El Churre (2022) (Premio Herralde de Novela) - Primera Parte
El Churre (2022) (Premio Herralde de Novela) - Primera Parte
El Churre (2022) (Premio Herralde de Novela) - Primera Parte
PRIMERA PARTE
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A
Rosalía Calle, mi mamá
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como la tierra del eterno sol, debido a que no existen las estaciones de invierno,
nos hemos acostumbrado al calor desde tiempos inmemorables. Recuerdo con emoción
Paita a observar los barcos que iban y venían de Lima. Mi abuelo acostumbraba a
contarme la historia del Imperio de los Incas, y la época en la que nuestro país fue una
Tenía alrededor de 9 años y vivía con mi madre –mi padre había muerto un año
atrás– y desde entonces, mis abuelos nos visitaban casi todos los fines de mes. Ellos
arroz, papa y maíz. Es verdad que tuve una infancia feliz y fui un niño alegre por el
afecto de mi madre y de mis abuelos, sin embargo, la muerte de mi padre a causa del
espera de una promesa para entrevistar a Abimael Guzmán, líder del grupo terrorista
Sendero Luminoso, pero aquella entrevista fue una farsa que sirvió de emboscada para
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que también lo asesinaran. Fueron años dolorosos para los peruanos, dejando miles y
Cuando tenía 18 años, gracias a una beca logré viajar a España a estudiar
España conocí a Dorota, una chica polaca que trabajaba como traductora de textos del
años después. Por cierto, muchos años en total estuve lejos de mi país de origen… Y
cuando regresé de visita, sentí unas ganas enormes de volver a ver a mi madre y llevarla
conmigo a Francia. Asimismo, quería que conociera a Dorota (en ese entonces) mi
novia. Ella tenía muchas ganas de conocerla y deseaba conocer al Perú: la gastronomía,
sus gentes, los paisajes, las tradiciones, las ciudades de Chiclayo, Trujillo, Arequipa, y
sobre todo las ruinas de Machu-Pichu. ¡Qué diferencia hubo entre el primer y segundo
viaje que hice al Perú! El primero fue dichoso porque solo vine de visita; el segundo
resentimiento, odio y malos recuerdos por los años vividos en la época del terrorismo,
esperándome en el aeropuerto de Piura. A pesar del paso de los años, aún mantenía la
“te he extrañado muchísimo en estos años”. Juntos tomamos un taxi para ir a casa,
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aquella casa por la que sentía melancolía de evocar los más hermosos, y a la vez, los
Por la tarde recorrimos las calles de Piura, visitamos a la familia y en los días
era uno de ellos, un piurano más…Atrás quedaron los años de terror, de pobreza, de
diferencias entre los ricos y pobres. Incluso Piura se había modernizado, puesto que ya
comerciales; tampoco vi a ningún “piajeno” que eran los burritos de las calles y de los
pueblos cercanos. Sentí desde lo más profundo de mi corazón una inmensa emoción y
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Unas semanas después de haber visitado a mi madre, y ya viviendo en Francia;
de mediana estatura, ojos negros, piel morena, buena presencia, y vestido con un traje
- Sí –respondí sorprendido–.
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Le pedí que tomara asiento e inmediatamente me entregó una carta un poco
arrugada, que al parecer llevaba mucho tiempo con él. Era una carta de recomendación
dirigida a mi persona, escrita con un lapicero azul por don Luis Guevara ¿Conocía a
este señor? Por supuesto que sí. Yo sabía que había muerto porque cuando regresé a
Piura (un año antes) y me dirigí a su casa, una adolescente –supongo que era su nieta–
me dijo que el taita había fallecido. Llevaba años sin tener contacto con don Luis, pero
le recordaba con afecto y gratitud. Después de leer atentamente la carta, cuya letra
viviendo de esta forma. He viajado de París hasta Perpignan solo para verlo
de la ingenuidad de viajar a Francia, sin recursos, y con el ideal de ganarse la vida como
poeta. Intenté darme prisa en mi respuesta por el miedo de pensar que mi silencio se
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- De acuerdo, le daré el dinero. ¿Cuánto más o menos necesita?
- Lo que cuesta el pasaje de regreso, creo que son cerca de 1000 euros.
escritores –respondió–.
- Sea como sea esta aventura para un joven de su edad es digna de admirar,
–contesté sinceramente–.
Le entregué unas toallitas húmedas para que se limpiara sus ojos negros,
universidad preferí invitarle a una cafetería del centro de la ciudad, y de esta forma
algunos ingenuos llamamos a París. Me comentó que llegó a Francia con una beca de
la Alliance Française de Piura que le concedió un viaje de una semana con todos los
decidió quedarse para intentar abrirse camino como poeta: aunque sin papeles, sin
invierno. Estuvo así más de un año hasta que desistió seguir perseverando ya que
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Al preguntarle por la carta del profesor Luis Guevara me contó que antes de
viajar fue a visitarlo al hospital, y don Luis –quien le había ayudado a conseguir la beca
(al igual que a mí hace muchos años)–, a pesar de estar muy enfermo le escribió esta
esquela y le dijo que, si en algún momento estaba en apuros, buscara a otro piurano que
a llegar a tiempo para dar mis clases llamé al celular de Mathieu, un estudiante francés
que estaba escribiendo su tesis doctoral sobre César Vallejo; y le pedí de favor que
dictara por mí las cuatro horas de clase que tenía aquel día. Al tener la mañana libre le
través de internet le compré el pasaje de avión para el día siguiente. Asimismo, sin que
me viese Dorota le di algo de dinero para que pueda alojarse en un hotel y cenar en un
instantes se me vino a la cabeza mil cosas, y mis recuerdos se volvieron incesantes. Sin
tener apenas tiempo para reflexionar lo que iba a decirle tuve la certeza que estaba
haciendo lo correcto:
conseguirle una beca y financiarle los gastos, mientras duren sus estudios.
a poco.
dinero.
emoción que él sentía en esos momentos. Le pedí su correo electrónico, le dije que esa
Navidad iría a Piura, le escribiría para comernos un rico panetón y tomar un ponche
los 2 en la mesa le conté a Dorota todo lo que había pasado durante el día, y la difícil
experiencia que había vivido este joven peruano en la patria de Víctor Hugo.
es.
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- Shakespeare, Lord Byron, o García Lorca, pensaban como él. De todos modos,
a mi enamorada, me fui a dormir a la sala; saqué de la nevera una cerveza fría y delante
del televisor me puse a ver un partido de fútbol del fin de semana pasado con el fin de
dormirme, pero fue inevitable conciliar el sueño. Le daba vueltas a la cabeza y me sentí
mal por no haber sido honesto con el joven que yo había ayudado. ¿Por qué lo ayudé?
¿Por altruismo, por generosidad? Sí, también, pero francamente era otro el motivo.
seis horas seguidas de clases y empezaba a las 7 de la mañana; desvelado y ojeroso tuve
que enseñar sobre Jorge Luis Borges y la narrativa hispanoamericana del siglo XX. Al
terminar de dar mis clases fui a mi oficina y tomé la decisión que había meditado toda
la noche en la que me quedé despierto. Decidí escribir este libro (más que un libro
prefiero llamarlo una confesión) en el que narro mi verdad tal como sucedieron los
usted: lector o lectora, tiene interés de conocer esta historia, le ruego que crea en la
novela: algunas de ellas todavía viven en Piura, Ciudad Real, Perpignan, Bierun, o
Lima; por lo que pueden dar fe que este libro es real, y los hechos que a continuación
escritor.
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Las Fiestas de Año Nuevo lo celebramos con toda la familia en Piura, mi ciudad.
Habían llegado desde Frías los papás de mi mamá; y desde Arequipa los papás de mi
papá: en total éramos como 25 personas entre primos, tíos y nietos. La tradición
mandaba por esas fechas esperar las doce campanadas, abrazarnos, brindar con
champagne, desearnos un Próspero Año Nuevo, y los más importante: sacar las mesas
y sillas a la calle para juntarlas con las de los vecinos, y disfrutar de un banquete tan
grande y variado como pavo al horno, arroz con pollo, papa a la huancaína, tallarines
verdes, cerveza, vino, cañazo; y para los niños todo tipo de gaseosas.
Recuerdo con nostalgia al niño que fui y lo mucho que me gustaba la Inca Kola
y la chicha morada. También recuerdo lo emocionado que estuve por el regalo que me
hizo mi padre aquellas navidades: un libro de cuentos de los hermanos Grimm, de tapa
amigo.
Efectivamente, fue el primer libro que leí con tanta pasión e interés, y tal como
él me dijo; ese libro fue el primer amigo que tuve cuya compañía me consoló en los
frente a su ataúd; ya sabía lo que era sentir rencor, rabia, sed de venganza y desconsuelo.
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Por aquel tiempo el trabajo de periodista en el Perú era muy peligroso y mal
de los años hizo abrir una brecha aún más grande entre los ricos y pobres. Apenas
existía la clase media y desde niño observé el racismo y el prejuicio de una sociedad
como la peruana, que curiosamente era y sigue siendo multirracial: criollos, mestizos,
les decía a sus colegas periodistas en las comidas que a veces se organizaba en casa,
que a pesar de la corrupción y lo mal que andaba el Perú al menos había un régimen
democrático y no una dictadura impuesta por militares. Me consta que algunas personas
recriminaron las ideas liberales que él profesaba, porque según ellos se vivía mejor en
el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado: “se necesita orden y mano dura,
carajo. El Perú necesita un caudillo”. Casi siempre perdía amistades por su pensamiento
político, pero para mí siempre ha sido un hombre honorable que admiré desde mi niñez.
Es cierto que mis recuerdos hacia él son lejanos, y apenas recuerdo vagamente su rostro
y sus rasgos físicos, pero estoy convencido que fue honesto y comprometido con la
seguido su curso, y a pesar de los años transcurridos hay muchas personas en mi país
de origen, que recuerdan a las víctimas del terrorismo, incluido al periodista Felipe
Benítez, mi padre.
madre junto a su esposa y sus dos hijos llegaron desde la Argentina a visitarnos ya que
no pudieron venir antes a pasar con nosotros las Fiestas Navideñas y de Año Nuevo
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porque la pasaron con la familia de mi tía. Es verdad que ha transcurrido mucho tiempo,
Los primeros meses del año en Piura hace más calor y el sol brilla con más
fuerza respecto a los otros meses. Estaba muy alegre porque íbamos a las playas de
Máncora y observaba a mis padres lo bien que la pasaban con la visita de mi tío y de
su familia. Era una camioneta grande la que teníamos, mi padre conducía y a su lado
estaba mi tío y mi madre. En la parte de atrás, yo estaba sentado junto a mi tía y mis
dos primos. No lo comenté a nadie, pero durante todo el viaje observé de forma
físicamente de todas las personas que conocía en Piura, incluido mi tío, que él si se
parecía a nosotros. Mi tía era muy alta, altísima diría yo comparada con mi madre, ojos
azules, tez blanca, cabello castaño, delgada y elegantísima al vestir, con un apellido que
–averigüé tiempo después– heredó de sus abuelos que habían emigrado de Italia hacia
la Argentina.
y después en las playas de Colán. Lo que más disfruté aparte de hacer castillos de arena
con mi madre y nadar dentro de las olas, fue la comida típica que degustamos: ceviche
de mero con conchas blancas, cancha, ronda criolla, y mi infaltable Inca Kola.
padre, al decir que parecíamos una familia pituca y que él no servía para ser burgués,
condiciones difíciles lamentándose de la masacre que hacían con ellos los terroristas,
cuya réplica de mi tío en tono nervioso fue que evitara hablar de esas cosas, puesto que
él había venido a visitar a su hermana y pasar unos días de vacaciones, ¡No! a solucionar
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los problemas del Perú. Además, él era médico, no el presidente de la República,
semana de sol y de playa. Mi tío se quedó en Piura una semana más en las que
debido a una llamada de su colega, el director del diario Correo, viajando ambos
urgentemente a Lima ya que habían sido citados por el Colegio de Periodistas del Perú,
muerte a una lista de periodistas en la que figuraba mi padre y una veintena de colegas
suyos. Ahora que ha pasado el tiempo no comprendo ni nunca comprenderé porque nos
ocultó la verdad, albergo la esperanza que, si hubiéramos sabido que mi padre ya estaba
mis tíos, la familia, yo, ¡todos! lo hubiésemos persuadido de empezar juntos una nueva
inocentemente seguíamos felices con la compañía de mi tío, su esposa, sus hijos, y mis
abuelos. Puedo presumir públicamente que el afecto de los abuelos es maravilloso para
mimaba, y yo estaba muy chocho a su lado, tanto así que la única compañía que
aceptaba cuando iba a pescar al puerto de Paita era la mía. Aunque no todo fue perfecto,
puesto que, mi abuelo nunca tuvo una buena relación con mi padre, siendo prejuicioso
con él por sus rasgos indígenas, lamentándose desde siempre que mi madre se haya
casado con mi papá, a diferencia de la esposa de su hijo Nico, la tía Beatrice, quien era
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se había sacado la lotería por haberse casado con una mujer blanca, de ojos azules, de
rasgos europeos, guapísima (y por si esto no era suficiente) era culta, profesional,
Mi abuelo desde que tengo uso de razón siempre tuvo una economía próspera y
fue un gran administrador de sus bienes, incluso tuvo mucha suerte porque no le afectó
la reforma agraria impuesta por el gobierno militar, cuya ley consistía en arrebatarles
las tierras a los grandes hacendados para dárselas a sus trabajadores. Menos mal para
don Alfonso de la Calle haber vendido sus haciendas a cooperativas extranjeras poco
trabajando. Solo tuvo dos hijos y su único anhelo por el cual se esforzó toda su vida fue
a seguir sus pasos, pero para recibirse de abogada, sin embargo, días antes de partir
conoció a mi padre y de repente, así por así, decidió quedarse haciendo patria en el
Marcos.
No hace falta ser un sabio doctor en sociología para entender que una de las
que su única hija mujer, Rosalía de la Calle, se vaya a estudiar Derecho y Ciencias
con las ingenuidades de mi niñez, ya que idealicé a la Argentina en esos años, formando
San Martín, del fútbol y del tango, todo era perfecto. No había pobreza, ni terrorismo,
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limpiando zapatos, cargando cajas, lavando carros, y vendiendo periódicos. Igualmente
asocié la belleza y elegancia de mi tía Beatrice, con sus palabras: “Eduardito, cuando
crezcas vos tenés que venir con nosotros a estudiar medicina como lo hizo tu tío Nico.
momento de gloria.
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A la semana siguiente, mis tíos y mis primos regresaron a su país. Un día antes
Aires a visitarlos. Aunque esa visita nunca se produjo y fueron mis tíos que algunas
Esa tarde nefasta aún sigue presente en mi mente. Mi padre nos pidió que le
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vacaciones a visitar a mis tíos. Conociéndolos muy bien, aproveché su buen humor y
les pregunté si era posible ir al cine. Para mi alegría me dijeron que sí, y a los pocos
minutos estábamos en el cine “Variedades” viendo una peli de dibujos animados, creo
recordar el título: Robin Hood de Disney. Al salir del cine, mi padre nos propuso ir
a comer pollo a la brasa con papas fritas e Inca Kola, en un restaurante que se
pidió que le ayudara a poner los platos en la mesa, y le avisara a mi padre que el
por teléfono y observé que sudaba por todo el cuerpo. Al darse cuenta de mi presencia,
limpió el sudor, y ocultando su angustia, extendió sus brazos y con una disimulada
- Pero ¿no te dolía el estómago por culpa del pollo a la brasa? –pregunté–.
- Hay para desayunar café, tamalitos verdes, huevos duros, yuca con queso,
- Ella siempre dice que el desayuno es la comida más importante del día.
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- Ya verás que, si seguimos comiendo así, nos convertiremos en la familia
cómica.
- Es verdad, tienes más razón que San Martín de Porres –añadió– y me dio
padre estaba raro por más que lo intentara disimular y mi madre se dio cuenta al verlo
después tendríamos una conversación. En esos momentos el noticiero Buenos días Perú
cambió de canal. Mi madre se sorprendió aún más, porque no era normal que su marido
estuviera tan alterado, ya que casi a diario salían noticias de esa índole, sobre todo ahora
en que el país estaba viviendo uno de sus peores momentos a causa de la extrema
pobreza, los pésimos salarios, y el terrorismo. Recuerdo que mi padre perdió el apetito,
y aunque no entendía muy bien lo que estaba pasando también dejé de comer, y ayudé
tuvieron una fuerte discusión y me duele recordar que fue la primera y única vez que
durante horas. Mi madre tuvo un ataque de nervios y fue mi padre quien decidió poner
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punto final a la discusión, reconociendo ser el único culpable de poner en peligro su
del diario El correo o del diario El tiempo, y ella haría lo mismo: dejaría su trabajo de
abogada en la Fiscalía de Piura y nos iríamos a otro país, huyendo del miedo y del
terror. Sin embargo, mi madre sabía perfectamente dentro de su corazón que aquello
equipaje mi papá nos pidió que le acompañáramos al dormitorio donde nos informó
que iba a entrevistar a Abimael Guzmán, líder del grupo terrorista Sendero Luminoso,
y que no nos preocupáramos porque todo iba a salir bien. Nos habló detalladamente de
nada y en cuanto él regresara del Cuzco, ya nunca más nos separaríamos. Hoy en día
lamento profundamente que las cosas salieran tan mal convirtiéndose en uno más de
Partió mi padre con dirección al Cuzco, haciendo antes una parada en Lima para
reunirse con unos colegas del diario El comercio. Él siempre viajaba en avión a Lima,
pero esa vez decidió viajar en autobús, a pesar que el viaje duraba cerca de 16 horas.
comunicarse con mi padre, pero le fue imposible ya que en esos años solo los peruanos
muy ricos tenían celulares, por lo tanto, la única opción posible fue llamar a los
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teléfonos fijos de los periódicos, hoteles, y comisarías de Lima y Cuzco gracias a las
vuelo directo al Cuzco, tardando 1 hora en llegar. En Lima cogimos otro vuelo a eso
que hicimos fue ir a la comisaría a preguntar por mi padre; nos comunicaron que habían
pequeño pueblo de Aguas Calientes, cercano a la ribera izquierda del río Urubamba.
Fue una experiencia traumática para mí ver a mi madre morderse los labios, secarse las
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Aquel día fue muy triste. Creo que a partir de ese momento mi madre y yo ya
no éramos los mismos. Al regresar a Piura, trajimos el cadáver de mi padre -que había
sido torturado- y le dimos sepultura de forma digna, acompañados de los amigos más
empezamos a interesar por la política de nuestro país. Tal vez para los dos, esa era la
En 1985 ganó las elecciones un joven abogado llamado Alan García Pérez, que
había prometido mejorar la calidad de vida de los peruanos, especialmente de los más
pobres. A pesar de la indiferencia de mis compañeros del Colegio Salesiano, les decía
que ese joven presidente iba a ayudar a nuestro pobre Perú a recuperar la paz y derrotar
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al terrorismo, pero me equivoqué puesto que antes que terminara su mandato,
Aún recuerdo que mi mamá y los padres de mis compañeros del colegio, hacían largas
colas en el mercado para comprar leche, pan, azúcar y productos de primera necesidad
apoyando a un escritor que se había opuesto al Gobierno del presidente Alan García.
Mi madre albergaba la esperanza que aquel escritor lograría ganar las próximas
elecciones y conseguiría que nuestro país fuera próspero, con trabajo, y sin terrorismo.
Me decía que aquel escritor era un intelectual apreciado por gente muy importante de
empobrecido y triste Perú. Era tanto el fervor y el optimismo que teníamos que nos
alegró muchísimo enterarnos que también iría a Piura a dar un mitin, decidiendo por
común acuerdo escucharle en primera fila. Aquella vez lo vi por primera vez y me
y le diría humildemente que en un futuro me gustaría seguir sus pasos y ser como él:
Durante los meses siguientes el escritor era el favorito para gobernar el país, la
prensa, las encuestas, los organismos nacionales e internacionales preveían que iba a
situación era alarmante para cualquier peruano: de un día para otro se podía morir a
causa de un atentado o de una bomba. Fueron tiempos terribles por las explosiones, los
esperanza que teníamos todos sus simpatizantes era que él podía conseguir el milagro
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de solucionar la catástrofe en la que nos encontrábamos.
criollo, pituco, amigo de los banqueros, así como el de ser europeo por haber vivido
muchos años en París, Londres, y Barcelona. Además, le recriminaban por tener plata,
le odiaban por ser ateo, y afirmaban que era un mal escritor porque escribía cojudeces.
¡Es pura envidia, envidia de la mala! ¡Qué chucha saben esos huevones de literatura
para considerarle mal o buen escritor! rabiaba mi abuelo Alfonso cada vez que
todos los fieles a ejercer el derecho de voto como piuranos responsables, pero manifestó
su repulsa ante un candidato que tachó de pervertido e inmoral por haber publicado una
novela erótica, cuyo argumento giraba en torno a las relaciones sexuales de un niño de
8 años con su madrastra. Comentaba que de un autor pornográfico nada bueno podría
esperarse, por lo que aconsejaba desde su modesta opinión, dar el voto a otros
candidatos. También nos dijo que el escritor públicamente había afirmado que no creía
Al salir de misa mi madre me miró con ojos tristes, y me dijo que tenía el mal
que el nuevo presidente de Perú sería el ingeniero Alberto Fujimori Fujimori, quien
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