Ritual para La Confirmación

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RITUAL PARA LA CONFIRMACIÓN

OBSERVACIONES PREVIAS
I. Importancia de la Confirmación
1. Los bautizados avanzan por el camino de la iniciación cristiana por medio del
sacramento de la Confirmación, por el que reciben la efusión del Espíritu Santo, que fue
enviado por el Señor sobre los Apóstoles en el día de Pentecostés.
2. Por esta donación del Espíritu Santo los fieles se configuran más perfectamente
con Cristo y se fortalecen con su poder. para dar testimonio de Cristo y edificar su Cuerpo
en la fe y la caridad.
El carácter o el signo del Señor queda impreso de tal modo, que el sacramento de la
Confirmación no puede repetirse.
II. Funciones y ministerios en la celebración de la Confirmación
3. Al pueblo de Dios le corresponde principalmente preparar a los bautizados para
recibir el sacramento de la Confirmación. Y los pastores deben procurar que todos los
bautizados lleguen a la plena iniciación cristiana, y por lo tanto, se preparen con todo
cuidado para la Confirmación.
Los catecúmenos adultos, que han de recibir la Confirmación inmediatamente
después del Bautismo, gozarán de la ayuda de la comunidad cristiana y principalmente de
la formación que reciben durante el tiempo del catecumenado y a la que contribuyen los
catequistas, los padrinos y los miembros de la Iglesia local, y también de la catequesis y de
las celebraciones rituales
Comunitarias. La organización de este mismo catecumenado se adaptará
oportunamente a los que, bautizados de niños, se acercan a la Confirmación en edad adulta.
A los padres cristianos corresponde ordinariamente mostrarse solícitos por la
iniciación de los niños a la vida sacramental, bien formando en ellos el espíritu de fe y
aumentándoselo gradualmente, bien preparándoles a una fructuosa recepción de los
sacramentos de la Confirmación y de la Eucaristía, siendo ayudados, oportunamente, por
las instituciones que se dedican a la formación catequética. Esta función de los padres se
manifiesta también por medio de su activa participación en la celebración de los
sacramentos.
4. Se procurará que la acción sagrada sea festiva y solemne, pues ésta es su
significación para la Iglesia local; principalmente se obtendrá si todos los candidatos se
reúnen en una celebración común. Todo el pueblo de Dios, representado por los familiares
y amigos de los confirmados y por los miembros de la comunidad local, será invitado a
participar en esta celebración; y se esforzará en manifestar su fe con los frutos que ha
producido en ellos el Espíritu Santo.
5. Según costumbre, a cada uno de los confirmandos le asiste un padrino, que lo
lleva a recibir el sacramento, lo presenta al ministro dela Confirmación para la unción
sagrada y lo ayuda después a cumplir fielmente las promesas del Bautismo, según el
Espíritu Santo que ha recibido.
Teniendo en cuenta las circunstancias pastorales de hoy día, es conveniente que el
padrino del Bautismo, si está presente, sea también el padrino de la Confirmación,
abrogándose el canon 796.1. Así, se manifiesta más claramente la unión entre el Bautismo
y la Confirmación, y se hace más eficaz el ministerio y la misión del padrino.
Sin embargo, de ningún modo se excluye la facultad de elegir un padrino propio de
la Confirmación. También los mismos padres pueden presentar a sus hijos. Al Ordinario del
lugar le compete, teniendo en cuenta las circunstancias locales, establecer el modo de
proceder que se ha de observar en su diócesis.
6. Los pastores de almas procurarán que el padrino, elegido por el confirmando o
por su familia, sea espiritualmente idóneo para el oficio que recibe, y esté revestido de estas
dotes:
a) tenga madurez suficiente para cumplir esta función;
b) pertenezca a la Iglesia católica y esté iniciado en los tres sacramentos: Bautismo,
Confirmación y Eucaristía;
c) no esté impedido por el derecho a ejercer la función de padrino.
7. El ministro originario de la Confirmación es el Obispo. Ordinariamente el
sacramento es administrado por él mismo, con lo cual, se hace una referencia más abierta a
la primera efusión del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Pues, después que se llenaron
del Espíritu Santo, los mismos Apóstoles lo transmitieron a los fieles por medio de la
imposición de las manos. Así la recepción del Espíritu Santo por el ministerio del Obispo
demuestra más estrechamente el vínculo, que une a los confirmados a la Iglesia, y el
mandato recibido de dar testimonio de Cristo entre los hombres.
Además del Obispo, por el mismo derecho tienen facultad de confirmar:
a) El Administrador Apostólico, que no sea Obispo, el Prelado o Abad “nullius”, el
Vicario o Prefecto Apostólico, el Vicario Capitular, dentro de los límites de su territorio y
durante su ministerio.
b) El presbítero, que legítimamente ha recibido la misión de bautizar a un adulto o a
un niño de edad catequética, o admite a un adulto bautizado válidamente a la plena
comunión de la Iglesia.
c) En peligro de muerte, cuando no se pueda fácilmente recurrir al obispo, o éste se
encuentre legítimamente impedido, pueden también confirmar: los párrocos y vicarios
parroquiales, y en su ausencia, los vicarios coadjutores; los presbíteros que rigen parroquias
peculiares debidamente constituidas; los ecónomos; los vicarios sustitutos y los vicarios
auxiliares. En ausencia de todos los dichos, cualquier sacerdote que no tenga censura ni
pena canónica.
8. Cuando se da una verdadera necesidad o causa especial, como sucede algunas
veces por razón del gran número de confirmandos, tanto el ministro de la Confirmación del
que se habla en el no 7, como el ministro extraordinario que confiere el sacramento por
especial indulto de la Sede Apostólica o por determinación del derecho, puede admitir a
otros presbíteros para que juntamente con él administren el sacramento.
Es necesario que estos presbíteros:
a) O bien, tengan un ministerio o cargo peculiar en la diócesis, a saber: sean o
Vicarios Generales, o Vicarios o Delegados Episcopales, o Vicarios de zona o regionales, o
los que, por disposición del Ordinario tengan función parecida.
b) O bien, sean párrocos del lugar en que se administra la Confirmación, o párrocos
del lugar al que pertenecen los confirmando, o presbíteros que han trabajado especialmente
en la preparación catequética de los confirmandos.
III. Celebración del sacramento
9. El sacramento de la Confirmación se confiere por la unción del crisma en la
frente, que se hace con la imposición de la mano, y por las palabras: “N., recibe por esta
señal el Don del Espíritu Santo”.
La imposición de las manos, que se hace sobre los confirmandos con la oración:
“Dios todopoderoso...”, aunque no pertenece a la validez del sacramento, tiene, sin
embargo, gran importancia para la integridad del rito y para una más plena comprensión del
sacramento.
Cuando algunos presbíteros acompañan al ministro principal en la administración
del sacramento, hacen al mismo tiempo que él la imposición de las manos sobre todos los
candidatos, pero en silencio.
Todo el rito tiene una doble significación. Por la imposición de las manos sobre los
confirmandos, hecha por el Obispo y por los sacerdotes concelebrantes, se actualiza el
gesto bíblico, con el que se invoca el don del Espíritu Santo de un modo muy acomodado a
la comprensión del pueblo cristiano. En la unción del crisma y en las palabras que la
acompañan se significa claramente el efecto del don del Espíritu Santo. El bautizado,
signado por la mano del Obispo con el aceite aromático, recibe el carácter indeleble, señal
del Señor, al mismo tiempo que el don del Espíritu, que le configura más perfectamente con
Cristo y le confiere la gracia de derramar “el buen olor” entre los hombres.
10. El sagrado Crisma es consagrado por el Obispo en la Misa, que ordinariamente
se celebra el Jueves Santo con esta finalidad.
11. Los catecúmenos adultos y los niños que en edad de catequesis son bautizados
deben ser admitidos también en la misma celebración del Bautismo, como siempre ha sido
costumbre, a la Confirmación y a la Eucaristía. Si esto no puede hacerse, recibirán la
Confirmación en otra celebración comunitaria (cfr. n. 4). Del mismo modo en una
celebración comunitaria recibirán la Confirmación y la Eucaristía los adultos, que
bautizados en la infancia, después han sido preparados oportunamente.
Por lo que se refiere a los niños, en la Iglesia latina la Confirmación suele diferirse
hasta alrededor de los siete años. No obstante, si existen razones pastorales, especialmente
si se quiere inculcar con más fuerza en los fieles su plena adhesión a Cristo, el Señor, y la
necesidad de dar testimonio de él, las Conferencias Episcopales pueden determinar una
edad más idónea, de tal modo que el sacramento se confiera cuando los niños son ya algo
mayores y han recibido una conveniente formación.
En este caso tómense las debidas cautelas, para que si se presentase peligro de
muerte o cualquier otra grave dificultad, los niños sean confirmados en su tiempo oportuno,
incluso antes del uso de razón, para que no se vean privados del bien del sacramento.
12. Para recibir la Confirmación se requiere estar bautizado. Además, si el fiel tiene
ya uso de razón, se requiere que esté en estado de gracia, convenientemente instruido y
dispuesto a renovar las promesas bautismales.
Corresponde a las Conferencias Episcopales determinar con más precisión con qué
ayudas pastorales los candidatos, principalmente los niños, han de ser preparados para la
Confirmación.
En lo que se refiere a los adultos, manténganse los principios, oportunamente
adaptados, que están vigentes en cada una de las diócesis para admitir a los catecúmenos al
Bautismo y a la Eucaristía. Cuídese principalmente que a la Confirmación preceda una
catequesis adecuada y que se facilite a los candidatos una convivencia eficaz y suficiente
con la comunidad cristiana y con cada uno de los fieles, para que reciban la ayuda
necesaria, de tal modo que los candidatos puedan adquirir la formación adecuada para dar
testimonio de vida cristiana y ejercer el apostolado; así su deseo de participar en la
Eucaristía podrá ser sincero (cfr. Observaciones previas sobre la iniciación cristiana de los
adultos, n. 19).
A veces, la preparación de un adulto bautizado para la Confirmación coincide con
su preparación para el Matrimonio. Siempre que en estos casos se prevea que no pueden
cumplirse las condiciones que se requieren para una fructuosa recepción de la
Confirmación, el Ordinario del lugar juzgará si es más oportuno retrasar la Confirmación
para una fecha posterior a la celebración del Matrimonio.
Cuando se ha de administrar la Confirmación en peligro de muerte a un fiel dotado
de uso de razón, procúrese que en la medida de lo posible, se haga una conveniente
preparación espiritual.
13. La Confirmación se tiene normalmente dentro de la Misa, para que se manifieste
más claramente la conexión de este sacramento con toda la iniciación cristiana, que alcanza
su culmen en la Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Por esa razón los
confirmados participan de la Eucaristía, que completa su iniciación cristiana.
En el caso de que los confirmandos sean niños que aún no han recibido la Eucaristía
y que en esta acción litúrgica no van a hacer la primera Comunión, o cuando otros motivos
particulares lo aconsejen, confiérase fuera de la Misa. Cuando la Confirmación es
administrada sin Misa, debe preceder una celebración sagrada de la Palabra de Dios.
Siempre que la Confirmación se confiera dentro de la Misa, es conveniente que el
ministro de la Confirmación celebre la Misa, más aún, la concelebre principalmente con los
presbíteros que le acompañan para la administración del sacramento.
Si la Misa es celebrada por otro, es conveniente que el Obispo presida la liturgia de
la Palabra, haciendo todo lo que compete ordinariamente al celebrante; al final de la Misa
dará la bendición.
Debe darse el mayor relieve a la celebración de la Palabra de Dios, con que
comienza el rito de la Confirmación. De la escucha de la Palabra de Dios proviene la
multiforme acción del Espíritu Santo sobre la Iglesia y sobre cada uno de los bautizandos o
confirmandos, y se manifiesta la voluntad del Señor en la vida de los cristianos.
Debe darse gran importancia a la recitación de la Oración dominical (Padre
nuestro), que hacen los confirmandos juntamente con el pueblo, ya sea dentro de la Misa
antes de la
Comunión, ya fuera de la Misa antes de la bendición, porque es el Espíritu el que
ora en nosotros, y el cristiano en el Espíritu dice: “Abba, Padre”.
14. En un libro especial el párroco inscribirá los nombres de los ministros, de los
confirmados, de los padres y padrinos, el día y el lugar de la Confirmación, además de
hacer la oportuna anotación en el libro de bautizados, según manda el derecho.
15. Si el párroco propio del confirmado no ha estado presente, el ministro que ha
conferido la Confirmación, bien por sí mismo o bien por otro, se lo debe hacer saber lo
antes posible.
IV. Adaptaciones que pueden hacerse en el rito de la Confirmación
16. Compete a las Conferencias Episcopales, en virtud de la Constitución de la
Sagrada Liturgia (art. 63b), preparar en los Rituales particulares el rito de la Confirmación
que corresponda al rito de la Confirmación del Pontifical Romano y se adapte a las
necesidades de cada región, para que, reconocido por la Sede Apostólica, se pueda usar en
las regiones pertinentes.
17. Teniendo en cuenta las circunstancias de los lugares y la idiosincrasia y
tradiciones de los pueblos, la Conferencia Episcopal considerará si es oportuno:
a) Adaptar convenientemente las fórmulas de renovación de promesas y de
profesión de fe bautismal, bien sea proponiendo el mismo texto del Ritual del Bautismo,
bien acomodando las fórmulas para que respondan mejor a la condición de los
confirmandos.
b) Determinar otro modo para que el ministro dé la paz después de la unción, ya sea
a cada uno, ya a todos juntos.
18. El ministro podrá, en cada uno de los casos y teniendo en cuenta la condición de
los confirmandos, introducir en el rito algunas moniciones, y acomodar oportunamente las
ya existentes, por ejemplo, proponiéndolas en forma dialogada, principalmente cuando se
trata de niños, etc.
Cuando la Confirmación es administrada por un ministro extraordinario, bien sea
por concesión del derecho general, bien por un peculiar indulto de la Sede Apostólica,
conviene que en la homilía recuerde que el Obispo es el ministro originario del sacramento,
y explique la razón por la que el derecho o la Sede Apostólica concede la facultad de
confirmar a los presbíteros.
V. Cosas que hay que preparar
19. Para la administración de la Confirmación prepárense:
a) Las vestiduras sagradas requeridas para la celebración de la Misa, tanto para el
Obispo como para los presbíteros que le ayudan -si los hay- y concelebran, cuando la
Confirmación es administrada dentro de la Misa; si la Misa es celebrada por otro, conviene
que el ministro de la Confirmación y los presbíteros que le acompañan en la administración
del sacramento participen en la Misa revestidos con los ornamentos prescritos para la
Confirmación, es decir, alba, estola, y para el ministro de la Confirmación, pluvial; estas
vestiduras se utilizan también cuando la Confirmación es administrada fuera de la Misa.
b) Sedes para el Obispo y para los presbíteros que le ayudan.
c) Una vasija (o vasijas) con el sagrado Crisma.
d) El Pontifical Romano o el Ritual.
e) Todo lo necesario para la celebración de la Misa y la comunión bajo las dos
especies –si se distribuye de esta forma-, cuando la Confirmación es administrada dentro de
la Misa.
f) Lo necesario para lavarse las manos después de la unción de los confirmandos.
Capítulo I
CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
DENTRO DE LA MISA
20. Esta Misa se celebra con vestiduras rojas o blancas.
Los textos de los formularios de la Misa propia de la Confirmación pueden
emplearse siempre, a no ser que la Confirmación se celebre en un domingo de Adviento,
Cuaresma o Pascua, o bien en una Solemnidad, en el miércoles de Ceniza o en uno de los
días de Semana Santa.
RITOS INICIALES
Canto o antífona de entrada
21. Una vez reunidos los confirmandos juntamente con sus padres y padrinos y con
todo el pueblo, el Obispo, con los presbíteros que lo ayudan en la celebración de este
sacramento, los diáconos y los demás ministros entran en la iglesia y se dirigen al
presbiterio.
Mientras tanto, los fieles, si parece oportuno, pueden cantar algún salmo o canto
apropiado.
Si no hay canto de entrada, un ministro puede leer la antífona:
Ez 36, 25-26
Dice el Señor: Derramaré sobre vosotros un agua pura y os daré un corazón nuevo y
os infundiré un espíritu nuevo.
O bien: Cf. Rm 5, 5; 8, 11
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que habita en nosotros.
Saludo y monición de entrada
22. Una vez llegado ante el altar, el Obispo lo venera según las rúbricas y comienza
la Misa como de costumbre.
El Obispo:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
El Obispo:
La paz esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Luego, el Obispo o un ministro puede hacer una monición con estas palabras u otras
semejantes:
Hermanos:
Nos hemos reunido para celebrar la confirmación de algunos miembros de nuestra
comunidad de bautizados. La confirmación es uno de los tres sacramentos de la iniciación
cristiana. El Obispo, como representante principal de Jesucristo en la diócesis, preside esta
asamblea, en la cual el Espíritu Santo, que ya habita en el corazón de los bautizados, se les
infundirá con mayor plenitud, a fin de hacerles madurar y crecer como cristianos.
Renovemos nuestra fe en la presencia del Espíritu del Señor en medio de su
asamblea, y dispongámonos a recibir tanto los que se han de confirmar, como los que ya lo
estamos, una nueva efusión de sus dones.
Continúa la celebración como de costumbre.
Se recita el Gloria, si está prescrito por la normativa.
Oración colecta
23. El rito de entrada concluye con la oración colecta. Si el día de la celebración
coincide con alguno de los reseñados en el n. 20, se dice la Misa del día. En los demás días,
se dice una de las oraciones siguientes tomadas de la Misa ritual.
El Obispo:
Oremos.
Y todos oran en silencio durante unos momentos. Después, con las manos
extendidas, el
Obispo dice:
Te pedimos, Dios de poder y misericordia, que envíes tu Espíritu Santo, para que,
haciendo morada en nosotros, nos convierta en templos de su gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
O bien:
Cumple, Señor, en nosotros tu Promesa: derrama tu Espíritu Santo para que nos
haga ante el mundo testigos valientes del Evangelio de Jesucristo, Él, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
O bien:
El Espíritu Santo que procede de ti, Señor, ilumine nuestras mentes y nos dé a
conocer toda la verdad como lo prometió Jesucristo, tu Hijo, Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
O bien:
Envíanos, Señor, tu Espíritu Santo para que, caminando en la unidad de la fe y
fortalecidos con su amor, contribuyamos a que la Iglesia, Cuerpo de Cristo, alcance su
plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
24. La Liturgia de la Palabra se celebra de la forma habitual, pero las lecturas
pueden tomarse, total o parcialmente, o bien de la Misa del día o bien del leccionario propio
para las Misas de Confirmación.
Cuando se prohíbe la Misa propia, se puede tomar una lectura de las que se
proponen en el leccionario particular, excepto en el Triduo Pascual, en las solemnidades de
Navidad, Epifanía, Ascensión, Pentecostés, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y en
otras solemnidades de precepto, que se han de guardar.
Presentación de los confirmandos
25. Después del Evangelio, el Obispo y los concelebrantes se sientan. Entonces el
párroco u otro presbítero o diácono, o bien el catequista que preparó a los confirmandos,
presenta al Obispo a los que han de ser confirmados, según las costumbres del lugar.
Si es posible, cada uno de los confirmandos es llamado por su nombre y sube al
presbiterio; si los confirmandos son niños, les acompaña uno de los padrinos o uno de los
padres y se quedan de pie ante el celebrante.
Si los confirmandos son muchos no es necesario llamar a cada uno de ellos por su
nombre, sino que es suficiente que se coloquen en un lugar oportuno ante el Obispo.
Quien les presenta puede decir estas o semejantes palabras:
Reverendísimo Padre:
Estos niños (jóvenes) fueron bautizados un día, con la promesa de que serían
educados en la fe, y de que un día recibirían por la Confirmación la plenitud del Espíritu
Santo.
Como responsable de la acción catequética, tengo la satisfacción de manifestar, ante
la comunidad reunida, que han recibido la catequesis adecuada a su edad.
Homilía
26. Luego el Obispo hace una breve homilía, explicando las lecturas proclamadas a
fin de preparar a los confirmandos, a sus padres y padrinos y a toda la asamblea de los
fieles a una inteligencia más profunda del significado del sacramento de la Confirmación.
Esta homilía la puede hacer con las siguientes o semejantes palabras:
Queridos hijos:
El libro de los Hechos de los Apóstoles nos dice que los Apóstoles, según la
promesa del Señor, recibieron en el día de Pentecostés el Espíritu Santo, y que tenían la
misión de llevar a plenitud la consagración bautismal por medio del don del Espíritu. Así lo
hizo san Pablo al imponer las manos sobre los que habían sido bautizados, y sobre ellos
vino entonces el Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas y profetizar.
Los Obispos, como sucesores de los Apóstoles, hemos recibido también esta misión
y así, ahora (personalmente y con la ayuda de los presbíteros) vamos a comunicar el
Espíritu Santo a los que en el Bautismo han renacido como hijos de Dios.
En nuestros días la venida del Espíritu Santo no se manifiesta por el don de lenguas,
pero la fe nos dice que este mismo Espíritu de amor se derrama también sobre nosotros y en
nosotros actúa invisiblemente. Él nos lleva, a través de carismas y vocaciones diversas, a la
confesión de una misma fe y hace progresar a todo el cuerpo de la Iglesia en la unidad y
santidad.
El don del Espíritu Santo que ahora, queridos hijos, vais a recibir, os marcará con un
sello espiritual y os hará miembros más perfectos de la Iglesia, configurándoos más
plenamente con Cristo, que fue ungido
también en su Bautismo por el Espíritu Santo, y enviado para que el
mundo entero ardiera con el fuego del Espíritu.
Vosotros, que ya fuisteis bautizados en el Espíritu, vais a recibir ahora
toda la fuerza del Espíritu Santo y seréis marcados en vuestras frentes
con la gloriosa cruz de Cristo. Con ello se os quiere dar a entender que
desde ahora tendréis la misión de ser ante el mundo, a través de vuestra
vida, testigos de la muerte y resurrección de Cristo. Esto lo debéis
realizar de tal forma gü€, como dice el apóstol, vuestro vivir cotidiano
sea ante los hombres como el buen olor de Cristo. De él recibe
constantemente la Iglesia aquella diversidad de dones que el Espíritu
Santo distribuye entre los miembros del pueblo de Dios, para que el
Cuerpo de Cristo vaya creciendo en la unidad y el amor.
Procurad, pues, hijos queridos, ser siempre miembros vivos de la
Iglesia y, llevados por el impulso del Espíritu Santo, esforzaos en ser los
servidores de todos los hombres, a semejanza de Cristo, que no vino a
ser servido sino a servir.
Fórmula conclusiva de la homilía
27. El Obispo, leída la exhortación precedente o pronunciada una homilía propia,
concluye con
estas palabras u otras parecidas:
Y ahora, antes de recibir el don del Espíritu Santo, conviene que
renovéis ante mí, pastor de la Iglesia, y ante los fieles aquí reunidos,
testigos de vuestro compromiso, la fe que vuestros padres y padrinos,
en unión de toda la Iglesia, profesaron el día de vuestro Bautismo.
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Renovación de las promesas del Bautismo
28. Los confirmandos se ponen de pie, y el Obispo les pregunta:
¿Renunciáis a Satanás y a todas sus obras y seducciones?
Los confirmandos:
Sí, renuncio.
__________________ O bien:
El Obispo:
¿Renunciáis a Satanás?
Los confirmandos:
Sí, renuncio.
El Obispo:
¿Y a todas sus obras?
Los confirmandos:
Sí, renuncio.
El Obispo:
¿Y a todas sus seducciones?
Los confirmandos:
Sí, renuncio.
__________________
El Obispo:
¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?
Los confirmandos:
Sí, creo.
El Obispo:
¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa
María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos, y está
sentado a la derecha del Padre?
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Los confirmandos:
Sí, creo.
El Obispo:
¿Creéis en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy os será
comunicado de un modo singular por el sacramento de la Confirmación,
como fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés?
Los confirmandos:
Sí, creo.
El Obispo:
¿Creéis en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el
perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna?
Los confirmandos:
Sí, creo.
El Obispo asiente a la profesión de fe diciendo:
Ésta es nuestra fe.
Ésta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús,
Señor nuestro.
Y los fieles, a su vez, asienten también diciendo:
Amén.
En lugar de la fórmula Esta es nuestra fe, se puede cantar un canto con el que los
fieles
proclamen su fe.
29. Otros formularios para la renovación, ver nn. 108-110.
CELEBRACIÓN DE LA CONFIRMACIÓN
Imposición de manos
30. El diácono o un ministro puede decir una monición con estas palabras u otras
semejantes:
El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo que
Cristo les había prometido. Ahora el Obispo, repitiendo el gesto que
usaban los Apóstoles para transmitir este don, va a imponer sus manos
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sobre los confirmandos, pidiendo que el Espíritu los llene de sus dones.
Oremos en silencio al Señor.
31. El Obispo (teniendo a ambos lados a los presbíteros que junto con él
administrarán la
Confirmación) de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, dice:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, y pidámosle que
derrame el Espíritu Santo sobre estos hijos de adopción que renacieron
ya a la vida eterna en el Bautismo, para que los fortalezca con la
abundancia de sus dones, los consagre con su unción espiritual y haga
de ellos imagen perfecta de Jesucristo.
Todos oran en silencio unos instantes.
Después el Obispo (y los presbíteros que junto con él administrarán la
Confirmación)
impone(n) las manos sobre todos los confirmandos.
32. Mientras tanto el Obispo dice:
ios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo,
a estos siervos tuyos
y los libraste del pecado;
escucha nuestra oración y envía sobre ellos
el Espíritu Santo Paráclito;
llénalos de espíritu de sabiduría
y de inteligencia,
de espíritu de consejo y de fortaleza,
de espíritu de ciencia y de piedad,
y cólmalos del espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Crismación
33. El diácono o un ministro puede decir una monición con estas palabras u otras
semejantes:
Hemos llegado al momento culminante de la celebración. El Obispo les
impondrá la mano y los marcará con la cruz gloriosa de Cristo para
significar que son propiedad del Señor. Los ungirá con óleo perfumado.
D
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Ser crismado es lo mismo que ser Cristo, ser mesías, ser ungido. Y ser
mesías y Cristo comporta la misma misión que el Señor: dar testimonio
de la verdad y ser, por el buen olor de las buenas obras, fermento de
santidad en el mundo.
34. Seguidamente el diácono presenta el santo Crisma al Obispo.
Se acercan al Obispo los confirmandos, o bien el propio Obispo va pasando ante
cada uno
de ellos. El que presenta al confirmando coloca su mano derecha sobre el hombro de
éste y dice
al Obispo el nombre del presentado, a no ser que el mismo confirmando diga su
nombre.
El Obispo moja el dedo pulgar de su mano derecha en el santo Crisma y hace con él
la señal
de la cruz sobre la frente del confirmando diciendo:
N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.
Y el confirmando responde:
Amén.
El Obispo añade:
La paz sea contigo.
El confirmando responde:
Y con tu espíritu.
Si ayudan algunos presbíteros a administrar el sacramento de la Confirmación, los
diáconos
o los ministros dan al Obispo todos los vasos del santo Crisma a fin de que el
Obispo entregue
personalmente el Crisma a cada uno de los presbíteros; así aparece visiblemente que
los
presbíteros actúan en nombre del Obispo.
Los confirmandos se acercan al Obispo o a los presbíteros, o bien si se prefiere el
Obispo y
los presbíteros van pasando ante cada uno de los confirmandos, los cuales son
ungidos del modo
que se ha indicado más arriba. Terminada la unción el Obispo se lava las manos.
Mientras dura la unción de los confirmandos puede cantarse algún canto apropiado.
Oración universal
35. Terminada la unción de todos los confirmandos, se hace la Oración universal,
con el
siguiente formulario u otro parecido y debidamente aprobado.
El Obispo:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y, ya que es una misma
la fe, la esperanza y el amor que el Espíritu Santo ha infundido en todos
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nosotros, que nuestra oración sea también unánime ante la presencia de
nuestro Padre común.
El diácono, o bien un ministro (o uno de los confirmandos) añade las siguientes
peticiones.
Si hace las invocaciones el diácono o un ministro:
—Por estos hijos suyos, a quienes el don del Espíritu Santo ha
confirmado hoy como miembros más perfectos del pueblo de Dios, para
que, arraigados en la fe y cimentados en el amor, den siempre con su
vida testimonio de Cristo, roguemos al señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por sus padres y padrinos, para que con su palabra y ejemplo ayuden
a seguir fielmente a Cristo a estos confirmados, de cuya fe se han hecho
responsables, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
__________________ 36. Si las peticiones las hace uno de los confirmandos, las
dos invocaciones precedentes se
sustituyen por las siguientes:
—Por nosotros, los que acabamos de ser confirmados, para que el don
del Espíritu Santo que nos ha hecho miembros más perfectos del pueblo
de Dios nos arraigue en la fe y nos haga crecer en el amor, y así demos
con nuestra vida testimonio de Jesucristo, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por nuestros padres y padrinos, para que con su palabra y ejemplo
nos ayuden a seguir a Cristo y a ser fieles a la fe, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
__________________
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37. Tanto si hace las invocaciones uno de los confirmandos como si las hace el
diácono o un
ministro, se continúa:
—Por la santa Iglesia de Dios, para que, congregada por el Espíritu
Santo en la confesión de una misma fe, crezca en el amor y se dilate por
el mundo entero hasta el día de la venida de Cristo, bajo la guía del
Papa N., de nuestro Obispo N., (que preside esta celebración) y de
todos los Obispos de la Iglesia, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por los hombres de todos los pueblos y de todas las razas, hijos de un
único Padre y Creador, para que se reconozcan mutuamente hermanos
y trabajen por la llegada del reino de Dios, que es paz
y gozo en el Espíritu Santo, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
El Obispo:
Señor, Dios nuestro,
que diste a los apóstoles el Espíritu Santo,
y quisiste que por ellos y sus sucesores
fuera transmitido a todos los fieles,
atiende nuestras súplicas y concédenos
que lo que tu amor realizó
en los comienzos de la Iglesia
se realice también hoy
en el corazón de los creyentes.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
__________________
38. Otro formulario de oración universal cuando las intenciones son leídas por los
confirmandos.
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El Obispo:
Oremos a Dios Padre, por la mediación de su Hijo, Jesucristo, para que
conserve su Espíritu en
estos confirmados.
—Por nosotros, los confirmados, para que el sacramento recibido sea
en nosotros fuente de santidad, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por nuestros padres, padrinos y catequistas, para que continúen
siendo ejemplo, consejo y aliento de nuestra vida cristiana, roguemos al
Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por esta parroquia (o: comunidad), para que el Espíritu Santo sea
realmente su corazón, su fuerza y su guía, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
— Por la Iglesia, extendida por toda la tierra, para que el Espíritu Santo
sea en ella lazo de unión y de caridad, y así pueda dar al mundo luz y
testimonio de Cristo, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por el mundo entero, para que el Espíritu Santo mueva los corazones
de tantos hombres que inculpablemente no le conocen, pero que quieren
obrar en la vida con buena voluntad, roguemos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
—Por todos los hombres que están en pecado, para que el Espíritu
Santo les haga comprender lo equivocado de su camino, se conviertan y
vuelvan a Ia gracia de Dios, roguemos al Señor.
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R. Te rogamos, óyenos.
El Obispo:
Oh Dios,
que aumentas siempre tu Iglesia con nuevos hijos,
y a los que han nacido del agua del Bautismo
les das también la plenitud de tu Espíritu,
concede a cuantos han completado hoy
su iniciación cristiana,
y a toda tu familia santa,
manifestar en su vida
los sacramentos que con la fe han recibido.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
___________________________
LITURGIA EUCARÍSTICA
39. Acabada la Oración universal, sigue la Liturgia de la Eucaristía, en la que todo
se realiza
como de ordinario.
Algunos de los confirmados pueden llevar al altar el pan, el vino y el agua para la
Eucaristía.
Mientras tanto, se puede cantar un canto apropiado.
40. Cuando se puede celebrar la Misa ritual, la oración sobre las ofrendas se toma de
las
propuestas en el Misal Romano para esta Misa y se emplea el Prefacio de la
Confirmación.
41. Cuando se utiliza el Canon romano, se dice Acepta, Señor, en tu bondad propio;
en las
Plegarias eucarísticas II, III y IV se intercala la intercesión por los nuevos
confirmandos como
indica el Misal Romano.
42. Los confirmados y sus padrinos, padres, catequistas y familiares pueden
comulgar bajo las
dos especies.
Durante la procesión de comunión se puede cantar un canto apropiado.
Oración después de la comunión
43. La Liturgia eucarística concluye con la oración después de la comunión. Cuando
se puede
celebrar la Misa ritual se dice una de las siguientes oraciones.
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El Obispo:
Oremos.
Y todos oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio se haya
hecho
antes.
Después, con las manos extendidas, el Obispo dice:
e pedimos, Señor,
que continúes favoreciendo a estos hijos tuyos,
a quienes has ungido
con el don del Espíritu Santo
y has alimentado con el sacramento de tu Hijo;
haz que, superando las dificultades de la vida,
alegren con su santidad a la Iglesia
y, por medio de sus obras y de su amor,
la hagan crecer en el mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
__________________ O bien:
ios todopoderoso, mira con bondad
a los que has enriquecido
con los dones de tu Espíritu
y alimentado con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo;
concédeles también
vivir en el amor, plenitud de tu ley,
manifestar la libertad gloriosa
de los hijos de Dios
y, por la santidad de su vida,
cumplir su misión profética en el mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
T
D
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O bien:
errama, Señor, sobre nosotros
tu espíritu de caridad,
para que vivamos siempre unidos en tu amor
los que hemos participado
de un mismo sacramento pascual.
Por Jesucristo nuestro Señor.
__________________
El pueblo responde:
Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
Bendición solemne
44. Al final de la Misa, en lugar de la bendición habitual, se bendice al pueblo con
la siguiente
fórmula o bien con la oración sobre el pueblo que se indica a continuación.
El Obispo:
El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
El diácono o uno de los ministros puede amonestar a los fieles con estas palabras u
otras
parecidas:
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
Dios, Padre todopoderoso,
que os adoptó como hijos,
haciéndoos renacer
del agua y del Espíritu Santo,
os bendiga y os haga siempre dignos de su amor.
R. Amén.
V. El Hijo unigénito de Dios,
que prometió que el Espíritu de verdad
estaría siempre en la Iglesia,
D
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os bendiga y os fortalezca.
R. Amén.
V. El Espíritu Santo,
que encendió en el corazón de los discípulos
el fuego del amor,
os bendiga y, congregándoos en la unidad,
os conduzca a los gozos del reino eterno.
R. Amén.
Y, a continuación, añade:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre ✠, Hijo ✠ y Espíritu ✠ Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Y se despide al pueblo de la forma acostumbrada.
Oración sobre el pueblo
45. En lugar de la bendición anterior puede usarse, si se prefiere, la siguiente
Oración sobre el
pueblo.
El Obispo:
El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
El diácono o uno de los ministros puede amonestar a los fieles con estas palabras u
otras
parecidas:
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego, el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
Confirma, oh Dios,
lo que has realizado en nosotros
y conserva los dones del Espíritu Santo
en el corazón de tus fieles,
para que nunca se avergüencen
de dar testimonio de Cristo crucificado,
y cumplan siempre con amor tu voluntad.
Por Jesucristo nuestro Señor.
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R. Amén.
Y, a continuación, añade:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre ✠, Hijo ✠ y Espíritu ✠ Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Y se despide al pueblo de la forma acostumbrada.

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