El Malestar Psíquico y Subjetivo en Chile en Pandemia

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El malestar psíquico y subjetivo en Chile en contexto de Pandemia por Covid-19

Pandemia y Psicoanálisis

EL MALESTAR PSÍQUICO Y SUBJETIVO EN


CHILE EN CONTEXTO DE PANDEMIA POR
COVID-19.

Seminario de Investigación I

Nombre de profesor guía: Juan José Soca Guarnieri

Nombre de autor: Romina Calderón Donoso, 19.648.529-5

05-12-2021
I. RESUMEN

El siguiente artículo realiza una investigación de enfoque cualitativo y carácter


exploratorio sobre el nuevo malestar subjetivo en torno a la Pandemia por Covid-19
en Chile desde el psicoanálisis, a través de la revisión y reflexión de los discursos
que existen en torno a este nuevo malestar en medios de comunicación, organismos
del estado, organismos académicos, científicos y teóricos.

I. ABSTRACT

The following article carries out a qualitative and exploratory research on the new
subjective discomfort around the Covid-19 pandemic in Chile from the perspective of
psychoanalysis, through the review and reflection of the discourses that exist around
this new discomfort in the media, state agencies, academic, scientific and theoretical
organizations.

Palabras clave: Pandemia- Psicoanálisis- Malestar. Keywords: Pandemic-


Psychoanalysis- Malaise

I. Introducción: Pandemia y malestar

La pandemia de COVID-19 representa la amenaza sanitaria global más seria desde la


influenza española (H1N1) de 1918-1919 (Arteaga, 2020). Su inicio puede ubicarse en
diciembre de 2019, en Wuhan (Hubei, China), donde se alertó sobre la presencia de un
brote epidémico de una nueva enfermedad respiratoria grave (SARS, del inglés severe
acute respiratory síndrome), rápidamente se identificó el agente; un nuevo coronavirus,
inicialmente llamado nCoV-19. En enero de 2020, la OMS declaró la alerta sanitaria
internacional, ocupando los medios informativos y redes sociales (Rodríguez, 2020).

Esta situación ha tenido múltiples efectos a nivel psicológico, una de las consecuencias
más importantes de una pandemia es el surgimiento o aumento de trastornos y de
emociones negativas tales como ansiedad, miedo, inseguridad e incertidumbre (Jiménez,
2020) y es que en situaciones de crisis como guerras, desplazamientos forzados,
migración, desastres naturales, epidemias, entre otras, las consecuencias para la salud
física de las personas resultan claras, por lo que han sido objeto de atención por la
medicina desde su surgimiento como ciencia. Sin embargo, el estudio de sus
consecuencias en el plano psíquico se hace insuficiente (Arteaga, 2020).
La magnitud y permanencia en el tiempo de esta pandemia, nos hace convivir en una
especie de nueva normalidad. En este artículo se pretende hacer una revisión general
de Chile, describiendo las formas de expresión de malestar con una perspectiva
psicoanalítica en los procesos de subjetividad psíquica en contexto de pandemia por
Covid 19. Se hizo desde un enfoque cualitativo y de carácter exploratorio basado en
fuentes secundarias que se dividen en tres organismos; los del estado, académicos-
investigaciones y medios de prensa- comunicación. Chile no solo vive una crisis sanitaria,
sino que además vive una crisis política, donde la pandemia deja en evidencia realidades
que parecían estar escondidas en la aparente normalidad de antes.

II. Desarrollo teórico

II a) Malestar en la Cultura

Entre 1929 y 1930, Sigmund Freud escribió el texto “El Malestar en la Cultura”1,
contribuyendo desde el psicoanálisis a una visión más cultural que precedía escritos
como el “Porvenir de una ilusión”2 en 1927 y por “Psicología de las masas y análisis del
yo”3 En 1921, este texto es una obra de las más relevantes del autor en torno a
problemáticas propias de la psicología social, la sociología y la filosofía política.
(Vucínovich, 2011). El contexto en el que surge este escrito cobra relevancia ya que
eventualmente podría ser la base de reflexión para esta actualidad que nos está
interpelando. Como antecedentes del Malestar en la Cultura, tenemos la Primera guerra
mundial en 1914, la Pandemia de gripe española en 1918, el Antisemitismo, el ascenso
de los totalitarismos europeos, la gran depresión de 1929 y un malestar que para el
autor comenzaba a ser evidente.

Freud introduce un nuevo concepto dentro de lo que se conoce como una dimensión del
inconsciente del ser humano, de manera que va a dar una nueva noción de lo que es el
ser humano y la propia cultura, de cómo se relacionan ambos para conformar la propia
identidad del ser humano. Freud (1930) define la cultura como “la suma de operaciones
y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales y que

1
• FREUD S. (1930). El malestar en la cultura. En Obras Completas. Buenos Aires,
Amorrortu Editores. 1976. Tomo XXI. Cap. V, VI y VII.
2
FREUD, S. (1927) El porvenir de una ilusión. En Obras Completas. Bs. As.: Amorrortu
editores. Tomo XXI. 1976.
3
FREUD, S. (1921) Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas. Bs.
As.: Amorrortu editores. Tomo XVIII. 1976
sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de
los vínculos recíprocos entre los hombres” (p. 88). Implica irremediablemente como lo
ha planteado desde los comienzos, un distanciamiento de la naturaleza y un conflicto
entre los deseos del individuo y los requerimientos de la sociedad. El concepto central
que desarrolla es la existencia de un malestar que imputa a la cultura a consecuencia de
la limitación de las pulsiones que ésta exige, como condición estructural.

El malestar en la cultura aborda el insoslayable antagonismo existente entre las


exigencias pulsionales y las limitaciones impuestas por la cultura, que condicionan y
determinan el modo en que los sujetos nos relacionamos en el modo social y singular,
se plantea una contradicción fundante entre la cultura, como proyecto civilizatorio, y la
satisfacción pulsional.

El avance cultural por lo tanto supone restringir la expresión libre y la satisfacción de las
pulsiones sexuales y agresivas, para esto también hay que tener presente una teoría de
Freud, la economía del placer y es que el aparato psíquico busca la reducción de la
tensión, mantener las tensiones en el aparato psíquico en el mínimo como una tendencia.
Frente a esto vale la pena plantearse razones que nos permitan comprender porqué es
tan difícil alcanzar la dicha o la felicidad, Freud enumera una lista dentro de las cuales
vamos a destacar fundamentalmente tres dimensiones que operan como amenazas
permanentes de sufrimiento y que por lo tanto condicionan la dificultad de alcanzar la
felicidad que los sujetos buscarían, “por un lado el propio cuerpo, que condenado a la
ruina y disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de
alarma”(Freud, 1929) a propósito de una concepción bastante general del ciclo vital, del
proceso de envejecimiento y de la enfermedad.

Una segunda dimensión sería el mundo exterior con todo lo que tiene que ver con
desastres catastróficos y naturales, dice Freud (1929) “Que puede abatir sus furias sobre
nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras”, esta dimensión se hace
sumamente contingente en el análisis puesto que estamos siendo permanentemente
conmovidos por información respecto de las amenazas de los desastres en el contexto
de una crisis medioambiental y por último una tercera dimensión es la de los vínculos
con otros seres humanos; el amor, la familia, la sociedad, la política y el poder, la
convivencia e interacción social en todas sus facetas y niveles, es donde se encuentra
una de las principales fuentes de este malestar.
II b). Acumulación de Malestar

En estos tiempos de confinamiento que se han llamado por la población en general “de
Pandemia”, “Cuarentena” y/o “Covid”, el panorama se ha vuelto incierto, las personas
no hacen más que preguntarse sobre cuál será el contexto de los próximos días; una
incertidumbre que embriaga y hace efectos en la vida psíquica, aspecto que ha sido
además demostrado en estudios recientes, como el llevado a cabo por el Instituto de
Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañon en España y cuyos resultados
muestran que la pandemia ha tenido efectos adversos para la salud mental en las
personas previamente sanas, y en personas con trastorno de salud preexistentes
(ABC.es, 2020) Hay una intolerancia a la incertidumbre, una sobreestimación de las
amenazas y dificultades para el malestar que ocasiona en los sujetos esta pandemia, ya
que han experimentado cambios sustanciales en sus modos de vida y sus modos de
relacionarse con el otro, sin certezas a nivel político, social, económico o sanitario (del
Valle et al., 2020)

Al parecer hasta el momento, ninguno de los discursos sociales imperantes; a saber,


ciencia, política, economía y religión, han logrado calmar el desamparo que viven
muchos, quienes no dejan de preguntarse cómo llevar la vida, junto a las consecuencias
que se podrían vincular a esta experiencia. Para hacer un poco de historia, en el año
2011 apareció algo en las calles en Chile, desde abril a octubre, hay una progresión de
personas en las marchas, hay un movimiento donde se juntan distintas ideologías,
incluso contrarias y encabezadas por estudiantes universitarios y secundarios, un hito
que alteró la lógica del sistema educacional chileno; "educación gratuita y de calidad”
era la consigna que se podía leer en carteles de las distintas marchas masivas a lo largo
de todo el país. El movimiento cobró fuerza, y recordó lo sucedido en 2006 con la
denominada "Revolución Pingüina", donde los estudiantes también salieron a las calles
del país a favor del derecho de la educación, en respuesta a la privatización del
sistema educacional chileno impuesta por la dictadura militar de Augusto Pinochet. (Jara,
2021)4

1. 4
Jara, C. (2021) A 10 años del movimiento estudiantil de 2011: Especialistas U. de Chile

analizan sus repercusiones en la actualidad. Prensa Universidad de Chile.


En Chile, nuestra sociedad ha sido portadora y reproductora de un enorme malestar
subjetivo, mas bien vago y desestructurado en su forma, pero que en el fondo está
íntimamente relacionado con variables objetivas que se han desatendido (Mayol, 2011).
Por un lado la distribución del ingreso se considera la más injusta del subcontinente,
además han caído las visiones sobre las expectativas de futuro y se duplica la idea de
que los gobernantes hacen lo que hacen en su propio beneficio (Latinobarómetro, 2011).
Chile muestra un cuarto de siglo de malestar creciente sobre la política y la sociedad,
hay una profundización de las críticas al sistema político, se refuerza la fe en la
democracia en estos últimos años, especialmente en 2020 gracias a la pandemia. Esta
demanda por democracia va acompañada de una profunda crítica a la manera en cómo
funciona y cómo se desarrollan sus instituciones más importantes.
(Latinobarómetro,2020)

El 2019 se desarrolló en Chile una serie de manifestaciones sociales que fueron


denominadas por la opinión pública como “Estallido Social” o “Revuelta Popular”, un hito
que puso sobre la mesa las grandes desigualdades económicas en el país, además de
traer grandes consecuencias como fueron muertes, mutilaciones, personas
desaparecidas y un gran miedo a nivel social. En Perú, Colombia y países vecinos se
vivieron situaciones parecidas, en las que el descontento crece y las personas cansadas
del silencio salen a las calles buscando justicia. Por otro lado, también se hace mucho
más visible la violencia de género, la migración como fenómenos masivos, poniendo en
juego el problema de arraigo y desarraigo, además de la privación y la desigualdad como
la gran base que se va consolidando como una de las grandes plagas sociales a nivel
mundial.

Para entender el malestar desde la sociología, por ejemplo, se habla de que cuando hay
una estructura, cuando está normativizado y legalizado algo, es porque también hay
dominación (Mayol, 2020). En ese sentido el malestar no es la carencia de poder, sino
que es la energía que no está organizada, que se produce, pero que no se disipa cuando
el poder está en el proceso de estructuración, no adquiere forma estructural y esa
energía se vuelve disruptiva. Esto pasaría porque los procesos de interacción que buscan
organización no son perfectos, no todas las decisiones que la sociedad ha definido tomar,

https://www.uchile.cl/noticias/176399/especialistas-analizan-el-movimiento-
estudiantil-de-2011-y-sus-efectos
son, por ejemplo, financiables o porque no todos los problemas que se enfrentan son
realmente comprensibles con las matrices culturales existentes o porque no todas las
normas de un momento tienen relación con ese momento. Estos son algunos
desequilibrios corrientes, porque gran parte de los procesos de incorporación de la
energía caótica en la sociedad debiese encargarse las instituciones, canalizar esa
energía, pero si en el proceso que va desde lo amorfo del poder (Weber, 1993) a su
formalización e institucionalización se producen desequilibrios que implican que quede
energía sin procesar y controlar, esta se convertirá en una energía disruptiva. Esto se
trata de un desequilibrio normativo, en donde la relación entre el ámbito operacional de
la sociedad, la toma de decisiones, la burocracia, producción o circulación de bienes
materiales e inmateriales se pierde con sus fundamentos valorativos y normativos. Por
ejemplo, en el caso chileno las AFP (Administradoras del Fondo de Pensiones), se está
exigiendo una conducta normativa social a estas, dado que se considera es un gran robo
a todos los chilenos, pero al mismo tiempo esas energías arcaicas son la clave
operacional del sistema.

Los grandes procesos de alta legitimidad institucional y política lo que buscan es que la
energía de la sociedad pase por los canales institucionales y reducir así gran parte del
malestar (Mayol, 2020). El símbolo del estallido social de 2019 es muy preciso para
referir al malestar: “EVADE”, el hecho de pasar por un camino que no es el institucional.
Si lo pensamos entonces el concepto de malestar sería como la carencia, en donde hay
una deficiencia de estructura de capitales más la desposesión, es decir, la pérdida del
sentido más la sensación de injusticia (lo que no tengo y lo que perdí) más la ausencia
de bienes de salvación.

En realidad, lo que genera el malestar es un fallo radical en el proceso de reproducción


de la sociedad, debilitando los recursos relacionales, la construcción de sentido y
generando por ello un déficit de legitimidad ya que los ‘objetos’ del mundo no calzan con
un sistema normativo que los ampare. (Mayol, 2021)

II. C) La pregunta por las maneras en que se expresa el malestar en los


procesos de subjetividad en Chile en contexto de Pandemia por Covid-
19.

Para aproximarnos a esta pregunta debemos tener algunas nociones del concepto de
pandemia y sus efectos sobre los seres humanos. Para XX Roselli (2020) el concepto
general de pandemia se asocia a una enfermedad epidémica que tiene la capacidad de
atacar a un gran número de personas, animales y que potencialmente puede extenderse
a atacar varios países o regiones. Por su parte la Organización Mundial de la Salud (OMS)
ha buscado una definición más operativa frente a las experiencias que hemos tenido a
nivel global con la propagación del virus SARS‐ CoV‐ 2. La declaración de pandemia,
según esta organización, hace referencia a la propagación mundial de una nueva
enfermedad. Para que se declare el estado de pandemia se tienen que cumplir dos
criterios: que el brote epidémico afecte a más de un continente y que los casos de cada
país ya no sean importados sino provocados por transmisión comunitaria (Pulido,2020)

En una larga sucesión a lo largo de la historia, los brotes pandémicos han dañado
sociedades enteras, determinando resultados similares a las guerras. En el siglo xx la
humanidad fue atacada por tres pandemias de gripe, una de las más terribles fue la
surgida en 1918 denominada gripe española que afectó al 50 % de la población mundial
con una mortalidad total entre 40-50 millones de personas. Posteriormente sufrió las
pandemias de 1957-1958 y 1968-1969, denominadas gripe asiática y gripe de Hong
Kong, respectivamente, más benignas que la acontecida a inicio del siglo. La gripe rusa
ocurrida a finales del siglo xix, se ha vinculado con la gripe española. También en el siglo
xxi se registró en 2009-2010 nueva pandemia de gripe A (H1N1), subtipo de virus muy
similar al causante de la pandemia de 1918 (Castañeda,2020)

En Chile el virus llegó aproximadamente el 3 de marzo de 2020 y el 11 de marzo de


2020, ocho días después del primer caso diagnosticado en Chile, la OMS declaró la
pandemia a nivel mundial. El virus COVID-19 repercute negativamente sobre la salud
mental de la población en general, y en particular, sobre los grupos más vulnerables. La
incertidumbre asociada con esta enfermedad, más el efecto del distanciamiento social,
el aislamiento y la cuarentena, pueden agravar la salud mental de la población
(Rodriguez,2020) hay un incremento de las emociones negativas (ansiedad, depresión
e indignación) y una disminución de las emociones positivas (felicidad y satisfacción).
Esto genera un comportamiento errático entre las personas, esperable por la
incertidumbre que causa el desconocimiento de la velocidad y transmisibilidad del virus,
actualmente, sin un tratamiento definitivo (Huarcaya, 2020), representa una situación
incierta sin precedentes, por lo que el malestar derivado de ella es una reacción
comprensible (Freeston et al., 2020) que no debe ser patologizada, pero sí monitoreada
y construida para favorecer a una cierta seguridad.
De un instante para otro las cosas cambiaron, había dos cuestiones al comienzo de la
pandemia, una lo que sí se sabe del capitalismo, que se reproduce en la subjetividad y
que en él no hay guerras ni desastre porque este lo detesta, es decir, es una maquinaria
que desconectarla se vuelve muy difícil (Alemán, 2020) y de alguna manera
esperábamos que eso sucediera, que desconectara muchas lógicas del neoliberalismo y
que quedaran severamente afectadas, pero lo que la pandemia mostró es la fuerza
trabajadora, ya que fue ella quien logró sostener a la pandemia, como las enfermeras,
los educadores, etc. y donde el capitalismo una vez más demuestra lo difícil que es
destruir o desconectar estas lógicas. Aparecen formas de malestar, aparecen distintas
manifestaciones, pero lo mismo no se traduce en un proyecto político transformador,
son como signos del malestar que quedan huérfanos de su traducción política (Mayol,
2015). El neoliberalismo capta la subjetividad precisamente porque no tienen un orden
que proponer, el neoliberalismo ofrece ciertos tipos de satisfacción, así es como es un
mecanismo de dominación y también es un mecanismo de satisfacción, es esto mismo
lo que hace así de potente su existencia. Por un lado el neoliberalismo homogeniza todo
ya que todo es mercancía e intercambiable, pero por otro lado fragmenta al haber
separado al sujeto de su causa, al ya nadie saber que es una causa y estar solo, el sujeto
dispone de muchos menos puntos de anclaje, no puede mirar sobre su legado, no puede
abrirse a sus propias herencias simbólicas y vive en estados de supervivencia (Alemán,
2020) todo el mundo piensa en cómo sobrevivir ya que solo se está pensando en cómo
sobrevivir, el goce se vuelve pura pulsión de muerte.

Las revueltas no ponen en tela de juicio el sistema, aun cuando parece que si, no hay
un proyecto emancipatorio, se puede sentir como un malestar creciente haciendo un
mundo desordenado, pero al sistema le preocupa cuando algo toma una forma política
que atraviesa el proyecto político, ya que las cuestiones del malestar están previstas y
además es un juego perverso porque por un lado anuncian el malestar pero aparece el
sistema como el principio de orden (Alemán, 2020). La emancipación es un deber, si
retiramos la idea de justicia e igualdad y que siga insistiendo en un mundo de la injusticia
es bastante probable que aparezcan estos otros, una derecha que toma elementos de la
ultraderecha y se ve obligada a tomar estas consignas porque son las únicas que calan
en esos sectores y rechazan todo lo que sea vulnerable, aunque somos todos
vulnerables, hay una vulnerabilidad estructural así que los discursos que se ocupen de
tapar esta vulnerabilidad tienen un futuro incierto y egoísta, esa vulnerabilidad en vez
de asumirla cada sujeto como algo para hacerse cargo en sí mismo la deja proyectada
sobre otro.
Si hay algo que tiene la pandemia es entender que sin solidaridad, sin cierta igualdad no
es posible la sobrevivencia, los que esperaban que la pandemia los iba a volver más
amables, solo ven signos de supervivencia, inmediatez del dinero, el mercado sigue
funcionando y todo se reduce a cifras, incluso los fallecidos o las repercusiones de esta
situación. La tendencia antes de la pandemia era que el encuentro con un otro había
pasado a ser por las redes y el internet, como si hubiese una desconfianza en la vida
comunitaria, el conflicto es que las verdaderas transformaciones políticas parten en la
comunidad, siguen a la sociedad y luego llegan al estado (Alemán, 2020). Si ya antes
de la pandemia había depresión, además de las propias formas de tensión mundial,
ahora estamos ante enormes dificultades para hacer todos los proyectos simbólicos que
durante siglos animaron a los humanos, como por ejemplo; lo de transformar a sí mismo
al colectivo, la experiencia del lenguaje que es común y poética, la de volver la vida una
investigación de lo que es el amor, el sentir, etc. Todo este tipo de cuestiones han
quedado encapsuladas, pero no se vuelcan a la vida popular, no hay un pueblo que
elabore toda esta experiencia, no hay un pueblo que se sienta interpelado.

Hay que pensar en la articulación de estas cuestiones no es tanto discutir, sino la


capacidad del sujeto y el colectivo a expresarse también a los proyectos en donde se
vincula la opresión así como la emancipación. Si el fenómeno de la emancipación no toca
el capitalismo quedamos desordenados y replicando las lógicas. La mejor manera de
trabajar esa vulnerabilidad es asumirla, los proyectos emancipatorios deben desconfiar
en esos proyectos que no presenten obstáculos, ya que finalmente el proyecto de
sociedad común es esto, hay que pensar en la posibilidad de transformación en cada
uno de los sujetos. El pueblo es lo que en la sociedad siempre está por venir, lo que le
falta a la sociedad (Alemán, 2020)

Para Freud (1929) en el malestar de la cultura, hay tres elementos que nos llevan al
sufrimiento; primero la caducidad de nuestro propio cuerpo, luego la supremacía de la
naturaleza, implacable, destructora y en donde podemos encontrar al virus. Por último
habla de la dimensión de los otros, estos vínculos con los seres humanos y en esta
misma línea nos presenta técnicas y métodos de evitación del displacer, como la
intoxicación, imaginación, ilusión, distracciones, el amor, el aislamiento voluntario, la
moderación de la pulsión y el delirio colectivo, ayudándonos a comprender fenómenos
que nos interpelan hoy.
La palabra y sus significados varían de cultura en cultura, de época en época. Esto
atestigua la falla estructural del significante, su apertura a cadenas de significación
(Lacan, 1966). La lengua es atravesada por diferentes variables, entre ella tenemos lo
social, lo político, lo ideológico, lo cultural, lo económico, etc. En suma, no existe eso
que puede ser una especie de pureza en las palabras, ya que son campos de batalla
siempre por definir, impenetrables e inalcanzables, que en la medida en que creemos
atraparlas ya han escapado. Toda síntesis de significado es por tanto la cristalización
imaginaria y transitoria de una lucha política por el sentido. (Barria,2021)

El psicoanálisis se diferencia de la ciencia en la medida en que la ciencia busca estudiar


lo real en lo universal, un real para todos, mientras el psicoanálisis busca interrogar lo
real del sujeto no por el lado de las leyes físicas, sino por la realidad que constituye su
subjetividad. ¿Y a qué subjetividad se refiere el psicoanálisis? A aquella dada a partir de
las diferentes inscripciones psíquicas que se producen a lo largo de la vida del individuo.

Freud (1986) en una carta a su colega Fliess (Carta 52) le comenta que todo hecho
vivido y percibido por un sujeto va dejando huella y a su vez construyendo el psiquismo
de una manera particular, es así como crea una serie de conceptos y esquemas a fin de
explicar la consistencia del aparato psíquico y la forma de funcionar de los sujetos,
aunque sin sistematizar directamente la cuestión de la subjetividad de acuerdo con cómo
se producen las inscripciones (inconscientes, preconscientes y conscientes) y luego
hablaría de la tópica del Ello, Yo y Superyó; “las explicaciones de Freud presentaban al
inconsciente como una cualidad de lo psíquico y/o una instancia de la psique contenedora
de un reservorio de energía y de huellas de memoria que había que explorar a través de
manifestaciones subjetivas como los sueños, los actos fallidos, los lapsus linguae, los
chistes” (Ruiz, 2009, p.40). Lacan más tarde pondría el acento en formulaciones más
directamente relacionadas con el sujeto, a partir de una relectura de Freud, articulará la
cuestión de la subjetivación con la adquisición del lenguaje y la inserción en un orden
cultural, en el papel de los significantes como elementos claves y portadores de lo
inconsciente, aludiendo a lo simbólico en la aseveración “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje” (Ruiz,2009), luego postularía el registro del real y el
impacto del goce, Lacan en 1973 enfatizará que el inconsciente no consiste en que el
ser piense, sino en que, hablando; goce, sin importarle saber nada más de eso. Esto
llevaría la cuestión del inconsciente al campo del encuentro entre sujetos, inmersos en
lo cultural y en él no sabe (Seminario 21). De este modo ¿Cómo se presenta esta
subjetividad en estos tiempos de confinamiento por cuarentena? ¿Es igual para todos en
Chile? ¿Es posible hablar de una subjetividad colectiva?

Lo que puede ser más o menos común es que el ser humano se encuentra ante una
pérdida de referentes e ideales que se han afectado, los cuales no son los mismos en
todos; y que pueden profundizar una sensación de desamparo e inseguridad, sobre todo
después de haber vivido momentos tan duros luego del estallido social en el 2019 como
señalé más arriba. Ante esto, se me hace imprescindible indagar de qué manera se
manifiesta de forma singular y colectiva el malestar psíquico.

Siguiendo la línea psicoanalítica, si vemos la relación entre Jaques Lacan y Heidegger en


primer lugar hay una crítica al sujeto cartesiano, es decir, el intento de dejar vacío ese
lugar, de fundamentar ese lugar que en nuestra ensoñación le habíamos atribuido a ese
actor permanente del supuesto saber. Si no podemos abrirnos a este actor permanente,
si ese lugar está vacío, ¿qué es subjetivar una experiencia desde el psicoanálisis?, la
realidad no es una totalidad para los sujetos, está fracturada, es una ontología perforada
en sus fundamentos y que está construida entre lo real y lo imaginario.

Lacan presenta el concepto de sujeto en tanto la idea de algo que está sujetado,
atrapado a una serie de circunstancias, hay una sujeción de orden simbólico. En un
primer momento lo ancla al concepto significante, un sujeto es lo que representa a un
significante frente a otro significante. Lo que también muestra que no toda persona que
está caminando por el mundo pueda tener acceso a esta cadena de significantes.

El sujeto sostenido es en tanto se está proyectando en las posibilidades de ser en la


producción de cadena de significantes, donde todo el tiempo que estamos en el mundo
no siempre estamos siendo en el mundo. El sujeto queda totalmente atrapado a esta
cadena, el significante no son las palabras, es la unidad de diferencia, en las
representaciones, el inconsciente, en el fantasma. De esta manera el Fantasma que no
es más que un velo con el cual el sujeto se defiende frente a la castración, es decir, el
modo en que el sujeto se defiende de la castración del Otro, de ese “¿Qué quiere el
otro?” que lo interpela (Daneri, 2015). Esto podría impulsar en cada uno manifestaciones
distintas, tales como, frustración, enojo, parálisis, angustia, indignación y hasta el riesgo
de asumir actos que pueden conllevar el contagio del virus.

Dentro de la preocupación ante la incertidumbre que causa la pandemia cada uno tiene
que amoldarse, adoptando la posición de sujeto ante un adversario mudo, pero real,
inanimado, un virus. El virus no podría agruparse en algún posible manual de psiquiatría
o un DSM-V, es un revelador de cómo los sujetos quedan expuestos ante quizás
cuestiones que estaban intrínsecas, escondidas en la cotidianidad, en lo habitual, se
cambia el panorama. El virus no habla, pero hace hablar, aquí vemos a los que sufren
por las limitaciones, a los que pierden empleo, a los que son empujados a realizar tareas
que no querían, a los que ven desafiada su estabilidad, a los esperanzados que ven en
el ser positivo un “lograremos salir de esto, de esta pesadilla”. En las actuales
condiciones que genera la combinación de pandemia y pérdida económica mundial,
estamos amenazados no solamente por el virus, sino por la incertidumbre e inseguridad
laboral y económica. Enfrentar esta difícil situación requiere de un esfuerzo cotidiano y
de la conservación de un equilibrio emocional que permita afrontar algo así y hay quienes
carecen de esa fuerza y equilibrio cayendo en diversas situaciones de afectación
psíquica. (Campuzano, 2021)

Para el psicoanálisis se impone la tarea de reflexionar sobre las modificaciones que sufre
a nivel psíquico los sujetos ante esta nueva normalidad, el tiempo que se desinstala en
la pandemia es el tiempo del hábito, de lo habitual, justamente ahí hay un quiebre y
tiene efectos subjetivos que son distintos, para algunos puede ser un alivio porque abre
la posibilidad de este corte en el tiempo, en el espacio cotidiano, pero para otros tiene
un efecto distinto, no de instalar un espacio sino más bien un vacío, además muchas
veces no hay con quien sostener ese vacío porque se rompen los hábitos pero también
las redes y es importante de pensarlo.

Se han puesto en juego nuestras certezas e inseguridades ante una amenaza que no se
ve pero existe, es real. La angustia parece ser el ciclo de nuestro tiempo y se presenta
de distintos modos, como la depresión por ejemplo en lo más común, incluso como una
epidemia normal de la modernidad, la angustia sería como una depresión tensa, la
angustia se apodera del cuerpo y se pone dentro de los estándares normales ante la
actualidad.
La pandemia invita no solo a ver a una amenaza allá afuera, sino que también a reducir
las posibilidades del contacto, la pandemia lleva al confinamiento y por lo tanto del
cuerpo y nos queda solo la palabra, pero una palabra que le falta al otro, es un encuentro
con uno mismo pero con una sola voz, sin devoluciones y que solo se sustenta en que a
todos nos afecta y no sabemos si eso alivia o desespera. En Chile las condiciones
socioeconómicas no están dadas a todos por igual, por lo tanto, la violencia sube, el
hambre, el sentirse afectado por algo más grande, la marginalidad, el rechazo, exclusión
social y nuevas formas de violencia que están afectando las relaciones de los individuos
y su estabilidad emocional.
La vida nos cambió y sobre los efectos a veces tratamos de buscar explicaciones ante
eso que emergió como algo invisible pero que para algunos exige respuestas inmediatas,
básicamente para aplacar la angustia que puede ocasionar. La angustia la podemos
pensar desde Lacan como un momento que desaparecen las respuestas, esos mitos que
cada uno ha construido para intentar significar algo de la existencia, algo que nos funda
como sujetos del lenguaje, de la palabra y de la singularidad.
La angustia para el psicoanálisis tiene un lado positivo, tiene mucha dificultad, pero
también mucho movimiento, Lacan dijo que es la brújula del deseo, es decir que nos
orientamos a través de la angustia, Kierkegaard decía que “la angustia es el vértigo de
la libertad” (Rojas, 2016), refiriéndonos a una angustia mucho más filosófica y
existencial, esta posibilidad de elegir produce un mareo y a la vez nos lleva a posibilidad
de hacer un acto y a una cuestión en el orden del deseo. Lacan (2006) decía que un
sujeto no era lo mismo antes ni después de pasar por la angustia, tenemos que pensar
en la hipótesis que la neurosis es un modo de defensa no solo contra la castración, sino
que también el deseo, el borde del precipicio si bien es un lugar de angustia, también es
un lugar del deseo. La angustia no es la duda, es la causa de la duda, es decir la duda
está destinada a combatir la angustia porque el acto angustia. La angustia, dice Lacan,
es una señal en el yo para el sujeto de una inminencia de quedar en estado de
desamparo, a merced del otro y genera un estado de expectativa. La angustia es por
una parte expectativa del trauma y por la otra una repetición amenguada de él (Bellón,
2016)
En esta cultura en la que los procesos de cuerpo-sujeto se construye en la precariedad
individual y colectiva llega la pandemia que pone en evidencia y refuerza estas
circunstancias, la mascarilla que nos sirve para evitar el contagio nos lleva también a no
reconocernos y a tomar distancia con el otro, en una especie de metáfora de las
relaciones sociales en esta cultura de la precariedad y la incertidumbre
(Carpintero,2021), en la necesidad de cuidarnos, nos descuidamos de socializar y de
humanizarnos.

III. Conclusiones:
Lo que viene luego de las elecciones y la Pandemia, un nuevo malestar.

En estos momentos de una nueva realidad, las preguntas que pueden presentarse o
manifestarse podrían ser ¿Cómo volver a la vida conocida ante la amenaza de
contagiarse? ¿Cuándo terminará esto? ¿Podré retomar mi vida donde la dejé? ¿Qué hago
en esta relativa normalidad? ¿Qué es la normalidad? ¿A qué queremos volver?
¿Queremos volver a lo mismo que estábamos antes? La subjetividad ante estas
preguntas es singular, de entrada la “Relativa normalidad” que nos están presentando
ha sido siempre relativa y sabemos que es así, porque desde el fantasma de cada uno,
el significante “Relativo” y “Normalidad” toma significaciones diferentes que no son
puramente imaginativos, sino que está construido discursivamente para cada sujeto; y
por eso, podemos encontrarnos quienes sientes que no podrán hacer nada y viven en
una mantenida incertidumbre, en la imposibilidad de respuesta y desamparo.

El covid-19 ha hecho presente nuestra fragilidad ante temas como la muerte, es como
un sentir miedo al contacto con los demás o temor en el simple acto de salir de casa, la
posibilidad de afectar a un otro, pero también a la situación actual, a diario vemos
noticias, fallecimientos, los medios de comunicación nos bombardean con este virus que
afecta a todos universalmente, aunque de manera distinta a cada uno, pero por sobre
todo nuestro vivir psíquico.

El trauma sociopolítico en Chile ya estaba antes de la Pandemia, la actual constitución


chilena vigente desde 1980 fue forjada en medio de una dictadura sangrienta, la
supuesta paz social lograda no es sino el acallamiento de los antagonismos sociales
reprimidos militarmente (Barria, 2021) es decir, todo lo que ha ido pasando ha sido
gracias a una violencia estatal que permanece sin reconocimiento y no es devuelta en el
orden que la produjo, “la complejidad del impacto de dicha violencia constituye un
trauma colectivo (im)posible de nombrar, elaborar y transmitir a la siguientes
generaciones” (Barria, 2021, s/p), esto sería necesario para que la propia historia de
Chile no quede atrapada sin la palabra, sin ese otro. La pandemia aún permanece,
latente al igual que sus restricciones, pareciera que hubiese una especie de ganas de
vivir en la satisfacción pulsional de la inmediatez, la virtualidad, el cuerpo que aparece
y desaparece, a ratos fragmentado, dividido e incluso multiplicado, lo que nos termina
tensionando estructuralmente, desorganizando, perdiendo lo que nos ha animado por
siglos; a transformarse y evolucionar, conociendo las verdades de la vida. Por otro lado
las luchas sociales cesaron y pareciera que la triste verdad de que la presunta
“normalidad” está montada sobre un aparato, que sofoca desmedidamente nuestras
potencialidades y produce una subjetividad que mal-está, por estar sujeta a las tenazas
de ideales trascendentes (el progreso, la felicidad, el goce), es así como nos desvía de
nosotros mismos y nos vinculan mal con el otro por ocultar; un ideal de la fragilidad, el
dolor, el duelo, la tristeza y demás dimensiones constitutivas de la vida.
Freud (1992), defensor del progreso cultural, no deja sin embargo de decir que este
avanza al costo de invisibilizar un lado negativo de destrucción que por ser sofocado no
desaparece, sino que reaparece según la lógica más despiadada del síntoma, la cual nos
amenaza progresar al costo de nuestra destrucción, a ser felices al costo de nuestra
infelicidad, a gozar al costo de nuestro sufrimiento (Tolini, 2021), fieles a las lógicas
capitalistas de hoy.
Con una convención constitucional en marcha, el estado de excepción decretado en
varias partes del país debido en parte al conflicto mapuche y el recuerdo aún fresco de
las manifestaciones masivas de 2019, Chile elegirá un nuevo presidente para transitar
este difícil camino en una época de cambios. La primera vuelta tuvo lugar el 21 de
noviembre, y habrá una segunda vuelta el 19 de diciembre de 2021, lo curioso es que
aún después de la “Revuelta Popular” o “Estallido social”, la pandemia, el malestar y
todos los efectos psíquicos dejaron una situación paradojal; la mitad de los chilenos no
quiso votar y los resultados son decepcionantes para quienes aún buscan la unidad y la
seguridad de un mundo más amable o mejor, ya que para la segunda vuelta se
enfrentará un candidato de ultraderecha con uno de izquierda, totalmente contrarios en
muchas de sus propuestas y plan de gobierno, dejando en evidencia la polarización del
mundo actual, donde algunos prefieren el dinero y otros la justicia social, como si esto
en el día de hoy no pudiese ir amablemente de la mano o fueran excluyentes entre sí.
Jose Antonio Kast es un candidato que hasta ayer era presidente del partido republicano,
que apoya de manera abierta a la dictadura militar, que dentro de su plan de gobierno
busca derogar lo poco que se ha avanzado en normas a favor de la autonomía de las
mujeres y sus cuerpos, habla de salvarnos de un supuesto “terrorismo”, de la
delincuencia, ocupando el terror para que acudamos a él aun cuando no lo sentíamos,
dejando claro que la realidad si no lo elegimos será terrible, precaria, haciéndonos creer
que el enemigo esta entre nosotros, ocupando esto para desviar la atención y que sean
ellos quienes utilicen las leyes para un beneficio propio y no el de toda la población,
perpetuando las relaciones utilitarias y poco reales desde la cabeza del sistema, un
candidato que pretende vender la flora y fauna, dejando casi todo como mercancía,
dinero, reemplazable. ¿Qué sucede en Chile? ¿Qué nos falta?, ¿Esto nos vuelve más
humanos o nos está desestructurando al punto de perdernos en lógicas ambiguas,
violentas y que no se sostienen? ¿Será que el mundo actual desmotiva a socializar de
nuevo? ¿Le pediremos a la tecnología que sea quién nos interpele cuando ya nos
desdibujemos en ella?
Por otro lado, encontramos a un Boric que se ha contradicho, que perdió popularidad
luego de algunos debates, pero que busca repuntar ante el terrible panorama humano
que se puede venir y a pesar de que para muchos no es su candidato, no se puede dejar
Jose Antonio Kast ya que entonces se trata de diferencias éticas y morales, en donde su
discurso de odio traería un malestar profundo para muchos y deshumanización para
otros. Algunos piensan que quién sea no favorecerá a un Chile mejor, puesto que
estamos pasando por un periodo de cambios que van más rápido que la toma de
consciencia, donde la sobreexplotación y sobre estimulación nos está dejando ciegos,
dormidos, pero creyendo ingenuamente que despertamos.

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