La Perla de Gran Precio

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LA PERLA DE GRAN PRECIO

La portada. ¿Por qué se le llama la


“Perla de Gran Precio”?
“…un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla
preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró” (Mateo 13:45–46).
En 1851, había más de 32.000 miembros de la Iglesia en Inglaterra. El élder
Franklin D. Richards, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles que presidía
la misión y la Iglesia allí, publicó una compilación de varias revelaciones y textos
de Escritura que había recibido el profeta José Smith y la llamó la Perla de Gran
Precio. Él dijo que sería una “fuente de gran instrucción y edificación para
muchos miles de santos, los que, al obtener conocimiento de su valioso
contenido, estarían más abundantemente preparados para exponer los principios
de nuestra santa fe ante todos los hombres y defenderlos” (Millennial Star, 15 de
julio de 1851, pág. 217).
El 10 de octubre de 1880, por resolución de la Primera Presidencia y de la
conferencia general, la Perla de Gran Precio pasó a ser un libro canónico de la
Iglesia. “De acuerdo con las necesidades de la Iglesia, se han hecho varias
revisiones del contenido. En 1878 se agregaron partes del Libro de Moisés que
no se hallaban en la primera edición. En 1902 se omitieron ciertas partes de la
Perla de Gran Precio en las que se repetían escritos que se habían publicado
también en Doctrina y Convenios… [En 1976] se añadieron dos revelaciones. En
1979 se quitaron esas dos revelaciones de la Perla de Gran Precio y se incluyeron
en Doctrina y Convenios, donde actualmente aparecen como las secciones 137 y
138” (Introducción a la Perla de Gran Precio). Su contenido actual incluye
selecciones del Libro de Moisés, el Libro de Abraham (con tres facsímiles), José
Smith—Mateo, José Smith—Historia y los Artículos de Fe.

Moisés 1:1-11
DIOS SE REVELA A MOISÉS
Moisés 1:1. “Moisés fue arrebatado a una montaña extremadamente alta”.
La visión que se registra en Moisés 1 tuvo lugar después de que Jehová habló a Moisés
desde la zarza que ardía pero antes de que éste sacara a los hijos de Israel de Egipto y
cruzaran el Mar Rojo (véase Moisés 1:17, 25–26).

Moisés 1:2, 9–11. ¿Cómo pudo soportar Moisés la presencia de Dios?


Moisés pudo soportar la presencia de Dios porque “la gloria de Dios cubrió a Moisés”
(Moisés 1:2); fue transfigurado (véase el versículo 11; véase también D. y C. 67:10–12). El
élder Bruce R. McConkie, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:

“La transfiguración es un cambio especial que experimenta la apariencia y la naturaleza de


una persona o cosa por medio del poder de Dios. Esa transformación divina eleva a la
persona desde un estado más bajo a uno más alto y da como resultado una condición más
exaltada, admirable y gloriosa…
“Por medio del poder del Espíritu Santo, muchos profetas han sido transfigurados para
poder estar en la presencia de Dios y presenciar visiones de la eternidad” (Mormon
Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 803).
Moisés 1:3–8. ¿Quién habló a Moisés?
El personaje que le habló a Moisés fue el Jesucristo premortal, que es Jehová, el Dios del
Antiguo Testamento. Al ser uno con el Padre Celestial, Jesús en ocasiones habla como si Él
fuera Dios el Padre (véase Moisés 1:6). Eso se conoce como investidura divina, por medio
de la cual Cristo está investido con autoridad para hablar por el Padre y en Su nombre
(véase también D. y C. 29:1, 42, 46).

El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Toda revelación desde la Caída ha venido
por medio de Jesucristo, quien es el Jehová del Antiguo Testamento… Él es el Dios de
Israel, el Santo de Israel, el que sacó a aquella nación de su cautiverio en Egipto y el que
dio y cumplió la Ley de Moisés. El Padre nunca trató directa o personalmente con el
hombre después de la Caída, y nunca se ha mostrado a no ser para presentar y dar
testimonio del Hijo” (Doctrina de Salvación, comp. Bruce R. McConkie, 3 tomos, tomo I,
pág. 25).
Para ejemplos adicionales del Padre dando testimonio de Su Hijo, véase Mateo 3:16–17;
17:5; Juan 12:28; 3 Nefi 11:6–7; José Smith—Historia 1:17.

Moisés 1:4–6. Moisés es un hijo de Dios.


©1992 Robert T. Barrett
Todas las personas de la tierra son hijos espirituales de Dios, nuestro Padre Celestial. En un
discurso que la Primera Presidencia escribió en 1909, titulado el “Origen del hombre”, dijo:
“El hombre es hijo de Dios, formado a la imagen divina e investido de atributos divinos, y
así como un hijo de madre y padre terrenales puede llegar a ser un hombre a su debido
tiempo, así la progenie aún sin desarrollar y que viene de padres celestiales puede, mediante
el aprendizaje a través de las épocas y de los siglos, evolucionar hasta llegar a ser un Dios”
(véase Mi reino se extenderá, pág. 78; véase también Hechos 17:27–28; Hebreos 12:9;
Marion G. Romney, Learning for the Eternities, George J. Romney, comp. 1977, págs. 31–
32).
Moisés 1:6. “Aparte de mí no hay Dios”.
La frase “aparte de mí no hay Dios” no debe interpretarse como que el género humano no
tiene el potencial eterno de llegar a ser como Dios. En un discurso que la Primera
Presidencia dio en 1912 acerca de Moisés 1:6, ofreció un contexto histórico con el fin de
ayudarnos a comprender esa frase:

“Moisés se crió en un ambiente idólatra, ya que entre los egipcios había gran número de
dioses. Al comenzar la obra que el Señor dijo a Moisés que tenía para él, era necesario que
éste concentrara sus pensamientos y su fe en Dios el Padre Eterno como el único Ser al cual
adorar…

“…El solo objeto de adoración, Dios el Padre Eterno, ocupa un lugar supremo y único, y es
sólo en el nombre del Unigénito que, para ese propósito, nos acercamos a Él, como Cristo
siempre enseñó” (“Only One God to Worship”, Improvement Era, abril de 1912, págs.
484–485).
El élder Boyd K. Packer, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “El Padre
sí es el único Dios verdadero. Por cierto que nadie le superará, ni nadie ocupará Su lugar.
Tampoco nada cambiará la relación que nosotros, Su progenie literal, tenemos con Él. Él es
Elohim, el Padre. Él es Dios. Sólo hay Uno como Él. Reverenciamos y adoramos a nuestro
Padre y nuestro Dios” (véase “El modelo de nuestro Progenitor”, Liahona, enero de 1985,
pág. 56).
Moisés 1:6. “Para mí todas las cosas están presentes”.
Pasado

Lo que sabe Dios

Futuro

Presente

Lo que puede saber el hombre

El élder Neal A. Maxwell, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Dios no
vive en la dimensión del tiempo como nosotros; no sólo nos obstaculiza (tanto física como
intelectualmente) nuestro estado finito sino también el encontrarnos en la dimensión del
tiempo. Por otra parte, dado que ‘todas las cosas están presentes’ para Dios, Él no
solamente predice basándose únicamente en el pasado. En una forma que no está clara para
nosotros, Él ve el futuro en lugar de preverlo, ya que todas las cosas a la vez están presentes
delante de Él” (Things As They Really Are, 1978, pág. 29; véase también Alma 40:8; D. y
C.130:4–7).
Acerca del conocimiento de Dios de todas las cosas, el profeta José Smith enseñó: “Sin el
conocimiento de todas las cosas, Dios no podría salvar a ninguna de Sus criaturas; ya que
en virtud de ese conocimiento de todas las cosas que Él tiene, desde el principio hasta el
fin, puede brindar ese conocimiento a Sus hijos, lo cual permite a éstos ser partícipes de la
vida eterna. Si no fuese por el concepto que tienen los hombres de que Dios es poseedor de
un conocimiento pleno, ellos no podrían ejercer fe en Él” (Lectures on Faith, 1985, págs.
51–52; véase también D. y C. 88:41; 93:8–36).
El conocimiento previo de Dios sobre todas las cosas no obstaculiza ni limita nuestra
libertad para escoger el bien o el mal. El élder James E. Talmage, que fue miembro del
Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Muchas personas han llegado a creer que esta
precognición de Dios es una predestinación por medio de la cual quedan señaladas las
almas para gloria o condenación aun antes de su nacimiento en la carne, y sin consideración
al mérito o indignidad del individuo. Esta doctrina herética trata de despojar a Dios de Su
misericordia, justicia y amor; presentaría a Dios como un ser caprichoso y egoísta,
dirigiendo y creando todas las cosas únicamente para Su propia gloria, sin importarle los
sufrimientos de Sus víctimas. ¡Qué terrible! ¡Cuán ilógico este concepto de Dios! Conduce
a la absurda conclusión de que el simple conocimiento de sucesos futuros va a obrar como
fuerza determinante para efectuar dichas cosas. El conocimiento que Dios tiene de la
naturaleza espiritual y humana le permite saber con exactitud lo que sus hijos harán en
determinadas condiciones; sin embargo, este conocimiento ninguna fuerza compulsiva
ejerce en aquel hijo” (Los Artículos de Fe, pág. 212).
Moisés 1:10. “El hombre no es nada”.
Moisés había vivido cuarenta años como príncipe de la familia real de Egipto y fue
venerado como un renombrado líder militar. Sin embargo, después de haber visto por sí
mismo el poder y la gloria de Dios, con humildad admitió que en comparación: “el hombre
no es nada”. El élder Neal A. Maxwell escribió que la declaración de Moisés “ciertamente
no se dijo para menospreciar al hombre, ‘el milagro más grande de Dios’, sino para
colocarlo en la vasta perspectiva de las creaciones de Dios y hacernos entender que aun así
somos la obra exclusiva de Dios y Su gloria más grande” (Notwithstanding My Weakness,
1981, pág. 75). Las Escrituras de los últimos días afirman la veracidad del hecho de que
con Dios y por medio de Dios, el hombre puede cumplir su potencial divino para llegar a
ser incluso como Él (véase D. y C. 76:55–59, 92–95; 88:107; 121:29; 132:20).
Moisés 1:12–23
SATANÁS MANDA A MOISÉS QUE LO ADORE
Moisés 1:19. ¿Por qué afirmaría Satanás ser “el Unigénito”?
La arrogante afirmación de Satanás pone en evidencia su motivo principal: engañar a la
humanidad para que lo adoren a fin de que, al igual que él, sean desdichados para siempre
(véase 2 Nefi 2:17–18; Moisés 4:1–4). Además, pone en evidencia los fines principales de
Satanás: el obtener el poder y la gloria del Padre Celestial y el suplantar y usurpar la
función de Jesucristo. No hay dudas de que Satanás busca desplazar al mismo Padre.
Moisés 1:20. “Moisés empezó a temer grandemente”.
Cuando Moisés comenzó a temer en presencia de Satanás, vio la amargura del infierno. El
estar constantemente en rebelión contra Dios es realmente un infierno y la forma en que
Satanás desea que vivamos. Sin embargo, si somos fieles no tenemos por qué temer, ya que
sabemos que la sabiduría de Dios es mayor que la astucia del diablo (véase D. y C. 10:43).
Sabemos además que Satanás será finalmente atado (véase D. y C. 45:55; 88:110), temblará
de miedo (véase D. y C. 35:24) y será expulsado de esta tierra y de entre sus habitantes
(véase D. y C. 76:33, 36). Aun ahora podemos atar a Satanás al vivir rectamente, para que
de esa forma no tenga poder sobre nosotros (véase 1 Nefi 22:26).

Moisés 1:12–22. Las tentaciones de Satanás.


El élder Spencer W. Kimball, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles,
dio la siguiente sugerencia sobre cómo oponer resistencia a las tentaciones de Satanás:

“En el ejemplo del Salvador se recalca la importancia de no dar cabida a la tentación ni en


el más mínimo grado. ¿Acaso no reconoció el peligro cuando se hallaba en el monte con su
hermano caído, Lucifer, ante la fuerte tentación del consumado tentador? [véase Mateo
4:1–11]. Pudo haber abierto la puerta y jugado con el peligro, diciendo: ‘Muy bien, Satanás,
escucharé tu proposición. No es necesario que yo me someta; no tengo que rendirme; no
hay necesidad de que yo acepte; pero escucharé’.

“Cristo no transigió de esta manera. Terminante y prontamente dio fin a la discusión, y


mandó: ‘Vete, Satanás’, dándole a entender probablemente: ‘No quiero verte más; retírate
de mi presencia; no quiero escucharte; no quiero tener nada que ver contigo’. Leemos que
tras esto ‘el diablo entonces le dejó’.

“Éste es nuestro modelo apropiado, si es que queremos evitar el pecado más bien que tener
frente a nosotros la tarea, mucho más difícil, de curarlo. Al leer la historia del Redentor y
Sus tentaciones, estoy seguro de que utilizó Sus energías para fortalecerse contra la
tentación, más bien que para lidiar con ella a fin de vencerla” (véase El Milagro del Perdón,
págs. 218–219).
Moisés 1:24–42
MOISÉS APRENDE MÁS ACERCA DE LA OBRA DE DIOS
Moisés 1:24. El Espíritu Santo estuvo en la tierra en la época del Antiguo
Testamento.
Desde la época de Adán, el Espíritu Santo ha estado en la tierra inspirando y testificando a
los hijos de Dios. El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El hecho real es que todos los
profetas tuvieron el Espíritu Santo, y fueron guiados y dirigidos por Él. Sin este poder no
hubiesen sido profetas. Pedro dijo que la profecía misma no ‘fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu
Santo’ [2 Pedro 1:21]. El libro de Moisés, que es el relato original y perfecto de una parte
del Génesis, menciona al Espíritu Santo; y también lo hacen los profetas nefitas, incluso los
que vivieron en la época anterior a Cristo” (véase Doctrina de Salvación, tomo I, pág. 44).
Moisés 1:35–38. “Hay muchos mundos”.
El presidente Brigham Young dijo: “¿Cuántas tierras hay? Esta mañana observé que se
pueden tomar las partículas de materia que componen esta tierra y, si se pudiesen contar,
sólo serían el principio del número de las creaciones de Dios; y continuamente se están
creando y cambiando y pasando por las mismas experiencias por las que estamos pasando
nosotros ahora” (en Journal of Discourses, tomo XIV, pág. 71).
Moisés 1:35–39. Jesucristo redimió todas las creaciones de Dios.
El élder Marion G. Romney, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles,
enseñó:

“Jesucristo, en el sentido de ser su Creador y Redentor, es el Señor de todo el universo.


Excepto por Su ministerio mortal llevado a cabo en esta tierra, Su servicio y relación con
otros mundos y sus habitantes son los mismos que con los de esta tierra y sus habitantes…

“…En pocas palabras, Jesucristo, mediante quien Dios creó el universo, fue escogido para
poner en acción el gran plan de Elohim, de ‘llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna
del hombre’ —el Evangelio de Jesucristo— el único camino por el que el hombre puede
obtener la vida eterna” (véase “Jesucristo, Señor del Universo”, Liahona, abril de 1969,
págs. 10, 12).
Moisés 1:39. La inmortalidad y la vida eterna.
El élder Bruce R. McConkie escribió: “La inmortalidad es vivir eternamente en un estado
resucitado con un cuerpo y un espíritu inseparablemente unidos” (Mormon Doctrine, pág.
376). Todos los hijos de Dios que obtengan cuerpos mortales resucitarán algún día y
recibirán cuerpos físicos inmortales (véase 1 Corintios 15:22).
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Vida eterna es tener la clase de vida que Dios
tiene. Todos aquellos que se convierten en siervos tendrán inmortalidad, pero los que se
convierten en hijos e hijas de Dios tendrán el don adicional de la vida eterna, que es el
máximo don de Dios” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 8). El presidente Spencer W.
Kimball enseñó que “la vida eterna… es lograr la exaltación en el cielo más alto” (“Cristo,
nuestra eterna esperanza”, Liahona, febrero de 1979, pág. 109).
Moisés 1:39. La generosidad de Dios.
Después de citar Moisés 1:39, el presidente Marion G. Romney, que fue consejero de la
Primera Presidencia, dijo: “Por lo tanto, vemos la completa generosidad de nuestro Padre
Celestial. Su gloria y el propósito total de Su obra es dar vida eterna y felicidad a Sus hijos.
Por consiguiente, ¿no debería ser el propósito de nuestra vida el servirnos con rectitud los
unos a los otros? Si no es así, ¿cómo entonces esperar ser como Él?” (véase “Vivir los
principios del Plan de Bienestar”, Liahona, febrero de 1982, pág. 167).
Moisés 1:40–41. A Moisés se le encomendó escribir acerca de esta tierra.
Además de su llamamiento de libertar a los hijos de Israel del cautiverio egipcio, a Moisés
se le encomendó que escribiera acerca de los acontecimientos que habían tenido lugar
desde la creación de la tierra hasta los últimos días de su propia misión. Los primeros cinco
libros de la Biblia contienen los escritos de Moisés; sin embargo, algunas de las verdades
que Moisés registró en esos cinco libros fueron quitadas de la Biblia por hombres inicuos
que alteraron su texto bíblico (véase 1 Nefi 13:24–28; Moisés 1:23). El profeta José Smith,
por medio de revelación, restauró muchas verdades que se habían perdido (véase 2 Nefi
3:6–15; Moisés 1:41).

Moisés 2:1–25
LA CREACIÓN FÍSICA DE LOS CIELOS Y DE LA TIERRA
Moisés 2. Un relato de la creación física.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El relato de la creación de la tierra como se
describe en Génesis, y en el Libro de Moisés, y como se relata en el templo, es la creación
física de la tierra, de los animales y de las plantas” (Doctrina de Salvación, tomo I, pág.
71).
Moisés 2:1. ¿Quién creó la tierra?
Jesucristo creó el cielo y la tierra bajo la dirección del Padre (véase Moisés 1:31–33; 2:1).
A otros se les concedió el privilegio de ayudarle en la Creación; entre ellos estaba Miguel,
o sea, Adán. El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Cierto es que Adán ayudó a formar
esta tierra, pues trabajó junto a nuestro Salvador Jesucristo. Yo poseo un fuerte punto de
vista o convicción de que hubo otros que también cooperaron con ellos. Tal vez Noé y
Enoc, ¿y por qué no José Smith y aquellos que fueron señalados para ser gobernantes antes
de que la tierra fuese formada?” (Doctrina de Salvación, tomo I, págs. 70–71).
Moisés 2:1. La tierra no fue creada por accidente ni por casualidad.
El élder John A. Widtsoe, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “La
tierra existe por la voluntad y el poder de Dios… La casualidad está descartada. Los Santos
de los Últimos Días creen que la tierra y los cielos, y las diversas funciones que existen
dentro del universo, son producto de una inteligencia en acción, de la mente de Dios”
(Evidences and Reconciliations, arr. G. Homer Durham, 1960, pág. 150).
Moisés 2:3. Dios obra por el poder de la fe.
El profeta José Smith enseñó:

“Cuando un hombre obra mediante la fe, hace uso de sus facultades mentales en vez de la
fuerza física. Toda persona, cuando obra mediante la fe, lo hace por medio de las palabras
en vez de los poderes físicos. Dios dijo: ‘Haya luz; y hubo luz’… Y el Salvador dice: ‘…si
tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará’
o ‘podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería’. Por
lo tanto, la fe obra por las palabras; y por su intermedio las obras más grandiosas se han
efectuado y se efectuarán…

“…La Creación total que está a la vista, tal como existe en el momento, es el resultado de la
fe. Fue por medio de la fe que se formó, y es por el poder de la fe que continúa en su forma
organizada, mediante la cual los planetas siguen sus órbitas y hacen brillar su gloria”
(Lectures on Faith, págs. 72–73; véase también Mateo 17:20; Jacob 4:6, 9).
Moisés 2:3–4. “Y hubo luz”.
El élder John Taylor, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó
que Dios “hizo que la luz brillara sobre [la tierra] antes de que el sol brillara en el
firmamento [véase Moisés 2:3–4, 14–19]; porque Dios es luz y no hay tinieblas en Él. Él es
la luz del sol y el poder por el cual fue hecho; es la luz de la luna y el poder por el cual fue
hecha; es la luz de las estrellas y el poder por el cual fueron hechas” (en Journal of
Discourses, 18:327; véase también Apocalipsis 21:23–25; D. y C. 88:7–13).
Creencias de los
MormonesTrece puntos básicos de creencia a los cuales se
adhieren los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días.
José Smith los escribió originalmente en una carta dirigida a John Wentworth,
editor del periódico Chicago Democrat, en respuesta al deseo que éste expresó de
saber lo que creían los miembros de la Iglesia. Ese documento llegó a conocerse
como la Carta a Wentworth, y se publicó por primera vez en el periódico de la
Iglesia Times and Seasons, en marzo de 1842. El 10 de octubre de 1880, por el
voto de los miembros de la Iglesia, los Artículos de Fe se aceptaron formalmente
como Escritura y pasaron a formar parte de la Perla de Gran Precio.
1 Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el
Espíritu Santo.
2 Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por
la transgresión de Adán.
3 Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede
salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.
4 Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son:
primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo
por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para
comunicar el don del Espíritu Santo.
5 Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la
imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda
predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.
6 Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es,
apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.
7 Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades,
interpretación de lenguas, etc.
8 Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida
correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
9 Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y
creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes
al reino de Dios.
10 Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración
de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el
continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la
tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
11 Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los
dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el
mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.
12 Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados;
en obedecer, honrar y sostener la ley.
13 Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en
hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la
admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido
muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o
bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

creencias de los
Testigos de Jehová
1. El nombre divino
Los testigos de Jehová creen que el único nombre verdadero de
Dios, el nombre por el cual Él debe ser identificado, es Jehová.
Sin embargo, bíblicamente Dios es identificado por muchos
nombres, incluyendo:

 Dios (hb. ‘Elohim; Gn 1:1),


 Dios Todopoderoso (hb. ‘El Shadday; Gn 17:1),
 Señor (hb. ‘Adonay; Sal. 8:1) y
 Señor de los ejércitos (hb. Yhwh tseba’ot; 1 S 1:3).
En los tiempos del Nuevo Testamento (NT), Jesús se refirió a
Dios como “Padre” (gr. Patēr; Mt 6:9), así como los apóstoles
(1 Co 1:3).

2. La Trinidad
Los testigos de Jehová creen que la Trinidad no es bíblica
porque la palabra no está en la Biblia y porque la Biblia
enfatiza que hay un solo Dios.

Bíblicamente, si bien es cierto que hay un solo Dios (Is


44:6; 45:18; 46:9; Jn 5:44; 1 Co 8:4; Stg 2:19), también es cierto
que tres personas son llamadas Dios en las Escrituras:

 el Padre (1 P 1:2),
 Jesús (Jn 20:28; He 1:8) y
 el Espíritu Santo (Hch 5:3-4).
Cada uno de estos tres posee los atributos de la deidad,
incluyendo:

 omnipresencia (Sal 139:7; Jr 23: 23-24; Mt 28:20),


 omnisciencia (Sal 147:5; Jn 16:30; 1 Co 2:10-11),
 omnipotencia (Jr 32:17; Jn 2:1-11; Ro 15:19) y
 eternidad (Sal 90: 2; He 9:14; Ap 22:13).
Aún más, cada uno de los tres está involucrado en hacer las
obras de la deidad, como crear el universo:
 el Padre (Gn 1:1; Sal 102:25),
 el Hijo (Jn 1:3; Col 1:16; He 1:2), y
 el Espíritu Santo (Gn 1:2; Job 33:4; Sal 104:30).
La Biblia indica que hay tres en uno en la divinidad (Mt 28:19;
cp. 2 Co 13:14).

Por lo tanto, el apoyo doctrinal a la Trinidad es


convincentemente fuerte.

3. Jesucristo
Los testigos de Jehová creen que Jesús fue creado por Jehová
como el arcángel Miguel antes de que existiera el mundo físico
y que es un dios menor, aunque poderoso.

Sin embargo, bíblicamente Jesús es eternamente Dios (Jn


1:1; 8:58; cp. Éx 3:14) y tiene exactamente la misma naturaleza
divina que el Padre (Jn 5:18; 10:30; He 1:3).

De hecho, una comparación del Antiguo Testamento (AT) y el


NT equipara a Jesús con Jehová (cp. Is 43:11 con Tit 2:13; Is
44:24 con Col 1:16; Is 6:1-5 con Jn 12:41).

Jesús mismo creó a los ángeles (Col 1:16; cp. Jn 1:3; He 1:2, 10)
y es adorado por ellos (He 1:6).

4. La encarnación
Los testigos de Jehová creen que cuando Jesús nació en la
tierra, era un simple ser humano y no un Dios en carne
humana.
Esto viola la enseñanza bíblica de que en el Jesús encarnado,
“toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él” (Col
2:9; cp. Fil 2:6-7).

La palabra para “plenitud” (gr. plērōma) conlleva la idea de la


suma total. “Deidad” (gr. theotēs) se refiere a la naturaleza, el
ser y los atributos de Dios.

Por lo tanto, el Jesús encarnado fue la suma total de la


naturaleza, el ser y los atributos de Dios en forma corporal.

De hecho, Jesús era Emanuel o “Dios con nosotros” (Mt 1:23;


cp. Is 7:14; Jn 1:1, 14, 18; 10:30; 14:9-10).

5. Resurrección
Los testigos de Jehová creen que Jesús resucitó espiritualmente
de entre los muertos, pero no físicamente.

Sin embargo, bíblicamente, el Jesús resucitado afirmó que no


era simplemente un espíritu, sino que tenía un cuerpo de carne y
hueso (Lc 24:39; cp. Jn 2:19-21).

Comió alimentos en varias ocasiones, demostrando así que tenía


un cuerpo físico genuino después de la resurrección (Lc
24:30, 42-43; Jn 21:12-13).

Esto fue confirmado por sus seguidores que lo tocaron


físicamente (Mt 28:9; Jn 20:17).
6. La segunda venida
Los testigos de Jehová creen que la segunda venida fue un
evento espiritual invisible que ocurrió en el año 1914.

Sin embargo, bíblicamente la segunda venida aún por suceder


será física, visible (Hch 1:9-11; cp. Tit 2:13) y estará
acompañada por disturbios cósmicos visibles (Mt 24:29-30).
Todo ojo le verá (Ap 1:7).

7. El Espíritu Santo
Los testigos de Jehová creen que el Espíritu Santo es una fuerza
impersonal de Dios y no una persona distinta.

Sin embargo, bíblicamente el Espíritu Santo tiene los tres


atributos principales de una personalidad:

 una mente (Ro 8:27),


 emociones (Ef 4:30) y
 voluntad (1 Co 12:11).
Además, se usan pronombres personales para referirse a Él (Hch
13:2) y Él hace cosas que solo una persona puede hacer,
incluyendo:

 enseñar (Jn 14:26),


 testificar (Jn 15:26),
 comisionar (Hch 13:4),
 dar mandatos (Hch 8:29) e
 interceder ( Ro 8:26).
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad (Mt 28:19).
8. Salvación
Los testigos de Jehová creen que la salvación requiere fe en
Cristo, asociación con la organización de Dios (es decir, su
religión) y obediencia a sus reglas.

Sin embargo, bíblicamente, ver la obediencia a las reglas como


un requisito para la salvación anula el evangelio (Gá 2:16-
21; Col 2:20-23). La salvación se basa totalmente en el favor
inmerecido de Dios (gracia), no en el desempeño del creyente.

Las buenas obras son el fruto o el resultado, no la base, de la


salvación (Ef 2:8-10; Tit 3:4-8).

9. Dos pueblos redimidos


Los testigos de Jehová creen que hay dos pueblos de Dios: (1)
la Clase Ungida (144.000) que vivirá en el cielo y gobernará
con Cristo; y (2) las “otras ovejas” (todos los demás creyentes)
que vivirán para siempre en una Tierra paradisíaca.

Sin embargo, bíblicamente, un destino celestial aguarda a todos


los que creen en Cristo (Jn 14:1-3; 17:24; 2 Co 5:1; Fil 3:20; Col
1:5; 1 Ts 4:17; He 3:1), y estas mismas personas también
habitarán en la tierra nueva (2 P 3:13; Ap. 21:1-4).

10. Sin alma inmaterial


Los testigos de Jehová no creen que los humanos tengan una
naturaleza inmaterial. El “alma” es simplemente la fuerza vital
dentro de una persona. Al morir, esa fuerza vital abandona el
cuerpo.
Sin embargo, bíblicamente, la palabra “alma” es multifacética.
Un significado clave del término es el ser inmaterial del hombre
que conscientemente sobrevive a la muerte (Gn 35:18; Ap 6:9-
10). Los incrédulos están en la aflicción consciente (Mt
13:42; 25:41, 46; Lc 16:22-24; Cp 14:11) mientras que los
creyentes están en la bendición consciente en el cielo (1 Co
2:9; 2 Co 5:6-8; Fil 1:21-23; Ap 7:17; 21:4).

11. Infierno
Los testigos de Jehová creen que el infierno no es un lugar de
sufrimiento eterno, sino el sepulcro común de la humanidad.
Los malvados son aniquilados, eliminados de la existencia
consciente para siempre.

Sin embargo, bíblicamente el infierno es un lugar real de


sufrimiento eterno y consciente (Mt 5:22; 25:41, 46; Jud 7; Ap
14:11; 20:10, 14).

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