El Efecto de Las Palabras en El Mundo Natural

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El Efecto de las Palabras en el Mundo Natural

Pasaje clave: Romanos 10:9-10.

En este pasaje el apóstol Pablo establece una verdad espiritual que se aplica a la salvación, pero yo
creo que a otros asuntos y otras áreas de la vida cristiana.

La confesión o declaración de lo que una persona cree, confirma su salvación ante los hombres, no
ante Dios. Porque Él conoce de antemano lo que hay en su corazón.

La confesión confirma la posición del creyente ante el enemigo de su alma. Expresa un cambio de
lealtades. Anteriormente había servido al diablo, pero ahora está manifestando que cambia de
Señor.

El erudito bíblico W. E. Vine, define dos palabras griegas traducidas como confirmar, así: “Hacer
firme, establecer, asegurar”, y “validar, ratificar, conceder autoridad o influencia” .

La palabra griega traducida como confirmación, la define como “validez autorizada”.

Basados en estas definiciones podemos decir que la confesión o declaración verbal, afirma,
establece, asegura, ratifica, y otorga autorizada validez a la salvación.

En otras palabras, la confesión “ubica la salvación en su lugar”.

Proclame el Decreto.

“Yo proclamaré el decreto del Señor: Él me dijo, tú eres mi Hijo; hoy (proclamo) yo te he
engendrado” (Salmo 2:7).

En las Escrituras vemos la proclamación de un decreto real. Ester 8:8-14 en el Antiguo Testamento
y, Lucas 2:1·3 en el Nuevo Testamento.

En el Salmo 2:7 el autor escribió que “proclamaría el decreto de! Señor”. ¿Cuál decreto? El decreto
en el cual el Señor declara que Él, (Jesús) es Su único Hijo (Hebreos 1:1·5).

La Palabra escrita de Dios es Su decreto formal. Cuando un creyente proclama esa Palabra con su
boca, con su corazón inundado por la fe, Sus palabras llenas de fe se vuelven poderosas y
establecen el orden de Dios en su vida.

¡Cuando se proclama el Decreto Real, las cosas comienzan a cambiar!

Podemos optar por el plan de Dios.

“Porque tú creaste mis entrañas; me diste forma en el vientre de mi madre. Te alabo porque eres
maravilloso. Mi nacimiento y tus obras también son maravillosas. Y esto yo lo sé muy bien. Mis
huesos no te fueron desconocidos cuando fui formado en secreto, curiosamente adornado (como
entretejiendo colores) en las profundidades de la tierra (la región de las tinieblas y el misterio). Tus
ojos vieron mi cuerpo en formación, y tenías en tu libro registro de todos los días de mi vida,
aunque ni uno de ellos existía todavía” (Salmo 139:13-16).

El plan de Dios para nuestras vidas fue establecido en el mundo espiritual antes de la fundación de
la tierra, y es un plan bueno, tal como lo expresa Jeremías 29:11: “Porque yo sé los pensamientos
y los planes que tengo para ustedes, dice el Señor, de bienestar y de paz, no de mal, para darles un
futuro y una esperanza”.

Satanás se ha esforzado para destruir el plan de! Señor en la mayoría de nuestras vidas, y ha
tenido un alto nivel de éxito. Dios envió a Su propio Hijo Jesús para redimimos y restaurar todas
las cosas en su lugar apropiado. Nos ha dado por escrito Su voluntad para nuestras vidas, y a
medida que la creemos y la confesamos, comienza a hacerse realidad literalmente.

Algunas personas piden y creen que recibirán muchas cosas, pero ven poca evidencia de ellas.
Quizá la razón sea que están creyendo pero no confesando que las tendrán. Quizá vean algunos
efectos de su fe, pero no los resultados radicales que pudieran experimentar si pusieran sus bocas,
igual que sus corazones, al servicio de Dios (Romanos 10:9·10).

Algunos procuran lograr las bendiciones del Señor hablando aún como el diablo. No debemos
cometer tal error.

No veremos resultados positivos en nuestra vida diaria si hablamos de manera negativa. Debemos
recordar que nuestras palabras se hacen realidad. Vamos tras el reino espiritual y nos acercamos a
él de acuerdo a lo que hablamos. Podemos tocar el reino de Satanás, con sus maldiciones, y
acercarnos al mal y a las cosas negativas y perversas, o podemos tocar el reino de Dios, con sus
bendiciones, y acercarnos a lo bueno y positivo.

¡La decisión es nuestra!

“Creado y sustentado por la Palabra de Dios Por fe entendemos que (durante edades sucesivas)
fue formado el mundo (forjado, ordenado y equipado de acuerdo al propósito para el cual fue
creado) por la palabra de Dios, de manera que lo que observamos no fue hecho de cosas visibles”
(Hebreos 11:3).

La tierra que Dios creó no fue hecha de materia visible. Tal como dice Génesis 1, Dios habló y todo
comenzó a existir: la luz, los cielos, la tierra, la vegetación, las plantas que dan semilla y los árboles
que producen fruto; el sol, la luna y las estrellas; los peces y las aves; cada especie viviente: el
ganado, los reptiles, las bestias salvajes y los animales domésticos. La tierra y todo lo que en ella
existe fue creado de lo invisible y es lo invisible lo que los sustenta.

En Hebreos 1:3 leemos que Dios es… sustentador, guarda, guía e impulsor del universo por el
poder de Su palabra… El universo que fue creado por Su palabra poderosa aún se sostiene por ella.
Quizá usted me dirá: “De acuerdo, Joyce, pero Él es Dios”. Pues debemos recordar que fuimos
creados a Su imagen (Génesis 1:26-27), y que se espera que actuemos como Él. Haga lo que Dios
hace…

“Por lo tanto, sean imitadores de Dios (copien y sigan Su ejemplo) como hijos amados (que imitan
a su padre)” (Efesios 5:1).

En este pasaje Pablo declara que debemos imitar a Dios y seguir Su ejemplo. En Romanos 4:17
leemos que “Dios… da vida a los muertos y habla de cosas no existentes (que Él ha predicho y
prometido) como si (ya) existieran”.

Como la Palabra de Dios es Su promesa para nosotros, debemos hablar de las cosas que Él nos ha
prometido como si (ya) existieran.

No queremos olvidar el equilibrio, así que permítame darle un ejemplo:

Digamos que evidentemente una persona está enferma. Tose y está afónica. Sus ojos y nariz están
rojos y húmedos, luce y se siente muy cansada y agotada. Un amigo le pregunta: ¿Estás enfermo?
¿Qué respuesta apropiada podría darle, que exprese su fe, pero que a la vez sea sincera y cortés
con su amigo? Pienso que en parte la respuesta depende del nivel espiritual del amigo.

Pero Háganlo con Sabiduría.

“Porque aunque soy libre en todo sentido del control humano, me he hecho siervo de todos para
ver si puedo ganar al mayor número (para Cristo). Me volví judío, entre los judíos, para ver si
puedo ganarlos; pretendí estar sometido a la ley, sin estarlo, entre los que se someten a la ley, a
fin de procurar ganarlos. Entre los que no tienen ley (o están fuera de ella) hice como si no tuviera
ley, aunque guardo (con cuidado) la ley de Dios y estoy comprometido con la ley de Cristo, para
procurar ganar a los que viven sin ley. Con los débiles (que les falta discernimiento) me he hecho
débil (como si no tuviera discernimiento) por ver si puedo ganar a los débiles y auto-moralistas.
Me he hecho de todo a todos, para ver si por todos los medios (a cualquier costo y de cualquier
manera), salvo a algunos (ganándolos para la fe que es en Cristo Jesús)” (1º Corintios 9:19-22).

El apóstol Pablo dijo que se juntó con las personas en los lugares donde estaban y en la situación
en que se encontraban, a fin de ganarlos para Cristo. Además, cuando nos pide que imitemos a
Dios nos también dice que lo imitemos a él: “Imítenme (sigan mi ejemplo) así como yo imito y sigo
a Cristo (el Mesías)” (1º Corintios 11:1).

Esto es especialmente importante cuando tratamos con personas que carecen de conocimiento y
comprensión espiritual.

Si el amigo que averigua por el estado de salud, no es cristiano, la respuesta debe diferir de la que
se da a uno que sí lo es. Por ejemplo, si yo fuera la persona enferma y se me preguntara por mi
estado de salud, diría: “No me siento bien, pero confió en Dios que mejoraré”. O tal vez: “Mi
cuerpo está siendo atacado, pero le estoy pidiendo a Dios que me sane”.
Con frecuencia los cristianos bien intencionados, pero demasiado celosos, que no usan el sentido
común, han afectado negativamente a otras personas que los ven como seres extraños, venidos
del espacio exterior.

No olvidemos que nosotros los cristianos hablamos un lenguaje que el mundo no entiende. No
sería conveniente decirle, por ejemplo, a un no creyente: “Bueno, bendito el Señor, el diablo
pensará que me enfermó, pero yo no le recibo la enfermedad, porque he sido sanado por las
heridas de Cristo”

Esta forma de hablar no muestra amor o consideración por la persona que pregunta,
especialmente si sabemos que él o ella no comprenden lo que les decimos.

La gente ha utilizado ese tipo de lenguaje conmigo, y aunque yo sé de qué hablan, siempre lo
siento como una cachetada en mi cara. Generalmente estas personas son muy ásperas en su
actitud y sus modales. Se obsesionan tanto por la sanidad que son insensibles al Espíritu Santo. No
se detienen a considerar cómo sus palabras pueden afectar a quienes sólo están procurando
mostrar amor a través de su preocupación e interés por su salud.

Aun entre creyentes, que nos entendemos unos a otros, podemos actuar “no estando de acuerdo
con la enfermedad”, pero sin ser ásperos.

Muchas personas que creen actuar en niveles muy altos de fe, no muestran ningún fruto del
Espíritu (Gálatas 5:22-23), especialmente el fruto del amor, el camino más excelente, del cual nos
dice el apóstol Pablo que no se irrita ni hace nada indebido (1º Corintios 13:5).

Debido a que la fe actúa por el amor, según Gálatas 5:6, dudo que mi fe produzca resultados y que
pueda recibir mi sanidad si soy descomedida con otros.

La gente no tiene la intención de ser descomedida, sencillamente han perdido el equilibrio.


Piensan que si admiten estar enfermos, están haciendo una confesión negativa. Si están enfermos
y ese hecho es obvio ante todos, ¿por qué razón negarlo?

La verdad es que Jesús es nuestro Sanador, y la verdad tiene más poder que los hechos.

Mi vida era confusa como resultado de haber sufrido abuso la mayor parte de ella. El asunto ahora
es que soy sana por el poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. No tuve que negar en
dónde estaba para llegar a donde estoy ahora. Tuve que descubrir cómo hablar de mis
circunstancias de manera positiva, y permitir que mi conversación se llenara con esperanza en
lugar de desesperanza, y con fe en lugar de la duda.

Como imitadores de Dios debemos hacer lo que Él hace: hablar de las cosas que no son como si
fueran (Romanos 4:17).
Podemos hacerlo sin ofender a las personas que quizá no lo comprenden. Podemos “proclamar e!
decreto” en privado; luego, cuando alguien nos haga preguntas, con seguridad encontraremos la
manera de continuar siendo positivos sin que la persona piense que los cristianos son seres raros
del espacio exterior, cuyas creencias son todas extrañas.

Las personas no espirituales necesitan recibir enseñanza, y nosotros también.

El apóstol Pablo lo entendió así. Eso es lo que quiso decir cuando le escribió a la iglesia de Corinto:
“Pero el hombre natural, no espiritual rehúsa, a aceptar, recibir o admitir en su corazón los dones,
enseñanzas y revelaciones del Espíritu de Dios porque le son locura (tonterías sin sentido); y es
incapaz de conocerlos (reconocerlos y comprenderlos progresivamente, y llegar a familiarizarse
con ellos) porque se deben discernir y apreciar espiritualmente” (1º Corintios 2:14).

En un pasaje posterior, Pablo le continúa diciendo a los Colosenses: “Compórtense con sabiduría
(vivan prudente y discretamente) en sus relaciones con los de afuera (los no cristianos)… Que sus
palabras sean siempre congracia (agradables y con simpatía) sazonadas (como) con sal, que sepan
responder a cualquiera (que los interrogue)” (Colosenses 4:5-6).

En otras palabras Pablo les dice a los creyentes de su época, y a nosotros: “Cuiden la forma cómo
hablan a quienes no están en su nivel espiritual. Sean sabios y usen e! sentido común. En esto
déjense guiar por el Espíritu Santo”.

Extracto del libro “¡Esta Boca Mía!”

Por Joyce Meyer

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