SocEdu 3
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INTRODUCCIÓN
Bienvenidxs! A partir del desarrollo del Eje N°3 nos proponemos indagar
los aportes de la nueva Sociología de la Educación y el Interaccionismo
Simbólico para analizar los modos particulares de producir subjetividades de la
escuela en el marco de los procesos de desigualdad social y cultural que
atraviesan nuestras sociedades contemporáneas, poniendo especial interés en
los procesos de legitimación social vinculados a los saberes escolares. Para
esto, analizaremos los aportes de dos autores fundamentales: Pierre Bourdieu y
Erving Goffman. Recorreremos algunas reflexiones del campo de la sociología
del curriculum para repensar nuestra experiencia como estudiante y los
posicionamientos docentes frente a los procesos de interacción de saberes que
tienen lugar cotidianamente en las aulas y las posibilidades de que esa reflexión
pueda promover prácticas educativas transformadoras. Comenzamos.
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masivamente en los miembros más jovenes de la sociedad esas maneras de
ver el mundo necesarias para reproducir y mantener el orden social. Elías nos
habla de la subjetividad capitalista como caracterizada por el autocontrol de los
impulsos, deseos y necesidades en pos de una acción social de tipo estratégica,
calculada, hecha de sujetos aparentemente “libres”. Esto requiere capacidad de
evaluación de costo/beneficio, acciones motivadas en objetivos, capacidad de
proyectar. Y los sistemas educativos nacionales van a ser organizados por el
Estado para producir estas subjetividades a través de una herramienta: el
curriculum. Al respecto al modo en que el curriculum escolar contribuyó a la
imposición de una identidad nacional en el proceso civilizatorio, Alejandro
Grimson dice lo siguiente:
“…Los Estados nacionales en todo el mundo son fenómenos bastante recientes. Hace 150 años no existían Italia o
Alemania. En América Latina hace poco menos de dos siglos, cuando se iniciaba el proceso de las independencias,
no había sentimientos nacionales. Los sentimientos e identidades nacionales fueron construidos socialmente en
procesos complejos que incluían la consolidación de instituciones, leyes, derechos y acceso a beneficios ciudadanos.
(…) Para comprender la constitución de la nación en Argentina se pude tomar el papel de la escuela como un ejemplo
condensador. Por un lado, allí se enseñaba una lengua común, una historia compartida y una concepción del
territorio; por otro lado, al generalizarse como pública y obligatoria, estableció un piso compartido para el conjunto
social. La escuela es un buen ejemplo para comprender las ambivalencias que se imponen a veces de manera
autoritaria. En muchas ocasiones, los docentes y alumnos de todo el país se han quejado de que los manuales
“nacionales” narraban el mundo como si terminase en la General Paz. En la medida en que esa visión porteña del
país prevalecía, lo nacional estaba muy relacionado con la desigualdad interior. Pero no sólo eso: muchas veces,
esos relatos escolares implicaban hablar de los indígenas como seres inferiores, y la historia era contada desde el
punto de vista de los propios ejecutores del genocidio de la llamada “Conquista del desierto” (…). Es decir, la escuela
contribuyó a conformar un conjunto de imágenes de la Argentina y sus vecinos. En esas imágenes, la población del
país aparecía como homogénea, un “crisol d razas”, una mezcla de grupos diferentes. En el imaginario social que se
construyó, esos grupos eran de origen europeo (…) Los indígenas o los hijos de indígenas y españoles no eran
incluidos en los modos de imaginar la población de una país que se creía europeo…”.
Fuente: GRIMSON, A. “Identidades nacionales e integraciones regionales”. Explora Ciencias Sociales. Ministerio de
Educación de la Nación.
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El abordaje del curriculum desde la Sociología de la Educación propio de
las corrientes contemporáneas críticas -como la que encarna Pierre Bourdieu,
Bernstein y otros autores- van a diferenciar el conocimiento socialmente
acumulado disponible en la sociedad en un momento dado, de aquel que forma
parte del programa escolar. El curriculum es un conjunto de saberes que la
escuela se propone transmitir y que es el resultado de un proceso de selección
(y por lo tanto de negación y apropiación) sobre el conocimiento disponible que
se legitima a través de la institución. En nuestras sociedades, el curriculum
escolar representa “la cultura legítima”. Lejos de ser “natural”, Bourdieu va a
considerar que en las sociedades divididas en clases, la acción pedagógica es
doblemente arbitraria tanto en su contenido (lo que se enseña) como en los
modos de inculcación (como se enseña). Que sea arbitrario implica dos cosas:
por un lado, como decíamos anteriormente, porque es una selección de todo el
conocimiento disponible en un momento dado; y por otro lado, porque el método
pedagógico-didáctico también es una selección entre otros posibles. Lo que se
enseña y cómo se enseña implica la imposición de la cultura del grupo dominante
y responde a sus intereses materiales y simbólicos.
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Pierre Bourdieu (1930-2002) es uno de los sociólogos de la educación que
más aportes ha realizado a este campo de conocimiento, promoviendo un
enfoque teórico que busca superar las tensiones entre objetivismo y
subjetivismo. Este autor le va a criticar al funcionalismo de autores como
Durkheim, que sus explicaciones dejan de lado los modos particulares en que
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los sujetos sociales participan en la construcción de las estructuras sociales. Al
mismo tiempo, va a enfrentarse con los enfoques subjetivistas -como el
interaccionismo simbólico- su énfasis en los modos en que los sujetos se
representan el mundo sin tener en cuenta las estructuras objetivas en las que su
acción tiene lugar. Por eso, este autor se va a centrar en las prácticas sociales
entendidas como un punto de encuentro entre la estructura social y la acción de
los sujetos. Va a proponer conceptos fundamentales como: campo, capitales y
habitus.
Un campo puede ser entenderse como una red de relaciones entre posiciones
sociales objetivas en las que los sujetos se sitúan. Así, por ejemplo, cuando
hablamos de “campo educativo” nos referimos a una red de relaciones concreta
dentro del espacio social general que vincula sujetos e instituciones de modos
muy concretos que son históricos, en roles particulares planteado por una serie
de reglas que le son propias. Es decir, que los campos tienen “cierta autonomía”,
ciertas “particularidades” pero están sujetos también al modo en que se
distribuye el poder dentro de una sociedad concreta. Podemos pensar al espacio
social como integrado por el campo: científico, educativo, político, artístico, etc.
Dentro de cada campo se producen luchas permanentes entre los agentes
(individuales o colectivos) que buscan transformarlo y otros quienes intentan
mantenerlo, entre quienes ocupan posiciones privilegiadas o subordinadas.
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Económico Por su parte un capital es una
Recursos que posesión socialmente valorada.
permiten Podemos pensar que las personas
acceder bienes poseemos diferentes tipos y formas
y servicios de capital y estas cuotas diferentes
intercambiables con los que contamos definen
nuestra posición – que puede ser
Social Vínculos, ventajosa o desventajosa, con un
relaciones, margen de acción más amplio o
Tipos restringido - en un determinado
afinidades que
de campo. En general, los capitales
permiten contar
capital valorados en un campo
con el favor de
otros. determinado -como puede ser el
educativo- siguen la tendencia
Cultural Habilidades y dominante del espacio social
disposiciones general. Así, por ejemplo, las
para producir y instituciones educativas suelen
apropiarse de fomentar y valorar ciertos tipos de
bienes capital cultural que se identifica con
simbólicos aquellos valorados por las clases
(saberes) dominantes.
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Decíamos en el punto anterior que para que un grupo social puede
perpetuarse necesita reproducir su posición social y la ideología que la sostiene.
Los actores sociales, desplegados en el espacio social y en campos específicos
como el educativo, van a desarrollar estrategias que les permitan lograr
conservar su posición y acrecentar los capitales que poseen. La educación
para Bourdieu es la principal estrategia a partir de la cual los grupos buscan
reproducir su capital cultural para transmitirlo de padres a hijxs. Recordemos
que este se define como los bienes simbólicos socialmente valorados que el
sujeto posee y que pueden tener distintas formas:
Incorporado
Saberes y aptitudes.
Institucionalizado
Formas del capital
cultural Títulos, credenciales, licencias,
habilitaciones.
Objetivado
Textos, herramientas, máquinas,
objetos.
Las familias que disponen de mayor capital económico suelen estar en mejores
condiciones para “comprar” el tiempo necesario para prolongar la educación de
sus hijxs. La escuela consagra este capital cultural en forma de títulos, diplomas
y distinciones (transforma el capital incorporado en capital institucionalizado) y la
institución escolar valida y legitima esa transmisión. Y aquí está el principal
punto de argumentación del autor para explicar los procesos de desigualdad
social que atraviesan los espacios escolares:
Cuanto más capital cultural del tipo que la institución educativa valora traemos menos
tiempo nos cuesta incorporar el nuevo. Las personas que cuentan con capital previamente
acumulado tienen menos tiempo y esfuerzo invertido y más posibilidades de obtener
recompensas escolares.
Vamos a revisar esta idea. Bourdieu plantea que el factor que inciden más
fuertemente no tienen que ver solo con las diferencias de capital económico sino
con las diferencias de capital cultura. Las instituciones escolares valoran ciertos
tipos de saberes legitimados socialmente a través del curriculum y las normas
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escolares, y que constituyen en su mayor parte el capital cultural de las clases
dominantes. No hablamos solo de saberes sino también formas de expresión,
usos del lenguaje, maneras de apreciar y valorar, estéticas, y otras formas de
capital cultural que integran el habitus y que la escuela valora y “espera” por
parte de lxs estudiantes. Un niño o niña de clases trabajadoras puede contar con
estos capitales culturales -como en la experiencia personal del mismo Bourdieu-
pero no suele ser lo más habitual. Con lo cual, al comenzar su trayectoria
educativa, cuenta con una desventaja y requerirá mucho más tiempo para
incorporarlo como habitus que un niño o niña de clases acomodadas que
generalmente ya lo tiene o -de no tenerlo- podría comprar el tiempo suficiente
para adquirirlo con capital económico.
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Para finalizar este recorrido por los autores de las sociologías críticas que
han contribuido a pensar en las culturas escolares, los procesos de subjetivación
y la desigualdad social, vamos a retomar algunas ideas de Erving Goffman autor
perteneciente a la corriente del interaccionismo simbólico. Nos ayuda a
comprender más ampliamente los procesos sociales de discriminación que
pueden tener lugar en las interacciones sociales que tienen lugar en el espacio
del aula y que contribuyen a profundizar la exclusión social. El texto de Karina
Kaplan titulado “La escuela puede”, en su capítulo 2, sintetiza algunas ideas que
están volcadas en la obra “Estigma, la identidad deteriorada” (1989) de Goffman
y que a continuación desarrollaremos brevemente.
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El autor observa que en las distintas sociedades siempre han existido
categorías y mecanismos para “etiquetar” a las personas en función de
características asignadas que luego aparecen como “naturales”. Llama entonces
“estigma” a cualquier atributo que deshonra o desacredita profundamente a
alguien. Algunos pueden estar asociados al origen social, a aspectos físicos o al
comportamiento o la personalidad. Es bastante común encontrar en las aulas y
en otros espacios sociales cotidianos estigmas vinculados al color moreno de la
piel o características que escapan a la blanquitud, personas cuyos cuerpos
presentan algún tipo de discapacidad o por el tamaño/forma del cuerpo,
orientación sexual no heterosexual o expresión de género que escapa al binario
mujer/varón, situación económica, personas neurodivergentes que escapan al
estándar definido por la “salud mental”, migrantes o personas que están o
estuvieron en alguna situación de ilegalidad, etc. En todos los casos, parecen
escapar al estereotipo que constituye la “normalidad” definida como blanca, con
un cuerpo “bello”, “sano” o “apto”, heterosexual, de clase media o alta, cuerdo,
nativo y buen ciudadano.
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estigmatizamos, atribuyendo el éxito o fracaso escolar a causas que
consideramos “naturales” como la capacidad, la inteligencia o el talento; cuando
en realidad las dificultades para sostener las trayectorias se relacionan con las
desigualdades sociales. ¿Puede la escuela “hacer lugar” a las diferencias,
cambiar las estrategias, para lograr mejores oportunidades? Kaplan reflexiona
en esa dirección:
“…A lo largo de nuestro pasaje por las instituciones sociales, configuramos una idea de nosotros mismos, una
autovalía social a partir de la interacción con los otros, quienes nos devuelven una imagen a través de la cual nos
autopercibimos. Por medio de los juicios (“Juan es un burro”,“Pedro es inteligente”), cada niño aprende a verse en
función de lo que dicen de él los demás. De este modo, conoce sus límites y también sus posibilidades. Así, se
entiende cómo los mismos alumnos son quienes dicen de sí mismos “no nací para el estudio”. En otras palabras,
entender cómo funciona el estigma nos permite ver la manera en que los alumnos construyen una idea de sí mismos
a partir de la relación con los otros, en contextos culturales concretos, en nuestro caso, la escuela. Esto es importante
porque el docente puede actuar sobre los vínculos entre los niños, evitando que los estigmas (por ejemplo el que
identifica el color de la piel con la pobreza) se reproduzcan en la escuela…”.
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BIBLIOGRAFÍA DE ESTE MÓDULO
BOURDIEU, Pierre. Capital cultural, escuela y espacio social. Siglo xxi, 1997.
Autora: Prof. Soledad Castro. Cómo citar este texto: Castro, Soledad. Sociología
de la Educación. Material de apoyo, Eje 3. Material de Cátedra. Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de Catamarca, 2021.
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