U5 t10. El Género
U5 t10. El Género
U5 t10. El Género
II) El género i
II-1) Introducción
Cap 5 del libro Recomenzar. Amor y poder después del divorcio, de Meler,
irene, buenos Aires, Paidós, 2013
existía una correlación significativa entre esos factores que integraban lo que
después denominaría como el sistema sexo-género y las características
subjetivas relacionadas con la masculinidad o con la feminidad. Lo que
determinaba de forma prioritaria el sentido de masculinidad o de feminidad de
cada sujeto estudiado, era un factor que Money denominó como “asignación de
género”. De este modo aludió a la creencia de los padres, informados por su
propia percepción y por el sistema médico, acerca del sexo del niño.
Si bien Money enfocó su estudio sobre los casos individuales, esta
constatación se extendió hasta la afirmación de la existencia de un sistema que
también abarca el ámbito de lo social - histórico. La respuesta humana ante los
infantes está polarizada; se trata a las niñas y a los varones de modos
diferentes. Esta actitud diferencial y polarizada, se extiende desde el
nacimiento1 hasta el momento de la muerte, tal como lo expresó el autor. Es
entonces la actitud parental, que a su vez es portadora del imaginario colectivo
(Castoriadis, 1992 y 1993) y de los sistemas simbólicos (Lacan, 1984 a y b;
1985) que organizan la experiencia social y subjetiva, la que plasma la psico
sexualidad del sujeto.
Robert Stoller (1968), un psicoanalista norteamericano, importó este concepto
al campo del psicoanálisis. Este autor creó el concepto de núcleo o carozo de
la identidad de género, con el cual se refiere a una noción inicial del sujeto
acerca de su feminidad o de su masculinidad, representación aún nebulosa,
que no se refiere a la percepción de la diferencia sexual anatómica, sino a la
identificación con el progenitor que opera como principal Modelo para el ser.
Una vez establecido el “gender core”, logro evolutivo que se establece de modo
inicial al año y medio de edad, si se realiza una asignación de género que
desde la perspectiva bio médica se descubre luego como errónea, la reversión
de este proceso se hace imposible cuando han transcurrido tres años de vida.
Por lo tanto los proyectos, las imágenes, las palabras del semejante, adquieren
mayor poder para plasmar la realidad subjetiva que el que se puede atribuir a
factores en apariencia más sustanciales, tales como los genes, los gametos o
las hormonas.
1
En la actualidad, desde el momento en que la ecografía brinda información acerca del sexo
del feto.
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Es por eso que la denominación de “sistema sexo – género” fue utilizada por
Gayle Rubin (1975), una antropóloga feminista, ya no para referirse a la
fórmula que determina el sexo de un sujeto, sino para describir un dispositivo
de regulación social. Desde la perspectiva antropológica, el objeto de estudio
consiste en el análisis de la cultura, e incluye desde el modo de producción de
la existencia y el sistema de organización política, pasando por las
representaciones y valores colectivos, hasta la forma que adquieren el
parentesco, las familias y las subjetividades características de un lugar y una
época. Desde este abordaje macro - social y simbólico, Rubin consideró que
todas las sociedades humanas regulan de algún modo las uniones sexuales
permitidas y las que están prohibidas. Sobre la base de este modelo, que la
autora toma de la Antropología Estructural creada por Claude Lévi Strauss
(1945), se crea el parentesco. Son parientes aquellos sujetos relacionados de
modo genético o los que se alían porque su unión sexual está permitida. La
consanguinidad y la alianza, dos principios en constante tensión, como bien lo
captó Sigmund Freud cuando se refirió al Complejo de Edipo, contribuyen a
construir la organización social, que en las comunidades pre-estatales se ha
basado, de modo prioritario, en los lazos del parentesco. La posición ocupada
por las mujeres, en lo que la autora denominó “el tráfico de mujeres”
(parafraseando el concepto levistraussiano acerca de que las mujeres circulan
entre los varones como objetos de intercambio), difiere de modo radical de
aquella asignada a los varones. Las diferencias subjetivas entre mujeres y
hombres, que se han observado a través de la historia, derivan del estatuto
reificado de las mujeres y de la dominancia social de los varones. Son las
subjetividades que corresponden a los intercambiadores y a las
intercambiadas2.
El concepto de género, surgido de estudios biológicos, se extiende a todos los
niveles de análisis que configuran campos disciplinarios cuyo objeto se refiere
a los seres humanos. Este concepto nos asiste de modo muy productivo en los
abordajes socio - simbólicos, como los desarrollados por científicos sociales
tales como Maurice Godelier (1986) y Pierre Bourdieu (1991). Estos autores no
utilizan de modo explícito el concepto, pero sus estudios pueden muy bien
encuadrarse dentro del mismo campo, ya que se interesan por las relaciones
2
Para un análisis más detallado, ver la sección dedicada al estudio de las familias
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3
Esta postura contradice de modo explícito la aspiración freudiana, expresada en el Esquema
de Psicoanálisis (1938), de lograr que la psicología se convirtiera en una ciencia natural.
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i
Este trabajo forma parte de la Tesis doctoral “Relaciones de género en familias ensambladas” en curso, a
presentarse en el Doctorado en Psicología de UCES. Se ruega no difundir.
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“El sistema género-sexo es la red mediante la cual el self desarrolla una identidad
incardinada, determinada forma de estar en el propio cuerpo y de vivir el cuerpo. El
self deviene yo al tomar de la comunidad humana un modo de experimentar la
identidad corporal, psíquica, social y simbólicamente. El sistema de género-sexo es la
red mediante la cual las sociedades y las culturas reproducen a los individuos
incardinados”. Pág 125.
Esta identidad no se plasma sólo sobre la ubicación del sí mismo en una de las
categorías disponibles en la diferencia sexual, generalmente binaria 4, sino que
implica diferencias en el poder que el sujeto se atribuye y en su actitud con
respecto de los otros. La subjetividad varía de acuerdo a muchos factores,
entre los cuales pertenecer al género dominante o al subordinado, es uno de
los de mayor eficacia para su construcción.
La historia humana se ha caracterizado por la dominación social masculina
(Badinter, 1987; Bourdieu, 1998; Lerner, 1990). Cada período histórico, a partir
del neolítico, ha presentado modalidades específicas de los diversos
regímenes de dominación. En sociedades estamentarias, carentes de
movilidad social, colonialistas y racistas, el estatuto social de las mujeres ha
sido legitimizado mediante una consideración de la diferencia entre los sexos
que ha hipertrofiado y a la vez, jerarquizado el dimorfismo sexual humano. Las
4
En algunas culturas existen categorías que dan cuenta de los sujetos que cruzan géneros,
tales como los “berdache” entre los indígenas de Norte Ämérica o los “hijra” de la India. Estas
categorías no implican de por sí, discriminación, sino que describen una forma de ser que es
aceptada. Sin embargo, la existencia de un tercer “casillero” no impide que las actitudes y
conductas esperadas para mujeres y para varones, estén claramente pautadas.
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modelo al que Freud recurrió en su obra Tótem y tabú (1913), no es más que la
regulación de la mortífera rivalidad característica del narcisismo fálico.
El feminismo ha planteado una situación que en principio puede caracterizarse
como una ampliación de la democracia, una genuina universalización del
sistema. Pero al poco tiempo de producirse las transformaciones relacionadas
con el voto femenino, la incorporación de las mujeres a los trabajos
remunerados y el acceso a la educación, se hizo evidente que no bastaba con
incorporarse a una cultura creada por los varones, sino que era necesario
reestructurar las instituciones, las normas y valores y los modos de crear
sentidos que estuvieron vigentes por largos siglos.
¿Cómo hacerlo? ¿En qué dirección debemos marchar? Las diversas corrientes
del pensamiento feminista buscan respuestas a estos interrogantes.
Las propuestas del feminismo de la igualdad se sustentan en el supuesto
cultural hegemónico durante la Modernidad, acerca de la predominancia del
ámbito público y del carácter subsidiario de la esfera privada, o sea del ámbito
familiar. Por ese motivo, el propósito organizador de esa corriente de
pensamiento ha consistido en lograr la incorporación de las mujeres al mundo
público. Sin embargo, existen estudios dentro de las teorías feministas, que
cuestionan o matizan esta asunción.
Linda Nicholson (1990) es autora de un trabajo donde analiza el modo en que
las diversas teorías económicas han replicado la separación de la economía
con respecto del parentesco y del Estado, sin tener en cuenta que no se trata
de una invariante transcultural, sino que éste ha sido un proceso histórico
característico de los siglos XVIII y XIX. Los autores que han construido el
campo de las teorías económicas, Smith, Ricardo y Marx, presentan diferencias
entre sí. Marx, según expresa la autora, era consciente de los nexos existentes
entre la familia, el Estado y la economía, pero su teoría no sostuvo de modo
cabal esta percepción inicial, lo que generó un economicismo que podemos
considerar de algún modo, como un vicio epistemológico. El modo de
producción económico, considerado como el sustrato de las modalidades de
organización social y política, habría sido considerado sobre el modelo
industrial, lo que produjo, de hecho, la exclusión de la producción económica
doméstica, y ocultó la importancia de la familia y el parentesco. El modo de
producción de la vida material, se tornó sinónimo de la producción de
15
(…) las prácticas de la crianza de los hijos, las relaciones sexuales y lo que
denominamos actividades “productivas” son organizadas conjuntamente mediante el
parentesco”, pág: 47.
5
No me extenderé en este aspecto por no ser pertinente a los fines del estudio
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6
Este programa está dirigido por la Dra. Mabel Burin. Me desempeño en el mismo como
coordinadora docente e investigadora principal.
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