Resumen Historia

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RESUMEN HISTORIA

Actividades 5,6,7,8
Actividad 6:
Borbones en el trono
A comienzos del siglo XVIII, la dinastía de los Borbones accedió al trono español. La
nueva familia gobernante se propuso a realizar amplias reformas. Creían que el
progreso técnico y económico mejoraría la vida de sus súbditos y fortalecería su
imperio.
El monarca y sus consejeros vieron el imperio transoceánico en crisis debido al
creciente contrabando y la reducción de la recaudación de impuestos. Además, los
portugueses e ingleses amenazaban con extender sus dominios sobre estos territorios,
por lo que los Borbones se propusieron centralizar el poder y controlar los dominios
americanos.

Las medidas reformistas


Los monarcas subdividieron las viejas unidades administrativas en áreas más pequeñas
y fáciles de gobernar, creando así, los Virreinatos del Río de Nueva Granada y del Río
de La Plata. En las zonas con mayores necesidades de defensa crearon capitanías
generales. Estos territorios se dividieron en unidades menores llamadas intendencias,
con un intendente nombrado por el rey.
Los Borbones decidieron expulsar a los jesuitas en 1767 para limitar su poder.
Los monarcas aumentaron la imposición de impuestos y flexibilizaron el sistema de
monopolio, que hasta ese entonces solo permitía el comercio legal de pocos puertos
americanos y un único español. Esta restricción había dado lugar al contrabando. La
Corona estableció el decreto de “Reglamento y aranceles para el comercio libre”, el
cual ampliaba la cantidad de puertos que podían intercambiar productos.

La crisis imperial
Las reformas borbónicas no lograron los resultados esperados. Aunque los criollos
mantuvieron su poder y la relajación del monopolio no resolvió los problemas
económicos del imperio, la centralización y el aumento de impuestos provocaron
resistencia en América.
A pesar de las dificultades, las colonias seguían fieles a la monarquía y no parecía
probable que el imperio se desmoronara pronto. Sin embargo, en 1808, Napoleón
Bonaparte invadió España con la intención de atacar Portugal. Napoleón forzó al rey
español Fernando VII a devolverle el trono a su padre, quien luego cedió el trono a
Napoleón, que a su vez lo entregó a su hermano José Bonaparte. Este evento,
conocido como la "farsa de Bayona", provocó un levantamiento popular en Madrid,
que fue duramente reprimido por las tropas francesas.

El origen del proceso revolucionario en España y en América


Cuando se conocieron estos sucesos, los vecinos de las ciudades del imperio formaron
juntas de gobierno locales. Estas juntas legitimaron su poder basándose en que, ante la
ausencia del monarca, la soberanía volvía a los pueblos. En 1810, la Junta Central se
disolvió debido al avance francés, pero antes de hacerlo, convocó a Cortes en Cádiz,
incluyendo a las tierras americanas. Sin embargo, en América surgieron juntas de
gobierno buscando autonomía.
El Congreso Constituyente en Cádiz declaró que la "nación española" incluía territorios
de ambos hemisferios, pero en América las divisiones se profundizaron. Los virreinatos
de Nueva España, Perú y parte de Nueva Granada aceptaron la Constitución liberal de
Cádiz, mientras que territorios como Venezuela y el Virreinato del Río de la Plata la
rechazaron y mantuvieron gobiernos locales. Así, la crisis monárquica dividió a América
entre "leales" e "insurgentes" respecto a las autoridades sustitutas del rey en España.

Las juntas de gobierno americanas y el estallido de la guerra


En América, ciudades como Caracas, Bogotá, Santiago de Chile y Buenos Aires
formaron sus propias juntas de gobierno en 1810 tras la disolución de la Junta Central
de Sevilla. Inicialmente, muchas de estas regiones no tenían la intención declarada de
independizarse de la metrópoli; buscaban mayor autonomía y organizar su propio
gobierno sin romper los lazos con la monarquía.
Sin embargo, las fuerzas realistas, es decir, leales al rey y sus autoridades sustitutas,
temieron perder los privilegios reservados a los españoles y consideraron estos
reclamos de autonomía como insurrecciones. Esto llevó a enfrentamientos con los
grupos criollos, algunos de los cuales sí buscaban la independencia.

Guerra revolucionaria e independencias


Aunque la guerra revolucionaria comenzó en 1810, hacia 1815 el panorama era
sombrío. Napoleón había sido derrotado y Fernando VII, que recuperó el trono
español, retomó la política absolutista, anulando la Constitución de Cádiz de 1811 y
enviando fuerzas militares a América para recuperar su imperio.
En el Virreinato de Nueva España, la lealtad a la metrópoli fue cuestionada desde 1810
por movimientos campesinos liderados por los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María
Morelos. Sin embargo, en 1815, las fuerzas realistas retomaron el control. México
declaró su independencia en 1821, tras un acuerdo entre criollos y realistas, iniciando
constantes conflictos entre conservadores y liberales.
En América del Sur, la junta de Caracas declaró la independencia de Venezuela en
1811, pero los realistas retomaron el poder. Simón Bolívar unificó los focos
revolucionarios y derrotó a los españoles en Colombia, Venezuela y Ecuador,
asegurando la independencia de la Gran Colombia en 1822.
Más al sur, las fuerzas insurgentes en el actual territorio argentino declararon su
independencia en 1816. El general San Martín cruzó los Andes, liberando Chile en
1818, y luego proclamó la independencia de Perú en 1821. En 1824, el general Antonio
de Sucre derrotó al último foco realista en el Alto Perú, actual Bolivia, que declaró su
independencia en 1825.

La crisis colonial en el Río de la Plata: invasiones inglesas y milicias


urbanas
El estallido revolucionario en el antiguo Virreinato del Río de la Plata fue parte del
proceso común hispanoamericano, pero tuvo particularidades locales, como las
Invasiones Inglesas a Buenos Aires. Estas invasiones fueron motivadas por la
Revolución Industrial de Inglaterra, que necesitaba nuevos mercados para su
producción, especialmente tras el bloqueo continental de Napoleón.
En 1806, aprovechando que España era aliada de Francia, Inglaterra ocupó el Río de la
Plata. Aunque los ingleses controlaron brevemente Buenos Aires y decretaron el libre
comercio, la Primera Invasión de 1806 y la Segunda de 1807 fueron rechazadas por los
habitantes organizados en milicias. Estas invasiones demostraron la debilidad de las
autoridades españolas para defender el territorio y la capacidad de los criollos para
organizarse, convirtiendo a las milicias en un factor político central.

La primera junta de Gobierno


La Primera Junta de Gobierno se formó en mayo de 1810 con el apoyo de las milicias,
desplazando al virrey y creando el primer gobierno autónomo de la autoridad colonial.
Aunque declaró lealtad al rey cautivo, había dos tendencias dentro de la Junta: una
moderada, liderada por Cornelio Saavedra, y otra radical, liderada por Mariano
Moreno, que buscaba cambios profundos.
La Junta, elegida por el Cabildo de Buenos Aires, invitó a los cabildos del interior a
unirse a la revolución porteña para legitimar su autoridad y mantener la unidad del
virreinato. También envió una fuerza armada para enfrentar posibles resistencias. A
finales de 1810, los diputados del interior se unieron a la Junta, que pasó a llamarse
Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno, quien favorecía un
gobierno centralizado en Buenos Aires y un congreso separado para los representantes
del interior.

Conflictos y cambios políticos


En 1811, la Junta Grande fue reemplazada por el Primer Triunvirato debido al fracaso
de las campañas militares en Paraguay y el Alto Perú y al intento de centralizar el
gobierno. En 1812, los sectores que buscaban profundizar el proceso revolucionario,
incluidos los seguidores de Mariano Moreno y militares como José de San Martín y
Carlos María de Alvear, establecieron el Segundo Triunvirato. Este gobierno convocó a
la Asamblea del Año XIII para declarar la independencia y sancionar una constitución.

De la Asamblea del Año XII a la declaración de la Independencia


Aunque la Asamblea del Año XIII no logró declarar la independencia ni sancionar una
constitución, implementó importantes medidas sociales y políticas. Abolió los trabajos
forzados de los indígenas, declaró la libertad de vientres, prohibió el uso de tortura,
suprimió los títulos de nobleza y creó una autoridad ejecutiva unipersonal llamada
Directorio. También rechazó a los diputados de la Banda Oriental, quienes, siguiendo
las instrucciones de Artigas, defendían la autonomía de las provincias y la no
centralización del gobierno en Buenos Aires.
En 1815, la Asamblea se disolvió tras convocar a un nuevo Congreso Constituyente en
San Miguel de Tucumán. Para entonces, las fuerzas patriotas habían sido derrotadas en
el Alto Perú, las disidencias internas aumentaban y Fernando VII había retomado el
control absolutista en España, forzando una decisión entre someterse a la metrópoli o
separarse definitivamente. El 9 de julio de 1816, los congresales en Tucumán
declararon la Independencia de las Provincias Unidas, dejando pendiente la sanción de
una Constitución y la definición del sistema de gobierno.

¿Gobierno central fuerte o confederación?


Las dificultades para sancionar una constitución se debían a las diferentes posiciones
sobre el tipo de gobierno (monarquía constitucional o república) y, principalmente, al
poder que debía tener el gobierno central contra las provincias. Santa Fe, Corrientes,
Entre Ríos y la Banda Oriental, lideradas por Artigas, formaron la Liga de los Pueblos
Libres, reclamando derechos de autogobierno y autonomía.
La disputa estaba entre quienes querían un gobierno centralizado y quienes defendían
un gobierno confederal, en el que cada provincia mantuviera su soberanía, como la
elección de autoridades y el control de finanzas, delegando solo algunos poderes al
gobierno central, como las relaciones exteriores.

La economía hispanoamericana: el legado de las guerras


independentistas
Las guerras por la Independencia transformaron profundamente la vida cotidiana de
los hispanoamericanos. La necesidad de recursos económicos y el reclutamiento
constante de hombres deterioraron las producciones locales y los circuitos
mercantiles. Con el desmembramiento de los virreinatos, las nuevas unidades políticas
independientes eliminaron el sistema monopólico y adoptaron el libre comercio,
afectando a los comerciantes ligados a la ruta de Cádiz.
El comercio a gran escala pasó mayormente a manos de extranjeros, especialmente
ingleses, debido a la industrialización británica y su búsqueda de mercados para
productos manufacturados y materias primas. Los nuevos Estados americanos
intentaron adaptar sus economías al mercado internacional, pero la recuperación del
impacto posrevolucionario llevó muchos años. Países como Bolivia, Perú y México no
recuperaron su importancia minera colonial, mientras que regiones como Venezuela y
el Río de la Plata lograron adaptarse mejor, desarrollando la agricultura y expandiendo
la ganadería, respectivamente.

Los cambios económicos en el Río de la Plata

En las "Provincias Unidas", la transformación económica fue notable tras la pérdida


del Alto Perú, que privó al territorio de la plata de las minas de Potosí. Con el tiempo,
las distintas zonas reconstruyeron sus economías de manera desigual.
Las provincias de Cuyo reactivaron su economía exportando vacas y mulas a Chile. El
Litoral desarrolló su producción ganadera y Corrientes impulsó el cultivo de tabaco y
yerba mate. Buenos Aires experimentó un crecimiento notable, al igual que el poder
de los grandes terratenientes. Esta prosperidad se basó en la exportación de productos
ganaderos, especialmente cueros, y en los ingresos del puerto y la Aduana. Además, en
Buenos Aires y el Litoral se instalaron saladeros, grandes establecimientos dedicados a
producir carne salada o tasajo para exportar, principalmente a las plantaciones
esclavistas de Cuba y Brasil.

Actividad 7
Tiempo de intentos y dificultades
El período que comienza con la Declaración de la Independencia de las Provincias
Unidas del Río de la Plata y se extiende durante la década de 1820 estuvo marcado por
desacuerdos entre las provincias, que no lograban organizar el territorio nacional. Las
diferencias sobre la forma de gobierno y la distribución de poder generaron tal
desorden que el Directorio se disolvió. Esta situación permitió que cada provincia
asumiera su autonomía. Algunas provincias sortearon el desafío con relativo éxito,
mientras que otras enfrentaron grandes dificultades.

Las justificaciones se una nueva etapa


En 1816, representantes de distintas provincias se reunieron en San Miguel de
Tucumán para declarar la Independencia, pero no definieron una constitución. La
guerra contra los realistas en el Alto Perú llevó a trasladar el Congreso a Buenos Aires,
donde se debatiría la forma de gobierno. Algunos creían que el gobierno debía ser una
monarquía parlamentaria, otros creían que debía hacerse una misión a Europa
buscando algún príncipe que aceptase ser rey, mientras que otros querían una
república.
Se sancionó una constitución centralista en 1819, con un director supremo y un poder
legislativo de 2 cámaras, una de representantes elegidos por el pueblo, y otra de
Senadores. Sin embargo, no reconocía la autonomía provincial y fue rechazada por las
provincias del Litoral. Esto llevó a la batalla de Cepeda el 1 de febrero de 1820, donde
las fuerzas del Litoral derrotaron al Directorio. El combate resultó en la disolución del
Congreso y la anulación de la constitución.

La desunión de las Provincias Unidas


La derrota del Directorio en la batalla de Cepeda en 1820 inauguró una etapa política
de acefalía en el antiguo Virreinato del Río de la Plata. Sin una autoridad central,
diferentes grupos políticos y caudillos lucharon por el poder, generando más disputas
que consensos, lo que hizo que la denominación "Provincias Unidas" perdiera
significado.
Las provincias comenzaron a separarse de sus antiguas dependencias coloniales y a
gobernarse autónomamente, creando sus propias estructuras de gobierno. Algunas
lograron establecer estados exitosamente, mientras otras solo formaron estructuras
básicas. El derrumbe institucional de 1820 significó la consolidación de determinados
sectores políticos en el poder. En el Litoral, las disputas entre caudillos como Ramírez y
Artigas se resolvieron en el campo de batalla, con Ramírez triunfando, pero luego
enfrentándose a López de Santa Fe, quien finalmente lo derrotó.
El Tratado del Pilar fue firmado por Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos el 23 de
febrero de 1820. Establecía la fórmula federal para la futura organización política del
país y la libre navegación de los ríos del interior.

La crisis de 1820 en Buenos Aires


Durante mucho tiempo, los eventos de 1820 fueron vistos como un período de
anarquía debido al vacío de poder y los conflictos que dificultaron la instauración de un
gobierno constitucional en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Esta percepción,
sin embargo, oculta la importancia de la ausencia de un Estado central, que impulsó la
formación de gobiernos provinciales. En Buenos Aires, la batalla de Cepeda provocó un
notable vacío de poder. El cabildo se reunió y crearon una Sala de Representantes, que
elegiría un gobernador. Manuel de Sarratea fue elegido provisionalmente como
gobernador, firmando el Tratado del Pilar para establecer la paz con el Litoral. Sin
embargo, el tratado fue rechazado por algunos sectores políticos de Buenos Aires,
generando crisis y cambios de gobernadores. Manuel Dorrego fue un gobernador que
quiso limitar la presencia de las tropas del litoral, por lo que enfrentó a López, pero fue
vencido. Finalmente, Martín Rodríguez asumió la gobernación con el apoyo de Juan
Manuel de Rosas y firmó el Tratado de Benegas el 24 de noviembre de 1820, logrando
la paz con Santa Fe.

Actividad 8
Unidad nacional versus autonomía provincial
En 1824, se convocó un nuevo Congreso Constituyente en Buenos Aires para avanzar
en la organización política de la nación.
El Congreso, con representantes proporcionales a la población de cada provincia,
aprobó una ley fundamental que permitió a las provincias gobernarse con sus propias
instituciones y delegó funciones ejecutivas a Buenos Aires. Se firmó un Tratado de
Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, ratificando la independencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata.
No se pudo acordar una constitución. Se llegó a un acuerdo donde Buenos Aires
aceptaba las autonomías provinciales, y las provincias delegaban ciertas atribuciones a
Buenos Aires.
Para mantener la unión, se promovieron acuerdos y pactos como el Tratado de Vinará
(1821), que reconoció a Santiago del Estero como provincia separada de Tucumán, y el
Tratado del Cuadrilátero (1822), firmado por Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y
Corrientes, estableciendo paz, amistad y unión entre ellas.

De caudillos a gobernadores provinciales


Después de la caída del Directorio en 1820, los caudillos provinciales se convirtieron
en figuras clave en el gobierno de las provincias. Provenientes de familias de élite y con
experiencia militar, estos líderes tuvieron un papel importante en la formación de las
estructuras administrativas y políticas.
Los caudillos impulsaron marcos legales, sancionaron constituciones y crearon
instituciones gubernamentales y judiciales. En pocos años, todas las provincias
adoptaron formas republicanas de gobierno, estableciendo regímenes representativos
y Salas de Representantes para discutir constituciones y elegir autoridades.
Provincias como Buenos Aires, Salta, Mendoza y Corrientes lograron un alto grado de
institucionalización. En contraste, Santiago del Estero, Santa Fe y Entre Ríos enfrentaron mayores
desafíos, con gobernadores en el poder durante largos periodos o con alta inestabilidad.

A pesar de las disputas de poder, las provincias no estaban en anarquía. Intentaron


imponer reglas políticas a través de constituciones provinciales y leyes fundamentales,
como se vio en Buenos Aires, Mendoza y La Rioja.

Federales y unitarios a mediados de la década de 1820


Hacia fines de 1825, el Congreso duplicó el número de sus integrantes.
En febrero de 1826, se dictó la Ley de Presidencia, que creaba un Poder Ejecutivo
permanente. El primer presidente fue Bernardino Rivadavia.
El congreso se dividió en unitarios y federales. Tres días después de asumir, Rivadavia
presentó un proyecto que proponía que Buenos Aires sea la capital de la nación. A
pesar de ser rechazado por los federales, el proyecto fue aprobado debido a que la
mayoría de diputados eran bonaerenses.

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