Los Orígenes de Roma

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5 El mediterráneo central y occidental.

Los etruscos y el origen de Roma

Historia y mitología en torno a la fundación de Roma


La historiografía antigua sobre los orígenes de Roma
Las distintas versiones y sus mensajes
Rómulo y los orígenes conflictivos de Roma
El contexto histórico y arqueológico
Los indoeuropeos en Italia y la incidencia de las colonizaciones
La civilización etrusca
La Roma más primitiva y el Lacio al margen de los mitos
Dinastía latino-sabina
Los primeros reyes
Instituciones políticas primitivas
Las gentes
Los reyes etruscos
Influencia o dominio etrusco
Los reyes etruscos en los historiadores antiguos
Revolución serviana
El final de la monarquía

Entre las regiones transformadas por la colonización griega, destaca Italia. Allí, nace en
época arcaica una polis, Roma, llamada a dominar con el tiempo todo el área cultural
mediterránea.

Historia y mitología en torno a la fundación de Roma

La historiografía antigua sobre los orígenes de Roma


Como siempre al comienzo, la historia inicial de Roma es muy discutida. Las fuentes
literarias son de momentos muy posteriores, cuando por una parte la información cierta se
había perdido, y, por otra parte, estaban en proceso de elaboración nuevos mitos sobre los
orígenes, modelados de acuerdo con un presente imperial. Se busca en los orígenes la
inspiración para los problemas presentes: para delimitar la identidad colectiva, señalar lo
esencial... y esta búsqueda genera alteraciones sustanciales. Los primeros historiadores
romanos escriben sólo a finales del s. III y en el s. II a.C., y aun los escritos de éstos no se han
conservado. A principios del s. IV a.C. el incendio de Roma por los galos pudo suponer la
pérdida de todo documento escrito anterior.
Para algunos historiadores actuales, todas las tradiciones romanas sobre lo anterior al
s. IV a.C. son directamente una invención tendente a homologar a Roma con las ciudades
griegas y a “fundamentar” las realidades contemporáneas de la ciudad. Pero esta actitud
“hipercrítica” es poco frecuente hoy en día: se prefiere la utilización de una arqueología
compleja para contrastar las fuentes escritas y extraer alguna conclusión, aunque se admite
que la historia literaria está evidentemente plagada de leyendas, deformaciones interesadas,
anacronismos... algo de más valor tienen las informaciones anticuarias escritas en la misma
antigüedad romana sobre tradiciones y cultos antiguos.
Las distintas versiones y sus mensajes
Siguiendo lo habitual en las tradiciones griegas, la ciudad debía tener un principio, una
fundación. Pero no existía una única tradición fundacional. El éxito de la versión de Tito
Livio, que combina una tradición sobre Eneas y otra sobre una pareja de gemelos (Rómulo y
Remo) amamantados por una loba, no oculta la existencia de otras: la fundación de Roma se
presenta a menudo como una empresa griega (Dionisio de Halicarnaso) o como el resultado
de la interacción de indígenas con héroes griegos: Heracles que se enfrenta a Caco, el arcadio
Evandro, Odiseo o su hijo con Circe (Romus), o directamente con el troyano Eneas. La
tradición legendaria más local en apariencia, la de Rómulo y Remo, también incluye
elementos muy típicos de las tradiciones mitológicas griegas.
Rómulo y los orígenes conflictivos de Roma
La de Rómulo y Remo es una historia rara, aunque algunos elementos eran bien
conocidos en otros mitos fundacionales griegos. Aparentemente, se elige una versión del
pasado remoto muy poco honorable: fratricidio fundacional, Roma como asilo de
delincuentes expatriados, rapto de las sabinas contraviniendo las leyes más elementales de la
hospitalidad...

El contexto histórico y arqueológico


Los mitos no sólo estaban en los libros o en la iconografía: algunos elementos
reconocibles estaban muy presentes en la Roma de épocas muy posteriores: la higuera
Ruminal bajo la cual atracó la cesta donde fueron depositados en el Tíber Rómulo y Remo, la
cueva de la loba que los amamantó, la choza de Rómulo, el templo de Jupiter Stator en el Foro
donde había sucedido un momento cumbre de las guerras con los sabinos... Pero esos
elementos reales son sin duda otra cosa… creaciones ex novo o reinterpretaciones; sin duda se
podrá obtener una imagen más cierta a través de la arqueología: los arqueólogos italianos son
maestros en tratar de conciliar excavaciones con tradiciones historiográficas y anticuarias.
Los indoeuropeos en Italia y la incidencia de las colonizaciones
Hacia el 1.400 a.C., en Italia la arqueología nos revela la presencia de dos grandes grupos
culturales tribales poco desarrollados: la cultura de las terramaras en el norte y una diversidad de
culturas apenínicas en el sur, con distintas tradiciones metalúrgicas. La presencia costera de
colonias micénicas no parece haber desembocado en estos momentos en un desarrollo cultural
particularmente acelerado, de manera que ambos ámbitos culturales, el micénico y el indígena,
se desarrollan separadamente hasta el colapso del final de la Edad del Bronce y la desaparición
del primero. Al final de la Edad del Bronce se suele situar la indoeuropeización de Italia
(entre el II y I milenio a.C.), con aportación de la metalurgia del hierro propia de la cultura de
Hallstatt, con incineración. El cambio en la cultura material está relacionado con el abandono
de algunos asentamientos y el surgimiento de otros nuevos. Quedaron algunos pueblos más o
menos aislados con lenguas no indoeuropeas, entre los cuales podrían estar los etruscos. En
una primera fase de la Edad del Hierro, se establecen en toda Italia pueblos pertenecientes a
la cultura europea de los campos de urnas, a los que podrían sumarse algunos inmigrantes
integrantes del conglomerado de los Pueblos del Mar responsables de la desestabilización del
Mediterráneo oriental a finales del segundo milenio a.C. (sardos, licios, sículos y, quizás,
etruscos). En una segunda fase, esas culturas se desarrollan en suelo italiano adquiriendo
formas peculiares, y reciben una influencia civilizadora del establecimiento de las colonias
griegas y fenicias en las costas del sur. De esta forma, tanto por influencias externas como por
el desarrollo local, las culturas italianas adoptan de un modo generalizado la metalurgia del
hierro desde el siglo IX a.C. Destacan por la riqueza de sus materiales arqueológicos la cultura
protovilanoviana y vilanoviana en el NW de la península, y en sus márgenes, en la zona centro
occidental (el Lacio) la cultura lacial, en las que se mantiene al menos parcialmente la
inhumación. Se trata de las zonas más ricas y avanzadas de Italia, aparte de las regiones
colonizadas por griegos.
La colonización griega incide fuertemente sobre esta situación: la colonización
micénica no había afectado en absoluto a la región del Lacio o la Toscana, pero a partir del
siglo VIII a.C. empieza a verse una nueva incidencia local de los contactos externos.
Pithecusa, sea como emporion o verdadera polis, es fundada quizás ya en 770 a.C., y poco
después se fundó la polis llamada Cumas ya en la costa. A esa primera apoikía les seguirían
otras, aumentándose exponencialmente los intercambios y otros contactos entre indígenas y
forasteros. Así, los italianos adoptan de los griegos la escritura alfabética y nuevos modelos
de urbanismo y organización estatal, en un escenario de fuerte aculturación, especialmente
temprana y profunda en el caso de los etruscos.
La civilización etrusca
Los etruscos se situaban al norte del Tiber, en las actuales regiones de Toscana y Umbría.
Desarrollaron en contacto con griegos y fenicios una civilización refinada..
Emplearon una escritura alfabética derivada de la griega, cuyos escritos fueron
consultados por eruditos romanos y que ha dejado hasta la actualidad un millar
aproximadamente de inscripciones. Puesto que las letras son reconocibles aunque la lengua
no se conozca, algunas de las inscripciones más breves y formulares pueden interpretarse,
pero no las que se salen de las fórmulas. Así, además de por los ricos restos arqueológicos, lo
que sabemos de esta cultura procede de autores griegos y latinos.
Su origen fue discutido desde antiguo: algunos les consideraban autóctonos, pero
había un fuerte contraste entre su lengua y costumbre y las de sus vecinos, de manera que se
propuso un origen en Lidia (Heródoto), en alguna isla del Egeo (a partir de ciertas
inscripciones de Lemnos), o incluso del norte centroeuropeo. Hoy se suele mantener que los
cambios importantes que dan lugar a la cultura etrusca, independientemente del origen del
pueblo etrusco, sólo se dan en su solar definitivo, al norte del Tíber.
El apogeo de la civilización etrusca se produce desde el s. VII a.C., cuando tenemos
una docena de ciudades independientes, como las poleis griegas, gobernadas por reyes
(lucumones) hasta que, a partir del s. V a.C. éstos son sustituidos por magistrados. Es una
sociedad aristocrática, con un grupo dominante de propietarios agrícolas que controlan a una
legión de servidores, definidos a veces como similares a los semiesclavos penestas de Tesalia.
Roma se relacionó sobre todo con la vecina Veyes, Tarquinia, Caere y Vetulonia; también
fueron ciudades importantes Clusium, Volterra, Arezzo, Orvieto… En el s. VI a.C. se
extendieron a Campania (Capua, Nola…) y también a la llanura del Po. Aparte de la
agricultura, en la que destacan los trabajos de drenaje en la llanura del Po, disponían de
importantes minas de cobre y hierro, y una artesanía y comercio avanzados: los productos
etruscos son frecuentes en el Mediterráneo central y occidental, y en regiones de centro-
europa. La riqueza en bronce de los etruscos es especialmente destacable. También se
encuentran abundantes productos de lujo de importación en las tumbas etruscas: ámbar,
marfiles, huevos de avestruz... y más cerámicas atenienses que en la misma Grecia.
La expansión comercial enfrentó a los etruscos con los griegos, y especialmente con los
focenses, contra los cuales buscaron la alianza de Cartago: en el año 535 a.C. se produjo una
batalla naval decisiva en Alalía, de resultado general favorable a los etruscos y cartagineses,
pero desde entonces los etruscos sufren retrocesos: derrota frente a Cumas, frente a Siracusa,
frente a los samnitas y sabinos que ocupan las ciudades etruscas de Campania desde finales
del siglo VI a.C., y a finales del V frente a los galos, que ocupan las ciudades del valle del Po.
Llamó la atención en la antigüedad un papel femenino más relevante en la sociedad de
lo que era habitual en Grecia, le que era interpretado negativamente por los autores griegos:
se exhiben desnudas y son promiscuas según Teopompo, participan en los symposia que en
Grecia eran exclusivamente masculinos según Aristóteles... Esta visión negativa de las
mujeres etruscas formaba parte de la visión griega de los etruscos como un pueblo
degenerado por el lujo. Se les atribuye incluso una filiación matrilineal, aunque en el nombre
de los individuos se menciona al padre, y sólo a veces a la madre. También los etruscos en
general tenían fama de crueldad entre los griegos. Entre los romanos, en cambio, los etruscos
eran reputados sobre todo por sus conocimientos religiosos, revelados por un diosecillo
llamado Tages. El dios principal de los etruscos era probablemente Voltumnus, relacionado
con las estaciones, cuyo santuario cerca del lago Bolsena era frecuentado por enviados de
todas las ciudades y serviría de nexo de unión entre ellas. Disponían de libros sagrados sobre
hepatoscopia (oráculos a partir de la interpretación de los hígados de las víctimas
sacrificiales), brontoscopia (a partir del estudio de los fenómenos atmosféricos), ritos
funerarios, ritos de fundación de ciudades… En los restos arqueológicos, destaca su relación
con el mundo de ultratumba y las necrópolis.
La Roma más primitiva y el Lacio al margen de los mitos
Según los cálculos de los historiadores romanos, Roma fue fundada a mediados del s.
VIII a.C., en el 753 a.C. (3er año de la sexta olimpiada), el 21 de abril, como resultado de un
acto ritual preciso realizado por Rómulo y Remo en solitario. Pero sin duda la ciudad es una
realidad que fue surgiendo gradualmente, aunque Roma como organización política, como
polis, pueda partir de un momento más preciso.
Entre los latinos del Lacio, la región y comunidad cultural en la que se situaba Roma,
no parece haber ciudades hasta el tránsito ente el siglo VIII y el VII a.C. como mucho,
existiendo antes un poblamiento de aldeas dispersas. Salvo Etruria, el Lacio y las zonas
colonizadas, el poblamiento aldeano es habitual en Italia hasta fechas muy tardías, con
santuarios que actúan como vínculos de unión y lugar de mercado y cierta diferenciación
social perceptible en los ajuares funerarios. Se admite generalmente que Roma es el resultado
de un sinecismo, de una agregación de aldeas de la Cultura Lacial, que se descubren en la zona
desde el cambio de milenio, con restos de tumbas, fondos de cabaña e incluso defensas
primitivas de tapial a los pies del Palatino. La datación de estos restos es siempre complicada
hasta que no empiezan los contactos con el exterior, con marfiles, cuentas de vidrio, cerámicas
griegas, ámbar...
Pero, según se suelen interpretar las tradiciones literarias y la información
arqueológica, en el nacimiento de Roma como ciudad intervino de forma decisiva un
conjunto de influencias, e incluso gentes, de origen diverso: latinos, itálicos, etruscos y
griegos, que se entremezclan en la confluencia entre la Campania colonizada por los griegos y
las ciudades de Etruria. La influencia griega en el Lacio no parece proceder sólo del contacto
con las colonias (Cumas sobre todo) o el contacto indirecto a través de los etruscos, sino
también a través del comercio directo en los puertos marítimos y fluviales, donde se han
encontrado materiales griegos arcaicos en cantidades significativas: Gravisca, Pyrgi, la propia
Roma.
Con los pueblos itálicos cercanos (sabinos, hérnicos, volscos ecuos…), Roma mantuvo
una relación tensa. Se trata de pueblos de una fuerte dedicación ganadera, lo que les llevaba a
demandar la sal que les llegaba por la vía Salaria, pasando por Roma, desde las salinas
costeras de la desembocadura del Tíber, también controladas habitualmente desde Roma. Los
más cercanos eran los sabinos: Tito Tacio, Numa Pompilio y Anco Marcio, reyes romanos de
la primera dinastía, eran sabinos, y a principios de la república se conserva el relato de la
llegada e incorporación a Roma de otro sabino, Atta Clausus (fundador de la importante gens
Claudia), acompañado de sus seguidores o sus gentiles. Los hérnicos llegaron a integrarse en
liga latina para protegerse de ecuos y volscos, hasta ser sometidos por Roma en 362 a.C. Los
volscos ocupaban desde principios del s. V a.C. las tierras al suroeste de la llanura pontina,
que antes parece haber sido una zona de expansión natural de los latinos y vía de
comunicación de éstos con Campania. Con ellos hubo enfrentamientos constantes durante el
s. V a.C., solventados gracias a la alianza de Roma con los samnitas en el 354 a.C. y fueron
casi definitivamente derrotados en 338 a.C. Los ecuos se situaban al este, entre los sabinos y
los hérnicos, aunque con mucha movilidad, pues no parecen haber adoptado modos de vida
urbanos. Representaban una amenaza sobre todo sobre la localidad de Praeneste, hasta la
victoria de A. Postumio Tubero en 431 a.C. sobre ecuos y volscos.
En cuanto a los etruscos, los historiadores han considerado a Roma durante mucho
tiempo como una ciudad etrusca, fundada por ellos sobre una base aldeana latina, o al menos
dominada durante la época de la segunda dinastía de reyes romanos, la etrusca. Una
influencia cultural muy considerable es incontestable: modelos organizativos, artesanos y
comerciantes en un “barrio etrusco”, incluso familias de aristocracias etruscas asentadas en
Roma. Una fundación como tal, ex novo, se considera poco probable, por el propio
ordenamiento urbanístico de Roma, que no es el propio de una fundación colonial etrusca, y
por el predominio claro de la lengua latina.
Suele remitirse a los momentos fundacionales el ritual religioso antiguo del
Septimontium, que según alguna interpretación antigua sería una denominación primitiva de
Roma. La Roma antigua sería el resultado de la unión de las aldeas situadas en estos montes, o
más bien colinas: Palatium, Velia, Fagutal, Subura, Cermalus, Opio, Celio y Cispio. También
podrían tener un poblamiento antiguo las colinas llamadas Quirinal y Viminal, asociadas
habitualmente a los sabinos. Se cuente como se cuente es difícil que salgan 7 colinas, por eso
se suele interpretar el nombre del ritual como derivado de saepti montes, montes cercados, y
conmemoraría, quizás, el momento en que distintas aldeas se rodean con una cerca defensiva
común. Procesos similares de concentración de aldeas son contemporáneos en otros puntos
del Lacio, donde también la aparición de ciudades más amplias acompaña al aumento de las
importaciones exteriores. Incluso hay lugares bastante más ricos que Roma, como lo
evidencian los ajuares de las tumbas de Praeneste. En el s VI a.C. Roma es en cualquier caso
ya una ciudad, con un centro monumental y edificios públicos, y también una polis en el
sentido organizativo, similar a las poleis griegas o más bien a las etruscas.

Dinastía latino-sabina
Según los historiadores romanos, la primera organización política de Roma era
monárquica, lo que se acepta generalmente en la actualidad, con algunos matices. Lo
confirmaría el hecho de que la llamada Regia era un edificio importante, antiguo y ligado al
gobierno de la ciudad, y en las excavaciones relacionadas con ella, además, se pudo encontrar
cerámica etrusca de mediados del siglo VII a.C. e incluso en una de estas piezas un grafito con
la palabra rex. También en la inscripción del lapis niger1 aparece la expresión regei. En fin, entre
las instituciones romanas posteriores hay un rex sacrorum que sería pervivencia de una
monarquía más antigua, y también hay paralelos entre los latinos, como el rex Nemorensis.
En general, los historiadores romanos presentan una lista de 7 reyes: Rómulo (que
habría reinado conjuntamente con el sabino Tito Tacio después de apaciguado el conflicto por
el rapto de las sabinas), Numa Pompilio, Tulo Hostilio, Anco Marcio, Tarquino Prisco, Servio
Tulio y Tarquino el Soberbio. Pero sólo 7 reyes son muy pocos para el periodo 753-509 a.C., de
manera que o el periodo de tiempo que cubrieron fue bastante más corto o hay que incluir
más reyes en el mismo; en cualquier caso, existen muchísimas dudas sobre su carácter
histórico o legendario. Las narraciones de los historiadores antiguos sobre estos reyes son
muy anacrónicas: la Roma de los reyes debió ser muy humilde, una pequeña ciudad con unos
pocos miles de habitantes. Aunque el historiador Tito Livio hable de 80.000 adultos varones
para el 509 a.C., la realidad mostrada por la arqueología estaría más en la línea de unos 20.000
habitantes.
Una inscripción, el lapis satricanus, reutilizada en los cimientos del templo de Mater
Matuta en Satricum, a unos 65 km. de Roma, de finales del s. VI o principios del V a.C.,
muestra una dedicatoria al dios Marte de los suodales (sodales: compañeros) de un tal Popliosio
Valesiosio, nombre que se puede interpretar como equivalente al nombre latino y romano
Publio Valerio, quizás el mismo Publio Valerio Publícola recordado como uno de los primeros
cónsules de la república. La realidad histórica detrás de esta inscripción se corresponde con la
existencia de bandas armadas bajo el liderazgo de individuos prominentes, implicadas en
guerras o saqueos privados, y no parece que se trate de actividades bajo el control de una
polis, de manera que, incluso en el plano institucional, el desarrollo de Roma debía ser muy
modesto incluso a finales del siglo VI a.C.
Los primeros reyes
Los primeros 4 reyes constituyen la llamada dinastía latino-sabina, y son considerados
casi unánimemente como legendarios: se trataría de ficciones modeladas en la antigüedad
sobre escasísimas evidencias para cubrir el periodo de tiempo asignado a la monarquía y para
poder asignar un origen romano y no etrusco a algunas de las instituciones reputadas como
más antiguas de la ciudad.

1
Se conoce como lapis niger a una inscripción encontrada bajo el lugar que era conocido por ese nombre, una
zona de losas negras en el pavimento del foro del s. I a.C. A finales del s. XIX se excavó la zona y se encontró
un altar, restos de una columna y de un pilar bajo con una inscripción fragmentaria, y junto a ellos restos de
ofrendas y cerámicas del s. VI a.C. Parece tratarse de la ocultación intencionada bajo el pavimento del foro
de un antiguo lugar de culto. Los autores antiguos hablan de la zona del lapis niger como lugar de mala
suerte, y lo vinculan a la muerte de Rómulo o la tumba de algún contemporáneo. La inscripción es
fragmentaria, en alfabeto muy antiguo y lengua latina arcaica, con todo lo cual su traducción concreta es
imposible, pero parece tratarse de una ley sagrada relativa al altar o sus alrededores. La cronología de la
inscripción es muy debatida: entre el 700 y el 400 a.C.
Rómulo es el rey epónimo, el que habría dado nombre a la ciudad (en realidad es más
lógico que haya sido al revés), el organizador inicial de las instituciones de gobierno
(monarquía, senado, curias) y el poblador de la ciudad. En efecto, para conseguir pobladores,
decretó que el Capitolio sería lugar de asilo para quienes necesitaran refugio, con lo que
Roma conseguiría poblarse de fugitivos y delincuentes. También sería responsable de la
guerra con los sabinos, tras comandar el rapto de las mujeres sabinas aprovechando la
participación de los sabinos en unas fiestas. La guerra se resolvería con la unión de ambos
pueblos, de manera que junto a Rómulo reinará desde entonces el sabino Tito Tacio. Con estos
sabinos fundidos con los romanos se relacionaría especialmente la colina del Quirinal, el dios
Quirino y el apelativo quirites, término tradicional con el que se designaba a los ciudadanos
romanos.
Algunas instituciones religiosas romanas (especialmente los dos colegios sacerdotales
de luperci) muestran un carácter doble, que podría remitir a una ciudad resultado de la unión
de dos pueblos preexistentes. La tríada capitolina y las 3 tribus primitivas de Ramnes, Tities y
Luceres podrían remitir a un tercer componente del populus, quizás los etruscos, o un tercer
núcleo de población, tras el Palatino y el Quirinal, quizás el Aventino. En un momento
posterior se unirían otras colinas, de manera que la ciudad de Roma habría nacido de un
probable sinecismo de aldeas con núcleo central en el Palatino (recuérdese lo dicho sobre la
ceremonia del Septimontium).
El resto de reyes latino-sabinos cuentan con nombres más creíbles que "Rómulo": al
menos se trata de nombres bimembres, como es habitual en la región en esa época. Sus
personalidades, en cambio, siguen respondiendo a visiones estereotipadas, quizás
relacionadas con la supuesta ideología trifuncional de los indoeuropeos. Tras el Rómulo
fundador representante de la primera función en su faceta de gobierno, Numa Pompilio sería
el rey de la primera función en su faceta mágico-religiosa, fundador de colegios religiosos y
cultos, responsable del calendario romano, etc. Tulo Hostilio sería el rey representante de la
segunda función, el rey guerrero responsable sobre todo de la destrucción de Alba Longa.
Anco Marcio, aunque también con elementos propios de un rey guerrero, se relaciona más
con aspectos productivos y comerciales ligados a la tercera función, al ser responsable de la
anexión de la zona costera, con las salinas y el puerto de Ostia, y de la construcción del
primer puente de madera sobre el Tíber.
Instituciones políticas primitivas de Roma
En cuanto a las instituciones políticas vinculadas a estos momentos iniciales, Roma
estaría supuestamente gobernada por un rey elegido por el Senado y ratificado por unos
comicios curiados, que serían la forma de expresión del conjunto de los ciudadanos romanos.
Según las tradiciones romanas, el rex de Roma era ciertamente peculiar, más ligado por su
forma de actuación a las magistraturas o las tiranías griegas. Así, los monarcas romanos son
vitalicios, pero no hereditarios: son elegidos por el consejo, el Senado, y confirmados por el
pueblo, pero a partir de las ceremonias a que da lugar su elección, la inauguratio y la llamada lex
curiata de imperio, los reyes habrían tenido una capacidad ilimitada de actuación, derivada de su
vinculación con los designios divinos, su auctoritas.
Los ciudadanos, cives romani o quirites, estarían organizados en tres tribus (Ramnes,
Tities y Luceres) que serían la base de organización del ejército ciudadano en tres legiones.
Cada una de las tres tribus estaría subdividida en 10 curias (término también relacionado con
quirites: los quirites-curites, o ciudadanos romanos, serían los componentes de las curias), y
cada curia proporcionaría al ejército 100 hombres, una centuria, con lo que resultaría un
ejército de 3000 infantes, a los que se sumarían 300 jinetes, equites, agrupados en 3 centurias.
El ejército estaría comandado por el rey auxiliado por tribuni, jefes de tribu: 3 tribuni militum
(infantería) y 3 tribuni celerum (caballería). En los comitia curiata, el pueblo, a través del voto de
los curiones representantes de cada una de las 30 curias, o votando por fragor, ratificaría la
elección de los reyes por el Senado, y quizás también sería consultado para otros asuntos.
El Senatus, cuyo nombre remite a su carácter de "reunión de ancianos", elige al rey y
actúa como consejero colectivo del mismo, pero no controla su actuación. Estaría integrado por
los patres o jefes de las gentes, cuyos descendientes son los posteriores patricii. El Senado
habría contado inicialmente con unos 100 senadores que, tras sucesivas ampliaciones,
llegarían a 300 al final de la monarquía.
Las gentes
Antes de que la organización de la polis romana utilizase la curia como marco de
encuadramiento de los ciudadanos, la población romana estaría agrupada de forma natural
en gentes (singular gens), clanes integrados por los pretendidos descendientes de un
antepasado común, quizás vinculados a la administración de las tierras de pasto o cultivo.
Estas agrupaciones perdurarían, e incluso cobrarían más fuerza, tras la organización de Roma
como polis, y es posteriormente cuando podemos tener alguna información más sólida sobre
ellas. Frente a lo que ocurre con el genos griego, parece mucho más aceptable la existencia
primitiva de las gentes, ya que, por ejemplo, los antropónimos de la época llevan como
segundo miembro de su estructura el nomen gentilicum común a todos los gentiles. En esa
estructura de gentes se integrarían también, en posición subordinada, los clientes, personas
extrañas a las que se presta ayuda desde la gens a cambio de su fidelidad y colaboración. Es
posible que, antes de consolidarse las estructuras propias de la polis y de la sociedad estatal y
compleja en general, las tierras (salvo los pequeños huertos familiares) fueran de propiedad
comunal y su administración estuviera en manos de las gentes. Con los cambios económicos
ligados al origen del estado, las tierras pasarían a la propiedad de los gentiles, y especialmente de
los jefes de las gentes, los patricios, transformándose en propiedad privada. Las gentes se
convierten a partir de ese momento en asociaciones familiares aristocráticas. Empezaría así una
diferencia clara entre los patricios y miembros antiguos de las gentes, con acceso a la propiedad
de la tierra, y los llamados plebeyos, que, o bien integran la clientela de aquellos, trabajando en
sus campos, o se dedican a labores artesanales y comerciales. Si el Senado representa a los
intereses de las gentes, y los de sus representantes patricios, algunos reyes en cambio se asemejan
a los tiranos griegos arcaicos asumiendo un papel anti-aristocrático en defensa de los plebeyos y
con su apoyo. La existencia de estas gentes podría bien ser común a buena parte de la Italia
arcaica, y su importancia es generalmente aceptada por los especialistas. Se recuerda por
ejemplo cómo la gens Claudia, con sus clientes, agruparía a unos 5000 hombres, cuando llegan
a Roma a principios de la época republicana. También se recuerda en épocas poco posteriores
que la gens Fabia (con sus clientes) llegó a librar una batalla en solitario contra las tropas de la
ciudad de Veyes. Apio Herdonio era jefe de una gens de 4000 hombres.

Los reyes etruscos


La arqueología demuestra que Roma se convirtió claramente en una ciudad en el siglo
VI a.C., con templos monumentales y un foro pavimentado, drenado (con la Cloaca Maxima) y
elevado artificialmente, con restos de edificios religiosos y grandes casas privadas en sus
alrededores. En relación con esto, y con evidencias como la proporcionada por el lapis niger,
podemos suponer la existencia de una comunidad estructurada y una autoridad reconocida,
es decir, una ciudad con estado, una polis. Es la época de "la gran Roma de los Tarquinios", en
la que Roma destaca claramente sobre otras comunidades latinas, con unas dimensiones
similares a las propias de las grandes ciudades etruscas del norte, aunque muy inferiores a
algunas de las colonias griegas del sur. De hecho, para algunos autores, Roma nacería no sólo
como ciudad, sino también como entidad política en estos momentos, bajo una fuerte
influencia etrusca o directamente bajo el dominio de alguna ciudad etrusca.
Influencia o dominio etrusco
La influencia etrusca en Roma correspondiente a esta época es evidente. Uno de los
barrios antiguos de Roma era llamado el Vicus Tuscus (barrio etrusco). Las inscripciones en
etrusco son frecuentes en el s. VI a.C. (aunque menos que en Campania), especialmente en las
muy abundantes cerámicas de bucchero nero también etruscas, que compiten en abundancia
con las cerámicas de origen griego. La Cloaca Maxima, necesaria para la desecación y drenaje
del foro previos a su pavimentación, y el mismo foro son propios de la tradición urbanística y
arquitectónica etrusca. En fin, algunos de los símbolos del poder político romano son de
origen etrusco: la silla curul, el manto púrpura, el cetro con adorno de un águila, la corona de
oro, el séquito de 12 líctores con fasci...
La tradición relaciona con esta época el reinado de tres reyes de origen etrusco, dos
procedentes de Tarquinia y entre ellos un tercero procedente de Vulci y de origen servil. Para
muchos especialistas, la versión tradicional de la elección de estos reyes por parte del Senado
romano encubriría una etapa de sumisión de Roma a distintas ciudades etruscas. Para otros,
puede mantenerse la existencia de una Roma latina e independiente, aceptando, eso sí, una
fuerte influencia etrusca en las costumbres, la religión, el comercio, la artesanía, las
instituciones políticas, etc. Se suele argumentar en ese sentido que el enorme progreso
material de Roma en el s. VI a.C. habría sido más difícil bajo el dominio extranjero. Es un
argumento a favor de esta independencia el hecho de que el lapis niger, la única inscripción de
esta época de la que puede suponerse un origen público, oficial, esté escrita en una versión
arcaica de latín, y no en etrusco. Pero no es una prueba definitiva: ¿el estado se expresaba en
latín, porque se trataba de un estado latino, o el dominador etrusco se expresaba en latín
cuando se dirigía a una población latina dominada?
Entre la independencia y el control de Roma por parte de alguna ciudad etrusca hay
incluso otras opciones, como la que apunta a la existencia de "señores de la guerra"
relativamente móviles entre las ciudades de las regiones vecinas y que podrían haber
controlado Roma con sus ejércitos, con mayor o menor oposición local pero sin que ese
control por parte de un individuo suponga dominio por parte de una ciudad extranjera. La
movilidad de estos individuos prominentes parece haber sido muy elevada entre las ciudades
de la zona en esta época: también hay nombres romanos (y griegos) documentados en
monumentos de las ciudades etruscas más al norte.
Los reyes etruscos en los historiadores antiguos
En la tradición historiográfica, el ejercicio del poder por parte de los reyes etruscos de
Roma muestra elementos comunes con el propio de los tiranos griegos: poder personal,
legitimidad bajo sospecha, violencia.
El primer rey de esta "dinastía etrusca" sería Lucio Tarquinio Prisco, semigriego,
originario de Tarquinia, donde se habría asentado su padre, Demarato de Corinto. Se le
atribuye el inicio de la Cloaca Maxima, el Circus Maximus y el comienzo de las obras del templo
de Júpiter en el Capitolio, que también era llamado Mons Tarquinius, obras que terminarían al
final del periodo monárquico. Se le atribuye también el aumento del número de senadores
con el añadido de los llamados patres minores gentium, lo que también habría hecho el último
rey etrusco, también llamado Tarquinio, que podría ser una duplicación del mismo personaje
histórico en dos figuras, una más positiva y otra más negativa. Podría relacionarse con este
Lucio Tarquinio uno de los personajes representados en la tumba François de Vulci, de la que
luego hablaremos, aunque bajo el nombre de Cneve (equivalente a Cneo y no a Lucio)
Tarchunies Rumach (“Cneo Tarquinio romano”).
El segundo rey etrusco es quizás el de perfil menos legendario. Se trata de Servio Tulio,
procedente de Vulci, que habría reinado entre 580 y 540 a.C. e introducido importantes
reformas en la organización del estado romano, la llamada "revolución serviana". Según un
discurso del emperador Claudio recogido en una inscripción, este Servio Tulio podría
identificarse con el aventurero etrusco conocido como Macstarna (quizás interpretable como
"magister"), seguidor (sodalis) de Celio Vivenna que, con los restos del ejército de éste, se
habría apoderado del monte Celio en Roma y se habría hecho coronar rey. Celio Vibenna
debía ser un personaje famoso, pues aparece en algún relato como compañero de Rómulo. En
relación con esta aportación del erudito emperador, resultan muy ilustrativas dos escenas en
las pinturas murales de la sala central de la tumba François en Vulci. En una de ellas, un
personaje al que un rótulo identifica como Macstarna combate como aliado de Aulo y Celio
Vibenna contra otros entre los que está Cneve Tarchunies Rumach. En otra escena, Macstarna
libera a otro personaje, Celio Vivenna. Tanto la referencia del discurso como las pinturas,
relacionan a este Macstarna – Servio Tulio con un ambiente de aventureros militares que
combaten unos contra otros, apoderándose de ciudades o cayendo prisioneros, en la misma
línea que la inscripción de los sodales de Publio Valerio. En cambio, la tradición historiográfica
más habitual sitúa su acceso al poder como resultado del favor de Tanaquil, la esposa del
primer Tarquinio.
Revolución serviana
A Servio Tulio se le atribuyen dos reformas fundamentales: las tribus territoriales y el
censo. Respecto a las tribus territoriales, el rey habría dividido la ciudad propiamente dicha
en 4 distritos o tribus, y les habría añadido un cierto número (16, ó 21...) de tribus rústicas.
Estas nuevas tribus, de base inicialmente territorial, sustituirían a las 3 antiguas, que no
dejaron huella en la organización política romana. Más importante es la organización del
censo y, con él, la distribución de la ciudadanía en clases censitarias. Con el censo, se
controlaba periódicamente el número de ciudadanos romanos y su situación económica, con
vistas principalmente a la organización del ejército. Los autores antiguos presentan un
número de 5 clases, asociadas a diferencias en ingresos, en obligaciones militares y en
derechos políticos asociados a los comicios centuriados, que resultan claramente anacrónicas.
Más verosímil es la organización de la ciudadanía en función de sus posibilidades
patrimoniales de participar en un nuevo ejército hoplítico (classis), en la caballería (supra
classem) o simplemente como tropas auxiliares (infra classem). Quizás esta diferenciación sólo
afectase a los propietarios, assidui, y no a quienes no tenían patrimonio alguno, proletarii, que
apenas participarían en la defensa colectiva. Asociada a la aparición del censo como criterio
básico de encuadramiento militar de la ciudadanía estaría la creación de los comitia centuriata,
una nueva forma de asamblea en la que los ciudadanos estarían agrupados en su respectiva
centuria, y el voto de cada una de éstas sería el que se contabilizase para la toma de
decisiones. Como las centurias de caballeros y de infantería hoplítica eran decisivas en el
ejército, su voto tendría sensiblemente más peso que las pocas centurias de infra classem y
proletarii, en las que, sin embargo, se agruparían la inmensa mayoría de los componentes del
populus.
El final de la monarquía
El último rey etrusco, Tarquinio el Soberbio, se presenta en la historiografía como el
prototipo del mal tirano, que habría accedido al poder mediante la conspiración y el
asesinato. Con sus exigencias hacia la población habría conseguido terminar las grandes
obras iniciadas por el primer Tarquinio, pero acabaría por hacer insoportable para los
romanos la misma monarquía. En otro orden de cosas, se le atribuye una decidida política de
expansión por el Lacio: en el culto del recién terminado templo de Júpiter Capitolino estarían
asociadas hasta 47 comunidades latinas sobre las que Roma mantendría una clara posición
hegemónica.
Según la tradición historiográfica, el pueblo se levantó contra él cuando estaba ausente,
asediando a la ciudad latina de Ardea. En la reacción popular tuvo mucho peso la actuación
de dos nobles patricios romanos, Lucio Tarquinio Colatino y Lucio Junio Bruto, que deseaban
vengar la violación de Lucrecia, esposa del primero, por parte del hijo del rey (509 a.C.). En
adelante, Tarquinio, con el apoyo de algunas ciudades etruscas, intentaría retomar su trono
por la fuerza. Tras una primera derrota, sus hijos buscarían el apoyo de Larth Porsenna de
Clusium, que puso asedio a Roma sin éxito ante el heroísmo de los romanos (Clelia, Horacio
Cocles...). Según una fuente griega, los ejércitos de Porsenna fueron entre tanto derrotados en
Aricia por los latinos ayudados por Aristodemo de Cumas, de modo que Porsenna tuvo que
llegar a un acuerdo con los romanos. Suele considerarse más creíble que Roma se sometió a
Porsenna, enemigo de Tarquinio, empeñado en el dominio de las rutas hacia Campania, y que
el dominio de este nuevo rey etrusco sobre la ciudad perduró hasta su derrota en Aricia frente
a los latinos y Aristodemo de Cumas, aliados quizás de Tarquinio (504 a.C.).
Parece que las narraciones sobre el final de la monarquía en Roma buscan
intencionadamente paralelismos con historias griegas, dentro de un ambiente de exaltación
de los primeros tiempos de la recién fundada República. En todo caso, el final de la
monarquía en Roma coincide con transformaciones políticas similares en las ciudades
etruscas, y puede relacionarse con el repliegue de los etruscos en Campania y el comienzo en
general de la crisis de las ciudades etruscas, muy afectadas por los cambios en las rutas
comerciales debidos a la actividad de los griegos desde Massalía. Es posible que, a nivel
interno, hubiera ido incrementándose la oposición entre los reyes-tiranos y la aristocracia de
los patricios integrados en el Senado que dominarán la recién nacida república. Estos
patricios aprovecharían quizás una coyuntura favorable para acabar con la monarquía de
forma violenta, de manera que, en adelante, los reyes serán en Roma objeto de una especial
animadversión.

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