Martin Adan
Martin Adan
Martin Adan
Argumento de la Obra:
La Casa de Cartón nos cuenta y nos relata la historia, vivencias de un joven
quien es el personaje principal de la novela que vivió en el balneario de
Barranco y que nos va contando las características de este lugar, sus calles,
las casas y sobre las personas, esto aparentemente se relaciona con el autor
debido que se le conoce como un "limeñísimo" y se nota el aprecio que tuvo
el autor por el Balneario de Barranco a la edad de 16 años. En la novela se
menciona a personajes como Manuel, Lucho y Ramón, este último
aparentemente es el más importante, los tres son muy amigos (como
hermanos), que van contando sus anécdotas, sus experiencias y sus
travesuras de adolescentes.
Martín Adán resalta la incursión de los adolescentes en la vida sexual, el
morbo y la atracción hacia las mujeres; será porque cuan Adán empezó a
escribir la Casa de Cartón tenía 16 años de edad, así que plasmo un poco de
lo él también experimento a su edad; como en la novela se hace referencia
"Cuando se prefieren a una beatas, el narrador de la novela que asegura:
diciendo que huele a ropa sucia, a estrellas, a piel de gato, aceite de lámpara
y también que huele a yerba mala, a oscuridad, a flores de muerte". El autor
hace mención a sus amores de una manera irónica. La novela es una mezcla
de ironía, muy crítica y hasta burlona de la religión, de la época que se vivía
y de la política. También se nota el rico lenguaje que tiene la obra y donde se
emplea los sinónimos.
Tiempo Real:
La Casa de Cartón se empezó a escribir en 1924 cuando Adán tenía 16
años, en ámbito de la política se vivía el oncenio del Presidente Augusto B.
Leguía el cual fue un gobierno dictatorial que se dio entre los años de 1919 y
1930, claras diferencias entre las clases sociales, la burguesía que eran los
que poseían tierras y eran acaudalados, en el otro extremo el proletariado los
pobres y excluidos, todo esto se mezcla en una burla e ironía para que Adán
pueda escribir.
Tiempo Ficcional:
La novela la Casa de Cartón se publicó en 1928 cuatro años después de que
Martín Adán lo escribiera así que el escenario que se vivió fue el mismo, ya
que Augusto B. Leguía gobernó durante once años y las clases sociales
siguieron estando distanciadas.
Conflicto Mayor:
El conflicto mayor de la novela es el "Descubrimiento del amor y el erotismo,
la confrontación de la infancia y la adultez". El descubrimiento del amor
cuando los jóvenes hacen referencia a sus novias que ellos habían tenido, el
erotismo dirigido a las mujeres era el morbo de los jóvenes en el Balneario
de Barranco en donde los personajes se enamoran de mujeres mayores que
ellos.
Conflicto Menor:
El conflicto menor de la novela es "La ilusión del falso amor". La ilusión del
amor que solo vive en su cabeza pero que en realidad no existe, no es
verdadero, Durante la historia el narrador cuenta los pasajes de cosas
morbosas, así como también cuando menciona la lista gigante de sus
enamoradas, lo más me sorprende es "cuando lo describe a primer amor
cuando tiene uñas negras como con la otra está apunto de pecar".
El Héroe:
En la novela no hace referencia a un personaje principal si no que todos los
personajes tienen un mismo grado de importancia y el que relata la historia
pues se sabe de él muy poco.
El Anti-Héroe:
Tampoco se muestra a un personaje con estas cualidades.
Mis Ani Doll. Es una joven fotófoba, es decir le tiene miedo a la luz. Es
fotógrafa y se mantiene residiendo por una pensión que viene del exterior, el
narrador la compara con un jacarandá.
Más allá del campo, la sierra. Más acá del campo, un regato bordeado de
alisos y de mujeres que lavan trapos y chiquillos, unos y otros del mismo color
de mugre indiferente. Son las dos de la tarde. El sol pugna por libar sus rayos
de la trampa de un ramaje en que ha caído. El sol ─un coleóptero, raro, duro,
jalde, zancudo─. El señor cura párroco saca su sombrero de teja, ladeando la
cabeza, once reflejos de sombrero alto de seda, de tarro de ceremonia ─los
once reflejos se juntan arriba, en una convexa luz redonda─. Más allá de la
ciudad la sima clara y tierna del mar. Al mar se le ve desde arriba, con peligro
de caer por la pendiente. Los acantilados tienen arrugas y tersuras impolutas,
y livideces y manchas amarillas de frente geológica, académica. Ahí están, en
miniatura, las cuatro épocas del mundo, las cuatro dimensiones de las cosas,
los cuatro puntos cardinales, todo, todo…
La tarde, por última vez. Ahora estamos pasando por la plazuela de San
Francisco, bajo un roto campaneo de novena. Un muro que no deja ver las
torres ─lindamente feas─ enseña, en cambio, iluminadas por asomos
fronteros de cielo, tres ventanales, de azules cristales dormilones. Por esta
calle se va al mar ─como en los grandes puertos, a un mar que no se ve─. No
es hoy cuando pasamos por la plazuela de San Francisco; fue ayer cuando lo
hicimos, en tanto que tú me decías que el crepúsculo te hacía daño a los ojos.
Mascabas una hojita de seto y frotabas las uñas de una de tus manos con las
de la otra. Yo temía tus confidencias ─siempre demasiado sinceras─; para que
tú no hablaras, yo recordé, en alta voz, una tarde remota que, como en el
chascarrillo, era un gran huevo frito ─un sol brillante y en relieve, casi en la
periferia de un cielo de porcelana acuoso y accidentado─ una tarde nutritiva
que manchaba de ocaso la cara hasta la nariz de los poetas glotones...
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