Duffau Historia de La Locura en Uruguay 1860 1911 FHCE
Duffau Historia de La Locura en Uruguay 1860 1911 FHCE
Duffau Historia de La Locura en Uruguay 1860 1911 FHCE
Historia de la locura
en Uruguay (1860-1911)
Alienados, médicos y representaciones
sobre la enfermedad mental
Ediciones Universitarias,
Unidad de Comunicación de la Universidad de la República (ucur)
isbn: 978-9974-0-1633-0
Agradecimientos............................................................................................................................................................7
Introducción......................................................................................................................................................................9
Metodología y fuentes........................................................................................................................14
Institucionalizar........................................................................................................................................................19
Del Asilo de Dementes al Hospital Vilardebó..................................................................21
Estudiar..............................................................................................................................................................................75
El desarrollo de la psiquiatría en Uruguay............................................................................77
La definición y las causas de las enfermedades mentales.........................................107
El tratamiento........................................................................................................................................145
Señalar.............................................................................................................................................................................185
Las causas sociales de la locura.................................................................................................187
Reprimir y contener.............................................................................................................................................247
Relación entre medicina y derecho.........................................................................................249
Colofón............................................................................................................................................................................285
Fuentes..............................................................................................................................................................................287
Bibliografía..................................................................................................................................................................295
Roberto Markarian
Rector de la Universidad de la República
Mayo, 2015
6 Universidad de la República
8 Universidad de la República
2 La referencia a palabras como locos, locura, alienados, enajenados, descendencia mórbida, entre
otras, conexas a la temática tratada, no responde a una nosografía psiquiátrica, sino a la forma
en que fueron llamados los enfermos psiquiátricos en el período aquí considerado.
10 Universidad de la República
3 La idea de modernidad sintetiza la percepción de las elites reformistas del período para las
cuales ser modernos (o, al menos, aparentarlo) implicó poner en práctica una serie de medi-
das que permitieran romper con un desarrollo social pasado al que consideraban atrasado.
12 Universidad de la República
Metodología y fuentes
de medicalización que provocó una creciente presencia de los médicos en la vida cotidiana,
hacia una monopolización del ejercicio de curar y de su influencia en las decisiones esta-
tales (José Pedro Barrán, Medicina y sociedad en el Uruguay del Novecientos, vols. i y ii,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1992-1993). Una reseña crítica al análisis de
Barrán sobre el poder médico y el poder psiquiátrico en concreto se puede encontrar en:
Nicolás Duffau, «El tratamiento de la “locura” en la obra de José Pedro Barrán a través
del análisis de Medicina y sociedad en el Uruguay del Novecientos» [en línea], en Culturas
Psi/Psy Cultures, n.o 1, Buenos Aires, 25 de setiembre de 2013, pp. 108-125, <http://
www.culturaspsi.org/#!Número-1-Culturas-PsiPsy-Cultures-Psicoanálisis-y-Ciencias-
Humanas/c16ee/556E462F-DDF8-401E-9CBE-42A7987A1D65> (última consulta:
21/02/2015).
5 Diego Armus, La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-
1950, Buenos Aires, Edhasa, 2007, pp. 17-18.
14 Universidad de la República
6 En fecha posterior a nuestra investigación, un grupo de voluntarios, con Magela Fein al fren-
te, inició tareas de recuperación de un voluminoso cuerpo de documentos (más de quinientos
libros de registro, por ejemplo) que se inicia en 1880 y finaliza en la década del sesenta.
Dichas fuentes históricas, que probablemente nos llevarían a realizar una nueva investigación
y a escribir un texto diferente, no fueron utilizadas para la elaboración de este trabajo.
7 Arlette Farge, O sabor do arquivo, San Pablo, Editora da Universidade de São Paulo, 2009,
pp. 79-85.
16 Universidad de la República
22 Universidad de la República
24 Universidad de la República
La necesidad de un asilo
Los psiquiatras Murguía y Soiza Larrosa, en su análisis sobre los orígenes
de la psiquiatría en el país, dan cuenta de la Memoria instructiva del Hospital,
fechada en 1826, en la cual se dispone la edificación de una Casa de Locos que
al parecer no se llegó a construir.26 En la misma Memoria…, citada por Soiza
Larrosa, la hermandad sostenía que:
Los objetos de este piadoso establecimiento fueron, en su principio, solo los
enfermos pobres, algo después las mujeres de la misma clase, y modernamente
los expósitos: agréguese que poco a poco nos vamos cargando también con los
impedidos y los locos y vendrá V. E. a parar en que la Hermandad tiene sobre
sí, y es la única que atiende a todos los objetos de pública beneficencia.27
Sin embargo, la posibilidad de contar con un establecimiento exclusivo para
dementes debió esperar varias décadas. En parte, por el calamitoso estado de
las arcas públicas y, en parte, por los sucesivos conflictos armados que atrave-
só la región al menos hasta 1852. En 1852, se creó, bajo la órbita de la Junta
Económico Administrativa de Montevideo, la primera Comisión de Caridad y
Beneficencia Pública. La integraban algunos de los hombres más distinguidos
del patriciado uruguayo, entre ellos: Juan Ramón Gómez, el político Doroteo
García, el llamado primer médico uruguayo Teodoro Miguel Vilardebó, los
abogados y políticos Florentino Castellanos y Manuel Herrera y Obes, el mé-
dico Juan García Wich y el comerciante Jacobo Varela (padre de José Pedro,
23 Fernán Silva Valdés, «Autobiografía [segunda parte]», en Revista Nacional, n.o 2,
Montevideo, octubre-noviembre de 1957, pp. 513-514. No era Alfredo el único integrante
de la familia Herrera y Reissig con algún tipo de patología psiquiátrica. Por el contrario, al
caso mencionado debemos agregarle a su hermano Julio y a su hermana mayor María Luisa.
Los tres eran sobrinos políticos del eminente psiquiatra Bernardo Etchepare, quien atendió
a Julio. Al respecto, véase: Aldo Mazzucchelli, La mejor de las fieras humanas. Vida de
Julio Herrera y Reissig, Montevideo, Taurus, 2010, pp. 47 y 89.
24 Santín Carlos Rossi, El alienado y la sociedad, Montevideo, Administración de Lotería,
1914, p. 16.
25 Barrán, o. cit., vol. II, p. 57.
26 Murguía y Soiza Larrosa, o. cit., p. 170.
27 Citado por Soiza Larrosa, o. cit., p. 104.
26 Universidad de la República
28 Universidad de la República
El Asilo de Dementes
Según cifras aportadas por Soiza Larrosa, la población interna con alguna
psicopatía llegaba, en 1856, a 34 personas y, dos años más tarde, a 40 (16 hom-
bres y 24 mujeres).37 Sin embargo, y al igual que en nuestros días, los médicos se
resistían a la convivencia de pacientes con enfermedades de naturaleza somática
con aquellos con enfermedades de tipo psíquico. Ese mismo año, se abrió en el
hospital el llamado Departamento de Dementes.38
Una de las iniciativas de la Junta Económico Administrativa fue la de so-
licitar al Gobierno nacional el edificio del llamado Colegio de la Villa de la
Restauración, ubicado en la zona ocupada por el ejército sitiador de Montevideo
durante la guerra Grande. El objetivo era no solo recluir allí a los dementes, sino
convertirlo en un asilo educativo para niños huérfanos o con padres abandónicos
o enfermos psiquiátricos. Sin embargo, según Soiza Larrosa, por intervención de
35 Gerardo Caetano y Roger Geymonat señalan que el arribo de la hermandad tuvo como con-
texto el enfrentamiento interno dentro de la Iglesia católica entre la corriente jesuítica, con
un proyecto «ultramontano», y otra que los autores denominan «católico-masónica», con una
propuesta de sesgo liberal que acompañó el ingreso de las religiosas al país, como la influencia
de la cofradía en otros ámbitos, ya que les permitió ganar posiciones en la disputa intesti-
na (Gerardo Caetano y Roger Geymonat, La secularización uruguaya (1859-1919).
Catolicismo y privatización de lo religioso, Montevideo, Taurus, 1997, p. 54).
36 Importa realizar la siguiente precisión: el tratamiento a los enfermos psiquiátricos implica
cierto grado de recurrencia a la violencia, ya que, por ejemplo, el confinamiento en una
cama o la inmersión en un estanque de agua fría eran parte de la rutina terapéutica avalada
por los propios médicos. Realizamos esta aclaración puesto que es importante diferenciar
la violencia como parte del tratamiento del abuso de esta que llevó a que los internos fueran
golpeados, atados o castigados físicamente de otras formas.
37 Soiza Larrosa, o. cit., p. 107.
38 Osvaldo Do Campo, «La “locura” del virrey y otras “locuras”», en Revista de Psiquiatría del
Uruguay, vol. 67, n.º 1, Montevideo, agosto de 2003, p. 43.
39 Con respecto a los países vecinos, encontramos que, en 1852, fue inaugurada, en Santiago de
Chile, la Casa de Orates Nuestra Señora de los Ángeles, mismo año en que abrió sus puertas
el primer manicomio en el territorio del Imperio del Brasil, en la ciudad de San Pablo. En
Argentina, la Casa de Mujeres Dementes de Buenos Aires data de 1854. Datos tomados de:
Valeria Pita, La casa de las locas: una historia social del Hospital de Mujeres Dementes:
Buenos Aires, 1852-1890, Rosario, Prohistoria, 2012, p. 28.
40 Adolphe Brunel, Consideraciones sobre higiene y observaciones relativas a la de Montevideo,
Montevideo, Imprenta de la Reforma Pacífica, 1862, p. 290.
30 Universidad de la República
41 Ib., p. 322.
42 Ib., pp. 320-329.
43 Proyecto del presupuesto general de gastos del Hospital de Caridad y sus dependencias para el
año de 1875, confeccionado por la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, Montevideo,
Tipográfica de El Mensajero, 1874, en agn, Colección de Folletos, n.o 116, planilla n.o 3.
Cuadro 1
1860 28
1861 68
1864 130
1865 102
1866 127
1867 124
1869 64
1871 181
1872 115
1874 325
1876 400
1877 420
1878 486
1879 542
Elaboración propia a partir de: Adolfo Vaillant, La República Oriental del Uruguay en la expo-
sición de Viena, Montevideo, La Tribuna, 1873, p. 106; Memoria de la Comisión de Caridad pre-
sentada a la Comisión E. Administrativa correspondiente a los años 1876, 77 y 78, Montevideo,
Imprenta a Vapor de La Nación, 1879; Eduardo Acevedo, Anales Históricos del Uruguay, vol.
iv, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1934, p. 140.
44 Importa destacar, para la siguiente serie de datos, así como para todas las que realizaremos a
lo largo del trabajo, que las cifras proporcionadas por las fuentes varían. Hemos seguido las
reconstrucciones realizadas por la bibliografía, cotejando con la documentación consultada.
En cuanto a los datos proporcionados por la Comisión de Caridad, pudimos corroborar que
los conteos anuales se realizaban con el total de pacientes existentes en diciembre de cada
año, por lo que no se tomaban en cuenta las altas o las internaciones de pocos meses, lo que
hacía que la cifra se redujera de forma considerable (en más de doscientos casos). Optamos,
por lo tanto, por tener en cuenta el movimiento de todo el año y realizar sobre esa base un
promedio. En todos los casos, se indica la procedencia de la información.
32 Universidad de la República
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53 Ib., f. 184.
54 Nombre utilizado por un periodista del diario La República para referirse al nuevo estable-
cimiento. La recurrencia al manicomio como un «palacio» o una «mansión» era frecuente.
55 De momento, no fue posible encontrar ninguno.
56 agn, ha, msp y hcm, libro 4836, f. 449.
Fuente: José María Fernández Saldaña, «Para la historia del Hospital Vilardebó», en El Día
[suplemento dominical], 20 de diciembre de 1942, p. 5.
36 Universidad de la República
38 Universidad de la República
Fuente: Publicación realizada por los internos en la Escuela de Artes y Oficios. Edición dedicada
al Manicomio Nacional, 15 de noviembre de 1883.
40 Universidad de la República
71 A la fecha (y de forma un tanto presuntuosa si consideramos que las barreras entre las espe-
cialidades prácticamente no existían), Canaveris sigue siendo reconocido como el primer psi-
quiatra de la historia del Uruguay (Centenario de la Suprema Corte de Justicia 1907-2007,
Montevideo, ceju-scj, 2007, p. 134).
72 Augusto Soiza Larrosa, «Esbozo histórico sobre la Psiquiatría y sus servicios hospitalarios en el
Uruguay 1788-1907», en Revista de Psiquiatría del Uruguay, n.o 283, Montevideo, 1983, p. 6.
42 Universidad de la República
44 Universidad de la República
46 Universidad de la República
48 Universidad de la República
96 Ib., p. 41.
97 Archivo General de la Nación y Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública,
Libro de actas, del 26 de marzo de 1895 al 5 de agosto de 1896, f. 16. En adelante, se citará
como agn y cncbp.
98 «Manicomio Nacional. Remisión Directa de Alienados desde los departamentos», en
Retrospecto Económico y financiero de El Siglo seguido de la Colección Legislativa de la
República Oriental del Uruguay por Matías Alonso Criado, vol. xviii, Montevideo, Imprenta
a Vapor de El Siglo, 1896, p. 120.
99 agn y cncbp, o. cit., fs. 32, 33. El problema también era el regreso de los enfermos psi-
quiátricos enviados desde los departamentos a su lugar de residencia. El 19 de febrero de
1896, la Comisión de Caridad se refirió a «los numerosos enfermos y dementes que, de
los Departamentos de Campaña [de donde] son remitidos para su asistencia a las Casas de
Caridad, se encuentran, las más de las veces al ser dados de alta, faltos de recursos, extravia-
dos y sin familia en la Capital» (agn y cncbp, paquete 1890-1896, carpeta 452). El proble-
ma persistió hasta entrado el siglo XX. Véase: agn y cncbp, Libro de actas, del 10 de enero
de 1902 al 5 de diciembre de 1910, fs. 2-13.
50 Universidad de la República
52 Universidad de la República
109 Revista Médica del Uruguay, vol. i, Montevideo, 1898, pp. 132-133. Castro falleció en
agosto de 1901, hecho que, probablemente, limitó el impulso del proyecto.
110 En 1914, Santín Carlos Rossi presentó un proyecto sobre alienados para el que se basó en
la propuesta de Castro (el texto íntegro se encuentra en: Rossi, o. cit.). El problema siguió
existiendo incluso entrado el siglo XX. La primera ley de psicópatas aprobada en el país data
de 1936.
111 Archivo General de la Nación, Sección Judicial, Juzgado Civil del 4.o Turno, González,
Antonio, incapacidad. En adelante, se citará como agn-sj. En algunos casos, será posible
citar con el folio correspondiente, aunque en la mayor parte de la documentación el estado
de deterioro avanzado impidió la tarea.
112 Santín Carlos Rossi, o. cit., p. 93.
54 Universidad de la República
123 agn y cncbp, o. cit., del 5 de enero de 1900 al 26 de junio de 1901, f. 14.
124 Santín Carlos Rossi, o. cit., p. 3.
125 La Gaceta de Medicina y Farmacia, año i, n.o 4, Montevideo, 1882, p. 143.
56 Universidad de la República
126 Hospital de Caridad de Montevideo. Reseña retrospectiva desde su fundación escrita con motivo
de celebrarse el primer centenario el día 17 de Junio de 1888, Montevideo, Establecimiento
Tipográfico La Nación, 1889, en agn, Colección de Folletos, n.o 116, p. 99.
127 Sostienen Caetano y Geymonat que el debate entre Iglesia católica y Estado fue uno de los
más radicales del proceso modernizador que transformó la sociedad uruguaya desde la se-
gunda mitad del siglo XIX (Caetano y Geymonat, o. cit., p. 45).
128 Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay, Montevideo, Imprenta Rural,
1878, pp. 100-101.
129 Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay, vol. x (segunda parte),
Montevideo, Manuel Alonso Criado, 1886, p. 324.
58 Universidad de la República
135 Henry Finch, La economía política del Uruguay contemporáneo 1870-2000, 2.a ed. (corre-
gida y aumentada), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2005, p. 90.
136 José Rilla, La mala cara del reformismo. Impuestos, Estado y política en el Uruguay.
1903-1916, Montevideo, Arca, 1992.
137 Ib., p. 277.
138 José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio Británico, vol. iii,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1982, pp. 18-20. También véase: Ana Frega e
Yvette Trochon, «Los fundamentos del Estado empresario (1903-1933)», en Cuadernos del
Claeh, n.os 58-59, Montevideo, 1991.
60 Universidad de la República
139 Citado en: El libro del Centenario del Uruguay, Montevideo, Capurro y Cía., 1930, p. 498.
140 De Pena, o. cit., p. 6.
141 Ib., pp. 20-21.
62 Universidad de la República
143 José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio Británico, vol. i,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1979, pp. 62-79.
144 Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-
1916, Buenos Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1995, pp. 59-60.
145 «Comisión Nacional de Caridad», El Bien. Órgano de la Unión Católica del Uruguay,
Montevideo, 5 de agosto de 1905, p. 1.
146 «La Comisión de Caridad. Ideas sanas e ideas absurdas», El Día, Montevideo, 5 de agosto de
1905, p. 1.
147 «Más anomalías», en El Bien, 6 de agosto de 1905, p. 1.
148 agn y Consejo de Higiene Pública, paquete 1904-1906, carpeta 397.
64 Universidad de la República
66 Universidad de la República
162 El Tiempo, Montevideo, 3 de marzo de 1908, p. 1. Una nota muy similar, con pasajes casi
idénticos, publicó el diario montevideano La Tribuna Popular el 31 de mayo de 1910 (p. 2).
163 El Tiempo, Montevideo, 3 de marzo de 1908, p. 1.
68 Universidad de la República
70 Universidad de la República
72 Universidad de la República
180 Según Barrán, en el manicomio, «el poder médico era totalitario y no meramente absoluto.
Allí, todo era posible y la única limitación real del poder era la conciencia del médico»
(o. cit., vol. ii, p. 34).
74 Universidad de la República
La Facultad de Medicina
La creación de una Facultad de Medicina fue una aspiración de los ámbitos
universitarios desde que comenzó a funcionar la Universidad de Montevideo el
18 de julio de 1849. Sin embargo, en esta primera etapa, solo se desarrollaron
algunos cursos correspondientes a la Facultad de Derecho. La instalación de
una institución dedicada a la formación de médicos debió esperar hasta 1876.182
Entre fines de la década del cuarenta del siglo XIX y 1876, el Estado uru-
guayo analizó, en más de una ocasión, cómo formar profesionales en el campo
de la medicina sin que hubiera un acuerdo en la clase política. En 1873, los
182 En otras regiones, ya funcionaban una o más facultades de medicina: en Brasil desde 1808 y
en Buenos Aires desde 1822.
78 Universidad de la República
80 Universidad de la República
193 Es particularmente llamativo que, en distintos trabajos de historia de la medicina, esa rela-
ción entre los egresados locales y los del exterior no sea recordada como problemática pese
a que las fuentes son inequívocas en señalar los problemas que se suscitaron entre médicos
nacionales y extranjeros.
194 Citado en: El libro del Centenario…, o. cit., p. 499.
195 Datos tomados de: Mañé Garzón, o. cit., p. 183.
196 Oddone y Paris, o. cit., p. 249.
82 Universidad de la República
199 José Babini, Historia de la Medicina, 2.a ed., Barcelona, Gedisa, 2000, p. 123.
200 Mañé Garzón y Pou Ferrari, o. cit., p. 56.
201 La carta se reproduce en Mañé Garzón y Pou Ferrari, o. cit., pp. 257-259.
202 Mañé Garzón, o. cit., p. 77.
203 Las cursivas indican quiénes tuvieron actuación en el campo de la psiquiatría.
84 Universidad de la República
86 Universidad de la República
88 Universidad de la República
221 Roy Porter, Breve historia de la locura, Madrid, Fondo de Cultura Económica-Turner,
2003, p. 135.
222 Brunel, o. cit., p. 284.
223 Ib., p. 284.
90 Universidad de la República
228 Bénédict Morel, Tratado de degeneración de la especie humana, 1857, p. 62, citado en:
Sandra Caponi, «Para una genealogía de la anormalidad: la teoría de la degeneración de
Morel», en Scientiæ Studia, vol. vii, n.o 3, San Pablo, p. 433.
229 Bénédict Morel, Traité des maladies mentales, París, Librairie Victor Masson, 1860, p. 89,
citado en: Josefina Di Filippo, La sociedad como representación. Paradigmas intelectuales del
siglo XIX, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 106.
92 Universidad de la República
231 Yvette Trochon, Las mercenarias del amor. Prostitución y modernidad en el Uruguay
(1880-1932), 2.a ed., Montevideo, Taurus, 2003, p. 269.
232 Mateo Legnani, Catecismo de higiene, Montevideo, Imprenta Artística Dornaleche, 1917,
p. 106.
233 Graciela Sapriza, La «utopía eugenista». Raza, sexo y género en las políticas de población
en el Uruguay (1920-1945), tesis de maestría [inédita], Montevideo, 2001, p. 41.
94 Universidad de la República
234 Las obras de Maudsley, editadas en francés, se encuentran entre los textos de la biblioteca
que perteneció al manicomio.
235 Porter, o. cit., p. 145.
236 Gabo Ferro, Degenerados, anormales y delincuentes: gestos entre ciencia, política y represen-
taciones en el caso argentino, Buenos Aires, Marea, 2010, p. 22.
237 Ib., p. 189.
238 Michel Foucault, Los anormales. Curso en el College de France (1974-1975), Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 293.
239 Brunel, o. cit., p. 174.
96 Universidad de la República
244 Michel Foucault, Vigilar y castigar, 2.a ed., Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, p. 28.
245 Ferri estuvo en Uruguay a comienzos del siglo XX y su presencia despertó una polémica
entre los liberales que se opusieron a las vertientes más extremas del evolucionismo.
246 Michel Foucault, «Los anormales», en La vida de los hombres infames, La Plata, Editorial
Altamira, 2008, p. 62.
98 Universidad de la República
Farmacia, año ii, t. i, n.o 14, Montevideo, 15 de noviembre de 1882, p. 450. El artículo
142 del Código Civil impedía la unión matrimonial de personas con «incapacidad mental».
258 Angelo Zucarelli, «Necesidad y medios de impedir la reproducción de degenerados», en
Vida Moderna, año ii, vol. vi, Montevideo, abril de 1902, pp. 280-281.
259 Félix Ylla, Causas de la delincuencia, Montevideo, Imprenta Rural, 1892, pp. 84-85.
267 Bernardo Etchepare, «Los débiles mentales», en Revista Médica del Uruguay, vol. xvi,
Montevideo, 1914, pp. 266-267. En 1913, Etchepare publicó también un libro del mis-
mo título cuyos capítulos se incorporaron a distintos volúmenes de la Revista Médica del
Uruguay: Bernardo Etchepare, Los débiles mentales, Montevideo, El Siglo Ilustrado, 1913.
268 Encontramos la primera referencia a Freud en el año 1900 en el artículo de Luis Morquio,
quien, en realidad, se refiere a Freud como neurólogo (Luis Morquio, «Coxalgia histérica», en
Revista Médica del Uruguay, n.o 3, Montevideo, 1900, p. 136). Barrán señaló que la primera
referencia a Freud databa de 1913 (Barrán, o. cit., vol. ii, p. 46).
269 Por eso, en el caso uruguayo, no podemos estar de acuerdo con la idea de Foucault según la
cual «el psicoanálisis puede interpretarse como el primer gran retroceso de la Psiquiatría»
y parte de un movimiento de despsiquiatrización (Michel Foucault, El poder psiquiátrico.
Curso en el College de France (1973-1974), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2008, p. 164). Por el contrario, en el caso local, los médicos incorporaron rápidamente las
ideas freudianas y las combinaron con interpretaciones propias de las corrientes psiquiátricas
convencionales. El fenómeno de expansión del psicoanálisis tuvo lugar recién en la segunda
década del siglo XX.
270 Luis Morquio, «Un caso de afasia psíquica en un niño de tres años», en Revista Médica del
Uruguay, vol. i, Montevideo, 1898, p. 143.
271 Ib., p. 150.
272 Bernardo Etchepare, «Educación de los niños nerviosos [trabajo presentado en el II
Congreso Científico Panamericano, Washington, el 3 de enero de 1916], en Revista Médica
del Uruguay, vol. xix, Montevideo, 1916, p. 208.
273 Ib., p. 211.
274 Santín Carlos Rossi, «Régimen de convalecencia de los alienados», en Revista Médica del
Uruguay, vol. xix, Montevideo, 1916, pp. 622-623.
277 Una definición menos precisa todavía que la de Brunel fue la de la revista Anales de la
Sociedad de Medicina Montevideana que, en 1854, se refirió simplemente a «enfermeda-
des cerebrales» para los pacientes con trastornos psiquiátricos internados en el Hospital de
Caridad (Anales de la Sociedad de Medicina Montevideana, primer año, t. 1.o, n.o 2, enero de
1854, p. 19). Todavía en 1879 algunas publicaciones médicas se referían, por ejemplo, a «la
enfermedad del sueño del África Occidental» en relación con un trastorno de sonambulismo
(Boletín de la Sociedad Ciencias y Artes, año I, n.o 25, 29 de julio de 1877, p. 220).
278 Brunel, o. cit., p. 292.
279 Ib., pp. 290-291.
Fuente: Joaquín Canabal, «Cuadro n.o 84», en Estadística sanitaria del Uruguay 1887-1896,
Montevideo, Tipográfica de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1899.
290 Bernardo Etchepare, «Los débiles mentales», en Revista Médica del Uruguay, vol. xv,
Montevideo, 1913, p. 191.
291 Bernardo Etchepare, «Los débiles mentales», en Revista Médica del Uruguay, vol. xvi,
Montevideo, 1914, p. 266.
292 Ib.
293 Ib., p. 267.
294 Ib., p. 268.
Epilepsia
La epilepsia formaba parte del listado de enfermedades mentales desde co-
mienzos del siglo XIX, pero sus causas y características eran aún desconocidas
para la psiquiatría organicista. Llamada popularmente en Europa «la enferme-
dad sagrada», se creía que las convulsiones eran la consecuencia de la lucha entre
el cuerpo del enfermo y el demonio que lo había poseído.311
Podemos atribuirle a Brunel la introducción en el país de la definición de
tal enfermedad, a la que consideró una «anomalía del espíritu y los sentimien-
tos». Para el médico francés, «todos los epilépticos —sin excepción— presentan
cierto grado de perturbación en su inteligencia o en su genio», ya que «ninguno
de ellos puede ser considerado mentalmente sano», de ahí la inclusión de esa
enfermedad dentro de los trastornos de tipo mental. Sin embargo, el epiléptico
se podía diferenciar de los otros enfermos porque «los desórdenes intelectuales
de la epilepsia» se manifestaban, sobre todo, en los ataques que aquejaban al
308 «Dr. Américo Ricaldoni. Paraplejías espasmódicas y Enfermedad de Little. Lección clí-
nica recogida por el interno D[omingo] Prat», en Revista de los Hospitales, año i, n.o 4,
Montevideo, octubre de 1908, p. 107.
309 Etchepare, «Los débiles mentales», o. cit., pp. 338-339.
310 Ib., p. 344.
311 Porter, o. cit., p. 26.
317 agn y cncbp, o. cit., del 26 de marzo de 1895 al 5 de agosto de 1896, fs. 173, 174.
318 El Tiempo, 1.o de marzo de 1908, p. 1.
319 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 50.
320 Ib.
321 Ib., p. 51.
322 Ib.
323 Etchepare, o. cit., p. 321.
324 «[E]l crimen y la epilepsia son dos fenómenos inseparables y el segundo no es sino la explica-
ción del primero. No todos los epilépticos son criminales, pero en el fondo de cada criminal
vive un epiléptico» (Lorenzo Vicens Thievent, El crimen y la epilepsia, San José, Talleres
La Mañana, 1913, pp. 25-26).
Parálisis
En 1822, Antoine Laurent Bayle distinguió la parálisis general progresiva
como una manifestación avanzada de la sífilis terciaria. Si bien los microorganis-
mos causantes de la sífilis aún no se habían descubierto, se comenzó a vincular
esta enfermedad con causas neurológicas que provocaban parálisis, pero también
estados eufóricos. El análisis en pacientes sifilíticos fue clave en el desarrollo de
la anatomía patológica y en el estudio de los trastornos neurológicos. De todos
modos, la parálisis era, en su forma más frecuente, de origen sifilítico, aunque
no siempre dependía de esta: «La sífilis es así causa a menudo necesaria, pero no
siempre suficiente».325 La causa más común de la parálisis, como había demostra-
do Magnan, era la encefalitis generalizada por infección que, en muchos casos,
se debía a atrofias cerebrales hereditarias.
Por lo general, los paralíticos eran proclives a las hemorragias, ya que «se
presume que todos los vasos sanguíneos de la economía están dilatados; se adivina
que todos los órganos tienen más sangre que la que acostumbran tener», lo que
generaba hematomas, muchas veces internos y cerebrales, que provocaban una
meníngeo-encefalitis y, por ende, la muerte.326 De ahí que, como señalaba Paysée,
la mortalidad en esos cuadros fuera mayor que en otros. Lo que hoy llamaríamos
aneurisma o hemorragia cerebral, que, en la mayor parte de los casos, generaba una
atrofia o parálisis total de una parte del cuerpo o de todos los músculos motores,
era considerada, durante este período, como una enfermedad de tipo psiquiátrico.
Sin embargo, la parálisis no dependía solo de causas congénitas. Otro motivo para
la parálisis general o parcial era la ingesta excesiva de alcohol.
Además de la parálisis, otro rasgo característico de la mayoría de los paralí-
ticos era la «pérdida de emotividad». Etchepare se refirió al caso de una enferma
que se mostró indiferente cuando escuchó que los médicos le decían que «es
paralítica general», pronóstico que «conoce […], puesto que una hermana murió
id. [sic]».327 En ese sentido, la ausencia de «moralidad» y de conciencia sobre su
325 Camilo Paysée, «Sobre el tratamiento de la parálisis general. Notas recogidas en la clínica
psiquiátrica a cargo del doctor Bernardo Etchepare», en Revista Médica del Uruguay, vol.
xv, Montevideo, 1913, p. 94.
326 Ib., p. 96.
327 «Manicomio Nacional. Diagnóstico precoz de la parálisis general. Lección clínica del Dr.
B. Etchepare recogida por el interno N. Saitone», en Revista de los Hospitales, año i, n.o 2,
Montevideo, agosto de 1908, p. 38.
328 «Parálisis general. Sintomatología psíquica. Lección recogida por J[osé] May. Dr. Bernardo
Etchepare», en Revista de los Hospitales, t. iv, n.o 3, Montevideo, abril de 1911, p. 122.
329 Ib., pp. 126-127.
330 «Manicomio Nacional. Diagnóstico precoz de la parálisis general…», o. cit., p. 40.
Las demencias
El médico uruguayo más destacado en el estudio de las llamadas demencias
fue Etchepare. Si bien no fue el único especialista en este tipo de enfermedades,
sus estudios sobre las demencias y sobre la idiocia hacen de este profesional la
referencia científica ineludible a comienzos del siglo XX.
En sucesivos artículos, Etchepare se dedicó a estudiar las demencias que
eran consideradas parte del repertorio de psicopatologías que, a diferencia de
otro tipo de afecciones, eran un proceso pasivo, irreversible, que convertía al
enfermo en un paciente crónico.
La preocupación de Etchepare no pasó solo por el estudio de casos clínicos
que involucraban ancianos, sino también por el de manifestaciones demenciales
complejas. Así, estudió la llamada «demencia precoz», que ocurría a edades tem-
pranas y que, por lo general, tenía un origen etiológico orgánico.332 Tal fue el
caso de «A. M., uruguaya, 29 años, casada, labores, entrada al manicomio el 11
de octubre de 1902», quien desarrolló una demencia precoz como consecuencia
de una «infección puerperal», aunque también
Hay alguna herencia directa y colateral, pero en todo caso creo que la enferma
no ha presentado síntomas físicos ni psíquicos de degeneración, lo que me da
la convicción de que su herencia no ha sido bastante grave como para originar
una afección mucho más grave; en este caso, la infección tiene una importancia
por lo menos tan grande como la herencia.333
La demencia, pese a ser considerada una enfermedad psiquiátrica, tenía,
para los médicos organicistas, un síntoma novedoso: no encontraban, al analizar
los cadáveres de los enfermos, lesiones cerebrales de envergadura, en especial
entre la población más joven. Según Etchepare, «las pocas autopsias publicadas
de dementes precoces, hasta hace poco, solo demostraron lesiones banales y que
se presentan en muchas psicosis».334 La demencia precoz se caracterizaba por:
335 Bernardo Etchepare, «La demencia precoz», en Revista Médica del Uruguay, vol. vii,
Montevideo, 1904, p. 261.
336 Etchepare, «Anomalías del sistema nervioso…», en Revista Médica del Uruguay, Montevideo,
vol. viii, 1905.
, p. 63. Ventura Darder señala que el cuadro clínico descripto por Etchepare luego se pasó a llamar
«ezquizofrenia [sic]», pese a que el médico uruguayo permaneció firme en mantener el nom-
bre que había propuesto. Horacio Gutiérrez Blanco, «Bernardo Etchepare», en Horacio
Gutiérrez Blanco (ed.), Médicos uruguayos ejemplares, vol. I, Montevideo, Asociación
Médica del Uruguay, p. 160.
337 Bernardo Etchepare, «La responsabilidad en los alienados», en Revista Médica del Uruguay,
vol. xiv, Montevideo, 1911, p. 63.
Neurosis
El término neurosis fue desarrollado por el escocés William Cullen a fines
del siglo XVIII para englobar todos los trastornos sensoriales y motores causa-
dos por alguna afección del sistema nervioso. Desde su origen, se lo emparentó
con un heterogéneo conjunto de trastornos mentales que incluían obsesiones,
actitudes de excentricidad, manifestaciones de nerviosismo, etcétera. Lo carac-
terístico de una neurosis era que su presencia no siempre se vinculaba con una
lesión orgánica evidente. La división más generalizada de las neurosis las dife-
renciaba de las manifestaciones del histerismo y las manías, aunque todas las
escuelas psiquiátricas del mundo discutieron durante la época la distinción entre
estas afecciones. En las historias médicas que utilizamos, la diferencia entre una
neurosis y una manía era muy sutil, y, en ocasiones, parecería que la última sería
un estadio superior de la primera.
En 1878, el médico argentino José María Ramos Mejía (uno de los psiquia-
tras más influyentes en el Río de la Plata) sostuvo que por neurosis era posible
entender «desde la simple pobreza de espíritu o la extravagancia poco acentuada
de un carácter, comúnmente inapreciable para un ojo profano, hasta las más
338 José T. Borda, «Estudio anátomo-clínico de la demencia senil», en Revista de los Hospitales,
año iii, t. iii, n.o 26, Montevideo, noviembre de 1910, p. 288.
339 Ib., pp. 288-289.
340 José María Ramos Mejía, Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina,
Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915, p. 103.
341 Ib., p. 114.
342 Hugo Vezzetti, Aventuras de Freud en el país de los argentinos. De José Ingenieros a
Enrique Pichon Rivière, Buenos Aires, Paidós, 1996, p. 30.
343 Ramos Mejía, o. cit., p. 109.
344 Alain Corbin y Michelle Perrot, «Entre bastidores», en Historia de la vida privada. De la
Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, vol. iv, Madrid, Taurus, 2001, p. 539.
345 Porter, o. cit., pp. 178-179.
346 Vezzetti, o. cit., p. 31.
347 Carlos Dighiero, «Cartas de París. Nuevas ideas sobre la histeria», en Revista Médica del
Uruguay, vol. ix, Montevideo, 1906, p. 275.
348 Ib., p. 277.
349 Bernardo Etchepare, «Histeria y síntoma de Ganser», en Revista Médica del Uruguay, vol.
xi, Montevideo, 1908, p. 393.
350 César A. Díaz, «Histeria-Zonas generadoras de la risa», en Revista Médica del Uruguay, vol.
x, Montevideo, 1907, pp. 252-253.
351 Joaquín De Salterain, «Amaurosis histérica doble», en Revista Médica del Uruguay, año
2, vol. x, Montevideo, 1899, p. 104.
352 Ib., p. 103.
353 Ib.
354 Ib., pp. 103-104.
359 Bernardo Etchepare, «La menstruación en las alienadas», en Revista Médica del Uruguay,
1904, vol. vii, Montevideo, p. 459.
360 Ib., p. 466.
361 mhn, «Sala “San José” n.o 24. Violeta Rocha, 16 años, oriental, soltera, labradora. Viene
de Rivera. Octubre de 1903», en Papeles del doctor Francisco Soca. Anotaciones y testi-
monios de carácter científico. Copia de trabajos sobre temas de Medicina, carpeta n.o 1863.
Destacado en el original.
362 Camilo Paysée, «Una fuga histérica», en Revista Médica del Uruguay, vol. xiii, Montevideo,
1910, pp. 414-415.
363 Ib., p. 415.
364 Ib., p. 417.
Manía
Podríamos preguntarnos qué era ser un maníaco en el siglo XIX. La manía
estaba comprendida en la paranoia, enfermedad definida en 1818 por Johann
Henrioth, profesor de Medicina en la Universidad de Leipzig. Entre sus sínto-
mas, presentaba la fijación permanente en una idea o en un conjunto de ideas, y
de ahí su cercanía con la histeria. No obstante, era una definición tan extensa que
podía abarcar diferentes tipos de alteración psiquiátrica.
De forma paralela a la obra de Henrioth, el francés Esquirol, a la postre
de mayor renombre que su colega sajón, propuso la categoría de monomanía,
aplicada a sujetos con ideas fijas, pero cuyo relato mantenía cierta lógica inter-
na. El psiquiatra francés desarrolló el concepto para referirse a algunas formas
«parciales» de locura que se identificaban con trastornos afectivos, en particular,
los que involucraban la paranoia o los delirios persecutorios. El maníaco mos-
traba algunas características evidentes: por un lado, la multiplicidad de ideas
delirantes; por otro, la ausencia de alucinaciones y la coherencia en el relato, que
podían evolucionar en función de las circunstancias o del tiempo, lo que llevaba
a los médicos a plantear que tenían cierta relación con el entorno, y, por último,
la incurabilidad de la afección, que podía culminar en una demencia terminal,
característica en la que coincidían los profesionales. Aunque había diferencias
en los enfoques de los médicos europeos y americanos, también coincidencias,
en la medida en que todas las enfermedades llamadas mentales se manifestaban
a través de distintos tipos de manías.
En los orígenes de la asistencia psiquiátrica en Uruguay, los maníacos eran
considerados seres inofensivos que «pueden ser dejados en completa libertad,
sus actos siendo por lo común más excéntricos que perjudiciales, y su necesidad
369 agn-sj, Juzgado del Crimen de 2.o Turno, Macario Estevan Sayes Orduña, por desacato,
heridas y muerte de Antonio Borges, expediente n.o 183, 17 de diciembre de 1895.
370 Hemos estado tentados de buscar una relación entre las «manías religiosas» descriptas a co-
mienzos de siglo y el enfrentamiento de médicos y políticos secularizadores con la Iglesia
católica. ¿Por qué los médicos incorporaban a las historias clínicas frases del estilo: «Ha sido
siempre sana, ahora tiene fanatismo religioso» o «[la mujer] es católica ferviente al extremo que
raya el fanatismo» (Hospital Vilardebó, Libro de entrada de mujeres 1904-1907, fs. 129, 191)?
371 mhn, o. cit., t. 1436, f. 160.
372 Camilo Paysée, «Un informe médico legal», en Revista Médica del Uruguay, vol. xv,
Montevideo, 1913, pp. 35-36 [el informe data de enero de 1909].
373 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 16.
374 Bernardo Etchepare, «Locura comunicada entre dos hermanas», en Revista Médica del
Uruguay, vol. vii, Montevideo, 1904, p. 408. Varios psiquiatras franceses planteaban, desde
fines del siglo XIX, esta idea de la familia neuropática. Véase, por ejemplo: A. Mathieu,
Neurasthénie, París, Rueff et Cia. Éditeurs, 1894. Este último libro formaba parte de la
biblioteca del manicomio.
375 Etchepare, o. cit., p. 408.
376 Ib., p. 409.
377 Ib., p. 414.
378 Ib., p. 415.
386 Bernardo Etchepare, «Puerilismo mental», en Revista Médica del Uruguay, vol. ix,
Montevideo, 1906, p. 63.
387 Ib., p. 67.
400 Jonathan D. Ablard, «¿Dónde está el delirio? La autoridad psiquiátrica y el Estado ar-
gentino en perspectiva histórica», en Ernesto Bohoslavsky y María Di Liscia (coords.),
Instituciones y formas de control social en América Latina. Una revisión, Buenos Aires,
Prometeo, 2005, pp. 212-213.
401 Etchepare, o. cit., pp. 230-231. Pintores, escritores y artistas en general formaban parte de
una asociación de época muy estrecha que vinculaba la genialidad con la locura.
402 Hospital Vilardebó, Libro de entrada de mujeres 1904-1907, f. 386.
403 José Sáenz y Criado, Elementos de Medicina Legal y toxicología. Escritos con arreglo a
las explicaciones de D. Teodoro Yáñez, catedrático de esta asignatura en la Universidad
de Madrid. Publicados con autorización del Profesor, y completados con numerosos datos
obtenidos de los autores más principales que tratan de esta ciencia: Orfila, Mata, Briand,
Taylor, Tardieu, Lacassagne, Hofmann, etc., por D. José Sáenz y Criado, Médico del Registro
Civil, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1884, p. 160.
409 A esto debemos agregar que las confesiones realizadas en el dispensario, muchas veces, eran
utilizadas para su publicación en las revistas médicas. De este modo, los enfermos psiquiá-
tricos —en caso de saber leer— podían ver su historia de vida publicada en las numerosas
revistas científicas que se sucedieron a lo largo del período. Un rasgo a señalar de estos artí-
culos es que su mayor parte estaba dirigida a los casos de mujeres, consideradas de naturaleza
inferior, con un carácter débil y, por ende, predispuestas a los desbordes mentales.
410 Brunel, o. cit., p. 338.
Fuente: «Vida y muerte de un personaje uruguayo», en Caras y Caretas, n.o 408, Buenos Aires,
28 de julio de 1906.
Imagen 8
Página completa y detalle de: Bernardo Etchepare, «La menstruación en las alienadas», en
Revista Médica del Uruguay, vol. vii, Montevideo, 1904, p. 475.
Por ejemplo, las imágenes usadas por Etchepare en su artículo sobre las
«alienadas en período de menstruación» muestran a un grupo de personas rapa-
das en las que resulta difícil distinguir a hombres y mujeres, no solo por el pelo
cortado al ras, sino también por los uniformes utilizados, que, muchas veces,
eran varios talles más grandes de lo que la persona necesitaba. A ello podríamos
agregar las fotografías tomadas de forma directa al rostro de los pacientes, sin
importar su situación física o psíquica. Como señala Isabel Wschebor:
Si bien la fotografía había cobrado en el período un papel significativo como
medio de identificación, preservar la privacidad de los pacientes procedentes
… Y la violencia
Desde los orígenes del asilo, y pese a las múltiples recomendaciones acerca
del tratamiento a los enfermos asilados y la aplicación de disposiciones cada vez
más ‘científicas’, los hechos de violencia no finalizaron a lo largo del período
considerado. No obstante, como señalamos con anterioridad, es importante di-
ferenciar la violencia aplicada en los tratamientos del abuso de los funcionarios
contra los internos. En este apartado, nos detendremos en el último punto.
En diciembre de 1878, el diario montevideano La Razón denunció que
«una persona de esta ciudad, que paseaba anteayer por el Reducto, nos informa
que fue testigo de un acto salvaje» al presenciar la forma «bárbara e inhumana»
en que era castigado un interno del asilo: «La persona que nos informa nos dice
que en el acto que referimos solo ha habido un lujo de crueldad, pues no había
necesidad de castigar de tal modo a quien pedía entre llantos que lo dejaran y
que no lo castigaran». El diario reclamó un tratamiento humanitario para los in-
ternos y mayor decisión a «la autoridad respectiva [para] intervenir en el asunto,
amonestando severamente a los que creen que un hombre, por el hecho de ser
demente, se debe castigar peor que a una bestia». En una edición posterior, el
diario publicó las declaraciones de las autoridades de la Comisión de Caridad,
del capataz del establecimiento Alfredo Navarro y de la madre superiora, quie-
nes negaron la información sobre los castigos. Lo significativo del punto es que,
pese a que no se asumió de forma directa la aplicación de la violencia, todas las
autoridades del asilo reconocieron que, en ocasiones, se empleaban «medios de
contención y de intimidación» «aconsejados por la ciencia».431
En 1879, probablemente haciendo eco de una posición extendida entre
los médicos, Ángel Canaveris propuso en su proyecto de reglamento que el
429 Isabel Wschebor, «Mostrar lo invisible y revelar la cura. Los orígenes de la fotografía cien-
tífica en Uruguay. 1890-1930», en Magdalena Broquetas (coord.), Fotografía en Uruguay.
Historia y usos sociales 1840-1930, Montevideo, Centro de Fotografía, 2011, p. 137.
430 Ib., p. 140.
431 Véanse las ediciones de La Razón del 13 y del 17 de diciembre de 1878.
Total de
Año Defunciones
pacientes
1889 66 898
1890 74 1012
1891 58 987
1892 78 1045
1893 90 1091
1894 98 1152
1895 82 1167
1896 117 1254
1897 134 1323
1898 115 1304
1899 107 1355
1900 188 1503
1901 168 1561
1902 133 1570
1903 120 1659
1904 111 1606
1905 145 1679
Elaborado a partir de: Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Sus establecimientos
y servicios, o. cit., pp. 122-123; La Asistencia Pública Nacional…, o. cit., p. 305.
445 Boletín de la Sociedad Ciencias y Artes, año v, n.o 44, 30 de octubre de 1881, p. 526.
446 Pascual M. Viscido, La hipnoterapia. Tesis presentada para obtener la revalidación de su
título en la Facultad de Montevideo por Pascual M. Viscido, médico-cirujano de la Facultad
de Nápoles, Montevideo, Imprenta Elzeviriana de C. Becchi, 1888, pp. 26-27.
447 Ib., pp. 34-35.
451 A. J. Aguerre, «Un caso de tic del brazo de naturaleza histérica», en Revista Médica del
Uruguay, vol. vi, Montevideo, 1904, pp. 181-182.
452 Luis Morquio, «Pseudo apendicitis histérica», en Revista Médica del Uruguay, vol. xiii,
Montevideo, 1910, p. 300.
453 Dighiero, o. cit., p. 280.
454 En 1890, Freud planteó sus ideas principales en el texto, considerado fundador del psicoa-
nálisis, Tratamiento psíquico-tratamiento del alma (Dunker, o. cit., p. 19).
455 Bernardo Etchepare, «Ceguera histérica», en Revista Médica del Uruguay, vol. xv,
Montevideo, 1913, pp. 113-114.
456 Ib., pp. 117-118.
457 Es interesante que la historiografía de la medicina escrita por los médicos no haga alusión
al ingreso de Freud al país, situación más llamativa aún porque han construido relatos
sobre los vínculos de los primeros psiquiatras con, por ejemplo, Charcot u otros célebres
alienistas de la época.
458 Rossi, «Contribución al estudio del Psico-análisis», en Revista Médica del Uruguay, vol. xix,
Montevideo, 1916, pp. 725-726.
459 Ib., p. 726.
Laborterapia
Recurrir al trabajo de los internos no era una práctica nueva. Pinel sostuvo
que el trabajo era una terapéutica fundamental en el tratamiento de los enfer-
mos psiquiátricos porque mantenía activo al paciente y era, según su visión, una
garantía de moralidad al permitir la incorporación de hábitos y rutinas. Desde
los orígenes de la reclusión asilar, los pacientes realizaban distintas tareas en el
Hospital de Caridad (y en todos los nosocomios del mundo). Por ser pobres no
podían pagar la internación ni su manutención en el establecimiento, por lo que
las distintas comisiones de caridad que se sucedieron en el siglo XIX encontra-
ron que, mediante el trabajo en el establecimiento, podían realizar una retribu-
ción. Los hombres eran utilizados en tareas que requerían mayor desgaste físico
486 Cifras tomadas de: Ana María Damonte, Uruguay: transición de la mortalidad en el período
1908-1963, Montevideo, Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de la República, 1994.
487 Elaborado según: Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública…, o. cit., p. 328; La
Asistencia Pública Nacional…, o. cit., p. 295.
488 Con relación al total de las personas asistidas durante el período considerado, los pensio-
nistas, cuyas familias pagaban por una internación, nunca llegaron a ser más del 20 %. Por
ende, para un 80% de los pacientes, la atención era gratuita, aunque es cierto que muchos de
estos últimos internos realizaban distintas labores para pagar su estadía. Datos tomados de:
Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública…, o. cit., p. 318.
489 Luis Alberto Romero e Hilda Sábato señalaron que la categoría jornalero, al menos en el caso
argentino, pero que podríamos extender al Uruguay, era utilizada para identificar a las personas
que realizaban trabajos de escasa calificación y para incluir las ocupaciones tanto urbanas como
rurales (Luis Alberto Romero e Hilda Sábato, Los trabajadores de Buenos Aires: la experien-
cia del mercado, 1850-1880, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992, pp. 111-146.
Fuente: «Imagen n.o 487», en Archivo Nacional de la Imagen, sodre, Colección Fitz-Patrick.
Fuente: «En un triste cuadro, copiado del natural, el que representan esas infelices privadas de
razón, asistiendo en la capilla del manicomio el santo sacrificio de la misa», en La Ilustración
Uruguaya, año I, número 7, Montevideo, 15 de noviembre de 1883.
493 Lila Caimari, Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en Buenos Aires, 1880-
1955, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, pp. 42-43.
494 Barrán, o. cit., vol. ii, p. 24.
La educación
Otra alternativa, en especial entre los pacientes con cuadros de idiocia o
retardo, era apostar a la educación especial. El artículo del integrante del cuer-
po médico escolar Sebastián Rodríguez es ilustrativo de las propuestas realiza-
das para la educación de los alienados y también permite ver el convencimiento
del cuerpo médico sobre su función educativa. Según Rodríguez, quien seguía
las propuestas de los psiquiatras y médicos europeos, era imprescindible la par-
ticipación de los expertos de la salud en las instituciones educativas, especial-
mente en primaria. Los médicos propusieron una suerte de catecismo higiénico
que favoreciera «la salud corporal», pero también «la salud intelectual» para
alcanzar «un doble saneamiento, el del cuerpo y el de la mente, y garantiendo
[sic] un desarrollo sinérgico y científico, adaptable a las aptitudes físicas y a
las capacidades físicas de cada escolar». Todos los alumnos debían pasar por
un examen físico e intelectual que permitiría detectar a los niños con alguna
anomalía. Para Rodríguez:
La marcha normal de una escuela puede verse seriamente comprometida tanto
por la presencia de un niño enfermo del cuerpo como del intelecto, y se ha
dicho que así como se toman disposiciones de seguridad personal y colectiva
y se hace profilaxis para los unos, hay que tomarlas también para los otros; así
como se aleja o se aísla del medio escolar un tuberculoso, diftérico, escarlati-
noso, etc., así también hay que aislar o alejar a un atrasado mental o retardado,
a un débil de espíritu o a un anormal, porque tanto infectan y hacen peligrar
495 «Memoria presentada al Señor Don Antonio Silveira miembro de la Comisión de Caridad,
Inspector del Manicomio Nacional, por el secretario del mismo asilo en 1.º de enero de
1881», en agn, ha, msp y hcm, libro 4842, f. 131.
505 Washington Beltrán, Cuestiones sociológicas. Lucha contra la criminalidad infantil. Artículos
periodísticos y discursos, Montevideo, Cámara de Representantes, 1990 [1910], p. 70.
506 Vicente Borro, La delincuencia en los menores. Causas-remedios. Bosquejo presentado con
motivo de la invitación hecha por el Honorable Consejo de Protección de Menores a los can-
didatos a ocupar el puesto de Director del Reformatorio de Varones, Montevideo, Talleres
Gráficos Giménez, 1912, pp. 21-22.
507 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 53.
508 No trataremos aquí el caso de los «alienados criminales», que abordaremos en un apartado
específico.
509 Brunel, o. cit., p. 339.
510 agn y cncbp, o. cit., del 26 de marzo de 1895 al 5 de agosto de 1896, fs. 157, 158.
511 Rossi, El alienado…, o. cit., pp. 67-68.
512 Etchepare, «Locura comunicada…», o. cit., p. 416.
516 En 1837, el médico W. A. F. Browne, alumno de Esquirol y director del Montrose Royal
Lunatic Asylum de Escocia, publicó su trabajo Asilos: lo que fueron, son y deberían ser,
donde insistió en la necesidad de poner fin a los establecimientos tradicionales y propugnó
por el método open door (Porter, o. cit., p. 118).
517 Crovetto, o. cit., p. 25.
518 El mismo sistema se comenzó a aplicar en Argentina. Al respecto, véase: «El Asilo de Las
Mercedes y la Colonia de Alienados», en Caras y Caretas, 20 de mayo de 1899.
519 Santín Carlos Rossi, «Colonias de alienados. La terapéutica de la libertad y el trabajo»,
en Evolución. Órgano de la Federación de los Estudiantes del Uruguay, año vi, n.o 3,
Montevideo, enero de 1912, p. 8.
520 La colonia de Santa Lucía (o Etchepare, como se la conoce popularmente tras la redenomina-
ción que obtuvo luego del deceso del reconocido psiquiatra) no cuenta con un archivo propio.
Rossi reclamó, al mismo tiempo, un asilo especial para los «débiles menta-
les» y para todos aquellos pacientes «crónicos que no son aptos para el trabajo»
(«a quienes un clínico sagaz llamó amputados del cerebro, y a quienes otro más
cruel, pero no menos exacto, llamó tubos digestivos»), sobre los cuales ningu-
na terapéutica tenía efecto. «En el hospital estorban; en la colonia no sirven;
la libertad les es indiferente o dañina, pues fugan y se pierden o atacan.»539
El mismo médico destacó la inconveniencia de un hospital montevideano en
537 Además, faltan los años 1906 y 1907, pero al analizar la documentación preservada en el
hospital podemos apreciar, como ya señalamos, que una persona podía ingresar hasta cinco
veces en un año. Tampoco contamos con información sobre las fugas, que, obviamente, no
constituyen una liberación, pero contribuye a un número global sobre los enfermos salidos
del establecimiento.
538 Mhn, o. cit., t. 1436, fs. 223, 224.
539 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 40.
Higiene
Desde mediados del siglo XIX, la psiquiatría insistió en que las enferme-
dades no estaban asociadas únicamente a causas fisiológicas, sino también a cir-
cunstancias sociales que podían ser consideradas causales de la enfermedad. Los
psiquiatras definieron prácticas, comportamientos y hábitos que —al igual que
todos los médicos e higienistas no médicos— entendieron que debían controlar-
se y restringirse para evitar el aumento de la enfermedad en general y de las en-
fermedades mentales en concreto. El consumo de alcohol, todo tipo de excesos,
la sexualidad y la homosexualidad y las opciones políticas sirvieron para com-
binar las causas orgánicas y las llamadas morales. Como vimos, Morel —luego
junto con Legrain— había planteado que no todos los degenerados lo eran por
herencia, sino que admitió casos de desequilibrio mental por otro tipo de causas
(dentro de las que incluía infecciones que lesionaban el cerebro, traumatismos o
hábitos perniciosos). Según el médico francés:
[E]s imposible enumerar las causas de la degeneración: toda acción suficien-
temente enérgica y suficientemente duradera para retardar y, sobre todo, para
551 Alfredo Giribaldi, «Sobre establecimientos para los criminales alienados», en La Revista de
Derecho, Jurisprudencia y Administración, año ii, n.o 21, Montevideo, 15 de julio de 1905,
p. 329.
552 Mateo Legnani, Ensayos de higiene social, Montevideo, Dornaleche, 1915, p. 28.
553 Véase, por ejemplo: Alción Cheroni, El pensamiento conservador en el Uruguay,
Montevideo, claeh, 1986, pp. 36-43.
561 Teófilo Gil, La embriaguez en sus relaciones con la imputabilidad. Tesis presentada a
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales para optar al doctorado en jurisprudencia,
Montevideo, Tipográfica a Vapor de La España, 1884, pp. 27-28.
562 Ylla, o. cit., p. 76.
563 Giribaldi, El régimen penitenciario…, o. cit., pp. 102-103.
564 Colombi, o. cit., p. 31.
565 Beltrán, o., cit., pp. 69-70.
570 Ib., p. 2.
571 Los casos de ancianos alcoholistas eran escasos, porque la mayoría no superaba el umbral de
los 50 años, lo mismo que el consumo entre los niños (ib., p. 12).
572 «El alcoholismo mental…», o. cit.
573 Ib., p. 528.
574 Hospital Vilardebó, Libro de entrada de mujeres 1904-1907, f. 37.
575 Tomado de: Rosario Peyrou, «María Eugenia Vaz Ferreira. Su paso en la soledad», en
Mujeres uruguayas. El lado femenino de nuestra historia, Montevideo, Alfaguara, 1997, p.
197. Destacado nuestro.
576 Es probable que se refiera a los acuerdos alcanzados entre sindicatos y empleadores de dis-
tintas ramas de la industria y el comercio para regular la jornada laboral. En 1915, se fijó
en ocho la cantidad de horas que podía trabajar un obrero (salvo excepciones) en el medio
urbano.
577 «El alcoholismo mental…», o. cit., p. 15.
578 Prólogo de Santín Carlos Rossi a: Legnani, Ensayos…, o. cit., p. x.
579 Amable Jones, «Psicosis alcohólicas», en Revista de los Hospitales, año iii, t. iii, n.o 9,
Montevideo, octubre de 1910, p. 285.
580 «El alcoholismo mental…», o. cit., pp. 4-5.
581 Francisco García y Santos, El alcoholismo: «locura» y criminalidad, Montevideo, Imprenta
A Vapor de La Nación, 1899, pp. 21-22.
582 «El alcoholismo mental…», o. cit., p. 3.
583 Archivo de la Facultad de Derecho, Programa de Derecho penal 1.er curso (presentado por
el Dr. José Irureta Goyena y aprobado el 23 de diciembre de 1905), en Serie Expedientes de
Secretaría, Subserie Planes de Estudio, carpeta 19, p. 4.
584 Véase al respecto: Foucault, o. cit., pp. 186 y 248.
585 José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Historia rural del Uruguay moderno, vol. I,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1967, p. 384.
586 «Pulperías de campaña», en La Feria, Mercedes, 5 de octubre de 1884, p. 1.
587 Rafael De Zaya Enríquez, «El alcoholismo agudo», en Asociación Rural del Uruguay, año
xiv, n.o 4, Montevideo, 28 de febrero de 1885, pp. 107-108.
588 Ib., p. 112.
589 Despertar. Publicación mensual de conocimientos generales, editada para la enseñanza po-
pular por la sociedad de resistencia «Obreros Sastres», año i, n.o 4, Montevideo, octubre de
1905, p. 32.
590 Véase, por ejemplo: El Obrero en Calzado. Periódico Defensor del Gremio, Montevideo, 1.o
de diciembre de 1905, p. 1.
591 José Velázquez, «¿La embriaguez es delito?», en La Revista de Derecho, Jurisprudencia y
Administración, año v, n.o 2, Montevideo, 30 de setiembre de 1898, p. 24. El artículo se basa
en el texto de Lombroso Il vino nel delitto.
592 R. P. M., «El alcoholismo, la locura y la criminalidad», en La Revista de Derecho,
Jurisprudencia y Administración, año vi, n.o 4, Montevideo, 31 de octubre de 1899, p. 59.
593 García y Santos, o. cit., p. 21.
603 Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. I, 25.a ed., Ciudad de México, Siglo XXI,
1998.
604 José Pedro Barrán, Historia de la sensibilidad en el Uruguay, vol. ii, Montevideo, Ediciones
de la Banda Oriental, 1990, p. 225.
605 La historiografía uruguaya muestra notorias carencias en el estudio de la homosexualidad. Un
trabajo significativo, y pionero en el área, es el de José Pedro Barrán, Amor y transgresión,
que trata sobre adulterio y homosexualidad. Una investigación reciente sobre un período his-
tórico posterior, pero que cuenta con una contextualización desde comienzos del siglo XX,
se encuentra en: Diego Sempol, De los baños a la calle. Historia del movimiento lésbico, gay,
trans uruguayo (1984-2013), Montevideo, Debate, 2013, en especial pp. 21-56.
617 Havelock Ellis, La inversión sexual, 2.a ed., Buenos Aires, Editorial Partenón, 1949
[1897], pp. 7 y 19.
618 Código penal, artículos 278, 282, 283 y 287.
619 La Voz del Norte, Salto, 27 de febrero de 1882, p. 1.
620 Giribaldi, «Sobre establecimientos…», o. cit., p. 329.
621 Etchepare, «Educación de los niños nerviosos», o. cit., p. 227.
622 Bernardo Etchepare, «Desequilibrio mental; hiperestesia e inversión sexual; sadismo, her-
mafrodismo [sic] psico-sexual; morfinomanía, mitridatización; histeria», en Revista Médica
del Uruguay, vol. ix, Montevideo, 1906, p. 97. La historia clínica de la mujer se encuentra
en: Hospital Vilardebó, Libro de entrada de mujeres 1904-1907, fs. 283, 290. En la historia
publicada, Etchepare unificó información que la mujer le brindó en su segunda internación,
durante la que confesó su lesbianismo. El mismo texto fue publicado en 1906 por la revista
argentina Archivos de Psiquiatría y Criminología. La idea de hermafrodismo (o hermafrodi-
tismo, como también aparece en otros textos) fue planteada por Krafft-Ebing para los casos
en los que el individuo era abiertamente homosexual, pero conservaba «vestigios del instinto
normal heterosexual» (Ellis, o. cit., p. 38).
623 Etchepare, «Desequilibrio mental; hiperestesia e inversión sexual…», o. cit., p. 97.
639 «Informe médico-legal presentado en la causa del homicida A. G. por los doctores Alfredo
Giribaldi y Enrique Castro», en Revista Médica del Uruguay, vol. iv, Montevideo, 1901, p. 62.
640 Legnani, Ensayos…, o. cit., p. 68.
641 Ellis, o. cit., p. 160.
Fuente: Juan Carlos Brito Foresti, «Un caso de ginecomastia», en Revista Médica del Uruguay,
vol. xii, Montevideo, 1909.
643 Ellis, o. cit., p. 153. Sería recién con Sigmund Freud y con la difusión de su obra que la
masturbación abandonara su carácter de enfermedad y se considerara como una etapa más
del desarrollo infantil.
644 El único estudio histórico local que contempla la masturbación como objeto de investiga-
ción, en el marco del análisis sobre la construcción social de la figura del adolescente en el
Novecientos, fue realizado por Barrán: «El adolescente, ¿una creación de la modernidad?», en
José Pedro Barrán, Gerardo Caetano y Teresa Porzecanski, Historias de la vida privada
en el Uruguay. El nacimiento de la intimidad 1870-1920, vol. ii, Montevideo, Santillana,
1996, pp. 174-199.
645 agn-sj, Sumario instruido sobre suicidio de Antonio Campodónico, expediente n.o 122, octu-
bre 2/880, f. 27.
646 Francisco Berra, Nociones de higiene, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1881, pp. 32-33.
647 Celedonio Nin y Silva, La impureza. Sus causas, efectos, medios de combatirla. Obra espe-
cialmente destinada a los padres, maestros y jóvenes de más de 16 años, 2.a ed., Montevideo,
Librería Americana de A. Monteverde y Cía., 1906, p. 9.
648 Ib., p. 41.
654 Sobre el bajo montevideano véase: Trochon, Las mercenarias…, o. cit., pp. 207-231.
655 El tiempo viejo: cronistas y memorialistas [selección, ordenación y títulos de Carlos Real
de Azúa], Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968, p. 101. Destacado en el
original.
656 El único texto del período en que se hace referencia de forma explícita a la educación sexual
es un artículo de Etchepare sobre la educación de los «niños nerviosos» publicado en 1916
(Etchepare, «Educación de los niños nerviosos», o. cit., pp. 226-227).
673 mhn, «Sala “San José” n.o 24. Violeta Rocha, 16 años, oriental, soltera, labradora. Viene de
Rivera. Octubre de 1903», en Papeles del doctor Francisco Soca. Anotaciones y testimonios de
carácter científico. Copia de trabajos sobre temas de Medicina, carpeta n.o 1863.
674 La Tribuna Popular, Montevideo, 23 de junio de 1882, p. 1.
685 Richard Bach Jensen, «The International Anti-Anarchist Conference of 1898 and the
Origins of Interpol», en Journal of Contemporary History, vol. xvi, n.o 2, abril de 1981, p. 331.
686 Eduardo Zimmermann, «La criminología y la criminalización del anarquismo», en o. cit., pp.
126-149.
687 Importa señalar que el anarquismo atravesó distintas tensiones internas en relación con al-
gunos de los puntos más sobresalientes de su prédica, como fue el uso de la violencia. Al
repasar la prensa del período, podemos apreciar que no todos los anarquistas celebraron los
magnicidios.
688 Patricio Geli, «Los anarquistas en el gabinete antropométrico. Anarquismo y Criminología
en la sociedad argentina del 900», en Entrepasados, vol. ii, Buenos Aires, 1992, p. 18.
689 «Con sentimiento de ternura por el infinito dolor humano que es historia pura, con admi-
ración por la piedad infinita y por la ciencia iluminada de tanto dolor que busca consuelo»
(traducción del autor).
690 Hospital Vilardebó, Manicomio Nacional. Libro de visitantes, f. 23.
691 Véase: Gerardo Caetano, La república batllista, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
2011, pp. 197-205.
692 Sin profundizar en la temática, Barrán elaboró algunas pistas muy sugerentes sobre ese vín-
culo entre locura y política. Véase: Barrán, Medicina y sociedad, o. cit., vol. II, p. 158.
693 El Bien Público, Montevideo, 21 de marzo de 1882, p. 2.
694 Pablo Ansolabehere, «El hombre sin patria: historias del criminal anarquista», en Lila
Caimari (comp.), La ley de los profanos. Delito, justicia y cultura en Buenos Aires: 1870-
1940, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 174.
695 Ib., p. 188.
696 El texto estaba inspirado en la obra del pensador francés Gustave Le Bon, quien había
teorizado sobre la necesidad de contener a las multitudes y evitar la reproducción de los de-
generados determinados por la raza o la herencia (José María Ramos Mejía, Las multitudes
argentinas, Buenos Aires, J. Lajouane & Cía., 1912).
697 Caetano, o. cit., p. 215.
698 «Del Libre Amor», en La Rebelión, Montevideo, 9 de noviembre de 1902, p. 3.
704 Tribuna Libertaria, año ii, n.o 29, Montevideo, 12 de mayo de 1901, pp. 1-2.
705 Ib., p. 3.
706 En la documentación, el apellido figura con una c o con dos. Utilizaremos solo una c, porque
así aparece con más frecuencia en las fuentes, pero, en los casos de cita textual, respetaremos
la forma de escribir el apellido tal como aparece en el original.
720 Georg Simmel, «La metrópolis y la vida mental», en Sobre la individualidad y las formas socia-
les. Escritos escogidos, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2002, pp. 388-402.
721 Barrán y Nahum, Batlle, los estancieros…, o. cit., vol. i, pp. 114-116.
722 Legnani, Ensayos, o. cit., p. 89.
726 Justino Jiménez De Aréchaga, «Suicidio y selección», en Evolución, año i, n.o 2, Montevideo,
10 de noviembre de 1905, p. 74.
727 Ib., p. 75.
728 Ib., p. 76.
729 Ib., p. 77.
743 Lucas Ayarragaray, «El suicidio en las campañas del Plata. Psicología del gaucho», en La
Alborada, año vi, n.o 212, Montevideo, 6 de abril de 1902.
744 José María Fernández Saldaña, «José María Rosete y “El Ferrocarril”», en El Día,
Montevideo, 28 de junio de 1936.
745 Julián Martel, La bolsa, Buenos Aires, W. M. Jackson Inc. Editores, s. a. La novela fue
publicada en 1891 como folletín por el diario La Nación de Buenos Aires.
El suicidio patologizado
Desde la década del ochenta del siglo XIX, la disposición a quitarse la
vida era considerada una manifestación patológica que podía responder a causas
orgánicas que despertaban una manía suicida, pero también a causas sociales,
es decir, podía ser consecuencia de los vínculos entre las personas. Un suelto
publicado en la revista oficiosa de la policía de Montevideo es elocuente acerca
del análisis físico que los médicos realizaban a los suicidas. El análisis forense
del francés «A. L.», realizado por el doctor Tagle, constató que el occiso, que se
había quitado la vida por impacto de bala el 12 de octubre de 1885, mostraba
un «aspecto externo» que constataba que «ha sido siempre enfermizo, de consti-
tución orgánica débil, como también el sistema óseo con falta de desarrollo».747
Según el informe, esa persona era un maniático con delirios de persecución e
impulsos suicidas.
La «monomanía suicida y homicida» fue señalada por los médicos del perío-
do al menos desde la década del ochenta del siglo XIX. En 1881, Juan Héguy
Fuente: Anuario estadístico de la República Oriental del Uruguay. Años 1909-1910 con varios datos
de 1911, Montevideo, Imprenta Artística y Encuadernación de Juan J. Dornaleche, 1912, p. 433.
760 Archivo General de la Nación y Archivo de la Universidad de la República, Don Alberto Nin
adjunta programa de Derecho penal, caja 26, carpeta 46, [20 de julio de 1878]. En adelante,
se citará como agn y Udelar.
766 Elías Regules, Disposiciones nacionales con Interés Médico-Legal. Coleccionadas para los es-
tudiantes de Medicina por el profesor de la Asignatura, Montevideo, Facultad de Medicina-
Aula de Medicina Legal, 1915, pp. 33-34.
767 Ib., p. 35.
768 Ib., p. 37.
769 José A. Giménez, La tramitación de juicios. Manual de abogacía práctica, vol. I, Montevideo,
La Tribuna Popular, 1894, p. 36. El manual de Giménez fue uno de los más utilizados du-
rante el período considerado en nuestro trabajo.
770 mhn, o. cit., t. 1436, fs. 122, 123.
774 Manuel Olachea, Incidente de incapacidad mental del Señor Doctor Luis M. Velazco por
causa de reblandecimiento cerebral crónico, promovido en virtud de haber sido nombrado con-
juez por el Excelentísimo Superior Tribunal de Justicia de la R. O. del U., Montevideo,
Imprenta y Encuadernación de Rius y Becchi, 1883, pp. 40-41.
775 agn-aj, Juzgado Civil del 4.o Turno, Zapoli, Juan. Incapacidad. 1906.
776 Francisco Capella y Pons, La Medicina Legal y la jurisprudencia médica. Lijero [sic]
estudio presentado a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo, Imprenta y
Encuadernación de Rius y Becchi, 1882, p. 39.
777 Brunel, o. cit., p. 319.
778 «Sumario del agresor José Melgar por haber dado muerte a su padre Dn. Tomás y a su
Hermano Dn. Francisco Melgar», en Archivo Artigas, vol. xxii, Montevideo, Comisión
Nacional Archivo Artigas, 1989, p. 156.
779 Ib., pp. 159-160.
811 Archivo de la Facultad de Derecho, Programa de Derecho penal 1.er curso (presentado por
el Dr. José Irureta Goyena y aprobado el 23 de diciembre de 1905), en Serie Expedientes de
Secretaría, Subserie Planes de Estudio, carpeta 19. También véase: Archivo de la Facultad
de Derecho, Programa de Derecho penal, 1.o y 2.o Cursos, Montevideo, El Siglo Ilustrado,
1906, en Serie Expedientes de Secretaría, Subserie Planes de Estudio, carpeta 9: Universidad
de Montevideo.
812 Véase: Fessler, o. cit., pp. 81-82.
813 «Facultad de Derecho. Aula de Medicina Legal. Programa», en Anales de la Universidad,
año i, n.o 1, Montevideo, pp. 83-86.
814 «Temas para tesis en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Años de 1891 y 1892», en
Anales de la Universidad, año i, n.o 1, Montevideo, p. 90.
815 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 54.
816 mhn, o. cit., t. 1436, f. 268.
817 Ib., fs. 270, 271.
818 Ib., f. 283.
Elaborado a partir de: Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Sus establecimientos
y servicios, o. cit., p. 347. Desconocemos si las «altas» tomaron en cuenta a los fugados y tampoco
es posible compararlas con el número de fugas, ya que el total es mayor. En 1898, Castro contó
35 «locos-criminales».
843 José Ingenieros, La simulación en la lucha por la vida, Buenos Aires, Roggero-Ronal
Editores, 1952, p. 181.
844 Giribaldi, «Sobre establecimientos…», o. cit., p. 327.
845 «Informe médico-legal presentado en…», o. cit.
855 José Irureta Goyena, «Proyecto de Colonia Agrícola Penitenciaria», en Evolución, año i,
n.o 2, Montevideo, 10 de noviembre de 1905, pp. 65-67.
856 Irureta Goyena, «Exposición crítica…», o. cit., p. 245. La propuesta de Castro en: mhn, o. cit.,
t. 1436, fs. 363-367.
857 Rossi, El alienado…, o. cit., p. 58.
858 Ib., p. 123.
859 Ib., p. 60.
860 agn, Ministerio de Instrucción Pública, Eleva los antecedentes relativos a la instalación de
una sesión de electroterapia, otra de radiología y radiocipia y laboratorio clínico en la Cárcel
Penitenciaria, caja 130, carpeta 1220, 6 de octubre de 1916.
861 Uruguay sigue sin contar con un establecimiento específico para alojar presos con enferme-
dades psiquiátricas.
864 Erving Goffman, Estigma: la identidad deteriorada, Buenos Aires, Amorrortu Editores,
2008.
865 Foucault, o. cit., p. 344.
866 «El alcoholismo mental…», o. cit., p. 4.
A la fecha, no existe una única explicación sobre cómo se originan las enfer-
medades psiquiátricas. Incluso la medicina contemporánea habla de trastornos
antes que de enfermedad para definir las psicopatologías. Sin embargo, según
un manual reciente sobre enfermedades psiquiátricas, el número de diagnósti-
cos aumenta a diario y, actualmente, supera los trescientos tipos de enfermeda-
des.867 A ello se suma que, en Uruguay, casi nueve mil personas se encuentran
hoy internadas en los establecimientos de asistencia psiquiátrica pública,868 a lo
que deberíamos agregar los casos atendidos en hospitales privados y clínicas, las
internaciones domiciliarias, más un número indeterminado de personas que no
reciben ningún tipo de tratamiento. La sociedad uruguaya sigue conviviendo
con la locura que aún inspira temor, horror y ha legado imágenes inenarrables
sobre la desolación y el abandono. A su vez, la situación desconsoladora sobre la
ineficacia de los recursos invertidos para el tratamiento de la mayor parte de las
afecciones psiquiátricas no ha evitado que el tema del manicomio cobrara rele-
vancia en distintos momentos del siglo XX y en lo que va del XXI.
El sistema de salud mental del Uruguay —pese a la privatización de la me-
dicina y los intentos por restar funciones al Estado durante la década del noventa
del siglo XX— no ha logrado superar el peso del modelo manicomial y la inter-
nación de personas con sufrimientos psíquicos. Asimismo, el hacinamiento, la
internación compulsiva, los abusos físicos y sexuales afloran con periodicidad.869
Por eso, consideramos que la reconstrucción histórica sigue siendo relevante en
términos contemporáneos, ya que las personas consideradas «locas» continúan
al margen de la historia, pese a que, a diario, recibimos noticias sobre alguna si-
tuación que las tiene por protagonistas, y convivimos con el Hospital Vilardebó
sin cuestionar cuál ha sido su desarrollo histórico y por qué continúa siendo la
única alternativa posible para los enfermos psiquiátricos de menores recursos
económicos y sociales.
867 Véase: dsm-v Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales [cd-rom], Barcelona,
Masson-Sociedad de Psiquiatría de los Estados Unidos, 2013.
868 Cifras brindadas por Ariel Montalbán, director del Programa de Salud Mental del Ministerio
de Salud Pública, en: La Diaria, 15 de octubre de 2014, p. 6.
869 «Director de Salud Mental: «El Vilardebó es lo peor que le puede pasar a una persona»
[en línea], en El Observador, Montevideo, setiembre de 2014, <http://www.elobservador.
com.uy/noticia/289366/director-de-salud-mental-el-vilardebo-es-lo-peor-que-le-puede-
pasar-a-una-persona/>. Claro que la situación no es privativa del Uruguay.
Documentación inédita
Archivo de la Facultad de Derecho, Programa de Derecho penal 1.er curso (presentado por el Dr.
José Irureta Goyena y aprobado el 23 de diciembre de 1905), en Serie Expedientes
de Secretaría, Subserie Planes de Estudio, carpeta 19.
————— Programa de Derecho penal, 1.o y 2.o Cursos, Montevideo, El Siglo Ilustrado,
1906, en Serie Expedientes de Secretaría, Subserie Planes de Estudio, carpeta 9:
Universidad de Montevideo.
Archivo General de la Nación, Administración Central y Jefatura Policial y Política de Minas.
Archivo General de la Nación y Archivo de la Universidad de la República.
Archivo General de la Nación, Archivos Particulares y Archivo del Dr. Claudio Williman.
Archivo General de la Nación y Cárcel Correccional, paquete 1888-1891.
Archivo General de la Nación y Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública.
Archivo General de la Nación y Consejo de Higiene Pública, paquete 1904-1906.
Archivo General de la Nación y Fondo Cárcel del Crimen, paquete 1884-1887.
Archivo General de la Nación, Fondo Ex Ministerio de Gobierno y Ministerio del Interior.
Archivo General de la Nación y Fondo Ministerio de Gobierno, Cárcel Preventiva, Correccional
y Penitenciaria, paquete 1891-1906.
Archivo General de la Nación, Historia de la Administración, Ministerio de Salud Pública y
Archivo del Hospital de Caridad de Montevideo.
Archivo General de la Nación e Historia de la Administración, IV Congreso Médico
Latinoamericano, Río de Janeiro, 18 de agosto de 1909.
Archivo General de la Nación y Ministerio de Instrucción Pública.
Archivo General de la Nación, Sección Judicial, Juzgado del Crimen del 1.er Turno, Juan Casareti,
por estar robando en la Iglesia Matriz, 9 de setiembre de 1830, caja 14.
Archivo General de la Nación, Sección Judicial, Sumario instruido sobre suicido de Antonio
Campodónico, octubre 2/880, expediente n.o 122.
Archivo General de la Nación, Sección Judicial, Juzgado del Crimen de 2.o Turno, Macario
Estevan Sayes Orduña, por desacato, heridas y muerte de Antonio Borges, expe-
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