Resumen Sociologia Del Delito

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ANITUA

CAPITULO III
I. Dificultades para la caracterización de la Ilustración: rasgos comunes y aparentes contradicciones.
Las ideas más trascendentes de este período son las que hacen referencia a la forma de organizar la cosa pública, esas formas –
Estado que habían surgido en Europa a partir del siglo XIII, y que, desde fines del siglo XVI, habían dado lugar a los gobiernos
absolutistas y concentradores del poder en una monarquía que oscilaba en sus apoyos entre una emergente burguesía urbana y
los poderes tradicionales. La ilustración fue el momento en que la burguesía emprendió claramente su lucha contra estos
poderes tradicionales de la nobleza y el clero y que también se enfrentó, en parte, al mismo absolutismo monárquico. De acuerdo
a ello se intentaría desarrollar democráticamente el ejercicio de este poder de acuerdo al concepto de soberanía. Se aceptó
entonces la noción monárquica de soberanía, pero con el reconocimiento de que esta no es propiedad de un particular sino que
está conformada por todos los que han pasado de ser súbditos a ciudadanos.
La misma noción de ciudadano quedaba emparejada con la capacidad de voto. Niños y jóvenes, extranjeros, minorías a las
que no se reconocería ese carácter y también aquella mitad de la población, tan activa durante la Ilustración, compuesta por las
mujeres, serían personas de “segunda categoría” al no gozar de muchos de los derechos que sólo tendrían los “ciudadanos”.
Otra contradicción surgiría de la idea del “contrato”. Aquella misma concepción individualista que ponía su fe en la razón humana
es la que está en el origen de los diversos modelos de “contrato”, que explicarían en la Ilustración las formaciones políticas
basadas en el individuo, características del pensamiento liberal y opuestas a las previas y posteriores formas organicistas.
El individualismo también había engendrado dos formas de hacer ciencia: por un lado, el racionalismo (Descartes); y por el otro el
empirismo (Inglaterra, mayores representantes: Francis Bacon e Isaac Newton). Con ambas concepciones científicas se puede
visualizar a la sociedad como un conjunto de partes en interdependencia recíproca. La forma política de explicar esa “totalidad”
sería utilizando una expresión jurídica de equilibrio. Esa forma jurídica sería la del contrato.
El contrato de Hobbes tiene como mira afirmar y legitimar el poder absoluto del Estado representado por el monarca, y por ello su
metáfora del contrato señala que los individuos ceden por miedo todas sus capacidades al soberano en el acto de constituir la
sociedad política y luego éste administra ese poder concentrado como le place.
El liberalismo, que pretende ser el único heredero de las diversas ideas del “contrato social”, aparece con mayor claridad en la
obra de John Locke, quien hace hincapié en la tolerancia y en los derechos naturales (luego, humanos) como límites al accionar
de los gobiernos. Locke afirmaba la idea de un gobierno basado en la exigencia de la libertad de los individuos. Un Estado que
tenga limitados sus poderes y su funciones.
El contrato entonces, tiene dos partes: en la primera los individuos deciden entre ellos crear la autoridad superior; y en la segunda,
pactan con esta autoridad superior el entregarle, fiduciariamente, el manejo de algunos intereses para su mejor consecución, pero
con la salvedad de que los derechos naturales no dependen de esa institución. No es el miedo lo que los lleva a los hombres
a constituir el Estado, sino la búsqueda de un estadio superior en el que se garanticen y puedan actuar sus derechos naturales.
La naturaleza humana que concibe Locke es un estado de libertad, de igualdad, y sobre todo, de racionalidad. Ello implica la
universalidad de los derechos humanos pues todos los Estados estarán guiados por estas reglas últimas y comunes, accesibles
racionalmente. Las leyes que dicte el Estado deben estar de acuerdo con ellos y no serán un límite a su goce sino que, por el
contrario, sirven para proteger y acrecentar la libertad individual. Todo el Estado sirve para regular esa libertad humana a través
del dictado de leyes racionales y el juzgamiento imparcial de las relaciones entre individuos libres. Los límites nos los tiene el
individuo sino el Estado, tanto para juzgar, para lo que sirven las leyes, como para legislar.
El concepto de democracia de Locke será el de una democracia liberal que reconoce la validez de las leyes superiores al propio
Estado.
El concepto de soberanía también es fundamental en la obra de Locke, y se vincula con lo bélico y lo punitivo. Definiría esa idea
de soberanía al decir que “la comunidad nace de un poder de decidir qué castigo corresponderá a las diversas transgresiones
cometidas entre los miembros de la sociedad que se consideren merecedoras de él, del mismo modo que tiene el poder de
castigar cualquier lesión inferida a cualquiera de sus miembros por cualquiera que no pertenezca a ella”.
Esta idea de soberanía perduraría y se relegitimaría en todas las versiones contractualistas.
Para Rousseau, es el propio contrato el que a la vez de crear el Estado de Derecho establece los deberes y obligaciones de los
individuos de acuerdo a la “voluntad general”. El contrato pensado por este ilustrado que inspiraría a la Revolución Francesa no es
de entrega de los derechos naturales al Estado ni de confiar una regulación de la natural libertad mantenida, sino que por el
contrario es un acto originario de una forma social que defienda y proteja con toda la fuerza de común a la persona de cada uno
de los asociados y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y que por lo tanto sea libre siguiendo la
“voluntad general” que será la misma que la de cada uno de los individuos contratantes.
La teoría más limitada del poder punitivo, aquella que justifica la necesidad de “garantías” para el individuo, emerge directamente
del contrato de Locke.
El poder soberano de Rousseau está constituido por la voluntad de cada uno y de todos, y por tanto es infalible. Ese Estado no
tiene necesidad de proporcionar garantías a los súbditos, “porque es imposible que el cuerpo quiera perjudicar a su miembros”.
Esta metáfora organicista no hace desaparecer la base contractual, pues, para este autor, el Estado no podía cargar con cadenas
inútiles a los miembros de la comunidad. El todo se justifica para la mejor satisfacción de las necesidades de las partes y no al
revés.
Las garantías pueden y deben entenderse como protectoras del débil frente al accionar del Estado pero también como impulsoras
de un accionar concreto que lleve hacia la igualdad y por tanto hacia la desaparición de la posición de debilidad.
Durante el siglo XVIII ocurrió el segundo momento económico, llamado revolución industrial, como una nueva vuelta de tuerca en
la globalización del capitalismo occidental.
La revolución industrial requería además de innovaciones tecnológicas, y de comunicaciones, nuevas formas de organización de
lo político y de lo punitivo para dar respuesta a las recientes necesidades de orden en las nuevas y más grandes concentraciones
fabriles y urbanas.
El espíritu crítico era sin duda una continuación de los pensadores del límite del siglo XVII y sería el lugar común de los escritores
y pensadores que de la ciencia o filosofía pasarían a formular los primeros pensamientos propiamente criminológicos, en tanto
sociológicos o políticos.
Como lo remarcarían Adorno y Horkheimer años más tarde, “el iluminismo, en el sentido más amplio de pensamiento en continuo
progreso, ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de convertirlos en amos”.
Los dos pensadores más representativos de la Ilustración son Montesquieu y Voltaire.
Montesquieu reflejó tanto en su vida como en su obra dos características que serían la base de los planteos políticos de la
burguesía acomodada y comercial: moderación y límites. La política de Montesquieu pretende asegurar la armonía social y la
libertad política y económica de los individuos, a través de un equilibrio que permita la aceptación de las diferentes situaciones
sociales y reduzca de esta forma la violencia sin recurrir a la misma violencia. La división de poderes por él preconizada como
forma de asegurar ese equilibrio, es la división de un único poder en funciones realizadas por distintos órganos que de esta forma
evitan el abuso de uno de ellos. En su obra Del Espíritu de las leyes la imagen de equilibrio que él adoptó es la del cuerpo
humano, y la de sus órganos que funcionan con autonomía pero guiados por el sentido de totalidad o de conjunto. El organicismo
ya comenzaba a ser el dogma de la burguesía más lúcida europea.
En cuanto al pensamiento criminológico, la obra de Montesquieu anticiparía los criterios popularizados por Beccaria. Criticaba
Monstesquieu la injusta proporción entre delitos y penas, criticaba la sanción de determinados delitos basados en supersticiones –
magia, herejía, sodomía, etc. -, manifestaba que sólo debían regularse comportamientos exteriores, pregonaba lo inútil y
contraproducente de los castigo severos. Y planteaba una reforma procesal que renegara de las denuncias anónimas, los
delatores y las torturas.
El objeto de este planteo de reforma es la libertad, pues las leyes producen libertad.
Para Montesquieu las leyes, los derechos y las garantías son una expresión de su miedo a la tiranía. Señalaba así que el
Ejecutivo es el órgano más peligroso, y advierte ya el problema de las burocracias, en especial si están armadas: el ejército es el
principal corruptor de las leyes, afirma.
La obra de Montesquieu fue prohibida por la Iglesia Católica por sus críticas a las supersticiones y a la Inquisición española, y por
la radical separación de derecho y moral.
Voltaire, al igual que Montesquieu, no era un revolucionario: su interés iba dirigido a la tolerancia, a la humanización y civilización
de costumbres e instituciones y al progres o económico guiado por la ciencia. Criticaba el despotismo del poder político y religioso.
El pensamiento penal de Voltaire se desarrollaría denunciando los sufrimientos humanos y los errores provocados por un sistema
de derecho arbitrario y autoritario. Defendía así la presunción de inocencia, el derecho de defensa, la publicidad de los juicios,
mientras criticaba la tortura judicial y a los castigos corporales como la propia muerte.

IV. Beccaria y el garantismo humanizador del sistema penal


La reacción contra el arbitrio de los ciudadanos se advierte en todos los ilustrados, y sobre todo en el representante en los temas
penales: Beccaria.
El progreso técnico entrañaba el progreso moral y ello repercutiría sobre la dureza de los castigos del Antiguo Régimen, que debía
ser abandonada de acuerdo a un nuevo proyecto penal que no sólo sería favorable a los individuos y sus libertades sino también a
las sociedades y a su gobierno eficiente.
Su obra De los delitos y de las penas representa fielmente a la Ilustración al hacer la combinación del empirismo inglés con
racionalismo francés, que ya se advierte en Mostesquieu y en Voltaire.
Los juristas de las universidades rechazaron la obra pues la consideraban peligrosa y revolucionaria.
La base ideológica de Beccaria es contractualista. Para él, no obstante, el origen de las penas está en el contrato social y en la
necesidad de defenderlo de los ataques de particulares. La influencia más importante sobre el autor provenía de los publicistas
franceses y en especial de Monstesquieu. La visión contractualista de Montesquieu puede emparentarse con la de Locke.
El pensamiento de Locke influye claramente en Beccaria. Esta noción del contrato social y de la libertad del hombre, junto con las
características propiamente utilitaristas de Beccaria tendrán poco que ver con otras insistencias acerca del castigo, como la
proporcionalidad.
Para Beccaria la pena no podía justificarse en la venganza sino en la utilidad, en la prevención de otros delitos. Todo acto
de autoridad ejercido sobre un hombre es tiránico s no esté basado en la necesidad y por tanto todo castigo que no sirve para
mantener el contrato social unido es injusto. No hay fundamento místico o moral para la pena y la justicia, sino que será justo
aquello que sea socialmente útil.
Y esa utilidad estaría fijada por la voluntad general a través de las leyes. El poder legislativo debe señalar los hechos que
constituyen delito no sólo para limitar el poder del soberano al castigar sino también porque ello sirve para evitar su comisión en
cuanto utilidad, para lo que debe también preocuparse por la información pública de tales delitos y de las penas que les
corresponden. El principio de legalidad que defendía Beccaria limita la arbitrariedad tanto delos jueces (limitados por la ley) como
del legislador (limitado por la necesidad social) a la vez que cumple una función como poder, ya que la ley les dice algo a los
individuos. Todo ello remite a la idea de certidumbre que será la base de una legalidad, y de un castigo, básicamente útiles para
impedir la comisión de nuevos delitos.
Señalaba Beccaria la necesidad de suprimir el tormento y las confesiones secretas, pero decía que esta necesidad no sólo está
guiada por el respeto a la persona sino también por razones de utilidad. De acuerdo a la mejor manera de impartir justicia,
aspiraba a otro procedimiento de averiguación de la verdad en el que reinasen la oficialidad, la imparcialidad, la prontitud y la
publicidad.
En cuanto a la ejecución de la pena, que se fundamenta en la utilidad – para que ni el condenado ni otros cometan otra vez ese
hecho -, abogaría por una modernización de las penas que tenga en cuenta su eficacia. Los castigos crueles son excesivos y
contraproducentes, vuelven insensibles a los hombres, y por ello deben reemplazarse por otros que sean eficientes a la hora de
prevenir delitos.
Beccaria manifestaba su repulsa a la pena de muerte y a los castigos corporales. La dulzura en los castigos se relaciona con la
eficacia y la utilidad y por tanto entroncará una vieja práctica estatal moderna de reclusión, con la nueva penalidad por excelencia
de los regímenes democráticos contemporáneos – la prisión – aunque no sólo con ella puesto que también postula otros castigos
significativos.

VI. Los conceptos jurídicos de delito y pena como objetos de conocimiento criminológico
Carrara dice que “el delito no es un ente de hecho sino un ente jurídico”. No todo Estado que tiene leyes o basado en una mera
legalidad es un Estado de Derecho. En cambio, lo que sí aparece como un reclamo ilustrado es lo que Ferrajoli actualmente llama
“estricta legalidad” que requiere, como límite al legislador para definir lo que es delito, que la acción así calificada sea en primer
lugar una acción externa, que lesione un bien jurídico de tercero, que reconozca culpabilidad del ser humano que la realice, etc.
No sólo el límite de la ley era necesario para habilitar el poder punitivo, sino también para que éste, una vez habilitado, no se
excediera en sus formas y contenidos. Los ilustrados burgueses advertían ya, como lo señalara Foucault, que el poder punitivo
ejemplarizante y sanguinario del Antiguo Régimen ya no era efectivo, y hasta podría ser peligroso para la subsistencia del mismo
poder. La ceremonia del suplicio – y la violencia allí implicada – que era fundamental en el esquema de poder monárquico o de la
revolución mercantil, se convertía en el hecho terrible a erradicar en la política y filosofía del castigo del siglo XVIII.
Se busca entonces que la justicia criminal en lugar de vengarse, castigue. Y ese “castigo” debe justificarse de acuerdo a la crítica
racional.
El ejercicio del poder – también del poder punitivo como ámbito privilegiado de aplicación – fue “desnaturalizado”, y por lo tanto
discutido y justificado.

CAPITULO IV
I. LOS DISCURSOS DISCIPLINARIOS Y UTILITARIOS. EL NACIMIENTO DE LA POLICIA Y LA PRISION.
Durante el siglo XVIII, en Inglaterra se produjo el primer desarrollo de la "Revolución Industrial". Las innovaciones tecnológicas,
como la máquina de vapor, la utilización del carbón para manipular los metales, los cambios en la explotación agraria y en los
transportes establecieron una producción verdaderamente industrial.
Aumentaría en forma explosiva el número de habitantes como consecuencia de otras innovaciones técnicas que permitirían una
mayor sobrevida.
La idea económica que acompañaría ese desarrollo era la del capitalismo liberal, presentado en su forma clásica en 1776 por
Adam Smith (1723-1799). Según este autor, y sólo en algunos casos, pues en otros estima mejor la "coacción", si los intereses
privados funcionasen en circunstancias de economía perfecta se desarrollarían de tal forma que lograrían lo mejor para toda
sociedad.
Se trata de un sistema de "libertad natural" en el que cada uno, y mientras no vulnere la ley, debe quedar libre para perseguir a su
manera su propio interés y dirigir sus propiedades en competencia con los de los otros, el gobierno se limita a mantener la
seguridad, la justicia y "ciertas obras" e "instituciones públicas" como la educación. En su visión más sesegada el objetivo sería el
de dejar en libertad la búsqueda individual de privilegios para dar lugar a un orden social "natural" con el mayor aumento de la
riqueza de la nación.
Este liberalismo teóricamente "sin reglas"-puesto que evidentemente las había, y ellas beneficiaban a unos, los poseedores, y
perjudicaba a otros- produjo las cuotas más altas de injusticia social y de explotación de la nueva clase social trabajadora-
proletariado-. Las estrategias defensivas de los trabajadores contra esa explotación pasaban por la sindicalización y la huelga, y
por este motivo tales prácticas "naturales" fueron declaradas ilegales y severamente reprimidas.
El liberalismo en lo práctico no se basaba en la falta de intervención social. Por el contrario, los estados resultaron funcionales a
esta forma de producción, a través de la contención y el control de los explotados.
Tal injusticia se basaría en nuevas formas de "justicias". La revolución Industrial y sus necesidades provocarían un cambio en la
forma de ejercer el control estatal a través de los castigos. Se buscaba una utilidad también con la pena, y esa utilidad estaría
dada con el disciplinamiento de los grandes contingentes humanos explotados en las fábricas privadas de cualquier beneficio
personal.
El individuo supuestamente aumentaría su capacidad productiva a través de un entrenamiento de su cuerpo, y de su mente.
Las principales funciones de estas burocracias reforzadas estarían orientadas hacia el control de los individuos en libertad, o de
los privados de ella como castigo.
En estas prácticas penales, utilitarias y disciplinarias, se destacaba el pensamiento del reformista Jeremy BENTHAM, éste es el
mejor referente del discurso que acompañó al nacimiento de una nueva forma de castigar.
Esta nueva forma, la privación de la libertad, se generalizará a lo largo del siglo XIX y sólo desde entonces, en todo el mundo
occidental.
La prisión nace directamente justificada por las necesidades disciplinarias. Una de sus funciones ideológicas proviene del
pensamiento puritano, el de la disidencia religiosa inglesa y estadounidense.
La disciplina, el encierro y ascetismo como condición de orden y progreso espiritual de estos religiosos influyeron en el diseño de
orden democrático y del sistema penitenciario en Estados Unidos. El orden democrático sólo es posible con hombres
responsables, y por tanto éticamente irresponsables: auto-controlados.
Uno de sus claros exponentes fue el médico Benjamín RUSH (1745-1813), un cuáquero que organizó el sistema penitenciario
luego de la Independencia, y el que lo relacionó claramente con los presupuestos liberales e igualitarios de la democracia
estadounidense. También sería Rush un promotor de la abolición de la esclavitud. La misión de las cárceles era, para este
reformador, la de convertir a los individuos en verdaderos ciudadanos capaces de dialogar con sus semejantes. Las cárceles
deberían ser "máquinas republicanas", radicalmente distintas a los castigos del Antiguo Régimen.
Tanto la desaparición de los castigos como la aparición de la prisión han sido explicadas como producto de la misma
necesidad de existencia de la democracia liberal e igualitaria en los EEUU.
Ello se evidencia al comprobar que Alexis TOCQUEVILLE (1805-1859) realizó en 1831 un viaje de estudios de 6 meses junto a
Gutave BEAUMONT (1802-1866) del que surgió su "sistema penitenciario de los EEUU y su aplicación en Francia". Algún tiempo
después escribiría su famoso libro "La democracia en América".
Se advertía la importancia política de las curiosas instituciones penales que querían importar ¿cuál es el objeto de la pena en
relación al que lo sufre? darle hábitos sociales, y ante todo, enseñarles a obedecer. La importancia de la disciplina para el
desarrollo del capitalismo y de la democracia liberal es un rasgo que no se le escaparía a Tocqueville.
También existió un elemento religioso en quienes planteaban un nuevo orden. De hecho, el nombre "penitenciaria" derivó de la
función penitencial que se pretendía efectuar en el aislamiento de los nuevos sistemas organizados por los cuáqueros.
Como los puritanos John HOWARD (1726-1790) creía en la salvación por la fe, y en que ella se interiorizaba sobre el cuerpo y la
mente de uno mismo. Es por eso que defendía firmemente el aislamiento en celdas limpias y la disciplina de trabajo como
métodos para mejorar a los hombres.
Para HOWARD la cárcel debería asemejarse a un centro de trabajo, no tener suplementos puritivos inútiles para la corrección
moral, e imponer una verdadera disciplina.
De este origen puritano se desprenden las características de la pena de encierro en régimen celular estadounidense: aislamiento,
silencio, encierro discilpina, orden, trabajo, inspección.
Jeremy BENTHAM fue quien desarrolló la filosofía utilitaria y práctica que arraigó con fuerza el pensamiento burgués, inglés y el
disciplinarismo como técnica política de control social. Esta pretensión disciplinante ya existía con anterioridad a ésta época
industrializado. Pero sería en plena Revolución Industrial cuando se le proporcionarse justificación teórica en base a la utilidad
pública entendida como felicidad.
Para BENTHAM el ideal de sociedad es la que obtiene "la mayor felicidad para el mayor número". Su creación en el área del
control disciplinario, es el mencionado proyecto de "el Panóptico" (1791), no inventó aquí la cárcel, sino que diseña un modelo
eficiente de la misma posibilidad de disciplinar mediante el encierro que se vería aplicado desde la emergencia del capitalismo
manufacturero.
Este modelo había pretendido ser una cárcel concreta diseñada por el propio BENTHAM para aprovecha como empresario
privado a los presos que el rey de Inglaterra no sabía dónde alojar. Cuando estaba avanzada la concesión de esta cárcel, el
Parlamento Británico, impidió que se construyera, por lo que quedaría solamente el diseño de esta máquina.
Para BENTHAM el sistema de gobierno se basaba en la mixtura de dulzura, severidad y economía, de acuerdo a las necesidades
del caso concreto. El diseño de la obra arquitectónica: en la periferia sería una construcción en forma de anillo con pequeñas
celdas iluminadas y rodeadas de vacío, para evitar fugas, en el centro, una torre con anchas ventanas que permiten observar lo
que sucede en la construcción periférica que se divide e celdas que atraviesan toda la anchura y permiten que la luz inunde toda
la dependencia sin dejar lugar fuera de la vista. En lo que hace a la unión entre la arquitectura y el régimen está el "ojo que todo lo
ve", el vigilante de la celda central que puede ver todo lo que sucede en las periferias y además puede hacer rotar su presencia
mediante un complejo sistema de sonido. Al no sabes si es efectivamente vigilado, el controlado actuará como si siempre
estuviera presente la mirada de su guardián. De lo que se trata es de disociar la democrática y transparente pareja "ver/ser visto":
en el anillo periférico se es totalmente visto sin ver jamás, en la torre interior se ve todo sin ser jamás visto.
En el siglo XIX al encierro había que dotarlo de lógica: hacer algo con los encerrados requería de una justificación que no pasaba
sólo por los excluirlos (aunque esta función excluyente persistiría). No sólo los excluidos producirían, sino que sus cuerpos se
transformarían en materia prima moldeable.
Es de este momento histórico determinado, el del paso del capitalismo industrial, de donde proviene la necesaria relación entre
cárcel y fábrica. La cárcel se haría fábrica o tomaría la representación simbólica de la fábrica.
El liberalismo capitalista no era enemigo de las burocracias. En todo caso los liberales querían que estas burocracias fuesen
eficaces y útiles. Debía reservarse a la iniciativa privada lo relacionado con la producción, nuevas necesidades debían ser
resueltas por los Estados. El gesto público por habitante crecería en forma notable en el siglo XIX. Este gasto iría a parar a las
poderosas herramientas disciplinarias de los ejércitos, muchos más numerosos tras las guerras napoleónicas. Pero también ese
gasto se explica por la aparición de la policía, como cuerpo de disciplinamiento e inspección. Las policías nacionales, tal como
funcionan hoy, se diferenciaron en el siglo XIX -aunque tienen su origen en Francia- antes y durante el antiguo Régimen, con el
objetivo de la delación y control total terrorista.
La organización burocrática francesa se basaba en la recolección de datos sobre los individuos. Un ejemplo es el de los datos
recolectados por los nacientes registros civiles, que cumplirían funciones importantes para el servicio militar obligatorio que
auspiciaba el Estado basado en la identidad nacional.
Sería el ministro de policía del populismo bonapartista, Joseph FOUCHE quien organizaría la policía en su función disciplinaria,
burocrática y represiva.
La gendarmería se apoyaría en el procesamiento de datos de todo tipo que su estructura burocrática se encargaba de recoger y
catalogar.
Es importante señalar que en todos los países, la justificación de estos cuerpos especiales de control estaba dada por el control
de las clases peligrosas, en particular la constituída por el nuevo proletariado urbano y sus posibilidades de huelga y de sabotaje.
Todos los ilegalismos que eran tolerados antes del capitalismo industrial, y que aseguraban la supervivencia de amplios sectores
de la población, se vuelven intolerables ahora para los propietarios comerciantes e industriales -junto a la exigencia de castigo
debían organizarse un sistema que evitase las pérdidas de los comerciantes e industriales. La protección de los grandes depósitos
y fábricas se haría de tal forma que diluiría la participación en este control y en tales ganancias de los sujetos individuales que
ejercían el poder.
Las burocracias, las de la prisión, la justicia o la policía, serían todas ellas unas máquinas de eliminar la responsabilidad individual
de sus propios miembros, por lo que es posible explicar así como podrían, años más tarde, llegar a producir los horrores más
significativos de la historia del pensamiento y de la acción criminal.
A la idea de prevención del delito iba ligada directamente a la idea de protección de la propiedad privada, comercial e industrial.
De esa forma es posible percibir la labor de la burguesía como sujeto beneficiario de la importante tarea de reforma penal del siglo
XIX, al menos en los estados industrializados. En los estados con menor desarrollo industrial, los cuerpos de policía tenían una
función más rural que urbana pues se trataba de proteger los caminos y también la propiedad del pillaje campesino. Se establecen
así sistemas de control que sirven a la clase industrial y propietaria, pero organizadas desde el propio Estado.
Junto a las burocracias de la industria aparecerán otras burocracias estatales que se harán cargo de la cosa pública en lugar de
sus verdaderos dueños, en teoría todos los ciudadanos.
Estas burocracias tendrían como principal función el control y la disciplina de los otros, aunque quizás sean los mismos miembros
de esas burocracias los más directamente afectados en cuanto a la transformación "interna". También esta transformación hacia la
obediencia y respecto de la autoridad se procurará en los demás.
Comienzan a organizarse sistemas de instrucción pública y también sistemas judiciales que se organizan racionalmente y con
criterios "nacionales". El ejemplo más importante de nacionalización burocrática eficientista es el de los modernos ejércitos.
En el caso de la pena de prisión, se produciría la racionalización conclusiva del modelo de disciplinamiento de la edad moderna
que intentaba imponer el modelo calculador de la ciudad apestaba al tratamiento segresivo y excluyente de los leprosos. Aquí se
comienza a alejar el discurso jurídico de la práctica penal.

II. LOS SISTEMAS PENITENCIARIOS DEL SIGLO XIX


La principal institución de control elegida por la clase burguesa fue la prisión. Los métodos de control en este nuevo orden serían
la escuela, la fábrica, el ejército. Pero la cárcel es el epítome de todos ellos, el que son más claridad impone la disciplina individual
y el control de masas tal como se proponía en "El Panóptico".
Los cambios operados por el industrialismo hacían imposible la distribución de castigos y prevenciones del Antiguo Régimen.
El castigo será criticado, limitado y finalmente reemplazado por nuevos regímenes políticos. Cuando la finalidad declarada del
castigo dejó de ser retributiva y pasó a ser fundamentalmente preventiva, aquellos calabozos utilizados para el tiempo anterior al
castigo, o cuando éste no era apropiado por razones de justicia, cobrarían una especial importancia.
No es casual que las distintas fases del movimiento penitencionista coincidan con las fases revolucionarias.
El programa penal ya estaba en el proceso revolucionario de EEUU, reflejado en la prohibición constitucional de castigos crueles e
inusuales.
Benjamín FRANKLIN inspirado por HOWARD estableció la supresión de las penas corporales y trabajos forzados y su reemplazo,
primero por un período de prueba, mediante el aislamiento silencioso. HOWARD tendría gran influencia en la sociedad de
Prisiones de Pensilvania quesería la propagadora e impulsora del sentido educativo y disciplinario como base en el encierro
solitario e imponerse desde entonces.
La independencia y el rápido desarrollo industrial tuvieron su influencia sobre la organización política del nuevo Estado y su forma
de inventar una democracia. Ello se relaciona con su sistema de penas. En 1790 se aplica por primera vez el SISTEMA
FILADELFICO, basado en la separación permanente, la prohibición de trabajos, la educación religiosa y el silencio absoluto. Este
sistema era propugnado por los cuáqueros -fundadores de Pensilvania, cuya capital es Filadelfia-, y se fue desarrollando hasta
que en 1829 se construyó expresamente para estos fines la Eastern State Penitenciary. Esta cárcel fue un modelo muy imitado
tanto por su arquitectura cuanto por su régimen.
En lo arquitectónico es de destacar el diseño "radial". Dentro del perímetro de murallas, una estructura de siete pabellones que
"radiaban" hasta casi las murallas desde una rotonda central a la que se llegaba por un sendero que unía con la puerta principal.
Cada paveyón o "rayo" poseía un pasillo central que daba acceso a las largas hileras de celdas individual es dispuestas a cada
lado.
En cuanto al régimen, cada convicto era destinado a celdas separadas donde debía residir en soledad hasta el fin de su condena.
Esto era visto positivamente pues se evitaba promiscuidad, que era señalada como la principal causa de desorden en el interior de
los lugares del encierro. Debía impedirse cualquier contacto del preso con el exterior, con otros presos e incluso con sus
guardianes, a fin de obligarlo a permanecer con su conciencia y rendirle cuentas de sus actos reprochables. El aislamiento
individual o "celular" confiaba la reeducación al contacto con Dios a través de la introspección, y la lectura de la Biblia.
Acompañaban a esta tare a reeducadora una serie de obligaciones como el deseo personal y de la celda, la obediencia, el
silencio, y la ausencia total de la actividad.
Se elaboran críticas humanitarias que atendían al alto índice de suicidas y de locura, y también crítica utilitarias pues la
arquitectura y el régimen se consideraban muy costosos. Pero las críticas se ampliaron cuando los cambios económicos hicieron
necesarias la introducción del trabajo productivo en la prisión.
La modificación para permitir el trabajo la realiza en 1821 Elen LINDS, director del penal de Aubur en el estado de Nueva York.
Este penal, modificó la arquitectura al adoptar el pabellón rectangular "tipo bastilla", de pabellones laterales y oscuras celdas
interiores. El sistema auburriano, se mantenía el aislamiento durante la noche pero se introduciría el trabajo colectivo en estricto
silencio durante el día. El que violara la regla del silencio era sometido aflagelación, se pretendía además de la rentabilidad, la
educación del preso en una actividad útil y en los hábitos de docilidad productiva. El peligro estaba dado en la posibilidad de
"contagio", en cuanto a hábitos de otros reclusos lo que debía ser evitado por los guardias y por la estricta disciplina. El sistema de
trabajo ya no era manufacturero, sino el de las modernas fábricas, aunque con un mayor rigor de horarios que llegaba a las diez
horas diarias los siete días de la semana. La disciplina en la organización del trabajo reemplazaría la disciplina de la simple
vigilancia. Las ventajas para el sistema se obtenían sólo si el preso trabajaba pero a la vez el trabajador estaba preso. El trabajo,
además, introdujo la posibilidad de intervenir sobre el preso tanto con la amenaza de castigos por la promesa de premios. Este
sistema se extendió rápidamente por todos las prisiones estadounidense.
En Europa no pasarían desapercibidas tales proyectos, la importancia que se le daba al trabajo forzado haría inclinarse primero
hacia el sistema auburriano, pero el componente humanitario haría progresar el otro sistema -denominado filadélfico- al cual la
dificultad arquitectónica haría posteriormente preferir un sucedáneo. No se pensaba que las condiciones de trabajo podrían servir
para abaratar un sistema en el que, de todas formas, había grandes confianzas depositadas para producir hombres disciplinados.
En los casos en que sí se hacía trabajar a los internos, la finalidad era aumentar el sufrimiento.
En 1830, Tocqueville realizó su famoso viaje tras el que se mostraría, junto a Beaumont, como un apasionado defensor del
sistema filadélfico o celular, entre otras razones por ser más "humanitario". La conclusión que sacaban tras entrevistar a Lynds,
era que el sistema de Nueva York creaba ciudades más obedientes, pero el de Filadelfia ciudadanos más honestos, lo que
implicaba un cambio interior más profundo y duradero.
Todos propondrían reformas en este ciclo que se cierra con la ley de 1844 preparado por Tocqueville y que sigue el régimen
pensilvánico.
En la discusión francesa se verificó con más vigor que en otras la aceptación de la pena de prisión. Su recepción en el Código
Penal se expandió en todos los países que lo imitaron.
En Alemania se destacó Karl Mittermaier, se inclinó por el sistema auburriano.
La sanción propiamente de "deportación" continuaría en el siglo XIX en el que reaparecería como única forma de tratar el
"recidivismo" (forma francesa de reincidencia). Tras varios intentos fracasados en 185 los franceses impusieron la deportación a
las colonias penales de Guayana. En forma previa habían funcionado el encierro en bancos o presidios flotantes, algo a lo que
también recurrieron los ingleses. Estas prácticas fueron suspendidas en 1868 para el caso británico y recién en 1936 para el caso
francés. También por esos años se discutía la utilización de la deportación en España y en América Latina (en la Arg. la
"deportación penalinterna" fue la razón de la construcción del penal de Ushuaia, cerrado por razones humanitarias a mediados del
siglo XX).
El ideal rehabilitador sería una moda que se impondría entonces desde Francia y por ello no es casual que esa denominación
empiece con "re". La rehabilitación estaba pensada a luz de la figura representativa de la modernidad del período: la fábrica y el
trabajo que en ella se realiza. Para mediados del siglo XIX a la vieja práctica del destierro se uniría otra vieja práctica la del trabajo
forzado. Una supuesta existencia de "ocio" en las cárceles previas llevó a sacrificar desde entonces el trabajo como medida
resocializadora. Sin embargo, lo que forzarían al trabajo de esta moderna esclavitud sería el concepto decimonónico de la
"progresividad".
La desconfianza en el encierro en el medio carcelaria provocó que fueran varios los que confiaran en un sistema "progresivo" en
los laboratorios conformados por aquellas "colonias penales", fruto de la deportación, alejados de la civilización.
V. ANTECEDENTES DE LA CRIMINOLOGÍA COMO “CIENCIA”: FISIOGNOMIA Y EL RACISMO
El nuevo organiscisnmo demostraría una justificación “científica” en las nuevas formaciones políticas. El carácter biológico de esa
ciencia justificadora del orden impondría graves atentados a los seres humanos con posterioridad (siglo XX).
Aunque deben reconocerse orígenes del racismo desde mucho tiempo atrás, fue el siglo XIX cuando esta nueva forma de señalar
seres humanos diferentes adquirió peligrosísimas connotaciones científicas.
La preocupación por la salubridad, por la sexualidad, en definitiva, por el control del ser humano que produciría el siglo XIX dieron
pie a afirmar una “inferioridad” natural en aquellos hombres que no compartieran las características morales, religiosas, estéticas,
etc. De la burguesía. No debe olvidarse que produjo un gran debate en este siglo la cuestión del origen del hombre. El mismo
Darwin ya planteaba una “jerarquía” de razas que respondía al sentido común de esa época.
Otros autores de la época, empero, insistieron en que los hombres pertenecían a “especies diferentes” y que en principio no
podían “cruzarse” lo que se fundamentaba en una especie de tabú protagonizado por cierta colonización inglesa. Este
“poligenismo” daría mayores fundamentos para el racismo, pues permitía pensar que la historia bíblica sólo se refería al hombre
blanco, los demás hombres eran considerados fuera del mismo concepto dehumanidad y por lo tanto ya no habría reparos
filosóficos, ni humanitarios, ni religiosos, para tratarlos como animales.
El aporte más grande del racismo no provino de las interpretaciones religiosas sino de las incipientes ciencias biológicas que
recuperarían presupuestos del estudio del cuerpo y apariencia humana, a las que el mismo Hegel tacharía de irracionales y “falsas
ciencias”. Un médico, Franz Joseper GALL daría inicio a los estudios de la “frenología” difundidos sobre todo por la labor de su
discípulo Johan Gaspar Spur Tzhem.
La frenología tuvo éxito y generó unos cuantos biólogos que se ocuparían de observar, mediar y comparar diferentes aspectos
físicos, en particular los cráneos de los seres humanos. El propio Gall dedicó veinte años a descubrir la anatomía del cuerpo de la
razón, que según sus teorías estaba en el cerebro y podía observarse en el cráneo.
Así llegaría Gall a “comprobar” la superioridad de la “raza” blanca, caucásica, que era a la que pertenecería la burguesía del norte
de Europa. Colocaba un total de 27 facultades en los cráneos de los cuerpos del norte. Algunas de esas facultades, las últimas
mencionadas como bondad o firmeza, no existirían en los animales, y también faltaban en las cabezas de otros miembros del sur
del continente europeo, de las clases trabajadoras y de los habitantes de otras zonas del mundo.
El punto de partida del estudio frenológico que discutía con los filósofos de la época, era la dela imposibilidad de explicar el
hombre intelectual y moral sin estudiar primordialmente al “hombre físico”. Para la frenología, las fuerzas que hacen o motivan los
actos de los hombres no eran intelectuales rechaza el libre albedrío- sino físicas. Pues el cráneo revelaba los órganos del cerebro
en los cuales se generarían las facultades estudiadas. Ej., según Gall todos los pendencieros tienen la cabeza más bombeada y
ancha que los cobardes; en la región temparo- parietal cercana a cada oreja está el órgano del instinto carnívoro que al
desarrollarse mucho aumenta la tendencia a matar y destruir, la cantidad de robos no puede explicarse en la propia legislación, ni
en la miseria o la ignorancia, sino en el extremo desarrollado de la facultad de propiedad, que se extendería dese el órgano de
malicia hasta cerca del borde externo de la arcada superior de la órbita.
Para la frenología la delincuencia estaba determinada bilógicamente, y por tanto los esfuerzos penales deberían atender estas
predisposiciones, y no tanto el hecho delictivo en sí que sería una consecuencia: debería dejar de atenderse a la enfermedad
expresada y hacerlo en relación al “enfermo”.
La consecuencia de estos estudios era la de distinguir entre “tipos” humanos diferentes – y unos más perfectos que otros- que
deberían ser tratados en forma diferente. Ello también se vería en el antecedente de la fisonomía, la cual analizaba
específicamente los rostros,intentando ver la identificación del alma en el aspecto físico. Por ello su atención se centraba en las
apariencias y en la superficie del cuerpo humano, en particular la cara.
Allí continua la identificación del término relativo “fealdad” con el de “maldad” en la literatura.
El racismo así dejaba de ser la ideología de los conservadores del Antiguo Régimen y se convertía en la manifestación del
capitalismo imperialista y reaccionario.
Sostenían que cualquier tipo de mestizaje aumentaba la degeneración. Tales planteos permitían, por un lado, convertir al “buen
salvaje” de las tierras que estaban siendo conquistadas en la fase imperialista del capitalismo en “bárbaro”, “degenerado”,
“corrupto” o “atávico”. Lo mismo debía aplicarse, por el otro lado, a quienes se consideraban delincuentes en las propias
sociedades capitalistas europeas y en general a sus clases marginales obligadas por su lado a emigrar también a aquellas tierras
nuevas.
Los genocidios mencionados no fueron sino la aplicación en gran escala de las técnicas “eugenésicas” o de “mejora de la raza”
que llevaron adelante casi todos los estados capitalistas hasta no hace mucho tiempo. La “eugenesia” era el estudio de la herencia
biológica que condicionaba a hombres con especiales capacidades. Así como pretendían reproducir las capacidades positivas,
creían conveniente limitar la reproducción de individuos con características negativas, en especial la debilidad mental. Estos seres
humanos debían ser eliminados en defensa de la sociedad, o al menos impedir que aumentara su número. El método para lograrlo
fue la política de esterilización.
Otra consecuencia práctica no menos importante del racismo en la actualidad, es la de la creación de “estereotipos” sobre el
individuo delincuente. Ello mantiene de alguna forma la estricta a medida de la burguesía del norte y centro de Europa.
El racismo, presente en nuestros días, es el que permite decir que los delincuentes son pobres y los pobres son pobres porque
bilógicamente son inferiores.

VI. LA FILOSOFÍA POSITIVA. COMTE Y EL MÉTODO CIENTÍFICO. SPENCER Y LACONCEPCIÓN EVOLUCIONISTA DEL
UNIVERSO.
El siglo XIX es el siglo de la ciencia, el de la ciencia aplicada, que fue la que permitió el rápido desarrollo del capitalismo europeo y
estadounidense que se dio en llamar Revolución Industrial. Este fue el siglo de las grandes invenciones, de las grandes máquinas,
de la extensión de las comunicaciones gracias al vapor.
Auguste COMTE es considerado el fundador de la “sociología” como ciencia aunque, en todo caso, hay que hacer aquí la misma
salvedad que con la “criminología”, cuyas reflexiones también existen desde mucho tiempo antes. Comte creó una denominación,
aunque se diceque tenía intenciones de bautizar a esta ciencia como “física social” pero luego la llamó “sociología” para no repetir
un término ya utilizado por Quetelet.
Éste autor fue el fundador del “positivismo”, término que tomaría de su maestro Saint Simón. El positivismo de Comte fue el que
otorgó pretensión científica a las reflexiones sobre la sociedad que articulaban el discurso de la razón hegeliano con el orden
tradicionalista. Para Comte tales reflexiones deberían realizarse sólo a partir del conocimiento de los hechos; y de su tratamiento
con el mismo método positivo es conocer el juego entre los fenómenos existentes para entender las leyes naturales que
los gobiernan.
Comte tenía una formación matemática, y entonces suponía que todo saber debería tener sus precisas leyes. La sociología debía
ser un saber basado en la observación y por tanto “verificable”: intenta Comte acercar dos tipos de reflexiones que él conocía; la
de los científicos que había estudiado, y la de los políticos y empresarios que habían conocido como secretario de Sain Simón –
que no tenían formación científica. El gobierno de la sociedad debería estar en manos de estos políticos- científicos, nuevos
“expertos” así legitimados contra el ideal democrático, y debería ser una “ciencia”.
Según Comte la sociedad es un “cuerpo” que actúa con espíritu y demás tributos humanos. Ese organicismo no puede ser
“verificable”.
Para Comte ese cuerpo social es un organismo compuesto por individuos familiares y sociedad. Para Comte la familia constituía la
unidad social básica. La sociedad tenía una inclinación “natural” al gobierno, como resultado de las diferencias “naturales” entre
individuos que demostraban que unos estaban más inclinados a obedecer y otros a mandar, esas inclinados habrían llevado a la
humanidad a avanzar, de acuerdo a su crucial noción de progreso, pasando por tres estadios, el teológico o ficticio, el metafísico o
abstracto y el científico o positivo.
Toda la filosofía de Comte basada fundamentalmente en la idea de orden, para él, el saber era el conocedor del orden de las
cosas. El mismo progreso es posible a partir del orden inmanente establecido. El orden es la condición fundamental del progreso,
y todo progreso tiende a consolidar el orden, diría Comte “orden y progreso” con indisociables como lema positivista. El mismo
lema indica que el progreso es meramente el aspecto dinámico del orden, que sólo es posible dentro de una estabilidad
armoniosa, o aspecto estadístico del progreso. El orden, la armonía y el consenso, son los que permiten la sumisión de lo múltiple
a lo único. Y ese único que puede ser entendido – en tanto orden natural de las cosas. Y tiene capacidad de progresar es la
sociedad, siempre y cuando sea guiada por métodos científicos.
La idea de evolución demostraría que el progreso estaba científicamente probado, y que el actual orden burgués se asentaba
sobre esa cientificidad y no sobre mandatos religiosos.
El positivismo, el materialismo y en general el cientificismo proveyeron la base para la sofisticación ideológica que requería el
capitalismo imperialista ya hacía fines del siglo XIX.
El gran ideólogo del evolucionismo que Herbert Spencer quien hablaba de una evolución en las sociedades de un estadio primitivo
hacia una mayor civilización, y por ello se denominó usualmente “darwinismo social”. A él, antes que a Darwin, se debía la
constante referencia la “lucha por la viuda” que tanto era usada para denunciar las condiciones de vida de su momento cuanto
para justificar la lucha y también la imposición de los considerados “más aptos”.
Spencer sostenía que tanto el individuo como la sociedad son sistemas interdependientes, que a su vez están integrados por
subsistemas que corresponden a los aspectos internos y externos de un organismo. Entre ellos un subsistema industrial o de
mantenimiento económico y otro subsistema de mecanismos de gobierno y de comunicaciones.
Para Spencer la sociedad era un organismo pues aumentaba su masa por reproducción y al hacerlo aumentaba su complejidad,
con lo que aumentaría finalmente la diferenciación de sus funciones. Ello no estaba sin embargo en contra de su anarquizante
individualismo, pues este organismo carecía de centro de percepción, y por lo tanto el organismo social existía en función de sus
miembros y no al revés, como en otro tipo de organismos muchos más peligrosos de caer en totalitarismos.
Este autor combinaba tales teorías con un reclamo de reducción del estado en sus intervenciones sociales, lo que agradaba a los
librecambistas ingleses pero también a los trabajadores anarquistas ya todos los demás que en el estado sólo veían represión,
porque era lo único que en realidad hacía. Para Spencer el orden social de la naturaleza no podía ni debía ser modificado, ni por
los hombres, ni por el estado. Él creía, de acuerdo a las ideas de Maine, que el evolucionismo haría que los hombres abandonaran
la unión entre ellos basado en el status para unirse solidariamente a partir del reconocimiento progresivo de la individualidad.
Su confianza en la evolución de unas sociedades militarizadas y autoritarias hacia otras industriales y tolerantes chocaría al final
de su vida con la constatación del aumento de las funciones estatales y la pérdida de posibilidades para el individualismo, pues el
industrialismo no estaba en realidad reñida con el militarismo. Sin embargo, no dejaría de manifestar su opinión a este desarrollo,
terriblemente peligrosos si se aunaba a su evolucionismo organicista. Su individualismo era una consecuencia del evolucionismo
que parecía llevar al fin del Estado por manos del liberalismo. Este liberalismo debería enfrentarse con el autoritarismo estatal y el
militarismo que le dio origen.
Spencer fue el primero que hablaría de funciones “sociales”, tanto de los individuos como delas instituciones. Por lo tanto, toda la
escuela “funcionalista” que se describiría luego reconocea él como su fundador.

Capítulo V - Anitua
El positivismo y la criminología científica V.
1. El paradigma positivista: las causas individuales del comportamiento criminal. Positivismo e imperialista
El origen de la "criminología" suele estar asociado, antes que con las reflexiones sobre el orden o sobre el poder punitivo y sus
justificaciones, con el momento histórico en que esas reflexiones y justificaciones se alejan en un grado mayor de la cuestión
esencialmente política.
Ello sería posible cuando la justificación del poder burocrático y de los expertos del momento se pretendiera "científica". Es por
ello que el propio nombre de "criminología" surgiría en estos finales del siglo XIX, tan señalados por el cientificismo cuanto por el
organicismo
Ello ya había sido observado antes en el desarrollo de las ciencias médicas, que no tardarían en trasladarse hacia el campo del
control penal, y en brindar una explicación "científica" de la criminalidad.
La idea de "ciencia" como centro del naturalismo positivista daría lugar al presupuesto básico de la anormalidad individual del
autor del comportamiento delincuencial como explicación universal de la "criminología". Las nuevas justificaciones tendrían como
objeto de estudio ya no la sociedad, ni el Estado, ni las leyes y su afectación a los individuos, sino el comportamiento singular y
desviado que, además, debía tener una base patológica en el propio individuo que lo realizaba
El estudio de la criminología positivista puede ser explicado, muy sintéticamente y salvando numerosas diferencias, en base al
"hombre delincuente". Esa denominación sería la de un ente diferenciado, como otra "raza" en todo disímil de la de los seres
humanos normales.
La influencia del racismo es evidente, pues cuando se señalaba que era diferente también se quería indicar que era inferior, de
acuerdo a toda la construcción teórica que se haría en el siglo XIX. Curioso es señalar, no obstante, la novedad de esa
construcción, las innumerables continuidades que hay entre estos seres "inferiores" -negros, enfermos mentales y, para la
criminología, delincuentes- y los que durante el Antiguo Régimen eran señalados por la posesión demoníaca: ejemplo de ello es la
supuesta capacidad para soportar el dolor.
El éxito de este pensamiento y su actualidad no deben hacernos pensar que estas eran ideas limitadas al campo "científico" o de
elites ilustradas. Las descripciones provenientes de la nueva ciencia "criminológica" serían usuales a partir de entonces en las
más diversas publicaciones, incluso populares. Para ellas, cualquier signo visible podía señalar la existencia de un "delincuente
nato”
la tesis fuerte del iniciador del positivismo criminológico sería criticada duramente incluso en su época. Parecía haber una
contradicción intrínseca al afirmar, a la vez, que el delincuente era un ser atrasado que no se adaptaba a la sociedad moderna y
que era un ser con alguna alteración mental ligada a la locura. Sin embargo, esa contradicción -y toda la discusión que generó-
provocó la aparición de la "ciencia" necesaria para el poder penal del momento.
El momento de la crisis del imperialismo europeo en el mundo sería también el de la criminología,pero no su "utilidad", sobre todo
para las agencias estatales que saldrían consolidadas en su autoritarismo como siempre suele suceder en momentos de crisis -
que ideológicamente se definen como crisis "de autoridad"-.
el mismo LOMBROSO decía en su Medicina legal -un compendio de su vasta obra- que el delito, como otra enfermedad mental,
reconoce la existencia de un conjunto de causas que lo determinan y producen. Sin desconocer la inmensidad de este conjunto,
que también incluye problemas sociales, la escuela positivista se centraría en las causas antropológicas individuales, que era
donde la sociedad moderna debía, y podía, solucionar el atraso de algunos sujetos para adecuarse a ella e, incluso, a los males
que ella misma había ocasionado. Éste es quizás el principal reproche que deba formulársele al positivismo criminológico: el de
ocultar los problemas políticos, económicos y sociales que giran alrededor de la cuestión criminal. Aunque también debe
confesarse que ello no sucedió con todos los positivistas.

v. 2. El positivismo bioantropológico de Lombroso, el positivismo idealista de Garófalo, y el positivismo penal-


sociológico de Ferri.
Entre las pretendidas causas del comportamiento delictivo, Cesare Lombroso privilegiaba diversos factores de carácter biológico y
de naturaleza sobre todo hereditaria, Garófalo acentuaba el papel de los factores psicológicos, y Enrico Ferri la influencia de los
factores sociológicos.
LOMBROSO pretendió encarar también el problema de la delincuencia, con lo que desvió el objeto de estudio desde el delito
hacia el delincuente. Los análisis serían los de su específico saber, es decir, la anatomía, la fisiología, y la psiquiatría. De hecho,
pensaba que las características del delincuente no se diferenciaban de las del loco o insana moral. Tanto unos como otros son
como son por su naturaleza, y dichas características son reconocibles somáticamente y tienen su causa en un atavismo.
Lo que le dio importante fama mundial fue, entonces, su teoría explicativa de que los delincuentes eran hombres "primitivos".
De esta forma, se sumarían la de "loco moral" que toma de la psiquiatría de la época, o la del "delincuente epiléptico". y
finanalmente una gama mucho más amplia, realizada conjuntamente con FERRI -quien fue el que se apartaría de los "tipos"
exclusivamente médicos- y que sería la primera de una serie de clasificaciones de delincuentes, especie deseada por criminólogos
y policías -en este caso para facilitar su trabajo basado en los "tipos de autor"-. En realidad, las categorías se retroalimentaban
pues eran realizadas basándose en las personas que eran efectivamente detenidas, y sus aspectos justificaban que esos eran los
"tipos" que habría que detener.
Con un notorio machismo Lombroso también teorizo sobre la mujer al escribir “La Mujer Delincuente”, en dónde sostuvo que la
mujer ocupaba naturalmente un estadio evolutivo inferior, caracterizándose principalmente por una falta de pena y de
insensibilidad, combinado con una falta de refinamiento moral que las acerca al hombre atávico. No obstante, estos efectos se
neutralizarían mediante la piedad, la maternidad y la necesidad de pasión sexual – la satisfacción del hombre pero que a su vez
debía poseer frialdad o frigidez-, debilidad, infantilismo e inteligencia menos desarrollada. Estas circunstancias la aleja del delito a
pesar de su inferioridad, de manera tal que las pocas mujeres delincuentes eran aquellas parecidas a los hombres.
La mujer delincuente era más viciosa que el hombre, siendo la prostitución el equivalente a la delincuencia masculina. La
prostitución era causada por una ineludible predisposición orgánica a la locura moral debida a procesos degenerativos en las
líneas hereditarias antecesoras de las prostitutas. Lombroso entendía que la prostitución femenina era menos perversa que la
delincuencia masculina, y que era raramente peligrosa para la sociedad, y que inclusive realizaba una función social de válvula de
escape de la sexualidad masculina que podía, incluso, evitar delitos. La mujer prostituta se encontraba entonces en una especie
de zona gris, que no se encontraba dentro de los mismos parámetros que la delincuencia.
La prostitución no era prohibida porque era necesaria, aunque debía ser controlada: Por ello se continuó con la preocupación del
higienismo del S.XIX, mediante normativa profiláctica para evitar contagios, e inclusive en los algunos casos reprimiendo la
prostitución, represión que siempre recaía sobre la mujer y no sobre los hombres.
También escribe Lombroso en “Los Anarquistas” que los anarquistas son enfermos mentales y que su pensamiento requiere de
una vuelta al pasado imposible de realizar. Ello justificaría la represión de quienes sostenían tales ideas y, sobre todo, la
internación en manicomios de muchos de ellos para de esta forma minar el respeto que se profesaba ampliamente entre sectores
populares hacia sus expositores.
FERRI influyó decididamente en la clasificación de delincuentes que hizo famosa a la escuela positiva: nato, loco, habitual,
ocasional y pasional. El primero es el que tiene una carga congénita y orgánica hacia el delito por lo que no puede resocializarse,
el loco tiene una anomalía psíquica que además es moral y por tanto lo lleva a delinquir, el habitual tiene una tendencia a delinquir
adquirida pero sin base orgánica, el ocasional cede ante la oportunidad de delinquir pero si el medio no lo favorece no lo hace, y el
pasional tiene facilidad para exaltarse, pero por lo den1ás es como el ocasional
En este sentido, puede verse que FERRI subordinaba la tarea criminológica a la cuestión biológica pero también a la sociología.
Rafaelle GARóFALO (1851-1934) era, a diferencia de los antes nombrados un aristócrata profundamente autoritario. Lo que
Justificaba la defensa social era la lucha contra "sus enemigos naturales". Más que el delito natural lo que lo impulsaba era la
existencia de un "delincuente natural" que estaba determinado por un racismo más idealista que científico. Y fijó el concepto de
delito natural. Ese concepto estaba regido por los sentimientos antes que por un criterio descriptivo, pues advertía GAROFALO
que en cada sociedad los delitos no son los mismos, y por tanto también podrían variar los "enemigos". Pero por ello decía que las
sociedades que difieren en sus valoraciones a las europeas, son degeneradas. Sólo las valoracións jurídicas europeas, entonces,
son las que guían a todos los humanos en la idea de sensibilidades sanas y "naturales".
Los dos sentimientos básicos y naturales serían la piedad y la probidad, sólo en el caso en que éstos se desarrollen las
sociedades considerarán delito a todo lo que viole esos sentimientos. Los delitos que lesionan la piedad son del tipo de los que
afectan a la vida o a la salud. Y los que lesionan la probidad -o justicia- serán aquellos que atenten contra la propiedad.
Fue, así, el sostenedor de las más terribles ideas de inocuazación como solución frente a tales enemigos peligrosos. Para los que
carecieran del sentido de justicia o lo tuviesen afectado, proponía la deportación -o expulsión de la comunidad-o Defendía, en
cambio, la pena de muerte para los faltos de piedad, que serían irrecuperables. La ley cumpliría al realizar tal eliminación con la
ley natural de la selección natural e impediría que toda la sociedad se degenere.
Además, los otros positivistas fueron más allá de lo estrictamente penal para descubrir lo que llamaban "estado peligroso sin
delito" que también debería ser controlado como medida de defensa social. Ese "estado" se exhibía en lo que dieron en llamar
"mala vida", la que incluía a la mendicidad, la prostitución, el juego, las religiones no oficiales, la toxicomanía y todo lo que no se
adecuara al modo de vida burgués, o su similar de imitación para proletarios disciplinado.
Con el término "mala vida" tanto científicos como publicistas difundían una realidad de marginación social a la que incluso
exageraban en sus aspectos más sórdidos, para dar cuenta de la existencia de unas "clases peligrosas" que eran ajenas al mundo
deseado por la burguesía pero también por las clases trabajadoras. Ese submundo o "bajos fondos", en realidad, era todo lo
opuesto a la "civilización" y al "progreso" defendido también por los grupos de izquierda, y sólo podía explicarse mediante teorías
de atraso en el desarrollo o persistencia del atavismo, con lo que las teorías positivistas se confirmaban a sí mismas..

V. 3. La criminología positivista francesa. Entre el medio social y la psiquiatría


Existió una batalla entre los pensadores italianos y los franceses que se definían como criminólogos. Si bien ambas se reducían al
hombre delincuente, y en definitiva propugnaban defender la sociedad de los incorregibles, los franceses ponían ahínco en las
circunstancias sociales, mientras que los italianos en lo antropológico: mientras los franceses decían que el hombre delincuente se
hace, los italianos decían que hombre delincuente se nace. Para los criminólogos franceses sería el medio y no la herencia la
verdadera causa del hombre delincuente, por lo que llamaron a la materia “mesología criminal” en vez de “antropología criminal”.
Lacassage: El hombre criminal no lo era por el atavismo, sino por la degeneración, una categoría tomada del campo psiquiátrico y
del sociológico. Ello también podía ser advertido a simple vista y por lo tanto ser útil para la tarea de prevención. La delincuencia
sería considerada por él como una degeneración patológica: una enfermedad que se desarrollaba en el medio propicio, como los
gérmenes pueden ser propicios para determinadas enfermedades. Esta sería la teoría microbiológica del delito, equiparando a los
delincuentes con los microbios, y como éstos no dañan en la medida en que no se encuentren en un medio adecuado, se
reproducen y producen un caldo de cultivo favorable.
Para él lo importante sería el medio social donde se cultiva la delincuencia, poseyendo las características antropológicas un rol
secundario. La crítica de otros médicos positivistas era que si bien el caldo de cultivo puede actuar en la multiplicación, los
microbios no se generaban por generación espontánea, sino que se los supone existentes con una capacidad de daño.
Igualmente él coincidía con eso, considerando que había causas endógenas al delito (debilidad mental, enfermedades nerviosas,
falta de frenos inhibitorios) y exógenas (los transmisores de contagio, como el medio ambiente, la flia, la escuela, los amigos, etc.).
Proponía como solución la profilaxis del delincuente: sacarlo del medio nocivo a quien tenga predisposición al delito y cambiarlo a
un medio donde no pueda cometer delitos y darle una nueva educación. LACASSAGNE, con todo y sin salirse de su formación
etiológica, enunció frases de genio como "las sociedades tienen los criminales que se merecen" y "todo el mundo es culpable
menos el delincuente"
No todo el pensamiento francés era más bien progresista, sino que había algunos autores que tomaban el pensamiento de los
médicos y psiquiatras de la defensa social para mejorar las técnicas policiales de represión de las clases más humildes y, en
especial, los movimientos políticos radicales.
Tal es el caso de Alphonse Bertillon, médico que creó la policía científica sobre la base de trabajos estadísticos morales. Impuso
un criterio de fichar a las personas mediante la descripción antropométrica con fines de identificación de sospechosos siguiendo la
clasificación lombrosiana.
La fotografía, inventada poco antes por el también francés Louis DAGUERRE (1787-1851), se convertiría en una herramienta
indispensable para los crecientes cuerpos policiales. Comenzaba entonces una nueva etapa de burocratización del mundo en la
que serían necesarias fichas y documentaciones a las que se les adjuntaría la correspondiente fotografía para evitar
superposiciones y falsas atribuciones de identidad (el libro de Leonardo SCIASCIA, 1921-1989, El teatro de la memoria, se basa
en un hecho real juzgado en Madrid en esta década de 1880 y en el cual se utilizaron fotografías para demostrar que el llamado
"muerto resucitado" en realidad era una persona distinta a la que declaraba ser). La fotografía ayudaba a la policía para realizar un
extracto de la realidad marginal que servía para consolidar las ideas mediante las cuales asustaban a la burguesía las teorías de
los autores positivistas.

v. 4. El positivismo correccionalista español y la originalidad de Dorado Montero


DORADO MONTERO en su obra Problemas de Derecho Penarse confirmaba en la idea spinoziana de que todos los valores son
relativos: no hay valores absolutos y objetivos. Por ello negaba rotundamente la existencia del "delito natural" de GARÓFALO.
Todos los delitos eran para él de "creación política". DORADO decía que no hay delitos ni delincuentes en sí, los delitos y
delincuentes son obra hun1ana, proceden de calificaciones humanas. Los delitos lo son en un mOll1ento y en un espacio histórico
concreto, puesto que esa n1isma conducta en otra sociedad podría ser incluso un acto heroico. Según DORADO la sociedad es la
que crea el delito, y por ello no tiene derecho a eliminar a los delincuentes como proponía GARóFALO, sino que lo único que
puede hacer es educar al delincuente. DORADO partía de un punto de vista determinista atenuado: el hOll1bre está determinado
a realizar ciertas acciones, pero es la sociedad la que establece cuales son las acciones delictivas. Es decir: el hombre está
determinado, pero no a ser delincuente ya que no existe la categoría de delincuente nato ni de delito natural sino que es la
sociedad la que dice cuáles son las conductas delictivas y cuáles no. Por ello DORADO fue consecuente con su detenl1inismo y
su concepción política, y eliminaría la categoría de la "responsabilidad social". Si el hombre está determinado a realizar ciertas
acciones, no tiene sentido exigirle responsabilidad por aquellas otras que no le gustan a la sociedad. Lo único que puede hacer la
sociedad es educar al delincuente en el sentido del correccionalismo más humano. Incluso decía DORADO que el delincuente
tiene derecho a exigirle a la sociedad que lo eduque y lo proteja. DORADO consideraba, así, que el derecho penal debía
convertirse en el "derecho protector de los criminales". Éste es el título de su último libro, El derecho protector de los criminales. La
tesis central de DORADO, allí, es que el derecho penal del futuro Estado cooperativo debía considerar a los delincuentes como
seres necesitados de auxilio, debía prestarles ayuda para que pudieran contribuir al bienestar de la colectividad en vez de ser un
elemento de perturbación. Por tanto, la función penal debe dejar de ser represiva y pasar a ser preventiva; convertirse de punitiva
en correccional, educativa y protectora de estos individuos a quienes se da, artificiahl1ente, el nombre de delincuentes. No se
trataría de imponer castigos, sino de ejercer una tutela protectora sobre el delincuente. De este modo, el derecho penal pierde la
"pena" y se constituye en una tutela penal y un sistema protector en el que no hay jueces ni policías, sino médicos y educadores.

V. 5. El positivismo criminológico en América Latina y la trascendencia de Ingenieros


El pensamiento criminológico latinoamericano se presentaría con singular vivacidad, pero recién una vez acabado el período
turbulento que mediaba entre el fin de la dependencia política de España y la consolidación de los Estados nacionales: unos
cincuenta años en los cuales tanto los liberales cuanto los conservadores utilizaban métodos como la pena de muerte, tanto para
sus rivales políticos como para los llamados "delincuentes comunes". En esa época previa, no obstante, se pueden verificar
expresiones concretas tanto del conservadurismo organicista y populista cuanto de un legalismo centralista y elitista, como se ha
visto en el capítulo anterior. El fin de las guerras civiles y el pacto entre las distintas facciones dominantes permitieron la
consolidación de una estructura estatal en el último cuarto del siglo XIX, que es justamente el momento en el que el positivismo
apareció y se impuso en todo el mundo occidentalizado. Ello fue de esa manera sobre todo en Argentina.
era sobre todo en Argentina. Para entonces, el criterio jurídico-penal había sido impuesto por juristas más bien inspirados en el
penalismo ilustrado de BECCARIA o KANT, es decir émulos locales de la que sería denominada por los positivistas "escuela
clásica".
Entre ellos se destacó el primer catedrático de derecho penal de la Universidad de Buenos Aires, Carlos TEJEDOR (1817-1903) Y
aquellos otros que influirían decididamente en la interpretación de la Constitución y en la legislación penal y procesal penal. Como
hombres de su época, estaban inspirados tanto en las obras de BENTHAM como en las del mundo cultural francés -que iba desde
el eclecticismo de ROSSI hasta el conservadurismo de raíz médica.
El liberalismo de los primeros juristas organizadores del Estado derivaría en una generación que pondría finalmente las bases
reales de una república posible. Ésta sería la llamada, en literatura, "generación del 80" educada con las últimas novedades del
eclecticismo y el positivismo francés que les trajo Amadeo JACQUES (1813-1865) como nos recuerda el Juveniliade Miguel CANÉ
(1851-1905) -también inspirador de las primeras leyes de expulsión y represión de extranjeros con la "Ley de residencia" -. Por
ello, junto al mencionado interés por la medicina y la psicología como "ciencias", provocaría que la mayor parte de sus miembros
hayan sido médicos.
El delito, como todo mal existente en la argentina, se debía según RAMOS MEJÍA a esa mentalidad inferior de los "guarangos",
las clases bajas fácilmente convertibles en ineptitudes y Inanipulables, pues serían desde todo punto de vista inmejorables por su
origen racial, tanto autóctono como foráneo. Su heredero más conocido (en realidad su "ala" derecha, pues INGENIEROS sería el
"FERRI" de este "LOMBROSO" local) fue DE VEYGA, un curioso médico, criminólogo y luego organizador del ejército argentino.
INGENIERO fue un representante destacado del pensamiento positivista, sobre todo en sus primeros años. También fue uno de
los fundadores del socialismo en Argentina, aunque no participó orgánicamente en la actividad partidaria.
Sus aportes al socialismo y a la psicología los basa, además de sus conociemientos científicos universitarios, en sus
conocimientos sobre ocultismo y teosofía, de la cual fue defensor durante muchos años de su vida, escribiendo numerosos
artículos en revistas teosóficas.515También fue el fundador, director y animador de la Revista de Filosofía, ciencia, cultura y
educación, la cual se publicó entre 1915 y 1929 en ejemplares bimensuales.1617
A partir de la década del '10 comenzó a profundizar una línea de pensamiento más relacionada con los aspectos morales y
políticos, aspectos ambos que Ingenieros veía íntimamente relacionados, inspirando a la juventud latinoamericana que realizó
la Reforma Universitaria desde 1918 y lo nombró Maestro de la Juventud de América Latina.
Sus desarrollos sobre la identidad argentina y el antiimperialismo tuvieron gran influencia sobre varias generaciones del
continente.
v. 6. El positivismo reformista: el arraigo en el mundo anglosajón y en especial en los Estados Unidos
También en el área anglosajona, el positivismo, influido por las tesis sociológicas de SPENCER y los experimentos eugenésicos
de GALTON, sería fundador de determinada concepción sobre el delito y los delincuentes y de una práctica policial emparentada
con la de los mencionados BERTILLON y VUCETICH.
la última, la práctica, es concretamente desarrollada por un funcionario colonial inglés, Richard HENRY (1850-1931), quien en
manera autónoma del argentino investigó las huellas dactilares como mecanismo de identificación de las personas. De hecho, en
Inglaterra se le reconoce a él ser el creador del importante sistema identificatorio.
al igual que en otras áreas yen la Argentina ello ha sido analizado por CAIMARI recientemente- el positivismo tuvo una especial
relación con la opinión pública. Por un lado, una relación de competencia pues el dominio de los expertos debería reducir el de la
democracia y el del "general" -de allí la común oposición al jurado y a la publicidad de los juicios-o Pero, por el otro lado, serían los
propios representantes de la opinión pública, en especial los diarios y prensa, tanto burguesa como proletaria, la principal
expositora de sus teorías, en particular en los casos policiales más resonantes, como el del asesino de prostitutas en el East End
de Londres, que estaría en las páginas mundiales de aquel momento globalizador en 1888.

v. 7. El positivismo jurídico-penal, la política crhninal y la recepción del positivismo en el derecho penal alemán y
europeo. La ((huida" de la realidad del neokantismo
Los penalistas también quedaron encantados con las nuevas ideas científicas sobre el crimen, y el más importante intento de
asimilar a ellas con la ciencia penal del siglo XIX que se realizaría en lengua alemana. El profesor vienés LISZT sería quien
llevaría adelante una unión más permanente entre el idealismo jurídico y la práctica del positivismo criminológico (representada en
lengua alemana por el mencionado Hans KURELLA y por el psiquiatra Richard KRAFFT-EBING, 1840- 1902, quienes
reproducirían, en sus respectivos Historia natural del delincuente de 1893 y Manual de psiquiatría de 1879, algunas de las ideas
lombrosianas e incluso crearían otras "tipologías" asociadas al racismo degenerativo de KURELLA y a las por KRAFFT-EBING
llamadas "desviaciones sexuales"). El escrito más importante en esta materia de Franz VON LISZT (1851-1919) es el llamado
"Programa de Marburgo" de 1882. El texto es ya de un hombre maduro, a pesar de la juventud de su autor, pues para entonces ya
había publicado su importante Tratado de derecho penal alemán. LISZT hablaba entonces de la "ciencia total del derecho penal",
la cual tendría tres partes: la dogmática, 'que era la estrictamente jurídica; la científica o criminológica, que consistía en estudiar
las causas del delito y los efectos de las penas -para ello se recurría a la antropología y a la sociología criminales-; y la político-
criminal, que era la parte valorativa de esta ciencia total del derecho penal. Lo jurídico se vería influido de esta manera por el
espíritu positivo, para ampliar la atención a cuestiones especialmente sociológicas pero también políticas, pues como resultado de
la indagación científica habría que establecer líneas de acción de política criminal. La función de la dogn1ática consistía
simplemente en algo tan importante como ponerle límites a la función político-criminal, con lo que se heredaban funciones del
pensamiento jurídico ilustrado. La dogmática penal para LISZT era la "Carta Magna" del delincuente, que no protegería a la
comunidad sino al individuo que ha delinquido, garantizándole el derecho a ser castigado únicamente bajo los presupuestos
legales y dentro de sus límites legales. La dogmática protegería, entonces, la libertad del ciudadano frente a la arbitrariedad del
poder punitivo estatal, mediante la exigencia de respeto al principio de legalidad y a todas las garantías formuladas por los
penalistas de la "escuela clásica".
Pero esta herencia de lo jurídico se uniría con la búsqueda de contrastación empírica en datos de la realidad. Mientras la
dogmática se fundaba en las ciencias del espíritu, la criminología y la política criminal, para LISZT, se fundaban en las ciencias
naturales. Las ciencias naturales guiarían, por tanto, la tarea de investigación científica y la de su aplicación en políticas concretas
para permitir la "evolución" y "mejora" social. De esta forma se pensaba en "integrar" dos funciones. Su resultado podría haber
dado frutos más que interesantes si hubiera sido el encuentro del derecho con la sociología. Este encuentro, no obstante, debió
postergarse un siglo pues mediante el positivismo los datos de la "realidad" que se incorporaban se alejaban de la sociología y la
política para reducirse a la etiología individual. No se incorporaba toda la realidad sino sólo aquella que era construida por el
propio sistema al seleccionar a ciertas personas, tarea que por otra parte se "naturalizaba". La tarea reductora de la "ciencia" tenía
conlo he dicho elementos importantes del racismo que provocarían la pugna isoluble entre el derecho penal de "autor" y el
derecho penal de "acto" en aquel modelo integrado.

V. 8. El positivismo médico y psicológico. La personalidad criminal entre la enfermedad mental y la herencia


y es que, a pesar de la mención a este tipo de positivismo jurídico, no puede obviarse que la mayor influencia sobre la criminología
la ejerció otro positivismo que además se enfrentaba entonces violentamente con el primero. El positivismo criminológico debía
mucho más a la medicina de la época que a los desarrollos jurídicos previos y contemporáneos. Como se ha podido observar,
muchos de los criminólogos tenían una formación médica. Y la base de la pretensión de LOMBROso era trasladar al estudio del
crimen la máxima médica de que "no hay enfermedad sino enfermos". No habría por tanto delitos, sino delincuentes. Y tales
delincuentes no serían hombres "normales" sino que serían algo parecido a enfermos. Enfermos que para el positivismo
criminológico más "humanista" habría que curar, y para el más reaccionario habría que eliminar. La ideología del "tratamiento"
tenía evidentemente una gran deuda con todo el pensamiento médico del siglo XIX. En particular con el de la psiquiatría, pues se
consideraba a la delincuencia una enfermedad de la mente, de acuerdo a los contenidos ya mencionados de la "alienación". La
ideología, pero sobre todo la práctica, del tratamiento penitenciario era una copia del tratamiento psiquiátrico, tal como se
desarrollaba en los manicomios: observación, diagnosis, diferenciación, personalización en la intervención terapéutico-
rehabilitativa, la cual consistía en el uso del trabajo y la educación con fin terapéutico. El lenguaje criminológico se constituyó
sobre una matriz médica y de esa manera el criminal se convertiría en el "germen o agente patológico", contra el cual la sociedad
debería desarrollar su "defensa" para controlar los "focos de infección y contagio".

v. 9. La psicología social. De la sociedad criminal a la sociedad punitiva


El positivismo psicológico tendría una influencia notable en la explicación del comportamiento criminal individual durante el siglo
XX, y también en el Campo de la aplicación de las penas. La bibliografía que produjo, y todavía produce, es enorme. Se dividiría
esa bibliografía en tres grandes tendencias: una primera que es posible denominar psicopatología criminal, que explicaría
directamente al crimen relacionándolo con trastornos o enfermedades de la psique -esquizofrenia, psicosis en general, otras
psicopatías, neurosis, retrasos mentales, etc.-; otra que aportaría las causas psicológicas como otros factores a tener en cuenta al
analizar las causas del delito de una criminología subalterna del derecho penal; y una tercera que abarcaría teorías más
sistemáticas y generales -como el psicoanálisis, la imitación, el aprendizaje, la frustración-agresión, etc.- pero que también se
funcionarizarían para explicar la aparición del delito y para plantear tratamientos para los condenados. En todos estos casos el
potencial de estudios sobre la mente se reduciría a la cuestión individual, con idéntico derrotero al señalado para el positivismo
criminológico en general. También estaría profundamente ligado con este pensamiento limitado a la personalidad individual, otro
pensamiento psicoanalítico que tendría, en cambio, como objeto de estudio a la sociedad. Las preocupaciones de principios de
aquel siglo, tanto antes como después de la Primera Guerra Mundial, girarían en torno al "lazo social" o la "interacción" por lo que
no debe sorprender que los primeros que usarían el término "psicología social" fueran sociólogos estadounidenses como Edward
Ross -a quien mencionaré en el próximo capítulo-o El propio WUNDT se ocuparía de un vasto campo de estudios al que
denominaría "psicología de los pueblos", sobre el que publicaría una obra en diez tomos entre 1900 y 1920. Asimismo, un
estadounidense, William McDoUGALL (1871-1938) insistía en la existencia de un "instinto gregario", y consideraba a los hechos
sociales la manifestación externa de ese instinto que impulsa a los hombres a vivir en sociedad. Es así que, a pesar de lo que
dijera DURKHEIM acerca de la imprecisión y generalización de lasicología social, ese campo existía y producía pensamiento tan
trascendente como el sociológico.

CAPITULO V
I. El paradigma positivista: las causas individuales del comportamiento criminal. Positivismo e imperialismo.
El origen de la Criminología suele asociarse, antes que con las reflexiones sobre el orden o sobre el poder punitivo y sus
justificaciones, con el momento histórico en que esas reflexiones y justificaciones se alejan en un grado mayor de la cuestión
esencialmente política: cuando la justificación del poder burocrático y de los expertos se pretendiera “científica”. Por ello, elnombre
“criminología” surgió a finales del SXIX, a partir del desarrollo de las ciencias médicas y su extensión hasta el ámbito del control
penal, brindando una explicación científica de la criminalidad. Esto daría lugar a la concepción de “anormalidad individual” del
autor del comportamiento delincuencial.
El objeto de estudio de esta “criminología” sería ya no la sociedad, el Estado, las leyes o la afectación a los individuos, sino que el
objeto estaría constituido por los comportamientos singulares y desviados que, además, debían tener una base patológica en su
autor. Es decir, surge la idea de “hombre delincuente”, un ente diferenciado e inferior a la raza humana. Las descripciones de este
“hombre delincuente” serían muy variadas y surgirían del campo científico, elitista y también del popular.
Por medio de este pensamiento, como se dijo, se reemplazaba el objeto de estudio, que ahora sería “el hombre delincuente”, en
reemplazo por “los delitos y las penas”. Se pasó de un pensamiento jurídico a uno pretendidamente científico, de manera tal que
existiría que las penas serían adecuadas a las necesidades sociales de defensa, pero también a las características de cada
delincuente (algo insostenible desde los princ. liberales de la ilustración): Las penas debían ajustarse al grado de peligrosidad
social de cada individuo y ello se trasladaría a la idea de “tratamiento”, lo que permitiría un mayor control de las condiciones
internas de las cárceles y manicomios.
Estas necesidades sociales de defensa condujeron a la utilización de penas indeterminadas (porque el daño ya no es relevante,
sino que se aplicará la pena o tratamiento en la medida en que ello sea necesario) y la implementación de medidas para penales,
vinculadas a las condiciones subjetivas del individuo y no a sus actos.
La justificación de este sistema punitivo estaba dado por aquello que los policías realmente hacían, se sintetizaba el delito y el
delincuente mediante la observación de los hombres que eran enviados a los calabozos. Aquello que está mal en la sociedad es
se identifica con el delincuente, el loco, etc., y por ello había que dominarlos y ordenarlos: las cosas que funcionan mal deben ser
expulsadas del cuerpo social o arregladas (visión organicista de la sociedad)
El racismo en estas ideas tuvo su apogeo en esta etapa, en coincidencia con el imperialismo, mediante el cual los Estados
europeos se repartieron las áreas del mundo que no habían sido colonizadas mediante la inversión, con una clara concepción de
superioridad del ser europeo por sobre el resto.
Cesare Lombroso: Era un médico alienista italiano, señalado como el fundador de la criminología a partir de su obra “El Hombre
Delincuente” en 1876. Ingresó al ejército y allí comenzó a realizar estudios por medio de la observación de los hombres.
En virtud de ello, comenzó a elaborar teorías:
1. Las condiciones de los hombres se deben a los alimentos que ingieren: Buscaba aplicar el método positivo, identificando un
fenómeno (la conducta humana), y luego mediante la observación ver qué pasa. Una vez que surgen comportamientos comunes
se está en presencia de una ley general. Luego de ello, y tras el éxito de esa investigación, Lombroso pasó a analizar distintos
tipos que obtenía de los manicomios y las prisiones, para comprobar si estas diferencias consustancias al loco o al delincuente,
eran producidas por la alimentación. Mediante el método científico Lombroso desvió el objeto de estudio desde el delito hasta el
delincuente.
2. Luego de examinar a un delincuente llamado Vilella, observo que su cráneo poseía una peculiaridad anatómica propia de los
monos – homínidos no desarrollados- y de los fetos antes de alcanzar su pleno desarrollo. En virtud de ello, concluyó que el
delincuente era un ser involucionado desde una perspectiva evolutiva darwiniana, que era un ser atávico, y que llevaba adelante
delitos por sus propias características de nacimiento (tal como hacían los monos). Era un ser atrasado evolutivamente.
El atavismo cumplía diversas funciones:
Causa: Explica la etiología, el porqué del delincuente. Es la explicación científica del delincuente.
Signo: Síntomas, aquellos que hace visible el fenómeno, y que permite saber quién es delincuente. No importa lo que haga, lo que
importa son sus condiciones biológicas, que loharán delincuente, aún si no hubiera cometido delitos. Así, podría identificarse a los
sujetos que hacen que el cuerpo social no funcione por las características de su cuerpo.
Lombroso creó un atlas en el que describió las características físicas de estos seres atávicos, y confeccionó categorías:
Delincuente nato: Un ser atávico desde su nacimiento, inferior biológicamente. Delinque por su propia carga congénita y orgánica.
Loco moral: Posee una anomalía psíquica y moral.
Delincuente epiléptico: la epilepsia es un signo de problemas neurológicos, y un síntoma de atavismo. Lombroso tendría un gran
éxito alrededor de todo el mundo en base a esta teoría, y posteriormente tuvo una gran influencia de la psiquiatría, mediante la
cual corrigió los defectos de su teoría: el delincuente se acercaría cada vez más a la enfermedad mental, y para poder mostrarla
como algo visible y relacionado con su teoría originaria se ocuparía de la epilepsia.
Las categorías se retroalimentaban, pues eran realizadas basándose en las personas que eran efectivamente detenidas, y su
aspecto justificaba que esos eran los “tipos” que había que detener. Consideraba que la mayoría de los delincuentes eran
incorregibles o imposibles de resocializar, y por lo tanto aconsejaba su exterminio.
La teoría de Lombroso generó una ruptura en el trato de la cuestión criminal, pues el positivismo avanzó frente a las viejas teorías
morales o metafísicas para las cuales el libre arbitrio era un artículo de fe, del que los positivistas debían prescindir. Logró la
nueva disciplina concentrarse en el estudio clínico del delincuente, que era nacido como tal y cuyos comportamientos debería
evitarse: esto permitía previsibilidad sobre sus comportamientos, que debían ser evitados de todas maneras.
El autor también recibió críticas por su monocausalismo de la delincuencia, de manera tal que fue ampliando esas causas
reducidas en principio al atavismo, y las enumeró en: el clima, la geología, la raza, la civilización y la prensa, la densidad de
población e inmigración, a la subsistencia, el alcoholismo y otras drogas, la falta de educación, condición económica, la religión, la
orfandad, la herencia, al edad, el sexo, o la imitación. Esto igualmente no constituyó parte del fuerte de su teoría, que se encuentra
identificada por la primera parte.
Con un notorio machismo Lombroso también teorízo sobre la mujer al escribir “La Mujer Delincuente”, en dónde sostuvo que la
mujer ocupaba naturalmente un estadío evolutivo inferior, caracterizándose principalmente por una falta de pena y de
insensibilidad, combinado con una falta de refinamiento moral que las acerca al hombre atávico. No obstante estosefectos se
neutralizarían mediante la piedad, la maternidad y la necesidad de pasión sexual – la satisfacción del hombre pero que a su vez
debía poseer frialdad o frigidez-, debilidad, infantilismo e inteligencia menos desarrollada. Estas circunstancias las aleja del delito a
pesar de su inferioridad, de manera tal que las pocas mujeres delincuentes eran aquellas parecidas a los hombres.
La mujer delincuente era más viciosa que el hombre, siendo la prostitución el equivalente a la delincuencia masculina. La
prostitución era causada por una ineludible predisposición orgánica a la locura moral debida a procesos degenerativos en las
líneas hereditarias antecesoras de las prostitutas. Lombroso entendía que la prostitución femenina era menos perversa que la
delincuencia masculina, y que era raramente peligrosa para la sociedad, y que inclusive realizaba una función social de válvula de
escape de la sexualidad masculina que podía, incluso, evitar delitos. La mujer prostituta se encontraba entonces en una especie
de zona gris, que no se encontraba dentro de los mismos parámetros que la delincuencia.
La prostitución no era prohibida porque era necesaria, aunque debía ser controlada: Por ello se continuó con la preocupación del
higienismo del S.XIX, mediante normativa profiláctica para evitar contagios, e inclusive en los algunos casos reprimiendo la
prostitución, represión que siempre recaía sobre la mujer y no sobre los hombres.
También escribe Lombroso en “Los Anarquistas” que los anarquistas son enfermos mentales y que su pensamiento requiere de
una vuelta al pasado imposible de realizar. Ello justificaría la represión de quienes sostenían tales ideas y, sobre todo, la
internación en manicomios de muchos de ellos para de esta forma minar el respeto que se profesaba ampliamente entre sectores
populares hacia sus expositores.
La famosa tríada del positivismo que difundiría sus ideas mediante la “Scuola Positiva” sería integrada por Lombroso, Ferri y
Garófalo. Existían diferencias importantes entre los tres: Lombroso sería el cuerpo del positivismo, mientras que Ferri y Garófalo
constituirían las alas de un mismo pájaro investido por una pretendida cientificidad, el primero desde una visión de izquierda y más
progresista y el segundo desde una perspectiva más reaccionaria y conservadora.
Enrico Ferri (1856-1929): Abogado, periodista y político de origen socialista que terminaría su carrera legitimando el fascismo de
Benito Mussolini. Posee una gran influencia sobre el pensamiento latinoamericano.
Si bien es positivista y encuentra sus estudios desde una perspectiva cientificista, y hasta en algún punto buscas causales
biológicas, lo cierto es que logra encontrarle una vuelta jurídica a las causas de la delincuencia. Ferri escribió una tesis en la que
intentó demostrar que el librealbedrío es una ficción, y teoriza el determinismo: Las condiciones del hombre vienen determinadas,
están dadas más allá de su voluntad.
En virtud de esa negación del libre albedrío elaboraría una nueva concepción de responsabilidad, ya que no era posible aplicar la
visión iluminista que atribuía responsabilidad en la medida en que el sujeto se encuentra en condiciones de elegir u optar. Afirma
entonces la existencia de una responsabilidad positiva o social: El individuo es responsable por integrar el cuerpo social y poseer
un estado peligroso, que lo lleva a su conducta. La represión no viene dada entonces por lo que el sujeto hace, sino por su
condición de peligroso, ya que sus comportamientos están determinados, y lo que debe hacerse es evitar esos actos en pos de la
defensa social. El delito era entonces solamente un síntoma que revela la personalidad peligrosa, y mediante la pena habría que
atender a esa personalidad para transformarla, siendo legítima su aplicación tanto ante un delito como en su ausencia. La
sociedad debe capturar al sujeto peligroso, diagnosticarlo, tratarlo y, de ser posible, curarlo.
De tal manera, para él la pena era una represión necesaria para defender el organismo social, pero no contra decisiones
asociales, sino contra el estado peligroso de algunos individuos. A su juicio el propósito de la justicia criminal era la defensa social,
y seguía sosteniendo, al igual que Lombroso, que el crimen debía estudiarse en la figura del delincuente.
Desde una perspectiva socialista, en “Sociología Criminal” elabora este determinismo, que para él sería, mayoritariamente,
económico, y por lo tanto notoriamente más progresista que el determinismo de carácter biológico. Decía que las acciones
humanas, honestas y deshonestas, sociales o antisociales, son siempre el producto de su organismo fisiopsíquico, y de la
atmósfera física y social que lo envuelve.
Primero distingue entre distintos tipos de delincuentes:
Delincuente nato: Tiene una carga biológica que lo lleva a delinquir, y por lo tanto es imposible resocializarlo. A juicio de Ferri son
mínimos, casi inexistentes.
Loco moral: Posee una anomalía psíquica que además es moral, y que por ello lo lleva a delinquir.
Delincuente habitual: Posee una tendencia a delinquir adquirida, sin base orgánica.
Delincuente ocasional: Aquel que no presenta condiciones físicas, pero que cede ante la oportunidad de delinquir siempre que se
le presenten las condiciones favorables.
Clasifica asimismo los factores o causas de constitución del delincuente:
Factores antropológicos: La constitución orgánica del sujeto, psíquica, la raza, edad, sexo, etc.
Factores físicos: el clima, suelo, estaciones.
Factores sociales: opinión pública, densidad de población, religión, alcoholismo, educación, justicia penal, etc.
Como se dijo antes, la pena tendría como único propósito la defensa social ante un sujeto peligroso, lo que dio lugar a que Ferri
propusiera penas indeterminadas – pues sería tan necesaria como se requiera el tratamiento para el delincuente-, sustituvos
penales y medidas predelictuales. El valor de estas medidas no está dado solamente en la exclusión, sino que pretendían incluir a
través del tratamiento curativo o reeducador. La pena dependerá entonces del tipo de autor y no del hecho, circunstancia en base
a la cual se determinará el “tratamiento” más idóneo. Ello, pues, a su juicio la prisión podía en la mayoría de los casos resocializar
al delincuente si tenía el marco favorable para hacerlo.
RafaelleGarófalo (1851-1934): Representaba el ala más conservadora y derechista del positivismo criminológico, y era un
aristócrata profundamente autoritario. Publicó “La criminología”, donde buscó encontrar el concepto de delito natural desde una
aproximación que el denominaba criminológica y no jurídica.
Lo que justificaba para Garófalo la defensa social era la lucha contra los enemigos naturales, ya que más que delito natural lo que
lo impulsaba era el delincuente natural, determinado por una concepción racista. El delito natural en cada sociedad no era el
mismo en todas las sociedades, y por lo tanto podrían variar los enemigos. En este cuadro, las sociedades que nosé
correspondían con los valores de las europeas eran degeneradas, y sólo las
valoraciones jurídicas europeas eran las que guiaban a la humanidad en la idea de sensibilidades sanas ynaturales. Los dos
sentimientos básicos y naturales serían la piedad y la probidad u honestidad, y sólo en caso de que éstos se desarrollen en las
sociedades se considerará delito a aquellas conductas que los violen. Los delitos que afectan a la vida o a la salud lesionan la
piedad, y los que atentan contra la propiedad lesionan la probidad.
De tal manera, delincuentes naturales serán aquellos que carezcan de esos sentimientos de piedad y probidad, y contra ellos no
existiría medida re-socializadora posible, por lo que ide. Él fue el verdadero autor del concepto de peligrosidad, que sería la
perversidad constante y activa. La pena no debía ser proporcional al daño ocasionado (como proponían los iluministas), sino que
debía realizarse en base a la peligrosidad del sujeto.
En base a ello, ideó las más terribles propuestas de inocuización como solución frente a esos enemigos peligrosos: para los que
desconocieran del sentido de probidad o justicia proponía la deportación – o expulsión de la comunidad-, y para aquellos faltos de
piedad la pena de muerte. La ley tendría un rol fundamental en lo que él denominara la guerra contra el delito, ycumpliría con la
ley natural de la selección natural que impediría que toda sociedad se degenere.
Escudaba todas esas ideas bajo el argumento de privilegiar los derechos de las víctimas, para quienes solicitaba una reparación,
no un agravamiento: para él sería agravar su sufrimiento que tuvieran que pagar con sus impuestos el sostén de los condenados a
prisión, de manera talque esa era la solución más piadosa.
Las ideas de estos positivistas serían retomadas por los de generaciones posteriores, que fueron aún más allá de lo estrictamente
penal para descubrir lo que llamaban “estado peligroso sin delito”, que se exhibía en lo que denominaron “mala vida” y que incluía
la medicidad, la prostitución, las religiones no oficiales, la toxicomanía, y todo aquello que no se adecuara al modo de vida
burgués. Esa mala vida era en realidad la marginación social, y daba cuenta de la existencia de las clases peligrosas ajenas al
mundo deseado por la burguesía, pero también de la clase trabajadora. Ese submundo era lo opuesto a la civilización y el
progreso defendido también por los grupos de izquierda, y que sólo podía ser explicado mediante teorías de atraso en el
desarrollo o persistencia del atavismo

III. La criminología positivista francesa. Entre el medio social y la psiquiatría


Existió una batalla entre los pensadores italianos y los franceses que se definían como criminólogos. Si bien ambas se reducían al
hombre delincuente, y en definitiva propugnaban defender la sociedad de los incorregibles, los franceses ponían ahínco en las
circunstancias sociales, mientras que los italianos en lo antropológico: mientras los franceses decían que el hombre delincuente se
hace, los italianos decían que hombre delincuente se nace. Para los criminólogos franceses sería el medio y no la herencia la
verdadera causa del hombre delincuente, por lo que llamaron a la materia “mesología criminal” en vez de “antropología criminal”.
Lacassage: El hombre criminal no lo era por el atavismo, sino por la degeneración, una categoría tomada del campo psiquiátrico y
del sociológico. Ello también podía ser advertido a simple vista y por lo tanto ser útil para la tarea de prevención. La delincuencia
sería considerada por él como una degeneración patológica: una enfermedad que se desarrollaba en el medio propicio, como los
gérmenes pueden ser propicios para determinadas enfermedades. Esta sería la teoría microbiológica del delito, equiparando a los
delincuentes con los microbios, y como éstos no dañan en la medida en que no se encuentren en un medio adecuado, se
reproducen y producen un caldo de cultivo favorable.
Para él lo importante sería el medio social donde se cultiva la delincuencia, poseyendo las características antropológicas un rol
secundario. La crítica de otros médicos positivistas era que si bien el caldo de cultivo puede actuar en la multiplicación, los
microbios no se generaban por generación espontánea, sino que se los supone existentes con una capacidad de daño.
Igualmente él coincidía con eso, considerando que había causas endógenas al delito (debilidad mental, enfermedades nerviosas,
falta de frenos inhibitorios) y exógenas (los transmisores de contagio, como el medio ambiente, la flia, la escuela, los amigos, etc.).
Proponía como solución la profilaxis del delincuente: sacarlo del medio nocivo a quien tenga predisposición al delito y cambiarlo a
un medio donde no pueda cometer delitos y darle una nueva educación.
No todo el pensamiento francés era más bien progresista, sino que había algunos autores que tomaban el pensamiento de los
médicos y psiquiatras de la defensa social para mejorar las técnicas policiales de represión de las clases más humildes y, en
especial, los movimientos políticos radicales.
Tal es el caso de Alphonse Bertillon, médico que creó la policía científica sobre la base de trabajos estadísticos morales. Impuso
un criterio de fichar a las personas mediante la descripción antropométrica con fines de identificación de sospechosos siguiendo la
clasificación lombrosiana. La fotografía fue fundamental al respecto. Aseguraba como debía controlarse la población, tanto a los
grupos como a los individuos.
Esta identificación garantizaba, por un lado la identificación de todas aquellas personas que ingresaban a una comisaría o
penitenciaría. Además permitía verificar la reincidencia (elemento propio del derecho penal de autor).
Por otro lado, la escuela parisiense de psicopatología introdujo términos como automatismo, hipnosis, sugestión, alucinación,
histeria, etc., enfermedades que demostrarían un estado no desarrollado del humano en el que también se verificaba la comisión
de crímenes. Se elaboraron así métodos de observación de la psicopatología no muy distintos de los lombrosianos.

IV. El positivismo correccionalista español y la originalidad de Dorado Montero


La ideología del tratamiento tuvo fuerte legitimación en el positivismo español, y se expresó mediante el correccionalismo. La
concepción de varios autos de unidad total del cosmos los conducía a sostener una concepción política de fraternidad y tolerancia:
un igualitarismo con componentes éticos e igualitaristas. El Estado, como comunidad fraternal no buscaría la venganza sino el
mejoramiento moral de los miembros de la sociedad.
Pedro Dorado Montero (1861-1919): Tenía una ideología anarquista, y justificaba al Estado como un mal necesario. Consideraba
que no existían los valores absolutos y objetivos, sino que todos eran relativos, y por ello negaba la existencia del delito natural de
Garófalo. Para él todos los delitos eran de creación política, y que no existían delitos ni delincuentes en sí, sino que son obra
humana, procedentes de calificaciones de los hombres. Los delitos lo son en un momento y en un espacio histórico concreto,
puesto que esa misma conducta en otra sociedad podría ser incluso un acto heroico. La sociedad es la que crea el delito y por ello
no tiene derecho a eliminar a los delincuentes, sino que lo único que puede hacer es educarlo.
Partía de un determinismo atenuado: el hombre está determinado a realizar ciertas acciones, pero es la sociedad la que establece
cuales son las acciones delictivas. El hombre está determinado, pero no es naturalmente delincuente, sino que ese título lo
impone la sociedad. Negó la categoría de responsabilidad social, pues dijo que si el hombre estaba determinado a realizar ciertas
acciones no tenía sentido exigirle responsabilidad por aquellas otras que no le gustan a la sociedad. Lo único que puede hacer la
sociedad es educar al delincuente en el sentido del correccionalismo más humano, e incluso el propio delincuente tiene derecho a
que la sociedad lo eduque y proteja. El derecho penal debía tornarse en un derecho protector delos criminales, pues éstos eran
seres necesitados de auxilio y debía prestárseles ayuda para contribuir al bienestar social, en vez de ser elementos de
perturbación.
Por lo tanto, la función penal debe dejar de ser represiva y pasar a ser preventiva, de punitiva a correccional, educativa y
protectora. De manera tal que el derecho penal pierde la pena y se constituye en una tutela penal y un sistema protector en el que
no hay jueces ni policías, sino médicos y educadores.
Esta idea de tutela social resulta peligrosa, pues finalmente, y aún en un Estado social o “bueno”, siempre tiende a devorar al
individuo bajo el peso del totalitarismo mediante la confusión de moral y derecho. De hecho estas ideas se utilizaron en la feroz
represión al anarquismo en España.
También en la doctrina positivista criminológica española existió un ala derechista, vinculada al lombrosianismo y a los elementos
de psicología social de la doctrina francesa, fuera de la escuela correccionalista. La escuela positivista criminológica española
siguió los conceptos de delincuencia delineados por los italianos y franceses, entendiendo a los delincuentes como sujetos
naturalmente determinados a la comisión de delitos, o vinculados al mundo de la mala vida: medicidad, prostitución y delincuencia.

V. El positivismo criminológico en América Latina y la trascendencia de Ingenieros:


El pensamiento criminológico latinoamericano se presentaría con singular vivacidad, pero recién una vez acabado el período
turbulento que mediaba entre el fin de la dependencia política de España y la consolidación de los Estados nacionales. Para
entonces el criterio jurídico-penal había sido impuesto por juristas más bien inspirados en el penalismo ilustrado de Beccaria o
Kant. El positivismo apareció inicialmente como una doctrina progresista pero que en realidad no lo era, lo que se deduce del
lema “orden y progreso”.
No obstante, el positivismo se presentó en el ámbito político mucho antes que en el criminológico, ya desde el gobierno de Julio A.
Roca, cuyo lema era “paz y administración” pudo advertirse la presencia del método positivista en la administración, sobre todo en
materia de salud e higiene pública. Además fue el representante de la campaña del desierto, genocidio contra los indígenas del
territorio.
Carlos Tejedor (1817-1903): Tuvo su mayor expresión en la década del 60. Era más bien liberal, y no adscribió al positivismo,
aunque sí realizó una importante cesión al campo médico en materia de inimputabilidad. Tuvo una influencia notoria en la
redacción de legislación penal y procesal penal, e inclusive fue el autor del código penal. Norberto Piñero asumió luego su cátedra
en la universidad e incluyó criterios del positivismo criminológico al ámbito del derecho penal, considerando a la vagancia como la
principal causa de la criminalidad. Luego de su aceptación en el ámbito universitario, el discurso positivista criminológico se haría
preponderante.
En 1871 se produjo una epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires y las autoridades políticas no supieron dar respuesta a ello,
por lo que los médicos aplicaron, bajo un discurso higienista, criterios eugenésicos para evitar contagios. Luego de eso, la ciudad
comenzó a tener un discurso higienista mediante la creación del sistema cloacal, del cementerio de Chacarita (se prohibió el
entierro en iglesias, y pasó a estar bajo el control del Estado) y a la implementación de medidas respecto de los mataderos
(ámbito considerado de contagio, donde se depositaba todo lo negativo de la sociedad, la “mala vida”). También en virtud de ello,
la zona sur de la ciudad pasó a ser vista como un lugar de contagio, por lo que allí se instalaron grandes hospitales, pasando a ser
entonces una zona de curación.
Así los médicos adoptaron un rol fundamental en el desarrollo urbano, al igual que en otros ámbitos y materias. Tal es así que en
1890 se fundó la ciudad de La Plata, luego de que Buenos Aires fuera federalizada, y su diseño fue realizado siguiendo criterios
positivistas e higienistas que garanticen el control.
Así apareció Eduardo Wilde, médico que estuvo, entre otros cargo, al mando del Ministerio de Justicia, desde donde implementó
la creación de la Penitenciaría de Buenos Aires y el penal de Ushuaia, cuyo régimen tanto edilicio como interno fue previsto desde
una perspectiva positivista e higienista.
Luis María Drago: Fue jurista y uno de los introductores del positivismo en la Argentina. Escribió “Los Hombres de Presa”, que
serían los criminales natos, “los hombres de las cavernas” (indígenas que debían ser reprimidos). Abandonó el ámbito jurídico
para insistir en el orden degenerativo y hereditario de la criminalidad. Proponía el tratamiento correctivo para los criminales
fortuitos o de ocasión, la eliminación parcial para los criminales de profesión y la eliminación absoluta para los criminales
incorregibles. Para los incorregibles recomendaba la pena de muerte, porque sólo el deceso del delincuente puede garantizar
eficazmente a la sociedad contra sus ataques. Los incorregibles serían los locos morales y los criminales natos.
Drago fue un positivista teórico, no empírico. Sus estudios los realizó sobre bases teóricas abstractas, sin un relevamiento
empírico, que sí sería realizado posteriormente por otros autores.
Antonio Dellepiane: Dio un enfoque sociológico al positivismo criminológico, analizando los factores de la criminalidad, los que a
su juicio se encontraba íntimamente vinculado con la cuestión racial: La clase pudiente era la que no se había mezclado con los
indígenas y los pobres eran la cruza de los conquistadores con los nativos; por lo tanto éstos últimos serían los delincuentes.
También trató despectivamente a la inmigración italiana, aunque sin esa carga estigmatizante que había sobre los indígenas y que
culminó en la matanza de éstos, y realizó una investigación que reflejaría la relación causal entre inmigración y criminalidad.
Publicó asimismo una obra en la que indicó cuales eran los rasgos “del alma criminal”, puntualizando sobre el lenguaje
“siniestramente alegre” propio de las clases bajas.
PetroGori: Inmigrante italiano anarquista que mediante su publicación “La miseria y el delito” (1889) teorizó acerca de un
positivismo de raíz sociológica que hacía hincapié en la clave socio-económica de la cuestión criminal. Estaba inspirado en
Spencer y reivindicaba el sueño positivista del progreso de la humanidad mediante la unidad de determinación natural y voluntad
humana para conseguir la concordia entre libertad e igualdad que permitiría llegar a la solidaridad y autonomía. El poder político
no sólo no era necesario para ello, sino que era un obstáculo para el desarrollo feliz de la humanidad que la ciencia facilitaría.
Gori organizó sindicalmente a grupos de trabajadores, y fundó y dirigió la revista “Criminología” (porque según él se investigaba al
criminal y no al criminol) donde escribían policías, jueces, y teóricos positivistas.
José María Ramos Mejía: Médico que dio el paso a los higienistas del S.XIX a los criminólogos del S.XX en Argentina, y fue
formador de la mayoría de los criminólogos argentinos. Escribió “Las multitudes argentinas” y “Los simuladores de talento”, obras
teóricas no empíricas, dondeplanteo teorías profilácticas para los problemas sociales, como la delincuencia. El delito, como todo
mal en la Argentina, se debía según él la mentalidad inferior de los “guarangos”, clases bajas fácilmente convertibles en multitudes
y manipulables, que serían inmejorables por su origen racial, ya sea autóctono como foráneo. El racismo también lo ejerció desde
su labor de funcionario de higiene como de educación, persiguiendo a inmigrantes y especialmente a los judíos.
Francisco de Veyga: Médico y profesor de la facultad de medicina, discípulo de Ramos Mejía, que realizó diversos trabajos
criminológicos desde una perspectiva antropológica. Publicó “Anarquismo y anarquistas: estudio de antropología criminal”, desde
donde propugnó la represión de ese movimiento por considerar a sus adeptos enfermos mentales, promoviendo su reclusión en
manicomios. En base a ello también se elaboró la ley de residencia, duramente represora de la inmigración, ya que se asociaba el
anarquismo con los trabajadores inmigrantes.
También, y valiéndose del positivismo de raíz psiquiátrica, realizó estudios empíricos sobre la delincuencia, concluyendo que el
delincuente es naturalmente estúpido a causa de disfunciones orgánicas. Obra por imitación y de acuerdo al medio, que es donde
consideraba que debía actuarse profilácticamente pero por medio de la policía.
Elaboró también una obra en la que estudio los casos individuales y el problema social, afirmando que un pueblo vale por la
fuerza, salud y virtud de su raza. En Argentina consideraba que había un exceso de elementos nocivos en nuestro complejo medio
étnico, y una carencia de instituciones u órganos tendientes a combatirlos y aniquilarlos.
Asimismo escribió “degeneración y degenerados” mediante la cual afirmaba que los homosexuales eran degenerados y posibles
delincuentes.
Juan Vucetich: Miembro de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y fue designado al frente de las estadísticas criminales para
organizar el sistema antropométrico según el método Berillon, al que le adhirió el dato de las huellas dactilares en los registros,
mediante un código para decodificarlas.
El registro fue realizado inicialmente para todas aquellas personas que habían ingresado a comisarías o institutos penales. Luego
se impuso a los inmigrantes cuando llegaban al puerto, ya que empezaban a ser vistos como peligrosos. Finalmente se intentó
fichar a los trabajadores sindicalizados, y ante la negativa y las huelgas de éstos, se impuso el fichaje universal.
Advertían numerosas ventajas mediante la cédula de identidad o el documento de identidad: un elemento que servía para el
control, sobre todo de parte de la policía mediante la averiguación de antecedentes, del cuerpo social y del cuerpo individual. Este
sistema deidentificación daría lugar a esa necesaria unión entre poder-saber en qué se basaría el conocimiento y la represión del
“otro”, cuya personalidad múltiple sería eliminada para ser identificado despersonalizadamente – mediante la asignación de un
número-.
Esta identificación se transformaría en un derecho político, pues la asignación de un número único e irrepetible a cada persona
facilitaría su existencia, protegería su honor de confusiones con otros y garantizaría la verdadera identidad. Se llegó a proponer
tatuar el número de identidad.
Los positivistas argentinos, tras haber estigmatizado al indio al punto de justificar el genocidio llevado adelante por Roca, tenían un
temor creciente hacia el problema de la inmigración, que aumentó notoriamente desde finales del SXIX al XX. Las cifras crecientes
ayudaron a que las clases dominantes señalasen al inmigrante italiano, pero sobre todo judío, como nuevo objeto de represión,
principalmente por sus posibilidades de contaminar.
Se temía que esa inmigración se incorporara mediante la educación pública a la sociedad argentina, y que ésta se transformara en
cosmopolita. Por ello se puso especial ahínco en elaborar una educación nacionalista (reforzamiento de los símbolos patrios, sólo
maestros nacionales). También la ley de residencia se dictó para reprimir su peligrosidad al cuerpo social, y que consistía en la
expulsión de anarquistas y otros elementos indeseables que venían desde el extranjero.
El discurso médico de contagio se extendería también las ideas anarquistas de los obreros organizados (que eran en su mayoría
inmigrantes) y también a las enfermedades físicas y morales de las prostitutas (que también constituían una gran preocupación
para los positivistas).
Se elaboró en este contexto un discurso de “nosotros” y “otros”, con un saber que legitimaba la aplicación de medidas de
represión contra los elementos exógenos, y que a su vez proveía de conocimientos técnicos y científicos para la tarea de
segregación (tanto para la identificación del “otro” como para la aplicación del “tratamiento”)
José Ingenieros: Médico psiquiatra que a su vez también estudió abogacía, nacido en Italia y que emigraría a la Argentina a los
ocho años. Su preocupación oscilaba entre la moderna antropología criminal, con un principal interés en establecer el modo de
descubrir a los simuladores que pretendían eludir el castigo penal alegando enfermedad mental.
En su juventud fue socialista y hasta filo-anarquista, y tuvo su formación médica, en la que se especializaría en patologías
mentales, como discípulo de DeVeyga y Ramos Mejía. Luego de ello ejerció el más potente apostolado del positivismo
criminológico en Argentina. Tuvo varias etapas, y sólo desde 1902 hasta 1914 se dedicó a la criminología.
Escribió un tratado, “Criminología”, que se inscribía en el positivismo de raíz médica y en el que realizaría clasificaciones de
criminológicas, especialmente reconocida por su sistematicidad. Sin renunciar a la clasificación de acuerdo a otros factores
orgánicos, se limitaba a los que derivaban de anormalidades psíquicas. Distinguía a los delincuentes por:
-Anomalías morales (que podían ser congénitas en los delincuentes natos, adquiridas en los habituales y transitorias en los
ocasionales).
-Anomalías intelectuales (congénitas en las locuras constitucionales, adquiridas en las locuras adquiridas y transitorias en
alcohólicos u otros intoxicados).
-Anomalías volitivas (congénitas en los epilépticos, adquiridas en los alcohólicos crónicos y transitorios en los impulsos
pasionales).
Ingenieros propuso u programa de criminología que planteaba tres momentos:
Etiología criminal: Buscaría las causas, que no serían sólo biológicas, sino también determinadas por el ambiente.
Clínica criminológica: Trataría de determinar la “temibilidad” del delincuente.
Terapéutica criminal: La pena, concebida como terapéutica, debería asegurar la defensa social a través de actividades preventivas
y a través del aislamiento en instituciones de distinto tipo según el grado de peligrosidad de los delincuentes.
Si bien mantenía una postura crítica y cercana a posiciones socialistas y latinoamericanistas, sus aportes científicos, al igual que
los de Ferri, sirvieron para reforzar políticas criminales autoritarias.

CAPITULO VI
I - La sociología y los Estados Unidos. El nacimiento de la Escuela de Chicago
Los primeros años del siglo XX vemos el origen de una nueva forma de pensar sobre la cuestióncriminal. Es entonces cuando
apareció la sociología y con ella el nuevo modelo de experto: elsociólogo reemplazaría al médico, al jurista, al filósofo y al teólogo.
Vale recordar que la llamada “sociología criminal” cambiaría durante la primera mitad del sigloXX la visión de aquellas primeras
aproximaciones que había hecho desde ese campo, entreotros, Enrico FERRI. Poco tiempo después de su muerte aparecerían en
los Estados Unidosunas obras que cambiarían totalmente la perspectiva criminológica. Creo que incluso antes dela Segunda
Guerra Mundial ya estaba delineado el proyecto de pensamiento sociológico sobrela cuestión criminal.Coincidan más o menos en
el año 1938 la aparición de las producciones de Robert MERTON,Edwin SUTHERLAND, Thorstein SELLIN, Frank TANNENBAUM
y Georg RUSCHE, las quedescribirán los cambios en los pensamientos criminológicos. Lo que une a todas estas obras esla
radical oposición a la forma de pensamiento sobre la cuestión criminal que coadyuvaría a laperpetración de los genocidios que en
esas mismas fechas se llevarían a cabo en Europa. Lasobras de mención fueron publicadas en los Estados Unidos a pesar de las
diferentesnacionalidades de sus autores. Es que es allí a donde hay que trasladarse para entender estenuevo enfoque dado no
sólo al pensamiento criminológico sino al más amplio sobre lacuestión social y política.
Ello no es ajeno al trasvase del “centro” económico y político del poder occidental, que ya paramediados del siglo XX quedaría
radicado en los Estados Unidos.
La muestra de que ese imperialismo sería más exitoso la da el hecho de ir asociado a ciertaidea de “prosperidad”, la que atraería
enormes contingentes que eran expulsados del hastaentonces poder central europeo. Esta migración nos acerca a una segunda
explicación delsurgimiento del pensamiento sociológico sobre la cuestión criminal en los Estados Unidos. Nosólo se produciría
entonces la migración de importantes pensadores europeos, sino quetambién se brindaría allí la posibilidad de estabilizar un
campo de conocimiento merced a unarelativa tranquilidad política y a una institucionalización de los centros de investigación.
En Estados Unidos se desarrollaría esta nueva aproximación al estudio y pensamiento de losocial pues existía allí un contexto
general y académico favorable a la investigación, sobre todoa la investigación empírica que en Europa era impracticable.

El “pragmatismo” fue la corriente filosófica que influiría en la realización de unas cienciassociales alejadas del teoricismo europeo
y apegadas a un empirismo denominado “filosofía dela acción”. La reacción contra la filosofía de raíz hegeliana se haría en
Estados Unidos conpostulados del empirismo y evolucionismo inglés, así como también del positivismo. Ello,además, iba adunado
a un cierto optimismo que pretendía verificar las investigaciones yaplicarlas sobre la realidad para mejorarla. Así se presenta un
pensamiento que pretenderealizar una praxis, una aplicación de las ideas para intervenir en la realidad. Los pragmatistasasumían
una concepción relacional de la verdad que, en términos de investigación social, setradujo en una mayor sensibilidad para
escuchar el punto de vista de los actores sociales.
Los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX muestran a los EstadosUnidos inmersos en un fuerte proceso
de industrialización. Había abundancia de capitales ycarencia de mano de obra por lo que se produjo un enorme movimiento
migratorio desde lospaíses pobres de Europa. Todos estos inmigrantes se concentrarían en las ciudades másindustrializadas,
como Nueva York, Detroit o Chicago, donde crearían guetos de colectividadescon valores bastante distintos a los dominantes
entre las clases dirigentes. Además, tambiénse produjo una importante migración interna, del campo y de los Estados de
economíaprincipalmente agraria hacia las ciudades industrializadas.
Por lo tanto, se producirían entonces grandes concentraciones de población en las ciudades, yse trataba de poblaciones muy poco
heterogéneas, provenientes de lugares muy diversos, condistintos idiomas, distintos valores, costumbres, riquezas, etc. El gran
problema que se iba aplantear entonces sería el de la integración. Pues de este problema de la “integración” seocupaba la
naciente sociología que hacían algunos autores europeos, considerados susfundadores.
En un primer momento, los estudiosestuvieron realizados por pensadores “comunitaristas”,descendientes de los primeros
colonizadores ingleses.
Luego de esos estudios, la llamada Escuela de Chicago se ocuparía del “problema” social conmayor inteligencia. De acuerdo la
citada tradición pragmática, la voz “problema” tendría unsignificado diferente en Estados Unidos y en Europa. En la industriosa
América significaba elpunto de partida de posibles soluciones. Habría, entonces, un reciente interés por los estudiose
investigaciones empíricas que pudieran explicar los problemas sociales que aparecían entodas las grandes ciudades
estadounidenses, y sobre todo habría interés en que surgieransoluciones a estos problemas. Precisamente el triunfo de la
sociología en los Estados Unidospuede explicarse debido a la capacidad mostrada por esta disciplina de sugerir, y de sugerir alos
hombres “correctos”, soluciones al problema de la integración y del control de una realidadsocial muy poco homogénea y
conflictiva.
Se pasaba de una sociedad fundada alrededor de unos valores dominantes (pequeñascomunidades agrícolas provincianas) a
unas ciudades muy indefinidas, a las que iban llegandomasas de inmigrantes de los más variados países pobre de Europa, con
distintas costumbres,lenguas y culturas. Las ciudades se extendían muy rápidamente y con un proceso deurbanización caótico y
salvaje. El crecimiento de las ciudades fue muy rápido (Chicago tenía en1840, 2.000 habitantes; en 1860 ya eran 110.000; en
1870, 300.000 y en 1910 ya serían 2millones de habitantes).Esta explosión demográfica provocaba en todo el mundo problemas
de orden social. LaEscuela de Chicago se iba a interesar por esos problemas comunes, pero pondría orden enaquello que
reflejaba justamente la carencia de un orden mayor, y no se alejaría de loconcreto. El Departamento de Sociología de la
Universidad de Chicago, uno de los primerossobre tal disciplina en el mundo, fue fundado por Albion W. SMALL (1854-1926). Éste
hombreera un darwinista social. El principal éxito lo tuvo como organizador e institucionalizador de lanueva disciplina sociológica,
tanto desde la revista que fundó y dirigió, el “American Jorunal of Sociology”, como por la formación de una “escuela” dentro de la
mencionada Universidad deChicago. Esta Universidad había sido creada en 1892 gracias a la generosa contribución de unode los
nuevos magnates estadounidense, John D. Rockefeller.
No debe estar lejos de las explicaciones sobre su “éxito”, esta originaria dependencia de lasociología de los soportes económicos
de los mayores capitalistas del momento. ThorsteinVEBLEN era quizás el único profesor de sociología de Chicago que mantenía
un discursoabiertamente anticapitalista centrado en la cuestión social.

Aún advirtiendo esta dependencia con respecto a los sectores más inteligentes de las clasesdominantes, deben valorarse
significativamente las importantes ideas desarrolladas poraquella primera Universidad que estudiaba y daba respuestas desde el
prisma sociológico a lascuestiones sociales. Esta “Escuela de Chicago” desarrollaría, entonces, la sociología académica.La
sociología de Chicago se emplearía en investigaciones cualitativas y guiadas por la búsquedade una sociedad democrática,
multicultural y multiétnica. Ello tendría que ver con el origenmencionado del pragmatismo.

Una personalidad muy fuerte como la de William I. THOMAS (1863-1947) le daría a Chicago loscimientos fundamentales de la
sociología. En 1908, este profesor obtuvo un subsidio paraestudiar los problemas relacionados con la inmigración europea.
THOMAS se centró en lacolonia polaca, que era muy importante en Chicago, y en uno de sus viajes a Polonia conoció alpoeta y
filósofo Florian ZNANIECKI (1882-1958). Juntos completarían en 1918 el informe finalllamado El campesino polaco en Europa y
América, compuesto por cinco largo volúmenes. Losautores describían cuatro aspiraciones: el deseo de experiencias nuevas, el
deseo de serreconocido o apreciado, el deseo de poder y el deseo de seguridad. En las posibilidades desatisfacerlas a un número
mayoritario o total de personas estaría la clave de una sociedadordenada. Si bien tales pautas son aplicadas a los campesinos en
ambos mundos, loimportante del informe es el estudio del cambio social que sufre el inmigrado en el nuevomedio. Ello se
relaciona con la “desorganización social” como debilitamiento de las normassociales que afectaba los comportamientos
individuales. De esta forma la desorganizaciónsocial es algo tanto individual como colectivo. La desorganización social es la
disminución de lainfluencia de las reglas de conducta, existentes y conocidas, que controlan a los miembros delgrupo.
La sociedad moderna se desorganiza porque los medios de “control social” realmenteimportantes, los basados en la comunidad y
en los grupos de relación primarios, se handebilitado a causa de la heterogeneidad cultural, el anonimato, el individualismo y
lacompetencia social. Tal desorganización social prohíja la desorganización individual y por tantose ha de estudiar a la primera,
junto a los nuevos métodos de “control social” para solucionarlos problemas de marginación y retraso que producen, entro otras
cosas, delitos.
Los autores del informe creían que debe crearse una reorganización puesto que los inmigradosno se integraban en un primer
momento en la sociedad estadounidense sino que se asociabancon otros inmigrados. Los problemas se producían especialmente
cuando estos grupossecundarios de reorganización (iglesias, sociedades de inmigrantes, etc.) no podían cumplircon su función de
otorgar modelos de acción a algunos individuos. En estos casos se produciríala desorganización individual, que llevaría consigo
problemas económicos, de estructurafamiliar y de delincuencia. Esos problemas no podrían solucionarse por el Estado sino por
unverdadero “control social”, según estos autores y el ideario de la Escuela de Chicago. Lapresión ejercida por el medio social
sería la mejor arma para el auto-control y, también, paraevitar los problemas sociales e individuales.THOMAS desarrollaría una
obra muy importante dentro de la Escuela de Chicago,especialmente referida a la temática de la prostitución, aparecería lo que
sería el famoso“teorema de THOMAS”, que dice que si algunas situaciones son consideradas como realesserán reales con
respecto a sus consecuencias.

III. Las investigaciones empíricas sobre la ciudad: control social, ecología social y sususos criminológicos
Los estudios propiamente criminológicos fueron fundamentales en Chicago a partir de que alDepartamento de Sociología se
uniera Robert Ezra PARK (1864-1944) en 1915 y Ernest W.BURGES (1866-1966) en 1921. Estos autores continuaban la obra del
sociólogo Edward A. ROSS(1866-1951), autor en 1901 de un influyente libro llamado Control social, un término quetendría gran
éxito en la sociología, pero también en la criminología.
El concepto de control social tuvo en la obra de ROSS un puntual significado que remite a lasideas comunitarias antes que a las
estatales. El ideal estaba en los diferentes autoresmencionados, que ceñían este control al “auto-control” o al realizado por
institucionesprivadas.
Para PARK la sociedad existiría y se mantendría gracias a la comunicación, y en ella propondríauna serie de funciones
esenciales. PARK era un periodista, en sus trabajos criminológicos,adoptará los puntos de vista que se conocieron como
“darwinismo social”. Este enfoqueteórico consideraba a la sociedad como un organismo que a través de su desarrollo
mantienecierto equilibrio ecológico, resultado de la competencia por las oportunidades en el trabajo yen las acciones sociales. Sus
enfoques realizados desde el campo de la interaccióncomunicativa procuraban corregir lo que aquel otro enfoque no tenía de
democrático. ParaPARK, la labor de la comunicación iba más allá de corregir el orden ecológico de la sociedad. Lacomunicación
sería un ideal cultural consistente en la creación de un universo de discursocomún. En PARK se unen las ideas democráticas de
DEWEY con las reflexiones sociológicas deSIMMEL y TARDE. En su Introducción a la sociología escrita en 1920, señalaba que
“lacomunicación es una forma de interacción o proceso que tiene lugar entre personas, es decir,individuos con un ego, con un
punto de vista, conscientes de ellos mismos y más o menosorientados en un universo moral”.

Para PARK, la comunicación libre entre individuos, grupos, comunidades y organizaciones erael mejor modo de resolver los
conflictos que él mismo se encargaría de describirsociológicamente a partir del modelo de ciudad denominado “ecológico”. La
“ecología social”daba un marco general en el que se debían colocar los problemas concretos, estudiados en supropio ser y
mediante las mejores herramientas descriptivas posibles.
PARK y BURGESS formularon el programa de la Escuela de Chicago: la sociología tiene la tareade penetrar tanto en las leyes de
la naturaleza como en los enunciados generales sobre loshombres y sus sociedades, los cuales vendrían a ser independientes del
tiempo y del espacio.
Los autores citados publicaron junto a MCKENZIE en 1925 una gran obra, llamada La Ciudad,donde aparecería la famosa figura
de la media luna en forma de diana, representativa de laciudad de Chicago y de sus diversas áreas. El núcleo central a orillas del
lago se extendería enuna compleja expansión que ellos intentaban explicar para colocar en su sitio los problemassociales
concretos que debían analizarse. Así dirían que el proceso de expansión de la ciudadsería de “descentralización centralizada”
pues mientras la población aumentaba, lasestructuras se hacían más complejas. Los barrios o áreas se analizarían también a
partir de lasposibilidades moralizadoras o de “control social” que generaban en sus habitantes. La ciudaden general permitía la
confusión, la movilidad y por tanto el refugio y la creación depersonalidades conflictivas, como vagabundos, alcohólicos,
prostitutas y delincuentes. Todosellos serían reprimidos y censurados en determinadas áreas morales, en las cuales merced aese
control social, no se verificaban importantes conflictos sociales. Sin embargo, esos centrosde control social no solucionaban el
problema de la ciudad, pues esas individualidades quereflejaban tales problemas no siempre eran “acogidas” y “controladas” por
la comunidad local,sino que normalmente eran expulsadas y encontraban entonces su acomodo en otras áreasdonde dicho
control sería más laxo.
La Escuela de Chicago se dedicó principalmente a estudiar la desorganización socia de estasotras áreas dentro de las ciudades,
para intentar buscar soluciones a esa desorganización a lavez social e individual. Antes de teorizar, PARK enviaría a sus
estudiantes a analizar el terreno,a realizar trabajo de campo consistente en entrevistas, observaciones, descripciones y mapasde
la ciudad.
Este nuevo objeto de investigación del pensamiento criminológico guiado por sociólogos era laciudad. El objeto de estudio del
positivismo criminológico era el delincuente, se habíaproducido una identificación entre delincuente y detenido, pues se estudiaba
a los individuosencerrados. Con el nuevo objeto, esta identificación entre delincuente y detenido seríasuperada definitivamente. Ya
que no va a ser la cárcel, ni el manicomio, el laboratorio deobservación y experimentación del criminólogo, sino que ese
laboratorio se ampliaría al gueto,o a la ciudad toda. Se estudiarían por tanto a los grupos y a los individuos en su propio“hábitat”.
Este sería el concreto objeto de los criminólogos asociados al Departamento de Sociología.Como ejemplo de las investigaciones
centradas en la delincuencia está la de FrederickTHRASHER (1892-1962) quien, en 1927, publicó un libro con la investigación
sobre 25.000miembros de 1313 bandas de delincuencia de Chicago. El libro sigue la evolución de los gruposde amigos de la
infancia, que de los juegos comunes pasan naturalmente a compartiractividades propiamente delincuenciales. La banda sería
también el lugar en el cual los jóvenesencontrarían el afecto, reconocimiento y lealtad. THRASHER arribaría a la conclusión de
que lasbandas se dividían en cuatro tipos: la banda difusa, la solidificada, la convencional y laestrictamente criminal; y de que
había unas zonas de bandas criminales en la periferia de lasciudades. Este tipo de investigaciones intentaban establecer las
llamadas “áreasdelincuenciales” como zonas donde se concentrarían los comportamientos delictivos, yexplicar su aparición como
una consecuencia del desarrollo económico y político de la ciudad.
Otro trabajo sería el del análisis espacial de Clifford SHAW (1896-1957) y Henry MCKAY (1899-1972) publicado en 1942 como
Delincuencia juvenil y áreas urbanas, obra que fue lacontribución más importante de la Escuela de Chicago a la criminología.
La principal teoría era la definición de SHAW sobre las “áreas delincuenciales”, que seríanzonas de transición, física y socialmente
degradadas y que por ese mismo tránsito, deterioro ypérdida de la capacidad de control social de la comunidad, generarían
delincuencia.
En las conclusiones de la obra citada indican, en primer lugar, que la delincuencia juvenil seconcentra en aquellos barrios
degradados, es decir, que de ser residenciales se convierten enzonas de tránsito; segundo, que siempre es allí donde reside la
delincuencia, más allá delcambio de los moradores y sus características físicas, de origen nacional, o raciales; tercero,que allí
también pueden actuar otras instancias delictivas (mafia, corrupción policial) enreemplazo del control social de las áreas
residenciales; cuarto, que si los habitantes de esasáreas se mudan a otras, sus hijos tienen menos posibilidades de caer en la
delincuencia;quinto, que los habitantes de esta zona que cometen un delito, tienen mayores posibilidadesluego de ser
reincidentes; sexto, que la delincuencia en estas zonas es un comportamientogrupal; y séptimo, que integrar bandas delictivas es
parte del crecimiento normal de los jóvenes de estas zonas.
Las áreas delincuenciales serían vistas como las causantes del vicio. La pérdida de la adhesión alos lugares de origen y el
debilitamiento de los frenos inhibitorios del grupo primario son losresponsables del aumento del vicio y de la criminalidad en las
partes degradadas de la ciudad.Los trabajos de SHAW llevaban a proponer y llevar luego adelante un proyecto de
urbanizacióncomo medida de control social. Esto significaría un cambio radical en el terreno de laprevención de la delincuencia,
que intentaría insertar a trabajadores sociales, maestros ymiembros de los mismos barrios para ocupar el tiempo y mejorar las
condiciones de “controlsocial” en estos barrios.

De aquí provendría el aporte más trascendente de la sociología estadounidense a lacriminología, la cual comenzaría a utilizar el
criterio de la “desorganización social” pararesponder a la búsqueda de causas de la delincuencia. Además se constata que más
quecausas del comportamiento delictivo individual se buscan las del comportamiento colectivoespecialmente el llamado
gangsterimo.
Al del comercio de distintas bebidas alcohólicas las nacientes mafias agregaban los negocios dela prostitución y el juego
clandestino, lo que en total movería una ingente cantidad de dineroque era participada a los políticos, policías y jueces. Los grupos
más marginales de lapoblación, y sobre todo lo jóvenes “aprendían” de estos códigos morales dominantes que eramuy fácil
hacerse rico, y que no serlo iba necesariamente asociado a la torpeza mental.
A ello se sumaría la aparición de la crisis económica denominada “gran depresión” hacia 1929.Se presentaban enormes
problemas que la criminología del momento debía ayudar asolucionar para salvar al capitalismo de su propia voracidad
autodestructiva. Las propuestas dela sociología criminológica a esos problemas vendrían de la mano con el llamado “Estados
debienestar”.
Con el aporte del funcionalismo la investigación criminológica de cuño sociológico yetnográfica desarrollada sobre todo en los
Estados Unidos produciría una importante cantidadde investigaciones que, además de servir de soporte al naciente “Estado de
bienestar”,conformaría un nuevo pensamiento criminológico.

CAPITULO VII
I. Origen de la criminología sociológica. Políticas del Estado asistencial.

Si tras el momento de irrupción de una “ciencia” criminológica, y una posterior crisis, esposible hablar de otra etapa de
“consolidación”, es porque la institucionalización era elresultado de que las investigaciones empíricas producidas sirvieron a un
“príncipe”determinado: al Estado de Bienestar. Esa época sería la del apogeo del funcionalismo.
El origen tórico de las políticas que dan forma a ese tipo de Estado: John Maynar Keynes, sedecidió a buscar las causas de la
crisis, y el modo en que no se repitieran. Lo importante para élera lograr una ocupación plena dentro del sistema fabril, y para ello
no se podría confiar en la“mano invisible” o en los capitalistas en busca de su provecho. Su alegato para la intervencióndel Estado
en la economía era muy claro: sólo de esa forma se podría lograr un acentuadoaumento de salarios, clave del aumento de la
demanda y por tanto del crecimiento de laeconomía. Eso también debía ser fomento del Estado con la creación de obras aunque
seaninútiles pues lo que importa es brindar empleo y poder adquisitivo a todos los hombres. Peroel evidente éxito del Estado de
Bienestar se produjo con el New Deal de los Estados Unidos.,Franklin Roosevelt fue el presidente que enfrentó la crisis bursátil de
1929. A partir de 1932, Roosevelt impulsó un programa político conocido como New Deal y nuevo acuerdo, nuevocontrato social o
nuevo reparto. Promovió la intervención del Estado para sacar a la economíadel estancamiento y para paliar los efectos sociales
de la crisis aunque fuera a costa deacrecentar el déficit público.
Luego, regularía las relaciones laborales a favor de los trabajadores mediante garantías delibertad sindical, creación de seguros
de desempleo, de invalidez y de vejez., instauración de lasemana laboral de 40 hs, y un salario mínimo.
En vez de buscar evitar el conflicto y promover la inclusión de todos, se promovería en Europaotro tipo de inclusión basada en la
exclusión feroz de “otros” alos que se reputaría comoenemigos. En esa exclusión, los pensamientos criminológicos y penales no
eran para nadaajenos. No sólo se deduciría tal discurso excluyente a los capitalistas, sino también a unaspauperizadas y
temerosas clases medias.
El modelo democrático de los estados europeos que recibieron la ayuda de los EEUU para lareconstrucción económica a través
del Plan Marshall, estaba inspirado en los principiosvigentes en la propia potencia vencedora. –elecciones libres, pluralismo
partidario, economíade mercado capitalista y división de poderes de acuerdo a un esquema constitucional-.
La criminología también estaría comprometida con las dos caras que mostraba el pensamientosociológico de entonces: por un
lado la sociología funcionalista para brindar explicaciones queincluyeran lo material y lo jurídico en la base sistémica de la
sociedad. Por el otro, unasociología empírica para las concretas políticas de transformación del ambiente en manos del“príncipe”
indiscutible, del verdadero poseedorde la soberanía que sería esa exitosa, por elmomento forma de estado.
Pero la criminología sociológica brindaba una justificación teórica a la forma estatal decompromiso y pacificación de las
desigualdades, como también se aprovechaba de las políticaspúblicas y sus programas concretos. Es decir, a la vez que servía
para proponerlos, una vezimplementados se ofrecía para evaluar sus resultados. La investigación sobre los concretosprogramas
para prevenir el delito, precisaba dar ese salto importante desde la explicaciónteórica de las causas en general, hacia un análisis
más total del problema en un caso concreto.No sólo había que analizar el comportamiento individual del joven o del condenado, y
losmúltiples factores sociales y culturales, sino también el propio funcionamiento del programa. Ycon él, el del funcionamiento
judicial, policial y penal, tanto en sus aspectos declarados comoocultos, y en definitiva se debían realizar investigaciones sobre
todo el sistema social.
Para ello no resultaba útil la criminología positivista que se había realizado hasta entonces,predominantemente en Europa y
América Latina. Además y en lo que a Europa concierne, esetipo de criminología estaba demasiado comprometido con los
regímenes autoritariosderrotados en la segunda guerra mundial. La nueva investigación criminológica intentaríaacercarse a la del
tipo sociológico que se realizaba en aquel país del norte de América. Lainvestigación criminológica de cuño sociológico se realizó
a partir de la unión entre la teoríafuncionalista de Merton y las ideas de la escuela de Chicago desarrollada entonces
porSutherland.
En todo caso, la investigación criminológica proveniente de la sociología de EEUU estuvodominada por el intento de realizar una
ciencia “neutral”, y avocada al análisis de datos. Ellono excluía la elaboración de teorías, aunque estas también perseguían la idea
de neutralidad.Con dicha idea se aceptaba el término desviación que parece querer indicar ciertaindependencia a los prejuicios
de base legal médica que había inundado el campo de estudioscriminológicos. Sn embargo, la sociología de la desviación
continuaría realizandoprincipalmente estudios que se obligaban a indicar causas, cuando no soluciones a losproblemas que
finalmente eran señalados por la ley penal o por la patología médica.Casualmente, contra esas dos influencias quería Sutherland
independizar a la criminología.

II.Sutherland y la teoría de los contactos diferenciales. La criminalidad de cuelloblanco.


El más importante de los criminólogos de esa época y probablemente de todo el siglo XX fueEdwin Sutherland, quien formó parte
de la escuela de Chicago. En su libro “manual decriminología” de 1924, inició la idea de los contactos diferenciales como
explicación del delito,con lo que produjo una gran ruptura en el ambiente propiamente criminológico de la época,que tenía
perspectivas predominantemente psicobiológicas y multicausales y carecía de unaverdadera “teoría” que no dependiera del
derecho sobre lo que es el delito. Sutherlanddiscutía principalmente con las teorías biologicistas. Todas sus investigaciones
perofundamentalmente las últimas realizadas sobre los delitos de cuello blanco objetabandecididamente las explicaciones de la
criminalidad por causas biológicas y psicológicas yasimismo criticaban el vínculo entre delincuencia y pobreza, asumido también
por loscriminólogos de estado asistencial con la expresión “desorganización social”. Ya señalabairónicamente la tarea de la
criminología que buscaba tipos delincuenciales entre los presosolvidándose de que la mayoría de los delincuentes sobre todo los
más hábiles no seencontraban en ese medio. Distinguía entonces a esa investigación biologicista y basada en loindividual “la
inteligencia, la herencia” que predominaba en Europadel modelo deinvestigaciones como las de Shaw basadas en historias de
vida y con referencias externas almundo de la prisión, del modelo de investigaciones sobre el funcionamiento y la vida de laprisión
y de un cuarto tipo de investigaciones que combinarían el segundo y el tercer tipo. Estecuarto modelo es el ideal para Sutherland,
pues podría servir a los funcionarios para losobjetivos inmediatos en la prisión y también a la criminología para formular una teoría
más aceptada sobre la criminalidad, incluso la que no llega a tal institución.
Sutherland ponía su esfuerzo en realizar una teoría general que pudiera explicar todo tipo dedelincuencia y para ello debiera
buscar los factores que se asocien con todo tipo dedelincuencia y no con un tipo de delito en particular. En esta reducción era en
lo que fallabanlas explicaciones en base a la pobreza o a problemas de personalidad, estas causas noprovocaban por sí solas el
delito pues a veces algunos autores realizaban delitos cuando no sedaban esas características y en otras se dan esas
características en sujetos que no realizandelitos: como dijera García Méndez asociar pobreza y delincuencia es injusto con
muchospobres que no delinquen y también con los muchos ricos que sí lo hacen.

La obra de Sutherland tiene distintas influencias: una de ellas de la escuela de Chicago de la qextrajo de Shaw y Mc Kay la idea
de desorganización social como factor de delito. Sin embargoSutherland ya no hablaba de desorganización social sino de
“organización social diferenciada”pues no es que en esos barrios no hubiera organización, sino que encontraba
distintasorganizaciones que perseguían fines diferentes.
Otra influencia es la de Sellin, “cultura crimen y conflicto de 1938”. De él tomó la idea deconflicto cultural, principal aporte para
distinguir porqué los individuos aprenden valoresnormativos distintos y no unos generales e idénticos. Con todo ello elaboró
Sutherland lateoría de los contactos diferenciales que parte de que en cada área cultural diferencial losindividuos aprenden
modelos de esquemas de comportamiento diferentes. El comportamientodelictivo no está determinado genéticamente, ni es
producido por problemas en lapersonalidad ni por la pobreza, sino que es un comportamiento aprendido por medio delcontacto
diferencial. Es aprendido este comportamiento al igual que es aprendido otro tipo decomportamiento por medio de la interacción
con otras personas en el proceso comunicativo.
En concreto el aprendizaje del comportamiento delictivo incluye tanto las técnicas de comisióndel delito, cuanto la racionalización
del comportamiento delictivo: la motivación, justificación,actitudes frente a la conducta, etc. El principio del contacto diferencial
indica que una personase convierte en delincuente porque en su medio hay más definiciones favorables a infringir laley y se logran
aislar así a los grupos que se inclinan por respetarlo.
No todos los contactos influyen de la misma forma. Un individuo no adopta el modelo deconducta de otro al que no le otorga
prestigio.
También pretendía explicar los distintos niveles de delincuencia existentes en lasorganizaciones sociales diferenciales o áreas.
Son dos niveles de análisis: el individual,mediante el cual el contacto diferencial permite explicar cómo alguien se convierte
endelincuente, -la influencia de esta variable es de una sociología más cercana a la sociología- ; yel social, que explica la
delincuencia en las áreas diferenciales -esta variable es más socioestructural-.
El nivel de delincuencia aunque discutía Sutherland con las estadísticas oficiales debe sertenido en cuenta en virtud de esta última
variable.
Sutherland quería realizar también la explicación del crimen individual. El delito dependerá delvocabulario de motivos grupales,
cuando es introyectado por el individuo y forma parte de suvocabulario aprendido. Así podrá saberse la probabilidad de que un
individuo realice uncomportamiento delictivo. Esto es visto en su libro de 1937 “el ladrón profesional” escrito en lamisma
universidad de Chicago en la q entonces se hacían trabajos de historia de vida.

Sutherland se detuvo en un ladrón al que se le pagaron 100 dólares durante tres meses para qle contase su experiencia
profesional – Chick Conwelle-.
De acuerdo a las propias palabras de este profesional del robo, demostraba Sutherland cómolos miembros de ese oficio adquieren
poco a poco unas técnicas relacionadas con las distintasactividades, a través de la asociación y cooperaciones con otros
ladrones. –en los barrios bajosy en las mismas prisiones-
El aprendizaje de ese comportamiento o de cualquier otro no es un producto de un problemade socialización sino al contrario,
tiene q ver con el éxito de la socialización en unos valoresdiferentes a los de la ley, como se decía ese aprendizaje no es solo de
valores sino también detécnicas de delitos: algunas son sencillas, pero otras más elaboradas, y solo son posibles en unproceso de
adiestramiento importante.
El aprendizaje de quienes delinquen es en todo sentido normal. Es igual q el aprendizaje deotros valores y comportamientos. No
queda muy claro cuando se produce exactamente eseexceso de definiciones favorables a delinquir, que sería determinante.
Podría aplicársele aSutherland la misma critica que el realizaba. No todos los individuos sometidos al contacto deuna subcultura
criminal delinquen, y no todos los q delinquen han estado en contacto con unasubcultura favorable al delito.
Sus investigaciones sobre la criminalidad de cuello blanco resultaron fundamentales por variosmotivos, uno de ellos es el de
señalar para siempre como erróneas las teorías que hastaentonces seguían hablando de genes, de test de inteligencia, de
complejos psicológicos y, entodo caso, de una anormalidad e inferioridad individual en el delincuente.
También se señalaba como errónea la vinculación de la delincuencia con la pobreza. SegúnSutherland esa vinculación se basaba
en los estudios de la delincuencia detectada y esadetectación omite sistemáticamente los delitos realizados por a clase media y
alta que son sinembargo muy numerosos.
Por otro lado las teorías que surgían de las explicaciones del crimen por cuestiones individuales – la herencia, el facto psicológico
o la pobreza- no podían explicar a la delincuenciaen los delitos de cuello blanco. Y por ello no eran válidas como teorías
generales. La teoría delos contactos diferenciales es general, según Sutherland pues tanto puede explicar el delito delas clases
bajas, como el delito de las clases media y alta. Ello sucede entre los mismoshombres de negocios, q transmiten de generaciones
en generación un código distinto dellegal, pero también en el resto de la sociedad y en las instituciones estatales que no
censuranestas conductas, ya sea por el status de las personas q realizan este tipo de delitos, por lacreación de tribunales
especiales para juzgaros.

Sutherland verificaba en el mundo de los negocios una real situación de desorganización social.Habría una situación de anomia y
ya no de valores diferentes a los legales, en estos sectores,de acuerdo a la terminología funcionalista.
Decía q ello no es causal, pues se trató de las décadas de apogeo del Estado de Bienestarintervencionista en EEUU, y una de la
evidentes preocupaciones de tal forma-estado, era lacreciente acumulación de poder político y económico de las principales
empresas del nuevocapitalismo monopólico.

III. La teoría de las subculturas criminales y el estudio de las bandas juveniles. Lacriminología entre anomia y aprendizaje
La teoría de las subculturas criminales se percibía ya en los trabajos de Sutherland en tantomencionaba el crimen no tanto como
oposición a unos valores, sino como adecuación a unosdiferentes. El más importante de aquellos teóricos socialdemócratas fue el
profesor de laUniversidad de Connecticut Albert Cohen, quien escribió una obra destacada en 1955,“delincuentes juveniles: la
cultura de pandillas”. Cohen se había formado en Harvard junto aParsons, pero luego sería colaborador de Sutherland en Indiana.
Cohen verificó la existencia desubculturas criminales en las bandas delincuentes juveniles. Entendía por estas bandas a losgrupos
organizados integrados por jóvenes q se reúnen con asiduidad, disponen de estructuras jerárquicas de grupos y tienen criterios de
admisión. Describía así Cohen la subcultura criminalde esos grupo de jóvenes, en tanto un sistema de creencias y valores que
surgen de lainteracción con otros jóvenes en similar situación, y que resuelven por su intermedio losproblemas de adaptación
causados por la cultura dominante.
Combatía Cohen las explicaciones psicológicas de la criminalidad entre jóvenes y explicaba ladelincuencia individual ya no
por razón de la personalidad particular, sino porque podría existiren cualquier personalidad si las circunstancias permiten el
contacto con modelosdelincuenciales en vez de con modelos respetuosos de la ley. Luego explicaba como surgenesos modelos
culturales delincuenciales. Cohen intentaba realizar una síntesis entre las teoríasde la anomia y la de los contactos diferentes. La
teoría de la anomia es la que explica que lassubculturas surgen, según Cohen, entre jóvenes de clase obrera que no encuentran
respuestapara su frustración dentro de la cultura general que enfatiza el éxito económico.
Para Cohen cada una de esas teorías por si solas, no pueden explicar a las bandas criminales;pues una presupone a la
delincuencia como acto racional, y la otra es circular y no explica cómo surge tanto el slum, como la subcultura de ese lugar. Pero
juntas sí tienen capacidadexplicativa: la presión social explica el bloqueo de la satisfacción de unos individuos y laasociación con
otros, en la misma situación explica cómo se soluciona ese bloqueo.

El libro de Cohen describe las características de las bandas delictivas juveniles de su época ypaís. Estarían compuestas por
jóvenes del sexo masculino pertenecientes a familias de claseobrera y usualmente cometerían delitos: a-expresivos o no utilitarios
esto es, q no le sirven alos jóvenes para acceder a las cosas por medios legales, sino que producen placer por simismas y sobre
todo permite adquirir un reconocimiento por medio del grupo. B- maliciosos,esto es, simplemente placenteros por molestar a la
moral general o a quienes la respetan. c-negativistas, esto es, que se definen por oposición a los valores de la cultura general, o
de laclase media, no tienen referencia autónomo a sino que son justamente lo contrario a lo queella prescribe d-variables, esto es,
que los pandilleros no se especializan en uncomportamiento delictivo, sino que realizan una gran variedad de actos delictivos o
que sinllegar a serlo aparezcan como contrarios a esos valores generales –desde hurtos, hastagamberrismo, o faltar a clase o a la
buena educación e-hedonistas a corto plazo, lo que serelaciona con lo anterior pues no realizan actividades planificadas, sino q
responden al impulsopara realizar la actividad delictiva como valor cultural en sí. F- reforzadores de laindependencia de grupo,
pues en estas mismas conductas y por intermedio de otrasconductas, se refuerzan la solidaridad y autonomía del grupo mediante
la hostilidad yresistencia a otros grupos y principalmente a la autoridad o instituciones que la representes –familia escuela, etc.-
Cohen otorga una importancia mayor a q los jóvenes integrantes de estas bandas provengande familia de clase obrera o baja y q
sean varones. En los varones recaía un mayor peso parasatisfacer las demandas de la sociedad integrada mediante el trabajo
exclusivamentemasculino de su época. La condición social imponía dificultades para acceder a los requisitosdel éxito económico o
sueño americano. Los jóvenes de clases humildes reciben de todasformas la presión por cumplir ese sueño pero tienen un status
inherente (el nacimiento en unafamilia pobre y otro adquirido, ese mismo origen influye en la educación) que los pondrá
ensituaciones de inferioridad con los varones de clase media y alta.
La presión surge de los medios de comunicación, la escuela y la propia familia que, aunque deorigen humilde transmiten a sus
hijos el valor del éxito. Para alcanzar el éxito el joven debe serya precozmente competitivo y tener las condiciones que auguren
ese éxito en la vida adulta:ambición, responsabilidad capacidad, buena educación y autocontrol, excelentes calificacionesen la
escuela, respeto a las normas, conocimientos extra, etc. Tener esas cualidades hace a
un joven más valorado por la cultura social. Si el joven de clase baja toma en consideración esediferencial y acepta los valores de
la cultura general, se percata de q se encuentra en el status más bajo de la jerarquía social y experimenta sentimientos negativos,
como culpa,autorrechazo, ansiedad, hostilidad y resentimiento.
Se le ofrecen entonces al joven según Cohen, tres vías posibles de solución para su problemade falta de reconocimiento por parte
de la cultura general: o se esfuerza pese a todo, porobtener un reconocimiento por ser aplicado, y buscar la superación, o
renunciar a lasaspiraciones del éxito y asumir el papel de buen chico humilde de barrio. O se acoge a la vidade la subcultura
criminal.
La influencia de la clasificación de Merton, es aquí evidente. El primer caso sería una respuestaconformista, aún a sabiendas de q
se compite en inferioridad de condiciones (pero segúnCohen, muchos jóvenes de clase baja lo intentan) El segundo caso, sería de
ritualismo o deapatía pero permite eludir los problemas de status pues se acepta la situación de inferioridadcon respecto a los
jóvenes de clases altas y se renuncia a obtener gratificación en esos
valores juntándose con otros jóvenes de clase obrera que comparten ese punto de vista. La tercerarespuesta es innovadora, pero
junto con los medios se cambian tb los fines q se buscan. Secambia en realidad todo el marco de referencia de la cultura general
por el del la subculturacriminal, pues sucede lo mismo que en cualquier situación alteradora de la cultura normal porejemplo,
durante un incendio o cualquier desastre. La nueva subcultura valorarápositivamente aquellas capacidades q el joven sí tiene. Se
produce la innovación culturalcuando ese joven se junta con otros q están en la mismas situaciones y se producen
reaccionesfavorables frente a actos desaprobados por la cultura general.
Cuando el grupo reconoce, acepta y valora el comportamiento transgresor o delictivo, secambian los valores y se abre una vía
para solucionar el problema de status de estos jóvenespues ahora obtendrá una valoración positiva por realizar actos que antes
eran síntoma dedesprecio.
La delincuencia es un medio de conseguir status, pero no para obtener el mertoniano éxitoeconómico por medios ilegítimos, sino q
es una forma de encontrar reconocimiento en losdemás gracias a la exhibición de capacidades que sí están a su alcance (aunq
esereconocimiento se quede dentro del subgrupo). Es por ello q la delincuencia de estosmuchachos es expresiva y no utilitaria.
La importante diferencia entre la teoría de Cohen y la de Merton, es q para el primero lainnovación además es negativa, es una
respuesta grupal y no individual.
Debería proporcionarse a todos los jóvenes la posibilidad de adquirir el mismo status parasentirse valorados. Ello requeriría
eliminar progresivamente la diferencia de clases y posibilitarun fluido ascenso social. Asimismo sugería Cohen q para q no se
desvalore al joven de clasebaja, podía procederse de otras maneras, como reconociéndose socialmente otros valores queallí sí
existen como la solidaridad aunq señalaba q ello era muy difícil y riesgoso, pues sacrificarla competitividad podría tener efectos no
deseados y poco beneficiosos sobre la produccióneconómica. Se ve así q aunq este autor tb es un progresista tampoco sale del
marco delcapitalismo.

Algunos de los autores q siguieron sus postulados más importantes para entender esteconcepto sociológico que explica al acto
desviado dentro de la subcultura son Richard Clowardy Loyd Ohlin.
En cuanto a las aspiraciones, estos autores contraponían a Cohen que no todos los muchachosde clase baja desean desde un
principio alcanzar el “sueño americano”; no todos quieren vivircomo vive la clase media. De todas formas en estas sociedades
capitalistas sí que es probableque aspiren a ganar dinero aun sin cambiar de valores culturales. Las oportunidades legítimasque
ofrece el sistema para hacerse con dinero son muy limitadas. Pero las oportunidades deobtener dinero de manera ilícita tampoco
están democráticamente distribuidas. No cualquierapuede convertirse en delincuente, ni en cualesquier tipo de delincuente,
siempre según estosautores. El acceso a los roles ilegítimos no está libremente disponible. Ello depende, comomostró el trabajo
empírico de la escuela de Chicago, de la organización social de cada barrio declase baja.

El delito de cuello blanco


[Fernando Álvarez-Uría]
El delito de cuello blanco es el título del libro más importante de Edwin H. Sutherland, el sociólogo del delito mas influyente del
siglo XX. Son bien conocidos los avatares por los que pasó este libro que fue publicado por vez primera en 1949 por la Editorial
DrydenPress de Nueva York. Sutherland era reticente a realizar recortes y a silenciar los nombres de las setenta grandes
empresas norteamericanas que sirvieron de base a su investigación, tal y como le exigían de forma imperativa tanto laeditorial que
se hizo cargo de la publicación, como la Universidad de Indiana. Finalmente terminó cediendo a las presiones hasta el punto de
llegar a consolarse con la idea de que la censura impuesta proporcionaba al libro un mayor valor ejemplar, pues obligaba a
establecer una mayor distancia con las empresas específicas estudiadas, unas empresas que mostraban ser reincidentes en la
delincuencia. Muchos años después de la muerte de Sutherland sus discípulos publicaron en la Universidad de Yale, en 1983, una
cuidada versión del libro original sin recortes. Sin embargo una de las primeras traducciones de aquella primera versión censurada
que Sutherland entregó a la imprenta fue la traducción española realizada en 1969 por Rosa delOlmo, profesora de la Facultad de
Economía y Ciencia Social de la Universidad Central de Venezuela. Esta traducción es la que ahora sirve de base a nuestra
edición, y queremos expresar nuestro más vivo y sincero agradecimiento a Rosa del Olmopor la generosa cesión de su valiosa
traducción para la Colección Genealogía del poder de Ediciones La Piqueta, puesgracias a ella podemos disfrutar de uno de los
textos clásicos de la sociología del delito, un libro que ha contribuido a revolucionar el panorama de la criminología del siglo XX.
Hemos enriquecido la versión venezolana incluyendo en sendos anexos dos nuevos textos del autor sobre los delitos de cuello
blanco que fueron escritos poco antes de la publicación de este libro y que hasta ahora permanecieron inéditos en español.
La mayor parte de los comentaristas de la obra criminológica de Sutherland coinciden en fijar como punto de partida del concepto
de delito de cuello blanco la reunión anual organizada por la American SociologicalSociety que tuvo lugar en Filadelfia, en
diciembre de 1939, es decir, diez años antes de que saliese a la luz la publicación en inglés de este libro. Setrataba de la 34
reunión anual de la Sociedad, que estuvo presidida por el sociólogo de la Universidad de Chicago Jacob Viner, y en la que la
conferencia presidencial corrió a cargo precisamente de Edwin H. Sutherland. Su disertación se titulabaThe White Collar Criminal.
El impacto que produjo esta conferencia entre los sociólogos que participaban en la reunión fue enorme. También algunos
periódicos publicaron resúmenes del contenido de la intervención, resúmenes que en ocasionesdejaban traslucir la imagen de un
Sutherland radical que adoptaba posiciones liberales (1). ¿Cómo llegó Sutherland a elaborareste nuevo concepto que fue clave en
la formación de una nueva sociología del delito? ¿Qué efectos se derivaron de la introducción de esta nueva categoría en la
percepción del mundo del delito? ¿Sigue teniendo vigencia en la actualidad un libroque cuenta ya con cincuenta años de
existencia desde su primera publicación? Intentaré brevemente avanzar algunas respuestas a estas cuestiones, pero el objetivo
principal de esta presentación es facilitar una lectura más sociológica y contextualizada de este libro pionero de Edwin Sutherland.
Para entender cómo surgió El delito de cuello blanco, para dar cuenta sociológicamente de sus condiciones de posibilidad, es
preciso remontarse a la propia carrera profesional de Sutherland e inscribirla en el marco social e institucional que favoreció la
formación del concepto de delito de cuello blanco. Dicho de otro modo, es preciso estudiar la obra de Sutherland en estrecha
vinculación con el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago y con las teorías del delito dominantes en la época,
pero es preciso también tener en perspectiva la gran espiral de delitos de los poderosos y el alto grado de corrupciónque se
desencadenaron en los locos años veinte, especialmente en Chicago, a la sombra de la prohibición.

Sociología y reformismo social


Son muy numerosos los trabajos que han puesto de relieve la estrecha relación existente entre la naciente sociología
norteamericana y los movimientos filantrópicos reformistas surgidos, sobre todo, en el marco de la religión baptista (2). En Chicago
fue también un baptista, Albion Small, quien asumió en 1892 la dirección del primer Departamento de Sociología de los Estados
Unidos de América. Entre los profesores de sociología del Departamento dominaban los que compartían proyectos reformistas de
inspiración cristiana. Cuando en junio de 1906 el joven Edwin Sutherland ingresó en ese Departamento el clima político e
intelectual que encontró no le debió resultar en absoluto extraño pues su padre, que habíaestudiado él mismo en la Universidad de
Chicago, era también un miembro cualificado de la Iglesia baptista, y de hecho desempeñaba el oficio de profesor de griego en el
seminario baptista de Gibbon, en Nebraska. Precisamente en esa ciudad nació Edwin, el tercero de siete hermanos, el 13 de
agosto de 1883.
La enseñanza de la sociología norteamericana en Chicago se implantó en un lapso de tiempo relativamente corto a través de una
serie de medidas que se reforzaron entre si formando parte del proceso de institucionalización de esta disciplina académica. A la
ya mencionada creación en 1892 del Departamento de Sociología por el historiador y también sociólogo de formación alemana
Albion Small, con la ayuda de fondos privados, hay que añadir la publicación en 1894 del primer manual de la especialidad,
Introduction to theStudy of Society, escrito por George Vincent y por el propio Small. En 1895 se creó elAmerican Journal of
Sociology y, en fin, en 1905 también Small contribuyó a fundar la American SociologicalSociety. La sociología era definida por este
primer grupo de pioneros como una ciencia inductiva y de observación, una ciencia experimental alejada por tanto de la filosofía
de la historia.
En la génesis de la sociología de Chicago se produjo una estrecha vinculación entre sociología y reformismo social. Albion Small,
durante su estancia en Alemania entre 1879 y 1881 había estudiado en Leipzig y Berlín con los economistas sociales Gustav
Schmoller, Adolf Wagner y Albert Schäffle. El planteamiento de los primeros sociólogos de Chicago estaba por tanto más próximo
de las concepciones de los socialistas de cátedra que de las teorías revolucionarias de los movimientos socialesradicales. En uno
de sus primeros artículos programáticos Albion Small reclamaba la autoridad de la joven ciencia social contraaficionados y
agitadores especialmente de extrema izquierda. De hecho esta primigenia sociología norteamericana, si la comparamos con la
sociología europea, surgía marcada por una doble innovación:
1. Abandono de la preocupación central por el capitalismo, que hasta entonces había estado en la base de la reflexión sociológica
de los sociólogos clásicos europeos. La cuestión social fue substituida por los problemas sociales.
2. Abandono, en fin, de la sociología histórica para adoptar como modelo el paradigma ecológico de las ciencias naturales. Las
historias de vida y el análisis circunscrito al presente iban a generar una deshistorización de la sociología que el funcionalismo en
su doble vertiente, la gran teoría, y el empirismo abstracto, tiñó de tintes aún más radicales.
Sociología es por tanto, se escribe en el mencionado libro de texto de 1894, la organización de todo el material proporcionado por
el estudio positivo de la sociedad. No se trataba sin embargo de una pura morfología social pues a esta primera fase descriptiva
se añadía una segunda fase estática o comparativa en la que se analizaba la distancia entre losprocesos reales y la idealidad
proclamada. Por último el análisis sociológico incluía una tercera fase dinámica en la que seanalizaban las condiciones para un
cambio social que hiciese real el ideal. No sería justo hacer de la sociología de Chicago un pleonasmo de la ingeniería social al
uso pues la investigación empírica no estaba en absoluto desvinculada de las consideraciones éticas (3).
A diferencia de Europa, en donde la tradición académica heredada no dejaba mucho espacio para la consolidación de la
sociología, desde el momento en el que la sociología se institucionalizó en la Universidad de Chicago se vio prácticamente librede
obstáculos para su rápido desarrollo, lo que explica en parte el crecimiento exponencial de la nueva disciplina que se nutrió en un
principio de una estrecha vinculación con el trabajo social. De hecho sociólogos tan representativos del Departamento
deSociología como Anderson, Shaw, McKay, Thrasher y Wirth realizaron investigaciones directamente vinculadas con el trabajo
social (4). El estudio de casos constituía entonces la perspectiva privilegiada del naciente Social Work. La
sociologíanorteamericana adoptaba así una dimensión aplicada que por lo general estaba ausente en la tradición sociológica
universitariade Europa. De hecho la sociología francesa por ejemplo, capitaneada por Emile Durkheim, se vio asediada a finales
de siglo enLa Sorbona por una gran ofensiva de las cátedras de humanidades unidas en un especie de Santa Alianza. El vitalismo
deBergson y el espiritualismo cristiano de Peguy hicieron frente común contra el sociologismo de Durkheim y su escuela. En
Chicago, mientras tanto, la sociología se nutrió de la perspectiva interaccionista introducida por el trabajo social, una perspectiva
que se vio potenciada por el pragmatismo en tanto que escuela de pensamiento genuinamente norteamericana que se
institucionalizó entre 1895 y 1900, es decir, coincidiendo con la institucionalización de la sociología en Chicago (5).
Los principales representantes del pragmatismo en Chicago fueron nada menos que John Dewey y George Herbert Mead. Los
pragmatistas asumían, siguiendo a William James, una concepción relacional de la verdad que en términos sociológicos se tradujo
por una mayor sensibilidad para escuchar el punto de vista de los actores sociales. Fue así como la historia social europea pasó a
verse substituida en la sociología de Norteamérica por las historias de vida. A diferencia del concepto de degeneración, que hunde
sus raíces en la obra del psiquiatra francés Morel -y que reenvía a las patologías de la herencia-, los sociólogos de Chicago se
sirvieron más bien del concepto de desorganización social -enraizado en el darwinismo social- que confiere una mayor importancia
al medio ecológico, al medio social. La ciudad pasaba a convertirse así en el espacio de observación natural de la naciente ciencia
social norteamericana. La ciudad es un mosaico de pequeños mundos en conflicto.
La desorganización social es más un fenómeno colectivo que un fenómeno individual. Sin duda la desorganización reenvía a un
orden alterado, trastocado, pero también a una reorganización posible. Y en la medida en que esos procesos de desorganización
y reorganización no son exclusivamente de naturaleza biológica, sino más bien de naturaleza humana, urbana, cultural, los
sociólogos de Chicago llegaron a conceder una importancia primordial a las regiones morales, al orden moral. Hacer sociología en
Chicago equivalía a objetivar el clima moral en las distintas áreas sociales de la ciudad (6).

Edwin Sutherland, la forja de un sociólogo del delito


Cuando el joven Sutherland ingresó en el Departamento de Sociología de Chicago, en 1906, uno de sus primeros y más
influyentes profesores fue Charles R. Henderson, también baptista, que impartía un curso sobre el Tratamiento social del delito.
Años más tarde escribía Sutherland a un amigo: Cuando entré en el curso del Dr. Henderson recibí de él personalatención. Me
habló, me conoció, y se interesó por mí. Concretamente yo me interesé por hacer sociología y por el tipo desociología que el
profesor Henderson desarrollaba. Mary Jo Deegan señala que en los anales de sociología de Chicago Henderson es
prácticamente un profesor olvidado, sin embargo fue uno de los sociólogos más influyentes del Departamento. Estaba
especializado en la criminología, la reforma de las cárceles, la delincuencia juvenil, el seguro de sanidad y la integración del
hombre moderno en un contexto secular y religioso (7). El caso bien conocido de Graham Sumner, que sustituyó el púlpitopor la
enseñanza de la ciencia social, no era por tanto una excepción.
Entre 1909 y 1911 nos encontramos ya al joven Sutherland impartiendo clases de sociología y psicología en el Grand Island
College en el que su padre era el Presidente. En 1911 regresa a la Universidad de Chicago para culminar sus estudios, y sabemos
por toda una serie de testimonios de la época que estaba bastante decepcionado de la enseñanza de la sociología (8).De hecho
cuando regresa no se incorpora al Departamento de Sociología sino al de Economía Política con la intención detrabajar con
ThorsteinVeblen. Por desgracia Veblen abandonó ese mismo año la Universidad de Chicago para irse a Stanford por lo que
Sutherland pasó a trabajar con Robert Hoxie, el principal colaborador de Veblen. Su Ph. D. en Sociología y Economía Política
dirigido por Hoxie, y tutorizado por Henderson, se tituló Unemployment and PublicEmployment Agencies y obtuvo la calificación de
magna cun laude. Sutherland inauguraba así un campo de estudio vinculado con la sociología deltrabajo en el que se inscribieron
años más tarde otras investigaciones sociológicas de Chicago como TheHobo de Neil Anderson.
Me parece que la relación de Sutherland con Veblen, aunque fallida en parte, no debe ser pasada por alto. Veblen había publicado
en 1904, el mismo año en el que se imprimió la primera entrega de La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber,
un libro titulado TheTheory of Business Entreprise. El análisis de Veblen sobre el espíritu de un capitalismo industrial, cada vez
más movido por el desarrollo de la tecnología y la creciente importancia del crédito, conducía aconclusiones muy en la línea de los
procesos de petrificación social señalados también por Weber. Por otra parte ya Veblen en su Teoría de la clase ociosa había
introducido el concepto de depredación para describir los comportamientos de industrialesregidos por un egoísmo voraz propio del
salvajismo de las clases altas. Aún más, en la Teoría de la clase ociosa Veblenestablecía explícitamente una analogía de fondo
entre capitalistas y delincuentes: El tipo ideal de hombre adinerado se asemeja al tipo ideal de delincuente por su utilización sin
escrúpulos de cosas y personas para sus propios fines, y por su desprecio duro de los sentimientos y deseos de los demás, y
carencia de preocupaciones por los efectos remotos de sus actos; pero se diferencia de él porque posee un sentido más agudo
del status y porque trabaja de modo más consistenteen la persecución de un fin más remoto, contemplado en virtud de una visión
de mayor alcance. Veblen era quizás el únicoprofesor de sociología de Chicago que mantenía un discurso abiertamente
anticapitalista centrado en la cuestión social (9). Elhecho de que Sutherland quisiese trabajar con él, así como el objeto de su tesis
centrada en el paro, indican que se adscribía aposiciones un tanto alejadas del reformismo social filantrópico, más próximas por
tanto de los planteamientos socialistas.
Entre 1913 y 1919 Sutherland fue profesor de Sociología en el William JewellCollege de Liberty, en Missouri, una vez más una
institución baptista (10). En 1919 pasó a impartir clases en la Universidad de Illinois. El catedrático de sociología E. C. Hayes le
propuso que escribiese un libro de texto de Criminología que efectivamente escribió y salió a la luz por vez primeraen 1924. Este
manual fue múltiples veces reeditado y ampliado, y también traducido a otros idiomas (11). En 1926 Sutherlandpasó al
Departamento de Sociología de Minnesota, que tras Chicago, Columbia y Wisconsin constituía el cuarto Departamento más
importante de los Estados Unidos. Su interés continuaba centrado en los temas criminológicos, en la sociología del delito.En una
importante carta a su amigo Luther Bernard (13 de julio de 1927) Sutherland señala que su estudio de la sociología responde a un
interés en los métodos para mejorar las condiciones sociales. Cuando me convertí en un officer de la Asociación de Protección
Juvenil contemplé por vez primera en mi vida las condiciones de vida en las zonas de inmigrantes de una gran ciudad. Esto me
impresionó profundamente como había ocurrido con la primera literatura que había leído (Jacob Riis, etc) y desarrollé una actitud
supuestamente radical. Estaba impresionado por la escasa modificación que se podía conseguir mediante organizaciones
reformistas, y quería algo así como el socialismo (...) que podría provocar un cambio a la vez rápido y profundo (12).
Entre 1929 y 1930 Sutherland pasó a trabajar en el Departamento de Higiene Social de Nueva York, y desde ese año hasta 1935
trabajó en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago. En el verano de 1930 visitó seis prisiones enInglaterra,
así como otras cárceles en el continente y en la península escandinava. Como resultado de la actividad desplegada en Nueva
York y en Europa publicó en 1931 un importante artículo titulado ThePrison as a CriminologicalLaboratory. Detengámonos por un
momento en este texto poco conocido pues es una contribución importante de Sutherland a la sociología criminal.
Uno de los presupuestos básicos que parecen compartir los estudiosos de la criminología es que para luchar contra el mundo del
delito es preciso conocer al criminal, sus costumbres, y los métodos de los que se sirve para cometer sus fechorías. Comoescribió
un experto en higiene mental, a quien Sutherland cita quizás con una cierta ironía, del mismo modo que cuando en elterreno de la
agricultura se produce una plaga de insectos destructores los biólogos estudian sus características biológicas y sucomportamiento
con el fin de acabar con ellos y salvar las cosechas, el estudio de la personalidad de los delincuentes en la prisión puede
proporcionar conocimientos de vital importancia para atajar los crímenes. Efectivamente en la prisión el delincuente resulta
físicamente accesible y se lo puede observar durante un largo y continuado periodo de tiempo. En la cárcelmuchos presos
refrescan su memoria y están dispuestos a cooperar en proyectos de criminología científica. Existen sin embargo, escribe
Sutherland, dos grandes dificultades para el estudio de los delincuentes en las prisiones. La primera es que los delincuentes que
se encuentran en las prisiones no son todos los delincuentes, sino únicamente un selecto grupo de delincuentes. A la cárcel no
van todos los delincuentes, y los que van difieren de los delincuentes que no van por el modo de pensar, por su status económico,
por su estabilidad emocional, raza, lugar de nacimiento, y otras variables.
Lógicamente los delincuentes más hábiles e inteligentes, o los que están integrados en el crimen organizado tienen menos
probabilidades de ser detenidos que los delincuentes que son débiles mentales, por ejemplo. No se trata sin embargo de una
dificultad insalvable pues incluso personajes como Capone y alguno de sus lugartenientes ya habían por esta época visitado las
cárceles. El problema es que hay que ser cauteloso a la hora de presentar tipologías y servirse de las estadísticas oficiales, y
sobre todo a la hora de generalizar y de extraer conclusiones a partir de datos provenientes de la observación realizada en las
cárceles.
La segunda dificultad se deriva de que la prisión no es el hábitat natural del delincuente. Para algunos estudiosos del delito esta es
una dificultad que invalida los estudios realizados en las cárceles pues estudiar la vida del delincuente en la cárcel escomo
estudiar la vida de un león en una jaula. Sutherland señala que lo importante no son tanto las conductas materiales cuanto las
interpretaciones que el delincuente elabora de su propia vida y de sus propios actos por lo que la prisión no invalida elestudio de
los delincuentes, especialmente de los más viejos, los más difíciles y los más peligrosos.
A la hora de analizar los trabajos que se vienen realizando en los centros penitenciarios es preciso distinguir entre los fines
administrativos y los objetivos de control social. Ambos fines no siempre coinciden, pero en todo caso lo importante de estos
estudios realizados en las prisiones es comprender al delincuente. Cuatro eran entonces, según Sutherland, las principales líneas
de observación y de trabajo en las cárceles, convertidas en laboratorios sociales para estudiar el mundo del delito. La primera,
dominante en Europa, estaba dirigida por criminólogos y psiquiatras y era una tendencia biologicista u organicista, centrada en la
herencia y en la constitución física y psicológica del delincuente. Esta tendencia existía también en los Estados Unidos en donde
psicólogos y psiquiatras desarrollaron test mentales para medir la inteligencia y otros rasgos de la personalidad los prisioneros.
Una vez realizadas estas medidas se contrastaban con la media de la población considerada normal y se estudiaban las
desviaciones a la media. En Estados Unidos existía sin embargo una segunda tendencia en la que equipos multiprofesionales,
formados por psiquiatras, psicólogos y sociólogos, y también por criminólogos dependientes del Estado central, adoptaban una
posición relativamente exterior a la institución para estudiar el mundo de los reclusos. Destaca en este sentido la experiencia de
Illinois. Como subraya Sutherland una parte verdaderamente interesante del trabajo de este equipo es la recopilación de biografías
de prisioneros realizada bajo la dirección de los sociólogos. Y añade: Clifford R. Shaw ha publicado dos de estas autobiografías
que parecen especialmente relevantes tanto para los objetivos administrativos como para una teoría de la conducta criminal, así
como para las políticas generales de control.
Efectivamente el conocido libro de Shaw, la mítica historia de vida The Jack-Roller, acababa de ser publicado por la universidad
de Chicago en 1930. La tercera línea de estudio era la que se llevaba a cabo, por ejemplo en Massachusetts, por funcionarios de
prisiones interesados sobre todo por la vida institucional y por el control inmediato de los reclusos. El cuarto tipo de prisión-
laboratorio sería una fórmula mixta del segundo y tercer tipo: especialistas y funcionarios trabajarían juntos en favor de una mejora
de la institución y en favor de un mejor conocimiento del mundo del delito. Trabajos en esta línea se realizaban entonces en las
cárceles de Moscú y también en alguna institución de Illinois. Para Sutherland se trataba del modeloideal, un modelo sin embargo
que se encuentra con frecuencia con la resistencia de la legislación y de la opinión pública. Porotra parte no es fácil encontrar
buenos especialistas ni abundan los funcionarios adecuados para este trabajo. La formación deunos y otros es deficiente. Sin
embargo la tendencia para el futuro está clara y de ello se derivarán mejoras en el tratamiento delos reclusos así como teorías
más ajustadas sobre la delincuencia y mejores programas para la prevención del delito (13).
Me parece que en este artículo aparecen ya de forma clara algunas líneas de fuerza características de la criminología de
Sutherland. Por una parte la distancia con los planteamientos bioligicistas de la escuela positiva italiana de derecho penal era ya
manifiesta. Se distancia también de las teorías psicológicas e individualistas del delito, y muy especialmente de los test mentales.
Cuando psiquiatras, psicólogos y criminólogos, andaban obsesionados por cuantificar la incidencia de la herencia y del medio en
las conductas criminales, cuando expertos de todo tipo entraban a saco en las cárceles con el fin de realizar el retrato-robotdel tipo
delincuente en estado puro, Sutherland se atreve a invalidar las elaboraciones teóricas sustentadas en las estadísticas criminales
oficiales porque realmente no son delincuentes todos los que están en las cárceles y sobre todo porque no están enlas cárceles
todos los que son delincuentes. Pero hay algo más, Sutherland asume un punto de vista sociológico, un punto de vista en el que la
variable clase social va a resultar decisiva para comprender el entramado jurídico-penal. Opta, en fin, por comprometerse en la
búsqueda de una teoría del delito que sea a la vez explicativa y que concurra a prevenir los actos delincuentes. Las principales
condiciones para la formación del concepto de delito de cuello blanco estaban dadas. Para avanzar era preciso verificar
empíricamente que los criterios de selección del sistema penal son socialmente selectivos. En este sentido resultó decisivo su
encuentro con un ladrón profesional. Era un ladrón alto, bien vestido, de buena presencia y modalesafables, locuaz y observador,
un ladrón al estilo de los que aparecen en alguna películas de amor y lujo. Su seudónimo eraChickConwell, pero su nombre de
pila era Broadway Jones. La universidad de Chicago pagó a Jones cien dólares por mes, durante tres meses, para que contase a
Sutherland la historia de su experiencia en la profesión. El trabajo se inició en 1932pero The Professional Thief no se llegó a
publicar hasta 1937 cuando ya Sutherland había abandonado Chicago en 1935 para incorporarse como catedrático de sociología
y director de Departamento de la Universidad de Indiana.
Una de los capítulos más llamativos del trabajo de Sutherland y Conwell es el dedicado al asesor jurídico. En él se pone muy
claramente de manifiesto que los ladrones profesionales eluden casi siempre la acción de la justicia y por tanto no sufren
condenas en las cárceles. Basta un somero conocimiento de las poblaciones reclusas para darse cuenta que a las cárceles
vansobre todo delincuentes comunes procedentes de las clases bajas que se sirven fundamentalmente de métodos intimidatorios
para perpetrar los delitos. Pero si los ladrones profesionales, los ladrones de clase media, casi nunca van a las cárceles
¿quéocurre entonces con los delincuentes de clases altas?, ¿cuáles son los delitos de las clases altas?, ¿cómo consiguen evitar
losdelincuentes de clases altas las condenas penales y la reclusión? Cuando se crean las condiciones intelectuales para objetivar
un problema se abre también la vía a soluciones posibles. Pero en este caso esas condiciones intelectuales no estaban
muydistantes de la vida cotidiana de Chicago. La ciudad era entonces el laboratorio social que alimentaba la reflexión sociológica
de la Universidad.
Durante su estancia en Chicago Sutherland tuvo tiempo suficiente para darse cuenta de que las conexiones entre el crimen
organizado y los poderes públicos corruptos estaban muy extendidas, tanto en los medios policiales como en la magistratura y la
administración. Por otra parte FrederikThraser, también sociólogo formado en Chicago por la misma época, había puesto
claramente de manifiesto en su investigación sobre las bandas -TheGang (1927)- las redes existentes entre las autoridades
honorables y los gangsters.

Chicago, ciudad sin ley


Cuando en 1892 se abría el primer Departamento de Sociología de una Universidad Norteamericana Chicago era ya una ciudad
industrial en plena expansión. Entre 1887 y 1897 la superficie de la ciudad se multiplicó por cinco y la población por cuatro. Sin
embargo entre 1900 y 1930, la superficie de la ciudad creció únicamente un 10% en extensión mientras que la población se
duplicó. La densidad de la población pasó así a ser un factor decisivo de la morfología urbana. En 1920 de los dos millones
setecientos mil habitantes casi un tercio (805.482) eran inmigrantes. Los blancos norteamericanos representaban un 23,7 % de la
población total. Treinta y nueve líneas de ferrocarril surcaban la ciudad y a ella afluían sin cesar emigrantes y trabajadores de
paso. Mas de mil iglesias daban cobijo a organizaciones religiosas y filantrópicas mientras que el periódico Tribune, en marzo de
1928, cuando se aproximaba el gran proceso contra Al Capone, había censado 215 casas de juego con una cifra de negocios
diaria estimada en más de dos millones y medio de dólares. Las cifras oficiales indican que en ese año se produjeron en Chicago
un total de 367 asesinatos por muerte violenta.
En 1920 la suma de emigrantes rusos, alemanes y polacos pasaba de 350.000 y la de suecos, irlandeses, italianos y checos de
los doscientos mil. Como señaló el sociólogo francés Maurice Halbwachs, de quien retomo algunos de estos datos, el hecho de
que exista en la Universidad de Chicago una escuela de sociología original se debe en parte a que los sociólogos ansiosos de
materiales empíricos no tenían que alejarse demasiado de sus despachos para encontrarse con su objeto de estudio (14). Ante
ellos se desplegaba una gran ciudad industrial en progresivo crecimiento acelerado en donde se daban cita los problemas
urbanos, la miseria, el fraude, las salas de baile de las taxi-dance, las apuestas trucadas en las carreras de galgos, el contrabando
de licores y el gansterismo, con los centros de trabajo social, las asociaciones filantrópicas, las ligas contra la depravación y el
vicio, y también las agencias públicas y privadas de colocación. En 1920 se inició también la prohibición que duró hasta diciembre
de 1933 y con ella Chicago pasó a ser el paradigma de las ciudades sin ley, el epicentro del Imperio del crimen, el símbolo por
antonomasia de las ciudades peligrosas.
John Torrio, que llegó a Chicago en 1915, fue el primer rey de los prostíbulos, el gran empresario del negocio de la trata de
blancas, y también el primer ganster fiel a la idea de que más vale hacerse amigo de los hombres de la ley que combatirlos. El
mismo podría muy bien encarnar el ideal ascético propio del empresario capitalista descrito con trazos firmes por Max Weber:
rostro descarnado y huesudo de una palidez monástica, metódico, austero, sigiloso, puntual en el pago de sus deudas, astuto,
previsor, de energía indomable, escrupuloso en la contabilidad de sus diversos y prósperos negocios, pacífico, pues jamás
empuñó una pistola, en fin, amante de la música pues las arias de las operas italianas embargaban sistemáticamente de visible
emoción su alma. Su esposa, una acaudalada dama de Kentucky de rancia estirpe norteamericana, lo consideraba el mejor de los
maridos pues convirtió su vida de casada en una larga y serena luna de miel. Torrio urdía los asesinatos desde el misterio de la
sombra. Rodeado de borrachos no probaba una gota de alcohol. Envuelto en toda clase de disipaciones, no se mezclaba en
ninguna. Jamás cruzó sus labios una palabra obscena u ofensiva. Por la mañana, al salir de su hogar, situado en la Avenida
Michigan, despedía a su esposa con un beso. Terminado su trabajo diurno, regresaba en su coche, almorzaba en babuchas y se
pasaba la tarde tranquilamente en una butaca. Tal era su rutina.(...) Era amante de la música y conocía a fondo las obras de los
grandes compositores.(...) Se comportaba con dulzura, reserva y dignidad.(...)El que se topara con él sin conocer su verdadera
personalidad hubiera llevado la impresión de un caballero distinguido (15). Cuando el gran Colossimo (Big Jim) fue asesinado en
1920 Johnny Torrio asumió el mando supremo del hampa en Chicago. Durante su reinado setenta y cinco cervecerías, algunas de
ellas de su exclusiva propiedad, funcionaron a pleno rendimiento. Con la ayuda de Al Capone los negocios de Torrio fueron aún
mucho más viento en popa. Al comercio de alcohol y de cerveza se sumaban los garitos de juego y las casas de prostitución. Todo
este ingente negocio, claro está, no se podía mantener en activo más que con el concurso que le prestaban las maquinarias
políticas, judiciales y policiales de la ciudad. En 1925, cuando las cosas empezaban a ponerse más difíciles, Torrio se fue
definitivamente de Chicago y Capone se vio entronizado como el nuevo Napoleón del hampa. Convirtió el Hotel Levinsgton en su
cuartel general y allí, escribe Burns, celebraba sus conferencias diarias bajo los retratos de Lincoln y Washington: en su forma
externa se parecía mucho al Consejo de administración de alguna gran sociedad exportadora o casa bancaria de la calle La Salle.
Elegantemente vestidos, las cabezas lamidas por el peine, y una flor en el ojal de la solapa, los miembros del Consejo echaban
displicentemente bocanadas de humo, bostezaban de cuando en cuando, y a veces asentían con la cabeza.
Al Capone, que consideraba la bolsa de Wall Street un juego fraudulento, algo así como una mesa de ruleta trucada, sentía sin
embargo una gran pasión por las apuestas en las carreras de caballos. En el hipódromo se paseaba entre los gentlemen rodeado
de guardaespaldas luciendo en su mano una sortija con un diamante de once quilates que le había costado cincuenta mil dólares.
Hice mi fortuna, decía, prestando un servicio público. Si yo violé la ley, mis parroquianos, entre los que se encuentra la mejor
sociedad de Chicago, son tan culpables como yo. La única diferencia entre nosotros consiste en que yo vendí y ellos compraron.
Cuando yo vendo licores el acto se llama contrabando. Cuando mis clientes se los sirven en bandeja de plata se llama
hospitalidad (16).
La alianza ente los poderes públicos corruptos y las mafias dio paso a la impunidad. Las cárceles se llenaban de pequeños y
pobres rateros mientras los grandes delincuentes se paseaban desafiantes acompañados de las autoridades de la ciudad que
ellos mismos habían contribuido a hacer elegir. Pero las cosas no podían seguir así indefinidamente.
El 9 de julio de 1930 JakeLingle, un periodista nacido en el West Side que había entrado de botones en el Chicago Tribune y que
gracias a Al Capone se había convertido en el reportero de moda, en el principal cazador de noticias del mundo del hampa, caía
asesinado por un asesino alto, rubio y de ojos azules, en un paso subterráneo cuando se dirigía al hipódromo de Washington
Park. La prensa de Chicago ofreció 55.000 dólares a quien proporcionase las pistas que condujesen a descubrir al asesino. Las
montañas de papeles removidas permitieron, entre otras cosas, formular una acusación contra Capone por fraude fiscal. El
proceso comenzó el 6 de octubre de 1931, cuando la popularidad de Capone había llegado a lo mas alto. Los efectos de Gran
Depresión eran entonces devastadores y Capone no dudó en recurrir a medidas filantrópicas para ganar popularidad. Y así, en
1930, en un edificio del South Side, se distribuyeron en seis semanas ciento veinte mil comidas a los parados, y el Día de acción
de gracias Capone regaló cinco mil pavos a los pobres. Cuando aparecía en público con su frac y su sombrero flexible gris de
doscientos dólares, muchas mujeres se echaban a sus pies e insistían en besarle la mano. Cuando aparecía en los partidos de
base-ball, deporte que le apasionaba, el público prorrumpía en aplausos y saludos(...)Los periodistas estaban fascinados por su
personalidad (17). Pero Capone no tuvo tiempo de peregrinar al Vaticano para lavar definitivamente su cara de asesino por el
módico precio de entregar una generosa limosna al Banco del Santo Espíritu, ni tampoco consiguió abrirse un hueco en el mundo
de las finanzas legales. Sus abogados, entrenados en el arte de los arreglos y los manejos con jueces y jurados, no pudieron
hacer frente al moralismo del juez Wilkerson que lo condenó a diez años de cárcel por evasión fiscal. Fue entonces cuando sus
abogados pusieron el grito en el cielo y, refrendados por algunos juristas eminentes, declararon que la sentencia constituía una
monstruosidad jurídica. Pero todo fue en vano. Capone ingresó en la cárcel de Chicago y de esta pasó a la de Atlanta para
terminar al fin ingresando en la mítica Alcatraz. Cuando en la primavera de 1929 fue detenido en Filadelfia por tenencia ilícita de
armas había declarado al director de la seguridad pública su incapacidad para abandonar el mundo del hampa: Durante los dos
últimos años he estado tratando de salirme, pero una vez que uno está en el racket se queda en él para siempre. Los parásitos te
siguen por donde vayas, solicitando favores y dinero, y no puedes librarte jamás de ellos, vayas donde vayas. Sin embargo
gracias también a esas redes densas Capone logró sobrevivir a cuatro jefes de policía, dos administraciones municipales, tres
fiscales federales de distrito y un regimiento de agentes federales prohibicionistas; había sobrevivido a innumerables campañas
contra el crimen, investigaciones de jurados de acusación, cruzadas de reforma, campañas electorales para la limpieza general,
cambios de personal en la policía y pesquisas y debates del Congreso. Al fin en la celda de la cárcel pudo dormir tranquilo. La
hora de los grandes héroes del hampa, vanidosos y dados a la exhibición de su fortuna, había pasado. Pero Capone dejó detrás
de si ciertas lecciones para la Mafia y la Cosa Nostra y para las bandas interestatales que le sucedieron. Y la primera lección fue
la de evitar la publicidad. (18). Comenzaba entonces una nueva etapa para América. Franklin Delano Roosevelt abría con el New
Deal un nuevo espacio para la democracia social y una ley del 5 de diciembre de 1933 abolía de raíz la prohibición. El crimen
organizado pasaba a refugiarse en el juego y en el anonimato, los capos de la mafia intentaban adoptar la apariencia de legalidad.
¿Qué ocurría en realidad bajo el manto prestigioso y protector del mundo de los negocios honorables, alli donde el tipo ideal de
hombre adinerado, el capitalista -que para Veblen se asemeja al tipo ideal del delincuente -dispone sin escrúpulos de cosas y
personas para sus propios fines? ¿Iban estos personajes a seguir gozando de un espacio de opacidad al margen de toda
consideración ética y jurídica? Fue preciso que un sociólogo como Edwin Sutherland hiciese acopio de sensibilidad, inteligencia,
valor y entereza moral, para poder pensar, y a la vez investigar, cómo el mundo de delito no era ajeno al mundo caliginoso y
secreto de las sociedades anónimas.

Crónica del hampa


Chicago, la ciudad del crimen organizado, era al mismo tiempo una ciudad fascinante por la diversidad de una población
caracterizada por la multiculturalidad y por la afluencia incesante del dinero y de la fuerza de trabajo. Esta ciudad, que hizo posible
el nacimiento y desarrollo de la sociología norteamericana, y en la que se inscribe la obra de E. Sutherland, fue también el caldo
de cultivo que hizo posible el nacimiento de la novela negra.
Cosecha roja se publicó por entregas entre noviembre de 1927 y febrero de 1928 y La llave de cristal en 1931. Conviene no
olvidar que DashielHammett además de ser un libertario radical, y el gran escritor creador la novela negra, extraía sus fuentes
literarias de la vida cotidiana de Chicago, y más concretamente de las tramas que iban desde los bajos fondos hasta las cumbres
borrascosas, tramas que él mismo conoció practicando como detective para la agencia Pinkerton la técnica de la observación
participante. Como escribió Raymond Chandler Hammett trataba de ganarse la vida escribiendo de algo acerca de lo cual contaba
con información de primera mano. Una parte la inventó; todos los escritores lo hacen; pero tenía una base en la realidad; estaba
compuesta de cosas reales.
La realidad descrita por Hammett desplazaba la trama de la novela policiaca de los espejos venecianos y de los bombones de
chocolate envenenados con cianuro hacia el mundo del hampa, entraba en los callejones oscuros y en los garitos de juego, alli
donde la crema de la sociedad se codea con los matones y los asesinos a sueldo. De hecho uno de los primeros encargos que
recibió Hammett de la agencia fue informar sobre una huelga de los trabajadores de la compañía minera Anaconda Cooper en
Montana. La empresa le ofreció a Hammett 5.000 dólares para que matara al líder sindical Frank Little, y a pesar de que se negó,
pero su negativa no pudo impedir el asesinato que efectivamente se produjo. Hammett tenía 23 años y desde entonces su vida
cambió. Cuando desde 1922 comienza a escribir para la revista Black Mask escribe sobre un mundo en el que los pistoleros
pueden gobernar naciones y casi gobernar ciudades, en el que los hoteles, casas de apartamentos y célebres restaurantes son
propiedad de hombres que hicieron su dinero regentando burdeles; en el que un astro cinematográfico puede ser el jefe de una
pandilla, y en el que ese hombre simpático que vive dos puertas más allá en el mismo piso, es eljefe de una banda de
controladores de apuestas; un mundo en el que un juez con una bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la
cárcel a un hombre por tener una botella de un litro en el bolsillo; en el que un alto cargo municipal puede haber tolerado el
asesinato como instrumento para ganar dinero; en el que ninguno puede caminar tranquilo por una calle oscura porque la ley y el
orden son cosas sobre las cuales hablamos, pero que nos abstenemos de practicar; un mundo en el que uno puede presenciar un
atraco a plena luz del día, y ver a quien lo comete, pero retroceder rápidamente a un segundo plano, entre la gente, en lugar de
decírselo a nadie, porque los atracadores pueden tener amigos de pistolas largas, o a la policía no gustarle las declaraciones de
uno, y de cualquier manera el piclapelitos de la defensa podrá insultarle y zarandearle a uno ante el tribunal, en público, frente a
un jurado de retrasados metales, sin que un juez político haga algo más que un ademán superficial para impedirlo. No es un
mundo muy fragante, pero es el mundo en el que vivimos y ciertos escritores de mente recia y frio espíritu de desapego pueden
dibujar en él tramas interesantes y hasta divertidas (19)
Como buen amante de la literatura y liberal es muy probable que Sutherland fuese también un seguidor de las novelas de
DashiellHammett, pues sabemos por alguno de sus biógrafos que era un asiduo lector de novelas Por otra parte, a diferencia de
su maestro Henderson, que según Thomas nunca llegó a entrar en un saloon, no es descabellado pensar que también a
Sutherland, durante su estancia en Chicago, le gustase perderse por los vericuetos de la gran ciudad -siguiendo en esto las
recomendaciones que sistemáticamente repetía Robert Park a sus estudiantes-. Se da además la circunstancia de que, según nos
cuenta Jon Snodgrass, uno de sus más meticulosos biógrafos, lejos del rigorismo puritano de su padre, le gustaba jugar a la
baraja, hacer deporte, era fumador, amante del cine y de los semanarios, gustos todos que en la época se asociaban a los
inconformistas; no era una persona especialmente religiosa y se sentía comprometido, más radicalmente que otros muchos
sociólogos de Chicago, en la defensa de la justicia y en la profundización de los valores democráticos.
Por esta misma época veía la luz un libro sobre los barones ladrones que ejerció una gran influencia en Sutherland (20). El acta de
nacimiento del concepto de delito de cuello blanco tuvo lugar sin embargo en la ya mencionada Presidentialadress del 27 de
diciembre de 1939, un mes más tarde de que Al Capone, -tras redimir varios años de condena por su buena conducta y por su
eficiencia en el trabajo carcelario-, abandonase la prisión para ingresar en el Union Memorial Hospital de Baltimore.
Así debió de comenzar Sutherland su histórica conferencia: Los economistas suelen estar muy familiarizados con los métodos
utilizados en el ámbito de los negocios, pero no están acostumbrados a considerarlos desde el punto de vista del delito. Muchos
sociólogos, por su parte, están familiarizados con el mundo del delito, pero no están habituados a considerarlo como una de las
manifestaciones de los negocios. Esta conferencia intenta integrar ambas dimensiones del conocimiento o, para decirlo de forma
más exacta, intenta establecer una comparación entre el delito de la clase alta -delito de cuello blanco- compuesta por personas
respetables o, en último término respetadas, hombres de negocios y profesionales, y los delitos de la clase baja compuesta por
personas de bajo status socio-económico (21).
Los empresarios, que se sirven de la falsa publicidad para mejor vender sus productos, y que por tanto atentan contra las normas
legalmente establecidas, ¿actúan así porque poseen un bajo cociente intelectual, porque su nivel de lectura es muy deficiente,
porque han vivido una infancia desgraciada y sin padre, porque no son suficientemente ricos, porque poseen algunos rasgos
criminaloides de personalidad, por la combinatoria de determinados cromosomas, o se debe quizás a que no han resuelto
correctamente su complejo de Edipo? A Sutherland le gustaba ironizar sobre el valor explicativo de las teorías al uso sobre la
delincuencia que quedaban mudas ante el delito de cuello blanco. El concepto de delito de cuello blanco obligaba a todo un
desplazamiento teórico para explicar las raíces del delito. Sutherland agudizó particularmente sus críticas contra el determinismo
biológico, el individualismo extremo de psicólogos y psiquiatras, y también contra las explicaciones económicasdel delito que
tendían a identificar el delito con la pobreza. Me parece que en gran medida la fuerza del concepto de delito de cuello blanco
creado por Sutherland no solo deriva de abrir todo un inmenso espacio para la observación y la reflexión de la sociología criminal
sino que también procede de invalidar para siempre las teorías tradicionales del delito. En realidad el nuevo concepto de delito de
cuello blanco es inseparable de la teoría también elaborada por Sutherland sobre la asociación diferencial. El hecho de que esa
teoría fuese formulada también en 1939, en la nueva edición de su libro de Criminología no es, en este sentido, una casualidad.
Delito de cuello blanco y asociación diferencial forman entre si una pareja dialéctica pues en este caso el descubrimiento de un
nuevo continente -un mundo delictivo oculto y desconocido- obligaba a remodelar el mapa general y por tanto las teorías
explicativas de la delincuencia. El año1939 marca un antes y un después en la criminología de Sutherland. Fue también el año en
el que Capone abandonó la cárcel, el año, en fin, en el que Raymond Chandler publicaba El sueño eterno.

La teoría de la asociación diferencial


En la 3ª edición de los Principios de Criminología, que se publicó también en 1939, Sutherland desarrollaba su teoría de la
asociación diferencial, una teoría que, como ya hemos señalado, venía exigida por la ruptura operada en el campo de la sociología
del delito por el concepto de delito de cuello blanco. Las teorías lombrosianas del delincuente nato, las explicaciones psicológico-
psiquiátricas sobre los tipos criminales, la aplicación de test mentales a los reclusos, así como de la identificación del mundo del
delito con el mundo de la pobreza, junto con las políticas de prevención basadas en la eugenesia, conocieron entonces un
descrédito total. Sutherland desplazó el crimen del callejón para introducirlo en los consejos de administración. Hay delincuentes
pobres pero los delincuentes pobres no son los únicos delincuentes. Las altas tasas de la delincuencia de cuello blanco se dan
precisamente en las zonas residenciales ajardinadas en donde viven los magnates de las grandes empresas rodeados de un lujo
ostentoso. En contrapartida áreas pobres de la ciudad pueden ser áreas con bajas tasas de delincuencia como ocurre con las
zonas de asentamiento de los inmigrantes chinos. En fin, las teorías psicológicas y de la personalidad se habían mostrado además
incapaces de explicar las razones de las bajas tasas de delincuencia femenina.
La teoría de la asociación diferencial es el resultado de aplicar el procedimiento de la inducción analítica que Sutherland retomó de
su discípulo Alfred R. Lindesmith. Los pasos a dar para la elaboración de la teoría eran los siguientes:
1. Se define el tipo de conductas que se quieren explicar, en este caso las conductas delincuentes.
2. Se formula una conjetura o hipótesis explicativa de este tipo de conductas.
3. Se estudia caso por caso a la luz de la hipótesis avanzada con el fin de proceder a la validación, rectificación o falsación
de la hipótesis de partida.
4. Si la hipótesis no da cuenta de los hechos debe ser a su vez modificada para explicar el caso negativo.
5. Se repite este procedimiento de modificar la hipótesis hasta que se logra la certeza práctica de que se ha establecido una
teoría explicativa válida. En el caso de Sutherland el resultado fue la teoría de la asociación diferencial.
En la primera versión de la teoría esta se resumía en siete proposiciones que se convirtieron en nueve en la edición de los
Principios de Criminología de 1947, justo cuando el manuscrito del libro sobre El delito de cuello blanco estaba casi listo para la
imprenta. Las proposiciones aparecen en el capítulo IV dedicado a una teoría sociológica del comportamiento criminal, y son las
siguientes:
1. El comportamiento criminal se aprende.
2. El comportamiento criminal se aprende en contacto con otras personas mediante un proceso de comunicación.
3. El comportamiento criminal se aprende sobre todo en el interior de un grupo restringido de relaciones personales.
4. Cuando se ha adquirido la formación criminal ésta comprende: a) la enseñanza de técnicas para cometer infracciones que son
unas veces muy complejas y otras veces muy simples, b) la orientación de móviles, de tendencias impulsivas, de razonamientos y
de actitudes.
5. La orientación de los móviles y de las tendencias impulsivas está en función de la interpretación favorable odesfavorable de las
disposiciones legales.
6. Un individuo se convierte en delincuente cuando las interpretaciones desfavorables relativas a la ley prevalecen sobre las
interpretaciones favorables.
7. Las asociaciones diferenciales pueden variar en lo relativo a la frecuencia, la duración, la anterioridad y laintensidad.
8. La formación criminal mediante la asociación con modelos criminales o anticriminales pone en juego los mismos mecanismos
que los que se ven implicados en cualquier otra formación.
9. Mientras que el comportamiento criminal es la manifestación de un conjunto de necesidades y de valores, no seexplica por esas
necesidades y esos valores puesto que el comportamiento no criminal es la expresión de las mismas necesidades y de los
mismos valores.
Y concluye Sutherland estas proposiciones con el siguiente comentario:
El postulado sobre el que reposa esta teoría, independientemente de cómo se la denomine, es que la criminalidad está en función
de la organización social, es la expresión de la organización social. Un grupo puede estar organizado bien para favorecer la
eclosión del comportamiento criminal, bien para oponerse a ese comportamiento. La mayor parte de los grupos son ambivalentes,
y las tasas de la criminalidad son la expresión de una organización diferencial de grupo. La organización diferencial del grupo, en
tanto que explicación de las variaciones de las tasas de criminalidad, corresponde a la explicación por la teoría de la asociación
diferencial del proceso mediante el cual los individuos se convierten en criminales (22). Para el sociólogo norteamericano una
persona accede al comportamiento delictivo porque mediante su asociación con otros, principalmente en el seno de un grupo de
conocidos íntimos, el número de opiniones favorables a la violación de la ley es claramente superior al número de opiniones
desfavorables a la violación de la ley.
La teoría de la asociación diferencial, al sustituir el concepto de desorganización social, sobre el que reposa una buena parte de la
sociología de Chicago, por el de organización social diferencial, abría la vía al estudio de los valores, las culturas y subculturas en
conflicto. A partir de entonces ya era posible preguntarse ¿quién impone las reglas y en beneficio de quienes? Pero a la vez, en la
medida en que se trataba de una teoría sociológica fue leída, en lo que se refiere a las políticas de prevención de la delincuencia y
a las políticas de reinserción, como un sistema de referencia para una forma compleja de intervención social comunitaria. De
hecho Sutherland se interesó por el trabajo que estaban realizando en Chicago los sociólogos Clifford R. Shaw y su amigo Henry
D. McKay que compartían en buena medida con él la teoría de la asociación diferencial (23)
Las reacciones contra el concepto de delito de cuello blanco y la teoría de la asociación diferencial no se hicieron sin embargo
esperar. Desde posiciones próximas al marxismo se le reprochó a Sutherland que no se sirviese de conceptos tales como
capitalismo, lucha de clases y otros. Desde los presupuestos tradicionales de la criminología, la psiquiatría y la psicología se le
acusó de diluir los procesos de decisión de los sujetos en las interacciones sociales y de prescindir de la idea de una personalidad
delincuente. A juicio de estos teóricos del delito la teoría sociológica relegaba tanto los factores internos como los individuales. A
ello se sumaba el hecho de que Sutherland puso más énfasis en los procesos de transmisión de los comportamientos
delincuentes que en los de recepción y elaboración personal.
Entre las críticas propiamente sociológicas destaca la réplica temprana de Paul Tappan a la que Sutherland pudo responder en su
libro, así como la crítica realizada por Edwin Lemert a partir del estudio de la conducta del falsificador de cheques sistemático,
crítica a la que no pudo responder Sutherland pues el artículo se publicó en 1958, con posterioridad por tanto a lamuerte de
Sutherland que se produjo en 1950, un año después de la publicación de El delito de cuello blanco (24).
Para Tappan delincuente es el que es definido como tal por los tribunales de justicia mediante condenas formales. Se sumaba así
a la opinión defendida por los abogados de la editorial DrydenPress que temían que, si el libro hacía públicos los nombres de las
setenta grandes empresas, la casa editorial podría ser acusada de promover un libelo al llamar delincuentes a las grandes
compañías. La réplica de Sutherland parece sin embargo convincente pues, entre otras cosas, se basa en la impunidad,puesta de
manifiesto por el propio Sutherland en The Professional Thief, de la que gozan los ladrones profesionales: delincuente es quien
transgrede las leyes, sea objeto o no el transgresor de procedimientos posteriores de condena. Sutherland llegó a considerar
delincuentes no solo a los que atentan contra la letra de la ley sino también a quienes vulneran el espíritu de laley puesto de
manifiesto por el legislador. Aún más, se podría afirmar que su trabajo científico sobre los delitos de cuelloblanco proporciona una
información de primera mano a los jueces para condenar a los delincuentes de cuello blanco ateniéndose no solo a los hechos,
sino también al espíritu de la ley, a la reincidencia, y sobre todo al modus operandi.
Sutherland entendía que el excesivo juridicismo y garantísmo en lo que se refiere a los delitos de cuello blanco lejos de propiciar
un sistema de defensa de los derechos ciudadanos, como tantas veces se afirma, en realidad, lo que crea es una doble balanza
de la justicia: de un lado la balanza que penaliza sistemáticamente los delitos de los pobres y de otro la que se muestra
complaciente y condescendiente con los delitos de los ricos.
Los trabajos de Edwin Lemert sobre el falsificador de cheques sistemático, basado en 62 falsificadores que cumplian condenas
por falsificación de cheques y por firmar cheques sin fondos, asi como en tres entrevistas a falsificadores en libertad, mostraban
que estos delincuentes profesionales improvisan sus golpes, van con gran frecuencia a la cárcel y que por lo general actúan en
solitario. Como declaraba uno de estos falsificadores a Lemert de cada diez falsificadores de cheques nueve son lobos esteparios.
Quienes trabajan en bandas no son verdaderos falsificadores pues actúan por dinero. Nosotros lo hecemos por algún otro motivo.
El trabajo nos da algo que necesitamos. Quizás estamos locos...
La teoría de la asociación diferencial, que reposaba en la inducción analítica, parecía asi derrumbarse ante la imposibilidad de
explicar la conducta del falsificador de cheques. Lemert insistía en sus textos en la tensión interior, en la soledad y el secreto con
el que estos ladrones rodean sus golpes, algo que entraba en abierta contradicción con las declaraciones de ChickConwell a
Sutherland. La tesis de Lemert es que el arte de la falsificación ha cambiado historicamente. La falsificación organizada parece
haberse originado en Inglaterra, en el siglo XIX, cuando un abogado de sólida reputación montó su bandade profesionales. Era un
arte complicado que exigía cooperación y división social del trabajo. El falsificador de cheques de mediados del siglo XX, por el
contrario, actúa solo, no se asocia con otros delincuentes. Procedentes de la clase media tradicional, o de la clase alta, estos
delincuentes se presentan a si mismos como ovejas negras. Por otra parte parecen estar situados en una especie de tierra de
nadie, a medio camino entre los delincuentes profesionales y los delincuentes de cuello blanco, como si se tratara de una
especialidad a punto de desaparecer. Esa posición singular y coyuntural priva de fuerza al argumento de Lemert. Por otra parte
para Sutherland el aprendizaje se produce en un proceso de interacción, y Lemert, en la medida en que no analiza la carrera de
estos falsificadores hacia el mundo del delito, nada nos dice de ese proceso de aprendizaje en cooperación (25).
En todo caso en los años cincuenta la sociología de la desviación y la psicología del delincuente se tendieron a bifurcar en los
Estados Unidos: de un lado las teorías del control social, del otro las teorías psicológicas de la delincuencia basadas en factores
de personalidad. La propia teoría de la asociación diferencial se vió también atrapada en esta dinámica contradictoria, de modo
que mientras que los análisis marxistas procedían a una lectura en términos de lucha de clases y crímenes de lospoderosos en el
otro polo se produjeron lecturas psicosociológicas, como por ejemplo la teoría de la identificación diferencial y lecturas
abiertamente psicológicas, y en algunos casos manifiestamente contrarias al propio concepto de aprendizaje de Sutherland, como
es el caso de la teoría del estímulo reforzador diferenciado, de claro sesgo conductista (26). En realidad diluida en la globalidad de
la estructura social o reducida a procesos de subjetivación la teoría deSutherland se vio de hecho reconducida hacia otras
posiciones o reducida al silencio. Con la guerra fría comenzaban unos años de plomo en los que se produjo la gran ofensiva del
McCarthysmo. El Comité de Actividades Antinorteamericanas iniciaba la caza de brujas, una cacería de la que no se libró el propio
DashielHammett que cumplió seis meses de carcel y vió comocofiscaban sus ingresos por negarse a denunciar a compañeros y
amigos que militaban activamente en el Partido Comunista.
Sutherland, a pesar de su lenguaje prudente y meditado, pasaba por ser un radical que efectivamente arremetía contra las
injusticias de las agencias oficiales de la justicia. Su concepción de la justicia no coincidía puntualmente con las leyes y menos
aún con los procedimientos penales, de modo que su teoría parecía demasiado crítica como para ser socialmente asumida en un
clima político militarizado y atravesado por la dialéctica infernal del amigo y el enemigo. Quizás la muerte lo liberó de ser acusado
y perseguido por sus ideas políticas. En todo caso, y pese a que sus discípulos prolongaron su obra, el cuestionamiento de los
delitos de cuello blanco quedó como en sordina. A ello quizás contribuyó una cierta ambigüedad en la definición del delito ya que
comprende a la vez los delitos de los profesionales y los delitos de las corporaciones (27). Fuepreciso que en 1975 se publicase el
libro de Michel Foucault Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, un libro que conmocionó profundamente el panorama de la
sociología del delito, para que el concepto de delito de cuello blanco recibiese un nuevo y decisivo impulso (28).
Foucault, a diferencia de Sutherland que puso entre paréntesis los procesos históricos, pudo ir más lejos en el análisis pues llevó a
cabo una investigación de genealogía del poder, un trabajo de sociología histórica sobre la prisión en el que puso de manifiesto la
disimetría de clase con la que operan la ley y las agencias judiciales. La prisión contribuye a hacer visible y útil un tipo de
ilegalismo, los ilegalismos populares, y a mantener en la sombra lo que se debe o se quiere tolerar: el tráfico de armas, el tráfico
de drogas, la evasión de impuestos, y otros crímenes de los poderosos. Aún más, desde las cumbres borrascosas, desde las
heladas cimas del poder y la gloria, la delincuencia común, que tanto las prisiones como determinadas teorías de la delincuencia
tienden a convertir en un pleonasmo de la delincuencia, se ve instrumentalizada de forma que los delincuentes profesionalizados
por las cárceles pasan a engrosar las listas de esa población de agentes que corren riesgos y están expuestos a ser detenidos por
trabajar al servicio de los ilegalismos de los grupos dominantes. El capítulo de Vigilar y castigar sobre "ilegalismos y delincuencia"
quedó no obstante en un segundo plano, eclipsado por el análisis de la sociedad disciplinaria y del panoptismo. Era preciso que en
los años ochenta irrumpiese con fuerza la marejada neoliberal para que los llamados delitos económicos pasasen a ocupar el
primer plano de la escena social, y para que los discípulos de Sutherland sintiesen la necesidad de reeditar la versión íntegra, no
censurada, de El delito de cuello blanco.

Delitos de máxima peligrosidad


En los años ochenta se produjo el punto álgido de la resaca neoliberal y también el inicio de una especie de reflujo (29). Los
escándalos políticos y financieros hacían estragos en la mayor parte de los píises industriales avanzados precisamente cuando los
amantes del misterio conmemoraban el centenario de los crímenes de Jack el Destripador. Mientras se sucedían las hipótesis más
descabelladas sobre la verdadera identidad del asesino que sembró de escalofríos y terror las calles del East End londinense, el
sensible corazón de Wall Street se sobresaltaba cada día con la práctica de los leveragesbuyout, la mas refinada fórmula de
especulación capitalista. El tráfico de influencias, la información confidencial, las operaciones irregulares o manifiestamente
ilegales constituían por lo general el reverso de las opas hostiles, la compra de paquetes de acciones que permitían tomar por
asalto los consejos de administración, las fusiones, 'el saneamiento' y la venta de los activos de las empresas hasta
descapitalizarlas convirtiéndolas en meras cáscaras sin contenido. Los bonos basura, que sirvieron de puentepara inesperados
desembarcos financieros, pasaron así a constituir el otro polo de los basureros sociales. Los amos del universo, amantes del golf,
de los deportes de vela y de las limusinas, no eran sino el reverso de los tirados, de los homeless, de vagabundos afincados en
las estaciones entre latas de cerveza, dispuestos a emprender el viaje a ninguna parte. Durante 1988 se calcula que se produjeron
en Estados Unidos fusiones y adquisiciones por valor de mas de 129.000 millones de dólares.
En 1989 Michael Milken, el rey de la especulación, el empleado de lujo de la empresa Drexel especializada en inversiones e
intermediación en bolsa, en fín, el mago de las finanzas que desde su despacho de Beverly Hills creó un mercado de bonos
basura de 18O.000 millones de dólares,- y que simplemente en 1987 obtuvo unos ingresos calculados de 550 millones de dólares,
es decir mas de 1,5 millones de dólares cada día-, fue al fin procesado por un gran jurado de Manhattan acusado de haber
perpetrado 98 delitos por los que el fiscal pedía una pena de mas de treinta años de cárcel. En realidad el proceso contra este
empleado ejemplar fue propiciado por la detención previa de IvanBoesky, otro tiburón de las finanzas que, en unarreglo con la
justicia, vendió a Milken para preservar su propio pellejo. La judicatura norteamericana había comprendido que para salvar al
capitalismo de su propia voracidad era preciso intervenir ya que el auge de operaciones financieras de carácterespeculativo
minaba las bases del capitalismo productivo. La Ley contra Organizaciones Corruptas y contra el Fraude Organizado permitió al
Estado embargar todos los beneficios derivados de delitos probados y sirvió de punta de lanza para devolver una cierta
tranquilidad al siempre agitado mundo de los negocios.
Durante el franquismo se produjeron en los tribunales españoles dos grandes procesos por delitos económicos: el caso de la
quiebra de la Barcelona Traction (1948) y el Affaire Matesa (1969). El hecho de que estos dos asuntos hiciesen correr ríos de tinta
prueba su carácter excepcional. Pero la transición democrática fue lenta a la hora de tipificar los delitos económicoshasta el punto,
por ejemplo, de que la Ley de Reforma del Mercado de Valores de 1988 no arremetía contra la práctica de lainformación
confidencial en la bolsa. En España, por estas mismas fechas, la prensa daba cuenta de irregularidades y de crímenes de los
poderosos, pero el aparato judicial no estaba suficientemente equipado para hacer frente a los delitos económicos, entre otras
cosas porque la reflexión teórica sobre sobre los delitos de cuello blanco apenas comenzaba a esbozarse. Era la época en que
nuestro país era un paraiso en el uso de la información confidencial -insider trading- objetoúnicamente de sanciones
administrativas, pero no penales (30). Por entonces las audiencias absolvían los delitos fiscalesrecurriendo al vacío normativo. Las
rentas tributarias no declaradas a la Hacienda Pública en 1986 se estimaban en más de 9 billones de pesetas. El periódico Cinco
dias (1 de junio de1988) calculaba en que en torno al 60% de los rendimientos no salariales escapaban al control fiscal.
Recuérdese que, cuando la especulación inmobiliaria estaba en su apogeo, nada menos que el Tribunal Constitucional declaraba
inconstitucional la Ley de cambios 40/79 lo que equivalía de hecho a deslegitimar lasolicitud de penas de cárcel presentada por el
fiscal para diplomáticos, aristócratas y conocidos profesionales del derecho envueltos en el caso Palazón. Las recalificaciones
especulativas de terrenos, las urbanizaciones piratas, las adjudicaciones directas de contratos por parte de la Administración, el
reparto de las licencias de juego, el blanqueo de dinero procedente de la venta de drogas en el que, según todos los indicios,
participaron algunos bancos españoles, la impunidad de la que gozaronlos suscriptores de primas únicas -refugio del dinero negro
y también de grandes sumas de dinero amasadas por conocidos capos del narcotráfico-, la publicidad engañosa, el robo de
patentes, los atentados ecológicos y las astillas en los juzgadosestaban entonces a la orden del día. Esos desmanes no fueron
suficientemente atajados a tiempo y crearon un clima de impunidad que minó la moral social. Aquellos polvos trajeron estos lodos.
Los grandes duelos se produjeron sin embargo en torno a lo que los periódicos denominaron por entonces la gran batalla
bancaría. Un artículo de El País (12-II-1989) levantaba acta de la contienda: Se está produciendo una auténtica
carniceríafinanciera en la que rancias familias, nuevos ricos, tecnócratas reciclados y aprendices de brujo saltan a la yugular del
balance enemigo con un frenesí nunca visto. Lo que fue un intemporal Olimpo se ha convertido en un circo abierto al público, en
una gran cacería, en una escopeta nacional, en la que abundan las pasiones de todo tipo.
Los años ochenta fueron para los mercados financieros algo semejante a las ciudades sin ley del lejano y salvaje Oeste. Pistoleros
a sueldo con pelo engominado pasaron a denominarse a si mismos banqueros u hombres de negocios. Las opas hostiles, las
jugadas de pocker en el mercado de valores y las fusiones empresariales a espaldas de los pequeños accionistas eran moneda
corriente. Un capitalismo voraz comenzó a destruir, como una plaga de langosta, el viejo tejido industrial y comercial. Los muertos
se contaban por millares pero eran en realidad personas sin importancia, casi siempre ahorrativos inversores y pequeños
industriales indefensos. Bordeando las leyes, burlándolas, e incluso abiertamente transgrediéndolas, proliferaron los ladrones de
etiqueta, los chorizos con chistera y guante blanco capaces de combinar las maquinaciones con el chantaje, el encubrimiento y la
falsedad con las redes clientelísticas, la arrolladora simpatía natural y los paseo en yates de ensueño con los poderes y las
influencias. Banqueros, especuladores, prestamistas siniestros, políticos a sueldo, especialistas en derecho mercantil sin
escrúpulos, organizadores de estafas maquinadas en la letra pequeña de los contratos, abogados delEstado que asesoran a
quienes se lucran del Estado, funcionarios corruptos y oportunistas de toda laya se han dado cita en un carnaval de asociaciones
diferenciales para constituirse en bandas organizadas de malhechores que atentan impunemente contra los intereses de la
sociedad, entre otras cosas porque destruyen cualquier vestigio de una moral compartida. En un mercado de valores convertido
en un saloon en el que ni tan siquiera está prohibido disparar contra el pianista cunde la inseguridad y se incrementa aún más
entre los ciudadanos la sensación de perplejidad.
En un país en el que quien no se enriquece es porque no quiere, como comentó torpemente Carlos Solchaga, Ministro socialista
de Hacienda, los pobres pueden o no ser honrados, pero en todo caso son sospechosos de debilidad mental. En un país en el que
únicamente los pobres van a la cárcel, los ricos pueden o no ser delincuentes, pero en todo caso gozan de lapatente de la
impunidad. En un país en el que los pobres son sospechosos de debilidad mental y los ricos gozan de impunidad se produce
necesariamente un proceso de deslegitimación democrática pues quienes dicen gobernar para promover la igualdad social se
convierten en realidad encubridores o socios de sus mas declarados enemigos. Hacer coincidir el derecho con la justicia es hoy la
única vía para evitar que el incremento de las desigualdades y el autoritarismo amenacen a la sustancia mismade la sociedad.
Los delitos comunes y los delitos de cuello blanco son objeto de un tratamiento procesal distinto, y también de un diferente
tratamiento policial y penitenciario. Las redes del control social se tejen en una trama densa para luchar contra los delitos
comunes, pero las tramas se agigantan para dejar impunes los delitos de los delincuentes de cuello blanco.
La internacionalización de la economía propiciada por las nuevas tecnologías, por las redes de información e informatización,
aceleró los intercambios y los intensificó. Los mercados estaban por tanto más expuestos a las irregularidades y las actividades al
margen de la legalidad. Los gobiernos, que a través de industrias estratégicas de carácter nacional, de los bancos centrales y del
sistema fiscal jugaban un papel central en las economías regionales se vieron necesariamente envueltos en una dinámica que los
desbordaba y para la que no contaban con soluciones experimentadas. El deseo de especular en el mercado internacional
echando mano de los tipos de interés e interviniendo en el mercado de divisas -jugando a la baja o a la alza con la cotización de
las monedas- se hizo irresistible entre otras cosas porque el auge de los nuevos mercados y el empuje de las multinacionales
significaba el declive de la vieja sociedad industrial, una crisis que se manifestaba de forma brutal con la quiebra tendencial de la
condición salarial como eje de la integración social.
La vieja dialéctica entre liberalismo y socialismo parece en la actualidad estar llegando a su fin. La pérdida de fundamento del
ascetismo intramundano de carácter liberal así como el abandono de la moral socialista de la solidaridad condujo finalmente a la
lógica del sálvese el que pueda. Ahora la accidental caída de algunos ángeles exterminadores, especializados en la especulación
rápida, en su irresistible ascensión hacia las cumbres heladas del poder y la gloria amenaza no solo con arrastrar a algunos de los
alpinistas que compartieron con ellos sus fatigas sino también con desvelar una parte de esas asociaciones diferenciales y con
proyectar luz sobre las cumbres borrascosas que se perpetúan de hecho gracias a la opacidad y el secreto.

Rituales de la impunidad
Gracias a los trabajos de Sutherland, y a los estudios realizados por sus continuadores, conocemos mejor la mecánica que facilita
la impunidad de los delincuentes de cuello blanco. Los grandes procesos de estos delincuentes presentan la apariencia de la
singularidad que les otorga el prestigio social del acusado pero en realidad no pueden ser mas repetitivos y rituales. En un primer
momento el presunto delincuente, cuando se produce la orden de detención, se declara inocente y víctima de una maquinación.
Como se creen situados en el centro del mundo confunden su caída con la caída del mundo. Unos, los mas débiles, formulan en
voz alta el chantaje: si me detienen tiraré de la manta. Otros, los que cuentan con mas apoyos, guardan un significativo silencio.
Saben que sus amigos no cesan de actuar en la sombra. Esto les da fuerzas para proclamar ante el juez su inocencia. Para
probarla echan mano de famosos abogados especializados en delitos económicos que ponen en actividad febril a todos los
subalternos de su bufete. Si es preciso se acude a otro u otros bufetes de abogados, -siempre de reconocido prestigio- con
especificas cualificaciones. Las llamadas de teléfono se suceden y se intensifican las redes de cableado que llegan siempre a los
llamados líderes de opinión pero que pasan también por informantes en los juzgados y por tocar a los responsables de las altas
esferas de la judicatura y de la política. Los socios del presunto delincuente, los miembros de la asociación diferencial, tratan por
todos los medios de informarse sobre como está la situación y de ponerse también a a buen recaudo. La caída de un pez gordo es
como una revolución en un hormiguero. Significa que las reglas del juego se han alterado, que ha cambiado de signo el clima de
bonanza del que gozaba uno de los socios y por tanto que ya nadie está a salvo de las tormentas. Como medida preventiva los
socios más próximos proceden al cambio de titularidad de sus bienes o a hipotecarlos - a no ser que cuenten con la cobertura de
una fundación inembargable-. Esta primera fase de la instrucción del sumario es muy importante y quizás la mas grave para este
tipo de delincuentes, y para sus defensores, pues el efecto sorpresa de la detención pesa sobre ellos como una losa. Los
abogados tienen que recorrer a gran velocidad el camino recorrido por lajusticia para darle la vuelta. Por esto, en este preciso
momento, jueces y fiscales son sometidos a una gran presión. Para los abogados es muy importante ganar tiempo, parar el primer
golpe, lo que requiere entre otras cosas conseguir la libertad provisional del acusado. Saben que ejecutivos y hombres de
negocios son predominantemente condenados en tribunales penales cuando usan métodos delictivos similares a los métodos
empleados por los delincuentes de las clases bajas. De hecho la manifiesta intervención de delincuentes comunes en los delitos
de cuello blanco es un buen indicador de la extrema gravedadde los delitos cometidos. Los delincuentes especializados en el
mundo de los negocios son muy conscientes de que únicamente cabe recurrir a esta medida extrema en situaciones muy
desesperadas y casi siempre para hacer desaparecer papeles y pruebas comprometedoras. Históricamente se han dado casos en
los que documentos comprometedores claves, e incluso hasta el propio sumario y sus copias, se volatilizaron. En la actualidad,
con la informatización de los juzgados, la introducciónde virus en los programas de ordenador podría jugar, de forma mas limpia,
el papel de los antiguos robos de documentos.
La cárcel, esa institución punitiva por antonomasia para las clases populares, estigmatiza, desvaloriza las alegaciones, marca con
la infamia al reo, y tiñe todo el proceso de verdadera criminalidad. Por esto el objetivo fundamental de familiares, abogados, y
allegados del acusado, es hacer salir al delincuente "honrado" de la cárcel cuanto antes, aunque para ello sea preciso echar
mano, como los magos, de una chistera.
Una de las estrategias mas socorridas de los abogados de los delincuentes elegantes es proceder a la inundación documental de
los juzgados señalando falsas pistas, abriendo nuevos frentes y nuevas alegaciones. Las ramificaciones internacionales pueden
ser en este sentido muy útiles. Se trata de hacer aun más complejos los delitos y aun más difusos sus efectos, aunque para ello
haya que recurrir a la incomparecencia de los testigos, a dilaciones, pruebas falsas, cambio de manos del sumario, traslados de
jueces y fiscales, y, en fín, a los incontables e inconfesables medios para lograr archivar la causa.
Decía Michel Foucault, -quien en Vigilar y castigar mostró cómo las cárceles permiten entre otras cosas regular de forma
diferenciada los ilegalismos populares de los ilegalismos de las clases altas-, que la complejidad del aparato judicial, la
parafernalia que rodea al tribunal en el acto de juzgar, la teatralidad de los estrados, no tiene tanto por objeto probar la inocencia o
culpabilidad del reo cuanto mostrar la inocencia del propio tribunal. La elevada impunidad de la que aún hoy siguen gozando los
delincuentes de cuello blanco parece confirmar su opinión. Es como si estos chorizos de las altas finanzas extrajesen de las
tarjetas de crédito y de sus tarjetas de visita su inocencia. Algo funciona mal en nuestro sistema judicial cuando la justiciaresulta
estar tan divergente y distante del derecho. Sin embargo cualquier gobierno, en un sistema de democracia representativa, durante
el tiempo en que ocupe el poder, tiene la obligación moral de atajar los delitos de cuello blanco, los crímenes de máxima
peligrosidad social, ya que lo que está en juego en esta lucha por la justicia es la legitimidad misma delEstado de derecho (31).

El sociólogo, investigador de verdades ocultas


Al comienzo de esta presentación me preguntaba cómo llegó Sutherland a elaborar este nuevo concepto clave de la sociología del
delito, qué efectos se derivaron de la introducción de esta nueva categoría en la percepción del mundo del delito, y si sigue
teniendo vigencia en la actualidad un libro que cuenta ya con cincuenta años de existencia desde su primera publicación. He
intentado responder a estas cuestiones un tanto apresuradamente. Sin embargo no me gustaría dar fin a esta presentación sin
rendir un homenaje a la obra de Edwin H. Sutherland, una sociología crítica al servicio de una sociedad democrática. Creo que su
trabajo resulta no solo admirable, sino también modélico. Toda una basta zona que se mantenía en penumbra, y que servía de
amparo a los crímenes de los poderosos, se ha iluminado. El concepto de delito de cuello blanco significa un punto de no retorno,
un camino parcialmente trillado por el que podemos avanzar para detectar las debilidades de la justicia y ponerles remedio, un
camino por tanto que permite avanzar hacia sociedades más justas. Este concepto es en gran medida la obra de un sociólogo
lúcido, paciente y constante que ha trabajado sin abdicar de su compromiso intelectual y sin romper las amarras que lo unen con
la sociedad en la que le ha correspondido vivir. Sutherland es un sociólogo que lucha contra todo tipo de fraudes, incluido el fraude
científico. Hay en su obra un ingente esfuerzo de generosidad y de pasión contenida, de valor y de virtud que convierten a este
sociólogo formado en Chicago en un referente clásico, en un sociólogo de nuestro tiempo, es decir, en un maestro.
Creo que Sutherland ha hecho del sociólogo del delito algo semejante al héroe de la novela negra. Al igual que el héroe de la
novela negra el sociólogo comprometido con la verdad incomoda a los poderosos. No es extraño que la sociología criminal, pese a
su capacidad analítica y explicativa, y pese a las posibilidades que abre al cambio social e institucional, tienda a ser sustituida por
la psicología juridica y/o la filosofía del derecho, saberes mucho más acomodaticios e instrumentalizables.
Las palabras de homenaje que Raymond Chandler en realidad dedica a los personajes de Hammett, e incluso a Philip Marlowe, se
le podrían aplicar Sutherland y a los sociólogos que, como él, hacen de la sociología la verdaderainvestigación-acción, aunque
para ello no tengan ninguna necesidad de confundir su profesión con la animación socio-cultural. Me permito así introducir el
término sociólogo alli donde Chandler dice investigador privado. Creo que estos hermosospárrafos dedicados al héroe de la
novela negra expresan bien el riesgo que asumió conscientemente y silenciosamente Edwin Sutherland con su investigación
pionera: El sociólogo de esta clase de relatos tiene que ser un hombre así. Es el protagonista, lo es todo. Debe ser un hombre
completo y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase más bien trajinada, un
hombre de honor por instinto, por inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin decirlo. Debe ser el mejor hombre de este
mundo, y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creo que podría seducir a
una duquesa, y estoy muy seguro de que no tocaría a una virgen.. Si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las
cosas.
Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería sociólogo. Es un hombre común, porque si no viviría entre
gente común. Tiene un cierto conocimiento del carácter ajeno, o no conocería su trabajo. No acepta con deshonestidad el dinero
de nadie, ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada venganza. Es un hombre solitario y su orgullo consiste
en que uno lo trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su
época, es decir, con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fingimientos y con desprecio
por la mezquindad.
El trabajo de investigación sociológica es la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y no sería una aventura si no
le ocurriera al hombre adecuado para las aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno, pero que le
pertenece por derecho propio, porque pertenece al mundo en que vive. Si hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo
sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él.

Sociología criminal
El criminalista italiano Enrico Ferri resumió y sistematizó en Sociología criminal (1900) sus ideas sobre criminología y derecho
penal, diseminadas anteriormente en innumerables monografías. En la introducción enuncia Ferri los principios de la escuela
criminal positiva; la gran escuela clásica de Beccaria y de Carrara, afirma, se ha perdido en estériles especulaciones metafísicas,
resumidas en la fórmula carrariana de que el delito es un ente jurídico.
Pero, para el autor, los tiempos plantean una nueva exigencia, nacida de un fenómeno cotidiano: el aumento de la delincuencia.
Tal exigencia impone el estudio del delincuente, tanto desde el punto de vista antropológico como del psicológico. Lo mismo
puede decirse respecto de las penas. La escuela penitenciaria de Howard ha dirigido los métodos de Carrara hacia metas más
humanitarias, olvidando sin embargo la higiene criminal, esto es, la prevención de los delitos. Frente a ello, la escuela positiva
aplica el método experimental a la ciencia criminal, sin entender destruir con esto los resultados de las escuelas anteriores, sino
integrarlos y renovarlos. Así como en la medicina la nueva dirección se ha desplazado del examen de la enfermedad al del
enfermo, así en la criminología lo ha hecho del delito al delincuente. Por tanto, al problema de la disminución de la pena
contrapone el de la disminución de los delitos, y al estudio abstracto del delito como ente jurídico contrapone el estudio del delito
como fenómeno natural y social. Así, pues, ha de examinarse la actuación del delincuente a la luz de varios factores:
psicopatológicos, ambientales, hereditarios, etc.

Enrico Ferri
Expone primero Enrico Ferri los datos de la "Antropología criminal", que es la "historia natural del hombre delincuente". Ella ha
demostrado que el delincuente es "un salvaje perdido en nuestra civilización", esto es, una variedad antropológica con existencia
propia que representa las razas inferiores, a causa de degeneración, retorno atávico o desarrollo insuficiente. El hombre
delincuente es estudiado bajo dos aspectos: el orgánico y el psíquico. Del lado orgánico interesan los datos craneológicos y
somáticos (reacción fisiológica, sensibilidad al dolor, etc.) que son el fundamento de la herencia criminal. Los datos psíquicos
fundamentales son la insensibilidad moral y la imprevisión.
El delincuente no es un tipo abstracto: presenta variedades que pueden clasificarse. Hay que distinguir sobre todo al delincuente
habitual del ocasional. A este propósito, la estadística de la recidiva general y de la recidiva en las varias especies de crímenes
confirma indirectamente la observación de que, del número total de delincuentes, sólo una parte presenta anormalidades
individuales que la antropología ha revelado. Sobre esta clasificación surge otra, más completa y específica, entre delincuentes
"locos" (afectos de imbecilidad moral, epilépticos, etc.), "natos" (los "salvajes" de que acabamos de hablar), "habituales"
(generalmente corrompidos sociales), "pasionales" (temperamentos morales, pero hipersensibles) y "ocasionales" (que llegan a la
delincuencia por incentivos externos).
Se consideran después los datos de la estadística criminal. Tres son los factores que influyen sobre la criminalidad de un pueblo
dado: antropológicos o individuales, físicos o cosmotelúricos, y sociales. Estos últimos determinan las variaciones estadísticas de
la criminalidad en el tiempo. De la acción combinada de estos factores se desprende la ley de "saturación criminosa", según la
cual en un ambiente social dado se comete un determinado número de delitos. Las penas, tal como son aplicadas, ejercen por
tanto una influencia mínima sobre la criminalidad, influyendo psicológicamente sólo sobre la clase social fundamentalmente
honesta. Es preciso recurrir, por tanto, a remedios de otro orden: a los "sustitutivos penales", o sea, a medios indirectos para
impedir las condiciones favorables a la criminalidad.
Ferri no acepta la teoría de la libertad de la voluntad o libre albedrío, porque la considera desmentida por la ciencia, que
demuestra que todo se halla ligado al principio de causalidad. Por tanto el hombre, cuya personalidad está determinada por la
herencia psicofísica y por el ambiente, "obra como siente y no como piensa". Se debe entonces determinar el derecho de castigar
de otro modo de como hacen las escuelas clásicas. Al no poderse hablar de responsabilidad moral individual, deberá hablarse de
responsabilidad social, esto es, de responsabilidad frente a la sociedad, que tiene el derecho de defenderse. Por lo tanto, el
hombre es siempre responsable de todos sus actos únicamente porque vive en sociedad.
En cuanto a las sanciones, no deben ser exclusivamente penales, sino tales que satisfagan la exigencia de higiene social
(prevención del delito). A tal fin, la escuela positiva reúne en un sistema único las sanciones más dispares: preventivas,
represivas, civiles, penales. Medios preventivos son los policiales; medios reparadores son la reparación, la remoción del estado
antijurídico o la nulidad del propio acto; medios represivos son las penas ordinarias; medios disminutivos son los que "tienen por
fin expeler del cuerpo social los elementos no asimilables". Para establecer la forma de sanciones adaptadas al caso singular, es
preciso tener en cuenta la peligrosidad del reo. Para establecer el grado de la sanción es preciso tener en cuenta el derecho
violado y los motivos determinantes; estos últimos se deducen de la categoría a que pertenece el delincuente. De este modo se
realiza la verdadera justicia.
Finalmente, se sugieren las reformas prácticas: atenuación del principio "in dubio pro reo", cualquiera que haya sido la prueba o si
se trata de un delincuente habitual; medios científicos adecuados para llegar a la identificación del culpable y su clasificación en
una de las ya mencionadas categorías: datos fisiognómicos y craneológicos, esfigmográficos, psicológicos, etc.; capacidad
científica en los juicios; abolición del jurado, salvo para delitos políticos; la pena de segregación indeterminada en relación con la
peligrosidad; manicomios para delincuentes locos.
La importancia actual de esta obra reside en el hecho de resumir toda la escuela positiva, que durante decenios gozó de
celebridad mundial. Indudablemente, la escuela tuvo sus méritos, pero no fueron tales como para compensar la negación de la
autonomía de la voluntad del hombre y la afirmación de un despiadado determinismo causal al que se encadenaría la
personalidad humana. Fue sobre todo fecunda y legítima la exigencia de valorar el delito "también" a la medida del delincuente: a
tal exigencia se atiende hoy en muchos códigos modernos. De hecho, con esta concepción se superaba al positivismo,
reconociendo implícitamente que el hombre no se puede considerar de manera abstracta, dentro de una pura mecanicidad de
causa y efecto, sino en su realidad irreductible y en el conjunto de sus propias responsabilidades morales.

Lombroso.
Desea sentar las bases de un nuevo edificio criminológico mas sólido, basado en no estudiar al delito en abstracto sino al criminal
y sus morfología, su variedad congénita y sus caracteres atávicos.
Atavismo: hace referencia a las características o sea y morfológicas que definen al sujeto. Ejemplo: en las razas salvajes se
encuentran muchos caracteres del delincuente nato.
Costumbres como los tatuajes, abuso de gesticulación, pasión por las bebidas alcohólicas y el juego.
Explica que ciertos delitos que eran más frecuentes en ciertas culturas y que no eran consideradas como tal, los que poseen
características físicas similares a estos (griegos, romanos, etc.) son más propensos a cometer eses delitos.
Garofalo: los caracteres psíquicos del delincuente nato en la ausencia de los sentimientos de pudor, piedad y probidad.
Contra Reclus y Kropotkine que dicen que hay pueblos salvajes justos y honrados. El autor indica: no se puede robar donde la
propiedad no existe y no se puede estafar si no existe el comercio.
Robertson -Cuando los españoles conocieron a los americanos se quedaron estupefactos al ver su furiosa pasión por la danza y la
actividad vertiginosa que desarrollaba un pueblo frio y pacifico cuando no se dedicaban a ella.
La dentadura ligada al cerebro es nato de lo salvaje: ladrar, morder, maullar.
Epilepsia: toma a la epilepsia como un rasgo neurológico complejo.
Los accesos epilépticos completos faltan frecuentemente entre los criminales natos.
Arrugas anormales remonta a los monos.
Criminaloides: son los rasgos fisiológicos que se dan en ciertos tipos de delitos.
Delincuentes pasionales: son considerados aparte por que presentan hermosura en sus líneas de su cuerpo, belleza del alma y el
exceso de sensibilidad y afectividad.
Delincuentes ocasionales: no buscan el delito, sino que se ven arrastrados al mal y no tienen que ver con el atavismo o la
epilepsia (a estos no se les debería llamar delincuentes)
Causas: explica que las características pueden influir pero que hay cosas como la riqueza y la instrucción que disminuyen
crímenes feroces, pero generan otros como las falsedades y las estafas.
Necesidad del delito: es un fenómeno natural, necesario, como la concepción, el nacimiento y la muerte. Todo el mundo sabe lo
que es una acción buena y una mala, pero es difícil, hasta imposible distinguir si la acción perversa fue cometida con conocimiento
completo o incompleto del mal.
La imputabilidad absoluta se da cuando hay concurso de inteligencia y voluntad de realización de una acción criminal, pero no hay
delito cuando falten alguna de estas.
Derecho a penar: ¿si se niega la imputabilidad, con que derecho castigaras?
Es imposible encontrar una relación moral entre el delito y la pena. El hombre no tiene derecho a castigar, para tenerle necesitaría
poseer ciencia y justicia absoluta. Como el hombre no puede defenderse sin castigar, ha sacado la conclusión de que tiene
derecho a penar.
Rondeau; el delito no existe en la naturaleza, es la ley quien la impone injustamente esta denominación a actos a actos necesarios
e inevitables. Las causas infinitas y diversas que producen la llamada criminalidad, son completamente materiales e
independientes de nuestra voluntad, como en los miasmas producen la fiebre. Todo mal mora, es un resultado de males fiscos,
hasta el asesino es un enfermo, como los demás criminales. Entonces, ¿Por qué y en nombre de que se castiga? Solo porque
perturban el curso regular de la vida social, porque detienen el desarrollo normal y legítimo de la especie, o, mejor dicho, el
gobierno, tiene derecho a poner un obstáculo a las consecuencias funestas de sus actos, de manera que el propietario de un
terreno tiene derecho a levantar un dique contra el torrente que amenaza inundarle. Por consiguiente el poder social puede privar
de la libertad a malhechores sin vacilaciones ni escrúpulos, pero desde el momento en que se reconoce que el delito es el
producto natural y la consecuencia lógica de la enfermedad, la pena no debe ser otra cosa que un tratamiento. Al ladrón y al
vagabundo se les curará haciéndoles sentir las alergias del trabajo, pero si por una excepción, desgraciablemente muy frecuente
se muestran insensibles a la curación médica, entonces se les separará definitivamente de la sociedad.
Teoría de Herbart, Kant, Altomid, Hergel… etc..es la teoría de la retribución penal, una forma larvada de las antiguas ideas de
venganza y de la ley del talion.
El estado no piensa en lo porvenir. Toma al criminal, lo encierra, y luego que ha expiado su pena lo suelta en libertad, aumentando
de este modo los peligros, porque aquel sale pervertido por la promiscuidad, irritado y meor armado contra los hombres. Con esta
teoría no hay explicación para la agravación de las penas por causas de reincidencia.
Teoría de la intimación: esta cortaba una oreja o la nariz con la intención de intimidar y que no volviera a castigar, sin embargo
estos tormentos endurecían a los hombres, multiplicando los delitos y haciéndolos mas horribles.
RUSCHE Y KIRCHHEIMER:
Realizan un grupo de proposiciones entrelazadas respecto de la naturaleza del castigo y su funcionamiento social. Poniendo el eje
en los aspectos económicos, más que en los ideológicos o políticos, estos autores intentan definir al castigo como un fenómeno
histórico específico, estrictamente determinado por los requerimientos del modo de producción dominante de cada época, y con
un significado social que rebasa los requisitos técnicos del control del crimen.
El mercado laboral determina las formas en que se estructura el castigo. Los autores destacan el rol del mercado laboral en la
valorización social de la vida humana, especialmente la de los siervos, vagos y obreros que fueron sucesivamente el objeto de la
administración social. Aquí como la demanda de mano de obra comenzó a amenazar con exceder la oferta, el Estado y las
instituciones penales estuvieron menos dispuestos a deshacerse del recurso valioso que representan sus cautivos, y debieron
pensar en ponerlos a trabajar de una u otra manera. El castigo se presenta como un mecanismo con hondas implicaciones en la
lucha de clases, entre ricos y pobres, burgueses y proletariado. La penalidad tendría entonces una función de disciplinamiento de
la mano de obra, buscando asegurar que los individuos no puedan mantenerse por medio de la delincuencia o del crimen, lo cual
habría sido particularmente importante durante el desarrollo temprano de la mano de obra en las fábricas y manufacturas. La
penalidad pasa del arreglo entre las partes y las multas a la utilización del derecho penal como instrumento de dominación de la
clase dominante. Hacia fines del siglo XVI, los métodos punitivos comenzaron a sufrir lentos pero profundos cambios con el
creciente interés que recibía la posibilidad de explotación de mano de obra de los sometidos a penas de prisión. La esclaAátud en
galeras, la deportación y las servidumbres de trabajo forzado fueron puestas en práctica; las dos primeras, temporáneamente, y la
tercera, como forma precursora e indecisa de una institución que ha sobrevivido hasta nuestros días. Estos cambios constituyeron
el resultado no de consideraciones humanitarias, sino de un cierto desarrollo económico que revelaba el valor potencial de una
masa de material humano a entera disposición del aparato administrativo
La escasez de hombres fue en algunas oportunidades tan grave, que los ejércitos tuvieron que ser reforzados con criminales. En
las grandes guerras efectuadas por Inglaterra contra Francia y España durante la última mitad del siglo XVIII, resultó difícil, aun
apelando a todos los medios de alistamiento e importación, encontrar suficientes soldados y marinos. De este modo el ejército
comenzó a ser considerado como una especie de organización penal, apropiada para vagos, mendigos y expresidiarios. La
política del período mercantilista demuestra un notable favorecimiento de la actividad de los empleadores acorde con el esfuerzo
del absolutismo de desarrollar la industria, ensayándose en este sentido todas las formas de incentivos posibles, como premios,
privilegios, derechos monopólicos, tarifas y restricciones a las corporaciones. El texto de Rusche habla sobre el mercantilismo, en
la época feudal la economía funcionaba a través del trueque, no había posibilidad de almacenamiento, de acumular. Los modos y
medios de producción no permitían esa posibilidad, había una subsistencia a través del trueque. La única manera de pegar un
salto en materia de acumulación era a través de la guerra. Esta dinámica de guerra entre los feudos no es muy eficiente, pero es
lo que había. Hasta que se descubre la maneras de producción, rutas comerciales, etc. Se restablece el tráfico de mercadería con
Oriente que se había interrumpido por las cruzadas (interrupción comercial). La economía pasa a ser mercantilista, que
presentaba como característica la acumulación y la existencia de la moneda, en esta época se dieron cambios económicos
grandes, se dejó de lado la manera feudal y surgió la idea del mercantilismo. Esta idea de mercantilismo trajo efectos en el
discurso de lo criminológico, en el discurso de lo criminal. A raíz de todo ese crecimiento va a pasar algo que antes no era, los
robos, la preocupación por la propiedad privada, y esta termina siendo la preocupación central, donde la “desviación” pasa a ser
legal y no religiosa. Hoy una de las cosas que garantiza el estado soberano, es la libertad económica, la posibilidad de comerciar,
la idea de mercado. Cambios en las formas de la pena. Dentro del siglo XVI y XIX. La demanda de trabajo se debe a la
industrialización. No había muchos trabajadores, y eso hacía que el precio sea muy alto. El castigo corporal generaba una pérdida
de esa persona para que pueda volver a trabajar. La servidumbre es el trabajo forzoso, la deportación vinculada a las colonias y a
las galeras. La acumulación del capital, y los cambios en los modos de castigar. Los mendigos eran ayudados por la iglesia. Sin el
ejército de reserva de trabajadores, el salario se vuelve inestable. Con la existencia de los institutos de corrección y el trabajo de
ellos, mantenía los salarios bajos. Estas casas pasan a ser el lugar donde empieza a existir esta manera de satisfacer la
necesidad de que tenía que existir un ejército de reserva.

MERTON “ESTRUCTURA SOCIAL Y ANOMIA”


Antes se hablaba de una tendencia en la teoría psicológica y en la sociología a atribuir el funcionamiento defectuoso de las
estructuras sociales a fallas del control social sobre los imperiosos impulsos biológicos del hombre. Eso era el positivismo.
Originalmente, hay impulsos biológicos del hombre que buscan expresarse y después hay un orden social que es un aparato para
manejar esos impulsos, para el tratamiento social de las tensiones,para la "renuncia a los placeres instintivos", según las palabras
de Freud. Con el progreso de las ciencias sociales, ese conjunto de concepciones se modificó, 1- ya no es evidente que el hombre
se levante contra la sociedad en una guerra incesante entre impulsos biológicos y la coaccion social y 2-las perspectivas
sociológicas analizan más la conducta que se desvía de normas prescritas. Es decir el impulso biológico cede ante el acento
puesto en la estructura social. Hay que ver cuales son los procesos mediante los cuales las estructuras sociales producen
circunstancias en que la infracción de los códigos sociales pasa a ser normal. Lo importante es descubrir cómo algunas
estructuras sociales ejercen presión sobre determinadas personas para que sigan una conducta inconformista y no una conducta
conformista.

TIPOS DE METAS CULTURALES Y DE NORMAS INSTITUCIONALES


Entre los elementos de las estructuras sociales y culturales, hay 2 importantes. El 1ro: consiste en objetivos, propósitos e
intereses culturalmente definidos, sustentados como objetivos legítimos por todos los individuos de la sociedad, o por individuos
situados en ella en una posición diferente. Es el “que”. Son las cosas por las que vale la pena esforzarse. El 2do.: define,regula y
controla los modos admisibles de alcanzar esos objetivos. Es el cómo. La elección de expedientes para esforzarse hacia objetivos
culturales está limitada por normas institucionalizadas. Los sociólogos hablan de esos controles como existentes “en las
costumbres”. Entre los tipos extremos hay sociedades que conservan un equilibrio entre objetivos culturales y prácticas
institucionalizadas, y ellas constituyen las sociedades unificadas y relativamente estables, aunque cambiantes. Se conserva un
equilibrio efectivo entre esos dos aspectos de la estructura social mientras las satisfacciones resultantes para los individuos se
ajusten a las presiones culturales, 1- satisfacciones procedentes de la consecución de los objetivos y 2- satisfacciones nacidas en
foima directa de los modos institucionalmente canalizados de alcanzarlos. La distribución de situaciones sociales mediante la
competencia debe estar organizada de manera que cada posición comprendida en el orden distributivo tenga incentivos positivos
para adherirse a las obligaciones de la situación social. De otra manera, como no tardará en verse con claridad,se producen
conductas anómalas. La hipótesis central es que la conducta anómala puede considerarse desde el punto de vista sociológico
como un síntoma de disociación entre las aspiraciones culturalmente prescritas y los caminos socialmente estructurales para
llegar a ellas.
De los tipos de sociedades resultantes de la variación independiente de objetivos
culturales y medios institucionalizados, nos interesaremos ante todo por el primero: una sociedad en la que se da una importancia
excepcionalmente grande a objetivos específicos sin una importancia proporcional de los procedimientos institucionales. Ninguna
sociedad carece de normas que gobiernen las conductas, pero se diferencian en el grado en que la tradición, las costumbres y los
controles institucionales están eficazmente unificados con los objetivos que ocupan un lugar elevado en la jerarquía de los valores
culturales. Ahora bien, ¿ cuál de los procedimientos disponibles es más eficaz para aprehender el valor culturalmente aprobado?
el procedimiento más eficaz desde el punto de vista técnico, se alegitimo o no, para la cultura se convierte en el preferido por
antonomasia para la conducta institucionalmente prescrita. Si este proceso de atenuación continúa, la sociedad se hace inestable
y se produce lo que Durkheim llamó “anomia”. (“Solo el resultado victorioso da placer”).
La familia, la escuela y el trabajo -que son los que moldean la estructura de la personalidad -se unen para proporcionar la tarea
disciplinaria si el individuo retiene una meta que sigue estando fuera de su alcance, si ha de ser impulsado por una promesa de
placer que no se cumple. Los padres sirven de banda de transmisión de valores y los objetivos de los grupos de que forman
parte, sobre todo de su clase social o de la clase con la que se identifican. Fundamentales para disciplinar a la gente para que
mantenga sus aspiraciones insatisfechas son los prototipos culturales del éxito.
Es por eso que la cultura impone tres axiomas culturales: 1- todos deben esforzarse hacia las mismas metas elevadas ya que
estan a disposicion de todos, 2- el fracaso del momento no es más que una estación de espera hacia el éxito definitivo, y 3- el
verdadero fracaso está en reducir la ambición o renunciar a ella.
En paráfrasis psicológica estos axiomas representan una fuerza impulsora para responder constantemente al estímulo; y en una
paráfrasis sociológica representan la desviación de la crítica desde la estructura social a uno mismo.

TIPOS DE ADAPTACION INDIVIDUAL


Hay diferentes tipos de adaptación individual a los valores culturales y ocupan diferentes posiciones en la estructura social. Estas
categorías se refieren a la conducta que corresponde al papel social en tipos específicos de situaciones y no a la personalidad.
Conformidad: es la más común. Si no fuese así no se podría conservar la estabilidad y continuidad de la sociedad.
Innovación: la importancia cultural de meta-éxito hace que este modo de adaptación mediante medios proscritos alcance el
simulacro del éxito:riqueza y poder. Esta reacción surge cuando el individuo asimiló la importancia cultural de la meta sin
interiorizar igualmente las normas institucionales que gobiernan los modos y los medios para alcanzarla. Desde lo sociológico hay
que ver que parte de nuestra estructura social predispone a este tipo de adaptación, produciendo na mayor frecuencia de
conducta divergente en un estrato social, pero cualquiera sea la diferencia de las conductas divergentes en los distintos estratos
sociales que las estadísticas de delitos, muestran uniformemente proporciones más altas en los estratos inferiores están lejos de
ser fidedignas, en realidad sobre esos estratos se ejercen presiones más fuertes hacia la desviación.
Estas situaciones tienen 2 características diferentes: 1- Los incentivos para el éxito los proporcionan los valores
consagrados de la cultura, y 2- las vías disponibles para avanzar hacia esa meta están limitadas en gran medida por la estructura
de clase para los que siguen una conducta desviada. Es la combinación de la impotencia cultural y de la estructura social la que
produce una presión intensa para la desviación de la conducta.
La cultura tiene exigencias incompatibles para los situados en los niveles más bajos de la estructura social. Por una
parte, se les pide que orienten su conducta hacia la perspectiva de la gran riqueza-“cada individuo un rey”. Y por otra parte, se les
niega en gran medida oportunidades efectivas para hacerlo con las instituciones. La consecuencia de esa incongruencia
estructural es una elevada proporción de conducta desviada.
Pero cuando tenemos en cuenta la configuración total-pobreza, oportunidades limitadas y la asignación de metas
culturales-, se deja ver alguna base para explicar la correlación más alta entre pobreza y delincuencia en nuestra sociedad que en
otras donde la estructura rígida de clases va acompañada de símbolos del éxito diferentes para las diferentes clases.
En sociedades como la nuestra, la gran importancia cultural dada al éxito pecuniario para todos y una estructura social que limita
en forma indebida la posibilidad de recurrir prácticamente a medios aprobados, producen en muchos una tensión hacia prácticas
innovadoras que se apartan de las normas institucionales. Pero esta forma de adaptación presupone que los individuos fueron
imperfectamente socializados, de modo que abandonan los medios institucionales mientras conservan la aspiración al éxito. Pero
entre quienes han interiorizado con plenitud los valores institucionales, lo más probable es que una situación parecida conduzca a
una reacción diferente, en la que es abandonada la meta pero persiste la conformidad con las costumbres morales.
Ritualismo: Esta adaptación implica el abandono o la reducción de los altos objetivos culturales del éxito pecuniario, y aunque uno
rechace la obligación cultural de procurar “salir adelante”, sigue respetando de manera compulsiva las normas institucionales. Sea
esto una conducta desviada o no,esto representa un alejamiento del modelo cultural en que los individuos están obligados a
esforzarse activamente, mediante procedimientos institucionalizados, para avanzar y ascender en la jerarquía social. Este modo
de adaptación busca en forma individual un escape privado de los peligros y las frustraciones que les parecen inherentes a la
competencia para alcanzar metas culturales importantes, abandonando esas metas y aferrándose lo más estrechamente posible a
las segundas rutinas de las normas institucionales. No es raro que a prolongados períodos de extrema sumisión sigan explosiones
de rebeldía.
Retraimiento: Esta adaptación (es el rechazo de las metas culturales y de los medios institucionales)es la menos común. Los
individuos que se adaptan de esta manera, están en la sociedad pero no son de ella. Este modo tiene lugar cuando tanto la metas
culturales como las prácticas institucionales han sido completamente asimiladas por el individuo e impregnadas de afecto y de
altos valores , pero las vías institucionales accesibles no conducen al éxito. El escape es completo, se elimina el conflicto y el
individuo queda asocializado.
En contraste con el conformista, que mantiene en funcionamiento las ruedas sociales, éste desviado es un riesgo improductivo, en
contraste con el innovador, que por lo menos es “listo” y se esfuerza activamente, no ve valor en la meta-éxito que la cultura
estima; en contraste con el ritualista, que por lo menos se ajusta a las costumbres, da poca atención a las prácticas institucionales.
Este modo de adaptación, es del socialmente desheredado, es un modo privado y no colectivo de adaptación.
Rebelión: Esta adaptación lleva a los individuos que están fuera de la estructura social ambiente a pensar y tratar de poner en
existencia una estructura social nueva, modificada. Los movimientos organizados de rebelión tratan de introducir una estructura
social en la que las normas culturales de éxito serían radicalmente modificadas y se adoptarían provisiones para una
correspondencia más estrecha entre el mérito,el esfuerzo y la recompensa.
Se debe distinguir la rebelión del resentimiento, la rebelión implica una transvaloración y el resentimiento condena uno lo que
anhela en secreto, en la rebelión, condena el anhelo mismo. Son diferentes, la rebelión organizada puede aprovechar un vasto
depósito de resentidos y descontentos.
Para pasar a la acción política organizada, no solo hay que negar la fidelidad a la estructura social vigente, sino que hay
que trasladarla a grupos poseídos por un mito nuevo. La función de ese mito es situar fuente de las frustraciones en gran escala
en la estructura social y pintar otra estructura que no dará lugar a la frustración. Son típicamente individuos en ascenso y no los
estratos más deprimidos, quienes organizan al resentido y al rebelde en un grupo revolucionario.
LA TENDENCIA A LA ANOMIA
La estructura social que analizamos produce una tendencia hacia la anomia y la conducta divergente. Los campos de los logros
intelectuales y artísticos, proporcionan tipos de carreras que pueden no implicar grandes recompensas pecuniarias. En la medida
en que la estructura cultural atribuye prestigio a esas carreras y la estructura social permite el acceso a ellas, el sistema está un
tanto estabilizado. Los divergentes potenciales aún pueden mostrarse conformes con esos conjuntos de valores.
EL PAPEL DE LA FAMILIA: es la principal cadena de transmisión para la difusión de las normas culturales a las generaciones
nuevas, transmite la parte de la cultura que es accesible al estrato social, un mecanismo para disciplinar al niño en relación con las
metas culturales y las costumbres características de esos grupos. La proyección de las ambiciones paternas en el niño tiene
fundamental importancia para el asunto que estudiamos, porque este síndrome de aspiraciones elevadas y de ilimitadas
oportunidades reales, es lo que incita a la conducta divergente.

DELITO DE CUELLO BLANCO


Sociología y reformismo social
La sociología era definida por este primer grupo de pioneros como una ciencia inductiva y de observación, una ciencia
experimental alejada por tanto de la filosofía de la historia.
Esta primigenia sociología norteamericana, si la comparamos con la sociología europea, surgía marcada por una doble
innovación:
1. Abandono de la preocupación central por el capitalismo, que hasta entonces había estado en la base de la reflexión sociológica
de los sociólogos clásicos europeos. La cuestión social fue substituida por los problemas sociales.
2. Abandono, en fin, de la sociología histórica para adoptar como modelo el paradigma ecológico de las ciencias naturales. Las
historias de vida y el análisis circunscrito al presente iban a generar una deshistorización de la sociología que el funcionalismo en
su doble vertiente, la gran teoría, y el empirismo abstracto, tiñó de tintes aún más radicales.
Sociología es por tanto, se escribe en el mencionado libro de texto de 1894, la organización de todo el material proporcionado por
el estudio positivo de la sociedad. No se trataba sin embargo de una pura morfología social pues a esta primera fase descriptiva
se añadía una segunda fase estática o comparativa en la que se analizaba la distancia entre los procesos reales y la idealidad
proclamada. Por último el análisis sociológico incluía una tercera fase dinámica en la que se analizaban las condiciones para un
cambio social que hiciese real el ideal.
lo que explica en parte el crecimiento exponencial de la nueva disciplina que se nutrió en un principio de una estrecha
vinculación con el trabajo social.
Los pragmatistas asumían, siguiendo a William James, una concepción relacional de la verdad que en términos sociológicos
se tradujo por una mayor sensibilidad para escuchar el punto de vista de los actores sociales.
Los sociólogos de Chicago se sirvieron más bien del concepto de desorganización socialque confiere una mayor
importancia al medio ecológico, al medio social. La ciudad es un mosaico de pequeños mundos en conflicto.
La desorganización social es más un fenómeno colectivo que un fenómeno individual. Sin duda la desorganización
reenvía a un orden alterado, trastocado, pero también a una reorganización posible. Y en la medida en que esos procesos
de desorganización y reorganización no son exclusivamente de naturaleza biológica, sino más bien de naturaleza
humana, urbana, cultural, los sociólogos de Chicago llegaron a conceder una importancia primordial a las regiones
morales, al orden moral.

Edwin Sutherland, la forja de un sociólogo del delito


Dr. Henderson estaba especializado en la criminología, la reforma de las cárceles, la delincuencia juvenil, el seguro
de sanidad y la integración del hombre moderno en un contexto secular y religioso.
El análisis de Veblen sobre el espíritu de un capitalismo industrial, cada vez más movido por el desarrollo de la
tecnología y la creciente importancia del crédito, conducía a conclusiones muy en la línea de los procesos de petrificación
social señalados también por Weber. Por otra parte ya Veblen en su Teoría de la clase ociosa había introducido el
concepto de depredación para describir los comportamientos de industriales regidos por un egoísmo voraz propio del
salvajismo de las clases altas. Aún más, en la Teoría de la clase ociosa Veblenestablecía explícitamente una analogía
de fondo entre capitalistas y delincuentes: El tipo ideal de hombre adinerado se asemeja al tipo ideal de delincuente
por su utilización sin escrúpulos de cosas y personas para sus propios fines, ypor su desprecio duro de los sentimientos y
deseos de los demás, y carencia de preocupaciones por los efectos remotos de sus actos; pero se diferencia de él porque
posee un sentido más agudo del status y porque trabaja de modo más consistente en la persecución de un fin más
remoto, contemplado en virtud de una visión de mayor alcance. Veblenmantenía un discurso abiertamente anticapitalista
centrado en la cuestión social.
Sutherland señala que su estudio de la sociología responde a un interés en los métodos para mejorar las condiciones
sociales.
Uno de los presupuestos básicos que parecen compartir los estudiosos de la criminología es que para luchar contra el
mundo del delito es preciso conocer al criminal, sus costumbres, y los métodos de los que se sirve para cometer sus
fechorías. Como escribió un experto en higiene mental, a quien Sutherland cita quizás con una cierta ironía, del mismo
modo que cuando en el terreno de la agricultura se produce una plaga de insectos destructores los biólogos estudian
sus características biológicas y su comportamiento con el fin de acabar con ellos y salvar las cosechas, el estudio de la
personalidad de los delincuentes en la prisión puede proporcionar conocimientos de vital importancia para atajar los
crímenes. Efectivamente en la prisión el delincuente resulta físicamente accesible y se lo puede observar durante un
largo y continuado periodo de tiempo. En la cárcel muchos presos refrescan su memoria y están dispuestos a cooperar en
proyectos de criminología científica. Existen sin embargo, escribe Sutherland, dos grandes dificultades para el estudio
de los delincuentes en las prisiones. La primera es que los delincuentes que se encuentran en las prisiones no son
todos los delincuentes, sino únicamente un selecto grupo de delincuentes. A la cárcel no van todos los delincuentes, y los que
van difieren de los delincuentes que no van por el modo de pensar, por su status económico, por su estabilidad emocional,
raza, lugar de nacimiento, y otras variables.
Lógicamente los delincuentes más hábiles e inteligentes, o los que están integrados en el crimen organizado tienen menos
probabilidades de ser detenidos que los delincuentes que son débiles mentales, por ejemplo. No se trata sin embargo
de una dificultad insalvable. El problema es que hay que ser cauteloso a la hora de presentar tipologías y servirse de
las estadísticas oficiales, y sobre todo a la hora de generalizar y de extraer conclusiones a partir de datos provenientes de la
observación realizada en las cárceles.
La segunda dificultad se deriva de que la prisión no es el hábitat natural del delincuente. Para algunos estudiosos del
delito esta es una dificultad que invalida los estudios realizados en las cárceles pues estudiar la vida del delincuente en la
cárcel escomo estudiar la vida de un león en una jaula. Sutherland señala que lo importante no sontanto las conductas
materiales cuanto las interpretaciones que el delincuente elabora de su propia vida y de sus propios actos por lo que la prisión
no invalida el estudio de los delincuentes, especialmente de los más viejos, los más difíciles y los más peligrosos.
A la hora de analizar los trabajos que se vienen realizando en los centros penitenciarios es preciso distinguir
entre los fines administrativos y los objetivos de control social. Ambos fines no siempre coinciden, pero en todo caso lo
importante de estos estudios realizados en las prisiones es comprender al delincuente. Cuatro eran entonces, según Sutherland,
las principales líneas de observación y de trabajo en las cárceles, convertidas en laboratorios sociales para estudiar el
mundo del delito. La primera, dominante en Europa, estaba dirigida por criminólogos y psiquiatras y era una tendencia biologicista
u organicista, centrada en la herencia y en la constitución física y psicológica del delincuente. Esta tendencia existía
también en los Estados Unidos en donde psicólogos y psiquiatras desarrollaron test mentales para medir la inteligencia
y otros rasgos de la personalidad los prisioneros. Una vez realizadas estas medidas se contrastaban con la media de la
población considerada normal y se estudiaban las desviaciones a la media. En Estados Unidos existía sin embargo una
segunda tendencia en la que equipos multiprofesionales, formados por psiquiatras, psicólogos y sociólogos, y también por
criminólogos dependientes del Estado central, adoptaban una posición relativamente exterior a la institución para
estudiar el mundo de los reclusos. Destaca en este sentido la experiencia de Illinois. Como subraya Sutherland una parte
verdaderamente interesante del trabajo de este equipo es la recopilación de biografías de prisioneros realizada bajo la dirección
de los sociólogos.
La tercera línea de estudio era la que se llevaba a cabopor funcionarios de prisiones interesados sobre todo por la
vida institucional y por el control inmediato de los reclusos. El cuarto tipo de prisión-laboratorio sería una fórmula mixta del
segundo y tercer tipo: especialistas y funcionarios trabajarían juntos en favor de una mejora de la institución y en favor de un
mejor conocimiento del mundo del delito.Para Sutherland se trataba del modelo ideal, un modelo sin embargo que se
encuentra con frecuencia con la resistencia de la legislación y de la opinión pública.
Me parece que en este artículo aparecen ya de forma clara algunas líneas de fuerza características de la criminología
de Sutherland. Por una parte la distancia con los planteamientos biologicista de la escuela positiva italiana de derecho penal
era ya manifiesta. Se distancia también de las teorías psicológicas e individualistas del delito, y muy especialmente de
los test mentales.
Sutherland se atreve a invalidar las elaboraciones teóricas sustentadas en las estadísticas criminales oficiales porque
realmente no son delincuentes todos los que están en las cárceles y sobre todo porque no están en las cárceles todos los que
son delincuentes. Pero hay algo más, Sutherland asume un punto de vista sociológico, un punto de vista en el que la variable
clase social va a resultar decisiva para comprender el entramado jurídico-penal. Opta, en fin, por comprometerse en la
búsqueda de una teoría del delito que sea a la vez explicativa y que concurra a prevenir los actos delincuentes. Las principales
condiciones para la formación del concepto de delito de cuello blanco estaban dadas. Para avanzar era preciso verificar
empíricamente que los criterios de selección del sistema penal son socialmente selectivos. En este sentido resultó
decisivo su encuentro con un ladrón profesional.
Una de los capítulos más llamativos del trabajo de Sutherland y Conwell es el dedicado al asesor jurídico. En él se
pone muy claramente de manifiesto que los ladrones profesionales eluden casi siempre la acción de la justicia y por tanto
no sufren condenas en las cárceles. Basta un somero conocimiento de las poblaciones reclusas para darse cuenta que a
las cárceles van sobre todo delincuentes comunes procedentes de las clases bajas que se sirven
fundamentalmente de métodos intimidatorios para perpetrar los delitos. Pero ¿qué ocurre entonces con los delincuentes
de clases altas?, ¿cuáles son los delitos de las clases altas?, ¿cómo consiguen evitar los delincuentes de clases altas
las condenas penales y la reclusión?.
Durante su estancia en Chicago Sutherland tuvo tiempo suficiente para darse cuenta de que las conexiones entre el crimen
organizado y los poderes públicos corruptos estaban muy extendidas, tanto en los medios policiales como en la
magistratura y la administración.
La alianza ente los poderes públicos corruptos y las mafias dio paso a la impunidad. Las cárceles se llenaban de pequeños y
pobres rateros mientras los grandes delincuentes se paseaban desafiantes acompañados de las autoridades de la
ciudad que ellos mismos habían contribuido a hacer elegir. Pero las cosas no podían seguir así indefinidamente.
El crimen organizado pasaba a refugiarse en el juego y en el anonimato, los capos de la maffia intentaban adoptar la
apariencia de legalidad.
Los economistas suelen estar muy familiarizados con los métodos utilizados en el ámbito de los negocios, pero no
están acostumbrados a considerarlos desde el punto de vista del delito. Muchos sociólogos, por su parte, están familiarizados
con el mundo del delito, pero no están habituados a considerarlo como una de las manifestaciones delos negocios. Esta
conferencia intenta establecer una comparación entre el delito de la clase alta -delito de cuello blanco- compuesta por
personas respetables o, en último término respetadas, hombres de negocios y profesionales, y los delitos de la clase
baja compuesta por personas de bajo status socio-económico.
A Sutherland le gustaba ironizar sobre el valor explicativo de las teorías al uso sobre la delincuencia que quedaban
mudas ante el delito de cuello blanco. El concepto de delito de cuello blanco obligaba a todo un desplazamiento teórico para
explicar las raíces del delito. Sutherland agudizó particularmente sus críticas contra el determinismo biológico, el
individualismo extremo de psicólogos y psiquiatras, y también contralasexplicacioneseconómicasdel delito que tendían a
identificar el delito con la pobreza.
La fuerza del concepto de delito de cuello blanco creado por Sutherland no solo deriva de abrir todo un inmenso espacio
para la observación y la reflexión de la sociología criminal sino que también procede de invalidar para siempre las teorías
tradicionales del delito. En realidad el nuevo concepto de delito de cuello blanco es inseparable de la teoría también
elaborada por Sutherland sobre la asociación diferencial.
Delito de cuello blanco y asociación diferencial forman entre si una pareja dialéctica pues en este caso el
descubrimiento de un nuevo continente -un mundo delictivo oculto y desconocido- obligaba a remodelar el mapa general y por
tanto las teorías explicativas de la delincuencia.
La teoría de la asociación diferencial
En la 3ª edición de los Principios de CriminologíaSutherland desarrollaba su teoría de la asociación diferencial, una
teoría que,venía exigida por la ruptura operada en el campo de la sociología del delito por el concepto de delito de
cuello blanco. Las teorías lombrosianas del delincuente nato, las explicaciones psicológico-psiquiátricas sobre los tipos
criminales, la aplicación de test mentales a los reclusos, así como de la identificación del mundo del delito con el mundo de
la pobreza, junto con las políticas de prevención basadas en la eugenesia, conocieron entonces un descrédito total.
Sutherland desplazó el crimen del callejón para introducirlo en los consejos de administración. Hay delincuentes pobres
pero los delincuentes pobres no son los únicos delincuentes. Las altas tasas de la delincuencia de cuello blanco se dan
precisamente en las zonas residenciales ajardinadas en donde viven los magnates de las grandes empresas
rodeados de un lujo ostentoso. En contrapartida áreas pobres de la ciudad pueden ser áreascon bajas tasas de
delincuencia como ocurre con las zonas de asentamiento de los inmigrantes chinos. En fin, las teorías psicológicas y de la
personalidad se habían mostrado además incapaces de explicar las razones de las bajas tasas de delincuencia femenina.
La teoría de la asociación diferencial es el resultado de aplicar el procedimiento de la inducción analítica que
Sutherland retomó de su discípulo Alfred R. Lindesmith. Los pasos a dar para la elaboración de la teoría eran los siguientes:
1. Se define el tipo de conductas que se quieren explicar, en este caso las conductas delincuentes.
2.Se formula una conjetura o hipótesis explicativa de este tipo de conductas.
3. Se estudia caso por caso a la luz de la hipótesis avanzada con el fin de proceder a la validación, rectificación o falsación de la
hipótesis de partida.
4. Si la hipótesis no da cuenta de los hechos debe ser a su vez modificada para explicar el caso negativo
5. Se repite este procedimiento de modificar la hipótesis hasta que se logra la certeza práctica de que se ha establecido
una teoríaexplicativa válida. En el caso de Sutherland el resultado fue la teoría de la asociación diferencial.
En la primera versión de la teoría esta se resumía en siete proposiciones que se convirtieron en nueve. Las
proposiciones son las siguientes:
1. El comportamiento criminal se aprende.
2. El comportamiento criminal se aprende en contacto con otras personas mediante un proceso de comunicación.
3. El comportamiento criminal se aprende sobre todo en el interior de un grupo restringido de relaciones personales.
4. Cuando se ha adquirido la formación criminal ésta comprende: a) la enseñanza de técnicas para cometer infracciones que
son unas veces muy complejas y otras veces muy simples, b) la orientación de móviles, de tendencias impulsivas, de
razonamientos y de actitudes.
5. La orientación de los móviles y de las tendencias impulsivas está en función de la interpretación favorable o desfavorable de las
disposiciones legales.
6. Un individuo se convierte en delincuente cuando las interpretaciones desfavorables relativas a la ley prevalecen sobre las
interpretaciones favorables.
7. Las asociaciones diferenciales pueden variar en lo relativo a la frecuencia, la duración, la anterioridad y la
intensidad.
8. La formación criminal mediante la asociación con modelos criminales oanti criminales pone en juego los
mismos mecanismos que los que se ven implicados en cualquier otra formación.
9. Mientras que el comportamiento criminal es la manifestación de un conjunto de necesidades y de valores, no se explica por
esas necesidades y esos valores puesto que el comportamiento no criminal es la expresión de las mismas
necesidades y de los mismos valores.
Y concluyeSutherlandestasproposicionescon elsiguientecomentario:
El postulado sobre el que reposa esta teoría, independientemente de cómo se la denomine, es que la criminalidad está
en función de la organización social, es la expresión de la organización social. Un grupo puede estar organizado bien para
favorecer la eclosión del comportamiento criminal, bien para oponerse a ese comportamiento. La mayor parte de los
grupos son ambivalentes, y las tasas de la criminalidad son la expresión de una organización diferencial de grupo. La
organización diferencial del grupo, en tanto que explicación de las variaciones de las tasas de criminalidad, corresponde
a la explicación por la teoría de la asociación diferencial del proceso mediante el cual los individuos se convierten en
criminales (22). Para el sociólogo norteamericano una persona accede al comportamiento delictivo porque mediante
su asociación con otros, principalmente en el seno de un grupo de conocidos íntimos, el número de opiniones favorables a la
violación de la ley es claramente superior al número de opiniones desfavorables a la violación de la ley.
La teoría de la asociación diferencial, al sustituir el concepto de desorganización social, sobre el que reposa una buena
parte de la sociología de Chicago, por el de organización social diferencial, abría la vía al estudio de los valores, las culturas y
subculturas en conflicto. A partir de entonces ya era posible preguntarse ¿quién impone las reglas y en beneficio de quiénes?
Pero a la vez, en la medida en que se trataba de una teoría sociológica fue leída, en lo que se refiere a las políticas
de prevención de la delincuencia y a las políticas de reinserción, como un sistema de referencia para una forma
compleja de intervención social comunitaria.
La réplica de Sutherlandse basa en la impunidadde la que gozan los ladrones profesionales: delincuente es quien transgrede
las leyes, sea objeto o no el transgresor de procedimientos posteriores de condena. Sutherland llegó a considerar
delincuentes no solo a los que atentan contra la letra de la ley sino también a quienes vulneran el espíritu de la ley
puesto de manifiesto por el legislador. Aún más, se podría afirmar que su trabajo científico sobre los delitos de cuello blanco
proporciona una información de primera mano a los jueces para condenar a los delincuentes de cuello blanco
ateniéndose no solo a los hechos, sino también al espíritu de la ley, a la reincidencia, y sobre todo al modus operandi.
Sutherland entendía que el excesivo juridicismo y garantizo en lo que se refiere a los delitos de cuello blanco lejos de
propiciar un sistema de defensa de los derechos cuídanos, como tantas veces se afirma, en realidad, lo que crea es una
doble balanza de la justicia: de un lado la balanza que penaliza sistemáticamente los delitos de los pobres y de otro la
que se muestra complaciente y condescendiente con los delitos de los ricos.
Los trabajos de Edwin Lemert sobre el falsificador de chequesmostraban que estos delincuentes profesionales
improvisan sus golpes, van con gran frecuencia a la cárcel y que por lo general actúan en solitario. Como
declaraba uno de estos falsificadores a Lemert de cada diez falsificadores de cheques nueve son lobos esteparios. Quienes
trabajan en bandas no son verdaderos falsificadores pues actúan por dinero.
La teoría de la asociación diferencial, que reposaba en la inducción analítica, parecía así derrumbarse ante la
imposibilidad de explicar la conducta del falsificador de cheques.La tesis de Lemert es que el arte de la falsificación
ha cambiado históricamente. La falsificación organizada parece haberse originado en Inglaterra, en el siglo XIX. Era un
arte complicado que exigía cooperación y división social del trabajo. El falsificador de cheques de mediados del siglo XX, por el
contrario, actúa solo, no se asocia con otros delincuentes. Procedentes de la clase media tradicional, o de la clase
alta, estos delincuentes se presentan a sí mismos como ovejas negras. Por otra parte parecen estar situados en una
especie de tierra de nadie, a medio camino entre los delincuentes profesionales y los delincuentes de cuello blanco,
como si se tratara de una especialidad a punto de desaparecer.
En todo caso en los años cincuenta la sociología de la desviación y la psicología del delincuente se tendieron a bifurcar en los
Estados Unidos: de un lado las teorías del control social, del otro las teorías psicológicas de la delincuencia basadas en
factores de personalidad. La propia teoría de la asociación diferencial se vio también atrapada en esta dinámica
contradictoria, de modo que mientras que los análisis marxistas procedían a una lectura en términos de lucha de clases
ycrímenes de los poderosos en el otro polo se produjeron lecturas psicosociológica.
En realidad diluida en la globalidad de la estructura social o reducida a procesos de subjetivación la teoría de
Sutherland se vio de hecho reconducida hacia otras posiciones o reducida al silencio. Con la guerra fría comenzaban unos años
de plomo en los que se produjo la gran ofensiva del McCarthysmo. El Comité de Actividades Antinorteamericanas
iniciaba la caza de brujas.
Sutherland, a pesar de su lenguaje prudente y meditado, pasaba por ser un radical que efectivamente arremetía contra las
injusticias de las agencias oficiales de la justicia. Su concepción de la justicia no coincidía puntualmente con las leyes
y menos aún con los procedimientos penales, de modo que su teoría parecía demasiado crítica como para ser
socialmente asumida en un clima político militarizado y atravesado por la dialéctica infernal del amigo y el enemigo.
Foucault, a diferencia de Sutherland que puso entre paréntesis los procesos históricos, pudo ir más lejos en el análisis pues
llevó a cabo una investigación de genealogía del poder, un trabajo de sociología histórica sobre la prisión en el que puso de
manifiesto la disimetría de clase con la que operan la ley y las agencias judiciales. La prisión contribuye a hacer visible y
útil un tipo de ilegalismo, los ilegalismos populares, y a mantener en la sombra lo que se debe o se quiere tolerar: el tráfico
de armas, el tráfico de drogas, la evasión deimpuestos, y otros crímenes de los poderosos. Aún más, desde las
cumbres borrascosas, desde las heladas cimas del poder y la gloria, la delincuencia común, que tanto las prisiones como
determinadas teorías de la delincuencia tienden a convertir en un pleonasmo de la delincuencia, se ve
instrumentalizada de forma que los delincuentes profesionalizados por las cárceles pasan a engrosar las listas de esa
población de agentes que corren riesgos y están expuestos a ser detenidos por trabajar al servicio de los ilegalismos
de los grupos dominantes. Era preciso que en los años ochenta irrumpiese con fuerza la marejada neoliberal para que los
llamados delitos económicos pasasen a ocupar el primer plano de la escena social, y para que los discípulos de Sutherland
sintiesen la necesidad de reeditar la versión íntegra, no censurada, de El delito de cuello blanco.
Delitos de máxima peligrosidad
Los delitos comunes y los delitos de cuello blanco son objeto de un tratamiento procesal distinto, y también de un
diferente tratamiento policial y penitenciario. Las redes del control social se tejen en una trama densa para luchar
contra los delitos comunes, pero las tramas se agigantan para dejar impunes los delitos de los delincuentes de cuello
blanco.
La vieja dialéctica entre liberalismo y socialismo parece en la actualidad estar llegando a su fin. La pérdida de
fundamento del ascetismo intramundano de carácter liberal así como el abandono de la moral socialista de la solidaridad
condujo finalmente a la lógica del sálvese el que pueda.

Rituales de la impunidad
Gracias a los trabajos de Sutherland, y a los estudios realizados por sus continuadores, conocemos mejor la mecánica
que facilita la impunidad de los delincuentes de cuello blanco. Los grandes procesos de estos delincuentes presentan la
apariencia de la singularidad que les otorga el prestigio social del acusado pero en realidad no pueden ser más
repetitivos y rituales.
En un primer momento el presunto delincuente, cuando se produce la orden de detención, se declara inocente y víctima
de una maquinación. Como se creen situados en el centro del mundo confunden su caída con la caída del mundo. Unos,
los más débiles, formulan en voz alta el chantaje: si me detienen tiraré de la manta. Otros, los que cuentan con más apoyos,
guardan un significativo silencio. Saben que sus amigos no cesan de actuar en la sombra. Esto les da fuerzas para
proclamar ante el juez su inocencia
Los socios del presunto delincuente, los miembros de la asociación diferencial, tratan por todos los medios de informarse
sobre cómo está la situación y de ponerse también a buen recaudo. La caída de un pez gordo es como una revolución en
un hormiguero. Significa que las reglas del juego se han alterado, que ha cambiado de signo el clima de bonanza del que
gozaba uno de los socios y por tanto que ya nadie está a salvo de las tormentas. Como medida preventiva los socios
más próximos proceden al cambio de titularidad de sus bienes o a hipotecarlos - a no ser que cuenten con la cobertura de
una fundación inembargable
La manifiesta intervención de delincuentes comunes en los delitos de cuello blanco es un buen indicador de la extrema
gravedad de los delitos cometidos. Los delincuentes especializados en el mundo de los negocios son muy conscientes
de que únicamente cabe recurrir a esta medida extrema en situaciones muy desesperadas y casi siempre para hacer
desaparecer papeles y pruebas comprometedoras.
La cárcel, esa institución punitiva por antonomasia para las clases populares, estigmatiza, desvaloriza las alegaciones,
marca con la infamia al reo, y tiñe todo el proceso de verdadera criminalidad. Por esto el objetivo fundamental de
familiares, abogados, y allegados del acusado, es hacer salir al delincuente "honrado" de la cárcel cuanto antes, aunque
para ello sea preciso echar mano, como los magos, de una chistera .
Una de las estrategias más socorridas de los abogados de los delincuentes elegantes es proceder a la inundación
documental de los juzgados señalando falsas pistas, abriendo nuevos frentes y nuevas alegaciones. Las ramificaciones
internacionales pueden ser en este sentido muy útiles. Se trata de hacer aún más complejos los delitos y aún más difusos sus
efectos, aunque para ello haya que recurrir a la incomparecencia de los testigos, a dilaciones, pruebas falsas, cambio
de manos del sumario, traslados de jueces y fiscales, y, en fin, a los incontables e inconfesables medios para lograr
archivar la causa.
Decía Michel Foucault, -quien en Vigilar y castigar mostró cómo las cárceles permiten entre otras cosas regular de
forma diferenciada los ilegalismos populares de los ilegalismos de las clases altas-, que la complejidad del aparato
judicial, la parafernalia que rodea al tribunal en el acto de juzgar, la teatralidad de los estrados, no tiene tanto por objeto
probar la inocencia o culpabilidad del reo cuanto mostrar la inocencia del propio tribunal. La elevada impunidad de la que
aún hoy siguen gozando los delincuentes de cuello blanco parece confirmar su opinión Es como si estos chorizos de las altas
finanzas extrajesen de las tarjetas de crédito y de sus tarjetas de visita su inocencia. Algo funciona mal en nuestro sistema
judicial cuando la justicia resulta estar tan divergente y distante del derecho. Sin embargo cualquier gobierno, en un
sistema de democracia representativa, durante el tiempo en que ocupe el poder, tiene la obligación moral de atajar los delitos
de cuello blanco, los crímenes de máxima peligrosidad social, ya que lo que está en juego en esta lucha por la
justicia es la legitimidad misma del Estado de derecho (31).
El sociólogo, investigador de verdades ocultas
La obra de Edwin H. Sutherland, determina una sociología crítica al servicio de una sociedad democrática. El concepto de
delito de cuello blanco significa un punto de no retorno, un camino parcialmente trillado por el que podemos avanzar para
detectar las debilidades de la justicia y ponerles remedio, un camino por tanto que permite avanzar hacia sociedades más justas.
No es extraño que la sociología criminal, pese a su capacidad analítica y explicativa, y pese a las posibilidades que
abre al cambio social e institucional, tienda a ser sustituida por la psicología jurídica y/o la filosofía del derecho,
saberes mucho más acomodaticios e instrumentalizarles.
El trabajo de investigación sociológica es la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y no sería una
aventura si no le ocurriera al hombre adecuado para las aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno,
pero que le pertenece por derecho propio, porque pertenece al mundo en que vive. Si hubiera bastantes hombres
como él, creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como
para que no valiera la pena habitar en él.

EL DELITO DE CUELLO BLANCO - ALVAREZ URIA.


Escrito por Autor Edwin H. Sutherland
LA ESCUELA DE CHICAGO Y EL ESTUDIO SOCIOLOGICO DEL DELITO. AÑOS 1910 Y 1940
 Comienzan a romper con el positivismo criminológico que explicaba el delito por un comportamiento Individual del
criminal.
 Comienzan a utilizar la palabra “ecología”, invitaba a pensar a la ciudad como un “habitar”, donde las especies o sea los
integrantes se desenvuelven de manera simbiótica y conflictiva.
 Presuponen una visión monista de la sociedad, estableciendo un único patrón normativo.
¿Quién es el autor de un delincuente de cuello blanco?
Persona con respetabilidad y alto status socioeconómico, que quebranta las leyes destinadas a regular sus actividades
profesionales.
Estas normas legales incluyen, además de determinadas secciones del código penal, las siguientes regulaciones del gobierno
federal y otras leyes análogas de diversos Estados: la ley antitrust, la ley de la Comisión federal de Comercio, la ley de la Omisión
de Comercio entre Estados, la ley de la Comisión de Cambios y Valores, a ley Nacional de Relaciones Laborales, las leyes que
regulan la publicidad, patentes, marcas registradas y derechos de autor, y algunas de las regulaciones especiales para tiempos
de guerra.
De las diferencias que se dan de una persona que comete un delito de cuello blanco de la persona con un status socioeconómico
bajo que quebranta la ley penal habitual o las normas específicas de comercio que le afectan; asi como también la persona que
posee un alto nivel socioeconómico que incumple con las normas establecidas por el código penal habitual, en ámbitos que no
tienen relación alguna con sus ocupaciones profesionales, así como cuando esta que comete delitos, tales como el asesinato o el
adulterio, o actos delictivos que vallan más allá de sus ocupaciones profesionales, queda excluida del grupo de los delincuentes
de cuello blanco, ya que no se diferencian fundamentalmente, en ningún aspecto significativo, de la persona con status
socioeconómico bajo que comete actos ilícitos.
La conjetura en la que se funda este concepto de delito de cuello blanco es que este delito se diferencia de tal forma en el cual se
hace efectiva la ley, pero es afín con ellos en el proceso genético que causa la conducta delictiva.
Toda una cadena de cuestiones se originan en relación con este concepto de delito de cuello blanco: ¿Es el delito de cuello blanco
realmente delito?, ¿En qué sentido se puede decir que el delito de cuello blanco difiere de los otros delitos y cómo se explican
estas diferencias? ¿Qué dimensiones adquiere? ¿Qué implicaciones se derivan del delito de cuello blanco para las teorías de la
conducta delincuente? Proporcionaré a continuación una respuesta a estas preguntas.
1. El delito de cuello blanco es realmente delito.
Las normas que definen esta conducta responden a los dos criterios propios de las leyes penales a los que se alude generalmente
para diferenciar la ley penal de otro tipo de leyes; y, más concretamente, esos criterios consisten en la definición legal de un acto
como un acto socialmente perjudicial, y en la provisión legal de una pena para dicho acto. Que la conducta es definida como
socialmente perjudicial se pone de notorio en las propias palabras que se utilizan en las leyes tales como delito, ofensa, injusticia,
discriminación e infracción. La conducta es definida como socialmente nociva se encuentra en los debates legislativos y en otras
circunstancias de la aplicación de las normas legales. Esto evidencia que las leyes se promulgaron para proteger a competidores,
clientes, inversores, inventores, asalariados, y a otra gente de los daños y perjuicios, y también para proteger al sistema de libre
empresa y a otras instituciones sociales.
Se podría decir que los objetivos generales de esta serie especial de regulaciones comerciales coinciden con los objetivos
generales del código penal, estas regulaciones no son arbitraria, entendiendo por arbitrarias. Las regulaciones especiales de
comercio son adaptaciones de los principios del código penal y de la ley común a las modernas condiciones sociales. Las leyes
relativas a la publicidad son adaptaciones de la ley común sobre el fraude; abusos son adaptaciones de la ley común relativas al
latrocinio; La prohibición de interferir en los convenios colectivos establecida por la ley Nacional de Relaciones Laborales se
sustenta en la misma lógica que las prohibiciones de la ley común que castigan la interferencia en la libertad sirviéndose del
encarcelamiento falso y de la extorsión. El segundo criterio de la ley penal es la sanción penal, y lo encontramos en todas las
leyes que estamos sometiendo a consideración, si bien, como presentaremos con mayor precisión más adelante, la sanción penal
en la mayor parte de estas regulaciones comerciales se encuentra como en el trasfondo. Con frecuencia se plantea la objeción de
que estas leyes no son leyes penales pues no requieren que la tentativa criminal sea demostrada. Esta respuesta no está
justificada puesto que el intento criminal no es requerido en todas las secciones del código penal habitual, y además el número de
excepciones a esta pretensión está continuamente ascendiendo. Este requerimiento de probar la intención delictiva se explica, en
parte, por la tendencia a evitar los métodos punitivos y en parte, por la creciente dificultad de probar la intención delictiva en la
cada vez más compleja vida social de los tiempos modernos y por último por el desarrollo en el interior de la ley de una psicología
cada vez más conductista que tiende a sustituir a la psicología mentalista y hedonista de las primeras generaciones.
El delito de cuello blanco es realmente delito en el sentido de que, es una violación de leyes que poseen la característica general
de las leyes penales, sin embargo no todas las acciones comprendidas bajo estas leyes tienen que ver con el comportamiento
criminal. La Comisión de Comercio entre Estados brinda la mayor parte a hacer porcentajes y la Comisión de Cambios y Valores
se dedica a la evaluación de planes de financiación. Mientras tanto algunos de los conflictos relacionados con estas leyes,
especialmente los que se refieren a patentes, no suscitan cuestiones relativas a la criminalidad.
2. Las leyes que definen el delito de cuello blanco se aplican específicamente de un modo muy distinto al del código penal.
Las personas acusadas por delitos de cuello blanco rara vez son detenidas y pocas veces son conducidas ante los tribunales de
justicia o ingresan a cárcel. Por el contrario son convocadas a presentarse ante una comisión, o un tribunal que se rige por el
código civil, o por una jurisdicción de equidad; cuando se hacen públicas las decisiones contra ellos, las decisiones adoptan
frecuentemente la forma de interdictos.
Estas diferenciaciones en los procedimientos para preservar a la sociedad de los riesgos sociales tienen como función la
disminución o la exclusión del estigma del delito. Un análisis de la Ley Sherman contra los trusts proyectará más luz sobre esta
interpretación. Esta ley se aprobó en el Congreso en 1890 con un solo voto en contra y fue el resultado de múltiples expresiones
de antagonismo contra los trusts que se habían desarrollado durante la década precedente. Los trusts producían un gran daño a
sus competidores, elevaban los precios a los consumidores, y como resultado de una concentración de riqueza y poder ponían en
peligro el sistema de libre empresa y la institución de la democracia. El Congreso se vio obligado a actuar para proteger a la
sociedad norteamericana de este peligro. La ley Sherman antitrust declaró que restringir el comercio constituí a un delito y dispuso
una pena de multa o de cárcel para este delito. Así pues esta ley antitrust era sin ninguna duda una ley criminal. La única
característica de esta ley, en contraste con las leyes criminales precedentes, fue que no se redujo a la definición de la conducta
socialmente lesiva ni a disponer una pena, sino que fue más allá, hasta el punto de autorizar dos procedimientos en tanto que
alternativas a la persecución bajo la jurisdicción criminal.
En primer lugar, se autorizaba al fiscal general a solicitar un tribunal de equidad para formular un interdicto contra la persona o
corporación que se consideraba que había restringido el comercio; una violación de este interdicto era punible como desacato al
juez con una multa o con la cárcel. Este procedimiento de equidad era un recurso diferente de la ley anterior que establecía que,
que excepto en un caso de emergencia, un interdicto no podía utilizarse para hacer cumplir la ley criminal. En la Ley Sherman
antitrust fue autorizado el uso del interdicto para hacer cumplir la ley criminal, y esta modificación de la ley para adaptarla a
personas de elevado estatus socioeconómico puede ser vista como una iniciativa legal.
Como segundo punto, las personas que resultaban lesionadas por la violación de la Ley Antitrust estaban autorizadas a demandar
por daños y perjuicios ante un tribunal, y los daños reconocidos por sentencia, en el caso que el demandante la admitiere, se creía
por ley que equivalían al triple de los daños sufrido. Estos daños estaban destinados a reparar la injuria que se había producido,
pero el aspecto punitivo de la sentencia quedaba oculto bajo la forma de los daños. Estos procedimientos alternativos únicamente
podían ser utilizados si se manifestaba que la ley antitrust había sido violada y por definición, por lo que constituía un delito.
Por lo consiguiente la violación era considerada un delito tanto si la decisión estaba bajo una jurisdicción criminal, civil o de
equidad. La ley penal no se funda en el procedimiento usado en un caso específico, sino que es utilizado como un procedimiento
potencial: un ladrón no es menos ladrón cuando está bajo libertad vigilada que cuando es enviado a prisión.
La ley antitrust se convirtió en un precedente a la hora de formular regulaciones comerciales en las últimas décadas. En la mayor
parte de los casos el castigo no salió a la luz pública y de este modo se evitó el estigma del delito. Este objetivo de no dar
publicidad a la pena tuvo su fundamento en la aplicación de las penas de los tribunales de menores, pero sin embargo no se
aplicó de una forma tan estricta en el caso de los delincuentes juveniles como de los delincuentes de cuello blanco. Pese a la
jurisdicción formal y a la terminología legal, el delincuente juvenil continúa siendo visto por las personas como un delincuente; así
mismo los criminólogos han perfeccionado la mayor parte de sus teorías sobre el delito a partir del estudio de delincuentes
juveniles. Por otra parte, en general las personas extrañamente ve a los hombres de negocios en especial a funcionarios públicos,
que violan las leyes comerciales como delincuentes.

3. La diferente aplicación de las leyes que se refieren a los criminales de cuello blanco se explica fundamentalmente por el
elevado estatus socioeconómico de estos delincuentes.
Este hecho manifiesta que, mientras el 71% de las decisiones de las leyes antitrust contra los sindicatos, en el periodo que va de
1890 a1929, fueron adoptadas por la jurisdicción criminal, únicamente el 27% de decisiones similares contra las empresas
comerciales provinieron de la jurisdicción criminal. La ley autoriza, y las agencias administrativa y judicial recurren a estos
procedimientos diferentes, cuando tienen que vérselas con los negociantes, y esto se produce también por el miedo a las
represalias de los poderosos grupos de negocios, pero principalmente por la admiración y por la confianza que rinden a los
hombres de negocios. Los legisladores han creído que estas violaciones cesarían cuando llamasen la atención de estas personas
respetables, ya que estas personas no responden al ‘criminal tipo’ y no deben ser tratadas como delincuentes. La experiencia ha
demostrado que los delincuentes de cuello blanco muestran una tasa mucho más alta de reincidencia que otros delincuentes. La
promulgación de la ley antitrust no sirvió para detener las restricciones al comercio, sino que la tendencia hacia el monopolio
quizás se incrementó a partir del momento en que esta conducta fue definida como criminal.
El alto esta status de los negociantes no es el único elemento diferencial en la aplicación de la ley. Un segundo componente es la
falta de apoyo de las leyes debido a las costumbres, ya que en parte estas normas son recientes, y en parte el control de las
agencias de comunicación pública está en las manos de los hombres de negocios que violan las leyes. Un tercer componente a
tener en cuenta es la tendencia hacia métodos no punitivos de control social en las familias, la escuela, la iglesia y el Estado. La
dependencia de métodos no punitivos es mayor en todas las áreas del delito si se las compara con generaciones anteriores, y
relativamente mucho mayor en el caso del delito de cuello blanco que en otros ámbitos delictivos.

4. delito de cuello blanco, tal como ha sido definido, actualmente está muy presente en la sociedad norteamericana, como
se ha puesto de manifiesto por investigaciones del Congreso y por muchas áreas de los negocios, tales como empresas de
servicios públicos, banca, seguros, bienes raíces, manufacturas y mercancías.
Las investigaciones de la última centuria han puesto al corriente a los norteamericanos sobre los barones ladrones de este
periodo; las investigaciones más recientes muestran delincuentes con métodos más suaves pero cuyo respeto por la ley no es
mayor, ni cuya determinación para conseguir sus objetivos fuera de la ley es menor que la de los barones ladrones. Con el fin de
ofrecer datos más precisos de esta predominancia del delito de cuello blanco se han hecho investigaciones más determinadas; se
han explorado las colecciones de sentencias correspondientes a las 70 corporaciones industriales y comerciales más importantes
de Estados Unidos (excluyendo las empresas financieras, de servicios públicos y las petrolíferas). Estas sentencias se refieren a
las empresas principales y a las subsidiarias y abarcan la vida profesional de las empresas, durante una media de cuarenta años.
Dicho estudio muestran que cada una de estas 70 corporaciones ha violado las leyes enunciadas con anterioridad, como prueban
las decisiones de los tribunales o de las comisiones de justicia, en un rango que va de 1 a 40 decisiones adversas por corporación,
y en una media de 14 decisiones adversas por corporación. De este modo, de las 70 empresas, 58 han tenido 252 decisiones
adversas siendo acusadas de restringir el comercio; y en muchos casos las decisiones muestran que las empresas han
desarrollado una política ilegal a lo largo de toda su vida empresarial. Estas decisiones justifican la siguiente conclusión: las
grandes empresas, con pocas excepciones, se oponen a un sistema de libre competición y de libre mercado, sistema que intentan
sustituir mediante un sistema de colectivismo privado. Además, de las 70 corporaciones 44 han tenido 144 decisiones adversas de
la ley Nacional de Relaciones Laborales durante la década que siguió a la promulgación de esta ley, en 1935. Aproximadamente
las terceras de estas principales empresas se han opuesto a la negociación colectiva a tal grado que han violentado la ley para
evitar que fuese aplicada en sus industrias. En general, las sentencias demuestran que cada una de estas grandes empresas han
quebrantado estas regulaciones comerciales y que algunas lo han hecho continuamente. Las normas relativas al ‘criminal habitual’
de algunos Estados señalan la ley de tres o cuatro condenas previas como criterio para establecer una separación entre los
delincuentes habituales y los ocasionales.
Si se recurre a este criterio aproximadamente las tres cuartas partes de estas grandes corporaciones son delincuentes habituales
de cuello blanco.

5. Si las primeras definiciones de delito de cuello blanco y los argumentos utilizados son justificados el concepto de delito de
cuello blanco tiene una gran relevancia desde el punto de vista de las teorías de la conducta delincuente, ya que llama la atención
hacia una amplia área de la conducta criminal que ha sido descuidada por los criminólogos.
Los criminólogos han puesto un gran énfasis en la pobreza y en patologías sociales y personales que habitualmente se asociaban
con ella. Los criminólogos han resaltado estos factores porque habían reducido sus estudios a criminales de las clases
socioeconómicas bajas y han basado, de este modo, sus teorías en una sesgada muestra de todos los criminales. Los
negociantes que violan las leyes raramente son pobres y raramente presentan patologías sociales y personales. La Compañía de
la General Motors no viola la ley debido a un complejo de Edipo, ni la General Electric lo hace porque es emocionalmente
inestable, la Anaconda Copper Company no viola las leyes porque tiene una sede en malas condiciones, ni la Armour & Company
porque su ’hogar’ está desestructurado, ni la Standard Oil porque carece de servicios recreativos, o cualquiera de ellas por una
causa relacionada con la escasez.
Si las patologías sociales y personales no explican la conducta de los delincuentes de cuello blanco, y presumiblemente tampoco
explican la conducta de otros criminales, teniendo en cuenta que los delincuentes de cuello blanco constituyen un tipo específico
que son el resultado de la manera cómo se aplica la ley. Las patologías sociales y personales de las clases delincuentes bajas
pueden ser accidentales.
El delito de cuello blanco y los otros delitos en términos de procesos que son comunes a ambos tipos de delitos. Estos factores
comunes han de buscarse en las ‘leyes del aprendizaje’ y en la organización social moderna, cuya especificidad radica en las
relaciones culturales. El termino delito de cuello blanco está justificado tiene también implicaciones desde el punto de vista del
tratamiento y la prevención de la conducta delincuente. La redistribución de la riqueza puede ser altamente deseable por otras
razones pero probablemente no sea un medio para controlar el crimen. Pero probablemente esto tendrá un reducido efecto en la
prevención del delito.
 Estos delitos son poco castigados, y que ellos generan un cierto sentimiento de admiración en la gente de bajos recursos
y educación.
 El análisis del fenomino de las mafias y de la criminalidad en el chicago de los años 20 brindaba mas que ejemplos de
criminales, como John torrio, denominado rey de los prostibujos, y la trata de blancas, que bien pasaba como un
caballero decente y ejemplar, de buenos modales y mejores apariencias, pero al mando de un negocio de corrupucion y
delito que le dio una posición de poder que heredara posteriormente el gánster mas conocido, al capone, uno de los
delicuentes mas feroces, que solo conocería la cárcel por la evasión fiscal y no por sus multiples crímenes.

LILA CAIMARI
CASTIGAR CIVILIZADAMENTE.
RASGOS DELA MODERNIZACION PUNITIVA EN LA ARGENTINA (1827-1930)
La argentina a mediados del siglo XIX era una sociedad que miraba con aspiraciones de introducirse dentro de las llamadas
Naciones civilizadas, en relación a la moderación de las penas y el principio de igualdad ante la ley que empezaban a
vislumbrarse en Europa y Estados Unidos.
La Constitución ya mostraba nociones de castigo moderado y la privación de la libertad como pena de referencia. La eliminación
de las torturas y azotes, así como la eliminación de pena de muerte por causas políticas. En la Argentina el castigo reflejaría la
aplicación justa e igualitaria de la ley.
Los intelectuales de la época y los apellidos ilustres debatían que modelo penal debía seguir la Argentina, las aguas estaban
divididas de sostener o no la pena de muerte como opción punitiva. Claro que dejaban la pena máxima a crímenes de extrema
violencia y premeditación, que de hecho era la opción de la mayoría de los Códigos penales Europeos.
Los contrarios a la pena de muerte sostenían, que debíamos salir de ese sistema inquisitorio que había traído España y que había
regido en nuestras tierras, y sostenían que el perfil de la sociedad futura la imaginaban lo suficientemente sofisticada para
rechazar la sed de venganza como fundamento de su futuro sistema penal y que les permitiera inscribirse en un movimiento
reformista de escala universal.
Había personas como Avellaneda, que se oponían a la pena máxima sosteniendo que era inútil, en vez de colgarlo y que
abandonara la tierra, ya que si de igual forma lo llevaban a una casa de corrección pasaba de dejar de ser no útil a útil a sí mismo,
a su familia a su patria. Para estos la privación de la libertad tenía el atractivo de adaptarse proporcionalmente agregando o
quitando años de acuerdo a la proporcionalidad del delito.
La prisión se constituyó con el tiempo en el castigo de referencia. Entre 1870 y 1890 se fueron definiendo sus características,
copiándose de los modelos inglés y norteamericano.
La Penitenciaria Nacional inaugurada en 1877 vislumbro esa idea de modernización penal Argentina. Un edificio radial, cercano a
la ciudad de Buenos Aires, representaba a la vista de la sociedad el triunfo de la modernidad disciplinaria y manifestó un símbolo
de poder del Estado que se estaba formando.
El positivismo de fin de siglo introduciría una profunda renovación conceptual del proyecto disciplinario. Estos llegaron con teorías
que desplazaban del centro de atención del delito al delincuente. Los criminólogos veían en las prisiones sus propios laboratorios
de observación individualizada. Millares de penados fueron sometidos a escrutinios de la criminología, que de la acumulación de
datos, buscaban establecer cadenas etiológicas capaces de establecer la definición de tipos de transgresores.
La incorporación de criminólogos a la prisión, revelo las diferencias entre el proyecto de prisión-fabrica del penitenciarismo y el de
prisión-laboratorio de la criminología.
El panorama general de la renovación del sistema penitenciario de comienzos del siglo XX indica que los cambios que
modernizarían, solo fueron para algunas instituciones estrellas, dejando a la mayoría de las demás dentro de los parámetros
prepenitenciarios y precientificos.
De esta manera, el avance de la investigación sobre las ideas y prácticas del castigo en Argentina, que ha expandido de forma
saludable los interrogantes sobre el proyecto modernizador. Quiere decir que esa historia no se limita a la del dispositivo
conceptual e institucional penitenciario criminológico.
La cantidad de datos empíricos que contradicen la hipótesis de la introducción lineal de ese modelo conceptual y de su inserción
completa en el aparato estatal, se han incorporados dudas en relación a la hipótesis complementaria de la normalización del
castigo del Estado en el seno de la sociedad.

FOUCAULT – VIGILAR Y CASTIGAR


LO CARCELARIO
El autor nos habla del sistema carcelario de Mettray en 1840.
Este lugar donde la forma disciplinaria se imponía en el estado más intenso. El modelo en el que se concentran todas las
tecnologías coercitivas del comportamiento. En el lugar hay 5 modelos (el de familia, el del ejército, el del taller, el de escuela, el
judicial). Todos estos disponían de un orden jerárquico y cada uno cumplía una función específica para el detenido.
La menor desobediencia tiene su castigo y el mejor medio para evitar los delitos graves es castigar muy severamente las
faltasmás ligeras.
El principal de los castigos es el encierro en celda, porque el aislamiento es el mejor medio para obrar sobre la moral de un niño.
Los jefes son un poco jueces, maestros, profesores, es decir tienen que fabricar cuerpos dóciles y capaces. Controlan el trabajo
diario, los ejercicios físicos, desfiles, acostarse, levantarse, inspeccionan la limpieza.
A la entrada el niño es sometido a un interrogatorio, donde se averigua todo sobre él, su familia, sus delitos. Esto se inscribe en un
cuadro y ahí anotan todo lo concerniente al colono.
Se modela el cuerpo de buenos agricultores vigoroso y hábil, se fabrican individuos sumisos
Doble efecto de esta técnica disciplinaria que se ejerce sobre los cuerpos: un "alma" que conocer y una sujeción que mantener.
Un resultado autentifica este trabajo de encauzamiento de la conducta en 1848.
Los directivos vivían lo más cerca posible de los colonos; no se separaban de ellos prácticamente jamás, vigilándolos noche y día,
y constituían entre ellos un sistema de observación permanente.
El elemento esencial de su programa era someter a los directivos futuros a los mismos aprendizajes y a las mismas coerciones
que a los propios detenidos: estaban "sometidos como alumnos a la disciplina que como profesores habrían de imponer más
tarde". Se les enseñaba el arte de las relaciones de poder.
Primera escuela normal de la disciplina pura: lo "penitenciario" una técnica que se aprende, se trasmite y obedece a unas normas
generales. La práctica que normaliza por fuerza la conducta de los indisciplinados o los peligrosos, puede ser, a su vez, por una
elaboración técnica y una reflexión racional, "normalizada". La técnica disciplinaria se convierte en una "disciplina" que también
tiene su escuela.
En esta época el acta de nacimiento de la psicología científica. El bautismo de un nuevo tipo de control a la vez conocimiento y
poder sobre los individuos que resisten a la normalización disciplinaria.
La aparición de estos profesionales de la disciplina, de la normalidad y del sometimiento. Los controles de normalidad se hallan
fuertemente enmarcados por una medicina o una psiquiatría que les garantizaban una forma de "cientificidad"; estaban apoyados
en un aparato judicial que, de manera directa o indirecta, les aportaba su garantía legal.
Se ha visto que la prisión trasformaba, en la justicia penal, el procedimiento punitivo en técnica penitenciaria.
El encarcelamiento con sus mecanismos de vigilancia y de castigo funciona por el contrario según un principio de relativa
continuidad. Continuidad de los criterios y de los mecanismos punitivos que a partir de la simple desviación hacen
progresivamente más pesada la regla y agravan la sanción. que, sin arbitrariedad, pero según los términos de reglamentos, por
vía de atestiguación y de medida jerarquizan, diferencian, sancionan, castigan, y conducen poco a poco de la sanción de las
desviaciones al castigo de los crímenes
Pero el efecto más importante quizá del sistema carcelario y de su extensión mucho más allá de la prisión legal, es que logra
volver natural y legítimo el poder de castigar, y rebajar al menos el umbral de tolerancia a la penalidad. Tiende a borrar lo que
puede haber de exorbitante en el ejercicio del castigo.
Con esta nueva economía del poder, el sistema carcelario que es su instrumento de base ha hecho valer una nueva forma de
"ley": un conjunto mixto de legalidad y de naturaleza, de prescripción y de constitución, la norma, cada vez más una dificultad de
juzgar, y como una vergüenza en condenar. Revela el hecho mayor de que el poder que ejercen ha sido "desnaturalizado"; que se
halla realmente a cierto nivel regido por las leyes, y que a otro, y más fundamental, funciona como un poder normativo; es la
economía del poder que ejercen, y no la de sus escrúpulos o de su humanismo, la que les hace formular veredictos "terapéuticos",
y decidir encarcelamientos "readaptadores”
No se trata de decir que de la prisión hayan salido las ciencias humanas. Pero si han podido formarse y producir en la episteme
todos los efectos de trastorno que conocemos, es porque han sido llevadas por una modalidad específica y nueva de poder:
determinada política del cuerpo, determinada manera de hacer dócil y útil la acumulación de los hombres.
Hay un hecho característico: cuando se trata de modificar el régimen del encarcelamiento, el bloqueo no viene de la sola
institución judicial; lo que resiste no es la prisiónsanción penal, sino la prisión con todas sus determinaciones, vínculos y efectos
extrajudiciales; es la prisión, relevo en una red general de las disciplinas y de las vigilancias; la prisión, tal como funciona en un
régimen panóptico.
En medio de todos estos dispositivos de normalización que se van estrechando, la especificidad de la prisión y su papel de juntura
pierden parte de su razón de ser.
la prisión no está sola, sino ligada a toda una serie de otros dispositivos "carcelarios", que son en apariencia muy distintos —ya
que están destinados a aliviar, a curar, a socorrer—, pero que tienden todos como ella a ejercer un poder de normalización Que
estos dispositivos se aplican no sobre las trasgresiones respecto de una ley "central", sino en torno del aparato de producción —el
"comercio" y la "industria"—, una verdadera multiplicidad de ilegalismos con su diversidad de índole y de origen, su papel
específico en el provecho y la suerte diferente que les procuran los mecanismos punitivos.

LA MALA VIDA EN BUENOS AIRES


La manifestación de la mala vida en los grandes centros de población, lleva en si el sello de las circunstancias ambientes sean de
orden telúrico o social, al punto que en cada uno de ellos puede afirmarse que en cada uno de aquellos hay una cuestión penal.
Las condiciones en que cada fenómeno social se produce son las que determinan en cuanto a su forma y en cuanto a su
actividad; y sin desconocer en la producción del fenómeno que se llama delito la intervención de los factores materiales, puede
decirse que cada grupo social encausara en diverso sentido la conducta de los individuos que lo forman, según sean las
circunstancias que ofrezca al desarrollo de los sentimientos individuales.
Ocurre en el delito análogo a lo que se ha comprobado respecto del genio y la locura. Si estos estudios patológicos se producen
como consecuencia de estados sociales determinados; Si la estadística de la locura revela su progresión paralela con la de
influencias sociales bien caracterizadas, como lo hace notar Tarde.
Tarde: Si en la producción de los hombres sabios media un cúmulo de circunstancias de orden moral y social que prevalecen
sobre la orden material, no hay razón alguna para dudar de la dependencia del delito a las causas Sociales, por otra parte nadie
discute, pero es conveniente hacer notar en un trabajo de esta índole, en que el fenómeno aludido va a ser estudiado como
manifestación euténica de un pueblo.
Mala vida en Buenos Aires: Formada por sujetos que viven parasitariamnete delinquiendo o llegando a las fronteras del crimen
para allí detenerse y ejercer todas las malas artes propias de la canallada que se dedican a la prostitucion en sus mas soeces
manifestaciones y en sus tendencias heterosexuales y homosexuales, que no tienen otro oficio que la mendicidad, por una
repugnancia marcada a toda labor honesta.
La mala vida es una modalidad de su sociología, que implica la existencia de individuos que están desvinculados del organismo
social, y emplean para ello todos los medios reprobados por la ley y la conciencia.
Millones de habitantes de una ciudad capital implica el aumento diario y considerable del ejercito de los proletarios y como
consecuencia los conflictos entre el capital y el trabajo y cuya solucion suele buscarse en los mas descabellados excesos a que
generalmente arriban una y otra parte litigante.
Los periodos de huelga son fecundos en hechos delictuosos de todo genero, especialmente delitos de sangre y atentados a la
autoridad, a la que con la inconsciencia propia de su ignorancia el trabajador considera como la unica culpable de su situación
miserable.

Garofalo. La criminología
En este texto podemos ver cómo el autor compara la acción delictual con las costumbres en los tiempos de la antigüedad, ya sea
los homicidios por cobro de venganza, los homicidios por probar quien es más fuerte o por brujería, habla de los sentimientos
altruistas en el accionar criminal, dónde por egoísmo o tomar posesión de un objeto o persona se causa daño a los mismos,
explicando que no es lo mismo el adulterio que un robo o el producir daño solo por producirlo a otras personas, habla de la falta de
piedad. Encuadra los delitos en distintas clasificaciones aunque da más importancia a los delitos dónde se causa un daño físico.
En una palabra lo que no es más que la violación a un derecho lo que no lastima el sentimiento de piedad ni de probidad no puede
ser considerado como un crimen por la opinión pública, estos son los sentimientos que se hieren con la bigamia y con las falsas
condiciones que se atribuye un aventurero para conseguir penetrar en una flia honrada y lo que tendría que ser considerado como
un crimen no lo es. Existen delitos que se llaman políticos y son considersfos políticos hasta para nosotros mismos, por ejemplo el
atentar contra la vida del jefe de estado o de un funcionario de gobierno la explosión de una mina o de una bomba para infundir y l
terror a una población etc.
En cierto caso poco importante que sea un delito político cuando atenta contra el sentimiento de humanidad. ¿Se ha matado o
querido matar fuera del caso de guerra o de defensa legítima? Pues por solo ese hecho se es criminal.
El delito existe con independencia de la pasión que lo ha provocado, existe solo por el hecho de la violación de los sentimientos de
piedad y probidad, ambos sentimientos altruistas elementales. Por ejemplo el delito político no es considerado tal sino hiere los
sentimientos morales de la comunidad, por más que sea un delito punible natural.
En una sociedad civilizada contemporánea carácter criminal es decir, el que da q los delincuentes el calificativo de malechores se
reserva tan solo para los hechos que contienen un elemento de crueldad o de improbidad, porque estos son los que ofenden los
sentimientos en que se funda esencialmente la moralidad de un pueblo moderno.
Por eso la primera categoría , la ofensa a los sentimientos de piedad y humanidad está en primer término , y Encuadra: los
ataques contra la vida de las personas y todo genero de acciones que tiendan a producirles un mal físico, como las heridas las
mutilaciones, los malos tratamientos entre padres e hijos, marido y mujer, las enfermedades voluntariamente provocadas, el
exceso de trabajo impuesto a niños o un trabajo especial que ponga en peligro su salud o impida su desarrollo corporal, después
los actos físicos que Producen un dolor al par físico y moral, como la violación de la libertad con un fin egoísta, ya sea la lujuria o
el deseo de riquezas, Co el estupro, el rapto, el secuestro, y por último los actos que por un hecho indirecto causan dolor moral,
como la calumnia, la injuria, la seducción de una doncella.
En segunda categoría la ofensa al sentimiento elemental de la probidad primer término los ataques violentos a la propiedad
individual, como el robó, el hurto, la devastación, el incendio, después los ataques físicos sin violencia pero con abuso de
confianza, como la estafa, la insolvencia voluntaria, la quiebra fraudulenta, la violación de secretos el plagio y todo genero de
adulteraciones perjudiciales a los derechos de autores y fabricantes y por ultimo las lesiones indirectas a la propiedad o a los
derechos de las personas por medio de mentiras solemnes, como los falsos testimonios, las falsedades de documentos, la
simulación de parto, la usurpación del estado civil, etc .
El criminalista sociólogo no puede estudiar más que esto, solo los verdaderos delitos pueden interesar a la verdadera ciencia, la
cual investigará sus causas naturales y sus remedios, cuando vulneren la moralidad elemental de un pueblo civilizado, y sean
indicio de anomalía en sus autores. Los demás hechos punibles vulneran solo las leyes de una sociedad determinada, son
variables según los países y en relación a condiciones particulares y necesidades de gobierno, y en este caso no hay necesidad
de desentrañar sus causas biológicas y sus remedios no pueden ser más que castigos también variables con arreglo a la mayor o
menor necesidad de represión.

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