Clase 3

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CLASE 3

LAS DOS NATURALEZAS DE CRISTO

Al realizar un análisis de las Escrituras sobre las principales temáticas


teológicas, nos encontramos con ciertos misterios incomprensibles para
nuestra limitada mente humana, pero revelada de igual forma por el Señor a
la humanidad.

Un claro ejemplo de ello es el tema que nos revela que Cristo es divino a la
vez que humano.

Teológicamente hablando, esta doctrina denominada “unión hipostática”:

…es la que refiere a la unión de ambas naturalezas de forma indivisible en


una misma persona.

Esto no quiere decir que la humanidad y la divinidad estén mezcladas, sino


que están unidas, pero sin perder su propia identidad y esencia.
Podríamos concluir que Jesús es completamente Dios y completamente
humano (Col. 2:9)
A continuación, analizaremos lo que dice la Escritura en referencia a ello.
Para poder hacerlo de forma más sencilla, necesitaremos estudiar
separadamente lo que se nos enseña sobre la divinidad y humanidad de
Cristo.

Divinidad de Jesús

El problema que surge al no comprender a ciencia cierta lo referente a la


naturaleza divina y humana de Jesús, nos ha llevado a menudo a converger
en distintos extremos; algunos de ellos, nos han llevado muchas veces a
afirmar una y negar la otra, o viceversa.
La Biblia, por el contrario, es clara en cuanto a este tema.

Es por esa razón, que abordaremos la divinidad de Jesús acotando nuestro


análisis al Evangelio de Juan y demostrando que podemos afirmar la
completa divinidad e igualdad de Jesús con el Padre y el Espíritu Santo, sin
negar por ende su humanidad.
Antes que nada, necesitamos recordar que uno de los propósitos del apóstol
Juan, era prevenir a los cristianos sobre una secta herética que estaba surgiendo
en el primer siglo denominada los “docetas”. Éstos negaban la divinidad de
Jesús, entre otras cuestiones doctrinales. Eran una especie de gnósticos
primigenios, puesto que la herejía gnóstica propiamente dicha, recién hará
su aparición a mediados del II siglo de nuestra era.

Prólogo Y Epílogo Del Evangelio De Juan

Tanto el principio del libro, como el final de este, nos muestra claramente la
divinidad de Jesucristo y su lugar en la eternidad junto a las otras personas
de la Trinidad.

Prólogo:
Jn. 1:1-5 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella”.
Comparemos esta declaración con el libro de Génesis (Gn. 1:1-4):
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada
y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio
Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.”

→ Ambos comienzan su relato con los acontecimientos iniciales del


universo (“En el principio…”)

→ Ambos declaran que el origen de la creación es el resultado de la


intervención divina en el mundo material (“creó Dios los cielos y la
tierra” Gn.1:1; “Todas las cosas por él fueron hechas…” Jn. 1:3)
→ Ambos afirman que esa intervención se manifestó a través de una
palabra, para crear algo de la nada (“Y dijo Dios…” Gn. 1:3; “El Verbo… sin
él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” Jn. 1:1,3). Necesitamos aclarar
que el término “el Verbo” es en griego el “logos” y significa “la Palabra”. Otro
dato, sumamente importante para nosotros, es que este término sólo aparece
en este primer capítulo del libro de Juan con lo cual se nos demuestra la
intencionalidad por parte del autor para evidenciar un mensaje.
→ Ambos manifiestan que la “luz” es consecuencia exclusiva de la operación
divina. En el libro de Génesis mencionando la luz natural, y en Juan en el
ambiente espiritual (“… Sea la luz, y fue la luz” Gn. 1:3; “… era la luz de los
hombres…” Jn. 1:4)
→ Ambos hablan de la separación de la luz con las tinieblas, en el mismo
contexto anteriormente explicado (“… y separó Dios la luz de las
tinieblas” Gn. 1:4; “… las tinieblas no prevalecieron contra ella” Jn. 1:5)
Un paréntesis de gran importancia:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
él le ha dado a conocer.” (Jn. 1:18)
→ La primera expresión hace recordar que ni siquiera el mismo Moisés,
quien quiso ver “el rostro de Dios”, fue capaz de hacerlo ya que el Señor no
se lo permitió (Ex. 33:20-23). Pero Jesús no sólo lo vio, sino que es el único
capaz de darlo a conocer en toda su esencia (Col. 1:15)
→ Hay un asunto de traducción importante en este versículo para poder
analizar y resaltar. La versión RV1960, anteriormente citada, traduce: “el
unigénito Hijo.” Sin embargo, los manuscritos más antiguos, no dicen en
griego: “monogenes Juios” sino, “monogenes Theos”. Esto significa que la
traducción debería ser literalmente: “el unigénito Dios” y así lo expresan
versiones como Biblia de las Américas, Nueva Versión Internacional, etc.

Epílogo
El propósito del libro lo encontramos en Jn. 20:30-31:
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre.”
→ Este título enfatiza su divinidad, de la misma forma que cuando los
Evangelios utilizan “el Hijo del Hombre”, se refiere a la humanidad del Señor.
Un dato importante para resaltar es que nunca este último título fue usado
por terceros para referirse a Jesús, sino que es Él mismo quien lo usa para
referirse así mismo.
→ El título “Hijo de Dios” aparece 8 veces más en este libro (Jn.
1:18, 49; 6:69; 9:35; 10:36; 11:4, 27; 19:7).
DECLARACIONES “YO SOY” (“ego eimi”)

En el libro de Juan encontramos 7 declaraciones diferentes bajo esta expresión,


las mismas aparecen en momentos específicos e identificándose en cada
una con el YO SOY EL QUE SOY de Éxodo 3:13-14.
De esta manera, el énfasis es indudablemente, que se pudiera reconocer su divinidad.
1) “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35) – dicho durante la Fiesta de la Pascua.
2) “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8:12) – dicho durante la Fiesta de
Tabernáculos.
3) “Yo soy la puerta” (Jn. 10:9) – dicho al comenzar la Fiesta de Dedicación.
4) “Yo soy el buen pastor” (Jn. 10:11) – dicho al comenzar la Fiesta de
Dedicación.
5) “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25-26) -dicho poco antes de la
Fiesta de la Pascua.
6) “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14:6) – dicho durante la Fiesta
de la Pascua.
7) “Yo soy la vid” (Jn. 15:5) – dicho durante la Fiesta de la Pascua.
A continuación, analizaremos un sólo ejemplo de los anteriormente citados,
para una mejor comprensión: “Yo soy la puerta” y “Yo soy el buen pastor”
Estas declaraciones fueron dadas en una misma ocasión, en un mismo
discurso de Jesús, dirigido a los judíos.

Este tuvo lugar en Jerusalén, probablemente dos meses después de la


Fiesta de Tabernáculos (“Sukkot”), en vísperas de la Fiesta de Dedicación
(“Janukah”).

En esta fiesta judía que conmemora la victoria de los Macabeos sobre


Antíoco Epífanes, y su reino de terror, durante el período Intertestamentario.

Aquí Jesús, no solo resalta su divinidad, sino que lo hace en el contexto


cultural de una fiesta que conmemora a los buenos líderes de la nación, y se
establece como el verdadero líder de Israel.

Para los judíos, la declaración del “Yo Soy” como una revelación específica
del carácter de Dios era una cuestión con la que estaban familiarizados.

Como veremos a continuación en el siguiente listado, Dios se manifestó de


diferentes maneras en el Antiguo Testamento:
Yahve Elohim – “Yo soy Dios” (Gn. 2:4)
Yahve Yireh – “Yo soy tu proveedor” (Gn. 22:14)
Yahve Rafa – “Yo soy tu sanador” (Ex. 15:26)
Yahve Nissi – “Yo soy tu bandera” (Ex. 17:15)
Yahve Kaddesh – “Yo soy quien te santifica” (Lv. 20:8)
Yahve Shalom – “Yo soy tu paz” (Jue. 6:24)
Yahve Roh – “Yo soy tu pastor” (Sal. 23:1)
Yahve Sabaot – “Yo soy de los ejércitos” (Is. 1:24)
Yahve Tsidkenu – “Yo soy nuestra justicia” (Jer. 33:16)
Yahve Sama – “Yo soy está aquí” (Ez. 48:35)

La Humanidad de Jesús

De la misma manera que esta sociedad es escéptica a aceptar la divinidad


de Jesús, muchos de ellos aceptan sin dudar la existencia histórica de Jesús.

No cuestionan su humanidad, sino por el contrario, son capaces de utilizarlo


como modelo de lucha popular para el beneficio de los más desprotegidos.

Probablemente, el cuestionamiento sobre la humanidad de Jesús surge


dentro de muchas comunidades cristianas, incapaces de comprender está
unidad de ambas naturalezas. Eso ha llevado a menospreciar la naturaleza
humana de Cristo para enfatizar la divina por sobre ella.
De todas formas, la Biblia es clara al referirse a Jesús como hombre y las
necesidades que como tal poseía.

Además, no podríamos decir que Jesús gozara de alguna ventaja en


su humanidad con respecto a la nuestra.

Lo que sí podemos afirmar es que aprovechó todo el potencial que poseen los
hombres y lo utilizó al máximo para poder ejecutar el plan divino, y esto nos
sirve como ejemplo para que nosotros podamos hacer lo mismo al seguir
sus pisadas (1P. 2:21-25)
Los siguientes versículos que hemos escogidos no son los que
tradicionalmente se utilizan para ver que fue un ser humano con necesidades
similares a las nuestras: como comer, dormir o cansarse.

Refieren más bien a aquellas características de la humanidad de Jesús que


reflejan sus sentimientos y deseos más profundos, para que también los podamos
aceptar en nosotros y, de esa forma, triunfar como Cristo triunfó.
1. Jesús y la tentación.

He. 4:15 “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda


compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado”
Aunque para muchas personas que no conozcan las Escrituras les parezca
mentira, se nos relata que nuestro Señor fue tentado mientras vivió entre
nosotros. Deberíamos aclarar que la Biblia no dice que ser tentado sea pecado
ni muestre una vida espiritual debilitada, ni mucho menos.
El pecado es ceder ante la tentación (Stg. 1:15) y Jesús sufrió tentaciones hasta
un punto en el que nosotros, probablemente, jamás llegaremos a ser
tentados ya que tendemos a ceder antes de tiempo.
Un ejemplo de esto es Jesús, siendo tentado a recibir la gloria y el dominio
de todos los reinos de este mundo (Mt.4:8-9) o de rendirse ante el sufrimiento
que implicaría ir hacia la cruz (Mt. 26:53).
Su identificación con nuestras debilidades fue máxima para que también
nosotros podamos obtener seguridad de su compasión sobre nosotros

2. Jesús y las emociones.

Mr. 3:5 “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza
de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la
mano le fue restaurada sana.”
Mt. 26:37-38 “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi
alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”
Las emociones son una característica distintiva de la humanidad.

Es interesante que Cristo a lo largo de todo su ministerio terrenal manifestó


diferentes estados emocionales, demostrando cuánto le afectaban las
situaciones o acciones que sucedían a su alrededor. Inclusive, como pueden
expresarse en estas dos porciones bíblicas, sentimientos como la tristeza, el
enojo, la angustia.
No hay nadie que pueda comprender mejor nuestros estados emocionales
que Cristo, y sobre todas las cosas, ayudarnos a ser fortalecidos en medio
de ellos para que podamos ser instrumentos en sus manos.

3. Jesús, la humillación y el abuso.

Mt. 27:27-30 “Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al


pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le
echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una
corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la
rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y
escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza.”
Probablemente, este sea el momento más dramático durante el ministerio
de Jesús, y por lo cual, la mayor muestra de identificación con los más
vulnerables.
En una sociedad en la que violencia intrafamiliar, el abuso y el maltrato de
toda índole o las humillaciones públicas son una realidad frecuente, Cristo
puede comprendernos y acompañarnos a superar ese dolor.

Aquel que fue desnudado, escupido y golpeado de diversas formas frente a


los ojos de los demás, quien recibió múltiples burlas sin ser merecedor de
ninguna de ellas, es capaz de saber el proceso por el que estamos
atravesando o hemos atravesado en el pasado.

Cristo no sólo se identifica con nosotros, Él tiene el poder y quiere sanar


nuestras heridas más profundas.

Para finalizar, creemos sumamente relevante destacar algunos pasajes del


N.T. que nos ayudarán a fortalecer esta verdad Escritural acerca de la
humanidad de Cristo y de los beneficios o enseñanzas que adquirimos
mediante ello:

1Ti. 2:5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre”
En su función sacerdotal, era necesario encarnarse para poder ocupar esa
posición que los sacerdotes ejercían, pero con pecado. Cristo se constituyó
en el único mediador entre los hombres y Dios, estableciendo un nuevo
pacto sobre mejores promesas como se relata en He. 8:1-2, 5.
Jn. 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
La encarnación de Cristo nos permitió conocer la gloria de Dios en su
dimensión más esplendorosa posible en la tierra. Si en el A.T. pudieron
percibirse pequeños destellos de su esplendor a lo largo de toda la historia,
en Jesús pudo verse en su forma más plena.

Fil. 2:7-8 “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló
a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
La humanidad de Cristo nos enseña el modelo de vida por excelencia para
nosotros como creyentes. Su vida en la tierra nos inspira a la humildad, a
permitir que otros adquieran un lugar de mayor importancia, a ser obedientes
y sumisos a la Voluntad suprema de Dios.

He. 10:11-14 “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar
los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en
adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de
sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados.”
Era imposible que un sacrificio pudiera tener un efecto eterno si ese sacrificio
no provenía de un ser perfecto. En la antigüedad, tanto el sacerdote como
lo que ofrecía carecía de tal atributo, y por lo cual, provocaba que se tuvieran
que realizar continuas ceremonias para brindar un resultado igualmente
limitado.

El sacrificio de Jesucristo, cien por ciento Dios y cien por ciento hombre,
produjo la expiación de todos los pecados.
Al concluir, esta temática tan importante, no podemos olvidar el sabio consejo
que dijo el apóstol Juan a la iglesia del primer siglo, pues sigue siendo tan
vigente como en aquel entonces:
1Jn. 1:2-3 “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya
está en el mundo

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