Clase 3
Clase 3
Clase 3
Un claro ejemplo de ello es el tema que nos revela que Cristo es divino a la
vez que humano.
Divinidad de Jesús
Tanto el principio del libro, como el final de este, nos muestra claramente la
divinidad de Jesucristo y su lugar en la eternidad junto a las otras personas
de la Trinidad.
Prólogo:
Jn. 1:1-5 “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas,
y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella”.
Comparemos esta declaración con el libro de Génesis (Gn. 1:1-4):
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada
y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio
Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.”
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre,
él le ha dado a conocer.” (Jn. 1:18)
→ La primera expresión hace recordar que ni siquiera el mismo Moisés,
quien quiso ver “el rostro de Dios”, fue capaz de hacerlo ya que el Señor no
se lo permitió (Ex. 33:20-23). Pero Jesús no sólo lo vio, sino que es el único
capaz de darlo a conocer en toda su esencia (Col. 1:15)
→ Hay un asunto de traducción importante en este versículo para poder
analizar y resaltar. La versión RV1960, anteriormente citada, traduce: “el
unigénito Hijo.” Sin embargo, los manuscritos más antiguos, no dicen en
griego: “monogenes Juios” sino, “monogenes Theos”. Esto significa que la
traducción debería ser literalmente: “el unigénito Dios” y así lo expresan
versiones como Biblia de las Américas, Nueva Versión Internacional, etc.
Epílogo
El propósito del libro lo encontramos en Jn. 20:30-31:
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos,
las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que
creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre.”
→ Este título enfatiza su divinidad, de la misma forma que cuando los
Evangelios utilizan “el Hijo del Hombre”, se refiere a la humanidad del Señor.
Un dato importante para resaltar es que nunca este último título fue usado
por terceros para referirse a Jesús, sino que es Él mismo quien lo usa para
referirse así mismo.
→ El título “Hijo de Dios” aparece 8 veces más en este libro (Jn.
1:18, 49; 6:69; 9:35; 10:36; 11:4, 27; 19:7).
DECLARACIONES “YO SOY” (“ego eimi”)
Para los judíos, la declaración del “Yo Soy” como una revelación específica
del carácter de Dios era una cuestión con la que estaban familiarizados.
La Humanidad de Jesús
Lo que sí podemos afirmar es que aprovechó todo el potencial que poseen los
hombres y lo utilizó al máximo para poder ejecutar el plan divino, y esto nos
sirve como ejemplo para que nosotros podamos hacer lo mismo al seguir
sus pisadas (1P. 2:21-25)
Los siguientes versículos que hemos escogidos no son los que
tradicionalmente se utilizan para ver que fue un ser humano con necesidades
similares a las nuestras: como comer, dormir o cansarse.
Mr. 3:5 “Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza
de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la
mano le fue restaurada sana.”
Mt. 26:37-38 “Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a
entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi
alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”
Las emociones son una característica distintiva de la humanidad.
1Ti. 2:5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre”
En su función sacerdotal, era necesario encarnarse para poder ocupar esa
posición que los sacerdotes ejercían, pero con pecado. Cristo se constituyó
en el único mediador entre los hombres y Dios, estableciendo un nuevo
pacto sobre mejores promesas como se relata en He. 8:1-2, 5.
Jn. 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
La encarnación de Cristo nos permitió conocer la gloria de Dios en su
dimensión más esplendorosa posible en la tierra. Si en el A.T. pudieron
percibirse pequeños destellos de su esplendor a lo largo de toda la historia,
en Jesús pudo verse en su forma más plena.
Fil. 2:7-8 “sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló
a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”
La humanidad de Cristo nos enseña el modelo de vida por excelencia para
nosotros como creyentes. Su vida en la tierra nos inspira a la humildad, a
permitir que otros adquieran un lugar de mayor importancia, a ser obedientes
y sumisos a la Voluntad suprema de Dios.
He. 10:11-14 “Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar
los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en
adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de
sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados.”
Era imposible que un sacrificio pudiera tener un efecto eterno si ese sacrificio
no provenía de un ser perfecto. En la antigüedad, tanto el sacerdote como
lo que ofrecía carecía de tal atributo, y por lo cual, provocaba que se tuvieran
que realizar continuas ceremonias para brindar un resultado igualmente
limitado.
El sacrificio de Jesucristo, cien por ciento Dios y cien por ciento hombre,
produjo la expiación de todos los pecados.
Al concluir, esta temática tan importante, no podemos olvidar el sabio consejo
que dijo el apóstol Juan a la iglesia del primer siglo, pues sigue siendo tan
vigente como en aquel entonces:
1Jn. 1:2-3 “En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa
que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya
está en el mundo