2017 - El Yo Creativo - Oliver Sacks
2017 - El Yo Creativo - Oliver Sacks
2017 - El Yo Creativo - Oliver Sacks
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re, cuyo perfil trazo en Un antropólogo en a él como una fotocopiadora. Era un califi- artistas estas fases o procesos se solapen
Marte. Stephen es un savant visual con un cativo injusto e insultante, y también inco- bastante, pero la imitación y el dominio de
gran talento para captar las semejanzas rrecto, pues la retentiva de la memoria de la forma o la destreza técnica deben llegar
visuales. Poco importa si las distingue allí un savant no es en absoluto comparable a antes de que su creatividad se desarrolle
mismo, en el acto, o mucho después: en un proceso mecánico; encontramos una por completo.
su caso, percepción y memoria parecen discriminación y un reconocimiento de No obstante, hay grandes talentos que
casi indistinguibles. También posee un los rasgos visuales, los rasgos del habla, ni siquiera con años de preparación y do-
oído asombroso; cuando era niño repetía las peculiaridades del gesto, etc. Pero, en minio consciente consiguen ir más allá
ruidos y palabras, al parecer sin ninguna cierto modo, el “significado” de todo ello de un comienzo prometedor 2. Muchos
intención ni conciencia de ello. Cuando no acaba de incorporarse, y eso es lo que creadores –ya sean artistas, científicos,
de adolescente regresó de una visita a provoca que la memoria del savant nos cocineros o ingenieros–, en cuanto han al-
Japón, no dejaba de emitir ruidos “japo- parezca, en comparación, mecánica. canzado cierto nivel de maestría, se con-
neses”, balbuceaba un “pseudojaponés” Si la imitación desempeña un papel forman con permanecer aferrados a una
y también mostraba gestos “japoneses”. central en las artes interpretativas, donde forma, a no salirse de sus límites durante
Es capaz de imitar el sonido de cualquier la incesante práctica, repetición y ensayo el resto de su vida, sin llegar a conseguir
instrumento musical en cuanto lo ha oído, son esenciales, resulta igualmente im- nada radicalmente nuevo. Puede que su
y posee una memoria musical muy preci- portante en la pintura, en la composición obra llegue a exhibir maestría e incluso
sa. Me quedé impresionado cuando, a sus o en la escritura, por ejemplo. Todos los virtuosismo, proporcionando un gran
dieciséis años, cantó e imitó la canción jóvenes artistas buscan modelos en sus goce aun cuando no haya dado el paso ha-
de Tom Jones It’s Not Unusual, menean- años de aprendizaje, modelos cuyo estilo, cia una creatividad “mayor”.
do las caderas, bailando, gesticulando y dominio técnico e innovaciones puedan Existen muchos ejemplos de creati-
llevándose un micrófono imaginario a la servirles de lección. Los jóvenes pintores vidad “menor”, una creatividad que no
boca. A esa edad Stephen generalmente merodean por las galerías del Metropoli- parece cambiar gran cosa después de su
mostraba muy poca emoción y muchas de tan o el Louvre; los jóvenes compositores expresión inicial. Estudio en escarlata, el
las manifestaciones externas del autismo van a conciertos o estudian partituras. En primer libro que escribió Arthur Conan Do-
clásico, como la postura con el cuello tor- este sentido, todo el arte comienza como yle de la serie de Sherlock Holmes, publi-
cido, tics, y una mirada indirecta, pero todo algo “derivativo”, enormemente influen- cado en 1887, fue un logro extraordinario:
ello desapareció cuando se puso a cantar ciado por los modelos admirados y emu- no existían “historias de detectives” como
la canción de Tom Jones, hasta el punto lados, cuando no son una pura imitación esa 3. Las aventuras de Sherlock Holmes,
de que me pregunté si, de alguna manera o paráfrasis. Cuando Alexander Pope te- cinco años más tarde, constituyeron un
misteriosa, había sobrepasado la imita- nía trece años, le pidió consejo a William enorme éxito, y Conan Doyle pasó a ser el
ción y de hecho compartía la emoción y Walsh, un poeta de más edad al que ad- aclamado escritor de una serie potencial-
sensibilidad de lo que estaba cantando. miraba. El consejo de Walsh fue que Pope mente infinita. Estaba encantado con su
Me recordó a un chico autista que había debía ser “correcto”. Pope creyó que eso éxito, pero a la vez irritado, pues también
conocido en Canadá que se sabía todo significaba que primero debía dominar quería escribir novelas históricas, solo
un programa de televisión de memoria y las formas y técnicas poéticas. A tal fin, en que estas no parecían interesar dema-
lo “reproducía” docenas de veces al día, su “Imitación de los poetas ingleses”, co- siado al público. Querían Holmes y más
con todas las voces y los gestos, aplau- menzó a imitar a Walsh, y luego a Cowley, Holmes, y a Conan Doyle no le quedó más
sos incluidos. Este caso me parecía una al conde de Rochester y a otras figuras remedio que seguir escribiendo sus aven-
especie de automatismo o reproducción importantes como Chaucer y Spenser, y turas. Incluso después de matar a Holmes
superficial, pero lo que hacía Stephen me también a escribir “Paráfrasis”, como él las en “El problema final”, donde lo enviaba a
dejó perplejo y pensativo. ¿Acaso, con- llamaba, de poetas latinos. A los diecisiete las cataratas de Reichenbach para enta-
trariamente al niño canadiense, había pa- años, dominaba el “dístico heroico” y co- blar un combate mortal con Moriarty, el
sado del mimetismo a la creatividad o al menzó a escribir sus “Pastorales” y otros público insistió en que lo resucitara, cosa
arte? ¿Compartía de manera consciente e poemas, en los que desarrolló y refinó su que hizo en 1905 en El regreso de Sherlock
intencionada las emociones y la sensibili- propio estilo, aunque contentándose con Holmes.
dad de la canción o simplemente lo repro- los temas más insípidos o manidos. Solo No hay evolución ninguna en el méto-
ducía? ¿O era algo intermedio? 1 cuando hubo conseguido un dominio do, la mente ni el carácter de Holmes; tam-
En el caso de otro savant autista, José absoluto de su estilo y forma comenzó a poco parece envejecer. Entre caso y caso,
(al que me referí en El hombre que con- proveerlo de los productos exquisitos y a Holmes apenas existe –o mejor dicho,
fundió a su mujer con un sombrero), el veces aterradores de su propia imagina- existe en estado regresivo: se dedica a
personal del hospital se refería a menudo ción. Es posible que para la mayoría de los rasgar el violín, a inyectarse cocaína, a lle-
1 – En las personas autistas o con síndrome de savant, la capacidad de retención y reproducción puede
llegar a ser prodigiosa, pero lo que se retiene por lo general se ve como algo externo, con indiferencia.
Langdon Down, quien identificó el síndrome de Down en 1862, escribió acerca de un muchacho savant que
“con solo leer un libro una vez, lo recordaba para siempre”. En una ocasión, Down le entregó un ejemplar
de Decadencia y caída del imperio romano de Gibbon para que lo leyera. El muchacho lo leyó y lo recitó de
manera fluida pero sin comprenderlo, y en la página tres se saltó una línea, pero volvió atrás y se corrigió.
“Desde entonces”, escribió Down, “cuando recitaba de memoria los majestuosos periodos de Gibbon, cada
vez que llegaba a la página tres se saltaba la línea y volvía atrás para corregir el error, como si formara parte
del texto habitual.”
2 – En su autobiografía Ex-Prodigy, Norbert Wiener, que ingresó en Harvard a los catorce años, se docto-
ró a los diecisiete y siguió siendo un prodigio durante toda su vida, menciona a un contemporáneo suyo,
William James Sidis. Sidis (al que le habían puesto el nombre de su padrino, William James) era un brillante
matemático políglota que ingresó en Harvard a los once años, pero a los dieciséis, quizá un poco superado
por las exigencias de su genio y de la sociedad, abandonó las matemáticas y se retiró de la vida pública y
académica.
3 – Poe había escrito algunos relatos de Dupin (Los asesinatos de la rue Morgue, por ejemplo), pero care-
cían de la cualidad personal, la rica caracterización de Holmes y Watson.
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var a cabo malolientes experimentos quí- los problemas que presentaría una adap- sión geológica, un viaje que le distrajera
micos–, y solo vuelve a cobrar vida cuando tación dramática de esa historia. Pero, al de su problema matemático. Un día, sin
el siguiente caso lo hace entrar en acción. no encontrar una fácil solución a sus pro- embargo: “Entramos en un ómnibus para
Los relatos de la década de 1920 podrían blemas, se había olvidado del tema. Pinter ir no sé dónde. En cuanto puse el pie en
haberse escrito perfectamente en la de me escribía que, una mañana, ocho años el estribo, se me ocurrió una idea, sin que
1890, y estos tampoco habrían desento- atrás, se había despertado con la prime- nada en mis pensamientos anteriores pa-
nado en décadas sucesivas. El Londres ra imagen y las primeras palabras (“Algo reciera haber preparado el terreno: que
de Holmes cambia tan poco como el per- pasa”) claras y acuciantes en su mente. La las transformaciones que había utilizado
sonaje; ambos se describen de manera obra “se había escrito sola” en los días y para definir las funciones fuchsianas eran
brillante, y sin transformación alguna, en semanas siguientes. idénticas a las de la geometría no euclidia-
la década de 1890. El propio Doyle, en su No pude evitar comparar lo que me na. No verifiqué la idea; es posible que no
prefacio de 1928 a Los relatos completos contaba con una obra (inspirada por el tuviera tiempo, pues [...] proseguí una con-
de Sherlock Holmes, afirma que el lector mismo historial clínico) que me habían en- versación ya iniciada, pero sentí una cer-
puede leer las historias “en cualquier or- viado cuatro años antes. El autor, en una teza absoluta. A mi regreso a Caen, para
den”. ¿Por qué, de cada centenar de mú- carta anexa, afirmaba haber leído Desper- quedarme tranquilo, verifiqué el resultado
sicos con talento que estudian en Juilliard, tares dos meses antes, y haber quedado con calma.”
o de cada centenar de jóvenes científicos tan “influido”, tan poseído por el libro, que Un tiempo después, “disgustado” por no
brillantes que trabajan en importantes la- había sentido el impulso de escribir una conseguir solucionar un problema distinto,
boratorios a las órdenes de ilustres men- obra enseguida. Y si bien la obra de Pinter se fue a la costa, y allí, escribió: “una maña-
tores, solo un puñado escribirán composi- me había encantado –y uno de los motivos na, mientras caminaba sobre el acantilado,
ciones musicales memorables o llevarán básicos era que efectuaba una profunda se me ocurrió la idea –de manera igual de
a cabo descubrimientos científicos de transformación, una “pinterización” de repentina y breve, con la misma certeza
gran importancia? ¿Acaso a la mayoría, a mis propios temas–, la obra de 1978 care- inmediata– de que las transformaciones
pesar de su talento, les falta cierta chispa cía totalmente de originalidad, y a veces aritméticas de formas cuadráticas tercia-
creativa? ¿Les falta alguna otra caracte- copiaba frases enteras de mi propio libro rias indefinidas eran idénticas a las de la
rística, aparte de la creatividad, que puede sin transformarlas lo más mínimo. No me geometría no euclidiana.”
resultar esencial para los logros creativos, pareció tanto una obra original como un Tal como escribió Poincaré, parecía
como por ejemplo osadía, seguridad en sí plagio o una parodia (y sin embargo, no evidente que debía de existir una actividad
mismos, un pensamiento propio? había duda de la obsesión o “buena fe” inconsciente (o subconsciente o precons-
Hace falta una energía especial, aparte del autor). No sabía muy bien qué pensar. ciente) activa e intensa durante el periodo
del potencial creativo propio, una audacia ¿Acaso el autor había sido demasiado en que el pensamiento consciente deja al
o subversividad especiales, para querer perezoso, le faltaba talento u originalidad margen un problema y la mente queda va-
emprender un nuevo rumbo en cuanto para conseguir transformar mi obra? ¿O se cía o se distrae con otras cosas. Esta no es
uno está asentado. Es una apuesta, como trataba esencialmente de un problema de la dinámica del inconsciente “freudiano”,
han de ser todos los proyectos creativos, incubación, de que no se había concedido rebosante de temores y deseos reprimi-
pues ese nuevo rumbo podría acabar no tiempo suficiente para poder asimilar la dos, y tampoco la del inconsciente “cogni-
siendo nada productivo. La creatividad im- experiencia de leer Despertares? Tampo- tivo”, que nos permite conducir un coche o
plica no solo años de preparación y entre- co se había concedido, como había hecho pronunciar una frase gramatical sin tener
namiento conscientes, sino también una Pinter, tiempo para olvidar, para permitir la menor conciencia de cómo lo hacemos.
preparación inconsciente. Este periodo de que la obra se alojara en el inconsciente, Se trata, por el contrario, de la incubación
incubación resulta esencial para permitir donde pudiera enlazar con otras experien- de problemas enormemente complejos
la asimilación e incorporación subcons- cias y pensamientos. Hasta cierto punto, llevados a cabo por un yo oculto y crea-
cientes de todas nuestras influencias y todos tomamos prestado de otros, de la tivo. Poincaré rinde homenaje a este yo
fuentes, y para reorganizarlas y sintetizar- cultura que nos rodea. Las ideas están en inconsciente: “no es puramente automá-
las en algo propio. En la obertura de Renzi el aire, y a veces, sin darnos cuenta, nos tico; es capaz de discernimiento; [...] sabe
de Wagner, casi se puede rastrear la apa- apropiamos de las expresiones y el len- elegir, adivinar. [...] Adivina mejor que el yo
rición de esa originalidad. Existen ecos, guaje de nuestro tiempo. Tomamos pres- consciente, pues tiene éxito donde aquel
imitaciones, paráfrasis y pastiches de tado el propio lenguaje, no lo inventamos. ha fracasado”.
Rossini, Meyerbeer, Schumann y otros: to- Lo encontramos al nacer, crecemos con él, La aparición repentina de una solución
das las influencias musicales de su apren- aunque podemos utilizarlo e interpretarlo a un problema largamente incubado pue-
dizaje. Y entonces, de repente y de manera de manera muy individual. La cuestión no de darse a veces en sueños o en estados
asombrosa, escuchamos la propia voz de es el hecho de “tomar prestado”, “imitar”, de conciencia parcial, como los que se
Wagner: poderosa, extraordinaria (aunque o “copiar”, de estar “influido”, sino lo que suelen experimentar inmediatamente an-
en mi opinión horrible), la voz de un genio uno hace con lo que toma prestado, imita tes de quedarse dormido o inmediatamen-
sin precedentes ni antecedentes. Lo que o copia; con qué profundidad lo asimila, lo te después de despertar, con esa extraña
diferencia esencialmente la retención y incorpora, lo combina con sus propias ex- libertad de pensamiento e imaginería a
apropiación de la asimilación y la incorpo- periencias, pensamientos y sentimientos, veces alucinatoria con que nos encontra-
ración es esa dimensión de profundidad, qué lugar ocupa con relación a sí mismo y mos en dichos momentos. Poincaré rela-
de significado, de implicación activa y per- cómo se expresa de una manera nueva y taba que una noche, mientras se encon-
sonal. propia. traba en ese singular estado crepuscular,
A principios de 1982 recibí un paquete El tiempo, el “olvido” y la incubación son le pareció ver ideas en movimiento, como
inesperado procedente de Londres que igualmente necesarios antes de poder lle- moléculas de gas, que de vez en cuando
contenía una carta de Harold Pinter y el var a cabo un descubrimiento científico o colisionaban o se acoplaban en parejas
manuscrito de su nueva obra teatral, Una matemático profundo. Henri Poincaré, el para formar ideas más complejas, una
especie de Alaska, que, según me decía, gran matemático, relata en su autobiogra- imagen singular (aunque otros han descri-
se había inspirado en un estudio clínico fía cómo se enfrentó a un problema mate- to otras parecidas, sobre todo en estados
mío publicado en Despertares. En su car- mático especialmente difícil, y que, al ver inducidos por las drogas) del inconsciente
ta, Pinter me contaba que había leído mi que no llegaba a ninguna parte, se sentía creativo habitualmente invisible. Y Wagner
libro cuando se había publicado en 1973, y profundamente frustrado. Decidió tomar- nos ofrece una viva descripción de cómo
que de inmediato se había preguntado por se un descanso y emprender una excur- se le ocurrió la introducción orquestal de
3
El oro del Rin después de mucho esperar, Oliver Sacks
cuando se encontraba en un extraño es- fue un neurólogo y escritor británico,
tado crepuscular, casi alucinatorio: “Des- aficionado a la química y divulgador de la
pués de una noche de fiebre e insomnio, ciencia, sobre todo de lo relativo a su es-
al día siguiente me obligué a hacer una pecialidad. Pasó por la facultad clínica de
larga excursión por unas colinas cubiertas la Escuela de Medicina Albert Einstein de
de pinos [...]. Por la tarde, al regresar, me la Universida d Yeshiva antes de enseñar
tumbé, muerto de cansancio, en un duro neurología en la Escuela de Medicina de
sofá. [...] Caí en un estado de somnolencia, la Universida d de Nueva York, y esta dis-
y de repente tuve la sensación de que rá- ciplina y psi quiatría en la Universidad de
pidamente me hundía en unas aguas que Columbia. Fue autor de numerosos best
fluían. El sonido de las aguas se convirtió sellers, ent re ellos varias colecciones de
en mi cerebro en un sonido musical, en el estudios de casos sobre personas con en-
acorde de mi bemol mayor, que siguió so- fermedades neurológicas.
nando en formas rotas; estas formas rotas
parecían ser pasajes melódicos de cre-
ciente movimiento, aunque la pura tríada
de mi bemol mayor nunca cambiaba, sino
que su continuación parecía impartir una
trascendencia infinita al elemento en el
que me estaba hundiendo. [...] Enseguida
reconocí la obertura orquestal de El oro
del Rín, que debía de haber permanecido
mucho tiempo latente en mi interior [...] y
que por fin se me había revelado.” 4
¿Sería posible que algún tipo de pro-
ducción de imágenes cerebrales funcio-
nales todavía por inventar pudiera dis-
tinguir los mimetismos o las imitaciones
de un savant autista de las profundas
transformaciones conscientes e incons-
cientes de un Wagner? La memoria literal,
¿parece neurológicamente distinta de la
memoria profunda proustiana? ¿Se podría
demostrar que algunos recuerdos tienen
poca influencia en el desarrollo y los cir-
cuitos del cerebro, que algunos recuerdos
traumáticos permanecen activos de ma-
nera perseverante e inmutable, mientras
que otros quedan integrados y conducen
a un desarrollo profundo y creativo del ce-
rebro?
La creatividad –ese estado en el que
las ideas parecen organizarse en un flu-
jo veloz y bien urdido, con la sensación
de que surgen con espléndida claridad y
significado– me parece algo fisiológica-
mente inconfundible, y creo que si dispu-
siéramos de la capacidad de conseguir
imágenes cerebrales lo bastante refina-
das, estas mostrarían una actividad in-
sólita y generalizada, en la que ocurrirían
innumerables conexiones y sincronizacio-
nes. En estos momentos, cuando escribo,
los pensamientos parecen organizarse en
sucesión espontánea, y al instante se vis-
ten con las palabras apropiadas. Tengo la
impresión de que soy capaz de sortear o
superar gran parte de mi personalidad, de
mis neurosis. No soy yo, y al mismo tiempo
soy la parte más íntima de mi yo, y desde
luego lo mejor de mí.
4 – Existen muchas historias similares, algunas de ellas icónicas, otras mitificadas, sobre descubrimien-
tos científicos realizados en sueños. Mendeléyev, el gran químico ruso, dijo que había descubierto la tabla
periódica en un sueño, y que de inmediato, al despertar, la anotó en un sobre. El sobre existe; y el relato,
tal como lo cuenta, puede que sea cierto. Pero da la impresión de que este golpe de genio surgió de la
nada, cuando, en realidad, Mendeléyev había estado meditando sobre el tema, de manera consciente e
inconsciente, durante al menos nueve años, desde el congreso de Karlsruhe de 1860. No hay duda de que
el problema le obsesionaba, y en sus viajes en tren por toda Rusia se pasaba largas horas con un mazo de
cartas especial en el que había escrito cada elemento y su peso atómico, jugando a lo que él denominaba
“el solitario químico”, barajando, ordenando y reordenando los elementos. Sin embargo, cuando la solución
le llegó por fin fue en un momento en que no intentaba alcanzarla de manera consciente.