Antecedentes e Historia de La Antropologia Forense

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Antecedentes E Historia DE LA Antropología Forense

Derecho civil, Bienes (Universidad Tecnológica de La Paz)

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ANTECEDENTES E HISTORIA DE LA
ANTROPOLOGÍA FORENSE

1.1. Orígenes de la Antropología Forense.

El término “forense” procede de la palabra latina forum, que significa “foro”. El foro era el
lugar en donde se reunían los senadores o tribunos para discutir con las curias
(ciudadanos) aspectos políticos, económicos y sociales del imperio en la antigua Roma.
La palabra “forense” se asocia con la muerte debido a un evento ocurrido también en la
antigua Roma, en el año 44 a.C. Nos referimos al asesinato de Julio César. Durante el
análisis del cuerpo de Julio César, el médico presentó el cadáver ante el Senado y mostró
que de las 23 puñaladas sólo una había quitado la vida al césar, ésa había acertado en el
corazón. Gracias a este hecho histórico, todas aquellas disciplinas científicas que
colaboran en la impartición de justicia y que presentan resultados de peritajes o
investigaciones, llevan el término “forense” como una forma de apellido. Todas estas
disciplinas son conocidas como “ciencias forenses”.

De todas las disciplinas que hoy constituyen las ciencias forenses, la antropología es la de
más reciente integración. Las raíces de la antropología forense estadounidense (que es
una de las más desarrolladas en la actualidad) debe su origen a Thomas Dwight (1843-
1911), quien es considerado el padre de la antropología forense de Estados Unidos,
principalmente por sus aportaciones a la investigación en este campo.
H.H. Wilder (1846-1928) y Charles Dorsey (1869-1931) fueron otros pioneros de la
antropología forense. Dorsey llamó la atención del público hacia esta disciplina al testificar
en el juicio contra Adolph Luetgert en Chicago. Posteriormente, el desarrollo de la

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antropología forense se incrementó de manera sustancial gracias a las actividades de


Wilton Krogman (1903-1987), en especial a raíz de su artículo que el FBI Bulletin publicó
en 1939 y de su obra The Human Skeleton in Forensic Medicine, impresa en 1962. Otra
aportación importante fue la de T.D. Stewart, quien regularmente examinaba restos
humanos para el FBI y publicó diversos escritos sobre el tema. Por su parte, en 1962, J.L.
Ángel (1915-1986) comenzó sus estudios de antropología forense, campo al que
contribuyó sustancialmente hasta su muerte en 1986 (Ubelaker, 1997:106).
A mediados de la década de 1960, se propuso también intervenir en el lugar de los
hechos o del hallazgo con la finalidad de tener una mejor interpretación de la evidencia
osteológica, produciéndose algunos trabajos en este sentido. Pero no fue sino hasta el
año 1976, con la impartición de un curso de arqueología forense, cuando se estandariza
el trabajo de exhumación y registro en superficie de esqueletos y cuerpos en avanzado
estado de putrefacción.
En gran medida el crecimiento reciente de la antropología forense puede atribuirse a los
aspectos organizativos. Así, en 1972 se conformó la sección de la disciplina en la
Academia Americana de Ciencias Forenses (American Academy of Forensic Sciences),
compuesta inicialmente por 14 antropólogos físicos (Ubelaker, 1997:105). Esta asociación
se encargó de incrementar el interés existente por esta área y estimuló la investigación y
difusión de los casos estudiados. En 1977 se conformó la Junta Americana de
Antropología Forense (American Board of Forensic Anthropology), cuyas funciones
principales son la regulación de la práctica de la antropología forense (a través de una
certificación), el establecimiento de requisitos y la aplicación de exámenes para
certificarse en este campo (Luy, 1998:147- 148).
Los primeros casos en donde se dio a conocer la antropología forense y donde se
demostró su utilidad, así como la importancia de su desempeño en el ámbito legal, fueron
en las exhumaciones de los restos encontrados en las fosas comunes de la segunda
guerra mundial y de la guerra de Corea (Crespo, s.f.:3, en prensa).
En México, la antropología forense se practica de manera oficial desde hace
aproximadamente 30 años. Con anterioridad sólo se sabe de un caso en el que
participaron dos especialistas, uno de ellos antropólogo físico y el otro anatomista. Éstos
fueron el doctor Luis Vargas Guadarrama y el médico legista Mario Alva Rodríguez, cuya
investigación fue publicada en Criminalia, revista de criminalística que se publicaba en
aquellos años por la Academia Mexicana de Ciencias Penales (núms. 9-11 de septiembre-
octubre de 1973, bajo el título “Métodos de superposición radiológica craneal con fines de
investigación identificativa”; Romano [1999:1]).
En un trabajo titulado “La antropología física y la medicina forense”, José María Luján
menciona algunas investigaciones que se pueden considerar como antecedentes de la
antropología física forense en México.
Estudios de antropología criminal, es un trabajo realizado por Francisco Martínez Baca y
Manuel Vergara, en 1892 en la ciudad de Puebla. Por otra parte, en 1914 Francisco
Morán publicó Las arcadas dentales en relación con las tendencias criminales del
individuo. En 1939 Javier Romero Molina escribió “Breves notas acerca de la colección de
cráneos de delincuentes del Museo Nacional”, en la Revista Mexicana de Estudios
Antropológicos (t. 3:167- 176). Anselmo Marino Flores, por su parte, escribe en 1945 “La
criminología y una técnica de craneología constitucionalista”, en la Revista Mexicana de
Estudios Antropológicos (t. 7:1-3, 113-149; Romano, 2003: 185-186). Diez años después,
Felipe Montemayor publicó “Ensayo de antropología criminal en el reclusorio de Perote,

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Ver.”, en Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (1952, t. 6:35-58).


Anselmo Marino Flores publicó su investigación en 1964 junto con el doctor Carlos
Serrano Sánchez, la cual llevaba por título “Craneología y criminología”, en Anales del
Instituto Nacional de Antropología e Historia (1963, t. 16:123-146; Romano, 1999:2). Para
1982 se publica la investigación de Guadalupe Estrada Reyes bajo el título Cárcel de la
Ciudadde Querétaro, en la que aunque no aparecen sus nombres en la portada como
colaboradores sí intervinieron los antropólogos físicos Sergio López Alonso y Zaid
Lagunas Rodríguez, abordando los temas de craneometría y somatología (Romano,
2003:186). Un trabajo titulado “Estudios cromosómicos en una prisión mexicana”,
apareció en la Revista de Investigaciones Clínicas (22-251), cuyos autores son los
médicos C. Zavala, G. Mora y R. Lisker. Otro del año 1971, también publicado en la
Revista de Investigaciones Clínicas (23-301), se titula “Aberraciones gonosómicas en
reclusas, estudio en la cárcel de mujeres en la ciudad de México”, por los doctores C.
Zavala, A. Cobo, C. Núñez y R. Lisker, abordando la genética humana.
El enfoque que presentan los trabajos anteriores está más dirigido a la criminología; sin
embargo, Romano (1999 y 2003) señala que se pueden considerar como antecedentes
de la antropología física forense o por lo menos de la incursión de esta disciplina en el
ámbito legal.
Al doctor Moreno González se debe la atinada resolución de incluir la especialidad de la
antropología física, en su modalidad forense, dentro de la criminalística el 2 de enero de
1975, quedando descartado definitivamente el anticuado concepto de “técnica métrica”,
como fue considerada durante muchos años, incluyéndose así la antropología física,
dentro del vasto cuerpo de investigaciones de la Dirección General de Servicios Periciales
de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (pgjdf). El doctor Moreno
González solicitó asesoría del destacado antropólogo y filósofo, el doctor Felipe Pardinas,
quien sugirió se invitara al maestro Arturo Romano Pacheco para iniciar, formalmente, la
aplicación de la antropología física en los casos que lo ameritaran. Ese mismo día el
maestro Romano dictaminó sobre una cabeza humana y otros restos corporales
semiesqueletizados, quedando inconclusa la intervención porque de inmediato fue
identificada la víctima por las ropas y otras pertenencias asociadas directamente a los
restos humanos (Romano, 1999: 4-5).

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A finales de 1975, el doctor Moreno González, entonces director general de Servicios


Periciales de la PGJDF, organiza y encabeza una mesa redonda sobre “La identificación
de cadáveres mediante el método de superposición fotográfica cara-cráneo con fines
identificativos”; participando el propio doctor Moreno con el trabajo titulado “Aspectos
médico forenses y criminalísticos del método de superposición fotográfica cara-cráneo
con fines identificativos”. En segundo lugar quedó el doctor Mario Alva Rodríguez con su
ponencia “Aspectos anatómicos del método de superposición fotográfica cara-cráneo con
fines identificativos”. En tercero y último lugar estuvo el trabajo presentado por el maestro
Romano Pacheco, que llevó el título de “Aspectos antropológicos físicos del método de
superposición fotográfica cara-cráneo con fines identificativos”. Los tres trabajos
presentados se publicaron en Criminalia, publicación de la Academia Mexicana de
Ciencias Penales (año XL, núms. 5-12, 1974; Romano, 2003:190-191).
Asimismo, hace 26 años el doctor Rafael Moreno González hizo la invitación a Arturo
Romano Pacheco para formar parte del grupo de especialistas integrado a la Dirección
General de Servicios Periciales de la PGJDF, con esto se abría una etapa nueva al
especializarse un campo de la antropología física en los casos que lo ameritaran. En la
actualidad, como en el pasado reciente, el cráneo sigue siendo una pieza clave del
esqueleto humano para fines identificativos y una de las técnicas mayormente empleadas
es la de superposición radiográfica cara-cráneo (Romano, 1999:5).
En años más recientes (1993-1996), María Villanueva, Carlos Serrano, Jesús Luy y Karl F.
Link, investigadores de la UNAM y de la PGJDF, llevaron a cabo un estudio bajo el
auspicio de ambas instituciones. Su objetivo fue el desarrollo de un sistema de
elaboración de retrato hablado asistido por computadora, basado en las características
fenotípicas faciales de la población mexicana (Villanueva et al., 2003:339). Dicho sistema
ha sido probado durante los últimos años y a decir de algunos peritos que lo utilizan, los
resultados que se obtienen son muy certeros, lo cual acrecienta la importancia de esta
técnica.
Algo que se había descuidado en la investigación forense en México era el desarrollo y
aplicación de las técnicas de búsqueda, localización, detección, exhumación y registro de
restos esqueletizados y en fosas clandestinas (Talavera, Rojas, Crespo y Sánchez, 1999).
Gracias al apoyo de la Coordinación Nacional de Antropología y de su directora, Gloria
Artís, se obtuvo el financiamiento y los permisos para que la Sección de Arqueología y
Antropología Forense de la DAF junto con el doctor José Ortega, geólogo de la
subdirección de Servicios Académicos del INAH, aplicaran experimentalmente el radar de
penetración en los tres diplomados de antropología forense para mostrar a la comunidad
antropológica, forense y de procuración de justicia, las ventajas del uso de esta moderna
tecnología (Talavera, Rojas y Ortega, 2000).
En el año 2000 se abrió una línea de investigación en antropología forense en el
Laboratorio de Osteología de la licenciatura de Antropología Física de la ENAH. Se inició
la formación de una colección de esqueletos contemporáneos a partir de exhumaciones
en el cementerio de San Nicolás Tolentino; se realizó una tesis de licenciatura en
Antropología Física que ilustra la aplicación ordenada de técnicas de la arqueología
forense en un caso de violación de derechos humanos y se realizan labores de
divulgación científica entre la opinión pública en prensa, radio, televisión y en conferencias
sobre la utilidad de la arqueología y la antropología forense en la Cruzada Nacional en
Contra del Crimen (Rojas, 2002, comunicación personal), también se aplicaron diversas
técnicas para realizar una comparación morfológica entre una colección prehispánica, una
colonial y una contemporánea y otros estudios enfocados a las entesopatías, sexo y

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estimación de edad en individuos infantiles a partir de los esqueletos recuperados de


dicho cementerio.
Hoy en día, pareciera que el tema de la antropología forense se está poniendo de “moda”,
ya que a la fecha se han realizado diferentes trabajos de investigación enfocados al área
y en las instituciones de formación académica se abren líneas de estudio e investigación
en antropología. Como resultado de lo anterior, se pueden encontrar tesis de licenciatura,
maestría y doctorado.

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