Documentogaha
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Conferencia Mundial
de la Mujer. La Organización de las Naciones Unidas inició así
lo que terminaría
por ser la década internacional de la mujer.
Aunque hubiera divergencias y disidencias, sobre todo en
cuanto a estrategias y
procedimientos, quienes participamos en la Conferencia
estábamos unidos por la
convicción de que las injusticias que sufría la mujer eran
superables.
Nada impedía lograr que a trabajo igual se pagara igual
salario, lo efectuaran
hombres o mujeres. No era imposible conseguir que la
participación femenina en la
vida pública aumentara hasta balancear la masculina. Podían
vencerse los
obstáculos que evitaban que las mujeres ocuparan cargos
directivos. Era posible
reformar los órdenes jurídicos nacionales para terminar con el
sexismo y promover,
primero, la igualdad jurídica de hombres y mujeres y,
después, su igualdad social,
humana.
El proyecto, sin duda, era decididamente ambicioso. Se quería
cambiar la sociedad
y educarla en una nueva ética, en una nueva concepción de la
mujer.
La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su
pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de
salud pública y una violación de los derechos humanos de las
mujeres.
Las estimaciones mundiales publicadas por la OMS indican
que alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo
han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia
sexual por terceros en algún momento de su vida.
La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el
mundo, casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que
han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo
de violencia física y /o sexual por su pareja.
La violencia puede afectar negativamente la salud física,
mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos
entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH.
La violencia contra la mujer puede prevenirse. El sector
sanitario tiene una importante función que desempeñar para
proporcionar atención integral de salud a las mujeres que
sufren violencia, y como punto de entrada para derivarlas a
otros servicios de apoyo que puedan necesitar.
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como «todo acto de
violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico,
sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida
pública como en la privada». (1)
Más de una cuarta parte de las mujeres de entre 15 y 49 años que han tenido
una relación de pareja han sido objeto de violencia física y/o sexual de pareja
al menos una vez en su vida (desde los 15 años). Las estimaciones sobre la
prevalencia de la violencia de pareja sufrida a lo largo de la vida van del 20%
en la Región del Pacífico Occidental de la OMS, 22% en los países de ingresos
elevados y la Región de Europa de la OMS y 25% en la Región de las Américas
de la OMS, al 33% en la Región de África de la OMS, 31% en la Región del
Mediterráneo Oriental de la OMS y 33% en la Región de Asia Sudoriental de la
OMS.
A nivel mundial, hasta el 38% de los asesinatos de mujeres son cometidos por
su pareja. Además de la violencia de pareja, el 6% de las mujeres de todo el
mundo refieren haber sufrido agresiones sexuales por personas distintas de
su pareja, aunque los datos al respecto son más limitados. La violencia de
pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres
contra mujeres.
Cada letra de la palabra RESPECT corresponde (en inglés) a una de sus siete
estrategias: Fortalecimiento de las habilidades de relación (Relationship skills
strengthening); Empoderamiento de las mujeres (Empowerment of women);
Servicios garantizados (Services ensured); Reducción de la pobreza (Poverty
reduced); Creación de entornos propicios (escuelas, lugares de trabajo,
espacios públicos) (Enabling environments); Prevención del abuso infantil y
adolescente (Child and adolescente abuse prevented), y Cambio de actitudes,
creencias y normas (Transforme actitudes, beliefs and norms).
Para cada una de esas siete estrategias hay una serie de intervenciones en
entornos de recursos bajos y altos, cuya eficacia ha sido probada en mayor o
menor medida. Algunos ejemplos de intervenciones prometedoras son las
intervenciones de apoyo psicosocial y las intervenciones psicológicas para
supervivientes de violencia de pareja; programas combinados de
empoderamiento económico y social; transferencias de efectivo; trabajo con
parejas para mejorar las habilidades de comunicación y relación;
intervenciones de movilización comunitaria para cambiar normas de género
que fomentan la desigualdad; programas escolares que mejoren la seguridad
en las escuelas y reduzcan/eliminen los castigos severos e incluyan planes de
estudio en los que se cuestionen los estereotipos de género y se promuevan
relaciones basadas en la igualdad y el consentimiento, y educación
participativa en grupos de mujeres y hombres para que reflexionen de
manera crítica sobre las relaciones de género y de poder desiguales.