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Poetas Modernistas Mexicanos A

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Rubén Darío.

o en el que es soberano de los claros


diamantes,
“Sonatina”: o en el dueño orgulloso de las perlas de
Ormuz?
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la
princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
fresa, quiere ser golondrina, quiere ser
que ha perdido la risa, que ha perdido el mariposa,
color. tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
La princesa está pálida en su silla de oro, ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
está mudo el teclado de su clave sonoro, saludar a los lirios con los versos de mayo
y en un vaso, olvidada, se desmaya una o perderse en el viento sobre el trueno
flor. del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de
El jardín puebla el triunfo de los pavos plata,
reales. ni el halcón encantado, ni el bufón
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, escarlata,

y vestido de rojo piruetea el bufón. ni los cisnes unánimes en el lago de azur.

La princesa no ríe, la princesa no siente; Y están tristes las flores por la flor de la
corte,
la princesa persigue por el cielo de
Oriente los jazmines de Oriente, los nelumbos del
Norte,
la libélula vaga de una vaga ilusión.
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¿Piensa, acaso, en el príncipe de


Golconda o de China, ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!

o en el que ha detenido su carroza Está presa en sus oros, está presa en sus
argentina tules,

para ver de sus ojos la dulzura de luz? en la jaula de mármol del palacio real;

¿O en el rey de las islas de las rosas el palacio soberbio que vigilan los
fragantes, guardas,
que custodian cien negros con sus cien José Asunción Silva.
alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón
“Noche III”:
colosal. Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de
murmullos y de música de alas,
Una noche
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la En que ardían en la sombra nupcial y
crisálida! húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,
(La princesa está triste. La princesa está Muda y pálida
pálida.) Como si un presentimiento de amarguras
infinitas
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! Hasta el más secreto fondo de tus fibras se
agitara,
¡Quién volara a la tierra donde un Por la senda que atraviesa la llanura florecida
Caminabas,
príncipe existe,
Y la luna llena
(La princesa está pálida. La princesa está Por los cielos azulosos, infinitos y profundos
esparcía su luz blanca.
triste.) Y tu sombra
Fina y lánguida,
más brillante que el alba, más hermoso Y mi sombra
que abril! Por los rayos de la luna proyectadas
Sobre las arenas tristes
De la senda se juntaban
Y eran una
-«Calla, calla, princesa -dice el hada Y eran una
madrina-; Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
en caballo, con alas, hacia acá se Y eran una sola sombra larga!
encamina,
Esta noche
Solo, el alma
en el cinto la espada y en la mano el azor,
Llena de las infinitas amarguras y agonías de
el feliz caballero que te adora sin verte, tu muerte,
Separado de ti misma por la sombra, por el
y que llega de lejos, vencedor de la tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Muerte, Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
a encenderte los labios con un beso de
Por la senda caminaba.
amor». Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas
Sentí frío. Era el frío que tenían en tu alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos
adoradas
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas.
Era el frío del sepulcro, era el frío de la Me besaba mucho.
muerte,
Era el frío de la nada. En paz
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada Salvador Díaz Mirón.
Iba sola
Iba sola Al separarnos.
Iba sola por la estepa solitaria.
Copo de nieve
Y tu sombra esbelta y ágil;
Fina y lánguida A Blanca
Como en esa noche tibia de la muerta
primavera, Música fúnebre
Como en esa noche llena de perfumes, de
murmullos y de música de alas, Mística
Se acercó y marchó con ella,
A Gloria
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las Ojos verdes
sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan
en las noches de negruras y de
lágrimas!.. Manuel José Othón
El ruiseñor
El río
En la estepa maldita
Manuel Gutiérrez Nájera. La selva
Para entonces Frons in mare
A un triste Idillo salvaje
En un abanico
¿Si tu murieras!
Luis Gonzaga Urbina.
Efímeras.
Metamorfosis
Hechicera
Amado Nervo (Juan Crisóstomo
Ruiz de Nervo y Ordaz) Mariposas de enero
Perlas negras V Dones
El primer beso
La agonía blanca
Cobardía
Soneto
El amor nuevo
A Leonor
A una francesa
la copa del placer vuelca Saturno.

Manuel Gutiérrez Nájera.


¡Aprovecha el minuto y el instante!
“Para entonces”:
Hoy te ofrece rendida la hermosura
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo, de sus hechizos el gentil tesoro,
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo. y llamándote ufana en la espesura,

No escuchar los últimos instantes, suelta Pomona sus cabellos de oro.


ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas. En la popa del barco empavesado
Morir cuando la luz, triste, retira que navega veloz rumbo a Citeres,
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira: de los amigos del clamor te nombra
algo muy luminoso que se pierde.
mientras, tendidas en la egipcia
Morir, y joven: antes que destruya alfombra,
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
sus crótalos agitan las mujeres.
aunque sepamos bien que nos traiciona.

Deja, por fin, la solitaria playa,


“A un triste”:
y coronado de fragantes flores
¿Por qué de amor la barca voladora
descansa en la barquilla de las diosas.
con ágil mano detener no quieres,
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
y esquivo menosprecias los placeres
¡También expiran jóvenes las rosas!
de Venus, la impasible vencedora?
EN UN ABANICO

A no volver los años juveniles Pobre verso condenado

huyen como saetas disparadas a mirar tus labios rojos

por mano de invisible Sagitario; y en la lumbre de tus ojos


triste vejez, como ladrón nocturno,
quererse siempre abrasar.
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
Colibrí del que se aleja Seré, si tú lo quieres, el resistente
escudo
el mirto que lo provoca que del dolor defienda tu corazón
desnudo;
y ve de cerca tu boca y si eres girasol,
seré la pare oscura que en hondo
desconsuelo
y no la puede besar
sin ver jamás los astros se inclina
siempre al suelo;
¡Tú, la que mira al sol!
¡SI TÚ MURIERAS!
La muerte está muy lejos; anciana y
errabunda,
Anoche, mientras fijos tus ojos me
evita los senderos que el rubio sol
miraban
fecunda,
y tus convulsas manos mis manos
y por la sombra va;
estrechaban,
camina sobre nieve, por rutas
tu tez palideció.
silenciosas,
¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta
huyendo de los astros y huyendo de las
noche misma
rosas;
tu luz se disipara, si se rompiera el
¡la muerte no vendrá!
prisma,
La vida, sonriendo nos deja sus tesoros:
si me muriera yo?
¡abre tus negros ojos, tus labios y tus
¡Ah! deja las tristezas al nido
poros
abandonado,
al aire del amor!
las sombras a la noche, los dardos al
Como la madre monda las frutas para el
soldado,
niño,
los cuervos al ciprés.
¡Dios quita de tu vida, cercada de cariño,
No pienses en lo triste que sigiloso llega;
las penas y el dolor!
los mirtos te coronan, y el arroyuelo
Ahora todo canta, perfuma o ilumina;
juega
ahora todo copia tu faz alabastrina,
con tus desnudos pies.
y se parece a ti;
La juventud nos canta, nos ciñe, nos
aspiro los perfumes que brotan de tu
rodea;
trenza,
es grana en tus mejillas; en tu cerebro,
y lo que en tu alma apenas como ilusión
idea,
comienza,
y entre tus rizos, flor;
es voluntad en mí.
tenemos en nosotros dos fuerzas
¡Ah! deja las tristezas al nido
poderosas,
abandonado,
que triunfan de los hombres y triunfan de
las sombras a la noche, los dardos al
las cosas:
soldado;
¡la vida y el amor!
los cuervos al ciprés.
Comparte con mi alma tus penas y
No pienses en los triste que sigilos llega;
dolores,
los mirtos te coronan, y el arroyuelo
te doy mis sueños de oro, mis versos y
juega
mis flores
con tus desnudos pies.
a cambio de tu cruz.
¿Por qué temer los años, si tienes la
Efímeras
hermosura;
la noche, si eres blanca; la muerte, si Idos, dulces ruiseñores.
eres pura; Quedó la selva callada,
la sombra, si eres luz? y a su ventana, entre flores,
no sale mi enamorada. “El primer beso”
Notas, salid de puntillas; Yo ya me despedía…. y palpitante
está la niñita enferma...
cerca mi labio de tus labios rojos,
Mientras duerme en mis rodillas,
dejad, ¡oh notas!, que duerma. «Hasta mañana», susurraste;

Luna, que en marco de plata yo te miré a los ojos un instante


su rostro copiabas antes, y tú cerraste sin pensar los ojos
si hoy tu cristal lo retrata
sacas, luna, la espantes. y te di el primer beso: alcé la frente
iluminado por mi dicha cierta.
Al pie de su lecho queda
y aguarda a que buena esté, Salí a la calle alborozadamente
coqueto escarpín de seda
que oprimes su blanco pie. mientras tu te asomabas a la puerta
mirándome encendida y sonriente.
Guarda tu perfume, rosa,
guarda tus rayos, lucero, Volví la cara en dulce arrobamiento,
para decir a mi hermosa,
y sin dejarte de mirar siquiera,
cuando sane que la quiero.
salté a un tranvía en raudo movimiento;
y me quedé mirándote un momento
y sonriendo con el alma entera,
Amado Nervo
y aún más te sonreí… Y en el tranvía
“Perlas Negras V”
¿Ves el sol, apagando su luz pura a un ansioso, sarcástico y curioso,
en las ondas del piélago ambarino? que nos miró a los dos con ironía,
Así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino. le dije poniéndome dichoso:

Mira la luna: desgarrando el velo -«Perdóneme, Señor esta alegría.»


de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.
COBARDÍA
¿Ves el faro en la peña carcomida
que el mar inquieto con su espuma Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!
alfombra?
Así radia la fe sobre mi vida, ¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
solitaria, purísima, escondida:
¡como el rostro de un ángel en la ¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata
sombra! realeza

de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!


Pasó con su madre. Volvió la cabeza: sabe!»
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
¡me clavó muy hondo su mirar azul!
Tus ojos son dos magos pensativos,
dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos… Pero hay algo,
Quedé como en éxtasis… pero hay algo más bello aún: tu boca.

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente


Con febril premura,
para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al
par. pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!

Tu alma recogida, silenciosa,


…Pero tuve miedo de amar con locura, de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas…
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
A una francesa
cerrando los ojos, la deje pasar!
El mal, que en sus recursos es proficuo,
El amor nuevo jamás en vil parodia tuvo empachos:
Todo amor nuevo que aparece Mefistófeles es un cristo oblicuo
nos ilumina la existencia, que lleva retorcidos los mostachos.
nos la perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad Y tú, que eres unciosa como un ruego
toda mujer es refulgencia y sin mácula y simple como un nardo,
y todo amor es claridad. tienes trágica crin dorada a fuego
Para curar la pertinaz y amarillas pupilas de leopardo.
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz; Me besaba mucho
porque se posa en nuestro mal Me besaba mucho, como si temiera
sin lastimar nunca la herida, irse muy temprano... Su cariño era
como un destello en un cristal. inquieto, nervioso. Yo no comprendía
Como un ensueño en una cuna, tan febril premura. Mi intención grosera
como se posa en la rüina nunca vio muy lejos
la piedad del rayo de la luna. ¡Ella presentía!
como un encanto en un hastío, Ella presentía que era corto el plazo,
como en la punta de una espina que la vela herida por el latigazo
una gotita de rocío… del viento, aguardaba ya..., y en su
¿Que también sabe hacer sufrir? ansiedad
¿Que también sabe hacer llorar? quería dejarme su alma en cada abrazo,
¿Que también sabe hacer morir? poner en sus besos una eternidad.
-Es que tú no supiste amar… EN PAZ
A Leonor

Tu cabellera es negra como el ala Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,


del misterio; tan negra como un lóbrego porque nunca me diste ni esperanza fallida,
jamás, como un adiós, como un «¡quién ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
que alzó un exceso de juventud,
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino; y se mezclaron, al darse un beso,
en una estrella del cielo azul.
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles
sabrosas:
Y hoy que nos hiere la suerte impía,
cuando planté rosales, coseché siempre
rosas. nos preguntamos con inquietud:

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el ¿cuál es la tuya? ¿cuál es la mía?


invierno:
Y yo no acierto ni aciertas tú.
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese
eterno! “Copo de nieve”:
Hallé sin duda largas las noches de mis Para endulzar un poco tus desvíos

penas; fijas en mí tu angelical mirada


mas no me prometiste tan sólo noches
y hundes tus dedos pálidos y fríos
buenas;
y en cambio tuve algunas santamente en mi oscura melena alborotada.
serenas...

¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en Estamos separados por un mundo.
paz! ¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?

¿Por qué, si soy el fuego, no te fundo?

Tu mano espiritual y transparente,

cuando acaricia mi cabeza esclava,

Salvador Díaz Mirón. es el copo glacial sobre el ardiente

volcán cubierto de ceniza y lava.


“Al separarnos”:
Nuestras dos almas se han confundido
en la existencia de un ser común, A BLANCA

como dos notas en un sonido, ¡Tu belleza mirífica no asoma


como dos llamas en una luz.
y en éxtasis escucho tu voz clara,

que llega del jardín cual un aroma,


Fueron esencias que alzó un exceso,
pero cual un aroma que cantara!
serán mi vida, que ha transformado,
que ha transformado la ley de Dios.
¡Endulzas con tu acento un mar de
acíbar Serán mis fibras con otro aspecto,
ala y corola y ascua y vapor;
mis pensamientos transfigurados,
y en éxtasis escucho tu voz clara,
perfume y éter y arrullo y sol.
Soy un cadáver ¿cuándo me entierran?
que viene de un amor, cual un almíbar, Soy un viajero ¿cuándo me voy?
Soy una larva que se transforma
pero cual un almíbar que cantara! ¿cuándo se cumple la ley de Dios
y soy entonces, mi blanca niña,
celaje y ave, lucero y flor
A Gloria

No intentes convencerme de torpeza


Música fúnebre
con los delirios de tu mente loca:
Mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa, mi razón es al par luz y firmeza,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume. firmeza y luz como el cristal de roca.

Y frío de alta zona hiela y entume;


y luz de sol poniente colora y rasa:
Semejante al nocturno peregrino,
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume! mi esperanza inmortal no mira el suelo;

El sublime concierto llena la casa; no viendo más que sombra en el camino,


y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume. sólo contempla el esplendor del cielo.

Y como envuelta en oro tejido en gasa,


la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume. Vanas son las imágenes que entraña

tu espíritu infantil, santuario oscuro.

Mística Tu numen, como el oro en la montaña,


Si en tus jardines, cuando yo muera,
cuando yo muera, brota una flor; es virginal y, por lo mismo, impuro.
si en un celaje ves un lucero,
ves un lucero que nadie vio;
y llega una ave que te murmura,
que te murmura con dulce voz,
abriendo el pico sobre tus labios, A través de este vórtice que crispa,
lo que en un tiempo te dije yo:
aquel celaje y el ave aquella, y ávido de brillar, vuelo o me arrastro,
y aquel lucero y aquella flor
oruga enamorada de una chispa la virtud, esa trágica, descuella;

o águila seducida por un astro. es la sibila de palabra de oro,

la sombra que hace resaltar la estrella.

Inútil es que con tenaz murmullo

exageres el lance en que me enredo: ¡Alumbrar es arder! ¡Estro encendido

yo soy altivo, y el que alienta orgullo será el fuego voraz que me consuma!

lleva un broquel impenetrable al miedo. La perla brota del molusco herido

y Venus nace de la amarga espuma.

Fiando en el instinto que me empuja,

desprecio los peligros que señalas. Los claros timbres de que estoy ufano

«El ave canta aunque la rama cruja, han de salir de la calumnia ilesos.

como que sabe lo que son sus alas». Hay plumajes que cruzan el pantano

y no se manchan... ¡Mi plumaje es de


esos!
Erguido bajo el golpe en la porfía,

me siento superior a la victoria.


¡Fuerza es que sufra mi pasión! La palma
Tengo fe en mí; la adversidad podría,
crece en la orilla que el oleaje azota.
quitarme el triunfo, pero no la gloria.
El mérito es el náufrago del alma:

vivo, se hunde; pero muerto, ¡flota!


¡Deja que me persigan los abyectos!

¡Quiero atraer la envidia aunque me


abrume! ¡Depón el ceño y que tu voz me arrulle!

La flor en que se posan los insectos ¡Consuela el corazón del que te ama!

es rica de matiz y de perfume. Dios dijo al agua del torrente: ¡bulle!;

y al lirio de la margen: ¡embalsama!

El mal es el teatro en cuyo foro


¡Confórmate, mujer! Hemos venido ¡Ojos verdes como el mar!

a este valle de lágrimas que abate,

tú, como la paloma, para el nido, Ojos cuyo amor anhelo


y yo, como el león, para el combate.
porque alegra cuanto alcanza,
Ojos verdes
ojos color de esperanza,
Ojos que nunca me veis,
con lejanías de cielo:
por recelo o por decoro,
ojos que a través del velo
ojos de esmeralda y oro,
radian bienaventuranza,
fuerza es que me contempléis;
mi alma a vosotros se lanza
quiero que me consoléis
en alas de la embriaguez,
hermosos ojos que adoro;
miradme una sola vez,
¡estoy triste y os imploro
ojos color de esperanza.
puesta en tierra la rodilla!
Cese ya vuestro desvío,
¡Piedad para el que se humilla,
ojos que me dais congojas;
ojos de esmeralda y oro!
ojos con aspecto de hojas

empapadas de rocío.
Ojos en que reverbera
Húmedo esplendor de río
la estrella crepuscular,
que por esquivo me enojas.
ojos verdes como el mar,
Luz que la del sol sonrojas
como el mar por la ribera,
y cuyos toques son besos,
ojos de lumbre hechicera
derrámate en mí por esos
que ignoráis lo que es llorar, ojos con aspecto de hojas.

¡glorificad mi penar!

¡No me desoléis así!

¡Tened compasión de mí!


dialogad con el viento y con la fronda.

Chorro garrulador, sobre la honda

cóncava quiebra, rómpete en jirones

y estrella contra riscos y peñones

tus diamantes y perlas de Golconda.


Manuel José Othón

Soy vuestro padre el río. Mis cabellos


“El ruiseñor” son de la luna pálidos destellos,

Oid la campanita, cómo suena, cristal mis ojos del cerúleo manto.

el toque del clarín, cómo arrebata,

las quejas en que el viento se desata Es de musgo mi barba trasparente,

y del agua el rodar sobre la arena. ópalos desleídos son mi frente

y risa de las náyades mi canto.

Escuchad la amorosa cantilena


EN LA ESTEPA MALDITA
de Favonio rendido a Flora ingrata
En la estepa maldita, bajo el peso
y la inmensa y divina serenata

que Pan modula en la silvestre avena. de sibilante brisa que asesina,

irgues tu talla escultural y fina


Todo eso hay en mis cantos. Me enamora

la noche; de los hombres soy delicia como un relieve en el confín impreso.

y paz, y entre los árboles cubierto,

El viento, entre los médanos opreso,


sólo yo alcé mi voz consoladora,

como una blanda y celestial caricia, canta como una música divina,

cuando Jesús agonizó en el huerto. y finge bajo la húmeda neblina,

un infinito y solitario beso.


“El río”
Triscad, oh linfas, con la grácil onda,

gorgoritas, alzad vuestras canciones. Vibran en el crepúsculo tus ojos,

y vosotros, parleros borbollones,


un dardo negro de pasión y enojos
que en mi carne y mi espíritu se clava; hasta el sereno mar de las estrellas.

En la estepa maldita
En la estepa maldita, bajo el peso
y destacada contra el sol muriente, de sibilante brisa que asesina,
irgues tu talla escultural y fina
como un airón, flotando inmensamente, como un relieve en el confín impreso.
El viento, entre los médanos opreso,
tu bruna cabellera de india brava. canta como una música divina,
y finge bajo la húmeda neblina,
LA SELVA un infinito y solitario beso.
Vibran en el crepúsculo tus ojos,
Hay en mi seno voces interiores, un dardo negro de pasión y enojos
jamás por los mortales escuchadas, que en mi carne y mi espíritu se
que oyéronlas tan sólo, á las vegadas, clava;
los dioses convertidos en pastores. y destacada contra el sol muriente,
como un airón, flotando
Al ritmo de mis plácidos rumores inmensamente,
cruzaban por mis sendas, nunca tu bruna cabellera de india brava.
holladas,
y les seguían faunos y dryadas,
ciñéndoles de lauro, y mirto, y flores.
Idilio salvaje
Su flauta el viejo Pan dejó escondida
donde habitan mis genios tutelares, ¿Por qué a mi helada soledad viniste
que es del misterio y del amor manida. cubierta con el último celaje
de un crepúsculo gris?… Mira el paisaje,
Mas robada me fué, y hoy sus cantares árido y triste, inmensamente triste.
se desbordan en hálitos de vida,
resonando por montes y por mares. Si vienes del dolor y en él nutriste
tu corazón, bien vengas al salvaje
Frons in mare desierto, donde apenas un miraje
Cada vida mortal es una hoja de lo que fue mi juventud existe.
que el árbol guarda a octubre
amarillento; Mas si acaso no vienes de tan lejos
cuando secas están se agita el viento y en tu alma aún del placer quedan los dejos,
y al bramador torrente las arroja. puedes tornar a tu revuelto mundo.
Mas ¿por qué de la tuya nos despoja,
si era fronda que el aire tremulento Si no, ven a lavar tu ciprio manto
acariciaba con divino acento, en el mar amarguísimo y profundo
bajo un alba de abril dorada y roja? de un triste amor o de un inmenso llanto.
Del huracán al golpe furibundo
cayó la verde hojita en la corriente
del manso río azul que, desde el
mundo,
en sus ondas purísimas y bellas Luis G. Urbina.
la llevó, cariñosa y blandamente
“Metamorfosis”: Un hálito de abril sopló en mi otoño;

Era un cautivo beso enamorado en cada fronda reventó un retoño;

de una mano de nieve que tenía en cada viejo nido, hubo canciones;

la apariencia de un lirio desmayado


y el palpitar de un ave en agonía. y, entre las sombras de jardín errantes

Y sucedió que un día, luciérnagas brillaron, como antes

aquella mano suave de mi postrer dolor, las ilusiones.

de palidez de cirio, Mariposas de enero


Un día de invierno gris y opaco. Tienen,
de languidez de lirio, el jardín pereza, modorra las flores,
cansancio las aguas, que apenas
de palpitar de ave, sostienen
erguidos los chorros de los surtidores.
se acercó tanto a la prisión del beso, No hay aves que trinen; no hay voces
que suenen;
que ya no pudo más el pobre preso y en la anemia de la luz y los verdores,
dos mariposillas que van y que vienen
y se escapó; más, con voluble giro, sacuden las alas de flavos colores.
¡Buscáis miel, ilusas! la miel ya no existe,
huyó la mano hasta el confín lejano, y un tropo me asalta, muy viejo y muy
triste:
y el beso, que volaba tras la mano,
las dos ilusiones de mi vida entera.
rompiendo el aire, se volvió suspiro. (¡Amar! ¡ser amado!) son dos mariposas
en un jardín mustio que no tiene rosas....
“Hechicera”: Son dos rezagadas de la primavera

No sentí cuando entraste; estaba oscuro, DONES

en la penumbra de un ocaso lento, Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría


ingenua; su ironía
el parque antiguo de mi pensamiento amable: su risueño y apacible candor.
que ciñe la tristeza, cual un muro. ¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,


Te vi llegar a mí como un conjuro,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
como el prodigio de un encantamiento, las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.
como la dulce aparición de un cuento:
Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
blanca de nieve y blonda de oro puro.
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre,
eres
quien me ha dado el secreto de la paz
interior. Soneto

A merced de los vientos, como una barca Beso tus ojos tristes como suele
rota sus reliquias besar, en tanto reza,
va, doliente, el espíritu; desesperado, no. una anciana piadosa. Y tu cabeza
La placidez alegre poco a poco se agota; que a perfumadas liviandades huele,
mas sobre la sonrisa que me dio el padre,
brota beso, porque mi beso te consuele,
de mis ojos la lágrima que la madre me dio. mi beso que es unción y que es tristeza,
mi beso que está limpio de impureza,
LA AGONÍA BLANCA
mi beso que no mancha y que no duele.

Yo bien sé que es romántica locura


Blanca como esta noche no he visto cosa
besarte así, con beso que no alcanza
alguna:
a encender la pasión sensual e impura;
ni el mármol, ni la nieve, ni el armiño. Semeja
el cielo, un gran abismo de plata, que refleja
mas gusto de juntar, en suave alianza,
su luz, en otro abismo de cristal: la laguna. mi aspiración de amor y de ternura
a tu ideal de ensueño y esperanza.
Sólo, de tarde, en tarde, pasa, pequeña y
bruna,
la góndola, que efímero surco ondulante
deja;
y cuando, hacia las brumas rutilantes, se
aleja,
todo es latir de astros; todo, fulgor de luna.

¿Donde están los colores? En uno se han


fundido.
El negro huyó a esconderse. El azul se ha
dormido.
El blanco, puro y virgen, sus imperios rescata.

Y en silencio vasto, sideral y profundo,


parece que esta noche se va a morir el
mundo
con una inmensa muerte de cristal y de
plata.

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