Sociología S2

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FACULTAD DE EDUCACIÓN- UNFV

SOCIOLOGÍA 2024-I

CONCEPTO Y OBJETO DE LA SOCIOLOGÍA


La sociología forma parte de las llamadas ciencias sociales y es indispensable que tomemos en
consideración dos niveles, las condiciones sociales en que surge y la relación que guarda con la
ciencia; lo anterior es importante porque no podemos concebirla sin sus vínculos e
interdependencia con otras disciplinas. Incluso, la tendencia actual en los estudios sociales es
hacia el análisis interdisciplinario.
Lo anterior es básico porque no podemos comprender un estudio sociológico sin las
herramientas de carácter metodológico que le proporcionarán rigurosidad y credibilidad. Para
hacer uso de éstas es importante que podamos reflexionar sobre su utilidad, y que pensemos en
las implicaciones y en evitar que nuestro acerca- miento a la realidad sea sólo para satisfacer
exclusivamente al sociólogo, en vez de para contar con una interpretación objetiva de la
sociedad y su funcionamiento. Como ya comentamos las condiciones en que surgió la
sociología determinaron su carácter, ya que los inicios del siglo xix estuvieron marcados por una
fe en los logros de la ciencia y se proyectaba un futuro donde el progreso material de las socie-
dades sería ininterrumpido.
Lo anterior tenía como contraste a las sociedades que se debatían y destruían por
mantener un orden o desmantelarlo e instaurar regímenes que garantizaran la libertad e igualdad
de los individuos. Para Comte había que terminar con periodos largos de inestabilidad, de
guerras y de deterioro económico, así como de condiciones sociales que no estaban en
correspondencia con las promesas no solamente de libertad e igualdad, sino también de
progreso para toda la humanidad. Así entonces, Comte fue construyendo una noción de ciencia
que recuperará el éxito de ésta en terrenos que permitieron el desarrollo tecnológico y la
explotación intensiva de la naturaleza en beneficio del hombre.
Además de que el europeo del siglo XIX pensaba en un futuro promisorio, lleno de
progreso, bienestar y felicidad; ello se tradujo en concebir una visión optimista del desarrollo
social y construir, en función del optimismo que despertaba el capitalismo, sociedades donde el
progreso y el bienestar material evitarían los problemas y las confrontaciones sociales. Es decir,
necesariamente la consolidación de un nuevo modelo llevaría a la humanidad a estadios de
progreso sin límites.
Ahora bien, es importante que podamos circunscribir la relación de la sociología con la
ciencia en cuanto se comienza a reflexionar sobre la realidad social, buscando sobre todo que
tenga un sustento básico, por ello será necesario recurrir a la teoría del conocimiento, que
sustancialmente se refiere a la relación establecida entre el científico social y su objeto de
estudio.
Ello de entrada implica una carga ideológica fuerte, ya que no creemos que el estudioso
de lo social pueda mantenerse al margen de su realidad. Incluso esta relación va más allá de una
cuestión lógica, también supone, de acuerdo con Sergio Bagú, lo siguiente: “La realidad social,
esa intergénesis de lo humano, es nuestra condición de vida y, a la vez, la materia de nuestro
conocimiento de lo social. Esos dos polos de la relación, sin fundirse, sólo se explican como
partes de un mismo proceso. El nexo que se establece entre ambos no es del tipo que se presenta
entre dos objetos inanimados, sino de otro tipo especial”.
Ahora bien, no solamente nos limitamos a aceptar que la relación entre el estudioso de
lo social y la realidad es de carácter ideológico, además partimos de un principio de orden, ya
que nuestra noción de ciencia ha estado encaminada a plantear y asegurar que lo científi co es
sinónimo de ordenamiento, Bagú lo explica en los siguientes términos: “Esforzarse por conocer
es a partir de la hipótesis de que lo cognoscible posee una organización. Es el primer requisito
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de toda ciencia. Esforzarse por conocer el conocimiento de lo social y lo social mismo es


suponerles organizados. Ni lo social es un azar, ni lo conocemos por azar”.
Así entonces, lo científico en las ciencias sociales supone una serie de principios que
también comparten las otras ciencias, ya que resulta sustancial considerar que el principio de
ordenamiento constituye la base del carácter científico del conocimiento.No cabe duda de que el
análisis sociológico ha tenido múltiples aplicaciones, sobre todo porque constituye una fuente
de información precisa, lo que supone un desarrollo que crece y se diversifica, pero aún nos
encontramos con posturas que consideran la actividad so- ciológica como falta de
consolidación, sobre todo porque no con- creta su anhelada objetividad; además de que no
consideran que esté imbuida de rigurosidad y claridad.
Desde los tiempos de Comte, a la sociología se le pretendió convertir en la ciencia que
tendría en sus manos el perfecciona- miento y la construcción de una sociedad que viviese en
armonía, pero esa pretensión chocó con una realidad que en muchas ocasiones mostraba poca
disposición a lograr ese objetivo preciado. Mucho se ha transformado la inclinación del
sociólogo, sin perder la esencia de tratar de remediar los problemas que atañen a las sociedades;
lo complejo y diversificado de las sociedades han permitido una especie de ampliación de lo
considerado como investigación y su aplicación. De acuerdo con el sociólogo Ely Chinoy,
“Como resultado de este desarrollo, hay sociólogos que están enseñando en escuelas de
medicina, de comercio, de derecho y de trabajo social, así como en colegios de artes liberales y
escuelas de graduados; y a menudo están empleados como investigadores en hospitales, ofi
cinas, fábricas, agencias del gobierno y establecimientos militares.
En campos que alguna vez la gente consideró como exclusivos del hombre más bien
práctico que intelectual”.3 Hasta este punto encontramos dos maneras de concebir el quehacer
socio- lógico: una que pretende anteponer la objetividad en la investigación y, otra, que
considera importante el aspecto práctico y útil de esta disciplina. Ello nos lleva a considerar la
posibilidad de desprender una variedad de ramas de la sociología de acuerdo con la
problemática que pretendamos estudiar.
Paralelamente, en las universidades se ha construido una serie de ramas gene- rales que
tratarían de explicar la totalidad de la sociedad; por ejemplo, tenemos la sociología política,
urbana, rural, de la educación y de la cultura. Éstas constituyen la base de las investigaciones
hechas desde los centros universitarios; incluso se han construido algunas más específicas como
movimientos sociales, género, desarrollo regional, nuevos actores sociales, entre otras.
En Europa y Estados Unidos se le proporciona mayor peso a la actividad práctica que
pudiese desarrollar el sociólogo, mientras que, en otros países, como el nuestro, se orienta a la
cuestión teórica y a la investigación que tenga como fi n principal abocarse a problemas sociales
para resolverlos. Es posible ordenar las ramas de la sociología de acuerdo con el fin que se
persiga; ya sea una visión acorde a la perspectiva que se hace desde los cubículos universitarios,
para la resolución de los grandes problemas sociales; o una visión para enfrentar problemas
específicos y concretos que se nos presenten en la realidad.

LECTURA
Pérez Cruz, L. (2015). Sociología: ( ed.). México D.F, Mexico: Grupo Editorial Patria.
Sí es cierto que el conocimiento humano se ha desarrollado partiendo de necesidades
prácticas, porque el conocer la verdad es un arma en la lucha por la existencia, tanto frente a
la naturaleza extrahumana, como en la concurrencia de los hombres entre sí, hace mucho
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tiempo que dicho conocimiento ha dejado de ser un simple medio para los fines de la acción,
trocándose en fi n último. No obstante, el conocimiento no ha roto todas las relaciones con los
intereses de la práctica, ni aún en la forma autónoma de la ciencia, aunque ahora estos
intereses no aparecen ya como meros resultados de la práctica, sino como acciones mutuas de
dos esferas independientes. No sólo en la técnica se ofrece el conocimiento científico para la
realización de los fines exteriores de la voluntad, sino que también en las situaciones prácticas,
tanto internas como externas, surge la necesidad de una comprensión teórica. A veces aparecen
nuevas direcciones del pensamiento, cuyo carácter abstracto no hace más que reflejar en los
problemas y formas intelectuales los intereses de nuevos sentimientos y voliciones. Así, las
exigencias que suele formular la ciencia de la sociología no son sino la prolongación y el
reflejo teórico del poder práctico que alcanzaron en el siglo XIX las masas frente a los intereses
del individuo. En la modernidad, los estratos inferiores de la sociedad han despertado mayor
atención en los estratos superiores, y si este hecho se basa justamente sobre el concepto de
“sociedad”, es porque la distancia social entre uno y otro hace que los inferiores aparezcan no
como individuos, sino como una masa uniforme y que no se vea otra conexión esencial entre
ambos que la de formar juntos “una sociedad”.
Desde el momento en que, como consecuencia de las relaciones prácticas de poder, las clases,
cuya eficacia consiste no en la importancia visible de los individuos, sino en su naturaleza
“social”, atrajeron sobre sí la conciencia intelectual, el pensamiento que, en general, toda
existencia individual está determinada por innumerables influencias del ambiente humano. Y
este pensamiento adquirió, por decirlo así, fuerza retroactiva. Al lado de la sociedad presente,
la sociedad pasada se ofreció como la sustancia que engendra las existencias individuales, no
otra suerte que el mar engendra las olas. Pareció, pues, descubierto, el suelo nutricio, por
cuyas energías resultaban explicables las formas particulares de los individuos. Esta dirección
del pensamiento se veía apoyada por el relativismo moderno, por la tendencia a descomponer
en acciones recíprocas lo individual y sustancial. El individuo era sólo el lugar en que se
anudaban hilos sociales y la personalidad no era más que la forma particular en que esto
acontecía.
Adquirida la conciencia de que toda actividad humana transcurre dentro de la sociedad sin
que nadie pueda sustraerse a su influjo, todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza exterior
tenía que ser ciencia de la sociedad. Surgió ésta, pues, como el amplio campo en que
concurrieron la ética y la historia de la cultura, la economía y la ciencia de la religión, la
estética y la demografía, la política y la etnología, ya que los objetos de estas ciencias se
realizaban en el marco de la sociedad, la ciencia del hombre tenía que ser la ciencia de la
sociedad. A esta concepción de la Sociología como ciencia de todo lo humano contribuyó su
carácter de ciencia nueva, adscribiéndose a ella todos los problemas que eran difíciles de
colocar en otra disciplina.
Lo que ocurrió es simplemente fue que se echaron en un gran puchero todas las ciencias
históricas, psicológicas, normativas y se le puso al recipiente una etiqueta que decía:
Sociología.
En realidad, sólo se había ganado un nombre nuevo, pero lo designado por este nombre o
estaba ya determinado en su contenido y relaciones o se produjo dentro de las provincias
conocidas de la investigación. Si el hecho de que el pensamiento y la acción humanos se
realizan en sociedad y son determinados por ella, ha de convertir la Sociología en una ciencia
que los abrace íntegros; ¿por qué no considerar asimismo la Química, Botánica y Astronomía
como capítulos de la Psicología, ya que sus objetos, en último término, sólo adquieren realidad
en la conciencia humana y están sometidos a sus condiciones? El error se funda en un hecho
mal interpretado, sin duda, pero muy importante. El reconocimiento de que el hombre está
determinado, en todo su ser y en todas sus manifestaciones por la circunstancia de vivir en
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acción recíproca con otros hombres, ha de traer desde luego una nueva manera de considerar
el problema en las llamadas ciencias del espíritu.
Hoy ya no es posible explicar por medio del individuo, de su entendimiento y de sus intereses,
los hechos históricos (en el sentido más amplio de la palabra), los contenidos de la cultura, las
formas de la ciencia, las normas de la moralidad; y si esta explicación no basta, recurrir en
seguida a causas metafísicas o mágicas. Por lo que toca al lenguaje, verbigracia, ya no
estamos ante la alternativa o de creer que ha sido inventado por individuos geniales, o de creer
que ha sido dado por Dios al hombre. En la religión ya no cabe plantear el dilema entre la
invención de astutos sacerdotes y la inmediata revelación, etc. Hoy creemos comprender los
fenómenos históricos por las acciones recíprocas y conjuntas de los individuos, por la suma y
sublimación de incontables contribuciones individuales, por la encarnación de las energías
sociales en entidades que están más allá del individuo y que se desarrollan por encima de él.
Por consiguiente, en la relación con las ciencias hoy existentes, la Sociología es un nuevo
método, un auxiliar de la investigación para llegar, por nuevas vías, a los fenómenos que se
dan en aquellos campos del saber. Pero este papel que desempeña la Sociología no es
esencialmente distinto del que desempeñó la inducción cuando en su día penetró como un
nuevo principio de investigación en todas las ciencias posibles, se aclimató en ellas y les ayudó
a encontrar nuevas soluciones para los problemas planteados.
Pero, así como la inducción no constituye una ciencia en particular, y menos una que lo
abarque todo, tampoco, por las mismas razones, la Sociología. Por cuanto se funda en la idea
de que el hombre debe ser comprendido como ser social, y en que la sociedad es la base de
todo acontecer histórico, no contiene la Sociología ningún objeto que no esté tratado ya en las
ciencias existentes, sino que es sólo un nuevo camino para todas ellas, un método científico
que, justamente por ser aplicable a la totalidad de los problemas, no constituye una ciencia por
sí. ¿Pero cuál puede ser el objeto propio y nuevo cuya investigación haga de la Sociología una
ciencia inde- pendiente con límites determinados? Es evidente que, para que quede legitimada
como una nueva ciencia, no hace falta descubrir un objeto cuya existencia sea hasta ahora
desconocida. Todo lo que designamos en general como objeto es un complejo de
determinaciones y relaciones, cada una de las cuales, si se descubre en una pluralidad de
objetos, puede convertirse a su vez en objeto de una nueva ciencia.

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