PUKA

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PUKA, LA LLAMA Y EL CONDOR

En los Andes, donde el viento susurra entre las plantas y las montañas se
alzan como guardianes, vivía un pequeño zorro llamado Puka, con un pelaje
rojo que brillaba al sol. Era conocido en toda la Puna por su espíritu curioso y
su valentía sin igual. Cada día, exploraba los arroyos y los pasos estrechos
de las montañas, con sus ojos expresivos observando la belleza y el misterio
de su tierra.

Un día, mientras bebía de un río cristalino que salpicaba entre las rocas,
escuchó un lamento suave, casi imperceptible, que flotaba en el aire.
Intrigado, siguió el sonido hasta llegar a una laguna escondida donde
encontró a una llama solitaria con los ojos llenos de tristeza.

—¿Por qué lloras, hermana llama? —preguntó Puka con voz dulce.

—Me he perdido de mi rebaño —respondió la llama, con voz quebrada—. Sin


ellos, me siento perdida en este mundo.

Puka, conmovido por el dolor de la llama, decidió ayudarla.

—No temas, hermana llama —dijo con firmeza—. Juntos encontraremos a tu


rebaño, no hay montaña demasiado alta ni valle demasiado profundo para los
que caminan juntos.

Así, Puka y la llama comenzaron su viaje a través de la Puna. Atravesaron


campos de Ichu dorado, subieron montañas donde el aire se movía ligero y
viajaron a valles donde el río cantaba canciones antiguas. En su caminata,
encontraron a un cóndor, el guardián de los cielos, posado en una roca alta.

—¿A dónde se dirigen pequeños viajeros? —preguntó el cóndor resonando


como eco en las montañas—. Buscamos el rebaño de la llama —respondió
Puka—. ¿Nos ayudas?

El cóndor, con sus ojos profundos y sabios, asintió.


—La unión de sus corazones será su guía —dijo—. Avancen con confianza, y
el camino se revelará.

Con más esperanza, Puka y la llama siguieron su camino, guiados por el


cóndor que volaba alto, vigilante y protector.

Después de días de caminata, llegaron a un valle donde el rebaño de la llama


pastaba pacíficamente. La alegría de la reunión fue tan grande que el valle
mismo pareció florecer con nuevos colores y vida. La llama, con el corazón
lleno de gratitud, se volvió hacia Puka y el cóndor.

—Nunca olvidaré vuestra bondad —dijo—. En mi corazón siempre llevaré la


lección de que la verdadera fuerza está en la unión.

Puka sonrió y sus ojos brillaron con la luz del amanecer.

—La amistad y la compasión son los tesoros más grandes de este mundo —
respondió.

Y así, en los Andes, donde el viento canta y las montañas susurran historias,
Puka, la llama y el cóndor vivieron en armonía, recordándonos que en la
unión y en la bondad se encuentra la fuerza.

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