Historia de La Revolución Francesa

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LIBRARY
OF THE
UNIVERSITY
OF ILLINOIS

944.04

M58hSPb

V.1
J. MICHELET

HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


J. MICHELET

HISTORIA

DE LA

REVOLUCIÓN FRANCESA

PRIMERA TRADUCCIÓN DEL FRANCÉS


POR

VICENTE BLASCO IBAÑEZ

TOMO I

DERECHOS ART IV
DEL HOMBRE La libertad consiste
eu poder hacer todo
la que no
ART I perjudique otra
Los hombres ART X
nacen y viven libres Nadie debe ser
iguales inquietado
en derechos . por sus opinioues
politicas y religiosas

VALENCIA
BIBLIOTECA POPULAR
1898
J. MICHELET
944.04

M58hSPb

vil

MICHELET

SU VIDA Y SUS OBRAS

El 14 de Julio de 1898 , el pueblo


de París, festejando la famosa toma de
la Bastilla , agolpábase en una plaza de
la gran ciudad para presenciar la inau-
guración de una nueva estatua .
Una joven obrera, escogida entre
las más bellas y virtuosas para repre-
sentar la Musa de Paris , depositaba
una corona ante el bronce recién descu-

bierto , y la muchedumbre aplaudía dan-


do vivas á la República y á la sublime
Revolución cuyo aniversario se conme-
moraba .
Michelet à los 22 años Aquella estatua era la del historia-

Retrato de Poinsot, amigo de la in- dor del pueblo , la del que supo relatar
fancia de Michelet con inextinguible poesía los sufrimien-
tos y las sublimidades de los humildos
y los oprimidos ; la del cantor de la Revolución Francesa , la del más
grande de los escritores republicanos: Michelet , en una palabra .
La ciudad de París realizó un acto de justicia uniendo el centena-
rio del nacimiento de Michelet con la fiesta de la Revolucion , el ani-
versario de la toma de la Bastilla . Nadie como Michelet ha ensalzado al
MICHELET

pueblo de París por sus jornadas revolucionarias que salvaron á Francia


y regeneraron después á Europa . Para otros historiadores , la Revolu-
ción ha estado condensada en los hombres célebres y no en las masas .
Para unos la Revolución ha sido obra de Robespierre ; para otros de

Danton ó de los Girondinos ; siempre el hombre providencial guiando


los sucesos y preparando los acontecimientos . Para Michelet la Revolu-
ción la hizo el pueblo , el héroe anónimo , la gran masa , discordante en
apariencia , pero unida por un sentimiento común , por una inspiración
instintiva .

Por esto el pueblo de París se dejó arrebatar por delirante entu-


siasmo ante la estatua de su historiador , de aquel escritor ejemplo vivo
de las sublimes obras que pueden producir la inspiración poética y la
delicadeza artística unidas á la ciencia histórica .

A centenares cuenta la humanidad sus historiadores , y, sin embar-


go , ni un solo de ellos puede compararse con Michelet .
Forma éste escuela aparte , sin precursores ni discípulos ; sin mode-
los en que inspirarse ni imitadores capaces de seguir sus pasos .
En la definición que daba de la Historia está todo el secreto de su
originalidad y su grandeza . « La Historia es una resurrección » . Mi-
chelet no relata , resucita el pasado con toda la fuerza de un mago que
hiciera revivir las muertas generaciones del polvo del pasado .
Jamás faltó á la verdad en sus relatos : nunca á sabiendas falseó un

hecho para que así resultasen más hermoso su relato ó más lógicas sus
conclusiones : expuso siempre con franqueza hasta los hechos que pug-
naban más con sus juicios ; pero junto á esta veracidad empleó tanto
arte en la redacción de sus obras , buscó de tal modo la vida y la acción

de los hombres y los sucesos y se mostró siempre tan fiel servidor de


la amenidad , que puede llamarse sin escrúpulo á Michelet «el novelista
de la Historia» .

Anticipándose en más de cincuenta años á Flaubert , Goncourt, Zo-


la , Daudet y Maupassant , los grandes maestros de la novela naturalista ,
Michelet estudió los personajes históricos como los modernos novelistas
han estudiado el hombre vivo . Presentía sin duda que la historia y la no-
vela son casi iguales , sin otra diferencia que la historia trata de los actos
y pasiones de los pueblos y la novela de los hechos y sentimientos del
individuo : y valiéndose del mismo sistema que el novelista , estudió antes
que el personaje el ambiente en que vivía y sus influencias ; trazó re-
tratos completos , valiéndose muchas veces de un simple detalle de esos
SU VIDA Y SUS OBRAS III

que parecen triviales á los historiadores solemnes y monótonos , y todos


sus relatos fueron resurrección , siempre resurrección , haciendo palpitar
el pasado de los pueblos en las páginas de la Historia como la vida mo-
derna palpita en los capítulos de una novela .
¡Poderosa imaginación la de Michelet ! ¡ Asombrosa facilidad de adi-
vinación ! Leyendo sus libros parece que Michelet tenía miles de años ,
que había nacido en las épocas más remotas de la Historia y que todo lo
que relata lo había visto por sus propios ojos , sufriendo dolores con los
vencidos ó entonando himnos de gloria con los triunfadores .
Su pluma suena sobre el papel como la trompeta del Juicio Final ,
que hace surgir vivas las generaciones , rompiendo sus sepulturas de mi-
les de años . A su evocación levántanse de entre la hierba las rotas co-

lumnas , las cornisas hechas pedazos , y la antigua basílica destácase so-


bre el cielo azul como la última sonrisa del paganismo ; la gótica abadía
se reconstruye con las pesadas bóvedas y las ligerísimas columnatas de
un arte puramente infantil , y en lo alto de la torre de afiligranada pie-
dra, el sonoro y majestuoso bronce conversa con el lejano esquilón del
castillo feudal , nido del águila rapaz , del señor cubierto de hierro que
comparte con el abad la explotación del siervo : el labriego pegado al te-
rruño vive como la bestia , sin más esperanza que la muerte ni más ale-
gría que las supersticiones restos dispersos del paganismo que le ponen

en contacto con la naturaleza ; la teología y el derecho de la fuerza pe-


san como enorme montaña sobre el alma ; el monge , el rey y el caballe-
ro se reparten el mundo ; los hombres forman rebaño ; hasta que surge el
Renacimiento , que es una nueva alborada de la humanidad y viene des-
pués la Revolución , el pleno día , en el cual los pueblos ven remontarse
el sol de la libertad en el horizonte de su historia .
Los siervos trocados en hombres , los oprimidos transformados en
ciudadanos , necesitaban un historiador que entonase un canto eterno re-
latando su revolucionaria metamorfosis , y éste fué Michelet .
Leyendo al gran escritor republicano se vive la vida de toda la hu-
manidad . Sus palabras son golpes de cincel que esculpen en el mármol
histórico la epopeya de los pueblos . Se ve cómo despiertan del embrute-
cimiento del rebaño , cómo sienten la idea de la patria y entran de lleno
en lavida de nacionalidad ; y frente á este ascenso de los humildes en
busca de su dignificación se vé el desarrollo de la tiranía mudando de
forma Ꭹ de colores como enorme serpiente que cambia de sitio y re-

tuerce los anillos buscando asir y ahogar mejor al pueblo que despierta :
1V MICHELET

los guerreros se convierten en déspotas ; surgen las grandes monarquías


de poder absurdo y sin límites , resucitando en Europa las dinastías asiá-
ticas , el rey semidios , el soberano-sol ante el cual la vida, la propiedad
y el honor individual no existen : luchan los dos poderes , el del pueblo
y el del rey y la Iglesia , como en las leyendas religiosas luchan los
dos principios antagónicos el Bien y el Mal , Dios y el Diablo ; hasta que
llega el momento decisivo , la explosión que todo lo nivela , el ajuste de-
finitivo de una cuenta que data de muchos siglos , la Revolución ; y este
momento supremo y sublime que no tiene igual en la crónica del mun-
do es el que Michelet, con sus energías de antiguo profeta y sus delica-
dezas de poeta de los humildes , relata á la posteridad en su HISTORIA DE
LA REVOLUCIÓN .

**

La infancia de Michelet fué tan triste , tan dramática , que bien me-
rece ser conocida . El mismo Michelet fué su propio historiador . pues , en

muchos pasajes de sus obras habla de su familia y recuerda los hechos
de su infancia y su juventud.
Los primeros años de este poeta de la historia no fueron tranquilos
como los de Lamartine , el gran poeta francés , ni felices y afortunados

como los de Goethe , el gran poeta alemán : no gozó esa infancia dichosa
y agradable de otros que , sin las preocupaciones de la subsistencia , sólo
han tenido que dar libertad á las grandes facultades de que les había
dotado la naturaleza para conseguir inmediatamente la celebridad .
Al nacer Michelet sólo encontró junto á su cuna el hambre, la en-
fermedad , el frío , la incertidumbre del mañana , la obligación de ayudar
á sus padres en su lucha terrible Ꭹ diaria para conquistar el pan . Gra-

cias á su constancia, á la gran energía de carácter que ocultaba en su


cuerpo débil y enfermo , pudo triunfar de todos los males y peligros con
que la desigualdad social rodea á los pobres .
El padre de Michelet era de Laon ; la madre había nacido en una
aldea del departamento de Ardennes , el país de las rocas y de los gran-
des bosques, cuyo clima rudo y durísimo hace las costumbres austeras
y obliga á las gentes á pesados trabajos . « Las dos familias de que pro-
cedo - dice Michelet con el orgullo legítimo del que llega muy alto vi-
niendo de abajo- eran familias de labriegos , en lucha continua con la
tierra y con la miseria . >
»
El padre de Michelet iba á estudiar para cura en Laon , donde su
SU VIDA Y SUS OBRAS V

padre era profesor de música y maestro de capilla , cuando estalló la Re-


volución francesa , que cambió su destino al mismo tiempo que transfor-
maba todas las condiciones sociales . Se hizo impresor , profesión propia
de una época revolucionaria en que se leía mucho y el periódico y el

Casa donde nació Michelet

Es una antigua iglesia, que la Revolución cerró al culto, perteneciente al ' convento de monjas
de Saint-Chaumont, situada en París en el ángulo que forman las calles de Saint-Denis y
de Tracy. El lugar donde nació Michelet fué en el antiguo coro, ó sea en la habitación
existente tras la columnata de la fachada.

libro eran alimento indispensable para el pueblo ; se trasladó á París ,


entrando á trabajar en la imprenta donde se tiraban los Asignados , papel
moneda de aquel tiempo, y en esta situación humilde y oscura transcu-
rrieron para él los años del Terror , hasta que pasado este período , al ver
que el comercio Ꭹ la industria recobraban su actividad , quiso trabajar

por su propia cuenta . Con la mitad de la fortuna de su padre estableció


una pequeña imprenta , y entonces se casó con una mujer de más edad
VI MICHELET

que él llegada á París del fondo de las Ardennes para cuidar la casa de
un viejo canónigo que era tio suyo .
Julio Michelet vino al mundo en París el 21 de Agosto de 1798 en
el antiguo coro de una iglesia cerrada al culto por la Revolución y que
su padre había alquilado , estableciendo en ella la imprenta . ¡ El escritor
más enemigo de la Monarquía y de la Iglesia naciendo en el coro de
un templo ! ... El destino se permite muchas veces contrastes originalí-
simos .

Los parientes de Michelet encontraron al recién nacido « con poca


vida , enfermo sin enfermedad . » Su padre y su madre se relevaban por
la noche para velar al recién nacido y alimentarle , creyendo que de un
momento á otro iba á morir. Su infancia y su adolescencia hasta los
diez y ocho años fueron una serie interminable de sufrimientos .

Michelet, al nacer enfermo y débil , caía en el centro de una fami-


lia cuyos negocios no podían marchar peor . En tiempo de la República
el impresor Michelet había vivido relativamente bien publicando libros
y periódicos , pero la Francia acababa de darse un amo creando primer
Cónsul á Napoleón Bonaparte y la imprenta agonizaba bajo el peso de
la persecución . Este amo glorioso y poderosísimo era por despotismo de
carácter incapaz de sufrir la menor contradicción , la más leve contra-
riedad ; y como la Prensa era el arma de que podían valerse sus enemi-
gos los viejos republicanos , hacíala sufrir una meticulosa vigilancia ;
la limitaba, la restringía poco á poco , hasta que al fin acabó por supri-
mirla . La ruina de la familia de Michelet sobrevino como consecuencia

de las medidas autoritarias que bajo el Consulado y el Imperio se dic-


taron contra los periódicos y las imprentas .
Napoleón redujo en todo París á trece el número de los periódicos .
El padre de Michelet , para poder vivir , obtuvo permiso para publi-
car una gaceta eclesiástica ; pero después de hechos los gastos le retira-
ron la autorización sin indemnizarle . Intentó imprimir una novela Ꭹ la
policía destruyó el libro antes de ser puesto á la venta , pretextando que
molestaba á una persona influyente . El infeliz impresor , imposibilitado
de trabajar por la tiranía del gobierno imperial , contrajo deudas para
mantener á su esposa y el pequeñuelo ; tomó á préstamo seis mil francos
de un usurero y un día la madre y el niño recibieron la noticia de que
acababa de ser encerrado en la prisión de Santa Pelagia , cárcel destina-
da á los que no podían cumplir los compromisos de dinero . Pero este
padre infortunado logró enternecer al usurero, y , con el compromiso de
SU VIDA Y SUS OBRAS

ir pagando poco á poco su deuda fué puesto en libertad y trasladó su

mezquina imprenta á la calle de Saints-Péres ; « un local inmenso - re-


cuerda Michelet-destartalado , oscuro como una cueva , donde vivíamos
como perdidos , sin puerta ni ventana que cerrase bien y sufriendo un
frío horrible . Para llevar adelante la imprenta se necesitaban brazos , y
como no teníamos con qué pagar obreros , toda la familia trabajaba diez
Ꭹ seis y diez ocho horas . Mi pobre abuelo , con sus manos temblorosas y
sin saber el oficio , ayudaba á mi padre . Mi madre , tocada ya por la
cruel enfermedad que debía arrebatárnosla prematuramente , se hizo en-
cuadernadora y plegaba , cortaba y cosía . Yo , niño de seis años , compo-
nía lentamente , enseñándome sin la ayuda de nadie á reunir las le-
tras . >>

Esta situación tan dura no era sin embargo para la familia Miche-
let más que una tregua . Aún había de descender más por la pendiente
de la miseria . En 1812 , al iniciarse el ocaso del Imperio , los padres de
Michelet recibieron el golpe de gracia . El número de impresores en to-
da Francia fué reducido á sesenta : Napoleón concedió una indemniza-
ción irrisoria á las imprentas que cerraba y la policía puso los sellos á
las prensas , inutilizándolas . El pan de la pobre familia huía para siem-
pre . Estos reveses se tradujeron en horribles sufrimientos para el pobre
niño . Michelet , al relatar su infancia horrible de miseria , dice con una
sencillez meláncolica que agolpa las lágrimas á los ojos : « A pesar de las
comodidades de que he gozado más tarde , llevo todavía en mí los efectos
de aquella época . Mi estatura más pequeña que la de todos los individuos
de mi familia , y una delgadez singular de mis extremidades dan á enten-
der que en mi infancia sufrí la falta de alimento . Mis privaciones pueden
resumirse en tres palabras : hasta la edad de quince años nada de carne ,
nada de vino , nada de fuego . Solo tuve pan (y no mucho ) y legumbres ,
las más de las veces sin otro condimento que agua y sal . Si he sobre-
vivido es porque á pesar de los sufrimientos la sana constitución de mi
padre ha prevalecido en mí. Mi figura pequeña y desmedrada ha queda-
do como un monumento de aquellos tiempos de duelo : las cicatrices
que guarda mi mano derecha atestiguan tantos invierno pasados sin
fuego .>>
En Michelet no sólo sufría el cuerpo . La sensibilidad era extrema-
damente delicada en aquel niño , hasta el punto de que el hecho más
insignificante conmovía todos sus nervios . Los apuros y la desespera-
ción de sus padres repercutían dolorosamente en su alma tierna . Las
VIII MICHELET

escenas de dolor de que fué testigo en sus primeros años , quedaron fijas
para siempre en su memoria . Muchos años después , cuando era ya un
escritor famoso , aun veía la figura repugnante del usurero perseguidor
de su padre y creía oir su voz ronca profiriendo terribles amenazas . De
la primera visita á la prisión donde estaba su padre , recordó siempre
<<los corredores angostos donde es preciso bajar la cabeza para pasar , el
ruido de las puertas de hierro al cerrarse , el ruido de llaves que suena
á cada momento.» Estos dolores morales y físicos que tanto hacían su-
frir al pobre niño , lejos de atrofiar su inteligencia la desarrollaron pre-
maturamente , dando á su imaginación un inmenso poder para resucitar
las impresiones pasadas . En sus largas horas de soledad su imaginación
volaba lejos de aquella habitación oscura , fría y malsana , y mientras
trabajaba ante la caja de impresor combinando mecánicamente las letras ,
su pensamiento marchaba veloz por el país del ensueño .
Michelet había aprendido á leer y escribir , sin otra ayuda que al-
gunas lecciones de su padre . En este período de su infancia , como con-
suelo á su soledad , buscó libros y la lectura le hizo sufrir dos impresio-
nes fuertes que ejercieron gran influencia sobre el resto de su vida . El
primer libro que leyó fué la Imitacióu de Cristo . Esta obra , de un mon-
ge desconocido de la Edad Media , escrita para consolar las almas heridas-
por la barbarie de la época y la maldad de los hombres despertó en el
niño el sentimiento de la divinidad , le hizo ver por encima de las mise-
rias de la vida presente la esperanza de una vida futura en la que todas
las injusticias son reparadas ; le reveló la existencia de un poder supre-
mo paternal y misericordioso . Esta esperanza en la justicia divina , esta
creencia de la niñez persistió en Michelet hasta en los últimos momen-
tos . El gran demoledor del catolicismo , al escribir su testamento
lo en-
cabezaba con estas hermosas palabras , que la admiración de Francia ha
hecho grabar sobre su tumba: «< ¡ Dios me conceda el volver á ver á los
míos Ꭹ á todos los que he amado en esta vida ! ¡ Que él reciba mi alma
agradecida de tantos bienes , de tantos años laboriosos , de tantas obras ,
de tantas amistades ! »>

El otro libro que le impresionó profundamente , marcando su por-


venir , fué el « Museo de Monumentos Franceses» , que dejó de publicar-
en 1815. « Fué en el y no en otra parte- dice Michelet en sus memo-
rias Ma Jeunesse- donde recibí la viva impresión de la historia . Yo son-
deaba con mi imaginación aquellas tumbas que veía grabadas ; sentía
sus muertos á traves de los mármoles y no sin cierto terror entraba con
SU VIDA Y SUS OBRAS IX

el pensamiento en las achatadas bovedas donde dormían Dagoberto ,


Chilperico y Fredegunda . >
»
Era la vocación de historiador que se revelaba en el niño .
El padre de Michelet tenía fe en aquel ser precoz y enfermizo de
una inteligencia superior á su edad .— « Mi hijo será mi consuelo» decía
á todos con convicción , seguro de que había de sacar á la familia de sus
desgracias . Por esto á pesar de su pobreza , y de que le necesitaba como
ayuda en su trabajo comenzó á enviarle todos los días á un viejo maestro
llamado Mr. Melot , antiguo Jacobino arruinado por la caída de la Repú-
blica . Bajo su dirección aprendió la gramática y comenzó el latín , pero
pronto supo todo lo que pudo enseñarle el viejo republicano y su educa-
ción se detuvo .
Justamente era en el momento de mayor crisis para su familia ;
en 1812 , cuando la supresión de las imprentas les arrojaba en la miseria;
el instante crítico : su suerte iba á decidirse : impresor ó estudiante ;
obrero oscuro ó grande hombre . Si al padre de Michelet le hubiera fal-
tado por un momento la fe en su hijo , el arte de la imprenta había con-
tado con un jornalero más , pero Francia no tendría su historiador y el

mundo un gran artista . « En nuestra extrema penuria- cuenta Mi-


chelet- un amigo de mi padre le propuso hacerme entrar en la Impren-
ta Imperial . ¡ Gran tentación para los mios ! Otros no habrían dudado
ni un instante . Pero la fe había sido siempre grande en mi familia : pri-
mero la fe en mi padre á quien todos nos habíamos inmolado ; después la
fe en mí que debía repararlo todo , salvarlos á todos ... Mi padre sin re-
cursos y mi madre enferma , sin dinero y con el hambre llamando todos
los días á nuestra puerta decidieron , que yo estudiase arrostrando cuan-
to pudiera sobrevenir . >>
Michelet entró como externo en el Liceo Carlomagno . La primera
vez que asistió á clase su corazón latía con fuerza . Vestido pobremente
con ropas pertenecientes á su padre y arregladas por su madre ; tímido ,
torpe y atolondrado al verse entre muchachos de buen porte , su entrada
en el colegio le hizo sufrir la impresión del que pasa de la soledad ab-
soluta á verse mezclado con una ruidosa muchedumbre .

Su aspecto de pobre , su traje mísero y un tanto extravagante y su


timidez de muchacho criado en la soledad , le hicieron desde el primer
mómento ser víctima de las bromas de algunos profesores y de las mor-
tificaciones de los condíscipulos . Este primer año de Líceo fué un infier-
no para Michelet, criatura delicada y sensible . Pero al volver á su casa
**
X MICHELET

por las noches , se aplicaba al estudio con verdadera rabia para poder
vencer á aquellos pequeños enemigos que tanto se burlaban de él y al
llegar los examenes alcanzó el primer premio .
Este triunfo fué la única alegría de la familia cada vez más hun-
dida en la miseria . Vivían los Michelet en la callejuela de Perigueux ,

estrecha y sombría . La habitación constaba de una sola pieza y un


cuartucho negro donde dormía el pequeño estudiante . La madre de Mi-
chelet estaba siempre en la cama sufriendo una hidropesía que compli-
caba su enfermedad del pecho . No se sabía nunca por la noche cual iba
á ser el alimento del día siguiente : «Viviendo en la calle de Saints-Pe-
res-dice Michelet-era para mí un regalo comer algunas legumbres
un poco sazonadas : en la calle de Perigueux este alimento me parecía la
abundancia de un rico . » Los más de los días llegaba Michelet al colegio
con el estómago vacío y la cabeza hueca . Cuando su abuela le daba al-
guna moneda , el muchacho ingeniabase para comprar algo que en-
gañase su hambre Ꭹ al mismo tiempo pareciera una golosina para evitar
así las burlas de sus camaradas . Las más de las veces compraba un mo-
nigote de bizcocho que le costaba dos sueldos : « Durante la clase - dice
-cuando sentía que el vértigo del hambre apoderábase de mí y todos los
objetos parecían temblar ante mis ojos , buscaba en mi bolsillo el moni-
gote de bizcocho y le arrancaba un brazo ó una pierna que mascaba di-
simuladamente . Mis camaradas más cercanos no tardaron en apercibirse .
-¿Qué comes tú?, me preguntó uno de ellos . Y yo contesté no sin ru-
bor : -Es mi postre ... El hambre no era mi único tormento . Jamás en-
cendíamos fuego en nuestra habitación como no fuese para preparar los
alimentos , y esto , como ya he dicho , ocurría de tarde en tarde . Lo mis-
mo en verano que en invierno yo llevaba siempre el mismo trajecillo
teñido de negro . Me asfixiaba en la época del calor y en invierno el
frío me penetraba hasta los huesos . >>
El dolor producido por la muerte vino á unirse á los sufrimientos
físicos y morales . El abuelo fué el primero en morir « mi pobre abuelo
que tanto me amaba y que tanto empeño había mostrado por enseñar-
me la música, sin éxito alguno . » Después murió la madre , aquella
martir silenciosa y resignada que aun caída en el lecho , batallaba con
la miseria procurando endulzar la situación de su hijo ; ayunando mu-
chas veces para reservarle el único pedazo de pan.
Michelet quedó solo con su padre en aquella habitación desnuda ,
oscura y grande : el lecho vacío y la absoluta soledad le destrozaban el
SU VIDA Y SUS OBRAS ΧΙ

alma . Su padre salía al amanecer á ganarse el pan y no volvía hasta la


noche . Michelet abandonado durante todo el día estudiaba y asistía á
sus clases .

Fué en aquél año , la caída del Imperio , la invasión de Francia por


los aliados , la restauración de los Borbones , el retorno de Napoleón des-
de la isla de Elba , el efímero gobierno de los Cien-Días , la catástrofe de
Waterloo y la segunda invasión extranjera seguida de la segunda res-
tauración . Todos estos hechos sucediéndose atropelladamente en el cur-
so de un año y conmoviendo profundamente á Francia interrumpieron
el curso regular de los estudios de Michelet .
Ocurrió en este año que la desgracia después de quince años de en-
sañamiento se cansó de perseguir á la familia . La muerte de la pobre
madre , mártir hasta en sus últimos momentos , pareció la señal de una
abundancia y comodidad relativas . El padre de Michelet encontró un
empleo modesto en la casa de Salud del doctor Duchemin al cual había
prestado algunos servicios durante la Revolución . El y su hijo fueron
á vivir en aquel hermoso edificio rodeado de jardín y tuvieron un sitio
en la mesa de los empleados . Ya no tenían que preocuparse de la lucha
por la vida: estaban al abrigo del frío y del hambre .
Por primera vez el joven Michelet experimentó la alegría de vivir
en pleno sol y contemplar la verdura de los campos . Para completar su
felicidad encontró una segunda madre en madama Hortensia , una señora
viuda y de gran inteligencia á la que el doctor había confiado la conta-

bilidad del establecimiento y que viendo huerfano y triste á Michelet ,


lo tomó bajó su protección prodigándole las dulzuras de una tierna soli-
citud que le faltaba desde la muerte de su madre .
Bajo la influencia del bienestar moral Ꭹ físico Michelet que hasta

entonces se mostraba , tímido , triste y como comprimido , sintió desen-


volverse sus aptitudes y que su pecho se hinchaba con anhelos no sen-
tidos hasta entonces . El despertar de esta alma coincidía con el renaci-
miento de su patria , pues la Francia arruinada por el militarismo napo-
leónico , vencida y desangrada por las locas ambiciones del emperador
insaciable , buscaba una nueva vida y nuevas glorias en las artes de la
paz , en el comercio , en la industria y especialmente en la literatura y
las ciencias .

Michelet en 1816 estudiando! retórica , alcanzó un ruidoso triunfo .


Tenía un profesor eminente el famoso crítico Villemain , el cual un día
después de haber leído en clase con voz emocionada por la sorpresa un
XII MICHELET

trabajo literario que le hadía entregado aquel pequeño discípulo , bajó


de su cátedra y por un impulso de simpatía y admiración fué á sentarse
en el banco , al lado de él , para examinarle de más cerca y convencer-
se de si realmente era el autor de la obra . Por fin los sufrimientos

del niño y la heroica perseverancia del adolescente , alcanzaron una re-


compensa digna al terminar el curso . En la solemne distribución de
premios á todos los Líceos y, colegios de París , fiesta presidida por el
duque de Richelieu , primer ministro de Luis XVIII , Michelet obtuvo los
tres primeros premios de discurso latino , versión latina y discurso fran-
cés . Este último en estilo conciso , nervioso , de una elocuencia singular ,
anunciaba claramente al futuro escritor . Michelet fué el héroe de aquel
día . Todos le festejaron , los ministros quisieron verle : se le anunció un
hermoso porvenir en la literatura .
Cuando Michelet llegó al término de los estudios escolares Ꭹ salió

del colegio mostróse indeciso sobre la carrera que iba á seguir . Su pa-
dre le envió á las Ardennes , con la familia de su madre y por primera
vez vivió en el campo , rodeado de sus tíos , viejos labriegos que por las

noches le relataban junto á la lumbre las leyendas del país , recuerdos


de la época del feudalismo relatos de terribles luchas entre los siervos y
los señores .

<<Entonces --- según cuenta el mismo Michelet-se reveló su vocación


que ya se había manifestado en la infancia hojeando el « Museo de Mo-
numentos Franceses » . Ahora era la historia viviente , el pasado visible
en las ruínas de los castillos y en los relatos de los campesinos , lo que
se revelaba á él , no la historia fría y petrificada de las tumbas . Sería
historiador ya que para esto había nacido . Pero como le hacía falta una
profesión que asegurase su existencia , Michelet escogió lo que estaba
más en armonía con su caracter y aficiones : la enseñanza . « Dedicarse á
formar almas es una ocupación que obliga á llevar siempre alto el cora-
zón Ꭹ á defenderse del desfallecimiento de ánimo . La enseñanza ha sido
siempre mi fuerza y mi consuelo . >>
Comenzó modestamente en 1817 , como auxiliar de la clase de filo-
sofía é historia en el colegio Briaud con sesenta francos al mes . Lo
mismo en verano que en invierno , tenía que llegar al colegio á las seis
de la mañana lo que le obligaba á salir de su casa á las cinco , caminan-
do en invierno por las calles oscuras , entre la bruma que velaba la luz
de los reverberos , resbalando en el hielo de lás aceras . Sin embargo nun-
ca dejó de ser puntual .
SU VIDA Y SUS OBRAS XIII

Su existencia laboriosa transcusría entre su padre y su condíscipu-


lo el pintor Poinsot que vivía con él . Sin faltar á sus obligaciones de la
enseñanza , Michelet continuaba estudiando para ganar los grados uni-
versitarios que le permitieran abandonar su posición modesta .

MICHELET

JULIO MICHELET en 1843

Reproducción de una litografía de la época

En 1819 obtuvo el grado de doctor Ꭹ finalizó para Michelet el pe-

riodo de aprendizaje , periodo doloroso , en el que el hambre , el frío , los


duelos y las angustias del amor propio herido , fueron sus inseparables
acompañantes .
El adolescente enfermizo , débil y tímido desapareció , "quedando en
su lugar un joven animoso que marchaba rectamente á ser uno de los
XIV MICHELET

primeros escritores del siglo , impulsado por una poderosa imaginación ,


una viva inteligencia , una voluntad enérgica y constante y una sensi-
bilidad artística de una delicadeza infinita .

Michelet vió asegurado su porvenir y mejorada la situación de su


casa cuando en 1821 alcanzó la plaza de profesor de historia y filosofía
en el colegio de Sainte-Barbe Rollin . Tenía entonces veinticinco años y se
casó con una joven de una belleza meláncolica , que vivía separada de su
familia como señorita de compañía de una vieja dama alojada en la casa
de salud del doctor Duchemin . Allí la había conocido Michelet , sintién-
do desde el primer momento una dulce piedad por aquella joven á
quien la necesidad de vivir alejaba de los suyos . La vida del joven ma-
trimonio transcurría tranquilamente : él dedicado al estudio ; ella ro-
deándole de toda clase de tiernas solicitudes . «Era una gran felicidad
para mí― recuerda Michelet -el entrar por la mañana después de expli-
car la lección , en mi casita cercana al Pere-Lachaise , y en mi cuarto , ten-
dido perezosamente , leer durante todo el día los poetas Homero , Sofo-
cles , Theocrito y otras veces los historiadores . Uno de mis compañeros
de profesión Mr. Poret se dedicaba á las mismas lecturas y después en
nuestros largos paseos por el bosque de Vincennes hablabamos sobre
ellas .>>

Dedicado á la enseñanza no soñaba en escribir para el público .


Cuando salió del colegio , después del éxito alcanzado ante los ministros
y lo más ilustre del profesorado francés los libreros le habían hecho
proposiciones editoriales . -Yo no quiero vivir de mi pluma: -contestó
el joven-yo creo como Rousseau que la literatura no debe venderse
pues es la cosa reservada , el más bello lujo de la vida , la flor exterior
del alma .

Pero mientras esto decía se preparaba para ser un escritor, estu-


diando mucho , amasando todos los días nuevos conocimientos , un tesoro

inmenso de ideas que luego había de lanzar sobre el papel . Las necesi-
dades de la enseñanza le impulsaron á la ciencia y en 1827 debutó como
escritor con dos obras que pudiéramos llamar de texto : Compendio de
la Historia moderna y Principios de la filosofia de la historia sacados
de la «Science Nouvelle» de Vico .
Estas dos obras hicieron entrar á Michelet en el gran movimiento
SU VIDA Y SUS OBRAS XV

literario que se desarrollaba en Francia . El renacimiento intelectual co-


menzado á la caída del Imperio con la desaparición de la tiranía milisar
y la existencia de una paz inmutable , estaba entonces en plena flores-
cencia .
Después del silencio que la Francia intelectual había guardado ba-

jo la dominación de Bonaparte , poetas , novelistas , historiadores , filóso–


fos , musicos , pintores y escultores rivalizaban en la producción de obras
caldeadas por el fuego de la juventud . El ruiseñor de la inspiración ani-

maba con su trino infinito este amanecer del arte . La Historia participa-
ba de esta general renovación , y Guizot , Mignet , Thiers y otros , comen-
zaban sus grandes trabajos históricos . Michelet que vivía aislado , que
no pertenecía á ninguna escuela y que ostentaba como su mayor mérito
su originalidad expontánea y profunda , figuró al lado de este grupo de
historiadores , pero con carácter propio .
Después de estas dos tentativas afortunadas , Michelet se lanzó en
plena producción literaria ..
La Historia Romana fué su primera obra grande . Comenzada en
1828 , apareció en 1831 la primera parte que contiene la historia de la
república romana . El deseo de ver por si mismo el escenario donde se
desarrollaba su relato , le hizo emprender un viaje á Italia é impresionado
por la melancólica belleza y la magestad de Roma , escribió la decripción
más hermosa que se conoce de la Ciudad Eterna . Chateaubriand y
todos cuantos habían descrito á Roma antes que Michelet quedaron os-
curecidos .

La historia del pueblo romano tan lejos ya de nosotros , tan dife-


rentes en ideas y costumbres adquirió , sin embargo , por el arte mágico

de Michelet el interés palpitante de la historia contemporánea . Pero la


intervención de los conquistadores romanos en las Galias le hizo pensar
en la historia de Francia : esta idea se apoderó de él con atracción in-
vencible . No pudo resistirse á la tentación de escribir la historia de su
país , y abandonando la del Imperio Romano que debía ser la segunda
parte de su obra, se entregó á la Historia de Francia, dedicándola al
resto de su vida.
*
* *

Cuarenta años de la vida laboriosa y tenaz de Michelet , consu-


mió su Historia de Francia. Cuarenta años de labor incesante , sin
un día en que no pasara diez ó doce horas hojeando libros y docu-
XVI MICHELET

mentos en las bibliotecas ó sentado ante su mesa de trabajo llenando


cuartillas .

Cette with acts tout fini mij'yai


you use .j'ysins ní,j'y ai v
vie,j'y fernice.

long sejour
, bin autrementlongquela vie.....
Couter unes cination, toutes,cum tradition. I'yduttachent
, apoi
znoujaffe , et non avoint..
au milieu & la
her autres outfenti éveiller leug
réni Сашу
14oi Jam lo
Pam la files Romantiques dan terpoét. folit-
bouede lascarrefour L'un citué leg. l'autu anglais, I'arte alleen -
Дей , Jam
Meji suis ne mes.Denis un appointement
pratiqui récemment
an choeur des Damer If
J..Chaumont.
Your Certusmem folennels du inavie,
feraſt achert à

grande ville .
tel ou tel lieu de cette
mon enfance I'estpaffe dan becenter humide erfombre
Ma jenneffe Jam for Jaubong éloignés ..j'ai révépendant
dis fur la routed day.Cachaife etd Vincenner..

Cute Cohabit. avecunetelle ville, a Contribuéfam

Doute à éveillerl'hist, enmoi , j'ai vêu dam Jais, ;


"
nondela vie dejaris , mais d'une vieplusgénérale,& low haute
.
Solitaire au milice,at Ila soule etla comprenant d'autoutcui eux

queji ne m'y suis par Confondu -


Bron paris n'atportel momment, telle jogu . j'ai

crime' cette ville, avant d'y remarquer annum objetd'art-


, cen'est ni N.D.
cequ'il y adiplun beard en ally
ui tel auto evitice c'est elle -même .La beauté mwen der Witics

exfeconpromenez .Vourfur la quan et les boulevard, vow


acune détail,que vour éter an
fentiry Jaurrieuregardit.
milion dela capet Ilajocial , memaine -
J. Miclules

Reproducción de una cuartilla escrita por Michelet

La Historia de Francia es la obra más importante de Michelet, el


más elocuente testimonio de su gloría . La comenzó en 1830 y no la
SU VIDA Y SUS OBRAS XVII

acabó hasta 1867. Todavía después de la guerra franco-prusiana, y con


la dolorosa emoción que en él produjeron los desastres de la patria , el
anciano Michelet empleó las últimas energías que le quedaban en es-

LA CASA DE MICHELET EN LA CALLE D' ASSAS, EN PARIS


El historiador vivía en el piso tercero. En la lápida colocada encima de la primera ventana
por el municipio de Paris se lee: «Aquí vivió Julio Michelet, historiador, nacido en París
el 22 de Agosto de 1798; muerto en Hyeres el 9 de Febrero de 1871.» En esta casa siguió
viviendo la viuda de Michelet hasta el principio del presente año en que murió .

cribir como apéndice á su grande obra una Historia del siglo XIX,
á la que no pudo dar fin , sorprendiéndole la muerte cuando se ocupaba

en relatar los sucesos de 1815 á la caída de Napoleón .


***
XVIII MICHELET

De veinticuatro volúmenes consta esta historia , que abarca desde


los orígenes de Francia á los principios de la Revolución . La escribió
sin seguir en el trabajo un plan fijo ; produciéndola por épocas y esco-
giendo como primeras aquellas que más le atraían . Primero escribió en
seis volúmenes la historia de Francia desde la época gala al reinado
de Luis XI . Era la historia de la monarquía, intercalando en ella la
pintura de esa Edad-Media que Michelet ha profundizado como nadie.
Pero interrumpiéndose en su obra , creyó que para seguir adelante con
la descripción de la monarquía absoluta , necesitaba antes dar á cono-
cer al público la Revolución , como el epílogo de diez y ocho siglos , y
desde 1847 á 1853 escribió la Historia de la Revolución . En 1855 vol-
vió otra vez á emprender su antigua obra , no terminándola , como ya
hemos dicho , hasta 1867.

Obrero infatigable , Michelet se ponía al trabajo todos los días á


las cuatro de la madrugada en su tranquila casita inmediata al Pere-
Lachaise y sólo se interrumpía para ir á dar sus lecciones , regresando
inmediatamente al hogar , donde le esperaba la labor literaria , que le
dominaba como una dulce embriaguez .
Mientras tanto había hecho rápidos progresos en su carrera de
profesor . Sus primeras obras le valieron ser nombrado maestro de con-
ferencias de la Escuela Normal Superior; fué suplente de Guizot en la
cátedra de Historia de la Facultad de Letras de París , mientras éste era

ministro y jefe del gobierno , y en 1838 recibió por fin la distinción más
envidiada para un profesor , al ser nombrado por el Instituto para ocupar
la cátedra de Historia y Moral del Colegio de Francia .
Sin faltar á sus deberes profesionales dedicaba toda su vida á la
grande obra que llevaba entre manos . Para escribir la Historia de
Francia no se contentó con las crónicas reunidas por los conventos ó
por las sociedades de bellas letras en los pasados siglos , fecundo ar-
senal al que acudían todos los historiadores : se remontó á las mismas
fuentes de conocimiento , á los documentos inéditos Ꭹ desconocidos que

cubiertos de polvo dormían en los archivos . Después de la revolución de


1830 , el nuevo gobierno le nombró jefe de la sección histórica en los
Archivos Nacionales , y Michelet se consideró feliz teniendo al alcance
de sus manos toda aquella historia de Francia escrita á fragmentos por
los testigos presenciales : «Cuando yo penetre por primera vez- dice
atestiguando su alegría- en estas catacumbas de manuscritos hubiera
dicho con la misma satisfacción que cierto alemán al entrar en el mo-
SU VIDA Y SUS OBRAS XIX

nasterio de Saint-Vannes : -He aquí la habitación que escojo para toda


la vida y mi reposo por los siglos de los siglos . >
»
Michelet , después de esta rebusca de cuarenta años y de la prodi-
giosa acumulación de notas de que hizo acopio antes de escribir su
obra , pudo decir con legítimo orgullo : -Es la primera vez que la histo-
ria descansa en una base seria .

Excelentes eran sus materiales históricos , pero no era menos nota-


ble el arte con que construía el edificio . En Michelet no se sabe quién
es más grande , si el sabio ó el artista . Hablando de sus primeras visitas
á los archivos exclamaba con toda su potencia imaginativa : « No tardé
en darme cuenta de que en el silencio aparente de las galerías repletas
de manuscritos , había un movimiento , un murmullo que no era el de
la muerte . Estos papeles , estos pergaminos abandonados allí tanto tiem-
po , no pedían más que volver á la vida . Estos papeles no eran papeles :
eran vidas de hombres , de provincias , de pueblos enteros . Si hubiera
querido escucharlos todos no habría encontrado- como decía cierto se-
pulturero después de una batalla- ni uno solo muerto . Todos vivían ,
todos hablaban , rodeando al autor de un ejército que se expresaba con
cien lenguas á la vez . »
Estas voces que oía Michelet , voces de ultratumba , hablaban á su
imaginación un lenguaje conocido : los fantasmas que surgían de entre
los empolvados legajos de los archivos tomaban para él cuerpo y fiso-
nomía . De este modo resultaba Michelet el contemporáneo de las épocas
que relataba , pintándolo todo con el mismo vigor que si se hubiera des-
arrollado ante sus ojos . El espíritu científico y la imaginación poética
producían esa resurrección , en la que él encerraba todo el arte de la
Historia, arte que no tuvó jamás obrero tan hábil como Michelet .
Por su sensibilidad y su imaginación poderosa , Michelet hace pasar
cuando quiere un estremecimiento de emoción por el público que le lee.
El mismo conocía su poder cuando confesaba : « El don que San Luis
pedía al cielo y no obtuvo jamás yo lo tengo : el don de las lá-
grimas.»
*
**

Hora es ya que dejando á un lado el gran trabajo histórico de Mi-


chelet hablemos de la parte más interesante para nosotros : la Historia
de la Revolución .

En su prefacio de la Historia de Francia cuenta Michelet como


XX MICHALBT

fué impulsado á interrumpir el relato de los siglos monárquicos para


escribir la epopeya de la Revolución .
«Un día-dice-pasando por Reims ví detenidamente su magní-
fica catedral . Desde la cornisa interior , por la que se puede circular, á
una altura de 80 pies , se ven las naves del templo brillantes , ricamente
floridas , alegres como un aleluya eterno . En el inmenso espacio vacío
se cree oir el gran clamoreo oficial que algunos llaman la voz del pue-
blo . En los ventanales parece verse los pájaros que huyen espantados
por los cánticos de aquel clero , que al ungir al rey de Francia estable-
cía el pacto entre el trono y la Iglesia . Saliendo afuera , sobre los teja-
dos que dominan la inmensa Champagne , llegué hasta el último cam-

panario , situado detrás del coro . Allí me sorprendió un espectáculo


extraño . La redonda torre tenía una guirnalda de ajusticiados de piedra.
Unos con la cuerda al cuello ; otros habían perdido las orejas . Los mu-
tilados aparecen más horribles que los muertos . ¡Qué conmovedor con-
traste! La iglesia de las fiestas monárquicas ostenta como collar nupcial
este lúgubre ornamento . El martirio del pueblo en la parte exterior del
altar. Imagen implacable de la Revolución . Entonces me convencí de
que era imposible comprender y narrar los siglos monàrquicos, si ante
todo no afirmaba en mi , el alma y la fe del pueblo . Por esto después
de escribir el reinado de Luis XI pasé de un salto á escribir la Revo-
lución .»

Como se ve , la historia escrita por Michelet, más que un trabajo


puramente literario , es un acto de fe . Buscó en la Revolución la luz que

iluminara el pasado y el porvenir de Francia . Michelet, al narrar la Re-


volución , pierde su sangre fría ; se enardece , llora de entusiasmo ; incre-
pa á unos , da coraje á otros , conversa con los personajes de la gran
epopeya revolucionaria , y las páginas parecen escritas con su propia
sangre mezclada con lágrimas . Se arrodilla ante la Revolución como un
sacerdote ante Dios ; su origen humilde siente honda satisfacción ante el
gran suceso que ensalzó á los oprimidos : nieto de campesinos , su grati-
tud canta un himno entusiasta á aquel cambio radical que arrancó la
propiedad de mano de los antiguos señores , convirtiendo en hombre li-
bre y dueño de la tierra al antiguo siervo .
Hay además que tener en cuenta las circunstancias porque atrave-
saba Francia al escribir Michelet su Historia de la Revolución . La co-
menzó en el momento en que se preparaba el movimiento revolucionario
que iba á derribar la monarquía de los Orleans , estableciendo por se-
SU VIDA Y SUS OBRAS XXI

gunda vez la República en Francia . Y la terminó cuando esta República ,


fundada en 1848 , sucumbía bajo el atentado militar de Luis Bonaparte ,
quien se coronó emperador con el título de Napoleón III . Todas las pe-
ripecias que sufrió Francia en este período tempestuoso se reflejan en
las diferentes partes de la Historia de la Revolución . Al principio el
entusiasmo, el ardor y la confianza ; los mismos sentimientos , que antes

EL COMEDOR DE MICHELET EN LA CALLE D' ASSAS


El historiador en sus últimos años solía escribir en esta habitación cerca de su esposa.
Aquí produjo sus últimos libros

de 1848 , sabía infundir á la juventud republicana que se agolpaba á oir


sus lecciones de Historia en el Colegio de Francia : en las últimas partes
de su obra, escritas cerca de Nantes , en una casita solitaria , arrullado
tristemente por el huracán y el tempestuoso oleaje , la melancolía , el
duelo por la libertad perdida , la amargura de ver triunfante el cesaris-
mo que le persiguió por sus méritos de escritor republicano .
Esta Historia de la Revolución obra de fe , inspirada epopeya,
XXII MICHELET

canto lírico sublime y vehemente como interminable oda , no es , sin


embargo, una improvisación ni una fantasía . La erudición , la ciencia ,
la probidad histórica no pierden jamás sus derechos en Michelet . Es el
más poeta de los historiadores de la Revolución , pero también el más
verídico , el de conciencia más estrecha . Ni Thiers , ni Luis Blanc ni los
demás que han escrito sobre la famosa Revolución , tuvieron la base de
estudios que Michelet. La obra de éste descansa sobre grandes rebuscas

en los archivos nacionales , que dieron por resultado el hallazgo de docu-


mentos hasta entonces desconocidos . Por esto pudo dar al relato de la
Revolución un carácter completamente original, contemplándola desde
puntos de vista realmente nuevos .
Su historia la escribió siendo jefe del Depósito Central de los Ar-
chivos Nacionales , teniendo al alcance de su mano durante seis años
(1845-1850 ) toda la documentación oficial de la época revolucionaria ,
rico tesoro del que no pudieron gozar otros historiadores . Dispuso ade-
más del archivo de la Municipalidad de París y del de la Prefectura de
Policía , y al escribir la última parte de su obra en Nantes, desterrado
por el golpe de Estado , registró el archivo de esta ciudad , virgen hasta
entonces de todo examen , lo que le proporcionó un caudal inmenso de
nuevos datos sobre la guerra de la Vendee .
Esta busca de datos en los archivos , la describe el mismo Michelet
con su inimitable estilo : «Yo encontraba alguna vez la firma de Chau-
mette ó de algún otro revolucionario en el papel donde pusieron su plù-
ma por última vez . Tal frase en el rudo libro de actas del club de los

Cordeleros está sin acabar , como cortada por la presencia de la muerte .


El polvo de aquel tiempo lo he encontrado aún sobre los documentos .
Es bueno respirarlo , manejar esos papeles , esos cuadernos , esos regis-
tros . No están mudos , ni estan tan muertos como parece á primera vis-
ta . Jamás los toco sin sentir emoción , como si percibiera que surge de
ellos cierto perfume indefinible ... Es el alma . »
Su penetrante inteligencia , su poderosa facilidad de evocación su-
pieron interpretar todo este mundo de documentos , dando figura y voz
á los héroes de la Revolución y lanzándolos en plena luz como seres vi-
vientes . Aparte de los documentos , Michelet tenía la tradición oral , el
testimonio de muchos ancianos que habían presenciado la Revolución Ꭹ
tomado parte en ella . Su mismo padre , que había hecho guardia en la
torre del Temple donde estaba detenida la familia real y asistido á la
ejecución de Luis XVI, le relataba las escenas de aquel tiempo .
SU VIDA Y SUS OBRAS XXIII

El padre de Michelet murió cuando su hijo escribía los primeros


capítulos de la Revolución ; y el historiador , dolorido por la desgracia ,
exclamaba así en el prefacio que en 1847 puso al primer tomo de su
obra: «Como todo se mezcla en esta vida con doloroso contraste , al mis-
mo tiempo que yo me sentía tan feliz renovando la tradición revolucio-
naria de la Francia , mi tradición se rompía para siempre . He perdido
quien tantas veces me hizo el relato de la Revolución ; aquél que era
para mí la imagen y el testigo del gran siglo ; el siglo XVIII . He perdi-
do á mi padre , con el que viví toda mi vida ; cuarenta y ocho años . »
>
$
· Para Michelet es el pueblo el único héroe de su Historia de la Re-
volución . Conforme va sondeando el terreno histórico encuentra que lo
mejor está abajo , en las oscuras profundidades . Se indigna viendo que
pasan como actores únicos los oradores brillantes y poderosos que no hi-
cieron más que interpretar en sus discursos el pensamiento de las ma-
sas . Para Michelet esos hombres han recibido la impulsión del pueblo ;
no son ellos los que la han dado . «El actor principal- dice -es el pue-
blo...» Y así como va entrando en el estudio de la Revolución , hace ver
que los jefes de los partidos , los héroes de la historia convencional , no
han previsto ni preparado nada , no han tenido ninguna iniciativa en los
grandes sucesos , pues estos fueron la obra unánime del pueblo , espe-
cialmente al principio de la Revolución . Michelet ve esto , y lo dice con
la franqueza de una conciencia recta , derribando los ídolos levantados
por otros historiadores , destruyendo prejuicios , siendo el gran justicie-
ro del pueblo , que coloca la masa por encima de las individualidades .
Las más hermosas de sus páginas son aquellas en que interviene solo el
pueblo; en que este gran actor poderoso y anónimo surge de la oscuri-
dad , lanzándose en plena luz histórica , unas veces irritado y arrollador
como en el 14 de Julio al tomar la Bastilla , otras fraternal y confiado
como en Julio de 1790 al celebrar las fiestas de la Federación , y por fin
marchando rectamente contra la monarquía , furioso y soberbio como
en 10 de Agosto de 1792. Su relato de las Federaciones que unieron

las aldeas, las ciudades , los departamentos , toda la Francia en fin , en


un sentimiento espóntaneo y entusiasta de simpatía y esperanza , tiene

la belleza de un largo idilio donde late el alma de la Revolución popu-


lar, tan pura y tan bondadosa al principio , antes de que la exasperaran

la resistencia de los nobles y del clero y la traición de la corte .


La obra de Michelet es el monumento más grande , más solido y de

mayor belleza que se ha elevado á la gloria de la Revolución.


XXIV MICHELET

Como dice Víctor Hugo al ocuparse de esta obra: « Por la primera


vez la grande epopeya revolucionaria encontró un cantor digno de
ella.»
>
Lamartine en sus Girondinos no trató más que un episodio de la
Revolución en estilo lírico como el de Michelet, pero sin ninguna base
de erudición , fantaseando á su capricho , sin ese respeto á la verdad que
tan escrupuloso es en nuestro historiador. La obra de Thiers , aunque
notable , carece por completo de ese relieve que únicamente puede dar
á sus producciones un artista . Luis Blanc no hizo más que exponer los
mismos caracteres y los mismos hechos que los otros , sometiéndolos á
un detenido análisis , pero sin rectificar los anteriores errores , pues
no fué á buscar las fuentes de su historia en los archivos y se guió
únicamente por lo que otros historiadores llevaban escrito .

La obra de Michelet queda y quedará eternamente por encima


de las de todos los historiadores de la Revolución . Como dice un famoso

crítico : «La Historia de la Revolución de Michelet ha limpiado el cam-


po histórico , que el espirítu monárquico había obstruído con absurdas
leyendas y queda y quedará como obra poderosa de sinceridad , enérgi-
ca, vibrante y de una emoción que subyuga al lector . >>

A Michelet , como á todos los hombres que tienen fe en sus ideas ,


le llegó la hora de las persecuciones .
Nunca quiso ser político militante . Al triunfar la revolución contra
los Borbones en Julio de 1830 su antiguo maestro de retórica Villemain
fue ministro y Guizot su compañero de profesorado ocupó varias veces

la presidencia del gobierno . Ambos , que sentían por Michelet un ver-


dadero cariño, quisieron interesarle en la política , hacerle diputado ,
medio seguro de que alcanzara una gran posición en la Cámara con su

facilidad oratoria de profesor acostumbrado á la explicación diaria ; pero


no quiso ser más que escritor y maestro y siguió tranquilo y feliz de-
dicando su pluma al público y su palabra á la juventud entusiasta que
acudía de todas partes á oir sus lecciones de Historia en el Colegio de
Francia . Lo único que aceptó del gobierno nacido de la revolución de
Julio fué la jefatura de la sección histórica en los Archivos Nacionales
por lo mucho que esto facilitaba sus estudios .
Al triunfar la revolución de 1848 y proclamarse la segunda Repú-
SU VIDA Y SUS OBRAS XXV

blica Francesa , el pueblo de París le dirigió un mensaje solicitando su


permiso para elegirle diputado .
Michelet , hombre de estudio , aislado en su casa , dedicado á un con-
tinuo trabajo y sin otro esparcimiento que su cátedra ó algun paseo
solitario por los bosques inmediatos á París , resultaba sin quererlo un
hombre popular. A ello contribuía el primer tomo de la Historia de la
Revolución que acababa de publicarse con éxito inmenso , pero más aun
las persecuciones de que había sido objeto por parte del elemento cle-
rical poco tiempo antes de surgir la revolución . Del 46 al 48 Michelet
había publicado en pequeños volúmenes El Pueblo y El sacerdote , la
mujer y la familia, y en su cátedra del Colegio de Francia dió unas
conferencias sobre los jesuítas que pusieron en conmoción á toda la ju-
ventud escolar de París . Justamente era preocupación general entonces
los progresos que hacía la Compañía de Jesús á la sombra de la monar-

quía de Luis Felipe , á pesar de ser este un rey nacido de la revolu-


ción . Michelet , en su cátedra , abordó francamente la crítica de la aso-
ciación jesuítica . Nunca recibió esta golpes tan certeros y mortales como
los que le asestó el gran historiador . La juventud acudía ansiosa á
aplaudir al gran maestro ; gentes que jamás habían pisado el Colegio
de Francia se valieron de toda clase de medios para poder entrar en el
aula; los periódicos radicales insertaban íntegras las lecciones de Miche-
let ; publicáronse éstas en un volumen que alcanzó una gran tirada y
durante mucho tiempo habló todo París de aquel valeroso profesor y de
sus conferencias contra los jesuítas .
La conmoción fué tan grande que el gobierno , influído por la
Compañía y por la consideración de que Michelet era republicano , le
despojó de su cátedra en medio de generales protestas de la opinión ,
siendo este hecho una de las causas que contribuyeron á la caída de
Luis Felipe .

Natural era que al establecerse poco después la República el pue-


blo de París pensara en enviar á la Asamblea Constituyente al sostene-
dor en la cátedra de las doctrinas republicanas y librepensadoras . Pero
Michelet no quiso aceptar. Habituado á las tranquilas explicaciones
profesionales y al silencio de su gabinete de escritor , sentía repulsión
ante las agitaciones de la vida pública y las pequeñas luchas del parla-
mentarismo. Y sin embargo , este hombre tranquilo , que se mantenía
alejado en medio de sus libros y papeles de las batallas tumultuosas de
la vida como un benedictino de la literatura, era por la ley del contraste
***Я
XXXVI MICHELET

un entusiasta adorador de la acción cuando esta servía para llevar á la


práctica los ideales de progreso .
Una vez que un admirador le manifestaba su entusiasmo por sus
obras , Michelet sonrió tristemente y mirando al suelo murmuró con voz
meláncolica

-¡Ser Garibaldi ! ... Eso si que es hermoso .


Mientras subsistió la segunda República , Michelet vivió apartado
de la vida pública , escribiendo su Historia de la Revolución , desem-
peñando su cátedra y trabajando en sus Archivos . Pero esta obra tan
querida había de terminarla en las más tristes circunstancias y agitado
por penosas preocupaciones .
Poseído de entusiasmo por la Revolución narraba la historia de la
primera República ; y la segunda , á cuyo nacimiento había contribuído
y en la cual no intervino para nada , se derrumbaba en torno de él. Can-
taba en su libro un himno á la libertad y de repente , la vió una mañana
perecer bajo los pies de los batallones ebrios que Napoleón el Pequeño
lanzó á las calles de París el 2 de Diciembre para dar el golpe de Es-
tado .

Sus amigos fueron presos ó tuvieron como Víctor Hugo que partir
para un largo destierro : la persecución contra los republicanos se orga-
nizó en toda Francia . Michelet se vió de nuevo despojado de su cátedra
del Colegio de Francia : el gobierno cesarista procedió con él arbitraria-
mente , sin reconocerle siquiera el derecho á la jubilación por sus muchos
años de profesorado . Bonaparte temía al escritor republicano , maestro
de la juventud literaria que desde su cátedra había de seguir mante-
niendo el entusiasmo por la República .
Pocos meses después en Junio de 1852 , le exigieron juramento de
adhesión al nuevo Imperio . El respetable profesor , fiel siempre á la Re-
pública , se negó á prestarlo alegando que era contra su conciencia y le
quitaron su puesto en los Archivos Nacionales , prohibiendo además que
en los establecimientos de enseñanza se admitiesen sus obras como
texto .

Privado de sus cargos tan legítimamente ganados , y con la prohi-


bición que pesaba sobre sus libros , Michelet vió en peligro su subsis-
tencia . Le quedaba su pluma ; pero la Francia , anonadada por el reciente
cambio de instituciones , no quería leer á los escritores republicanos y
únicamente podían vivir los autores que adulaban al Imperio .
En medio de su carrera de continuo trabajo le sorprendía la fatali-
SU VIDA Y SUS OBRAS XXVII

dad , arrebatándole los medios materiales de existencia; pero no desmayó


ante la desgracia . Lejos de ello , esta prueba penosa sirvió para renovar
su talento, que tuvo una segunda primavera , próximo ya á la vejez .
Además Michelet contaba con una buena hada para batirse con la
adversidad . Era su segunda mujer, la que fué la compañera de los últi-
mos veinticinco años de su vida , la inspiradora y colaboradora de mu-
chas de sus obras .

La desgracia que le abandonó en la adolescencia volvía en su busca


al verle viejo . Pero ahora era fuerte ; una mujer joven le daba su calor
amoroso , comunicándole fuerza y energía para desafiar los golpes de la
suerte .

El segundo matrimonio de Michelet es la novela tierna y sencilla


entre un anciano glorioso y una joven que llega hasta el amor por el
camino de la admiración literaria . Es un idilio que surge en plena vejez

Ꭹ hace crecer milagrosamente las rosas entre la nieve de los años .

*
**

Luchando por la Repúbl


ica durante el reinado de Luis Felipe , do-
minado por la fiebre de la discusión batalladora en sus conferencias con-
tra los jesuítas que tanto agitaron la opinión , Michelet no se daba cuen-
ta de la soledad que existía en torno de él cuando volvía á su hogar .
Su esposa había muerto en 1839 ; un hijo que tenía vivía lejos de
él ; una hija , se había casado y solo la veía de tarde en tarde ; su padre
murió, como ya dijimos , cuando él acababa su primer tomo de la Revo-
lución . Michelet vivía solo como uno de esos profesores solteros confia-
dos al cuidado de una sirvienta vieja , sin más familia que los libros ni
más afectos que sus trabajos literarios . Al cesar la fiebre del combate
con el triunfo revolucionario de 1848 y reanudar Michelet su metódica
vida repartida entre la cátedra , los Archivos y la redacción de su obra ,
se dió cuenta de la soledad y el silencio que existían en torno de él .
Por entonces comenzó á entablar correspondencia con una joven
desconocida que vivía en Austria, prestando sus servicios en una gran

familia como institutriz francesa . Lejos de la patria y obligada por la


necesidad de ganarse el pan á vivir con gentes extrañas que la trataban

con altanera consideración , la pobre joven languidecía en la tristeza Ꭹ


el fastidio . Al leer el último libro de Michelet El sacerdote, la mujer y
la familia , la señorita Athénais Mialaret sintióse dominada por una
XXVIII MICHELFT

profunda admiración hacia el autor y le escribió pidiéndole que fuese


el director de su conciencia, exponiendo el estado de su alma , solicitan-
do que la socorriera con sus consejos . Michelet , seducido por el estilo
ingenuo y al mismo tiempo elevado de aquella joven le contestó , y desde
entonces establecióse entre el gran maestro y la pobre institutriz un
cambio de pensamientos é impresiones que las circunstancias habían de
convertir en algo más tierno .
Un día la señorita Mialaret se presentó en la casa de Michelet en
París . La revolución del 48 , extendiéndose por toda Europa , había obli-
gado á emigrar á la noble familia austriaca , y la institutriz , falta de co-
locación , regresaba á su casa . Al verla su eminente amigo experimentó
esa impresión instantanea y fulminante tantas veces descrita en las no-
velas . «Eran las cuatro de la tarde-dice Michelet- cuando ví por la
primera vez á la que debía hacer el destino de mi vida . La primera im-
presión que sentí fué de sobrecogimiento . Pálida hasta el punto de ha-
cer temblar por su salud , ¿cómo podía vivir aquella criatura? Y lo que
hacía resaltar más esta palidez interesante era su traje negro con solo
una rosa , pálida también , en su sombrero de terciopelo como para indi-
car que todo aquel negro no era de luto . » La joven , que era recatada
y no quería exponerse á la calumnia , al comprender que Michelet ha-
bía de visitarla abandonó el modesto hotel donde se había alojado y entró
en un colegio á prestar sus servicios por solo la comida y la habitación .
Michelet no tardó en darse cuenta del peligro á que le impulsaba
su viva simpatía por aquella joven . Un hombre de cincuenta años , ena
morado de una joven que aún no tenía veinte , resultaba ridículo . In-
tentó resistirse , pero fué en vano . El grave profesor del Colegio de
Francia, el historiador célebre encanecido en los archivos sufría á los
cincuenta años las angustias amorosas , los nerviosos anhelos de un ado-
lescente . Se propuso no ir en busca de la institutriz y en sus paseos
iba siempre instintivamente hacia el colegio donde estaba . Durante seis
días pasó ante su puerta sin atreverse á subir , pero al séptimo no pu-
do callar más tiempo y la envió una carta : al octavo cayó á sus pies
declarando su amor y desde entonces á todas horas la escribió cartas
ardientes de pasión , tan hermosas , tan dignas de ser conocidas por su
belleza literaria que en este mismo año ( 1899 ) la viuda de Michelet ,
pocas semanas antes de morir , las ha publicado con gran aplauso del
público.
Estas efusiones amorosas del hombre célebre satisfacían la vanidad
SU VIDA Y SUS OBRAS XXIX

de la joven y la infundían lentamente el cariño de que tantas pruebas


dió algún tiempo después , cuando Michelet se vió en la desgracia, nece-
sitado de apoyo y consuelo . Michelet estaba cada vez más enamorado .
Allá á donde iba , á la cátedra , á los archivos , á todos los lugares seve-
ros donde le llamaban sus ocupaciones científicas le acompañaba la
imagen meláncolica de la enfermi-

za joven . Esta , ante sus preten-


siones amorosas , callaba discreta-

mente con la reserva que su edad


y su sexo le imponían , y el gran
escritor , exasperado por esta pru-
dencia, que bien pudo ser coque-
tería , se exaltaba y la pedía con
entonación lírica los más insigni-
ficantes favores : «Mi querida jo-
ven, mi blanca señorita- le escri-
bía con la misma pluma que tra-
zaba las páginas de la Historia de
Francia.-No puedo veros tan pá-
lida sin sentir un profundo dolor.
Gocemos juntos un poco de aire ,
Madama MICHELET de sol , de vida.» Y la llevaba á
Copia de un cuadro de Mlle. Poret pasear á los lugares más tranquilos
virtuosos de París . A las Tulle-

rías , entre los corros de niños , al Jardín de Plantas , donde algun estu-
diante miraba con asombro al hombre célebre dando el brazo á una

joven vestida modestamente y con aire de enferma , al museo del Lou-


vre , donde paseaban seguidos por la opaca mirada de las momias egip-
cias . Nada de conversaciones frívolas , ni de susurros amorosos en la
oreja: la conversación era digna de un gran escritor y de una institu-
triz grave y algo romántica . Michelet hablaba de la Naturaleza y de la

muerte , le anticipaba lo que iba á decir al día siguiente en su cátedra


ó le leía las pruebas de su próximo libro . En el Louvre, ante los sepul-
cros asirios ó etruscos , daba para ella sola magníficas conferencias de
historia; pero poeta y enamorado , sus graves palabras se impregna-
ban de la ternura que se desbordaba de su corazón y á propósito de
Sesostris ó de Julio César decía cosas que equivalían á declaraciones .
Por fin un día, tembloroso como un colegial , propuso á la joven ins-
XXX MICHELFT

titutriz el llevar su nombre glorioso , que con tanto gusto hubiesen


aceptado muchas mujeres ricas y hermosas . La señorita Mialaret por
toda contestación le rogó gravemente que la acompañase hasta su casa,
y al despedirse ante la puerta prometió escribirle .
Michelet esperó con ansiedad la carta prometida . Su corazón de
quincuagenario latía con impaciencias y fiebres de muchacho . La tan
esperada carta llegó por fin . « Os perteneceré cuando queráis y como
queráis , lo mismo en la felicidad que en la desgracia . Ya lo sabéis . Lo
que de mi hagáis me importa poco . » Estas palabras de absoluta y dul-

ce sumisión arrancan lágrimas de alegría á Michelet , y su entusiasmo


se desborda en una carta con frases de pasión que parecen estrofas del
Cántico de los Cánticos . « Creía vivir en las tristes sombras de la noche
y no es la noche lo que llega . Gracias á tí es la mañana . Tú has llega-
do hasta mí, pálida y seductora , refrescando mi corazón , haciéndolo re-
vivir con tus dulces lágrimas . Y desde entonces luce para mí la au-
rora .»
>
Michelet sintió la necesidad de comunicar su dicha á todo el

mundo . Corrió á casa de su hija é inútil es decir que esta y su marido


no se manifestaron tan contentos como él . Tres meses pasaron de rela-
ciones castas y fervorosas y por fin se realizó el matrimonio .
Madama Michelet fué adorada como no lo ha sido ninguna mujer en
el mundo . Los últimos libros de Michelet lo atestiguan : el estilo tierno
y sentimental de su última época , al escribir El Amor, El Pájaro , et-
cétera , no era más que un reflejo de aquel cariño siempre vivo y vehe-
mente que sentía por su esposa.
Esta tenía derecho para escribir (pocas semanas antes de su muer-
te ) al frente del volumen que contiene las cartas inéditas de Michelet ,
admirable libro de amor , estas tiernas palabras : « Veinticinco años han
pasado desde que murió Julio . Añadiendo los otros veinticinco de nues-
tro estrecho himeneo forman justo un medio siglo , hoy domingo 12 de
Marzo de 1899. Solemnizo en mi corazón el cincuentenario de nuestro

matrimonio , porque yo no soy su viuda , soy su alma que se ha retar-


dado un poco sobre la tierra .»

*
**

Volvamos á Michelet en el momento en que el Imperio le despojó


de sus funciones oficiales por su entereza republicana.
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXI

Sin recursos para seguir viviendo con el mismo desahogo que an-
tes , sin obligación de permanecer en París por haberle despojado de su
cátedra y de la dirección de los Archivos , disgustado por el espectáculo
que ofrecía la gran ciudad con las fiestas y el lujo insolente de los
aventureros elevados por el golpe de Estado , Michelet resolvió retirarse
al campo con su animosa compañera , que hacía valientemente cara á la

desgracia y le animaba á continuar en sus trabajos.


Estableciéronse cerca de Nantes en una casita sobre una colina in-

mediata al mar , y allí , entre el estrépito de las grandes tempestades ,


acabó Michelet como ya hemos dicho su Historia de la Revolución . Al
terminar su obra y pasar los días en la inacción abismándose en el exa-
men de la Naturaleza , Michelet comenzó á percibir las voces misterio-
sas y extrañas de la soledad . Su salud estaba quebrantada por el exceso
de trabajo , su esposa se hallaba también enferma por el clima rudo de
aquella costa y se vieron obligados á buscar una temperatura más dulce ,
un cielo más clemente , trasladándose á un pueblecillo italiano á dos
leguas de Génova en un pliegue de los Apeninos . Los médicos habían
prohibido todo trabajo á este trabajador infatigable ; los libros había de
considerarlos como terribles enemigos después de haber pasado su vida
entre ellos; y obligado á abstenerse de leer y escribir , se dedicó , según
él mismo cuenta , «á correr por las rocas en buena sociedad con los la-
gartos que juegan y duermen al sol . >
»
Pero en la costa de Génova , árida y bañada por un mar estéril en
el que apenas si existen peces , la vida animal es casi nula . Esta vida

que deseaba contemplar Michelet la encontró á su regreso á Francia :


<<delante del Océano-dice-en el promontorio de Heve , sobre las vie-
jas cimas que lo dominan . Allí entre otras cosas comencé á comprender

á los pájaros que hablan más que cantan ; las golondrinas , por ejemplo ,
que conversan sobre el buen tiempo , la caza , el alimento escaso ó abun-
dante ó la próxima partida para las tierras cálidas : en fin de todos sus
asuntos .>>>

El fruto de esta renovación moral que sufrió Michelet viviendo en


plena naturaleza , el resultado de la influencia que sobre él ejerció su
segundo matrimonio , fué su libro El Pajaro , publicado en 1856 .
Michelet, que había poetizado la historia de los pueblos , se entraba
ahora en la historia natural poetizándola también . En El Pájaro apa-
rece como en sus mejores obras históricas , la ciencia aliada con el arte ,
el espíritu de observación unido á la potencia imaginativa . Sobre la ba-
XXXII MICHELET

se de lectura de historia natural y de observaciones directas , Miche-


let levantó un poema lírico tierno é inspirado , que de tal puede calificarse
El Pájaro. Viviendo en las montañas en continuo trato con golondri-
nas , alondras ruiseñores y modestos gorriones , el gran historiador aca-
bó por adivinar los sucesos de su vida, sus alegrías y sus tragedias, los

riesgos y peligros sufridos en la lucha por la subsistencia y escribió un

Saloncito de la calle d' Assas donde Michelet recibía a sus amigos íntimos

libro donde está encerrada el alma del pájaro , libro de una absoluta ori-
ginalidad, único en el mundo , sin modelo anterior y sin que nadie pue-

da imitarlo. El deseo de Michelet al escribir el libro es «revelar el pája-


ro como alma»
> , << hacer ver que es una persona» ; y lo logra , interesando
al lector con los amores , los dolores y las alegrías de las pequeñas aves ,
á las que describe como «flores animadas» , «topacios y zafiros alados » .
Su capítulo sobre el ruiseñor , el artista de los aires , es una mara-
villa ; el viaje de la golondrina á través de Europa en busca del país
cálido , atravesando los Alpes donde aguardan su paso las aves de presa,
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXIII

salvando toda clase de peligros con su prodigioso instinto , tiene la gran-


deza de una Odisea , es un relato dramático que parece la epopeya de

un gran capitán salvando obstáculos y burlando al enemigo.


El pájaro obtuvo un gran éxito . El público se asombró ante la
originalidad del gran historiador, que después de resucitar la vida de los
pueblos sabía crear un poema con la vida de las pájaros .
Casi á continuación escribió

un nuevo libro , El insecto . [Ab-


sorbido en la contemplación de
la naturaleza tras el átomo vi-
sive rêve d
viente del espacio cantó la vida
forany casi imperceptible que se desli-
Grand defund , za sobre la tierra . «El insecto

In chilet está separado del hombre por


un abismo más profundo que el
Océano . Es el misterioso y mu-
do hijo de la noche . Ninguna
mirada en sus ojos ; ningun mo-
vimiento en su máscara muda .
Dentro de su coraza de guerra

permanece impenetrable . Su co-


razón (indudablemente lo tiene)
¿se agita del mismo modo que
el mío? Sus sentidos son infini-
tamente más sutiles ; ¿pero son
Dibujo de Andre Gill publicado en París en « El
Eclipse» ( 10 Septiembre de 1871), reproducien semejantes á mis sentidos? In-
do un autógrafo de Michelet sobre la guerra y dudablemente
sus horrores. los tiene de des-
conocidos en nosotros y que ca-
recen de nombre , pero se escapan á nuestra observación . >>
Y Michelet, observador y poeta , unas veces paseando por las ribe-
ras del lago de Lucerna y otras en los bosques de Fontainebleau , sor-
prende el secreto de este mundo obscuro de los insectos y lo traslada á
su libro con ese estilo tierno , sentimental é inimitable que no tiene se-
mejanza con el de sus obras anteriores y en el que se nota la influencia
de su mujer, que muchas veces es para él , inspiradora y colaboradora .
Como dice Corréard «la misma oreja sutil que se deleitó con el canto
del ruiseñor percibe el ruido de pasos de la hormiga marchando á su
trabajo matinal . El mismo corazón que siguió emocionado al pájaro en
*****
XXXIV MICHELET

la construcción de su nido , en la larga y penosa inmovilidad de la in-


cubación y en la difícil enseñanza del vuelo , se interesa después en
el doloroso drama de la metamorfosis del insecto y en su dura labor mal
recompensada .>>
Esta alma misteriosa que Michelet revelaba en el pájaro y en el
insecto la sintió también en el vegetal y en el mineral . Quiso continuar
el poema de la naturaleza y escribió El Mar y La Montaña , dos libros

tan hermosos como los anteriores y que alcanzaron igual éxito .


Después de sondear los misterios de la naturaleza Michelet volvió
los ojos á la sociedad contemporánea , buscando los medios de regenerar
y fortificar moralmente las nuevas generaciones . Entonces escribió El
Amor y La Mujer, sus dos obras más populares en todo el mundo .

Para Michelet « el hogar es la piedra que sirve de cimiento á la


sociedad . » El principal interés de los pueblos es , pues , que este hogar
tenga una base inquebrantable . Tres seres lo forman : el hombre , la
mujer y el niño . La santa unión del hombre y la mujer , el matrimonio
es lo que funda el hogar : el niño es quien lo perpetúa . El matrimonio Ꭹ
la educación del niño son, pues , las dos cuestiones más graves para la
sociedad , y Michelet las trata con su intuición y su ternura de siempre .
Su imaginación poderosa reviste estas graves cuestiones con toda la se- *
ducción de la poesía .

Al tratar de la educación da al padre y á la madre el título de los


mejores educadores . «Nadie en el mundo puede reemplazarlos . Es la
madre á quien pertenece el revelarnos la naturaleza y en la naturaleza
á Dios que la creó y la conserva . » « Es el padre quien debe revelarnos
la patria .»
Michelet pide que todos los niños estudien como base de educación
la historia y la geografía de su país .
<<Conociendo bien la patria se la ama mucho más . >>

*
**

Sin cesar nunca de producir, sin perder la actividad Ꭹ la lucidez

del espíritu llegó Michelet á una vejez avanzada .


Lejos de decaer con la edad , su genio parecía resplandecer más en
el crepúsculo de su vida y su alma , sondeando las tinieblas de la muer-
te , veía más allá de la fúnebre noche una nueva existencia .
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXV

Un ambiente de simpatía y de respeto flotaba como nimbo de san-


tidad en torno de su venerable cabeza .
El profesor Monod , en su precioso libro dedicado á la memoria del
que fué su gran amigo , traza fielmente el retrato del viejo maestro en
los últimos años de su vida . « La parte superior de su rostro era admi–
rable por su nobleza y majestad . Su vasta frente , encuadrada en una

larga cabellera blanca , sus ojos llenos de fuego al mismo tiempo que de
bondad , revelaban su poesía , su entusiasmo , su gran corazón . La nariz
fina y dilatada expresaba una intensidad de vida extraordinaria . Su bo-
ca, un poco grande , pero de labios finos , dibujada con trazo acentuado

y firme , era siempre elocuente y espiritual y daba á su palabra un so-


nido limpio y brillante que hacía adquirir relieve á la menor palabra .
La parte baja del rostro , la mandíbula cuadrada y fuerte revelaba el vi-
goroso origen plebeyo . Cuando él hablaba , cuando el pensamiento ani-
maba sus ojos , no se veía más que su mirada , aquella mirada que fué

hasta el final limpia y brillante como en todos los que conservan el co-
razón joven. ¿Quién tuvo más que él , el don de la eterna juventud? En-
canecido á los veinticinco años , Michelet no se cambió nunca ; no enve-

jeció jamás . De joven fué de una madurez precoz y al ser viejo no perdió
nada de su frescura y su ardor . »
Realmente Michelet fué uno de los escritores más fuertes que se
han conocido . Producir obras que suponen centences de miles de pági-
nas escritas , trabajar diariamente durante cincuenta años muchas horas

sin interrupción y llegar, sin embargo , á la ancianidad con el cuerpo


sano y el cerebro vigoroso , resulta extraordinario , aun teniendo en cuen-
ta las costumbres virtuosas y casi austeras del gran historiador .

Para abatir su energía é inclinar su cuerpo hacia la tierra , fué pre-


ciso que el desastre cayera sobre su patria en 1870 .
Michelet realmente no murió de una enfermedad conocida . Como
era el gran historiador de la Francia , murió á consecuencia de las heri-

das sufridas por la patria francesa .


Cuando Prusia declaró la guerra á Francia , Michelet tuvo el pre-
sentimiento del desastre , aunque no podía imaginarse que éste alcan-
zase límites tan inmensos .

Su salud , quebrantada por las patrióticas emociones , le hizo trasla-


darse á Suiza y de allí pasó á Italia , estableciéndose en Pisa , la ciudad
muerta Ꭹ silenciosa que mejor convenía á sus tristezas de viejo pa-
triota.
XXXVI MICHELET

Desde allí, separado de Francia por aquellos ejércitos prusianos


que iban enroscándose en torno de París , intentó servir á su patria pu-
blicando un libro titulado La Francia delante de la Europa. « En medio
del horible silencio que reinaba en Europa- dice Michelet- yo solo ha-

Casa donde murió Michelet en Hyères. El historiador vivía en el tercer piso

blé. Mi libro , que escribí en cuarenta días , fué la primera y por mucho
tiempo la única defensa que se hizo de la patria herida . Rompió la una-
nimidad de malevolencia que nos había creado en todo el mundo el oro
de Bismark. La conciencia pública fué advertida desde el Támesis al
Danubio . A este libro que fué un grito del corazón le puse por epígrafe
este grave aviso del porvenir: «
< los jueces serán juzgados . »
Vana esperanza: cada día experimentaba nuevas angustias ante la
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXVII

patria casi agonizante y su existencia fué lúgubre en el invierno del 70


al 71. En Abril su organismo anunció el quebrantamiento con un fuerte
ataque. Michelet se desplomó en una calle de Pisa como herido por un
rayo, y sin conocimiento fué trasladado á su casa para que lo cuidase

La tumba de Michelet en el cementerio del Pere-Lachaise. Obra del escultor Mercie

otra enferma: su mujer . El único consuelo de esta triste pareja, sola en


país extranjero , enferma y sin más distracción que aguardar las fatales
noticias de Francia , era un canario que acostumbraba á colocarse y á

cantar sobre la cama de su amo, quien agradecido abría los ojos mur-
murando:-¡ Pobre pequeño espiritu ! En los carácteres tiernos hay
siempre dulzuras infantiles.
Michelet tuvo que volver á Suiza y allí se restableció con el aire
XXXVIII MICHELFT

de las montañas , volviendo á París después de terminada la Commune y


restablecida la tranquilidad .

Todavía , á pesar de sus dolencias , tuvo ánimo para seguir trabajan-


do; y unas veces viviendo en el campo y otras en su pacífico retiro de
la calle d' Assas en París , consagró el resto de sus fuerzas á escribir la
Historia del siglo XIX, obra que no había de terminar .
Mientras tanto sus fuerzas disminuían lentamente , y él se daba
cuenta exacta de su situación . Veía venir la muerte con majestuosa se-
renidad : sin desearla , pensando en el dolor que causaría á los que le

amaban, pero creyendo en los indefinibles placeres que proporciona á


los que la buscan Ꭹ la veneran .
Los médicos le hicieron trasladarse á Hyeres , en la azul y sonrien-

te costa del Mediterráneo , y allí murió tranquilamente el 9 de Febrero


de 1874 .

El lugar indiscutible para guardar los restos de Michelet era París ,


donde había transcurrido su vida ; el cementerio del Pere Lachaise , jun-
to al cual había vivido muchos años y por cuyas avenidas paseaba to-
das las tardes meditando entre aquella ciudad de tumbas que le inspi-
raban graves pensamientos y dedicando su piedad á todos los muertos ,
lo mismo amigos que desconocidos .
Cuando dos años después de su muerte , en Mayo de 1876 , el cuer-
po de Michelet fué trasladado á París , la Francia republicana saludó los
despojos de uno de sus hijos más gloriosos con una manifestación de
duelo tan espontánea como imponente . Más de veinte mil personas for-
maron el cortejo tras el carro fúnebre , marchando al frente los primeros
sabios , oradores y artistas de Francia . Pero esta representación tan
eminente de la inteligencia , quedaba como oscurecida por la juventud
entusiasta del viejo maestro , por los estudiantes á los que había hecho
amar la República y que acudían en masa de todas las Universidades
de Francia, mezclándose con las comisiones escolares de Vasorvia , de
Roma , de Londres , de Palermo , de Bucharest , etc.
Al pasar el féretro por los barrios populares , escenario en otro
tiempo de explosiones revolucionarias , la muchedumbre obrera saludaba
grave y silenciosa al gran cantor de la Democracia , al historiador de la
Revolución .
Michelet duerme el eterno sueño , rodeado de ese pueblo de París al
que tanto amó y en el que puso la llama de su genio , el calor de su co-
razón : duerme escoltado por el movimiento de una generación joven y
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXIX

republicana á la que supo inspirar grandes pensamientos y generosas


ambiciones .

Como monumentos que indican su paso por el mundo quedan para


siempre la Historia de la Revolución ; la Historia de Francia; los Ori-
genes del Derecho francés ; El sacerdote, la mujer y la familia; Los
jesuitas, El Pueblo , La Biblia de la Humanidad, La Bruja , Los sol-
dados de la Revolución , Las mujeres de la Revolución , Leyendas de-
mocráticas del Norte, El Pájaro , El Insecto , El Mar , La Montaña ,
La mujer, El Amor , etc.
Una hermosa almohada sobre la cual puede descansar tranquila-
mente su cabeza el ilustre maestro con la seguridad de que vino al
mundo para algo .
Para hombres como él la muerte es nueva vida.

Además , morir no es perecer , cuando se llega como Michelet á des-


entrañar el misterio de la muerte .

«No es una vana poesía-dice el gran poeta de La Mujer. - Es la


exacta verdad . Nuestra muerte física no es más que un retorno al ve-
getal . Poco , muy poco es sólido en esta móvil envoltura de nuestro

cuerpo : todo en ella es fluido y se evapora . Disueltos en el espacio en


muy poco tiempo , somos ávidamente recogidos por la aspiración pode-
rosa de las hierbas y el follaje . El mundo variado de verdura que nos
rodea , es la boca , el pulmón absorbente de la naturaleza que sin cesar
tiene necesidad de nosotros y encuentra su renovación en la disolución
animal . Ella espera pero tiene prisa . Ella solo deja aquello que no ne-
cesita. Ella lo atrae todo amorosamente , lo transforma y lo embellece
con una perfecta metamorfosis . Ella nos aspira por medio de las hojas y
nos respira en forma de flores . Para el cuerpo así como para el alma
morir es vivir. No hay en este mundo más que la vida . La ignorancia
de los tiempos bárbaros hizo de la muerte un espectro . Y la muerte es
una flor. »
>

Cuenta el escritor francés Henri Charriaut al hacer la semblanza


de Cas telar , que fué gran amigo suyo , que cuando él estaba en Madrid ,

muchos días después de almorzar el eminente tribuno le rogaba leyese


en voz alta algunas páginas de la Revolución de Michelet .
Cuando Charriaut terminaba la lectura de un capítulo Castelar ex-
clamaba con exaltación .
XXXX MICHELFT

-¡Admirable ! ¡ sublime !
Y aproximándose al literato francés le rogaba con vehemente in-
terés .

-Querido Charriaut ; volved á leer el mismo pasaje ; os lo su-


plico.
Es en Michelet- como dice el indicado escritor- donde Castelar
había aprendido á pensar, modelándose en las mismas formas del emi-
nente historiador poeta.
Michelet era un pensador, un poeta y un artista , y esto fué Caste-
lar, que en todas sus obras , absolutamente en todas , hace recordar al
autor de la Historia de la Revolución . En su brillante estilo , cargado de
imágenes , exuberante de bellezas, suena como una música lejana la
poesía de Michelet , cuyo principal mérito es haber influído poderosa-
mente durante medio siglo sobre todos los artistas de la palabra y sobre

todos los grandes escritores que al par que la belleza amaron la libertad .
Le influencia de Michelet sobre su siglo ha sido considerable , ha-
ciéndose notar en diversos sentidos . Siendo como era un gran románti-
co, favoreció considerablemente la implantación del naturalismo , intro-
duciendo la psicología y la patología en la historia ; justificando y
aclarando con ella sucesos que resultaban de difícil explicación . Pero
este naturalismo jamás le hizo caer en la tendencia pesimista . Mante-
niendo su idealismo de los primeros años , creyó hasta en sus últimos
instantes sinceramente en el progreso , viendo siempre en el porvenir
horizontes luminosos que debían de servir de norte á las naciones como
la columna de fuego que guiaba al pueblo de Israel por el desierto .

Tuvo Michelet otra influencia no menos importante , cual fué la de


fundar en Francia y en muchos otros pueblos lo que pudiéramos llamar
<<la religión de la Revolución . » Como dice Georges Meuniers , « su His-
toria de la Revolución Francesa es el primer libro verdaderamente cien-
tífico que se escribió sobre dicho período , constituyendo un progreso in-
menso sobre todas las obras que se habían escrito antes . Mientras Thiers ,
Blanc , etc. no habían visto más que la parte exterior de los sucesos ,
buscando solamente la impresión dramática , Michelet desentrañó direc-
tamente las verdaderas causas de la Revolución . El estudia las transfor-

maciones profundas del espíritu popular ; observa la vida del pueblo y


las modificaciones que sufre bajo la presión de los hechos . En fin, no se
·
contenta con examinar á fondo el desenvolvimiento de estos hechos , sino
que expone la psicología de la Revolución , lo que pudiéramos llamar su
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXXI

teología ó sea su historia moral y religiosa , que ocupa una parte consi-
derable en la obra de Michelet . De este análisis crítico á que la sometió

LHISTOIRE
ESTUNERESURRECTION
MICHELEY ‫އއ‬
‫ދ‬

J MICHELET
QUE DIEU REÇOIVE
MON AME RECONNAISSANTE
TESTAMENT DE MICHELET

Frontispicio de la tumba de Michelet . La imagen de la Historia, junto al sarcófago del gran


escritor, señala su frase célebre grabada en el marmol : «La bistoria es una resurrección» .
En la base del sarcófago están copiadas las primeras palabras de su testamento: «Que
Dios reciba mi alma reconocida por tanto bien, por tantos años laboriosos, por tantas
amistades».

el gran maestro, la Revolución surge más grande y más viva que


-nunca.»
>
Esta impresión de vida extraordinaria de que habla Meunier es lo
que más llama la atención en la obra de Michelet . Es un poema épico
*******
XXXXN MICHELET

en el que el pueblo resulta el único héroe . Las imágenes tienen una ad-
mirable limpieza ; las siluetas de los personajes una intensidad extraor-
dinaria . Mr. Gabriel Monod , el hombre que tal vez conoció mejor á Mi-
chelet y le ha estudiado más á fondo , decía : « Michelet ha formado más
díscipulos con sus libros que con sus lecciones en cátedra . Sus obras
son monumentos que admirar , no modelos que imitar . No es el jefe de
una escuela histórica : es un gran historiador que nadie podrá imitar . »
En esto último se equivoca Monod , pues Michelet ha tenido imita-
dores eminentes y ha hecho sentir su influencia en posteriores obras .
Víctor Duruy , el historiador de los griegos y los romanos , fué in-
fluido poderosamente por Michelet , como Chérnel Ꭹ el mismo Fustel de

Coulanges , que en el prefacio de su famoso libro La ciudad antigua


expone la misma doctrina científica que el autor de la Historia de la
Revolución .

Ernesto Renan resulta también otro de los díscipulos de Michelet


tal vez por ser lo mismo que éste un compuesto de sabio y artista que

instintivamente llevaba á la gravedad de los estudios históricos el en-


canto de la poesía . Para él es también la Historia una resurrección y se
compenetra igualmente con los hombres y las épocas que estudia ..
Y aparte de los historiadores , la influencia de Michelet ha pesado
también sobre la literatura . Desde que Sainte-Beuve le señaló á la aten-
ción pública diciendo que sus obras eran la epopeya histórica de la
Francia>>> y toda la nación le aplaudió , Michelet , colocado en la primera

fila de los escritores y los poetas , pesó en los derroteros literarios de la


juventud con su bizarro sistema , en el que se mezclan las crudezas del
realismo psicológico con las efusiones del lirismo romántico . El día en
que explicó los cambios incomprensibles de la política de Luis XIV por
la irritación que causaba en su carácter una enfermedad secreta , nació
puede decirse , la escuela naturalista haciendo mover á sus personajes
por causas puramente patólogicas .
Podríamos aquí reproducir para demostrar aún más la influencia
de Michelet sobre este siglo , lo que de él dijeron Taine en sus Ensayos
de crítica é historia , Montegut en El Renacimiento y la Reforma;
Sainte -Beuve en sus Conversaciones de los lunes , Julio Simón en su
Noticia histórica sobre Michelet , Lauson en la Historia de la literatu-
ra francesa ; Monod en su libro Renan , Taine y Michelet; Faguet en
los Estudios literarios sobre el siglo XIX; Brunetiere en su Manual
de Historia de la Literatura Francesa, y Goncourt en su famoso Dia-
SU VIDA Y SUS OBRAS XXXXIII

rio: pero son inoportunas tales reproducciones en un trabajo ligero co-


mo el presente prólogo sin pretensiones de estudio detenido sobre Mi-

chelet y sus obras .


Baste repetir con Meunier que si con justicia se llama al siglo XIX
el siglo de Víctor Hugo por la influencia literaria de carácter universal

ejercida por éste , Michelet es merecedor de figurar á su lado, pues como


él tocó todas las cuestiones generales que interesaban á la humanidad ;
como él sembró en la juventud la fe y el entusiasmo y como él fué un
demócrata y un espiritualista.

Víctor Hugo era más grande , con el poder del genio : Michelet era
más conmovedor por su sensibilidad más viva , más aguda .
Víctor Hugo deslumbra, pero Michelet , con ser menos brillante , es
más sincero .

Historiador y pintor de la naturaleza , Michelet fué el punto de


unión de la crítica científica y la imaginación poética . Después de exa-
minar el alma humana adivinó la del pájaro y el insecto , la de las co-
sas inanimadas como el mar, las montañas y los árboles seculares . Pudo
comprender tanto porque lo sentía todo y todo lo amaba . El mal , la in-
justicia, la violencia excitaban en él generosas indignaciones , santas
cóleras; pero jamás alteraron estas su bondad . Su ideal fué restablecer
la justicia , hacer de la concordia la ley de los hombres . La Fe , la Espe-
ranza, el Amor Ꭹ la Bondad fueron sus musas . En sus ensueños sobre

el porvenir veía el mundo como el doctor Fausto en sus últimos mo-


mentos : una ciudad divina abrazando en armoniosa belleza á todas las

criaturas unidas por las leyes del universal amor .


En los meláncolicos paseos por el cementerio de Pere Lachaise es
imposible aproximarse á la tumba de Michelet sin sentir intensa
emoción .

Yo he visto junto á ella muchas tardes una mujer vestida de luto


con los plateados cabellos peinados en antiguas bandas Ꭹ de simpática
presencia , que después de contemplar largo rato la imagen del historia-
dor esculpida en el mármol arrojaba algunos puñados de trigo sobre las
gradas , lo que hacía acudir en tropel inmediatamente á los innumera-
bles pájaros que pueblan los frondosos árboles del cementerio .
En torno de la tumba agitábase una nube de inquietas plumas , de
alas nerviosas , de agudos ehillidos . Los pequeños espiritus de que ha-
XXXXIV MICHELET

blaba el anciano enfermo de Pisa , van á revolotear en torno de su pan-


teón y oyendo sus alborozados jugueteos tal vez sonríe en su tumba el

poeta de la suprema ternura, el cantor de El Pajaro .

Vicente Blasco Ibáñez


Valencia-Agosto de 1899
7

HISTORIA
N F
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I DE LA A
C N
U C
L
O E
V S
E A
R

PERFILS

El villano y Luis XV

INTRODUCCION

PRIMERA PARTE

De la Religión de la Edad Media

Defino la Revolución francesa , diciendo que es el advenimiento de


la Ley , la resurrección del Derecho , la reacción de la Justicia .
Muchos espíritus eminentes , con un loable propósito de concilia-
ción y
v de paz , han afirmado en nuestros días que la Revolución fué el
cumplimiento del cristianismo , que vino á continuarlo , á realizarlo , á
dar cuanto había prometido .
Si fuera fundada esta afirmación , el siglo XVIII , los filósofos , los
precursores de la Revolución se habrían equivocado , habrían hecho una .
6 J. MICHELET

cosa completamente distinta de lo que se propusieron . Tuvieron otro ob-


jeto que el cumplimiento del Cristianismo .
Si la Revolución fuese nada más que esto, no sería distinta del
Cristianismo ; sería solamente una edad , su edad viril , su edad de razón .
En este caso no habría dos actores , sino uno solo , el Cristianismo , y no
existiendo más que un actor no hay drama , no hay crisis .
Pero no, no es así . La lucha es demasiado real . No se trata aquí de
un combate simulado entre el mismo y el mismo . Hay dos combatientes ,
dos principios , dos espíritus ; el antiguo y el nuevo .
En vano el nuevo , seguro de vivir, y por tanto más pacífico , dice
dulcemente al antiguo : Vengo á cumplir, no à arrasar... El antiguo
no se presta de ningún modo á ser cumplido . Esta palabra encierra para
él algo de fúnebre y siniestro , rechaza aquella bendición filial , no escu-
cha ruegos ni oraciones .
Es necesario salir de vaguedades si se quiere saber dónde vamos .
La Revolución continúa el Cristianismo pero lo contradice . Es á la
vez heredero y adversario .
En lo que tienen de general y de humano, ó sea en el sentimiento ,
los dos principios se unifican . En lo que constituye la vida propia y es-
pecial , en la idea madre de cada uno , se rechazan y son contrarios .
Están de acuerdo en el sentimiento de la fraternidad humana . Este
sentimiento nacido con el hombre , nacido con el mundo , común á toda
sociedad , ha sido profundizado y extendido por el Cristianismo . A su
vez la Revolución , hija del Cristianismo , lo ha enseñado como única re-
ligión por todo el mundo que ilumina el sol .
He aquí toda la semejanza . He aquí toda la diferencia .
La Revolución funda la fraternidad sobre el amor del hombre al
hombre , sobre el derecho y la justicia . Esta base es fundamental y no
necesita otra alguna .
En cambio cuando el Cristianismo , doctrina opuesta á la Justicia ,
fué llamado á gobernar y juzgar el mundo , cuando la jurisprudencia
descendió de su pretorio y dijo á la nueva fe : « Juzga en mi lugar» , se
vió , en el fondo de una doctrina que parecía bastar al mundo , un abis-
mo de insuficiencia , de incertidumbre .
Permaneciendo fiel al principio de que la salvación es un don y no
el premio de la justicia , el hombre se cruzó de brazos y esperó; sabía
bien que sus obras nada podían en favor de su suerte . Toda actividad
moral cesó en el mundo .
Con el Cristianismo la iniquidad de la conquista, confirmada por la
voluntad de Dios , se autoriza y se cree justa . Los vencedores son los
elegidos ; los vencidos son réprobos . La monarquía divina crea la mo-
narquía humana , gobernando sólo los elegidos .
¿Dónde se refugiará el hombre? La gracia reina en el cielo y el fa-
vor aquí abajo.
Para que la justicia , dos veces proscrita , se atreva á levantar la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 7

cabeza, es necesario una cosa difícil (de tal modo está agobiado el sen-
timiento humano bajo la pesadumbre de los males y la pesadumbre de
los siglos) , es necesario que la justicia comience de nuevo á creerse jus-
ta , que despierte y tenga noción de sí misma y vuelva á adquirir con-
ciencia de su derecho .
Esta conciencia , recuperada lentamente durante seiscientos años
de tentativas religiosas, estalla en 1789 en el mundo político y
social.
La Revolución no es más que la reacción tardía de la justicia con-
tra el gobierno del favor y la religión de la gracia .

II

Si habéis viajado por las montañas habréis podido encontrar lo que


vo ví un día .
Entre una aglomeración confusa de rocas amontonadas , en medio
de árboles y verdura , se alzaba un pico inmenso . Este solitario obscuro
v pelado era, sin duda , hijo de profundísimas entrañas del globo . Nin-
guna verdura lo adornaba ; ninguna estación hacía cambiar su aspecto;
las aves apenas se posaban allí , como si al tocar la mole escapada del
fuego central se hubieran de quemar sus alas . Aquel sombrío testimo-
nio de las torturas del mundo interior parecía soñar allí todavía , sin
prestar atención á lo que le rodeaba , sin dejarse distraer jamás de su
salvaje melancolía ...
¡Qué revoluciones subterráneas , qué incalculables fuerzas comba-
tieron en el seno de la tierra , para que esta mole , desgarrando las mon-
tañas , conmoviendo las rocas , haciendo añicos los bancos de mármol sa-
liera hasta la superficie! ... ¡ Qué convulsiones , qué torturas arrancaron
del fondo del globo ese prodigioso suspiro!
Conmovido , sentí mis ojos obscurecidos por las lágrimas , lentas ,
penosas ... La Naturaleza me había hecho recordar la Historia . Este
caos de montañas confundidas parecían oprimirse con la misma pesa-
dumbre
que durante toda la Edad Media gravita sobre el corazón del
hombre; y en este picacho desolado que del fondo de sus entrañas lan- .
zó la tierra contra el cielo veo la imagen de la desesperación , el grito
doloroso del género humano .
La Justicia ha llevado mil años sobre su corazón la montaña del
dogma , y agobiada bajo tal pesadumbre ha ido contando las horas , los
días , los años , los interminables años ... Para los que sienten , esto es
una fuente de lágrimas eternas . Aquel que , por la historia , participe de
este largo suplicio , no volverá á estar contento; donde quiera que lle-
gue se sentirá triste ; el sol , la alegría del mundo , no le alegrará más ;
ha vivido mucho tiempo en la agonía y las tinieblas .
Lo que más ha conmovido mi corazón es la inagotable resignación ,
8 J. MICHELET

la dulzura y paciencia de la Humanidad Ꭹ el esfuerzo que hizo para


amar este mundo de odio y de maldición que la oprimía .

VOLTAIRE
(Busto existente en el Museo del Lonvre)

Cuando el hombre , que se había privado de la libertad , y cercéna-


do la justicia , como un miembro inútil , para confiarse ciegamente en
manos de la Gracia , vió ésta reconcentrarse únicamente en los privile-
giados , en los elegidos , mientras el resto de la Humanidad quedaba
perdido sobre la tierra , perdido para la eternidad , ¿ creeis que se elevó
de todas partes un vocerío de blasfemia? No , sólo se oyó ... un gemido
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 9

y estas conmovedoras palabras : « Si os place que yo sea castigado, há-


gase vuestra voluntad , Señor. »
Y sometidos , resignados, se entregaron los hombres á su suerte y
aceptaron el castigo .

ROUSSEAU

Hecho grave , hecho digno de memoria que la teología no había


previsto jamás . Ella enseña que los dañados no pueden más que odiar.
Y, sin embargo, aman . Se ejercitaron en amar á sus dueños , los elegi-
dos . El sacerdote y el señor, estos hijos predilectos del cielo , no encon-
traron durante siglos en el humilde pueblo más que dulzura , docilidad ,
amor y confianza . Sirvió , sufrió en silencio ; azotado dió las gracias , no
desplegó nunca sus labios , como hizo el santo Job.
¿Qué le preservó de la muerte? Una sola cosa que refrescó y reani-
mó al paciente en su largo suplicio . De esta rara dulzura de alma que
TOMO I 2
10 J. MICHELET

le hacía feliz ; de su corazón torturado , pero bueno en extremo , surge


una fuente de dulce y tierna fantasía, un ensueño de religión popular ,
contra la sequedad de la otra . Regada con esta agua fecunda , la leyen-
da germina y crece , cubriendo el infortunio de los humildes con sus
flores ... Flores del suelo natal , flores de la patria que hicieron olvidar ,
á veces , la árida metafísica bizantina y la teología de la muerte .
La muerte , sin embargo , permaneció bajo estas flores . El santo
patrón , el buen santo de la comarca no bastaba para defender á sus
protegidos contra un dogma amedrentador . El diablo aguarda apenas
que un hombre espire para apoderarse de él . Todavía vivo, da vuel-
tas á su alrededor . El diablo era señor del mundo ; el hombre era suyo:
su presa . El diablo resulta parte integrante del orden social de aquellos
tiempos . ¡Qué constante tentación de desesperación y de duda ! ...
La servidumbre de aquí abajo , con todas sus miserias , era el co-
mienzo de la condenación eterna . Primero , una vida de dolor y después ,
para consolarse , el infierno ... ¡ Condenados de antemano! ... ¿Para qué,
pues , esas comedias del juicio que la Iglesia celebraba? Hay algo de
barbarie en mantener en la incertidumbre y la ansiedad más crueles ,
suspendido siempre sobre el abismo, al hombre que antes de nacer ha
sido ya adjudicado al abismo y le pertenece .
¡ Antes de nacer !... ¡El niño creado expresamente para el infierno ,
á pesar de su inocencia ! ... pero qué digo su inocencia? si este es el ho-
rror del sistema ; para la religión no hay inocencia .
No lo sé cierto , pero lo juraría . Aquí fué donde el alma humana
se detuvo , donde faltó la paciencia ...
¡ El niño condenado ! Ante esto el corazón de la madre debió sentir-
se herido , torturado ... Creedlo . De aquí nació el primer suspiro ... ¿De
protesta? Todavía no ….. ¡ Pero fué tan desgarrador el maternal gemi-
do !... El hombre que lo escuchó quedamente en las sombras nocturnas ,
no durmió más aquella noche ... ni las siguientes . Al amanecer iba á su
labor y encontraba el valle y la llanura más bajos , mucho más hondos ,
más profundos , como una tumba; y más altas , más sombrías , más ame-
nazadoras las dos torres que en el horizonte se dibujaban y escuchaba ;
sombría la campana de la iglesia , sombrío el esquilón del castillo feu-
dal . Entonces comenzó á comprender lo que decían las dos campanas.
La iglesia sonaba: Siempre. El esquilón sonaba : Jamás ... Pero al mis-
mo tiempo una voz enérgica hablaba más alto en su corazón . Esta voz
decía: ¡ Un dia! ... ¡ Era la voz de Dios!
Un dia llegará la Justicia. Deja esas hueras campanas balancearse
en el viento ... No te alarme tu duda . Esta duda es ya la fe . Cree ; es-
pera ; el Derecho desconocido surgirá algún día y vendrá á juzgar en el
dogma y en el mundo . Y ese dia del Juicio se llamará la Revolu-
ción .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 11

III

Dedicado al sombrío estudio de la Edad Media , me he preguntado


muchas veces , al recorrer caminos llenos de obstáculos , tristis usque ad
mortem , cómo la religión , extremadamente dulce en sus principios ,
puesto que parte del amor mismo , ha podido cubrir el mundo de tan
vasto mar de sangre .
La antigüedad pagana , guerrera , sangrienta , destructora prodigó
la vida humana sin tener noción de su precio . Joven y sin piedad , bella
y fría como la virgen de Tauride , mata y no se conmueve . No encontra-
réis en esas grandes destrucciones de la antigüedad la pasión , el encar-
nizamiento , el furor de odio que caracterizan en la Edad Media lós
.combates , las luchas y venganzas de la religión del amor .
La primera razón que de ello encuentro , y que ya consigné en mi
libro El Sacerdote, es la prodigiosa embriaguez de orgullo que esta
creencia da á su elegido . ¡ Qué vértigo ! Todos los días hacer bajar á Dios
sobre el altar, hacerse obedecer de Dios ! ... ¿Me atreveré á decirlo? (vaci-
lo, temiendo blasfemar) hacer de Dios todos los días ! ... ¿Cómo llamar á
quien diariamente realiza este milagro de los milagros? ¿Un Dios ? No
es bastante .
Esta grandeza es antinatural , monstruosa, y quien la reivindica
para sí y la posee está inquieto , turbado ... Imaginad cuánta soberbia y
violencia habrá en el hombre que llama á Dios , que le hace descender á
sus manos y le toca . Convencéos de que si le fuera preciso, para man-
tenerse , suprimir el mundo con una señal , exterminar con una palabra
lo que con una palabra hizo Dios , el mundo estaría exterminado.

Este estado de inquietud , de cólera , de soberbia , basta para expli-


car los increíbles furores de la Edad Media, á medida que ve engrande-
cerse contra ella este rival: la Justicia .
Nada había tan bajo , tan pequeño , tan humilde como la Justicia ...
Hierbecilla despreciable, olvidada en el surco , apenas se la veía .
Justicia , tan débil , ¿cómo has podido crecer tan pronto? Vuelvo un
momento la cabeza y ya no te reconozco . Cada hora te encuentro diez
palmos más alta ... La Teología se burla ante tí, ruge , palidece ...
Entre las dos comienza una lucha terrible , espantosa , para cuya
descripción son insuficientes las palabras ... La teología , arrojando la
careta sonriente de la Gracia , abdicando , renegando para destruir la
justicia , se esfuerza en absorberla , en encerrarla en sus entrañas ...
Hélas frente á frente ; buscando al término de esta mortal batalla
cuál ha de absorber á la otra, cuál ha de incorporarse á su enemiga
asimilándosela .
Que el Terror revolucionario se guarde bien de compararse á la In-
quisición . ¿Cómo puede enorgullecerse de haber hecho en dos ó tres
12 J. MICHELET

años lo que aquélla hizo en seis siglos? ... ¡ Cómo se reiría la Inqui-
sición ! ... ¿Qué son los seis mil guillotinados del Terror delante de los
millones de hombres ahogados , colgados , descuartizados y de la pira-

GREET

ICEL

BRUTO

EN DOA

Quemó en dieciséis años veinte mil hombres. (Pág. 12)

midal carnicería , de los montones de carne quemada que la Inquisición


alzó hasta el cielo?
Sólo la Inquisición de España hace constar en un monumento au-
téntico que quemó en dieciséis años veinte mil hombres... Mas , ¿por qué
hablar de España , olvidando los Albigenses , ó los Vandenses de los Al-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 13

pes , ó los protestantes de Francia , ó los de Flandes , ó la espantosa cru-


zada de que fueron víctimas tantos pueblos que el Papa entregó al fue-
go y á la espada?

«Dejad pasar al esqueleto: el almuerzo no es digro de vosotros...» (Pág. 15)

La Historia dirá que la Revolución , en su momento feroz , impla-


cable, temió agravar la muerte , endulzó el suplicio , prescindió en la
ejecución de la mano del hombre é inventó una máquina para abreviar
el dolor .
Y dirá también que la Iglesia de la Edad Media fué fecunda en in-
14 J. MICHELET

venciones para aumentar el sufrimiento , para hacerlo más doloroso y


penetrante ; que encontró escogidos procedimientos de tortura , medios
ingeniosos para hacer que sin morir se saboreara largo tiempo la muer-
te ... y que detenida en su camino por la inflexible naturaleza , que á tal
grado de dolor se compadece y da la muerte , lloró , no pudiendo prolon-
gar el tormento más todavía.
No puedo, no quiero remover aquí ese mar de sangre . Si Dios me
concediera dar vida un día á esa sangre, correría á torrentes para aho-
gar á la falsa historia , á los defensores miserables del asesinato , ce-
rrando sus bocas mentirosas…..
Estoy convencido de que la mayor parte de esas grandes destrue-
ciones no podrán nunca ser contadas . La Inquisición quemó los huesos
calcinados y aventó sus cenizas ... ¿Cuándo encontraré la historia de los
Albigenses ó de los Vandenses , por ejemplo? El día que conozca la his- .
toria de la estrella que he visto en el cielo esta noche ... Un mundo , un
mundo entero ha perecido ... Se ha encontrado un poema, se han en-
contrado esqueletos en el fondo de las cavernas ; pero ni un nombre ,
ni un signo ... ¿Se puede con estos tristes despojos rehacer la his-
toria?... Triunfan nuestros enemigos por el vacío de que nos han ro-
deado , por haber sido tan bárbaros, que no se puede con certidumbre
narrar sus actos de barbarie !... Y , sin embargo , los relatan el desierto
del Languedoc , y la soledad de los Alpes, y las montañas despobladas
de Bohemia y tantos otros lugares donde el hombre ha desaparecido ,
donde la tierra se ha tornado estéril , donde hasta la Naturaleza , des-
pués del hombre , parece exterminada .
Pero hay algo que grita más alto que todas las destrucciones , y es
que el sistema que mataba en nombre de un principio , en nombre de
una fe , se servía indiferentemente de los dos principios opuestos ; de la
tiranía de los reyes , de la ciega anarquía de los pueblos .
En un siglo solamente , en el XVI , Roma cambia tres veces ; se in-
clina á la derecha, á la izquierda , sin pudor, sin arrepentimiento . Pri-
mero se entrega á los reyes , después se arroja en brazos del pueblo ;
más tarde retorna á los reyes . Tres políticas : un solo objeto . ¿Cómo ex-
plicarlo? No importa . ¿Qué objeto? La muerte del pensamiento .
Un escritor ha averiguado que el Nuncio del Papa no tuvo noticia
anterior de la de Saint Barthélemy. Y yo he averiguado que el Papa
había trabajado diez años preparándola .
<<¡Bagatela ! —dice otro, -la matanza de San Bartolomé fué simple-
mente un asunto municipal , una venganza de París .»
A pesar del disgusto profundo , del desprecio y las náuseas que me
producen estas teorías , las he confrontado con monumentos de la histo-
á paso la huella roja
ria , con actos irrecusables . Y he encontrado paso a
de la matanza . Desde el día en que París propuso ( 1561 ) la venta gene-
ral de los bienes del clero , desde el día en que la Iglesia vió al rey in-
cierto é inclinado hacia aquella medida , se volvió rápida y violenta-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 15

mente hacia el pueblo , empleando todos los medios de predicación , de


dominio , de influencia , utilizando su inmensa clientela , sus conventos ,
sus mercaderes y sus mendigos , en organizar la matanza .
« Asunto popular » , decís . Es verdad . Pero decid también por qué
habilidad diabólica y con qué perseverancia infernal habéis trabajado
diez años en pervertir el sentimiento del pueblo , en turbarlo y volverle
loco.

Espíritu de odio y de asesinato ; he vivido demasiados siglos en


frente de tí, durante toda la Edad Media , para que abuses ahora de mí.
Después de haber negado tanto tiempo la justicia y la libertad , tomas
sus nombres como grito de guerra . En nombre suyo has explotado una
rica mina de odio , la eterna tristeza que la desigualdad pone en el cora-
zón del hombre , la envidia del pobre para el rico ... Tú has sido , sin ne-
cesidad, tirano ; tú has sido el propietario más absorbente del mundo , y
apoderado de todo quieres pasar de un golpe á las impracticables teorías
de los niveladores .

IV

Cuando había en el coliseo de Roma gran fiesta , gran carnicería ;


cuando la arena estaba empapada de sangre ; cuando los leones , ahitos
de carne humana , se tendían y estiraban en el suelo , para divertir al
pueblo y hacerle olvidar un poco , se le ofrecía una farsa, una pantomi-
ma. Se colocaba un huevo en la mano de un miserable esclavo conde-
nado á ser devorado por las fieras y se le soltaba en el ruedo . Si llega-
ba al otro extremo , si felizmente llevaba el huevo hasta la grada , es-
taba salvado ... La distancia no era muy larga; pero ¡ cuán interminable
le parecía ! ... Las bestias , satisfechas , dormidas ya , no dejaban de abrir
sus párpados y levantar la cabeza al leve ruido de los pasos , rugiendo
débilmente , protestando de que se turbara su reposo con aquella ridícu-
la escena ... El esclavo , medio muerto de terror, encogiéndose , encor-
vado , habría dicho á las fieras , si las fieras pudieran entenderle : « ¡ Ah !
jestoy tan flaco !, ¡ oh , leones , señores leones , perdón !; dejad pasar al
esqueleto ; el almuerzo no es digno de vosotros ...» Jamás bufón ni
mimo alguno ha tenido tal éxito ; las contorsiones Ꭹ temblores del mie-
do producían en los espectadores convulsiones de risa ; se revolcaban en
las gradas ; era una tempestad de alegría ; un rugido de gozo .
Este espectáculo se ha reproducido en el final de la Edad Media ,
cuando el viejo principio , furioso de verse agonizante , creyó que tenía
tiempo todavía para matar el pensamiento humano . Se volvió á ver en-
tonces , como en el Coliseo , miserables esclavos llevar á través de las
fieras no satisfechas , no hartas , sino furiosas , ávidas , el menguado de-
pósito de la verdad proscrita , el huevo frágil que podía salvar el mun-
do si llegaba hasta las gradas...
16 J. MICHELET

Muchos rieron ... ¡ Desgraciados ! ... Yo no reiría jamás ante este


espectáculo ... La farsa , las contorsiones y encogimientos para engañar
á los monstruos, para divertir al pueblo indigno, me llenan de dolor ...
Estos esclavos que veo pasar, allá abajo , sobre la arena sanguinolenta ,
son los reyes del espíritu , los bienhechores del género humano ... ¡Oh ,
padres y hermanos míos !. Voltaire , Moliere , Rabelais . amigos queridos

LA LIBERTAD VENCIENDO AL DESPOTISMO


(Bajo relieve de la época de la Revolución)

de mi pensamiento: sois vosotros quienes temblorosos y sufridos hacéis


aquella ridícula caminata?... Genios sublimes encargados de llevar el
depósito de Dios: ¿habéis aceptado , por nosotros , el enorme martirio de
ser los bufones del terror?...

¡ Envilecidos ! ... ¡ Oh ! no , jamás ! Desde en medio del anfiteatro di-


cen dulcemente : «¿Qué importa que se rían de nosotros? ¿qué importa
que suframos los zarpazos y mordiscos de las fieras salvajes, el ultraje
de los hombres crueles , si llegamos llevando el querido tesoro que que-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 17

da puesto en salvo , para que el género humano lo recoja y se redima


tarde ó temprano?... ¿Sabes bien qué tesoro es este? La libertad , la jus-
ticia , la verdad , la razón .»
>

LOUIS XV

LUIS XV
(Grabado de 1792)

Cuando se pasa por aquellas degradaciones , dificultades y obstácu-


los , surge grandioso el pensamiento y se comprenden las humillaciones
y bajezas ... ¿Quién podrá seguir, desde lo profundo á la superficie , la
TOMO I 3
18 J. MICHELET

ascensión de un pensamiento? ¿Quién determinará las formas confusas ,


las mescolanzas y detenciones funestas que sufre durante siglos? ¿Quién
narrará su lento camino del instinto al ensueño y del ensueño á la pe-
numbra poética , entre los niños y los humildes , los poetas y los lo-
cos?... ¡Una mañana esta locura se torna en el buen sentido de to-
dos ! ... Pero no es bastante . Todos piensan , nadie se atreve á decirlo ...
¿Por qué? ¿Falta valor? Sí; pero por qué falta? Porque la verdad en-
contrada no es bastante pura todavía: es preciso que brille en todo su
fulgor , para que se ciegue por ella ... Estalla al fin , luminosa , en un
genio y lo hace heroico y lo llena de devoción , de amor y de sacrifi-
cio... El genio la coloca sobre su corazón y se lanza sobre la arena , á
través de los leones ...
He ahí el raro espectáculo que yo veía , la farsa sublime y terri-
ble ... Ved , ved cómo va aterrado, cómo pasa encogiéndose y tembloro-
so , cómo aprieta en su mano cerrada ese objeto que lleva ... ¡ Ah! no es
por él su miedo... ¡ Miedo glorioso , miedo heroico ! ... ¿No veis que lleva
la salvación del género humano?
Una sola cosa me inquieta... ¿Cuál es el lugar de refugio , dónde
va á ser ocultado este depósito , qué altar hay bastante sagrado para el
sagrado tesoro? ¿Y qué dios es bastante dios para proteger lo que no es
otra cosa que el pensamiento de Dios mismo?
Grandes hombres que lleváis este depósito de la salvación , tierna-
mente abrazado , como una madre à su hijo: pensad bien , os lo suplico,
pensad bien el asilo donde lo confiáis ... Temed de los ídolos humanos ,
temed de los dioses de carne ó madera . que lejos de proteger á los otros
no pueden protegerse...
A fines de la Edad Media os veo á todos , de los siglos XIII al XVI ,
fiaros de un asilo inseguro , del Trono de la realeza . Para destronar los
ídolos erigís un ídolo ... Le ofrecéis todo , oro , incienso y mirra ... Le
otorgáis la sabiduría , la tolerancia , la libertad , la filosofía y , en fin , la
razón última de la sociedades : el Derecho .
¿Cómo no ha de agigantarse esta nueva divinidad? Los más pode-
rosos espíritus del mundo, perseguidos á muerte por el viejo principio
implacable , trabajan por elevar cada vez más su asilo ... De aquí nacie-
ron leyendas, mitos , parábolas , amplificados por todos los esfuerzos del
genio : en el siglo XIII el rey santo, más sacerdote que el sacerdote
mismo; el rey caballero en el siglo XVI ; el buen rey en Enrique IV; el
Rey-Dios Luis XIV.
SEGUNDA PARTE

De la antigua Monarquia

En 1300 veo á Dante, el gran poeta gibelino , cerrando contra el


Papa y elevando al nivel del sol el coloso del César . La unidad es la
salvación ; un monarca , uno solo para toda la tierra . Después , siguien-
do ciegamente su austera lógica , inflexible , establece que mientras más
grande sea este monarca , mientras más lo sea todo , mientras más Dios
sea, se debe temer menos que jamás abuse de nada . Teniéndolo todo ,
no deseará nada y menos podrá envidiar, odiar ... Será perfecto y per-
fecta y soberanamente justo ; gobernará precisamente como la justicia
de Dios.
Esta ha sido la base de todas las teorías defendidas después para
apoyar este principio : la unidad y el supuesto resultado de la unidad,
que es la paz... Y entonces se habrían acabado las guerras .
Es necesario elevar menos el pensamiento que Dante y descubrir
y mirar en la tierra la profunda angustia popular donde fué cimentado
el coloso .
El hombre tiene necesidad de justicia . Cautivo en el círculo de un
dogma que lo entrega todo á la gracia arbitraria de Dios , creyó salvar
la justicia en una religión política , creando de un hombre un Dios de
justicia , esperando que este Dios visible establecería y defendería la
equidad , que el otro había olvidado .
20 J. MICHELET

Escucho salir de las entrañas de la vieja Francia esta palabra tier-


na , de acento profundo: « Mi rey! »
No hay exageración en esto . Luis XIV, joven , fué verdaderamen-
te amado de dos personas: del pueblo y de La Valliere .

LA MARQUESA DE POMPADOUR

Era , en aquel tiempo , la fe de todos . El sacerdote mismo parecía


retirar á su Dios del altar para colocar al nuevo dios . Los jesuítas qui-
tan á Jesús del pórtico de su residencia para poner la efigie de Luis el
Grande . En la capilla de Versalles se lee : « Intrabil templum suum do-
minator.» La palabra no tenía doble sentido ; la Corte no conoce más
que un Dios.
El obispo de Meaux, temiendo que Luis XIV no tuviera bastante
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 21

fe en él mismo , le anima diciéndole : « Oh , rey; ejerced sin vacilaciones


vuestro poder, que es divino ... Vos sois de la raza de los dioses . >>
El pueblo no desea otra cosa que creer este dogma . Sufría tantas
tiranías locales , que desde los más alejados confines se llamaba al Dios

EL CARDENAL FLEURI
(Autor del compendio de « Historia Sagrada» )

de aquí abajo , al dios de la monarquía . Ningún mal se le achaca . Y las


pobres gentes , creyendo al rey muy alto ó muy lejos , se consolaban di-
ciendo :... « Si el rey supiera! ...»
Nótase en esto un rasgo singular de la fisonomía moral de Fran-
cia . Este pueblo no ha comprendido jamás la política sino como devo-
ción y amor .
Amor robusto , obstinado , ciego , que cree méritos todas las imper-
22 J. MICHELET

fecciones de su Dios . Lejos de censurársele se le elogia cuanto tiene de


humano . Cree que si le viera de cerca le parecería menos orgulloso ,
menos duro , más sensible . Sabe agradecer á Enrique IV el amor á
Gabriela .
Este amor de la realeza , en los comienzos de Luis XIV y de Col-
bert , rayó en idolatría . Los esfuerzos del rey para hacer justicia igual á
todos y disminuir la odiosa desigualdad del impuesto , le conquistaron el
corazón del pueblo . Colbert arrancó sus prerrogativas á cuarenta mil
nobles y obligó á los burgueses á dar cuenta de la administración de
los pueblos que explotaban . Los nobles que en las provincias , aprove–
chándose del desorden , se convertían en barones feudales , recibieron
las visitas aterradoras de los enviados del Parlamento . La justicia real
era bendecida por su rigor . El rey apareció terrible en sus Grandes
días , como juez último entre el pueblo y la nobleza , teniendo al pueblo
á la derecha , lleno de amor y de confianza ...
<
« Temblad , tiranos : ¿no veis que Dios está con nosotros ? » Esta frase
es exactamente el discurso de aquel sencillo pueblo , que cree tener un
rey para él . Se lo figura como el ángel de la Revolución y le tiende los
brazos , le invoca , lleno de ternura y de esperanza . Nada más con-
movedor puede leerse que el relato de los Grandes dias de Auvergne,
viendo la inocente esperanza del pueblo y el temor de la nobleza . Un
paisano , hablando con un señor , no se había descubierto ; el noble le
tiró el sombrero al suelo . « Si no me lo recogéis ,-dijo el paisano -los
Grandes días se acercan , y el rey os hará cortar la cabeza ...» El noble
tuvo miedo y recogió el sombrero del paisano (1 ) .
¡Tanta confianza y amor ! ... todo perdido . Este rey tan amado fué
duro para el pueblo . Buscad en todas partes , en los libros , en los cua-
dros, ved sus retratos ; no hay en ellos un movimiento , una mirada que
revele un corazón sensible . El amor del pueblo , cosa tan grande , tan
rara , verdadero milagro , no ha logrado hacer de su ídolo más que un
milagro de egoísmo .
Le gusta la palabra , la adora , se cree Dios . Ser dios es vivir para
todos ... El , cada día más , se hacía el rey de su corte ; únicamente ama-
ba aquella bandada de mendigos dorados que le ' asistían y adulaban ;
este es su pueblo . Divinidad extraña , se ha empequeñecido encerrando
un mundo en un hombre , en lugar de extenderse y engrandecerse este

(1) Los agentes del Rey, los parlamentarios , que inspiraban al pueblo tanta confianza , y que
habían prestado verdaderos servicios , representaban la justicia, de mismo modo que el cie
ro representaba ' a Gracia. En última instancia esta justicia real estaba sometida á la arbitra-
riedad del Rey. Un gran maestro en maquiavelismo , el ca denal Dubois, en una Memoria al
Regente contra los Estados generales explica con mucho donaire la sencilla mecánica de este
juego parlamentario, las figuras de aquel baile hasta el sillón de justicia donde, ante el Rey,
terminaba todo . Saint-Simón recomienda á los Estados generales como un medio agradable,
inocente y fácil para librarse de pagar sus deudas , honrar la quiebra, canonizarla (esta es su
palabra). El mismo Saint- Simón afirma que esos Estados no tuvieron nunca nada serio.
Palabras y palabras nada más. Yo creo, en cambio, que en estos Estados y Parlamentos hoy
algo demasiado serio; que estas vanas imágenes de la libertad consumían el escaso vigor y
el poco espíritu de resistencia que en la nación había. Esta fué la causa de que Francia no
pudiera en mucho tiempo tener constitucion ; creía que la tenía.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 23

hombre á la medida de un mundo. Todo su mundo es Versalles ;


allí mismo , buscad bien , encontraréis un lugar pequeño , obscuro , un
sombrío gabinete , ¡ una tumba ya!; es cuanto necesitaba ; lo bastante
para un individuo (1) .

II

Profundizaré estudiando la idea de cómo vivían en Francia el go-


bierno de la gracia y la monarquía paternal . Este examen será duro si
establezco de antemano por pruebas auténticas los resultados que á la
larga produce este sistema . El árbol se juzga por los frutos .
Desde luego se puede asegurar que conquistaron para este pueblo
la gloria de una prodigiosa é increíble paciencia . Leed los relatos de
viajeros extranjeros y les veréis estupefactos atravesando nuestras cam-
piñas de miserable apariencia , llenas de la tristeza del desierto , del ho-
rror de la pobreza , invadidas por el pueblo famélico . Allí aprendieron lo
que puede durar el hombre sin morirse de hambre , de un hambre que
nadie , ni inglés , ni holandés , ni alemán hubiera soportado .
Y lo que más les llama la atención es la resignación del pueblo , el
respeto que tiene á sus señores laicos ó eclesiásticos , su adhesión idolá-
trica al rey ... Es un raro misterio que en medio de tantos sufrimientos
conserve tanta paciencia , dulzura , bondad , docilidad , tan pocos motivos
para oprimirle . Se explica , acaso , en parte por una especie de filosofía
instintiva , por la facilidad , demasiado ligera , con que el francés recibe
el mal tiempo y se acomoda en él : ya vendrá el buen tiempo ; llueve
hoy , mañana hará sol ... Y no se acuerda más de la lluvia.
La sobriedad francesa , cualidad eminentemente militar , contribuye
á la resignación . En esto , como en otras cosas , nuestros soldados han
pasado el límite de la fuerza humana . En sus ayunos durante marchas
penosas y trabajos excesivos , hubieran desfallecido los solitarios anaco-
retas de la Tebaida , los Antonios y Pancomios .
El mariscal de Villars relata cómo vivían los soldados de
Luis XIV (2):
«Muchas veces creímos que el pan nos faltaría en absoluto , y des-
pués de grandes esfuerzos hemos logrado tenerlo para comer medio día .
El día siguiente lo pasamos ayunando . Mr. de Artagnan ha marchado
y las brigadas no han podido seguirle por hambre ... Es tan grande mi-
lagro el de nuestras subsistencias , como la virtud y firmeza de nuestros
soldados ... Panem nostrum quotidianum da nobis hodie , me decían los

(1) Me refiero à la obscura habitacioncita de madame Maintenón , donde concluyó Luis XV.
Por la creencia persona que tení 1 de su propia divinidad quiso ver sus memorias, escritas
por inspiración suya y revisadas por el.
(2) En Villars e lee tambien: «Si permanecierais aquí, veríais con edificación a los infan-
tes y á la caba lería marchar con el mayor cuidado por un sendero que atraviesa un campo
de trigo que hay aquí cerca.»>
24 J. MICHELET

desventurados cuando recorría las filas , antes de repartirles su cuarto


de ración . Los animo , les hago promesas , se contentan con encogerse
de hombros y me miran con una expresión de resignación que me con-
mueve ... « El señor mariscal tiene razón , -dicen -es preciso saber su-
frir algunas veces . »
>
¡ Paciencia !, ¡ virtud !, ¡ resignación ! ¿Dónde no hallaremos clara-
mente marcadas las huellas de la bondad de nuestros padres?
Quién pudiera hacer la historia de sus inacabables sufrimientos , de
su dulzura y moderación ! Durante mucho tiempo fueron estas virtudes .
el asombro y á la vez la risa de Europa . ¡ Cómo se divertían los ingleses
viendo este soldado enflaquecido y casi desnudo , y sin embargo alegre,
bueno para sus oficiales , haciendo sin protesta enormes marchas y no
encontrando al llegar la noche para comer más que sus propias regoci-
jadas canciones .
Si la paciencia tiene por premio el cielo , el pueblo francés, en los
dos últimos siglos , ha sobrepujado los méritos de los más grandes san-
tos . ¿Pero cómo rehacer esta leyenda?... Las huellas están esparcidas .
La miseria es un hecho general y la paciencia de soportarla una virtud ,
tan común en Francia , que los historiadores la consignan raras veces .
Además , en el siglo XVIII la historia es muy incompleta ; Francia , des-
pués del cruel esfuerzo de las guerras de Luis XIV , sufre demasiado
para entretenerse en contar sus hechos . No se hacen crónicas ni Memo-
rias; la vanidad individual misma calla , no teniendo más que vergüen-
zas que narrar. Hasta el movimiento filosófico está callado y silencioso ;
silencioso como la alcoba del moribundo que gobierna la nación , el vie-
jo cardenal Fleury .
La historia de esta época de miseria es tanto más difícil de hacer
cuanto que en ella no ha habido algaradas ni motines . Nunca fueron
estos más raros en ningún pueblo ... Francia amaba á sus señores ; no
se agitó en ninguna algarada ; no hizo más que una revolución .
Precisamente de estos señores mismos , reyes , príncipes , ministros ,
prelados , magistrados , intendentes , sabemos nosotros los trágicos extre-
mos á que la nación había llegado .
El coro lugubre donde parecen reunidos todos para cantar uno á
uno la muerte de Francia escucha en 1681 decir á Collbert: « No se
puede seguir así . » Y en lugar de poner enmienda, hace morir en 1685
medio millón de hombres industriosos ; y como si fuese esto poco se
mata todavía más en una guerra de treinta años . ¡Y cuántos , Dios mío,
no han muerto de miseria!
Ya en 1698 el resultado se hace visible .
Los intendentes mismos que habían causado mucho mal revelaban
y deploraban aquel estado de cosas . En las memorias que les fueron pe-
didas por el joven duque de Borgoña declaraban que tal país había per-
dido la cuarta parte de sus habitantes , tal otro el tercio y alguno hasta
la mitad . Y esta población no se repone ; el hombre del pueblo es física-
ΤΟΜΟ Ι
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

4
25

LA
Ros
.-
NACIONAL
lASAMBLEA
y
nobles
feudales
derechos
los
de
obispos
enuncia
)Grabado
época
de
(la
26 J. MICHELET

mente tan miserable , que sus hijos son todos débiles , enfermizos y no
pueden vivir.
Sigamos bien el curso de los años . Esta época deplorable de 1698
es motivo de arrepentimiento. Un magistrado , Boisguillbert , dice : « En-
tonces había aún aceite en la lámpara . Hoy (1707) todo ha terminado ;
falta la primera materia ...» Palabra lúgubre á la que agrega otras ame-
nazadoras que parecen pronunciadas estando ya en el 89 : « El proceso
se va á desarrollar entre los que pagan y los que no tienen otra ocupa-
ción que cobrar .>>
Él preceptor del nieto de Luis XIV , el arzobispo de Cambray , no
es menos revolucionario que el magistrado normando : « Los pueblos va-
riarán pronto ; no se debe confiar mucho en su paciencia . La vieja má-
quina acabará por hacerse añicos al primer choque... Nadie se atreverá
á luchar contra el torrente desbordado... No habrá más que cerrar los
ojos...>>
Luis XIV muere al fin , gracias á Dios . El buen duque de Orleans ,
que de vivir Fenelón le hubiese tomado para consejero , se encarga de
la regencia ; manda imprimir el Telémaco; Francia será quietista. No
más guerras . Nos hacemos amigos de Inglaterra; le entregamos nues-
tro comercio , nuestro honor , hasta los secretos de Estado . ¿Quién creerá
que en plena paz , durante siete años solamente , este amable príncipe
encontró medios de hacer llegar á dos mil quinientos millones la deuda
que Luis XIV dejó en setecientos cincnenta millones? -Todo pagado
neto... en papel .
<< Si yo estuviese oprimido - solía decir - me rebelaría . » Un día que
se le advirtió que se preparaba una algarada , repuso : « El pueblo tiene
razón ; demasiado bueno es sufriendo tanto . »
>
Fleury era tan económico como pródigo el regente . ¿Se rehace
Francia? Lo dudo cuando veo que en 1739 enseñan á Luis XV el pan
que comía el pueblo , pan de maíz . El obispo de Chartres le dijo que en
su diócesis , los hombres pastaban mezclados en los rebaños . Y más ex-
presivo y fuerte que todo esto, es que Mr. de Argenson (un ministro) ,
hablando de los sufrimientos de entonces , se lamenta de que el buen
tiempo estuviese ya lejano . ¿ Y sabéis cuál era este buen tiempo porque
suspiraba uno de los ministros? El de la regencia del duque; el tiempo
en que Francia , asolada por Luis XIV , convertida en una sola plaga ,
tiene por único remedio la bancarrota de tres mil millones .
Todo el mundo ve venir la crisis . Fenelón lo dice desde 1709. « La
vieja máquina se hará añicos al primer golpe . » Sin embargo , no se
rompe todavía . La querida de Luis XV, madame de Châteauroux , dice
en 1743 : « Veo venir un gran trastorno si no se pone remedio . » Tenéis
razón , señora , todo el mundo lo ve; lo ve el rey, y aquella que os suce-
de en el favor de sus amores , madame de Pompadour, y los economistas
y los extranjeros: todo el mundo . Todos admiran la bondad de este pue-
blo; Job entre las naciones . ¡ Oh , dulzura !, ¡ oh , paciencia ! ... Walpole
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 27

se rió; yo me entristezco y lloro . ¡ El pueblo infortunado ama todavía.


Todavía cree y se obstina en esperar . Espera siempre su salvador .
¿Quién? Su Dios-hombre , su rey.
¡ Risible idolatría ! ... Este Dios , este rey, ¿qué hará? Carece de vo-
luntad fuerte y no tiene poder para curar el mal inveterado , profundo ,
universal , que corroe á esta sociedad y la altera Ꭹ la corrompe , que ha
bebido su sangre y secado sus huesos .
El mal de la sociedad , que padecen en ella desde el más alto al
más bajo , es que está organizada para producir cada vez menos y pagar
cada vez más . Mal que de día en día va creciendo , que después de la
sangre corromperá el cerebro y que no tendrá fin , hasta que estando en
el último aliento de vida , á punto ya de perderla , las convulsiones de
la agonía levanten al enfermo y sostengan de pie el cuerpo escuálido y
débil ... ¿Débil? ... El furor puede hacerlo fuerte y poderoso .
Subrayemos , si queréis , estas palabras : produciendo cada vez
menos . Son absolutamente exactas .
Desde Luis XIV , los impuestos pesan de tal modo , que en Mantes
y en Etampes la mayor parte de las viñas fueron embargadas .
El labriego no tiene cosa de valor que ofrecer al fisco más que el
buey ó la mula que le ayudaban á labrar la tierra . El fisco se apodera
de ellos y disminuye el ganado en los campos , resultando inútil el cul-
tivo de los pastos . La producción de cereales , extendida en el siglo XVII
por inmensos territorios , disminuye en el siglo XVIII . La tierra no
puede reparar sus fuerzas generadoras; falta de abonos , se agota pre-
maturamente; como ha concluído la ganadería , parece concluir la tierra
misma . No solamente la tierra produce menos , sino que se cultiva mucho
menos . En algunos lugares no vale la pena cultivarla . Los grandes pro-
pietarios , cansados de dar en arriendo terrenos cuyas rentas no cobra-
ban , abandonan la tierra cuyo cultivo exige algunos desembolsos . Los
campos cultivados menguan , el desierto se extiende , se ensancha . Se
habla mucho de agricultura , se escribe mucho de agricultura ; se hacen
libros , ensayos costosos , cultivos nuevos , cultivos comparados . Y entre
tanto el cultivo sin abonos , sin dinero , sin bestias de labor, agoniza ,
los
muere . Los hombres se amarran al arado y á veces las mujeres y
niños también . Con las uñas labrarían si pudieran ; pero el surco ape-
nas desgarra la tierra , que mal labrada , da cada vez peores cosechas . Ya
no son suficientes para alimentar al hombre durante el año . A medida
que se avanza hacía 1789 , la naturaleza produce menos , como bestia
demasiado fatigada , que cuando se la obliga á palos , prefiere á seguir
andando , echarse en tierra , morir . La libertad no es sólo la vida del
hombre, es también la de la naturaleza .

III

No digáis nunca que la naturaleza ha sido alguna vez madrastra .


28 J. MICHELET

No creáis que Dios ha apartado de la tierra su mirada fecunda . La


tierra es siempre buena madre y cariñosa nodriza , que no desea más
que ayudar al hombre ; estéril , ingrata en la superficie , encierra un in-
tenso amor á la humanidad .
Es el hombre quien no ama ; es el hombre quien es enemigo. del

Es Jub entre los pueblos (Pág . 26)

hombre . La maldición que pesa sobre él no viene de Dios , nace en su


corazón y en sus labios ; es la maldición del egoísmo y de la injusticia ,
el agobio de una sociedad injusta . ¿A quién acusará? Ni á la naturaleza
ni á Dios , sino á sí mismo , á su obra , á sus ídolos , á los dioses que se
ha fabricado .
De un lado á otro ha paseado en todo tiempo y por todo el mundo
su idolatría. A estos dioses de mármol ó madera les ha dicho: « Prote-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 29

gedme; sed mis salvadores ! ...» Y ha dicho esto á los sacerdotes , lo ha


dicho á los nobles , lo ha dicho al rey... ¡ Eh , pobre hombre !, sálvate tú
mismo.
Pero los amaba ; esta es su excusa , esto explica su ceguera . ¡ Con

¡El rey se ha salvado! ... (Pág. 31 )

qué intensidad amaba ! ¡ con qué fe creía ! Qué confianza inocente en el


buen señor , en el venerado santo hombre de Dios ! ¡Cómo se arrodillaba
en la calle y se inclinaba todavía sobre el polvo mucho tiempo después
que habían pasado ! ¡ Cómo explotado , despreciado y apaleado por el se-
30 J. MICHELET

ñor y el sacerdote , se obstina en poner en ellos todas sus esperanzas ! ...


Siempre ínfimo, siempre niño , encontraba no sé qué dulzura filial en
no reservarse nada contra ellos , en abandonarles todo el cuidado de su

porvenir . « No tengo nada; soy un pobre hombre ; pero pertenezco al


barón de aquel hermoso castillo que está allá arriba. » O bien: «Tengo
el honor de ser siervo de ese famoso monasterio . No lo olvidaré jamás . »
Y ahora , buen hombre , el día de tu necesidad , de tu hambre , ve ,
llama á aquellas puertas .
¿Vas al castillo? La puerta está cerrada , la gran mesa donde todos
se sentaron no ha servido hace mucho tiempo ; la chimenea está fría , ni
fuego, ni humo . El señor está en Versalles . Pero no te ha olvidado . Ha
dejado aquí para tí al administrador que te cobra y al guarda que te
apalea ó te encarcela .
Pues bien , iré al monasterio . Esta casa de caridad ¿no es para mí?
¿no es la del pobre?... La Iglesia me dice todos los días : « ¡ Dios ama tanto
al mundo ! Se hizo hombre , se hizo alimento para sustentar al hombre ! La
Iglesia no es nada , ó es la caridad divina realizada sobre la tierra . »
¡Llama , llama , pobre Lázaro !: estarás ahí mucho tiempo . ¿No sa-
bes que la Iglesia no se preocupa de la caridad? En la Edad Media te-

nía dos cosas , de cuya posesión era muy celosa ; pero más equitativa en
los tiempos modernos , ha hecho dos partes . Ha guardado sus bienes , y
las fundaciones , los hospitales , los asilos , los patronatos , todo aquello
que la unía al pobre y la mezclaba demasiado en los asuntos de aquí
abajo, lo ha entregado generosamente al poder laico .
Tiene deberes que la absorben todo el tiempo , principalmente el de
defender hasta la muerte estas fundaciones piadosas de las que es depo-
sitaria , de no desperdiciar nada de ellas , de transmitirlas de genera-
ción en generación siempre aumentadas . En esto es verdaderamente
heroica ; está dispuesta al martirio, si necesario fuese. En 1788 , el Es-
tado , lleno de deudas , desesperado , sin más recurso que cobrar á un
pueblo arruinado , se dirige suplicante al clero rogándole pague parte
de los impuestos . Su respuesta es admirable , digna de eterna memoria :
«No , no se pueden imponer caprichosamente tributos al pueblo . »
¡Invocar el nombre del pueblo para librarse de ayudarlo ! ¡ Ultima
cima , verdaderamente sublime , donde debía ascender la sabiduría fari-
saica ! ¡ Entre tanto llega el 89 ! El clero puede morir , pero nada le hará
variar de conducta ; tiene el consuelo , tan raro en los moribundos , de
haberse aprovechado de la vida por todos los caminos .

IV

El pueblo , en el siglo XVIII no espera nada del patronato, que le


sostuvo en otros tiempos , ni del clero , ni de la nobleza . Ninguno hizo
nada por él . Pero cree en el rey todavía y reconcentra en Luis XV su
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 31

fe y su necesidad de amar . Y el niño Luis XV , resto , único de una fa-


milia tan grande , salvado como Jonás , se ha salvado aparentemente para
que él , á su vez , salve á los demás . ¡ Viéndole tan niño , qué de lágri-
mas ! ... ¡Cuántos malos años pasaron ! Y el pueblo espera siempre que
concluya esta miseria , esta larga tutela de veinte ó treinta años . Cuan-
do se supo en París que Luis XV, que había marchado para unirse al
ejército , se había detenido enfermo en Metz , era de noche . Se levantó
la gente, corrió en tumulto por las calles , sin saber dónde iba ; las igle-
sias se abrieron de madrugada... Se formaban grupos en las aceras , se
increpaban é interrogaban unos á otros sin conocerse . En muchas igle-
sias el sacerdote , que rezaba la oración por la salud del rey , interrum-
pió el canto , ahogado por sus lágrimas , y el pueblo le respondió con so-
Ilozos y con gritos ... El correo que trajo la noticia de la convalecencia
era abrazado y casi estrujado en las calles ; besaban su caballo , le lle-
vaban en triunfo ... y todo París retemblaba en un grito de alegría : « ¡ El
rey está curado ! >>
Esto era en 1744. Luis fué llamado el Bien Amado .
Han pasado diez años . El mismo pueblo cree que el Bien Amado
toma baños de sangre humana ; cree que para fortalecer su sangre em-
pobrecida se sumerge en sangre de niños . Un día que la policía , según
su costumbre brutal, detenía en las calles á los hombres y á los niños
vagabundos y á las jóvenes (sobre todo á las guapas) , las madres lan-
zaron gritos desgarradores , el pueblo se reune , un motín estalla . Desde
este momento el rey no vuelve jamás á París . Alguna vez lo atravesó
para ir de Versalles á Compiegne , pero hizo construir un camino direc-
ro que evitaba á París ver su rey y al rey ver su puelo . Todavía lleva
este camino el nombre de la algarada popular.
Estos diez años son la crisis misma del siglo ( 1744-1754) . El rey ,
aquel dios de antes , es blanco de odios , motivo de horror . El dogma de
la encarnación real perece .
Y en su lugar se alza el reinado del espíritu . Montesquieu , Buffon ,
Voltaire , publican en este intervalo sus grandes obras ; Rousseau co-
mienza la suya.

Hasta aquí la unidad había respondido á la idea de encarnación ,


religiosa ó política . Hacía falta un dios humano, un dios de carne para
unir la Iglesia y el Estado. La Humanidad , débil todavía , fundaba la
unión en un signo visible , vivo , en un hombre , en un individuo . Pero
la unidad más pura , que no necesita estas condiciones materiales , se
realizará en la unidad de los corazones , la comunidad de los espíritus ,
el profundo enlace de los sentimientos y las ideas de todos .
Aquellos grandes doctores de la nueva Iglesia disienten todavía en
las cosas secundarias , pero admirablemente están de acuerdo en dos
cosas esenciales que constituyen el genio del siglo y el genio del por-
venir.
1.º El espíritu es libre bajo todas las formas de la encarnación ; y
32 J. MICHELET

al escribir lo desnudan del vestido de carne noble ó miserable que du-


rante tantos siglos lo ha cubierto .
2.º El espíritu para aquellos escritores no es solamente luz ; es

TURGOT

calor y amor, el ardiente amor del género humano . El amor por sí , no


sometido á tal dogma ni á tal condición de política religiosa . La cari-
dad de la Edad Media , esclava de la teología , ha seguido á su imperiosa
dueña; demasiado dócil , en verdad . pero conciliadora solamente hasta
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 33

LA MARSELLESA

TOMO I 5
34 J. MICHELET

admitir cuanto puede admitir el odio . Es que la caridad que hizo la


Saint-Barthélemy no es la que enciende las hogueras y organiza la In-
quisición?
Descartando de la religión su carácter carnal , rechazando la encar-
nación religiosa , este siglo , demasiado tímido para su audacia , permane-
ce mucho tiempo carnal en política ; quisiera poder respetar la encarna-
ción real , utilizar al rey , al dios-hombre , en hacer la felicidad de los
hombres . Y la quimera de los filósofos y los economistas , de Voltaire y
de Turgot es hacer la Revolución para el rey.
Nada más curioso que ver el ídolo disputado por los dos partidos .
Los filósofos tiran de un lado , el clero de otro . ¿Quién logrará flevárse-
lo? Las mujeres , porque el rey un es verdadero dios de carne .
Madame Pompadour lo retiene veinte años; quiere convertir al
pueblo en defensor suyo contra la corte . Llama á los filósofos . Voltaire
escribe la historia del rey y poemas y dramas para el rey; d'Argenson

es ministro; el interventor general , Machault, pide un estado de los


bienes eclesiásticos ... El clero se alborota . Los jesuítas comienzan su
lucha contra aquella mujer; discurren y logran ponerle en frente de
otra mujer, y triunfan ... ¿Quién es esa mujer? La propia hija del rey...
Al llegar aquí sería preciso ser Suetonio . Después de los doce Césares
no se habían vuelto á ver estas cosas .
Voltaire fué desterrado y d'Argenson y Machault más tarde . La
Pompadour se echa á los pies de la reina y suplica y pide gracia . Entre
tanto preparaba una triste é infame máquina para recobrar al rey y te-
nerle hasta la muerte ; un serrallo que se abastecía con niñas com-
pradas .
Allí se encerró Luis XV . El dios de carne abdicó todo recuerdo del
espíritu.
Huyendo de París , huyendo de su pueblo , siempre alejado en Ver-
salles , encuentra allí todavía demasiada gente , demasiada luz . Necesi-
taba las sombras , los bosques , la choza , el secreto de Trianon ó su con-
vento del Parque de los Ciervos . Es extraño , inexplicable , que estos
amores , estas sombras , estas imágenes del amor, al menos , endurezcan
su corazón . Compra las hijas del pueblo y por ellas vive con el pueblo ;
de ellas recibe rudas caricias casi infantiles y de ellas aprende el len-
guaje vulgar. Y duro , egoísta , sin entrañas , sigue siendo enemigo del
pueblo ; luego de rey se convierte en traficante de trigo, especulador en
hambres...
En su alma muerta queda sólo un sentimiento vivo ; el temor de
morir . Sin cesar hablaba de muerte , de entierro , de funerales . Presen-
tía , además , la muerte de la monarquía y le preocupaba sólo que vivie-
ra tanto como él .
En un año de sequía (que entonces eran frecuentes) cazaba , como
de costumbre , en un bosque de Senart . Encontró un labriego que lle-
vaba á hombros un ataúd.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 35

-¿Dónde llevas eso?


-A tal lugar.
-¿Para un hombre ó una mujer?
-Para un hombre .
-¿De qué ha muerto?
-¡De hambre !

Este hombre muerto es la vieja Francia; aquella fúnebre caja el


ataud de la antigua Monarquía . Alejemos para siempre de nosotros los
ensueños y bellas frases que nos adormecieron ; realeza paternal , go-
bierno de la gracia , clemencia de la monarquía , caridad del sacerdote ,
confianza oficial , abandono en los dioses de aquí abajo . La ficción de
este viejo mundo , la mentirosa leyenda que tuvo siempre en los labios
era colocar el amor en el lugar de la ley.
Si pudiera renacer este mundo torturado en nombre del amor , ex-
plotado por la caridad y envilecido por la gracia , renacería por la ley ,

la justicia y la equidad .
¡ Blasfemia ! Habían opuesto la gracia á la ley , el amor á la justi-
cia... ¡ Como si la gracia injusta pudiera ser gracia ; como si estas cosas
que la pequeñez humana divide no fuesen dos aspectos de una misma
cosa la derecha y la izquierda de Dios !
Hicieron de la justicia una cosa negativa , que prohibe y excluye ;
un soldado para detener y un cuchillo para degollar... No sabían que la
justicia es el ojo de la Providencia . El amor , ciego en los hombres , cla-
rividente en Dios , ve por la justicia . ¡ Mirada vital y fecunda ! Es una
fuerza prolífica en la justicia de Dios . Cuantas veces se fija en la tierra
se siente ésta dichosa y crea . El sol y la aurora no son bastantes para
fecundar; es preciso la justicia . Con ella vienen los gérmenes , las semi-
llas ... Las semillas de los hombres y de los pueblos quieren arraigar ,
germinar, florecer bajo el sol de la equidad .
Un día de justicia , uno solo que se llama la Revolución , ha produ-
cido diez millones de hombres .
Mas ¡ qué lejos aparece todavía en medio del siglo XVIII , rechaza-
rey , han
da , imposible!... Los dos salvadores del pueblo , el sacerdote y el
perdido al pueblo hasta el punto de que no sabe dónde tomará con qué
construir el porvenir . Nada de vida feudal ni de vida municipal , absor-
bidas por la realeza . Nada de vida religiosa extinguida por el clero. Y
nada , jah!, de leyendas locales ni tradiciones nacionales , de estos di-
chosos prejuicios que constituyen toda la infancia de los pueblos . Lo
han destruido todo , hasta sus errores . Todo desnudo y vacío . Todo en
blanco . El porvenir escribirá lo que pueda .
Espíritu puro , último habitante de este mundo destruido , herede-
ro universal de todos estos poderes extinguidos , ¿cómo vas á iustaurar
36 J. MICHELET

lo único que nace vivir? ¿Cómo devolverás la justicia y la noción del


derecho?
No ves aquí nada más que obstáculos , viejas ruinas que es preciso
demoler todavía , hacerlas polvo y pasar al otro lado . Nada queda vivo.

LUIS XVI

Por mucho que hagas tendrás al menos el consuelo de no haber matado


más que muertos .
El procedimiento del espíritu puro es el mismo de Dios ; el arte de
Dios es su arte . Su construcción es demasiado profundamente armónica
por dentro, para que por fuera lo parezca . No busquéis la simetría de
las líneas rígidas de vuestros edificios de piedra y mármol . En un orga-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 37

nismo vivo la armonía es de otra clase , está ante todo en el fondo de los
órganos . Es preciso que este mundo nuevo tenga vida material ; démosle
por comienzo, por primer sillar, la colosal Historia Natural de Buffon ;

MARÍA ANTONIETA

pongamos en orden la Naturaleza ; para ella el orden es la justicia .


Pero el orden es imposible todavía . De la naturaleza que hierve y
se anima, surge , como del cráter del Etna , un volcán inmenso . Toda
ciencia y todo arte brillan , fulguran... Concluída la erupción , queda
una masa enorme , mezcla de escoria y oro : la Enciclopedia.
38 J. MICHELET

He aquí dos edades del mundo nuevo , dos días de la creación . El


orden falta , la unidad falta . Creemos el hombre , unidad del mundo ,
que con él viene el orden y lo que esperamos ansiosamente ; la deseada
luz de la justicia divina .
El hombre aparece bajo tres figuras : Montesquieu , Voltaire y
Rousseau . Tres intérpretes del justo .
Falta la ley , busquémosla . Acaso la encontremos oculta en algún
rincón del globo . Acaso en un clima favorable á la justicia , una tierra
mejor que esta produce el fruto de la equidad . El viajero que va bus-
cándola por todo el orbe es el grandiosamente tranquilo Montesquieu .
Pero la justicia huye delante de él ; es relativa y mudable; la ley para
él es una relación de las personas , los hechos y las cosas , ley abstracta
y no vivificadora . No devolverá la salud á la vida .
Montesquieu puede resignarse . Voltaire no . Voltaire es aquel que
sufre , que ha sentido todos los dolores de los hombres que penan y los
ha tomado para él , persiguiendo toda iniquidad . Cuanto han hecho de
malo en el mundo el fanatismo y la tiranía, es á Voltaire á quien se lo
han hecho . Mártir, víctima universal , fué degollado en la Saint-Barthé-
lemy , enterrado vivo en las grutas de América , quemado en Sevilla ,
sometido al Parlamento de Tolosa y condenado á la afrentosa rueda con
Calas ... En estos sufrimientos llora y ríe ; risa terrible que destruye las
bastillas de los tiranos y los templos de los fariseos .
Al mismo tiempo se destraban las rejas de las cárceles y se cie-
rran las iglesias que se llamaban universales , cada una á sí misma ,
mientras quería destruir á las demás . Todas caen delante de Voltaire
para dejar paso á la iglesia humana , á la universal iglesia que recibirá y
contendrá á todos los hombres en la justicia y en la paz .
Voltaire es el testigo del derecho , su apóstol y su mártir . Ha re-
suelto la vieja cuestión planteada en el origen del mundo . ¿Puede haber
religión sin justicia , sin caridad?

VI

Montesquieu escribe , interpreta el derecho ; Voltaire llora y grita


por el derecho . Y Rousseau lo funda .
Hermoso momento aquel en que Rousseau sorprende á Voltaire
agobiado por una nueva desgracia : el desastre de Lisboa . Voltaire , cega-
do por el llanto , no ve el cielo . Rousseau le levanta , le consuela , le vuel-
ve á Dios Ꭹ sobre las ruinas del mundo proclama la Providencia .
Más que Lisboa , es el mundo entero el que se deshace . La Reli-
gión y el Estado , las costumbres y las leyes , todo perece... ¿Y la fami-
lia, dónde está? y el amor? y el niño , el porvenir? ... ¡ Oh! ¿qué se
puede pensar de un mundo , donde el amor maternal ha concluído?
Y eres tú , pobre obrero , ignorante , solo , abandonado , despreciado
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 39

por los filósofos , despreciado por los clericales ; tú , enfermo en pleno in-
vierno, agonizando sobre la nieve , en tu guarida sin techo de Montmo-
rency ; tú , Rousseau , quien quieres resistir solo , escribir , reclamar con-
tra la muerte !
¿Y eres tú , pobre músico , quien va á rechazar el mundo? Tenías
un hilo de voz , entusiasmo y una palabra sonora cuando llegaste á
París, rico de música y esperanza . Ha pasado mucho tiempo , medio
siglo; eres viejo : todo ha concluído... ¿ Qué hablas de renacimiento , de
renacimiento de esta sociedad agonizante cuando tú mismo no puedes
más?
Sí , era verdaderamente difícil , aun para un hombre menos cruel-
mente maltratado , sustraerse á la general decadencia , no caer en el
abismo , donde todo se corrompía .
¿Dónde encontró punto de apoyo el hombre fuerte que se detuvo y
se mantuvo firme?...
¿Dónde lo encontró , oh mundo deleznable , hombres débiles ó en-
fermos que lo preguntáis , hijos olvidadizos de Rousseau y de la Revo-
lución?
Lo encontró en aquello que vosotros habéis descuidado ... En su
corazón . Sus sufrimientos le obligaron á leer allá en el fondo y allí leyó
lo que la Edad Media no pudo nunca leer : Un Dios justo ... Y aquello

otro que ha dicho un glorioso discípulo de Rousseau : « El derecho es el


soberano del mundo .»
Estas magníficas palabras no han sido dichas hasta el final del
siglo; en la revelación es la fórmula profunda y sublime . Rousseau lo
ha dicho por boca de Mirabeau , pero la frase no deja de pertenecer por
eso al genio de Rousseau . Desde el momento que se separa de la falsa
ciencia de su tiempo y de aquella sociedad , no menos falsa , veis esta
luz iluminar sus escritos ; el deber , el derecho .
Brilla con todo su explendor, toda su dulce y fecunda potencia en
La Profesión de fe del Vicario Saboyano . ¡ Dios mismo sometido á la
justicia! ¡ Dios sujeto del derecho ! -Digámoslo mejor : Dios y el Derecho
son idénticos .
Si Rousseau hubiera hablado en los términos de Mirabeau, su
palabra no hubiera producido efecto . Otros tiempos , otras necesi-
dades .
A un mundo dispuesto para obrar el día mismo de la acción , Mira-
beau decía: « El derecho es el soberano del mundo y vosotros sois los
sujetos del derecho . >>
A un mundo dominado todavía , débil , inerte y sin empuje , Rou-
sseau debía decirle y decía: « La voluntad general es el derecho y la
razón .>>
Vuestra voluntad es el derecho . ¡ Levantáos , pues , esclavos !
«Vuestra voluntad colectiva es la Razón misma . » Dicho de otro
modo: Sois Dios .
40 J. MICHELET

¿Ser Dios? lo imposible se torna posible y fácil ... Entonces trans-


formar un mundo es poco; se le puede crear de nuevo.
Y he aquí cómo se explica, porque este débil suspiro escapado del
pecho de un hombre , esa dulce melodía nacida en el corazón del pobre
músico , nos hace resucitar .
Francia está removida hasta lo más hondo . Toda la Europa ha
cambiado . La vasta Alemania tiembla sobre sus viejos cimientos . Criti-
can, pero obedecen... « Sentimentalismo puro» , dicen pretendiendo son-
reir, pero siguen nuestros pasos . Los filósofos mismos , los abstractores
de la quinta esencia , van , á pesar suyo , detrás de las huellas del pobre
Vicario saboyano .
¿Qué ha pasado? ¿Qué luz divina posee este hombre para hacer un
cambio tan grande? ¿Es la fuerza de una idea , de una inspiración nueva,
de una revelación de lo alto? Sí ; ese hombre ha tenido una revelación .
Pero la novedad de las doctrinas no es en este caso lo que más produce
y crea. Hay en ello un fenómeno más extraño ; más misterioso , una in-
fluencia hasta para aquellos que no leen , que no la comprenderán
jamás . No se sabe de dónde viene esto , pero desde que esta palabra
ardiente ha sonado y se ha extendido en los aires , la temperatura ha
cambiado; es como si hubiera soplado un aliento cálido y vivificador so-
bre el mundo ; la tierra comienza á dar frutos que no había producido
jamás .
¿Qué es esto? Lo que turba y entusiasma los corazones es un aire
de juventud; he aquí por qué todos ceden . En vano nos probaríais que
aquella palabra es poco expresiva ó que está llena muchas veces de un
sentimiento vulgar . Como es la juventud son las pasiones . Así fuimos
nosotros ; y si muchas veces volviéramos á los entusiasmos de la edad
juvenil , no sentiríamos mejor el encanto dulce y amargo á la vez del
tiempo que no volverá más .
Entusiasmo , melodía penetrante ; he aquí la magia de Rousseau .
Su fuerza tal como se presenta en el Emilio y en el Contrato Social
puede ser discutida , combatida . Pero por sus Confesiones , sus Ensue-
ños, por su ternura y debilidad ha vencido ; todos hemos llorado .
por
Los caracteres extraños , hostiles , pueden rechazar la luz , pero han
sentido el calor . No escuchaban la palabra , pero la música le subyuga-
ba... Los dioses de la armonía profunda , rivales de la tempestad, que
cantaban desde el Rhin á los Alpes , han sentido también el encanto to-
dopoderso de la dulce melodía , de la sencilla voz humana , del canto
matinal entonado por vez primera en la viña de los Charmettes .
Esta fresca y encantadora voz se escucha cuando aquel corazón
tan tierno hace mucho tiempo que yace bajo tierra . Las Confesiones
que se publicaron después de la muerte de Rousseau parecen un suspi-
ro de la tumba. Vuelve al mundo , resucita más potente , más admirado ,
más adorado que nunca .
Este milagro tiene algo de común con el de su rival . Voltaire ...
ΤΟΜΟ Ι
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

6
41

la
época
)de
.(G
aristocracia
á arabado
lParís
yilbando
sÓpera
cerrar
haciendo
hambriento
pueblo
El
42 J. MICHELET

¿Rival? No. ¿Enemigo? No ... que estén para siempre sobre el mismo
pedestal los dos apóstoles de la humanidad .
Voltaire , casi octogenario , enterrado en las nieves de los Alpes ,
agotado por la edad y los trabajos , resucita también . El gran pensa-
miento del siglo inaugurado por él , debe ser por él recopilado ; quien
dió la primer nota debe concluir el hermoso cántico del esplendente
coro . ¡Glorioso siglo ! Merece ser llamado , para siempre, la edad heroica
del espíritu . He aquí un anciano al borde de la tumba , que ha visto
pasar á los demás , Montesquieu , Diderot y Buffon , que ha presenciado
el ruidoso triunfo de Rousseau... Voltaire no se desanima ; lleno de vida
y joven, toma un camino nuevo ... ¿Dónde está el anciano Voltaire? Ha
muerto . Pero una voz le ha despertado en su tumba , la voz que le ha-
bía hecho vivir ; la voz de la humanidad .
Viejo atleta, ¿tú mereces la corona?... ¡ Todavía eres el vencedor
de los vencedores ! Durante un siglo , en todos los combates , sin preocu-
parte del ejército ni de la doctrina enemiga , has luchado sin volver el
rostro jamás; por un interés, por una causa ; por la humanidad santa ...
¡Y te han llamado escéptico ! ... ¡Y te han acusado de voluble ! ... Y han
creído sorprenderte en contradicciones aparentes de una palabra movi-
ble que sirvió siempre al mismo pensamiento.
Tu fe tendrá por remate la obra misma de la fe . Las demás invo-
caron la justicia ; tú la has hecho; tus palabras son actos , realidades . Tú
defendiste á C'alas y á La Barre ; tú salvaste á Sirven ; tú hiciste pedazos
el patíbulo de los protestantes . Venciste para la libertad religiosa , y
antes bien, para la libertad civil , consiguiendo , como abogado de los úl-
timos siervos , la reforma de nuestros bárbaros procedimientos , de nues-
tras leyes criminales , más criminales que el crimen mismo .
Todo esto es que la Revolución comienza . Tú las has hecho y la
ves... Para recompensa tuya , mira; héla aquí; ya hecha . Ahora puedes
dormir tranquilo ; tu indestructible fe ha servido aquí abajo de punto
de partida , antes de que viésemos la tierra santa .

VII

Cuando estos dos hombres murieron , la Revolución estaba ya he-


cha en la alta región de los espíritus .
A sus hijos , legítimos é ilegítimos , correspondía difundirla , divul-
garla de cien modos distintos ; unos con verbosa elocuencia , otros en ar-
diente sátira , alguno fundiendo las medallas de bronce que corren de
mano en mano . Los Mirabeau , los Beaunsarchais , los Raynal , los
Mably, los Sieyes quieren hacer su obra también .
La Revolución marcha , llevando siempre á la cabeza á Rouseau y
á Voltaire . Los reyes mismos la siguen ; los Federicos , las Catalinas,
los Josés , los Leopoldos , son la corte de los dos jefes del siglo ... Reináis ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 43

grandes hombres , verdaderos reyes del mundo , reináis , oh , reyes


míos ! ...
Todos parecen convertidos ; todos quieren la Revolución ; cada uno ,
es verdad, la quiere no para él , pero sí para los demás . La nobleza la
haría voluntariamente contra el clero ; el clero contra la nobleza .
Turgot , ministro de Hacienda , apela á todos y les pregunta si ver-
daderamente tienen propósito de enmendarse . Todos responden lo mis-
mo: «Que se haga lo que deba hacerse . »
>
Entre tanto , veo la Revolución en todas partes , en Versalles mis-
mo . Todos la admiten hasta un límite que no les alcance : Luis XVI
hasta los planes de Fenelón y del duque de Borgoña ; el conde de Artois
hasta Figaro y él obliga á la reina á que deje representar el terrible dra-
ma . La reina quiere la Revolución en su mismo palacio, al menos para los
advenedizos y los improvisados ; recuérdese que aquella reina , sin pre-
juicios , despide á sus grandes damas por conservar á su hermosa ami-
ga, madame de Polignac .
Necker, el hacedor de empréstitos , los mata él mismo , publicando
la miseria de la monarquía . Revolucionario por la publicidad , cree serlo
por aquellas asambleas provinciales, donde los privilegiados dijeron
cuanto era preciso para deshonrar los privilegios .
Le sucede el espiritual Calonne , que no pudiendo salvar el Tesoro
público , sometiendo á los privilegiados se decide por acusarlos, entre-
gándolos al odio del pueblo . Y así hizo la revolución contra los notables
en tanto que Lomênie , sacerdote filósofo , la hace contra los parla-
mentos .
Calonne pronunció una frase admirable , cuando declarando el dé
ficit , muestra el abismo que se abría : «¿Qué falta para colmarlos? Los
abusos . »
Esto era claro para todos , y lo único que no lo fué menos era saber
si Calonne no hablaba en nombre del primero de los abusos , del que
era fundamento y clave del triste edificio... En dos palabras ; la realeza
contiene y ampara estos abusos denunciados por el ministro del rey?
Era evidente que el clero era un abuso y un abuso la nobleza .
El privilegio del clero fundado en la enseñanza y en el ejemplo
que daba al pueblo , había venido á ser un contrasentido . Nadie tenía
menos fe . En su última asamblea se alborota para conseguir que se cas-
tigue á los filósofos , y para pedir esto designa á un ateo y á un escép-
tico , á Lourénie y á Talleyrand .
Del mismo modo el privilegio de la nobleza era otro contrasentido .
No pagaba tributos porque pagaba su espada . Estaba encargada de la
leva de vasallos que constituían un ejército indisciplinado, y que fué
llamada por última vez en 1674. Continuó dando al ejército la oficiali-
dad , cerrando el paso á los demás en la carrera , haciendo imposible la
creación de un verdadero ejército . La administración , la burocracia fue-
ron invadidas por la nobleza . El ejército eclesiástico , en sus altas esfe-
44 J. MICHELET

ras , se proveía con nobles también . Los que hacían profesión de vivir
noblemente , es decir , de no hacer nada , estaban encargados de hacerlo
todo . Y , claro es , nada se hacía .
El clero y la nobleza eran un peso para la tierra , la maldición del
país , una mala hierba que era preciso cortar . Esto saltaba á la vista de

NECKER

todos . La única cuestión obscura era la de la realeza ; cuestión no de pura


forma , como tantas veces se ha repetido , sino de fondo ; cuestión íntima
más viva y palpitante que ninguna otra en Francia ; cuestión , no de po-
lítica solamente , sino de amor, de religión . Ningún pueblo ha amado
tanto á sus reyes .
Los ojos del pueblo que se abrieron bajo Luis XV volvieron á ce-
rrarse con Luis XVI ; la cuestión se obscurece más . La esperanza del
pueblo se concentra una vez más en la realeza .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 45

Turgot espera... Aquel pobre rey , tan mal nacido , tan mal educa-
do , hubiera querido poder hacer bien . Luchó consigo mismo, pero sus
prejuicios de nacimiento y educación , sus virtudes mismas de familia le
llevaron á la ruina . ¡Triste problema histórico !... Los justos tienen dis-
culpa, y , sin embargo , los justos son condenados ... Complicidad , res-

MADAMA STAEL

tricciones mentales (poco sorprendentes , sin duda , en el discípulo del


partido jesuíta) , fueron sus faltas , el crimen que le arrastró á la fuga y
á la muerte... A pesar de ello no puede olvidarse que fué mucho tiem-
po enemigo de Austria, enemigo de Inglaterra , que tuvo verdadera pa-
sión por el engrandecimiento de la marina , que fundó Cherbourg á die-
ciocho leguas de Portsmouth , que ayudó á dividir Inglaterra en dos ,
creando una Inglaterra contra otra Inglaterra . Aquella lágrima que
Carnot derramo firmando su sentencia , permanece en la historia . La
historia y la justicia , al juzgarle , lloraron .
46 J. MICHELET

Cada día son mayores sus sufrimientos . No es este el lugar en que


debo contar estas cosas . Baste decir que el mejor fué el último , -¡gran
lección de la Providencia ! -como si fuese necesario que todos se con-
vencieran de que el mal estaba más que en el hombre en la institución
misma; y así, más que el juicio del rey , la Revolución hizo el juicio de
la antigua realeza . Esta religión ha concluído . Luis XV ó Luis XVI ,
infame ú honrado , eran sus dioses igualmente , y como hombres fueron
iguales , si no por vicio, por virtud, por bondad débil . Incapaz de re-
chazar peticiones , de resistir, cada día inmolaba el pueblo al pueblo de
los cortesanos , y como el Dios de los sacerdotes , dañando á la multitud ,
salvaba sus elegidos .
Ya lo hemos dicho; la religión de la gracia, hecha para los elegi-
dos y el gobierno de la gracia en manos de favoritos son dos hechos to-
talmente análogos . La mendicidad privilegiada , ya sea repugnante y
monástica ó dorada como en Versalles , es siempre mendicidad . Dos po-
deres paternales ; la paternidad eclesiástica caracterizada por la Inquisi-
ción y la paternidad monárquica por el Libro Rojo y la Bastilla.

VIII

El Libro Rojo

Cuando la reina Ana de Austria se encontró regente , no tuvo , -


según el testimonio del cardenal de Retz- más que estas palabras en la
lengua : « ¡ La reina es tan buena ! >
»
Aquel día se detuvo el progreso en Francia , y el perfeccionamiento
de las clases inferiores que , á pesar de la dura administración de Riche-
lieu , adquiría gran impulso , quedó anulado . ¿ Por qué? Porque la « reina
era buena .»> Colma de favores la multitud brillante que se presenta en
su palacio ; toda la nobleza de provincias , que con Richelieu había hui-
do de la corte, vuelve , pide , obtiene , toma; cuando menos , todos exi-
gían exención de impuestos . El labriego que había podido llegar á com-
prar algunos pedazos de terruño es el único que paga, todo cae sobre
él , no puede soportar los impuestos y se ve obligado á vender , se con-
vierte en arrendatario , en jornalero después y en criado .
Luis XIV comienza siendo duro ; nada de exención de impuestos ;
Colbert suprime 40.000 exceptuados . El país prospera . Pero Luis XIV
también se vuelve bueno y cada día aumentan las prerrogativas de la
nobleza ; todo para ella; grados , puestos , pensiones , beneficios y Saint-
Cyr para las señoritas nobles... La nobleza está floreciente ; Francia en
la ruina .
Luis XVI es duro , gruñón y niega cuanto le piden ; los cortesanos
se quejan amargamente de su rudeza , de sus desplantes groseros . Es
que tiene un mal ministro , el inflexible Turgot ; es que la reina no tiene
.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 47

aún influencia sobre él . En 1773 el rey acaba por ceder ; la reacción de


la naturaleza produce su efecto poderosamente en favor de la reina ; él
no le niega ya nada ni á su hermano . Es nombrado interventor general
el hombre más amable de Francia ; Mr. de Calonne , que pone tanta gra-
cia y donaire en dar como en negar sus antecesores . « Señora , -dice á
la reina si esto es posible, téngase por hecho, y si es imposible se
hará también . >>
La reina compra Saint-Cloud ; el rey, tan económico hasta enton-
ces , se deja arrastrar y compra Rambouillet . ¿Quién dirá que todo esto
es obra de Diana de Polignac que , dirigiendo hábilmente á Julia de Po-
lignac , saca mucho dinero? La Revolución lo desquicia todo ; arranca
duramente el gracioso velo que cubría la ruina pública . El velo arran-
cado deja ver el tonel sin fondo de las Danaidas . El monstruoso nego-
cio de Ruy Paulín y de Fenestrange , los millones tirados entre la deu-
da y la bancarrota , arrojados por una mujer insensata en el delantal de
otra mujer, era mucho más grave de lo que la sátira había dicho . Se
ríe , pero se ríe de horror.
El inflexible informador del Comité de Hacienda reveló á la Asam-
blea un misterio que nadie sabía : «Para los gastos del rey él es el único
ordenador .»
La única medida en los gastos era la bondad del rey . Demasiado
sensible para negar y afligirse por los que le suplicaban , resultaba es-
clavo de todos . Al menor intento de economía se le agobiaba y hacía
retroceder . Muchos llegaban á gritar alto y fuerte . Mr. de Coigny (pri-
mero ó segundo amante de la reina por orden de fecha) se negó á que le
mermaran parte de uno de los varios beneficios enormes que cobraba .
Vió al rey y le gritó enfurecido . El rey se encogió de hombros y no
contestó. Aquella noche dijo el rey : «Verdaderamente , si hubiera que-
rido pegarme le hubiese dejado . »
>
No hay familia noble , algo tronada , ni madre ilustre en vísperas
de casar un hijo ó una hija, que no saque dinero del rey: « Estas gran-
des familias contribuyen al brillo de la monarquía , dan esplendor al
trono, etc. , etc. » El rey firma tristemente y copia en su libro rojo : « A
Madame..., 500.000 libras . >>
Las peticiones iban al ministro : «Yo no tengo dinero , señora . » >
Ella insiste , amenaza , puede perjudicarle , tiene influencia cerca de la
reina . El ministro acaba por encontrar el dinero ... Como hizo Lomênie ,
todos se ven obligados á aumentar los tributos de los pequeños rentis-
tas, que mueran de hambre , si quieren , ó á tomar los fondos de benefi-
cencia y calamidades , y si fuera preciso robarían las cajas de los hos-
pitales .
Francia está en buenas manos . Todo va bien . Un rey tan bueno ,
una reina tan amable... La única dificultad es que , independientemen-
te de los pobres privilegiados que están en Versalles , hay otra clase no
menos noble y numerosa , los pobres privilegiados de las provincias que
48 J. MICHELET

no tienen nada , ni reciben nada , según dicen , y gritan y protestan... Co-


menzaron la Revolución antes que el pueblo .
A propósito... hay un pueblo . Entre estos pobres afortunados y

CATHERINE I

Imperatrice de toutes les Russica,

CATALINA II
Emperatriz de todas las Rusias. (Grabado de 1762)

estos pobres olvidados , todos con fortuna , nos habíamos olvidado del
pueblo .
¡ Ah!, el pueblo mira hechos señores á los grandes propietarios . Las
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 49

cosas han cambiado . Antes los financieros eran duros , económicos . Hoy
todos son filántropos , dulces , amables , magníficos . En una mano traen
el hambre , es verdad; pero con la otra reparten alimentos . Lanzan mi-
llones de hombres á la mendicidad , pero hacen limosnas . Construyen
hospitales y los llenan.
«Persépolis , dice Voltaire en uno de sus cuentos , tiene treinta re-
yes de los negocios , que sacan millones al pueblo , de los que reinte-
gran alguna parte al rey . Del impuesto territorial , que producía ciento

LA SATIRA DE LA REVOLUCIÓN

La pantera austriaca y el cabrito borbónico. (Caricaturas de María Antonieta y Luis XVI)

veinte millones , la administración general guardaba sesenta y se dig-


naba dejar al rey cincuenta ó sesenta . »
La cobranza era una guerra organizada ; dejaba caer contra los con-
tribuyentes un ejército de doscientos mil hambrientos . Estos salteado-
res lo arrasaban todo . Para sacar algún jugo de un pueblo así devorado ,
se hicieron leyes crueles , con una penalidad terrible , las galeras , la
horca, la rueda . Los cobradores estaban autorizados para tomar las ar-
mas; mataban y eran juzgados por un tribunal especial de la misma
administración que los absolvía .
Lo más chocante del sistema era la bondad , la facilidad del rey y
de los grandes propietarios; de una parte el rey y de otra los treinta
reyes del dinero, daban ó vendían la exención de impuestos ; el rey
hacía nobles ; los grandes propietarios creaban arrendatarios fingidos
que estaban exceptuados también . Así el fisco trabajaba contra sí mis-
mo . Al mismo tiempo que aumentaba la tributación , disminuía el nú-
mero de los que pagaban; el peso , agobiando cada vez menos espaldas ,
era insoportable .
Los dos órdenes privilegiados pagaban lo que les parecía : el clero
un donativo voluntario pequeñísimo; la nobleza contribuía por ciertos
TOMO I 7
50 J. MICHELET

derechos , pero según lo que se le antojaba declarar; los agentes del


fisco , sombrero en mano , anotaban sin registro ni inspección alguna .
El vecino pagaba si no era noble .
Si fuese por derecho de conquista , por la tiranía de un señor por lo
que aquel pueblo perecía , podría resignarse . ¡ Perecía por bondad ! ¡ Su-
friría la dureza de un Richielieu !; pero ¿cómo soportar la bondad de un
Lomênie Ꭹ de un Colonne , la sensibilidad de los estadistas y financie-
ros , la filantropía de los grandes propietarios?
¡ Sufrir , morir en buen hora !; pero sufrir por elección , morir de lo
arbitrario , de suerte que la gracia para uno , sea muerte y ruina para
el otro , ¡ es demasiado , oh , es demasiado !
Hombres sensibles que lloráis los males de la Revolución (con de-
masiada razón , sin duda): derramad aquí algunas lágrimas por los ma-
les que la precedieron .
Venid á ver , os lo ruego , este pueblo tendido en tierra , pobre Job ,
entre sus falsos amigos , sus patrones , sus famosos salvadores , el clero ,
la nobleza y el rey . Ved la dolorosa mirada que dirige al rey sin ha-
blarle . Y esta mirada que dice :
<<¡ Oh , rey , del que yo había hecho mi Dios y á quien imploraba
como á Dios mismo ; á quien desde el fondo de la muerte he pedido
tanto mi salvación , vos mi esperanza , vos mi amor !, ¿por qué no me
>
habéis escuchado ?»

IX

La Bastilla

El médico de Luis XV y de madame de Pompadour , el ilustre


Quesnay, que ocupaba una habitación en el palacio de Versalles , vió
un día entrar al rey de improviso y se turbó . La espiritual ayuda de
cámara , madame du Hausset , que tan curiosas Memorias ha dejado es-
critas , le preguntó por qué se desconcertaba de aquel modo . « Señora ,
respondió el médico , cuando veo al rey me digo: He aquí un hombre
que puede hacerme cortar la cabeza . » - « ¡ Oh , dijo ella , el rey es dema-
siado bueno !» >
Aquella mujer reasumía en dos palabras todas las garantías de la
monarquía .
El rey era demasiado bueno para hacer cortar la cabeza á un hom-
bre ; además , esto no estaba en las costumbres . Pero , con una sola pa-
labra podía hacerle entrar en la Bastilla y olvidarle .
Queda por saber si vale más morir de un golpe , que perecer lenta-
mente en treinta ó cuarenta años .
Había en Francia una veintena de bastillas , de las que seis sola-
mente en 1775 , encerraban trescientos prisioneros . En París, en 1779
había treinta prisiones donde se podía estar encerrado sin haber sido
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 51

sometido á juicio . Una infinidad de conventos servían de cárceles suple-


mentarias á estas bastillas .
Todas estas prisiones de Estado fueron á fines del reinado de
Luis XIV gobernadas , como todo lo demás , por los jesuítas . En sus
manos fueron instrumentos de suplicio para los protestantes y los jan-
semistas , antros de conversión . Un secreto mucho más profundo que el
de las cárceles de Venecia , olvido de tumba , lo envolvía todo . Los je-
suítas eran confesores de la Bastilla y de las demás cárceles ; los prisio-
neros muertos eran enterrados con nombres falsos en las iglesias de los
jesuítas . Todos los procedimientos de terror estaban en sus manos , es-
pecialmente el encierro subterráneo , del que se salía casi siempre con
las orejas y las narices roídas por las ratas... No solamente el terror ,
sino la seducción también... tan poderosos ambos medios para los po-
bres prisioneros . El capellán , para hacer más eficaz la gracía, apelaba á
la cocina , mataba de hambre o alimentaba bien á los prisioneros , según
resistían ó se entregaban . Se cita una prisión de Estado donde los car-
celeros y los jesuítas alternaban con las prisioneras , haciéndolas tener
hijos . Una prefirió estrangularse .
El jefe de policía iba de vez en cuando á almorzar en la Bastilla .
Esta visita era la vigilancia del magistrado , pero éste no se enteraba de
nada , Ꭹ , sin embargo , era él quien únicamente informaba al ministro .
Una familia , una dinastía , Chateauneuf y su hijo la Voilliere y su nieto
Saint-Florentín (muerto en 1777) , desempeñaron durante un siglo el
departamento de las prisiones de Estado . Para que esta dinastía subsis-
tiera era preciso que hubiese prisioneros ; cuando los protestantes alcan-
zaron la libertad se encarceló á los jansemistas ; después á los literatos ,
á los filósofos , los Voltaire , los Freret , los Diderot . El ministro genero-
samente daba órdenes de prisión en blanco á los intendentes , á los obis-
pos, á las personas influyentes . Solamente Saint-Florentín regaló cin-
cuenta mil. Jamás se fué más pródigo del tesoro humano , de la liber-
tad . Estas órdenes de prisión eran motivo de un provechoso tráfico ; se
vendían á los padres que querían encerrar á sus hijos y se regalaban á
las mujeres guapas que querían deshacerse de sus maridos . Esta última
causa de reclusión era la más frecuente .
Y todo esto por bondad . El rey era demasiado bueno para negar
una orden de prisión á un gran señor ó á una alta dama . El intendente
era demasiado amable también para negarse á estas peticiones . Los em-
pleados del ministerio , los señores que los colocaron y los amigos de los
empleados y de los señores por obligación , por gratitud , por simple fa-
vor obtenían, daban y prestaban estas órdenes terribles con las que se
enterraban vivos . Enterrado el pobre diablo , porque tal era la incuria ,
la ligereza y abandono de aquellos amables empleados del ministerio ,
nobles casi todos , gentes de sociedad , muy ocupados en sus placeres ,
podía olvidarse de la vida .
Así, el Gobierno de la gracia , con todas sus ventajas , descendien-
UNI
VER
ILLI LSIT O
NOIS IBRYARFY
52 J. MICHELET

do desde el rey al último empleado de la oficina , disponía á capricho de


la libertad y de la vida .
Es necesario comprender bien el sistema .
¿Por qué da tales resultados? ¿Qué tiene para que todo se le rinda?
Tiene la gracia de Dios . Tiene la gracia del rey.

Tambor de la guardia francesa. -Tambor de línea.- Guardia de corps.-Granadero de la guardia


francesa.-Guardia de la Convención Nacional

El que está en desgracia, en este mundo de la gracia atraviesa


el
mundo ... perseguido , castigado , maldito .
La Bastilla , la orden de prisión es la excomunión del rey .
¿La excomunión mata? No. Para matar hace falta una decisión del
rey , una resolución penosa , que mortificaría al mismo rey porque se ce-
lebraría un juicio entre él y su conciencia . Dispensémosle de juzgar ,
de matar . Hay un medio entre la vida y la muerte; una vida muerta ,
enterrada . Organicemos un mundo expresamente para el olvido . Pon-
gamos la mentira en las puertas , dentro y en los alrededores, y así la
vida y la muerte permanecerán en la incertidumbre... « Y mi mujer?
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 53

-Tu mujer ha muerto ... digo , no ... se ha vuelto á casar ... ¿Y mis
amigos , viven?, ¿se acuerdan de mí?... Tus amigos , eh? Necio , ellos
fueron los que te traicionaron ...» Así el alma del miserable , entregada á
estos juegos feroces , se alimenta de desesperaciones , de rabia y de men-
tiras . ¡Olvidado ! Palabra terrible . ¿Quien fué hecho por Dios para la vida

Guardia real. -Estado Mayor de guardias francesas . -Coracero del rey -Carabinero. - Dragón

no tenía, cuando menos , el derecho de vivir con el pensamiento? ¿Quién


se atreverá, sobre la tierra , á dar al hombre más culpable esta muerte ,
más horrible que cualquier otra , matarle en la memoria de los seres
que ama?
¡ No lo creáis ! Nada queda olvidado en este mundo ; ningún hom-
bre, ninguna cosa . Lo que ha sido una vez no se borra fácilmente ...
Los muros mismos no olvidarán , el suelo será cómplice , el techo dejará
pasar los sonidos , los rumores, el aire los esparcirá por el mundo . Des-
de la puerta de San Antonio se ha visto , se ha oido ... ¿Qué digo? La
Bastilla será derruida . Sobre los muros hay escrito un himno entonado
por una víctima en gloria de un carcelero compasivo , bienhechor suyo ...
54 J. MICHELET

¡ Pobre agradecido ! ... Aquel Lázaro, bárbaramente abandonado , comido


de gusanos en su tumba, recibió del carcelero una camisa ...
Mientras escribo estas líneas , una montaña , una Bastilla agobia
mi pecho . ¿Por qué me detengo tanto tiempo hablando de las prisiones
demolidas , de los infortunados librados de las garras de la muerte?…..
El mundo está cubierto de prisiones , desde Spielberg á la Siberia , des-
de Spaudau al monte San Miguel . El mundo es una prisión .
Vasto silencio del globo , sollozantes gemidos de la tierra muda,
os escucho demasiado ... El espíritu cautivo que se esconde en las espe-
cies inferiores , que sueña en el mundo bárbaro de Africa y Asia , pien-
sa y sufre en nuestra Europa . Acaso no habla en Francia , á pesar de
sus grilletes . Pero aquí el genio de la tierra encuentra una voz . El
mundo piensa ; Francia habla.
Y justamente por esto , la Bastilla de Francia , la Bastilla de París ,
la prisión del pensamiento , fué entre todas las cárceles execrable , infa-
me y maldita . En los últimos siglos , París era ya la voz del globo . El
planeta se hacía oir en la voz de tres hombres : Voltaire , Juan Jacobo y
Montesquieu . ¡ Que los intérpretes del mundo tengan siempre suspendi-
da sobre su cabeza la indigna amenaza ; que se intente cerrar la estre-
cha abertura por donde el género humano puede exhalar sus lamentos ,
oh , ¿es demasiado?...
Nuestros padres asaltaron la Bastilla , arrancaron piedra á piedra
.
todas las de la inmensa mole con sus manos ensangrentadas Ꭹ las arro-
jaron muy lejos . Las tomaron en seguida , y dándoles otra forma para
que no volvieran á ser empleadas contra el pueblo , construyeron con
ellas el puente de la Revolución ...
Todas las prisiones se habían ido haciendo más tolerables . La Bas-
tilla se había endurecido . De reinado en reinado se disminuía lo que
irónicamente llamaban los carceleros , las libertades de la Bastilla . Poco
á poco se tapiaban las ventanas ó se le agregaban rejas . En tiempo de
Luis XVI se quitó el jardín y se suprimieron los paseos de que gozaban
los reclusos dando vueltas , unos detrás de otros , estrechamente vigila-
dos . En esta época dos cosas contribuyeron á aumentar la irritación ;
las memorias de Linguet , que revelaron la innoble ferocidad interior y
más decisivamente , la historia de Latude , no escrita , no impresa , cir-
culando misteriosamente , pasando de boca en boca .
A mí al menos , me causaron un efecto profundo, cruel , las cartas
del prisionero . Enemigo declarado de la barbarie de las penas perpe-
tuas , pedí á Dios , en aquel momento , un infierno para los tiranos .
¡ Ah, M. de Sartine !, ¡ah , madame Pompadour , con qué peso os
habéis agobiado ! Cómo se ve en esta historia de qué modo , una vez en
la injusticia , se camina rápidamente , de mal en peor, de la misma ma-
nera que el terror que va del tirano al esclavo , vuelve al tirano . Ha-
biendo sido detenido aquel desventurado , sin juicio previo , por una
falta ligera, la Pompadour y Sartine influyeron contra él , y una piedra
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 55

eterna , cubriendo la entrada de su prisión , le lanzó en el infierno del


silencio .
Y esto no puede tolerarse . Aquella piedra se mueve , se levanta ... y
de detrás de ella sale una voz baja , profunda , terrible ... un doloroso
lamento ... un sollozo de fuego ... En 1781 Sartine siente el castigo ...
En 1784 el rey mismo es afrentado ... En 1789 el pueblo lo sabe todo ,
lo ve todo , hasta la escala por donde se fuga el prisionero... En 1793
la familia de Sartine sube á la guillotina .
Para desgracia de los tiranos , resultó que habían encerrado en vez
de un prisionero abatido , un hombre ardiente y terrible , que nada po-
día domar, cuya voz atravesaba los muros y cuyo espíritu y audacia
eran invencibles . Cuerpo de hierro , indestructible , que debía pasar por
todas las prisiones , la Bastilla y Vicennes y Charenton y finalmente
los horrores de Bicetre , donde cualquier otro hubiera perecido .
Y la acusación se agrava , porque este hombre , dos veces escapado
de sus prisiones , se entrega él mismo otras dos . Una de ellas escribió á
madame de Pompadour , quien le hace prender nuevamente... Pues qué ,
¿la alcoba de un rey no es un lugar sagrado?
Desgraciadamente me veo obligado á decir que en aquella socie-
dad de molicie , débil , caduca , aquel preso portentoso conmovió á
filántropos , ministros , magistrados y grandes señores ; todos se lamen-
taron , pero ninguno hizo nada . Llora Malesherbes , y de Gourgues y
Lamoignon y Rohan ; todos lloraron lágrimas candentes pero infe-
cundas .
El entre tanto, asfixiándose en la pestilencia de sus propios excre-
mentos , encerrado bajo tierra en Bicetre , rugiendo de hambre, conti-
núa en titánica lucha . Había dirigido un memorial á no sé qué filántro-
po , valiéndose para ello de un carcelero borracho. Afortunadamente
éste pierde el documento , que encuentra una mujer en medio de la
calle . Lo lee y tiembla indignada . No llora , pero comienza á tra-
bajar .
Madame Legros era una pobre traficante en mercería , que vivía
de su trabajo , cosiendo en su tiendecita ; su marido daba lecciones de
latín . No teme mezclarse en este terrible asunto . Con un asombroso
buen sentido vió lo que los demás no habían visto ó no habían querido
ver; que el desgraciado prisionero no estaba loco , sino que era víctima
de la infamia del gobierno , necesitado de encubrir sus faltas antiguas
con nuevas felonías . Vió esto claro y no desmayó un momento . No hay
heroísmo más completo ; tuvo audacia para emprender, fuerza para per-
severar, obstinación en el sacrificio de cada día y cada hora, valor para
despreciar las amenazas , sagacidad y toda suerte de santas habilidades
para destruir las calumnias de los tiranos .
Tres años , día por día , persigue su objeto con una constancia ja-
más vista en el bien , poniendo en el esclarecimiento del derecho la

justicia aquel raro afán con que el cazador ó el jugador siguen la pieza
56 J. MICHELET

ó la carta; con el apego que todos los humanos solemos poner en la sa-
tisfacción de las malas pasiones .
Le sobrevienen toda clase de desventuras , y cada vez más terca y
entusiasta , no abandona su empresa . Mueren su padre y su madre , se
arruina en su tráfico y cierra su tiendecita ; sus parientes sospechan de
ella una villanía y la acusan cruelmente . Le preguntan si es la querida
del preso que defiende con tanto ahinco . ¡ Querida de aquella sombra ,
de aquel cadáver , devorado por la sarna y los piojos !
Y la tentación de las tentaciones , el colmo de los sufrimientos , el
dolor más grande de su calvario son las injustas desconfianzas de aquel
por quien hace este sacrificio .
¡ Hermoso espectáculo el de esta mujer, pobre , mal vestida , que va
de puerta en puerta , acechando los descuidos de los porteros para en-
trar en los hoteles , defender su causa ante los grandes y pedirles su
apoyo!
La policía se indigna . Madame Legros puede ser detenida de un
momento á otro , encerrada , perdida para siempre ; todos se lo advierten .
El jefe de policía la llama á su despacho y le amenaza . Permanece
inmutable , firme . Es él quien tiembla .
Por fortuna , se le ofrece el apoyo de madame Duchesne , dama de
servicio en palacio . Marcha á Versalles , á pie, en pleno invierno , es-
tando embarazada de siete meses ... La protectora está ausente ; corre
tras ella , cae y sufre una torcedura , pero no por eso corre menos ...
Madame Duchesne la oye , llora mucho, pero, ¿qué puede hacer? Una
dama de servicio contra dos ó tres ministros ; la partida es difícil . Tenía
en la mano el memorial , y un abate de la corte que está presente se lo
arranca de las manos , diciéndole que se trata de un miserable , de un
incorregible del que no se debe volver á acordar .
Bastó una frase parecida para que María Antonieta , á quien ha-
bían hablado , y que estaba conmovida , se tranquilizara . Todo ha con-
cluido .
Seguramente no había en toda Francia hombre mejor que el rey .
Acabaron por apelar á él . El cardenal de Rohan (un licencioso , pero algo
caritativo) habló tres veces á Luis XVI , quien se negó á acceder .
Luis XVI era demasiado bueno para no creer en M. de Sartine . No es-
taba éste ahora en ningún alto puesto , pero no era esa razón bastante
para deshonrarlo y entregarle á sus enemigos . Aparte esto , -preciso es
decirlo,-Luis XVI amaba la Bastilla ; no quería en ella debilidades
para que no mermara su reputación .
El rey era muy humano . Había moderado el régimen en Chatelet ,
había suprimido Vincennes y creado la Force , para los prisioneros por
deudas , separándolos de los ladrones .
Pero , ¡ la Bastilla !, ¡ la Bastilla!, era esta un viejo servidor al que
no debía maltratar la monarquía . Era un sistema de terror . Era como
dice Tácito : «Instrumentum regni .»
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 57

Cuando el conde de Artois y la reina , queriendo conseguir que


Figaro se representara , le leyeron la obra , el rey dijo como única res-
puesta : «¡Sería preciso , entonces , suprimir la Bastilla !

E
RI
LLE
CHA

LAFAYETTE

Cuando se hizo en París la revolución de Julio del 89 , el rey , bas-


tante intranquilo , pareció tomar su partido . Pero cuando le dijeron que
el Ayuntamiento de París había acordado la demolición de la Bastilla ,
recibió un golpe mortal . « ¡ Ah , dijo : ¡ es demasiado ! >>
En 1781 no podía el rey ordenar una información que comprome-
TOMO I 8
58 J. MICHELET

tiera la Bastilla . Repuso lo mismo que á Rohan cuando éste le hablaba


del infortunado Latude . Algunas damas de alto rango insistieron tam-
bién . Entonces hizo concienzudamente un examen del asunto , leyendo
todos los papeles ; como no había más documentos que los de la policía
y los de gente interesada en tener encarcelada á la víctima, hasta su
muerte , respondió el rey que se trataba de un hombre peligroso , al que
no devolvería la libertad ¡jamás!
¡Jamás ! Pues bien , lo que no se haga por el rey , se hará á pesar
del rey . Madame Legros , con fe asombrosa , persiste . La acoge Condé ,
siempre descontento, y el duque de Orleans , impulsado por su sensible
esposa , la hija del buen Ponthieyre , la acogen los filósofos , el marqués
de Condorcet, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias; y Du-
paty y de Villette , casi yernos de Voltaire , etc. , etc.
La opinión va creciendo ; la onda va ensanchándose . Necker había
sustituído á Sartine ; su amigo y sucesor Lenoir había caído también
del poder... La perseverancia será condenada pronto por el éxito . Latu-
de se obstina en vivir y madame Legros se obstina en librar á Latude .
El amigo de la reina , Breteuil , tiene influencia en 1783 y quiere
conseguir que todos la adoren . Trata de ganarse voluntades y permite
á la Academia dar el premio de virtud á madame Legros , coronarla en
sesión pública ... con la condición singular de que no se diga el mo-
tivo .
Al año siguiente , en fin , se arranca á Luis XVI la libertad de La-
tude . Y algunas semanas después se publica una orden prohibiendo á los
intendentes encerrar á nadie, á petición de sus familias, sin razón bien
fundamentada é indicando el tiempo preciso de la detención , etc. Es
decir, que se levantaba el velo del monstruoso abismo en que Francia
había estado sumida . El pueblo sabía ya bastante , pero el Gobierno lo
confesaba todo .
Desde el sacerdote al rey , desde la Inquisición á la Bastilla , el ca-
mino es directo , pero largo . ¡ Santa , santa Revolución , cuánto tardas en
llegar ! ... ¡ Os esperaba hace mil años , en la huella sangrienta de la
Edad Media y todavía os espero ! ... ¡ Qué lentamente pasa el tiempo!
¡ Cuento los días , las horas ! ... ¿Llegarás alguna vez?
En 1784 dice Mably: «¡ Ah , todo ha concluido ; hemos caído muy
hondo ; las costumbres son enervadoras ! ¡ Jamás , oh , nunca jamás ven-
drá la Revolución ! »
Hombres de poca fe, ¿no veis que mientras el espíritu de la Revo-
lución esté entre vosotros , filósofos , oradores , sofistas , no puede hacer
nada? Gracias á Dios , el espíritu penetra en los obreros , en las mujeres ,
se extiende por el pueblo ... Ahí está esa mujer, que por su voluntad
perseverante, indomable , abre las prisiones del Estado ; ella , antes que
nadie , ha tomado la Bastilla ... El día en que la libertad , la razón aban-
donen los razonamientos y desciendan á la naturaleza y aniden en el
corazón (y el corazón del corazón es la mujer) todo habrá concluido ;
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 59

todo lo artificial será destruído ... Rousseau , te comprendemos . Con


cuánta razón decía : « ¡ Volvamos á la Naturaleza ! >»
Una mujer se bate en la Bastilla . Las mujeres hacen el 5 de Octu–
bre . En Febrero de 1789 leo con enternecimiento la valiente carta de
las mujeres casadas y solteras de Angers : ... « Declaramos que pertene-
cemos á la nación , reservándonos el cuidado de los bagajes , provisio-
nes , consuelos y demás servicios que puedan depender de nosotras ; an-
tes pereceremos que abandonar á nuestros esposos , amantes , hijos y
hermamos...»

¡ Oh , Francia , estás salvada !; ¡ oh , mundo , estás redimido !……


. ¡ En el
cielo se divisa la ráfaga luminosa de Juana de Arco ! ... ¡ Qué importa
que ahora aparezca en forma de varón joven Hoche , Marceau , Joubert ó
Kleber!
¡ Gran época, momento sublime en que los más guerreros de los
hombres son los hombres de la paz ; en que el derecho , tanto tiempo de-
seado y llorado , aparece ; en que la gracia , en nombre de la que la tira-
nía nos tortura , se presenta concordante , idéntica á la justicia .
¿Qué es el antiguo régimen , el rey , el sacerdote , el noble , la vieja
monarquía? La tiranía en nombre de la gracia .
¿Qué es la Revolución? La reacción de la equidad , el advenimiento
tardío de la justicia eterna .
Justicia , madre mía ; derecho , padre mío : sois con Dios una sola
cosa, un solo ser...
Porque yo , uno de la multitud , uno de aquellos diez millones de
hombres que sin la Revolución no hubieran nacido , ¿de quién sino de
vosotros me proclamaré efecto , heredero ?...
Perdonadme , ¡ oh , Justicia !; os creía austera y dura , sin compren-
der que sois la gracia y el amor mismos ... Por esto era débil con la
Edad Media , que repetía esta palabra del amor sin hacer las obras del
Amor.
Hoy , reconcentrado en mí mismo , con el corazón más ardiente que
nunca, te comprendo entera , hermosa justicia de Dios...
Tú eres verdaderamente el amor ; eres idéntica á la gracia ...
Y como tú eres la justicia , tú me sostendrás en este libro , donde
mi corazón me marca el camino y donde no alentará mi interés propio ,
ni ningún pensamiento de aquí abajo . Sé justa hacia mí y yo lo seré
con todos ... porque , ¿para quién y por qué escribo yo todo esto , sino
por tí, Justicia eterna?

31 Enero, 1847 .
Fallingridle

Las elecciones de 1789

LIBRO PRIMERO

ABRIL -JULIO DE 1789

CAPITULO PRIMERO
Elecciones de 1789

El pueblo entero llam ido á elegir los electores, escribir sus quejas y sus peticiones . -Confiábase en
la incapacidad del pueblo. -Seguridad del instinto popular; firmeza del pueblo, su unanimidad.
-Retárdase la convocatoria de los Estados -Retárdanse las elecciones de París.-Primer acto
de la soberanía nacional. -Los electores perturbados por el motín.-Motín Reveillón.-Quién
tenía interés en las perturbaciones.-Terminan las elecciones. (Enero - Abril de 1789).

La convocatoria de los Estados generales de 1789 es la verdadera


era del nacimiento del pueblo . Era el llamamiento del pueblo entero al
ejercicio de sus derechos .
Al menos pudo escribir sus quejas , dar sus votos , elegir sus com-
promisarios .
Hasta entonces se había visto en pequeñas nacionalidades republi-
canas ser admitidos todos sus ciudadanos en el ejercicio de los derechos
políticos , pero jamás se había hecho esto en un gran reino, en un im-
perio, como era Francia . El caso era nuevo , no sólo en nuestra histo-
ria , sino en la del mundo .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 61

Así, cuando al cabo de tantos años , se escucharon estas palabras :


<<Todos se reunirán para elegir ( 1 ) , todos presentarán sus reclamacio-
nes»
> , se produjo una conmoción inmensa , profunda , como un temblor

MIRABEAU

de tierra; la conmoción llegaba á las regiones obscuras y mudas , donde


nadie hubiera sospechado que existiese la vida .
Todas las ciudades y pueblos eligieron ; no solamente las ciudades
importantes, como en los antiguos Estados ; los pueblos , las aldeas , los
campos eligieron también .
Cinco millones de hombres acudieron á las elecciones .

(1) Los contribuyentes mayores de 25 años, debían elegir a los electores que nombraban
los diputados y concurrir á la redacción de las actas. Los impuestos alcanzaban á todo el
mundo, al menos por la capital, por lo que, exceptuando á los criados, toda la población era
convocada á las elecciones.
62 J. MICHELET

¡ Grandioso y raro espectáculo ver todo un pueblo que en un mo-


mento pasaba de la nada á la afirmación de su ser; que hasta entonces
callado , entonaba de pronto una voz solemne!
Idéntica llamada de igualdad había sido dirigida á poblaciones pro-
digiosamente desiguales , no solamente en posición , sino en cultura , es-
tado moral y sobre todo en ideas . ¿Cómo respondería el pueblo , tan ra-
ramente conformado? He aquí la cuestión . El fisco de una parte , el
feudalismo de otra , luchaban para ahogarle con la pesadumbre de los
males consuetudinarios . La realeza le había otorgado la vida municipal
y con ella la educación que comenzaba á adquirir en el manejo de los
asuntos comunales . El clero , su maestro obligado, no le enseñaba nada
desde hacía mucho tiempo . Antes al contrario , parecía haber hecho todo
lo posible para volverle incapaz , dejándole sin palabra ni pensamiento; y
entonces, cuando le vió más que amodorrado muerto , le decía: « Leván-
tate , anda , habla .»
Se había confiado demasiado en esta incapacidad del pueblo ; jamás
se creyó haber provocado un movimiento semejante . Los primeros que
pronunciaron el nombre de los Estados generales , los parlamentarios
que los reclamaron , los ministros que los prometieron , Necker que los
convocó , todos , en fin , creían que el pueblo miraría indiferente la elec-
ción y no tomaría parte en ella. Creyeron con aquella convocatoria so-
lemne , con aquella evocación dirigida á una masa inerte , causar algún
temor á los privilegiados . La corte misma , que era el privilegiado de los
privilegiados , el abuso de los abusos , no tenía deseo alguno de comba-
tirlos . Esperaba solamente forzar los impuestos sobre el clero y la
nobleza , llenando la caja pública de donde sacaba los fondos de la
suya.
La reina, ¿qué quería? Entregada á nobles improvisados , escarne-
cida por la nobleza con canciones y epigramas , cada día más menos-
preciada y sola, quería vengarse de sus burladores, intimidarlos , obli-
gándoles á estrecharse y unirse en derredor de su rey . Había visto á su
hermano José el sistema de oponer las aldeas á las ciudades , á los pre-
lados , á los grandes . Este ejemplo , sin duda alguna , la hizo partidaria
de las ideas de Necker, consintiendo en dar al Tercer estado tantos di-
putados como sumasen el clero y la nobleza reunidos .
Y Necker, ¿qué quería? Dos cosas á la vez ; aparentar mucho y ha-
cer poco .
Para las apariencias , para la gloria , para ser celebrado , exaltado
en los salones , elogiado por el pueblo , quería generosamente duplicar
el número de los diputados del Tercer estado .
En realidad , quería ser generoso sin serlo .
El Tercer estado , más o menos numeroso , no sería siempre más
que uno de los tres órdenes , un voto contra dos ; Necker confiaba en
mantener la costumbre de votar por Estados , un voto cada uno , siste-
ma que tantas veces había hecho ineficaz la reunión de los Estados ge-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 63

nerales (1 ) . Además , anteriormente , el Tercer estado había sido muy


modesto, muy respetuoso y bien amaestrado . Elegían para diputados
nobles , los más de ellos improvisados , parlamentarios y algunos otros
que se enorgullecían de votar con la nobleza , contra los intereses de
los que los habían elegido .
Todo esto prueba que Necker no tenía propósitos serios , y que úni-
camente quería , con aquella gran fastasmagoría , vencer el egoísmo de
los privilegiados , hacerles abrir el bolsillo , y que en aquellos Estados ,
convocados contra ellos , se defendieran menos , para asegurarse una in-
fluencia avasalladora (2) .
Las asambleas populares debían ser elegidas en alla voz , impo-
niéndose que los pobres , con tal procedimiento electoral , en presencia
de los nobles y los personajes , carecerían de firmeza para mantener alta
la cabeza y pronunciar otros nombres distintos de los que le fueran
dictados .
Llamando á la elección á las gentes del campo y de las aldeas ,
Necker creía realizar un acto político habilidísimo ; de tal modo el espí-
ritu democrático despertaba en las ciudades grandes entusiasmos , mien-
tras los campos estaban dominados por la nobleza y el clero , poseedores
de dos terceras partes de la tierra . Así llegarían á la elección millones
de hombres , dependientes , trabajadores y arrendatarios de los nobles y
el clero , que podían ser intimidados por sus agentes , intendentes , pro-
curadores ó secretarios .
Necker sabía , por experiencia de Suiza , que el sufragio universal
podía ser, en ciertas ocasiones , el apoyo de la aristocracia . Pareció
tan bien esta idea á los notables á quien consultó, que quisieron hacer
electores á los criados mismos . Necker no consintió esto y la elección
cayó enteramente en manos de los grandes propietarios .
El resultado desmintió todos los cálculos (3 ) . El pueblo , tan poco
preparado , demostró un instinto muy seguro . Cuando se le convocó á
la elección y se le dijo su derecho se encontró con que tenía bien poco
que aprender. En este prodigioso movimiento de cinco ó seis millones
que
de hombres , hubo alguna vacilación , por ignorancia de los procedimien-
tos y especialmente porque la mayor parte no sabían escribir . Pero

(1) Para conocer bien esto , conviene leer las curiosas apelaciones de Necker, su discurso
dirigida al Tercer Estado . (Obras, VI 419, 443, etc.) Como en todas sus obras se siente extraño,
poco firme en Francia, un viajero, siempre de paso, habla delante de la nobleza con el som-
brero en la mano; es un protestante que quisiera encontrar gracia delante del clero . Para de-
fender los privilegios contra el pobre Tercer Estado, se le presenta débil, tímido , casi de
rodillas; aparenta hacerle signos de inteligencia ... Y á la vez quiere hacer entender á los de-
más que todos los que lo forman son unas excelentes personas, á quienes se podrá engañar
en seguida.
(2) Los órdenes privilegiados resultaban doblemente favorecidos: 1. ° No estaban sujetos á
los dos grados de la elección ; elegían directamente sus diputados; 2.° Todos los nobles eran
electores, no solamente los que tenían vasallos, como en los antiguos Estados ; y el privilegio ,
extendido à una enorme población de nobles, resultaba más odioso todavía y más ridículas
sus pretensiones absorbentes .
(3) El rey declaró en la convocatoria de elecciones en París que no conocía exactamente el
número de habitantes de la ciudad más conocida del reino, y que por lo tanto no podía adivi-
nar el número de los electores , etc.
64 J. MICHELET

aquellos hombres supieron hablar ; supieron en presencia de sus seño-


res , sin olvidar sus costumbres respetuosas ni abandonar su humilde
actitud , nombrar dignos compromisarios , que eligieron diputados enér-
gicos y firmes .
La admisión de los campesinos en la elección dió el inesperado re-

ยเท

Ataque de la casa de Reveillón

sultado de llevar entre los diputados de los órdenes privilegiados una


democracia numerosa , en la que no se había pensado ; doscientos curas ,
y entre ellos tres enemigos de sus obispos .
En Bretaña y en el Midi , el campesino elegía voluntariamente á su
cura , que además , siendo el único que sabía escribir , recibía los votos.
y organizó toda la elección .
El pueblo de las ciudades, un poco mejor preparado , habiendo re-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 65

cibido algunos destellos de la filosofía del siglo , demostró un admirable


entusiasmo , un exacto conocimiento de su derecho . No ha habido en el
mundo elecciones como aquellas , por la rapidez y certidumbre con que
las masas de hombres inexperimentados dieron su primer paso político .

EL ABATE SIEYES

En las notas donde consignaron sus quejas y peticiones apareció


una mancomunidad y acuerdo inesperados , imponentes , que dieron al
voto público una fuerza irresistible. ¡ Desde cuánto tiempo atrás estaban
aquellas quejas en todos los corazones ! ... Costó mucho escribirlas todas .
En uno de los distritos se presentó un cuaderno que comprendía un
código; fué comenzado á media noche y se concluyó de leer á las
tres .
Un movimiento tan extenso , tan variado, con tan escasa prepara-
TOMO I 9
66 J. MICHELET

ción , resulta unánime ... Todos toman parte en él , y exceptuando un


número imperceptible , todos quieren lo mismo .
Fué un acuerdo unánime, sin reservas y creó una situación muy
clara ; de un lado la nación , de otro el privilegio . Y en la nación no se
notaba ninguna distinción posible ni separación entre el pueblo y la
burguesía ni entre los cultos y letrados y los ignorantes . Las letras sólo
hablaron y escribieron , pero escribieron el pensamiento de todos . Los
cultos formularon las peticiones comunes y , con noble desprendimien-
to , aquellas peticiones interesaban más á la masa muda que á ellos .
¡ Ah ! ¿ En el porvenir quién no se sentirá conmovido al recordar
este momento sublime que fué punto de partida? El momento fué breve ,
pero en él fué engendrado el ideal , donde tendremos siempre concentra-
da la esperanza del porvenir...
¡Sublime acuerdo en que las nacientes libertades de cada clase so-
cial , más tarde opuestas , se abrazaron tan tiernamente como hermanos
en la cuna ! ...
Esta unión de clases diversas , esta gran aparición del pueblo , en
su formidable unidad , llena de espanto á la corte, haciéndose los últi-
mos esfuerzos cerca del rey para decidirle á faltar á su palabra . El co-
mité Polignac había imaginado para amedrentarle , poniéndole entre dos
temores , hacer escribir y firmar á los príncipes una carta audaz en la
que amenazaban al rey , presentándose como jefes de los privilegiados ,
hablando de negación de impuestos, de divisiones , casi de la guerra
civil .
¿Pero cómo hubiera podido el rey impedir la reunión de los Esta-
dos? Pedida por los parlamentos y los notables , prometida por Brienne
y por Necker, debían , al fin , los estados reunirse el 27 de Abril . Se
aplazó la apertura para el 4 de Mayo ... ¡ Prórroga peligrosa ! A las voces
que se elevaban unióse una nueva , que no se había querido escuchar
durante todo el siglo XVIII , la voz de la tierra ... de la tierra desolada ,
estéril , negándose á sustentar al hombre ... El invierno había sido terri-
ble , el estío fué una prolongada sequía ; la tierra no produjo nada ; el
hambre comenzó . Los panaderos , cuyas tiendas peligraban , ante la
multitud amotinada y hambrienta , denunciaron á varias compañías aca-
paradoras de cereales . Sólo una cosa contenía al pueblo , obligándole
pacientemente á ayunar y esperar : la reunión de los Estados generales .
Vaga esperanza , pero esperanza , al fin , que alentaba y sostenía ; la
próxima Asamblea era un Mesías ; bastaría que hablase para que las
piedras se tornaran panes.
Las elecciones , ya retrasadas , lo fueron mucho más en París , don-
de se celebraron las vísperas de la reunión de los Estados . Creíase que
la mayoría de los diputados no asistirían á las primeras sesiones , pu-
diéndose asegurar la separación de los tres órdenes , dando así mayoría
á los privilegiados .
París fué ocupado militarmente ; por las calles desfilaban sin cesar
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 67

patrullas de soldados ; los locales donde la elección había de celebrarse


fueron rodeados por las tropas , que cargaban sus armas delante de la
multitud .
Ante estas demostraciones , que parecían buscar un pretexto de al-
garada , los electores se mantuvieron serenos y firmes . Apenas se re-
unieron las masas , fueron destituídos los presidentes nombrados por el
rey . En sesenta distritos sólo tres de aquéllos fueron reelegidos , ha-
ciéndoles declarar antes que presidirían como elegidos del pueblo . Gra-
ve medida; primer acto de la soberanía nacional , que era en efecto lo
que todos deseaban , lo que todos querían establecer . Las cuestiones de
dinero, de reformas , quedaban postergadas . No existiendo derecho cons-
tituído ¿qué garantías, qué reformas serias podían esperarse?
Los comisarios nombrados por estas asambleas de distrito trataron
precisamente de hacer la misma obra . Eligieron presidente al abogado
Target, vicepresidente á Camus , el abogado del clero ; secretarios al
académico Baylly y al doctor Guillotin, un médico filántropo .
La corte quedó asombrada de la decisión , firmeza y homogeneidad
con que procedieron veinticinco mil electores primarios tan nuevos en
la vida política . No hubo ningún desorden . Reunidos en las iglesias ,
sintieron la emoción de la misión santa y grande que cumplían . Los
acuerdos más osados , la destitución de los presidentes designados por
el rey , se realizaron sin alboroto , sin gritos , con la vigorosa sencillez
que da el conocimiento del derecho .
Los electores, bajo un presidente de su elección , iban á proceder
á la fusión de uno sólo de los legajos de cada distrito, y al comenzar la
redacción acordaron por consejo de Sieyes la utilidad de colocar al co-
mienzo del documento una declaración de los derechos del hombre . En
medio de este delicado y difícil trabajo metafísico , una algarada terri-
ble los interrumpe . Era la multitud alborotada que venía á pedir la ca-
beza de uno de sus colegas , de un elector, Reveillón , fabricante de pa-
pel del barrio de San Antonio . Reveillón se había escondido ; el tumulto
tomaba incremento . Era el 28 de Abril . Los Estados generales , convo-
cados para el 27 , habían sido aplazados hasta el 4 de Mayo . Si el motín
duraba se corría peligro de que fuese tomado por pretexto para un nue-
vo aplazamiento .
Propagar el motín hubiera sido facilísimo en aquella población
hambrienta . Había circulado en el barrio de San Antonio el rumor de
que Reveillón , viejo obrero enriquecido , había dicho que haría bajar los
jornales á tres reales , y la gente, al saberlo , pedía que se le condecorara
con la orden del cordón negro , que se le ahorcara, en suma . El motín
estalla . Un grupo ahorca una efigie de Reveillón en la puerta de su casa
y luego , clavada en una pica , la pasea , la lleva á la Grève , la quema en
una hoguera bajo las ventanas del Hotel-de -Ville , en presencia de la au-
toridad municipal , que permanece impasible . Esta autoridad y las de-
más, tan vigilantes antes de las elecciones , parecen dormidas . El jefe de
68 J. MICHELET

policía , el preboste Fleselles , el intendente Berthier, todos aquellos


agentes de la corte que rodearon las elecciones de soldados , han perdido
su actividad .
La multitud amotinada ha gritado muy alto que al día siguiente

El rey firma tristemente y copia en su libro rojo: « A madame... 500.000.


libras.» (Pág. 47)

iría á casa de Reveillón á hacer justicia . La policía no toma precaucio-


nes . El coronel de las guardias francesas envía expontáneamente treinta
hombres , recurso ridículo por lo exiguo ante una multitud compacta de
mil ó dos mil amotinados y de cien mil curiosos que van á casa de Re-
veillón á cumplir su palabra . Los soldados no quieren , no pueden hacer
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 69

nada . La casa es tomada por asalto , se destroza y se incendia todo . Nada


se encontró después , excepto quinientos luises de oro. Muchos se ins-
talaron en las bodegas y se bebieron el vino y los colores de la fábrica ,
que tomaron por vino. Cosa increíble ; la escena bochornosa dura todo el

BO
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Los panaderos cuyas tiendas peligraban ante la multitud amotinada


y hambrienta (Pág. 66)

día . Fijáos en que ocurría á la entrada misma del barrio de San Anto-
nio, al alcance del cañón de la Bastilla , á la puerta de la fortaleza . Re-
veillón, que se había refugiado en la Bastilla , presenciaba el motín desde
las torres de la prisión .
De rato en rato aparecía alguna compañía de guardias franceses
70 J. MICHELET

que disparaban con pólvora sola al comienzo y luego con balas . Los
amotinados no hacían caso y contestaban con piedras , únicas armas de
que disponían . Tarde , bastante tarde , el comandante Besenval envió á
los suizos ; los amotinados resistieron todavía y mataron algunos solda-
dos; éstos respondieron con algunas descargas asesinas , que dejaron so-
bre el arroyo muchos heridos y muertos .
Si durante estos dos días en que los magistrados durmieron y Be-
senval se abstuvo de enviar tropas , el barrio de San Antonio hubiera se-
guido é imitado al grupo que saqueaba la casa de Reveillón , si cincuenta
mil obreros sin trabajo, sin pan , imitando aquel ejemplo , se hubieran
entregado al saqueo de las casas ricas, todo hubiera cambiado de pronto ;
la corte hubiera tenido un excelente motivo para concentrar un ejército
sobre París y sobre Versalles , un pretexto para aplazar la reunión de
los Estados . Pero la gran masa del barrio permaneció impasible , sin
mezclarse en el motín . La algarada , reducida de este modo á algunos
centenares de borrachos y ladrones , era vergonzosa sólo para la autori-
dad que la toleraba . Al fin Besenval comprendió el ridículo que hacía y
acabó con el motín bruscamente . La corte vió con desagrado su conduc-
ta; no se atrevió á quejarse , pero tampoco le dijo una palabra de apro-
bación .
El parlamento , por honor suyo, se vió obligado á abrir una infor-
mación , que nada puso en claro . Se decía, sin pruebas para ello , que el
rey recomendó no se investigara en el asunto .
¿Quiénes fueron los instigadores? Acaso nadie . En los momentos
de tormenta el fuego se enciende y propaga solo . No se dejó de acusar
al «partido revolucionario . » ¿Qué partido era este? no había entonces
ninguna asociación activa .
Se dijo también que el duque de Orleans había dado dinero . ¿Para
qué? ¿Qué ganaba con ello entonces? El gran movimiento que comenza-
ba ofrecía á su ambición demasiados caminos legales para que en aque-
lla época tuviera necesidad de recurrir al motín . Es verdad que estaba en
relaciones con intrigantes dispuestos á todo ; pero su plan entonces se
basaba únicamente en los Estados generales ; aquellos mismos que le ro-
deaban estaban convencidos de que siendo el único príncipe popular,
habría de desempeñar el principal papel en los Estados , y todo suceso
que pudiera retardar su reunión les parecía una verdadera desgracia .
¿Quién deseaba retardar los Estados? ¿Quién encontraba provecho
en aterrorizar á los electores? ¿A quién convenía el motín?
Sólo á la corte ; preciso es declararlo . El asunto se le ofrecía tan
oportunamente, que podría creerse que era ella el autor . Más probable
es que no tuviera parte en el comienzo de la algarada, pero es induda-
ble que la vió vigorosa , que no hizo nada para impedirla y que sintió
que concluyera . El barrio de San Antonio no tenía entonces su terrible
reputación ; el motín , bajo el cañón mismo de la Bastilla , no parecía pe-
ligroso.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 71

Los nobles de Bretaña habían dado el ejemplo , turbando las opera-


ciones legales de los Estados provinciales , alborotando á los campesinos ,
lanzando contra el pueblo un populacho de sirvientes y lacayos .
En París mismo , un periódico, El Amigo del Rey, días antes de
las elecciones , pocos días antes del motín , ensayaba los mismos me-
dios , diciendo hipócritamente: «¿Qué importan las elecciones?; el pobre
será siempre pobre ; el porvenir de la parte más numerosa del reino está
olvidado , etc ...» Como si los primeros resultados de la Revolución , que
comenzó con aquellas elecciones , la supresión del diezmo y de los con-
sumos , la venta á bajo precio de la mitad de los terrenos no hubieran
producido la más súbita mejora de la suerte de los pobres , que país al-
guno ha conocido..
En la mañana del 29 de Abril todo estaba tranquilo . La asamblea
de los electores pudo renovar sus trabajos tranquilamente . Duró la re-
unión hasta el 20 de Mayo, y con el retraso de la convocatoria la corte
obtuvo la ventaja que deseaba, logrando impedir que la diputación de
París asistiera á las primeras sesiones de los Estados generales . El últi-
mo elegido de París y de Francia era , á juicio de la opinión , el primero
de todos , quien de antemano había trazado á la Revolución una marcha
tan recta y sencilla , que desde el comienzo se conocían uno á uno los
pasos que había de dar . Este hombre era Sieyes , y su obra marchaba
majestuosa , pacífica y firme, como la ley.
Sólo la ley iba á reinar; después de tantos siglos dominando el ar-
bitrio y el capricho , llegaba el tiempo en que nadie tendría razón contra
la razón .

¡Que se abran , que se reunan y hablen los Estados generales !


¿Quienes los convocaron , y que ahora desearían su exterminio , no pueden
hacer ya nada ! Es el Occeano alborotado por la tempestad, por causas

infinitas , profundas , surgiendo del fondo de los siglos ... Oponéos , si que-
réis . Para ello todos los ejércitos del mundo y el dedo de un niño ten-
drían la misma fuerza ... La Revolución marcha ; Dios la impulsa ... ¡Es
la justicia tardía , la expiación del pasado , la salvación del porvenir !
CAPITULO II

Apertura de los Estados Generales

Procesión de los Estados generales.-Apertura, 5 de Mayo.--Discurso de Necker -Separación de


los órdenes.- El Tercer Estado invitado á la reunión.- Inacción de la Asamblea.- Lazos que
se le tienden (4 de Mayo - 9 de Junio de 1789).

La víspera de la apertura de los Estados generales se dijo solemne-


mente en Versalles la misa del Espíritu Santo . O aquel día ó nunca se
hubiera debido cantar el himno profético: «Vas á crear pueblos; la faz
de la tierra será renovada . »
>
Este gran día fué el 4 de Mayo . Los mil doscientos diputados , el
rey, la reina , toda la corte escucharon en la iglesia de Notre-Dame el
Veni-Creator. Después la inmensa procesión , atravesando toda la ciu-
dad , volvióse á San Luis . Las largas calles de Versalles , llenas de guar-
dias franceses y guardias suizos , adornados los balcones con tapices de
la corona, no podían contener la multitud que en ellas se agolpaba .
. Todo París había ido . Las ventanas y hasta los tejados estaban lle-
nos de gente . En los balcones se veían hermosas y conocidas damas ,
con el peinado coquetón y airoso que entonces se usaba, mezcla rara de
plumas y de flores . La multitud enmudecía , llena de turbación y de es-
peranzas.
Comenzaba un gran hecho . ¿Cuál sería el resultado? ¿Cómo el des-
arrollo? ¿Quién podía decirlo? ... El esplendor de aquel espectáculo bri-
llante , tan variado y majestuoso , las músicas colocadas de trecho en tre-
cho, el mismo rumor de las gentes alejaban todo otro pensamiento .
¿Era este hermoso día el último de la paz y el primero de un in-
menso porvenir?
Las pasiones eran diversas, opuestas sin duda , pero no eran como
otras veces enconadas . Los mismos que habían deseado y acelerado esta
nueva era no podían abstraerse de la emoción común á todos, é igual-
mente ocurría á los adversarios del movimiento iniciado . Un diputado
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 73

de la nobleza lloraba de alegría: « Veo á mi Francia , á mi patria , apo-


yada por la religión , decirnos : ¡ Borrad vuestras querellas ! ... Lágrimas

THIDA CHEN

NIMES

corren de mis ojos . Mi Dios , mi patria y mis conciudadanos han venido


á confundirse en mí mismo . >>
Al frente de la procesión aparecía una masa de hombres , vestidos
de negro, fuerte batallón formado por los quinientos cincuenta diputa-
TOMO I 10
74 J. MICHELET

dos del Tercer Estado; después más de trescientos jurisconsultos , abo-


gados y magistrados representaban claramente el advenimiento de la
ley . Modestamente vestidos , firmes en su andar y en sus miradas , se
encontraban reunidos , sin distinción de partidos , dichosos en aquel gran
día, que proclamaba su victoria .
Detrás iba el grupo brillante , á pesar de ser poco numeroso , de los
diputados de la nobleza , con sus sombreros con pluma , sus ricos encajes
y sus colgantes de oro . Los aplausos que se habían prodigado al pasar
el Tercer Estado cesaron de pronto . A pesar de ello habían en el grupo
de los nobles cuarenta que eran amigos y amparadores del pueblo .
Con el mismo silencio fué acogido el paso del clero . Presentaba éste
un aspecto muy curioso. Del mismo modo que la diferencia de la rique-
za de los trajes separaba al Tercer Estado de la nobleza , la riqueza de los
trajes dividía al clero , además de una banda de música . Delante unos
treinta prelados con sus capas violetas ó escarlatas ; detrás el humilde
grupo de doscientos curas con sus sotanas y sus capas negras .
Al mirar esta imponente masa de mil doscientos hombres animados ,
sin duda , por grandes entusiasmos , cualquier observador atento podía
fijarse en una cosa . Había entre ellos muchos hombres honrados , muchos
de clara inteligencia , pero no había ninguno que , reuniendo en sí las
autoridades del genio y del carácter, tuviera poder bastante para arras-
trar la multitud con su elocuencia , la fuerza de sus pensamientos ó su
heroísmo .
Los precursores , los innovadores , que habían iniciado la marcha del
siglo, no existían ya . Quedaba su pensamiento para arrastrar á las na-
ciones . Grandes oradores surgieron después para expresar y aplicar el
credo de aquellos titanes , pero no agregaron nada nuevo . La gloria de la
revolución , y su peligro también , en aquellos primeros momentos , era ir
solo delante de la multitud , arrastrarla , sin más escudo que las ideas , ni
más idea que la fe de la razón pura , sin ídolos humanos y sin falso Dios .
La nobleza, que se presentaba como guardián y depositario de nues-
tra gloria militar , no tenía ningún general célebre en sus filas . « Todos
los grandes señores de Francia eran ilustres desconocidos . » Sólo uno po-
día despertar algún interés : el primero que , á pesar de la corte , había
tomado parte en la guerra de América , el joven y rubio Lafayette . Nadie
podía sospechar el desmedido papel que la fortuna había de hacerle des-
empeñar . El Tercer Estado , multitud desconocida , llevaba ya en su seno
la Convención . Pero ¿quién la hubiera podido ver?, ¿quién hubiera podido
distinguir en medio de aquella masa de abogados el escuálido cuerpecillo
y el rostro pálido de Robespierre , el abogado de Arras?
Dos cosas notables había en aquella singularísima procesión : la
ausencia de Sieyes y la presencia de Mirabeau .
Sieyes no había ido á Versalles todavía y el pueblo buscaba ávida-
mente , en aquel gran movimiento , la figura del hombre , cuya sagacidad
lo había previsto todo , calculado y formulado .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 75

Mirabeau atraía todas las miradas . Su inmensa cabellera , su cabeza


leonina , marcada con el sello de una poderosa soberbia , casi insultante ,
arrastraba á la multitud que no podía separar de él los ojos . Visiblemente
Mirabeau era un hombre ; los demás , á su lado , eran sombras cuyas si-
luetas se borraban al pasar ; hombre era desgraciadamente de su tiempo
y de su clase , vicioso como la alta sociedad de entonces , escandaloso y
encenagado en todas las liviandades ; esto le había perdido . El mundo
estaba lleno de la novela de sus aventuras , de sus cautiverios y pasiones ,
de las que se conocían dos violentas , furiosas ... La tiranía de estas pa-
siones exigentes y absorbentes le había arrastrado hasta bien hondo ...
Pobre por la dureza de corazón de su familia , tuvo las miserias morales
y los vicios del pobre , y además los vicios del rico . Soportó la tiranía de
la familia , la tiranía del Estado , siendo tiranizado además moral é inte-
riormente por la pasión ... ¡Ah !, nadie podía saludar con más entusiasmo
esta aurora de libertad , aquel renovamiento del alma . Así lo decía á sus
amigos . Iba á renacer joven con Francia , iba á arrojar su vieja capa
rota y sucia... Iba á comenzar á vivir entonces; en aquella vida nueva
que se abría fuerte , ardiente , apasionada . Se le veía profundamente
conmovido ; su rostro se contraía y palidecían sus mejillas ... ¡ No im-
porta!; alzaba erguida su enorme cabeza y su mirada llena de audacia se
fijaba en la multitud . Todo el mundo presentía que había de ser la gran
voz de la Francia .
El Tercer Estado fué aplaudido en general ; del grupo de la nobleza
sólo aplaudió el pueblo al duque de Orleans y luego al rey , á quien agra-
decía haber convocado los Estados generales . Tal fué la justicia del pue-
blo . Al pasar la reina se oyeron algunos murmullos ; las mujeres grita-
ron: «¡Viva el duque de Orleans ! » creyendo molestarla al nombrar á su
enemigo . La reina se impresionó vivamente y estuvo á punto de desma-
yarse; la sostuvieron , pero se repuso pronto y levantó en alto su so-
berbia cabeza , bella todavía , intentando desafiar el odio público con una
mirada firme y despreciativa ... Triste esfuerzo que le arrebató toda su
belleza . En el retrato que hizo en 1783 su pintor , madame Lebrun, que
quería mucho á la reina , se nota ya algo repulsivo , una expresión dura y
brutalmente desdeñosa ( 1 ) .
En aquella hermosa fiesta de paz y unión se inició la guerra . Se
había señalado un día á Francia para que todos se abrazaran en un pen-
samiento común , y al mismo tiempo se hacía todo lo necesario para di-
vidir la nación . En la diversidad de procedimientos con que se trataba á
los diputados y en las diferencias de sus vestidos , se veía realizada la
dura frase de Sieyes : «¿Tres Estados? No ; ¡ tres naciones ! »>

(1) Se ve la transformación que experimentó María Antonieta en los tres retratos que exis-
ten en Versalles. En el primero (vestido de raso blanco), aparece coqueta y dulce todavía; se ve
que comprende el amor que le profesan. En el segundo (vestido rojo) está rodeada de sus hijos;
su hija se apoya dulcemente sobre ella; todo en vano; la rigidez y sequedad de su rostro son ya
incorregibles; la mirada es fija, dura, ingrata (1787) . En el tercero (vestido azul , 1788) está sola,
con su altivez de reina, pero triste y de expresión dura.
76 J. MICHELET

En la corte se habían hojeado escrupulosamente libracos antiguos


para conocer, con todos sus detalles , el odioso ceremonial gótico en que
estaban marcadas todas las oposiciones de clase , todas las señales de dis-
tinción y de odio sociales que era preciso destruir. ¡ Etiquetas , blasones ,

Mirabeau atraía todas las miradas (Pág. 75)

encomiendas , títulos , honores después de Voltaire , después de Figaro!...


Era demasiado tarde . En verdad , no eran aficiones tradicionales las que
impulsaron á la corte á restablecer el viejo ceremonial , sino el secreto
deseo de mortificar y abatir á los pequeños , recordándoles su bajo ori-
gen... La verdadera debilidad se entregaba una vez más al peligroso di-
vertimiento de humillar á los verdaderamente fuertes .
El 3 de Mayo , víspera de la misa del Espíritu Santo , se presentaron
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 77

los diputados en Versalles . En aquel momento de cordialidad , de fácil


emoción , sufrió el Tercer Estado , casi todo inclinado en favor del rey ,
un enorme desengaño . En lugar de recibir á los reunidos por provincias ,
los recibió agrupados por órdenes ; el clero , la nobleza y... luego los

EL DUQUE DE ORLEANS

representantes del pueblo, después de un intermedio bastante largo .


Se ha querido achacar á los servidores aquella y otras insolencias
del rey , pero Luis XVI demostró bien claramente que gustaba dema-
siado de aquel ritual .
En la sesión del día 5 , estando el rey cubierto , y la nobleza que le
rodeaba también , el Tercer Estado quiso hacer otro tanto ; y Luis XVI ,
para impedir que se igualara á la nobleza , prefirió descubrirse .
¿Quién podrá creer que esta corte insensata pretendía renovar la
vieja costumbre, de hacer que el discurso del Tercer Estado fuese pro-
78 J. MICHELET

nunciado de rodillas? Siendo imposible restaurar el odioso procedimiento ,


se decidió que ante el rey no hablara el presidente del Tercer Estado .
Es decir, que al cabo de doscientos años de separación y de silencio , vol-
vía el rey á ver su pueblo y le prohibía hablar.
El 5 de Mayo se abrió la Asamblea , no en el palacio del rey , sino en
la avenida de París , en la sala llamada des Menus . Esta sala , que desgra-
ciadamente no existe ya , era inmensa , pudiendo contener, á más de los
mil doscientos diputados , á cuatro mil espectadores .
Un testigo ocular , madame de Stael , hija de Necker , que fué á
aplaudir á su padre , dice que al tomar asiento Mirabeau se escucharon
algunos murmullos ... ¿Murmullos contra el hombre inmoral? Aquella
seciedad brillante que agonizaba de sus vicios , no tiene derecho á ser
severa .
La Asamblea escuchó tres discursos : del rey , del ministro de Justi-
cia ó guardasellos y de Necker, todos idénticos y todos indignos de
aquellos momentos . El rey se encontraba al fin en presencia de la na-
ción y no tuvo una palabra paternal que decirla , una palabra del corazón
al corazón nacional . El exordio era una reprimenda tímida y encubierta
sobre el espíritu de innovación . Después expresaba su afecto ... para los
dos órdenes superiores , « que se mostraban dispuestos á renunciar sus
privilegios pecuniarios . » La preocupación del dinero dominaba en los
tres discursos ; poco ó nada sobre la cuestión del derecho , que era preci-
samente lo que llenaba y conmovía todas las almas; el derecho á la
igualdad . El rey y sus ministros , aunque ocultándolo en sus discursos
enrevesados , sin finalidad , y donde la afectación ridícula se unía á la
vulgaridad, parecían convencidos de que se trataba únicamente del im-
puesto , del dinero , de las subsistencias , de una cuestión de estómago .
Creían que si los privilegiados concedían al Tercer Estado, como limosna ,
la igualdad del impuesto , todo se arreglaría sin dificultades . Por esto hi-
cieron tres panegíricos , tres discursos , por el voluntario sacrificio de los
órdenes superires , que querían renunciar sus exenciones . Los elogios van
en crescendo hasta Necker, que declara no conocer en la historia ningún
caso de heroísmo comparable con este .
Estos elogios , que más parecen una indicación , demuestran clara-
mente que el admirable sacrificio , tan loado , no se ha realizado todavía
.
¡Que se haga pronto!; esta es toda la cuestión para el rey y sus minis-
tros que han convocado al Tercer Estado para amedrentar á los privile-
giados . Del gran sacrificio no había entonces más que promesas parcia-
les , dudosas ; algunos señores han ofrecido acceder , pero los más se han
burlado de ellos . También han prometido algunos miembros del clero ,
pero la mayoría de los prelados de la Asamblea son contrarios á la re-
nuncia del privilegio . Los dos órdenes no han podido explicarse todavía;
no han pronunciado la palabra decisiva , pero la tienen en la punta de la
lengua . Es preciso que pasen dos meses y las más graves y terribles
circunstancias ; es necesaria la victoria del Tercer Estado para que , al
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 79

fin, el 26 de Junio , el clero vencido renuncie el privilegio y la nobleza


prometa solamente renunciarlo también .
Necker habló tres horas de la hacienda y de moral : «Nada puede
existir-dice , sin moral pública y nada sin moral particular . » Su dis-
curso fué, en suma , la inmoral enumeración de los medios con que el rey
contaba para prescindir de los Estados generales y continuar el régimen
de la arbitrariedad . Desde entonces la reunión de los Estados era una
limosna , un favor revocable .
Imprudentemente dejó entender que el rey estaba intranquilo ... y
expresó el deseo de que los dos órdenes superiores , quedándose solos y
libres , realizaran su sacrificio, sin perjuicio de reunirse con el Tercer
Estado luego para discutir las cuestiones de interés común . ¡ Peligrosa
insinuación ! Una vez libre el ministro para imponer tributos á los ricos
acaparadores de la propiedad , no hubiera vuelto á reunir los órdenes .
Los privilegiados hubieran conservado su falsa mayoría , y unidos dos
órdenes contra uno, hubieran impedido el planteamiento de las reformas .
¡Qué importaba ! La bancarrota hubiera sido evitada ; habría cesado la
carestía y la opinión hubiera vuelto á dormirse , quedando aplazada la
cuestión del derecho y la garantía , y triunfante lo ilegal y arbitrario .
Necker reinaba , al menos que la corte , una vez pasado el peligro , no
hubiera devuelto á Ginebra el sentimental banquero .
El 6 de Mayo los diputados del Tercer Estado entran en la sala de
sesiones , y la multitud impaciente , que se agolpaba en las puertas , se
precipita tras ellos .
La nobleza y el clero , á parte , se reunen en las Cámaras , y sin per-
der tiempo deciden que los acuerdos deben ser tomados , por cada orden ,
reunidos independientemente . La nobleza reune fuerte mayoría ; el clero
pequeña; muchos curas quieren unirse al Tercer Estado .
El Tercer Estado , poderoso por su número , y dueño del gran salón ,
declara que espera á los otros dos órdenes . El vacío que quedaba en
aquel inmenso local parecía acusarles de su ausencia .
La cuestión de la forma de reunión de los órdenes aplazaba todas
las demás . El Tercer Estado , doble en número , había de fortalecerse to-
davía con la adhesión de unos cincuenta nobles y cerca de cien curas ,
pudiendo dominar á los otros dos órdenes con una enorme mayoría y en-
contrarse en completa libertad de todo su juicio. ¡ El privilegiado juzga-
do por aquellos contra quienes fué establecido ! Fácil era prever el re-
sultado .
- Entre tanto , el Tercer Estado espera al clero y la nobleza ; confiaba
en su fuerza pacientemente , como toda cosa eterna . Los privilegiados
temían y , demasiado tarde , se concentraban en derredor del gran privi-
legiado , del rey , su centro natural , que ellos mismos habían debilitado .
Así, en este compás de espera , que dura más de un mes , las cosas se
clasifican , según sus afinidades; los privilegiados con el rey, la Asam-
blea con el pueblo .
80 J. MICHELET

Vivía con él , hablaba con él , manteniendo de par en par las gran-


des puertas del edificio , sin ninguna traba todavía para entrar . París si-
tiaba á Versalles , lo invadía en confuso montón con los diputados . Entre
las dos poblaciones había establecida una comunicación continua . La
asamblea de los electores de París , asamblea tumultuosa que la multitud
formaba en el Palais-Royal, pedía cada momento noticias de sus dipu-
tados; se preguntaba ávidamente á todo el que venía de Versalles .
El Tercer Estado , que veía la corte , cada día más irritada , rodearse
de soldados , no confiaba en más defensa que en la -multitud que lo es-
cuchaba y en la prensa que lo propalaba en todo el reino .
El día mismo de la apertura de los Estados , la corte intenta hacer
enmudecer la prensa; un decreto del Consejo suprimió y condenó el
Diario de los Estados generales que Mirabeau publicaba , y en otro de-
creto se sometió á los periódicos á la previa censura , prohibiéndose la
publicación de nuevos periódicos sin un permiso especial .
Así la censura , inactiva desde hacía muchos meses y como suspen-
dida , fué restablecida frente á la nación en asamblea ; restablecida para
la comunicación necesaria , indispensable , de los diputados y los elec-
tores . Mirabeau no hizo caso y continuó su publicación con el título
Carlas á mis comitentes . La asamblea de los electores de París , que no
que
había terminado sus trabajos , fué interrumpida en su labor el 7 de
Mayo, para protestar del decreto del Consejo . Esta fué la primera in-
tervención de París en los asuntos generales . De pronto quedó planteada
la capital cuestión de la libertad de la prensa . La corte podía rodearse
de cañones y de ejércitos ; una artillería mucho más poderosa, la prensa ,
detonaba diariamente en el oído mismo del pueblo; todo el reíno es-
cuchaba .
El 7 de Mayo , el Tercer Estado, por una proposición de Malouet y
Mounier, nombra una comisión que invite al clero y la nobleza á tomar
asiento en la Asamblea . La nobleza se reune á deliberar . El clero , más
dividido , más temeroso , quiere ver venir las cosas ; los prelados creían
así reconquistar los votos de los curas .
Pasan otros seis días perdidos . El 15 de Mayo Rabaut de Saint-
Etienne , diputado protestante de Nimes , hijo del anciano mártir de Cé-
vennes , propone nuevamente conferenciar con los otros órdenes para
llegar á un acuerdo . Chapelier propone que en lugar de conferencias se
le envíe « una notificación de la extrañeza con que el Tercer Estado veía
la ausencia de los otros órdenes , de la imposibilidad de conferenciar y
acordar fuera de una reunión común , del interés y el derecho que cada
diputado tenía de examinar y juzgar la validez de las actas de los de-
más » , y además pidió que se consignara que, « abiertos los Estados , no
hay ya diputados de orden ni provincia , sino solamente representantes
de la nación ; con esto los diputados del privilegio ganaban , porque sus
funciones resultaban engrandecidas . >>
Se aprobó , por ser de mayor templanza , la proposición de Rabaut.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 81

DECLARATION
DES DROITS DE L'HOMME
TUE CITOYEN

VII
PREAMBULE Nulhommenepeut étré accuse, arrele
Les representane du peupleFrancis , constiturs o detenu que dans les cas determinesparla
en asemblee natosale considerantque l'ignorance. los, et selon les formes qu'elle aprescrites Ceus qui
Toubh on lemépris des droits defhome on les seules solhatent,expedient, executent au fost executer des
Cassiesmalhynespublics et delacorruption des gouvernemer ordres arbitraires , doivent être punis,mais tout eigen
appele ou sais en vertu delalor,dort ober almstant,il se
ont frenle d'exposer,dans une declaration solennelle.les rend compable par la resistance,
reits naturels aanhenables et secres del'home, atin que Vor
cette declaration,constammentpresente atous les membresdu
rorps socal leurrappelle sans cener leurs droits et leurs La lordoit etablir que despeines sinctement et evidemment
devoirs, afin que les actes du pouvoir legislauf et ceux di. necessairesetnul nepeutêtrepunt qu'envertudunela cabhe
pouvoir encrf.pouvant etre à chaque instant compares pradgure antericurement au delt, legalementapplique
avec lebut de toute institution pouuque , en soient plus 18
respectes: afin que lesreclamauons des gens,foodéra Tout bamme étant presume hocentjusqu'à ce qu'il ait ére
desormais sur desprincipes simples et contestables, déclare coupable.nd eatjugeindispensable del'arrier, wou
Boxituent toujours au muaben dela consutution et du bonheur
de tous rigueurquine serait parnecessairepour assurerdesapermise
doit etre severoncat reprimer parla loi.
Ea consequence,l'asseubles natale reconnoit et dedare.
enpresence et sous lesauspices de Ture supreme,lesdits
aarvans del'honor et de cuyen . Nal dedol direinquiété pour ses opinions, religiouses
pourvo
Habli parquelesemanifestation
lalot ne troublepas l'ordrepublic
XI
ARTICLE PREMIER La libre commumcation despeusées et des opinions est un
Leshommes nassent etdemetuent libren etegn en drents des drouslesplus précieuxdeThoue tout ouyea peut donc
les distinctions sociales ne peuvent être fondees que sor parter,erire.imprimerlibrement:sauf à repondre de l abus
Itilite commune de cette liberte dans les cas determines par lalos
YI
Le but de toale assocanon politique estla conservation des La garante des droits del'homme etdi atoyen necessite
droits naturels et aprescriptiblesde homine: Ces droits sant uneforcepulique vette force est doue instituce pour l'avantage
In liberte lapropriete la surete etla résistance a leppression to soas,et non pourluite particuliere de ceux a qui elle tut
DI confice
XII
Leprincipe de toute souverainete reside essentiellement
la nation,mudcorps,andindindu de peut exercer d'autorite Pour l'entrete de la forcepublique et pour les depenses
quiaen emane expressement dadumnistration, ure contribution commune est undispensable,
IV elle drardue cgdanent reparte entre tous les citoyens,en
raison deleurs facultes
Laliberte consiste per laure lurt se qui er nuit pas XIV
autri Anus,l'exercice des droitsnaturals de chaque bamine, Lescitoyens ont ledroit de cunstater pareux-meines ou par
na de hornes que celles qui angacent aux autresmembi esde
Ja societe la you Asance de ces memes droits, cesbaraes ne leurs representaus.la nécessite dela contributionpublie
peuves eus determmes quepar laloi la consentirlibrement din surrel empley.et d'en determmer
la quoutel'assieteJerorvuvrement et la durée
La los à le droit de défendre quelesactosmusiblos a
la societe Tource qui n'estpas deeedu par la loi ne pit La societe a ledroit de demander capteà tout agent public
ere empeche et nul ne peutcure costsin a faire ce qu'elle de son administration
ordonne pas XVI
Toute société,dans laquelielagarantie des droits u est pas
La loien l'espec de la volonté generale ,tona la coyons assuree,inla separation despouyairs deterrame na print
Fat dratdeconcourt personnellonear ou parleursrepresentars, de constitution .
as formanon elle doit etre la mentepour tous,soit qu'elle XVII
protege suit qu'elle puisse Tonales toyens étantegauxa ses Lespropretes tant un droit molable essere, hul ne peut
yeux sont egalement admmables à toutes dignites places et en ereptive, ce n'est lorsquela necesepublique legalement
emplospablas,selon leur capacite,etsans autres distinctions constate Inge endement,essoutla condon d'unejuste et
que cellesde leursverts et deleurs valens. préalable demane

REPRESENTANS DU PEUPLE BRAN IS

Facsímile de la lámina publicada por la Asamblea Nacional en 1790 conteniendo los


Derechos del Hombre
ΤΟΜΟ Ι 11
82 J. MICHELET

Se celebraron las conferencias y no sirvieron más que para agriar las


cosas . El 24 de Mayo Mirabeau reproduce una proposición , que antes
había presentado , intentando separar al clero de la nobleza , invitándolo
á la Asamblea «<en nombre de la paz . » La proposición era muy política ;
gran número de curas esperaba impaciente ocasión de reunirse . La oca-
sión era esta . Con gran trabajo los prelados obtuvieron un aplazamiento .
Aquella noche se apresuraron á ir al castillo á la reunión Polignac . Por
medio de la reina se sacó al rey una carta en que declaraba « desear
de
que las conferencias se celebrasen delante del ministro de Justicia y
una comisión real . » Asi impedía el rey la unión del clero al Tercer Es-
tado y ostensiblemente se hacía el agente de los privilegiados .
Esta carta, poco digna de un rey , era un lazo . Si el Tercer Estado
aceptaba, el rey , juez de las conferencias , podría resolver por un decre-
to del Consejo y los órdenes permanecerían divididos . Si el Tercer Es-
tado rehusaba , aceptarían los otros dos órdenes y aquél cargaría sola-
mente con la odiosa responsabilidad de la inacción común ; solamente
los diputados del pueblo no se prestarían á que la nación fuese socorri-
da en aquellos momentos de miseria y hambre . Mirabeau , mostrando el
lazo que se les tendía , aconsejó á la Asamblea protestar en un mani-
fiesto de verse obligados à aceptar unas conferencias donde habían de
ser engañados .
Nuevo lazo . En estas conferencias Necker apeló al sentimiento , á
la generosidad , á la confianza . Aconsejaba que cada orden entregara á
los otros el examen de la legitimidad de sus poderes ; en caso de diver-
gencia , el rey decidiría . El clero aceptó sin vacilar . Si la nobleza hu-
biera aceptado , el Tercer Estado hubiese estado solo contra dos . ¿Quién
le sacó de este peligro? La nobleza misma , loca ya y corriendo desati-
nada á su ruina . El grupo Polignac no quiso aceptar el fácil recurso
propuesto por su enemigo . Aun antes de haber leído la carta del rey,
la nobleza había acordado , para cerrar el camino á toda conciliación ,
que la deliberación por órdenes y el veto de cada orden sobre los acuer-
dos de los otros , eran principios constitutivos de la monarquía . El plan
de Necker parecía bueno á muchos nobles moderados , pero dos de gran
talento , aunque de muy violento carácter, Cazalès y Eprémesnil , em-
brollaron la discusión y consiguieron rechazar este último medio de sal-
vación , el madero que el rey les ofrecía en su naufragio (6 de Junio) .
¡ Un mes de tardanza después de los tres aplazamientos de la con-
vocatoria! ¡ Un mes en plena hambre ! ... Es preciso tener en cuenta ,
además, que el compás de espera no se había abierto sólo en los espí-
ritus , sino también en la realidad de la vida . Los grandes propietarios
habían suspendido todas sus labores . El pueblo no trabajaba . Quien no
tenía en sus brazos más que el jornal del día , para comer iba á buscar
trabajo; no encontrándolo, mendigaba ; no recibiendo limosnas , robaba ...
Partidas de hambrientos recorrían el país , y donde encontraban resis-
tencia , llenas de furia mataban , incendiaban ; las comunicaciones co-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 83

menzaron á cesar ; el pánico se extendió por todas partes ; la carestía


aumentaba . En el pueblo circulaban de boca en boca cuentos y leyendas
absurdos ; se decía que había bandoleros pagados por la corte , y la
corte, á su vez , lanzaba la misma acusación contra el duque de Or-
leans .
La posición de la Asamblea era muy difícil . Permanecía inactiva ,
cuando todo el remedio que se podía esperar estaba en su acción . La
Asamblea debía cerrar los oídos al grito doloroso de Francia , para poder
salvar la nación , fundando la libertad .
El clero agravó la cruel posición en que estaba la Asamblea , y
preparó contra el Tercer Estado un ardid verdaderamente farisáico . Un
prelado entró en la Asamblea y gimió por el pobre pueblo , por la mise-
ria de los campos . Delante de las cuatro mil personas que asistían á la
sesión , sacó de su bolsillo un repugnante pedazo de pan negro y , ense-
ñándolo , dijo : « He aquí el pan que comen los pobres . » El clero propo-
nía nombrar una comisión para conferenciar en seguida sobre la cuestión
de las subsistencias , sobre la miseria de los pobres .
¡Peligrosa piedad ! O la Asamblea cedía entrando en actividad y
consagrando la separación de los órdenes , ó se declaraba insensible á
las desdichas públicas . La responsabilidad de los desórdenes que ya co-
menzaban por todas partes , caía sobre ella . Los oradores ordinarios de
la Asamblea se engañaron en esta cuestión comprometedora , pero dos
diputados desconocidos , Populus y Robespierre (1 ) , expresaron con vio-
lencia y con talento los sentimientos generales. Gracias á esto no se
accedió á la petición del clero que fué invitado á venir á la sala común
á deliberar sobre los males públicos , por los que la Asamblea no estaba
menos conmovida que el clero .
Esta respuesta no hizo disminuir el peligro . La corte , los nobles y
los obispos , ¿no habían de aprovecharse de éstas circunstancias? ¿Y qué
pretexto para alborotar al pueblo , como una asamblea de abogados or-
gullosa , ambiciosa , que había prometido salvar á Francia y la dejaba
morir de miseria antes que ceder á una injusta pretensión?
La corte se agarró ávidamente á esta arma , creyendo poder matar
la Asamblea . El rey dijo al presidente del clero que fué á someterle la
caritativa proposición de su orden sobre subsistencias , «que vería con
gusto formarse una comisión de los Estados generales que pudiera ayu-
darle con sus consejos . >>
El clero pensaba en el pueblo y el rey también ; nada impedía á la
nobleza imitar la conducta de aquéllos . El Tercer Estado quedaría solo .
Iba á probarse que todos querían el bien del pueblo ; todos , menos el
Tercer Estado .

(1) Robespierre recriminó al prelado con gran habilidad . «Los antiguos cánones —le dijo—
autorizaban para vender hasta los cálices, cuando había necesidad de remediar las desdi-
chas del pobre.»
CAPITULO III

Asamblea Nacional

Última apelación del Tercer Estado , 10 de Junio . - Toma el nombre de Comunnes.-Las Comunnes
toman el título de Asamblea Nacional, 17 de Junio. -Se abrogan el derecho del impuesto . - El
rey manda cerrar el local.-La Asamblea en el Juego de Pelota , 20 de Junio de 1789.

El 10 de Junio , Sieyes dijo entrando en la Asamblea : «Cortemos


el cable; es tiempo todavía . »
>
Desde este día la nave de la revolución , á pesar de las tempestades
y á pesar de las calmas , retardada , pero no detenida , dibuja su silueta
en el horizonte del porvenir .
Aquel gran teórico , que de antemano lo había calculado todo tan
exactamente , se mostró en esta ocasión como un verdadero hombre de
Estado : había dicho lo que era preciso hacer y lo hizo al momento .
Hay un momento propicio para cada cosa . En esta ocasión , era el
10 de Junio el momento , ni prematuro ni tardío . Antes , la nación no
estaba bastante convencida del endurecimiento y egoísmo de los privi-
legiados ; fué necesario que transcurriera un mes para que se viera cla-
ramente toda su mala voluntad . Más tarde habría habido que temer dos

cosas : ó que el pueblo prefiriera un pedazo de pan á la libertad, y que


los privilegiados concluyeran con todo renunciando á su privilegio en
los impuestos , ó también que la nobleza , uniéndose al clero , formara
una alta cámara , como le aconsejaban . Tal cámara , que en nuestros días
no es más que una máquina que la realeza hace funcionar cómodamente ,
hubiera sido en 1789 una potencia por sí misma , porque hubiera reunido
á los que poseían entonces la mitad ó dos tercios del territorio , y á los
que por sus agentes , arrendatarios é innumerables criados , tenían me-
dios para influir en los campos . Estaba fresco aún el recuerdo de los
Países Bajos , donde el formidable concierto de estos dos órdenes había
amotinado al pueblo , vencido á los Austrias y desposeído al emperador.
El miércoles 10 de Junio de 1789 , Sieyes propuso llamar por úl-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 85

tima vez al clero y á la nobleza , advirtiéndoles que la convocatoria


tenía de plazo sólo una hora y que se anotarían las faltas de los que no
comparecieran . Esta convocatoria en forma judicial fué un golpe ines-

Partidas de hambrientos recorrían el país... (Pág. 82)

perado . Los diputados de las comunidades tomaban, ante aquellos que


les negaban igualdad , una posición superior; la de jueces .
Este paso fué muy hábil, aunque muchos lo creyeron arriesgado .
Se ha repetido mucho que los que tenían todo un pueblo detrás de sí y
sobre todo una ciudad como París , no debían temer nada, que eran los
fuertes que avanzaban sin peligro... Se puede sostener esta tesis , pero
86 J. MICHELET

no es absolutamente exacta . Sin duda los que dieron este paso se sen-
tían una gran fuerza , pero esta fuerza no estaba organizada; el pueblo
no era militar como lo fué más tarde . Un ejército rodeaba á Versalles ,
formado por cerca de quince regimientos de alemanes y suizos en su
mayor parte; una batería de cañones había sido colocada delante de la
Asamblea... La gloria del gran lógico que formuló el pensamiento na-
cional y la gloria de la Asamblea que aceptó la fórmula consistió en no
ver estas amenazas , creer en la lógica y avanzar en su fe .
La corte, muy irresoluta , no supo hacer otra cosa que encerrarse
en un desdeñoso silencio . Dos veces el rey se niega á recibir al presi-
dente del Tercer Estado , pretextando estar de cacería ó encontrarse
demasiado afligido por la reciente muerte del delfín . En cambio era
público que diariamente recibía á los prelados y á los nobles . Comen-
zaban á disgustarse é iban á ofrecerse al rey . La corte los escuchaba y
sondeaba y meditaba sus temores . Era evidente que el rey, obsesionado
por ellos , su prisionero casi , les pertenecería todo entero y se mostraría
cada vez más lo que era; un privilegiado á la cabeza de los privile–
giados . La situación había llegado a quedar planteada claramente ; el
privilegio de un lado y el derecho de otro .
La Asamblea había hablado alto y claro y esperaba se le reuniese
una parte del clero . Los curas se sentían hijos del pueblo y querían
tomar sitio al lado del pueblo ; pero las costumbres de subordinación
eclesiástica , las intrigas de los prelados , su autoridad y amenazas , y de
otra parte la corte y la reina , sobre todo , los sujetaban en su orden .
Tres solamente se decidieron , luego siete y al fin dieciocho . En la corte
se tomó á broma y chacota la conquista que el Tercer Estado había
hecho .

La Asamblea debía ó perecer ó avanzar; tenía que dar un segundo


paso . Debía dar cuerpo á la situación sencilla y terrible que hemos in-
dicado varias veces ; el derecho en frente del privilegio , el derecho de la
nación concentrado en la Asamblea... No bastaba ver esto ; era preciso
hacerlo ver y promulgarlo , dando á la Asamblea su verdadero nombre :
Asamblea nacional .
En su famoso discurso , Sieyes había dicho lo que todos los cora-
zones sentían ; palabras que no cayeron en terreno baldío : «El Tercer
Estado solo , podrá decirse , no puede constituir los Estados generales …..
¡ Ah , tanto mejor !; formará una Asamblea nacional . »
Tomar este título , realizar así el dogma revolucionario propuesto
por Sieyes: « El Tercer Estado es el todo », era un paso demasiado atre-
vido para franquearlo de pronto . Era preciso preparar los espíritus ,
encaminarlos hacia este fin poco á poco y gradualmente .
Las palabras Asamblea nacional no se pronunciaron la primera
vez en la Asamblea misma , sino en París , entre los electores que habían
elegido á Sieyes , y no temían hablar su mismo lenguaje .
El 15 de Mayo , M. Boissy d'Anglas , desconocido entonces y sin
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 87

influencia , pronunció aquellas palabras en la Asamblea , pero para ale-


jarlas , advirtiendo á la Cámara que debía evitar toda precipitación ,
librándose del más ligero reproche de ligereza... Antes que el movi-
miento comenzara quería ya dejarlo entrever .
La Asamblea acordó darse el nombre de Comunnes , que aparte su
humilde significación , mal definida , le libraba de su nombre especial é
inexacto de Tercer Estado . Esto dió lugar á vivas reclamaciones por
parte de la nobleza .
El 15 de Junio , Sieyes , audaz y prudente á la vez , pidió que se
acordara el nombre de Asamblea de los representantes conocidos y pro-
clamados de la nación francesa . Así parecía enunciar un hecho pro-
bado ; los diputados de las comunnes habían sometido sus poderes al
examen y discusión de la Asamblea , pública y solemnemente en la gran
sala abierta y delante de la multitud . Los otros dos órdenes habían exa-
minado sus actas entre ellos á puerta cerrada . La simple palabra de di-
putados proclamados reducía los otros á la calidad de diputados presun-
tos; ¿podían éstos impedir á aquéllos que discutieran , acordaran y
hablasen? ¿Los ausentes podían paralizar la acción de los presentes?
Sieyes probó que los reunidos en la Asamblea representaban cuando
menos noventa y seis centésimas de la nación .
Conocían todos demasiado bien á Sieyes para dudar que aquella
proposición no fuese precursora de otra más atrevida y decisiva . Mira-
beau, sin embargo, le censuró «por lanzar á la Asamblea en una carre-
ra , sin mostrarle el fin donde quería conducirla . »
Al segundo día de discusión se hizo la luz . Dos diputados sirvieron
de precursores á Sieyes . M. Legraud propuso que la asamblea se cons-
tituyera en Asamblea general y no se detuviera ante nada que no pro-
cediese de la indivisibilidad de una asamblea nacional. M. Galaud
pidió se declarara que la nobleza y el clero eran simplemente las corpo-
raciones, en tanto que la nación era una é indivisible, y que por esto la
Asamblea se constituía en Asamblea legítima y activa de los represen-
tantes de la nación francesa . Sieyes abandonó entonces su anterior obs-
curidad, y sin rodeos propuso el título de Asamblea nacional.
Desde la sesión del día 10 , Mirabeau miraba á Sieyes en su habilí-
sima marcha, que fatalmente conducía á un punto donde se encontraría
frente á frente de la realeza y la aristocracia . ¿Se detendría allí por respe-
to al ídolo legendario? Las apariencias indicaban lo contrario . Entonces ,
á pesar de la dura disciplina con que la tiranía formó á Mirabeau para la
libertad , el gran orador sintió temores y escrúpulos . Necesario es reco-
nocer que Mirabeau era aristocrata por afición y costumbres y que en el
fondo de su corazón era realista ; lo era de origen y de sangre . Dos
cosas, además; una alta y otra rastrera , le impulsaban . Rodeado de mu-
jeres insaciables , necesitaba dinero y la monarquía le parecía la mano
pródiga y abierta, derramando mercedes y dinero . La realeza había sido
dura y cruel con él , pero esto mismo le alentaba ; Mirabeau creía her-
88 J. MICHELET

moso salvar un rey que diecisiete veces había firmado contra él órdenes
de prisión . Tal era este desventurado gran hombre, magnánimo y ge-
neroso , que ansiaba poder arrojar sus vicios sobre las gentes corrom-

EL MARISCAL DUQUE DE BROGLIE

pidas que le habían rodeado y sobre la barbarie paternal que muy joven
le alejó de la familia . Su padre le persiguió durante toda su vida, y Mi-
rabeau al morir pedía que le enterraran cerca de su padre.
El día 10, cuando propuso Sieyes anular todo derecho á los que
no habían concurrido al llamamiento del Tercer Estado , Mirabeau ha-
bló fuerte y firme en apoyo de la proposición , pero aquella noche ,
TOMO I
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

12
68

Versalles
)de
galería
Cla uadro
Pelota
.(Juego
del
Juramento
90 J. MICHELET

viendo el peligro , fué á ver á Necker, su enemigo , queriendo poner


en claro su situación y ofrecer á la realeza el concurso de su poderosa
palabra.
Mal recibido é indignado, formó el propósito de seguir el camino
marcado por Sieyes , entregándose con todas sus fuerzas á la Revolución ,
creyendo poder acelerarla, como antes había creído que poniéndose en-
frente hubiera podido detenerla .
Cualquier otro se hubiera hundido para siempre sin poder volver á
levantarse. Caído una vez más en la impopularidad , volvió á conquistar
sus prestigios , y esto prueba el grandioso poder de la elocuencia en esta
nación, sensible más que ninguna otra al genio de la palabra .
¡Cosa más difícil de sostener que la tesis de Mirabeau! Ante la
multitud conmovida , exaltada , ante un pueblo educado en la grandeza
de la crisis que atravesaba , quería demostrar « que el pueblo no se inte-
resaba en tales discusiones , que solamente pedía no pagar lo que no
podía y soportar pacíficamente su miseria . »
>
adoras , y en
Después de estas palabras bajas , aflictivas , descorazon
tesis general falsas , se atrevía á plantear la cuestión de principio :
<<¿Quién os ha convocado ? El rey ... ¿Vuestros poderes , vuestras actas os
autorizan á declarar la Asamblea constituída solamente por los repre-
sentantes aquí proclamados ?... ¿Y si el rey niega su sanción ?... La con-
secuencia es evidente . ¡ Ocasionaréis motines y carnicerías ; habréis
tenido el execrable honor de encender la guerra civil ! »
Mounier y los imitadores del régimen inglés proponían el siguiente
nombre: Representantes de la mayor parte de la nación en ausencia de
la minoría . Esto dividía á la nación en dos partes , conduciendo al esta-
blecimiento de dos cámaras .

Mirabeau prefería la fórmula : Representantes del pueblo francés .


Esta palabra - decía , -es más elástica y puede expresar mucho ó poco .
Esta fué precisamente la observación que le hicieron dos juristas
eminentes : Target, de París y Thouret, de Rouen . Le preguntaron si
pueblo significaba plebeyos ó el latino populus . El equívoco apareció al
desnudo . El rey , el clero y la nobleza , hubieran sin duda alguna inter-
pretado pueblo, en el sentido de plebe , pueblo inferior , parte pequeña de
la nación .
Muchos no habrían sentido toda la fuerza del equívoco , ni compren-
dieron cuánto terreno haría perder á la Asamblea , si lo aceptaba , hasta
que vieron que Malouet , el amigo de Necker, aceptaba aquella deno-
minación .
El temor que Mirabeau creyó causar hablando del velo real , no hizo
más que indignar á la Asamblea . El jansenista Camus , uno de los más
firmes caracteres de la Asamblea , respondió estas enérgicas palabras :
<« Nosotros somos lo que somos . ¿El veto podrá impedir que la verdad sea
una é inmutable ? ¿La sanción real puede cambiar el orden de las cosas
y. alterar su naturaleza?»
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 91

Mirabeau , irritado por la contradicción y perdiendo toda prudencia ,


llegó á decir: « Creo el veto del rey de tal modo necesario , que si no lo
ejerce preferiré vivir en Constantinopla antes que en Francia ... Sí , lo
declaro ; no conozco nada más terrible que la aristocracia soberana de
seiscientas personas que mañana pudieran declararse inamovibles y pa-
sado mañana hereditarias , y concluyeran como la aristocracia de todos
los países del mundo por invadirlo y acapararlo todo . >>
Así, de dos males , uno posible y otro presente , Mirabeau prefería
el mal presente y cierto . En la hipótesis de que un día esta Asamblea
pudiera querer perpetuarse y convertirse en un tirano hereditario , quería
dar armas al poder tiránico para impedir toda reforma en aquella corte
incorregible que se quería reformar ... ¡ El rey !, ¡ el rey!, ¿por qué abusar
tanto de esta vieja religión ? ¿Quién no sabía que desde Luis XIV el rey
ídolo no existía? La guerra se entablaba entre dos repúblicas: una que
se sentaba en la Asamblea donde estaban los grandes espíritus de la
época , los mejores ciudadanos , Francia misma ; otra la república de los
abusos , que tenía su conciliábulo en casa de Diana de Polignac , en los
viejos gabinetes de Dubois , de la Pompadour y de la Du Barry .
El discurso de Mirabeau fué acogido con un torrente de indigna-
ción , con una tempestad de imprecaciones é insultos . La retórica elo-
cuencia con que combatía lo que nadie había dicho (que la palabra pueblo
fuese vil) , no hizo efecto alguno .
Eran las nueve de la noche . Se terminó la discusión para proceder
á votar. La singular claridad con que el problema de la realeza misma
había sido planteado , hacía temer que la corte hiciera lo único que le
quedaba por hacer para impedir al pueblo que al día siguiente fuese rey ;
disponía de la fuerza bruta, de un ejército cercando á Versalles ; podía
utilizarlo , prender los diputados más significados , disolver los Estados ;
y si París protestaba tumultuosamente , enviar fuerzas y ensangrentar
sus calles ... Este crimen odioso era la última carta que le quedaba , y se
tenía la evidencia de que la jugaría .
En previsión de esto , se quería que la Asamblea quedara constituída
aquella misma noche . Este era el deseo de más de cuatrocientos dipu-
tados ; un centenar se oponía . Esta pequeña minoría impidió durante
toda la noche , con gritos y violencias , que se pudiera hacer la votación
nominal . Ante este triste espectáculo de una mayoría tiranizada, de la
vida de la Asamblea puesta en peligro por la tardanza en constituirse ,
ante la idea de que de un momento á otro la obra de la libertad , la sal-
vación del porvenir , pudiera ser destruída , se exasperó la multitud que
llenaba las tribunas; un hombre se abalanzó sobre Malouet, el agitador
principal de los obstinados alborotadores y le zarandeó por el cuello .
El hombre se escapó . Los gritos continuaron . « En presencia de este
tumulto-dice Bailly, que presidía , -la Asamblea permanece firme y
digna , tan paciente como fuerte , esperando silenciosa que ese grupo
alborotador sea ahogado por sus mismos gritos . » A la una de la madru-
92 J. MICHELET

gada era menor el número de diputados ; se aplazó la votación hasta por


la mañana.
Por la mañana , en el momento de comenzar la votación , recibió el

BAILLY

presidente la noticia de que había sido mandado llamar de la cancillería


para entregarle una carta del rey . Esta carta, en la que se recordaba al
presidente que la Asamblea no podía hacer nada sin el concurso de los
dos órdenes restantes , aportaría un texto concluyente al centenar de la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 93

oposición y daría motivo para largos discursos , inquietando y haciendo


desfallecer á los espíritus débiles .
La Asamblea, con una solemne gravedad , recibió la noticia prohi-

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCIÓN

La reina prendiendo fuego á la Asamblea. (Caricatura


publicada por los realistas)

biendo á su presidente abandonar la sala hasta el fin de la sesión . Que-


ría votar y votó .
Las diversas proposiciones podían reducirse á tres, ó mejor dicho ,
a
á dos : 1. La de Sieyes : Asamblea nacional. 2. La de Mounier : Asam-
blea de representantes de la mayoría de la nación en ausencia de la
menor parle. La fórmula equívoca de Mirabeau estaba comprendida en
la de Mounier, pudiendo incluirse la palabra pueblo en un sentido am-
plio , como la mayor parte de la nación.
94 J. MICHELET

La proposición Mounier tenía la ventaja aparente de estar expre-


sado su sentido en la letra con una exactitud justa , aritmética , encu-
briendo un fondo absolutamente contrario á la justicia . Colocaba si-
métricamente en un mismo nivel valores enormemente distintos . La
Asamblea representaba á la nación menos los privilegiados ; esto es, 96 ó
98 centésimas partes , contra 4 centésimas , según Sieyes , y 2 centé-
simas , según el mismo Necker . ¿Por qué dar á estas 2 ó 4 centésimas
tan enorme importancia? No era seguramente porque conservaran fuerza
moral , de la que carecían totalmente ; era, en realidad , porque toda la
gran propiedad del reino , los dos tercios de la tierra , había ido á parar á
sus manos . Mounier era el abogado de la propiedad contra la población ,
de la tierra contra el hombre . Punto de vista feudal, inglés y materia-
lista; Sieyes había dado la fórmula francesa .
Con la aritmética de Mounier, su justicia era injusta , y con el equí-
voco de Mirabeau , la nación sólo era una clase, y la gran propiedad , la
tierra , constituía otra clase enfrente de la nación . Así permanecíamos
en la injusticia antigua ; la Edad Media continuaba el sistema bárbaro
en que la gleba era todo y el hombre nada ; en que la tierra , el establo ,
el polvo eran superiores al espíritu .
La proposición de Sieyes obtuvo cerca de quinientos votos , no lle-
gando á un centenar los que votaron en contra . Entonces fué procla-
mada la Asamblea nacional . Muchos gritaron : «Viva el rey . »
Dos interrupciones sobrevinieron entonces , intentando detener la
organización de la Asamblea: una de la nobleza , enviada con un pre-
texto; otra de algunos diputados que ante todo querían se nombrara un
presidente y una mesa organizada . La Asamblea no les atendió y pro-
cedió á la solemnidad del juramento . Ante una multitud conmovida de
cuatro mil espectadores , los seiscientos diputados la mano en alto , en
medio de un silencio profundo , fijos los ojos en la venerable figura del
presidente , escucharon la fórmula del juramento y gritaron : « ¡ Lo jura-
mos ! » Un sentimiento poderoso de respeto y religión llenaba todos los
corazones .
La Asamblea estaba fundada , vivía ; le faltaba la fuerza , la certi–
dumbre de vivir . Y adquirió esta condición necesaria abrogándose el
derecho de imponer, declarando que el impuesto , ilegal hasta entonces,
sería cobrado provisionalmente « hasta el día de la disolución de la pre-
sente Asamblea . » Esto era , en un sólo golpe , condenar todo el pasado y
apoderarse del porvenir.
En seguida abordó otra cuestión trascendental de honor , la deuda ,
y la amparó con su garantía .
Todos estos actos reales se consignaban en lenguaje real , con las
mismas fórmulas que sólo el rey había empleado hasta entonces : « La
Asamblea entiende y decreta ...»
Finalmente se preocupó de la carestía de las subsistencias . Habiendo
fracasado el poder administrativo , el legislativo , única autoridad respe-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 95

tada entonces , estaba obligado á intervenir. Acordó pedir para la comi-


sión nombrada lo mismo que el rey había ofrecido expontáneamente á la
diputación del clero, una porción de datos que aclaraban el asunto . Pero
el rey no quiso acceder á la petición .
El más sorprendido de todos fué Necher ; creía inocentemente con-
ducir al mundo á su antojo y el mundo se le venía encima . Había
mirado siempre á la joven Asamblea como hija ó pupila suya ; había ase-
gurado al rey que sería aquélla dócil y prudente , y he aquí que inespe-
radamente , sin consultar al tutor , marchaba sola, avanzaba , destruía
todos los obstáculos añejos ... En su estupefacción inmóvil , Necker reci-
bió dos consejos , de un realista y de un republicano , y ambos eran
idénticos . Era el realista el intendente Bertrand de Molleville , empleado
del antiguo régimen , hombre apasionado y violento; el republicano era
Durovray, uno de los demócratas que el rey había hecho desterrar de
Ginebra en 1782 .
Conviene saber quién era este extranjero que , en una crisis tan
grave , se interesaba tanto por Francia y se atrevía á dar consejos . Du-
rovray, establecido en Inglaterra , pensionado por los ingleses , se había
hecho inglés de corazón y de ideas y vivía en Francia como jefe de emi-
grados . En aquel tiempo formaba parte de un comité ginebrino, que
desgraciadamente para nosotros rodeaba á Mirabeau . Inglaterra parecía
inspirar al órgano principal de la libertad francesa . Poco favorable á
los ingleses hasta entonces , el gran orador se había dejado dominar por
aquellos republicanos , que á sí mismos se llamaban mártires de la liber-
tad . Los Durovray, los Dumond y otras medianías infatigables , estaban
siempre á su lado , siendo acicates de su pereza . Estaba ya enfermo y
hacía cuanto podía para agravarse . Sus noches crapulosas acababan con
sus días ; por la mañana llegaba á la Asamblea , y al reconcentrar su
pensamiento , pensaba en inglés , influído por los ginebrinos . Tal era su
facilidad de asimilación y de improvisación , que en la tribuna misma su
palabra admirable no era muchas veces más que una traducción ó am-
pliación de las notas que los ginebrinos hacían entregarle á cada momento .
Durovray , que tenía ya anteriormente relaciones con Necker , se
convirtió en aquellas graves circuntancias en su consejero oficioso .
Quería Durovray, como Bertrand de Molleville , que el rey anulara
el decreto de la Asamblea dándose el título de Asamblea nacional, orde-
nara la reunión de los tres órdenes y, declarándose legislador provi-
sional de Francia , hiciera por la autoridad real lo que el Tercer Es-
tado había hecho sin ella . Bertrand creía con razón que después de este
golpe había que disolver la Asamblea . Durovray entendía que la Asam-
blea , fustigada y humillada por la autoridad real , aceptaría tranquila-
mente el papel de máquina para hacer leyes .
En la noche del 17 , los jefes del clero , el cardenal de Larochefou-
cauld y el arzobispo de París , acudieron á Marly á implorar al rey y á
la reina . El 19 hubo inútiles discusiones en la cámara de la nobleza ; el
96 J. MICHELET

duque de Orleans proponía unirse al Tercer Estado , y Montesquieu pe-


día la unión con el clero . Aquel mismo día los curas habían convenido
unirse á la Asamblea , llevando la mayoría de su orden y dividiendo éste
en dos . Aquella noche el cardenal y el arzobispo volvieron á Marly y,
arrojándose á las plantas del rey, exclamaron: «La religión perece . » Más
tarde llegaron algunos que habían asistido á la sesión de la Asamblea:
<
« La monarquía está perdida si no disuelve los Estados » , dijeron .
Resolución peligrosa , ya imposible de adoptar . La tempestad au-
menta de hora en hora . París y Versalles se agitan . Necker había con-
vencido á dos ó tres de los ministros , al rey mismo , de que su proyecto
era el único medio de salvación .
En la noche del viernes 19 , se celebró un Consejo definitivo , se
volvió á leer dicho proyecto y quedó aprobado : « Cerrábamos ya las car-
teras- dice Necker, cuando rápidamente entró un oficial de servicio .
Habló quedamente al oído á su majestad, y éste se levantó ordenando á
sus ministros que volvieran á tomar asiento . » M. de Montmorín , que es-
taba á mi lado , me dijo : « Trabajo perdido ; sólo la reina ha podido atre-
verse á interrumpir el Consejo de Estado . »
Cambió el aspecto de las cosas , y bien había podido ser previsto ,
porque no para otra cosa , sin duda alguna , se habían llevado el rey á
Marly, lejos de Versalles y del pueblo , solo con la reina , precisamente
cuando por el dolor común de la muerte de su hijo el rey era más tierno
y débil para con ella... Buena ocasión , bien utilizada por los prelados
para sus sugestiones . ¿La muerte del delfín no era un severo aviso de la
Providencia por prestarse el rey á las peligrosas innovaciones de un mi-
nistro protestante?
El rey, vacilante todavía , pero casi convencido ya , se contentó con
ordenar, para impedir al clero reunirse con el Tercer Estado , que la sala
donde se celebraban las sesiones fuese cerrada al día siguiente (sábado
20 Junio) , con el pretexto de hacer los preparativos necesarios para una
sesión real que se celebraría el lunes .
Esto acordado por la noche , no se supo en Versalles hasta las seis
de la mañana . El presidente de la Asamblea supo , por casualidad , que
esta no podría reunirse . Eran más de las siete cuando recibió una carta ,
no del rey (el rey acostumbraba á escribir de su puño y letra al presi-
dente del Parlamento) , sino del joven Brézé , maestro de ceremonias .
Este aviso no debía haber sido dado á M. Bailly en su casa , sino al pre-
sidente en la Asamblea . Bailly no podía ocupar su puesto . A la hora
señalada , la víspera para comenzar la sesión , á las ocho de la mañana , se
reunió con muchos diputados á la puerta de la sala . Detenido por un
centinela , protestó y allí mismo declaró la sesión abierta . Muchos dipu-
tados quisieron forzar la puerta . El oficial de guardia mandó tomar las
armas á sus soldados , advirtiendo á Bailly que su consigna era la de no
tener presente la inviolabilidad de los diputados .
He aquí á nuestros nuevos reyes puestos de patitas en la calle ,
⚫ HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 97

como escolares indóciles , y helos formando grupos con el pueblo en la


avenida de París . Todos convinieron en la necesidad de celebrar sesión .
Unos gritaban : ¡ A la plaza de Armas ! Otros : ¡ A Marly! Y los más : ¡ A

Bailly juró el primero. (Pág. 99)

París ! Esto último hubiera sido una resolución extrema ; era encender
la mecha y arrojarla sobre la pólvora...
El diputado Guillotin aconsejó algo menos peligroso ; dirigirse al
Viejo Versalles y establecer la Asamblea en el Juego de Pelota ... Lugar
triste , frío , desamueblado y pobre ... Mejor que mejor . La Asamblea era
pobre, y más que en ningún otro día , en aquél representaba al pueblo .
ΤΟΜΟ Ι 13
98 J. MICHELET

Allí permaneció todo el día , teniendo apenas un banco de pino ... Y este
fué el refugio de la nueva religión , su establo de Belén .
Uno de aquellos sacerdotes intrépidos que habían decidido la reunión
del clero al Tercer Estado , el ilustre Grégoire , mucho tiempo después ,
cuando el Imperio había destruído tan cruelmente la obra de la Revolu-
ción , su madre , iba con frecuencia á Versalles á ver la ruinas de Port-
Royal . Un día entró en el Juego de Pelota ... Aquél arruinado , éste
abandonado... Lágrimas dolorosas salieron de este hombre tan firme que
no había llorado jamás ... ¡ Dos religiones perdidas es demasiado para
un corazón humano!
En 1846 he ido yo también á ver de nuevo aquel testigo de la
libertad ; aquel lugar donde el eco repetía su primera palabra ... Pero ,
¿qué podíamos decirle? ¿qué noticias darle del mundo que engendró? ...
¡ Ah!, el tiempo ha marchado aceleradamente , las generaciones se han
sucedido, pero la obra ha avanzado poco... Cuando pisé aquel suelo
venerable , honda pena llenó mi corazón , pensando lo que somos , lo poco
que hemos hecho . Lleno de indignación , salí de aquel lugar sagrado .
CAPITULO IV

Juramento del Juego de Pelota

Juramento del Juego de Pelota, 20 de Junio 1789. -La Asamblea errante.-Golpe de Estado; pro-
yecto de Necker; Declaración del rey, 23 de Junio de 1789; la Asamblea se niega á separarse.
-El rey ruega á Necker se aleje, pero no revoca su declaración.

Helos reunidos en el Juego de Pelota , á pesar del rey ... Pero , ¿qué
quieren hacer?
No olvidemos que en aquella época la Asamblea era enteramente
realista , sin exceptuar uno sólo de sus miembros .
No olvidemos que el día 17 , cuando se consagró con el título de
Asamblea Nacional , gritó : « ¡ Viva el rey! » Y cuando se abrogó el de-
recho de fijar el impuesto , declarando ilegal el cobrado hasta entonces ,
muchos que habían combatido la proposición abandonaron la sala para
no autorizar con su presencia aquel atentado á la autoridad real (1) .
El rey, vieja sombra , superstición antigua , tan poderosa en la sala
de los Estados generales , se esfumó , desapareció en el Juego de Pelota .
El miserable recinto de construcción moderna , desnudo , desamueblado ,
no tenía un sólo rincón donde pudieran refugiarse las leyendas del pa-
sado . Reinaban allí el espíritu puro , la razón , la justicia , rey del por-
venir.
Aquel día no hubo oposiciones ; la Asamblea fué un sólo pensa-
miento y un corazón sólo . Precisamente fué uno de los moderados, Mou-
nier de Grenoble , quien presentó á la Asamblea una proposición de la
-
declaración célebre: «Que en cualquier lugar que se viera obligada á
reunirse , era siempre la Asamblea nacional; que nada podria impe-
dirla continuar sus deliberaciones; que hasta la conclusión y afianza-
miento de la constitución , juraba no separarse jamás . »
Bailly juró el primero y pronunció el juramento , tan claramente ,
(1) La Asamblea no iba más lejos . Rechazó la moción atrevida y verdadera de Chapelier,
que tenía el defecto de decir muy claramente lo que todos pensaban. Propuso se acordara un
mensaje «para advertir á su majestad que los enemigos de la patria obsesionaban al Trono y
que sus consejos no tenían otro fin que colocar al monarca al frente de un partido . »
100 J. MICHELET

tan alto , que la multitud que se agolpaba fuera lo oyó y ebria de entu-
siasmo aplaudió largo rato ... Algunos vivas al rey se mezclaron á los
vivas á la Asamblea y al pueblo ... Aquel era el grito de la vieja Francia

PITT

en sus emociones , y todavía se unía á los nuevos entusiasmos , precisa-


mente ante el juramento de la resistencia .
En 1792 , Mounier , emigrado , solo en extranjera tierra , se pregun-
taba si su proposición del 20 de Junio estaba fundamentada en derecho ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 101

si su lealtad de realista y su deber de ciudadano estaban de acuerdo ... Y


allí mismo , con todos los prejuicios del odio y del destierro , se responde :
«¡Sí !, el juramento fué justo ; la disolución se hubiese verificado si el

ROHUEN

juramento no lo hubiera evitado ; la corte , libre de los Estados generales ,


no los hubiera convocado jamás y hubiera sido necesario renunciar á la
constitución reclamada unánimemente por todos los votos escritos de
Francia ...» He aquí lo que un realista , el moderado de los moderados ,
102 J. MICHELET

jurista habituado á encontrar decisiones morales en los textos positivos ,


dijo sobre el acto primordial de nuestra Revolución .
Entretanto, ¿qué hacían en Marly? El sábado y el domingo Necker
llegó á las manos con los parlamentarios , á quienes el rey lo había entre-
gado y quienes con la sangre fría que muchas veces tienen los locos ,
discutían su proyecto y lo desaprobaban , prefiriendo un golpe de Estado
brutal á lo Luis XV, un sencillo decreto del rey , como los que tantas
veces habían acabado con la vida de los parlamentos . Las discusiones
duraron toda la noche . De madrugada se anunció al presidente de la
Asamblea que la sesión real no se celebraría aquella mañana , habiendo
sido aplazada hasta el martes .
La nobleza , en gran número y muy alborotada , fué el domingo á
Marly . Sin rodeos declaró ante el rey que se trataba de hundir al trono
más que de ella misma . La corte estaba animada por una audacia caba-
lleresca ; los militares no esperaban más que una señal para sacar sus
espadas contra los hombres de pluma . El conde de Artois , ebrio de in-
solencia entre aquellos bravos , envió á decir al Juego de Pelota que
nadie entrase allí al día siguiente , porque iba á ir él á jugar una par-
tida .
La Asamblea se encontró en la mañana del lunes en las calles de
Versalles , errabunda , sin hogar . Motivo de gozo para la corte . El dueño
de la sala tiene miedo . La Asamblea se reune á la puerta de los Reco-
letos ; llama y quiere entrar , pero los frailes no se atreven á com-
prometerse... ¿Quiénes son estos vagabundos , esta peligrosa partida
ante la cual todas las puertas se cierran? ... Apenas nadie; la nación
misma.
¿Y por qué no deliberar bajo el cielo ? ¿Cuál sería lugar más noble
para una Asamblea popular?... Aquel mismo día la mayoría del clero
iba á tomar asiento en las Comunnes . ¿Dónde recibirlos ? Afortunada-
mente los ciento treinta y cuatro sacerdotes , con algunos prelados al
frente , se habían reunido aquella mañana en la iglesia de San Luis . La
Asamblea entró en la nave y los eclesiásticos , reunidos en el coro ,
salieron para tomar puesto en su seno . ¡ Hermoso momento de sincera
alegría ! « El templo de la religión- dice un orador conmovido - se con-
vierte en templo de la patria . »
Aquel mismo día , lunes 22 , Necker luchaba todavía en vano . Su
proyecto , funesto para la libertad porque conservaba una sombra de
moderación , fué sustituído por otro más franco , más propio para poner
las cosas en su punto . Necker no era más que un mediador culpable
entre el bien y el mal , guardador de un raro equilibrio entre lo justo y
lo injusto , cortesano á la vez del pueblo y de los enemigos del pueblo.
En el último Consejo celebrado el lunes en Versalles fueron lla-
mados á consulta los grandes personajes de la corte , quienes prestaron
á la libertad el grandísimo servicio de descartar al equívoco interme-
diario que impedía á la razón y al absurdo ponerse frente á frente .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 103

Antes de continuar conviene que examinemos los dos proyectos :


el de Necker y el de la corte .

PROYECTO DE NECKER

En su libro de 1796 , escrito en plena reacción , Necker nos demues-


tra confidencialmente que su proyecto era atrevido , muy atrevido ... en
favor de los privilegiados . « El defecto de mi proyecto es precisamente
su gran atrevimiento; arriesgaba en él todo lo que podía arriesgar...
Explicáos ... Lo haré , debo hacerlo . »
Esta apología la dirige Necker á los emigrados . ¡ Vana empresa!
¿Cómo le perdonarán jamás haber llamado al pueblo á la vida política ,
haciendo cinco millones de electores?
1. Las reformas necesarias , indefectibles , que la corte había recha-
zado tanto tiempo y que ahora aceptaba por fuerza, serían promulgadas
por el rey . Necker, que había aprendido á costa suya que el rey era para
la reina y la corte un juguete , una simple figura decorativa y nada más ,
se prestaba á continuar la triste comedia .
2. Nada de unidad legislativa; cuando menos se establecerían dos
cámaras . Esto era un consejo tímido á Francia para que imitara el ré-
gimen inglés . Tenía , en efecto, dos ventajas : fortificar á los privile–
giados reuniendo el clero y la nobleza en una alta cámara , y además
facilitar al rey medios para eximirse de responsabilidades y burlar al
pueblo , impidiendo su regeneración por medio de la alta cámara en lu-
gar de impedirlo él personalmente ; esto es , tener dos vetos en lugar de
uno .
3.º El rey permitiría á los tres órdenes deliberar juntos sobre los
asuntos generales; pero en cuanto á los privilegios de distinción per-
sonal , de honor, y en cuanto á los derechos sobre los siervos , no se tole-
raría ninguna discusión común... Y esto es precisamente lo que Francia
creía el asunto general por excelencia .
4. Estos Estados , tanto reunidos como separados en tres órdenes ,
activos ó inmóviles por su triple movimiento, quedaban balanceados ,
compensados , neutralizados por los Estados provinciales que Necker
quería crear , aumentando la división cuando Francia aspiraba á la
unidad.
5. ° Concede todo esto , pero al instante lo retira ... Nadie verá fun-
cionar la hermosa máquina legislativa ; el espectáculo está prohibido , se
desarrollará á puerta cerrada. No se tolerará publicidad de las sesiones.
Así las leyes se harían en las tinieblas , como pudiera fraguarse un com-
plot contra la ley.
6. ¡La ley! ¿qué significa esta palabra sin libertad personal? ¿quién
puede obrar , elegir , votar libremente , cuando nadie está seguro de
dormir en su casa? No asegura Necker todavía esta primera condición
de la vida social anterior , indispensable á la acción política . El rey
invitará á la Asamblea á buscar medios que puedan permitir la supre-
104 J. MICHELET

sión de los mandatos de prisión ... Entre tanto guarda en la Bastilla á


los encarcelados arbitrariamente , á los prisioneros de Estado .
He aquí la última concesión que en su más propicio momento ,
apoyada por un ministro popular , puede hacer la realeza . Pero no puede
todavía llegar á tanto . El rey nominal promete ; el verdadero rey , que
es la corte , se burla de la promesa ... ¡Que mueran confundidos en su
pecado !

DECLARACIÓN DEL REY (23 DE JUNIO DE 1789 )

El plan de la corte es más claro que el bastardo plan de Necker . Al


menos así parece . Todo lo malo del plan de Necker ha sido conservado
y aumentado .
Este acto, que se puede llamar el testamento del despotismo , se
divide en dos partes : 1. La prohibición de las garantías bajo este título :
Declaración concerniente á la presente reunión de los Estados ; 2.ª Las
reformas , las concesiones , las mercedes , como ellos dicen . Declara-
ción de las intenciones del rey, de sus deseos para las contingencias
futuras . El mal es seguro y el bien sólo fortuito . Veamos el detalle :
#
I. El rey anula la voluntad de cinco millones de electores , decla-
rando que sus peticiones no son más que informes , datos .
El rey anula los acuerdos de los diputados del Tercer Estado , de-
clarándolos « nulos , ilegales y anticonstitucionales . »
El rey quiere que los órdenes permanezcan divididos , que uno sólo
pueda anular á los otros (que dos centésimas de la nación pesen tanto
como la nación entera) .
Si quieren reunirse lo permite por esta vez solamente, y solamente
todavía para los negocios generales , en los que no están comprendidos
ni los derechos de los tres órdenes , ni la constitución de los próximos
Estados , ni las propiedades feudales y señoriales , ni los privilegios de
dinero ú honor... Así, todo el antiguo régimen queda exceptuado , indis-
cutible , irreformable ...
Todo esto es el pensamiento de la corte . Según las apariencias , he
aquí el artículo del rey, el que abrigaba en su corazón y escribió él
mismo : « El orden del clero tendrá un veto especial (contra la nobleza y
el Tercer Estado) para todo lo referente á la religión , la disciplina y el
régimen de las órdenes seculares y regulares . » Así de ningún modo
había que esperar ninguna reforma . El clero quería mantener todos
aquellos conceptos cada día más odiosos y más inútiles ... La nobleza se
puso furiosa . Perdía una de sus más alegres esperanzas ; tarde ó tem-
prano confiaba en apoderarse de los bienes del clero ; era una presa que
le pertenecía; cuando menos , confiaba en que si el rey y el pueblo la
obligaban á hacer algunos sacrificios , el mismo rey haría generosamen-
te el sacrificio del clero .
Veto sobre veto ... ¿Para qué? He aquí un lujo de precauciones para
hacer imposible todo resultado . En las deliberaciones comunes de los tres
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 105

órdenes bastaba que dos terceras partes de uno sólo reclamaran contra
la deliberación para que el asunto quedara en suspenso y sometido á la

ROBESPIERRE

decisión del rey . Además , tomado un acuerdo , bastaba que cien miem-
bros reclamasen para que el acuerdo fuera nulo ... Es decir, que las pa-
labras asamblea , discusión , deliberación , votaciones y acuerdo , no eran
TOMÓ I 14
106 J. MICHELET

más que una mixtificación , una farsa ... ¿pero quién la representará sin
reir?...
II. He aquí las concesiones : Publicidad de las cuentas de la Hacienda ,
votación del impuesto , determinación de los gastos , para los cuales los
Estados indicarán los medios y su majestad «los adoptará , si están con-
formes con la dignidad real y la celeridad del servicio público . » .
Segunda concesión : El rey sancionará la igualdad del impuesto
cuando el clero y la nobleza quieran renunciar á sus privilegios pecu-
niarios.
Tercera concesión: Las propiedades serán respetadas , especialmente
los diezmos, derechos y deberes feudales .
Cuarta concesión : ¿Libertad individual? No. El rey invita á los Es-
tados á buscar y proponerle medios para conciliar la abolición de las
órdenes de prisión arbitrarias con las precauciones necesarias para am-
parar el honor de las familias ó reprimir los comienzos de sedición , etc.
Quinta concesión : ¿Libertad de la prensa? No. Los Estados buscarán
el medio de conciliar la libertad de la prensa con el respeto debido á la
religión , á las costumbres y al honor de los ciudadanos .
Sexta concesión : ¿Admisión de todas las clases á los empleos pú-
blicos? No. Prohibida expresamente en el ejército . El rey declara del
modo más terminante que quiere conservar íntegra , sin la menor modi-
ficación , la institución armada. Es decir, que el que no sea noble no
llegará jamás á tener grados militares, etc. Así, el imbécil legislador
entrega las cosas á la violencia , á la fuerza , á la espada . Y precisamente
elige este momento para tomar la suya ... Que llame entre tanto más y
más soldados , que rodee de ellos la Asamblea , que los lance contra
París ... Son otros tantos defensores más que da á la Revolución .
La víspera del gran día , á media noche , tres diputados nobles ,
M. M. d'Aiquillon , de Menou y de Montmorency, fueron á enterar al
presidente del resultado del consejo celebrado aquella misma noche en
Versalles: « Necker no apoyará un proyecto contrario al suyo , no irá á la
sesión , y sin duda alguna se dispone á marchar. » La sesión se abre á las
diez . Bailly dice á algunos diputados , y estos lo propalan , el gran se-
creto . La opinión se hubiera dividido y llamado á engaño , si hubiese
visto al ministro popular sentarse al lado del rey; pero ausente Necker,
el rey quedó descubierto frente á frente ya de la opinión . La corte con-
fiaba dar el preparado golpe de mano al abrigo de Necker y á costa de
su popularidad y prestigio; jamás le ha perdonado que no tolerase le
deshonrara y abusase de él .
La prueba de que todo había sido descubierto está en que á la
salida del rey del castillo la multitud lo acogió con un silencio frío y
adverso . El negocio había fracasado ; la gran escena preparada con tanta
habilidad no causaría efecto .
El miserable espíritu de insolencia que inspiraba á la corte , había
ideado que entraran en la sala por la puerta grande los dos órdenes pri-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 107

vilegiados y que el Tercer Estado entrara después por una puerta tra-
sera, quedando bajo un cobertizo la mitad á la intemperie y á la lluvia .
Así, humillado y mojado , estaría con la cabeza baja para recibir la
lección que se le preparaba .
La puerta cerrada ; nadie para introducir al Tercer Estado . - Mira-
beau al presidente : « ¡ Señor , conducid la nación delante del rey ! » - El
presidente llama á la puerta . Los guardias de corps responden . - El pre-
sidente: « Señores , ¿dónde está el maestro de ceremonias?» -Los guar-
dias de corps : « No sabemos nada . »-Los diputados : «Pues bien , enton-
ces entraremos . » - Al fin el presidente hace venir al capitán de la guardia
y éste marcha á buscar á Brèzé .
Los diputados entran en fila y encuentran en la sala al clero y á la
nobleza que, ya sentados , parecen esperarlos como jueces ... El resto de
la sala está vacío . Nada más triste que aquel salón inmenso de donde el
pueblo había sido desterrado .
El rey leyó con su sencillez ordinaria la arenga que le habían com-
puesto , resultando raras en sus labios aquellas palabras despóticas .
Sentía y comprendía poco aquel espíritu la violencia provocativa, y por
eso estaba sorprendido del aspecto que la Asamblea provocaba . Los
nobles aplaudieron el artículo que consagraba los derechos feudales , y
con voces claras y altas dijeron: « ¡ Esa es la paz !>>
El rey, después de un momento de silencio y extrañeza, concluyó
con palabras intolerables que arrojaban el guante á la Asamblea y eran
el principio de la guerra : « Si me abandonáis en esta hermosa empresa ,
yo solo haré el bien de mis pueblos y solo yo me consideraré como su
verdadero representante .
Y finalmente: « Os ordeno , señores , separaros en seguida y reuni-
ros mañana en las cámaras afectas à vuestro orden para reanudar
vuestras sesiones . >>
Salió el rey; siguiéronle el clero y la nobleza . El Tercer Estado
quedó allí reunido , tranquilo , en silencio ( 1 ) .
El maestro de ceremonias entró entonces y en voz baja dijo al pre-
sidente : « Señor , ¿habéis oído la orden del rey?» - El presidente respon-
dió: « La Asamblea se ha reunido después de la sesión real ; no puedo
disolverla sin que haya deliberado . Y volviéndose á los compañeros que
le rodeaban, exclamó: « Me parece que la nación reunida en Asamblea
no puede recibir órdenes . >>
Mirabeau interpretó estas palabras admirablemente ; dirigiéndose al
maestro de ceremonias , con su voz fuerte , imponente y de una majestad
terrible , lanzó estas admirables palabras : « Conocemos las intenciones
que han sido sugeridas al rey; y vos , señor , que no sabríais ser su ór-

(1) No hubo excitación ni consternación , como dice Dumont erróneamente. Los radicales ,
como Gregoire (Memorias, I, 381), los moderados como Malouet, estaban perfectamente de
acuerdo. Con este motivo Malouet ha dicho estas hermosas y sencillas palabras: «No podíamos
tomar otro camino ... Debíamos à Francia una constitución .» (Malouet. Explicaciones à sus
comitentes).
108 J. MICHELET

gano ante la Asamblea , vos que no tenéis aquí ni puesto , ni voto , ni


derecho de hablar, no tenéis para qué recordarnos su discurso ... Id á
decir á quienes os han enviado que estamos aquí por la voluntad del

VOLTAIRE.-(Último retrato)

pueblo y que no se nos arrojará de este sitio sino por la fuerza de las
bayonetas ( 1 ) .
Brèzé quedó desconcertado , aterrado; sintió el poder de la nueva
realeza , y recordando lo que la etiqueta prescribía para la antigua , salió
de la Asamblea andando de espaldas , retrocediendo como se hacía de-
lante del rey (2 ).
La corte había imaginado otro medio de expulsar á las comunnes ,
medio brutal , empleado otras veces con éxito en los Estados generales .
Consistía sencillamente en hacer desamueblar la sala y deshacer el anfi-.
teatro y el estrado del rey . Entraron , en efecto, los obreros ; pero á una
(1 ) Esta versión es la verdadera. Mirabeau era realista; no hubiera dicho jamás: Id & decir
á vuestro dueño, ni las otras palabras que se han supuesto.
(2) Relatado por M. Frochot, testigo ocular, al hijo de Mirabeau .. Memorias VI, 39. La fa-
milía Brèzé ha querido negar algunos detalles de esta escena tan conocida, cuarenta y cuatro
años después del suceso.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 109

palabra del presidente se detuvieron , soltaron sus herramientas , contem-


plaron con admiración la majestuosa calma de la Asamblea y se convir-
tieron en espectadores atentos y respetuosos .

BARNAVE

Un diputado propone discutir al día siguiente las resoluciones del


rey . No fué oído . Camus demuestra vigorosamente y hace declarar que
la sesión real no era más que un acto ministerial y que la Asamblea
persistía en todos sus anteriores acuerdos .
110 J. MICHELET

El joven Barnave : « Habéis declarado lo que sois ; no tenéis necesidad


de sanción . >>
El bretón Grezen : « ¡ Cómo ! El soberano habla como dueño , cuando
debería consultar . >
»
Pétion , Buzot , Garat y Gregoire hablaron tan vigorosamente como
los anteriores . Y Sieyes , con sencillez : «Señores , sois hoy lo que ayer
erais . >>>
La Asamblea declara en seguida , por la proposición de Mirabeau ,
que sus miembros eran inviolables y que cualquiera que pusiera la
mano sobre un diputado era infame y merecedor de la muerte .
Este decreto no fué inútil . Los guardias de corps habían formado
en línea delante de la sala .
Se suponía que sesenta diputados serían hechos prisioneros durante
la noche . La nobleza , con su presidente á la cabeza , fué á dar las gracias
á su salvador el conde de Artois , buena persona que más tarde fué pru-
dente y se guardó bien de permanecer en su casa . Muchos fueron á ver
á la reina triunfante , regocijada , que dando la mano á su hija que tenía
en brazos al delfín , les dijo : « A la nobleza lo confío . >>
El rey no participaba de esta alegría . El silencio del pueblo , tan
nuevo é inesperado para él, le había turbado y preocupado . Cuando
llegó Brèzé á decirle que los diputados del Tercer Estado continuaban
reunidos en sesión y le pidió sus órdenes , paseó durante algunos mi-
nutos , y con el tono de voz del hombre agobiado , dijo luego : « Pues bien ,
que los dejen . >>>
El rey habló sabiamente . Todo lo temía . Un paso más y París mar-
charía contra Versalles . Ya Versalles estaba alborotado . A cinco millas
de la población , seis mil hombres llegan al castillo . Le reina ve con
terror aquella extraña corte completamente nueva que invade los jar-
dines , las terrazas y llega á las habitaciones . Ruega , suplica al rey que
deshaga lo hecho , que vuelva á llamar á Necker ... No tenía que venir
de lejos ; estaba cerca , aguardando convencido , como siempre , que nada
podría hacerse sin él . Luis XVI le dijo bonachonamente : «Yo no he
hecho en balde mi Declaración ; no la retiro . »>>
Necker no puso ninguna condición . Satisfecha su vanidad , ebrio de
oir gritar¡ Necker!, no tuvo ningún otro pensamiento .
Salió esponjado de alegría á la gran galería del castillo , y para
convencer bien á la multitud pasó á través de ella ... Dos locos se pusie-
ron ante él de rodillas y le besaron las manos . El , turbado , conmovido :
« Sí, hijos míos ; sí, hijos míos , me quedo , estad seguros ...» Y llorando
como un niño entró en su gabinete .
Pobre instrumento de la corte , quedaba allí sin exigir nada ; que-
daba para cubrir la intriga con su nombre , servir de tapadera , asegurar
la corte contra el pueblo ; devolvió el valor á los brazos que se escondían
ante la multitud y les dió tiempo para llamar á los tropas .
10
CAPITULO V

Movimiento de Paris

Asamblea de los electores , 25 de Junio.-Movimiento de guardias franceses.- Agitación del Palais-


Royal. -Intrigas del partido de Orleans. - El rey crdena la reunión de los órdenes, 27 de Ju-
nio.-El pueblo liberta á los guardias franceses, 30 de Junio.-La corte prepara la guerra.-
París pide ser armado.- Caída de Necker, 11 de Julio de 1789.

La situación era extraña , visiblemente provisional .


La Asamblea no había obedecido . El rey nada había revocado .
El rey había vuelto á llamar á Necker, pero tenía á la Asamblea

como prisionera en medio de tropas ; había logrado que el público no


pudiera asistir á las sesiones ; la puerta grande permanecía cerrada y los
diputados entraban por la puerta posterior y discutían sin auditorio.
La Asamblea reclamó débilmente . La resistencia del día 23 parecía
haber agotado sus energías .
París no se abate del mismo modo .
No se resigna ver sus diputados haciendo leyes , prisioneros .
El 24 la agitación fué terrible .
El 25 estalla de tres modos á la vez : por la multitud , por los elec-
tores y por los soldados .
El trono de la Revblución se establece en París .
Los electores habían acordado reunirse después de las elecciones
para completar sus instrucciones á los diputados que habían elegido .
Aunque el ministerio les negó permiso para reunirse , el golpe de Es-
tado del 23 les animó ; dieron también su golpe de Estado y se reunie-
ron el día 25 en la calle Dauphine . Una miserable sala de una fonda ,
ocupada en aquel momento por una boda que dejó su puesto , sirvió para
reunirse la Asamblea de electores de París . Este fué su Juego de
Pelota.
Allí , París , por su órgano electoral , se comprometió á sostener la
Asamblea nacional .
112 J. MICHELET

Uno de los electores , Thuriot , propuso trasladarse al Hotel-de-Ville


á la gran sala de San Juan .
Estos electores eran en su mayor parte ricos y burgueses notables ;
la aristocracia también era allí numerosa . Pero entre ellos había muchos
exaltados . Dos , sobre todo , eran ardientes revolucionarios , con una sin-
gular tendencia al misticismo : uno , el abate Fauchet , elocuente é intré–
pido ; el otro su amigo Bonneville (el traductor de Shakspeare) . En el
siglo XIII ambos hubieran sido quemados por heréticos seguramente .
En el XVIII tomaron , antes que nadie , la iniciativa de la resistencia ,
que no hubiera podido esperarse sin ellos de la Asamblea burguesa de
los electores (1 ) . Bonneville el 6 de Junio propuso que el pueblo de París
fuera armado y fué el primero en gritar: «¡A las armas! » (2) .
Fauchet, Bonneville , Bertolio y Carra , un violento periodista , pre-
sentaron proposiciones que ya hubieran debido haberse hecho en la
a a
Asamblea nacional : 1. La guardia burguesa . 2. La organización próxi-
a
ma de una verdadera comunne electiva y anual . 3. Un mensaje al rey
pidiendo el alejamiento de las tropas y la libertad de la Asamblea , revo-
cando el golpe de Estado del día 23 (3 ) .
El mismo día de la primera reunión de los electores , como si el
grito ¡ á las armas ! hubiera repercutido en todas partes , los soldados de
las guardias francesas , retenidos durante muchos días , forzaron la con-
signa, se pasearon por París y fraternizaron con el pueblo del Palais-
Royal . Desde hacía mucho tiempo se organizaban entre ellos sociedades
secretas y juraban no obedecer á ningún orden que fuese enemigo de los
de la Asamblea . El acto del día 23 , en el que el rey declaró de la manera
más terminante que no cambiaría jamás la constitución del ejército , es
decir , que la nobleza tendría siempre acaparados los grados , que el ple-
beyo no podría subir, que el soldado moriría soldado, fué una declara-
ción insensata que acabó lo que el contagio revolucionario había co-
menzado .
Los guardias franceses , habituados á vivir en París , casados la ma-
yor parte, habían visto poco antes suprimir por su coronel M. Du Châ-
telet, hombre duro y violento , la escuela donde se educaba gratis á sus
hijos . El único cambio que en las instituciones militares se había hecho ,
se hizo contra ellos .
Para apreciar bien estas palabras , instituciones del ejército , con-
viene saber que en los presupuestos de aquella época los oficiales con-
sumían 49 millones y los soldados 44 , cinco menos (4) . Es preciso saber ,

(1) Comparad las memorias de Bailly y el proceso-verbal de los electores redactado por
Bailly y Duveyrier.
(2) En ninguna parte se confió más nunca en la debilidad del pueblo . La conocida dulzura
de las costumbres parisienses, el gran número de funcionarios , las gentes de negocios que
no podían menos de perder en el movimiento, la multitud de los que vivían de los abusos,
hizo creer antes de las elecciones que París se mostraría muy burgués y tímido. (Véase
Bailly. p. 16, 150) .
(3) Dussaulx. Obra de los siete días, p . 271 (edición 1822) .
(4) Necker. Administración , II, 422, 435 (1784) .
TOMO I
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

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114 J. MICHELET

además , que Jourdan , Joubert y Kleber , que habían servido , abando-


naron el estado militar , como un callejón sin salida una carrera deses-
perada . Augereau era suboficial de infantería ; Hoche era sargento de las
guardias francesas ; Marceau soldado ; estos jóvenes de gran corazón y
muchas ambiciones , estaban así detenidos para siempre . Hoche tenía
veintiún años y se educaba como si hubiera de llegar á general en jefe :
literatura , política , filosofía , lo leía y devoraba todo . Para poder com-
prar algunos libros este gran hombre hacía camisetas y las vendía
en un café ! Las míseras pagas del soldado , con cualquier pretexto eran
retenidas por los oficiales , quienes , según se decía , la disipaban entre
ellos ( 1) .
El movimiento de las guardias francesas no era, pues , un motín
pretoriano , una brutal algarada de soldadesca indisciplinada . Se hizo en
apoyo de las declaraciones y de los electores del pueblo .
Este ejército verdaderamente francés , parisién en su mayor parte ,
seguía á París , seguía la ley, la ley viva , la Asamblea nacional .
Llegaron al Palais-Royal saludados , abrazados por la multitud ,
apretados , casi estrujados por ella . El soldado , este verdadero paria de
la vieja monarquía , tan maltratado por los nobles , es recibido por el
pueblo ... ¿Y cómo no, si bajo el uniforme es el pueblo mismo? Dos her-
manos se encuentran , el soldado y el ciudadano , dos hijos de una misma
.
madre ; caen el uno en brazos del otro y corren lágrimas de sus ojos ...
El odio , la ira y el espíritu de partido , han desfigurado estas gran-
des escenas , han obscurecido la historia á su gusto . Se les ha agregado
tal ó cual anécdota ridícula . ¡ Digno divertimiento de los espíritus pe-
queños ! Se ha atribuído á estos inmensos movimientos no sé qué mise-
rables , imperceptibles causas ...
No, estos movimentos fueron de un pueblo , verdaderos , sinceros ,
inmensos , unánimes ; Francia tomó parte en ellos , tomó parte París
(cada uno en su medida ) , todos despertaron ; aquéllos con el brazo , estos
con la voz y otros con el pensamiento , despertaron de lo más profundo
de su corazón el ardiente deseo que dormía .
¿Qué digo Francia? El mundo entero , pudiera decir mejor . Un
enemigo , un envidioso , un ginebrino imbuído de todos los prejuicios
ingleses , no pudo menos de reconocer que en este momento decisivo el
mundo entero miraba con inquieta simpatía la marcha de nuestra Revo-
lución , sintiendo que Francia resolvía á su costa y riesgo los asuntos
del género humano ( 2) …..
Un agrónomo inglés , Arthur Yonng , hombre positivo , especial,
que había venido á Francia-cosa graciosa -á estudiar la agricultura
en aquellos momentos , se extraña del profundo silencio que reina al-
rededor de París ; ningún coche , apenas un hombre . La terrible agita-
ción que concentraba á la gente en el interior, convertía las afueras en

(1) Sólo el regimiento de Beauce se creía estafado en las sumas de 240 y 727 libras.
(2) Et. Dumont. R-cuerdos, pág. 135 .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 115

un desierto ... Entra y el tumulto le extraña , atravesando asombrado


esta capital del ruido . Va al Palais- Royal, al centro del incendio , al
punto más brillante de la hoguera . Diez mil hombres hablaban á la vez ;
era aquel un día de victoria para el pueblo ; la alegría era verdadera
locura... Asustado , aturdido en aquella Babel, se retira deprisa ... Pero
la emoción tran grande , tan viva de aquel pueblo unido en un solo pen-
samiento , ha germinado también en el espíritu del viajero , apoderán-
dose de él ; sin notar el cambio y sin achacarlo al deseo de libertad , el
inglés se asocia poco á poco al movimiento y hace votos por Francia (1 ) .
Todos se olvidaban . El lugar , el extraño lugar donde la escena se
desarrollaba , parecía en tales momentos olvidarse de sí mismo . El Pa-
lais-Royal no sería ya más el Palais- Royal . El vicio , en la pasión de una
grandeza tan sincera , en la llama del entusiasmo , se hacía puro un ins-
tante . Los más depravados levantaban la cabeza y miraban el cielo ; su
pasado , un mal sueño , había muerto , al menos por un día; ¿honrados ?,
no podían serlo , pero se sentían heroicos en nombre de las libertades
del mundo... Amigos del pueblo , hermanos entre ellos , no teniendo nada.
de egoístas , estaban dispuestos á repartirlo todo .
Que hubo agitadores interesados en aquella multitud , no puede
constituir una duda para nadie . La minoría de la nobleza , ambiciosos y
agitadores , los Lameth y los Duport , trabajaban al pueblo por medio de
sus agentes . Otros peores todavía se agregaron al movimiento . Todo ello
pasaba -preciso es decirlo - bajo las ventanas del duque de Orleans , de
aquella corte intrigante, codiciosa , inmunda ... ¡ Ah !, ¿quién no tendrá
piedad de nuestra Revolución , de aquel movimiento inocente , desinte-
resado , sublime , cegado por aquellos mismos que creían un día ú otro
orientarla en provecho suyo?
Miremos á aquellas ventanas . Veo distintamente una mujer blanca ,
un hombre negro; el vicio y la virtud ; madame de Genlis y Choderlos
de Laclos , los consejeros del príncipe . Los papeles están divididos . En
aquella casa donde todo es falso , la virtud está representada por madame
Genlis , sequedad y sensiblería , un torrente de lágrimas y de tinta , el
charlatanismo de una educación modelo , la constante exhibición de su
hija adulterina , la linda Pamela (2) . En este lado del palacio está la
oficina filantrópica , donde la caridad se organiza con gran aparato la
víspera de las elecciones (3) .
No ha pasado mucho tiempo desde que el príncipe de Orleans , ' des-
pués de comer , corría completamente desnudo de París á Bagatelle . Pero
hoy es un hombre de Estado ante todo , un jefe de partido ; así lo quieren
sus queridas . Han soñado estas buenas mujeres dos cosas: una amplia
ley de divorcio y un cambio de dinastía . El confidente político del prín–

(1 ) Claro es que con reservas y à condición de que Francia adoptara la constitución de In-
glaterra. Arthur Goung, Viaje, tom. I.
(2) Hasta enviarla a caballo en medio de la multitud , seguida de un criado con la librea
de Orleans. Madame Lebrun fué testigo de esta escena.
(3) Brissot trabajó allí algún tiempo. Memorias, II, 430.
116 J. MICHELET

cipe es aquel hombre sombrío, taciturno , que parece deciros : «Yo cons-
piro , nosotros conspiramos . » Es el profundo Laclos , que por su librito
Alianzas peligrosas se enorgullece de haber hecho pasar la novela del
vicio , insinuando allí que la galantería hábil es un preludio útil á la ha-
bilidad política . Y esta es su ambición , este el papel que quiere desem-

El pueblo saca de la Abbaye los. guardias franceses prisioneros (Pág. 120)

peñar... Muchos dicen para dañar al príncipe : « Laclos es un hombre ne-


gro .» No era fácil convertir en jefe de partido al duque de Orleans ; en
aquella época estaba ya gastado, agotado de cuerpo y de corazón , muy
débil de espíritu .
Unos estafadores le hacían buscar la fórmula de fabricar oro en
los graneros de Palais-Royal y le hicieron entablar relaciones con el
diablo (1).

(1) El príncipe hacía oro, como se ha intentado hacer siempre. Entre otros ingredientes
era necesario un esqueleto humano que llevara enterrado tal número de años y tantos dias.
Se buscó entre los muertos conocidos encontró que precisamente el esqueleto del sabio
Pascal reunía todas las condiciones apetecidas. Fueron sobornados los guardias de Saint-
Etienne-du-Mont y el pobre Pascal fue entregado á las manipulaciones del Palais - Royal . Tal
es al menos el relato de una persona que vivió mucho tiempo con madame de Genlis y le oyó
contar la extraña anècdota.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 117

Otra dificultad era que el príncipe , además de todos los vicios ad-
quiridos , tenía uno natural , fundamental é imperecedero , que no con-
cluye con el agotamiento físico como los otros y que permanece fiel á

Mirabeau propuso un mensaje... (Pág. 121 )

su dueño. Hablo de la avaricia. Alguna vez dijo: «Yo daría la opinión


pública por un escudo de seis francos .» Esto no era una frase vana . Bien
lo demostró cuando á pesar del clamor público apuntaló el Palais- Royal .
Sus consejeros políticos no eran bastante hábiles para hacerle pa-
recer mejor y le hicieron dar más de un paso falso é imprudente .
En 1788, el hermano de madame de Genlis , un joven sin otro tí-
118 J. MICHELET

tulo que el de oficial de la casa de Orleans , escribió al rey para pedirle …..
nada más que el primer ministerio , la plaza de Necker y de Turgot ,
asegurando restablecer en un momento la hacienda de la monarquía . El
duque de Orleans fué el portador de la increíble misiva , la entregó al
rey y la apoyó en un largo discurso , siendo motivo de chacota para la
corte .

Los sabios consejeros del príncipe habían creído apoderarse del


poder con este procedimiento. Cuando se vieron engañados y perdida
toda esperanza, obraron más claramente é intentaron hacer del duque
un Guisa ó un Cronwell , volviéndose del lado del pueblo . Aquí también
encontraron grandes dificultades . Pocos fueron las engañados ; la ciudad
de Orleans no eligió al príncipe , y éste tomó su represalia retirándola
bruscamente las concesiones que le había hecho y con las que había
creído comprar su elección .
En este tiempo no había ahorrado nada ; ni dinero ni intrigas . Los
que conducían el negocio imaginaron mezclar un folleto entero de Sieyes
en las instrucciones electorales que el duque envió á sus dominios , colo-
cando así á su dueño bajo el amparo y patronato del gran pensador, en-
tonces tan popular , quien no tenía ninguna clase de relaciones con el
duque de Orleans .
Cuando las Comunnes dieron el paso decisivo de tomar el título de
Asamblea nacional, se advirtió al duque de Orleans que había llegado el
momento de presentarse , de hablar , de obrar; que un jefe de partido
no podía ser un personaje mudo . Se consiguió de él que cuando menos
leyera un discurso de cuatro líneas para invitar á la nobleza á unirse al
Tercer Estado . Lo hizo , pero cuando comenzó á leer le faltó valor y se
desmayó . Le desabotonaron para que respirara mejor y se vió que, por
temor á ser asesinado por la corte , aquel príncipe demasiado prudente
llevaba una verdadera coraza de lana , seis ó siete camisetas , unas sobre
otras .
El día del golpe de Estado fracasado (23 de Junio) , el duque creyó
al rey perdido y se vió rey para muy pronto (1 ) . La terrible agitación de
París de aquella noche y del día siguiente , anunciaban bastante claro
que iba á establecer un gran movimiento . El 25 la minoría de la no-
bleza notó que perdería mucho si París tomaba la iniciativa , y fué con
el duque de Orleans á la cabeza á unirse á las Comunnes . El hombre
del príncipe , Sillery , el cómodo marido de madame de Genlis , hizo en
nombre de todos un discurso inconveniente , el que hubiera hecho un me-
diador , un árbitro aceptado entre el rey y el pueblo : « No perdemos
jamás de vista el respeto que debemos al mejor de los reyes... Nos ofrece
la paz . ¿Podremos dejar de aceptarla?, etc.
Aquella noche hubo gran alegría en París por esta unión de los
nobles amigos del pueblo . En el café de Foy se presentó un mensaje á

(1 ) Arthur Goung, que comía con él y otros diputados, estaba escandalizado de verle reir
sin freno.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 119

la Asamblea; todos firmaron , hasta tres mil personas , deprisa , á escape ,


firmando casi todos sin leer . Este documento contenía una extraña pa-
labra sobre el duque de Orleans : « Este príncipe , objeto de la veneración
pública. » Tal palabra aplicada á tal hombre parecía cruelmente irrisoria;
un enemigo no lo hubiera dicho mejor . Los torpes agentes del príncipe
creyeron aparentemente que el elogio más exagerado sería el mejor pa-
gado .
Gracias a Dios , la grandeza , la inmensidad del movimiento , libró á
la Revolución de aquel indigno mediador . Después del 25 fué el movi-
miento de tal modo unánime , tan poderoso el acuerdo , que los agita-
dores interesados , arrastrados por la corriente , debieron perder toda
esperanza de poder dirigir nada . Los Catilina de salones y cafés tuvieron
que desaparecer . Una autoridad se encontró inesperadamente constituída
en París , que se había supuesto sin jefe y sin guía ; la Asamblea de los
electores. Además los guardias franceses comenzaron á declararse , y se
pudo prever entonces que no faltaría fuerza á la nueva autoridad . Re-
sumiendo , en una palabra : los mediadores podían estar tranquilos ; si la
Asamblea estaba cautiva en Versalles , tenía en París un asilo, en el
corazón mismo de Francia , y si fuera necesario tendría un ejército ;
París .
La corte indignada , iracunda , pero todavía más soberbia , decidió
en la noche del 26 la reunión de los órdenes . El rey invitó á la nobleza ,
y para buscar un pretexto de protestar contra todo lo que se había hecho ,
se hizo escribir por el conde de Artois estas imprudentes palabras , falsas
entonces : « La vida del rey está en peligro . »
>
El 27 tuvo lugar la tan esperada reunión . La alegría fué excesiva
en Versalles , insensata y loca . El pueblo , para demostrar su alegría ,
encendió fogatas y gritaba : ¡ Viva la reina ! Fué necesario que se asomara
al balcón . La multitud pidió que saliera el delfín en señal de reconcilia-
ción completa .. Ella consintió y volvió á aparecer con el niño . Pero
aquella mujer despreciaba á la multitud crédula y llamaba á las tropas ,
en las que tenía mucha fe .
No había tenido parte alguna en la reunión de los órdenes ... Pero ,
¿se puede decir que hubo tal reunión? Eran enemigos que mientras es-
taban en una misma sala se veían y toleraban . El clero había manifes-
tado expresamente sus reservas . Las protestas de los nobles llegaban
una á una , queriendo ser impertinentes y entorpeciendo las sesiones ;
los que entraban no se dignaban sentarse ; paseaban y estaban quietos
en un sitio como simples espectadores . Alguna vez se sentaban , pero
entonces era para murmurar en conciliábulo . Muchos habían anunciado
su marcha y , sin embargo, permanecían en Versalles ; se veía bien claro ;
esperaban .
La Asamblea perdía el tiempo . Los abogados , que estaban allí en
mayoría , hablaban mucho y largamente ; creían demasiado en la efica-
cia de la palabra . Que se haga la Constitución y todo se habrá salvado ,
120 J. MICHELET

según ellos . ¡ Como si la Constitución pudiera ser algo con un gobierno


en conspiración permanente ! Una libertad de papel , escrita ó verbal, en
tanto que el despotismo tuviera la fuerza y la espada . ¡ Contrasentido ,
absurdo!
Y en tanto, ¡ ni la corte ni París quieren contraer mutuos compro-
misos ! Todo conduce á la violencia , á la guerra franca y abierta. Los
militares de la corte estaban impacientes por comenzar á obrar. M. Du
Châtelet , coronel de las guardias francesas , había encerrado en la
Abbaye once soldados que habían jurado no obedecer ninguna orden
contraria á las de la Asamblea . No estaba satisfecho . Quería sacarles de
la prisión y enviarlos á la de los ladrones , á aquella espantosa prisión ,
hospital á la vez , que reunía en la misma galería á los condenados á
galera y á los enfermos de venéreo ( 1 ) . El terrible asunto de Latude , lle-
vado allí para morir, había dado á conocer la bestialidad de Bicêtre; un
libro reciente de Mirabeau había sublevado los corazones , aterrorizado
los espíritus (2) ... Y era allí donde iban á ser llevados once hombres ,
cuyo delito fué no querer ser soldados más que de la ley.
En el Palais-Royal se supo el día mismo en que iban á ser trasla-
dados á Bicêtre . Un joven , subido en una silla , grita : «¡A la Abbaye !,
vamos á librar á los que no han querido disparar contra el pueblo ! » Al-
gunos soldados se ofrecen ; los ciudadanos lo agradecen pero quieren ir
solos . En el camino la multitud aumenta ; los obreros se proveen de bue-
nas barras de hierro . Al llegar á la Abbaye eran cuatro mil . Hacen saltar
el postigo ; destrozan á fuerza de cuchillos , hachas y barras las grandes
puertas interiores . Las víctimas son libertadas . A la salida la multitud
encuentra á los húsares y dragones que vienen á caballo tendido , con la
espada en alto... El pueblo sujeta los caballos , se explica á voces ; los sol-
dados no quieren asesinar á los libertadores de los soldados , se abrazan ,
se despojan de sus cascos , llenándolos de vino y todos beben en honor
del rey y de la nación .
Cuantos estaban en la prisión fueron libertados al mismo tiempo .
La multitud conduce su conquista á su casa , al Palais-Royal . Entre los
libertados va un viejo soldado que desde hacía muchos años perecía en
la Abbaye y no podía andar ... El pobre diablo , que durante tanto tiempo
no soportó más que rigores , iba muy conmovido: « <¡ Me muero , señores-
decía, me muero de tanta bondad!» >
No había más que uno verdaderamente culpable y fué conducido á
otra prisión . La multitud , compuesta de ciudadanos , soldados y prisio-
neros seguidos de un cortejo inmenso , llega al Palais-Royal ; se coloca
una mesa en el jardín y se les hace sentar. La dificultad estaba en alo-
jarlos para la noche ; fueron acostados en la sala de Variedades y se puso

(1) ¿Podrá creerse que en 1790 se ejecutaban todavía en Bicetre las antiguas y bárbaras
ordenanzas que prescribían hacer preceder una paliza a todo tratamiento venereo? El célebre
doctor Cullorier lo ha afirmado así.
(2) Observaciones de un inglés sobre Bicetre, traducidas y comentadas por Mirabeau , 1788.
ΤΟΜΟ Ι
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

16
121

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122 J. MICHELET

guardia á la puerta . Al día siguiente fueron instalados en un hotel , pa-


gados y alimentados por el pueblo . Durante toda la noche estuvo París
iluminado , sobre todo las cercanías de la Abbaye y del Palais -Royal .
*
Burgueses y obreros , ricos y pobres , dragones , húsares y guardias fran-
ceses , se paseaban mezclados , sin que se escucharan otras voces que los
¡ viva la nación ! En aquella reunión fraternal todos se entregaban á los
transportes alegres de su confianza en el porvenir de la libertad .
A la mañana siguiente algunos jóvenes se encontraban en Versalles
á la puerta de la Asamblea. Allí no encontraron sino hielo . Una domi-
nación militar, una prisión parecía Versalles bajo el aspecto más sinies-
tro . Mirabeau propuso un mensaje á los parisienses aconsejándoles pru-
dencia . Se acordó declarar que perteneciendo el asunto al rey no se le
eficaz para los que esperaban la
podía pedir misericordia; acuerdo poco
intercesión de la Asamblea .
Esto fué el 1.º de Julio . El día 2 escribió el rey , no á la Asamblea ,
sino al arzobispo de París , diciéndole que si los culpables vuelven á la
prisión podrá perdonarlos . La multitud encuentra esta promesa tan poco
segura, que va al Hotel de Ville , donde estaban reunidos los electores , á
preguntarles qué debe creer. Aquellos aconsejan prudencia, pero la mul-
titud insiste y á la vez aumenta á cada instante . A la una de la madru—
gada los electores acuerdan ir en seguida á Versalles y no volver sin el
perdón á París . Con esta palabra los libertados se constituyen nueva-
mente en la prisión , donde bien pronto fueron encarcelados .
La guerra amenazaba á París . Todos los regimientos extranjeros
habían llegado . Para mandarlos había sido llamado el Hércules y el Aqui-
les de la antigua monarquía , el viejo mariscal de Broglie . La reina había
llamado á Breteuil , su hombre de confianza , exembajador en Viena,
hombre de pluma que por lo violento y altanero valía por uno de espada .
«El rudo son de su voz hacía temblar; andaba con gran ruido , hiriendo
la tierra con el pié , como si hubiera querido hacer germinar un ejército
de una patada...>>
Todo este aparato de guerra alarma por fin á la Asamblea . Mira-
beau, que ya el 27 había leído sin ser escuchado una proposición para
la paz , presenta una nueva pidiendo el alejamiento de las tropas ; esta
oración armoniosa y sonora, aduladora á veces para el rey, fué oída
atentamente por la Asamblea . Lo mejor que contenía, la petición de una
guardia burguesa fué la única que se calló (1 ) .
Los electores de París , que habían sido los primeros en hacer esta
petición desechada por la Asamblea , la presentaron nuevamente con
verdadero vigor el 10 de Julio .
Carra, en una disertación muy abstracta , á lo Sieyes , defendió el
derecho de la Comunne , derecho imprescriptible y, según dijo , anterior
(1 ) No es inverosímil que el duque de Orleans, viendo que no se solicitaba su mediación,
incitara á Mirabeau à hablar, áà fin de amedrentar á la corte, antes que hubiera completado
sus preparativos de guerra. M. Droz coloca en este punto las primeras relaciones de Mirabeau
con Laclos y cita el dinero que aquél recibió .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 123

á aquel de la monarquía , que comprende especialmente el de guardarse


y defenderse á sí misma . Bonneville , en su nombre y en el de su amigo
Fauchet , pedía que se pasara á la aplicación del derecho , que se consti-
tuyera en Comunne , conservando provisionalmente el pretendido orga-
nismo municipal . Charton quería más , quería que los sesenta distritos
de París se reunieran nuevamente en Asamblea , que se transmitieran
sus decisiones á la Asamblea nacional y que se entendiera directamente
con las demás grandes ciudades del reino .
Todas estas atrevidas proposiciones se hacían en la gran sala de San
Juan del Hotel de Ville ante un público inmenso; París parecía estre-
charse alrededor de esta autoridad que él mismo había creado , no fián–
dose de ninguna otra ; el pueblo hubiera querido arrancarle cuanto antes
la orden de organizarse , de armarse , de asegurar él mismo su salva-
ción .
La debilidad y abatimiento de la Asamblea nacional no era bas-
tante para asegurarla . El 11 de Julio recibe la respuesta del rey al Men-
saje y se contenta . ¿Qué respuesta había recibido? Que las tropas estaban
allí para asegurar la libertad de la Asamblea; mas si ésta quería la auto-
rizaría á trasladarse á Noyon ó á Soissons , es decir , la colocaría entre
dos ó tres cuerpos de ejército . Mirabeau no pudo conseguir que se insis-
tiera pidiendo el alejamiento de las tropas . Evidentemente , la reunión
de los quinientos diputados del clero y de la nobleza había enervado la
Asamblea. Dejó el asunto más importante y se puso á escuchar una
declaración de los derechos del hombre que presentó Lafayette .
Un moderado muy moderado , el filántropo Guillotín , fué expresa-
mente á París para comunicar á los electores aquella quietud de la Asam-
blea . Hombre honrado , se engañó , sin duda , asegurando que todo iba
bien y que Necker estaba más firme que nunca lo estuviera . Esta exce-
lente noticia fué acogida con aplausos , y los electores , no menos enga-
ñados que la Asamblea , se entretuvieron también leyendo la admirable .
declaración de los derechos del hombre que felizmente acababa de llegar
de Versalles . Aquel mismo día , mientras el buen Guillotín hablaba ,
Necker , despedido , estaba ya bastante lejos en camino para Bruselas .
Cuando Necker recibió la orden de marchar en seguida , se disponía
á sentarse á la mesa , donde solía estar tres horas . El pobre hombre que
tan tiernamente había vuelto al Ministerio y que nunca lo abandonó sin
llorar, supo contenerse delante de sus convidados y se mostró afable y
satisfecho . Después de comer, sin advertir á su hija siquiera , marchó
con su mujer, tomando el camino más corto para salir del reino , el de
los Países Bajos . Los parciales de la reina estaban avisados para vigi-
larle y detenerle en caso necesario ; ¡ conocían tan poco á Necker, que
abrigaban el temor de que desobedeciese al rey y entrara en París !
M. M. de Broglie y de Breteuil , el primer día que fueron llamados
al castillo , quedaron sorprendidos . Broglie no era partidario de la expul-
sión de Necker ; Breteuil dijo : « Dadme cien mil hombres y cien millo-
124 J. MICHELET

nes . » - « Los tendréis » -repuso la reina .- Y se puso á fabricar secreta-


mente una moneda de papel ( 1 ) .
Broglie, sin estar preparado de antemano , agobiado por sus setenta
y un años , trabajaba mucho sin hacer nada de provecho . Ordenes y con-
traórdenes se cruzaban . Su hotel era un cuartel general lleno de orde-
nanzas , de ayudas de campo , dispuestos á montar á caballo . « Se hacía
una lista de los oficiales generales y se confeccionaba un plan de ba-
talla. >
»
Las autoridades militares no estaban de acuerdo . Había nada me-
nos que tres jefes : Broglie , que iba á ser ministro de la Guerra; Puy-
segur, que lo era todavía y, finalmente , Besenval , que tenía desde hacía
ocho años el mando de las provincias del interior y á quien se indicó
secamente que se limitara á obedecer al viejo mariscal . Besenval le ex-
plicó la situación , el peligro; trató de convencerle de que no se estaba
en campaña, sino ante una ciudad de ochocientas mil almas en el último
grado de exaltación . Broglie no quiso escucharle . Encerrado en su ex-
periencia de la guerra de los Siete Años , no conociendo más que al sol-
dado , las fuerzas brutas ; lleno de desprecio para los burgueses y el
pueblo , estaba convencido de que ante la presencia de un solo uniforme
el pueblo huiría . No creyó necesario enviar tropas á París ; solamente lo
rodeó de regimientos extranjeros , no preocupándose de si aumentaría
con ello la irritación del pueblo . Aquellos soldados alemanes tenían el
aspecto de una invasión austriaca ó suiza ; los nombres bárbaros de sus
regimientos chocaban al oído francés ; Royal-Cravate estaba en Charen-
ton ; en Sèvres Reinach y Diesbach ; Nassau en Versalles ; Salis- Samade
en Issy; los húsares de Berchiny en la Escuela Militar , y en los alrede-
dores Châteauvieux , Esterhazy , Romer, etc.
La Bastilla , bastante defendida con sus fortísimos muros , acababa
de recibir un refuerzo de suizos . Tenía municiones bastantes y una
monstruosa masa de pólvora , suficiente para hacer volar la ciudad en-
tera . Los cañones , en batería desde el 30 de Junio , miraban á París y ,
bien cargados , asomaban sus negras bocas amenazadoras por las al-
menas .

(1) «Muchos de mis colegas me han asegurado haberlas visto ya impresas.» (Palabras de
Builly).
CAPITULO VI

Insurrección de París

Peligro de París. -Explosión de París, 12 de Julio de 1789 - Inacción de Versalles .- Provocación


de las tropas; París toma las armas. -La Asamblea nacional se dirige en vano al rey, 13 de
Julio -Los electores de París autorizan el armamento. -Organización de la guardia burguesa. -
Vacilación de los electores. -El pueblo se provee de pólvora y busca fusiles. - Seguridad de la
corte.

Desde el 23 de Junio al 12 de Julio, ó sea desde la amenaza del


rey á la explosión del pueblo , hubo un paréntesis extraño . Era aquél ,
dice un observador , un tiempo tempestuoso , nublado , sombrío , como un
sueño agitado y penoso , lleno de ilusiones y temores . Falsas alarmas ;
falsas noticias ; fábulas , invenciones de todas clases . Se sabía todo y no
se sabía nada . Se quería explicarlo todo y adivinarlo todo . Se veían
causas profundas aun en cosas nimias é indiferentes . Comenzaban ya
movimientos sin iniciador y sin plan , nacidos expontáneamente de aquel
fondo general de recelo y de sorda cólera . La tierra rugía , el sol estaba
como eclipsado , parecía que se escuchaba la próxima erupción del
volcán .
Ya hemos visto que en la primera Asamblea de los electores Bon-
neville había gritado já las armas !, grito extraño en aquella asamblea de
los notables de París . Muchos temblaron , otros sonrieron y uno de ellos
proféticamente, dijo : «Joven, aplazad vuestra proposición quince días . >>
¿A las armas contra un ejército organizado que estaba á las puertas
de la ciudad? ¿A las armas , cuando este ejército podía cercar á París por
hambre, cuando ya la carestía comenzaba á sentirse , cuando ya se veía
formarse cola de hombres y mujeres en las puertas de las panaderías...?
Los pobres de la campiña entraban por todos los barrios pálidos , famé,
licos , apoyados en sus largos bastones de viaje . Una masa de veinte mil
mendigos, á la que se daba trabajo en Montmartre , estaba suspendida
sobre la ciudad ; si París hacía un movimiento podría descender este otro
126 J. MICHELET

ejército . Algunos mendigos habían intentado ya quemar ó romper la


valla que les encerraba .
Había motivo para suponer que la corte iniciaría las primeras
provocaciones; necesitaba vencer los escrúpulos del rey , sus deseos de
paz , concluir de una vez con todos los compromisos ...
Algunos jóvenes oficiales de húsares , los Sombreuil y los Polignac ,
fueron al Palais-Royal á insultar á la multitud y salieron de allí sable en
mano . Evidentemente la corte se creía muy fuerte y apelaba á la vio-
lencia . En la mañana del domingo 12 de Julio , hasta las diez no supo
nadie la despedida de Necker . El primero que habló de ello en el Palais-
Royal fué tratado de aristocrata , amenazado . Pero la noticia circula , se
confirma , produciendo ira , furor ... En aquel momento, el medio día ,
sonó el cañón del Palais-Royal . « No se puede describir , dice El Amigo
del Rey, el sombrío sentimiento de terror que aquel cañonazo produjo
en todos los ánimos .» Un joven , Camilo Desmoulins , sale del café de
Foy , sube sobre una mesa , desenvaina la espada, empuña una pistola y
grita : « ¡ A las armas ! ¡ Los alemanes del Campo de Marte entrarán esta
noche en París para degollarnos ! Hagamos una escarapela. » Arrancó
una hoja de un árbol y la puso en la cinta de su sombrero ; todo el mundo
imitó su conducta y los árboles quedaron deshojados .
¡Nada de teatros !; ¡ nada de bailes !; ¡ es un día de luto ! Fué la mul-
titud á la galería de figuras de cera y se apoderó del busto de Necker ;
otros , para aprovechar y utilizar todas las circunstancias , tomaron el del
duque de Orleans . Adornados con gasas negras fueron conducidos á tra-
vés de París; el cortejo , armado de bastones , de espadas , de pistolas y
hachas , siguió la calle Richelieu y después , volviendo hacia el boule-
vard , recorrió las calles San Martín , San Dionisio y San Honorato , lle-
gando á la plaza de Vendôme . Allí un destacamento de dragones esperaba
al pueblo ; cargó sobre él , lo dispersó é hizo pedazos el busto de Necker ;
un guardia francés , sin armas , no huyó , esperó la carga á pié firme y
fué muerto .
Allí estaban los graneros de la Asociación de grandes propietarios
defendidos por una barrera recién construída . Aquel mismo día fueron
atacados por
el pueblo y mal defendidos por la tropa que mató mucha
gente , pero durante la noche fueron incendiados .
La corte , tan cerca de París , no podía ignorar nada de esto . Per-
maneció inmóvil , sin enviar órdenes ni tropas . Esperaba tranquilamente
que la algarada aumentase , volviéndose motín serio y guerra, dándola
lo que el tumulto Reveillón , apagado demasiado pronto , no pudo darle ;
un pretexto para disolver la Asamblea . Ahora dejaba á París en libertad .
Ella estaba bien defendida en Versalles ; tomados los puentes de Sévres
y Saint-Cloud , podía cortar toda comunicación y en cualquier momento
era capaz de cercar á París y rendirlo por hambre . Rodeada de tropas ,
alemanas dos terceras partes , ¿qué tenía que temer? ... Nada . A lo sumo
perder á Francia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 127

El ministro de París (había uno entonces) permaneció en Versalles .


Las demás autoridades , el jefe de policía , el preboste ó alcalde Flesse-
lles , el intendente Berthier , aparecieron inactivos . Fleselles , enviado á
la corte , no pudo regresar, pero recibió instrucciones .
El comandante Besenval , sin responsabilidad , puesto que no podía
hacer nada sin orden de Broglie , se quedó perezosamente en la Escuela
Militar . No se atrevió á utilizar los guardias franceses , á quienes tenía
acuartelados , pero disponía de muchos destacamentos de otros cuerpos y
de tres regimientos , uno de suizos y dos de caballería alemana . Al me-
dio día , viendo aumentar el tumulto , puso los suizos en los Campos
Elíseos con cuatro piezas de cañón y reunió la caballería en la plaza de
Luis XV. Poco antes de la caída de la tarde la multitud paseaba por los
Campos Elíseos , llenaba las Tullerías ; los más eran personas pacíficas
que paseaban tranquilamente , familias que querían regresar temprano
á sus casas , « porque había temores de algarada . » Pero la vista de aque-
llos soldados alemanes formados como para una batalla , conmueve á
mucha gente . Algunos hombres profirieron injurias ; los chiquillos tiran
unas piedras ( 1 ) . Entonces Besenval , temiendo al fin que le reprocharan
en Versalles su pasividad inofensiva , dió la orden insensata , bárbara ,
comprensible sólo en su aturdimiento , de alejar al pueblo con los dra-
gones . No podían éstos moverse en aquella multitud compacta é hirieron
á algunas personas . Su coronel , el príncipe de Lambesc , entra en las
Tullerías, pero no puede dar un paso . Encuentra una barricada de si-
llas; botellas y piedras comienzan á caer sobre él , que , iracundo , res-
ponde con pistoletazos . Las mujeres lanzan gritos desgarradores ; los
hombres se empeñan en cerrar las Tullerías dejándole dentro , pero él
juzgó prudente salir aprovechando los instantes . Un hombre fué apa-
leado , muerto; un viejo que huía fué herido gravemente .
La multitud salió de las Tullerías , y con los gritos de su ira é in-
dignación enteró á todo París de aquella brutalidad , de aquellos alema-
nes arrojando sus caballos sobre las mujeres y los niños , de aquel viejo
herido , según decían , por la propia mano del príncipe... La gente corre
á las tiendas de los armeros y toma cuanto encuentra; corre al Hotel de
Ville para pedir armas y tocar á rebato , á somatén . Ningún magistrado
municipal se encontraba en la Casa del pueblo . Algunos electores de
buena voluntad se reunieron allí á las seis de la tarde , ocuparon el gran
salón y en sesión secreta acordaron calmar la multitud . Pero detrás de
la multitud , que invadía el edificio , había otra que llenaba la plaza y
que gritaba: ¡ Armas !, que creía que el Hotel de Ville era un arsenal
oculto , y amenazaba con destruirlo todo . Atropellan la guardia , invaden
la sala , derriban la verja y siguen á los electores hasta su despacho . A
la vez les hacen mil relatos distintos de lo que acaba de pasar ... Los

(1) Si el pueblo hubiera disparado muchos pistoletazos y herido algunos dragones , como
afirmó Besenval, su defensor habilísimo, Deseze, lo hubiera hecho constar en sus observa-
ciones sobre el informe de la acusación .
128 J. MICHELET

electores no pueden negar las armas de los guardias urbanos ; pero


cuando acceden ya el pueblo las había buscado , encontrado y tomado ;
ya un hombre en mangas de camisa , sin gorra y descalzo , se convierte
en oficial y , orgullosa y fieramente, con el fusil á la espalda , dispone
una guardia en la puerta del salón .

CAMILO DESMOULINS

Los electores retroceden ante la responsabilidad de autorizar el mo-


vimiento . Acuerdan solamente la convocatoria de los distritos y envían
una comisión á los puestos de ciudadanos armados para rogarles , en
nombre de la patria , eviten atropellos y hagan lo posible por no pasar á
vías de hecho . Pero la noche había comenzado de manera demasiado
seria . Los guardias franceses , escapados de sus cuarteles , se formaron
en el Palais-Royal , marcharon contra los alemanes y vengaron á su
camarada , matando á tres de caballería en el boulevard . Después fueron
á la plaza de Luis XV, que encontraron envacuada .
El lunes 13 de Julio el diputado Guillotín , acompañado de dos elec-
tores , fué á Versalles á suplicar á la Asamblea que acordara el arma-
mento de una guardia burguesa . Ante la Asamblea hicieron una viva
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 129

descripción del estado de París . La Asamblea nombró dos diputaciones :


una para el rey , la otra para la ciudad alborotada . Del rey no obtuvo
más que una seca é ingrata respuesta , bien extemporánea en aquellos

NUESTRA SEÑORA DE PARÍS

momentos en que la sangre comenzaba á correr : «Que no podía cambiar


ninguna de las medidas que había tomado ; que él era el único juez de
su necesidad; que la presencia de los diputados en París no podía causar
ningún bien...» La Asamblea, indignada , acordó : 1. ° Que la nación de-
seaba el regreso de M. Necker , como el de un bien perdido . 2. ° Que
TOMO I 17
130 J. MICHELET

insistía en la necesidad del alejamiento de las tropas . 3.º Que no sola-


mente los ministros , sino los consejeros del rey, de cualquier clase que
pudieran ser, eran personalmente responsables de las desdichas pre-
sentes . 4. ° Que ningún poder tenía derecho para pronunciar la infame
palabra bancarrota . El artículo 3. ° señalaba bastante claramente á la
reina Ꭹ á los príncipes ; el último los acusaba concretamente . La Asam-
blea toma así su noble actitud ; desarmada en medio de las tropas , sin
otro apoyo que el de la ley , amenazada para aquella misma noche con
ser disuelta , bravamente marcó á sus enemigos en la faz , con su ver-
dadero nombre: estafadores (1) .
La Asamblea, después de votar esta moción , no tenía más que un
asilo , la Asamblea misma , la sala que ocupaba; fuera de ella no tenía ni
un pedazo de tierra en el mundo ; ninguno de sus miembros se atrevió á
ir á dormir á su casa . Temió también que la corte pusiera mano en sus
archivos . La víspera , el domingo , uno de los secretarios , Gregoire ,
había encarpetado , sellado y ocultado todos los papeles en una casa de
Versalles (2) . El lunes presidió interinamente y animó valerosamente á
los que vacilaban , recordándoles el juramento prestado en el Juego de
Pelota y la hermosa frase del romano: Impavidum ferient ruina : «Que
el mundo estalle ; las ruinas le herirán sin amedrentarle . >>
Se declaró permanente la sesión y continuó durante setenta y dos
horas . M. de Lafayette , que había contribuído mucho al vigoroso acuerdo ,
fué nombrado vicepresidente .
París se encontraba entretanto en la más viva ansiedad . El barrio
Saint-Honoré creía á cada momento ver entrar á las tropas . A pesar de los
esfuerzos de los electores que corrieron durante la noche para hacer depo-
ner las armas , todo el mundo se armó ; nadie estaba dispuesto á recibir pa-
cíficamente los húsares Croatos y los Panduros . El lunes por la mañana ,
á las seis , todas las campanas de las iglesias sonaron tocando á rebato .
Algunos electores se fueron al Hotel de Ville y encontraron allí ya á la
multitud , enviándola distribuida á los distritos . A las ocho , viendo que
insistía , afirmaron para tranquilizarla que la guardia burguesa había
sido autorizada , aunque no lo estaba todavía . El pueblo grita siempre :
¡ A las armas !, á lo que los electores responden : « Si la ciudad las tuviera ,
sólo el alcalde podría facilitarlas . » «Pues bien - responden en la plaza , —
¡ enviad á burcarle ! »
>
El preboste Flesselles había sido llamado á la vez por el rey á Ver-
salles y por el pueblo al Hotel de Ville . Bien porque no se atreviera á des-
obedecer el llamamiento del pueblo ó porque creyera servir mejor al
rey.quedándose en París , Fleselles fué al Hotel de Ville , siendo aplau-

(1) Michelet emplea la enérgica palabra francesa: banqueroutiers, que al ser traducida pierde
su energia: autores de quiebra fraudulenta, de mala fe . Para conservar la hermosa virilidad de
aquel apóstrofe, hemos puesto la palabra estafadores. (Nota del traductor). Querían hacer los
pagos con un papel-moneda, sin otra garantía que la firma de un rey insolvente. Véase el ca-
pítulo VIII.
(2) Memorias de Gregoire, I, 382.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 131

dido en la Grève cuando dijo paternalmente : «Quedaréis contentos , ami-


gos míos . ¡ Soy vuestro padre! » Al entrar en la sala declaró que no quería
presidir sino por elección del pueblo . Nueva manifestación de entusiasmo
popular . No había todavía ejército parisién y se discutía ya quién sería
su general . El americano Monreau de Saint-Méry que presidía á los elec-
fué muy
tóres , mostró un busto de Lafayette , se pronunció su nombre y fue
aplaudido . Otros propusieron y obtuvieron que se ofreciera el mando del
nuevo ejército al duque de Aumont , quien pidió veinticuatro horas para
pensarlo , acabando por no aceptar . El segundo jefe fué el marqués de la
Salle, militar probado , escritor patriota y hombre entusiasta y animoso .
En todo esto se invertía tiempo y la multitud rugía de impaciencia ;
quería ser armada inmediatamente y no le faltaba razón . Los mendigos
de Montmartre arrojaban sus herramientas y bajaban á la ciudad mez-
clándose á la multitud . La espantosa miseria de los campos había arro-
jado de todas partes turbas de famélicos sobre París ; el hambre poblaba
la capital .
Por la mañana circuló el rumor de que en San Lázaro había trigo ;
la multitud corrió allí y encontró , en efecto , una enorme cantidad de
harinas que
los buenos frailes habían escondido . Cargó más de cincuenta
carros y los condujo á la Holle . Revolvió todo en el convento y comió
y bebió de cuanto encontró á mano . De otras cosas nadie cogió nada . El
primero que intentó hacerlo fué colgado por el pueblo mismo .
Los prisioneros de San Lázaro aprovecharon la ocasión para esca-
parse . Fueron libertados también los que estaban en la Force detenidos
por deudas . Los criminales del Châtelet creyeron que el momento de su
libertad había llegado y ya echaban abajo las puertas de su prisión . El
carcelero llamó á un grupo del pueblo que pasaba : entró éste , hizo
fuego sobre los rebeldes y los obligó á volver á someterse á su disci-
plina.
Las armas del Garde-Meuble fueron robadas , pero más tarde fueron
devueltas fielmente .
Los electores , ya que no podían diferir el armamento , intentaron
limitarlo . Votaron y el preboste pronunció: « Que cada uno de los sesenta
distritos elegiría y armaría doscientos hombres y el resto sería desar-
mado . -Esto era un ejército de doce mil elegidos que servirían bien para
policía , però mal para la defensa . París hubiera sido saqueado . Aquel
mismo día, al comenzar la tarde , se acordó aumentar el ejército á cua-
renta y ocho mil hombres . La escarapela tendría los colores de la ciudad ,
azul y rojo ( 1 ) . Este acuerdo fué confirmado á los pocos momentos por
todos los distritos . Para velar noche y día por el orden público , se formó
un comité permanente compuesto de electores .-«¿Por qué sólo los elec-
tores? -dice un hombre saliendo del montón . -¿Y á quién queréis que
(1) Pero como estos colores eran también los de la casa de Orleans, á propuesta de M. de
Lafayette se agregó el blanco , antiguo color de la bandera de Francia. Al entregar la escara-
pela al pueblo, dijo Lafayette sus famosas palabras: «Os doy una escarapela que dará la
vuelta al mundo .»>
132 J. MICHELET

se nombre?-le preguntaron. -¡ A mí ! »-exclamó. Fué nombrado por


aclamación .
El preboste plantea entonces una cuestión grave: «¿A quién se pres-
tará el juramento?-A la Asamblea de ciudadanos» -dice un elector .

Los dragones del rey cargan á la multitud indefensa en las Tullerías


(Pág. 127)

La cuestión de subsistencias preocupaba tanto como la del arma-


mento . El jefe de policía llamado por los electores , declaró que no llega-
ban las expediciones . La ciudad debía alimentarse como pudiera . Todos
los alrededores estaban ocupados por las tropas; era preciso que los al-
macenistas y mercaderes que traían los géneros se aventurasen á atra-
vesar los destacamentos de extranjeros que sólo hablaban alemán . Supo-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 133

niendo que llegasen á proveerse de alimentos , les sería muy difícil vol-
ver á la ciudad .
París debía morirse de hambre ó vencer; y vencer en un día. ¿Cómo

Cincuenta mil picas fueron forjadas por el pueblo en treinta y seis horas...
(Päg. 135)

realizar este milagro ? Tenía al enemigo en la ciudad misma , en la Bas-


tilla y en la Escuela Militar ; los guardias franceses , salvo un pequeño
número , permanecían acuartelados , sin acabar de decidirse . Que el mi-
lagro se hiciera por los parisienses solos , era ridículo hasta decirlo .
Pasaban por ser una población dulce ; habituada á la molicie , niño dócil .
134 J. MICHELET

Nada era tan inverosímil como pensar que este pueblo pudiera conver-
tirse de pronto en un ejército y ejército aguerrido .
He aquí ciertamente lo que pensaban los hombres fríos , los notables
llenos de experiencia, los burgueses que componían el comité de la
ciudad . Querían ganar tiempo para no agravar la inmensa responsa-
bilidad que ya pesaba sobre ellos . Gobernaban París desde el día 12. ¿A
título de qué? ¿como electores? ¿el poder electoral podía ampliarse hasta
aquella fecha? A cada momento creían ver llegar al viejo mariscal de
Broglie con sus tropas á pedirles cuenta ... De ahí sus vacilaciones , su
conducta , largo tiempo equívoca ; de ahí la desconfianza del pueblo , que
encontraba en ellos el principal obstáculo , y acabó por arreglar sus
asuntos sin contar con ellos .
Hacia el medio día regresaron los electores que habían sido enviados
á Versalles ; traían la amenazadora respuesta del rey y el decreto de la
Asamblea .
Esto era la guerra . Los emisarios habían encontrado en los caminos
soldados con escarapela verde , color del conde de Artois . Además habían
pasado á través de la caballería , de todas las tropas alemanas que lle-
naban los caminos , bajo sus blancas capas austriacas.
La situación era terrible , desesperada , pero el corazón era inmenso ;
cada uno lo sentía hora por hora engrandecerse en su pecho . Al Hotel
de Ville llegaban corporaciones de los barrios formando legiones de
voluntarios á ofrecerse para el combate . La compañía de arcabuceros
ofreció sus servicios . Se presentó la Escuela de Círujía con Boyer á la
cabeza ; la Basoche (asociación de alegres estudiantes) quería ir delante ,
combatir en la vanguardia ; todos aquellos jóvenes juraron morir hasta
el último .
¿Combatir? ¿pero con qué? ¿sin armas , sin fusiles , sin pólvora?
El Arsenal, se decía , está vacío . El pueblo no se satisface . Un invá-
lido y un peluquero estuvieron espiando en los alrededores y bien pronto
vieron salir una gran cantidad de pólvora que iba á ser embarcada para
Rouen . Corrieron al Hotel de Ville y obligaron á los electores á mandar
detener el hermoso cargamento . Un bravo cura se encargó de la peli-
grosa misión de guardarla y distribuirla al pueblo (1 ) .
No faltaba más que fusiles . Se sabía que había un gran depósito en
París . El intendente Berthier había mandado traer treinta mil y fabricar
doscientos mil cartuchos . El preboste no podía ignorar estas órdenes de
la intendencia . Obligado á indicar el lugar del depósito , declaró que la
fábrica de Charleville tenía treinta mil fusiles y que además , de un mo-
mento á otro , debían llegar doce mil . En apoyo de esta mentira varios
carromatos atraviesan la Grève , llevando escrita esta palabra : «Artille-
ría . » Son los fusiles sin duda . El preboste hace almacenar las cajas y
(1) El cura Lefevre d'Ormesson , un hombre heroico. Nadie prestó mayor servicio à la Re-
volución y á la ciudad de París. Estuvo cuarenta y ocho horas sobre el volcán , entre la plebe
furiosa que se disputaba la pólvora; recibió muchos golpes; un borracho se puso à fumar so-
bre los toneles abiertos, etc.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 135

pide algunos guardias franceses para hacer la distribución . Se corre á los


cuarteles y, como era de esperar , ni un soldado ; es preciso que los elec-
tores mismos hagan el reparto . ¡ Se abren las cajas! ... ¿Qué contienen?
¡ Estopa vieja ! El furor del pueblo llega al colmo y en sus labios estalla
la palabra: ¡Traición ! Fleselles , no sabiendo qué decir , exclama : «
< Los
frailes tienen armas escondidas» , y envía á la casa de los celestinos , de
los chartreses . Nuevo desencanto . Los chartreses abren las puertas del
convento de par en par, enseñan todos los rincones . Ni un fusil .
Los electores autorizaron á los distritos para fabricar cincuenta mil
picas, que fueron forjadas en treinta y seis horas ; pero este tiempo tan
corto era dem siado largo en una crisis tan larga . Todo podía concluir
en la noche . El pueblo , que sabe siempre lo que sus jefes ignoran , se
enteró aquella noche de la existencia de un gran depósito de fusiles en
los Inválidos . Los diputados de un distrito fueron aquella noche misma
á buscar १ al comandante Besenval y á Sombreuil , gobernador de los In-
válidos . «Escribiré á Versalles» , respondió friamente Besenval . ¡ Cosa
extraña , prodigiosa ! No tuvo ninguna respuesta .
Este silencio inconcebible tenía , sin duda , por causa la completa
anarquía que reinaba en el Consejo donde todos estaban disconformes
con todo, menos en una cosa en que había perfecta unanimidad: la inme-
diata disolución de la Asamblea nacional . Había , según creo , otra causa :
el desprecio de la corte que , demasiado sutil , se empeña en ver en este
movimiento admirable una pequeña intriga , creyendo que todo se hacía
en el Palais- Royal y que todo lo pagaba el duque de Orleans ... Explica-
ción pueril; ¿es que puede tenerse á sueldo millones de hombres? ¿ Había
también pagado el duque la sublevación de Lyon y la del Delfinado , que
se negaban á aceptar los impuestos? ¿Había pagado también á las ciu-
dades de Bretaña que se habían lanzado á las armas y había pagado á
los soldados que en Rennes se negaron á disparar sobre el pueblo?
Es verdad que el busto del príncipe había sido paseado en triunfo .
Pero el príncipe mismo había ido á Versalles á entregarse á sus ene-
migos , protestando de que él temía más que nadie el motín . Allí le ro-
garon que se quedase á dormir en el castillo . Teniéndole en su mano ,、
creía la corte tener al organizador de aquella maquinación y no se in-
quietó por lo ocurrido . El viejo mariscal , á quien habían sido encomen-
dadas todas las tropas , se rodeó bien de soldados , puso al rey en lugar
seguro , acumuló toda clase de defensas en Versalles , en el que nadie
había pensado, y dejó la vana humareda de París disiparse ella misma .
CAPITULO VII

Toma de la Bastilla, 14 de Julio de 1789

Dificultades de la toma de la Bastilla.-La idea del ataque pertenece al pueblo -Odio del pueblo á
Ja Bastilla. -Alegría del mundo al saber la toma de la Bastilla.-El pueblo se apodera de fusi-
les en los Inválidos. -La Bastilla se defiende. - Thuriot emplaza á la Bastilla. - Los electores
envían allí inútilmente muchas comisiones.-Último ataque; Elie, Hullin.-Peligro de retardar
la toma.-El pueblo se cree traicionado, amenaza al preboste y á los electores. -Los vencedo-
res del Hotel de Ville. -Cómo se entrega la Bastilla. -Muerte del gobernador.- Prisioneros
condenados á muerte.-Prisioneros indultados. -Clemencia del pueblo.

Versalles , con un gobierno organizado , un rey, ministros , un ge-


neral, un ejército no era más que vacilaciones , duda , incertidumbre , vi-
viendo en la más completa anarquía moral .
París , alborotado, desprovisto de toda autoridad legal , en un des-
órden aparente , demuestra y posee el 14 de Julio lo que moralmente
constituye el orden más profundo ; la unanimidad de los espíritus .
El 13 de Julio París sólo pensaba en defenderse . El 14 ataca .
El 13 por la noche había aún algunas dudas . Desaparecieron á la
mañana siguiente . La noche estaba llena de furor desordenado , de tu-
multo . La mañana fué luminosa y de una serenidad terrible .
Una idea se alzó sobre París con el día y todos vieron la misma luz .
Una luz en todos los espíritus , y en cada corazón una voz que decía :
<<¡Vé y tomarás la Bastilla! >
»
Esto era imposible , insensato , y hasta decirlo parecía locura ... Y,
sin embargo , todos lo creyeron fácil, hacedero . Y se hizo .
La Bastilla , á pesar de ser una vieja fortaleza , era inexpugnable , á
menos de disponer de muchos días y muchos cañones . En aquella crisis
el pueblo no tenía ni tiempo que perder ni medios de hacer un sitio en
regla . Aun así la Bastilla nada hubiera temido , teniendo víveres bastan-
tes para esperar un socorro seguro y cercano y contando como contaba
con inmensa cantidad de municiones de guerra . Sus muros , de diez pies
de espesor en las torres y de treinta á cuarenta en la base , podían reirse
mucho tiempo de las balas . Sus baterías , en cambio , cuyos fuegos do-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 137

minaban la ciudad , hubieran podido arrasar todo el Marais , todo el ba-


rrio de San Antonio . Sus torres , llenas de estrechas ventanas y aspille-
ras con dobles y triples rejas , permitían á la guarnición hacer impune-
mente una horrenda carnicería en los asaltantes .
El ataque á la Bastilla no era sensato . Fué un acto de fe.
Nadie lo propuso . Pero todos lo pensaron y todos lo pusieron en

THURIOT

práctica . En las calles , en los arrabales , en los puentes , en los boule-


vards la multitud gritaba á la multitud : ¡ A la Bastilla !, ¡ á la Bastilla ! ...
Y en el somatén que sonaba todos creían oir : ¡ A la Bastilla ! Nadie , lo
repito , inició el movimiento ni le dió impulso . Los parlanchines del Pa-
lais-Royal pasaron el tiempo redactando una lista de proscriptos ; juz-
gando á la reina, á la Polignac , á Artois y al preboste Fleselles Ꭹ á
otros condenándolos á muerte ... Pero entre los nombres de los vencedo-
res de la Bastilla no figura ninguno de aquellos que presentaron propo-
siciones y mociones en el Palais-Royal . No fué el Palais Royal el punto
de partida y no fué el Palais- Royal donde los vencedores llevaron los
despojos de los prisioneros .
Menos aún surgió la idea del ataque en los electores que se sen-
taban en el Hotel de Ville . Lejos de esto , para impedirlo , para evitar la
carnicería que la Bastilla podía hacer tan fácilmente , llegaron hasta pro-
TOMO I 18
138 J. MICHELET

meter al gobernador de la odiada fortaleza que si retiraba los cañones


enfilados sobre París , el pueblo no atacaría . Los electores no cometieron
la traición de que fueron luego acusados , pero no tenían fe .
¿Quién la tuvo? Aquel que tiene también fervor y fuerza para rea-
lizar su fe . ¿Quién? El pueblo . Todo el mundo .
Los ancianos que tuvieron la suerte y la desgracia de presenciar
cuanto se hizo en ese medio siglo único , donde todos los siglos parecen
refundirse , declaran que cuanto ocurrió grande , nacional, durante la
República y el Imperio tuvo carácter parcial , no unánime , y que sólo
el 14 de Julio fué el día del pueblo entero . ¡Que perdure como una de
las fiestas eternas del género humano , no solamente por haber sido el
primero de la libertad , sino por haber sido el más grande en la con-
cordia!
¿Qué sucedió en aquella corta noche en la que nadie durmió , para que
á la mañana siguiente todo disentimiento , toda incertidumbre desapa-
reciesen , mostrándose todos unidos en los mismos pensamientos?
Se conoce lo que se hizo en el Palais -Royal y en el Hotel de Ville ;
pero lo que es necesario saber es lo que ocurrió en el pueblo .
Por lo que ocurrió después , se adivina que cada uno durante aquella
noche formuló en su corazón el juicio definitivo del pasado ; antes de
herir, cada uno dictó la sentencia de muerte ... Aquella noche la historia
se aparece á los ojos de todos , una larga historia de sufrimientos , des-
pertando el instinto vengador y justiciero del pueblo . El alma de los
padres que durante tantos siglos sufrieron y murieron en silencio , en-
carna en el alma de los hijos y habla .
Hombres fuertes , hombres pacientes, hasta entonces pacíficos , que
debíais descargar en aquel día el gran golpe de la Providencia : no ame-
drenta vuestro corazón la vista de vuestras familias . Al contrario , mi-
rando vuestros hijos dormidos , cuyo destino y porvenir iban á decidirse
en el nuevo día , vuestro pensamiento se ensancha fijo en las generaciones
libres que de ellos saldrían . ¡ Sentísteis aquel día todo el combate del por-
venir! ...
El porvenir y el pasado dan la misma respuesta ; ambos dicen : ¡Vé ! ...
Y lo que está fuera del tiempo , fuera del porvenir y fuera del pa-
sado , el derecho inmutable os lo dice también . El inmortal sentimiento
de lo justo da nuevo ánimo al agitado corazón del hombre , diciéndole : -
Vé tranquilo; ¿qué te importa? ¡ De cualquier modo que llegues , muerto
ó vencedor , estoy contigo!
¿Qué daño había hecho la Bastilla al pueblo? Los hombres del
pueblo no entraron allí jamás ... Pero la justicia les hablaba y les hablaba
también una voz que conmueve aún más al corazón , la voz de huma-
nidad y de misericordia . Esa voz dulce que parece débil y que hacía diez
años había atravesado aquellos pesados muros , fué quien rindió la Bas-
tilla .
Es preciso decirlo : si alguien tiene derecho á la gloria , es aquella
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 139

mujer intrépida que durante tanto tiempo trabajó en libertar á Latude


contra todas las potencias del mundo . La realeza niega la merced y la
nación la otorga; aquella mujer ó héroe fué coronada en una solemnidad
pública . Coronar á quien , por decirlo así , había forzado las prisiones de
Estado , era ya censurarlas , entregarlas á la execración pública , demo-
lerlas en el corazón y en el deseo de los hombres ... Esta mujer fué la
primera que tomó á la Bastilla .
Desde entonces el pueblo del barrio y de la ciudad , que pasaba sin
cesar bajo la sombra de la Bastilla ( 1 ) , no dejaba ni una vez de malde-
cirla . Merecía bien aquel odio . Había otras prisiones , pero la Bastilla era
la del despotismo , la de la arbitrariedad caprichosa , la de la inquisición
eclesiástica y burocrática . La corte, tan poco religiosa en aquel siglo ,
había hecho de la Bastilla el domicilio de los espíritus libres , la prisión
del pensamiento . Teniendo bajo Luis XVI menos prisioneros , se había
hecho su régimen más severo y duro (el paseo de los presos había sido
prohibido) y menos justo . Francia se avergonzó al saber que el crimen
de uno de los prisioneros había sido ofrecer á nuestra marina un invento
útil ; ¡ se temió que ofreciera el secreto á otros países !
El mundo entero conocía , abominaba la Bastilla . Bastilla y tiranía ,
eran en todos los idiomas palabras sinónimas . Todas las naciones al co-
nocer la noticia de su ruina se creyeron libertadas .
En Rusia , en ese imperio del misterio y del silencio , en esa bastilla
monstruosa colocada entre Europa y Asia , apenas llegó la noticia se vió
á hombres de todas las naciones gritar y llorar en las plazas y en las
calles ; se arrojaban los unos en brazos de los otros , comunicándose la
fausta nueva : « ¡ Cómo no llorar de alegría ! La Bastilla ha sido tomada ,
derruida (2).
La mañana misma del gran día el pueblo no tenía armas todavía .
La pólvora tomada la víspera en el Arsenal y que había sido condu-
cida al Hotel de Ville , era distribuída lentamente durante la noche por
tres hombres solamente . A las dos de la madrugada cesó la distribución
un momento , y la multitud , desesperada , echó abajo las puertas del al-
macén á martillazos .
¡ No tenía fusiles ! Iba á ir á tomarlos , á robarlos en los Inválidos .
Esto era muy peligroso . Es verdad que los Inválidos era un cuartel sin
defensa , una casa abierta , pero el gobernador Sombreuil , viejo y bravo
militar , había recibido un destacamento de artillería y algunos cañones ,
además de los que allí tenía preparados . Por poco que estos cañones sir-
vieran , la multitud podía ser fácilmente dispersada por los regimientos
que Besenval había reunido en la Escuela Militar .
¿Se hubieran negado á pelear aquellos regimientos extranjeros?

(1) «La sombra de la Bastilla llenaba la calle de San Antonio», dice Linguet. Los senadores
más convencidos de la Bastilla eran del barrio ó del arrabal de Saint- Paul.
(2) El suceso ha sido narrado por un testigo nada sospechoso, el conde de Segur, emba-
jador en Rusia, que no participaba de aquel entusiasmo: «Esta locura que, aun narrándola,
me cuesta trabajo creer, etc.» Šegur, Memorias, III, 508.
140 / J. MICHELET

Besenval cree que no . Más bien parece cierto que careciendo de órdenes ,
Besenval estaba lleno de vacilaciones y como paralizado de espíritu . A

LA VELA DE LAS ARMAS


El pueblo armado paseando las calles la noche anterior á la toma de la Bastilla
(Estampa de la época)

las cinco de la madrugada había recibido una extraña visita . Entró un


hombre pálido , encendidos los ojos , la palabra rápida y entrecortada,
audaces los ademanes ... El viejo Benseval , hablador é impertinente , que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 141

era el oficial más frívolo del antiguo régimen , aunque valiente , le mira
absorto: « Señor barón- dice el hombre, -vengo á advertiros que evitéis
la resistencia . Los obstáculos serán destruídos hoy (1) ; estoy seguro

Bajo una lluvia de balas la multitud se lanza y penetra en el primer


recinto. (Pág. 146)

de ello y no puedo impedirlo ; vos tampoco . No intentéis impedirlo . »


Besenval no tuvo temor , pero el golpe estaba dado y el efecto moral
(1) Estas frases prueban que à las cinco de la madrugada no había formado ningún plan.
Aquel hombre que no era del pueblo repetía, al parecer, los rumores del Palais-Royal. - Los
utopistas se entretenían desde hacía tiempo en estudiar la utilidad de destruir la Bastilla,
formaban planes, etc. Pero la idea heroica, insensata, de tomarla en un día, no pudo nacer
más que en el pueblo mismo.
142 J. MICHELET

producido . « Encontré en aquel hombre - dice él mismo - no sé qué de


elocuente que me cautivó ... Hubiera debido mandarle arrestar, pero no
lo hice ... Eran el antiguo régimen y la Revolución que acababan de
verse frente á frente y ésta dejaba á aquél lleno de estupor .
No eran aún las nueve de la mañana y ya había delante de los In-
válidos treinta mil hombres . A la cabeza estaba el procurador de la ciu-
dad, á quien el Comité de los electores no se había atrevido á prohibír-
selo . También estaban allí algunas compañías de guardias franceses
escapadas de su cuartel y los estudiantes de la Basoche , con su viejo
hábito rojo , y el el cura de Saint-Etienne-du-Mont que, nombrado pre-
sidente de la Asamblea reunida en su iglesia, no rechazó el peligroso
cargo de conducir á la fuerza armada .
El viejo Sombreuil fué muy hábil . Se presentó en la verja y dijo
que efectivamente había allí fusiles , pero que constituían un depósito
que le había sido confiado y su delicadeza de militar y de gentilhombre
no le permitía entregarlos , faltando á la promesa de su custodia . Este ar-
gumento imprevisto detuvo á la multitud ; admirable candor del pueblo
en la primera edad de la Revolución . -Sombreuil agregó que había en-
viado un correo á Versalles y que esperaba la respuesta , haciendo gran-
des protestas de adhesión y amistad al municipio y á la ciudad entera.
Los más querían esperar . Afortunadamente hubo allí un hombre
menos , escrupuloso (1 ) que evitó fuese engañada la multitud . No había
tiempo que perder y , después de todo , aquellas armas á quién pertene-
cían sino á la nación?... La multitud saltó los fosos y el hotel fué inva-
dido ; en los sótanos se encontraron veintiocho mil fusiles y veinte piezas
de cañón .
Esto ocurrió de nueve á once . Corramos á la Bastilla .
El gobernador de Launay estaba sobre las armas desde las dos de
la madrugada del día 13. No había olvidado ninguna precaución . Además
de los cañones de las torres , tenía los del Arsenal , que puso cargados de
metralla . Hizo subir á las torres seis carros de balas , pólvora y muni-
ciones para destruir á los asaltantes . En las aspilleras de la parte baja
había colocado doce grandes trabucos , cada uno de los cuales arrojaba en
cada disparo libra y media de balas . Abajo había colocado sus soldados
más seguros , treinta y dos suizos , que no tenían escrúpulo alguno en
disparar contra los franceses . Los ochenta y dos inválidos estaban dis-
tribuídos en varios sitios , lejos de las puertas , en las torres . Su última
precaución fué desalojar las habitaciones avanzadas que cubrían la base
de la fortaleza .
El día 13 no ocurrió nada , aparte las injurias dirigidas á la Bastilla
por los que por allí pasaban .
El 14 , al comenzar la madruga , sonaron siete disparos hechos por
los centinelas de las torres . Hubo alarma . El gobernador subió con el

(1 ) Uno sólo de los ciudadanos allí reunidos. Proceso verbal de los electores, pág. 300,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 143

estado mayor y permaneció en la terraza media hora escuchando los


rumores lejanos de la ciudad; por fin , no oyendo nada , bajó á sus habi-
taciones .
Por la mañana numerosos grupos de gente del pueblo y muchos jó-
venes (del Palais-Royal u otros puntos ) se acercan á la Bástilla pidiendo á
gritos les sean entregadas las armas . No se les oye . En cambio se deja
entrar á una comisión pacífica del Hotel de Ville , que se presenta á las
diez rogando al gobernador retire los cañones enfilados sobre París , pro-
metiéndole que si él no tira el pueblo no atacará . No teniendo orden de
hacer fuego , el gobernador acepta la proposición y lleno de alegría invita
á almorzar á los comisionados .
Cuando salían se presenta un hombre que habla en tono completa-
mente distinto .
Es un hombre violento , audaz , sin respetos humanos , sin temor ni
piedad , desconocedor de los obstáculos y las conveniencias , inspirado por
el genio colérico de la Revolución ... Iba á emplazar la Bastilla .
El terror entra con él . La Bastilla tiene miedo ; el gobernador no
sabe por qué, pero se turba , balbucea.
Aquel hombre era Thuriot, una terrible fiera de la raza de Danton ;
lo encontraremos dos veces , al comienzo y al fin ; su palabra es dos veces
mortal ; mata la Bastilla ( 1 ) , mata á Robespierre .
No debe pasar el puente , el gobernador se lo prohibe y Thuriot
pasa . Del primer recinto pasa al segundo ; nueva prohibición y entra;
franquea el segundo foso por el puente levadizo . Y'héle ya enfrente de
la enorme verja que cierra el tercer recinto , que parecía un abismo
monstruoso, cuyas paredes estaban formadas por las ocho torres unidas
entre sí . En aquel lado los muros no tenían ni una ventana y en el fondo
del abismo estaba el único paseo del prisionero , donde angustiado , per-
dido en el enorme pozo , oprimido por la mole de piedra , no podía con-
templar más que la inexorable desnudez de los muros . En un lado sola-
mente rompía aquella asfixiante monotonía un reloj colocado entre dos
cautivos de piedra, como para encadenar el tiempo y hacer más lenta y
pesada la sucesión de las horas .
Allí estaban los cañones cargados , la guarnición , el estado mayor .
Nada importa á Thuriot : « Señor- dice al gobernador, -os emplazo
en nombre del pueblo , en nombre del honor y de la patria , para que re-
tiréis vuestros cañones y entreguéis la Bastilla . » Y volviéndose á la
guarnición repitió las mismas palabras .
Si M. de Launay hubiera sido un verdadero militar , no hubiera in-
troducido de este modo al parlamentario en el mismo corazón de la for-
taleza y menos aún le hubiera tolerado dirigirse á la guarnición . Pero
es preciso tener en cuenta que los oficiales de la Bastilla lo eran , en su

(1) La mala de dos maneras. Introduce en ella la división , la desmoralización , y cuando


foé tomada propone demolerla. Mata á Robespierre negándole la palabra el 9 termidor; Thu-
riot era entonces presidente de la Convención .
144 J. MICHELET

mayor parte , por gracia del jefe de policía ; muchos de ellos que no ha-
bían servido jamás , lucían en el pecho la cruz de San Luis . Todos , desde
el gobernador al último criado , habían comprado sus puestos y sacaban
de ellos el partido que podían . El gobernador , además de sus sesenta
mil libras de sueldo , sacaba cada año otro tanto de sus rapiñas . A costa
de los prisioneros alimentaba su casa, ganaba con el vino ( 1 ) , con los
muebles , con todo . Y ¡ hecho impío , bárbaro !, alquiló á un jardinero el
jardín de la Bastilla , que era pequeño, y por aquella miserable ganancia
privó á los prisioneros del paseo , del aire y de la luz .
Aquel alma rastrera y codiciosa sabía que era conocido , y esto le
quitaba todo valor ; las terribles Memorias de Linguet hicieron á de Lau-
nay famoso en toda Europa . La Bastilla era odiada y su gobernador ,
personalmente , era odiado también . Los furiosos gritos del pueblo , que
resonaban allá fuera , creía que eran exclusivamente contra él ; estaba
lleno de turbación y temor.
Las palabras de Thuriot produjeron diferente efecto en los suizos y
en los franceses . Los suizos no las comprendieron , pero el Estado Mayor
y los Inválidos se conmovieron ; aquellos viejos soldados en trato diario
con las gentes del barrio , no tenían ganas de disparar contra sus amigos.
La guarnición se divide ; ¿ qué harán ambos bandos? Si no se ponen de
acuerdo ¿querrán luchar entre sí?
El amendrentado gobernador con tono quejumbroso declaró que
había llegado á un acuerdo con el municipio y juró é hizo jurar á la
guarnición que si no eran atacados no harían un sólo disparo .
Thuriot no se contenta con esto . Quiere subir á las torres , ver si
efectivamente han sido retirados los cañones . De Launay, harto arrepen-
tido de haberle dejado entrar , se niega , pero sus oficiales le aconsejan
que acepte , hacen presión sobre él y al fin sube con Thuriot .
Los cañones habían sido retirados de las troneras , cubiertos , pero
continuaban enfilados . La vista que se ofrecía desde aquella altura de
ciento cuarenta piés era inmensa , enloquecedora ; las calles y las plazas
llenas de gente ; todo el jardín del arsenal cubierto por hombres arma-
dos... Y he aquí que en el otro lado se ve una masa negra que avanza……
Es el pueblo del barrio de San Antonio ...
El gobernador palidece . Coge á Thuriot por un brazo : «¿Qué habéis
hecho? ¡ abusáis del título de parlamentario !; ¡me habéis engañado , trai-
cionado ! >
»
Ambos estaban en el borde del muro y de Launay tenía un centi-
nela en la torre . Todo el mundo en la Bastilla prestaba juramento de
obediencia y fidelidad al gobernador ; en su fortaleza era el rey y la ley.
Podía vengarse...

(1) El gobernador tenía derecho de hacer entrar cien barricas de vino francas de impuesto.
Vendía este derecho á una taberna á cambio de vinagre que daba á beber á sus prisioneros
y de una gruesa cantidad . Puede verse en el libro La Bastilla destruída, la historia de un pri-
ionero rico que de Launay llevaba por las noches à casa de una joven, à quien el gobernador
había puesto casa y cuyos gastos hacía pagar al otro .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 145

Pero fué al contrario . Thuriot permaneció sereno y el gobernador


tembló de miedo cuando aquél le repuso : « Caballero , una palabra más y
os juro que uno de los dos caerá al foso . »
En aquel mismo momento el centinela se acerca tan turbado como
el gobernador y, dirigiéndose á Thuriot, exclama : «Por favor , señor ,
asomáos á las almenas... No hay tiempo que perder ; el pueblo avanza...
Como no os ven, quieren atacar.» Thuriot se asomó y el pueblo , vién-
dole vivo , lanzó un inmenso clamoreo de alegría y estalló en ruidosos
aplausos .
Thuriot bajó con el gobernador, atravesó de nuevo el tercer recinto
y dirigiéndose otra vez á la guarnición , dijo : «Espero que el pueblo no
se negará á dar una guardia burguesa que preste servicio en la Bastilla
con vosotros .
El pueblo creía entrar en la Bastilla cuando saliera Thuriot . Como
le vió salir y marchar al Hotel de Ville para hacer la misma oferta que
había hecho á la guarnición de la Bastilla, le creyó traidor y le ame-
nazó . La impaciencia se convirtió en furor ; la multitud se apoderó de
tres inválidos y quiso matarlos . Se apoderó de una señorita á quien creyó
hija del gobernador y quería quemarla si su padre no se rendía . Pudo
ser arrancada de manos del pueblo . «¿Qué será de nosotros si no toma-
mos la Bastilla antes de la noche?...» El grueso Santerre , un cervecero
que el barrio había nombrado comandante , propuso incendiar la plaza
arrojando aceite y resina que había preparado la víspera . Mandó buscar
las barricas .
Un carretero, que había sido soldado , comenzó bravamente la obra
y avanzó con un hacha en la mano , se subió al techo de un pabellón
del cuerpo de guardia adosado al primer puente levadizo , y bajo una
lluvia de balas trabaja tranquilamente golpe á golpe , destroza los ma-
deros donde afianzaban las cadenas , y el puente se abre , cae . La multi-
tud se lanza y penetra en el primer recinto . Desde las torres y las aspi-
lleras bajas hacen un fuego nutrido y el pueblo cae á montones , sin que
la guarnición recibiera daño alguno . De todos los disparos que el pueblo
hizo , sólo dos tiros penetraron ; uno sólo de los sitiados quedó muerto .
El comité de los electores , que comenzó á ver llegar los heridos al
Hotel de Ville , y que deploraba la efusión de sangre , hubiera querido
detener el ataque . No había para esto más que un medio . Apoderarse
de la Bastilla en nombre de la ciudad y hacer entrar en ella la guardia
burguesa. El preboste vacilaba demasiado ; Fauchet insistía ; otros elec-
tores hicieron presión también . Fueron como diputados del Municipio ,
pero entre el fuego y el humo no fueron vistos ; nadie se fijó en ellos . Ni
la Bastilla ni el pueblo cesaron de tirar . Los diputados corrieron gran-
dísimo peligro .
Una segunda comisión , con el procurador de la ciudad á la cabeza ,
llevando al lado un tambor y una bandera , apareció en la plaza . Los
soldados, que estaban en las torres , arbolaron una bandera blanca y sus-
TOMO I 19
146 J. MICHELET

pendieron el fuego . El pueblo cesó de tirar , y siguiendo á los diputados ,


penetró en el recinto . Una furiosa descarga de la Bastilla tendió muchos
hombres en tierra , al lado mismo de los diputados . Probablemente los
suizos que estaban abajo con de Launay no se enteraron de las señales
que habían hecho los inválidos en las torres (1 ) .
La rabia del pueblo no tuvo límites entonces . Desde por la mañana
se decía que el gobernador había facilitado engañosamente la entrada
del pueblo en el primer recinto para fusilarlo á mansalva ; se creyeron
dos veces engañados y resolvieron perecer ó vengarse de los traidores .
A los que aconsejaban prudencia les respondían : « Nuestros cadáveres
servirán al menos para llenar los fosos .» Y se lanzaban obstinadamente
sin desanimarse jamás contra la fusilería , contra aquellas torres asesinas ,
creyendo que á fuerza de morir podrían destruirlas .
Pero entonces , y cada vez más , gran número de hombres generosos
que no habían tomado parte en la lucha , se indignaron de aquella pelea
tan desigual, que era un asesinato cometido á mansalva , y todos se pu-
sieron de parte del pueblo . Fueron á buscar los comandantes nombrados
por la ciudad y les obligaron á entregar cinco cañones . Se formaron dos
columnas: de obreros y burgueses una , y la otra de guardias franceses .
La primera nombró jefe á un joven de estatura y fuerza heroicas , á Hu-
llin , relojero de Ginebra , que había abandonado su oficio para ser criado
y cazador del marqués de Conflans ; el vestido del cazador fué tomado ,
sin duda , por un uniforme ; las libreas de la servidumbre guiaron al pueblo
al combate de la libertad . El jefe de la otra columna fué Elie , un afortu-
nado oficial del regimiento de la reina que , estando vestido de paisano ,
se puso su brillante uniforme , señalándose bravamente , en medio de la
multitud , á los suyos y al enemigo . Entre sus soldados había uno admi-
rable por su valentía, juventud y pureza , una de las glorias de Francia ,
Marceau, que se contentó con combatir y no reclamó nada en los honores
de la victoria .
Cuando llegaron estas dos columnas el pueblo había conseguido
poco . Se había logrado con tres carros de paja hacer arder los pabellones
y las cocinas , pero no se sabía qué más hacer ni cómo hacerlo . La deses-
peración del pueblo recaía en el Hotel de Ville . Se acusaba al preboste á
los electores y les pedían con amenaza ordénasen el sitio de la Bastilla.
Jamás se les pudo arrancar la orden . Diversos medios raros y extraños
eran propuestos á los electores para tomar la fortaleza . Un carpintero
aconsejaba una obra de madera , una cataputca romana para lanzar pie-
dras contra los muros . Los comandantes de la ciudad decían que era
preciso hacer el sitio en regla y abrir una mina . Durante estos largos y
vanos discursos se lee una carta que Besenval escribía á de Launay y
que fué interceptada, en la que le recomendaba que se defendiera hasta
el último extremo .

(1) Esta es la única manera de conciliar las declaraciones, opuestas en apariencia, de los
sitiados y la diputación.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 147

Para calcular el valor del tiempo en esta crisis suprema , para ex-
plicar el terror de la tardanza , conviene saber que cada momento circu-
laba una nueva falsa alarma . Se suponía que la corte , á dos horas de
distancia , estaba enterada del ataque á la Bastilla comenzado al medio
día y se preparaba á lanzar sobre París sus suizos y sus alemanes . Los
de la Escuela Militar ¿ pasarían el día con los brazos cruzados? No era
verosímil . La poca confianza que Besenval tenía en sus tropas era ó pa-
recía una excusa . Los suizos se mostraban firmes y fieles en la Bastilla ,
haciendo una carnicería . Los dragones alemanes habían hecho muchas
descargas el día 12 y matado algunos guardias franceses . Estos , á su
vez , habían matado algunos dragones . El odio de cuerpo aseguraba la
fidelidad .
El barrio Saint-Honoré se despoblaba creyéndose atacado de un mo-
mento á otro . La Ciudadela estaba en el mismo peligro y efectivamente
fué ocupada por un regimiento , pero demasiado tarde .
Toda lentitud parecía al pueblo traición . Las tergiversaciones del
preboste le hacían sospechoso , y del mismo modo acontecía á los elec-
tores . La multitud , indignada , comprendió que perdía el tiempo con
ellos . Un viejo grita : « Amigos , ¿qué hacemos entre estos traidores? ¡ Vá-
monos todos á la Bastilla ! » La indicación fué atendida por todos . Los
electores , estupefactos , se encuentran solos... Uno de ellos sale y vuelve
pálido, con el rostro de un espectro : « Si permanecéis aquí no os quedan
más que diez minutos de vida ... En la plaza ruge la multitud rabiosa ...
Ya suben...» No intentaron huir y esto les salvó .
Todo el furor del pueblo se concentra contra el preboste . Los en-
viados de los distritos se presentan uno tras otro , arrojándole su traición
á la cara . Algunos de los electores , viéndose comprometidos delante del
pueblo por su imprudencia y sus mentiras , se vuelven contra él y le
acusan . Otros , el buen viejo Dussaulx ( el traductor de Juvenal) y el in-
trépido Fauchet , intentaron defenderle , salvarle la vida , inocente ó cul-
pable . Obligado por el pueblo , pasa del despacho en que estaba á la gran
sala de San Juan , sus amparadores lo rodean y Fauchet se sienta á su
lado . Las huellas de la muerte se marcaban ya en su rostro , dice Dus-
saulx . Rodeado de papeles , de cartas , de gentes que iban á hablarle , en
medio del vocerío , de los gritos de muerte , se esforzaba para responder
á todos con afabilidad . Los del Palais-Royal y los del distrito de Sant-
Roch, eran los que más furiosos estaban . Fauchet corrió allí á pedir gra-
cia , conmiseración . El distrito estaba reunido en Asamblea en la iglesia
de San Roque y dos veces Fauchet subió al púlpito , rogando , llorando ,`
con las palabras más ardientes que su gran corazón podía inspirarle ; su
ropa , acribillada á balazos en la Bastilla , era elocuente también ; ro-
gaba por el pueblo mismo , por el honor de aquel gran día , para dejar
puro y sin mancha el triunfo de la libertad .
El preboste y los electores permanecían en la sala de San Juan entre
la vida y la muerte . «Cuantos estaban allí-dice Dussaulx -parecían
148 J. MICHELET

salvajes ; muchas veces escuchaban , miraban en silencio ; otras un mur-


mullo terrible , un rugido sordo , como el estremecimiento de un terre-
moto , salía de la multitud . Muchos hablaban y gritaban , pero los más

Sc
F- huler

Cuando llegaron las columnas, el pueblo había conseguido poco


(Pág. 146)

estaban aturdidos por la novedad del espectáculo . Los rumores , las voces ,
las noticias , las alarmas , las cartas detenidas , los descubrimientos falsos
ó verdaderos , tantos secretos revelados , tantos hombres llevados ante el
tribunal , obscurecían el espíritu y la razón . Uno de los electores decía:
<<¿No es este el Juicio final?...» El aturdimiento había llegado á tal
grado , que todo se había olvidado : el preboste y la Bastilla ..
Eran las cinco y media . Un inmenso grito estalla en la plaza del
Hotel de Ville , en la Grève; luego un clamoreo que viene de lejos , que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 149

avanza y se acerca con la rapidez de la tempestad ... ¡La Bastilla ha sido


tomada !
En la sala, ya llena , entran de una vez mil hombres y diez mil em-

El preboste y los electores permanecían en la sala de San Juan entre


la vida y la muerte. (Pág. 147)

pujan detrás de ellos . El suelo tiembla , los bancos ruedan , la verja es


empujada hasta la mesa del presidente .
Todos vienen armados , unos casi desnudos ; otros vestidos con reta-
zos de todos colores . Un hombre era llevado en un millón y coronado de
laureles ; era Elie ; le rodeaban todos los prisioneros . A la cabeza , en medio
del inmenso ruido , en que no se hubiera escuchado un cañonazo , mar-
chaba un joven en actitud de religioso recogimiento ; llevaba clavada en
su bayoneta una cosa impía , tres veces maldita , el reglamento de la Bas-
150 J. MICHELET

tilla . También llevaban las llaves monstruosas , innobles , groseras , usa-


das por los siglos y por los dolores de los hombres . La casualidad ó la
Providencia quiso que fuesen á parar á manos de un hombre que las co-
nocía demasiado , á un antiguo prisionero. La Asamblea nacional coloca
en sus archivos estas viejas máquinas de los tiranos , al lado de las leyes
que destruyeron la tiranía . Todavía hoy conservamos las llaves en el
armario de hierro de los archivos de Francia ... ¡Ah ! ¡ Si pudieran ence-
rrarse en la misma vitrina las llaves de todas las Bastillas del mundo !
La Bastilla, forzoso es reconocerlo , no fué tomada; se entregó ella ,
turbada, enloquecida por la conciencia de su maldad .
Allá dentro , unos querían que se rindiera ; otros seguían disparando ,
sobre todo los suizos , que durante cinco horas , sin riesgo ni temor algu-
no , se divirtieron escogiendo y apuntando bien á las víctimas que que-
rían . Allí mataron ochenta y tres hombres é hirieron á ochenta y ocho .
Veinte de los muertos eran pobres padres de familia que dejaron mujeres
é hijos , condenados á morir de hambre .
La vergüenza de aquella guerra sin riesgo y el horror de ver derra-
mada sangre francesa por los suizos , que la odiaban , acabaron por hacer
caer las armas de los inválidos . Los suboficiales , á las cuatro , rogaron ,
suplicaron á de Launay que pusiera término á aquellos asesinatos . El
gobernador sabía cuál era su destino y lo que merecía . Pensaba sólo en
morir matando . Un momento tuvo una idea horriblemente feroz ; volar la
Bastilla; hubiera destruido un tercio de París . Sus ciento treinta y cinco
barriles de pólvora hubieran lanzado á los aires , deshecha en pedazos ,
la inmensa mole de la Bastilla y al caer las piedras hubieran arrasado
todo el barrio , todo el Marais y todo el arrabal del Arsenal ... Tomó la
mecha de un cañón . Dos oficiales impidieron el crímen; cruzaron sus ace-
ros y le impidieron la entrada en el depósito de la pólvora . Entonces
intentó suicidarse y desenvainó un cuchillo , que le fué arrebatado .
Estaba trastornado y no podía dar órdenes (1 ) . Cuando los guardias
franceses colocaron en batería sus cañones y disparado (según algunos) ,
el capitán de los suizos comprendió que era necesario entregarse ; escri-
bió y envió un mensaje (2) en que se pedía salir de la fortaleza con los
honores de guerra . -Negativa . -Después pidió que se respetara la vida
de los sitiados . -Hullin y Elie lo prometieron .
La dificultad estaba en hacer respetar la promesa . ¿Quién podía im-
pedir una venganza deseada desde hacía tantos siglos , irritada ahora con
tantos asesinatos como acababa de hacer la Bastilla ...? Una autoridad
que tenía una hora de existencia , surgida en la Grève y que apenas era co-
nocida por más de dos grupos que peleaban en la vanguardia , no era
suficiente para contener á los cien mil hombres que la seguían .
La multitud estaba ciega , orgullosa de su mortandad misma . En la

(1) Desde la mañana, según testimonio de Thuriot.


(2) Para tomar el mensaje se colocó una plancha de madera sobre el foso . El primero que
se atrevió a pasar cayó; el segundo, que fue Maillard , fué más afortunado y recogió la carta.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 151

plaza no mata más que á un hombre ; mira con desdén á los suizos á quie-
nes toma por prisioneros ó por criados y hiere y maltrata á sus amigos
los inválidos . Hubiera querido poder exterminar la Bastilla ; rompe á
pedradas los dos esclavos del reloj ; sube á las torres para insultar á los
cañones ; muchos se agarran á las piedras , ensangrentándose las manos
por querer arrancarlas . Bajan rápidamente á los calabozos para librar á
los prisioneros ; dos se habían vuelto locos . Uno , asustado del ruído , que-
ría defenderse ; quedóse sorprendido cuando los que abrieron la puerta de
su encierro se arrojaron en sus brazos , mojándole el rostro con sus lá-
grimas. Otro, que tenía una barba hasta la cintura, preguntó cómo se
portaba Luis XV; creía que reinaba todavía . A los que le preguntaron
su nombre respondió que se llamaba el Mayor de la Înmensidad .
Los vencedores no habían concluído ; en la calle de San Antonio
sostenían otro combate . Avanzando hacía la Grève encontraron algunos
grupos de hombres que, no habiendo tomado parte en el combate , querían
hacer algo , asesinar á los prisioneros cuando menos . Uno de ellos quedó
muerto en la calle de Joureellos , otro en el arrabal . Algunas mujeres ,
desgreñadas , que acababan de reconocer á sus maridos entre los muertos
de la Bastilla , corrían detrás de los asesinos ; una de ellas , loca de dolor ,
pedía á todo el mundo que le diesen un cuchillo .
De Launay era llevado , sostenido y defendido en este gran peligro
por dos hombres de corazón y de una fuerza poco común : Hullin y otro .
Conducir á aquel hombre de la Bastilla á la Grève , que estaba tan cerca ,
no era obra menor que los doce trabajos de Hércules . No sabiendo ya
cómo defenderle y viendo que la gente conocía á Launay solamente en
qué iba sin sombrero , tuvo la idea heroica de ponerle el suyo , recibiendo
en aquel momento los golpes que á Launay iban dirigidos ( 1 ) . Llegó en
fin al pórtico de San Juan; si conseguía lanzarle en la escalera , todo
había concluído . La multitud lo comprendió é hizo un furioso esfuerzo .
La fuerza de gigante que Hullin había desplegado no le sirvió entonces
de nada . Estrujado por aquella enorme boa que la masa formaba alre-
dedor de él , apretándole , perdió tierra y fué einpujado de uno á otro lado
hasta caer al suelo . Se levantó dos veces . A la segunda vió en el aire ,
clavada en una pica , la cabeza de Launay .
Otra escena se desarrollaba en la sala de San Juan . Los prisioneros
estaban allí en gran peligro de muerte ; la multitud se encarnizaba , so-
bre todo contra tres inválidos , en quienes creía reconocer á los artille-

(4) La tradición realista, que tiene la difícil preocupación de hacer interesantes à los hom-
bres menos interesantes, ha querido hacer creer que de Launay, más heroico aún que Hullin ,
le había devuelto el sombrero, volviendo à colocarselo en la cabeza, prefiriendo perecer á
exponerlo á morir La misma tradición obsequia con el mismo hecho , algunos días después, à
Berthier, el intendente de París. Se cuenta tambien que el Mayor de la Bastilla, reconocido y
defendido en la Grève por uno de sus antiguos prisioneros, á quien había tratado con cariño,
le alejó de sí diciéndole: «Os perdéis vos sin salvarme .» Este último relato da idea de los otros
dos. Los precedentes de de Launay y Berthier, no ofrecen nada que pueda hacer creer en el he-
roismo de sus últimos momentos El silencio de la biografía Michaud , en el artículo sobre de
Launay, redactado con informes facilitados por su propia familia, prueba que ella misma no
creía en esta tradición .
152 J. MICHELET

ros de la Bastilla ; uno estaba herido ; el comandante de La Salle , haciendo


increíbles esfuerzos , invocando su título de comandante , logró salvarle ;
mientras lo llevaba fuera , los otros dos fueron arrastrados y colgados
en el farol del rincón de la Vannerie , frente al Hotel de Ville .
Este gran movimiento , que parecía haber hecho olvidar á Fleselles ,
fué, sin embargo, lo que le perdió . Sus implacables acusadores del Pa-
lais-Royal , descontentos de ver á la multitud ocupándose de otras
cosas , se mantenían cerca de su mesa , le amenazaban, le invitaban á
seguirles... Concluyó por ceder, acaso porque una espera tan larga de
la muerte le pareciera peor que la muerte misma , ó porque confiaba po-
der escapar en la universal preocupación del gran suceso del día . « Pues
bien , señores -dijo, -vamos al Palais-Royal . » No había llegado al por-
tal , cuando un joven le deshizo la cabeza de un pistoletazo .
La masa del pueblo , acumulada en la sala , no pedía más sangre ; la
veía correr con estupor , dice un testigo ocular. Miraba con la boca abierta
este prodigioso espectáculo , extraordinario , capaz de volver loco al más
fuerte y sereno . Las armas de la Edad Media , de todas las edades , se
confundían allí ; los siglos estaban presentes . Elie , subido sobre una
mesa , con el casco en la cabeza , su enorme espada en la mano , parecía
un guerrero romano . Estaba rodeado de prisioneros y pedía gracia para
ellos . Los guardias franceses pedían por única recompensa el perdón de
los prisioneros . En este momento la multitud se apodera de un hombre
seguido de su mujer: era el príncipe de Montbarey , exministro . La mujer
se desmayó ; el hombre es arrajado encima de la mesa , sostenido por doce
hombres con el cuerpo doblado ... El pobre diablo, en esta rara actitud ,
explicó que no era ministro desde hacía mucho tiempo , que su hijo había
tomado gran parte en la revolución de su provincia ... El comandante de
La Salle habla en su favor exponiéndose mucho . Los hombres que le
habían apresado no querían soltarle ; pero La Salle que era más fuerte ,
coge al desgraciado y le pone de pié ... Este rasgo de fuerza gusta al
pueblo y aplaude ...
En aquel mismo momento el bravo y excelente Elie encuentra me-
dio de concluir de un golpe con todo proceso y todo juicio . Vió á los
niños de servicio en la Bastilla , que eran conducidos á la sala y se puso
á gritar: « ¡ Perdón para los niños ! ¡ Perdón ! »
Hubierais visto entonces los rostros y las manos ennegrecidas por la
pólvora y el humo comenzarse á lavar con gruesas lágrimas , como caen
después de la tempestad gruesas gotas de lluvia ... Ya no se hizo más
justicia ni venganza . El tribunal había sido destruído . Elie había ven-
cido á los vencedores de la Bastilla . Hicieron jurar á los prisioneros fide-
lidad á la nacion y los dejaron libres ; los inválidos se fueron tranquila-
mente á su hotel ; los guardias franceses se apoderaron de los suizos y los
ali-
llevaron , según su rango , á sus propias casas , donde los alojaron y
mentaron .
Las viudas , ¡ hecho admirable !, se mostraron también magnánimas .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 153

Indigentes y cargadas de hijos , no quisieron recibir solas una modesta


cantidad que les fué repartida ; hicieron también entrar en el reparto á
la viuda de un pobre inválido que había contribuído á impedir la explo-
sión de la pólvora de la Bastilla y que fué muerto por error . La mujer del
sitiado fue protegida por las mujeres de los sitiadores .

TOMO I 20
LIBRO SEGUNDO

14 DE JULIO .- 6 DE OCTUBRE DE 1789

CAPITULO PRIMERO
La Paz falsa

Versalles, el 14 de Julio.-El rey en la Asamblea el 15 de Julio. -Duelo y miseria de París. - Dipu-


tación de la Asamblea en la ciudad de París el 15 de Julio.- La paz falsa .-El rey va á París
el 17 de Julio. - Primera emigración: Artois, Condé, Polignac, etc. - Soledad del rey.

La Asamblea pasó todo el día 14 entre dos temores , las violencias de


la corte y las violencias de París con los incidentes de una insurrección ,
acaso desgraciada , que mataría la libertad . Se escuchaban todos los ru-
mores , se ponía el oído en tierra y se creía percibir el eco de un cañoneo
lejano .
Este movimiento podía ser el último ; muchos querían que con toda
rapidez quedaran acordadas las bases de la constitución para que, si la
Asamblea era dispersada y destruída , dejara este testamento , esta luz
para guiar la resistencia y señalar el camino del porvenir.
La corte organizaba el ataque; pocas cosas faltaban para la ejecu-
ción . A las dos todavía ordenaba Berthier algunos detalles en la Escuela
Militar . Su suegro , Foulon , subministro de la Guerra , ordenaba los pre-
parativos en Versalles . Aquella noche París debía ser atacado por siete
lados á la vez . En consejo se discutía la lista de los diputados que
serían presos aquella noche, se señalaba á otros para ser proscriptos y
algunos eran exceptuados . M. de Breteuil defendía la inocencia de Bailly.
La reina y madama de Polignac , iban entretanto á la Orangerie á animar
á las tropas , á hacer repartir vino á los soldados , que formaban grupos
y bailaban . Para completar la embriaguez , Polignac , la hermosa entre las
hermosas , llevaba á su casa á los oficiales , les obsequiaba con licores y los
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 155

perturbaba con sus dulces palabras y sus miradas ... Una vez lanzados
aquellos ciegos , la noche hubiera sido sangrienta...Se interceptaron cartas
suyas donde escribían : « Marchamos contra el enemigo ...» ¿Quién era el
enemigo? La Ley y Francia .
De pronto una nube de polvo aparece en la carretera de París ; es
un grupo de caballeros que vienen á galope tendido; es el príncipe de
Lambesc con todos sus oficiales , que huye del pueblo de París . Pero en-
cuentra allí al pueblo de Versalles ; si no hubiera sido por temor de herir
á los otros , la gente hubiera disparado contra el príncipe .
Llega M. de Noailles : « La Bastilla ha sido tomada . » Llega M. de
Wimpfen: « El gobernador ha sido muerto . Murió como debía . » > Dos
emisarios de los electores llegan después y exponen á la Asamblea el es-
candaloso estado de París . La Asamblea se indigna , se invoca la vengan-
za de Dios y de los hombres para la corte y sus ministros . « ¡ Cabezas !,
grita Mirabeau . Necesitamos la de M. de Broglie . »
>
Una diputación de la Asamblea va á buscar al rey y no obtiene de
él más que palabras equívocas. El rey envía oficiales para que tomen el
mando de la milicia burguesa ... Ordena á las tropas del Campo de Marte
replegarse... Movimiento muy oportuno para el ataque general .
Indignación de la Asamblea , griterío , envío de una nueva comi-
sión... « El corazón del rey está destrozado , pero no puede hacer más . »
Luis XVI , cuya debilidad se ha deplorado tanto , tenía aquel día la
apariencia de una firmeza deplorable .
Berthier había ido á Versalles y estaba á su lado ; le animaba , le
decía que todo lo ocurrido era poca cosa . En la turbación y desorden en
que París se encontraba, había todavía medios para el gran ataque de la
noche . En esto se supo que París se preparaba , que organizaba sus cen-
tinelas , que había colocado cañones en Mont-martre que cubrían la
Ciudadela y tenían en jaque á Saint -Denis .
Vacilando entre los informes contradictorios , el rey no dió ninguna
orden Ꭹ , fiel á sus costumbres , se acostó temprano . El duque de Lian-
court, que por razón de su cargo entraba en la cámara regia á cualquier
hora del día ó de la noche , no quiso dejar perecer al rey en su apatía é
ignorancia . Le explicó el peligro que corría, la importancia del movi–
miento , su irresistible fuerza que debía aceptar , le recomendó que se
atrajera al duque de Orleans , que se acercara á la Asamblea... Luis XVI ,
mal despierto (pasó su vida amodorrado) , exclamó : «¿Pero qué? ¿es un
motín?-Señor , ¡ es una revolución ! >
»
El rey no ocultaba nada á la reina ; se supo todo en casa del conde
de Artois . Sus servidores tuvieron miedo ; la realeza podía salvarse á ex-
pensas suyas . Uno de aquéllos , que conocía bien al príncipe , le asedíó por
su lado flaco; por el miedo . Le dijo que estaba proscripto del Palais-Ro-
yal, como Flesselles y de Launay , que podía calmar los espíritus unién-
dose al rey en la política popular que la necesidad de los tiempos impo-
nía . El mismo individuo , que era diputado , corrió á la Asamblea (era
156 J. MICHELET

media noche) y encontró al bueno de Bailly , que no se atrevía á irse á


dormir , y le pidió de parte del príncipe un discurso que el rey pudiera
pronunciar al día siguiente .
Alguien había en Versalles más afligido y azorado que nadie . El
duque de Orleans . El 12 de Julio , en busto , había sido paseado en triunfo
y luego brutalmente destrozado . Todo concluyó allí . Nadie se conmovió .
El 13 algunos hablaron de nombrarle general; pero aquel pueblo estaba

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCIÓN

CL

LA HIDRA DE LA TIRANIA

Lámina en colores publicada en París á raiz de la toma de la Bastilla. La tiranía, espantable


monstruo de cien cabezas, intenta devorar al pueblo. Los ciudadanos van cortando sus cabe-
zas, que caen en montón. En el fondo se ve á los nobles que huyen.

como sordo , no oía ni entendía lo que no quería oir . El 14 por la maña—


na , madama de Genlis tuvo la increible audacia de enviar su Pamela
con un lacayo rojo al lugar del tumulto . Alguno dijo : «¿No es esta la
reina?» Y nadie hizo caso ... Todas las bajas intrigas cayeron en el vacío
en aquel inmenso movimiento; todo interés mezquino y miserable pere-
ció en el empuje de aquel movimiento sagrado .
El pobre duque de Orleans fué en la mañana del 15 al castillo para
entrar en consejo . Pero se quedó á la puerta . Esperó un rato y luego es-
cribió al rey , no para pedir la intendencia general ni para ofrecer su me-
diación (como estaba convenido entre él, Mirabeau y otros) , sino para
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 157

asegurar al rey que si los tiempos continuaban alborotados se iría á


Inglaterra . Durante todo el día no se movió de la Asamblea y por la
noche fué al castillo ; contra las acusaciones de complot , el príncipe
probaba la coartada , se lavaba las manos en la toma de la Bastilla . Mi-
rabeau, cuando lo supo , se puso furioso , y desde entonces se alejó de él ,
diciendo : « Es un eunuco para el crímen . ¡ Quisiera , pero no puede! >
»

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCIÓN

EL DESPERTAR DEL PUEBLO

Este grabado se publicó en París á los pocos días de la toma de la Bastilla. Representa al pueblo (el
tercer Estado) despertando de su sueño de siglos para destruir la tiranía. Un cura y un noble
(los otros dos Estados) huyen al ver que se incorpora el personaje que simboliza el pueblo y al
cual se le llama en el grababo Juan el Pobre Hombre En el fondo la Bastilla que comienza á
ser destruída.

El hombre del duque de Orleans , Sillery-Genlis , mientras el duque


hacía antesala á la puerta del Consejo , trabajaba para vengarle; leía y
hacía adoptar un insidioso proyecto que aminoraría seguramente el efecto
de la visita del rey, quitarle la sensación de lo imprevisto , helar de an-
temano todos los corazones, evitar cualquier entusiasmo que pudiera
nacer: «Venid , Señor , vuestra majestad verá la consternación de la
Asamblea, pero acaso su calma y serenidad os extrañen...» Y al mismo
158 J. MICHELET

tiempo anunciaba que las harinas que iban destinadas á París habían sido
detenidas en Sevres ... « ¡ Qué ocurrirá cuando esta noticia sea conocida
en la capital ! >>>
Mirabeau tuvo para él una hermosa respuesta . Dirigiéndose á los
diputados que iban á ir á ver al rey, dijo : « Pues bien , decid al rey que
las hordas extranjeras de que estamos rodeados han recibido ayer la visi-
ta de los príncipes y las princesas , de los favoritos y las favoritas , y sus
caricias , y sus exhortaciones , y sus regalos . Decidle que durante toda la
noche , estos satélites extranjeros , ahitos de vino y de oro , han predicho
en sus cantos impíos el arrasamiento de Francia y su servidumbre y que
sus votos brutales invocaban la destrucción de la Asamblea nacional .
Decidle que en su palacio mismo , los cortesanos han unido sus bailes al
son de una música bárbara, y que tales fueron los preliminares de la
Saint-Barthélemy ! ... Decidle que aquel Enrique, cuya memoria bendice
el universo , aquel de sus abuelos á quien quería tomar por modelo ,
hacía pasar víveres á París amotinado , que él sitiaba en persona y que
sus feroces consejeros hacen detener las harinas que el comercio lleva á
París hambriento y fiel . »
La diputación sale , pero he aquí al rey que llega , entra sin guar-
dias , con sus hermanos . Da algunos pasos en la sala , é inesperadamente ,
frente á la Asamblea . anuncia que ha dado orden á las tropas de alejar-
se de Paris á Versalles é invita á la Asamblea á comunicar la noticia á
París ... ¡ Demasiado sabe que su palabra será poco creída si la Asamblea
no asegura que el rey no ha mentido ! ... Luego agrega una frase más
noble , más hábil : « Se han atrevido á propalar que vuestras personas no
estaban seguras . ¿Será necesario que yo hable de estos culpables rumo-
res , desmentidos de antemano por mi carácter bien conocido? Pues bien,
aquí estoy , yo que soy uno solo con la nación , yo que me entrego á voso-
tros y en vosotros confío . >>
Alejar las tropas de París y de Versalles sin indicar la distancia ,
era una promesa obscura , equívoca , medianamente tranquilizadora . Pero
la Asamblea estaba tan alarmada de la inmensidad obscura que se en-
treabría ante ella , sentía tal necesidad de orden y de reposo , que se
mostró crédula y entusiasta para el rey , hasta el punto de olvidar lo que
á sí misma se debía .
Todos se precipitan de sus asientos y le siguen . El rey vuelve á pié
al castillo . La Asamblea , el pueblo le rodean , le estrujan; el rey , atra-
vesando la zona tórrida de la plaza de Armas, no puede resistir el calor y
varios diputados , el duque de Orleans entre ellos , hacen una cadena al-
rededor de él , librándole de toda molestia . A la llegada la música toca la
canción : «¿Dónde se puede estar mejor que en el seno de la familia?» Fa-
milia demasiado limitada . El pueblo no entra allí ; ante él cierran las
puertas . El rey ordena que se abran de nuevo , pero se excusa de recibir
á los dipntados que quieren verle todavía , pretextando que va á dar gra-
cias a Dios . La reina aparece en el balcón con sus hijos y los del
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 159

conde de Artois , mostrando una alegría desconfiada , no sabiendo qué


pensar de aquel entusiasmo tan poco merecido .
Versalles se inundaba de alegría . París , á pesar de su victoria , es-
taba lleno de alarma y tristeza . Se enterraron los muertos . Muchos de
ellos dejaban familias numerosas sin recursos . Los que no tenían fa-
milias fueron llevados á la fosa por sus compañeros . Habían puesto un
sombrero en el suelo al lado de uno de los muertos y decían á los tran-
seuntes : « Señor , para este pobre diablo que se ha hecho matar por la
nación !; ¡ señora, para este pobre diablo que se ha hecho matar por la
nación ! ... ¡Humilde y sencilla oración fúnebre para aquellos hom-
bres cuya muerte había dado vida á Francia ...
Todo el mundo guardando á París , haciendo servicio militar y na-
die trabajaba . Ninguna obra ni taller abierto . Pocas subsistencias y
caras . El municipio aseguraba que París tenía víveres para quince días
y apenas tenía para tres . Fué preciso ordenar un impuesto para man-
tener los pobres . Las harinas eran detenidas por las tropas en Sevres y
en Saint-Denis . Dos nuevos regimientos llegaron á la vez que prometía
el rey el alejamiento de las tropas . Los húsares entraban á hacer reco-
nocimientos en los alrededores y en las murallas . Circuló el rumor de
que se había intentado sorprender la Bastilla . Las alarmas eran tales ,
que á las dos el comité de electores no puede negar al pueblo una orden
para levantar barricadas en París .
A esta misma hora llega un hombre , apresurado, anhelante , con
apariencias de venir enfermo ... Viene corriendo desde Sevres , donde
las tropas querían detenerlo ... «Todo ha concluído : la Revolución ha
concluído ; el rey ha ido á la Asamblea y ha dicho : «A vosotros me fío ...»
Cien diputados salen en este momento de Versalles enviados por la Asam-
blea á la ciudad de París .»
>>
Estos diputados se pusieron en seguida en camino . Por no tardar ,
Bailly no quiso ni comer . Los electores apenas tienen tiempo de correr
á su encuentro como estaban , sucios y en desorden , después de varias
noches sin acostarse . Se quiso hacer salvas , pero el cañón estaba en ba-
tería y no pudieron traerlo . No eran necesarias para solemnizar la fiesta .
París estaba bastante hermoso con su sol de Julio , su tumulto , su gran
pueblo armado . Los cien diputados , precedidos de guardias franceses , de
los suizos , de oficiales de la milicia ciudadana , de los comisionados , de
los electores , avanzaban por la calle Saint-Honoré al son de trompetas ...
Todos los brazos se extendían hacia ellos ... De todas las ventanas llovían
bendiciones , flores y en todos los ojos había lágrimas ...
¡La Asamblea nacional y el pueblo de París , el juramento del Juego
de Pelota y la toma de la Bastilla y la victoria , se abrazaban !
Muchos diputados besaron llorando las banderas de los guardias
franceses: « ¡ Banderas de la patria ! -decían- ¡ banderas de la libertad ! »>
Llegados al Hotel de Ville , se hizo sentar en la plataforma á La-
fayette , Bailly , el arzobispo de París , Sieyes y Clermont-Tonerre . La-
160 J. MICHELET

fayette habló fría y sabiamente ; luego Lally-Tollendal con su tono ir-


landés y sus lágrimas prontas á salir . Allí mismo , en la Grève , en aque-
lla plaza que se extendía ante el Hotel de Villle , el antiguo régimen
treinta años antes había decapitado al padre de Lally ; su discurso , de
honda ternura , no fué más que una amnistía del antiguo régimen , am-
nistía verdaderamente prematura , puesto que el antiguo régimen tenía
todavía á París rodeado de tropas .
Aquella ternura se difundió en la reunión de burgueses del Hotel
de Ville. « El más gordo de los hombres sentimentales» , como se llamaba
á Lally, fué coronado de flores , conducido á viva fuerza á una ventana
y enseñado á la multitud ... Resistiendo cuanto podía , puso la corona en
la frente de Bailly , primer presidente que había tenido la Asamblea na-
cional . Bailly la rechazó también , pero fué retenida en su cabeza por la
mano del arzobispo ... Extraño espectáculo , que demostraba lo falso de
aquella situación . El presidente del Juego de Pelota fué coronado por el
prelado que aconsejó el golpe de Estado y que obligó á París á vencer...
La contradicción fué tan poco notada , que el arzobispo no temió proponer
un Te Deum y consiguió que todos le siguieran á la iglesia de Notre
Dame... Hubiera sido mucho mejor que hubiera dicho un De Profundis
había causado .
por las almas de los muertos que
A pesar de la emoción general , el pueblo permanece en su admi-
rable buen sentido . No soporta voluntariamente que se olvide su victoria .
Esto no era ni justo ni útil ; preciso es decirlo . La victoria no era bas-
tante completa para sacrificarla y olvidarla tan pronto . El efecto moral
había sido inmenso , pero el resultado material débil é incierto todavía .
Desde la calle Saint-Honoré la guardia ciudadana (entonces formada por
todo el pueblo ) lleva delante de los diputados , al son de marchas mili-
tares, al guardia francés que fué el primero en detener y apresar al go-
bernador de la Bastilla ; era conducido en triunfo , coronado de laureles
en el mismo coche de Launay , luciendo en el pecho la cruz de San Luis
que el pueblo arrancó al carcelero para otorgársela á su vencedor ... La
mostraba orgullosamente sobre el pecho ... La multitud aplaude , los di-
putados aplauden también , aprobando así lo que se había hecho la vís-
pera.
Otro incidente más claro todavía : En uno de los discursos que se
pronunciaron en el Hotel de Ville , M. de Liancourt, buen hombre , pero
aturdido , dijo que el rey perdonaba voluntariamente á los guardias fran-
ceses . Muchos de ellos que estaban allí protestaron, y uno de ellos dijo :
«No tiene nadie nada que perdonarnos . Sirviendo á la nación servimos
al rey; los propósitos que él mismo manifiesta hoy , demuestran bien
claramente á Francia que acaso nosotros solamente hemos sido fieles al
rey y á la patria . »
>
Bailly es proclamado alcalde y Lafayette comandante de la milicia
ciudadana . Marchan al Te Deum . El arzobispo daba el brazo al bravo
cura Lefevre , que había guardado y distribuído la pólvora , que salía
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 161

ahora por primera vez de su antro y estaba todavía negro y sucio . Bai-
lly, conducido del brazo también por Hullín , era aplaudido , rodeado ,
oprimido por la multitud . Cuatro soldados le seguían ; á pesar de la ale-

¿Pero qué? ¿es un motín? » -Señor, es una revolución! (Pág. 155)

gría de aquel día y del honor inesperado de su nueva posición , no pudo


sustraerse al pensamiento «de que parecía un hombre conducido á una
prisión... ¡ Si hubiera podido prever mejor, hubiera tenido razón di-
ciendo que le conducían á la muerte!
TOMO I 21
162 J. MICHELET

Este Te Deum ¿qué era sino una mentira? ¿Quién podía creer que
el arzobispo daba gracias á Dios de buena fe por la toma de la Bastilla?
Nada había cambiado , ni los hombres , ni los principios ... La corte seguía
siendo la corte , el enemigo siempre sería el enemigo .
Lo hecho estaba hecho . La Asamblea nacional y los electores de
París con todo su poderío , no podían borrar lo pasado . El 14 de Julio
había habido un vencido , el rey ; un vencedor, el pueblo . ¿Cómo des-
hacer esto , hacer que lo que fué no fuese , borrar la historia , cambiar la
realidad de los sucesos consumados , cambiar los sentimientos del rey y
del pueblo de modo que aquél se sintiera dichoso por haber sido vapu-
leado y éste se entregara sin desconfianza en manos de un dueño tan
cruelmente provocado?
Mounier , narrando el día 16 en la Asamblea nacional la visita de
los cien diputados á la ciudad de París , apoyó la extraña proposición
(presentada y votada al día siguiente en el Hotel de Ville) de alzar una
estatua á Luis XVI en la plaza de la Bastilla demolida... Una estatua
por una derrota es cosa nueva y original ... El ridículo se hacía más de
notar cada día ; ¿quién podía engañar así? ¿Hacer triunfar al vencido era
verdaderamente bastante para poder escamotear la victoria?
La obstinación del rey, durante todo el día 14 , demuestra á los más
simples que el acto del 15 no fué espontáneo . En el momento mismo en
que la Asamblea le acompañaba al castillo , durante aquel delirio fingido
ó real , una mujer abraza sus rodillas y no tiene miedo de decirle : «¡ Ah !
Señor , ¿habéis sido sincero? ¿no os harán cambiar de ideas?»>
El pueblo de París abrigaba los más sombríos pensamientos .
No podía creer que con cuarenta mil hombres en los alrededores de
Versalles la corte no destruyera todo lo hecho . Creía que el acto del rey
no era más que un medio para adormecer al pueblo y atacarle más ven-
tajosamente . El pueblo desconfía de los electores ; dos de ellos enviados
el día 15 á Versalles , fueron á su regreso acusados de traidores y ame-
nazados , corriendo grave riesgo . Los guardias franceses temían alguna
sorpresa en sus cuarteles y se negaban á recogerse en ellos . El pueblo
se obstinaba en creer que si la corte no se atrevía á combatir, se venga-
ría por
medio de cualquier villano atentado , ó estaría fabricando alguna
mina para hacer volar á París .
El temor no era ridículo ; mucho más lo era la confianza . ¿Por qué
creerse seguros? Las tropas , á pesar de la promesa del rey , no se ale-
jaban . El barón de Falckenheim, que mandaba las fuerzas de Saint-
Denis, decía que no había recibido órdenes . En las murallas fueron de-
tenidos dos de sus oficiales que se habían acercado á inspeccionar . Ocu-
rrió una cosa no menos grave , y fué que el jefe de policía presentó su
dimisión ; el intendente Berthier había huído y con él todos los empleados
y documentos de la administración de subsistencias . Un día ó dos más y
acaso se encontrara el mercado sin harina . El pueblo iba al Hotel de
Ville á pedir pan y las cabezas de los magistrados . Los electores envia-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 163

ron muchos comisionados á buscar trigo á Genlis , á Vernon , hasta al


Havre mismo .
París esperaba al rey . Creía que si había hablado con entera fran-
queza, con el corazón, dejaría su Versalles y sus malos consejeros y se
arrojaría en brazos del pueblo .
Nada hubiera sido más hábil , de mayor efecto el día 15 ; debió mar-
char á París al salir de la Asamblea , confiarse , no de palabra , sino ver-
daderamente con su misma persona , entrar atrevidamente en la mul-
titud , confundirse con aquel pueblo armado ... La emoción , tan grande
todavía , se hubiera concentrado enteramente en él .
He aquí lo que el pueblo esperaba ; lo que creía y decía . Lo dijo en
el Hotel de Ville y lo repitió en las calles . El rey vacila , consulta , deja
} pasar un día y lo perdió todo .
¿Dónde pasó este día irreparable? Toda la noche del 15 y la mañana
del 16 estuvo encerrado con aquellos mismos ministros , cuya audaz
ineptitud había ensangrentado á París y quebrantado para siempre el
trono . En ese consejo la reina quería ó huír y alejar al rey , ó ponerle á
la cabeza de las tropas y comenzar la guerra civil . ¿Pero estaban seguros
de las tropas? ¿Qué ocurriría si la guerra estallaba en el ejército mismo ,
entre los soldados franceses y los mercenarios extranjeros? ¿No valía más
ganar tiempo , divertir al pueblo , engañarle?... Luis XVI entre aquellos
dilemas no se decidió por ninguno ; estaba dispuecto á seguir indi-
ferentemente cualquier camino . La mayoría del Consejo se decidió por
el último recurso y el rey lo aceptó .
Un alcalde de París y un jefe militar de París nombrados por los
electores sin la aquiescencia del rey ; aceptados esos puestos por hombres
tan respetables y serios como Bailly y Lafayette ; confirmados los nom-
bramientos por la Asamblea sin consultar al rey ni pedirle sanción ...
esto no era un trastorno , era una revolución bien y enérgicamente orga-
nizada . Lafayette , «no dudando que todos los municipios desearían con-
fiar su defensa á los ciudadanos armados» , propuso que la milicia ciu-
dadana se llamase guardia nacional (palabra ya utilizada por Sieyes) .
Esta palabra parece generalizarse , extender el armamento de París á
todo el reino , del mismo modo que la escarapela azul y roja de la ciudad,
aumentada con el blanco , el antiguo color francés , se convierte en di-
visa de Francia entera .
Si el rey permanecía en Versalles , si tardaba , hubiera sublevado á
París . Cada vez eran los propósitos más hostiles . Habiendo sido invitados
los distritos á unir sus comisionados á los del Hotel de Ville para ir á
dar las gracias al rey , respondieron muchos de ellos que «nada tenían
aún que agradecer . »
>
En la noche del 16 , Bailly, que encontró casualmente á Vicq-
d'Azyr , el médico de la reina , le advirtió que la ciudad de París esperaba
al rey , deseaba verlo . El rey prometió ir y aquella misma noche escribió
á M. Necker, rogándole volviera á su lado .
J. MICHELET
164

BASTILLA
DESTRUIDA
PUEBLOLA
POR
EL
.-
láminala)(
Esta
publicóse
en
colores
pocos
días
después
jornada
Julio
del
de
14
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 165

El 17 se puso en camino el rey á las nueve de la mañana , demasiado


serio , triste , pálido ; había oído misa y comulgado y entregó á su her-
mano un nombramiento de teniente general para el caso de que él fuese
muerto ó retenido prisionero ; la reina en su ausencia escribió con mano
convulsa el discurso que iría á pronunciar á la Asamblea si el rey que-
daba detenido en París .

Sin guardias , pero rodeado de trescientos ó cuatrocientos diputados ,


llegó el rey á las tres de la tarde á las murallas de París . El alcalde , pre-
sentándole las llaves de la ciudad , le dijo : « Estas son las mismas llaves
que fueron presentadas á Enrique IV que había reconquistado su pueblo ;
ahora es el pueblo quien ha reconquistado á su rey .» Esta última frase ,
tan verdadera, tan exacta de la que acaso el mismo Bailly no compren-
dió toda su trascendencia , fué vivamente aplaudida .
En la plaza de Luis XV había un círculo de tropas , y en el centro ,
formando cuadro , estaban los guardias franceses . Abrióse el batallón ,
se puso en filas , dejando ver en el centro algunos cañones . (¿Eran los de
la Bastilla?) Se puso á la cabeza del cortejo arrastrando sus cureñas ... y
el rey seguía detrás .
Delante del coche del rey , iba á caballo , la espada en la mano y la
escarapela en el sombrero , el comandante Lafayette . El orden era gran-
de (1 ) ; el silencio también ; ni un grito de ¡ viva el rey ! de cuando en
cuando se oía: ¡Viva la nación !. Desde Point-de-Jour á París , desde la
muralla al Hotel de Ville , había doscientos mil hombres armados , poco.
más de treinta mil con fusiles y el resto con cincuenta mil picas y lanzas ,
sables , espadas y guadañas . No tenían uniformes , pero estaban correcta-
mente formados en dos líneas de tres en fondo , y en algunos sitios de
cuatro ó cinco , á todo lo largo de aquella inmensa carrera .
¡ Formidable aparición de la nación armada ! ... El rey no podía vaci-
lar; aquello no era un partido . ¡ Entre tanta diversidad de hombres Ꭹ uni-
formes se veía una misma alma y un mismo silencio !
Allí estaban todos ; nadie faltó á esta revista solemne . Se veía las
mujeres armadas al lado de sus maridos y las jóvenes junto á sus padres .
Entre los vencedores de la Bastilla había una mujer .
Los frailes , creyendo también que eran hombres y ciudadanos , ha-
bían acudido á tomar parte en aquella gran cruzada . Los Mathurins es-
taban en fila junto al estandarte de su orden , que había llegado á ser la
bandera del distrito donde estaba el convento . Los capuchinos iban ar-
mados de espada y fusil. Las señoras de la plaza Maubert habían puesto
la revolución de París bajo la protección de Santa Genoveva y le habían
ofrecido un cuadro donde la santa animaba al ángel exterminador á des-

(1) Por una desgraciada casualidad se disparó un fusil é hirió á una mujer. Pero no hubo
en ello intención alguna contra el rey. Todo el mundo era realista; la Asamblea y el pueblo .
Marat mismo lo era todavía en 1791. En una carta inédita de Robespierre que M. de George
me ha enseñado, en la que cuenta la visita del rey à Paris, parece creer en la buena fe de
Luis XVI. (23 de Julio de 1789.)
166 J. MICHELET

truir la Bastilla , que aparecía tambaleándose , con las almenas y las torres
desprendiéndose y cayendo á tierra .
La multitud aplaudió á dos hombres : á Bailly y á Lafayette ; á nadie
más . Los diputados marchaban alrededor del coche del rey , tristes , te-
merosos ; había algo de sombrío en aquella fiesta ... Los instrumentos
agrícolas convertidos en armas , las guadañas, los tridentes , las hoces ,
no alegraban mucho . Los cañones, que dormían en sus sitios , mudos ,
cubiertos de flores , parecían no estar bastante dormidos ... Sobre todas
las apariencias de paz se reflejaba una imagen de guerra , clara y signi-
ficativa; los desgarrados y chamuscados pedazos de la bandera de la Bas-
tilla . Baja el rey del coche y Bailly le presenta la nueva escarapela , con
los colores de la ciudad , que se convierte en emblema de Francia . Le
ruega que acepte «este signo distintivo de los franceses . »
> El rey la pone
en su sombrero , y rodeado por la multitud sube la sombría escalera del
Hotel de Ville ; sobre su cabeza las espadas cruzadas forman un techo
de acero; extraño honor aprendido en las costumbres masónicas , que
parecía de doble sentido porque podía hacer creer que el rey pasaba bajo
las Horcas Caudinas .
No hubo en nadie propósito de humillarle . Lejos de esto , fué acogido
con una ternura extraordinaria . La gran sala , llena de hombres notables
y de gente de todas clases , presentaba un raro aspecto ; los que estaban
delante y en medio se pusieron de rodillas para no privar á los demás
de ver al rey ; todos estaban con las manos alzadas hacia el trono y los

ojos llenos de lágrimas .


Bailly pronunció en su discurso la palabra alianza entre el rey y
el pueblo . El presidente de los electores , Moreau de Saint-Méry (el que
había ocupado la presidencia en las grandes jornadas y había dado tres
mil órdenes en treinta horas) , aventuró una frase que parecía compro-
meter al rey: << Venis á prometer á vuestros súbditos que los autores de
aquellos consejos desastrosos no os rodearán más , que la virtud , dema-
siado tiempo desterrada , vendrá en auxilio vuestro . » La virtud quería
decir Necker .
El rey , tímido ó prudente , no dijo nada . El procurador de la ciudad
apoyó la proposición de levantar una estatua al rey en la plaza de la
Bastilla; fué aprobada por unanimidad . Después , Lally , siempre elocuen-
te , pero demasiado sensible y llorón , lamentó la pena del rey, la nece-
sidad en que estaba de consuelos ... Esto era mostrarle vencido , en lugar
de asociarle á la victoria del pueblo sobre los ministros . «Y bien , ciuda-
danos : ¿ estáis satisfechos? Hé aquí al rey , etc. » Este hé aquí tres veces
repetido hizo el efecto de una triste parafrasis del Ecce- Homo .
Los organizadores del espectáculo lo encontraron completo cuando
Bailly hizo asomar al rey á una de las ventanas con la escarapela en el
sombrero . Permaneció un cuarto de hora serio , silencioso . Al partir le
indicaron quedamente que dijese algo , una palabra siquiera . Pero no le
pudieron sacar más que la confirmación de la guardia burguesa , del al-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 167

calde y del comandante en esta frase demasiado breve : «Podéis contar


siempre con mi cariño . »
Los electores se contentaron , pero el pueblo no . Habíase imaginado
que el rey , alejado de sus malos consejeros , venía á fraternizar con la
ciudad de París . ¡ Pero , qué ! ¡ ni una palabra , ni un saludo !……
. La multi-
tud, sin embargo , aplaudió al regreso; parece tener necesidad de dar
suelta á un sentimiento contenido mucho tiempo . Todas las armas esta-
ban boca abajo en señal de paz . Se gritaba : ¡ viva el rey ! Fué llevado en
brazos á su coche . Una mujer del pueblo se abalanza á su cuello . Hom-
bres armadas de botellas detuvieron los caballos , dieron vino al cochero
y á los lacayos , bebiendo con ellos á la salud del rey . El rey sonríe , pero
no dice nada todavía . La menor palabra de bondad , pronunciada en aquel
momento, hubiera sido repetida , celebrada , produciendo un efecto in-
menso . No llega al castillo de Versalles hasta las nueve de la noche . En
la escalera encuentra á la reina y á sus hijos , deshechos en lágrimas , que
corren á arrojarse en sus brazos ... ¡ El rey había corrido un gran peligro
yendo á visitar su pueblo ! ¿ El pueblo , era el enemigo?... ¿Qué más hu-
biera podido hacer por un rey libertado , por Juan ó por Francisco I , re-
gresando de sus prisiones de Londres ó de Madrid?
El mismo día , viernes 17 , como para protestar de que el rey no ha-
cía nada en París voluntariamente , sino por la fuerza , su hermano el
conde de Artois , los Condé y los Conti , los Polignac , Vandreuil , Broglie ,
Lambesc y otros , huyeron de Francia . No lo lograron sin dificultades ;
encontraban en todas partes horror á sus nombres ; el pueblo estaba al-
borotado contra ellos . Los Polignac y Vandreuil no lograron escapar sino
hablando durante todo el camino contra Vandreuil y Polignac .
La conspiración de la corte , agravado con mil relatos populares ,
extraños y horribles , había exaltado las imaginaciones , haciéndolas in-
curablemente desconfiadas y recelosas . Versalles , alborotado cuando me-
nos tanto como París , vigilaba el castillo noche y día , creyéndolo madri-
guera de todas las traiciones . Aquel palacio inmenso parecía desierto .
Muchos no se atrevían ya á ir allí. El ala del Norte , la de los Condé , es-
taba casi vacía ; el ala del Mediodía , la del conde de Artois , los siete vas-
tos departamentos de madame de Polignac, habían sido cerrados para
siempre . Muchos criados del rey habían querido abandonarle . Comenza-
ban á tener ideas raras sobre la realeza .
«Durante tres días-dice Bensenval, -el rey no tuvo á su lado más
que á M. de Montmorín y á mí . El 19 , estando ausentes todos los mi-
nistros , entré en las habitaciones del rey para pedirle firmara una orden
dando caballos á un coronel que regresaba á su destino . Cuando le puse
la orden á la firma , un criado se colocó junto al rey para ver lo que es-
cribía . El rey se vuelve , vé al insolente y coge las tenazas de la chime-
nea, lo primero que encuentra á mano . Le impedí seguir aquel impulso
de cólera muy justo y entonces me estrecha la mano dándome las gracias ,
pero observo que hay lágrimas en sus ojos . >>
CAPITULO II

Enjuiciamientos populares

Ningún poder inspira confianza. -No hay confianza en el poder judicial. -Club breótn. -Abogados ,
basoche ( 1 ).- Danton y Camilo Desmoulins - Barbarie de las leyes y suplicios. -Juicio en el
Palais -Royal. - La Grève y el hambre . - Muerte de Foulon y de Berthier, 22 de Julio de 1789.

La realeza quedó sola . Los privilegios se desterraron ó se sometie-


ron, declarando que votarían en la Asamblea nacional , aumentando la
mayoría . Solitaria y descubierta , la realeza aparece tal como en el fondo
era desde hacía mucho tiempo ; la nada.
Y esta nada había sido precisamente la vieja fe de Francia, y esta
fe perdida ocasionaba ahora su desconfianza , su incredulidad , haciendo
á la nación prodigiosamente suspicaz é inquieta . Haber creído , haber
amado , haber sido y encontrarse después de un siglo siempre engañada
en este amor, es sobrado desencanto para no creer jamás en nada .
¿Entre tanto , dónde estará la fe?... Se sufre en este punto un sen-
timiento de soledad y de terror, como Luis XVI mismo lo soporta en el
fondo de su palacio desierto... La fe no residirá más en ningún poder
mortal.
El poder legislativo mismo , aquella Asamblea tan querida por Fran-
cia, tiene la desgracia de haber absorbido á sus enemigos , quinientos ó
seiscientos nobles y sacerdotes , encerrándolos en su seno. Otro mal ; ha
vencido demasiado , va á ser la autoridad , el gobierno , el rey... Y todo
rey es imposible .
El poder electoral , que del mismo modo se encuentra obligado á con-
vertirse en gobierno , muere en pocos días; lo comprende así y ruega á
los distritos que le creen sucesor . Frente á la Bastilla tiembla , duda .
(1) BASOCHE . Cuando los reyes de Francia habitaban el palacio de Justicia, que se llama-
ba siempre Palais-Royal, los pasantes del Parlamento formaban una asociación , un organismo
conocido con el nombre de basoche. Elegían un rey que tenía su corte, sus maceros y hacía
justicia dos veces por semaaa. La basoche presidía las diversiones públicas, daba representa-
ciones tearales. Anualmente el rey de la baroche pasaba revista á sus súbditos, à una de las
cuales asistió Francisco I. Enrique III suprimió el título de rey de la basoche. (Nota del tra-
ductor. )
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 169

¿Gentes de poca fe... Pérfidos? No. Aquella burguesía del 89 , amaman-


tada en el gran siglo de la filosofía , era ciertamente menos egoísta que la
nuestra . Era vacilante , incierta , ahita de principios , tímida en su apli-
cación; ¡ había servido tanto tiempo !

EL CLUB DE LOS JACOBINOS EN SUS PRIMERAS SESIONES

Cuando permanecía entera y fuerte , era la virtud del poder judicial


la encargada de suplir las vacilaciones de los demás poderes ; pero no
suplió nada . Fué el sostén , el recurso de nuestra antigua Francia en sus
más terribles crisis . En el siglo XIV , en el XVI permaneció inmutable
y firme de tal modo, que en la tempestad , la patria , casi perdida , se re-
conocía , se encontraba siempre en el santuario inviolable de la justicia
civil .
Pues bien, este poder fué destrozado ,
ΤΟΜΟ Ι 22
170 J. MICHELET

Destrozado por su misma inconsecuencia y sus contradicciones .


Servil Ꭹ soberbio á la vez para el rey y contra el rey, para el papa y
contra el papa; defensor de la ley y campeón del privilegio, habla de
libertad y resiste durante un siglo todo progreso liberal. También y
tanto como el rey defrauda la esperanza del pueblo .
¡Qué alegría, qué entusiasmo cuando al advenimiento de Luis XVI
vuelve del destierro el Parlamento! ¡ Y para responder á esta confianza ,
sin duda, se une á los privilegiados, combate toda reforma y hace per-
seguir á Turgot ! -En 1787 el pueblo lo sostiene todavía , y para recom-
pensarle , el Parlamento pide que los Estados generales sean calcados en
la vieja forma de 1614 ; es decir, sean hechos inútiles , impotentes é
irrisorios !
No; el pueblo no puede fiarse del poder judicial .
Cosa extraña ; es este poder, guardián del orden y las leyes , quien
inicia la agitación ensayada en cada asiento del Parlamento . Los conse-
jeros jóvenes , los d'Espremenil , los Duport , inspirados por los recuerdos
de la Fronda , no desean más que copiar á Broussel y al coadjutor . La ba-
soche, organizada , da un verdadero ejército ; tiene su rey, sus juicios ,
sus prebostes , antiguos estudiantes como Moreau en Rennes , brillantes
habladores y duelistas como Barnave en Grenoble . La solemne prohibi-
ción hecha á los miembros de la basoche de llevar espada no sirve más
que para hacerlos más belicosos .
El primer club fué el abierto en su casa de la calle de Chaume , en
Marais, por el consejero Duport . Allí reunió á los parlamentarios más
avanzados , á los diputados y abogados , á los bretones sobre todo . El
club , trasladado á Versalles , se llama el club bretón . Llevado á París con
la Asamblea y cambiando de carácter, se establece en los Jacobinos .
Mirabeau no fué más que una vez á casa de Duport ; llamaba á Du-
port , Barnave y Lameth el Trimendicato . Sieyes fué también y no quiso
volver: «Es una política de cueva , decía . » Todavía los designaba más du-
ramente: «Se los puede representar como un grupo de chicos vagabundos
siempre en acción , gritando , intrigando , agitándose sin norma , objeto
ni medida y riéndose después del mal que han hecho . Se les puede
atribuir la mejor parte en los errores de la Revolución . ¡ Feliz todavía
Francia porque los agentes subalternos de aquellos primeros perturba-
dores , convertidos en jefes á su vez , por una especie de herencia ordina-
ria en las revoluciones largas, habían olvidado el espíritu que los agitó
durante tan largo tiempo!»
Aquellos subalternos de quienes habla Sieyes que sucedieron á sus
jefes , á los que eran muy superiores , fueron sobre todo dos hombres ,
dos fuerzas revolucionarias : Camilo Desmoulins y Danton . No podemos
hablar aquí de aquellos dos hombres , el rey de la sátira y el ardiente
orador del Palais-Royal , antes de serlo de la Convención . Quieren se-
guirnos y no nos dejarán . La comedia , la tragedia de la Revolución , ó
están en ellos ó no están en nadie .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 171

Dejaron á sus maestros hacer los Jacobinos y fundaron los Cor-


deliers. Por el momento todo está mezclado ; el gran club de cien clubs ,
entre el café , los juegos y las jóvenes , era todavía el Palais- Royal . Allí
gritó Desmoulins el 12 de Julio : ¡A las armas ! Allí se hicieron en la
noche del 13 al 14 los enjuiciamientos de Flesselles y de Launay. Los
juicios del conde de Artois , de los Condé y de los Polignac , fueron en-
viados desde allí á los mismos interesados , produciendo el admirable
efecto, que no hubiera podido esperarse de muchas batallas , de hacerles
huir de Francia . De allí nació una predilección funesta por los procedi-
mientos de terror . Desmoulins , en un discurso que hace pronunciar á la
Farola de la Grève , le hace decir : « Que los extranjeros permanezcan en
éxtasis delante de ella ; que admiren que una farola haya hecho más en
dos días que todos sus héroes en cien años (1 ) . »
Desmoulins renueva con elocuencia avasalladora la vieja crueldad
que llena toda la Edad Media con el potro , la cuerda y los péndulos , etc.
Este suplicio cruel , odioso , atroz , que hace la agonía risible , era el texto
ordinario de sus cuentos más alegres , el divertimiento del populacho , la
inspiración de la basoche . Esta encuentra todo su espíritu en Camilo
Desmoulins . El joven abogado picardo , muy ligero de dinero, más ligero
de carácter , luchaba sin fruto cuando la Revolución le abrió camino rá-
pidamente , llevándole á perorar al Palais-Royal . Tenía la ventaja de ser
de grande ingenio . Las frases salían de sus labios como dardos . Inspi-
rándose sólo en su espíritu cómico , satirizaba sin cuidarse del fin de la
tragedia . Los famosos enjuiciamientos de la basoche , sus farsas judi-
ciales que tanto habían hecho reir en el antiguo palacio , no eran más
alegres que los juicios del Palais-Royal (2) ; la diferencia es que éstos se
ejecutaban siempre en la Grève . ¡ Hecho extraño que hace pensar! Des-
moulins, niño vagabundo y mal criado que demostraba su genio en
frases mortales y aquel toro de Danton que rugía pidiendo sangre , pere-
cíeron pasados cuatro años por haber intentado crear el comité de la
clemencia!
Mirabeau, Duport , los Lameth y otros más moderados aún , aproba-
ban las violencias ; muchos de ellos afirmaron haberlas aconsejado . Sie-
yes en 1788 pide la muerte de los ministros . Mirabeau el 14 de Julio
grita: « ¡ La cabeza de Broglie ! » Hospedaba en su casa á Desmoulins .
Voluntariamente marchaba entre Desmoulins y Danton ; cansado de sus
ginebrinos , gustaba más de la intimidad de aquéllos , haciendo escribir
al uno y hablar al otro .
Un hombre muy moderado , muy sabio , un espíritu muy frío , Tar-
(1) Camilo Desmoulins, tan festivo y ligero , tomó parte à su manera en la toma de la Bas-
tilla: «Marchaba yo con la espada desnuda, etc.» (Correspondencia, påg. 28, 1836) . Tomó un her-
moso fusil en los Inválidos con una bayoneta y dos pistolas ; ¡ no pudo servirse de estas armas
porque desgraciadamente la Bastilla fué tomada tan pronto ! ... Corre, però llega demasiado
tarde. Muchos quieren hasta decir que es el quien ha hecho la Revolución, pero él es dema-
siado modesto para creerlo. (Pág. 33.)
(2) Véase el enjuiciamiento de Duval d'Espremesnil , contado por Camilo Desmoulins en sus
cartas.
172 J. MICHELET

get, estaba íntimamente unido á Desmoulins y aprobaba el libelo de la


Lanterne.
Esto merece explicación :
Nadie creía en la justicia , si no era la del pueblo .
Los juristas , especialmente , despreciaban la ley , el derecho de en-
tonces , en contradicción con todas las ideas del siglo . Conocían los tri-
bunales Ꭹ sabían que la Revolución no tenía adversarios más apasiona-
dos que el Parlamento , el Chatelet y los jueces en general .

CAEN

Cada juez era un enemigo.


Entregar el juicio del enemigo al enemigo , encargarle de decidir
entre la Revolución y los contrarrevolucionarios , era absolver á éstos ,
hacerlos más soberbios y más fuertes, era incitar á los ejércitos á co-
menzar la guerra civil . ¿Podían? Sí . A pesar de la victoria de París y de
la toma de la Bastilla . Tenían tropas extranjeras y contaban con toda la
oficialidad ; tenían , sobre todo , un cuerpo formidable , que constituía en-
tonces la gloria militar de Francia ; la oficialidad de Marina .
Sólo el pueblo en aquella crisis rápida podía apoderarse y castigar
á culpables tan poderosos . «Pero, ¿y si el pueblo se equivoca?...» La
objeción no detenía á los partidarios de la violencia , que respondían
con la siguiente recriminación : « ¡ Cuántas veces no se han equivocado
el Parlamento y el Châtelet ( 1 ) ! Y citaban las famosas persecuciones de
(3) CHATELET. Nombre dado á dos fortalezas, de Paris; el grande y el pequeño Chatelet. El
grande, demolido en 1802, estaba situado en la ribera derecha del Sena. Servía de residencia
à la jurisdicción (en este concepto lo cita Michelet) al vizcondado y al prebostazgo de París .
El pequeño, situado en la ribera izquierda, servía de prisión . (Nota del traductor).
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 173

Calas y de los Sirven ó recordaban la terrible memoria de Dupaty sobre


tres hombres condenados al tormento de la rueda ; memoria quemada por
el Parlamento , que no pudo contestarla .
¿Qué juicios populares -agregaban-serán más bárbaros que los
procedimientos de los tribunales regulares tal como eran empleados to-
davía en 1789?... Procedimientos secretos , incoados sobre documentos
que el procesado no veía ; los escritos no comunicados , los testigos no
confrontados ni comprobados , todo misterioso , excepto el momento en
que el acusado sale de la noche de su calabozo , y deslumbrado por la

LAS MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Tocados de soiree y de calle. (Miniaturas de la época)

luz del día , comparece en la sala , responde ó no responde y ve á sus


jueces dos minutos para escuchar su condena ( 1 ) ... Procedimientos bár-
baros , juicios más bárbaros todavía . No se atreve uno á recordar á Da-
miens descoyuntado entre cuatro caballos , atenazado , bañado en plomo
derretido ... Poco antes de la Revolución se quema á un hombre en Stras-
burgo . El 11 de Agosto de 1789 el Parlamento de París condena á otro á
espirar sobre la rueda . Tales suplicios , que lo eran aun para los especta-
dores , sublevan los espíritus , los enloquecen y aterrorizan , destrozando
toda idea de justicia . El culpable que sufría tanto no parecía culpable ; el
culpable era el juez que condenaba , y montañas de maldiciones se alza-
ban contra él... La sensibilidad se exaltaba hasta el furor ; la piedad
trocábase en ira y ferocidad . La historia ofrece muchos ejemplos de esta
sensibilidad furiosa que pone al pueblo fuera de todo respeto, de todo
temor y le arrastra hasta apoderarse de los oficiales de la justicia y
atormentarlos en la rueda y quemarlos , sustituyendo al criminal liber-
tado .
Hay un hecho poco estudiado , que hace comprender bien los suce-
(1) Pasaje verdaderamente elocuente de Dupaty. Memoria sobre tres hombres condenados al
tormento de la rueda. Pág. 117. ( 1786 en 4. °)
174 J. MICHELET

sos: muchos de nuestros terroristas fueron hombres de una sensibilidad


exaltada , enfermiza , que sintieron honda y cruelmente los males del
pueblo y que vieron convertida en furor su piedad .
Este notable fenómeno se nota principalmente en los hombres ner-
viosos , de imaginación débil é irritable , en los artistas de todas clases ;
el artista es un hombre mujer (1 ) . El pueblo, cuyos nervios son más
fuertes , sigue esta corriente ; pero jamás dióle impulso . Las violencias
partieron del Palais- Royal , donde dominaban los burgueses , los aboga-
dos , los artistas y literatos .
La responsabilidad misma entre ellos no incumbe á nadie . Un Ca-
milo Desmoulins levanta la liebre ; abre la caza ; un Danton la hace mor-
tífera ... de palabra , se entiende . Pero no faltaban mudos que ejecutaran ,
hombres pálidos y furiosos que llevaban las ideas á la Grève , donde eran
apoyadas por los Dantones de orden inferior. En la miserable multitud .
que rodeaba á éstos había extrañas figuras , que parecían escapadas del
otro mundo : hombres con rostro de espectros , exaltados por el hambre ,
jóvenes todavía y que no parecían ya hombres ... Se afirma que muchos
de ellos el 20 de Julio llevaban tres días sin comer. Se resignaban , mo-
rían , sin hacer daño á nadie ; pero las mujeres no se resignaban; lenian hi-
jos . Vagaban como leones . En todo alboroto eran ellas las primeras , las
más furiosas : lanzaban gritos frenéticos y se burlaban de los hombres
por su pasividad : los juicios sumarísimos de la Grève parecíanles siem-
pre largos . Hablaban poco y colgaban en seguida (2) .
Inglaterra ha tenido en este siglo la poesía del hambre . ¡ Quién
dará su historia á Francia?... Terrible historia la del último siglo , des-
cuidada por los historiadores , que han guardado toda su piedad para los
artesanos del hambre , para sus autores ... He intentado descender en los
círculos de este infierno , guiado de escalón en escalón por profundos gri-
tos de dolor. He mostrado la tierra, cada día más estéril , á medida que
el fisco se apoderaba del ganado . He mostrado cómo los nobles , los ex-
ceptuados de impuestos , se multiplicaban , pesando cada vez más la tri-
butación sobre una tierra empobrecida . No he mostrado bastante cómo
los alimentos , por su escasez misma , se convierten en objeto de un trá-
fico eminentemente productivo . La ganancia es tan clara , que el rey
quiere ser negociante también . El mundo ve con asombro á un rey que
trafica con la vida de sus súbditos , un rey que especula con la carestía y
la muerte , un rey asesino del pueblo . El hambre no es sólo el resultado
de las cosechas y las estaciones , un fenómeno natural ; no es origen de
la lluvia ni el hielo . Es un hecho de orden civil ; hay hambre por culpa
del rey . El rey, en este caso , es el sistema . Hubo hambre bajo Luis XV;
hay hambre bajo Luis XVI .

(1) Quiero decir un hombre completo que , teniendo los dos sexos del espíritu , es fecundo ;
siempre, casi siempre sintiendo el predominio de la sensibilidad irritable y colerica.
(2) El 5 de Octubre colgaron así al bravo abate Lefevre, uno de los héroes del 14 de Julio ;
afortunadamente pudo cortarse la cuerda á tiempo.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 175

El hambre es entonces una ciencia , un arte complicado de admi-


nistración , de comercio . Tiene padre y madre : el fisco y el acaparamiento .
Engendra una raza aparte , raza bastarda de proveedores , banqueros , ne-
gociantes , almacenistas acaparadores , intendentes , consejeros , ministros .
Una frase profunda sobre la alianza de los especuladores y los políticos
sale de las entrañas del pueblo : Pacto del hambre.
Foulon era de una parte especulador , negociante; y de otra miem-
bro del Consejo y aspirante á ministro ; tenía seguridad de serlo . Hubiera
muerto de pena si otro en su lugar hubiera realizado la bancarrota . Los
laureles del abate Terray no le dejaban dormir . Tenía la pretensión de
elevar muy alto su sistema ; pero su lengua trabajaba contra él y le hacía
imposible. Halagaba á la corte la idea de no pagar, pero quería realizar
empréstitos , y para atraer á los prestamistas no se podía llevar al minis-
terio al apóstol de la bancarrota .
Se le atribuye una frase cruel : « Si tienen hambre que coman
hierba... ¡ Paciencia !, cuando yo sea ministro les haré comer paja; mis
caballos la comen ...» Se le achacaba también esta frase terrible : « Es
preciso segar á Francia . »
Foulón tenía un yerno , conforme su corazón ; hombre inteligente ,
pero duro , según el testimonio de los mismos realistas : era Berthier ,
intendente de París . Con el viejo Foulon era el alma del ministerio de
los tres días . El mariscal de Broglie no auguraba nada bueno , pero obe-
decía . Foulon y Berthier no desmayaron . Aquél demostró una actividad
diabólica en reunir armas , soldados y fabricar cartuchos . Si París no fué
tomado á sangre y fuego , no fué por culpa suya ciertamente .
Llama la atención que gentes tan ricas, tan perfectamente infor-
madas , curtidas por la experiencia , cometiesen tan grandes locuras . Es
que los grandes especuladores sufren las tentaciones mismas de los ju-
gadores . El negocio más lucrativo que jamás hubieran podido encontrar,
era hacer la bancarrota por medio de la ejecución militar . Esto era
arriesgado . Pero , ¿qué gran negocio hay sin riesgo? Se gana dinero so-
bre la tempestad , sobre el incendio; ¿por qué no sobre la guerrra y sobre
el hambre? Quien nada arriesga, nada tiene .
El hambre y la guerra ; quiero decir, Foulon y Berthier , que creían
poseer á París , se sintieron desconcertados por la toma de la Bastilla .
En la noche del 13 , Berthier intentó asegurar á Luis XVI ; si obtenía
de él algo , una frase , todavía podía lanzar sus alemanes sobre París .
Luis XVI no dijo nada , no hizo nada . Desde este momento aquellos
dos hombres comprendieron que estaban perdidos . Berthier huyó hacia
el Norte , caminando durante la noche de un lugar á otro; pasó cuatro
noches sin dormir , sin detenerse , y no llegó más lejos de Soissons . Fou-
lon no intentó huir ; hizo decir por todas partes que no había querido ser
ministro , luego que había sufrido un ataque de apoplegía , después que
había muerto . Se hizo á sí mismo un entierro magnífico, aprovechando
la muerte de uno de sus criados . Hecho esto , fué dulcemente á escon-
176 J. MICHELET

derse á casa de su digno amigo Sartine , exjefe de policía . Tenía motivos


para su miedo . El movimiento era terrible . Elevémonos un poco .
En el mes de Mayo el hambre había sido terrible , lanzando unas
poblaciones contra otras . Caen y Rouen , Orleans , Lyon , Nancy , habían
sostenido combates por los cereales . Marsella había visto á sus puertas .
una partida de ocho mil hambrientos que querían robar ó morir ; toda la
ciudad , á pesar del gobierno , á pesar del Parlamento de Aix , había to-
mado las armas y permanecía armada .
El movimiento se aplaca algo en Junio ; Francia entera , con los ojos
puestos en la Asamblea, esperaba que venciera; no quedaba otra espe-
ranza de salvación . Los más extremados sufrimientos se calman un mo-
mento ; un solo pensamiento lo domina todo ...
¿Quién puede describir la rabia , el horror de la esperanza perdida
al conocerse la noticia de la expulsión de Necker? Necker no era un po-
lítico; era, como ya hemos visto , tímido , vanidoso , ridículo . Pero en la
cuestión de las subsistencias (se le debe hacer justicia) fué administra-
dor infatigable , ingenioso , lleno de industria y de recursos . Se muestra
en esto tal como es , de corazón grande , bueno y sensible ; no queriendo
nadie prestar al Estado , hace un empréstito en su nombre , compromete
su crédito personal hasta dos millones , la mitad de su fortuna . Expulsa-
do por el rey, no retira su garantía; escribe á los prestamistas advir-
tiendo que la mantiene . Para decirlo de una vez : Necker no supo go-
bernar , pero dió de comer al pueblo ; le dió de comer con su dinero .
Las palabras Necker y subsistencia tenían un mismo sonido en el
oído del pueblo . Expulsión de Necker y hambre , hambre sin esperanza
y sin remedio... he aquí lo que sintió Francia el 12 de Julio .
Las bastillas de provincia , la de Caen y la de Burdeos fueron for-
zadas , mientras que la de París era sitiada y tomada . En Rennes , en
Saint-Malo , en Strasburgo las tropas fraternizaron con el pueblo . En
Caen hubo lucha entre los soldados mismos . Algunos hombres del regi-
miento de Artois llevaban insignias patrióticas ; otros del regimiento de
Borbón , aprovechándose de que aquéllos iban desarmados , se las arran-
caron . Se creyó que su jefe Belzunce les había pagado por inferir esta
ofensa á sus camaradas . Belzunce era un oficial agradable y espiritual ,
pero impertinente , violento y soberbio . Se vanagloriaba de su desprecio
á la Asamblea nacional, al pueblo , á la canalla ; se paseaba por la ciu-
dad armado hasta los dientes y seguido de un criado de aspecto feroz .
Sus miradas eran provocativas. El pueblo perdió la paciencia, amenazó ,
sitió el cuartel ; un oficial cometió la imprudencia de disparar, y entonces
la multitud fué á buscar un cañón . Belzunce se entregó ó fué entregado
para ser conducido á la prisión . No pudo llegar ; fué muerto á tiros y su
cuerpo quedó destrozado. Una mujer se comió su corazón .
Hubo sangre en Rouen, en Lyon . En Saint-Germain un molinero
fué decapitado . En Poissy un panadero estuvo á punto de perecer; sal-
vólo una comisión de la Asamblea que se mostró admirable de valor y
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 177

humanidad , arriesgando su vida ; lo salvó después de pedirlo al pueblo de


rodillas . Foulon hubiera podido pasar este momento de tempestades si no
hubiera sido odiado por toda Francia . Su desgracia fué que quienes más
le odiaban eran los que mejor le conocían , sus servidores y vasallos . No
se dejaron engañar por la farsa del entierro y no le perdían de vista . Le
siguieron y le encontraron paseándose , demasiado bien para estar muerto ,
en el parque de M. de Sartine : « Querías darnos paja ; ¡serás tú quien la
coma! » Le pusieron un saco de paja en la espalda , un ramo de ortigas ,
un collar de cardos . Lo condujeron á pie á París, al Hotel de Ville y pi-
dieron su juicio á la única autoridad que quedaba, á los electores .
Estos sienten que no se haya tomado antes la decisión popular que
iba á crear un verdadero poder municipal, dándole sucesores y conclu-
yendo con su reinado . Reinado es la palabra propia; los guardias fran-
ceses no montan la guardia en Versalles , sino tomando antes la orden
(hecho extraño ) de los electores de París .
Este poder ilegal , invocado para todo , impotente para todo , debili-
tado en su asociación fortuita con los concejales anteriores á la Revolu-
ción , no teniendo por cabeza más que al excelente Bailly, el nuevo
alcalde , que no tenía otro brazo que Lafayette , comandante de una guar-
dia nacional apenas organizada , iba á encontrarse frente á una necesidad
terrible .
Casi á la vez supieron que Berthier había sido detenido en Com-
piegne y que Foulon era conducido á París . Para el primero tomaron
un acuerdo grave, atrevido , de enorme responsabilidad (el temor hace
mucho) , y fué decir á las gentes de Compiegne : «No hay ninguna razón
para detener á Berthier. » Recibieron la respuesta de que entonces sería
muerto en Compiegne y que el único medio de salvarle era conducirle
á París.
Respecto á Foulon , acordaron que en adelante los acusados de este
género serían depositados en la Abadía , sobre cuya puerta se inscribirían
estas palabras: « Prisioneros puestos bajo la mano de la nación . » Esta
medida general , tomada por interés de un hombre , aseguraba al excon-
sejero ser juzgado por sus amigos y colegas , los antiguos magistrados ,
únicos jueces que había . Esto era demasiado claro para gentes demasiado
listas, para los procuradores y la basoche , los rentistas , enemigos del
-ministro de la bancarrota, para muchos hombres , en fin , que tenían efec-
tos públicos y á quienes la baja arruinaba . Un procurador presentó una
nota contra Berthier, acusándole de haber tenido depósitos de fusiles . La
basoche sostenía que tenía todavía uno de aquellos depósitos en la abadía
de Montmartre ; fué preciso traerlo . La Grève estaba llena de hombres
extraños al pueblo « de un exterior decente» , algunos demasiado bien
vestidos . La Bolsa estaba en la Grève .
Al mismo tiempo se denunciaba en el Hotel de Ville á otro nego-
ciante, Beaumarchais , que había robado papeles en la Bastilla . Se le hizo
comparecer.
TOMO I 23
178 J. MICHELET

Los electores creyeron poder hacer callar á los pobres , cuando me-
nos , tapándoles la boca . Por medio de un sacrificio de treinta mil francos
diariamente se logró hacer bajar el precio del pan á trece sueldos y medio
las cuatro libras .
La Grève no gritaba menos por esto . A las dos bajó Bailly á la
plaza y todos le piden justicia . Expuso principios de derecho é hizo al-
guna impresión en quienes podían entenderle, pero los demás gritaban:
« Colgadle! ¡ colgadle! » Bailly prudentemente se retiró y se encerró en
el despacho de subsistencias . La guardia era numerosa y fuerte ; pero
Lafayette, que contaba con su ascendiente personal , cometió la impru-
dencia de disminuirla.
La multitud estaba en una terrible inquietud , recelosa de que Fou-
lon se salvara . Para calmarla se le hizo asomarse á una ventana . La
multitud continuó agitada . Se volvió de nuevo á « exponerla los princi-
pios » declarando que debería ser juzgado . « ¡Juzgado en seguida y col-
gado! » , respondió la multitud , y allí mismo nombró los jueces , entre
ellos dos curas que se negaron á aceptar... Pero , ¡ plaza !: he aquí á Lafa-
yette que llega . Habla y sostiene que Foulon es culpable de varios crí-
menes , pero dice que es preciso conocer á sus cómplices . « ¡ Que lo lleven
-á la Abadía! »
> Las primeras filas que le escucharon consienten ; los demás
no . « Os burláis del mundo , dice un hombre bien vestido ; ¿necesitáis
tiempo para juzgar un hombre , juzgado ya desde hace treinta años?» A
la vez se alza un nuevo vocerío y una nueva multitud entra : « ¡ Es el
arrabal ! » dicen unos , y otros responden : « No ; ¡ es el Palais-Royal ! » Fou-
lon es arrastrado , conducido á la farola de enfrente ; se le obliga á pedir
perdón á la nación . Después es izado... La cuerda se rompe dos veces . Se
persiste y van á buscar una nueva . Colgado al fin y decapitado luego ,
su cabeza es paseada por todo París .
Entretanto , Berthier llegaba á la puerta de San Martín , á través del
más espantoso acompañamiento que se ha visto jamás ; le seguían desde
veinte leguas antes . Le traían en un cabriolé , cuyo techo había sido
arrancado para poderle ver mejor . Junto á él un elector , Etienne de la
Rivière , que veinte veces estuvo en peligro de muerte , le defendía y am-
paraba con su cuerpo . Los descamisados bailaban delante del coche ; otros
le arrojaban pedazos de pan negro: «Toma , ladrón ; ¡ ese es el pan que
nos has hecho comer! » Lo que había desesperado más á la población de
los alrededores de París , era que en medio de la carestía general la nu-
merosa caballería reunida por Berthier y Foulon , había destruido y co-
mido en verde una gran cantidad de trigo . Se atribuía esta brutalidad
á órdenes del intendente , á una firme resolución de impedir toda cosecha
y de hacer morir al pueblo .
Para adornar aquel terrible triunfo de la muerte , llevaban delante
de Berthier , como en los triunfos romanos , inscripciones á su gloria:
<
«
<Ha robado al rey y á Francia . - Ha devorado la substancia del pueblo .
-Ha sido esclavo de los ricos y tirano de los pobres .-Ha bebido la san-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 179

gre de las viudas y los huérfanos . -Ha engañado al rey.-Ha traicionado


á su patria ... ( 1 )»
Tuvieron la barbarie en la fuente Maubuée de enseñarle la cabeza
de Foulon , lívida y con la boca llena de paja . Al verla se humedecieron
sus ojos , palideció y se sonrió .
En el Hotel de Ville se obligó á Bailly á interrogarle . Berthier se
disculpó alegando órdenes superiores , las del ministro . El ministro era
su suegro , casi su misma persona ... Pero si las gentes que ocupaban la
sala de San Juan oían algo , las que llenaban la Grève no escuchaban ,
no entendían ; los gritos eran tan furiosos , que el alcalde y los electores
se turbaban más cada momento . La multitud crecía y no había modo de
contenerla . El alcalde , por acuerdo de los electores , dijo : « A la Abadía» ,
agregando que la guardia respondía del prisionero . En la Grève no pudo
la guardia defenderse , pero él arrancó un fusil á un desprevenido y se
defendió ... Cien bayonetas le rodearon ; un dragón , que le acusaba de la
muerte de su padre , le arrancó el corazón y fué á enseñarlo al Hotel de
Ville .
Los que desde las ventanas observaron en la Grève la habilidad de
los agitadores, creyeron que los cómplices de Berthier habían tomado
bien sus medidas para evitar que tuviera tiempo de hacer revelaciones .
El solo , acaso, tenia el verdadero pensamiento del partido . En su car-
tera se encontraron las señas de muchos amigos de la libertad que , sin
duda , no hubieran tenido nada bueno que esperar si la corte hubiese
triunfado .
Fuese como fuese , muchos camaradas del dragón le previnieron de
que, habiendo deshonrado el uniforme , debía morir y de que todos se
batirían con él hasta que muriese .
Aquella misma noche lo mataron .

(1) Historia de la Revolución de 1789, por dos amigos de la libertad (Kerverseau y Clavelin ,
hasta el tomo VII) , tomo II.
CAPITULO III

La Francia armada

Obstáculos de la Asamblea.- La Asamblea ruega confien en ella, 23 de Julio.-Desconfianza del


pueblo, temores de París, alarma de las provincias. -Complot de Brest; la corte comprometi-
da por el embajador de Inglaterra, 27 de Julio. -Furor de los nobles y ennoblecidos; amena-
zas y complots. -Terror en las campiñas -El paisano toma las armas contra los bandoleros;
quema las cartas feudales é incendia muchos castillos, Julio, Agosto, 1789 .

Los vampiros del antiguo régimen , cuyas vidas tanto daño habían
hecho á Francia, se lo causaron todavía mayor en su muerte .
Aquellas gentes que Mirabeau calificaba tan bien de «objeto del
desprecio público » aparecieron como rehabilitados por el suplicio . La
caída es para ellos la apoteosis . Helos convertidos en interesantes vícti-
mas , en mártires de la monarquía ; su leyenda irá aumentando con fic-
ciones patéticas . M. Burke llega hasta canonizarlos y orar sobre su
tumba .
Las violencias de París y las que simultáneamente tuvieron por es-
cenario á las provincias colocaron á la Asambla 'en una difícil situa-
ción , de la que no podía salir .
Si no hace nada parece encubrir y alentar el desorden , autorizar el
asesinato , dando pretexto á las eternas calumnias . Si intentaba reme-
diar el desorden , restaurar la autoridad , entregaba no al rey , sino á la
reina y á la corte , la espada que el pueblo había colocado en sus manos .
En una ú otra hipótesis la arbitrariedad iba á ser restablecida por
la vieja realeza ó por la realeza de la calle... En el mismo momento en
que se derrumba la Bastilla , aquel odioso símbolo de la arbitrariedad ,
se alza otra Bastilla ... Inglaterra se frota las manos de gozo y siente
agradecimiento á la Farola de la Grève, donde el pueblo consuma sus
ejecuciones: « Gracias a á Dios-dice-la Bastilla no desaparecerá jamás . »
>
¿Qué hubierais hecho?, decidlo , oficiosos consejeros , enemigos ami-
gos nuestros , sabios de la aristocracia europea que regáis con calumnias
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 181

el odio que plantasteis vosotros mismos ... Sentados en vuestro trono so-
bre el cadáver de Irlanda , el de Italia y el de Polonia , respondednos si

En el mes de Mayo el hambre había sido terrible, lanzando unas


poblaciones contra otras. (Pág. 176)

queréis : ¿vuestras revoluciones de intereses no han costado más sangre


que nuestras revoluciones de ideas?...
182 J. MICHELET

¿Qué hubierais hecho? Sin duda alguna lo que la víspera del 22 de


Julio y el día siguiente aconsejaban Lally Tollendal , Mounier y Ma-
louet; querían estos , para restablecer el orden , que se devolviera el po-
der al rey. Lally confiaba en las virtudes del rey; Malouet pedía que
se rogara al rey usara de su poderío poniendo mano fuerte sobre el po-
der municipal . El rey tendría ejército y el pueblo no ; nada de guardia
nacional ... ¿Se queja el pueblo?, pues bien , que se dirija al Parlamento ,
al procurador general . ¿No tenemos magistrados?
Foulón era magistrado . Malouet entregaba á Foulon al tribunal de
Foulon .
Se debe , decía muy bien , reprimir los desórdenes.
Sólo que era necesario entenderse , porque aquella palabra compren-
de muchas cosas .
Los robos y otros crímenes ordinarios , los latrocinios de gente
hambrienta , los asesinatos de acaparadores , las justicias irregulares
contra los enemigos del pueblo , la resistencia contra sus conspiraciones ,
la resistencia legal , la resistencia á mano armada ... todo esto está
comprendido en la palabra desórdenes ... ¿Se quería aplicar una repre-
sión igual? Si se encargaba la autoridad real de reprimir los tumultos ,
el más grande para ella , seguramente , era la toma de la Bastilla , y lo
hubiera castigado en seguida .
Esto respondieron Buzot y Robespierre el 20 de Julio , dos días an-
tes de la muerte de Foulon , y esto mismo dijo Mirabeau en su periódico
después de aquel suceso y antes , explicándolo á la Asamblea por su ver-
dadera causa , la ausencia de toda autoridad en París , la impotencia de
los electores que , sin representación legítima , continuaban ejerciendo las
funciones municipales . Mirabeau quería que los municipios se organiza-
ran , se posesionaran de la fuerza y se encargaran de mantener el orden .
¿Qué otro medio había , cuando el poder central se había hecho sospecho-
so , sino fortificar el poder local?
Barnave dice que eran precisas tres cosas: municipios bien organi-
zados , guardias burguesas y una justicia legal que pudiera tranquilizar
al pueblo .
¿Cuál sería esta justicia?
Un diputado suplente , Dufresnoy, enviado por un distrito de París ,
pide sesenta jurados , nombrados por los sesenta distritos . Esta proposi-
ción , apoyada por Petión , era modificada por otro diputado que quería
asociar los magistrados á los jurados .
La Asamblea no decide nada . A la una de la madrugada acuerda
una proclama, en la que reclamaba la persecución de los delitos de lesa.
patria, reservándose indicar en la constitución el tribunal que habría
de juzgarlos... Esto era aplazar largamente el problema ... Invitaba en
aquella proclama á la paz , porque el rey había conquistado más derecho
que nunca á la confianza del pueblo , porque existía un perfecto acuer-
do , etc.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 183

Confianza ! ¡ Si jamás hubo menos confianza !


En el momento mismo en que la Asamblea hablaba de confianza se
veía bien claramente un nuevo peligro .
La Asamblea se había equivocado ; el pueblo había tenido razón .
Por grande que fuese el deseo de creer que todo había concluido ,
el sentido común decía que el antiguo régimen vencido quería tomar la
revancha . Un poder que durante muchos siglos tuvo en sus manos to-
das las fuerzas del país, administración , hacienda , ejércitos , tribunales ,
que teína aún en todas partes sus agentes , oficiales y jueces , sin cam-
bio alguno , y sus partidarios obligados , dos ó trescientos mil nobles y
sacerdotes , propietarios de la mitad ó dos tercios del reino ; poder inmen-
so , múltiple, que llenaba Francia , ¿podía morir como un hombre , de un
solo golpe? No lo hubiera creído el más inocente de los niños .
No había muerto . Había sido golpeado , herido ; moralmente estaba
muerto ; físicamente no lo estaba . Podía resucitar ... ¿Cómo volvería á
aparecer? Esto era lo que el pueblo se preguntaba ; esto es lo que tur-
baba su imaginación ... El buen sentido se convirtió en esto en mil es-
pecies de supersticiones populares .
Todo el mundo iba á ver la Bastilla ; todos miraban con terror la
prodigiosa escala de cuerda por la que Latude descendió de las torres .
La gente visitaba aquellas torres siniestras , aquellos calabozos negros ,
profundos , fétidos , donde el prisionero , amarrado al nivel de las alcanta-
rillas , vivía asediado , amenazado por sapos y ratas , por todos los ani-
males inmundos .
Bajo una escalera fueron encontrados dos esqueletos con una cadena
y una pesa que sin duda arrastraba uno de aquellos desdichados . Aque-
Ilos muertos indicaban un crimen , porque nunca los prisioneros eran
enterrados en la fortaleza ; los llevaban por la noche al cementerio de
San Pablo , la iglesia de los jesuítas (los confesores de la Bastilla) , y eran
enterrados allí con otros nombres ; de modo que nunca se supo quiénes
morían y quiénes quedaban vivos . Aquellos dos esqueletos recibieron de
los obreros que los encontraron , la única reparación que éstos podían
darles ; doce de ellos , armados con sus herramientas , los condujeron á la
parroquia y allí los inhumaron respetuosamente .
La gente confiaba en que se harían otros descubrimientos en la
vieja prisión de los reyes . La humanidad ultrajada se vengaba , gozán-
dose en aquel sentimiento mezcla de odio , de temor y de curiosidad ...
Curiosidad insaciable que , nunca convencida de que lo había visto
todo , buscaba y revolvía , quería penetrar más y más , creyendo encontrar
á cada momento una cosa nueva; veía bajo las prisiones otras prisiones ;
debajo de los calabozos más calabozos , hasta lo más profundo de la tierra .
Las imaginaciones estaban verdaderamente enfermas de la suges-
tión de la Bastilla ... Tantos siglos , tantas generaciones de prisioneros
que allí se habían sucedido , tanto corazón desgarrado por la desespera-
ción ... ¿cómo no habían dejado huella? Apenas , apenas , una pobre ins-
184 J. MICHELET

cripción grabada con la uña , ilegible ... ¡ Obra cruel del tiempo , cóm-
plice de la tiranía , puesto de acuerdo con ella para hacer desaparecer
las víctimas !

Bajo una escalera fueron encontrados dos esqueletos... (Pág. 183)

La gente no podía ver más de lo que ya había visto , pero escucha-


ba... Se oían ruidos , gemidos , sollozos y suspiros extraños . ¿Era todo
ello fantasía? Ciertamente ; pero todo el mundo lo oía . ¿No era verosímil
creer que algunos desgraciados estuvieran encerrados en el fondo de ca-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 185

labozos secretos , sólo conocidos del gobernador que había muerto? El


distrito de la isla San Luis y otros además , pedían que se buscase la
causa de aquellos dolorosos lamentos . El pueblo no cesaba en su peti-
ción . Se hicieron averiguaciones y no lograron calmarle ; estaba tur-
bado , inquieto , pensando en aquellos infortunados , acaso enterrados
vivos .
Y si aquellos ruidos misteriosos no eran de los prisioneros ¿no po-
dían proceder de los enemigos? ¿No había bajo el arrabal una comunica-
ción subterránea desde la Bastilla á los subterráneos de Vicennes? ¿De
una á otra mina no podía hacerse pasar pólvora y ejecutar lo que Lau-
nay había tenido el propósito de hacer; volar la Bastilla , lanzarla á los
aires , destruyendo el barrio de la libertad?.
Se hicieron averiguaciones públicas , una información solemne y
auténtica para tranquilizar los espíritus . La imaginación popular trasladó
entonces su temeroso sueño á otro sitio . Colocó la mina y su miedo al
otro lado de París , en las canteras inmensas de donde han salido nuestros
monumentos , en los abismos de donde fueron sacados el Louvre , Notre-
Dame y otras iglesias .
En aquellos enormes subterráneos se reunían todos los muertos en
París durante mil años : una terrible multitud de esqueletos que iban por
la noche en duelo pavoroso , con el clero á la cabeza, á buscar á los Ino-
centes á la Tombe-Issoire para darles el reposo definitivo y el olvido
completo .
Estos muertos llamaban á los otros , y era todo ello señal cierta de
que allí se preparaba un enorme volcán ; la mina , desde el panteón al
cielo , iba á hacer volar á todo París ; y dejándole caer hecho añicos , con-
fundiría destrozados , sin formas , los vivos con los muertos , los pedazos
de carne palpitante con cadáveres y osamentas .
No eran necesarios estos terroríficos medios de exterminio ; el ham-
bre bastaba . Después de un año de sequía venía otro ; el poco trigo que
en las cercanías de París había crecido , fué pisoteado y comido por la
numerosa caballería allí concentrada . Y aun sin esto , el trigo hubiera
desaparecido . Se veía , se creía ver partidas armadas que durante la noche
cortaban el trigo , verde aún . Foulon , á pesar de lo bien muerto que es-
taba, parecía vivir para realizar lo que había prometido : « Segar la Fran-
cia .» Segar el trigo verde , destruirlo en el segundo año de hambre , era
lo mismo que segar los hombres .
El terror se iba extendiendo ; los correos repetían estos rumores por
donde pasaban ; los llevaban cada día de un extremo á otro del reino . No
habían visto á los bandoleros , pero conocían personas que los habían
visto; se aproximaban , numerosos , armados hasta los dientes ; llegarían
probablemente aquella noche ó mañana sin falta . En tal lugar, en pleno
día, habían arrasado los campos . El municipio de Soissons escribe ate-
rrado á la Asamblea nacional pidiendo socorro ; todo un ejército de ban-
didos marchaba aceleradamente sobre aquella ciudad . Se buscó á los
ΤΟΜΟ Ι 24
186 J. MICHELET

bandidos y no se les encontró en parte alguna . Habían desaparecido en


las sombras de la noche.
Lo que había de real en esto es que ante la horrible amenaza del
hambre , algunos tuvieron la idea de agregar un nuevo peligro que hace
estremecer cuando se piensa en la guerra de los cien años y que en los
siglos XIV y XV hizo de nuestro desventurado país un cementerio . Que-
rían traer los ingleses á Francia . El hecho ha sido negado: ¿por qué? Es
infinitamente verosímil , puesto que más tarde fué solicitado é intentado
en Quiberon .
Pero entonces se trataba no de traer su flota sobre una playa difícil ,
sin defensas y sin recursos , sino de establecerlos en una buena plaza de-
fendible , poniendo en sus manos el arsenal naval donde Francia durante
un siglo había invertido sus millones y acumulado sus trabajos y sus
esfuerzos ... El puente , la proa del gran navío nacional , convertido en
navío británico ... Se trataba de entregar Brest .
Desde que Francia había ayudado á la libertad de América Ꭹ divi-
dido el imperio inglés , Inglaterra deseaba , no nuestra desgracia , sino
nuestra ruina y completa destrucción ; y la espera ahora , pues un tempes-
tuoso desbordamiento parece inundar toda la tierra que hay desde Calais
á los Vosgos , desde los Pirineos á los Alpes .
Entretanto hay que ver un hecho más hermoso que esta inundación ;
y es que esta mar nueva no es de agua salobre , sino de sangre de Fran-
cia, sacada por ella misma de sus venas : ella misma se degollaba y
arrancaba las entrañas .
El complot de Brest era un buen comienzo . Solamente podía te-
merse que Inglaterra , al apoyar á los despreocupados que le vendían su
país , uniera á toda Francia contra ella y reconciliara á todos en una in-
dignación común ...
Otra causa había bastado para detener al gobierno inglés , y fue
que en el primer momento Inglaterra , á pesar de su odio , sonreía á
nuestra Revolución , cuya trascendencia no sospechaba . En aquel gran
movimiento francés y europeo , que no era nada menos que el adveni-
miento del derecho eterno , creía ver un trasunto de su pequeña revolución
insular y egoísta del siglo XVIII . Aplaudía á Francia como una madre
alienta á su pequeñuelo cuando quiere andar tras ella . ¡ Extraña madre ,
que no sabe bien si desea que el niño ande ó que se rompa la cabeza de
un golpe !
Inglaterra resiste la tentación de Brest . Fué virtuosa y denunció la
trama á los ministros de Luis XVI , sin revelar el nombre de los compli-
cados . En aquella semidenuncia encontró una inmensa ventaja; la de
aumentar el desbarajuste en Francia , llevando al colmo la desconfianza
y las sospechas , dando á la nación un arma terrible contra aquel débil
gobierno, teniendo una especie de hipoteca contra él . Se sabía que no
pretendería seriamente descubrir el complot, temiendo encontrar en la
conjura á sus amigos y defensores . Y si no buscaba nada , si guardaba
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 187

el secreto, Inglaterra podía proclamarlo cuando le conviniese , teniendo


siempre esta afrentosa espada suspendida sobre la cabeza de Luis XVI .
Dorset, el embajador inglés , era un hombre agradable ; no tenía
gran predicamento en Versalles ; pero muchos creían que antes había
gustado á la reina y había tenido sus días de influencia . Esto no impi-
dió que después de la toma de la Bastilla , comprendiendo la grave-
dad del golpe que había recibido , aprovechara la ocasión de mostrarse
tan pesaroso de ello como pudo .
Una carta, bastante equívoca , de Dorset al conde de Artois , encon-
trada casualmente , hizo sospechar del embajador , y éste escribió al mi-
nistro declarando falsas las acusaciones de haber influído algo en los tu-
multos de París : «Lejos de esto , agregaba dulcemente , vuestra excelen-
cia sabe bien el interés que he puesto en hacer conocer el odioso com-
plot de Brest en los comienzos de Junio , el horror que había inspirado á
mi corte y la seguridad de su adhesión sincera para el rey y para la na-
ción ...» Terminaba rogando al ministro que comunicara su carta á la
Asamblea nacional.
Dicho de otro modo : le rogaba se pusiera la cuerda al cuello . Su
carta del 26 de Julio demostraba que la corte había guardado el secreto
durante dos meses , sin obrar y sin perseguir á los culpables , reservando
aparentemente el complot como indicio de guerra civil , como arma últi-
ma; era el puñal de misericordia , como se decía en la Edad Media ; aquel
puñal que el hombre guardaba siempre con objeto de que , vencido , con
la espada rota, pudiera asesinar á su vencedor al pedirle gracia de la
vida .
El ministro Montmorín , llevado por los ingleses á la Asamblea na-
cional , no pudo dar más que una menguada explicación ; que no cono-
ciéndose el nombre de los culpables , no había podido perseguirlos . La
Asamblea no insistió ; pero el golpe estaba dado y no fué por ello menos
profundo . Francia entera lo sintió .
La afirmación de Dorset , que hubiera podido ser creída falsa , una
mentira que nuestros enemigos arrojaban para dañarnos , pareció con-
firmada por la imprudencia de los oficiales de la guarnición de Brest ,
que al conocer la noticia de la toma de la Bastilla hicieron la demostra-
ción de retirarse al castillo y la amenaza de tratar militarmente á la ciu-
dad si el orden se alteraba .
La ciudad tomó las armas y se apoderó de la guardia del puerto .
Los soldados y los marinos , trabajados en vano por los oficiales , que les
daban dinero , se pusieron de parte del pueblo . El noble cuerpo de la
Marina era demasiado aristocrata, pero seguramente nada afecto á los
ingleses . A pesar de esto se sospechó de los marinos y de toda la noble-
za de Bretaña . La Marina se indignó inútilmente é inútilmente protestó
de su lealtad .
La irritación , llevada al colmo , hizo creer en los más negros com-
plots . La larga obstinación de la nobleza en permanecer separada del
188 J. MICHELET

pueblo en los Estados generales y la amarga y acre polémica que


con este motivo había en las ciudades grandes y pequeñas , en los
pueblos y aldeas y aun dentro de cada casa , habían inculcado en el pue-
blo una idea terrible: que el noble era el enemigo .

Gfthe

Veían al pueblo en los idilios y las óperas (Pág. 192)

Una parte considerable de la alta nobleza , ilustre , histórica , hizo


cuanto pudo para domostrar que aquella idea era falsa , temiendo poco
la Revolución y creyendo que hiciera lo que quisiera no mataría la his-
toria . Pero el resto , los más pequeños , menos seguros en su rango , más
vanidosos ó más francos , heridos cada día por el crecimiento y osadía
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 189

del pueblo , que veían cada vez más cerca , que los estrechaba , se decla-
raron descaradamente enemigos de la Revolución .
Los ennoblecidos , los parlamentarios , eran los más furiosos ; los
magistrados se habían vuelto más guerreros que los militares ; no habla-

Hi Sujutex

Entregaban el labriego á los usureros... (Pág. 192)

ban más que de combates , y pedían muerte , sangre y ruina . Los que
hasta entonces habían constituído la vanguardia de la resistencia á los
caprichos de la corte y que , los más de ellos , habían saboreado la popu-
laridad , el amor y el entusiasmo público , se extrañaban é indignaban
de verse olvidados ó despreciados ... Buscaban la causa de este rápido
cambio en artificiosas maquinaciones de sus enemigos personales ; y así,
á los odios políticos se mezclaban viejas rencillas de familia . En Quim-
190 J. MICHELET

per , un tal Kersalaun , miembro del Parlamento de Bretaña , amigo de la


Chalotais , antes ardiente campeón de la oposición parlamentaria y con-
vertido de pronto en realista y aristocrata de los más ardientes , se pa-
seaba gravemente en medio de grupos del pueblo , que no osaban tocarle ,
y nombrando á sus enemigos en alta voz , decía gravemente : « Dentro de
poco los juzgaré y lavaré mis manos en su sangre . »>
Uno de estos parlamentarios , señor en el Franco Condado , M. Mem-
may de Quincey , no se contentó con la amenaza . Dolorido probablemente
por el odio de sus vecinos , turbado su espíritu por el furor, dominado
por esa tendencia á la imitación que hace que un crimen célebre engen-
dre otros crímenes semejantes , realizó precisamente lo que Launay había
querido hacer, lo que el pueblo de París temía á cada instante . Hizo
saber al pueblo de Vensoul y á los de los alrededores que , regocijado por
la toma de la Bastilla , daría una fiesta y tendría su mesa puesta para todo
el mundo . Labriegos , burgueses , soldados , gente de todas clases llegó ,
bebió y bailó ... La tierra se abre , una mina estalla, y la explosión hiere
y mata , quedando el suelo cubierto de sangrientos despojos . El sumario ,
con las declaraciones del cura que confesó algunos de los heridos que so-
brevivieron y de la gendarmería , llega el 25 de Julio á la Asamblea na-
cional . La Asamblea , indignada , consigue del rey que se escribiera á
todas las potencias pidiendo la extradición de los culpables.
Se extiende y afianza con este motivo la opinión de que los ban-
didos que segaban los trigos para hacer morir de hambre al pueblo , no
eran extranjeros , como al principio se había creído , italianos ó espa-
ñoles , como Marsella creyó en Mayo , sino franceses enemigos de Fran-
cia , furiosos enemigos de la Revolución , sus criados , sus agentes , par-
tidas asalariadas por ellos .
Aumenta el terror , creyendo tener cada uno cerca de sí demonios
exterminadores . Por las mañanas corría la gente al campo á ver si había
sido devastado . Durante la noche aumentaba la inquietud ... Al solo
nombre de los bandidos las madres ocultaban sus hijos .
¿Dónde estaba la protección real en cuya fe había descansado el
pueblo tanto tiempo? Se comenzaba á ver que fuese Luis XVI como
fuera , la realeza era la íntima amiga del enemigo .
Las tropas del rey, que en otro tiempo hubiesen parecido ampara-
doras , causaban miedo . ¿Quién iba al frente de ellas? Los más insolentes
de los nobles , los que menos ocultaban su odio . Animaban , pagaban al
soldado contra el pueblo , embriagaban á sus alemanes ; parecían preparar
un golpe .
El hombre debía contar únicamente consigo mismo . En esta ausen-
cia completa de protección pública y de autoridad , su deber de padre de
familia le constituía en defensor de los suyos . En su casa se convertía en
magistrado, en rey, en ley y en espada para ejecutar la ley, cumplión-
dose el proverbio : « El pobre en su casa es rey . »
La mano de la justicia , la espada de la justicia para este rey , es el
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 191

arma que tiene á mano . A falta de fusil utiliza su hacha , su hoz , su


guadaña , su piqueta ... Los bandidos se acercan ... El no los espera. To-
dos los vecinos , pueblos y pueblos armados , salen al campo á ver si los
infames se atreven á venir... Avanzan : á lo lejos se divisa un grupo
armado ... No disparéis ... Son gentes de otro pueblo , parientes y amigos
que buscan también á los bandidos .
En ocho días Francia quedó armada . La Asamblea nacional fué co-
nociendo paso a paso el milagroso progreso de esta revolución , y en un
momento se vió á la cabeza del ejército más numeroso que ha habido
después de las Cruzadas . Cada correo que llegaba la asombraba , la es-
pantaba casi . Un día venía uno á decirle : «Tenéis doscientos mil hom-
bres .» Al día siguiente le decían : «Tenéis quinientos mil hombres . »
Llegaban otros : «Esta semana ha quedado armado un millón de hom-
bres . » Y luego : «Dos millones , tres millones . >>
Este gran pueblo armado pregunta á la Asamblea lo que debe
hacer.
¿Dónde está el antiguo ejército? Ha desaparecido . El ejército nue-
vo, tan numeroso , lo ha deshecho sin combatir; sólo con formarse ...
Francia es un soldado , se ha dicho ; lo es desde aquel día . Día en
que una raza nueva sale de la tierra , en que los niños nacen con dien-
tes para morder los cartuchos , con recias piernas infatigables para ir del
Cairo al Kremlin , con el admirable don de poder marchar y combatir
sin comer , alimentándose de espíritu .
De espíritu , de alegría , de esperanzas . ¿Quién tiene derecho á es-
perar , si no es esta generación que lleva en sí el germen de la libertad
del mundo?
¿Existía Francia antes de este día? Pudiera negarse . De pronto se
convirtió en un principio y una espada . Ser armada así es ser . Quien no
posee ni la idea ni la fuerza no existe más que por piedad .
Existían de hecho ; quisieron ser en derecho .
La bárbara Edad Media no admitía su existencia ; les negaba su
cualidad de hombres y los utilizaba como cosas . En su egoísmo escolás-
tico enseñaba que las almas , recompradas por el mismo precio , valen
todas juntas la sangre de un dios ; y ya libertadas del pecado , las reba-
jaba al nivel de la bestia , las esclavizaba eternamente y las robaba su
libertad .
Este derecho sin derecho alegaba como fundamento la conquista ,
es decir, la añeja injusticia . La conquista , decían , hizo los nobles y los
señores . Y Sieyes responde : « Seremos á nuestra vez conquistadores . >>
El derecho feudal alegaba todavía aquellas actas hipócritas donde
se supone que el hombre estipula contra sí mismo ; donde el débil , por
temor ó por fuerza , se daba sin reservar nada , entregaba su porvenir ,
los hijos que tuviera , las generaciones futuras . Aquellos culpables per-
gaminos , deshonra de la naturaleza , dormían sin castigo desde hacía
muchos siglos en el fondo de los castillos .
192 J. MICHELET

Se hablaba recio del gran ejemplo de Luis XVI , que había liberta-
do los últimos siervos de sus dominios . ¡ Imperceptible sacrificio que costó
poco al Tesoro y que no tuvo en Francia casi ningún imitador!
¡Qué! -se dirá;-los señores eran en 1789 hombres duros , sin
piedad?
De ningún modo . Era una clase de hombres muy débiles y físi-
camente degenerados , ligeros , sensuales y sensibles ; tan sensibles ,
que no podían ver de cerca á los desgraciados . Los veían en los idilios ,
las óperas, los cuentos y las novelas que hacen derramar dulces lágri-
mas ; lloraban con Bernardino de Saint-Pierre , con Gretry y Sedaine ,
con Berquin y Florian . Sentían las lágrimas correr por sus mejillas y se
decían: « Soy bueno . >
»
Con esta debilidad de corazón , esta facilidad de carácter , la mano
siempre abierta , incapaces de resistir á toda ocasión de gastos , necesi-
taban dinero, mucho dinero , mucho más que sus padres . De aquí la ne-
cesidad de sacar mucho de las tierras , de entregar al labriego á los
usureros , á los hombres de dinero y de negocios . Aparte de esto , los
señores tenían buen corazón y eran generosos y caritativos en París,
mientras sus vasallos se morían de hambre ; por no ver aquella miseria ,
que hubiera hecho sufrir mucho á sus tiernos corazones , vivían poco
tiempo en sus castillos .
Tal era aquella sociedad débil , vieja y aletargada en la molicie .
Se alejaba voluntariamente del espectáculo de la opresión ; no oprimía
más que por medio de procuradores . No faltaban, sin embargo , nobles
provincianos que se enorgullecían de mantener en sus dominios las ru-
das tradiciones feudales , gobernando duramente su familia y sus vasa-
llos . Recordaremos aquí solamente al célebre amigo de los hombres , al
padre de Mirabeau, enemigo de su familia , que tenía encerrados á todos
los suyos , mujer, hijos é hijas , poblaba las prisiones de Estado , no de-
jaba en paz á sus vecinos y desolaba á sus gentes . Cuenta él mismo que ,
dando una fiesta , observó el aspecto sombrío , salvaje de sus campesinos .
Lo creo sin trabajo; aquellas pobres gentes temían verdaderamente que
el amigo de los pobres les tomara por hijos suyos .
Recordando esto , no hay por qué extrañarse de que el labriego , una
vez con las armas en la mano , se sirviera de ellas y tomara su re-
vancha . Muchos señores habían vejado cruelmente sus pueblos . Uno de
ellos había rodeado con un muro la fuente del pueblo , confiscándola para
su servicio . Otro se había apoderado de los bienes comunales . Perecieron .
Se citan otros homicidios que , sin duda , fueron venganzas.
El armamento general de las ciudades fué imitado por las campiñas .
La toma de la Bastilla les envalentonó para atacar sus cárceles . Lo único
que extraña, sabiendo cuánto habían sufrido , es que tardaran tanto en
comenzar . Los sufrimientos y las venganzas se habían acumulado por la
tardanza , concentrándose á una presión aterradora... Cuando esta mons-
truosa avalancha , retenida largo tiempo en estado de hielo Ꭹ de nieve ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 193

se funde de pronto , se desborda de tal modo que puede inundarlo y


arrasarlo todo.
Es preciso también separar en esta escena inmensa y confusa lo
que hicieron las partidas errantes de rateros y malhechores , de gentes
desesperadas por el hambre ; de lo que hizo el ciudadano domiciliado , la
comunidad contra el señor .
Se acumulan los males cuidadosamente , pero se olvidan algo las
buenas acciones . Muchos señores encontraron su mejor defensa en sus
vasallos ; por ejemplo , el marqués de Montfermeil , que el año anterior
había prestado cien mil francos para socorrerlos . Los revolucionarios más
furiosos se detuvieron espontáneamente algunas veces delante de la de-
bilidad . En el Delfinado , por ejemplo , fué respetado un castillo porque
no había en él más que una señora enferma en cama y sus hijos ; se limi-
taron á destruir los archivos feudales .
Generalmente el paisano subía al castillo la primer vez para pedir y
obtener armas ; después se atreve á más y quema las actas y los títulos .
La mayor parte de estos instrumentos de servidumbre , los más moder-
nos , los más opresores , estaban bien guardados en los archivos , en casa
de los notarios y procuradores . El vasallo atacaba preferentemente los per-
gaminos antiguos , las cartas originales . Estos títulos primitivos , ador-
nados con sellos triunfantes, permanecían en el tesoro del castillo para
ser enseñados en los días alegres . Generalmente se guardaban en sun-
tuosas cajitas, dentro de una cartera de raso , en el fondo de un arca de
roble colocada en el lugar principal de una de las torres . No había cas-
tillo importante que cerca del palomar no mostrara la torre de los ar-
chivos .
Los súbditos tenían derecho á la torre . Allí estaba para ellos la Bas-
tilla , la tiranía , el orgullo , la insolencia , el desprecio de los hombres ;
desde hacía muchos siglos la torre se burlaba de la campiña , esterilizán-
dola , entristeciéndola , haciéndola odiosa con su sombra agobiadora .
Guardián del país en los tiempos bárbaros , centinela de la comarca , se
convirtió en afrenta más tarde . En 1789 , ¿qué es ya sino el odioso testi-
monio de la servidumbre , un perpetuo ultraje para recordar todas las ma-
ñanas al hombre que va á trabajar al campo la antigua humillación de
su raza?... « Trabaja , trabaja , hijo del siervo , gana , que otro se aprove-
chará de ello ; trabaja y no esperes jamás . »>
Cada mañana y cada tarde , durante mil años , ó más acaso , la torre
fué maldita . Llegó un día en que se derrumbó .
¡Cuánto ha tardado el gran día ! ¡ Cuánto tiempo nuestros padres
te esperaron y soñaron contigo ! Sólo pudo sostenerles la esperanza de
que sus hijos te verían llegar; de otro modo no hubieran podido vivir ,
hubieran muerto de pena... A mí mismo , su compañero , trabajando á su
lado en el sitial de la historia , bebiendo en su amarga copa , ¿quién me
ha permitido hacer revivir la dolorosa Edad Media sino tú , oh hermoso
primer día de la libertad? ... ¡ He vivido para narrarte !
ΤΟΜΟ Ι 25
CAPITULO IV

Noche del 4 de Agosto

Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. -Desórdenes; peligro de Francia.- La
Asamblea crea el comité de las informaciones, 27 de Julio. -Tentativas de la corte; quiere im-
pedir el juicio de Besenval; el partido realista quiere convertir en arma la caridad pública.- La
nobleza revolucionaria ofrece el abandono de los derechos feudales. -Noche del 4 de Agosto;
abandono de los privilegios de clase; resistencia del clero; abandono de los privilegios de pro-
vincia.

Por encima de este gran movimiento , en una región más serena ,


sin dejarse distraer por los rumores y los gritos , la Asamblea nacional
pensaba, meditaba .
La violencia de los partidos que la dividía , parece dominada , con-
tenida en la gran discusión con que realizaba su labor . Se vió entonces
que la aristocracia , adversaria nata de los intereses de la Revolución ,
encerraba en su corazón las ideas mismas que la engendraron . Ante
todo , todos eran franceses , todos hijos del siglo XVIII y de la filosofía .
Ambos lados de la Asamblea, manteniendo su oposición , no contri-
buyeron menos con un sentimiento de religión al solemne examen de la
Declaración de los derechos.
No se trataba de una petición de derechos como en Inglaterra , de
una apelación al derecho escrito , á las cartas comprobadas , á las liber-
tades , verdaderas ó falsas de la Edad Media .
No se trataba , como en América , de ir á buscar de Estado en Estado
los principios que cada uno de ellos reconocía , reasumirlos , generalizar-
los y construir á posteriori la fórmula total que aceptaría la federación .
Se trataba de dar desde lo alto , en virtud de una autoridad sobera-
na , imperial , pontifical , el Credo de la edad nueva . ¿Qué autoridad? La
razón , discutida por todo un siglo de filósofos , de profundos pensadores ,
aceptada por todos los espíritus y compenetrada en las costumbres, for-
mulada , en fin , por los logistas de la Asamblea constituyente... Se tra-
taba de imponer como autoridad á la razón lo que esta había encontra-
do en el fondo del libre examen .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 195

Era la filosofía del siglo , su legislador , su Moisés , que descendía


de la montaña , llevando en la frente los rayos luminosos y en las ma-
nos las tablas de la ley...
Se ha discutido mucho en el vacío é inutilmente la Declaración de
los derechos .
Nada tenemos que decir á los Bentham, á los Dumont , á los utili-
tarios , á los empíricos que no conocen de la ley más que la ley escrita ,
que no saben que el derecho no es derecho sino en cuanto está conforme
con el derecho y la razón absoluta . Simples procuradores y nada más ,
bajo la apariencia de filósofos , ¿ qué razón han tenido para despreciar á
los prácticos? Su ideal era escribir la ley sobre papel y pergamino ;
nosotros no: nosotros queremos grabar nuestra ley sobre la piedra del
derecho eterno ; sobre la roca en que descansa el mundo : es decir , la in—
variable justicia y la indestructible equidad .
Para responder á nuestros enemigos nos basta con ellos mismos y
sus contradicciones . Combaten la Declaración y se someten á ella ; le
hacen guerra treinta años prometiendo á sus pueblos las libertades que
la Declaración consagra . Vencedores en 1814 , la primera palabra que
dirigen á Francia la toman prestada del gran capital que la nación
posee ( 1 )... ¿Vencedores? No; vencidos siempre , vencidos demasiado ,
vencidos en su propio corazón , puesto que su acto más personal , el tra-
tado de la Santa-Alianza , reproduce el derecho del que habían blas-
femado .
La Declaración de los derechos reconoce al Ser Supremo garanti-
zador de la moral humana . Respira el sentimiento del deber . El deber no
expresado no está allí menos presente ; por todas partes se siente su gra-
vedad austera . Algunas palabras tomadas al idioma de Coudillac no
impiden reconocer en ella el verdadero genio de la Revolución , revestido
de gravedad romana y de espíritu estoico .
En aquel momento es del derecho de lo que hay que hablar ( 2) , es
el derecho lo que es necesario asegurar, reivindicar para el pueblo . Hasta
entonces se había creído que no había más que deberes.
Por alto y general que sea tal acto , y realizado para durar siempre ,
¿se le puede exigir que no recuerde en nada la agitada hora de su naci-
miento ni lleve las señales de la tempestad?
La primera palabra fué pronunciada tres días antes del 14 de Julio
y de la toma de la Bastilla ; la última algunos días antes de que el pue-
blo lleve al rey á París (6 de Octubre) ... Sublime aparición del derecho
entre los claros de dos tormentas populares .
No ha habido ciscunstancias más terribles ni discusión más majes-

(1) Préstamo bien voluntario, puesto que fue hecho por todos los reyes de Europa á la ca-
beza de ochocientos mil soldados. Reconocieron entonces que cada pueblo tiene derecho á
elegir su forma de gobierno . (Véase Alejandro de Lamet, pág. 121. )
(2) De derecho y de libertad y no de otra cosa alguna, se debía hablar en aquella carta de
franquicias. Explico esto antes en la introducción y más concretamente en los otros volú-
menes.
196 J. MICHELET

tuosa , más grave , más llena de emoción . La crisis daba argumentos


especiosos á los dos partidos .
Pensadlo , decía uno; enseñáis al hombre su derecho , que él mismo
siente demasiado ; le transportáis sobre una alta montaña y le mostráis

MALOUET

desde allí su imperio sin límites ... ¿Qué ocurrirá cuando al descender se
vea detenido por las leyes especiales que os veréis obligados á hacer ,
cuando encuentre obstáculos á cada paso? (Discurso de Malouet) .
Había para esto más de una respuesta ; pero ciertamente la más
vigorosa estaba en la situación . Se vivía en plena crisis , en un combate
dudoso todavía . Podía ocurrir que no se encontrara una montaña bas-
tante alta donde enarbolar la bandera ... Era preciso colocarla tan alta
que la tierra entera la viese , que su llama tricolor uniese las naciones .
Reconocida por bandera común de la humanidad , sería invencible .
Hay todavía gentes que creen que aquella gran discusión agitó y
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 197.

armó al pueblo , que provocó la guerra y el incendio . La primera difi-


cultad para que esto fuese cierto , es que las violencias comenzaron antes
de la discusión . El pueblo no tuvo necesidad de metafísicas para ponerse
en movimiento . Aun después influyó poco . Lo que armó las campiñas-
ya lo hemos dicho - fué la necesidad de rechazar el pillaje y defenderse

L
e
a
d
e

CONDORCET

de los bandidos , influyendo el contagio de las ciudades que tomaban las


armas ; pero verdaderamente fué , más que ninguna otra cosa , la fiebre
y la exaltación que produjo la toma de la Bastilla .
La grandeza de este espectáculo , la variedad de sus accidentes te-
rribles ha turbado la vista á la historia , haciéndola mezclar y confundir
tres hechos distintos y aún opuestos que ocurrieron al mismo tiempo .
1. Las correrías de los vagabundos , de los hambrientos que segaban
los trigos durante la noche y arrasaban la tierra como plaga de langos-
tas . Estas partidas , cuando eran numerosas y fuertes , asaltaban las casas
solitarias , las granjas y aun los castillos .
2. El labriego , para rechazar estas partidas , tuvo necesidad de ar-
198 J. MICHELET

mas y las pidió , las exigió en los castillos . Armado y dueño de sus actos ,
destruyó las cartas , donde veía un instrumento de opresión . ¡ Desgraciado
del señor aborrecido ! No se atentaba sólo contra sus pergaminos , sino
contra su persona misma .
3. Las poblaciones cuyo armamento había provocado el de los
campos , fueron obligadas á reprimir al labriego . Los guardias naciona-
les , que no tenían entonces nada de aristocráticos , puesto que podía
serlo todo el mundo , marcharon para restablecer el orden ; fueron á so-
correr á aquellos castillos que detestaban . Los guardias conducían á la
ciudad á los labriegos prisioneros , pero eran libertados bien pronto.
Me refiero á los fabriegos domiciliados en vecindad . En cuanto á
las partidas de gentes desconocidas , á los bribones , á los bandoleros ,
como se les llamaba , los tribunales , las municipalidades mismas hicie-
ron en ellas crueles justicias y castigos ejemplares ; gran número de
malhechores fueron muertos . La seguridad fué restablecida á la larga y
el cultivo quedó asegurado . Si hubieran continuado los desórdenes , toda
la labranza hubiera terminado y Francia hubiera muerto de hambre al
año siguiente .
Extraña situación de una Asamblea que discute , calcula y pesa las
sílabas en medio de aquel incendio . Dos peligros la cercan , á derecha é
izquierda . Para reprimir los desórdenes no tiene , al parecer, más que
un medio : restablecer el orden antiguo , que es un desorden peor.
Comúnmente se supone que estaba impaciente por apoderarse del
poder; esto es verdad respecto de algunos de sus miembros ; es falso , muy
falso , respecto á la mayoría . El carácter de aquella Asamblea , tomada
en conjunto, su originalidad como producto de la época , era una fe
singular en la potencia de las ideas . Creía firmemente que la verdad ,
una vez encontrada y formulada en leyes , era invencible . Según el
cálculo de hombres graves , sólo faltaban dos meses para hacer la Cons-
titución ; con su virtualidad todopoderosa iba á contener á la vez al po-
der y al pueblo ; la Revolución terminaría entonces y el mundo resurgi-
ría , se cubriría de nuevas flores .
Esperando , la situación era verdaderamente atrevida . El poder es-
taba aquí herido ; allá muy fuerte ; en tal punto organizado y en tal otro
en disolución completa ; débil para la acción general y regular; formi-
dable todavía para la corrupción , la intriga y la violencia acaso . Las
cuentas de aquellos últimos años , que parecieron más tarde , demues-
tran bien claramente los recursos que tenía la corte y cómo los emplea-
ba , cómo trabajaban los periódicos y la Asamblea misma . La emigra-
ción comenzaba y con ella el llamamiento al extranjero, al enemigo ;
todo un sistema perseverante de traicion y de calumnia contra Francia .
La Asamblea se sentía colocada sobre una barrica de pólvora . Ne-
cesitaba para la salvación común descender de las alturas donde hacía
la ley y mirar de cerca lo que pasaba sobre la tierra . ¡ Enorme caída!
Legisladores que tienen la grandeza de Solón , Licurgo y Moisés , se en-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 199

tregaban á los cuidados miserables de la vigilancia pública , viéndose


obligados á espiar á los espías y á convertirse en jefes de policía !
La primera señal de alarma diéronla las cartas de Dorset al conde
de Artois , sus explicaciones , la noticia de la conjura de Brest , ocultada
tanto tiempo por la corte . El 27 de Julio , Duport propone crear un comi-
té de averiguaciones , compuesto de cuatro personas . Pronunció estas
palabras siniestras : « Dispensadme de entrar en ninguna discusión . Se
traman complots ... No es este asunto para enviar sospechosos ante los
tribunales . Debemos adquirir informes y tener de ello conocimiento
exacto é indispensable . >>
El número cuatro recordaba demasiado los tres inquisidores de Es-
tado . Se aumentó á doce .'
El espíritu de la Asamblea , fuesen cualesquiera sus necesidades ,
no era en modo alguno el de policía é inquisición . Hubo una discusión
muy grave para saber si se violaría el secreto de las cartas , si se abriría
la correspondencia sospechosa dirigida á un príncipe que , por su fuga
precipitada , se declaraba enemigo . Gony d'Arcy y Robespierre querían
que las cartas fueran abiertas . La Asamblea , por consejo de Chapelier ,
Mirabeau y Duport mismo , que acababa de pedir una especie de inqui-
sición del Estado , declaró magnánimamente inviolable el secreto de la
correspondencia , rehusó abrir las cartas y las hizo restituir .
Esta decisión devolvió el valor y el ánimo á los partidarios de la
corte . Hicieron entonces tres cosas hábiles .
Sieyes iba á ser nombrado presidente . Pusieron enfrente de él un
hombre demasiado estimado , demasiado agradable á la Asamblea , el
eminente jurisconsulto de Rouen , Thouret . Tenía para los cortesanos el
mérito de haber votado el 17 de Junio contra el título de Asamblea na-
cional , sencilla fórmula de Sieyes que contenía la Revolución . Oponer
uno contra otro aquellos dos hombres , mejor dicho , aquellos dos sis-
temas en la lucha de la presidencia, era poner en litigio la Revolución ,
intentar hacerla retroceder al 16 de Junio.
El segundo intento era impedir el juicio de Besenval . El general de
la reina contra París había sido detenido en su fuga . Juzgarle , conde-
narle , era condenar también las órdenes en virtud de las cuales había
obrado . Necker, á su regreso , se había cruzado con él en su camino y le
había dado esperanzas . No fué difícil obtener de su buen corazón una
petición solemne á la ciudad de París . Envolver la amnistía general
en la alegría de su regreso , concluir la Revolución , restablecer la tran-
quilidad , aparecer como arco iris en las nubes después del diluvio : ¿qué
podría haber más encantador para la vanidad de Necker?
Fué al Hotel de Ville y lo obtuvo todo de los que allí se encon-
traban: electores , representantes de distrito , simples ciudadanos , una
multitud abigarrada , confusa y desigual . La alegría y el entusiasmo
habían llegado al colmo en el salón y en la plaza . Se asomó á una ven-
tana con su mujer á la derecha y su hija á la izquierda , que lloraban y
200 J. MICHELET

le besaban las manos ... Su hija , madame de Staël , se desmayó de fe-


licidad .
Hecho esto , no se había hecho nada . Los distritos de París recla-
maron con razón; aquella clemencia sorprende á una Asamblea enmu-
decida ; concedida en nombre de París por una multitud sin autoridad ,
resultaba una cuestión nacional resuelta por una sola ciudad , por algu-
nos de sus habitantes ... Y esto , en el momento en que la Asamblea na-
cional creaba un comité de informaciones , preparaba un tribunal … era
extraño , audaz . A pesar de Lally y Mounier que defendían la amnistía ,
Mirabeau , Barnave y Robespierre , consiguieron que se celebrara el juicio .
La corte fué vencida una vez más , pero sacaba de ello un gran con-
suelo digno de su sagacidad ordinaria ; había comprometido á Necker y
destruido la popularidad del único hombre que tenía alguna probabilidad
de salvarla .
La corte fracasó también en el asunto de la presidencia . Thouret
se alarmó por la agitación del pueblo , por las amenazas de París , y de-
sistió .
La tercera tentativa del partido realista , de mucha mayor grave-
dad , fué realizada por Malouet ; fué una de las más duras pruebas , de
las más peligrosas que la Revolución había encontrado en su camino ,
donde cada día sus enemigos colocaban una piedra donde se estrellase ó
abrían un abismo que no pudiera saltar .
Recuérdese aquel día en que, no estando aún los órdenes reunidos ,
fué el clero hipócritamente á enseñar al Tercer Estado un pedazo del
pan negro que el pueblo comía y á pedirle en nombre de la caridad que
abandonase vanas disputas para ocuparse con él en el bien de los po-
bres . Esto fué precisamente lo que hizo un hombre (respetable por lo
demás , pero ciego partidario de una realeza imposible) ; esto fué lo que
hizo Malouet .
Propuso organizar un impuesto de los pobres, crear oficinas de so-
corro y de trabajo , cuyos primeros fondos serían constituídos por los
establecimientos de beneficencia y el resto por un impuesto sobre todos
y por un empréstito .
Hermosa y respetable proposición , apoyada en aquel momento por
la necesidad urgente , pero que daba al partido realista una formidable
iniciativa política . Ponía en manos del rey un triple fondo , de los que el
último , el empréstito , era ilimitado ; lo convertía en jefe de los pobres ,
acaso en el general de los mendigos contra la Asamblea ... Aquella pro-
posición lo tomaba destronado y lo colocaba sobre un trono más absoluto ,
más sólido , haciéndolo rey del hambre , reinando por lo que hay más alto
y superior, el alimento y el pan ... ¿Qué sería de la libertad?
Para que la cosa llamara menos la atención y pareciera menos im-
portante , Malouet rebajaba el número de pobres á la cifra de cuatrocien-
tos mil , evidentemente falsa .
Si la Asamblea aceptaba , Malouet no obtenía menos ventaja , la de
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 201

dar á su partido , al del rey, una hermosa apariencia á los ojos del pue-
blo, la gloria de la caridad. La mayoría , demasiado comprometida re-

CARLOS I DE INGLATERRA .- (Cuadro de Van - Dik)

chazando, iba á verse obligada á secundar , á obedecer, á colocar en ma-


nos del rey aquella gran máquina popular.
Malouet, en último lugar , proponía se consultara á las cámaras de
ΤΟΜΟ Ι 26
202 J. MICHELET

comercio , las ciudades fabriles , con objeto de ayudar á los obreros , « au-
mentar el trabajo y los salarios» .
Una especie de competencia iba á establecerse entre los dos par-
tidos . Se trataba de atraer ó rechazar al pueblo . A la proposición de dar
á los indigentes , sólo podía oponerse otra proposición ; una que autori-
zara á los trabajadores á no pagar más y que cuando menos permitiera á
los trabajadores de los campos no pagar los derechos más odiados , los
derechos feudales .
Estos derechos abrumaban demasiado . Para destruirlos mejor , para
hacer añicos las actas que los consagraban , habían sido quemados mu-
chos castillos . Los grandes propietarios que tenían asiento en la Asam-
blea , estaban inquietos . Una propiedad tan odiada , tan peligrosa , que
comprometía el resto de su fortuna , comenzaba á parecerles una carga.
Para salvar aquellos derechos era preciso ó sacrificar una parte ó defen-
derlos á mano armada , reuniendo amigos , clientes y criados y comen-
zando una guerra terrible contra todo el pueblo .
Salvo un pequeño número de viejos que habían tomado parte en la
guerra de los Siete años ó de jóvenes que habían estado en la de Amé-
rica , nuestros nobles no habían hecho otras campañas que las de cuar-
teles y guarniciones . Sin embargo , en las querellas privadas , individual-
mente eran bravos . La nobleza de Vendée y de Bretaña , hasta entonces
desconocida , surgió de pronto y resultó heroica . Muchos nobles emigra-
dos se significaron en las grandes guerras del Imperio . Acaso si se hu-
bieran unido y entendido , hubieran detenido algún tiempo la Revolución .
Pero ésta los encontró dispersos , divididos , aislados y débiles en su aisla-
miento . Otra causa de su debilidad , muy honrosa para ellos , es que mu-
chos de ellos estaban de corazón contra ellos mismos , contra la vieja
tiranía feudal; que eran á la vez herederos y discípulos de la filosofía del
siglo ; aplaudían aquella maravillosa resurrección del género humano y
hacían votos por ella , debiendo costarles su ruina .
El más rico señor después del rey en propiedades feudales era el
duque de Aiguillón . Tenía derechos en dos provincias del Mediodía , ver-
daderas regalías de odioso origen , sin más fundamento que habér-
selas otorgado á sí mismo su tío Richelieu . Su padre , compañero de Te-
rray , ministro de la bancarrota , había sido , más que odiado , despre-
ciado . Por esto mismo , acaso el joven duque de Aiguillón sentía más la
necesidad de hacerse popular; era con Duport y Chapelier, uno de los
jefes del club bretón . Presentó una proposición generosa y política , en la
que se pretendía aislar aquel gran incendio , destruir una parte del edi-
ficio para salvar el resto ; quería no sacrificar los derechos feudales (al-
gunos nobles no tenían ninguna otra fortuna), sino ofrecer al labriego
medios de desembarazarse de ellos en condiciones moderadas.
El vizconde de Noailles no estaba en el club , pero tuvo noticia de
la proposición y le arrebató la gloriosa iniciativa . Segundón de familia
y no poseyǝndo por lo tanto derecho feudal alguno , fué todavía más ge-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 203

neroso que el duque de Aiguillón . Propuso no solamente que se permi-


tiera la condonación de los derechos , sino que fueran abolidos sin com-
pensaciones los dominios señoriales y otras servidumbres personales .
Esto se interpretó como un ataque , como una amenaza y nada más .
Llegaron doscientos diputados . Se acababa de leer un proyecto de de-
creto donde la Asamblea recordaba el deber de respetar las propiedades ,
de pagar las rentas , etc.
El duque de Aiguillón produjo un efecto completamente distinto .
Declaró que al votar el día anterior medidas de rigor contra los que ata-
caban los castillos , habíale asaltado un escrúpulo , preguntándose si eran
culpables aquellos hombres... Y continuó hablando con calor, con vio-
lencia contra la tiranía feudal , es decir , contra él mismo .
Esto fué el 4 de Agosto á las ocho de la noche , hora solemne en que
el feudalismo , al término de un reinado de mil años , abdica , abjura , se
maldice .
El feudalismo ha hablado . El pueblo toma la palabra . Un bajo bre-
tón , vestido con el traje de su país, diputado desconocido que no había
hablado jamás antes ni habló después , M. Le Guen de Kerengal , sube á la
tribuna Ꭹ lee unas veinte líneas, acusadoras y amenazantes . Acusó á la
Asamblea con fuerza y autoridad singulares de no haber evitado el in-
cendio de los castillos , arrancándoles las crueles armas que contenían ,
aquellas actas inicuas que igualan al hombre con la bestia , que uncen
al mismo carro al hombre y al animal , que ultrajan el pudor... « Seamos
justos ; que se les entreguen esos títulos , monumentos de la barbarie de
nuestros padres . »
>
<<¿Quién de nosotros no sería destructor expiatorio de estos infames
pergaminos?... No tenéis un momento que perder ; un día de tardanza
ocasionará nuevos ataques é incendios ; ¿la caída de los imperios ha sido
anunciada con menos estrépito? ¿Es que no queréis dar leyes más que á
Francia devastada?»
>
La impresión fué profunda . Otro bretón la exacerba recordando
derechos crueles , increíbles : ¡ el derecho que tenía el señor para des-
tripar dos de sus vasallos cuando regresase de sus cacerías y meter los
pies en sus cuerpos ensangrentados !
Un gentil hombre de provincia , M. de Foncault , atacando á los
grandes señores que habían iniciado esta escabrosa discusión , pidió que ,
ante todo, sacrificaran los grandes las pensiones y prebendas , los dona-
tivos monstruosos que sacaban al rey , arruinando doblemente al pueblo
por el dinero que acaparaban y por el abandono en que dejaban á las
provincias , puesto que todos los ricos seguían su ejemplo abandonando
sus tierras y agregándose á la corte.
Mres . de Guiche y de Mortensart creyeron personal el ataque y
respondieron vivamente que aquellos á quienes se señalaba estaban dis-
puestos á sacrificarlo todo.
El entusiasmo aumenta . M. de Beauharnais propone que la pena-
204 J. MICHELET

lidad fuese igual para todos , nobles y plebeyos , y los empleos públicos
asequibles á todos . Alguno pidió la justicia gratuita ; otro la abolición de
las justicias señoriales , cuyos agentes inferiores eran el terror de los
campos .

Recogiendo el diezmo

M. de Custine dice que las condiciones propuestas por el duque de


Aiguillón eran difíciles, que era preciso simplificar la cosa , acudir en
ayuda del trabajador .
M. de la Rochefoncault , extendiendo su amor al bien , al género
humano , pidió se procurara la redención de los esclavos negros .
Jamás ha estallado el carácter francés en un desbordamiento seme-
jante de sensibilidad , vivacidad y generosidad . Aquellos hombres que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 205

invertían tanto tiempo en discutir la Declaración de los derechos , en


contar y pensar las sílabas , cuando se apeló á su desinterés respondie-
ron sin vacilación ni duda , despreciando el dinero y los derechos ho-
noríficos, que estimaban más que el mismo dinero ... ¡Gran ejemplo

Itfoules

Mirabeau marchando á la tribuna

que la nobleza expirante ha legado á nuestra aristocracia burguesa !


Entre el entusiasmo y la ternura se notaba la vivacidad insaciable
de un noble jugador que goza en tirar el dinero . Los ricos Ꭹ los pobres
hacían aquellos sacrificios con igual alegría y malicia gozosa.
«Y yo, entonces , ¿qué podré ofrecer?, decía el conde de Virien... Al
menos daré la moneda de Catulo ...» Y propuso la destrucción de las pa-
lomas destructoras del castillo feudal.
206 J. MICHELET

El joven Montmorency pide que todos aquellos votos se convirtie-


ran en el acto en leyes . Lepelletier de Saint-Fargeau deseaba que el
pueblo entrara inmediatamente en posesión de aquellos bienes . El mis-
mo , inmensamente rico , quería que los ricos , los nobles , los exceptua-
dos de impuesto se cotizaran con dicho objeto .
El presidente Chapelier, obligado á proceder á votación , advierte
maliciosamente que algunos miembros del clero no habían podido aún
entenderse Ꭹ le parecía violento cerrar la tribuna sin que ellos ha-
blasen .
El obispo de Nancy expresó entonces en nombre de los señores
eclesiásticos su deseo de que la anulación de los derechos feudales no
alcanzara á los actuales posesores , quienes se obligaban á crear un be-
neficio para los que les sucedieran .
Esto , más que generosidad , era una prudente economía que les ga-
rantizaba la cobranza y administración de los derechos .
El obispo de Chartres , hombre de ingenio , que habla en seguida ,
encuentra medio de aparecer generoso á costa de la nobleza . Declaró
que sacrificaría los derechos de caza , muy importantes para los nobles ,
mínimos para el clero .
Los nobles no retrocedieron ; pidieron que se consumara esta renun-
cia, que dañaba grandemente á muchos aristocratas .
El duque de Chatelet dice sonriendo á los que le rodeaban : « El
buen obispo quiere arrancarnos el derecho de caza ; voy á arrancarle sus
diezmos . » Y propuso que los diezmos en géneros fuesen convertidos en
impuesto voluntario, pagado en metálico .
El clero dejó caer esta peligrosa palabra y siguió su táctica de
poner á la nobleza por delante .
El arzobispo de Aix habla lenta y ceremoniosamente contra el feu-
dalismo , pidiendo que se prohibiera para lo sucesivo toda organización
feudal .
« Quisiera poseer terrenos - decía el obispo de Uzés-y gozaría po-
<
niéndolos en manos de los labradores . Pero nosotros no somos más que
depositarios...>>
Los obispos de Nimes y de Montpellier no ofrecieron ni dieron
nada, pero pidieron que los industriales y artesanos quedaran libres de
impuestos señoriales .
Unicamente los pobres sacerdotes fueron generosos . Los curas de-
clararon que su conciencia no les permitía disfrutar más de un benefi-
cio . Otros dijeron : «Nosotros ofrecemos nuestros derechos todos ...» La
Asamblea se emocionó y rechazó este sacrificio .
La exaltación y ternura fué creciendo hasta llegar á un punto ex-
traordinario . La Asamblea era todo aplausos , felicitaciones , expresiones
de mutua alegría . Los extranjeros que desde las tribunas asistían á la
Asamblea estaban asombrados ; por primera vez habían conocido á
Francia y visto la inmensa riqueza de su corazón... Lo que siglos ente-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 207

ros de esfuerzos no habían logrado realizar en sus naciones , veíanlo eje-


cutado en pocas horas por el desinterés y el sacrificio ... El dinero , el
orgullo inmolado , todas las viejas insolencias hereditarias , la antigüe-
dad, la tradición misma ... el monstruoso roble feudal cortado de un
golpe, el arbol maldito cuyas ramas cubrían la tierra de una sombra
fría en tanto que sus infinitas raíces se hundían en las profundidades del
suelo , buscando , absorbiendo la vida , impidiendo que saliese á flor de
tierra y viese la luz .
Todo parecía concluído . Una escena no menos grande comen-
zaba .
Después de los privilegios de clase fueron abordados los de las pro-
vincias .

Aquellos que se llamaban Países de los Estados , que tenían privi-


legios y ventajas diversos para sus libertades é impuestos , se avergon-
zaron de su egoísmo y quisieron ser Francia , sacrificando su interés per-
sonal y sus añejos y queridos recuerdos .
El Delfinado , desde 1788 lo había ofrecido magnánimamente por
su propia iniciativa y aconsejado á las demás provincias que le secun-
daran . Renovó entonces este ofrecimiento .
Los más obstinados , los bretones , aunque ligados por sus manda-
tos , ligados por los antiguos tratados de su provincia con Francia , ma-
nifestaron con no menos entusiasmo su deseo de reunirse . La Provenza
dice otro tanto, y después la Borgoña y la Bresse , la Normandía , el
Poitou , la Auvergne , el Artois .
La Lorena en términos conmovedores dice que no volvería á recor-
dar la dominación de sus adorados soberanos , que fueron los padres del
pueblo , si tuviera la felicidad de reunirse á sus provincias hermanas , de
entrar con todas ellas en esta casa maternal de Francia , en esta inmen-
sa y gloriosa familia.
Todas las ciudades imitaron el ejemplo . Sus diputados vinieron á
París , formando una verdadera multitud , para depositar sus privilegios
sobre el altar de la patria .
Los oficiales de la justicia no podían contener á la multitud
que rodeaba la tribuna para aportar su tributo . Un miembro del
Parlamento de París renunció á la herencia de la nobleza transmi-
sible .

El arzobispo de París pidió que se recordara á Dios en aquel gran


día , que se cantase un Te- Deum .
«Y el rey , señores -dijo Lally- el rey que nos ha convocado ,
después de una larga interrupción de dos siglos , no debe tener su
recompensa ?... ¡ Proclamémosle el restaurador de la libertad fran-
cesa!»
Había avanzado la noche ; eran las dos de la madrugada .
Aquella noche borraba el inmenso y penoso sueño de mil años de
208 J. MICHELET

Edad Media . La aurora que comenzaría bien pronto , iba á ser la de la


libertad .
Después de aquella maravillosa noche, no más clases , sino france-
ses todos; ¡ no más provincias , sino una Francia !
¡VIVA FRANCIA!
THE UK?

CAPITULO V

El clero.- La Fe nueva

Discursos proféticos de Fauchet -Inútiles esfuerzos de conciliación.-Ruina inminente de la antigua


Iglesia. La Iglesia había desesperado al pueblo .- Buzot reclama para la nación los bienes del
clero, 6 de Agosto -Supresión del diezmo, 11 de Agosto. - Reconocimiento de la libertad re-
ligiosa.-Liga del clero, de la nobleza y de la corte. - París abandonado á sí mismo. - Ningu-
na autoridad pública, pocas violencias. -Donativos patrióticos. -Adhesión y sacrificio (Agos-
to, 1789).

La resurrección del pueblo , que sale , al fin , de la tumba en que


yacía , el feudalismo mismo destruyendo el sillar que lo sostenía , la obra
de los tiempos realizada en una noche... he aquí el primer milagro del
Nuevo Evangelio , divino milagro , auténtico .
¡Qué oportunas son aquí las palabras que Fauchet pronuncia ante
las osamentas encontradas en la Bastilla ! La tiranía los había ocultado
dentro de los muros de estos calabozos que creía eternamente impene-
trables á la luz . ¡ El dia de la revelación ha llegado ! Los huesos mismos
han tomado vida al escuchar la voz de la libertad francesa y acusan á
los siglos de opresión y de muerte , profetizando la regeneración de la
naturaleza humana y de la vida de las naciones ! ...
Hermosas palabras de un verdadero profeta ... Recojámoslas en
nuestro corazón como tesoro de esperanza . ¡ Sí , resucitaron !... La resu-
rrección comenzada en las ruinas de la Bastilla , proseguida la noche del
4 de Agosto, manifestará al nuevo día de la vida social aquellas multi-
tudes que languidecen todavía en las sombras de la muerte ... El alba
apareció en 1789 ; después comenzó la aurora envuelta en nubes de tem-
pestad y luego el eclipse negro y profundo ... El sol lucirá más tarde
glorioso y esplendente : « Solem quis dicere falsum audeal?»
Eran las dos de la madrugada cuando la Asamblea concluye su
obra inmensa y se separa . Aquella mañana (5 de Agosto) hizo en París
Fauchet una oración fúnebre por los ciudadanos muertos ante la Basti-
lla feudal , encareciendo el precio de la sangre que habían derramado .
ΤΟΜΟ Ι 27
210 J. MICHELET

Fauchet encuentra palabras de eterna memoria: « ¡ Qué mal han


hecho al mundo los falsos intérpretes de los oráculos divinos ! ... Han
consagrado el despotismo , han hecho de Dios un cómplice de los tira-
nos . ¿Qué dice el Evangelio? « Os hará comparecer ante los reyes; os
entregarán á la injusticia y resistiréis hasta la muerte...» Triunfan
los falsos doctores porque Jesús escribió: « Dad al César lo que es del
César.» Pero ¿qué hay que darle al César?... La libertad no es de César ;
es de la naturaleza humana . >>
Estas palabras elocuentes lo eran todavía más en boca de aquel que
el 14 de Julio se había mostrado dos veces heroico de valor Ꭹ humani-
tarismo .
Dos veces había intentado , con peligro de su vida , salvar la de los
demás , evitar el derramamiento de sangre ... Verdadero cristiano y ver-
dadero ciudadano , quiso salvarlo todo , las doctrinas y los hombres .
Su ciega caridad le arrastraba á defender ideas hostiles entre sí ,
dogmas contradictorios . Unía en un mismo amor ambos Evangelios , sin
notar la diferencia de los principios . Alejado , excluído por los sacerdo-
tes , los mismos que le habían perseguido se convirtieron para él en lo
más respetable y querido.
¿Quién no se ha engañado como él? ¿ quién no ha abrigado la espe-
ranza de salvar el paso , avanzando hacia el porvenir? ¿quién no ha que-
rido reanimar el espíritu sin destruir la vieja fórmula , reavivar la llama
sin encontrar la ceniza muerta?... ¡ Vano esfuerzo !
Fauchet se engañaba como otros tantos . Se hacían esfuerzos por
creer la lucha concluída y llegada la hora de la paz ; causaba admira-
ción observar que la Revolución estuviera ya en el Evangelio .
La impresión fué tan fuerte , la emoción tan viva , que el apóstol de
la libertad fué premiado con una corona cívica . El pueblo y el pueblo
armado , los vencedores de la Bastilla y la guardia ciudadana, con el
tambor á la cabeza , le condujeron al Hotel de Ville ; delante iba un he-
raldo llevando la corona.
¿Ultimo triunfo del sacerdote ó primera victoria del ciudadano?
Estos dos caracteres mezclados en un solo hombre ¿podrían continuar
confundidos? Más claro : ¿se podía ser ciudadano y cura á la vez?
La ropa desgarrada , chamuscada , glorificada por las balas de la
Bastilla , dejaban ver en aquel hombre el hombre nuevo; en vano que-
rría él mismo unir las desgarraduras de su hábito para cubrir el pasado .
Una religión nueva se acerca ; existen dos (¿qué hacer?) : la Iglesia
y la Realeza ...
Feudalismo , Realeza , Iglesia : de estas tres ramas del antiguo árbol ,
cae la primera en 4 de Agosto ; las otras dos se agitan violentamente á
impulsos de un viento huracanado ; luchan , se defienden , pero las hojas
cubren el suelo . Nada podrá resistir . ¡ Perezca lo que deba perecer! ...
Nada de retrocesos ni vanas lágrimas . Lo que cree morir hoy ,
¡ cuánto tiempo hace , Dios mío , que estaba muerto , concluido , estéril !
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 211

El abandono completo en que al llegar 1789 había dejado la Iglesia


al pueblo , la acusaba de una manera irrefutable , concluyente .
Desde hacía dos mil años la Iglesia únicamente estaba encargada
de instruir al pueblo , y he aquí cómo había cumplido su deber... Las
piadosas fundaciones de la Edad Media , ¿qué objeto tuvieron? ¿qué de-
beres imponían al clero?; la salvación de las almas , su mejoramiento re-
ligioso , la corrección de las costumbres , la humanización del pueblo ...
Era vuestro discípulo , abandonado á vosotros solo ; maestros , ¿qué habéis
enseñado?...
Después del siglo XII continuáis hablando una lengua que no es
la suya; el culto ha cesado de ser una enseñanza para él . La predicación
suplía en algo la falta de instrucción ; poco á poco cesa también , se calla
ó habla solamente para los ricos .
Habéis sido negligentes con los pobres , habéis desdeñado la turba
grosera... ¿Grosera? Lo es por vosotros .
Por vosotros existen dos pueblos : el de arriba excesivamente civi-
lizado , refinado ; el de abajo , rudo y salvaje , cada vez más separados que
lo estuvieran en su origen . Vuestro papel era llenar ese hueco , elevar
constantemente á los de abajo , hacer de los dos pueblos uno solo .
Llega la crisis y no veo, en estas clases de las que habéis sido due-
ños , ninguna cultura adquirida , ninguna dulcificación de las costumbres ;
cuanto tienen lo deben á ellos mismos , al instinto , á la Naturaleza , al
vigor y á la savia que pone ella en nosotros .
El bien es de ellos , innato , y el mal , el desorden , ¿ á quién puede
atribuirse sino á aquellos que respondían de sus almas y las habían aban-
donado?
¿Qué son en 1789 vuestros famosos monasterios?, ¿qué , vuestras es-
cuelas antiguas , ahora silenciosas? En ellas la hierba crece y la araña
teje su red ... ¿Y vuestras cátedras?, vacías. ¿Y vuestros libros?,
mudos .
Pasa el siglo XVIII , un siglo de lucha y ataques en que á cada mo-
mento vuestros adversarios os incitaban á hablar, á obrar, si es que toda-
vía vivíais ...
Una sola cosa podría servir para defenderos ; muchos de vosotros lo
piensan , pero ninguno se atreverá á decirlo . Y es que desde hacía mucho
tiempo la doctrina había muerto , que no teniendo nada que decir nada
decíais al pueblo , que habíais vivido vuestras edades , una edad de ense-
ñanza y de polémica ... que todo pasa y se transforma ; los cielos mismos
pasaron . Atacados formidablemente , no pudiendo separar el espíritu
cristiano de las formas exteriores del culto católico , no osando ayudar al
fénix á morir para que resucitara y viviera , todavía habéis permanecido
mudos , inactivos en el santuario , ocupando la plaza del sacerdote ... pero
nada más que del sacerdote .
Salid del templo . Sois deudos del pueblo y debéis darle luz . Salid ,
vuestra lámpara se ha apagado . Los que construyeron esas iglesias y os
212 J. MICHELET

las prestaron , os piden que les sean devueltas . ¿Quienes fueron esos? La
Francia de entonces ; devolvedlas á la Francia de hoy.
Hoy (Agosto del 89) Francia se libra del diezmo y mañana (el 2 de

Los vencedores de la Bastilla con el tambor á la cabeza le condujeron al


Hotel de Ville. (Pág. 210)

Noviembre) se apoderará de vuestros bienes . ¿Con qué derecho? Un gran


jurista lo ha dicho : «Por derecho de desherencia . » La Iglesia muerta
no puede heredar. ¿A quién irá á parar su patrimonio? A su autor , á la
patria , en donde nacerá la nueva Iglesia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 213

El 6 de Agosto , cuando la Asamblea se empeñaba en un vivo de-


bate sobre un empréstito proyectado por Necker , que según declaración
suya no bastaría para dos meses , un hombre sube á la tribuna , un hom-

ARLÉS. -(Ruinas del Teatro Romano)

bre que hasta entonces había hablado pocas veces ; en aquella ocasión
pronuncia una sola frase : «Los bienes eclesiásticos pertenecen á la na-
ción.»
>
Grandes rumores ... El hombre que había expresado gráficamente
la situación era Buzot , uno de los jefes de la futura Gironda , joven y
214 J. MICHELET

austera figura , ardiente y melancólica , de aquellas que llevan escrita


en la frente el anuncio de su corto destino .
El empréstito desfigurado , corregido , mutilado fué votado al fin . Si
difícil fué hacer que se votara, más difícil era realizarlo . ¿A quién iba á
prestar el público? ¿al antiguo régimen ó á la Revolución? No se sabía
aún .
Una cosa era más segura y clara para todos los espíritus : la inuti-
lidad ; la inutilidad del clero , su indignidad perfecta , el incontestable de-
recho que daba á la nación sobre los bienes eclesiásticos .
Eran demasiado conocidas las costumbres de los prelados , la igno-
rancia del clero inferior .
Los curas tenían algunas virtudes , instinto de resistencia , pero ca-
recían de toda luz ; en todas partes donde dominaban eran un obstáculo
á la cultura del pueblo , lo hacían retroceder .
Para no citar más que un ejemplo , el Poitou , civilizado en el si-
glo XVI , se tornó bárbaro bajo su influencia ; preparaban la Vendée .
La nobleza veía esto tan claramente como el pueblo y pidió un em-
pleo más útil de tales y tales bienes de la Iglesia . Los reyes lo habían
visto también , y muchos de ellos habían hecho reformas parciales , la
reforma de los Templarios , la de San Lázaro y la de los jesuítas : Había
mucho más que hacer .
Fué un miembro de la nobleza , el marqués de Lacoste , quien el
8 de Agosto tomó la iniciativa en una proposición clara y concreta :
<< 1. ° Los bienes eclesiásticos pertenecen á la nación . 2. ° El diezmo que-
da suprimido (sin hablar de conversión ni compensaciones) . 3. Los ti-
tulares tendrán sueldo . 4. ° Los honorarios de los obispos y curas serán
fijados por las Asambleas provinciales .
Otro noble, Alejandro de Lameth , apoya la proposicion explicando
la materia Ꭹ el derecho de las fundaciones , derecho tan notablemente
examinado por Turgot ( 1750) en la Enciclopedia. « La sociedad- dice
Lamet-puede en cualquier momento suprimir todo instituto inútil . >> Y
concluyó pidiendo que los bienes eclesiásticos fuesen ofrecidos en ga-
rantía á los acreedores del Estado .
Gregoire y Lanjuinais atacaron esto con ardimiento , y los janse-
nistas , perseguidos por el clero , lo defendieron con no menos vigor .
¡Hecho notable , que demuestra que el privilegio convertido en de-
recho por la costumbre y el tiempo es más fuerte que la ropa de Nessus ,
que no se podía arrancar sin arrancar la carne misma ! Los dos espíritus
más vigorosos de la Asamblea , Sieyes y Mirabeau , ausentes la noche
del 4 de Agosto , deploraban el resultado de la sesión . Sieyes era sacer-
dote y Mirabeau noble .
Mirabeau hubiera querido defender á la nobleza si el rey hubiera
entregado el clero al pueblo para sacrificarle . Sieyes defendió al clero,
sacrificado por la nobleza .

Sieyes dijo que el diezmo era una verdadera propiedad . ¿Cómo?;


HISTORIA DE La revolución FRANCESA 215

por haber sido antes un donativo voluntario , un donativo invariable.-


A esto hubiera podido respondérsele en términos de derecho , que un
donativo es revocable por ingratitud , por olvido ó negligencia del ob-
jeto para que ha sido hecho ; este objeto era la educación del pueblo , ol-
vidada desde hacía tanto tiempo por el clero .
Sieyes hacía valer en último caso que el diezmo no podía arreba-
tarse á los actuales poseedores , los cuales vivían con conocimiento, pre-
visión Ꭹ deducción del diezmo . Esto sería - decía- arrebatar á la Iglesia
una renta legítima de setenta millones de renta . El diezmo , en verdad ,
valía más de ciento treinta millones .
Darlo á los propietarios era una medida eminentemente política ,
uniendo para siempre el más firme elemento del pueblo , el agricultor , á
la causa de la Revolución .
Este impuesto odioso y variable , según los países , que en algunos
llegaba al tercio de la cosecha , que encendía la guerra entre el cura y
el labriego, que obligaba á éste á soportar , durante los días de misiones ,
una inquisición miserable, fué defendido por el clero durante tres días
enteros con una irascible violencia .
<<¡Cómo gritaba un cura , -nos habéis invitado á reunirnos con
«¡Cómo―gritaba
vosotros en nombre del Dios de la paz ! ¡ Y era para degollarnos ! » ... El
diezmo era lo más querido que tenían...
Al tercer día, viendo á todo el mundo volverse contra ellos , comen-
zaron á someterse .
Quince ó veinte curas renunciaron , entregándose á la generosidad
de la nación .
Los grandes prelados , el arzobispo de París , el cardenal de la Roche-
foncauld, siguieron el ejemplo , renunciando en nombre del clero .
El diezmo fué abolido para siempre sin compensación alguna ; man-
tenido , sin embargo , por el momento , hasta que se decidiera sobre el
sueldo de los párrocos ( 11 de Agosto) .
La resistencia del clero no podía durar mucho . Tenía en contra casi
toda la Asamblea.
Mirabeau habló tres veces y estuvo mucho más elocuente y hábil
que de ordinario , haciendo alarde de una finísima ironía encubierta en
las más respetuosas formas . Conocía de antemano el asentimiento que
iba á encontrar en la Asamblea y en el público .
Las grandes tesis del siglo XVIII fueron reproducidas allí , pasando
como cosas consentidas , admitidas ya por todos , incontestables. Ꭹ axio-
máticas .
El espíritu de Voltaire se presentó allí terrible , rápido y vencedor .
La libertad religiosa fué consagrada en la Declaración de los derechos y
no la tolerancia , palabra ridícula que supone un derecho á la tiranía .
Aquella religión dominante y culto dominante que pedía el clero ,
fueron tratados como se merecían. El gran orador, órgano en aquella
ocasión del siglo y de Francia , inutilizó aquella palabra para toda legis-
216 J. MICHELET

lación . « Si escribís eso -decía- tendréis que reconocer también una filo-
sofía dominante y sistemas dominantes ... Nada debe dominar más que
el derecho y la justicia . >»

ABADIA DE CLUNY

Cuantos conocían por la historia , por el estudio de la Edad Media ,


la prodigiosa tenacidad del clero en defender sus más mínimos intereses ,
pudieron juzgar en aquellos momentos lo que el cura hace para salvar
sus bienes , su bien más preciado , su querida intolerancia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 217

Un hecho le alentaba : saber que la nobleza de provincias , los par-


lamentarios , todo el antiguo régimen , estaban unidos al clero en la re-
sistencia común contra las resoluciones del 4 de Agosto . De tal modo ,
que aquella noche comenzaron á arrepentirse y á apoyarlo .
Los privilegiados de toda la nación no comprendían que sus repre-
sentantes , los nobles , tomaran tales resoluciones y estaban estupefactos ,
fuera de sí... Los paisanos , que habían comenzado con actos de violen-
cia, continuaban manteniendo la autoridad por la ley . Era aquella la ley
que nivelaba, que allanaba todos los obstáculos , que destruía la presión
señorial y armaba á Francia entera . ¡Todos armados , todos cazadores ,
todos nobles !... ¡Y eran los nobles quienes habían votado aquella ley que
parecía ennoblecer al pueblo y desnoblecer á la nobleza!
Si el privilegio pereciera, los privilegiados , nobles y sacerdotes ,
desearían morir con él , porque después de tanto tiempo estaban identifi-
cados , compenetrados con la desigualdad y la intolerancia . ¡ Preferible
les era morir cien veces que cesar de ser injustos ! ...
No podían aceptar nada de la Revolución , ni su principio escrito en
la Declaración de los derechos , ni la aplicación del principío en su gran
carta social del 4 de Agosto .
Aunque el rey hubiese tenido alguna voluntad , sus escrúpulos reli-
giosos le arrastraban del lado de los nobles y garantizaban su obstina-
ción .
Acaso hubiese aceptado la disminución del poder real ; pero el diezmo ,
cosa santa y la jurisdicción del clero , su derecho a intervenir en los de-
litos secretos desconocidos por la Asamblea, la libertad de las opiniones
religiosas proclamada ... no , no ; ¡ esto no podía admitirlo un príncipe cre-
yente y timorato !
Seguramente él mismo , sin necesidad de influencia exterior alguna ,
Luis XVI, rechazaría , intentaría , cuando menos , eludir la sanción de la
Declaración de los derechos y los decretos del 4 de Agosto.
De esto á hacerle obrar, defenderse , combatir , había aún mucho ca-
mino que recorrer . Tenía horror al derramamiento de sangre . Podía
verse colocado en tales circunstancias que se le impusiera la guerra y á
la fuerza la aceptase ; pero arrastrarle á ella directamente , sacarle la re-
solución , la orden , no se podía ni pensar siquiera .
La reina no podía esperar nada de su hermano José , demasiado ocu-
pado en su Bélgica. De Austria no podía esperar más que los consejos
del embajador Mr. Mercy d'Argenteau . De las tropas no estaba segura .
Contaba con gran número de oficiales de marina y con los más de los
regimientos suizos y alemanes , y sobre todo confiaba en un excelente
cuerpo de ejército , veinticinco ó treinta mil hombres situados en Metz y
sus alrededores al mando de un oficial adicto y enérgico que había dado
pruebas de un gran vigor, M. de Bouillé . Había mantenido estas tropas
en una disciplina severa , en el alejamiento y el desprecio del burgués y
de la canalla .
ΤΟΜΟ Ι 28
218 J. MICHELET

El deseo de la reina fué siempre partir, presentarse en el campa-


mento de M. de Bouillé y comenzar la guerra civil .
No pudiendo decidir al rey , ¿ qué podía hacer?; esperar , utilizar á
Necker, comprometerle , utilizar á Bailly, á Lafayette , dejar que conti-
nuara el desorden , la anarquía , ver si el pueblo , al que se suponía influído
por extraño impulso , se alejaba de sus agitadores que le dejaban morir
de hambre .
El exceso de miseria debía calmarle , abatirle . De un día á otro los
cortesanos esperaban verlo pidiendo el antiguo régimen , el buen tiempo ,
rogando al rey que recobrara y ejerciera la autoridad absoluta .
<
«
<Teníais pan bajo el rey, bajo vuestros doscientos reyes ; ¡ id á pe-
dírselo ! » Esta frase , atribuída á un ministro de entonces , dijérala ó no ,
es el pensamiento de la corte .
El triste estado de París servía bien á esta política . Es un hecho
cierto y terrible que en aquella ciudad de ochocientas mil almas no hubo
ninguna autoridad pública en tres meses , desde Julio á Octubre.
Ningún poder municipal . - Esta autoridad primitiva , elemental de
todas las sociedades , estaba como disuelta . Los sesenta distritos discutían
y no hacían nada . Sus representantes en el Hotel de Ville no hacían
mucho más , concretándose á impedir que Bailly , el alcalde , obrase . Este
hombre de estudio , astrónomo , académico , no preparado para su nuevo
papel , permanecía siempre encerrado en el despacho de las subsistencias ,
inquieto é intranquilo, no sabiendo nunca si podría alimentar á París .
Ninguna policia . -Estaba en las impotentes manos de Bailly . El
jefe de policía había presentado su dimisión y no había sido reempla-
zado .
Ninguna justicia. -La vieja justicia criminal aparece de pronto
tan adversa y contraria á las ideas , á las costumbres , tan bárbara , que
Lafayette pide su inmediata reforma . Los jueces debieron cambiar de
pronto sus antiguos hábitos , aprender formas nuevas , seguir procedi-
mientos más humanos , pero más lentos . Las prisiones quedaron desier-
tas y lo que más se temía por las gentes quedó olvidado .

Ninguna autoridad de corporaciones . -Los síndicos , etc. , los re-


glamentos de los oficios fueron anulados por efecto del 4 de Agosto . Los
más restringidos , los panaderos , los impresores , los peluqueros se mul-
tiplicaron . La imprenta tomó un impulso enorme . Los peluqueros veían
al mismo tiempo que desaparecían sus prácticas , aumentar su número .
Los ricos abandonaban París .
Un periódico afirma que en tres meses se firmaron en el Hotel de
Ville sesenta mil pasaportes .
Grandes reuniones habían tenido lugar en el Louvre y en los Cam-
pos Elíseos los peluqueros , los cordoneros y otros . Llegaba la guardia
nacional , los disolvía , con brutalidad muchas veces . Dirigían á la Ville
quejas y peticiones imposibles ; mantener los antiguos reglamentos ó
hacerlos de nuevo , fijar el precio de los jornales , etc.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 219

Los criados , dejados en medio de la calle por sus amos , que se


iban , querían que se enviase á los saboyanos á su tierra .
A cuantos conozcan la historia de otras revoluciones maravillará
que en esta situación miserable y hambrienta de París , sin autoridad ,
ocurriese solamente un escaso número de violencias graves .
Una palabra , una observación razonable , una broma , muchas veces
bastaba para detener á un agresor . Sólo en los primeros días que siguie-
ron al 14 de Julio hubo actos violentos .
El pueblo , dominado por la idea de que era traicionado , buscaba á
su enemigo á ciegas y cometió torpes errores .
Muchas veces Lafayette intervino á punto y fué escuchado , sal-
vando así muchas personas (1 ).
Cuando pienso en los tiempos que siguieron á nuestra época , tan
interesada y de tan gran molicie , no puedo menos de admirar la
que
extrema miseria no ha azotado nulamente este pueblo , no le ha sujetado
más en su esclavitud . Supieron sufrir y supieron ayunar.
Las grandes cosas que en tan poco tiempo se habían realizado , el
Juramento del Juego de Pelota , la toma de la Bastilla , la noche del 4
de Agosto habían puesto en todos una idea nueva de la dignidad
humana .
Necker había marchado el 11 de Julio ; vuelve tres semanas des-
pués y no reconoce al pueblo .
Dussaulx , que había vivido sesenta años del antiguo régimen , no
sabe dónde está ya la vieja Francia . «Todo está cambiado- dice; -el
vestido , el aspecto de las calles , las banderas . Los conventos están lle-
nos de soldados , las iglesias son cuerpos de guardia . Por todas partes
gente joven se ejercita en el manejo de las armas ; los chiquillos quieren
imitarlos , los siguen y llevan bien el paso . Octogenarios montan la
guardia, con sus nietecillos : «Quién hubiera creído - me dicen-que
tendríamos la dicha de morir libres .>>
Hecho poco notado: á pesar de tal y tal violencia del pueblo , su
sensibilidad había aumentado y ya no era capaz de ver con sangre fría
los atroces suplicios que en el antiguo régimen habían sido su espec-
táculo favorito.
En Versalles un hombre iba á ser condenado á la rueda por parri-
cida ; había levantado su cuchillo contra una mujer, é interponiéndose
su padre , recibió la herida y la muerte que quiso evitar . El pueblo en-
contró el suplicio más bárbaro que el delito que se quería castigar é im-
pidió la ejecución .

(1) En aquellos momentos Lafayette fué un hombre admirable . Encontró en su corazón , en


su amor al orden y la justicia, palabras, chistes , salidas de tono, tán vulgares, que juzgán -
dole superficialmente parecía -es preciso decirlo- demasiado mediocre. Un día, en el mo-
mento en que se esforzaba por salvar al abate Cordier, à quien el pueblo había tomado por
otro, iba hacia el Hotel de Ville su hijo acompañado por un amigo. Lafayette aprovechó la
ocasión y volviéndose hacia la multitud, dijo: «Señores, tengo el honor de presentaros á mi
hijo...» Sorpresa, efusión La multitud se detiene. Los amigos de Lafayette alejan al abate y le
salvan. (Véanse sus Memorias, tomo II , pág. 264.)
220 J. MICHELET

El corazón del hombre había recibido el juvenil calor de nuestra


Revolución . Latía más vivo ; era más apasionado que lo fué nunca , más
violento , pero más generoso .
Cada sesión de la Asamblea ofrecía el conmovedor interés de los
donativos patrióticos que una verdadera multitud llevaba . La Asamblea
nacional se vió obligada á convertirse en cajero .

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCION

Le Degraisseur Patriate

EL DESENGRASADOR PATRIOTICO

Estampa en colores publicada en París. Representa una prensa en la que el pueblo exprime el jugo
de clérigos y frailes, haciéndoles arrojar por la boca el dinero que se han tragado. Dos patrio-
tas conducen un obispo al desengrasador. Un cura metido entre las planchas vomita monedas
en la caja que está al lado. Por el fondo se alejan un abate y un fraile enflaquecidos y enjutos
lamentándose de la operación.

A ella se va para todo ; las peticiones , los donativos y las quejas .


Su estrecho recinto es la casa de Francia .
Los pobres , sobre todo , eran los más pródigos en dar . Un joven
entrega sus economías , seiscientas libras , penosamente reunidas . Po-
bres mujeres de artesanos entregaban cuanto tenían , sus alhajas , los re-
cuerdos que recibieron al casarse . Un labrador declaraba que ofrecía tal
cantidad de trigo . Un estudiante ofrece lo que sus parientes le envían ,
sus regalos de Navidad ... Donativos de niños , de mujeres ; generosidad
del pobre, de la viuda ; cosas pequeñas , pero tan grandes ante la patria ,
¡ante Dios!
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 221

La Asamblea, entre las ambiciones , las disidencias , las miserias


.
morales que la dividían , está conmovida , asombrada por aquella mag-
nanimidad del pueblo .
Cuando fué Necker á exponer la miseria de Francia y á solicitar ,
para vivir al menos dos meses todavía , un empréstito de treinta millo-

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCIÓN

BOURDON&AKIZHAVER

CON DIEZ PALMOS DE NARICES

Lámina como la anterior publicada en Paris contra el clero. Alude al despecho que el triunfo de la
Revolución y la abolición de los privilegios causó en los clérigos. Representa una procesión.
La nariz del obispo es tan larga, que la sostiene el suizo y la guía para que no tropiece con la
puerta de la iglesia. Los demás clérigos también expresan con sus narices el profundo despe-
cho. El diablo les sigue cargando con su dinero.

nes , muchos diputados pidieron que fuese garantizado con los bienes
propios de los miembros de la Asamblea .
M. de Foncault, verdadero gentilhombre , hizo la primera proposi-
ción ; ofreció invertir en el empréstito seiscientas libras que constituían
toda su fortuna .
Todavía se hacía un sacrificio mayor que el del dinero , sacrificio que
hacían todos , pobres y ricos , el de su tiempo , el de su pensamiento cons-
tante Ꭹ toda su actividad .

Las municipalidades que se formaban , las administraciones depar-


1
222 J. MICHELET

tamentales que se organizaron , bien pronto absorbían al ciudadano ente-


ramente y sin reserva . Muchos hacían llevar su lecho á las oficinas y
trabajaban noche y día (1 ) .
Al mérito de la fatiga se unía el del peligro . Las masas que sufrían ,
desconfiaban siempre , acusaban , amenazaban .
Las traiciones de la antigua administración hacían la nueva sospe-
chosa . Aquellos nuevos magistrados que trabajaban por salvar á Francia
corrían el riesgo de su vida.
¡Y el pobre! ¡ el pobre !, ¿ quién narrará sus sacrificios?
Durante la noche montaba la guardia ; á las cuatro ó las cinco de la
mañana se ponía en la acera , á la puerta del panadero ; tarde , bien tarde ,
tenía su pan . El día era odioso ; el taller cerrado ...
Y qué digo , ¿el taller? Casi todos carecían de trabajo . Qué digo , ¿el
panadero? El pan faltaba , pero mucho más todavía el dinero para tenerlo .
Triste , el desdichado erraba por las calles , se entretenía en las
plazas , prefiriendo estar vagabundo á escuchar en su casa las quejas y
el llanto de sus hijos .
Así, el hombre que no tenía más que su tiempo , sus brazos para
vivir Ꭹ alimentar su familia , los consagraba preferentemente al gran
negocio , á la salud pública . ¡ Y olvidaba la suya!
¡ Noble y generosa nación ! ¿Por qué conocemos tan mal esta época
heroica?
Los hechos terribles. y violentos que siguieron han hecho olvidar las
dulzuras que marcaron el comienzo de la Revolución .
Un fenómeno más grande que todo suceso político apareció en-
tonces al mundo: la potencia del hombre , por la que el hombre es Dios ,
había aumentado la potencia del sacrificio .

(1) Esto es lo que hicieron los administradores de Finistere . Sobre esta actividad verda-
deramente admirable, habla Duchatellier en La Revolución en Bretaña.
CAPITULO VI

El Veto

Dificultad de las subsistencias.-Cómo era agobiadora la situación.-¿Podía el rey detenerlo todo?-


Larga discusión del veto. - Proyectos secretos de la corte.- IIabrá una Cámara ó dos?-La
escuela inglesa.-La Asamblea tenía necesidad de ser disuelta y renovada. -Era heterogénea,
discordante, impotente. -Discordia interior de Mirabeau; su impotencia (Agosto - Septiembre
de 1789).

La situación empeoraba .
Francia , entre dos sistemas , el antiguo y el nuevo , se agitaba sin
avanzar .
Además tenía hambre .
París (preciso es reconocerlo) vivía por casualidad . La alimenta-
ción , siempre incierta , dependía de la llegada de un convoy de la Beauce
ó de un barco de Corbeil .
El Hotel de Ville , con inmensos sacrificios , hacía bajar el precio
del pan, resultando de esto que desde diez leguas á la redonda y aun
más venían labriegos y aldeanos á surtirse de pan en París .
La incertidumbre del día siguiente , las vanas alarmas aumentaban
todavía las dificultades ; cada uno acaparaba y ocultaba lo que podía .
La administración buscaba alimentos por todas partes , y los ad-
quiría de grado ó por fuerza . Muchas veces las harinas en camino hacia
París eran retenidas por los pueblos por donde pasaban que tenían ne-
cesidades apremiantes .
París y Versalles partían ; pero Versalles guardaba , según rumores
públicos , la mejor harina , y hacía un pan superior . Gran motivo de
celos .
Un día en que los de Versalles cometieron la imprudencia de dete-
ner para ellos un convoy destinado á París, Bailly, el respetuoso Bailly ,
escribió á Necker diciéndole que si no se restituian á París las harinas ,
treinta mil hombres irían á buscarlas inmediatamente .
El temor había hecho osado á Bailly . Su cabeza peligraba si lle-
224 J. MICHELET

gase el caso de que faltaran provisiones . A media noche no había toda-


vía más que la mitad de las harinas necesarias para el mercado de la
mañana siguiente .
El aprovisionamiento de París era una especie de guerra. La guar-
dia nacional servía para proteger tal llegada y asegurar tal y tal com-
pra; se adquiría trigo y pan á mano armada .
Encerrados en sus comercios , los almacenistas no querían vender ;
los molineros no querían moler . Los especuladores estaban aterrados .
Un folleto de Camilo Desmoulins señala y amenaza á los hermanos
Leleu , que tenían el monopolio de los molinos reales de Corbeil .
Un individuo que pasaba por agente principal de una poderosa com-
pañía de acaparadores se mató ó fué asesinado en un bosque cercano á
París .
Esto produjo la bancarrota de la compañía , inmensa , de más de
cincuenta millones . No es inverosímil que la corte , que tenía grandes
sumas colocadas en aquella compañía , las retirara bruscamente para
pagar sus sueldos á una multitud de oficiales llamados á Versalles ,
acaso para llevar la corte á Metz , y que sin dinero no podía comenzar
la guerra civil .
Hubiera sido ésta una guerra contra París , y seguramente peor que
retenerlo en aquella paz . ¡ Sin trabajo y con hambre!
«He visto dice Bailly-buenos mercaderes , artífices de distintas
clases que solicitaban se les admitiese entre los mendigos ocupados en
remover tierras en Montmartre . ¡ Quién podrá juzgar lo que yo sufría! >
»
No sufría bastante . En sus Memorias mismas se le ve ocupado en
pequeñas vanidades , en saber con qué fórmula honorífica comenzará el
sermón de la bendición de las banderas .
Y la misma Asamblea nacional no sufría bastante los sufrimientos
del pueblo . De otro modo se hubiese entusiasmado menos en el intermi-
nable debate de su escolástica política . Creía , sin duda , que debía ace-
lerar la marcha de las reformas , destruir todos los obstáculos , abreviar
aquel mortal camino donde Francia estaba entre el orden antiguo y el
nuevo orden .
Todo el mundo veía la cuestión claramente . La Asamblea única-
mente no la veía.
A pesar de la bondad de sus intencio
nes y de sus grandes inteli-
gencias , parecía sentir poco la situación .
No sólo la retardaban en su obra las resistencias reales, aristocrá-
ticas y clericales que llevaba en su seno , sino que los más de sus ilus-
tres miembros conservaban sus costumbres del foro ó la Academia , lite-
ratos ó abogados , casi todos .
Debía á cualquier costa , sin palabrería y sin tardanza , obtener la
sanción de los decretos del 4 de Agosto , enterrando al mundo feudal ;
quería de estos decretos generales deducir las leyes políticas y las leyes
administrativas que determinarían la aplicación de las primeras; es
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 225

decir, quería organizar , armar la Revolución , darle forma , haciendo de


ella un ser vivo.
Así sería menos peligrosa que dejándola flotante , desbordada ,

Un salón de realistas escuchando la lectura de los periódicos contra la Revolución"

vaga y terrible como un elemento, como una inundación , como un in-


cendio .
Fué para París una explosión cuando supo que la Asamblea se ocu-
paba solamente en averiguar si reconocería al rey el derecho absoluto
ТОМО І 29
226 J. MICHELET

de impedir (veto absoluto ) ó el derecho de aplazar , suspender , dos


años , cuatro años , seis años , para gentes que no sabían si al siguiente
día estarían vivos aún .
Lejos de avanzar , visiblemente se notaba que la Asamblea retroce-
día . Hizo dos elecciones retrógradas y tristemente significativas . Nom-
bró presidente al obispo de Langres , La Luzerne , partidario del veto , y
después á Mounier, también partidario del veto .
Se burlaban del apasionamiento con que el pueblo toma esta cues-
tión . Muchos miembros de la Asamblea creían que el veto era una per-
sona ó un impuesto .
No había nada de risible en esto .
Sí; el veto era un impuesto si impedía las reformas , si impedía la
disminución del impuesto .
Sí , el veto era eminentemente personal ; un hombre decía : Impido ,
sin razón , sin argumentos y todo estaba dicho ; no se podía ir más allá .
M. de Sére creyó trabajar hábilmente por esta causa , diciendo que
se trataba no de una persona , sino de una voluntad permanente, más
fija y segura que ninguna Asamblea .
¿Permanente?... según la influència de los cortesanos , de los con-
fesores , de las amantes , de las pasiones , de los intereses .
Suponiéndola permanente , esta voluntad puede ser muy personal ,
muy opresiva, si , cuando todo cambia , en rededor de ella , ella no cam-
bia ni se mejora . ¿Qué es esto sino continuar una política , un interés
pasado , con la sangre y la tradición en toda una dinastía?
Las leyes escritas en otras circunstancias completamente distintas
de las presentes , concedían al rey la sanción ó la negativa de sanción .
Francia se había fiado al poder real contra los privilegiados . Pero
ahora que este poder era su auxiliar, ¿ para qué la sanción de las leyes?,
¿para exponerlas á la negativa?... Tanto valdría volver á levantar los
muros de la Bastilla!
El ancla de salvación que quedaba á los privilegiados era el velo
real.
Se estrechaban alrededor del rey , se abrazaban al rey en su nau-
fragio , querían que corriera su mismo riesgo , que soportara su misma
suerte , que se salvara con ellos ó con ellos pereciera .
La Asamblea discutió la cuestión como si se tratara de un puro com-
bate de sistemas .
París , en tanto , ve que aquello no es una cuestión , sino una crisis ,
la gran crisis y la causa total de la Revolución , que era preciso salvar ó
perder: Ser ó no ser , nada menos .
Y París solo tenía razón . Las revelaciones de la Historia y la con-
ducta del partido de la corte nos autorizan á decirlo . El 14 de Julio nada
había cambiado ; el verdadero ministro era Breteuil , el confidente de la
reina . Necker no estaba allí más que en apariencia para las responsabi-
lidades .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 227

La reina pensaba siempre en la fuga , en la guerra civil ; su corazón


estaba en Metz , en el campamento de Bouillé . La espada de Bouillé era
el solo veto que le agradaba .
Se puede creer sin vacilación que la Asamblea no se había dado
cuenta de que era por sí sola una Revolución . La mayor parte de los dis-
cursos allí pronunciados hubieran servido lo mismo para otro siglo y otro
pueblo . Uno solo es útil y encarna en la situación , el de Sieyes , recha-
zando el veto .
Allí demostró claramente que el verdadero remedio á los conflictos
recíprocos de los poderes no estaba en constituir así árbitro y juez al
poder ejecutivo , sino en hacer frecuentes llamamientos al poder consti-
tuyente que reside en el pueblo .
Una Asamblea puede equivocarse , pero este riesgo es infinitamente
mayor en el depositario inamovible de un poder hereditario , sin saberlo
ó conscientemente , guiado por intereses que no sean los de la patria , por
intereses de dinastía ó de familia.
Definió el veto diciendo : «Es una prohibición lanzada por un solo
individuo contra la voluntad general . >>
Otro diputado dijo una cosa de buen sentido: «Si la Asamblea está
dividida en dos cámaras , teniendo cada una un veto , se puede temer
poco del abuso del poder legislativo , y por lo tanto no hay necesidad de
poner un nuevo obstáculo dando el veto al rey.» >
Para la Cámara única hubo quinientos votos ; la división en dos cá-
maras no alcanzó más que cien votos . La multitud de nobles que no
tenían fuerzas bastantes para entrar en la alta Cámara , no quisieron
crear para los grandes señores un Senado á la inglesa .
Los razonamientos de los anglomanos , presentados entonces con
talento por Lally , Mounier, etc. , más tarde reproducidos obstinadamente
por madame de Staël , Benjamín Constant y tantos otros , habían sido
refutados y destruidos antes por Sieyes en un capítulo de su libro sobre
el Tercer Estado .
¡Hecho verdaderamente admirable ! Aquel poderoso lógico , sólo por
la potencia de su espíritu , no habiendo estado nunca en Inglaterra , co-
nociendo poco su historia , ¡ había obtenido ya los resultados que ofrece el
estudio minucioso de su presente y de su pasado (1 )!
Había visto perfectamente que aquella famosa balanza de tres po-
deres , siendo efectiva produciría la inmovilidad , una pura comedia , una
mixtificación en provecho sólo de uno de los poderes (aristocrático en In-
glaterra, monárquico en Francia) .
Inglaterra ha sido siempre y es una aristocracia . El arte de esta
aristocracia es haber perpetuado su poder, no haber dado parte al pue-
blo , logrando encontrar á su actividad un campo exterior , abrirle
(1) Su pasado en mi Historia de Francia, donde le encuentro á cada instante; su presente
en el hermoso libro de León Faucher, sobre todo en el final del segundo tomo. Los ingleses
mismos (Bentham, Bulver, Semor, etc.) convienen hoy en que su balanza de tres poderes no
es más que un tema de escolasticos.
228 J. MICHELET

una corriente; y de este modo Inglaterra se ha extendido por todo el


globo .
Necker dirigió una proposición á la Asamblea proponiendo se con-
cediera el veto al rey , el veto suspensivo , el derecho de aplazar hasta la
segunda legislatura lo que se hubiese acordado en la primera .

ROLAND

Aquella Asamblea parecía cercana á la disolución . Nacida antes de


la gran revolución , ya comenzada , era profundamente heterogénea,
inorgánica, como el caos del antiguo régimen de donde acababa de salir .
A pesar del nombre de Asamblea nacional con que Sieyes la bau-
tizó , permanecía feudal; no era otra cosa que los antiguos Estados ge-
nerales .
Siglos enteros habían pasado por ella desde el 5 de Mayo al 31 de
Agosto.
Elegida con el procedimiento antiguo y según el derecho bárbaro ,
representaba á dos ó trescientos mil nobles ó sacerdotes del mismo modo
y en igual parte que á la nación .
El Tercer Estado , reuniéndose á los otros dos , se había debilitado y
enervado . A cada instante , sin darse cuenta , acaso , les ayudaba. No to-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 229

maba medida alguna que no fuese término medio , bastardo , impotente,


peligroso.
Los privilegiados , que trabajaban con la corte para deshacer la re-
volución, confiaban obtener su éxito en la Asamblea misma.

PETION

Aquella Asamblea , á pesar de los grandes talentos que tenía , era


monstruosa por el incurable desacuerdo de sus elementos . ¿Qué fecun-
didad, qué generación puede esperarse de un monstruo?
He aquí lo que decía el buen sentido , la fría razón . Los moderados
que parece natural debían conservar más serenidad , menos turbación , no
advirtieron nada . ¡Hecho extraño ! La pasión vió más claro ; notaba y
sentía que todo estaba en peligro , todo era obstáculo en aquella doble
situación y se esforzó en salir pronto del trance .
Pero como era pasión y violencia , inspiraba una desconfianza infi-
nita , encontraba obstáculos enormes, y para vencerlos redoblaba su vio-
lencia, y esto le creaba nuevos obstáculos .
El monstruo del tiempo , es decir , la discordia entre los dos princi-
230 J. MICHELET

pios , su impotencia para crear nada vital , necesita para ser bien cono-
cido encarnar en un hombre . La unidad de la personalidad , la potencia
de las facultades llamada genio , no sirven de nada si este hombre y este
genio lleva en sí una lucha de ideas , principios y doctrinas que se
hacen guerra encarnizada .
No conozco espectáculo más triste para la naturaleza humana que
el que allí ofreció Mirabeau .
Habla en Versalles en pro del velo absoluto , pero en tan obscuros
términos , que no se sabe si habla en pro ó en contra.
Aquel mismo día en París sostienen sus amigos en el Palais-Royal
que Mirabeau ha combatido el veto . Inspiraba tanta adhesión personal á
los jóvenes que le rodeaban , que no dudaron en mentir á sabiendas para
salvarle . «Le amo como una querida» , dijo Camilo Desmoulins . Sabido
es que uno de los secretarios de Mirabeau intentó suicidarse al verle
muerto .
Los embusteros , exagerando la mentira , como ocurre siempre ,
para que sea más fácilmente creída , afirmaron que á la salida de la
Asamblea Mirabeau había sido esperado , seguido y herido traidoramen-
te con una espada .
El Palais-Royal se conmovió y alborotó , conviniendo todos en que
era preciso constituir una guardia de doscientos hombres para el pobre-
cito Mirabeau .
En aquel raro discurso sostuvo el viejo sofisma de que la san-
ción real era una garantía de la libertad , que el rey era una especie de
tribuno del pueblo, su legítimo representante . -Un representante irre-
vocable, irresponsable y que no rinde nunca cuentas.
Era Mirabeau sinceramente realista , y como tal , no tuvo escrúpulo
de recibir más tarde una pensión . Decía que , después de todo , no defen-
día más que sus propias convicciones .
Algo le corrompía más que el dinero , lo que menos hubiera podido
n-
adivinarse en aquel hombre de tal virilidad en los ademanes y el le
guaje . ¿Qué? ¡Tenía miedo !
Miedo de la Revolución que aumentaba , que crecía... Veía al joven
gigante dominándole , arrastrándole... Y entonces se refugiaba en el
orden antiguo , verdadero desorden , verdadero caos ... En aquella lucha
imposible salvóle la muerte de la deshonra.
TION
NERA DE LA
REGE
LO
FRAN
CAIS
E

A
30 OUT 1793
4
CAPITULO VII

La prensa

Agitación de París por la cuestión del veto, 30 de Agosto. -Estado de la prensa. -Aumento de los
periódicos. -Tendencias de la prensa.-La prensa es todavía realista.-Loustalot, redactor de
Las Revoluciones de París . -Su proposición del 31 de Agosto; es rechazada en el Hotel de
Ville. Complot de la corte conocido por Lafayette y por todo el mundo. - Comienza la opo-
sición de la guardia nacional y del pueblo. -Conducta incierta de la Asamblea.-Volney pro-
pone sea disuelta, 18 de Septiembre. -Impotencia de Necker, de la Asamblea, de la corte, del
duque de Orleans.-La prensa misma también impotente.

Acabamos de ver dos cosas : la situación era intolerable , la Asam-


blea era incapaz de poner remedio .
¿Podría destruir las dificultades un movimiento popular ? Esto no
podía realizarse más que siendo el movimiento del pueblo espontáneo ,
vasto , unánime, como lo fué el 14 de Julio .
La efervescencia era grande , la agitación viva , pero todavía par-
cial .
Desde el primer día que fué planteada en la Asamblea la cuestión
del veto (el domingo 30 de Agosto) , París entero se alarma ; el veto ab-
soluto aparece como la anulación de la soberanía del pueblo .
Como casi siempre , el Palais-Royal se coloca á la vanguardia .
Acordó enviar una comisión á Versalles á advertir á la Asamblea que
se notaba en su seno una liga favorable al veto , que se sabía el nombre
y número de los comprometidos y que si no renunciaban á su propósito
París estaba decidido á ponerse en marcha é ir á Versalles .
En efecto , algunos centenares de hombres partieron á las diez de
la noche ; marchaba á su cabeza un hombre ciego, violento y admirado
de la multitud por su fuerza corporal y su voz estentórea, el marqués
de Saint-Hururge .
Prisionero del antiguo régimen por petición de su mujer, linda ,
galante y de mucha reputación , era un enemigo furioso del antiguo ré-
gimen, un campeón ardiente de la Revolución.
En los Campos Elíseos la gente que conducía , ya bastante dismi-
232 J. MICHELET

nuída , encuentra un grupo de guardias nacionales enviados por Lafa-


yette que impedían el paso .
El Palais-Royal envió uno tras otro tres ó cuatro comisionados al
Hotel de Ville para obtener el pase . Queríase hacer la expedición legal-
mente, con el consentimiento de la autoridad . Inútil es decir que no se
consiguió .
Entre tanto , otra tentativa se hacía en el Palais-Royal . Cualquiera
que fuese su resultado , debía producir al menos el de poner la gran
cuestión del día á discusión en todo París ; así no podría ser decidida y
resuelta por sorpresa en Versalles .
París miraba á la Asamblea, la vigilaba por su pueblo , por su pren-
sa y por su Asamblea, por la gran Asamblea parisién , una , aunque di-
vidida en sus sesenta distritos.
El autor de la proposición era un joven periodista.
Antes de referirla debemos dar una idea del movimiento que en la
prensa se realizaba.
Aquel despertar súbito de un pueblo llamado de pronto á conocer
sus derechos , á decidir de su suerte , había condensado toda la actividad
del tiempo en el periodismo .
Los espíritus más especulativos habíanse sentido arrastrados al te-
rreno de la práctica .
Toda ciencia, toda literatura quedó paralizada ; la vida política lo
absorbió todo .
En aquel gran momento de 1789 hubo una verdadera erupción de
periódicos .
1. En Mayo y Junio, con motivo de la apertura de los Estados ge-
nerales , nacen una multitud . Mirabeau publica El Correo de Provenza ,
Gorsas El Correo de Versalles , Brissot El Patriota Francés , Barriere
otro , etc. , etc.
2. La víspera del 14 de Julio aparece el más popular de todos los
periódicos : Las Revoluciones de París , redactadas por Loustalot .
3. Los días 5 y 6 de octubre aparecen El Amigo del Pueblo ( Marat) ,
Los Anales Patrióticos (Carra y Mercier ) . Poco después Camilo Desmou-
lins publica El Correo de Brabante, el más espiritual de todos segura-
mente , y luego aparece uno de los más violentos , El Orador del Pueblo,
de Frèron .
El carácter general de este gran movimiento que lo hace digno de
admiración , es que á pesar de las nubes que llenan el horizonte, hay
casi unanimidad. Solo un periódico disiente . La prensa ofrece la imagen
de un vasto concilio , donde cada uno habla preocupado del interés
común, evitando toda mutua hostilidad .
La prensa en esta primera edad , luchando contra el poder central ,
manifiesta generalmente la tendencia de fortificar los poderes locales Ꭹ
exagerar los derechos de la comunidad contra el Estado .
Si se pudiera ya emplear el lenguaje de los tiempos que van á venir,
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 233

podría decirse que en aquella época todos parecían federales . Mirabeau


no lo fué tanto como Brissot ó Lafayette . Este admitía la independencia
de las provincias en el caso de que la libertad llegase á ser imposible
para Francia entera . Mirabeau se resignaba á ser conde de Provenza ;
él lo dice en esos mismos términos .
A pesar de todo eso , la prensa que luchaba contra el rey es en ge-
neral realista .
«No éramos entonces- dice Camilo Desmoulins- más de diez repu-
blicanos en toda Francia . » No hay que preocuparse de la trascendencia
de la frase .
En 1788 el violento d'Epremesnil había dicho : « Es preciso desbor-
bonizar á Francia . » Pero era solamente para hacer rey al Parlamento .
Mirabeau , que parecía condenado á ser víctima de todas las contra-
dicciones , hizo traducir é imprimir con su nombre en 1789 , en el mo-
mento mismo en que tomaba la defensa de la realeza , el violento librito
de Milton contra los reyes . Sus amigos recogieron la edición .
Dos hombres trabajaban por la república : uno de los más fecundos
escritores de la época , el infatigable Brissot y el brillante , el elocuente ,
el mordaz Camilo . Su libro la Francia libre contiene una historieta
violentamente satírica de la monarquía . Allí demuestra que este prin-
cipio de orden y de estabilidad ha sido en la práctica un perpetuo des-
orden . La realeza hereditaria , para librarse de todos los inconvenientes
que le son inherentes , tiene una palabra que responde á todo : la paz , lo
cual no ha impedido que por las minorías de los reyes y las querellas
de sucesión , á poco más tiene Francia una guerra perpetua : guerras de
ingleses , guerras de Italia , guerras de la sucesión de España ( 1 ) , etc.
Robespierre ha dicho que la República se había introducido en los
partidos sin que nadie lo notase . Más exacto hubiera sido diciendo que
la realeza misma la había introducido y había antes preparado todos los
espíritus .
Si los hombres renuncian á gobernarse ellos mismos es porque la
realeza se presenta como una simplificación que facilita y libra de es-
fuerzos y virtudes ... Pero , ¿y cuando es un obstáculo?...
Se puede afirmar que la realeza enseña el camino de la República ,
que la realeza ha obligado á Francia á alejarse , desconfiar y pensar.
Por suerte , el primer periodista de la época no era Mirabeau , ni
Camilo Desmoulins , ni Brissot , ni Condorcet , ni Mercier , ni Carra , ni
Gorsas, ni Marat ni Barrere .
Todos publicaban periódicos , algunos de gran tirada . Mirabeau ti-
raba diez mil ejemplares de su famoso Correo de Provenza .
Las Revoluciones de París tiró de algunos de sus números hasta
doscientos mil ejemplares , la más extensa publicidad que jamás se ha

(1) Sismondi ha demostrado por un cálculo exacto, sobre un período de 500 años, que las
guerras han sido más frecuentes y más largas en las monarquías hereditarias que en las elec-
tivas; siendo esto efecto natural de las minorías, querellas de sucesión , etc.
ΤΟΜΟ Ι 30
234 J. MICHELET

alcanzado ( 1 ) . El redactor no firmaba . El impresor firmaba Prud'homme.


Este nombre ha llegado á ser uno de los más conocidos del mundo . El
redactor desconocido era Loustalot .
Loustalot , muerto en 1790 , á los veintinueve años era un hombre
serio , honrado y laborioso . Escritor mediocre , pero grave , de una gra-
vedad apasionada , su originalidad real consistía en contrastar con la li-
gereza de los periodistas del tiempo . En su violencia misma se nota un
esfuerzo de la voluntad para ser justo . El pueblo le prefiere á todos .
No era indigno de esta preferencia . Al comienzo de la Revolución
dió más de una prueba de animosa prudencia .
Cuando los guardias franceses castigados fueron librados por el
pueblo , declaró que no había más que una solución para aquel asunto :
que los prisioneros libertados volviesen espontáneamente á sus cárceles ,
y que los electores , la Asamblea nacional , exigiesen del rey el perdón
para ellos .
Cuando un movimiento popular puso en peligro al buen La Salle ,
el bravo comandante de la ciudad , Loustalot tomó su defensa , lo justi-
ficó y tranquilizó los espíritus .
En el alboroto de los criados que pedían la muerte de los saboyanos ,
se mostró tan firme y severo como juicioso .
Verdadero periodista , era hombre del día , no del día siguiente .
Cuando Camilo Desmoulins publicó su libro Francia libre , donde
suprime al rey, Loustalot calificólo de exagerado , y á pesar de tribu-
tarle varios elogios , llamó á Camilo , cabeza exallada .
Marat , poco conocido entonces , atacó violentamente á Bailly en el
Amigo del Pueblo y Loustalot lo defendió como hombre y como fun-
cionario .
Ejercía el periodismo como una función pública , como un sacer-
docio , una especie de magistratura . Sin tendencia alguna á las abstrac-
ciones , viviendo únicamente en la multitud , sintiendo y viendo sus
necesidades y sufrimientos , se ocupa , ante todo , de las subsistencias , de
la gran cuestión del momento , del pan . Propone que se adquieran má-
quinas para moler el trigo más pronto . Va con frecuencia á Montmartre
á ver á los infelices á quienes allí se ha dado trabajo .
Loustalot encontraba en la bondad de su corazón palabras consola-
doras , de una compasión dolorosa , para aquellos desventurados que á
fuerza de miseria habían perdido la forma humana, para aquel deplorable
ejército de fantasmas ó esqueletos que causaban más que piedad terror .
París no podía permanecer así .
Era preciso destruir la realeza absoluta y fundar la libertad .
En la mañana del lunes 31 de Agosto , encontrando Loustalot los
espíritus más tranquilos que en la noche del domingo , pronunció una
arenga en el Palais- Royal.

(1) Téngase en cuenta la fecha en que Michelet escribió esta obra . (Nota del traductor.)
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 235

El remedio- dijo - no está en ir á Versalles . Y presentó una propo-


sición menos violenta , más hábil .
Consistía ésta en ir al Hotel de Ville y obtener la convocatoria de
los distritos , y en estas asambleas presentar estas cuestiones :
1.º ¿Cree París que el rey tiene el derecho del veto?
2.º ¿París puede confirmar ó anular el nombramiento de sus dipu-
tados?
3.º ¿Podemos darles un mandato especial para rechazar el veto?
0
4. ¿Debemos pedir á la Asamblea que aplace la discusión?
La medida propuesta , eminentemente revolucionaria , ilegal (anti-
constitucional , si hubiera habido constitución ) , respondía tan profunda-
mente á las necesidades del momento , que pocos días después fué repro-
ducida , en su parte principal , en lo referente á la disolución de la Asam-
blea , en la Asamblea misma , por uno de sus más eminentes miembros .
Loustalot Ꭹ la comisión del Palais-Royal fueron muy mal recibidos
en el Hotel de Ville , rechazada su proposición , y al día siguiente el mis-
mo Loustalot acusado en la Asamblea.
Una carta amenazadora que había recibido el presidente con la
firma de Saint-Hururge falsificada , acabó de irritar los espíritus .
Saint-Hururge fué detenido y la guardia nacional aprovechó an
momento de tumulto para cerrar el café de Foy.
Las reuniones del Palais-Royal fueron prohibidas y disueltas por
la autoridad municipal .
Lo raro es que el ejecutor de estas medidas , Lafayette , en aquellos
momentos y toda su vida había sido republicano de corazón .
Toda su vida soñó en la República y sirvió á la realeza .
Una realeza democrática ó una democracia real parecíale transición
necesaria . Deseaba estas dos experiencias para llegar á su ideal .
La corte divertía á Necker y á la Asamblea, pero no engañaba á
Lafayette . Y entretanto Lafayette la servía , conteniendo á París .
El horror de las primeras violencias populares , de la sangre verti-
da , le hacía retroceder ante el temor de un nuevo 14 de Julio .
Pero la guerra civil que preparaba la corte ¿costaría menos sangre?
Grave y delicada cuestión para el amigo de la humanidad .
Lafayette lo sabía todo . El 13 de Septiembre le acompañó á comer
en su casa el viejo almirante d'Estaing , comandante de la guardia na-
cional en Versalles , y de él supo las noticias de la corte que ignoraba .
Aquel bravo hombre , que se creía en posesión de las más íntimas
confidencias del rey y de la reina , supo que se había vuelto á pensar en
el fatal proyecto de trasladar al rey á Metz , es decir, comenzar la gue-
rra civil; supo que Breteuil lo preparaba todo de acuerdo con el emba-
jador de Austria, que se acercaban á Versalles mosqueteros , gendarmes
y 9.000 soldados de la casa del rey, á cuya cabeza se pondría un hom-
bre de acción, el barón de Viomenil , que había luchado en casi todas
las guerras del siglo , recientemente en la de América , y que se había
236 J. MICHELET

entregado violentamente á la contrarrevolución , acaso por celos de La-


fayette , que en la Revolución parecía desempeñar el principal papel .
Dieciocho regimientos , especialmente los carabineros , no habían
prestado juramento á la Asamblea .

LOUSTALOT

Estos soldados eran suficientes para cerrar todos los caminos de


Paris , copar sus convoyes , hacerlo morir de hambre .
No faltaba dinero para la loca aventura ; se creía poder contar con
millón y medio mensual ; el clero supliría el resto; un procurador de los
benedictinos había dado cien mil escudos de una sola vez.
El lunes 14 escribió el viejo almirante á la reina : «La víspera de
un combate naval he dormido siempre tranquilamente ; pero después de
vuestra terrible revelación no he podido cerrar los ojos ...»
En la mesa de Lafayette temblaba de que un solo criado lo escu-
chase . « He observado que una sola palabra podía convertirse en una
señal de muerte .>>
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 237

A lo cual Lafayette , con su flema americana , hubiera podido res-


ponder « que era preferible que uno solo muriese por la salvación de
todos .»
>
La única cabeza en peligro hubiera sido la de la reina .

Lámina en colores representando la pena sufrida por el cura de un


pueblo enemigo de la Revolución. Para insultar las nuevas ideas
puso la escarapela tricolor en el rabo de su perro La guardia nacio-
nal del pueblo le condenó á ser paseado en un burro y á besar va-
rias veces durante el tránsito el trasero del perro.

El embajador de España dijo algo parecido , conocedor de que á un


hombre de gran posición se le había propuesto firmar una lista de cons-
piradores que la corte hacía circular .
De este modo , este profundo secreto , este misterio corría por los
salones el día 13 ; del 14 al 16 rodaba por las calles de boca en boca .
El día 10 los granaderos de las guardias francesas , convertidos en
guardia nacional pagada, declararon que querían ir á Versalles para
reanudar su anterior servicio , guardar el castillo , el rey.
238 J. MICHELET

El día 22 Las Revoluciones de Paris narraba el gran complot .


Toda Francia lo leía .
Lafayette , que se creía fuerte, demasiado fuerte (así lo decía él) ,
quería de una parte contener á la corte, haciéndola temer á París , y de
otra contener á París , reprimiendo toda agitación por medio de sus
guardias nacionales .
Abusaba de su celo para hacer callar á los alborotadores, imponer
silencio al Palais- Royal , impedir los atropellos ; hacía una minúscula
guerra de policía , de vejaciones contra la multitud , soliviantada por los
mismos temores que él tenía .
Conocía el complot y disolvía y detenía á los que hablaban de ello .
Lo hizo tan bien , que creó la más funesta oposición entre la guar-
dia nacional y el pueblo . La gente comenzó á notar que los jefes y los
oficiales eran nobles y ricos .
Los guardias nacionales , reducidos en número , orgullosos de su
uniforme y de sus armas nuevas para ellos , aparecieron ante el pueblo
como una aristocracia .
Burgueses y mercaderes sufrían demasiado con el tumulto , no re-
cibían nada de sus fincas rurales , no ganaban nada ; cada día eran lla-
mados y fatigados por la administración pública , y cada día que pasaba
querían que todo aquello concluyese , testimoniando su impaciencia con
actos que irritaban á la multitud contra ellos . Una vez acometieron á
una reunión de peluqueros y hubo contusos y heridos .
Otra vez detuvieron á unos cuantos que se permitían burlarse de la
guardia nacional ; una joven se burló de los guardias y éstos la cogieron
maltrataron .
Ꭹ la
El pueblo se irritaba y llegó á acusar á la guardia nacional de apo-
yar y favorecer la corte , creyéndola comprometida en el complot de
Versalles .
Lafayette no era doble , pero su posición lo era .
Impidió á los granaderos ir á Versalles á hacer la guardia del rey y
advirtió al ministro Saint-Priest ( 17 de Septiembre) . Su carta fué dete-
nida . Fué leída en la municipalidad de Versalles , haciéndola jurar el se-
creto , y se consiguió de ella que pidiera se hiciera venir al regimiento
de Flandre . A la vez se pidió una parte de la guardia nacional de Ver-
salles ; la mayoría se negó .
Este regimiento , demasiado sospechoso porque se había negado á
prestar el nuevo juramento , llegó con sus cañones y sus bagajes , en-
trando en Versalles con gran estrépito . Al mismo tiempo la corte retenía
á los guardias de corps que prestaban servicio en el castillo , con objeto
de tener más soldados .
Una multitud de oficiales de todos grados llegaban cada día en
coches de posta , como hacía la antigua nobleza en la víspera de una ba-
talla , temiendo faltar al comienzo de la jornada .
París se inquieta . Los guardias franceses se indignan ; habían sido
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 239

halagados , sobornados , sin conseguir de ellos más que aumentar su des-


confianza .
Bailly se vió obligado á hablar en el Hotel de Ville , y se acordó.
nombrar una comisión que , con el bondadoso anciano Dussaulx á la ca-
beza, expresara al rey el estado de alarma en que París se encontraba .
La conducta de la Asamblea durante este tiempo es extraña . Parece
dormir y despertar de pronto para volver á dormirse .
Hoy es violenta; mañana moderada , tímida .
Una mañana , el 12 de Septiembre , se acuerda del 4 de Agosto de la
gran Revolución que aquel día votara .
Hacía cinco semanas que los decretos habían sido acordados ; Francia
entera , hablando de ellos con alegría , esperaba su aplicación y la Asam-
blea no decía una palabra.
El día 12 , con motivo de un proyecto en que el comité de judica-
tura pedía que se diera fuerza ejecutiva á las leyes, conforme con un
acuerdo de 4 de Agosto , un diputado del Franco Condado rompe el hielo
y dice: «Se trabaja para impedir la promulgación de los decretos del
4 de Agosto; se pretende que no aparezcan más , que no se vuelva á ha-
blar de ellos . Ya es hora de que el sello real se fije en ellos ... El pueblo
espera...>>
Estas palabras produjeron un gran efecto . La Asamblea despierta .
El orador de los moderados , de los realistas constitucionales, Ma-
louet (hecho sorprendente) , apoya la proposición y otros le imitan .
A pesar del abate Maury , que se opone , quedó acordado presentar
á la sanción real los decretos del 4 de Agosto .
Aquel movimiento súbito , aquella disposición agresiva de los mode-
rados mismos , hace creer que , cuando menos , los miembros más influ-
yentes no ignoraban lo que Lafayette, el embajador de España y otros
decían en París . ·
Al día siguiente la Asamblea pareció extrañada de su valor . Muchos
creían que la corte no dejaría jamás al rey sancionar los decretos del 4 de
Agosto y previeron que la negativa provocaría un movimiento terrible ,
un segundo acceso de revolución .
Mirabeau , Chapelier y otros sostuvieron que aquellos decretos , no
siendo propiamente leyes , sino principios de constitución , no tenían ne-
cesidad de sanción real , bastando la promulgación . Aviso torpe y tímido :
torpe porque se prescindía del rey ; tímido porque dispensándole de exa-
minar, de sancionar , de rechazar , no habría choque ni colisión alguna .
Las cosas , después de todo , habían de ocurrir según la influencia de
cada partido dominante en tal y tal provincia.
Aquí se hubieran aplicado las decisiones del 4 de Agosto como de-
cretadas por la Asamblea . Allá se hubieran eludido como no sancionadas
por el rey .
El 15 se votó por aclamación la inviolabilidad real , la forma here-
ditaria , como para contentar al rey y hacerle favorable á la Asamblea .
· 240 J. MICHELET

No por esto recibió la sanción que deseaba para la obra del 4 de


Agosto . Él rey dió una respuesta equívoca , dilatoria .
No sancionó nada ; disertaba , discutía , censuraba esto , aplaudía
aquello , no admitía casi ningún artículo sin modificaciones . Todo ello
era estilo Necker: sus trapacerías , sus tergiversaciones , sus términos
medios . La corte , que preparaba otra cosa, creyó aparentemente salir
del paso con esta respuesta , sin respuesta.

MOUNIER

La Asamblea se agitó . Chapelier, Mirabeau , Robespierre , Petion y


otros de ordinario menos fogosos , afirmaron que pidiendo la sanción
para estos artículos constitutivos , la Asamblea no esperaba más que una
promulgación pura y sencilla . Grandes debates ...
Y allí nació una moción inesperada , pero sabia y viril de Volney:
«<Esta Asamblea es demasiado divergente en intereses y pasiones ... Fije-
<
mos las condiciones nuevas de la elección y retirémonos . >>-Aplausos ,
pero nada más .
Mirabeau responde que la Asamblea ha jurado no separarse antes
de hacer la Constitución .
El día 21 , obligado el rey á promulgar, abandonó rodeos y habló
claro; la corte , aparentemente, se creía más fuerte . El rey respondió
que la promulgación no pertenecía más que á las leyes revestidas de
formas que facilitaban la ejecución inmediata (quería decir sancio-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 241

nadas) , y que iba á ordenar la publicación , porque no dudaba que las


leyes que decretara la Asamblea fuesen tales que tuviera necesidad de
negarles la sanción .
El 24 Necker fué á la Asamblea á hacer su confesión .
El primer empréstito de treinta millones no había producido más
que dos . El segundo , de ochenta , había dado diez . El general de la ha-
cienda, como los amigos de Necker le llamaban en sus folletos , no había
podido hacer nada ; el crédito que él creía mantener había, como todo ,
perecido... Acudía á la nación . El único remedio que había era que ella
misma se ejecutase , que cada uno se concretara á la cuarta parte de sus
necesidades .
Necker había concluído su papel . Después de haber intentado todo
medio razonable , se entregaba al milagro , á la vaga esperanza de que un
pueblo arruinado podría pagar más , que se sometería él mismo al mons-
truoso impuesto de la cuarta parte de sus ganancias y emolumentos.
El quimérieo hacendista , para última palabra , presentó una utopia
que no se le hubiera ocurrido al buen abate de Saint-Pierre .
El impotente crea impuestos voluntarios ; no pudiendo obrar , ima-
gina que la casualidad , lo imprevisto , lo desconocido , obrarían por él .
La Asamblea, no menos impotente que el ministro , participa de su
credulidad . Un maravilloso discurso de Mirabeau vence y disipa todas
las dudas . Muestra la bancarrota , la afrentosa bancarrota , abriéndose
como un abismo para tragar á Francia ... La Asamblea vota ... Si la me-
dida hubiera sido seria , si el dinero hubiera venido , el efecto habría
sido maravilloso ; Necker hubiera vencido á los que debían vencerle ; la
Asamblea hubiera consolidado la guerra para disolver la Asamblea .
Lo imposible , lo contradictorio , es el fondo de la situación para
todo hombre y todo partido . Digámoslo de una vez : Nadie puede nada.
La Asamblea no puede. Discordante de elementos , ideas y princi-
pios , era incapaz ; pero aún es más incapaz frente á la agitación y á la
conjura , frente al rumor nuevo de la prensa , que cubre su voz . Volun-
tariamente se estrecharía con el poder real que ha demolido y se cobija-
ría bajo sus ruinas ; pero las ruinas le son hostiles y no desean más que
destrozar la Asamblea . París le da miedo y le da miedo la corte . Des-
pués de la negativa del rey no se atreve á indignarse por miedo á au-
mentar la indignación de París . Salvo la responsabilidad de los minis-
tros , que decreta, no hace nada en relación con la situación ; la división
departamental y el derecho criminal se agitan en el vacío ; apenas seis-
cientos miembros acuden á las sesiones y van para dar la presidencia al
hombre de la balanza inmóvil , á Mounier, que expresa mejor que nin-
gún otro todas las dificultades de obrar , la parálisis común .
¿La corte puede algo? Así lo cree . Ve al clero y la nobleza aliarse
de nuevo alrededor de ella . Ve al duque de Orleans poco sostenido en la
Asamblea, Le ve en París gastando mucho dinero y ganando poco te-
rreno; su popularidad ha sido destruída por Lafayette .
ΤΟΜΟ Ι 31
242 J. MICHELET

Todos desconocen la situación ; todos ignoran la fuerza general de


las cosas y atribuyen los sucesos á tal ó cual persona, exagerando ridí-
culamente el poder individual .
Según sus odios ó sus amores , la pasión crea milagros , crea mons-
truos , crea héroes . La corte acusa de todo á Orleans ó á Lafayette.
Lafayette mismo , á pesar de su natural firme y frío , se torna ima-
ginativo ; no está lejos de creer también que todo el desorden es obra
del Palais- Royal .
Un visionario se levanta en la prensa , Marat, crédulo , ciego , que
lleva la acusación á donde sus sueños le arrastran , pidiendo la muerte
un día para uno y otro para otro ; comienza por afirmar que el hambre es
la obra de un hombre; que Necker ha acaparado los trigos de todas par-
tes para que París no los encuentre en ninguna.
Marat comenzaba entonces . Todavía consigue poco . La prensa
acusa , pero vagamente ; se queja , se indigna como el pueblo , sin saber
concretamente lo que quiere hacer . Ve bien que habrá un segundo acceso
de revolución . Pero ¿cómo? ¿En qué momento y con qué objeto? No lo
sabe decir.
Para la indicación de los remedios , la prensa , el nuevo poder , agi-
gantado por la impotencia de los demás , es también impotente .
En los días que preceden al 5 de Octubre , la Asamblea hace росо ,
el Hotel de Ville hace poco... Todo el mundo , sin embargo , siente que
un gran hecho se aproxima.
Mirabeau recibe un día á su librero de Versalles , hace salir á sus
tres secretarios , cierra la puerta y le dice: « Mi querido Blaisst, bien
pronto veréis aquí grandes desdichas , mucha sangre. Por amistad he
querido preveniros . No tengáis miedo ; para los bravos y honrados como
vos no hay peligro . >
»
CAPITULO VIII

El pueblo va á buscar al rey: 5 de Octubre de 1789

El pueblo sólo encuentra un remedio : ir á buscar á su rey.-Posición egoísta de los reyes en Ver-
salles . Luis XVI no puede obrar en ningún sentido. - Orgía de los guardias de corps, 1.° de
Octubre. -Insultos á la escarapela nacional.-Irritación de París. - Miseria y sufrimientos de las
mujeres. Su compasión valerosa.-Invaden el Hotel de Ville, 5 de Octubre. - Marchan á Ver-
salles.-La Asamblea advertida. -Maillard y las mujeres delante de la Asamblea.- Robespierre
apoya á Maillard -Las mujeres ante el rey. -Indecisión de la corte.

El 5 de Octubre ocho ó diez mil mujeres fueron á Versalles ; mu-


chos del pueblo las siguieron . La guardia nacional obligó á Lafayette á
conducirla allí aquella misma noche . El día 6 se apoderaron del rey y
le obligaron á residir en París .
Este gran movimiento es el más general que presenta la Revolu-
ción después del 14 de Julio . El de Octubre fué casi tan unánime como
el otro, en el sentido , al menos , de que los que no tomaron parte desea-
ban el suceso y se alegraron todos de que el rey fuera conducido á
París.
No hay que buscar aquí la acción de los partidos ; hicieron muy
poco .
La causa real, cierta para las mujeres y para la multitud más mi-
serable no fué otra que el hambre . En Versalles, habiendo desmontado
á un caballero , mataron y se comieron el caballo casi en crudo .
Para la mayoría de los hombres , pueblo ó guardias nacionales , la
causa del movimiento fué el honor , el ultraje hecho por la corte á la es-
carapela parisién , adoptada por Francia entera como signo de la Revo-
lución .
¿Hubiesen marchado los hombres á Versalles si las mujeres no
hubiesen precedido ? Es dudoso . Nadie antes que ellas tuvo la idea de ir
á buscar al rey .
El Palais-Royal en 30 de Agosto partió con Saint-Hururge , pero
era para llevar quejas , amenazas á la Asamblea que discutía el veto .
Aquí solo el pueblo tuvo la iniciativa ; solo fué á tomar al rey, como
solo tomó la Bastilla .
244 J. MICHELET

Las mujeres son , seguramente, lo que hay más pueblo , quiero


decir, más instintivo , más inspirado en el pueblo . Su idea fué esta :
<<<Falta el pan , luego vamos á buscar al rey; si está con nosotros , se ten-

Desmontando á un caballero mataron y se comieron el caballo casi crudo. (Pág. 243)

drá cuidado de que el pan no falte . Vamos , pues , á buscar el pana-


dero!...»

¡ Sentido inocente y sentido profundo ! ... El rey debe vivir con el


pueblo , ver sus sufrimientos , sufrir con él y partir con él la vida .
Las ceremonias del casamiento y las de la coronación tienen mu-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 245

chas cosas semejantes ; el rey se desposa con el pueblo . Si la realeza no


es tiranía , tiene que ser matrimonio; ha de existir comunidad entre los
cónyuges , que vivirán , según la base que la Edad Media resumía en

ES
M AL
F RO

...Tocó generala y arrastró á todas las mujeres del barrio. (Pág. 250)

una sabia frase : «Con un pan y en un lecho . » ¿No era una cosa extraña
y antinatural , propia solamente para endurecer el corazón de los reyes.
el tenerlos en aquella soledad egoísta , rodeados de un pueblo artificial
de mendigos dorados para hacerles olvidar el pueblo?

1
246 J. MICHELET

¿Cómo extrañarse de que estos reyes se hayan tornado duros y


bárbaros?
En su retiro Ꭹ soledad de Versalles ¿cómo hubieran podido impedir
ellos mismos llegar á este punto de insensibilidad?
El espectáculo que les rodeaba era brutalmente inmoral : ¡ un mun-
do hecho expresamente para un hombre ! ...

Solamente allí se podía olvidar la condición humana , firmar , como
hizo Luis XIV , la expulsión de un millón de hombres , ó como Luis XV,
especular en harinas , acaparándolas .
La unanimidad de París había destruído la Bastilla . Para conquis-
tar la Asamblea necesitaba ponerse de acuerdo , estar unánime .
La guardia nacional y el pueblo comenzaban á dividirse . Para
reunirlos , para hacerlos marchar al mismo objeto, hacía falta nada me-
nos que una provocación de la corte . Ninguna habilidad política hu-
biera bastado para conseguirlo ; hacía falta una bestialidad .
Este era el verdadero remedio ; el único procedimiento para salir de
la intolerable situación en que todo estaba detenido .
El partido de la reina hubiera hecho esa bestialidad , si para ello no
hubiera tenido un gran obstáculo : Luis XVI . No ha habido nadie en el
mundo á quien repugnara tanto abandonar sus costumbres .
Sacarle de sus cacerías , sus rezos y su acostarse tempranito , hacerle
llegar tarde á las comidas y la misa, ponerle á caballo , en campaña , como
vimos á Carlos I en el cuadro de Van- Dyk, no era cosa fácil . Su buen
sentido coadyuvaba también , haciéndole ver cuánto arriesgaba en decla-
rarse contra la Asamblea nacional .
Al mismo tiempo , esta misma adhesión á sus costumbres , á las
ideas de su educación y de su infancia , le indisponía contra la Revolu-
ción más aún que la disminución de la autoridad real .
Así, no supo ocultar su descontento por la demolición de la Bas-
tilla.
El uniforme de la guardia nacional llevado por sus gentes y sus
criados , convertidos en tenientes y oficiales ; tal músico de su capilla
cantando la misa vestido de capitán , eran espectáculos que le ofendían
la vista ; ordenó á sus criados «se guardaran de aparecer en su presencia
con un vestido de tan mal gusto . >>
Era muy difícil mover al rey ni en un sentido ni en otro.
En las discusiones era demasiado incierto y vacilante , pero en sus
viejas costumbres , en sus ideas adquiridas , testarudo , invenciblemente
obstinado .
La reina misma , á quien amaba demasiado , no hubiera ganado nada
por la persuasión .
El temor y el miedo tenían menos influencia aún sobre su espíritu ;
sabía bien que era el Señor , inviolable y sagrado ; ¿qué podía temer?
La reina estaba entretanto rodeada de un torbellino de pasiones , de
intrigas , de celo interesado ; los prelados y los señores , toda aquella aris-
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 247

tocracia que tanto la había denigrado , se estrechaba alrededor de ella ,


llenaba sus habitaciones , la conjuraba de hinojos y con las manos enla-
zadas á que salvara la monarquía .
Según ellos , sólo la reina tenía genio y valor ; hija de María Teresa ,
había llegado el momento de mostrarse digna de su madre...
Además , otras dos clases , bien diferentes , daban valor á la reina;
de una parte los bravos y dignos caballeros de San Luis , oficiales y gen-
tilhombres de provincias que le ofrecían su espada ; de otra parte los ar-
bitristas , que enseñaban planes inauditos , se encargaban de ejecutarlos
y respondían de todo ... Versalles era el asiento de estos Fígaros de la
realeza .
Se hacía una santa liga alrededor de la reina . El rey sería arras-
trado por el amor de ella y no resistiría más …
..
El partido revolucionario no podría hacer más que una campaña
corta; una vez vencido perecería.
Por el contrario , el otro partido , compuesto por todos los grandes
propietarios , podía costear muchas campañas, alimentar la guerra mu-
chos años... Para que el razonamiento fuera bueno , era preciso solamente
suponer que la unanimidad del pueblo no habría de atraer al soldado ,
y que éste no recordaría jamás que venía del pueblo y era el pueblo
mismo .

Los celos que dividían al pueblo y á la guardia nacional , enarde-


cieron sin duda á la corte , la hicieron creer en la impotencia de París y,
fiada en esto , arriesgó una manifestación prematura que debía perderla .
Llegaban á Versalles los nuevos guardias de corps para el servicio
del trimestre ; eran buenos realistas de provincias , sin alianza con París
ó con la Asamblea , extraños al nuevo espíritu , trayendo todos los pre-
juicios de familia , las recomendaciones paternales y maternales de servir
bien al rey , al rey solo.
Este cuerpo de guardia , en el que sólo había algunos amigos de la
libertad , no había prestado juramento y llevaba aún la escarapela blanca .
Se pensó en traer como jefes á los oficiales del regimiento de Flandes y
algunos de otros cuerpos .
Para reunirlos se les dió un gran banquete , al que se admitió á al-
gunos oficiales elegidos de la guardia nacional de Versalles , á quienes
se creía poder arrastrar á la causa de la corte .
Conviene saber que la ciudad de Francia más odiada por la corte
era aquella que mejor la veía : Versalles . Todo el que no era empleado ó
servidor del castillo era revolucionario . La vista constante del fausto ,
de la esplendidez , de aquel mundo orgulloso , despreciador, encendía
odios , envidias , ira.
Aquella disposición de los habitantes les había hecho nombrar te-
niente coronel de su guardia nacional á un sólido patriota , hombre so-
berbio y violento llamado Lecointre , mercader de telas . La invitación
hecha á algunos oficiales fué causa del descontento de los otros .
248 J. MICHELET

Una comida de militares podía haberse celebrado en una fonda ó en


otra cualquiera parte ; el rey , jhecho nuevo !, concedió su magnífica sala
de teatro , donde no se había dado fiesta alguna desde la visita del em–
perador José II .
Los vinos se prodigan de orden del rey. Los reunidos brindan por
la salud del rey , de la reina y del delfín ; alguno tímidamente , en voz
baja , propone brindar por la nación , pero nadie quiere oirle .
Al final se deja entrar á los granaderos de Flandes , á los suizos y
á otros soldados . Beben locamente y admiran los fantásticos reflejos de
aquel singular salón , cuyas paredes cubiertas de espejos multiplican las
luces y las figuras .
Las puertas se abren . Son el rey y la reina ... El rey volvía de su
cacería. La reina , bella y llevando á su hijo en brazos , recorre las
mesas ... Aquella gente joven , en contacto con los reyes , enloquece , se
desconoce ...
La reina- conviene decirlo- menos majestuosa que en otras épo-
cas, no había desalentado nunca los corazones que se le ofrecían , y
ahora no se desdeñó en colocar en su peinado una pluma del casco de
Lauzun ...
La tradición afirma que la declaración osada y grosera de un simple
guardia de corps fué acogida sin cólera y no tuvo más castigo que una
frase de ironía cariñosa .
¡ Tan bella y tan desgraciada ! ... Al salir con el rey la música toca
el aire conmovedor: «¡ Oh Ricardo , oh mi rey! ¡ el universo te aban-
dona!» Todos se conmovieron ... Muchos arrancaron sus escarapelas y
tomaron la de la reina , la negra escarapela austriaca , declarándose á su
servicio .
Casi todos arrancaron sus escarapelas tricolores y , volviéndolas ,
las mostraron por el forro , que era blanco .
Continuaba la música , cada vez más apasionada y ardiente ; toca la
marcha de los Hulanos , suena la carga ….. Todos se levantan buscando al
enemigo.
No hay ningún enemigo al frente , y á falta de él invaden el cas-
tillo , recorriendo todas las habitaciones .
Perseval , ayudante de campo d'Estaing , creyéndolos adversarios ,
se refugia en el gran balcón , dando voces de alarma . Entonces se fija
en la escarapela blanca . Un granadero de Flandes se acerca y Perseval
se arranca del pecho una condecoración y se la da al granadero .
Un dragón quiere escalar desde fuera el balcón , y no pudiendo por
su embriaguez , quiere suicidarse .
Otro , mitad ebrio , mitad loco , comenzó á gritar , llamándose á sí
mismo espía del duque de Orleans , se hizo una pequeña herida, y sus
compañeros , disgustados , lo mataron casi á patadas .
La embriaguez de aquella loca orgía parece comunicarse á toda la
corte . •
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 249

La reina da las banderas á los guardias nacionales de Versalles y


les dice «que está encantada . >>
El 3 de Octubre nuevo banquete ; las lenguas se desatan , la contra-
rrevolución se desenmascara; muchos guardias nacionales se retiran
llenos de indignación ... El uniforme de guardia nacional no entra más
en casa del rey .
<<No tenéis corazón en llevar tal uniforme- dice un oficial á otro . >
»
En la gran galería , en los departamentos las damas no dejan circu-
lar la escarapela tricolor , de sus pañuelos y sus encajes hacen ellas
mismas escarapelas blancas y ellas mismas las colocan . Las señoritas se
enardecen recibiendo el juramento de estos nuevos caballeros y se dejan
besar la mano : <<Tomad esta escarapela , guardadla bien ; es la buena , la
única que quedará triunfante . » ¿Cómo rechazar de aquellas lindas manos
aquel signo, aquel recuerdo?
Y esto era la guerra civil , la muerte , la Vendée próxima ... Y la
que así hablaba era una rubita , casi una niña , que andando el tiempo
habría de ser madame de Lescure y de Rochejacquelin .
Los bravos guardias nacionales de Versalles apenas podían defen-
derse . Uno de sus capitanes había sido , mal de su grado , asaltado por
las damas y adornado con una enorme escarapela blanca.
El coronel , mercader de telas , Lecointre , se sintió lleno de indig-
nación . « Cambiarán estas escarapelas antes de ocho días- dijo con fir-
meza-ó todo estará perdido . >
»
Tenía razón . ¿Quién podía desconocer en aquellos momentos la
fuerza todopoderosa del signo? Los tres colores era el 14 de Julio Ꭹ la
victoria de París ; era la Revolución misma.
Allá abajo un caballero de San Luis corre cerca de Lecointre y se
declara contra todos campeón del color blanco . Brama , injuria , insulta …
..
Este apasionado defensor del antiguo régimen no era ningún Montmo-
rency , era sencillamente el yerno de una criada de baja estofa de la
reina .
Lecointre va derecho á la Asamblea y pide al comité militar exija
el juramento de los guardias de corps . Viejos guardias que estaban allí,
dijeron que jamás se obtendría . El comité no hizo nada , temiendo provo-
car alguna colisión , hacer correr la sangre , y esta prudencia fué justa-
mente la causa de que corriera .
París sintió vivamente el ultraje hecho á su escarapela ; se decía que
había sido ignominiosamente destrozada , pisoteada .
El día mismo del segundo banquete , en la noche del sábado 3 ,
Danton tronó en el club de los Cordeliers . Burgueses y gentes del pue-
blo se veían mezclados en los cafés , en el Palais-Royal , en el faubourg
San Antonio , al final de los puentes , en medio de las calles .
Circulaban rumores terribles sobre la guerra próxima , sobre la liga
de la reina y de los príncipes con los príncipes alemanes , sobre los uni-
formes extranjeros verdes y rojos que se veían en París , sobre las harinas
ΤΟΜΟ Ι 32
250 J. MICHELET

de Corbeil que no llegaban más que cada dos días , sobre la deuda impo-
sible de aumentar , sobre la proximidad de un rudo invierno ...
No hay tiempo que perder- se decía ; -si se quiere prevenir la gue-
rra y el hambre , es preciso traer aquí al rey ; si no los conjurados se lo
llevarán .
Nadie sentía esto tan vivamente como las mujeres . Los sufrimientos
habían sido cruelmente extremos para la familia y el hogar . Una mujer
da la señal de alarma en la noche del sábado 3 ; viendo que su marido no
había sido escuchado , corrió al café de Foy y denunció las escarapelas
antinacionales , mostró el peligro público . El lunes una joven tomó un
tambor, tocó generala y arrastró á todas las mujeres del barrio .
Estas cosas no se ven más que en Francia; nuestras mujeres tienen
aspecto de bravas y lo son . El país de Juana de Arco y de Juana de
Montfort y de Juana Hachette , puede citar cien heroínas . Hubo una en
la Bastilla que más tarde partió para la guerra y fué capitana de arti-
llería ; su marido era soldado . El 18 de Julio , cuando el rey vino á París ,
muchas mujeres estaban armadas . Las mujeres fueron á la vanguardia
de nuestra Revolución . No hay que extrañarse de ello . Sufrían antes y
más que los hombres .
Las grandes miserias son feroces ; hieren mucho más á los débiles ,
maltratan á las mujeres y á los niños más que á los hombres . Estos van ,
vienen , buscan hábilmente, se ingenian , concluyen por encontrar al
menos para el día . Las mujeres , las pobres mujeres viven la mayor parte
encerradas: hilan, cosen y no están en estado , el día en que todo falta ,
de buscarse la vida .
¡Hecho doloroso , digno de ser meditado ! La mujer , ser relativo que
no puede vivir sin otro , está más frecuentemente sola que el hombre . El
en todas partes encuentra la sociedad , se crea relaciones nuevas . Ella no
es nada sin la familia . Y la familia la consume , la agobia con todo su
peso , que cae sobre ella . Se queda en el cuarto desamueblado y desnudo ,
con niños que lloran , ó enfermos ó agonizantes que no llorarán más …
..
Un hecho poco observado y , acaso , el que lastima más el corazón
maternal , es que el hijo es ingrato .
Acostumbrado á encontrar en la madre una providencia universal
que atiende todas las necesidades y caprichos , el niño acusa á la madre ,
duramente , cruelmente de cuanto le falta; grita y llora, agregando á su
dolor un dolor más terrible .
Esto en cuanto á las madres ... Pensemos también en que hay mu-
chas jóvenes solas , tristes criaturas sin familia , sin sostén , que , dema-
siado débiles ó virtuosas , no tienen amigo ni amante , no conocen nin-
guna de las alegrías de la vida . Cuando su menguado oficio no bastaba
á mantenerlas , no sabían qué hacer, de dónde sacar el pan y subían á
la bohardilla y esperaban ; muchas veces se las encontraba muertas .
Estas infortunadas no tienen bastantes energías para quejarse , re-
velar su situación y protestar contra la suerte . Las que se agitan y
HISTORIA DE LA Revolución FRANCESA 251

mueven en tiempos de desolación son las fuertes , las menos castigadas


por la miseria, pobres , pero no indigentes .
Las intrépidas que se lanzan son mujeres de gran corazón , que su-
fren poco por ellas mismas , pero mucho por las demás ; la piedad inerte ,
pasiva en los hombres , resignada para los males de los demás , es en las
mujeres un sentimiento muy activo , muy violento , que se torna heroico
muchas veces y las lanza imperiosamente á los actos más osados .
El 5 de Octubre había una multitud de desventuradas criaturas que
no habían comido desde hacía treinta horas .
Este espectáculo doloroso desgarraba los corazones y , sin embargo ,
nadie hacía nada , deplorando todos la dureza de aquellos tiempos.
En la noche del domingo , 4 , una mujer animosa , que no podía ver
aquel espectáculo más tiempo , corre del barrio de San Dionisio al Palais-
Royal , se impone á la multitud que ensordecía con sus rugidos mismos
y se hace oir.
Era una mujer de treinta y seis años , bien vestida , de honrada
apostura, fuerte y osada . Quiere que se vaya á Versalles ; ella irá á la
cabeza . Se conmueve , y al relatar las penas de las demás suspira , so-
lloza .
Al día siguiente parte de las primeras , con el sable en la mano ;
toma un cañón en la Ville , se pone á caballo delante y lo lleva á Ver-
salles con la mecha encendida .
Entre los oficios que parecían morir con el antiguo régimen se en-
contraba el de escultor en madera. Para las iglesias , sobre todo , se tra-
bajaba mucho en este género , que daba ocupación á muchas mujeres .
Una de ellas , Magdalena Chaboy, había abierto una tiendecita en el
Palais-Royal , bajo el nombre de Louisón ; era una joven de diecisiete
años , linda y espiritual .
Se puede asegurar que no fué el hambre lo que la arrastró á Versa-
lles . Siguió la corriente general guiada por su buen corazón y su valor .
Las mujeres la colocaron á la cabeza y la hicieron su oradora.
Había otras también á quienes no inspiraba el hambre : vendedoras ,
porteras , mujeres públicas, caritativas y compasivas , como suelen serlo
todas las mujeres .
Había un considerable número de verduleras que deseaban más
fervorosamente que las otras tener al rey en París .
Antes de esta época , hacía ya algún tiempo , no sé en qué ocasión ,
habían visto al rey y le habían hablado con una familiaridad que hizo
reir , pero familiaridad encantadora que demostraba un perfecto sentido
de la realidad : « ¡ Pobre hombre ! -decían mirando al rey-¡ querido hom-
bre !, ¡ buen papa ! » Y más seriamente á la reina : « ¡ Señora , señora , abrid
vuestro corazón ! No ocultamos nada , decimos francamente lo que que-
remos decir .»
Estas mujeres de los mercados no sufren mucho la miseria , porque
siendo su comercio el de las cosas más necesarias á la vida , ven la mise-
252 J. MICHELET

ria mejor que nadie y la sienten ; viviendo siempre en la plaza no se les


escapa un detalle del espectáculo de los ajenos sufrimientos , y por lo
mismo nadie compadece tanto á los desgraciados ni es mejor para ellos .

MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Uniformes que adoptaron los vencedores de la Bastilla (hombres y mujeres) .—Están sacados
de un periódico de la época, pero parece que no se generalizaron mucho estos uniformes.

Con formas groseras y palabras rudas y violentas , ocultan un co-


razón infinito de bondad y nobleza .
Hemos visto á las mujeres del mercado de Amiens , pobres vende-
doras de legumbres , salvar al padre de cuatro niños que iba á ser gui-
llotinado . Fué en los momentos de la consagración de Carlos X ; dejaron
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 253

sus tiendas , sus familias y fueron á Reims ; con sus lamentos hicieron
llorar al rey, le arrancaron el perdón , y al regresar hicieron entre ellos
una colecta abundante , y aquel padre condenado , su mujer y sus hijos ,
se vieron salvos y con dinero .
1
El 5 de Octubre , á las siete de la mañana , escucharon un redoble y
no supieron resistir . Una joven había cogido un tambor en un cuerpo de

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCION

PORTRAITS ET ESTA
PLA LO

LANTION

MEA CULPA . MEA MAXIMA CULPA

Este es el título que llevava al pie la presente estampa publicada en París cuando el pueblo
comenzó á convencerse de la doblez de sus reyes. Luis XVI y María Antonieta, arrepen-
tidos y arrodillados, entonan el Mea culpa» ante los atributos del pueblo francés. Detrás
del rey se ven algunas botellas vacías como símbolo de la embriaguez que algunos le atri-
buían.

guardia y salió tocando generala . Era lunes ; los mercados quedaron


desiertos ; todas partieron .
«Traeremos - gritaban -al panadero , à la panadera ... Y tendre-
mos la dicha de oir á nuestra madrecita Mirabeau . >>
Los mercados marchan y á la vez marcha todo el barrio de San
Antonio. En el camino las mujeres obligan á las que encuentran á unir-
se al núcleo y amenazan á las que se niegan con cortarles los cabellos .
Antes van al Hotel de Ville , donde acababa de ser conducido un
panadero que había vendido un pan de dos libras con siete onzas de
menos . Aunque era culpable , la guardia nacional le dejó escapar y pre-
sentó las bayonetas á las cuatrocientas ó quinientas mujeres ya reuni-
das . En el fondo de la plaza estaba la caballería de la guardia nacional ,
preparada para atacar .
254 J. MICHELET

Las mujeres no se extrañaron ni amedrentaron por ello . A pedra-


das cargaron contra la caballería , y la infantería y la guardia no se
atrevió á disparar contra ellas ; forzaron la entrada del Hotel de Ville y
penetraron en sus oficinas .
Muchas de aquellas mujeres estaban bien vestidas ; se habían pues-
to de punta en blanco para aquel gran día . Preguntaban curiosamente
para qué servía cada sala y rogaban á los representantes de los distritos
recibieran bien á las que habían sido conducidas á la fuerza , muchas de
las cuales estaban embarazadas ó enfermas , acaso de miedo .

Otras mujeres , desharrapadas , hambrientas, salvajes , gritaban :


<< Pan y armas !» Los hombres estaban asombrados , viendo como las
mujeres les enseñaban á tener valor ...
Las mujeres exaltadas querían quemar todos los papeles , todos los
documentos , quemar los muebles , acaso el edificio ... Un hombre las
detiene , un hombre muy alto , vestido de negro , de rostro serio y más
triste que el traje .
Al principio querían matarle , creyendo que era empleado ó miem-
bro del Hotel de Ville , acusándole de traidor ... Respondió que no era
traidor , era síndico de su gremio , uno de los vencedores de la Bastilla .
Era Estanislao Maillard .
Aquella mañana había trabajado útilmente en el barrio de San An-
tonio .

Los voluntarios de la Bastilla , bajo el mando de Hullin , estaban en


la plaza sobre las armas ; los obreros que demolían la fortaleza creyeron
que habían sido enviados contra ellos .
Previendo la colisión , Maillard se interpuso . En el Hotel de Ville
tuvo también la fortuna de evitar el incendio .
Las mujeres jurábanse no dejar entrar á los hombres , y para ello
habían puesto centinelas armadas en la puerta principal .
A las once los hombres atacan una puerta pequeña que daba bajo
la arcada de San Juan . Armados de palanquetas , martillos , hachas y
picos , forzaron el depósito de armas .
Entre ellos se encontraba un guardia que aquella mañana habían
querido ahorcar los moderados , tan furiosos como los otros , y que mila-
grosamente se había salvado ... Por represalia tomaron un hombre del
Hotel de Ville para ahorcarlo ; era el bravo abate Lefevre, el repartidor de
la pólvora el 14 de Julio ; las mujeres ú hombres disfrazados de mujeres
lo colgaron efectivamente; una ó uno de ellos cortó la cuerda y el abate
cayó, solamente aturdido , en una sala , veinticinco pies más abajo de su
horca.
Ni Bailly ni Lafayette habían llegado . Maillard va á buscar al
general y le dice que no hay más que un medio de que todo concluyera;
que él mismo, Maillard , lleve á las mujeres á Versalles . Este viaje
daría tiempo para preparar las fuerzas de París . Baja , bate el tambor y
se hace oir.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 255

La figura fríamente trágica del grande hombre , vestido de negro ,


causa buen efecto ; parece hombre prudente , capaz de resolver bien el
asunto . Los mujeres que partían ya , con los cañones de la ciudad , le
proclaman su capitán . Se pone á la cabeza con ocho ó diez tambores ;
siete ú ocho mil mujeres le seguían , algunos centenares de hombres ar-
mados y , finalmente , por retaguardia , una compañía de voluntarios de
la Bastilla .
Llegados á las Tullerías , Maillard quiere seguir la calle ; las muje-
res querían pasar triunfalmente bajo el reloj , por el palacio y el jardín .
Maillard, observador de las formas , les hace notar que aquélla era
la casa del rey , el jardin del rey , y atravesarlos sin su permiso era in-
sultar al rey . Se acerca correctamente al suizo de guardia y le dice
que aquellas mujeres querían pasar solamente sin hacer el menor daño .
El suizo saca la espada y se arroja sobre Maillard ; éste saca la suya...
Una puerta , felizmente abierta, hace caer al suizo ; un hombre le pone
su bayoneta en el pecho . Maillard lo detiene , desarma fríamente á los
dos hombres y recoge la bayoneta y las espadas .
Avanzaba la mañana y aumentaba el hambre . En Chaillot , en Au-
teuil, en Sevres era muy difícil impedir á los pobres hambrientos que
robasen alimentos . Maillard no lo tolera . Al llegar á Sevres la gente no
podía resistir más . En Sevres no había nada , ni aun comprándolo ; todas
las puertas estaban cerradas menos una , donde encontraron un enfermo .
Maillard buscó , pagándolos , unos vasos de vino y los dió á aquel pobre
hombre . Después designó á siete hombres y los encargó de traer á los
panaderos de Sevres con cuanto tuvieran .
Entre todos tenían ocho panes , treinta y dos libras para ocho mil
personas ... Se reparten en medio de hermosos desprendimientos y se
continúa la marcha .
La fatiga decide á muchas mujeres á arrojar sus armas . Maillard
las convence poco á poco de que van á hacer una visita al rey á la Asam-
blea, á quejarse ante ellos y enternecerlos , y para esto no hace falta el
equipo guerrero . Los cañones fueron dejados en el camino y ocultados
como se pudo . El hábil síndico quería evitar el escándalo . A la entrada
de Versalles, para demostrar su intención pacífica , hizo cantar á las mu-
jeres el himno de Enrique IV .
Las gentes de Versalles estaban asombradas , gritaban : ¡ Vivan
nuestras parisienses ! Los espectadores extranjeros no veían nada que
no fuese inocente en aquella multitud que iba á pedir socorro á su rey.
Un hombre poco favorable á la Revolución , el ginebrino Dumont ,
que comía en los palacios de los Petites Ecuries y que miraba por la
ventana , dijo : «Todo este pueblo no pide más que pan . >
»
La Asamblea había sido aquel día muy tempestuosa . No queriendo
sancionar el rey ni la Declaración de los derechos ni los acuerdos del 4 de
Agosto , con el pretexto de que no se podía juzgar las leyes constitutivas
sino en su totalidad , accedería sin embargo , atendiendo las alarmantes
256 J. MICHELET

circunstancias y con la expresa condición de que el poder ejecutivo


habría de volver á tomar toda su fuerza .
«Si aceptáis la carta del rey , decía Robespierre , no habrá Consti-
tución y será nulo el derecho de tenerle . » Duport , Gregoire y otros di-
putados hablaban en el mismo sentido .
Petion recuerda y acusa la orgía de los guardias de corps . Un di-
putado que había servido entre ellos pide por su honor que se formule la
denuncia y que los culpables sean perseguidos .
«Yo denunciaría , dijo Mirabeau , y firmaría si la Asamblea declara
que la persona del rey es la única inviolable . »
Esto era señalar á la reina . La Asamblea entera retrocede y la mo-
ción fué retirada ; en aquel día hubiera provocado asesinatos .
Mirabeau mismo estaba bastante inquieto por sus tergiversaciones
y su discurso sobre el veto .
Se acerca al presidente y le dice á media voz : « Mounier , París
marcha sobre vosotros ... Creedme ó no me creais , 40.000 hombres
avanzan hacia acá……
. Subid al castillo y dad este aviso : no hay un mi-
nuto que perder . —¿París avanza?-pregunta secamente Mounier (creía
á Mirabeau uno de los autores del movimiento) .-Pues bien , tanto me-
jor; así seremos más pronto ciudadanos de una república . >
»
La Asamblea decide que se hable nuevamente al rey para pedirle
pura y simplemente la aceptación de la Declaración de los derechos .
A las tres de la tarde Target anuncia que una multitud se acerca
por la Avenite de París .
Todo el mundo tiene noticia del suceso . Unicamente el rey lo ignora.
Como de ordinario , aquella mañana había partido de cacería y en aquel
momento recorría los bosques de Mendon .
Se le buscaba en vano y mientras se tocaba generala; los guardias
de corps montaban á caballo en la plaza de armas y formaban ante la
verja; más abajo , á su derecha , cerca de la avenida de Sceaux , el regi-
miento de Flandes ; más abajo todavía los dragones y detrás de la verja
los suizos .
M. d'Estaing , en nombre de la municipalidad de Versalles , ordenó á
las tropas oponerse al desorden , de acuerdo con la guardia nacional . La
municipalidad había llevado su previsión hasta el punto de autorizar á
d'Estaing á seguir al rey, si se alejaba , con la singular condición de
volverle á llevar á Versalles lo más pronto posible .
D'Estaig se atuvo á la última parte de la orden , subió al castillo y
dejó á la guardia nacional de Versalles arreglarse como pudiera .
Su segundo jefe , M. de Gouvernet , deja también su puesto y fué á
colocarse entre los guardias de corps , deseando - decía- estar entre
gentes que saben batirse y sablear.
Lecointre , el teniente coronel , quedó sólo para mandar la guardia
nacional .
Entre tanto Maillard llegaba á la Asamblea nacional . Todas las mu-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 257

jeres querían entrar . Costó grandísimo trabajo conseguir que no entrasen


más que quince . Se colocaron en la barra , estando en primera fila el
guardia francés de que ya hemos hablado, una mujer que llevaba un

Picas de los vencedores de la Bastilla que se conservan en el Museo Carnavalet de


París.- Gorro de oficial de policía de París del tiempo de la Revolución con las
insignias populares bordadas en oro. Esta prenda la adquirió Gambetta, y á su muer-
te la legó al municipio de París.

tambor amarrado en lo alto de una pica y en medio el síndico gigantesco


con su largo gabán negro desabrochado y la espada desenvainada en la
mano . El soldado , con prosopopeya , tomó la palabra y dijo á la Asamblea
que aquella mañana, no encontrando nadie pan en las panaderías , había
querido tocar la señal de alarma, y habiéndole detenido y condenado á
ΤΟΜΟ Ι 33
258 J. MICHELET

muerte sus jefes , se había salvado gracias á las mujeres que le acompa-
ñaban .
<Venimos
<
« terminó diciendo -á pedir pan y el castigo de los guar-
dias de corps que insultaron la escarapela nacional ... Somos buenos pa-
triotas ; en nuestro camino hemos arrancado varias escarapelas negras ...
Voy á tener el placer de despedazar una ante la Asamblea.» ..
A lo cual el gigante agregó : « Preciso será que todo el mundo tome
la escarapela patriótica . » En la Asamblea se oyeron algunos murmullos .
«Y así todos seremos hermanos» -agregó la siniestra figura .
Maillard hacía alusión con esta frase al acuerdo de la municipalidad
de París , que la víspera había declarado : « Que habiendo sido adoptada
la escarapela tricolor como signo de fraternidad, era la única que debía
llevar el ciudadano . >>
Entretanto las mujeres , impacientes , gritaban : «¡ Pan!, ¡ pan ! »
Maillard comenzó entonces á narrar la horrible situación de París ,
los convoys interceptados por las otras poblaciones ó por los aristocratas .
<
«
<Quieren decía- hacernos morir de hambre . Un molinero ha recibido
doscientas libras para que dejase de moler , con promesa de darle otro
tanto cada semana . »
>
La Asamblea: << ¡Nombradle !, ¡ nombradle !>>
Gregoire había hablado ya en la Asamblea de este rumor que cir-
culaba en París ; Maillard se había enterado de ello en el camino .
«¡Nombradle ! » , seguía diciendo la Asamblea , y las mujeres grita-
ron : « Es el arzobispo de París . >>
En aquel momento en que la vida de muchos hombres estaba pen-
diente de un cabello , Robespierre tomó una grave iniciativa . Apoyó á
Maillard , indicando que el abate Gregoire había hablado del hecho y sin
duda daría más informes y detalles .
Otros miembros de la Asamblea intentaron halagos ó amenazas . Un
diputado del clero dió su mano á una de las mujeres para que la besara .
Se puso colérica y exclamó: «No he nacido para besar la pata de un
perro. >>
Otro diputado militar , condecorado con la cruz de San Luis , oyendo
decir á Maillard que el gran obstáculo de la Constitución era el clero ,
se acercó á la barra y le dijo que en aquel mismo momento debería sufrir
un castigo ejemplar . Maillard, sin inmutarse, respondió que no había
acusado á ningún miembro de la Asamblea, que sin duda el clero mismo
no sabía nada de ello y que prestaba un servicio dando aquel aviso .
Por segunda vez Robespierre apoya á Maillard y calma á las quince
mujeres . Las que permanecían fuera se impacientaban , temían por la
vida de su orador; circuló entre ellas el rumor de que había perecido .
Lo llamaron con grandes voces ; Maillard salió y se mostró un momento
á la multitud , volviendo á entrar en la Asamblea .
Maillard entonces rogó á la Asamblea invitara á los guardias de
corps á dar una reparación por la injuria hecha á la escarapela .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 259

Dos diputados negaron el hecho ... Maillard insistió en términos


poco mesurados . El presidente , Mounier , le recordó el respeto que á la
Asamblea se debía , agregando con habilidad que quienes quisieran ser
ciudadanos podían serlo de buen grado ... Esto era dar un pretexto á
Maillard , que hábilmente se aprovechó de ello para decir : « No hay nadie
que no deba enorgullecerse del nombre de ciudadano . Y si en esta Asam-
blea hubiera alguien que se hiciera el deshonor de rechazarlo debería
ser excluído . » La Asamblea se conmueve y aplaude : « Sí , todos somos
ciudadanos . >>
En aquel momento llevaron una escarapela tricolor de parte de los
guardias de corps . Las mujeres gritaban : « ¡ Viva el rey!, ¡ vívan los se-
ñores guardias de corps ! » Maillard , que se contentaba difícilmente , in-
sistió en la necesidad de enviar lejos de Versalles el regimiento de Flandes .
Mounier, aprovechando la ocasión para terminar , dijo que ni la
Asamblea ni el rey habían descuidado la cuestión de las subsistencias ,
que se buscarían nuevos medios y que podrían los manifestantes volver
á París en paz .
Maillard no transigía , respondiendo : « No , eso no es bastante , no es
suficiente . »
>
Un diputado propone entonces ir á expresar al rey la tristísima si-
tuación de París . La Asamblea lo acuerda y las mujeres , confiándose
vivamente en esta esperanza , saltan al cuello de los diputados , abrazan
al presidente : «¿Pero dónde está Mirabeau? -decían- queremos ver á
nuestro conde de Mirabeau ! >>
Mounier besado , abrazado , casi estrujado , se pone tristemente en
marcha con la diputación de la Asamblea y una multitud de mujeres que
se obstinaban en seguirlo . « Ibamos á pie- ha relatado él mismo - llovía .
Atravesábamos una multitud mal vestida , rugiente , armada . Los guar-
dias de corps , formados en patrullas , pasaban á galope . » Los guardias ,
viendo á Mounier y á los diputados con el extraño cortejo que se les
hacía por honor , creyeron aparentemente ver á los jefes de la insurrec-
ción , quisieron disolver aquella masa y corrieron con sus caballos á
través de ella . Los inviolables escaparon como pudieron y se salvaron mi-
lagrosamente:
¡Júzguese de la rabia del pueblo que se figuraba que yendo con
ellos sería respetado !...
P
Dos mujeres resultaron heridas de sablazos , según algunos testi-
gos (1) . Entretanto el pueblo nada hizo . Desde las tres de la tarde á las
ocho de la noche estuvo paciente , inmóvil , aparte los gritos , los silbidos
cuando pasaba el odioso uniforme de los guardias de corps . Un niño tiró
algunas piedras .
Al fin encontraron al rey; volvía de Meudon sin precipitarse .
Mounier, reconocido al fin , fué recibido con doce mujeres . Habló

(1) Si el rey prohibió acometer, como se ha afirmado, lo hizo muy tarde, demasiado
tarde.
260 J MICHELET

al rey de la miseria de París ; á los ministros de la petición de la Asam-


blea, que esperaba la aceptación pura y sencilla de la Declaración de los
derechos y otros artículos constitucionales . El rey , entretanto , escu-
chaba á las mujeres con bondad . La joven Luisa Chabry había sido en-

MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Un parisién de la clase media.- (Figurín de la época)

cargada de llevar la palabra ; pero delante del rey su emoción fué tan
fuerte , que apenas pudo decir: «¡ Pan !» y cayó desvanecida . El rey ,
muy conmovido, hizo socorrerla , y al marcharse , cuando ella quiso be-
sarle la mano , el rey la abrazó como un padre .
Luisa salió realista y gritaba: ¡Viva el rey! Las que esperaban en
la plaza , furiosas , creyeron que en el castillo la habían comprado ; tuvo
necesidad de enseñar los forros de sus bolsillos , jurar que no tenía di-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 261

nero ; y las mujeres , no creyéndola , le pasaban sus ligas por el cuello


para ahogarla . Con grandísimo trabajo pudo librarse . Fué necesario que
volviese á subir al castillo y obtuviera del rey una orden escrita para
hacer venir trigo , para evitar todo obstáculo en el aprovisionamiento de

" MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Una aristocrata.-(Figurín de la época)

París . A las peticiones del presidente , el rey había respondido tranquila-


mente : «Volved á las nueve . » Mounier se quedó en el castillo , á la
puerta del consejo , llamando de hora en hora hasta las diez de la noche .
Y nada se decidió .
El ministro de París , M. de Saint-Priest , había sabido la noticia
demasiado tarde (esto prueba como la partida á Versalles fué imprevista
y espontánea) . Propuso que la reina partiera para Rambouillet y que el
262 J. MICHELET

rey se quedara , resistiera y combatiera en último caso ; sólo la partida


de la reina hubiera tranquilizado al pueblo y evitado la lucha.
Necker quería que el rey fuera á París , que se confiara al pueblo ,
es decir, que fuera franco , sincero y aceptara la Revolución .
Luis XVI, sin resolver nada , prolongó el consejo con objeto de con-
sultar á la reina .
Ella quería partir , pero con él , no dejando entregado á sí mismo
un hombre tan irresoluto ; el nombre del rey era su arma para comenzar
la guerra civil . Saint-Priest á las siete supo que Lafayette, obligado por
la guardia nacional , marchaba sobre Versalles . «Es preciso partir inme-
diatamente-dijo . -El rey , á la cabeza de las tropas , pasará sin dificul-
tades . >>>
Pero era imposible decidirlo á nada . Creía que , alejado él , la Asam-
blea haría rey al duque de Orleans . Además , le repugnaba la idea de
huir, y paseándose agitadamente por la habitación , repetía de vez en
cuando: « ¡Un rey fugitivo! ¡un rey fugitivo! »
Entretanto , insistiendo la reina sobre la marcha , fué dada la orden
de preparar los coches .
No había tiempo que perder.
CAPITULO IX

El pueblo lleva el rey á París el 6 de Octubre de 1789

Continuación del 5 de Octubre. - I.a primer sangre derramada -Las mujeres y el regimiento de
Flandes. -Lucha de los guardias de corps y de los guardias nacionales de Versalles. - Espanto
de la corte. Las mujeres pasan la noche en la sala de la Asamblea -Lafayette obligado á
marchar á Versalles. -6 de Octubre.- El castillo asaltado.- Peligro de la reina.-Los guar-
dias de corps salvados por los exguardias franceses.—Vacilaciones de la Asamblea. — Conducta
del duque de Orleans -El rey llevado á París.

Un miliciano de París, arrastrado por un grupo de mujeres y hecho


su jefe , á pesar suyo , que exaltado por el camino se encontraba en Ver-
salles más fogoso que los demás , se aventuró á pasar detrás de los
guardias de corps ; allí , viendo la verja cerrada , insultó y amenazó con
su bayoneta al portero colocado detrás . Un teniente y dos guardias na-
cionales sacaron los sables y persiguieron al osado para darle caza . El
infeliz , huyendo en loca carrera , quiso refugiarse en una barraca; y
huyendo siempre , tropezó y cayó al suelo pidiendo socorro . Los guardias
nacionales de Versalles no pudieron contenerse ; uno de ellos , un merca-
der de vinos, se abalanza sobre él y lo detiene después de romperle el
brazo con que manejaba su sable .
D'Estaing , comandante de esta guardia nacional , estaba en el cas-
tillo creyendo á cada momento que partía con el rey. Lecointre , teniente
coronel, estaba en su puesto pidiendo órdenes á la municipalidad , que
ésta no le daba . Temía , con razón , que aquella multitud hambrienta se
decidiera á recorrer la ciudad y lograra alimentarse por sí misma.
Pide víveres , solicita de la municipalidad que los arbitre y no se
reune más que un poco de arroz , que resulta nada para tanta gente . En-
tonces hizo buscar en todas partes , y gracias á su loable diligencia se
calmó un poco el pueblo .
Al mismo tiempo se dirigía al regimiento de Flandes y preguntaba
á los oficiales y á los soldados si harían armas contra el pueblo . Estaban
éstos influídos ya por otra más poderosa recomendación .
264 J. MICHELET

Las mujeres se habían arrojado entre ellos y les rogaban no hicie-


ran daño . Apareció entonces una de ellas , de la que volveremos á hablar
más adelante . Era la linda señorita Théroigne de Mericourt , una lieguesa ,
viva y arrebatada como tantas otras mujeres de Liega que hicieron las
revoluciones del siglo XV y combatieron valientemente contra Carlos
el Temerario . Enardecedora, rara , original , con su sombrero de amazona
y su rendigot rojo , el sable á la derecha , hablando á la vez , con encan-
tadora elocuencia , el francés y el liegués... Los soldados reían , pero ce-
dían... Impetuosa , encantadora , terrible , Théroigne no sentía ningún
obstáculo... Había tenido varios amores , pero entonces no sentía más
que uno, violento , mortal , que le costó más que la vida , el amor de
la Revolución ; la siguió con entusiasmo , no faltaba á una sesión de la
Asamblea, recorría los clubs y las plazas , tenía en su casa un club donde
recibía á muchos diputados .
No más amantes ; había declarado que no quería á otro hombre que
al gran metafísico , siempre enemigo de las mujeres , al abstraído , al frío
abate Sieyes .
Théroigne se había apoderado de aquel pobre regimiento de Flan-
des , le trastornó la cabeza y lo dominó tan bien , que fraternalmente le
arrebataba sus cartuchos y los daba á los guardias franceses de Ver-
salles .
D'Estaing hizo decir entonces á los soldados de Flandes que se re-
tiraran . Algunos parten ; otros responden que no se van mientras los
guardias de corps no partan antes . Los guardias recibieron orden de
desfilar .
Eran las ocho de la noche . Noche demasiado sombría . El pueblo
seguía hostilizando á los guardias con sus silbidos . Marcharon sable en
mano y se abrieron camino ; los últimos , que se encontraban más emba-
razados , tiraron algunos pistoletazos . Tres guardias nacionales resultaron
tocados por las balas ; uno en la mejilla y los otros en el uniforme . Sus
camaradas responden , tiran también . Los guardias de corps disparan sus
mosquetes .
Muchos guardias nacionales rodean á d'Estaing , pidiéndole municio-
nes . El mismo quedó maravillado de su ardimiento , de la audacia que
mostraban , solos allí , en medio de las tropas : « Verdaderos mártires del
entusiasmo» > - decía más tarde á la reina .
Un teniente de Versalles declara al guardia de artillería que si no
le da pólvora le levantará la tapa de los sesos . Entrega un tonel , que se
abre en la misma plaza , y se cargan los cañones colocados frente a fren-
te de la rampa donde están colocadas las tropas que cubren el castillo
y los guardias de corps que volvían á la plaza.
Las gentes de Versalles habían mostrado la misma firmeza dentro
del castillo . Cinco coches se presentaron en la verja para salir ; era la
reina-decíase que marchaba á Trianon . El suizo abre y se forma la
guardia.
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 265

<
«<Hay peligro para su majestad- dice el comandante-en alejarse
del castillo . » Los coches vuelven á entrar sin escolta . No hay paso . El
rey estaba prisionero .
El mismo comandante salva á un guardia de corps , al que la mul-
titud quería hacer pedazos por haber disparado contra el pueblo . Lo hizo
tan bien aquel jefe, que la multitud dejó al hombre ; se contentó con el
caballo, que fué despedazado; se comenzó á arrastrarlo hacia la plaza de
armas, pero la multitud tenía demasiada hambre y el caballo fué comido
casi crudo .
Caía la lluvia. La multitud se refugiaba donde podía ; unos forza-
"
· ron la entrada del local donde se albergaba el regimiento de Flandes y
se mezclaron con los soldados . Otros , cerca de cuatro mil , se habían
quedado en la Asamblea . Los hombres estaban bastante tranquilos ,
pero las mujeres soportaban impacientemente aquel estado de inacción ;
hablaban , gritaban y alborotaban .
Maillard solamente pudo hacerlas callar y no lo consiguió sino
arengando á la Asamblea .
Aumentó el desorden el hecho de que algunos guardias de corps
fueron á buscar á los dragones que estaban á la puerta de la Asamblea
y á preguntarles si querían ayudarles á apoderarse de los cañones que
amenazaban el castillo . Antes de que la multitud se echara sobre ellos ,
los dragones los hicieron escapar .
A las ocho de la noche otra tentativa. Llevan á la Asamblea una
carta del rey , donde , sin hablar de la Declaración de los derechos , pro-
metía vagamente la libre circulación de los granos . Es probable que en
aquel momento la idea de la fuga dominara en el castillo . Sin haber
respondido nada á Mounier, que esperaba á la puerta del Consejo , se en-
viaba aquella carta á la Asamblea , intentando entretener á la multitud
que aguardaba .
Una aparición singular había aumentado el terror de la corte . Un
joven del pueblo entra , mal vestido , descompuesto ... Gran extrañe-
za... Era el duque de Richelieu que , bajo aquel traje , se había mez-
clado á la multitud , á aquella nueva ola del pueblo que había partido de
París . A mitad de camino se había separado de ellos para llegar corrien-
do y advertir á la familia real ... había escuchado frases que revelaban
propósitos horribles , amenazas atroces ... cortarles los cabellos ... Y di-
ciendo esto estaba tan pálido , que cuantos le oían palidecieron ...
El corazón del rey comenzaba á acobardarse ; veía á la reina en
peligro .
Costara lo que costase á su conciencia consagrar la obra legislativa
del filosofismo , firmó á las diez de la noche la Declaración de los de-
rechos.
Al fin pudo Mounier partir . Tenía impaciencia por ocupar la presi-
dencia ante la llegada de aquel gran ejército de Paris , cuyos proyectos
no se conocían ...
ΤΟΜΟ Ι 34
266 J. MICHELET

Entra presuroso cuando la Asamblea había levantado ya la sesión .


La multitud , cada vez más agitada y exigente , había pedido que se
disminuyera el precio del pan y el de la carne .
Mounier encuentra en su puesto , en el sillón del presidente , una
mujer alta y gruesa que tenía la campanilla en la mano . Dió órdenes
para que se buscase á los diputados , y esperando anunció al pueblo que
el rey acababa de aceptar los artículos constitucionales .
Las mujeres se estrechan alrededor de él y le piden dé copias á
cada una; otras decían : «Pero señor presidente , ¿será esto ventajoso?
¿hará que tengan pan los pobres de París?»
Otras gritaban : «Tenemos mucha hambre . No hemos comido hoy . »
>
Mounier anunció que se iba á buscar pan en las panaderías . De todos
lados llegaron víveres . En medio de la sala , con gran alboroto , se pusie-
ron á comer.
Las mujeres , comiendo , hablaban con Mounier : «Pero querido pre-
sidente , ¿por qué habéis defendido ese velo inútil?... ¡ Pensad en la fa-
rola donde ahorcamos ! ...>>
Mounier les respondió con firmeza que no estaban en estado de
juzgar , que eran engañadas y que él quería mejor exponer su vida que
traicionar su conciencia . Esta respuesta causó gran efecto; desde en-
tonces le testificaron mucho respeto y amistad .
Mirabeau sólo hubiera podido hacerse oir, dominar el tumulto ; pero
no parecía : seguramente estaba inquieto . Durante la noche , según afir-
mación de muchos testigos , se había paseado por entre el pueblo , con
un gran sable , diciendo á los grupos : « Hijos míos , estamos con vos-
otros . » Después se fué á dormir. Dumont el ginebrino fué á buscarle y
le condujo á la Asamblea . En el momento en que llegó exclamó con su
voz atronadora : «Quisiera saber cómo se atreve nadie á venir á pertur-
bar nuestras sesiones ... ¡ Señor presidente , haced respetar á la Asam-
blea ! » Las mujeres gritaban : « ¡Bravo ! » Hubo un poco de calma.
Para pasar el tiempo se reanudó la discusión de las leyes crimi-
nales .
<<Estaba yo en una galería-cuenta Dumont , -donde una mujer
dirigía con gran autoridad á un centenar de jóvenes que á una señal
suya gritaban y se callaban . Llamaba familiarmente á los diputados
por su nombre o bien preguntaba: -«¿Quién es ese que habla allá abajo?
¡ Haced callar á ese majadero !; ¡ no se trata de eso !, ¡ se trata de tener
pan !... Que hable pronto nuestra madrecita Mirabeau ...» « Y las demás
gritaban: «Nuestra madre Mirabeau . » Pero Mirabeau no quería hablar . »
Lafayette , que había salido de París de cinco á seis de la tarde , no
llegó á Versalles hasta pasada la media noche .
A las once de la mañana, avisado Lafayette de la invasión del
Hotel de Ville , se dirigió allí , encontró á la multitud alborotada y se
puso á dictar un despacho para el rey . La guardia nacional , la asalaria-
da y la no asalariada , llenaba la ancha plaza; todos convenían en que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 267

era preciso ir á Versalles . Muchos exguardias franceses recordaban su


antiguo privilegio de guardar al rey y querían renovarlo . Algunos de
ellos suben al Hotel de Ville y llaman en la puerta del despacho donde
estaba Lafayette . Entran , y un joven granadero , de hermosa figura , que
hablaba maravillosamente , le dice con firmeza:
« Mi general, falto de pan el pueblo , la miseria llega á su colmo; ó
el comité de subsistencias os engaña ó es engañado . Esta situación no
puede durar, y no hay más que un medio; ¡ ir á Versalles ! ... Se dice
que el rey es un imbécil ; colocaremos la corona en las sienes de su hijo ,
se nombrará un consejo de regencia y todo marchará admirablemente . >>
Lafayette era hombre muy firme y muy obstinado . La multitud
lo fué todavía más . Creía Lafayette , con razón , en su ascendiente ; enī
tonces pudo ver que se le había hecho creer en un error . En vano aren-
gó al pueblo , en vano permaneció muchas horas en la Grève sobre su
caballo blanco , ora hablando , ora imponiendo silencio con ademanes ó ,
por hacer algo , acariciando á su caballo . La dificultad iba aumentando ;
ya no eran solamente guardias nacionales los que le rodeaban y opri-
mían, sino grupos de los barrios Saint-Antoine y Saint-Marceau , que no
querían escuchar ni entender nada , que le hablaban con signos elocuen-
tes , preparando para él la farola de las ejecuciones .
Entonces Lafayette baja del caballo y quiere entrar en el Hotel de
Ville , pero sus granaderos le impiden el paso : « General , estaréis con
nosotros ; no nos abandonaréis . >>
Felizmente traen del Hotel de Ville una carta autorizando al gene-
ral á partir « en vista de la imposibilidad de negarse á ello . »
>
«Partamos » -dice . Y resuena en toda la plaza un grito de alegría .
De los treinta mil hombres que formaron la guardia nacional mar-
charon quince mil . Agregáronse algunos millares de hombres del pue-
blo . El ultraje inferido á la escarapela nacional era un noble motivo
para la expedición . Todo el mundo aplaudía al paso de la comitiva . En
la orilla del río una multitud elegante miraba y batía palmas . En Passy ,
donde el duque de Orleans había alquilado una casa , madame de Genlis
estaba gritando , agitando un pañuelo , no olvidando nada para ser
vista .
El mal tiempo hacía penosa la marcha . Muchos guardias naciona-
les , siempre ardientes , se desanimaron . Aquello no era el hermoso día
del 14 de Julio . Caía una fría lluvia de Octubre . Algunos se quedaban
en el camino ; los demás renegaban , pero seguían . «Es duro -decían
ricos mercaderes para gentes que en el buen tiempo no van á sus casas
de campo sino en coche, andar cuatro leguas bajo esta lluvia ...» Otros
decían: «No podemos hacer tal caminata en vano . » Y aludían á la reina ;
hacían locas amenazas para aparecer contentos .
El castillo los aguardaba con la más grande ansiedad . Creían allí
que Lafayette aparentaba ir forzado , pero que se aprovecharía de las
circunstancias . A las once de la noche se quiso ver si , habiéndose dis-
268 J. MICHELET

persado la multitud , podrían salir los coches por la puerta del Dragón .
La guardia nacional de Versalles vigilaba y cerró el paso .
La reina persistía en no querer salir sola . Creía , con razón , que

MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Trajes y peinados.-(De figurines y miniaturas de la época)

separándose del rey no habría para ella seguridad en ninguna parte .


Cerca de doscientos gentilhombres , muchos de los cuales eran di-
putados , se ofrecieron á ella para defenderla y le pidieron una orden
para tomar caballos en sus cuadras . La reina los autorizó para el caso
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 269

de que el rey estuviera en peligro , según ella decía . Lafayette antes de


entrar en Versalles hizo renovar el juramento de fidelidad á la ley y al

MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Trajes y peinados.-(De figurines y miniaturas de la época)

rey . Advirtió al rey de su llegada y éste le repuso «que lo vería con


placer y que acababa de aceptar su Declaración de los derechos .»
Lafayette entra solo en el castillo con grande asombro de los guar-
270 J. MICHELET

dias y de todo el mundo . En el salón llamado Ojo-de-Buey un hombre de


corazón dice locamente : « He ahí á Cromwell . » Y Lafayette , muy sereno ,
responde : « Señor , Cromwell no hubiera entrado solo como yo . >
»
«Aparecía muy tranquilo -dice Madame de Stael (que estaba pre-
sente) , nadie lo había visto jamás de otro modo ; su delicadeza sufría
con la importancia de su papel . >>
Fué tanto más respetuoso cuanto más fuerte parecía . De otra parte ,
la violencia que sobre él había hecho el pueblo le hacía más realista que
nunca lo había sido .
El rey dió á la guardia nacional los puestos exteriores del castillo ;
los guardias de corps conservaron los interiores . Los mismos de fuera no
fueron enteramente confiados á Lafayette. Queriendo pasar una de sus
patrullas al parque , no pudo hacerlo por haberles cerrado la verja .
El parque estaba ocupado por guardias de corps y otras tropas ;
hasta las dos de la mañana esperaron al rey , en el caso de que se de-
cidiese por la fuga . A aquella hora , tranquilizado el rey por Lafayette,
se envió orden á las tropas de que podían retirarse á Rambouillet.
A las tres de la madrugada levantó la Asamblea la sesión . El pueblo
se había dispersado y acostado donde había podido , en las iglesias y en
los soportales .
Maillard y muchas mujeres , entre ellas Luisa Chabry , habían mar-
chado á París , poco después de la llegada de Lafayette , llevando los de-
cretos sobre los granos y la Declaración de los derechos .
Costó mucho trabajo á Lafayette alojar sus guardias nacionales ;
mojados y estropeados buscaban donde comer, secarse y descansar . El
mismo , creyéndolo todo tranquilo , fué al hotel de Noailles. y durmió
como se duerme después de veinte horas de esfuerzos y agitaciones .
Muchas gentes no dormían , sobre todo los que habiendo salido de
París aquella noche no estaban agotados por las fatigas del día prece-
dente . La primera expedición , en que dominaban las mujeres, muy es-
pontánea, muy inocente , por decirlo así, determinada é impulsada por la
necesidad , no costó sangre. Maillard alcanzó la gloria de conservar algún
orden en el desorden mismo . El crescendo natural que se observa siem-
pre en tales agitaciones , no permitía creer que la segunda expedición
sería tan tranquila , aunque fuese hecho bajo el cuidado de la guardia na-
cional y como de acuerdo con ella . Además , había hombres decididos á
obrar individualmente ; muchos eran furiosos fanáticos que hubieran
querido matar á la reina (1 ) , otros que se tenían por tales y parecían los
más violentos , eran , sin duda alguna , ladrones conocidos por la policía .
Estos calculaban su obra en un asalto é invasión del castillo , ya que en
la Bastilla no encontraron cosa digna de su rapacidad . ¡ Pero ahora aquel

(1) No veo motivo en El Amigo del Pueblo para que se pueda atribuir à iniciativa de Marat
las violencias sanguinarias. Es cierto que Marat se agitó mucho. «Marat vuela á Versalles,
vuelve como el rayo, hace el solo tanto ruido como las cuatro trompetas del juicio final , gri-
tándonos: ¡ Oh, muertos, levantaos !» Camilo Desmoulins Las Revoluciones de Francia y de Bra-
vante, tomo III, pàg. 359.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 271

maravilloso Palacio de Versalles donde todas las riquezas de Francia se


habían acumulado durante un siglo , se abría para el pillaje , presen-
tando una hermosa perspectiva !
A las cinco de la mañana , antes del día , una enorme multitud ron-
daba ya alrededor de las verjas armada con picas , hoces y hachas . No
tenían fusiles . Viendo á los guardias de corps de centinela en las puertas ,
obligaron á los guardias nacionales á disparar sobre ellos ; éstos obede-
cieron , pero cuidando de tirar muy alto .
Entre aquella multitud que vagaba ó se mantenía quieta calentán-
dose junto á las fogatas que había hecho , se encontraba el abogado Ve-
rriéres montado sobre un gran caballo . Pasaba por ser uno de los faná-
ticos más violentos . Desde la noche se le esperaba , diciendo las gentes
que nada se haría sin él . También estaba allí Lecointre , que peroraba,
iba y venía.
Las gentes de Versalles estaban , acaso , más animadas que las de
París , cuyo odio á la corte y á los guardias de corps era ya antiguo ;
pero los versalleses habían desperdiciado la ocasión de caer sobre los
guardias y la corte y querían ahora saldar la cuenta que tenían pen-
diente . Entre ellos había numerosos obreros (¿de la fábrica de armas?) ,
gentes rudas que se calentaban demasiado con el fuego y la excesiva
bebida .
A las seis de la mañana esta mezcla de parisienses y versalleses es-
caló ó forzó las verjas , avanzando por las avenidas del castillo , temerosa
y vacilante . El primer muerto , según los realistas , lo fué de una caída
sobre un escalón de mármol : Según otra versión más verosímil , fué
muerto de un tiro disparado por los guardias de corps .
Unos se dirigían á la izquierda , hacia las habitaciones de la reina ;
otros á la derecha , hacia la escalera de la capilla , más cerca de las habi-
taciones del rey .

En la izquierda , un parisién que corría de los primeros , sin armas ,


encuentra á un guardia de corps que le hiere con su espada ; se mata al
guardia de corps y se sigue .
En la derecha iba delante un miliciano de la guardia de Versalles
con las manos agarrotadas por el frío .
Aquel hombre y otro , sin responder al guardia que les hablaba desde
la escalera , descendiendo algunos escalones , se esforzaban por tirarle
para librar á la multitud que venía detrás . Los guardias los atrajeron y
mataron, pero costó la vida á dos de ellos , y los demás huyeron por la
gran galería hasta el Ojo- de- Buey , entre los departamentos del rey y de
la reina. Otros guardias estaban ya allí .
El ataque más furioso fué al departamento de la reina . La hermana
de su ayuda de cámara , madame Campan , entreabrió la puerta y vió un
guardia cubierto de sangre que detenía á los furiosos . Cierra la puerta
y rápidamente quiere poner un jubón á la reina y conducirla á las habi-
taciones del rey ... ¡ Momento terrible !... La puerta interior está cerrada
272 J. MICHELET

por fuera . Se llama en ella á puñetazos ... Nadie responde ... El rey no
estaba en sus habitaciones ; había tomado otro camino para dirigirse á
las de la reina ... En aquel momento se oye un pistoletazo disparado
muy cerca; después un tiro de fusil .
«Amigos míos , mis queridos amigos-gritaba la reina deshecha en
lágrimas , salvadme y salvad á mis hijos . »
La reina llevaba consigo al delfín . La puerta , al fin , se abre Ꭹ la
reina se salva en las habitaciones del rey .
Queriendo entrar la multitud , llama en el Ojo-de-Buey . Los guar-
dias habían hecho allí una barricada con bancos , taburetes y otros mue-
bles... Esperaban la muerte... De pronto cesan los golpes en la puerta .
Una voz enérgica dice : « ¡ Abrid ! » Como no quisieran abrir , la misma
voz repite: «Abrid , señores guardias de corps ; habíamos olvidado que
los vuestros salvaron á nuestros guardias franceses en Fontenoy . »
Eran los guardias franceses , hoy guardias nacionales ; era el bravo
y generoso Hoche , entonces sargento mayor solamente ; era el pueblo que
iba á salvar á la nobleza . La puerta se abrió , y llorando todos , se arro-
jaron unos en brazos de otros .
En aquel momento el rey , creyendo el paso forzado y tomando á
los salvadores por los asesinos , abrió él mismo su puerta , por un movi-
miento de valerosa compasión , y dijo: «No hagáis daño á mis guar-
dias. >>

El peligro había pasado . La multitud estaba tranquila . Sólo los la-


drones no cesaban en su obra , apoderándose de cuanto encontraban . Los
granaderos arrojaron del castillo á esta canalla .
Una escena de horror ocurrió entonces á la entrada del edificio . Un
hombre de larga barba trabajaba afanosamente cortando con su hacha
las cabezas de dos cadáveres , de los dos guardias muertos en la escalera.
Aquel miserable , á quien algunos creyeron un famoso bandolero
del Mediodía , era sencillamente un modelo de la Academia de pintura ,
que para aquel día se había colocado una pintoresca túnica de esclavo
antiguo que extrañó á todo el mundo y aumentó el terror (1 ).
Lafayette, despertado demasiado tarde , llegó entonces á caballo .
Vió á un guardia de corps apresado y amarrado junto al cadáver de un
hombre de los que los suyos habían muerto . Se le iba á matar como
represalia.

(1) Nicolás, este era su nombre, no había dado jamás señales de violencia ni de mala in-
clinación , según declaró su patrón . Los niños tiraban de la barba á aquel hombre terrible
sin que se enfadase. En el fondo era un hombre vanidoso, un poco loco , que creyó hacer una
cosa fuerte, enérgica, original y reproducir, acaso, las escenas sangrientas de que había sido
modelo en pinturas ó comparsa en el teatro . Cuando hubo realizado aquel acto horrible y notó
que las gentes se apartaban de el horrorizadas, tuvo el sentimiento de aquella soledad, y
tristemente conmovido y con diversos pretextos, buscó amigos pidiendo tabaco à un criado,
un poco de vino a un suizo pagandolo el, y finalmente huyendo , desesperándose y rasurán-
dose la barba. (Veanse las declaraciones en el Monitor, Las cabezas fueron llevadas à Paris
en lo alto de dos picas; una de ellas la llevaba un niño. Según algunos testigos, fueron le-
vadas aquella misma mañana; según otros, poco antes del rey y, por lo tanto, en presencia de
Lafayette, cosa poco verosimil. Los guardias de corps habían matado cinco hombres del
pueblo ó guardias nacionales de Versalles. La multitud mató siete guardias de corps .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
273

Casco de dragón. -Moriión de granadero. - Sable de húsar - Sable de oficial de caballería


(Del Museo de la Revolución, París)

TOMO I
35
274 J MICHELET

«He dado mi palabra al rey -dijo Lafayette de salvar á los suyos .


Haced cumplir mi palabra . » Se salvó el guardia , pero Lafayette corría
peligro. Un furioso gritó : « ¡ Matadle ! » Lafayette, muy sereno , ordenó
detenerle. La multitud , obediente, lo apresó y lo llevó junto al general ,
arrojándolo bruscamente al suelo é hiriéndole en la caída .
Lafayette entra . Madame Adelaida , cuñada del rey, le abraza :
«Sois vos quien nos ha salvado» -le dice . Corre Lafayette al gabinete
del rey. ¿Quién creeria que subsistía la etiqueta? Un gran oficial le de-
tiene un momento y después le deja pasar , diciéndole : « Señor , el rey os
otorga entrada franca .»
El rey se asoma al balcón . Un grito unánime se eleva : « ¡ Viva el
rey! ¡viva el rey! >
»
«¡El rey á París !» es el segundo grito . Todo el pueblo y la tropa
lo repiten .
La reina estaba allí junto á úna ventana ; su hija abrazada á ella ;
delante el delfín . El niño , jugando con los cabellos de su hermana , dice :
<<¡Mamá, tengo hambre!»
¡ Dura reacción de la necesidad ! ... ¡ El hambre pasa del pueblo al
rey! ... ¡ Oh , Providencia , Providencia ! ... ¡ Gracias! porque aquel que
primero siente el hambre es un niño , y con él el corazón de su madre!...
En este momento surge un grito formidable : « ¡ La reina ! >
»
El pueblo quería verla en el balcón . Ella vacila . « ¡ Cómo ! ¿Sola?»
>
-«Señora , no temáis nada! » -le responde Lafayette.
Va al balcón, pero no sola, sino teniendo una salvaguardia admi-
rable: de una mano su hija y de la otra su hijo .
La gran escalera de mármol , llena de pueblo , aparecía terrible , en-
gendradora de rumores irritados ; los guardías nacionales colocados alre-
dedor no podían responder del centro . Había allí hombres furiosos , cie-
gos , con armas de fuego cargadas .
Lafayette estuvo admirable ; arriesgó por aquella mujer temblorosa
su popularidad , su porvenir , su vida . Apareció con ella en el balcón y
le besó la mano .
La multitud se conmovió . El enternecimiento fué unánime . Se vió
en ella á la mujer y á la madre nada más ... « ¡ Ah , qué bella ! ... Pero
qué, ¿es la reina? ... ¡Cómo acaricia á sus hijos ! ...>>
¡ Gran pueblo, que Dios te bendiga por tu clemencia y tu olvido ( 1)!
El rey estaba demudado y tembloroso cuando la reina entró en el
balcón . Pasado el peligro , dijo á Lafayette: «¿No podríais hacer algo
también por mis guardias?» « Dadme uno» -respondió el general.-
Lafayette le lleva al balcón , le pide preste el juramento y enseñe aj
(1) La declaración más curiosa es la de la valiente mujer La Varenne. En ella se ve perfec-
tamente el comienzo de una leyenda . Aquella mujer es testigo ocular y actriz; por salvar á un
guardia de corps recibe una herida; siente todo el espectáculo y agrega á ello su buena fe:
«La reina aparece en el balcón ; Lafayette dice: La reina ha sido engañada... Promete amar á
su pueblo y permanecer agregada á él como Jesucristo á su Iglesia. En señal de aprobación ,
la reina, derramando lágrimas, levanta dos veces la mano. El rey pide gracia para sus guar-
dias, etc.>>
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 275

pueblo su sombrero con la escarapela nacional . El guardia le abraza y


el pueblo estalla en un grito : « ¡ Vivan los guardias de corps ! » Para ma-
yor seguridad los granaderos tomaron los sombreros de los guardias y
les dieron los suyos , mezclándose así de tal modo que no se pudiera dis-
parar sobre ellos .
El rey tenía la más viva repugnancia á partir de Versalles . Aban-
donar la residencia real era para él lo mismo que abandonar la corona .
Pocos días antes había rechazado los ruegos de Malouet y otros diputa-
dos que para alejarse de París le rogaban trasladara la Asamblea á
Compiegne . Y ahora era preciso abandonar Versalles para ir á París en
medio de aquella terrible multitud ... ¿ Qué ocurriría á la reina? No osaba
pensarlo.
El rey rogó á la Asamblea se reuniera en el castillo . Una vez allí ,
la Asamblea y el rey unidos , con el apoyo de Lafayette , se hubiera
conseguido que los diputados rogaran al rey no marchara á París . Este
ruego se hubiera presentado al pueblo como un voto de la Asamblea.
Todo aquel gran movimiento concluiría allí ; el cansancio , el abandono ,
el hambre , poco á poco hubieran agotado las energías del pueblo .
Hubo en la Asamblea , que comenzaba á reunirse , dudas Ꭹ vacila-
ciones .
Nadie tenía prejuicio hecho , idea preconcebida . El movimiento po-
pular había cogido á todo el mundo de improviso . Los espíritus más pe-
netrantes no habían previsto nada de ello ; ni Mirabeau , ni Sieyes .
Cuando recibió la primera noticia , dijo éste . « No comprendo nada . Esto
marcha en sentido contrario . >>
Creo que quería decir : «Contrario á la Revolución . » Sieyes en aque-
lla época era todavía revolucionario y acaso partidario de la rama de Or-
leans .

Que el rey abandonara su vieja corte de Versalles , que viviera en


París , en medio del pueblo , eran motivos , sin duda alguna , para que
Luis XVI se hiciera popular.
Si la reina (muerta ó fugada) no le hubiese seguido , los parisienses
hubieran sentido renacer en sus corazones el amor á su rey . Durante
mucho tiempo habían sentido debilidad por aquel hombre gordo que apa-
recía á los ojos de la multitud con aire de bondad y paternal buena fe .
Antes hemos visto cómo las mujeres del mercado le llamaban un
buen papá; este era todo el pensamiento del pueblo.
Aquel traslado á París que aterraba tanto al rey , asustaba en sen-
tido inverso á los que querían continuar y afirmar la Revolución , y toda-
vía más á los que por miras patrióticas ó personales querían dar la in-
tendencia general ó más aun al duque de Orleans .
Lo peor que podía ocurrir á éste, á quien se acusaba locamente de
querer matar á la reina , era que la reina muriese , y que el rey solo ,
libre de aquella impopularidad viva , fuese á establecerse en París , am-
parándose en manos de los Lafayettes y los Baillys .
276 J. MICHELET

El duque de Orleans era perfectamente inocente del movimiento del


5 de Octubre . No supo qué hacer ni cómo aprovecharlo . Aquel día y la
noche siguiente se agita, va y viene . Las declaraciones de los testigos

Se marchaba lentamente, convertido, el camino en un barrizal... (Pág. 278)

prueban que se le ve en todas partes , entre París y Versalles y que en


ninguna parte hace nada (1 ) .
(1) Todo lo que parece haber hecho, fué autorizar, en la noche del día 5, al cantinero de
la Asamblea para que diese víveres al pueblo que había en la sala.-No hay tampoco indicio
de que hubiera trabajado Imucho desde el 14 de Julio al 5 de Octubre, salvo una torpe y frus-
trada tentativa hecha por Danton en su favor cerca de Lafayette. Veanse las Memorias de éste.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 277

En la mañana del día 6 , entre ocho y nueve, aparece el duque de


Orleans en los alrededores del castillo , manchados de la sangre de los
asesinatos , saludando al pueblo sonriente con una enorme escarapela en
el sombrero .

Todos se ponen sobre las armas y parten como en tiempo de las


cruzadas... (Pág. 282)

Para reunir la Asamblea, apenas había cuarenta diputados propi-


cios á dirigirse al castillo . La mayor parte , bastante inciertos , estaban
reunidos en la sala . El pueblo , que llenaba las tribunas, concluyó con
aquella incertidumbre ; apenas se comenzó á hablar de ir al castillo , el
pueblo prorrumpió en gritos .
Mirabeau se levantó entonces , y siguiendo su costumbre de encu-
278 J. MICHELET

brir con lenguaje fiero sus obediencias al pueblo, dijo : « que la libertad
de la Asamblea se comprometería si deliberaba en el palacio de los reyes ,
que no era digno de ella abandonar el lugar de sus sesiones y que bas-
taría con enviar al rey una diputación . »
El joven Barnave apoya á Mirabeau . En vano contradice Mounier ,
que presidía .
Al fin se sabe que el rey consiente en marchar á París y la Asam-
blea decide , á propuesta de Mirabeau , que para la reunión actual era
ella inseparable del rey.
El día avanza . Es cerca de la una de la tarde ... Es preciso partir ,
abandonar Versalles ... ¡ Adiós , vieja monarquía!
Cien diputados rodean al rey y todo un ejército y todo un pueblo .
El rey se aleja del palacio de Luis XIV para no volver allí jamás .
detrás del rey .
La multitud se pone en movimiento delante Ꭹ
Hombres y mujeres van como pueden , á pie , á caballo , en carros ,
en las cureñas de los cañones . A mitad de camino se encuentran con
placer un convoy de harinas . ¡ Excelente cosa para la ciudad ham-
brienta!
Las mujeres llevan en sus picas pedazos de pan , ramas de árboles ,
ya amarillas en Octubre . Iban muy alegres , y á su manera, eran ama-
bles, menos las que rodeaban el coche de la reina . « Aquí llevamos-
gritaban- al panadero , á la panadera y al marmitón . »
>
Creían todas que teniendo al rey no podrían jamás morir de ham-
bre . Todas eran aún realistas y marchaban muy alegres , por poder al fin
poner en buenas manos aquel buen papá; no tenía mucho talento ni era
hombre de palabra , pero de esto tenía la culpa su mujer . Una vez en
París no faltarían buenas mujeres que le aconsejaran mejor.
Todo esto es , á la vez , alegre, triste , violento , gozoso y sombrío .
El cielo no contribuía á aumentar ni mantener siquiera aquellas
esperanzas . Había llovido . Se marchaba lentamente , convertido el ca-
mino en un barrizal . A cada momento, alguno , por regocijo ó por des-
cargar su arma , disparaba un tiro .
El coche real avanza escoltado , con Lafayette junto á la porte-
zuela .
La reina estaba inquieta . ¿Estaba segura de llegar? Preguntó á La-
fayette lo que pensaba , y éste lo preguntó á su vez á Moreau de Méry ,
que habiendo presidido el Hotel de Ville en los famosos días de la Bas-
tilla, conocía el terreno que pisaba .
Moreau respondió con estas significativas palabras : «Dudo que la
reina llegue sola á las Tullerías , pero una vez en el Hotel de Ville vol-
verá . »
He aquí al rey en París , en el único lugar donde debía estar , en el
corazón mismo de Francia . Esperemos que sea digno de ella.
La revolución del 6 de Octubre , necesaria , natural y legítima , fué
completamente espontánea , imprevista , verdaderamente popular; perte-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 279

neciendo , sobre todo , á las mujeres , como la del 14 de Julio fué hecha
por los hombres..
Los hombres tomaron la Bastilla y las mujeres tomaron al rey.
El 1.º de Octubre todo fué echado á perder por las damas de Ver-
salles .
El 6 todo fué reparado por las mujeres de París .

REP
UBL
IQU
E

LIBERTE
EGALITE
MA

Viace
Matures

LIBRO III

6 DE OCTUBRE DE 1789.-14 DE JULIO DE 1790

CAPITULO PRIMERO

Acuerdo para relevar al rey (Octubre 89).-Vehemencia de la fraternidad


(Octubre-Julio)

Amor del pueblo para el rey.- Generosidad del pueblo y su tendencia á la unión.- Sus federaciones
(de Octubre á Julio).-Lafayette y Mirabeau por el rey; la Asamblea por el rey; Octubre de
1789.- El rey no estaba cautivo en Octubre.

La mañana del 7 de Octubre , desde bien temprano , estaban las Tu-


llerías llenas de un pueblo conmovido , hambriento de ver su rey.
Todo el día , mientras recibía el homenaje de los cuerpos consti-
tuídos , la multitud le observaba desde fuera, le esperaba y le buscaba .
Se le veía ó se creía verlo á través de los cristales ; el que tenía la
dicha de distinguirlo , lo mostraba á sus vecinos : « ¡Vedlo; helo allí!>>
Fué necesario que saliese al balcón , y al aparecer estalló un aplauso
unánime . Fué preciso que bajara al jardín , que respondiera más de cerca
al enternecimiento del pueblo .
Su hermana , María Isabel , joven é inocente, estaba conmovida ;
abrió sus ventanas y comió delante de la multitud . Las mujeres alzaban
HISTORIA DE La revolución francesa 281

sus hijos en brazos para que la vieran , la bendecían y la llamaban her-


mosa .
Desde la víspera , desde la noche misma del 6 de Octubre , podía es-
tarse seguro de aquel pueblo que tanto miedo había causado .
Cuando el rey y la reina aparecieron en el Hotel de Ville entre
hachones , un vocerío inmenso surgió de la Grève , formado por gritos de
alegría , de amor , de reconocimiento para el rey que iba á vivir en medio
de ellos... Lloraban como niños , se tendían las manos , se abrazaban
unos á otros .
«La Revolución ha concluído - se decía ; —he ahí al rey libertado de
Versalles , de sus cortesanos , de sus consejeros . >>
Y en efecto , aquel mal encantamiento que desde hacía más de un
siglo tenía á la realeza cautiva , lejos de los hombres, en un mundo de
estatuas , de autómatas más artificiales todavía , se había roto gracias á
Dios .
El rey estaba alejado de la naturaleza , la vida y la verdad . Traído
de aquel largo destierro venía á su casa , entraba en su verdadero puesto ,
se encontraba restablecido en su elemento de rey. ¿Y cuál otro elemento
mejor que el pueblo? ¿dónde sino en él podrá un rey respirar y vivir?
Vivid , señor, en medio de nosotros ; sed libre por la primera vez .
No lo habéis sido nunca.
Siempre habéis obrado y dejado obrar , á pesar vuestro . Cada tarde
os habéis tenido que arrepentir de algo que habéis hecho por la ma-
ñana; cada día, en lugar de mandar, habéis obedecido .
Esclavo durante tanto tiempo del capricho , reinais , al fin , según la
ley , y ésta es la realeza y la libertad . Dios mismo no reina de otro
modo .
Tales eran los pensamientos del pueblo , generosos y simpáticos , sin
recelos ni desconfianzas . Mezclado por primera vez á los señores y á las
damas hermosas , estaba gozoso de contemplarlos de cerca , é igualmente
veía placentero á los guardias de corps que se paseaban cogidos del
brazo de sus amigos y salvadores los bravos guardias franceses . El pue-
blo, entusiasmado , aplaudía á unos y á otros para unirlos y estrechar-
los más y para consolar á sus enemigos de la víspera .
¡ Sépase eternamente que en aquella época , mal conocida , desfigu-
rada por el odio , el corazón de Francia se mostró lleno de magnanimi-
dad, de clemencia y de perdón!
En las resistencias mismas que provoca en todas partes la aristo-
cracia, en los actos enérgicos en que el pueblo se manifiesta dispuesto á
herir , amenaza solamente y perdona.
Metz denuncia á su Parlamento rebelde á la Asamblea nacional y
después intercede por él . Bretaña , en la vigorosa federación que hizo en
pleno invierno (Enero) se muestra fuerte y clemente . Ciento cincuenta
mil hombres armados se dispusieron á resistir á los enemigos de la ley,
y el joven jefe , que á la cabeza de sus diputados juraba con la espada
ΤΟΜΟ Ι 36
282 J. MICHELET

puesta en el altar , exclamó : « Si se tornan buenos ciudadanos , les per-


donaremos . >>

Aquellas grandes federaciones que durante ocho ó nueve meses se 1


hacen en toda Francia , son el rasgo distintivo , la originalidad de la
época . Al principio son defensivas , de protección mutua contra los ene-
migos desconocidos , contra los bandoleros y contra la aristocracia.
Después , aquellos hermanos , armados juntamente , quieren vivir
juntamente también; se preocupan de las necesidades de sus hermanos ,
se esfuerzan por asegurar la circulación de los granos , por hacer pasar
el sustento de provincia en provincia , de aquellas que estaban abasteci-
das, á las que grandes dificultades se oponían á que lo estuvieran .
Al fin , la seguridad renace , el hambre va siendo rara, y, sin em-
bargo , las federaciones continúan , sin otra necesidad que la de satisfa-
cer al corazón : « Para unirse- decian- y amarse uncs á otros .>>
Al principio las aldeas y los pueblos se han unido para protegerse
á sí mismos contra los nobles . Después , cuando los labriegos ó partidas
errantes atacaron á los nobles, incendiando los castillos , pueblos y
aldeas , se arman para proteger los castillos y defender los nobles , sus
enemigos , contra los que se habían aliado . Los nobles entonces acuden
á establecerse entre los pueblos , entre sus salvadores , y prestan el jura-
mento cívico .
Las luchas de los pueblos y las campiñas duran poco , afortunada-
mente . El labriego abre pronto los ojos y las orejas , y á su vez se con-
federa para mantener el orden y defender la Constitución .
Mientras escribo estas líneas tengo ante mí el proceso verbal de
una multitud de federaciones de los campos y veo el sentimiento de la
patria estallar allí en forma inocente , pero tanto ó más vivo que en las
ciudades .
No más separaciones entre los hombres . Parece que las murallas de
las ciudades se han desplomado . Las grandes federaciones urbanas van
á buscar á las de los campos , y entre tanto los labriegos , con el alcalde
y el cura á la cabeza , van á fraternizar con las ciudades .
Todos en orden ; todos armados . En aquella época - conviene no ol-
vidarlo―la guardia nacional está constituída por todo el mundo (1 ) .
Todo el mundo se pone sobre las armas ; todos parten como en tiempo
de las cruzadas ... ¿Dónde van reunidas así por grupos , aldeas y aldeas,
pueblos y pueblos , provincias y provincias? ¿Cuál es la Jerusalén que

(1) Todo el mundo, sin excepciones, en los campos. Durante un año, en medio del terror y
del pánico, que se renovaban à cada instante, todos estaban armados, al menos con instru-
mentos de labranza, y así, armados, aparecían en las revistas y en las fiestas más solemnes.
En las ciudades la organización varía; los comités permanentes que se formaron al recibir
la noticia de la toma de la Bastilla, abrieron registros en los que se inscribieron los hombres
de buena voluntad de todas las clases del pueblo; en todas partes, donde quiera que había
peligro, estos voluntarios eran absolutamente todo el mundo, sin excepción.
La desventurada cuestión del uniforme dió comienzo á algunas divisiones ; se formaron
cuerpos de elegidos y esto fué mal visto por los demás.
El uniforme fue exigido en mal hora por París, y la guardia nacional quedó reducida à
treinta ó cuarenta mil hombres. En las demás regiones había pocos uniformes . A lo sumo una
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN Francesa 283

atrae de este modo á todo un pueblo , y lo atrae , no fuera de sí mismo ,


sino en sí, uniéndolo , concentrándolo en su propio ser?...
Es una Jerusalén mejor que la de Judea; es la de los corazones , la
santa unidad fraternal... la gran ciudad viviente , que necesita hombres
que la reconstruyan ... En menos de un año queda hecha…… . Y después
aquella gran ciudad se convierte en la patria ...
He aquí mi camino en este tercer libro ; todos los obstáculos del
mundo , los gritos , los actos violentos , las disputas agrias , serán causa
de que me retarde , nunca de que retroceda .
El 14 de Julio me dió la unanimidad de París . Y el otro 14 de Julio
me va á dar en cualquier momento la unanimidad de Francia .
¿Cómo el antiguo amor del pueblo , el rey , hubiera podido quedar
solo fuera de aquel universal abrazo fraternal? El fué el primer punto do
mira . Se veía cerca de él á la reina , siempre llorando , triste y dura , ali-
mentándose sólo con su ración . Se veía la pesada servidumbre en que le

mantenían sus escrúpulos de devoto y la servidumbre material con que


su naturaleza le ligaba á su mujer. Y á pesar de esto , el pueblo se obs-
tinaba en poner en él toda esperanza .
Parece ridículo decirlo ; el pánico del 6 de Octubre hizo una mul-
titud de realistas . Aquel ensueño terrible , aquella fantasmagoría noc-
turna había turbado profundamente las imaginaciones ; el pueblo se es-
trechaba alrededor de su rey .
Igual fenómeno se notaba en la Asamblea . Jamás fué tan buena
para él . La Asamblea también tenía miedo ; diez días después se decidió
con gran repugnancia á trasladarse á París, á aquel sombrío París de
Octubre , entre el desbordado mar del pueblo .
Ciento cincuenta diputados prefirieron tomar sus pasaportes . Mou-
nier y Lally se salvaron .
Los dos primeros hombres de Francia , el más popular y el más elo-
cuente , Lafayette y Mirabeau , se tornaron realistas en París .
Lafayette estaba mortificado de haber sido llevado á Versalles ,
cuando parecía que era él quien llevaba á los demás . En su involuntario
triunfo estaba casi tan asombrado como el rey.
Al volver á París hizo dos cosas . Obligó á la municipalidad á hacer
perseguir ante el Chatelet el periódico sanguinario de Marat , y él mismo
fué á buscar al duque de Orleans , le intimidó y habló alto y firme, y en
su casa y delante del rey le convenció de que después del 6 de Octubre

enseña de distintivo que variaba de color según cada ciudad . Poco á poco dominaron el azul
y el rojo.
La proposición de exigir un uniforme para toda Francia, no fue hecha hasta el 18 de Julio
de 1790 .
El 28 de Abril de 1791 la Asamblea restringe la calidad de guardia nacional á los ciuda-
danos activos ó electores primarios.
Estos electores (que como propietarios ó arrendatarios pagaban el valor de tres jornales de
trabajo, estimados lo más en veinte sueldos cada uno) eran próximamente cuatro millones de
hombres.
La mayoría de los trabajadores que vivían al día, no pudieron continuar haciendo el enorme
sacrificio de tiempo que exigía entonces el servicio en la guardia nacional .
284 J. MICHELET

su presencia en París inquietaba , daba pretextos á la algarada y turbaba


la tranquilidad . De este modo le obligó á marcharse á Londres . Que-
riendo el duque volver á París, Lafayette le envió á decir que al día si-
guiente de su vuelta se batiría con él.
Mirabeau, privado de su duque y convencido decididamente de que

MAILLARD

jamás sacaría partido de aquel hombre , se tornó , con el mayor aplomo y


como hombre necesario á quien no puede rechazarse , del lado de La-
fayette (10-20 de Octubre).
Sencillamente proponía Mirabeau que Necker fuese expulsado nue-
vamente y que se apoderaran del gobierno Lafayette y él . Esta era
ciertamente la última jugada salvadora que quedaba al rey .
Pero Lafayette no amaba ni estimaba á Mirabeau , y la corte detes-
taba á ambos.
Un momento, sólo un momento bien corto, las dos fuerzas que que-

daban , la popularidad y el genio , se entendieron en provecho de la
realeza .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 285

Un suceso casual que ocurrió precisamente á la puerta de la Asam-


blea dos ó tres días después de su llegada á París , aterró á la realeza
y la hizo desear el orden á cualquier precio .
Un hombre cruel mató á un panadero ( 1 ) , ( 21 de Octubre) . El ase-

MARAT

sino fué juzgado en aquel momento y colgado. La municipalidad creyó


llegado el momento de pedir una ley de severidad y de fuerza.
La Asamblea decretó la ley marcial , que armó á las municipalidades
del derecho á requerir el auxilio de las tropas y de la guardia ciudadana
para disolver las reuniones públicas y las aglomeraciones de gente , y al
mismo tiempo entregaba el juicio de los crímenes de lesa nación á un
antiguo tribunal real, al Chatelet; tribunal demasiado pequeño para una
misión tan grande .

(1) Aquel crimen cometido à las puertas de la Asamblea y que la obligó á votar sobre la
marcha leyes represivas, no podía aprovechar mas que a los realistas . Creo, sin embargo, que
nadie lo preparó, sino que fue efecto de la casualidad, de las desconfianzas y de la irritación
de la miseria.
286 J. MICHELET

Buzot y Robespierre decían que era preciso crear un alto tribunal


nacional . Mirabeau se aventuró á decir que todas estas medidas eran
impotentes y que lo absolutamente necesario era hacer fuerte al poder
ejecutivo y no dejarle que se prevaleciera de su propio anulamiento .
¡ He aquí el 21 de Octubre ! ¡Qué camino tan largo el recorrido desde
el día 6 ! En quince días el rey había recobrado tanto terreno , que el
audaz orador colocaba , sin protestas , la salvación de Francia en la fuerza
de la realeza .
Lafayette escribía al Delfinado , al fugitivo Mounier , quien se lamen-
taba del cautiverio del rey y apoyaba la guerra civil : «Que el rey no
estaba cautivo , que habitaría ordinariamente en la capital , pero que rea-
nudaría sus cacerías . >>
Esto no era mentira . Lafayette, efectivamente, rogaba al rey que
saliera, que se mostrara , que no autorizara con una reclusión voluntaria
el rumor de su cautiverio .
No hay duda alguna que en aquella época Luis XVI hubiera podido
con facilidad retirarse á Rouen, como le aconsejaba Mirabeau , ó á Metz ,
al ejército de Bouillé, como la reina deseaba .

RT
BE
LI
EGALITE

REPUBLIQUE FRANCAISE
21 Septem 1792
AU
SE

78
17
US
RO

.
J.J.

CAPITULO II

Resistencias.-El clero (Octubre - Noviembre 1789)

Grandes miserias. -Necesidad de tomar los bienes del clero.-El clero no era propietario.-Recla-
maciones de las víctimas del clero; religiosos y religiosas, protestantes, judíos y comediantes

El sombrío invierno en que entramos no fué tan atrozmente frío


como el de 1789 : Dios tuvo piedad de Francia .
No hubiera habido ningún medio de resistir y vivir. La miseria
había aumentado ; no quedaba ninguna industria , ningún trabajo .
Desde aquella época los nobles emigran ó abandonan , cuando
menos , sus castillos , y creyendo poco seguros los campos , van á esta-
blecerse en las ciudades , donde se encierran y esconden esperando los
acontecimientos ; muchos se preparan á huir y liquidan sus bienes y
hacen sus maletas , poco á a poco , sin ruido.
Si alguna señal de vida dan en sus dominios es sólo para pedir , no
para aliviar y calmar ; los más osados se atreven á pedir lo que se les
adeuda, los atrasos de los derechos feudales .
El dinero se esconde , el trabajo cesa , la mendicidad aumenta pavo-
rosamente en las ciudades ; ¡ solo en París hay cerca de doscientos mil
mendigos ! Y si no se obligara á cada municipalidad á mantener sus po-
bres , millones de hombres llegarían á París con la mano extendida pi-
diendo limosna .
Durante todo el invierno todos los pueblos se esfuerzan por man-
tener sus pobres , hasta agotar todos los recursos ; los ricos , como no co-
braban nada , descienden hasta el nivel de los pobres . Todos se quejan ,
todos imploran á la Asamblea nacional . Si continúan las circunstancias
igualmente , la Asamblea tendrá que resolver el problema de alimentar
nada menos que á todo el pueblo , á toda la nación .
Pero el pueblo no puede morir. Antes que tal suceda, hay un re-
curso, un patrimonio en reserva , al que no se ha tocado . Para esto pre-
cisamente , para alimentar al pueblo hicieron nuestros caritativos ante-
288 J. MICHELET

pasados las fundaciones religiosas y dotaron con lo mejor de sus bienes á


los dispensadores de la caridad , á los eclesiásticos .
Y estos han guardado y aumentado tan bien el capital de los po-
bres , que alcanza á una quinta parte de los terrenos del reino , valuada
en cuatro mil millones .
El pueblo , este pobre tan rico , llega hoy llamando á las puertas de
la Iglesia , su propia madre , pidiendo parte de unos bienes que le perte-
necen por entero ... ¡ Panem !, ¡ propter Deum ! Sería cruel dejar al pro-
pietario, al hijo de la casa , al heredero legítimo morir de hambre sobre
el desnudo suelo .
Si sois cristiano, dad ; los pobres son los miembros del rebaño de
Cristo . Si sois ciudadano , dad ; el pueblo es la patria viva . Si sois hon-
rado, devolved ; porque lo que tenéis no es más que un depósito .

Devolved ... y la nación os dará centuplicado . No se trata de arro-


jaros en el abismo para cegarlo . No se os pide que, nuevos mártires , os
inmoléis por el pueblo . Se trata al contrario , de acudir á vuestro socorro
Ꭹ salvaros á vosotros mismos .
Para comprender esto es preciso saber que el cuerpo del clero ,
monstruo de riqueza , comparado con la nación , era también en sí mismo
un monstruo, de injusticia y desigualdad.
g
Aquel cuerpo , de cabeza enorme, engordada de sangre y de rasa ,
era, en sus miembros inferiores , delgado , seco y famélico .
En tal sitio , el sacerdote tenía un millón de rentas , y en tal otro
doscientos francos .
En el proyecto de la Asamblea , que no apareció hasta la primavera ,
todo esto quedaba arreglado . Los curas y vicarios del campo recibirían
del Estado cerca de sesenta millones y los obispos tres solamente .
Por esto jah ! ... la religión perdida , Jesús montado en cólera, la
Virgen llorando en las iglesias del Mediodía , de la Vendée , toda la fan-
tasmagoría necesaria para empujar á los campesinos al motín y á los
asesinatos .
La Asamblea quiso todavía dar treinta y tres millones de pensión
á los monjes y á las religiosas y doce millones á los eclesiásticos pobres
y desamparados , etc. Llevó el presupuesto general del clero á la suma
enorme de ¡ciento treinta y tres millones !, que por defunción de los be-
neficiados habría de irse reduciendo á la mitad ; esto era hacer las cosas
á largo plazo .
El curato más ínfimo debía tener (sin contar la habitación , presbi-
terio y jardín) mil doscientas libras anuales .
Hablando en verdad , todo el clero (menos algunos centenares de
hombres) hubiera pasado de la miseria á tener sus necesidades cubiertas ,
de modo que lo que se llamó expoliación del clero era el enriquecimiento .
Los prelados hicieron una hermosa defensa heroica . Tuvieron nece-
sidad de librar tres batallas (Octubre , Diciembre y Abril) para deducir
de tales combates que la restitución era sencillamente un acto de justicia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 289

Allí se pudo ver perfectamente dónde tenían aquellos hombres de


Dios su vida y su corazón : en la propiedad . ¡ La defendieron como los
primeros cristianos habían defendido la fe!

TOLE BUREAU

EL MARQUÉS DE BOUILLÉ

Les faltaban argumentos , pero no retórica con que endulzar profe-


cías amenazadoras ... Si tocáis á una propiedad santa y sagrada entre
todas, todas las demás estarán en peligro , porque el derecho de pro-
piedad perecerá en el espíritu del pueblo... ¡El pueblo va á venir mañana
á pedir la ley agraria! ...
TOMO I 37
290 J. MICHELET

Otro decía con dulzura : « Si arruináis al clero no ganaréis gran cosa,


porque el clero está pobre , y lleno , además , de deudas ; sus bienes , pa-
sando á otras manos , no siendo administrados por el clero mismo , no po-
drán nunca pagar estas deudas .
La discusión comenzó el 10 de Octubre . Talleyrand , obispo de
Autun , que había sido agente del clero en todos sus negocios , rompe el
hielo el último , esquivando el fondo de la cuestión , aventurándose en
un terreno resbaladizo , diciendo solamente : « Que el clero no era propie-
tario como los demás propietarios . >>
A lo cual agregó Mirabeau : « La propiedad es de la nación . >
»
Los legistas de la Asamblea probaron sobradamente : 1. ° Que el clero
no era propietario (pudiendo usar , no abusar) ; 2. ° Que no era posesor ,
puesto que el derecho eclesiástico le prohibía poseer; 3. ° Que no era
usufructuario, sino depositario , administrador y á lo sumo dispensador .
Lo que produjo más efecto que la discusión de estas palabras , fué
que apenas se comenzó á escarbar alrededor del árbol de la Iglesia , se
vió cuanto había encubierto su sombra de injusticia y barbarie .
En tiempos de la Revolución el clero tenía todavía siervos y es-
clavos . Había pasado todo el siglo XVIII , habían pasado Rousseau y
Voltaire y todos los libertadores ... ¡ Y el sacerdote tenía todavía siervos !
El 22 de Octubre , uno de ellos , Juan Jacobo , anciano venerable de
más de ciento veinte años , casi inmortal , fué llevado por sus hijos á la
Asamblea, donde pidió el favor de que le dejasen expresar su agradeci-
miento por los decretos del 4 de Agosto .
Grande fué la emoción . La Asamblea nacional entera se puso de
pie delante de aquel venerable decano del género humano y le obligó á
sentarse y á cubrirse... Noble respeto de la ancianidad y también repa-
ración para el pobre siervo , para una tan larga injuria a los derechos de
la humanidad .
Aquel viejo había sido siervo medio siglo bajo Luis XIV Ꭹ ochenta
años después lo era todavía ; los decretos del 4 de Agosto fueron sola-
mente una declaración general , pero nada de ellos se había ejecutado .
La servidumbre no fué abolida hasta Marzo del 90 ; el anciano murió
en Diciembre, y por esto el último de los siervos no vió la libertad .
El mismo día , 23 de Octubre , M. de Castellane, aprovechándose de
la emoción de la Asamblea , pidió que fuesen visitadas las treinta y cinco
prisiones de París , las de toda Francia , y que especialmente se abrieran
las prisiones más ignoradas todavía , más profundas que las bastillas
reales , los calabozos eclesiásticos .
Aunque tarde , llegaba el día de resurrección en que el sol ilumina-
ría los misterios , en que el rayo bienhechor de la ley aclararía por pri-
mera vez aquellas justicias de las tinieblas , aquellos fosos profundos ,
aquellos in pace , donde en sus furiosos odios de claustrados , en sus
amores más atroces aún que sus odios , los frailes enterraban á sus her-
manos .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 291

¿Pero los conventos enteros eran otra cosa que profundos in pace,
donde las familias arrojaban y olvidaban miembros suyos que estorbaban
y eran sacrificados en beneficio de los otros? Estos infelices no podían
como el anciano siervo hacerse conducir á la Asamblea nacional , pedir la
libertad y orar en la tribuna en vez de hacerlo en el altar ...
Con grandísimos trabajos y riesgos , desde lejos y por cartas , se
atrevían á quejarse . El 28 de Octubre escribió una religiosa , tímida-
mente , en términos generales , no pidiendo nada para ella , pero rogando
á la Asamblea que legislara sobre los votos eclesiásticos . La Asamblea
no se atrevió todavía á tomar partido ; se contentó con suspender la emi-
sión de los votos , cerrando así la entrada en los conventos á nuevas
víctimas .
¡Cómo se hubiera apresurado á abrir las puertas á los tristes habi-
tantes de los claustros si hubiera sabido el estado de desesperación á que
habían llegado los infelices!
Antes he hablado de que las desconfianzas del clero habían mer-
mado y reducido la vida de los pobres religiosos . No teniendo aire vital
que respirar se morían , careciendo de pan y de amor y hasta de reli-
gión.... La muerte , el olvido , el vacío , nada hoy, nada mañana , nada en
el día , nada en la noche . Un confesor algunas veces y un poco de liber-
tinaje... ó se arrojaban de bruces en la orilla opuesta ; del claustro á
Rousseau Ꭹ á Voltaire , en plena revolución ...
He visto muchos incrédulos , y los que tenían fe la seguían enarde-
cidos... Testimonio de ello la señorita Corday , nutrida en el claus-
tro con Plutarco y Emilio , bajo los votos de Matilde y Guillermo el
Conquistador.
Fué aquello como un ensueño de todos los infortunados ; todos los
infelices de la Edad Media aparecieron enfrente del clero , el universal
opresor.
Los judíos , perseguidos , odiados , sometidos á castigos depresivos ,
fueron á preguntar á la Asamblea si eran hombres . Abuelos del cristia-
nismo , tan duramente tratados por sus hijos , pertenecían también , en
cierto sentido , á la Revolución francesa , que , como reacción del dere-
cho , debía inclinarse ante el derecho austero donde Moisés presintió el
futuro triunfo del Justo .
Otra víctima de los prejuicios religiosos , el pobre pueblo de los co-
mediantes , hizo también su reclamación . ¡ Bárbaros prejuicios ! Los dos
primeros hombres de Francia y de Inglaterra , el autor de Otelo y el
autor de Tartufe, ¿no eran dos cómicos?
El gran hombre que habló por ellos en la Asamblea nacional , Mi-
rabeau , fué un comediante sublime . « ¡ La acción , la acción , la acción
es todo en el orador !» , ha dicho Demóstenes .
La Asamblea no decidió nada para los cómicos , nada para los ju-
díos . Diéronle éstos pretexto para abrir á los no católicos el acceso á los
empleos civiles , y así atrajo de extraños países á nuestros infortunados
292 J. MICHELET

hermanos los protestantes , expatriados por los bárbaros directores de


Luis XIV .
La Asamblea prometió á los protestantes devolverles lo que se pu-
diera de sus bienes confiscados . Muchos volvieron al cabo de un siglo
de destierro , hijos y nietos de los llamados culpables . Pocos encontra-
ron su fortuna .
Lo que encontraron fué la igualdad , la más honrosa rehabilitación ,
Francia entregada á la justicia , Francia resucitada , sus parientes , amigos
y correligionarios en primera fila de la Asamblea y Rabaut y Barnave
en la tribuna .
Por una reacción demasiado justa , estos dos protestantes ilustres
eran miembros del comité eclesiástico y juzgaban á sus antiguos jueces ,
disponían de la suerte de aquellos que descuartizaron , enrodaron, empo-
traron ó quemaron á sus padres . Por toda venganza propusieron votar
ciento treinta y tres millones para el clero católico .
Rabaut Saint-Etienne era hijo del viejo doctor, del perseverante
apóstol, del glorioso mártir de Cévennes , quien durante cincuenta años
no conoció otro techo que el bosque y el cielo , perseguido como un ban-
dido , pasando los inviernos sobre la nieve con los lobos , sin otra arma
que su pluma, con la que escribía sus maravillosos sermones . Su hijo ,
después de haber trabajado bastantes años en la obra de la libertad re-
ligiosa , tuvo la dicha de votarla en la Asamblea. El fué también quien
propuso el 9 de Agosto del 91 se proclamara la unidad é indivisibi-
lidad de Francia...
Noble proposición que sin duda alguna todos hubieran hecho , pero
que debía salir del corazón de nuestros protestantes , durante tanto tiempo
y tan cruelmente divorciados de la patria.
La Asamblea llevó al protestante Rabaut á la presidencia y tuvo la
insigne alegría de escribir á su padre octogenario esta frase de rehabili-
tación solemne , de honor para los proscritos : « El presidente de la Asam-
blea nacional está á vuestros pies . >>
CAPITULO III

Resistencias. -Clero . -Parlamentos.-Estados provinciales

El clero llama á la guerra civil , 14 de Octubre. -La Asamblea reduce los electores primarios á
cuatro millones y medio.- La Asamblea anula al clero como organismo y á los Parlamentos , 3
de Noviembre. Resistencia de los tribunales.-Papel funesto de los Parlamentos en los últi-
mos tiempos. No admiten más que á los nobles. -Los Parlamentos de Rouen y de Metz re-
sisten , Noviembre de 1789.

La discusión sobre los bienes eclesiásticos comenzó el 8 de Octu-


bre . El 14 el clero tocó llamada á la guerra civil .
El 14 un obispo bretón y el 24 el clero de la diócesis de Tolosa .
Llamada del Oeste , llamada del Mediodía .
No hay que olvidar que en este mismo mes de Octubre los prela-
dos
Ꭹ los ricos abates de Bélgica , amenazados también en sus bienes ,
crean un ejército y nombran un general . Brabante y Flandes enarbolan
la bandera de la cruz roja . Los capuchinos y otros monjes sugestionan
á los labriegos , les predican sermones salvajes , los embriagan en proce-
siones frenéticas y ponen en sus manos la espada y el puñal contra el
emperador ..
Nuestros labriegos eran menos propicios á lanzarse en un movi-
miento semejante . Generalmente son hombres de mejor juicio y más re-
flexivos que los belgas .
El viejo espíritu hacedor de fábulas y sátiras , el espíritu de Rabe-
lais , poco favorable al clero, no ha muerto nunca en Francia . « El señor
cura y su ama» es un libro inolvidable para las veladas de invierno .
De otra parte , el cura es más tolerado é indiferente que odiado . Los
obispos , todos los nobles (Luis XVI no dió la mitra más que á los no-
bles) eran, en su mayor parte, hombres de vida escandalosa . No se sa-
tisfacían con sus condesas de provincia , que hacían los honores del pala-
cio episcopal ; corrían aventuras con las bailarinas de París .
Aquellas condesas ó marquesas , la mayor parte pertenecientes á la
nobleza pobre , honraban muchas veces sus mediomatrimonios con méri-
294 J. MICHELET

tos efectivos ; alguna gobernaba el obispado mucho mejor que hubiera


podido hacerlo el obispo . Una de ellas , no lejos de París , hizo en su
diócesis las elecciones del 89 y trabajó vivamente para enviar á la
Asamblea nacional dos excelentes diputados .
Un episcopado tan mundano , que se olvidaba prestamente de la re-
ligión apenas se tocaba á sus bienes materiales, necesitaba trabajar
mucho para volver á encender en las provincias el antiguo fanatismo .
En Bretaña misma , donde el campesino pertenece siempre al clero,
fué una imprudencia del obispo Trégnier lanzar el 14 de Octubre el ma-
nifiesto de la guerra civil ; fué demasiado pronto .
En aquel manifiesto incendiario se presentaba al rey cautivo , á la
religión atropellada y se afirmaba que los sacerdotes iban á convertirse
en los testaferros asalariados de los bandoleros ... de los bandoleros , es
decir , de la nación , de la Asamblea nacional .
Para decir estas cosas el día 14, era necesario poder comenzar el
15 la guerra civil . En efecto , algunos aturdidos de la nobleza creían
poder levantar los labriegos . Pero el labriego bretón , tan firme y tenaz ,
una vez puesto en marcha, incapaz de retroceder nunca , es muy tardío
para decidirse á emprender un camino , y esta vez le costaba trabajo
comprender que el asunto de los bienes de la Iglesia , por grave que
fuera, implicase la pérdida de la religión .
Mientras el labriego pensaba y rumiaba esto , las ciudades no pen-
saron nada , sino obraron , sin consultar á nadie , con un vigor extraor-
dinario .
Todas las municipalidades de la diócesis de Tréginer se reunieron
y procedieron sin perder momento contra el obispo y los nobles levan-
tiscos; los interrogaron y oyeron á testigos que procedieron contra ellos .
La intimidación fué tal, que el prelado y los nobles lo negaron
todo y aseguraron no haber dicho una palabra ni hecho nada para soli-
viantar á los campesinos .
Las municipalidades enviaron el comenzado proceso á la Asamblea
nacional y al guardasellos ; pero sin esperar el juicio decidieron una sen-
tencia provisional : « Autorizar á las comunidades y á los gentileshom-
bres para declarar indignos de la salvaguardia nacional , si alguno de
ellos cometía la menor desobediencia á la guardia nacional . >>
El mandamiento era del día 14 , y esta violenta represalia tuvo ya
lugar el día 18. En aquella semana se desenvaina la espada .
Habiendo comprado Brest granos para su aprovisionamiento , se pa-
garon á unos campesinos para que detuvieran en Lannion los carros de
granos y á sus conductores los enviados de Brest , quienes estuvieron en
gran peligro de muerte .
En seguida sale un ejército de Brest y á la vez todos los munici-
pios acuden armados . Las que estaban demasiado lejos , como Quimper,
Lorient, Hennebon , ofrecieron dinero y ayuda. Brest , Morlaix , Lan-
dernau y otras muchas marcharon enteras ; en el camino todas las co-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 295

munidades aunadas se encontraban . Lo maravilloso es que no hubiera


ninguna violencia .
Aquella tempestad horrible llegó á las alturas que domina Lannion
y allí se detuvo .
Nunca pudo comprobarse mejor la fuerza heroica de la Bretaña ;
fué firme contra ella misma . No se contentó más que con volver á apo-
derarse del trigo comprado y con entregar los culpables á los jueces ; es
decir, á sus amigos .
En aquel momento lo que hacía á los privilegiados fáciles de vencer
era el no entenderse . Muchos hacían urgentes llamamientos á la fuerza;
pero la mayor parte no desesperaban de resistir por la ley y por la vieja
legalidad, y aun acaso por la nueva .
Los parlamentos no trabajaban por ser época de vacaciones ; pero en
Noviembre reanudarían sus tareas .
La mayoría de los nobles y de alto clero no hacía nada tampoco .
Tenían la esperanza de que siendo propietarios de la mayor parte de las
tierras y dominando en los campos , tenían dependiendo de ellos á todo
un mundo de servidores y clientes de diversos nombres.
Aquellos hombres de los campos llamados á votar por la elección
universal de Necker en la primavera de 1789 , habían generalmente vo-
tado bien porque sus patronos , al menos la mayor parte , tomaban á
broma apoyar
á los Estados generales , que creían una cosa poco seria.
Pero en un año habían transcurrido muchos siglos . Los mismos pa-
tronos , hoy á fines del 89 , iban ciertamente á hacer esfuerzos desespe-
rados para lograr que los campos votaran contra la Revolución ; iban á
llevar en bandadas á sus labradores sometidos y temblorosos hasta la
urna electoral para hacerles votar por la fuerza .
Las cosas cambiarían en un momento cuando el labriego pudiera
entrever la adquisición de los bienes de la Iglesia , cuando la Asamblea
hubiera creado por estas rentas una gran masa de propietarios y de libres
electores .
Mas por el momento no ocurre nada de esto . Los campos continúan
sometidos á la servidumbre electoral . El sufragio universal de Necker ,
si la Asamblea lo hubiera adoptado , daba incontestablemente la victoria
al antiguo régimen.
La Asamblea el 22 de Octubre decretó que para hacer elector era
necesario pagar de impuesto directo como propietario ó arrendatario el
valor de tres jornadas de trabajo ; es decir, tres francos á lo sumo.
Con esta medida la Asamblea entrega en manos de la aristocracia
un millón de electores de los campos.
De cinco ó seis millones de electores que había dado el sufragio
universal , quedan cuatro millones cuatrocientos mil (propietarios ó
arrendatarios ).
Los amigos del ideal , Gregoire , Dupont, Robespierre , objetaron
inútilmente que todos los hombres eran iguales y que todos debían votar
296 J. MICHELET

en los términos prescritos por el derecho natural . Dos días antes el


realista Monttosier había demostrado también que los hombres eran
iguales .
En la crisis que se atravesaba , nada más vano , nada más funesto

HiSobotez

00001 todos los municipios acuden armados. (Pág. 294)

que esta tesis del derecho natural . Los utopistas en nombre de la igualdad
daban un millón de electores á los enemigos de la igualdad .
Corresponde la gloria de esta medida verdaderamente revolucio-
naria al ilustre legista de Normandía , á Thouret, un Sieyes práctico que
hizo hacer á la Asamblea , ó cuando menos la indujo á los grandes hechos
que entonces realizó . Sin brillo , sin elocuencia , destrozó con su lógica
los nudos en que los más fuertes , los Sieyes y Mirabeau , parecían en-
redarse.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 297

El sólo puso término á la discusión de los bienes del clero , sacán-


dola de las bajas disputas en que se hallaba y elevándola osadamente á
la luz del derecho filosófico . Toda su argumentación en Octubre
Diciembre se concreta á esta profunda frase: «¡ Cómo ! ¿poseéis?-decía
al clero luego no existis . »
<<No existís como organismos . Los cuerpos morales que crea el Es-
tado no son cuerpos en el sentido propio de la palabra, no son cuerpos
vivientes . Tienen una existencia moral , ideal , que les presta la volun-
tad del Estado , su creador . El Estado los hizo y el Estado los hace vi-

MODAS DE LA REVOLUCIÓN

Peinados de la aristocracia (De figurines de la época)

vir . Utiles , él sólo los hace vivir. Inútiles , les retira su sanción , su vo-
luntad , que ha sido toda su razón de ser y toda su vida . >
»
A lo que Maury respondía : «No , el Estado no nos crea; nosotros
existimos sin el Estado . » Lo que equivalía á decir : « Somos un Estado en
el Estado , un principio rival de un principio , una lucha , una guerra or-
ganizada, la discordia permanente en nombre de la caridad y de la
unión . >
»
El 3 de Noviembre la Asamblea decretó que los bienes del clero
estaban á disposición de la nación .
En Diciembre decretará , á propuesta de Thouret : Que el clero no
es un orden , que no existe (como organismo , como cuerpo) .
El 3 de Noviembre es un gran día . Aquel día acaban los Parla-
mentos y los Estados provinciales .
Aquel mismo día se presenta un informe de Thouret sobre la orga-
nización de los departamentos , sobre la necesidad de borrar las provin-
TOMO I 38
298 J. MICHELET

cias , de acabar con aquellas falsas nacionalidades , resistentes y de mala


fe , para constituir en el espíritu de la unidad una nación verdadera .
¿Quién tenía interés en mantener aquellas viejas divisiones , aque-
llas odiosas rivalidades , en conservar á los gascones , á los provenzales ,
á los bretones , en impedir á los franceses constituir una Francia? Los
que reinaban en las provincias , los Parlamentos y los Estados provin-
ciales , falsas imágenes de la libertad , que durante tanto tiempo la ha-
bían dado sombra , la habían maniatado , la habían impedido nacer.
Pues bien; el 3 de Noviembre, á poco de dar el primer golpe á los
Estados provinciales , la Asamblea declara á los Parlamentos en vaca- .
ción indefinida . Lameth presentó la proposición y Thouret redactó el
decreto . « Los hemos enterrado vivos» , dijo Lameth al salir de la sesión .
Toda la antigua magistratura había probado suficientemente lo que
la Revolución podía esperar de ella . Los tribunales de Alsacia , de Beau-
jolais y de Córcega, los prebostes de Champagne y de Provenza cono-
cían perfectamente las leyes que favorecían al rey y no las que lo per-
judicaban .
El 27 de Octubre los jueces enviados á Marsella por el Parlamento
de Aix juzgaron con las formas antiguas , con los bárbaros procedimien-
tos secretos , sin tener en cuenta el decreto sancionado el 4 de Octubre ,
que prohibía todo aquello .
El Parlamento de Besançon se negó abiertamente á registrar nin-
gún decreto de la Asamblea.
No tenía que pronunciar ésta más que una palabra para castigar
tales insolencias . El pueblo rugía alrededor de aquellos tribunales re-
beldes .
« Contra esos Estados y esos Parlamentos- dijo Robespierre- la
Asamblea nada tiene que hacer ; las municipalidades harán bastante . »
>
El 5 de Noviembre la Asamblea levanta el brazo para castigar :
<
«
< Los tribunales que en un plazo de tres días no registren nuestros de-
cretos , serán perseguidos como prevaricadores . >>
Bajo el débil gobierno que caía , aquellos tribunales habían tenido
una fuerza considerable de resistencia, legal y sediciosa . La mezcla
rara de atribuciones que reunían les daba grandes medios . Su jurisdic-
ción soberana , absoluta , hereditaria , era respetada por todos ; los minis-
tros y los grandes señores no se atrevían jamás á combatir á jueces que
no olvidaban, cuya venganza podría traducirse , pasados hasta cincuen-
ta años , en un proceso que arruinara á ellos y á sus familias .
Su negativa al registro , que les daba una especie de veto contra
el rey , era una señal de sedición y una manera indirecta de proclamar-
la legalmente .
Sus usurpaciones administrativas , la vigilancia sobre las subsis-
tencias , en la cual se inmiscuían , les ofrecían mil ocasiones de hacer
caer sobre el poder central acusaciones terribles .
Y, finalmente , estaba en sus manos una parte de la policía ; es de-
HISTORIA DE LA revolución francesa 299

cir, que estaban encargados de reprimir los tumultos que ellos mismos
excitaban y producían .
¿Este poderío estaba en manos fieles que pudieran asegurarlo y
encauzarlo? En el siglo XVIII los parlamentarios se habían corrompido
profundamente por sus relaciones con la nobleza .
Los mismos de ellos que , como jansenistas , eran enemigos de la
corte , devotos , austeros y facciosos , no se enorgullecían menos que los
otros de ver en su despacho particular al duque tal ó al príncipe cual .
Los grandes señores que se burlaban de ellos los acariciaban y adu-
laban , les hablaban con el sombrero en la mano para ganar procesos
injustos , especialmente para poder usurpar impunemente los bienes de
las comunidades ..
Las bajezas á que descendían las gentes de corte ante aquellas
grandes pelucas no eran correspondidas . Ellos mismos se reían de ellas ,
y muchas veces descendían á casar sus hijas con parlamentarios para
rehacer su fortuna deshecha .
Los parlamentarios jóvenes , muy orgullosos de las amistades y
alianzas con gentes de alto vuelo , se esforzaban en imitarles y pare-
cérseles , en ser , á su imagen y semejanza , malvados sujetos , muy ama-
bles; y como todos los copistas llegaban más allá que sus maestros .
Abandonaban sus mantos rojos y sus flores de lis para correr á las fiestas
y á las comidas y representar comedias .
¡ He aquí donde había caído la justicia! ... ¡Triste historia!
En la Edad Media la justicia es material en la tierra y en la raza .
El señor , mejor dicho , el que condensa y sucede á todos , el señor de los
señores , el rey, dice: «La justicia está en mí; yo puedo juzgar ó hacer
juzgar; ¿por quién?, no importa ; por mi teniente , mi criado, mi inten-
dente , mi portero ... Ven , estoy contento de ti , te doy un puesto , un
cargo de justicia. » Era lo mismo que decir : «Yo no juzgaré por mí
mismo ; venderé el derecho de hacer justicia . >
»
Llega el hijo de un mercader, que compra para revenderla , la cosa
más santa entre todas ; la justicia pasa de mano en mano como objeto
cualquiera de comercio ; pasa en herencia , en dote ... ¡ Extraño dote de
una joven desposada ! ...
Herencia , venalidad , privilegio , excepción : ¡ he aquí los nombres de
la justicia ! ¿Cómo se llamará la injusticia?...
Privilegios de personas , puesto que juzga quien el privilegiado
quiere... Y privilegio de tiempo: Te juzgo á voluntad mía mañana ,
dentro de diez años , nunca ...-Y privilegio de lugar: De ciento cin-
cuenta leguas y de más lejos el Parlamento se trae á cualquier pobre
diablo que ha desagradado á su señor; yo le hubiera aconsejado que lo
abandonara todo , que se resignara y cediera antes que venir arrastrán-
dose á París para solicitar, hambriento y abandonado , acaso muchos
años , justicia de los buenos amigos de su señor mismo .
En los últimos tiempos los Parlamentos tenían decretos no promul–
300 J. MICHELET

gados , pero conocidos y ejecutados fielmente para no admitir en su seno


más que nobles ó ennoblecidos .
De esto se originó un deplorable debilitamiento en la capacidad . El

METZ

estudio del derecho , profundo en las escuelas , era superficial en casa


de los abogados y nulo en los magistrados , en los que aplicaban el de-
recho para la vida ó para la muerte .
Si se probaba la nobleza , los Parlamentos , para admitir" miembros
nuevos , dispensaban de toda prueba de ciencia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 301

Y así , estos nobles magistrados , ignorantes , dudan , vacilan , avan-


zan y retroceden . Gritan por la libertad ; llega Turgot y lo rechazan . Gri-

ROUEN

tan: ¡ Los Estados generales ! El día que se les conceden deciden anu-
larlos , calcándolos en la forma de los antiguos Estados impotentes .
Aquel día murieron .
Cuando la Asamblea decretó las vacaciones indefinidas , no espe-
302 J MICHELET

raban este golpe . Los de París quisieron resistir. El guardasellos , ar-


zobispo de Burdeos , les rogó no hicieran nada , porque se hubiera reanu-
dado en Noviembre el gran movimiento de Octubre . Registraron los
decretos é hicieron tardíamente el ofrecimiento de administrar justicia
gratuitamente .
Los de Rouen registraron también ; pero secreta y prudentemente
escribieron al rey diciéndole que lo hacían provisionalmente y por sumi-
sión á él .
Los de Metz dijeron otro tanto públicamente , con audacia , expli-
cando su acto ó fundamentándolo en la no libertad del rey . Estos podían
mostrarse bravos al amparo de los cañones de Bouillé .
El tímido obispo , guardasellos , se siente poseído de verdadero terror .
Mostró el peligro al rey; la Asamblea va á responder , á irritarse , á lan-
zar al pueblo .
El medio de salvar los Parlamentos era que el rey mismo se encar-
gara de condenarlos . Así estaría en mejor posición para intervenir é
interceder.
Ya , en efecto , las ciudades de Metz y de Rouen denunciaban á sus
Parlamentos y pedían su castigo . Aquellos orgullosos_organismos se
vieron solos , teniendo á toda la población contra ellos . Entonces se re-
tractaron . Metz mismo pidió misericordia para los culpables . Y la Asam-
blea perdonó . (25 de Noviembre de 1789. )

TION NN
NERA DE LA
REGE
FRAN
CAIS
E

30 AOUT 1793
Aa?

CAPITULO IV

Resistencias . -Parlamentos . -Movimiento de las federaciones

Trabajos de la organización judicial .-El Parlamento de Bretaña en la barra, 8 de Enero de 1790.-


Los Parlamentos de Bretaña y Burdeos condenados (Enero, Marzo).-Origen de las federacio-
nes; Anjou, Bretaña, Delfinado, Franco - Condado, Ródano, Borgoña, Languedoc, Provenza, et-
cétera - La guerra contra los castillos reprimida; las ciudades defienden á los nobles, sus
enemigos (Febrero 1790).

La resistencia más obstinada fué la del Parlamento de Bretaña .


Por tres veces se negó á hacer el registro y se creía capaz de poder
mantener esta negativa .
De una parte tenía la nobleza que se reunía en Saint-Malo , los nu-
merosos y muy fieles criados de los nobles , los suyos , su clientela en
las ciudades , sus amigos en los gremios y en las corporaciones; agre-
gad á esto la facilidad de reclutar adictos entre aquella multitud de
obreros sin trabajo , de gentes que vagaban por las calles muriéndose de
hambre.
Las ciudades los veían trabajar, preparar la guerra civil . Rodeados
de regiones hostiles hubieran podido ser combatidos por hambre; pero
las ciudades se apresuraron á cortar la cuerda que comenzaba á ama-
rrarlas.
Rennes y Nantes , Vannes y Saint-Malo enviaron á la Asamblea
enérgicas acusaciones , declarando que abjuraban de toda relación con
los traidores . Sin esperar nada más , la guardia nacional de Rennes entró
en el castillo y preparó sus cañones ( 18 de Diciembre del 89) .
La Asamblea tomó dos medidas . Ordenó al Parlamento de Bretaña
que compareciera ante ella y accedió á la petición de Rennes , que había
solicitado la creación de otros tribunales .
Entonces comenzó la Asamblea su hermoso trabajo sobre la orga-
nización de una justicia digna de este nombre , no pagada , no comprada
ni hereditaria , salida del pueblo y para el pueblo .
304 J. MICHELET

El primer artículo de tal organización era necesariamente la supre-


sión de los Parlamentos (22 de Diciembre del 89) .
Thouret, autor del informe , establecía perfectamente esta verdad ,
demasiado olvidada después ; que una revolución que quiera ser durade-
ra debe ante todo arrancar á sus enemigos la espada de la justicia .
Extraña contradicción , pero muy real y humana en todo sistema:
<
«
<Soy adversario de tu princípio; lo odio en las leyes y en el gobierno ;
pero en todo asunto privado lo aplicaré contra tí...»
>
De este modo, ¿cómo desconocer el enorme poderío , modesto y sor-
do , pero terrible , del poder judicial y su invencible absorción?
Todo poder tiene necesidad de él mismo para trasladarlo á los de-
más . Dadme el poder judicial , guardad vuestras leyes y vuestras orde-
nanzas , todo ese mundo de papel , y me encargo de hacer triunfar el
sistema más contrario á vuestras leyes .
A pesar suyo, los viejos tiranos parlamentarios de Bretaña tuvieron
que comparecer y arrojarse á los pies de la nación ( 8 de Enero) . Si
voluntariamente no hubieran venido , la Bretaña hubiera levantado un
ejército expresamente para traerlos .
Comparecieron con arrogancia , disimulando mal el desprecio que
sentían por aquella Asamblea de abogados , no pensando más que en los
días en que acaparando en sus manos todo el poder , se envanecían con
la soberbia torpe de su autoridad . Según ellos , los papeles estaban cam-
biados .
Pero ¿ qué importaban las personas? Era delante de la razón donde
había necesidad de responder; delante de los principios proclamados por
vez primera después de los siglos .
Su soberbia se abatió cuando en aquella Asamblea de abogados
fueron lanzadas estas palabras : « Se dice que Bretaña no está represen-
tada y en esta Asamblea tiene sesenta y seis representantes... No es en
las viejas cartas donde la mala fe que combinada con la fuerza ha encon-
trado medio de oprimir al pueblo , donde hay que buscar los derechos de
la nación ; es en la razón donde hay que buscarlos ; sus derechos son an-
tiguos como el tiempo , y sagrados como la naturaleza . »
El presidente del Parlamento de Bretaña no defendió al Parlamen-
to encausado . Defendió á Bretaña , que no quería ser defendida y que no
tenía necesidad de ello . Alegó las cláusulas del matrimonio de Ana de
Bretaña , matrimonio que no era mas que un divorcio organizado y es-
tipulado entre Bretaña y Francia . Apoyaba este divorcio como un dere-
cho que debiera ser eterno .
Odiosa é insidiosa defensa dirigida no á la Asamblea, sino al orgu-
llo provincial ; cobarde provocación á la guerra civil .
¿Podía Bretaña tener miedo , empequeñecerse convirtiéndose en
Francia? ¿Tal separación podía durar siempre? ¿No debía llegar, tarde ó
temprano, un momento en que se hiciera un casamiento más verdadero?
Bretaña ha ganado bastante con participar de la gloria del imperio ,
HISTORIA DE LA revolución fRANCEA 305

y el imperio ciertamente ha ganado en sus desposorios con la pobre y


gloriosa región, de voluntad de granito , madre de grandes corazones y
de grandes resistencias .
De este modo la defensa de los Parlamentos , demasiado malvada ,
se convertía en la defensa de las provincias , de los Estados provinciales .
Pero estos Estados eran mucho más débiles todavía en un sentido .
Los Parlamentos eran cuerpos homogéneos , organizados ; los Esta-
dos no eran otra cosa que monstruosas y bárbaras construcciones hete-
rogéneas y discordantes . Lo mejor que se podía decir en favor suyo
era que tal de ellos , los del Languedoc por ejemplo , habían administra-
do sabia y prudentemente la injusticia . Otros , los del Delfinado , bajo
la hábil dirección de Mounier , habían tomado la víspera de la Revolu-
ción una noble iniciativa .
El mismo Mounier fugitivo , arrojado en la reacción , había abusado
de su influencia sobre el Delfinado , para hacer indicar una próxima
convocatoria de los Estados , « donde se examinaría si efectivamente el
rey estaba libre .>>
En Tolosa, uno ó dos centenares de nobles y de parlamentarios
habían simulado un ensayo de reunión de los Estados .
En Cambresis , imperceptible Asamblea de un país que se intitula-
ba Estado , había reclamado el privilegio de no ser Francia y dicho
como la de Bretaña: «Somos una nación . >
»
Estas falsas é infieles representaciones de las provincias venían au-
dazmente á hablar en su nombre . Verdad es que recibían en seguida
violentos mentís .
Las municipalidades , resucitadas , llenas de vigor y de energía , le-
gaban una á una ante la Asamblea nacional á decir á estos Estados y á
estos Parlamentos : «No habláis en nombre del pueblo ; el pueblo no os
conoce; no representáis más que á vosotros mismos , la venalidad , la
herencia , el privilegio gótico . »
La municipalidad , cuerpo real viviente impuesto por la fuerza de
sus golpes y sus iniciativas , viene á decir en concreto á estos otros an-
tiguos cuerpos artificiales , á estas viejas ruinas bárbaras una frase equi-
valente á la que ya se lanzó ante el cuerpo yacente del clero : « ¡No
existís !>>
Causaron piedad á la Asamblea: todo lo que hizo con la de Bretaña
fué declarar á sus miembros inhábiles para hacer precisamente lo que
ellos no querían hacer y prohibirles toda función pública hasta que
hubiesen pedido permiso para prestar juramento ( 11 de Enero) .
La misma indulgencia y conmiseración tuvo dos meses después
para el Parlamento de Burdeos , que aprovechando los desórdenes del
Mediodía , se atrevió hasta á hacer una especie de requisitoria contra la
Revolución , declarando en un acto público que no había hecho más que
mal y daño , y llamando insolentemente á los diputados con burlescos
calificativos .
TOMO 1 39
306 J. MICHELET

La Asamblea tenía poco que hacer. El pueblo bastaba para ello .


Bretaña comprimió al Parlamento de Bretaña , y el de Burdeos fué acu-
sado ante la Asamblea por la ciudad misma de Burdeos , que envió expre-
samente para sostener la acusación al joven y ardiente Fonfrede (4 de
Marzo).
Estas resistencias eran insignificantes en medio del inmenso movi-
miento popular que se notaba en todas partes . Jamás después de las
Cruzadas ha habido un estremecimiento semejante de las masas tan
general ni tan profundo . Explosión de fraternidad , en 1790 se convierte
en la explosión de la guerra.
¿Dónde comienza esta explosión? En todas partes . No se puede de-
signar un origen preciso á estos grandes hechos espontáneos .
En el estío de 1789 , bajo el terror de los bandoleros , las habita-
ciones dispersas en los campos , las aldeas mismas se quejan de su so-
ledad ; aldeas y aldeas se unen ; se juntan ciudades y ciudades; la ciudad
misma con la campiña . Confederación , socorros mutuos , amistad frater-
nal , fraternidad , he aquí la idea y el título de estos pactos . Pocos , muy
pocos de ellos son escritos todavía ; los más son verbales ; espirituales , casi .
La idea de fraternidad es al comienzo bastante limitada , no abar-
cando más que á los vecinos y á lo sumo á la provincia . La gran fede-
ración de Bretaña y Anjou tiene todavía este carácter provincial . Con-
vocada el 26 de Noviembre no se reunió hasta Enero .
En el punto céntrico de aquella región , que es casi una isla , lejos
de todos los caminos , se reunieron en el solitario pueblo de Pontivy los
representantes de ciento cincuenta mil guardias nacionales . Los jine-
tes solamente llevaban uniforme común ; chupas rojas y calzones ne-
gros ; los demás se distinguían por cintas de colores rosa , amaranto,
pajizo , etc. , recordando en la unión misma la diversidad de las ciudades
que los enviaban .
En su pacto de unión , al cual invitaron á todas municipalidades
del reino , insistieron para formar siempre una familia de Bretaña y An-
jou , « cualquiera que fuese la nueva división departamental , necesaria á
la nueva administración . »>
Establecieron entre sus ciudades un sistema de correspondencia ,
de modo que en la desorganización general , en la incertidumbre en que
todavía se encontraban los organismos nuevos , se arreglaron para estar
al menos organizados aparte .
En los países menos solitarios , cruzados por grandes vías de comu-
nicación , en las regiones fluviales , especialmente, el pacto fraternal
toma un sentido más amplio . Los ríos , que bajo el antiguo régimen ,
por la multitud de pontonajes , por las aduanas interiores , no eran mas
que límites y obstáculos , se convierten , bajo el régimen de la libertad ,
en las principales vías de circulación , poniendo á los hombres igual-
mente en relaciones comerciales que en relaciones de ideas y senti-
mientos .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 307

Fué cerca del Ródano , á dos leguas de Valence , en el caserío de la


Estrella , donde por primera vez se abjuró de la provincia ; catorce co-
munidades rurales del Delfinado se unieron entre ellas y se entregaron
á la gran unidad francesa (29 de Noviembre de 1789 ) .
Hermosa respuesta de aquellos campesinos á los políticos , á los
Mounier, que hacían llamamientos al orgullo provincial , al espíritu de
división , que intentaban armar el Delfinado contra Francia .
Esta federación , renovada en Montelimart, no es solamente delfi-
nesa , sino mezcla de muchas provincias de las dos riberas , Delfinado y
Vivarais, Provenza y Languedoc . Estos son ya franceses .
Grenoble mismo , á pesar de su municipalidad y á despecho de los
políticos , abdica sus derechos de capitalidad, porque quiere solamente
ser Francia .
Todos parecen repetir el juramento sagrado que los campesinos han
hecho en Noviembre: «¡ No más provincias ! ¡ La patria!...>>
Y ayudarse , alimentarse los unos á los otros , hacer pasar los trigos
de mano en mano y de pueblo en pueblo por el Ródano ( 13 de Ďi-
ciembre) .
Río sagrado, que atravesando tantos pueblos , razas , lenguas , parece
estar orgulloso de ser el camino, el universal mediador de productos ,
sentimientos é ideas , el lazo de unión , la fraternidad del Mediodía .
Es hasta tal punto dichoso en su matrimonio con el Saone , que
bajo Augusto sesenta naciones de Galos levantaron allí sus altares, y
allí mismo , en su parte más áspera , en el sitio austero y profundo que
dominan los montes de la Ardeche , en la romana Valence , fué donde se
hizo el 31 de Enero de 1790 la primera de nuestras grandes federa-
ciones .
Estaban sobre las armas diez mil hombres representando , sin duda ,
á muchos centenares de millares . Había treinta mil espectadores .
Entre aquellas inmutables antigüedades , ante aquellos montes in-
mensos , ante aquel río grandioso , siempre diverso y siempre el mismo ,
se hizo el juramento solemne . Los diez mil soldados puestos con una
rodilla en tierra y los treinta mil espectadores , de hinojos en el suelo ,
juraron la santa unidad de Francia.
Todo era grande, el lugar y el momento; y hasta lo fueron las pa-
labras inspiradas y vivificadas por la sabiduría del Delfinado , la auste-
ridad del Vivarais y el espíritu poético del Languedoc y la Provenza .
A la entrada de un camino de sacrificios que preveían perfecta-
mente , en el momento de comenzar la obra grande y laboriosa , aquellos
excelentes ciudadanos , se recomendaban unos á otros fundar la libertad
sobre la única base sólida , « la virtud» , que hace fácil la adhesión y el
sacrificio , «y sobre la sencillez , la frugalidad y la pureza de corazón ! >
»
Quisiera saber también lo que decían casi enfrente , en la otra orilla
del Ródano , en el Vonte , los cien mil paisanos armados que hicieron la
unión del Vivarais .
308 J. MICHELET

No había pasado aún Febrero , ruda estación en aquellas frías mon-


tañas ; ni el tiempo , ni la miseria , ni los caminos obstruídos , impidieron
á aquellas pobres gentes llegar á su cita . Torrentes , ventisqueros , pre-
cipicios , nieves , nada pudo detenerlos ; había en el aire y en ellos mismos
un calor nuevo que los alentaba y fortalecía .

HiScholen

Los jinetes solamente llevaban uniforme común. (Pág. 306 )

Ciudadanos por vez primera , evocados del fondo de sus nieves por el
nombre de la libertad , no oído jamás por ellos , partieron como los reyes
magos y los pastores de Navidad , viendo claro en plena noche, siguiendo
á través de las brumas del invierno , sin poder apartarse de ella , la ruta
que les marcaban una ráfaga de primavera y la estrella de Francia.
Las catorce ciudades del Franco Condado , inquietadas durante largo
tiempo por la gente de los castillos y los aventureros que atacan y
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 309

queman los castillos , se unieron en Besançon , prometiéndose mutuo


apoyo .
Así, por encima de los desórdenes , los temores y los peligros , oigo
elevarse poco á poco , repetido por estos coros imponentes, donde cada

«¡No más provincias! ¡La patria ! ... ( Pág. 307)

uno es un gran pueblo , la palabra poderosa , magnífica , dulce á la vez y


formidable que contiene todo y lo calmará todo : la fraternidad .
Y á medida que se constituyen asociaciones , se asocian éstas entre
sí, como grandes farándulas del Mediodía , donde cada grupo de bailarines
que se forma da la mano á otro , de modo que el mismo baile mueve á
á poblaciones enteras .
Por una doble iniciativa estalla aquí el gran corazón de Borgoña .
310 J. MICHELET

En lo más duro del invierno , en medio de la gran carencia de ví-


veres , Dijon invita á todas las municipalidades de Borgoña á ir á socorrer
á Lyon hambriento .
Lyon tiene hambre y Dijon sufre... Así , estas palabras de frater-
nidad , de solidaridad nacional, no son vanas palabras , son sentimientos
sinceros , actos reales y eficaces .
La misma ciudad de Dijon , ligada á las confederaciones del Delfi-
nado Ꭹ de Vivarais (y éstas relacionadas con las de Provenza y Lan-
guedoc) invita á ayudar á las ciudades del Franco- Condado . Así la in-
mensa farándula del Sudeste , ligando y formando siempre nuevos ani-
llos , avanza hasta Dijon , que á su vez se acerca á París .
Dejando todos de ser egoístas , queriendo todos bien á todos , que-
riendo cada uno dar de comer á los demás , los víveres comienzan á cir-
cular fácilmente , restableciéndose la abundancia . Parece que por un mi-
lagro de la fraternidad , una cosecha nueva ha venido en pleno invierno .
En todo esto no se nota la más leve huella del espíritu de exclu-
sión , del aislamiento local , designado más tarde con el nombre de fede-
ralismo . Aquí , al contrario , no se ve más que una conjuración en pro
de la unidad de Francia .
Las federaciones de provincias miran todas hacia el centro , todas
invocan la Asamblea nacional , se unen á ella , se entregan á ella , es de-
cir , á la unidad .
Todas agradecen á París su llamamiento fraternal . Tal ciudad le
pide socorros . Otra quiere afiliarse á su guardia nacional . Clermont le
había propuesto en Noviembre una asociación general de las municipa-
lidades .
En aquella época , en efecto , bajo la amenaza de los Estados , de los
Parlamentos , del clero , de los nobles , la gente de los campos estaba va-
cilante y temerosa , y toda la salvación de Francia parecía concentrarse
en una liga estrecha de las ciudades .
Gracias a Dios las grandes federaciones resolvieron mejor la difi-
cultad , porque unieron áa los de las ciudades un número inmenso de ha-
bitantes de los campos . Así ocurrió especialmente en el Delfinado , el
Vivarais y el Languedoc .
En Bretaña, Quercy, Ronergue , Limousin y Perigord , los campos
son menos pacíficos ; hay en Febrero desórdenes Ꭹ violencias .
Los mendigos , alimentados con gran trabajo hasta entonces por
las municipalidades , salen poco á poco y recorren el país .
Los labriegos comienzan á asaltar los castillos , á quemar las cartas
feudales , á ejecutar por la fuerza las declaraciones del 4 de Agosto , las
promesas de la Asamblea .
El terror toma incremento . Los nobles abandonan sus castillos Ꭹ
van á esconderse á las ciudades , á encontrar seguridad entre sus ene-
migos . Y estos enemigos los defienden y amparan.
Los guardias nacionales de Bretaña que acaban de jurar su liga
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 311

contra los nobles , quieren defender á estos nobles que conspiraban contra
ellos (1 ) . Los de Quercy y el Mediodía en general fueron igualmente
magnánimos.
Los bandoleros fueron castigados , los campesinos contenidos , y
poco á poco iniciados é interesados en el gran objeto de la Revolución .
¿A quién podía aprovechar más que á ellos?
La Revolución les había librado de los diezmos y ahora iba á crear
propietarios por cientos de miles . Iba á darles espada, á convertirlos en
un día de siervos en nobles , á llevarlos por toda la tierra á la gloria, á
las aventuras , á sacar de ellos príncipes , reyes ; y ¿qué más diré?, á mucho
más: á sacar héroes .

(1) Los guardias nacionales de 1790 no eran una aristocracia como algunos escritores han
hecho creer por un extraño anacronismo. En la mayor parte de las ciudades estaba consti-
tuída, como he dicho literalmente, por todo el mundo. Todos estaban interesados en impedir
el asolamiento de los campos, que hubiera hecho el cultivo imposible y matado de hambre à
Francia. De otra parte los desórdenes fueron pasajeros y no tuvieron nunca un carácter ge-
neral. En ciertas localidades de Bretaña y de Provenza los campesinos repararon ellos mismos
los destrozos que habían hecho. En un castillo, donde sólo encontraron una señora enferma
con sus hijos, se abstuvieron de todo desorden.
CAPITULO V

Resistencias.-La reina y Austria . (Octubre- Febrero)

Irritación de la reina (Octubre).- Complots de la corte.-El rey prisionero del pueblo (Noviembre-
Diciembre).- La reina desconfía de los príncipes.-La reina pocoligada con el clero.—La
reina había sido siempre dirigida por Austria. -Austria interesada en la pasividad del rey.-
Luis XVI y Leopoldo se declaran partidarios de las Constituciones, Febrero -Marzo. - Proceso
de Besenval y de Favras; muerte de Favras, 18 de Febrero. -Abatimiento de los realistas.-
Grandes federaciones del Norte.

Del espectáculo sublime de la fraternidad, caigo en tierra ¡ ay!


entre las intrigas y los complots .
Nadie apreciaba la inmensidad del movimiento; nadie medía aquel
flujo rápido, invencible , que va en aumento desde Octubre á Julio .
Poblaciones , hasta entonces extrañas entre sí, se ligaban y acerca-
ban . Ciudades alejadas unas de otras , provincias todavía divididas por
antiguas rivalidades iban dándose la mano, fraternizando . Este hecho
tan nuevo , tan extraordinario , apenas fué notado por los grandes espí-
ritus de la época .
Si la reina y la corte se hubiesen fijado en ello , hubieran cesado
aquellas inútiles resistencias . Cuando el Occéano se encrespa , ¿quién
osará marchar contra él?
La reina se engañó en el punto de partida y permaneció engañada
desde entonces .
Creyó que el 6 de Octubre era una algarada preparada por su ene-
migo el duque de Orleans contra ella .
Cedió á la fuerza ; pero antes de partir conjuró al rey, por el nom-
bre de su hijo, que no iría á París sino á esperar el momento propicio
en que pudiera alejarse .
Desde el primer día , rogándole el alcalde de París que fijara allí
su residencia , diciéndole que el centro del imperio era la morada natu-
ral de los reyes , no obtuvo de Luis XVI más que esta respuesta : « Haré
voluntariamente de París mi residencia más habitual . »
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 313

El día 9 , en la proclamación del rey , dice éste que hubiera lamen-


tado ser causa de tumultos por no apresurarse á venir á París; que una
vez terminada la Constitución , realizaría su proyecto de ir á visitar sus
provincias, donde esperaba recibir pruebas de afecto y verlas aplaudir
y alentar á la Asamblea nacional, etc.
Esta carta ambigua , que parecía provocar el abatimiento de los
realistas , decidió á la comunidad de París á escribir á las provincias ,
asegurándolas contra ciertas insinuaciones y rumores referentes á un
complot que pudiera dar al traste con el nuevo orden de cosas ; ofre-
ciendo una fraternidad sincera á todas las comunidades del reino .
La reina no quiso recibir á los vencedores de la Bastilla , que fue-
ron á presentarla sus homenajes . Recibió á las mujeres del mercado ,
pero á distancia y como separada y defendida de ellas por las largas
colas de las damas de la corte , que se colocaron delante .
Así alejó á una clase muy realista ; aquel día muchas mujeres del
mercado olvidaron el 6 de Octubre.
Estas torpezas de la reina contribuían á disminuir la confianza ,
que de todos modos no hubiera subsistido por las tentativas de la corte ,
siempre abortadas y descubiertas .
De Octubre á Marzo se descubre un complot casi todos los meses
(Augeard, Favras , Maillebois , etc. )
El 25 de Octubre es detenido Augeard , guardasellos de la reina y
se encuentra en su casa un plan para llevar al rey á Metz .
El 21 de Noviembre , en la Asamblea , el comité de informaciones ,
provocado por Malouet , le hace callar, diciéndole que existe un nuevo
complot para trasladar al rey á Metz y que Malouet mismo lo conoce
perfectamente .
El 25 de Diciembre se detiene al marqués de Favras , que reclutaba
gente para robar el rey.
Si se hubieran propuesto turbar para siempre la imaginación del
pueblo , volverle loco de desconfianza y de temores , rodeándole así de
tinieblas y complots , hubieran hecho exactamente lo mismo que hacían:
mostrar al pueblo , como consecuencia de conspiraciones mal hechas , el
rey fugándose á cada instante , el rey á la cabeza del ejército , el rey
volviendo á atacar por hambre á París .
Sin duda , suponiendo las resistencias menos fuertes , hubiera valido
más haber cogido al rey y á la reina y haberles puesto en la frontera ,
su verdadero sitio , para que inspirasen lástima en Austria.
Pero en el estado incierto en que se encontraba la pobre Francia ,
teniendo por jefes una Asamblea de metafísicos y contra ella hombres.
de acción como M. de Bouillé , como los oficiales de marina , como los
gentilhombres bretones , era bien difícil dejar suelto al rey , dar á todas
estas fuerzas lo único que les faltaba : unidad .
El pueblo velaba noche y día ; rondaba incesantemente alrededor de
las Tullerías y no se fiaba de nadie .
TOMO I 40
314 J. MICHELET

Todas las mañanas iba á preguntar si el rey no se había ido . La


guardia nacional y su comandante respondían de ello .
Circulaban mil rumores , que reproducían los periódicos violentos ,
furiosos , denunciando con cualquier pretexto un nuevo complot ... Las
gentes moderadas se indignaban , negaban , no querían creerlo ... Al día
siguiente el complot estaba descubierto . El resultado de todo ello fué
que el rey , que en Octubre no estaba , en modo alguno , prisionero , lo
estaba en Noviembre Ꭹ Diciembre .
La reina había desaprovechado un momento único , admirable , irre-
parable , el momento en que Lafayette y Mirabeau se encontraron de
acuerdo en favor suyo (fines de Octubre) .
La reina no queria ser salvada por la Revolución , por Mirabeau ,
por Lafayette; animosa y soberbia , verdadera princesa de la casa de
Lorena, quería vencer y vengarse .
Se arriesgaba con sobrada ligereza , pensando como Enriqueta de
Inglaterra en una tempestad , que las reinas no podían ahogarse .
María Teresa había estado en gravísimo riesgo de perecer y no ha-
bía perecido . Este recuerdo heroico influía mucho sobre la hija .
Había una diferencia ; la madre tenía en su favor al pueblo . La hija
lo tenía en contra .
M. de Lafayette , poco realista antes del 6 de Octubre , lo es des-
pués sinceramente . Había salvado á la reina y protegido al rey, y sien-
te adhesión hacia ellos .
Los esfuerzos prodigiosos que el mantenimiento del orden exigen
de Lafayette le hacen desear vivamente que la autoridad recobre la
fuerza , y por esto escribió dos veces á M. de Bouillé , rogándole venga
á unirse á él para salvar la realeza . M. de Bouillé se lamenta amarga-
mente en sus Memorias de no haberle escuchado y atendido .
Lafayette había hecho una cosa agradable á la reina ; alejar al du-
que de Orleans . Además , le hacía una especie de corte . Era curioso ver
al general , al hombre lleno de preocupaciones y trabajos , seguir á la
reina á las iglesias y asistir á los oficios de Pascua ( 1) .
Por el rey y por la reina , Lafayette disimula la repugnancia que
Mirabeau le inspira .
El 15 de Octubre Mirabeau se había ofrecido , por medio de una
nota que su amigo Lamarck , el hombre de confianza de la reina , no
enseñó más que al rey.
El día 20 , nueva nota de Mirabeau ; pero ésta fué enviada á Lafa-
yette, que se avistó con el orador , conduciéndole á casa del ministro
Montmorín .

Este inesperado socorro , que parecía llovido del cielo , fué mal re-
cibido .

(1) Creo que Lafayette iba á las iglesias por acompañar también á su devota y virtuosa
mujer.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 315

Mirabeau hubiera querido que el rey se contentara con un millón


por todo sueldo ; que se retirara , no á Metz con el ejército , sino á Rouen ,
y que desde allí publicara ordenanzas más populares que los decretos
de la Asamblea .
Así no habría guerra civil y presentaba al rey más revolucionario
que la Revolución misma.
¡Extraño proyecto , que prueba la confianza , la fácil credulidad del
genio ! ... Si la corte lo hubiese aceptado sólo un día , al día siguiente
hubiera estado perdido Mirabeau.
En Noviembre pudo ver bien claro lo que podía esperar de aque-
llos á quienes quería salvar.
Necesitaba Mirabeau el ministerio y á la vez guardar su posición
dominante en la Asamblea . Para esto era preciso que la corte le asegu-
rara el apoyo , la connivencia , cuando menos el silencio de los diputa-
dos realistas .

Lejos de esto , el guardasellos advirtió y animó á muchos diputa-


dos , algunos de la oposición , contra el proyecto . En el ministerio , en
los Jacobinos (cuyo club acababa de ser abierto ) se trabajó al mismo
tiempo para hacer imposible á Mirabeau.
Dos hombres honrados , Montlosier , de la derecha, y Lanjuinais , de
la izquierda , hablaron en el mismo sentido . Ambos propusieron é hicieron
decretar « que ningún diputado en funciones , ni tres años después de
terminadas éstas , pudiera aceptar plaza alguna .»>
Así los realistas impidieron llegar al ministerio al gran orador , que
hubiera sido el sostén de su partido (7 de Noviembre) .
La reina ya lo hemos dicho-no quería ser salvada por la Revolu-
ción y no quería serlo tampoco por la emigración y los príncipes .
Había conocido demasiado bien al conde de Artois para no saber lo
mala persona que era . Desconfiaba con razón de su carácter falso .
¿Cuáles eran, pues , sus esperanzas? ¿Quiénes sus secretos conse-
jeros?
No hay que contar á madame de Lamballe ( 1 ) , linda mujercita ,
completamente nula , tierna amiga de la reina , pero sin ideas , sin con-
versación y que no merecía la responsabilidad terrible que se le ha atri-
buído .
Madame de Lamballe era quien animaba más el verdadero salón de
María Antonieta , las recepciones íntimas en el pabellón de Flora . Acudía
allí mucha nobleza , un mundo indiscreto, fútil , comprometedor, que
creía , como en tiempos de la Fronda , resolverlo todo con sátiras , bro-
mas , chistes y palabras picantes .
Allí se leía el periódico realista rabioso Las Actas de los apóstoles

(1) Linda; esta es la palabra propia; nada más lejos de la belleza que aquella mujer. Tenía
las facciones diminutas, poca frente y poco cerebro Madame de Genlis dice que sus manos
eran un poco gruesas. El retrato de Versalles demuestra facilmente su raza y su país; era una
gentil saboyana. Los cabellos , que tenía siempre demasiado empolvados, eran abundantes,
admirables.
316 J. MICHELET

y se llegó á cantar una romanza sobre el cautiverio del rey que hizo
Ilorar á todo el mundo , amigos y enemigos .
María Antonieta tenía todas sus relaciones con los nobles ; muy
pocas con el clero .
Los nobles no eran un partido , eran una clase numerosa , dividida ,

LA PRINCESA LAMBALLE

poco esforzada , y en cambio el clero era un partido muy compacto y


materialmente muy poderoso .
La disidencia momentánea de curas y prelados parecía debilitarlo ;
pero la fuerza de la gerarquía , el espíritu de cuerpo , el papa , los con-
sejos de la Santa Sede , iban á darle unidad muy pronto.
Entonces por sus miembros inferiores iba á poseer una fuerza
enorme , una influencia avasalladora sobre los habitantes de los campos
y las aldeas.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 317

Contra el pueblo de la Revolución podía levantar otro pueblo ; la


Vendée contra Francia .
María Antonieta no vió nada de esto . Aquellas grandes fuerzas
morales eran letra muerta para ella .
Soñaba con la victoria por la fuerza material , por Bouillé y Austria .

MADAMA ISABEL (hermana de Luis XVI .)

Cuando el 10 de Agosto se encontraron en el armario de hierro los


papeles de Luis XVI , se vió con extrañeza que en los primeros años de
su matrimonio no había visto en su joven mujer más que un agente de
Austria (1 ).
Casado , á pesar suyo por M. de Choiseul , con una princesa de aquella

(1) Vigilaba el rey la correspondencia de la reina con Viena por medio de Thugut, à quien
ella se conflaba. (Carta fechada el 17 de Octubre de 1774, citada por Brissot, Memorias, IV, 120. )
318 J. MICHELET

casa , dos veces enemiga , como Lorena y como Austria , y obligado á re-
cibir en su corte al preceptor de la reina , el abate de Vermond , espía de
María Teresa , perseveró largo tiempo en su desconfianza , hasta el punto
de haber estado diecinueve años sin hablar á Vermond .
Sabido es como la piadosa emperatriz había distribuído los papeles
en su numerosa familia , empleando á sus hijas , especialmente , como
agentes de su política .
Por Carolína gobernaba Nápoles y por María Antonieta intentó go-
bernar á Francia . La emperatriz María Teresa , lorenesa antes que todo y
austriaca, había perseguido diez años á Luis XVI para conseguir que
diera el ministerio al lorenés Choiseul , hombre de confianza . Al menos
no intentó hacerle tomar á Breteuil , que , como Choiseul , había estado de
embajador en Viena y pertenecía en cuerpo y alma á aquella corte.
La misma influencia , la del abate Vermond sobre la reina , fué
la que, en último lugar , disipó los escrúpulos de Luis XVI , haciéndole
tomar un ateo para primer ministro : el arzobispo de Tolosa .
La muerte de María Teresa , las palabras severas de José II sobre
Versalles y sobre su hermana , parecían deber hacer á ésta menos aus-
triaca , y entonces fué cuando Luis XVI, más tranquilo ya , se confió
algo y se decidió á dar los millones que José II quería sacar de Ho-
landa .
En 1789 la reina tenía tres confidentes , tres consejeros ; el abate
Vermond, austriaco siempre; Breteuil , no menos austriaco , y , final-
mente , el embajador de Austria , Mr. Mercy d' Argenteau .
Detrás de este viejo Mercy es necesario ver al que lo maneja, al
anciano príncipe de Kaunitz , ministro septuagenario de la monarquía
austriaca; y estos dos viejos , que parecían ocupados exclusivamente en
su toilette y en bagatelas , eran quienes conducían á la reina de Francia .
Funesta dirección , peligrosa alianza . Austria atravesaba una situa-
ción tan difícil , que lejos de servir á María Antonieta , no podía ser
para ella más que un obstáculo para obrar, un guía para obrar mal ,
empujándola en toda dirección absurda que pudiera convenir al interés
austriaco.
Aquella católica y devota Austria, se había hecho medio filosófica.
bajo José II y se había quedado totalmente aislada . Contra ella se vol-
vía su propia espada , Hungría ; los sacerdotes belgas le habían suble-
vado los Países Bajos , apoyados por tres potencias protestantes , Ingla-
terra, Holanda y Prusia.
Entre tanto, ¿qué hacía Austria? Volver las espaldas á Europa y
pasearse en los desiertos de Turquía , gastando sus mejores armas en
provecho de los rusos .
El emperador no se portaba mejor que el imperio. José II estaba
enfermo del pecho y moría desesperado . En los asuntos de Bélgica ha-
bía demostrado una deplorable versatilidad ; primero , amenazas furiosas
de matar y quemar; luego las ejecuciones que causaron tanto horror á
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 319

Europa, y, finalmente , el 25 de Noviembre una amnistía ilimitada que


nadie quiso .
Austria se hubiese visto perdida si la Revolución de Bélgica hu-
biese encontrado apoyo en la Revolución de Francia ( 1 ) .
Aquí todo el mundo creía que las dos revoluciones iban á obrar de
acuerdo y á marchar al mismo paso.
El más brillante de nuestros periodistas , Camilo Desmoulins , había
por propia intuición , unido las dos hermanas , titulando su periódico :
Revoluciones de Francia y de Brabante .
La dificultad de esto estribaba en que la una era una Revolución de
sacerdotes y la otra de filósofos .
Los belgas , sabiendo entre tanto que no podían contar con el apo-
yo directo de sus protectores , las tres potencias protestantes , se dirigie-
ron á nosotros .
El hombre del clero de los Países Bajos , el gran agitador de la
turba católica , Van der Noot , no sintió escrúpulos y escribió á la Asam-
blea y al rey. La carta fué devuelta ( 10 de Diciembre) . Luis XVI pro-
cedió como correcto y buen cuñado del emperador .
La Asamblea despreció á aquella revolución de abates . Las Tulle-
rías , enteramente dominadas por el embajador de Austria , cuidaron de
adormecer al honrado Lafayette , quien á su vez inconscientemente hizo
que la Asamblea no diera importancia al asunto .
El hombre de confianza de la reina , Lamarck , partió en Diciembre
para ofrecer su espada á los belgas , sus compatriotas , contra los aus-
triacos . Bajo este falso pretexto , ocultaba la misión que le había confia-
do la reina , y por consecuencia el embajador de Austria . Esperaba la
reina que Lamarck, con sus aires de gran señor , amable y amigo de
novedades , podría servir de mediador y hasta hacer aceptar á los bel-
gas , hasta entonces vencedores , un medio de terminar la lucha , con-
sistente en una Constitución bastardeada bajo el régimen de un prín-
cipe austriaco . Con este nombre de Constitución , adormecía á Lafa-
yette.
Lamarck, justamente sospechoso al partido de los clérigos belgas y
de la aristocracia , encaminó sus trabajos al partido que se titulaba de
los progresistas . El Austria , para dividir mejor á sus enemigos , se titu-
laba entonces amiga del progreso . Los alardes de reformador Ꭹ filán-
tropo que hacía Leopoldo, ayudaban mucho á esta mentira.
En su participación indirecta en todo esto , la reina se hizo gran

(1) Un movimiento vigoroso, aunque fuese una contrarrevolución , podía establecer un pre-
juicio. Si nuestros obispos, por ejemplo, hubieran sido ayudados por el rey en sus tentativas,
si obtenían alguna ventaja, su triunfo envalentonaría á los prelados belgas que luchaban con-
traAustria. Conveníale à ésta por el momento hacerse moderada y aun liberal, para atraerse á
los progresistas belgas, cuyo liberalismo moderado se parecía mucho á las ideas de Lafayette.
Si Lafayette hubiera apoyado á estos progresistas, hubieran rechazado seguramente la mano
que Austria les tendía , prefiriendo la unión á Francia.
Por esto el interés austriaco era que nada se hiciese en Francia , ni en un sentido ni en
otro.
320 J. MICHELET

daño . Hubiera debido ligarse más y más al clero , y Austria , en lucha


con el clero , tenía intereses absolutamente contrarios .
Aparentemente la reina esperaba que si el emperador se arreglaba
con los belgas , podría ampararse bajo la protección imperial , mostrando
á la Revolución una guerra próxima á estallar sobre Francia, logrando
esto , acaso solamente , con aumentar algunos cuerpos austriacos al pe-
queño ejército de Bouillé .
Mal cálculo . Todo esto era muy largo y el tiempo marchaba con
demasiada rapidez . Austria , sobradamente egoísta , era un socorro de-
masiado lejano y demasiado dudoso .
Los dos cuñados siguieron exactamente la misma conducta . En el
mismo mes , Luis XVI y Leopoldo se declararon amigos de la libertad ,
defensores celosos de las Constituciones , etc.
La misma conducta en dos situaciones perfectamente opuestas .
Leopoldo obraba muy bien para reconquistar á Bélgica ; dividiendo á
sus enemigos , fortalecía á sus amigos ; Luis XVI al contrario , lejos de
fortalecer á sus amigos , los arrojaba en el más profundo desaliento ; pa-
ralizaba al clero , á la nobleza , á la contrarrevolución .
Los moderados Necker y Malouet creían que el rey , por una profe-
sión de fe constitucional casi revolucionaria , podía constituirse en jefe
de la Revolución .
Fué aquello algo parecido á cuando los consejeros de Enrique III le
hicieron cometer la torpeza de llamarse jefe de la Liga.
Verdad es que la ocasión parecía favorable . Los desórdenes de Enero
habían alarmado vivamente á la propiedad . Ante este gran interés social
se suponía que todo interés político parecería pequeño . La desorganiza–
ción era enorme y el poder no podía remediar nada ; en unos sitios porque
estaba muerto en realidad , y en otros porque se hacia el muerto.
Además había muchas gentes que tenían ya bastante revolución y
mucho desaliento y hubieran sacrificado voluntariamente los sueños de
oro que al comienzo se habían forjado por una paz y una unidad in-
mediata .
En aquellos momentos (del 1 al 4 de Febrero) ocurren dos sucesos
semejantes en algo .
Se abre el club de los imparciales (Malouet , Visien , etc. ) Su impar-
cialidad consistía , según consta en declaración que hicieron , en dar
fuerza al rey y en conservar las tierras de la Iglesia , subordinan-
do la enajenación de los bienes del clero á la voluntad de las provin-
cias.
El 4 de Febrero el rey se presenta de improviso en la Asamblea y
pronuncia un discurso sensacional que maravilla y enternece... ¡ Cosa
increíble , maravillosa ! ... El rey estaba secretamente enamorado de
aquella institución que lo despojaba . La elogia entusiasmado ; admira
especialmente la hermosa división de los departamentos y aconseja á la
Asamblea agregue algunas reformas . Deplora luego los desórdenes y
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 321

consuela al clero y á la nobleza , defendiéndolos tibiamente , porque ante


todo , y así lo dijo , es el amigo de la Constitución .
De este modo se presentaba á aquella Asamblea , incapaz de resta-
blecer el orden , y parecía decirle: « No sabéis qué hacer?, pues bien ;
devolvedme el poder . »
El efecto de la escena fué prodigioso . La Asamblea perdió la ca-

Gorro de Jacobino (Museo Carnavalet, París. )-Sables de oficiales de la Guardia nacional.

beza . Barrere lloraba á lágrima viva . Al salir el rey corren detrás de él ,


le rodean y acompañan , llegando hasta las habitaciones de la reina, que
recibe á la diputación acompañada del Delfin . Siempre altiva y graciosa ,
les dice : «He aquí á mi hijo; le enseñaré á amar la libertad y espero que
tendrá vuestro apoyo .»
Aquel día no fué la hija de María Teresa , sino la hermana de Leo-
poldo . Poco después su hermano lanzaba el manifiesto hipócrita en que
se declara amigo de la libertad y de la Constitución de los belgas , hasta
ΤΟΜΟ Ι 41
322 J. MICHELET

el punto de llegar á decir él , emperador, que después de todo habían


tenido derecho para alzarse en armas contra su autoridad imperial .
Al volver la Asamblea delira completamente , no sabiendo lo que
hace ni lo que dice . Puestos de pie todos los representantes juran fide-
lidad á una Constitución que no está terminada todavía . Las tribunas se
entregan también á estos transportes en un inconcebible entusiasmo .
Todo el mundo se pone á jurar en el Hotel de Ville , en la Greve , en las
calles . Se canta un Tedeum ; por la noche se encienden luminarias ...
¿por qué no alegrarse? La revolución está hecha , bien hecha por esta
vez .
Desde el 5 de Febrero hasta el 15 , fué aquello una interminable
continuación de fiestas en París y en provincias . Por todas partes, en
las plazas públicas , todo el mundo prestaba juramento ; los niños de las
escuelas eran conducidos en bandadas . Todo estaba lleno de alegría y
de entusiasmo : muchos amigos de la libertad se extrañan de este mo-
vimiento y temen , creyendo que se tornaría en provecho del rey . Gran
error . La Revolución era una cosa tan fuerte , tan enérgica, era un mo-
vimiento ascendente de tal empuje , que todo suceso nuevo , favorable ó
adverso , concluía siempre por empujarla más vivamente todavía .
En la cuestión del juramento ocurrió lo que sucede siempre con
toda pasión violenta . Cada uno , al pronunciar las palabras, no les da
otro sentido que el que tienen en su corazón , y así los que juraban por
el rey , entendían jurar por la patria .
Bien pronto se notó que en el Tedeum no había acudido el rey á
Notre-Dame y que no había (como se esperaba) jurado sobre el altar ;
el rey , que mentía fácilmente, no se atrevía á ser perjuro .
El 9 de Febrero , durando las fiestas todavía , Gregoire y Lanjuinais
dijeron que la causa de los desórdenes era la no ejecución de los decre-
tos del 4 de Agosto , por lo que no había que hacer alto en la marcha ,
sino que era necesario avanzar resueltamente .
Las tentativas de los realistas para entregar las fuerzas y las armas
al poder real no fueron muy afortunadas . Maury ensaya la habilidad ,
diciendo que al menos en los campos se debía permitir á la fuerza ar-
mada que obrara sin autorización de las municipalidades . Cazales ensa-
ya la audacia y propone que se dé al rey la dictadura por tres meses .
¡Habilidad grosera ! Mirabeau , Buzot y otros declararon concretamente
que no podía fiarse del Poder ejecutivo , y la Asamblea no se fió más
que de las municipalidades , dándoles toda clase de poder para obrar y
haciéndolas responsables de los desórdenes que pudieran impedir .
La audacia inaudita de la proposición de Cazales no se explica más
que por su fecha (20 de Febrero ) . El 18 se había realizado un sacrificio
sangriento , que parecía responder de la buena fe de la corte .
Había entonces dos procesos pendientes , el de Besenval y el de
Favras .
Besenval , acusado por el 10 de Julio , no había hecho , después de
HISTORIA DE La revolución fFRANCESA 323

todo , mas que ejecutar las órdenes de su jefe el ministro , las órdenes
del rey . Por lo tanto , si se le declaraba inocente , parecía condenarse la
toma de la Bastilla y la Revolución misma . Besenval era odiado , espe-
cialmente como hombre de confianza de la reina , el exconfidente de las
partidas de Trianon , el antiguo amigo de Choiseul , y como tal , pertene-
ciente á la camarilla austriaca .
Favras interesaba menos á la corte . Este era el hombre predilecto
del hermano del rey , y por interés de éste se había encargado de sacar
al rey de París .
Verdaderamente , si el rey hubiera desaparecido , su hermano hu-
biera sido nombrado generalísimo ó regente , acaso , como algunos par-
lamentarios y realistas querían .
Lafayette cuenta en sus Memorias que el plan de Favras comen-
zaba con la muerte de Bailly y Lafayette, las dos autoridades de París ,
cuyos asesinatos estaban preparados .
Favras fué detenido la noche del 25 de Diciembre , y el hermano
del rey, muy asustado , cometió la singular torpeza de ir á justificarse ...
¿Dónde , ¿ante qué tribunal? Ante la ciudad de París .
Los magistrados municipales no tenían autoridad para recibir tales
declaraciones .
El hermano del rey renegó de Favras , dijo que no sabía una pala-
bra del asunto é hizo una declaración hipócrita de sentimientos revolu-
cionarios , de amor á la libertad .
Favras mostró mucho valor y reveló demasiado su vida por la ma-
nera de su muerte . Se defendió muy bien y no comprometió á nadie .
Se le hizo comprender que necesitaba morir discretamente y así lo hizo .
El largo y cruel paseo á que fué condenado antes de morir , la conduc-
ción deshonrosa á Notre-Dame , etc. , no quebrantaron su firmeza .
En la Greve pidió declarar y fué colgado ( 18 de Febrero ) . Era la
primera vez que se colgaba á un gentilhombre . El pueblo mostraba una
impaciencia furiosa , creyendo siempre que la corte encontraría medio
' de salvarle .
Sus papeles , recogidos por el teniente civil , fueron ( según dice La-
fayette) remitidos por la hija de este magistrado al hermano del rey y
luego al rey , que se apresuró á quemarlos .
Al domingo siguiente de la ejecución , la viuda y el hijo de Favras
fueron vestidos de luto á la comida pública del rey y de la reina . Los
realistas creían que éstos iban á consolar , á acariciar á la familia de la
víctima .
Entonces vieron la impotencia á que había quedado reducida la
corte y qué escaso apoyo podían esperar los que se sacrificaran por
ella.
Ya el 4 de Febrero la visita del rey á la Asamblea y su profesión
de fe patriótica los había abatido . El vizconde de Mirabeau salió y des-
esperado rompió su espada...
324 J. MICHELET

¿Qué pensar?, ¿qué creer en efecto? Los realistas tenían derecho á


creer al rey mentiroso ó tránsfuga, desertor de su propio partido .
¿El rey no era ya realista ó sacrificaba á su clero , á su fiel nobleza
para salvar una apariencia de nobleza?
M. de Bouillé , abandonado con su ejército y cansado de esperar sin
recibir instrucciones , cayó en el más profundo abatimiento .
Igual impresión recibieron muchos gentilhombres y oficiales del
ejército y la marina , que hartos de su pasividad abandonaronel territorio
francés . M. de Bouillé mismo pide permiso para hacer otro tanto , de-
seando servir en un país extranjero .
El rey le envía á decir entonces que no se vaya porque tendrá ne-
cesidad de él . Se había esperado demasiado .
La Revolución parecía concluída el 14 de Julio , parecía concluída
el 6 de Octubre y sin embargo estaba ya en el 4 de Febrero. Temo que
en Marzo no esté aún terminada .
¿Qué importa? La libertad , adulta y robusta ya, debe temer poco
de las resistencias . Acaba de vencer el más temible obstáculo y el más
invencible: el desorden y la anarquía .
Ha terminado de pronto el asolamiento de las campiñas y la guerra
contra los castillos , que parecía amenazar á la nación entera con una
formidable perturbación .
El movimiento de Enero y Febrero está ya apaciguado en Marzo .
Mientras el rey se presentaba como única garantía de la paz pública y
la Asamblea buscaba y no encontraba medios de consolidarla, Francia
misma lo ha hecho todo .
La explosión de la fraternidad se anticipa á las leyes ; el nudo que
parecía imposible de desatar fué cortado por la magnanimidad de la
nación .
Las ciudades enteras armadas habían corrido á defender los castillos
y habían protegido á los nobles , sus enemigos .
Continúan las grandes reuniones , más grandes cada día; tan for-
midables, que sin hacer nada , por el solo hecho de su aparición , deben
intimidar á los dos enemigos de Francia : la anarquía y el robo uno , y
el otro la contrarrevolución .
No son solamente las más dispersas poblaciones del Mediodía las
que se congregan ; es la Champaña , cien mil hombres ; es la Lorena ,
cien mil hombres ; son los Vosgos , Alsacia , etc.
Movimiento lleno de grandeza , desinteresado y sin celos . Todo se
agrupa , todo se une , todo gravita hacia la unidad nacional .
París llama á las provincias queriendo unirse á todas las comuni-
dades . La Bretaña pide el 20 de Marzo que Francia envíe á París un
hombre por cada mil . Burdeos ha pedido ya que el 14 de Julio sea de-
clarado fiesta cívica en toda la nación .
Las dos proposiciones se convierten en una . Francia llamará á toda
Francia á esta gran fiesta , primera del nuevo culto .
CAPITULO VI

La reina y Austria.-La reina y Mirabeau -El ejérolto


(Marzo- Mayo de 1790)

(CONTINUACIÓN)

Austria se alía á Europa. -Aconseja convencer á Mirabeau (Marzo).- Conducta equívoca de la cor-
te en las negociaciones con Mirabeau. - Mirabeau le asesta nuevos golpes. -Mirabeau poco in-
fluyente en los clubs.- Mirabeau ganado ( 10 de Mayo).-Mirabeau hace dar al rey la inicia-
tiva de la guerra (22 de Mayo).-Entrevista de Mirabeau y de la reina (fin de Mayo).- El
soldado fraterniza con el pueblo. -La corte cree ganar al soldado. -Miseria del antiguo ejér-
cito. Insolencia de los oficiales. -Prueban á divorciar al soldado del pueblo. - Rehabilitación
del soldado y del marino.

El complot de Favras era el del hermano del rey: el complot de


Maillebois (descubierto en Marzo) se refiere al conde de Artois , en la
emigración . La corte , sin desconocerlos , parecía seguir más bien el con-
sejo que hallamos en las memorias de Augéard , guardasellos de la rei-
na: engañar , esperar , aparentar confianza , dejar pasar cinco ó seis
semanas.
La misma consigna en Viena y en París .
Leopoldo hacía negociaciones . Ponía á los gobiernos llamados
amigos de la libertad , á los falsos revolucionarios (creo que la Inglate-
rra y la Prusia) en una prueba muy dura: los colocaba enfrente de la
Revolución, y poco á poco ellos iban dejando caer la careta . Leopoldo
decía á los ingleses : «¿Queréis que me vea obligado á ceder una parte de
los Paises Bajos?» Y la Inglaterra , contrariada , retrocedía y sacrificaba
ante este temor la esperanza de apoderarse de Ostende . A los prusia-
nos , á los alemanes en general , les decía : «¿Podemos dejar que nuestros
príncipes alemanes , posesionados de la Alsacia , pierdan sus derechos
feudales?» La Prusia misma , el 16 de Febrero , había ya proclamado
el derecho del imperio á pedir cuentas á la Francia .
La Europa entera, con sus dos partidos por una parte , Austria y
326 J. MICHELET

Rusia por otra é Inglaterra y Prusia, gravitaban poco á poco hacia


un mismo pensamiento , el odio á la Revolución . Sólo había una dife-
rencia: que la liberal Inglaterra , la filosófica Prusia tenían necesidad de
algún tiempo para pasar de un polo al otro , para decidirse á claudicar ,
abjurar , negarse á sí mismas , confesar lo que eran , enemigas de la li-
bertad . Esta respetable lucha de la vergüenza y el pudor debía ser
aprovechada por el Austria . Por lo tanto , esperando, había muchísimo
que ganar. Todavía un momento , el mundo entero de las buenas gen-
tes iba á encontrarse conforme . Sola entonces , ¿qué haría la Francia?
¡Qué peso tan enorme iba á gravitar sobre ella á todas horas con el Aus-
tria, asistida de Europa entera !
Todo se conseguiría dando á los revolucionarios de Francia y de
Bélgica buenas palabras para adormecerlos , y si era posible , divi-
dirlos .
Desde que Leopoldo fué emperador (20 de Febrero) , desde que pu-
blicó su extraño manifiesto en que adoptaba los principios de la revo-
lución belga, y confesaba la legalidad de la insurrección contra el empe-
rador (2 de Marzo) su embajador Morcy d' Argenteau , decidió María
Antonieta vencer su repugnancia y acercarse á Mirabeau .
Pero cualquiera que fuese la facilidad de carácter del orador , su
eterna necesidad de dinero hacía dificultoso atraérselo . Se le había des-
deñado y rechazado en el momento en que podía ser útil y se le iba á
buscar cuando todo estaba en peligro , quizá perdido .
Se le llamaba para una empresa imposible después de tantas impru-
dencias Ꭹ de tres complots abortados .
El embajador de Austria se encargó de hacer que volviese de Bél-
gica el hombre que mejor podía servir de intermediario , M. de Lamark ,
amigo personal de Mirabeau y también personalmente adicto á la reina .
Volvió . El 15 de Marzo llevó á Mirabeau las insinuaciones de la
corte ; lo encontró muy frío . Su buen sentido le hacía comprender que la
corte le proponía solamente marcharse con ella .
Apretado por Lamark , le dijo que no se podía asegurar el trono
más que apoyándose en la libertad ; que si la corte quería otra cosa , él
la combatiría lejos de servirla . ¿Qué garantía podía tranquilizarle para en
adelante? Acababa él de proclamar delante de la Asamblea cuán poco se
fiaba del poder ejecutivo . Para tranquilizarle , Luis XVI escribía á La-
mark que él no había deseado nunca más que un poder limitado por las
leyes .
Durante esta negociación , la corte llevaba otra con Lafayette . El
rey le prometía por escrito la confianza más completa . El 14 de Abril le
preguntaba cuáles eran sus ideas sobre la prerrogativa regia . Y Lafa-
yette cometía la simpleza de decirlas .
En serio , ¿qué quería la corte? Divertirse y nada más , adormecer á
Lafayette , neutralizar á Mirabeau , atenuar su acción , tenerlo dividido
entre dos tendencias diversas , comprometerlo quizá como había com-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 327

prometido á Necker. La corte puso siempre todo su cuidado y su política


en perder y arruinar á sus salvadores .
Exactamente en la misma época y de igual manera , el hermano de
la reina , Leopoldo , negociaba con los progresistas belgas , los compro-
metía ; después , amenazados por el pueblo , denunciados y perseguidos ,
los llevaba á desear la invasión , el restablecimiento del Austria .
¿Cómo creer que estas negociaciones del hermano y de la hermana,
precisamente idénticas , hubieran concordado por casualidad?
Mirabeau debía mirar mucho y doblemente antes de fiarse de la
corte . Era el momento en que el rey , cediendo á las exigencias de la
Asamblea , la dió el famoso Libro rojo (del que hablaremos muy á me-
nudo) y el honor de muchas personas , los pensionistas secretos vieron
sus nombres proclamados en las calles . ¿Quién podía asegurar á Mira-
beau que la corte no juzgaría más útil alguna vez , dentro de algún
tiempo , el publicar también su tratado? La negociación no era , pues ,
muy tranquilizadora ; no se le confiaba nada por completo , y en cambio
se le pedían todos sus secretos , el pensamiento de su partido .
Pero no se jugaba así tan fácilmente con aquel hombre . Había que
tenerlo ó por amigo ó por enemigo , combatirlo á muerte ó echarse en
sus brazos. Cualesquiera que fueren en el fondo sus tendencias realis-
tas , era imposible cegar enteramente á un hombre de tanto espíritu y
valor . Marcha esperando ; organiza la Revolución ; no la falta jamás en
los momentos decisivos ; se habría podido ganarle ; no se podía adorme-
cerle , enervarle , neutralizarle . Cuando la situación hablaba , al instan-
te el Mirabeau vicioso y corrompido , desaparecía; el dios entraba en él ,
la patria obraba en él y lanzaba el rayo ...
En un solo mes (el de Abril) en que la corte traicionaba , chalenea-
ba y comerciaba , el rayo hirió dos veces .
La primera (que dejamos para el capítulo siguiente , por reunir
toda la negociación del clero) , es el famoso apóstrofe sobre Carlos IX y
la Saint-Barthelimy que está en todas las memorias : « Veo desde aquí
la ventana... etc. » ¡ Jamás los clérigos habrán recibido golpe tan pesa-
do sobre sus cabezas ! ( 13 de Abril) .
La segunda negociación , no menos grave , fué la cuestión de saber
si la Asamblea se disolvería ; los poderes de muchos diputados se limi-
taban á un año , y este año acababa . Ya, antes del 6 de Octubre , se ha-
bía propuesto (y con razón entonces) disolver la Asamblea . La corte ,
esperando , expiaba el momento de la disolución , el entreacto , el mo-
mento , siempre peligroso , entre la Asamblea que termina y la que aún
no existe .
En aquel intervalo , ¿ quién reinaría sino el rey? y una vez recobrado
el poder y la espada era muy fácil no volver á soltarlos .
Maury y Cazalés , en sus discursos osados , irritantes y provo-
cativos , preguntaron á la Asamblea si sus poderes eran ilimitados , si
se creía una Convención nacional.
328 J. MICHELET

Insistieron mucho sobre estas distinciones de convención , asam-


blea y legislatura . Tales argucias lanzaron á Mirabeau á una de aque-
llas cóleras que llegaban á la sublimidad : «Preguntáis : ¿cómo diputados
de la ralea nos hemos constituído en Convención? Responderé: El día
en que cerrada nuestra sala , rodeada de bayonetas , corrimos al primer
lugar donde pudimos reunirnos y juramos perecer todos ... aquel día , si
nosotros no éramos ya una Convención , nos hemos convertido en ella...
Id á buscar ahora en la vana nomenclatura de los hablistas la defini-

El puerto militar de Brest en tiempo de la Revolución. (Grabado de la época.)

ción de esas palabras : Convención nacional ... Vosotros conocéis , seño-


res, el rasgo de aquel romano que por salvar á su patria de una gran
conspiración había sido acusado de haber traspasado los poderes que
las leyes le conferían . Un tribuno capcioso exigió de él juramento de
haberlas respetado , creyendo colocar con esta insidiosa petición al cón-
sul en la alternativa de un perjurio ó de la confesión de la falta . Y el
grande hombre dijo : «Juro haber salvado la República . » Pues bien , se-
ñores , yo juro que vosotros habéis salvado la nación. »
Ante este magnífico juramento , la Asamblea entera se pone de pie
y decreta: « Nada de elecciones hasta que la Constitución esté termi-
nada.»
>
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 329

Los realistas quedaron aterrados . Muchos , sin embargo , creían que


a esperanza de su partido, la elección nueva , hubiera podido volverse
contra ellos , produciendo una Asamblea más hostil , más violenta . En la
inmensa agitación del reino , en aquella ebullición creciente , ¿quién po-
día hacer vaticinios?...
Sólo la organización de las municipalidades conmovía profunda-
mente á Francia . Apenas se formaban , quedaban organizados á su lado
clubs y sociedades para vigilarlas . Sociedades ilegales pero útiles , emi-
nentemente útiles , en aquella crisis ; eran órgano é instrumento necesa-
rio de la desconfianza pública ante tantos complots , conjuras y conspi-
raciones .
Los clubs irán aumentando ; es preciso , la situación lo exige . En
esta época no están todavía en todo su esplendor . Para Francia el mo-
mento es sólo de federaciones . Pero ya los clubs reinan en París .
París parece velar por Francia . París , anhelante , avanzado con sus
sesenta distritos en asambleas permanentes , escucha y se inquieta; pa-
rece el centinela colocado á dos pasos del enemigo . El grito « ¡ en guar-
dia!» se escucha á cada momento . Dos voces lo lanzan sin cesar . El
club de los Cordeliers y el club de los Jacobinos .
En el próximo libro de esta obra penetraremos en estos antros ori-
ginales; aquí me abstengo de hacerlo .

Los jacobinos no están caracterizados todavía ; se encuentran en su
primera edad; edad bastarda, constitucional , en la que alcanzan gran
influencia entre ellos los Duport y los Lameth .
El carácter principal de estos grandes laboratorios de agitación , de
vigilancia pública , de estas poderosas máquinas (hablo sobre todo de
los jacobinos), es que, como en toda máquina , la acción colectiva domi-
na mucho á la acción individual ; allí el individuo más fuerte , más
heroico , se confundía con la masa ; perdía su superioridad .
En las sociedades de este género , la medianía activa vale mucho y
el genio pesa poco . Acaso , por esto, Mirabeau no iba muy voluntaria-
mente á los clubs , no perteneciendo exclusivamente á ninguno de ellos
y haciendo cortas visitas . Pasaba una hora en los Jacobinos , y en la mis-
ma noche iba otro rato al club del 89 , que tenían desde entonces en el
Palais Royal , Sieyes , Bailly, Lafayette, Chapelier y Talleyrand ( 13 de
Mayo).
Club elegante , magnífico , pero de escasa , de ninguna acción . La
verdadera fuerza estaba en el viejo convento ennegrecido de los jaco-
binos . La dominación de intriga, de charlatanería fácil y vulgar que
soberanamente ejercía el triunvirato de Duport , Barnave y Lameth, no
contribuía poco á hacer á Mirabeau asequible á las sugestiones de la
corte.
Hombre de contradicción , ¿qué era en el fondo? Realista ; noble ,
cuando menos . ¿Y cuál era su acción? La contraria ; á fogonazos , sin
quererlo acaso , destrozaba la realeza .
TOMO I 42
330 J. MICHELET

Difícil era defenderla , porque se hundía de hora en hora . Había per-


dido á París , y aunque le quedaban en provincias grandes fuerzas dis-
persas , ¿cómo reunirlas y fundirlas? Esto es lo que Mirabeau veía .
Proyectaba Mirabeau organizar una vasta correspondencia á seme-
janza de la que mantenían los Jacobinos , para anularla . Tal fué la base
del tratado de Mirabeau con la corte ( 10 de Mayo) . Hubiera constituído
en su casa una especie de ministerio del espíritu público .
Con este objeto ó con este pretexto Mirabeau recibió dinero , un
sueldo fijo. Y como estaba en sus costumbres hacerlo todo con audacia,
el mal y el bien , se habilitó espléndida casa , coches , mesa siempre
puesta y el hotelito de la calzada de Antin que subsiste todavía .
Todo esto era demasiado claro , y lo pareció más cuando desde en
medio de la izquierda de la Asamblea se le oyó hablar , de acuerdo con
la derecha , por la realeza , pidiendo se le diera la iniciativa de la paz ó la
guerra .
En la Constitución que se discutía el rey había perdido el gobierno
del interior ; perdió después la administración de la justicia ; los jueces ,
como los magistrados municipales , escapaban á su acción , iban á dejar
de depender de él . Si se le quitaba la iniciativa de la guerra , ¿qué que-
daba á la realeza? He aquí lo que dice Cazalés .
Barnave y los demás del lado opuesto dicen mil razones , pero ocul-
tan la mejor , la más verdadera . Es que el rey era sospechoso ; es que
la Revolución no se ha hecho sino para romper la espada puesta por la
Edad Media en manos del rey; es que de todos los poderes , el más peli-
groso de dejar en sus manos es la guerra.
El motivo del debate era el siguiente:
Inglaterra se había alarmado al ver á Bélgica tender las manos á
Francia. Comenzaba , además , á asustarse , como el emperador y como
Prusia , de una Revolución viva , contagiosa , que se infiltraba en los demás
pueblos por su ardimiento y por su carácter de generalidad (más que
nacional) , de aquella Revolución humana tan contraria al espírita inglés.
Un hombre de talento , apasionado y venal , el irlandés Burke , alumno
de los jesuítas de Saint-Omer, había pronunciado en la Cámara inglesa
una furiosa filípica contra la Revolución , la cual le había sido pagada en
metálico contante por su adversario M. Pitt.
Inglaterra no atacó á Francia , pero abandonó á Bélgica en manos
del emperador de Austria y fué al fin del mundo , buscando querella en
los mares con España , nuestra aliada .
Luis XVI hizo saber á la Asamblea que iba á armar catorce navíos .
Con este motivo se traba en la Asamblea una larga é inmensa dis-
cusión teórica sobre la cuestión general : «¿ A quién pertenece la iniciati-
va de la guerra?» Poco ó nada se habló sobre la cuestión particular , que
era, sin embargo , más importante que la general ; más apremiante al
menos . Todo el mundo en la Asamblea parecía huir de ella , evitarla ;
todo el mundo tenía miedo de verla , de tocarla .
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 331

París no tenía miedo ; París la afrontaba cara á cara . Todos los pa-
risienses sentían y decían que si el rey tenía la espada , el ejército y la
marina , la Revolución perecería.
Había en París cincuenta mil hombres en las Tullerías , en la plaza
Vendome y en la calle de San Honorato , esperando , con inexplicable an-
siedad , recoger ávidamente las notas que les arrojaban desde las venta-
nas de la Asamblea , para hacerles seguir la marcha de la discusión .
Todos estaban indignados y exasperados contra Mirabeau . Al entrar el
gran orador , un hombre le enseña una cuerda , y al salir, otro le mues-
tra sus pistolas , ambos en señal de amenaza .
Aquel día dió pruebas de sangre fría y de virilidad . En el momen-
to mismo en que Barnave ocupaba la tribuna y pronunciaba uno de sus
largos discursos , creyendo haber resuelto el punto discutido , Mirabeau ,
que no escuchaba , salió de la Asamblea y se fué á pasear en medio de
aquella multitud que llenaba las Tullerías ; encontró allí á la joven y
ardiente madame de Staël , la hija de Necker , que estaba también espe-
rando con el pueblo y se puso tranquilamente á hacerla el amor .
Su valor no mejoraba la causa que defendía . Triunfaba en la cues-
tión teórica de aquel gran acto de la guerra , en la asociación natural
entre el pensamiento y la fuerza , entre la Asamblea y el rey; pero toda
aquella metafísica no podía resolver la situación .
Sus enemigos emplearon un medio poco parlamentario , que era casi
un asesinato y que ponía en riesgo su vida . Durante aquella noche
hicieron escribir é imprimir y repartieron un libelo atroz .
A la mañana siguiente , yendo Mirabeau á la Asamblea , oyó gritar
por todas partes : «La gran traición del conde de Mirabeau descubierta . >
»
Como le había ocurrido siempre , el peligro le inspira admirable-
mente , y en la Asamblea destroza á sus enemigos con aquel famoso dis-
curso que comienza diciendo : « Se bien que no está lejos del Capitolio la
roca Tarpeya...» etc.
Triunfa en la cuestión personal . En la cuestión misma del litigio
retrocede hábilmente ; en el primer turno de una proposición redactada
más claramente , hace una retirada , y cediendo en la forma gana en el
fondo . Al fin se acordó que el rey tenía el derecho de hacer los prepara-
tivos de dirigir las fuerzas como quisiera y de proponer la guerra á la
Asamblea, la cual no decidiría nada que no fuera sancionado por el rey
(22 de Mayo).
Al salir Barnave , Duport y Lameth , que se iban desesperando , fue-
ron aplaudidos , casi llevados en hombros por el pueblo , que creía haber
vencido. No tuvieron valor para decir la verdad en aquel momento ,
porque en realidad la corte era la que había salido ganando .
Acababa de probar , por segunda vez , la fuerza del talento de Mi-
rabeau ; en Abril contra ella y en favor de ella en Mayo . En esta últi-
ma ocasión había hecho esfuerzos sobrehumanos , había sacrificado su
popularidad y expuesto su vida . La reina le concedió una entrevista , la
332 J. MICHELET

única según todas las apariencias , que tuvieron jamás . Otra debilidad de
aquel hombre, que no se puede disimular, era que algunas muestras de
confianza , exagerada sin duda por el celo de Lamarck, que quería cen-

Encontró á la joven y ardiente madame de Staël y se puso tranquilamente á hacerla


el amor. (Pág. 331 )

surarlas , exaltaron la imaginación del gran orador , crédulo como todos


los artistas ; á consecuencia de esto , atribuyó á la reina una superiori-
dad de espíritu y de carácter que no demostraba ella .
Creyó también Mirabeau, en su fuerza y en su orgullo , que aquel á
quien ningún hombre resistía dominaría sin dificultad la voluntad de
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 333

una mujer. Mirabeau hubiera sido el ministro de una reina mucho me-
jor que el de un rey ; deseaba ser el ministro ó el amante.
La reina estaba entonces con el rey en Saint-Cloud . Rodeados por
la guardia nacional , se encontraban en un medio cautiverio bastante

" Señora, la monarquía está salvadal » ( Pág. 335)

libre, puesto que todos los días iban á pasearse sin guardias á distintos
lugares .
Había , sin embargo , muchas buenas gentes de corazón sensible
que no podían soportar la idea de un rey y de una reina prisioneros de
su súbdito .
Un día , al comienzo de la tarde , la reina escuchó un rumor en los
334 J. MICHELET

alrededores solitarios de Saint-Cloud ; levantó la cortina y vió bajo del


balcón cerca de cincuenta personas , mujeres del campo , sacerdotes , an-
cianos , caballeros de San Luis , que lloraban á media voz y contenían
sus sollozos .
Mirabeau no podía ser sometido á la prueba de semejantes impre-
siones . A pesar de todos sus vicios seguía siendo hombre de ardiente
imaginación , de pasiones tempestuosas , y encontraba alguna felicidad
en sentirse el apoyo , el defensor , el libertador acaso de una hermosa
reina prisionera .
El misterio de la entrevista aumentaba su emoción . Fué , no en co-
che , sino á caballo , para no llamar la atención , y le recibió la reina no
en el castillo , sino en un lugar muy solitario, en el punto más elevado
del
parque , reservado á los reyes : en el kiosco que corona el jardín ...
Era á fines de Mayo .
Mirabeau estaba entonces visiblemente atacado del mal que le lle-
vó á la tumba; no hablo de sus excesos , de sus prodigiosas fatigas . No ,
Mirabeau no murió mas que del odio del pueblo . ¡ Adorado y después
escupido !; haber tenido su prodigioso triunfo de Provenza , en el que se
sintió colocado sobre el seno mismo de la patria ... para llegar al fin , en
Mayo del 90 , á que pidiera el pueblo en las Tullerías que le fuera en-
tregado para colgarle... El mismo , haciendo como acostumbraba frente
á la tempestad , sin sentirse sostenido por una conciencia tranquila , per-
cibía cada vez que ponía la mano sobre su pecho el dinero que aquella
mañana había recibido de la corte...
Todo esto se agitaba y hervía en su alma turbada y se convertía en
cólera , desesperación y vaga esperanza .
Cuando sobre su caballo subía el violento Mirabeau lentamente la
avenida de Saint-Cloud , iba ya herido de muerte ; notábasele en la tez
obscura y poco transparente , en los ojos enrojecidos , en las mejillas la-
cias y en un comienzo de pesadez y obesidad mal sana .
Y la reina, que esperaba en el pabellón , ¡ cuánto había cambiado
también ! Sus treinta y cinco años , antes bien disimulados , aparecían
ahora con el encanto de la edad que tantas veces ha pintado Van Dick ;
agregad en aquel rostro palideces delicadas , ligeramente violáceas , que
revelan un mal profundo ... ¡ Enferma , profundamente enferma y para
no curar jamás ! ... Enferma del corazón y del cuerpo ... Se ve bien
cuánto lucha .
Allí está con la cabeza alta y con los ojos secos ; pero demasiado
claramente se ve que llora todas las noches . Šu dignidad natural y la de
su desgracia , que son otras realezas , la amparan de toda desconfianza , y
aquel que lo juega todo por ella tiene necesidad de creerla .
María Antonieta quedó sorprendida al ver que aquel hombre tan
popular, que el orador tempestuoso por cuyos labios había hablado la Re-
volución , que aquel monstruo, en fin , era un hombre ... que tenía un en-
canto particular y una delicadeza que ocultaba bien su energía .
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 335

Según todas las apariencias , la entrevista fué vaga, muy poco ó


nada concluyente . La reina tenía su pensamiento que guardaba , y Mira-
beau tenía el suyo , que no ocultaba de ningún modo : salvar á la vez al
rey y á la libertad ... ¿Qué lenguaje común podía haber entre ellos?...
En el momento de terminar , Mirabeau , dirigiéndose á la mujer más que
á la reina , con una galantería respetuosa le dijo : « Señora , cuando vues-
tra augusta madre hacía á algunos de sus súbditos el honor de admitirles
en su presencia, jamás les despedía sin darles á besar su mano . » La reina
le presentó la suya; Mirabeau se inclinó y estrechó aquella mano entre
las suyas , la besó y después , alzando la cabeza , exclamó con un acento
impregnado de ternura y de soberbia á la vez : « ¡ Señora , la monarquía
está salvada! >
»
En el mismo momento en que Mirabeau , á cambio de su populari-
dad y casi de su vida , arrancaba á la Asamblea aquel peligroso decreto
que, en el fondo , daba al rey el derecho de paz y de guerra, el rey ha-
cía buscar en los archivos del parlamento las antiguas fórmulas de pro-
testas contra los Estados generales , queriendo hacer una protesta secreta
contra todos los decretos de la Asamblea ( 23 de Mayo) .
Gracias a Dios la salvación de Francia no dependía de este gran
hombre crédulo ni de esta corte engañada . Aquel decreto devuelve la
espada al rey , pero la espada estaba rota .
El soldado se torna pueblo , se mezcla al pueblo y fraterniza con el
pueblo .
M. de Bouillé nos ha hecho saber en sus memorias que no desper-
diciaba pretexto ni ocasión para poner en lucha al soldado y al pueblo
para inspirar al militar el odio y el desprecio al burgués .
Los oficiales habían aprovechado áridamente una ocasión para ha-
cer subir este odio más alto todavía hasta la Asamblea nacional, calum-
niándola cerca del soldado .
Uno de los más firmes patriotas , Dubois de Crance , había expuesto
á la Asamblea nacional la triste organización del ejército , reclutado en
su mayoría con gente de mal vivir; deduciendo de ello la necesidad de
una organización nueva que debía convertir al ejército en lo que debía
ser, la flor de Francia .
Justamente de estas palabras honrosas para el militar y de esta ten-
tativa para reformar y rehabilitar al ejército, fué de lo que más se abu-
só . Los oficiales decían y repetían al soldado que la Asamblea le ultra-
jaba . La corte concibió grandes esperanzas , creyendo que iba á volver
á apoderarse del ejército . Desde las oficinas dǝl ministerio se escribían
al comandante de Lille estas significativas palabras : «Cada día toma-
mos un poco de consistencia . Que quieran olvidarnos , no contar con
nosotros para nada y bien pronto lo seremos todos . » (8 de Diciembre ,
3 de Enero . )
¡ Vana esperanza! ¿ Podíase creer que el soldado cerraría los ojos
por largo tiempo , que vería impasible este espectáculo de la fraternidad
336 J. MICHELET
1
de la Francia , que en el momento en que la patria había sido recupe-
rada él solo se obstinaba en permanecer fuera de la patria , que el cuar-
tel sería como una isla separada del resto del mundo?
Es alarmante , sin duda , ver el ejército que delibera, que sabe dis-
cernir y escoger , sometido á la obediencia . Y aquí , por lo tanto , ¿ cómo
podía suceder de otro modo? Si el soldado obedecía ciegamente á la au-
toridad suprema , de que proceden todas las demás , dócil á sus oficiales ,
se hallaba infaliblemente en rebeldía con el jefe de los jefes , con la ley.
Abstenerse , no hacer nada , imposible ; la contrarrevolución no lo enten-
día así y le mandaba disparar sobre la Revolución , sobre la Francia ,
sobre el pueblo , sobre su padre , sobre su hermano que le tendía los
brazos .
Los oficiales se le aparecían como lo que eran , el enemigo ; un pue-
blo aparte , que era además de otra raza , de otra naturaleza . Como los
viejos pecadores , endurecidos en su pecado , se hunden cada vez más en
él cuando van hacia la muerte , el antiguo régimen , cercano á su fin ,
era más duro y más injusto . Los grados altos no se daban más que á
los jóvenes de la corte , á los niños mimados de las damas ; el ministro
Montfarrey ha referido la escena violenta, indecente , que la reina le
hizo sufrir por un joven coronel . Los grados menores , accesibles bajo
Luis XIV y bajo Luis XV , no fueron dados bajo Luis XVI más que á
los que podían probar cuatro abolengos nobiliarios . Jabert , Catinat,
Chevert, no habían podido llegar al grado de subteniente .
Antes he dicho cuál era el presupuesto de la guerra en 1784 : Cua-
renta y seis millones para el oficial, 45 millones para el soldado . ¿Por
qué llamarle soldado? Mendigo sería el término propio . El sueldo , rela-
tativamente equitativo en el siglo XVII , llegó á no ser nada bajo
Luis XV. Bajo Luis XVI , es verdad , se le une otro sueldo pagado en
palos . Se imitaba la famosa disciplina de Prusia : se creía que en esto con-
sistía todo el secreto de las victorias del gran Federico , en las palizas al
soldado : el hombre llevado como una máquina y castigado como un
niño . El peor de los sistemas seguramente , uniendo los males opuestos ;
sistema á la vez mecánico por una parte y por otra fatalmente duro y
arbitrario .
Los oficiales despreciaban soberanamente al soldado , al burgués , á
toda clase de hombres que no fueran ellos . ¿Por qué? ¿Por cuál extraor-
dinario motivo? Por uno solo : tiraban muy bien la espada . El prejuicio
tan respetable que pone la vida de los valientes á discreción de los dies-
tros , constituía á éstos en una especie de tiranía , y así intentaron , hasta
con la Asamblea , este género de amenaza para intimidarla . En la cá-
mara de la nobleza , con los miembros , tiraron de la espada para impe-
dir á los otros uuirse al tercer estado . La Bourdonaie , Noailles , Cas-
tries y Cazalés provocaron á Barnave y á Lameth . Tantas groserías di-
rigieron á Mirabeau , tantas injurias, con la esperanza de deshacerse de
él , que no son ni creíbles ; él permanecía impávido . ¡ Ojala que el más
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 337

grande de los marinos de aquel tiempo , Suffren , hubiera hecho lo


mismo ! Según una tradición muy verosímil , un joven fatuo , de elevado
nacimiento , tuvo la insolencia de provocar en duelo á este hombre he-
roico, de cuya sagrada vida nadie era dueño más que la Francia; él , ya
de mucha edad, tuvo la debilidad de aceptar y recibió un golpe mortal .
El joven era muy bien mirado en la corte y el asunto quedó en la som-
bra. ¿Quién quedó contrariado? La Inglaterra , por un golpe así, habría
dado millones .
El pueblo no tuvo nunca la delicadeza de comprender tales puntillos
de honor . Los Belṣunce , los Patrice , que desafiaban á todo el mundo ,
se encontraban con lo que no buscaban . La espada de la emigración se
rompió como el vidrio bajo el sable de la República .
Si nuestros oficiales del ejército que nada habían hecho eran por lo
mismo tan insolentes , ¡ gran Dios !, ¿ qué serían los oficiales de la marina?
Desde los últimos sucesos (que no habían sido más que brillantes duelos
de barco á barco) no se conocían á sí mismos , eran insoportables ; su or-
gullo se elevaba hasta la ferocidad . Uno de ellos había tenido la desgracia
de degradarse hasta el punto de frecuentar la amistad de un antiguo ca-
marada que había pasado al ejército de tierra: pues le obligaron á ba-
tirse con él para quedar limpio de tal crimen . Y , ¡ afrenta horrible !, el
de tierra lo mató.
Un oficial de Marina , Acton , era como el rey de Nápoles . Los Van-
dreuil rodeaban á la reina y al conde de Artois y los impulsaban con sus
violentos consejos . Oficiales de Marina , los Bouchamps , los Marigni ,
mientras la Francia tuvo enfrente á toda la Europa , le clavaron en la
espalda el puñal de la Vandée .
Tolon fué el que sufrió el primer golpe de este orgullo . Mandaba
allí el bravo , insolente y duro Alberto de Rioms , uno de los mejores
capitanes . Creía dominar las dos poblaciones , el Arsenal y Tolon , de la
misma manera que á una chusma de presidiarios , á palos y á latigazos ,
protegiendo la escarapela negra y maltratando la tricolor . Se fiaba de un
pacto que sus oficiales de marina habían hecho con los del ejército de
tierra contra los guardias nacionales . Cuando éstos , con los magistrados
á la cabeza llegaron á reclamar, los recibió como hubieran recibido á
los presidiarios del Arsenal .
Entonces un pueblo furioso rodeó el palacio del comandante . Este
mandó hacer fuego y no hubo un soldado que quisiera tirar.
Entonces le fue necesario rogar á los magistrados de la ciudad que
le socorriesen . Los guardias nacionales que él había insultado repugnaron
defenderle y no llegaron á salvarle sino metiéndolo en un calabozo . (No-
viembre-Diciembre del 89. )
En Lille se intentó de igual manera oprimir á las tropas de la guar-
dia nacional y aun de nutrir con ellas los regimientos . El comandante
Livarot (se sabe por sus cartas inéditas) las animaba hablándoles de la
pretendida injuria que Dubois de Crancé había hecho al ejército en
TOMO I 43
338 J. MICHELET

la Asamblea nacional . La Asamblea no respondió sino con la mejora de


la suerte del soldado , dándole al menos prueba de interés del único modo
que entonces podía , aumentándole el sueldo con algunas monedas .
Lo que más le irritó fué ver que en París Lafayette había ascendido
á todos los subalternos á los grados superiores . La barrera infranqueable
quedaba al fin rota .
¡ Pobres soldados del antiguo régimen , que por tan largo tiempo ha-
bían sufrido sin esperanza y en silencio !
Sin ser los prodigiosos soldados de la República y del imperio, no
eran indignos de haber tenido su día feliz . Lo que leo acerca de ellos en
las viejas historias me admira como paciencia y me conmueve como
bondad . Los veo en la Rochela entrando en la ciudad hambrienta y dar
su pan á los habitantes . Sus tiranos , los oficiales , los que les cerraban
toda carrera al ascenso , no hallaban en ellos más que docilidad , respeto ,
dulzura , benevolencia . En no sé qué acción , entiempo de Luis XV , un
oficial de ¡ catorce años ! que había llegado de Versalles no podía ya
avanzar rendido de fatiga . « ¡ Dádmele , dijo un granadero gigantesco ,
me lo echaré á la espalda y si hay una bala que recibir , se la evitaré
al niño !
Necesario era que al fin hubiera un día para la justicia , la igualdad
naturaleza ; ¡ dichosos aquellos que vivieron para verlo ! ...
Ꭹ la
Qué alegría para Bretaña encontrar después de cien años , en su
humilde estado de piloto , al piloto de Duguay-Trouin , al de la mano
firme y fría que llevaba al vencedor bajo el fuego... Juan Robin , de la
isla de Batz , el cual fué reconocido en las elecciones y por acuerdo
unánime colocado junto al presidente .
Francia estaba avergonzada de una injusticia tan larga y quería
honrar en la persona de aquel hombre á tantas generaciones heroicas
indignamente olvidadas , rebajadas durante su vida por la insolencia de
los que se aprovecharon de sus servicios y después , ¡ ah !, relegadas al
olvido .
CAPITULO VII

Lucha religiosa.-Pascuas.-La pasión de Luis XVI

Leyenda del rey mártir.-Escándalo de la apertura de los conventos -El clero exalta á las masas
ignorantes .-El agente del clero quiere entenderse con la emigración. - El clero y la nobleza en
oposición -Maniobras del clero en Pascuas.- La Asamblea publica el Libro Rojo en Abril
del 90. -Hipoteca de los bienes del clero en garantía de los asignados . -El clero pide á la
Asamblea declare el catolicismo religión nacional, 12 de Abril de 1790.

Era evidente que no se podía armar al soldado contra el pueblo .


Era preciso , pues , encontrar un medio de armar al pueblo contra él
mismo, contra una revolución que se hacía para él .
Al espíritu de federación , de unión , á la nueva fe revolucionaria ,
no se podía oponer más que la nueva fe , si es que existía aún.
A falta del viejo fanatismo extinguido , ó al menos profundamente
adormecido , el clero contaba con la fácil bondad del pueblo , con su sen-
sibilidad ciega, su credulidad para los que amaba , su respeto invetera-
do al sacerdote y al rey... el rey, aquella vieja religión , aquella místi-
ca personal, formada con una mezcla de los caracteres del sacerdote y
del magistrado , con un reflejo de Dios .
Siempre había dirigido sus ojos el pueblo hacia el rey y á él se di-
rigían todos sus votos ; ¡ y con qué resultado ! La realeza lo había estru-
jado , prensado , como lo hubiese hecho una máquina sin piedad .
Nada más fácil á los sacerdotes que hacer creer que Luis XVI era
un santo , un mártir.
Aquella figura beatífica y paternal, pesadota (por su origen de la
casa de Saxe y de la casa de Borbón) , era un santo de catedral , hecho
en piedra para un pórtico de iglesia . Su aspecto de miope , su indecisión
é insignificancia le daban justamente aquella apariencia de vaguedad
que da lugar á todas las leyendas .
་ Leyenda admirable , patética , muy propicia para conmover los co-
razones. El rey había amado al pueblo , quería el bien del pueblo y por
E
340 J. MICHELET

eso se le castigaba ... ¡Ingratos , habían osado levantar la mano contra


aquel excelente padre , contra el elegido de Dios!
¡ El buen rey, la noble reina , la santa madama Isabel , el pobrecito
delfín , cautivos en aquel revuelto París !
¡ Qué de lágrimas al hacer este relato , qué de votos al cielo , qué
de oraciones y misas para librarlo!

EL CONDE DE PROVENZA (hermano de Luis XVI)

¡Qué corazón de mujer no se conmovía cuando , al salir de la igle-


sia, el sacerdote le decía quedamente al oído: «¡ Rogad por el pobre
rey!»>
Rogad también por Francia-era necesario decir, -rogad por un
desventurado pueblo traicionado , entregado al extranjero .
La otra leyenda , no menos poderosa para excitar á la guerra civil,
era la apertura de los conventos , la orden de hacer inventario de los
bienes eclesiásticos , la reducción de las casas religiosas , á pesar de que
se hizo con grandísima mesura .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 341

Se reservó á cada departamento una casa , cuando menos , de cada


orden, donde podían retirarse á hacer vida monástica cuantos quisieran ,
así como el que quería salir del claustro lo abandonaba y recibía una
pensión . Esto era justo y nada violento .

EL CONDE DE ARTOIS ( hermano de Luis XVI)

Las municipalidades muy prudentes y morigeradas en aquella


época, daban toda clase de facilidades para la ejecución de aquellas ór-
denes . Apenas detallaban ni completaban el inventario, no inspecciona-
ban Ꭹ lo hacían figurar todo por la mitad de su valor real .
¡ No importa! A pesar de esto , el clero procuraba hacerles este de-
ber difícil y peligroso . Se avisaba á todo el mundo , públicamente , el
342 J. MICHELET

día en que había de hacerse el inventario , el día maldito en que los


laicos habían de franquear el sagrado claustro .
Solamente , para llegar á la puerta del convento , habían de atrave-
sar, con riesgo de su vida , los magistrados municipales por en medio de
la multitud alborotada , de la gritería de las mujeres y de las amenazas
de los robustos mendigos de oficio que mantenían los conventos . Los
bondadosos discípulos del Señor oponían estas resistencias y peligros á
los hombres de la ley , obligados á cumplimentar la ley.
Todo esto fue hecho con mucha habilidad y unidad extraordinaria ,
obedeciendo , sin duda alguna , á una sola dirección y consigna .
Si fuese posible hacer historia detallada y completa , podrían tomar-
se de aquí muchos datos para un asunto de alta filosofía: «¿Cómo en
una época indiferente , incrédula , pueden los políticos hacer y rehacer
el fanatismo?» Hermoso capítulo para agregado á un libro que debe
escribir un pensador: La mecánica del entusiasmo .
El clero no tenía fe , pero encontraba para instrumentos personas
que la tenían todavía , almas piadosas , convencidos , visionarios ardien-
tes , cabezas soñadoras y poéticas , que abundan siempre , especialmente
en Bretaña .
Una señora de Pont- Leves , mujer de un oficial de marina , publica
la Compasión de la Virgen para Francia , folleto místico , ardiente , li-
bro de mujer para las mujeres , propio para turbarlas y volverlas locas .
El clero ejercía todavía una acción bien fácilmente sobre aquellas
pobres poblaciones que sólo hablaban su dialecto y desconocían el idio-
ma francés . No sabían que los diezmos y primicias habían sido supri-
midos ; el clero lo ocultaba , así como la abolición sucesiva de los im-
puestos indirectos , y en cambio desesperaba á aquellos ignorantes cam-
pesinos anunciándoles á cada momento que iban á ser desposeídos del
tercio de sus bienes ..
El Mediodía ofrecía otros elementos de agitación , no menos favo-
rables , hombres de pasión , activos , ardientes , políticos , espíritus de in-
triga y habilidad , á
a propósito, no sólo para sublevar , sino para organi-
zar y reglamentar la sublevación .
El verdadero secreto de la resistencia , la vía única que daba reales
y serias ventajas á la contrarrevolución , la idea de la futura Vandée ,
fué formulada por completo en Nimes : contra la Revolución ningún re-
sultado era posible sin la guerra religiosa . De otro modo : contra la fe
no hay mayor fuerza que la fe . Vía terrible , que hace espantarse cuan-
do se recuerda ... cuando se ve las ruinas , el desierto que ha hecho el
viejo fanatismo . ¿Qué habría sucedido si todo el Mediodía , todo el Oes-
te , toda la Francia se hubieran convertido en Vandée?
Pero la contrarrevolución no tenía otro recurso . Al genio de la fra-
ternidad no se podía oponer más que el de la Saint- Barthelémy .
Tal fué, poco más ó menos , la tesis que desde Enero del 90 sostu-
vo en Turín , ante el gran concejo de la emigración , el ardiente envia-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 343

do de Nimes , hombre del pueblo , hombre insignificante pero de cabeza


dura , intrépido , que veía perfectamente y con claridad planteaba la
cuestión .
El , que por gracia especial era admitido á hablar delante de los
príncipes y de los grandes señores , Carlos Froment , así se llamaba ,
hijo de un acusado de falsario (después indultado) , no era más que un
muñidor del clero y su factotum . De pronto se mostró jefe del popula-
cho católico y lo lanzó contra los protestantes . El mismo no era tan fa-
nático como faccioso , un hombre del tiempo de los Gibelinos . Pero veía
claramente que la verdadera fuerza era el pueblo , la apelación á la fe
popular .
Froment fué recibido con amabilidad , escuchado y poco compren-
dido . Se le dió algún dinero y la esperanza de que el comandante de
Montpeller podría proveerle de armas . Por lo demás, tampoco se com-
prendió lo útil que podría ser, pues más tarde , habiendo emigrado , no
obtuvo de los príncipes más que el permiso de reunirse á los españoles y
ponerlos en relación con su antiguo partido .
«Lo que ha perdido á Luis XVI , dice Froment en sus memorias , es
el haber tenido ministros filósofos .» Y pudo haber extendido esta afir-
mación á mucho más lejos , con no menos acierto . Lo que hacía impo-
tente la contrarrevolución era que había en ella grados diferentes , y
además que llevaba en el corazón la filosofía del siglo , es decir , la Re-
volución misma .
He dicho (en mi introducción al primer tomo) que entonces todos ,
hasta la misma reina , el conde de Artois , la nobleza , eran en distintos
grados simpatizadores con el espíritu nuevo .
La lengua del viejo fanatismo era para ellos una lengua muerta . El
despertar en las masas era una operación incompatible para tales espí-
ritus . El pueblo sublevado , aunque fuera por ellos mismos , les daba
miedo . Por otra parte , oponerse al clero , hacerle fuerte , era cosa de todo
punto contraria á las ideas de la nobleza ; ella había esperado siempre ,
había esperado el despojo del clero . Los intereses de estos dos órdenes
sociales eran opuestos , hostiles . La Revolución , que debía acercarlos , los
había también complicado . Los propietarios nobles , en ciertas provincias ,
por ejemplo el Languedoc, ganaban con la supresión de los diezmos
eclesiásticos más que perdían en derechos feudales .
En la discusión de los votos monásticos (Febrero) ni un noble salió
á la defensa del clero . El solo defendió la vieja tiranía de los votos irre-
vocables . Los nobles votan con sus adversarios de siempre por la aboli-
ción de los votos , la apertura de las puertas de los conventos , la libertad
de las monjas y de los religiosos .
El clero toma su revancha . Cuando se trata de abolir los derechos
feudales , la nobleza grita á su vez quejándose de la atrocidad , de la vio-
lencia , de la rapacidad , etc. El clero , al menos la mayoría del clero , deja
gritar á la nobleza , vota contra ella , contribuye á su ruina .
344 J. MICHELET

Los consejeros del conde de Artois , M. de Calonne y otros , los con-


sejeros austriacos de la reina , eran ciertamente como el partido de la
nobleza en general , muy favorables á la expoliación del clero , con tal que
la hicieran ellos . Antes que valerse del ejército del fanatismo , preferían
hacer un llamamiento al extranjero. No tenían para esto ninguna repug-
nancia . La reina veía en el extranjero á su propia familia . La nobleza
tenía por toda Europa relaciones de parentesco, de casta , de cultura
común, que la hacían filósofa por cima de los prejuicios vulgares de na-
cionalidad ... ¿Qué francés era más francés que el general del Austria , el
admirable príncipe de Ligne?... La filosofía francesa ¿no reinaba en
Berlín? En cuanto á Inglaterra , era justamente para nuestros nobles más
avanzados el ideal de la tierra clásica de la libertad . No había para ellos
más que dos naciones en Europa : la de las gentes honradas y la de los
malos . ¿Por qué no se había de llamar á las primeras en Francia para
poner en razón á los otros?
He aquí tres contrarrevoluciones que obran simultáneamente sin
poder entenderse :
1. La reina, el embajador de Austria , su principal consejero , es-
peran que el Austria , libre de su cuestión de Bélgica y uniéndose á
Europa, pueda amenazar á Francia , estrecharla (por necesidad) , rodeán-
dola de enemigos .
2. La emigración , elel conde de Artois , los brillantes caballeros de
El Ojo-de- Buey que se fastidian demasiado en Turín , que tienen prisa
por encontrar de nuevo á sus queridas y sus actrices , querían que el
extranjero obrase con rapidez y les abriera la Francia , no importa á
qué precio: en 1779 hubieran querido un 1815 .
3. El clero menos dispuesto aún á esperar .
Expropiado por la Asamblea , rechazado poco aá poco en su casa y
puesto á la puerta, quería armar ahora su numerosa clientela de aldeanos
y
Ꭹ de arrendatarios . Hoy mismo ; mañana quizás , todo se enfriará . ¿Qué
sucederá si el campesino se atreve á comprar bienes eclesiásticos?... En-
tonces la Revolución habrá vencido sin remedio .
Este era el momento en que el hombre de Nimes , vuelto de Turín ,
recorría los campos , organizaba las sociedades católicas y trabajaba de
veras en el Mediodía .
En medio de la discusión sobre la inviolabilidad de los votos , un
miembro de la Asamblea invocó los derechos de la naturaleza, rechazó
como un crimen de la antigua barbarie esta añagaza á la voluntad del
hombre, que sobre una palabra escapada , quizá arrancada de su boca ,
le liga, le entierra para siempre... Allá arriba , en las tribunas , se dejan
oir gritos: « ¡Blasfemo! ¡Blasfemo! ha blasfemado . » El obispo de Nancy
se lanza á la tribuna : « Reconocéis , exclama , que la religión católica ,
aspostólica, romana , es la religión nacional?...» La Asamblea siente el
golpe y lo esquiva . Le responde que se trataba , sobre todo , de negocios
en la supresión de los conventos ; que no había nadie que no creyera la
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346 J. MICHELET

religión católica religión nacional ; que sancionarla por un decreto sería


comprometerla .
Esto ocurrió el 13 de Febrero : el 18 se llevó un libelo , repartido
en Normandía , donde la Asamblea era señalada al odio del pueblo como
si estuviera matando á la vez la religión y la realeza . Se aproximaban
las Pascuas ; la ocasión fué aprovechada ; se vendió , se distribuyó en
los alrededores de las iglesias una hoja terribe : La pasión de Luis XVI.
La Asamblea , á esta leyenda , podía oponer otra de igual interés , á
saber: que Luis XVI que juraba en 4 de Febrero amor à la Constitu-
ción , tenía cerca de su hermado , en medio de enemigos mortales de la
Constitución , un agente perpetuo : que Turín , Tréves y París eran como
una misma corte sostenida y pagada por el rey .
En Tréves existía asalariada y arreglada por él su casa militar, su
grande y pequeña caballeriza bajo el cuidado del príncipe de Lambere .
Les pagaba á Artois , Condé, Lambere , á todos los emigrados , pen-
siones enormes, y se les señalaban indefinidamente pensiones de ali-
mentos , viudedades y por otros conceptos , de dos , tres ó cuatrocientas
libras .
El rey pagaba á los emigrados sin consideración á un decreto por
el cual hacía dos meses la Asamblea había probado á retener este dinero
que pasaba al enemigo . Había él justamente olvidado sancionar este
decreto. La irritación aumentó cuando Cannis , el seveno relator del co-
mité de Hacienda , declaró no poder hallar cuál fuese el empleo que se
daba á una suma de sesenta millones .
La Asamblea ordenó que para todo derecho presentado á la nación
el guardasellos daría cuenta en los ocho días de la sanción real ó de la
negativa de sanción . Grandes gritos , gran lamentación sobre esta exi-
gencia ofensiva para la voluntad del rey ... Cannis respondió hacien-
do imprimir el muy célebre Libro rojo ( 1.º de Abril) , que el rey le había
confiado , con la esperanza de que permanecería secreto entre él y el co-
mité . Este libro inmundo , manchado en cada página con las suciedades
de la aristocracia , con debilidades criminales de la realeza , muestra si
había ó no razón para cerrar el canal por donde se iba la vida de Francia ...
¡ Bello libro ! El solo llevó á la Revolución los corazones de los hombres .
<<¡ Oh cuánta razón tenemos ! » Este fué el grito general , y ¡ cuán
lejos se estaba aún en las acusaciones más violentas de entrever la rea-
lidad ! Al mismo tiempo se robustece la fe que este monstruoso régimen
contra la naturaleza , contra Dios , no podía jamás recuperar . La Revo-
lución cuando ve sin velo y sin máscara la faz horrible de su adver-
sario , se afirma sobre sí misma , se siente vivir y para siempre ... Sí,
cualquiera que hayan sido los obstáculos , las interrupciones , las trai-
ciones, ella vive y vivirá.
Un signo de esta gran fe es que en la estrechez y penuria universal ,
en medio de una oposición grande de los impuestos indirectos , el im-
puesto directo fué pagado regular , religiosamente .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 347

Se ponen en venta cuatrocientos millones de bienes eclesiásticos . Y


sólo la villa de París compra doscientos millones . Todas las municipa-
lidades la siguen .
Aquella marcha era muy buena . Pocas gentes hubieran querido
expropiar por sí mismas al clero ; sólo las municipalidades podían encar-
garse de esta penosa operación . Debían comprar primero y luego reven-
der . La excitación era grande , sobre todo en los campesinos ; he aquí
por qué las ciudades debían dar ejemplo, comprando y revendiendo
cuanto antes las casas eclesiásticas ; la venta de las tierras vendría
después .
Todos aquellos bienes servían de hipoteca al papel moneda que ha-
bía creado la Asamblea . Cada lote quedaba asignado , afecto á una clase
de papel ; por esto aquellos billetes fueron llamados asignados . Cada
papel era un pedazo de propietario , de tierra movilizada . Nada de co-
mún tenían con los famosos billetes de la Regencia , fundados sobre te-
rrenos del Misisipí , terrenos muy lejanos y de dudosa existencia .
A su garantía natural agregad la de las municipalidades que ha-
bían comprado al Estado y que revendían . Divididos en tantas manos ,
una vez lanzados á la circulación aquellos lotes de papel , iban á com-
prometer, á interesar á la nación entera en aquella gran operación . To-
dos poseerían de esta moneda ; los enemigos como los partidarios esta-
rían igualmente interesados en la salvación de la Revolución .
Entre tanto , el recuerdo de Law, la tradición de tantas familias
arruinadas por el sistema , era un gran obstáculo . Francia no estaba
acostumbrada como Inglaterra y como Holanda á ver circular valores
en forma de papel .
Era preciso que todo un pueblo se elevara por encima de sus cos-
tumbres y hábitos tradicionales ; era un acto de espiritualismo , de fe
revolucionaria , lo que pedía la Asamblea.
El clero quedó aterrado al ver que sus despojos se dividirían en
manos de todos . Dividido en polvo impalpable , no había esperanza de
que volviera á sus manos jamás.
Se esforzó en predicar que los asignados eran cosa semejante á los
bonos del Misisipí: « Había creído-dijo pérfidamente el arzobispo de
Aix-que habiais realmente renunciado á la bancarrota .
La respuesta era demasiado fácil , y entonces exclamaron : «Y todo
ha sido arreglado por los banqueros de París ; pero las provincias recha-
zan vuestro papel . >>
Entonces se les leyeron las notas de provincias que reclamaban la
pronta creación de los asignados .
Habían creído , cuando menos , ganar tiempo , y en el intervalo que-
dar en posesión , esperando siempre alguna circunstancia propicia .
Perdida esta esperanza , escuchan á Prieruz : «¿Qué confianza podrá
tenerse en la hipoteca que constituye la garantía de los asignados , si
los bienes hipotecados no están en nuestras manos ?>>
348 J. MICHELET

De aquí nació la premura en desposeer inmediatamente al clero y


entregarlo todo en manos de las municipalidades y de los distritos .
La Asamblea había prometido al clero un monstruoso presupuesto
de un centenar de millones, y aceptándolos estaban inconsolables .
El arzobispo de Aix , en un discurso jeremíaco , lleno de lamenta-
ciones infantiles , preguntó si es que había el propósito de arruinar á
los pobres quitando al clero lo que le fué dado para los pobres . Después
de esta paradoja defendió esta otra : « Que la bancarrota seguiría infa-
liblemente á esta operación , destinada á evitar la bancarrota . » Acusó
luego á la Asamblea de haber puesto mano sobre lo espiritual , decla-
rando nulos los votos , etc., etc.
Y finalmente llegó á ofrecer , en nombre del clero , un empréstito
de 400 millones con la hipoteca de sus bienes , á lo cual Thouret res-
pondió con su flema normanda : «Ese ofrecimiento se hace en nombre de
un organismo que ya no existe ...»
Y luego agregó: «Cuando os ha enviado la religión al mundo os ha
dicho: Id , prosperad y adquirid...>>
Había en la Asamblea un buen hombre llamado Gerle , de excelente
corazón , corto de vista , entusiasta patriota , pero no menos buen cató-
lico . Creyó (ó probablemente se dejó persuadir por alguno del clero) que
lo que atormentaba á los prelados era únicamente el peligro espiritual ,
el temor de que el poder civil tocara al santuario .
«Nada más sencillo - decía ingenuamente que responder á los que
dicen que la Asamblea no quiere ninguna religión ó que quiere admi-
tirlas á todas en Francia , decretando: Que la religión católica , apostólica
y romana es y será siempre la religión de la nación y que su culto es el
único autorizado . » (12 de Abril de 1790. )
Carlos de Lameth creyóse obligado á decir que la Asamblea , que en
sus decretos seguía el espíritu del Evangelio, no tenía ninguna nece-
sidad de justificarse de este modo . Pero la cosa no concluyó aquí . El
obispo de Clermont replicó aparentando extrañarse de que cuando se
trataba de rendir un homenaje á la religión se deliberara , en lugar de
responder con una aclamación de todos los corazones .
La derecha entonces se puso en pie y lanzó un viva .
Aquella noche los clericales se reunieron en los Capuchinos y pre-
pararon , para el caso en que la Asamblea no declarara el catolicismo
religión nacional , una violenta protesta que se llevaría solemnemente
al rey y que se repartiría profusamente por toda Francia , para hacer
saber al pueblo que la Asamblea nacional no quería ninguna religión .
CAPITULO VIII

Lucha religiosa —La contrarrevolución . ( Mayo de 1790. )

Continuación. - La Asamblea elude la cuestión —El rey no se atreve á recibir la protesta del clero
(Abril) .-Movimiento religioso en el Mediodía (Mayo).- El Mediodía siempre inflamable. — An-
tiguas persecuciones religiosas; Avignon, Tolón.-El fanatismo hábilmente reavivado . -Los
protestantes siempre excluídos de las funciones civiles y militares. - Unanimidad de los dos
cultos en 1789. - El clero reanima el fanatismo y organiza la resistencia en Nimes (Abril).—
Connivencia de las municipalidades. -Asesinatos de Montauban ( 10 de Mayo).—Triunfo de la
contrarrevolución en el Mediodía.

La proposición de aquel hombre ingenuo había cambiado por com-


pleto la situación .
De una época de discusión , la Revolución parecía haber entrado de
pronto en un período de terror .
Dos terrores estaban enfrente . El clero tenía un argumento mudo ,
sobreentendido , formidable ; mostraba á la Asamblea un monstruo , la
guerra civil , el levantamiento inminente del Oeste y del Mediodía , el
probable renovamiento de las antiguas guerras religiosas .
La Asamblea tenía en sí misma la fuerza inmensa , incontrastable
de una Revolución lanzada con todo impulso , que debía revolverlo y re-
construirlo todo ; de una Revolución que por órgano principal tenía la
plebe de París .
A las puertas de la Asamblea rugía diariamente y se hacía oir y
entender mejor que los diputados .
No había papel más hermoso que el del clero , por lo mismo que
parecía llevar envuelto un peligro personal ; este peligro lo salvaba . Todo
prelado incrédulo , licencioso é intrigante, se encontraba de buenas á
primeras llevado hasta la gloria del martirio , gracias á la agitación po-
pular . Martirio imposible entonces , por las infinitas precauciones to-
madas por el general Lafayette, tan popular en aquella época que , en
pleno apogeo de su fama , era el verdadero rey de París .
350 J. MICHELET

El clero , en la posición que se había creado , tenía la ventaja de


aparentar que lo sacrificaba todo por la fe . Interrogado hasta entonces
por el espíritu del siglo , es él , ahora , quien soberbiamente pregunta :
« Sois católicos?»
>
La Asamblea responde tímidamente , con un tono sospechoso , equí-
voco, que no puede responder; que respeta demasiado la religión para
responder; que asalariando un solo culto, prueba demasiado , etc.
Mirabeau dice hipócritamente : « Es preciso decretar que el sol
luce?...» Y otro agrega : « Creo á la religión católica la única verdadera ;
la respeto infinitamente ...» Ya se ha dicho : « Las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella . » «¿Y creeríamos nosotros confirmar sólo con
un miserable decreto semejante frase , etc. , etc . ?»
>
D'Espremesnil arranca esta máscara con una frase violenta:
« Si-dijo ; -cuando los judíos crucificaron á Jesucristo decían : ¡ Sa-
lud , rey de los judíos ! >
»
Nadie respondió á este terrible ataque . Mirabeau se calló y se re-
cogió en sí mismo , como el león que prepara el salto sobre su presa .
Después , aprovechando la ocasión de un diputado que citaba en favor
de la intolerancia no sé qué rasgo de Luis XIV , exclama : « Si apeláis á
la historia, no olvidéis que se ve desde aquí , que se ve desde esta tribu-
na la ventana en donde un rey armado contra su pueblo por execrables
facciosos que cubrían su interés personal con el de la religión , disparó
su arcabuz y dió la señal de la Saint- Barthélémy ! >
»
Y señalaba á la ventana con el dedo y con la vista . Era imposible
verla desde allí ; pero Mirabeau creía verla , en efecto , y todo el mundo
la vió ...
El golpe estaba bien dado . Lo que el orador revelaba era precisa-
mente lo que el clero quería hacer. Su plan era llevar al rey una pro-
testa violenta, que hubiera armado á los creyentes y que hubiera pues-
to el arcabuz en manos del rey , para que disparara el primero .
Pero Luis XVI no era Carlos IX. Muy sinceramente convencido
del derecho del clero , hubiera aceptado el peligro por cuanto creyera
la salvación de la religión . Mas le detenían tres cosas : su indecisión na-
tural , la timidez de su ministerio , y sobre todo , sus temores por la vida
de la reina , el terror del 6 de Octubre , cada día renovado ante aquella
multitud inquieta , amenazadora , que veía desde su ventana . A toda
resistencia del rey, parecía estar en peligro la reina . Ella misma tenía ,
desde mucho antes , otros puntos de vista , otras esperanzas , muy leja-
nos de la acción del clero .
Así se respondió en nombre del rey , que si la protesta era llevada
á las Tullerías , no sería aceptada .
Se ha visto cómo el rey, en Febrero , desalentaba á Bouillé , á los
oficiales y á la nobleza . En Abril , su negativa de apoyar al clero le
hubiera quitado todo valor , si el clero pudiera perderlo cuando se trata-
ba de sus bienes .
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 351

Maury dijo con furor que sabría Francia en qué manos estaba la rea-
leza. Les quedaba el medio de obrar sin el concurso del rey . ¿Obrar con
la nobleza? El clero no podía contar mucho con su ayuda . Conservaba
la nobleza los grados que tenía en el ejército ; pero no estando segura
del soldado , temía llegase el momento de pelear. Además , estaba menos
impaciente y era menos belicosa que los soldados .
El agente del clero en Nimes , á pesar de haber obtenido una orden
escrita del conde de Artois , no podía decidir al comandante de la pro-
vincia á que le abriese el arsenal para coger armas.
El asunto corría mucha prisa . Las grandes federaciones del Ródano
habían levantado el país . La de Orange había llegado en Abril al colmo
del entusiasmo . Avignon , olvidada de que pertenecía al Papa , envió á
Orange su delegación con todas la ciudades francesas .
Un momento más y nada se hubiera podido hacer . Si Avignon , si
Arles , si las capitales de la aristocracia y el fanatismo , con las cuales se
amenazaba siempre , se hacían revolucionarias , la contrarrevolución , es-
trechada por Marsella y Burdeos , no tenía nada que esperar.
La explosión debía tener lugar en aquel momento ó nunca.
Serían incomprensibles estas erupciones de los viejos volcanes del
Mediodía si no se sondeara su fondo siempre hirviente . Las llamas infer-
nales que allí se encendieron tantas veces , llamas contagiosas , parecen
haber ganado el suelo mismo , de modo que incendios desconocidos co-
rren siempre bajo la tierra . Es como las hogueras del Aveyron . El fuego
no está en la superficie , pero hundís vuestro bastón en aquella tierra
rojiza y sale humo y luego fuego ; son llamas del infierno que duerme
bajo vuestros pies .
¡ Pueden amortiguarse , desaparecer los odios ! ... Pero es preciso que
queden los recuerdos , que tantas desgracias y sufrimientos no sean per-
didos para la experiencia de los hombres . Es preciso que la primera , la
más santa de nuestras libertades , la libertad religiosa , se fortifique y
reviva ante las afrentosas ruinas que ha dejado el fanatismo.
A falta de los hombres , hablan las piedras . Dos monumentos , sobre
todo , merecen ser objeto de una frecuente peregrinación , los dos opues-
tos , ambos instructivos : uno infame , otro sagrado .
El infame es el palacio de Avignon , la Babel de los papas , la So-
doma de los nuncios , la Gomorra de los cardenales .
Palacio monstruo que cubre toda la cima de una montaña con sus
torres obcenas ; lugar de voluptuosidad y de tormento , donde los curas
demostraron á los reyes que apenas saben nada de las vergonzosas artes
del placer .
La originalidad de su construcción consiste en que los lugares de
tortura no están lejos de las alcobas lujuriosas , de las salas de baile y
de festines , donde se hubiera podido escuchar bien entre los cantos de
amor y las carcajadas de la embriaguez los alaridos y lamentos de los
atormentados ...
352 J. MICHELET

La pruúencia sacerdotal sólo había cuidado de una sabia disposi-


ción de los muros , preparados para absorber todos los ruidos .
La soberbia sala piramidal donde se encendía la hoguera (figuraos
un cono vacío de sesenta pies) , es una maravilla acústica; nada se oye
fuera de ella . Solamente el olor de la grasa podía indicaros el lugar en
que se quemaba carne humana .

DANTON

El otro lugar, santo y sagrado , son las galeras de Tolón , el calva-


rio de la libertad religiosa , el lugar donde murieron lentamente bajo el
látigo y el palo los confesores de la fe, los héroes de la caridad .
Recuérdese que muchos de estos mártires , condenados á perpetuos
trabajos forzados , no eran protestantes , sino hombres caritativos , acusa-
dos de haber facilitado la fuga de los protestantes .
Bajo Luis XV, estos hombres eran vendidos como esclavos . Por un
precio moderado (tres mil francos) podía comprarse un condenado á ga-
feras . M. de Choiseul , para captarse la voluntad de Voltaire , le envió
uno como regalo exquisito .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 353

Este horrible código , que el Terror copió sin poder llegar á supe-
rarlo , arma á los hijos contra sus padres , dándoles sus bienes , de modo
que el hijo codicioso está interesado en tener á su padre en Tolón .
Es curioso ver á la Iglesia , la dulce paloma gimiente , gimiendo en
1682 , cuando se acababa de arrancar sus hijos á las madres heréticas ...
¿Gemía para librarlos? ... No ; para que el rey encuentre leyes más
eficaces , más duras ... ¿Y cómo encontrar jamás una más dura que
aquella?
A cada asamblea del clero la paloma sigue gimiendo . Y todavía ,
bajo Luis XVI, cuando se deja arrancar por el espíritu del tiempo aquel
hermoso privilegio que excluye á los protestantes de toda función pú-
blica, el clero dirige al rey nuevos gemidos , por medio de un sacerdote
ateo , de Loménie .
Lleno de respeto y de emoción penetro en las galeras de Tolón .
Busco la huella de aquellos mártires de la religión y de la humanidad ,
matados á fuerza de brutales tratamientos , por haber tenido un corazón
de hombre , por haberse entrometido á defender la inocencia , por haber
escuchado y cumplido la palabra de Dios .
¡ Ah! Nada. No queda nada de aquellas galeras atroces y sober-
bias, doradas y sangrientas , más bárbaras que las de los berberiscos ,
más que el vergajo que arrancaba sangre en las espaldas de aquellos
santos...
Los registros mismos donde se consignaban sus nombres, han des-
aparecido la mayor parte . En lo poco que queda no hay más que sacar
indicaciones , la entrada , la salida ; y la salida es casi siempre la muer-
te... La muerte que llega más o menos pronto, indicando así los gra-
dos de resignación ó desesperación ...
Brevedad terrible ; dos líneas para un santo ; dos ó tres para un
mártir ... No se han anotado los lamentos , las protestas , las apelaciones
al cielo, las oraciones mudas , los psalmos cantados quedamente entre
las blasfemias de los ladrones y los asesinos... « ¡ Consuélate !: las lágri-
mas de los hombres se graban para la eternidad en piedra y en már-
mol» , ha dicho Cristobal Colón .
‫اخ‬En piedra? No , en el alma humana . A medida que estudio, veo
con consuelo que , en verdad , estos mártires oscuros han dado su fruto ,
fruto admirable ; el mejoramiento de los que los vieron ú oyeron , el
enternecimiento de los corazones , el endulzamiento del alma humana
en el siglo XVIII , el horror creciente del fanatismo y la persecución .
Poco á poco se logró que no encontraran gente capaz de aplicar
aquellas bárbaras leyes .
El intendente Lenain (de Tillemont) , ascendiente de jansenista
ilustre , obligado á condenar á muerte á uno de los últimos mártires pro-
testantes , le decía: « ¡ Ah ! señor , estas son órdenes del rey .» Y comenzó
á llorar; el condenado le consuela .
El fanatismo moría por sí mismo . Costó gran trabajo , de momento ,
TOMO I 45
354 J. MICHELET

á los políticos reavivarlo . Cuando el Parlamento , acusado de increduli-


dad , de jansenismo , de antijesuitismo , aprovechó la ocasión de Calas para
rehabilitarse ; cuando , de acuerdo con el clero , remueve en el fondo del
pueblo los antiguos furores , los encontraron completamente adorme-
cidos .
Fué necesario para despertarlo formar cofradías , generalmente
compuestas de gentecillas que, como mercaderes y criadas, eran clien-
tes del clero . Para alborotar el espíritu del pueblo , para enfurecerlo y
ensalvajarlo se hizo como en las carreras , se puso á la bestia encima .
de la piel un carbón encendido ... El carbón , aquí , fué una comedia
atroz , afrentosa . Los hermanos blancos con su siniestro vestido , cuya
capucha les cubría el rostro , dejando sólo dos agujeros para los ojos , hi-
cieron unos funerales al hijo que Calas había matado , según decían ,
para impedirle abjurar .
Sobre un catafalco enorme se veía entre los cirios un maniquí, un
esqueleto movido por resortes , que en una mano tenía la palma del
martirio y en otra una pluma para firmar la abjuración de la herejía .
Sabido es que la sangre de Calas cayó sobre los fanáticos , y co-
nocida es la excomunión que lanzó sobre los asesinos , los falsos jueces
y los falsos sacerdotes , Voltaire , el anciano pontífice de Ferney . Aquel
día , verdaderamente enloquecidos , comenzaron los clericales á descen-
der de cabeza , dando volteretas , la pendiente por donde se habían lan-
zado .
Y la víspera, con gran trabajo , al borde mismo del abismo , la rea-
leza se decidió á ser humana . Apareció un edicto ( 1787) en que se reco-
nocía que los protestantes eran hombres y se les permitía nacer , casar-
se y morir. Por lo demás , no reconocidos como ciudadanos , excluídos
de las funciones civiles , no podían ni administrar , ni juzgar, ni ense-
ñar, y como único privilegio se les obligaba á pagar los impuestos , á
pagar á su perseguidor el clero católico , á mantener con su dinero el
altar que los maldecía .
Los protestantes de las montañas se dedicaban al cultivo y los de
las ciudades á lo único que les era permitido , al comercio , y cuando se
iban asegurando algo , se dedicaban á explotar pequeñas industrias .
Tratados baja y duramente , alejados de todos los puestos y de toda
influencia, excluídos muy especialmente desde hacía cien años de toda
posición militar, no se parecían ya en nada á los hugonotes del si-
glo XVI ; el protestantismo había venido á ser nuevamente lo que fué
en sus comienzos , industrial y comercial . Exceptuando á los Cenevols ,
los protestantes , en general , poseían pocas tierras ; sus riquezas , consi-
derables ya en aquella época, eran casas y fábricas ; pero especialmente
riquezas mobiliarias , de las que pueden transportarse fácilmente .
Los protestantes del Gard eran en 1789 poco más de cincuenta mil
(como en 1798 y en 1840 ; el número varía poco ) , muy débiles por lo
tanto , solitarios y sin relaciones con sus hermanos de otras provincias ,
HISTORIA DE La revolución francesa 355

perdidos como un punto , un átomo , en medio de un océano de católicos ,


que se contaban por millones . En Nimes , la única ciudad donde los
protestantes estaban reunidos en gran número , eran seis mil hombres
enfrente de veintiún mil de la otra religión . De estos seis mil , tres ó cua-
tro mil eran obreros de fábricas , raza mal sana y humilde , miserable ,
esclavizada como el obrero lo está en todas partes .
Los católicos trabajaban en su mayoría la tierra ; el clima dema-
siado dulce permite este trabajo en todas las estaciones . Muchos de ellos
tenían en propiedad pedazos de tierra y al mismo tiempo cultivaban para
el clero , la nobleza y los grandes burgueses católicos , apoderados de toda
la propiedad .
Los protestantes de las ciudades , instruídos , moderados , serios , en-
cerrados en su vida sedentaria , entregados á sus recuerdos , teniendo en
cada familia mucho que llorar y no poco que temer, eran una población
infinitamente poco aventurera y poco confiada á la esperanza .
Cuando vieron amanecer aquel hermoso día de la libertad , la vís-
pera de la Revolución , apenas se atrevieron á esperar . Dejaron á los
nobles y á los parlamentos avanzar hábilmente y hablar en favor de las
ideas nuevas; generalmente se mostraron silenciosos y apartados , porque
sabían perfectamente que para detener la Revolución , para anularla ,
hubiera bastado que se les viese expresar su adhesión á ella .
Al fin la línea divisoria se rompe . Los católicos-digámoslo en
honor suyo- la gran masa de los católicos , se alegraron de ver á los
protestantes convertidos en iguales , en hermanos suyos .
La unanimidad encantadora que reinó entonces fué digna de que
Dios detuviera su mirada sobre la tierra para verla . En muchos lugares
los católicos fueron al templo de los protestantes y se unieron á ellos
para dar gracias á la Providencia, y en otras partes los protestantes
asistieron al Te- Deum católico . Por encima de todos los altares , de todos
los templos , de todas las iglesias , una sola oración se alzaba al cielo ...
El 14 de Julio fué recibido en el Mediodía y en toda Francia como
la liberación de Dios , como la salida de Egipto; el pueblo había fran-
queado el mar y , llegado á la otra orilla , entonaba su himno de alabanza .
No había entre protestantes y católicos ninguna diferencia ; todos eran
franceses .
Sin idea preconcebida , sin que se pensara en ello , el comité per-
manente que se organizó en todas las ciudades fué mixto de las dos reli-
giones , é igualmente fué mixta la milicia nacional .
Los oficiales fueron , por regla general , elegidos entre los católicos ,
porque los protestantes , extraños al servicio militar , no hubieran podido
mandar la tropa . En cambio constituyeron casi toda la caballería , puesto
que muchos , por las necesidades del comercio á que se dedicaban , tenían
caballos .
Pasaron dos , tres meses y entonces se avisó á Nimes y á Montan-
ban que formaran nuevas compañías , exclusivamente católicas .
356 J. MICHELET

Había desaparecido la hermosa unanimidad ; la cuestión grave y


profunda de los bienes del clero lo había transformado todo .
El clero demostró una notable fuerza de organización , un inteligente
vigor al crear la guerra civil en una población que no estaba dividida
por anteriores rencores .
Fueron utilizados para ello tres elementos : Primeramente los frailes
mendicantes, capuchinos y dominicos , que se hicieron repartidores y pro-
pagandistas de una prodigiosa multitud de folletos y hojas sueltas . En

RABAUT SAINT-ETIENNE

segundo lugar las tabernas , los revendedores de vino al por menor, que
dependiendo del principal propietario de viñas , del clero , estaban , de
otra parte, en relaciones con el pueblo católico , sobre todo con los cam-
pesinos , electores en la campiña . De ellos los que iban á la ciudad hacían
alto en la taberna , donde gastaban (y este fué el tercer recurso) veinti-
cuatro sueldos que el clero les daba á los que concurrían á las elecciones .
El agente del clero en todo esto , Froment, más que un hombre era
una legión; al mismo tiempo que él , obraba su hermano Froment- Ta-
page, sus parientes y sus amigos , etc. Tenía su despacho , su caja , su
librería de folletos , su centro electoral... Su casa estaba junto á un con-
vento de dominicos y comunicaba con una torre que dominaba los alre-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 357

dedores . Verdadera posición de guerra civil , libre del fuego de la fusile-


ría y que sólo podría temer al cañón .
Antes de llegar á las armas Froment trabajó subterráneamente

... careciendo de municiones piden la vida..... ( Pág. 361 )

contra la Revolución , por la Revolución misma , por la guardia nacional


y por las elecciones . Las reuniones , celebradas de noche en la iglesia de
los penitentes blancos , preparaban las elecciones municipales de ma-
nera que quedaran excluídos los protestantes .
358 J. MICHELET

Los enormes derechos que la Asamblea daba al poder municipal , el


derecho de requerir las tropas , de proclamar la ley marcial , de enarbolar
la bandera roja , colocan el poder en Nimes y en Montanban en manos
de los católicos ; la bandera será enarbolada por ellos , si lo necesitan , y
nunca contra ellos .

La guardia nacional era mixta . Estaba compuesta en Julio por los


más ardientes patriotas , que se enorgullecían de haberse inscrito , y por
los que teniendo bienes inmuebles temían más el pillaje ; eran estos los
negociantes , protestantes en su mayoría . En cuanto á los ricos católicos
que tenían su fortuna en tierras , como no podían perderlas se cuidaron
poco de armarse .
Cuando los castillos fueron atacados , la guardia nacional , mezcla
de protestantes y católicos , puso todos sus cuidados. en defenderlos ; la
de Montanban salvó un castillo del realista Cazalés .
Para cambiar aquella situación era preciso despertar la envidia;
hacer nacer las rivalidades , lo cual era fácil por la naturaleza misma de
las cosas , aparte las diferencias de opinión y de partido .
Todo cuerpo que pareciera elegido , fuera aristocrata como los vo-
luntarios de Lyón y de Lille , fuera patriota como los dragones de Mon-
tauban y de Nimes , era odiado .
Se alentó contra éstos á la gentecilla que formaba la masa de las
compañías católicas , haciéndoles creer que los otros les llamaban destri-
paterrones ó alimentados con bazofia .
Acusación gratuíta . ¿Por qué habían de insultar los protestantes á
los pobres? Nadie había más pobre en Nimes que los obreros protestan-
tes . Y en los Cevennes mismos , sus amigos y defensores , los protestan-
tes de las montañas , llevaban una vida más dura , más pobre , más absti-
nente que los alimentados con bazofia de Nimes , que comían pan tam-
bién y frecuentemente bebían vino .
El 20 de Marzo se supo que la Asamblea , no contenta con dar en-
trada á los protestantes en las funciones públicas , había elevado á la
primera de todas , más alta é importante entonces que la realeza , á un
protestante , á Rabaut Saint-Etienne , elegido su presidente . Nada estaba
dispuesto todavía , encontrándose poco ó ninguno armado ; pero la im-
presión fué tan fuerte , que cuatro protestantes fueron asesinados á tí-
tulo de expiación (hecho negado, pero cierto) . Tolosa hizo actos reli-
giosos y penitencia para desagraviar á Dios del sacrilegio de la Asam-
blea.
Era aquella la época en que solía celebrarse una fiesta execrable , la
procesión anual que se hacía en recuerdo del asesinato de los albigneses.
Cofradías de todas clases se reunían formando una verdadera multitud
en cada capilla erigida en el campo de las ejecuciones .
En aquellas iglesias se hacen las más curiosas ceremonias . Los
curas sacan de los viejos armarios los instrumentos de fanatismo que
jugaron tan importante papel en tiempos de las dragonadas y en la
HISTORIA DE LA revolución francesa 359

Saint-Barthélemy , las vírgenes que lloraron al ver los asesinatos y los


Cristos que movieron la cabeza , etc. etc.
Agregad á esto algunos procedimientos de nueva invención ; un
dominico, por ejemplo , que recorre las calles de Nimes con su blanco
hábito de monje mendigando su pan y llorando por los decretos de la
Asamblea; en Tolosa se coloca un busto del rey cautivo , del rey mártir ,
cerca del predicador cubierto con crespones negros , y se dice al pueblo ,
en el momento más conmovedor del sermón , que ha llegado aquel busto
para pedir socorro al buen pueblo de Tolosa .
Todo esto era demasiado claro . Quería decir sencillamente : <<que-
remos sangre. » Los protestantes lo comprendieron .
Solitarios en medio de un gran pueblo católico , se veían otra vez
próximos á la hoguera . Los terribles recuerdos conservados en cada
familia los desvelaban durante la noche . Este pánico tenía una nota
original ; el terror de los bandoleros que asolaban los campos se mez-
claba en sus imaginaciones al de los asesinos católicos ; no sabían decir
si estaban en 1790 ó en 1572 .
En Saint-Jean-de -la-Gardonnenque , pueblecito de mercaderes , en-
tran una mañana los correos gritando: « ¡ Plaza á los vuestros !, ¡ se
acercan ! » Suena la campana de alarma , todos corren á las armas ; la
mujer echa los brazos al cuello al marido para impedirle que salga ; se
cierra la puerta ; se atrancan las ventanas ... Y he aquí que, en efecto ,
el pueblo es invadido ... por los amigos , por los protestantes de las cam-
piñas , que vienen huyendo á marchas forzadas .
Entre ellos se distingue una hermosísima joven que va armada ,
entre sus dos hermanos , llevando el fusil marcialmente . Cuando estu-
vieron tranquilos los comerciantes del pueblo , todos se fijaron en aquella
mujer, que fué la heroína del día ; la coronaron de laureles y se hizo una
colecta con la que la joven reunió su dote y pudo llevársela en su bol-
sillo á las montañas á donde iban á refugiarse .
Nada podía tranquilizar á los protestantes más que una asociación
permanente entre las comunidades , una federación armada . La hicieron
á fines de Marzo en una pradera del Gard , en una especie de isla entre
un canal y el río , al abrigo de toda sorpresa .
Se reunieron allí millares de hombres , y lo que fué más extraordi-
nario es que los protestantes vieron á muchos católicos cobijarse bajo
su bandera .
Las solemnemente tranquilas ruinas romanas, que dominan aquel
paisaje , traían á la mente recuerdos mejores; parecían haber sobrevivido
para ver pasar y despreciar estas miserables querellas , para prometer
una edad más grande .
Los dos partidos estaban enfrente , próximos á llegar á las manos ;
Nimes, Tolosa y Montauban miraban á París y esperaban . Recordad las
fechas .
El 13 de Abril , en la Asamblea , se saca la mecha para encender
360 J. MICHELET

el Mediodía ; fué esta mecha la negativa de la Asamblea á declarar el


catolicismo religión dominante .
El día 19 protesta el clero; ya el 18 había protestado á tiros Tolo-
sa . Los patriotas gritan: « ¡ Viva el rey, viva la ley! » y los soldados dis-
paran sobre ellos.

El 20 , en Nimes , grande y solemne declaración católica , firmada


por tres mil electores , fortificada con la adhesión de mil quinietas per-
sonas distinguidas ; declaración que fué enviada á todas las municipa-
lidades del reino y copiada en seguida por Montauban , Albi , Alais ,
Urés , etc.
El documento, inspirado por los penitentes blancos , estaba escrito
por los agentes de Froment, á cuyas casas iba la multitud á firmar.
Equivalía aquella declaración á un acta de acusación contra la
Asamblea nacional ; á una petición del pueblo para que el poder fuera
devuelto al rey y se entregara á la religión católica el monopolio del
culto .
Al mismo tiempo se trabajaba en todas partes en la formación de
nuevas compañías . La composición de ellas era curiosa ; se veía juntos
agentes eclesiásticos y labriegos , marqueses y criados , nobles y perdi-
dos . En espera de los fusiles tenían hoces , guadañas , tridentes , hachas ,
y secretamente se fabricaba un arma pérfida y terrible ; un tridente cu-
yos pinchos estaban dentados , en forma de sierra .
Las municipalidades , creadas por los católicos , cerraban los ojos
sobre todo esto , pareciendo muy ocupadas en fortificar los fuertes aban-
donados tantos años .
En Montauban los protestantes , seis veces menos numerosos que
sus adversarios , querían acceder al pacto federativo que acababan de
hacer los protestantes de la campiña ; la municipalidad no lo permitió .
Intentaron entonces aplacar su odio , retirándose de las funciones públi-
cas á las que habían sido llevados y haciendo nombrar católicos en sus
puestos . Esto fué interpretado como señal de debilidad :
La cruzada religiosa no fué menor en las iglesias . Los vicarios ge-
nerales exaltaron al pueblo , mandando hacer en todas las iglesias las
oraciones de las Cuarenta Horas , para la salvación de la religión en pe-
ligro.
La municipalidad de Montauban se desenmascaró al fin por un he-
cho que no podía menos de ocasionar la explosión .
Para ejecutar el decreto de la Asamblea , que ordenaba hacer in-
ventario en las comunidades religiosas , fijó justamente la fecha del 10
de Mayo , el día de las Rogativas . Fué también en una fiesta religiosa
de primavera cuando se hicierou las Vísperas Sicilianas . La estación
misma ayudaba á la exaltación .
Esta fiesta de las Rogativas es el momento en que toda la pobla-
ción, llena de emociones apasionadas del culto y de la estación , siente
la embriaguez de la primavera , tan poderosa en el Mediodía . Retardada
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 361

muchas veces por las nieves de los Pirineos , estalla con más fuerza .
Todo sale á la vez , todo se lanza , el hombre de su hogar , la hierba de
la tierra; toda criatura bendice; es una especie de golpe de Estado de
Dios , un motín de la Naturaleza .
Y las mujeres que van por las calles repitiendo sus cánticos gemi-
dores : Te rogamus , audi nos (te rogamos , óyenos ...) se sabe perfecta-
mente que empujaron á sus maridos al combate , persuaúiéndoles á que
se dejaran matar antes que permitir penetren los magistrados en el con-
vento .
Se ponen éstos en marcha, y como habían previsto , son detenidos
por masas impenetrables del pueblo , por las mujeres agrupadas , acosta-
das delante de las puertas sagradas . Sería preciso pasar sobre ellas .
Los magistrados se retiran y entonces la multitud se torna agresi-
va y amenaza quemar la casa del comandante militar , católico , pero pa-
triota . De allí se dirige alborotada á forzar el arsenal , Si lo consiguiera ,
en el estado de furor en que se encuentra , es evidente que allí comen-
zaría el asesinato de los protestantes y los patriotas .
La municipalidad podía requerir al regimiento de Languedoc , pero
se abstiene . Los guardías nacionales vienen espontáneamente á ocupar
el cuerpo de guardia que defiende al municipio . Bien pronto la multitud
los ataca, y en lugar de socorrerlos , se ayuda al populacho , se le apoya
con los empleados de las gabelas , especie de guardas de consumos , que
estaban armados .
Se redobla el ataque contra el débil edificio en que los guardias na-
cionales se defendían y se dispara contra ellos quinientos o seiscientos
tiros . Los desventurados , acribillados á balazos , teniendo ya muchos
muertos y muchos heridos , careciendo de municiones piden la vida ,
presentan un pañuelo blanco ; pero no por eso deja de dispararse . Hasta
que no se echó abajo el muro que los defendía , no se hizo caso de la ban-
dera de parlamento .
Entonces se decide la culpable municipalidad , in extremis , á hacer
lo que debía , á requerir al regimiento de Languedoc , que desde hacía
unas cuantas horas estaba deseando marchar.
Una gran dama había hecho decir misas durante la matanza .
Los guardias que no habían muerto podían salir . Pero la rabia del
pueblo no está satisfecha . Se les arranca la ropa á pedazos , el uniforme
nacional ; se les arranca la escarapela , que es pateada furiosamente . Con
la cabeza al aire , en camisa, con un cirio en la mano , dejando , á todo
lo largo de la calle el suelo manchado de sangre , son llevados á la ca-
tedral , donde se les pone de rodillas á la fuerza , para que hagan peni-
tencia y sirvan de ejemplo y enseñanza ... Delante marchaba el alcalde
llevando una bandera blanca .
Por menos que esto había hecho Francia el 6 de Octubre . Por un
ultraje menor á la escarapela tricolor había derrumbado una monarquía .
Pasado el hecho es cuando se vió la sensibilidad terrible que tal cosa
TOMO I 46
362 J. MICHELET

iba á excitar y se notó la solidaridad profunda que del Norte al Medio-


día ligaba entonces á todo el pueblo . Si no había nadie en el Mediodía
para vengar la afrenta, todo el Centro , todo el Norte se hubiera puesto
en marcha. El ultraje se sentía hasta en las más pequeñas aldeas . Ten-
go delante , en el momento que escribo, las proclamas amenazadoras de
Las poblaciones del Marne y del Sena-Marne sobre estas indignidades
del Mediodía .
El Norte podía estar tranquilo . Bastaba el Mediodía . Burdeos ,
la primera ciudad , se lanza . Tolosa , con la que contaban los asesinos
de Montauban , se vuelve contra ellos y pide su castigo . Burdeos avan-
za contra Montauban , y engrosado el pequeño ejército á su paso por
todas las comunidades , tiene que disolverse por no poderse alimentar
tantos soldados .
Los asesinos de Montauban avisan que pondrán al frente , en la
vanguardia, á los prisioneros , para que reciban los primeros disparos ...
El ataque se detiene ; el regimiento de Languedoc fraterniza con Burdeos .
Se envía desde París un comisario del rey , oficial de Lafayette ,
hombre dulce más que moderado , que tranquiliza á los de Burdeos , se
declara bien pronto contra su propio partido , anuncia que se hará un
castigo ejemplar , y cuando los de Burdeos regresan á su ciudad echa
tierra al asunto .
No se hace ninguna información sobre la sangre vertida ; los muer-
tos quedan muertos , los heridos se quedan con sus heridas y los prisio-
neros permanecen en su prisión ; el comisario del rey no encuentra otro
medio de ponerlos en libertad que hacérsela pedir por aquellos mismos
que los habían aprisionado .
Al mismo tiempo en Nimes los voluntarios católicos llevaban osa-
damente la escarapela blanca, gritando : « ¡ Abajo la nación ! » Los solda-
dos y los suboficiales del regimiento de Guienne se indignaron . Un re-
gimiento solo entre una tan gran masa de pueblo , no teniendo á su lado
más que la población protestante, toda ella industrial y poco belicosa,
corría gravísimo peligro .
Notad que tenía contra él á sus propios oficiales , declarados amigos
de la escarapela blanca , y contra él á la municipalidad , que se negó á
proclamar la ley marcial. Mas como les buscaban querellas, los solda-
dos se batieron .
Hubo muchos heridos ; un granadero fué muerto por el hermano
mismo de Froment.
Los soldados fueron encerrados en su cuartel, y en cambio el asesi-
no quedó libre. La contrarrevolución triunfa en Nimes , como en Mon-
tauban.
En esta última ciudad los vencedores no se enmendaron . Tuvieron
la audacia de hacer una colecta entre las familias de las víctimas y aun
en la cárcel donde estaban los prisioneros todavía ... ¡ Horror ! No se les
quería dejar salir sino pagando á sus asesinos!
CAPITULO IX

Lucha religiosa -La contrarrevolución vencida en el Mediodía.


(Junio de 1790. )

Indecisión religiosa de la Revolución. -Violencias de los obispos.-La Revolución cree poder con-
ciliarse con el Cristianismo. -Los últimos cristianos.-La Asamblea piensa en la reforma del
clero -Resistencia del clero (Mayo y Junio de 1790) .- Levantamiento de Nimes sofocado
(13 de Junio de 1790).-La Revolución victoriosa en Nimes, Avignon y en todo el Mediodía .
-En todas partes el soldado fraterniza con el pueblo (Abril y Junio de 1790).

¿Qué hacía durante este tiempo en París la Asamblea nacional? Se-


guía al clero á la procesión del Corpus .
Su dulzura , más que cristiana en todo esto, es un espectáculo sor-
prendente . Se contentó con una pregunta que hicieron al rey los mi-
nistros .
El rey prohibió la escarapela blanca y censuró á los firmantes de
la declaración de Nimes , y éstos se quitaron la escarapela y se pusieron
la cinta roja de los antiguos ligueses , y osadamente protestaron dicien-
do que persistían en defender al rey contra las órdenes del rey.
Lo que ocurría es bastante claro . El partido del clero sabía bien lo
que quería y la Asamblea no sabe lo que quiere . Realizaba entonces una
obra débil y falsa : la Constitución civil del clero .
Nada fué más funesto á la Revolución que desconocerse á sí misma
desde el punto de vista religioso ; que ignorar que llevaba en sí misma
una religión .
La Revolución no se conocía, no veía que era el cristianismo mismo ;
no sabía si debía adelantar ó retroceder.
En su fácil confianza é ingenuidad acogió con placer las simpatías
que le testimoniaban la masa del clero inferior .
Creyó que iba á realizar las promesas del Evangelio , que estaba
llamada á reformar y renovar el cristianismo y no á reemplazarlo . Lo
cree y marcha en este sentido ; al segundo paso tropieza con los curas
que se han vuelto curas.
364 J. MICHELET

La Iglesia se le aparece entonces tal como era efectivamente ; el


obstáculo , el principal obstáculo, mucho mayor que la realeza.
La Revolución había hecho dos cosas por el clero : dió la existencia ,
el pan á los curas y la libertad á los religiosos .
Y precisamente esto sirvió al episcopado de arma contra la Asam-
blea , señalando al odio y al desprecio del pueblo á todo sacerdote amigo
de la Revolución , como sobornado , comprado , corrompido por el inte-
rés temporal .

CAMUS

Hecho extraño ; para defender sus monstruosas fortunas, sus mi-


llones , sus palacios , sus queridas , impusieron los prelados á los sacer-
dotes la ley del martirio . Tal , que quería guardar ochocientas mil libras
de renta , obligó al cura de aldea á rechazar los mil doscientos francos
de sueldo que aceptara de la Asamblea.
El bajo clero se encontró así, de pronto , y por una cuestión de
dinero , en el trance de elegir. Los obispos no le dieron un momento
para reflexionar, declarándole que si estaba con lo natural , con el de-
recho , estaba contra la Iglesia ; es decir , fuera de la unidad católica , fuera
de la comunión de los obispos y de la Santa Sede ; miembro podrido '
amputado , renegado , apóstata .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 365

¿Qué iban á hacer aquellos pobres curas? Salir del sistema antiguo
donde habían vivido tantos siglos , declararse rebeldes á la imponente
autoridad que habían respetado siempre , abandonar el mundo conocido ,
y para pasar ¿á cuál otro? ¿á qué sistema nuevo?... Le falta una idea y
fe en esta idea para abandonar así la orilla y embarcarse en el porvenir .

TH
OM

EL ABATE GREGOIRE

Un cura verdaderamente patriota , el de Saint-Etienne del Monte ,


parroquia de París , que el 14 de Julio marchaba con la bandera del pue-
blo á la cabeza de su distrito , quedó aterrado , enloquecido de la cruel
alternativa en que le colocaban los obispos . Durante cuarenta días per-
maneció de rodillas ante el altar con un cilicio.
Hubiera podido estarse allí toda la vida y no hubiera encontrado.
respuesta á la insoluble cuestión que se había planteado .
366 J. MICHELET

Las ideas de la Revolución eran las del siglo XVIII , las de Voltai-
re y Rousseau . Nadie , en los veinte años que transcurren entre la gran
época de los dos maestros y la Revolución , entre el pensamiento y la
accion, nadie , digo , ha continuado seriamente esta obra .
La Revolución encuentra el pensamiento humano donde lo dejaron
ellos ; encuentra el ardiente humanitarismo en Voltaire , la fraternidad
en Rousseau , dos bases firmes , religiosas pero aisladas , débilmente for-
muladas .
El último testamento del siglo es en dos páginas , de Rousseau , de
tendencias diversas .
En la una, en el Contrato social, establece y prueba que el cristia-
no no es, no puede ser ciudadano.
En la otra, en Emilio , cede su entusiasmo ante el Evangelio , ante
Jesús , llegando á decir: «Su muerte es la de un dios . >>
Esta explosión de sentimiento y de ternura fué anotada y consig
nada como un dato precioso , como un mentís solemne que se daba á la
filosofía del siglo XVIII . De esto nació un error que todavía existe .
Todo el mundo se dió á leer el Evangelio , y en este libro de resig-
nación , de sumisión , de obediencia á los poderosos todos , leen lo mismo
que sus corazones sentían ; la libertad , la igualdad . En efecto , están en
todas partes; sólo que es necesario entenderse : la igualdad en la obe-
diencia, como la habían hecho los Romanos para todas las naciones ; la
libertad interior , inactiva , encerrada toda en el alma , como pudiera con-
cebirse cuando , habiendo cesado todas las resistencias nacionales , el
mundo viera abrirse ante él el imperio eterno .
Cierto . Nada más extraño que buscar en esta leyenda de resigna-
ción el código de una época en que el hombre reclama su derecho .
El cristiano es este hombre resignado , del antiguo imperio , que no
tiene ninguna esperanza en su acción personal, sino que se cree salva-
do únicamente , exclusivamente por Cristo . Hay pocos cristianos . En la
Asamblea nacional no había más de cuatro . En aquella época el cristia-
nismo había muerto como sistema .
Algunos amigos de la libertad que se habían sentido conmovidos
por el Evangelio , se engañaban creyéndose cristianos .
En cuanto á la vida popular, el cristianismo no conservaba más
que la parte anticristiana, es decir , lo que había tomado ó copiado del
paganismo, la idolatría de la Virgen, de los santos , la material y sen-
sual devoción del Sagrado Corazón .
El verdadero principio cristiano (que el hombre se salva por la gra-
cia de Cristo) , condenado solemnemente por el Papa á fines del reinado
de Luis XIV , se ha ido amortiguando , muriendo sin algaradas ni lu-
chas , disminuyendo poco a á poco el número de sus defensores , ocultán-
dose, resignándose .
Y en esto prueba el partido jansenista tanto como por su doctrina,
que es verdaderamente cristiano. Aun teniendo hombres de un vigor
HISTORIA DE La revolución francesa 367

extraordinario se oculta, se entrega, deseando sólo que la voluntad del


Padre se cumpla sobre la tierra .
Yo, que busco mi fe lejos y que miro siempre á Oriente , no puedo
ver sin emoción profunda á estos hombres de otra edad , á estos janse-
nistas que sufren, mueren y se extinguen en silencio.
Olvidados de todos , excepto de la autoridad pagano- cristiana que
los persigue fieramente, en medio de la indiferencia pública , mueren
sin defenderse (1 ) .
He tenido ocasión de probarlos . Un día en que yo me proponía en
mi cátedra dar á conocer los grandes hombres del jansenismo y descar-
gar mi corazón diciendo que entonces como ahora era el paganismo
quien perseguía al cristianismo , me suplicaron que no dijese nada , que
no me acordara de ellos (perdónenme que haya violado su secreto) .
«No, señor- me decían-esta es una de las situaciones en que es
preciso saber morir en silencio . »>>
Y como yo insistiera con simpatía , me confesaron ingenuamente
que, según su opinión , no les quedaba mucho tiempo que sufrir, por-
que el gran día , el último día que juzgará los hombres y las doctrinas
no podía tardar; el día hermoso en que el mundo debía comenzar á vi-
vir, cesando de morir...
El que me decía estas cosas extrañas era un hombre joven , auste-
ro , pálido, envejecido antes de tiempo , que no me quiso decir su nom-
bre y al que no he vuelto á ver .
El recuerdo de esta aparición queda en mí como un noble adiós del
pasado . Creo escuchar las últimas palabras de la Desposada de Corinto:
«Iremos á la tumba á reunirnos con nuestros antiguos dioses . »
>
En la Asamblea constituyente había tres de estos hombres . Ningu-
no de ellos era genio ni era orador , y sin embargo ejercieron una gran
influencia, demasiado grande , ciertamente .
Heroicos , desinteresados , sinceros , excelentes ciudadanos , contri-
buyeron más que nadie á detener la Revolución , á lanzarla por viejos
caminos imposibles ; tanto como la hicieron reformadora le impidieron
que fuese fundadora , que innovara y creara.
¿Qué era necesario en 1790 y en 1800 ? Era necesario confiar y es-
perar menos ; hacer un llamamiento á todas las fuerzas vivas del espíri-
tu humano .
Estas fuerzas son eternas . En ellas se engendra siempre la vida re-
ligiosa y la vida filosófica . No hay época desesperada . La pira de los si-
glos modernos , la de la guerra de los Treinta años produjo á Descartes ,
el renovador del pensamiento europeo . Era preciso llamar á la vida , no
organizar la muerte .

(1) Persecución verdaderamente feroz, que se encarniza especialmente en las mujeres, ha-
ciendo morir á fuego lento à las últimas hermanas jansenistas. Su encarnizamiento llegó
hasta el templo de San Severino, que no fué demolido como Port-Royal, pero que fue trans-
formado y entregado al paganismo del Sagrado Corazón, asilo de predicaciones jesuíticas.
368 J. MICHELET

Los tres hombres que impulsaron á la Asamblea á cometer aquella


gran falta se llamaban Camus, Gregoire y Lanjuinais . Tres hombres ,
tres cabezas de hierro . Díganlo los que vieron á Camus poniendo la
mano sobre Dumouriez en medio de su ejército , los que vieron el 31 de
Mayo á Lanjuinais arrojado de la tribuna volver á ella entre los puña-
les y las pistolas . Ya es sabido que pocos hombres fueron bravos al lado
de estos bravos .
En cuanto al obispo Gregoire , todos saben que quedó en la Con-
vención, durante todo el Terror , solo en su banco , siempre con su há-
bito morado , sin que nadie se atreviera á sentarse cerca de él ; Gregoire
ha dejado fama de tener el carácter más firme que nunca se ha conocido .
Estos hombres intrépidos y puros fueron la tentación suprema de
la Revolución, arrojándola en el grave error de organizar la Iglesia cris-
tiana sin creer en el cristianismo .
Bajo su influencia y la de los legistas que los seguían inconscien-
temente , la Asamblea , en su mayoría incrédula y volteriana , se figuró
que podía tocar á la forma sin cambiar el fondo.
Dió el raro espectáculo de un Voltaire reformando la Iglesia , pre-
tendiendo reducirla al rigor apostólico .
Aparte de este defecto de origen , la reforma era razonable ; se po-
día decir que era una carta de libertad y ennoblecimiento para la Igle-
sia y para el clero .
La Asamblea quiere que el clero sea el elegido del pueblo , esto es ,
que se libre del Concordato , del pacto bochornoso en que dos ladrones ,
el rey y el Papa se habían repartido á la Iglesia , se habían repartido
sus vestiduras por la suerte ; se libraba también al clero , fijándole un
presupuesto regular , de la odiosa necesidad de exigir los diezmos y pri-
micias , viviendo á costa del pueblo ; se le libraba además de los llama-
dos abates de la corte que desde las alcobas y los tocadores saltaban al
episcopado ; se le libra , finalmente , de todos los golosos , los ventru-
dos , los curitas predilectos de las canonesas .
Se mejoraba la división de las diócesis quedando próximamente de
la misma extensión y más numerosas , puesto que se hacían ochenta y
tres obispados , tantos como departamentos . El presupuesto fijado en se-
tenta y siete millones , era suficiente para que el clero estuviera mejor
retribuído con esta suma que con sus trescientos millones de otras ve-
ces que tan poco le aprovechaban .
La discusión no fué ni fuerte ni profunda . Hubo una frase atrevida
y fué dicha por el jansenista Camus , traspasando seguramente el al-
cance de su pensamiento : « Somos una convención nacional , —dijo ; —
tenemos seguramente el poder de cambiar la religión , pero no lo hare-
mos...» Después , como sí se asustase de su audacia, agregó: «No po-
dríamos abandonarla sin cometer un crimen» ( 1.º de Junio de 1790).
Legistas y teólogos no invocaban más que los textos , los viejos li-
bros; á cada cita contestada iban á buscar sus libros ; se preocupaban de
HISTORIA DE La revolución francesa 369

probar, no que su opinión era buena , sino que era vieja . « Así hicieron
»
los primeros cristianos . >
Triste argumento : era demasiado dudoso que una cosa propia en
tiempo de Tiberio lo fuese mil ochocientos años después , en la época de
Luis XVI .
Faltaba examinar con tergiversaciones si el derecho estaba en lo
alto ó abajo; en el rey y en el Papa ó en el pueblo .
¿Qué produciría la elección del pueblo? No se sabía indudablemente .
Pero se sabía muy bien que había un clero partidario del rey , del Papa
y de los señores (1 ) .
¡ Qué gesto habrían hecho los prelados que gritaban tan alto si hu-
bieran tenido que mostrar de qué óleo santo y por qué mano habían sido
consagrados ! Lo más seguro para ellos era no remover esta cuestión de
origen. Lo que ellos más temían era una cuestión , la más externa , la
más extraña al orden espiritual : la división de diócesis . Había que pro-
barles que esta división , completamente imperial , romana en su origen
y hecha por el gobierno , podía ser modificada por otro gobierno . Ellos
no querían oir nada de esto y se obstinaban ... Esta división era la cosa
santa y sacrosanta ; ningún dogma de fe cristiana ocupaba lugar más pre-
ferente en su corazón . Si no se convocaba un concilio , si no se daba
cuenta al Papa, todo estaba perdido . Se iba al cisma y del cisma á la
herejía y de la herejía al sacrilegio , al ateísmo... etc.
Estas nimiedades serias que en París hacían encogerse de hom-
bros , alcanzaban el efecto deseado en el Oeste y en el Mediodía . Corrían
impresas en numerosísimos ejemplares , con la famosa protesta en favor
de los bienes del clero , que en dos meses llegó á la trigésima edición .
Repetida por la mañana en el púlpito , comentada por la tarde en el con-
fesonario , adornada con glosas homicidas , su texto de odio y de discordia
iba exasperando á la mujer, reanimando los furores religiosos , afilando
los puñales , aguzando las horcas y las hachas .
El 29 , el 31 de Mayo , el arzobispo de Aix y el obispo de Clermont ,
uno de los principales agitadores y hombre de confianza del rey , notifi-
caron á la Asamblea el ultimatum eclesiástico : Que no pudiera hacerse
ningún cambio en la convocatoria de un concilio .
En los primeros días de Junio corría la sangre en Nimes .
Froment había armado sus más seguras compañías , y gastando
mucho dinero había uniformado á la mayor parte de estos hombres con
los colores del conde de Artois . Estos fueron los primeros levantamientos
del Mediodía . Froment, apoyado por un ayudante de campo del príncipe

(1) El derecho de colación en manos de los señores producía efectos muy curiosos . Un judío,
un tal Samuel Bernard que compraba tal ó cual señorío, tenía en consecuencia el derecho de
nombrar á tal ó cual beneficiado eclesiástico ; entre compras y ventas adquiría el Espíritu
Santo. El Espíritu Santo venía, sí, de lugares aún menos decorosos. Había obispo que lo era
por la gracia de madama de Polignac; otro había sido nombrado por la Pompadour; otro esco-
gido por Luis XV entre los abates calaveras de madama Du Barry. Un bello abate de Borbón
dotado de rentas que pasaban de un millón , procedía de una queridita noble que fué vendida
por sus padres.
TOMO I 47
370 J. MICHELET

de Condé, sostenido por muchos oficiales municipales , había al fin ob-


tenido la promesa del comandante de la provincia de abrir el arsenal y
dar fusiles á todas las compañías católicas . Ultimo acto decisivo que la
municipalidad y el comandante no podían declarar francamente contra
la Revolución .
<
«
<Esperemos todavía un momento , decía la municipalidad . Las elec-
ciones del departamento comienzan el 4 en Nimes ; vayamos dulcemente
hasta la votación , hagamos que nos den los puestos . >>
<<Agitemos , decía Froment; los electores votarán mejor al ruido
de los tiros. » Los protestantes se organizaban . Se entendían muy bien
desde Nimes á París y á Cévennes .
¿Estaba Nimes bien asegurada por el clero si quería escucharle? La
ciudad iba á sentir en su industria un beneficio dado por la Revolución :
la supresión de los derechos sobre la sal , el hierro , los aceites , los jabo-
nes , etc. Y la campiña católica , muy católica antes de la siega , ¿lo sería
igualmente después cuando el clero hubiese exigido el diezmo?
Había pendiente un proceso contra los asesinos de Mayo , contra
el hermano de Froment, y avanzaba lentamente , sí, pero avanzaba .
Una última circunstancia , y decisiva , que obligó á Froment á agi-
tarse ; la revolución de Avignon habíase realizado el 11 y el 12 é iba á
desmoralizar su partido , á hacer que cayeran de sus manos las armas.
Antes que la notícia fuese divulgada , el 13 por la tarde , se atacó en
día favorable , un domingo , octava del Corpus, estando ebria una gran
parte del pueblo y dispuesta á todo .
Froment y los historiadores de sus ideas, del partido vencido , ase-
guran una especie increíble: que los protestantes comenzaron , que tur-
baron las elecciones , en las que estaba toda su esperanza . Sostienen
que fué este número tan pequeño el que intentó vencer al grande (seis
mil hombres contra más de veinte mil sin hablar de los suburbios) .
¿Este exiguo número resultaba bien aguerrido y terrible? Era una
población extraña , hacía un siglo , á toda costumbre militar. Comercian-
tes que temían excesivamente el saqueo y el pillaje ; obreros mezquinos ,
físicamente muy inferiores á los mozos de cordel y braceros, viñadores
y jornaleros que Froment había armado . Los dragones de la guardia
nacional , protestantes en su mayoría , comerciantes é hijos de comer-
ciantes, no eran gente para luchar contra hombres rudos y fuertes que
bebían á tazas en las tabernas el vino pagado por el clero .
Donde los protestantes eran la mayoría , los dos cultos , ofrecieron
el espectáculo de la fraternidad más conmovedora . En San Hipólito ,
por ejemplo , el 5 de Junio los protestantes habían querido montar la
guardia con los otros para la procesión del Corpus.
El día de la explosión en Nimes , los patriotas, unos mil quinien-
tos por lo menos y los más activos , estaban reunidos en el club sin
armas y deliberando ; las tribunas llenas de mujeres . El pánico fué ho-
rrible á los primeros disparos ( 13 de Junio de 1790) .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 371

Ocho días antes , en la apertura de las elecciones , se había empeza-


do por insultar y atemorizar á los electores . Pidieron éstos un destaca-
mento de dragones , algunas patrullas para disipar la multitud que los
amenazaba .
Pero esta multitud amenazó bien pronto á las patrullas mismas ; la
municipalidad complaciente , retuvo entonces las patrullas en su puesto .
El 13 por la noche , los hombres de las hopas rojas van á decir á los
dragones que si no se marchan son hombres muertos . Se quedan y re-
ciben muchos balazos .
El regimiento de Guienne arde en deseos de ir á su socorro; pero
los oficiales le cierran las puertas y lo recluyen dentro del cuartel .
Ante esta lucha desigual , ante las elecciones tan criminalmente
turbadas , la municipalidad tenía un deber sagrado : enarbolar la bandera
roja y requerir á las tropas ... Pero puede decirse que no hay munici-
palidad. En aquella ciudad hospitalaria la Asamblea electoral del depar-
tamento se encuentra abandonada en medio de las descargas de fusilería .
Entre los asalariados de Froment se encontraban los criados de
muchos de los oficiales municipales confundidos con los del clero . No
recibiendo la tropa ni la guardia nacional ningún aviso , Froment estaba
hecho dueño del terreno . Por poco tiempo que hubiera ganado hubiera
dado lugar á que llegara de Sommieres , que no está más que á cuatro
leguas de distancia , un regimiento de caballería , cuyo coronel, muy en-
tusiasta , había ofrecido su concurso y el de su tropa y su bolsa .
Entonces los sucesos hubieran tomado el carácter de una verdadera
Revolución y el comandante de la provincia hubiera seguido las órdenes
que tenía del conde de Artois marchando sobre Nimes .
Ocurrió un hecho inesperado y fué que Nimes faltó . De las die-
ciocho compañías católicas formadas por Froment , cuyas gentes comen-
zaban ya á forzar las casas de los protestantes , tres solamente le siguie-
ron. Las quince restantes se negaron á secundarle .
Gran lección que hizo ver al clero cuánto se había engañado sobre
el estado real de los espíritus . Los viejos odios fanáticos hábilmente rea-
vivados por los celos sociales , no fueron bastante consistentes cuando
llegó el momento de derramar sangre .
Aquella grande y poderosa ciudad de Nimes , á la que se había
creído poder sublevar fácilmente, permaneció firme , como sus indestruc-
tibles monumentos , como sus nobles y eternales Arenas .
Un número infinitamente pequeño de los dos partidos combatió so-
lamente . Los clericales se mostraron muy bravos , pero furiosos , ciegos .
Por dos veces se obligó á los municipales , encontrados al fin , á ir hacia
ellos con la bandera roja, y dos veces los clericales los arrollaron , con
bandera y todo . Disparaban sobre los magistrados y sobre los comisarios
del rey, y al día siguiente dispararon sobre el procurador del rey y el
juez que recogían los muertos .
Éstos crímenes reclamaban la más pronta y severa represión , y sin
372 J. MICHELET

embargo la municipalidad no pidió á la tropa más que un servicio de


patrullas .
Si Froment hubiera tenido más práctica , hubiera , sin duda alguna ,

ROUGET DE LISLE (autor de La Marsellesa)

ocupado el gran punto estratégico de las Arenas , fácilmente defendible .


Pero sólo se le ocurrió dejar allí algunos hombres , así como en el con-
vento de los Capuchinos . El mismo entró en el fuerte que se había pre-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 373

parado en la torre del antiguo castillo , y allí refugiado , creyéndose en


seguridad, escribió á Sammories y á Montpellier pidiendo socorro . En-
vio emisarios á las ciudades católicas , donde hizo tocar á rebato .

00001 los dos partidos se fusilaban en medio de las calles ó desde las ventanas. (Pág. 374)

Los católicos acudieron muy lentamente ó permanecieron en sus


casas; pero los protestantes , al saber la noticia del peligro en que se en-
contraban los electores , se organizaron rápidamente y marcharon du-
rante toda la noche . Aquella mañana , de cuatro á cinco de la madruga-
374 J. MICHELET

da, un ejército de voluntarios , con la escarapela tricolor , entró en Ni-


mes gritando : « ¡ Viva la nación ! >>
Entonces los electores obraron . Rápidamente se formó un comité
militar dirigido por un capitán de artillería y acordaron ir al arsenal á
buscar cañones .
El arsenal tenía dos entradas ; por la calle y por la galería del cuar-
tel del regimiento de Guienne .
Los malvados oficiales les dijeron : « Pasad por la calle . » Allí fueron
acribillados á tiros . Volvieron al cuartel, y entonces los oficiales , vien-
do que sus soldados iban á volverse contra ellos , entregaron los ca-
ñones .
La torre donde Froment se había refugiado fué batida , y entonces
aquel hombre audaz , hasta el último momento, envió una curiosa misi-
va , en la que ofrecía ... « olvidar . » Todos pidieron , al ver esto , la muer-
te de los sitiados .
Se les quiso salvar , pero ellos mismos se perdieron disparando cuan-
do estaban parlamentando . Después del asalto fueron perseguidos y ase-
sinados , despedazados .
Durante dos y tres días fueron buscados y castigados , ó al menos
con este pretexto se saciaron muchos antiguos odios .
El convento de los Capuchinos , almacén de folletos y centro de la
conjuración , fué asaltado y murieron cuantos en él estaban .
Lo mismo ocurrió con una taberna célebre , cuartel general de los
clericales; allí fueron encontrados ocultos dos magistrados munici-
pales .
Durante todo este tiempo los dos partidos se fusilaban en medio de
las calles ó desde las ventanas . Los salvajes católicos de Cévennes no
perdonaban á nadie; hubo trescientos muertos en tres días .
En cambio ninguna iglesia fué saqueada , ni insultada ninguna
mujer, permaneciendo los austeros y luchadores protestantes en su furor
mismo . No se les hubiera ocurrido nunca , como á los clericales de 1815 ,
matar las jóvenes con un bastón adornado con flores de lís .
Hubiera sido curioso , y lo fué , que este cruel suceso de Nimes ,
pérfidamente arreglado por la contrarrevolución , sirviera en defensa
suya . El jabalí cazando al cazador .
En el momento de la ejecución les faltó todo á los clericales .
Contaban con Montpeller . El comandante no se atrevió á ir . Fué ,
en cambio , la guardia nacional, brava y patriota, base futura de la le-
gión de la la victoria , la 32.ª media brigada .
Contaban con Arlés . En efecto , Arlés ofreció socorros , pero fué
para destrozar el partido de la contrarrevolución .
En Pont-Saint-Esprit fueron detenidos los enviados de Froment.
Llamad , llamad á los católicos del Ródano . Intentad hacer creer
que con todo esto vuestra religión está en peligro . Todos saben que se
trata de la patria.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 375

Todo él Ródano católico se declara contra vosotros y se torna más


revolucionario que los protestantes . Vuestra sede del Ródano , la Roma
chiquita del Papa, Avignon , estalla contra vosotros .
¡Avignon! ¿Cómo hubiera podido jamás olvidar Francia este dia-
mante de su diadema?... ¡Oh , Vancluse! ¡Oh , puro , eterno recuerdo de
Petrarca , noble asilo del gran italiano que murió de amor por Francia ,
símbolo adorado del futuro enlace de dos enamorados , ¿ cómo habíais caí-
do en las abotargadas manos del Papa?... Por dinero , por la absolución
de un asesinato , una mujer vendió á Avignon y á Vancluse ( 1348) .
Avignon, sin pedir consejo ni permiso , había constituído , como toda
Francia , una milicia nacional y una municipalidad .
El 10 de Junio , cuantos nobles y amigos del Papa había allí due-
ños del municipio y de cuatro cañones , gritaban: «¡ Viva la aristocracia !>>
Hubo treinta personas entre muertos y heridos .
Entonces el pueblo , iracundo , se lanzó seriamente al combate , mu-
riendo muchos de ellos y dejando veintidós prisioneros . Todas las muni-
cipalidades inmediatas, Orange , Bagnols, Pont-Saint-Esprit , acudieron á
socorrer Avignon y á librar los prisioneros . Los arrancaron de manos de
los vencedores y se encargaron de guardarles .
El 11 de Junio fueron quemadas las armas de Roma y puestos en
su lugar los escudos de Francia .
Avignon fué á la barra de la Asamblea nacional y allí se entregó á
su verdadera patria , pronunciando esta gran frase , testamento del genio
romano: « Franceses , reinad sobre el universo . >>
Estudiemos mejor las causas . Completemos y expliquemos más este
rápido drama.
Para hacer una guerra religiosa es preciso ser religioso . El clero no
era bastante creyente para fanatizar al pueblo .
No era tampoco muy político . Aquel año mismo de 1790 , en que
tanta necesidad había del pueblo , soldado aquí y allá y en todas partes ,
el clero le pide todavía que pague el diezmo abolido por la Asamblea.
En muchos lugares, especialmente en el Norte , hubo sublevaciones
contra el clero por este malhadado diezmo , que era odioso al pueblo y
que no podía pagar además .
Aquel clero aristocrático , sin inteligencia , sin fuerzas morales ,
creyó que bastaba á su propósito con un poco de dinero , con algún vino
y con la violencia del clíma . Hubiera debido comprender que para reha-
cer el fanatismo necesitaba tiempo , paciencia , obscuridad , un país menos
vigilado y alejado de los caminos y de las grandes ciudades .
Podían, en buen hora , trabajar lentamente en el Bocage vendeano ;
pero obrar en plena luz , bajo el hermoso sol del Mediodía , bajo la mi-
rada inquieta de los protestantes , en la vecindad de grandes centros
como Burdeos , Marsella , Montpellier , que viéndolo todo podían al menor
alboroto ir; marchar sobre la hoguera apenas encendida ... esto era un
juego de niños .
376 J. MICHELET

Froment hizo cuanto pudo . Demostró mucha audacia y decisión ,


pero fué abandonado ( 1 ) .
Lanzó el grito de sedición en el verdadero momento , viendo que la

actitud de Avignon iba á ser secundada por Nimes, creyendo , como buen
bravo , que los dudosos y los tímidos que hasta entonces no se atrevían
á declararse francamente por él tomarían su partido cuando le vieran
comprometido , creyendo que no podrían contemplar con sangre fría su
vencimiento y aun su muerte.
La municipalidad , compuesta toda por la burguesía católica , fué
prudente; no se atrevió á requerir al comandante de la provincia.
La nobleza fué prudente . El comandante y los oficiales en general
no quisieron hacer nada sin previo y legal llamamiento del municipio .
No es que faltase valor á los oficiales ; era que no estaban seguros
de sus soldados . Para dar una orden á la que acaso se hubiese respondido
á tiros , para hacer este peligroso experimento , era preciso el previo sa-
crificio de la vida ... ¿Sacrificarla? ... ¿Por qué idea?, ¿por qué fe?... La
mayoría de la nobleza , realista y aristocrata , era á la vez filósofa y vol-
teriana; es decir , estaba de medio lado conquistada por las nuevas
ideas .
La Revolución , cada vez más armónica y concordante , aparecía
por momentos como lo que era; una religión . Y la contrarrevolución ,
disidente , discordante, aferrada en vano á la vieja fe , no es una religión .
Ninguna unión , ningún principio fijo . Su resistencia es vaga en
muchos sentidos á la vez . Va como un borracho hacia la derecha y ha-
. cia la izquierda .
El rey es partidario del clero y se niega á recibir y apoyar la pro-
testa del clero . El clero paga y arma al pueblo y le pide el diezmo . La
nobleza y los oficiales esperan la orden de la junta de Turín y al mismo
tiempo las de las autoridades revolucionarias .
Algo falta á todos para hacer su acción sencilla y fuerte ; algo que
precisamente abunda en el otro partido : la fe .
El otro partido es Francia ; tiene fe en la ley nueva , en la autori-
dad legítima , en la Asamblea , verdadera voz de la nación .
En este lado todo es luz . En el otro todo es equívoco , incertidum-
bre Ꭹ tinieblas .
¿Cómo dudar? Unidos todos , el soldado y el ciudadano , bajo su ban-
dera, marchan con paso firme.
De Abril á Junio casi todos los regimientos fraternizan con el pue-
blo . En Córcega , en Caen , en Brest , en Montpellier , en Valence , como

(1) Froment escapó á la muerte. Por poco adicto que sea uno al hombre y al partido es im-
posible dejar de interesarse por su suerte. Honrado y ennoblecido por el conde de Artois y
por los emigrados, ¡es olvidado y negado en 1816 ! ... Fueron destruidos por todas partes con
exquisito cuidado los folletos que había publicado, así como el proceso del antiguo servidor
contra un dueño ingrato y sin corazón . Después del proceso le fué negada la miserable pen-
sión que para comer recibía. Y esto, después de treinta años de servicios gratuitos, queriendo
que el hombre arruinado, lleno de deudas y consumido por él, muriera en el rincón de una
pocilga.-Los folletos de Froment demuestran la ingratitud de los reyes .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 377

en Montauban , como en Nimes , el soldado se declara por el pueblo y


por la ley. Los pocos oficiales que se resisten son muertos y se les en-
cuentran las pruebas de su inteligencia con la emigración .
Las ciudades del Mediodía no se duermen ; Briançon , Montpellier ,
Valence Ꭹ al fin la gran Marsella , quieren guardarse y defenderse ellas

TATIASMA

MARTIN LUTHER

LUTERO (Grabado de la época)

mismas; se apoderan de sus ciudadelas y


. las llenan con sus ciudadanos .
¡Vengan ahora, si quieren, el emigrado y el extranjero !
¡Una Francia, una fe , un juramento ! ... Ni un hombre dudoso .
Quien lo sea que abandone la tierra de la legalidad , que pase el Rhin ,
que pase los Alpes .
El rey mismo comprende bien que su mejor espada , Bouillé , con-
cluirá por encontrarse solo si no jura como los demás . El enemigo de
las federaciones, que separaba al ejército del pueblo , se ve obligado á
ceder.
TOMO T 48
378 J. MICHELET

Pueblo y soldados , unidos de corazón , asisten á este gran espectá-


culo . El inflexible va á ceder . El rey lo manda y Bouillé obedece .
Avanza entre ellos triste y sombrío , y sobre su espada realista jura fide-
lidad á la Revolución .
PEINE
AL

VOLEUR

CAPITULO X

Del nuevo principio . -Organización espontánea de Francia


(Julio de 1789. — Julio de 1790)

La ley era respetada en todas partes por acción espontánea. -Obscuridad y desorden del antiguo
régimen -El orden nuevo se crea á sí mismo. - Los nuevos poderes nacen del movimiento de
la libertad conquistada y de la defensa. -Asociaciones interiores y exteriores que preparan las
municipalidades y los departamentos -La Asamblea crea trescientos mil magistrados departa-
mentales, municipales y judiciales. -Educación del pueblo por las funciones públicas.

He contado detallada y largamente las resistencias del viejo prin-


cipio , Parlamentos , nobleza y clero , y voy en pocas palabras á inaugu-
rar el pincipio nuevo , á exponer brevemente el hecho inmenso donde
estas resistencias vinieron á perderse y anularse .
Este hecho , admirablemente sencillo en una variedad infinita , es
la organización espontánea de Francia.
Aquí está la historia , lo real , lo positivo , lo durable . Lo demás es
una nonada .
Y sin embargo , ha sido preciso contar largamente esta nonada .
El mal , precisamente porque es una excepción , una irregularidad ,
exige , para ser comprendido , un minucioso detalle . El bien , al contra-
rio ; lo natural no es casi conocido de antemano por su conformidad con
las leyes de nuestra naturaleza , por la imagen eterna del bien que lle-
vamos dentro de nosotros .
Las fuentes de donde sacamos la historia han conservado precisa-
mente lo menos digno de ser conservado , el elemento negativo , acci-
dental , la anécdota individual , tal ó cual intriga pequeña , tal acto de
violencia .
Los grandes hechos nacionales de esta época se han realizado por
fuerzas inmensas , invencibles , y por esto mismo de ningún modo vio-
lentas; han atraído poco las miradas y han pasado inadvertidas .
380 J. MICHELET

Cuanto se ha escrito de estos hechos generales , refiérese única-


mente á las leyes que de ellos se derivaron , á las últimas fórmulas . Pero
¿y los grandes movimientos sociales que los decidieron , que fueron su
origen, su razón , su necesidad? Apenas una línea los recuerda en el
porvenir.
El hecho supremo donde todo se engendra se realizó en aquel mila-
groso año que comienza en Julio y termina en Junio ; el resurgimiento
espontáneo de la vida y de la acción , acción que entre tantos desórdenes
particulares defiende el orden nuevo y de antemano realiza la ley , es el
engendrador de la nueva ley .
La Asamblea cree conducir y es ella la que sigue ; es el espejo de
Francia, su amanuense; lo que Francia hace la Asamblea lo registra más
ó menos exactamente , lo formula y lo escribe bajo su dictado .
Que vengan aquí los escribas á aprender , que salgan un momento
de su antro y descubran sus montañas de papel timbrado . Si Francia no
hubiera podido salvarse más que por su pluma y su papel , Francia hu-
biera perecido cien veces .
Momento grave de interés infinito aquel en que la naturaleza se
encuentra á tiempo para no perecer , en que la vida en presencia del
peligro sigue al instinto , su mejor guía , y encuentra en él su salvación .
Una sociedad envejecida en esta crisis de resurrección nos hace
asistir al origen de las cosas . Los publicistas soñaban con el renova-
miento de las naciones . ¿Para qué soñar?; hela aquí .
Si ; es la transformación de Francia la que nosotros tenemos ante los
ojos... Dios te proteja joh, arca de Noé; que El te salve y te sostenga
sobre estas olas sin orillas donde te veo temeroso flotando sobre el mar
del porvenir !... Francia nace y se levanta al estampido del cañón de la
Bastilla . En un día , sin preparativos , sin haberse puesto de acuerdo de
antemano , toda Francia , aldeas y ciudades , se organizó al mismo
tiempo .
En cada lugar ocurre lo mismo : se va al ayuntamiento , se toman
las llaves y el poder en nombre de la nación . Los electores (en 1789 to-
dos han sido electores) forman comités como el de París , de donde sa-
lieron luego las municipalidades regulares .
Los gobiernos de las ciudades , como el del Estado , escapan con
la cabeza baja por la puerta falsa , dejando á la comunidad que pague
las deudas contraídas .

La Bastilla financiera que la oligarquía de los notables ocultaba


á todas las miradas , la caverna administrativa aparece á la luz del
día . Los informes instrumentos de aquel régimen de pillaje , el embro-
llamiento de los papeles , la sabia confusión de todos los cálculos , son
sacados á la luz pública .
El primer grito de esta libertad que los adversarios llaman el espí-
ritu del desorden, es al contrario, orden y justicia .
El orden en plena luz .
HISTORIA DE LA revolución francesa 381

Francia dijo á Dios como Ajax: « ¡ Hacedme perecer si queréis , pero


á la claridad de los cielos ! >>>
Lo que había de más tiránico en la vieja tiranía era su obscuridad .
Obscuridad del rey para el pueblo , de los jefes de las ciudades para la
ciudad ; obscuridad no menos profunda del propietario para el labrador .
¿Qué se debía pagar en consecuencia al Estado , á la comunidad y
al señor? ... Nunca podía saberse . La mayor parte pagaba , y pagaba sin
saber cuándo acababa su deuda . La profunda ignorancia en que el gran
educador del pueblo , el clero , lo había mantenido , entregaba ciego y
sin defensa á la espantosa codicia de los borroneadores de papel .
Cada año era más negro para el pobre labriego y más caro el papel
timbrado . Estos recargos misteriosos , desconocidos , que era preciso pa-
gar sin pedir explicaciones , se iban acumulando unos sobre otros en el
corazón del pueblo como un tesoro de venganza , de indemnizaciones exi-
gibles.
Muchos , en 1789 , decían que en cuarenta años habían pagado , con
tantos recargos , mucho más de lo que valían los bienes de que no eran
propietarios .
No se cometió en las campiñas ningún atentado contra la pro-
piedad , sino actos realizados en nombre de la propiedad misma . El cam-
pesino la interpretaba á su manera , pero nunca le cupo duda sobre la
idea misma de este derecho .
El trabajador de los campos sabe bien qué es y lo que cuesta ad-
quirir; la adquisición por el trabajo que él hace y quiere hacer todos los
días , le inspira el respeto de la propiedad y se la presenta como una
religión .
En nombre de la propiedad , largo tiempo violada y desconocida
por los agentes de los señores , fué realizado aquel acto de los campesi-
nos , cuando colgaban las insignias de la tiranía feudal y fiscal , las me-
didas de las primicias injustamente agrandadas , las cribas que separa-
ban el grano para el señor, no dejándoles más que la paja.
Los comités de Julio del 89 , origen de las municipalidades del 90 ,
fueron para las ciudades sobre todo la insurrección de la libertad, y
para las aldeas la de la propiedad ; hablo de la propiedad más sencilla ,
del trabajo del hombre .
Las asociaciones de las aldeas fueron sociedades de garantía: 1.º ,
contra el hombre de negocios ; 2.º , contra el ladrón ; dos palabras siem-
pre sinónimas.
Conjuración contra los hombres de dinero , colectores , regidores ,
procuradores , administradores, contra toda aquella afrentosa zangana-
da que por una magia desconocida había esterilizado la tierra , agobiado
las bestias de labor, y enflaquecido al campesino hasta los huesos , hasta
el esqueleto .
Confederación también contra aquellas partidas de ladrones que
recorrían Francia, gentes sin trabajo y hambrientas , mendigos converti-
382 J. MICHELET

dos en ladrones , que durante la noche cortaban los trigos , aunque estu-
viesen verdes , matando toda esperanza .
Si los pueblos no hubiesen tomado las armas , hubiese sobrevenido
un hambre terrible , un año como el año mil y como otros muchos de la
Edad Media . Aquellas partidas trashumantes , insaciables , esperadas en
todas partes y que el terror hacía creer presentes en todos lugares , he-
laban de espanto á nuestras poblaciones , menos militares que hoy.
Todos los pueblos se arman . Las aldeas se prometieron protección
mutua . Convenían entre ellas reunirse , en caso de alarma , en tal lugar
estratégico ó en tal posición central que dominaba un paso de camino ó
de río , importante para el país .
Un solo hecho explicará esto mejor . Recuerda este hecho el pánico
de Saint-Jean-du-Gard que he descrito antes .
Una hermosa mañana de estío los habitantes de Chavignon (Aisne)
vieron , no sin temor , sus calles llenas de gente armada . Afortunada-
mente reconocieron que eran sus vecinos y amigos , los guardias nacio-
nales de todas las comunidades vecinas que , alarmados por una falsa
noticia , habían andado toda la noche para ir á defenderla de los ladro-
nes . Lo que se esperaba fuera un combate se convirtió en una fiesta .
Toda la gente de Chavignon salió de sus casas y se mezcló á sus
amigos . Las mujeres llevaron y pusieron en común cuantos víveres te-
nían y abrieron barriles de vino . Se desplegó en la plaza la bandera de
Chavignon y debajo de ella se colocaron panes y racimos atravesados
por una espada desnuda ; la divisa resumía todo el pensamiento de aquel
instante : abundancia y seguridad , libertad , fidelidad y concordia .
El capitán jefe de los guardias nacionales que habían ido á
Chavignon hizo un discursito muy conmovedor sobre el apresuramiento
de las comunidades en ir á defender á sus hermanos : «A la primera pa-
labra hemos dejado nuestras mujeres y á nuestros hijos llorando ; hemos
dejado nuestros arados y nuestros utensilios en los campos , y sin tener
apenas tiempo de vestirnos hemos venido ...>>
Las gentes de Chavignon , en una comunicación á la Asamblea na-.
cional , le cuentan todo como un hijo á su madre , y llenos de reconoci-
miento agregan esta frase nacida en el corazón : «¡Qué hombres , seño-
ñores , qué hombres desde que les habéis dado una patria ! »
Estas expediciones espontáneas se hacían así , como en familia ,
marchando el cura del pueblo á la cabeza . En la de Chavignon cuatro
de las comunidades que concurrieron llevaban sus curas respectivos .
En otros sitios , por ejemplo , en el Alto Saona , los curas no sólo se
asociaron á estos movimientos , sino que fueron sus jefes y promovedo-
res . El 27 de Septiembre de 1789 , en los alrededores de Luxenil se fe-
deraron las comunidades rurales , bajo la dirección del cura de San Sal-
vador . Todos los alcaldes juraron en sus manos .
En Issy-l'Evêque (Alto- Saona) ocurrió una cosa más extraña aún .
En el abandono y carencia de toda autoridad pública , no quedando ni un
HISTORIA DE La revolución francesa 383

magistrado , un valiente cura se apoderó de todos los poderes ; hizo orde-


nanzas ; juzgó procesos ya juzgados ; hizo acudir ante él á los alcaldes de
las aldeas vecinas y promulgó ante ellos las leyes nuevas que daba á la
comunidad ; después , armado , con la espada en la mano , comenzó á pro-
ceder al reparto equitativo de las tierras .
Fué preciso detener su celo , recordarle que había todavía una Asam-
blea nacional .
Y he aquí el hecho raro y singular . El movimiento , en general ,
fué regular, mejor ordenado de lo que hubiera podido esperarse en tales
circunstancias . Sin ley, todo seguía una ley; la conservación y la salud .
Antes que las municipalidades se organicen , la aldea se gobierna ,
guarda y defiende como asociación armada de habitantes del mismo
lugar.
Antes que hubiera distritos y departamentos creados por la ley , las
necesidades comunes , especialmente la de asegurar los caminos y İlevar
subsistencias , forman asociaciones entre aldeas y aldeas , ciudades y
ciudades , grandes confederaciones de protección mutua .
Se siente uno inclinado á bendecir estos peligros cuando se observa
que han obligado á los hombres á salir de su soledad , á arrancarse su
egoísmo , habituándolos á vivir en los demás , y que han arrancado en
estos espíritus , aturdidos por el sueño de tantos siglos , la primera chispa
de fraternidad .
La ley viene á reconocer , autorizar y coronar todo esto ; pero no lo
ha producido .
La creación de las municipalidades , la concentración en sus manos
de todos los poderes , aun los no comunales (contribución , alta policía ,
situación de la fuerza armada , etc. ) , esta concentración , tan duramente
censurada en la Asamblea, no era efecto de un sistema , sino el simple
reconocimiento de un hecho .
En el abandono de la mayor parte de los poderes , en la inacción
voluntaria (siempre pérfida) de los poderes que quedaban , el instinto de
conservación había hecho lo que hace siempre ; los interesados habían
tomado la dirección de sus negocios .
¿Quién no está interesado en tales crisis? El que no tiene propie-
dades , el que no tiene sobre qué caerse muerto , como se dice desprecia-
tivamente, tiene algo más querido que ninguna propiedad : una mujer é
hijos que defender.
La nueva ley municipal crea un millón doscientos mil magistrados
municipales . La organización judicial crea cien mil jueces (cinco mil
jueces de paz y ochenta mil asesores de los jueces de paz) . Todo esto
tomado en los cuatro millones doscientos noventa y ocho mil electores
primarios que como propietarios ó arrendatarios pagaban el valor de
tres jornales , cerca de tres libras .
El sufragio universal había dado seis millones de votos ; concebiría,
y luego hablaré de ello , que dados los diversos principios que dominaron
384 J. MICHELET

en la Asamblea , hubiera sido mayor esta limitación del derecho elec-


toral.
Me basta hacer notar aquí el prodigioso movimiento que debió pro-

ducir en Francia, en la primavera de 1790 , esta creación de un mundo


de jueces y administradores , un millón trescienlos mit de una vez,
salidos todos de la elección .
Puede decirse que antes de la organización militar, Francia había
hecho una organización de magistrados . La organización de la paz , del .
orden , de la fraternidad .

D'ALAMBERT

Lo que domina en esto más que los cinco mil árbitros ó jueces de
paz , es sus ochenta mil asesores; hermoso elemento nuevo , desconocido
en el orden judicial de todos los siglos . Y en el orden municipal lo que
más se nota es que la fuerza militar depende directamente de los magis-
trados del pueblo .
El poder municipal resume los de todos aquellos que estaban en
ruinas . El únicamente , entre el antiguo régimen destruído y el nuevo
sin acción, él únicamente sale á flote y marcha adelante .
El rey estaba desarmado, el ejército desorganizado , los Estados y
los Parlamentos demolidos , el clero despedazado , arrasada la nobleza . La
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 385

Asamblea misma, la gran potencia aparente , ordenaba más que obraba;


era una cabeza sin brazos . Pero tuvo ochenta mil manos en las munici-
palidades .
Este número inmenso ofrecía una gran dificultad de acción ; pero

LA LIBERTAD FRANCESA (Estampa de la época)

como educación de un pueblo, como iniciación á la vida pública , era


admirable.

Renovada rápidamente la magistratura , debía agotar bien pronto


en muchas localidades la clase donde se reclutaba (los cuatro millo-
nes de propietarios ó arrendatarios que pagaban tres libras de im-
puesto).
Era necesario , pues -era una hermosa necesidad de aquella grande
iniciación- crear una nueva clase de propietarios .
TOMO I 49
386 J. MICHELET

Los arrendatarios del clero y de la aristocracia , excluídos antes de la


elección como clientes del antiguo régimen , iban ahora , como adqui-
rentes de los bienes puestos en venta, á encontrarse hechos propietarios ,
electores , magistrados municipales , asesores de los jueces de paz, etcé-
tera, etc. , y como tales iban á convertirse en los más sólidos apoyos de
la Revolución .
CAPITULO XI

De la religión nueva.-Federaciones . (Julio de 1789-1790)

La Francia de 1789 ha sentido la libertad; la de 1790 siente la unidad de la patria. -Las federa-
ciones han destruído todos los obstáculos.-Caen todas las dificultades artificiales.-Procesos
verbales de las federaciones.-Se ve allí el testimonio de su amor á la unidad nueva y del sa-
crificio de las provincialidades y antiguas costumbres.-Fiestas de las federaciones. -Símbolos
vivos. El anciano, la joven, la mujer, la madre.-El niño sobre el altar de la patria.-Olvido
de las divisiones de clases , partidos y religiones.-El hombre encuentra nuevamente la natura-
leza.- El hombre abraza de corazón la patria, la humanidad. - Adiciones y detalles diversos.

Nada hay todavía en el invierno de 1789. Ni municipalidades re-


gulares , ni departamentos . Ninguna ley , ninguna autoridad , ninguna
fuerza pública .
Parece que todo va á disolverse y esta es la esperanza de la aristo-
cracia... ¡Ah! ¿queríais ser libres?... ¡ Ved , juzgad el orden que habéis
hecho ! ...
A esto, ¿qué responde Francia? En aquel momento peligroso no tie-
ne más ley que ella misma, y, sin socorro de nadie , guiada y empujada
solamente por su poderosa voluntad , franquea el paso de un mundo á
otro ; pasa sin temblar el estrecho puente del abismo ; pasa sin mirar ,
no viendo más que el fin y el objeto.
Avanza resueltamente en aquel tenebroso invierno hacia la prima-
vera deseada en que brilla la luz nueva.
¿Qué luz? No es , como en 1789 , el vago amor de la libertad . Es un
objeto determinado , con forma fija , el que arrastra á toda la nación ,
que transporta y eleva los corazones . A cada paso que se da aparece
más claro y la marcha es más rápida ... Al fin la sombra desaparece y
Francia ve clara y distintamente lo que amaba y perseguía sin saberlo
bien concretamente : la unidad de la patria .
Todo lo que se había creído penoso , difícil , imposible , aparece po-
sible y fácil . Se preguntaban las gentes todavía cómo podría realizarse
388 J. MICHELET

el sacrificio de la patria provincial , del suelo natal , de los recuerdos , de


los viejos prejuicios .
«¿Cómo se decían-el Languedoc toleraría jamás dejar de ser
Languedoc, un imperio interior , gobernado por sus propias leyes? ¿Cómo
la antigua Tolosa descendería de su Capitolio , de su realeza del Medio-
día? ¿Y creéis que Bretaña se rinda nunca ante Francia , que abandone
su lengua salvaje y su duro carácter? Antes veréis ablandarse las rocas
de Penmark .»>
Sobre el altar aparece la gran patria abriéndoles los brazos y que-
riendo abrazarlas ... Todas las regiones se arrojan en ellos y olvidan;
aquel día no sabe ninguno qué provincia formaba ... Hijos abandona-
dos , perdidos hasta entonces , han encontrado una madre ; están más
regocijados por lo mismo que no lo creían ; tenían la humildad de creer-
se bretones , provenzales ... No , hijos , sabedlo bien ; sois los hijos de
Francia; ella misma os lo dice ; hijos sois de la gran madre , de la que
debe amamantar á todas las naciones en la igualdad y la libertad .
Nada más hermoso que ver á este pueblo avanzando hacia la luz,
sin ley , pero dándose la mano . Avanza ; no obra , porque no necesita
hacer nada ; avanza y es bastante .
La simple vista de este movimiento inmenso hace retroceder á todo ;
todo obstáculo huye , desaparece ; toda resistencia se desvanece . ¿Quién
se atrevería á luchar contra esta pacífica y formidable aparición de un
gran pueblo armado?
Las federaciones de Noviembre destruyen los estados provinciales ;
las de Enero concluyen con la lucha de los Parlamentos ; las de Febrero
comprimen los desórdenes y el pillaje; en Marzo y Abril se organizan
las masas que apagan en Mayo y Junio los primeros chispazos de una
guerra de religión ; en Mayo todavía las federaciones se hacen militares
y el soldado se hace ciudadano , quedando rota la espada de la contrarre-
volución...
¿Qué queda? La fraternidad ha borrado todo obstáculo ; todas las
federaciones quieren confederarse entre ellas ; la unión tiende á la unidad .
No más federaciones que ya son inútiles ; no hace falta más que una :
Francia .
Y Francia aparece transformada en la ardiente luz de Julio .
¿Es todo esto un milagro?... Sí , el más grande y más sencillo ; la
vuelta de la naturaleza . El fondo de la naturaleza humana es la socia-
bilidad . Había sido preciso todo un mundo de invenciones contra natu-
raleza para impedir á los hombres acercarse , unirse .
Aduanas interiores ; peatonajes innumerables en los caminos y en
los ríos ; infinita diversidad de leyes y reglamentos , de pesas, medidas y
monedas ; rivalidades de ciudades , países y corporaciones cuidadosamente
mantenidas ... Una mañana estos obstáculos caen ; se abaten estas an-
tiguas murallas ... Los hombres se reconocen entonces semejantes , her-
manos y se extrañan de haberlo ignorado tanto tiempo ; olvidan los odios
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 389

insensatos que les separaban y los expían avanzando los unos hacia los
otros con los corazones levantados , los brazos abiertos .
He aquí lo que hace tan fácil, tan ejecutable , una creación que se
creía puramente artificial , la de los departamentos . Si hubiera sido una
pura concepción geométrica , engendrada en el cerebro de Sieyes , no
hubiera tenido la fuerza ni la duración que observamos en ella; no hu-
biera sobrevivido á la ruina de tantas otras instituciones revolucio-
narias.
Fué generalmente una creación natural , un restablecimiento legí-
timo de las antiguas relaciones entre lugares y poblaciones que las ins-
tituciones artificiales del despotismo y la fiscalización habían sepa-
rado .

Los ríos , por ejemplo , que bajo el antiguo régimen no eran más
que obstáculos (¡ veintiocho peatonajes había en el Loira !; no citando
más que un ejemplo) , los ríos , digo , volvieron á ser lo que la Naturale-
za quiere que sean ; lazo de unión del género humano . Los ríos , por
esto, formaron y dieron nombre á la mayoría de los departamentos :
Sena, Loira, Ródano , Gironde , Meuse , Charente , Allier, Gard , etc. ,
fueron como federaciones naturales entre las dos riberas de esos ríos ,
que el Estado reconoce , proclama y consagra .
La mayor parte de las federaciones han narrado su historia ellas
mismas . Escribían á su madre , la Asamblea nacional , fielmente , ino-
centemente , en forma casi siempre tosca , infantil ; decían sus cosas
como podían y quien sabía escribir , escribía después . No se encontraba
siempre en los campos escritor hábil que fuese capaz de consignar aque-
llas cosas . Suplía la buena voluntad ... ¡ Venerables monumentos de la
fraternidad naciente ; actas informes pero espontáneas , inspiradas por
Francia: viviréis siempre para testimoniar la grandeza de corazón de
nuestros padres cuando por primera vez vieron la faz , tres veces amada ,
de la patria .
Al cabo de sesenta años , cuando he comenzado á examinar estos pa-
peles , que tan poca gente ha leído , he encontrado todo esto vivo , entero ,
brillante, como ayer . La primera vez que los abrí me sentí poseído de
respeto , de un sentimiento singular y único . Aquellos relatos entusias-
tas dirigidos á la patria , representada por la Asamblea, son cartas de
amor.
Nada de términos oficiales ni oficinescos . Visiblemente el corazón
habla allí . Lo que en aquellos documentos puede encontrarse de arte ,
de retórica , de declamación , está allí precisamente por la ausencia del
arte; es aquello como el embarazamiento de un joven que no sabe expre-
sar los sentimientos más sinceros , y á falta de otras emplea palabras de
novelas para narrar su amor verdadero . Pero á cada momento una pa-
labra arrancada del corazón protesta contra esta impotencia del lenguaje
y hace medir la profundidad real de sus sentimientos ... En tales cir-
cunstancias , ¿cómo quedar satisfechos de sí mismos?... El detalle ma-
390 J. MICHELET

terial les preocupa demasiado ; ninguna escritura les parece bastante


hermosa, ningún papel bastante magnífico , sin hablar de las suntuosas
cintitas tricolores con que amarraban los legajos ...
Cuando los contemplo hoy de cerca brillantes y tan poco ajados ,
recuerdo lo que dice Rousseau del cuidado prodigioso que puso en arre-
glar , corregir y embellecer los manuscritos de su Julia... No fueron
otros los pensamientos de nuestros padres , sus cuidados , sus inquietudes ,
cuando de estos objetos pasajeros é imperfectos se eleva en ellos el amor
á esta belleza eterna .
Lo que más me conmueve y me llena de enternecimiento y de ad-
miración , es que en una tal variedad de hombres , de caracteres , de loca-
lidades , con tantos elementos diversos , extranjeros ayer los unos para
los otros en su mayor parte y muchos hostiles y aun enemigos , no hay
nada allí que no respire el puro amor de la unidad .
¿Dónde están las antiguas diferencias de lugar y de razas? ¿dónde
aquellas oposiciones geográficas tan fuertes , tan invencibles?
Todo ha desaparecido ; la geografía ha muerto . No más montañas ,
no más ríos , no más obstáculos entre los hombres ... Las voces son di-
versas todavía , pero están tan bien de acuerdo que parecen partir de un
mismo lugar, salir de un mismo pecho ... Todo demuestra su gravedad
hacia un punto de donde todo parte á la vez , y este punto que resuena
es el corazón de Francia .
He aquí la fuerza del amor; para atender á la unidad nada ha sido
obstáculo y ningún sacrificio ha costado . De un golpe , sin apercibirse
ellos mismos , han olvidado á la vez las cosas por las cuales ellos se hu-
bieran hecho matar la víspera : el suelo natal, la tradición local , la le-
yenda ... El tiempo ha perecido , el espacio ha perecido también : estas dos
condiciones materiales á las cuales está sometida la vida ... Extraña vida
nueva que comienza para Francia eminenteme
nte espiritual y que hace
de toda su Revolución una especie de ensueño tan conmovedor como
terrible . Vida que ha ignorado el espacio y el tiempo .
Y es por lo tanto la antigüedad, las costumbres, las viejas cosas
conocidas , los signos usados , los símbolos venerados , todo aquello que
hasta aquel día había constituído la vida…… .
Todo esto hoy ó palidece ó desaparece . Lo que queda , las ceremo-
nias , por ejemplo , del viejo culto llamado á consagrar estas fiestas
nuevas , se ve que perdura como un accesorio . En estas inmensas reunio-
nes donde el pueblo de toda clase y toda comunión se congrega , no hay
más que un corazón único , cosa más sagrada que un altar . Ningún culto
especial presta santidad al hecho santo entre todos y más santo que
todos : el hombre fraternizando delante de Dios .
Todos los viejos emblemas palidecen y los nuevos que se intentan
crear tienen escasa significación . Júrese sobre el antiguo altar, ante el
Santísimo Sacramento , ó júrese ante la fría imagen de la Libertad abs-
tracta , el verdadero símbolo se encuentra lejos de aquellos otros . La
HISTORIA DE Lla revolución francesa 391

belleza , la grandeza , el encanto eterno de estas fiestas , consiste en que


el símbolo está vivo y presente .
Para el hombre este símbolo es el hombre . Destrozado todo el mundo
de sus creencias convencionales , todos se sienten poseídos de santo res-
peto hacia la verdadera imagen de Dios . No se cree Dios por ello ; no
siente nadie este vano orgullo . En estas fiestas no apareció el hombre
como dominador ni como vencedor, según antiguamente ocurría .
Las nobles armonías de la familia , de la naturaleza y de la pa-
tria bastaban para dar á aquellas fiestas un interés religioso y paté-
tico .
El más anciano presidía . El viejo , rodeado de niños , tiene por ni-
ños á todo el pueblo . La música le acompaña . En la gran federación de
Rouen, donde concurrieron los guardias nacionales de sesenta ciudades ,
se fué á buscar hasta Andelys , para presidir la Asamblea á un anciano
caballero de Malta , de ochenta y cinco años . En Saint-Andeol se con-
cedió el honor de prestar juramento á la cabeza de todo el pueblo á dos
viejos de noventa y tres y noventa y cuatro años . El primero era noble,
coronel de la guardia nacional ; el segundo simple labrador. Al llegar al
altar se abrazaron dando gracias al cielo por haber vivido hasta enton-
ces . El pueblo , conmovido , creyó ver en estos dos hombres venerables
la eterna reconciliación de los partidos . Se arrojaron todos , unos en bra-
zos de otros , se estrecharon las manos y una inmensa farándula se des-
arrolló por la ciudad , por los campos , hacia las montañas de Ardeche y
hacia las praderas del Ródano , abrazando á todo el mundo , sin excep-
ción . Corría el vino en las calles , y poníanse en ellas mesas donde
cada uno ponía sus víveres para que todos comiesen . Durante toda la
noche el pueblo se entrega á este agape , bendiciendo á Dios .
En todas partes el anciano marcha á la cabeza del pueblo , se sien-
ta en el sitio preferente y atrae las miradas de la multitud . Y alrededor
de él las jóvenes , como una corona de flores .
En todas estas fiestas , el juvenil batallón femenino marcha con
vestidos blancos y cinturón á lo nación , es decir , tricolor . Aquí , una
de ellas , pronuncia algunas palabras nobles y encantadoras , que harán
héroes mañana . Allá (en la procesión cívica del Delfinado) una hermosa
joven marchaba con una palma en la mano y esta inscripción : ¡ Al me-
jor ciudadano!... Muchos se volvieron muy soñadores .
El Delfinado , la seria y valiente provincia que abre la Revolución ,
hizo federaciones numerosas de la provincia entera y además de las ciu-
dades Ꭹ las aldeas .
Las comunidades rurales de la frontera cercanas á Saboya , á dos
pasos de los emigrados , que trabajaban cerca de sus fusiles , hicieron
otras fiestas .
Habían organizado un batallón de niños armados , un batallón de
mujeres armadas y un batallón de jóvenes armadas . En Maubec desfi-
laban en completo orden , con su bandera al frente , teniendo en la mano
392 J. MICHELET

la espada desnuda , con aquella vivacidad graciosa que sólo poseen las
mujeres de Francia .
Recuérdese la heroica iniciativa de las mujeres y jóvenes de An-
gers , queriendo partir con el ejército de Anjou y de Bretaña , que se di-

PANN

4 Un desfile del pueblo en la fiesta de la Federación.

rigía sobre Rennes , para tomar parte en aquella primera cruzada de la


libertad , alimentar á los combatientes y cuidar á los heridos .
Juraban no casarse más que con ciudadanos entusiastas , no amar
más que á los valientes , no asociar su vida más que á la de aquellos
que constantemente la ofrecían por Francia .
Así inspiraron la explosión de 1788. Y después , en las federa-
Versalles
)de
galería
la
Marchando
lauadro
á
(C
.-
frontera
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 393

ciones de Junio y Julio de 1790 , nadie mostró mayor entusiasmo que


ellas .

¡Había corrido la familia , durante el invierno , en el abandono com-


pleto de toda protección pública, tantos peligros ! ... En aquellas gran-
des reuniones veían ellas y saludaban la esperanza de la salvación . Su
pobre corazón estaba entristecido por el pasado... ¿y el porvenir?...
¡ ellas no pensaban en más porvenir que la salvación de la patria! Así se
concibe que mostraran más ardor y entusiasmo que los hombres , más
impaciencia por prestar el juramento cívico; hecho comprobado en todos
los documentos escritos .
Se aleja á las mujeres de la vida pública , olvidando que tienen á
ella más derecho que nadie . Ponen en juego mucho más que nosotros ;
el hombre arriesga su vida; la mujer arriesga la suya y la de su hijo...
Está más interesada que el hombre en informarse , en prever.
En la vida solitaria y sedentaria que lleva la mayor parte de las
mujeres , sigue en sus inquietos ensueños las crisis de la patria, los mo-
vimientos de los ejércitos ...
Llamadas ó no llamadas , el hecho es que tomaron la parte más
activa en las fiestas de la federación . En no recuerdo qué pueblo ha-
bíanse reunido los hombres en un vasto edificio para redactar una comu-
nicación á la Asamblea nacional . Las mujeres se acercan , escuchan ,
pero no oyendo sino sonidos ininteligibles , entran , con lágrimas en los
ojos , pidiendo que se las deje enterarse . Entonces se vuelve á leer la
comunicación y ellas lo agradecen con todo su corazón .
Esta profunda unión de la familia y de la patria inunda todas las
almas de un sentimiento desconocido ... La fiesta , como toda felicidad ,
fué corta; no dura más que un día . El relato concluye con una frase
inocente de melancolía : «Así ha transcurrido el más hermoso instante de
nuestra vida. >>
Es que es preciso trabajar mañana y levantarse temprano ; es el
tiempo de la siega.
Los federados de Etoile , cerca de Valence , se expresan de este
modo después de haber narrado su fiesta: « Nosotros que el 29 de No-
viembre de 1789 dimos á Francia el ejemplo de la primera fede-
ración , no hemos podido dedicar á esta fiesta más que un día y nos
hemos retirado por la noche á descansar para volver á nuestro traba-
jo al día siguiente ; los trabajos del campo nos llaman y acudimos á
ellos...>>
Buenos labradores escriben todo esto á la Asamblea nacional , con-
vencidos de que se ocupa de ellos ; que , como Dios , lo ve todo y lo hace
todo .
Estos procesos verbales de las comunidades rurales son otras tan-
tas florecillas silvestres que parecen haber surgido del seno de las
mieses.
Se respira en ellos los fuertes y vivificantes olores del campo en este
TOMO I. 50
1
H
T

394 J. MICHELET

hermoso momento de la fecundidad . Parece que se pasea uno entre los


trigos ya rubios .
Y era, en efecto , en pleno campo donde todo esto se hacía . Ningún
templo hubiera bastado para ello . La población entera salía: todos los
hombres, todas las mujeres y todos los niños ; se llevaba únicamente la
silla del anciano que había de presidir y la alforja con la comida . Pueblos
y ciudades enteras quedaban abandonados bajo la salvaguardia de la fe
pública . Una patrulla que atravesó un día de estos una aldea , decla-
ró que no encontró en ella más que los perros . Quien el 14 de Julio
de 1790 hubiera atravesado á mediodía estos pueblos desiertos , hubiera
creído ver nuevos Herculanos y Pompeyas .
Nadie podía faltar á la fiesta ni nadie era en ellas simple testigo
solamente; todos eran actores , desde el centenario al reciénnacido . Y
éste más que otro alguno.
Se le llevaba , flor viviente , entre las flores de las mieses . Su madre
lo ofrecía, lo depositaba sobre el altar . Pero no desempeñaba solamente
el papel pasivo de la ofrenda , era ser activo también ; hacía su jura-
mento por boca de su madre , reclamaba su dignidad de hombre y de
francés y era puesto ya en posesión de la patria , entrando en el reino dé
la esperanza .
Sí; el niño, el porvenir , era el principal actor . La municipalidad
misma, en una fiesta del Delfinado , fué coronada en la persona de su
principal magistrado por un niño pequeño . Tales manos llevan siempre
la felicidad .
A aquellos mismos que , ya mayores , acompañan á sus madres , ar-
mados y llenos de entusiasmo , dadles dos años más solamente ; que
tengan quince , dieciséis años y partirán ; el 92 ha sonado y siguen á sus
hermanos mayores á Jemmapes ... Sus manos llevan la felicidad ; han
realizado este gran augurio ; han coronado á Francia ... Hoy mismo , débil
y pálida , coloca Francia esta corona sobre las demás naciones .
¡ Grande y feliz generación que nace entre tales sucesos y tiende su
primera mirada sobre tal espectáculo !
Niños llevados , benditos en el altar de la patria , entregados por
sus madres entre lágrimas , pero resignadas , heroicas , dados por ellas á
Francia: ¡ ah !, cuando se nace de este modo no se puede morir jamás ...
Aquel mismo día en que nacieron conquistaron el secreto de la
inmortalidad .
Los mismos de entre ellos que la historia no nombra , no han lle-
nado menos el mundo de su viviente espíritu sin nombre , del gran pen-
samiento común esparcido sobre toda la tierra.
No creo que en ninguna época el corazón del hombre haya sido más
grande , más vasto, ni otra alguna en que las distinciones de clases , de
fortuna y de partidos hayan quedado más olvidadas .
En los pueblos y aldeas sobre todo, no hay ni rico ni pobre , ni
noble ni labriego ; los víveres se guardan en común y la misma mesa
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 395

sirve para todos . Las divisiones sociales , las discordias , han desapa-
recido .
Los enemigos se reconcilian , las sectas opuestas fraternizan , los
creyentes , los filósofos , los protestantes , los católicos .
En Saint-Jean-du-Gard, cerca de Alais , el cura y el pastor se abra-
zaron delante del altar . Los católicos llevaron á los protestantes á la
iglesia; el pastor se sentó en el sitio preferente del coro .
Los mismos honores hicieron los protestantes al cura , que colocado
en su capilla en el sitio más honroso , escuchó el sermón del pastor evan-
gélico .
: Las religiones , en el lugar mismo del combate , fraternizan á las
puertas de los Cevénnes , sobre las tumbas de los abuelos , que se ma-
taron los unos á los otros ... Dios , durante tanto tiempo acusado , fué
al fin justificado ... Los corazones se desbordan ; la prosa no basta ; un
desbordamiento poético puede solamente acallar un sentimiento tan
profundo; el cura compone y entona un himno á la libertad ; el alcal-
de responde en estrofas; su mujer, respetable madre de familia , en el
momento en que lleva á sus hijos al altar , responde también con algu-
nos versos patéticos .
Los campos donde generalmente se celebraban estas fiestas contri-
buían á aumentar la ternura.
El hombre no sólo se había reconquistado á sí mismo , sino que
toma posesión de la Naturaleza . Muchos de estos relatos que examino ,
testifican las emociones que causa á aquellas pobres gentes su país ,
visto por la primera vez ... ¡ Hecho extraño! Estos ríos , estas montañas ,
estos paisajes grandiosos , que atravesaban todos los días , fueron des-
cubiertos por ellos aquel día ; parecía que no los habían visto ja-
más .
El instinto de la Naturaleza les hizo preferir , para teatro de estas
fiestas , los lugares mismos que habían preferido nuestros antiguos ga-
los , los druidas .
Las islas , sagradas para los abuelos , volvieron á serlo para los hijos .
En el Gard, en la Charente y otras regiones , el altar fué alzado en una
isla . La de Angulema recibió los representantes de sesenta mil hombres
y había otros tantos en el admirable anfiteatro que conduce á la ciudad ,
junto al río.
Por la noche hubo un banquete en la isla , con muchas luminarias
y todo un pueblo por convidado , un pueblo por espectador, desde lo
más alto á lo más bajo del gigantesco coliseo .
En Maubec (Isere) , donde se reunieron muchas comunidades rura-
les , el altar fué alzado en medio de un llano inmenso , frente á un anti-
guo monasterio; horizonte soberbio, infinito , que engrandecía el recuer-
do de Rousseau , que vivió allí algún tiempo ... En un brillante discurso
de entusiasmo, un sacerdote exalta el glorioso recuerdo del filósofo que
en aquel lugar mismo pensaba y preparaba el gran día...
396 J. MICHELET

Nosotros , creyentes del porvenir , que ponemos la fe en la esperan-


za y miramos hacia la aurora, nosotros que estamos privados del templo
y del altar, monopolizado por el pasado, que nos entristecemos en la
soledad de nuestros pensamientos , tenemos un templo como no lo había
habido jamás...
No más iglesia artificial , sino una iglesia universal : un solo
dogma desde los Vosgos á los Cévennes y de los Pirineos á los
Alpes .
No más símbolo convenido , sino todo naturaleza , todo espíritu , todo
verdad .
El hombre , que en nuestras antiguas iglesias no se veía cara á
cara , se contempla ahora , se ve por primera vez recogiendo en los ojos
de todo un pueblo una chispa de la mirada de Dios .
Contempla y comprende la Naturaleleza , la encuentra sagrada y
reflejándola se siente dios .
Y este pueblo y esta tierra encuentra su nombre: Patria.
Y la patria, por larga y ancha que sea , se condensa y encierra en
su corazón . La ve con los ojos del espíritu y la abraza con las ansias
del deseo .
Montañas de la patria que limitáis nuestras miradas y no nuestros
pensamientos : sed testigos de que si no podemos abrazar en un abrazo
fraternal á la gran familia de Francia, en nuestros corazones está en-
cerrada...
¡ Ríos sagrados , islas santas donde fueron levantados nuestros al-
tares : pueden vuestras aguas ir á decir á todos los mares , á todas las
naciones , que hoy, en el solemne banquete de la libertad, no hubiéramos
partido el pan sin haberlas llamado, y que en este día de felicidad la
humanidad entera se ha encontrado presente en el alma y el corazón de
Francia!
<<¡Así concluyó el mejor día de nuestra vida! » Con esta frase que
los federados de una ciudad escribieron la noche de la fiesta al final de
su relato , puedo yo concluir este capítulo . Dejo en estas líneas un mo-
mento supremo de mi vida , una parte de mí mismo-lo siento perfecta-
mente que permanecerá aquí para siempre y no me seguirá jamás ; me
parece que salgo de aquí empobrecido y disminuido .
¡Cuántas cosas tenía que agregar y cuántas he sacrificado ! No me
he permitido una sola nota; la menor hubiera sido una interrupción ,
una discordancia , acaso , en este momento sagrado .
Había , sin embargo, una multitud de detalles interesantes que
exigían ser anotados . Muchos de los procesos verbales merecían ser im-
presos enteros (los de Romans , Maubec, Teste-de-Buch, Saint-Jean-
du-Gard, etc. ) Los discursos valen menos que las narraciones. Muchos
de ellos , sin embargo , son conmovedores . Merece ser consignada la
frase del anciano Simeón : «Ahora ya puedo morir...»
Cada legajo , examinado aisladamente , tiene poco interés . Estu-
397
HISTORIA DE La revolución francesa

diados en conjunto , se ve en ellos la más grande diversidad en la más

perfec la a
Cad idsad
unpaí . liza este gran acto de unidad con su originalidad es-
rea
pecial . Los federados de Quinsper se coronan con ramas de roble breton ;
los delfineses de Romans (junto al Mediodía ) ponen una palma en manos
de la hermosa joven que preside la fiesta . La valiente serenidad , el
orden , el buen sentido en el corazón sano brillan en estas federaciones
delfinesas . En las de la Bretaña descuella un carácter de fuerza , de
gravedad apasionada , de gravedad casi trágica ; se ve que no es un
juego , que se está delante del enemigo . En las montañas del Jura , en
el país de los últimos siervos , se ve la admiración , el éxtasis del alum-
bramiento de verse elevados á la libertad desde la servidumbre : « ¡ más
que libres ciudadanos , franceses , superiores á toda la Europa . » Y fun-
daron un aniversario de la santa noche del 4 de Agosto .
Lo que conmueve sobremanera es el prodigioso esfuerzo de buena
voluntad que hace este pueblo , tan poco preparado para traducir el sen-
timiento profundo que llenaba su alma . Los de Navarreins en los Pi-
rineos , pobres gentès como dicen ellos mismos , perdidos en las mon-
tañas , con tan pocos recursos , no teniendo la comunidad del lenguaje y
chapurrreando el francés del Norte , ofrecieron á la patria su corazón ,

su misma impotencia . peor formados ¿quién lo creería? es el


oun to verbales
de unUn
ay detalos
mien
pro ces
ceos
rcano á Versalles y á San Germán . El papel , bas-
to ya, daba testimonio de una extrema pobreza ; la escritura demostraba
una ignorancia muy bárbara ; la mayor parte no firmaban más que con
cruces ; pero todos firmaban , ninguno quiso excusarse ; después del
nombre de la madre veis el del niño , el de la hija , etc.
El gran propósito , el que no habrían realizado bastante feliz-
mente , era encontrar signos visibles , símbolos para expresar su nue-

va fe.En Dole, el fuego sagrado en que el sacerdote debe quemar el in-


cienso sobre el altar de la patria , es sacado del sol por medio de una
lente aplicada por una doncella . En Saint-Pierre (cerca de Crépy) , en
Melló (Oire) , en Sanit -Mauricio (Charente) se pone sobre el altar la Ley
y los decretos de la Asamblea . En Melló fué llevada la Ley en un arca
de alianza . En San Mauricio la pusieron sobre un mapa mundi que
servía de frontal del ara , y juntos con la espada el arado y la balanza

entre dos balas de la Bastilla .


Por otra parte , una inspiración más feliz les hacía escoger símbo-
los de unión de todo punto humano , uniones celebradas en el altar de
la patria , bautismos , adopciones de un niño por un municipio , por un
club . Frecuentemente las mujeres mandan hacer oficios fúnebres por
los muertos de la Bastilla . Añadid inmensas caridades , distribuciones
de víveres , mesas puestas para todos . Lo que he hallado más conmove-
dor, como signo de buen corazón , es en la Plesvade , cerca de Borge-
398 J. MICHELET

rac , una cuestación hecha entre varios soldados y que arroja una suma
enorme, relativamente á las facultades de estas pobres gentes ¡ ciento
veinte francos ! para una viuda de la Bastilla . En San Juan de Gard
la ceremonia acabó por una reconciliación solemne de todos los que es-
taban enemistados . En Sons-le- Saulnier se dice : « ¡A todos los hombres ,
á nuestros enemigos mismos , juramos amar y defender ! >
»
CAPITULO XII

De la religión nueva.- Federacion general (14 Julio de 1790)

Admiración y enternecimiento de todas las naciones ante el espectáculo de la Francia.-Gran fede-


ración de Lyon (30 de Mayo del 90) - La Francia pide una federación general (Junio).— El
canto de los federados. -París les prepara el Campo de Marte -La Asamblea decreta la abo .
lición de la nobleza hereditaria ( 19 de Junio del 90) -Ha abolido ya el principio cristiano
de la herencia del crimen.-Recibe á los diputados del género humano. - Federación de los
reyes contra la de los pueblos. — Federación general de la Francia en París ( 1.º de Julio del 90).
-Valor de la Francia á un tiempo pacífica y guerrera.

Esta fe , este candor , este inmenso arranque de concordia , al cabo


de un siglo de disputas , fué para todas las naciones objeto de una gran
admiración , de un estupor prodigioso . Todos quedaron mudos y enter-
necidos.
Muchas de nuestras federaciones habían imaginado un símbolo
conmovedor de unión , celebrar enlaces ante el altar de la patria . La fe-
deración misma , este matrimonio de la Francia, parecía un símbolo
profético del futuro matrimonio de los pueblos , del himeneo general del
mundo .
Otro signo , y no menos profundo en su significación , que apareció
también en estas fiestas . Se puso á veces sobre el altar un niño pe-
queño , al que todos adoptaban, y que dotado con los regalos , los votos
y
Ꭹ las lágrimas de todos , venía á ser de cada uno .
La Francia es el niño sobre el altar y toda la tierra á su derredor.
Hija común de las naciones , en ella todas se sienten unidas, todas se
asocian de corazón á sus destinos futuros , rodeándola de inquietudes y
de temor y esperanza... No hay una entre ellas que los vea sin llorar .
¡ Cómo lloraba la Italia ! ( ¡ Ah , hermanos , acordáos de este día!) Toda na-
ción oprimida , olvidando su esclavitud ante el espectáculo de esta joven
libertad , le decía: «Yo soy libre en tí .>>
La Alemania, ante este milagro , no podía sostener ya el papel de
ironía escéptica, y se sorprendía ella misma de caer también en la fe.
400
J. MICHELET
En el fondo de los mares del Norte había entonces una poderosa y
valiente criatura . ¿Un hombre? No , un sistema , una escolástica vivien-

Los campos donde generalmente se celebraban estas fiestas.. (Pág. 395 )

te , erizada, dura, una roca, un escollo tallado con puntas de diamante


en el granito del Báltico . Toda religión , toda filosofía que había tocado
en ella se había estrellado . Y ella inmutable . Ninguna relación con el
mundo exterior . Se llamaba á esta criatura Manuel Kant : él se llamaba
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 401

el Critico . Durante sesenta años , este ser completamente abstraído , sin


relación humana alguna , salía justamente á la misma hora , y sin hablar
con nadie daba durante número marcado de minutos precisamente
la misma vuelta , como vemos en los antiguos relojes públicos de las
ciudades salir el hombre de hierro , dar la hora en la campana y después
entrar de nuevo. ¡ Cosa extraña ! Los habitantes de Koenigsberg vieron
(esto fué para ellos un presagio de los más grandes acontecimientos) á
este planeta desviarse de su órbita ... Le siguieron , le vieron ir hacia el
Oeste, hacia el camino por donde venía el correo de Francia.
¡ Oh humanidad ! Ver á Kant emocionarse , inquietarse , marchar por
los caminos como una mujer , buscar las noticias ¿no era esto un cambio
sorprendente , prodigioso? Pues bien , no , no había ningún cambio en
esto . Este gran espíritu sabía su camino . Lo que él había buscado hasta
entonces en vano en la ciencia , la unidad espiritual , observaba que se
hacía por sí mismo, por el corazón y por el instinto .
Sin otra dirección , el mundo parecía acercarse á esta unidad , al
fin verdadero que espera siempre . «¡ Ah , si yo fuera uno !, dice el
mundo , ¡ si yo pudiera al fin unir mis miembros dispersos , aproximar
las naciones! » « ¡ Ah, si yo fuera uno!, dice el hombre , ¡ si yo pudiera
dejar de ser el hombre múltiple que soy , unir mis potencias divididas ,
establecer la concordia en mí mismo! » Este deseo , siempre impotente ,
no sólo del mundo , sino del alma humana, un pueblo parecía haberlo rea-
lizado en esta hora rápida ; representar la comedia divina de unión Ꭹ de
concordia que jamás habíamos soñado .
¿Os figuráis , pues , á todos los pueblos que de pensamiento , de cora-
zón, de mirada y de atención se lanzan todos hacia la Francia? Y en la
Francia misma, ved todos estos caminos llenos de hombres , de viajeros
en marcha, que desde las extremidades se dirigen hacia el centro . La
unión gravita hacia la unidad .
Hemos visto formarse las uniones , reunirse los grupos entre sí, y
unidos buscar una centralización común ; cada una de las pequeñas Fran-
cias ha tendido hacia su París , lo ha buscado prontamente cerca de sí.
Una gran parte de la Francia creyó por un momento encontrarle en
Lyón (30 de Mayo) . Esta fué una prodigiosa reunión de hombres tal ,
que no necesitaba menos que las grandes llanuras del Rhône .
Todo el Este , todo el Mediodía habían enviado representantes ; sólo
los diputados de la guardia nacional eran cincuenta mil hombres .
Habían andado cien leguas para venir . Los diputados de Sarretonis da-
ban la mano á los de Marsella . Los de la Córcega hubieran querido apre-
surarse y llegar antes ; no pudieron llegar hasta el día siguiente .
Pero no era Lyón el que podía casar á la Francia . Era necesario
París .
Gran susto el de los políticos de una y otra parte .
Estas masas indisciplinadas , llevadas á París al centro de la agita-
ción , ¿ no eran el peligro de una mezcla espantable del pillaje y el ase-
TOMO I 51
402 J. MICHELET

sinato? ¿Qué seria del rey? He aquí lo que los realistas se decían con
temor.
¡ El rey!, decían los jacobinos , el rey va á hacer la conquista de
todo el pueblo crédulo; se apoderará de las provincias : esta peligrosa
reunión va á matar el espíritu público , á adormecer las desconfianzas ,
á despertar las antiguas idolatrías ... Va á hacer realista á toda la
Francia . Pero ni los unos ni los otros podían nada en esto .
Era necesario que el alcalde , la municipalidad de París arrastra-
dos , forzados por el ejemplo y las súplicas de las otras ciudades vinie-
sen á pedir á la Asamblea una federación general . Era necesario que la
Asamblea , de buena ó de mala gana , lo acordase . Se hace lo que se
puede , al menos para reducir el número de los que querían venir . La
cosa fué decidida demasiado tarde , de suerte que los que venían á pie
desde los extremos del reino , no tenían medio de llegar á tiempo . El
gasto fué cargado á la cuenta de las localidades , obstáculo quizás insu-
perable para las comarcas más pobres .
¿Pero en un movimiento tan grande no habría obstáculos? Se
calculó como se pudo; como se pudo se vistió á aquellos que hacían el
viaje; muchos vinieron sin uniforme . La hospitalidad fué inmensa , ad-
mirable , sobre todo en el camino : se detenía , se disputaba el socorrer
á los peregrinos de la gran fiesta . Se les obligaba á hacer alto , alojarse ,
comer , ó al menos beber en el camino . Nada de extraño , nada de des-
conocido , todos hermanos . Guardias nacionales , soldados , marinos , to-
dos iban unidos .
Estas bandas que atravesaban los pueblos ofrecían un espectáculo
admirable . Los más antiguos del ejército y de la marina eran los llama-
dos á París . Pobres soldados fatigados por la guerra de los siete años ,
subtenientes con cabellos blancos , bravos oficiales de fortuna que ha-
bían agujereado el granito con sus frentes , viejos pilotos curtidos por
el mar, todas estas buenas gentes del antiguo régimen habían querido
también venir. Era su día , era su fiesta .
Se vió en 14 de Julio marinos de ochenta años que andaban du-
rante doce horas seguidas ; habían vuelto á hallar sus antiguas fuerzas ;
cercanos á la muerte , se sentían participantes de la juventud de la Fran-
cia Ꭹ de la eternidad de la patria .
Y atravesando á bandadas los pueblos y caseríos cantaban con todas
sus fuerzas , con una alegría heroica , un canto que los habitantes re-
petían desde las puertas de sus casas . Este canto nacional entre todos,
rimado con pesadez , fuertemente , siempre sobre las mismas rimas (como
los mandamientos de Dios y de la Iglesia) , marcaba admirablemente el
paso del viajero que abrevía el camino , el progreso del trabajador que
ve avanzar su obra . Ha seguido fielmente la marcha de la Revolución
apresurando el compás según este viajero terrible se precipitaba . Abre-
viado , concentrado en un círculo de furor y de vértigo, este canto lle-
gó á ser el matador , el Caìrá del 93 .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 403

Este del 90 tuvo otro carácter.


Para el viajero que desde los Pirineos ó desde el fondo de la Bre-
taña venía lentamente á París bajo el sol de Julio , este canto fué un
viático , un sostén , como las prosas que cantaban los peregrinos que edi-
ficaron revolucionariamente en la Edad Media las catedrales de Chartres
y de Strasburgo . El parisién lo cantaba con una medida apresurada , con
una vivacidad violenta , mientras preparaba el campo de la federación en
el Campo de Marte . Perfectamente plano entonces , se quería darle la be-
lla y grandiosa forma que hoy tiene . La villa de París había destinado
á esta tarea algunos millares de obreros holgazanes á los que un trabajo
semejante habría costado años . Esta mala voluntad fué comprendida .
Toda la población se puso á trabajar . Fué un espectáculo encantador . De
día , de noche , hombres de todas clases y de todas edades , hasta niños ,
todos , ciudadanos , soldados , clérigos , monjes , actores , hermanas de la
caridad , bellas damas , vendedoras, todos manejaban la piqueta y hacían
rodar el carretón ó conducían los carros . Los niños iban delante llevan-
do las luces ; músicos ambulantes animaban á los trabajadores ; ellos
mismos , al nivelar la tierra , cantaban esta canción niveladora :

¡Ah, ça ira, ça ira, ça ira;


Al que está arriba
Ya se le abatirá!

El canto, la labor de los obreros , todo era una misma cosa : la


igualdad de la acción . Los más ricos y los más pobres , todos unidos en
el trabajo . Los pobres , hay que decirlo , llevaban la delantera . Después
de la jornada , una jornada terrible y larga de Julio , era cuando el agua-
dor, el carpintero , el albañil del puente de Luis XVI que entonces se
construía, iban á cavar en el campo de Marte .
En este momento de agitación los trabajadores no dejaron de acudir .
Estos hombres cansados , despojados , venían por descanso á trabajar
aún , sosteniendo las luces .
Este trabajo verdaderamente inmenso que de un plano hace un
valle entre dos colinas , fué hecho ¿quién lo creería? ¡ en una semana !
Comenzado precisamente en 7 de Julio , concluyó el 14 .
La acción fué realizada de todo corazón como una lucha sagrada .
La autoridad esperaba por su lentitud calculada entorpecer, impedir la
fiesta de la unión ; parecía imposible , pero la Francia quiso y fué hecha .
Estos héroes, estos huéspedes deseados , llenaban ya á París . Los
hospederos y dueños de casas amuebladas redujeron y fijaron ellos mis-
mos el precio módico que recibían de esta multitud de forasteros . No se
dejó á la mayor parte ir al albergue . Los parisienses , alojados como es
sabido , harto estrechamente , se estrecharon más más y encontraron el
medio de recibir á los federados .
Cuando llegaron los bretones , estos veteranos de la libertad , los
vencedores de la Bastilla fueron á su encuentro hasta Versalles , hasta
404 J. MICHELET

Saint-Cyr . Después de las felicitaciones y de los abrazos , los dos cuerpos


reunidos, mezclados , entraron en París ,
Un sentimiento desconocido de paz y de concordia había penetrado
en las almas . Que se juzgue por un hecho , según creo el más impor-
tante de todos . Los periodistas hicieron una tregua . Estos justadores ,
estos guardianes inquietos de la libertad, cuya lucha habitual tanto
agría las almas , se levantaron por cima de ellos mismos; la emulación
de las almas antiguas , sin odio y sin envidia , los arrebató y los apartó
por un momento del triste espíritu de las disputas . El honrado, el infa-
tigable Loustalot de Las Revoluciones de París , el brillante , el ardiente ,
el ligero Camilo , emitieron á la vez una idea impracticable pero conmo-

A
PACAR AIRA

Los trabajos en el Campo de Marte

vedora y salida del corazón : un pacto federativo entre los escritores ;


nada de concurrencia , nada de celo , ninguna emulación que la del pú-
blico .
La misma Asamblea pareció ganada por el entusiasmo universal .
En una calurosa noche de Junio encontró un momento su inspiración
del 89 , su juvenil arranque del 4 de Agosto. Un diputado del Franco
Condado, dijo : que en el momento en que los federados llegaban , se
les debía evitar la humillación de ver á las provincias encadenadas á los
pies de Luis XIV en la plaza de las Victorias; que era necesario hacer
desaparecer estas estatuas . Un diputado del Mediodía , aprovechando la
emoción general que esta proposición excitaba en la Asamblea, pidió que
borraran todos los títulos facciosos que herían el sentimiento de la igual-
dad , los nombres de conde, de marqués , los escudos y las libreas . La
proposición , apoyada por Montmorency, por Lafayette, no fué combati-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 405

da más que por Maury (hijo, como es sabido , de un zapatero) . La Asam-


blea, en sesión permanente, abolió la nobleza hereditaria (10 de Junio
del 90) . La mayor parte de los que habían votado tuvieron pesar de ello
al día siguiente . El abandono de los nombres de sus tierras , la vuelta al
nombre de familia , casi olvidado , desorientaron á todo el mundo : La-

LEOPOLDO II, emperador de Austria

fayette venía á ser únicamente Mr. Motier; Mirabeau se enfurecía de


no ser más que Riquetti .
Este cambio no era, sin embargo , una casualidad , un capricho :
era la aplicación natural y necesaria del principio mismo de la Revolu-
ción . Este principio no es más que el de la Justicia , que quiere que cada
uno responda de sus obras en bien ó en mal.
Lo que vuestros abuelos han podido hacer, honrara á vuestros
* 406 J. MICHELET

abuelos , de ningun modo á vos . A vos os toca trabajar por vos mismo .
En este sistema , ninguna transmisión de méritos , ninguna noble-
za . Pero también ninguna transmisión de faltas anteriores . Desde el
mes de Febrero , como la barbarie de nuestras leyes condenara á la horca
á dos jóvenes por falsificación de billetes , la Asamblea decidió con este
motivo que las familias de los condenados no serían de ningún modo
deshonradas por la ejecución de aquel suplicio . El público , impresiona-
do por la juventud y la desgracia de éstos , consoló á sus honrados pa-
dres con mil testimonios de interés ; muchos ciudadanos honrados pidie-
ron á sus hermanas en matrimonio .
Nada de transmisión de mérito ; abolición de la nobleza . Nada de
transmisión del mal; el patíbulo no manchará más á la familia ni á los
hijos del culpable .
El principio judío y cristiano descansa precisamente en la idea
contraria . El pecado es transmisible . El mérito también ; el de Cristo ,
el de los santos aprovecha aun á los menos beneméritos de los hom-
bres .

En la misma sesión en que la Asamblea decretó la abolición de


la nobleza , recibió una diputación extraña que se decía de diputados del
género humano. Un alemán del Rhin , Anacarsis Clootz (carácter bi-
zarro del que ya hablaremos ) , presentó en la barra una veintena de
hombres de todas las naciones , vestidos con sus trajes nacionales , euro-
peos y asiáticos . Pidió en su nombre poder tomar parte en la fede-
ración del Campo de Marte « en nombre de los pueblos , es decir , de
los legítimos soberanos , siempre oprimidos por los reyes . »
Algunos se conmovieron , otros se reían . Sin embargo , la diputa-
ción tenía un lado serio : componiéndose de hombres de Avignon , de
Lieja , de Saboya , de Bélgica , que verdaderamente venían á ser en-
tonces franceses . Comprendía también refugiados de Inglaterra , de Pru-
sia , de Holanda , de Austria , enemigos de los gobiernos , que en este
momento mismo conspiraban contra la Francia. Estos refugiados pare-
cían un comité europeo, formado contra la Europa ; un primer grupo
de las legiones extranjeras que Carnot aconsejó más tarde .
Ante la federación de los pueblos , se hacía una de reyes . Cierta-
mente la reina de Francia podía concebir esperanzas viendo con qué
facilidad su hermano Leopoldo había vuelto á aliar á Europa con Aus-
tria . La diplomacia alemana , tan lenta ordinariamente , había tomado
alas , volaba. Verdad es que en ello nada tenían que ver los diplomá-
ticos .
El negocio se arreglaba personalmente por los reyes á espaldas de
los embajadores y los ministros . Leopoldo se había dirigido directamente
al rey de Prusia , le había mostrado el peligro común y había abierto un
congreso en Prusia mismo , en Reichembach , de acuerdo con Inglaterra
y Holanda .
¡ Sombríos horizontes ! Francia , rodeada de los impotentes buenos
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 407

deseos de los pueblos y á cada momento sitiada por los odios Ꭹ los ejér-
citos de los reyes .
Francia , además , estaba poco segura de sus mismos hijos . La corte
hacía todos los días adquisiciones entre los miembros de la Asamblea ,
manejando no sólo la derecha , sino la misma izquierda y perturbando
por el club del 89 , por Mirabeau , por Sieyes , por las corrupciones di-
versas , por la traición y el temor .
Así consiguió que se le aprobara una lista civil de veinticinco mi-
llones y una pensión de cuatro para la reina . Así obtuvo medidas repre-
sivas contra la prensa y osó hacerla perseguir el 5 y el 6 de Octubre .
He aquí lo que los federados encontraron á su llegada á París . Su
entusiasmo idolátrico por la Asamblea y por el rey apenas pudo man-
tenerse . La mayor parte venían poseídos de un sentimiento filial para
aquel buen rey-ciudadano , mezclando en sus emociones el pasado y el
porvenir, la realeza y la libertad .
Muchos , recibidos en audiencia , caían de rodillas , ofrecían su es-
pada y su corazón ... El rey, tímido por naturaleza y por su posición
doble y falsa , encontraba pocas palabras con que responder á aquella
ternura juvenil , tan calurosa , tan expansiva . La reina menos todavía;
con excepción de sus fieles loreneses , súbditos originarios de su familia ,
los demás federados fueron recibidos muy friamente por la reina.
He aquí que llega al fin el 14 de Julio , el hermoso día tan deseado
para el cual aquellos bravos han hecho el penoso viaje . Todo está dis-
puesto . Desde la noche anterior , por miedo de faltar á la fiesta , el pueblo
y la guardia nacional se reunen en el Campo de Marte y allí vivaquean
hasta el día .
El día llega , ¡ helo ahí ! Durante todo el día no cesan las ráfagas de
agua y de viento . « El cielo es aristocrata» , decía la gente . Una alegría
valerosa , obstinada , parecía querer desmentir el triste augurio .
Ciento sesenta mil personas estaban sentadas y tendidas en la lla-
nura del Campo de Marte , y en sus alrededores había , además , ciento
cincuenta mil; en el Campo mismo debían maniobrar cerca de cincuenta
mil hombres ; de ellos eran catorce mil guardias nacionales de provincias ,
los de París , las comisiones del ejército y de la marina , etc.
Los vastos anfiteatros de Chaillot y de Passy estaban cargados de
espectadores ... ¡ Magnífico emplazamiento , inmenso , dominado por el
círculo lejano que forman Montmartre ; Saint-Cloud , Meudon , Sevres ;
tal lugar parecía estar esperando á los Estados generales del mundo .
Cae una fuerte lluvia . La espera fué larga . Los federados y los
guardias nacionales parisienses , reunidos desde hacía cinco horas á lo
largo de los boulevares , están empapados y muertos de hambre y á
pesar de todo , contentos y alegres .
Desde las ventanas de la calle San Martín y de la de San Honorato
les bajan con cuerdas pan , jamón y botellas .
Se ponen en movimiento al fin , pasan el río por un puente de ma-
408 J. MICHELET

dera construído delante de Chaillot y entran por un arco de triunfo .


En medio del Campo de Marte se alzaba el altar de la patria, y ante
él estaban la Escuela Militar y las gradas donde debían sentarse el rey
Ꭹ la Asamblea .
Todo esto duró mucho tiempo todavía . Los primeros que llegaron,
para no abatirse ante la lluvia y á despecho del mal tiempo, se pusieron
bravamente á bailar.
Sus alegres farándulas se desarrollan , se extienden y aumentan
cada vez con nuevos anillos , de los que cada uno es una provincia,
un departamento , muchas regiones mezcladas . Bretaña con Borgoña,
Flandes con los Pirineos... Hemos visto comenzar estos grupos y estas
danzas ondulantes en el invierno de 1789. La farándula inmensa que se
formó poco á
a poco en toda Francia , acaba y expira en el Campo de Mar-
te... ¡ He aquí la unidad !
¡Adiós , época de esperanza , de aspiración , de deseo , donde todos
veían y buscaban este día! ... ¡ Helo aquí! ¿qué deseais más? ¿por qué estas
inquietudes? ¡Ah ! la experiencia del mundo nos enseña este hecho ex-
traño , triste pero verdadero; la unión disminuye casi siempre la inten-
sidad de la unidad . La voluntad de unirse era ya la unidad de los cora-
zones , acaso la mejor unidad de todas .
Pero, ¡ silencio ! El rey llega con la Asamblea y la reina y se sientan
en una tribuna que lo domina todo .
Lafayette, en su caballo blanco , llega hasta el trono ; echa pie á
tierra y toma órdenes del rey .
Entre doscientos sacerdotes llevando cintas tricolores , sube penosa-
mente al altar Talleyrand , obispo de Autun ; ¿quién otro mejor que él
puede oficiar tratándose de un juramento?
Mil doscientos músicos tocaban y de pronto callan . Cuarenta ca-
ñones hacen temblar la tierra . Al estallido de la pólvora todos se levantan
y alzan las manos al cielo ... ¡Oh , rey! ¡oh , pueblo ! esperad ... El cielo
escucha; el sol rasga las nubes y aparece ... ¡ Pensad lo que juráis !.
¡ Ah, con qué fé jura el pueblo ! ¡ qué crédulo es! ... ¿Por qué no le
da el rey la dicha de bajar de la tribuna é ir á jurar al altar? ¿Por qué
jura á la sombra medio oculto?
¡ Señor , por favor , levantad alta la mano , que todo el mundo
la vea!
Y vos , señora, ¿no os causa lástima y piedad este pueblo infantil,
tan confiado , tan ciego , que á cada momento baila confiadamente entre
su triste pasado y su formidable porvenir? ... ¿Por qué hay tanta dureza
y frialdad en vuestros hermosos ojos azules?... ¿Han visto aquí vuestros
ojos al enviado vuestro que en Niza felicita al organizador de los ase-
sinatos del Mediodía? ¿O acaso entre estas masas confusas habéis aper-
cibido de lejos los ejércitos del rey Leopoldo?
¡ Escuchad!... Todo esto es la paz, pero una paz guerrera. Los tres
millones de hombres armados que aquí hay, tienen más de soldados que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 409

todos los reyes de Europa . Ofrecen la paz fraternalmente , pero no por


eso están menos dispuestos á ir al combate.
Ya muchos departamentos , Sena , Charente, Gironda y otros quie-
ren dar, armar cada uno seis mil hombres para ir á la frontera . Los
marselleses quieren partir en seguida.
Renuevan entonces el juramento de sus abuelos , arrojando una
piedra al mar y jurando , si no son vencedores , no volver hasta el día en
que la piedra salga á la superficie de las aguas y gane la orilla .

32

TOMO I 52
LIBRO IV

JULIO DE 1790 -JULIO DE 1791

CAPITULO PRIMERO

Por qué la religión nueva no puede formularse.-Obstáculos


interiores

Acuerdo de los reyes contra la Revolución , 27 de Julio de 1790.-Obstáculos interiores -Divisio-


nes de Francia.- Ninguna gran revolución había costado hasta entonces menos -Fecundidad
religiosa del momento de 1790.- Fuerzas inventivas de Francia.- Savia generosa que había en
el pueblo.-Reacción de egoísmo y de temor, de irritación y de odio. - La Revolución produce
sus resultados políticos, pero no puede esperar todavía los resultados religiosos y sociales que
la hubieran fundado sólidamente.

La víspera misma de la fiesta, la noche del 13 al 14 de Julio , cuan-


do toda la población , en el abandono del entusiasmo y la confianza no
tenía más que un pensamiento , se aprovechó para poner en libertad al
hombre del útimo complot, á Bonne de Savardin , agente de los emi-
grados , que quería entregarles la ciudad de Lyon.
Al mismo tiempo , M. de Flachslanden , hombre de confianza de la
reina cerca del conde de Artois , era enviado por éste , para recibir y
cumplimentar en Niza á Froment, escapado de Nimes .
El 27 la Asamblea supo que el rey había concedido á los austriacos
permiso para pasar por territorio francés en dirección á Bélgica , cuya
Revolución iban á combatir .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 411

El mismo día- fecha memorable- el 27 de Julio de 1790 , Europa


tomó su primer acuerdo contra la Revolución , contra la de Brabante
entonces .
Los preliminares del tratado fueron firmados en Reichembach . In-
glaterra, Prusia y Holanda abandonaron á Bélgica á la venganza de
Austria; á aquella Bélgica que ellas habían sublevado y animado , que
no esperaba de nadie más que de ellas , que se obstina más tarde toda-
vía Ꭹ hasta última hora espera de ellas su salvación .
El mismo mes , M. Pitt , seguro del concierto europeo , no tuvo difi-
cultad en decir en pleno Parlamento inglés que aprobaba palabra por
palabra la diatriba de Burke conta la Revolución , contra Francia ; libro
infame, insensato , lleno de rabia , de calumnias , de bajos insultos , de
bufonerías injuriosas y groseras .
¡ Penosos descubrimientos ! Los que creíamos amigos son nuestros
enemigos más crueles .
Afortunadamente salimos á tiempo de nuestras ilusiones filantrópi-
cas , de nuestras simpatías crédulas . La Revolución no puede , sin ries-
go de perecer, permanecer en la edad de la inocencia.
La verdad , dura ó no , es preciso decirla cara á cara . He seguido á
la pobre Francia , cándida y crédula todavía en el fácil arrebato de su
corazón , en sus ceguedades voluntarias é involuntarias . Como ella hizo ,
yo debo , en presencia de estos peligros imprevistos , deshojar más pro-
fundamente la realidad , sondear á la vez el peligro y los recursos de •
resistencia .
El peligro sería pequeño y no habría que temerlo si Francia no es-
tuviese dividida . Es preciso decirlo ; la unión fué sincera en el sublime
momento que he tenido la dicha de narrar ; fué verdadera , pero pasajera;
bien pronto reaparecieron las divisiones de opiniones y clases .
El 18 de Julio , cuatro días después de la fiesta tan felizmente rea-
lizada , cuando se tenían tantos motivos de confianza en el pueblo , cuan-
do hubiera sido necesario mantener y fortificar la unión ante el peligro ,
Chapelier ( ¡ qué cambio para el presidente del 4 de Agosto ! ) propuso se
exigiera uniforme á los guardias nacionales ; es decir, limitar la guardia
á los ricos ó de posición desahogada ; es decir, preparar el desarme de
los pobres !...
La proposición dicho sea en honor de aquel tiempo-fué mal vista
y mal recibida por los ricos mismos , salvo la burguesía de París y las
gentes de Lafayette .
Barbaroux propone lo mismo en Marsella . La rica ciudad de Bur-
deos la rechaza y protesta diciendo que para reconocerse bastaba una
cinta .

Estos gérmenes de división en la guardia nacional y las descon-
fianzas que surgen contra las municipalidades , deben multiplicar y for-
tificar las asociaciones voluntarias . No ha bastado la federación ; no ha
bastado la institución de nuevos poderes ; es preciso una fuerza extra-
412 J. MICHELET

legal . Contra la vasta conspiración que se prepara es necesaria una cons-


piración. Venga la de los jacobinos y que envuelva á Francia.
Dos mil cuatrocientas sociedades se constituyen en menos de dos
años en otras tantas ciudades y aldeas. Grande y terrible máquina que

Jacques

ARMAS Y TRAJES DE LA REVOLUCIÓN


Sable de oficial de la guardia nacional.-Un jacobino (dibujo de la Spoca).-Sable de abordaje
de oficial de marina.

da á la Revolución una incalculable fuerza , única que puede salvarla en


la ruina de los poderes públicos ; pero también es cierto que modifica
profundamente el carácter, cambia y altera la primitiva inspiración .
Esta inspiración fué toda de confianza y benevolencia . Grandeza y
credulidad es el carácter de la primera edad revolucionaria que ha pa-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 413

sado para no volver... Encantadora historia que no podrá nunca ser


leída sin sentir los ojos arrasados de lágrimas .
A ellas se mezclará una amarga sonrisa : Qué, ¡ tan niños éramos ,

ARMAS Y TRAJES DE LA REVOLUCIÓN

Sable de general.-Figurines militares de la época sacados del Museo Carnavalet de París.


General de brigada . Capitán de granaderos. -Espada de comisario

tan fáciles de engañar! ... No importa; ríase quien quiera . No nos arre-
pentiremos jamás de haber sido esta nación confiada y clemente .
He leído muchas historias de revoluciones y puedo afirmar lo mismo
que decía un realista en 1791 : que ninguna gran revolución había
costado menos sangre y menos lágrimas . Los desórdenes inseparables
de tal transformación han sido exagerados á capricho .
414 J. MICHELET

En realidad una sola clase , el clero , podía con alguna apariencia de


verdad llamarse expoliado . Y sin embargo resultaba de esta expoliación
que la masa del clero , hambrienta bajo el antiguo régimen en provecho
de algunos prelados , tenía al fin de qué vivir.
Los nobles habían perdido sus derechos feudales ; pero en muchas
provincias , especialmente en el Languedoc , ganaban más como propie-
tarios , no pagando el diezmo , que perdían de derechos feudales como
señores .
Aun perdiendo los honores góticos y ridículos no habían descen-
dido , porque en casi todas partes , con una ciega consideración , le habían
sido otorgados los verdaderos honores del ciudadano, que muchos no
merecían , dándoles los primeros puestos de las municipalidades y los
grados de la guardia nacional .
Confianza excesiva , imprudente . Aquel joven mundo , en presencia
de las perspectivas infinitas que le abría el porvenir, se preocupaba poco
del pasado . Le pedía solamente que le dejase marchar y vivir . La fe y
la esperanza eran inmensas .
Aquellos millones de hombres , siervos ayer, hoy hombres y ciu-
dadanos , evocados en un mismo día , de un golpe, de la muerte á la
vida , reciénnacidos de la Revolución , llegaban con una plenitud desco-
nocida de fuerza , de buena voluntad , de confianza , creyendo volunta-
riamente en lo increíble .
Ellos mismos , ¿qué eran? Un milagro . Nacidos en Abril del 89 ,
eran hombres el 14 de Julio , hombres armados que hoy ó mañana se
convierten en hombres públicos , magistrados ( ¡ un millón , trescientos mil
magistrados !) ... y luego en propietarios ... el campesino tocando casi su
sueño , su paraíso , la propiedad ! ...
La tierra , triste y estéril ayer en las viejas manos del clero , pasa á
las manos ardorosas y fuertes del joven labrador... Esperanza y amor,
¡ año bendito ! En medio de las federaciones iba multiplicándose la fede-
ración natural , el matrimonio ; el juramento cívico y el juramento de
himeneo se hacen juntamente en el altar . Los casamientos fueron más
numerosos en este hermoso año de esperanzas que en un quinquenio
anterior .
¡ Ah !, este gran movimiento de los corazones prometía otra cosa ,
otra fecundidad . Fecundo en hombres y fecundo en leyes , este matri-
monio moral de las almas y de las voluntades hacía esperar un dogma
nuevo , una todopoderosa y joven idea social y religiosa.
Nada más que con ver el campo de la Federación , todo el mundo
hubiera jurado que de aquel momento sublime, de tantas voces puras y
sinceras, de tantas lágrimas mezcladas , al calor concentrado de tantas
llamas en una llama , iba á surgir un Dios .
Todos lo veían , todos lo sentían . Los hombres menos amigos de la
Revolución se sobrecogieron en aquel momento y sintieron que un gran
hecho , que una gran cosa se aproximaba . Nuestros salvajes labriegos ,
HISTORIA DE La revolución fFRANCESA 415

del Maine y de las Marches de Bretaña, que un fanatismo pérfido se pre-


paraba á lanzar contra nosotros , vinieron ellos mismos entonces , con-
movidos y llenos de ternura , á unirse á nuestras federaciones y á besar
el altar del Dios desconocido .
¡ Raro momento en que puede nacer un mundo ; hora elegida , di-
vina! ... ¿Quién podrá profetizar cuándo y cómo vendrá una hora seme-
jante? ¿Quién se encargará de explicar este misterio profundo que hace
nacer un hombre, un pueblo y un Dios nuevos?
¡La concepción!, jel instante único , rápido y terrible! ... ¡ Tan rá-
pido y tan preparado! Fué necesario el concurso de tantas fuerzas di-
versas , que desde el fondo de las edades , desde la variedad infinita de
las existencias , concurren todas y se reunen y funden para aquel solo
instante .
Hecho digno de notarse : Francia , como una madre fecunda y pró-
diga, tiene preparada , además de la generación revolucionaria sacri-
ficada á la acción , otra generación en reserva más valiosa y de mayor
inventiva: la de los hombres que tenían veinte años ó poco más en 1790 .
Había en ella un espíritu increíble de potencia y de genio . Dos años
( 1768-1769 ) habían producido á la vez Bonaparte, Hoche , Marceau y
Joubert, Cuvier y Chateaubriand , los dos Fourier . Saint-Martin , Saint-
Simon , Demaistre , Bonald y madame de Stäel nacieron un poco antes ,
así como Mehul , Lesueur y los Chenier . Un poco después Geoffroy ,
Sant-Hilaire , Bichat, Ampere , Senancour .
¡ Qué corona para la Francia de la Federación mejor que estos hom-
bres de veinte años que nadie conoce todavía ! ... ¿Quién no se anonadará
viendo lucir enfrente estos diamantes mágicos que chispean en la
sombra?...
No se dude que su genio estaba esparcido en aquella multitud ,
aunque ellos se hicieron famosos . Nacieron entonces millones de hom-
bres inspirados por la llama del cielo . ¿Lo diré yo mismo? La magna-
nimidad, la bondad heroica que existió en todo un pueblo en aquel mo-
mento sagrado , hacían esperar que los genios que de él saliesen tuvieran
otra clase de inspiración .
Poniendo aparte algunos , poco numerosos , que fueron héroes de
bondad, el resto , formado por hombres de acción , de invención Ꭹ de
cálculo , dominados por el ascendiente de las ciencias físicas y mecá-
nicas , llegaron violentamente á los resultados ; una fuerza inmensa , pero
demasiado árida , se concentraba en sus poderosos cerebros . Ninguno de
ellos tuvo aquel aliento del corazón , aquel manantial de agua viva donde
se abreban las naciones .
¡ Ah , que había más y más valiosos elementos en el pueblo de la
Federación que en los Cuvier, Fourier y Bonaparte !
Aquel pueblo tenía el alma inmensa de la Revolución bajo sus dos
formas y sus dos edades .
En la primera edad , que fué una reparación á las largas injurias
416 J. MICHELET

del género humano, una explosión de justicia , la Revolución formula en


leyes la filosofía del siglo XVIII .
En la segunda edad , que vendrá temprano ó tarde , saldrá de las
fórmulas , encontrará su fe religiosa (donde toda la ley política se basa) ;

ARMAS Y TRAJES DE LA REVOLUCIÓN

General de división.- Comisario de guerra.-Jefe de batallón. (Figurines militares de la época


sacados del Museo Carnavalet de París)

y en esta libertad divina , que da sola la excelencia del corazón , llevará


un fruto desconocido de bondad , de fraternidad .
He aquí la infinita moral que anidaba en este pueblo (¿y qué es ,
después de todo , sino esto el genio mortal?) cuando el 14 de Julio , al
mediodía , levantó la mano.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 417

Aquel día todo era posible . Toda división había cesado ; no había ni
nobleza, ni burguesía , ni pueblo . El porvenir fué presente ... Es decir ,
no más tiempo... Un destello de la eternidad .

ARMAS Y TRAJES DE LA REVOLUCIÓN

General en jefe. -Ayudante mayor. -General de brigada. (Figurines militares de la época


sacados del Museo Carnavalet de París)

No tenía nada de particular que la edad social y religiosa de la Re-


volución que retrocede todavía delante de nosotros , no se realizara .
Si la heroica bondad de este momento hubiera podido sostenerse ,
el género humano hubiera ganado un siglo de ventaja ; hubiera fran-
queado de un salto un abismo de dolores...
TOMO I 53
418 J. MICHELET

¿Tal estado hubiera sido duradero? ¿Era posible que las barreras so-
ciales , abatidas aquel día , fuesen dejadas en tierra , que la confianza
subsistiera entre los hombres de clases , intereses y opiniones diversas?
Seguramente muy difícil; pero sin embargo , mucho menos difícil
que en ninguna otra época de la historia del mundo .
Instintos magnánimos se habían despertado en todas las clases ,
simplificándolo todo . Los nudos indisolubles , antes y después , se habían
desatado ellos mismos .
Tal desconfianza , razonable acaso en el comienzo de la Revolución ,
lo era poco en aquel momento . El imposible de Octubre se encontraba
posible en Julio . Por ejemplo , había podido temerse en Octubre del 89
que la masa de los electores de los campos sirviera á la aristocracia ; en
Julio del 90 podía subsistir este temor , porque en todas partes los cam-
pesinos seguían , tanto como la población urbana, el ímpetu de la Revo-

El proletariado de los pueblos , que es el enorme obstáculo de hoy ,


apenas existía entonces , excepto en París y en algunas grandes ciuda-
des donde los hambrientos se reconcentraban . No hay que poner en este
tiempo ni ver treinta años antes de su nacimiento los millones de obre-
ros nacidos después de 1815 .
Por lo tanto , el verdadero obstáculo no era grande entre la burgue-
sía y el pueblo .
La primera podía , debía lanzarse sin temor en brazos de la otra .
Esta burguesía , imbuída en la idea de Voltaire y de Rousseau, era
más amiga de la humanidad , más desinteresada y generosa que la que
ha hecho el industrialismo ; pero era tímida; las costumbres , los carac-
teres formados bajo el deplorable régimen antiguo , eran necesariamente
débiles . La burguesía temblaba delante de la Revolución que ella mis-
ma había hecho ; retrocedía ante su propia obra . El miedo la extravíó ,
la perdió más aún que el interés .
No había que dejarse coger seriamente por el vértigo de las multi-
tudes, ni espantarse ni retroceder ante este occéano que se había levan-
tado . Había que sumergirse . La ilusión de cierto desaparecía así . Un
occéano desde lejos ; olas peligrosas , oleaje furioso ; de cerca hombres ,
amigos , hermanos que os tienden los brazos .
No se sabe cómo en esta época subsistían entre el pueblo antiguos
hábitos de deferencia , de facilidad y confianza hacia las clases cultas .
Veía enmedio de ellas , en este primer momento , sus oradores , sus abo-
gados , los campeones todos de su causa . Avanzaba hacia ellos á impul-
sos del corazón . Pero ellos retrocedieron .
No generalicemos , á veces con gran ligereza . Una parte infinita-
mente numerosa de la burguesía , lejos de retroceder como la otra , lejos
de oponer á la Revolución una inercia malévola , se entregó . Se preci-
pitó al unísono con el pueblo . Nuestros patrióticos asambleístas de la
Legislativa, de la Convención (montañistas , girondinos , no importa,
HISTORIA DE La revolución francesa 419

sin distinción de partido) , pertenecían enteramente á la clase bur-


guesa .
Añadid aún las sociedades patrióticas en sus comienzos , especial-
mente la de los jacobinos ; las de París , cuyas listas poseemos , no pa-
recían haber admitido un solo nombre de las clases sin cultura antes
del 93 .
Esta masa de burguesía revolucionaria , hombres de letras , periodis-
tas , artistas , abogados , médicos , clérigos , etc. , aumentó inmensamente
con burgueses que habían comprado bienes nacionales .
Pero aunque una parte tan considerable de la burguesía entró en
la Revolución por entusiasmo ó por interés , la primera inspiración re-
volucionaria fué modificada insensiblemente en ellos por las necesidades
de la gran lucha que hubieron de sostener , por la furiosa necesidad del
combate , por la irritación de los obstáculos , la ulceración de las ene-
mistades .
De modo que mientras una parte de la burguesía fué corrompida
por el egoísmo, la otra fué encendida por el odio y como desnaturaliza-
da , transportada fuera de todo sentimiento . El pueblo , violento sin
duda y furioso , pero no sistematicamente arrebatado por el odio , salió
de su estado natural sin excederse . Dos debilidades , el odio y el miedo .
Era necesario (cosa rara , difícil , imposible quizá en estas terribles
circunstancias) , era necesario permanecer fuerte para ser bueno .
Todos habían amado ciertamente el 14 de Julio . Había que amar
también el día siguiente .
Hubiera sido necesario que la parte tímida de la burguesía se acor-
dara mejor de sus pensamientos humanos , de sus votos filantrópicos ;
que hubiera persistido firme en el día del peligro ; que asustada ó no ,
hubiera hecho como hace una madre , que se entrega á Dios , que hubie-
ra jurado seguir la fe nueva con todos los géneros de sacrificios que im-
pusiera para salvar al pueblo .
Hubiera sido necesario , además , que la parte audaz , la revolucio-
naria , la burguesía , en medio del peligro, en pleno combate hubiera
puesto su corazón más alto , que no se hubiera dejado deshacer y reba-
jar desde su atrevimiento sublime hasta los bajos fondos del odio .
¡ Ah ! ¡ Cuán difícil es á los más fuertes combatientes dominar la ira
por un corazón sereno y firme , combatir á brazo y conservar el heroís-
mo de la paz!
La Revolución hizo demasiado , y si hubiera podido contenerse un
momento siquiera , ¿qué no hubiera sido á esta altura? ¿Qué no habría
hecho? Ante todo habría perdurado . No habría sufrido la caída triste de
1800 , en que las almas esterilizadas por el odio llegaron á quedar por
largo tiempo infecundas .
Y además no hubiera sido escrita solamente , habría sido aplicada ,
llevada á la práctica . Desde las abstracciones políticas descendió á las
realidades sociales .
420 J. MICHELET

El sentimiento de bondad valiente que fué su punto de partida y


su primer arranque, no habría quedado flotante en el estado de vago sen-
timiento de generalidades . A la vez se habría escuchado y se habría
precisado queriendo entrar por todas partes , penetrando en el detalle de
las leyes , llegando hasta las costumbres mismas y hasta las acciones
más libres , circulando en las ramificaciones más lejanas de la vida .
Salido del pensamiento y volviendo á él después de haber atrave-
sado la esfera de la acción, este sentimiento simpático de amor de los
hombres llevaba en sí mismo la renovación religiosa .
Cuando el alma humana sigue así á su naturaleza ; cuando queda
sana, cuando ajena á su egoísmo va buscando seriamente el remedio
de los dolores de los hombres , entonces por curso de la ley y de las
costumbres , allí donde acaba todo poder , la imaginación y la sim-
patía no acaban ; el alma las sigue y quiere todavía el bien ; desciende en
sí misma y llega á ser profunda ...
Esto es muy distinto de la profundidad del espíritu en la investiga-
ción científica . És una profundidad de ternura y de voluntad de muy
otro modo fecunda , que da un fruto vivo ... ¡ Extraña incubación , tanto
más divina cuanto es más natural ! Con un dulce calor, sin esfuerzo , sin
arte , á veces del corazón , simples explosiones del nuevo genio , la conso-
lación nueva que espera el mundo . ¿Bajo qué forma? Diversa , según los
lugares, los tiempos : que esta alma tierna y potente resida en un indi-
viduo, que se extienda en un pueblo , que sea un hombre, una palabra
viviente, un libro , una palabra escrita ; no importa : es siempre Dios .
CAPITULO II

Obstáculos exteriores.-Dos clases de hipocresía : hipocresías de


autorid.d .-El sacerdote

El sacerdote emplea contra la Revolución el confesonario y la prensa.-Folletos satíricos de los ca-


tólicos en 1790.-Esterilizados hace algunos siglos, no pueden ahogar la Revolución. - Su im-
potencia desde 1800 -La Revolución debe dar á las almas el alimento religioso.

Ya he dicho cuál era el obstáculo interior: el miedo , el odio ; pero el


obstáculo exterior le precede y quizá sin él no existiría el otro .
No , el obstáculo interior no fué ni el primero ni el principal . Hu-
biera sido impotente , anulado Ꭹ neutralizado en la inmensidad del mo-
vimiento heroico que traía la vida nueva.
Una fatalidad hostil existía por fuera que detuvo el alumbramiento
de la Francia .
¿A quién acusar? ¿A quién echar en cara el crimen de este alum-
bramiento frustrado? ¿Quiénes son los que viendo la Francia en apuro
han encontrado las malas palabras del aborto , los que han podido, ¡ mal-
ditos sean !, poner la mano sobre ella , impedirle su acción , forzarla á
tomar la espada y marchar al combate?
¡ Ah! ¿ No es todo ser sagrado en estos momentos? Una mujer, una
sociedad que pare ¿no tiene derecho al respeto , á los votos del género
humano?
¡Maldito el que sorprendiendo á un Newton en el alumbramiento
del genio estorba que nazca una idea ! ¡ Maldito el que encontrando á la
mujer en el momento doloroso en que la naturaleza entera conspira con
ella, ruega y llora por ella, impide á un hombre el nacer ! ¡ Maldito mil
veces el que viendo este prodigioso espectáculo de un pueblo en el estado
heroico, magnánimo , desinteresado , intenta dificultar, ahogar este mi-
lagro del que nacía un mundo!
¿Cómo vinieron las naciones á unirse, á armarse contra el interés de
las naciones mismas? ¡ Sombrío y tenebroso misterio !
422 J. MICHELET

Ya se habrá visto milagro semejante del diablo en nuestras guerras


de religión ; hablo de la grande obra jesuítica que en menos de medio
siglo hizo de la luz una noche , la afrentosa noche de asesinatos que se
llama la guerra de los Treinta años . Pero al fin fué necesario medio siglo
y la educación de los jesuítas ; hubo que formar, educar una generación
expresamente , un mundo nuevo dirigido por el error y la mentira. No
fueron los mismos hombres que pasaron de lo blanco á lo negro, que
vieron de una vez la luz y después juraron que era la noche .
Aquí la conversión es más rápida : bastan algunos años .
Este suceso tan precipitado se debió á dos cosas :
Primera: Un empleo hábil , inmenso , de la gran máquina moderna ,
la prensa , el instrumento de la libertad vuelto contra la libertad . La ace-
leración terrible que esta máquina toma desde el siglo XVIII , esta ra-
pidez fulminante que os lanza hoja sobre hoja sin dejar tiempo de pen-
sar, de examinar , de reconocerse , esta máquina estuvo al servicio de la
mentira .
Segunda: La mentira se apropió muy bien las imbecilidades de di-
versa especie , saliendo de dos oficinas , preparada por dos obreros , por
dos procedimientos diferentes , el antiguo , el nuevo , la fábrica católica
y despótica , la fábrica inglesa que se llamaba constitucional.
Esto es lo que diferencia profundamente el mundo moderno y con-
trarresta todos sus progresos : el tener dos hipocresías ; la Edad Media no
tuvo más que una; nosotros ... nosotros tenemos dos : hipocresía de la
autoridad , hipocresía de la libertad; en una palabra : El sacerdote, el
inglés, las dos formas de Tartufe . El sacerdote obra principalmente sobre
las mujeres y el campesino ; el inglés sobre las clases burguesas .
Ahora una palabra sobre el clérigo sólo para explicar lo que hemos
dicho otras veces .
La vieja fábrica de mentira vuelve á empezar en el 89 por todos los
medios á la vez .
De una parte, como antes , la difusión secreta por el confesonario , el
misterio entre sacerdote y mujer , publicidad en voz baja , medias pala-
bras al oído . De otra parte una prensa frenética que puede arriesgarse
más que la otra ; porque poniendo sus hojas en manos seguras para que
lleguen á los simples y los crédulos , personas todas de antemano per-
suadidas , sabe perfectamente que ninguna intervención ha de ponerle
trabas . Estos libelos son más bien puñales ; tenemos á mano algunos
que por la violencia y el olor de sangre igualan ó exceden á Marat .
El que quiera ver hasta dónde puede ir la palabra humana en la
audacia de la mentira, no tiene más que leer el libelo que el hombre de
Nimes , Froment , lanzó desde la emigración en el mes de Agosto del 90 .
Allí se presenta á su placer, tal como es y sin ninguna traba , en plena
seguridad, toda una larga novela . Como la república calvinista fundada
en el siglo XVI , edificada poco á
a poco, triunfa en el 89 ; como la Asam-
blea nacional ha dado comisión á los protestantes del Mediodía para de-
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 423

gollar á los católicos , para dividir el reino en repúblicas federativas , et-


cétera , etc.
Esta soflama atroz , extendida en París , deslizada por la noche bajo
las puertas , sembrada en los cafés , en las iglesias , tuvo aquí poco efec-
to ; pero lo hizo y muy grande, en los campos . Mil otras le siguieron .
Variadas , según las tendencias diferentes del Mediodía ó del Oeste y di-
fundidas por buenos eclesiásticos , por honrados caballeros , por mujeres
tiernas y devotas, comenzaron el gran trabajo del oscurantismo , del
error, de la estupidez fanática que prosiguió concienzudamente durante
dos años y nos ha dado la Vandée la guerra delos chuanes , y de allí ,
por contraposición , la vergonzosa contracción de la Francia que se lla-
ma el Terror.
Nuestros tránsfugas , por otra parte , iban á inspirar , á dictar á los
ingleses sus argumentos contra nosotros . Es Colonne , es Neker , es
Dumouriez , las gentes á las que Francia ha confiado sus negocios , los
que usan de este conocimiento , los que escriben contra la Francia libros
profundamente ingleses .
Sin embargo , estos tres no tienen la responsabilidad más grande ;
Colonne era demasiado despreciado para ser creído ; los otros , dos de-
masiado aborrecidos .
El hombre que incontestablemente trabaja con más eficacia contra
la Revolución , que desnuda más á la Francia, que tranquiliza á Inglate-
rra sobre la legitimidad de su odio , es un irlandés de origen . Sally-
Jolleudal.
De él recibió otro irlandés , Burke , el texto ya hecho , de él parte ; y
elevando el odio y el insulto á la segunda potencia , da el tono á la Eu-
ropa . Estos dos hombres fueron los que hablaron ; el resto no hizo más
que repetir .
No se diga que les atribuyo una responsabilidad exagerada ; que
con su brillante facundia sin ideas , con la ligereza de su carácter no
tenían fuerza para cambiar así la Europa . Responderé que de tales hom-
bres no se hace más que mejores actores , porque ellos representan en
serio , porque su vacío interior les permite tanto mejor adoptar y fingir
vivamente como á los otros todas sus ideas . Hemos visto últimamente
un hombre muy parecido , O'Connell , tan brillante y tan vacío , pro-
nunciar en provecho de Inglaterra , en la opresión de la Irlanda , la pa-
labra que podía quitar á esta pobre Irlanda quizá su futura salvación ,
la simpatía de Francia , reclamar para los irlandeses la matanza , la car-
nicería de Waterloo .
El elocuente , el bueno , el sensible , el plañidero Sally. que no es-
cribía más que con lágrimas y que vivió con el pañuelo en la mano ,
había entrado en la vida de una manera muy romántica ; así quedó como
hombre de novela . Era un hijo del amor, que el desgraciado general
Lally hacía educar misteriosamente bajo el nombre vulgar de Frófimo .
Se enteró en un mismo día del nombre de su padre , del de su ma-
424 J. MICHELET

dre Ꭹ de que padre iba á perecer. Su juventud, gloriosamente consa-


grada á la rehabilitación de su padre , obtuvo el interés universal Ꭹ
hasta la bendición de Voltaire moribundo . Miembro de los estados ge-
nerales , Sally contribuyó á unir la tercera parte de la nobleza . Pero
desde entonces , él lo confiesa , este gran movimiento de la Revolución le
inspiraba una especie de terror y de vértigo. Desde el primer paso se
desentendió singularmente del doble ideal que él se había formado . Este
pobre Sally, el más inconsecuente , á fuerza de ser hombre sensible so-
ñaba á la vez dos cosas muy diferentes: la constitución inglesa y el go-

ARMAS Y TRAJES DE LA REVOLUCIÓN

Soldado de infantería. -Oficial abanderado.-Figurines militares de la época sacados


del Museo Carnavalet de Paris.

bierno paternal . En dos ocasiones muy graves fué perjudicial en ex-


tremo queriendo servir á su rey , á quien adoraba .
Ya he hablado del 23 de Julio , en que su elocuencia aturdida es-
tropeó una ocasión muy preciosa para el rey de unirse al pueblo. En
Noviembre otra ocasión y Sally también la dejó perder; Mirabeau quería.
servir al rey y tendía hacia el ministerio . Sally, con su tacto habitual ,
escoge este momento para lanzar un libro contra Mirabeau.
Se había retirado entonces á Sausana . La terrible escena de Octu
bre había herido muy profundamente su débil imaginación . Mounier,
amenazado Ꭹ realmente en peligro , salió al mismo tiempo de la
Asamblea .
La salida de estos dos hombres nos hizo un mal inmenso en Euro-
pa. Mounier era considerado como la razón, la Minerva de la Revolu-
ción . Habíase adelantado en Dauphiné y le había servido de órgano
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 425

en su acto más grave , el juramento del Juego de Pelota . Y Sally, el


bueno , el sensible Sally , el adoptado de todos los corazones, querido
por las mujeres y por las familias, á causa de la defensa que hizo de
su padre, Sally , el orador á la vez realista y popular que había hecho
concebir la esperanza de acabar con la Revolución por el rey , he aquí

クン

LUCKNER

que dice al mundo que la Revolución está perdida sin remedio , que la
realeza está perdida y la libertad perdida ... El rey es cautivo de la
Asamblea , la Asamblea del pueblo . Adopta Sally la palabra del
enemigo de la Francia , las palabras de Pitt «los franceses sólo habían
luchado por la libertad . » Burla sobre la Francia ! Su Inglaterra es
en adelante el solo ideal del mundo . El contrapeso de los tres poderes ,
he aquí toda su política . Sally proclama este dogma : «un Licurgo y
Blackstone .>>
ΤΟΜΟ Ι 54
426 J. MICHELET

Fondo ridículo , bella forma , elocuente , apasionada , lengua exce-


lente , de la buena tradición , abundancia y plenitud , un flujo del cora-
zón... y todo esto por acusar á la patria , deshonrarla si podía , matar á
su madre , la Francia .
La memoria dirigida por Sally á sus comitentes ( Enero del 90 ) ,
ofrece el primer ejemplo de esos cuadros exagerados que luego el ex-
tranjero no ha dejado de hacer : violencias de la Revolución . Las páginas
escritas allá arriba por Sally son copiadas en los hechos , en las palabras
mismas , por todos los escritores que le siguen . Los que se llaman cons-
titucionales comienzan desde entonces contra la Francia la más injusta
de las inquisitorias , yendo de provincia en provincia á preguntar á los
señores y á los clérigos : «¿Qué habéis sufrido?» Después , sin examen ,
sin intervención , sin producción de fuerzas ni de testigos , escriben y
certifican . El pueblo , víctima obligada y necesaria , después de haber
sufrido durante siglos , en su día de reacción sufre todavía . Sus preten-
didos amigos registran ávidamente todos sus malos hechos , verdaderos
ó falsos , y recibían contra él los testimonios más sospechosos ; contra él
lo creen todo .
Sally marcha el primero , es el maestro de coros ; por él comienza
este gran concierto de plañideras que lloran juntos contra la Francia ...
Plañideras del rey, de la nobleza , que guardasteis la piedad para ellos ,
que no dedicasteis nada á los millones de hombres que sufrieron , que
perecieron también : decidnos qué rango , qué blasón es necesario para
que os hallemos sensibles... Habíamos creído nosotros que para merecer
las lágrimas de los hombres , ser hombre era bastante .
Así se puso en movimiento contra el pueblo únicamente , que no
quería más que la dicha del género humano , esta gran sacudida de
piedad . La piedad vino á ser una máquina de guerra, una máquina de
muerte . Y el mundo ha sido cruel á medida que ha sido sensible . Sally
y las otras plañideras han fomentado contra nosotros la cruzada de los
pueblos y de los reyes , cruzada que ha arrojado á la Francia , acorrala-
da entre todos , en la necesidad homicida del Terror . ¡ Piedad extermi-
nadora! Piedad que ha costado la vida á millones de hombres . Esta ca-
tarata de lágrimas que salieron de sus ojos ha hecho correr en la guerra
torrentes de sangre .
Júzguese con qué delectación interior, con qué sonrisa de compla-
cencia la Inglaterra supo por los franceses , y los mejores , los más sen-
sibles, los verdaderos amigos de la libertad, que la Francia era un país
indigno de la libertad , un pueblo aturdido , violento , que por debilidad
de cerebro volvía fácilmente al crimen . Niños brutales , funestos , que en-
sucian y rompen cuanto tocan... Romperían el mundo entero segura-
mente si la sabia Inglaterra no estuviera allí para castigarlos .
La partida no era , por tanto , igual en este proceso ante el mundo ,
de la Revolución y los acusadores anglo-franceses . Ellos mostraban des-
órdenes demasiado visibles . Y la Revolución mostraba lo que no se verá
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 427

aún: la perseverante traición de sus enemigos , el intento deliberado , ín-


timo de las Tullerías , de la emigración , del extranjero ; el acuerdo de los
traidores de dentro y de fuera . Se negaba , se juraba , se ponía al cielo
por testigo . Suponer , sospechar así , calumniar , ¡ oh , qué injusticia! Estos
inocentes que protestaban llegaron en 1835 á decir muy alto que eran
culpables .
Sí; nosotros podemos afirmarlo hoy sobre su testimonio con toda
seguridad : los Necker, los Sally , fueron simples , necios , cuando afirma-
ron lo que luego el tiempo ha demostrado . Necios ; pero en esta necedad
había corrupción . Estas cabezas débiles y vanidosas habían sido tras-
tornadas por sus equivocaciones , corrompidas por las caricias , las adula-
ciones , la funesta amistad de los enemigos de Francia .
La Francia revolucionaria que ha querido aparecerse tan viotenta,
fué paciente en verdad . Por todas partes , en París , en la calle de Saint-
Jacques , en la de la Harpe , se imprimían , se ponían á la vista los libros
de los traidores , de un Colonne por ejemplo , admirablemente hechos á
expensas de la corte ; el libro furioso , inmundo de Burke, tan violento
como los de Marat ; y si se le juzga por los resultados , bastante más ho-
micida .
Este libro es tan furioso que el autor olvida en cada página lo que
acaba de decir en la precedente , perjudicándose él mismo á ciegas en sus
propios razonamientos , mereciendo siempre el fin de Mirabeau-Touneau ,
que murió de su misma violencia , arrojándose á ojos cerrados sobre la
espada de un oficial á quien él obligaba á ponerse en guardia.
El exceso de furor que padece por no poder decir bastante , arroja á
cada momento á su autor en esas bajas bufonerías que envilecen al bufón
mismo . « No hemos sido nosotros los ingleses vacíos , recosidos , empa-
jados como las aves disecadas de un museo , con paja ó trapos , con sucios
retales de papel que ellos llaman Derechos del hombre .» Y en otra parte :
« La Asamblea constituyente se compone de procuradores de aldea . No
podrán menos de hacer una constitución litigiosa ocasionada á pleitos
que puedan dar de sí buen número de golpes seguros ...>>
He buscado con una simplicidad de que tengo vergüenza hoy , si
había allí algo de doctrina ... No había más que injuria y contradicción .
En la misma página dice : « El gobierno es una obra de sabiduría
humana . Y algunas líneas más abajo : « Es necesario que el hombre sea
limitado por alguna cosa fuera del hombre.» ¿ Qué cosa? ¿Un ángel? ¿Un
Dios? ¿Un Papa? Volveríamos á los maravillosos gobiernos de la Edad
Media, á los políticos del milagro .
Lo más divertido en Burke es su elogio de los frailes . No se de-
tiene en nada . Educado en Saint-Omer, formado para medrar , parece
acordarse (un poco tarde) de sus buenos maestros . La protestante In-
glaterra tiene el corazón enternecido con ellos por su odio contra nos-
otros . La Revolución ha tenido de bueno que al aproximar y poner de
acuerdo á sus enemigos , M. Pitt iría á misa . Todos juntos , ingleses y
428 J. MICHELET

frailes , se pondrían al unísono desde que se tratara de cantar para


Francia las vísperas sangrientas , cantanto en un mismo facistol.
Pitt defendió el libro de Burke , quiso crear una brecha eterna entre
los dos pueblos , ensanchar , ahondar el estrecho .
El odio de los ingleses hacia la Francia había sido hasta entonces
un sentimiento instintivo, caprichoso , variable . Desde entonces fué el
objeto de un culto sistemático que produjo resultados maravillosos . Y
aumentó, floreció .
El fondo estaba bien preparado . Sismondi , de ningún modo desfa-
vorable á los ingleses y que se había casado entre ellos , hace esta obser-
vación muy justa sobre su historia en el siglo XVIII . Eran tanto más
belicosos , cuanto que jamás hacían la guerra . No la hacían ni por ellos
ni en su casa . Se creían inatacables ; de ahí una seguridad y egoísmo
que les endurecía el corazón , los hacía violentos , irritables contra todo
lo que les resistía .
El cambio de esta disposición odiosa fué el progreso del odio , la
triste facilidad con que se dejaron llevar por sus magnates , sus ricosá
todos los extravíos que el odio inspira . Las buenas cualidades de este
pueblo laborioso , serio , reconcentrado , se volvieron todas al mal .
Una virtud desconocida en el continente y que , hay que decirlo ,
sirvió con frecuencia demasiado á sus hombres los Pitt, los Nelson y
otros , fué la doggednnes , una especie de hidrofobia muda , ese furor del
perro que muerde sin saber lo que muerde y que no huye jamás .
A mí este triste espectáculo no me inspira el odio por el odio . No.
Más bien piedad ... ¿Pueblo hermano , pueblo que fué el de Newton , el
de Shakespeare , que no habría tenido piedad de veros caer en esta cre-
dulidad baja , en esta deshonrosa deferencia por nuestros enemigos co-
munes , los aristocratas , hasta creer y recibir con respeto y confianza todo
lo que decía el noble , el gentleman , el lord contra las gentes cuya causa
era la vuestra? Vuestra miserable prevención por la que os menospre-
cian , nos ha hecho mucho mal , y á vosotros , á vosotros os ha perdido.
¡ Ah! ¡Nunca sabréis lo que fué para vosotros el corazón de la Fran-
cia! Cuando en Mayo del 90 uno de nuestros diputados , hablando de
Inglaterra, llegó á decir : « Nuestra rival , nuestra enemiga» hubo en la
Asamblea un rumor universal . Se prefería abandonar á la España antes
que mostrarse en desconfianza hacia los ingleses .
Esto en el año 90 , mientras el ministerio inglés y la oposición lan-
zaban unidos el libro de Burke .

El efecto de esta pobre declamación fué inmenso en los ingleses . Los


clubs que se habían formado en Londres para sostener los principios de
nuestra Revolución , fueron disueltos en gran parte . El liberal lord
Stantrope borró su nombre de sus libros (Noviembre del 90) . Numero-
sas publicaciones , hábilmente dirigidas , multiplicadas hasta el infinito ,
vendidas á vil precio entre el pueblo , lo volvieron contra nosotros , tan
bien , que el 14 de Julio de 1791 una reunión de ingleses celebró en
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 429

Birmingham el aniversario de la Bastilla y el populacho furioso fué á sa-


quear, á romper, á quemar los muebles á la casa de Priestley y su labo-
ratorio de química . El salió de este país ingrato y se fué á América .
He aquí la fiesta que se hacía en Inglaterra al amigo de la Francia.
Y he aquí en el mismo año la fiesta que sé hacía en Francia á los
ingleses .
En Diciembre del 91 , nuestros jacobinos , presididos entonces por
los girondinos Isnard y Lazource, decidieron que las tres banderas de la
Francia, la Inglaterra y la de los Estados Unidos fueran cólgadas en las
bóvedas de su salón y que los bustos de Price y de Sidney fueran pues-
tos al lado de los de Juan Jacques , Mirabeau y Franklin . Se decretó el
lugar de honor para un inglés , diputado de los clubs de Londres . Le
fueron dirigidas las felicitaciones más tiernas en medio de los votos por
una eterna paz . Pero la unión hubiera parecido imperfecta si nuestras
madres , nuestras mujeres, las mediadoras del corazón no hubiesen ve-
nido á enlazar las naciones uniendo sus manos .
Llevaron un regalo conmovedor, su trabajo : ellas mismas y sus
hijas habían tejido tres banderas para los ingleses , el gorro de la liber-
tad y la escarapela tricolor . Todo esto colocado á la vez en una arca de
alianza con la Constitución , la nueva Carta de Francia , frutos de la tie-
rra de Francia y espigas de trigo .
CAPITULO III

Matanza de Nancy (31 de Agosto de 1790)

El sacerdote y el inglés han sido la tentación de la Francia.- Interpretación de los realistas y los
constitucionales - El rey de la burguesía, M de Lafayette, un anglo-americano.-Agitación
del ejército. -Irritación de los oficiales y de los soldados. -Persecución del regimiento de Cha-
teau-vieux.- Lafayette seguro de la Asamblea y de los jacobines, se entiende con Bouillé y le
autoriza á dar un golpe. -Se provoca á los soldados (26 de Agosto del 90); Bouillé marcha
sobre Nancy, rechaza toda condición y da lugar al combate ( 31 de Agosto).-Matanza de los
Varenses abandonados.-El resto ajusticiado 6 enviado á galeras .- El rey y la Asamblea dan
las gracias á Bouillé.-Loustalot se muere (Septiembre).

El obstáculo de nuestra Revolución , como en todas las otras , fué el


egoísmo y el miedo . Pero el obstáculo especial que caracteriza histórica-
mente la nuestra , es el odio perseverante con que la persiguió por toda
la tierra el sacerdote y el inglés .
Odio funesto en la guerra , más fatal en la paz , asesino en la amistad .
Nosotros le sentimos todavía hoy.
Han sido para nosotros no solamente la persecución , sino lo que es
más demoledor , la tentación . A la multitud simple y crédula, á la mujer,
al campesino , el clérigo ha dado la opinión de la Edad Media , llena de
turbación y de malos sueños . El burgués ha bebido el opio inglés con
todos sus ingredientes de egoísmo , confortable bienestar , libertad sin
sacrificio ; la libertad que resultaría de un equilibrio mecánico , sin que
el alma interviniese para nada ; la monarquía sin virtud , como la explica
Montesquieu ; garantizar sin mejorar , garantizar sobre todo el egoísmo.
He aquí la tentación .
Cuanto á la persecución , es esta historia la que debe contarla . Co-
mienza con una erupción de libelos de ambos lados del estrecho , por las
falsedades impresas . Continuará siempre por una emisión no menos es-
pantable de falsedades de otro género, falsas monedas , falsos asignados.
La gran fábrica de estas falsedades era pública en Birmingham.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 431

Esta nube de mentiras , de calumnias , de acusaciones absurdas ,


como un ejército de insectos inmundos que el viento arroja en el estío ,
tuvo su resultado inmediato , el de lanzar millones de moscas punza-
doras en los flancos de la Revolución para hacerla furiosa y enloquecerla ,
después de obscurecer la luz , de ocultar tan bien el día , que muchos te-
nidos por clarividentes andaban á tientas en pleno mediodía .
Los débiles que hasta entonces iban por impulso , por sentimiento ,
sin principios, perdieron el camino y se pusieron á preguntar: ¿ Dónde
estamos? ¿A dónde vamos? El tendero comenzó á dudar de una revolu-
ción que hacía emigrar á los compradores . El burgués rutinario , casero ,
forzado á cada momento á dejar su hogar al sonido del tambor , estaba
irritado , «quería acabar . » Parecido completamente en esto á Luis XVI ,
hubiera sacrificado su interés , su trono si hubiera sido necesario , antes
que renunciar á sus costumbres .
Este estado de irritación , esta necesidad de reposo , de paz á cual-
quier precio , llevó muy lejos á la burguesía y á M. de Lafayette , el rey
de la burguesía , hasta un desprecio sangriento que tuvo sobre la marcha
de los acontecimientos una influencia incalculable .
No se pierden tan fácilmente las ideas propias , los hábitos de raza.
M. de Lafayette , levantado por algún tiempo sobre sí mismo por el mo-
viento de la Revolución , volvía poco á
a poco á ser el marqués de Lafayette .
Quería ayudar á la reina y atraerla , quería complacer también , no hay
manera de dudarlo , á madame de Lafayette, mujer excelente , pero de-
vota , entregada como tal á las ideas retrógradas , y que hacía decir diaria-
mente misa en su capilla por un clérigo no juramentado . A estas in-
fluencias íntimas de la familia , añadid su parentela , toda ella aristocrá-
tica , su primo M. de Bouillé , sus amigos , todos ellos grandes señores ;
en fin , su estado mayor , formado de nobleza y de aristocracia burguesa .
Bajo una apariencia firme y fría no estaba menos ganado , cambiado á la
larga por estas amistades contrarrevolucionarias . Una cabeza mayor aún
no hubiera resistido .
La federación del Campo de Marte puso el coronamiento á esta em-
briaguez . Una multitud de gente fervorosa y honrada que tanto había
oído hablar de Lafayette en sus provincias y que al fin tenían la dicha
de verle , dió el espectáculo más ridículo ; le adoraban , así como se dice ;
le besaban las manos y las botas .
Nada más sensible que un dios , y por esto nada más irritable : la
situación misma era por demás irritante . Estaba llena de contrastes , de
alternativas violentas . El dios se veía obligado , en los azares del tumul-
to , á hacerse comisario de policía , gendarme si era preciso ; una vez le
ocurrió, no obteniendo obediencia alguna , tener que prender por su pro-
pia mano á un hombre y llevarlo él mismo á la prisión .
La grande y soberana autoridad que hubiera envalentonado á La-
fayette y le hubiera contenido en sus pruebas era lo de Washington ,
pero le faltó completamente . Washington era , como es sabido , el jefe
432 J. MICHELET

del partido que quería fortalecer en América la unidad de gobierno . El


jefe del partido contrario , Pefferson , había contribuído mucho á aumen-
tar el impulso de nuestra Revolución . Washington , á pesar de su extre-
mada discreción , no ocultaba á Lafayette su deseo de haberla podido
contener . Los americanos , salvados por la Francia y temiendo ser lle-
vados por ella demasiado lejos contra los ingleses , habían creído pru-

DUMOURIEZ

dente reconcentrar su reconocimiento sobre dos individuos : Lafayette


y Luis XVI .
No comprendieron bastante nuestra situación y estuvieron dema-
siado con el rey contra la Francia. Una cosa además los enfrió , en la
que no habíamos podido soñar, pero que hería su comercio : la decisión
de la Asamblea sobre los tabacos y los aceites .
Los americanos , tan firmes contra Inglaterra en todo negocio de
interés , son débiles partidarios suyos en las cuestiones de ideas . La lite-
ratura inglesa es siempre su literatura . La cruel guerra de prensa que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 433

nos hacían los ingleses , influyó sobre los americanos , y por ellos sobre
Lafayette. Por lo menos no le sostuvieron en sus primitivas aspiracio-
nes republicanas . Emplazó este alto ideal , se allanó al menos provisio-
nalmente , á las ideas inglesas , á un cierto eclecticismo bastardo anglo-
americano . Americano él de ideas , era inglés de cultura y hasta un poco
por el semblante y el aspecto .
Por esta interinidad inglesa , por este sistema de realeza democrá–
tica ó de democracia real que , decía él , no era buena más que por unos
veinte años , hizo una cosa decisiva, que pareció detener la Revolución
y la precipitó .
Retrocedamos á los antecedentes :
Desde el invierno del 90 , el ejército fué trabajado por dos puntos
á la vez ; de un lado por las sociedades patrióticas ; del otro por la corte ,
por los oficiales , que probaron como se ha visto á persuadír á los sol-
dados de que habían sido ofendidos en la Asamblea nacional .
En Febrero la Asamblea aumentó el sueldo en algunas monedas .
En Mayo el soldado no había recibido nada de este aumento que vino á
ser insignificante , empleado casi totalmente en imperceptible añadido á
las raciones de pan.
Retardo largo y resultado nulo. Los soldados se creyeron robados .
Hacía tiempo que acusaban de poca delicadeza á los oficiales , porque
no daban cuenta alguna completa de las cajas de los regimientos . Lo
seguro es que los oficiales eran, por lo menos , contadores muy descui-
dados , muy distraídos , enemigos de escrituras Ꭹ recibos y pésimos cal-
culadores. En los últimos años sobre todo , con la pesadez universal de
la antigua administración , la contabilidad militar parecía no existir .
Citaré un regimiento : M. de Chatelet , coronel del regimiento del rey ,
ni contaba ni inspeccionaba .
Los soldados de M. de Bouillé formaron comités , escogieron dipu-
tados que reclamaran cerca de los superiores, por lo pronto con mode-
ración , sobre las retenciones que se habían hecho : « Las reclamaciones
eran justas , aquello iba derecho . >>
El añadía que entonces parecieron injustas y exorbitantes . ¿Quién
sabe? Con una contabilidad tan irregular ¿ quién podía hacer bien el
cálculo?
Brest y Nancy fueron el teatro principal de esta extraña disputa ,
en la que el oficial , el noble , el gentilhombre eran acusados como es-
tafadores .
Los oficiales recriminaron violentamente . Fuertes en su posición
de jefes y en su superioridad en la esgrima , no perdonaron ninguna
insolencia al soldado, y al burgués amigo del soldado .
No se batían con el soldado , pero lanzaban contra el maestro de
armas espadachines pagados , que seguros de sus golpes le ponían en
la alternativa ó de una muerte cierta ó de retroceder, quedando en ri-
dículo .
TOMO I 55
434 J. MICHELET

Se halló uno en Metz , que disfrazado por los oficiales , pagado por
ellos á tanto por cabeza , iba por las noches ya vestido de guardia nacio-
nal , ya de burgués , á insultar, á herir y á matar . El que rehusaba ha-
bérselas con esta espada infalible , era al día siguiente proclamado co-
barde en el cuartel , y burlado como un objeto de diversión y de cha-
cota insufrible .
Los soldados hicieron por coger al farsante , reconocerlo , hacerle
decir los nombres de los oficiales que le prestaban sus disfraces . No se le
hizo daño , se le castigó solamente con ponerle una gorra de papel y
en ella su nombre : Iscariote.
Los oficiales descubiertos pasaron la frontera y entraron como tan-
tos otros en los cuerpos que Austria dirigía contra Brabante .
Así se realizaba la división nacional. El soldado se acercaba al pue-
blo, los oficiales se unían al extranjero .
Las federaciones fueron una ocasión nueva para que la división
estallara .
Los oficiales se desenmascararon cuando se les exigió el juramen-
to . Impuesto por la Asamblea , retardaron el momento de prestarlo , y
cuando lo hicieron aparentaron una ligereza que contribuyó á aumentar
el desprecio y el odio que tenía el soldado hacia sus jefes . Así quedaron
los oficiales envilecidos . He aquí el estado del ejército , su guerra inte-
rior . Y la guerra exterior estaba muy próxima . El último estallido fué
en Julio, cuando el rey acordó permitir el paso de los austriacos que que-
rían ahogar la revolución de los Países Bajos . El paso ó la permanen-
cia... ¿Quién sabe si se quedarían ó no , si el buen hermano Leopoldo
alojaría fraternalmente á Mezieres ó Givet?... La población de los Ar-
dennes , no fiándose en manera alguna de un ejército tan dividido ni de
Bouillé que lo mandaba , quiso defenderse por sí misma .
Treinta mil guardias nacionales se aterraron ; marcháronse con los
austriacos en cuanto se supo que la Asamblea nacional había negado
el paso .
Los oficiales , por el contrario , no ocultaban delante de los soldados
la alegría que les inspiraba el ejército extranjero . A uno que pregunta-
ba si realmente los austriacos llegarían : « Sí , le dijo un oficial , vienen
y es para castigaros . »
Sin embargo , los duelos continuaban de una manera aterradora .
Se los empleaba como en Lille para la extinción del ejército . Se aprove-
chaban las disputas, las vanas rivalidades que surgen entre los cuerpos ,
frecuentemente sin que se sepa por qué . En Nancy iban á batirse mil
quinientos contra otros mil quinientos ; un soldado se arrojó entre ellos ,
los obligó á explicarse y les hizo volver la espada á la vaina .
Se daban despedidas en conjunto ( ¡ al frente del enemigo ! ) ; muchos
soldados eran reenviados de una manera infamante , con cartuchos
vacíos .
Estas eran las cosas allí , cuando el regimiento del Rey estaba en
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 435

Nancy con otros dos (Mestre de Camp y Chateauvieux , un regimiento


suizo) , acordándose pedir cuentas á los oficiales y haciéndolas pagar . Esto
tentó á Chateauvieux . El 5 de Agosto envió dos soldados al regimiento
del Rey para pedir razón sobre el examen de las cuentas . Estos pobres
suizos se creían franceses , querían portarse como franceses ; se les recor-
dó grosera y cruelmente que eran suizos . Sus oficiales , en términos de

capitulación , eran sus jefes supremos para la vida y para la muerte .


Oficiales , jueces , señores y dueños los unos , patronos de las poblacio-
nes soberanas de Berna y Friburgo los otros , señores feudales de Vaud
y de otros países sometidos , que daban á sus vasallos lo que ellos reci-
bían en desprecio de Berna . La conducta de sus soldados les pareció
tres veces culpable : soldados sometidos y vasallos nunca podían ser cas-
tigados todo lo cruelmente que merecían . Y los dos soldados enviados
fueron baqueteados vergonzosamente en plena parada . Los oficiales fran-
ceses présenciaron esto y lo admiraron . Luego felicitaron á los oficiales
suizos por su inhumanidad .
No habían ellos calculado cómo tomaría esto el ejército . La emoción
fué violenta . Los franceses todos sintieron el golpe que daban á los
suizos.
Este regimiento de Chateauvieux era y merecía ser querido del
. ejército francés . El fué el que en 14 de Junio del 89 , formado en el
Campo de Marte cuando los parisienses iban á tomar las armas á los
Inválidos , declaró que jamás dispararía sobre el pueblo . Evidentemente
su negativa paralizó á Besenval y dejó á París libre y dueño de marchar
sobre la Bastilla .
¡No hay que admirarse ! Los suizos de Chateauvieux no eran de la
Suiza alemana , sino hombres del país de Baud , de los campos de Lau-
sana y de Ginebra . ¿Hay algo más francés en el mundo?
Hombres de Baud , hombres de Ginebra y de Saboya : nosotros os
dimos á Calvino ; vosotros nos disteis á Rousseau . Que esto sea entre
nosotros un sello de alianza eterna . Vosotros os declarasteis nuestros
hermanos desde la primera mañana , desde el primer día , desde el mo-
mento verdaderamente formidable en que nadie podía prever la victoria
de la libertad.
Los franceses fueron á acoger á los dos suizos castigados por la ma-
ñana , los vistieron con sus trajes , les cubrieron la cabeza , les pasearon
por la ciudad y obligaron á los oficiales suizos á dar á cada uno de los
dos soldados cien luises de indemnización .
El movimiento de indignación no fué al pronto más que un estallido
de buenos sentimientos , de equidad , de patriotismo ; pero dado el primer
paso , obligados una vez los oficiales á pagar aquella indemnización y
una vez amenazados , siguieron naturalmente otras violencias .
Los oficiales , en lugar de dejar las cajas de los regimientos en el
cuartel, donde según los reglamentos debían estar , las habían puesto
en casa del tesorero , y decían de un modo insultante que ellos las ha-
436 J. MICHELET

rían guardar por la mariscalía como amenazadas de ladrones . Los solda-


dos á su vez y en desquite , decían que era muy de temer que los oficia-
les se llevaran las cajas y se pasaran al enemigo . Pusiéronlas , pues , en
el cuartel . Estaban poco menos que vacías . Nuevo motivo de acusación.
Los soldados hicieron dar á cuenta de los que se les debía cantidades

SANTERRE

con las cuales los franceses obsequiaron á los suizos y los suizos á los
franceses y después á los pobres de la ciudad .
Estas orgías militares no entrañaban ningún desorden grave , si
hemos de creer el testimonio de los guardias nacionales de Nancy ante
la Asamblea . Sin embargo, tenían algo de alarmante . La situación exi-
gía un pronto remedio .
Ni la Asamblea ni Lafayette comprendieron lo que era necesario
hacer .
Lo que hubiera debido comprenderse al momento es que de ningún
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 437

modo eran aplicables las reglas ordinarias . El ejército no era sólo un


ejército . Había allí dos pueblos , uno enfrente de otro , dos pueblos ene-
migos , los nobles y los que no eran nobles . Estos últimos , los soldados ,
habían vencido por la Revolución ; por ellos se había realizado ésta .
Creer que los vencedores continuarían obedeciendo á los vencidos , quie-

NARBONA

nes además los insultarían , era creer una insensatez . Bastantes oficia-
les se habían pasado ya al enemigo ; los que quedaban habían aplazado ,
declinado el juramento cívico . Era realmente dudoso que el ejército hu-
biera podido obedecer á los amigos del enemigo .
Una sola cosa había razonable , practicable , la que aconsejaba Mi-
rabeau: «Disolver el ejército, reconstituirlo .» La guerra no era eminente
porque no hubiese habido tiempo de hacer esta operación . El obstáculo ,
el grave obstáculo era que los poderosos de la época , Mirabeau mismo ,
438 J. MICHELET

Lafayette, los Lameth , todos estos revolucionarios y al mismo tiempo


gentiles hombres no habrían escogido y nombrado oficiales más que
entre los gentiles hombres . El prejuicio , la tradición , eran demasiado
fuertes en favor de éstos ; no se reconocía espíritu alguno militar en las
clases inferiores ; no se adivinaba en manera alguna la multitud de ver-
daderos hombres que había en el pueblo .
Lafayette fué quien por su amigo el diputado Eumery puso á la
Asamblea en situación de tomar las falsas y violentas medidas que tomó
contra el ejército , mostrándose parte y no juez ; parte en provecho de
la contrarrevolución .
El 6 de Agosto Lafayette hizo proponer por Eumery y decretar
por la Asamblea que para realizar las deudas y revisar las cuentas de
los oficiales , el rey nombraría inspectores escogidos entre los oficiales , y
que no se inflingiría á los soldados expulsiones ignominiosas sino des-
pués de un juicio según las fórmulas antiguas , es decir , celebrado por
los oficiales . El soldado tenía su recurso de apelación en el rey , es de-
cir, en el ministro (oficial también) , ó bien en la Asamblea nacional ,
que aparentemente iba á dejar sus inmensos trabajos para hacerse juez
de los soldados .
Este decreto no era más que un arma que se manejaba . Se tenía
miedo de dar un golpe . Dado el decreto el 6 , fué sancionado el 7 por el
rey . El 8 , M. de Lafayette escribía á M. de Bouillé que debía dar el
golpe. Esta es la misma frase de que él se sirve y que repite muchas
veces .
M. de Lafayette no era de manera alguna sanguinario . No es ,
pues , su carácter lo que se censura aquí, sino su inteligencia .
Se imaginaba él que este golpe violento , pero necesario , iba á res-
tablecer para siempre el orden . El orden ya restablecido permitiría al

fin dejar hacer y que funcionase la máquina , la bella máquina consti-


tucional , la democracia real que él miraba como su obra , que amaba y
defendía con el amor propio de autor .
Y este primer acto , tan útil al gobierno constitucional , iba á ser
realizado por el enemigo de la Constitución , M. de Bouillé , que había di-
latado cuanto había podido prestarle el juramento y que le guardaba
rencor por estar personalmente resentido contra los soldados , que muy
recientemente no habían tenido en cuenta sus órdenes y le habían
obligado á pagar una parte de lo que se les debía . Estaba bien allí un
hombre calmoso , imparcial , desinteresado , á quien se le podía confiar
una misión de rigor; ¿ no habría que temer que esto fuese ocasión de
una venganza personal?
M. de Bouillé mismo dijo que tenía un plan secreto . Dejar que se
desorganizara la parte mayor del ejército , tener seguros y bajo una
mano firme , algunos cuerpos , sobre todo extranjeros . Es claro; con es-
tos últimos se podría anular á los otros .
Para utilizar á tal hombre con toda seguridad , sin comprometerse ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 439

Lafayette se dirigió directamente á los Jacobinos , á cuyos jefes enteró


del peligro de una vasta insurrección militar .
¡ Hecho curioso ! Los diputados jacobinos , cuyos emisarios no ha-
bían contribuído menos á sublevar las tropas , votaron contra ellas en la
Asamblea nacional . Todos los decretos depresivos fueron votados por
unanimidad .
La corte llegó á envalentonarse , hasta el punto de no haber temido
confiar á Bouillé el mando de las tropas en toda la frontera del Este ,
desde Suiza hasta la Sambre . Verdad es que estas tropas no eran muy
seguras , no pudiendo contar completamente de ellas más que con veinte
batallones de infantería , alemanes ó suizos ; pero en cambio tenía mucha
caballería , veintisiete escuadrones de húsares alemanes y treinta y tres
escuadrones de caballería francesa . Además se dió orden á todos los cuer-
pos administrativos de ayudar y apoyar á Bouillé á todo trance .
Lafayette, para asegurar mejor el éxito , escribió fraternalmente á
los guardias nacionales y envió dos de sus ayudas de campo ; uno de
éstos se hizo ayuda de campo de Bouillé y el otro trabajó para adorme-
cer á la guarnición de Nancy y tranquilizar á los guardias nacio-
nales .
Bouillé , que ha explicado él mismo su plan de campaña , deja en-
trever muchas cosas cuando dice que quería asegurarse por Montmedy
una comunicación con el Luxemburgo y el extranjero .
En su carta del 8 de Agosto Lafayette decía á Bouillé que para
inspector de cuentas se enviaba á Nancy un oficial , M. D' Malseigne , á
quien se hizo venir expresamente de Besaluzon .
Era esta una elección bien amenazadora . Malseigne pasaba por ser
un hombre demasiado bravo , maestro en esgrima , muy fogoso y muy
provocativo . Extraño inspector de cuentas . Seguramente las saldaría á
sablazos . Convenía que se le enviara solo para expresar claramente
el reto .
Entretanto los soldados habían escrito á la Asamblea nacional; pero
la carta fué interceptada . Enviaron entonces algunos soldados para lle-
var una segunda carta y Lafayette los hizo detener á su llegada á París .
En cambio se presentó á la Asamblea la acusación contra los sol-
dados enviados por la municipalidad de Nancy , que era adicta á los ofi-
ciales .
Eumery sostuvo pérfidamente que el suceso de Chateauvieux había
tenido lugar después de haber sido proclamado el decreto de la Asam-
blea del día 6. Expuesto así el asunto , sin hacer mención de la fecha
del suceso , parecía una violación del decreto , no violado ,. puesto que era
desconocido en Nancy , toda vez que fué proclamado en París horas
después del mismo día . Así se presentó como violando el decreto del 6
una insurrección de los soldados de Metz que había tenido lugar muchos
días antes .
Por medio de esta exposición artificiosa y mentirosa , se arrancó á la
440 J. MICHELET

Asamblea un decreto apasionado é indigno que era una condenación de


los soldados ; por este decreto debían declarar su error y arrepentirse por
escrito , es decir, debían entregar á su adversario pruebas escritas contra
ellos . El decreto fué aprobado por unanimidad , sin que nadie hiciera la
menor observación .
El 26 llegó Malseigne á Nancy armado del decreto . El orden estaba
ya restablecido , pero Malseigne turba, irrita y embrolla . En lugar de
apaciguar comienza por injuriar; en lugar de establecerse pacíficamente
en el municipio , se va al cuartel de los suizos y rehusa escuchar á los
que reclamaban contra los jefes : « ¡juzgadlos ! » , le gritaban; quieren salir
y se lo impiden. Entonces retrocede tres pasos , saca la espada y hiere á
muchos hombres . Salta su espada , y tomando otra sale á través de aquella
multitud furiosa que , sin embargo , respetó su vida.
Se había conseguido lo que se quería , una bonita provocación , todo
cuanto podía parecer una violación y un desprecio de los decretos de la
Asamblea. Los suizos estaban comprometidos terriblemente .
Bouillé, para darles pretexto á agravar su causa , les ordenó salir de
Nancy ; salir era entregarse , no sólo á Bouillé , sino á sus jueces , á sus
jefes , ó mejor dicho , á sus verdugos; sabían perfectamente los atroces
suplicios que sus oficiales les preparaban y no salieron de la ciudad .
Bouillé no tenía más que obrar . Escogió tres mil hombres de infan-
tería y mil cuatrocientos de caballería , todos ó casi todos alemanes . Para
dar algún carácter nacional á aquel ejército de extranjeros , los ayudas de
campo de Lafayette recorrieron los alrededores reclutando guardias na-
cionales . Lograron reunir setecientos aristocratas ó lafayettistas , que si-
guieron á Bouillé y se mostraron muy violentos y muy furiosos . Pero la
masa de los guardias nacionales (cerca de dos mil) no se dejaron engañar ,
comprendiendo que luchar al lado de Bouillé era luchar contra la Revo-
lución , y se reunieron en Nancy .
Los carabineros de Luneville , donde se había refugiado Malseigne ,
se preocuparon también de la ejecución sangrienta que se preparaba;
ellos mismos entregaron á Malseigne á sus camaradas, obligándole á
entrar en Nancy en ropas menores , babuchas y gorro de dormir .
Bouillé observó una extraña conducta. Escribió á la Asamblea ro-
gándole le enviasen dos diputados que pudieran ayudarle á arreglar las
cosas , y el mismo día , sin esperar , parte para arreglarlas él mismo á ca-
ñonazos .
El 31 de Agosto , el día mismo del exterminio , se leía en la Asam-
blea esta carta pacífica . Eumery y Lafayette intentaron hacer decretar :
<<Que la Asamblea aprueba lo que Bouillé hace y haga. »
Una diputación de la guardia nacional de Nancy se encuentra allí
felizmente para protestar, y entonces Barnave propuso é hizo adoptar un
acuerdo firme y paternal en el que la Asamblea prometía juzgar impar-
cialmente... Juzgar !, sería un poco tarde ; para entonces una de las dos
partes no existiría.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 441

Bouillé partió de Metz el 28 , de Toul el 29 y el 31 llegó cerca de


Nancy. Tres diputaciones de la ciudad , á las once de la mañana y á las
tres y las cuatro de la tarde llegaron ante él y le preguntaron sus con-
diciones .
Los diputados eran soldados y guardias nacionales (Bouillé dijo que
era un populacho porque no tenían uniformes) . A la cabeza de las dipu-

Прасторе

EL DUQUE DE BRUNSWICK

taciones habían puesto los soldados á individuos del municipio , quienes


temblando de miedo cuando se encontraron junto á Bouillé no qui-
sieron volver á la ciudad y permanecieron á su lado , dándole autoridad
con su presencia y con el terror que demostraban por volver á Nancy.
Las condiciones del general eran exigir que los regimientos salieran
inmediatamente, que entregasen á su prisionero Malseigne y cada regi-
miento cuatro de sus soldados ; esto era duro y deshonroso para los fran-
ceses , pero era horrible para los suizos , que sabían no irían jamás al juicio
de la Asamblea , sino que en virtud de las capitulaciones sus jefes los
TOMO I 56
442 J. MICHELET

reclamarían para colgarlos , someterlos vivos al tormento de la rueda ó


matarlos á palos ,
Los dos regimientos franceses se sometieron , libertaron á Malseig-
ne y comenzaron á salir de la ciudad . Quedó el pobre Chateauvieux solo ,
con su pequeño número de batallones : alguno de los nuestros , por lo
tanto , se avergonzaron de abandonarle ; muchos valientes guardias na-
cionales de la comarca de Nancy vinieron también á ponerse al lado de
los suizos para compartir su suerte . Todos juntos ocuparon la puerta de
Stainville , la única que había sido fortificada .
Si Bouillé hubiera querido ahorrar sangre , no hubiera tenido que
hacer más que una cosa : detenerse un poco á distancia , esperar que los
regimientos franceses hubieran salido, después hacer entrar algunas
tropas por las otras puertas y poner así á los suizos entre dos fuegos ;
los hubiera copado sin combate.
Pero entonces ¿dónde estaba su gloria? ¿Dónde el golpe imponente
que la corte y Lafayette habían esperado de Bouillé?
El mismo refiere dos cosas que le hacen muy poco favor, vol-
viéndose en contra suya: Primeramente que avanzó hasta treinta pasos
de la puerta , es decir , que puso cara á cara y en contacto enemigos ri-
vales , suizos y suizos que no podían dejar de injuriarse , de provocarse ,
de llamarse mutuamente traidores . Además que él dejó la cabeza de la
columna para hablar á diputados que hubiera podido fácilmente hacer
que
llegar hasta él : su ausencia tuvo el efecto natural que era de esperar:
se lanzaron injurias , gritos , disparos .
Los de Nancy dicen que comenzó por los húsares de Bouillé ; Boui-
llé acusa á los soldados de Chateauvieux . Apenas se comprende , por lo
tanto , cómo éstos en tan grande peligro se decidieron á provocar . Que-
rían usar los cañones ; un joven oficial bretón , Dérilles , tan atrevido como
obstinado , se sentó sobre un cañón ; arrojado de allí , volvió á abrazarlo
de nuevo: grave incidente que permitía á los de Bouillé avanzar : no se
le pudo arrancar del cañón sino á bayonetazos .
Bouillé acudió , se hizo dueño de la puerta , lanzó sus húsares en la
ciudad á través de un fuego de fusilería muy nutrido que partía de to-
das las ventanas . No era solo Chateauvieux el que tiraba ni solamente
los guardias nacionales de la comarca , sino la mayor parte de la pobla-
ción pobre que se había declarado por los suizos . Sin embargo , los ofi-
ciales de los dos regimientos franceses siguieron el ejemplo de Dèvilles
y con más suerte , porque llegaron á retener las tropas en los cuarteles .
Desde entonces Bouillé no podía menos de venir .
Por la tarde, restablecido el orden , los regimientos franceses habían
partido , los suizos de Chateauvieux quedaban mitad muertos mitad pri-
sioneros . Los que no se rindieron al punto , fueron al cabo hallados en
los días siguientes y degollados . Tres días después se cogió todavía á
uno y fué cortado en pedazos en el mercado ; diez mil testigos lo pudie-
ron ver.
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 443

Después de la matanza la ciudad vió un espectáculo más vergonzo-


so aún , un suplicio inmenso . Los oficiales suizos no se contentaron con
diezmar lo que quedaba de sus soldados ; había habido muy pocas vícti-
mas: hicieron ahorcar á veintiuno . Esta atrocidad duró todo un día , y
para coronar la fiesta el soldado que hacía el número 22 fué enrodado .
Lo innoble, lo infame para nosotros es que estos Nerones hayan
condenado aún después de esto cincuenta suizos á galeras (probable-
mente todos los que quedaban con vida) . Nosotros recibimos á estos
galeotes ; nosotros tuvimos la noble misión de conducirlos y de guardar-
los en Brest.
Estas gentes que no habían querido tirar sobre nosotros el 14 de
Julio, tuvieron por recompensa nacional un presidio en Francia .
El mismo día 31 de Agosto, ya lo hemos dicho , la Asamblea había
hecho la promesa pacífica de una justicia imparcial . Anteriormente ha-
bía votado dos comisarios pacificadores ; Bouillé que los había pedido ,
no los oyó, había hecho superfluo el proceso exterminando una de las
partes . La Asamblea, siquiera en apariencia , debió desautorizar á
Bouillé .
No , al contrario... La Asamblea , á propuesta de Mirabeau , dió las
gracias á Bouillé por su conducta ; votó recompensas á los guardias na-
cionales que le siguieron , honores fúnebres á los muertos en el Campo
de Marte y pensiones á sus familias .
Luis XVI no mostró en esta ocasión el honor al carácter que le
era habitual . El gran deseo de ver restablecido el orden , hizo que tu-
viera suma satisfacción de este aflictivo pero necesario escarmiento .
Dió las gracias á Bouillé por su buena conducta y le animó á continuar.
<< Esta carta , dice Bouillé , pinta la bondad , la sensibilidad de su co-
razón. >>
« ¡Ah !, dice el elocuente Loustalot; no fué aquélla la palabra de Au-
gusto , cuando al oir el relato de la sangre vertida , golpeaba su cabeza
contra el muro diciendo : ¡ Varo , trae mis legiones ! >>
El dolor de los patriotas fué grande por este suceso . Loustalot no
resistió . Este joven , que apenas salido del foro de Burdeos había llega-
do en dos años á ser el primero de los periodistas , el más popular segu-
ramente (pues que sus Revoluciones de París llegaron á alcanzar tira-
das de 200.000 ejemplares) , probó que era también el más sereno de
todos , el que llevaba más arraigado en el corazón la libertad . Vivía de
ella , moría de su muerte .
Este golpe le hizo creer que se alejaba por largo tiempo para to-
dos la esperanza de la patria . Escribió su última hoja llena de elocuen-
cia y de dolor, un dolor varonil , sin lágrimas , pero más agudo, cuanto
que era de aquellos dolores á los que no se sobrevive . Algunos días des-
pués de la matanza , murió á la edad de veintiocho años .
CAPITULO IV

Los Jacobinos

Peligro de la Francia.-El suceso de Nancy hace sospechosa á la guardia nacional .- Nuevos tras-
tornos en el Mediodía . Federación contrarrevolucionaria de Jalés -El rey consulta al Papa;
protesta dirigida al rey de España (6 de Octubre de 1790).-Acuerdo de la Europa contra la Re-
volución - La Europa obtiene una fuerza moral del interés que inspira Luis XVI.-Necesidad
de una grande asociación de vigilancia.-Origen de los jacobinos ( 1789 ).-Ejemplo de una fe-
deración jacobina. -Qué clases reclutaban los jacobinos. -¿Tenían un credo terminante?-En
qué modificaban el antiguo espíritu francés? - Formaban un cuerpo de vigilantes y acusadores;
una inquisición contra otra inquisición.-La sociedad de París es por lo pronto una reunión de
diputados (Octubre del 98).- Prepara las leyes y organiza una policía revolucionaria. — La Re-
volución toma de nuevo la ofensiva (Septiembre del 90 ).-Fuga de Necker - Terror de los
nobles duelistas. - Los jacobinos le oponen el terror del pueblo -El palacio de Castries sa-
queado ( 13 de Noviembre de 1790).

La matanza de Nancy es una era verdaderamente funesta , de la


que se podría hacer datar los primeros comienzos de divisiones sociales
que más tarde , desenvueltas con el industrialismo , han llegado en
nuestros días á ser el grande obstáculo , el atolladero real de la Francia ,
el secreto de su debilidad , la esperanza de sus enemigos .
La aristocracia europea, su gran agente, la Inglaterra , deben dar
gracias aquí á su buena fortuna . La Revolución tendrá un brazo en ca-
bestrillo y sólo con el otro podrá luchar contra ellas .
Este pequeño combate de Nancy tuvo los efectos de una gran vic-
toria moral. Hizo sospechosas de aristocracia á las dos fuerzas que aca-
baba de crear la Revolución , sus propias municipalidades revolucio-
narias , su guardia nacional .
Se dijo , se repitió , se creyó y aún lo creen muchos , que la guardia
nacional había combatido por Bouillé, y sin embargo ya hemos visto que
con las cartas de Lafayette, con los esfuerzos de sus ayudantes de campo ,
enviados expresamente de París , Bouillé no pudo reunir, en una ruta
bastante larga , más que setecientos guardias nacionales , probablemente
nobles , ó sus arrendadores , sus guarda-bosques , etc. Pero los verdade-
ros guardias nacionales , los paisanos propietarios de la comarca de
HISTORIA DE La revolución francesa 445

Nancy, formando ellos solos dos mil hombres , tomaron parte por los
soldados , y á pesar del abandono de los dos regimientos franceses , ti-
raron sobre Bouillé,
Por último, al saberse que los austriacos habían obtenido el pasaje ,
treinta mil guardias nacionales se habían puesto en movimiento .
Cosa extraña . Fueron principalmente los amigos de la Revolución
los que dieron fuerza y crédito á este rumor , que la guardia nacional se
había decidido por Bouillé . Su odio hacia Lafayette , hacia la aristocracia
burguesa que tendía á aumentar su fuerza con la guardia nacional de
París , les hizo escribir, imprimir , divulgar lo que la contrarrevolución
quería hacer creer en Europa .
La conclusión fué para la Europa , que era necesario que la Revo-
lución francesa fuera una cosa muy execrable para que las dos fuerzas
creadas por ella , la guardia nacional y las municipalidades , se volvieran
en contra suya.
¡ Lafayette armando á Bouillé ! ¡ La autoridad revolucionaria no pu-
diendo restablecer el orden más que con la espada de la contrarrevo-
lución ! ¿Qué cosa más abonada para persuadir que ésta , la contrarre-
volución, era la verdadera fuerza , que era el verdadero partido social? El
rey , los sacerdotes , los nobles , se afirmaron más en la convicción de
que ellos tenían sobre la legitimidad de su causa . Se entendieron y se
aproximaron ; divididos é impotentes en el período anterior, quieren
unirse en éste fortaleciéndose mutuamente .
Las asociaciones que se creía habían muerto , volvieron á levantar
fieramente la cabeza . El Parlamento de Tolosa anula los procesos for-
mados por una municipalidad contra los que despreciaban la escarapela
tricolor . La Cámara de subsidios concedía ganancias á los que rehusaban
los pagos asignados . ¡ Los cobradores no los quieren !
Los arrendatarios generales prohiben á sus dependientes que los re-
ciban . Rechazar la moneda de la Revolución es el medio más sencillo de
sitiarla por hambre , de obligarla á la bancarrota y de vencerla sin
combate.
Pero los fanáticos quieren el combate ; todo esto es para ellos muy
lento . Los de Montaubán persiguen á pedradas á las patrullas de un re-
gimiento patriota . En uno de los mejores departamentos , el de Ardeche ,
los de la emigración , los Froment, los Astraique , organizan un vasto y
atrevido complot para emplear las fuerzas de la guardia nacional contra
ella misma, para convertir las federaciones en instrumento de la ruina
del espíritu que las creó .
Se llama á una fiesta federativa , cerca del castillo de Jalés , á los
guardias nacionales de Ardeche , de Herault y de Lozére , bajo el pre-
texto de renovar el juramento cívico . Hecho esto , al concluir la fiesta
el comité federativo , los alcaldes y los oficiales de guardias nacionales ,
los diputados del ejército suben al castillo de Jales y allí determinan que
el comité será permanente , que quedará constituído en cuerpo autori-
446 J. MICHELET

zado , asalariado , que será el punto central de los guardias nacionales ,


que entenderá en las peticiones del ejército , que hará rendir las armas
á los católicos de Nimes , etc. Y todo esto no tenía la más pequeña parte
de conspiración aristocrática oculta . Había una base de fanatismo po-
pular . Guardias nacionales tenían en el sombrero la cruz de las her-
mandades del Mediodía ; batallones enteros llevaban la cruz por bandera .
Un tal abate Labastida , general de los cruzados , teniendo cinco guardias
de corps por ayudantes de campo , caracoleaba sobre un caballo blanco
excitando á los paisanos á marchar sobre Nimes para libertar á sus her-
manos prisioneros , mártires de la fe .
La Asamblea nacional , advertida y alarmada , dió un decreto para
disolver esta Asamblea de Jalés , decreto tan poco eficaz que la Asamblea
duraba aún en la primavera .
La idea que cundía afirmándose en los espíritus de que una gran
parte de la guardia nacional era favorable á la contrarrevolución , debió
contribuir más que otra cosa alguna á hacer salir al rey de sus vacila-
ciones Ꭹ á hacerle realizar en Octubre dos actos decisivos . Se encontra-
ba en esta época irrevocablemente firme en la cuestión religiosa , la que
más vivamente le tocaba al corazón . En Julio había consultado al obis-
po de Clermont para saber si podría sancionar la constitución del clero
sin peligro para su alma. A fines de Agosto había hecho la misma pre-
gunta al Papa . Aunque el Papa no diera una respuesta clara, temiendo
irritar á la Asamblea y hacer precipitar la reunión de Aviñón , no pudo
caber duda que en Septiembre el Papa hizo saber al rey su vivísima
desaprobación de los actos de la Asamblea . El 6 de Octubre Luis XVI
envió al rey de España , su pariente, una protesta contra todo lo que
pudieran obligarle á sancionar. Adoptó en seguida la idea de la huida ,
que siempre había rechazado hasta entonces , no una huida pacífica
á Rouen como la había aconsejado Mirabeau , sino una huida al Este en
son de guerra para volver á mano armada.
Este proyecto va recomendado siempre por Breteuil , el hombre del
Austria , el hombre de María Antonieta ; fué reproducido en Octubre
por el obispo de Pamiers que le hizo agradable al rey y obtuvo plenos
poderes para Breteuil de tratar con las potencias extranjeras , y fué re-
enviado á París para entenderse con Bouillé . Estas negociaciones, co-
menzadas por el obispo , fueron continuadas por M. de Fersen , un sueco
muy personalmente, muy tiernamente adicto á reina hacía largos años ,
que había venido expresamente de Suecia y le era muy querido .
España, el emperador y la Suiza respondieron favorablemente ,
prometiendo recursos .
España é Inglaterra , que parecían próximas á hacer la guerra , hi-
cieron traición el 27 de Octubre .
El Austria no tardó en unirse con los turcos , la Rusia con la Sue-
cia. De manera que en algunos meses la Europa se encontró reunida de
un lado
Ꭹ la Revolución sola del otro .
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 447

Procedamos con orden y método . Es bastante matar una revolución


por año . Este año la de Brabante ; el año próximo la de Francia .
¡ Hermoso espectáculo ! La Europa contra el Brabante; el mundo
unido marchando en son de guerra ; la tierra temblando bajo el peso de
los ejércitos... Y todo para aplastar una mosca. Y todavía con estas
fuerzas los valientes empleaban las armas de la perfidia para completar
su obra. Los austriacos , por Lamark , amigo , agente de la reina, se ha-
bían dirigido á los belgas , complaciendo á sus progresistas , dándoles
esperanza de progreso , mostrándoles un mundo de oro en el corazón del
filantropo y sensible Leopoldo . El día en que Leopoldo estuvo seguro
de Inglaterra y de Prusia, se burló descaradamente de ellos .
He aquí lo que había sucedido entre nosotros á los Mirabeau , á los
Lafayettes, á los que sostenían al rey, fuese por interés , fuese por una
adesión cordial llena de piedad . Cosa grave y que hacía aquel peligro
fuese quizás el más profundo de la situación , que la realeza tan cruel-
mente opresiva en Europa, tan brutalmente tiránica para los débiles
(poco hacía se había visto en Ginebra, en Holanda y al mismo tiempo
en Bruselas y en Lieja) , la realeza, repito , al mismo tiempo que intere-
saba en París obtenía por Luis XVI y su familia una incalculable fuer-
za de simpatía y de consideración . Así ella se aprovechaba de la espada
y del puñal y ella era , sin embargo , la que lloraba . La situación del
rey, objeto de todas las conversaciones en todas las naciones del mun-
do , verificaba lo que hay de más raro en nuestros tiempos modernos , lo
que hay más poderoso, más temible , ¡ una leyenda popular !, una leyen-
da contra la Francia . Todo el mundo hablaba de Luis XVI y nadie ha-
blaba de la pobre Lieja bárbaramente ahogada por el cuñado de Luis XVI .
Lieja, nuestra vanguardia del Norte , que en otro tiempo para salvarnos
había perecido dos ó tres veces ; Lieja , nuestra Polonia de Meuse... des-
deñosamente destrozada entre estos colosos del Norte , sin que nadie lo
mirase . ¿Pero cómo explicar que el corazón humano tenga caprichos
tan injustos en su piedad?...
Desde cualquier punto que yo mire , veo un inmenso , un temible
lazo tendido por todas partes, por fuera y por dentro . Si la Revolución
no encuentra una fuerza de asociación muy concentrada , si no se afirma
con un violento esfuerzo sobre sí misma , entiendo que irremisiblemente
perecemos . No son seguramente las inocentes federaciones que mez-
claban indistintamente los amigos y los enemigos por un ciego impulso
de sensibilidad fraternal ; no son ellas , no lo esperamos , las que nos han
de sacar de aquí.
Son necesarias las asociaciones mucho más fuertes ; son necesarios los
jacobinos .
Una organización vasta y fuerte de vigilancia inquieta sobre la
autoridad , sobre sus agentes, sobre los sacerdotes y los nobles . Los ja-
cobinos no son la Revolución , sino el ojo de Revolución , el ojo avizor
para vigilar , la voz para acusar y el brazo para herir.
448 J. MICHELET

Asociaciones espontáneas , naturales , á las que inútilmente se bus-


caría un origen misterioso ó unos dogmas ocultos , salían de la situa-
ción misma , de la necesidad más imperiosa ; la de la salvación . Ellas
fueron una pública y patente conjura contra la conspiración , en parte
visible, en parte escondida de la aristocracia .

BUROT

Sería muy injusto para esta asociación poner su origen , encerrar su


historia entera en la sociedad de París . Esta , mezclada más que otra al-
guna de elementos impuros, poco escrupulosa en la elección de medios ,
ha lanzado frecuentemente á sus hermanas , las sociedades de provincias ,
que la seguían dócilmente , en las vías del maquiavelismo .
El nombre de sociedad madre que se emplea frecuentemente , haría
creer que todas las otras fueron sociedades sucursales de la calle de
Saint-Honorét . La sucursal central fué madre de sus hermanas ; pero lo
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 449

fué por -adopción . Estas nacían de ellas mismas . Son todas ó casi todas
clubs improvisados en cualquier peligro público , en cualquiera emoción
viva . Multitudes de hombres se reunen entonces . Algunos persisten , y
aunque la crisis haya concluído , continúan reuniéndose , comunicándose
sus temores , sus desconfianzas ; se inquietan , se informan , escriben á las
ciudades vecinas, á París . Estos , estos son los jacobinos .
La situación , sin embargo , no consiste completamente en la forma-
ción de estas sociedades . Su origen corresponde también á una especia-
lidad de carácter . El jacobino es una especie muy original y particular .
Hay muchos hombres que han nacido jacobinos . En el arrebatado en-
tusiasmo tan general de la Francia , en los momentos de simpatías fáciles
y crédulas en que el pueblo sin desconfianza se arroja en brazos de sus
enemigos , esta clase de hombres más clarividentes ó menos propensos á
la simpatía , se mantienen en prudente y firme desconfianza . Se los ve en
las federaciones , aparecer en las fiestas , mezclarse en la multitud , for-
mando siempre un cuerpo aparte , un batallón de vigilancia que en el
entusiasmo mismo avisa los peligros de la situación .
Algunos hicieron su federación aparte entre ellos , á puertas cerra-
das . Citemos un ejemplo .
Veo en un acta inédita de Rouen que el 14 de Julio de 1790 tres
amigos de la Constitución (este es el nombre que tomaban entonces los
jacobinos) se reunieron en casa de una señora viuda , persona rica Ꭹ
considerada en la ciudad ; allí prestaron en sus manos el juramento cí-
vico . Se cree ver á Catón y á Mario en Lucano :

Junguntur táciti contentique, auspice Brulo ...


Enviaron valientemente el acta de su federación á la Asamblea na-
cional , que recibía al mismo tiempo el acta de la gran federación de
Rouen, en la que aparecían las firmas de los diputados de sesenta po-
blaciones y de medio millón de hombres .
Los tres jacobinos son : un sacerdote , limosnero de la Conserjería y
dos cirujanos . Uno de ellos ha llevado á su hermano , impresor del rey
en Rouen . Añadid dos mocitos , nieto y sobrino de la dama , y dos muje-
res probablemente de su casa . Los ocho juntos hacen el juramento en
manos de esta nueva Cornelia ; en seguida presta ella sola el juramento .
Pequeña sociedad , pero completa . La dama (viuda de un negociante ó
armador) representa las grandes fortunas comerciales . El impresor es la
industria . Los cirujanos , he aquí las capacidades , los talentos y la ex-
periencia . El sacerdote , he aquí la revolución misma ; ya no será sacer-
dote en lo sucesivo : él es quien escribe el acta , la copia , la notifica á la
Asamblea nacional ; él es el agente de este negocio , como la dama es el
centro . Por él se completa esta sociedad , aunque no se vea el personaje
que es la clave de toda esta sociedad reunida , el abogado y procurador .
Capellán del Palacio de Justicia , en la Conserjería limosnero de los pre-
sos , confesor de los condenados al suplicio , dependiente del Parlamento
ΤΟΜΟ Ι 57
450 J. MICHELET

ayer, jacobino hoy y declarándose como tal á la Asamblea , vale por su


audacia y su actividad más que tres abogados .
No hay que admirarse de que una dama sea el centro de esta pe-
queña sociedad . Muchas mujeres entraban en estas asociaciones , muje-
res muy serias, con todo el fervor de sus corazones femeninos , con un
ardor ciego , confuso , de afecciones y de ideas , espíritu de proselitismo ,
las pasiones todas de la Edad Media al servicio de la fe nueva . Esta
mujer de que hablamos había sido seriamente probada ; era una dama

judía , que vió convertirse á toda su familia y quedó ella sola israelita ;
había perdido á su marido , después á su hijo (por un accidente espan-
toso) y persistía en aceptar la Revolución rica y sola . Debió ser fácil-
mente llevada por sus amigos , lo supongo , á dar su protección al nue-
vo sistema y á comprometer su fortuna con la adquisición de fincas
nacionales .
¿Por qué esta pequeña sociedad hace su federación aparte? Porque
Rouen en general le parece demasiado aristocrata , porque la gran fede-
ración de sesenta ciudades con sus jefes M. d' Estouteville , d' Herbou-
ville , de Sévrac , etc. , esta federación , mezclada de nobleza , no le pa-
recía bastante pura ; porque al fin fué hecha el 6 de Junio y no el 14 ,
día sagrado de la toma de la Bastilla . Por esto el 14 estos ocho valiente-
mente aislados , lejos de los profanos y de los tímidos celebran el día
santo . No quieren confundirse ; por muchos conceptos ellos son escogi-
dos , como lo eran la mayor parte de estos primeros jacobinos , una espe-
cie de aristocracia , ó del dinero , ó del talento , ó de la energía en compe-
tencia natural con la aristocracia del nacimiento .
Nada de pueblo en esta época ; en las sociedades jacobinas nada de
pobres . En las ciudades , sin embargo , ó donde había rivalidad de
dos clubs , donde el club aristocrático (como sucedía muchas veces ) usur-
paba el título de amigos de la Constitución , el otro club del mismo nom-
bre no dejaba de prestarse más fácilmente á las admisiones, con el fin
de competir en número , y admitía gentes de clase inferior , tenderos é
industriales de poca fortuna . En Lión , y sin duda en otras ciudades ma-
nufactureras , los obreros asistían temprano á las discusiones de los
clubs .
El verdadero fondo de los clubs jacobinos consistía , no en los pri-
meros , tampoco en los últimos , sino en una clase distinguida, aunque
secundaria, que desde hacía largo tiempo había hecho una guerra sorda
contra el magistrado que la rechazaba con su orgullo . El procurador, el
cirujano , querían elevarse al nivel del abogado y del médico ; el clé-
rigo abrazábase contra el obispo . El cirujano, en este siglo , á fuerza de
mérito había roto la valla y alcanzado casi la igualdad . El Chatelet sos-
tenía una guerra incesante contra el Parlamento ; vencía en el 89 y hubo
un momento (¿quién lo habría creído?) en que fué el gran tribunal nacio
nal . El célebre fundador de los jacobinos de París , Adriano Duport, era
un hombre del Chatelet que llegó hasta el Parlamento , pero que desde
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 451

la Revolución reaparecía hombre del Chatelet y deshizo á los parlamen-


tarios .
Todo esto , en conjunto , hacía de los jacobinos una clase de hombres
áspera , desconfiada , muy ardiente y muy contenida , más positiva y más
hábil que habría podido esperarse de sus teorías poco precisas y con-
cretas . Aunque las antiguas envidias y rivalidades y las ambiciones nue-
vas hayan sido un potente estímulo para ellos , aunque las intrigas de di-
versos partidos hayan explotado estas sociedades , su carácter en general
claramente expresado en el ejemplo que hemos citado , es originariamente
el de asociaciones naturales , espontáneas, formadas por una verdadera
religión patriótica , una devoción austera á la libertad , una pureza cívica
muy exigente y con tendencias constantes á la depuración .
¿Cuál era el símbolo de estas pequeñas iglesias? Esta fe ardiente
¿había tenido un Credo bien formulado? No; muy vago todavía , presen-
taba aún indudablemente principios contradictorios . Todos , casi todos ,
realistas en esta época , eran muy desabridos para con el rey . Todos
ellos estaban dominados por Rousseau , por el famoso principio de la
filosofía del siglo : retornad á la naturaleza . Y sin embargo , con esto
muchos se creían cristianos , se adherían , al menos de nombre , á las an-
tiguas creencias que condenan la naturaleza , que la proclaman perver-
tida , decaída .
Esta misma contradicción , esta ignorancia, esta fe en el principio
nuevo , poco profundamente conocido aún , tiene algo de respetable . Es
la fe en un Dios desconocido . Y esta fe en ellos no es menos activa . Ella
eleva, fortifica las almas . Como su maestro Rousseau , estos creyentes
levantan sus miradas , dirigen su emulación hacia los nobles modelos de
la antigüedad, hacia los héroes de Plutarco . Si no penetran bien en el
fondo del genio de esa antigüedad , sienten al menos su austeridad moral ,
su fuerza estoica , y sacan de ella su inspiración para los acontecimientos
civiles; aprenden lo que cupo mejor , lo que ellos mismos habrían nece-
sitado saber y abrazar en sus caminos peligrosos : ¡ la muerte !
¡ Cosa ardua y difícil de explicar ! Ellos sacan de allí una profunda
modificación del espíritu de la antigua Francia .
Este espíritu tendía á dos cosas imposibles de conciliar con la
Revolución , con la lucha violenta que debía sostener. Por una parte
cierta facilidad de confianza y de creencia, una deferencia muy grande
hacia los demás , cierto barniz de buen trato y de dulzura , encantadoras
y fatales cualidades que tantas veces nos han sido funestas . El otro ca-
rácter del viejo espíritu francés tendía á lo que se llama el honor , á
ciertas delicadezas de procedimientos , á ciertos prejuicios también , á la
facilidad , por ejemplo , con la cual se admitía que un hombre por haberos
insultado debe degollaros también ; opinión que en teoría parte de la es-
tima en que se tiene el valor , y que en la práctica entrega con frecuen-
cia á los valientes en manos de los hábiles . Estos dos caracteres de la
antigua Francia fueron despreciados por los jacobinos .
452 J. MICHELET

Adversarios de los sacerdotes , obligados á luchar contra una vasta


asociación donde la confesión y la delación constituyen los primeros
medios , los jacobinos emplearon medios análogos , se declararon audaz-
mente amigos de la delación ; proclamáronla el primer deber de todo ciu-
dadano . La vigilancia mutua , la censura pública , hasta la delación
oculta , he aquí lo que enseñaron y publicaron , apoyándose á este fin en
los más ilustres ejemplos de la antigüedad . La ciudad antigua, griega
y romana, la pequeña ciudad monástica de la Edad Media que se llama
convento, abadía , tienen por principio el deber de perfeccionar, de de-
purar siempre , por la vigilancia que todos los miembros de la asociación
ejercen unos sobre otros . Tal es también el principio que los jacobinos
aplican á la sociedad entera .
Nacidos en un gran peligro nacional , en medio de una inmensa
conspiración que negaban los conspiradores (como ellos se han jactado
luego ) , los jacobinos formaron , para la salvación de la Francia , una le-
gión , un pueblo de acusadores públicos .
Pero á diferencia , y grande , de la Inquisición de la Edad Media
que por el confesonario y otros mil medios diferentes penetraba hasta
el fondo de las almas , la Inquisición revolucionaria no tenía á su dis-
posición más que medios exteriores , indicios frecuentemente inse-
guros .
De ahí una desconfianza excesiva , malsana , un espíritu tanto más
susceptible cuanto que tenía menos certidumbre de tocar al fondo . Todo
alarmaba, todo inquietaba , todo parecía sospechoso.
Temores muy naturales en el peligro en que se veía á la Francia ,
á la Revolución , á la causa del género humano . ¡ Esta feliz Revolución ,
esperada por miles de años , llegada al fin ayer y ya próxima á perecer !
Amenazada de un golpe á todas horas para los que la habían abrazado ,
puesta en el fondo de su corazón como la parte más preciosa de ellos
mismos . No era un bien exterior el que se trataba de quitarles , sino la
vida... Ninguno había sobrevivido .
Para hacer justicia á los jacobinos , hay que colocarse en su mo-
mento histórico y en su situación ; comprender las necesidades que los
cercaron .
Estaban frente á una asociación inmensa , mitad de idiotas , mitad
de cobardes ; lo que se llamaba , y lo que se llama el mundo de las bue-
nas gentes .
Por una parte dos delatores : el rey , que á todas horas denuncia su
pueblo á la Europa y el sacerdote que denuncia el pueblo á los necios ,
á las mujeres , á la Vendée .
Por otra parte la inepta alianza de Lafayette con Bouillé , en pro-
vecho de éste , y que (con buena intención ) pondría la Revolución en
las manos de sus enemigos .
¿Quién puede precisar al detalle , ciudad por ciudad , en los campos ,
en las aldeas , lo que era esta asociación del mundo llamado de las
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 453

buenas gentes , del mundo de los curas , del mundo de las mujeres , del
mundo de los nobles y de los casi nobles?
¡ Las mujeres ! ¡ Qué poder ! Con tales auxiliares ¿qué necesidad ha-
bía de la prensa? La palabra femenina es un vehículo mucho más eficaz .
Verdadera fuerza , tanto más decisiva cuanto que no tiene dureza algu-
na, que cede, que es elástica , y se dobla para mejor levantarse de nuevo ;
Decidles una palabra al oído ; pronto corre , llega , y agita , de día , de no-
che , por la mañana , en la cama , en el salón , en los mercados , y por la
noche en las conversaciones , en los corrillos de las puertas , por todas
partes , con el hombre , con el niño , con todos ... ¡ Fuerte ha de ser quien
resista !
He aquí un obstáculo real , terrible para la Revolución . ¿Y qué es
esto sino el avance del extranjero , el ataque de todos los ejércitos de Eu-
ropa?... Tengamos piedad de nuestros padres .
¿Quién, sin embargo , quería entrar en el detalle irritante del mun-
do noble y casi noble? De toda la podredumbre antigua de los parla-
mentarios , de su antigua política , es el obstáculo más real que Lafayette
asegura haber encontrado en París es la clientela baja , servil de comer-
ciantes , renteros pobres , prestamistas insignificantes que se unían ` al
clero y á los nobles . Y estos nobles volvían á encontrarse , gracias á La-
fayette y á las leyes revolucionarias , jefes , oficiales de sus clientes en
la guardia nacional .
Para resistir á todo esto hacía falta á la nueva asociación una or-
ganización muy fuerte , y la encontró en la sociedad de París . La origi-
nalidad primitiva de ésta fué menor en las teorías que en el genio prác-
tico de sus fundadores .
El principal fué Duport, y él quedó por algún tiempo como cabeza
de los jacobinos . « Lo que Duport ha pensado , se murmuraba , Barnave
lo dice y Lameth lo hace . » Mirabeau los llamaba triungueusat (triunvi-
rato de tunos . ) Por el vigor de los golpes que dirigieron á la realeza , se
los creyó republicanos , se les atribuyó un designio profundo, un pro-
yecto bien definido de cambiarlo todo de arriba abajo . Ellos mismos es-
taban orgullosos de esta mala fama . No la merecían . No eran más que
inconsecuentes . Resultó en el día crítico , que eran partidarios de la mo-
narquía que ellos mismos habían destruído.
Duport era siempre un pensador , una cabeza firme y más completa
que la de sus colegas : hombre de especulación . Tenía al mismo tiempo
demasiada experiencia revolucionaria antes de la misma Revolución .
Rival de Espresménil en el Parlamento , había sido uno de los principa-
les motores de la resistencia contra Colonne y Brienne . Debía conocer
á fondo la acción secreta de la policía parlamentaria , la organización
de las sublevaciones de los curiales y del pueblo en favor del Par-
lamento .
Durante las elecciones del 89 , empezó á reunir en su casa hombres
políticos (calle del Grand-Chantier , cerca del Temple) . Mirabeau y Lie-
454 J. MICHELET

ges fueron allí y no quisieron volver. « ¡ Políticos de caverna ! » , dijo Sie-


yes. El gran metafísico no quería tratar más que de ideas .
Duport quería llamar en auxilio de las ideas á la intriga subterrá-
nea, á la agitación popular, al motín si era necesario.
Nueva reunión en Versalles . Esta , cuyo fondo era la diputación de
Bretaña , se llamó el Club- Breton . Allí se preparaban bajo la influen-
cia de Duport, de Chapelier , etc. , muchas medidas audaces que salva-
ron la Revolución naciente . La minoría de la nobleza , mitad de ella
compuesta de señores filántropos y de señores descontentos , se mezcló
al club y llevó á él un espíritu muy diverso , bastante equívoco . Cor-
tesanos revolucionarios , los más intrigantes , los más audaces eran ami-
gos de Lameth , coroneles jóvenes , de familias favorecidas por la corte
pero poca satisfechas .
Nobles de Artois , querían ser erigidos en Franco-Condado . Un di-
putado de esta última provincia fué quien en Octubre del 89 , cuando
la Asamblea estuvo en París alquiló un local á los frailes llamados
Jacobinos para reunir á los diputados . Los frailes alquilaron su refecto-
rio por doscientos francos y por otros doscientos el mobiliario , mesas ,
cajas , etc. Más tarde el local no era suficiente , el club se hizo prestar
la biblioteca y por fin la iglesia . Las tumbas de los antiguos religiosos ,
la comunidad sepultada de Santo Tomás , los hermanos de Jacobo Cle-
mente se vieron mudos testigos y confidentes de las intrigas revolu-
cionarias .
Por otra parte , las miembros del Club-Breton , muchos diputados
que jamás habían venido á París y que no estaban muy tranquilos
después de las escenas de Octubre, creyéndose como perdidos en este
occéano de pueblo , se habían instalado en la calle de Saint- Honoré ,
cerca los unos de los otros , para encontrarse pronto si era necesario .
Ellos estaban á la puerta de la Asamblea que funcionaba entonces en
el Manége , hacia el lugar en que se cruzan las calles de Rívoli y de
Cartiglione . Les era muy cómodo reunirse casi enfrente del convento
utilizado por los jacobinos .
El primer día hubo cien diputados , luego doscientos , luego cua-
trocientos ... Tomaron el título de Amigos de la Constitución . En rea-
lidad ellos la hicieron Fué enteramente preparada por ellos : estos cua-
trocientos más unidos , más disciplinados , más exactos por otra parte
que los otros diputados , fueron dueños de la Asamblea . Ellos aporta-
ron las leyes y las elecciones : ellos solos nombraban los presidentes ,
los secretarios , etc. Ocultaron por algún tiempo todo este poder toman-
do á veces presidente en otras esferas que las suyas.
En el invierno del 89 toda la Francia vino á París . Muchos hom-
bres de gran representación querían entrar en los jacobinos . Estos ad-
mitieron, por lo pronto á algunos escritores distinguidos : el primero
fué Condorcet, después otras personas conocidas que debían ser presen-
tadas y recomendadas por seis miembros . No se entraba sino con pape-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 455

letas, que eran cuidadosamente examinadas en la puerta por dos miem-


bros allí colocados al efecto .
El club de los Jacobinos no podía limitarse por largo tiempo á ser
una comisión legislativa para preparar leyes . Pronto fué un gran co-
mité de policía revolucionaria .
La situación lo quería así . ¿De qué servía hacer la Constitución si
la corte por un golpe hábil derribaba esta construcción hábilmente eri-
gida? Se ha visto que á la noticia del complot de Brest, que según se
decía iba á ser entregado á los ingleses , Duport había hecho crear en 27
de Julio del 89 el Comité de investigaciones . El Comité no tenía otros
agentes que los mismos del gobierno que él debía vigilar . Estos agentes
que le faltaban los encontró en los jacobinos . Lafayette , que aprendió á
costa suya á conocer la organización , dice que el centro era una reunión
de diez hombres que ellos mismos llamaban el sábado , y que todos los
días tomaban órdenes de Lameth ; cada uno de los diez las transmitía á
otros diez representantes de batallones y secciones diferentes , de manera
que todas las secciones recibían á un tiempo mismo la misma denuncia
contra las autoridades , la misma proposición de levantamiento , etc.
Lafayette tenía de su parte al Comité de investigaciones de la
ciudad , y muchos adictos en la guardia nacional . Estas dos policías se
cruzaban entre sí y con la de la corte . La de los jacobinos , obrando en
el sentido del movimiento popular , de la ola que subía , encontraba tanta
facilidad como obstáculos las otras . Se entendía bien en todo , se orga-
nizaba en cada ciudad frente á las municipalidades , oponía á cada cuerpo
civil ó militar una sociedad de vigilancia y de denuncia .
Ya hemos hablado del Club del 89 , que Lafayette y Sieyes inten-
taron oponer por el momento á los jacobinos . Este club conciliador que
creía enlazar la monarquía con la Revolución , no hubiera logrado en el
caso de prosperar más que destruir la Revolución . Hoy que tantas cosas
secretas de entonces han salido á plena luz , podemos declarar con toda
seguridad que sin la más fuerte , la más enérgica acción , la Revolución
hubiera perecido . Si no se volvía agresiva estaba perdida . La imprudente
asociación de Bouillé y de Lafayette le había dado el golpe más grave .
Por los jacobinos pudo tomar la ofensiva .
El 2 de Septiembre se supo en París la noticia de Nancy , y el mismo
día , pocas horas después , cuarenta mil hombres llenaban las Tullerías y
asediaban á la Asamblea gritando: ¡ La destitución de los ministros ! ¡ La
cabeza de los ministros ! ¡ Los ministros á la linterna!
El efecto de la noticia fué amortiguado , la emoción dominada por :
la emoción , el terror por el terror .
La rapidez singular con que fué dispuesto este movimiento , prueba
á la vez el estado inflamable en que se hallaba el pueblo y la vigorosa
organización de la sociedad jacobína que podía , en cuanto diera la señal ,
realizar el hecho .
Y M. de Lafayette , con sus treinta y tantos mil hombres de guardia
456 J. MICHELET

La fiesta de la Federación en el Çampo de Marte. (Estampa de la época.)


"
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 457

nacional , con su policía militar y municipal, con los recursos del Hotel
de Ville, con los de la corte , un momento aproximado á él para dar el
golpe de Nancy, Lafayette, digo, con tantos recursos diversos no podía
hacer nada en esto.
El ministro contra el cual se lanzaba de pronto al pueblo , era el
que en este momento hacía menos . Necker , ministro de Hacienda , todo
lo que hacía era escribir . Acababa de publicar una memoria contra
• los asignados . Se enviaron algunas bandadas de gente á gritar contra
él y á amenazarle . Lafayette , que hería tan fuerte á Nancy, no osó herir
á París, y aconsejó á Necker ponerse en seguridad . A propuesta de un
diputado jacobino , la Asamblea decretó que ella misma dirigiría el Te-
soro público . Grave decisión ; uno de los golpes más violentos que se
pudo dar á la realeza .
He aquí los dos partidos , el jacobino y el constitucional , am-
bos empleando la violencia y el terror; Lafayette herido por Bouillé , los
jacobinos por la conmoción , terror de Nancy y terror de París . ¿Cuán-
tos siglos distamos de la federación de Julio? ¿Quién lo creería? Dista-
mos solamente dos meses . Esta hermosa luz de paz ¿ dónde está ya? El
sol brillante de Julio se anubla poco a poco . Entramos en un tiempo
sombrío de complots, de violencias . Desde Septiembre todo queda obs-
curo . La prensa, ardiente, inquieta , marcha á ciegas . Atisba , busca ,
pero no ve; tan sólo adivina . La inquisición de los jacobinos que co-
mienza, da débiles y falsos reflejos que á un mismo tiempo alumbran y
se oscurecen , como esas luces de la gran nave del convento de la calle
de Saint-Honoré , donde se reunen .
Una sola cosa aparecía clara en esta oscuridad ; era la insolencia de
los nobles .
Habían tomado en todas partes la actitud del reto y de la provo-
cación . Por doquiera insultaban á los patriotas, á las gentes más ino-
fensivas, á la guardia nacional . Muchas veces el pueblo intervenía y
resultaban escenas muy sangrientas .
Para no citar mas que un ejemplo , en Cahors dos hermanos , am-
bos nobles , tuvieron el capricho de insultar á un guardia nacional que
había cantado el Ça ira . Se quiso detenerlos : pero hirieron y mataron
á los que lo intentaban . Luego se metieron en su casa, y desde allí ,
haciéndose fuertes , pues tenían muchos fusiles cargados , dispararon so-
bre el pueblo y mataron á un gran número de hombres . Para terminar
esta carnicería hubo que prender fuego á la casa.
En la Asamblea misma , en el santuario de las leyes , no se oía más
que insultos y retos de gentileshombres . M. d' Ambly amenazaba á Mi-
rabeau con su baston .
Otro llegó hasta decir : -¿Por qué no caemos sobre esa gente espa-
da en mano?
Un quidam, enviado por ellos , persiguió por espacio de dos días
enteros á Carlos de Lameth para obligarlo á batirse . Lameth, muy va-
TOMO I 58
458 J. MICHELET

liente y muy discreto , rehusó obstinadamente honrarle con una esto-


cada . Al tercer día , como nada podía acabar con su paciencia , todo el
lado derecho en masa le acusó de cobardía . El joven duque de Castries
le insultó ; salieron , Lameth fué herido y de allí un gran furor en el
que La-
pueblo . Se dijo que la espada de Castries estaba envenenada y que
meth iba á morir.
Los jacobinos creyeron buena la ocasión para aterrar á los duelis-
tas . Sus agentes lanzaron á la multitud contra el hotel de Castries ; no
hubo golpes , ni muertes , ni robos , pero todos los muebles fueron des-
trozados y tirados á la calle . Todo esto tranquilamente , con método :
los invasores pusieron un centinela ante el retrato del rey , único objeto
respetado . Lafayette llegó , vió aquello y no pudo hacer nada; la mayor
parte de los guardias nacionales estaban indignados por la herida hecha
á Lameth, y creían que después de todo los amotinados tenían razón
(13 de Noviembre 1790) .
Desde este día el terror que inspiraban los duelistas , que poco á
poco iba disminuyendo el ascendiente de la nobleza , fué reemplazado
por otro terror: el de las venganzas del pueblo .
La superioridad que tenían los nobles en la esgrima desaparecía
ante la fuerza de la multitud . Habían intentado los nobles hacer cues-
tiones de honor todas las cuestiones de partido y abusaban de su des-
treza . Se les opuso el número .
Los revolucionarios más bravos , los que probaron después su valor
en los campos de batalla , rehusaron dar á los espadachines la ventaja
fácil de los combates individuales .
CAPITULO V

Lucha de principios en la Asamblea y con los Jacobinos

París á fines de 1790.- Círculo social « Boca de hierro. -El club del 89.- El club de los jacobinos.
-Robespierre en los jacobinos .- Origen de Robespierre. - Robespierre huérfano á los diez años;
sirviente del clero .-Sus ensayos literarios . - Juez de lo criminal en Arras; su dimisión -Aboga
contra el obispo. - Robespierre en los Estados generales.-El 5 de Octubre apoya á Maillard.—
Conspiración para dejarlo en ridículo. -Su soledad y su pobreza -Rompe con los Lameth.-
Marcha incierta o retrógrada de la Asamblea -Había restringido el número de los ciudadanos
activos. -Conducta doble de los Lameth y de los jacobinos de entonces. - Confían su periódico
á un orleanista (Noviembre).-Probidad de Robespierre. La política. -En 1790 se apoya úni-
camente sobre las grandes asociaciones que entonces existían en Francia: los jacobinos y los
curas.

Hacia fines del año de 1790 hubo un momento de aparente des-


canso, poco ó nada de movimiento . Nada más que un gran número de
coches que llenaban los caminos cubiertos de emigrados . Los provin-
cianos , en compensación venían á ver el gran espectáculo y observar á
París .
Descanso inquieto , sin reposo . Se admiraban , se asustaban de que
no hubiera acontecimientos . El ardiente Camilo estaba consternado de
no tener nada que contar; se casó en este entreacto y notificó este su-
ceso al mundo . Nada de conmociones : en plena guerra (como ya se no-
taba) esto no era natural . En realidad había dos sucesos inmensos .
Primeramente el rey entregaba la Francia á los reyes de Europa .
Además , contra la conspiración eclesiástica y aristocrática , se or-
ganizaba fuertemente la conjuración jacobina .
El rasgo saliente de la época es la multiplicación de los clubs , la
inmensa fermentación de París especialmente , de tal modo, que en cada
rincón de las calles se improvisaban asambleas . El brillante y monótono
París de la paz no da una idea del de entonces . Refugiémonos por un
momento en este París , agitado, ruidoso , violento , sucio y sombrío , pero
viviente , lleno de pasiones desbordadas .
460 J. MICHELET

Bien merece este examen el primer teatro de la Revolución y una


visita al Palais-Royal . Vamos derechos , apartemos del paso esta multitud
agitada, estos grupos ruidosos , estas desnudeces de mujeres dadas á las
libertades de la naturaleza . Atravesemos las estrechas galerías de ma-

LAVOISIER

dera, obstruídas , ahogadas , y por este pasaje obscuro por donde bajamos
quince escalones , nos colocamos en medio del Circo .
¡ Se predica! ¿Quién será oído en este lugar, en esta reunión tan
numerosa llena de mujeres de conducta dudosa? A la primera ojeada se
diría que era un sermón predicado á mujerzuelas ... Pero no , la reunión
es más grata, reconocemos un gran número de líteratos , de académicos :
al pie de la tribuna vemos á M. de Condorcet .
¿Es el orador acaso un clérigo? Por la vestidura sí; bella figura de


HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 461

unos cuarenta años , palabra ardiente , á veces seca y violenta , sin un-
ción , aire audaz , un tanto quimérico . Predicador, poeta ó profeta , no im-
porta : es el abate Fauchet . Este nuevo San Pablo habla entre dos The-
clas: la una que no le deja un momento ; quiera él ó no quiera le sigue
al club, al altar: tanto es su fervor ; la otra es una dama , una holandesa
de buen corazón y de alma noble : es madame Palus-Aelder, el orador
de las mujeres que predicó su emancipación . Ambas trabajan activa-
mente : Mademoiselle Kéralio publica un periódico .

CARLOS LAMETH

Me admira poco el que este profeta tan bien acompañado de mu-


jeres hable elocuentemente del amor ; el amor sale á cada instante de sus
ardientes palabras . Pero se trata del amor al género humano. ¿Qué
quiere? Parece exponer algún misterio desconocido que confía á tres mil
personas . Habla en nombre de la naturaleza , y sin embargo se cree
cristiano . Enlaza muy bien bajo una forma fracmasónica á Bacon y
á Jesús . Tan pronto á la vanguardia de la Revolución , tan pronto re-
trógrado , un día predica en honor de Lafayette , otro excede á los de-
mócratas Ꭹ funda la sociedad humana sobre el deber de dar á cada uno
de sus miembros la vida suficiente . Muchos , en su doctrina algo obscura ,"
creían ver la ley agraria .
462 J. MICHELET

Su periódico , el de El Círculo social para la federación de los


amigos de la verdad, se llamaba La Boca de hierro , título amenazador,
espantable . Esta boca siempre abierta (calle de la Antigua Comedia ,
cerca del café de Procopio) recibía noche y día los informes anónimos ,
las acusaciones que se querían enviar . Entran , pero tranquilizaos , la
mayor parte quedan inutilizados : La Boca de hierro no muerde.
Salgamos . En la crisis en que nos hallamos hay que vigilar , hay *
que preveer. Hay aquí muchas teorías , muchas mujeres y muchos en-
sueños . El aire no es sano para nosotros . El amor, la paz , cosas excelen-
tes sin duda; pero ¿ qué? la guerra ha empezado . ¿Se puede hacer abrazar
á los hombres los principios opuestos antes de conciliarlos? Por cima
del Circo , para aumentar mis desconfianzas , veo el Club sospecho-
so del 89 , con sus brillantes departamentos que resplandecen con
2 multitud de luces; está en el primer piso del Palais Royal; es el club
de Lafayette , Bailly, Mirabeau , Sieyes y de los que querían detener-
se antes de tener garantías . De tiempo en tiempo , estos ídolos populares
aparecen en el balcon , saludan como reyes á la multitud . El nervio
de este club opulento es un buen restaurant.
Me gusta más el pálido resplandor de los reverberos que de lejos
atraviesan la niebla de la calle de San Honoré ; me gusta más seguir la
negra oleada del pueblo que va todo él en el mismo sentido hasta la
pequeña puerta del convento de los Jacobinos . Allí es donde todas las
mañanas los obreros de la revuelta vienen á tomar la orden de La-
meth ó á recibir de Laclós el dinero del duque de Orleans . A esta
hora el club está abierto . Entremos con precaución , el sitio no está
muy alumbrado ... Gran reunión , verdaderamente seria , imponente .
Aquí , de todos los puntos de Francia , viene á resonar la opinión ;
aquí llueven de los departamentos las noticias verdaderas ó falsas , las
acusaciones justas ó no . De aquí parten las respuestas . Aquí está el
Grande Oriente , el centro de asociados ; aquí la gran Fracmasonería ;
no en el club del inocente Fauchet , que no tiene más que la forma
vana .
Sí, esta nave tenebrosa es algo más solemne . Mirad , si podéis ver,
ese gran número de diputados : han llegado á reunirse hasta cuatrocien-
tos; hoy estáis viendo cerca de doscientos , los principales agitadores .
Duport, Lameth y esa presuntuosa fisonomía provocativa, con la nariz
pronunciada , es el joven y brillante abogado Barnave . Para suplir á los
diputados ausentes , la sociedad ha admitido cerca de mil miembros to-
dos distinguidos .
Aquí no hay ningún hombre del pueblo . Los obreros vienen , pero
á otras horas, en otra sala , debajo de ésta . Se ha fundado , para su ins-
trucción, una sociedad paternal donde se les explica la Constitución .
Una sociedad de mujeres del pueblo comienza también á reunirse en
esta sala inferior .
Los jacobinos son una reunión distinguida , letrada . La literatura
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCËSA 463

francesa está aquí en mayoría . Laharpe , Chenier , Chamffort , An-


drieux , Sedaine y tantos otros ; abundan los artistas David , Vernet ,
Larive y
el joven actor Román Talma . En las puertas , para revisar
los billetes y reconocer á los miembros , hay dos porteros- censores :
Lais el cantor y el bello joven , digno discípulo de madame Genlis , el
hijo del duque de Orleans .
El hombre negro que está en el escritorio , que sonríe con un aire
sombrío , es el mismo agente del príncipe , el célebre autor de Los enla-
ces perjudiciales . ¡ Gran contraste ! En la tribuna está hablando Robes-
pierre.
Un hombre honrado es éste que no sale de los principios . Hombre
de buenas costumbres , hombre de talento . Su voz débil y un poco ás-
pera, su delgado y triste rostro su invariable traje color de oliva (tra-
je único, muy castigado por el cepillo) , todo esto indicaba demasiado
que los principios no enriquecen mucho al hombre que los mantiene .
Poco escuchado en la Asamblea nacional , aventaja , aventajará
siempre á los mismos jacobinos . El es la sociedad misma , nada más y
nada menos . El la expresa perfectamente , marcha con ella sin adelan-
tarse á ella jamás . Le seguiremos muy de cerca y con mucha aten-
ción , haciendo constar cada paso en su prudente carrera, notando tam-
bién sobre su pálido semblante el hondo trabajo que hará la Revolución ,
las arrugas precoces de las vigilias y los surcos del pensamiento . Hay
que decir algo de él antes de pintarle. Producto artificial de la fortu-
na y del trabajo , debió poco á la naturaleza ; se le comprendería poco
si no se conocieran á fondo las circunstancias que le produjeron y la
gran voluntad que lo impulsó .
Pocas criaturas humanas nacieron más desgraciadamente . Prime-
ramente ve caer desgracia sobre desgracia en su familia y en su fortu-
na; después fué adoptado , protegido por el alto clero , por un mundo de
grandes señores , hostil á las ideas , antipático al espíritu del siglo en
que se inspiraba el joven . Así no salía de una primera desgracia sino
para caer en otra más grande , la necesidad de ser ingrato .
Los Robespierre eran de padres á hijos , notarios de Carvin , cerca
de Lille . El acta más antigua que yo he visto de ellos data de 1600 .
Se les creía oriundos de Irlanda . Sus abuelos acaso habrían formado
parte en el siglo XVI de esas numerosas colonias irlandesas que ve-
nían á poblar los monasterios y los seminarios de la costa y recibían
de los jesuítas una sólida educación de ergotistas y disputadores . Allí
fueron educados , entre otros , Burke y O'Conell .
En el siglo XVII los Robespierre buscaron más vasto teatro . Una
rama se quedó en Carvin , pero la otra se estableció en Arras , gran
centro eclesiástico, político y jurídico , ciudad de Estados provinciales ,
de tribunales superiores , á donde afluían los negocios y los procesos,
En ninguna parte pesaban más la nobleza y la Iglesia . Hubo especial-
mente dos príncipes , ó mejor dos reyes de Arras , el obispo y el podero-
464 J. MICHELET

so abad de Saint-Waast, al cual pertenecía casi la tercera parte de la


ciudad . El obispo había conservado el derecho señorial de nombrar los

La vigilaticia mutua, la censura pública, hasta la delación oculta... (Pág. 452).

jueces en la audiencia de lo criminal . Hoy mismo su inmenso pala-


cio hace sombra á la mitad de Arras. Calles con nombres expresivos
que recuerdan una vida de trampas curialescas se enroscan húmedas,
HISTORIA DE LA revolución francesa 465

tristes , bajo los muros de este palacio ; calle del Consejo , calle de los
Relatores etc. En esta última, la más sombría y triste , en una casa
muy decente , de honrada burguesía , era donde vivía y trabajaba día
y noche escribiendo un abogado del consejo de Artois , laborioso y
honrado , que fué el padre de Robespierre en 1758 .
No era rico más que en estima pública y en honor doméstico ; ha-
biendo tenido la desgracia de perder á su mujer, su vida quedó destro-
zada. Cayó en una inconsolable tristeza , y quedando incapaz para los
negocios , cesó de abogar . Le aconsejaron que viajara . Partió y no dió
noticias de su paradero; siempre se ha ignorado lo que había sido de él .
Cuatro niños quedaron abandonados en esta gran casa desierta . El
mayor, Maximiliano , se encontró á los diez ú once años jefe de la fami-
lia , tutor en cierto modo de su hermano y de sus dos hermanas . Su ca-
rácter cambió de pronto por completo , llegó á ser lo que luego fué
siempre , un hombre muy serio ; su cara podía sonreir; una especie de
falsa sonrisa llegó á ser más tarde su expresión habitual , pero su corazón
no rió ya jamás . Tan joven , se encontró de pronto padre , maestro , di-
rector de la pequeña familia que había de mantener .
Este hombrecito , tan maduro , era el mejor discípulo del colegio de
Arras . Para tan excelente muchacho se obtuvo sin dificultaddel abad de
Saint-Waast, una de las becas de que se disponía en el colegio de Luis
el Grande . Llegó , pues , solo á París separado de sus hermanos y her-
manas , sin otra recomendación que una para un canónigo de Nuestra
Señora, con quien se relacionó en seguida . Al mismo tiempo recibió la
noticia de haber muerto una de sus hermanas , la más joven y la más
querida .
Entre estos grandes muros sombríos de Luis el Grande , ennegre-
cidos por la sombra de los jesuítas , en los claustros profundos á donde
el sol sólo bajaba de tarde en tarde , el huérfano se paseaba solo , te-
niendo apenas relación con la juventud alegre y feliz . Los otros alum-
nos , que tenían parientes y que en las vacaciones respiraban el aire de
la familia y del mundo , sentían menos el ambiente penoso de esta
educación triste , que agosta el alma en flor , que la quema con su ari-
dez . Esta educación mordió profundamente en el alma de Robespierre .
Huérfano y pensionado sin protección , le era preciso protegerse á
sí mismo por su mérito, por sus esfuerzos , por una conducta excelente .
A un alumno pensionado se le exige siempre más que á los otros . El
primer lugar en las clases y los premios , que son la corona de los otros
alumnos , resultan como un tributo del pensionado , un pago que forzo-
samente ha de hacer á sus protectores . Posicion humilde, triste y dura ,
que si influyó en el alma de Robespierre , no alteró en cambio el carác-
ter de Camilo Desmoulins , que también fué pensionista gratuito en el
mismo colegio . Desmoulins era más joven; Dauton tenía próximamente
la misma edad que Robespierre ; todos asistían á las mismas clases .
Siete ú ocho años pasaron de este modo para Robespierre . Después
ΤΟΜΟ Ι 59

1
466 J. MICHELET

estudió el derecho como todo el mundo y entró á trabajar en el estudio


de un procurador . Se distinguió poco en la curia . Aunque razonador y
lógico por naturaleza , era amigo de abstracciones metafísicas y no pudo
acostumbrarse nunca á la sofística de la abogacía y á las sutilidades de
los pleitistas . Nutrido de Rousseau , de Mably y otros filósofos de la
época , no descendía voluntariamente á las generalidades de la vida
vulgar . Por esto le fué preciso regresar á Arras para seguir la vida
tranquila de provincia . Como era laureado del Colegio de Luis el Gran-
de, fué muy bien recibido por la sociedad de Arras y obtuvo algún
éxito en los salones como cultivador de la literatura académica .
La Academia de los Rosati , que en sus certámenes poéticos daba
como premio á los versos , admitió en su seno á Robespierre .
Este rimaba como pudiera hacerlo cualquier otro , con meticulosa co-
rrección , pero sin grandeza poética . Escribió un elogio á Gresset y ob-
tuvo un accésit ; después produjo otro trabajo sobre un tema más gra-
ve , la responsabilidad moral del crimen y su influencia sobre los
parientes del criminal . Todo esto escrito en estilo amanerado é impreg-
nado de un sentimentalismo pastoral . El joven escritor despertó una
tierna impresión en una señorita de Arras , hermosa y sentimental . La
joven le juró casarse con él ó permanecer siempre soltera ( 1 ) . Al regre-
sar Robespierre de un viaje la encontró casada.
El clero, que naturalmente se encontraba orgulloso de haber prote-
gido y pensionado á un alumno tan laborioso , conservaba con él muy
buenas relaciones . Por esto Robespierre obtuvo del abad de Saint-
Waast que concediera á su hermano menor la misma beca que había
disfrutado él en el colegio de San Luis el Grande . El obispo le nombró
miembro del tribunal de lo criminal ; pero viéndose un día Robespierre
obligado á condenar á muerte á un asesino , sintióse afectado tan pro-
fundamente , según aseguró su hermana , que presentó la dimisión .
En vísperas de la Revolución Robespierre supo oportunamente
abandonar el odioso oficio de juez del antiguo régimen nombrado por
los sacerdotes . Se dedicó al ejercicio de la abogacía . Era muy acertado
poner de acuerdo sus opiniones con sus medios de vida y esperar , aunque
ganase poco ó nada . Aunque su situación económica resultaba angus-
tiosa y vivía en la pobreza , guiábase en su profesión por los escrúpulos
de conciencia y no aceptaba todos los clientes : escogía las causas y sólo
defendía aquellas que consideraba justas . Su situación fué muy emba-
razosa una vez que una comisión de campesinos le visitó para pedirle
que defendiera sus derechos en un pleito contra el obispo de Arras , su
antiguo protector . Robespierre examinó el derecho que alegaban los
campesinos y lo encontró indiscutible : es indudable que en aquella época

(1) De ella indudablemente habla la inscripción del primer retrato que se conoce de Ro-
bespierre. En el aparece muy joven , muy compuesto y hasta afeminado, con una rosa en una
mano y la otra mano sobre el corazón . Bajo del retrato una inscripción que dice: «Todo por
mi amiga .»>
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 467

ningún otro abogado se hubiera atrevido á discutir los intereses del


obispo , que era el verdadero rey de la ciudad . Robespierre , que consi-
deraba la abogacía como un sacerdocio de la verdad, puso sus conve-
niencias particulares , sus sentimientos y su agradecimiento á los pies
de la justicia , y sin petulancia , con la calma del que cumple un deber ,
habló en el tribunal contra su antiguo protector . Ningún país más pro-
pio que el Artois para formar amigos ardientes de la libertad , por lo
mismo que ninguno había sufrido tanto las consecuencias de la tiranía
clerical y feudal . La tierra cultivable estaba toda en manos de señores-
nobles y señores-eclesiásticos . La autoridad popular reducíase en todo el
Artois á una veintena de alcaldes que eran nombrados por los señores .
Estos , entre los que figuraban los Latour-Maubourg , los D' Estournel ,
los Lameth, etc. , tenían la administración pública fija en sus manos
como un bien hereditario . Administración admirable y rara por sus pro-
gresos dentro del absurdo . Al principio todo poseedor de un feudo tenía
voz en las decisiones de esta administración ; después exigieron los se-
ñores que sólo pudieran intervenir en ella los que tuvieran en su escudo
cuatro cuarteles de nobleza ; luego fueron necesarios siete cuarteles , y
en vísperas de la Revolución sólo se contentaban los señores con que los
intereses públicos estuvieran únicamente en manos de los que osten-
taran diez cuarteles de nobleza .
No hay , pues , que admirarse de que al enviar esta provincia , emi-
nentemente retrógrada , un rígido partidario de las ideas nuevas á los
Estados generales , este hombre , que era Robespierre , acostumbrado á
luchar de frente con terribles enemigos , ignorase las líneas curvas para
combatir , sólo conociese la recta y aportase á la Revolución una especie
de espíritu geométrico , siendo él su escuadra, su compás y su nivel .
Abandonó Arras al ser nombrado representante y volvió á encon-
trar á Arras en los bancos de la Asamblea. Allí le salieron al encuentro
otra vez el odio implacable de los prelados por su antiguo protegido , al
que consideraban un tránsfuga , y el menosprecio de los grandes señores
de Artois hacia un abogadillo educado por caridad y que sin embargo
venía á sentarse al lado de ellos . Esta malevolencia, bien marcada ,
aumentó aún más la timidez natural de aquel debutante en la Asamblea .
Según testimonio de Esteban Dumont, cuando Robespierre subió por
primera vez á la tribuna de la Asamblea , temblaba como la hoja en el ár-
bol . Más familiarizado después con el auditorio , adquirió cierto aplomo .
Cuando el clero en Mayo del 89 fué pérfidamente á rogar á la Asamblea
que tuviera piedad del pobre pueblo y comenzara pronto sus trabajos ,
Robespierre contestó á la comisión de obispos y abates con agria vehe-
mencia , y se vió sostenido por la aprobación de toda la Asamblea , pues
siguiendo el arrebato de su pasión , estuvo muy elocuente .
La noche del 4 de Agosto estuvo ausente de la Asamblea , y deso-
lado de haber perdido una tan bella ocasión , se aprovechó ávidamente
de las peligrosas circunstancias del 5 de Octubre . Cuando Maillard , el
468 J. MICHELET

orador de las mujeres de París , se presentó en la barra para arengar á


la Asamblea , todos los diputados mostráronse hostiles y mudos , pero
Robespierre se levantó por dos veces para apoyar á Maillard del pueblo
de París amotinado .
Grave iniciativa que decidió de su suerte , designando á este dipu-

tado tímido como infinitamente audaz y peligroso ; mostrando á sus


amigos sobre todo que un hombre así no se comprometería con ellos ni
seguiría dócilmente la disciplina del partido . En venganza , se convino
entonces entre los diputados jacobinos nobles que este ambicioso se

Choderlos de Laclos.

haría el hombre ridículo de la Asamblea , el que debía divertir á todo el


mundo sin distinción de partidos .
En los momentos de fastidio de las grandes Asambleas siempre
hay alguno que es inmolado á la diversión de todos , á pesar de que mu-
chas veces este víctima no es de los menos razonables . En estos mo-
mentos de irrisión los enemigos más implacables se aproximan riendo
juntos y la concordia resucita por un instante : no hay ya más que un
enemigo; la víctima en la que se ceban las burlas .
Para poner á un hombre en ridículo hay un procedimiento muy
sencillo; que sus amigos sonrían cuando él hable . Los hombres son ge-
neralmente tan ligeros , tan fáciles de alborozar , tan cobardemente imi-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 469

tadores , que una sonrisa del lado izquierdo de la Asamblea de los Bar-
nave ó de los Lameth cuando hablaba Robespierre bastaba infalible-

ril
:-

Collingriver

«Sólo podréis elegir á los ricos .... (Pág. 473 ) .

mente para provocar la risa de todos los diputados . Sólo un hombre


parece que no tomó parte alguna en estas indignidades ; el hombre ver-
daderamente fuerte : Mirabeau . El respondió siempre seriamente y con
deferencia á este adversario débil ante su gran poder, respetando en él
470 J. MICHELET

la imagen del fanatismo , de la pasión sincera , del trabajo perseverante .


Satirizaba finamente , con la indulgencia y la bondad del genio , el pro-
fundo orgullo de Robespierre , el culto religioso que se profesaba á sí
mismo , á su persona y sus palabras . «Ese hombre- decía Mirabeau-
irá lejos porque cree todo lo que dice . >
»
La Asamblea, rica en oradores , tenía derecho á mostrarse exigente .
Habituada á la figura leonina de Mirabeau , á la audaz suficiencia de
Barnave , á la vehemencia de Cazalés y al luchador é insolente Maury,
encontraba pesado é irresistible á aquel Robespierre con su cara de in-
digente y su timidez de medianía . Su constante tensión de músculos y
de voz , el esfuerzo monótono de su oratoria y su aire de miope causa-
ban una impresión pesada y fatigosa . Para colmo de males , Robespie-
rre no tenía siquiera el consuelo de ver impresos sus pensamientos . Los
periodistas , por antipatía , por negligencia ó tal vez por recomendación
de los amigos, mutilaban cruelmente sus discursos más bien prepara-
dos . Se obstinaban en no saber su nombre, en no publicarlo , y en las
reseñas de las sesiones le llamaban siempre un diputado ó el Sr. N. , Ó
bien suplían su apellido con tres asteriscos .
Perseguido de este modo Robespierre , aprovechaba todas las oca-
siones ávidamente para hacer oir su voz, y esta resolución de hablar
siempre y con motivo de cualquier asunto le ponía más en ridículo . Por
ejemplo, cuando el americano Paúl Jones se presentó á felicitar á la
Asamblea, le contestó el presidente y todo el mundo juzgó suficiente la
respuesta . Pero se levantó, obstinándose en contestarle también con el
correspondiente discurso . Murmullos , interrupciones y carcajadas aco-
gieron sus primeras palabras . Con gran esfuerzo pudo decir algunas
frases insignificantes é inútiles ; pero antes de sentarse hizo un llama-
miento á las tribunas del público reclamando libertad para sus opinio-
nes y diciendo que se quería ahogar su voz . El abate Maury hizo reir á
todo el mundo , pidiendo irónicamente que se imprimiera el discurso de
Robespierre por cuenta del Estado .
Para olvidar estas mortificaciones , tan sensibles para su extremada
vanidad , Robespierre no tenía ningún consuelo , ni el de las comodida-
des , ni el de la familia , ni el de los amigos . Estaba solo y era pobre .
Se consolaba trabajando en su triste habitación de la calle de Saintouge ,
en el desierto barrio del Marais . Habitación fría , pobre y casi sin mue-
bles . Vivía con gran estrechez de su salario de diputado , del cual sólo
se reservaba la mitad . Una cuarta parte la enviaba á Arras , á su her-
mana Carlota , para su manutención ; la otra cuarta parte la entregaba
á una querida , á la que amaba mucho y que no correspondía á su cari-
ño , pues le trataba mal y muchos días le cerraba la puerta , negándose á
recibirle ( 1 ) . Era muy frugal en la comida ; su alimentación diaria le
costaba unos treinta sueldos , y aún así apenas si podía renovar su ves-

(1) Estos detalles los debo à las memorias de M. Villiers, el cual vivió con Robespierre
en 1790 sirviendole de secretario gratuitamente y á las «Memorias de Carlota Robespierre .»
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 471

tuario . Cuando la Asamblea acordó vestir de duelo por la muerte de


Franklin , Robespierre se vió en gran embarazo . Por fin encontró un
amigo que le prestó un traje de tricot negro; pero era un hombre mu-
cho más alto y Robespierre se presentó en la Asamblea con un traje
del que le sobraban más de seis pulgadas .
Sólo encontraba distracción en el trabajo; mas para éste sólo podía
disponer de las noches , pasando los días enteros inmóvil y asiduo en los
Jacobinos ó en la Asamblea , salas malsanas y de ambiente asfixiante
que proporcionaron á Mirabeau graves oftalmias y hemorragias á Robes-
pierre . Teniendo en cuenta las diferencias que se notan en sus retratos ,
su temperamento debió sufrir una grave alteración . Su rostro , hasta en-
tonces joven y fresco , quedó pálido y enjuto . Una concentración extre-
mada de todas sus facciones , una especie de contracción de los músculos ,
formó en adelante su fisonomía . No se revelaba en él ninguno de los
signos del genio.
Su único placer intelectual consistía en repasar y limar meticulosa-
mente sus discursos , de estilo muy puro , pero completamente incoloros
y monótonos : complicaba con este trabajo de retoque la facilidad de su
estilo , y poco á poco acabó por escribir con gran dificultad .

Lo que más le sirvió en su carrera política para colocarse por encima


de su partido , fué romper con los Lameth , librándose de la cadena de
esta equívoca amistad . Una mañana Robespierre fué al palacio de los
Lameth y éstos no pudieron ó no quisieron recibirle . Ya no volvió más
á visitarles .
Libre de los hombres de los expedientes , se convirtió él en el hom-
bre de los principios .
Su papel fué desde entonces tan simple como importante . Resultó
en adelante el gran obstáculo para aquellos hombres que le habían ale-
jado de su lado . Hombres de negocios y de partido , cada vez que inten-
taban una transacción entre los principios y los intereses , entre el de-
recho y las circunstancias, tropezaban con el obstáculo que les oponía
Robespierre en nombre del derecho abstracto y absoluto . Contra las
soluciones de aquellos bastardos , á estilo anglo-sajón y falsamente cons-
titucionales , él presentaba sus teorías , que no eran francesas , sino uni-
versales , como tomadas de El contrato social, el ideal legislativo de
Rousseau y de Mably.
Indignados ellos , se agitaban é intrigaban : Robespierre permanecía
inmutable . Se mezclaban ellos en todo , daban soluciones , negociaban
inteligencias , se comprometían de todas las maneras : él defendía los
principios y nada más . Los otros parecían procuradores : él un filósofo ,
un sacerdote del derecho . Esta diferencia de conducta forzosamente había
de gastar y desacreditar con el tiempo á los enemigos de Robespierre .
Defensor fiel de los principios y siempre protestando en nombre de
su pureza, raramente se explicó , sin embargo, sobre su aplicación : no
quiso aventurarse en el escabroso terreno de los medios prácticos . Ha-
472 J. MICHELET

blaba siempre de lo que debía hacerse, pero raramente, muy raramente


quiso hablar de cómo debía hacerse . Así la política apenas tuvo para él
responsabilidades , pues los sucesos no venían á desmentirle ni á demos-
trar sus errores .
Esta misión de defensor inmutable de las ideas era fácil de cumplir
en una Asamblea como aquella que flotaba siempre , avanzaba ó retro-
cedía , perdiendo de vista á cada momento el principio de la Revolución ,
aquel principio en cuya virtud existía la misma Asamblea .
¿Cuál era este principio? Ninguno lo formulaba bien , pero muchí-
simos lo tenían en el corazón . Era el derecho , no de las cosas (de las
propiedades ó de los fondos ) , sino el derecho de los hombres : el derecho
igual para todas las almas humanas , principio esencialmente espiritua-
lista . Este principio fué seguido en las primeras elecciones : todos , propie-
tarios y no propietarios , votaron igualmente . La Declaración de los De-
rechos del hombre reconocía la igualdad de los hombres , y todo el
mundo comprendió que esto equivalía al derecho igual para todos los
ciudadanos .
Pero en Octubre del 89 la Asamblea no reconoció derecho electoral
más que á los que pagaran como contribución el valor de tres jornales .
De seis millones de ciudadanos que dieron su voto con el sufragio uni-
versal , los electores quedaron reducidos á cuatro millones . La Asamblea ,
restringiendo el sufragio , quería librarse de dos enemigos opuestos : la
demagogia de las ciudades y la influencia aristocrática en los campos .
Temía que votasen los doscientos mil mendigos que había sólo en
París , sin contar otras ciudades y el millón de campesinos que depen-
dían de los señores .
La Asamblea se equivocaba. Las campiñas que creía sumidas en
el servilismo , se mostraban muy al contrario , generalmente revolucio-
narias . Casi en todas partes los campesinos se habían abrazado á las le-
gítimas esperanzas que hacía concebir el nuevo orden de cosas . Con las
federaciones las aldeas se habían casado en masa unas con otras , indi-
cando que no separaban las ideas de orden y paz de la libertad .
Era inmensa la fe de este pueblo : por esto resultaba injusto no te-
ner fe en él . Necesitábase un gran caudal de faltas , errores é infideli-
dades para anular en él ese sentimiento de fe que tenía en la Revolu-
ción . El pueblo creía en todo , en las ideas y en los hombres , y se es-
forzaba siempre por encarnar las unas en los otros . Un día le parecía
que la Revolución residía en Mirabeau , al día siguiente en Bailly ó La-
fayette . Hasta las figuras secas é ingratas de los Lameth y de Bar-
nave le inspiraban confianza . Engañado siempre , seguía , sin embargo ,
adelante con sus ídolos , obstinado en creer .
Los corazones estaban perpetuamente abiertos ; el alma popular se
había agigantado . Jamás se ha conocido transformación más rápida . La
encantadora Circé convertía los hombres en bestias : la Revolución hizo
lo contrario .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 473

Aunque los hombres estaban poco preparados para tal transforma-


ción , el rápido instinto de la Francia suplió la falta . Una muchedumbre
de hombres ignorantes comprendía todos los asuntos públicos .
Decir á estas masas ardorosas , inteligentes y enérgicas que vota-
ron en 1789 que ya no tendrían en adelante este derecho , reservar el
nombre de ciudadanos activos á los electores , haciendo descender á los
no electores á la categoría de ciudadanos pasivos , de ciudadanos no ciu-
dadanos , resultaba como una especie de contrarrevolución .
Más extraño resultaba aún decir á los electores reunidos : - « Sólo
podréis elegir á los ricos . » Unicamente podían ser elegidos diputados
los que pagasen 54 libras de contribución .
Las discusiones empeñadas que provocó esta reforma dieron motivo
á los constitucionales y á los economistas para desarrollar descarada-
mente sus doctrinas materialistas y groseras sobre el derecho de la pro-
piedad . Algunos economistas llegaron hasta á sostener que únicamente
los propietarios son miembros de la sociedad y que ésta reside en ellos .
A pesar de la restricción , el ejercicio de los derechos políticos esta-
ba confiado aún á muchos ciudadanos , pues los jueces , asesores y admi-
nistradores creados por la Asamblea , que ascendían á 1.300.000 , figu-
raban también en los ciudadanos activos.
El intento de la Asamblea aún fué más lejos , pues ensayó el res-
tringir la Guardia Nacional , no dejando figurar en ella más que á los
activos , con lo cual se desarmaba al pueblo victorioso que acababa de
hacer la Revolución .
Esta desconfianza en el pueblo , este materialismo burgués que sólo
veía en la propiedad una garantía del orden , obtuvo cada día más par-
tidarios en la Asamblea Constituyente . A cada revuelta sin importan-
cia , eran más defendidos estos procedimientos restrictivos . Sieyes , Tohu-
ret, Chapelier, Rabaut de Saint-Etienne fueron retrocediendo y olvi-
dando sus antecedentes revolucionarios . Lo que es más extraño aún;
algunos que daban la orden para la revuelta y el motín los dirigían ,
como Duport, Lameth y Barnave ; después como diputados votaban con
el mayor descaro leyes encaminadas á desarmar aquel mismo pueblo
que ellos agitaban desde la sala de los Jacobinos .
La situación de estos tres hombres fué singularmente doble y en-
gañadora durante todo el año 90. Su popularidad había llegado al apo-
geo, por la lucha que sostuvieron contra Mirabeau , en la gran circuns-
tancia de discutirse el derecho del rey á resolver la paz y la guerra . Y
en el fondo sus opiniones y las de Mirabeau no diferían gran cosa . Los
unos y el otro eran lo mismo : realistas .
Lo que les impulsaba á combatir á Mirabeau , además del ansia
de popularidad , eran los celos . Mirabeau , por su parte , les despreciaba .
Al único hombre que odió hasta el último día de su vida fué á Alejan-
dro Lameth .
Si los Lameth , Duport y Barnave , por su afán de transigir y estar
ΤΟΜΟ Ι 60
474 J. MICHELET

bien con todos intentaban aproximarse á Mirabeau , sabían que inme-


diatamente le dejaban el puesto libre á Robespierre , el cual se haría
dueño de los Jacobinos .
Les pesaba figurar en la vanguardia de la Revolución , pero no que-
rían ceder el puesto á Robespierre . En esta lucha sosteníase su popula-
ridad , empleando todos los medios de la intriga.
En esto sobrevinieron los sucesos de Nancy . Votaron ellos con
Mirabeau en favor de Bouillé y Lafayette y en contra de los soldados
que la sociedad jacobina , de la que ellos eran inspiradores , había exci-
tado , impulsándoles á la sublevación .
La Asamblea , bajo esta influencia retrógrada más ó menos franca-
mente , votó el 6 de Septiembre una ley ordenando que durante dos
años no se celebraran Asambleas primarias y que los electores nombra-
dos anteriormente por los electores primarios fueran los únicos que du-
rante estos dos años ejerciesen el poder electoral .
Los Lameth estaban arrepentidos de haber votado , por odio á Mi-
rabeau , el decreto que prohibía á los diputados el ser ministros . Creían
ellos indudable que en las nuevas circunstancias un cambio ministerial
pondría el poder en sus manos ó las de sus amigos . Por esto insistieron
vivamente en que la Asamblea rogase al rey que despidiera á sus mi-
nistros ; pero la Asamblea , contra lo que ellos esperaban , se opuso á
ello , y Camus, Chapelier y doscientos diputados de la izquierda , vota-
ron por la negativa .
Entonces creyeron oportuno provocar un gran movimiento de las
secciones de París que pidieran no sólo la caída de los ministros , sino
su procesamiento . Esta petición fué presentada á la Asamblea por me-
dio de un abogado , casi desconocido entonces , que se llamaba Danton :
la primera aparición de esta cabeza de Mednsa revelaba en él al hombre
que no había de retroceder delante de ningún medio de terror .
La corte, que en esta época cifraba todas sus esperanzas en los
excesos de los exaltados y tenía gran interés en demostrar á los ojos de
Europa , para obtener mejor su auxilio , que la monarquía estaba anula-
da en Francia , quería que el rey entregase á la Asamblea el derecho de
elegir ella misma los ministros . Mirabeau , que veía el peligro , se opuso
violentamente , fundándose en el mismo decreto que impedía á los dipu-
tados ser ministros .
El triunvirato se convenció de que no lograría nunca que la corte
le diese el poder .
Los Lameth , educados en Versalles y protegidos por el rey en su
juventud , sabían que por su ingratitud eran objeto de un odio personal
en toda la corte . Esto les obligó á hacer un cambio muy grave y que
indicaba su definitivo alejamiento de Luis XVI: se hicieron partidarios
del duque de Orleans .
El 30 de Octubre los obispos publicaron una Exposición de princi-
pios, manifiesto de resistencia escrito en estilo amenazante y que esta-
HISTORIA DE La revolución francesa 475

blecía una especie de terror eclesiástico para intimidar á todo el clero


inferior amigo de la Revolución . Al día siguiente los jacobinos , como
en represalias , decidieron crear un diario consagrado á publicar en ex-
tractos la correspondencia que la sociedad central sostenía con las socie-
dades de los departamentos ; publicación formidable que iba á lanzar en
plena luz una masa enorme de acusaciones contra el alto clero y los
nobles . Un diario de tal clase , que iba á designar á tantos hombres al
odio del pueblo y tal vez á la muerte, resultaba en la realidad una ma-
gistratura terrible . El hombre que debía escoger y extractar en este
inmenso cúmulo de cartas los nombres y los hechos dignos de publica-
ción iba á estar investido de un extraño y nuevo poder que podía titu-
larse la dictadura de la delación .
Los altos directores de los Jacobinos eran aún en esta época Du-
port, Barnave y Lameth . ¿Quién fué el grave censor , el hombre irre-
prochable y puro á quien confiaron tan inmenso poder? ¿Quién lo cree-
ría? El autor de Las relaciones peligrosas, el agente conocido del
duque de Orleans , el famoso Choderlos de Laclos . Era este mismo el
que á la sombra del Palais Royal y á la puerta de su amo el duque pu-
blicaba todas las semanas un resumen de acusaciones con el título poco
exacto de Diario de los amigos de la Constitución . Digo poco exacto
porque no daba ninguna noticia de los debates de la sociedad de París ,
como si quisiera hacer de esto un misterio , é insertaba únicamente las
cartas recibidas de las sociedades de provincias , llenas de acusaciones
colectivas y anónimas . A esto añadía Laclos algún artículo insignifi-
cante defendiendo cautelosamente al partido orleanista , de modo que
durante siete meses , desde Noviembre á Junio , el orleanismo recorrió
la Francia , oculto bajo la bandera respetada de la sociedad jacobina.
Esta gran máquina popular , apartada de sus verdaderas funciones , tra-
bajaba sin saberlo en provecho de un Orleans que soñaba con ser rey .
Es indudable que los directores de los Jacobinos no hubieran tolerado
esta extraña transacción, á no ser porque resultaban indispensables los
socorros pecuniarios de los orleanistas para los movimientos que organi-
zaba en París . La corte , que siempre conocía las cosas demasiado tarde ,
comenzó á lamentarse de no haber sabido atraerse oportunamente á
estos hombres peligrosos . Queriendo remediar su descuido , se dirigió
en Diciembre del 90 á Barnave , halagando su vanidad , de todos cono-
cida; después á Lameth , en Abril del 91. Pidió consejos á Barnave como
los había pedido á Mirabeau , á Bergasse y á todo el mundo ; pero á
todo el mundo engañaba ella , no escuchando más que á Breteuil , el
realista furibundo, el consejero de la huída , de la guerra civil y de la
venganza .
El pueblo no estaba en el secreto de todas estas intrigas villanas .
Mas por instinto las adivinaba . De cualquier lado que se volviera no veía
nada seguro, ningún hombre que le inspirara confianza . Desde las tri-
bunas de la Asamblea y desde las de los Jacobinos , miraba Ꭹ buscaba
476 J. MICHELET

una figura que revelase honradez y probidad . Las de sus defensores no


revelaban más que intrigas, fatuidad é insolencia , cuando no corrupción .
Sólo la figura de un hombre parecía decir : «Yo soy honrado . » > Su
traje y su gesto así lo decían . Sus principios no revelaban más que moral
é interés por el pueblo : los principios , siempre los principios . El hombre
no era de aspecto muy atractivo; su persona era austera y triste . Su
aspecto, más que popular era académico , con cierta expresión aristocrá-
tica por la corrección extremada de sus ademanes y su traje . Ninguna
amistad , ninguna familiaridad : conservábase á cierta distancia hasta de
sus antiguos camaradas de colegio .
A pesar de todas estas circunstancias , que eran las menos adecuadas
para hacer popular á un hombre, el pueblo sentía tal hambre y sed de
derecho, que el orador de los principios , el hombre del derecho absoluto ,
el hombre que profesaba la virtud y en el cual la figura seria y triste
parecía ser su imagen , el melancólico Robespierre , acabó siendo el fa-
vorito del pueblo . Cuanto peor tratado era en la Asamblea , más gustaba
al público de las tribunas. Robespierre , en sus discursos , se dirigía
muchas veces á las tribunas , á esta segunda Asamblea , que desde lo alto
pesaba sobre las deliberaciones , y creyéndose en realidad superior como
pueblo y como soberano , reclamaba el derecho á intervenir , silbando
muchas veces á sus delegados .
Con mayor razón aún , debía Robespierre adquirir un gran ascen-
diente en los Jacobinos . No faltaba á ninguna sesión : era maravillosa-
mente asiduo y laborioso , siempre en la brecha, hablando sobre todas
las cuestiones . En el trato con las Asambleas como en el trato con las
mujeres , la asiduidad es siempre el principal mérito . Muchos se cansa-
ron, se fastidiaron , desertando del Club ; Robespierre fastidiaba á los
demás , pero él no se fastidiaba nunca . Los antiguos partieron y Robes-
pierre se quedó . Llegaron otros en gran número y encontraron al inmu-
table Robespierre . Los nuevos jacobinos no eran diputados ; pero ardo-
rosos é impacientes por llegar á los negocios públicos , formaron preci-
pitadamente la Asamblea del porvenir .
Robespierre carecía de la audacia política , del sentimiento de la
propia fuerza , que es lo que da autoridad . No tenía siquiera la ventaja
de pensar por cuenta propia , pues seguía de demasiado cerca á sus maes-
tros Rousseau y Mably. Le faltaba , en fin , el conocimiento variado
de los hombres y las cosas: conocía poco la historia y poco el mundo
europeo .
Pero en cambio , él tenía sobre todos la fuerza de una voluntad per-
severante y un trabajo concienzudo en el que nunca se fatigaba .
Este hombre , á quien todos creían lejos de la realidad , viviendo en
la alta esfera de los principios puros y sumido en abstracciones , se dió
cuenta de la situación mejor que nadie . El supo perfectamente lo que no
supieron ni Sieyes ni Mirabeau : dónde estaba la fuerza y lo que había
que hacer para buscarla .
HISTORIA DE La revolución francesa 477

Los fuertes quieren emplear la fuerza por ellos mismos . Los polí–
ticos van á buscarla donde saben que se halla . Había entonces dos fuerzas
en Francia , dos grandes asociaciones : la una eminentemente revolucio-
naria , los Jacobinos , la otra el clero inferior: una masa de ochenta mil
curas á quienes libertaba la Revolución y que era posible asimilar á ella .
Esta era la opinión general . No hay que examinar si moralmente y
con toda sinceridad la idea del cristianismo podía ser conciliada con la
de la Revolución .
Robespierre juzgó la cosa como político , no buscando una forma de
asociación nueva en estudios profundos sobre el cristianismo y la Revo-
lución . Tomó las cosas tal como existían y se dijo que el que tuviera á
su lado á los jacobinos y al clero inferior , íntimamente unidos, lo tendría
todo . Y el procedimiento simple y fuerte para unir al clérigo á la Revo-
lución , fué pedir que se permitiera al cura contraer matrimonio .
Robespierre hizo la proposición el 30 de Mayo de 1790 , provocando
una verdadera tempestad. Su voz fué ahogada por dos veces : la Asam-
blea mostraba unánimemente el deseo de no oirle . La izquierda , movida
por los celos , no quería dejar á Robespierre esta gran iniciativa . Cir
cunstancia notable que sólo puede atribuirse á la influencia celosa de los
altos directores del jacobinismo : los diarios estuvieron de acuerdo para
no imprimir el discurso , como lo estuvo la Asamblea para no escu-
charlo.
Mas no por esto fué menor la impresión que las palabras de Robes-
pierre produjeron en el bajo clero . Millares de curas le escribieron ma-
nifestándole su vivo reconocimiento; en un mes recibió tal cantidad de
cartas , que su franqueo ascendía á más de mil francos , y versos escritos
en su honor, poemas enteros de 500 , 700 y 1.500 versos en latín , en
griego y en hebreo .
Robespierre continuó hablando en favor del clero . El 16 de Junio
del 90 pidió á la Asamblea que atendiese á la subsistencia de los eclesiás-
ticos de 70 años que carecían de beneficios y pensiones . El 16 de Sep-
tiembre hizo una reclamación en favor de algunas órdenes religiosas que
la Asamblea había comprendido erróneamente entre las mendicantes .
Más tarde aún , el 19 de Marzo de 1791 , en plena guerra eclesiástica ,
cuando el clero inferior, obligado por los obispos , se distanciaba de la
Revolución y la hacía la guerra , Robespierre reclamó contra las medidas
de severidad que se querían adoptar . Dijo que era absurdo hacer una ley
especial contra los discursos sediciosos de los curas , pues bastaban para
perseguirles las leyes dictadas para todos los ciudadanos .
Tanto avanzó en este terreno y se comprometió en favor de los curas ,
que un individuo de la izquierda le gritó : « Pasad al lado derecho . » Ro-
bespierre sintió el golpe , reflexionó y en adelante fué más prudente .
En el estado en que se hallaban las cosas Robespierre se hubiera
anulado al persistir en su protección á los curas .
Los jacobinos , por su espíritu de cuerpo , que iba siempre en aumen-
478 J. MICHELET

to , por su fe ardiente y austera , por su áspera curiosidad inquisitorial ,


tenían realmente algo de sacerdotes .
Poco á poco fueron formando una especie de clero revolucionario ,
y Robespierre llegó á ser el jefe de este clero .
En este papel mostró una gran prudencia , tomó pocas iniciativas
por propia cuenta y se limitó á ser el órgano de los jacobínos , repitiendo
sus opiniones sin modificarlas .
Esto se notó especialmente al tratarse la cuestión de la forma de
gobierno . La unanimidad de los documentos enviados por las provincias
á los Estados generales , hizo creer á los jacobinos que la Francia entera
era realista . Entonces Robespierre quiso un rey ; no un rey representante
del pueblo como lo quería Mirabeau , sino delegado del pueblo y comi-
sionado por él , y por consecuencia responsable .
El admitía , como casi todo el mundo entonces , esta absurda hipó-
tesis de un rey que se conformara con estar en el trono agarrotado y
amordazado , el cual no podría morder; pero que atado de tal modo ,
había de resultar inútil y hasta perjudicial .
Los jacobinos eran entonces como los creía Barnabe y como lo fue-
ron casi siempre, hasta en los momentos más violentos de la Revolu-
ción ; una sociedad de equilibrio .
Robespierre decía hablando del Cordelero Camilo Desmoulins y con
mayor razón de otros cordeleros más impetuosos aún : «Van demasiado
aprisa, y si caen se romperán el cuello . París no se ha hecho en un día
y hace falta más de un día para deshacerlo .>>
La audacia , la gran iniciativa revolucionaria , estuvo en los cor-
deleros .
CAPITULO VI

Los Cordeleros

Historia revolucionaria del convento de los Cordeleros.-Individualidades del club de los Cordele-
ros.-Su fe en el pueblo. -Su impotencia de organización.-La irritabilidad de Marac - Los
Cordeleros son jóvenes aún en 1790.-Embriaguez de este momento. Aspecto interior del Club
de los Cordeleros. -Anacharsis Clootz. - Doble espíritu de los Cordeleros.-Uno de los retratos
de Danton.

Casi enfrente de la escuela de Medicina existe en el fondo de un


patio una capilla de estilo pesado y austero .
Es el antro sibilino de la Revolución : el Club de los Cordeleros .
Allí tuvo la Revolución su delirio , su trípode , su oráculo . De te-
cho bajo y apoyada en dos contrafuertes macizos , esta construcción pa-
rece eterna ; sin temblar ha escuchado mucho tiempo la tonante voz de
Danton .
Actualmente es un triste museo de cirujía y contempla toda clase
de sabios horrores . Su parte posterior está compuesta de salas obscuras ,
donde sobre mesas de mármol negro son disecados los cadáveres .
El hospital vecino y la capilla eran antiguamente el refectorio de
los Cordeleros , y su escuela famosa , la capital del misticismo, donde
venía á estudiar Santo Tomás . Entre los dos edificios se elevaba antes
la iglesia inmensa y sombría nave poblada de mármoles funerarios .
Todo esto se halla destruído en la actualidad . La iglesia subterránea
que se extendía por debajo sirvió para la imprenta clandestina de Marat .
¡ Extraña fatalidad de los lugares ! Este convento donde se aposentó
la Revolución fué desde el siglo XIII el lugar de los revolucionarios .
Cordeleros frailes y Cordeleros revolucionarios , mendicantes y sans cu-
lottes: no hay entre ellos tanta diferencia como parece . La disputa reli-
giosa y la disputa política , la escuela de la Edad Media y el club del 90
son más opuestos por la forma que por el espíritu .
¿Quién construyó esta capilla? La misma Revolución en el año 1240 .
480 J. MICHELET

En ella se dió el primer golpe al mundo feudal que debía morir siglos
después en la Asamblea en la noche del 4 de Agosto.
Contemplad bien estos muros que parecen construídos ayer . ¿ No
presentan el aspecto de la inimitable firmeza que tiene la justicia de
Dios? Fué , en efecto , un gran golpe de justicia revolucionario quien los
hizo nacer del suelo . Ese gran justiciero que se llamó el rey San Luis
dió el primer ejemplo de la igualdad ante la ley castigando el crimen
de un alto baron feudal : el señor de Coucy . Con la enorme multa que
le hizo pagar, el rey monge que era Cordelero construyó la escuela y la
iglesia de los Cordeleros .
Escuela revolucionaria por excelencia . Ella fué la que en 1300 sos-
tuvo la disputa del Evangelio elerno que tanto molestó á los Papas ;
ella la que presentó el tema : «¿Cristo ha pasado ya?»>
Este lugar , verdaderamente predestinado , vió en 1357 , cuando el
rey y la nobleza fueron derrotados , la primera Convención que salvó á
la Francia . Allí el Danton del siglo XIV , Estéban Marcel, preboste de
París , hizo crear por los Estados reunidos una casi república , envió á
las provincias á los poderosos diputados para organizar requisas, y con
audacia cada vez más creciente armó al pueblo con solo algunas pala-
bras, con el memorable decreto que confió al pueblo la guarda de la
paz pública. « Si los señores se hacen la guerra , las buenas gentes se
defenderán de unos y otros . » Es extraño y prodigioso que transcurrie-
ran cuatro siglos para continuar lo que entonces se inició .
La fe de los antiguos Cordeleros , eminentemente revolucionaria ,
fué la inspiración , la glorificación de los simples y de los pobres . Hicie-
ron de la pobreza la primera virtud cristiana: poseyeron la ambición de
la humildad , no queriendo cambiar por nada su hábito de mendicantes.
Verdaderos sans culottes de la Edad Media , por su odio á la propiedad ,
fueron ellos más exaltados que sus sucesores del Club de los Cordeleros
y que toda la Revolución , incluso Babeuf.
Nuestros Cordeleros de la Revolución tenían , como los de la Edad
Media , una fe absoluta en el instinto de los humildes y los ignorantes :
sólo que lo que unos llamaban inspiración divina era llamado por los
otros razón popular .
El genio de los Cordeleros revolucionarios , instintivo y espontá-
neo, todo él inspiración y fogosidad , los separaba profundamente del
entusiasmo calculado del sombrío y frío fanatismo que caracterizaba á
los jacobinos .
Los Cordeleros , en la época á que hemos llegado en nuestra na-
rración , constituían una sociedad muy popular. En ellos no existía la
división de clases que imperaba en los jacobinos entre la Asamblea de
los hombres políticos y la sociedad fraternal de los obreros . No había
traza alguna en los Cordeleros de comité - directivo ni de periódico ór-
gano del club. No había punto de comparación entre las sociedades .
Los Cordeleros eran un club de París : los jacobinos una inmensa aso-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 481

ciación que se extendía por toda Francia . Pero si París vibraba , remo-
vida por el furor de los Cordeleros , los revolucionarios políticos , los
personajes de los jacobinos no tenían otro remedio que seguirles .
La individualidad se conservó muy marcada en los Cordeleros .
Cada uno de sus hombres notables procedía con entera libertad . Sus pe-

BRISSOT

riodistas Marat, Desmoulins , Fréron , Robert , Hebert y Fabre d'Eglan-


tine escribían cada uno según su estilo é ideas . Danton , el hablador to-
dopoderoso , jamás quiso escribir : le bastaba la oratoria . En cambio
Marat y Desmoulins , que balbuceaban y eran tardos en la expresión ,
no hacían más que escribir
escribir y hablaban raramente .
A pesar de esta independencia , de este instinto de individualidad ,
había entre ellos como un alma común , un fuerte lazo que les obliga-
ba á marchar juntos . Los Cordeleros formaban una especie de tribu :
todos vivían en torno de su club : Marat en la misma calle , casi enfren-
TOMO I 61
482 J. MICHELET

te de la sociedad ; Desmoulins y Freron vivían juntos , en la calle de


la Antigua Comedia ; Danton en el pasaje del Comercio ; Clootz en la
calle de Jacob , y Legendre en la de Saint- Germán .
El honrado carnicero Legendre , uno de los oradores del club , era
una de las originalidades de la Revolución . Sin instrucción , ignorándolo
todo , hablaba con la mayor serenidad , diciendo lo que sentía , entre sabios
y literatos , sin fijarse en si sonreían . Hombre de corazón y enérgico , á‣
pesar de su oratoria furiosa , resultaba un ser de tiernos sentimientos
# .
El adiós melancólico que pronunció ante la tumba de Lostaulot el día
del entierro de este periodista , superó á los discursos y á cuanto dijeron
los escritores , incluso Desmoulins .
Esta fué la originalidad de los cordeleros de importancia: vivir mez-
clados con el pueblo ; hablar siempre con las puertas abiertas, comuni-
carse á todas horas con la multitud . Algunos de ellos que habían vivido
siempre la vida retirada y sedentaria del sabio ó del literato , estable-
cieron su gabinete de trabajo en la calle , escribiendo en plena muche-
dumbre . Arrojaron los libros y ya no leyeron más que en el gran libro
de la Revolución , que escribieron ante sus ojos todos los días con carac-
teres de fuego .
Creyeron en el pueblo : tuvieron fe en el instinto del pueblo . Al ser-
vicio de esta fe y para enaltecerla ante ellos mismos , pusieron gran
parte de su talento y de su corazón .
Nada tan original , por ejemplo , como ver en los callejones del Odeon
ó de la Comedia Francesa las muestras de ese talento diluido en las
masas . Desmoulins se mezclaba con los carpinteros y albañiles que filo-
sofaban en corrillos por la tarde ; hablaba con ellos de teología como en
otros tiempos lo hacía Voltaire , y maravillado de su ingenio exclamaba :
«Son verdaderos atenienses . >>
Esta fe en el pueblo hizo que los Cordeleros fuesen todopoderosos
sobre el pueblo . Tenían las tres fuerzas revolucionarias: la palabra vi-
brante y tonante , la pluma acerada y el furor inextinguible : Danton,
Desmoulins y Marat.
Tenían los Cordeleros la fuerza , pero asimismo la imposibilidad en
la organización . El pueblo.les parecía residir por entero en cada hombre.
El derecho absoluto y soberano lo reconocían en sólo una ciudad , en una
sección , en un simple club, en un ciudadano . Para ellos todo hombre
estaba investido de un velo contra la Francia . Para lograr mejor que el
pueblo fuese libre lo sometían al individuo .
Marat , á pesar de que parecía ciego y furioso , fué el primero en
presentir el peligro de este espíritu anárquico . Por esto , anticipándose á
todas las soluciones revolucionarias , proponía la dictadura de un tribuno
militar Ꭹ más tarde la creación de tres inquisidores de Estado . Parecía
que envidiaba la organización de la sociedad jacobina . En Diciembre
del 90 propuso él , imitando á dicha sociedad , la creación de un cuerpo
ó cofradía de espías y delatores para vigilar y denunciar á los agentes
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 483

del gobierno que se mezclasen en las filas revolucionarias . La idea no


'obtuvo éxito y Marat solo llevó á cabo su tarea inquisitorial . De todas
partes le enviaban quejas y delaciones justas ó injustas , fundadas ó in-
fundadas . Y él lo creía todo y lo imprimía todo .
Fabre d' Eglantine habló de « la sensibilidad de Marat» , y esta frase
ha asombrado á los que confunden la sensibilidad con la bondad , á los
que ignoran que la sensibilidad exaltada puede convertirse en terrible
furia . Las mujeres , seres sensibles por excelencia , tienen momentos de
sensibilidad cruel . Marat , por su temperamento era femenino , y más que
femenino muy nervioso y muy sanguinario . Su médico , Mr. Bourdier ,
leía su diario , y cuando veía que sus artículos eran más sanguinarios y
furiosos que de costumbre , iba á sangrarle inmediatamente sin esperar 1
aviso (1).
El tránsito violento de la vida de estudio al movimiento revolucio-
nario había trastornado el cerebro de Marat , sumiéndole en una especie
de embriaguez . Sus falsificadores , sus imitadores que tomaban su nom-
bre , su título de « Amigo del pueblo» y le robaban sus opiniones , no
contribuían poco á aumentar su furor .
De nadie se fiaba para perseguir á sus enemigos . El mismo iba á la
caza de los que odiaba; los espiaba en las revueltas de las calles muchas
veces durante la noche . La policía , por su parte, buscaba á Marat para
prenderle y Marat se ocultaba donde podía.
Pobre , miserable y viviendo oculto en reclusión forzosa , exaltábase ,
resultando cada vez más nervioso é irritable . En medio de sus movi-
mientos de tierna compasión por el pueblo y sus miserias , su sensibi-
lidad enfurecida revelábase en forma de acusaciones atroces , de peti-
ciones de matanza y apologías del asesinato . Sus desconfianzas aumen-
tábanse por momentos ; el número de culpables y por tanto de víctimas
á las que era preciso guillotinar , aumentábase monstruosamente en su
imaginación : el Amigo del Pueblo hubiera acabado por pedir el exter→
minio de todo el pueblo.
En presencia de la naturaleza y del dolor, Marat resultaba muy
debil : él mismo declaraba que no podía ver sufrir á un insecto, y desde
su mesa de redacción , estando solo , deseaba el exterminio del mundo ..
Algunos servicios que prestó á la Revolución , por su vigilancia in-
quieta, su lenguaje feroz y la habitual ligereza de sus acusaciones , le
proporcionaron una deplorable influencia . Su desinterés y su audacia
dieron autoridad á sus furores ; fué un funesto preceptor del pueblo : le
sorbió el seso á gran parte de él y lo hizo débil y furioso , á su imagen y
semejanza.
Pero por esta criatura extraña y excepcional no puede juzgarse lo
que fueron los Cordeleros . Examinar algunos de ellos aparte no sirve
para conocer á los Cordeleros en general . Es preciso verlos reunidos en

(1) Así se lo contaba el mismo Mr. Bourdier à Mr. Sevres, el ilustre fisiólogo .
484 J. MICHELET

sus sesiones nocturnas , en plena efervescencia, hirviendo en el fondo


de su Etna. Intentaré conducir á los lectores : dadme la mano.
Quiero enseñarlos en un día de agitación , en el que estalle entre
ellos el genio de la audacia y la anarquía ; el día en que oponiendo su
velo á las leyes de la Asamblea contra la prensa, declararon que en su
territorio la prensa sería libre indefinidamente y que ellos sabrían de-
fender á Marat.
Cojámoslos en este momento : el tiempo va muy aprisa en la Revo-

THOURET

lución y cambiarán rápidamente . Aún conservan algo de su naturaleza


primitiva. Que transcurra sólo un año y no los conoceremos ya.
En 1790 aún eran jóvenes : cuatro años después , en el 94 , habrán
transcurrido siglos para todos ellos .
Marat aún es joven en el momento que os lo presento . Con sus
cuarenta y cinco años , su larga y triste carrera, consumido por el
trabajo , por las vigilias y las pasiones , todavía es joven , esperando la
venganza .
Este médico sin enfermos , toma por cliente á la Francia y quiere
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 485

sangrarla . Este físico desconocido se vengará de sus enemigos ( 1 ) . El


Amigo del Pueblo esperaba vengar al pueblo y vengarse á él mismo,
siempre despreciado y maltratado . Por fin comienza su día . Nada de-
tendrá á Marat; huirá , se ocultará , llevará de cueva en cueva su pluma
y su prensa de imprimir . No verá más la luz del día . En esta sombría
existencia una mujer se obstina en seguirle , la esposa de su impresor,
que ha abandonado á su marido para hacerse la compañera de ese ser
que está fuera de la naturaleza , fuera de la ley , fuera de los rayos del

DUPORT

sol . Sucio , hediondo , pobre, ella le adora sin embargo : á una existencia
tranquila en plena vida, prefiere ser en el fondo de la tierra la criada
de Marat .
¡ Generoso instinto de las mujeres ! Este instinto es el que da en el
mismo momento á Camilo Desmoulins su seductora y deseada Lucila .

(1) Ya profundizare este caracter. No hablo aquí mas que del Marat exterior, del Marat Cor-
delero, del Marat del 90. En el capítulo IX mostrare cómo el terrorista científico que quería
exterminar á Newton, Franklin y Voltaire, acabó en terrorista político . Más tarde hablare del
exterminador del 93.
&

486 J. MICHELET

Es pobre y está en peligro : he aquí por lo que Lucila quiere á Camilo .


Sus padres hubieran querido que amase á un hombre menos compro-
metido; pero justamente es el peligro lo que tienta á Lucila . Leía todas
las mañanas aquellas hojas del joven periodista , ardientes , llenas de
gracia é ingenio , aquellas hojas satíricas y elocuentes , inspiradas en los
azares del día y por lo mismo selladas por la inmortalidad . La vida ó la
muerte con Camilo; ella lo arrolló todo, arrancó el consentimiento pa-
ternal , y ella misma , riendo y llorando , fué en busca del periodista para
manifestarle. su felicidad .
Muchas otras hicieron como Lucila . Conforme el porvenir se hacía
más incierto y el horizonte se cargaba de nubes , los que se amaban sen-
tían la necesidad de unirse , de asociar su suerte , de correr los mismos
riesgos, de jugar su vida sobre la misma carta.
¡ Momento de emoción y de embriaguez - como en la víspera de las
batallas - ante el espectáculo interesante , regocijado y terrible al mismo
tiempo de la revolución que se aproxima!
A toda Europa interesaba este espectáculo . Si muchos franceses
partían de Francia , muchos extranjeros venían á ella y se asociaban de
todo corazón á nuestras agitaciones . Venían para desposarse con la Fran-
cia revolucionaria . Deseaban mejor morir aquí que vivir lejos : al menos
si morían era con la seguridad de haber vencido.
Por esto el ingenioso y despreocupado alemán Anacharsis Clootz,
filósofo nómada que se comía sus cincuenta mil libras de renta rodando
por los grandes caminos de Europa, se detuvo en París , fijó aquí su exis-
tencia con lazos que sólo pudo desatar la muerte . Del mismo modo el
español Guzmán , que era Grande de España , se hizo sans culotte , y para
vivir siempre en esta atmósfera de revuelta que constituía la felicidad de
su carácter levantisco , se alojó en una bohardilla en la parte más pobre
y revolucionaria del arrabal de San Antonio .
Pero ¿á qué entretenernos en tantos detalles?... Volvamos á los
Cordeleros .
¡ Cuánta muchedumbre ! ¿Podremos entrar?... Ciudadanos, haced un
poco de sitio: camaradas , ya veis que traigo conmigo á un forastero . El
ruido es tan grande que ensordece ; en cambio no se ve nada ; las
humeantes lamparillas parecen encendidas para que se note mejor la
obscuridad . ¡ Cómo se agita la muchedumbre ! ... La densa atmósfera
está cargada de rumores y gritos .
El primer golpe de vista resulta bizarro . Nada más mezclado que
esta muchedumbre: hombres bien vestidos á la última moda , obreros ,
estudiantes (contemplad entre estos á Chaumette) , sacerdotes y hasta
monjes ; pues en esta época muchos de los antiguos frailes Cordeleros
venían al lugar de su antigua servidumbre á saborear un poco de li-
bertad .
Los hombres de letras , periodistas y literatos , abundan en el pú-
blico . Ese joven con anteojos es el poeta Fabre d' Eglantine . Ese otro
HISTORIA DE La revolución FRANCESA → 487

de rostro bronceado es el republicanó Robert, periodista que acaba de


casarse con una periodista , la señorita Kévalio . Esa figura vulgar es la
de Hebert, el futuro Pere Duchesne . A su lado está Momoro , el impresor
patriota , el esposo de la hermosa joven que un día representará el papel
de Diosa Razón . Un día esa pobre diosa perecerá en la guillotina con
Lucila Desmoulins . ¡ Ay ! ¡ Si todos ellos hubieran conocido entonces su
futura suerte ! ...
Allá abajo se destaca la figura del presidente . Es feo hasta el punto
de poder causarse espanto á sí mismo . Terrible figura la de Danton . Era
un cíclope , un dios del averno... Ese cara roída por la viruela , en la que
brillan unos ojuelos obscuros , tiene todo el aspecto de un tenebroso
volcán... No , no es un hombre ; es el elemento mismo de la revuelta , la
embriaguez del vértigo , la fatalidad . Genio sombrío , me causas miedo .
Eres el predestinado para salvar la Francia ó perderla .
Mirad: él ha contraído su boca como si fuera á hablar y todas las
voces callan .
-Marat tiene la palabra-dice con voz tonante .
¿Quién es Marat? ¿Donde está? Es esa cosa de piel amarilla y vestido
verde, con ojos grisáceos y saltones? Parece pertenecer más al género
de los bactráceos que á la especie humana . ¿ De qué pantano habrá salido
esa extraña criatura , en la que parecen mezclados el sapo y el hombre?
Sus ojos, á pesar de todo , son dulces . Su brillo , su transparencia ,
la vaguedad con que los mueve mirando á todas partes sin fijarse en
ninguna, le dan el aspecto de un visionario á la vez charlatán y sincero ,
una especie de profeta de callejuela , vanidoso y sobre todo crédulo : cre-
yéndolo todo y especialmente sus propias invenciones , todas las ficcio-
nes involuntarias , á las cuales le arrastra sin cesar su espíritu de exa-
geración . Sus costumbres de médico nómada , de charlatán inventor de
específicos , le daban facilidad para la exageración .
Su crescendo , hasta el momento de su muerte , será terrible . Es
necesario que él invente , que desde su cueva pueda gritar algo extraor-
dinario y milagroso todos los días , que lleve á sus lectores emocionados
de traición en traición , de descubrimiento en descubrimiento , de asom-
bro en asombro .
{ Comienza á hablar y saluda al club .
Después su figura parece iluminarse con el fuego de la indigna-
ción . « Traición grande y terrible... Nuevo complot descubierto . »
>
Ved cómo anunciando todo esto él se considera feliz , estremecién-
dose de rabia y haciendo estremecer al auditorio . Ved cómo la vanidosa y
crédula criatura se transforma . Su piel amarillenta y mate brilla de sudor.
«Lafayette grita-ha hecho fabricar en el arrabal de San Antonio
quince mil tabaqueras que todas llevan su retrato ... Esto tiene su sig-
nificación ... Yo ruego á los buenos ciudadanos que puedan procurarse
una que la rompan inmediatamente . Dentro de ella encontrará segura-
mente la orden del complot contra la Revolución . »
488 J. MICHELET

Muchos ríen. Otros creen que la cosa vale la pena de averiguar.


Marat continúa creciéndose .-«Yo he dicho hace tres meses que.
había seiscientos culpables y que bastaban seiscientos pedazos de cuer-
da para acabar pronto con ellos . ¡ Cuán equivocado estaba ! ... Hoy nece-
sitamos ahorcar á más de veinte mil. »>
Violentos aplausos .
Marat comenzaba á ser un ídolo para el pueblo : un fetiche . En la
muchedumbre , las delaciones y las predicciones siniestras de que relle-
naba sus hojas , causaban gran efecto , siendo muchos los que le creían
y ayudaban á su renombre de violento y de profeta .
En 1790 ya había obtenido éxitos . Tres batallones de la Guardia
parisién le proporcionaron un pequeño triunfo paseando por las calles
su busto coronado de laureles . Pero su autoridad aún no había llegado
al grado terrible que alcanzó en el 93. Desmoulins , que no respetaba
mucho más á los dioses populares que á los reyes , se burlaba lo mismo
del dios Marat que del dios Lafayette .
Sin respetar el entusiasmo delirante de Legendre que con los ojos ,
las orejas y la boca desmesuradamente abiertos aclamaba , admiraba y
se oponía furiosamente á toda admiración , el audaz jovencillo Desmou-
lins apostrofa al profeta gritándole :
-Siempre trágico, amigo Marat: hipertrágico por costumbre . Po-
dríamos reprocharte como los griegos á Esquilo , de ser un poco ambi-
cioso en el arte de meter miedo . Mas tú tienes una excusa : tu vida
errante en las catacumbas , como la de los primeros cristianos , exalta tu
imaginación... Pero dinos seriamente : ¿ esas diecinueve mil cuatrocien-
tas cabezas que tú ajustas como una amplificación á las seiscientas del
otro día , son realmente indispensables? ¿No te equivocarás en la cuenta ,
aunque sólo sea en una cabeza? Yo creía que con tres ó cuatro cabezas
empenachadas que rodasen á los pies de la Libertad habría bastante .
Los maratistas rugen en señal de protesta . Pero les impide respon-
der á Desmoulins un ruido que se produce á la puerta, un murmullo
placentero y agradable . Una mujer joven entra y quiere hablar . Es
nada menos que la señorita Theroigne , la bella amazona de Lieja . Fi-
jáos bien en su levita de seda roja , su sombrero de plumas y su gran
sable de la jornada del 5 de Octubre . El entusiasmo llega al colmo .
-Es la reina de Sabá - grita Desmoulins-que viene á visitar al
Salomón de los distritos .
Mientras tanto , atraviesa ella todo el salón con ligero paso de pan-
tera y sube á la tribuna . Su hermosa cabeza de inspirada, lanzando
relámpagos por los ojos , se destaca entre las sombrías figuras apoca-
lípticas de Danton y Marat.
-Si realmente sois Salomones- dice Theroigne-vosotros lo pro-
baréis levantando el Templo ; el templo de la libertad , el palacio de la
Asamblea nacional y lo construiréis sobre la plaza donde estuvo la
Bastilla .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 489

<<¡Absurdo espectáculo ! Mientras el poder ejecutivo habita el más


hermoso palacio del universo y tiene para él el pabellón de Flora y las
columnatas del Louvre , el poder legislativo , siempre errante , está aún
acampado bajo movibles tiendas , unas veces en el Juego de pelota ,
otras en los Menús ó en el Maneje , como nueva paloma de Noé que no
sabe dónde poner los pies .
>>Esto no puede quedar así . Hace falta que los pueblos , contem-
plando los edificios que habitan los dos poderes , aprendan solo por la
vista dónde reside el verdadero soberano . ¿Qué es un soberano sin pa-
lacio? Un dios sin altar , al que nadie rinde culto .
>> Levantemos este altar . Que todos contribuyan á su construcción ;
que todos aporten para la obra su oro y sus pedrerías . Las mías helas
aquí . Levantemos el verdadero templo . Ningún otro será tan digno de
Dios como éste donde fué pronunciada la Declaración de los derechos
del hombre . París , guardián de este templo , no será una ciudad ; será la
patria común de todas ; el lugar de cita de las tribunas ; será su Jeru-
salén . >
»
¡ La Jerusalén del mundo ! -contestan muchas voces entusiastas .
Una verdadera embriaguez se había apoderado de la Asamblea , de-
jándola en actitud estática . Si los antiguos cordeleros que bajo las mis-
mas bóvedas habían dado en otro tiempo rienda suelta á sus ensueños
místicos hubieran resucitado esta noche , se habrían reconocido , habrían
creído que el tiempo no había pasado .
Creyentes y filósofos , discípulos de Rousseau , de Diderot , de Hol-
bach y de Helvetius , todos , sin darse cuenta de ello , profetizaban .
El alemán Anacharsis Clootz era ó se creía un ateo, como muchos
otros , por odio á los males realizados por los sacerdotes .
Pero á pesar de todo su escepticismo y de la ostentación de su duda ,
el hombre del Rhin , el compatriota de Beethoven , vibraba poderosa-
mente con todas las emociones de la nueva religión .
Las palabras más sublimes que inspiró la gran Federación , están
en una carta de Clootz á madama Beauharnais . Nada se ha escrito tan
extravagante y tan bello sobre la unidad futura del mundo . Su calma
alemana, su serenidad sonriente y la originalidad de un loco de genio que
se burlaba un poco de sí mismo , se mezclan en esta carta , toda alegría y
entusiasmo .
<<¿Por qué-dice Clootz- la naturaleza ha emplazado á París á igual
distancia del Polo que del Ecuador, sino para que sea la cuna de la con-
federación general de los hombres? Aquí se reunirán en Asamblea los
estados generales del mundo . Esto no está tan lejos como parece ; me
atrevo á profetizarlo . Que la Torre de Londres caiga como cayó la Bas-
tilla en París y ya no quedarán tiranos . El oriflama de los franceses no
puede flotar sobre Londres y París sin dar antes la vuelta al mundo .
Cuando esto se realice ya no habrá más ni provincias ni ejércitos , ni
vencidos ni vencedores . Se irá de París á Pekin como ahora de Burdeos
TOMO I 62
490 J. MICHELET

á Strasburgo . Sobre el Océano los puentes de navíos unirán las dos ri-
beras . El Oriente y el Occidente se abrazarán en el Campo de la Fede-
ración . Roma fué la metrópoli del mundo por la guerra . París lo será por
la paz... Cuando más reflexiono , más concibo la posibilidad de una na-
ción única ; la facilidad que tendrá la Asamblea universal reunida en
París para guiar el carro del género humano ... Estudiosos arquitectos ,
émulos de Vitruvio , escuchad el oráculo de la razón : Si el civismo ca-
lienta vuestro genio , sabréis construirnos un templo para contener á los
representantes de todo el mundo , que serán más de diez mil .
<
«< Los hombres serán como deben ser y cada uno podrá decir: « El
mundo es mi patria , el mundo está conmigo . » Entonces no habrá emi-
grantes . La naturaleza será una , como una la sociedad . Las fuerzas di-
versas se unirán : las naciones son como las nubes y deben confundirse
forzosamente unas con otras .
>> Tiranos , vuestros tronos van á desplomarse sobre vosotros . Eje-
cutaos vosotros mismos . Así os libertaréis de la miseria y del cadalso .
Usurpadores de la soberanía , miradme frente á frente ... ¿Es que no veis
vuestra sentencia escrita en los muros de la Asamblea nacional? No es-
peréis , no , la fusión del pueblo con las coronas ; venid á la Revolución
que libra á los reyes de las intrigas de los reyes y á los pueblos de las
rivalidades de los pueblos . >>
-¡Viva Anacharsis ! -gritó Desmoulins ; -abramos con él las cata-
ratas del cielo . Esto no será más que el diluvio de la razón , ahogando el
despotismo en Francia : es necesario que inunde todo el globo , que todos
los tronos de los reyes y de los grandes sacerdotes arrancados de sus
cimientos , floten en este diluvio... ¡ Qué hermosa carrera desde Suecia
al Japón ! ... ¡ La Torre de Londres destruída ! ... Un club de jacobinos de
Irlanda está preparando una insurrección . Con la marcha que siguen las
cosas yo no daría ni un chelín por los bienes del clero anglicano . En
cuanto á Pitt , es un hombre que está reservado para que lo cuelguen de
la linterna, si es que como hombre previsor no presenta antes su dimi-
sión al pueblo inglés . Comiencen á temblar los inquisidores en las ribe-
ras del Manzanares ; la libertad sopla con fuerza desde la Francia al Me-
diodía ; es en este momento cuando puede decirse : ya no hay Pirineos .
El amigo Clootz acaba de transportarme , agarrado por los cabellos como
el ángel llevó al profeta Abacuc , á las alturas de la política . Yo ensancho
la bandera de la Revolución hasta los últimos extremos del mundo ( 1 ) .»

(1) No hay necesidad de decir que he sacado todo este capítulo de los Diarios de Marat y
de Desmoulins . -Camilo Desmoulins, después de haber expuesto su entusiasmo medio serio,
medio cómico por las ideas de Clootz, añadía en el mismo artículo, mezclando los asuntos de
administración de su periódico con la propaganda de sus ideales : «Estaba tentado á dejar la
pluma descorazonado por la sordidez de un pueblo ingrato que apenas si compra el periódico.
Pero reverdece en mí la esperanza y constituyo mi diario en diario permanente. Invito à mis
queridos y amados suscriptores, cuyo abono expira , á renovarlo en mi casa, calle del Teatro
Francés, donde continuare cultivando una rama de comercio desconocida hasta hoy; la fabri-
cación de revoluciones .>>
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 491

Tal era la originalidad de los Cordeleros . ¡Voltaire surgiendo en


medio del fanatismo político! Era un verdadero hijo de Voltaire este
Desmoulins tan regocijado . Sorprende verle mezclado en este Pandemo-
nium político .
Verdaderamente los Cordeleros fueron como el lazo que unía dos
épocas . Su genio , á estilo de Diderot, á un mismo tiempo escéptico y
creyente, recordaba en pleno siglo XVIII algo del viejo misticismo , en
el cual brillan como relámpagos las visiones del porvenir .
¡ El porvenir ! ¡ qué misterioso resultaba aún! ¡ cómo aparecía som-
brío , confuso y á la par sublime y horrible en el rostro de Danton !
Tengo ante los ojos un retrato de esta personificación terrible y
cruelmente fiel de nuestra Revolución , un retrato que diseñó David . El
artista lo abandonó , apenas comenzado , con sincero desaliento , no sin-
tiéndose capaz de retratar á tal modelo . Un discípulo concienzudo se
propuso continuar la obra , y lentamente , con servil imitación , fué pin-
tando detalle por detalle , cabello por cabello , marcando una por una las
señales de la viruela , las grietas , las montañas y los valles de este ros-
tro tempestuoso .
El efecto que causa este retrato es el de un desenvolvimiento peno-
so y laborioso , de una creación vasta, turbulenta , violenta é impura ,
como cuando la naturaleza tantea indecisa , sin poder decir aún si creará
hombres ó monstruos , cuando falta de perfección , pero sobrado enér-
gica, marca con mano terrible sus gigantescos ensayos .
Lo que más llama la atención en este retrato es que no tiene ojos ;
apenas si se le ven . ¿Cómo este terrible ciego fué el guía de las nacio-
nes? ... Obscuridad , vértigo , fatalidad , ignorancia absoluta del porvenir
y desprecio al porvenir es lo que se lee en este retrato ( 1 ) .
Y á pesar de todo, este monstruo es sublime . Esa faz casi sin ojos
parece un volcán sin cráter , volcán de fango ó de fuego , tras cuya cé-
rrada boca ruedan y bullen los combates de la naturaleza . ¿Cuándo será
la erupción?
Día llegará que un enemigo suyo , aterrado por sus palabras y rin-
diendo homenaje ante su tumba , admirando su genio que le hirió , lo re-
tratará con un título que resulte eterno : el Plutón de la elocuencia .
Esta figura es una pesadilla de la que no se libra el que estudia
profundamente la Revolución , un ensueño sombrío que pesa con fuerza
abrumadora y del que no se sale nunca . Estudiándole no hay más re-

(1) Este retrato representa à Danton en 1790 en el momento en que el drama comienza:
Danton, relativamente joven, con una vigorosa concentración de sangre , de carne , de vida, de
fuerza. Es Danton «marchando adelante.» Un pequeño y maravilloso dibujo de David, hecho a
la pluma durante una sesión nocturna de la Convención, nos muestra á Danton «retrocedien-
do»; Danton à fines del 93 : ahora con los ojos bien abiertos , mas con un cruel estrabismo ; lan-
zando el terror, pero revelando su corazón destrozado... No hay persona que contemple este
dibujo trágico sin un movimiento de dolor y sin decirse mentalmente: «¡Ah, barbaro, ah , in-
fortunado! Entre estos dos retratos que resultan solemnes, hay dos croquis de David donde
se ve á Danton de perfil; mas tal misterio de dolor y de horror hay en ellos , que no quiero
aún hablar de tales dibujos . Ya llegará la ocasión en el curso de està obra.
492 J. MICHELET

medio que asociarse maquinalmente á la lucha de principios opuestos


que es visible en él; hay que participar de sus esfuerzos interiores , que
no eran solamente batallas de pasiones . Es un Edipo que , llevando en
sí el enigma , marchó rectamente hacia la esfinge para que le devo-
rara .
CAPITULO VII

Impotencia de la Asamblea. -Negativa de juramento.


(Noviembre del 90. -Enero del 91.)

Aparición de los Jacobinos futuros . Los primeros Jacobinos (Duport, Barnave, Lameth, etc. ) in-
tentan retroceder. -Espíritu retrógrado de la Asamblea. -Mirabeau y los Lameth quieren evitar
la guerra eclesiástica.-Los sacerdotes provocan la persecución.- Se les exige el juramento.-
Sanción forzada del rey. - La Asamblea ordena en vano el juramento inmediato.-Negativa de
juramento dentro de la misma Asamblea.

Cuenta Alejandro de Lameth que en el mes de Junio de 1790 , una


sociedad patriótica lo invitó á un banquete con su hermano y con Duport
y Barnave . Este banquete de doscientas personas, hombres y mujeres ,
fué verdaderamente espartano por la austeridad patriótica y por la fru-
por
galidad . Apenas se sentaron los convidados , el presidente se levantó
para pronunciar con solemnidad el primer artículo de la Declaración de
los Derechos del hombre . «Los hombres nacen y viven libres , etc. » La
reunión escuchó con religioso silencio , y este recogimiento duró todo el
banquete . Una Bastilla hecha de Madera ocupaba el centro de la mesa .
A los postres muchos vencedores de la Bastilla que se encontraban entre
los convidados tiraron de sus sables , y sin decir una palabra hicieron
1
pedazos la odiosa fortaleza : de entre sus ruinas salió un niño llevando
en su cabeza el gorro frigio de la Libertad . Las mujeres colocaron co-
ronas cívicas en la cabeza de los diputados patriotas y el banquete ter-
minó como había comenzado: pronunciando el presidente , con sombría
gravedad y como discurso de despedida , el segundo artículo de la Decla-
ración de los Derechos del hombre .
El presidente era el matemático Rommé, antiguo preceptor de los
príncipes Strogonoff. Había sentido la Libertad donde mejor puede sen-
tirse, ó sea en Rusia , y desde allá lejos , en plena esclavitud , había visto
el golpe de la Revolución . Ebrio de entusiasmo y frío al mismo tiempo ,
494 J. MICHELET

este geómetra iba á aplicar inflexiblemente sus principios , y por una


larga resta de cifras humanas descubrir lo desconocido . Inmutable cal-
culador de la Convención , en lo más alto de la Montaña , solo descendió
de su altura en la jornada del 2 de Pradeal para hundirse su compás en
el corazón .
Los Lameth se contemplaron con escalofríos de extrañeza en un
mundo completamente nuevo . Los nobles y elegantes Jacobinos del 89
se encontraban en presencia de los verdaderos Jacobinos .
El mismo Alejandro Lameth lo declara : «Este hombre de piedra
que presidía los textos legislativos recitados como oraciones , el recogi-
miento , el silencio de estos fanáticos , todo nos pareció alarmante .>>
Comenzaban á sondear el Occéano donde se habían metido . Hasta
entonces , como los niños , sólo habían jugado cerca de la playa . Cono-
cían ellos perfectamente á los agitadores de plaza , á los obreros de la
revuelta que empleaban y lanzaban á voluntad . Conocían á los perio-
distas violentos y á los ardorosos declamadores de los clubs , de los cua-
les los más vociferadores no eran los más temibles . Pero más allá de
todas estas cóleras , simuladas ó verdaderas , había algo frío y terrible ,
que es lo que ellos acababan de tocar. Habían encontrado el acero de la
Revolución . Sintieron frío al tocarlo y retrocedieron .
Su deseo era retroceder y no sabían cómo hacerlo . Figuraban en
la vanguardia y había que fingir que se continuaba en ella , teniendo
sobre sus personas fijos todos los ojos . La trinidad jacobina Duport ,
Barnave y Lameth , había sido saludada como el piloto de la Revolu-
ción, encargado de llevarla adelante .- « Estos , al menos , son firmes y
francos-decía la gente-no son como Mirabeau .» Desmoulins los había
exaltado , colocándolos al lado de Robespierre ; hasta Marat, el descon-
fiado Marat , no sentía ninguna sospecha acerca de ellos .
Esta gran posición la debían á su destreza más que á su fuerza .
Debía, pues , llegar el momento en que la gente se diera cuenta de sus
fluctuaciones , de su carácter equívoco y de sus costados débiles .
Barnave fué el que primeramente cayó por su vida . Después La-
meth por sus intrigas : Duport fué el último en ser conocido .
El primer golpe contra ellos fué lanzado por el aturdido Desmou-
lins , verdadero niño terrible que decía en alta voz lo que todos conve-
nían en no decir y que por gusto de esgrimir el arma del ridículo , cau-
saba heridas crueles . Fastidiado por la manía oratoria de Barnave , que
no perdía ocasión de pronunciar un discurso , se burló de él con tanta
gracia que le puso en ridículo .
Días después recibió Barnave un golpe más grave del que no pudo
reponerse . El periodista Brissot , un doctrinario republicano del que
pronto hablaré con extensión , le dirigió, á propósito de los hombres de
color para los cuales había pedido Barnave la anulación de todos los de-
rechos , una larga y terrible carta donde puso de manifiesto al abogado
pedantesco , brillante y vacío , lleno de frases , pero sin ideas . Brissot ,
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 495

escritor venal ordinariamente , pero que en esta ocasión tenía la razón de


su parte , trazó con severidad el retrato del verdadero patriota , y este
retrato resultó el reverso de todo lo que era Barnave .
El patriota , tal como lo describió Brissot, no es ni intrigante ni
celoso ; no busca la popularidad para hacerse notar de la corte y resultar
necesario . El patriota no es el enemigo de las ideas , ni lanza largas ti-
radas de oratoria contra la filosofía . ¿Los más grandes ciudadanos de la
antigüedad no eran filósofos estoicos , etc. , etc.?
Pero lo que comprometió más el partido de Barnave y Lameth es
que en el momento en que el duelo de Lameth le hacía popular en ex-
tremo , no se atrevieron á declararse en la peligrosa cuestión de la guardia
nacional.
En los momentos difíciles se callaban votando silenciosamente con
sus adversarios : el pueblo lo vió claramente al discutirse en la Asamblea
los sucesos de Nancy , donde la unanimidad de la votación demostró que
los Lameth habían votado lo mismo que los otros .
La Asamblea, ya lo hemos dicho , tenía miedo al pueblo . Ella lọ
había empujado y ahora quería retroceder . En Mayo había excitado el
armamento , decretando que ninguno podría ser ciudadano activo si no
era guardia nacional . En Julio , en el momento que la Federación mos-
traba que podía tenerse confianza en el pueblo armado , hacíase en la
Asamblea la extraña moción de exigir el uniforme , lo que equivalía in-
directamente á desarmar á los pobres .
En Noviembre una proposición más directa fué hecha por Rabaud
Saint-Etienne : la de restringir la clase de guardias nacionales sólo á los
ciudadanos activos . Estos eran numerosos , ya lo hemos dicho : cuatro
millones . Mas era tal el extraño estado de la Francia de entonces y la
diversidad de provincias , que en algunas , el Artois por ejemplo , no había
casi ni ciudadanos activos ni guardias nacionales .
Esto es lo que hacía ver Robespierre con gran fuerza de elocuencia
cuando hacía esta observación que resultaba justísima en su provincia:
- «¿Es que queréis , decretando tantas limitaciones , que el ciuda-
dano resulte un ser raro?»
>
Júzguese con cuanto aplauso sería acogida esta manifestación en
las tribunas de la Asamblea.
La noche del 21 de Noviembre Robespierre sostuvo esta tesis en
los Jacobinos . Mirabeau presidía .
En la continua fluctuación del público para con Mirabeau , remon-
tándole un día á las nubes y queriendo ahorcarle al día siguiente , el
gran orador había ambicionado esta presidencia para fortalecer su po-
pularidad con la de los jacobinos .
Era más fácil contar las olas del mar que las alternativas de Mira-
beau . Sus relaciones con el público eran semejantes á un amor tempes-
tuoso lleno de riñas Ꭹ furores .
En esta continua querella Camilo Desmoulins resulta admirable
496 J. MICHELET

por la facilidad con que pasa del elogio al insulto . Jamás frío ni indi-
ferente ante Mirabeau , el popular periodista , un día llama al gran ora-
dor amante adorado y al día siguiente meretriz sin vergüenza .
Mirabeau había descendido mucho , en el concepto público , por su
proposición de dar gracias á Bouillé . Pero poco después se había remon-
tado por un terrible discurso contra los que osaban burlarse de los tres
colores de la bandera , uno de esos discursos eternamente memorables ,
que hacen que este hombre , aunque hubiera sido mucho más criminal ,
no pueda ser negado como una gloria de la Francia.
Después había vuelto á descender , proponiendo que se conservara
la soberanía del Papa sobre Avignon . Mas inmediatamente se habia re-
montado con una simple aparición en el teatro una noche en que se po-
nía en escena la tragedia Brutus . Su presencia lo hizo olvidar todo : re-
sucitó el amor , el entusiasmo , sólo se veía al gran orador ; todas las
miradas iban á su palco , y cada verso de la tragedia era acogido como
una alusión al tribuno . Fué un triunfo ruidoso , pero el último .
Esto fué el 15 de Noviembre . El 21 , presidiendo en los Jacobinos
Mirabeau , escuchaba con impaciéncia el discurso de Robespierre sobre
la Guardia nacional , restringida únicamente á los ciudadanos activos.
Intentó varias veces quitarle la palabra , con pretexto de que hablaba
contra decretos ya aprobados . Cosa grave, peligrosa , tratándose de una
Asamblea conmovida y favorable á Robespierre ...
-Continuad , continuad , -gritó el público al orador , despreciando
las indicaciones del presidente .
El tumulto llegó al colmo ; imposible entenderse : para nada servía
el presidente ni su campanilla .
Mirabeau , en vez de cubrirse como presidente, tomó una resolu-
ción audaz que podía darle gran fuerza ó acelerar su caída .
Se subió sobre su sillón , y como si el decreto atacado fuese su
misma persona y hubiera necesidad de defenderlo y salvarlo , gritó Mi-
rabeau:
-¡A mí mis colegas ! ... ¡ Que todos mis compañeros me rodeen !...
Esta peligrosa demostración puso de manifiesto la soledad de Mira-
beau . Treinta diputados acudieron á su llamamiento , pero toda la Asam-
blea permaneció al lado de Robespierre .
Desmoulins , antiguo camarada de colegio de Robespierre que no
perdía ocasión para elogiar su carácter, dijo al día siguiente en su perió-
dico á propósito de este suceso . « Mirabeau no sabe sin duda que si la
idolatría está permitida en un pueblo libre , es solamente cuando la justi-
fica la virtud . >
»
Lo ocurrido fué una gran revelación del profundo cambio que había
sufrido el club de los Jacobinos . Fundado por los diputados y para ellos
ya no conservaba en su seno más que un pequeño número de diputados
que pesaban poco . La fácil admisión de hombres ardientes é impacientes
había renovado el club : todavía estaba allí la representación de la Asam-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 497

blea; pero era de la Asamblea del porvenir. Para ella hablaba Ro-
bespierre .
Carlos de Lameth llegó , llevando todavía el brazo en cabestrillo .
Voluntariamente se hizo el silencio . Todo el mundo se hallaba conven-
cido de que estaba por Robespierre ¡y habló en pro de Mirabeau ! El
vizconde de Noailles declaró que el comité había entendido el decreto
muy diferentemente que Mirabeau y Lameth y en el mismo sentido
que Robespierre . Este volvió á usar de la palabra, teniendo la Asam-
blea de su parte, y el presidente quedó reducido al silencio…… ¡ Mira-
beau obligado á callarse!

LA SÁTIRA DE LA REVOLUCIÓN

Mascarada de los patriotas de Strasburgo contra los curas enemigos de la Revolución


(Reproducción de una lámina de la época en colores.)

He aquí á los Lameth enfermos de veras . Eran los fundadores de


los Jacobinos y veían cómo se les escapaban .
Su popularidad databa, sobre todo , del día en que lucharon con
Mirabeau sobre el derecho de paz y de guerra, y helos comprometidos
y asociados con Mirabeau en la impopularidad . Van á hundirse, á
ahogarse y no encuentran medio de separarse violentamente de su an-
tiguo enemigo , teniendo que correr su misma suerte . Por otra parte,
su guerra al clero les impide apoyarse en la otra parte de la opinión.
Es de justicia declarar que los curas hacían todo lo que podían
para merecer la persecución de que eran objeto . Tenían buen cuidado
de ocultar, dejándola en la sombra , la cuestión de los bienes eclesiás-
ticos , que era la que más les dolía , y de sacar á luz únicamente la cues-
tión del juramento .
TOMO I 63
498 J. MICHELET

Este juramento , que no tocaba en nada á la religión ni al carác-


ter sacerdotal, no lo conocía á fondo el pueblo ignorante , al cual se
hacía creer que la Asamblea imponía á los sacerdotes una especie de
abjuración de creencias .
Los obispos declaraban que no tendrían comunicación alguna con
los eclesiásticos que prestasen el juramento . Los más moderados obis-
pos decían que el Papa no había contestado aún á la consulta y que
ellos tenian que esperar . O lo que es lo mismo: que á un soberano
extranjero como lo era el Papa, le tocaba decidir si podían ellos obe-
decer á su patria .
Y el Papa no respondíó . ¿Por qué? Con pretexto de las vacacio-
nes La Congregación de cardenales , se decía , no se reunía en aquella
.
época del año . Entretanto , curas , predicadores de toda categoría y ca-
tadura trabajaban por turbar al pueblo , exaltar al campesino , arras-
trar á las mujeres á la desesperación . Desde Marsella hasta Flandes le-
vantábase clamoreo inmenso contra la Asamblea .
Proclamas incendiarias eran repartidas por los curas de Provenza
de aldea en aldea .
En Rouen, en el Condé , predicábase contra los asignados , titulán-
dolos invención del diablo . En Chartres , en Perona se prohibía desde el
púlpito pagar los impuestos : un cura se ofreció bravamente á ir, á la ca-
beza del pueblo , á matar á los recaudadores . El cabildo soberano de
San Waast envió misioneros para predicar la muerte de la Asamblea .
En Flandes afirmaron los curas , de modo que no dejaba lugar á dudas ,
que los compradores de bienes nacionales estaban infaliblemente conde-
nados, y sus hijos y descendientes : «Aun cuando quisiéramos absolver-
los-decían aquellos fanáticos- no podríamos hacerlo ... Ni nadie , fuera
cura, obispo , cardenal , ni el mismo Papa . ¡ Condenados , condenados
para siempre ! >>
Una buena parte de estos hechos era conocida y se extendía en el
público por medio de las cartas de los jacobinos y el periódico de Laclos .
Fueron luego reunidos y agrupados en un informe que el jacobino Voi-
del dió á la Asamblea .
Mirabeau apoyó , en largo y magnífico discurso , en el cual bajo
violentas palabras dejaba entrever suaves promesas , medidas que con-
dujeron á extinguir el juramento de los sacerdotes confesores : afirma-
ba que debilitar al clero era cosa que debía fiarse al tiempo , á las extin-
ciones , etc.
Pero la Asamblea fué más violenta . Quería castigar . Exigía el ju-
ramento, el juramento inmediato . Una cosa chocó en aquella Asamblea ,
compuesta en su mayoría de abogados volterianos , y es su inocente
credulidad en la eficacia de las promesas humanas . Y es esto , porque
bajo las sofisterías del siglo XVIII , conservábase un gran fondo de ju-
ventud , de niñez , en el corazón de los hombres .
Se figuraban que desde el momento en que jurara el sacer-
HISTORIA DE LA revolución frANCESA 499

dote y el rey sancionara sus decretos , todo estaba resuelto , todo sal-
vado .
Y el rey por el contrario , hombre honrado pero perteneciente á la
sociedad vieja , los engañaba á diario . La palabra que ellos juzgaban un
obstáculo , una barrera , una gran dificultad , un lazo para el hombre,
en nada embarazaba al rey . Temeroso de que no se le creyera lo bas-
tante , extremaba sus promesas .
Hablaba é insistía , sin cesar en ello , de la confianza que debía me-
recer . Obraba , según su sentir , abiertamente, francamente; extrañabale
que se dudase de la rectitud acreditada de su carácter... ( 23 , 26 de Di-
ciembre del 90. )
Los más inocentes de todos , los Jansenistas , no se detenían en tan
poca cosa: querían algo más positivo , sólido ; un juramento , tempes-
tades , ruido.
Así , el 27 de Diciembre lanzaron un decreto terrible .
« La Asamblea quiere , sencillamente , que los obispos , curas , vica-
rios , juren la Constitución : en caso contrario serán obligados á renunciar
á su ministerio . Los alcaldes quedan obligados también á denunciar , en
el término de ocho días , á quien dejare de prestar el juramento. Y aque-
llos que una vez prestado éste faltaran á él , serán citados ante el tribunal
del distrito, y los que se negaren á concurrir y trataran de seguir des-
empeñando sus antiguos cargos , serán perseguidos como perturbadores . >>
¡Decreto este que no fué sancionado ! ... Nuevo escándalo de los
Jansenistas , entonces . Habían ido tan lejos que necesitaban forzosa-
mente llegar á un resultado .
El 23 de Diciembre Camus pidió « que interviniera la fuerza» , la
fuerza en forma de ruego ; es decir, que la Asamblea rogara al rey que
respondiera de un modo formal en lo referente al decreto . ¡ La fuerza!
es lo que esperaba el rey ( 1 ) .
Respondió inmediatamente que sancionaba el decreto . Podía así
presentarse ante Europa como un cautivo.
Dijo á M. Tersen: «Quisiera ser rey de Metz ... Pero esto acabará
pronto . >>
Cosa notable: ni Robespierre , ni Marat , ni Desmoulins , hubieran
exigido el juramento . Marat , el intolerante Marat , tan cruel para los
enemigos , politiqueaba con los curas : es- dice -el único caso en que se
debe intentar arreglos ; se trata de la conciencia. Desmoulins se conten-
taba con suprimir los auxilios del Estado á los que no juraran obediencia
á ese mismo Estado . «Esta especie de demonios que se llaman fariseos ,
no se asustan más que del ayuno . Non ejicitur nisi per jejunium. » La
exigencia dura y torpe que obligaba al juramento á los diputados ecle-
siásticos, aun en la Asamblea misma , fué una grave falta del partido

(1) No es exacto que, como dice Hardemberg «Memorias de un hombre de Estado», des-
pues de esta sanción forzada, se dirigiera el rey á las potencias. Había hecho esto ya el 6 de
Octubre, y hasta el 30 de Diciembre no sancionó el decreto.
500 J. MICHELET

que mandaba . Dió magnífico pretexto, solemne, brillante , á los ene-


migos del gobierno para fingir ante el pueblo una fe que no sentían .
El arzobispo de Narbona decía más tarde , durante el imperio: « Nos
portamos con verdadera hidalguía ; de ninguno de nosotros se puede
decir que íbamos arrastrados por la religión . »
>
Era fácil prever que esos prelados , puestos en el extremo de ceder

ROEDERER

ante la muchedumbre , de desmentir solemnemente su opinión oficial ,


responderían como caballeros . El más tímido ó débil , sujeto á tal impo-
sición , se convertiría en un valiente.
Caballeros ó no, al fin eran franceses . Los curas , hasta los más
revolucionarios , no se decidieron á abandonar á susobispos en el mo-
mento crítico . El peligro les tentó , la hermosa solemnidad de tal escena
ganó su imaginación y rehusaron prestar juramento.
Desde la primera sesión , en la cual el obispo de Chermont interpeló
sobre el asunto, pudo juzgarse el efecto . Gregoire y Mirabeau , el día
siguiente (4 de Enero) , intentaron arreglar el asunto .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 501

Gregoire dijo que la Asamblea no intentaba tocar á la Iglesia en


nada de lo espiritual ; que no se exigía el asentimiento interior , sino la
fórmula, y que en nada se forzaba á la conciencia.
Mirabeau llegó hasta á decir que la Asamblea no exigía precisa-
mente el juramento , sino que declaraba incompatible la negativa con

E.THOMAS

LEGENDRE

el ejercicio de funciones públicas , en cuyo caso el que rehusaba jurar se


declaraba voluntariamente dimisionario de su empleo .
Esto equivalía á abrir una puerta ; pero Barnave la cerró con agria
violencia , creyendo ganar de este modo la popularidad que llevaba per-
dida . Con un discurso violento propuso y obtuvo que se obligara á jurar
inmediatamente .
Medida de imprudencia que no obtuvo otro resultado que decidir la
negativa de muchos que aún estaban indecisos .
502 J. MICHELET

Los que rehusaban iban á tener la gloria del desinterés y del valor ,
pues las turbas sitiaban las puertas de la Asamblea y se oían sus
amenazas .
Los dos partidos se acusan en este punto . Los unos dicen que los
jacobinos intentaron arrancar el juramento por medio del terror ; los
otros aseguran que los aristocratas habían apostado gente pagada para
demostrar que se les hacía violencia , y al par que hacer odiosos á sus
enemigos , decir, como efectivamente lo dijeron , que la Asamblea no
estaba libre .
Al comenzar el acto del juramento , el presidente comenzó á llamar
por sus nombres á los diputados . -El señor obispo de Agen .
El obispo . - Pido la palabra.
La izquierda de la Asamblea . —¡ Nada de palabras ! ... ¿ Prestáis el
juramento sí ó no?
El obispo de Agen . -Habéis dicho que los que rehusen perderán
sus cargos . Yo no tengo ningún interés en conservar mi puesto, aunque
sí que siento mucho perder vuestra estima . Os ruego que creáis en el
sentimiento con que me niego á obedeceros por no poder prestar jura-
mento .
Continúa el llamamiento de diputados .
El cura Fournés . -Yo diré con la simplicidad de los primeros cris-
tianos : tengo á gloria y honor el seguir á mi obispo .
El cura Leclerc.- Yo soy hijo de la iglesia católica .
Este llamamiento nominal resultaba desastroso , pues daba lugar á
manifestaciones de cada uno de los diputados eclesiásticos . Un diputado
lo hizo ver, pidiendo á la Asamblea que se contentara con pedir el jura-
mento colectivamente .
La negativa colectiva no obtuvo , efectivamente , ningún éxito . La
Asamblea no sacó del debate otro resultado que permanecer un cuarto
de hora silenciosa é impotente , dando al enemigo ocasión de decir algu-
nas palabras sonoras que , en un país como Francia , forzosamente ha-
bían de proporcionar enemigos á la Revolución .
A la salida de la Asamblea no ocurrió nada extraordinario . Los obis-
pos salieron sin peligro de la Asamblea y volvieron á ella siempre que
quisieron . La indignación de la multitud no se tradujo en acto alguno
de violencia .
La sesión del 4 de Agosto fué el triunfo de los obispos sobre los
abogados .
Estos parecían como influenciados por sus negras vestiduras que
tienen mucho de hábitos sacerdotales , vestiduras de intolerancia, fata-
les para quienes las revisten . Los obispos encontraron en su situación
palabras floridas y dignas , que para sus adversarios resultaron verdade-
ras estocadas .
Estos prelados que hablaban con sencillez evangélica , no eran en
su mayoría más que cortesanos intrigantes y de mala fama: en nuestro
HISTORIA DE LA revolución FRANCESA 503

grave mundo moderno , que exige al sacerdote, para ser respetado , vir-
tud é ilustración , habrían sido obligados á retirarse con vergüenza.
Mas la profunda política de Camus y de Barnave encoutró , com-
batiéndoles , el medio de hacer de aquellos sacerdotes corrompidos héroes
cristianos , admirados por la población de los campos como verdaderos
mártires .
ASSIGNJE
40668

DOM
DOMAINE

AIN
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D

NATIONAUX

ES
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ons


30 23792

0001

CAPITULO VIII

El primer paso del Terror

Furor y ligereza de Marat . -¿Hay en él una teoría política ó social? -¿Es un comunista? -¿Sus pe-
riódicos contenían soluciones prácticas? - Precedentes de Marat. -Su nacimiento y educación.-
Sus primeras obras políticas y filosóficas. - Marat en casa del conde de Artois .- Su física y sus
ataques contra Newton, Franklin, etc.-Comienza « El Amigo del Pueblo.» -Sus modelos.-
Su vida retirada y laboriosa -Sus predicciones.-Sus odios á los enemigos personales. —Su
encarnizamiento contra Lavoisier.-Los tribunales no se atreven á juzgar á Marat (Enero 1791 ).
-Por qué toda la prensa siguió á Marat en la propaganda de la violencia.

El año 1791 , tristemente comenzado con la sesión del 4 de Agosto ,


ofrece el aspecto de un funesto retroceso , de una violenta negativa del
principio de la Revolución ; el llamamiento á la fuerza .
¿De dónde partió este llamamiento á la fuerza brutal? Cosa extra-
ña: de los hombres más cultos . Fueron los legistas , los médicos , los lite-
ratos , los periodistas; fueron los hombres de talento , en una palabra,
que basándose en la muchedumbre ciega , quisieron decidir las cosas del
espíritu por la acción material .
Marat tenía interés en organizar en París una especie de guerra
entre los vencedores de la Bastilla . El heroico Hullin y otros valientes
del 14 de Julio que se habían alistado en la Guardia nacional retribuída
eran tachados de espías por Marat y designados á la venganza popular
con el título de «Moscones de Lafayette . »
Y no se contentaba con darles apodos , sino que en su periódico pu-
blicaba sus domicilios , calle , número y piso para que no tuvieran que
entretenerse pidiendo informes la gente de buena voluntad que quisiera
ir á cortarles el cuello .
Los números de su periódico eran verdaderas listas de proscripción
donde él escribía á la ligera, sin examen y sin pruebas , todos los nom-
bres que le dictaban . Nombres que eran queridísimos para la humani-
dad , después de la jornada del 14 de Julio , el del valeroso Elie ó el del
caballeroso La Salle , tan olvidado por la ingratitud del nuevo gobierno,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 505

aparecían en las listas de sospechosos de Marat, mezclados con otros de


verdaderos reaccionarios .
El mismo Marat confiesa que en su precipitación confundió el nom-
bre de La Salle con el del horrible marqués de Sade , el infame y san-

ERIE
PAR
KER HP -DC LA CHABL

CAZALÉS

guinario novelista . Otra vez inscribió entre los moderados , entre los la-
fayettistas, al inflexible Maillard , el director de la jornada del 5 de Oc-
tubre , el juez de las matanzas del 2 de Septiembre .
A pesar de todas estas violencias y de estas ligerezas criminales , la
sincera indignación visiblemente de Marat contra los abusos me inte-
TOMO I 64
506 J. MICHELET

resa profundamente . Este gran nombre de Amigo del Pueblo exige á la


historia un serio y detenido estudio .
Yo he instruído religiosamente el proceso de este hombre extraño ,
leyendo con la pluma en la mano sus periódicos , sus folletos , todas sus
obras. Yo sé por muchos ejemplos cómo el sentimiento del derecho , la
indignación y la piedad por el oprimido , pueden convertirse en pasiones
violentas y muchas veces crueles . ¿Quién no ha visto muchas veces las
mujeres á la vista de un niño vapuleado ó de un animal tratado brutal-
mente , exaltarse hasta los mayores furores? ¿Marat no pudo ser un
furioso por extremada sensibilidad , como muchos parecen creerlo? Esta
es la primera cuestión .
Si fué así hay que convenir en que la sensibilidad alcanza efectos
muy extraños . No es un castigo severo, una corrección ejemplar lo que
Marat pide para aquellos á quienes acusa: la muerte aun no le parece
bastante . Su imaginación está ávida de suplicios ; necesita verdugos ,
incendios , mutilaciones atroces . « Marcadlos con un hierro candente ,
cortadlos en pedazos , arrancadles la lengua . » Esto es lo que pide para
sus enemigos por medio de la imprenta.
No son las graves y santas cóleras de un corazón verdaderamente
atento al amor por la justicia : es más bien el delirio de una mujer fuera
de sí que se entrega á los furores histéricos , casi á la epilepsia .
Lo que más extraña es que estos transportes que se podrían explicar
por los excesos del fanatismo , no proceden de ninguna fe precisa y que
pueda caracterizarse . Tanta indecisión de pensamiento junto á tanta
violencia en la expresión , constituyen un bizarro espectáculo . El corre
furioso... ¿á dónde? Ni él mismo puede decirlo .
Al buscar los principios de Marat , no es en las obras escritas en su
juventud (de las que hablaré en seguida) donde pueden encontrarse , sino
en las que escribió en plena madurez desde el 89 al 93 , cuando la gran-
deza de la situación pudo aumentar sus fuerzas hasta colocarlo por
encima de sí mismo .
Sin tener en cuenta El Amigo del Pueblo que comenzó á publicarse
en esta época , Marat escribió en el 89 un proyecto de Constitución y en
el 90 un Plan de legislación criminal, del cual ya había dado su ensayo
en 1780. Esta última obra la ofreció á la Asamblea nacional .
Desde el punto de vista político , estas obras , extremadamente flojas,
no tienen nada que las distinga de un sinnúmero de libros que apare-
cieron entonces .
Marat era entonces realista , y decía que en todo gran Estado la
forma de gobierno debe ser la monarquía: única que conviene á la
Francia. El principe no debe ser responsable mas que en las personas
de sus ministros: su persona será sagrada . En Febrero del 91 Marat
era todavía realista .
Desde el punto de vista social , no hay nada , absolutamente nada
en esta obra que sea propio del autor . Lo único notable es la solicitud
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA :507

que demuestra por las mujeres , pidiendo la represión del libertinaje . Esta
parte de su Plan de legislación criminal está desenvuelta con gran
extensión . Pero hay en ella observaciones útiles que hacen perdonar
muchos detalles inconvenientes y fuera de su sitio, como por ejemplo ,
la descripción del viejo libertino.
Los remedios que el autor quiere aplicar á los males de la sociedad
son poco serios , tanto, que extraña verlos propuestos por un hombre de
su edad y su experiencia: un médico de cuarenta y cinco años .
En su Legislación criminal pide castigos propios de la Edad Me-
dia contra el sacrilegio y la blasfemia . En su Proyecto de Constitución
habla con gran ligereza del cristianismo y de todas las religiones en
general.
Estas dos obras seguramente no hubiesen llamado la atención si el
autor no partiera de una idea que jamás puede dejar de ser bien recibi-
da, y especialmente en aquella época de extrema miseria y en una capi-
tal por la que circulaban cien mil indigentes : la debilidad é incerti-
dumbre del derecho de propiedad; el derecho del pobre à partir , etc.
En un proyecto de Constitución , Marat dice estas palabras hablan-
do de los derechos del hombre : «Cuando un hombre carece de todo , tie-
ne el derecho de arrancar á otro todo lo superfluo de que goza ; ¿pero
qué digo lo superfluo? Tiene hasta el derecho de arrancarle lo necesario ,
y antes que perecer de hambre tiene el derecho de degollar al semejan-
te Ꭹ devorar su carne palpitante . » Y añade Marat en una nota: « Cual-
quiera atentado que el hombre cometa, cualquier ultraje que haga á sus
semejantes, no turba más el orden de la naturaleza que pueda turbarlo
el hecho de un lobo cuando devora á un cordero .>>
En su libro sobre el Hombre, publicado en 1775 , ya había dicho :
« La piedad es un sentimiento ficticio , adquirido en la sociedad . No edu-
quéis al hombre con ideas de bondad , de dulzura y de beneficencia , y
desconocerá toda su vida hasta el nombre de la piedad . >>
He aquí el estado natural del hombre , según Marat . ¡ Terrible es-
tado ! El derecho reconocido de poder tomar al semejante no sólo lo
superfluo sino lo necesario y hasta su carne para comérsela .
Se creería que Marat piensa fundar el comunismo perfecto ó la
igualdad rigurosa de las propiedades . Lejos de esto . En su Constitución
dice que « la deseada igualdad no puede existir en la sociedad , como no
existe en la naturaleza . » En su Legislación criminal demuestra que el
reparto de las tierras , si ha de ser justo , resulta imposible é impracti-
cable.
Marat relega al estado de naturaleza , anterior á toda civilización ,
su horripilante derecho de apoderarse hasta de lo necesario del vecino .
¿Y en el estado de sociedad reconoce la propiedad?... Así parece , gene-
ralmente: aunque en su Legislación criminal parece limitar la propie-
dad al fruto del trabajo , sin extenderlo á la tierra de la que nace el
fruto .
508 J. MICHELET

En resumen, como socialista , si es que se le quiere dar este nom-


bre , resulta un ecléctico en continua fluctuación y falto por completo
de consecuencia .

Sitiaban las puertas de la Asamblea y se oían sus amenezas. (Pág. 502)

En realidad, Marat no se paraba mucho en estas cuestiones . Las


colocaba al frente de sus libros para atraer á la muchedumbre halagán-
dola , para batir ruidosamente el tambor y hacerse escuchar .
Después de exponerlas , no resolvía nada . Todo lo más que puede
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 509

adivinarse es que deseaba una gran caridad social á expensas de los


ricos ; cosa muy razonable , pero que aún lo hubiera sido más marcando
los medios prácticos para que esa caridad pudiera llevarse á ejecución .

Franklin admiró su destreza, pero no sus teorías. (Pág. 512)

Mostró Marat al frente de su periódico y en presencia de las ne-


cesidades del tiempo más inteligencia práctica que en sus obras? Muy
al contrario . En sus artículos no se encuentran más que ideas descosi-
510 J. MICHELET

das y vagas ; nada de nuevo , nada que merezca ser considerado como
una teoría .
En el momento en que la municipalidad entró en posesión en 1790
de los conventos y otros edificios eclesiásticos , Marat propuso establecer
talleres para los pobres y meter á las familias indigentes en las celdas ,
dándoles los lechos de monjes y religiosas . Pero ninguna conclusión ge-
neral relativa al trabajo dirigido por el Estado .
Cuando la miseria de París y las demandas de aumento de salarios
llamaron su atención , ¿ propuso algún remedio nuevo? Nada más que
restablecer los antiguos aprendizajes , largos y rigurosos , exigir pruebas
de capacidad para ejercer los oficios y dar á los obreros que se condujeran
bien durante tres años los medios de establecerse . Y no daba más detalles
ni decía de dónde habían de sacarse los fondos inmensos que se nece-
sitaban para dotar así á poblaciones numerosísimas .
En otra ocasión aconsejó á los indigentes que se asociaran con los
soldados y se hicieran asignar de qué vivir sobre los bienes nacionales .
También aconsejó que se partieran « las tierras y las riquezas de los
miserables que ocultan su oro para forzar por el hambre al pueblo á
sufrir de nuevo el yugo . >
»
Demostrado queda que Marat en 1790 , cuando toma sobre el pueblo
una autoridad tan terrible , no había expuesto una teoría general ni un
principio en que se fundara su autoridad .
Veamos sus precedentes , busquemos en las obras de su juventud ,
para ver si por azar hay en ellas algo que justifique su prestigio .
Marat o Mara , originario de Cerdeña , nació en los alrededores de
Neuchatel , siendo suizo de nacionalidad , como Rousseau , que nació en
Ginebra.
Tenía diez años Marat en 1754 , cuando Rousseau , su glorioso com-
patriota , publicó su discurso sobre «La ilegalidad . » Rousseau , después
de veinte años de trabajo , en los cuales había conquistado el cetro de la
opinión en fuerza de persecuciones y destierros , tuvo que buscar un asilo
en Suiza, refugiándose en el principado de Neuchatel . El interés ardiente
de que era objeto , los ojos de todo el mundo fijos sobre él , el fenómeno
de un hombre de letras haciendo olvidar á todos los reyes , sin exceptuar
á Voltaire , el enternecimiento de las mujeres , que adoraban á Rousseau
por sus novelas sentimentales y le amaban públicamente , todo esto im-
presionó profundamente al pequeño Marat .
Tenía éste una madre muy sensible, muy ardiente , que solitaria en
el fondo de aquella aldea de Suiza , virtuosa y romántica , dedicó todo su
entusiasmo á hacer de su hijo un grande hombre , un Rousseau . Su ma-
"
rido, ministro protestante , digno , sabio y laborioso , la secundó en sus
propósitos , depositando todo lo que pudo de su ciencia en la cabeza del
niño . Esta concentración de esfuerzos tuvo por resultado natural caldear
de un modo alarmante aquella joven inteligencia.
La enfermedad de Rousseau , el orgullo , se manifestó en Marat,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 511

pero exaltada á la décima potencia . Copiando al ídolo , Márat fué como


el mono imitador de Rousseau.
El mismo lo confiesa en un artículo de El Amigo del Pueblo . «A
los cinco años yo hubiera querido ser maestro de escuela ; á los quince
profesor; autor á los dieciocho y genio creador á los veinte . » Más ade-
lante , después de haber hablado de sus trabajos en las ciencias natu-
rales , veinte volúmenes según él de descubrimientos físicos , dice con la
mayor seriedad : « En mis libros creo haber expuesto todas las combina-
ciones del espíritu humano sobre la moral , la filosofía y la política . »
Como Rousseau y como la mayoría de las gentes de su país , Marat
abandonó muy joven la casa paternal para buscar fortuna , llevando con
su almacén mal ordenado de conocimientos diversos , el talento más
aprovechable de fabricar algunos remedios empíricos para ciertas enfer-
medades . Todos estos suizos de la montaña tienen algo de botánicos y
de drogueros . Marat se daba ordinariamente el título de doctor en me-
dicina . Nunca se supo con certeza si realmente existía el título .
Entrando en unas casas como preceptor ó maestro de lenguas y en
otras como médico , tuvo ocasión de insinuarse cerca de algunas mujeres ,
imitando en esto á su ídolo Rousseau . Durante algún tiempo vivió en
intimidad con una marquesa que vivía separada de su marido , el cual
le había hecho contraer una enfermedad . La dama fué más sensible al
sentimentalismo del joven médico que á su figura, pues Marat era feo ,
de estatura muy pequeña , la cara larga y huesosa y la nariz algo aplas-
tada . Bien es verdad que poseía excelentes cualidades , como eran el
desinterés , la sobriedad , una fuerza infatigable para el trabajo y un
ardor extraordinario para todo, hijo de la vanidad, que era en él la pa-
sión dominante .
La Suiza ha proveído siempre á la Inglaterra de amas de llaves y
de maestros de lenguas . Marat, en 1772 , enseñaba el francés en Edim-
burgo. Tenía entonces veintiocho años ; había escrito mucho, pero no
había publicado nada . En este año se acabó la publicación de Las cartas
de Junius , los folletos ruidosísimos y misteriosos de los cuales nadie ha
sabido quién fué el autor y que dieron un golpe terrible al ministerio de
aquel tiempo . Las nuevas elecciones estaban próximas é Inglaterra vivía
en la mayor agitación . Marat , que había visto el triunfo del folletista
Wilkes , llegado de un golpe á lord maire de Londres , escribió en inglés
un folleto, que como los de Junius , resultó interesante por ser anónimo ,
titulado Las cadenas de la esclavitud.
Este libro era una improvisación rápida ; el plan no resultaba malo ,
pero desgraciadamente el estilo era pesado y declamatorio y los puntos
de vista completamente falsos . Marat demostraba no conocer la Ingla-
terra . En su folleto veía todo el peligro de parte de la Corona , ignorando
que Inglaterra es ante todo una aristocracia, y que ésta se halla por en-
cima de los monarcas .
Acababa de aparecer en Londres un libro francés que hacía mucho
512 J. MICHELET

ruido : una obra póstuma de Helvetius titulada El hombre. Marat no


perdonó la ocasión de hacerse de notar, y en 1773 publicó en inglés un
volumen en oposición al de Helvetius, titulándolo de El hombre y tra-
tando de los principios y las leyes , de la influencia del alma sobre el
cuerpo y del cuerpo sobre el alma.
Si la obra merecía un crítica, lo primero que debía tacharse en ella
era la indecisión . En ninguna de sus partes toma Marat la actitud de
un fiero discípulo de Rousseau contra los filósofos .
Al azar , hay en sus páginas algunos débiles ataques contra el vie-
jo Voltaire, jefe de los filósofos . A estos ataques contestó el malicioso
viejo con un artículo ingeniosísimo y gracioso, en el que Voltaire mos-
tró á Marat tal como era , charlatán y ridículo . « Es arlequín que hace
la cabriola para dar gusto al público de las galerías . >>
Aunque Marat habló mucho del prodigioso éxito de sus libros en
Inglaterra y de las montañas de oro que le habían producido , lo cierto
es que regresó á Francia más pobre que nunca y que tuvo que vender
sus remedios como un charlatán en las plazas de París .
Pero un médico casi espiritualista como él era , forzosamente había
de gustar á la corte , y su libro de medicina galante había obtenido
algún éxito entre los jóvenes que formaban la corte del conde de
Artois .
Marat acabó por entrar en la casa del joven príncipe , primero con
el humilde empleo de médico de sus caballerizas , y después con el tí-
tulo más elevado de médico de sus guardias de corps .
Este era uno de los lados más tristes del antiguo régimen . Pocos ,
muy pocos de los hombres de letras , de los sabios que resultaron des-
pués hombres políticos , pudieron en los principios de su carrera pasar
sin una alta protección : todos tuvieron necesidad de patronato . Brissot
tuvo que vivir á expensas del duque de Orleans; Vergniaud fué educa-
do por la protección de Turgot ; Robespierre por el abate de Saint-Vaast ;
Desmoulins por el cabildo de Laon , etc. , etc.
Marat tuvo que recurrir á la protección del conde de Artois , im-
pulsado por la miseria , y en su casa estuvo doce años .
En esta nueva posición se propuso no leer ninguna publicación
política ó filosófica , dedicándose por entero á las ciencias . Su genio
belicoso , que le había empujado contra Voltaire y los filósofos , le im-
pulsó ahora , al encerrarse en la ciencia , contra el gran Newton . In-
tentó nada menos que derribar á este dios de su capilla , precipitándose
en una locura de experiencias desordenadas , apasionadas , ligeras , cre-
yendo destruir la óptica de Newton , que comenzaba por no comprender.
Fiábase poco de los sabios franceses, y aprovechando la estancia
de Franklin en París , le invitó á presenciar sus experiencias . Franklin
admiró su destreza , mas no fué del mismo parecer en cuanto á sus teo-
rías , y Marat , ofendido por esto , se dedicó á trabajar contra Franklin
con el mismo ardor que contra Newton .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 513

Quiso destruir su teoría sobre la electricidad , y para apoyarse en


el voto de un hombre ilustre, invitó á Volta á visitar su estudio para
juzgar por sí mismo los errores de Franklin . Volta no dió su apro-
bación á ninguno de sus trabajos y Marat le comprendió en su odio.
El físico Charles , célebre por el perfeccionamiento del areostato ,
contó muchas veces á uno de mis amigos , sabio muy ilustre , que había
sorprendido un día á Marat en flagrante delito de charlatanismo . Marat
pretendía haber encontrado que la resina conducía perfectamente la
electricidad . Charles , al presenciar el experimento, tocó la resina y
percibió una aguja oculta en ella , lo que daba la explicación del mis-
terio .
La Revolución encontró á Marat en la casa del conde Artois , en
el centro de los abusos y de las prodigalidades , en medio de una no-
bleza joven é insolente , es decir, en el lugar donde mejor podía co-
nocerla y odiar al antiguo régimen . Repentinamente , sin transición ,
Marat se encontró lanzado en pleno movimiento . Acababa de regresar
de un viaje á Inglaterra cuando se verificó la explosión del 14 de Julio .
Su imaginación quedó esclavizada con este espectáculo sublime ; la em-
briaguez le ganó el cerebro y no le abandonó más . Su vanidad quedó
profundamente turbada por un azar que le permitió desempeñar un
papel en la gran jornada . En una nota que Marat envió á los perio-
distas después del 14 de Julio , Marat declara que este día se encon-
traba entre la muchedumbre que cubría el puente Nuevo . Un desta-
camento de húsares intentó pasar, y Marat, sirviendo de orador á la
turba , les ordenó que depusieran las armas , orden que juzgaron con-
veniente no obedecer . Marat en su nota se contentaba , comparándose
modestamente con Horacio Cocles , que solo sobre un puente detuvo á
todo un ejército .
Descontento de los periodistas porque no publicaron todos los elo-
gios que á sí mismo se tributaba , Marat vendió cuanto tenía , hasta las
sábanas de su cama , para comenzar la publicación de un periódico . En-
sayó muchos títulos y por fin encontró uno excelente , El Amigo del
Pueblo ó el publicista parisien , diario politico é imparcial . A pesar de
su estilo , muchas veces ridículo y siempre declamatorio , Marat alcanzó
éxito . Su secreto fué partir, no del tono habitual de los folletos y los
diarios franceses , sino de las gacetas que nuestros libelistas refugiados
hacían desde Inglaterra ó desde Holanda , de El gacetero acorazado de
Morande y otras publicaciones igualmente desenfrenadas . Marat, como
ellos , daba toda clase de noticias secretas , de escándalos y de ataques
personales ; se abstenía de teorías abstractas ininteligibles para el pueblo ,
que todos los otros periodistas cometían la torpeza de querer hacer leer ;
hablaba poco del exterior y poco de los departamentos , que era el tema
único del diario de los jacobinos . El se limitaba á París , al movimiento
de París, á las personas sobre todo , que acusaba y designaba con la
terrible ligereza de los libelistas que le servían de modelo .
ΤΟΜΟ Ι 65
514 J. MICHELET

Había , sin embargo , una terrible diferencia . Los escándalos perio-


dísticos de Morande no tenían más objeto que sacar á las gentes desig-
nadas algunas talegas de escudos : los de Marat, más desinteresados ,
pero más terribles , enviaban las gentes á la muerte . El que era nom-
brado por él de buena mañana , podía estar guillotinado por la noche .
Asombra que esta violencia uniforme , siempre la misma , esta mo-
notonía furiosa , que hace la lectura del periódico de Marat fatigante en
extremo , no cansara al público y le alejase de él . Nada de medias tin-
tas; todo extremado , excesivo , siempre los mismos motes , infame, mi-
serable; siempre la misma cantinela, la muerte. No hay más cambio
que en la cifra de las cabezas que hay que cortar : 600 cabezas , 10.000 ca- ¡
bezas , 20.000 cabezas , hasta que se detiene en la cifra singularmente
precisa de 270.000 cabezas .
Esta uniformidad monótona , que parece debía fastidiar al público ,
sirve de mucho á Marat; le da la fuerza , el efecto de una campana que
toca siempre y toca lo mismo : el toque de difuntos . Cada mañana ,
cuando apenas comienza á amanecer , las calles retruenan con los gritos
de los vendedores : « ¡ Aquí está El Amigo del Pueblo ! ¿Quién quiere El
Amigo del Pueblo?» Cada noche escribe Marat ocho páginas en 8.° que
se venden por la mañana , y á cada instante se desborda , el cuadro le
resulta estrecho , y por la noche publica otras ocho , dando dieciséis pá-
ginas á cada número . Pero esto aún le parece poco , y el número co-
menzado á imprimir con caracteres gruesos es terminado con los más
pequeños , para concentrar más materia , más injuria , más furor . Los
otros periodistas producen por intervalos , se relevan buscan ayuda:
Marat jamás . El Amigo del Pueblo es todo de la misma mano , no es
simplemente un diario , es un hombre , una persona .
¿Cómo puede realizar él solo este trabajo enorme? Una palabra lo
explica todo . El no abandona jamás su mesa ; él va raramente á la Asam-
blea ó á los clubs . Su vida no tiene más que una función : escribir . ¿Y
después? Escribir , escribir siempre , lo mismo de noche que de día .
La policía , persiguiéndole desde sus primeros escritos , le presta el
servicio de obligarle á vivir oculto , encerrado , libre de toda preocu-
pación , para dedicarse al trabajo ; esto redobla su actividad .
El pueblo se interesa vivamente por su Amigo , perseguido por él ,
fugitivo y en peligro . En realidad el peligro era poca cosa . La vieja
policía de Lenoir y de Sartine no existía ya. La nueva, mal organizada ,
incierta y tímida , en las manos de Bailly y de Lafayette , no ejercía
ninguna acción seria . La guardia nacional retribuída , que era la prin-
cipal fuerza pública , estaba compuesta en su mayor parte de antiguos
guardias franceses , vencedores de la Bastilla , que desempeñaban á re-
gañadientes el papel de soldados de policía.
Marat experimentaba , siempre oculto y mudando con frecuencia
de encierro , los azares de una vida errante . Su traje siempre estrambó-
tico , demostraba su excentricidad de carácter. Sucio habitualmente,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 515

algunas veces experimentaba caprichos por un lujo parcial : por ejem-


plo, usaba magníficos chalecos de satín blancos con una corbata gra-
sienta y una camisa sucia . El retorno de la fortuna , que siempre cam-
bia á los hombres , no produjo ningún resultado sobre él . Su vida mal-
sana , irritante , en encierro perpetuo , conservó entero su furor . Veía
siempre el mundo á través del ventanillo de la cueva en que vivía , del
mismo color que los muros húmedos y sombríos de los cuales su cara
parecía haber tomado el tinte . Esta vida le gustó á la larga ; estaba sa-
tisfecho del efecto fantástico y siniestro que daba su nombre . Desde el
fondo de esta triste noche él se sentía reinar; desde abajo juzgaba él
sin apelación al mundo de la luz , al reinado de los vivientes , salvando
á unos y conduciendo á otros . Sus decisiones se extendían hasta los
asuntos particulares . Los asuntos de las mujeres parecía que le eran
especialmente gratos . Con gran ardor protegió á una religosa fugitiva
á quien no conocía y tomó parte en favor de una dama en la querella
contra su marido , dirigiendo á éste las más terribles amenazas desde
su periódico.
Una vida así , aparte , excepcional , que no permite al hombre
comprobar el valor de sus ideas con el trato de otros hombres , aca-
ba por producir visionarios . Por esto Marat en ciertos momentos se creía
un profeta, dueño de los misterios del porvenir . Profetizaba todos los
días , y la gente le creía . Hay que tener en cuenta la singular disposi-
ción de los espíritus ; las miserias extremas hacen crédulos á los pueblos
é impacientes por conocer el porvenir . Cosa curiosa , nadie veía que el
profeta se engañaba á cada instante . En cambio si acertaba todos se
hacían lenguas de la exactitud de las palabras del profeta . Hasta los
mismos periodistas , que no sentían celos ni espíritu de rivalidad ante
un hombre al que consideraban como un loco sin trascendencia , no te-
nían inconveniente en elogiarle y le llamaban el divino Marat .
Muchas veces su excesiva desconfianza le convirtió en un modelo
de buen sentido y penetración . El día , por ejemplo , en que Luis XVI
sancionó el decreto que exigía el juramento á los sacerdotes , Marat le
dirigió palabras llenas de lógica y buen sentido . Le recordó su educa-
ción y sus precedentes de familia , para acabar preguntándole por qué
sublime virtud había merecido de Dios el estupendo milagro de librarse
de todos los prejuicios del pasado y resultar sincero .
Pero estos relámpagos de buen sentido resultan raros . Lo más fre-
cuente en él , entre sus gritos de furor , son los accesos de charlata-
nismo , las promesas delirantes , que sólo un loco podía formular: « Si yo
fuera tribuno del pueblo- decía en uno de sus artículos y estuviera
sostenido por algunos miles de hombres determinados , yo respondo que
en seis semanas la Constitución sería perfecta , que la máquina política
marcharía mejor, que ningún granuja político osaría ponerla en peligro ,
que la nación sería libre y feliz , que en menos de un año ya sería flore-
ciente y rica y que continuaría siéndolo mientras yo viviera . »
>
516 J. MICHELET

La Academia de Ciencias , culpable para Marat de haber desdeñado


lo que él llamaba sus descubrimientos científicos , era perseguida por él
y designada en su periódico como una asociación de aristocratas . Sabios
tan ilustres como Laplace y Lalande y el eminente monje que á sus mé-
ritos científicos unía el ser un gran carácter y un verdadero patriota,
fueron señalados por Marat al odio público . No les acusaba únicamente
de falta de civismo , sino de robo al Estado . «El dinero que les da la
Academia -decía -para hacer experiencias se lo comen ó lô gastan con
muchachas de vida alegre . > »
Pero el hombre objeto principal de esta rabia envidiosa era el pri-
mero de aquel tiempo , aquel que acababa de realizar en la ciencia una
revolución rival de la revolución política , y ante el cual se inclinaban
Laplace y Lagrange . Hablo de Lavoisier . Ya es sabido que Lagrange
experimentó tan profunda impresión ante ese mundo de la química al
cual Lavoisier acababa de arrancar el velo , que durante diez años olvidó
las matemáticas , no pudiendo soportar la sequedad del cálculo abstracto,
encantado por los misterios químicos que abrían ante él el seno pro-
fundo de la naturaleza . Este gran revolucionario de la ciencia , Lavoisier ,
no habría podido hacer su revolución si no hubiera sido rico. Por esto
aceptó el cargo de arrendatario general de contribuciones . Lejos de
extremar en sus funciones el espíritu de fiscalización , aconsejó al go-`
bierno la rebaja de muchos impuestos , sosteniendo que con esto aumen-
tarían los ingresos en vez de disminuir . Nombrado por Turgot director
de las pólvoras , abolió la costumbre vejatoria de registrar las cuevas de
las casas para rascar el salitre . Un detalle basta para juzgar su corazón .
En medio de funciones tan diversas y de trabajos tan abrumadores , aún
encontraba tiempo para dedicarse á un trabajo largo , penoso y repug-
nante : el estudio de los gases que se escapaban en las letrinas, sin otro
fin que el de salvar la vida á los desgraciados encargados de su limpieza ,
y que muchas veces perecían asfixiados .
He aquí el hombre á quien atacaba Marat ; el sabio ilustre á quien
el periodista tenía el cinismo de llamar « un aprendiz de químico con
cien mil libras de renta» . Sus acusaciones continuas , repetidas bajo
infinitas formas , prepararon el cadalso á Lavoisier . Sin prueba alguna ,
le atribuyó el plan de la nueva muralla que que iba á circuir á París,
acusándole de «querer quitar el aire á la ciudad , ahogando á sus habi-
tantes» . También le acusó de haber transportado la polvora del arsenal á
la Bastilla en la noche del 12 al 13 de Julio , transporte que se hizo por
orden del ministro , sin saber nada Lavoisier .
Lo notable en este sabio es que quedándole que hacer tanto por la
ciencia y siendo su vida de un precio inestimable para el mundo , no
pensara nunca en huir . No llegó á recelar que la funesta estupidez lle-
gara hasta arrancar una vida á la ciencia tan útil para el género huma-
no . El principal disgusto de Marat era que no podía llevar sus furores
hasta la Asamblea nacional . En Octubre de 1790 decía en su periódico
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 517

que si de tiempo en tiempo se paseaban alrededor de la Asamblea algu-


nas cabezas cortadas , la Constitución sería hecha inmediatamente y
resultaría perfecta . Y añadía que sería mejor aún tomar las cabezas de
la misma Asamblea . En otras ocasiones rogaba con insistencia al pueblo
que se llenara los bolsillos de guijarros y desde las tribunas apedrease
á los diputados infieles .
En Agosto de 1790 , cuando Marat y Camilo Desmoulins fueron
acusados por Malouet en la Asamblea nacional , Camilo fué á visitar á
Marat y le rogó que rectificase algunas de sus palabras horriblemente
sanguinarias , que hacían perjuicio á su causa . Marat al día siguiente
contó la entrevista burlándose de Camilo , y lejos de reconocer que sus
palabras habían sido excesivas , declaró que le parecían dictadas por la
humanidad , un espíritu de humanidad especial que recomendaba de-
rramar ahora sangre para evitar que en adelante se derramase más .
Marat acusaba de miedoso á Camilo Desmoulins , justamente cuando
éste acababa de demostrar una gran audacia personal . Cuando Malouet
acusaba en la Asamblea á los dos periodistas revolucionarios , Camilo
estaba en una tribuna escuchando á su acusador . Y cuando Malouet
gritaba: «¿Hay alguien que se atreva á desmentirme?» Desmoulins con-
testó á toda voz y sacando el cuerpo fuera : «Yo me atrevo . >>
La situación de los dos periodistas no era igual ; Desmoulins , exhi-
biéndose en pleno día en los sitios más céntricos de París ; Marat siem-
pre oculto é invisible para aquellos á quienes atacaba . No se mostraba
en público más que en raras ocasiones , cuando eran convocadas sus
bandas de fanáticos y se sentía rodeado de un impenetrable muro de
hombres y más seguro aún que en su cueva .
En Enero del 91 Marat recomendó el degüello de los guardias na-
cionales á sueldo , designando especialmente á Lafayette al furor de
las mujeres , para que le arrancasen sus signos de virilidad . «Haced de
él un Abelardo » -decía en su periódico .
Un partidario de Lafayette que escribía El Diario de los Mercados
se atrevió á citarle ante los tribunales . Marat salió de sus tinieblas para
comparecer en el Palacio de justicia . No tenía gran cosa que temer;
pero le rodeaba un verdadero ejército . El auditorio estaba compuesto
de sus frenéticos amigos , y todas las avenidas , todas las galerías del
Palacio , rebosaban de un pueblo prodigiosamente exaltado . La autori-
dad, comprendiendo que no podría proteger la vida del acusador de
Marat, le prohibió que se presentara . Marat , vencedor sin combate , se
burló de los tribunales , de la policía , de la guardia nacional , de Bailly
y de Lafayette .
Desde este día ejerció sin traba alguna el reinado de la delación .
Sus transportes más frenéticos fueron sagrados para la turba .
Su delirio sanguinario , en el que se mezclaban con demasiada fre-
cuencia las delaciones pérfidas que él repetía sin discernimiento , fué
acogido como un oráculo . Desde entonces pudo marchar á pasos agi-
518 J. MICHELET

gantados hasta el absurdo . Cuanto más loco más creído era . Era el loco
del pueblo . La muchedumbre reía , le escuchaba y le amaba, sin creer
en nadie más que en su loco .
El marchaba la cabeza atrás , fiero y feliz , sonriendo en medio de
su acceso de furor . Lo que había perseguido toda su vida lo tenía ya:
todo el mundo le miraba , hablaba de él y le tenía miedo. La realidad
había ido más allá de todo lo que él había podido imaginar en los en-
sueños de su vanidad delirante . Ayer un gran ciudadano; hoy un vi-
dente , un profeta: con que su locura se extremara un poco más , podía
llegar á ser un Dios .
El marcha siempre adelante y los obstáculos que pretenden opo-
nerle otros periódicos se deshacen á su paso: la prensa se ve forzada á
seguir á este ciego por las vías del Terror.
La prensa contaba con espíritus humanos perfectamente educados
y verdaderamente políticos . ¿Por qué siguieron á Marat?
En la situación infinitamente crítica en que se encontraba Francia ,
teniendo en su corazón la monarquía enemiga y la conspiración inmensa
de sacerdotes y nobles , los cuales tenían justamente en sus manos la
fuerza pública , ¿qué otro medio le restaba á la nación que el Terror
popular?
Por esto en el peligro viéronse todos obligados á buscar una fuerza
ficticia en la exageración y la violencia , y he aquí lo que puso á todos
los oradores de club, á todos los redactores de periódico , á la zaga de un
loco , que falto de conciencia y sentido moral , podía ser sanguinario sin
excitación y sin remordimientos .
He aquí lo que unció á toda la prensa á la carreta de Marat .
Además, causas personales , pequeñas y miserablemente humanas ,
contribuyeron á todos á hacerlos violentos . Hablemos de esto sin ru-
bor.
La profunda incertidumbre en que se encontraba el genio más
fuerte y el más penetrante de toda la Revolución (es Danton de quien
hablo) , su fluctuación entre los partidos que le solicitaban y por ninguno
de los cuales llegaba á decidirse , ¿ cómo podía ocultarse? Pues por medio
de palabras violentas .
Su brillante amigo Camilo Desmoulins , el escritor más grande de
su tiempo , era puro en cuestiones de dinero ; pero como artista , de ca-
rácter móvil , era muy inconsecuente en asuntos de competencia y po-
pularidad . El éxito de Marat le molestaba , y arrojó á Camilo por algún
tiempo en el periodismo de violencias , sosteniendo con su rival una
emulación de cólera contraria por completo á su carácter ligero y dulce .
¿Cómo el impresor Prudhonne , habiendo perdido á su redactor
Loustalot , podía sostener Las Revoluciones de Paris? Pues haciendo
que el periódico fuese muy violento .
¿Cómo El orador del pueblo , Freron , el íntimo amigo de Camilo
Desmoulins y de Lucila , que vive en su misma casa, cómo puede bri-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 519

llar ante la elocuencia y el ingenio de Camilo? ¿Por el talento? No. Se


hará de notar por la audacia y será más violento .
Mas he aquí uno que comienza y que va á sobrepujar á todos. Un
empleado de teatros , Hebert, tiene la para él feliz idea de reunir en
su periódico todo lo que hay de más bajo en el lenguaje popular , las
palabras más innobles , los juramentos de las tabernas y las mancebías .
La empresa es fácil . Y todas las mañanas gritan los vendedores : << ¡ La
grande cólera del Pere Duchéne . - Hoy sí que viene furioso el Pere
Duchéne!» Y el secreto de su elocuencia consiste en meter la palabra
j... dos ó tres veces en cada línea .
¡ Pobre Marat! ¿Qué harás tú ahora? Esta es una verdadera com-
petencia.
Verdaderamente tu furor resulta débil ; no aparece como el de He-
bert , ilustrado con las más abyectas bajezas del lenguaje : comparado
con él tienes todo el aire de un aristocrata . Te es preciso ensayarte á
jurar así, y sólo á costa de esfuerzos inauditos , de rabia y de odio , todos
los días renovados , es como consigues mantenerte difícilmente en la
vanguardia .
Es un carácter de la época que merece ser observado , esta compe-
tencia de furor.
Como si hubiera un premio propuesto para la violencia, los clubs
espolean á los clubs , los periódicos á los periódicos , siguiendo todos
desbocados esta carrera hacia la muerte . Todo grito tiene su eco , todo
artículo produce otro artículo más violento . ¡ Desgracia para el que se
quede atrás ! ... Casi siempre es Marat el que marcha delante de los otros ;
algunas veces Freron , su imitador, le pasa delante .
Prudhonne , que es el periodista más moderado , publica , sin em-
bargo , números furiosos . Entonces Marat se indigna , como si invadieran
un campo que fuese suyo . En Diciembre del 90 , cuando Prudhonne
propone organizar un batallón de Scévolas contra los Tarquinos , ó sea
una tropa de matadores de reyes , Marat se enfurece porque esta idea no
es suya, y para conservar su prestigio vomita mil cosas sanguinarias .
Este crescendo de violencias no es un fenómeno particular de los
periódicos: estos no hacían generalmente más que condensar y repro-
ducir la violencia de los clubs . Lo que se rugía por la noche en la tri-
buna era impreso en las primeras horas de la madrugada y se vendía
por la mañana .
Los escritores realistas servían del mismo modo al público todos
los ultrajes y las ironías contra la Revolución que se habían lanzado
por la noche en los salones aristocráticos . Las reuniones del pabellón de
Flora , las de casa de la princesa de Lamballe y otras que tenían los
grandes señores antes de emigrar , proveían de armas á la prensa realista .
La emulación era terrible entre las dos prensas . Causaban el vér-
tigo los millones de hojas de papel que se agitaban como un torbellino ,
entrecruzándose y batiéndose.
520 J. MICHALET

La prensa revolucionaria, que ya era furiosa por sí misma , extre-


maba su cólera al sentirse pinchada por la penetrante ironía de las hojas
y los folletos realistas .
Las publicaciones realistas se multiplicaban hasta lo infinito: los
veinticinco millones anuales de la lista civil aseguraban su vida . Mont-
morin afirmó á Alejandro de Lameth que en poco tiempo había emplea-
do siete millones por encargo de la monarquía para comprar jacobinos
y corromper escritores y oradores .
Lo que costaron los diarios realistas El amigo del rey, Las actas
de los Apóstoles, etc. , nadie lo ha sabido , como tampoco se sabe á cuánto
ascienden las importantísimas sumas que el duque de Orleans dedicó á
la compra de la prensa.
Lucha inmunda , lucha salvaje . Unos tiraban con piedras ; otros con
monedas de oro . Una lucha mata; la otra envilece . De una parte el
mercado de alınas ; de la otra el Terror .
CAPITULO IX

Primer paso del Terror.-Resistencia de Mirabeau

Los Jacobinos persiguiendo á los otros clubs, destruyen el Club de Amigos de la Constitución mo-
nárquica -La mayoría de los jacobinos de entonces pertenecen á los partidos Lameth y Or-
leans.-Primeras ideas de República.-Los jacobinos son aún realistas.-Inquisición sin reli-
gión -Primeros efectos de la Inquisición política.-La partida de Mesdames provoca la cues-
tión de la libertad de emigración. - Violencia de los jacobinos retrógrados en este debate. - La
discusión turbada por por el movimiento de Vincennes y de las Tullerías -Mirabeau defiende
la libertad de emigrar. -Peligro que arrostra. Es atacado en los Jacobinos é inmolado por los
Lameth.

Para comprender cómo el más civilizado de los pueblos , al día si-


guiente de la Federación , cuando los corazones parece que debían de
estar llenos de emoción fraternal , pudo entrar tan bruscamente en las
vías de la violencia , necesario es sondear un Océano desconocido : el de
los sufrimientos del pueblo .
Hemos hablado de los periódicos y de los clubs . Pero más abajo
de esta superficie sonora está insondable y mudo el infinito del sufri-
miento . Sufrimiento creciente, moralmente agravado por la amargura
de una gran esperanza convertida en engaño y agravada materialmente
por la súbita desaparición de todo medio de vida. El primer resultado
de las violencias fué hacer partir de Francia , además de los nobles , mu-
chas gentes ricas que no eran enemigas de la Revolución , pero que te-
nían miedo . Las que se quedaron no osaban moverse por no marcar su
presencia ni vender, ni comprar , ni fabricar, ni hacer gasto alguno . El
dinero asustado permanecía en el fondo de las bolsas : toda especulación ,
todo trabajo estaba suspenso .
¡ Espectáculo extraño ! La Revolución , que abría la carrera al la-
briego , se la cerraba al obrero . El campesino seguía con oreja atenta
los decretos que ponían á la venta los bienes eclesiásticos y le conver-
tían en propietario; el obrero , mudo y sombrío , despedido de los talle-
res, se paseaba con los brazos cruzados , erraba durante todo el día, es-
ΤΟΜΟ Ι 66
522 J. MICHELET

cuchando las conversaciones de los grupos , llenando las tribunas de los


clubs y los alrededores de la Asamblea . Todo motín , pagado ó no pa-
gado , encontraba en la calle su ejército de obreros amagados por la mi-
seria, trabajadores quebrantados por el fastidio y la inacción , que se
consideraban felices de hacer algo , fuese lo que fuese .
En esta situación la responsabilidad de la gran sociedad política ,
del Club de los Jacobinos , era realmente inmensa . ¿Qué papel debía
desempeñar? Uno solo : permanecer fuerte contra sus mismas pasio-
nes , iluminar la opinión, evitar las brutalidades terroristas , que iban
á crear á la Revolución innumerables enemigos ; pero al mismo tiempo
vigilar de cerca á los contrarrevolucionarios , que á la menor ocasión
podían herirles.
Lejos de esto , la tal sociedad , con sus errores ayudó poderosamen-
te á los contrarrevolucionarios . Los multiplicó y les dió fuerza , persi-
guiéndolos y poniendo todo el interés de su lado . Sin saberlo , hizo por
ellos la propaganda más enérgica y más activa . Arrojándolos de París
los extendió por Francia y por toda Europa . Ahogando á centenares á
los contrarrevolucionarios los procreó á millones .
Los Jacobinos , por su conducta , parecían los herederos directos de
los sacerdotes . Imitaban su irritante intolerancia, por la cual el clero
tantas heregías ha suscitado . Seguían fielmente el viejo dogma de la
Iglesia : « Fuera de nosotros nada de salud . » A excepción de los Corde-
leros , á los que afectan despreciar y de los que hablan lo menos que
pueden , los Jacobinos persiguen á los demás clubs , hasta á, los que son
revolucionarios .
El Circulo social , por ejemplo , reunión francmasónica á la que no
se podía reprochar más que sus ceremonias , club políticamente tímido ,
pero socialmente mucho más avanzado que los Jacobinos , es duramente
atacado por éstos .
El orleanista Laclos , que como ya hemos dicho publicaba la corres-
pondencia de los Jacobinos , denunció al Círculo social en su periódico y
en el club . El jacobino Chabroud , que en la víspera misma había sido
nombrado presidente del círculo, no se atrevió á defenderlo . Camilo Des-
moulins se lanzó á defender dicha sociedad , pero á las primeras palabras
tuvo que callar, abrumado por las muestras de reprobación de los Jaco-
binos . No por esto se calló, y al día siguiente escribió el admirable nú-
mero 54 de su periódico , inmortal manifiesto en favor de la tolerancia
política .
Una guerra más violenta aún fué la que los Jacobinos hicieron al
Club de los Amigos de la Constitución monárquica, la asociación por
medio de la cual los constitucionales intentaban renovar su antiguo
Club de los Imparciales . Estos hombres , la mayor parte de ellos muy
distinguidos (Malouet , Fontanes , etc. ) , eran en verdad sospechosos ,
pero más por sus doctrinas que por la organización que habían dado á
su club. Diferenciados grandemente del Club del 89 , fundado por Mira-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 523

beau , Sieyes , Lafayette , etc. , poco numerosò é impotente para la acción ,


el Club de la Constitución monárquica admitía en su seno á los obreros y
distribuía bonos de pan . Estos bonos no eran para los mendigos sino para
los trabajadores . En realidad el pan no se daba gratuitamente , pues se
buscaba comprar con él el prestigio sobre las masas y dar influencia al
club . No había medio de oponerse á esta asociación . Los monárquicos
estaban en regla ; habían solicitado y obtenido de la municipalidad au-
torización , que no se les podía negar , para constituirse en asociación .
Varios decretos solicitados por los Jacobinos en favor de sus sociedades
de provincias , reconocían á los ciudadanos el derecho de reunirse para
tratar de los asuntos públicos , así como el derecho de las sociedades á
confederarse .
A pesar de esto , los Jacobinos , olvidando la ley , no vacilaron en
perseguir á los monárquicos de calle en calle y de casa en casa, intimi-
dando con amenazas á los propietarios de las salas donde aquéllos se
reunían . La municipalidad cometió la ligereza de conceder á los Jaco-
binos un decreto suspendiendo las sesiones de los constitucionales .
Estos protestaron contra este acto eminentemente ilegal ; la municipali-
dad no se atrevió á mantener la interdicción . Entonces los Jacobinos re-
currieron á un medio más indigno , á una atroz calumnia . Acababa de
ocurrir una sangrienta colisión entre los cazadores de caballería y las
gentes de la Villette, á quienes acusaban de hacer el contrabando . Por
París circuló la versión de que los constitucionales habían pagado estos
soldados para asesinar al pueblo , y Barnave les lanzó desde la tribuna
nacional una frase cruelmente equívoca , asegurando «que distribuían
»
al pueblo un pan envenenado . >
No se permitió á los constitucionales reclamar ni pedir la explica-
ción de estas palabras . Se dirigieron á los tribunales ; pero entonces los
Jacobinos azuzaron contra ellos algunos grupos que disolvieron el club
á pedradas y bastonazos . Los heridos , lejos de ser atendidos , viéronse
en peligro de muerte ; la muchedumbre mostrábase furiosa contra el
club por haber circulado el falso rumor de que sus individuos usaban
escarapelas blancas .
En medio de esta lucha brutal , los Jacobinos proclamaron un prin-
cipio que habían seguido desde su origen , pero que no habían consa-
grado todavía . En la sesión del 24 de Enero juraron «defender con su
fortuna y con su vida á todo aquel que denunciara á los conspira-
dores » .
Todo esto hace suponer que la sociedad estaba animada de ese fa-
natismo profundo , del cual tantas pruebas dió más tarde . Sin embargo ,
nada mas lejos de la realidad .
Muchos hombres ardientes que más adelante se habían de unir á
Robespierre , resultando vivientes ejemplos del fanatismo , habían entra-
do ya en el club de los Jacobinos; pero la masa pertenecía á dos ele-
mentos muy distintos :
524 J. MICHELET

1.º A los fundadores primitivos del club ; al partido de Duport ,


Barnave y Lameth . Estos procuraban sostenerse en presencia de los
nuevos elementos , por una ostentación de violencia y fanatismo . ¡ Cosa
triste ! Todos ellos no se diferenciaban de los monárquicos , á los que
tanto perseguían , más que por la ausencia de franqueza . Cuanto más
cerca se sentían de los monárquicos , más declamaban contra ellos .

LA PRENSA DE LA REVOLUCIÓN

L'ORATEUR N°. III.

DU PEUPLE, REVOLUTIONS
PAR MARTEL. DE PARIS ,
DÉDIÉES A LA NATION
Qu aux accens de mavoix la France se réveille;
Rois , soyez attearifs ; peuple , prêtez l'oreille. Er au Diftrict des Petits Auguftins ; avec er
Extrait de quelques papiersde la Bafiille.
N°. IV.
Les grands ne nous paroiſſent grands ,
Maladie sérieuse du Roi d'Angleterre. Priva Que parce que nous fommes à genouxs
..... Levons - nous........
tion de ses facultés intellectuelles. -- Désespoir
et chute prochaine de Pitt , ennemi de notre
liberté. Elevation immanquable de Fox , Du Dimanche 16juillet au ver. août 1789.
enthousiaste de notre révolution. Am Nouvelle
agréable pour laFrance. ·Grande et terrible TANDIS
ANDIS que de nouveaux défaftres affligent
insurrection en Alsace. -Potences dressées , de toutes parts les provinces , le calme renaît
drapeau rouge, etc.- Maire coupable deces enfin dans la capitale , mais chaque moment
mouvemens. - Le Cardinal de Rohan der- attefte de nouveaux forfaits & dévoile quelqu .
riere la toile. S Leure du Régiment de Flan- partie de ce complut affreux dont nous devions
dre à l'Orateur du Peuple , au sujet de être victimes. Aujourd'hui l'on commence à fa-
ses drapeaux. - Apparition sou daine du voir que, pour enchaîner le courage de nos
ci-devant Prince de Condé sur la frontiere. braves compatriotes de la province de Bre-
Son véritable manifeste publiés sous huit tagne , nos ennemis avoient projeté de les fatre
jours. attaquerdans leurs propresfoyers , d'incendier le
2 port de Breft, & de demander afyle pour ceux
JE ne vous dirai point comme le prophète qui euffent été pourfuivis , à une puillance ma
ritime voisine de la France. Dans cette fuppo
Jenas, encore quelques jour , et Ninive sera fition , les intrépides Bretons euffent à segret
Tame. II. C A

Primera página de los periódicos « El Orador del Pueblo » y las « Revoluciones de París. »

2. Un elemento menos puro aún del club de los Jacobinos eran


los orleanistas . Ya se ha visto , por el ataque de Laclos contra el Circulo
social, la indigna manera de que se valían los orleanistas para alcanzar
la popularidad, fingiendo furores hipócritas . Los orleanistas acababan
de recibir un golpe muy grave, del que necesitaban reponerse; ¿de
quién había partido el golpe? Del duque de Orleans . El mismo destruía
su partido .
Remontémonos un poco en el curso del tiempo , pues el asunto es
asaz importante para merecer explicación .
MISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 525

Los orleanistas se creían próximos á conseguir sus fines . La inmen-


sa mayoría de los periodistas , comprados ó no comprados , trabajaban
en favor de ellos . Por medio de Laclos tenían el diario de los Jacobinos .
En los Cordeleros Danton y Desmoulins les eran favorables . Hasta el
mismo Marat estaba con ellos casi siempre . El jefe de la casa de Or-
leans era reconocido por todos como un ser indigno , pero los hijos y las

LA PRENSA DE LA REVOLUCIÓN

VIVRE LIBRE ( No. 1er. ) OU MOURIR.

LE VIEUX

CORDELIER ;

JOURNAL
RÉDIGÉ par CAMILLE DESMOULINS,
Depute à la Convention , et Doyen des Jacobins.

Quintidi Frimaire , se. Décade, l'au II de la République ,


une et indivisible.

Des que ceux qui gouvernent serant hais , leurs coRCUTTERS


ne tarderent pas à étre admirts. (MACHIAVEL. )
1
O PITT! Je rends hommage à ton génie !
Quels nouveaux débarqués de France en Angle-
terre t'ont donné de si bons conseils , et des
moyens si sûrs de perdre ma patrie ? Tu as
vu que tu échoucrois éternellement contre elle,
si tu ne t'attachois à perdre , dans l'opinion pu
blique , ceux qui , depuis cinq ans , ont déjoué
tous tes projets. Tu as compris que ce sont
ceux qui t'ont toujours vaincu qu'il falloit
N°.
A

Facsímil del primer número de « El Viejo Cordelero » , periódico escrito


por Camilo Desmoulins .

señoras de la casa madama de Genlis y madama de Montesson eran


mencionados frecuentemente con elogio . El duque de Chartres , hijo
mayor del duque de Orleans , gustaba mucho á todos por la llaneza de
su trato y se apoderaba de los corazones . Desmoulins aseguraba en su
periódico que este príncipe le trataba «como un hermano » .
El joven duque de Chartres había sido admitido por los Jacobinos
como miembro de la sociedad con grandes ceremonias y un entusiasmo
que hizo eco en todo París . La noche de su ingreso fue una verdadera
526 J. MICHELET

fiesta. Los Jacobinos dieron la orden de propagar por todas partes las
grandes cualidades de este joven príncipe, discípulo de madama de Gen-
lis . Desmoulins , no sabiendo ya cómo alabarle , puso á la cabeza de uno
de sus números un grabado representando al joven príncipe en el hos-
pital atendiendo á los enfermos pobres y sangrando á uno de ellos .
Los orleanistas marchaban bien , y así hubieran seguido á no ser
por el duque de Orleans . Sus enemigos le tachaban de ambicioso , pero
más que ambicioso era un avaro . Por esto lo que sus amigos le hacían
ganar por un lado , su avaricia lo deshacía por otro . El primer uso que
hizo del renacimiento de su popularidad , fué arrancar del comité de ha-
cienda de la Asamblea la promesa de que se le pagaría el capital en me-
tálico de una suma de la cual su casa recibía la renta desde tiempos del
Regente .
El Regente era realmente un pródigo , todo el mundo lo sabe ; lo
que se sabe menos es su avidez en cuestiones de dinero . Este príncipe
quería , sin tocar su bolsa , hacer que el duque de Módena se casara con
su hija, y para esto se dirigió al rey , su pupilo , el pequeño Luis XV, y
no tuvo el menor escrúpulo en hacer firmar á un niño de once años ,
dependiente de él , un dote de cuatro millones á expensas del tesoro real .
El tesoro estaba en seco ; después de la deplorable catástrofe de
una bancarrota de tres mil millones y del sistema Law, no se podía
hacer más que pagar la renta de la tal dote . Y he aquí que setenta años
después, en una época igualmente miserable , en la penuria extrema de
Enero del 91 , el duque de Orleans se atreve á reclamar el capital de la
dote, los cuatro millones , sin derecho alguno , pues la dote había sido
concedida á la hija del Regente á cambio de que renunciara á todos sus
derechos de herencia en favor de su hermano mayor y de sus descen-
dientes . El duque de Orleans era uno de estos descendientes que se había
aprovechado de aquella renuncia de herencia; ¿cómo podía al mismo
tiempo exigir para él el capital de aquella dote que era el precio de la
renuncia?
El ponente de este asunto en la Asamblea era un hombre irrepro-
chable, austero y duro , el jansenista Camus . Cada día echaba por tierra ,
con su austeridad y rectitud , peticiones que se presentaban solicitando
pensiones de trescientas ó cuatrocientas libras . ¿Qué medios emplearon
con él para hacerle dulce y fácil en el asunto del duque de Orleans? ¿De
qué poderosa obsesión fue objeto? No se puede más que adivinar , pero
es fácil que los intrigantes orleanistas le hicieran creer que este asunto
de la dote era el solo medio natural de reembolsar al príncipe las sumas
que había generosamente gastado en servicio de la libertad . Sea como
sea, lo cierto es que Camus propuso á la Asamblea pagar al de Orleans
y pagar inmediatamente en el mismo año y en cuatro plazos .
Felizmente se produjo una viva indignación en la prensa . Brissot ,
antiguo empleado de la casa de Orleans , atacó al duque avariento con
gran energía. Desmoulins , á pesar de ser hermano como él decía del
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 527

duque, le ametralló desde su periódico con frases terribles , diciendo que


el duque de Orleans buscaba « sacarles el dinero del bolsillo á los ciuda-
danos y sangrar el tesoro público en los subterráneos de su comité» .
Camilo desautorizó el grabado que días antes había publicado su perió-
dico, asegurando que era obra de su editor .
Los cuatro millones se escaparon á la glotonería del avaro Orleans ,
y lo que restó de este asunto fué una disminución considerable de su
crédito , su nombre enterrado para mucho tiempo y un prejuicio muy
grave creado contra la monarquía ciudadana que era el ensueño de los
orleanistas .
Una porción de revolucionarios favorables á la institución monár-
quica y dominada por la rutina inglesa de llamar al trono á las ramas
menores de las dinastías , sintieron apagarse su entusiasmo realista des-
pués de este asunto del duque de Orleans .
Camilo Desmoulins, en su maravilloso folleto La Francia libre,
había probado con la historia en la mano , de reinado en reinado , que la
monarquía jamás había dado lo que se prometía de ella el ciego pueblo .
Pero hablaba inútilmente en un país monárquico y obstinadamente ena-
morado de sus reyes . Hasta las masas revolucionarias tenían un ideal de
monarquía democrática , pero monarquía al fin . Este ideal fué muerto
con el asunto del duque de Orleans , que era el candidato de la monarquía
democrática. La gente vió que con él sería el tesoro público lo mismo
que con la antigua monarquía , una caja sin fondo , y comenzó á no
pensar en reyes de ninguna clase . Por esto el principal fundador de la
república fué el duque de Orleans con sus torpezas.
La iniciativa republicana tomada por Camilo Desmoulins fué se-
guida por otro Cordelero , el periodista Robert . Este expuso de nuevo la
idea de que sólo la República podía dar una simplicidad franca y fuerte
á la Revolución . Su libro El republicanismo adaptado á la Francia , fué
muy leído .
Brissot adoptó poco á poco los ideales republicanos , defendiéndolos
como único medio de dominar la situación . Defendió la República como
cuestión de fondo y no de forma, demostrando que no era posible nin-
guna mejora social si la cuestión política no era planteada francamente .
Robespierre y Marat engañándose, aunque con esto seguían la idea de la
mayoría , preocupábanse poco de la República , creyéndola una simple
cuestión de forma relegada á último término . Creían posible aún con-
tinuar el movimiento , llevando como pesado bagaje una monarquía cau-
tiva , hostil y poderosa todavía para el mal ; hacer marchar para la Revo-
lución , dejándole en el pie esta terrible espina . No veían que esto era
herirla con golpe mortal y matarla tal vez .
El redactor del diario de los Jacobinos , el orleanista Lacloss , se de-
claró el abogado de la monarquía frente á los escritores republicanos .
El mismo club de los Jacobinos se declaró expresamente por la institución
monárquica. El 25 de Enero , un representante de una sección al pro-
528 J. MICHELET

nunciar un discurso en los Jacobinos lanzó la palabra republicanos, Ꭹ


la mayoría de los presentes gritaron : «No , nosotros no somos republi-
canos» . El presidente invitó al orador á no pronunciar otra vez tal
palabra.

DANTON
(Reproducción del retrato pintado por David.)

De las tres fracciones que existían en los Jacobinos , eran los repre-
sentantes tres hombres : Lameth , Laclos y Robespierre . Los dos prime-
ros eran decididamente realistas , y el tercero no era contrario á la idea
monárquica .
Por esto la guerra brutal de los Jacobinos contra los monárquicos ,
su menosprecio al orden y las leyes , este Terror , antes de hora , que no
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 529

tenía ni la excusa del fanatismo ni más objeto que el remediar una po-
pularidad decadente , resultan un absurdo extremo . En el fondo no eran
mas que realistas maltratando á otros realistas .

Detenidas en Moret por la muchedumbre, su escolta pudo forzar el obstáculo. (Pág 531.)

La inquisición jacobina se encontraba realmente en manos poco


seguras : el diario de delaciones en las del orleanista Laclos ; y su comi-
té de intrigas y revueltas , bajo la dirección de la trinidad Lameth .
TOMO I 67
530 J. MICHELET

¿Una inquisición sin fe? ¿Una inquisición ejercida por hombres


cada vez más inquietos y ásperos , conforme conocían que iban resul-
tando sospechosos?
Este poder mal fundado , mal autorizado y mal ejercido, tenía , sin
embargo, una acción inmensa , se agitaba en nombre de una sociedad
considerada como el nervio del patriotismo y de la Revolución ; contaba
con todas las fuerzas múltiples de las sociedades de provincias, dóciles
y fervientes y que ignoraban casi siempre el antro de intrigas de donde
venían para ellas las órdenes .
La Revolución , que era antes una religión , era ahora un sistema
de policía .
¿Y para qué servía esta policía? ¡ Cambio inaudito ! Era una máquina
para hacer aristocratas; servía para multiplicar los amigos de la contra-
rrevolución . Proporcionaba á este movimiento reaccionario el apoyo de
los débiles , de los neutros , de las buenas almas ignorantes y contempo-
rizadoras .
Una muchedumbre de hombres inofensivos que sin profesar ideas
determinadas tenían las costumbres del antiguo régimen, se encontra-
ron por efecto de las declaraciones jacobinas en una situación imposible ,
vecina á la desesperación . ¿Qué podían hacer para salvarse? ¿Renegar de
las opiniones que se les atribuían? Nadie les hubiera creído aun después
de pasar por la vergüenza de la retractación . Quedarse era difícil ; partir
era igualmente difícil . Para el que se encontraba comprometido y ma-
reado por esta especie de excomunión política , quedarse en su país era
un suplicio . El pobre diablo á quien bautizaban con el título de aristó–
crata (á tuertas ó á derechas) , vivía bajo un espionaje terrible : la mu-
chedumbre y hasta los niños de la calle seguían al enemigo del pueblo.
Si se encerraba en su casa carecía de seguridad , lo mismo que en la
calle ; los domésticos eran sus enemigos . El miedo se apoderaba de él ;
una mañana encontraba el medio de huir y huía al extranjero . Este
hombre que hubiera sido un neutro , débil é indiferente si le hubieran
dejado tranquilo , se lanzaba en plena guerra contra la Revolución , y si
no era capaz de esgrimir la espada , esgrimía la lengua con éxito seguro ,
interesando con sus quejas, con sus acusaciones , con el espectáculo de
su miseria y de la piedad que inspiraba .
La piedad, este enemigo terrible , levantaba en toda Europa una
tempestad de odio contra la Francia y la Revolución .
Odio en el fondo injusto . La inspiración jacobina no estaba en las
masas del pueblo . Los que la organizaban eran los jacobinos bastardos ,
salidos del antiguo régimen , nobles ó burgueses , políticos sin principios
de un maquiavelismo inconsecuente y aturdido . Eran los que explotaban
el pueblo, cosa muy poco difícil en ese estado de irritabilidad ' descon-
fiada y crédula á la vez , que es producto de las grandes miserias .
Esta situación estalló con gran violencia á fines de Febrero , cuand●
Mesdames , las tías del rey , quisieron emigrar .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 531

La dificultad de seguir sus cultos en París , de guardar á su lado


los sacerdotes de su devoción y la proximidad de las fiestas de Pascuas ,
turbaban el alma de estas viejas devotas . El mismo rey , viendo su estado
de ánimo , las animó para que hiciesen un viaje á Roma . Ninguna ley se
oponía á ello . El rey, primer magistrado de la nación , debía estar siem-
pre en ella ó abdicar , pero sus tías no tenían esta obligación . Además ,
era absurdo creer que este grupo de viejas devotas pudiera dar ninguna
fuerza á las tropas de los emigrados .
Es indudable que hubieran mostrado más nobleza aquellas viejas
fanáticas quedándose para participar de la suerte de su sobrino y de las
miserias y los peligros de la Francia . Pero en fin , ellas querían partir ,
y lo lógico era dejar que se fueran , lo mismo ellas que todos los que
preocupados por peligros imaginarios ó reales, amaban mejor su segu-
ridad y su vida que la patria y no dudaban en abandonar su cualidad
de franceses . Era necesario abrir las puertas á los que querían huir , y
si aún no eran bastante anchas , echar abajo las murallas .
El pueblo estaba muy justamente alarmado pensando en una fuga
posible del rey y'mezclaba estas dos cuestiones , absolutamente dife-
rentes .
Mirabeau , al tener conocimiento del próximo viaje de Mesdames ,
adivinó el ruido que iba á producirse y el peligro que podía resultar .
Inútilmente rogó al rey varias veces que no permitiera el viaje . París
se alarmó é igualmente dirigió un ruego al rey y á la Asamblea nacio-
nal . Nueva alarma por Monsieur, el hermano mayor del rey, que de-
cían quería partir y que acabó dando palabra de no abandonar á su
hermano , no faltando con esto á sus propósitos , pues seguía acariciando
la idea de la huída , pero en compañía de Luis XVI .
Esta efervescencia , lejos de detener á Mesdames , aceleró su parti-
da . La explosión que todos habían previsto no tardó en verificarse . Ma-
rat, Desmoulins , toda la prensa , gritó que las viejas princesas se lle-
vaban consigo muchos millones , que habían arrebatado al Delfín y que
precedían en el viaje al rey para prepararle hospedaje en el extranjero .
No era difícil adivinar que les sería imposible atravesar Francia.
Detenidas en Moret por la muchedumbre , su escolta pudo forzar el obs-
táculo , pero en Arnay-le-Duc les fué imposible seguir adelante .
Escribieron al rey y éste envió una carta á la Asamblea para que
autorizase á sus tías á continuar el viaje .
Este asunto, grave por sí mismo , lo fué todavía más al convertirse
en un solemne campo de batalla , donde se encontraron y se combatie-
ron dos principios y dos espíritus : el uno el principio original y natu-
ral que había hecho la Revolución , la Justicia, la Equidad humana;
el otro el principio de interés que se llamó de Salud pública y que
perdió á la Francia.
La perdió porque arrojándola en un crescendo de violencias hizo
á la Francia execrable en toda Europa , creándola odios inmortales .
532 J. MICHELET

La perdió porque las almas quebrantadas , después del Terror , por


el asco y los remordimientos , se arrojaron ciegas en brazos de la tiranía
militar.
La perdió porque esta tiranía , con toda su aureola gloriosa , tuvo
por resultado meter al enemigo en París y á su jefe en Santa Elena .
Diez años de Salud pública , por la mano de los republicanos , die-
ron por resultado quince años de Salud pública por la espada del em-
perador .
Los doctores del interés público , de la Salud del pueblo , debían
haber preguntado al menos al pueblo si quería ser salvado . Es verdad
que el individuo , ante todo , quiere vivir con instintivo egoísmo ; pero
la masa es susceptible de sentimientos mucho más altos . Es posible que
ante esos pretendidos salvadores hubiera contestado el pueblo : «Antes
quiero perecer que dejar de ser justo . »
>
Y el pueblo que esto dice es el que no perece nunca.
En la presente ocasión Mirabeau fué el órgano del pueblo , la voz
de la Revolución . En medio de todas sus faltas , esto será para él un
título imperecedero . En esta ocasión defendió la equidad .
Robespierre se abstuvo .
Fueron los jacobinos bastardos Barnave , Duport y Lameth , los que
opusieron contra la justicia el derecho del interés y de la Salud, la
arma matadora , la espada sin empuñadura que había de herirlos á ellos
mismos .
¿Por qué hicieron esto? Aunque tenían empeño en aparecer since-
ros , hay que hacer notar cuál era el interés que les movía. Era el mo-
mento en que los Lameth se veían al descubierto por una falta muy
grave. Mientras que los dos hermanos mayores , Alejandro y Carlos de
Lameth, figuraban en París en lo más extremo del lado izquierdo de
la Asamblea , en la avanzada de la vanguardia , su hermano Teodoro
organizaba en Lons-le- Saunier una sociedad reaccionaria . Valiéndose
de la recomendación de sus hermanos , se había afiliado á los Jacobinos
y había hecho que se desautorizara á la primitiva sociedad jacobina de
dicha población , que era enérgicamente patriota . Esta sociedad insertó
en el periódico de Brissot una carta terrible para los Lameth . Brissot ,
enterado del asunto , sostuvo todo lo que se decía en la carta , y á pesar
de todos los esfuerzos de los Lameth , los Jacobinos , salidos de su en-
gaño , quitaron la autorización á la sociedad reaccionaria y la devolvie-
ron á la primitiva .
Golpe terrible para los Lameth , que podía acabar con su popula-
ridad y que explica por qué se mostraron violentos , duros , petulantes é
impacientes en la discusión relativa al derecho á emigrar . Tenían nece-
sidad delante de las tribunas de hacer un alarde de celo . Se agitaban en
sus bancos, gritaban , manoteaban . Sostuvieron con Barnave que la mu-
nicipalidad que había detenido á Mesdames, no era culpable de ilega-
lidad, pues había creido servir al interés público . Mirabeau preguntó
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 533

qué ley se oponía al viaje ; los Lameth no contestaron nada ; y uno de


sus amigos , más franco, contestó : « La salud del pueblo . >
»
La Asamblea acordó permitir á Mesdames que continuaran su viaje
y encargó á su comité de Constitución que presentara un proyecto de
ley sobre la emigración .
Este proyecto, redactado por Merten , el futuro autor de La ley de
sospechosos , resultaba como un primer artículo del futuro Código del
Terror. Estaba copiado del otro Terror , de La Revolución del edicto de
Nantes.
La legislación bárbara de Luis XIV , modelo de monstruosidad , co-
mienza por herir al emigrado con la confiscación ; después de pena en
pena , cada vez más dura y más absurda , llega á imponer el castigo de
galeras á la piedad , á la humanidad , al hombre caritativo que salve al
proscripto .
Se trataba de saber si la Revolución iba á seguir las mismas vías
que Luis XIV ; si la Francia libre iba á encerrarse en un calabozo .
Una discusión que interesaba tan profundamente la libertad , exigía
una cosa: que la Asamblea estuviera en libertad y en calma . Y justa-
mente desde la mañana todo anunciaba una revuelta.
Dos clases de personas trabajaban y se agitaban , los maratistas y
los aristocratas . Marat, en su periódico de aquel día , aconsejaba al
pueblo que corriera á la Asamblea para manifestar violentamente su
opinión y cazar los diputados infieles . Por otra parte , los realistas tra-
bajaban hábilmente la muchedumbre del arrabal de San Antonio , diri-
giéndola fuera de París hacia el castillo de Vincennes , donde le hacían
creer que se organizaba una nueva Bastilla.
Era este un medio infalible para hacer salir de París á Lafayette y
á la guardia nacional para cortar el paso á la gente que se dirigía á
Vincennes .
Mientras tanto , muchos hidalgos de provincias que habían sido lla-
mados á París hacía algunos días, entraban uno á uno furtivamente en
las Tullerías armados de puñales , espadas y pistolas . A juzgar por todos
los detalles , su propósito era llevarse á la familia real .
La Guardia nacional , al volver de Vincennes por la noche , de mal
humor por la inútil jornada , los encontró en las Tullerías y los desarmó ,
tratándolos á culatazos é hiriendo á varios .
Por la mañana , en medio de estos movimientos , de los cuales na-
die se explicaba la finalidad ni los autores , la Asamblea deliberaba . Los
diputados oyeron batir generala por todo París ; el redoble más ó menos
lejano de los tambores en la inmediata calle de Saint Honoré , el ruido
del pueblo en las tribunas, que se apiñaba asfixiándose y se contenía
apenas y el más imponente aún de la muchedumbre alborotada , que se
agolpaba á la puerta . Agitación , emoción , fiebre universal , inmenso
murmullo dentro y fuera de la Asamblea .
Indudablemente iba á verificarse un gran duelo entre dos partidos ,
534 J. MICHALET

ó mejor entre dos sistemas , entre dos morales . No se veía aún quién
sería el primero en comprometerse y bajar al palenque .
Robespierre se retiró á los bancos más altos de la Asamblea, mos-
trando deseos de no hablar . El ponente Chapelier había declarado él
mismo que su proyecto era inconstitucional , y pidió que la Asamblea
declarase si quería una ley. Robespierre dijo entonces : «Yo no soy más
partidario que un Chapelier de una ley sobre los emigrados , pero creo
que es por una discusión solemne por lo que la Asainblea debe recono-
cer la imposibilidad y los peligros de tal ley. » Y después permaneció
testigo mudo de esta discusión . Si Mirabeau se comprometía ó sus ene-
migos (Duport y Lameth) , Robespierre salía ganando siempre.
Amigos y enemigos de Mirabeau todos deseaban que hablase , unos
para su gloria y otros para acelerar su ruina . En poco rato recibió el
gran orador seis cartas incitándole á proclamar sus principios , y mos-
trándole al mismo tiempo el estado violento de París . Comprendió per-
fectamente el llamamiento que se hacía á su valor , y para no tener en
suspenso más tiempo á amigos y enemigos , se levantó , leyendo una
página vigorosísima que ocho años antes escribió al rey de Prusia so-
bre la libertad de emigrar. Después acabó pidiendo á la Asamblea que
declarase no querer entender en el proyecto y que pasase á la orden
del día .
Ninguna réplica de Duport, ninguna de los Lameth ni de Barna-
ve . Profundo silencio . Dejaron hablar á gentes de segundo orden Rew-
bell , Prieur y Muguet.
Rewbell dijo que en tiempo de guerra emigrar era desertar . En
esto se hallaba justamente el nudo de la situación . ¿Se estaba ó no en
tiempo de guerra? Podía decirse que no y que sí. Pero el estado de
guerra no estaba declarado , las leyes de la paz subsistían y prevalecía
por tanto la libertad para todos de entrar y salir .
Se leyó el proyecto de ley . Este confiaba á tres personas que nom-
brara la Asamblea el derecho dictatorial de autorizar la salida del terri-
torio nacional ó de probibirla bajo pena de confiscación de bienes Ꭹ de
degradación del título de ciudadano .
La Asamblea casi en masa se sublevó ante esta lectura , recono-
ciendo lo odioso de esta inquisición de Estado que el proyecto le con-
fería .
Mirabeau aprovechó el momento y habló así: « La Asamblea de
Atenas no quiso oir el proyecto del cual había dicho Aristóteles : Es util,
pero injusto. Lo mismo habéis pensado vosotros , pero el estremeci-
miento de indignación que os ha movido á todos demuestra que en cues-
tiones de moralidad sois tan buenos jueces como Arístides . La barbarie
del proyecto prueba que una ley sobre la emigración es impracticable.
(Murmullos .) Pido que se me oiga . Si por efecto de las circunstancias
son indispensables ciertas medidas de policía en pugna contra las leyes
existentes , esto es un delito impuesto por la necesidad ; pero hay una
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 535

diferencia inmensa entre una medida de policía transitoria y una ley


que es permanente ... Yo niego que ese proyecto pueda ser puesto á de-
liberación y declaro que me consideraré desligado de todo juramento de
fidelidad con relación á los que cometan la infamia de nombrar una co-
misión dictatorial . (Aplausos . ) La popularidad que yo he ambicionado
y que tengo el honor de gozar ... (murmullos en la extrema izquierda)
como cualquier otro, no es una débil hoja que gira á todos los vientos :
yo quiero hundir sus raíces en la tierra sobre la imperturbable base de
la razón y la libertad . (Aplausos . ) Termino declarando que si hacéis una
ley contra los emigrados , juro no obedecerla nunca» .
El proyecto del comité fué rechazado por unanimidad.
Los Lameth habían murmurado , pero sin pasar de esto . Uno de
ellos pidió la palabra , pero dejó que se la tomara un diputado de su par-
tida para hacer una proposición obscura y sin éxito .
Mirabeau persistió en que se pasara á la orden del día pura y simple-
mente y quiso hablar aún . Entonces gritó un diputado de la izquierda :
«¿Qué dictadura es esta que ejerce Mr. de Mirabeau?» Este , que compren-
dió que estas palabras podían causar efecto en una Asamblea apasio-
nada, lanzóse á la tribuna y habló á pesar de que el presidente le negaba
la palabra .
«Yo ruego - dijo― á los señores que me interrumpen , que recuerden
que toda mi vida política la he pasado combatiendo el despotismo ...
(Murmullos en la extrema izquierda . ) ¡ Cállense esas treinta voces ! ...
Si es que se quiere , complicando dos ó tres proposiciones , prolongar in-
definidamente la sesión , es preciso que todos procuren que no se altere
fuera de aquí el orden . »
Los treinta que tenían el pueblo á su lado parecían aterrados por
aquel gigante de la tribuna y no decían palabra . Mirabeau hacía caer
á plomo sobre su cabeza la responsabilidad y ellos no se movían . El pú-
blico, la muchedumbre inquieta que llenaba las tribunas, esperaba en
vano . Jamás se había visto un golpe mejor asestado .
La sesión terminó á las cinco y media . Mirabeau se fué á casa de
su hermana, su íntima y querida confidente , y le dijo: « He pronuncia-
do mi sentencia de muerte . Esto es hecho : esa gente se encargará de
matarme .>>
Su hermana y su familia , al verle tan convencido , creyeron su
vida en peligro . Cuando salía de casa por la noche para ir al campo á
cenar en el hotel de algún amigo , le seguía de lejos , sin que él lo su-
piera, su sobrino armado hasta los dientes . Muchas veces creyó que
su café estaba envenenado . Una carta que aun subsiste , prueba que
denunciaron á Mirabeau, de una manera detallada y precisa , un com-
plot que había para asesinarle.
Esta vez había humillado de tal modo á sus enemigos , les había
mostrado públicamente tan indignos del gran papel que habían usur-
pado , que todo podía esperarlo de ellos . Y no es que Duport y los
536 J. MICHELET

Lameth fuesen hombres capaces de encomendar un crímen ; pero entre


las gentes que les rodeaban , fanáticos ó interesados , los había que no
necesitaban órdenes para asesinar al odiado Mirabeau .
El tribuno no era hombre accesible al miedo . El mismo día de
la sesión , á pesar de la fatiga de aquella discusión violenta y de la fie-
bre que le dominaba , quiso por la noche , una hora después de salir
de la Asamblea y cuando el asunto aún estaba caliente , marchar recto
contra sus enemigos , ir á los Jacobinos , entrar entre aquella muche-
dumbre hostil, romper su oleaje buscando entre tantos hombres furiosos
quien rasgase su pecho: hacer la prueba de si había un puñal ó una
lengua que osara atacarle .
Eran las siete de la noche cuando entró ... La sala estaba llena . Los
mudos de la Asamblea habían recobrado la palabra . Duport estaba en la
tribuna y parecía desconcertado . En vez de tratar prontamente de los
hechos , se enfrascaba en un preámbulo interminable, hablando siempre
de Lafayette y pensando en Mirabeau .
Duport vacilaba por muchas causas . Muy superior en inteligencia
á los Lameth , pensaba probablemente que si asestaba á Mirabeau un
golpe irreparable y lo expulsaba de los Jacobinos , esto equivaldría á
trabajar para Robespierre , pues sería la elevación de éste . Por fin se
decidió á hacer algo . No haber dicho nada por la tarde y no decir nada
por la noche era caer muy bajo . « Los enemigos de la libertad- dijo-
están muy cerca de vosotros . » (Tempestad de aplausos . ) Todos miran
á Mirabeau y algunos se aproximan para aplaudir insolentemente casi
en su propia cara .
Entonces Duport relata la sesión de la Asamblea no sin modifica-
ciones ; se declara admirador del genio de Mirabeau , pero sostiene que
el pueblo tiene necesidad ante todo de una probidad austera. Su prin-
cipal reproche á Mirabeau fué por el orgullo de su dictadura .
Al terminar pareció detenerse un momento en este supremo com-
bate , y dijo estas palabras hábiles que todo el mundo encontró admi-
rables : « Si él es un buen cindadano yo corro á abrazarle ; pero si vuelve
la cara , yo me felicitaré de haberme creado un enemigo por ser amigo
de la cosa pública . >>
De este modo dejaba la puerta abierta al arrepentimiento de Mira-
beau: hacía gracia á su vencedor de la Asamblea y le ofrecía la abso-
lución de los Jacobinos .
Mirabeau no quiso aprovecharse de esta generosidad . A través
de los aplausos dedicados á Duport, que para él eran anatemas , avanzó
con marcha brusca hasta llegar á la tribuna . « Hay dos clases de dic-
tadura - dijo- la de la intriga y la audacia y la de la razón y el talento .
Los que no han podido sostenerse en la primera ó no han sabido am-
pararse de la segunda , ¿á quién deben culpar sino á sí mismos?» Des-
pués pidió cuenta del silencio guardado en la Asamblea y aseguró que
su conciencia no le reprochaba haber sostenido una opinión que durante
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 537

cuatro horas había sido la de la Asamblea y que no había tacado nin-


guno de los jefes de opinión.
Justificación irritante : la palabra jefe sonaba siempre muy mal en
las orejas de los Jacobinos . « Por lo demás-añadió Mirabeau- mi senti-
miento sobre la emigración es el pensamiento universal de los filósofos
y los sabios : si me equivocara , seguramente que me serviría de consue-
lo el tener como compañeros de error á tan grandes hombres . » De estas
palabras resultaba que los Jacobinos no eran grandes hombres; afirma-
ción terrible para su orgullo .
Los arreglos de Duport y la provocativa apología de Mirabeau ha-
bían hecho sufrir cruelmente á Alejandro de Lameth . Veía á los Jaco-
binos heridos en su orgullo : sentía el odio de todos confundirse con el
suyo, y esto le puso fuera de sí , haciéndole perder de vista toda po-
lítica .
Mirando la asamblea del club , sólo veía á Mirabeau , al que odiaba
por su superioridad . No veía la faz pálida de Robespierre , que mudo
como por la mañana en la Asamblea , esperaba con paciencia que otros
se encargaran de destrozar á Mirabeau .
Lameth , al tomar la palabra , se dirigió al fondo más rico de la na-
turaleza humana , al orgullo y la envidia y en especial al espíritu de
cuerpo , á la vanidad especial de los Jacobinos . «Los amigos del des-
potismo -dijo-los amigos del lujo y del dinero , justamente ofendidos
por el progreso de esta sociedad ilustre sobre toda la tierra , han jurado
su pérdida. Y he aquí el último complot que han preparado . Ellos han
-
dicho: « Hay ciento cincuenta diputados Jacobinos que son incorrupti-
bles ; pues bien, vamos á perderlos , y tantos libelos dirigiremos contra
ellos que al fin todos les creerán facciosos . » ¡Ah, señores ! si yo no hu-
biera conocido este complot, seguramente que hubiese hablado esta ma-
ñana en la Asamblea . ¡ Miserable situacióu la de los patriotas, forzados
á callarse y á transigir ! A las primeras palabras que yo hubiese dicho
alguien hubiera gritado: ; Faccioso ! Y después hubieran dicho al rey:-
« Sí, ve ; he ahí los Jacobinos divididos y combatiéndose . ¿Quiés es ahora
el centro de vuestros enemigos? ¡ Mirabeau: siempre Mirabeau ! >»
Y volviéndose hacia Mirabeau , añadió : « Cuando vos habéis desig-
nado á los facciosos gritando ¡ callen esas treinta voces !, yo he tenido
buen cuidado de no decir palabra ; os he dejado hablar, pues convenía
que todo el mundo os conociera . Si hay aquí quien haya presenciado
esta mañana vuestras perfidias , que me desmienta . >
»
Una voz.-No.
Lameth . -¿Quién se atreve á decir eso?
La misma voz . - Quiero decir, señor de Lameth , que nadie podrá
desmentiros .
Ninguno reclamó Ꭹ Lameth sacó hábilmente partido de la frase de
Mirabeau jefes de opinión . Ensalzó hipócritamente á todos los diputados
que permanecían unidos , colocando la cuestión como lo haría Tartufo .
ΤΟΜΟ Ι 68
538 J. MICHELET

<< ¡ Distinción insolente ! —dijo ; -muchos diputados modestos no serán


jefes de opinión , pero son excelentes ciudadanos . El patriotismo es
para ellos una religión y les basta con que el cielo vea su fervor, no
necesitando palabras para expresarlo . Ellos no son menos precisos á la
patria que los grandes oradores : quiera Dios que nos hayais servido
tanto á la patria con vuestros discursos como ellos la sirven con su si-
lencio .>>
Lameth terminó con toda clase de terribles acusaciones contra
Mirabeau .
Este se hallaba sentado al lado de Camilo Desmoulins . « De su cara
-dijo Camilo al día siguiente en el periódico - caían gruesas gotas de
sudor . Estaba delante del cáliz en el Huerto de las Olivas .>>
Noble y justa comparación salida del corazón de un enemigo : ene-
migo sin hiel , inocente y que en su cólera revelaba aún , á pesar de sí
mismo, la admiración por el hombre al que había amado tanto.
Sí, Camilo tenía razón . El grande orador , que por una cuestión de
equidad , de libertad y de humanidad iba á perecer, no era indigno , á
pesar de todo , del sudor de sangre y del cáliz de amargura . A pesar de
cuanto malo había hecho este vicioso , este culpable , este infortunado
grande hombre, se purificaba en sus últimos momentos .
Haber sufrido por la justicia , por el principio humano de nuestra
Revolución , es su expiación suprema , su nimbo de gloria ante el por-
venir.
CAPITULO X

Muerte de Mirabeau

Mirabeau derribado por las medianías.- Indecisión del partido bastardo al que combatía. Ineptitud
del partido que defiende. - Se cree envenenado y anuncia su muerte (Marzo del 91 ).- Sus últi-
mos momentos: su muerte (2 de Abril) .-Juicios diversos sobre Mirabeau -Miraebau no trai-
cionó á la Francia. En él hubo corrupción, no traición.-Cincuenta años de expiación bastan
para la justicia nacional.

Es muy sensible que no tengamos la contestación de Mirabeau .


Fué sin duda , á juzgar por los resultados , el triunfo de la pericia y la
elocuencia . Poseemos un extracto de ella, seguramente desfigurado . Sin
embargo, de él se desprende que dicha contestación debió contener ,
entre cien dichos halagadores é insinuantes , palabras irónicas como la
siguiente :
<<¿Y cómo podrían suponer que tenga yo el absurdo propósito de
presentar los Jacobinos como facciosos , cuando cada día refutan tan
bien esta calumnia con sus contestaciones y sus sesiones públicas ?»
>
Con todo esto , el eximio orador se hizo tan hábilmente Jacobino ,
tan sensible á su opinión , que le bastó un momento para revolver todos
los ánimos . Confesó que había sido algo receloso con los Jacobinos , pero
que siempre les había hecho justicia . Se le tributaron aplausos .
Por fin, termino diciendo : «Quedaré con vosotros hasta el ostra-
cismo .» Había vuelto á conquistar todos los corazones .
Salió y no volvió más . Su genio era todo lo contrario del de los
Jacobinos . No podía sufrir el yugo de aquel espíritu mediano , el cual ,
no teniendo ni las necesidades del talento que experimenta el hombre
superior , ni el entusiasmo del pueblo , exigía , por instinto nativo, que
todos quedasen á su misma altura; ni más alto ni más bajo .
La Revolución, que ascendía , llevaba al poder á las activas media-
nías del jacobinismo .
La clase media , la burguesía, cuya parte más inquieta se agitaba
540 J. MICHELET

en el Club de los Jacobinos , veía próxima la hora de su advenimiento .


Clase verdaderamente media en todos los sentidos : media de fortuna ,
de espíritu , de talento . El talento superior escaseaba; más escasa era la
invención política ; el lenguaje era monótono , siempre calcado sobre
Rousseau . Grande , inmensa diferencia con el siglo décimo sexto , en el
cual cada uno tiene una lengua fuerte , una lengua propia , y cuyos de-
fectos enérgicos interesan y siempre divierten .
Salvo cuatro hombres superiores , tres oradores y un literato , todo
lo demás es de segundo orden . El ídolo que reinaba, Lafayette , y los
ídolos que vienen tras él , girondinos y montañeses , generalmente son
medianías . Mirabeau quedaba literalmente ahogado entre estas me-
dianías .
El flujo iba creciendo , la marea venía de alta mar. Mirabeau , como
robusto atleta , se quedaba en la orilla , en la ridícula actitud de quien
combate contra el Océano , y la ola continuaba subiendo. Ayer le lle-
gaba el agua al tobillo , hoy á la rodilla , mañana hasta la cintura... Y
cada ola de este Océano que carecía de figura y de forma , cada ola que
llegaba hasta él y que intentaba agarrar estrechándola con su robusta
mano, escapaba sutil , silenciosa é incolora .
Lucha ingrata, que de ninguna manera era la de principios opues-
tos . Mirabeau apenas podía definir contra quien pugnaba . No era contra
el pueblo, ni tampoco contra el gobierno popular. Mirabeau hubiese
ganado con la República, hubiese sido sin duda el primer ciudadano .
Luchaba contra un partido inmenso , mezcla de varias formas, y que no
buscaba nada más que una apariencia, un no se qué , un medio de go--
bierno irrealizable ; ni monarquía , ni República : partido mestizo , con
dos sexos , ó mejor dicho : sin sexo , impotente , pero al igual de los eunu-
cos , agitándose en proporción de su impotencia.
Lo ridículo y extraño de la situación era que este nada , en nombre
de un sistema todavía no descubierto, organizaba El Terror .
El mal humor y el disgusto se apoderaron de Mirabeau . Comenzó
á entrever que la corte jugaba con él y le engañaba . Había soñado en
desempeñar el papel de árbitro entre la Revolución y la Monarquía :
creía tener ascendiente sobre la reina como hombre y poder salvarla
como hombre de Estado . La reina , que quería más ser vengada que sal-
vada , no gustaba de ninguna idea que fuese razonable . El medio que
proponía Mirabeau era justamente el que más le repugnaba: Obrar
siempre con moderación y justicia y tener siempre razón; trabajar len-
tamente , pero con fuerza, la opinión , sobre todo la de los departamen-
tos; apresurar el fin de la Asamblea , de la cual nada podía esperarse ,
formando una nueva y hacerla revisar la Constitución .
Mirabeau quería salvar dos cosas : la realeza y la libertad, cre-
yendo á la realeza una garantía en la libertad . En esta doble tentativa
encontraba un grande obstáculo : la incurable ineptitud de la corte , á la
que defendía . El lado derecho de la Asamblea , formado de amigos de la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 541

corte, había hecho contra los colores nacionales una insolente campaña ,
imprudente en alto grado . Mirabeau respondió á tales ataques con un
apóstrofe sublime , con palabras que hubiera dicho la misma Francia si
hubiera podido hablar . Por la noche vió entrar en su casa á Mr. de La-
mark, que venía de parte de la reina á quejarse de su violencia . El gran
orador le volvió la espalda , respondiéndole con indignación y despre-
cio . En su discurso sobre la regencia pidió é hizo decretar que las muje-
res fueran excluídas de ella .
En realidad la corte no buscaba seriamente su ayuda ; lo que que-
ría era comprometerle y hacerle perder su personalidad . Esto último lo
había logrado en gran parte . De los tres papeles revolucionarios que po-
día haber desempeñado un genio, el de Richelieu , el de Washington ó el
de Cromwell , ninguno era ya posible para su persona . Lo único bueno
que le restaba hacer era morir á tiempo.
Como si sintiera impaciencia por acabar pronto , Mirabeau aumentó
aún en este mes de Marzo, que fué para él el último , el furioso derro-
che de vida que era en él ordinario . Se le encontraba en todas par-
tes , y en un departamento de la guardia nacional aceptaba nuevas
funciones . Apenas abandonaba la tribuna proyectaba sobre todos los
asuntos la luz de su talento , descendía á todas las especialidades, aun á
aquellas que parecían más extrañas á sus conocimientos , siendo ejem-
plo en esto sus discursos sobre minas , que fueron los últimos que pro-
nunció.
Iba y venía , hablaba y se agitaba , á pesar de que se sentía morir

y tenía la convicción de que le habían envenenado . Lejos de combatir


la enfermedad que se apoderaba en él con una vida higiénica , parecía
tener empeño en salir al encuentro de la muerte . El 15 de Marzo pasó la
noche entera cenando con algunas mujeres hermosas , y su estado se
agravó . Las dos pasiones pronunciadas de Mirabeau eran las mujeres y
las flores; pero hay que advertir que jamás tuvo trato con mujeres pú-
blicas : en él el placer siempre fué unido al amor . Esteban Dumont
cuenta que Mirabeau trabajaba siempre rodeado de flores . «Sus gustos
-dice Dumont- eran más delicados que se ha dicho . Su apetito era
grande y comía mucho , como hombre que derrochaba tanta vida , pero
jamás se le conoció ningún exceso en la bebida . Su elocuencia no era
producto del vino , como la de Fox , Pitt y otros oradores ingleses . »
>
El domingo 17 de Marzo se encontraba en el campo , en su casita
de Argenteuil , donde hacía mucho bien á los campesinos de los alrede-
dores . Siempre había sido tierno para las miserias de los hombres , y
todavía lo fué más al ver aproximase la muerte . En la soledad de la no-
che Mirabeau se sintió atacado de fuertes cólicos , pero acompañados de
angustias insufribles y creyó morir sin médico y sin que le cuidaran .
Los socorros llegaron por fin y Mirabeau no murió.
Pareció restablecerse de aquel ataque, pero la enfermedad seguía
su curso . Solo le quedaban cinco días de vida . Al día siguiente , lunes
542 J. MICHELET

28, Mirabeau , débil y con todos los signos de la muerte en el rostro , se


obstinó en ir á la Asamblea . En aquel día decidíase el asunto de las mi-
nas, asunto muy importante para su amigo Lamark, cuya fortuna esta-
ba comprometida . Mirabeau habló cinco veces , y moribundo como esta-
ba , todavía venció . A la salida de la Asamblea comprendió que todo
había terminado . Con este último esfuerzo en pro de la amistad había
acelerado su fin .
El martes 29 se esparció la noticia de que Mirabeau estaba enfer-
mo. Viva impresión en todo París . Entonces supieron hasta sus adver-
sarios cuánto le amaban . Camilo Desmoulins, que en aquella época le
hacía una guerra ruda y sin cuartel , sintió destrozado su corazón . Los
violentos redactores de Las Revoluciones de París , que en aquel enton-
ces proponían la supresión de la monarquía , censuran al rey porque no
va en persona á visitar al ilustre enfermo .
El martes por la noche , la muchedumbre se agolpaba á la puerta
de Mirabeau ansiosa de noticias . El miércoles los Jacobinos le enviaron
una diputación , y á la cabeza de ella á Barnave , de cuyos labios oyó
Mirabeau con complacencia las palabras de respeto y admiración del
club . Carlos de Lameth había rehusado formar parte de la diputación .
Mirabeau, temiendo las obsesiones de los curas , había hecho decir
á todos los que se presentaran que estaba esperando á su amigo el obis-
po de Autun, aquel prelado escéptico que había de ser con el tiempo el
astuto diplomático Tayllerand .
Nadie ha sido en su muerte más grande y más tierno que Mira-
beau . En sus últimos momentos fué todo entero para la amistad y para
pensar en la suerte de la Francia . Más que la muerte le inquietaba en
sus últimos momentos la actitud dudosa y amenazante de los ingleses ,
que parecían preparar la guerra . «Ese Pitt- decía á su médico é íntimo
amigo Cabanis-gobierna más por lo que amenaza que por lo que hace.
De vivir yo más , algún disgusto le hubiera dado . »
Le hablaron del interés extraordinario del pueblo por adquirir no-
ticias de su estado , del respeto religioso de la muchedumbre, que se
aglomeraba bajo sus ventanas , sin turbar el profundo silencio . « ¡ Ah , el
pueblo-murmuró comovido; -un pueblo bueno , digno de que se des-
vivan por él y se hagan toda clase de esfuerzos por fundar Ꭹ afirmar
su libertad! Mi mayor gloria es haber vivido para él , y mi mayor con-
suelo ver que muero rodeado del pueblo . »
Los futuros destinos de Francia le inspiraban sombríos presenti-
mientos . « Me llevo conmigo- decía-el duelo de la monarquía; sus
despojos van á ser presa de los partidos . >
»
Še oyó un cañonazo y Mirabeau se incorporó , gritando como si
soñara: «¿Es que son ya los funerales de Aquiles?»
«El 2 de Abril por la mañana- dice el médico Cabanis- Mirabeau
hizo abrir sus ventanas y me dijo con voz firme :
<<-Amigo mío , yo moriré hoy. Cuando se está en este caso sólo
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 543

queda una cosa que hacer, y es perfumarse, coronarse de flores , ro-


dearse de música, á fin de entrar agradablemente en ese sueño del que
no se despierta nunca .» Después llamó á su ayuda de cámara : «-Va-
mos , prepárate á afeitarme , á hacer mi toilette toda entera . » Hizo lle-
var su cama cerca de una ventana abierta para contémplar los árboles
de su pequeño jardín , en los cuales comenzaban á brotar las primeras
hojas de la primavera . El sol brillaba y él dijo : « -Si ese no es Dios es
por lo menos su primo hermano ...» Al poco rato perdió la palabra , pero
respondía siempre con signos y sonrisas á las muestras de amistad que
le dábamos . Cuando acercábamos nuestra cara á la suya él por su parte
hacía esfuerzos para besarnos ...>>
Los sufrimientos eran excesivos , y como no podía hablar, escribió
esta palabra: « Dormir. » Deseaba ahorrarse la inútil lucha de la ago-
nía y pedía que le diesen opio . A las ocho y media murió , elevando sus
ojos al cielo . La mascarilla que sacaron de su rostro y que fijó su últi-
mo gesto, indica una dulce sonrisa , un sueño lleno de vida y de dulces
visiones .

Su muerte produjo un dolor inmenso , universal . Su secretario que


le adoraba y que muchas veces había tirado de la espada por él , quiso
cortarse el cuello . Durante la enfermedad se presentó varias veces un
joven preguntando si se quería ensayar la transfusión de la sangre en
el enfermo y ofreciendo la suya para rejuvenecer y dar nueva vida á
Mirabeau . El pueblo hizo cerrar todos los espectáculos y dispersó á sil-
bidos y pedradas un baile aristocrático que parecía insultar el dolor gene-
ral . Mientras tanto , se verificaba la autopsia del cadáver . Habían cir-
culado rumores muy siniestros . Una palabra dicha á la ligera que hubie-
ra confirmado la idea del envenenamiento , habría podido costar la vida
á cualquier persona tal vez inocente . El hijo de Mirabeau asegura que
la mayoría de los médicos que hicieron la autopsia «encontraron ras-
tros indudables del veneno; » pero que prudentemente se callaron .
El 3 de Abril el departamento de París se presentó á la Asamblea
nacional pidiendo y obteniendo que la iglesia de Santa Genoveva fuera
consagrada á la sepultura de los grandes hombres y que Mirabeau fuera
enterrado el primero . Sobre el frontón debían ser inscritas estas pala-
bras: «A los grandes hombres , la Patria reconocida . >>
Descartes ya estaba allí : Voltaire y Rousseau no tardarían en ser
conocidos . << ¡ Hermoso decreto ! -dijo Camilo Desmoulins en su perió-
-
dico . Hay miles de sectas y miles de iglesias entre las naciones, y en
una misma nación lo que para unos es el santo de los santos , es la abo-
minación para las otras . Mas para este templo y sus reliquias , no habrá
disputas . Esta basílica reunirá á todos los hombres en el mismo culto :
la gloria de la patria .>>
El 4 de Abril se verificó el entierro , el más grande , el más popular
que se ha visto en el mundo .
El pueblo solo hizo el servicio de policía y lo hizo admirablemente,
544 J. MICHELET

Ningún accidente ocurrió en esta muchedumbre de trescientos ó cuatro-


cientos mil hombres . Las calles , los boulevards , las ventanas , los teja-
dos , los árboles , estaban cargados de espectadores .
A la cabeza del cortejo marchaba Lafayette con su estado mayor;
después Tronchet , el presidente de la Asamblea nacional , rodeado como
un rey de doce hujieres con cadena al cuello , y á continuación la Asam-
blea en masa sin distinción de partidos . El íntimo amigo de Mirabeau ,
Sieyes , que detestaba á los Lameth y no les hablaba nunca, tuvo la idea
noble y delicada de tomar el brazo de Carlos Lameth , cubriéndoles así
de las injustas suposiciones que se hacía pesar sobre ellos .
A continuación de la Asamblea nacional , como una segunda Asam-
blea y procediendo todas las autoridades marchaba en columna cerrada
el Club de los Jacobinos . Se habían hecho señalar por el fausto en su do-
lor , ordenando todos los Clubs de Francia un duelo de ocho días , y de
aniversario en aniversario un duelo eterno .
Este convoy inmenso , que tardó muchas horas en atravesar París ,
llegó á las ocho de la noche á la iglesia de San Eustaquio . El diputado
Cerutti pronunció el elogio fúnebre . Veinte mil guardias nacionales
dispararon á un tiempo sus fusiles ; todos los vidrios del barrio se rom-
pieron; por un momento pareció que la iglesia iba á desplomarse sobre
el féretro .
Después el entierro continuó su marcha á la luz de las antorchas .
Pompa verdaderamente fúnebre é imponente en plena noche . Por pri-
mera vez se oyeron en París instrumentos como el trombón y el tam
tam . «Estas notas desgarradoras- dice un testigo presencial - parecían
arrancar las entrañas y herir el corazón . » El convoy fúnebre llegó á
altas horas de la noche á Santa Genoveva .
La impresión del día había sido generalmente de solemnidad y cal-
ma , llena de un sentimiento de inmortalidad . Se hubiera creído que se
transportaban las cenizas de Voltaire , de un hombre muerto después de
mucho tiempo, de uno de esos hombres que no mueren jamás . Pero á
medida que el día fué desapareciendo y que se fué hundiendo el entie-
rro en la sombra doblemente obscura de la noche y de las calles pro-
fundas que alumbraban las luces de las antorchas temblonas , las ima-
ginaciones, dominadas por presentimientos siniestros , comenzaron á
sondear el tenebroso porvenir . La muerte del único que había sido gran-
de , establecía entre todos este día una formidable igualdad.
La Revolución iba á rodar desde entonces por una pendiente rápi-
da , iba por un camino sombrío al triunfo ó á la tumba . Y en este ca-
mino le iba á faltar un hombre , su glorioso compañero de viaje , hom-
bre de gran corazón ante todo , sin hiel , sin odio, magnánimo hasta
para sus más crueles enemigos . El llevaba consigo una cosa que no se
sabía entonces qué era , y que sólo se supo más tarde : el espíritu de
paz dentro de la misma guerra, la bondad, la dulzura y la humanidad
dentro de la violencia .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 545

No dejemos dormir aún á Mirabeau en la tierra . Lo que acaba-


mos de ver depositar en Santa Genoveva es la menor parte de él ; que-
dan su alma y su memoria , que deben dar cuenta á Dios y al género
humano .

Entierro de Mirabeau Pág 544)

Un solo hombre se negó á asistir al entierro : el honrado y austero


Pelión . Aseguraba haber leído un plan de conspiración realista escrito
por la mano de Mirabeau .
Desmoulins , el gran escritor de la época , alma tornadiza , joven y
TOMO I 69
546 J. MICHELET

ardiente juguete de pasión y fluctuaciones , varió en pocos días su jui-


cio sobre Mirabeau , acabando por formular contra él la sentencia más
terrible . Ningún espectáculo más curioso que el de este violento na-
dador , batido por las olas del odio y la amistad y arrastrado al fin por
la del odio .
Cuando supo que Mirabeau estaba enfermo , se turbó, y aunque si-
guió atacándole , no pudo contener los impulsos de su corazón y recordó
los servicios inmortales prestados á la libertad por el gran orador . Al
hablar de su muerte decía así:
« ¡ Mirabeau ha muerto ; de qué inmensa presa acaba de apoderarse
la muerte! Yo siento aún en este momento el mismo choque de ideas y
de sentimientos que me hizo quedar sin movimiento y sin voz cuando
obtuve que levantaran el velo que cubría aquella cabeza llena de bri-
llantes ideas , y de la cual en vano buscaba yo el secreto . Parecía dor-
mir , y lo que más me impresionó en su rostro fué ver pintada la sere-
nidad del justo y del sabio . Jamás olvidaré esa cabeza helada Ꭹ la si-
tuación dolorosa en que me sumió su contemplación . >
»
Ocho días después todo ha cambiado, Desmoulins es un enemigo .
La necesidad de alejar las afrentosas suposiciones que caen sobre los
Lameth , impulsa al movible escritor á una violencia terrible . ¡ La amis-
tad le hace traicionar la amistad ! ¡Niño sublime , pero sin prudencia ,
siempre extremado en todos los sentidos .
«En cuanto á mí-decía ocho días después- debo declarar que
cuando fué levantado el velo mortuorio , al ver un hombre que yo había
idolatrado , no he sentido venir ni una lágrima y le he mirado con los
ojos secos , como Cicerón miraba el cuerpo de César atravesado por
treinta y tres puñaladas . Yo contemplaba aquel soberbio almacén de
ideas desamueblado por la muerte; yo sufría de no poder dar lágrimas á
un hombre que había tenido un gran talento , que había prestado rui-
dosos servicios á la patria y que quería que yo fuese su amigo . Yo pen-
saba en la respuesta de Mirabeau moribundo á Sócrates moribundo ; en
su palabra Dormir , refutación del largo discurso de Sócrates sobre la
inmortalidad poco antes de morir . Yo contemplaba su sueño , y no pu-
diendo alejar de mí la idea de sus grandes proyectos contra nuestra li-
bertad y fijando los ojos sobre su conducta en los dos últimos años , sobre
su pasado y su porvenir, á su última palabra , á esa profesión de mate-
rialismo y ateísmo , yo respondía mentalmente con una sola frase : Has
muerlo .»
No , Mirabeau no puede morir . Vivirá eternamente con Desmou-
lins . El primer orador de la Revolución y su primer escritor vivirán
eternamente en el porvenir y nadie podrá separarlos .
Sagrado por la Revolución , identificado con ella y en consecuencia
con nosotros que somos sus hijos , no podemos degradar á Mirabeau sin
degradarnos a nosotros mismos , descoronando á la Francia.
El tiempo , que es el gran revelador de todas las cosas , no nos ha
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 547

revelado nada que motive realmente el reproche de traición lanzado


contra Mirabeau.
La falta única de Mirabeau fué incurrir en un error, en un grave
y funesto error , pero del cual participaron en más o menos grados todos
los hombres de su época.
Los hombres de todos los partidos , desde Cazales y Maury hasta
Robespierre y Marat, creyeron que la Francia era realista y todos qui-
sieron un rey. El número de los republicanos era verdaderamente im-
perceptible .
Mirabeau creía que hacía falta un rey que fuese fuerte ó nada
de rey .
reLa experiencia ha probado contra los ensayos intermediarios que
las constituciones bastardas sólo sirven para producir tiranos hipócritas .
El medio que Mirabeau proponía al rey para levantarse era más.
revolucionario que la Asamblea misma.
En él no hubo traición ; pero sí corrupción .
¿Qué género de corrupción? ¿la del dinero?... Es verdad que Mira-
beau recibió sumas que debían cubrir los gastos de su inmensa corres-
pondencia con los departamentos : una especie de ministerio que tenía
organizado en su casa.
El decía una frase sutil , una excusa que no excusaba nada al ase-
gurar que nadie le había comprado ; que él era pagado , no vendido.
Existe en él otra corrupción . Los que han estudiado al hombre lo
comprenden bien . La romántica visita á Saint-Cloud , en Mayo del 90 ,
aquella entrevista misteriosa con la reina ¿le inspiró la loca esperanza
de ser ministro del rey? No ; pero indudablemente hizo surgir en él la
idea de ser ministro universal de una reina , una especie de esposo polí-
tico como lo había sido Mazarino .
‫די‬
Esta locura se apoderó de su espíritu , teniendo en cuenta que esta
única y rápida aparición de la reina fué como una especie de ensueño
que no volvió á repetirse y que no pudo jamás comparar con la reali-
dad . El guardó la ilusión y vió en adelante á la reina no tal como era ,
sino como él quería que fuese , una verdadera hija de María Teresa ,
violenta pero magnánima y heroica . Este error fué hábilmente cultiva-
do y entretenido . La corte puso un hombre á su lado , día y noche ,
Mr. de Lamarck, que amaba mucho á la reina y mucho á Mirabeau, y
que en sus conversaciones reforzaba el concepto que el gran orador se
había formado del talento de la reina , pintándosela tan bella como des-
graciada y valerosa . Una sola cosa le faltaba según Lamarck , la luz , la
experiencia, un consejero astuto y sabio, una mano varonil en que apo-
yarse la fuerte mano de Mirabeau ... Y así lo engañaban . Esta fué la
verdadera corrupción de Mirabeau , una culpable ilusión de su corazón
lleno de ambición y orgullo .
¿Hubo traición en Mirabeau? No.
¿Hubo corrupción? Sí .
548 J. MICHELET

Mirabeau fué realmente culpable .


Aunque resulte doloroso , hay que convenir en que fué justa la ex-
pulsión de sus restos del Panteón .
La Asamblea tuvo razón en enterrar allí al hombre intrépido que
fué su primer órgano, la voz misma de la libertad .
La Convención tuvo razón para arrojar fuera del templo al hombre
corrompido , ambicioso y débil de corazón , que hubiera preferido á la
patria los intereses de una mujer y su propia grandeza .
Fué en un triste día de otoño , en ese trágico año de 1794 , en que
la Francia había acabado por exterminarse ella misma , cuando cansada
de matar á los vivos se dedicó á matar á los muertos , y arrancó del
Panteón de los grandes hombres al más glorioso de sus hijos . Francia
mostró una alegría salvaje en este acto . El hombre de ley, encargado
de esta odiosa ceremonia , se expresa así en el expediente , informe bár-
baro que da una idea extraña de la época:
«El cortejo de la fiesta se detuvo en la plaza del Panteón, y uno
de los ciudadanos hujieres de la Convención avanzó hasta la puerta del
citado Panteón y dió lectura al decreto arrojando de allí los restos de
Honorato Riqueti Mirabeau , que inmediatamente fueron sacados en un
ataúd de madera fuera del recinto de dicho templo y conducidos al lugar
ordinario de las sepulturas ...» Este lugar no era otro que Clamart, el
cementerio de los ajusticiados , en el arrabal de San Marcelo . El entie-
rro se verificó durante la noche sin ninguna ceremonia .
Escribo esto en 1847. Ha pasado medio siglo y Mirabean perma-
nece todavía enterrado entre los ajusticiados .
Yo no creo en la legitimidad de las penas eternas . Bastantes son
para ese infeliz grande hombre cincuenta años de expiación . La Fran-
cia (no hay que dudarlo) cuando lleguen para ella días mejores irá á
buscarle en la tierra y le volverá al sitio donde debe quedar ( 1 ) en el
Panteón . El orador de la Revolución á los pies de los creadores de la
Revolución , Descartes , Rousseau y Voltaire . La expulsión fué merito-
ria; pero el retorno es justo también .
¿Por qué negarle esta sepultura material cuando tiene una moral
y eterna en el recuerdo de agradecimiento que le tributa el corazón
de la Francia?

(1) Francia ha sido sorda à la voz generosa de Michelet, cuya bondad le hizo cerrar los ojos
ante los defectos de Mirabeau, viendo sólo sus cívicas virtudes. Han pasado más de cien años
y el cadaver de Mirabeau no ha vuelto al Panteón . (N. del T.)
CAPITULO XI

Intolerancia de los dos partidos.-Progreso de Robespierre

La Asamblea, por una proposición de Robespierre, acuerda que los diputadós no puedan ser mi-
nistros ni reelegidos. -Robespierre hereda el crédito de los Lameth entre los Jacobinos.-Los
Lameth consejeros de la corte. -No hablan ni contra la limitación de la Guardia Nacional ni
en defensa de los clubs. -Lucha de Duport y Robespierre. -Los dos hablan contra la pena de
muerte.-La lucha religiosa estalla al aproximarse las Pascuas.-El rey hace constar pública-
mente su cautividad. - Intolerancia eclesiástica, especialmente contra los que abandonan los
conventos.-Intolerancia jacobina contra el culto de los refractarios.-Carta del Papa quemada.
-La Asamblea acuerda para los restos de Voltaire les honores del Panteón.

El 7 de Abril , cinco días después de la muerte de Mirabeau , Ro-


bespierre propuso é hizo decretar que ningún miembro de la Asamblea
pudiera ser ministro hasta cuatro años después de haber dejado de ser
diputado.
Ningún diputado importante se atrevió á combatir este proyecto .
Ninguna reclamación de los redactores ordinarios de la Constitución
(Thouret , Chapelier, etc.) , ninguno de los agitadores de la izquierda
(Duport, Lameth, Barnave, etc. ) Todos ellos se dejaron arrebatar , sin
decir una palabra , el fruto que podían haber recogido de la muerte de
Mirabeau. La entrada al poder , que parecía abrirse para ellos , les fué
cerrada para siempre .
Cinco semanas después , el 16 de Mayo , Robespierre propuso é hizo
decretar que los miembros de la Asamblea actual no podrían ser reele-
gidos en la próxima legislatura .
Por dos veces la Asamblea Constituyente votó por aclamación contra
ella misma .
Y las dos veces por la iniciativa del diputado menos agradable de
la Asamblea, de aquel á quien había rehusado invariablemente todas
las proposiciones .
Se había verificado un gran cambio que es preciso explicar.
Lo que ante todo llamaba la atención era el tono nuevo , audaz Ꭹ
550 J. MICHELET

casi imperioso que tomó Robespierre al día siguiente de la muerte de


Mirabeau . El 6 de Abril reprochó violentamente al comité de Constitu-
ción por la lentitud de sus trabajos . Habló de «la repugnancia que le
inspiraba el espíritu que presidía las deliberaciones del comité .» Y ter-
minó con esta palabra dogmática: « He aquí la instrucción esencial que
yo presento á la Asamblea. » Y la Asamblea no murmuró . Muy al con-
trario, acordó que al día siguiente presentase su proyecto de ley, y
el 7 de Abril , Robespierre, apoyado en una fuerte mayoría , formuló la
proposición de que el ministerio quedase cerrado para los diputados du-
rante cuatro años .
Robespierre ya no era el hombre vacilante y tímido . Había to-
mado autoridad al desaparecer Mirabeau . Esta autoridad se percibió
el 16 de Mayo, cuando desarrolló con una gravedad elocuente la tesis de
moral política de que el legislador debe considerar un deber confundirse
terminadas sus funciones con la masa de sus conciudadanos , evitando
hasta sus muestras de reconocimiento .
La Asamblea , fatigada de su comité de Constitución , de un deceun-
virato que pasaba su vida siempre hablando y siempre legislando , oyó
de buen grado á Robespierre exponer un pensamiento justo y verdadero
resumido en estas palabras :
«La Constitución no ha salido de la cabeza de este ó aquel orador ,
sino del seno de la opinión que nos ha precedido y nos ha sostenido .
Después de dos años de trabajos que parecen superiores á las fuerzas
humanas , sólo nos resta dar á nuestros sucesores un ejemplo de indife-
rencia por nuestro inmenso poder y por todo otro interés que no sea el
bien público . Impidamos el ser reelegidos ; que vengan aquí elemen-
tos nuevos y vayamos á nuestras provincias á respirar el aire de la
igualdad .>>
Y añadió estas frases imperiosas , impacientes : «Me parece que por
el honor de los principios que sostiene la Asamblea , esta moción debe
decretarse hoy mismo. >»
Lejos de sentirse herida la Asamblea por tales palabras , aplaudió ,
ordenó la impresión del discurso y quiso votar inmediatamente . En vano
Chapelier pidió la palabra . La proposición de Robespierre fué votada Ꭹ
aprobada casi por unanimidad .
El panegirista habitual de Robespierre , Camilo Desmoulins , dijo
con razón que él consideraba este decreto como un golpe de maestro.
<<Ha sabido aprovecharse del amor propio de la gran mayoría de la
Asamblea , que sabiendo con certeza que no sería reelegible ha aprove-
chado ávidamente esta ocasión para nivelarse con los honorables miem-
bros que podían ser reelegidos . Vuestro hombre ha calculado muy
bien , etc . >>
Lo que Robespierre había calculado bien y Desmoulins no se atre-
vió á decir, es que para los dos extremos de la Cámara , Jacobinos y aris-
tócratas , el enemigo común que había que destruir era la Constitu-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 551

ción y los constitucionales , padres y defensores de este hijo falto de


vida .
Pero Robespierre era un hombre demasiado político para creer que
se lanzara á formular su proposición sin otra base que el conocimiento
de la debilidad humana . Cuando se le ve hablar con tanta fuerza , con
tanta autoridad y certeza , no se puede dudar de que él estaba previa-
mente instruido del apoyo que su proposición encontraría en el lado de-
recho de la Cámara . Los curas , por los cuales había avanzado mucho y
hasta se había comprometido en su defensa el 12 de Marzo , le informa-
ron indudablemente sobre el pensamiento de su partido .
Por otra parte , si la voz de Robespierre parece agrandarse por mo-
mentos , es porque ya no resulta la voz de un hombre; un gran pueblo
habla por su boca ; el pueblo que forma en todas las sociedades jaco-
binas .
Hemos visto el club de los Jacobinos de París fundado por los dipu-
tados : en Octubre del 89 eran cuatrocientos ; en 28 de Febrero del 91 , el
día en que Mirabeau fué derribado por los Lameth , ya no eran más
que 150. ¿Quién domina ahora en los Jacobinos? Los que no han sido
todavía diputados y quieren serlo; los que desean que la Asamblea Cons-
tituyente no pueda ser reelegida .
Este es el pensamiento de los Jacobinos y Robespierre quien mani-
fiesta sus deseos y defiende sus intereses : él es el órgano de la sociedad .
Habla para los Jacobinos Ꭹ ellos le sostienen , ellos llenan las tribunas

de la Asamblea para aplaudirle . Esta asamblea superior , como ya la


apellidé antes , comienza á pesar desde arriba de las tribunas sobre la
Asamblea Constituyente , asfixiándola . No en vano la Asamblea aspira
al reposo: sus razones tiene para ello . Con mucha frecuencia las tri-
bunas intervienen en los debates , mezclan sus palabras en los discursos
de los oradores , los corean con aplausos y silbidos . En la cuestión de
las colonias , por ejemplo, un defensor de los colonos fué silbado Ꭹ lle-
nado de ultrajes .
La historia interior de la sociedad jacobina es infinitamente difícil
de penetrar .
Su pretendido periódico , dirigido por Laclos , lejos de hacer la luz ,
obscurece los actos de la sociedad . Lo único que es visible es que de
las dos fracciones primitivas de la sociedad , la fracción orleanista esta-
ba cada vez más en baja , desacreditada por la avidez de su jefe en el
asunto de los cuatro millones y por la polémica republicana que Bri-
ssot y otros dirigían contra él . La otra fracción , dirigida por Duport,
Barnave y Lameth , parece igualmente cansada y enervada : al herir de
muerte á Mirabeau en la noche del 28 de Febrero esta fracción parece
haber caído extenuada . En Marzo aún se agita en el violento motín con
que los Jacobinos mataron el Club de los monárquicos á pedradas y bas-
tonazos . Lo que en general puede decirse de estos triunviros es que su
triste renombre de intrigas y violencias y los rumores siniestros aun-
552 J. MICHALET

que injustos que corrían sobre ellos con ocasión de la muerte de Mira-
beau , condujeron á los Jacobinos á seguir con preferencia á un hombre
de conciencia limpia como Robespierre, pobre, austero y de anteceden-
tes intachables .
La escena ocurrida en el entierro de Mirabeau y observada por to-
dos , Lameth del brazo de Sieyes , cubierto por él de las suposiciones pú-
blicas , un jacobino protegido delante del pueblo por el impopular abate ,
era suficiente para hacer reflexionar á la sociedad jacobina . Ella aban
donó á los Lameth , entregándose en cuerpo y alma á Robespierre ..
Nada contribuyó á acelerar la ruina de tales hombres como su
opinión antiliberal sobre los derechos de los negros . Los Lameths te-
nían plantaciones en las colonias y muchos esclavos . Barnave habló con
mucho entusiasmo en favor de los plantadores y en contra de los hom-
bres de color.
La Asamblea, indecisa entre el derecho que indudablemente te-
nían los esclavos para ser libres y el miedo á excitar una revolución en
las colonias , declaró en un extraño decreto : «Que ella no deliberaría
jamás sobre el estado de las personas nacidas de padres y madres que
no fuesen libres mientras no lo pidiesen las colonias . » Como esta peti-
ción no se formularía jamás por parte de los dueños de esclavos , equi-
valía á declarar que jamás deliberaría sobre la esclavitud de los ne-
gros . Los propietarios de las colonias , agradecidos á Barnave por su
defensa, quisieron elevarle una estatua , como si ya hubiera muerto:
tal vez no se equivocaban en esto .
Aparte de estos asuntos , una influencia oculta contribuía á neutra-
lizar á los Lameth .
Poco después de haber muerto Mirabeau , cuando muchas gentes
les acusaban de haberle envenenado , una mañana á primera hora anun-
ciaron á Alejandro de Lameth , que estaba todavía en la cama , la visita
de un hombrecillo de humilde aspecto que quería hablarle . Lameth_le
hizo entrar en su dormitorio . Era Mr. de Montmorin , ministro de Ne-
gocios extranjeros . El ministro se sentó junto á su cama y le hizo su
confesión . Comenzó hablando mal de Mirabeau , único medio de com-
placer á Lameth; reprochó á éste la mala vida que llevaba y habló de
las grandes sumas que gastaba la corte para penetrar los secretos de los
Jacobinos . « Todas las noches - dijo el ministro-tengo copia de las car-
tas que el club recibe de provincias y se las leo al rey, el cual admira
mucho la sabiduría de vuestras respuestas . » No sese necesitaba más para
halagar la vanidad de aquel hombre . La conclusión de la entrevista fué
que Lameth sucedió á Mirabeau como uno de los consejeros secretos
de la corte : Barnave lo fué también desde el mes de Diciembre .
La Asamblea el 28 de Abril dió un paso comprometedor al decidir
que sólo los ciudadanos activos pudieran ser guardias nacionales . Ro-
bespierre reclamó contra esta decisión . Duport y Barnave guardaron
sileneio; Carlos de Lameth sólo habló por un incidente .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 553

La verdadera piedra de toque , la prueba mortal , fué la defensa de


los clubs , atacados solemnemente ante la Asamblea por el departamen-
to de París ; la defensa del derecho que tenían las asambleas populares
en general , las secciones y libres asociaciones para hacer peticiones co-
lectivas y anunciar sus acuerdos . Chapelier propuso una ley que les
quitaba este derecho , declarando que si no se aprobaba esta ley los
clubs serían corporaciones en extremo formidables .
Robespierre y Petion defendieron á los clubs con gran energía .
Duport, Barnave y Lameth , los fundadores de los Jacobinos y sus di-
rectores por tanto tiempo , ¿no hablarían igualmente? Todo el mundo
esperaba ... Pero no; profundo silencio . Visiblemente ellos abdicaban
de su pasado .
Robespierre les había lanzado una frase que sin duda contribuyó á
quitarles toda tentación de tomar la palabra . «Yo no excito nunca á la
revuelta―dijo . — Si alguno desea acusarme yo quisiera que antes pusie-
ra todas sus acciones en paralelo con las mías . » Esto equivalía á desafiar
á los antiguos perturbadores , impidiéndoles que hablasen de paz .
En la cuestión de que los diputados no fuesen reelegibles , Duport
dejó á la Asamblea votar contra ella misma ; pero al día siguiente , cuan-
do no se podía ya ocupar más que sobre si en las legislaturas siguien-
tes los diputados podrían ser reelegidos , salió de su silencio . Parecía
que deseaba de una vez soltar todo lo que había en él de amarguras y
dudas sobre el porvenir . Este discurso , lleno de ideas elevadas , fuertes
y proféticas, tuvo el defecto más grave que puede tener un discurso
político: reveló tristeza y desaliento . Duport declaró que si se daba un
paso más el gobierno no existiría ya , y caso de renacer , sería para con-
centrarse en el poder ejecutivo . «Los hombres- dijo- no quieren obe-
decer á los antiguos déspotas ; pero quieren crearlos nuevos , en los cua-
les el poder , por ser popular , resultará mil veces más peligroso . La
libertad será entendida como un individualismo egoísta, y la igualdad
por medio de una nivelación progresiva llegará hasta el reparto de las
tierras . Se tiende visiblemente á cambiar la forma de gobierno , sin pre-
ver que para ello habrá que anegar antes en su sangre á los últimos
partidarios del trono . » Para designar especialmente á Robespierre acusó
el sistema de ciertos hombres que se contentan siempre con hablar de
principios y altas generalidades sin descender á los medios prácticos ,
con lo cual se libran de toda responsabilidad . Hombres que ejercen á
todas horas de profesores de derecho natural .
Duport en su larga peroración partió de una idea inexacta que re-
pitió por dos veces . « La Revolución está hecha . » Esta frase destruía
todo su discurso . La inquietud universal , la convicción de que aún que-
daban obstáculos infinitos que vencer , la insuficiencia de las reformas ,
todo esto hacía nacer en los espíritus una refutación muda pero enérgi-
ca de tal aserción .
Robespierre podía haberse aprovechado de esta afirmación peligrosa
TOMO I 70
554 J. MICHELET ·

de su adversario , pero no quiso y se abstuvo de decir que era preciso


continuar la Revolución . Limitóse á tratar el asunto planteado por su
adversario , y como si quisiera cambiar un idilio por una elegía , volvió
á su primer discurso , á las dulces ideas morales « de un reposo reco-
mendado por la razón y por la naturaleza, de un retiro necesario para
meditar sobre los principios . >
»
Robespierre garantizó « que existían en todos los departamentos
padres de familia que se prestarían voluntariamente á desempeñar el´
oficio de legisladores para asegurar á sus hijos una patria y sanas cos-
tumbres . ¿Que los intrigantes se alejarían? Tanto mejor : la virtud mo-
desta recibiría entonces el premio que hubiera merecido . >>
Este sentimentalismo , traducido en lengua política , significaba
que Robespierre , habiendo cogido la dirección de los Jacobinos , esca-
pada de las manos de Duport , quería cuanto antes cerrar la Asamblea
oficial en nombre de los principios , para que mientras tanto funcionase
la sola Asamblea activa y eficaz; el gran club director del Jacobinismo.
Veía claramente que en la próxima legislatura , no habiendo hombres
como Mirabeau, Duport y Cazales , la vida y la fuerza sería toda con
los Jacobinos . El dulce retiro filosófico que aconsejaba á sus adversa-
rios ya sabía él donde encontrarlo : en el verdadero centro de este mo-
vimiento .
Duport honró su caída pronunciando un discurso admirable contra
la pena de muerte. Este hombre eminente , cuyo nombre ha quedado
unido al establecimiento del Jurado en Francia y á todas las más im-
portantes instituciones judiciales , tuvo como Mirabeau la gloriosa suer-
te de acabar aplastado por una cuestión de humanidad .
Su discurso , superior en todos sentidos al pequeño discurso acadé-
mico que Robespierre pronunció también contra la pena de muerte , no
obtuvo sin embargo gran éxito . Nadie se fijó en estas palabras , donde
se entrevé un sombrío presentimiento: « Después que un cambio conti-
nuo en los hombres ha hecho casi necesario un cambio en las cosas ,
hagamos al menos que las escenas revolucionarias resulten menos trá-
gicas . ¡ Que el hombre sea respetado por el hombre! »
Graves palabras , pero que desgraciadamente carecían de oportuni-
dad . La vida del hombre no era respetada . La sangre corría. La guerra
religiosa comenzaba á estallar .
Desde el fin del 90 la resistencia obstinada del clero á la venta de
bienes eclesiásticos habia puesto á las municipalidades en el embarazo
más cruel . Estas repugnaban el proceder contra las personas y se de-
tenían ante la fuerza de inercia que les oponía el clero . Esta inercia era
puramente aparente , pues el clero agitaba la masa de los campos muy
activamente por medio del confesonario y por la difusión de los libelos
publicados contra la Revolución . En Bretaña especialmente repartié-
ronse miles de ejemplares del atroz libro escrito por Burke contra la Re-
volución .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA , 555

Entre las municipalidades tímidas é inactivas y el clero insolente-


mente rebelado , la nueva religión perecía vencida . Por esto en todas
partes los clubs protestaron de las municipalidades , las acusaron por su
inacción y casi ocuparon su puesto . La Revolución tomó así su terrible
carácter: cayó toda entera entre las manos patrióticas , pero intolerantes
y violentas de las sociedades jacobinas .
Los curas ocasionaron todo esto , buscándose ellos mismos la perse-
cución para declarar la guerra civil .
El fatal decreto del juramento inmediato que daba al clero rebelde
la gloria del martirio , produjo en los curas una alegría y una audacia
inmensa .
Marcharon desde entonces erguidos y con el rostro fiero : la Revo-
lución con la cabeza baja.
Uno de los primeros actos de hostilidad fué hecho , como era de es-
perar, por uno de los prelados de vida más escandalosa : el cardenal de
Rohan , el héroe del ruidoso negocio del collar de la reina . Retirado
desde aquel escandaloso asunto al otro lado del Rhin en el obispado de
Strasburgo, anatematizó á su sucesor , elegido por el pueblo , y comenzó
la guerra religiosa en esta ciudad inflamable .
Una carta del obispo de Uzes , que se vanagloriaba como de un
gran triunfo de haber negado su juramento , cayó sobre la ciudad como
una centella y encendió las pasiones . Sonó el tambor y reaccionarios y
revolucionarios se batieron en las calles .
En Bretaña el clero removió sin pena la sombría imaginación de
los labriegos . En un pueblo , un cura dice la misa á las tres y anuncia
á los fieles que ya no se celebrarán más vísperas , pues ellas serán abo-
lidas . Otro dijo la misa mayor poco antes de amanecer, aun en plena
noche, y tomando el crucifijo de encima del altar , lo hizo besar á todos
los labriegos . « Marchad- les decía ; -vengad á Dios ; id á matar á los
impíos .>>
Estas pobres gentes, creyéndose capaces de todo , marcharon en
armas contra Vannes y fué necesario que la tropa y la Guardia nacional
les impidieran la entrada en la villa . Para dispersar á aquellos fanáticos
fué preciso tirar contra ellos , y una docena quedaron tendidos1 en el
campo .
Con todo esto van aproximándose las Pascuas . Se aguardaba curio-
samente si el rey comulgaría con los curas amigos ó enemigos de la
Revolución . Fácil era preverlo: había alejado al cura de la parroquia ,
que era de los que prestaron juramento a la Constitución . En cambio
las Tullerías estaban llenas de curas rebeldes . En manos de estos co-
mulgó el rey el domingo 17 de Abril en presencia de Lafayette, el cual
• por su parte daba también el mismo ejemplo , teniendo en su casa un
sacerdote refractario para decir la misa á madama de Lafayette.
La Comunión del rey habíase procurado celebrarla con gran pompa,
obligándose á la Guardia nacional á asistir y presentar sus armas .
556 J. MICHELET

Un granadero se negó rotundamente á prestar este homenaje á la


contrarrevolución . El club de los Cordeleros le dió las gracias por la
noche y fijó un anuncio en las esquinas « denunciando al pueblo francés
el primer funcionario público como rebelde á las leyes que había jurado
y autorizador de la revuelta . >
»
Esto era exacto . La corte tenía necesidad de un gran escándalo ,
deseaba una revuelta para hacer constar ante la Europa la falta de li-
bertad del rey . Esta revuelta , que según Lafayette estaba preparada
hacía mucho tiempo y que se retardó por la muerte de Mirabeau , á
quien querían dar un papel en esta comedia , se verificó por fin en los
días solemnes , en los días de mayor emoción para los corazones reli-
giosos ; en la segunda fiesta de Pascuas , lunes 18 de Abril de 1791 .
Desde la víspera , que todo el mundo estaba advertido de que el
rey iba á salir de París ; todos los diarios habían hablado de esto , la mu-
chedumbre obstruyó todos los alrededores de Palacio , y á las once el
rey , la reina , la familia , los obispos y los servidores , ocupando un sin-
número de carruajes , se preparan á partir . Se dice que no van más que
á Saint Cloud á pasar el día ; pero la muchedumbre cierra el paso á los
carruajes . Suena la campana de San Roque . La Guardia nacional riva-
liza con el pueblo para impedir el paso . La animosidad era grande con-
tra la reina y contra los obispos .-« Señora dice un granadero al rey;
-nosotros os amamos ; pero á vos solo.» La reina oyó aún palabras más
duras y crueles : oculta en el fondo del coche , no cesaba de llorar.
Lafayette quiere abrir paso en la muchedumbre, pero nadie le obe-
dece . Corre al Hotel de Ville para pedir la bandera roja y proclamar el
estado de guerra . Danton , que estaba allí felizmente , se opuso con toda
energía á que le diesen la bandera y evitó tal vez una matanza . Lafa-
yette ignoraba todavía que aquel intento de viaje era simulado , que la
corte sólo buscaba hacer constar la cautividad del rey y se agitaba fu-
rioso, queriendo cumplir la ley con todo su rigor. Había dejado á Dan-
ton en el Hotel de Ville y se lo encontró en las Tullerías , á la cabeza
del batallón de los Cordeleros , que llegó sin ser llamado .
Lafayette , pasándose de listo , pretendió que Danton se agitaba pa-
gado por la corte . «Acababa- dice-de cobrar cien mil francos como
indemnización de un cargo que no valía diez mil . » Lo más seguro es
que Danton , rehusando entregar la bandera roja al general , evitó una
matanza y le hizo sufrir una mortificación que impulsó á Lafayette á
ser injusto en sus comentarios .
Lafayette , indignado de haber sido desobedecido , presentó su dimi-
sión . La inmensa mayoría de la Guardia nacional le suplicó en todos
los tonos que la retirase : la burguesía solo se fiaba de él para el mante-
nimiento de la paz pública .
El martes 19 el rey tomó una resolución extraña que llevó al colmo
la general sospecha de que pensaba huir de Francia . De improviso se
presentó en la Asamblea declarando que persistía en su intención de ir
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 557

á Saint Cloud para probar que estaba bien , añadiendo que quería man-
tener la Constitución , « de la que formaba parte la constitución del
clero.» ¡ Extraña contradicción con su Comunión del domingo anterior
y con el apoyo que daba á los sacerdotes rebeldes!
No hay que creer que estos sacerdotes eran víctimas resignadas y
pacientes que se consideraban felices viviendo ignorados . Se agitaban
de la manera más provocativa , se mostraban en todas partes perorando ,
amenazando , impidiendo los matrimonios , turbando la cabeza de las jó-
venes , haciéndolas creer que si eran casadas por sacerdotes que hubie-
ran prestado su juramento á la Constitución, no serían más que concu-
binas y sus hijos bastardos .
Las mujeres eran á la par las víctimas y los instrumentos de esta
especie de terror que ejercían los curas rebeldes . Las mujeres son siem-
pre más bravas que los hombres : acostumbradas á que las respeten por
la debilidad de su sexo , creen que en el fondo no se exponen gran cosa
mezclándose en los asuntos públicos . Por esto audazmente hacían lo que
no osaban á hacer sus consejeros los curas . Iban y venían , llevaban no-
ticias , hablaban alto y fuerte . Sin mencionar las víctimas obligadas de
su irritación (hablo de los maridos , perseguidos en el interior de su
hogar, dominados á fuerza de agrias negativas y crueles reproches) ,
ellas extendían sus rigores á muchas gentes humildes de su clientela ó
de su casa . ¡ Desgraciados los comerciantes filósofos , los tenderos signi-
ficados como patriotas ! Todas las mujeres huían de sus tiendas , todas
iban á comprar á lós establecimientos de los que se significaban por su
afecto al pasado .
Las iglesias estaban desiertas . En cambio los conventos abrían sus
capillas á la muchedumbre de contrarrevolucionarios , ateos ayer y de-
votos hoy. Cosa más grave : estos conventos mantenían audazmente su
clausura , se burlaban de la ley y tenían cerradas sus puertas para los
reclusos ó reclusas que querían salir en virtud de los decretos de la
Asamblea .
Una monja de San Benito, habiendo insistido por volver al seno de
su familia, fué objeto de mil ultrajes . La comunidad impidió que se
llevara consigo los pequeños objetos sin valor que eran de su propiedad
y por los cuales sentía cierto afecto . Casi desnuda , fué puesta en la
puerta del convento . Sus parientes que se presentaron para reclamar,
encontraron la puerta cerrada: por una ventana les arrojaron algunas
prendas de la religiosa , como si fueran de una apestada y se les llenó
de injurias .
La Asamblea nacional recibió la petición de otra religiosa que era
retenida en su convento á viva fuerza .
En las monjas de San Antonio una joven novicia, habiendo mani-
festado francamente su alegría por los decretos de la Asamblea sobre
la libertad de las religiosas , fué objeto de toda clase de ultrajes por
parte de la abadesa, dama aristocrática y fanática y de otras monjas
558 J. MICHELET

que formában su corte . La novicia , habiendo encontrado medio de ad-


vertir á los de fuera sus sufrimientos y su peligro , salió del convento
de una manera extraña . Pasó la cabeza por el torno y un hombre cari-
tativo , tirando de ella con gran esfuerzo , pudo hacer pasar el resto del
cuerpo . Una familia pobre la recibió en su casa del arrabal de San An-
tonio y los periódicos abrieron una suscripción para la pobre fugitiva.
Fácil es comprender que estas historias no eran las más propicias
para calmar al pueblo, cruelmente irritado por sus miserias . Sufría infi-
nitamente no sabiendo qué hacer. Todo lo que veía era que la Revolu-
ción no podía avanzar ni retroceder . A cada paso encontraba delante
una fuerza inmóvil , la monarquía , y detrás una fuerza activa , la intri-
ga eclesiástica.
No hay que asombrarse , pues, si echó abajo estos obstáculos . Los
Jacobinos no podían prestarle auxilio . De las tres fracciones , las dos
de Lameth y Orleans carecían de influencia . En cuanto á la de Robes-
pierre, cierto que era violenta y fanática , pero su jefe personalmente
no era capaz de organizar una revuelta y menos aún contra los sacerdo-
tes que contra otros enemigos.
El movimiento fué espontáneo : surgió naturalmente de la irrita-
ción Ꭹ de la miseria . Las mujeres de los barrios populares fueron á los
conventos y azotaron á las religiosas .
Pero la corte , fué la que dió á este movimiento una gran escena,
una ocasión solemne . Su plan era comprometer cuanto le fuera posible
á la Revolución ante los católicos de Francia y de Europa entera.
Los sacerdotes refractarios y enemigos de la Constitución alquila-
ron á la municipalidad una iglesia en el lugar de más tránsito de Pa-
rís : el muelle de los 3, Teatinos . Allí debían celebrar sus Pascuas .
Tal como era de esperar, la muchedumbre , excitada por este reto
de sus enemigos , acudió á la puerta de la iglesia , amenazando á los
que quisieran entrar. Dos mujeres lo intentaron y fueron azotadas . La
autoridad las salvó , pero no pudo dispersar á la muchedumbre .
Sieyes reclamó en vano en la Asamblea los derechos de la libertad
religiosa . El pueblo entero , con el sentimiento de sus miserias , se obs-
tinaba en no ver en todo aquello más que una cuestión política . El
cura rebelde y sus partidarios aparecían para él, no sin motivo, fabri-
cando desde París el rayo de la guerra civil , que había de alumbrar el
Oeste , el Mediodía y tal vez el mundo .
Avignon y el Condado ofrecían hacía tiempo una atroz miniatura
de las futuras guerras civiles . Avignon , ayudada por los ardientes re-
volucionarios de Nimes , Arlés y Orange , guerreaba contra Carpentrás ,
el lugar de la aristocracia .
Guerra bárbara en los dos lados , envenenada por viejos rencores y
furores nuevos . Más que una guerra, era una escena horriblemente
variada de saqueos y asesinatos .
La Asamblea nacional tomó este asunto con mucha lentitud y por
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 559

fin acabó declarando que Avignon no formaba parte integrante de la


Francia, sin que por esto Francia renunciase á sus derechos sobre ella.
Lo que equivalía á decir: «La Asamblea juzga que Avignon no la
pertenece, sin negar por esto que la pertenezca . >
»
El mismo día 4 de Mayo se repartió por París un Breve del Papa ,
una especie de declaración de guerra contra la Revolución . En él se
desataba en injurias contra la Constitución francesa , declaraba nulas
las elecciones de curas y obispos hechas por la Revolución y les prohi-
bía administrar los sacramentos .
Al día siguiente una sociedad patriótica , para devolver insulto por
insulto , presentó en el jardín de Palais Royal un maniquí con la cara
y las vestiduras del Papa , lo juzgó ante el público y acabó arrojándolo
en una hoguera , en medio de los generales aplausos . El periódico fa-
vorito de los curas , que dirigía el abate Royou , fué quemado también ,
por ser indudablemente quien había influído en el Papa para que diese
el Breve .
Hay que reconocer que el Papado ha hecho camino desde el si-
glo XIV . Ante el bofetón recibido por Bonifacio VIII , el mundo se es-
tremeció de horror . La Bula quemada por Lutero aún indignó á una
parte de Europa .
Pero ahora el Papa y el papel de Royou son ejecutados y que-
mados en plena calle de Saint Honoré, sin que nadie se indigne ni
proteste , resultando el acto una fiesta regocijada .
Tanto como el Papa retrocede , tanto avanza su adversario . Y este
adversario inmortal que no es otro que la Razón, cualquiera que sea el
hábito que tome, jurisconsulto en 1300 , teólogo en 1500 , filósofo en el
último siglo, triunfa en el año 91.
La Francia, desde que ella puede hablar con libertad , rinde home-
naje á Voltaire . La Asamblea nacional decreta al glorioso libertador del
pensamiento religioso los honores de la victoria . Ya que ha triunfado ,
que vuelva á su París , á su capital este rey de la inteligencia . El deste-
rrado, el fugitivo que apenas si gozó de calma aquí abajo , que vivió
entre tres reinos osando apenas mover las alas como el pájaro que carece
de nido , que vuelva á dormir en paz bajo el interminable beso de la
Francia.
¡ Muerte cruel ! Voltaire no había visto en sus últimos años París :
esta muchedumbre idólatra , este pueblo que le había comprendido y le
adoraba con delirio . Perseguido en su lecho de muerte y hasta después
de la muerte; escarnecido por el fanatismo , arrebatado de noche por los
suyos para ser ocultado en una tumba obscura el 30 de Mayo del 78 ,
su regreso es decretado el 30 de Mayo del 91. Vuelve á su casa , pero
de día , á la luz del gran sol de la justicia , llevado triunfalmente sobre
las espaldas del pueblo al templo del Panteón .
Para colmo de su victoria él verá la caída de los que le proscribie-
ron . Voltaire viene y curas y reyes se van . Su retorno no puede ser
560 J. MICHELET

más oportuno : vuelve cuando los sacerdotes , venciendo las indecisiones


y escrúpulos de Luis XVI , le impulsan á huir, le envían á Varennes, ó
1ο que es lo mismo, á la traición y la deshonra . ¿Cómo para este grande
lo
espectáculo podríamos pasarnos sin Voltaire? Es preciso que venga á
París para presenciar la derrota de Tartufo. El es el héroe de la fiesta.
En el momento en que el cura deja su trama tenebrosa estallar en pleno
día, Voltaire no puede dejar de levantarse de su sepulcro. Advertido por
la audaz revelación de Tartufo , saca la cabeza fuera de su féretro y dice
al otro con la risa formidable que hizo temblar los templos y los tronos :
<
«
<Somos inseparables; tu te quedas aquí, pero yo también me quedo . »
CAPITULO XII

Precedentes de la huida del rey

Luis XV preocupado del retrato de Carlos I, Luis XVI de la historia de Carlos I y de Jacobo II.-
Luis XVI no quiere abandonar su reino .-La Europa se muestra contenta de ver dividida la
Francia. Rusia y Suecia recomiendan la evasión. -Austria da el plan (Octubre del 90) .- El ·
proyecto es en apariencia francés, pero en realidad obra del extranjero -El rey extranjero por
su madre, é indiferente como cristiano á la nacionalidad. El rey herido en sus nobles y en sus
sacerdotes.- Doblez del rey y de la reina: engañan á todo el mundo. -Toda la familia real,
especialmente la reina, contribuye á la pérdida del rey.-Preparativos imprudentes de la huida
del rey (Marzo y Mayo del 91 ).

No puedo visitar el Museo del Louvre sin detenerme y soñar por


mucho tiempo , aunque no quiera , ante el Carlos I pintado por Van-Dick .
Este cuadro contiene á la vez la historia de Inglaterra y la de Francia .
Sobre nuestros asuntos ha tenido una influencia directa que rara vez
alcanzan las obras de arte . El pintor , sin darse cuenta de ello , puso
sobre el lienzo el destino de dos monarquías.
Hasta la historia del cuadro es muy curiosa . Es preciso tomarla de
muy lejos para explicar cómo fué traído á Francia .
Cuando el ministerio Aiguillon-Maupeou quiso decidir á Luis XV
á derribar el Parlamento , tuvo ante todo que realizar una operación di-
fícil : devolver al viejo rey la voluntad ; rehacer de él al hombre . Para
esto había que cerrar su serrallo donde se extenuaba y hacerle aceptar
una querida única , reducirlo á una sola mujer. Nada tan difícil . Era
preciso que esta querida fuese una mujer loca y alegre , que supiera po-
ner á las otras en la puerta y al mismo tiempo que no tuviera mucho
talento , pero que tuviera el bastante para repetir siempre la misma
lección .
Madama Du Barry fué esta mujer y desempeñó su papel maravi-
llosamente . Esta singular Egeria le inspiraba el orgullo real á todas
horas ; pero nada hubiera conseguido de un hombre tan blando si como
TOMO I 71
562 J. MICHELET

apoyo de sus palabras no hubiera apelado al socorro de los ojos , hacien-


do sensible y visible la lección que repetía .
Sus amigos y protectores compraron para ella en Inglaterra el cua-
dro de Van-Dyck, con el extraño pretexto de que el paje que aparece
tras Carlos I se llamaba Barry . Era , por tanto, un cuadro de familia.
Esta gran tela , digna de respeto como obra del genio y como mo-
numento de las tragedias del destino , fué colgada ( ¡ cosa indigna! ) en la
alcoba de aquella cortesana , donde tenía que oir sus risas y presenciar
sus viciosos placeres .
La Du Barry cogía al rey por el cuello , y enseñándole á Carlos I ,
le decía así :
-¿Ves tú La Francia? -ella apodaba así á Luis XV . - Ahí tienes
á un rey que le cortaron el cuello por ser débil con su Parlamento .
Aprende a domar el tuyo .
En aquel pequeño gabinete, de techo bajo , el gran cuadro visto
de cerca y ocupando la pared del techo al suelo , hubiera causado un
efecto penoso á un hombre de más corazón y de sentimientos menos
amortiguados. Ninguno que no fuese el embrutecido Luis XV hubiera
podido soportar sin sufrimiento esa triste y noble mirada del Carlos I de
Van-Dyk, donde se lee toda una revolución , esos ojos llenos de fatali-
dad que penetran por los ojos del observador .
Hay que recordar que el gran maestro , por esa suerte de adivina-
ción propia del genio , pintó á Carlos I como en los últimos días de su
fuga; vestido de simple caballero , en campaña contra los cabezas redon
das , enemigos de su corona . En el fondo se ve la mar solitaria , inhos-
pitalaria . Este rey del mar, este lord de las islas tiene á la mar por ene-
miga. Ante él , el Océano salvaje : detrás , el cadalso que le espera .
Este cuadro melancólico fué colocado , en el reinado de Luis XVI ,
en sus departamentos de Versalles , y siguió al rey entre los muebles
que se llevó á París. Ningún otro cuadro podía causar tan fuerte im-
presión sobre él . Luis XVI se preocupaba mucho de la historia de In-
glaterra y especialmente de Carlos I. Leía asiduamente á Hume y otros
historiadores ingleses en su propia lengua . En ellos había aprendido
que Carlos I fué decapitado por haber hecho la guerra á su pueblo y
Jacobo II destronado por haber abandonado su pueblo . Su idea fija
era no seguir la muerte del uno ni del otro , de no tirar de la espada
contra su pueblo ni abandonar el suelo de Francia .
Indeciso en sus palabras , lento en sus resoluciones , era sin embar-
go obstinado en aquellas ideas que había aceptado una vez . Ninguna
influencia , ni aún la de la misma reina , podía hacerle variar . Esta re-
solución firme de no iniciar nada , de no comprometerse , estaba de per-
fecto acuerdo con la natural inercia de su carácter . Mostrábase enfada-
do con los emigrados que se agitaban en la frontera gritando , amena-
zando , blandiendo sus espadas sin inquietarse de si con ello agravaban
la situación del rey, del que se llamaban amigos .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 563

Luis XVI sentía además otro escrúpulo para hacer la guerra . Era
éste la necesidad de apoyarse en el extranjero . Conocía muy bien el es-
tado de Europa ; las miras interesadas de las potencias . Veía el espíritu
intrigante y ambicioso de la Prusia que se creía joven , fuerte y muy
militar, llevando á todas partes la perturbación para en el desorden
apoderarse de algo .
Desde 1789 la Prusia se ofrecía á Luis XVI para entrar en Francia
con cien mil hombres . Por otra parte , el maquiavelismo de Austria no
le era menos sospechoso . El no amaba á los Janos de dos caras y le era
poco simpático el emperador austriaco , devoto y filósofo á un tiempo .
Era para él una tradición paternal y maternal la desconfianza al aus-
triaco . Su madre era de la casa de Sajonia : su padre , el Delfín , creyó
morir envenenado por Choiseul , hechura de la emperatriz María Teresa
y que fué quien casó á Luis XVI con una austriaca . Por esto , aunque
unido á María Antonieta por lazos de tierno cariño , se mostraba huraño
y desconfiado cuando ésta le hablaba de recurrir á la protección de su
hermano Leopoldo .
La reina no tenía otro medio . Ella desconfiaba mucho de los emi-
grados . No ignoraba que entre ellos se trataba de destronar á Luis XVI
y nombrar un regente . Veía al lado de su cuñado , el conde de Artois ,
su más terrible enemigo , á Mr. de Calonne , que de mano propia había
anotado y corregido el folleto de madama de Lamothe , publicado contra
ella á raíz del afrentoso asunto del collar . De este lado tenía ella más
que temer que del lado de la Revolución .
La Revolución , no fijándose más que en la reina , sólo pedía su ca-
beza : Calonne se fijaba en la mujer , hacía su proceso , deshonraba á la
esposa y la cubría de oprobio.
Era partidaria sin vacilación de los planes de Austria y de sus re-
presentantes Mercy y Breteuil . Si entretuvo á Mirabeau y después á
Lameth Ꭹ Barnave , fué para ganar tiempo . Este tiempo lo necesitaba
Austria para salir de su situación embarazosa con las cuestiones de Bra-
bante , Hungría y Turquía . Hacía falta este tiempo también para que
Luis XVI , hábilmente trabajado por el clero , perdiera sus escrúpulos de
rey, conservando únicamente los de cristiano y devoto . La idea de un deber
superior era lo único que le podía hacer faltar á lo que él creía su deber.
El rey, si hubiera querido , habría podido con facilidad partir solo á

caballo y sin escolta . Este era el plan de Clermont -Tonnerre . Pero el


plan no gustaba á la reina . Por nada del mundo consentía ella en sepa-
rarse del rey. Temía que éste al alejarse cediera á las insinuaciones de
sus hermanos contra ella .
María Antonieta se aprovechó de la emoción sufrida por su marido
el 6 de Octubre , cuando se creyó próximo á perecer . Llorando le hizo
jurar que jamás se separaría de ella , que caso de partir , partirían juntos
y que juntos se salvarían ó perecerían . Hasta le exigió que al escapar no
se aceptara el plan de salir cada uno por camino diferente .
564 J. MICHELET

Luis XVI rehusó en la primavera del 90 los ofrecimientos que se le


hicieron para su fuga . No quiso aprovechar la temporada que en el
mismo año pasó en Saint-Cloud , de donde podía haber huído con faci-
lidad , pues todos los días salía á caballo ó en coche , corriendo muchas
leguas . El rey no quería dejar abandonada tras su fuga á ninguna per-
sona de su familia , ni la reina , ni el delfín , ni madama Isabel , ni Mes-

El pueblo quemando en Palais Royal la efigie del Papa (Pág 559.)

dames sus tías . La reina , por su parte , no podía decidirse á abandonar á


tal dama que era su confidente , ó á tal otra depositaria de sus secretos .
Sólo querían partir en masa , en falanje, formando como un cuerpo de
ejército . 1
En el verano del 90 el asunto del juramento de los sacerdotes turbó
profundamente la conciencia del rey y le impulsó á escribir á las poten-
cias y protestar. El 6 de Octubre del 90 envió su primera protesta á
una corte unida por el parentesco , á su primo el rey de España , que era
de todos los soberanos el que le inspiraba menos desconfianza . Después
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 565

escribió al emperador de Austria , á Rusia y á Suecia , y en último lugar


el 3 de Diciembre se dirigió á la potencia que le era más sospechosa por
el interés que tenía en mezclarse en los asuntos de Francia : me refiero
á Prusia .
Lo que pedía á todos era «un congreso europeo apoyado por la
fuerza armada» , sin explicar si su deseo era que esta fuerza marchase
contra la Revolución .
Los reyes no se mostraban faltos de apetito . El Norte bostezaba
La Revolución de Polonia era inminente: estalló por fin en la primavera
(3 de Mayo) y preparó un nuevo desmembramiento . Los otros estados
que habían de ser devorados más pronto ó más tarde, Turquía y Suecia ,
parecían tener contados sus días . Lieja y Brabante acababan de ser tra-
gados . El turno le llegaría á Francia cuando estuviese madura .
« Los reyes- decía Camilo Desmoulins-han gustado ya la sangre
<
de los pueblos y no se detendrán fácilmente . Ya es sabido que los ca-
ballos de Diomedes , habiendo probado una vez la carne humana , no
quisieron comer otra cosa . >
»
Solamente faltaba , para que la Francia resultase madura y tierna
antes de meterla el diente , que ella fuese machacada por la guerra civil .
Por esto los reyes aconsejaban la lucha contra el pueblo . La gran Ca-
talina escribía á María Antonieta para animarla á la resistencia estas pa-
labras que resultan sublimes entre reinas : « Los monarcas deben seguir
su marcha sin inquietarse de los gritos del pueblo , como la luna sigue
su curso sin detenerse por los ladridos de los perros . >
»
Para sacar á la luna monárquica de su eclipse en Francia , la exce-
lente Catalina animaba á toda Europa , valiéndose activamente de la
pluma y de la lengua . Si ella lograba libertando á Luis XVI desenca-
denar la guerra civil y después llevar á todos los reyes á echar suertes
sobre el cadáver de la Francia , ¿cuán fácil le sería sin estorbo alguno
beberse la sangre de Polonia y sorber la médula de sus huesos?
Cuando se intentó la evasión fué el embajador de Rusia quien se
encargó de dar á María Antonieta un pasaporte de dama rusa . Catalina
no enviaba socorros , pero encontraba muy bien que Gustavo III , el pe-
queño rey de Suecia (que ella había batido y que ahora era su amigo) ,
rey de espíritu inquieto , romántico y aventurero , buscase su aventura
en Aix á las puertas de Francia . Allí , con el pretexto de tomar las
aguas , debía esperar á la hermosa reina fugitiva con su esposo , ofre-
cerles su invencible espada y sin interés enseñar al buen Luis XVI cómo
se restauran los tronos .
La Austria, en posesión desde los tiempos de Choiseul de la alianza
con Francia por el matrimonio de Luis XVI , tenía un interés más directo
en la evasión del rey . La única condición que la fiel aliada exigía para
su intervención , era la siguiente : que comenzase la guerra civil.
Desde Octubre del 90 los consejeros de la reina , los dos hombres
del Austria , Mercy y Breteuil , insistían por la evasión .
566 J. MICHELET

Breteuil envió desde Suiza un obispo con su plan de evasión con-


forme con el que Leopoldo envió más tarde ; pero ni la reina ni el obispo
creyeron prudente hablar al rey los primeros sobre el plan austriaco .
La reina se lo hizo presentar por un hombre que había estado ínti-
mamente relacionado con ella en días más felices y que seguía fiel á los
dichosos recuerdos : un oficial sueco llamado Mr. de Fersen . Para no
asustar al rey comenzó hablándole simplemente de refugiarse en el
ejército de Bouillé , entre aquellos regimientos fieles que acababan de
mostrar tanto vigor en Nancy . Además de no abandonarse con este plan
el suelo francés , se estaba próximo á la frontera austriaca , al alcance de
los socorros que enviaría su cuñado Leopoldo . El rey escuchó y fué
mudo .
La reina intervino entonces apoyando el proyecto , y obtuvo por
fin un poder general para tratar con el extranjero ; poder que fué con-
fiado por el rey á Breteuil , el hombre de confianza de la reina . El ex-
tranjero era toda Europa y especialmente Austria .
Advertido Mr. de Bouillé , aconsejó al rey que huyese con prefe-
rencia á Besançon , al alcance del socorro de Suiza , protección menos
comprometedora que la de ninguna otra potencia . Pero esto estorbaba
el plan de los consejeros austriacos y se insistió en favor de que el lu-
gar fuese Montmedy, á dos leguas del territorio de Austria .
Para entenderse definitivamente , Bouillé envió á París , en Diciem-
bre , á uno de sus hijos , Luis de Bouillé , que conducido por el obispo ,
primitivo arreglador de este asunto , fué de noche á avistarse con Fer-
sen en una casa muy retirada del arrabal de Saint-Honoré .
El joven Bouillé era muy joven ; no tenía mas que veintiún años .
Fersen era muy devoto de la reina, pero era también muy distraído y
olvidadizo y quería hacer muchas cosas al mismo tiempo . Fueron por
tanto estos dos personajes los que tuvieron en su mano y arreglaron los
destinos de la monarquía .

Bouillé (padre) , conociendo la corte y sabiendo que podían desau-


torizarle con la mayor frescura si la cosa resultaba mal , había exigido
del rey que le escribiese una carta detallada autorizándole , la cual había
de ser leída por su hijo que sacaría una copia . Cosa grave y peligrosa .
El rey escribió y firmó un párrafo que dos años después había de con-
ducirle á la muerte . «Hace falta asegurarse ante todo de los socorros
del extranjero .>>
En Octubre el rey, en su primera aprobación al proyecto , dice sola-
mente que cuenta con las disposiciones favorables del emperador y de
la España . En Diciembre pide socorros.
El proyecto tenía una apariencia de francés . El éxito de Bouillé en
Nancy había infundido la esperanza de que un gran partido en el ejér-
cito y en la guardia nacional se pronunciaría en favor del rey y que la
Francia quedaría dividida . A Bouillé le bastaba que el Austria hiciese
una demostración exterior , solamente para dar pretexto de reunir sus
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 567

regimientos , pero un hecho cambió la faz de las cosas , devolviendo la


unanimidad á Francia.
El asunto resultó todo extranjero . Bouillé declaró que necesitaba
regimientos alemanes para contener las pocas tropas francesas que aún
le quedaban . Exigia , dice su hijo , el socorro de los extranjeros . En
París la evasión fué tramada en casa de un portugués , dirigida por un
succo , y el carruaje de que se sirvieron los fugitivos fué prestado por
un inglés .
Así, lo mismo en sus pequeños detalles que en las circunstancias
más importantes , el asunto apareció como una conspiración extranjera .
El extranjero , metido hasta el corazón del reino , nos hacía la guerra
por el rey. Y el rey mismo y la reina ¿qué eran? Extranjeros los dos
por sus madres : el un Borbón- Sajonia , ella una Lorena-Austria.
Generalmente los soberanos , en los cuales buscan los pueblos guar-
dianes de su nacionalidad , se encuentran por sus parentescos y matri-
monios que son más europeos que nacionales , habiendo dejado en el
extranjero sus relaciones más queridas , sus amistades y sus amores .
Son pocos los reyes que en batalla contra otro rey no se encuen–
tran enfrente de un primo, un sobrino ó un cuñado . El hombre que
estaba al frente de la Francia no era solamente un rey extranjero de
sentimiento , lo era también de raza . El rey alemán era su pariente ; el
rey español lo era también . Si sentía escrúpulo de apelar á Austria , lo
desvanecía inmediatamente con la idea de apelar al mismo tiempo al
rey de España su primo .
Era además extranjero por un sentimiento exterior (superior á sus
ojos) á toda nacionalidad : extranjero por religión . Para el cristiano la
patria es una cosa secundaria . Su verdadera patria es la Iglesia , para
la cual toda nación no es más que una provincia suya . El rey cristia-
nísimo de Francia , ungido por los sacerdotes con el óleo santo de Reims ,
unido á ellos por un juramento , juzgaba nulo todo juramento posterior .
A pesar de que conocía bien á los curas y nunca los había escu-
chado , los consultó ahora . El obispo de Clermont le confirmó en la idea
de que el atentado á los bienes de la Iglesia era un sacrilegio . El obispo
de Pamiers le proporcionó el plan de evasión , y la necesidad en que se
vió el rey de sancionar el decreto sobre el juramento de los curas , aca-
bó con todos sus escrúpulos . El cristiano mató en él al rey francés .
Su débil y turbada conciencia se aferraba á dos ideas , aquellas de
que hemos hablado al principio de este capítulo . Creía no imitar á Ja-
cobo II , no abandonar el reino , y creía también no imitar á Carlos I ,
no hacer la guerra á su pueblo . Estos dos peligros evitados , que eran
todo lo que le había enseñado la historia de Inglaterra , Luis XVI ya
no temía nada en el mundo . Su espíritu reposaba sobre la vieja supers-
tición que ha impulsado á los reyes á cometer tantos desmanes . «¿Qué
me ha de ocurrir haga cuanto haga? Soy un ungido del Señor y todos
me deben respeto . >>
568 J. MICHELET

En la carta que le exigió Bouillé escribía que á ningún precio


quería sacar los pies fuera de su reino y menos para volver á entrar
por la frontera en son de guerra .
Los reyes tienen una religión especial : son devotos de sí mismo ;
de la realeza . Su persona es como una hostia , su palacio el divino san-
tuario , y sus cortesanos y domésticos tienen su carácter sacro , casi sa-
cerdotal . Luis XVI fué sensiblemente herido en los sentimientos de esta
religión por la escena que ocurrió en las Tullerías el 28 de Febrero por
la noche . Lafayette , á la cabeza de la Guardia nacional , venía de so-
focar la revuelta de Vincennes convencido de que esta era obra de la
corte . Al entrar en las Tullerías vió los salones y escaleras del palacio
llenas de nobles armados que estaban allí sin poder explicar la causa de
su presencia. La Guardia nacional , cansada Ꭹ de mal humor por las fa-
tigas del día , no trató á los nobles señores con las consideraciones á que
estos creían tener derecho . Les arrancó sus espadas , sus pistolas y pu-
ñales , lo que les valió en adelante el título de caballeros del puñal. Des-
armados uno á uno entre silbidos é insultos , muchos de los nobles reci-
bieron de los burgueses armados alguno que otro culatazo .
Luis XVI , entristecido por esta falta de respeto á los suyos , aún se
mostró infinitamente más sensible á la expulsión de los curas no jura-
mentados que en primavera tuvieron que abandonar sus iglesias . Mu-
chos de estos sacerdotes rebeldes fueron recibidos en los castillos reales
y en las Tullerías . El rey no conocía ninguna de las intrigas del clero ,
no veía en él al organizador de la guerra civil : olvidaba enteramente la
cuestión política, reduciéndolo todo á la cuestión de la tolerancia re-
ligiosa.
Cosa notable . Políticos y hasta filósofos que nada tenían de cris-
tianos , como Sieyes y Raynal , juzgaban las cosas del mismo modo y
sus reclamaciones en favor de los curas debieron confirmar á Luis XVI
en su oposición al movimiento revolucionario . Se creyó libre de todo
juramento , desligado de todo deber. Contra la Revolución creyó tener
la razón de Dios .
Aun que él quisiera ó no la contrarrevolución no iba á verificarse?
Su hermano , el conde de Artois , estaba entonces en Mantua, cerca del
emperador Leopoldo , con los embajadores de Inglaterra y Prusia . Era
en realidad un congreso , donde habían de tratarse los asuntos de Fran-
cia . Si el rey no trabaja por su parte , ellos trabajarían sin él . En rea-
lidad jugaba él un papel muy escaso en el plan del conde de Artois .
Este plan belicoso arreglado por su factotum Colonne , consistía en que
cinco ejércitos de cinco naciones diferentes entrasen en Francia al mismo
los reyes ;
de los
tiempo . El de Artois era en esta Iliada el Agamenon , el rey de
dispensaba gracia y justicia ... reinaba en una palabra . ¿Y el verdadero
rey? Se dedicaría á la misa y á la caza . ¿Y la reina? Sería enviada á Aus-
tria ó á un convento .
Leopoldo , á esta novela del hermano de Luis XVI , contestaba con
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 569

´otra novela , asegurando que el día 1. ° de Julio sin falta los ejércitos
serían exactos en acudir á la frontera . Solamente manifestaba cierta
repugnancia á que entrasen en Francia . Aunque por su parte lo hubiera
intentado , su hermana se lo impedía : le escribía desde París manifes-
tando que no tenía ninguna confianza en Calonne . Al mismo tiempo el
rey y la reina hacían decir al conde de Artois que se fiaban de Calonne
y le autorizaban para tratar en su nombre .
Todos los trabajos del rey y la reina en esta época son dobles y
contradictorios .
A Lafayette le hicieron ofrecimientos ilimitados por medio del jo-
ven Bouillé, su primo, si quería ayudar al restablecimiento del poder
real y al mismo tiempo escribían al conde de Artois diciendo que cono-
cían á Lafayette «como un desdichado , un faccioso fanático en el que
no podían tener confianza . >>
Así, en el momento mismo en que el rey con su tentativa de salir
de las Tullerías ( 18 de Abril) hacía constar ante la Europa su falta de
libertad , escribió , por indicación de los Lameth , una carta á la Asam-
blea en la que decía que era perfectamente libre . El ministro Montmo-
rin le manifestó en vano lo inverosímil que resultaba la cosa . El rey
insistió y el ministro tuvo que comunicar á la Asamblea esta carta ,
única en su género , en la que Luis XVI manifestaba á las cortes ex-
tranjeras sus sentimientos revolucionarios . En esta carta ridícula el rey
hablaba en estilo jacobino , diciendo que no era más que el primer fun-
cionario público , que se hallaba libre y que libremente había aceptado
la Constitución que hacia su felicidad. Este lenguaje nuevo que extra-
ñó á todos , esta voz falsa que desentonaba causó al rey un mal increíble :
los que aún sentían cierto afecto por él , le despreciaron al ver su doblez
é hipocresía .
Todos adivinaron que al mismo tiempo escribía en secreto un docu-
mento á las cortes extranjeras desmintiendo su propia carta . Nadie se
equivocaba. El rey engañaba á Montmorin , el cual por su parte enga-
ñaba á Lameth como lo había hecho con Mirabeau . Luis XVI hacía de-
cir secretamente á Prusia y Austria que toda palabra suya en favor de
la Constitución debía ser tomada en sentido opuesto y que sí quería
decir no .
El rey había recibido una educación puramente real de Mr. de la
Vauguyon, el jefe del partido jesuíta . Su honradez natural prevalecía
en las circunstancias ordinarias , pero en las crisis en que el realismo ó
la religión entraban en juego reaparecía el jesuíta . Demasiado devoto
para sentir el menor escrúpulo de honor caballeresco y creyendo que el
que engaña para hacer lo que considera un bien no engaña nunca , el
rey, en materia de fidelidad , traspasaba todo límite .
El Austria no creía mucho más que la Francia en la buena fe de
Luis XVI . Tal vez en el fondo , sintiendo un escrúpulo de francés , que-
ría engañar á Austria aprovechando sus socorros . Solamente la pidió
TOMO I 72
570 J. MICHELET

diez mil hombres , fuerza insignificante y contrabalanceada por el ejér-


cito español con que contaba y los veinticinco mil soldados. que Suiza ,
en virtud de las capitulaciones , debía proporcionar al llamamiento del
rey. Los austriacos , viendo esto , no se daban prisa en acudir , alegando
la oposición de Prusia é Inglaterra . No les convenía ayudar gratuita-
mente, trabajar como figurantes de comedia para enardecer y animar á
los realistas franceses y crear un rey de fuerza .
Para decidirles á emprender el asunto hacía falta interesarles . Si
el rey hubiera ofrecido como recompensa la Alsacia ó al menos algu-
nas plazas fuertes , su cuñado , el sensible Leopoldo , le hubiera prestado
un concurso más eficaz .
Tal era la situación del triste Luis XVI , situación que inspira pie-
dad á pesar de que engañaba á todo el mundo .
No contaba con nada seguro , ni en las gentes que estaban á su ni-
vel , ni en las de abajo ni en su misma familia . En sus parientes no
encontraba más que egoísmo . Lejos de ser un sostén, sólo contribuyó
singularmente á su pérdida .
Sus tías le comprometieron con su impaciencia por partir antes que
él , provocando así la terrible discusión sobre el derecho de emigrar y
disminuyendo para el rey las probabilidades de éxito de una evasión .
Su hermano mayor , el conde de Provenza , contribuyó también con
sus consejos y con sus tentativas para sacarle de París sin su consenti-
miento. Pero la persona que produjo más directamente la pérdida de
Luis XVI fué la reina . Temiendo con exceso toda separación , se aferra-
ba al rey , no le dejaba un momento solo , quería que de partir fuese
juntos y con la escolta de todos los suyos , haciendo con tantas exigen-
cias la huida casi imposible .
Una preocupación excesiva por la seguridad de la reina , hizo que
Mercy, embajador de Austria , contra todo buen sentido y contra las in-
dicaciones de Bouillé exigiese que una serie de destacamentos de caba-
llería se escalonasen en el camino que debía seguir en su fuga la familia
real; precaución propia para inquietar, para advertir y amotinar las po-
blaciones , insuficiente para contener las masas populares armadas, é
inútil para el rey , que personalmente no inspiraba aún odios . Los perió-
dicos repetían la opinión del pueblo al decir « que Luis XVI lloraba
ardientes lágrimas por las tonterías que le hacía cometer la Aus-
triaca .»
>
Aunque hubiera sido reconocido en su fuga habría pasado adelante :
pocas personas hubieran tenido corazón para ponerle la mano encima .
Pero la vista sola de la reina desvanecía todos los temores y respetos ,
despertaba los odios y hacía sentir hasta á los mismos realistas el peligro
de que ella condujera al rey de Francia al seno de los ejércitos ex-
tranjeros .
La reina influía además de una manera funesta en la ejecución del
proyecto de fuga, escogiendo por agentes no los más capaces , sino los
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 571

más devotos á su persona y á la familia austriaca : su fiel sueco Fersen ,


su secretario Goguelat , que ella había empleado en dos misiones secretas
cerca de Esterhazy y otros ; y en fin , el joven Choiseul , de una familia
querida del Austria , joven amable y de corazón , de una gran fortuna y
que consideraba como una gran fiesta recibir á la reina en sus posesio-
nes de Lorena, estimando aún más este honor que el hecho de salvarla
Ꭹ conducirla hasta allá .
Mr. de Bouillé quería indudablemente complacer á la reina , con-
fiando á este joven uno de los papeles más importantes en el asunto de
la evasión .
El viaje á Varennes de la familia real fué un verdadero milagro de
imprudencia . Bastaba que el buen sentido aconsejara una cosa para que
hiciesen la contraria.
La reina, con dos ó tres meses de anticipación , como para advertir
á todo el mundo de su partido , encomendó á varias tiendas de París un
gran equipo para ella y sus hijos . Después encomendó un magnífico
necessaire de viaje semejante á otro que ya había usado ; mueble compli-
cadísimo que contenía todo cuanto puede desearse para dar la vuelta al
mundo . Luego , en lugar de tomar un coche ordinario , encargó á Fersen
que hiciese construir una gran berlina , en la cual delante y detrás pu-
dieran cargarse maletas , balijas , cajas , todo lo que llama la atención
sobre un carruaje en los caminos .
Aún no era bastante esto . El coche había de ser seguido por otro
donde irían las damas más amigas de la reina , y delante y detrás galo-
parían tres guardias de corps vestidos de correos con casacas nuevas de
amarillo claro propias para llamar la atención de todos y hacer creer
cuando menos, por el color, que eran gentes del odiado príncipe de Con-
dé, el general de los emigrados .
Y menos mal que estos hombres hubieran sido bien preparados .
Pero ninguno de ellos conocía el camino , y en vez de ir armados hasta
los dientes sólo llevaban pequeños cuchillos de caza . El rey les advirtió
que encontrarían armas en el coche ; pero Fersen , el hombre de la reina ,
temiendo sin duda para ésta los peligros de una resistencia armada , se
olvidó de ellas .
Todo esto es la parte ridícula de la imprevisión . Pero he aquí lo
triste , lo innoble . El rey se dejó vestir de lacayo; se endosó un casa-
cón gris y una peluca . Tomó el nombre de Durand , de profesión ayu-
da de cámara . Este detalle humillante consta en el pasaporte dado á la
reina , como dama rusa , con el título de baronesa de Korff. Y puestos
ya á cometer imprudencias que lo revelasen todo , resulta que la fingida
aristocrata rusa tiene tal intimidad con su lacayo , que lo mete en su
carruaje frente á ella y viaja tocando rodilla con rodilla .
¡Vergonzosa metamórfosis ! Francia , al verle huir así , volverá los
ojos con repugnancia .
«Meteréis -dijo Luis XVI días antes de partir-en la caja del co-
372 J. MICHELET

che el uniforme rojo , bordado de oro, que llevó en Cherburgo ...>> Lo


que ocultó en sus cofres hubiera sido su defensa .
El traje del día en que el rey de Francia apareció en Cherburgo
contra Inglatera , rodeado de la marina francesa , valía más para hacerle
sagrado que la santa ampolla de Reims . ¿Quién se habría atrevido á de-
tenerle , si levantando su casacón gris hubiera mostrado aquel traje?
Debía haberlo guardado ; ó mejor aún , guardar el corazón francés como
lo tenía entonces .
CAPITULO XIII

Hulda del rey à Varennes

El rey huyendo entregaba us amigos á la muerte. - Confianza y credulidad de Lafayette y Bailly.-


Imprudencias de las partidas (20 de Junio del 91 ).-El rey debía pasar por tierra austriaca.-
Peligro de la Francia -Venganzas probables.-La Francia vela por ella misma -El rey perse-
guido, detenido á la entrada de Varennes, arrestado -Los habitantes del campo afluyen á Va-
rennes.- Indignación del pueblo . -Decreto de la Asamblea llamando al rey á París.

Lo que más aflige en este viaje á Varennes , lo que disminuye la


idea que el historiador quisiera hacerse de la bondad de Luis XVI, es
la facilidad con que éste sacrificó , huyendo , la vida de muchos hombres
que le eran adictos y que puso en peligro de muerte .
Lafayette se encontraba , por la fuerza de las circunstancias , guar-
dián involuntario del rey y responsable de su persona ante la nación .
Habia mostrado él , de diversas maneras , que aunque comprometido en
favor de la Revolución , deseaba el restablecimiento de la autoridad real
como garantía del orden y la paz . Republicano de ideas , de teoría , no
había sin embargo vacilado en sacrificar á la monarquía su gran pasión ,
lo que más estimaba , la popularidad . Era indudable para la familia real
que á la primera noticia de su fuga Lafayette sería hecho pedazos .
Otro de los comprometidos era el ministro Montmorin , amable y
debil carácter , crédulo en extremo para las palabras del rey y que en
1.º de Junio , para contestar á los periódicos , escribía á la Asamblea
asegurando « bajo su responsabilidad, con su cabeza y con su honor , »>
que jamás el rey había soñado en huir de Francia.
Y no estaba en mejor posición el infeliz Laporte, intendente del
rey y su amigo personal, quien sin ser consultado recibió el encargo
terrible al partir Luis XVI, de llevar á la Asamblea la carta en que
protestaba contra la Revolución . El primer golpe del furor público había
de caer sobre este desgraciado mensajero involuntario de una declara-
574 J. MICHELET

ción de guerra del rey á su pueblo . Laporte, indudablemente en esta


guerra, iba á resultar la primera víctima .
Lafayette , advertido por varios lados de lo que preparaba la familia
real , no quiso creer más que lo que el rey dijera , y fué á verle para
preguntar si había algo de cierto en los rumores públicos . Luis XVI
contestó con tal franqueza y tan seductora bondad, que Lafayette se
retiró tranquilizado . Unicamente, por satisfacer la inquietud del públi-
co , accedió á doblar los puestos de guardia en los alrededores de las
Tullerías .
Bailly , el alcalde de París , recibió una carta de una criada de la
reina en la que se advertían los preparativos de viaje realizados en pa-
lacio ; pero en vez de ponerse en guardia tuvo la culpable debilidad de
enviar la denuncia á María Antonieta ; acto indigno , pues su deber era
conservar la carta en secreto .
El rey y la reina habían hecho decir que asistirían el domingo si-
guiente á la procesión parroquial de los clérigos constitucionales . Mada-
ma Isabel manifestaba repugnancia . El 19 (víspera de la partida) la
reina, hablando con Montmorin que venía de visitar á la hermana del
rey, dijo al ministro : «Mi cuñada Isabel me aflige mucho : he hecho todo
lo del mundo para decidirla á que asista á la fiesta: me parece que bien
podía hacer por su hermano el sacrificio de su opinión . »
ΕΙ rey retardó su viaje hasta el 20 de Junio , esperando que la don-
cella que les había denunciado á Bailly saliera de servicio é igualmente
para cobrar un trimestre de la lista civil : así lo declaró él mismo . Los
retardos sucesivos que se habían verificado y los movimientos de las
tropas escalonadas en el camino con órdenes y contraórdenes ofrecían
serios inconvenientes . Choiseul dijo al rey de parte de Bouillé que si no
partía el 20 por la noche , él mismo , Choiseul , relevaría todos los desta-
camentos situados en el camino , y con él y Bouillé pasaría á territorio
austriaco .
El 20 de Junio , antes de media noche , toda la familia real disfra-
zada salía por una puerta que no tenía guardias y se detenía en el Ca-
rrousel .
Un militar muy resuelto designado por Bouillé debia montar en el
coche , afrontar el primero los riesgos y conducir adelante toda la aven-
tura . Pero madama de Tourzel , aya de los hijos del rey , sostuvo los pri-
vilegios de su cargo: en virtud del juramento que había prestado ella ,
tenía el deber, el derecho de no abandonar nunca á sus educandos . Esta
palabra del juramento hizo gran impresión á Luis XVI . Era además
inaudito y nunca visto en los fastos de la etiqueta que los hijos del rey
viajasen sin su aya . El militar se quedó en tierra y la aya montó en el
coche . En lugar de un hombre resuelto y útil se llevaron una mujer
inútil . La expedición partió sin jefe; no había persona que la dirigiera :
marchó sin cabeza, al azar.
Lo romántico de la aventura , á pesar de todos sus peligros , gustó
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 575

mucho á la reina . Se detuvo mucho tiempo para ver como vestían á sus
hijos , y para verlos partir cometió la imprudencia de salir á la plaza del
Carrousel que estaba muy iluminada .
La familia real montó en un fiacre , del cual era cochero Fersen .
Este , para despistar mejor á los que pudieran vigilarle , hizo algunas
correrías por las calles, y aún tuvo que esperar una hora parado en el
Carrousel. Por fin llegó madama Isabel , después el rey y luego , tras
una larga tardanza , la reina acompañada por un guardia de corps .
Este guardia conocía tan mal las calles de París , que había hecho
pasar á la reina al otro lado del puente , extraviándose en la calle de
Bac . Por fin la pareja logró volver al Carrousel y allí la reina , con odio
y alegría al mismo tiempo , vió pasar á Lafayette en coche , el cual vol-
vía de las Tullerías creyendo haber llegado tarde al acto de acostarse el
rey . Se ha dicho que con la alegría infantil de haber engañado á su
guardián, la reina tocó el carruaje con el bastoncito de ballena que lle-
vaba en la mano , como era moda en las damas de la época . La cosa es
difícil de creer . El coche de Lafayette marchaba al galope rodeado de
muchos lacayos á caballo que llevaban antorchas . Además, el guardia
de corps afirmó que la reina había sentido miedo ante la luz y que aban-
donó su brazo para huir.
Fersen , el cochero improvisado , no conocía las calles de París me-
jor que los guardias de corps , y llevando en su fiacre un depósito tan
precioso para él fué hasta el arrabal de Saint- Honoré , llegando tras mu-
chas vacilaciones y revueltas á la barrera de Clichy , donde esperaba la
berlina de camino en casa de un inglés , Mr. de Crawford .
Para desembarazarse del fiacre , Fersen , ayudado por los guardias
de cops , lo arrojó en un foso . Después acompañó á los reyes hasta Bondy.
Allí fué preciso separarse y besó las manos al rey y á la reina para no
volverlos á ver más .
Una imprudencia , entre las muchísimas que se cometieron en este
viaje , fué la de hacer partir las doncellas de cámara muchísimo antes
que la familia real , de suerte que tuvieron que esperar seis horas en
Bondy . El postillón que las había conducido aún estaba allí y no pudo
ocultar su extrañeza al ver á un hombre vestido de cochero de alquiler
(era Fersen) que se despedía con tanta efusión de las gentes que ocu-
paban una hermosísima berlina con cuatro caballos .
Por fin parten muy entrado el día , pero á gran velocidad . Un guar-
dia de cops ocupa el pescante , otro galopa junto á la portezuela y el ter-
cero , Mr. Valory , corre delante para encomendar caballos , dando un
escudo para beber á cada postillón , propina imprudente por lo excesiva
y que sólo podía permitirse un rey. Un tirante que se rompe hace de-
tener al coche algunos momentos : el rey retarda también la marcha
queriendo subir una cuesta á pie para desentumecerse . Aparte de esto ,
no surje ninguna dificultad . Corren más de treinta leguas y no encuen-
tran en el camino ningún destacamento de tropas .
576 J. MICHELET

La reina antes de llegar á Chalons decía á Mr. de Valory : - << Fran-


cisco, todo va bien : caso de ser arrestados ya nos hubieran detenido á
estas horas .»
>
¡Todo va bien!... ¿Bien para la Francia ó para el Austria?... Porque
en resumen , ¿dónde va el rey?...

DROUET

La noche anterior había dicho á Valory : -« Mañana me acostaré en


la abadía de Osval . » Y esta abadía estaba fuera de Francia en territorio
austriaco.
Mr. de Bouillé aseguraba lo contrario , pero reconocía que el rey
no podía gozar de seguridad dentro de su reino y acabó cambiando de
opinión y acatando , aunque contra su voluntad , que el monarca entrase
en tierra de Austria . Las pocas tropas que aún conservaba Bouillé es-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 577

taban tan desligadas de su general , que habiendo hecho éste algunas


leguas para salir al encuentro del rey, tuvo que retroceder rápida-
mente para estar en medio de sus soldados y conservar personalmente su
obediencia .
El proyecto de fuga que parecía francés desde Octubre á Diciembre ,
no lo era ya en Junio cuando Bouillé veía su mando limitadísimo : aleja-
dos los regimientos suizos y ganados á la causa del pueblo los regimien-
tos franceses . Unicamente podía disponer con toda seguridad de algunos
escuadrones de caballería alemana . El rey sabía todo esto y por ello ha-
bía vencido sus primitivos escrúpulos de pasar á la tierra austriaca .
El plan primitivo de Bouillé era tal vez más peligroso . Si el rey
salía de Francia se desnaturalizaba él mismo , aparecía como un aus-
triaco , quedaba juzgado por la opinión , y la Francia , sin necesitar exci-
taciones , se apresuraría á hacer la guerra al extranjero . Pero lo que Boui-
llé quería hacer era declarar la guerra , sin salir de la frontera , en Fran-
cia, aun que cerca de sus límites; apoyándose en una fortaleza cerca de
Montmedy, utilizando su caballería , yendo y viniendo , estando dentro
del reino ó no estando , según le conviniera . La posición militar que es-
cogía era buena contra los austriacos «y mejor aún- según Bouillé-
contra los franceses . » El rey , amparado por sus ginetes y cubierto por las
baterías volantes , podía volver triunfante á su palacio o abrir las fronte-
ras al enemigo . Entonces , arrojando la máscara de la hipocresía , hubie-
ra dicho á los franceses : «No tenéis un ejército que pueda oponerse;
vuestros oficiales han emigrado , vuestros cuadros están desorganizados
y los parques vacíos . He dejado durante veinticinco años caer en ruinas
vuestras fortificaciones en toda la frontera austriaca : las puertas de la
nación están abiertas y sin defensa ... Y bien : el austriaco se aproxima :
por otra parte , llega el español y la Suiza : contemplaos cogidos por tres
partes . Sólo os resta rendiros y devolver el poder á vuestro amo . >
»
Tal hubiera sido el papel del rey , que había venido á parar en el
organizador de la guerra civil , el portero de la guerra extranjera que
podía á su voluntad abrir ó cerrar las puertas de Francia . Puede ser
que para dormir al país y dar confianza á la Asamblea , hubiera pronun-
ciado algunas palabras de falso elogio á la Constitución .
Lieja y Brabante podían decir lo que se puede esperar de las pa-
labras de un príncipe . El obispo de Lieja había vuelto á su señorío con
palabras paternales y gran golpe de soldados austriacos , y apenas se
vió afirmado en su trono , olvidó sus bondadosas promesas é hizo apli-
car á los patriotas los viejos procedimientos de la tortura y el suplicio
en la rueda . Los emigrados franceses aún estaban lejos del triunfo , y
ya hacían circular listas de los ciudadanos que serían castigados cuando
ellos volviesen á Francia . ¿ La reina se mostraría clemente al triunfar?
¿Olvidaría su humillación de Octubre cuando apareció en el balcón llo-
rando ante el pueblo? En su bondad sólo había apariencia .
Théroigne de Mericourt, la amazona de la Revolución , á quien acu-
TOM O I 73 .
578 J. MICHELET

saban de haber insultado á la reina y sus damas en la jornada de Versa-


lles , hizo un viaje á Lieja y fué seguida por la policía de la corte desde
París y designada á la policía austriaca (Mayo del 91 ) , la cual como re-
gicida la condujo al fondo del Austria á las duras prisiones del hermano
de María Antonieta.
Continuemos el viaje de la familia real . Por la tarde , de cuatro ó
cinco pasaron por Charlons- sur-Marue . En la campiña se notaba una
gran agitación . Para explicar la presencia de los destacamentos en el
camino, se había tenido la desdichada idea de decir que iba á pasar por
allí un gran tesoro y que la caballería estaba para escoltarlo . Esto ,
en el momento en que se acusaba á la reina de enviar á Austria todos
sus tesoros , era irritar los espíritus , ó cuando menos excitar la aten-
ción .
Choiseul estaba tres leguas más arriba de Chalons , con el primer
destacamento compuesto de cuarenta húsares , los cuales debían ase-
gurar el paso del rey y cerrar después el camino á todo otro viajero . Si
el rey era detenido en Chalons el destacamento debía acudir para liber-
tarlo á viva fuerza . Esta parte del plan por lo disparatado no se com-
prende . Cuarenta jinetes aunque fuesen héroes no podían salvar al rey
si toda una población tan grande se levantaba para detenerle, y menos
aún si acudian los habitantes de la campiña.
Justamente los labriegos se enojaban al ver á aquellos húsares para-
dos en el camino : acudían en bandas para contemplarlos con gesto hura-
ño . En Chalons todos se reían de la estupenda noticia del tesoro y muchos
presentían de qué tesoro se trataba . La campana de alarma comenzaba
á sonar en muchos pueblos convocando á los labriegos para que se ar-
maran , La posición de Choiseul no era sostenible . En vista del retardo
de cuatro ó cinco horas que llevaba la expedición , creyó que la cosa
había fracasado y el rey no había podido partir . Si avanzaba era au-
mentar la inquietud de todo aquel pueblo que se reunía é impedir el
paso á la familia real si es que llegaba : en cambio si se alejaban los hú-
sares la gente volvería á sus ocupaciones y el camino quedaría libre.
Choiseul se decidió á abandonar su puesto . El secretario de la reina ,
Goguelat, oficial de Estado Mayor que estaba con Choiseul Ꭹ había pre-
parado con él parte de la fuga, aconsejó á su compañero que evitara el
paso por Sainte-Menehould, donde se notaba mucha fermentación en el
vecindario . Por esto tomaron un guía y se metieron por los bosques,
extraviándose de tal modo , que sólo pudieron llegar á Varennes en la
mañana siguiente . Choiseul debió hacer que Goguelat ú otra persona de
confianza siguiera por el camino á fin de que si pasaba el rey lo guiara
advirtiendo á los destacamentos situados más arriba ; pero en vez de
esto se limitó á enviar un lacayo de la reina que estaba con él , el cual ,
torbado por la emoción ó tal vez por el miedo , lo que hizo fué decir que
no había esperanza por haber fracasado el viaje y que debían replegarse
al campamento de Bouillé . En cuanto á Choiseul , abandonando á sus
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 579

húsares marchó rectamente fuera de Francia , refugiándose en el Estado


de Luxemburgo .
El rey llegó en el momento que el destacamento acababa de ale-
jarse . ¡ Ni Choiseul , ni Goguelat , ni tropas ! El rey, según declaró des-
pués , « vió un abismo abierto . » A pesar de todo, el camino aparecía
tranquilo . Llegaron á Sainte-Menehould y allí el rey en su inquietud
sacó la cabeza fuera de la portezuela . Un destacamento de dragones es-
taba pie á tierra en la plaza del pueblo : el comandante , sombrero en
mano , se acercó al rey para excusarse por no tener su fuerza á caballo :
muchos ciudadanos reconocieron al rey . La municipalidad reunida apre-
suradamente prohibió á los dragones que montasen á caballo . Sus dispo-
siciones eran vacilantes y no tuvo resolución para deter el carruaje .
Pero entre los vecinos había un hombre que se ofreció á seguir á
los fugitivos para hacer que los arrestasen más lejos : la municipalidad
le dió autorización para ello . Este hombre era un antiguo dragón lla-
mado Drouet, hijo del maestro de posta del pueblo .
Partió inmediatamente á todo galope pero seguido de un dragón
que comprendió sus intenciones y que le hubiera muerto á tenerle á
su alcance . Drouet lo comprendió, y abandonando el camino se internó
en los bosques haciendo imposible la persecución .
Por esto no alcanzó al rey en Clermont. Esta población no estaba
menos agitada que Sainte- Menehould , pero la presencia de un fuerte
destacamento neutralizaba la efervescencia y el coche pudo pasar
adelante .
Drouet no hubiera podido alcanzar á los fugitivos si éstos no se
hubieran detenido más de media hora en las inmediaciones de Varennes
para pedir noticias sobre el punto dónde se encontraban .
Esta fué una de las faltas capitales de la expedición . Goguelat ,
oficial de Estado Mayor, ingeniero y topógrafo, estaba encargado de
todos los detalles , de situar los relevos en todos los puntos donde no
hubiera casa de postas . El era quien había dado todo el plan al rey y
-lo había reformado varias veces á su gusto . Luis XVI , que tenía una
excelente memòria , lo repitió palabra por palabra á su correo Valory y
le dijo que encontraría caballos de tiro y un destacamento antes de lle-
gar á Varennes . Posteriormente Goguelat decidió que fuese pasado Va-
rennes y se olvidó de advertir al rey este cambio en el plan convenido .
El correo Mr. de Valory que galopaba delante , habría acabado por
encontrar el relevo si como era natural hubiese tomado una hora ó por
lo menos media hora de avance ; pero le parecía mejor aprovechar tan
hermosa ocasión para estar en contacto con las personas reales y mar-
chaba junto á la portezuela , obteniendo así algunas palabras de los au-
gustos viajeros . Tarde, siempre tarde , cuando llegaban á un punto de-
terminado ponía su caballo á galope y avisaba á los relevos . Esto dió
buenos resultados en algunos puntos , pero en Varennes lo perdió todo .
Los viajeros pasaron media hora en la entrada de Varennes bus-
580 J. MICHELET

cando en las tinieblas , llamando á las puertas , haciendo levantar á las


gentes que dormían . Al otro lado del pueblo estaba el relevo vigilado
por dos jóvenes , uno de ellos hijo de Bouillé , los cuales tenían orden
de no moverse del sitio para no esparcir la alarma, y hay que convenir
en que la cumplieron demasiado bien . Uno de ellos podía haber ido sin
peligro alguno hasta la entrada de la villa y esperar el carruaje para
guiarlo: la presencia de un hombre solo en el camino y más á aquella
hora y en una noche tan obscura , no hubiera llamado seguramente la
atención .

Partió seguido de un dragón que le hubiera muerto á tenerle á su alcance (Pág 579.)

Cuando el carruaje llegó á las once y media de la noche á la altu-


ra que domina á Varennes , la fatiga se había apoderado de los viaje-
ros . Todos dormían . De repente paró bruscamente el carruaje y todos
despertaron . El relevo no aparecía por ninguna parte: ninguna noticia
del correo que debía ya tenerlo preparado.
Este que era Valory iba mientras tanto buscando el relevo por las
inmediaciones . En vano había llamado y explorado los bosques de am-
bos lados del camino . No le quedaba más que entrar en la villa , llamar
á las puertas , pedir informes . No encontrando nada , regresó desolado
hacia el carruaje ; pero los que dentro de él estaban acababan de recibir
un golpe terrible , una frase, una intimación que les hizo erguirse tré-
mulos en sus asientos : «En nombre de la nación ...»
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
581

época
lalámina
.)unaopia
Varennes
de puente
el
en
(Cfamilia
real
Detención
582 J. MICHELET

Un hombre á caballo había aparecido á gran galope por detrás


del carruaje y se había detenido cerca gritando en las tinieblas : «¡ En
nombre de la nación deteneos , postillones! ¡ Lleváis al rey!»
Todos quedaron estupefactos . Los guardias de corps no llevaban
armas de fuego ni tuvieron idea de servirse de sus cuchillos . El hombre
siguió adelante, y bajando al galope la cuesta entró en Varennes . Diez
minutos después comenzaron á verse hombres que salían de sus casas
con luces y se agitaban gritaudo . Su número aumentó rápidamente y la
población comenzó á iluminarse . Todo esto en diez minutos... después
comenzó á sonar el tambor.
La reina , para tomar informes por su parte , había entrado acom-
pañada de un guardia de corps en la casa de un antiguo servidor de
Condé, situada en la pendiente que conduce à Varennes . Cuando vol-
vió al carruaje ; los tres guardias reunidos consiguieron con promesas y
amenazas que los postillones se decidieran á seguir adelante , entrando
en la villa y atravesando rápidamente el puente que la divide y la bó-
veda de la torre del puente . No quedaba otro medio de salvación . Aca-
baban de saber los viajeros que el comandante de los húsares que ha-
bían de esperarles en Varennes , al conocer la llegada del rey y ver la
agitación del vecindario , había huido al galope . Sus húsares estaban
dispersados ; unos ébrios y otros en la cama . Este comandante era un
alemán de diecisiete ó dieciocho años : no había sido prevenido de nada ,
y al ver de un golpe toda la situación , perdió la serenidad y huyó .
Drouet y un camarada llamado Guillaume que había encontrado
en el camino, se aprovecharon extraordinariamente de aquellos pocos
minutos . Metieron sus caballos en una posada que encontraron abierta ;
advirtieron al posadero lo que ocurría para que esparciera la noticia , y
corrieron al puente para obstruirlo con un carro cargado de muebles y
otros vehículos que encontraron . Todo fué obra de unos instantes . De
allí corrieron á las casas del alcalde y el comandante de la guardia
nacional . En el primer momento Drouet sólo encontró ocho hombres
que le siguieran, pero con ellos salió al encuentro del carruaje . El al-
calde y el comandante iban detrás .
El carruaje estaba en la entrada del puente . Los dos funcionarios
se adelantaron pidiendo los pasaportes .
La reina . - Señores , vamos de prisa ...
El alcalde. - No importa ; ¿quién sois vosotros?
Madama de Tourzel. - Esta señora es la baronesa de Korff.
El alcalde , con la linterna en la mano , metió medio cuerpo en el
carruaje y volvió la luz hacia la cara del rey .
Entonces dieron su pasaporte . Dos guardias nacionales se lo lle-
varon á una casa inmediata leyéndolo en alta voz ante los individuos
del municipio y todos los que allí se encontraban .
-El pasaporte es bueno- dicen algunos-porque lleva la firma
del rey.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 583

¿ Pero lleva la firma de la Asamblea Nacional? preguntó


Drouet.
-Está firmado por un comité de miembros de la Asamblea .
-¿Pero lleva la firma del Presidente? -insiste Drouet.
Así, la cuestión fundamental del derecho de la Francia , la clave
de la Constitución fué examinada y discutida en una pobre casa de la
Champagne , de una manera decisiva , sin apelación y sin recursos . Las
autoridades de Varennes , especialmente el alcalde Mr. Sauce , un buen
tendero de comestibles , dudaban ante la inmensa responsabilidad de
detener al rey .

Pero Drouet y otros insistían , y por propia cuenta se aproxima-


ron al carruaje .
-Señoras - dijo Drouet - si realmente sois extranjeras y estos
hombres no son más que vuestros criados , ¿cómo habéis tenido influen-
cia para que en Sainte Menehould quisieran escoltaros cincuenta dra-
gones hasta Clermout? y ¿por qué un destacamento de húsares ha ve-
nido á Varennes á esperaros? Haced el favor de bajar del carruaje y
venid á explicaros en la casa municipal .
Los viajeros no se movieron . Veían que las autoridades vacilantes
no decían nada ni les obligaban á echar pie á tierra . La gente iba lle-
gando con mucha lentitud. La mayoría de los vecinos al oir los tambo-
res aún se hundían más en sus camas . Pero Drouet y los patriotas co-
rrieron al campanario y comenzaron á tocar á rebato furiosamente . Esto
puso en conmoción á toda la villa . ¿Era á fuego? ¿ Era que llegaba el
enemigo? Los vecinos corren , se llaman , buscan armas y se echan á la
calle con fusiles , horquillas y hoces .
El alcalde Mr. Sauce se encontraba en un fuerte compromiso lo
mismo si hacía algo que si no hacía nada . Tenía una esposa de grandes
arranques que le dirigía y cuyo consejo le hacía gran falta . Llevar al
rey á la casa municipal era expuesto ; dejarle en el carruaje era perderse
ante los patriotas . Al fin optó por un justo medio y se llevó el rey á su
tienda .
Se acercó al carruaje con el sombrero en la mano . « El consejo mu-
nicipal-dijo― ha deliberado sobre los medios de permitir á los viajeros
seguir adelante , pero se ha esparcido el rumor de que es nuestro rey y
su familia lo que tenemos el honor de que se halle dentro de nuestros
muros ... Tengo el honor de suplicar me permitan les ofrezca mi man-
sión como lugar de seguridad para sus personas mientras esperan el re-
sultado de la deliberación . La afluencia de gente en las calles se aumenta
con la llegada de los campesinos atraídos por la campana de alarma . A
pesar de que no he dado orden , hace un cuarto de hora que suena y
puede ser que Su Magestad se viera expuesto á peligros que no podría-
mos prevenir y que nos causarían gran pesar . >>
No había medio de contradecir las palabras de aquel pobre hombre .
La campana seguía sonando : no llegaban auxilios para los fugitivos .
584 J. MICHELET

Los guardias de corps habían intentado inútilmente apartar los


muebles y las carretas que obstruían el paso del puente . En torno del
carruaje sonaban amenazas de muerte : algunos individuos armados de
fusiles intentaban disparar.
Por fin descendieron del carruaje y entraron en la tienda de Sauce
las tres damas , los dos niños y el hombre que según el pasaporte era
Durand, ayuda de cámara . Algunos le preguntaban irónicamente si
realmente era un criado y él insistía asegurando que era Durand . Esto
provocaba risas y protestas .
-Pues bien- dijo al fin- sí, yo soy el rey. Ved aquí la reina y
mis hijos . Os recomendamos que nos tratéis con los miramientos que
los franceses han tenido siempre para sus reyes .
Luis XVI no era muy hablador y ya no dijo más . Por desgracia
su traje , su triste disfraz , hablaba poco en su favor . Aquel lacayo con
pequeña peluca no podía parecer un rey . El contraste terrible entre su
rango y aquel traje podía inspirar piedad , pero no respeto .
Mientras tanto el campaneo aumentaba de un modo extraordinario .
Eran las campanas de las aldeas vecinas que contestaban á las de Va-
rennes . Toda la campiña , envuelta en tinieblas , estaba en conmoción :
centenares de lucecitas se agitaban y se buscaban en los campos : una
nube tempestuosa se concentraba á ras del suelo : una nube de hombres
armados llenos de agitación y animados por el espíritu de la pro-
testa .
<<¡ Es el rey que se escapa ! ¡ El rey que se pasa al enemigo ! ¡ Trai-
ciona á la nación ! » Estas últimas palabras , terribles por sí mismas , aún
sonaban más terribles en el oído de hombres que vivían en la frontera
teniendo el enemigo cerca y expuestos á todas las calamidades y mise-
rias de la invasión ... Por esto los primeros campesinos que entraron
en Varennes y que oyeron aquellas palabras no fueron dueños de
sí mismos .
¡ Un padre vender á sus hijos !... Los pobres no tenían otra noción
política que la del gobierno paternal . Era menos la idea revoluciona-
ria lo que les ponía furiosos que aquella otra idea horrible , impía , de
los hijos vendidos por el padre , de la confianza engañada .
Estos hombres rudos entran en la tienda de Sauce : «¿Quién es
el rey? ¿Dónde está la reina?... ¿Son éstos?» Y les lanzan á la cara
furiosas imprecaciones .
Mientras tanto llega una diputación de la municipalidad y Sauce
al frente sumiso y respetuoso : « Puesto que ya no ofrec dudas para
los habitantes de Varennes -dice el tendero -de que gozan la felicidad
de poseer su rey , ellos vienen á tomar sus órdenes .» « Mis órdenes?-
contesta el rey .-Pues haced que mi coche sea enganchado y dejad
que mi coche pueda partir . »
>
Choiseul y Goguelat llegaron por fin con sus húsares . Poco des-
pués llegó , aunque solo , Mr. de Damas, comandante del puesto de
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 585

Sainte Meuchould : sus dragones le habían abandonado en el camino


pasándose al pueblo .
No sin obstáculos habían penetrado estos señores en Varennes : al-
gunos paisanos habían disparado contra ellos . Entraron en la casa de
Sauce y subieron por una escalera de caracol al primer piso . En una
habitación encontraron algunos campesinos armados con horquillas que
no querían dejarles pasar . Por fin pasaron . En otra habitación estaba la
familia real . El delfin dormía sobre una cama deshecha , los guardias de
corps sobre las sillas , lo mismo que las doncellas de la reina . La aya , la

Un riachuelo les cortó el paso, pero lo vadearon . (Pág. 590.)

hermana del rey y la hija en unos bancos cerca de la ventana . El rey y


la reina eran los únicos que estaban despiertos y conversaban con el
tendero Sauce . Sobre una mesa había pan, vasos y una botella de vino.
El rey.-Y bien , señores ; ¿cuándo partimos?
Goguelal.-Señor: Cuando Vuestra Majestad quiera.
Choisseul. - Dad vuestras ordenes , señor . Tengo aquí cuarenta hú-
sares ; pero no hay tiempo que perder : dentro de una hora el pueblo los
habrá ganado .
Decía bien Choisseul . Estos húsares eran aún víctimas de la sor-
presa que la noticia les había causado . Entre ellos se decían con extra-
neza y asombro: <
«¡ Der Koenig ! ¡ die Kæniginn !» ( El rey ! ¡ la reina ! )
Aunque eran alemanes y casi ignoraban el francés , dábanse exacta
ΤΟΜΟ Ι 74
586 .J. MICHELET

cuenta de la unanimidad de los franceses . Lo habían visto bien claro en


el camino que á traves de los bosques habían seguido tras de Mr. de
Choisseul. De pueblo en pueblo la campana de alarma sonaba á sus es-
paldas y muchas veces tuvieron que abrirse paso sable en mano . Los
campesinos llegaron hasta hacer prisioneros á cuatro húsares que mar-
chaban á retaguardia y sus compañeros tuvieron que retroceder para
ponerlos en libertad .
Estos alemanes que se veían solos en medio de un gran pueblo y
además reconocían estar pagados y alimentados por la Francia, no podían
decidirse á acuchillar á gentes que se acercaban á ellos amigablemente
á estrechar sus manos y á ofrecerles vasos de vino.
En este momento crítico en el cual cada minuto tenía una impor-
tancia infinita , antes que Choisseul hubiera obtenido la contestación de-
finitiva del rey , entro con gran estrépito la municipalidad y los oficiales
de la guardia nacional . Muchos se pusieron de rodillas .- « En nombre de
Dios , majestad- dijeron- no nos abandonéis ; no salgáis del reino . >>
El rey intentó calmarles .-«No es esa mi intención , señores : yo no
abandono la Francia . Los ultrajes que se me han hecho me obligan á
huir de París . No voy más que á Montmedy y os invito á que me si-
gáis . Haced solamente , os lo ruego , que mis coches sean enganchados . >
»
Los comisionados salieron de la habitación . Era el último minuto
que le restaba á Luis XVI para salvarse . Choisseul y Goguelat esperaban
sus órdenes . Eran las dos de la madrugada . En torno de la casa se
agolpaba una muchedumbre confusa , mal armada y mal organizada : la
mayoría carecían de armas de fuego . Estos pocos que tenían fusiles no
se hubieran atrevido (exceptuando á Drouet) á tirar contra el rey , y
menos aún contra sus hijos . La reina era la única que podía correr un
verdadero peligro . A ella se dirigieron Choisseul y Goguelat . Le pre-
guntaron si se atrevía á montar á caballo y partir con el rey : éste se
encargaría del delfín .
Por el puente no podían pasar , pero Goguelat conocía los vados del
río , y con el auxilio de treinta ó cuarenta húsares que les guardarían las
espaldas , estaba seguro de poder pasar . Una vez al otro lado del río ya
no corrían ningún peligro : la gente de Varennes no tenía caballos para
seguirles .
Esta audaz intentona , en la que se arriesgaba la vida , era para in-
fundir miedo á una mujer por brava y resuelta que fuese . La reina res-
---
pondió : « No quiero tomar sobre mí la responsabilidad de esta resolu-
ción: es el rey quien debe resolver; él es quien puede ordenar y mi de-
ber es seguirle ... Después de todo , Mr. de Bouillé no tardará en llegar . »
-«En efecto- dijo el rey ; -¿podéis responderme , señores , de que
en el tumulto de nuestra huída un tiro no matará á la reina , ó á mi her-
mana y mis hijos?... Razonemos fríamente . La municipalidad no se niega
á dejarme pasar: únicamente pide que me espere hasta el amanecer . El
joven Bouillé ha partido á media noche para advertir á su padre que está
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 587

en Stenay . Hay ocho leguas de camino que pueden franquearse en dos


ó tres horas . Mr. de Bouillé estará aquí por la mañana , es indudable , y
sin peligro y sin violencias partiremos con toda seguridad . >
»
Mientras tanto los húsares bebían con el pueblo brindando «¡ A la
salud de la Nación ! » Eran las tres de la madrugada . La municipalidad
volvió á ver al rey ; pero esta vez sus palabras tuvieron una significación
terrible : « El pueblo se oponía absolutamente á que el rey se pusiera en
camino y había resuelto enviar un correo á la Asamblea Nacional para
conocer sus intenciones .
Goguelat había salido para juzgar por sí mismo de la situación .
Drouet avanzó hacia él y le dijo : - « Sé que queréis llevaros al rey , pero
sólo os lo llevaréis después de muerto . »
El coche estaba rodeado de gentes armadas . Goguelat se acercó
con algunos húsares , pero el comandante de la Guardia nacional le gri-
tó: «Si dais un paso adelante os mato .» Goguelat arrojó su caballo
contra él , pero recibió dos balazos que le causaron dos heridas ligeras .
Una de las balas se aplastó en una clavícula y le hizo abandonar las
riendas , perder el equilibrio y caer del caballo . Pudo levantarse , pero en
vano llamó á sus húsares , pues estos se habían puesto de parte del pue-
bls . Los paisanos les habían hecho ver en los dos extremos de la calle
algunos pequeños cañones que les apuntaban , y los húsares se creyeron
entre dos fuegos . Aquellos cañones no eran más que piezas de hierro
viejo y no estaban cargados ni podían estarlo .
Goguelat, herido , volvió á entrar en la habitación de la familia real .
Esta pieza ofrecía un aspecto de desolación á la vez innoble y trágico .
Lo angustioso de la situación había acabado con la serenidad del rey :
la reina había perdido igualmente su presencia de ánimo . Conmovidos
y casi llorosos , suplicaban al tendero Sauce y á su mujer que los salva-
sen, como si estas pobres gentes pudieran hacer algo por ellos . La reina ,
sentada en un banco entre dos cajas de bujías , intentaba conmover el
buen corazón de la mujer del tendero .-« Señora - la decía- compade-
ceos de nosotros : vos tenéis también hijos , un marido y una familia .» A
lo que respondía la plebeya con sencillez : --«Efectivamente , tengo fami-
lia: quisiera seros útil , pero vos pensáis en el rey y yo pienso en mi po-
bre Sauce . Que cada una procure por su marido . > »
La reina volvió el rostro , furiosa , derramando lágrimas de rabia ,
indignándose de que esta pobre mujer que no podía salvarla rehusase el
perderse con ella, sacrificando en su honor su marido y su familia .
El rey habia caído en una estupefacción semejante al idiotismo . El
oficial que mandaba el primer puesto después de Varennes , Mr. Deslous ,
había logrado llegar hasta él y le decía que Bouillé , advertido á tiempo ,
iba á llegar de un momento á otro en su socorro . El rey parecía no en-
tenderle . El oficial repitió las mismas palabras hasta tres veces , y vien-
do que no despertaba la inteligencia del rey, le dijo : « Ruego á vuestra
majestad que me dé órdenes para Mr. de Bouillé . »
588 J. MICHELET

-«No tengo que dar órdenes , caballero - contestó por fin el mo-
narca ; -yo no soy aquí más que un prisionero . Decid á Mr. de Bouillé
que le ruego haga por mí todo cuanto pueda . > »
Una gran parte de la muchedumbre , temiendo la llegada de Bouillé ,
quería llevarse inmediatamente al rey . Sonaban terribles gritos . « ¡ A
París ! ¡ á París! » El rey , creyendo calmar estos gritos , se asomó á una
ventana . La luz triste del amanecer iluminaba esta escena . El rey , ves-
tido de lacayo , con la innoble peluquita desrizada y sin polvos , pálido y
obeso, con los gruesos labios casi blancos y los ojos llorosos , no expresa-
ba ninguna idea . Su aspecto era tan triste , que al aparecer en la venta-
na la sorpresa se apoderó de aquellos miles de hombres y se hizo un si-
lencio profundo que indicaba el combate de pensamientos y sentimientos
que se libraba en el espíritu de muchos . Pasado este momento , la piedad
se desbordó , el corazón de la Francia se manifestó con lágrimas , y fué
tal la fuerza de la compasión , que muchos hombres antes furiosos grita-
ron «¡viva el rey! »
La abuela de Sauce , una vieja trémula y débil , entró en la habita-
ción de los reyes , y al ver á los dos niños que dormían juntos en la cama,
se arrodilló y sollozando les besó las manos . Después los bendijo y se
retiró .
Escena cruel en verdad , capaz de conmover los corazones más du-
ros y más enemigos . Hasta un vecino de Lieja que allí estaba lloró con-
movido . Lieja , cautiva de Leopoldo , bárbaramente tratada por los sol-
dados austriacos , lloraba sobre Luis XVI .
Tal era esta situación extraña y extraordinaria . La Revolución ,
cautiva de los reyes en Europa , tenía á los reyes cautivos en Francia .
¿Pero por qué digo que la situación era extraña? No ; la compensa-
ción resultaba justa . Lo que más sorprende en la escena de Varennes
era perfectamente natural; lo que parece un cambio inaudito no es más
que un retorno á la verdad .
Ese disfraz que tanto desfiguraba á Luis XVI no era más que un
regreso á la condición privada para la cual había nacido el rey . Con-
sultando sus aptitudes , el monarca sólo servía no para ayuda de camara,
pues era hombre ilustrado y de inteligencia cultivada por algunos estu-
dios , pero si para servidor de una gran casa , preceptor ó intendente dis-
pensado de toda iniciativa , libre de tener pensamiento propio . Hubiera
podido ser un administrador económico é íntegro; un preceptor instruí-
do, moral y concienzudo con toda la extensión del cumplimiento del
deber . El traje del servidor era su verdadero traje : su disfraz eran los
atributos monárquicos con los que hasta entonces se había revestido .
Pero mientras nosotros soñamos , el tiempo transcurre y ya el sol
se ha levantado mucho en el horizonte . Diez mil hombres llenan las ca-
lles de Varennes . La pequeña habitación donde está la familia real se
conmueve con el terrible vocerío que sube de la calle . La puerta se abre.
Entra un hombre , un oficial de la guardia nacional de París , figura som-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 589

bría, con el uniforme deshecho y cubierto de polvo , fatigado pero poseído


de nerviosa exaltación , con las cabellos sin peinar ni empolvar , como
hombre que acaba de hacer un galope desesperado de muchas leguas .
Habla al rey con palabras entrecortadas por la fatiga : « Señor ... en Pa-
rís está próximo á matarse ... Nuestras mujeres , nuestros hijos van á ser
pasados por cuchillo ; no iréis más lejos ; no ireis ... El interés del Es-
tado... Sí , majestad : nuestras mujeres , nuestros hijos ...» Al oir estas
palabras la reina le toma la mano con un movimiento enérgico y mues-
tra á sus hijos que, abrumados por la fatiga , estaban en la cama de
Sauce .
-¿No soy yo madre también?-dice con soberbia .
-En fin , ¿qué es lo que queréis?-pregunta el rey interviniendo .
-Señor: traigo un decreto de la Asamblea . Mi camarada lo tiene .
La puerta se abre dejando ver á Mr. de Romeuf apoyado en el al-
féizar de una ventana de la primera habitación , con el mayor desorden
en el traje y el rostro cubierto de lágrimas .
Tenía un papel en la mano y avanzó hacia el rey con los ojos
bajos.
-¡Qué , caballero ! —dijo la reina . —¿Y sois vos quien trae eso?...
Jamás lo hubiera creído .
El rey le arrancó con fuerza el decreto , lo leyó y dijo : -« Ya no hay
rey en Francia. >>
La reina tomó el papel , pero el rey volvió á cojerlo para leer por
segunda vez y acabó dejándolo sobre la cama donde dormían sus dos
hijos . La reina , con impetuosidad , se apoderó del decreto diciendo : « No
quiero que ese papel toque á mis hijos . »
Al ver que la reina arrojaba al suelo el papel se elevó un murmu-
llo de reprobación de la municipalidad y demás vecinos presentes , como
si acabara de profanarse la cosa más santa . Choisseul , comprendiendo
la situación , recogió del suelo el decreto y lo puso sobre la mesa.
¿Qué hacía entre tanto Bouillé? ¿Por qué no llegaba? Advertido su-
cesivamente de lo que ocurría por su hijo, por el joven comandante de
los húsares que estaban en Varennes y después por los mensajeros de
Deslous y de Choisseul , ¿cómo no franqueaba rápidamente aquella dis-
tancia relativamente corta de ocho leguas?
¿Cómo? El lo dijo posteriormente y probó con claridad que no pudo
hacer nada . Estaba poco seguro de la fidelidad de sus tropas y se veía
rodeado de muchas ciudades malvadas ( así lo decía él) como Verdun ,
Metz y Stenay que le amenazaban . Esto hizo que antes de salir al en-
cuentro del rey procurase asegurarse de la fidelidad del soldado , temien-
do que le abandonase de un momento á otro . Además , guardó á su
lado el oficial más seguro , su hijo mayor Luis de Bouillé .
Los dos juntos fueron á despertar el mejor regimiento (para ellos)
del ejército , el único que realmente le era fiel , el llamado Real -Alemán.
No lograron despertarlo, armarlo y tenerlo sobre las sillas más que al
590 J. MICHELET

cabo de tres horas de esta noche terrible , en la cual cada minuto decidía
la muerte de un siglo . Este regimiento , calentado con bravatas , bien be-
bido y pagado á tautos luises por hombre , franqueó las ocho leguas á un
galope rápido á través de un país sublevado , solo en una campiña que
arrojaba por todas partes gentes armadas . Corrían por un país enemigo
que se cerraba tras su paso, haciendo dificilísimo el retorno . Bouillé , que
marchaba al frente , encontró á uno de los suyos que regresaba de Va-
rennes . - «¿Y el rey?» - preguntó con ansiedad .- «Acaba de salir de
Varennes : se lo llevan á París . »
Bouillé se hundió el casco de un puñetazo , juró loco de rabia Ꭹ ras-
gó con sus espuelas ensangrentadas los flancos de su caballo . El regi-
miento pasó adelante como un huracán .
Por fin llegaron á las inmediaciones de Varennes . No había medio
de pasar : el camino estaba obstruído con barricadas . Un fuerte riachuelo
les cortó el paso , pero lo vadearon . Más allá encontraron un canal é in-
tentaron pasarlo también ; pero las noticias que recibieron apagaron su
ardor . Habían perdido toda esperanza de salvar al rey. Los alemanes
comenzaban á decir que sus caballos no podían más. Además , corrió por
las filas la noticia de que la guarnición de Verdun marchaba contra
ellos .
El joven Luis de Bouillé ha contado lo ocurrido en esta última hora
cuando su padre , loco de furor y con la espada desnuda , quiso continuar
la persecución á todo trance y dijo con un movimiento audaz y juvenil :
<<¡Adelante ! Nos hundiremos con esta pequeña tropa en el seno de Fran-
cia armada contra nosotros ...>>
Sí: la verdadera Francia se levantaba en armas . Y aquellos alema-
nes que corrían, y Bouillé que les conducía y el rey conducido por fuerza
á su palacio , ¿que eran? Eran la revuelta .
CAPITULO XIV

El rey y la reina conducidos desde Varennes (22-25 Junio 1791.)

Unanimidad del pueblo contra el rey.-Unicamente Chalons le hace buen recibimiento (22 de Ju-
nio) .-Los comisionados enviados por la Asamblea (23 de Junio) -La reina y Barnabe.-
Parada de Dormans - La familia real en Meaux, en el palacio de Bossuet ( 24 de Junio).- Pe-
tion quiere salvar á los tres guardias de corps. -Entrada en París ( 25 de Junio).- Llegada á-
las Tullerías.- Diversos sentimientos del pueblo

El rey y la reina habían llegado á persuardirse durante mucho


tiempo de que la Revolución estaba concentrada en la agitación de Pa-
rís , que era una cosa artificial , una conspiración aislada de los Orleanis-
tas ó de los Jacobinos . El viaje á Varennes pudo hacerles ver lo con-
trario , y el regreso más aún .
En vano trataba la reina de engañarse á sí misma , de achacar el
mal resultado de la empresa á causas desconocidas . «Se ha necesitado.
-decía-un concurso extraordinario de circunstancias, un milagro . » >
El verdadero milagro fué la unanimidad de la nación . Unido en un solo
arranque de justicia y de indignación , la Francia salvó á la Francia .
Recordemos las circunstancias del viaje . Esta unanimidad se ma-
nifiesta en todas partes . Por do quiera la fuerza militar es neutralizada
por el pueblo . Cerca ya de Chalons , Choisseul no puede soportar la mira-
da de aquella multitud que le vigila y le adivina ; á pesar de los bosques ,
á pesar de la noche , el ojo del pueblo le sigue , le ve en todas partes , de
aldea en aldea oye tocar á arrebato . El oficial de Sainte - Menehou , el de
Clermont, quedan anulados , paralizados por aquella vigilancia inquieta .
El de Varennes huye ; y el joven Bouillé , amenazado , no puede tomar el
mando . El mismo Bouillé no puede salir al encuentro , no pudiendo fiar-
se ni de sus tropas ni de las guarniciones vecinas , viendo la campiña
alzada en armas . Un hecho quizás más grave y que habíamos omitido , es
que en todas partes , en sus alojamientos , los soldados se percataban de
592 J. MICHELET

que, mientras ellos dormían , sus huéspedes les quitaban los cartuchos ;
los soldados del rey dormían mientras el pueblo velaba .
Esta terrible unanimidad se demostró mejor al regreso . Desde Va-
rennes á París, en un viaje de cincuenta leguas, viaje terriblemente
lento , que duró cuatro días completos , el rey, en su coche , se vió cons-
tantemente rodeado por una masa compacta del pueblo ; la pesada berli-
na flotaba en un espeso mar de hombres y hendía con trabajo las olas .
Era como si una inundación de todas las campiñas vecinas lanzara por
turno oleadas vivientes sobre aquel desdichado carruaje , oleadas furio-
sas , ensordecederas , que parecían dispuestas á arrollarlo todo , y que sin
embargo se estrellaban allí . Aquellos hombres , armados hasta los dien-
tes con cuantas armas tenían, llegaban cargados de fusiles , de sables y
de picas , de dallas y de horcas; venían desde lejos para matar, y al lle-
gar injuriaban ; desahogaban su cólera , clamaban contra los cobardes y
los traidores , iban detrás algún tiempo y luego se volvían . Venían
otros y otros sin descanso ; y estos , igualmente excitados , rebosando
fuerza y furor. Vociferaban , se secaban sus gargantas y bebían para
volver á gritar . Un ardoroso día de Junio exaltaba sus cabezas ; el sol
caía á plomo , reflejaba sobre el polvo del camino , arremolinándolo en
torbellinos sobre bosques de bayonetas y de espigas .
Delgadas espigas , pobre cosecha de la miserable Champagne ; el
aspecto de aquella cosecha , tan penosamente sazonada , contribuía no
poco á aumentar el furor de los aldeanos ; precisamente era aquel el mo-
mento escogido por el rey para ir á buscar al enemigo , para inundar los
campos con los húsares y los Panduros ( 1 ) , la caballería ladrona , ham-
brienta , insultante, para poner la vida de la Francia á los pies de los ca-
ballos , asegurando el hambre para aquel año y el venidero ...
Allí fué el verdadero proceso de Luis XVI , y no el 21 de Febrero .
Durante cuatro días consecutivos oyó de boca de todo un pueblo su
acusación y su condena . El sentimiento filial de aquel pueblo , tan cruel-
mente engañado , se había convertido en furor, y el furor, expresado por
gritos , se convertía en reproches de una verdad abrumadora , en pala-
bras terribles que caían sobre el culpable coche como rayos implacables
de la justicia .
Čerca de Sainte-Menehould , redoblaron aun más los gritos . Alar-
mados el rey y la reina , manifestaron que se detendrían allí , que no
irían más allá . Un enviado del consejo municipal de París trataba de
tranquilizarles , y le hicieron prometer , jurando por su salud , que no les
sucedería nada ni á ellos ni á los suyos , ni en el camino ni en París , y
que para mayor seguridad no se separaría de ellos (2) .
Nadie podía responder de lo que sucedería . La vida de la familia

(1) Habitantes de las aldeas de Pandur (Baja Hungría), soldados húngaros independientes
y terribles. (Nota del traductor )
(2) Informe de M. Bodan, enviado del consejo municipal de París. Archivos del Sena, car-
peta 310, registro 19, p . 93.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 593

real estaba pendiente de un cabello . Entre tantos hombres furiosos (ha-


bía muchos más embriagados) era muy de temer que, ciegos de ira ó por
la bebida, se dispararan al azar algunos tiros . Pero la rabia se manifesta-
ba principalmente contra los que suponían autores del viaje del rey . Choi-
seul y Dumas hubieran perecido ciertamente si el ayudante de campo
de Lafayette no se hubiera hecho arrestar con ellos . Los tres guardias
de corps que volvían en el pescante del coche se daban por muertos ; va-
rias veces tuvieron las bayonetas tocando sus pechos ; sin embargo , na-
die disparó contra ellos . Había , aun en medio de los insultos , un resto
de consideración hacia el rey , ó al menos de piedad por su incapacidad,
por su manifiesta debilidad . Los niños , asomados á las portezuelas , des-
armaban á la muchedumbre , admiraban á los más furiosos . Llegaban
todos, al parecer , dispuestos á herir; pero no habían pensado en los ni-
ños , El apacible semblante de Madame Isabel , conservaba á los veinti-
cinco años un encanto infantil singular , una tranquilidad de santa , ex-
traño en aquella situación . Y la princesita , aunque tenía ya á los cator-
ce años algo del continente altanero de su madre , tenía también de
ésta el brillo deslumbrador de su belleza sonrosada y rubia . Aquella
multitud se componía de hombres (había pocas mujeres) ; y no había
ningun hombre , por ebrio ó furioso que estuviera , que no sintiera ablan-
darse su corazón en cuanto se encontraba en presencia de aquella flor
temprana .
Puede decirse que los más exaltados fueron los que venían de más
lejos , los que no llegaron á tiempo y no vieron á aquella familia . He aquí
dos hechos que no se han publicado en ninguna parte, y que dan á co-
nocer la violenta emoción de la Francia en cuanto supo que había sido
traicionada .
Clouet, de Ardennes , uno de los fundadores de la Escuela politéc-
nica , áspero estoico , casi salvaje , que jamás tuvo más amor que el de la
patria , salió de Mezieres con su fusil , llegó á marchas forzadas , á pie
(no viajaba de otra suerte ) , hizo sesenta leguas en tres días , con la es-
peranza de matar al rey . En París cambió de idea.
Otro, carpintero joven de Borgoña (más adelante establecido en
París , fué padre de dos sabios distinguidos) , dejó igualmente su país
para asistir al proceso y al castigo del traidor . Hospedado en el camino
en casa de un maestro carpintero , le hizo comprender su huésped que
llegaría demasiado tarde , que haría mejor en quedarse allí , fraternizan-
do con él , y para cimentar la fraternidad , le hizo casar con su hija.
Un solo hombre fué muerto en el regreso de Varennes , un caballe-
ro de San Luis , que á caballo como un San Jorge , fué á caracolear atre-
vidamente á la portezuela del coche y á desmentir con sus homenajes
la condenación del rey por el pueblo . Fué preciso que el ayudante de
campo le rogase que se alejara; pero fué ya tarde, trató de librarse de
la multitud conteniendo el paso ; después , al verse oprimido , picó espue-
las á traves de los campos . Le hicieron fuego , contestó, y cuarenta
TOMO I 75
594 J. MICHELÊT

disparos á la vez le derribaron ; desapareció un momento entre un grupo


y le cortaron la cabeza . Esta cabeza ensangrentada fué llevada inhu-
manamente hasta el carruaje , y con gran trabajo se consiguió que
aquellos salvajes alejasen de la vista de la real familia aquel motivo de
horror .
En Chalons cambia la escena . Esta antigua ciudad, sin comercio ,
estaba habitada por nobles , rentistas y burgueses realistas .
Ajenos á las ideas de la época , ignorantes de la situación , aquellos
hombres del antiguo régimen vieron con enternecimiento extraordina-
rio á su pobre rey conducido de aquel modo ; todos piden ser presenta-
dos ; las señoras y señoritas llegan á ofrecer á las princesas sus flores
humedecidas con sus lágrimas . Se prepara una suntuosa comida , la fa-
milia real cena en público , se circula alrededor de las mesas . ¿Están en
Chalons ó en Versalles? El rey ya no lo sabe . Llega la guardia nacio-
nal: «No temáis nada , Señor , nosotros os defenderemos .» Algunos lle-
garon á decir que conducirían al rey á Montmedy .
ΕΙ rey cena, se acuesta temprano , oye misa . Pero ya está todo
cambiado . Han llegado los obreros de Reims , llega toda la Champagne ;
antes de que amanezca llena Chalons un ejército ; todos excitados por
la marcha, quieren ver partir al rey inmediatamente . ¡ París ! ¡ París ! es
el grito universal ; se apunta hacia las ventanas . El rey se asoma al bal-
cón con su familia , digno y tranquilo . « Puesto que se me obliga á ello ,
voy á partir . >
»
<
Tres enviados de la Asamblea detienen el cortejo en Espernay y
Dormans ; vienen á asegurar , á dirigir el retorno del rey. Los tres es-
cogidos entre la izquierda . El monarquico Malouet hubiera sido el in-
termediario natural para negociar con un rey libre ; para custodiar á un
rey prisionero , había enviado la izquierda tres hombres que representa-
ban sus tres matices , Barnabe, Latour-Maubourg y Petion .
La reina los recibio muy mal ; además de su misión , que les hacía
poco agradables , tenía otros motivos muy diferentes para verlos con
malos ojos . Latour -Maubourg, cortesano y en otro tiempo favorecido ,
amigo personal, sin embargo , del guardián del rey y representando á
Lafayette en aquella circunstancia , era odiado especialmente ; no pudo
soportar la mirada de la reina y subió en otro coche , donde iban las
mujeres , dejando á sus colegas el triste y peligroso honor de subir á la
carroza del rey . Petion era naturalmente odioso ; creían ver en él al Ja-
cobino de los Jacobinos , á la revolución . Barnabe era mucho peor ; en él
se veía la odiosa trinidad (Duport , Barnabe y Lameth) de intrigantes , -
de ingratos , de gentes con las que se había cometido recientemente una
sinrazón , fing endo consultarlos y creerlos, y á los que se había enga-
ñado , divirtiéndo- e á su costa ; y ahora la fatalidad hacía que cayeran
entre sus manos .
Petion chocó extraordinariamente declarando que , como represen-
tante de la Asamblea , se había de sentar en el testero . Esto obligó á
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 595

Madame Isabel á pasar al asiento delantero ; Barnabe se sentó á su lado


enfrente de la reina .
Barnabe , de veintiocho años de edad , tenía cara de muy joven ,
hermosos ojos azules , la boca grande , la nariz arremangada y la voz
áspera . Su figura era elegante . Poseía el aspecto audaz de un abogado
duelista , acostumbrado á las dos clases de esgrima . Parecía frío , seco y
malvado , pero no lo era en el fondo . Su fisonomía no expresaba en rea-
lidad más que su vida de lucha , de disputas , la irritación habitual de la
vanidad .
Desde luego manifestó la intención realista del partido que le en-
viaba . Cuando leyó en voz alta el decreto de la Asamblea , el rey dijo :
<Que jamás había tenido intención de salir de Francia .» Entonces Bar-
<
«
nabe , apoderándose de aquella manifestación : « He ahí , dijo á Mathieu
Dumas , lugarteniente de Lafayette , una palabra que salvará la mo-
narquía . »
La reina notó que el joven diputado se volvía con frecuencia para
mirar á los guardias de corps que iban en el pescante; después dirigía
hacia ella las miradas con una expresión dura , en la que se podía dis-
tinguir algo equívoco é irónico ( 1 ) . La reina era mujer, comprendió en
seguida lo que ningún hombre hubiera comprendido ; con un golpe de
vista atrevido y fino , midió desde luego el partido inmenso que podía
obtener de aquella disposición perversa en apariencia .
Comprendió sin dificultad que Barnabe creía ver entre los guardias
de corps al hombre entusiasta al que la reina había concedido el favor
de dirigir la fuga , el favor de morir por ella , al afortunado conde de
Fersen. Digámoslo claramente : comprendió que Barnabe estaba celoso .
Para que esto no parezca absurdo , hay que saber que Barnabe ,
dominado por su vanidad , quería ser en absoluto el sucesor de Mira-
beau; creía haberle heredado en la tribuna , pero quería la herencia com-
pleta : la reina lo era , según él . La confianza de la reina le parecía , en
aquella herencia , el diamante más hermoso del difunto . Por un momen-
to creyó haber alcanzado tan alta fortuna , cuando la corte fingió pedir
el consejo de los tres amigos . De los tres dos , Lameth y Duport, eran
notoriamente desagradables : el confidente necesario era Barnabe ; por lo
menos así lo había él creído . Había sido , por tanto , singularmente mor-
tificado , como hombre político y como hombre , con la fuga de Varen-
nes; le parecía que le robaban lo que , en su excesiva presunción , consi-
deraba ya como suyo .
La reina era demasiado altanera para decirse claramente todo esto ,
como yo lo digo aquí , pero no por eso dejó de ver todo lo que era nece-
sario ver. Aprovechó , sin afectación , la primera ocasión natural para
decir los nombres de los tres guardias de corps . Barnabe vió que se ha-
bía equivocado , que no estaba allí Fersen . Ved un hombre completa-

(1) Los detalles que siguen parecerán novelescos, y son sin embargo muy verosímiles . Estan
lomados de Weber, Valory, Campan , etc.
596 J. MICHELET

mente cambiado ; con la cabeza baja , sumiso , respetuoso , se siente cul-


pable y no se ocupa más que de expiar á fuerza de consideraciones su
impertinencia . Esto parecía difícil , no dignándose la reina dirigirle la
palabra.
Barnabe no podía obrar más que indirectamente . Colocado enfrente
de la reina, estaba también enfrente de la cara severa de su colega Pe-
tion , que en verdad conocía muy poco el mundo y las pasiones para ver
nada de esto . Petion , esencialmente tardo y torpe ( 1 ) , había dirigido no
sé qué frase poco conveniente á Madame Isabel , quien á pesar de lo
simple que parecía , le había contestado muy bien . Luego , para enmen-
dar la cosa , había tocado justamente el punto en que la joven princesa
era más vulnerable , la fe , la religión , repitiendo no sé qué banalidad
filósofica contra el cristianismo . Conmovida la pobre princesa , contra su
costumbre , se puso á hablar seguido para defender su tesoro , y estuvo
casi elocuente .
Barnabe escuchaba y no decía una palabra . El rey, con su bondad
acostumbrada , se dignó , sin motivo , dirigirle la palabra ; le habló de la
Asamblea, asunto agradable al joven orador ; era llevarle al campo de
sus triunfos . Luego se habló de política en general y Barnabe defendió
sus ideas con sumo tacto y respeto .
Petion ofrecía un contraste de cínica familiaridad que favorecía
mucho á Barnabe . Habiendo dicho el rey que él solo había trabajado
por el bien , « puesto que después de todo la Francia no podía ser repu-
blicana» :-<<Todavía no , es verdad , dijo secamente Petion ; los fran-
ceses no han madurado todavía bastante ...» - se siguió un largo si-
lencio .
No fué esto solo . El delfin , que iba y venía , se había colocado en-
tre las piernas de Petion . Este acariciaba paternalmente su rubia y ri-
zosa cabellera , y á veces , si la discusión se animaba , le daba un estirón .
La reina se sintió muy molestada por ello , y cogió con viveza al niño ,
que , guiado por su instinto infantil , fué justamente adonde debía ser
bien recibido , sobre las rodillas de Barnabe . Allí , cómodamente sentado ,
deletreó á su gusto las letras grabadas sobre los botones del traje del di-
putado y consiguió leer la hermosa divisa : «Vivir libre , ó morir» .
Aquel pequeño cuadro íntimo , ¿quién lo hubiera creído? rodaba
apacible , á través de una multitud excitada , entre los gritos y las ame-
nazas . A fuerza de oirlas tanto, ya no las entendían . El peligro era el
mismo y apenas se pensaba en él . Había llegado el aturdimiento y la
insensibilidad ante el movido cuadro del exterior, incesantemente reno-
vado . Cosa extraña y que demuestra los recursos eternamente vitales de
la naturaleza ; aquel pequeño mundo frágil de gentes que , juntas iban

(1) Lo que añade al carácter de Petion un ridículo imborrable, es que cree en la «Memo-
ria» inédita que escribió sobre el viaje de Varennes», que Madama Isabel , sentada a su lado
el segundo día y apoyandose involuntariamente sobre el por el exceso de cansancio, estaba ena-
morada de él ; en fin , para emplear el lenguaje sensual de la época: «que cedía à la naturaleza».
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 597

todas á la muerte , se arreglaba durante el camino , para vivir aun en-


medio de la tempestad .
Pero de pronto se produce un choque ... Una nueva oleada de fu-
riosos quiere matar á los guardias de corps . Barnabe asoma la cabeza
por la ventanilla Ꭹ los mira; como si la Asamblea nacional hubiese es-
tado allí, retrocedieron todos .
Algo más adelante , surgió otro incidente más grave , que pudo ser
fatal . Un pobre sacerdote , con el corazón lacerado por la desgracia del
rey, se aproxima , llenos los ojos de lágrimas , alzando los brazos al cie-
lo ... La muchedumbre furiosa se apodera de él , lo arrastran , va á pere-
cer... Barnabe se precipita , y asomando medio cuerpo á la ventanilla :
«Tigres-les grita , -vosotros no sois franceses !... Francia , el pueblo de
los valientes , ¿es también el de los asesinos?» Estas palabras salvaron al
sacerdote , pero Barnabe hubiera caído del coche si Madama Isabel , á pe-
sar de las conveniencias que la imponían la etiqueta y la reserva , no lo
hubiera olvidado todo en aquel momento y le hubiera asido de la
casaca.
La reina quedó tan sorprendida como emocionada y reconocida ha-
cia el joven. Desde aquel momento le habló .
La noche del tercer día (1 ) se hospedó la familia real en Meaux ,
en el palacio episcopal , palacio de Bossuet. Digna casa de albergar se-
mejante infortunio , digna por su melancolía . Ni Versalles ni Trianon
son tan noblemente tristes ni recuerdan tanto la grandeza de los pasa-
dos tiempos . Y lo que choca aún más , es que la grandeza es allí senci-
lla . Una escalera ancha y sombría de ladrillo , escalera sin peldaños , en
suave pendiente , conduce á las habitaciones . El jardín monótono que se
domina desde la torre de la iglesia , está limitado por las viejas murallas
de la ciudad , hoy cubiertas de yedra ; en la terraza una avenida de ace-
bos da acceso al gabinete del grande hombre , avenida siniestra , fúne-
bre, donde sin duda tuvo el presentimiento del fin de aquel mundo mo-
nárquico de que él había sido el primer orador.
Y aquella monarquía muerta iba á pedir al hogar de Bossuet hos-
pitalidad por una noche .
La reina encontró aquel sitio tan en armonía con el estado de su
ánimo , que sin tener en cuenta la situación , sin preocuparse de saber si
viviría al día siguiente , se cogió del brazo de Barnabe y quiso ver el pa-
lacio . Está lleno de recuerdos ; varios retratos son preciosos . Vió , en la
misma habitación en que dormía el grande hombre , el retrato de una
princesa, imagen , si no me engaño , de aquella que al morir legó su ani-
Ilo á Bossuet.
Barnabe , en aquel lugar tan solemne , aprovechando la ocasión y

(1) La familia real pasó la primera noche en Chalons , la segunda en Dormans. Aquí, con pre-
texto de que aun podían ser perseguidos , declararon los comisionados que no aceptaban más
escolta que de caballería, y la guardia nacional de infantería tuvo que retirarse. Con esto se
abreviaba el viaje , se disminuían los peligros, los insultos , etc.
598 J. MICHELET

la emoción de la reina , la dió consejos para que se salvara , salidos del


corazón . La hizo ver palpablemente las faltas del partido realista . « Ah !,
Señora , qué mal defendida ha sido vuestra causa; qué ignorancia del es-
píritu del tiempo y del genio de la Francia ! ... Muchas veces he estado á
punto de ir á ofrecerme , de sacrificarme por vos ! ...» - « Pero ¿qué medios
son los que me hubierais aconsejado?» - « Uno solo , Señora; que os hubie-
rais hecho amar por el pueblo . » - « ¡ Ay ! ¿Como conquistar ese amor? todo
conspiraba para arrebatármelo . » -« ¡ Ah ! Señora , si yo , desconocido , na-
cido en la obscuridad , he obtenido la popularidad , cuanto más fácil os
hubiese sido á vos , si hubieseis hecho el menor esfuerzo , el conservar-
la , el volverla á conquistar ...» (1)
La hora de cenar interrumpió la conferencia . Después de la cena
hizo Petion una cosa muy arriesgada , muy humana y que desmiente
singularmente la frialdad que afectaba; llamó al rey aparte y le propu-
so la evasión de los tres guardias de corps , disfrazándolos de guardias
nacionales . El ofrecimiento era de un buen ciudadano , de un patriota
excelente ; ciertamente demostraba amor al pueblo el que quería evi-
tarle un crimen ; era salvar el honor de la Francia . La reina no aceptó
esta oferta, ya porque no quisiera tenerle que agradecer nada á Petion ,
ya porque tuviera la insensata sospecha (Valory no duda en afirmarlo)
de que Petion quería alejarlos para hacerles asesinar con más seguri-
dad , lejos de la presencia del rey que les protegía .
Al día siguiente , 25 de Junio , era el último , el día terrible en que
había que hacer frente á París. Barnabe se colocó en el testero del co-
che, entre el rey y la reina , para tranquilizarla sin duda , y también
para justificar mejor el peligro; si algún exaltado hubiese hecho fuego ,
lo hubiera hecho apuntando hacia allí . Es verdad que se habían tomado
cuantas precauciones permitía la situación . Un militar distinguido ,
Mr. Mathieu Dumas , encargado por Lafayette de proteger el regreso ,
había rodeado el coche de numerosa guardia de granaderos , cuyos mo-
rriones de pelo cubrían casi las ventanillas ; en el pescante donde iban
los guardias de corps se sentaron también granaderos encargados de
protegerlos y lo consiguieron ; otros granaderos , por último , montaron en
los caballos del carruaje . El calor era excesivo , el coche se perdía entre
nubes de polvo ; no se podía respirar ; parecía que faltaba el aire al acer_

(1) Atacado violentamente Barnabe por esta conversación , se justificó tardíamente en su


«Introducción á la Revolución» , escr ta el 92 6 93 , hallándose en grave peligro . Alega que de
todos modos habría faltado tiempo ; lo cual no es exacto, al menos en aquella jornada. Dice el
mismo en su informe à la Asamblea , que: «como no llevaban más que guardias de caballería,
fue muy rapida la marcha desde Dormans a Meaux .» De lo que se deduce que debieron llegar à
Meaux muy temprano y descansaron allí. Dice también: («Obras» t. I, p . 132. ) « Petion me en-
cargó muy especialmente que d jese que durante todo el camino no nos hab amo separado.»>
Se comprende bien los dos necesitaban de su mutua discreción . Es cierto que Petion vió par-
ticularmente al rey, para proponerte la evasión de los guardias de corps, y Barnabe, según to-
das la- probabilidades, habló a solas con la reina y la dió varios consejos . El testimonio de la
señora Compar, a veces poco fidedigno , lo es mucho en esta ocasión , al menos para mí, porque
está conforme no sólo con la tradici n , sino con lo verosimil. No ha sido contradicho más que
por Barnabe, es decir por un acusado, muy interesado en negar, y que niega bajo la amenaza
de la guillotina .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 599

carse á París ; la reina dijo varias veces que se ahogaba . El rey, en


Bourget, pidió y bebió vino , para reponerse . La entrada era imponente
por los gritos y las imprecaciones; la multitud ocupaba hasta los teja-
dos . Creyóse con razón que habría más peligro yendo por el arrabal y
por la calle de Saint-Martín , célebres desde la horrenda historia de Ber-
thier . Dieron la vuelta á París por las afueras , atravesaron los campos
Elíseos , la plaza de Luis XV y entraron por las Tullerías , por el puente
Tournont. Todo el mundo tenía la cabeza cubierta ; ni una palabra en
toda la muchedumbre ; aquel silencio profundo , en aquel mar de gente ,
era una cosa terrible .
El pueblo de París , ingenioso en su venganza , no dirigía más que
un insulto al rey : un reproche mudo . En la plaza de Luis XV habían
vendado los ojos á la estatua , para demostrar á Luis XVI con tan hu-
millante símbolo , la ceguedad de la monarquía .
La pesada berlina alemana caminaba lenta y fúnebre con las cor-
tinillas medio corridas ; parecía aquello el entierro de la monarquía .
Cuando las tropas y los guardias nacionales se reunieron en las Tulle-
rías , alzaron en alto las armas y fraternizaron entre sí y con el pueblo .
Unión general de la Francia , y una sola familia excluída .
Iba sola la triste berlina , bajo la excomunión del silencio . Se hu-
biera creído que estaba vacía , si no hubiera ido un niño en la ventanilla ,
pidiendo perdón al pueblo para sus infortunados padres .
Se evitó á la real familia el horror y el peligro de atravesar por en-
tre aquella turba hostil en toda la extensión de las Tullerías .
El coche fué hasta las escaleras de la amplia terraza que hay de-
lante del palacio . Allí había que apearse , allí hombres furiosos , conver-
tidos en tigres , aguardaban , esperaban una presa : suponían que una vez
que se apease el rey , quedarían sin defensa los tres correos .
El rey permaneció dentro del carruaje . Se avisó á la Asamblea y
acudieron veinte diputados ; pero este auxilio hubiera sido inútil si los
guardias nacionales , formando en círculo , no hubiesen cruzado las ba-
yonetas por encima de la cabeza de los tres desgraciados ; á pesar de to-
do, aun recibieron ligeras heridas . Dos diputados que la reina conside-
raba como enemigos suyos personales , Aiguillon y Nailles , estaban
allí para recibirla Ꭹ velar por su seguridad ; la ofrecieron la mano , y sin
decir una palabra , la condujeron rápidamente á palacio entre maldicio-
nes . Se creyó perdida al verse entre sus manos , creyendo que querían
entregarla al pueblo ó encerrarla sola en alguna prisión .
En seguida la asaltó otro temor ; no veía á su hijo... Le habrían
ahogado ¿o querían separarle de ella? Al fin le encontró felizmente ; le
habían cogido y llevado en brazos hasta sus habitaciones .
Excepción hecha de los grupos de furiosos que querían matar á los
guardias de corps , la actitud general de la multitud , aunque parecía
muy indignada , era en el fondo muy tranquila . Había pocos hombres
que ante una caída tan grande , ante semejante humillación , no experi-
600 J. MICHELET

mentasen alguna emoción , aun sin querer, y no se sintiesen profunda-


mente preocupados por los terribles caprichos del destino . Dos hechos
demostraron aquella mezcla tan natural de sentimientos contrarios . Un
realista , un diputado , M. de Guilhermy , indignado al ver que se obliga-
ba á todo el mundo á estar con la cabeza cubierta al pasar el rey , arrojó
su sombrero entre la multitud , gritando : « Atreveos á traérmelo . » Na-
die murmuró y fué respetado su valor ó su fidelidad . A las puertas del
palacio se repitieron las mismas escenas . Cinco ó seis mujeres de servi-
cio de la reina querían entrar en las Tullerías para recibirla ; los centine-
las las detenían, las verduleras los injuriaban gritándoles : « ¡ Esclavos de
la Austriaca ! » - « Oid , dijo una de aquellas mujeres , hermana de la señora
Compan; estoy de servicio de la reina hace quince años ; ella me dotó y
me casó; la he servido cuando era feliz y poderosa . En este momento
es desgraciada : creéis que debo abandonarla? ...» - «Tiene razón , excla-
maron las verduleras ; no debe abandonar á su señora , hagamos que en-
tre . » Rodearon al centinela , forzaron el paso y la hicieron entrar.
Tal era el pueblo , agitado por dos sentimientos contrarios , la hu-
manidad por una parte, por otra la indignación y la desconfianza (muy
fundada como se verá luego) . La escena verdaderamente lúgubre del re-
greso del rey había impresionado vivamente todos los espíritus . Aquella
noche , en el seno de las familias , las mujeres estaban afectadas y muchas
no quisieron cenar . A la mañana siguiente pasearon al delfin por la te-
rraza: un guardia nacional le tomaba en brazos para que le vieran mejor
desde el malecón , y el pobre niño echaba besos al pueblo . Ninguno de
los que le vieron dejó de emocionarse . La violencia verdadera ó simula-
da de los diarios no bastaba para combatir la sensibilidad pública .
Las Revoluciones de Paris trataban en vano de demostrar que el

rey monstruo tenía tan poco corazón , estaba tan poco afectado por su
situación , que desde el día siguiente al de su regreso se había puesto á
jugar por la noche , como de costumbre, con su hijo . Muchos ardientes
patriotas se indignaban contra ellos mismos , al ver que , leyendo la an-
terior noticia, se llenaban sus ojos de lágrimas .
EAU
USS
.RO

1778
J.J

.
CAPITULO XV

Indecisión, cambio de actitud de los principales actores políticos


(Junio 91).

Indecisión general. -Alternativas de la reina y de los realistas, de los Jacobinos, de Camilo Des-
moulins.-Actitud espectante de Danton, de Robespierre, de Petion , de Brissot.-Influencias
diversas que se disputan á Lafayette. -Discusión en casa de Larochefoucauld. -Opinión de
Sieyes. La señora de Lafayette .- Exaltación de las damas realistas.

Ya está el rey en las Tullerías . Comienza el apuro . La mayor par-


te de la gente creía saber lo que había qué hacer, y sin embargo nadie
lo sabía.
Parece que cuando las pasiones se hallan tan violentamente agita-
das, cada cual debe saber cuál es su propósito, lo que quiere y á lo que
aspira . La incertidumbre es grande . La vivacidad de las palabras ocul-
ta una gran indecisión de la voluntad . De aquí las resoluciones vagas ,
poco consecuentes . No debemos apresurarnos á tachar á los actores de
doblez sin son discordantes sus movimientos , si vacilan , si se inclinan
tan pronto á la derecha como á la izquierda ; el barco está en alta mar y
sus vaivenes son producidos por la tempestad .
Estas alternativas en las obras y en las palabras es tan general , que
las de la misma reina parecen, por un momento , revolucionarias . En
cuanto vuelve á ver á la señora Campan en las Tullerías , la habla de
Barnave con calor , con emoción ; le alaba , ¡ le justifica ante su camarera !
Acepta , sin reflexionar, en un momento de indiscreta expansión , el prin-
cipio de la Revolución : «Un sentimiento de orgullo, dice, que no puedo
censurar, le ha hecho aplaudir todo lo que allanaba el camino de los
honores y de la gloria para la clase en que ha nacido . No habrá perdón
para los nobles que (después de haber obtenido todos los favores, á me-
nudo con detrimento de los plebeyos de gran mérito) se han afiliado á la
Revolución... Pero si alguna vez volvemos á obtener el poder , el per-
dón de Barnave está de antemano grabado en nuestros corazones .» > -El
TOMO I 76
602 J. MICHELET

antiguo régimen está muy enfermo cuando la reina , llevada de un afec-


to particular , se convierte , sin notarlo , en apologista de la igualdad .
¿Pero es que la reina está convertida? De ningún modo . Se deja
llevar en este momento de una pasión , y en otro de una pasión contra-
ria . En el espacio de un mes la vemos cambiar tres veces de manera de
pensar , según que la mueven el miedo , el despecho ó la esperanza . Du-
rante el viaje , tiene miedo , se inclina á Barnave , le oye y le cree . En
las Tullerías está prisionera , se irrita , llama al extranjero en su auxi-
lio (7 Julio) . Después vislumbra un rayo de esperanza , se pone otra vez
en manos de Barnave , de los constitucionales y ruega á Leopoldo que no
haga nada (30 Julio) . Ya volveremos á ocuparnos de todo esto .
Esta variación tan extraña no es exclusiva de la reina . Se observa
en todos los personajes históricos que he podido estudiar . Para hacer su
historia , habría que remontarnos al héroe común , al modelo de la ma-
yor parte de los directores revolucionarios , á Mirabeau ; es el maestro
en materia de variaciones . Todas eran naturales para él ; en él se habían
reunido todos los principios contrarios ; la naturaleza había creado un
monstruo sublime é inmoral. Noble , aristocrata hasta lo ridículo , el con-
de experimentaba á ratos sacudidas republicanas de los Riquetti de
Marsella y de Florencia . Su curiosa historia de la monarquía, escrita
desde un calabozo , es ya implícitamente una apología de la República.
Realista , desde el momento en que ha quebrantado la realeza , hace dis-
cursos para la reina, lo que no le impide traducir para la Le Jay , su
querida y su editor , el libro de Milton , violentamente republicano ; sus
amigos le obligaron á quemar la edición . Débil para con sus amigos , sus
queridas y sus vicios , débil también por la opinión que tenía de los vi-
cios y de la debilidad de la Francia , consideraba la República , no como
la mayor edad natural á la que llega todo pueblo adulto , sino como una
crisis extrema , un recurso desesperado : «Si no son razonables , dijo , les
j ... una república . >»>
Podría escribirse un libro de las conversiones de su fiel discípulo , del
pobre Camilo . Al mismo tiempo se nos presenta á favor y en contra de
Mirabeau, á favor y en contra de los Lameth : no ha mucho , en el inter-
valo de dos horas , estrechaba la mano de Lafayette y lloraba por Robes-
pierre . Y no es que le faltasen osadía ni iniciativa . El 89 tuvo una gran-
de y hermosa , el llamamiento á las armas , la de la república . Al primer
golpe de vista encontraba la palabra verdad . Después obraba el corazón ,
débil , mudable , las influencias de los amigos ; iba á consultar á los que
amaba ó á los que admiraba y sólo conseguía dudar.
No abandona su primer maestro más que para buscar otro . Necesi-
ta siempre un oráculo , alguien que le hable desde arriba , que tenga
autoridad sobre él . Sin embargo , estos oráculos , estos grandes tácticos
en política , á pesar de sus maneras altaneras , le dejaban siempre sus-
pendido entre el sí y el no . Tenían en cuenta menos la situación gene-
ral que su interés personal , calculando si era tiempo de avanzar ó de
HISTORIA DE la revolución FRANCESA 603

retroceder, bordeando , expiando las corrientes de la opinión para dejar-


se llevar por ellas , aparentando dirigirlas .
La habilidad que demostraron Danton y Robespierre hablando
siempre sin declararse en pro ó en contra de la república es muy nota-
ble. La voz atronadora del uno , el dogmatismo del qtro , parece que debía
comprometerlos . De ninguna manera . Los dos miran atentamente á los
Jacobinos , no avanzan más que paso á
a paso.
paso . Había que ver lo que hacía
aquella poderosa sociedad ; esperar á saber lo que pensarían las socieda-
des afiliadas de las provincias; si se declaraban precipitadamente en uno
ó en otro sentido podían ponerse en contradicción con aquéllas y quedar-
se solos.
Las habilidades de estas sociedades influían poderosamente sobre la
sociedad de París ; debían fortificar una ú otra de estas fracciones , la
realista constitucional , compuesta principalmente de diputados de la ac-
tual Asamblea , ó la fracción independiente , compuesta , según se creía ,
de los miembros de la Asamblea futura.
La primera fracción imperaba hasta entonces . El 22 de Junio , el
cordelero Robert, refiriendo sencillamente á los Jacobinos « ¡ que ha ases-
tado un golpe contra la monarquía ! ... provoca indignación , impreca-
ciones >> : << Somos los amigos de la Constitución ... Es una infamia , etc. et-
cétera -contesta el club.
El 8 de Julio , como veremos , la sociedad parece que ha cambiado:
la fracción independiente se ha impuesto ; hace que se acepte la proposi-
ción para destituir al rey . ¿Quién ha podido en tan poco tiempo hacer
este cambio tan singular? Las maquinaciones de las sociedades de pro-
vincia , casi todas contrarias de la monarquía .
¿Y qué hicieron en este intervalo Danton y Robespierre? Se man--
tuvieron neutrales . Lo más curioso es que Danton hablaba siempre en
alta voz y con firmeza , pero era siempre prudente , aun enmedio de su
audacia . Su voz campanuda producía un efecto extraño , pareciendo
siempre que afirmaba . Casi no tuvo una palabra para el cordelero Ro-
bert . Respecto al rey , empleaba para salvarle un medio que más adelan-
te le produjo buen resultado para librar á Garat y á otros; para ello le
injuriaba , rebajándole , y declarando que estaba muy por debajo de la
justicia: « Sería un espectáculo horrible , decía , el que daríamos al uni-
verso, si teniendo facultad para escoger entre declarar á un rey criminal
ó imbécil , no escogiéramos esto último» . Y proponía, no un regente , si
no un consejo de interdicción . ¿Quién hubiera presidido este consejo más
que el duque de Orleans? Esta opinión proclamada con estentórea y te-
rrible voz, era la más apropósito para conciliarlo todo : salvaba la perso-
na de Luis XVI , reservaba al delfin , preparaba al duque de Orleans y
no desalentaba lo más mínimo á la República .
Robespierre no se atrevió á tanto . Dando á entender que no bas-
taba perseguir á los cómplices , que era preciso encontrar un culpable, 6
dicho de otro modo , que había que procesar al rey, no decía una palabra
604 J. MICHELET

respecto al gobierno que se tenía que constituir . La palabra vaga de re-


pública no le atraía : temía sin duda una república hechura de los comi-
tés de la Asamblea , presidida por Lafayette , etc. , etc. Por esto se man-
tenía á la espectativa ; su actitud , aunque negativa, era para él un lugar
seguro, desde donde estaba á ver venir. El 13 de Julio , cuando muchos
escritores y periodistas se habían declarado ya francamente , decía Ro-
bespierre á los Jacobinos : «Se me ha acusado de ser republicano , ha-
ciéndome con ello mucho honor: no lo soy . Si me hubieran acusado de
ser monárquico , me hubiesen deshonrado , pues tampoco lo soy .» Des-
pués , jugando el vocablo , traducía república cosa pública, y fingía
creer que esta palabra no significa ninguna forma de gobierno .
Petion , que era republicano convencido, y que había hecho profe-
sión de la república en el mismo coche de Luis XVI , creía , sin embargo ,
que no había llegado el momento de decidirse . Un día que varias perso-
nas se hallaban reunidas en su casa para saber lo que habría de propo-
nerse respecto al rey, Petion , para excusarse de manifestar su opinión ,
se puso á tocar el violín .
Brissot, que estaba entre los presentes , se incomodó y le recriminó
por aquella fingida indiferencia . Pero él mismo tardaba en avanzar . To-
davía el 26 de Junio se contentaba con copiar en su Patriola los artícu-
los de los demás diarios , prometiendo dar su opinión más adelante . El
25 se enfada y se irrita contra Lameth , que le acusaba de propagar la
república y de haber dirigido correos solicitando las señas de los repu-
blicanos. Šin duda trabaja ya , pero no quiere que se trasluzca . El 27 su
joven amigo Girey-Dupré, persona de toda su confianza , audaz y entu-
siasta , pide terminantemente á los Jacobinos «que se procese al rey».
Por fin el 1. ° de Julio , pide Brissot en su diario la destitución de
Luis XVI .
Brissot esperaba á Lafayette ; le creía republicano . Había obte-
nido su promesa de que le ayudaría pecuniariamente y propagaría su
diario . Explicaba la unión momentánea de Lafayette á los de Lameth
por lo peligroso de la crisis y la necesidad de concentrar todas las fuer-
zas para defender el orden . Puede que en efecto , Lafayette no estuviese
irrevocablemente decidido . Probablemente para decidirle por la monar-
quía su amigo íntimo Larochefoucauld convocó en su casa una reunión
de diputados y puso sobre el tapete la cuestión de la república. Aquel
gran señor había sido antes de la Revolución el amigo, el padre de los
filósofos , el centro y el apoyo de todas las sociedades filantrópicas . Ha-
bía profesado con entusiasmo las ideas del 89 ; pero el 91 se asustó y
hubiera querido retroceder. Hizo discutir solemnemente en su casa la
tesis de la república ante aquellos que aun vacilaban , queriendo termi-
nar con un debate contradictorio , el debate interior que agitaba sus es-
píritus . El realista Dupont de Nemours hizo (como se hace en las contro-
versias teológicas) el abogado del diablo , quiero decir , de la república .
El diablo , como sucede siempre en casos semejantes, fué vencido sin
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 605

dificultad, y juzgada imposible la república , fué Francia declarada rea-


lista.
En aquella discusión aseguraba Larochefoucauld que sentía una
preferencia natural por la república ; era él el primero que , en otro tiem-
po , había hecho traducir las constituciones de los Estados Unidos . Pero
al fin se daba por vencido . Francia era realista , y ella misma lo había
dicho en las actas del 89. Esta era también la opinión de la gran autori-
dad de aquel tiempo , el oráculo Sieyes , al que no dejaba de consultarse
en todas las ocasiones solemnes , y que en esta dijo y publicó que el go-
bierno monárquico era el que daba más libertad al individuo . La liber-
tad, en concepto de Sieyes , la que quería para él y para los otros , era
esa libertad pasiva, inerte, egoísta , que entrega al hombre á un epicu-
rismo solitario , la libertad de gozar únicamente , la libertad de no hacer
nada , de soñar ó de dormir, como un inonje en su celda , ó como un gato
sobre una almohada . Para esta libertad se necesitaba una monarquía .
¡ Extraña fuerza del egoísmo ! El político matemático , que no hablaba
más que de calcular toda la acción social , se entregaba, falto de valor ,
al gobierno monárquico , es decir al capricho de la individualidad y de la
naturaleza que nadie puede calcular . Verdad es que esta monarquía era
una monarquía especial, un misterio que no entendía nadie . Unicamente
Sieyes se daba cuenta de ella ; su monarca era una especie de Epicuro,
que carecía de toda acción y sólo tenía el poder de elegir . En aquella
época , ya había concebido el singular sistema que luego propuso á Bo-
naparte , y del que éste se burló .
Lafayette, además de Sieyes , además de Larochefoucauld y de to-
dos los amigos de la misma casta , Lafayette tenía á su lado otro aboga-
do muy poderoso de la monarquía . Nos referimos á la señora de Lafa-
yette, esposa digna , virtuosa , amante, pero peligrosa para su marido
por su vehemente devoción al trono . Hija de Noailles , no participaba
en lo más mínimo del entusiasmo revolucionario de algunos de sus pa-
rientes . Unida estrechamente á los señores de Noailles y de Agen , era
de una piedad ardiente , como lo demostró al morir en 1794. Estas se-
ñoras visitaban mucho el convento de Miramiones , uno de los principa-
les focos del fanatismo en aquella época . Mujeres amables , apasionadas ,
poderosas por sus virtudes , rodeaban á Lafayette y le hacían una dulce
guerra sorda , que era por ello más terrible. Sobre todo su esposa no le
perdonaba que se constituyera en carcelero del rey . Su piadosa resigna-
ción no pudo triunfar de este resentimiento , y en Mayo del 91 salió
precipitadamente de París y se refugió en Auvernia . (1 ) Esta brusca
partida divirtió mucho á los parisienses y la relacionaban con la de la
duquesa de Orleans , quien justamente en aquella misma época , huía
igualmente de su marido .
Otra causa la obligaba también á alejarse . Debía estar cansada del

(1) Véanse las cartas de madama Roland á Bancal. Véase también á Lafayette; tomo 3.º, 177.
606 J. MICHELET

entusiasmo romántico con que las señoras obsequiaban al héroe de dos


mundos . Muchas declaraban francamente que estaban enamoradas de
él , que no podían vivir sin su retrato . Era un dios , un salvador . Y á
título de tal le rogaban y le suplicaban que salvase á là monarquía.
«¡Ah! señor Lafayette , salvad á nuestro pobre rey.» A pesar de lo ra-
zonable , de lo flemático , del frío temperamento americano que aparen-
taba el rubio general , era excesivamente comprometedor y difícil , aun
para el hombre más sensato , ver á tantas mujeres hermosas llorar en
vano á sus pies .
Las mujeres , fuerza es confesarlo, se mostraban en esta ocasión
mucho más decididas que los hombres . Ellos fluctuaban entre ideas
opuestas , mientras ellas se dejaban llevar por el sentimiento y no vaci-
laban . Para ellas los partidos eran religiones que profesaban de todo co-
razón . Las señoras realistas amaban antes de lo de Varennes ; después
adoraban . Aquella gran falta y aquella gran desgracia eran para ellas
un motivo para que aumentase su adoración . La reina había llegado
á ser á sus ojos un motivo de idolatría . Lloraban debajo de sus venta-
nas , hubieran querido estar encerradas con ella , como madama Lamba-
lle , á quien la reina , á su regreso , la había dado un rizo de sus cabellos
con esta divisa : « Encanecidos por la desgracia» . La pobre joven, casada
en otro tiempo , abandonada por su marido como más adelante por la
reina , permanecía atada al peligro , instrumento dócil de las intrigas
políticas , víctima predestinada para el odio popular .
Pero también el peligro era el que incitaba á las mujeres . La prue-
ba de ello se vió el primer día que la reina pudo ir al teatro , día de lu-
cha entre los palcos realistas y el patio jacobino . La encantadora Du-
gazon , en aquel palenque de los partidos , servidora humilde del públi-
co y con mucha exposisión , se atrevió sin embargo á aprovechar una
frase del papel que representaba para dar expansión á los sentimientos
de su alma; se adelantó hacia el palco real , convulsa de amor y de
audacia, y pronunció estas palabras que poco después podían costaría la
vida : «¡Ah! ¡ cuánto amo á mi señora ! >>
CAPITULO XVI

La sociedad en el 91.- El salón de Condorost .

Dos religiones frente a frente : el ídolo y la idea. —Reinado del sentimiento de las mujeres. —El espí-
ritu de imitación confundido con el ideal. -Tendencias elevadas de las mujeres . Intervienen en
la vida política Genlis, Staël, Keralio, Georges, etc. -El salón de madama Condorcet; noble
influencia de ésta sobre su marido. Su republicanismo (Julio 91 ) . Su situación ambigua y con-
tradictoria.

Casi enfrente de las Tullerías , en la orilla opuesta del río , á la vista


del pabellón de Flora y del salón realista de madama Lamballe, está el
palacio de la Moneda . Allí hubo otro salón , el de Condorcet , llamado
por un contemporáneo el foco de la república .
En el salón europeo del ilustre secretario de la Academia de Cien-
cias , del último de los filósofos , se concentró , efectivamente , desde to-
dos los países del mundo , la idea republicana de la época . Allí fermen-
tó, allí tomó cuerpo y figura y allí encontró sus fórmulas. La iniciativa
Ꭹ la idea primera pertenecía , ya lo hemos dicho , desde el 89 á Camilo
Desmoulins .
En Junio del 91 , Bonneville y los Cordeleros lanzaron el primer
grito . Ahora vamos á ver á madama Roland dotando á la idea republi-
cana de la fuerza moral de su alma estoica y de su encanto apasio-
nado .
No somos de los que exageran la influencia individual . Para nos-
otros el fondo esencial de la historia está en el pensamiento popular . Sin
duda alguna la república flotaba en este pensamiento . Casi todo el
mundo la sentía en Francia en estado negativo , bajo esta fórmula : El
rey es ya imposible . Muchos lo habían dicho ya en forma positiva: La
Francia en adelante debe gobernarse ella misma . Sin embargo , para
que esta idea , general todavía , adquiriera su fórmula especial y aplica-
ble, era preciso que fermentase en un foco reducido , que adquiriera ca-
lor y luz, que del choque de las discusiones brotase el rayo .
608 J. MICHELET

Al llegar aquí, tengo que detenerme y examinar seriamente la so-


ciedad de aquel tiempo . Dejaría esta historia obscura si refiriera los ac-
tos exteriores sin referir sus móviles . Juzgado solamente por los he-
chos , al ver la indecisión de los directores de la política , tal como la
hemos visto ahora mismo , ¿quién sospecharía un mundo tan ardiente y
tan apasionado?
En buen hora pueden reprocharme lo que alguien juzgará como
una digresión , y que no es más que el corazón del asunto y el fondo
del fondo . La primera condición de la historia es la verdad . No sé si la
construccion severamente geométrica tan del gusto de nuestros moder-
nos es siempre compatible con las profundas exigencias de la naturaleza
viva . Ellos emplean siempre la línea recta y los ángulos rectos ; la na-
turaleza , en el orden orgánico , procede siempre valiéndose de la curva.
Veo también que mis maestros , los hijos primogénitos de la naturaleza ,
los grandes historiadores de la antiguedad , en vez de seguir servilmen-
te la vía recta geométrica del viajero despreocupado que no tiene más
objeto que llegar , en vez de recorrer la árida superficie, se detienen á
cada momento, y en caso necesario vuelven atrás , para hacer grandes
y fecundas excavaciones en el seno de la tierra.
También yo penetraré en el fondo y buscaré las aguas vivas , que
al brotar animarán esta historia .
Lo que caracteriza al 91 , es que los partidos se convierten en reli-
giones . Dos religiones se colocan frente á frente , la idolatría devota y
realista Ꭹ el ideal republicano . En una , el alma irritada por un senti-
miento de piedad retrocede violentamente hacia el pasado que la dispu-
tan, y se aferra á los ídolos de carne , á los dioses materiales que tenía
casi olvidados . En otra el alma se exalta y tiende al culto de la idea
pura ; nada de ídolos , no hay más religión que el ideal , la patria , la li–
bertad.
Las mujeres , menos influídas que nosotros por las costumbres so-
físticas y escolásticas , avanzaban más que los hombres en estas dos re-
ligiones . Era un espectáculo noble y conmovedor verlas , no sólo las pu-
ras, las irrepochables , sino también las menos dignas , siguiendo un no-
ble impulso hacia lo bello , desinteresadamente , tomando á la patria por
amiga del corazón : al derecho eterno por amante .
¿Es que cambiaron entonces las costumbres? No, pero es que el
amor tendió su vuelo hacia más elevadas esferas . La patria , la libertad ,
la dicha del género humano se han apoderado de los corazones femeni-
les . La virtud de los tiempos romanos, si no está en las costumbres , es-
tá en la imaginación , en el alma , en los nobles deseos . Miran á su al-
rededor buscando los héroes de Plutarco ; los quieren y los harán . Ya no
basta, para agradarlas , hablar de Rousseau y de Mably. Vivas y since-
ras , tomando las ideas en serio , quieren que las palabras se conviertan
en hechos . Siempre amaron la fuerza . Comparan el hombre moderno
con el ideal de fuerza antiguo que llevan en su mente . Nada , quizás , ha
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 609

contribuído tanto como esta comparación , esta exigencia de las mujeres


á precipitar á los hombres , á apresurar el curso rápido de nuestra revo-
lución .
¡ Era tan ardiente aquella sociedad ! Parécenos al entrar en ella ,
que sentimos su caluroso aliento .
En nuestros días hemos visto actos extraordinarios , admirables ab-
negaciones de multitud de hombres que hacían el sacrificio de sus vidas ;
y sin embargo, cada vez que hago abstracción del presente y que pienso
en el pasado , en la historia de la Revolución , encuentro mucho más ca-
lor; la temperatura es muy diferente . ¿Qué acaso el globo se habrá en-
fríado desde entonces?
Algunos hombres de aquella época me habían explicado la diferen-
cia , pero no les había entendido . Con el tiempo , á medida
. que entraba
en los detalles , estudiando no tan solo la mecánica legislativa , sino el
movimiento de los partidos , no solo los partidos , sino los hombres , las
personas , las biografías individuales , he comprendido entonces el senti-
do de las palabras de aquellos ancianos .
La diferencia entre los dos tiempos se condensa en una palabra : Se
amaba. El interés , la ambición , las eternas pasiones de los hombres ,
estaban en juego como hoy ; pero el amor se llevaba la parte más fuer-
te. Tómese esta palabra en todos sus sentidos , el amor á la idea , el amor
á la mujer , el amor á la patria y al género humano . Amaron lo bello
que pasa y lo bello que permanece , una aleación de dos sentimientos
tan puros y tan fuertes como el oro y el bronce de Corinto.
El 91 reinan las mujeres por el sentimiento, por la pasión , y tam-
bién hay que decirlo , por la superioridad de su iniciativa. Jamás , ni
antes ni después , tuvieron tanta influencia . En el siglo XVIII , con los
enciclopedistas , la inteligencia dominó la sociedad ; más adelante será
la acción , la acción mortífera y terrible . El 91 domina el sentimiento y
por consecuencia la mujer .
El corazón de Francia late vigorosamente en aquella época . La
emoción ha ido en aumento desde Rousseau . Primero sentimental , so-
ñadora , época de expectación inquieta , como la hora anterior á la tem-
pestad, como en un corazón joven el amor indefinido antes del amante .
Hálito inmenso, el 89'palpitan todos los corazones ... Después el 90 , la
Federación, la fraternidad , las lágrimas ... El 91 , la crisis , el debate , la
discusión apasionada . Pero en todas partes las mujeres , en todas par-
tes la pasión individual en la pasión pública ; el drama privado y el
drama social van confundiéndose , entrelazándose ; tejiéndose los dos hi-
los juntos: ¡ ay! muy pronto , ahora mismo , serán cortados juntos .
El principio fué hermoso . Las mujeres , (demasiado se ha olvidado) ,
se iniciaron en las ideas de la libertad bajo la influencia del Emilio , es
decir por la educación , por las esperanzas , por las aspiraciones de la ma-
ternidad, por todas las cuestiones que suscita el niño en el corazón de
una mujer desde que nace , ¿qué digo? en el corazón de una joven mu-
TOMO I 77
610 J. MICHELET

cho antes de ser madre . « ¡ Ah ! que sea feliz este niño , que sea bueno y
grande! ¡ que sea libre ! ... Santa y antigua libertad madre de los he
roes, ¿vivírá mi hijo á tu sombra?...» He aquí los pensamientos de las
mujeres , y he aquí por qué en las plazas, en los jardines donde el niño
juega á la vista de su madre, ó de su hermana , las veis leer pensati-
vas... Qué libro es ese que ha ocultado la joven en su seno presurosa
á vuestra llegada? ¿Qué novela? ¿La Heloisa? No: acaso las Vidas de
Plutarco , ó el Contrato social.
Circulaba entonces una leyenda inglesa , que produjo entre nues-
tras francesas una gran emulación política . Mistres Macaulay, la his-
toriadora eminente de los Estuardos , había inspirado al viejo sacerdote
Williams tanta admiración por su talento y su virtud , que había con-
sagrado una estatua suya de mármol , en una iglesia , como diosa de la
Libertad .
Todas las mujeres ilustradas aspiraban entonces á ser la Macaulay
de Francia . La diosa inspiradora se encuentra en todos los salones.
Ellas dictan , corrigen , reforman los discursos que al día siguiente de-
ben ser pronunciados en los clubs y en la Asamblea nacional . Van á oir-
los á las tribunas ; asisten como jueces apasionados , animan con su pre-
sencia al orador débil ó tímido . Que se ponga este en pie y que mire...
¿No es aquella la graciosa sonrisa de madama Genles , entre sus seducto-
ras hijas , la princesa y Pamela? ¿Y aquellos ojos negros , ardientes no
son los de madama Stael? ¿Como es posible que decaiga la elocuencia?...
¿Puede faltar el valor ante madama Roland?
Entre las mujeres escritoras , ninguna quizás avanzó con un ardor
más impaciente que una dama bretona , viva , espíritual , ambiciosa , la
señorita Keralio . Había vivido largo tiempo una vida de trabajos . Edu-
cada por su padre , hombre de letras y profesor de la Escuela militar,
había traducido mucho , recopilado y escrito una gran historia , la de la
época anterior á los Estuardos de mistres Macaulay , la historia del rei-
nado de Isabel . Casada con un patriota más entusiasta que ilustrado ,
con el cordelero Robert , le hizo escribir, desde Enero del 91 El repu-
blicanismo adaptado á la Francia . Figuraba en primera línea sobre el
altar de la patria durante la terrible escena del Campo de Marte que he-
mos de referir .
Otra mujer, la brillante improvisadora Olimpia de Gouges , que co-
mo Lope de Vega dictaba una tragedia por día , sin saber, según dice
ella misma , ni leer ni escribir , se declaró republicana , impresionada por
lo de Varennes y por la traición del rey . Antes era realista , y más ade-
lante lo volvió á ser al ver en peligro á Luis XVI , ofreciéndose á de-
fenderle . Sabía , al hacer este ofrecimiento , adonde podía llevarle . Suya
es aquella hermosa frase que pronunció reclamando los derechos de las
mujeres: «Tienen sin duda el derecho de subir á la tribuna, puesto que
tienen el derecho de subir al cadalso » .
Esta entusiasta hija de Languedoc había organizado varias socie-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 61.1

dades de mujeres , y su número aumentaba considerablemente . En el


círculo social , donde se reunían hombres y mujeres , una holandesa dis-
tinguida, madama Palm-Aeder ; pidió solemnemente para su sexo la
igualdad política . Fué sostenida y apoyada su tesis por el hombre
más grave de la época , el que más que nadie hallaba en la mujer inspi-
raciones de la libertad . Hablemos de él detenidamente .
El último de los filósofos del gran siglo XVIII , el que sobrevivía á
todos para ver realizadas sus teorías , era Condorcet , secretario de la
Academia de Ciencias , el sucesor de Mr. Alembert, el último corres-
ponsal de Voltaire , el amigo de Turgot . Su salón era el centro natural
de la Europa inteligente . Todas las naciones y todas las ciencias tenían
allí su puesto . Los extranjeros ilustres , después de haber estudiado las
teorías de Francia , iban allí á discutir la manera de aplicarlas . Allí es-
taban el americano Tomás Payne , el inglés Williams , el escocés Mac-
kintosh, el ginebrino Dumont , el alemán Anacharsis Clootz , este últi-
mo fuera de su centro en aquel salón ; pero el 91 todos iban allí y todos
estaban mezclados . En un ángulo , invariablemente , se hallaba el amigo
asiduo , el médico Cabanis , enfermo y meláncolico , que había trasladado
á aquella casa el afecto profundo que había sentido por Mirabeau .
Entre aquellos pensadores eminentes se destacaba la noble y virgi-
nal figura de madama Condorcet , á la que hubiera tomado Rafael por
modelo para representar la metafísica . Era toda luz ; todo parecía que se
iluminaba , que se depuraba con su mirada . Había sido abadesa y se la
hubiera tomado por una noble doncella mejor que por una dama . Tenía
entonces veintisiete años (veintidós menos que su marido) . Acababa de
publicar sus Cartas sobre la simpatia , libro de fino y delicado análisis ,
en el que bajo el velo de una reserva extremada , se adivina sin embargo
la melancolía de un corazón joven al que ha faltado alguna cosa . Equivo-
cadamente se ha supuesto que había ambicionado los honores y el favor
de la corte , y que despechada se lanzó á la Revolución . Nada más im-
propio de un carácter semejante .
Menos inverosímil es lo que se dijo también , que antes de casarse
con Condorcet le había manifestado que su corazón no era libre , que
amaba sin esperanza . El sabio oyó esta confesión con bondad paternal y
la respetó . Dos años enteros , según la misma tradición , vivieron como
dos espíritus , y hasta el 89 , en el hermoso momento de Julio , no vió ma-
dama Condorcet toda la pasión que sentía aquel hombre tan aparente-
mente frío; entonces comenzó á amar al gran ciudadano , al alma tierna
y profunda que conservaba como si fuera su propia felicidad la esperanza
de la felicidad de la especie humana . Entonces le encontró joven, con
la juventud eterna de aquella gran idea , de aquella hermosa aspiración .
El único hijo que tuvieron nació nueve meses después de la toma
de la Bastilla , en Abril del 90 .
Condorcet, que tenía entonces cuarenta y nueve años , se rejuvene-
cía con aquellos grandes acontecimientos ; entregaba una nueva vida
612 J. MICHELET

por tercera vez . Había vivido primero para las matemáticas con Alem-
bert, después para la crítica con Voltaire , y ahora se embarcaba para
surcar el océano de la política . Había soñado con el progreso; hoy tra-
taba de realizarlo ó por lo menos de consagrarse á él . Toda su vida ha-
bía ofrecido una alianza notable entre dos facultades que raramente se
encuentra unidas , la razón y la fe inquebrantable en el porvenir. Firme
contra el mismo Voltaire cuando le pareció éste injusto , amigo de los
Economistas , sin que lo fuera ciegamente , conservó del mismo modo su

ALEJANDRO DE LAROCHEFOUCAULD

independencia respecto de la Gironda . Todavía se lee con admiración su


defensa de París contra el prejuicio de las provincias , que fué el de los
girondinos .
Aquel gran espíritu estaba siempre pronto , dispuesto , dueño de si
mismo . La puerta de su casa siempre abierta , por abstracto que fuese el
trabajo á que se dedicara .
En un salón , enmedio de la multitud , pensaba siempre , jamás pa-
decía una distracción . Hablaba poco, todo lo oía , todo lo aprovechaba;
nunca se olvidó de nada . Sobre cualquier especialidad que se le exami-
nase , resultaba más especialista que el examinador. Las mujeres se ad-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 613

miraban , se asustaban al ver que sabía hasta la historia de sus modas


en todos sus detalles y remontándose hasta su origen . Era muy frío en

La tertulia de Madama Roland

apariencia, jamás tenía expansión con nadie . Sus amigos no sabían la


amistad que les profesaba más que por el ardor extremado con que se-
cretamente les hacía favores . «Es un volcán bajo la nieve» , decía Alem-
bert. Se contaba que siendo joven había estado enamorado , y no siendo
614 J. MICHELET

correspondido , estuvo á punto de suicidarse . De más edad entonces y


más maduro , pero en el fondo no menos ardiente , sentía por su Sofía
un amor contenido , inmenso , una de esas pasiones tanto más profundas
cuanto más tardías , más grandes que la misma vida , insondables.
Sofía era digna de ser amada así. Sin hablar de la admiración uni-
versal que inspiraba á los hombres de aquella época , citaré un hecho
grande, sagrado. Cuando el infortunado Condorcet, perseguido como una
fiera , oculto en un asilo poco seguro , se destrozaba el corazón atormen-
tado con sus propios pensamientos y escribía su apología , su testamento
político , su mujer le inspiró la idea sublime de abandonar aquellas luchas
mezquinas , dejando á la posteridad el cuidado de rehabilitarle , y le acon-
sejó que se dedicara tranquilamente á escribir el Boceto de un cuadro de
los progresos del espiritu humano . La atendió y escribió aquel noble li-
bro de la ciencia infinita , de amor sin límites á los hombres de esperan-
za exaltada , consolándose de su cercana muerte por la más conmovedora
de las ilusiones : la de que por el progreso de las ciencias se llegará á su-
primir la muerte .
Qué tiempos más nobles y cuán merecedoras de ser amadas fueron
aquellas mujeres, dignas de que los hombres las considerasen al par de
los demás ideales , ¡ la patria y la virtud ! ... ¿Quién no recuerda aún aquel
almuerzo fúnebre en que por última vez los amigos de Camilo Desmou-
lins le regaron que suspendiera su Viejo Cordelero y que aplazase su
demanda del Comité de la clemencia? Su Lucila , olvidando que era espo-
sa y madre , le echó los brazos al cuello , diciendo : « Dejadle , dejadle que
siga su destino . >>
Así consagraron ellas el matrimonio y el amor , levantando la fati-
gada frente del hombre en presencia de la muerte , dándole vida , guián-
dole hacia la inmortalidad ...
También ellas serán inmortales . Siempre los hombres del porvenir
sentirán no haber visto á aquellas heroicas y encantadoras mujeres .
Siempre quedará unido su recuerdo á las más nobles ilusiones del cora-
zón , como modelo del amor eterno .
Había como una sombra de aquel trágico destino en las facciones
y en la expresión de Condorcet . De aspecto tímido (como el del sabio
siempre solitario aun enmedio de los hombres) tenía en su fisonomía al-
go triste, como de víctima resignada .
La parte superior de su rostro era hermosa . Sus ojos nobles y de
dulce mirada , llenos de seria idealidad , parecía que mirasen al fondo del
porvenir . Y sin embargo , su frente , era capaz para contener toda la cien-
cia , parecía un almacén inmenso , un tesoro completo del pasado .
Como hombre era , preciso es confesarlo , más grande que fuerte.
Se adivinaba en su boca algo tierna y un poco colgante . La universa-
lidad que esparce el espíritu sobre todos los objetos es una causa de
enervacion . Agréguese á esto que había vivido en el siglo XVIII , cuyo
peso soportaba . Había presenciado todas las disputas , las grandezas y
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 615

las pequeñeces y tenía fatalmente sus contradicciones . Sobrino de un


obispo muy jesuíta , y educado por él , debía mucho también á los Laro-
chefoucauld . Aunque pobre era noble y marqués de Condorcet . Naci-
miento, posición , relaciones , todo lo unía al antiguo régimen . Su casa ,
su salón, su mujer, presentaban el mismo contraste .
Madama Condorcet , hija de Grouchy , abadesa primero , discípula
cntusiasta luego de Rousseau y de la Revolución , abandonando su posi-
ción semieclesiástica para presidir un salón que era el centro de los li-
brepensadores , pacecía una aristocrata sacerdotisa de la filosofía .
La crisis de Junio del 91 debía decidir á Condorcet , poniéndole en
el caso de tomar una resolución . Era preciso escoger entre sus relacio-
nes y sus precedentes de una parte y sus ideas de otra . Por lo que se
refiere á los intereses , no tenía valor para hombre de tal clase . Lo único
acaso que hubiera podido conmoverle , es que la república , rebajando to-
das las grandezas convencionales y realzando otro tanto los méritos na-
turales , hubiera convertido en reina á su Sofía.
Mr. de Larochefoucauld , su amigo íntimo , no perdía la esperanza
de neutralizar su republicanismo con el de Lafayette . Creía que fácil-
mente convencería al sabio modesto , al hombre dulce y tímido al que su
familia había protegido en otro tiempo . Llegó á decirse que Condorcet
profesaba las ideas realistas de Sieyes . De este modo se le comprometía ,
al mismo tiempo que se le ofrecía como tentación la perspectiva de nom-
brarlo ayo del delfin .
Probablemente estos rumores le decidieron á declararse acaso más
pronto de lo que él hubiera querido . El 1.º de Julio hizo anunciar por la
Boca de hierro que hablaría en el Círculo social de la república . Esperó
hasta el 12 y no lo hizo sin cierta reserva . En un ingenioso discurso re-
futó varias objeciones triviales de las que se hacen á la república , aña-
diendo , sin embargo , estas palabras que causaron mucha admiración :
« Si á pesar de todo se reserva el pueblo el reunir una Convención para
que decida si se conserva el trono, si la herencia continúa un corto nú-
mero de años entre dos Convenciones , la monarquía en ese caso no es
esencialmente contraria á los derechos de los ciudadanos ...» Aludiendo
al rumor que circulaba de que debían nombrarle ayo del delfín , decía
que en este caso le enseñaría á saber prescindir del trono .
Esta aparente indecisión no fué muy del gusto de los republicanos
y chocó á los realistas . Aun se resintieron estos mucho más cuando se
repartió en París un folleto ingenioso , burlón , escrito por un hombre
tan serio . Condorcet fué probablemente el eco y el secretario de la so-
ciedad de jóvenes que frecuentaban su salón .
El folleto era una Carta de un joven mecánico , que por una módica
cantidad se comprometía á fabricar un excelente rey constitucional .
<<Este rey , decía , desempeñaría admirablemente las funciones de un
monarca, asistiría á las ceremonias , se sentaría de manera decorosa y
oiría misa por medio de cierto resorte , tomaría de manos del presidente
616 J. MICHELET

de la Asamblea la lista de los ministros que designase la mayoría... Mi


rey no sería peligroso para la libertad; y sin embargo , conservándole
con cuidado , sería eterno , lo cual es mucho mejor que ser hereditario.
Hasta podría ser declarado inviolable sin injusticia y considerarle infa-
lible sin incurrir en un absurdo .»
>
Cosa digna de notar : este hombre reposado y grave , que por un
chiste se lanzaba al mar de la Revolución , no ignoraba ninguno de los
peligros que iba á afrontar . Lleno de fe en el porvenir lejano de la es-
pecie humana , fiaba menos en el presente , no se hacía ninguna ilusión
sobre la situación actual y veía muy bien sus riesgos . Los temía , no
por él (hacía con gusto el sacrificio de su vida) ; sino por aquella mujer
adorada, por aquel niño inocente, nacido en el momento sagrado de Ju-
lio . Se había informado , hacía ya algunos meses , del puerto por donde,
en caso necesario , podría poner en salvo á su familia y había elegido el
de Saint- Valery .

TION
NERA DE LA
REGE Lo
ANC
AIS
E

A
30 OUT 1793
CAPITULO XVII

(CONTINUACIÓN)

Madama Roland .

Viaje de la familia Roland á París. -Mérito de Roland.-Su mujer dirigida por él. - Belleza y virtud
de Madama Roland. -Su emoción ante el espectáculo de la Federación, en Julio del 90. Su
pasión, su saber, Octubre del 90 -C mbio de pasión.-Llega á París, Febrero del 91.- Po-
tencia de su impulso. Encuentra ya fatigados à la mayor parte de los directores de la políti-
ca.-Lozanía de su talento, su fuerza y su fe, Junio y Julo del 91.

Para querer la república , para inspirarla , para hacerla , no bastaba


un corazón noble y un gran talento . Era preciso otra cosa más... ¿Cuál?
Ser joven, poseer esa juventud del alma , ese ardor de la sangre , esa
ceguera fecunda que ve como si estuviera en el mundo lo que aún no
existe más que en el alma, y que al verlo , lo crea... Era preciso te-
ner fe.
Se necesitaba cierta armonía , no sólo de voluntad y de ideas , si no
también de costumbres y de hábitos republicanos ; tener uno mismo la
república moral , la sola que legitima y funda la república política ; quie-
ro decir, poseer el gobierno de sí mismo , su propia democracia ; hallar su
libertad en el cumplimiento del deber ... Y se necesitaba además , lo
cual parece que está en oposición con lo expuesto, que un alma de esta
suerte virtuosa y fuerte tuviese un movimiento apasionado que la obli-
gase á salir de sí misma , impulsándola á obrar.
En los días aciagos de desfallecimiento y de fatiga , cuando la fe
revolucionaria decaía , varios diputados y periodistas de los principales
de aquella época iban á adquirir fuerza y valor á una casa en que jamás
faltaban aquellas cosas; á una casa modesta , el hotelito británico de la
calle Guenegaud, cerca del Puente Nuevo . Esta calle , bastante sombría ,
por la que se va á la de Mazarino , aún más sombría , no tiene más vis-
tas que las interminables paredes de la Monnaie . Se subía al piso terce-
TOMO I 78
618 J. MICHELET

ro, y allí se encontraba invariablemente á dos personas que trabajaban


juntas , monsieur y madama Roland , recién llegados de Lyón . En el sa-
loncito no había más que una mesa sobre la que escribían los dos espo-
sos ; en la alcoba , por entre las puertas medio abiertas , se veían dos le-
chos . Roland tenía cerca de sesent años , ella treinta y seis y aparenta-
ba muchos menos ; él parecia el padre de su mujer . Era un hombre bas-
tante alto y delgado , de aspecto austero y apasionado . Aquel hombre ,
que fué excesivamente supeditado á la gloria de su mujer, era un ar-
diente ciudadano que llevaba la Francia en su corazón , uno de aquellos
antiguos franceses de la raza de los Vauban y de los Boisguilbert , que
aun en tiempos de la monarquía, ya trabajaban de la única manera en-
tonces posible por la santa idea del bienestar público . Inspector de ma-
nufacturas , había pasado toda su vida trabajando , haciendo viajes para
mejorar en lo posible nuestras industrias . Había publicado la relación
de algunos de sus viajes y diversos tratados ó memorias relativas á ofi-
cios diversos . Su hermosa y animosa mujer, sin que la repugnase la
aridez de tales asuntos , copiaba , traducía y recopilaba para él . El Arte
del hornaguero , el Arle del fabricante de lana rasa y seca , el Diccio-
nario de las manufacturas habían ocupado las bonitas manos de mada-
ma Roland, absorbiendo sus mejores años sin otra distracción que el na-
cimiento y la lactancia del único hijo que tuvo . Intimamente asociada á
los trabajos y á las ideas de su marido , le profesaba una especie de cari-
ño filial , hasta el punto de prepararle ella misma sus alimentos ; siendo
necesaria una alimentación especial , pues el estómago del anciano esta-
ba delicado por el exceso del trabajo .
Roland en aquella época no se valía de su mujer para la redacción
de sus escritos ; más adelante , cuando fué ministro , estando agobiado
por múltiples ocupaciones, es cuando recurrió á su colaboración . Ella
no tenía afán de escribir , y si la Revolución no hubiera ido á sacarla de
su retiro, se hubieran perdido aquellas cualidades , el talento y la elo-
cuencia tan estérilmente como su belleza .
Cuando se reunían aquellos políticos , madama Roland no interve-
nía en sus discusiones; continuaba su trabajo ó escribía cartas ; pero si
como sucedía con frecuencia , recurrían á ella , entonces hablaba con tal
vivacidad , se expresaba con tal propiedad y en forina tan graciosa y
persuasiva , que causaba admiración . « El amor propio hubiera querido
encontrar afectación en lo que decía ; pero no había medio , era sencilla-
mente una naturaleza demasiado perfecta . »>
A primera vista se hubiera creído ver en ella la Julia de Rousseau ;
pero no era la Julia , ni la Sofía : era madama Roland , una hija de Rous-
seau ciertamente , más legítima todavía acaso que las que nacieron de
su pluma . Esta no era como aquéllas una doncella noble . Manon Phil-
pon , que así se llamaba cuando soltera (lo siento por los que no gustan
de nombres plebeyos) , fué hija de un grabador, y se dedicó al grabado
mientras permaneció en el hogar paterno . Descendía del pueblo : se adi-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 619

vinaba fácilmente en su coloración sanguínea , menos pronunciada en-


tre las clases aristocráticas; sus manos eran bonitas , pero no pequeñas ;
la boca un poco grande , la barba levantada , el talle elegante , de formas
pronunciadas, con una riqueza de seno y de caderas que raramente se
observa entre las damas .
En otro punto difería también de las heroínas de Rousseau ; en que
no tuvo sus debilidades . Madama Roland fué virtuosa , sin que la ablan-
daran la inacción ó el desvarío en que languidecen las mujeres ; fué tra-
bajadora y activa en sumo grado : el trabajo fué para ella el guardián
de su virtud . Una idea sagrada , el deber , preside aquella hermosa exis-
tencia desde el nacimiento hasta la muerte; ella misma lo asegura en sus
últimos momentos , en la hora en que no se miente . «Nadie , dice , ha
conocido la voluptuosidad menos que yo . »-Y en otra parte añade : « He
mandado en mis sentidos . >>
Pura en la casa paterna , en el muelle del Reloj como el azul purí-
simo del cielo que veía , dice , desde allí hasta los Campos Elíseos ; pura
en la mesa de su marido , trabajando infatigable para él ; pura ante la
cuna de su hijo , al que se empeñó en amamantar , á pesar de los vivos
dolores que le producía , no lo es menos en las cartas que escribía á sus
amigos , á aquellos jóvenes que la profesaban una amistad apasionada ;
ella les calma y les consuela , les hace superiores á su debilidad , y ellos
permanecieron fieles hasta la muerte , como á la propia virtud .
Uno de ellos , sin detenerse ante el peligro , iba en pleno Terror á
recibir de ella en la prisión las páginas inmortales en que refirió su his-
toria . Proscripto á su vez y perseguido , huyendo y caminando sobre
la nieve , sin abrigo que le librase de la escarcha , puso á salvo aquellas
páginas sagradas ; acaso fueron ellas las que le salvaron á él , mante-
niendo en su pecho la fuerza y el calor del gran corazón que las había
escrito .
Los hombres á quienes molesta una virtud demasiado perfecta , bus-
caron con avidez , por si encontraban alguna flaqueza en la vida de esta
mujer; y sin pruebas , sin el menor indic: o, han supuesto que en lo más
interesante del drama en que ella intervenía como heroína, en su mo-
mento más viril , en medio de los peligros y los horrores ( después de
Septiembre ó la víspera del naufragio en que zozobró la Gironda?) mada-
ma Roland tenía tiempo y corazón para escuchar galanterías y hacer el
amor... Lo único que no consiguieron fué encontrar el nombre del aman-
te favorecido .
No hay ningún motivo que autorice semejantes suposiciones . Ma-
dama Roland fué siempre dueña de sí misma , reina absoluta de su vo-
luntad y de sus actos . Aquella alma fuerte , pero apasionada , no experi-
mentó ninguna emoción . ¿No tuvo también su tempestad? Esta es otra
cuestión , y sin vacilar contestaré : Sí .
Permítaseme que insista . Este hecho , poco conocido todavía , no es
un detalle indiferente y puramente anecdótico de la vida privada . Ejer-
620 J. MICHELET

ció sobre madama Roland una gran influencia el 91 , y la poderosa pre-


sión que ejerció sobre ella desde esta época no se explicaría si no se es-
tudiasen detenidamente las causas particulares que apasionaban aquella
alma hasta entonces tan fuerte y tranquila , pero de gran fuerza inte-
rior , sin que se manifestase exteriormente .
Madama Roland hacía una vida obscura , laboriosa el año 89 , en la
triste mansión de la Platiere , cerca de Villefranche y no lejos de Lyon.
Oye, como toda la Francia , el cañón de la Bastilla; se conmueve su pe-
cho y se dilata ; parece que el prodigioso suceso realiza todas sus aspira-
ciones , todo lo que ha leído , imaginado y esperado: ya tiene una patria.
La Revolución se propaga por toda Francia ; despiertan Lyon , Villefran-
che , los campos y las aldeas . La federación del 90 llama á Lyon á la
mitad del reino , á todas las diputaciones de la guardia nacional , desde
Corcega á Lorena . Desde por la mañana madama Roland , en el admira-
ble muelle del Rodano . contemplaba extática el espectáculo de todo
aquel pueblo , de aquella fraternidad nueva , de aquella aurora espléndi-
da . Por la noche escribió á su amigo Champagneux , que desinteresada-
mente y por puro patriotismo publicaba un diario , una relación de aque-
lla jornada . De aquel número se vendieron sesenta mil ejemplares . To-
dos los guardias nacionales , al regresar á sus casas , se llevaban sin sa-
berlo el alma de madama Roland.
Ella también al regresar á su solitaria vivienda de la Platiere , vol-
vió pensativa y la encontró más estéril y árida que de ordinario . Intere-
sándose poco entonces en los trabajos técnicos en que la ocupaba su
marido , leía el Proceso verbal de los electores del 89 , la revolución
del 14 de Julio , la toma de la Bastilla . Hizo la casualidad que uno de
aquellos electores , Mr. Bancal de Issarts , fuese recomendado á los Roland
por sus amigos de Lyon , y se hospedó algunos días en su casa . Mon-
sieur Bancal, oriundo de una familia de fabricantes de Montpellier, ave-
cindada en Clermont , había sido allí notario ; pero había abandonado tan
lucrativa profesión para dedicarse por completo al estudio de su predilec-
ción , á las cuestiones políticas y filantrópicas , á los deberes del ciudada-
no. Tenía cerca de cuarenta años , era poco seductor, pero muy sensible
y con un corazón excelente y caritativo . Su educación había sido muy
religiosa , y después de atravesar un período filósofico y político , la Con-
vención y una larga cautividad en Austria , murió demostrando grandes
sentimientos de piedad , leyendo la Biblia que trataba de traducir del
hebreo.
Fué presentado en la Platiere por un joven médico , Lanthenas , ami-
go de Roland, que vivía mucho en casa de éstos , pasando allí semanas
y meses trabajando con ellos y para ellos , haciendo todos sus encargos .
La dulzura de Lanthenas , la sensibilidad de Bancal de Issarts , la bondad
austera pero ardiente de los Roland , su común amor á lo bello y á lo
bueno , su adhesión á aquella mujer perfecta que era imagen de la belle-
za y de la bondad , formaba naturalmente un todo , un conjunto armóni-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 621

co . Congeniaron tanto , que se preguntaron si no podrían continuar vi-


viendo juntos . ¿A cuál de los tres se le ocurrió esta idea? No se sabe ;
pero fué acogida con entusiasmo por Roland y sostenida con ardor . Rea-
lizando los Roland cuanto poseían , podían aportar á la sociedad sesenta

Caminando sobre la nieve, sin abrigo que le resguardara de la escarcha (Pág 619)

mil libras ; Lanthenas tenía poco más de veinte mil , á las que podía aña-
dir Bancal unas cien mil . Era una cantidad bastante redonda , que les
permitía comprar bienes nacionales , entonces muy baratos .
Nada más conmovedor , más digno , más honrado , que las cartas en
que Roland habla á Bancal de este proyecto . Aquella noble confianza ,
aquella fe en la amistad y en la virtud , hacen formar un concepto ele-
vado de Roland y sus amigos : «Venid , amigo mío , le dice ; ¿á qué espe-
622 J. MICHELET

ráis?... Ya conoceis nuestra franqueza ; á mi edad no cambia uno de opi-


nión , cuando jamás ha cambiado ... Predicamos el patriotismo , educa-
mos el alma ; el doctor ejerce su profesión ; mi mujer es la enfermera de
los enfermos del cantón . Vos y yo nos dedicaremos á los negocios , etcé-
tera , etc .>>
El trabajo á que se dedicaba Roland era el catequizar á los aldea-
nos de la comarca , predicándoles el nuevo Evangelio . Andarín infatiga-
ble , á pesar de su edad , con el bastón en la mano , iba á veces hasta
Lyon con su amigo Lanthenas , arrojando la buena simiente de la liber-
tad á lo largo del camino . Creía que había encontrado en Bancal un
auxiliar útil, un nuevo misionero, cuya palabra dulce y persuasiva
obraría milagros . Acostumbrado á la asiduidad desinteresada de Lanthe-
nas respecto á madama Roland , no imaginaba siquiera que Bancal , de
más edad , más formal , pudiera llevar á su casa más que paz , no viendo
en su mujer- había olvidado un poco que era mujer-más que la com-
pañera invariable en sus trabajos . Trabajadora , sobria , fresca y pura,
con la tez transparente , la mirada límpida y clara , era madama Roland la
más tranquilizadora imagen de la virtud . Tenía la gracia de la mujer ,
pero su espíritu varonil , su corazón estoico , eran de hombre . Sus ami-
gos á su lado parecían mujeres ; Bancal , Lanthenas , Champagneux tie-
nen facciones femeniles . Y el más afeminado de todos , el más débil es
el que parece más firme ; el austero Roland , sin fuerza á causa de una pro-
funda pasión senil , entre la vida y la muerte , que se manifestará en su
última hora .
La situación era , sino peligrosa , llena de combates y de tormentas .
Era Volmar llamado á Saint-Preux al lado de Julia ; la barca en peligro
en los escollos de Meillerie . No naufragaron , pero hubiera valido más
no embarcarse .
Esto es lo que madama Roland escribió á Bancal en una carta rebo-
sando virtud , pero al mismo tiempo muy inocente y demasiado apasio-
nada . Esta carta, admirablemente imprudente , ha quedado como monu-
mento inapreciable de la pureza de madama Roland , de su inexperiencia ,
de la virginidad de corazón que conservó siempre ... Hay que leerla de
rodillas .
Nada me ha sorprendido tanto... ¿Cómo aquel héroe fué verdadera-
mente una mujer? He aquí el momento (el único) en que aquel gran
valor vaciló . Se entreabre la coraza del guerrero y se ve que es una
mujer , con el seno herido de Clorinda .
Bancal había escrito á los Roland una carta afectuosa , cariñosa, en
la que decía hablando de aquella proyectada unión : «Será el encanto de
nuestra existencia y no seremos inútiles á nuestros semejantes . » Ro-
land , que estaba entonces en Lyon, envió esta carta á su mujer, que se
hallaba sola en el campo ; el verano había sido muy seco , el calor era
excesivo , aunque estaban en Octubre . Zumbaba el trueno y durante va-
rios días no cesó de llover . Tormenta en el cielo y en la tierra , tormenta
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 623

de la pasión , de la Revolución ... Sin duda iban á sobrevenir grandes


disturbios , un cúmulo de acontecimientos desconocidos que debían tras-
tornar los corazones y los destinos ; en esos momentos de ansiedad , el
hombre cree fácilmente que es por él por quien truena .
Madama Roland , apenas leyó la carta , rompió en lágrimas . Se sen-
tó ante su mesa , y sin saber lo que escribía , escribió su turbación , no
ocultó que lloraba . Era más que una confesión . Pero al mismo tiempo ,
aquella excelente y valerosa mujer, destrozando su esperanza , se vio-
lentaba para escribir: «No , no estoy segura de vuestra felicidad , y no
me perdonaría nunca haberla turbado . Creo que os hacéis ilusiones y
alimentais una esperanza que debo rechazar . » Lo que sigue es una
mezcla conmovedora de virtud , de pasión , de inconsecuencia , de tiempo
en tiempo un acento melancólico y no sé que sombría previsión del des-
tino . «¿Cuándo nos volveremos á ver?... Pregunta que me hago con
frecuencia y que no me atrevo á contestar ... Mas para qué tratar de
penetrar el porvenir que la naturaleza ha querido ocultarnos? Dejémosle
bajo el imponente velo conque ella lo encubre , puesto que no nos es da-
do penetrarlo ; no tenemos sobre él más que una especie de influencia , si
bien grande; preparar la dicha del porvenir por medio de un prudente
empleo del presente...»-Y más adelante : « No han pasado veinticuatro
horas en esta semana sin que el trueno se haya dejado de sentir . Ahora
mismo acaba de retumbar. Me gusta mucho ; el tinte que da á nuestros
campos es augusto y sombrio, pero aunque fuese más terrible , no por
eso me inspiraría espanto ...>>
Bancal era prudente y honesto . Muy triste , y en pleno invierno ,
pasó á Inglaterra y permaneció allí mucho tiempo . ¿Me atreveré á de-
cirlo? Más tiempo quizás del que madama Roland hubiera querido . Tal
es la inconsecuencia del corazón , aun del más virtuoso . Leidas atenta-
mente ofrecen sus cartas una extraña fluctuación ; ya se aleja , ya se
aproxima ; hay momentos en que desconfia de sí misma ; en otros reco-
bra su tranquilidad .
¿Quién dirá que en Febrero , al salir hacia París , donde los negocios
de la ciudad de Lyon llamaban á Roland , no sienta ella cierta secreta
alegría de volverse á encontrar en el gran centro donde Bancal va á te-
ner necesariamente que volver? Pero justamente es en París donde sus
ideas toman una dirección contraria . Su pasión se transforma y se con-
vierte por completo en favor de los negocios públicos . Fenómeno bien
interesante y digno de ser observado . Tras la grande emoción de la fe-
deración lionesa , aquel conmovedor espectáculo de la unión de todo un
pueblo , se había sentido débil y tierna al sentimiento individual . Y
ahora este sentimiento , ante el espectáculo de París , se vuelve completa-
mente general , cívico y patriótico ; madama Roland vuelve á ser la que
era y no ama más que á la Francia .
Si se tratase de otra mujer, yo diría que fué salvada de sí misma
por la Revolución , por la república , por el combate y la muerte . Su
624 J. MICHELET

austera unión con Roland fué confirmada por su común participación


con los acontecimientos de la época . Aquel matrimonio de trabajo se
convirtió en un matrimonio de luchas comunes , de sacrificios , de esfuer-
zos heroicos . Así preservada , llegó pura y victoriosa al cadalso , á la
gloria.
Llegó á París en Febrero del 91 , víspera del grave momento en que
se debía agitar la cuestión de la república ; aportaba dos fuerzas : la vir-
tud juntamente con la pasión . Reservada hasta entonces en su desierto
para los grandes acontecimientos , llegaba en su juventud de espíritu
su frescura de ideas , de sentimientos y de impresiones , á rejuvenecer á
los políticos más fatigados . Ellos estaban ya muy rendidos ; ella , ella
nacía aquel día .
Otra fuerza misteriosa . Esta persona tan pura , tan admirablemente
guardada por la suerte , llegaba sin embargo el día , día en que la mujer es
muy terrible , el día en que no bastará el deber, el día en que el corazón
largo tiempo contenido se desbodará . Llegaba invencible, con una fuer-
za de impulsión desconocida . Ningún escrúpulo podía retardarla ; la fe-
licidad quería, que , vencido ó eludido el sentimiento personal , el alma
se volviese toda entera hacia un objetivo grande , virtuoso , noble, glorio-
so y no sintiendo más que el honor se lanzase á toda vela sobre aquel
nuevo océano de la Revolución y de la patria .
He aquí porque ella en aquel momento fué irresistible . Poco más ó
menos como Rousseau , cuando después de su desgraciada pasión por
madama d'Houdetot , caído sobre sí mismo y vuelto en sí , se encontró
con un hogar inmenso , aquella inextinguible llama en que se abrasó
todo el siglo ; el nuestro, á cien años de distancia, todavía siente su
calor.
Nada más severo que la primera ojeada de madama Roland sobre
París . La Asamblea le causaba horror , sus amigos le dan lástima , sen-
tada en las tribunas de la Asamblea ó de los Jacobinos , atraviesa con
mirada penetrante todos los caractéres ; ve al desnudo las falsedades ,
las cobardías , las bajezas , la comedia de los constitucionales , las tergi-
versaciones , la indecisión de los amigos de la libertad . No excluye de
este juicio ni á Brissot , á quien quiere , pero al que encuentra tímido y
ligero , ni á Condorcet en quien ve doblez , ni á Fouchet « en el cual ve
bien claro que se esconde un cura .» Apenas perdona á Petion y Robes-
pierre; las lentitudes, las contemplaciones de éstos , no se compadecen
con la impaciencia que á ella la devora . Jóven , ardiente , fuerte, severa ,
á todos pide cuentas , no quiere oir hablar de dilaciones ni de obstáculos ;
á todos les exige que sean hombres y que obren.
Ante el triste espectáculo de la libertad entrevista , esperada, y ya,
según ella perdida , querría volverse á Lyon . « Derrama lágrimas de
sangre y exclama (el 5 de Mayo) ... necesitaremos una nueva insurrec-
ción ó estamos perdidos para la libertad y para la dicha ; pero dudo que
haya en el pueblo suficiente vigor ... La misma guerra civil , por horri-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA ...625

ble que sea, adelantaría la regeneración de nuestro carácter y de nues-


tras costumbres ...-Hay que estar dispuesto á todo , incluso á morir sin
pena.»>
La generación de que madama Roland desespera tan fácilmente te-
nía cualidades admirables , la fe en el progreso , el sincero deseo de la
felicidad de los hombres , el ardiente amor del bien público ; aquella
generación ha asombrado á todos por la grandeza de sus sacri-
ficios .
Sin embargo , hay que decirlo : en aquella época en que la situación
todavía no mandaba con una fuerza imperiosa , esos caracteres formados
bajo el antiguo regimen , no se manifestaban bajo su aspecto varonil y
severo .
Faltaba el valor del espíritu .
Nadie tuvo entonces la iniciativa del genio ; y no exceptúo ni aún
á Mirabeau , á pesar de su gigantesco talento .
Los hombres de entonces , hay que decirlo también , habían ya es-
crito , hablado y combatido en demasía . ¡Qué de trabajos , de discusio–
nes, de acontecimientos amontonados ! ¡ Qué de reformas rápidas , qué
renovación del mundo! ... La vida de los hombres importantes de la
Asamblea Ꭹ de la prensa había sido tan laboriosa , que hoy nos parece
un problema; dos sesiones de la Asamblea sin más descanso que las se-
siones de los Jacobinos y demás clubs , hasta las once ó las doce de la
noche ; luego la preparación de los discursos para el siguiente día; los
artículos , los negocios y las intrigas , las sesiones de los comités , los
conciliábulos políticos ... El arranque inmenso del primer momento ó la
esperanza infinita, los habían puesto en condiciones de soportarlo todo ;
pero al cabo , como el esfuerzo se prolongaba y el trabajo no tenía lími-
tes ni fin, las fuerzas habían decaído algo . Aquella generación ya no
conservaba enteros ni el espíritu ni la fuerza . Por sinceras que fuesen sus
convicciones , le faltaba la juventud , la lozanía del espíritu , el primer
impulso de la fe .
El 22 de Junio , en medio de la vacilación universal de los políti-
cos , madama Roland no vaciló . Escribió é hizo escribir á provincias para
que, enfrente de la débil é incolora solicitud , pidiesen las Asambleas pri-
marias una Convocatoria general « para deliberar por si ó por no , si
conviene conservar en el gobierno la forma monárquica . » Demuestra
muy bien el 24 <«<que es imposible toda regencia , que hay que suspen-
der á Luis XVI , etc . >>
Todos , ó casi todos , se hacían atrás , vacilaban , fluctuaban to-
davía .
Pesaban las razones de interés , de oportunidad ; ninguno quería ser
el primero; se contaban : « No éramos doce republicanos el 89» -dice Ca-
milo Desmoulins . En el 91 , ya se habían considerablemente multiplicado ,
gracias al viaje de Varennes , y era inmenso el número de los que eran
republicanos sin saberlo; era preciso revelárselo á ellos mismos .
TOMO I 79
626 J. MICHELET

Los únicos que veían claro el asunto eran los que no reflexionaban
sobre él .
A la cabeza de esta vanguardia , marchaba madama Roland.
Ella arrojó en la balanza la espada de oro: su valor y la idea del
derecho .
CAPITULO XV

El rey interrogado -Primeros actos republicanos (26 de Junio,


14 de Julio del 91. )

El rey y la reina oídos en sus declaraciones 26 27 de Junio. - Reto de Bouillé, 29 de Junio.-


Cartel republicano de Payne y otros amigos de Condorcet, 1. ° de Julio. -Tentativas de los or-
leanistas -Disposiciones adoptadas por la Asamblea -Los Jacobinos -Petión contra el rey,
8 de Julio Brisot contra el rey, 13 de Julio - Los comités de la Asamblea á favor del rey,
13 de Julio.- Movimiento de los Cordeleros y Sociedades fraternales .-Astucia de los directores
de la Asamblea 14 de Julio.-Agitación creciente durante la semana, del 10 al 17. Triunfo de
Voltaire, fiestas, etc.

Ahora que conocemos á los actores y las influencias privadas y pú-


blicas , prosigamos la narración de los sucesos .
No es difícil seguir en aquellos días de tormenta los movimientos
de la opinión , las pulsaciones más o menos vivas del espíritu público ,
los latidos del corazón de la Francia .
En el primer momento , el 21 de Junio , domina la indignación , pero
se respira: «¡ Ya se fué el gran estorbo!>>
1
En el segundo , el 25 por la noche , vuelve cautivo , humillado , caí-
do desde el trono , súbdito del último de los súbditos . Gran silencio
de cólera y de reproche, silencio también de piedad , que se apodera de
los corazones contra su voluntad .
Pero en contra de la misma piedad , en el tercer momento , reaccio-
na la desconfianza y la cólera , cuando los zorros de la Asamblea inten-
tan escamotear el crimen y el culpable (de suerte que resultara un rey
limpio de toda mancha) , cuando intentan borrar la historia , tachar Va-
rennes , tratando de conseguir por medio de una sutileza imposible el
milagro imposible para el mismo Dios , de hacer que lo que ha sido no
haya sido.
Examinemos sus maniobras .
El 26 proponen los comités de constitución y legislación criminal ,
valiéndose de Duport : «Que los que acompañaban al rey sean interroga-
628 J. MICHELET

dos por los jueces ordinarios , pero que el rey y la reina sean oidos en
sus declaraciones por tres comisionados de la Asamblea nacional . >>
Habiendo pedido alguien que esta instrucción fuese remitida á la
Sala suprema de Orleans, repuso Duport que esto no era más que una
primera información .
<<Si es una información , repusieron Robespierre , Bouchotte y Buzot ,
no podéis dividirla ; es una y no puede hacerse por autoridades diver-
sas . El rey no es más que un ciudadano , un funcionario responsable ,
sometido á la ley.»
A lo que dijo Duport, retrocediendo á lo vago de las antiguas fic-
ciones , que el rey no era un ciudadano , sino un poder del Estado . Des-

pués , añadió torpemente: «No es que aquí se siga un proceso contra el


rey directamente ; en nuestra prudencia está el no penetrar en el por-
venir... No se trata todavía de una acción criminal , sino de una acción
política de la Asamblea contra el rey ...»
Malouet estallaba de indignación y aun estropeaba más las cosas .
Los legistas y los hombres de negocios vinieron en su ayuda , y abando-
nando el sistema de Duport, muy difícil de seguir, cambiaron de postu-
ra . Chabroud y Dandré, dijeron que no había nada judicial , de queja
ni de proceso; que se trataba únicamente de « adquirir indicios» .
En este nuevo terreno la cuestión , Barriere puso con maña una
piedra para que tropezasen : «¿Qué importa que haya ó que no haya que-
ja? Se trata de un rapto ; los jueces ordinarios pueden oir á la persona
víctima del rapto .»
Pero Tronchet se impuso, y con su autoridad superior y respetada
cerró la discusión sobre la palabra indicios . La Asamblea decreta y nom-
bra comisionados , primero á Tronchet , por haber cortado el hilo ; luego
á Dandré que lo ha devanado , y por último á Duport, aunque haya de-
mostrado menos astucia y habilidad .
A eso de las siete de la noche , fueron los tres á la habitación del
rey para representar la comedia de hacer como que oían , y recogían gra-
vemente de sus labios la declaración que ya tenía redactada y calcula-
da sin duda con Barnave y con Lameth . Muy hábil y muy bien hecha ,
tenía un grave defecto : el de estar en contradicción demasiado evidente
con la protesta que el rey había dejado al marcharse . El cuidado de po-

nerse en lugar seguro , el deseo de librar á su familia de todo riesgo ,


habían decidido su marcha ; partía para volver , no tenía ninguna rela-
ción con las potencias extranjeras ni con los emigrados . Si había estado
cerca de la frontera , había sido con el objeto de estar más fácilmente
dispuesto á oponerse á las invasiones que hubieran podido intentar los
extranjeros . Su viaje le había instruído singularmente y le había ilumi-
nado ; veía claramente que la opinión general estaba por la Constitución
y volvía convertido ...
Lo que hacía poco honor á la habilidad de los redactores , lo que
excedía de todos los límites , era el hacer decir al rey que « viendo que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 629

le creían cautivo y que esta opinión podía ocasionar disturbios , había


ideado aquel viaje como un medio excelente para desengañar al público ,
demostrando su libertad . »
>
Esto pareció una burla y produjo mal efecto . No lo hizo menos el que
la reina , en vez de responder, mandó decir á los comisionados de la Asam-
blea « que estaba en el baño» , y que volviesen . De este modo se tomaba
una noche de tiempo para arreglar su declaración . Veinticuatro horas.
después de su llegada , escogía para tomar el baño el momento en que
la nación y sus delegados llegaban á su puerta ; les obligaba á hacer
antesala, confirmando así lo que el mismo rey había dicho, « que debía
tenerse bien presente que no se trataba de interrogatorio . » Era una
conversación libre , una audiencia que la reina se dignaba conceder .
<<Deseando el rey partir , nada podía impedirme el que le siguiera . Y lo
que me decidió á ello , fué la seguridad absoluta que tenía de que no
quería salir del reino . » Los tres comisionados saludaron profundamente
y se fueron muy satisfechos .
El público no se satisfizo . Se sintió mortificado con la idea de que
pudieran creerle engañado con una comedia tan grosera . Los realistas
no se indignaron menos que los otros al ver al rey y á la reina en ma-
nos de los constitucionales . Lamentando la cautividad del rey , la des-
obediencia universal , obraron por sí mismos , como si no hubiera existido
el rey, sin informarse de su opinión , sin su autorización . Las cabezas
exaltadas del partido , Epremesnil , un loco , y Montlosier , joven , ardien-
te, cegado por su lealtad , redactaron una violenta protesta contra la
suspension del rey, declarando que ya no tomaban parte en los actos
de la Asamblea . Fué firmada por doscientos noventa diputados . En vano
se opuso Malouet á este acto insensato que anulaba á los realistas en
1
la Asamblea nacional , en el momento en que esta Asamblea trataba de
destituir al rey . Sin duda tuvieron parte de culpa en esta resolución la
pasión y la ligereza , pero verosimilmente también la tuvo la celosa ra-
bia que produjo ver que el rey se dejaba aconsejar por aquellos que has-
ta entonces habían combatido á los realistas .
Los realistas iban de cabeza á caer en el abismo , arrastrando al rey
en su caída . Bouillé , por quijotismo , por abnegación le dá un golpe te-
rrible . Declara á la Asamblea , en una carta notable por lo insolente y
ridícula , « que si tocan un solo cabello de la cabeza del rey , él , Bouillé
guiará los ejércitos extranjeros ; no dejará en París piedra sobre piedra .
(Risas prolongadas . ) El único responsable es Bouillé; el rey no había he-
cho más que querer impedir la justa venganza de los reyes , haciendo de
mediador entre ellos y su pueblo . Entonces hubiera restaurado el reina-
do de la razón , iluminada por la antorcha de la libertad...» Concluía
tan disparatada epístola anunciando á los diputados « que su castigo
serviría de ejemplo ; que primero había tenido lástima de ellos , pero...»
etcétera .
Esta carta era de valor inapreciable para los partidarios de la repú-
630 J. MICHELET

blica . Lo que más podían desear era un insulto tan solemne á la nación ,
el guante arrojado á la Francia por los realistas . Sin perder un momen-
to , á la mañana siguiente , el 1.º de Julio fijaron á la puerta de la Asam-
blea un simple cartel , fuerte y atrevido ; aquel cartel anunciaba la pu-
blicación del diario El Republicano , que iba á fundar una sociedad de
republicanos . Aquel escrito , corto , pero completo , exponía la situación ;
héla aquí en dos líneas : «Acabamos de experimentar que la ausencia del
rey es mejor que su presencia . Ha desertado , abdicado . Jamás de-
volverá la nación su confianza al perjuro , al fugitivo . ¿Que importa que
su fuga se deba á él ó á otro? Embustero ó idiota , resulta de todos mo-
dos indigno . Nos hemos librado de él y él de nosotros ; es un simple
individuo , Mr. Luis de Borbón . La Francia está cierta de que no se des-
honrará por su seguridad . La monarquía ha concluído . ¿ Qué vale un
oficio entregado al azar del nacimiento , que puede ser desempeñado por
un idiota? No es un nada , una nulidad . > »
Este escrito salió del círculo de Condorcet como el folleto del Joven
mecánico, que se publicó casi al mismo tiempo . Uno y otro expresaban la
idea común de aquella sociedad de atrevidos teóricos . Condorcet no es-
cribió más que el folleto, menos comprometedor; pero el cartel fué re-
dactado , primero en inglés por un extranjero , Thomas Payne, que podía
temer menos la responsabilidad de un acto tan grave . Fué traducido por
uno de nuestros jóvenes oficiales que había hecho la campaña de Amé-
rica y que lo fijó atrevidamente en las puertas de la Asamblea , firman-
do : Chatelet.-
Payne poseía en aquel entonces en París dos cosas que á menudo
van juntas aquí , la autoridad y la moda . Brillaba en los salones . Los
hombres más eminentes , las mujeres más lindas le hacían la corte , reco-
gían sus frases y trataban de comprenderlas . Era un hombre de cin-
cuenta á sesenta años ; había ejercido todas las profesiones , fabri-
cante , maestro de escuela, aduanero, marinero, periodista . Tenía tres
patrias , Inglaterra , América y Francia , pero á decir verdad no tuvo
más que una , el derecho y la justicia . Ciudadano invariable del derecho ,
en cuanto veía una injusticia á un lado del Océano , pasaba al otro la-
do . Francia conservará memoria de este hijo adoptivo . Había escrito
para América su libro del Sentido común , el breviario de los republica-
nos: y para Francia escribió Los Derechos del hombre, para vengar á
nuestro país del libro de Burke . Quemado en Londrés en efigie , fué
nombrado ciudadano francés por la Convención , de la que fué miembro .
Payne parecía duro y fanático . Por ello causó admiración cuando el 21
de Febrero manifestó á la Convención que no podía votar la muerte del
rey . A poco le cuesta á él la vida . Encerrado en una prisión y creyen-
do que no tenía tiempo que perder , se puso á escribir La edad de la
razón , un libro en defensa de Dios contra todas las religiones . Salvado
el 9 Thermidor , permaneció aún en Francia , pero ya no pudo soportar
la Francia de Bonaparte y se fué á morir á América .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 631

Volvamos á su cartel . Al llegar Malouet por la mañana , lo vé , lo


lee y se exaspera . Entra precipitadamente y pide que se prenda á los
autores . « Ante todo , leámoslo, » dice fríamente Petion . Chabroud y
Chapelier , temiendo el efecto que pudiera producir y sobre todo que las
tribunas aplaudiesen su lectura , reclamaron en nombre de la libertad de
la prensa, diciendo que debía despreciarse la obra de un insensato y pa-
sar á la orden del día .
La Asamblea , en efecto , pasó como con indiferencia , y continuó
tranquilamente los trabajos sobre el Código penal . Pero se tuvo por ad-
vertida .
El partido de Orleans comprendió también mejor después del terri-
ble cartel , que en presencia del partido republicano naciente, pero ya
tan osado , era preciso si podía establecer la regencia, que más adelante
sería menos aceptada . Lo difícil era iniciar la cosa ; primero se lanzó
una indirecta en un diario de segundo orden . En seguida , la extrañeza
bien fingida del príncipe; escribe luego rehusando magnánimo lo que
nadie le había ofrecido . Entre tanto se presenta como miembro de los
Jacobinos y se hace visible . Uno de ellos , haciendo fuego antes de la
voz de mando , pregunta si el príncipe no debe naturalmente presidir el
consejo de la regencia . El 1. ° de Julio , Laclos va más allá , quiere un
regente y establece la destitución . El 3 demuestra Real que el duque es
legalmente el guardián del delfín . El 4 quiere Laclos que se reimprima
y que se distribuya el decreto sobre la regencia . La masa de los Jacobi-
nos no orleanista , rechaza la proposición . No por eso se descorazona ;
demuestra en su diario larga y pesadamente que hay que crear un nue-
vo poder: un protector? no, la palabra ha sido estropeada por Crom-
well; más bien un moderador.
Con este motivo se entablaron en la prensa dos polémicas filosófi-
cas sobre la tesis de la monarquía entre Laclos y Brissot y entre Sie-
yes y Thomas Payne . Este desafió á Sieyes á todas las armas posibles ,
dándole ventaja , no pidiendo más que cincuenta páginas y concedién-
dole un tomo , prometiendo demostrar que la monarquía no es nada ,
«<que es una ausencia de sistema » . Sieyes rehusó el combate con mal di-
<
simulado desprecio . Creía que no tenía necesidad de ello .
La Asamblea nacional veía venir la lucha y se preparaba para ella.
Decidida á suprimir la monarquía , toma tres clases de medidas .
Primero aparenta una actitud revolucionaria ; hace reglamentos pa-
ra favorecer la división y subdivisión de los bienes nacionales . Amenaza
á los emigrados ; si no regresan en el término de un mes , ¡ ay de ellos !...
Sólo que la penalidad resulta mínima y ridícula ; se recargan sus bienes
con el triple.
La Asamblea se siente también acometida de un acceso de buena
voluntad para los pobres : hace repartir pequeños asignados «para facili-
tar el pago de los obreros» . Vota varios millones para hospitales ; hace
que comparezca la municipalidad de París y le ordena que distribuya
632 J. MICHELET

socorros , que emprenda trabajos , que ayude á los obreros extranjeros


para que salgan de la ciudad .
Al mismo tiempo , á paso de carga se leen y se votan leyes de po-
licía , que bajo el simple título de policía municipal , resuelven las ma-
yores cuestiones : un artículo, por ejemplo,, prohibe que se reunan los
clubs , á menos de señalar anticipadamente el día en que han de reunir-
se . Los habitantes de cada casa están obligados á manifestar sus nom-
bres , edad , profesión , etc. Se dictan graves penas contra las vías de he-
cho por simples palabras ; la calumnia puede ser castigada con dos años
de prisión .
Todo esto se votaba muy aprisa , casi sin discusión . Las sesiones
públicas , tan largas en otro tiempo , eran cada día más cortas ; á eso de
las tres ó las cuatro se había concluído todo; y aun para ocupar tan
cortas sesiones , había que tratar de negocios ajenos á la gran cuestión ,
como la guerra, la administración , la hacienda . Las tribunas ardientes ,
inquietas, invadidas por una multitud ávida , no veían ; no aprendían
nada ; la gente se volvía hambrienta . Lo más arduo de la política se tra-
taba secretamente en los comités . Barnave confiesa en sus Memorias
que vivía en ellos exclusivamente . Los comités de legislación , de cons-
titución , de averiguaciones , de diplomacia , etc. , caminaban en un
mismo sentido , continuaban la verdadera Asamblea . Allí se elaboraban
los elementos de la grande y terrible discusión sobre la inviolabilidad
real , que no se podía sostener, sin embargo , á puertas cerradas : que bien
pronto había que sostener en pleno día ; por esto la preparaban con tanto
cuidado , fijando desde luego los puntos de discusión y distribuyéndose
los papeles .
Lo que perjudicaba tan hermoso acuerdo , es que Petion era miem-
bro del comité de legislación . El 8 presentó á los Jacobinos esta cues-
tión delicada y sacrosanta ; la trató familiarmente con una sencillez ru-
da , distinguiendo la inviolabilidad política que goza el rey en los actos
de que responden los ministros y la inviolabilidad que querían hacer
extensiva á sus actos personales . En cuanto á los peligros de destituir
al rey y de tener que combatir con los reyes , decía : « Si ellos lo desean
estarán mejor dispuestos si se repone al rey , si ven otra vez en manos
de sus amigos las fuerzas de la Francia que les hubieran combatido . >>
Ciertamente , esto era claro. Aquella franqueza devolvió la fuerza
á la minoría de los Jacobinos , que era rehacia al rey. La prensa se enva-
lentonó . Brissot , hasta entonces tan prudente , cuya lentitud sospechosa
era ya acusada por Camilo Desmoulins , por madama Roland y por otros
muchos , Brissot estalló , quemó sus naves , fué á los Jacobinos y trató la
misma cuestión , pero con una extensión , con una claridad , con una bri-
llantez extraordinaria ; por un momento electrizó aquella sociedad , ge-
neralmente contraria á su opinión , y que además le quería tan poco.
Declaró desde luego, que manteniéndose en el círculo trazado por
Petion , examinaría únicamente si el rey debía , si podria serjuzgado ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 633

aplazando la cuestion de saber, en caso de destitucion , qué gobierno le


sustituiría .
Acomodándose hábilmente á los escrúpulos de los Jacobinos , al nom-
bre mismo de su sociedad (Amigos de la Constitución) , « estamos to-
dos de acuerdo , dice Brissot: queremos la Constitución . La palabra va-
ga de republicanos no importa aquí nada . Los que son contrarios á esta
palabra ¿qué temen , la anarquía? pues también la temen los que son
partidarios de esa denominacion . Tanto unos como otros temen la turbu-
lencia de las democracias antiguas y la division de la Francia en repú-
blicas federadas . Quieren igualmente la unidad de la patria. »
>
Después de estas tranquilizadoras palabras , y sin dar mas explica-
ciones sobre el sentido de la palabra república , aborda la cuestión : » ¿De-
be ser juzgado el rey? Su argumentación , idéntica á la de Petion , á la
de los oradores que hablaron mas tarde , Robespierre , Gregoire y otros ,
sería fuerte , si declararan francamente que rechazan la monarquía como
una institución bárbara , como una absurda religión ; resulta débil , por-
que vacilan , retroceden , no llegan hasta el fin de su camino , no se atre-
ven á dar la conclusión que se descubre en el fondo de su palabra .
En la segunda parte que le es propia , aquella en que examina
lo que podría hacer Europa si fuese juzgado el rey , Brissot está comple-
tamente fuerte . Aquí nada en plena Revolución , con una libertad , con
una facilidad verdaderamente notables ; hace alarde de la infinita exten-
sión de sus conocimientos , abunda en citas , en hechos y todo ello en-
vuelto en un rápido torbellino muy semejante á la elocuencia . Traza de
pasada los retratos vivos y satíricos de las potencias europeas , de los re-
yes y de los pueblos ; los pinta débiles todos , menos uno : la Francia .
La Francia no tiene nada que temer; los otros son los que han de
temblar. ¡ Ah ! Si los reyes de Europa quieren obrar según sus intere-
ses , que se guarden de atacarnos ; que se alejen , que se aislen ... que
traten , aligerando el yugo , de hacer olvidar á sus pueblos la Constitu-
ción francesa y apartar sus miradas del espectáculo de la libertad .
Un hálito pasó sobre la Asamblea , el hálito ardiente de la Gironda
sentido por primera vez . « No fueron aplausos , dice madama Roland
que estaba presente ; fueron gritos , transportes . Tres veces la Asamblea
arrebatada , se levantó en masa con los brazos levantados , agitando los
sombreros con un entusiasmo indescriptible . ¡ Perezca para siempre el
que después de experimentar estos grandes movimientos , se sienta capaz
todavía de volver á tomar las cadenas !>>
Por muy legítimo que fuera aquel entusiasmo , el brillante discurso
de Brissot, como el de Petion , como todos los que se pronunciaron en
aquel sentido , pecaban en un punto . Suponía que se podían evitar dos
cuestiones inseparables : la del proceso del rey y la del gobierno que le
había de reemplazar . Brissot afectaba creer lo que era imposible que cre-
yese en realidad , á saber : que se podía herir al rey sin herir al mismo
tiempo á la monarquía ; que esta institución , juzgada implícitamente al
TOMO I 80
634 J. MICHELET

juzgar al hombre , escrutada , puesta á la luz en sus defectos intrínse-


cos , sobreviviría á semejante prueba . Había allí falta de franqueza
y de audacia; un resto de vacilación que se encuentra en los discursos
de los principales directores de la opinión, en el que pronunció Con-
dorcet en el Círculo social , como en el que hizo Robespierre en los Jaco-
binos .
Por fin , el 13 aborda la gran cuestión la Asamblea ; las tribunas es-
taban ocupadas por gente segura que había entrado anticipadamente con
billetes especiales ; en las avenidas aguardaba una multitud de realistas
inquietos , de caballeros que el pueblo denominaba los caballeros del pu-
ñal. A propuesta de un diputado cerraron las Tullerías .
El informe solemne que iba á decidir la suerte de la monarquía , in-
forme hecho en nombre de cinco comités , fué presentado por un mon-
sieur Muguet, diputado desconocido , del partido de Lameth . No era
nada hábil ni político ; alegato de abogado que lo ignora todo fuera de los
textos : 1.º la fuga del rey no es un caso previsto en la Constitución ; no ,
hay nada escrito sobre esto ; 2. ° pero su inviolabilidad está escrita , está
enla Constitución . Y por consiguiente, habiendo conseguido prescindir
del gran culpable , el informe se desquita ensañándose con los pequeños ,
con los servidores que han obedecido . Se necesita un culpable principal ,
que será Bouillé ; los demás serán cómplices , Fersen , madama de Tour-
zel , los correos , los domésticos . En vano pidió Robespierre que se dis-
tribuyese este informe y se aplazase la discusión . La negativa fué ro-
-tunda . La Asamblea toda estaba visiblemente de acuerdo para adelantar ,
para abreviar; los pies le quemaban . Tenía prisa de votar , y de votar
en favor del rey .
Por la noche , en los Jacobinos , Robespierre , con notable prudencia ,
hizo constar que se haría mal en acusarle de republicanismo . «Que re-
pública y monarquia , á juicio de muchas personas , eran palabras vacías
de sentido... Que no era ui republicano ni monárquico ... Se puede ser
libre lo mismo con un monarca que con un senado ...>>
Los Franciscanos , Danton , Legendre , que aquella noche habían
asistido á los Jacobinos , no permanecieron en aquella vaguedad : tocaron
la cuestión misma . Danton preguntó cómo podía la Asamblea encargarse
del fallo cuando quizás su juicio sería reformado por el de la nación .
Legendre estuvo violento contra el rey , no tuvo ninguna consideración ;
amenazó á los comités: « Si viesen la masa , dijo , los comités vendrían á
la razón ; comprenderían que , si hablo , es por su salvación . »
He aquí la primera palabra de Terror en los Jacobinos . Algunos
constitucionales salen indignados . En su lugar entran diputaciones po-
pulares , la sociedad Fraternal de los Mercados , la de Ambos sexos , que
celebraba sus sesiones en la sala de los Jacobinos , llevan representacio-
nes . Un cirujano joven , muy conocido , vociferador y charlatán , lee en
la tribuna una carta que acaba de escribir en el Palais Royal por tres-
cientas personas . Un obispo diputado , electrizado por el joven, juró en
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 635

la tribuna combatir también el parecer de los comités . El obispo y el ci-


rujano se arrojaron uno en brazos del otro ...
Entretanto aquella misma noche , al otro extremo de París , en el
fondo del Marais , en los Mínimos , una sociedad fraternal de hombres y
mujeres , sucursal de los Franciscanos , redactaba otra representación au-
daz, amenazadora para la Asamblea , visiblemente calcada sobre la opi-
nión de Danton . La firma decía : El pueblo . El que la escribió , Tallien ,
un curial muy joven , era un hombre que pertenecía á Danton y á su
perversa doblez . La palabra furiosa de Tallien , su falsa energía , agrada-
ban mucho á los hombres , y en cuanto á las mujeres fácilmente se de-
jaban convencer por un orador de veinte años .
El día 14 en la Asamblea los discursos más notables fueron los de
Duport y de Robespierre . Duport, escuchado hasta por las tribunas en
medio de un silencio sombrio . Robespierre estuvo ingenioso y dió nove-
dad á un asunto que había sido tratado de tan diversas maneras . Dijo
en tono agridulce que él llevaba las palabras de la humanidad , que se-
ría una injusticia cruel y cobarde no herir más que á los débiles , y que
antes se hacía él abogado de Bouillé y de Fersen. Todo esto se dirigía á
las tribunas y á los de fuera.
La Asamblea , más bien que escuchar , aguantaba todo discurso en
este sentido . Los constitucionales que la sentían toda entera en inteli-
gencia con ellos , esperaban la ocasión de comprometerla por alguna me-
dida que fuese de antemano una garantía de su fallo . Prieur , de la Mor-
ne, creyendo ponerlos en apuro preguntando lo que harían si al dejar
la Asamblea al rey fuera de la causa se pidiese el restablecimiento del
mismo en todo su poder ; Desmeuniers aprovechó atrevidamente esta oca-
sión para comprometer á la Asamblea en favor del rey. Hizo en lenguaje
jacobino , hábil realismo ; habló contra la inviolabilidad absoluta del rey,
dijo : «Que en verdad el cuerpo constituyente había estado en su perfec-
to derecho al suspender el poder real, y que la suspensión no se levan-
taría hasta que se hubiese terminado la Constitución .» Entonces Des-
meuniers repuso con naturalidad : « Puesto que se me pide (nadie había
pedido nada) que de á mi explicación forma de decreto , he aquí un pro-
yecto: 1. ° la suspensión dura hasta que el rey acepte la Constitución ;
2.° si no aceptase , la Asamblea le declararía depuesto . >
»
Pero Gregoire dijo brutalmente : «Estad tranquilos , aceptará y ju-
» - Y Robespierre : «Tal decreto deci-
rará todo lo que vosotros queráis . >
diría anticipadamente que no sería juzgado...» Los compadres , sorpren-
didos visiblemente en flagrante delito , no se atrevieron á insistir por en-
tonces . La Asamblea no votó .
En revancha se negó á oir la petición firmada por el pueblo . Bar-
nave insistió valientemente para que se leyese al día siguiente , aña-
diendo estas palabras amenazadoras, que demostraban que tenían la
fuerza de su parte : No nos dejamos influir por una opinión ficticia... La
ley no tiene más que colocar su señal, y se verá como se alistan los
636 J. MICHELET

buenos ciudadanos .» Esta palabra, tomada entonces en sentido general ,


fué mejor comprendida cuando el domingo siguiente la autoridad des-
plegó como señal la bandera roja .
La agitación de París iba en aumento . La casualidad hizo que des-
de el domingo al domingo , desde el 10 al 17 , la población , por diversas
causas , se mantuvo en pie, siempre en alarma. Los que conocen aquella
ciudad saben bien que en semejantes casos la agitación prolongada va
creciendo y tiende á la explosión infaliblemente . El domingo 10 , la mul-
titud fué delante del cortejo triunfal de Voltaire ; pero el mal tiempo im-
pidió que atravésara París , y se detuvo en la barrera de Charenton . La
fiesta se celebró el lunes siguiente con una concurrencia de pueblo in-
creíble . En el muelle Voltaire , ante la casa en donde murió el grande
hombre , se hizo alto y se cantaron coros en honor suyo : la familia de Ca-
las, su hija adoptiva, madama Villete , fueron con lágrimas en los ojos
á coronar el féretro . Muchos entre aquella multitud conmovida volvían
las miradas hacia las Tullerías , hacia el pabellón de Flora , triste , cerra-
do y nudo , hostil á la fiesta , confundiendo en su odio al fanatismo Ꭹ á
la monarquía . Y no sin razón . Se había sabido por este informe leído en
la Asamblea que los curas en varias provincias reunían al pueblo por
la noche , obligándoles á cantar el Miserere por el rey , incitándoles á la
guerra civil.
Voltaire fué colocado en su panteón ; pero al otro día 13 , otra fies-
ta , la Revolución representada en Nuestra Señora en un drama sacro ,
la Toma de la Bastilla , con grandes coros y á gran orquesta . El 14,
sin respirar, el famoso aniversario congrega la muchedumbre en la Bas-
tilla , de donde parten los cuerpos constituídos para ir por los boulevares
al Campo de Marte ; el obispo de París dice allí la misa en el altar de la
patria . El tiempo era espléndido , la muchedumbre llenaba las calles ;
París estaba iluminado por la noche y las cabezas cada vez más exal-
tadas .
CAPITULO XIX

La Asamblea declara inosente al rey ( 15-16 de Ju'io del 91.)

Los constitucionales obligados á custodiar y envilecer al rey, al que quieren restaurar -Su doble
miedo, Marat , etc. -La república menos difíel aún que la restauración. de la monarquía.- La
monarquía defendida en la Asamblea por Salles y Barnave, 15 de Julio del 91.- La Asamblea -
desvía las persecuciones contra el rey; persigue á Bouillé etc -Protesta en el campo de Mar-
te -Intriga orleanista en las Jacobinos para obligar á que se pida la caducidad. - Los Jacobi-
nos constitucionales se retiran á los Feuillarts y preparan la represión , 16 de Julio del 91.-
La Asamblea reprende á la municipalidad por demasiado moderada Pequeño terror constitu-
cional. La petición del Campo de Marte se hace republicana -La Asamblea se decide por
el rey.

Los constitucionales desplegaron durante quince días mucha astu-


cia y habilidad para salvar la monarquía , empleando en ello un vigor
digno de mejor causa . Y á pesar de ello fueron engañados . Los republi-
canos siguieron un camino más recto , demostrando, enmedio de su ig-
norancia, una especie de doble vista ; si hubieran estado en las Tulle-
rías, en el gabinete de la reina , no hubieran podido hacerlo mejor .
El 7 de Julio permitio la reina que el rey le diese á Monseñor po-
deres por escrito . Fersen había ido á verle y se los había dado verbal-
mente .
La reina odiaba á Monseñor , al hombre que más había trabajado y
con mejor éxito para desacreditarla ; y sin embargo se esfuerza para que
·
el rey le dé sus poderes . ¿Quién es , pues, bastante poderoso para obli-
garla á que se sobreponga á su odio? Otro odio más grande aún y el de-
seo de vengarse .
¿Engañó á Barnave en Meaux, cuando aparentaba escucharle dócil-
mente? No era, yo así lo creo , sincera ; volverá á serlo pronto , lo cual
no impide que en este intervalo dirija sus miradas hacia otra parte, ha-
cia la emigración y el extranjero .
La molestaba en extremo la vigilancia vejatoria de que era objeto .
Los guardias nacionales que , el 21 de Junio, habían visto la terrible
638 J. MICHELET

responsabilidad que contraían ante el pueblo al encargarse de custodiar


á la familia real , huían de las Tullerías , se negaban en absoluto á vol-
ver á tan peligroso puesto , y no cedieron hasta que no lograron la con-
signa de custodiarla sin perderla de vista ni de noche ni de día . De
esto se originaron una porción de escenas cómicas , si no hubiesen sido
crueles . La reina era la que les inquietaba sobre todo ; tenían una idea
terrible de sus habilidades; les faltaba poco para creer que aquella hada
(ella lo había dicho de broma en Varennes) podría escaparse en globo .
Recordando que la noche del 21 de Junio , había custodiado Gourvion
inútilmente la puerta de su alcoba , exigieron que aquella puerta per-
maneciese siempre abierta , de manera que pudieran ver á la reina en su
tocador y en el lecho . Hasta en su guardaropa pretendían los soldados
ciudadanos acompañarla con la bayoneta calada, lo cual les fué echado
en cara. La reina ideó que una de sus camareras se acostase delante de
su cama, para que la ocultasen las colgaduras . Una noche vió que el
guardia nacional de servicio daba la vuelta á aquella barrera y se diri-
gía hacia ella; no iba en actitud hostil , al contrario; era un buen hom-
bre partidario de la monarquía , que quería salvarla y que se aprovecha-
ba de aquella circunstancia para dar á la reina prudentes consejos ;
sin cumplimiento se sentó cerca de la cama , para predicarla más á su
gusto .
Un día se le ocurrió al rey cerrar la puerta de la alcoba de la reina .
El oficial de guardia la abrió , y le dijo que tal era su consigna , y que
Su Magestad se tomaba un trabajo inútil cerrándola , porque él la abriría
cuantas veces la cerrase .
La situación era verdaderamenre cruel y ridícula . Los que daban
aquella humillante consigna , Lafayette y los constitucionales , los que
envilecían hasta aquel extremo (¿qué digo al rey? al esposo) , querían ,
sin embargo , que fuese rey , y trabajaban vigorosamente para conse-
guirlo , hallándose dispuestos , en caso de necesidad , á desenvainar su es-
pada en defensa de una monarquía que cada vez ponían más en ridícu-
lo Ꭹ hacían más imposibles .
Creían que no había salvación para la Francia fuera de aquella fic-
ción legal , de aquella sombra , de aquella nada , de aquel vacío . Partían
del falso supuesto de que la monarquía había regresado efectivamente
de Varennes; pero estaban equivocados , la monarquía se había quedado
allá ; lo que había vuelto era menos aun que la negación de la monar- .
quía , era su parodia , la irrisión bárbara , la farsa , que era su suplicio .
¿Que querían aquellos extraños restauradores de la monarquía? Dos
cosas contradictorias : que fuese á la vez débil y fuerte , que fuese y que
no fuese. Comprendían claramente que cautiva , atada, agarrotada de
aquella manera , debía estar conspirando constantemente; luego era pre-
ciso apretar más el lazo . Pero por otra parte tenían miedo de soltar y de
que se armase aquella realeza cautiva . Oían ruidos subterráneos que
atormentaban su espíritu . El fantasma de la anarquía se le aparecía en
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 639

sus sueños, y hacían precisamente lo necesario para que tomase cuerpo .


La voz cavernosa de Marat les parecía que era la del pueblo y eran ellos
precisamente los que contribuían á popularizarla .
En aquella época divagaba Marat . No habiéndose dado cuenta de
la situación ni tomado ninguna iniciativa , se venga con la atroz locura
de su imaginación . Todo lo que se lo ocurrió proponer el 21 de Junio ,
fué un tirano y una matanza , el degüello general de la Asamblea y de las
autoridades . En los números siguientes se entretiene con variaciones
agradables : que se corten las manos , los pulgares , empalamientos , que
se entierren vivos , etc.
Los constitucionales retrocedían de asco (hablando como Froissard)
ante aquella bestia salvaje ; pero al retroceder la autorizaban . Les era
muy fácil á Marat y á Freron , el predecir lo que habían de retroceder
aquellos bastardos realistas en su inconsecuente retirada . Entonces gri-
taba el vulgo : « Milagro ! ¡ lo había dicho Marat , el verdadero profeta ! >»
De este modo el loco furioso parecía el único razonable .
El americano Morris sostiene que en aquel momento era imposible
toda solución , lo mismo la monarquía que la regencia y que la repúbli-
ca. No , todo era dificil . La Francia se había encontrado en un momento
por lo menos tan difícil : en el invierno del 89 al 90 ; entonces no tenía
leyes , ni antiguas ni nuevas ; vivió entregada á su instinto . Aún podía
salvarse . El rey , sus hermanos y el de Orleans , estaban igualmente des-
acreditados en la opinión pública ; la regencia no era posible más que
ejercida por un consejo de diputados , por un comité republicano ; era ,
pues , preferible una forma más franca , nada de regencia : la república .
Dificultad por dificultad , las ventajas estaban de parte del gobierno que ,
después de todo , es el único natural , el gobierno de uno por si mismo ,
el que alcanza el hombre cuando libre de la fatalidad consigue el libre
albedrío . A medida que se adelanta en la larga vida del mundo , en la
experiencia política que empieza apenas , se comprenderá cada vez más ,
que la monarquía no ha sido más que un gobierno de excepción , un es-
tado provisional de salud pública , propio de los pueblos en su in-
fancia.
Por una parte la prensa violenta , los Marat y los Freron , por otra
la Asamblea y los constitucionales , todos hablaban igualmente en nom-
bre de la salvación pública , del interés público . Todos, partiendo de la
misma filosofía que basa la moral en el interés , apoyaban en él su polí-
tica , cuando era el derecho el que hubieran debido tomar como punto
de partida ; sólo el derecho podía dar luz en aquella situación tan oscura .
Se invocó la salvación pública y corrió la sangre en nombre de la mo-
narquía , que no podía ni salvar á los demás ni salvarse ella misma . Co-
sa extraña: los menos sanguinarios fueron precisamente los que prime-
ro hicieron correr la sangre , dando con aquella primera efusión el pre-
texto y la excusa para el diluvio de sangre que siguió luego .
El 15 , día decisivo , creyó prudente Lafayette colocar cinco mil
640 . J. MICHELET

hombres en los alrededores de la Asamblea . Para contener mejor á la


multitud, había tenido cuidado de mezclar entre la guardia nacional al-
guna gente del barrio de San Antonio . La Asamblea , decidida á concluir
aquel día de la mejor manera posible , empleó una buena parte de la se-
sión oyendo un informe sobre asuntos militares de los departamentos .
Presto mediana atención á las habladurías del viejo Goupil contra Bris-
sot y Condorcet, y á los discursos que luego pronunciaron Gregoire y

Por la noche, en los Jacobinos, Robespierre... (Pág. 634)

Buzot . El de éste último , muy corto , fué sin embargo , notable ; daba
precisamente las razones que el 93 le impidieron condenar el rey á
muerte: «Se trata de un crimen contra la nación ; la Asamblea es la na-
ción , sería, á la vez juez y parte: luego no puede juzgar , etc.»
Se había convenido en que la sesión se reduciría á dos discursos ,
repartiéndose los turnos entre Salles y Barnave ; el uno , hombre de co-
razón , entusiasta , debía defender á Luis XVI , al hombre , á la persona-
lidad ; el otro , el frío y noble orador, Barnave , debía tratar la cuestión
desde el punto de vista legislativo y político .
Salles , con insinuación dulce y atrevida , no temía dirigirse á los
secretos sentimientos de la Asamblea . El rey ha protestado , es verdad ,
HISTORIA DE LA revolución FRANCËSA 641

ha dicho que la Constitución « era impracticable» . Pero nosotros mis-


mo hemos dicho muchas veces que era difícil de ejecutar, por la menos
en los comienzos . La Asamblea ha podido contribuir al error del rey,
viéndose obligada por el bien público á salirse de su papel de Asam-
blea, juzgando , gobernando , etc. De esta suerte , estaba seguro el abo-
gado de ser oído favorablemente cuando buscaba una excusa para el
culpable en los mismos fallos del juez , en los reproches que secreta-
mente se hacía la Asamblea , en su poca fe actual , cansada y trabajada
por su obra y por sus propios actos .
Barnave se elevó á gran altura . Su frialdad ordinaria , frialdad fin-
gida aquel día únicamente en la forma , hizo valer el fondo , íntima-
mente apasionado que se sentía en todas partes , como en las tierras se-
cas y frías de Asia , que en ciertos lugares están minadas por ríos de
fuego . Se veía bien que se lo jugaba todo , que era aquel un momento
supremo para él y para la Asamblea . La obligaba á escoger entre la mo-
narquía y el gobierno federativo (afectaba no comprender ninguna re-
pública federativa más que como un gran Estado) . Siendo solo posible
la monarquía , decía , hay que transigir con la inviolabilidad que es su
base. «¿Pero y si el rey comete faltas? ... El peligro para la libertad es-
taría en que no las cometiese . Si os dejais guiar hoy por el resentimien-
to personal violando la Constitución , temed que algún día no os domine
el entusiasmo. Cuidad de que en otra ocasión la misma volubilidad del
pueblo , el entusiasmo de algún gran hombre , el reconocimiento por las
grandes acciones (porque la nación francesa sabe mejor amar que abo-
rrecer) no derriben en un momento vuestra absurda república... Creeis
que un consejo ejecutivo , débil por naturaleza , resistiría por mucho
tiempo á los grandes generales? etc. etc . >>
«Esto por lo que á la Constitución se refiere . Hablemos de la Re-
volución : sabéis lo que sucederá después de la destrucción de la monar-
quía? El atentado contra la propiedad ... No debéis ignorarlo ; la noche
del 4 de Agosto dió más fuerza á la Revolución que todos los decretos
constitucionales . Para los que quisieran ir más lejos , ¿qué otro 4 de
Agosto les queda que hacer?»...
Estos dos hábiles discursos habrían convencido á la Asamblea si
ya no lo hubiera estado . Pero de antemano tenía ya decidido lo que
quería. Lafayette pidió la terminación de los debates . La Asamblea , de
acuerdo con lo propuesto por Salles y Barnave y con los comités , acor-
dó: 1.º una medida preventiva : Si un rey falta á su juramento, si ataca
ó no defiende á su pueblo , abdica , se convierte en simple ciudadano Ꭹ
es responsable por los delitos posteriores á su abdicación : 2. ° una medi-
da represiva: El castigo de Bouillé como principal culpable , de los ser-
vidores , oficiales , correos , etc. , cómplices del rapto .
Para votar tranquilamente , la Asamblea se había rodeado de tro-
pas , se habían cerrado las Tullerías , la policía estaba preparada y la
autoridad municipal dispuesta en la plaza de Vendome para hacer las
TOMO I 81
642 J. MICHELET

intimaciones de rigor . Todo indicaba que se quería terminar el confiicto


aquel día, y que en caso necesario no se dudaría en dar la batalla . Los
directores populares se dieron por avisados y no se dejaron ver. La
multitud acudió sin embargo al Campo de Marte para consignar por úl-
tima vez su protesta ; uno de los comisionados para redactarla era un tal
Vichaux , de Neufchatel . Ya se ha visto por el asunto de Chateuvieux,
que los naturales de la Suiza francesa , esclavos de los alemanes , estaban
con frecuencia en la vanguardia de nuestra Revolución ; tenían puesta
en ella la esperanza de su propia redención ; la Sociedad helvética de los
suizos establecidos en París tomaba una parte activa en los grandes mo-
vimientos populares .
El escribir era cosa fácil ; lo difícil era hacer llegar la petición á la
Asamblea. La multitud encontró á Bailly en la plaza de Vendome. El
buen hombre, de gran uniforme , con la faja tricolor , estaba allí como
un general en medio de las masas armadas . A él se le debía el que la
Asamblea, muy decidida aquel día , presidida entonces por un joven co-
ronel , Carlos Lameth , desplegase aquel aparato de fuerza . El sabio , el
académico , el hombre eminentemente pacífico , veíase obligado , ya en el
ocaso de su vida , á ser el héroe involuntario de aquella guerra próxima
á estallar entre ciudadanos . Confiado , ansioso de popularidad , débil por
el recuerdo del 89 y deseando siempre ser querido , no era de ningún mo-
do hombre á propósito para convertirse en jefe de oposición . Parlamen-
tan con él , le dicen que desean hablar únicamente con Petión Ꭹ Robes-
pierre . Se resiste algo , cede y por último permite que pasen seis
hombres nada más . Avisados los dos diputados salen al encuentro de los
Fuldenses ; pero , les dicen, ya es tarde: ya se ha votado .
La multitud irritada refluye desde la Asamblea por todo París , y
cierra los teatros en señal de duelo. Tan solo se negó á cerrar la Opera
y dió función protegida por las bayonetas . En otro teatro , el comisarío de
policía en persona rogó que se cerrara , temiendo una colisión . La auto-
ridad estaba indecisa, poco acorde consigo misma; Lafayette hubiera
obrado , pero no podía hacerlo sin autorización del poder municipal , y
Bailly no quería hacerse responsable de nada . Había sido detenido Vir-
chaux, uno de los directores del Campo de Marte , á la puerta de la
Asamblea ; reclamó á Bailly , que había permitido la entrada y le hizo
poner en libertad , pero fué arrestado de nuevo por la noche .
Una salida les quedaba á los republicanos y á los orleanistas . La
Asamblea no había decidido nada acerca de Luis XVI; había votado
medidas preventivas contra una deserción posible del rey. Quedaba por
resolver la cuestión personal . Esta fué resuelta por la noche, en los Ja-
cobinos , por Laclos , Robespierre y otros . El hombre de confianza del
duque de Orleans , Laclos , que presidía aquel día , propuso que se redac-
tara en Paris y en toda Francia una petición para la caducidad . « Yo
respondo de que habrá , decía , diez millones de firmas ; haremos que
firmen hasta las mujeres y los niños .» Bien sabía que por lo general las
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 643

mujeres eran partidarias de un rey y que no firmarían contra Luis XVI


sino en provecho de un nuevo rey.
Danton lo apoyo, y Robespierre también , pero sin que firmasen las
mujeres . Prefería á aquella gran petición de todo el pueblo , una moción
exclusivamente jacobina , dirigida á las sociedades afiliadas ... Entretan-
to se produce un gran tumulto; una avalancha de gente invade la sala .
Madama Roland , que vió esta escena desde la tribuna , dice que eran los
charlatanes ordinarios del Palais Royal , con una turba de mujerzuelas ,
probablemente una farsa ideada por los orleanistas para secundar mejor
á Laclos . Aquella multitud tomó, sin cumplimiento , asiento entre las
filas de los Jacobinos para deliberar con ellos . Laclos sube á la tribuna :
«Ya veis , dice , es el pueblo: he aquí al pueblo ; la petición es necesaria . >
»
Se acordó que al día siguiente á las once , reunidos los Jacobinos , darian
lectura á la petición , que sería luego llevada al Campo de Marte , donde
firmarían todos y enviada después á todas las sociedades afiliadas , para
que firmasen á su vez .
Es media noche y se retiran por la calle de Saint-Honoré . Quedan
solos los comisionados encargados de la redacción : Danton , Laclos y
Brissot . Danton se retira también y quedan frente á frente Laclos y
Brissot, es decir, el orleanismo y la república . Laclos , pretextando un do-
lor de cabeza, cede la pluma á Brissot, que la acepta sin vacilar .
En este documento fuerte y enérgico , el hábil redactor pone de re-
lieve los dos puntos de la cuestión : 1. ° el silencio tímido de la Asamblea
que no se atreve á decidir respecto al individuo real ; 2. ° su abdicación
de hecho (así lo juzgó la Asamblea , puesto que le suspendió y le arres-
tó) ; por fin la necesidad de proveer á su reemplazo ... Al llegar aquí , La-
clos , saliendo de su estado de somnolencia, detiene un momento la rá-
pida pluma: «La sociedad de los amigos de la Constitución firmará si
se añaden cuatro palabras sin importancia : reemplazo por todos los me-
dios constitucionales . »-¿Estos medios cuáles eran sino la regencia , el
delfín con un regente? Y estando fuera de Francia los hermanos del rey ,
el regente constitucional era el duque de Orleans . De este modo ideaba
Laclos in cluir implícitamente á su señor en la petición .
Brissot, sea por ligereza ó por debilidad , escribió lo que Laclos
quería. Acaso el atrevido redactor no sentía atenuar su responsabilidad
con la palabra constitucionales , que legalizaba la situación y alejaba
las persecuciones.
Crucemos ahora la calle de Saint-Honoré , y veamos como , casi
enfrente , los directores de la Asamblea , los realistas constitucionales ,
reunidos con los Fuldenses en las oficinas de los comités , empleaban la
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noche por su parte .
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Acuerdan dos resoluciones :
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Una, que Duport y los Lameth tenían hace tiempo en proyecto,
consistía en no atravesar la calle para ir á los Jacobinos, quedandose en
los Fuldenses , á la sombra de la Asamblea , formando con la masa de
644 J. MICHELET

diputados de que disponen, un nuevo club de los Amigos de la Consti-


tución , club escogido , donde no se entrará sin papeleta y en donde no
se recibirá más que á los electores . ¿Quiénes quedarán en los Jacobinos?
Cinco ó seis diputados acaso, la turba de los nuevos miembros , los in-
trusos , una banda de habladores , al nivel de los que invadieron la sala
la noche anterior.
Y la otra resolución era sacar de su estupor á los poderes públicos ,
poniendo al alcalde de París en la alternativa de demostrar si estaba
con la Asamblea ó con el populacho , amonestándole severamente por
su vacilación y su debilidad de la víspera, haciendo también responsa-
bles á los ministros y á los acusadores públicos . La Asamblea tenía ya
á Lafayette, con la espada inmovil en la vaina ; por este reproche y este
llamamiento á los magistrados y al poder municipal , iba á desenvainar
la espada...
Era ya muy vieja la Asamblea para demostrar aquel ardimiento ;
vieja por los años y por los acontecimientos , sin fuerza en la opinión .
Compuesta abigarradamente al capricho de instituciones góticas , nacida
en gran parte de aquella edad media que ella había destruído , llevaba
en sí misma una contradicción intrínseca que hacía dudar siempre de la
legalidad de sus actos . Enemiga del privilegio, era sin embargo , al
menos por la mitad de sus miembros , hija del privilegio . Trescientos
de aquellos privilegiados que habían protestado por el rey al mismo
tiempo que Bouillé, tenían todavía en ella su asiento . Una Asamblea
así formada y que contaba en su seno aquellos amigos del enemigo ,
¿podía ser la pura y elevada imagen de la ley , ante la cual debía incli-
narse el pueblo bajo pena de muerte?
Había audacia , imprudencia , desprecio de la opinión en pasar así
de las palabras á los hechos . En el fondo de todo esto se agitaban vio-
lentas pasiones : la mortificación de las vanidades por parte de Duport,
Lameth y los constitucionales ; por parte de Barnave y de los demás (á
los que halagaba la esperanza de poseer la confianza de la reina) , una
ambición romántica , algunas ideas juveniles que el hombre más frío
no acalla jamás á los veintiocho años . Estos hombres , que se diferen-
ciaban tanto por las formas de los de la Convención , se preocupaban
por la misma idea , que mata todos los escrúpulos : « La necesidad del
Estado , la salvación pública .»-Y esta otra idea , hija del orgullo : « El
derecho está en nosotros . >>
Por la mañana (el 16 de Julio) Petion con los demás , al llegar á
los Jacobinos para leer la petición , encuentra la sala casi vacía ; no ha-
bía más que cinco ó seis diputados ; todos se han quedado en los Ful-
denses . Petion corre á buscarlos y «hace lo imposible» , asimismo
lo dice, para que vuelvan ; llega hasta humillarse : «Aun cuando la so-
ciedad tuviera alguna culpa , ¿sería esta ocasión para abandonarla?» Pero
no se dignan oirle . Ve , no sin inquietud , que se está preparando un
manifiesto para anunciar en toda Francia á las sociedades afiliadas que
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 645

los Amigos de la Constitución se reunan ahora en los Fuldenses .


Para aterrorizar á París era preciso primero que la Asamblea ame-
drentara á la municipalidad . Unicamente con palabras fuertes podrían
despertarla del sopor de la víspera . Dandré la acusó acremente por ha-
ber presenciado cómo se violaban las leyes y haberlo tolerado . Pidió y
obtuvo que se enviase á la barra á la municipalidad , á los ministros y
á los seis acusadores públicos , exigiéndoles responsabilidad . Algunos
miembros, guiados por la pasión que les dominaba , iban á desviar la
cólera de la Asamblea contra Prieur ó Robespierre . Dandré, con firmeza
y presencia de ánimo , no les permitió que empleasen su ardor en aque-
Ilas acusaciones individuales . Les encaminó hacia las medidas generales
y les hizo votar . El presidente (era Carlos Lameth ) dirigió palabras im-
periosas y severas á Bailly y á los concejales . Por la noche fueron igual-
mente amonestados los ministros y los acusadores públicos . Se reco-
mendó especialmente que vigilasen , y en caso de necesidad que detu-
vieran á los extranjeros .
Entretanto ocurrían escenas violentas en París . En el Puente Nue-
vo , algunos hombres ó guardias asalariados , encontraron á Freron y
faltó poco para que le mataran . Lo mismo sucedió con un personaje
sospechoso, un inglés , maestro de italiano , llamado Rotondo , jefe cono-
cido de todos los motines , que se encontraba en todas partes . Fué atro-
pellado , golpeado y por añadidura preso .
Este pequeño terror se reflejó en la Asamblea en un accidente có-
mico . Vadier, diputado (demasiado conocido después) , muy acre y muy
violento, había pronunciado el 13 un discurso contra la inviolabilidad
real . El 16 pronunció otro para declarar que detestaba el sistema repu-
blicano . Fué la irrisión de todos los partidos .
Se aprovechó aquel momonto para leer á la Asamblea la moción ,
no recuerdo de qué ciudad de provincia , que atribuía los disturbios á las
excitaciónes de Robespierre y casi pedía su acusación .
¿Qué ocurría en el Campo de Marte?
La petición redactada por Brissot y Laclos , leída en los Jacobinos
sin auditorio , después de esperar en vano que aumentase la concurren-
cia, fué llevada por fin al altar de la patria . Se había colocado en el al-
tar un cuadro representando el triunfo de Voltaire , y sobre el cuadro el
cartel de los Franciscanos , el famoso juramento de Bruto. Llegan los
Franciscanos conmovidos y ardientes . Después un grupo poco numeroso ,
los enviados de los Jacobinos ; se lee su petición con la frase orleanista
de Laclos : Reemplazo por los medios constitucionales . Al principio pasó
la frase sin tropiezo . Bonneville , de la Boca de hierro , llamó la atención
y lo mismo hicieron los Franciscanos . « Se engaña al pueblo, dice Bon-
neville, con esa palabra constitucionales : ahí hay otra monarquía ; no
hacéis más que reemplazar uno por otro» .-Tened cuidado , decían los
Jacobinos; el tiempo no ha madurado todavía la república . » -Por más
que dijeron se procedió á votación , y la palabra constitucionales fué bo-
646 J. MICHELET

vrada . Se añadió que no se reconocería ya ni a Luis XVI ni á ningún


otro rey. Y se acordó que al día siguiente , domingo, corregida en este
sentido la petición , sería firmada por el pueblo en el altar.
Algunos , juzgando acertadamente que semejante declaración de
guerra á la monarquía no pasaría sin tormenta, fueron de opinión de
que se necesitaba conseguir en el Hotel de Ville una autorización para
la reunión del día siguiente . En efecto , fueron varios á pedirla ; Bonne-
ville iba con ellos , y (según parece , en el camino) se hicieron acompa-
ñar por Camilo Desmoulins . En la alcaldía no encontraron más que al
primer síndico , que no se atrevió á negarse , les dió buenas razones ,
pero ningún escrito , con lo que se dieron por satisfechos y se creyeron
autorizados .
La jornada no había concluído todavía . La Asamblea se resistió
aún; sin duda la enteraron de la autorización pedida en el Hotel de Ville
y de la petición «para no reconocer á Luis XVI ni á ningún otro rey .» >
El día siguiente era domingo . Todo París , toda la población , conmovi-
da desde el domingo anterior por tan repetidos acontecimientos , acu-
diría al Campo de Marte . El pueblo soberano iba á alzarse , como decían
los periódicos, á mostrarse con toda su fuerza y majestad ; si firmaba ,
ya no era una petición , era una orden la que daba á sus mandatarios .
En vano objetaría la Asamblea que el pueblo soberano de París no
era , después de todo , el soberano de la Francia ; á pesar de ello sería
arrollado por la ola irresistible .
Estaba á tiempo para evitarlo , eran las nueve de la noche ; podía
prescindir de la distinción tras la que se parapetaban los Amigos de la
Constitución : La Asamblea no ha hablado expresamente de Luis XVI.
Desmeuniers reprodujo su proposición del día 14 , en la que , bajo una
forma rigorosa , dura para el rey, en realidad se le garantizaba , se le
aseguraba el porvenir y la devolución de la autoridad real . Propuso y se
voto que: «la suspensión del poder ejecutivo duraría hasta que el acta
constitucional fuese presentada al rey y aceptada por él . »
Nada de ambigüedad . La cuestión está prejuzgada en favor de
Luis XVI ; no es de un rey posible; es de él , del rey de quien se trata .
Este secreto cierra el círculo de la ley y no deja ninguna salida . Todo
lo que se salga de este círculo puede ser perseguido legalmente .
Faltaba arreglar su ejecución . A las nueve y media de la noche ,
deciden el alcalde y el consejo municipal , en el Hotel de Ville , que el
siguiente día , domingo 17 de Julio , á las ocho en punto , el decreto de
la Asamblea impreso y fijado en las esquinas , sea promulgado á son de
trompeta por los notables y alguaciles de la ciudad , convenientemente
escoltados por fuerzas del ejército .
No es posible mandato más significativo ni más solemne . La auto-
ridad habla al pueblo con la mayor claridad . ¡ Desgraciados los que se
obstinen en taparse los oídos !
CAPITULO XX

Matanza del Campo de Marte (17 de Julio del 91)

Los realistas necesitaban un motín. - Fatal travesura del Campo de Marte.-Asesinato en el Gros-
Caillou -Tres partidos en el Campo de Marte. Petición republicana contra la Asamblea.—
Es enarbolada la bandera roja -Aspecto pacífico del Campo de Marte.-La guardia asalariada
y los realistas hacen fuego sobre el pueblo -La guardia nacional salva á los fugitivos.

Todos los decretos de la Asamblea no hubieran sido suficientes


para levantar la majestad caída ; se necesitaba un acto de fuerza que
se la devolviese , haciéndola creer que era fuerte todavía . Esto no podía
hacerse sin un motín , sin la victoria contra el motín . Los realistas en
las Tullerías y los constitucionales en la Asamblea , lo deseaban ardien-
temente .
En cuanto se iniciase el motín , sería vencido . Además de la guar-
dia nacional , cuerpo imponente de sesenta mil hombres , organizado y
uniformado, tenía Lafayette un arma indefectible , la llamada tropa
del centro , guardia nacional á sueldo , de más de nueve mil hombres ,
la mayoría antiguos guardias franceses, muchos de los cuales fueron
luego oficiales y generales de la República y del imperio .
Pero precisamente porque el pueblo veía enfrente fuerzas tan temi-
bles , se podía apostar que no habría motín . Los dogos bajaban la cabeza .
El famoso cervecero Santerre , que por su voz , su estatura y su corpu-
lencia , tenía tan gran influencia en el barrio de San Antonio , aceptó en
los Jacobinos la humilde misión de ir á retirar la petición del Campo de
Marte . Los grandes directores de los Franciscanos se mostraron más
prudentes todavía . Comprendieron el alcance del último decreto , vieron
perfectamente que los realistas necesitaban una algarada ; los golpes
que recibieron Freron y Rotondo les indicaron que serían poco escrupu-
losos en la elección de medios para provocarla , y desaparecieron , lo cual
les ha sido echado en cara . Creo, sin embargo, que su presencia hubiera
sido un pretexto de disputa y de combate; no hubieran dejado de decir ·
648 J. MICHELET

que habían excitado al pueblo , y toda la odiosidad del asunto , que re-
cayó sobre los constitucionales , hubiera sido para ellos . Danton lo com-
prendió así. Desde el sábado por la noche se eclipsó de París y se fué al
bosque de Vincennes , en Fontenay , donde su suegro , el cafetero , tenía
una casita . El valiente carnicero Legendo , al que no se le caían de la
boca palabras de combate , sangre y ruinas , se llevó consigo á Desmou-
lins Ꭹ Freron que perdían el tiempo redactando una nueva moción y se
dirigieron al campo , donde pasaron el fresco aquella calurosa jornada ,
comiendo en compañía de Danton .
Los realistas estaban de buen humor; en medio de todos aquellos
grandes y trágicos acontecimientos se creían todavía en los tiempos de
la Fronda y ponían en solfa á sus enemigos . Hasta el final de la Asam-
blea constituyente fué inacabable su verbosidad . Diariamente , encerra-
dos en los restaurants de las Tullerías y del Palais Royal escribían , apu-
rando botellas , sus famosas Actas de los apóstoles . El suceso de Varen-
nes , que á pesar de su tristeza tenía su aspecto ridículo , no era á propó-
sito para poner á los burlones de su parte . Se alegraron mucho del
eclipse de los famosos jefes populares . Aquella misma noche ante la ca-
sa de Danton, en Fontenay , le dieron una especie de cencerrada acom-
pañada de gritos , de insultos y de amenazas .
Una burla fatal , y cuyas consecuencias fueron terribles , se intentó
en el Campo de Marte . Por tristes y vergonzosos que sean los detalles ,
son muy esenciales para la pintura de las costumbres de la época , para
que no pueda pasarlos la historia en silencio . El primer deber del histo-
riador no es la gravedad , sino la verdad .
La emigración y la ruina de muchos que no emigraban , había
puesto en la calle á una masa de lacayos, de gentes ligadas á los no-
bles y á los ricos por diferentes títulos , agentes de modas , de lujo, de
diversiones y de libertinaje . La primera corporación de esta clase ,
la de los peluqueros , estaba como aniquilada . Había estado floreciente
durante más de un siglo por la extravagancia de las modas . Pero la
terrible frase de la época : « Volved á la naturaleza » había matado á
aquellos artistas , peluqueros y peinadoras; se tendía en todos los órde-
nes á una sencillez espantosa . El peluquero perdía á la vez su existen-
cia y su importancia . Digo importancia , porque realmente la tenía muy
grande bajo el antiguo régimen . El precioso privilegio de las largas
audiencias, la ventaja de tener por espacio de media hora ó de una
hora entre las tenacillas á las hermosas damas de la corte, de charla,
de decir cuanto se le ocurría, pertenecía de derecho al peluquero.
Ayuda de cámara ó peluquero , era admitido por la mañana con la
mayor intimidad, y presenciaba muchas cosas como confidente, sin que
se pensara en confiarse á él. El peluquero era como una especie de ani-
mal doméstico , un mueble de las damas , y participaba mucho de la fri-
volidad de las mujeres , á las que pertenecía . La reina confió á maese
Leonard, muy fiel, pero de poco seso , sus diaman
tes y el cuidado de
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 649

ayudar á Choisseul en la fuga de Varennes y así salió ello . Inútil es de-


cir que aquellas gentes echaban de menos amargamente el antiguo ré-
gimen . Los realistas más furiosos no eran acaso ni los nobles , ni los
curas , sino los peluqueros .

Encuentran á los dos culpables, muy corridos, fingiendo dormir. (Pag. 650)

Agentes mensajeros de los placeres , eran también , generalmente ,


libertinos por su propia cuenta . Uno de ellos , el sábado por la noche , la
víspera del 17 de Julio, tuvo una idea que no podía germinar más que
en la cabeza de un libertino desocupado; ideó situarse bajo la platafor-
TOMO I 82
650 J. MICHELET

ma del altar de la patria para verles las piernas á las mujeres . No se


llevaba entonces tontillo , sino faldas muy huecas por detrás . Las altivas
republicanas, tribunas con gorra , oradoras de clubs , las romanas , las
mujeres de letras , iban á subir allí . El peluquero creía chistoso el ver
(ó imaginárselo) y hacer después comentarios . Falsa ó verdadera , sin
duda alguna se hubiera hecho presa en los salones realistas ; había en
ellos gran libertad en el lenguaje , aun entre las grandes señoras . Con
asombro se lee en las Memorias de Lauzun lo que se atrevían á decir en
presencia de la reina . Las lectoras de Faublas y de otros libros peores ,
habrían recibido con agrado aquellas desvergonzadas descripciones.
El peluquero , á imitación del de Lutrin, quiso tener un camarada
con quien encerrarse en aquellas tinieblas , y escogió á un valiente , vie-
jo soldado inválido , tan libertino como él . Se proveen de víveres y de
un barril de agua, van por la noche al Campo de Marte , levantan un
tablón , y al bajar lo vuelven á colocar cuidadosamente . Luego, valién-
dose de una barrena , empiezan á hacer agujeros . Las noches son cortas
en Julio , había mucha claridad y aún seguían trabajando . La ansiedad
porque amaneciera el gran día despertaba á muchas gentes , y también
la miseria y la esperanza de vender algo á la muchedumbre ; una ven-
dedora de pasteles ó de limonadas , tomando la delantera á las demás
rondaba , ya á la espera , alrededor del altar de la patria . Nota que ba-
rrenaban á sus pies, tiene miedo y empieza á gritar . Estaba allí un
aprendiz que había ido á copiar las inscripciones patrióticas . Corre á
llamar á la guardia del Gros- Caillou , que no quiere moverse; se dirige
sin parar al Hotel de Ville , vuelve con hombres armados de herramien-
tas , separan las tablas y encuentran á los dos culpables , muy corridos ,
fingiendo dormir . Era un mal negocio ; entonces no se toleraban bromas
sobre el altar de la patria; en Brest le costó la vida á un oficial el ha-
berse burlado de él . Aquí, circunstancia agravante , confesaron su feo
propósito . La población del Gros-Caillou se compone en su totalidad de
lavanderas, ruda población de mujeres armadas de palas , que durante
la Revolucion tuvieron sus días de sedición y de revueltas . Aquellas se-
ñoras tomaron muy á mal la confesión del ultraje que trataba de infe-
rirse á las mujeres . Por otra parte , circularon entre la multitud otras
versiones ; se decía que los culpables habían obtenido la promesa , para
dar un golpe , de rentas vitalicias ; el barril de agua , al pasar de boca

en boca , se convirtió en un barril de pólvora ; de aquí la consecuencia :


<querían volar al pueblo ...» La guardia no pudo defenderlos , y fueron
arrastrados y degollados ; luego , para atemorizar á los aristocratas , les
cortaron las cabezas y las llevaron á París . A las ocho y media ó las
nueve , estaban en el Palais Royal .
Precisamente á aquella hora los oficiales municipales , con los al-
guaciles y trompeteros , promulgaban en las plazas las decisiones de la
Asamblea , el discurso severo del presidente y las medidas repre-
sivas.
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN francesa 051

Ved , pues , desde por la mañana , las dos cosas contrarias que de-
bían servir igualmente la causa de los realistas : la amenaza , el crimen
que castigar; el cuchillo ya levantado y la ocasión de herir.
Se reunía la Asamblea ; la noticia cae como un rayo , amañada , des-
figurada á capricho .
Un diputado asustado : «Dos buenos ciudadanos han muerto ... Re-
comendaban al pueblo el respeto á las leyes y les han ahorcado» . ( Mo-
vimiento de horror. )
Regnault de Saint-Jean-d'Angely: « Pido la ley marcial ... Es pre-
ciso que la Asamblea declare criminales de lesa nación á los que por
medios escritos individuales ó colectivos induzcan al pueblo á la resisten-
cia» . De este modo se lograba el fin deseado , se confundían la peti-
ción y el asesinato , y toda reunión era considerada como reunión de ase-
sinos .
La Asamblea, después , con una tranquilidad de espíritu extraña en
aquella situación , pasó á ocuparse de otro asunto . Permaneció allí todo
el día haciendo como que oía informes sobre la hacienda , la marina, los
disturbios promovidos por los clérigos , etc. Sin embargo actuaba ; su
presidente Carlos Lameth enviaba con la violencia impaciente de su ca-
racter mensajes al Hotel de Ville en nombre de la Asamblea y agui-
joneaba la lentitud de la municipalidad . Esta , encargada de ejecutar ,
era menos impaciente ; dió á entender que no había sabido hasta las once
el asesinato cometido entre siete y ocho . Las tropas que envió llegaron
á mediodía á Gros-Caillou , y prendieron á uno de los asesinos que se
escapó, pero fué vuelto á coger al día siguiente con uno de los cómpli-
ces . La Asamblea antes de mediodía había expedido su decreto . La fra-
se escritos colectivos amenazaba precisamente á la petición de los Jaco-
binos . Robespierre salió para advertirles del peligro y obligarles á re-
tirar la petición del Campo de Marte . La sala estaba desierta : apenas
había una treintena de miembros . Estos treinta , comisionaron á Sante-
rre y algunos otros .
En el Campo de Marte había aún poca gente ; en el altar no llega-
ban á doscientas personas (Madama Roland , que estaba allí , lo atesti-
gua) . En el glacis , hacia el Gros -Caillou , grupos esparcidos , hombres
aislados , iban y venían . Aquel pequeño número perdido en la inmensi-
dad del Campo de Marte , no tenía establecida ninguna inteligencia co-
mún . En aquel momento , existían tres distintos pareceres . Los unos , los
Jacobinos , decían que , habiéndose decidido la Asamblea por el rey,
había que modificar la petición ; que la sociedad iba á redactar una nue-
va. Los otros , miembros de los Franciscanos , agentes secundarios , or-
gullosos de llevar la dirección en ausencia de los jefes , insistían para
que en el acto se redactase una petición amenazadora ; eran estos hom-
bres de letras ó letrados de diversas categorías , Robert y su mujer pri-
mero, un tipógrafo , Brune , que después fué general, un escritor públi-
co, Hebert, Chaumette , estudiante de medicina , periodista , etc.
652 J. MICHELET

Había además otros franciscanos , hombres de acción , que no se


entretenían en escribir , los cuales permanecían en el glacis con el po-
pulacho del Gros-Caillou , irritados de que los jueces trataran de reformar
la justicia sumaria que por la mañana se había hecho en los dos hombres
sorprendidos debajo del altar. ¿Podría aquella excitación llegar á pro-
ducir una gran explosión popular? Nada lo hacía presumir , pero aquellos
furiosos franciscanos así lo creían . Había entre ellos esos hombres ne-
fastos que no se ven más que en tales días . Según todos los datos, entre
ellos se encontraba Verrier . Fournier , con toda seguridad . El primero ,
figura fantástica , el horrible jorobado del 6 de Octubre . El 16 de Julio
por la noche , aquel enano sanguinario , montado sobre un enorme caba-
Ilo , había cabalgado por todo París con gestos terribles , como una ver-
dadera aparición apocalíptica . El otro , carecía de palabras y de gustos ;
no sabía más que herir; era un hombre determinado , de alma violenta,
atroz el auvernés Fournier, conocido por el americano . Capataz de ne-
gros en Santo Domingo , más tarde negociante , arruinado , disgustado
por un proceso injusto , había fatigado vanamente con sus peticiones á
la Asamblea de los nobles y á la Asamblea constituyente : esta última ,
dirigida por los plantadores , como Lameth y Barnave , había rechazado de-
finitivamente la postrera petición de Fournier, apenas hacía un mes : desde
entonces se vió á aquel hombre en todos los sitios donde se podía matar :
tomó parte en las más terribles tragedias de las calles . Sin ambición , sin
odio personal , sólo por odio á la especie humana, como aficionado á la
sangre. Después de la Revolución volvió á Santo Domingo y continuó
matando , con preferencia á los ingleses , y se distinguió como cor-
sario.
Las primeras tropas entraban en el Campo de Marte al mediodia ,
mandadas por un ayudante de campo de Lafayette . De los glacis partió
un disparo que hirió al ayudante . Poco después se presentó Lafayette
en Gros-Caillou con numerosas tropas y un cañón ; los furiosos del gla-
cis , el populacho del barrio estaban disponiéndose á hacer una barricada
volcando las carretas ; uno de entre ellos , guardia nacional (se cree que
fué Fournier) , disparó á boca de jarro sobre Lafayette , a traves de la ba-
rricada , pero hizo falta el fusil . El agresor fue preso inmediatamente ,
pero Lafayette con mal entendida generosidad hizo que le dejaran en
libertad . Continuó hasta el altar , donde encontró á los oradores y re-
dactores, pocos en número, tranquilos , y le juraron que se trataba úni-
camente de una petición , y que una vez firmada se retiraría cada uno á
su casa .
La Asamblea supo en el mismo instante que se había hecho fuego
sobre Lafayette . El presidente escribió apresuradamente al Hotel de
Ville, y se mandó á dos municipales para que requirieran á la multitud ,
no encontrando con gran sorpresa suya más que gentes pacíficas , que
les leyeron la petición , la que no les pareció mal , á pesar de que ponía
de relieve con demasiada energía la audacia de la Asamblea al prejuz-
HISTORIA DE La revolución fRANCESA 653

gar la cuestión en favor del rey sin esperar el voto de la Francia ; acu-
saba también una grave ilegalidad , sosteniendo que los doscientos ó
trescientos diputados realistas que habían protestado y no querían ya
votar, habían ido sin embargo esta vez á votar con los otros .
Esta famosa petición (que tengo ante mi vista) parece , por el ca-
rácter de la letra, que fué escrita por Robert, cuyo nombre se lee al pie ,
con los de Peyre, Vachart (¿ó Vrichaux?) y Dumont . Es enérgica, ar-
diente, improvisada indudablemente en el Campo de Marte . No me ex-
trañaría que la hubiese dictado madama Robert (madama Keralio) , que
estuvo todo el día en el altar con su marido , tenazmente apasionada fir-
mando y haciendo firmar . Su redacción es entrecortada, como dictada por
una persona jadeante . Varias negligencias felices , pequeños rasgos acera-
dos (como la cólera de una mujer ó de un colibrí) denuncian , á mi juicio ,
una mano femenina . Siguen luego miles de firmas que ocupan varias
hojas ó cuadernillos cosidos juntos . Sin ningún orden , indudablemente
cada cual ha firmado á medida que llegaba , casi todos con tinta, varios
con lápiz. Hay muchos nombres conocidos , especialmente los de la sec-
ción del Teatro Francés (Odeon ) , que estaba allí en gran número : Ser-
gent (el grabador) ; Rousseau ( el primer cantante de la Opera?) ; Mo-
moro, primer impresor por la libertad y elector de la segunda legisla-
tura; Chaumette, estudiante de medicina , calle Mazarino , núm . 9; Fa-
bre (¿d'Eglantine?) ; Isambert, etc. Hay otros que no son del mismo barrio ,
pero también miembros de los Franciscanos ; Hebert escritor , calle de
Mirabeau; Hanriot , Maillard. Algunos Jacobinos cono Andrieux , Co-
chon, Duquesnay, Taschereau , David. Por fin nombres de todas clases:
Girey- Dupre (el lugarteniente de Brissot ) Isabey padre, Isabey hijo,
Lagarde, Moreau , Renouard, etc.
Al principio de la hoja 35 se lee esta nota conmovedora : «¿ La da-
reis de puñaladas (¿á la libertad ó á la patria?) en su cuna después de
haberla creado?»
Algunos añadían á su nombre : guardia nacional ó soldado ciuda-
dano de la patria . Muchos que no sabían firmar hacían una cruz. Hay
nombres de mujeres casadas y solteras . Sin duda aquel día como do-
mingo , habían salido acompañando á sus padres , hermanos ó maridos .
Creyentes de fe sencilla , quisieron atestiguar con ellos , comulgar en su
compañía en aquel acto solemne cuya importancia no comprenderían
muchas . No importa , eran valerosas y fieles , y más de una lo atestiguó
también con su sangre.
El número de las firmas debió ser verdaderamente inmenso . Las hojas
que aun se conservan contienen varios millares , pero es indudable que
se han perdido muchas . La última lleva la página 50. Aquel prodi-
gioso entusiasmo del pueblo firmando un acto tan hostil al rey, tan se-
vero para la Asamblea , debió atemorizarla . Sin duda la llevaron una de
las copias que se había hecho circular y aquella Asamblea soberana
hasta entonces, juez y árbitro entre el rey y el pueblo , vió que se con-
654 J. MICHELET

vertía en acusada . Elegida hacía largo tiempo bajo el imperio de una


situación tan diferente, habiendo caducado todos sus poderes , se sentía
débil . Conservaba todavía en su seno trescientos enemigos de la Cons-
titución , que sin dejar de protestar de que no actuaban , reaparecían
en un momento dado , se mezclaban en las deliberaciones y votaban qui-
zás sólo cuando podían perjudicar ; esto bastaba para tachar de ilega-
les todos sus actos . Ella que se consideraba como la ley y esgrimía
la espada en nombre de la ley, se veía sorprendida si la acusación era
verdadera , en flagrante delito de crimen contra la ley . Era , pues , preci-
so , á toda costa , disolver el concurso y desgarrar la petición .
Tal fué seguramente la idea, no diré de la Asamblea entera que se
dejaba conducir , sino la idea de sus directores . Supusieron que habían
recibido aviso de que la turba del Campo de Marte quería dirigisre
contra la Asamblea, lo cual era falso , y lo desmiente positivamente lo
que los testigos oculares que aun viven refieren al describir la actitud
del pueblo . Que hubiese habido entre ellos un Fournier ó cualquier otro
loco que lo propusiese , no es imposible; pero ni él ni otro , tenían la me-
nor influencia sobre la multitud, que era inmensa , compuesta de mil
elementos diversos , tanto menos fáciles de arrastrar cuanto menos temi-
ble . Las aldeas de la jurisdicción , ignorando los últimos acontecimientos ,
se habían puesto en camino , especialmente las del Oeste , Vaugirard ,
Issy , Sevres , Saint- Cloud , Boulogne , etc. Acudían como á una fiesta;
pero una vez en el Campo de Marte ya no tenían intención de ir más
allá ; en aquel día de calor extremado , buscaban un poco de sombra para
descansar bajo los árboles que allí hay , ó bajo la ancha pirámide del
altar de la patria .
Entretanto llega al Hotel de Ville , á eso de las cuatro , un mensaje
aterrador de la Asamblea , y al mismo tiempo circula por la Greve entre
la guardia asalariada el rumor de que «una cuadrilla de cincuenta mil
bandidos reunidos en el Campo de Marte va á marchar contra la Asam-
blea .>>
Esto estaba en oposición con el informe de Lafayette, con el de los
dos municipales que habían vuelto con posterioridad al Hotel de Ville
conduciendo una diputación de aquellos pacíficos bandidos con la pre-
tensión de que fueran puestas en libertad dos ó tres personas que habían
sido detenidas . El alcalde , la municipalidad , el departamento , vacilan
entre aquellas impresiones tan contradictorias, y si pudieran tratarían
de aplazar aun la solución . Sin embargo , la Asamblea manda y Bailly
no tiene más remedio que obedecer . Los jefes del departamento Laro-
chefoucauld , Talleyrand , Beaumety y Pastoret tiemblan por haber es-
perado tanto y censuran las dilaciones de la municipalidad : « Henos
aquí, dicen , comprometidos en el concepto de la Asamblea» .
Mientras tanto la tropa asalariada , los Hullin y otros se desespera-
ban en la Greve . Aquellos guardias franceses , muchos de ellos vence-
dores de la Bastilla , estaban hacía mucho tiempo furiosos , exasperados
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 655

contra los diarios y los agitadores demócratas que les llamaban polizon-
tes de Lafayette . Esperaban con impaciencia el día en que lavaran con
sangre esta afrenta , y no pudieron contener un grito de alegría cuando
vieron en las ventanas del Hotel de Ville , en las que tenían fija su mi-
rada , enarbolar la bandera roja.
El pobre Bailly bajó á la Greve muy pálido . El infortunado astró-
nomo , después de una vida consagrada al estudio , se ve necesariamente
obligado por aquella turba furiosa á derramar sangre . Imagen de la fa-
talidad , se veía , sin embargo , que no temía nada , y que desde mucho
antes había hecho el sacrificio de su vida . En el mismo día del triunfo ,
el 23 de Julio del 89 , cuando consintió en que le nombraran alcalde ,
cuando Hullin le cogió del brazo para ir á Nuestra Señora , rodeado de
soldados , había dicho : « Verdad que parezco un prisionero que llevan á
la muerte?» Si que lo parecía el 17 de Julio del 91. En su rostro se veía
la impresión que le habían producido estas frases de un periódico : «Este
día será un veneno lento que apuraréis hasta el último de vuestra
vida » .
Desde hacía una hora que se había tocado á generala en París , con
admiración de todo el mundo , los guardias nacionales acudían de todas
partes . Caminaban en largas columnas , unos por las Campos Elíseos ,
otros por los Inválidos ó por el Gros-Caillou . Un momento antes de lle-
gar les obligaban á cargar las armas , porque se decía que los insurrectos
eran dueños del Campo de Marte , donde se habían atrincherado .
Copiaré textualmente la narración inédita de un testigo muy dig-
no, muy verídico . Era guardia nacional en el batallón de los Mínimos ,
que con los de Quince- Vingts de Popincourt y de Saint-Paul , se ali-
nearon paralelamente á la Escuela Militar.
«El aspecto que presentaba entonces aquella inmensa plaza nos
llenó de admiración . Esperábamos verla ocupada por una turba furiosa
y no encontramos más que una reunión pacifica de paseantes domin-
gueros , esparcida en grupos , en familias y compuesta en gran parte de
mujeres y de niños , entre los que circulaban vendedores de coco , de
tortas Ꭹ de pasteles de Nanterre , muy en boga entonces por la novedad .
No había nadie entre aquella multitud que llevase arinas , excepto algu-
nos guardias nacionales luciendo sus uniformes y sus sables , pero la
mayor parte acompañados de sus mujeres no tenían nada de amenaza-
dores ni de sospechosos . Era tan grande la tranquilidad , que varias
compañías de los nuestros pusieron sus fusiles en pabellones y algu-
nos , movidos por la curiosidad , fueron hasta el medio del Campo de
Marte . Interrogados á su regreso dijeron que no había nada de nuevo ,
sino que estaban firmando una petición en las gradas del altar de la
patria.
>> Este altar era una construcción inmensa de cien pies de altura ; se
apoyaba sobre cuatro macizos que ocupaban los ángulos de su vasto
cuadrilátero , sobre los que se apoyaban vigas colosales . Estos macizos
656 J. MICHELET

estaban unidos entre sí por escaleras de tal anchura que podía subir
de frente por cada una de ellas un batallón . Sobre la plataforma se
elevaba en forma de pirámide , con una multitud de escalones , un gra-
derío coronado por el altar de la patria , al que daba sombra una pal-
mera .
>> Las escaleras construídas en las cuatro caras , desde la base á la
cúspide , habían servido de asunto á la multitud fatigada por un largo
paseo y por el calor del sol de un día de Julio . Cuando llegamos nos-
otros , aquel gran monumento parecía una montaña animada , formada
de seres humanos unos sobre otros . Ninguno de nosotros preveía que
aquella construcción hecha para una fiesta , iba á convertirse en un san-
griento cadalso .
>> La muchedumbre que llenaba el Campo de Marte no se había
• preocupado lo más mínimo de la llegada de nuestros batallones ; pero
pareció que se conmovía cuando el redoble de los tambores anunció que
İlegaban más fuerzas militares y que iban á entrar en el recinto por la
verja del Gros- Caillou , abierta enfrente del altar . Sin embargo , la multi-
tud curiosa y confiada se precipitó á su encuentro ; pero fué rechazada
por las columnas de infantería que , obstruyendo las salidas , avanzaron y
se desplegaron rápidamente, y sobre todo por la caballería , que corrien-
do á ocupar los flancos levantó una nube de polvo que cubrió toda aque-
lla escena tumultuosa . »>
El espectáculo era inexplicable visto desde la Escuela Militar . Pue-
de asegurarse que pocas personas , en el Campo de Marte , se daban

cuenta de él . Era preciso , para comprenderlo , dominar el conjunto . Esto


es lo que hicieron varios realistas precavidos . El austriaco Weher , her-
mano de leche de la reina , se situó en el mismo ángulo del puente . El
americano Morris , familiar íntimo de las Tullerías , subió á las alturas
de Chaillot , desde la que también nosotros vamos á observar la escena ;
se domina admirablemente la situación y no se nos escapará nada : el
Campo de Marte está á nuestros pies .
En el fondo del cuadro , delante de la Escuela Militar , aquella mu-
ralla de tropa es la guardia nacional del barrio de San Antonio y del
Marais . No cabe duda de que Lafayette se fió poco de aquellas gentes y
les ha agregado , para vigilarles , un batallón de la guardia asalariada .
Esta guardia constituye su fuerza . ¡Vedla casi enterà cómo entra
ruidosa y formidable por el Gros -Caillou enmedio del Campo de Marte,
cerca del centro , cerca del altar, cerca del pueblo ! ... ¡Cuidado con el
pueblo !
Y con la guardia asalariada entran muchos guardias nacionales ,
unos ardientes fayettistas (indignados porque se ha hecho fuego contra
su dios) , otros furiosos realistas , que vienen suavemente á derramar
sangre republicana bajo las banderas de Lafayette . Sobre todo , los ofi-
ciales de la guardia nacional fueron los primeros en acudir al llama-
miento ; había más oficiales que soldados ; casi todos ellos eran nobles ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 657

casi todos caballeros de San Luis . Un periódico asegura que en aquella


época había en París doce mil de estos caballeros . Estos militares se
hacían nombrar sin dificultad oficiales de la guardia nacional ; citare-
mos entre otros á un vendeano, exgobernador de M. de Lescure ;
Enrique de la Rochejaquelein lo fué también en la guardia constitucio-
nal del rey.

Los ardientes realistas , los más impacientes por herir, no sabían

E hizo fuego sobre la masa inofensiva del altar de la patria. (Pág. 659)

si debían seguir á Lafayette, á la guardia asalariada ó alistarse en el


tercer cuerpo , bajo la bandera roja . Esta bandera llegaba por el puente
de madera (donde está el puente d'Iena ) con el alcalde de París . Con-
ducía una reserva de guardia nacional á la que se habían agregado al-
gunos dragones (conocidos por su realismo) y una banda bastante ri-
dícula de peluqueros que, además de la espada que tenían derecho de
llevar , iban armados hasta los dientes . Querían vengar , sin duda , al pe-
luquero ahorcado por la mañana por las gentes del Gros-Caillou .
TOMO I 83
658 J. MICHELET

La bandera roja , muy pequeña , invisible en el Campo de Marte ,


entró con el alcalde por el lado del puente . A su izquierda , en el glacis ,
había una turba de pilluelos del barrio , de vagos , y sin duda también
la gente de Fournier el americano . Al tratar el alcalde de requerirles pa-
ra que se disolvieran , cayó sobre él una lluvia de piedras y luego le
dispararon un tiro que hirió á un dragón que se hallaba detrás de
Bailly.
La guardia nacional contestó , pero disparando al aire ó con pólvora
solo, pues no hubo en el glacis ningún muerto ni herido .
¿Vió aquella escena la gran masa del pueblo que estaba sentada en
el centro, sobre las gradas del altar de la patria? Sin duda oyó confusa-
mente los tiros y creyó con fundamento que disparaban con pólvora
sola. Creyó que iban á hacer también las prevenciones de ordenan-
za. Muchos no se atrevían á abandonar el altar , viendo que las tropas
lo ocupaban todo , la Escuela Militar , el Gros - Caillou y hacia Chai-
llot . En la planicie , invadida rápidamente por la caballería , innume-
rables grupos buscaban inútilmente una salida para dirigirse hacia Pa-
rís . Después de todo , el altar parecía el sitio más seguro para los que
iban acompañados de mujeres y de niños ; creían encontrar allí un asilo
inviolable . Para los creyentes de la antigua religión , lo mismo que para
los de la nueva, aquel altar era sagrado . ¿No había dicho en él misa el
clero de París hacía tres días , y la libertad no había oficiado también
en él el día de la Federación?
La masa de las tropas asalariadas que habían entrado por el centro ,
la artillería y la caballería , alineadas en el Campo de Marte por el lado
del Gros-Caillou tenían á la espalda los glacis donde refluía la canalla , los
chiquillos , los furiosos que habían tirado ya contra Bailly , por la parte
del río , y á quienes había dispersado la descarga de pólvora sólo . Menos
asustado que envalentonados y pudiendo en todo caso , si se hacía fue-
go , esconderse detrás de los glacis , vociferaban y tiraban piedras á « los
polizontes de Lafayette . » Los directores contaban con que estos , moles-
tados por tanta provocación , acabarían por perder la serenidad y por
hacer alguna barbaridad , con lo que el pueblo, volviendo á entrar fu-
rioso en París , tal vez promovería un alzamiento general como en Julio
del 89.
El alcalde y el comandante , dos hombres que no tenían nada de
sanguinarios , de seguro no habían dado más que la orden general de
emplear la fuerza en caso de resistencia ; y contaban con dar sobre el
campo de batalla las órdenes que las circunstancias exigiesen , decir có-
mo, cuándo y dónde se había de emplear la fuerza .
¿Qué mortífera influencia movió á la tropa del centro á disparar sin
esperar ninguna señal ? No creo que las provocaciones salidas de los
glacis basten á explicar la cosa . Veo más bien la acción , la instigación
directa de los que tenían interés en acabar á un tiempo con la petición
y con los peticionarios . Me refiero á los realistas . Hemos visto que los
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 659

más violentos de entre ellos , nobles ó clientes de los nobles , peluqueros ,


dragones , etc. se habían incorporado á la tropa del centro ó á la de
Bailly . Estos últimos , según toda probabilidad , viendo que los guardias
nacionales de Bailly disparaban al aire, fueron á quejarse á las tropas
del centro , diciendo que se había hecho fuego sobre el alcalde y que
eran imposibles las intimaciones . Los jefes debieron creerlos , tomando
aquel aviso como una orden del mismo alcalde , y siguieron á sus furio-
pe-
sos guías que les mostraban y marcaban como blanco el altar y la
tición .
Si la guardia asalariada no hubiera sido dirigida con esta habilidad
por los que llevaban un fin político , se puede afirmar que ella hubiese
o a
disparad con preferenci sobre los que la arrojaban piedras , sobre los
s
agresore . Pero sucedió al revés ; dejó tranquilos á los grupos hostiles
an
que la provocab , é hizo fuego sobre la masa inofensiva del altar de la
patria . La caballería tomó el galope y se precipitó loca y furiosa contra
a
aquella montaña viviente compuest de hombres , de mujeres y de ni-
ños , que respon d i ó g a
á la descar con un grito de espanto ...
¡Cosa inverosimil y sin embargo cierta ! La artillería que había
permanecido en su puesto , queriendo también hacer algo por su parte ,
dispuso tirar con metralla á través de la llanura , en medio de una nube
de polvo , sobre la muchedumbre que huía y sobre su propia caballería .
Fue necesario , para contener á aquellos bárbaros , que Lafayette coloca-
se su caballo á la boca de los cañones que iban á disparar .
Veamos cuál fué la impresión que produjo aquella escena en la
guardia nacional y especialmente en la que se hallaba á la parte de la
Escuela militar: « Nosotros no vimos ni oficiales municipales, ni bandera
roja y no teníamos idea siquiera de que fuese posible proclamar la ley
marcial contra aquella muchedumbre inofensiva y desarmada , cuando
oímos un gran clamoreo seguido instántaneamente de un grande y pro-
longado fuego . Gritos desgarradores , que no pudieron ser ahogados por
las detonaciones , nos dieron á entender que asistíamos no á una batalla ,
sino á una matanza . Así que el humo comenzó á disiparse descubrimos
con horror que las gradas del altar de la patria y todos sus alrededores
estaban sembrados de muertos y heridos . Grupos de hombres , de muje-
res de ancianos y de niños , escapados á la hecatombe corrían hacia nos-
otros , perseguidos por la caballería , que los cargaba sable en mano .
Nosotros abrimos nuestras filas para proteger su fuga y sus encarniza-
dos enemigos tuvieron que detenerse ante nuestras bayonetas y que
retroceder ante nuestras amenazas y nuestras execraciones . Un ayu-
dante de campo que vino á traernos la orden de adelantar para barrer la
plaza y operar nuestra unión con las otras tropas fué acogido con las
mismas vociferaciones ; y la energía de tan rudas manifestaciones no
debió dejar duda de que aquella jornada , ya tan sangrienta , aún podía
serlo más .
>> Sin esperar á que estas disposiciones se hiciesen más manifiestas
660 J. MICHELET

el comandante formó en columna su batallón , colocando exploradores en


los flancos .
>> Imitaron este movimiento los otros batallones , y todos juntos ,
por una resolución espóntanea, salimos del Campo de Marte dando
rienda suelta á nuestra indignación y á nuestro dolor .>>
CAPITULO XXI

Los Jacobinos abatidos y de nuevo realzados. (Julio del 91)

Quién fué el culpable de la matanza? -Impresión que el hecho produjo en las Tullerías -Terror
de los Jacobinos, 17 de Julio.-Madama Roland ofrece asilo á Robespierre. - Dudas y errores
de los constitucionales.-Paso humillante de los Jacobinos, 18 de Julio -Se quedan dueños
del local y de la correspondencia -Los Fuldenses se anulan á sí mismos, 17-23 de Julio.-
Reorganización de los Jacobinos bajo la influencia de Robespierre. -Mensajes amenazadores de
las ciudades à la Asamblea, fin de Julio. -Esta renuncia á encargarse del gobierno por sus co-
misarios enviados á las provincias.

Bailly, que desde el puente tuvo que atravesar la mitad del Campo
de Marte, no llegó al centro delante de la guardia asalariada , hasta
después de la horrorosa ejecución, y dijo: «Que se hallaba vivamente
afectado al ver que algunos imprudentes habían hecho fuego .» Un
diario , que por cierto le era hostil , atestigua estas palabras .
En la información que aquella noche se hizo en la municipalidad,
se dió á los sucesos la misma interpretación : una imprudencia, un
desorden sobrevenido , á pesar de las autoridades y sin ninguna señal
suya.
Al hospital de Gros-Caillou , fueron llevados doce cadáveres , y se
dice que durante la noche fueron arrojados muchos al Sena . Los diarios

llegaron á precisar , pero con evidente exageración , la cifra de mil qui-


nientos .

Los doce de quienes se conservan los nombres , señas y trajes ,


son todos gentes obscuras , pobres gentes de la clase obrera; un mucha-
cho reconocido por su padre al día siguiente; una mujer del pueblo , de
50 á 60 años , pobremente vestida, gruesa y pesada que no pudo
correr, etc.
¿Qué parte tuvo cada cuál en aquella desdicha y aquel crimen?-
Ni Bailly ni Lafayette dieron la voz de fuego. -Es indudable que se
abusó de la orden general dada al partir , de disolver los grupos por la
fuerza si había resistencia . Orden que suponía además una señal que no
se aguardó .
662 J. MICHELET

¿Quién precipitó el fuego? ¿Quién lanzó á la guardia asalariada?


¿Quién la hizo volver la espalda á los glacis de donde volaban las
piedras para disparar sobre el altar inofensivo y sobre la petición
antirrealista?-El buen sentido basta para responder: los que tenían
interés en ello , es decir , los realistas , los nobles ó clientes de los nobles
que se encontraban allí como oficiales de la guardia nacional ó como
voluntarios de afición en aquella caza de republicanos ; un caballero
de Malta, por ejemplo , que se alaba de ello en los diarios algunos días
más tarde .
De los tres cuerpos que entraron en el campo de Marte, sólo uno
hizo fuego , el del centro , formado casi en su totalidad por la guardia
asalariada .

El de la parte del río ó tiró al aire ó con pólvora sola , no obs-


tante que
á él se le hizo fuego de bala , habiéndosele herido á un
hombre .
Por la parte de la Escuela Militar , la guardia nacional , lejos de
tirar, acogió y protegió á los heridos .
Ya hemos dicho que este último cuerpo era el de Marais y del ba-
rrio de San Antonio . Al salir del Campo de Marte se encontró con otros
cuerpos de la misma guardia que con unánimes aclamaciones le gratifi-
caron y le bendijeron por su humanidad .
El duelo por aquel triste acontecimiento puede decirse que fué ge-
neral . Unos lamentaban la sangre vertida , otros el golpe mortal que
había recibido la libertad . Un guardia nacional del batallón de San Ni-
colás (Mr. Provant) se pegó un tiro , dejando escritas estas palabras :
« juré morir libre ; la libertad se ha perdido , muero . >
»
Solo un batallón de la guardia asalariada no había tirado : era el
que , hallándose cerca de la Escuela militar , estaba tenido á raya por
una masa infinitamente más numerosa de guardias nacionales . La pren-
sa revolucionaria se aprovechó de aquella circunstancia para felicitar á
la guardia á sueldo , haciéndola creer en su inocencia para retenerla en
el buen partido . En realidad , ella sola ó casi sola fué la ejecutora de la
matanza . Aquella consideración política á un cuerpo al que se temía dió
por resultado descargar toda la odiosidad del suceso sobre la guardia na-
cional , siendo así que esta , por la parte del puente , había evitado hacer
daño al pueblo , y por la de la Escuela Militar , lo había cubierto Ꭹ sal-
vado .
Si se hubiese hecho una información seria sobre el acontecimiento
creo que se habría averiguado que los guardias á sueldo fueron los eje-
cutores y los realistas los instigadores . Se guardaron bien de hacerlo.
Por qué? Porque en aquel momento mismo los constitucionales , aliados
de los realistas para realzar la monarquía , habrían querido más bien es-
conder en las entrañas de la tierra un acto tan torpe y tan funesto á sus
intereses .
Con verdad se puede decir que de una y otra parte hubo un acuer-
HISTORIA DE LA revolución fRANCESA 663

do culpable para crear sombras y embrollar . Sólo el examen, una es-


crupulosa comparación de actos y declaraciones , el contraste de los unos
por las otras , han podido al fin acribar los hechos , separar las falacias
atrevidas de tal ó cual contemporáneo y conducirnos á los resultados
más verosimiles , y me atrevo á decir que casi ciertos , que acabamos de
exponer.
Veamos ahora cual fué en París el efecto del acontecimiento .
El terrible ruido de las descargas, demasiado bien oído , había
oprimido todos los corazones . Todos , de cualquier partido que fuesen ,
tuvieron un fúnebre presentimiento, una especie de estremecimiento
como si entreabiéndose el cielo , les hubiese dejado vislumbrar el espec-
tro de las futuras guerras sociales.
Pero sobre todo fué grande el terror en dos lugares ; las Tullerías
Ꭹ los Jacobinos . Los primeros golpes dieron de rechazo en el corazón
de la reina ; ella comprendió que sus imprudentes amigos acababan de
abrir una sima sangrienta que no se cerraría jamás .
Y los Jacobinos comprendieron , por su parte , que sobre ellos aban-
donados , reducidos á número exiguo , iban los Fuldenses , sus rivales , á
hacer caer la responsabilidad de todo lo que hubiese podido provocar la
terrible ejecución .
Al punto enviaron exploradores . Sus enviados encontraron en los
Campos Elíseos primero una mujer desconsolada , después una multitud
confusa de pueblo que huía á todo correr . Se les dijo que había muchos
muertos, que se había hecho fuego antes de la tercera intimación , etc.
Sin pérdida de momento la sociedad , para desarmar á la autoridad ,
declaró que desautorizaba «< los impresos falsos ó falsificados que se le
habían atribuído , y que juraba de nuevo ser fiel á la Constitución y
sumiso á los decretos de la Asamblea . »
>
Entretanto oíase un gran ruido en la calle de Sain-Honoré ; eran
los guardias á sueldo que volvían exaltados del Campo de Marte y que
al pasar por delante de los Jacobinos pedían que se les diese la orden
de derribar la sala á cañonazos . Dentro la alarma es grande . Alguien
grita « Atacan la sala .» Gran susto, gran confusión , miedo extremado y
ridículo . Uno de los miembros perdió la serenidad hasta el punto de sal-
tar para salvarse á la tribuna de las mujeres . Madama Roland que es-
taba en ella , le echó en cara su cobardía y le obligó á salir por donde
había entrado . Habían sido colocados soldados á las puertas ; se cerraron
las verjas para impedir la entrada á los que llegaban , pero se dejó salir
á los que estaban dentro . Madama Roland salió de los últimos .
La calle estaba llena de gentio , algunos reían y gritaban á los que
salían ; otros aplaudían . Robespierre fué reconocido y aplaudido por
ciertos grupos ; honor poco apetecible en semejante día .
Bajaba la calle para dirigirse al barrio de Saint-Honoré y refugiar-
se sin duda en casa de Petion que vivía allí , cuando al hallarse frente
á la Asunción , gritaron algunos nuevamente; ¡ Viva Robespierre! Hasta
664 J. MICHELET

se asegura que á uno se le ocurrió decir: «¿Si es preciso un rey , por qué
no lo es él?»

Era pruflente no ir más allá . Por fortuna un carpintero llamado


Duplay, que vivía enfrente y estaba á la puerta de su casa , se dirigió

Fué necesario, para contener á aquellos bárbaros, que Lafayette colocase su caballo
á la boca de los cañones que iban á disparar. (Pág. 659)

hacia él , le cogió vivamente de la mano y con ruda bondad le obligó á


entrar en casa; quien mandaba en ella era madama Duplay, mujer muy
viva y enérgica , que le recibió , le acarició y le trató como á un hijo ó
como á un hermano, como al mejor de los patriotas, como á un mártir
de la liberrad . El marido , la mujer, la familia le rodearon , le aprisiona-
ron y cierran la puerta . Ya no se irá á su casa á aquella hora , en seme-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 665

jante día, al fondo del Marais , en aquel barrio tan desierto , tan retirado
y peligroso; sin duda le asesinarían . Es preciso que cene y que se
acueste; ya tiene preparado el lecho . Lo quiere el marido , lo manda

Al hospital de Gros - Caillou fueron llevados doce cadáveres .. (Pág. 661 )

la mujer y las señoritas Duplay , sin decir nada , se lo suplican también


con sus hermosos ojos . Robespierre , á pesar de su natural reservado , vió
que era forzoso aceptar . A la mañana siguiente quiso partir, pero su ti-
ránica patrona no se lo permitió . Concluyó por permanecer con aquella
TOMO I 84
666 J. MICHELET

familia estableciendo su domicilio en casa del carpintero , comprendien-


do que con ello había de aumentar su popularidad . Fuese ó no casual
aquel acontecimiento , ejerció una notable influencia sobre el más calcu-
lador de los hombres .
Mientras cenaba tranquilamente en casa de Duplay , madama Ro-
land le buscaba en la suya . Se había dicho que iba á ser arrestado , y mo-
vida por noble impulso salió por la noche con su marido , fué á casa de
Robespierre en lo más retirado del Marais , para ofrecerle un asilo . An-
tes había recibido ya á Robert y á su mujer , más directamente compro-
metidos. Aunque era cerca de media noche , antes de volver á su casa ,
en la calle de Guenegaud , los Roland fueron á la de Buzot , que vivía
bastante cerca , en el muelle de los Theatinos ( muelle de Voltaire) , y le
rogaron que fuese á los Fuldenses pora defender á Robespierre antes de
que se redactase el acta de acusación que indudablemente hubiera vo-
tado la Asamblea . El ardiente interés de madama Roland pudo excitar
algo los celos de Buzot, uno de sus más apasionados admiradores ; sin
embargo, su generosidad natural no le permitió vacilar: « Le defenderé
en la Asamblea , dijo ; en los Fuldenses está Gregoire y hablará por él . >
»
No ocultó sin embargo el concepto poco favorable que le merecía Ro-
bespierre , diciendo que en el fondo era un ambicioso egoísta . « Piensa
demasiado en si mismo para amar la libertar . » >
Realmente se engañaban respecto á la audacia de los vencedores .
Se les atribuía una premeditación , un plan , un cálculo que no tenían .
Aquella misma noche estaban en los Fuldenses y en los salones de la
Asamblea consternados por el sangriento golpe que habían dado en pro-
vecho de los realistas . Un paso más y resultaba que ellos , los constitu-
cionales , habrían destrozado la Constitución y la Revolución . Dandre ,
ingenuamente , sencillamente , les aconsejaba que le oyeran: que cerra-
sen los clubs . Por un momento prevaleció este consejo . Se clavó la
puerta de los Franciscanos y se custodió la de los Jacobinos . Pero
Duport que había fundado los Jacobinos , que creía haberlos transferido
á los Fuldenses , y que contaba dirigir siempre la opinión con aquella
poderosa máquina , declaraba que no quería más fuerza que la de la
razón y la de la palabra .
Estorbaba la sangre vertida . Para atenuar el efecto se fingió una
conspiración romántica , sin la menor verosimilitud , formada por extran-
jeros . Rotondo , el profesor de idiomas , un banquero judío , Efraim , el
orador inocente del Círculo social , madama Palm Aelder y algunos
otros . El pueblo de París no podía ser acusado ; únicamente los extran-
jeros habían podido , etc. etc.
Ciertamente se temía dar con la verdad . Era mejor herir á ciegas .
Al siguiente día lunes 18 , la Asamblea muy poco numerosa (253
miembros en total) escuchó el informe del alcalde de París . Este infor-
me era un extracto poco fiel del que se había hecho por la noche en el
Hotel de Ville . Es probable que los realistas hubieran influído por la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 667

noche cerca del buen hombre ; le habían animado , para que se compro-
metiera , decidiéndole á tomar una parte de la responsabilidad que en
verdad no debía recaer sobre él . Aquí ya no se trata de un desorden
como en el informe primitivo; es una represión justa . El nuevo informe
se esfuerza en hacer creer que la matanza ha sido provocada aasesinat
y para ello
o
reune dos cosas muy separadas y perfectamente distintas , el asesinato
de la mañana y la matanza de la tarde ; el primero ejecutado á las siete
por el populacho del Gros-Caillou ; la segunda cometida doce horas des-
pués sobre gentes que , en su mayor parte , ignoraban lo que había su-
cedido por la mañana.
Pero en esta sesión en que el presidente Carlos Lameth felicita á
Bailly sin lamentar la sangre derramada; en que Barnave golpeándose
el pecho empuña la trompeta de la fama para celebrar la victoria ; en
aquel momento de triunfo , los vencedores querrían ir más adelante ;
ellos mismos se asustan y retroceden . A la primera palabra que se pro-
nuncia para aprovecharse de la ventaja , dejan traslucir su indecisión .
Regnauld de Saint-Jean d'Angely quería que la Asamblea votase tres.
años de prisión para los que hubieran incitado al asesinato ; la prisión y
el procesamiento para los que por escrito ó de otro modo hubieran pro-
vocado á la desobediencia de las leyes . Petion demostró que si tal se hi-
ciera, se habría concluído con la libertad de imprenta . Regnault transigió
y redujo su proposición ; pidió y fué votada por la Asamblea la adición de
una palabra á lo de provocado: «formalmente provocado . Añadida esta
sencilla palabra daba medios para eludir la ley , haciéndola ineficaz .
Si la Asamblea quería obtener un resultado serio , era precisó que
fuese autorizado por ella el comité de las averiguaciones, y que él mis-
mo practicase la información ; pero se abstuvo de ello é hizo que el asun-
to pasase á los tribunales , que obraron poco , tarde y mal . En primer lu-
gar se guardaron bien de averiguar la parte que habían tomado en el
asunto los agentes realistas ; solamente procedieron contra dos periodis-
tas , Suleauy y Rogou , el amigo del rey, persiguiendo únicamente á los
escritores y oradores , no á los actores . Y en cuanto á los republicanos ,
á los que los jueces no guardaban consideraciones , procedieron sin em-
bargo contra ellos con lentitud y con torpeza . Esperaron hasta el 20 de
Julio para ordenar la busca de Freron , al 4 de Agosto para embargar la
imprenta de Marat , al 9 para decretar la detención de Danton , Legen-
dre , Santerre , Brune y Momoro .
Los Jacobinos , que no podían preveer de ningun modo la vacilación
de sus enemigos , se creían perdidos el 18 de Julio . Dieron un paso raro
que hubiera podido haberles hecho desmerecer en el concepto público :
se tendieron , por decirlo así , á los pies de la Asamblea , arrastrándose
ante ella. Robespierre redactó en su nombre una petición notable por su
humildad, que fué aprobada por ellos y enviada á su destino . Aquella
Asamblea nacional que en 21 de Junio había sido tachada por él como
una colección de traidores , es alabada entonces por sus generosos es-
668 J. MICHELET

fuerzos , su sabiduría , su firmeza , su vigilancia , su justicia imparcial


é incorruptible. Recuerda su declaración de los derechos , su gloria y el
recuerdo de las grandes acciones que enaltecen su carrera . « La con-
cluiréis como la empezasteis y volveréis al seno de vuestros conciudada-
nos dignos de vosotros mismos . Por nuestra parte terminaremos esta
demanda con una profesión , cuya verdad nos da derecho para contar
con vuestra estimación , con vuestra confianza , con vuestro apoyo :
Respelo para la Asamblea , fidelidad á la Constitución , etc . >>
Los Jacobinos firmaron y remitieron á la Asamblea esta triste pali-
nodia, pero se guardaron bien de insertarla en el diario de sus sesiones .
Brissot fué el que el 24 les hizo la mala jugada de publicarla . ¿Fué in-
discreción ó lo hizo por envilecer á su redactor Robespierre , con el
que desde entonces simpatizaba muy poco?
La humildad salvó á los Jacobinos , como el orgulló perdió á los
Fuldenses . En realidad , estos últimos eran muy fuertes . Habían atraído
del antiguo club á casi todos los diputados , no solo á los moderados , á
los constitucionales , sino á fervientes Jacobinos como Merlin de Douai ,
Dubois-Crancé, etc. Unidos últimamente á la Asamblea nacional , esta-
blecidos en sus mismas oficinas , participaban de su majestad . El convento
de los Fuldenses que ocupaban (calle de Saint-Honoré , enfrente la plaza
Vendome) era un local inmenso y magnífico , espléndida fundación de
Enrique III, agrandada posteriormente por sus herederos . El convento
formaba un cuadrado enorme que comunicaba por un corredor con un
picadero , y desde allí por la terraza de los Fuldenses , con las Tullerías .
Y sin embargo habían cometido una falta al abandonar su antiguo
local . Este tenía lo que acredita á los antiguos comercios afamados ; era
sombrío, feo, mezquino . Sin ostentación , sin énfasis no mostraba más
que una puerta baja y una entrada bastante sucia por la calle de Saint-
Honoré. La casa estaba reformada por los Jacobinos ; el convento era
triste y pobre. La biblioteca , donde había estado primero el club antes
de pasar á la iglesia, no tenía más adorno que un pequeño cuadro en el
que se hacía visible el secreto misterioso de la asociación jansenista, el
mecanismo ingenioso de que se había valido para hacer circular , á pe-
sar de la policía , sin poder ser jamás sorprendida , las Noticias eclesiásti-
cas. La iglesia no contenía ningún monumento importante, excepto la
tumba de Campanella , una especie de Robespierre hecho fraile, un Ba-
beuf eclesiástico , que había ido á refugiarse allí en el siglo diez y
siete .
Se contaba que el cardenal Richelieu , cuando se sentía próximo á
ablandarse y temía humanizarse demasiado , iba allí y recobraba cerca
del calabrés terrible algo de la dureza del bronce italiano .
Los modernos Jacobinos que se reunían en aquella iglesia y no
eran allí más que inquilinos , habían dejado aquellas viejas tumbas . Es-
taban allí mezclados con los muertos . Otros muertos , los últimos monjes.
del convento , asistían al club ( el 89 y 90) , como los últimos Francisca-

!
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 669

nos al club que se reunía en su casa . Todo esto formaba un conjunto


fantástico que se había apoderado para siempre de las imaginaciones ,
llenándolas de recuerdos : el poderoso genius loci, transformado por la
Revolución , vivía allí , se le adivinaba . ¿ Quis Deus? incertum est; habi-
tat Deus . Los Jacobinos decían á los forasteros , á los provincianos , con
acento misterioso : « Esta es la Sociedad madre . » Allí , en efecto , se ha-
bían celebrado los primeros sabbats (palabra propia de la jerga Jacobi-
na) , de donde salieron los primeros motines . Allí , en su memorable duelo
con Duport y Lameth , fué Mirabeau á atronar y á morir . Y mientras en
las bóvedas de la capilla resonaban aquellas grandes voces , otro ruido
estridente , bárbaro , iba á mezclarse con ellas , saliendo de los subte-
rráneos de la iglesia inferior , en donde sociedades obreras y clubs de
mujeres del pueblo discutían violentamente .
No era aquel un local vulgar que se podía abandonar impunemen-
te. Lo que prueba que los Fuldenses no eran políticos , es que no lo ha-
bían comprendido así . El 17 lo podían todo , eran la misma Asamblea.
A toda costa hubieran debido destruir ú ocupar aquel lugar, y esto ,
aquella misma noche , sin más dilación , aprovechando el terror de sus
enemigos .
Se acordaron de ello por la mañana . Feydel , sucesor de Laclos en
la redacción del diario , fué con aquel á reclamar el local y la correspon-
dencia. Alegaban que los Fuldenses , especialmente Duport y Lameth ,
eran los fundadores del club, que todo el comité de correspondencia
(por lo menos veinticinco miembros de treinta) se habían pasado á su
lado . Habían ido temprano , creyendo probablemente arreglar la cosa en
medio de la soledad y el desfallecimiento de los Jacobinos, antes de que
llegaran Petion y Gregoire , creyendo también que no se atrevería á ir
Robespierre por hallarse perseguido . Los Jacobinos declararon que que-
rían esperar á aquellos . Por fin llegaron . Petión , que venía de tantear la
Asamblea nacional , y que había obtenido el que atenuase su ley repre-
siva , es decir que retrocediese en el mismo día de la victoria , no vaciló
en contestar por los diputados Jacobinos, que eran tan fundadores del
club como los otros , que conservarían la correspondencia y que conti-
nuarían allí ; por lo demás iba á intentar una reconciliación con los Ful-
denses . Fué á verles , en efecto, y recibió esta altiva respuesta : « que no
recibirían más que á los Jacobinos que se conformasen con sus nuevos
reglamentos . >>
Los Fuldenses se mostraban más orgullosos que hábiles . Su primer
acto, la petición del 17 á las sociedades afiliadas , había sido en todos
sentidos impolítico y desastroso ; petición mal fechada en el día de la
matanza, mal firmada por Salles , que había defendido al rey ; mal di-
rigida bajo el sobre del ministro y sospechosa por esto solo; por fin ,
para que nada faltase mal aprobada , si así puede decirse ; lo fué inme-
diatamente por Chalons- sur-Marne , la ciudad realista que había reci-
bido tan bien al rey á su regreso ..
670 J. MICHELET

En aquella petición alegaban los Fuldenses como principal motivo


de la separación , que querían limitarse á preparar los trabajos de la
Asamblea, no hacer nada más que discutir , sin acordar nada por el su-
fragio; en una palabra , hablar sin resolver , sin obrar, dejando obrar á
la Asamblea sola . Estaban seguros de desagradar. Era tiempo de traba-
jar, se imponía el porvenir, y proponían que resolviese una Asamblea
in extremis, que ya pertenecía á la historia.
El 23 se dieron los Fuldenses á sí mismos el golpe fatal , se marca-
ron con señal de muerte, al prescindir de la igualdad erigiéndose en
asamblea de distinguidos y privilegiados , de la que no podrían formar
parte más que los ciudadanos activos (elector de los electores) . Muchos
de ellos se opusieron á este acuerdo , y al no ser atendidos , no espera-
ron ya más que una ocasión para volverse á los Jacobinos .
Estos se rehacían . Su actitud cambió el 24 ; cuando los Fuldenses
llevaron su respuesta á los Jacobinos, les dijo Robespierre: « No la lee-
mos hasta después de declarar que la verdadera Sociedad de los Amigos
de la Constitución es la que se reune aquí . » Precaución tanto más pru-
dente, cuanto que la respuesta de los Fuldenses no era más que una
nueva invitación para que se sometieran al reglamento aristocrático que
acaban de aprobar .
En vez de esto , emprendieron los Jacobinos la tarea de depurar su
sociedad , rechazando , para que se fueran á los Fuldenses , á los tímidos ,
á los indecisos que iban y venían de una sociedad á otra . La voz hon-
rada y respetada de Petión fué la que propuso la depuración . Un co-
mité primitivo de doce miembros (seis de los cuales habían de ser di-
putados) , debía formar el núcleo de la sociedad , compuesta de sesenta
miembros , los cuales sesenta seleccionarían , eliminarían y presentarían
á los candidatos puros y dignos . En realidad esta combinación entre-
gaba á los dos miembros importantes é influyentes , Petión y Robespie-
rre el poder casi dictatorial para rehacer los Jacobinos . Digo dos, y
digo mal : Petión , despreocupado , indolente por naturaleza , era poco á
propósito para aquel trabajo de inquisición sobre las personas , para el
examen minucioso de las biografías , de los precedentes , de las tenden-
cias y de los intereses de cada uno . Solo Robespierre era apto para esto ,
y con él quizás otro miembro de aquel comité depurador, Roger, obispo
de Ain . Puede asegurarse sin temor de engañarse que Robespierre re-
constituyó el instrumento terrible de la sociedad Jacobina de que se iba
á servir .
De las sociedades de provincia solo cuatro se habían separado ex-
presamente de los Jacobinos , y aun una de ellas se volvió á atrás . Des-
de el 22 de Julio Meaux , Versalles , Amiens , declararon que no querían
entenderse más que con ellos . Otras once ciudades las imitaron antes
del 31 del mismo mes . Marsella el 27 , con la mayor energía. En la
misma sesión , fueron los Franciscanos á protestar de su fidelidad á los
Jacobinos , lo mismo que las Sociedades fraternales .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 671

Los constitucionales , en otro tiempo victoriosos , se veían obligados


á defenderse . Varias mociones atrevidas redactadas en provincias , les
reprochaban amargamente el que tolerasen en la Asamblea nacional á
los trescientos realistas que habían protestado . Montauban , Yssoire ;
Riom, Clermont, una tras otra les dieron este golpe .
La moción de Clermont fué presentada y probablemente redactada
por el amigo de madama Roland Mr. Bancal de Yssarts , comisionado
expresamente por su ciudad . Fué escrita el 19 de Julio , evidentemente
en cuanto se supo la resolución del 16 que comprometía á la Asamblea
en favor del rey. Sin duda una expresiva carta de madama Roland á
Bancal contribuyó también á exaltar á éste más de lo regular . En
aquella carta le refería el éxito prodigioso obtenido por Brissot en los
Jacobinos . Su carta conmovedora y apasionada concluía en sus últimas
líneas con un presentimiento meláncolico : « Acabaré mi vida cuando le
plazca á la naturaleza ; mi último suspiro será todavía de esperanza para
las generaciones que han de sucedernos . >»
Se sentía próxima á enfermar , y enfermó en efecto . El exceso de
trabajo , las emociones continuas , el horrible suceso del 17 sobre todo ,
la hicieron sucumbir; por un momento desesperó de la libertad . El 20
escribía á Bancal que todo había concluído, que jamás podrían sostener-
se los Jacobinos , que era inútil que fuese á París , etc. Pero el poderoso
impulso que ella había dado no podía detenerse . En el mismo momento
iba Bancal á partir ; tenía la violenta demanda de los Jacobinos de Cler-
mont, que parece escrita precisamente por la mano y por la pluma de
madama Roland . Creyó sus primeros consejos , no hizo caso de los se-
gundos , corrió á París y se presentó en persona en las puertas de la
Asamblea, con el escrito incendiario en la mano .
Aquella moción grave en medio de su violencia , magistral , cayen-
do de lo alto , del pueblo soberano sobre sus delegados , les reprochaba
el haber defraudado por dos veces la esperanza de la nación , aplazando
la convocatoria de las asambleas electorales : tres veces , mejor dicho , al
prometer que la Constitución estaría concluída el 14 , sin haber cumpli-
do su palabra . Y anunciaba á la Asamblea que si dentro de la quincena
no revocaba su decreto suspendiendo las elecciones , se acordaría pres-
cindiendo de ella.
Bancal no pudo pasar de la puerta ; no le admitieron en la barra .
Su compatriota Biauzat , diputado por Auvernia, se ocupó de la moción
con violencia y con desprecio , tratando de rebajar á la persona que la
llevaba . Consiguió que fuera enviada al comité de las averiguaciones ,
que se abriera un proceso y que fuese perseguido , si había lugar . Lejos
de asustarse, Bancal dirigió al día siguiente á la Asamblea una deman-
da muy enérgica y se atrevió á pedirle una reparación pública . Por la
noche en los Jacobinos ofreció mil ejemplares de la petición de Cler-
mont, quinientos para ellos y otros quinientos para ser remitidos á las
1
Sociedades afiliadas . Los Jacobinos no aceptaron estos últimos quinien-
672 J. MICHELET

tos ejemplares, temiendo sin duda enajenarse con aquel acto atrevido á
la masa de los Fuldense que trataba de volver á ellos .
Estos , en efecto , se dividieron en aquel momento en dos grupos.
Era imposible que Fuldenses como Merlin y Dubois marchasen unidos
con Fuldenses como Barnave y Lameth. Desgraciadamente no conoce-
mos sus debates íntimos ; pero se traslucen demasiado en la Asamblea
nacional . El 30 , al tratar una de las cuestiones más graves , se separan ,
la mayoría se les escapa , y también el poder para siempre; porque era
precisamente del poder de lo que se trataba . La Asamblea , después de lo
de Varennes , había enviado algunos comisionados á los departamentos
fronterizos para
para que los vigilasen y los sostuviesen . El buen resultado de
esta medida hacía que se tratase de darla más amplitud . Es decir, que
la Asamblea que hasta entonces había hablado y mandado desde lejos ,
quería en esta ocasión obrar cerca , trasladándose en la persona de sus
miembros más enérgicos á todos los puntos del territorio, mostrándose
en todas partes y cogiendo , por este don de ubicuidad, con mano fuerte
á la Francia, antes de que se escapase . La vieja Constituyente , casi ex-
pirante, trataba de hacer lo que hizo con gran trabajo la joven Conven-
ción con el prodigioso aumento de fuerza que la daban el peligro y el
furor .
Tarde, muy tarde , aquel poder esencialmente legislativo , aquella
gran fábrica de leyes, pensaba en gobernar, en viajar , en obrar. Estaba
ya muy cascada para gobernar á caballo . Buzot pidió que se cesara de
enviar comisionados , por ser necesaria , según decía , la presencia de to-
dos los diputados en el momento de la revisión . Dandre , órgano en
esta parte de las desconfianzas de la corte para con los constitucionales ,
apoyó á Buzot, con gran sorpresa de todos . La corte tendió también la
mano á los republicanos para romper su última esperanza , anulando la
acción de la Asamblea . Esta , cansada de si misma , votó sin dificultad lo
que se quería que votase; renunció al movimiento , volvió á sentarse
todavía, una hora más , impaciente como estaba por echar una última
mirada sobre su obra , la Constitución , y cesar de existir.
CAPITULO XXII

La revisión .-Alianza frustrada entre la izquierda y la derecha.


(Agosto del 91)

Barnave y los constituyentes pretenden hacerse otra vez dueños de la derecha (fin de Julio).- Se
ponen de acuerdo con Malouet. - Entran en negociaciones con Leopoldo.- La reina escribe á
Leopoldo para impedirle que obre ( 30 de Julio).-La derecha rompe la inteligencia de Malouet
con Barnave y Chapelier 4 de Agosto) .- La revisión tímidamente realista (5-30 de Agosto).
-La Constitución del 91 , ni burguesa ni popular. -Multiplicación prodigiosa de las Sociedades
jacobinas. -Solemne ultraje de Robespierre á los constitucionales, su humillación, 1.º de Sep-
tiembre.

El constitucional Barnave y el realista Malouet, distanciados en


muchos puntos , tenían un lazo común en su manera de apreciar los
asuntos de las colonias ; los dos eran partidarios de los plantadores . Un
día que Barnave había defendido calurosamente á Malouet en este co-

mité, dejó que salieran los demás , llamó aparte á Malouet y le habló
en los siguientes términos : « He debido pareceros con frecuencia muy
joven , le dijo; pero estad seguro de que en pocos meses he envejecido
mucho...» Después de un momento de silencio, en el que parecía que
reflexionaba: «¿Es que no veis que todos nosotros los diputados de la iz-
quierda , excepción hecha de una docena de ambiciosos ó de fanáticos ,
deseamos concluir con la revolución?... Comprendemos que no lo con-
seguiremos si no se da una base fuerte á la autoridad real ... ¡Ah ! si la
derecha en vez de irritar siempre á la izquierda rechazando todo lo que
aquella propone , secundara la revisión ! ... »
Este preámbulo significaba que los constitucionales , al ver que se
quebraba entre sus manos la máquina de los Fuldenses , al ver que la
fracción patriotera del nuevo club se dirigía ya hacia la puerta para
volverse con los Jacobinos , se inclinaban ellos mismos á la derecha y
trataban de unirse á los realistas .
Y cuando hablo de los constitucionales me refiero especialmente á
TOMO I 85
674 J. MICHELET

Barnave . Solo él parecía animado , vivo , con empuje y esperanza . No


hay palabras para expresar el cansancio de los demás , su enojo , su dis-
gusto , su desfallecimiento . Esperaban con impaciencia la bendita hora
del descanso . Aquella Asamblea había vivido en dos años y medio va-
rios siglos ; estaba , si así puede decirse , hastiada de sí misma y aspira-
ba con pasión á que llegase su fin . Cuando propuso Dandré las nuevas
elecciones que la dejarían ya tranquila, se levantó en masa y acogió
con aplausos frenéticos la esperanza de su aniquilamiento .
Una carta confidencial de un hombre formal muy enterado de la
situación , carta de M. de Gouvérnet á M. de Bouillé , nos revela una
circunstancia novelesca que no hubiera adivinado la historia , á saber :
que la vida de la Asamblea , la esperanza de la monarquía y el deseo
de salvarla , se habían refugiado entonces , en medio del abatimiento
general , en una cabeza de veintiocho años, en la de Barnave . La liga ,
tan poco homogénea que había unido las cuatro quintas partes de la
izquierda, reconciliando á dos enemigos como Lafayette y Lameth ,
casi destruido á los Jacobinos , « era el plan de Barnave . » ¿Y por qué se
arrojaba á tal empresa? La misma carta dice expresamente que fué el
regreso de Varennes , el reconocimiento que le demostraron, «lo que
cambió su corazón . >
»
Gran cambio , en verdad . Barnave no parecía de ningún modo
hombre dispuesto á dejarse dominar por el corazón y por la imaginación .
Su presunción habitual , su palabra noble , seca y fría , no eran en modo
alguno las de un soñador . No se preocupaba de las tesis sentimentales ,
y por el contrario pecaba más por el extremo opuesto (por ejemplo en
el negocio de los negros) . Jamás se encuentran en los discursos de Bar-
nave, las palabras que con tanta frecuencia se oyen en los de todos los
hombres de la época , desde Luis XVI hasta Robespierre: « Mi sensibili–
dad , mi corazón . >>
Por eso admira más el verle seguir el 91 , tan adelantada la Revo-
lución (¿diré con esperanza ó con un ardor desesperado?) el señuelo
que había podido engañar á Mirabeau al principio cuando la situación
aun tenía fuerza . El plan de Barnave era el mismo de Mirabeau :
<Contener la Revolución , salvar la monarquía y gobernar con la
<
«
reina . >>
Barnave se había separado de la reina á la puerta de las Tullerías
el 25 de Julio por la noche y no volvió á encontrarla hasta después del
13 de Septiembre , cuando el rey había aceptado la Constitución : Con-
servaba el recuerdo de las conversaciones de Meaux , veía á la reina con-
fiada y dócil, no queriendo ser salvada más que por la Constitución ,
por la Asamblea y por Barnave . Desde entonces habían ocurrido mu-
chas cosas en Europa y en el ánimo de la reina , que el joven orador
ignoraba por completo .
No sabía que ella había obrado en sentido contrario .
Ya hemos dicho que Fersen , al llegar de París había entregado á
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 675

Monseñor el poder verbal del rey , poder que le fué remitido por escrito ,
auténtico , el 7 de Julio.
Aun sin esperar á esto , el 6 el emperador Leopoldo , hermano de
María Antonieta , había escrito y hecho circular una nota á todas las
potencias para amenazar á Francia y liberar á Luis XVI .
Prusia , instigada por los príncipes , estaba animada en otro sentido
que Leopoldo, Rusia y Suecia demostraban aún más indignación é im-
paciencia que Prusia .
El 25 de Julio se celebraron varias conferencias entre Prusia y
Austria, y en ellas Leopoldo , poniéndose en contradicción con lo que
daba á entender en su nota del 6 de Julio , demostró tendencias pacífi-
cas . Le preocupaba su guerra con Turquía , que no concluyó hasta el
mes de Agosto . Tenía en puerta la nueva resolución de Polonia , la
amenaza de una gran guerra del Norte , la probabilidad de una invasión
rusa en Polonia , acaso la necesidad de enriquecerse más con un tercer
reparto que impondría Rusia . Esta se hallaba entonces encarnizada so-
bre otra presa, Turquía . Las conferencias de Rusia y Austria tenían por
objeto principal hacer entender á Rusia que mientras no soltase á los
turcos , las potencias alemanas permanecerían inmóviles , arma al brazo ,
contemplándola y no emprenderían aventuras haciendo una cruzada
contra Francia .
Resultaba , pues , que por el momento , Leopoldo se había de mante-
ner en actitud pacífica respecto de nosotros . A pesar de Rusia , Suecia
y Prusia que hubieran querido comprometerle en los asuntos de Occi-
dente , no se movían . Sus generales , muy instruídos , le decían por otra
parte que no era cosa tan sencilla intervenir en una nación como la
nuestra, con aquellas masas profundas de población numerosa , exalta-
das por el fanatismo de la libertad . A lo cual se agregaba por parte de
Leopoldo un sentimiento personal : temía por la vida del rey y de la rei-
na; á la primera noticia de una invasión austriaca , corría riesgo de pe-
recer su hermana .
Salvar á la reina era la idea que naturalmente debía suponerse en
su hermano Leopoldo . Y esta era también la idea de Barnave y la de
los constitucionales , salvar á la reina y á la monarquía . Sin haber tra-
tado todavía con el emperador , se sentían unidos á él por este interés
común . A pesar de la actitud amenazadora de la Dieta germánica que
ordenaba el armamento , no desconfiaban de evitar la guerra europea;
afortunada ó no , la guerra hubiera sido su ruina , el triunfo de sus ene-
migos .
Para tratar con el emperador era preciso ante todo ser aquí los
amos , destruir el poder de los clubs ó apropiársele haciéndose dueño de
ellos . Los constitucionales habían preferido el segundo medio ; y cre-
yeron haberlo logrado con la creación de los Fuldenses . Pero ahora re-
sultaba que les faltaba este medio , que se les escapaba . Al perder esta
fuerza que era suya , les quedaba el recurso de pedirla á sus enemigos ,
676 J. MICHELET

á los que habían perseguido y destruído , es decir á los realistas . ¿Que-


rrían éstos perdonarles ? Tendrían inteligencia bastante para agarrarse á
la última tabla de salvación puesta sobre el abismo para salvarse con
los constitucionales ? Esto era muy dudoso . Más bien era probable que
obstinados en sus rencores y prefiriendo ser vengados á ser salvados ,
rechazarían aquella tabla de salvación , y todos , constitucionales y rea-
listas , caerían juntos en el profundo abismo .
Tal era el momento crítico en que Barnave , en que el partido cons-
titucional , triunfante en apariencia después de los sucesos del Campo
de Marte , se dirigió al hombre que siempre había rechazadó , al hombre
invariablemente silbado por la izquierda y por las tribunas , al realista
Malouet. El fuerte era el que , al parecer, pedía auxilio al débil , el
vencedor agonizante el que tendía la mano al vencido y suplicaba
perdón.
Malouet no rechazó las proposiciones de Barnave . Pero Chapelier y
Duport, á los que Malouet fué á buscar en seguida , presentaron grandes
dificultades . La carta antes citada afirma sin embargo que se convino
entre Chapelier y Malouet el representar la comedia de la revisión . Ma-
louet debía atacar la Constitución demostrando sus efectos . «Y me res-
ponderéis indignado; defenderéis las cosas pequeñas ; en cuanto á las
importantes , las que afectan verdaderamente al interés de la monarquía ,
diréis que no necesitáis las observaciones de Mr. de Malouet, que ya
estabais decidido á proponer la reforma . Y la propondréis . »
>
¿Cómo podían suponer que esta extraña farsa engañaría al público?
Indudablemente contaba con la indiferencia , la despreocupación , el aba-
timiento general . Había en efecto grandes muestras de cansancio . La
misma Asamblea nacional parecía que se abandonaba ; habitualmente
no se reunían más de ciento cincuenta miembros : el día más crítico , al
siguiente del 17 de Julio , no ocuparon sus asientos más que doscientos
cincuenta y tres diputados . Los demás se habían ausentado ya ó esta-
ban siempre encerrados en lo profundo de sus oficinas . Se aseguraba que
varios , abatidos y corrompidos por el descorazonamiento , pasaban los
días y las noches en las casas de juego y de prostitución : el obispo
d'Autien , Chapelier y otros muchos , con razón ó sin ella , eran acusados
de haber fijado allí sus domicilios .
Laclos y Prudhomme aseguran en sus diarios de Julio que las sec-
ciones , las asambleas primarias habían quedado desiertas . Evidente-
mente muchos estaban cansados de la vida pública . En cambio hay que
decir que los que perseveraban se hacían más violentos . Si las asambleas

legales estaban poco frecuentadas , es porque la vida y el ardor se con-


centraban en las sociedades jacobinas .
Barnave , feliz por haber conseguido aquella inteligencia entre los
principales actores de la revisión , no desesperaba de conseguir que la
monarquía adquiriese nueva fuerza . Los constitucionales , dóciles á sus
indicaciones , encargaron á Mr. de Noailles , nuestro embajador en Vie-
MISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA . 677

na, que advirtiese á Leopoldo , y para mejor convencerle , obtuvieron de


la misma reina que escribiese a su hermano , rogándole que no hiciera
nada en su favor.
¡ Extraña contradicción ! Mientras Monseñor , autorizado con los po-
deres que la corte de las Tullerías le había enviado el 7 de Julio , ins-
taba á la Prusia para que se armase y se pusiera en movimiento , escri-
bía la reina , el 30 , al Austria , que no hiciera armamentos , que no se
moviera, que confiase como ella en el celo que entonces demostraban los
constitucionales de Francia en favor de la restauración de la monarquía .

La carta, larga , insinuante, hábil , muy distante de lo que podía es-


perarse del carácter habitualmente imperioso de la reina , estaba muy
bien meditada para rebatir la acusación de versatilidad que hubiera po-
dido hacerse á la autora de los dos actos del 7 y del 30 .
Aquel documento tan político fué , si no dictado, por lo menos pre-
parado y dirigido en el fondo por Barnave y sus hábiles amigos . Y sin
embargo, á pesar de la reciente confianza que les demuestra la reina ,
aún se reserva contra ellos la posibilidad de decir más tarde que no ha
sido libre ; encabeza su carta con esta frase que , en caso necesario , anu-
laría todo el resto : «Desean que os escriba y se encargan de entrega-
ros mi carta , porque yo , por mi parte, no lengo ningún medio de daros
noticias del estado de mi salud .»
El partido realista , ni en Francia , ni fuera de Francia , marchaba
de acuerdo con el rey . En el momento en que el rey y la reina ponían
su confianza en la Asamblea , era precisamente cuando los emigrados se
agitaban más vivamente para armar al extranjero , cuando los curas no
emigrados empezaban á influir sobre el pueblo de una manera hábil ,
con un plan sistemático que debía organizar en toda Francia una Ven-
dee universal . En Julio se supo que la Alsacia y Chalons -sur-Marne ,
iban á romper el fuego . En Agosto el Pas-de-Calais , el Norte y Calva-
dos, anunciaban la guerra civil . Esta última noticia se recibió justa-
mente en la Asamblea el 4 de Agosto , la víspera de la revisión , en me-
dio del convenio apenas concluído entre Chapelier y Malouet .
Un diputado propuso que en el Norte los sacerdotes que se nega-
sen á prestar juramento de obediencia á la ley, fuesen desterrados del
departamento . A estas palabras se levantó toda la derecha . Mr. de
Foucault exclama alegremente : « Pillaje! ¡ Incendio ! ¡ Guerra civil ! >
»
y salen todos , haciendo el abate Maury una profunda reverencia á la
Asamblea, como dándole las gracias por apelar á las armas en tan pro-
picia ocasión .
Barnave y Chapelier trataron inmediatamente de apagar el incen-
dio ; se declararon enemigos de la medida de rigor que quería aplicarse
á los curas , y consiguieron que fuera desechada . La derecha volvió á
su sitio en las sesiones siguientes : parecía que estaba apaçiguada . Pero
el 8 de Agosto , el mismo día en que comenzaron los debates sobre la
revisión , d ' Epremesnil , en nombre de sus colegas , declaró que per-
678 J. MICHELET

sistían en todas sus protestas . Cada uno de ellos se levantó y dijo termi-
nantemente : « Lo declaro . »
>
Así se rompió el pacto más político que honroso que Barnave había
creído posible concertar tácitamente entre la derecha y los constitucio-
nales . Malouet, como se había convenido, inició la crítica de la Cons-
titución con mucha habilidad y fuerzas . Pero Chapelier le interrumpió.
Desligado del pacto secreto por la nueva protesta de la derecha , sostuvo
que Malouet debía hablar , no sobre el fondo , sino únicamente so-
bre el orden establecido entre los diversos títulos de la Constitu-
ción .
El arreglo , la fusión necesarias para formar un cuerpo con tantas
leyes sueltas, había ocupado por mucho tiempo á los comités de Cons-
titución y de revisión . Se dice que un amigo de Lafayette, Ramond ,
que fué luego miembro de la Legislativa , es el que propuso el orden
que acabaron por seguir, orden lógico y hábil , que bajo pretexto de
condensar, hacía desaparecer muchos de los artículos que había votado
la Asamblea . De aquí resultó una gran tirantez entre los mismos consti-
tucionales . Más de una vez votó la Asamblea en contra de sus comités .
Habiendo denunciado un diputado las «graves omisiones que creían
notar los verdaderos amigos de la libertad» , se produjo una tempes-
tad Ꭹ Barnave se exasperó hasta el extremo de ofrecer su dimi-
sión .

La revisión se convirtió en un espectáculo lastimoso . Aquella noble


Asamblea , que á pesar de todos sus defectos , no por ello fué menos
grande y digna de que la historia conserve su recuerdo , ofreció á la
humanidad la enseñanza de que una vida más larga de lo que debe vi-
virse , está expuesta á la vergüenza , á la inconsecuencia y ádesmentirse
á sí propio .
Sorprendida en flagrante delito de aristocracia y de realismo , por
acción y por omisión , demostró tristemente su tímido deseo de retro-
ceder y la falta de valor que la impedía caminar lo mismo hacia atrás
que hacia delante. La audacia que se reflejó breves momentos en algu-
nos discursos de Barnave , no obtuvo buen resultado . Al considerar Ro-
bespierre al rey como un simple funcionario , negándole el título de
representante de la nación , sostuvo Barnave que el funcionario no po-
día obrar sino en nombre de la nación , pero que el representante no po-
día querer por ella . De aquí deducía la inviolabilidad de la persona
real . Esta distinción , muy clara , tuvo precisamente el defecto de pre-
sentar la cuestión al desnudo , comprometió la monarquía é hizo á las
gentes enemigas irreconciliables de un poder que quería en vez de la
nación .
A decir verdad , la voluntad real era muy imponente en la Consti-
tución del 91. Su acción era puramente negativa; no podía más que
impedir . El veto suspensivo que conceda al rey podía suspender duran-
te tres años la ejecución de los decretos ; poder irritante, provocativo ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 679

que debía indudablemente producir explosiones . Con esto quedaba re-


ducido el poder real á una majestuosa inutilidad , como uno de esos
muebles antiguos , magníficos y sin uso , que se conservan en las casas
modernas por sus recuerdos , pero que molestan , que ocupan un puesto
inútilmente , y que cualquier mañana son por fin destinados al cuarto
de los trastos viejos .
La Asamblea había privado al rey de la acción sin dársela al pue-
blo . Faltaba en aquella vasta máquina el principio del movimiento ; la
agitación estaba en todas partes , la acción en ninguna .
¿Era esencialmente burguesa la constitución , como se ha dicho
repetidas veces? No puede afirmarse . La que se exigía , condición
para ser elector , 250 francos de renta , era completamente ilusoria
si se pretendía establecer un gobierno burgués . El mismo republicano
Buzot se burló de ella y dijo : « Desde vuestro punto de vista, no son
250 francos de renta los que debierais exigir , sino 250 francos de con-
tribución . » Entonces hubiera sido , en efecto , una verdadera base bur-
guesa, análoga á las leyes electorales que rigieron desde 1815 á 1848 .
Los electores de 250 francos de renta , con la interpretación que se
dió á la ley en favor de los colonos , eran en número inmenso . Los ciuda-
danos activos (electores de los electores que pagasen tres jornadas de
trabajo) eran unos tres ó cuatro millones .
Solo los ciudadanos activos eran guardias nacionales , otra distin-
ción irritante y además casi inútil ; la diferencia entre los que pagaban
tres días de trabajo y los que no pagaban nada era insignificante ; ¿ofre-
cía el primero muchas más garantías que el segundo? ¿Quién podía de-
cidirlo?
Visiblemente se sobrevivía á sí misma la Asamblea durante la re-
visión , disminuyendo de día en día el número , el aspecto y la dignidad
de sus miembros . Se consumía miserablemente . Sus ilustres pensadores
callaban ó hablaban poco . Generalmente abandonaban la iniciativa á un
hombre de tercer orden , hombre de negocios y de expedientes , político
industrioso , á Dandre , cuyo arte se reducía á servir á la monarquía em-
pleando formas jacobinas . Para mejor desorientar al público , atacaba
muchas veces á los realistas , hasta el punto de apoyar un día una propo-
sición para declarar expulsados á los trescientos que protestaban . Su fi-
gura insignificante y su traje cuidadosamente descuidado , completa-
ban la ilusión . Sin embargo , un no se qué de Frontin de comedia que
se notaba en su rostro (debemos este retrato á su amigo Dumont) reve-
laban al hábil actor . A veces se le escapaban frases inconvenientes ;
acusado como autor de cierto libelo , confesaba que al menos hubiera
querido serlo . Otras veces exajeraba su papel ; en Setiembre , durante
la revisión , se asoció á una casa de comercio, creyendo hacerse popular
y se tituló: Dandré , tendero de ultramarinos ; lo cual no sentó bien á
nadie, pues se creyó con razón que era una mala imitación del medio
empleado por Mirabeau el 88 (según una tradición falsa , pero muy ex-
680 J. MICHELET

tendida) abriendo en Marsella una tienda con un rótulo que decía:


Mirabeau tintorero.
Aquellas farsas miserables que no engañaban al público , aquel
abandono que de sí misma hacía la Asamblea entregándose en manos de

La calle estaba llena de gentío... (Pág. 663)

aquel intrigante realista , inclinaban á toda la Francia hacia el partido


de los Jacobinos .
Al principio de Septiembre pidió ser admitido Antonio , el secretario
de los Fuldenses ; al fin del mes , Bouche , su presidente y una porción
más , le imitaron . El duque de Chartres fué à buscar una doble corona
cívica , por haber salvado la vida , según se dijo, á dos hombres . La so-
ciedad de París es más numerosa que nunca . Pero lo verdaderamente
sorprendente es el aumento súbito de las sociedades de provincias y su
HISTORIA DE La revolución FRANCESA 881

inmensa multiplicación . ¡ En Julio había cuatrocientas sociedades , en


Septiembre se dice que hubo mil ! De las antiguas , trescientas se co-
municaban igualmente con los Jacobinos y con los Fuldenses y cien
solo con los Jacobinos . ¿Y las seiscientas nuevas , á quién pidieron afi-
liarse? A los Jacobinos solos . Estos son evidentemente los vencedores ,
los dueños de la situación y del porvenir.
Aquel inmenso movimiento de la Francia que parece como que se
precipita en una asociación , resalta en la sociedad madre de los Jacobi-
nos de París. ¿Pero aquella sociedad renovada , bajo que influencia se ha
reorganizado recientemente? Ya lo hemos visto , bajo la de Robespierre.
Es otra sociedad diferente , más ardiente, más joven , en que los hom-
bres importantes, los pensadores, los razonadores, son menos numero-
sos, con seguridad . En cambio abundan los hombres apasionados , de
sensibilidad, los artistas , los periodistas , la mayor parte de segundo or-
den . Aquella sociedad , cerebro ardiente de la inmensa sociedad jacobina
extendida por toda la Francia, irá de día en día pensando y razonando
por un solo hombre; en la cúspide del prodigioso edificio formado por
mil asociaciones , veo la pálida cabeza de Robespierre .
Ha escogido por domicilio la puerta de la Asamblea y parece que
allí ha fijado su asiento . Si no se le encuentra en los Jacobinos , está
con seguridad enfrente de la Asunción , en casa del carpintero Duplay.
¿Veis a quella puerta baja , aquel patio húmedo y sombrío donde se cepi-
Ila y se sierra? Encima, en el primer piso, en una habitación buhardi-
llada , posee madama Duplay al mejor de los patriotas ... ¡ Ah ! quién es
el buen ciudadano que al pasar por delante de aquella puerta no siente
que se humedecen sus ojos?... Las buenas mujeres le esperan en la ca-
muy dichosas si ven un momento «al pobre querido Robespierre» ,
cuando sale limpio y decente con su vestido nuevo rayado . Sus anteojos
atestiguan que antes de tiempo ha gustado ya mucho su vista por el
pueblo ... ¡ Lástima no poder besar los faldones de su traje ! Se contentan
con seguirle... Camina, sin reconocer á nadie , seco , con pureza cívica ,
y recto como la virtud .
¡Cuán lejos estamos ya del 18 de Julio, de aquella petición humi-
llante con la que Robespierre salvó á los Jacobinos ! Hemos llegado
al 1. ° de Septiembre .
Ha terminado la revisión . Se trata de saber si será presentada la
Constitución á la aceptación del rey y cómo se hará constar que en
aquel momento es libre el rey . Le permitirá la Asamblea modificarla ,
aceptarla bajo condición? Robespierre pronuncia un discurso bien medi-
tado para anonadar á la Asamblea en su partido dominante, para ultra-
jarla y aplastarla en el hombre más eminente del partido , en Adrian
Duport. Aquel ultraje solemne es un acto politico para hacer constar la
derrota ; un partido vencido no está jamás vencido á los ojos de la ma-
yor parte de las gentes más que cuando puede ser ultrajado impune-
mente , cuando se hunde en el desprecio .
TOMO I 86
682 J. MICHELET

<<¿Deben estar contentos , sin duda , dice Robespierre , de todos los


cambios esenciales que han obtenido de nosotros? ¿Si aun se puede ata-
car y modificar una Constitución dos veces acordada , qué nos resta ha-
cer más que volver á tomar nuestras cadenas ó nuestras armas?...>>
Aplausos en todas las tribunas . La izquierda se agita y murmura.
<
«
<Señor presidente , continúa Robespierre , ruego á su señoría que le diga
á Mr. Duport que no me insulte ...» Precisamente Duport no había di-
cho nada, segun atestiguaron sus vecinos . Probablemente , Robespierre
había decidido con anterioridad nombrarle , á fin de hacer recaer sobre
aquel nombre todo el peso de la diatriba que desde la tribuna balancea-
ba como la piedra de una honda en el moinento de dispararla .
«No creo que exista en esta Asamblea , dijo , un hombre bastante
cobarde para transigir con la corte sobre un artículo de nuestra Consti-
tución ... Y miraba á Duport ; los realistas le miraban también , conten-
tos y satisfechos . Cuarenta años después aún se estremecía de alegría
Montlosier al referir aquella fiesta de oprobio de que disfrutó la derecha
con el envilecimiento de Duport.
Continuó: << Bastante perfido para hacer que la corte proponga nue-
vos cambios que el pudor no le permitiría proponer por sí mismo . » Toda
la sala , todas las tribunas enviaron con la mirada la palabra pérfido
contra Duport, y todos aplaudieron .
«Bastante enemigo de la patria para infamar la Constitución , por-
que ésta limitaría su avaricia . » Nuevos aplausos.
<<Bastante sin pudor para confesar que no ha buscado en la Revo-
ción más que un medio de engrandecerse. » La derecha reía hasta sal-
társele las lágrimas .
«No , dijo, no lo creo . No quiero considerar el escrito ó el discurso
que pronunciaría en este sentido más que como la explosión pasajera
del despecho , ya espiado por el arrepentimiento...» Y luego, esforzando
la voz : «Pido que todos nosotros juremos que jamás transigiremos so-
bre ningún artículo con el poder ejecutivo , so pena de ser declarados
traidores á la patria. »
>
Duport, Barnave y Lameth permanecieron como clavados en sus
asientos por aquellas palabras de plomo . Caían asestadas con una pesa-
dez extraordinaria , entre el clamor de arriba , los gritos de las tribunas ,
entre las burlas infernales de los realistas que con la alegría de los con-
denados se decían unos á otros : «¡ Muerte para nosotros ! ¡ pero muerte
para vosotros! ...» Y lo más trágico era el asentimiento tácito de casi
toda la Asamblea , que por una mala voluntad natural en quien va á
perecer , se divirtió viendo como perecían primero sus jefes ahogados ,
sin poder dar un grito .
Así era como ellos mismos habían matado á Mirabeau seis meses
antes . Hoy les había llegado su vez .
Mirabeau no tuvo aquel fin desesperado y mudo . Estos , preciso es
decirlo , espiraban bajo otra presión . Aquellos vencidos hubieran encon-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 683

trado una voz que les defendiera si Robespierre solo , si la Asamblea


sola , con las tribunas , hubiese pesado sobre ellos ... En realidad lo que
les anonadaba , lo que les quitaba la voz y el aliento, la respiración , la
vida , era una potencia exterior que no se veía, potencia enorme, inevi-
table; era el boa constrictor, la prodigiosa serpiente de las mil socieda-
des jacobinas que de un extremo á otro de la Francia, rodeándola con
sus anillos , los apretaba sobre la Asamblea que desfallecía , y sobre aquel
mismo banco, en aquel sitio torcía y retorcía su nudo. No pensaban mo-
verse; á aquella presión exterior se añadía lo que quita las fuerzas , el
vértigo , la fascinación . Su enemigo podía examinar á su sabor friamen-
te dónde y cómo le convenía clavarle el puñal .
Con Duport perecieron los constitucionales : con éstos pereció la
Asamblea. Aquel discurso y aquel silencio de asfixia , de ahogo , parece
que pertenecen ya á la historia del Terror .
CAPITULO XXIII

Curas y Jacobinos.-Venta de los bienes nacionales (Septiembre


de 1791).

Carácter general de la Asamblea constituyente.- Servicios que prestó á la humanidad.- Declaración


de Pilnitz (27 de Agosto) que mata á los constitucionales.-El rey acepta la Constitución ( 13
de Septiembre).- Entrevista de la reina y Barnave -La fuerza principal del realismo estribaba
en la influencia del clero sobre el pueblo. Blandura de la Asamblea con los curas que se ne-
gaban á prestar juramento.-Intrigas y actos violentos de los clerigos refractarios - Mecánica
del fanatismo.-Sacramentos furtivos, entierros nocturnos.-No hubiera sido imposible abrir los
་ jos á los aldeanos. - La Asamblea hubiera debido preparar las inteligencias para que reci-
biesen y comprendiesen la ley -El interés unido al fanatismo.-También el interés debió sos-
tener la fe revolucionaria - Primer resultado de la venta de los bienes nacionales Ochocientos
millones en cinco meses (Abril - Agosto del 91 ) -Fe de los compradores en los destinos de la
Revolución - Fortalecen las socied: des jacobinas.- El aldeano comprador se convierte en la
base más firme de la Revolución - Es el antiguo movimiento de la Francia largo tiempo inte-
rrumpido que comienza de nuevo -Nota sobre les escritores que tratan de disimular esto. --
Solidez de la Francia rural.- Fin de la Asamblea constituyente ( 30 de Septiembre del 91 ,; su
impotencia.

Las faltas de la Asamblea constituyente , las culpables intrigas en


que se comprometieron sus directores, su castigo en fin y su triste de-
gradación no deben hacer olvidar á la posteridad que disfruta de sus
beneficios , todos los servicios que aquella Asamblea prestó al género
humano .
¡Que libro se necesitaría escribir para explicar, para apreciar el
cuerpo inmenso de las tres mil leyes que nos dejó! ... Quizás intentemos
penetrar su espíritu cuando podamos compararlo con las leyes análogas
o contrarias de nuestras restantes Asambleas . Notemos , sin embargo,
en cuanto á las leyes de la Constituyente, que aun las que ya han sido
abolidas no han dejado de ser instructivas y fecundas . Parece que aque-
lla gran Asamblea habla todavía á todo el mundo . Las soluciones gene-
rales y filósoficas que dió á tantas cuestiones aun son estudiadas con
fruto, consultadas con respeto por todos los pueblos . No ha quedado
como legisladora del mundo , pero es siempre como el médico que con-
serva noblemente formulados los votos del siglo filósofo , su amor á la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 685

humanidad . En esta historia demasiado rápida , no he podido bajo este


aspecto bacer á la Asamblea constituyente la justicia que merece . He
sido involuntariamente injusto con ella , hablando de los intrigantes y
no de los trabajos , nombrando siempre á los jefes de los partidos , á los
directores , muy censurables y no diciendo una palabra de aquella multi-
tud de hombres ilustrados , modestos , imparciales que llenaban los co-
mités ó votaban en la Asamblea con inteligencia y patriotismo é incli-
naban muchas veces á la mayoría del lado de la razón . Una masa
flotante de cerca de tres ó cuatrocientos diputados , de los que casi nin-
guno hablaba , ha sido acaso la fuerza real de la Constituyente , apo-
yando siempre las soluciones elevadas , nobles , clementes que hacen bri-
llar en las leyes el genio benéfico de la humanidad .
Si la Asamblea constituyente hubiera sido la única autora de las
leyes que formuló ( á pesar de sus defectos y de sus lagunas) no sería
una corona lo que le debería el género humano , sino un altar.
Sus leyes , hay que decirlo, no son de ella sola . En realidad tuvo
menos iniciativa de lo que parece . Organo de una revolución aplazada
largo tiempo , se encontró con las reformas en sazón , los obstáculos
allanados . El siglo diez y ocho puso en sus manos un mundo de equi-
dad que ardía en deseos de manifestarse ; sólo faltaba darle forma . La
misión de la Asamblea era traducir en leyes, en fórmulas imperativas
todo lo que la filosofía acababa de escribir en forma de razonamientos .
¿Y la filosofía por quién había sido dictada? Por la naturaleza , por el co-
razón del hombre oprimido desde bacía mil años . De modo que la Asam-
blea constituyente tuvo la dicha , el honor insigne de lograr que se es-
cribiese por fin la ley de la humanidad , convirtiéndose en ley del
mundo .
No fué indigna de esta misión . Escribió la sabiduría de su época ,
acaso la sobrepujó . Los legistas ilustres que redactaron por ella , se vie-
ron obligados por la fuerza de la lógica á desarrollar por una de-
ducción legítima el pensamiento filosófico del siglo diez y ocho ; no
fueron solamente sus secretarios y sus amanuensas , sino sus continuado-
res . Si , cuando el género humano erija á aquel siglo único el monu-
mento que debe , cuando en la cúspide de la pirámide se sienten juntos
Voltaire y Rousseau , Montesquieu , Diderot , Bufon , en la pendiente y
hasta en la base se sentarán también los grandes espíritus de la Consti-
tuyente y á su lado las grandes fuerzas de la Convención . Legisladores ,
organizadores , administradores , dejaron á pesar de todas sus faltas
ejemplos inmortales . Que venga el mundo entero, que se admire y tiem-
ble, que aprenda en sus errores , en su gloria y en sus virtudes .
Pero ha sonado su hora y es preciso que perezca aquella gran
Constituyente . Ya no puede hacer pada para la Francia ni para sí pro-
pia; es preciso que venga la Convención , primero con el nombre de le-
gislativa .
Es preciso que la asociación jacobina cubra y defienda á la Fran-

1
686 J. MICHELET

cia. Es preciso una conjuración contra la conspiración de los curas Ꭹ de


los reyes .
El 27 de Agosto , en Pilnitz el emperador y el rey de Prusia ha-
bían escrito una nota amenazadora para la Francia , al principio con
cierta vaguedad . Luego intervino Calonne , y merced á su influencia ac-
tiva , á las gestiones rencorosas de los emigrados , los reyes se excitaron
y fueron más allá de lo que se habían propuesto, hasta el punto de per-
mitir que se consignase esta frase en el manifiesto: « Que darían orden
para que sus tropas estuviesen dispuestas para entrar en acción . >
»
Fué una ventaja para Francia el ser prevenida de este modo . Con
su torpeza acostumbrada , los emigrantes tocaban á arrebato antes de
tiempo . Leopoldo olvidó por un momento la carta pacífica de la reina ;
no teniendo intención de obrar todavía , cometió la falta de dar la señal
de alarma . En Francia fué el golpe de gracia para los constitucionales :
en medio de sus penosos trabajos para restaurar la monarquía , fueron
heridos de muerte por la emigración . En presencia de la guerra que se
creyó inminente , el buen sentido nacional se alejó de ellos cada vez
más , creyéndoles incapaces ó pérfidos , peligrosos de todas maneras en
la crisis que se veía venir .
Confirmaron en la revisión el sacrificio que habían hecho ya al
excluirse de la diputación y de todos los empleos . Sin razón se les cen-
suró por ello , pues no tenían posibilidad de obrar de otro modo . Com-
prendían que todos desconfiaban de ellos y no podían hacer nada malo
ni bueno .
Presentada la Constitución al rey , fué aceptada por éste el 13 de .
Septiembre . Los emigrados sostenían que se deshonraría el rey; Burke
escribió á la reina que debía negarse y antes morir. La dureza de aque-
llos buenos amigos , de aquellos servidores fieles , que lejos de todo peli-
gro, tranquilos en los salones de Londres ó de Viena, querían que se
inmolase y la imponían la muerte , produjo en la reina vivo sentimiento .
No era este el parecer de Leopoldo ni el del príncipe de Kaunitz . Barnave
y los constitucionales suplicaban también al rey que aceptase , y lo hizo
con una reserva notable , declarando que no veía en aquella constitu-
ción medios suficientes de acción ni de unidad . «Puesto que las opinio-
nes sobre este particular están divididas , consiento en que sea la expe-
riencia el único juez .» Esto era aprobar sin aprobar , reservándose el
esperar como testigo inerte y mal dispuesto , los choques que sufriría la
máquina próxima á desarticularse.
Hubo fiestas en París . La familia real fué agasajada en las Tulle-
rías , en los Campos Elíseos y recibida en el teatro por una gran parte
de la población , con alegría y con emoción . Alegría inquieta, llena de
alarmas . En todas las fisonomías se leía el mismo pensamiento: « ¡ Ah ,
si se acabara la revolución! ¡ si pudiéramos ver al fin en este día el tér-
mino de nuestros males ! >
»
Lejos de concluir , empezaban entonces . Mientras el rey y la reina ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 687

con más libertad ya , veían secretamente á Barnave y consultaban con


él , entrando en cierto modo en tratos con la revolución , los sacerdotes ,
por toda la Francia , habían organizado el primer acto de la guerra civil
en nombre de Dios Ꭹ del rey .
No conozco en la historia nada más triste que aquellas entrevistas
nocturnas de Barnave con el rey y con la reina, tal como las refirió la
camarera que abría la puerta al diputado . Esperaba horas enteras en
una puerta excusada de los entresuelos , con la mano sobre la abierta
cerradura. Un día , temiendo la reina que Barnave guardase peor el
secreto si le veía compartido con una camarera, quiso encargarse en
persona de aquella comisión , y estuvo de guardia ella misma . ¡ Extraño
espectáculo ver á la reina de Francia , aguardando por la noche, con la
mano en el pestillo! ... ¡ Y qué es lo que esperaba ! Reina caída , espe-
raba el auxilio de un orador no menos caído , impopular, y que ya no
podía nada . La muerte aguardando á la muerte y la nada a la nada .
La fuerza de la monarquía estaba en otra parte , en la hoguera fa-
nática que los curas, con un vasto plan de incendio , encendían y atiza-
ban por todas partes . La Francia parecía una casa cerrada que arde por
dentro ; el incendio brota en lugares distintos con signos diferentes :
aquí un resplandor siniestro; mas arriba el humo , abajo la brasa .
En Bretaña , por ejemplo, los curas , nombrados alcaldes el 89 , con-
tinuaban siendo alcaldes de hecho , magistrados de la Revolución . No
había manera de organizar las nuevas municipalidades . Una fuerza in-
mensa de inercia , un profundo y hostil silencio en todo el país , una
ansiedad manifiesta.
En la Vendee cada señor se había hecho nombrar comandante de
la guardia nacional , y su administrador era con frecuencia el alcalde .
El domingo, después de misa , los aldeanos les preguntaban : «¿Cuándo
empezamos?» Precisamente en Junio , hacia la época en que ocurrió la
fuga á Varennes , habían visto volver á muchos emigrados con la espe-
ranza de un gran movimiento .
Uno de ellos , el joven y devoto Lescure , creía que volvía para
batirse por el rey y por la religión , y le casó su familia dando la casua-
lidad de que la tía de madama Lescure (después Larochejaquelein ) había
enviado desde Roma una dispensa que se necesitaba. La dispensa decía
que el matrimonio no podía celebrarse más que con la asistencia de un
cura que se hubiera negado á jurar . Aquel fue uno de los primeros docu-
mentos en que el Papa consignó por escrito su decisión . Muchos sacer-
dutes que habían jurado ya , se retractaron inmediatamente.
Pero mucho antes de que el Papa se declarase en este sentido , era
ya conocido y comprendido su pensamiento ; los agentes del clero obra-
ban con habilidad y misterio; agitaban el pueblo por abajo . En la
Mayenne , por ejemplo , nada se traslucía todavía , pero á veces en los
claros de los bosques se encontraban reunidos mil ó dos mil aldeanos .
¿Por qué causa? Nadie hubiera sabido decirlo .
688 J. MICHELET

El zapatero Juan Chouan no silbaba todavía á sus pájaros noctur-


nos . Bernier no predicaba aun la cruzada en Anjou . Cathelineau era
todavía un buen trajinero , honrado y devoto , que se ocupaba al mismo
tiempo de su pequeño comercio y de los negocios del partido . Sin em-
bargo , en medio de aquella tranquilidad , á pesar de las recomendacio-
nes para aplazarlo y esperar, había hombres impacientes , manos impru-
dentes , vivezas irreflexivas . Cerca de Angers, por ejemplo , fué asesi-
nado á puñaladas un clérigo de los que habían jurado . En Chalons , los
furibundos asaltaron el presbiterio para asesinar al cura . En Alsacia no
empleaban el hierro contra los curas ciudadanos ; azuzaban contra ellos
á los perros para que les devorasen .
Todas las noches en las iglesias á obscuras , se cantaba , con los
cirios apagados , ante una turba palpitante, el Miserere por el rey, con
un cántico en el que se ofrecía á Díos que recibirían á tiros á los in-
trusos .
El cántico y todas las órdenes á que obedecía el clero de Alsacia ,
emanaban de la otra orilla del Rhin , donde el cardenal del collar , el
famoso Rohan , convertido en santo y mártir, trabajaba por la guerra
civil , sin peligro y á su sabor.
En Calvados Fauchet había sido castigado cruelmente por su insen-
sato esfuerzo para reconciliar la revolución con el cristianismo ; su elo-
cuente palabra fué acogida con el insulto y las risotadas . En Caen, la
audacia de los curas y de las mujeres , sus fieles aliadas , llegó hasta el
punto de que aquéllas , furiosas , en pleno día , en una ciudad llena de
tropas y de guardias nacionales , intentaron dar muerte al cura de San
Juan , descolgando la cuerda de la lámpara del coro para ahorcarle sobre
el altar .
¿Qué persecución era la que excitaba tales furores? ¿Dónde estaba
el tirano, el Nerón , el Diocleciano contra el que se insurreccionaban?...
Los papeles estaban cambiados desde el tiempo de los mártires ; los
santos de entonces sabían morir , pero éstos sabían matar .
Es preciso que se sepa :
1. Que la Asamblea no había exigido ningún juramento á los sa-
cerdotes sin funciones, que eran más de la mitad del clero . Munges ,
canónigos, beneficiados simples , abades de todas especies , cobraban sus
pensiones; el Estado no les pedía nada .
2.º El juramento que se pedía á los curas en ejercicio , no era en
manera alguna un juramento especial à la constitución civil del clero ,
sino un juramento general «de ser fiel á la nación , á la ley y al rey y
de mantener la Constitución» . Este juramento , puramente civico , es el
que el Estado puede pedir á todo funcionario, el que la patria puede
exigir á todo ciudadano .
Es verdad que en estas palabras generales la ley, la Constitución ,
estaba comprendida implicitamente la constitución civil del clero , lo
mismo que cualquiera otra ley . ¿Qué ordenaba esta constitución del
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 689

clero? Nada relativo al dogma. Nada más sino una mejor división de las
diócesis y el restablecimiento de la elección en la iglesia , la vuelta á la
forma antigua .
La oposición del Papa y del clero era la de la novedad contra la
antigüedad cristiana renovada por la Asamblea .
¿Y esta Asamblea , este tirano qué tormento aplicaba á los curas
que se negaban á prestar el juramento cívico , á los que declaraban que
no querían obedecer las leyes? La única pena era el pagarles sin que hi-
cieran nada , les conservaba su sueldo ; no les rebajaba su pensión á pe-
sar de que no trabajaban y eran enemigos .
Pero no era esto solo : por un respeto excesivo á la libertad de con-
ciencia , dejaba libre el acceso al altar á aquellos enemigos de la ley ,
tenía siempre abierta la Iglesia que ellos habían abandonado por su
voluntad permitiéndoles que dijeran misas, de suerte que los ignoran-
tes , los simples , los esclavos de la costumbre no fuesen atormentados
por sus escrúpulos y pudiesen oir todas las mañanas á su cura que mal-
decía de la ley que le pagaba y de la demasiada clemencia de la Asam-
blea. Hay que reconocer que los curas ciudadanos demostraron durante
largo tiempo una paciencia más que evangélica respecto de los que pre-
dicaban contra ellos la asonada y el asesinato . No sólo tenían á su dis-
posición las iglesias, sino que compartían con ellos los ornamentos y ves-
tiduras sacerdotales . El sabio y modesto d'Espilly, obispo de Quimper,
les animaba para que continuasen el culto . Gregoire les amparaba y
protegía en Blois . Otro obispo , como veremos más adelante, les defen-
dió en la Asamblea legislativa con admirable caridad . Uno de los ver-
daderos sacerdotes de Dios escribía el 12 de Septiembre para prevenir
las medidas de rigor que se temían en el Oeste : « Las llagas de la reli-
gión sangran... Nada de violencia , os lo suplico . La dulzura y la ins-
trucción son las armas de la verdad . »
>
Estas virtudes eran inútiles . Era preciso que la oposición entre los
dos sistemas se mostrase en toda su desnudez . Por grande que sea la
elasticidad del cristianismo para adoptar exteriormente las formas de la
libertad , su principio íntimo , inmutable , es el de la autoridad . El
fondo de su esencia , según su leyenda es la libertad perdida en la gra-
cia, el libre albedrío del hombre y la justicia de Dios anegados al mis-
mo tiempo en la sangre de Jesucristo .
La iglesia del 91 se mostraba francamente tal como era, represen-
tante de la autoridad y adversaria de la libertad . Y como tal , pedía el
restablecimiento completo de la autoridad real . Se interceptó é imprimió
una carta de Pio VI , que creyendo que Luis XVI se había escapado le
felicitaba por haber recobrado la plenitud del poder absoluto .
El crimen de la Asamblea consistía en haber desconocido á la vez
á los dos lugartenientes de Dios , á sus vicarios el rey y el Papa ; en ha-
ber negado con la infalibilidad papal y real , la doble encarnación ponti-
ficia y monárquica .
TOMO 1 87
690 J. - MICHELET

Aquí estaba el fondo de la cuestión , una, idéntica , de tal modo que


los que más trabajaban en favor del rey eran los que creían que solo
trabajaban por los curas .
Nada puede dar idea de la sorda y violenta persecución de que era
víctima la Revolución , á pesar de que aparecía como vencedora . Enton-
ces pudo verse cuán limitado es el terreno de la acción legal comparado
con las mil diversas actividades que escapan á las miradas y á las pre-
visiones de la ley . La sociedad realista y devota parece que decía táci-
tamente por doquiera á los partidarios de las nuevas ideas : << ¡ Que ellas
te protejan ! ... ¡ La ley es para tí , guárdala ! » Al trabajador sin trabajo :
<<¡Para tí la ley , amigo mío ; que la ley te alimente ! » Al pobre : « ¡ Que la
ley te ampare ! » Al comerciante : «¡ Que te compre la ley! ¿Te deja mo-
rir? ¡ pues muere ! »
¡Cuántos matrimonios próximos á realizarse fueron violentamente
deshechos ! ¡ cuántas familias enemistadas de muerte ! ¡ y cuantas veces
se renovó la historia de los Capuleti y Montechi , el eterno obstáculo de
odios entre Romeo y Julieta! ... Los matrimonios estaban divorciados .
La mujer , á la media noche , descalza , abandonaba el lecho , mejor di-
cho , el techo conyugal . Los hijos , llorando , en vano corrían en su
busca...
El domingo , mientras la iglesia estaba abierta de par en par, se iba
á buscar á dos ó tres leguas de distancia su iglesia , en una granja ó en
un erial , donde ante una vieja cruz decía el cura rebelde su misa de
odio . No puede formarse idea de cómo se exaltaba la imaginación de
aquellas pobres criaturas , llegando á veces hasta el furor, al soplo del
demonio del desierto . En no sé que aldea del Perigord , una banda de
aquellas mujeres se armó con hachas una mañana , corrió á una de las
iglesias suprimidas , rompió las puertas y tocó á arrebato . Acudió la
guardia nacional , las desarmó y las trató con blandura ; de trece que
fueron detenidas , doce estaban embarazadas .
Una hábil instrucción (del 31 de Mayo del 91 ) que desde la Vendee
circuló por toda la Francia , enseñaba á los curas la mecánica del fana-
tismo para embrollar las ideas , enloqueciendo á hombres y mujeres .
Aquel documento fué discretamente repartido por todas partes por las
hermanas de caridad del país, agentes peligrosas que de hospital en
hospital y mientras curaban á los enfermos propagaban la horrible en-
fermedad de la guerra civil . El punto principal de la instrucción era el
establecer un severo cordón sanitario entre los juramentados y los que
no lo eran , una separación que amedrentase al pueblo ante el temor de
la peste espiritual. En los entierros sobre todo , se extremaba la nota
dramática . En la casa mortuoria , con las puertas y balcones cerrados ,
entraba el cura santo por la noche , decía la plegaria de los muertos y
bendecía al difunto en medio de la familia arrodillada . Se permitía que
esta llevase el muerto á la iglesia ; llena de repugnancia y de horror se
detenía en el umbral , y en cuanto se presentaban los curas constitucio-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 691

nales para apoderarse del cadáver , huían los parientes llorando , dejan-
do con desesperación al muerto para que le rezasen las oraciones mal-
ditas.
Más adelante la instrucción secreta no les permitió ya ni llevarlos
á la iglesia . « Si el antiguo cura no puede enterrarlo , decía , que lo entie-
rren secretamente los parientes ó amigos . » ¡ Autorización peligrosa , im-
pía y salvaje! La horrible escena de Yung, obligado á enterrar el mis-
mo á su propia hija durante la noche , llevando su cuerpo helado entre
sus temblorosos brazos , cavando la fosa para ella , cubriéndola de tierra
(¡qué dolor! ) , aquella escena se renovó muchas veces en las aldeas y en
los bosques del Oeste ! ... Y se renovaba con un aumento de horror.
Aquellos hombres sencillos temían que el pobre muerto así enterrado
por manos laicas y sin sacramentos se perdiera por toda la eternidad , y
á partir de aquella noche empezara para su alma infortunada la noche
de la condenación eterna .

¿Quién era responsables de estos horrores? ¿ La dureza de la ley? ¿ La


intolerancia de la Asamblea? De ningun modo . No había impuesto nin-
gún sacrificio á las creencias religiosas .
No , no de es intolerancia de lo que se puede tachar aquella gran
Asamblea. Lo que debe censurarse en ella es el haber descuidado , al dar
la ley , todos los medios de educación , de publicidad que podían hacerla
comprensible; que podían disipar en el espíritu de las gentes , las som-
bras de ignorancia , que se propalaban con intención , aclarando las fata-
les ambigüedades que servían de armas al clero .
Lo más frecuente era el confundir las dos acepciones de la palabra
constitución , suponiendo que el juramento cívico de obediencia á la
Constitución del Estado era un juramento religioso de obediencia á la
constitución civil del clero . Confundiendo hábilmente las dos cosas acu-
saba el clero á la Asamblea de una intolerancia bárbara. Aun hoy, mu-
chas personas no saben distinguir y hacen de aquella palabra mal com-
prendida un cargo grave contra la Revolución .
Los aldeanos de la Vendee y de Deux-Sevres quedaron muy sor-
prendidos cuando les fué esto explicado por los comisarios civiles Gen-
sonne y Gallois en Julio y Agosto del 91. Aquellas pobres gentes no
cerraban por completo los oídos á la voz de la razón , y les produjo gran
satisfacción el que los comisionados les repitieran las instrucciones de la
Asamblea . « La ley no quiere de ningún modo tiranizar las conciencias ;
cada cual es libre de oir la misa que quiera y de elegir al cura de su
confianza . Todos son iguales ante la ley , que no les impone más obliga-
ción que la de soportar mutuamente la diferencia de sus opiniones reli-
giosas y que vivan en paz » Estas palabras conmovieron á la multitud
honrada y confiada; confesaron arrepentidos las infracciones de la ley
que podían reprocharse , prometieron respetar al sacerdote autorizado
por el Estado y se despidieron de los comisarios civiles « con el alma re-
bosando paz y tranquilidad » , felicitándose de haberles visto .
692 J. MICHELET

¡Ay! aquel excelente pueblo no pedía más que luz. Constituirá un


reproche eterno para el clero el haberle rodeado bárbaramente de tinie-
blas , convirtiendo en una cuestión religiosa una cuestión exterior aje-
na al dogma, simplemente de disciplina y politica; torturando aquellas
pobres almas crédulas; endureciendo y depravando por el odio á una de
las mejores poblaciones , haciéndola bárbara y sanguinaria .
Y también será reprochable á la Asamblea constituyente el no ha-

HIDE LA CHARLER T

Presentada la Constitución al rey, fué aceptada por éste el 13 de Septiembre. (Pág. 686)

ber sabido que un sistema de legislación es siempre impotente si no se


da al mismo tiempo un sistema de educación . Hablo, como se compren-
derá fácilmente , de la educación de los hombres aun más que de la de
los niños .
La Asamblea constituyente, última expresión del siglo diez y ocho ,
dominada como él por una tendencia abstracta y escolástica , se preocu-
pó mucho de las fórmulas y no tuvo noción de todos los intermediarios
que separan la abstracción de la realidad . Aspiró siempre á lo general , á
lo absoluto ; pero estuvo enteramente desprovista de esa cualidad esen-
cial del legislador que yo llamaría de buena gana el sentido educativo .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 693

Este sentido permite la apreciación de los grados , de los medios varios


por los cuales puede hacerse una población apta para recibir la ley . Sin
estos medios previos , aquella no hace más que trastornar las almas ; la
ley no puede nada sin la fe , la supone . ¿Pero y la fe quién la siembra, la
prepara y la hace antes? La educación .
Permítaseme reproducir aquí lo que he dicho y publicado en mi
Curso (3 y 10 de Febrero de 1848 ) : « Nuestros legisladores considera-
ron la educación como un complemento de las leyes , aplazando para el
fin de la Revolución aquella, cuando era precisamente por donde

PREY URAND
SEAS D .

Una misa en la Vendee. (Pág. 690)

debían haber empezado . Una vez establecido el símbolo político , la


declaración de los derechos , necesitaban las leyes por base , hom-
bres vivos , hacer hombres , fundar, constituir el nuevo espíritu por to-
dos los medios diferentes , asambleas populares , diarios , escuelas , es-
pectáculos , fiestas , aumentar la revolución en sus corazones , creando de
este modo en todo el pueblo el sujeto vivo de la ley, de suerte que la
ley no se adelantase al pensamiento popular, que no llegase como una
extranjera desconocida, incomprensible , sino que encontrase la casa pre-
parada, el bogar encendido , la impaciente hospitalidad de los corazones
dispuestos á recibirlo . >>
«No estando la ley de ningún modo preparada , ni aceptada desde
Luego , pareció esta vez , lo mismo que las antiguas leyes , que venía á
694 J. MICHELET

sustituir , que caía duramente desde arriba . Esta ley , por muy humana
que fuese, se presentó á las poblaciones sorprendidas como un yugo,
como una necesidad . Quiso entrar por la fuerza en un terreno en el que
no se había abierto previamente el surco , y se quedó en la super-
ficie >>
No solamente fué estéril , si no que obró precisamente en sentido
contrario de lo que se proponía , No solamente no hubo educación , sino
que hubo una contra- educación , una educación en sentido inverso , que
produjo dos efectos deplorables .
Aquellas almas crédulas , asustadas por los terrores del mundo nue-
vo , se hicieron inhumanas en proporción de sus temores . Se endurecie-
ron , no apreciaron lo más mínimo la vida del hombre , la efusión de
sangre . ¡ La muerte no era bastante para vengarse de un enemigo que
exponía las almas al peligro de un infierno perpetuo !
Además la exaltación fanática, que parecía que debía hacer las
conciencias escrupulosas y meticulosas, produjo , por el contrario , el
efecto de arrebatarlas todo escrúpulo , haciéndolas perder de vista los
motives interesados y personales que con frecuencia les hacía hostiles á
la Revolución , de modo que creyeron que odiaban con odio desinteresa-
do , no por el perjuicio material que les producía , sino únicamente por
Dios . El vendeano , por ejemplo , que colocaba en casa de su señor todo
el dinero que obtenía de la crianza del ganado y veía á su noble deudor
arruinado ó emigrado, cogía el fusil ; ¿por qué? ¿por qué perdía aquel
dinero? no (decía él) , sino para que le devolvieran á sus buenos curas .
El Bretón que pensaba en hacer curas á uno ó á varios de sus hijos
tenía contra la Revolución un motivo temporal de odio; pero su sombría
exaltación religiosa le persuadía de que no aborrecía al nuevo orden de
cosas más que por el ultraje hecho á la iglesia , por su Dios perseguido ,
desterrado á los desiertos eriales sin más abrigo que el cielo.
He aquí como el espíritu de resistencia no se conocía bien á si mis-
mo , mezclado fuertemente el fanatismo con el interés . Uno solo de
aquellos dos móviles hubiera podido ceder; el fanatismo hubiera des-
aparecido á la larga ante las nuevas luces , el interés acaso se hubiera
inmolado por
la conciencia. Pero así mezclados , confundidos , engañán-
dose mutuamente, eran indestructibles .
Parecía que el entusiasmo revolucionario había de durar menos
que el fanatismo católico y realista . Tenía por objeto ideas nuevas y no
se ligaba como el otro á todo un sistema de costumbres y de rutinas ,
envejecido con el hombre , trasmitido con la vida , con la sangre . Va-
rias generaciones , varias clases de espíritus diversos (en la Asamblea
nacional y en la nación entera) habían tenido ya sus momentos de en-
tusiasmo más o menos largos , y después se habían cansado . Varios
hombres persistían , sin duda ; hombres de ardor inextinguible , de indo-
mable firmeza, y estos debían persistir gloriosamente hasta el fin . Sin
embargo, tales caracteres son siempre en pequeño número . Una revolu-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 695

ción que se apoyara únicamente sobre pocos héroes escogidos , se vería


muy comprometida .
Era preciso que la Revolución , si quería durar , se apoyase como la
contra revolución , no exclusivamente sobre los sentimientos que son tan
variables en el hombre , sino sobre la base fija de los intereses , sobre
el destino de las familias comprometidas por su fortuna en la causa re-
volucionaria , decididamente y sin arrepentirse .
Por esto había pensado la Asamblea constituyente en la venta de
los bienes nacionales . Aquellos bienes eran adquiridos del Estado por
las municipalidades , que los revendían á los particulares . Pero la ope-
ración se hacía con extremada lentitud . Al principio , sin duda con la
mala idea de ahuyentar á los compradores , se pusieron en venta enor-
mes inmuebles , como los conventos , poco apropósito para usos particu-
lares . Hasta más adelante no se vendieron las fincas más fáciles de ven-
der , las más deseadas , los bosques y las tierras .
En general , el aldeano temeroso y astuto, no quería comprar di-
rectamente del municipio . Iba con uno ó varios vecinos á buscar á al-
gún procurador, hombre de negocios , á veces exintendente ó adminis-
dor : «¿Hola señor , fulano ; por qué no compra usted? ¡Compre usted ! aquí
estamos todos nosotros dispuestos á comprarles algunos trozos de tal
tierra . >>
Lo cual , traducido libremente , según la idea real del aldeano , que-
ría decir : « Comprad . Si vuelven los emigrados seréis ahorcados . Pero no
podrán ahorcar á la multitud de compradores de segunda mano . Y será
una gran casualidad que pueda volver á quitar á tanta gente unas fincas
distribuidas en parcelas imperceptibles .
El exintendente ó administrador no respondía nada y movía la ca-
beza . Generalmente compraba sin darse mucha prisa en revender; que-
ría ver venir las cosas . Si triunfaba la Revolucion , guardaba ó vendía al
detall y hacía fortuna ; si era la contrarrevolución la que prevalecía , te-
nía su excusa preparada : « He comprado las fincas para conservalas para
su dueño legítimo . »
Pero los hombres nás atrevidos , más independientes , y eran en
mayor número , los hombres comprometidos en la Revolución , no vacila-
ban en arriesgarlo todo á un capricho de la suerte . Solo les detenía una
cosa, y era que á pesar de todas las facilidades que daba á los adquiren-
tes la Asamblea nacional , estaba muy próximo el término de los pri-
meros pagos ; no tenían tiempo para hacer las tres operaciones que ha-
bían ideado : comprar , encontrar subcompradores , revenderlos y reci-
bir de ellos alguna porción del precio para ayudar al pago del primer
plazo .
Para los contrarrevolucionarios era un motivo de alegría el ver que
la gran operación ofrecida con tantas facilidades , se retrasaba y aborta-
ba. Un día que decían á Mirabeau : « No los venderéis jamás , vuestros
bienes nacionales ...» les replicó : « No importa: los daremos . »
696 J. MICHELEŤ

El 24 de Marzo de 1891 no se había vendido más que por valor de


unos ochenta miliones . La Asamblea concedió una prórroga á los com-
pradores hasta Mayo . La prórroga era insuficiente ; lo comprendió así el
27 de Abril y amplió el plazo por ocho meses hasta Enero del 92. Esta
hábil medida produjo un efecto incalculable; ninguna otra, en aquella
época , contribuyó más á salvar , á robustecer la Revolución . ¡ En cinco
meses , cosa prodigiosa ! llegó la venta á ochocientos millones ; de suerte
que el 26 de Agosto , el comité en su informe á la Asamblea declaró
que han adjudicado en total de bienes nacionales por valor de un
Millar! Ninguna de las ventajas ofrecidas hasta entonces había bastado
para que les comparasen . Estaban libres de toda hipoteca legal , francos
de todo censo , de todo derecho de traslación , libres de todas deudas , ren-
tas constituídas y fundaciones.
Todo esto no había sido suficiente para dar impulso á la venta . La
mano muerta, aquel encanto fatal que durante tantos siglos había he-
cho aquellos bienes muertos en efecto, inertes y con frecuencia impro-
ductivos , parecía que pesaba sobre ellos todavía . Una cosa rompió el
encanto , devolviéndoles el movimiento , subdividiéndoles , circulando de
mano en mano , y fué la prórroga de los nueve meses , que daba facili-
dad de revender, de detallar , dando tiempo para cobrar algo de los sub-
adquirentes .
La declaración de Pilnitz, la amenaza solemne de los reyes á la
Revolución , está fechada el 27 de Agosto de 1791 , y el 26 del mismo
mes , al anunciar el informe del comité de enajenación el hecho tan gra-
ve del impulso que había tomado la venta , llegando ya hasta el millón ,
hace prever que la Revolución no puede retroceder, que no solamente
será violenta , sino firme y profunda , que no ataca la superficie del país ,
sino el fondo y lo más profundo: hagan lo que quieran los reyes , será
para siempre irrevocable é invencible .
¿Porque qué es lo que significaba aquella venta? Que una multitud
de hombres habían comprometido su fortuna en la causa revolucionaria:
más acaso que su fortuna , su vida , y más aún que su vida el destino de
su familias.
No estaba exento de peligro el 91 el comprar aquellos bienes . El
sarcasmo , las iujurias , las amenazas secretas no faltaban al comprador.
En las grandes ciudades sufría menos , por que allí se conoce poco á los
vecinos; pero en las pequeñas , su situación era casi intolerable . La su-
perstición , el odio , la malicia universal , les encerraba , por decirlo así,
en un círculo maldito . Todo lo malo que pudiera suceder era un castigo
del cielo . ¿Estaba enfermo su hijo? Castigo . ¿Abortaba su mujer? Cas-
tigo . Si teuía él algún accidente todo el mundo alababa á Dios . En una
ciudad á treinta y tantas leguas de París amenazaba ruína el chapitel
de la catedral con peligro para las casas vecinas ; la compró un albañil
para derribarla , poco después se cayó de un andamio y se mato ; la ciu-
dad se entregó á una alegría loca .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 697

En medio de la malquerencia universal , los compradores se aproxi-


maban unos á otros y resistían con fuerza . El haber adquirido bienes
de la nación era señal cierta para que se reconocieran los amigos de la
Revolución, los que habían embarcado su vida y su fortuna en el bajel
de la República, confiándose á su buena estrella , y queriendo prosperar
ό perecer con ella.
El choque del 21 de Junio, el asunto de Varennes , las amenazas
del extranjero, pusieron á prueba su fe robusta en los destinos de la Re-
volución . No se conmovieron , ni pestañearon . El mismo 21 , compraron
muy caras tres casas del cabildo de Nuestra Señora de París . De igual
manera, los romanos sitiados pusieron en venta y vendieron tan caro
como si hubieran estado en plena paz el terreno sobre el que acampó
Aníbal á las puertas de Roma .
Los directores de la Asamblea en el movimiento realista que trata-
ban de imprimir , vieron sin duda con inquietud aquel entusiasmo po
pular por las ventas , revelado de improviso por el informe del 26 de
Agosto .
El mismo comité de enajenación que había redactado el infor-
me se asustó y retrocedió ante tal éxito . Declaró que abdicaba sus fun-
ciones y pidió que fuesen transmitidas al poder ejecutivo . Proposición
cándidamente revolucionaria . Confiar á un rey devoto el cuidado de
vender los bienes del clero , encargárselo á un ministerio inactivo y pa-
ralítico , era anunciar claramente que no se preocupaban lo más mínimo
de acelerar la operación .
¿Qué indica este súbito retroceso del comité , lo mismo que el de la
Asamblea y su esfuerzo para detenerse ó para retroceder? El terror .
Habrán encontrado algún objeto terrible ; en el camino por donde cami-
naban con seguridad habrán tropezado con la punta de invisible es-
pada .
Su terror se explica con una palabra . Los Jacobinos se hacen com-
pradores ; los compradores se hacen Jacobinos .
¡Y con qué progreso tan rápido se opera esta doble acción ! ...
Relacionemos las cifras .
Desde Abril hasta Agosto , venta de bienes nacionales por ocho-
cientos millones . La venta total es de un millar .
En Agosto y Septiembre creación de seiscientas sociedades jacobi-
nas. Añádanse las cuatrocientas antiguas y son mil en total á fines de
Septiembre .
Y estas sociedades son menos temibles aún por su multiplicación
que por su nuevo carácter . Pierden lo que al principio tenían de acadé-
micas , de filósoficas y se hacen más serias , más ásperas , con tendencias
violentas al fin que persiguen . Rechazan á los moderados , á los revolu-
cionarios tibios , á los hombres cansados ya de la revolución y en su lu-
gar admiten dos clases de hombres exaltados .
Hombres de negocios y de interés, comprometidos á muerte en la
TOMO I 88
698 J. MICHELET

peligrosa explotación de los bienes nacionales se realzaban á sus propios


ojos por el fanatismo , vigilaban con ojos de lince la · trama embrollada
de la Revolución y ponían al servicio de la causa las ideas de perseve-
ranté aspereza del especulador comprometido .
Por otra parte, los puros , los ardientes patriotas en los que las ideas
habían precedido al interés y le dominaron siempre se sometían á con-
diciones sin las que hubiera perecido la Revolución . Contra la inmensa
y tenebrosa intriga de los curas , aceptaban la necesidad de la inquisi-
ción jacobina, y al mismo tiempo , como otro medio de salvación , la ad-
quisición de los bienes eclesiásticos . Comprar, dividir y subdividir los
bienes del clero , era hacer la guerra más mortal para la contrarrevolu-
ción . Muchos compraban con verdadera furia y se creían tanto mejores
ciudadanos cuanto más compraban . Les seducía el peligro de la opera-
ción y ol odio que sobre ella se quería acumular. Querían perecer si era
preciso con la Revolución y se enriquecían con ella ; nuevos Curtius se
precipitaban en el golfo de la fortuna .
Varios compraban por cumplir un deber. El honrado y austero
Cambon hizo constar el 96 que habiendo empezado á negociar con
6.000 libras de renta tenía 3.000 cuando liquidó . Había creído cumplir
como buen patriota comprando una finca nacional , cerca de Montpellier ;
más tarde se casó en París con una mujer cuyo dote consistía también
en bienes nacionales .
Así se formaba una base sólida para el nuevo sistema , una masa
de hombres ligados por el dogma y por el interés , fundando su patrio-
tismo en la tierra y en la idea , teniendo un doble interés en la Revolu-
ción , todo en ella y nada fuera de ella . Núcleo fijo y firme alrededor del
cual el hombre de imaginación , el hombre de sensibilidad , el entusias-
mo noble iba y venía . Uno era fanático seis meses , otro un año , éste se
detenía y aquel otro iba aun más lejos .
Estos flotaban como las ondas ; pero aquellos eran el barco . Sabían
bien que no tenían más puerto que aquel en que abordase la Revo-
lución .
De aquí la unión que demostraron , su docilidad extremada hacia los
que se encargaron del timón . Aquel gran cuerpo heterogeneo , movido á
la vez por la patria, por la exaltación, por el interés , se mostró en medio
de su violencia , admirablemente disciplinado . El individuo se conducía
como hace durante la tempestad el que quiere salvar su vida ; lo cree to-
do , lo hace todo , no discute la maniobra ni cuestiona con el piloto .
El momento preciso en que nos encontramos , el otoño del 91 , es el
momento decisivo en que la gran asociación de compradores y de pa-
triotas va á influir sobre la gente de los campos .
Momento grave. El 90 recibió el aldeano el primer beneficio revo-
lucionario , la abolición de los diezmos y de los derechos señoriales , re-
cibido con viva alegría y sin reservas .
El 91 , la Revolución se dirige á él y le ofrece los bienes de la Igle-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 699

sia . Aquí duda, lo piensa; su mujer tiene miedo y no duerme ; se en-


tabla entre ellos un diálogo que dura de día y de noche . El , aquel bra-
vo trabajador, mucho más escrupuloso de lo que generalmente se cree ,
jamás lo hubiera tomado por su propia iniciativa ; bien lo ha demostra-
do gran Dios ! durante tantos siglos con su larga y milagrosa pacien-
cia . Pero ahora razona , comprende que aquellos bienes que en otro.
tiempo dieron los pobres á la Iglesia, puede ( excepción hecha de lo ne-
cesario para el mantenimiento de la Iglesia) volver al pobre, si así lo
quiere la ley. Por otra parte no vuelven gratuítamente , aquellos bienes
no los dan , los venden , y su precio sirve para los más sagrados fines ,
para extinguir el déficit , para cumplir los compromisos del Estado , para
defender Ꭹ salvar la Francia .
Esto no es un acto inaudito y sin precedentes . Es la continuación
legítima del gran movimiento, iniciado en lo más profundo de la edad
media: ta compra perseverante de la tierra por el que la trabaja , el hi-
meneo sagrado , legítimo de la tierra y del labrador. Digo legítimo.
¡Ah ! cuán propiamente aplicada se encuentra la palabra en este caso ...
Jamás pidió que se le diera gratis la tierra ; constantemente , por obsti-
nados Ꭹ sobrehumanos esfuerzos , ganó con su ahorro aquel objeto de
todas sus ansias , de su fiel pasión . Empleó para obtenerla la constancia
del patriarca, sirviendo siete años por Lia y otro siete más por Ra-
quel.
Este progreso hacia la adquisición honrada y legítima de la pro-
piedad fué, ya lo hemos hecho notar en otra parte , bárbaramente inte-
rrumpido varias veces en el siglo diez y seis por los señores de la se-
gunda época feudal, en el diez y siete por los señores de las antecá-
maras .
Gracias a Dios , la Revolución , la buena madre del aldeano acaba
de romper la valla , comienza de nuevo el movimiento y ya no se de-
tendrá.
En 1738 , un filósofo francés que había consultado sobre este par-
ticular á varios intendentes , hace notar que en nuestras provincias
<<casi todos los jornaleros tienen un jardín ó algún pequeño trozo de
viña ó tierra . » Pues bien: el primer objeto de la Revolución es extender
y aumentar aquel jardín , facilitando su adquisición al trabajador honra-
do . De este modo es á la vez bienhechora , amiga y salvadora de todos ,
conmoviendo de una manera pasajera el mundo para proporcionarle la
paz .
Invitando al aldeano con la adquisición , desposándole con la tierra,
le dió la vida en otro sentido la Revolución . La manera más general, la
más natural que empleó para procurarse el dinero necesario, fué bus-
cando una dote y tomando esposa . El matrimonio es la única ocasión
que puede aprovechar el aldeano joven para obligar al viejo á que toque
sus economías buscando algunos de los escudos que tiene escondidos .
Aquel fué el principio de un gran número de familias agrícolas ; princi-
700 J. MICHELET

pio respetable puesto que fué fundado por la fe que puso el aldeano en
la Revolución , en la solidez de la prenda que ella le daba .
Y hé aquí como se hizo nuestra Revolución , sólida , duradera , eter-
na , detenida muchas veces en su curso , vuelve siempre á andar y con-
tinúa su movimiento . Es porque ya no descansa solamente sobre el mo-
vible suelo de las ciudades , que sube y que baja , que construye y que
derriba .. Se apoya en la tierra y en el hombre de la tierra . Ahí está la
Francia durable , menos brillante y menos inquieta, pero sólida , la
Francia en sí . Nosotros cambiamos , ella no cambia. Sus razas son las
mismas desde hace muchos siglos ; sus ideas parecen las mismas ; pero
la verdad es que adelantan por un trabajo insensible y latente , como se
verifican todos los cambios en las grandes fuerzas de la naturaleza no
sobreexcitadas por la pasión que usa y que devora.
Esta Francia dentro de cien años , de mil años , estará entera y
fuerte; irá, como hoy, cuidando y trabajando su tierra mucho tiempo
después de que nosotros , población efímera de las ciudades, hayamos
desaparecido olvidados nuestros sistemas y nuestros huesos .
Una palabra , una última palabra acerca de la Asamblea constitu-
yente: la habíamos casi olvidado . Ella misma en sus últimos momentos
parece que se abandonó y se olvidó también .
Declara que aplaza los dos cimientos profundos , esenciales , sin los
que su obra política queda en el aire , vacilante , próxima á caer : la edu-
cación y la Ley civil .
No se atreve á tomar ninguna resolución referente á los curas
y ni siquiera escucha el informe instructivo y prudente que han hecho
sus comisionados en la Vendee. Hace contra el papa lo que nuestros
reyes hicieron varias veces .
Ya nos ocuparemos de esto.
En su penúltima sesión (29 de Septiembre) quiere tratar con rigor
á los clubs y les prohibe las peticiones colectivas , les permite discutir
<sin pretender que inspeccionen á las autoridades legales. » Prohibición
inútil; aquellas autoridades vacilantes é impotentes, como imágenes de
la Asamblea, no oponían ninguna resistencia á los enemigos de la
Revolución ; era preciso dejarla que pereciese ó que la salvasen los
clubs .

La instrucción que se unió al decreto , reservada , tímida , llena de


elogios para los clubs , expresa el deseo de que no tengan corresponden-
cia , de que sus actos no trasciendan de su recinto . Pero el decreto no se
atreve á decir que les prohibe las afiliaciones y era entoncer precisa-
mente cuando se afiliaban las mil sociedades jacobinas , seiscientas de
las cuales acababan de nacer.
De modo que la Asamblea no se atreve á intentar nada decisivo
contra las dos grandes conjuraciones que se disputan la Francia , la de
los curas y la de los Jacobinos . Se calla respecto de la primera y riñe
á la otra muy suavemente, la amenaza halagándola , tímidamente,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 701

en voz baja. Parece que habla ya con la voz débil de los mori-
bundos .
El 30 de Septiembre , al levantar el rey la sesión lamentándose de
que ya no pudiera continuar, dirigió el presidente Tohuret estas pala-
bras al pueblo allí presente: «La Asamblea constituyente declara que
termina sus sesiones y que ha cumplido su misión . >>
CAPITULO XXIV

El primer entusiasmo por la guerra.-Apertura de la Asamblea


legislativa (Octubre del 91 ).

El primer entusiasmo por la guerra.-Vacilaciones de los políticos y de los militares .-El mundo
llamaba á la Francia.-Odio de los reyes á la Francia -Madama Lamballe en Inglaterra.-
Inglaterra y Austria querían adormecer y enervar á Francia.-Suicidio universal de los reyes
en el siglo diez y ocho -El pensamiento íntimo de Austria y el pensamiento íntimo de la rei-
na.-Reinado y caída de Barnave (Septiembre- Noviembre del 91 )—Violencia interior del rey,
de su hermana y de su hija.-El rey no quería ir á los emigrados -Estaba dominado por los
curas. -Su poder -Los curas amenazados en París, eran omnipotentes en las provincias -
Francia comprende que el rey es su enemigo. - Apertura de la Asamblea legislativa -Aparición
de los Girondinos Discusión entre el trono y la Asamblea.-Discusión relativa á los curas y
á los emigrados -Respuestas hostiles de las potencias.-Noticias del desastre de Santo Do-
mingo.-Noticias de la matanza de Avignon.

La nueva Asamblea elegida bajo la impresión del peligro público ,


debía llamarse no legislativa, si no Asamblea de la guerra .
El asunto de este y de algunos de los capítulos siguientes es el
descubrimiento progresivo de esta verdad demasiado cierta: Que el rey
es el enemigo, el centro (voluntario ó involuntario) de todos los enemi-
gos interiores y exteriores . También en ellos se estudiará la salvación
de Francia el 10 de Agosto por la caída del trono.
La Francia que lee , habla y discute aunque había malgastado mu-
cha palabrería , se preocupaba poco de la acción y prefería no ver los pe-
ligros de la situación é ingeniándose en engañarse á si misma se esforza-
ba en creer que no llegaría la guerra.
Pero la Francia que no lee (es decir casi toda la nación) , la que
habla menos , la que trabaja, como no tenía los mismos motivos para
hacerse ilusiones , no imaginó que la cosa pudiera ser puesta en duda;
creía en la guerra desde hacía mucho tiempo, creyó más firmemente en
su posibilidad y se preparó para ella.
Desde lo de Varennes pedía fusiles y á falta de ellos se dedicó des-
de Enero á forjar picas .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 703

La impresión de la fuga del rey , su deserción al enemigo , aquel


hecho importantísimo , aquel hecho capital de una significación decisiva ,
pudo obscurecerse para el público ocioso y hablador que solo se ocupa
en las novedades del día ; más para la verdadera Francia , trabajadora y
silenciosa, el mismo hecho fué siempre nuevo , presente y amenazador.
Aquella Francia al recoger la cosecha , el fruto de su trabajo no pensó en
otra cosa, y si la reja del arado tropezaba en una piedra dificultando la
tarea, fué siempre la misma piedra la que se hallaba en todos los
surcos .
No eran lo bastante discretos para pensar : «el emperador es un
filántropo , Catalina una filósofa» , y otras vanas razones accidentales y
personales que no cambiaban lo más mínimo la naturaleza de las cosas
ni de las necesidades profundas de la situación . Lo que sabían es que
Francia por su Revolución , única en su clase , se hallaba aislada como
un monstruo, se la miraba con terror ; colocada entre los reyes temblan-
do de odio y miedo y los pueblos apenas despiertos debía pensar ante
todo en procurarse medios de defensa .
Y esto es precisamente lo que hizo . Desde el 89 , en el momento en
que nació, se arrojó sobre sus armas . El instinto le hizo comprender
que tenía un enemigo algo desconocido que la amenazaba , á que dió
el nombre de los bandidos y se dedicó á buscarlos de aldea en aldea.
El 90 , en las federaciones , al comenzar su armamento pensó en la
liberación de los pueblos , en su confederación universal sobre los derruí-
dos tronos de los reyes .
El 91 conoció el pacto del rey con los reyes de Europa , compren-
dió el peligro que la amenazaba y se armó á prevención .
«Por que en fin (y este era el razonamiento sencillo pero sin répli-
ca del último de los aldeanos ) : ¿olvidarán los reyes que hemos puesto
mano sobre la monarquía al detener al rey rey en Varen-
nes? ¿no se han visto todos cautivos en la persona de Luis XVI? El
pueblo , en toda la superficie de la tierra , es siervo y prisionero del rey;
sólo en Francia el rey es prisionero del pueblo . No hay arreglo posi-
ble... Gruñen todavía sin morder como el perro que va á acometer ; ne-
cio será el que espere á que haga presa en su garganta.
A esta voz interior del sentido común respondía admirablemente
la declaración de Pilnitz . Los reyes decían á Francia: «Si , no os enga-
ñais , ese es nuestro pensamiento. » Y esta declaración no circuló en los
términos ambiguos de la diplomacia; corrió por los campos en la forma
insolente y provocadora de la carta de Bouillé . Cayó como un reto; y
como tal fué saludado con un gran clamor de alegría .
¡Ah eso es lo que pedíamos ! Tal fué el grito general . Marsella
desde Marzo del 91 solicitaba marchar al Rhin . En Junio todo el Norte ,
todo el Este, desde Givet hasta Grenoble aparece en un momento eriza-
do de acero . El centro se conmueve . En Arcis de 10.000 varones par-
ten 3.000 . En alguna aldea , en Argenteuil por ejemplo , parten todos
704 J. MICHELET

sin excepción . La dificultad estribaba en que no se sabía á donde diri-


girlos . El movimiento seguía extendiéndose como las vibraciones de un
inmenso temblor de tierra . La Gironda escribió comprometiéndose á
mandar en masa todos los varones, 10.000 hombres ; el comercio de
Burdeos al que arruinaba la Revolución y los vinicultores á los que en-
riquecía se ofrecieron unánimemente .
Una cosa basta para caracterizar aquella época, una frase digna de
eterna memoria . En el decreto de 28 de Diciembre de 91 que organizó
los guardias nacionales voluntarios obligándoles á servir un año , el
castigo conque se amenazaba á los que abandonasen el servicio antes
del año , era que : « durante diez años se verían privados del honor de
ser soldados .>>
He ahí un pueblo que se ha transformado . Antes de la Revolución
nada le atemorizaba tanto como el servicio militar . A la vista tengo es-
ta triste confesión de Quesnay (Enciclopedia , artículo Colono pág. 537) :
que los hijos de los colonos sienten tal horror a la milicia que prefieren
abandonar los campos y ocultarse en las ciudades .
¿Qué se ha hecho aquella raza servil que humillaba su cabeza y
se dejaba conducir como bestia de carga? Ya desapareció : hoy son
hombres .
Jamás se hizo labor semejante á la de Octubre del 81 ; el obrero
aleccionado por el hecho de Varennes y la declaración de Pilnitz pensó
por vez primera, aquilató en su cerebro los peligros que le amenazaban
Ꭹ vió que querían arrebatarle todas las conquistas de la Revolución .
y
Estimulado por el ardor guerrero , cuando en el campo trabajaba creía
ver en todas sus tareas actos militares . Labraba á lo soldado , imprimien-
do al arado el paso militar y al aguijonear á sus bestias gritaba á una:
<<¡ Anda , Prusia! » á la otra « ¡ Arrea, Austria !» Los bueyes adquirían la
gallardía del caballo, la reja chirriaba contra la tierra , el negro surco
humeaba como si tuviera aliento y vida . Y es que el hombre no soportaba
con paciencia que le perturbasen en su reciente posesión , en aquel pri-
mer momento en que se había despertado en su alma la dignidad hu-
mana. Libre y trabajando en un campo libre si le golpeaba con el pie
sentía debajo de él una tierra exenta de diezmos y gabelas, que era
ya suya ó que lo sería mañana... No más señores : todos señores , todos
reyes, cada uno en su tierra , realizado el antiguo refrán : « El pobre en
su casa es rey . >
»
En su casa y fuera de ella . ¿Es que ahora la Francia entera no es su
casa? Ayer venia temblando á mendigar justicia ante los Señores como
si pidiera gracia ; tenía que pagar primero y después se burlaban de él .
Hoy es el juez él mismo y administra la justicia gratis á los demás .
Ved al aldeano , asesor del juez de paz , miembro del consejo municipal ,
uno de los nuevos magistrados , elector (había de tres á cuatro millones)
si paga tres jornadas al año . Y quién será el que no las pague , quién no
será propietario , al precio á que se da la tierra , ofreciéndose con tantas
HISTORIA DE LA revolución francesa 705

facilidades , como si dijera : «Tómame ; ya pagarás cuando puedas .> »


La primera cosecha bastaba con frecuencia para pagar , ó la prime-
ra corta de árboles , ó alguna tierra que se revendía , o algo de plomo
quitado de un techo .
Pero no es esto solo , amigo , ya eres un hombre público , un ciu-
dadano , un soldado , un elector; ya eres responsable . ¿Sabes que tienes
una conciencia que es preciso interrogar? ¿Sabes que ese gran número
de magistrados , incesantemente renovados , obliga á todo el mundo á
que sean magistrados? Esta es en efecto la grandeza de la Constitución
del 91 ; debilitando el poder público , estrechando poco el lazo político ,
restringiendo poco , oprimiendo poco , hace por esto un llamamiento in-
menso á la moralidad individual . Ley generosa y benévola invita á to-
dos los hombres á ser buenos y prudentes y á confiar solo en si mis-
mos . ¿Por su misma imperfección y por su silencio la ley dice al hombre :
no tienes ya en tu razón una ley interior? Sírvete de ella para suplirme
en caso de necesidad y sea ella tu ley... Ya no eres un mísero siervo
que puede confiar á su dueño el cuidado de la cosa pública : tuya es , y
el cumplirla es tu deber . A tí te incumbe defenderla y gobernarla ; y á
tí, según tu fuerza , ser la providencia del Estado .
Este llamamiento mutuo fué escuchado . Fué el despertar de la con-
ciencia pública en el alma del individuo . Una solicitud siempre despierta
por el interés de la patria y del género humano llenó todos los corazo-
nes . Todos se sintieron responsables por la felicidad de la Francia y
ésta por la del mundo entero . Todos se apercibieron á defender en la
Revolución , aun á costa de sus vidas , el tesoro común de la huma-
nidad .
Este fué el pensamiento santo y guerrero de las elecciones del 91 ,
las cuales fueron obra de toda la Francia y no el resultado especial de
las intrigas jacobinas , como tantas veces se ha repetido . Las consecuen-
cias lo demuestran de una manera palpable . La Asamblea , lo mismo
que la Francia , se declara en favor de la guerra . Los Jacobinos (por lo
menos la mayoría de ellos , los directores) fueron partidarios de la
paz .
J
No , ni la prensa ni los clubs ejercieron la principal influencia en
este movimiento inmenso, sencillo y espontáneo . Si fué poderoso lo fué
sobre todo en el pueblo que no lee , en las poblaciones diseminadas , ais-
ladas por la naturaleza de su trabajo . Todos la hallaron en sí mismos ,
en el sentimiento de su nueva dignidad , en su fe naciente . El pensa-
miento que dominaba en las calles de las ciudades , surgía también en
los campos, hasta en la labranza solitaria , y tal vez allí, como no tenía
con quien comunicarse , se engendró más poderosa todavía . Fué siempre
fermentando; á medida que cesaron los trabajos y empezaron á fines de
Diciembre á reunirse con frecuencia bajo los pórticos de las iglesias ó
en las tertulias nocturnas . A consecuencia de estas conversaciones de
vez en cuando desaparecía un joven, después otro que iban , á pesar de
TOMO I 89
706 J. MICHELET

los rigores de la estación , caminando entre la nieve á inscribirse en el


distrito para partir lo antes posible . «No hay armas» , les decían : y en-
tonces volvían y se dedicaban á fabricarlas . En Enero del 92 un dis-
trito de la Dordogne envió una comisión á la Asamblea para declarar
que había forjado tres mil picas y que no comprendía cómo no se la ha-
bía obligado á partir .
Así durante el otoño y durante el invierno , circuló por Francia
entera, contenido y como en voz baja, un gigantesco ça irá; canto
verdaderamente nacional , que cambiando fácilmente de ritmo , respon-
dió siempre y á maravilla á las emociones de nuestros padres . Fraternal
en el año 90 , había removido el Campo de Marte , edificado el altar de
la patria . En el 91 acompañó á los jóvenes voluntarios que cuando iban
á pedir armas lo cantaban para animarse mientras cruzaban los caminos
en los rigurosos días del invierno . Si el bramido de los vientos , el albo-
roto de los clubs no os impiden oirlo , percibiréis las primeras notas ba-
jas y enérgicas del canto heroico , que es ora rápido , ora gallardo y gue-
rrero ; el 92 va á darle el impulso de la cólera : de pronto estallará con
el fragor de las tempestades.
El mundo empezaba a oirle desde la huída de Varennes como un
vasto y profundo murmullo . La Asamblea cerraba los oídos . Los mismos
directores de la prensa y de los clubs , desconocían su significación ; su-
midos en aquel ruido general , prolongado , sordo y monótono , no le
escuchaban precisamente porque le oían siempre . No adivinaban en
manera alguna aquella cosa inmensa , fatal é invencible que estaba en
el fondo de aquel ruido : el rugido del gran océano revolucionario que
iba á traspasar sus orillas .
¡Cosa extraña y ridícula !: disputaban con el océano , hallaban ar-
gumentos nimios con que objetarle, preguntábanse con gravedad : ¿le
detendremos ó no le detendremos?... Quizás podían contenerle un mo-
mento , pero al acumular las olas acumulaban los peligros .
Los políticos pensaban : « esperemos , la situación interior no ofrece
seguridad. » Y los militares « esperemos , formemos un ejército: no se
hace la guerra con hombres , sino con soldados .>>
La Asamblea constituyente , que restablecía al rey y trataba de
aplacar á los reyes , no curaba de atender el movimiento popular . Hu-
biera temido tanto á sus defensores como al enemigo . El 21 de Junio ,
el día del peligro había decretado una leva de 300.000 guardias nacio-
nales ; pero el 23 de Junio redujo el número á 97.000 ; asustándole
aún este número ideó un medio ingenioso para reducirlo , y fué encar-
gar á los directorios de los departamentos el gasto y sostenimiento del
equipo de aquellos que no podían costeárselo (4 de Septiembre) . El 8
escribió el ministro á la Asamblea que no tenía armas más que para los
45.000 voluntarios que se enviaban á la frontera del Norte y aún estas
se habían recogido á duras penas . En la frontera no encontraban ni ví-
veres ni alojamiento . Los oficiales aristocratas se burlaban de su mise-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 707

ria y de su miserable equipo ; los espadachines les desafíaban ; en algu-


nos lugares se hablaba de poner frente á ellos á los regimientos regulares
y de acuchillarlos .
La misma Asamblea legislativa procedió con gran lentitud ; hasta
el 22 de Noviembre no redactó un proyecto de organización para los vo-
luntarios , no publicando el decreto hasta el 28 de Diciembre . Estas di-
laciones , al parecer prudentes , eran imprudentes en gran manera .
Cuanto más se tardara más era de temer que pasara la oportunidad del
momento , momento sagrado , irreparable , en que la guerra no hubiera
sido guerra . Entonces y lo sabemos por confesión de nuestros propios
enemigos el mundo amaba á Francia . ¿Por qué? Porque aun era pura. Se
habían cometido algunos actos de violencia ; pero Europa los considera-
ba como crímenes individuales , como excesos particulares que se pro-
ducen siempre en todos los grandes trastornos políticos . Hasta los ase-
sinatos de Septiembre del 92 no se dirigió contra Francia ninguna
acusación nacional . Se reconocía que jamás ninguna revolución había
costado menos derramamiento de sangre .
Francia el 91 aparecía jóven y pura como la vírgen de la libertad .
El mundo estaba enamorado de ella . Desde el Rhin, desde los Países
Bajos , desde los Alpes la invocaban voces suplicantes : en cuanto hu-
biera traspuesto las fronteras hubiese sido recibida de rodillas . No se
presentaba como una nación , sino como la justicia , como la razón eter-
na, no pidiendo nada á los hombres sino queriendo realizar sus mejores
pensamientos y conseguir el triunfo de su derecho .
¡Días sagrados de nuestra inocencia , quién no os echará de menos!
Francia no se había entregado todavía á la violencia , ni Europa al odio
y á la envidia. Desde fines del 92 todo va á cambiar y los pueblos se
dirigirán contra nosotros en unión de sus reyes . Pero entonces , en el 91 ,
bajo la apariencia de una guerra inminente había en el fondo de la gran
alma europea una concordia conmovedora . Recuerdo dulce y amargo ha
dejado una lágrima hasta en los ojos secos de Goethe, del gran satírico ,
del gran doctor que se llamaba á sí mismo « el amigo de los tiranos» .
Aquella lágrima la guardamos también en nuestro corazón y á menudo
nos conmueve en sueños ó despiertos con un profundo pesar por la for-
tuna de la Francia: lágrima que muchas mañanas humedece nuestra
almohada .

Las miserables desconfianzas que hemos visto en nuestros días
(Italia quiere obrar por su cuenta, Alemania quiere obrar por su
cuenta) no habían nacido en ningún espíritu . Francia no daba un paso
en el camino de la libertad sin que se conmoviera Alemania de amor y
de alegría . Oprimida como estaba exclamaba : « ¡ Oh si viniera Francia ! »
>
En el Norte una mano invisible escribía sobre la mesa de Gustavo :
«Nada de guerra con Francia» . Entonces sabían todos que por todos
trabajaba, que no quería la guerra sino con el fin de establecer la paz.
¡ Fiaban en ella y cuánta razón tenían ! ¡Cuán poco pensaba en sus in-
708 J. MICHELET

tereses ! No tenía más que uno solo: la salvación de las naciones . Excep-
ción hecha de Lieja y de Saboya, dos pueblos que hablan el mismo
idioma y que son nuestros hermanos , nada quería Francia . Por nada del
mundo hubiera arrebatado una pulgada de territorio á las otras nacio-
nes . Nadie , y aun es desconocida esta idea, fué menos conquistadora
que Francia en aquellos sagrados momentos ; fueron precisos el tiem-
po, los obstáculos , la tentación del peligro para que pensara en su pro-
pio interés y se hiciera injusta .
El 91 Francia tenía su sentimiento , el sentimiento de su virgini-
dad poderosa; marchaba con la cabeza erguida , el corazón puro , sin in-
terés personal ; comprendía que era adorable y en realidad era adorada
por las naciones .
Comprendía perfectamente que el amor de los pueblos le aseguraba
para siempre el odio invariable de los reyes , de los mismos reyes á los
que hubiera podido ajustar las cuentas la revolución . Por instinto adi-
vinaba esta verdad , tan poco conocida de los diplomáticos , acostumbra-
dos á ver en todas partes el interés como el móvil de todos los actos :
«
<Los hombres , aun contra el interés , se guían por la naturaleza , se-
gún sus costumbres ; y al seguirla se imaginan que atienden solo á la
utilidad .>>
La única diferencia que hubo entre los reyes relativa á la Revolu-
ción , es que los unos hubieran querido degollarla ; mientras que otros ,
más temibles , llegaban suavemente , para ahogarla con la almohada co-
mo Otelo.
Dos personas odiaron la nueva Francia con odio profundo y feroz :
la gran Catalina y Pitt.
En vano dicen algunos que la primera estaba demasiado lejos para
interesarse demasiado en el asunto . Nadie se apasionó tanto sin embar-
go contra ella . Hasta entonces, aquella mujer alemana , usando y abu-
sando del gran pueblo ruso , había caminado sin obstáculos . Brillante ,
espiritual, risueña , desde el asesinato de Pedro III hasta las matanzas
de Ysmail y de Praga , que ordenó ella misma , desafiaba á Dios con la
risa en los labios . La terrible Pasiphae (¿ diré Pasiphae ó Minotauro?) que
tuvo un ejército por amante, iba saciándose sobre todos los pueblos y
sobre todos los hombres . No es necesario decirlo , basta con ver los re-
tratos de aquella vieja con su greca de cabellos blancos , dirigidos al
cielo , desnudo el seno , la mirada lúbrica y dura fija en su presa, el in-
saciable abismo que nunca dice : basta .
El 14 de Julio del 89 se sintió herida en el rostro ; ni la distancia ,
ni la separación de los intereses importaron nada . Ella sintió que se al-
zaba una barrera en el extremo occidente , que en este mundo perecía
la tiranía y que era su heredera la libertad . Y comenzó á sufrir . Poseía
la Turquía y se preparaba á devorar la Polonia. Empujaba á los alema-
nes hacia el oeste; parecía decirles : «id , os lo permito , os he dado la
Francia». Los fuertes no se ruborizan ; ella se atrevió en una carta des-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 709

carada á reprochar á Leopoldo su inacción , su mal corazón , preguntán-


dole cómo podía abandonar á su hermana María Antonieta . Por un li-
gero disgusto dado á la hermana del rey de Prusia , aquel príncipe
caballeresco había invadido la Holanda ¿no era aquel un ejemplo bas-
tante para avergonzar al emperador?
Devolvió sin abrirla la carta en que Luiz XVI anunciaba á las po-
tencias que había aceptado la Constitución .
Envió un embajador á los emigrados de Coblenza . Halagaba á
Gustavo III con la esperanza de que con los subsidios de España y de
Cerdeña le proporcionaría una flota y le lanzaría con ella sobre Nor-
mandía Ꭹ Bretaña . El 19 de Octubre concluyó un tratado expresamente
sobre este armamento .
Mr. Pitt y Leopoldo manifestaban menos impaciencia . Y no era
porque el primero sintiese menos odio hacia la Revolución . Desde sus du-
nas , arrojando sobre la Francia una mirada aparentemente distraída, Pitt
gozaba profundamente . El inmenso negocio de la conquista de la India
que hacía entonces Inglaterra , no le permitía obrar . ¿Pero cuál no sería
la alegría íntima , exquisita y deliciosa de aquel inglés que veía , sin
ningun esfuerzo por su parte , bajar al fondo del abismo á aquel rey que
había salvado á la América? La reina sentía un miedo horrible hacia
Mr. Pitt: «No hablo de él , decía ingenuamente , sin estremecerme» .
En Agosto envió á Londres á madama Lamballe para interesar y pedir
gracia. Era tan poco lo que la reina había comprendido la grandeza de
la Revolución que siempre estaba dispuesta á considerarla como una
venganza de los ingleses , como un complot del duque de Orleans apo-
yado por ellos . En realidad la gran mayoría de los ingleses volvía á ser
favorable á Luis XVI . La influencia del libro de Burke sobre ellos ha-
bía sido inmensa . Los acontecimientos de Varennes les impresionaron
vivamente . Los ingleses en su loyalisme feudal y monárquico se indig-
naban de ver á la Francia , no ya decapitar á su rey como ellos habían
hecho con el suyo , sino lo que era más humillante , absolverle y perdo-
narle . Aquella indignación ocultaba en realidad un secreto temor : la
Francia se inclinaba á la República . ¡ Qué sería de la vieja Europa en
presencia de aquel fenómeno, una Repúbica colosal , joven , audaz , que
pretendería hacer el mundo á su semejanza ! Los constitucionales que
dirigían entonces á la reina , se apoyaban en los ingleses para impedir
aquel acontecimiento . La amiga de la reina iba á decir á Inglaterra que
Francia no tenía otra ambición que imitarla ; que la Revolución france-
sa, enmendada y arrepentida, en la Revisión íba á caminar hacia atrás
y á ajustar su Constitución al eterno modelo , la sabia constitución in-
glesa. Pitt respondió á estos avances con una sinceridad salvaje que
ciertamente Inglaterra no toleraría que Francia fuese republicana, que
salvaría la monarquía . Ni una sola palabra de que salvaría al mo-
narca .
Lo que convenía á Inglaterra lo mismo que al Austria era que
710 J. MICHELET

Francia fuese débil , impotente, flotante , en el estado bastardo de una


monarquía casi inglesa . Bajo un déspota era fuerte; República era fuer-
te también . Con la unidad de principio y la simplicidad de gobierno se
hacía formidable . Esto mismo era lo que hacía creer á los constituciona-
les ( Barnave lo dice expresamente) que la Francia constitucional , á la
manera como ellos la querían , ocupada por completo en el interior
buscando un imposible equilibrio entre la vieja ficción real Ꭹ la nueva
realidad , entre la vida y el ensueño , sería tolerada por Europa . Y habría
sido menester, en efecto , ser bien malvado para incomodarse contra un
viejo pueblo joven , imbécil que habría permanecido balbuciente en una
chochez eterna , tambaleándose y balanceando la cabeza en el limbo de
los niños .
Esto es lo que convenía á Mr. Pitt y no podría disgustar á la vieja
Austria y al viejo príncipe de Kaunitz , con ochenta y dos años á cues-

tas y más joven todavía que su amo Leopoldo , que tenía cuarenta y
cuatro . Este, ya caduco en medio de su serrallo italiano que había
transportado á Viena , no tenía más que una aspiración , gozar siempre
á despecho de la naturaleza . Le quedaban algunos meses de vida y que-
ría aprovecharlos despertando , usando sus facultades debilitadas por
medio de excitantes mortíferos que él mismo se fabricaba . A tal empe-
rador, tal imperio : el Austria estaba también enferma , y si había lo-
grado levantarse después de su última crisis , lo debía al uso de exci-
tantes no menos funestos .
El encarnizamiento del placer no es un rasgo particular de Leopol-
do . Es común en todos los príncipes del siglo diez y ocho . Solicitados
por ideas contradictorias , medio filósofos , medio retrogrados fatigados
del divorcio que luchaba en su espíritu , prescindían voluntariamente de
las ideas y buscaban en el abuso de los sentidos el olvido , la muerte
anticipada . De aquí los extraños caprichos de Federico y de Gustavo,
tomados de la antigüedad ; de aquí las trescientas religiosas del rey de
Portugal; el parque de los ciervos de Luis XV , -los trescientos cincuen-
ta y cuatro bastardos de Augusto de Sajonia , etc. , etc .: Ahora bien ;
haciéndose contrario á la naturaleza el gobierno de uno solo ; no siendo
más que una ficción en Europa (el rey moderno es la burocracia) ¿qué
hubieran hecho la mayor parte de los príncipes de su energía perso-
nal? Aún les decían que eran dioses ; pero ejerciendo poco de hecho ,
esta divinidad la buscaban incesantemente en la pasión , en la epilepsia
del placer. El siglo diez y ocho estudiado en las costumbres de sus re-
yes y en la destrucción de cuerpo y de corazón que se hacían ellos
mismos , puede ser considerado como el suicidio de la monarquía .
Austria, que políticamente es un monstruo , un Jano , de raza y de
ideas , Austria devota y filósofa , imponía á su príncipe una fatal hipo-
cresía , una máscara pesada que ellos se apresuraban á quitarse en cuan-
to estaban en la intimidad . El aburrimiento mortal les sumía en el
mortal abismo de los sentidos . Alguna decencia en la superficie , pero
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCÉSA 711

un rasgo permanente revela el fondo , un signo eminentemente sen-


sual: el labio austriaco . La gazmoña María Teresa se reveló en sus hijos ,
contenida y graciosa todavía en María Antonieta : libertina en Leopoldo ;
atrevida y desbordada en la reina de Nápoles , en su bacanal al pie del
Vesubio .
Austria enervada , no podía aconsejar á la reina por conducto del
anciano Kaunitz otra cosa que la política expectante que le aconsejaban
Barnave y los constitucionales . La intención era evidentemente distinta ;
pero las palabras eran la mismas . Creo que Barnave era leal ; no creía
que Francia pudiera soportar un gobierno más democrático . Su ideal no
era una constitución como la inglesa , no quería cámara alta ni conce-
der al rey la facultad que tiene en Inglaterra de disolver la Asamblea .
Así lo dice en sus últimos escritos que tienen la autoridad del testa-
mento de un muerto .
¿Que querían Kaunitz y Leopoldo? Ahora nos damos cuenta de ello .
En primer lugar tener á Francia encerrada en un cordón sanitario que
poco áa poco se iría apretando , rodearla de un espeso muro de bayonetas ,
de un circulo de hierro , esta es su frase . Durante este tiempo , el rey ,
en el interior ejecutaría literalmente la Constitución de tal manera que
demostrara que era inejecutable . La Constitución , ahogada por esta es-
trecha interpretación literal , ejecutada en el sentido propio como la víc-
tima por el verdugo , los franceses se cansarían pronto de ella : « tienen
la cabeza ligera» . Introducirían otra moda; la libertad pasaría (como el
café y Racine, según madama de Sevigné) . Se trataba de ganar tiempo ,
de dejar que Francia se enfriara y se hastiara de una Revolución impo-
sible; hacer que perdiera el primer momento de la furia francesa
que siempre es peligroso . Fascinada por negociaciones capciosas , ame-
nazadoras á veces , deslumbrada y como atontada por las vueltas y re-
vueltas que darían á su alrededor los micos de la aristocracia , caería
con la cabeza baja, como un pájaro aturdido entre las patas de las zo-
rras . Entumecida , perezosa , enervada por la corrupción y las mentiras.
acabaría por dejarse manejar y entonces , insinuaban finamente los Kau-
nitz y los Mercy , aun podría hacerse más . La Revolución de Polonia se-
ría entonces aplastada ; Rusia , teniendo la presa en los dientes , no mor-
dería á Alemania . El emperador y el rey de Prusia se verán forzados á
obrar más directamente .
Esto hace que se comprendan perfectamente las contradicciones
aparentes . La reina respondía á Kaunitz y á Barnave lo mismo : Sí , les
decía cuando pedían la Constitución . Solo que para el segundo la Cons-
titución era el objeto sobre el que Francia debía asentarse en la liber-
tad; mientras que para Kaunitz era el circuito por el cual debía pasearse ,
fatigarse, para llegar cansada y rendida , al reposo del despotismo .
Este equívoco lo explica todo . Se hallaba vacante el ministerio de
Marina , la corte eligió como ministro á un contrarrevolucionario hipó-
crita, Bertrand de Molleville , y el rey y la reina en su primera au-
712 J. MICHELET

diencia le declararon que era preciso cumplir la Constitución , nada más


que la Constitución . El rey recibió no obstante mal una memoria que
en este sentido le envió Dumouriez . El hermano de madama Campan ,
agente de Francia en San Petersburgo , escribía á su hermana que él era
sinceramente constitucional , y la reina que vió la carta dijo : « que aquel
joven estaba extraviado , que su hermana debía contestarle con hábiles
advertencias» . El pensamiento real de la corte , descubierto aquí por una
palabra, se reveló por un acto: cuando en Julio pensaba la Asamblea en
enviar comisionados á las provincias antes de las elecciones , el jacobino
Buzot se opuso y se dió el sorprendente espectaculo de ver á Buzot apo-
yado por Dandré , el hombre de la corte . Más tarde , cuando las eleccio-
nes municipales , presentándose el constitucional Lafayette en compe-
tencia con el jacobino Petion , la reina dijo á los realistas que votasen
al jacobino , á aquel cuya violencia debía empujar con más viveza la
Revolución á su término y cansar de ella más pronto á Francia .
Esto tuvo lugar en Noviembre , y fué el término en que Barnave
debió comprender por fin, en que debió penetrar el verdadero sentido
de la palabras que ella le daba.
Ella no se había atrevido á volverle á ver hasta el 13 de Septiem-
bre, día de la aceptación . Después le recibió , pero siempre con misterio,
con frecuencia de noche y ella misma esperaba á la puerta para abrir
como ya hemos dicho . ¿Estaba siempre Luis XVI al paño? Hay motivo
para creerlo ; la camarera sin embargo no lo dice expresamente . Sep-
tiembre, Octubre total dos meses , tal fué el reinado de Barnave que
pagó con la vida . En Noviembre , convencido de la poca influencia que
él conservaba en la opinión y en la Asamblea, la reina ya no le guardó
consideración alguna ni tampoco á los constitucionales é hizo votar con-
tra ellos á los realistas , contra los que Barnave apoyaba . Corto favor,
bruscamente retirado sin miramiento ni respeto humano ; él se volvió
destrozado á su desierto de Grenoble . El rey, á pesar de su educación
jesuítica y de la doblez común á los príncipes , tenía un fondo de honra-
dez que le impedía hacerse buen cargo del plan demasiado ingenioso de
destruir la Revolución por la Revolución misma . La única persona á
quien él amaba, la reina, no tenía sobre él más que una influencia exte-
rior , en cierto modo superficial . De corazón pertenecía á los curas lo
mismo que madama Isabel . Podían conseguirse de él algunas mentiras
políticas, algunas falsas exterioridades , hacerle dar torpemente algunos
pasos en la imitación de la monarquía constitucional ; en el fondo era
siempre el rey anterior al 89. Estaba en relaciones directas con las po-
tencias . En el 90 tenía á Flachslanden en Turín , cerca del Conde de
Artois . Hasta Junio del 91 Breteuil negociaba por él con el emperador
y los otros príncipes . En Julio , aunque había dado sus poderes escritos
á Monsieur , no prescindía de los agentes de éste ; tenía cerca del rey de
Prusia , junto al embajador constitucional, á un ministro particular su-
yo , el vizconde de Caraman . Estos agentes , la mayor parte de ellos
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 713

muy indiscretos , eran conocidos de todo el mundo , tanto , que en el año


90 Mr. de Segur , nombrado embajador en Viena , declaró que , como
Mr. Breteuil gozaba ya de la confianza personal del rey en aquel puesto ,
no podía aceptarlo.
Luis XVI no tenía en manera alguna la habilidad que su situación
exigía. Alemán y de la casa de Sajonia por su madre , no tenía sola-
mente la obesidad sanguínea de aquella casa , si no que también tenía
de su raza violentos arranques de brusquedad. alemana . Su hermana las
tenía asímismo y más frecuentes ; estaba menos habituada á contenerse ,
era más sencilla y más sincera .
El plan moderado constitucional de Desmounier , y otro de un se-
cretario de Mirabeau , tuvieron mala acogida de parte del rey . En cambio
aceptó un discurso altanero , vehemente , que el americano Morris había
escrito particularmente , y cuyo estilo había sido corregido por Yergasse ;
no se atrevió á servirse de él , pero mandó decir al autor que más tarde
constituirá su regla de conducta . Cosa extraña , Morris , hombre de ne-
gocios y banquero, que más adelante fué ministro en los Estados Uni-
dos, hombre al parecer positivista y grave, hizo entregar aquel docu-
mento á una niña, á Madama , la hija del rey , que tenía trece ó catorce
años . Apasionada , violenta , altanera , impresionada fuertemente con la
humillación de su familia , sobre todo después de lo de Varennes , aque-
lla niña debía ejercer alguna influencia sobre su padre y sobre su tía , á
quienes se parecía mucho más que á su madre .
La lucha sostenida en el seno de la familia real entre los partida-
rios de la astucia y los de la violencia, el combate de influencias inte-
riores , los planes contradictorios que se forjaban en el exterior , tortura-
ban el ánimo del rey , oscureciendo su espíritu . Por otra parte comprendía
que existía en su conciencia un punto delicado al llegar al cual le sería
imposible fingir más , y entonces , con seguridad , sería aniquilado . Así
lo comprendía el mismo . El 8 de Agosto del 91 , decía á Mr. de Mont-
morin, quien á la vez se lo refirió á Morris : «Bien sé que estoy perdido .
Ahora todo lo que se haga , que se haga por mi hijo . »
Juzgaba mucho mejor que la reina la impotencia de los constitucio-
nales y consideraba á la Constitución del 91 como el acabamiento de la
monarquía . Una simple cuestión de etiqueta , poco grave en apariencia,
reflejó su propio pensamiento de un modo tan expresivo , que no pudo
contenerse y se desbordó su corazón . El día de la aceptación de la Cons-
titución , el 13 de Septiembre del 91 , al levantarse el presidente (era
Thouret) para pronunciar su discurso y ver que el rey le escuchaba sen-
tado, creyó que tambien él debía sentarse . Thouret era, como todo el
mundo sabe, un hombre muy moderado ; pero en aquellas graves cir-
cunstancias en que se trataba de una especie de contrato entre el rey y
el pueblo , quiso , con aquel acto , hacer constar la igualdad de las dos
partes contratantes .
<<Al regresar de la sesión , dice madama Campan , saludó la reina á
TOMO I 90
714 J. MICHELET

sus damas con precipitación , y entró muy conmovida . El rey entró en


las habitaciones de la reina por los departamentos interiores ; estaba
muy pálido y sus facciones fuertemente alteradas . La reina dió un gri-
to de asombro al verle así . Creí que estaba enfermo . Pero cuál fue mi
dolor cuando le oí exclamar , arrojándose sobre un sillón con el pañuelo
en los ojos: «Todo está perdido... ¡ Ah señora ! ¡ Y habéis sido testigo de
esta humillación ! ¡Cómo! habéis venido á Francia para ver...» La reina
se arrodilló á sus pies y le estrechó entre sus brazos . Media hora des-
pués me hizo llamar la reina para que anunciase á Mr. de Goguelat
que partiría aquella misma noche para Viena . El rey acababa de escri-
bir al emperador. La reina no tenía esperanza en el interior , etc. ».
Aquel mismo día ( 13 de Septiembre ) ó al siguiente , volvió la reina
á ver á Barnave por primera vez después del regreso de Varennes . Se
reanimó algo con su presencia, confiando en la influencia que los jefes
de la Constitución tendrían sobre la nueva Asamblea.
¿Qué había escrito Luis XVI al emperador? Fácil es de adivinar : la
expresión de su despecho , el relato de su humillación , el ultraje hecho
á la monarquía .
De modo que antes que la notificación oficial en que anunciaba el
rey su aceptación , había salido la carta confidencial que la desmentía .
Europa estaba advertida de lo que debía pensar acerca de la comedia
constitucional ; en la misma acta del contrato solemne entre el rey y el
pueblo , encontraba la pretendida injuria que anulaba el contrato . No
hay que extrañar el que las potencias contestasen de una manera inso-
lente y burlesca , ó á lo menos afectaran responder á la persona de Luis
XVI y en manera alguna á la Francia .
El rey se dirigía mejor á los reyes que á los emigrados . Se fiaba
poco de sus hermanos . Conocía bien , sobre todo después del asunto de
Favras , la ambición personal de Monsieur, los consejos que recibía para
que procurase el destronamiento de Luis XVI . A Monsieur , como regen-
te de Francia , se dirigió la emperatriz de Rusia en Octubre del 91 , en-
viándole un ministro . Acaso lo que molestaba al rey más aún era la
ligereza cruel de los emigrados , que fuera de Francia , sin peligro algu-
no, habían hecho burla de la desgracia de Varennes , escribiendo can-
'ciones «al cochero Fersen . » El rey se enteraba de estas burlas por los
diarios de París .
Los emigrados no se contentaban con haberle abandonado ; aumen-
taban sus peligros con sus arrebatos irreflexivos . Pidieron brusca y
aturdidamente al general patriota que mandaba Strasburgo , que les en-
tregase la plaza . El rey tenía interés en que todos los torpes campeo-
nes de su causa que sin sombra de peligro pretendían trabajar por él ,
estuvieran alejados de la frontera . Creo que firmó con sinceridad la
carta que sus ministros , Duport-Dutertre y Montmorin , escribieron
para llamar á los emigrados , y aquella en que rogaba á las potencias
que disolvieran el ejército de la emigración (14 Octubre del 91 ) .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 715

El punto en que el rey estaba en desacuerdo profundo , irreconci-


liable con la Revolución , era la cuestión de los curas . La venta de los
bienes eclesiásticos , la reunión de Avignon , el juramento cívico que se
les exigía , eran las tres cuestiones que atormentaban su corazón . Pro-
bablemente , si se conociese la historia de su conciencia , de sus confe-
siones y de sus comuniones , se vería que le ocasionaban más disgustos
sus directores que toda la Asamblea y toda la Revolución .
¿Cómo le tasaban la facultad de engañar y de mentir sobre tal ó
cual asunto? ¿A que precio pagaba en el confesionario la duplicidad de
sus actos casi revolucionarios? Lo único que se sabe es que respecto al
artículo de los bienes de los curas y á la represión de los sacerdotes re-
beldes , eran inflexibles los curas con su real penitente ..
Sin embargo , la Asamblea constituyente había trabajado mucho
para atraérselos . Su último acuerdo fué asegurar la pensión de los que
no disfrutasen ningún beneficio público . Sus disposiciones referentes á
los refractarios fueron muy benignas . Tenían abiertas un gran número
de iglesias para que pudiesen celebrar en ellas la misa con toda libertad ;
solo en una parroquia de París , la de Saint -Jaques de Haut- Pas, tenían
siete . El clero constitucional les recibía perfectamente en sus iglesias .
En ellos estribaba tan solo el aceptar un reparto como el celebrado hace
tiempo en el Rhin entre dos comuniones tan diferentes como son los
protestantes y los católicos ; en una misma iglesia celebraron en horas
diferentes los unos y los otros . ¿Por qué persistir aquí , donde las dos par-
tes eran católicas , separadas no por el dogma , sino por una cuestión
disciplinaria , en aquel obstinado divorcio? Los curas ciudadanos , por lo
menos , no tuvieron la culpa ; algunos de ellos llevaron hasta los últimos
límites la deferencia fraternal , la abnegacion y la humildad . En Caen
el cura constitucional se ofreció á ayudar la misa al refractario , y éste ,
abusando de la humildad de su rival , le tuvo á sus pies y le enseñó
con insolencia , haciendo ver que aquel acto cristiano era una ex-
piación .
Los curas refractarios , estrechamente ligados con el rey, con la
emigración , con los nobles no emigrados , con los magistrados constitu-
cionales y fayettistas que tenían con ellos muchas consideraciones , se
daban aire de vencedores . Su actitud era la de un gran partido político;
eran en realidad el corazón y la fuerza , toda la fuerza popular de la con-
trarrevolución .
Temibles en los campos , eran débiles en París , París arruinado por
la ausencia de los nobles y de los ricos , París , sin trabajo ni recursos á
la entrada de un invierno cruel , achacaba la interminable duración de
la Revolución á la resistencia de los curas . Comenzaba á considerarlos
como enemigos públicos . El primero que perdió la paciencia fué el ba-
rrio del hambre , el pobre distrito de Saint-Marceau . Esperaron á las
puertas de un convento á los devotos que asistían á los conventos de los
refractarios para insultarlos . La municipalidad reprimió aquellos des-
716 J. MICHELET

órdenes, exigiendo , sin embargo , que el culto refractario se celebrase


en las iglesias ordinarias y no en las capillas de los conventos , conside-
rados por la imaginación popular como los focos misteriosos de la con-
trarrevolución . El directorio del departamento , por el contrario , intimó á
la municipalidad en nombre de la tolerancia religiosa para que dejase á
los curas rebeldes en completa libertad para celebrar sus conciliabulos
donde quisieran . El joven poeta Andrés Chenier, órgano en esta parte
de los Fuldenses y de los realistas en general , reclamó también tole-
rancia en nombre de la filosofía . Fué imitado y sobrepujado por el obis-
po constitucional Torné, que abogó por sus enemigos ante la Asamblea
legislativa , con caridad verdaderamente magnánima.
Desgraciadamente se podría contestar á aquellos apóstoles de la to-
lencia no con un argumento , sino con un hecho . Si los rebeldes querían
la tolerancia en París , no la querían en Francia . No querían ser tolera-
dos , sino reinar y perseguir , ejerciendo una especie de terror sobre los
curas constitucionales . Todos las noches disparaban tiros cerca de los
presbiterios y á veces apuntaban á las ventanas . El 16 de Octubre , en
Beaujolais , vió el nuevo cura de una aldea al cura antiguo, que á la ca-
beza de quinientos montañeses que había buscado , invadía la iglesia y
le arrojaba del altar . Este valiente cura se apoderó de la caja de los
pobres que el cura constitucional había deposítado en poder de las mu-
nicipalidades . Muchos curas aterrados , y aun muchos magistrados mu-
nipales , presentaban las dimisiones . Estos últimos carecían de medios
para asegurar la paz pública entre aquellas multitudes furiosas que ame-
nazaban de muerte á los nuevos clérigos y á sus defensores . En algunas
aldeas del Oeste los aldeanos comenzaban á desarmar á los guardias na-
cionales partidarios del clero constitucional . En la Vendée très ciudades
estaban sitiadas por aquellos aldeanos fanáticos cuyos antiguos curas
se habían convertido en capitanes y generales .
No era posible cruzarse de brazos , como pedían fríamente los Sieyes
y los Chenier, cuando habían comenzado las violencias , cuando las pre-
tendidás víctimas inauguraban la guerra civil .
Los filósofos , preocupándose únicamente de los sucesos de París , no
veían en aquel partido más que á algunos curas aislados , algunas po-
bres mujeres crédulas . Para los que veían la Francia , aquel gran partido
sacerdotal , reanimado por el odio de la Revolución , asustaba por su vio-
lencia , por la potencia y variedad de sus recursos . Imperaba en todas
partes , desde las cabañas hasta las Tullerías . Explotaba al rey de dos
maneras á la vez , en el confesonario como penitente , en los sermones
populares como mártir legendario . Se apoderaba del corazón de las mu-
jeres lloriqueando siempre que hablaba del pobre rey, del buen rey, del
santo rey, oponiendo al reinado de la justicia y de la Revolución una
sublevación más temible : la de la piedad .
Por la íntima unión del rey con el cura acabó Francia por com-
prender que el rey era el enemigo .
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 717

Enemigo por naturaleza , por sus arrebatos bruscos y coléricos . Ya


lo hemos visto el mismo día en que aceptó la Constitución , cuando la
Asamblea, por la matanza del Campo de Marte y por la revisión , aca-
baba de realzar al trono inmolándose ella misma , el rey lloró por una
cuestión de etiqueta y por la noche , ab irato , escribió al emperador .
Enemigo por su educación y sus creencias ; educado el rey por Vau-
guyon, el jefe del partido jesuíta fué siempre y cada vez más , á medida
que aumentaba su desgracia , esclavo de los sacerdotes .
Enemigo por fin fatalmente , como centro natural é involuntario y
necesario de todos los enemigos de la libertad . Su situación le obligaba
á ello de una manera invencible ; hiciera lo que hiciera , ausente ó pre-
sente, era el jefe obligado de la contrarrevolución . Luis XVI, sin querer
seguir los planes de los emigrados , estaba con ellos en Coblenza .
Luis XVI estaba en la Vendee, en todos los sermones de los curas y en
todas partes donde el fanatismo preparaba sus artimañas . Todos los
consejos de los curas ó de los nobles , aunque estuviera ausente , él los
presidía ; por él y para él , mártir fatal de la monarquía , todos los reyes
de Europa soñaban con exterminar á Francia .
Jamás hubo Asamblea más joven que la Legislatura . Una gran
parte de los diputados apenas tenía veintiséis años . Los que acababan
de presenciar el de la Constituyente , los que aun la recordaban armó-
nica, de diferentes edades, posiciones , trajes , quedaron admirados ,
casi aterrados á la vista de aquella asamblea nueva . Se presentó como
un batallón uniforme de hombres casi de la misma edad, de la misma
clase y vestidos de igual manera . Era como la invasión de una gene-
ración completamente joven y sin ancianos , el advenimiento de la ju-
ventud, que bulliciosa iba á despedir á la edad madura , á destronar la
tradición . No mas canas ; una Francia nueva con el pelo negro toma
aquí su asiento.
Excepción hecha de Condorcet, de Brissot y de algunos otros , los
demás son desconocidos . ¿Dónde están aquellas grandes inteligencias de
la Constituyente, aquellas figuras históricas , asociadas eternamente en
la memoria de todos los hombres al primer recuerdo de la libertad? ¿Los
Mirabeau , los Sieyes , los Duport, los Robespierre , los Cazalés ? Sus
asientos , tan conocidos , en vano están ocupados ; parece que están va-
cíos . No trataremos de caracterizar de antemano á sus sucesores . Su aire
inquieto é impaciente , la dificultad que tienen de permanecer quietos
nos aseguran que no tardarán en darse á conocer por sus actos . Por el
momento basta con señalar allá bajo, en masa , la falange compacta de
los abogados de la Gironda .
Un testigo muy respetable , nada entusiasta , alemán de nacimien-
to , diplomático durante cincuenta años , M. de Reinhart, nos refiere que
en Setiembre del 91 había ido desde Burdeos á París en un carruaje
público en compañía de unos girondinos . Eran los Vergniand , los Gua-
det, los Gensonné , los Ducos , los Fonfréde , ete ; la famosa pléyade en
718 J. MICHELET

que se personificó el genio de la nueva Asamblea . El alemán , espíritu


muy cultivado , muy conocedor de las cosas y de los hombres , observa-
ba á sus compañeros y estaba encantado . Eran hombres llenos de ener-
gía y de gracia, de una juventud admirable, de una verbosidad extraor-
dinaria , de una ilimitada abnegación en sus ideas . Con todo no tardó
en ver que eran muy ignorantes , de una extraña inexperiencia , ligeros ,
habladores y batalladores , dominados (lo cual disminuía en ellos la in-
vención y la iniciativa) por las costumbres del foro . Y sin embargo el
encanto era tal , que no se separó de ellos . «Desde entonces , decía , he
aceptado á Francia como á mi patria, » No conseguí hacerle hablar más ;
la voz del anciano cambió; se calló y miró á otro lado . Respetaré este
silencio de un hombre infinitamente reservado; pero no puedo menos de
creer que desconfiaba de su corazón y temía salir de su frialdad obliga-
da, bajo la poderosa impresión de aquel recuerdo demasiado vivo.
¡Juventud amable y generosa que tan poco debía vivir! ... La
mayor parte de ellos habían nacido para las artes de la paz , para las
dulces y brillantes musas . Pero aquel tiempo era la guerra misma.
Ellos , que llegaban entonces á la vida política , nacen de un soplo de
guerra . La Gironda , que hablaba entonces de marchar en masa al com-
bate , les enviaba como vanguardia . La situación les dió no sé que in-
quietud , qué turbación , qué ceguedad política , que les obligó á cometer
muchas faltas , y se aminoraría mucho su importancia en la historia , si
no surgieran majestuosos de entre las grandes sombras de la muerte.
Si se quiere medir el intervalo entre la nueva Asamblea Ꭹ la anti-
gua debe observarse este hecho. En esta la derecha es más numerosa .
La derecha aristocrática ha desaparecido por completo . La Asamblea
parece de acuerdo contra la aristocracia ; se manifiesta especialmente
animada contra la nobleza y el clero ; su mandato estriba precisamente
en anular su resistencia . En cuanto al rey , como luego veremos , está
aun indecisa, poco predispuesta , es cierto, en favor del rey, de la
nobleza y del clero , manifestándosele hostil , mas sin tener contra él
plan determinado de guerra . Por lo demás , la monarquía , aun antes de
ser atacada , ha perdido importancia desde la Constitución . Los únicos
defensores que tiene el rey en la Asamblea Legislativa le llaman el
poder ejecutivo , olvidando la parte que tiene en el poder legislativo ,
confesando tácitamente que la Asamblea, único representante del pue-
blo soberano , es también la única que tiene el derecho de hacer las leyes
á las cuales el pueblo prestará su obediencia .
La primera ojeada de la Asamblea á la sala donde debia reunirse
no le causó buena impresión . De antemano y sin esperar á que diera su
opinión sobre el particular habian sido reservadas dos grandes tribunas
en las que debían sentarse únicamente los diputados que habían forma-
do parte de la Constituyente . Se notó con amargura que parecían una
Cámara alta, para dominar la Asamblea . Se preguntó á qué obedecía
aquel comité censorial que se reunia allí para juzgar , tomar nota de los
HISTORIA DE La revolución francesa 719

actos y de las palabras , dirigir por medio de señales, intimidar con mi-
radas; ¿quién sabe? encargarse quizás en caso de duda de interpretar la
Constitución con su propia autoridad , con la autoridad de los mismos
que la habían hecho . Este comité , en caso de necesidad , apoyado por
una protesta de veto real , hubiera dado al rey un falso derecho para
obrar en contra de la Asamblea. Los mismos constituyentes dieron
fuerza á estas hipótesis , manifestando , en una grave cuestión , su disen-
timiento desde lo alto de las tribunas . Tan bien lo hicieron que la
Asamblea decretó que no reconocía ningún privilegio , y que todas las
tribunas estarían abiertas al público . Ante la invasión de una multitud
turbulenta , la sombra intimidada de la Constituyente se desvaneció pa-
ra no volver á aparecer jamás.
Sin embargo , su obra , la famosa Constitución , hacía el 4 de Octu-
bre su entrada solemne en la Asamblea legislativa , rodeada, guardada
por doce diputados de los de más avanzada edad , « los doce ancianos del
Apocalipsis» . Camús , el archivero , no había querido confiarles este teso-
ro , no lo abandonaba , lo conservaba piadosamente , lo llevó á la tribuna,
lo enseñó al pueblo , como otro Moisés .
En este momento los curiosos observan maliciosamente que la
Asamblea va á jurar la Constitución que varios de sus miembros ata-
caron y que inmediatamente va á infringir . Jura fría , tristemente au-
mentándose el odio que siente hacia el poder difunto que la arranca
aquella ceremonia tan poco sincera .
El rey se estrenó ante la Asamblea con una extraña torpeza . Cuan-
do le preguntaron la hora en que recibiría la diputación, no respondió
por si mismo , sino por conducto de un ministro, diciendo que no la re-
cibiría inmediatamente , sino á las tres . A la diputación , le dijo que no
iría en seguida á la Asamblea , sino que esperaría tres días . La Asamblea
creyó ver en estos afectadas dilaciones una insolente tentativa de la
corte para demostrar la superioridad del poder que obligaba á esperar
al otro . Varios diputados , entre ellos Couthor , propusieron , y fué apro-
bado , que se suprimiera el título de Majestad , que no se reconociera
más título que el de Rey de los Franceses; que al entrar el rey se levan-
taran todos los diputados pero que en seguida podrían sentarse y cubrir-
se; y en fin, que en el estrado habría en la misma línea dos sillones
semejantes, y que el del rey estuviese á la izquierda del presidente .
Esto equivalía á suprimir el trono y subordinar al rey.
Si el cielo se hubiera desplomado sobre la tierra no se hubieran
conmovido tanto los constitucionales como lo fueron con esta supresión
del trono . Habían llegado á ser guardianes más celosos de la monarquia
que los mismos realistas .
La banca , no menos asustada , manifestó sus temores con una baja
enorme en los valores públicos . Del barrio de los banqueros , del bata-
llón de los hijos de Santo Tomás, habían salido la mayor parte de los
guardias nacionales que , unidos á la guardia asalariada habían hecho
720 J. MICHELET

los disparos en el Campo de Marte ; aquellos guardias nacionales eran


agiotistas ó contratistas de palacio , gentes de la casa real , nobles oficia-

¡Ah señoral ¡Y habéis sido testigo de esta humillación! (Pág. 714)

les . Todas aquellas gentes muy comprometidas empezaban á temer . El


9 de Octubre el ejército parisiense, que constituía su fuerza , acababa de
perder á su jefe, al que era hacía mucho tiempo su alma y la causa de
su unión; me refiero á Lafayette . En virtud de la nueva ley, sehabia vis-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 721

to precisado á dimitir, ya no había comandante general ; cada uno de los


seis jefes de división se encargaba del mando por turno . Los realistas y
los fayettistas , muy alarmados , se agitaban , se multiplicaban , hacían pro-
paganda en París , hasta el punto de hacer creer que iba á operarse er
la opinión una verdadera reacción en sentido realista . Algunos fueron

Aspecto de la Asamblea legislativa en sus primeras sesiones .(Pág. 718)

engañados por la prensa y por los hombres que de más cerca observa-

ban de qué lado soplaba el viento popular . Hebert , el infame , Pere Du-
chene, aquel excremento del periodismo , bajamente ocupado siempre en
servir todas las malas pasiones del pueblo , creyó que éste se inclinaba
otra vez á la monarquía y durante algunos días se dedicó á hacer pro-
paganda realista en su periódico , anatematizando y execrando del motín
revolucionario . ¿Qué mas? por una indigna farsa , aquel ateo hablaba
TOMO I 91
722 J MICHELET

de Dios Ꭹ amenazaba á los malos con los castigos de Dios en la otra


vida .
La Asamblea , aun crédula , se engañó también , creyó que París era
más realista de lo que era verdaderamente y temió haber ido demasia-
do lejos . Durante la noche del 5 al 6 , los diputados , solicitados uno á
uno , rodeados , rogados , seducidos por las mujeres , por los intrigantes ,
por los hombres de reputación y de autoridad, sus predecesores de la
Constituyente , fueron convertidos . Se les dijo que el rey si se sostenía el
decreto no abriría la sesión y que cambiaría sus ministros . ¿Era preciso
dejar que apareciese ante Europa de una manera tan patente la discordia
entre los poderes públicos? La Asamblea, cambiada de la noche á la
mañana , deshizo su obra del día anterior . No derogó el decreto , pero
acordó su aplazamiento .
Alegría grande é insolente produjo el hecho entre los realistas ; pa-
saron repentinamente del temor á la amenaza . Royou , en el Amigo del
rey, hizo notar con desdén la inconsecuencia de la Asamblea y le dió una
lección que esta aprovechó después . La autoridad que se ablanda está
perdida . No se puede ni respetar ni temer á un poder que retira hoy la
ley que ayer hizo .
Este loco espíritu de provocación no se limitó á las palabras . Había
entonces entre los oficiales nobles de la guardia nacional , en la guardia
constitucional del rey que se trataba de formar, muchos espadachines ,
gentes que seguros de su destreza , insultaban á todo el mundo . La cor-
te estimaba mucho á esta gente , que todos los días le creaba una infi-
nidad de enemigos . Uno de ellos , M. d' Ermigny , oficial de la guardia
nacional , realizó un hecho verdaderamente grave . El 7 , día de la sesión
regia , por la mañana entró en la sala , había aun pocos diputados , se di-
rigió al azar á uno de ellos , Goupilleau , quien el 5 había expuesto con
claridad su opinión sobre la cuestión del trono, le puso el puño en la
cara y dijo : «Ya nos conocemos : mucho cuidado ; si continuáis os haré
acribillar á bayonetazos ! » Acudieron los hujieres indignados, pero el
presidente Pastoret no se indignó y negó la palabra al diputado insul-
tado, que quería denunciar el hecho . Insistieron varios diputados . Er-
migny fué llevado á la barra , pero fué absuelto después de presentar al-
gunas excusas .
Mientras tanto los realistas , muy numerosos en las tribunas , harta-
ban sus ojos y su corazón con aquel trono disputado , que la Asamblea
les parecía haber concedido al miedo y que se les presentaba como el
símbolo profético de la próxima caída de la Revolución . Aplaudían á
aquel trono de madera , sin inquietarse de si su alegría debía ser consi-
derada por la Asamblea como un nuevo insulto . Un diputado respondió.
El paralítico Couthon , dando pruebas de un vigor y de una iniciativa
que no permitían esperar en manera alguna su estado impotente y su
dulce fisonomía , inició la cuestión que más personalmente atañía al rey,
la que le tocaba en el corazón tanto y más que el trono : solicitó y obtu-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 723

vo que se examinaran inmediatamente las medidas que debían tomarse


con respecto al clero, relativamente al terror que los sacerdotes refracta-
rios hacían pesar sobre el clero sometido á la ley .
Entró el rey , resonaron unánimes aplausos . La Asamblea gritó :
¡viva el rey! Los realistas desde las tribunas , para causar despecho á la
Asamblea , gritaron : ¡ viva su majestad! En un discurso conmovedor ,
hábil , obra de Duport- Dutertre , el rey enumeró las leyes nuevas , ins-
piradas en el espíritu de la Constitución , que la Asamblea iba á dar á
Francia . Supuso que la revolución había terminado. Y él era como rey
del clero , como jefe voluntario ó involuntario de la emigración , de to-
dos los enemigos de Francia , el obstáculo contra el cual la revolución
debía proseguir su lucha, si no quería perecer . La Asamblea, muy jo-
ven aun , no se explicaba bien esto : no preveía nada de lo que ella
misma iba á hacer . Se sintió conmovida cuando el presidente , Pasto-
ret , aludiendo á una frase del rey, que decía que necesitaba ser
amado: y también nosotros necesitamos , Sire , ser amados por vos .
Por la noche se produjo la misma impresión en el teatro á donde
fué el rey con su familia ; fué aplaudido por los hombres de todos los
partidos y muchos lloraron ; el rey derramó también lágrimas .
Sin embargo , los hechos son los hechos ; las dificultades de la situa-
ción persistian . El informe prudente y moderado de Gallois y Gensamé
sobre los disturbios religiosos de la Vendée causó por su misma mode-
ración una profunda impresión (9 de Octubre) . No podía tacharse de
exagerado . El informe había sido escrito, en gran parte, bajo la inspi-
ración de un político muy clarividente , el general Dumourier, que man-
daba en el Oeste , hombre tanto mas tolerante cuanto que era indiferente
á las cuestiones religiosas . Por consejo suyo , los dos comisarios habían
modificado la decisión severa de los directorios de aquellos departa-
mentos , que ordenaba á los sacerdotes refractarios abandonar los lu-
gares que turbaban con su presencia , y se establecieran en las capi-
tales .
Este informe abrió los ojos á Francia , que se vió arrastrada por el
fanatismo al borde de la guerra civil .
Las primeras medidas propuestas fueron sin embargo bastante sua-
ves . Touchet solicitó solamente que el Estado dejase de pagar á los sa-
cerdotes que declararan no querer prestar obediencia á las leyes del
Estado , dando , sin embargo, pensiones y socorros á los viejos ó enfer-
mos . La Asamblea era entonces tan joven y estaba tan apegada á los
principios absolutos , que varios de los diputados revolucionarios , entre
otros el joven y generoso Ducós , reclamaron contra Touchet en nom-
bre de la tolerancia . Pero nadie lo hizo con más calor que el obispo
constitucional Torné , quien para justificar á sus enemigos en cuanto
le era posible , declaró : «Que su negativa obedecía á grandes virtu-
des» que era preciso atribuirlas más que á ellos á la mala voluntad
del poder ejecutivo, que bajo mano estimulaba la resistencia . Este úl-
724 J. MICHELET

timo era cierto y muy pronto se tuvo la prueba de ello en Calvados ,


en donde el ministro Delessart había animado á los adversarios de Tou-
chet á trabajar en contra de él .
Este fué el principio de la guerra interior ; el asunto de los sacer-
dotes era el lado más temible . La cuestión de la guerra interior se plan-
teó al mismo tiempo , al principio con motivo de las medidas que ha-
bían de tomarse contra los emigrados . La emigración , para la cual se pe-
día tolerancia tanto como para los sacerdotes , tomaba , como estos , la
ofensiva; una ofensiva que , no por ser siempre directa , no era más irri-
tante . Los emigrados , tratando de ganar las tropas , alistando gentes
entre los nobles de grado ó por fuerza , amenazando á los caballeros ó á
sus deudos que no partían . Los caminos estaban llenos de coches que
se dirigían á la frontera , llevando grandes cantidades de dinero adqui-
rido sin reparar en los medios . La frontera estaba ocupada por los emi-
grados que se agitaban , establecían inteligencias , tanteaban las plazas
fuertes y se impacientaban por entrar . Los ministros de Luis XVI , las
administraciones centrales ó de departamentos hacían la vista gorda ó
ayudaban . Alguna administración económica , por ejemplo , multiplica-
ba, llevaba á sus empleados más activos á la frontera , aproximándolos á
la tentación , teniéndolos dispuestos á pasar ó á recibir á los emigrados
que pasaran y á prestarles mano fuerte .
Francia era como un desgraciado á quien se obligara á estar inmó-
vil mientras que una nube de insectos le acosa , buscando con el aguijón
la parte más blanda ; le inquieta , le ataca , le pica , aquí y allí, bebe su
vida, chupa su sangre .
Brissot planteó la cuestión (20 Octubre 91 ) de una manera huma-
na, elevada , que aun hoy día da la pauta con la que la historia debe
juzgarla . Pidió que se distinguiera entre la emigración del odio y la
emigración del miedo , que se tuviese indulgencia para esta y severidad
para aquella . Declaró , de acuerdo con las ideas de Mirabeau , que no se
pudiera encerrar á los ciudadanos en el reino ; era preciso dejar las
puertas abiertas . Rechazó igualmente toda medida de confiscación y so-
licitó únicamente que cesara el abuso ridículo de pagar sueldo á gentes
armadas contra nosotros , á un Condé, á un Lambese, á un Castro de
Lorena. Propuso que se ejecutara el decreto de la Constituyente , que
sujetaba los bienes de los emigrados á un triple impuesto . Quiso que se
castigara principalmente á los emigrados prisioneros , los jefes , los gran-
des culpables ; refiriéndose especialmente á los hermanos del rey.
Después, á más de los emigrados , dirigió sus tiros á sus protectores ,
los reyes de Europa ; señaló la tempestad en el horizonte . La alianza
imprevista , monstruosa de Prusia y Austria que de repente se habían
hecho amigas. Rusia insolente , violenta , que prohibía al emperador que
se exhibiera en las calles y enviaba un ministro ruso á los emigrados
de Cobleza . Los principillos halagando á los grandes con ultrajes á
Francia . Berna castigó à una ciudad por haber cantado los himnos de la
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 725

Revolución . Ginebra armó sus fortificaciones , y dirigía contra nosotros


las bocas de sus cañones . El obispo de Lieja no se dignó recibir á un
embajador francés . Brissot no da aun completa idea sobre el odio furioso
de las potencias contra la Revolucion ; no dice que en Venecia apareció
una mañana en la plaza un hombre estrangulado por la noche por or-
den del Consejo de los Diez , con esta lacónica frase : «Estrangulado por
fracmason» . En España un pobre emigrado francés , realista , pero vol-
teriano , fué preso por la Inquisición por filósofo ideista . Cuando estaba
ya vestido con el horrible sambenito se le quiso arrancar una vergonzo-
sa confesión contraria á su conciencia , mas el desgraciado prefirió darse
la muerte . Este hecho lamentable es conocido por la relación hecha por
un agente de los inquisidores , quien lo presenció y lo describió , por el
mismo escribano Llorente ( 1791 ) .
Brissot indicó con precisión lo que querían nuestros enemigos , el
género de muerte que preparaban á la Revolución : el hierro?-No , la
asfixia, la mediación armada para emplear el dulce lenguaje de la di-
plomacia. Y añadió con la misma claridad que nos rogarían con la es-
pada en la mano que nos hiciéramos ingleses , que aceptáramos la cons-
titución inglesa , sus Pares , su Cámara alta , sus vejeces aristocráticas .
Si hoy día se leen las memorias , entonces inéditas , ya de los ministros
extranjeros , ya de nuestros constitucionales, se encuentran en ellas po-
cas cosas que no fueran adivinadas por Brissot en aquel notable dis-
curso .
«Y bien , dijo : si las cosas llegan hasta aquí , no debéis contempori-
zar; es preciso que ataquéis vosotros .» Un aplauso inmenso partió de las
tribunas y de la mayoría de la Asamblea.
Los acontecimientos se encargaron de aplaudir y confirmar con
otra fuerza . Desastres , movimientos audaces de la contrarrevolución ve-
nían á asombrar á la Asamblea , y como otros tantos mensajeros de gue-
rra á arrojar el guante á Francia.
A últimos de Octubre se supo el efecto que había producido en to-
das las potencias la carta en que el rey anunciaba su aceptación . No
hubo una que creyera en su sinceridad . Rusia y Suecia devolvieron los
despachos sin abrirlos , y el 29 firmaron un tratado para un armamento
naval con el fin de hacer un desembarco en nuestras costas . España
contestó que no respondería ni recibiría nada de Francia . El emperador
y luego Prusia se mostraron acaso más amenazadoras en realidad , bajo
formas más dulces ( 23 de Octubre) , amenazas para Francia , dulzura pa-
ra Luis XVI . « Deseamos , decía el emperador , que se evite la necesidad
de tomar precauciones serias contra la repetición de actos que daban
lugar á tristes augurios ...» ¿ Qué precauciones? Aclaraba esta palabra
oscura en una circular á las potencias , en la que les advertía que era
preciso continuar en observación y declarar á París « que subsistia la
coalición .»
>
Todavía no les convenía á los reyes comenzar el ataque . Esperaban
726 J. MICHELET

que la guerra civil desgarrara la Francia y se les entregase . Dos hechos


horribles que llegaron á noticia de la Asamblea uno detras de otro , á fi-
nes del mismo mes , podían aumentar aquellas esperanzas .
Vióse , por decirlo así, una espantosa columna de fuego que se ele-
vaba sobre el Occéano . Santo Domingo estaba ardiendo .
Digno fruto de las tergiversaciones de la Constituyente, que en
aquella cuestión terrible , flotando entre el derecho y la utilidad , parecía
que sólo habia enseñado la libertad á los desdichados negros para qui-
társela en seguida dejándoles únicamente la desesperación . Un mulato ,
un jóven heróico , Ogé, diputado de los hombres de color en la Asam-
blea, que había llevado desde Francia los primeros decretos , los decre-
tos libertadores , intimó al gobernador para que aplicase la ley . Perse-
guido y entregado por las autoridades de la parte española de Santo
Domingo , fué bárbaramente enrodado vivo . Se produjo una especie de
terror: los plantadores multiplicaron los suplicios . Una noche se suble-
varon sesenta mil negros , y se entregaron á la matanza y al incendio ,
á la guerra de salvajes más espantosa que se había visto .
El otro suceso , menos grave materialmente , pero terrible , más cer-
cano á nosotros , contagioso para el Mediodia , y que podía ser el princi-
pio de un vasto volcán , fué la tragedia de Avignon .
La contrarrevolución acababa de dar el golpe más audaz . El domin-
go ( 16 de Octubre del 91 ) , hizo asesinar por el populacho , al pie del al-
tar, á Lescuyer, jefe del partido francés contra los papistas . El crimen
de aquel hombre , nada violento , y el más moderado de su partido , con-
sistía en haber comenzado la venta de los bienes de los conventos y
en haber pedido como magistrado el juramento cívico á los curas . Un
milagro de la Virgen había incitado al pueblo á cometer aquel acto ho-
rrible . Los hombres le habían aplastado el vientre á palos . Las muje-
res , para castigar sus blasfemias , le habían recortado á tijeretazos los
labios festoneándoselos . Los papistas se habian apoderado de las puertas
de la ciudad . Pero el partido revolucionario se rehizo , y aquella misma
noche vengó á Lescuyer dando muerte á sesenta personas que fueron
degolladas en el palacio de los papas y arrojados al fondo de la torre de
la Glaciere .
Vencida la contrarrevolución en Avignon , logró , sin embargo , con
su impotente tentativa una gran ventaja , acabando con la paciencia del
partido revolucionario , de suerte que ciego y furioso con aquellas ho-
rribles represalias , se hizo odioso .
CAPITULO XXV

Revolución de Avignon el 90 y 91.- Muerte de Lescuyer (10 de Oo-


tubre del 91).

Como el partido francés de Avignon, salvó el 90 al Mediodía. -Del derecho del papa -El reinado
de los curas .—Irritación de la burguesín. —Revolución del 11 de Junio del 90. —El partido
francés castigado por el servicio que hizo á la Francia. - Avignon emprende, en nombre de
Francia la conquista del Condado -Duprot, Rovere y Mainvielle -Su primera expedición á
Carpentras , (Abril del 91 ) , su fracaso —Asesinato de la Villasse, Abril del 91 ).—Segunda ex-
pedición á Carpentras -Jourdan cortacabezas -Francia envía mediadores ( Mayo del 911
Influencia que ejercieron sobre ellos las damas de Avignon - Es seducido el intermediario Mu-
lot -Se ve obligado á huir de Avignon Agosto). E pueblo cansado de la Revolución —La
Asamblea decreta la reunión ( 15 de Septiembre). -Mulot reanima al partido francés realista.-
Lo> papistas cobran valor.— La virgen hace milagros . -Lescuyer es asesinado en la iglesia, ( 16
de Octubre del 91)

El fatal suceso de Avignon , aunque en apariencia fué local , ejer-


ció sobre la revolución en general , una gran influencia como vamos á
ver . Tenemos que detenernos aquí .
Avignon fué el punto donde al verse frente á frente , y violenta-
mente contrapuestos el uno al otro , los dos principios , el viejo y el nue-
vo , mostraron lo horrible de una lucha furiosa . Reprodujo anticipada-
mente, y en pequeño , como en un espejo mágico , la imagen de las es-
cenas sangrientas que iban á representarse en Francia . En aquel espe-
jo se veian Setiembre , la Vendee y el Terror .
Y no tan solo Avignon en su reducido escenario mostró y produ-
jo aquellos horrores, sino que lo más terrible fué que los autorizó de an-
temano , en cierto modo los aconsejó con su ejemplo , y dió, para una
gran parte de los actos más barbaros , un modelo que el inepto crimen
imitó servilmente . Avignon había copiado y lo fué á su vez . Ahora ex-
plicaremos esta generación del mal , su repugnante fecundidad .
Pero antes de referir los crímenes de aquel pueblo infortunado , que
fueron en parte debidos á su situación , á la triste fatalidad de sus pre-
cedentes, justo es que digamos también todo lo que le debe la Francia .
728 J. MICHELET

Recuérdase que las primeras tentativas de la contrarrevolución se


hicieron en el Languedoc, por los restos aun calientes de las antiguas
guerras religiosas . Millones de católicos , al hallarse en presencia de
unos cien mil protestantes , si se pudieran comparar la Revolución y el
protestantismo , la Revolución , como protestante , corría riesgo de ser
degollada . Esta combinación ingeniosa fracasó por la actitud de los cató-
licos del Ródano , especialmente de los de Avignon , que al manifestarse
tan revolucionarios como los protestantes del Languedoc desbarataron
aquellos propósitos ; la guerra fué política , no llegó á ser religiosa ; fué
violenta y cruel , más sin poder ingertarse por completo en las viejas
raíces malditas que se hundieron en la tierra desde los Albigenses á la
San Barthelemy, á los asesinatos de Cevennes . Si la epilepsia fanática ,
esa enfermedad eminentemente contagiosa , que en la guerra de Ceven-
nes hirió á todo un pueblo , le hizo delirar y profetizar , si por desgracia
hubiese renacido , hubiéramos presenciado un espectáculo extraño , ho-
rriblemente fantástico , como no nos le ofreció el mismo Terror .
En dos palabras : la cuestión se embrollaba en el Languedoc con
un elemento muy obscuro sumamente peligroso . La luz se hizo sobre el
Ródano , luz terrible que sin embargo anunció el peligro .
El partido Francés de Avignon se hizo Francés, prescindiendo de
Francia y á pesar de Francia . Contra su voluntad le prestó un señala-
do servicio . Tenía en contra suya generalmente á las autoridades rea-
listas , fayettistas y constitucionales . Encontró en su seno todos los re-
cursos , nació y vivió de sí mismo . Cruelmente rechazado y renegado
por Francia , sin rebelarse se arrojó en los brazos de aquella madre , tan
poco sensible que le rechazaba siempre. Sin embargo, la sirvió con una
obstinada abnegación . ¿Qué hubiera sucedido en Junio en 1790 si el
hombre de Nimes , Froment, que había sembrado por doquier un regue-
ro de pólvora, que por Avignon y los Alpes se relacionaba con los emi-
grados , ¿qué hubiera sucedido si hubiera podido elegir el momento?
Avignon no lo permitió . Encendida la contra mina estalló á lo largo del
Ródano . Froment se vió precisado á obrar demasiado pronto é inoportu-
namente; todo el Mediodía se salvó .
El infortunado Lescuyer fué quien en aquel día memorable arran-
có de los muros de Avignon los decretos pontificios . Lescuyer era fran-
cés de Picardía , exaltado y á pesar de ello reflexivo , más capaz de coor-
dinar ideas que sus furiosos asociados . No era joven . Establecido hacía
mucho tiempo en Avignon como notario , no tenía prejuicio alguno con-
tra el gobierno pontificio ; en cierta ocasión dedicó unos versos al legado
( 1774) . Pero cuando conoció los horrores de aquel gobierno venal , la
tiranía de los curas y de sus queridas , de los agentes italianos , que ven-
dían á los deudores el derecho de no pagar, llegando hasta el extremo
de comprometerse á publicar una disposición determinada para que en
su virtud se fallase un proceso en el sentido que se conviniera, cuando
vió la carencia absoluta de garantías , los procedimientos inquisitoriales ,
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 729

el tormento la estrapada , etc. , entonces volvió los ojos á su patria, á


Francia y deseó que llegase el día en que Francia libre libertara á
Avignon .
El parlamento de Aix había recordado cien veces á nuestros reyes
la nulidad del título de los papas . Aquel desgraciado país había sido no
vendido , sino dado por Juana de Nápoles , siendo menor de edad , á cam-
bio de la absolución de un asesinato que habían cometido sus amantes .
Al llegar á su mayor edad reclamó contra la cesión y afirmó que había
sido involuntaria, arrancada á su debilidad .

Dimisión de Lafayette (Pág. 721

¿Qué importaba, por otra parte, esta antigua historia? Aunque le


hubiera asistido el derecho al papa, debía perderle « por causa de indig
nidad» . ¿En que estado de corrupción y de barbarie había sumido á
aquel pueblo? La abominable guerra civil , ocasionada por la expulsión
del papa, es una acusación contra él . Aquella Provenza , en otro tiempo
tan civilizada, aquella tierra adorada del Petrarca, una de las grandes
escuelas de la civilización ¿á qué había quedado reducida en manos de los
curas?
Desde hacía mucho tiempo Avignon llevaba la guerra en su seno ,
mucho antes de que estallase . En aquel pueblo de treinta mil almas ha-
bía dos Avignon , el de los curas y el de los comerciantes . El primero,
con sus cien iglesias , su palacio del papa , sus innumerables campana-
TOMO I 92
730 J. MICHELET

rios , la ciudad carillonnante, como la llamaba Rabelais . El segundo ,


con su Ródano , sus obreros en sedería , su tránsito considerable; doble
comunicación : de Lyon á Marsella , de Nimes á Turín .
La ciudad comercial , relacionada con el comercio protestante del
Languedoc, con Marsella y con el mar , con Italia , Francia y con el
mundo entero, recibía de todas partes un gran hálito que no le permitía •
respirar . Yacía ahogada , asfixiada, moribunda . Isla infortunada en el
seno de Francia , como los muertos de Virgilio , miraba á la otra parte ,
ardiendo de envidia y de deseos .
El mayor tormento que sufrían los pobres franceses de Avignon ,
era el de ser un país de curas , el tener al clero por señor. Era para ellos
una angustia constante el ver aquellos curas cortesanos , inactivos ,
elegantes , atrevidos , reyes del pueblo y de los salones, cortejan-
tes de las damas hermosas , según la moda italiana , señores en las
casas de las mujeres del pueblo que les recibían de rodillas y besaban
sus blancas manos . El original de aquellos curas ítalo-franceses del
Condado, fué el hermoso abate Maury , hijo de un zapatero , más aristó-
crata que los grandes señores ; Maury , el hablador admirable , el liber-
tino , emprendedor , orgulloso como un duque ó como un par, insolente
como un lacayo . El retrato de aquel Frontin es precioso para los artis-
tas , como tipo de desvergüenza y de falsa energía .
En ninguna parte se aprende á odiar tan bien como en las ciudades
de los curas . El suplicio de tenerles que obedecer produjo en Avignon
un fenómeno nunca visto en tan alto grado: un negro infierno de odio
que superaba á todo lo soñado por el Dante . Y, cosa extraña , aquel in-
fierno estaba en los corazones jóvenes . Excepción hecha del notario y
de un escribano , todos los directores ó actores principales de la San
Barthelemy de Avignon fueron jóvenes hijos de familias de comerciantes .
Es raro que se nazca furioso y odiando; aquellos traían en el aliento y
en la sangre , en lo más profundo de su corazón , la diabólica herencia
de las antiguas enemistades . En el momento en que vieron brotar del
seno de Francia aquella divina antorcha de justicia que juzgaba á sus
enemigos , creyeron autorizados sus viejos odios por la razón nueva, y
prendados violentamente de la deslumbrante luz , se pusieron á odiar
más todavía en proporción de su amor.
Fuese el que fuese el partido vencedor, el de los amigos de la liber-
tad ó el de la contrarrevolución , eran seguros horribles atropellos . Unos
y otros tenían en el populacho un terrible instrumento, movible y bár-
baro, raza mestiza y turbulenta , celta-greco -árabe , con mezcla de ita-
liana . Ninguna tan inquieta y ruidosa como ella . Agréguese á esto una
organizacion de cofradias , de corporaciones , sumamente peligrosa , ban-
das de marineros , de artesanos , de mozos de cuerda , los hombres más
violentos . Y por si esto no fuera suficiente , los rudos viñadores de la
montaña , raza cruel y feroz , vendrán á herir en caso necesario.
Elementos verdaderamente indomables que se movían muy fácil-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 731

mente; ¿pero quien era capaz de dirigirlos? Puede encauzarse el Ródano


y los torrentes que atraviesan los abruptos valles del Condado ; ¿ pero
quién podrá contener las tormentas repentinas que de pronto , negras y
terribles , flotan alrededor del Ventoux? Cuando estallan , rompen , des–
garran y arrasan cuanto se opone á su paso .
En un país así predispuesto, todo debía convertirse en furor . El
hermoso momento de Junio y Julio del 90 , el de las federaciones , fué
marcado con sangre en Avignon . La ciudad unida á Francia , pacífica-
mente y con toda clase de respetos y consideraciones , rogó al legado
que se fuese . Creó magistrados , erigió , con el fervor de una fe nueva y
conmovedora, su altar á la libertad . Una burla , un insulto , suscitó en
el pueblo en un momento una espantosa tempestad . Habiendo ahorcado
los papistas , por la noche, un maniquí condecorado con una banda tri-
color, pareció que Avignon se conmovía hasta en sus cimientos ; sacó de
su casa á cuatro papistas , sospechosos de ser los autores de aquel sacri-
legio (dos marqueses , un burgués y un obrero) y fueron colgados en
sustitución del maniquí , en medio de furiosas carcajadas ( 11 de Junio
de 1790) . Los directores revolucionarios , aunque hubieran querido , no
hubiesen podido sustraerlos á la venganza del pueblo .
Su situación era verdaderamente difícil entre aquel pueblo ingo-
bernable en su nueva libertad , y Francia , á la que llamaban en vano .
Les colocaba en la alternativa de perecer ó de salvarse empleando la vio-
lencia . Se arrojaban en sus brazos y les enviaba al crímen ó á los supli-
cios . Celebrábase la feria de Beaucaire ; había acudido á ella todo el Me-
diodía , atraído por el comercio y la federación . Los libertadores de
Avignon fueron á fraternizar con los que llamaban sus conciudadanos
á los que habían prestado tan buen servicio en el terrible momento de
Nimes . ¡Qué triste desengaño ! Encontraron á las autoridades mal dis-
puestas ; al pueblo ocupado en sus negocios , manifestándoles pocas sim-
patías , prestando oído á las mentiras de la aristocracia . La Asamblea
constituyente llevó su indiferencia hacia ellos hasta la barbarie . Ha-
lagaba al papa en la gran cuestión del clero , lisonjeaba al rey por sus
escrúpulos de conciencia ; pero no apreciaban la sangre y la vida de los
que venían á sacrificarse por nosotros , de los que hacían donación al
reino de la mitad de la Provenza , le devolvían el Ródano y le asegura-
ban el Mediodía . Entonces se verificaba el primer ensayo de la reacción ;
la Asamblea daba las gracias á Bouillé por la matanza de Noaney . Apla-
zó la cuestión de Avignon (28 de Agosto del 90) y con esto dió al par-
tido antifrancés un funesto vigor y esperanzas insolentes . La reacción
siguió su curso . El papa escribió con osadía que mandaba anular todo
lo que se había hecho en el Condado , que se restablecieran los privile-
gios de los nobles y del clero y que de nuevo funcionara la Inquisi-
ción con el mayor rigor. Este documento está fechado el 6 de Octubre
del 90 , el mismo día en que Luis XVI escribía al rey de España su pri-
mera protesta que dirigió después á todos los reyes de Europa .
732 J. MICHELET

Avignon se hallaba en una situación intolerable , aislada , como si-


tiada . A sus puertas , á la distancia que puede verse desde lo alto de sus
torres Lislé y Cavaillon, pueblecillos que por un momento enarbolaron
la bandera francesa , alzaron de nuevo la del papa . La consigna les fué
dada por la antigua rival de Avignon , la orgullosa é insignificante Car-
pentras, el nido de la aristocracia . Los de Avignon , cuando fueron á
Caivallon para reanimar al partido de los patriotas , encontraron á quin-
ce ó veinte alcaldes de municipios franceses, caballeros de los alrededo-
res que se habían reunido allí en defensa del papa y contra el partido
francés . En las prisiones de Carpentras se hallaban encerrados los
mejores amigos de Francia , que habían sido apresados en Cavaillon y
Lisle.

La Asamblea constituyente , á la que se suplicó que interviniera


en Octubre del 90 , había enviado á Avignon el regimiento de Soisson-
nais y algunos dragones de Penthievre . Fué una eficaz ayuda para la
aristocracia . La mayor parte de nuestros oficiales estaban de su parte .
En aquel momento creyeron los de Carpentras que habían puesto la
guarnición en Avignon . En Cavaillon y en todas partes hicieron reno-
var el juramento al papa (20 de Diciembre del 90 ) . En represalias Du-
prat y los otros jefes del partido francés , fueron á Aix , á Tolón y á Mar-
sella á pedir auxilio . Se presentaron en Nimes é hicieron á los protes-
tantes las más tentadoras ofertas pidiéndoles que fueran á establecerse
en masa, formando una gran colonia en el seno de la ciudad papal ,
siendo acogidas con frialdad sus proposiciones . Sin embargo, un rico
comerciante les regaló algunos millares de cartuchos . Tenían dinero ,
pues desde Octubre habían comenzado á apoderarse de la plata de los
conventos y de las iglesias . Reclutaron mucha gente de los pueblecillos
y del mismo Carpentras , de donde la minoría patriota se vió obligada á
huir , y hasta de aquel regimiento francés en que tanto había confiado
la aristocracia . Halagaron y ganaron á una parte de los soldados , ha-
ciéndoles favorables Ŏ neutrales . Hecho esto se decidieron , volvieron á
apoderarse de la alcaldía , del arsenal y de los puertos . Los oficiales
: aristocratas fiaban poco en sus soldados para librar la batalla .
No fué esto todo : con una audacia increíble , en la noche del 10 de
Enero, sin preocuparse de los oficiales , ni de los soldados fieles al parti-
do de los mismos , ni de una gran parte de la población aun papista que
dejaban en Avignon , partieron para volver á conducir á Cavaillon á los
patriotas de esta ciudad . Iban con ellos ciento sesenta soldados franceses
que marchaban á la vanguardia , á fin de que su uniforme intimidase al
enemigo . Los atrevidos directores de la empresa , los jefes verdaderos de
la fuerza eran dos jóvenes, Duprat, de 29 años , y Mainvielle , de 25.
Para evitar cuestiones de amor propio habían elegido general , según la
costumbre italiana, á un extranjero , el caballero Patrix , catalán estable-
cido en Avignon. La ciudad , poco fortificada , fué atacada y defendida con
mucho valor, obstinación y encarnizamiento; mas al fin fué tomada y sa-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 733

queada . En Carpentras fué tan grande el terror que produjo este saqueo ,
que inmediatamente enarboló la bandera francesa como una especie de
pararrayos , sin cambiar sin embargo de partido ni libertar á los patrio-
tas que tenía en sus prisiones .
Los de Avignon estaban ebrios de alegría por su triunfo en Cavai-
llon . Ellos , los franceses de ayer no aceptados por Francia , eran los que
acaban de asestar el primer golpe á la contrarrevolución . Este gran mo-
vimiento guerrero que comenzaba á agitar el reino , era aún un vano
alarde , palabras huecas en otras partes ; pero allí se traducía en hechos .
¡Y con qué pocos recursos ! con qué débiles medios ! más no importa . La
pequeña Roma del Ródano se colocaba con este ensayo á la vanguardia
del mundo en la guerra por la libertad .
No es necesario decir que los que así hablaban eran los jóvenes so-
bre todo , y especialmente los tres que ya hemos nombrado, Duprat el
mayor, Mainvielle y Rovere; tres hombres que llamaban la atención á.
primera vista por su belleza , su energía y su fecundía meridional . Te-
nían algo, sin embargo , extraño y discordante . Los tres , además de su
violento fanatismo , eran excesivamente ambiciosos ; pero cada cual lo
era á su modo . Duprat , bajo formas suaves , ex-secretario de Mr. de
Montmorency, acostumbrado á contenerse; pero tenía una necesidad te-
rrible del poder, un alma de tirano , imperiosa , atroz en caso necesario .
Lo que tenía él en su interior , lo tenían los otros exteriormente . Rovere
era el movimiento , Mainvielle la tormenta y la tempestad . El primero
de aspecto noble y militar, activo , intrigante, había hecho su carrera
bajo el antiguo régimen ; guardia del papa , se presentaba como descen-
diente de los ilustres Rovere , de Italia ; había hecho una buena boda y
comprado un título de marqués ; cuando estalló la Revolución probó que
su abuelo había sido carnicero . Protegido al principio por los Girondinos ,
se separó pronto de la Gironda ; ardiente Montañés , después Termidoria-
no y reaccionario lleno de celo , en Fructidor fué víctima de sus rápidas
conversiones y murió en el desierto de Sinamary .
El más joven de los tres , Mainvielle , era acaso el más sincero , el
más profundamente convencido . En cambio era el más furioso . Era muy
guapo , de rostro femenil , y daba miedo . Trastornado á cada momento
por las tempestades de su carácter, se veía en el un hombre trágico y
fatal , uno de aquellos que por su violencia innata parecen destinados á
las furias . Cruel por sus arrebatos , no se traslucía en su persona el sig-
no innoble de la barbarie ; su cabeza tenía la belleza de las Eumérides .
Mainvielle era el tipo de la juventud de Avignon . Hijo de un rico
comerciante de sedas , criado entre las costumbres galantes y feroces
de su extraño país , tenía, para acabar de alterar su alma inquieta , dos
amores , y los dos adúlteros , la mujer de su amigo Duprat y la Revo-
lución francesa, de la que fué uno de sus más funestos é ilegítimos
amantes . Al menos , murió por ella con una dicha frenética el día en
que pereció la Gironda . En aquel tiempo en que todos morían como hé-
734 J. MICHELET

roes , asustó á los que lo presenciaban , por el ardor salvaje con que can-
tó la Marsellesa al subir á la guillotina y poner el cuello bajo la cu-
chilla .
Tales fueron los tres audaces que , sin recursos , sin ejército ni ha-
cienda , intentaron la empresa de conquistar el Condado en provecho de
Francia . Hicieron un llamamiento á los proscriptos del partido francés
que de toda la provincia se concentraban en Avignon y llegaron á reu-
nir seis mil hombres . De dinero no pudieron recoger mas que el que
habían obtenido de la plata de los conventos . Si Lescuyer y los demás
que estaban encargados del material llegaron á equipar tal cual aquel
ejército, es indudable que lejos de aprovecharse del pillaje , como se les
ha echado en cara , tuvieron que hacer, la mayor parte de ellos , sacrifi-
cios personales y combatir con su fortuna lo mismo que con su persona .
En pleno Enero partieron con Patrix y Manvielle á la cabeza , mon-
tado éste sobre un brioso caballo blanco que parecia orgulloso presin-
tiendo la victoria. Las mujeres á las puertas de sus casas , las damas en
las ventanas , contemplaban el desfile de aquel ejército bizarro , com-
puesto de hombres pertenecientes á todas las clases ; muy pocos unifor-
mes ; unos relumbrantes , otros destrozados . Muchas sonrisas y muchos
pañuelos blancos agitados desde las ventanas , pero pocos votos since-
ros.
El 20 , cerca de Carpentras , encontró el ejército á los magistrados
franceses de Orange , quienes por humanidad , acaso por simpatía hacia
la ciudad aristocrática , intentaron intervenir ; pero era ya tarde . Main-
vielle se opuso á la conferencia con gran altanería é impaciencia ; ardía
en deseos de combatir .
Apenas llegados á la vista de Carpentras , situaron los cañones en
batería é hicieron algunos disparos . Pero de pronto , descienden del
Ventoux unas negras nubes , sopla el viento y cae copiosa lluvia y gra-
nizo , una lluvia fría , helada , un granizo acerado y violento . Aquellas
bandas poco aguerridas , compuestas en su mayoría de habitantes de la
ciudad , empiezan por asombrarse . Corren en busca de abrigos y acaban
por declararse en un completo desorden . No es aquello una rápida tor-
menta de verano, sino una larga tempestad de invierno ; las llanuras se
inundan , los torrentes vienen crecidos . Poco á poco y tiritando nuestra
gente vuelve á todo correr.
¿Quién había vencido? La virgen ; así lo aseguraron las señoras de
Carpentras ; sensible á sus oraciones , se encargó de responder á aquel
ejército fanfarrón y desalmado, al cual un poco de lluvia caída en el
rostro le hizo volver las espaldas y sirvió de objeto á las canciones de
las mujeres y de los niños . Una plancha de bronce eternizó la memoria
de este milagro; una fiesta votiva conmemoró todos los años el triunfo
de la virgen , la humillante decepción de los sacrílegos de Avignon.
Estos , que hubieron de volver silenciosamente, también sufrieron
la cruel alegría de los aristocratas . No se atrevían á burlarse en su cara;
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 735

pero de lejos les lanzaban mil dardos que les herían por caminos indi-
rectos . Las sonrisitas de las mujeres , las bromas que amigos caritativos
se apresuraban á hacer llegar á aquellos que eran objeto de ellas , les
llenaban de furor . Comenzaron á sentirse rodeados de enemigos ; llenos
de desconfianza y de temor , se volvieron hacia su adversario natural , el
clero y le exigieron el juramento cívico . Pero su fracaso de Carpentras
les había hecho desmerecer en la opinión . El fanatismo , envalentonado ,
intentó un golpe desesperado , que si quedaba impune destrozaría el par-
tido francés . Los magistrados patriotas de la ciudad de Vaison , Anselmo
y La Villasse les habían pedido que enviasen á Avignon un cura cons-
titucional porque el antiguo había emigrado . Esta fué su sentencia de
muerte. Se aguijoneó á los aldeanos ; la Asamblea aristocrática les impulsó
al crimen; se apoderaron de Vaison , estrangularon en sus casas á La Vi-
llasse Ꭹ Anselmo (23 Abril 91 ) . Este asesinato autorizado y legalizado ,
este ensayo para aterrorizar á los magistrados patriotas , produjo en todo
el Ródano el efecto de una descarga eléctrica . El Alcalde de Arlés , An-
tonella , noble patriota , militar , filósofo que había abandonado las letras
para ayudar á la Revolución , fué á ofrecerse á los de Avignon con tro-
pas y cañones ; subió al púlpito de la catedral y arengó al pueblo inci-
tándole á que vengara la muerte de sus magistrados indignamente ase-
sinados .
Duprat y Mainvielle partieron inmediatamente de Avignon con
tres mil hombres , sin dinero, sin víveres , entregándose al bandoleris-
mo, á las contribuciones forzadas . Mas por mucho que hicieran , Carpen-
tras estaba preparado ; antes del asesinato de La Villasse se habían aper-
cibido á la defensa . Toda la aristocracia francesa , realista y fayettista
parecía haberse puesto de acuerdo para hacer experimentar al partido
francés de Avignon una vergonzosa derrota . Carpentras no había reci-
bido correos oficiales : todo había sido casual ; por casualidad los oficia-
les franceses que iban á Italia , se detuvieron en Carpentras ; por casua-
lidad los artilleros de Valence fueron á servir las piezas y por casuali-
dad los fundidores de la Lorena fueron á fundir la artillería . También
la habían recibido de Provenza , que los de Carpentras decían haber com-
prado. La artillería de los de Avignon , mal servida por soldados bisoños ,
no hizo daño alguno á la plaza . La población sitiada , al ver la impoten-
cia de sus proyectiles , salía al campo á recogerlos con grandes risas .
Para colmo de humillación las mujeres habían tomado las armas ,
entre ellas , una noble señora del Delfinado ; de manera que los infortu-
nados de Avignon oían decir que las mujeres bastaban para resistirlos .
La inexperiencia y la indisciplina explican perfectamente este re-
vés. Duprat y Mainvielle lo achacan á la traición , sospechando del caba-
llero Patrix, de aquel catalán á quien había elegido general , el cual ha-
bía favorecido la evasión de un prisionero de gran importancia . Le die-
ron la muerte y le sustituyeron con un hombre ignorante , grosero, pero
que era completamente suyo.
736 J. MICHELET

Para conducir aquellas partidas mal disciplinadas formadas por ga-


napanes , aldeanos y desertores franceses se necesitaba un hombre del
pueblo y eligieron á un tal Mateo Gouve, que se hacía llamar Jourdan .
Era un francés nacido en una de las mas rudas comarcas de Francia,
país de hielo y de fuego, tierra volcánica eternamente azotada por el
cierzo , en las alturas casi desiertas que rodean Puy-en-Velai . En sus
primeros años fuémuletero , después soldado y luego tabernero en París.
Trasladado á Avignon vendía allí rubia . Hablador y jactancioso hacía
creer al pueblo que era él quien había cortado la cabeza al gobernador
de la Bastilla y á los guardas de corps el 6 de Octubre . A fuerza de oir-
selo repetir se le llamó Jourdan cortacabezas. La suya era muy cómi-
ca, efecto de una singular mezcla de hombría de bien y de ferocidad . En-
tre otras particularidades que distinguían á aquel hombre cruel en
cuanto había visto sangre , debe citarse la de que era muy accesible al
llanto ; se enternecía fácilmente y algunas veces lloraba como un
niño .
El sitio se convirtió en bloqueo , el ejército vivió como pudo co-
brando á la fuerza las contribuciones , dando á cambio de todo cuanto
tomaba bonos pagaderos sobre los bienes nacionales de Avignon . Hubo
terribles y vergonzosos desórdenes . Después de una insignificante bata-
lla , en la que los de Avignon fueron vencedores , la infortunada aldea de
Jamáns que se había defendido contra ellos fué tratada como lo hubie-
ra sido por caribes . Seguían al ejército mujeres que tenían á gloria co-
mer carne humana .
Estas atrocidades dieron fuerza al partido papista , el cual creó en
Santa Cecilia una Asamblea federativa de los municipios , enfrente de la
que el partido francés había formado en Avignon . Este, arrojado hasta
del mismo Avignon por una sesión violenta , se encontró errante , resi-
diendo, ya en el ejército, ya en Sorgues ó en Cavaillón . Para colmo
de desventura , la Asamblea constituyente , reaccionaria también , declaró
el 4 de Mayo que no aceptaba Avignon . Este pareció el golpe de gra-
cia; Francia exterminaba con una palabra á los que por ella se habían
perdido . El ejército que bloqueaba á Carpentras se sublevó contra sus
jefes, reclamó su soldada; Jourdan enseñó las cajas vacías y lloró ante
sus soldados . Todo estaba perdido; hasta los que se llamaba constitucio-
nales de Avignon , en el club de los Amigos de la Constitución declara-
ron á los jefes del partido francés , traidores á la patria .
Todo aquel partido sólo una cosa podía esperar , ser asesinado en to-
das partes . Con el decreto de la Constituyente iba á producirse una in-
mensa catástrofe ; tanto , que ella misma tuvo miedo de su obra , y retro-
cedió . El 24 de Mayo acordó, por humanidad, el envio de alguna tropa
Ꭹ de tres mediadores para desarmar á los partidos .
No eran los mediadores hombres capaces de dominar aquella tem-
pestad ; eran tres literatos , escritores del antiguo régimen , conocidos
como autores de producciones ligeras y galantes : uno por sus Amores
HISTORIA DE LA Revolución FRANCESA 737

de Essex, otro por sus Poesias fugitivas , el abate por una traducción
graciosa de Dafuis y Cloe . Lejos de conseguir nada se vieron domina-
dos Ꭹ arrastrados como briznas de paja en el terrible turbión . Las seño-
ras de Avignon les secuestraron sin dificultad y se apoderaron de ellos .
Sin ser hermosas como las de Arles , son diabólicamente vivas , hábiles
y bonitas . En ninguna parte , ni en Francia ni en Italia es tan expre-
siva la fisonomía , tan impetuosa la pasión . Son las hijas del Ródano ;
tienen todos los torbellinos; como él , son á la vez tiránicas y capricho-
sas . Son las hijas del aire , del viento que azota la ciudad , un viento
constante en su agitación , pero ya vivo, seco, provocativo y que crispa
los nervios , ya pesado , calenturiento y llevando consigo una turbación
apasionada . Los extranjeros no pueden resistir al triple vértigo de las
aguas, del viento , de las miradas ardientes é incitantes . Otra cosa tam-
bién les embriaga y les entontece , el oir constantemente en las calles
de Avignon , el eterno ¡zou ! ¡ zou . que silba y su silbido , ese ruido verti-
ginoso , imitado por el hombre del pueblo , es para él el grito del motín ,
la señal de la muerte.
Las señoras Duprat y Mainvielle (ésta elegida después como diosa
de la libertad) ejercieron , según se asegura , sobre tales mediadores ,
una influencia irresistible , obligándoles à cumplir con su deber, en in-
terés de Francia y de la Revolución . El abate Mulot que llegaba anima-
do de las mismas buenas intenciones , se inclinó bien pronto hacia el
otro lado. Era un hombre débil y bonachón , de aquella generación más
apasionada que fuerte de los electores del 89 , un compañero de los Bai-
lly, de los Fauchet , de los Bancal , etc. Conocía y ya se había prendado
de un joven de Avignon , hijo de un impresor de aquella ciudad que ha-
bía ido á París á perfeccionarse en su arte . Este joven, ó este niño , de
corazón y de aspecto encantador , se apoderó de Mulot al desembarcar
éste y le condujo á casa de su madre . Madama Niel , que así se llamaba ,
todavía joven y tan bella como su hijo , era en su imprenta una señora
completamente de la corte , elegante y graciosa ; y cuando toda la no-
bleza de Avignon emigró, madama Niel y algunas otras de su clase ,
quedaron siendo la aristocracia . El pobre abate Mulot creyó ver á Lau-
ra y se sintió Petrarca . Pero esta Laura , más imperiosa , más apasiona-
da que la antigua , una Laura completamente politica , era una realista .
furiosa . Era naturalmente reina y necesitaba una corte . Ejerció una do-
minación soberana sobre los recién llegados , no sólo sobre el ordenador ,
sino que también sobre los ejecutores, sobre los oficiales más o menos
aristocratas que conducían las tropas francesas . Bajo tal influencia se
constituyó una municipalidad realista.
El punto capital de la situación era resolver si en la extremada pe-
nuria en que había quedado la población , abandonada de todas las per-
sonas ricas, se pondría ó no mano en los bienes eclesiásticos . Los me-
diadores licenciaban el ejército de Vaucluse , pero era menester pagarlo .
Aquel licenciamiento brusco , inmediato , tenía aspecto de ingratitud ;
TOMO I 93
738 J, MICHELET

brigantes ó no, aquellos hombres habían combatido por la Francia . Se


les despedía dispersos para sus casas y en casi todas partes eran recibi-
dos á tiros . Faltos de paga, habían tenido que vivir necesariamente del
pillaje y de la violencia ; y ahora se les pedían cuentas . Fueron objeto
de venganzas atroces ; seres oscuros , ni siquiera se ha averiguado el nú-
mero de los muertos . Pero hace creer que debió ser muy grande el dato
de que en una sola aldea hubo once víctimas . La guardia nacional de
Aix sintió tal indignación al ver que se asesinaba tan impunemente á
los aliados de la Francia que se presentó en masa en aquella aldea , hizo
exhumar los cadáveres y obligo á los aristocratas á que les pidiesen per-
dón de rodillas .
Aquellas gentes , rechazadas de todas partes , refluyeron sobre
Avignon. Lescuyer Уy Duprat volvieron á ser los amos . La municipalidad
les negaba el pago de las tropas , que sólo podía verificarse mediante la
venta de los ornamentos de las iglesias , de las campanas , de los bienes
eclesiásticos . La masa furiosa de los soldados se apoderó de la munici-
palidad y la encerró prisionera en el palacio de los papas juntamente
con madama Niel , su hijo y unas cuarenta personas más . En vano Mu-
lot , obligado á salir de Avignon , reclamó en favor de ellos . Habló como
intercesor, regó como hombre, pidió como justicia ó como favor que se
les entregaseu . En el sombrío presentimiento que le torturaba llegó
hasta confesar el apasionado interés que sentía por algunos de ellos :
<<¡ Como! decía en su carta ; ¿he de ver yo entre cadenas al único amigo
que encontré á mi llegada á Avignon?» Devolviéronle doce prisioneros ,
gente extraña é indiferente , pero los otros , y sobre todo la madre y el
hijo, continuaron presos .
La nueva municipalidad procedió á la grande cuanto necesaria ope-
ración de vender los bienes eclesiásticos . Se decidió que las pequeñas
comunidades en que había menos de seis religiosos quedarían desde
luego suprimidas , y que todos darían relación de sus bienes . Se empezó
á fundir las campanas , á reunir y á vender los ornamentos sagrados .
Estas operaciones las practicaban Duprat y los exaltados con gran es-
trépito y sin consideración ninguna á las creencias del pueblo . En vano
les advertía Lescuyer que era necesario proceder de una manera regular
y guardando las formas legales . El solo quería la ley . En nombre de
ésta se presentó al capítulo de Avignon é intimó á los canónigos que
eligiesen un jefe constitucional del clero , y les defirió el juramento cí-
vico que ellos se negaron á prestar .
Todo anunciaba una tormenta. La opinión popular había cambiado
por completo . La soledad y el abandono de la ciudad , la paralización del
comercio y de los trabajos , la creciente miseria , la proximidad de un
invierno cruel entristecían á Avignon . «¡ Qué tiene de extraño , decían ,
que nos muramos de hambre , cuando las iglesias han sido violadas y el
santo sacramento arrancado de los altares y vendido á los judíos ! >
»
Lo que más les irritaba era ver destrozar las campanas ; no se daba
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 739

un martillazo sobre ellas que no repercutiera en el corazón de las muje-


res ; les parecía que la ciudad , al quedarse muda , había sido abandona-
da por Dios .
La situación del partido francés , reducida á un exiguo número , se
hizo muy peligrosa . Hizo un nuevo esfuerzo en el Consejo de Luis XVI ;

los ministros propusieron la reunión de la Asamblea constituyente . El
ponente Menou lo reclamó . « En nombre de la humanidad ... no expon-
gais, dijo , á ciento cincuenta mil individuos á que se estrangulen mal-
diciendo á la Francia .»>
Decretóse la reunión el 13 de Septiembre y el rey la sancionó al
siguiente día . ¿Cómo se decidió á aquel enorme sacrilegio de aceptar la
tierra papal? Misterio es este que todavía no ha podido explicarse . Un
artículo del decreto concedia indemnización al papa por sus dominios
útiles , pero no sobre la soberanía . Sin duda se le hizo crcer que el de-
creto de reunión llevaba consigo la disolución del ejército de Jourdan
.
que tiranizaba el país , que el partido francés aparecería en su exigua
minoría y que la masa libertada retractaría el voto que en favor de
la Francia se le había arrancado y restablecería al papa . La corte estaba
tan bien informada que creía que una vez libre de la Constituyente iba
á tener en la legislativa una Asamblea realista que manejaría á su gus- .
to . Esta Asamblea no se atrevería á rechazar á Avignon , que en nombre
de su independencia nacional y de la soberanía del pueblo reclamaría de
nuevo á su señor ; el decreto de reunión sería fácilmente revocado .
Tal era la novela de los curas y según todas probabilidades tam-
bién la del rey . Y no era del todo inverosimil . El pueblo de Avignon ,
bajo el dominio del papa , no pagaba ningún impuesto; por vejación ,
por extorsión , poco más o menos como en Turquía se hacía un reparto ,
no entre el pueblo , sino entre los ricos , entre los pudientes . El comercio ,
estrechado y abrumado , se ahogaba entre las aduanas francesas ; pero
esto mismo hacía que los géneros que no podían exportarse se consu-
miesen en el mismo país , y de este modo , los víveres se vendían á vil
precio . Por un sueldo ó dos, me han dicho los ancianos , teníamos pan,
vino y carne . Todo esto había cambiado de una manera cruel después
de la Revolución . Casi interrumpido por la guerra civil el cultivo de los
campos y llevándose fuera los víveres la carestía era grande . Se preveía
como próximo el momento en que el pueblo , como el de Israel en el de-
sierto , iba á echar de menos las cebollas de Egipto; más le valdría vol-
ver á lo antiguo y renunciar para siempre á aquella tierra prometida y á
la libertad si la había de adquirir al precio de la abstinencia y del ayuno .
¿Qué era menester hacer? Nada más que esperar, enviar pocas tro-
pas y estas las más aristocráticas é impedir sobre todo á los directorios
de los departamentos vecinos que dejasen partir los valientes guardias
nacionales de Marsella , de Aix y de Nimes que no deseaban otra cosa
más que sostener á los patriotas de Avignon . Estos directorios procedie-
ron perfectamente según el pensamiento de la corte.
740 J. MICHELET

Los comisionados nombrados para ejecutar el decreto fueron dete-


nidos en París . De los mediadores antiguos , dos volvieron , Verniac
Lescene; uno sólo se quedó , el realista , el abate Mulot , quien habiendo
dejado en rehenes en el palacio de los papas á una persona muy queri-
da, á toda costa deseaba librarla .
Mulot no podía obrar directamente sobre Avignon . No disponía de
tropas . Los oficiales eran aristocratas , así como una parte de los solda-
dss, sobre todo los húsares ; pero el general era jacobino . Necesitaba
una ocasión favorable para compeler á éste á obrar , para dar en nombre
de Francia un golpe que atemorizara á los patriotas, estimulara contra
ellos á la gente de Avignon y libertara á los prisioneros ; la ocasión se
presentó el mismo día en que se recibió la noticia de la reunión . La
ciudad de Sorgues , castigada con excesivas contribuciones por los patrio-
tas , había estrangulado , mutilado á varios . Fué después desarmada y el
partido patriota había vuelto á dominar . Al conocer la noticia de la reu-
unión , los papistas de Sorgues , seguros del apoyo de nuestras tropas
aristocráticas , quisieron volver á tomar las armas . El abate Mulot , lla-
mado por ellos , obligó al general á que enviase tropas ; ocurrió después
un motín , nuestras tropas hicieron fuego y mataron entre otros á un
oficial municipal del partido de los patriotas , que se escapaba por el te-
jado de su casa .
El abate Mulot , vencedor en Sorgues , no resistió á la tentación de
participar á la hermosa prisionera el golpe que había dado y le escribió
este billete: « Acabamos de dar el golpe que debíamos dar en nombre de
Francia; todo lo espero ; no queráis mal al amigo de vuestro hijo » . Esta
última frase había sido escrita indudablemente , para que si el billete
era interceptado en el camino , no se acusara á la señora Niel de haber
aconsejado aquella represión violenta . Quizá también aquella señora, que
tenía más ingenio y buen sentido que el abate, le había apartado de un
acto odioso y peligroso , que sin libertarla , irritaría á sus enemigos y
podía perderla . El partido realmente fuerte en Avignon , el partido pa-
pista , el de las cofradías y del pueblo bajo, trabajaba por su cuenta , si-
guiendo su camino y sin prestar obediencia á la señal de los realistas
constitucionales , tales como los Niel y Mulot.
El fatal billete fué interceptado . Los patriotas de Avignon escri-
bieron al mediador dirigiéndole amargas acusaciones ; entre ellas estas
frases irónicas , copiadas de su billete: «No creemos que hayáis querido
dar, en nombre de Francia, un golpe , con el único propósito de liber-
tar á aquél , que creeis vuestro amigo . »
Otra imprudencia aun más grave : otro admirador de la señora
Niel, Clarental , capitán de húsares , se atrevió á escribirle : «Calma , mi
hermosa señora, secreto y nada más . Armaos de paciencia ; su reinado
no será largo ; juegan su última carta , serán castigados . » Estas amena-
zas , sorprendidas por los directores de Avignon , les enfurecían tanto
más , cuanto que eran muy verosímiles . El partido francés , reducido á
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 741

un pequeño número , á sus soldados licenciados , que seguían por el deseo


de cobrar, estaba sentado sobre un volcán . No era solamente á Mulot y
á los realistas constitucionales á quienes tenía que temer, sino más bien
á los papistas . Los primeros , sin entenderse completamente con los se-
gundos, les prestaban , sin embargo , el servicio de impedir á los pa-
triotas de los departamentos vecinos que viniesen en su socorro .
Los curas , envalentonados al encontrarse poco á poco á la cabeza
de un gran pueblo , empezaban á contar ó á hacer milagros como este :
habiendo sustraído un patriota de una iglesia un ángel de plata , le
rompió un brazo ; poco tiempo después su mujer dió á luz un niño sin
brazos . Cuando los ánimos estaban ya preparados , se apeló al último
recurso . Desde el 89 la virgen se había mostrado muy aristocrata . El 90
había empezado á llorar en una iglesia de la calle de Bac . Hacía el fin
del 91 empezó á aparecer en una vieja encina , en el Bocage vendeano ..
Al mismo tiempo asustó al pueblo de Avignon de una manera terrible:
su imagen , en la iglesia de los franciscanos , se enrojeció , se iluminaron
sus ojos inyectándose de sangre , y pareció que se enfurecía . Las muje-
res acudían en tropel , llenas de miedo y de curiosidad , para verla y no
se atrevían á mirar .
Los hombres menos supersticiosos , acaso hubieran dejado que la
virgen enrojeciera cuanto le diese la gana . Pero circuló un rumor que
les conmovió mucho más .
Había atravesado la ciudad un gran cofre lleno de ornamentos de
plata de la iglesia . Se dijo, se repitió la noticia , y ya no fué una , sino
diez y ocho maletas , las que habían sido sacadas de la ciudad durante
la noche . ¿Qué contenían aquellas maletas? Los objetos del Monte de
Piedad que, según se aseguraba, iba á llevarse consigo el partido fran-
cés . El efecto fué extraordinario . Aquellas pobres gentes que á causa
de una gran miseria habían empeñado todo lo que tenían, sus pobres
alhajas , muebles y ropas, se creyeron arruinadas . «No queda más que
un recurso , se les dijo , apoderarse de las puertas de la ciudad y de los
cañones que la guarnecen , y detener, si quieren huir, á Lescuyer ,
Duprat, Mainvielle y á todos los ladrones» . Era el domingo por la ma-
ñana ( 16 de Octubre) y había acudido á Avignon una multitud de al-
deanos , todos con armas ; en los campos ya no se podía andar sin ellas .
En un instante se apoderaron de las puertas ; los realistas constitucio-
nales , aprovechándose de aquel gran movimiento papista , cogieron las
llaves de la ciudad y corrieron á Sorgues á llevárselas al abate Mulot ,
suponiendo que iba á darles tropas .
Entre tanto la multitud afluía á los Franciscanos , mujeres y hom-
bres , artesanos de las cofradías , mozos de cordel y aldeanos , blancos y
rojos, gritando todos que no se retirarían hasta que el municipio y su
secretario Lescuyer no hubiesen presentado sus cuentas .
En la iglesia había doce ó quince soldados de Jourdan , que creían
sin duda que sofocarían el tumulto , y que presenciaban el hecho sin
742 J. MICHELET

moverse; su vida pendía de un cabello . La multitud envió á cuatro para


que se apoderaran de Lescuyer y le obligaran á presentarse ; le encon-
traron en la calle , cuando iba á refugiarse en la alcaldía , y fué llevado á
presencia del pueblo .
Subió al púlpito , al principio sereno y animoso : « Hermanos míos ,
dijo valerosamente; he creído que la Revolución era necesaria ; he hecho
todo lo que he podido ...» Iba á hacer profesión de fe .
Quizás su aspecto digno , su probidad que
que se reflejaba en su rostro
y en sus palabras, hubieran tranquilizado los ánimos , pero le arranca-
ron del púlpito y desde aquel momento se vió perdido .
Arrojado á la turba vocinglera , fué arrastrado hacia el altar de la
virgen , para que cayese como un buey pronto á ser sacrificado á los
pies del idolo. El grito de muerte de Avignon , el fatal ¡ zou ! ¡ zou ! re-
sonaba en toda la iglesia anonadando al desgraciado .
Llegó vivo al coro , y allí logró desasirse ; se sentó , pálido , sobre
un sillón; alguien que quería salvarle le dió con que escribir . Suspende
la destrucción de las campanas , que se abriera y se viese el Monte de
Piedad , dando satisfacción al pueblo; tal era el sentido de lo que escri-
bió, pero no pudo leerse ; los que deseaban su muerte ahogaron su voz
entre silbidos .
Un viajero , un extranjero , un caballero bretón , Mr. de Rosilly, se
dice que al ir á Marsella entró en la iglesia con la turba, intentó con
gran peligro salvar al desgraciado y colocándose ante él , gritó : «Seño-
res, en nombre de la ley...» Más no se le escuchó ... «En nombre del ho-
nor, de la humanidad ...» Loś sables se dirigían contra él , otros le apun-
taban, otros tiraban de él para ahorcarle. - Se le salvó diciendo que lo
justo era matar primero á Lescuyer .
El pobre Lescuyer, objeto miserable del debate , no esperando ya
nada y viendo á su abogado en tan grave peligro , se levanta de pronto
del sillón , corre hacia el altar ...
Un hombre compasivo le señalaba una puerta por donde podía es-
capar, pero en aquel momento un obrero tejedor le asesta un golpe tan
fuerte que el bastón se rompió en dos pedazos , haciéndole caer sobre la
grada del altar. El pregonero de la ciudad entraba en aquel momento y
tocó á silencio para publicar un bando .
El formidable ¡zou ! ¡zou! lanzado por millares de hombres ahogó
la voz del pregonero . Aquella multitud enorme , amontonada en un pun-
to, estaba como suspendida sobre un cuerpo yacente : los hombres le
aplastaban el vientre á patadas , las mujeres, con sus tijeras , para que
expiase sus blasfemias , cortaron con rabia atroz los labios que las ha-
bían pronunciado .
En aquella espantosa tortura , una voz débil salía aun de no sé qué
ensangrentado , que ya no tenía forma humana : rogaba humildemente
que se le diera la muerte . Estalló una horrible carcajada y no se le vol-
vió á tocar para que saborease á su placer la muerte .
CAPITULO XXV

Continuación.-Vengaza de Lesouyer, asesinato en la Glaciere


(16-17 Octubre del 91 ).

Duprat y Jourdan obtienen ventajas de nuevo -Ensayo informe de juicio. Se decide el asesinato.
-La torre Trouillas ó de la Glaciere. - Lo que debió ser para la inquisición. -De qué clases
y de qué opiniones eran las víctimas -El asesinato - Los asesinos quieren detenerse . - Se
les obliga á continuar -Entierro de Lescuyer ( 17 de Octubre) -Fin de la matanza. -Conse-
cuencias fatales que tuvo para Francia.

Era la una de la tarde poco más o menos , y desde hacía mucho


tiempo , Duprat y Jourdan fueron advertidos ; pero sus hombres estaban
dispersos . Decidieron para reunirlos tocar en el castillo la famosa cam-
pana de plata , que sólo se tocaba en dos ocasiones solemnes : la consa-
gración ó la muerte de un papa . Aquel extraño sonido misterioso ,
que muchos no habían oído más que una vez en su vida , hirió las ima-
ginaciones, hirió los corazones con un frío súbito . Quizás esto fué lo
que apresuró la salida de las gentes que habían venido del campo, y te-
mieron que iba á ocurrir algún suceso terrible en la ciudad.
El efecto fué menor, á lo que parece , sobre los soldados de Jour-
dan: tan bravos para reclamar sus soldadas , se manifestaron ahora muy
tardos ; no se les podía encontrar por ninguna parte . Jourdan, con gran
trabajo , logró reunir trescientos cincuenta , con los cuales volvió á tomar
las puertas de la ciudad . Hecho esto, no le quedaron más que ciento
cincuenta hombres , para atacar á los Franciscanos , llevaba dos cañones
bastante inútiles ; en las calles sinuosas y estrechas, pero que no deja-
ban de producir su efecto , por el formidable estampido que hacía estre-
mecer el pavimento . Merced al retraso la multitud había disminuído ,
sólo quedaban papanatas y mujeres. Hizo fuego sobre el montón y mató
é hirió lo que halló por delante . En la iglesia no encontró más que á la
virgen y á Lescuyer , el desgraciado , que al cabo de tanto tiempo todavía
744 J. MICHELET

agonizaba , nadando en su sangre y sin poder morir . Lleváronselo con


gritos de furor, exhibiendo aquel horrible cuerpo y sus vestidos ensan-
grentados . Todos huían cerrando puertas y ventanas .

Haciéndole caer sobre la grada del altar (Pág. 742)

Aprovechando el terror producido, la minoría se impuso á la mayo-


ría. Aquellos pocos centenares de hombres, dueños de treinta mil almas ,
hicieron durante todo el día en Avignon una razzia bárbara . Todos los
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 745

detenidos protestaban que no habían entrado en los Franciscanos . Pero


una docena de los hombres de Jourdan que habían estado en la iglesia
podían servir para reconocerles . Muchos fueron detenidos por sus ene-
migos personales , muchos por sus amigos : tal era el fanatismo atroz de
uno y otro bando .
El día dura poco en Octubre , y era ya bien de noche . Algu-
nos amigos de los prisioneros que habían conseguido franquear las
puertas corrieron á Sorgues á advertir á Mulot y al general Ferrier .
Este recibía al mismo tiempo á los enviados de Duprat, quien le adver-
tía que el menor movimiento de su parte bastaría para levantar á la
aristocracia y destruir la única fuerza del partido francés , el Terror;
Avignon se acordaría de que tenía treinta mil hombres y aplastaría á
Jourdan . Por más esfuerzos que hizo el abate Mulot el general se obsti-
nó en contestar que no contaba con fuerzas . Desesperado Mulot envió
primero un tambor, después un trompeta ; pero no le hicieron caso .
En aquel mismo momento dícese que había división de pareceres
entre los jefes . Los hombres de pluma querían una matanza general , los
militares un juicio . Jourdan , que debería ser el encargado de la ejecu-
ción , fué , según se dice , de este parecer . Hallábase algo sorprendido de
su soledad ; no habia podido reunir todavía más que ciento cincuenta
hombres para custodiar la inmensa extensión del palacio de los papas .
¿No era de temer que el clamor de la matanza atrajese sobre el palacio
al pueblo en masa , despertado de su estupor? Entre los detenidos había
un tal Rey, miembro de la terrible corporación de los mozos de cordel
de Avignon, hombre popular , querido y estimado por su extraordinaria
fuerza. Los demás , aunque aristocratas , ninguno de ellos era noble : la
mujer de un impresor , la de un boticario ; la de un carpintero , que era
miembro de la municipalidad en Agosto , eran los más distinguidos ; los
otros eran gentes de oficios menudos , obreros en seda , panaderos , to-
neleros , modistas ó lavanderas , dos campesinos , un peón de albañil Ꭹ
hasta un mendigo . Entre las mujeres había dos preñadas .
Prevalecía la idea del juicio; se constituyeron en tribunal en una
de las salas del palacio los administradores interinos de la ciudad para
juzgar á los prisioneros . A ellos iba Jourdan remitiendo los que de nuevo
eran detenidos , entre ellos , una mujer á quien salvó en la esquina de
una calle de manos de los que la querían matar .
Eran estos administradores , además del escribano Raphel , un sa-
cerdote de lengua populachera , gran perorador de plazuela llamado
Barbe Savournin de la Rocca , al cual se le habían agregado tres ó cua-
tro pobres diablos , un prendero , un choricero que no se habían atrevido
á rehusar . Duprat estaba allí amenazador y sombrío para vigilarles y
ver como se portaban . La primera persona que les fué presentada , una
mujer , la Auberte , esposa de un carpintero , fué interrogada con dulzu-
ra, y al enviarla á la cárcel recomendaron que fuera bien cuidada . Si-
guiendo asi las cosas , Duprat y los otros , que solo en la matanza y el
TOMO I 94
746 J. MICHELET

Terror veían la salvación , no tenían ninguna esperanza . Uno de ellos ,


un momento después (eran las nueve de la noche) entra furioso con la
frente ensangrentada y dando un golpe sobre la mesa . «Esta vez es
menester que no se salve ni uno solo : debe correr la sangre ; mi amigo
Lescuyer ha sido asesinado; toda esa canalla morirá y si alguien se
opone haremos fuego sobre él ...» Los otros bajaron la cabeza ; solamen-
te Raphel y Jourdan repitieron cobardemente y en coro : « Si , es menes-
ter vengar la muerte de nuestro amigo Lescuyer . >>
El hombre que así se interponía en medio del juicio y ordenaba la
matanza, no era otro que Mainvielle .
Y no influyó poco sobre Duprat , Mainvielle y los que determina-
ron la matanza , el ejemplo de Nimes . La falsa y desdichada idea de que
la matanza del 90 había sido el fundamento de la Revolución , era pre-
dicada por los nimesinos en una posada la misma noche del 16 de Oc-
tubre .
Espantosa generación desde los albigenses hasta la San Bartolomé
y de allí á las dragonadas , á las carnicerías Cevénnes . Nimes se acordó
de las dragonadas . Avignon imitó á Nimes , París imitó á Avignon .
Nada más imitador , nada menos original que el crimen .
Esto se vé bien claro en el lugar mismo en que va á ser ejecutado
el nuevo crimen . Se vé allí la sangre del 16 de Octubre , el rastro de los
furores de una noche . Pero se vé lentamente , acumulada á las cámaras
sepulcrales de la inquisición , á la hábil mazmorra oculta (inteligente-
mente construída para ahogar las muertes secretas) ; se vé allí la
grasienta mancha que dejó la carne quemada . Allí está el mobiliario
de la Inquisición felizmente conservado, la caldera todavía dispuesta
y el hogar en que se enrojecían los hierros para las torturas ; los sub-
terráneos , los calabozos , los sombríos corredores ocultos en el espesor
de los muros , todo aquello en fin , que hasta entonces se había ocultado
y negado , todo se vé allí; no se ha reparado ni en el gasto , ni en el es-
, mero, ni en el arte . Allí la tortura es artística.
Se vé bien que aquello no es barbarie , furor pasajero : es una gue-
rra sistemática contra el pensamiento humano , sobriamente organizada ,
triunfalmente establecida.
Todo ello es el palacio . Por fuera todo es informe , una mons-
truosa fortaleza . Una gigantesca torre , ni cuadrada ni redonda , Troui-
llas, ó la Glaciere , se prolonga para ver á lo lejos . Babel espantosa que
construyó en su orgullo el primer papa , que no teniendo ni súbditos ni
territorio se adjudico la triple corona . Trouillas es la Torre del logar;
quizá en su origen fué el lagar feudal . Pero muy pronto fué una prensa
para los hombres , una prisión para prensar carne humana . En lo más
alto, como en lo más bajo , como en toda antigua fortaleza se colocaban
los prisioneros . El amigo de Petrarca , Rienzi , tribuno de Roma , ence-
rrado en la cima, pudo entre el silbido de la eterna brisa , meditar á su
gusto sobre su loca confianza en el papa . El fondo , el abismo de la to-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 747

rre , sin otra abertura que una trapa en el piso de enmedio : ¿fué un vasto
calabozo? ¿Era un osario? Así debe creerse ; esta es la opinión del país .
Una tradición de Avignon , que he recogido de boca de los más ancianos ,
dice que , cuando se exhumaron las víctimas de los furores revoluciona-
rios , se encontró aún más abajo gran cantidad de osamentas arrojadas
allí por la Inquisición . El hecho parece muy verosímil , pues sabido es
que sus víctimas no podían ser enterradas . Arrojarlas á los campos hu-
biera sido devolverlas á las manos piadosas de sus familias , salvarlas de
la parte de suplicio que quizás atemorizaba más á las imaginaciones dé-
biles . No volver nunca á la tierra , no reposar jamás en el seno maternal
de la nodriza común era , por decirlo así, la condenación del cuerpo aña-
dida á la del alma . Esta alma, sin descanso en el féretro , erraba , larva
infortunada para espanto de los vivos ; se deslizaba por la noche y en la
sombra é iba á advertir á sus parientes de la agravación de suplicio
que la venganza de la iglesia imponía á aquellos á quienes conde-
naba .
El ejemplo más célebre es el del emperador Enrique IV, quien como
excomulgado que manchaba los elementos , no pudo á su muerte des-
cansar , ni sobre la tierra , ni en la tierra , y su cuerpo yació durante
muchos años oculto , pero no enterrado , en una profunda cueva de
Worms .
Todo gran centro de inquisición debía tener un osario semejan-
te , destinado á aquellos á quien se condenaba á quedar insepultos .
Lugar de muerte , lugar de suplicio , sin duda el más terrible para aque-
llas almas de hierro que nada podía domar , que se reían del tormento ,
era ser arrojados vivos á la gran cámara de los muertos ; caminar allí
sobre osamentas , ver á la débil luz que penetró hasta el fondo del
abismo la terrible mueca de los esqueletos , su irónica risa . Desde
arriba se arrojaba un poco de pan á la bestia ; se le observaba vivo en
aquella terrible compañía ; se medían los grados de su debilidad , el lan-
guidecimiento progresivo de su firmeza , el momento en que el cuerpo
sin desfallecer por completo, ya no obedece al alma . Hubiérase podido en-
tonces libertarle , idiota , sacar de él alguna manifestación negativa de su
propia personalidad , exponerle á la luz al lúgubre engendro de las som-
bras , parpadeante , innoble , apagado y decirle al pensamiento humano :
<<¡Mira tu héroe !...» De suerte que , en aquel duelo bárbaro de la fuerza
contra una alma, el pueblo sencillo pudo creer que esta era la vencida Ꭹ
que la fuerza de los tiranos era la misma de Dios .
He aquí el lugar de la matanza . Veamos ahora quiénes van á ser
sacrificados .
Los sesenta ú ochenta que iban á ser matados en tropel no eran del
mismo partido. Los cuarenta detenidos últimamente pertenecían casi
todos al pueblo bajo , papistas de las cofradías de Avignon . Eran unos
infelices obcecados , que instigados por sus jefes no habían sabido lo que
se hacían . Pocos , muy pocos habían tomado parte activa ; la mayor parte
748 J. MICHELET

se habían limitado á dar gritos . En cuanto á los treinta detenidos en


Agosto, no eran fanáticos , ni siquiera verdaderamente aristocratas .
Eran como los Niel el partido francés , realista constitucional á la ma-
nera de Mulot .
Los maquiavelos , que creyeron dar un gran golpe político , no su-
pieron lo que se hacían , y tomaron medidas contraproducentes .
Por una parte , queriendo dar á la matanza apariencias de venganza
popular, de una invasión casual, hicieron practicar un agujero en el
muro de las prisiones á fin de que el portero y los carceleros pudieran
decir que ellos no habían abierto las puertas . Fueron abiertas de par
en par .
Por otra parte varios jefes fueron expresamente á dar la orden de
la matanza . Uno de ellos , el mayor Peytavin , se presentó en el patio
con el enviado del periodista Tournal y dijo á los que allí se hallaban
reunidos : « En nombre de la ley hemos decidido ser franceses , lo somos ;
cumplid vuestro deber» . Por su aspecto embrutecido demostraban que
no habían entendido lo que se les quería decir , y el enviado del perio-
dista, para explicarles mejor la cosa , les dijo al oído : « Es preciso matar-
los á todos ; sí se salvara uno solo serviría de testigo . »
En el patio no había más que una veintena de hombres , todos del
pueblo bajo de Avignon , un peluquero , un zapatero , un joven car-
pintero, un albañil , etc. Excepción hecha de algunos que habían
servido en el ejército de Jourdan , los demás no habían tenido nunca un
arma en sus manos . Algunos se encontraban allí por casualidad , en
cierto modo , porque habían ayudado á conducir los prisioneros . Esta-
ban muy mal armados ; unos con barras de hierro , otros con sables y
palos endurecidos por el fuego .
Para mover aquella tropa se necesitaban medidas extraordinarias ,
y se recurrió á una execrable . El cuñado de Duprat , el boticario Men-
de se presentó en el patio con licores preparados exprofeso . ¿ De qué se
componían aquellos horribles brebajes? No se sabe ; los efectos fueron
demasiado visibles . Conforme bebían se exaltaban y enfurecían , entre-
gándose á la sangrienta faena . Hubo algunos , sin embargo, que á los
primeros golpes que dieron desfallecieron y se sintieron malos . Bajaban
otra vez al patio y el boticario les escanciaba una nueva dosis de em-
briaguez y de furor.
Nadie les condujo , les dirigió , ni les vigiló . Duprat , el alma de la
empresa , no pareció por ninguna parte . Jourdan se encerró en su casa ,
con su enorme perro , del que jamás se separaba . Se embriagaba todas
las noches y aquella noche bebió más que de ordinario . Quiso ignorarlo
todo ; únicamente , en medio de su embriaguez oyó (según dijo des-
pués) , algun ruido en las prisiones .
La matanza entregada así al azar, á la inexperiencia de gentes
tan mal armadas y que no sabían matar, fué infinitamente más cruel
que si hubiera sido ejecutada por verdugos . No se verificó en un mis-
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 749

mo lugar. Los unos fueron muertos en la entrada misma de las prisio-


nes, otros en uno de los patios , otros en una escalera . Las puertas esta-
ban abiertas ; acudían gentes de la ciudad , unos para reclamar á algún
miembro de su familia , otros atraídos por los gritos y por una invencible
curiosidad ; pero no podían permanecer allí , les faltaba valor ; varios ,
sin embargo, consiguieron que se les entregasen algunos prisioneros .
Uno de aquellos hombres que iba para salvar á otro perdió la cabeza en
cuanto vió la sangre y empezó , sin saber por qué , á matar con los
demás .
No hubo orden de ninguna clase , todo fué dejado al capricho de
aquellos brutos , á los que por una horrible embriaguez se les había
hecho perder la razón . Algunos soldados de Jourdán intentaron hacer
distinción entre las personas detenidas el mismo día y los prisioneros
del 21 de Agosto , que por encontrarse encerrados desde aquella época
no habían podido con seguridad tomar parte en la muerte de Lescuyer .
No consiguieron nada ; hombres y mujeres todos fueron confundidos . Si
hubiera sido invadida primero la prisión de los hombres hubiera sido
más fácil salvar á las mujeres , por hallarse cansados los verdugos . Des-
graciadamente varias mujeres , por odios locales , por habladurías inju-
riosas, fueron objeto premeditado de la matanza .
A las nueve y media de la noche , cuando aun no habían matado
más que á algunos hombres se encaminaron á la prisión de las mujeres ;
sacaron de allí á madama Crouzet, mujer de un boticario , y en el mis-
mo patio en que el cuñado de Duprat, el boticario Mende , servía los
licores , fué bárbaramente asesinada . Era una mujer muy joven , de las
más bonitas de Avignon , muy habladora , muy apegada á la vida . Pidió
compasión en términos conmovedores , dijo (lo cual estaba á la vista)
que se hallaba en cinta , suplicó en nombre de su hijo; á pesar de lo
cual fué herida , degollada , arrastrada después á una escalera oscura y
entregada á la infame curiosidad de sus verdugos.
La joven costurera María Chabert , no menos bella , había inspirado
á algunos el deseo de salvarla; nadie se atrevió á ello. Logró refugiarse
al ple de una escalera oscura , donde se sentó envuelta y oculta por un
gran pañuelo . Un hombre la señaló á otro que la reconoció , cayó sobre
ella dándole sablazos y la mató .
Aun pereció otra más . Pero parece que aquellas muertes de muje-
res , cruelmente patéticas , detenían los brazos y turbaban los corazones .
No mataron más hasta la media noche . Los asesinos , á aquella hora , un
poco menos ebrios , no estaban ya en disposición de matar ; pero ellos
mismos no sabían donde podían detenerse ; desconfiaban los unos de los
otros . Mainvielle les había dicho que si alguno quería detenerles era
preciso hacer fuego sobre él . Entre ellos iba un niño borracho , de fero-
cidad singular, hijo de Lescuyer , de quince á diez y seis años . Hacía
una terrible ostentación para vengar á su padre , dejando atrás á los
más exaltados .
750 J. MICHELET

A la media noche , cuando vivían todavía casi todas las mujeres ,


varios verdugos buscaron á Duprat y á Jourdan . Se hallaban cenando
con Mainvielle y Tournal el periodista en una fonda cercana, y comían
tranquilamente el plato del país , la sopa con queso . Los asesinos entra-
ron cubiertos de sangre , refiriendo á gritos sus hazañas ; había uno que
mostraba un fusil roto en dos pedazos á fuerza de golpear según decía
sobre la cabeza de los prisioneros ; uno decía : « ¡ Hay muchos muertos ! »
-Otro: « Los hemos despachado á todos !» -Otro : «¡ No queda más que
una mujer embarazada , la Ratapiole ! ...» En realidad quedaban todavía
doce mujeres y dos hombres , los dos estimados y populares , el cura
Nolhac y el mozo de cuerda Rey . El mayor Peytavin había pedido y
obtenido de los asesinos la vida de Rey y la de Ratapiole , pero quería
tener el consentimiento de los jefes y les envió á aquel hombre que no
se atrevió á hablar de Rey, y únicamente habló de la mujer. Como Du-
prat no contestaba nada , Jourdan comprendió su deseo y dijo : « Hay
que despacharla . » Siguió un momento de silencio . Otro se adelantó y se
atrevió á decir: «Sin embargo , está embarazada . » -« Embarazada oó no ,
dijo Jourdan , es preciso que muera . »
>
Los asesinos se marcharon pero no mataron ni á Rey ni á Nolhac .
Se pusieron á matar mujeres . Desde luego ejecutaron á tres al azar , una
planchadora y dos obreras en sedería . Antes de que las matasen entre-
gaban sus alhajas ó se les arrancaban y se las daban al carcelero . Una
de las obreras opuso una resistencia desesperada : « Nadie , decían ellos ,
fué más duro para morir» .
En seguida volvieron á entrar y llamaron á madama Niel que es-
taba ya advertida por los horribles gritos que acababa de oir . Se hallaba
enferma acostada en su lecho . Uno de ellos le dijo con dureza : « Alzaos ;
todos vuestros enemigos han muerto , y vuestro hijo , lo mismo que to-
dos los prisioneros ; os ha llegado la vez... ¿ Dónde estan vuestras alha-
jas?» Se levantó , se vistió y se puso los pendientes y anillos . Reconoció
entre sus verdugos á un joven carpintero llamado Belley y le suplicó
que si quería salvarla le daría rentas á él y á los demás . A lo cual re-
puso Belley: « No quiero que me ahorquen por vos . » La hicieron bajar
al patio y la golpearon : «Ve á buscar á tu abate Mulot . »- « Señor , mi-
sericordia , Dios mío » , gritaba . Luego , de pronto , á la luz de las antor-
chas vió un cadáver: «¡ Ah , mi querido hijo ! » Era el cuerpo de su hijo .
Fué muerta de una manera cruel .
La mayor parte de las mujeres eran arrojadas en el estertor de la
agonía sobre la escalera de que ya he hablado . Los hombres , arrastrados
por los pies, fueron precipitados , á medida que se les mataba , al fondo de
la torre Trouillas . Algunos , heridos y destrozados por efecto de una caí-
da desde sesenta pies de altura , aun llegaban vivos . A las cuatro fueron
precipitadas nueve mujeres que al caer encima de los hombres los aplas-
taron en su caída .
Los gritos oídos durante la noche , los comentarios que se hicieron
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA 751

sobre la terrible ejecución llevaron el estupor á todos los ánimos . Se co-


menzó á creer que los asesinos eran numerosos , puesto que á tanto se
habían atrevido, y en efecto llegaron á ser muchos . Todos los soldados
de Jourdan reaparecían en grupo . Una ceremonia lúgubre , el entierro
de Lescuyer que se verificó al mediodía les dió ocasion de exhibirse en
sus filas. Fué aquel un ejército entero que atravesó Avignon .
Se hizo recorrer al cortejo una gran parte de la ciudad . A pesar
del estado repugnante en que se hallaba el cadáver, que no era más
que una masa informe ensangrentada , se le enterró con la cara descu-
bierta . El abate Savournin caminaba junto al cadáver, retorciéndose y
haciendo contorsiones , llorando y gritando venganza . Mainvielle estaba
espantoso ; su dolor melodramático parecía mendigar sangre . Cada vez
que se detenía el fúnebre cortejo , alzaba la cabeza del cadáver para en-
señar sus labios bárbaramente cortados y entre sollozos volvía á dejarla
Caer.
Aquella terrible fiesta de la muerte , en la que figuraban aseados
y bien vestidos de negro los ejecutores de la noche última , parecía
prometer otra. La ciudad se hallaba en un estado de gran postración , de
horror Ꭹ de miedo ; todo el mundo se decía : «¿Me llegará mi turno?» >
Renació en parte la calma y se creyeron felices las gentes cuando se
supo que la nueva matanza se limitaba á las cuatro personas que vivían
aun en las prisiones . Eran dos hombres y dos mujeres; uno el abate
Nolhac , sacerdote estimado , caritativo en cuya casa habían depositado
dinero muchas personas ; y esto es quizá lo que le perdió . El otro era
Rey, el mozo de cordel , uno de los que habían contribuído al movi-
miento en contra del papa , hombre de una fuerza y una agilidad ex-
traordinarias ; solo y sin armas luchó contra seis hombres armados , se
apagó la luz durante la lucha y los asesinos estuvieron á punto de ma-
tarse . Logró escapar Rey, se refugió en la portería , en donde de nuevo
comenzó la lucha , hasta que al fin le abrieron el vientre de un sablazo .
Le llevaron entre cuatro y fué arrojado vivo al fondo de la torre ; tres
cuartos de hora después , aun llamaba por sus nombres á sus asesinos y
les rogaba que por caridad le rematasen de una pedrada ó de un tiro .
Dos mujeres quedaban solamente , la Aubert 6 madama Anbert , y la
Ratapiole. La primera , mujer de un carpintero , había tenido en su casa
de aprendiz á uno de los asesinos , al joven Belley , á quien desde los pri-
meros momentos había suplicado que la salvara . La cosa era muy difí-
cil . La Aubert era hermana de un albañil del partido papista que se ha-
bia singularizado y comprometido en Junio y á quien el partido francés
había condenado á muerte . Belley se golpeó la frente con la mano y la
cabeza contra las paredes, y dijo : « H salvado á vuestro marido, pero
que haré para salvaros?—Ocultaos aquí (la llevó al fondo de la prisión y

detrás de los bancos) . Si pasais esta noche os salvaréis» . Pasó aquella


primera noche , pero en la del lunes se hallaba aun en mayor pe-
ligro .
752 J. MICHELET

La otra mujer , la Ratapiole , al contrario que la Aubert, se mani-


festó muy ardiente por la Revolución ; se había agitado y hablado mu-
cho . El 16 de Junio fué presa al azar, en aquella ciega razzia y no era
otro su delito , según ella , que haberse burlado de madama Main-
vielle .
No atreviéndose á librar á las dos mujeres y queriendo á toda cos-
ta salvar á la aristocrata , Belley sentía deseos de ahogar á la pa-
triota.
A la media noche , seguido de otros dos asesinos de los más feroces ,
entró en la prisión y dijo á la Ratapiole que el hermano de M. Duprat
había llegado á París , que estaba en casa del general Jourdan , que era
preciso hablarle y que sería absuelta dando algunas excusas . La Rata-
piole se echó á llorar y dijo que estaba en cinta , que tuviese piedad de
su hijo . Insistían para llevarla , pero tenía con ella una niña de nueve
años , que cuando el domingo la sacaron de su casa se colgó de sus fal-
das y no hubo medio de desasirla; fué preciso arrastrarlas juntas . La
niña , aun en tal situación , se cogió del cuello de su madre para impe-
dirla andar. Después saltó sobre Belley y lo besó ; él la rechazó , arrojan-
dola á diez pasos . Volvió ella de un salto y le rodeó los brazos al cuello .
<<¡Quiero que salves á mamá ! » El sintióse conmovido . Los otros tam-
bién se enternecían . Belley , dijo candorosamente: «¿y qué le voy á decir
yo á Mainvielle que tanto me había recomendado que os matase? No ten-
dremos más remedio que mentir diciéndole que habéis sido esterminada
como los otros .» Y efectivamente , aquellas dos mujeres y un hermano
converso, anciano de noventa años , que se volvió á encontrar allí , fue-
ron salvados . Jourdan puso centinelas á la puerta de las prisiones para
que no pudiese subir nadie .
Sin embargo un insoportable hedor empezaba á salir de las profun-
didades de la Glaciere , indicando bien claramente la rápida descompo-
sición de los tristes restos . Tal vez solo una víctima respiraba , el mozo
de cordel Rey que tanta resistencia opuso á la muerte .
Jourdan el martes 18 , sin averiguar quién estaba muerto ó vivo ,
hizo arrojar por el agujero del fondo de la torre algunas espuertas de
cal viva sobre aquella montaña de carne humana .
En vano fue lanzar torrentes de agua por doquiera para lavar las
huellas ; jamás se pudo conseguir que desapareciese el horrible rastro de
sangre que todavía marca las aristas del muro interior de la torre ; cada
cuerpo lanzado por el agujero había chocado allí y dejado su huella , su
reclamación eterna. La sangre ha quedado como testigo.
Y casi al lado queda también en aquel lúgubre palacio la huella de
otros crímenes más antiguos que el ciego furor revolucionario creyó
vengar por medio de este nuevo crimen : tal es la negra y repugnante
grasa de la hoguera piramidal que la inquisición alimentó durante mu-
cho tiempo con carne humana .
¿Por qué me he detenido tanto en esta lamentable historia , á pesar
HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
753

MARCHE DES MARSEILLOIS


CHANTEE SUR DIFERANS THEATRES
Chez Frere Passage du Saumon

Allons. on fans dela Pain è le jour de gloine wit-arn contre nous de la syon.

L'eton dart sanglant est love, leton dert san glant est le -or entender

dans les com pagnes mu gur tofiveces Job dets: de viennent jusques Lane ves bras egon

・for vos fils vos com pagues. Aus one Cito ýms batail .Cons mar
for mer Envosdeur

cher moncher ang im pur 4 bras. ve nos Sil lens •Mar chons mar chons

gu unsang in pur abreuve 201 Sillone


2
Que veutcelle horded'esclaves Tremblez tyrans et vousperfides.
Detraitres derois conjurés. Lopprobride toustopartis
Pour qui as ignobles miraves. (bis Tremblez vosprojetsparricides
Com fors deslong tomsprepares Vontenfin reevoreleur 'bw
Francaispour nous at quel outrage: Tousestsoldatpour vous combattre:
Fuels transports il doit criter Sustombentnosjeunes hiros.
listnousqu'on ose mediter La torceenproduit denouveaus
Dendre attique codarage Contrevous tou prits àsebattre,
Aux armes,Citoyena80.
3 Nux armes,Citoyens,&e.
‫ގ‬
Quorides cohortes étrangeres, Français on guerrions magnanimo
froient laloi dans nosfoyero: Porter ou rélonec vos coups:
Quoicesphalanges
Ja mercenaire
desmains s
unchainin Epargner on totes victimes.
Gomd
Inosfieregurri ons; bis Aregretsarmantcontre nous, w
Mais ces dupetu sanguinaire.
Nosfrontssous lejong asplaieroit, Mais les complices deBouille.
Devils despotcs deviendroient Jous castigres quesonspitic
Lesmaitresdenos destinies: Dichirmslasein deleurmire
Ausarmes, Ciloyms.bo a Nuz ormes Citoyens, &
Amoursair de la Patrie.
Conduss, soutions nos bras rongeurs.
Liberts:liberti,chorie
Combat aro tis defenseurs;
Saunosatdrapeaux
fecoure que le: Victoire
males accons
Quelos animis rapirans
YountCon triompheofnotregloire
Aur ormu,bitogasio

LA MARSELLESA
Reproducción de un ejemplar de la primera edición del famoso himne. Publicado en París en 1792

TOMO I
95
754 J.. MICHELET

del horror Ꭹ el disgusto que me producia? ¡ Ah! ya lo he dicho ; porque


es el principio . La atrocidad misma del crimen , la sacudida que recibie-
ron las imaginaciones la hicieron contagiosa.
Las sesenta víctimas de Avignon emocionaron á todos aquellos á
quienes los trescientos muertos de Nimes habían dejado fríos . El teatro
solemne del crimen , el horror de aquella espantosa torre , aquel abismo
al cual caían confundidos los muertos y los vivos, sus continuadas que-
jas y la lluvia de fuego que sobre ellos se vertió , todo prestó al aconte-
cimiento una execrable poesía . Entró en la memoria por el camino más
seguro , el miedo , y fué indeleble .
La torre la Glaciere se inscribió en el recuerdo atemorizado de los
hombres cerca de la torre de Ugolino .
Quede allí este hecho maldito para ser eternamente deplorado . Es-
ta es la primera de aquellas hecatombes humanas, en la que cayeron sin
distinción los revolucionarios moderados y los adversarios de la Revo-
lución , los amigos de la libertad confundidos con sus enemigos .
La matanza del 16 de Septiembre es el terrible original de las ma-
tanzas de Septiembre . Estos , que un año después parecen nacidos de
un impulso de furor espontáneo, no fueron , sin embargo, para los me-
ridionales que tanta parte tuvieron en la ejecución , sino una imitación
en grande de la carnicería de la Glaciere . Varios de los verdugos dije-
ron que habían ido exprofeso para enseñar su método á los asesinos de
París .
Las consecuencias de estos acontecimientos han sido incalculables .
Han creado contra Francia inocente una opinión cruel . La Revolu-
ción se ofrecía al mundo con los brazos abiertos inocente , amante y
bienhechora , desinteresada , verdaderamente fraternal ; el mundo retroce-
día , el mundo la rechazaba con una palabra , siempre la misma : Sep-
tiembre y la Glaciere .
No se nos acuse , pues , por habernos detenido en este trágico mo-
mento .
En él comienza una sombría carrera ; durante un momento nos he-
mos sentado en esta piedra de dolor que marca la espantosa entrada.
Esta es la puerta del infierno , la puerta ensangrentada . Ahora ya está
abierta y el mundo pasará por ella.

FIN DEL TOMO PRIMERO


INDICE

DEL TOMO PRIMERO

PRÓLOGO DEL TRADUCTOR.. V

INTRODUCCIÓN

Páginas

PRIMERA PARTE . - De la Religión de la Edad Media . 5


19
SEGUNDA PARTE . - De la antigua Monarquía. •

་ LIBRO PRIMERO

CAPITULO PRIMERO . - Elecciones de 1789.. 60


CAPITULO II . - Apertura de los Estados Generales . • 72
CAPITULO III. -Asamblea Nacional. 84
CAPITULO IV.-Juramento del Juego de Pelota. 99
CAPITULO V. Movimiento de París. 111
CAPITULO VI . - Insurrección de Paris . 125
CAPITULO VII.-Toma de la Bastilla, 14 de Julio de 1789. 136

LIBRO SEGUNDO

CAPITULO PRIMERO. - La Paz falsa . 154


168
CAPITULO II. - Enjuiciamientos populares .
CAPITULO III.-La Francia armada. • · 180°
Páginas

CAPITULO IV . - Noche del 4 de Agosto . 194


CAPITULO V. - El clero . - La Fe nueva . 209
CAPITULO VI. - El Veto.. 223
CAPITULO VII. - La prensa . 231
CAPITULO VIII . -El pueblo va á buscar al rey: 5 de Octubre de 1789. 243
CAPITULO IX . -El pueblo lleva el rey á París el 6 de Octubre de 1789 .. 263

LIBRO TERCERO

CAPITULO PRIMERO . - Acuerdo para relevar al rev (Octubre 89 ) .- Ve-


hemencia de la fraternidad (Octubre-Julio .. 280 .
CAPITULO II. -Resistencias . -El clero (Octubre-Noviembre 1789) . 287
CAPITULO III. - Resistencias.- Clero . - Parlamentos . Estados provin-
ciales . . 293
CAPITULO IV . - Resistencias . -Parlamentos . -Movimiento de las federa-
ciones. 303
CAPITULO V. -Resislencias . -La reina y Austria . ( Octubre - Febrero) . · 312
CAPITULO VI . - La reina y Austria . - La reina y Mirabeau . - El ejército
(Marzo-Mayo de 1790 ) . (CONTINUACIÓN) .. " 325
CAPITULO VII . - Lucha religiosa . -Pascuas . - La pasión de Luis XVI . • 339
CAPITULO VIII .--Lucha religiosa . -La contrarrevolución . (Mayo de 1790). 349
CAPITULO IX -Lucha religiosa . -La contrarrevolución vencida en el
Mediodía . (Junio de 1790). . 363
CAPITULO X. - Del nuevo principio . Organización espontánea de Fran-
cia. (Julio de 1789. - Julio de 1790).. 379
CAPITULO XI. - De la religión nueva . -Federaciones . (Julio de 1789-
1790).. 387
CAPITULO XII . -De la religión nueva.Federación general. ( 14 Julio de
1790).. 399

LIBRO CUARTO

CAPITULO PRIMERO . - Por qué la religión nueva no puede formularse.


-Obstáculos interiores . 410
CAPITULO II. - Obstáculos exteriores . - Dos clases de hipocresía : hipo-
cresías de autoridad . - El sacerdote.. • • 421
CAPITULO III. - Matanza de Nancy . (31 de Agosto de 1790).. 430
CAPITULO IV. --Los Jacobinos . . 444
CAPITULO V. - Lucha de principios en la Asamblea y con los Jacobinos . 459
CAPITULO VI. - Los cordeleros .. 479
CAPITULO VII . - Impotencia de la Asamblea . - Negativa de juramento.
(Noviembre del 90-Enero del 91 .. 496
Páginas

CAPITULO VIII .-El primer paso del Terror. 504


CAPITULO IX. -Primer paso del Terror . - Resistencia de Mirabeau. · 521
CAPITULO X. - Muerte de Mirabeau. 539
CAPITULO XI . - Intolerancia de los dos partidos . - Progreso de Robes-
pierre . • • • 549
CAPITULO XII . -Precedentes de la huída del rey. 561
CAPITULO XIII . - Huída del rey à Varennes.. · • 573
CAPITULO XIV.- El rey y la reina conducidos desde Varennes . (22-25 de
Junio de 1791). · 591
CAPITULO XV . -Indecisión , cambio de actitud de los principales actores
políticos . (Junio 91 ) . 601
CAPITULO XVI . -La sociedad en el 91. - El salón de Condorcet . 607
CAPITULO XVII .-(CONTINUACIÓN) .- Madama Roland .. . 617
CAPITULO XVIII .-El rey interrogado. -Primeros actos republicanos.
(26 de Junio , 14 de Julio del 91).. . 627
CAPITULO XIX .-La Asamblea declara inocente al rey . (15-16 de Julio
del 91). • 637
CAPITULO XX . - Matanza del Campo de Marte. (17 de Julio del 91 ). • 647
CAPITULO XXI . - Los Jacobinos abatidos y de nuevo realzados. (Julio
del 91 ). . 661
CAPITULO XXII .-La revisión . -Alianza frustrada entre la izquierda y la
derecha (Agosto del 91 ). . • 673
CAPITULO XXIII . - Curas y Jacobinos . -Venta de los bienes nacionales .
(Septiembre de 1791 ). 684
CAPITULO XXIV .-El primer entusiasmo por la guerra . - Apertura de
la Asamblea legislativa . (Octubre del 91 ) .. · 702
CAPITULO XXV . - Revolución de Avignon el 90 y 91.-Muerte de Les-
cuyer. ( 10 de Octubre del 91). • 727
CAPITULO XXVI . -Continuación . - Venganza de Lescuyer , asesinato en
la Glaciere . (16-17 de Octubre del 91 ). 743

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