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Fernando Rocchi
El aporte de Ezequiel Gallo al análisis histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13
Paula Alonso
Los lenguajes de oposición en la Argentina de 1880:
La Nación y El Nacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35
Tim Duncan
La Prensa Política: Sud-América, 1884-1892 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65
Carina Frid
Del puerto al almacén rural: circuitos comerciales
y producción lanar en el Sur de Santa Fe (1860-1890) . . . . . . . . . . . . . .93
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LA PRENSA POLÍTICA:
SUD-AMÉRICA, 1884-1892*
Tim Duncan**
Resumen
Abstract
* Este artículo fue publicado originalmente en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (compi-
ladores) (1980): La Argentina del Ochenta al Centenario, Buenos Aires: Editorial Sud-
americana, pp. 761-783. El autor quiere agradecer el apoyo de la Universidad de Mel-
bourne y del Instituto Torcuato Di Tella que le permitieron visitar la Argentina en 1978.
Quiere agradecer, en particular al doctor John Fogarty y al doctor Ezequiel Gallo, y
también al doctor Gustavo Ferrari, doctor Natalio Botana, doctora Francis Korn y pro-
fesor Geoffrey Blainey. Traducción de Francis Korn.
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provide a corrective to the view that political outcomes of the era were
somehow fixed: rather, they tell us that public opinion ruled the political
arena, where the contest was close and in many ways transparent.
He leído que Bismarck suele mirar con glacial indiferencia los ataques
de la prensa, sin rehusar refutarlos por eso cuando cree llegado el caso.
Por esta razón, le recuerdo que no abandone el propósito de tener un
diario propio. Su utilidad es indiscutible y la empresa es fácil, porque
hay muchísima gente dispuesta a dar dinero para eso. Un diario para un
hombre público es como un cuchillo para el gancho pendenciero: debe
tenerse siempre a mano.
Ramón Cárcano, 1883
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La República tiene como peculiaridades sus grandes ríos, su inmensa pam-
pa, su cielo precioso, sus elevadas montañas y su general Mitre. Produce
papas, maíz, toda clase de cereales, vacas e historias de San Martín.4 Este
agudo sentido del absurdo no fue exclusivo de Sud-América; también El Dia-
rio y más tarde La Nación publicaron ambos graciosas columnas tituladas
Desde Córdoba en las que Marcos Juárez fue diaria y mordazmente sati-
rizado.5 El Nacional, por su parte, describió en una ocasión al Presidente Juá-
rez Celman recibiendo gozoso un busto de oro con su propia imagen.6 Pero
si el mundo de los hombres públicos de fines del siglo pasado fue pequeño,
el mundo del periodismo fue más pequeño aún: Sud-América no sólo com-
partió su ubicación. En la calle Bolívar, una serie de publicaciones se aloja-
ban en recintos convenientemente separados unos de otros a distancia de
una pedrada. Frente a las oficinas e imprenta de Sud-América se albergaba
El Nacional, e incómodamente al lado estaba La Tribuna Nacional.7 Lo que
estas publicaciones tenían en común es lo que más adelante consideraremos
como rasgos que hacen a la definición de un diario político. Como vere-
mos, todas ellas se diferenciaban sustancialmente de los periódicos masivos
del siglo XX y tampoco eran, como sus predecesores, meros panfletos polí-
ticos. Eran, en todo caso, un híbrido cuyas finanzas, personal, perspectivas
de sobrevivencia e, incluso, estilo, estaban todos estrechamente ligados al
sistema político mismo. Se puede clasificar a los periódicos como prensa
política en razón de las cuatro características que mencionamos y que des-
cribiremos con más detalle más abajo. Nadie que los haya leído puede estar
en desacuerdo con la clasificación que les otorga el censo municipal de 1887.8
Nos ocuparemos aquí de la prensa política porteña por la sola razón de
que Sud-América se publicaba en Buenos Aires, ya que cada capital pro-
vincial podía jactarse de contar con por lo menos dos o tres diarios con finan-
zas, personal, posibilidades de vida y estilo similares a los de la capital,
determinadas todas estas características por orientaciones políticas.
Carlos Pellegrini y Paul Groussac lanzaron Sud-América cuando la
prensa argentina, al igual que el país, prosperaba rápidamente. Lo que no
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significa que un diario político fuese entonces una buena inversión finan-
ciera. En 1884 la avidez de noticias y el interés por la política eran abas-
tecidos en Buenos Aires por diez diarios por lo menos. La competencia
por las ventas en la calle era, pues, tan cruenta como la lucha por conse-
guir avisos. 9 Si para los dos diarios de mayor circulación, La Nación y
La Prensa, la vida no era muy precaria, para la mayoría de los otros dia-
rios políticos, que tiraban cada mañana un promedio de 5.000 a 6.000
ejemplares, se hacia necesaria la obtención de un sustancial subsidio exter-
no.10 Era tan caro fundar un diario político como hacerlo funcionar. Por
lo común, como en el caso de Sud-América, se armaba una compañía y
se conseguía financiación mediante la venta de acciones. Pellegrini reu-
nió los 50.000 $ m/n requeridos como capital inicial de Sud-América por
medio de la venta de cincuenta acciones.11 El número de estas últimas
era en general pequeño, con el objeto de obtener una distribución limita-
da del derecho a voto. Otra forma de mantener reducido el derecho a
voto en la decisión editorial, era la obtención de préstamos bancarios. De
esta última manera es como Roca consiguió fundar La Tribuna Nacional.12
Pero la mayor parte de la prensa política no podía acceder a este lujo; los
costos eran tan altos que sin aumentos permanentes en la circulación o
subsidios directos y continuos, los diarios no podían subsistir.
Siendo la fuente de subsidios la que generalmente proveía la línea polí-
tica por seguir, los diarios no desaparecían hasta que la facción que los
sostenía no lo hiciese primero. El caso de La Tribuna Nacional ilustra cla-
ramente esta dependencia financiera. En febrero y marzo de 1889 el diario
de Roca fustigó a Juárez Celman a raíz de su intervención a la provincia de
Mendoza y del cierre de la Bolsa. Juárez se vengó suspendiendo la sus-
cripción ministerial a La Tribuna Nacional, de lo que resulto la liquidación
inmediata del diario.13 Un año después, su antiguo editor, Agustín de Vedia,
estimaba los costos de un diario equivalente en 12.000 $ m/n.14 Los costos
de Sud-América no deben haber sido muy diferentes. El tiraje inicial de
2.800 ejemplares aumentó al doble en 1887 cuando la influencia y la repu-
tación del diario estaban en su apogeo. El costo por unidad era muy alto,
pero la influencia política de Juárez aseguraba su existencia. Desde 1886
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Todos los diarios políticos estaban llenos de fervor por esta década
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era sistemáticamente ignorado. Para 1891, era evidente, sin embargo, que
un cambio se había gestado. José S. Gil, director del diario, trató de librar-
se de la responsabilidad del mismo buscándole una fecha de comienzo y
concluyó que el incondicionalismo, tal el cambio, fue inventado en el
banquete de la juventud juarista de 1889.33 Es probable que Gil estuviese
en lo cierto, pero su afirmación podía también inducir a error. Incondi-
cionalismo fue un termino acuñado por los partidarios juaristas para
reforzar lazos de lealtad en un momento en que los ataques al presidente
y su gobierno se multiplicaban. Estos ataques provenían de un grupo que
se oponía al partido Autonomista Nacional, pero que estaba a la vez rela-
cionado con él. Expresaban a un tiempo tanto el pánico como la impoten-
cia que engendraba el éxito aplastante de la maquinaria juarista en los cír-
culos que no se consideraban parte de ella. No había dudas: los juaristas
habían cambiado. Todo comenzó a fines de 1887 como un intento conscien-
te y deliberado de controlar el brazo político del gobierno nacional: el par-
tido Autonomista Nacional. En Sud-América el control estaba en manos
de esa segunda generación que durante los dos años y medio siguientes
discutió y propagó lo que hoy se conoce como el unicato.
Lo que fundamentalmente diferenció al nuevo grupo en control de Sud-
América fue su intensa simpatía hacia las provincias, y esto se tradujo en
que desparramase sobre Buenos Aires un aire liberal firmemente soplado
desde Córdoba. A fines de 1888 Sud-América hizo explícito que era des-
de tierra adentro que se afanaban por borrar los antagonismos que los celos
y veleidades de los pueblos del Interior y del Litoral encendieron entre la
clásica Córdoba de los virreyes y la briosa Buenos Aires de la revolu-
ción.34 El liberalismo de la Argentina moderna tenía sus raíces profundas
dentro del puerto, y por esta sencilla razón, el diario explicaba, sólo un hom-
bre de origen provincial que profesara los principios liberales más avanza-
dos estaba calificado para representar a todos los argentinos. El hombre
era, por supuesto, Juárez Celman. Pero para Sud-América también podía lle-
gar a serlo Ramón Cárcano. Joven y cordobés, había desatado en Córdoba,
junto a Juárez Celman, el ataque nacional contra la Iglesia y llegó, justo en
1887, para hacerse cargo del Correo Central. Sud-América lo introdujo al
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Las más de las veces un hombre, un caudillo, avasalla las multitudes, las
seduce, las domina y las agrupa. Aquí no hay conservadores, aquí no hay Whigs
y Tories, aquí no hay republicanos y demócratas; nos llamamos sucesiva y
alternativamente alsinistas, mitristas, roquistas, rochistas, juaristas, etc.39
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representante. Una prensa libre no era una mera decoración moderna inven-
tada por los dandies liberales del siglo pasado. Lo mismo podría decirse
del acto de votar, y aquí está realmente el nudo de la cuestión. Un voto podía
ser revelador de un estado de opinión o no, dependiendo del modo en que
se emitía. No había nada de creativo ni de dinámico en él mismo. Por cier-
to que los abusos que invariablemente lo acompañaron, tanto antes como
después de 1880, sugieren que era visto como un medio de participación
mucho más débil y menos significativo. La prensa libre, en cambio, era el
símbolo de un compromiso decididamente más profundo y fundamental con
la idea de una república democrática en su sentido más clásico.
¿Cómo debería ser reconstruida entonces nuestra interpretación de la
política argentina de fin del siglo pasado? ¿Contenía la prensa del momen-
to algo más que promesas sobre el porvenir? Hay razones para convencer-
se de que la prensa realmente llenaba las funciones que se proyectaban sobre
ella. Sabemos que existía un número extraordinario de publicaciones. Tam-
bién hemos visto que el panfleto político y el diario coexistían en esa suer-
te de amalgama que describimos aquí como prensa política. Sabemos que
los diarios partidarios, profundamente críticos de los hombres en el poder,
eran libres de publicar lo que actualmente sería considerado calumnia o libe-
lo. ¿Pero qué pasaba con la opinión pública? ¿Puede argüirse que en las
décadas de 1880 y 1890 existían realmente los controles al ansia de poder
que hubiesen satisfecho algunas de las tendencias idealistas del pensa-
miento argentino de la época? Lo que pasa luego de la caída de Juárez Cel-
man es especialmente ilustrativo. Es difícil imaginar a Roca trabajando
exitosamente para conseguir la renuncia de Juárez sin el trasfondo de opi-
nión que preparó la prensa porteña en los meses anteriores. Es igualmente
difícil ver a esa preparación como otra cosa que la expresión de la humi-
llación porteña ante lo que se consideraba en Buenos Aires como el mani-
puleo cordobés del poder.58 Del mismo modo, es difícil explicar el resulta-
do de las elecciones de 1892 sin tener en cuenta el papel crítico que jugo
la opinión pública. Esta puede haber sido una voz tan selecta como se
quiera, pero fue el público políticamente educado el que impuso sobre
Roca y Mitre la humillante solución de Luis Sáenz Peña. Estos avezados
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44 J. Lalanne, antiguo director de Sud-América fue brevemente apoyado por Costa para
hacerse cargo de El Nacional. Como Gil, dejó de apoyar a Costa cuando este último se
volvió partidario del acuerdo entre Roca y Mitre. Véase Sud-América, (23/3/1891), Sud-
América, (24/3/1891).
45 Para una encantadora descripción de la vida de Pellegrini durante 1884 y 1885, véase
Groussac, (1972, p. 216).
46 La fecha precisa de terminación de este período depende del criterio que se emplee. La
presidencia de Sarmiento y el fin de la guerra con Paraguay parecen satisfactorios, sobre
todo porque es en este momento cuando empiezan a desaparecer las distracciones carac-
terísticas del período posterior a la Independencia (particularmente los obstáculos diplo-
máticos y geográficos). Los efectos económicos de estas distracciones pueden compro-
barse en El Banco de la Nación en su Cincuentenario, (1941), Banco de la Nación, Buenos
Aires; los geográficos en Cortes Conde, R.: (1968, abril-junio, v. XVIII); y los constitu-
cionales en Botana, N., (1977).
47 Tan polémico como pueda ser, el Facundo de Sarmiento sigue siendo el comentario clá-
sico de la segunda mitad del siglo XIX. La introducción de Pellegrini al libro de Martí-
nez y Lewandowski: The Argentine in the Twentieth Century, capta con agudeza la
ambivalencia de la década de 1880, cuando una nueva certeza de que el pasado iba que-
dando atrás se mezclaba con las advertencias para evitar que jamás volviese.
48 La exposición más conocida de este punto de vista puede verse en Romero, J. L. (1963,
pp. 184-204). McGann mismo lo vuelve a repetir en (1957).
49 Véase Carlton J. Hayes, A (1941). La historia nacional le ha hecho en este aspecto un
flaco servicio a la historiográfia argentina, al computar un abrumador sentido de singu-
laridad en áreas donde la Argentina se estaba moviendo parejamente con sus mentores
culturales y políticos. Una comparación con Australia mostraría que esto puede ser exten-
dido de los mentores a los competidores.
50 Es pertinente citar aquí el ejemplo de Germán Lallemant y el de la composición e inte-
reses de su club de inmigrantes, Vorwärts. Tal es el caso de la insignificancia del pensa-
miento socialista en la Argentina hasta 1900 que el Censo proclama como descubri-
miento la existencia de periódicos socialistas y anarquistas (véase Segundo Censo Nacional,
1895, III, p. XVII). A uno le queda la impresión de que la fama de Lallemant está basa-
da en el interés de autores actuales más que en el grado de notoriedad que tanto él como
Vorwärts lograron alcanzar entre sus contemporáneos. Véase Ratzer, J., Germán Ave
Lallemant, en J. Godio (ed.) (1974, pp. 111-21).
51 El debate ideológico más importante, que tuvo lugar entre 1880 y 1900, fue el que giró
en torno a las relaciones de la Iglesia y el Estado en 1883 y 1886.
52 Véase Botana, N., (1977, pp. 45-7).
53 Ramos, Juan, (comp.), (1910, I, pp. 468-9).
54 Segundo Censo Nacional, (1895, III, p. XVII).
55 Censo de la Ciudad de Buenos Aires, (1887, I, p. 52).
56 La Colonia de Victoria, en Australia, tuvo pretensiones parejas a las argentinas. Véase
Davison, G. (1978, pp. 229-46).
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57 La opinión pública era entonces algo muy diferente de las medidas cuantitativas
actuales que hoy miden opinión. El público debe ser entendido como un antónimo
no menos políticamente interesado que la turba. Véase Sarmiento, (v. XXXIX, pp. 89,
125, 142-4 y especialmente 322-3), Obras Completas, Buenos Aires. La república demo-
crática era la forma en que ese público se gobernaría idealmente a sí mismo.
58 Zorraquín Becú, H. (1960). Zorraquín Becú es el único historiador de la Revolución del
90 que trata de explicar por qué la revolución tuvo lugar en Buenos Aires. Hace hinca-
pié en que la Unión Cívica era un movimiento porteño.
59 Véase El Nacional, (24/11/1891), y especialmente (10/12/1891) y (29/12/1891).
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Bibliografía
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Carina Frid *
Resumen
El estudio examina los nexos que vincularon el comercio rural con las trans-
formaciones seguidas por la ganadera ovina entre 1860 y 1890. Se anali-
zan los mecanismos por los cuales los circuitos mercantiles con base en
Rosario se asociaron a la cría del lanar antes del arribo del cereal en el sur
de Santa Fe.
Abstract
This study examines the bonds relating rural business and sheep breeding
activities between 1860 and 1890. Mercantile networks heading in the port
of Rosario played a significant role in expanding credit in Southern Santa
Fe in the years that preceded agricultural production.
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