Zanoni v2 n8 1922 Aug

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 24

ZANONI Organo Oficial

DE LA

Rama ZASOSI


A D M IN IS T R A D O R :
6'00
España 7*50 Enrique ¡¡ensaque fiájar
'JJ Extranjero. . ¡0*00 J,
^------------------=----------------------

Núm. 8 Agosto 1922

Conferencia de los Campos Elíseos

liando recorremos las calles, los boulevards de moda o


las callejuelas populares de nuestras grandes urbes,
¿cuánfasTpersonas encontramos que tengan aspecto
de ser realmente felices? Si observamos el desfile de
todas esas caras desencajadas, tirantes, descontentas, veremos
que todas están marcadas por el dolor. La anguslia del alma apa­
rece en la mirada de sus ojos gastados por el sufrimiento. Jamás
una cara tranquila en la alegría de una iluminación verdadera-
nunca una sola cara alumbrada por el contento espiritual. Como
grandes sombras de la tarde, es la tristeza la sombra de todo in­
dividuo.
Esa masa de seres, empujada por el descontento y el dolor,
tiene por guías hombres tan desgraciados como ellos, incapaces
de conducirla hacia la fuente del verdadero contento.
El velo de tristeza pesa aún más sobre el mundo Occidental
que en Oriente. Recuerdo haber hablado sobre este asunto con
un negro que era casi un salvaje, acababa de llegar de Occidente,
y lo que más le llamaba la atención era la expresión dura, huraña,
y triste de las personas con las cuales se encontraba. «¿Es que
no hay felicidad entre estas gentes? preguntó él. ¿No hay más que
tristeza? ¿Les falta esa chispa divina que hace feliz a cada
hombre?»
Efectivamente, hay en el mundo gentes cuya suerte es real­
mente horrorosa, que pasan toda su vida en unas condiciones in­
fectas y sórdidas degradantes para el alma, tanto como para el
cuerpo y que envenenan toda su vida de amargura, creándonos
asi una terrible deuda que tendremos que pagar. Pues, no debe­
mos pensar, ni por un momento, que no seamos todos responsa-
170

bles de esas condiciones que existen a nuestra puerta. Esas gen­


tes desgraciadas que forman parte de nuestra titulada poderosa
civilización (!) emplean su tiempo, desde el nacimiento hasta la
muerte, en ganar un escaso salario. La educación y el descanso,
esas dos grandes necesidades de la existencia, les son negados.
Tienen su espíritu sumergido de tal manera en las penas y las
preocupaciones materiales que sus sueños y sus deseos solo se
dirijen a los falsos placeres de la vida, y estos, una vez obteni­
dos, pierden el poder de fascinarlos.
Toda su ambición se concentra en obtener la posición y la for­
tuna de aquellos que poseen educación, tiempo libre y la fuente
aparente de la felicidad. Sin embargo, estos últimos no son duc- .
ños de la verdadera fuente de la felicidad. Pues, ¿qué es la felici­
dad? En nuestra época, los que disponen de tiempo libre la bus­
can tratando de evadir las cosas serias de la vida, llenando cada
hora con placeres excitantes y pasajeros de todas clases, y lo­
gran bastante bien satisfacer sus necesidades emotivas y calmar
su conciencia poco desarrollada. Esto que es para ellos el objeti­
vo de la vida, es lo que suelen llamar felicidad. Un amigo mío
me dijo un día con cierta amargura, que realmente parecía no ha­
ber más que tres caminos que condujeran al cielo, tener una des­
treza perfecta en el golf, poseer riquezas o brillar en el baile! Ta­
les son aproximadamente, en efecto, las medidas de civilización
por las cuales se rigen las gentes de nuestros días! Así, con un
tal estado de cosas, se pierde la belleza de la verdadera felicidad
espiritual, consistente en la posesión de un alma satisfecha, capaz
de reconocer la verdad y de ver la divinidad en todo.
En medio de ese torbellino de descontento y egoísmo, en me­
dio de ese caso aparente, como la luna nueva en el seno de una
noche de verano, ha aparecido la Orden de la Estrella de Oriente,
naciendo en este mundo:
«Donde los hombres viven y se escuchan gemir».
Es en Beranés, la ciudad santa de los Indos, que fué creada
por algunos entusiastas. Tenía dos objetos: l.° Preparar el mun­
do a la idea de la próxima llegada de un nuevo Instructor de los
hombres; 2 o Preparar sus miembros para reconocerle cuando El
venga, recibirle y seguirle.
La idea de la venida de un gran Instructor no fué una vaga
probabilidad para aquellos que la concibieron, sino una realidad
cada vez más próxima.
Me parece que hemos logrado bastante éxito en cuanto al pri­
mer objeto; nuestro ideal y nuestra creencia son conocidos en ca­
si todos los países civilizados. ¿Cuál es la causa de esa rápida
1 71

extensión? Está precisamente en el número de individuos que la


vida hace descontentos y tortura. Echemos la vista sobre las ac­
tuales condiciones sociales. De un lado encontramos los extremos
de lujo y de riqueza llamados felicidad por el mundo; del otro,
una miseria deplorable, la necesidad, el hambre. El deseo único
de los que poseen es guardar lo que tienen y amontonar más
aún, y aquellos que envidian esas posesiones son impulsados por
el deseo profundo de felicidad aparente que parecen dar. Ni unos
ni otros se dan cuenta de que esas riqueza del mundo son transi-
lorias y que no conducen al objeto final de la verdadera felicidad.
En este mundo de hoy día no existen grandes ideales que den
inspiración a la vida, actuando como grandes fuerzas directoras,
tanto en el individuo como en la nación ayudándoles a alcanzar
un más alto nivel de evolución. Sin embargo, los idealistas, los
que transforman al mundo, son los que crean y son también ellos
los que más sufren, pues las gentes no comprenden lo que tie­
nen que decir. Les debemos lo que hay de más grande en el pen­
samiento moderno y lo que hay de duradero en nuestra civiliza­
ción. Grandes maestros, grandes pintores, grandes escritores han
transformado el mundo, viviendo su ideal; todos somos idealis­
tas en el fondo del corazón y el altruismo nos impulsaría siempre
a ejecutar actos más grandes y más nobles, pero nosotros no vi­
vimos nuestro ideal por que ello nos causa vergüenza.
Los grandes Instructores, desde que el mundo era joven, han
enseñado siempre las mismas grandes ¡deas y las mismas senci­
llas verdades, pero el mundo siempre se ha apartado de ellas has­
ta llegar hoy dia a esta civilización compleja, esta forma de vida
orgullosa y poderosa, que parecía más bien deber derrumbarse
y ser enteramente destruida, si se pusiera realmente en práctica
una sola de estas sencillas enseñanzas. Pongámos como ejemplo
uno de los últimos mandamientos dados por el Cristo: «Amaos
los unos a los otros». Si se siguiera hasta en sus conse uencias
simples y lógicas, no toleraríamos ni un s lo instante guerra de
ninguna especie, sean las de las armas, o aquellas disfrazadas ba -
jo el nombre de «penetración pacífica». Tampoco alentaríamos
ese patriotismo que engendra el odio y la envidia hacia otra
nación.
Tomemos igualmente el mandamiento lleno de compasión del
Señor Buddha: «No matéis, por piedad y por temor de abatir la
más humilde cosa en el transcurso de su marcha ascendente».
Imagináos que nosotros obedezcamos literalmente este manda­
miento en nuestra vida diaria, haríamos que se derrumbara sobre
nuestras cabezas todo el edificio de nuestra civilización frágilmen
m
te eqtHlihi'órtó-. Yo quisiera que os filtráis enrula de que M actnii
ramo* ueumte e©n el más modesto de nuestros principio», se
nos haría easi imposible vivir <m este mundo sin principios. Nos
encontramos, después de 1 000 anos de civilización cristiana, vu
e a posición degradante en que parece más cómodo y oportuno
dejar a nn lado las enseñanzas del Críalo, Es en cale mundo tle
compromisos, donde laa grandes acciones no suscitan más que d
odio \ el desprecio de los egoístas, donde las buenas acciones y
el bien pensar parece solo traer reveses y sufrimientos, aún a los
inocentes, que ha nacido la Orden de la Estrella, trayendo un ro
yo de esperaras. Su mensaie tocó la imaginación de aquellos pa
ra quienes la vida parecía Imposible vivirla. Ellos esperaron, que
et Maestro divino daría ai mundo un nuevo ideal, una nueva vida,
una nueva comprensión de la humanidad y nuevos ojos para bus
ear la verdad y la felicidad eterna; y yo creo que. en efecto, asi lo
haría El, Ellos miraron hacia El como a nn Jefe, a cuyo voz de
m<md© ellos sacridcarían sus posesiones melorcs y más precio
••••> si con e U> habían de encontrar esa fuente de la felicidad luis
cada a través de los siglos. Enes es la felicidad, lanío la felicidad
transitoria como aquella queda el contentamiento del olma, el ob-
’c^vo de toda ta humanidad y es en busca de esta felicidad que
' ares de personas, por el mundo entero, han entrado en la Or
den de la Estrella de Oriente, l.a curiosidad es verdad, ha desem
roñado un importante prpcl en la formación de la Orden. Aún hoy
•ósmo, se «ve dice que una veintena de personas se han inscripto
como miembros tus;asneóte para oir lo que yo tenía que decir. Es-
o ssse parece serta úuíieaeión de una extraordinario falta de cont
vrcríúV - de loque es a Orden No os un lugar donde la curiosi­
dad pueda qssedar satisfecha ni donde la inteligencia pueda donii-
La Orden dob'Vra ser, ñor , contrario, un terreno de en-
twnanñemí© para todos aqueí'os que creen en la próxima venida
de un gran Ir.ssrueüor como un hecho definitivo, incomprensible,
•rea;"biabe, y que poseen una fe fuerte como roca erguida en la
tempestad,
Cucando aasesíra concepción era nueva y llena de esperanzas,
si*.■ eáaaStdad de perpetras se pusieron a trabajar con entusiasmo
¡pon- 0<aEstírela,, con toda su energía. Nuestro único deseo enton­
ces era ver «pte ¡ia Estíre! s lograra crear un estado de cosas nue-
v© y irods asp-anteal y hacer llegar un poco más de luz a la vida de
lia geante* Tentemos tféen lia venida, nuestro entusiasmo se parecía
a Da ¡jarñraanpcra, oaaanóo una vida pura palpita en lodo el mundo a
!r©<is de Bodas Das enaltaras,, cuando todo está Heno de alegría y
affüe lia feifciáad Sirredia em Sedo su glorioso esplendor. Como todo
ffi

lo que es nuevo y lleno d » tu**/,a, h é m w dm y


con una te grande; desde es« eotnfeftgo pm § m
espléndido comienzo- tm habido tim <?í a iw&sv<9 ¿roto
Blasmo y una faifa de aquella e m / g í a q m m § fetó# róte^tfíteé» <fli
principio- Sin embargo, al pres##!# te y & r m t e aroro <*ro<§ffl&te rote--
qufna que se extiende por foda Sa fierra, «lite roi»ftú¡¡r# \v<§¡few
tad y nos apercibiremos de sos ea¡paeidsdá« 'y^'áiátíW'oMTOVite ¿ 4
mírabies cuando la hayamos revivido de rorosw é$ro iftttsqM» Miite y
con nuestro ardor, feríase e#í «s^tevog^utíte, ^wesjüiiwiara *<$$$
jado, exlendíendo susmiewb- -s por fottes liáis pautes dte; giteífo?,
presto a despertar a nuestro ío - e y a rodflestfi»® éffiltero, fttes&ite--
:;;oa de ese fuego sagrad© que fcsc-e de testes ites «$>íate <$u*es&at>
eternamente nuevas, pues bewos per'dido ¡¡*s«s> ro|R^e<9 ármate
energía creadora que hizo tm & r Ha ©refero, ¿t&tel <&§> te iiassro de
ese triste cambio? Reeorderofldd**-pm $> <eiWftWtílí>í^<fllMÍite -#Hg
un ideal en sí es ín ú n i sí uso se poro® ero pv&siite, y m cte « u
lo que faltamos casi todos, fewetwosijws ¡¡iteroxvá^pdteífiue lias «ab­
rías bellas s« bastan en sí iwfeiroets, ¡jar© 0W imty ro«$Mus cqti>’ ssmi
ella» no bastan por sí soites, Es ¡is^teulteilros «ti jRi^fltteu cftsmíiteu-
zadamenfe. día tras día, eotftrt» poaftnamsro lib ra r a: al£»>«ti
este mundo, El entúsíasiwo debiten» sar sííattíñus «ntitM.» w !itf>tíwmi
vo, Cuando el enfusiasuro© no «wmaHb® sro áltente «ti te awitón.
se hunde en la» bromeas <áte «mu» «ttftStí'Míbfedi ¡««atero >>■¡muque
3 PO C O .
Esto nos condoee ai seganaíl©<sftjBfe>da te ÜSabiqH*:: te jflngnrts»v
d éti individual, C®¡*© toe ditófa®tosas ¡w»p. ÜwnxísstetetaUíi. ,i¡ ¡mi
¡íimccso, bastante éxito e® tastsraitosí! píiluufir <tikjj»U%> Hfotra» ^poteitiu
mnaeslrBScftencias a "rav&s dteil ¡mátete yefhnw itenísms» <umusaten
disposición orna otrgm&za&ám imuitcSs U, pwi®t e pw.'íqsmtii' im>dte
be ya seguir atosorváaná® díte sojas ii©ííí»inusal!3 í¡r ■ ¡sgitm.iB&tof,-
isa® ahora voüwmwí® toante liasflautsas.. sibr. imtedlffWt cite{plumar­
io®® a nosotros ranñsra®® ¡paira; üaaaiiBiSHv all Whieutitu \y-u ísqpilifb'
ínizindo Ei vesEga, Hrnxs® «¡lumitl© (puqfa«i<it'tel immttí»«\iítoi)iar ¡uv-
m®rara vez eontseaittesssen: <sffjg¡nriga>' «i¡ ¡miitdbiiiiUsíuir-qieemrnnv-
(EUBaantíiras dentrna (¿le nnoafitaiioiK. Tama» tcrmais roa» ssau«tni.. Bíirsims
ihukbS© da. poner ean ¡¡nrásritta iiiiiísitsaistnraiattdd&uniistUxlb.’ miiictrrctbJ
ffinaüite «'panas- reaiHMESife; Iba wllia. «^Jftnxqig. iTn»iirc^íuirimnaja,
(&tenr.<0® psraqpairani*yv¡i,5’ /¡JMwxu ro®simaffi inícaniim» ¡íe Iiu Ifsthai
UhfiP¿No SsesEio® eiífTraákoi aro Un(Btidlsni iranm <tiiiirmm !iuemln curvei•
«Sai?» A este y® irespnn&arfi»:: Cuamiui mitra» pnjrvwQzmtineaTnmiVi’'
sica <i!e alisa efiaolgüim ^asasu» irawaUBátai ai -mU}»pmífiiiirianwnt<??
¿psds-te em uansíi-flinas Hasaiprtiuu: dk' iTEfjramii» itndbnttórammsitÉe te
sai imfetea-a? ¿Ptoriteira®. ¿ipiTüraítiiísiuml Eiiihí11muiltr lh» iiiffuiIfut-tiij;
174

liezas que componen una obra maestra? A no ser un genio, ello


necesita seguramente una preparación especial y una educación
gradual del oído.
Igualmente, para poder responder inmediatamente a la noble
llamada de un maestro de composición, se necesita Una ardua pre­
paración y una particular compresión. ¿Pues nuestros prejuicios,
nuestras dificultades mezquinas, desaparecerían en el momento
para hacer lugar a nuestro ser verdadero? No, hemos enterrado
deliberadamente al Dios en nosotros por medio de años de vida
inconsciente y ahora solo por años de espiritualidad laboriosa y
voluntaria es como la divinidad interna podrá responder al Dios
Encarnado.
¿Somos todos capaces de ejecutar esta acción divina? Cierta­
mente, ella es muy superior a nosotros. La preparación inmedia­
ta de nosotros mismos consiste en alcanzar una determinada ac
litud hacia la vida. Hagamos de manera que esa actittud se apro
xime, aunque sea en su pequeño grado, a la del Cristo, del Señor
Maitreya, de Shri Krishna, como El es llamado en Oriente. Esta
actitud interna se manifestará de diversa manera según el tempe­
ramento de cada uno, pero su esencia permanecerá idéntica en
todos, inalterable y pura. Una vez que esta actitud sea la nuestra,
veremos como, cualquiera que sea nuestra posición en la vida,
nos volveremos modelos para nuestros Hermanos. Aquí debo
explicar lo que yo entiendo por «modelo». Recordáreis que cuan­
do el Cristo reunió a sus discípulos El les encomendó que fue­
ran la luz del mundo y que actuaran con pureza de corazón y
pureza de espíritu.
Esta es mi idea de un modelo A mi juicio los miembros de la
Orden debieran ser capaces de volverse instrumentos de auxilio
impersonal en todos los ramos de la vida. Quisiera que os fijéis
que hago hincapié sobre esta palabra impersonal; porque la ma­
yoría de las personas son muy personales. Tratan de no serio en
aquellos asuntos que no les afectan, pero en aquellos que les con
ciernen lo son extraordinariamente, hasta el extremo, y su punto
de vista personal les impide ver le realidad. Un miembro de la Or­
den debiera ser para todos los seres una fuente no de felicidad te­
rrestre sino de la verdadera felicidad espiritual.
Y ahora, ¿cuales son las cualidades requeridas para obtener
esta actitud, que, una vez alcanzada, nos había de colocar sobre
una verdadera cima de iluminación? No aquella iluminación que
proviene del conocimiento egoísta que busca la perfección del al­
ma para librarse de la rueda de renacimientos y muertes—esto a
mi juicio no es más, que perfeccionamiento personal y nada más
175

sino aquella iluminación que alumbra al alma de aquel «cuyo co


zón es grande y que, deseando el bien de todo le que vive, traba­
ja en ello sin cesar». Es sumamente difícil hablar de un modo pre­
ciso de la evolución hacia aquella actitud de la cual he tratado.
Ella está en nuestro propio perfeccionamiento, en el esfuerzo de
regular nuestros pensamientos y nuestros sentimientos sobre una
base espiritual e impersonal. Si deseamos llegar a alcanzar esta
actitud, es necesario que tratemos de hacernos sobrehumanos, de
tener el punto de vista de Dios respecto a las trivialidades de la
vida. De aquel Dios a cuyas llamadas, bien sean grandes o peque­
ñas, debemos ser capaces de responder, poniendo de lado, con
determinación, todos nuestros gustos personales, aquel Dios tan
grande y tan divino que sólo aquéllo que de mejor tenemos pue­
de aceptarle: «A la luz de Su Santa Presencia todo deseo se des­
vanece, menos ei deseo de ser semejante a El». Es necesario, pa­
ra alcanzar esa actitud, que desarrollemos en nosotros una vista
amplia e impersonal de las cosas y que nos demos cuenta de que
hemos olvidado muchas verdades y estamos rodeados dé irreali­
dades. Debemos hechar a bajo la gran barrera que separa al hom­
bre de Dios, su Yo divino. Debemos discernir lo verdadero de lo
falso, en otros términos, lo que es esencial de lo que no es esen­
cial. La Vida de un miembro de la Orden debiera estar, a mi jui­
cio. completamente dominada por esta idea de discernir lo verda-
dadero de lo falso. Yo sé que lo logramos en algunos casos fáci­
les, pero me parece que nunca empleamos el discernimiento en
nuestra vida diaria. Sin embargo, en ella es donde yo desearía que
los miembros de la Orden ejercitaran esta particular cualidad. Allí
es, en las cosas corrientes de la vida, donde ellos habrán de en­
contrar que el discernimiento entre lo esencial y lo no esencial
es más difícil.
Recuerdo cuando yo era niño que el Sr. Leadbtater siempre
me decía: «Nada tiene gran importancia y la mayoría de las co­
sas no tienen absolutamente ninguna». Cuya frase -ha quedado
grabada en mi memoria y que ninguno de nosotros debiere olvi­
dar. Vivimos de las cosas irreales, nuestra vida entera, desde el
nacimiento hasta la muerte, es una continúa irrealidad y un con
linuo sufrimiento. Diréis que la culpa no es nuestra, sino de las
circunstancias. Yo creo que. al contrario, si sufrimos es por
nuestra culpa. Algunos entre nosotros logran darse cuenta de las
cosas que no son esenciales en la vida, pero hay otros que se en­
cuentran tan sumergidos en la ilusión que no pueden ver el puro
horizonte de lo real. Veréis que es siempre la voluntad la que fal­
ta. la voluntad de llevar a cebo ciertas determinaciones hasta el
176

fin. Un día decidimos efectuar determinadas cosas, y al día si­


guiente pasó como un sueño, y continuamos en las mismas anti­
guas condiciones de miseria, sumergidos en una atmósfera de
irrealidad e ilusión llamada Maya en la India. La mayoría de no­
sotros pasamos nuestros días en trivialidades extraordinarias.
Nos levantamos con la resolución de vivir a la altura de lo que
hay de mejor en nosotros, pero pronto nuestro yo inferior se
impone.
Recuerdo una vez en la India en que un hombre meditaba en
la azotea de su casa mientras cinco o seis de sus hijos jugaban y
se debatían quizás ruidosamente, abajo en el jardín. El padre,
molestado en su meditación, bajó, hechó mano de un látigo y se
puso a pegar a ios niños—¡él, que estaba meditando sobre el Ser
supremo! Fui testigo de esta escena y me chocó que un hombre
pudiese en plena meditación, descender tan rápidamente a una
trivialidad como la cólera. Aún ahora, no comprendo como la
gente puede dejarse llevar a caídas tan bruscas, jy todos estamos
sujetos a ello! Todo nos irrita, no por exceso de sensibilidad si­
no por falta de desarrollo.
Veamos otra debilidad de nuestra vida diaria. Pasamos nues­
tros días en una especie de vago sentimentalismo devocional, en­
tregándonos al sentimiento en lugar de hacerlo a la acción. |Yo
mismo lo he hecho, luego lo sét Eso es trivial, no es esencial y no
es sentimentalismo, aunque todas las personas devocionales se
inclinen a ser sentimentales. En mi espíritu, la devoción es cosa
muy distinta. Es un acto que tiene el valor de la purificación. Si
sois devotos en el verdadero sentido de la expresión, no podréis
nunca ser sentimentales. No podréis jamás perder vuestro tiempo
sentados ante una imagen, en una especie de vaga beatitud! Eso
no es devoción, es simple sentimentalismo, la peor forma, a mi
juicio, de la devoción. La verdadera devoción que es siempre pu-
rificadora, debiera inclina'r nuestro corazón y nuestro espíritu a
responder a la belleza de todas las grandes acciones e incitarnos
a imitarlas. Ella nos hace elevarnos a un plano desde el cual po­
demos percibir claramente lo que es bueno y lo que es malo, sin
ser sacudidos por nuestros prejuicios personales, discernir lo que
es esencial de aquello que no lo es, y donde nuestro espíritu, pu
rifjcado de toda debilidad, llega a una firme determinación.
La devoción se asemeja a un canto que se eleva en una atmós­
fera luminosa, donde todo es puro, donde reina la divinidad, don­
de la razón cede el puesto a la intuición. Ella debiera producir en
nosotros la energía creadora que nos da todo el poder para vol­
vernos grandes. La devoción hemos dicho, es actividad purifica-
177

dora y da la facultad de discernir las cosas esenciales de la vida.


La mayoría de nosotros está atontada por aquello que los Budis­
tas Mahayada llaman: «El perfume déla ignorancia», imagen jus­
ta, pues la ignorancia se difunde y se propaga como un perfume.
Somos cual niños que juegan con sus juguetes, tomándolos por
cosas reales, y no son más que los sufriniientes y las adversida­
des que nos nacen de la infancia y nos dan una idea de la espiri­
tualidad una, en todas las vidas.
Carlyle ha empleado una frase curiosa: «Para el ciego, dice,
todo objeto es repentino». Para el hombre que es ignorante, para
aquel que no quiere ver la verdad, la vida reserva extraños obstá­
culos a cada vuelta. Se marcha como un hombre perdido en un
país desierto lleno de emboscadas y de desastres ocultos, erran­
te por los pantanos de la ilusión e ignorante de los escalones de
la verdad que habrían de conducirle hacia la luz y la seguridad.
Eso es loque Carlyle quiso decir con esta frase: «Para el ciego
todo objeto es repentino». Pero recordaos que todas las cosas
son reveladas a aquel que ha visto la luz.
¿Cuál es entonces nuestro objetivo? A mi juicio, el fin a la vis­
ta para nosotros todos es volvernos seres perfectos que se den
cuenta de que su alma es divina y reconozcan lo divino en los
demás. El hombre ordinario es aquel que hace resaltar el senti­
miento de la preparatividad. Cuando se observa la cúspide de una
montaña desde diversos puntos de vista y a ángulos no acostum­
brados, parece que cambia, pero sin embargo permanece siempre
idéntica a ella misma. El que quiere ser perfecto debe esforzarse
por vivir continuamente en la «cima» de su alma, es decir, por so­
bre del humor cambiadizo de la personalidad. Debe sostenerse
siempre sobre la cúspide sublime desde donde puede mirar sin
perturbarse, a sí mismo, y a los demás. Él debe sumergir sú indi­
vidualidad en una compasión universal.
Tratad de daros cuenta de la inmensidad de la vida, poned en
práctica la presencia de Dios en vuestra vida diaria, no tratéis de
e-nconlrar la felicidad en las cosas pequeñas, pues nunca la en­
contraréis allí. Pero buscad la sabiduría, buscad 'a felicidad, en lo
infinito, entonces lograréis la verdadera espiritualidad que no re­
conoce limites.
Salid de esta conferencia con la resolución de vivir una vida
distinta, de buscar una diferente felicidad y de alcanzar lo verdad
que habrá de alumbrar verdaderamente vuestra alma..
compasión, ne n-a toda o
za infinite] ea

(Conferencia dada en París el 27 c¡< Je 1921).


L o s maestros y sus métodos
de instrucción

extraño desarrollo alcanzado por la Sociedad Teo-


sófica en todo el mundo, ha dado lugar, necesaria­
mente, a un ansioso deseo por parte de los fervientes
teósofos, de más detallada información respecto a
aquellos «Hermanos Mayores» de la Humanidad, a quienes co­
munmente designamos con el nombre de «Maestros». Al princi­
pio, en la imaginación de la mayor parte de nosotros, fueron
Ellos entidades sumamente misteriosas. El Maestro «K. H », de
quien estuve autorizado a hablar en los primeros libros que die­
ron al mundo un bosquejo de «La Logia Blanca», (para usar una
expresión convenientemente comprensible), fué por largo tiempo
el único de su gloriosa Fraternidad, cuya personalidad fué disfin
guida, en algún sentido, en nuestros pensamientos.
Luego hubimos de conocer al Maestro «M», cuyo nombre per­
manecía parcialmente encubierto por la inicial. Pero muchos de
nosotros hemos tenido contacto durante los treinta y tantos años
que han transcurrido desde que la Sociedad Teosófica se arraigó
como organización permanente, con muchos otros Maestros dé­
la Logia Blanca, y aunque es deseable guardar aun alguna reser­
va sobre el asunto, es. sin embargo, igualmente deseable, por
otro lado, que los fervientes miembros de la S T. fueran capa
ces de formarse una más clara concepción mental de la condición
de Maestro—y aún de los superiores grados de la iniciación—que
lo que está contenido en la corriente literatura teosófica. Estoy
seguro, además, de que los mismos Maestros desean ser mejor
comprendidos, en la Sociedad que ellos crearon, lo que fué posi­
ble en un principio. Mi propósito presente, por lo tamo, es tratar
el asunto más libremente de lo que ha sido hasta ahora y mos­
trar cuán intimamente se hallan mezcladas las actividades de la
Logia Blanca con los negocios del mundo, de cómo los Maestros
son mucho más numerosos de lo que se supuso al principio, y
cómo ellos se especializan al tratar con las múltiples secciones de
la vida humana, en tanto que trabajan conjuntamente en absoluta
armonía de propósito, de cómo sus divmos aspectos—según los
consideramos desde nuestro punto de vista-están mezclados
con un aspecto intensamente humano a medida que nos tratan in­
dividualmente, y de cómo Ellos, a su vez, están guiados en su
acción por una Voluntad aún más elevada.
No podemos valorizar Su poder y conocimiento si lo compara­
rnos con el nuestro, ni podemos aprecir Su limitación aunque nos
eslorcemos en colocar en la imaginación los más allos planos de
conciencia en los que predomina la suprema ley divina. Tampoco
podemos hacer juslicia fácilmente a Su benévola simpatía para
con los discípulos humanos que luchan hacia lo alto por más ele­
vada vida espiritual. En ese sentido, Sü aspecto humano es admi­
rablemente puesto de manifiesto.
El nivel del Maestro, en la iniciación, es un estado perfecta­
mente definido en el sendero del progreso espiritual, pero en nin­
gún sentido es un lugar de descanso. El próximo gran estado (en
el que intervienen iniciaciones superiores a la comprensión c o ­
mún), es la de los llamados «Padres», (o por un término equiva­
lente en otra lengua). Y estoy seguro, aunque la ¡dea está total­
mente más allá del entendimiento humano, que el intervalo, como
representación del poder, conocimiento y experiencia cósmica, en­
tre la condición de Maestro y la de Padre, es, sino menos, como
la que existe entre un hombre de ordinaria cultura de nuestra raza
y un Maestro. En los últimos años han habido numerosos ascen­
sos del nivel del Maestro al de Padre, pero un ascenso semejante
de ningún modo separa al nuevo Padre, de los discípulos, acti­
vidades y efectos personales contraídos cuando estaba en la con
dición de Maestro. Desde nuestro punto de vista, Él es todavía el
Maestro; así, al pensar en Ellos, debemos saber que necesitamos
ser curiosos respecto a su absoluto grado de elevación en la Po­
derosa Jerarquía.
Un hecho común, no conocido por lo general, por todos los
miembros de la Sociedad, es este; que existe un Maestro definida -
mente identificado, o al cuidado de cada gran país o nacionalidad
del mundo. Así, he tenido algún contacto con un maestro inglés,
con un escocés y ün irlandés; también con un Maestro americano,
como así mismo con más de uno que se especializa en la custo
dia de los Estados Unidas. Conozco igualmente a un Maestro ita­
liano y a uno francés, y en todos dichos casos, el Maestro en
cuestión, aunque pudo haber alcanzado aquel grado en épocas in­
decibles y haya usado numerosos cuerpos físicos en el pasado,
toma encarnación en uno perteneciente a la nación o raza sobre
la cual se compromete a presidir El reside, por lo general, en'la
capital de dicho estado, y de esta costumbre proviene una absur­
da noción, que prevaleció entre los teósofos en una época en que
la condición de Maestro fué muy mal comprendida, y es. de que
ningún «adepto» podía soportar el depravado magnetismo de las
grandes ciudades. En muchos casos - y nos cupo oir hablar de
ellos al princicio—ciertos Maestros han hallado conveniente, en
lo que a Sus cuerpos se refiere, residir en las remotas comarcas
180

del Himalaya. Sus trabajos han reposado enteramente en los pla­


nos superiores y todos tocantes al mundo, bajo condiciones que
implican el uso habitual de los mássútiles vehículos de conscien­
cia, pero Ellos pueden, y muchas veces lo hacen, materializarse en
medio de la apiñada humanidad. Sería muy pequeño el «Adepto»
que no pudiera resguardarse de las bajas influencias magnéticas.
Evidentemente, por leyes que rigen el mundo oculto, los Maes­
tros nacionales no pueden dejar traslucir a las personas vulgares
que les rodean, quiénes son en realidad. Es completamente deses­
perante, para quienquiera que no sea de Su propia orden, poder
identificarlos.
A fin de guardar a mis lectores de una posible confusión de
pensamientos, me permito recordarles que existe indudablemente
un sér del orden de los Devas, identificado también con cada gran
nacionalidad, pero él está enteramente en una distinta línea de
evolución.
Un Maestro, cuya labor está principalmente en América, ha ac­
tuado muy especialmente ayudando a guardar los vapores que
conducían tropas de los Estados Unidos a Francia/contra los
ataques de los torpedos durante el trayecto. Las fuerzas negras y
blancas, en los planos superiores, están durante todo el tiempo,
tratando de encaminar ias fuerzas físicas a sus propios fines, y la
forma en que, durante toda esta guerra, los poderes de toda la
Logia Blanca han estado en tensión, resistiendo el ataque saláni
cu, es aún mal comprendida por la humanidad que debe a es
' listante protección el haber escapado al desastre final El M
tro a quien nu he referido recientemente, ha sido identificad c
el continente americano, desde que fue parte del aún más grande
continente Atlántida. El está ligado en una forma m y curiosa c- ■
el pe ico. Y . slo c e lleva a hablar de una condicíót re
iacionada con e¡ estado de Maestro que en un principio parecí
muy eiubrc «da. Los cuerpos físicos de ios maestros alcanzan
frecuente mente edades extraordinarias, para ser contadas por si
glos más !>;• n que por años. Esto, en realidad, no implica un in­
comprensible milagro.
Durante nuestra juventud todo . estamos bajo la influencia de
una fuerza que la ciencia no ha catalogado aún, la cual sirve pa­
ra el crecimiento y el perfeccionamiento. Cuando hemos crecido,
continúa actuando por algún tiempo, manteniendo el cuerpo en
buenas condiciones de trabajo. Luego, en el curso natural de la
vida del presente estado de evolución, cesa de afectarnos aque­
lla fuerza, posesiónase de nosolros la vejez, etc. etc. Los Maes­
tros conocen esa fuerza, entre sus propias adquisiones inleleclua-
Í8i

les y la pueden retener o alejar a voluntad.^Mientras es atraída,


Sus cuerpos no denotan ningún signo de vejez. Muchas veces,
por razones, relacionadas con sus trabajos, deben desechar un
cuerpo y tomar otro, pero no están obligados a hacerlo bajo nin­
guna obligación natural.
Es conveniente que el común de la humanidud no conozca la
manera de perpefuar la vida física. En nuestro estado de desarro­
llo, nuestros cuerpos no valen la pena de ser perpetuados, mien­
tras que si hacemos el mejor uso de ellos en el tiempo usual, la
ley kármica nos lo dará mejores en nuestras próximas vidas fí­
sicas.
Los Maestros no ligados definitivamente con determinadas na­
ciones, deben preparar el mundo en general mediando en sus ne­
cesidades a medida que vayan cayendo dentro del campo de Mus
especialidades. Así, un Maestro de quien se lia estado hablando
tan libremente que sería afectación evitar usar su nombre—el
conde de Saint Germain—ha estado ocupado en Rusia, desde que
estalló la revolución, tratando de mitigar su horrendo desenvolvi­
miento y pienso que El sería el primero en admitir, que con esca­
so éxito hasta ahora. Es un error suponer que El ha obtenido el
grado de Maestro recién en esta vida. Creo que estuvo en aquel
nivel eu pasadas épocas, pero El ha estado tomando encarnacio­
nes parciales durante los últimos siglos pasados. Estas se pue­
den hacer remontar, por medio de la última—Francisco Bacón—
a varias personalidades que se distinguieron durante la edad me­
dia. El misterio está un poco más allá de la común comprensión,
pero esa serie de vidas, aunque por cierto una ser.e continua,
nunca absorbió, en el fondo, más de una parte del gran Maestro
Espiritual. Estoy seguro de que hubo un tercio de El en Francis­
co Bacón, una magnífica encarnación toda ella. Muchos Maestros
trabajan en este sentido. Indudablemente, en un nivel algo más
bajo que el de Maestro, esta práctica es hacedera. Y un Maes­
tro, si E! lo considera conveniente, puede ocupar, por así de­
cir, más de un cuerpo al mismo tiempo. Esto hace que la identifi­
cación de un determinado Maestro en el plano físico sea asunto
de extrema dificultad.
Debemos comprender esta posibilidad de una manera más aca­
bada. Los Maestros tomaron encarnación algunas veces, por ra­
zones especíales, en muy humilde nivel humano. Conozco un ca_
so impresionante en sumo grado. Para cumplir algún propósito de
la Logia Blanca, cierto Maestro, (no identificado con ninguno de
los hasta ahora referidos en la literatura teosófica), tomó naci­
miento como esclavo en Roma, duran e el período domiciano.
182

Posteriormente, llegó a suceder que tuvo que ser llevado a la are­


na del Coliseo en compañía de una turba de cristianos para ser de­
vorado por las fieras. Siendo lo que El era, podía, sin duda, ha­
ber escapado de Su cuerpo tan fácilmente como cualquiera de no­
sotros se saca una chaqueta, y no hubiera sido una inconvenien­
cia dejarle una presa a los leones. Pero él vió que permaneciendo
en ella, y usando Su poder como Maestro para pacificar las ago­
nizantes aprehensiones de la turba que le rodeaba, podía salvar­
les de los crueles sufrimientos de la Ordalia. Por esta razón El se
dejó estar, y (aquí tocamos otro misterio) trayendo hacia sí las
vibraciones de terror de los demás, sintió de hecho el intenso do­
lor de estas vibraciones. El aceptó ser muerto conscientemente
por un león.
No es ésta la única historia de la especie que podría cilar, pe­
ro ella es suficiente para mostrar el extremo inegoísmo («desinte­
rés» es una palabra inadecuada), el cual es uno de los sublimes
atributos de la condición de Maestro. Por lo que a mí se refiere,
siempre he considerado el incidente de la arena como la más pro­
digioso lección de ética oculta que jamás haya recibido.
El Maestro K. H., a quién especialmente pertenezco, está pro
minentemente relacionado con el progreso espiritual de la huma­
nidad. Por eso es que hallamos en El la elevada influencia parti­
cularmente relacionada con la Sociedad Teosóflca.
En tiempos de la Aflántida, El se halló ejerciendo por lo gene­
ral exaltadas funciones sacerdotales mientras Su grande «herma­
no» M. (especializado en ei Poder) estuvo encarnado en tales épo­
cas como un gran Rey o Emperador. Otro Maestro—«H», nos
servirá para identificarle—está, entre otras especialidades, a car­
go del movimiento conocido por espirilualismo. (*) El ha estado
a su cargo desde un principio, y aún antes; porque ello fué delibe­
radamente delineado por la gran Logia Blanca colectivamente, pa­
ra reprimir el creciente materialismo del siglo veinte. Ello fué, tan
deflnidamente como la Teosofía, un movimiento de la Logia Blan­
ca, de la cual fué proyectado que la Teosofía fuera su secuela na­
tural. En vista de este estado de cosas, es sencillamente ridículo
el mutuo antagonismo en este plano, entre el Espirilualismo y la
Teosofía. Los espiritualistas, rehusando creer en los Maestros y
Sus enseñanzas están combatiendo contra su propio esclarecido
Jefe. Los teósofos, mofándose del Esplritualismo, están insultan­
do la sabia política de la Logia Blanca que declaran reverenciar!

(*) Indudablemente el Maestro Hilarión citado en la Revista «So-


phia.»—N. de la R.
183

Por otra parle, es insensato pasar por alto la espléndida obra


que ios espiritualistas han hecho al mundo al convencer a milla­
res de incrédulos que existe otro plano de existencia, otra vida
después de esta, y es realmente insensato por parte de los espiri­
tualistas desdeñar el don de mayores conocimientos corcernien-
fes a aquel plano y vida, qüe Ies ofrece la Teosofía.
El Espirifüalismo habría sido ei natural camino conducente a
la Teosofía si la relación de ambos no hubiera sido desgraciada-
damente mal dirigida en este piano desde un principio.
Ciertos miembros de !a Gran Logia Blanca de muy elevado ni­
vel, están relacionados con el progreso del mundo en lo tocante a
la ciencia, la literatura y el arfe. El «Maestro» científico (una de­
signación nieior sería más acertada) es el canal por donde todo
nuevo descubrimiento e invención (de una especie definida) fluye
naturalmente. El inspira los descubrimientos en las épocas apro­
piadas. En el conjunto del programa divino, grandes bloques de
conocimiento natural están designados para ser diseminados en
el plano físico en períodos definidos Jamás es consentida la exfe-
riorización de descubrimiento fuera de estas divinas limitaciones.
Es menester conquistarlos, porque el Maestro A (llamémosle así)
no utiliza a ios hombres de ciencia como autómatas o como telé­
fonos. El vigila la intención de sus investigadores, pudiendo in­
dudablemente inspirarlas, e inculcar luego en alguna mente recep­
tiva una nueva idea a lo largo de esa línea de investigación. Eso
no quita en lo más mínimo el mérito del descubridor. Este nunca
habría podido recoger la inspiración a menos que hubiera desa­
rrollado la capacidad de su Ego hasta el necesario grado de per­
fección.
Poco conozco acerca de la manera en que trabajan los maes­
tros artistas, y no he de intentar describirlo.
Lo que he escrito no es sino un inperfecto bosquejo de las con­
cepciones que he sido capaz de formarme de los Maestros y de
sos trabajos, en los treinta y pico de años qüe estuve ,en contac­
to con Ellos, nunca más estrechamente que ahora Pero en lo me­
jor de este piano de conciencia sólo podemos tener un pálido re­
flejo de algunos rasgo de la vida de la Logia Blanca, En sus a s ­
pectos más superiores, el simple cerebro físico no puede bastar
con sus limitaciones. Pero en todo caso, es evidente que no pue­
do ahora pasar a discutirlos «métodos de instrucción» adoptados
por ios Maestros.
Esa parte de mi tema debe aguardar otra oportunidad.
A. P. SINNETT.
(De «The Messenger»)., (Trad. de R. Arturo Ruy).

A p a r t a<^°>
Una corrida de foros en España
POR EL TKNIbNTE CORONEL H. A. NEWELL
'Del ejércilo británico)

asta que visité España tenía una noción muy vaga de


lo que es una corrida de toros, y no lenta formado
ningún juicio de sus características actuales. En co­
mún con la mayor parte de los extranjeros, creía yo
una corrida de toros como un deporte nacional español, peligro­
so quizá, pero limpio y noble. Además estaba en el error de Ima­
ginarme que era una institución tradicional de considerable anti­
güedad.
En realidad, tal como hoy se la entiende, la corrida de toros
no se remonta más allá del siglo XVIII. Madrid fué la primera
ciudad que edificó una plaza de toros. Esto era en 1749. Ahora
hay más de doscientas, esparcidas por todo el pats. Barcelona se
jacta de tener dos Prácticamente, toda ciudad de alguna impor­
tancia tiene su plaza de toros; un circo vasto y al aire libre, ca­
paz de acomodar de diez a doce mil espectadores- El modelo
adoptado es ei del circo romano, con la modifiacción de que éste
era elíptico, y la reproducción española es circular. En los pue­
blos en que aún no han podido edificarlo, se cierra con barrica­
das la plaza del marcado local, y se la utiliza para tal fin.
Hace muchísimo tiempo que se verificaban festejos públicos en
las provincias vascongadas, en los cuales los hombres lidiaban
a los toros, y esto era corriente. Se realizaban actos de destreza
y hasta de temeridad, sin infligir ningún daño o lesión a los ani­
males que se corrían. Es posible que este deporte vasco, antiguo
y típico, inspirase a los españoles la idea de introducir una fiesta
parecida en el interior del país. Es más probable, sin embargo,
que sobreviviesen reminiscencias de aquellas antiguas pugnas de
gladiadores, que llevaron a España tos romanos. Esas reminis­
cencias no es extraordinario que sobreviviesen en ün país donde
subsisten tales restos como los inmensos anfiteatros remanos de
Tarragona é Itálico, cerca de Sevilla. También, al parecer, la sed
impulsiva de presenciar derramamientos desangre, es una heren­
cia de aquellos dias de craeles y sanguinarios combates entre
hombres y heslias feroces.
El lidiar toros, tal como se practicó en la España medioeval,
era un caballeresco ejercicio de armas. Participaba él de la natu­
raleza de las justas y torneos, y era una prerrogativa exclusiva
de la nobleza, que lo consideraba como un medio de fomentar la
habilidad ecuestre y la destreza en el empleo de la lanza- Las re­
glas del deporte estaban de acuerdo con el espíritu caballeresco
de los tiempos. El caballero entraba solo en la arena, a caballo y
armado de lanza. Que no todas las probabilidades de salir con
bien de la empresa estaban de su lado, lo prueba un antiguo do­
cumento, una crónica que nos dice que, en 1512, no menos de
diez caballeros perdieron la vida en una corrida de foros. Ahora,
lo que fué en su día un deporte valiente, aunque cruel, con el que
transigían los caballeros comprometidos por cierto bárbaro códi­
go de caballería, ha degenerado en un espectáculo público que
indigna y en el que sólo toman parlen los profesionales.
Había yo estado un par de meses en España antes de ver una
corrida de toros. No era porque faltase la oportunidad. Durante
la semana que estuve en Barcelona, se verificaron dos. En todas
las demás poblaciones que visité, exceptuando Cádiz, se celebra­
ban regularmente todas las tardes de los domingos. Los días de
santos especiales, eran honrados de igual modo. Como la mayor
parte de los santos fueron también mártires, podría uno creer que
debía bastarles el derramamiento desangre en vida, sin requerir
más después de la muerte. Ocurrió que participé mi intención de
ver una corrida de toros a un artista americano muy conocido, el
cual exclamó:—«¿De modo que quiere usted presenciar una co­
rrida de toros? Pues es una cosa horrible. Jamás me he puesto
tan excitado en mi vida. Por nada del mundo volvería a ver otra.
Si va usted, tenga calma y tome un cordial, pues lo necesitará,»
Siento no haber escuchado este buen consejo. Hasta pasada la
tarde no comprendí su siniestro significado.
La corrida de toros a que asistí tuvo lugar en Burgos, en la
tarde del domingo 17 de Inlio de 1921. Era una fiesta especial y se
consideraba día de gala, pues era la inauguración de una brillan­
te serie de fiestas en honor del séptimo centenario de la gr<-n ca­
tedral de la ciudad, el edificio más venerable y más hermoso del
estilo gótico en España. En consecuencia, la antigua capital cas­
tellana estaba atestada de representantes de todas las partes del
reino. Se anunciaba para el.día 20 una segunda corrida aún más
brillante, por ser el día preciso del aniversario de la inauguración
de la catedral, y el Rey y la Reina iban a asistir a ia plaza oficial­
mente.
Me aconsejaron que fuese temprano a la plaza de toros. Me
habían procurado un asiento de antemano, y por él pagué sie­
te pesetas y media. Así fué que llegué de los primeros. El gran
circo redondo no tenía techumbre y tenía una gradería de asien­
tos de piedra, desde cada uno de los cuales se podía ver peafec-
lamente-. Ne halda allí sembra más que en la elma, domle una i
chambre de leja protegía los palees. Allí calaba el palee regio,
que se distinguía per colgaduras de damasco y oro, Aquella lar
de el palee estaba eeupade per el Capitán General, el Coman*
dame militar del distrito, Abalo, en el eenire, estaba el redondel,
eubierte de arena, y prelégide per una barrera de madera eaeura,
donde había refugies en que podían entrar loa lidiadores, sin que
pudiera seguirles el toro, Tras la barrera hay un pasillo de unos
cinco pies de ancho: luego un muro de piedra coronado por una
empalicada pintada de rolo y amarillo, colorea de la bandera es=
panela, Bn el pasillo me fijé que había unos cuantos asísteme»
que tenían eapas de color escarlata y amplias camisas semejan
les. Los asientos empataron a llenarse, i a Guardia Civil, que es
eomo se llama una especie de gendarmería, estaba bien represen
lada, La forman buenas figuras, con sus uniformes grises aju»
lados, cinturones y bandoleras de amarillo brillante, y lustroso»
tricornios negros. Su armamento lo forman fusiles y revólver»,
Había unos chicos que se Ocupaban en vender a gritos almohadl
lias con torro de papel para sentarse los espectadores, que en su
mayoría encontraban demasiado duros los asientos de piedra.
Aparecieron grupos de señoras en los palcos, y su presencia dló
Un loque brillóme y exótico a la escena Llevaban alias peinetas y
Horca de colores brillantes en el pelo, halo la caraclerísllca man­
tilla blanca de encaje, invariablemente asociada o la belleza es
paitóla, Realmente, con talgos y relumbrones pendientes y con
sus abanicos, eran exactamente iguales a las señoras españolas
que se ven pintadas en ios abanicos españoles y en las cafas de
cigarros fin el frente do cada palco colgaban ellas sus grandes
mantones de Manila, grandes como colchas, de seda brillante­
mente matizada de amarillo, escarlata, azul fuerte, púrpura o es­
meralda, bordados con todos los colores del arco iris, y con fle­
cos de pie y medio de largo El resultado era que la galería pre­
sentaba una apariencia fantástica y kalcidoscópica, y daba así
cierta ilusión de Taita de realidad a lo que iba a ocurrir.
Todos iban con trajes de fiesta, y reían y hablaban lo más alto
que podían, levantándose sobre los asientos sin miramiento al­
guno a los que estaban detrás. En la arena empezarou a apare­
cer varios personajes ataviados teaíralmente. Entró un hombre
que llevaba un pantalón oscuro y una camisa de color morado.
Su misión en esta vida parecía estar confinada a hacer estallar
una tralla. Otros llevaban camisas blancas y fajas rojas. Más vis­
tosos aún estaban los toreros con calzóu corto de espléndido co­
lor, medias de color de rosa y zapato bajo negro. Llevaban cha-
<*h«íí(í#§ í**í<*«sím tsdm , <sm «swafte» y toés><ai tm ?
tim m m í» iw ráaé® m e r e » «fl pista.- é # t® & bm «sw m g m 'tá e
& tm um a fe tejífe m§f&; y te» «saévtei »i teswpfer» fe^fenofo iww
grm capa ($m itevám sumada pm ú smp&.- A pesar fe asta»
faflíftffe» a p 8 f i & & m , «í pítete» «wfeBf&s & ita^*ste«te^«, £•>
t M ím t i t e , i a i j m d a tensav.-
fflV ifá r m w z & a © 1 C ^iiiá» Ofeoraill
httbía mff$&s> m s»
E m pezó ú «s^t^teiMte» c m te «arctefe ote fe » gitestfí» ««sáfe»
f e mgm> mmía&s® m «ss&sife».. áte inste && <ssKt#i«iátttví«fe m -
gre, a &m pm m fe isw«sspefe ote ufewws»inste» y iWawvss»ops ife-
v stm ® áster» s*t» sswifonansa, fewefeifei iragsm á « «pMfcrcswlis» $®s«
tereré» ifm iz sí iKíte®rasí, 9' §» utw<sft®nsH>«nssgsMife sí gsfefe-
Vcftvm m a «rotasr $ggu$ife» u¡w uros tewtetefe» fl^swssü^Pote ten»-
rm ', imtad@fG» y teswfeffiitt&ns» <s ¡«te. teissfewa» <# usfeítito,, op»
«fersw te afeite sí m#afe>-lite» ptesifewas literatear ¡sfltesws» ote gs¡
maza «fflíismiiite,, «tefe»®» tete»,- teste#»»castotesofefe) áte<str<§>y ¡asno-
teros» r«afewfe».. Su» sálte» «nsw ote te grato waitifttetfi mejitsas»,
sm áiiite» tes««w«» feitetuten»)y fira»ans>„«sao«santos®grawtfte$ uww»
meter <¡dufe,
M f e fetete fe r ió te «jl cátoantefe® ¡testante.. Ste sfon $ imo teso®
f e te bwwsnsu y »i ítems» sp o tate# «w ite sotana. © u s uto «¡iantflter
m & g v ¡¡Sis® y $m ja a ife íte tentó.»,, mego®,. ote fldial te®ftas®ea.. ote piteona»
«©iría® y «©xa ow «atenúe® teng® y ucetCtems»®.. © ti umo «atfteteteitóto
agrfc©ii3 temíates# «Bttfcwfl® te sdteibstáteto otekvteííxsU. lüte iparaatt® ote
cfeit*® #®j®$ y totetas» ifeitetei *sto ie sao unamilll®. Hlkihte s s tlite f e
te ©©ojMítíteái y «strttei fesiteo tiitíate.. WaRútee jjwir uto iu®nottu®„ y
Uae^© ®íin& as II® atíte y wte Ib»» miib » f e <eji«e Íflií» sasiin» <ál. lWi»Ute'
e s <5 uü£ fleyann & v «sUlko» aál «álsea® f e áampug y te ««ultenjpoas ®l ¡pi®-
«astttitafiRnte feil «teaOte® ittm iteante. AáUfflfeatet. * e wtikMtS y jnt««& f e
iresma53T®í‘.. Htetnssiiíitl® tettfe .. Hat Ibotttsti® ®s íteteio mamHttt». iSntsw-
«Efi®¡i®» tei.ifemlte'iuG* óB\t®ia®it5tTi ®o «unritettttuite. «MtórrfJteniteffli»
ígiraanáí® (c»ip«s f e m5ilffirt®s finante ai «ílllsm, ($mnfelllst, msjjst. smouniv
ii®aii®„ esm atalfe, ipfiijpui» y atmlt)). E l itouy (fiflWiw otftiKamiLt) y m»
sáfete «üe g^u£ feriiüatániaratiair.. ILs» litantiiia», pmtítt?fjite» ipstrai»
;:a¡¡p®s.. ®ffit®Eífei» um litetm») teüítz y ausjjatlw IEteppife cpiK «isit» sis
tHHrafeii; iñsaiaiiSkE aiipím tlsmipM, di fioiit®3«íiitt\\tUKMt«,!SE[p!tfíai|iit3&ías>-
Bame um «ndiaillts),, liso® itera® y te) íteatiiipS—Wffii&n iia?piypraiilte ctutc
M m > «sHialHan- aniiiUHiBdtms cOfiumRt® —Eullitef»>«tittmra» pxnr $u>-
®uudlE áse,, 8' (ptsfe® ail oaÜHiikí) iiin» [pitíñiiitíte lineadhe cun dlwiiait-
Itiis. ILüisgaí) di ¡tetra» «ant?M2ió'>® inicaitraiTaigjm®dk ftefjpa. lUteitnwi®
w'bfKitiauíHníte attedmiis),, omnmfis) aiím um aripi'm ® liiimtlutillliutíii ciarte
itTanxr) f e timo® fe® ffites f e Ihn®si. ¡bm bxvzí) át^llmante yyallnwi) ail ito-
n® Itats nfeütefe., JÜlífen feí ttutüti líhmmtu) di inmiuió» f e cu¡ 1 1 fui). E l
183

toro se encogió con el dolor y Iraló cíe sacudirse los dardos, pe­
ro éstos tenían rebarbas y resistieron. Luego trató de escapar del
redondel y de sus atormentadores; pero los hombres de las capas
le cercaron de nuevo, extendiendo sus grandes percalinas de co­
lorines. Se le pusieron tres pares más de rehiletes en su morrillo
malamente herido. Esta lúgubre burla había durado media hora,
(la media hora más larga de mi vida), hasta que llegó el momen­
to en que el Capitán General dió la señal de cambiar la suerte, en
cuyo momento ya habían desaparecido los caballos heridos. En­
tonces empezó a llover. Todos buscaron donde guarecerse. Du­
rante un instante el toro quedó solo. Sus lomos se parecían a un
acerico, tan lleno estaba de banderillas clavadas. La sangre co­
rría de sus heridas, aunque le faltaba mucho para morir. Todavía
era capaz de más sufrimiento. La mirada de temor y de agonía
que se veía en los ojos de aquel animal martirizado, es un recuer
do que no podré olvidar pronto. Para él no había salvación.
No ocurría lo mismo para mí. Me abrí paso hasta la salida. En
el momento de salir, ün empleado me ofreció una contraseña para
volver a entrar. Todavía quedaban cinco toros más que tenían que
ser muertos. Es posible fuera un bien que no entendiera mi con­
testación. —H. A. N e w e l l .

Los to ro s y otras c rue lda de s


En el número de The Theosophist de Junio de 1922, ha apareci­
do la siguiente nota sobre el artículo anterior;
Bueno es que los teósofos se preocupen de la crueldad que se
desarrolla en los deportes de diversos países, y en tal concepto
me satisface que haya aparecido el artículo sobre las corridas de
foros. Pero siento que el escritor se haya quedado corto al ocu­
parse de la crueldad con los animales. Lo siento porque debemos
percatarnos con pena de que hay muchas personas a nuestro al­
rededor que aparentemente no se preocupan de la crueldad que
se emplea con los animales. De otro modo, ¿cómo consentiría-
nos aún lo que ocurre en los jardines zoológicos, con los ani
males amaestrados, con la vivisección y con los matadores?
Si el autor del artículo hubiese podido permanecer en la corri­
da de foros, pudiera ser que hubiese visto la repetición de lo que
ocurrió últimamente en España, (hace un año poco más o menos),
en que leí que uno de los toreros, corneado y llevado en alto por
el toro excitado y furioso, murió en la arena juntamente con el
toro. Este episodio impresionó entonces mucho al público, por­
que se «percató» y se dió cuenta de los sufrimit nlos del lidiador.
189

En cierto modo yo quisiera que el artículo fuese aún más rea­


lista y, por lo tanto, más horrible, aunque me pregunto si esto
sería de utilidad. Lo terrible no cambia los corazones de las gen­
tes hasta hacerles sentir el amor y la responsabilidad que Ies al­
canza en el sufrimiento ajeno. ¿Qué es lo que puede producir ese
cambio? Sólo el conocimiento del sufrimiento experimentado por
nosotros mismos; tras del cual viene el imaginarnos los sufri­
mientos de todo lo que tiene vida.
Nosotros condenamos con facilidad a España por esa forma
de crueldad; pero miremos a nuestro alrededor antes de hacerlo,
y veamos si la caza del ciervo y el uso de las pieles no están al
mismo nivel, puesto que producen sufrimientos para diversión o
vanidad nuestra. En ningún sentido es útil condenar. Debemos
trabajar intensamente para elevar de nivel la opinión pública; y
cuando se despierte, esos horrores cesarán, no antes. Se trata
en gran parte de una falta de comprensión. El deporte de una
época se considera crueldad en la siguiente. Hasta la misma
justicia de un período histórico, se considerará crueldad en el si­
guiente, y ahí tenemos el caso por ejemplo de los que, por razo­
nes de conciencia, repudiaban la guerra.
«Hijo mío, busca la Sabiduría; y en cuanto consigas, busca la
Comprensión». Este consejo es bueno hoy: y si queremos que los
demás se den cuenta de la crueldad, esta cesará. La crueldad es
una falta de imaginación, y por lo tanto no es premeditada en ge­
neral. Puede proceder de tal falta de imaginación y de compren­
sión, que el autor sea un loco o un criminal. Todos los crímenes
no se cometen por igual razón v por la misma causa. Dentro de
algunos siglo . quizá se hable de las crueldades que consentimos
ahora; y debemos tener cuidado de lo que condenamos, porque
aqui marchamos sobre una capa de hielo muy frío. Es posible
que llegue un día en que tengamos conciencias de que las flechas
muy refinadas, pero crueles, disparadas por las palebras engaño­
sas o lanzadas sin reflexión, hacen más daño y son más crueles
que las bárbaras banderillas de punta barbada, clavadas en el
morrillo del toro. El toro no puede librarse de ellas y. la mayor
parte de las veces, tampoco puede hacerlo el que es atacado con
palabras. Cuanto más refinada y disimulada es la crueldad, tanto
mayor en el sufrimiento. Cuando no puede uno imaginarse el su­
frimiento, es preciso buscarlo, (se le encuentra fácilmente); luego
puede uno trabajar en la opinión pública, pero principalmente en
uno mismo.
Woyfarer.
(Traducido por J . G. R.)
Sección de Noticias

Socorros a Rusia
(Traducción de la carta de ¡a Sra. Anna Kamensky.)
7 luiio, 1922.—11, Ch. Domas. —Champel. Ginebra.
< \
Muy querida hermana: Gracias mil en nombre de nuesíros her­
manos rusos, por vuestra nueva remesa de 163*10 francos.
Como las precedentes, la he mandado a Londres, pues ya sa­
brá que ahora ha organizado la Orden de Servicio la remesa re­
gular de los envíos Hoover, para nuestros hermanos. Por consi­
guiente, podéis, de hoy en adelante, si recibiéseis más socorros,
mandarlos directamente al Sr. A. Burgess (5, Upper Wobürn
Pl.. WC. I., Londres).
Ya han sido socorridos así unos 200 hermanos, y quedan por
socorrer 150. pues tenemos 330 direcciones fijas. No sé deciros
hasta qué pnnto me conmueve vuestra ayuda fraternal y simpatía.
¡Que e! Maestro bendiga a la Sección Española y haga que pros­
pere, querida hermana! Salude cordial y fraternalmente al señor
Trevifio y a todos los demás hermanos.
Vuestra hermana rusa,
A nna K a m e n s k y .

Queridos hermanos y amigos:


Es para mí un honor trasmitiros las sinceras expresiones de
agradecimiento que por conducto de nuestra hermana la señora
Kamensky, os mandan nuestros hermanos de Rusia. A estos
sentimientos que nacen del alma, he de unir el mío. muy modes­
to, por la merced que me otorgásteis al acudir al llamamiento
que hice en favor de los miembros de la O. E. O. y de la S. T.
que sufren en Rusia.
Esta carta, y la noticia que sobre Socorros a Rusia habréis leí­
do en el último número del Boletín Oficial de la S. T. E. da por
terminadas mis gestiones (y las de la hermana señora Güyard)
que a esta actividad se refieran. El asunto queda en tan buenas
manos como las nuestras, y en lo sucesivo está encargada de re­
coger los socorroa ta señorita Esther Nicolau, de Barcelona.
Siempre vuestro afmo. hermano y servidor,
M anuel T r ev iñ o .

Madrid 13 Julio 1922.


Sr/Director de Z anoni.
191

Gracias a las gestiones realizadas por el coito y entosiasta teó­


sofo don Samón Martínez Rodríguez, auxiliado por don Florenti-
ne Pérez y otros valiosos elementos de Bogotá, se ha consegui­
do la fundacián en Colombia de una importante Rama Teosófica,
que da muestra de sus grandes bríos y pujanza, publicando ona
hermosa revista, órgano propio de dicha Rama.
Tras de la Logia «Arco Iris» se ha constituido en Agua de Dios
la Logia «Giordano Bruno», y por toda la república colombiana
flamea la antorcha de la Teosofía.
Al ingresar Colombia en el consorcio de las naciones amantes
de la sabiduría, felicitamos calurosamente a los iniciadores del
movimiento y muy especialmente a don Ramón Martínez, cuyo
Karma le ha permitido tan hermosa actuación.
***
Hemos recibido al cange las nuevas revistas siguientes:
«Revista Teosófica Chilena», de Valparaíso (Chile); «Unión
Cultural Setabense», de Iátiva (España); «The Theosophist in
India», de Benarés (India); «Boletín Trimestral déla S. T. E.», de
Barcelona (España); «The Enoterit», de Washington (E. U. A.), y
«Hermes», de Bogotá (Colombia).
Saludamos a todos ellas fraternalmente.
** *
La Sección Cubana, que preside don Rafael Albear, el entusias­
ta e incansable propagandista, acaba de celebrar la 18.a Conven­
ción anual. En ella se ha dado cuenta de las alfas y bajas ocurri­
das durante el año. Han sido disuelfas las Logias «Sol», de Tri­
nidad; «Sararvati». de Santiago, e «Isis». de la Habana. Por el
contrario, se han fundado las Logias «Voz del Silencio», en Pon-
ce (Puerto Rico); «Alcione», en Aguad'lla; «Fraternidad», en Mo­
ca; «Lux ex tenebris», en Moca; «Arco Iris», en Bogotá (Colom­
bia); «Giordano Bruno», en Agua de Dios (Colombia), y «Darlú»,
en Nicaragua.
La Sección Cubana consta, pues, en la actualidad de 33 logias.

La Fraternidad Internacional de Educación ha constituido las


«Ligas de Bondad», cuya finalidad consiste en acostumbrar a los
niños desde una edad temprana a obrar rectamente y amar el
bien. Al ingresar los niños en esta liga se comprometen moral­
mente a esforzarse:
1.° En hacer cada día una buena acción.
192

2. a En ser bueno con los animales.


3. ° En no decir mentiras.
4. ° En proteger a los débiles y ayudar a los desgraciados.
5. ° En ser agradecido con sus padres y con quienes hacen
bien por él.
6. a En testimoniar su gratitud hacia los defensores de la
Patria.
7 ° En respetar a los ancianos e impedidos.
Conocida la belleza moral de esta institución no es de extrañar
obtenga una brillante acogida. Para toda clase de detalles dirigir­
se en España a doña Amelia M. de Garrido, Isabel II, 14, Mahón
(Baleares) y en Sevilla a don Manuel Gómez, Grupo de casas
«La Ibérica».
* **
Copiamos del Boletín Trimestral: «En la misma sala en qüe el
R. P. dominico Mainage había atacado a la Teosofía y a la S , T.
en la «Sociedad Geográfica de Francia», en París, el Sr. Che-
vrier, M. S. T., ha dado una notable conferencia en defensa de
nuestros ideales, la cual atrajo un gran auditorio. Numerosos
aplausos acogieron el elocuente discurssdel conferenciante y an­
te el éxito alcanzado por esta conferencia, se dará una seguida en
la misma sala, en la cual el señor Tozza hablará sobre «El pro­
blema social ante la Teosofía».

S A TYAT NASTI PARHO D H A R M A


(No hay religión más elevada que la verdad).

También podría gustarte