Sociología S2
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SOCIOLOGÍA 2024-I
LECTURA
Pérez Cruz, L. (2015). Sociología: ( ed.). México D.F, Mexico: Grupo Editorial Patria.
Sí es cierto que el conocimiento humano se ha desarrollado partiendo de necesidades
prácticas, porque el conocer la verdad es un arma en la lucha por la existencia, tanto frente a
la naturaleza extrahumana, como en la concurrencia de los hombres entre sí, hace mucho
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tiempo que dicho conocimiento ha dejado de ser un simple medio para los fines de la acción,
trocándose en fi n último. No obstante, el conocimiento no ha roto todas las relaciones con los
intereses de la práctica, ni aún en la forma autónoma de la ciencia, aunque ahora estos
intereses no aparecen ya como meros resultados de la práctica, sino como acciones mutuas de
dos esferas independientes. No sólo en la técnica se ofrece el conocimiento científico para la
realización de los fines exteriores de la voluntad, sino que también en las situaciones prácticas,
tanto internas como externas, surge la necesidad de una comprensión teórica. A veces aparecen
nuevas direcciones del pensamiento, cuyo carácter abstracto no hace más que reflejar en los
problemas y formas intelectuales los intereses de nuevos sentimientos y voliciones. Así, las
exigencias que suele formular la ciencia de la sociología no son sino la prolongación y el
reflejo teórico del poder práctico que alcanzaron en el siglo XIX las masas frente a los intereses
del individuo. En la modernidad, los estratos inferiores de la sociedad han despertado mayor
atención en los estratos superiores, y si este hecho se basa justamente sobre el concepto de
“sociedad”, es porque la distancia social entre uno y otro hace que los inferiores aparezcan no
como individuos, sino como una masa uniforme y que no se vea otra conexión esencial entre
ambos que la de formar juntos “una sociedad”.
Desde el momento en que, como consecuencia de las relaciones prácticas de poder, las clases,
cuya eficacia consiste no en la importancia visible de los individuos, sino en su naturaleza
“social”, atrajeron sobre sí la conciencia intelectual, el pensamiento que, en general, toda
existencia individual está determinada por innumerables influencias del ambiente humano. Y
este pensamiento adquirió, por decirlo así, fuerza retroactiva. Al lado de la sociedad presente,
la sociedad pasada se ofreció como la sustancia que engendra las existencias individuales, no
otra suerte que el mar engendra las olas. Pareció, pues, descubierto, el suelo nutricio, por
cuyas energías resultaban explicables las formas particulares de los individuos. Esta dirección
del pensamiento se veía apoyada por el relativismo moderno, por la tendencia a descomponer
en acciones recíprocas lo individual y sustancial. El individuo era sólo el lugar en que se
anudaban hilos sociales y la personalidad no era más que la forma particular en que esto
acontecía.
Adquirida la conciencia de que toda actividad humana transcurre dentro de la sociedad sin
que nadie pueda sustraerse a su influjo, todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza exterior
tenía que ser ciencia de la sociedad. Surgió ésta, pues, como el amplio campo en que
concurrieron la ética y la historia de la cultura, la economía y la ciencia de la religión, la
estética y la demografía, la política y la etnología, ya que los objetos de estas ciencias se
realizaban en el marco de la sociedad, la ciencia del hombre tenía que ser la ciencia de la
sociedad. A esta concepción de la Sociología como ciencia de todo lo humano contribuyó su
carácter de ciencia nueva, adscribiéndose a ella todos los problemas que eran difíciles de
colocar en otra disciplina.
Lo que ocurrió es simplemente fue que se echaron en un gran puchero todas las ciencias
históricas, psicológicas, normativas y se le puso al recipiente una etiqueta que decía:
Sociología.
En realidad, sólo se había ganado un nombre nuevo, pero lo designado por este nombre o
estaba ya determinado en su contenido y relaciones o se produjo dentro de las provincias
conocidas de la investigación. Si el hecho de que el pensamiento y la acción humanos se
realizan en sociedad y son determinados por ella, ha de convertir la Sociología en una ciencia
que los abrace íntegros; ¿por qué no considerar asimismo la Química, Botánica y Astronomía
como capítulos de la Psicología, ya que sus objetos, en último término, sólo adquieren realidad
en la conciencia humana y están sometidos a sus condiciones? El error se funda en un hecho
mal interpretado, sin duda, pero muy importante. El reconocimiento de que el hombre está
determinado, en todo su ser y en todas sus manifestaciones por la circunstancia de vivir en
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acción recíproca con otros hombres, ha de traer desde luego una nueva manera de considerar
el problema en las llamadas ciencias del espíritu.
Hoy ya no es posible explicar por medio del individuo, de su entendimiento y de sus intereses,
los hechos históricos (en el sentido más amplio de la palabra), los contenidos de la cultura, las
formas de la ciencia, las normas de la moralidad; y si esta explicación no basta, recurrir en
seguida a causas metafísicas o mágicas. Por lo que toca al lenguaje, verbigracia, ya no
estamos ante la alternativa o de creer que ha sido inventado por individuos geniales, o de creer
que ha sido dado por Dios al hombre. En la religión ya no cabe plantear el dilema entre la
invención de astutos sacerdotes y la inmediata revelación, etc. Hoy creemos comprender los
fenómenos históricos por las acciones recíprocas y conjuntas de los individuos, por la suma y
sublimación de incontables contribuciones individuales, por la encarnación de las energías
sociales en entidades que están más allá del individuo y que se desarrollan por encima de él.
Por consiguiente, en la relación con las ciencias hoy existentes, la Sociología es un nuevo
método, un auxiliar de la investigación para llegar, por nuevas vías, a los fenómenos que se
dan en aquellos campos del saber. Pero este papel que desempeña la Sociología no es
esencialmente distinto del que desempeñó la inducción cuando en su día penetró como un
nuevo principio de investigación en todas las ciencias posibles, se aclimató en ellas y les ayudó
a encontrar nuevas soluciones para los problemas planteados.
Pero, así como la inducción no constituye una ciencia en particular, y menos una que lo
abarque todo, tampoco, por las mismas razones, la Sociología. Por cuanto se funda en la idea
de que el hombre debe ser comprendido como ser social, y en que la sociedad es la base de
todo acontecer histórico, no contiene la Sociología ningún objeto que no esté tratado ya en las
ciencias existentes, sino que es sólo un nuevo camino para todas ellas, un método científico
que, justamente por ser aplicable a la totalidad de los problemas, no constituye una ciencia por
sí. ¿Pero cuál puede ser el objeto propio y nuevo cuya investigación haga de la Sociología una
ciencia inde- pendiente con límites determinados? Es evidente que, para que quede legitimada
como una nueva ciencia, no hace falta descubrir un objeto cuya existencia sea hasta ahora
desconocida. Todo lo que designamos en general como objeto es un complejo de
determinaciones y relaciones, cada una de las cuales, si se descubre en una pluralidad de
objetos, puede convertirse a su vez en objeto de una nueva ciencia.