años en el palacio de Egipto. Cuarenta años en el desierto, como pastor de
ovejas. Y cuarenta años dirigiendo al pueblo de Israel hasta el borde la tierra
prometida. A los cuarenta años conoció a Dios de forma personal. Desde entonces
supo que lo más importante de su tiempo era la presencia de Dios. Él sabía sobre la
necesidad de ella. El pueblo de Israel tenía una sensible inclinación de cambiar Dios
por otros dioses. En el capítulo anterior ellos tomaron la decisión de buscar otro
guía, representado en un “becerro de oro”, para que les condujera a la tierra
prometida. Tal pecado produjo la ira de Dios hasta negarles su presencia en la
continuación del viaje debido a su descarrío. Pero la determinación de Dios no hizo
esperar a la de Moisés: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no me saques de este
lugar” v. 15. Amados hermanos, el comienzo de un nuevo año nos emplaza a
levantar el “campamento” para entrar al año que viene. Y como no sabemos qué
vendrá en ese viaje, requerimos de la presencia del Señor por cuanto él conoce
mejor el camino. Esto lo afirmamos porque, ¿de qué nos sirve hacer planes y hasta
tomar decisiones si no contamos con la presencia del Señor? Veamos, pues, la
importancia de un llevar a un “baquiano” para el resto de este viaje. Consideremos
las bendiciones de su presencia para la conquista del año que se aproxima.
2. Los ángeles no conocen la mente y el corazón. Es cierto que los ángeles cumplen
tareas divinas, pero solo Dios conoce la mente y el corazón del hombre para darle
una adecuada conducción. Moisés estaba persuadido que sólo la presencia del Dios
que les había sacado con portentos y milagros de Egipto, era el único que podía
conducirles a través del desierto y pelear las batallas que tenían por delante. Ya
Moisés había tenido una profunda experiencia con él en el monte Sinaí, como
ningún otro mortal la ha tenido. Además, en este mismo capítulo Dios le va a repetir
una y otra vez que él ha hallado gracia delante de Dios, por lo tanto él sabía que con
nadie más podía gozar de tan plena comunión. El no podría adorar un ángel como lo
haría con su Dios.
3. Los ángeles no responderían nuestras oraciones. En esto hay una verdad suprema.
Un ángel pudiera hacernos compañía, pero por cuanto es una criatura, él no podrá
darnos el consuelo que necesitamos. Un siervo de Dios podrá darnos algún consuelo
y palabras de aliento, pero sólo Dios es el único que nos pueda dar descanso como
se lo prometió a Moisés. Para esto envió el Señor a su Espíritu Santo. Nuestra
comunión íntima no podrá con otro ser creado. Y su comunión íntima es con los que
le temen.
II. NO ES LO MISMO LAS MISERICORDIAS DE DIOS QUE SU IRA v. 5
2. La comunión con Dios debe lucharse. La comunión con Dios no es un asunto fácil
ni se logra con una liviandad espiritual. Con frecuencia requiere de una lucha que
hay que ganar contra nuestra propia comodidad. A lo mejor demanda largos tiempos
de gemir y de quebrantamiento. Es posible que sea una lucha, tipo Jacob, quien no
soltó al varón con quien luchó hasta que no lo bendijo. Israel tenía el tabernáculo
dentro de ellos. Esto les daba una gran confianza y al parecer no se preocupaban de
nada. Pero ahora se va a comprobar quienes eran los verdaderos adoradores, pues
tenían que emprender la búsqueda. Jesús dijo que “los verdaderos adoradores le
adorarán en espíritu y en verdad”. Esto plantea una búsqueda que necesariamente no
tiene que ver con un sitio en especial. ¿Se ha sentido alguna vez lejos del Señor?
¡Emprenda la búsqueda hoy!
3. Esta debe ser la resolución para el nuevo año. Si la presencia de Dios no nos
acompaña en el inicio de un nuevo año, lo demás que hagamos, emprendamos,
vivamos… no vale la pena. Muchas veces nos preguntamos por qué no hay victorias
y respuestas para lo que hacemos o lo que pedimos al Señor. Deberíamos revisar
hasta dónde estoy dejando que la presencia del Señor me guía. La lucha que esto
plantea es la de un Dios que quiere guiarnos para que vivamos victoriosos, y mi
propia voluntad que toma la iniciativa para guiar mi vida. Pero siempre descubrimos
que no podemos guiar nuestras vidas. Que ella necesita del “baquiano” a quien
debemos seguir un día a la vez.